teorema
Vol. XXXVI/2, 2017, pp. 00-00
ISNN 0210-1602
[BIBLID 0210-1602 (2017) 36:2; pp. 00-00]
OBITUARIO/OBITUARY
Derek Parfit (1942-2017)
Antonio Gaitán Torres
El pasado 1 de enero fallecía Derek Parfit, uno de los filósofos más
influyentes de los últimos cincuenta años. La naturaleza e importancia de
la identidad personal, la estructura de las teorías éticas y el estatuto de
nuestros valores y de nuestra racionalidad son algunos de los problemas
a los que Parfit ha contribuido de modo destacado. Además de su enorme relevancia para estos debates, Parfit ha sido una figura esencial en la
conformación de un ámbito filosófico enteramente nuevo, centrado en
las dimensiones éticas de nuestra relación con las generaciones futuras.
Ligado desde sus inicios a la Universidad de Oxford, Parfit ha enseñado
de modo regular en Rutgers, NYU y Harvard. Su ascendente sobre varias
generaciones de filósofos ha sido innegable, fijando en gran medida los
temas, el estilo y la metodología de la reciente filosofía moral anglosajona.
I
Derek Parfit nació en China en 1942, mientras sus padres, Jessie y
Norma, trabajaban en un hospital gestionado por las misiones cristianas.
Al año de su nacimiento, la familia se traslada a Inglaterra, donde Parfit,
ferviente creyente en sus años tempranos, ingresa en Eton, desde donde
accederá a la Universidad de Oxford para especializarse en historia
(1961-64). Tras disfrutar de una de las prestigiosas becas Rhodes en la
Universidad de Columbia (donde al parecer cultivó sus intereses literarios,
combinándolos con trabajos ocasionales de documentación para The New
Yorker) Parfit obtiene una beca de filosofía en All Souls College en 1967.
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Parfit comienza su andadura filosófica en la época dorada de la filosofía oxoniense, bajo la tutela de figuras como Peter Strawson, Richard
Hare o Bernard Willliams. Lo hace, como apuntamos arriba, sin una formación sistemática en filosofía, pero con el excelente colchón que facilitaban los siete años de beca en el remanso de paz de All Souls; esta indefiindefinición filosófica, dicho sea de paso, era algo bastante frecuente en
aquella época1. Cuando Parfit llega a Oxford, la filosofía moral se encontraba en una suerte de impasse. Mientras la reflexión filosófica de segundo
nivel parecía encallada en sucesivos desarrollos de posturas emotivistas
(Hare), la ética normativa no gozaba todavía, a la espera de la eclosión
ralwsiana, de excesiva consideración académica - en parte como consecuencia del prisma emotivista desde el que se teorizaba sobre las disputas
y desacuerdos morales, y en parte también porque algunos de los eventos
históricos que motivarían el resurgir de reflexión moral estaban todavía
por llegar.
De este periodo inicial el fruto más inmediato del trabajo de Parfit,
todavía perdurable, es su artículo ‘Personal Identity’ (1971, The Philosophical Review). Parfit defiende en este artículo, partiendo de una serie de ingeniosos experimentos mentales, que nuestra identidad no es más que un
conjunto de rasgos psicológicos, experiencias, memorias y disposiciones
que nos atribuimos y que los demás nos atribuyen. Lo que nos importa
sobre nuestra identidad es esencialmente esa continuidad psicológica, que
se da en grados, y que nos conecta de modo más o menos estrecho con
otros posibles sujetos en el futuro y con otras personas en la actualidad.
Las consecuencias de la visión parfitiana de la identidad son múltiples. De un lado, nos exige revisar nuestras creencias de sentido común,
creencias que suelen asumir un yo profundo que perdura en diferentes
estadios temporales. Conviene remarcar que este revisionismo a nivel
conceptual será un rasgo que se mantendrá inalterable en toda la producción de Parfit. Una constante en toda su obra ha sido la convicción de
que la Filosofía debe revisar nuestros conceptos de sentido común, evaluando su coherencia y señalando posibles modos alternativos de entender esos conceptos2.
De otro lado, este revisionismo sobre nuestra identidad personal
nos exige repensar nuestros compromisos éticos y ciertas asunciones aparentemente bien establecidas sobre nuestra racionalidad y nuestra prudencia. Parfit mantiene, en relación con este segundo punto, que una vez
rechazada la teoría sustantiva de la identidad no parece racional preocuparse igualmente por cada estadio de nuestro futuro. El grado apropiado
de preocupación debería depender del grado de continuidad que tenga-
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Derek Parfit (1942-2017)
mos con esos sucesivos e hipotéticos yoes futuros. Evidentemente, reducir la identidad personal a un conjunto de conexiones o continuidades
psicológicas acarrea consecuencias éticas indirectas. Si lo que define
nuestras preocupaciones sobre nosotros mismos tiene que ver con la
continuidad de ciertos estados mentales, disposiciones y proyectos, parecería irracionalmente arbitrario no preocuparse por promover esos intereses, ideales y proyectos simplemente porque se ejemplifican en otros
agentes, espacialmente distantes. ¿Qué diferencia los intereses de otros
agentes, sobre los que podemos concebir una relación de continuidad, de
nuestros hipotéticos intereses futuros? Cualquier respuesta coherente a
preguntas de este tipo debe acabar asumiendo, según Parfit, una concepción ética y prudencial más imparcial, una que no privilegie nuestra perspectiva de modo arbitrario - ni en relación con nuestros intereses futuros
ni en relación con los intereses de otras personas. Este ideal de imparcialidad, de clara resonancia utilitarista, aparece ya en estos inicios como
una de las consecuencias centrales del revisionismo parfitiano sobre
nuestra identidad.
La relación entre una determinada concepción de la identidad personal y nuestros compromisos éticos acabaría conformando con el tiempo una parte sustancial de Reasons and Persons, su clásico de 1984 (RP en
lo sucesivo). En lo que sigue obviaré los desarrollos y variaciones sobre
el concepto de identidad personal que encontramos en RP, para centrarme brevemente en la discusión de Parfit del estatuto de las teorías éticas y
en lo que muchos consideran su contribución más original, la articulación
de los mimbres teóricos de una ética de las generaciones futuras.
Corren innumerables anécdotas sobre la larga y laboriosa composición de RP. Resulta plausible suponer que Parfit comenzó a componer
este libro a mitad de los setenta, al hilo del impacto de su artículo de
1971. Como todo lo que Parfit escribió, el borrador inicial de RP se desarrolló a partir del esfuerzo continuado por responder al feedback de innumerables filósofos, combinado con la tremenda exigencia de claridad
impuesta por el mismo Parfit. El caso es que este incesante proceso de
revisión, que amenazaba con seguir mucho más allá de 1984, se vio aparentemente acelerado por la necesidad de All Souls College de estabilizar
a Parfit. Para ello la venerable institución debía contar con un resultado
‘cuantificable’, algo ‘medible’ con lo que justificar el largo periodo que
Parfit había dedicado a leer, discutir y debatir (Parfit no defendió ninguna tesis doctoral y nunca fue un filósofo prolífico en cuanto a artículos).
Según cuenta la leyenda, Parfit facilitó a All Souls, a modo de trámite
administrativo, el manuscrito de lo que acabaría siendo RP3.
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RP es un libro que contiene muchos libros, y sería sin duda una
simplificación reducirlo a un tema u otro. Pero en gran medida RP es un
trabajo de ética normativa, uno que continúa, por caminos tremendamente originales y de un rigor sin precedentes, la labor de recuperación
de la reflexión ética de primer nivel iniciada por Rawls en Teoría de la Justicia. Como en el clásico de Rawls, el foco de Parfit lo constituyen teorías
normativas, a las que se examinará con la pretensión de determinar su
validez. En Rawls el trabajo de justificación de los principios de justicia
asume un determinado experimento mental (la posición original) que se
suplementa con la apelación al equilibrio reflexivo entre los principios
que emanan de ese peculiar acuerdo hipotético y ciertas teorías ajenas al
ámbito normativo. Este proceso de justificación teórica, mediante el cual
nuestras intuiciones conceptuales son testadas a partir de ingeniosos experimentos mentales, con el objeto de refinarse, revisarse, o simplemente
descartarse en un estadio ulterior, fundamenta en gran medida la metodología seguida por Parfit en RP. Parfit llevará la metodología de clarificación conceptual, basada en experimentos mentales sobre las que se
aplican sucesivas variaciones, a un grado de precisión y rigor insospechado en la reflexión moral previa.
Parfit examina en la primera parte de RP la coherencia y plausibilidad de una teoría prudencial (Auto-interés [A]) y de dos teorías éticas
(moralidad de sentido somún [MSC], y Consecuencialismo [C]). El interés de Parfit es determinar si estás teorías fallan en sus propios términos, es
decir, asumiendo los postulados de cada teoría y al margen de las críticas
externas que reciben desde otras posibles teorías prudenciales o morales.
A Parfit no le interesa, por tanto, si existen objeciones plausibles al consecuencialismo desde la deontología; le interesa más bien si el consecuencialismo resulta consistente en sus propios términos.
En el caso de A, por ejemplo, Parfit defiende que esta teoría prudencial falla en sus propios términos a nivel colectivo, es decir, como
teoría que debería regir de modo consistente las preferencias de un grupo
de personas. Existen escenarios, apunta Parfit, en los que dos agentes no
podrán alcanzar un equilibrio mutuamente beneficioso si cada agente
persiguiese su propio beneficio, como A recomienda. Parfit explota de
modo sistemático las enseñanzas de la teoría de juegos, y los conocidos
Dilemas del Prisionero, para acentuar la inconsistencia de S, una visión sobre nuestra racionalidad que en la época en la que se publicó RP era ampliamente asumida por la ortodoxia metodológica en ciencias sociales.
Parfit critica a C en los mismos términos. Si un colectivo de agentes
tuviese las disposiciones que C recomienda (si todos sus miembros estu-
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vieran dispuestos a maximizar en cada posible elección), las consecuencias derivadas de la implementación de esa disposición serían colectivamente desastrosas. Es importante reparar que en ambos casos el peso del
argumento de Parfit no descansa en la formulación específica de S o C,
sino en las consecuencias que se derivan de la estructura formal de ambas teorías. Frente a estas dos teorías, Parfit abogará por lo que él denomina ‘Critical Present-Aim Theoy’ (para el dominio prudencial) y por una
versión compleja y sujeta diversas cualificaciones del consecuencialismo
de la regla.
Como apunté arriba, la otra aportación original de RP tiene que ver
con los problemas morales derivados de nuestra relación con las generaciones futuras, una instancia particular del problema general de comparar
el bienestar de poblaciones distintas, alejadas de nosotros espacial o temporalmente. La originalidad de Parfit en relación con este problema descansa, de nuevo, en la aplicación sistemática de su revisionismo sobre la
identidad personal. Parece que si asumimos una concepción fuerte de la
identidad se podrían minimizar las quejas de las generaciones futuras por
el estado del planeta que vamos a legarle. Si la existencia es indudablemente un beneficio para el agente, y si puede especularse que la existencia de las generaciones futuras en parte depende de las mismas prácticas
que dañan actualmente el planeta, entonces parece seguirse que cualquier
variación en estas prácticas podría suponer que esa hipotética generación
de individuos futuros dejarán de existir, lo cual resulta peor para ellos
que existir en ese otro escenario futuro afectado negativamente por nuestras actuales políticas ambientales. Este resultado, tremendamente contraintuitivo, es resuelto por Parfit apelando, de nuevo, a su revisionismo
sobre la identidad. Si puede demostrarse que las experiencias de una posible generación futura son peores que las experiencias de otra posible generación futura, entonces, y con independencia de la identidad de los sujetos
situados en cada escenario, tenemos base suficiente para criticar moralmente nuestras elecciones ambientales en la actualidad. Alguien en el futuro
estará peor si no cambiamos nuestras políticas ambientales. Quién sea ese
alguien no resulta, de acuerdo con Parfit, moralmente relevante.
II
Hasta 2011 Parfit no volverá a publicar un nuevo libro. Se trata de
On What Matters [OWM], un ambicioso proyecto que aunará varias corrientes de ética normativa en una propuesta teórica unitaria, atendiendo
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Antonio Gaitán Torres
además a cuestiones axiológicas. En alguna ocasión Parfit ha referido que
después de publicar RP, y al hilo de las múltiples invitaciones y compromisos que este libro conllevó, empezó a reparar en la tremenda influencia que el relativismo –y en general el compromiso con diversas
variedades de irrealismo moral– tenía en la vida académica anglosajona4.
Esta percepción se unió a su convicción de que las teorías éticas más importantes (la deontología de raíz kantiana, el utilitarismo de la regla y las
variedades modernas de contractualismo) tenían muchos puntos en común, lo que sugería que quizás una teoría ética más ecuménica, una que
tomase componentes de esos tres grandes enfoques, podría ofrecer un
marco normativo más general y unitario. Durante muchos años Parfit se
refirió a ese proyecto de libro como Climbing Up the Mountain, haciendo
referencia explícita ya en su título a la intuición que acabamos de mencionar: la filosofía moral de los últimos doscientos años ha estado escalando en realidad la misma montaña, aunque por diferentes caras y
acentuando diferentes perspectivas.
En OWM Parfit defiende que al alcanzar la cúspide de esa montaña
lo que encontramos es la Triple Teoría. De acuerdo con la Triple Teoría,
un acto es incorrecto solo si no es permitido por aquellas reglas que podrían fomentar el bienestar común (utilitarismo de la regla), por aquellos
principios que todos acordaríamos racionalmente instaurar como leyes
universales (Kant) o por aquellos principios que no podría ser rechazados por ningún sujeto (contractualismo scanloniano). Existen, por tanto,
un conjunto de acciones sobre las cuales las principales teorías éticas estarían de acuerdo en cuanto a su estatuto moral. Obviamente, esta unificación no ha estado exenta de críticas y objeciones. Parece que uno
puede unificar estos tres enfoques únicamente si selecciona ciertas formulaciones de cada uno de los enfoques, no necesariamente las formulaciones más representativas. La unificación es posible, por tanto, solo si se
asumen ciertas variedades de esas tres teorías, pero no otras.
OWM, en cualquier caso, es mucho más que un tratado de ética
normativa. Es además uno de los escasos sitios en los que Parfit se ocupa
específicamente de cuestiones meta-éticas. Mientras en el caso de la reflexión normativa de primer nivel Parfit ha liderado el debate contemporáneo, estableciendo las reglas metodológicas mediante las que se
discuten teorías y enfoques (y haciendo bueno su estilo contenido y breve, repetitivo y a veces árido), en el caso de la meta-ética ha sido Parfit
quien ha acabado involucrado, quizás a su pesar, en debates que están
muy alejados de sus intereses iniciales.
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Derek Parfit (1942-2017)
Arriba se apuntó que cuando Parfit llegó a Oxford la meta-ética era
una disciplina moribunda, amenazada por la indolencia emotivista. Esta
calma excesiva comenzó a cambiar en la década de los setenta, cuando
las nuevas teorías de la referencia hicieron posible variedades realistas
que escapaban de la objeción mooreana. Nuevas variedades de realismo
(Railton, Brink, Sturgeon) motivaron a su vez variedades más sofisticadas
de emotivismo (Blackburn, Gibbard), y viejas y no tan viejas teorías comenzaron a pulular por el panorama filosófico (Harman, Joyce). A esta
resurgir Parfit no contribuyó en demasía, y si uno coge alguna de las excelentes introducciones a la meta-ética que pueblan las estanterías, no
encontrará ningún tratamiento mínimamente detallado de su posicionamiento meta-ético. La explicación, claro está, es que Parfit no se pronunció sobre asuntos de segundo nivel hasta bien entrados los años noventa.
Pero además de la tardanza de Parfit por clarificar su axiología, hay
una razón más que explica por qué resulta complicado ubicar a Parfit en
el cambiante y complejo panorama meta-ético contemporáneo. La razón
es que etiquetas que significaban algo en meta-ética hace una década han
pasado a no significar demasiado, o a significar demasiadas cosas, como
resultado del avance en debates más generales centrados en ciertas categorías y conceptos mediante los que tradicionalmente se definía el terreno de juego en este ámbito (creencia, motivación, verdad, etc). Si a
finales de los setenta era fácil enunciar los compromisos de un realista
moral, separando esa postura de ciertas variedades de anti-realismo, en la
actualidad gran parte de los compromisos tradicionalmente ligados al
realismo (verdad, objetividad, factualidad, etc.) son asumidos sin problemas por variedades anti-realistas sofisticadas, lo que dificulta enormemente distinguir lo específico de ciertas posturas meta-éticas.
Teniendo estas precauciones en mente, un modo natural de ubicar
a Parfit en el complicado mapa meta-ético contemporáneo sería situarlo
bajo el paraguas de lo que se viene conociendo como nuevo nonaturalismo5. Los compromisos de esta corriente meta-ética son básicamente cuatro: (i) Para estos filósofos el concepto normativo básico es el
concepto de ‘razón’, por lo que debemos analizar el resto de conceptos
normativos (‘racional’, ‘correcto’, etc.) a partir de ese concepto básico. (ii)
Las afirmaciones que implican ese concepto básico son verdaderas en
sentido objetivo. (ii) Esas afirmaciones no son reducibles a enunciados o
conjuntos de enunciados estrictamente naturales. (iv) Las afirmaciones
que contienen ese concepto básico expresan creencias centradas en un
dominio peculiar de hechos normativos.
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Parfit comenzó a desarrollar este nuevo no-naturalismo a finales de
los noventa6, perfilándolo en años sucesivos7 y dotándolo de unidad y
fuerza en la segunda parte del segundo volumen de On What Matters. En
esas páginas, que facilitan en sí mismas una introducción avanzada a los
debates meta-éticos más recientes, Parfit ataca fundamentalmente al naturalismo imperante en una y otra orilla del debate meta-ético. La reflexión ética de segundo nivel sobre nuestra moral, defiende Parfit, no
puede llevarse a cabo asumiendo el marco naturalista. Si queremos entender lo específico de la relación normativa básica que interesa al nuevo
no-naturalismo (X es una razón para F) debemos por tanto ignorar la información empírica proveniente de la ciencia, centrándonos exclusivamente en el dominio normativo, y en las relaciones de coherencia y
soporte interno que se dan dentro de ese dominio. El defecto de gran
parte de la meta-ética reciente, en definitiva, consistiría en su compromiso con una u otra variedad de naturalismo, un ingrediente común tanto
para variedades realistas (Railton, Jackson, Foot) como para variedades
irrealistas (Gibbard, Blackburn, Joyce)8.
La sensación que uno tiene cuando lee los escritos de esta variedad
reciente de no-naturalismo, y por supuesto cuando lee a Parfit, es la de visitar un marco totalmente diferente desde el cual preguntarse por el estatuto de nuestros juicios morales. Que ese marco alternativo (no muy en la
línea de la corriente predominante en la meta-ética anglosajona de nuestros
días) acabe siendo más visible e influyente está aún por ver. Lo que no se
puede negar es que OWM facilita su versión más acabada y compleja.
III
Resumir el pensamiento de Parfit es complicado. Si hubiera que escoger un par de intuiciones, seguramente debería señalarse su perenne
convicción de que la revisión conceptual constituye la actividad propia
del filósofo. Este ideal revisionista, que Parfit contribuyó a dotar de un
significado peculiar, seguramente seguirá marcando la forma de hacer
teoría ética, al menos en el panorama anglosajón. También habría que
apuntar el incansable compromiso de Parfit con formas más imparciales
de concebirnos a nosotros mismos, con maneras más descentradas de
mirarnos y de mirar el mundo, formas en definitiva menos personales de
evaluar moralmente. Este ideal de impersonalidad tiene consecuencias
prácticas importantes, que Parfit defendió hasta sus últimos días9.
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Derek Parfit (1942-2017)
La figura de Parfit seguirá siendo enorme en los próximos años. En
breve aparecerá un tercer volumen de OWM, y la discusión con Parfit
seguirá viva. Esto hará buena su idea de que para pervivir lo único que
hace falta es que nuestros ideales y creencias más importantes guarden
cierta relación de continuidad psicológica con las creencias e ideales de
otras personas. Esas otras personas somos nosotros.
Departamento de Humanidades
Universidad Carlos III de Madrid
C/ Madrid 126, 28903 Getafe, Madrid
E-mail: agaitan@hum.uc3m.es
NOTAS
1 Para una excelente descripción de este contexto académico, con especial atención
a las peculiaridades de la organización académica oxoniense y a su posible influencia sobre la filosofía analítica de la época ver Lacey, N. 2008. A Life of H. L. A. Hart. The
Nightmare and the Noble Dream, Oxford, Oxford University Press.
2 Una formulación especialmente clara aparece en el prólogo a Reasons and Persons,
Oxford, Clarendon Press, 1984 (p. X) donde Parfit contrapone el proyecto descriptivo de
Strawson con el ideal reformista apuntado arriba. Para una visión más general de estos
debates metodológicos conviene revisar Pettit, P. 2008. ‘Existentialism, Quietism, and the
Role of Philosophy’, en Leiter, B. (ed). The Future for Philosophy, Oxford, Oxford University
Press.
3 Debo esta anécdota a Jonathan Dancy.
4 Ver McFarquhar, L. ‘How to Be Good’, The New Yorker, September 5, 2011.
5 Nagel, T. 1986. The View from Nowhere, Oxford, Oxford University Press;
Dworkin, R. 1996. ‘Objectivity and Truth: You’d Better Believe It’, Philosophy and Public
Affairs, 25, 2, pp. 87-139; Scanlon, T. 1998. What We Owe to Each Other, Cambridge, Mass.,
Harvard University Press. Para una revisión crítica de este enfoque ver Svavarsdottir, S.
2001. ‘Objective Values: does Meta-Ethics Rest on a Mistake?’, en Leiter, B. (ed). 2001.
Objectivity in Law and Morals, Cambridge, Cambridge University Press, pp. 144-193.
6 Parfit, D. 1997. ‘Reasons and Motivation’, Proceedings of the Aristotelian Society, Supp.
Vol., 77, pp. 99-130
7 Parfit, D. 2006. ‘Normativity’, en Shafer-Landau, R. (ed). Oxford Studies in Metaethics, Vol. 1.
8 Para una visión naturalista sobre OWM se puede leer con provecho la reseña de
Philip Kitcher ‘The Lure of the Peak’, New Republic, 11 de enero de 2012; <https://
newrepublic.com/article/99529/on-what-matters-derek-parfit>.
9 <https://www.effectivealtruism.org>.