10 Francia y Los Primeros Cristianos

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Francia y los primeros cristianos

En las sesiones anteriores hemos tenido oportunidad de evidenciar cómo los romanos
transformaron el territorio de Galia al importar su noción de “civitas”.
Construyeron miles de kilómetros de sólidas redes viales, más de centenar y medio de
asentamientos urbanos con características semejantes a las de la propia ciudad
capital del imperio: Roma.
Al menos la tercera parte de dichos poblados contaron con grandes edificios
dedicados al esparcimiento, como fueron los casos de los teatros, de los anfiteatros y
de los circos.
En varias de estas ciudades se construyeron templos dedicados al culto estatal, es
decir, el culto al emperador, así como a dioses de diferentes religiones. Un ejemplo de
una ciudad romana conservada parcialmente en territorio de Francia lo constituye la
actual zona arqueológica de Glanum, en St Rémy de Provence.
Pese al estado de conservación de Glanum aún es posible advertir la típica
distribución urbana de los espacios, desde el trazo de las avenidas principales: el
cardo Maximus y el decumanus Maximus, hasta la presencia de edificios privados,
como una gran cantidad de casas privadas con todos los componentes
arquitectónicos de la domus romana, hasta los edificios públicos como fueron los
casos del foro y de algunos templos, entre los que llama la atención la introducción
del Mitreum, es decir el templo para rendir culto al dios Mitra.
Esta hecho singular constituye una prueba arqueológica de la pronta difusión que
tuvieron algunas religiones orientales en la sociedad romana: tales como el
mitraísmo y el cristianismo. Y aunque ambas son contemporáneas y provienen del
oriente, la primera no fue prohibida ni perseguida como sucedió con el cristianismo.
Si bien el judaísmo y el cristianismo se distinguían de las demás religiones del
imperio romano por ser ambas monoteístas, es decir, por plantear la existencia de
un único y verdadero Dios, el cristianismo contrastaba con el judaísmo en su
naturaleza proselitista, es decir, en su afán de difundir entre los diferentes pueblos
del Imperio romano y más allá de éste, sus convicciones. Mientras que el judaísmo
no realizaba ninguna campaña de difusión de sus principios y no buscaba nuevos
adherentes ya que desde siempre se han considerado un “Pueblo elegido”.
Durante las primeras décadas del Imperio romano se trató con un poco de
indiferencia a ambas religiones monoteístas, pero tras el levantamiento de los
judíos en Jerusalén que terminó dando origen a la primera guerra Romano-judía
(del 66 al 73 d. C.) entonces el gobierno romano tomó varias medidas restrictivas
Que, indiscutiblemente afectaron a las pequeñas comunidades cristianas dispersas
por diferentes rincones del imperio.
Las iglesias cristianas fueron consideradas trasgresoras del orden público y por
consiguiente pasaron a la clandestinidad desde el inicio de los años 60´s del siglo
primero hasta el comienzo del siglo IV en que los Emperadores Licinio y
Constantino I proclamaron el célebre Edicto de Milán del año 313 de n. e.
Así pues, durante un tiempo aproximado de 250 años resultaba ilegal y peligroso
adherirse a alguna comunidad cristiana y pese a ello fueron muchas las que
florecieron y jugaron un importante papel en la consolidación de la fe y doctrina en
sus inicios. Entre dichas comunidades se encuentran las que florecieron en el
territorio de Galia y a las que dedicaremos hoy un espacio de reflexión.
Hasta hoy no se ha encontrado ninguna evidencia arqueológica, epigráfica o
documental que permita constatar la presencia de comunidades cristianas en territorio
de Francia con anterioridad al año 150 a. C.
Todas las evidencias apuntan al hecho de que el cristianismo llegó y se difundió en
Galia a partir del año 150, pero NO antes.
Las tradiciones piadosas que han adjudicado a María Magdalena y sus hermanos:
Martha y Lázaro la evangelización del sur de Francia, así como la progenie del
mismísimo Cristo (sag real, el grial) con la que, supuestamente, emparentaron los
reyes de la dinastía merovingia a partir del siglo V de nuestra era. Todas esas
elaboradas conjeturas son, por principio de cuenta, tardías, ya que surgieron entre los
años del 1150 y el 1300 y en más de un aspecto contradicen las enseñanzas de la
doctrina católica.
No obstante, dado que hubo desde la baja Edad Media simpatizantes de estas
leyendas, llegando incluso a restructurarlas en algunos de sus aspectos con mayor
coherencia para así legitimar en ellas al menos el contenido que no contrariaba las
enseñanzas católicas, como hizo el célebre arzobispo de Génova, Santiago de la
Vorágine, autor de la famosa colección de hagiografías conocida como la Leyenda
dorada, misma que inspiró al gran artista del trecento italiano Giotto di Bondone a
realizar su famoso fresco “Viaje de María Magdalena a Marsella” para la capilla de
Santa Magdalena en el Convento de San Francisco en Asís (1320). Conviene pues,
conocer que es lo que en esencia plantea dicha leyenda:
María Magdalena escapó con su hermano Lázaro y con Maximino, uno de los 72
discípulos, de las persecuciones en Jerusalén y atravesaron el Mediterráneo,
llegando a las cercanías de Marsella en donde comenzaron de inmediato la
evangelización del territorio de Provenza. Tras lo cual María Magdalena optó por
una vida de retiro y ascetismo en una gruta en donde pasó 30 años de su vida
hasta el momento de su muerte.
En dicho lugar se levantó el santuario, hoy basílica, de San Maximino y María
Magdalena, en cuyo interior se encuentra la supuesta tumba de la santa María
Magdalena bajo custodia de los monjes dominicos.
Lo que parece ser un hecho histórico irrefutable fue el establecimiento de una
comunidad religiosa en la ciudad francesa de Vienne hacia el año 150 de n. e.,
dicha comunidad se multiplicó y 20 años más tarde contaba con una sólida
estructura encabezada por un obispo de nombre Potino, quien fue discípulo de
Policarpo de Esmirna, quien a su vez fue discípulo de Juan el Evangelista.
Este hecho nos llega consignado por diversos testimonios, siendo el de Eusebio de
Cesarea el más detallado y por consiguiente el de mayor utilidad (véase Historia
Ecleciástica, libro V)
Como resultado de la persecución de Marco Aurelio Antonino en contra de la
cristianos en la Galia hacia el año 177 de nuestra era, dicha comunidad no sólo
quedó reducida sino acéfala. Fue en dicho contexto que los habitantes de Lyon
enviaron a Roma a su presbítero de nombre Ireneo para proponerlo como obispo
de la región.
A Ireneo se le consagró en Roma como obispo de Lyon y se le encomendó el
delicado trabajo de reconstruir las comunidades cristianas católicas en dichas
tierras.
Ireneo de Lyon fue un hombre dinámico y enérgico que supo extender su labor
pastoral por diferentes ámbitos, habiendo sobresalido notablemente en las
cuestiones estrictamente eclesiásticas.
Así, por ejemplo, se sabe que al enterarse de las intenciones del obispo de Roma
de excomulgar a las iglesias orientales (Alejandría, Jerusalén y Antioquía) por
celebrar de una manera diferente a la Romana el ritual de la Pascua, Ireneo se
apresuró a escribirle al Santo Padre de Roma una carta, misma que se conserva a
través de la Historia Eclesiástica de Eusebio, en la que no sólo le exhorta a la
calma, a la paz y concordia sino a la búsqueda de la solución del conflicto mediante
el establecimiento de un acuerdo entre las diferentes diócesis.
Dicho proceder no sólo evitó la amputación innecesarias de iglesias y el
establecimiento del criterio que hasta hoy prevalece en la iglesia católica para
establecer la fecha de celebración de la Pascua, sino que sirvió como antecedente
para convocar a sínodos e incluso a los concilios ecuménicos.
Fue así como una comisión de eruditos estableció como regla para establecer la
fecha de celebración de la Pascua cristiana la siguiente:
El domingo de Resurrección debe ser el primero inmediatamente posterior a la
primera luna llena después del equinoccio de marzo. De ahí que esto pueda ocurrir
de acuerdo a los ciclos lunares entre el 22 de marzo y el 25 de abril de cada año.

Otra razón por la que el obispo galo realizó un enorme servicio a la cristiandad
entera fue por su afán docente y pedagógico de tratar de disipar con el mayor
detalle posible las dudas de sus seguidores. Fue así, por ejemplo, que para
responder la pregunta que le formuló uno de sus feligreses sobre como distinguir a
los cristianos católicos de los no católicos Ireneo redactó un voluminosos libro
Conocido con el nombre abreviado de Adversus haereses. En dicho texto Ireneo va
describiendo a otros grupos cristianos pero no católicos, intentando evidenciar lo
que él considera errores teológicos.
Así mismo, en la misma medida que señala y descalifica otras doctrinas cristianas
se ve Ireneo en la necesidad de ofrecer definiciones más precisas sobre las
creencias del catolicismo, razón por la que en la Historia de la Iglesia Católica se
considera a San Ireneo de Lyon como el precursor de los cánones de la fe y el
establecimiento de la regula dogmae, algo así como el antecedente de lo que un
siglo más tarde se conocerá como el Símbolo de la Fe o Credo de Nicea: un
gigantesco ejercicio de síntesis y exposición clara de los principios de la fe del
cristiano católico.
Para lograr su cometido, Ireneo se vio obligado a establecer una serie de premisas
que aún no había definido el catolicismo, como por ejemplo, el listado de textos que
podían considerarse como canónicos y cuales no.
A la selección de textos realizada por Ireneo de Lyon se le conoce como el Canon
de San Ireneo y, junto con el Canon Muratori, ambos de los años entre el 180 y 190
de nuestra era, constituyen los listados más antiguos y completos que se conservan
de lo que algunas iglesias católicas consideraban como correcto o como apócrifo.
Es importante señalar que fue necesario esperar hasta los sínodos de Laodicea
(363/364) y del Concilio ecuménico de Constantinopla del año 381 para que, en
esencia, se ratificara la propuesta del obispo galo: Ireneo de Lyon.
Ahora bien, es importante recordar que una cuantas décadas después del
episcopado de San Ireneo de Lyon el Imperio romano atravesó por un periodo
sumamente convulso conocido como la Gran Anarquía militar que se prolongó
durante medio siglo, del 235 al 285 d. C.
Durante dicho lapso de tiempo en el territorio de Galia ocurrieron varios eventos
importantes tales como su participación dinámica durante la lucha hegemónica
entre los pretendientes a ocupar el cargo de Emperador del Imperio romano,
logrando así, durante un lapso de 14 años (del 260 al 274) constituirse como un
estado paralelo al Imperio romano y al cual se conoció como Imperio Galo, cuya
máxima extensión estuvo constituida por los territorios de Galia, Hispania, Britania,
Colonia, Helvecia y Tréveris en el Palatinado.
A causa del resurgimiento del Imperio persa bajo la dinastía de los Sasánidas fue
que el emperador Valeriano tuvo que desplazarse a Mesopotamia en defensa de las
fronteras orientales, nombrando a su hijo Galieno su coemperador y a su nieto
Salonino su heredero como emperador Iunior.
Cuando varios meses más tarde llegaron las noticias de la derrota de Valeriano en
la Batalla de Edesa del año 259 y de como se encontraba preso en la corte de del
emperador persa Sapor I fue que ocurrieron algunos amotinamientos, siendo el del
general Póstumo en la Galia el más importante de ellos, debido a su rápido y
contundente proceder logró con éxito invadir Colonia, en donde se encontraba el
joven emperador Iunior Salonino, a quien derrotó y asesinó, tras lo cual se
proclamó emperador de la Galia.
Galieno intentó infructuosamente combatir con Póstumo, pero una serie de
problemas en el resto de las fronteras orilló a Galieno a pactar una paz con
Póstumo y reconocer la existencia del Imperio Galo, el cual se fortaleció entre los
años del 260 y 274, entre otras cosas por una política social más inclusiva y
respetuosa de los autóctonos.
Mientras tanto Galieno tuvo que ocuparse del movimiento separatista en el Medio
Oriente, el llamado Imperio de Palmira, encabezado por Valabato, su hijo Odenato y
su esposa Zenobia.
Asimismo, el Imperio Galo tampoco estuvo exento de problemas, pues fue
precisamente en dicho intervalo de tiempo que las tribus germanas de los francos
iniciaron sus movimientos migratorios hacia la Galia.
Pppppp

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