A Donde Vas, Tomás 2
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Por lo tanto, no saben qué valor ponerle a cada cosa, ni a los recursos
que usaron para producir lo que produjeron. No pueden saber cuánto
vale nada. Están ciegos. No pueden calcular nada porque no tienen
ningún valor qué sumar o restar. No pueden medir eficiencia, no
pueden averiguar si lo que gastan vale más de lo que producen, ni qué
hacer para satisfacer sus prioridades (si pudieran establecerlas), ni cómo
distribuir objetivamente el producto social.
Tomás: Ahí sí que como dijo el tocayo, “¡hasta no
ver, no creer¡”. Porque veo muy fácil, para el
gobierno central, ponerle precio a todo, distribuir
el producto como lo disponga, y decidir cómo lo
disponga, y decidir cómo y cuáles cosas hacer.
Pedro: Precisamente eso es lo que todos hemos
supuesto erróneamente todo el tiempo: que eso sí se
puede hacer racionalmente en un sistema socialista.
Tomás: Pero si los rusos usan los precios de
Occidente (los capitalistas), entonces sí puede
funcionar el sistema, de ese momento en adelante.
Pedro: Pero eso no es socialismo. Eso es como si te
dijera que te hablaré en inglés pero uso palabras en
español. Además, tendrán que copiar
continuamente los cambios de precios, pues por las
mismas razones que no tienen criterio propio para
establecerlos originalmente, no pueden determinar
cambios; y aceptarás que el progreso mismo
significa cambio.
Tomás: Bueno, dime Pedro: ¿Por qué no puede el
gobierno poner el precio que le da la gana a cada cosa?
Pedro: Valor sí, pero precio no. Te pondré un ejemplo: quizá tu estarías
dispuesto a comprar una película hasta por 10, pero su precio en la tienda
es de 5. O quizá tal vez para ti sólo vale 2, en cuyo caso no lo comprarás.
He ahí la diferencia entre valor y precio. El valor se lo das tú. El precio
se forma como resultado de la voluntad e influencia de dos o más
personas. O como se dice frecuentemente, de la interacción de los que
ofrecen y los que demandan.
Ahora bien, como todo es escaso y por lo tanto hay que racionarlo; como
casi siempre hay múltiples alternativas para satisfacer necesidades, hasta
por ejemplo, los alimentos; como todos tienen que escoger qué utilizarán
en producir las cosas que otros quieren, etc., entonces todos ejercen
influencia en los precios según sus propios juicios de valor subjetivo, pero
el resultado es que se forma por decirlo así, una estructura de precios
objetiva que refleja multitud de valorizaciones, que dependen, en cada
localidad, de muchos hechos y factores, y que no la puede modificar una
sola persona al antojo.
Entonces todos planifican sus actos según una estructura de precios que,
ciertamente, ellos individualmente pueden influenciar, pero sólo en forma
insignificante. Es decir, que tienen que ceñir sus decisiones a una
estructura de precios dada. Se ven obligados a escoger alternativas de
producción o de consumo basados objetivamente en la estructura de
precios existente.
Tomás: Bueno. Ello explica cómo funciona el mercado capitalista, ¡pero
no prueba que sea la única manera¡
Pedro: Fíjate que debido al sistema de pérdidas y ganancias, la gente
deja de producir lo que produce pérdida, y aumenta la producción de lo
que da ganancia. Eso sucede automáticamente donde hay propiedad
privada porque afecta los patrimonios particulares. Pero lo pertinente es
que lo puede averiguar, y lo averigua mediante el cálculo basado en los
precios de lo que se usa para producir y el precio de lo que se produce.
Tiene, pues, forma de averiguar qué combinación de factores conviene usar
para producir, y qué calidad y cantidad de cosas va a producir; qué produce
pérdidas, y qué produce ganancias.
Tomás: ¡Sigues explicándome cómo funciona el mercado capitalista pero
no me explicas por qué el socialista no puede tener precios¡
Pedro: ¿Con cuál criterio objetivo es ello posible? ¿No ves que cada día
los precios se modifican debido a accidentes de la naturaleza, nuevas
invenciones y descubrimientos? Cada suceso te cambia la interrelación de
todos los demás precios, unos referentes a otros y en diferente grado
según la localidad. ¡Son trillones las combinaciones¡
Tomás: Dime Pedro, suponiendo que un país socialista copia los precios
del mundo libre, y acepta las continuas modificaciones de los precios del
mundo libre, entonces, ¿puedes asegurar que eso también a producir
pérdidas sólo por el hecho de que los precios son copiados?
Pedro: En primer lugar, sería inexacto llamar socialista a ese país. Pero, te
pondré un ejemplo para que veas cómo se produce la pérdida por el simple
hecho de copiar precios ajenos:
Supongamos que un mismo arquitecto le encargamos hacer dos casas
iguales en una misma localidad, donde sí existe mercado y, por lo tanto,
hay precios locales. Supongamos además, que para la construcción de la
primera de las casas, tendrá que escoger una combinación de materiales
basado en los precios reales de esa localidad, y para la segunda, una
combinación basada en una estructura de precios exóticos, es decir, de
otras localidades.
Al terminar, el experimento, si calculamos en cuánto sale cada una de las
dos casas, sumando el verdadero precio (precio real) de todos los recursos
empleados, encontraremos que la segunda sale más cara, ya que el
arquitecto, obligadamente, hubo de escoger una combinación de recursos
diferente de la combinación de recursos diferente de la combinación más
económica posible, según los precios reales de esa localidad. En ningún
caso, indefectiblemente, pudo haber escogido una combinación más barata,
ya que de lo contrario tenemos que suponer que se equivocó al escoger la
primera combinación. La diferencia entre el costo de las dos
combinaciones es pérdida o ineficiencia económica que resulta en
derroche y desperdicio.
Tomás: Si me pudieras asegurar que en un mercado los precios son
óptimos y que existe perfecto conocimiento de los mismos por parte de la
gente, entonces estaría de acuerdo. Pero eso no puede ser así por muchas
razones.
Pedro: Que no es perfecto, estoy de acuerdo. Que hay distorsiones, las
hay, pero en el grado que se mantenga libre la economía, mediante una
intervención del Estado para evitar la coerción, el monopolio, el fraude,
etc., en ese grado serán menores las distorsiones, y por tanto, la economía
más eficiente. También, en esa situación, habrá siempre tendencia definida
hacia la eficiente asignación de recursos, pero bajo el socialismo o
economía dirigida, no existe la menor posibilidad de actuar racionalmente.
No hay nada perfecto que surja de lo humano y, en un mercado también
se equivoca la gente, pero sólo allí puede averiguar que se equivocó,
porque como hay precios, puede existir el sistema de pérdidas y
ganancias. Bajo el socialismo, sin precios, ni eso puede haber. Y cuando
los llamados socialistas copian precios, de hecho no son socialistas, sino
muy irracionales de adoptar un sistema sui generis muy ineficiente, que por
cierto, de hecho, se basa en la propiedad privada.
Tomás: Pero, ¿y si no les importa la ineficiencia?