LA TERCERA VÍA Y EL EROTISMO DEL CONSUMO
Ana Asión Suñer
Lo que eres, lo que quieres o lo que amas, no importa.
Se trata todo de cómo lo vendes.
(Mad Men)
La corriente cinematográfica Tercera Vía no se mantuvo al margen de los cambios
acaecidos en España en los años setenta. Es por esta razón por la que, analizando dos
de los componentes que marcaron muchas de sus películas, la publicidad y el erotismo,
se establecerá un marco de la situación de la sociedad española de aquellos momentos.
La publicidad no es solo el conjunto de medios que se emplean para divulgar o
extender la noticia de las cosas o de los hechos1. Es mucho más que eso. Es espectáculo,
industria, sorpresa, ilusiones, intereses, anhelos, expectativas, y en definitiva, es un
modo de vida. Se podría decir que existe desde que el mundo es mundo, o mejor dicho,
desde que la humanidad empieza a habitar en el mismo. Sin embargo el uso consciente
del medio publicitario aparece siglos después. Es sobre todo con la aparición de la
imprenta de tipos móviles moderna (Gutenberg, c.1440) cuando se da uno de los pasos
más importantes en la historia de la misma. Poco a poco van proliferando las ediciones
impresas de libros y periódicos, y acompañando a estos últimos aparecen en ocasiones
distintos tipos de anuncios.
Al margen de todo ello la historia de la publicidad arranca años más tarde, cuando
esta se convierte en industria (mediados del siglo XIX). Surge precisamente en uno de
los momentos de mayor cambio en la historia de la humanidad, la Revolución Industrial. Proliferan los periódicos, los cuales en poco tiempo se convierten en verdaderos
medios de masas. Cambio por tanto no solo económico, sino también social.
Desde entonces y hasta nuestros días la publicidad, al margen de su evidente
evolución, se ha movido dentro de estos parámetros. Vender al potencial consumidor
el producto deseado de una manera atractiva, que invite al disfrute y en definitiva,
al consumo.
1. Definición de la Real Academia Española (R. A. E).
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A mediados del siglo XX el capitalismo estadounidense se fue implantando en
muchos de los países europeos. Muchos de ellos, aún inmersos en su recuperación tras
la Segunda Guerra Mundial, sucumbieron a los encantos de este nuevo sistema económico y social, alejándose de este modo del comunismo soviético. España fue uno
de ellos. El Plan Nacional de Estabilización (1959) puso fin al periodo de autarquía y
aislamiento impuesto por el Régimen franquista (1939-1959). A partir de ese momento
(e incluso antes) la influencia americana fue notable en todos los ámbitos de la sociedad
española. Resulta mítica y paradigmática en relación con esta cuestión la referencia a
la película ¡Bienvenido, Míster Marshall! (1953) de Luis García Berlanga.
España se contagió desde todos los ámbitos de la influencia norteamericana. Incluso
el director Roberto Bodegas hace referencia a ello cuando habla de su película Los
nuevos españoles (1974): “En realidad, parte de la transición a la democracia está apadrinada por los norteamericanos, por las multinacionales, a las que interesaba que
hubiera sindicatos libres, economía de mercado”2.
Así pues, son numerosas las películas en las que, de un modo u otro, queda patente
el poso estadounidense. Desde las esferas más intelectuales con Carlos Saura (Peppermint Frappé, 1967) hasta el cine de consumo popular del universo de José Luis
Dibildos (Las que tienen que servir, 1967). Todos quedaron prendados de las influencias del “Nuevo Mundo”.
En relación con la publicidad resulta evidente que esta sucumbió a las influencias
estadounidenses. España se había convertido en un país distinto, nuevo, que no solo
era receptor de las nuevas tendencias internacionales, sino que también estaba dispuesto a ofrecer sus propias tradiciones. La playa, el sol o los toros eran elementos que el
Régimen potenció de cara al exterior, algo que provocó el aumento del turismo en
España. Tal y como dice Javier Alfaya: “El atractivo turístico de España se fundamentaba en tres puntos (…) baratura, exotismo y sol”3. Se vendía como un país exótico,
misterioso, y por ello el propio Manuel Fraga, ministro de Información y Turismo, se
sirvió del eslogan Spain is different (años 40-60).
El propio cine quedó salpicado de este boom turístico, tal y como demuestra la
película El turismo es un gran invento (Pedro Lazaga, 1968). En ella el alcalde de un
pequeño pueblo de Aragón apuesta por convertir este en un gran centro turístico.
No obstante la publicidad durante estas décadas fue más allá. Significaba el sueño
con aquello que se deseaba. Era una especie de evasión de la realidad, de la vida coti-
2. FERNÁNDEZ, Á. M., Roberto Bodegas. El oficio de la vida, los oficios del cine, Arnedo, Aborigen,
2008, p. 48.
3. ALFAYA, J., Crónica de los años perdidos. La España del tardofranquismo, Madrid, Ediciones Temas
de Hoy, 2003, p. 33.
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diana del español medio. Esta idea entronca perfectamente con el personaje de Enrique
en Vida conyugal sana. De hecho al comienzo de la película ya aparecen algunas conocidas marcas, como Ladyshave de Philips (muestra una mujer joven), loción y champú
Camomila Intea, Brandy Terry, Winston (haciendo referencia a la vida americana) o
Lois. Se puede observar que todos ellos, o la mayoría, son productos relacionados con
la estética, la belleza, así como el ocio, algo muy propio de la burguesía media o de
los “nuevos españoles”. No son en absoluto objetos relacionados con el trabajo.
La importancia que adquieren los anuncios publicitarios en esos momentos no tiene
límites. Su popularidad cada vez aumenta a un ritmo mayor, y con ello el cambio de
perspectiva de la sociedad española. Su asimilación por parte de esta, tal y como quiere
mostrar Bodegas, no siempre es bien digerida. En este caso incluso se convierte en
enfermedad. El protagonista en cuanto llega a su casa siente la necesidad de encender
la televisión y pararse a contemplar la sucesión de anuncios que se retransmiten en la
misma. El protagonista se muestra como un animal insaciable, que constantemente
anhela el consumo de publicidad. La sensación de éxtasis que experimenta cuando
goza de ellos le envuelve en una absoluta libertad, la cual, a pesar de ser transitoria le
produce una gran paz interior.
Empiezan a surgir marcas como Cola-Cao, Nestlé, la Casera o los relojes Longines.
Consumir productos nacionales ya no es un gesto patriótico. Aumenta el poder adquisitivo del español medio, y la alimentación da paso a otro tipo de preocupaciones.
Entre las mismas se encuentra el confort en el hogar, el cual empieza a dotarse de todo
tipo de electrodomésticos. Es Amanda, de la multinacional Bruster & Bruster, quien
en Los nuevos españoles (1974) trata de convencer a las esposas de los trabajadores
españoles de que la mujer debe tener más tiempo para sí misma, para la vida social, y
que para poder atender al marido y los hijos están los electrodomésticos. El papel que
va a desempeñar esta en la película va a ser el de una sacerdotisa que poco a poco va
a ir introduciendo a sus fieles en la “nueva religión”.
El discurso publicitario estará ligado al concepto de consumo. Los españoles empezarán a familiarizarse con el concepto de marca, con determinados productos, algo que
propiciará el hábito consumidor. Este se considerará un signo de modernidad. Es por
esta razón por la que comenzará a darse una publicidad de mayor calidad, que ya no
será vista como algo negativo, sino que representará el discurso de modernización asociado al consumo.
Nacen nuevos mercados publicitarios, que complementarán a todos aquellos vinculados a los productos tradicionales. En este sentido cabe destacar la importancia
que adquiere en estos momentos el culto al cuerpo. Cremas, cosméticos, desodorantes… serán los protagonistas de muchas de las campañas publicitarias de estos
momentos. En ellas el erotismo, tema tabú durante muchos años, cobrará un especial
protagonismo. A pesar de que el machismo seguía latente en muchos de los mensajes,
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la publicidad representaba un espíritu de apertura que acabará influyendo en todos
los españoles.
Poco a poco, tal y como ya adelantan algunos de los tebeos de finales de los años
50 y principios de los 60 (Lily, Esther), la mujer empieza a participar en la vida
social del país. Comienza a incorporarse al mundo laboral, algo que sin duda será
un proceso lento dentro de la modernización que estaba experimentando España en
esos momentos.
El propio Pedro Lazaga ironiza en este sentido en su película Las muchachas de
azul (1957). En ella se muestran las distintas estrategias que siguen un grupo de empleadas de unos grandes almacenes de Madrid para conseguir novio. Está claro que en
estos momentos la sociedad seguía teniendo vigente que el objetivo de la mujer en la
vida era el de cuidar de la casa y de su familia. Dibildos, productor del largometraje,
era consciente de este hecho: “En ese momento, la salida de la mujer consistía en
encontrar un buen marido. No se aceptaba que pudiera tener independencia profesional.
Esto es una evidencia sociológica. (…) Queríamos ironizar sobre esa forma de «caza»,
donde las madres tenían una gran importancia”4.
Incluso en los propios anuncios publicitarios se encuentra en ocasiones esta idea
de la mujer como ser inferior, débil. En este caso resulta interesante señalar un anuncio
de medias Platino aparecido en 1964 y que reza lo siguiente: “No la guarde como una
porcelana. Su mujer es un ser como usted, que piensa, se preocupa, que tiene una opinión de las cosas. (…) Haga que se divierta, que viva y que conozca todo lo que el
mundo nos ofrece. Descubrirá que su mujer es inteligente y que tiene un criterio que
complementa el de usted. ¡Haga usted feliz a su mujer convirtiéndola en su compañera!”5 Quizá una de las cosas que más choque de esta campaña, sin despreciar el resto
de “perlas” que se citan, sea la última exclamación. Habría que preguntarse si, ya que
en esos instantes se insta al hombre a convertir a su mujer en su compañera, ¿qué ha
sido la mujer hasta ese momento? ¿Su esclava?
Sin embargo al mismo tiempo se empieza a ver a estas como objeto de deseo, ya
que será la propia publicidad la encargada de potenciar esta idea. Se utilizarán los
atractivos cuerpos de chicas jóvenes para vender todo tipo de productos, sobre todo
los relacionados con el cuidado personal, como desodorantes o cremas. Este es precisamente el papel que juega María (Rocío Durcal) en la película Buenos días, condesita
(1967). Ya no se potenciará el prototipo de mujer como ama de casa (gaseosa La Case-
4. FRUTOS, F. J. y LLORENS, A., José Luis Dibildos. La huella de un productor, Valladolid, SEMINCI,
1998, p. 35.
5. FERNÁNDEZ DE BOBADILLA, V., Es cosa de hombres. El machismo en la publicidad española (19391975), Sevilla, Algaida Editores, 2007, pp. 46-47.
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ra, cocina eléctrica Edesa, Cola-Cao) sino que cada vez más se optará por la imagen
de esta como icono sexual (crema J.G.B, sujetadores Lady Armonía, spray bronceador
Recamier, jabón Sanit Limón). Además las mujeres empezarán a aparecer en los anuncios de coches como auténticas usuarias de los mismos, situación completamente nueva
hasta ese momento. Muchas de las mujeres que aparecerán en los anuncios conectarán
además con el prototipo de mujer americana: rubias, pelo liso y tez blanca (brandy
Terry Centenario). Realmente aunque en todo momento la publicidad intente vender
la imagen de una mujer “moderna” lo cierto es que se sigue cayendo en los viejos clichés machistas.
Se enlazará el mundo publicitario con el del erotismo, algo que hará que en cierto
modo se produzca en España una apertura a nivel sexual. En la mayoría de los casos
el producto irá acompañado del objeto de deseo: la mujer. Es por esta razón por la que
en Vida conyugal sana se une la obsesión de Enrique por el mundo publicitario con
sus deseos sexuales. El problema de este va más allá de la mera publicidad. Esta se
muestra simplemente como el mecanismo que acciona el trauma interno que realmente
lo atormenta: el sexo. De hecho la mayor parte de los anuncios que aparecen están
relacionados con la mujer (medias, jabón,..) o aparecen en los mismos (coche Austin
Victoria, constructora Vida conyugal sana...).
Este último matiz es el que hace que en la película no solo se deba analizar como
tema principal la publicidad, sino que se debe ir más allá. Las consecuencias que acarrea esta entroncan con uno de los temas más polémicos en el seno del franquismo: la
libertad sexual. Con la aparición de todos estos anuncios publicitarios se abre la veda
para el surgimiento de toda una serie de manifestaciones en las que se tratará el sexo,
muchas veces sin ningún tipo de tapujo. Desde el famoso fenómeno cinematográfico
del destape (años setenta)6 hasta el propio humor gráfico. Dentro de este último cabe
destacar el papel del dibujante Antonio Mingote, quien colabora en obras como El
español y los siete pecados capitales7 e incluso en algunos de los carteles publicitarios
de películas de la Tercera Vía (Los nuevos españoles, Hasta que el matrimonio nos
separe), Chumy Chúmez o Forges. Ibero Mundial de Ediciones es una de las editoriales
que da el salto de la mujer como profesional en la serie monográfica Lilian, azafata
del aire (1960), a esta como erótica heroína en Belle Star (1970).
Es reseñable a su vez la aparición en 1973 de la revista El Papus. Fue una publicación pionera del humor satírico español, donde se utilizó a la mujer en ocasiones
para denunciar la situación del país. Esta servía como gancho a los lectores, por lo que
muchas veces el trato dado a esta era obsceno, soez e incluso denigrante ya que se tra-
6. Se caracterizó por una serie de películas, la mayor parte de ellas cómicas, en las que empezaron a
aparecer desnudos integrales, tanto de mujeres como de hombres.
7. DÍAZ-PLAJA, F., El español y los siete pecados capitales, Madrid, Alianza Editorial, 1966.
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taba a la mujer como simple objeto de deseo. La muerte de Franco en 1975 supuso la
liberación de muchos de los tabúes que aún guardaban sus historietas.
Se puede apreciar cómo incluso la propia Tercera Vía juega con esta libertad en
sus guiones, ya que no duda en mostrar escenas con cierta carga erótica. Es lo que ocurre con Ana en Vida conyugal sana cuando esta se muestra en ropa interior a Enrique,
o con Lolita (Tocata y fuga de Lolita) en el momento en el que le muestra los pechos
a su novio Nicolai. Precisamente en relación con esta última escena Dibildos declara
lo siguiente:
Me parece tristísima la hipocresía española llevada a todos los niveles, la falta de concordancia
entre la realidad y lo que dicen las palabras. (…) Lo que hemos querido lograr con Tocata y fuga
de Lolita es una blancura absoluta a nivel sexual. (…) Esta etapa del cine español en que se presenta,
o mejor, se deja adivinar un desnudo, dándole un cariz de algo prohibido, hay que superarla totalmente8.
No obstante también es preciso señalar que la Miss España (y posteriormente Miss
Universo) Amparo Muñoz, quien interpreta el papel de Lolita, supone todo un reclamo
publicitario para el productor. Ya había participado con Dibildos en Vida conyugal
sana, aunque en este caso su papel es más activo (que no más relevante, ya que en el
anterior caso era la causa de los delirios de Sacristán). En todo caso, su imagen se
sigue usando como método de propaganda. Sin dudar del papel que la actriz y modelo
desempeña en Tocata y fuga de Lolita, lo cierto es que el breve destape que protagoniza
es uno de los elementos que más llaman al espectador a las salas de cine.
Por todo esto, y a pesar del enorme papel que desempeña en Vida conyugal sana,
donde realmente adquiere un gran protagonismo el tema de la libertad sexual es en
Tocata y fuga de Lolita (1974). En este caso Antonio Drove juega con los deseos de
un padre, Carlos (Arturo Fernández), por entender las nuevas costumbres que su hija
Lolita (Amparo Muñoz), y en definitiva toda la juventud española, está empezando a
adquirir en relación con los temas sexuales. Lolita es una niña burguesa que ha recibido
una educación tradicional. Por su parte su novio, Nicolai (Francisco Algora) se ha
imbuido en la universidad de las nuevas consignas de apertura, ruptura con todo lo
anterior. Es el prototipo de joven despreocupado por todo, idealista, que a pesar de sus
pensamientos revolucionarios, no se preocupa por su futuro. Con su personaje incluso
se quiere mostrar en cierto modo la idea de que la lucha de los jóvenes en esos momentos se reduce a un ámbito meramente sexual.
Se produce por ello un leve choque entre dos Españas distintas, la tradicional y la
más progresista. En este sentido aparentemente “gana” la segunda, ya que tanto Lolita
como su padre se dejan arrastrar por las nuevas costumbres que el país está adquiriendo
8. “Declaraciones del productor José Luis Dibildos”, Cartelera Turia, n.º 581, Valencia, Publicaciones
Turia S.L., 1975, s.p.
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en esos momentos. Sin embargo se aprecia cómo a lo largo de la película la denuncia
a los antiguos postulados es más bien superficial, y la apuesta por la apertura y el progreso es muy tímida. De hecho incluso el propio Drove quiere desvincularse de esta
idea de asemejar la película con la propia realidad de la sociedad española: “A quien
quiera ver un retrato en primer grado de la realidad española, el resultado le parecerá
muy insatisfactorio”9.
A pesar de todo este esquema resulta paradigmático dentro de las películas de la
Tercera Vía, ya que en tono de comedia se realiza un cine digno en el que también hay
lugar para una leve crítica al Régimen. Además, no cabe duda de que este largometraje
supone sin duda el punto de máximo apogeo de la Tercera Vía en relación con el tema
de la libertad sexual.
Desde entonces y hasta nuestros días la publicidad ha ido evolucionando acorde
con el discurrir de los tiempos. Se ha adaptado a las necesidades y deseos de los consumidores, apostando en cada momento por los gustos de cada época.
La apertura que se experimentó en España durante la Transición hizo además que
poco a poco fuesen rompiéndose muchos de los tabúes instaurados hasta esos momentos en la sociedad española. Sin duda esto hizo que se desarrollara una nueva forma
de hacer publicidad, en la que las reglas ya no venían impuestas por el Estado, sino
por el consumidor. El erotismo seguirá patente en muchas de las campañas publicitarias
que se desarrollarán con posterioridad (Dior, Chanel, Martini), apostando cada vez
más por la sugerencia y la sensualidad.
En la actualidad este es el punto en el que se encuentra el negocio publicitario, sin
embargo, ¿sabemos realmente qué forma adaptará en el futuro?, ¿seguirá siendo uno
de los pilares que mueva la sociedad capitalista? Solo el tiempo y el consumidor darán
la respuesta a estas cuestiones.
BIBLIOGRAFÍA
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Madrid, Ediciones Temas de Hoy, 2003.
— DÍAZ-PLAJA, F., El español y los siete pecados capitales, Madrid, Alianza Editorial, 1966.
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— FERNÁNDEZ DE BOBADILLA, V., Es cosa de hombres. El machismo en la publicidad española (1939-1975), Sevilla, Algaida Editores, 2007.
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