Revista Cientíica General José María Córdova, Bogotá, Colombia, enero-junio, 2015
Ciencia y tecnología - Vol. 13, Núm. 15, pp. 233-243
issn 1900-6586
Cómo citar este artículo: Earp, B. D. (2015, enero-junio). La ciencia no puede determinar los valores humanos. Rev. Cient. Gen.
José María Córdova 13(15), 233-243
8
La ciencia no puede determinar
los valores humanos*
Recibido: 5 de marzo de 2015
l
Aceptado: 13 de abril de 2015.
Science cannot Determine Human Values
La science ne peut pas déterminer les valeurs humaines
A ciência não pode determinar os valores humanos
Brian D. Earp a
* Universidad de Oxford, Oxford, Inglaterra. Disclaimer. Con el título «Science cannot determine
human values» [La ciencia no puede determinar valores humanos] este artículo fue originalmente aceptado
para publicación en la revista inglesa «hink» (ISSN 1477-1756), editada por Stephen Law, y publicada
tres veces al año por Cambridge University Press», con el patrocinio del Instituto Real de Filosofía de
Londres («Royal Institute of Philosophy») (Earp, 2015b). Aquí se reproduce en traducción española de
Jesús Alberto Suárez Pineda, editor de la Rev. Cient. Gen. José María Córdova (ISSN 1900-6586), con permiso de la revista hink que publicará el artículo original. Una versión preliminar del artículo se encuentra
disponible en el sitio Practical Ethics, auspiciado por la Facultad de Filosofía de la Universidad de Oxford.
El enlace original vincula un video que reproduce un intercambio entre Earp y Harris. Este artículo es una
adaptación de un blog informal postulado por el autor con el título: “Sam Harris is wrong about science
and morality” (Sam Harris está equivocado sobre la relación entre ciencia y moralidad), publicado en
noviembre 17, 2011 en: http://blog.practicalethics.ox.ac.uk/2011/11/sam-harris-is-wrong-about-scienceand-morality/.
a Investigador asociado en Oxford Uehiro Centre for Practical Ethics (Centro Uehiro para la Ética
práctica de Oxford), adscrito a la Facultad de Filosofía de la Universidad de Oxford; Consultor independiente que trabaja con el Instituto de Ciencia y Ética en Oxford. Contacto: brian.earp@gmail.com.
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Brian D. Earp
Resumen. Sam Harris en su libro El paisaje moral (he Moral Landscape, 2011), sostiene que “la ciencia
puede determinar valores humanos”. A esto replico que mientras la ilosofía moral secular puede por cierto
ayudarnos a determinar nuestros valores, la ciencia —tal como se entiende hoy esta palabra en términos
generales—1 desempeña una función accesoria. En la medida en que la ciencia pueda determinar cómo
debiéramos comportarnos,2 sería solo si nos suministrara información empírica, lo que podría integrarse
perfectamente en una cadena de razonamiento (moral) deductivo. Las premisas de tal razonamiento, no
obstante, en modo alguno pueden derivarse de un método cientíico: provienen, en cambio, de la ilosofía
o del sentido común.
Palabras clave: ciencia, ilosofía moral, información empírica, razonamiento moral deductivo, sentido
común, valores humanos
Abstract. Sam Harris, in his book he Moral Landscape (2011), argues that “science can determine human
values.” Against this view, I argue that while secular moral philosophy can certainly help us to determine our
values, science—at least as that word is commonly understood—must play a subservient role. To the extent
that science can “determine” what we ought to do, it is only by providing us with empirical information,
which can then be slotted into a chain of deductive (moral) reasoning. he premises of such reasoning,
however, can in no way be derived from the scientiic method: they come, instead, from philosophy—and
common sense.
Key words: common sense, deductive moral reasoning, empirical information, human values, moral philosophy, science.
Résumé. Sam Harris, dans son livre Le paysage moral (he Moral Landscape, 2011) soutient que «la science
peut déterminer des valeurs humaines». Contre ce point de vue, on airme que, si la philosophie morale
laïque peut sûrement déterminer nos valeurs, le mot science cependant —au moins comme il et généralement entendu— n’a qu’un rôle soumis. Dans la mesure où la science peut «déterminer» ce que nous
devrions faire, en lui ofrant une information empirique qui pourraient être admis dans la chaîne de raisonnement déductif d’ordre moral. Toutefois, les prémisses de ce raisonnement, il ne peut en aucun cas
peuvent être dérivés de la méthode scientiique: lorsqu’ils proviennent de la philosophie à la place, ou bien
du bon sens.
Mots-clés: bon sens, information empirique, philosophie morale, raisonnement déductif d’ordre moral,
science, valeurs humaines.
Resumo. Sam Harris, em seu livro A Paisagem Moral (he Moral Landscape, 2011), argumenta que «a
ciência pode determinar os valores humanos». Contrariamente a esta visão, argumenta-se que, enquanto a
ilosoia moral secular certamente pode nos ajudar a determinar os nossos valores, a ciência, pelo menos tão
como hoje entendem esta palavra em termos gerais, desempenha um papel acessório. Na medida em que
a ciência pode «determinar» o que devemos fazer, se nós só iria fornecer dados empíricos, o que poderia
1 “La ciencia es la creación de conceptos y la explicación de los mismos en los hechos. La ciencia no dispone de otro modo
de comprobar el concepto que el de su conformidad empírica con los hechos” (Bronowski, 1968, 3, 5, p. 101). La ciencia no puede
decirnos cómo vivir, ni tampoco lo que es correcto o incorrecto: cfr. infra, la parte de la discusión del artículo. En este sentido, la
moralidad no consiste en relaciones que son objeto de la ciencia: cfr. Hume, Tratado de la naturaleza humana, 3.1.1.26, p. 4 40
(N. del T.).
2 Bronowski (1968, p. 95) dice al respecto: “La cuestión referente a cómo un hombre debiera comportarse es una
cuestión social que siempre afecta a varios hombres. Y si el hombre no acepta más juicio ni más comprobaciones que
las suyas, se encuentra sin instrumentos con los que hallar una respuesta a la cuestión” (N. del T.).
Bogotá, D. C. - Colombia - Volumen 13, Número 15 (enero-junio) Año 2015
La ciencia no puede determinar los valores humanos
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ser perfeitamente integrados em uma cadeia de raciocínio dedutivo (moral). As premissas de tal raciocínio,
no entanto, de modo algum pode ser derivado de um método cientíico: Em vez disso, eles derivam
da ilosoia, ou do senso comum.
Palabras-chave: ciência, ilosoia moral, informação empírica, raciocínio dedutivo moral, senso comum,
valores humanos.
Introducción
Acabo de leer el opúsculo Mentir (Lying, 2013) del neurocientíico y escritor Sam Harris (Harris,
2013). Es posible que más adelante escriba sobre ello. Pero para el in del presente artículo, me
gustaría discutir un libro anterior de Harris que tiene por título El paisaje moral (he Moral
Landscape, 2011). Como acotación al margen, debo expresar mi perplejidad —antes no manifestada—a propósito de una nueva y audaz posición de Harris, defendida hasta ahora con la publicación de tan controvertido escrito, según el cual “la ciencia puede determinar valores humanos”.
En su último libro —el que versa sobre la mentira— Harris argumenta que efectivamente
uno nunca debería mentir, aunque su pretensión en El paisaje moral de estar revolucionando la
ilosofía moral me parece el colmo de la deshonestidad. Lo que él hace realmente en este libro es
lo que podría llamarse lisa y llanamente razonamiento moral secular —como han estado haciendo
los ilósofos profanos durante mucho tiempo—3 pero en cambio dice estar haciendo uso de la
ciencia objetiva, para decidir lo que está bien y lo que está mal. Que Harris realmente haya conseguido salvar la famosa brecha entre el es y el debería ser parece poco probable. Antes de entrar en
materia, examinemos su argumento para ver de qué se trata. (Alerta de un detractor: argumentaré
que la aseveración principal de Harris o bien es falsa o carece por completo de interés, por ser
trivialmente verdadera; para otras consideraciones, Earp, (2015a).
3 En su sentido genérico, similar al de Hume, el autor entiende por «razonamiento moral secular», o moralidad laica, el
razonamiento propio de la «ética secular» o «ética laica» que en el lenguaje ilosóico se distingue de «razonamiento moral religioso»
o moralidad religiosa, la cual deriva su razonamiento de una revelación divina o guía sobrenatural; «ilosofía moral» es sinónimo de
«ética» o «moralidad», la cual nos indica lo que «deberíamos» hacer y se caracteriza básicamente por fundar la ética solo en facultades humanas. En su sentido restringido, que es el usado por Hume y sus contemporáneos, «asuntos morales» son todos los temas
que no se encuentran en el campo de la «ciencia del hombre», la cual abarcaría en general el estudio que no cae en el ámbito de la
«ilosofía natural», o ciencias naturales, tanto las físicas como las biológicas que solo pueden comprobar hechos. En toda su obra,
Deleuze hizo una clara distinción entre la ética y una moral o un conjunto de normas restrictivas con que juzgamos la vida con
relación a acciones e intenciones buenas o malas, mientras que la ética es una forma de valorar lo que hacemos en términos de las
formas de estar en el mundo. José Luis Aranguren, en su Ética, caracteriza tal diferencia con dos expresiones: la moral sería «moral
vivida», y la ética «moral pensada». Adela Cortina —autora de Neuroética y Neuropolítica— es del mismo parecer, aduciendo que
así como distinguimos entre la ciencia y la ilosofía de la ciencia, la religión y la ilosofía de la religión, el arte y la ilosofía del arte,
así distinguimos también entre la moral y ilosofía moral o ética. La verdad es que las palabras «ética» y «moral», en sus respectivos
orígenes griego (ethos) y latino (mos, moris) signiican prácticamente lo mismo: ethos ‘carácter’, mos ‘costumbre’ y, a in de cuentas, se
reieren a un tipo de «saber» que nos orienta para forjarnos un buen «carácter» —de ahí que la gente normal y corriente las utilice
como sinónimos—; pero también es verdad que en el lenguaje ilosóico se diferencia estas dos palabras, para designar dos tipos de
«saber»: la «moral» que forma parte de la vida cotidiana de todas la sociedades, y la «ética» o que relexiona ilosóicamente sobre la
moral, y nace con la misma ilosofía, en su vertiente de «ilosofía moral». De ello se deduce que mediante la ética o ilosofía moral
juzgamos a los demás y a nosotros mismos acorde con lo que somos y deberíamos ser (N. de T.).
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Discusión
Comenzaré por considerar la cuestión referente a la brecha es/debería ser,4 en beneicio de los
lectores que no estén familiarizados con el concepto. Se trata de una vieja idea, que se remonta
por lo menos a David Hume5 (Dodd & Stern-Gillet, 1995, pp. 727-746). La diicultad, pues,
estriba en que no hay razones para pensar la realidad, o bien a partir del modo en que el mundo
es realmente, o bien en términos de enunciados sobre la forma en que el mundo debería ser, sin el
intercambio de premisas adicionales. En resumen: no se puede derivar valores de los hechos. Voy
a utilizar un ejemplo ilustrativo antes de proseguir.
Tomemos un hecho que se produce en la naturaleza: la violación en chimpancés, por ejemplo; hay algunos argumentos evolucionistas que explican su existencia real en la especie humana
y en los animales con igual certeza (para su discusión, Wrangham & Peterson, 1996). Pero este
hecho no nos dice absolutamente nada sobre si es correcto la violación de personas. Esto se debe
a que lo natural no conlleva a lo correcto —al igual que lo no natural no necesariamente signiica
que algo es incorrecto— (Earp, Sandberg & Savulescu, 2012, pp. 561-587). De hecho, la respuesta correcta es que no está bien, y esto es un juicio que se tiene en la relación entre ilosofía moral
y sentido común: no se trata de un resultado de la ciencia.
Habiendo sido entendido esto se puede señalar ahora que el dominio de la ciencia es describir la naturaleza, y luego explicar sus descripciones en términos de estructuras o leyes más
profundas. La ciencia no puede decirnos cómo vivir. No nos puede decir lo que es correcto o
incorrecto. Si un sistema de pensamiento airma estar haciendo esas cosas, no puede ser ciencia. Si
un cientíico nos dice que él ha logrado identiicar ciertos enunciados acerca de cómo debiéramos
comportarnos, no pueden ser enunciados cientíicos, y la bata de laboratorio ya no estaría hablando como cientíico. Las preguntas acerca de cómo deberíamos vivir —para bien o para mal— quedan fuera del ámbito de la investigación empírica “objetiva”. Tenemos que ordenarlas, en medio
de la confusión, por nosotros mismos.
Si hubiera una manera de pasar del es al debería ser se precisaría de la obra de un genio ilosóico para establecerla, y —con independencia de cuáles sean sus méritos— el libro de Harris no
es precisamente la obra de un genio ilosóico. Resumamos su argumento:
4 El autor se reiere a la cuestión de pasar de un «es» a un «debería ser»; es decir, de los «hechos» a los «valores». El problema estriba en que la ilosofía moral nos indica lo que «deberíamos» hacer; la ciencia, en cambio, solo puede comprobar hechos (N. del T.).
5 La cuestión de la brecha entre el es y el debería ser fue planteada en el siglo xviii, por el ilósofo escocés David Hume (17111776), quien advierte, en su Tratado de la naturaleza humana de1740, que en todo sistema de moralidad que él encontró no se
pudo derivar un razonamiento condicional a partir de proposiciones concernientes a los hechos: “y de repente me veo sorprendido
al hallar que en lugar de los enlaces usuales de las proposiciones es y no es encuentro que ninguna proposición se halla enlazada más
que con debe o no debe. Este cambio es imprescindible, pero no es, sin embargo, de gran importancia, pues como este debe o no
debe expresa una nueva relación o airmación, es necesario que ésta sea observada y explicada y al mismo tiempo debe darse una
razón para lo que parece completamente inconcebible, a saber: cómo esta nueva relación puede ser una deducción de otras que son
totalmente diferentes de ella (Hume, 2012, 3.1.1.27, p. 441). Lo que Sam Harris desea hacer en su libro El paisaje moral: cómo la
ciencia puede determinar los valores humanos (2011, pp. 9-12) es desaiar la proposición de Hume sobre la separación de los hechos
(la forma en que el mundo es) y los valores (la forma como deberíamos ser o cómo un hombre debiera comportarse), argumentando
que los hechos son valores, que los juicios morales son una especie de hechos, y como tales son susceptibles de investigación cientíica.
Harris quiere que la ciencia —y particularmente la neurociencia— pueda ayudarnos a superar nuestros dilemas morales (N. del T.).
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La ciencia no puede determinar los valores humanos
1.
2.
3.
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La moralidad trata del mejoramiento del bienestar de seres conscientes.
Los hechos sobre el bienestar de seres conscientes son accesibles a la ciencia.
La conclusión que se saca de ello es que la ciencia nos puede decir lo que es objetivamente moral. En una palabra: la ciencia puede decirnos si algo aumenta o disminuye el
bienestar de seres conscientes.
He aquí el problema. La premisa (1) es una premisa ilosóica. No es un hecho de la ciencia ni un
fenómeno de la naturaleza —ni tampoco es derivable de la ciencia o de la naturaleza—: se trata de
un juicio de valor. Se podría pensar que se trata de una buena premisa; pero uno no puede pensar
—y aunque crea que es básicamente acertado—, que queda mucho trabajo ilosóico por hacer
para hacerlo explícito. (He aquí un interrogante crucial: ¿cómo se deine el bienestar en primera
instancia, cientíicamente o de otra manera?).
Todo esto se reduce, entonces, a que dado un cierto valor ilosóico, premisa o punto de
partida, la ciencia puede suministrarnos hechos relevantes en nuestra elección de cómo vivir. Eso
está bien, pero ¿qué hacer? Eso es lo que la ciencia siempre ha sido capaz de hacer. Esto es sencillamente ilosofía moral que se ocupa de los hechos.
Pero concedamos a Harris su primera jugada. Convengamos en su premisa ilosóica. Tal
vez él quiere decir que la ciencia es lo bastante compleja como para ayudarnos a resolver determinados dilemas morales muy concretos que existen en el marco ilosóico general que hayamos
acordado (verbigracia, alguna versión de utilitarismo). Tal vez los neurocientíicos algún día nos
dirán cosas sorprendentes sobre cómo se procesa el dolor en el cerebro, por ejemplo, y esto nos
permitirá deducir el resultado moral correcto en algún caso particular (aceptando de nuevo las
premisas).
Todo esto parece muy probable en teoría. Pero si esto es lo que Harris quiere decir, los ejemplos en que se apoya son débiles. Consideremos su análisis sobre los talibanes. Harris sostiene que
según la ciencia, el trato que los talibanes dan a las mujeres (obligadas a llevar burkas —y atuendos
por el estilo—) es objetivamente incorrecto conforme a la moralidad. ¿Por qué? Porque obligadas
a llevar burkas —y atuendos por el estilo— no conduce al bienestar de seres conscientes, a saber,
seres conscientes forzados a llevar burkas.
Espero que podamos estar de acuerdo en que no necesitábamos que la ciencia nos dijera que
tratar a las mujeres de esta manera es malo (o al menos seriamente problemático de diversas maneras): el sentido común, o, mejor, la ilosofía moral secular, lo hará bastante bien. Y si alguien no
está de acuerdo (por no decir los talibanes), y replica: “la ciencia dice que estamos equivocados”,
eso servirá de poco para hacernos cambiar de opinión, y con razón. Lo que Harris parece hacer
es tratar de obstaculizar el prestigio y la objetividad de la labor cientíica (Earp, 2011, pp. 1-9), al
caliicar el comportamiento de ciertos grupos como categóricamente erróneo.
En la ilosofía, por supuesto, hay un gran debate sobre si ciertos sistemas morales son mejores que otros, o si, en efecto, hay hechos morales objetivos en absoluto (véase mi documento
de trabajo “Entre el relativismo moral y la hipocresía moral. El caso de la mutilación genital femenina”, disponible en la red para comentarios: Earp (2015c)). Esto ha estado sucediendo por
lo menos desde los últimos cien de años. Al airmar que todo lo que necesitamos saber acerca
de la moralidad es que el utilitarismo es correcto y que, además, los hechos son incontestables
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con relación a qué tipo de cosas maximizan utilidades, Harris no aporta nada al debate. Lo pasa
por alto, quizá.
Debo señalar además que Sam Harris llegó a la Universidad de Oxford hace unos años
(cuando yo era un estudiante graduado de Oxford) para dar una conferencia sobre su libro El
paisaje moral (he Moral Landscape, 2011). Esta conferencia especial fue organizada por Richard
Dawkins.6 Para dar inicio al debate, Dawkins indujo a Harris sobre qué de lo que estaba diciendo
era nuevo. A continuación transcribimos parte de esa conversación:
DAWKINS: Te enfrentas a los problemas clásicos que los ilósofos morales han enfrentado durante mucho tiempo... Parece que estás abordando esos problemas con un nuevo pensamiento,
cuyo resultado es que la ciencia, al contrario del pensamiento ilosóico —o de la razón ilosóica— podría ayudar. Ahora, la ilosofía moral es la aplicación del razonamiento lógico cientíico a
problemas morales. Pero en realidad aplicas tus conocimientos especializados en neurobiología,
que es una nueva forma de hacerlo. ¿Me puedes contar acerca de ello?, porque no me ha quedado claro respecto de qué puede aportar la neuroisiología a la comprensión de estos problemas
morales.
HARRIS: Bueno, en realidad creo que la frontera entre la ciencia y la ilosofía no existe realmente... La ilosofía es la matriz de las ciencias. En el momento en que algo es experimentalmente
manejable, entonces las ciencias brotan de la ilosofía. Y cada ciencia tiene su propia ilosofía
incorporada en ella. Así que no hay partición en mi mente.
Ahora vemos la raíz del problema. Por ciencia Harris quiere decir, evidentemente, ilosofía...
o, al menos, algo que no es muy diferente de la ilosofía con arreglo a sus principios. Ahora bien,
es evidente que la ciencia tiene algunos fundamentos ilosóicos incorporados en ella (Earp &
Traimow, 2015b). Este es por supuesto también el caso del “razonamiento lógico cientíico”
(como Dawkins se pregunta en su exposición), es primordial tanto para la realización e interpretación de la investigación empírica, así como para asentar los principios de la ilosofía. Pero
cuando Harris airma que la “ciencia puede determinar los valores humanos” claramente espera que
sus lectores (u oyentes) evoquen una imagen de esos investigadores —a los me referí anteriormente—, que salen de sus laboratorios vestidos de bata blanca, pues de lo contrario su airmación
sería poco interesante.
Para ilustrar esta asunto, permítanme sacar por un momento mi vieja libreta de apuntes
con el propósito de conirmar cuál fue exactamente el título de la conferencia de Harris en la
Universidad de Oxford —ese título ostentoso que vendió tantas entradas— ¡Ah, sí! Ya lo recuerdo: “¿Quién dijo que la ciencia no tiene nada que decir sobre la moralidad?” Es más, si hacemos
una rápida actualización sobre la base de la deinición personal de Harris de la ciencia, tendríamos: “¿Quién dijo que la ilosofía no tiene nada que decir sobre la moralidad?”
La respuesta es: nadie ha dicho nunca eso. La ilosofía moral más los hechos no es la ciencia
que nos dice verdades morales objetivas.
6 Autor de El gen egoísta (he selish gene), la obra de biología evolutiva que le dio fama mundial en 1973, con portada original
de Desmond Morris (Dawkins, 1993) y de El espejismo de Dios (he God Delusion). Cf. sus Memorias (Dawkins, 2014), en versión
española, de reciente aparición en librerías (N. del T.).
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Conclusión
Me gustaría terminar con una nota personal. Yo asistí a la conferencia de Harris, y en la sesión
de preguntas lo abordé sobre dos cuestiones puntuales. Primera: ¿cómo fue exactamente que su
argumento nos permitirá cerrar la brecha entre el es y el debería ser? Segunda: ¿qué nos puede decir
la ciencia sobre moralidad que no supiéramos ya desde el punto de vista del sentido común (o
razonamiento moral secular)?7
Nos queda ahora tan solo hacer un comentario preliminar, en caso que se decida ver el video,
o antes de leer su transcripción (véase Apéndice). Obsérvese las cuatro primeras palabras de la
respuesta de Harris a mi pregunta: “he moment you grant...” (Si se concede que...). Según mi opinión, lo que Harris quisiera darnos a entender se funda precisamente en una premisa ilosóica,
y no cientíica. Por consiguiente, podemos inferir de aquí que su “paisaje moral”8 no está cientíicamente determinado como él pretende (para críticas más formales del argumento de Harris:
Pigliucci, 2013, pp. 142-153; Blackford, pp. 53-62; Kaufman, 2012, pp. 55-65).
7 Nuestro intercambio se puede ver en un video de YouTube del evento (el enlace se ofrece en Harris, 2011b; para la transcripción bilingüe inglés-español, véase Apéndice (N. del A.).
8 La expresión “paisaje moral” que usa Harris (2011) describe el espacio de todas las posibles experiencias de valores humanos, donde los picos representan las cumbres del bienestar, y los valles, los peores sufrimientos (N. del T.).
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Brian D. Earp
Referencias
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Bogotá, D. C. - Colombia - Volumen 13, Número 15 (enero-junio) Año 2015
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Apéndice.
Transcripción bilingüe inglés-español del intercambio sostenido entre Brian Earp y Sam Harris, a
propósito de la conferencia de Oxford de Harris (cfr. Harris, 2011b, sección de preguntas).
Brian Earp’s question: his last hour has been
a lot of fun to listen to, because we’ve been engaging in what seems like a very thoughtful, fruitful,
intelligent exercise in secular moral reasoning—
which is an important thing to do.
Pregunta de Brian Earp: Durante esta hora fue
muy divertido prestar atención a lo que se ha dicho, porque hemos estado participando en lo que
parece ser un ejercicio muy relexivo, fructífero e
inteligente en materia de razonamiento moral secular, lo cual es muy importante.
But I think why we all came here is because you
seemed to be claiming to do something much,
much more interesting than that, namely that you
could appeal to science to say something that’s objectively true about morality, rather than simply
use science as way to feed us facts into the normal
secular moral reasoning that we’d all like to think
we could engage in.
Pero creo que la razón por la que nos hemos reunido aquí es porque usted parece estar airmando
que hay algo más, algo mucho más interesante que
eso, es decir, que se podría apelar a la ciencia para
decir algo que es objetivamente verdadero acerca
de la moralidad, en lugar de solo utilizar la ciencia
como una forma de proveernos de los hechos que
necesita el razonamiento moral secular normal
que a todos nos gustaría pensar que podríamos
impulsar.
Yet when you put down the philosophical cornerstone of your case, you seemed to appeal to common sense—sort of low-hanging fruit: wouldn’t
everybody say it’s objectively wrong—or it’s really
bad, as you put it, when you sort of qualiied your
statement—wouldn’t you say it’s bad to throw acid
on someone’s face? We’d all say it’s bad, but that’s
not the philosophically interesting case that you
were proposing to make. So it seems like you may
be caught between either making a common-sense
argument, on the one hand, or an inability to deine your position in a strong sense, on the other
hand. How are you making that really interesting
claim that we can turn to science to tell us what’s
objectively morally true, without simply referring
to the low-hanging fruit of throwing acid on people’s faces and so on?
Sin embargo, cuando usted estableció los fundamentos ilosóicos de su caso, al parecer apeló al
sentido común, una especie de fruta madura; se
nos dirá objetivamente que todo el mundo está
equivocado, o que eso realmente está mal, como
usted sugiere, cuando usted le atribuyó tales cualidades a su enunciado: ¿no diría usted que es malo
tirar ácido en la cara de alguien? Todos diríamos
que eso malo, pero ese no era el caso ilosóicamente interesante que usted estaba proponiendo.
Así que parece que usted podría verse sorprendido
en una situación así, entre dar un argumento de
sentido común, por un lado, o aceptar la imposibilidad de reairmar su posición en un sentido
fuerte, por otro lado. ¿Cómo logra que esa sea una
pretensión realmente interesante de modo que
podamos recurrir a la ciencia para que pueda decirnos qué es objetivamente verdadero conforme
a la moralidad, sin limitarse a hacer referencia al
hecho de arrojar ácido en la cara de las personas y
así por el estilo.
Revista Científica “General José María Córdova”. Revista colombiana sobre investigación en el campo militar
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Brian D. Earp
Sam Harris’s reply: Good question. Well, the
moment you grant that we’re talking about well-being—that we’re right to talk about well-being
(we can’t conceive of something else to talk about
in this space), then all of the facts that determine
well-being become the facts of science, because
well-being is emerging out the laws of nature in
some way.
Respuesta de Sam Harris: Buena pregunta. Si se
concede que estamos hablando de bienestar, o que
estamos en lo cierto cuando hablamos de bienestar
—no podemos concebir algo más de qué hablar en
este espacio—, entonces todos los hechos que determinan el bienestar se constituyen en los hechos
de la ciencia, porque el bienestar emerge de las leyes
de la naturaleza de alguna manera.
Our conscious states are constrained quite clearly
by the laws of nature, whatever they turn out to be.
If they entail ectoplasm rising of the brain at death
and going to the Christian hell, we’re still talking
about the way the universe is. And that would still
have to fall into the purview of some completed
science.
Nuestros estados de conciencia están deinidos de
manera muy clara por las leyes de la naturaleza, sin
importar lo que resulten ser. Se podría, incluso, suponer que un ectoplasma está saliendo del cerebro
al morir y se va directamente al inierno cristiano,
aún así seguimos hablando sobre la forma en que el
universo está organizado. Si bien estas cuestiones corresponden al prodigio de una ciencia consumada.
Now obviously there’s no reason to believe in any
of that. So you could ask a question like, Just how
important is compassion? What is compassion?
What is the genetic basis for compassion? What are
the practices and uses of attention and institutions
that allow compassion to thrive or diminish it? And
if there’s a trade-of — in just how important is
compassion — if we have a tension between compassion and bureaucratic eiciency, say, what is the
right balance there? Now again — the details, at the
level of brains, and the level of lived experience, are
incredibly complicated.
Ahora, evidentemente, no hay razón para creer en
nada de eso. Así que se podrían hacer pregunta como
esta: ¿qué tan importante es la compasión? ¿Qué es la
compasión? ¿Cuál es la base genética de la compasión?
¿Cuáles son las prácticas y los usos de la atención y las
instituciones que permiten que la compasión prospere o disminuya? Y si se llega a un equilibrio, subrayar
cuán importante es la compasión. Y en caso en que se
produjeran tensiones entre la compasión y la eiciencia
burocrática, por ejemplo, ¿cuál sería ahí el balance correcto? Una vez más, los detalles serían increíblemente
complejos, tanto a nivel del cerebro como a nivel de
las vivencias experimentadas.
If you get to conditions where it’s just not at all clear
which way to go, you’re getting to conditions where iguring out which way to go in detail would be
incredibly complicated—much more complicated
than economics, (and economics is still struggling to
be a science, so clearly we don’t understand economic systems with any a real success at this point: we
can keep being blindsided by how they behave, but
nobody doubts that there are right and wrong ways
to respond to a global banking catastrophe, say).
Si llegas a condiciones en las que simplemente no
es del todo claro qué camino seguir, estarías en un
punto en que averiguar con exactitud qué camino
seguir sería increíblemente complejo, mucho más
complejo que la economía. (Y la economía todavía
sigue luchando por convertirse en ciencia. Pienso
que en este momento no hemos logrado entender
claramente los sistemas económicos con posibilidades reales de éxito: podemos, para mal, seguir
siendo sorprendidos por cómo se comportan tales
sistemas, pero nadie duda de que hay maneras correctas e incorrectas de responder a una catástrofe
bancaria mundial, por ejemplo).
Bogotá, D. C. - Colombia - Volumen 13, Número 15 (enero-junio) Año 2015
La ciencia no puede determinar los valores humanos
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And I think to carve out a space of truth—a space where we recognize there are truth claims to be
made, about good and evil or truth claims to be
made about economics, all we have to acknowledge
are easy cases. And that’s why I appeal to the easy
cases. Because it’s like with economics: economists
can disagree about how to respond to a global economic crisis.
Así pues, creo estar abriendo un nuevo espacio para
la verdad: un espacio donde se reconoce que es preciso establecer pretensiones de verdad sobre el bien
y el mal o pretensiones de verdad sobre la economía; todo lo que tenemos que reconocer son casos
fáciles. Y es por eso que apelo a los casos fáciles.
Porque así ocurre, realmente así ocurre con la economía: los economistas pueden estar en desacuerdo sobre cómo responder a una crisis económica
mundial.
he science is such (and the complexity of the system under analysis is such) that we may never be
conident about the right answer. But we know there are wrong answers.
Es tal la ciencia (y tal es la complejidad del sistema
sometido a análisis) que no debemos dejar nunca
de coniar en una respuesta correcta. Pero sabemos
que hay respuestas incorrectas.
If someone got on CNN and said I’ve got the solution: let’s just destroy all material wealth. Let’s
just have a huge potlatch where we burn buildings
and ruin everything and then we’ll have to build
it again (and that’s a brilliant idea; it’s going to
put everyone to work). Okay, that’s pretty clearly the wrong answer. So we know there are right
and wrong answers; we know there are ways to fail,
where your beliefs can be erroneous. I’m arguing
that if it’s true for something like economics it’s also
true for morality.
Si alguien, luego de ver el canal de televisión CNN,
de repente dijera: “tengo la solución: ofrezcamos
una destrucción pública de riquezas. Instituyamos
un colosal potlatch9 en que incendiemos pueblos y
arrasemos con todo, y entonces habremos de reconstruirlo todo (y esa es una idea brillante; pondrá a todo el mundo a trabajar). Bueno, esa es con
bastante claridad la respuesta incorrecta; sabemos
que hay respuestas correctas e incorrectas; sabemos
que hay formas de fracasar, donde sus creencias
pueden ser erróneas. Sostengo que si eso es verdad
para algo como la economía también es cierto para
la moralidad.
9 La palabra potlatch viene del vocablo nootka patshatl, que signiica ‘dar’, ‘don público’ —de lucha con la riqueza o de
destrucción—. George Bataille (1976/2009, pp.79-94) analiza la ceremonia del potlatch como una institución social que tiene un
lugar predominante en la vida cultural de los indios del noroeste de América que deja entrever un lazo entre las conductas religiosas
y las de la economía que se legitima con la circulación de riquezas como don público de riquezas considerables ofrecidas por un
jefe a su rival con el in de humillarlo, desaiarlo u obligarlo. El adversario solo podrá responder, un poco más tarde, con un nuevo
potlatch más generoso que el primero de gastos improductivos o de destrucción pública, ante los ojos del otro. El don tiene la virtud
de un desbordamiento del sujeto que da, enriqueciéndose del desprecio por la riqueza, lo que le coniere un poder, que le pertenece
desde ese momento. (N. del T.)
Revista Científica “General José María Córdova”. Revista colombiana sobre investigación en el campo militar