Los Andamios de La Ira - La Cópula
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La capucha es como la versin de un felino que nos mira en la calle. Sus ojos entierran agujas en la esquina del otoo donde interpretamos el secreto del abismo. Es como el pjaro Chucao y su canto libre en el bosque. Siempre arriba de un rbol, atrs de un tronco; la barricada sencilla del bosque hmedo envuelto por la niebla y las enredaderas. La capucha es como el Chucao que grita. Canta Chucao!, no lo vemos, en el silencio inmenso del bosque hace estallar su voz. Chucao es un pjaro annimo. La capucha es como el pjaro Chucao de la Selva Negra, donde encontramos al fuego interpretando el silencio del sur de Amrica. (Leub)
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NON FACIE
los pobres, me olvidaba del rostro de los pobres. cunta hazaa hay tras la mscara? (en este caso pasamontaas, adentromontaas, sueamontaas). a y del hombre que intente ver el rostro de dios, y ay del rico que intente ver el rostro sucio de dios, en ellos, en nosotros, en la moneda al aire que a veces es t y a veces es yo. bien, como dicen las escrituras: No puedes ver mi rostro, porque ningn hombre puede verme y sin embargo vivir, ya que su rostro es la ms pura verdad, y la verdad mata a quien no entiende, como matan los rayos al astronauta ingenuo que intenta el velo develar. polticamente hablando, la raz de la verdad araa los pies de este suelo seco, golpea sin miramientos los pulcros bordes de esta bveda incipiente, y fluye como un manantial desesperado, y galopa destrozando los espejos de los cinco continentes. adelante carabelas de la sangre!, adelante pies monumentales como un pulpo desobediente!, es todo de uno y todos en uno navegando por los mares como un gran pjaro vidente.
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y al igual como los hombres no pueden ver el rostro de dios, los ricos no pueden ver el rostro de los pobres sin riesgo de muerte. qu hay tras la daga luminosa?, qu hay tras el faro violento que el cielo gime?, qu hay tras el follaje de esos locos espejos?, qu hay tras sueos ocultos como a r d i d e s ? ay del insensato que intente levantar el velo de dios, no hay a n hombre alguno que pueda comprender el vendaval de la verdad. ay del rico que intente ver el rostro pobre de dios, no hay an msero alguno que logre ver en estas aguas el gran espejo en llamas devorando las mansiones de la ciudad. ya que no hay que olvidar: antes que un rico llegue al reino de los cielos, habr de pasar un camello por el ojo violento del pual. as sea dicho. as sea escrito. los ojos de los pobres acechan tras las delgadas ventanas, y es sagrado el sudor que cae, como sagrado es el pasamontaas, adentramontaas, sueamontaas, smbolo de la sagrada e inviolable libertad en igualdad. as sea dicho. as sea escrito. as sea hecho. hasta que caigan todas las mscaras y la verdad no sea ms que una mesa o una silla para reposar.
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LA ESTTICA DE LA CAPUCHA **
R o d r i g o S o t o *
Ese acto transgresor, contradictorio y ritual, de ocultar la identificacin para resguardar la identidad, da para muchas lecturas y anlisis. Sin embargo, una vez ms, los medios de comunicacin, los partidos polticos, el gobierno y los centros de estudio han optado por abordar este fenmeno social desde una mirada reduccionista, parcial y cargada de juicios valricos. Hablar de los encapuchados como violentistas lum, pen antisistmicos anarquistas no resuelve, , , ni explica nada. Detrs de ese juicio oficial categrico, que no intenta problematizar al encapuchado y la capucha, se esconde el miedo a mirarse en un espejo y reconocer que el maquillaje aplicado desde el noventa no es tan homogneo y cautivador como se pensaba. Pero para eso an falta mucho. Las ganas de generar un debate social, con respecto a la violencia que manifiestan los encapuchados, se diluye cuando las miradas son ms agudas y se encuentran con que no
slo los estudiantes se encapuchan, sino que tambin los pobladores, empleados, mapuches, portuarios y quizs quin ms en el futuro. Entonces, despus de observar la imagen de un padre de familia con su rostro cubierto y peleando en las calles del puerto para que no privaticen su actividad laboral; o ver a un grupo de mapuches encapuchados, en una colina de la IX regin, decididos a recuperar sus tierras, uno se pregunta por qu la capucha, para qu incorporar en el acto reivindicativo un elemento tan controversial?, ser slo por seguridad o es un acto simblico, que engloba distintas subjetividades que an no tienen un contenido definido?
historia; hablar de la capucha es recordar al Ku Klux Klan, alzar un poco la mirada y encontrarse con los paramilitares de Colombia y Mxico, bajarla y recordar a los tribunales sin rostro en el Per de Fujimori, pero tambin es recrear un mtico Marcos en la selva Lacandona, ver en la televisin por cable como en Bolivia, Ecuador, Venezuela y El Salvador estudiantes encapuchados defienden la universidad frente a la privatizacin global de comienzos de siglo. La capucha es una imagen, una propuesta que subvierte, o como dice la editorial de la revista literaria La Cpula (...) La capucha no es buena ni es mala, o al menos no se alimenta de juicios de valor. La mscara se alimenta de usted mismo, no requiere de justificaciones tal como usted no las necesita para vivir, usted ES. A lo ms, la capucha requerir de una mirada ms aguda que vaya, esta vez s, directamente a los ojos pues bien, dialoguemos con esos , ojos que brillan en nuestro pas tras una capucha. El ejercicio del anonimato tras una capucha se puede englobar en dos dimensiones: una tcnica y otra esttica, ambas son complementarias, no excluyentes. En una predomina ms la seguridad, en la otra lo esttico, como excusa para la posible propuesta. Javier, profesional joven, treinta aos, se hace cargo de su capucha yo creo que los que venimos de los ochenta que nos encapuchamos, lo hacemos por una necesidad tcnica, en los ochenta jams se pens esto como discurso esttico o comunicacional, creo que en los cabros de los noventa esto cambia, tambin se encapuchan por seguridad, pero le agregan un simbolismo, en ellos hay una voluntad de decir, en un gesto, cul es su posicin con respecto al sistema poltico en que estn. Por su parte Marcela, 22 aos, pobladora de la zona sur, agrega que la capucha es algo simblico,
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que connota una historia en diferentes momentos, que quiere decir algo ms. Cuando, a travs del tiempo, me comienzo a identificar con esa accin, me tapo. Pero, paradjicamente, la accin de encapucharse envuelve una provocacin no slo al sistema, sino que tambin a los propios encapuchados. Porque no son pocos los que se cuestionan qu hacer con la capucha, hacia dnde llevar toda esta expresin de descontento, cmo dotarla de un valor agregado. Para Mabel Vargas, presidenta del centro de alumnos de la Facultad de Filosofa y Literatura de la Universidad de Chile, la capucha representa todo un problema y un desafo: el problema es que algunos grupos de encapuchados se han quedado con una mscara absolutamente vaca de contenido poltico. Yo no veo el problema en la mscara o en la barricada, veo el problema en que se ha convertido en un mueco que a veces en su interior no tiene prcticamente nada, no lleva explicacin, no lleva propuesta. Hay que potenciar a la capucha de un contenido poltico, de un discurso que pueda llegar al objetivo de crear conciencia y llamar la atencin sobre la gente Javier tambin . se hace cargo de la autocrtica, pero hace hincapi en un punto:El contenido poltico est en todos los encapuchados, no entiendo lo poltico como una accin necesariamente desarrollada a partir de la consciencia, yo creo que lo poltico puede expresarse a travs de lo inconsciente . La imagen que proyectan los encapuchados, y que es recibida por la sociedad, es variada, construida en gran medida por los mass media. Todo depender del contexto de la accin, las consecuencias de la misma, y la masividad que pueda tener la irrupcin. Basta recordar el primer semestre de 1999, cuando el movimiento estudianSERIE CUERO DURO
til paraliz las universidades. Hubo un momento en que en todas las universidades del pas surgen encapuchados. En la opinin pblica hay una condena al acto en s (encapucharse) pero simpatizan y adhieren a la causa del estudiantado comenta Mabel. Lo , mismo ocurre para el once de septiembre en las poblaciones, pero hay diferencias que llevan a aceptar o no la capucha, el 29 de marzo, (da del joven combatiente), cuando salimos en la poblacin todos los viejos nos cerraron las puertas, tuvimos que correr cuadras y cuadras para salvarnos. Sin embargo, para el once de septiembre fueron muchos los que nos abrieron las puertas de sus casas, esto es as porque hay algunas acciones que ellos validan y otras que no los representan, depende de la experiencia histrica de cada sujeto y de su representacin simblica explica Javier. Con rabia e increpando este tipo de actitudes , del imaginario de la izquierda tradicional, Francisco, un joven poblador de la zona sur, arremete:Ellos (las generaciones anteriores) se olvidan de que nosotros tambin somos el pueblo, que hay un sector de la juventud que se la juega ms que por la nostalgia, por nuevas necesidades que surgen . Nadie debiera ser neutral frente a la capucha y los encapuchados, con esa postura no se hace otra cosa que evadir el debate, quizs haya que partir por casa, o por Facultad, como a la que pertenece Mabel, en donde la discusin se mueve entre la aprobacin incondicional y la descalificacin, no hay un trabajo serio de reflexin en este sentido. Pareciera que en las ltimas semanas el tema comienza a moverse un poco ms y po-
Un croquis en construccin
La capucha y sus protagonistas han llegado a transformar su accionar en un rito predecible, en lugares predecibles, en fechas predecibles, y frente a eso el Gobierno, los medios de comunicacin y la polica son capaces de elaborar en torno a ellos discursos totalizantes que dan cuenta de su accionar, creando para ello perfiles de delincuentes y jvenes antisistmicos incapaces de elaborar propuestas a , largo plazo. Sin embargo, y pese a sus esfuerzos, an son discursos vagos, efmeros, construidos para bajarle el perfil al asunto, evadir el conflicto una vez ms. Como lo demuestran las opiniones de Fernando Villegas, en su columna del diario La Tercera al analizar a los encapuchados. Pululan bajo el alero de todas las formas concebibles o imaginables del progresismo sexual, ambiental, poltico y econmico; se codean unos a otros en la promiscuidad de muchas variedades de sectas con nombres de fantasa que a veces recuerdan a los grupos Heavy Metal. Y su diagnstico contina: En algunas de esas sedes de estudios la mezcla es delirante: conviven en srdido revoltijo democratacristianos de izquierda con las yeguas locas del Apocalipsis, histricas con peinado pre-mojado de manifestacin callejera con profesores deseosos de cobrarle al mundo facturas personales a travs de sus alumnos, comunistas con socialistas, rodriguistas con estalinistas y junto a todos ellos, para los grandes das de protesta, lumpen autntico importado de las poblaciones. Pero Villegas va ms all y seala: Si acaso Carabineros les rompe una ua, se prefigura instantneamente un caso de violencia excesiva; si los detienen, llueven los paros solidarios y las huelgas de hambre; si
los juzgan, se trata de mrtires inocentes. No tener otra vez 18 aos para sumarse a la diversin 1 ... Quizs para Villegas sea divertido tener que encapucharse para defender el derecho a educarse, mientras paralelamente se trabaja repartiendo balones de gas, como lo haca el estudiante Daniel Menco, asesinado por carabineros el ao pasado, en Arica. O tal vez sea parte de la diversin, y de la accin profesional de carabineros, disparar por la espalda a la estudiante Claudia Lpez, durante las protestas del once de septiembre de 1998, en la poblacin La Pincoya. Se los acusa de violentistas, rupturistas, infiltrados, que aman la violencia y que pertenecen a la ultra izquierda, que se agrupan en torno a pequeos colectivos universitarios. Se dice que son marginales, carentes de una ideologa, que privilegian la accin directa, que son anarquistas y que abrazan todas las causas reivindicativas que puedan aparecer. En fin, se los llama protoanarquistas trmino acua, do por el analista Guillermo Holzmann, del Instituto de Ciencias Polticas, de la Universidad de Chile, y que ha encontrado gran difusin en las pginas de El Mercurio y La Tercera, desde el ao 1997. Pero eso no explica por s slo el fenmeno. Cmo comprender que sujetos tan diversos se junten para irrumpir violentamente en cada jornada de protesta. Frustracin, accin poltica reivindicativa; cansancio de ser excluidos; rabia
VILLEGAS, Fernando. A qu obedece el surgimiento de grupos universitarios revolucionarios?, La Tercera, 12 de septiembre de 1999. Este artculo se reproduce, ntegramente, en las pginas 39-41 del presente libro.
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contra todos los mbitos del sistema: s, todo eso, pero falta algo ms importante, y no es otra cosa que la de haber nacido y crecido en una sociedad violenta, administradora de una violencia que trasciende los mrgenes polticos. Las secuelas de nuestro pasado son las venas abiertas de Chile que se mezclan con la capucha, los encapuchados, junto a todos los otros que hacen vista gorda y se pierden en la cotidianidad. Resulta peligroso desplegar slo el uso de la violencia, como continuidad necesaria para superar el proceso traumtico de la dictadura. El quedarse en esta lgica implica riesgos, agota a sus protagonistas, motiva irresponsabilidades y al final termina por no construir nada, para Javier la violencia es un mtodo, es un entrar y salir, pero en absoluto es un fin, siento que muchos jvenes lo toman como un fin Pero, cmo marcar la pauta, hacer. se responsables, si no hay una direccin que conduzca las explosiones de descontento. Segn Javier, la responsabilidad vendr en un tiempo cercano y se hace necesaria para generar un proceso de construccin. A medida que dotemos a la capucha de contenido, los grados de irresponsabilidad sern menores porque el que est encapuchndose por jugar, va tener que terminar de hacerlo o aceptar las consecuencias polticas de lo que est haciendo afirma. , La conduccin de los encapuchados est dada por las sensibilidades que, en el terreno de las subjetividades, encuentran su punto de encuentro, ah radica su fuerza movilizadora. El problema para quien quiera destruir o capitalizar estas acciones, es que no hay un cuerpo concreto al cual golpear, no hay substancia, lo que existen son pequeas organizaciones que, por el momento, no logran agrupar en un solo gran referente todas estas sensibilidades. Mientras no se realicen cambios estructurales en el conjunto del sistema, los encapuchados seguirn apareciendo. Al respecto, algunos de nuestros
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entrevistados fijan sus posiciones. Para Francisco mientras haya pobreza, haya injusticia, el proceso nunca se va a cortar, la nica forma que tienen para cortar esto es a travs de la represin, y en ese contexto yo seguir encapuchndome Mabel problematiza la imagen de su Facultad asociada . a los encapuchados. Si lo nico que se ve en la Facultad de Filosofa y Humanidades son encapuchados, es porque tambin han sido los nicos que hacen crticas, que a lo mejor aportan o no, pero son ellos los que se han planteado el tema de la memoria, el dolor, la rabia, la injusticia y deciden actuar por ello seala. Por su parte, Javier visualiza una capucha con con, tenido propositivo: atrs va quedar lo reactivo, hay que evadir el rito, debemos empearnos en dotar a estas formas de lucha de un discurso, de un contenido . La capucha, smbolo poltico disperso que provoca, que rompe la cristalizacin del consenso de una dcada, que se muestra precaria, reactiva, violenta, pero a la vez tan cercana, tan vlida y atractiva. Los encapuchados son el croquis tenue de una cartografa nacional marcada por los trazos verticales, son ellos, ellas y otros, que se encuentran tras la danza frentica de la salida a la calle, el enfrentamiento, el repliegue y la construccin en el anonimato.
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Siempre tuve problemas con el pauelo. Problema estructural: una nariz aguilea, que cae buscando el abismo, sola llevarse el trozo de gnero en su cada. De ah la constante necesidad de anudar, una y otra vez, sus extremos tras mi nuca. Una vez exager el nudo: al momento de volver a casa no poda deshacerlo. Baj el pauelo de mi rostro, y qued instalado en mi cuello, con una reminiscencia de vaquero. Vino en mi ayuda la Chica. Traa entre sus manos una tijera, obtenida quizs dnde, y una sonrisa. Luego, el
helado metal rozando mi piel, y un breve clic de hojas metlicas cerrndose y cortando. No lo bot, lo guard en el bolsillo contraviniendo las normas. Me propuse acoger esa ancdota en mi bal de memorias. Ahora lo tengo ante mis ojos, y escribo. Recuerdo: todos esos gestos ya no estarn. quizs retornen en algn instante, extenso o intenso como los que vivimos, pero ya nunca sern los mismos, ya nunca podrn ser lo que eran. todos esos gestos:
Poeta. Ha publicado Por la patria (autoedicin, 1989; Ediciones La Cpula, 1997); Nosotros, los sobrevivientes, (Editorial Mosquito, 1994); Las Memorias (Red Internacional del Libro, 1996).
tus ojos mis ojos solamente nicos destellos en nuestros rostros cubiertos. mi mano derecha en alto el dedo ndice acariciando el guardamonte, mis labios movindose tras ese tejido de lana. todos esos gestos esos detalles esos fugaces momentos en que nos observbamos y todo pareca posible... Me canso de recordar. Sirve, pero no basta. Era la dcada de los ochenta, y los encapuchados no suscitaban tanta emocin comunicacional como, particularmente, ocurri a mediados del ao pasado. Extenso sera enumerar todos los lugares comunes al respecto. Que los encapuchados son infiltrados o provocadores; que no lo son, pero sus formas y mtodos invalidan sus opiniones; que no tienen opiniones, y por eso hacen lo que hacen. En fin. Son los noventa, y si es cierto que nadie se relaciona de la misma manera en contextos idnticos, menos podra intentar explicar el hoy nicamente con el ayer. Todos esos gestos ya no estarn/ quizs retornen en algn instante,/ pero ya nunca sern los mismos. Acaso no era McLuhan el que deca que acostumbramos entrar en el futuro, mirando en el espejo retrovisor el pasado? Los riesgos de accidente son evidentes. Otro tiempo, otros textos. No necesariamente otra direccionalidad del discurso; la flecha perdura hacia el norte. Partamos por la calle. Es decir, por manifestantes en la calle. Precisemos. Manifestantes encapuchados en la calle. Qu son?
Entrando en materia
Si era cierta la consigna de los manifestantes estadounidenses que se oponan a la participacin de su pas en Vietnam, a finales de los aos sesenta, existe un desplazamiento que va del disentimiento a la resistencia. Yo disiento. Peleo con el ministro que aparece en la pantalla de mi televisor. Critico la poltica econmica en la intimidad de mi cocina. Yo resisto. Me convoco a integrar una marcha, autorizada o no. Escojo en ella la forma de manifestarme que me parece ms correcta. Del disentimiento a la resistencia. Es decir, del espacio de lo privado a lo pblico; de la opinin a la accin material. (No me agotar en deslindar las sutilezas que ligan lo pblico con lo privado o en explicar que la opinin puede ser una de las formas de la accin, ni tampoco referirme a las variadas formas que puede asumir la resistencia o el disentimiento). En fin. Las dos palabrejas sealan un trnsito, un desplazamiento. No son excluyentes, por el contrario, se complementan y extienden mutuamente. Cundo surge la resistencia? Supone la reaccin frente a algo, o un movimiento en favor de algo. En cualquiera de los dos casos, estamos ante las consecuencias de un conflicto. Habra que indagar, entonces, sobre las condiciones generales de surgimiento y presentacin de un conflicto social. Busco apoyo en Ramn Reyes (que, si supiera algo de l, se los contara). Para Reyes, una situacin se define como conflictiva cuando las condiciones originarias de relacin cambian, las condiciones de fijacin de esa relacin, asimismo, varan, o el beneficio gratificante deja de tener el inters, intensidad, amplitud u oportunidad que inicialmente poseyera. Surgen dos visiones de textos: la propuesta programtica de los
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dos gobiernos de la Concertacin de Partidos por la Democracia y los bandos de la dictadura militar. A cul de los dos discursos, ofrecidos al pas, le colgaremos el ropaje de un acuerdo social propuesto y no cumplido? El conflicto [prosigue Reyes] puede ser provocado unilateralmente, cuando una de las partes, por ejemplo, entiende que esas condiciones [de relacin] no se cumplen o ese beneficio no se da. La otra parte, a su vez, podra acusar dicha provocacin, como desarraigo del interlocutor en crisis. Interlocutores desarraigados: todos aquellos manifestantes que, utilizando determinadas formas de lucha, terminan con un estigma sobre sus cuerpos: desadaptados, delincuentes, irracionales, etctera doble. Cuando el equilibrio no puede mantenerse por ms tiempo, la tolerancia se convierte en denuncia militante y se busca con urgencia un nuevo orden de relacin y disfrute en condiciones diferentes y, si es preciso, tambin con otros agentes propone Reyes.1 , Piedras, bombas incendiarias, rostros cubiertos, no son las formas de manifestarse, se seala desde las oficinas del Poder. No lo son, reitera
el coro monocorde de la mayora de los medios de comunicacin. Entonces, cules seran esas formas aceptables o tradicionales de expresar una disidencia, esto es, hacerla resistencia? Uno puede suponer que la solicitud de una entrevista, una conferencia de prensa, una sentada en la va pblica o desnudarse en pleno Paseo Ahumada, (todo ello a rostro descubierto, obvio), podran ser formas ms soportables para la buena imagen de una democracia que todava no se realiza en su definicin mnima; para una transicin que se eterniza en el transcurso del tiempo, y que me hace recordar los carteles en los negocios del barrio: Hoy no se fa, maana s.2
REYES, Ramn. Sobre la inmediatez: (seudo) sociologa de la vida cotidiana , incluido en Conocimiento y comunicacin; R. Reyes, O. Ura, J. Vericat; editores, (Barcelona, Montesinos, 1989), pg. 220. (Sociedad y conocimiento, 1). [Las cursivas son del autor].
Sin embargo, las formas de expresin que se citan en este prrafo se aproximan ms a la disidencia que a la resistencia. Aceptar la disidencia no representa ningn problema para el Poder; en una democracia se disiente, seala, no se resiste. Al respecto, y considerando la abundancia de mesas de dilogo, que ha implementado el gobierno de Lagos, me parece interesante citar la siguiente reflexin de Franz J. Hinkelammert: Aparece otro utopismo (...) se trata del utopismo de la democracia dialogante, en la cual todos dialogan entre s y pueden hacerlo, porque sus intereses ya no chocan. El mercado los ha armonizado y, por tanto, el libre dilogo entre los hombres es posible al fin. Ser democrtico es discutir sin que florezcan conflictos de intereses. Ya no hace falta chocar, todos se entienden. Y se pueden entender, porque los conflictos de intereses estn resueltos. En esta democracia dialogan almas puras, ngeles sin cuerpo, sin chocar jams. Este utopismo de la democracia dialogante permite ahora determinar al malo. Es aquel que rompe el consenso producido por la armona de los mercados y transforma el dilogo entre almas en una confrontacin de intereses conflictivos. Pero esta democracia sostiene que no hay intereses conflictivos; la magia del mercado los armoniz. Si a pesar de eso se presentan conflictos, hay maldad, conjura en contra de la libertad, mala voluntad, ansia irracional de poder. Por tanto, sus promotores son demonizados. Ocurre algo que para estos idelogos de la armona es completamente inexplicable. Su reaccin ser defender la democracia. Hinkelammert, Franz J. Democracia y nueva derecha en Amrica Latina , Nueva Sociedad, (98):105, noviembre-diciembre de 1988.
El maana, sin embargo, no necesariamente puede significar lo mismo para todos. Para unos el maana puede ser la prolongacin de una espera que, de tanto extenderse, se torna en natural. Para otros, el maana es tarde, porque su ltima carta se la estn jugando en el hoy. Y si se acaba la paciencia?, entonces, qu? Un piedrazo es un ejercicio de violencia, dice el Poder. Por supuesto que lo es! Pero un ejercicio ilegal e irracional, precisa el mismo rostro. Vamos por partes.
Tratar de evitar la mala leche y los lugares comunes; las frases, de tanto reiterarlas, van gastando su significado. La condicin de legal/ilegal la define la autoridad y la consolida en el sentido comn. Violencias buenas versus malas violencias. Precisemos. Lo punible, lo ilegal, nos dice el tal Reyes es cualquier desviacin con respecto a un determinado equilibrio o a una determinada organizacin del sistema de relaciones e intercambio. Esa distribucin de funciones dentro del sistema puede convertir lo punible en loable/premiable y viceversa, segn se tenga encomendado o no el ejercicio de una puntual o sectorial represin (...). Ahora bien, ya que las leyes necesitan de infractores potenciales, reconocibles, en consecuencia, por sus culpas aunque la inculpacin sea competencia de una alteridad cualificada, los controladores del sistema han de mantener la amenaza de su aplicabilidad discrecional, si desean que las correspondientes leyes sigan manteniendo su vigencia ms all de su eficacia. La tolerancia no es aqu otra cosa que la demostracin de impotencia o ignorancia real o supuesta de los tolerantes, por lo que al campo de aplicacin de las leyes se refiere: las leyes dejaron de cumplir su funcin originaria tan pronto como los administrados superaron las condiciones que originariamente las motivaron. Es por ello, que con frecuencia se finge la igualdad. A base de repetirlo, es posible que al menos alguien el legislador, por supuesto termine creyndose que efectivamente todos son iguales ante la ley 4 . Si creen que estn en lo correcto, por qu se tapan la cara?, fue el emplazamiento a muchachos encapuchados, por parte de una seora que marchaba rumbo al cementerio general, en la romera del once de septiembre pasado. He ah funcionando la lgica de la igualdad en su totalidad. Curiosamente, es un
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Su violencia y otra ms
Podra continuar con las repetidsimas frases que preguntan si acaso un orden econmico como el actual no es, tambin, violento; as como la censura cinematogrfica, o tantas otras violencias que se podran inventariar en la actualidad de esta geografa. Estamos hablando de una violencia que no se ejerce, necesaria y frecuentemente, con disparos o electricidad, pero que existe, y quienes la sufren o resisten lo saben mejor que nadie. Pero esa violencia (estructural, aunque se acuse de trasnochado el concepto) no es el gran problema nacional. Ese lo constituye esta otra violencia, la que se ejerce desde abajo o desde fuera de los espacios del poder instituido.Yo prefiero el caos, porque es violento tu orden, cantan/vociferan Los Miserables. Antes que ellos, pero muy cercano, el poeta Mauricio Redols haba lanzado su Yo prefiero el caos, a esta realidad tan charcha.3
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Para visiones ms clsicas respecto del problema de la violencia, puede consultarse, desde una perspectiva liberal La marca de Can. Estudios sobre la violencia humana, Fredric Wertham, (ver Sangre y pintura al leo pgs. 309-340. , Desde una perspectiva marxista, la obra de Cristbal Caudwell, Una cultura moribunda: la cultura burguesa, (Mxico, Grijalbo, 1970); en particular, el ensayo Pacifismo y violencia: (un estudio de la moral burguesa) pgs. 55-85. ,
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discurso que acepta la existencia de una igualdad originada en la recuperacin de una democracia formal e incompleta. Una igualdad contextualizada por un acuerdo consenso, le llaman que, probablemente, esa misma seora rechazara en varios de sus componentes, a saber: la existencia de la impunidad, la ley electoral, otro etctera. En definitiva, una igualdad contextualizada, determinada, por un consenso que la niega. Otra expresin de esta mirada es lo que ocurri en la universidad privada ARCIS, cuando algunos de sus integrantes propusieron el lema: Yo doy la cara. (Que original no es, se corresponde con la campaa televisiva del gobierno de Aylwin, la recuerdan?, esa donde sala John Lennon, Pablo Neruda y Mahatma Gandhi, inicialmente cubiertos por un pauelo o un gorro pasamontaas aqu me naufraga la memoria, para luego quedar al descubierto. El lema era algo as como: ellos lucharon por sus ideas y no ocultaron su rostro). Y, bueno. Por cierto, la ilegalidad de determinadas formas de lucha no slo se determina desde un punto de vista jurdico. Tambin se puede construir esta misma significacin desde la moral o la poltica, incluso, desde la psicologa. De ah las adjetivaciones que, por ejemplo, intentan quitarle toda connotacin poltica al uso de la violencia en las manifestaciones. Slo son delincuentes, dicen los ministros. Y si no es la calificacin, es la cuantificacin: son grupos minoritarios, dice el presidente. Por ltimo, todos al divn: actos irracionales son, diagnostica el obispo. Precisamente aqu, Noam Chomsky tiene algo que decir: La resistencia puede ser emprendida, y creo que lo es muy generalmente, como un acto poltico. Cabe afirmar que est mal orientada, pero no que es apoltica.5 Pero, el reconocer la condicin de poltica a toda forma de resisten5
cia, no obliga a definir rgidamente las distintas maneras de manifestarse. En realidad, [sostiene Chomsky] carece de sentido hablar como hacen muchos de tcticas y de acciones a las que se atribuye el calificativo de radicales, liberales, conservadoras o reaccionarias. Una accin no puede ser colocada por s misma en una dimensin poltica plena. Puede tener xito o no en la consecucin de un fin susceptible de ser descrito en trminos polticos. 6 Resumiendo, toda forma de resistencia es poltica y podemos evaluar su efectividad o pertinencia, segn la relacin que tenga con los fines que se propone alcanzar; no a partir de una definicin esttica, (la cual tiende al establecimiento inmediato de juicios de valor: la violencia es mala, o buena, dependiendo de quin est hablando); o utilizando clasificaciones que tambin tienden a la rigidez, cuando se confrontan con el desarrollo de los procesos sociales. Desde Alemania (pas donde, en la actualidad, el uso de la capucha est penalizado legalmente), Jrgen Habermas extiende la observacin de Chomsky. En 1987, el gobierno dio a conocer los resultados del estudio encomendado a la Comisin de Violencia. Dicha comisin examin, como un todo, distintas categoras de violencia, las: explosiones violentas de carcter apoltico (vandalismo), explosiones violentas de carcter poltico (disturbios pblicos), violaciones simblicas de las leyes (sentadas y cortes de trfico), manifestaciones no pacficas, y los actos de violencia polticamente motivados (ocupaciones de casas y edificios, asaltos, atentados),
CHOMSKY, Noam. Sobre la resistencia incluido en su libro La responsabili, dad de los intelectuales y otros ensayos histricos y polticos: (los nuevos mandarines), (Barcelona, Ariel, 1969), (Ariel quincenal, 25), pg. 352. El subrayado es nuestro.
eran todos algo similar. Esto le llama la atencin a Habermas, y seala:es evidente que el mandante poltico sospecha que se dan relaciones entre la crtica radical, la inquietud de la opinin pblico-poltica, las manifestaciones de masas, las protestas que toman la forma de violacin simb6
lica de las leyes, los disturbios sin ninguna clase de objetivos y la violencia de motivacin poltica. Desde este punto de vista, una difusa y difcilmente aprehensible crtica, que discute al Estado su legitimidad y desestabiliza la conciencia jurdica general, constituira el primer eslabn en una cadena de acumulativa generacin de violencia. 7 Por cierto, del mismo modo como Chomsky sostiene que toda forma de resistencia es poltica, el Poder pervierte la relacin, y afirma que toda forma de desobediencia civil es violenta. Al menos, eso ocurre en el informe de la Comisin de Violencia, de Alemania. En l, toda forma de desobediencia civil queda subsumida, sin ms, bajo el concepto de violencia de motivacin poltica. Este juicio lo justifica la Comisin, al considerar que muchas formas legales de participacin, (manifestaciones autorizadas), devienen en actividades ilegales, (sentadas, cortes de trfico) e, incluso a veces, en acciones ilegales violentas (enfrentamientos con la polica, daos a la propiedad pblica o privada).8 Ser por ello que, en la actualidad, los organizadores de algunas marchas estructuran su propio anillo de seguridad interno, para evitar los desmanes de infiltrados, provocadores o exaltados?, aqu estar uno
de los fundamentos de la lgica del ministro, que llama al estudiantado a dejar solos a los encapuchados, en un discurso que recuerda las estrategias de contrainsurgencia de los aos sesenta (por eso de quitarle el agua al pez)?
HABERMAS, Jrgen. Monopolio de la violencia, conciencia jurdica y proceso democrtico. Primeras impresiones de la lectura del Dictamen de la Comisin de Violencia incluido en su libro La necesidad de revisin de la izquier, da, (Valencia, Tecnos, [1991]), pgs. 237-238, (Cuadernos de filosofa y ensayo). Ibid., pg. 244.
Al respecto, el historiador norteamericado Brian Loveman seala lo siguiente: ...en Chile nunca jams ha habido una constitucin verdica. Lo que ha habido siempre son constituciones impuestas por las armas, por los vencedoEDICIONES LA CPULA
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y otras yerbas similares, definitivamente termina anodadado, es demasiado! Pero, qu son todas esas palabras?, la identidad, el patrimonio cultural que ha construido una sociedad, qu es? Walter Benjamin dice, por ah, algo interesante: Quienquiera haya conducido la victoria hasta el da de hoy participa en el cortejo triunfal en el cual los actuales dominadores caminan sobre los que yacen en tierra. La presa como es costumbre es arrastrada en el triunfo. Se la denomina patrimonio cultural. Deseo compartir aqu el comentario de Carlos Pereda sobre esta cita.Parte del botn que los poderosos dejan a sus herederos es el patri-
monio cultural en tanto presa de triunfo. (...) En la escuela de lo sublime nos hemos habituado a pensar en el patrimonio cultural como aquello que redime y reconcilia con los horrores y las miserias de la historia, no como un fragmento ms de esos horrores y miserias. 10 Una presa. Eso es el patrimonio cultural. Pero una presa, no un cadver. Una presa puede estar agnica, pero an puede liberarse. Por eso es problematizante un rostro cubierto. Si no, mrese el caso de Chiapas. Adems, el patrimonio cultural no es universal para un pas. Mi patrimonio cultural ser evidentemente distinto al del lector que haya resistido hasta aqu el ejercicio. En las clases y sectores sociales ocurre lo mismo. El tan mentado patrimonio cultural, la identidad, la idiosincrasia, la historia, ser muy distinta para el campesino que trabajaba en la hacienda, que para el dueo de esta. Y si eso es ms o menos obvio, por qu se propone, entonces, que existe una manera de hacer las cosas?, una forma de expresar la disidencia?
res. Ahora, yo creo que en Chile se confunde la estabilidad institucional relativa con democracia, consenso o legitimidad. (...) Nunca ha habido una democracia como yo la entiendo. Esto es, prensa libre, elecciones libres, con un sistema que representa al pueblo de verdad. Un pas en que los conflictos no se manejen por leyes de seguridad interior del Estado. Un pas en que los civiles no estn sujetos a la juridisccin militar. (...) ...yo estoy en desacuerdo con el concepto de los enclaves autoritarios, porque yo no creo que haya enclaves. Yo creo que el sistema es autoritario. No es que haya modalidades autoritarias con eso obviamente coincido, pero concebirlos como enclaves es un error. Imaginarlo as es desconocer que el punto del sistema es ser autoritario. Es un diseo, no es que uno pueda sacar una cosa u otra. JSCH, Melanie. Las suaves cenizas del olvido Rocinante, 1(9):31, julio de , 1999.
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PEREDA, Carlos. Lecciones de la bajeza en: Sobre Walter Benjamin: vanguar, dias, historia, esttica y literatura. Una visin latinoamericana; edicin a cargo de Gabriela Massuh y Silvia Fehrmann, (Buenos Aires, Alianza Editorial/ Goethe Institut Buenos Aires, 1993), pg. 89.
terior, por cuanto inicia el proceso de construccin de una referencia identitaria que cualifica el gesto individual, y lo expande hacia el colectivo en el cual se ha generado. Si no fuera as, el plural perdera su significacin: obreros portuarios causaron graves disturbios en Valparaso, seala la prensa. No un sindicato, o una organizacin poltica, o algunos trabajadores portuarios. La referencia es al cuerpo social, independientemente de que la totalidad del mismo se haya expresado de la misma manera Otras cosas se pueden decir sobre el ocultar el rostro. Tal vez recordar que la primera causal para aplicar la, legalmente caducada, detencin por sospecha, se refera al que anduviere con disfraz o disimulando su verdadera identidad y se negara a proporcionarla cuando sta le sea requerida En el . caso del encapuchado, el reconocimiento, o la interpretacin del concepto de disfraz no es una sospecha; el propio cuerpo que disiente le seala al Poder que se ha disfrazado, lo hace explcito, manifiesto, como una proclama o un inmenso anuncio publicitario. As, el Poder no tiene la necesidad de sospechar o dudar: se encuentra, efectivamente, ante un disfrazado, el cual no se oculta a la mirada del orden, se enfrenta a ella, precisamente al ocultarse para destacar, para sealar con claridad su gesto. La capucha se ha instalado como un cdigo social. Ella se lleva sobre el cuerpo, y eso es interesante, porque, al decir de Pierre Guiraud, el hombre es el vehculo y la sustancia del signo, es a la vez el significante y el significado. Si esto es as, y la capucha es el cdigo escogido para participar, para estar-en-el-mundo, a travs de ella, quien la usa, pone de manifiesto su identidad y su pertenencia a un grupo determinado, al mismo tiempo que reivindica e instituye esa pertenencia. As, la persona con su rostro cubierto es tanto el portador del cdigo, como el referente
del mismo.11 De hecho, lo que ms le complica al Poder es la posibilidad de la instalacin de esa pertenencia y esa referencialidad. Todo cambia, y lo sabe. Es necesario no olvidar, que los cdigos jams tuvieron validez universal, ni que la potencialidad de ser vehculo que todo cdigo contiene no es mayor porque sea precisamente se el cdigo considerado vigente por una generalidad cualificada sostiene Reyes. , Pero volvamos. Los smbolos tambin construyen poder, algo que el Poder sabe muy bien, y por ello trabaja para que sean sus smbolos los que sean aceptados por toda la comunidad nacional como los nicos. Miremos un momento hacia atrs, veamos qu encontramos.
Perdindose en la biblioteca
Surge, ntido, el Poder reprimiendo los smbolos que construyen otro discurso, por lo tanto, otra direccin de accin posible y, eventualmente, otra manera de resolver los problemas. Ibez no tuvo el inconveniente de los rostros cubiertos. l se enfrent a las banderas, bueno, no a todas, a una sola que le inquietaba. Estamos en 1925: La bandera roja no puede usarse como insignia dentro del territorio de Chile porque ella simboliza la anarqua y el desorden, el libertinaje y los peores horrores; en consecuencia, los oficiales de todos los grados instruirn a su personal de estas actividades capitales porque ha llegado la hora de darle una batida a los que creyeron que Chile haba perdido hasta su dignidad. En el futuro el personal de Carabineros proceder de
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GUIRAUD, Pierre. Los cdigos sociales en el libro Lenguaje, literatura y socie, dad, (San Jos. Costa Rica, Editorial Nueva Dcada, 1985), pgs. 58-59; 65. El captulo reproducido en este antologa pertenece al libro de Guiraud La semiologa, (Mxico, Siglo XXI, 1974).
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hecho contra los manifestantes que ostenten banderas rojas y les impedir toda clase de manifestacin, procediendo a destruir esas banderas.12 Pobres banderas!, nunca en su metafsica textil imaginaron tanto alboroto por su existencia. Ya suficientes problemas tenan con la mitologa de los toros, y ahora sto. Ahora bien, el Poder no slo necesita eliminar o neutralizar algunos smbolos. Tambin requiere instalar los propios, aun cuando no siempre logre que todos comprendan su verdadero sentido. De eso nos da cuenta el escritor Carlos Pezoa Vliz: Por aquellos das de 1891, los peridicos clandestinos que hacan la propaganda revolucionaria con artculos dogmticos y maldiciones en verso, pusieron de rabiosa actualidad la palabra Constitucin. El vocablo de labio en labio, como si se hubiera intentado reunir en el modo de pronunciarla todo el respeto que guardaron por ella los estadistas de los primeros tiempos, desde Portales hasta Anbal Pinto. El Presidente Balmaceda haba violado la Constitucin. Las huestes libertadoras del general Canto defendan los derechos constitucionales... (Oh, la Constitucin!). Hubo campesinos de las provincias australes que se la imaginaron un templo donde se guardaban los estandartes tomados en la guerra contra el Per y Bolivia, o las cenizas de Arturo Prat. Y los nios, que all en su inocencia hacen ms bellas las cosas, figurbansela una inmensa mujer de cabellos rubios... Hermossima! Aun escuch esta frase: El Presidente Balmaceda se ha ido con todo el dinero que haba en la Constitucin.13 En fin, a qu seguir. A estas alturas, uno quiere entender algo, y como la inmensidad
del espectculo abruma, se solicita ayuda. Desde Inglaterra, Graham Murdock viene solcito.
Buscando la puerta
Murdock sostiene que el establecimiento de un consenso nacional supone no slo un acuerdo con respecto a las cuestiones de fondo, sino que tambin respecto a las formas en que stas se encaran (discuten, negocian, confrontan). De este modo, por ejemplo, la actividad poltica puede llegar a identificarse exclusivamente con la actividad parlamentaria o la negociacin sindical. As, los sectores sociales involucrados quedan inicialmente marginados del debate, a no ser que deleguen su representacin en otros, o bien que se expresen para ser considerados; expresin que debiera realizarse en las formas construidas y propuestas por el espacio del consenso. Sin embargo, tanto la supuesta comunidad de intereses, como las formas de relacionarlos o confrontarlos ya estn definidas. Por lo tanto, cualquier nueva forma que surja corre el riesgo de ser definida como inapropiada o radical La discusin se centra, entonces, en las formas de . accin, y no en las causas que las originan. Los mapuches no deben tomarse las tierras, se reitera una y otra vez. Pero, por qu se las toman?, por gusto? Ocurre que el establecimiento del consenso tiende a ocultar las causas estructurales del disenso. Y aqu no estamos hablando de platas ms o platas menos, estamos hablando de las causas ltimas que llevan a ese requerimiento. Qu parte del Estado, o es su totalidad, la que falla, para que se produzcan las manifestaciones violentas? En resumen, por qu se busca convencer respecto a cules son las formas vlidas de expresin?, por qu se proponen formas nicas? Aqu, a riesgo de parecer anticuado, le cedo la palabra a Carlitos, el alemn ese
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ROJAS Flores, Jorge. La dictadura de Ibez y los sindicatos, (Santiago, Biblioteca Nacional, 1993), pg. 24. (Sociedad y cultura, 6). [El subrayado es nuestro]. PEZOA Vliz, Carlos. El candor de los pobres en: Antologa de Carlos Pezoa , Vliz: (poesa y prosa); seleccin y prlogo de Nicomedes Guzmn, (Santiago, Zig-Zag, 1957), pgs. 165-166. (Biblioteca cultura).
que andaba junto a Engels desatando fantasmas por el mundo: Cada nueva clase que pasa ocupar el puesto de la que domin antes de ella se ve obligada, para poder sacar adelante los fines que persigue, a presentar su propio inters como el inters comn de toda la sociedad, es decir, expresando esto mismo en trminos ideales, a imprimir a sus ideas la forma de lo general, a presentar estas ideas como las nicas racionales y dotadas de vigencia absoluta.14 Mayonesos protagonizaron incidentes grita el popular diario La , Cuarta. Mayonesos = Locos = Conducta Irracional. Manifestaciones pblicas: expresiones de dicha conducta. No es culpa exclusiva del periodista, aos lleva el Poder tratando de convencernos de que determinadas formas de expresar la opinin son irracionales. Las formas razonables son las que el Poder indica, no otras. A lo anterior se suma lo cuantitativo. Si no son expresiones mayoritarias, no importan. Ante ello, recuerdo lo que sealaba un socilogo estadounidense: este ao slo fueron asesinados dos negros por causas raciales en nuestro pas, eso implica que no debemos reflexionar al respecto?, se debe esperar a que, estadsticamente, estas expresiones sociales sean interesantes? Parece reiterativo, pero es necesario sealar que, en los procesos sociales, las situaciones de minora o mayora son perfectamente intercambiables. Desde nuestro continente, Ramn Reyes contina el dilogo.
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Si el uso de la capucha, y las manifestaciones asociadas a ella, son una expresin de disenso, ste se origina por que el consenso se ha fracturado, o porque los contenidos del mismo ya no logran convocar y conmover a la totalidad de los ciudadanos llamados a asumirlo. Se inaugura entonces el conflicto. Uno tiende, no obstante, [seala Reyes] a eludir toda crisis detectada. Los sistemas para eludirlas y las tcnicas que las desarrollan se confunden con los modelos habituales de comportamiento: dejar que el riesgo de la denuncia lo corran otros. Mientras tanto, acto como si nada anmalo sucediera, como si ello no me afectara. Los que se arriesgan son los otros, los de siempre: aquellos grupos que, en defensa de intereses particulares, optan por la denuncia o corrupcin del sistema. Como intermediario ptimo actan los medios de comunicacin, herramientas poderosas en manos de educadores, es igual la connotacin represiva que se les asigne y el nivel de represin que se les reconozca. La opinin acreditada y la autoridad que emita/legitime esa opinin, actan como filtros de la crisis: uno termina juzgando lo real, desde los parmetros del discurso noble, situndonos en el nivel de palabra erudita. (...). De esta forma, la responsabilidad va a ser siempre problema de los dems: son ellos los que a diario cambian nuestro entorno, construyndolo con su discurso y con sus actuaciones consecuentes. (...) Pero, al ciudadano normal, ciertamente, esto le importa poco. Le basta el discurso pblico y autorizado a propsito de lo real, es igual que ese discurso no conduzca a parte ni a objetivo alguno. La ficcin se convierte para l en arma poderosa y en razn principal: lo que importa es prolongar la existencia sabindose de alguna manera sujeto de la misma, en condiciones lo menos traumticas posible.15 Palabras que explican, pero, y lo real?
MARX, Carlos; ENGELS, Federico. Textos sobre la produccin artstica; seleccin, prlogo y notas de Valeriano Bozal, (Madrid, Alberto Corazn Editor, 1972), pg. 52, (Comunicacin. Serie B, 20). [El subrayado es nuestro].
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(Esto es un parntesis)
Quiero invitar a recordar. No muy atrs, slo dos aos. rase una vez, un gobierno que quera reemplazar un feriado por otro. Un once de septiembre por el da cinco, del mismo mes. Qu de cosas no se dijeron en ese momento! Para comprender la totalidad del discurso que se construye, es necesario considerar varias de sus expresiones fragmentadas. Las caractersticas ms comunes a todas ellas es su voluntad generalizante, presentando conceptos vaciados de significados. Frente al ltimo once (es decir, el que iba en rojo en el calendario, en 1997), Frei propuso:El nico llamado es a que lo recordemos con gestos de unidad y de reflexin. Hay que aplacar las espritus y contribuir a que este sea un da de reflexin. El triunfo de la razn por sobre la emocin: los sentimientos se domestican reflexionando; la reflexin nos llevar, nica y exclusivamente a la unidad. Y si uno, por esas cosas de la vida, comienza reflexionando, y termina ms enardecido o apesadumbrado que antes, y con sentimientos muy poco fraternos con respecto a algunos compatriotas? Porque compatriotas tambin son, al menos formalmente, aquellos ciudadanos que portan uniforme. Como el comandante en jefe del ejrcito quien, ante el enjambre periodstico, sealaba: hay que dejar atrs los sentimientos mezquinos que no llevan al bien comn de una nacin. Una vez ms encontramos aqu a los pobres sentimientos protagonizando el papel de los chicos malos de la pelcula, como si no pudieran existir razones para oponerse a la construccin de un smbolo de unidad nacional. Esto, sin considerar la profunda ambigedad que implica la nocin que se pretende alcanzar. Qu debe comprenderse por bien comn?, quin o quines deben definir sus contenidos?
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Pero la discusin no es solamente por la ubicacin de un da feriado en el calendario. Lo que se desplaza tras estas representaciones simblicas son los contenidos que se le pretenden asignar a ellas.
La violencia le hace mal a nuestra sociedad deca La Nacin, la vio, lencia de abajo o de afuera, se entiende. (Esto, si los abajos y los afueras son espacios realmente existentes).Que nadie [continuaba afirmando] piense que de la violencia puede surgir algo provechoso para el pueblo, como a veces parece deducirse de ciertas proclamas. (...) Necesitamos la paz y la libertad sin vacilaciones, pues tales son las condiciones para que el pluralismo sea posible dice el diario. Cules son los contenidos de esos con, ceptos? La paz es igual al olvido, intercambiable por impunidad? La desigual distribucin de la riqueza no es una forma de violencia social y, por lo tanto, atentatoria contra la paz de los pobres?, o bien, esa misma desigualdad, es una de las expresiones de la libertad a la que podemos aspirar? Una libertad sin vacilaciones, es el equivalente de la justicia en la medida de lo posible? Acaso una libertad sin vacilaciones no tendra que haber investigado, no slo los casos de violaciones a los derechos humanos, sino tambin los negocios fraudulentos del hijo de Pinochet, por ejemplo? Cmo se entiende el pluralismo, cuando se pretende imponer un consenso, en el tema de los derechos humanos, basado en la privacidad de su construccin, como propone una alta fuente de Gobierno? Demasiadas preguntas para un pobre ciudadano; s, todava lo soy.
de pretender vencer sus retos venideros en medio de la discordia, ms an si sta adquiere visos de esterilidad y obsolescencia. Claro, estril, por cuanto la Ley de Amnista asegura dicha condicin, y obsoleta, por que los huesitos llevan un cuarto de siglo esperando ser encontrados. En el mismo sentido opin el columnista Sergio Muoz, en La Nacin: Es bueno hablar con la verdad a las nuevas generaciones. Con toda la verdad. Es bueno transmitirles un mensaje de humanidad y civilizacin, no de rencor ni sectarismo. As se podr ayudar a que no repitan los costosos errores que cometieron las generaciones anteriores. Antes que nada, quines sino nosotros, los jvenes, conocemos esos costos? Por cierto que no pretendemos cometer los mismos errores!, tal vez otros nuevos, pero, por favor, dennos la libertad de equivocarnos, o ustedes solamente podan hacer y deshacer con el pas a su antojo? Los conceptos de humanidad y civilizacin son ms interesantes, al menos como los entiende Muoz.. l asume, ingenuamente, que ambos no contienen en s mismos las nociones de rencor y sectarismo. Pues bien, en la integralidad del ser humano habita el rencor, as como el amor, evidentemente. En la civilizacin existe, por cierto, el sectarismo. Esto no ser hermoso, pero es.16
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Para apreciar cmo un orden civilizatorio integra, en s mismo, la exclusin y la violencia, puede considerarse el libro de Hernn Vidal: FPMR: el tab del conflicto armado en Chile, (Santiago, Mosquito Editores, 1995), 270 pgs., (Biblioteca setenta & 3). En l, sostiene que la bsqueda del humanismo es una utopa antropoecolgica, una imagen ideal que la humanidad ha construido para desafiarse a s misma a manifestar el mximo de sus potencialidades latentes. Sin embargo: Lo que realmente conocemos en la historia concreta son civilizaciones. Estas son sistemas institucionales de alienacin humana diseados para doEDICIONES LA CPULA
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De nuevo, el cuerpo
No es mucho, y ni siquiera s si sirva, pero yo opto por respirar por la herida. Si tanto les molesta el predominio de los sentimientos, y si nuestras razones no son vlidas por minoritarias, me sumo al verso de Nicanor Parra: Allemos, por lo menos, ya que no somos capaces de rebelarnos. Soy hijo de un ejecutado poltico. Eso no dice mucho, incluso el lector puede en este momento decir, sbitamente lcido: Ah, por eso...! Pero quie. ro decir que no se puede explicar muy bien qu es perder un padre a los cinco aos, y la casa propia, y la nocin de barrio o de estabilidad familiar. Contar que la impunidad, al menos para m, es ver al cabo Fuentes cada vez que voy a comprar el pan, en el pueblo donde an vive mi madre. Qu otras cosas?, que mi padre muri por ser socialista y carpintero, y por creer que haba que resistir el Golpe Militar, porque el compaero Altamirano est organizando la resistencia... . En fin, son demasiadas cosas, y no deseo abusar de tanta paciencia lectora, permtaseme slo sto: si desean pasar por encima de los huesitos y negar nuestra historia, que es tambin la historia del pas, hganlo, es parte de su lgica, pero luego no se quejen. Sin pertenecer a esa organizacin, hago ma
mesticar una fuerza de trabajo e introyectar en su mente sistemas de autocontrol que, sin embargo, mantengan algn grado de libre iniciativa. La civilizacin es una institucionalidad diseada para disciplinar a grandes colectivos humanos de acuerdo con criterios de raza, etnia, gnero sexual, religin y convicciones polticas. Esto sienta las bases de planificacin que permiten la accin cultural como una interferencia en la naturaleza para confinar y orientar sus ciclos y procesos hacia la productividad material. Esa institucionalidad permite una apropiacin de plusvala por quienes la controlan, provocando un mundo de escasez en todo orden, cultural, material y espiritual. La escasez refuerza la autoridad del poder, ya que le permite crear las relaciones sociales y la ritualidad con que magnninamente distribuye parte del producto social acumulado para ganarse el apoyo de los seres subordinados. (pgs. 30-31).
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la consigna del Guachuneit: Si no hubo justicia para los pobres, no habr paz para los ricos Y, ojo, que el . reclamo no es nuevo. Vicente Huidobro, el poeta, en 1935, a raz de un atentado contra el local donde se realizaba el Congreso de Unidad Sindical, en Valparaso, escribi: [Los autores del atentado] son tan cretinos, que no piensan que sus bombas pueden tener eco, y que ese eco puede ser un trueno, y que ese trueno puede contener muchos rayos (...). Entonces, s, ellos gritaran, ellos protestaran, olvidando los pobres imbciles, que ellos fueron los provocadores, que ellos armaron de justas venganzas las manos que les castigan. Si esas bombas las hubieran colocado obreros en un congreso de liberales o conservadores, cmo estara chillando la gran prensa, la grandsima prensa. Cmo se habran movilizado las policas, cmo se perseguira sin cuartel a los culpables! (...) El salvajismo de sus procedimientos est pidiendo a gritos procedimientos iguales en respuesta. Entonces protestarn y bramarn, porque los asesinos de la clase dominante no permiten que nadie asesine, sino ellos; quieren tener la exclusividad. Y si el pueblo quisiera adoptar sus mismos mtodos, si el pueblo aprendiera su leccin, seran pocas las crceles y los fusiles para castigar al buen discpulo.16 Y eso sera todo.
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HUIDOBRO, Vicente. Los salvajes La Opinin, Santiago, 5 de junio de 1935, , pg. 3. Incluido en Textos inditos y dispersos; recopilacin, seleccin e introduccin de Jos Alberto de la Fuente A., (Santiago, Biblioteca Nacional, 1993), pgs. 144-145. (Escritores de Chile, 3).
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Olga Grau es acadmica de la Universidad de Chile y de la Universidad ARCIS. Este texto corresponde a una ponencia, presentada por la autora, en un seminario realizado en la Universidad de Chile, a mediados de 1999.
** Corpus Cristi fue el asesinato de doce jvenes integrantes del Frente Patritico Manuel Rodrguez (FMPR), los das 15 y 16 de junio de 1987. El 28 de marzo de 1985, fueron degollados tres militantes del Partido Comunista (PC). Al da siguiente, fueron asesinados los hermanos Rafael y Eduardo Vergara, militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR); a partir de entonces, cada 29 de marzo se realiza, en su homenaje, el Da del Joven Combatiente. [Nota de los editores].
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del campus universitario ocupan su territorio, fabrican sus barricadas; despliegue de neumticos, de ramas, de piedras, pauelos que atraviesan el rostro, gorros pasamontaas. Indumentaria mnima, los cuerpos desprotegidos, slo paos que los recubren. La capucha de lana o de pao, contrasta con la rigidez del casco defensivo que cubre poderosamente la cabeza del protector de la ley. La capucha cubre una cabeza vulnerable, el casco, una cabeza protegida institucionalmente. A 300 metros, otros jvenes universitarios juegan a la pichanga, ajenos al foco poltico; a otros tantos metros, una pareja se besa; otros estudian sentados en un pasto cercano, hasta donde sea posible hacerlo con la invasin de los gases lacrimgenos. Otros miran desde algn piso ms alto del edificio. Alguna que otra reunin no se suspende, slo pican los ojos y la garganta. Tal vez hay que irse, pero nadie parece tener mucho apuro. Alguien llega hablando con entusiasmo de cmo sorte los obstculos para poder asistir a la reunin planificada. Muchos trabajan en sus computadores, otros leen o conversan, ocasionalmente se refieren a lo que sucede fuera y ms que nada porque sienten los estampidos de las bombas lacrimgenas y sus efectos; otros toman un caf; otros conversan con alumnos, si es que no estn en alguna clase. Las vas habituales quedan cortadas, pero todava hay algn otro lugar por donde entrar, por la Facultad de Artes o la Facultad de Ciencias Sociales, se rumorea. De ese modo se puede llegar a una reunin o a tomar algunos
alumnos en una clase. Se llorar un El encapuchado tapa su rostro, y poco, como efecto de los gases, y se as su cuerpo identitario entero destendr la sensacin de una continuiaparece. Pensemos cmo, para oculdad de la experiencia poltica en tar el rostro de una fotografa, en la esta Facultad de la memoria. que no se quiere hacer visible el sujeLos funcionarios corren la voz to de la imagen, basta tachar los ojos, de que los acadmicos deben mover se censura la verdad del rostro. La tasus autos. Corran los autos Bajan . chadura borra la identidad, porque todos a defender su pequea prodesaparece su huella ms viva. El enpiedad privada de los embistes de capuchado viste su rostro dejando las bombas lacrimgenas y de alguslo los ojos al descubierto y con esa na desviada o mal lanzada piedra, o operacin, sin el marco del cuerpo, los de alguna botella que se devuelve ojos quedan reducidos a la accin, a encendida. Algunos estudiantes y la visin rpida y oportuna. Queda a funcionarios sonren viendo el esla vista el ojo como mquina, como pectculo, hasta puede resultar un dispositivo mecnico, acentuada su momento entretenido ver cmo se capacidad de alcance, de rapidez en van dando los acontecimientos. Hay el ojeo, animalizado. un acostumbramiento a que los heSi en la foto censurada se oculchos deben ocurrir de tal manera, tan los ojos, en el encapuchamiento una cierta rutina, hasta una suerte se oculta todo, menos los ojos, pero de determinacin acotada de los heque, sacados del rostro, como rostro, chos: los carabineros parecen conno hacen accesible el reconocimiencurrir sin pasin, tal vez a cumplir to. El encapuchado no slo no se puecon un rito que se cumple de lado a de identificar, sino que tambin quelado; rito poltico no negociable, ni da reducido a la accin comn junto pactable, ni transable, fuera de la a otros u otras, sus smiles. De sus rosConstitucin. Tambin se les ve, a tros slo quedan los ojos, slo imporAvenida Grecia con Ignacio Carrera Pinto. quienes deben cautelar el orden pta mirar y producir efectos frente a las Sptima Protesta Nacional, blico, en las inmediaciones de la Fafuerzas especiales de carabineros. 27 de octubre de 1983. cultad, en la reserva, parloteando, Se expone el cuerpo ocultando sonriendo, contando alguna ancdota de hechos similares que se viviela identidad. A veces es posible saber si se trata de una mujer o de un ron en otros momentos, o comentando algn hecho cotidiano. hombre, muchas veces ni eso puede ser reconocido, pero tambin ha
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sido posible que un hombre y una mujer se encuentren en sus ojos y dad, es ocupar tal vez un lugar primario de violencia, la violencia de no despus, en otro momento, se relacionen amorosamente, desvestidos. tener rostro y figura. Emerge as un fondo innombrable, lo que desapareExponer el cuerpo como soporte del descontento, la pesadumbre ce del cuerpo es lo que no tiene nombre. Sabemos que el rostro y la huey de la ira de s mismo y de otros. Hacer desaparecer el cuerpo y hacerlo lla digital; la cabeza, en su crneo y maxilares, son los elementos decisiaparecer ingresndolo en otro registro. Quien oculta su rostro entra en vos en cualquier identificacin. Se suceden fotos y retratos hablados en conflicto con la ley, la elude, la pone en jaque o juega con ella restndola los lbumes de la sospecha, para poder alguna vez dar con algn culpade su estatuto dramtico, de su empeo normativo. Es como si se cosiera ble; o lbumes de rostros de personas desaparecidas, para dar con algn en el cuerpo el pao de un ocultamiento. En el acto del encapuchamiendestino que se ha perdido en el tiempo. to se imbunchiza la cabeza, paradojalmente, al quedar abiertos los ojos. A veces vemos en la televisin cmo a los que delinquen, violadoEl rostro oculto ya no permite la identificacin, que hace siempre res, asesinos, descubiertos en su delito y finalmente presos, los encapuposible la atribucin de la responsabilidad de los actos en alguien. Se chan tapndoles completamente la cabeza. Quedan sin cabeza, sin ojos, est ms libre y ms liviano sin identidad (nos vamos lejos para no ser guiados por quien representa la autoridad, la ley, soporte del cuerpo del reconocidos por nadie, nos transforconducido en su indefensin. Se cumamos con la cosmtica o la vestibren, los cubren, con su propia chamenta). Pero en el acto del encapuqueta, con su chaleco, y si no, ellos chamiento, la prdida de la identimismos bajan la cabeza en la redad es ambivalente, porque tamnuncia a ser vistos, para no ser fotobin se adquiere una densidad e ingrafiados. Sorprendidos, ubicados tensidad tal, que no es posible susen el delito, parecen optar por la sutrarse a la fuerza centrpeta del cuermisin, o por el simulacro de ella, po que oculta el rostro. para evitar mayor castigo. Los hay El ladrn, el asaltante, tambin muy pocos que se vanaglorian irse encapucha para realizar su accin guiendo la cabeza. La cabeza parey ese gesto es sea de ponerse en ciera ser lo fundamental de la figuun lugar de renuncia a una dimenra humana, all nos diferenciamos sin de la seguridad, seguridad singularmente. Ocultada la cabeza, como la del que transita como cualdejamos de ser.Est? Ah est nos , quier otro por el mundo, la del camsuenan las voces pueriles de adulpo normado y por tanto de mayor tos y adultas, padres y madres juprevisibilidad. Autosealarse fuera gando con sus hijos, ocultndoles Avenida Grecia con Ignacio Carrera Pinto. de la necesidad del rostro, hacer del sus rostros para hacerlos rer nerSptima Protesta Nacional, rostro algo innecesario, es salirse de viosamente, como que no fueran 27 de octubre de 1983. algn modo de la ley y de la necesiellos, juego que tiene mucho de paSERIE CUERO DURO
recido al juego del cuco. La cuca madre o el cuco padre tambin se ocultan, amenazantes. Muchas son las formas del ocultamiento. Al cuerpo del cadver tambin se le oculta el rostro, el cuerpo entero se tapa de la vista, resguardo de la muerte en su violencia, en su verdad. Michel Foucault, haciendo la genealoga del castigo, nos ha hecho saber que, en la fase del trnsito del castigo hecho espectculo a la sociedad punitiva hubo un , momento en que el cuerpo se ocult por completo; se le haca una especie de mortaja anticipada, un velo negro cubriendo todo el cuerpo, o un velo negro en la cabeza y un sudario blanco cubriendo el cuerpo. Alguien puede ocultar su rostro queriendo no dejarse ver, o respondiendo con la mirada como del que no ve lo que yo (hacemos como que otra persona no nos ha visto o no nos ha reconocido, como que furamos otro del que esa persona ve que somos, intentamos borrar su propia memoria, y ms an, miramos al otro o la otra como de paso, para descargarnos de toda responsabilidad o culpa). Volvamos a los sin rostro de la Facultad de Filosofa y Humanidades. Los encapuchados de la Facultad no son Monolito recordatorio, Facultad de Literatu- un grupo estable, menos un tipo de persona, una clase o ra y Filosofa, 28 de marzo de 1984.
una raza. Puede que un encapuchado no vuelva nunca ms a actuar en un enfrentamiento con los carabineros, ese da tal vez estaba ms furioso o triste que de costumbre, o todo pareca haber perdido sentido con las ltimas declaraciones de algn poltico que parece haberse ya olvidado de mucho. Se juntan ms o menos unos veinticinco, nunca los mismos, sin organizacin previa, e interconectan las distintas Facultades del Campus Juan Gmez Millas. Le llaman a su accin poltica accin callejera salir ir a la pelea salir a dejar la cola y tambin hay hueveo , , , . Vamos a salir hoy da Siempre hay alguien que toma la iniciativa . o que lanza la primera piedra, aunque nunca ser una mujer, porque no saben dicen, o le llega la piedra a un compaero y no al objetivo del tiro; , les gustara, pero se reservarn ellas mismas para las labores de enfermera y cuidados, evitando los chascos La seal es el da, el da seala. do, sealado en la memoria, combate a las polticas del olvido. Los materiales a usar no salen del medio natural, se preparan, se acumulan. Y los gestos hacen visible el carcter de conflicto, que la accin poltica callejera de los encapuchados revela e indica que los intentos de gobernabilidad absoluta, el trnsito normal y expedito, no son posibles. Seal luminosa de que las polticas oficiales no pueden absorber y asimilarlo todo. Uno podra llegar a preguntarse si estos actos constituyen un tipo de sociabilidad otra, otro modo de hacer poltica. Tambin cabe la pregunta de si son una suerte de performance poltica, la performance del no olvido. Se acta la memoria de las protestas, se repite el pasado, aunque la repeticin sea una forma constreida, acotada, no popular; se persiste en una forma, se reitera neurticamente, en el sntoma de la capucha, afirmacin de clandestinidad, de un modo de ser cmplices secretos. Se podra reconocer all, en la accin callejera, un argumento poltico hecho gesto, (en contra de...), corporeizado? No hay discurso, pero s relato. Escenificacin de un habla catrtica que tiene obstaculizados los canales de expresin, reprimida por las costras de la frustracin y desazn. Teatralizacin de un conflicto que se expresa territorialmente. En esta rebelin, que da curso a la actualidad de la memoria, asistimos a una fsica poltica: en los vectores de fuerza que se activan, en los desplaEDICIONES LA CPULA
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zamientos (del ataque y la fuga; geomesu composicin a una poltica aleatoria, tra de los cuerpos que interactan, y que, ms anrquica, de pulsiones actuales, si mirramos con atencin, configuran compulsivas, pero que se ligan a una vouna esttica poltica.) Tambin geometra luntad de memoria, a una memoria activa. de los cuerpos (de tres instituciones cerA estos sustentadores de una poltica de la canas espacialmente y con historia comemoria, los nombran subversivos y anmn: la Facultad de Filosofa de la Univertisociales desde un juicio que se aparea sidad de Chile, la Universidad Metropolicon la forma de la negociacin poltica, de los pactos, de las transacciones. Tambin tana de Ciencias de la Educacin, la Unise les nombra como los angelitos desde , versidad Tecnolgica Metropolitana.) Los una voz paternalista que slo reconoce los tres puntos refieren a la memoria de una Avenida Macul, elementos Idicos en la accin y no oye el otrora nica institucin, la Universidad de afueras del Pedaggico. loco afn de hacerse de un sitio poltico Chile, universidad estatal. Un tringulo de reclamo, de un lugar de poder sin destiinstitucional que ha vivido una historia de no, pertenecientes a un interregno, meseparacin. Ya no son la misma entidad, ya diadores imposibles. hay recorridos propios como lugares seLa accin callejera tiene algo de proparados. Lo comn, lugares estatales y lutesta, algo de enfrentamiento, y agitacin, gares de memoria, bolsones de memoria contra la ley y el deseo de gobernabilidad activados intermitentemente a propsito del Estado, contra la propiedad privada, de un calendario con das rojos, que no contra un estado de cosas de gobierno, son feriados ni das de fiesta, sino das contra un estado social, en medio de conmarcados por un relato sangriento que se flictos severos en la sociedad que no enevoca. All, en la calle se cumplen gestos cuentran voz en los encapuchados, sino antisistmicos que realizan, de algn grito. Accin perifrica, des-sistematizada, modo, otra capilaridad del poder. Tal vez despliegue de una forma de resistencia Desalojo del Pedaggico, realizado por carabineros su lgica interna. Tringulo de la memoefectiva, alusin a la ruptura histrica ms y apoyado por militares. 16 de junio de 1986. ria, no en bermudas sino encapuchada, dolorosa vivida por nuestra sociedad; enmemoria que permanece dos o ms das, cuentro, en lo violento, de dos componentes sociales: el de resistencia y en el aire de gases picantes del frontis universitario. el de consistencia institucional. Persistir en la resistencia. El primer gesto Los encapuchados no son siempre los mismos, no es que conforde los angelitos es prender fuego, la seal del plemos, hacer arder una men un grupo poltico, con liderazgos internos, o que posean una conhoguera, que no slo interrumpe el paso de vehculos y peatones, sino cepcin poltica discursiva instituyente. Lo que se da es slo acontecique tambin es llamado para quienes representan la autoridad manchamiento, puro presente referido a un pasado o a un presente. Pertenece da de una historia, sin posible reparacin.
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Se configuran interacciones paradjicas: lo fuerte (lo sin mancha) llama a lo dbil (lo manchado); lo fuerte (la autoridad) adviene a lo dbil (joven sin autoridad). Sin embargo, tras la espalda de los jvenes est la autonoma universitaria, lugar lmite del poder armado del Estado, espacio que en su autonoma desafa a la autoridad universitaria a la preservacin de una independencia del administraje oficialista. Los angelitos , en estado de alerta de la memoria, son inocentes y tambin perversos, pervierten el orden y el poder, lo minan. Usan de una forma poltica que deforma, lo institucional y lo democrtico formal, de su forma. Los actos polticos de memoria, en su politicidad, en su deseo de alteracin del orden de las cosas y de un Estado (de las cosas) sin memoria, introducen un fantasma y una sensacin de inestabilidad en el sistema de gobernabilidad pactada, en la estabilidad poltica que, puede verse, es tambin, de algn modo, en el olvido de su historia, otro modo de violencia poltica. Violencia poltica que est tambin, de un modo atroz, en la frase busquen los huesos con los perros junto a otras, del mismo calibre que , hemos escuchado en el contexto actual de la agudizacin, una vez ms, del problema de los derechos humanos. Las irrupciones de la memoria, que acontecen en estos acotados actos de violencia de los encapuchados, se rechazan mayoritariamente, desde una tica poco reflexiva, pero tambin quieren ser comprendidas o referidas. Algunos alumnos planteaban, ante las autoridades de la Facultad, que deba ser borrado el mural del Che Guevara, que fue pintado hace algunos aos como homenaje a jvenes cados: Pedro Ortz, Jos Miguel Martnez, Mauricio Gmez, el 21 de abril de 1995. Un rayado posterior nos recuerda: Claudia Lpez, presente Una joven universitaria . cada en una protesta de la Villa Francia en 1998, desangrndose en el jardn de una casa.*
Deseo de borrar el rostro de un combatiente, otra forma del encapuchamiento, el encapuchamiento de la memoria, limpiar la muralla de una memoria en colores, afectiva, indispensable, con la pretensin de que la fuerza mnmica que all habita, despotencie las polticas de traer a la memoria. El mural es un smbolo, la figura del Che Guevara, desde lo alto, contempla una masa de jvenes, mujeres y hombres, que llevan una gran pancarta en gnero con la frase Hasta la victoria, siempre y una pancarta ms pequea , que reza Adelante Una lluvia de vo. lantes cae sobre la muchedumbre que los ha lanzado, blanca como la estrella en la boina del Che. Volantes sin texto, que podran tener escritos los reclamos actuales de los jvenes, los de ahora en adelante, ahora y siempre.
Pedro Ortz, Jos Miguel Martnez, Mauricio Gmez, eran integrantes del FPMR, quienes murieron en un intento de fuga, realizado desde la Peniten-
ciara de Santiago, el 10 de octubre de 1992. En esa oportunidad, dos presos polticos fueron recapturados y otros tres lograron escapar. Claudia Lpez muri asesinada en una calle de la poblacin La Pincoya, durante las movilizaciones realizadas en ese sector el da 11 de septiembre. [Nota de editores].
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ROMPIENDO EL CERCO
Nicols Castro
Se puso uno en cada esquina, el otro qued en el centro. Musiquilla de los ochenta. Cacha, esta huea , parece el Pedaggico , 11 de septiembre de 1999, 22:00 horas. Entiendo por humanismo el conjunto de discursos mediante los cuales se le dice al hombre occidental: si bien t no ejerces el poder, puedes sin embargo ser soberano. An ms: cuanto ms renuncies a ejercer el poder y cuanto ms sometido ests a el que se te impone, ms sers soberano. Michel Foucault, Microfsica del poder.
Atendiendo a la crtica
Nadie puede negar que los encapuchados existen, caminan, comen y desarrollan una vida, dentro de lo que el sistema permite, normal. Pero al parecer no son normales cuando se juntan, cuando actan. El hecho es condenable, punible, lo lanzan a las tapas de los diarios y el debate parece abrirse al conjunto de la sociedad. Pero, en realidad, no se trata del debate, sino, por el contrario, de las conclusiones; procesada la informacin, analizada la coyuntura, concertadamente la clase dominante instala su discurso. Los vndalos irrumpen en escena mostrando el cuerpo del delito en toda su dimensin. Hordas lumpenescas atacan la seguridad del ciudadano. No corresponden al estereotipo del terrorista, sino ms bien al del barrista, actuando bajo la influencia de un fanatismo violento. El encapuchado es un delincuente.
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Por su parte, los intelectuales progresistas salen, no al ring, sino a la sala de foros (valga el resentimiento) a pronunciarse. Aquellos que desde la izquierda defienden la institucionalidad del sistema poltico entienden con su gesto tcnico caracterstico, a los jvenes que no en, cuentran su espacio en la sociedad que los niega en sus posibilidades de realizacin. E incluso reconocen que se trata de gente que, esta vez, pre, sos de una anarqua ideolgica y poltica, atentan contra sus padres en cada uno de sus actos. Profunda reflexin parece anidar en esta propuesta de reconciliacin generacional. Aqu, los encapuchados no se corresponden con el estereotipo del delincuente, pero tampoco con el de un sujeto poltico. No son malos los encapuchados, son como Jim Carrey, (en La Mscara, obvio).
Los ms analticos y conceptuales, que no se ven en la necesidad de debatirse con las incoherencias propias de la participacin electoral, buscan entre sus teoremas categorizaciones que permitan explicar el fenmeno. Situando como interlocutor los principios humanistas o la efectividad operativa que, en ambos casos, contradicen la imagen corporativa de la nueva izquierda, muestran vicios y desviaciones que desaliadamente se autoconducen al matadero del aislamiento poltico. De nuevo, aqu los encapuchados no corresponden al estereotipo del irracional colectivo, sino, por el contrario, a la expresin de un proceso, una prctica y un anlisis poltico inconducente, en definitiva, de ultraizquierdistas. Lo interesante de estas dimensiones del anlisis es que son abordadas desde el efecto comunicacional que los hechos producen. Es decir, es la capacidad de la burguesa de instalar los parmetros de discernimiento o apoyo. Se analiza la efectividad o el fracaso de la accin directa, pero en relacin con el manejo comunicacional de la oficialidad. Mostrar la cara, o ir a un siquiatra son las salidas viables. Los intelectuales que, por decisin propia, se encierran en la comodidad de sus cubculos, son capaces de procesar la informacin que reciben y perciben, y ms all de las voluntades propias, slo pueden percibir lo inmediato. Reduciendo la construccin de subjetividad al Cuerpo D, (ese de El Mercurio, obvio, de nuevo) o analizando la barricada con la que se encontraron como transentes, instalan el debate poltico nicamente en la esfera de lo global. Esta combinacin, que sita lo inmediato y lo global como las herramientas de anlisis, descontextualiza y confunde; pero, ojo, es tan reducido como el anlisis que sostiene que, por estar encapuchado, se hace lo correcto. Estas miradas no permiten percibir los niveles de conciencia, articulacin y proyeccin de los mismos hechos, los cuales se ven reducidos a
un problema de legitimidad o ilegitimidad puntual, y dependiendo de cmo el mismo sistema resuelve su discurso para la coyuntura. Si bien la diferencia entre represin y re-educacin poltica, es bastante grande, el resultado buscado en ambas formas es la integracin. Por temor o ideologa, deshacerse del lastre los encapuchados parece ser la tarea. En el terreno estudiantil, prrafo aparte merecen las simpatas antropolgicas y no menos fetichistas de los mirones: el saber quin ser, la risa por el que se resbala, el aplauso o la efmera complicidad que da el respirar un poco de lacrimgena. Aparte (como el prrafo), los que disfrutan con nuestras rabias y alegras; aparte los que miran, no los interesados, los voyeristas por deporte. Los encapuchados no corresponden al estereotipo de nada, son buena onda. Son simpticos, son como un conjunto de demonios de Tasmania que se encontraron por casualidad. A quin parece que mataron? Los mirones tienen que escuchar por qu se pelea, ese por lo menos debe ser el precio de la entrada al espectculo les guste o no, de, ben tomar una decisin. Para este territorio, recuperar la voz poltica de los encapuchados parece ser la tarea. Causar impacto, no slo molestia o simpata, transformar al pblico en actores, agrandar el teatro .
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cin del vndalo, ya sea por infantil, delincuente o ultraizquierdista, apareciendo en la escena poltica de manera espordica y, en la mayora de los casos, en formas descontextualizadas de cualquier provecho poltico. Nuevamente el problema moral de la violencia, nuevamente la imagen del delito, pero ms arraigada, hacindose carne en la tradicin. En ese sentido, la violencia de la que habla pblicamente, y con nfasis, la burguesa e incluso quienes dicen representar voces del campo popular, la izquierda madura, es casi siempre aquella que expresa el enfrentamiento de los pobres, y por ello lo categoriza como delito; la otra en cambio, su violencia, recibe los elogios de una categorizacin benevolente y cmplice: la justicia. En la perspectiva de los intereses de los poderosos, la lucha de clases es reemplazada por la imagen de una lucha tambin permanente entre el delito y la justicia. Quitndonos de encima los supuestos morales de la legalidad, nuevamente aparece en el tapete el problema de la validez poltica de un actuar determinado.
chas contra la dictadura, y en una imagen ms reciente, la de las luchas estudiantiles, que son transmitidas en vivo y en directo. No es menos cierto, que la influencia de los estudiantes universitarios en lo que va de la dcada ha sido por lo dems importante. Pero, sin duda, el espacio poltico de la capucha ha dejado de ser tan restringido a este sector y por qu no decirlo, ha dejado de pertenecer exclusivamente a los sectores con los cuales el sistema se muestra ms permisivo. Durante la dictadura, la capucha representa el acto instintivo a la hora de la protesta, o la presencia de la propaganda orgnica, pero en la actualidad se instala como un actor poltico diferenciado que establece, por lo menos en el terreno subjetivo, la continuidad de la lucha revolucionaria. Por esto, debe asumirse la accin de encapucharse como una herramienta jalonadora de sentido comn, pero, adems, como parte de una poltica; de esta manera es posible reflexionar con respecto al sin numero de potencialidades que esta situacin puede generar. No basta con diferenciarse, desde la galera, de los encapuchados que no lo entienden de esta manera; no basta con tomar distancia, como lo propone el Ministerio del Interior. No puede aislrselos. Lo que s es posible, es diferenciarse a travs de una propuesta poltica y un actuar contundente, recuperando esta continuidad histrica que, sin duda, nos pertenece.
oficial instala la necesidad de quitarle aire a los encapuchados, establecer un cerco que impida su reproduccin. Pero el sistema no pone los ojos en la geografa, sino en quienes la habitan. En muchos casos, el actuar de algunos grupos de encapuchados no logra distinguir el enfrentamiento en todas sus aristas. La accin de cubrirse el rostro, aunque se realice organizadamente, no puede ser considerada como una expresin del momento ms lgido de un proceso de acumulacin de fuerza social. El momento de la capucha no se transforma, necesariamente, en la tensin de una apuesta poltica que busque dotar a su fuerza de niveles ascendentes de radicalidad. Estos grupos utilizan la geografa del territorio como un espacio de dilogo con otros sectores del pueblo organizado y, como una de sus premisas, el establecer niveles de dilogo con las fuerzas represivas. Pero stas no responden nicamente con polica, se sitan en el plano de una ofensiva o contraofensiva poltica. Se hacen presentes de diferentes maneras en la disputa del escenario, articulando discursos locales entre sus bases, disputando la iniciativa; de acuerdo a sus necesidades propias despliega su aparato policial reprimiendo de distintas maneras, deja hacer, inyecta recursos, coopta organizaciones; pero siempre instala una poltica que va ms all del accionar de los encapuchados, por sobre todo, centrndose en las proyecciones de su actuar. Aunque muchas veces se pueda visualizar estos procesos como controles de tipo poltico, como ideolgico, policaco y militar, separadamente, en realidad se trata de un paquete tecnolgico fuertemente articulado. La secuencia de actuacin depende de la envergadura del enfrentamiento. Pero dnde se produce el enfrentamiento? No slo en la calle. El territorio de disputa es la articulacin de las distintas subjetividades que se manifiestan con la presencia, o bien con la ausencia de los encapuchados, y es as como lo entiende la burguesa. Les preocupa en todas
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sus dimensiones. No son los gastados anlisis de cientistas polticos, que estudian la emergencia de grupos proto anarquistas, su marco terico. Por el contrario, posee un carcter profundamente estratgico, y es por esto que busca el aislamiento de los encapuchados para as aniquilarlos, no golpearlos como en las dcadas pasadas; sin ningn arraigo, al len no le preocupa nuestra mirada . Para los ojos recelosos, no hay dudas que los encapuchados pertenecen al campo popular y que son un factor gatillante en su proceso de rearticulacin, pero no es menos cierto que hay sectores ms acertados que otros. Elegir cmo y dnde pelear parecen ser las respuestas ms obvias. Es aqu donde se hace presente otro de los fetiches, y es el de reducir la figura de los encapuchados nicamente a la expresin material de la lucha callejera. No se toma en cuenta, de esta manera, el sin nmero de situaciones donde los encapuchados se hacen presente sin tener contacto con las fuerzas represivas; pese a la disposicin permanente a enfrentarse, si es necesario el encapuchado aparece en la feria, la plaza o el acto poltico y establece un dilogo ms profundo y poltico con la cotidianidad. Elige dnde y cmo hablar, se apropia de los espacios naturales de reunin e instala su discurso ms all del enfrentamiento militar; no desaloja esta dimensin, sino que la incluye en una apuesta con mayor proyeccin. La construccin territorial, entendindola como la forma de asumir la totalidad o la mayor cantidad posible de las aristas del enfrentamiento, establece sus races en la construccin permanente y asentada en un territorio social. Sin duda, si los intelectuales vieran o se propusieran ver ms all de su espacio restringido de influencia, sus anlisis tendran ms importancia. La legitimidad trasciende el problema de la legalidad y se instala en un escenario ms complejo. La legitimidad se construye, afianzando o destruyendo los patrones, los supuestos que el mismo sistema genera. ,
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Sin duda, los encapuchados pueden atentar, con una poltica acertada, contra la mal entendida normalidad en el proceso de reproduccin de las asimetras, atentan contra la dominacin. Por esto no puede establecerse como una accin determinada, divorciada del resto de un actuar poltico que, en definitiva, tiene como objetivo la recuperacin de territorio controlado por el enemigo. Recuperacin que, en el enfrentamiento mismo, puede traducirse en un retroceso. As es la cosa, al hacer evidente el enfrentamiento que en la cotidianidad aparece velado, al intentar desenmascarar el verdadero rostro de la dominacin, el enemigo se expresa mucho ms all de sus aparatos represivos. Lo que se intenta es producir un conjunto de planteamientos y lecturas polticas, que se expresan en un actuar concreto, de manera coherente y sistemtica. La capucha tiene como potencialidad, incluso por su esttica, el ser una herramienta poltica jalonadora de sentido comn, que apunta a subvertir la distorsionada imagen de la realidad. Sin embargo, alejada de esta integralidad poltica, se transforma nicamente en un fetiche plagado de vacos polticos, que no abordan la totalidad de las relaciones sociales que se ponen en disputa. Considerada de este modo, la capucha no aborda el problema de forma territorial, no aborda la integralidad; as como el anlisis de los intelectuales reduce, al hecho mismo de estar en la calle, el estar desarrollando una accin revolucionaria. De este modo, el problema no se sita en el plano de la efectividad de la accin directa, lo que sin duda es importante, sino en el conjunto de tensiones polticas que se producen en su preparacin, en su desarrollo, en las consecuencias y potencialidades que genera. Es, en este sentido, fundamental comprender que la dominacin no se establece en el aire ni en el territorio geogrfico, sino en el terri, torio social. La dominacin se manifiesta en el amplio espectro de nece-
sidades y deseos, de rechazos y apata, que se expresan en un actuar concreto, el cual la reproduce o la subvierte.
Ladran, Sancho:
Es importante destacar que, para realizar un anlisis poltico, en primera instancia no se los puede, no se nos puede (todas las combinaciones esquizofrnicas posibles...), tratar como un fenmeno a estudiar, en el peor de los casos, y digo en el peor, salvando la pedantera del verbo conducir. No hay que olvidar, que si bien hay que alejarse de las prcticas espontanestas en la espontaneidad se desarrolla una de las formas , embrionarias de lo consciente; no es posible, desde una perspectiva revolucionaria, slo utilizar la crtica, sino tambin es necesario protagonizar en la escnica el problema de la conduccin y, en este plano, slo la lucha poltica concreta hace posible disputar los cmo, los cundo y los por qu. Algo que no puede obviarse es el problema del resguardo. El enfrentamiento requiere de proteccin para multiplicar la disputa, sin duda, la proteccin implica defensa. De hecho la proteccin del rostro propio, es la imagen ms clara de la necesidad del resguardo, contra qu o quin? Definitivamente eso depende de los niveles de consciencia poltica de los distintos grupos de encapuchados. De forma espontnea o consciente la figura represiva se desvanece en cada pedazo de tela y es aqu donde sta se resignifica y se transforma en capucha. Por esto no es el acto de taparse la cara lo delictual, sino la concertacin para ejercer la ilegalidad. Encapucharse implica hacer evidente el enfrentamiento, que puede traducirse en una escaramuza o en un hecho poltico.
Esta es la dimensin en donde empieza a jugar un rol fundamental la esfera de los supuestos que motivan la accin. Al hacer evidente el enfrentamiento, los encapuchados producen niveles de polarizacin subjetiva que deben ser analizados con anterioridad. Los niveles de consciencia poltica de los distintos grupos definitivamente no son homogneos. Nuestro actuar no es irreflexivo. Por el contrario, a cada paso que damos, buscamos darle coherencia y continuidad a las tareas que creemos que hoy da deben asumir los revolucionarios. No se trata de recetas, o paquetes de soluciones para las distintas realidades locales, sino de apuestas que, en el terreno de la lucha concreta por la construccin y la conduccin, proyectan su efectividad o se diluyen. La reflexin, y su coherencia con la realidad poltica, slo pueden estrecharse con el acierto, aquel que se logra al calor de la construccin real. Que opinen, entonces, los que quieran, a nadie puede vetrsele este derecho.
Cuando la sociedad humana llegue a un estadio en que sean eliminadas las clases y los Estados, ya no habr guerras, ni contrarrevolucionarias, ni injustas ni justas. Esa ser la era de la paz perdurable para la humanidad. Al estudiar las leyes de la guerra revolucionaria partimos de la aspiracin de eliminar todas las guerras. Esta es la lnea divisoria entre nosotros los comunistas, y todas las clases explotadoras. Mao Tse Tung S, pero para esto falta mucho, mejor me tapo. Sentido comn radicalizado.
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2.-
Aqu el sueo no ha acaecido, es simple ilusin, es imposible su comprobacin y permanencia. Para el pensamiento oficial, los proyectos de sociedad alternativos son una reserva moral ntima y privada o son meros sin sentidos colectivos, infantiles frente a la sobriedad del clculo, frente a la levedad e intransigencia de la tecnologa del poder, verdaderos software implementados en todas las esquinas de nuestra sociedad. Uno de estos softwares lo constituye la democracia, el principio oficial. Los encapuchados son virus...
gobiernos de la Concertacin, despus. Me refiero al pnico que provoca la evocacin de la idea cristiana del demonio, que en latn significa el que divide la fuerza redentora del caos, la sombra del mal rompiendo el equi, librio familiar de la sociedad. Esto es la expresin ideolgica oficial, mostrada en su crudeza irracional, que exalta el clculo y el pragmatismo por un lado, pero que acompaa aquellos ejercicios con ideas incuestionables acerca de la tica fundante de esta democracia y de esta sociedad. El demonio existe para ellos en todos estos disidentes que, ocultando su rostro, vale decir negando la lgica comunicacional del espectculo democrtico, marchan por los senderos prohibidos. En ellos que caiga toda la violencia del Estado! a la democracia, tan delicada, hay que protegerla... Pero no son policas los culpables de la muerte de Daniel o Claudia, ni siquiera los civiles no identificados (que siempre resultan ser uniformados) que disparan a mansalva en las protestas. Otros ms siniestros son los culpables. Otros que se ocultan en capuchas ms sofisticadas que poleras o pauelos, otros que detrs de sus centros de Investigacin, detrs de sus oficinas ministeriales, elaboran los discursos que justificarn la mano asesina que dispara. Esos intelectuales, esos santos seores de oficina son ms annimos, ms ocultos que los trabajadores portuarios, que los mapuches, pobladores y estudiantes haciendo barricadas. La produccin del consenso oficial, que dejar fuera de l a los encapuchados, tiene como principio la inaccesibilidad. La retrica intelectualista, tan ajena a los trabajadores y al mundo popular, cumple con el propsito de defender el conocimiento, reservndolo para una minora que lo entiende y que es capaz de traducirlo en acciones. Y no hablo solamente de diferencias lingsticas o educacionales, hablo de complejos dispositivos institucionales que operacionalizan los discursos oficiales, en los distintos mbitos de la actividad del Estado; en cualquiera de los cuales hay hombres ocultos que
disean polticas, de entre ellas, la famosa seguridad ciudadana, que se encarga de los encapuchados. Pero estos seores no ven o no quieren ver que el que divide no est entre los encapuchados, est en la incertidumbre, en la insalvable sensacin de falta de unidad. Esta democracia, el principio ordenador, no es reflejo de una unidad, sino resultado del disenso, y es slo la cabeza de la lista de los principios incuestionables, que el fuego de las barricadas no hace ms que mostrar. El que divide est, o mejor dicho, son las antiguas pero renovadas relaciones de injusticia y explotacin. Cuando se constata eso, la reconciliacin significa, sobre todo, el acto de ponerse de acuerdo para extirpar los virus de la disidencia. Porque reconocer que esta sociedad no padece por sus mltiples virus (con sucesivos nombres, dependiendo de las coyunturas), sino que por las innumerables heridas abiertas, de un engendro contradictorio y violento en s, nos lleva a pensar que no ser posible esta reconciliacin que buscan, toda vez que en esta sociedad no es posible siquiera la conciliacin. Ocultar el fondo de la cuestin, es el trabajo intelectual ms cotizado en el mercado de la hegemona. Asimismo, las condiciones que la sociedad chilena ofrece, van construyendo un sentido comn agrietado por su dbil sustentabilidad. De ah, que se requiera actualizar por todos los medios el discurso oficial. Por eso, el casi inexistente control sobre los medios de comunicacin, por parte de los sectores ms excluidos y empobrecidos de la sociedad civil, no slo sirve para mantener los monopolios en el sector, sino tambin para que personajes que viven de mantenerse vigentes nicamente por medio de la polmica, ostenten el atributo de no hacerse responsables de sus palabras. En ellos, adems de la demonizacin del encapuchado, existe una tendencia a su infantilizacin, como si fuera un antojo ver el sello de lo irracional en sus acciones. Para ellos el capricho y lo perverso van unidos. Al nio mal criado
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se le castiga, al perverso se le elimina. Frmulas simples que son el punto de partida de una ideologa oficial que, despojando al sujeto en cuestin de su condicin de humano, le confisca sus derechos y le expone, eventualmente, a la cruel ritualizacin de la tortura. Un conjunto de discursos que, articulndose en un sentido comn dominante, fundan la convivencia democrtica en el miedo al disenso, demostrando la incapacidad de sus actores para ofrecer explicaciones satisfactorias respecto de un fenmeno que sobrepasa la supuesta franja de jvenes inadaptados.
Las Alamedas no se abrirn para que pase el hombre libre, esa es una receta para otro tiempo. La Alameda simboliza el centro, la antigua unidad realizada por un Estado-padre que acoga a sus hijos, que les ofreca la principal avenida del pas para dirigirse en masa a La Moneda. En el siglo veintiuno la Alameda es otro dispositivo implementado desde el sistema, no recibe al transente como un objeto inanimado, ste vive en las centrales de carabineros que graban y archivan a esa masa annima y, por tanto, potencialmente peligrosa. La Alameda no importa para el encapuchado. Importa mostrar su rabia, su disidencia. En lo ajeno reina la desgracia. Y es bueno decirlo. No es nuestro este pas que se vende al mejor postor. No es nuestra esta democracia que no escogimos. Aun cuando podamos, por referencia familiar o documental, conocer la crisis de la UP, tampoco fue nuestro tiempo. Lo que nos pertenece es una sinuosa y exhibicionista impunidad. Y no estoy reduciendo el problema a un asunto generacional; todo aquel que asuma responsablemente su disidencia, puede reconocer en los acuerdos que hicieron viable este tipo de democracia, maniobras dirigidas a la identificacin mutua entre expectativas y rgimen poltico. Slo expectativas antes de los noventa, slo expectativas despus, nunca una referencia a un pasado mejor con el cual pudiramos comparar el presente. Este tiempo democrtico es la verdadera cuna para los conos que vendrn, aun cuando rastreemos su origen en el Golpe y la dictadura, incluso en un pasado ms lejano. Desfavorablemente, las traducciones de esta realidad se han centrado, casi nicamente, en que el elemento fundante de un proyecto de cambio es el rescate de la memoria quedando, por tanto, la capucha como smbolo de un pasado inmediato, del pasado donde encapucharse
era una necesidad tcnica de sobrevivencia. Mi impresin al menos, es que la capucha hoy tiene un elemento propositivo, un atisbo esttico de un sentimiento de bsqueda. La identidad que nace de encapucharse para protestar, es una seal de negacin de algo y de aceptacin, al mismo tiempo, de una realidad cotidiana. La aceptacin de la impunidad como una realidad que afecta desde los pobladores de la Villa Hroes de Iquique en Maip, inundados por negli, gencia administrativa, a los familiares y vctimas de violaciones a los derechos humanos. Es una impunidad tan cercana, tan entrometida, que hace de la capucha un refugio frente a lo inevitable: la vigilancia y persecucin de quienes tengan la imprudencia de reclamar sus derechos. Aceptar la impunidad no significa resignacin, significa ante todo el principio desde el cual es posible pensar Chile, en sus relaciones ms recprocas y esenciales. La capucha no oculta, al contrario muestra. En el Chile de los ltimos aos, taparse el rostro es una denuncia, deja en evidencia la paradoja de la convivencia nacional. Expresa la asimetra del poder. El individuo disidente, puntual o estratgico, est condenado desde ya a guardarse el descontento, acumulando rabia progresivamente. Ira que, a su vez, estallar con diversos niveles de violencia, tanto en los triunfos deportivos como en los hitos histricos. El encapucharse, por tanto, es la negacin de la efectividad de los caminos democrticos, es la demostracin esttica de la ilegitimidad fundante de esta democracia. Las vas legales, que el sistema exige sean utilizadas por el ciudadano comn, llevan incorporados tantos softwares de imposibilidades, que empujan crecientemente a la famosa crisis de representacin. O, en ltimo caso, al abandono de la lgica del
dilogo, entre sociedad civil y Estado. Esto, desde un punto de vista funcional, ha provocado que el chileno piense desde el mercado, pero atencin no del mercado perfecto de Milton Friedman, sino a partir del real; del que en su agresividad termina por imponer la impunidad del poderoso, imponiendo a su vez, la lgica pragmtica por sobre la supuesta armona. Aunque la evidencia muestra que esta situacin tiene un filo funcional y uno proscrito. Taparse el rostro es una seal transparente que los encapuchados le envan al sistema. Responden a la vigilancia todo poderosa, de la forma ms natural y repetible. Ocultando su rostro dejan ver los ojos expectantes y alertas. En la era del simbolismo, los annimos disidentes crecen cada da, no esta vez contestando simplemente desde sus rabias; esta vez vigilando de vuelta al sistema. Los histricos agentes se alarman ante el enorme potencial de la capucha. Reconocen en silencio que, entre luchar por los derechos y violar las leyes, existe un lindero exiguo. An ms. En esas condiciones protestar y encapucharse representan dos momentos de una misma decisin. La capucha deja ver slo los ojos, los miles de ojos annimos que acechan y rodean al sistema por todos sus flancos, invisibles en sus fronteras fsicas y conceptuales, absolutamente inalcanzables en su i-lgica interna. En esta accin disidente no est implicado el rostro ni los discursos, est implicado el sentimiento: la labor del gesto por sobre las palabras. Pasarn, tal vez, aos para que los gestos constituyan palabras que recorran el territorio, comunicando las ideas y los pasajes a esa realidad an buscada tercamente atrs de un pedazo de gnero.
1.Era el negro, o era el pelao?, el chino, s era el chino. O el flaco? Ya no me acuerdo. El asunto
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es que la capucha le molestaba los ojos, tuvo que bajarse un poco la tela, mostrando casi toda la nariz. Una, dos, tres y ms veces tir la cadena a los cables. Cuando iba por la quinta todo el mundo lo chacoteaba, rindose de su futuro incierto como padre. Hasta que el chispazo prendi los rostros tapados y toda la poblacin se ocult en el fro hueco de la noche. Yo miraba cerca de la acera. El espectculo era poderosamente seductor. Muchas sombras se acercaban lentamente a la esquina, por un lado, perros callejeros y gente asomndose a los pasajes. Pero se poda, extraamente, distinguir el paso veloz de los muchachos. Forros de neumticos al hombro, bidones de combustible y el trote del quetejedi, inconfundible, armando excitado la barricada. Vena la parte que a m me gustaba, cuando todo se encenda con una llamarada tan violenta, que se poda escuchar el zumbido del oxgeno inflamndose. Ah mismo comenzaba la liturgia, los aplausos, silbidos y cabros chicos, medios raperos, recogiendo piedras. Lo dems no me parece tan relevante. Porque lo que me interesa destacar es el papel de la mujer en todo esto. Suena convincente? Antes que me digan que no. Quisiera, en mi defensa, decir que es verdad, en parte, pero cierto. Haba una mujer que me interesaba, entre todos los presentes. Me daba la impresin de que siempre andaba enamorada. No como se imaginan a las tpicas enamoradas de los cuentos, medias ausentes, ingrvidas. Esas me ponen nervioso. No me gusta su actitud, es como si en realidad estuvieran atentas, siempre dispuestas a un capricho, o como si estuvieran tan lejos que vivir, para ellas, no fuera algn estar tomados de la mano, o conversando, o no s, haciendo ese acariciar de cuerpos tan necesario. Ella andaba, por ah, enamorada, llena de cantos y nostalgias. Seguir con el relato, que a fe de no procurar engaos, no es de barricadas y encapuchados, sino de todo lo contrario, que
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crean?, que sera una apologa a la capucha?, como si fuera muy entretenido andar con esa lesera en la cabeza, picndote por el sudor, o mezclndose de ventosidades y cosas tuyas, cuando la tos de las lacrimgenas no te deja respirar. O que las barricadas son las trincheras encendidas del combate contra el capitalismo brutal y salvaje? Lo de brutal y salvaje vale, porque aqu cul de todos tiene ms odio. Pero lo de las trincheras encendidas del combate, ms o menos no ms. Mientras ellos parecen astronautas, con cascos y quin sabe qu tecnologa de ltima generacin, nosotros andamos con poleras en la cabeza. En donde s les llevamos ventaja, es en esto de sentirse deportista, o por lo menos a m me pas. Ya hubiera querido el Kaitel mi velocidad cuando se nos tiraron encima. Lo que ms lamento es no haberme portado a la altura, y llevarla de un brazo a ella para salvarla, pero s que en realidad se hubiera enojado conmigo. Ya sentados afuerita de la casa, de ella por supuesto, con la poblacin an oscura, conversamos medios jadeantes, mientras el quetejedi traa una bebida recin comprada. Alguien pregunt si vieron cuando le tiraron la molo a la micro de pacos. Siii! Hooo!, qu buena! Yo, en silencio, pienso. A veces me pongo medio filsofo. Me da por irme detrs de las ideas como una fila negra que busca una salida. Pienso que en verdad son ms fuertes que nosotros, que pasarn los aos en este ir y venir de fuegos y heridas. Que mi cuerpo se ir gastando, poco a poco, sin ver a mi gente feliz, sin caminar alguna vez satisfecho de tener mi propia patria, o que eso que decimos sistema se acabar un da, brotando sueos y esperanzas de entre sus ruinas. No es muy bueno sentirse as, me imagino un pirata, me siento un pirata. Y ah, sobre la misma, la boca me traiciona: Pa dnde vamos cabros?, ganaremos algn da? Tate! La frase cay fuer. te. No me haba percatado que slo yo meditaba, los otros inte-
rrumpieron su conversacin. Me miraron, se miraron. El silencio se hizo pesado, casi ruidoso, cuando sorpresivamente estallaron en risas. Bueena po!, este siempre tan poeta! Me re tambin, mucho ms calmado que antes. Despus todos miramos, entre las sombras, las calles que nos rodeaban. El quetejedi se sent a mi lado, y tomndome del hombro me dijo: Usa los ojos, huacho. Despabila la mirada Me sent apenado, quise fumar, . busqu instintivamente la silueta de ella, pero not que se levantaba rpidamente. Ah! Me acord de algo. Fue y volvi rauda de su casa, traa un papel, que me extendi para que leyera. Era una fotocopia, un comunicado del Subcomandante, que hablaba acerca de un viejo, del viejo Antonio, que le cont un relato mientras curta el cuero de un len de montaa, que l mismo haba cazado. Lo le con un poco de celos, haba notado la especial atraccin que provocaba este zapatista en las mujeres. El texto en cuestin deca as: El len come la carne de otros porque los otros se dejan comer. El len no mata con las garras o con los colmillos. El len mata mirando. Primero se acerca despacio... en silencio, porque tiene nubes en las patas y le matan el ruido. Despus salta y le da un revolcn a su vctima, un manotazo que tira, ms que por la fuerza, por la sorpresa. Despus le queda viendo. La mira a su presa... El pobre animalito que va a morir se queda viendo noms, mira al len que lo mira. El animalito ya no se ve l mismo, mira lo que el len mira, mira la imagen del animalito en la mirada del len, mira que, en su mirarlo del len, es pequeo y dbil. El animalito ni se pensaba si es pequeo y dbil, era pues un animalito, ni grande ni pequeo, ni fuerte ni dbil. Pero ahora mira en el mirarlo del len, mira el miedo. Y, mirando que lo miran, el animalito se convence, l solo, de que es pequeo y dbil. Y, en el miedo que mira que lo mira el len, tiene miedo. Y entonces el animalito ya no mira nada, se le entumecen los huesos as como cuando nos agarra el agua en
la montaa, en la noche, en el fro. Y entonces el animalito se rinde as noms, se deja, y el len se lo zampa sin pena. As mata el len. Mata mirando. Pero hay un animalito que no hace as, que cuando lo topa el len no le hace caso y se sigue como si nada, y si el len lo manotea, l contesta con un zarpazo de sus manitas, que son chiquitas pero duele la sangre que sacan. Y ese animalito no se deja del len porque no mira que lo miran... es ciego. Topos, les dicen a esos animalitos. El topo se qued ciego porque, en lugar de ver hacia fuera, se puso a mirarse el corazn, se trinc en mirar para dentro. Y nadie sabe por qu lleg en su cabeza del topo eso de mirarse para dentro. Y ah est de necio el topo en mirarse el corazn y entonces no se preocupa de fuertes o dbiles, de grandes o pequeos, porque el corazn es el corazn y no se mide como se miden las cosas y los animales... ...el hombre que sabe mirarse el corazn no ve la fuerza del len, ve la fuerza de su corazn y entonces lo mira al len y el len lo mira, en el mirarlo del hombre, que es slo un len y el len se mira que lo miran y tiene miedo y se corre... nunca olvides que al len y al miedo se les mata sabiendo a dnde mirar... .
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M a b e l
V a r g a s -
S ETE 7 COMUNICADOS
G o n z a l o
R o j a s
COMUNICADO N 1.
SOBRE LA NECESIDAD DE JUSTIFICAR EL NACIMIENTO Y DESTINO DE LOS COMUNICADOS POSTERIORES. Santiago, 1 de julio, 1999.
A la veinte veces detestable Academia (escuche): A los Fruncidos Ceos de la Insurreccin: A los Fervientes de la Opinin Pblica: en fin, a todos mis camaradas distinguidos yndose de hocico: (escuchen):
* Mabel Vargas es Presidenta del Centro de Alumnos de la Facultad de Filosofa y Humanidades, de la Universidad de Chile. Gonzalo Rojas es estudiante de Licenciatura en Lenguas Hispanoamericanas, en la misma Facultad.
Potica insurgente
En la bsqueda de antecedentes que nos permitan establecer un dilogo por cierto, exquisitamente arbitrario entre algunos sucesos en donde la Historia no se aduea del ser humano (sino que, por el contrario, el ser humano salta, ldico y furioso, sobre Ella), nos encontramos muchas veces ante desembocaduras no muy alentadoras en lo referente a la adopcin excesiva de logicismos pragmticos que, a fin de cuentas, son los llamados a atrofiar la desenvoltura natural de los acontecimientos y los llevan, las ms de las veces, al fracaso y al olvido absoluto. Pero nosotros, que somos testarudos y no entendemos nunca bien las cosas, hemos querido enfocar a la subversin de tal manera que haga suya a la literatura, para as configurarla una-vez-ms en arma catica y regenerativa; o, si se quiere, (el lector puede aqu abandonar estas letras ilusas), hemos querido jugar con la posibilidad siempre existente del encuentro entre lenguajes diferentes, pero que en la prctica de la insurgencia no difieren mayormente. Soldar la fractura entre literatura y contexto inmediato, entre escritura y accin, en fin, entre arte y vida, ha sido el infeliz problema de muchos artistas, desde el instante en que stos dieron cuenta de su exis-
tencia como insignificante ante la muchedumbre hambrienta, no de literatura, sino hambrienta de algo que le permitiera llenar el estmago. Y puesto que (aunque dudamos cada vez ms de la significacin literal de este escrito) los libros y las pinturas no se comen, la produccin del artista, por lo dems nacida casi siempre del vientre mismo de la burguesa, no alcanza transformacin alguna si es que se mantienen negadas las posibilidades para su recepcin, con lo que sus caminos quedan irrevocablemente cerrados y no trascienden en ningn momento su condicin de mera oracin pasiva1 . Entonces, cuando la literatura sale a la calle y logra ser vista por una cantidad de individuos a los cuales el recorrido montono y ofensivo de la realidad imperante los sofoca y oprime, su oracin se convierte espontneamente en accin. Casos de proliferacin semejante tenemos bastantes; pero de significacin realmente explosiva y masiva, muy pocos. Debemos (y queremos) remitirnos inevitablemente a los sucesos franceses tanto del siglo pasado como de ste que ya se acaba, para as intentar conjugarlos con los propios de la revuelta zapatista.
Partiendo de la base de que toda obra artstica requiere de un receptor ideal, es evidente que la constitucin de tales receptores requiere de condiciones ms amplias y mucho ms complejas que la sola nutricin. Si, por ejemplo, un escritor pretende que se le lea en un medio alarmantemente analfabetizado, est perdiendo el tiempo. Despus de haber comido y alfabetizarse, el receptor puede defecar o escupir sobre la obra, pero no por eso habr dejado de prestarle algo de atencin. Ahora bien, ante la censura y la represin, son ambos entes, el escritor y el receptor, quienes deben intentar romper la cadena odiosa y brutal que entre ellos se interpone, lo cual supone toda una travesa indisoluble que los hace cmplices de una lucha comn en la que los roles se movilizan, pasando el lector a ser parte innegable del proceso de produccin. Al fin y al cabo es l quien hace la obra. Por esto, quienes escri-
ben este comunicado se sentiran igualmente felices si las hojas que lo componen sirven para ser ledas o bien para limpiar la bayoneta de algn insurgente del Ejrcito Zapatista, all en la tan lejana y cercana selva Lacandona.
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COMUNICADO N 2.
SOBRE LA LITERATURA DE ACCIN Y SUS ANTECEDENTES EN LA HISTORIA
UN PENSAR QUE SE ESTANCA ES UN PENSAR QUE SE PUDRE (Universidad de la Sorbona, Pars) Los jvenes que en mayo de 1968 colmaron las calles de Pars, Tlatelolco y Berln, llevaron a la prctica lo que, un siglo atrs, Jules Michelet llamaba literatura de accin, grito cuestionador de toda forma perezosa, blanda y cmoda de arte. Como vemos, es en el siglo diecinueve, ya sea con los Chants du Ouvriers de Pierre Dupont, ya sea con la aparicin de Baudelaire en las barricadas, con el fusil al hombro que se plantea la necesidad de romper con el cerco de la pluma (y de la polica) para derivarla a campos que haca tiempo clamaban por una consideracin en la creacin artstica. Volvamos, pues, a las palabras de Michelet, quien en el mbito de las primeras escaramuzas callejeras de 1848 y ante la frustrante inmovilidad del romanticismo, deca: La pasada generacin fue una generacin de oradores; que la actual sea de autnticos productores, de hombres de accin, de trabajo social. Y de accin en muchos sentidos. La literatura, salida de las sombras de la fantasa, tomar cuerpo y realidad, ser una forma de accin; ya no ser ms una diversin de algunos individuos o de unos cuantos perezosos, sino la
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voz del pueblo que habla al pueblo2 , y por tanto, una instancia de lucha comprometida en muchos sentidos con la insurreccin del ser humano. Ms tarde sern otros como Van Gogh, Lautramont y Rimbaud quienes trgicamente nos advertiran de la urgente necesidad de cambiar la vida, junto con la poesa. Hacerlas una sola; llevarlas juntas a la conquista de nuevos espacios que consecutivamente amplen todas las nociones, todo lo existente. As, en el aplastante y simultneo siglo veinte, los dadastas ponan a la existencia por delante de toda potica; existencia en la que cada hombre debe gritar de manera contestataria y repulsiva ante la detestable burguesa y (ojo!) ante cualquier discurso que, bajo el pretexto de la Rebelin, adopte al dogma como fro medio de lucha. Pero, sern los surrealistas que, consagrando a la imaginacin como la suprema rectora de las actividades humanas, y admitiendo al hombre como un soador sin remedio, se comprometera en el campo de la lucha poltica, con una resuelta postura por la libertad del hombre, tanto en el sentido de conquistar a la muchas veces demasiado pragmtica vigilia, como acercar definitivamente las luchas del arte a las luchas populares3 . Paul Eluard es quien, en 1936, frente al avistamiento de la
Jules Michelet, profesor del College de France, sera, por intervencin directa del gobierno francs, suspendido de sus funciones como docente. Es preciso hacer notar que en 1835, Victor Hugo en el prlogo a El ngel, ya haba escrito:En el siglo en que vivimos el horizonte del arte se ha ampliado. Hubo un tiempo en el que el poeta deca: el pblico. Hoy el poeta dice: el pueblo. [Vase: Mario de Micheli, Arte y realidad en Las vanguardias artsticas del , siglo XX, (Madrid, Alianza Forma, 1998). Sin embargo, el surrealismo no siempre atendera en su prctica a la lucha por la verdadera libertad, abrazando muchas veces prcticas tan odiosamente dogmticas, que, en muchos casos, no queda ms que tacharlas de inquisitoriales y estpidas. El caso ms pattico es el de Breton quien, adueado del movimiento, expuls a varios de los ms notables surrealistas como Vitrac y Artaud, cosa de la cual se arrepentira tardamente.
embustera y horrorosa segunda guerra mundial, sintetiza de mejor y ms bella forma el sentimiento de los poetas agrupados bajo la bandera de la Libertad4 : Ha llegado el tiempo en el que todos los poetas tienen el derecho y el deber de afirmar que se hallan profundamente enraizados en la vida de los dems hombres, en la vida comn... Hay una palabra que jams he odo sin sentir una gran emocin y una gran esperanza; la ms grande, la de vencer a las potencias de la ruina y de la muerte que se ciernen sobre los hombres; esta palabra es: fraternizacin... Los poetas dignos de ese nombre, como los proletarios, se niegan a ser explotados. La poesa verdadera est en todo lo que no se ajusta a esta moral, a una moral que, para mantener su orden y su prestigio, no sabe hacer otra cosa que construir bancos, cuarteles, crceles, iglesias y prostbulos. La poesa verdadera est en todo lo que libera al hombre de este bien espantoso, bien que tiene un rostro de muerte. Se halla en la obra de Sade, de Marx o de Picasso, como en la de Rimbaud, Lautramont o Freud... Puede estar en la fra necesidad, la de conocer o comer mejor, como en el gusto de lo maravilloso. Desde hace ms de cien aos los poetas descendieron de las cimas en que crean estar y caminaron por las calles, insultaron a sus maestros; ya no tienen dioses, se atrevieron a besar en la boca a la belleza y al amor, aprendieron los cantos de rebelin de la muchedumbre miserable y, sin dar muestras de disgusto, tratan de ensearle los suyos propios5 . PD: El subcomandante insurgente Marcos: Los cristales son para romperlos... y cruzar al otro lado... . PD: La camiseta con la foto del Subco... 12.800 pesos. Quien la lleva puesta, de alguna forma, ya tiene precio.
La declaracin de Eluard ser aqu citada no en su totalidad, pero s en gran parte, pues la consideramos fundamental y hermosa. Paul Eluard, Donner a voir, (Pars, Gallimard, 1939).
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COMUNICADO N 3.
PARS, MAYO DE 1968 MXICO, OCTUBRE DEL MISMO AO. ACTUAD!
EL DERECHO DE VIVIR NO SE MENDIGA, SE TOMA (Universidad de Nanterre, Pars) ESTOS SON LOS AGITADORES: IGNORANCIA, HAMBRE Y MISERIA (Lienzo en la Manifestacin del Silencio, Mxico, viernes 13 de septiembre de 1968)
Entonces, llegamos al mbito de las barricadas de mayo, donde en pocos das la revuelta estudiantil llev espontneamente (sin un llamado ni consigna de huelga general) a la paralizacin de las actividades en casi la totalidad de las fbricas francesas. Las murallas, en vista de ello, se pusieron en constante dilogo con la insurgencia y decidieron enrgicamente correr junto con ella. As, no slo la teora poltica como concepcin de la historia encontraba su lugar en las calles insurrectas del Barrio Latino: la metfora, bajo una cara desconcertante e impertinente, haca posible la conexin entre actividad artstica y barricada, llegando incluso a adquirir rasgos de autorreflexin y replanteamiento ideolgico en el accionar diario de los rebeldes frente al estado policial de De Gaulle. Desde ese punto de vista, la imaginacin llegaba al poder gracias a un programa esencialmente basado en el lenguaje potico, el cual contribua an ms dada su naturaleza de lenguaje impredecible a generar el desorden en las filas enemigas. Una frase como Desabotnese el cerebro tantas veces como la bragueta estaba destinada no slo a un
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fin decorativo del movimiento, sino que se abalanzaba provocativamente sobre una lgica acostumbrada a disparar hacia un blanco muchas veces demasiado lgico y demasiado predecible.6 Muchas fueron las dificultades a las que los estudiantes parisinos se enfrentaron; a saber: las constantes pugnas, siempre existentes, por el control del movimiento; la expulsin inmediata de la universidad por intervencin explcita del Estado; la incomprensin escptica de un sector no menor de la izquierda francesa, cuyo compromiso con la revolucin atiende ms bien a un compromiso con la tradicin revolucionaria que con la revolucin misma; la incomprensin de la ciudadana francesa, que, contra la creencia mundial y contra el prestigio hipcrita del que goza hasta hoy da, se apegaba a una moral burguesa violentamente excluyente. Sin embargo, y a medida que la subversin dejaba atrs su carcter netamente universitario, la consigna adquira ribetes casi dionisacos en donde la falta de una organizacin a priori se haca incontrolable y, a los ojos del burgus, sumamente peligrosa y desproporcionada, por cuanto no solamente atentaba en contra de sus intereses econmicos, sino que adems contra toda su limitacin lgica y moral: CUANTO MS HAGO EL AMOR MS GANAS TENGO DE HACER LA REVOLUCIN. CUANTO MS HAGO LA REVOLUCIN MS GANAS TENGO DE HACER EL AMOR. Pese al fracaso de las barricadas, Mayo dejara como saldo a favor la posibilidad de establecer (a modo de la ms surrealista de las experiencias) un contacto sin parangn entre clases (y, por tanto, realidades) supuestamente alejadas una de otra. El estudiante junto al obrero demos-
Es sabido que el Partido Comunista francs ya haba decidido cambiar el rumbo del movimiento; con su dogmatismo caracterstico, lo llev, bajo la mirada complaciente de muchos, a aclarar las posiciones como movimiento de lucha organizada relegando, en cierto sentido, su factor esencial de sor, presa. Vase: Jean Paul Sartre y Jean Cohn-Bendit, La imaginacin al poder.
traron su desprecio infinito hacia toda clase de dirigencia7 , dando cuenta, con su mismo fracaso, de una sociedad demasiado aficionada al orden logocntrico, pero muy poco amiga del ser humano. LA REVOLUCIN ES INCREBLE PORQUE ES VERDADERA, y derivar en los aos posteriores en distintas vertientes inauditas. Una de ellas ocurrira, con un final an ms sucio y vil, meses ms tarde en las narices mismas del imperialismo. Mxico, de hecho, sera el escenario que albergara a la revuelta estudiantil que, a partir de julio del 68, tomara a las calles como espacio natural de accin. Aqu, sin embargo, alcanzara una proporcin masiva gracias: primero, a los distintos procesos revolucionarios que haca aos venan ocupando un espacio central en Amrica Latina y que, con distintos matices, tenan en el estudiantado a un aliado hasta ese entonces salvo casos excepcionales demasiado espectador; y segundo, al descontento de todo un pueblo cuya reforma agraria prcticamente consista en un negociado ms de las altas esferas, de las cuales no estaban ajenos los partidos representativos de la masa popular como es el caso del PRI, verdadera institucionalizacin de las fuerzas revolucionarias. A diferencia de los jvenes de Pars, la insurgencia mexicana obtendra como lo que ahora vemos con respecto al Ejrcito Zapatista el temprano apoyo y simpata de la ciudadana, en vista de lo cual surgan distintos frentes activos en donde los obreros, las madres, los campesinos (cuya principal fuerza la constituyen los indgenas), e incluso los ferroviarios que en 1958 no haban obtenido el respaldo necesario del pueblo, ampliaban
la realidad insurrecta, hacindola capaz de oponer triunfal batalla en contra de los granaderos rastreros del Gobierno Mexicano8 . Se levantaba por primera vez despus de cuarenta aos una multitud de ciudadanos conscientes de sus derechos; una multitud indignada... agolpada en el Zcalo de manera imponente y espontnea. Los acontecimientos posteriores a la triste noche de la matanza de
Son las palabras de Rudi Dutschke ante los crticos de izquierda en el artculo cuarto de la Carta de la Convencin Nacional de las Universidades Francesas, mayo del 68: Comprenden el peligro que puede ser mortal que va a correr el sistema capitalista en decadencia si conseguimos despertar, mediante una dialctica cada vez ms eficaz de clarificacin y de la accin, la espontaneidad que los partidos han sofocado a las masas Vase: Julio Cor. tzar, ltimo Round Tomo Y, (Mxico, Siglo Veintiuno Editores, 1972).
Los granaderos son los soldados encargados de la represin callejera en Mxico, responsables directos, junto con el siniestro Batalln Olimpia de la , matanza del 18 de septiembre y del 3 de octubre, sin mencionar las constantes invasiones a la Ciudad Universitaria. Vase: Elena Poniatowska, La noche de Tlatelolco, (Mxico, Ediciones Era, 1997).
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Tlatelolco, firmaran la trgica derrota del pueblo mexicano y daran clara muestra de la brutalidad habitual de los organismos encargados de resguardar el orden y la propiedad privada. Casos como aquellos veramos despus en diferentes puntos del continente hasta hoy en da (nunca est de ms decirlo); pero, en contrapartida, anunciarn a las fuerzas de la Insurreccin que el campo mejor provisto para su lucha no es otro que aquel que, dada su insoportable condicin de miseria extrema, ya no le teme a la muerte, eliminando as la disyuntiva entre morir de hambre o morir haciendo algo para cambiar el hambre. Y ese campo, en Mxico, dio el toque de alarma hace ya ms de cinco aos; no en la calle, sino en la selva. El EZLN, para nosotros es decir, desde una perspectiva occidental mantiene para s, o mejor dicho, se configura desde y para la lucha milenaria indgena, resucitada y organizada. Detrs de Marcos est el cuadro de una insurgencia hasta ahora viva, pero viva porque sabe de la muerte y del sacrificio. PD: Viva porque sabe que su enemigo est muerto, est solo. Lo sabe y lo dice. PD: Es necesaria una cierta dosis de ternura, Pero a veces no basta con una cierta dosis de ternura, Y hace falta, Y hace falta, Una cierta dosis de plomo Para quitar de en medio A tanto hijo de puta.
(Letra de una salsa bailada en la Fiesta de la Realidad celebrada , por los zapatistas en el 2 aniversario del levantamiento).
COMUNICADO N 4.
SOBRE LA UTILIZACIN DEL LENGUAJE POTICO EN LA INSURGENCIA ZAPATISTA.
...Debis saber que este armado caballero ha derrotado a gigantes disfrazados de molinos de vientos, que a su vez se disfrazaban de helicpteros artillados... debis saber que soy andante caballero, pero ms mexicano que el fracaso de la economa neoliberal... Don Durito de la Lacandona.
En el caso de Chiapas, si bien el movimiento insurgente posee un carcter aparentemente distinto, podemos constatar la coexistencia de la subversin con la literatura en un sentido de alimentacin constante y recproca. As, por ejemplo, la actualizacin de lo que occidentalmente llamamos Poesa Maya se hace presente de manera ms que regular en las reuniones pblicas de las comunidades indgenas insurgentes. Pero, sin duda, lo que aparece como ms desconcertante, son los comunicados del EZLN dirigidos al pueblo mexicano y a los pueblos y gobiernos del mundo9 bajo las formas discursivas propias de la literatura. Imaginarse el rostro de los asesores de Gobierno y las FF.AA. ante un papel en donde se habla de las dimensiones quijotescas de la insurgencia zapatista, no puede provocar sino la simpata y la admiracin hacia la pro-
puesta revolucionaria en el fondo y en la forma de las sombras invisibles habitantes de la Lacandona. Un grupo armado que, debido a la miseria de la cual se ve rodeado, reacciona y pone en jaque no solamente a un determinado gobierno, sino a todo un conjunto de procesos avasalladores de la cual es indefectiblemente una parte, se constituye doblemente contestatario en la medida en que supone, para su lucha, el conocimiento de su lenguaje y sus mltiples combinaciones, as como el uso de ese mismo lenguaje para la comunicacin y desestabilizacin del otro. Y ese otro se ve de pronto frente a un subcomandante metafrico que en su discurso incurre en dilogo con su propia conciencia, cuya sublevada caracterizacin se hace a partir de la tradicin literaria y no desde la tradicin poltica. Por esto, a travs de la nocin siempre nueva de literatura en cuanto lenguaje intrnsecamente desconcertante y conspiratorio, podemos hablar de un movimiento realmente cuestionador tanto del otro como de s mismo. En definitiva, una concepcin antidogmtica que pone en constante revisin los medios ocultos y visibles de su potica, entendiendo a sta como la eclosin y florecimiento naturales de una estrategia espontneamente avasalladora que desde la palabra lanza, sin mediacin alguna salvo la suya propia, un grito directo y desestabilizador del poder central, en virtud del discurso y la accin marginal. Es ah cuando la simultaneidad torna una ofensiva fra y calculable en una insurreccin rupturista compleja; es ah donde es posible dar vuelta el globo y ponernos de cabeza a todos; es ah donde la periferia se transforma de nica en caleidoscpica; es decir, de disparo aislado y montonamente tan poco arriesgado, en una rfaga incontrolable con multiplicidad de sentidos, capaz de poner en aprietos tanto al aparato regular del poder, como al correcto ciudadano pasivo de la calle.
P.D. 1: Este discurso est trasnochado, recontra vapuleado y, dems est decirlo, ms vivito que la Selva misma. Por tanto, dichosos aquellos que
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vomitan muerte despus de su lectura. A ellos, vayan unas cuantas caricias de desinstruccin. P.D. 2: Se da por iniciado el compromiso de no cese del fuego en cualquiera de los frentes... Biban los que asen hesta rebolusion! BIBAN! LA ORTOGRAFA ES UNA MANDARINA (Universidad de la Sorbona, Pars)
COMUNICADO N 5.
QUE AVANZA HACIA LA SELVA LACANDONA
P.D. 3: y no lo olviden: EXAGERAR: SA ES EL ARMA. (Inscripcin en la Facultad de Letras de Pars, mayo de 1968)
Toda luna, todo ao, todo da, todo viento, camina y pasa tambin. Toda sangre llega al lugar de su quietud, como llega a su poder y a su trono. Kahalay de la Conquista, del Chilam Balam
La palabra indgena resuena sospechosamente marginal. Tal desconfianza no hace ms que develar la infinita estrechez sobre la que se construye el entendimiento occidental. Somos as de pequeos. Lo que no alcanzamos a comprender en la inmediatez lo sentimos incmodo, aquello que no nos calza en el ms estricto sentido de la palabra se intuye rpidamente como algo ajeno, otro; la mirada de Coln nunca ms se fue de estas tierras. Tan difcil nos resulta escuchar la palabra tierra o agua. La tierra est para ser pavimentada, el agua para envasarse y aquello que habita en la tierra o en el agua ser tema de otro cantar. Otro cantar. Cantar indgena. Eso que denominamos Literatura Maya y de lo cual poco conocemos ser porque poco es lo que abarca la palabra Literatura, que en nuestros pueblos se extenda ms all del inexistente papel, ms all de los lmites de la boca, de la mano, del cuerpo, se refiere a distintas expresiones que vemos materializarse desde su tradicin oral en distinto textos que fueron posteriormente transcritos y muchas veces mediatizados manoseados por los cronistas y estudiosos que se dieron la tarea de rescatar el material.
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Esta Literatura posee varias caractersticas que resultan casi curiosas para nuestra mirada occidental. Entre ellas debemos mencionar que da cuenta de las grandes cosmogonas de los pueblos mayas, la fundacin del universo y la aparicin del hombre (el caso ms representativo es el texto del Popol Vuh). En otros casos cumple con distintas funciones sociales, por ejemplo, a travs de cantares. Tal prctica pone nuevamente en problemas el intento de clasificar y/o delimitar a la literatura indgena puesto que, evidentemente, tal concepcin proviene de nosotros y resulta insuficiente para entender lo que ellos hacan del lenguaje. Finalmente, encontramos otro rasgo que sera suficiente para confirmar nuestra sospecha inicial sobre tales prcticas como de alta peligrosidad: no se manifiesta una separacin clara entre mito-historia-religin. En este punto la oscuridad invade nuestras cabezas. La historia del pensamiento occidental no es ms que el constante intento epistemolgico de ordenar y dividirlo TODO. He aqu el problema: si nosotros hemos llegado a travs de grandes trabajos al notable y orgulloso resultado de clasificar casi todo lo que en este mundo y en otros hay, no podemos ms que mirar como mero primitivismo a quienes descaradamente se han dado el lujo de no separar agua de fuego, cielo de tierra, hombre de naturaleza, etc., etc. Y encima cantan. Escuchar la palabra indgena, sea en sus textos fundacionales como el Popol Vuh o el Chilam Balam, o bien si leemos la poesa indgena actual que como tal se declara implica un dilogo que no se dirige a un solo individuo, ni siquiera a varios, su sentido habla en direccin de TODO, de todo ser, de todo tiempo, de todo espacio. Los lmites se encuentran ms all de m mismo. Es por ello que resulta tan desconcertante y nos provoca un estupor que hace quinientos aos nos hace rehuir el tema. Esa palabra tan extraa, tan otra, es justamente el factor que ms desquici las cabezas del mundo entero cuando emergi la nueva figura de un zapatista que hablaba raro... El desconcierto tambin lo vivi Marcos en un primer contacto con la cultura indgena: El manejo del lenguaje que hacen ellos, la descrip-
cin de la realidad, de su realidad, de su mundo, tiene mucho de elementos poticos. Eso como que removi la trayectoria cultural normal o tradicional que traa yo en literatura y empez a producir esa mezcla que asom en los comunicados del EZLN del 94. Era un poco como estarse debatiendo entre las races indgenas de un movimiento y el elemento urbano . Y ms adelante agrega: Nosotros advertamos que la concepcin poltica de lo que el EZLN era entonces chocaba con la concepcin poltica de las comunidades indgenas y se modificaba. Tambin hubo efectos en el quehacer cultural del EZLN, que tena una vida cultural bastante intensa para una unidad guerrillera. No slo nos enfrentamos con las lenguas indgenas, sino tambin con su manejo y con la forma de apropiacin del espaol. Los indgenas no se apropian de conceptos, sino de palabras, y traducen su visin con un manejo del lenguaje muy rico, como decir est triste mi corazn por me siento mal, o decir me duele el corazn y sealarse la panza, que est cerca. De pronto alguien se enfermaba y deca me voy a morir y al principio uno pensaba que, en efecto, se iba a morir; y cuando se lo revisaba no era ms que un dolor abdominal. Pero as se senta. Nos encontrbamos con que los indgenas manejaban el lenguaje con mucho apego al significado de las cosas y al uso de imgenes tambin. Tenamos que aprender ese otro manejo del lenguaje para poder comunicarnos con ellos, y ellos con nosotros, lo que empez a producir efectos en nuestra forma de hablar. Y de escribir. Lleg un momento en que estbamos hablando chueco, como decamos nosotros, a veces anteponiendo un adjetivo, otras no nombrando una cosa sino aludindola como una imagen, y sucedi que as cuaj nuestro modo, el modo de hablar de los zapatistas, y eso nos hizo perfectamente identificables. 10
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Fragmento extrado de una entrevista realizada al subcomandante Marcos por Juan Gelman, publicada en la revista Brecha, el jueves 18 de abril de 1996.
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COMUNICADO N 6.
PARA MUESTRA UN BOTN
Para todos aquellos incrdulos de esta cultura occidental que necesita ver para creer. Para los que con impaciencia esperan algo ms potico, ah va un comunicado de abril del 1995 directamente desde la Selva.
Al semanario nacional Proceso: Al peridico nacional El financiero: Al peridico nacional La Jornada: Al peridico local de San Cristbal de las Casas, Tiempo: Seores: Van carta y comunicado que confirman encuentros esperados (me imagino que, cuando llegue sta a sus manos, ya estarn por realizarse). Finalmente, el supremo rechaz nuestra propuesta de una sede ms atractiva. Nosotros estamos claros que, como corresponde a un buen pensamiento, el ezetaelene debe dar muestras de flexibilidad y razonamiento frente a la tozudez del gobierno, por eso presentamos una nueva propuesta que, estbamos seguros, sera del agrado de ms de uno: a] Fecha: 10 de abril de 1995, en horas de la tarde. b] Lugar: Hacienda de Chinameca, Morelos. c] Punto nico de la agenda: Historia de Mxico. Slo habramos puesto tres condiciones: 1. Que las fuerzas gubernamentales no disparen a la cara. Esto es porque luego es un problema identificar los cadveres y para que las
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fotos de rigor no presenten una imagen de barbarismo e irracionalidad de nuestro pas. Esto ltimo es muy importante, sobre todo ahora que, para saber lo que ocurre con el gobierno mexicano, hay que leer Newsweek, New York Times, Washington Post y otras conocidas publicaciones de amplia distribucin nacional (en los iuesis). 2. Que la orden de fuego la den los legisladores de la llamada Comcopa (que, como todos saben, quiere decir Comisin de Contubernio y Parafernalia), para que as quede claro su papel de pacificadores. 3. Que, consumado todo, el coregrafo de la Cmara de Diputados, Roque Villanueva, deleite al respetable con esa fina expresin corporal que sirve para expresar el jbilo por las medidas populares y nacionalistas. No s por qu razn el supremo rechaz la propuesta. No era buena? Vale. Salud y un salvavidas (para las vacaciones y para la crisis). Desde las montaas del sureste mexicano Subcomandante insurgente Marcos P.D. que, decidida, sale al ruedo. Sigo sin poder bajarme de la ceiba. La luna es un toro de plateada ornamenta y, con un par de afilados pitones, embiste al oriente. Yo pienso que, no siendo guerrillero, torero fuera. Pretendo entonces tomar la noche como negro capote, pero tiene tantos agujeros semejando estrellas que desisto de mi intento. Me quito del cuello el descolorido paliacate, ya ms marrn que rojo, y lo despliego con una elegancia que ya quisiera Snchez Meja. Grillos y cocuyos llenan el tendido de la sombra, el sol est vaco por obvias circunstancias. Yo me dirijo al centro de la plaza que, como es el centro de la copa de la ceiba, es ms seguro y queda a unos pasos. Cito a la luna intentando unas media vernica La luna-toro se sigue de largo. Es inexplicable que . no perciba a tan gallardo torero. Cito de nuevo, el pblico est impaciente y una martucha bosteza con fastidio. Nada, apenas una lucirnaga embiste zigzagueante. Un muletazo untado en la cintura no consigue
arrancar del respetable nada que no sea el continuo aserrar de los grillos. El toro luntico sigue adelante sin voltear siquiera. Yo me siento en un rincn y suspiro con tristeza. Lo que es a m, ni las mujeres ni las lunas me hacen caso... Durito ha subido tambin a la copa de la ceiba, extraado de mi tardanza. Tan pronto se acomoda, le informo rpidamente de la situacin. Durito opina que es ms fcil torear cometas, salen de donde menos se espera uno y son enjundiosos como toro de miura. La luna siempre tiende a un mismo derrotero y, aunque esto facilita el estoque final, no permite mucho el lucimiento del traje de luces y el respetable tiende a aburrirse soberanamente... Yo le doy la razn y la muleta. Durito quiere ensearme unos pases que, dice, le ense Federico Garca Lorca. Ami pregunta de si los escarabajos tambin torean, Durito responde que uno debe saber de todo y que el toreo es como la poltica, aunque en sta los toros salen bastante maosos y traicioneros. Es ms, a m me decan Durito El Camborio y lo que otros no envidiaban, ya lo envidiaban en m dice. En sas estamos , cuando escuchamos voces al pie de la ceiba. Es woyo dice Camilo. No, es tejn, el andasolo dice mi otro yo. Mira si lo afocas para tirarle instruye Camilo a mi otro yo, mientras carga el arma. Yo me quedo inmvil, fumando. Mis lances toreriles debern esperar, para mostrar su gracia, mejores ocasiones y pblicos menos beligerantes. Durito suspira en tono flamenco pues no hay trigo en los tendidos. Abajo se aburren y se van... La luna termina por embestir el horizonte, justo en la oscura muleta de una montaa. De reojo mira la luna al sup. l est enjugndose la cara con el capote. Ya no supo si lloraba... P.D. que, aunque no os deis cuenta, encierra un misterio (encantador como todos los misterios). ste es el lugar, oh cielos!, que disputo y
escojo para llorar la desventura en que vosotros mesmos me habis puesto. ste es el sitio donde el humor de mis ojos acrecentar las aguas deste pequeo arroyo, y mis continuos y profundos suspiros movern a la continua las hojas destos montaraces rboles, en testimonio y seal de la pena que mi asenderado corazn padece. Oh vosotros, quienquiera que seis, rsticos dioses que en este inhabitable lugar tenis vuestra morada, od las quejas deste desdichado amante, a quien una luenga ausencia y unos imaginados celos han trado a lamentarse entre estas asperezas, y a quejarse de la dura condicin de aquella ingrata y bella, trmino y fin de toda humana hermosura! Oh vosotras, napeas y dradas, que tenis por costumbre de habitar en las espesuras de los montes: as los ligeros y lascivos stiros, de quien sois, aunque en vano, amadas, no perturben jams vuestro dulce sosiego, que me ayudis a lamentar mi desventura, o, a lo menos, no os cansis de oilla! Oh Dulcinea del Toboso, da de mi noche, gloria de mi pena, norte de mis caminos, estrella
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de mi ventura, as el cielo te la d buena en cuanto acertares a pedirle, que consideres el lugar y el estado a que tu ausencia me ha conducido, y que con buen trmino correspondas al que a mi fe se le debe! Oh solitarios rboles, que desde hoy en adelante habis de hacer compaa a mi soledad: dad indicio, con el blando movimiento de vuestras ramas, que no os desagrada mi presencia! Oh t, escudero mo, agradable compaero en ms prsperos y adversos sucesos: toma bien en la memoria lo que aqu me vers hacer, para que lo cuentes y recites a la causa total de todo ello!11 Durito ha dicho todo de corrido y con notable entonacin. De pie sobre una piedrita, y enarbolando en la diestra mano una ramita que, segn supe luego, era una espada, Durito ha volteado a mirarme cuando dijo aquello de Oh t, escudero mo, agradable etctera! Yo volteo a . mis espaldas por ver si se refiere a alguien ms, pero no hay nadie. S, t dice Durito sealndome con su ramita. T sers mi escudero. Yo? digo visiblemente sorprendido. Durito no hace caso de mi pregunta y sigue: Adems no es una ramita... Es una espada... la nica, la mejor... Excalibur! dice blandiendo la ramita. Creo que se te estn confundiendo los tiempos y las novelas le digo. El inicio de tu discurso se parece demasiado a una parte del Quijote de la Mancha y Excalibur era la espada del Rey Arturo qued titubeando de esto ltimo y trataba de recordar el video que tena la Eva y que se llamaba La espada en la piedra. Durito aprovech mi silencio para arremeter: A callar bellaco! Acaso ignoris que la naturaleza imita al arte?
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Miguel de Cervantes y Saavedra, Aventuras del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, captulo XXV. Que trata de las estraas cosas que en Sierra Morena sucedieron al valiente caballero de la Mancha, y de la imitacin que hizo a la penitencia de Beltenebros .
Qu importa si Alonso Quijano o el paje Arturo! Ahora es... Don Durito de La Lacandona! Yo me re. De qu os res, oh gente soez e ignorante? reprocha y amenaza Durito. De nada le digo, conciliador. Me estaba acordando que los expedientes de la PGR no encuentran ni la selva chiapaneca, menos van a encontrar a los asesinos de LDC, JFRM y el cardenal Posadas dice con desprecio Durito. Bueno, pero qu te dio por hacerte caballero andante? le pregunto sentndome y teniendo cuidado de no acercarme demasiado a Excalibur Durito se sienta tambin, suelta un suspiro quijotesco, y dice . como en lamento: Ah mi ignorante escudero, una mujer es la culpa de mi desvaro, herida en mi costado, razn de mi desvelo, causa de mi pena, y responsable de mi desventura! Durito no me deja protestar por lo de ignorante ni por lo de escudero y sigue su triste desahogo: , Es bueno que yo os platique mi tragedia para que aprenda as vuestro corazn a andarse con tiento y cuidado en la escabrosa senda del amor. Ved que no es por gusto que mis pasos me han trado a parajes tan lejanos, donde la soledad hiere como un afilado cuchillo y el silencio oprime a hombres y a cielos. Sabed bien, mi esculido escudero, que es ley divina que un gallardo caballero andante, triste vague por el mundo y por la vida, y muera suspirando por alguna Doa ausente que, criminal adorable, le ha robado, con tan slo una mirada, el entendimiento todo. Ah pero que mirada! Un relmpago en el sol de abril! Una estrella rota en mitad del da! Un diamante que flota y mata! Un mar todo olas y coral! Un deseo que mirando habla! Un mudo suplicar del ansia! Yo lo conmino a terminar de una vez la historia: Ms vale que te apures porque ya llevamos varias pginas y no va a haber peridico que publique esto. De por s dicen que slo uso de pretexto los comunicados para mandar lo que se me ocurre...
A fe ma que tenis razn y verdad hay en vuestras palabras. Certeza tengo de que no habr peridico ni libro ni enciclopedia que abarcar pueda todas las venturas y desventuras que, por mal de amores, he padecido. Ni la biblioteca del Aguascalientes bastara para tan grande y dolorido amor que en mi pecho duele! dice Durito con voz quebrada. De la biblioteca del Aguascalientes ni te preocupes, sa ya la tienen en la PGR le digo para consolarlo. Harto bien me parece. As ser que aprendan algo de geografa y de ortografa esos bellacos y malandrines dice Durito guardando su espada y caminando hacia su hojita. La noche ya cerr todos los rincones y una de esas lluvias con las que marzo salpica a abril se siente en la humedad del viento. Desconcertado pregunto: No vas a seguir la historia? Es intil, no hay palabras suficientes que puedan llenarse de tanto dolor y pena tanta- dice Durito mientras se cubre con su hojita. Antes de taparse completamente me dice: No olvidis tener listas las monturas. Maana partiremos con el alba, como es ley que cabalguen los caballeros andantes. de madrugada, para que el brillo de nuestras armas apene al sol cuando ose enfrentrsenos y sea, as, menos fiero. Durito lanza un ltimo suspiro y calla. Yo me quedo sentado, dispuesto a velar el sueo de mi amo, el valeroso caballero Don Durito de La Lacandona Estoy decidido a defender su noble sueo ante cualquier . adversidad. Monstruos y gigantes no osarn perturbar tan hidalgo reposo. Hasta me he conseguido una rama que, con un poco de imaginacin, semeja una lanza temible. Empieza a llover y, como todo escudero que se precie de serlo, abandono guardia y amo, corro y me refugio en mi techo. Ya se empieza a llegar la madrugada con su fro abrazo y no deja de llover... Yo no duermo. No he podido resolver dnde diablos voy a encontrar las monturas sobre las que habremos de cabalgar maana. P.D. que, colgada de un cairel rojizo, murmura al odo disculpas (pues
Baudelaire fue tomado preso por la PGR y no ha sido presentado), y ofrece a cambio, que... En dulcsimos conceptos, la dulcsima Poesa, altos, graves y discretos, seora, el alma te enva envuelta entre mil sonetos. Si acaso no te importuna mi porfa, tu fortuna de muchas otras envidiada, sers por m levantada sobre el cerco de la luna. Miguel de Cervantes Saavedra El sup en mitad del ruedo esperando, paciente, a que el reloj marque las cinco de la tarde...
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COMUNICADO N 7.
PARA DESPEJAR LAS DUDAS.
A los dogmadictos, a los cuadrados, a los nietos de la Poesa con mayscula, a nosotros, de nuevo.
A los hechos nos remitimos. Sin ningn titubeo afirmamos que estamos frente a un nuevo tipo de discurso. O tal vez debiramos decir un nuevo orden de discurso. Es uno que utiliza armas propias, que crea sus recursos textuales a partir de materiales recogidos en tierras propias. El zapatismo se inventa a s mismo sin falsas modestias y sin mayor pretensin que hablar con la verdad. Con su verdad. No hay ideologas ocultas pero s mensajes que entender. El zapatismo se diferencia de otros grupos subversivos en que se presenta reconocindose en caractersticas propias. De la misma forma en que no niega su estrecho y principal vnculo a estructuras lgicas que son ms bien pertenecientes al mundo indgena, tambin se reconoce nacido desde medios burgueses, o que hasta este momento pertenecan al eltico mundo de la intelectualidad, nos referimos a la visin que mantienen respecto de la cultura. El zapatismo se reapropia del espacio literario, que en los grupos de izquierda se haba limitado al discurso contestatario directo, aquel que se entenda como revolucionario: La poesa que frecuentbamos nosotros era la que se consideraba poesa social o de compromiso. Que es la que nos gustaba, porque estbamos en eso. O la ms lejana de los clsicos como Shakespeare, eso s. Pero de la poesa contempornea slo la que tena contenido social; la que no, nos pareca que no serva, que era contrarrevolucionaria, pequeoburguesa, etctera... .
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Evidentemente este pensamiento se fue transformando, se fue torciendo y por tanto agrietando. Aquello que comenzaba a cuestionar los lmites del pensamiento dogmtico era precisamente el contacto directo, en un largo perodo de tiempo, con los pueblos indgenas. Los lenguajes y sus contenidos se fueron infiltrando hasta conformar una IDENTIDAD PROPIA que reconoce en la vieja izquierda a sus padres, pero de los cuales ya no tiene necesidad de depender. En nuestra opinin este proceso es bastante similar y mucho ms positivo al que se vivi entre Europa y Latinoamrica con la llegada de los espaoles y que pronto confluira en el discurso que entendemos por barroco. Aquellos que desde el espacio urbano llegaron a la selva para cambiar el mundo fueron transformados y deformados por la propia realidad que los superaba. Hablar de marxismo no les serva de nada, la palabra revolucin hasta ese momento slo apareca en algunos pocos libros de texto y el Che Guevara jams aprendi a hablar tzotzil. Al comparar el fenmeno con el desarrollo zapatista, no es slo pensando en que finalmente resulte un discurso distinto por su originalidad y su sentido de identidad, es tambin aquello que Mabel Moraa denomina como fenmeno de retorno donde un grupo de hombres provenientes de la izquierda tradicional termina parodindose a s mismos y centrando el leit motiv en aspectos mucho ms concretos que el mero discurso dogmtico: el hambre y la falta de libertad. Sigue vivo, pues, el zapatismo. Existencia con simultaneidad de rostros impredecibles que se subvierte en forma constante no slo con las rfagas de las AK-47, sino tambin con la palabra, que es su dicha de saberse nuevos en un momento en donde todo parece viejo. Nunca la metfora fue tan rebelde; se esconde y se le escapa al poder; se eleva y se entierra en el lodo; SE DETIENE Y DICE: YA NO SOY SOLO TINTA; SOY ARMA DE GUERRA (Y NO ME VEN).
POSTDATA.
DONDE EL SUB EXPLICA QU HACEN LOS ZAPATISTAS EN ESTAS PGINAS.
Que se quiten los pantalones
Ustedes han sealado que el objetivo del pasamontaas no es tanto el de la conspiracin, que no se debe tanto a la necesidad do ocultar nombres y rostros, como a poner en evidencia, de modo simblico, que los que se alzan son los sin rostro, los que nunca han tenido ni nombre ni importancia para nadie en este pas. Hoy, mucho despus, ya importan, ya se sabe de su existencia, ya preocupan. No se han ganado el derecho a desprenderse de la mscara, del anonimato forzado? No. Es que el pasamontaas no slo refleja el estar sin rostro de los indgenas del sureste mexicano, sino el estar sin rostro del pueblo de Mxico. Por otra parte, casi desde un comienzo el pasamontaas dej de ser un recurso de seguridad para convertirse en un smbolo, como el mismo uniforme, un distintivo, como el paliacate rojo, pues. Quien lleva el paliacate es como que dijera yo soy de ellos, aunque no tenga arma yo soy igual que ellos. De una u otra forma, para todos, desde el primero de enero del 94, y para nosotros desde que naci, o sea desde 1993, el EZLN se rige por paradojas porque, fjate que, como dices, ya todos nos ven, pero qu paradjico es que el EZLN, para mostrarse tenga que taparse el rostro con un pasamontaas y que para esconderse se lo quite. Eso es lo que desespera a los soldados. Dicen: es que no podemos pelear contra ellos porque llegamos y se quitan el pasamontaas y son igual que cualquier gente, chaparritos, prietitos, no los podemos reconocer. Nos escondemos cuando nos quitamos el pasamontaas y cuando nos mostramos es cuando nos cubrimos el rostro. Es una paradoja que es real y es la que desesper a los militares en febrero. Y la lucha del gobier-
no porque nos quitemos el pasamontaas es eso, ellos dicen que sin pasamontaas s nos pueden pegar, tenemos que quitarles ese smbolo, dicen. Entonces, cuando hacen la ley del dilogo, y consiguen que nos sentemos a hablar sin armas, no pueden conseguir que nos sentemos sin mscaras. Ah se dan cuenta que el smbolo fuerte no es el arma sino el pasamontaas y sera absurdo que nos exigieran que nos quitemos el pasamontaas para hablar con ellos, porque nosotros podramos decirles bueno, yo me quito el pasamontaas pero t qutate los pantalones. Y ellos dirn no, es que yo quiero que te quites el pasamontaas para saber quin eres y nosotros contestaramos, y yo quiero que te quites los pantalones por lo mismo. Adems, los servicios de inteligencia del gobierno se precian de saber quines somos, entonces, para qu quieren que nos lo quitemos.12
Nota: Fotografas de Emiliano Thibaut en el libro de Thibaut y D. Ttoro Zapatistas, Liberarte, Argentina, 1996.
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TTORO Taulis, Dauno. La palabra desnuda Punto Final, 30(355):18, 12 al 25 , de noviembre de 1995.
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MEGAPOSTDATA
Amrica Latina est embarazada de un nio pantagrulico que comenz a gestarse en las guerras de la Independencia y que an no ha logrado nacer. Julio Cortzar, Policrtica a la hora de los chacales La vida es difcil, sabe usted, y hay que ganrsela. Desgraciadamente hay que cumplir la orden porque si damos un paso atrs nos matan a lo tarugo nuestros propios compaeros. Un sargento del 19 batalln de Infantera del Ejrcito Mexicano Es triste tener que morir tan joven! Si no te hubieras metido de agitador, ahorita estaras libre y tranquilo! Un oficial. No es que justifique la violencia, pero si sta es utilizada en defensa propia en contra de la polica, ya no la llamo violencia; la llamo inteligencia... Malcom X Arma. En esta arma va nuestro corazn guerrero. Es nuestra dignidad la que nos obliga a tomar las armas para que nadie tenga que tomarlas nunca ms... Esta es el arma de la paz. Recuerda siempre que nuestra lucha es por la paz. Comandante Tacho, EZLN
Rompimos el cerco, y cuando salimos gritamos Viva Zapata! y cuando salimos gritamos Viva Zapata! Fragmento de La Toma de Ocosingo, cancin zapatista interpretada por una patrulla de insurgentes. La libertad ajena ampla mi libertad al infinito. Bakunin
Vayan estos comunicados para todos los miembros el Ejrcito Zapatista de Liberacin Nacional. Con la esperanza de buenas nuevas, nos despedimos. Desde las calles de Santiago de Chile, Mabel Vargas, Gonzalo Rojas.