La Cueva Del Pecado - Eva Winners
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mecánico, incluidos los sistemas de almacenamiento y recuperación de información, sin el permiso
escrito del autor, excepto para el uso de citas breves en una reseña del libro.
ÍNDICE
La Cueva Del Pecado
Lista de reproducción
Prólogo
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Epílogo
Vista previa
Prólogo
Agradecimientos
Conéctate Conmigo
LA CUEVA DEL PECADO
COLECCIÓN DE LA SERIE BELLAS & MAFIOSOS
Si deseas una vista previa de la serie Bellas & Mafiosos asegúrate de seguir
leyendo y ver el prólogo del primer libro de la serie, Luciano, después del
final de La Cueva del Pecado.
LISTA DE REPRODUCCIÓN
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Sin ningún orden en particular:
—Te amo, Isabella. —Su voz era suave mientras bañaba mi cuello con
suaves besos—. Nunca le he pedido a otra mujer que viva conmigo, pero
contigo, lo quiero todo.
Mi cuerpo estaba relajado, los latidos de mi corazón disminuían
después de lo que acabábamos de compartir. No sentía una química intensa
y apasionada con Ryan, pero me preocupaba por él y disfrutaba de todo lo
que compartíamos dentro y fuera de la cama. La cuestión era si lo amaba.
Levanté la cabeza de la almohada. Nuestros ojos se encontraron y
busqué en los suyos... ¿qué? No estaba segura. Yo también lo amaba; tal
vez no exactamente de la misma manera que él me amaba a mí, pero eso
era porque faltaba una parte de mí. Alguien me la había robado hacía años
y aún no me la había devuelto.
Los profundos ojos marrones de Ryan me miraban fijamente y yo sabía
que cada segundo de retraso le causaba dolor.
Sonreí para asegurarle que no había nadie más para mí que él.
—Es un gran paso, Ryan. —Acabé diciéndole—. Déjame pensarlo. —En
vez de darle el sí. Su expresión esperanzadora se hizo añicos y la culpa me
golpeó directamente en el corazón por ser la causante de ello—. Por favor
—añadí con voz suave, mis dedos enredándose en su pelo—. No hay nadie
más con quien quiera hacer esto... Yo solo...
Se me escaparon las palabras. ¿Qué podía decir? Necesitaba tiempo.
Llevamos saliendo dos años. Mucha gente se mudaba después de solo unos
meses de noviazgo.
—Lo entiendo —murmuró, apartándose de mí.
Lo jalé hacia mí, encontrándome con él a medio camino.
—Por favor, déjame pensarlo. Te vas de gira. Cuando vuelvas, podemos
hablarlo y ver cómo lo hacemos. Por favor, Ryan. No nos separemos así —
supliqué.
Una suave sonrisa iluminó su rostro y su nariz rozó la mía.
—Está bien. Tienes razón. Quiero estar aquí cuando te mudes, para que
podamos hacerlo juntos.
Y así fue como nos separamos. Su nariz rozó la mía, luego sus labios
buscaron los míos. Ryan lo era todo: dulce, tierno, atento, cariñoso. «Todo
lo que Vasili no era».
Debería decirle que sí esta noche. Era el paso correcto, un movimiento
en la dirección correcta. Él no me miraría con un desprecio cruel en la cara
mientras me rompía el corazón en mil pedazos.
Saludé con un movimiento de mano al portero del edificio de Ryan y me
devolvió una sonrisa. Sin embargo, había algo en la misma que casi daba
lástima. Lo ignoré, atribuyéndolo a la melancolía; no obstante, al instante
siguiente comprendí que había un grupo de paparazzi y cámaras pululando
por el pasillo.
Esto era lo que más odiaba de salir con Ryan Johnson. Siempre estaba
rodeado de paparazzi. Mi espalda se puso rígida y me apresuré a correr, con
la esperanza de que se tropezaran con sus enormes cámaras y yo estuviera
dentro del apartamento de Ryan antes de que me alcanzaran, pero no tuve
suerte. Me pisaban los talones. Por lo general, no se les permitía entrar en el
edificio y me pregunté por qué estaban adentro ahora. Supongo que se
trataba de algún truco publicitario.
Subí las escaleras de dos en dos y saqué las llaves del departamento de
Ryan. Solo había un departamento más arriba del suyo y era un penthouse
que pertenecía al propietario del edificio. Al parecer, nadie sabía quién era.
Un gran misterio que intrigaba a los residentes.
Apenas metiendo la llave en la cerradura, di dos pasos cuando lo vi.
Ryan desnudo mientras se cogía a una rubia despampanante sobre su
sofá. Los dos desnudos, sus pechos a la vista, el cuerpo de él detrás del de
ella. Mi corazón bajaba en espiral mientras sus gruñidos y gemidos
indicaban que estaban alcanzando su punto de éxtasis. El pecho se me
desgarraba con cada sonido, un nudo insoportable me ahogaba la garganta
y, entonces, me quedé entumecida.
Debería haber dicho algo, haber hecho algo. En lugar de eso, me quedé
congelada. Incapaz de moverme o hablar. El chasquido de las cámaras y el
flash fue lo que finalmente me sacó de mi estupor. Aquellos dos ni siquiera
se dieron cuenta de que había entrado en la habitación. Los ojos de Ryan se
alzaron y todo se calmó. La mujer jadeó, exigiendo más. Los ojos de Ryan
se encontraron con los míos y mi respiración se detuvo durante varios
latidos. Había empezado a abrirle mi corazón y, por segunda vez, se hizo
pedazos por dos hombres diferentes. Una mirada de culpabilidad sustituyó
al amor en los ojos de Ryan.
«Al menos no estaba sonriendo como...». No podía ni pensar en eso
ahora mismo. Me destrozaría.
Me di la vuelta sin decir una palabra, dejé suavemente las llaves de su
apartamento en la mesa cercana y salí por la puerta. Las cámaras seguían
parpadeando desde el pasillo, captando cada momento de mi angustia. La
última vez que un hombre me rompió el corazón, al menos no hubo
testigos. Esta vez, todo el mundo lo vería y lo sabría. Cerré la puerta de su
departamento y la de mi corazón, firme pero suavemente.
No volvería a hacer esto otra vez.
CAPÍTULO CUATRO
ISABELLA
Una semana más tarde estaba justo fuera de los parámetros de la ciudad de
Nueva Orleans en uno de mis almacenes. El sol acababa de salir y la
quietud que rodeaba la ciudad no era natural. Permanecería así unas horas
más y luego, el zumbido y la vida de la ciudad comenzarían de nuevo su
ciclo.
«Apuestas. Alcohol. Fiestas. Sexo».
Unos hombres fueron sorprendidos intentando volar uno de mis
edificios de negocios con menos reputación dentro la ciudad. Fueron
atrapados con las manos en la masa. ¿Y adivina qué? Eran hombres de
Santos. ¡Sorpresa, sorpresa! Mi hermano realmente sabía cómo agitar la
mierda. Realmente no estaba de humor para estos problemas. No ahora que
Isabella Taylor estaba en mi ciudad, a mi alcance.
—¿Qué tenemos aquí? —Saludé a mis hombres y a las desafortunadas
almas que ya parecían medio muertas.
Sasha estaba sentado junto a las puertas del muelle, con vistas al río
fangoso, pelando una manzana. Eso significaba que tenía ganas de jugar. La
verdad es que yo no lo estaba. Gestionar negocios legítimos era suficiente
trabajo. No necesitaba una guerra inminente entre familias criminales por
culpa del estúpido error de mi hermano, pero se avecinaba, no me cabía
duda.
Sasha decía que era ojo por ojo. Excepto que parecía haber olvidado que
el hijo mayor de Santos pagó por la muerte de nuestro padre. Ahora estarían
de vuelta, exigiendo un acuerdo de sangre.
«¡Maldito Sasha!».
Lo amaba, pero su sed de sangre haría que lo mataran. O peor: A
Tatiana e Isabella.
Tatiana regresó de Los Angeles hace una semana. Sabía que había ido a
visitar a Isabella, aunque nunca lo dijo. A veces me preguntaba si se había
enterado de lo que había pasado entre su mejor amiga y yo, porque ya no
volvió a hablar de ella conmigo. O tal vez percibía mi estado de ánimo cada
vez que sacaba el tema.
Tenía la intención de ir a visitar a Tatiana después de este problema. Ni
siquiera me molesté en fingir el motivo. Mi hermana regresó de L.A. con su
mejor amiga, e imaginé aquellos tentadores ojos color café whiskey de
Isabella Taylor en mi cabeza, invitándome. Su suave sonrisa era una
tentación demasiado grande para resistir, y ahora que estaba en mi ciudad,
estaba decidido a tenerla de nuevo.
Imagino que así fue como mi padre se sintió, tentado por su madre, pero
él estaba casado. Ella nunca debería haberlo tocado. Por suerte para
Isabella, o por desgracia, yo no estaba casado y había decidido que la
tomaría para mí. Llenarme de ella el tiempo que fuera necesario. Si después
de cinco años no había podido sacármela de la mente, la necesitaría debajo
de mí en un futuro próximo para saciar esta sed de ella.
—Estos son los imbéciles que intentaron volar el edificio. —Alexei, mi
otro hermano, respondió finalmente ya que Sasha estaba empeñado en pelar
su maldita manzana. Me acerqué a los cuerpos desplomados y me coloqué a
tres pies de distancia con los pies ligeramente separados y las manos a la
espalda. Inmediatamente vi al líder entre ellos; era el único que se atrevía a
mirarme.
—Caballeros, les presento a su anfitrión: Vasili Nikolaev. —A Alexei le
gustaba provocar, igual que a mí.
Cuando me enteré del hermano que no conocía, lo busqué por todas
partes. Era un Nikolaev, independientemente de quién fuera su madre, y nos
mantuvimos unidos, pasara lo que pasara. Nunca me arrepentí porque
Alexei era un paso más cerca a mi mujer. Lo habría mantenido con nosotros
a pesar de todo, pero demonios, no perdería la oportunidad de utilizarlo
para llegar a mi mujer. Alexei intentaría darme una paliza si lo supiera.
Nunca había conocido a Isabella Taylor, sin embargo, era muy protector con
ella. Tatiana e Isabella eran su prioridad de protección, número uno. No
tenía que preocuparme por su seguridad si algo me pasaba.
Isabella Taylor ni siquiera sabía que tenía dos hermanastros vivos.
Creció creyendo que era hija única, mientras había dos hombres vagando
por este mundo, compartiendo su sangre. Uno por parte de madre y otro por
parte de padre.
Volviendo a centrar mi atención en el hombre que tenía delante, observé
cómo el miedo dilataba las pupilas del cabrón que se creía tan valiente al
encontrarse con mi mirada. No bajó exactamente la mirada, pero ya no era
tan valiente. La verdad es que disfrutaba del miedo que mi nombre
provocaba en la gente. Les hacía menos propensos a joder a mi familia y a
otros bajo mi protección.
—¿Y por qué intentaron volar mi edificio? —pregunté
despreocupadamente. No obtuve respuesta—. ¿Mmmm? —Parecía que
había perdido el habla—. Podemos hacerlo rápido o tomarnos todo el
tiempo del mundo —dije, aunque no quería tomarme todo el tiempo del
mundo. Solo quería acabar con estos cabrones y seguir mi camino. Tenía
que ver a Isabella—. Estoy seguro de que han tenido una probada de las
técnicas de Sasha. —Se tensaron visiblemente y uno de ellos incluso se meó
encima. Apenas pude evitar poner los ojos en blanco. Santos realmente
debería enviar hombres más duros porque esto era patético—. Entonces,
¿qué va a ser? —pregunté.
—N…no sabemos nada.
Me reí entre dientes, sin ninguna gracia.
—Así que has venido a volar uno de mis edificios sin saber por qué. O
eres estúpido —mi tono era ligeramente agitado—, o peor. Crees que soy
estúpido. —Dejé que hiciera silencio antes de añadir—: Y con eso, dejaré
que Sasha te dé una lección. Por si creías que era estúpido.
A decir verdad, podría darles una lección aún mejor, pero a la mierda,
iría a ver a Isabella a casa de mi hermana después de esto, y no estaba
dispuesto a arruinar mis pantalones blancos. Ella no estaría contenta si me
presentara todo ensangrentado. Aunque, probablemente, no estaría contenta
de verme de todos modos si nuestro último encuentro fue un indicativo.
Por lo tanto, si quería llevarla a mi cama, tendría que comportarme.
Sería la única mujer por la que lo haría.
Sasha se acercó sin prisa con una sonrisa de felicidad en la cara. A
veces me preocupaba que disfrutara demasiado torturar. Siguió jugando con
el cuchillo, lanzándolo al aire y cogiéndolo al bajar. Y sin previo aviso, lo
lanzó, el filo de la navaja se enterró directamente en el pecho del rehén más
débil.
Mi labio se torció en una especie de sonrisa. Era un método que les
enseñaba a mis hermanos pequeños. Asustar a los cautivos matando al
eslabón más débil. Aunque ahora, al ver la sonrisa de Alexei y Sasha, me
preocupaba haberles enseñado demasiado bien a torturar a la gente.
Una vez que Sasha estuvo frente al líder, su mano golpeó contra él,
envolviéndole el cuello. Apretó con fuerza cortándole el aire a través de la
tráquea.
—¿Cuál es el plan de Santos? —pregunté, viendo cómo la cara del
hombre se ponía roja, sus globos oculares brotándose, mientras arañaba la
mano de Sasha en busca de aire. Los ojos del hombre se pusieron en blanco
y sus dedos dejaron de agarrar con fuerza a Sasha. Justo cuando estaba a
punto de perder el conocimiento, Sasha lo soltó y cayó de lado al suelo
junto con su silla, jadeando en busca de aire.
—Cinco segundos para una respuesta o volvemos a empezar —dije. Era
una oferta generosa. Tenía la mejilla apoyada en el sucio suelo de cemento
y tuve la tentación de aplastarle la cara contra el suelo asqueroso.
Levantó la cabeza y me miró, con verdadero miedo en los ojos.
—Quiere pegarte donde más te duele —respondió.
Raphael Santos no era tonto; sabía que volar mi edificio no era donde
más dolía. Así que era una advertencia. Sasha le dio una patada fuerte, la
fuerza lo dejó sin aire, y se desplomó de bruces, con la frente golpeando el
piso duro.
—¿Qué más? —cuestioné.
—Fue una venganza por el viejo —agregó, con sangre babeándole por
un lado de la boca—. Y por la mujer. Sabe que has estado ocultando su
rastro. La quiere para alejarla de Alphonso Romano.
Mi corazón se detuvo y mi respiración se calmó. «¡Raphael lo sabe!».
—¿Qué mujer? —preguntó Sasha sorprendido.
—¡No lo sé! —gritó—. Solo sabe que existe. Se enteró después de la
muerte del viejo. No tiene una descripción, sin embargo, Lombardo sabía
que la familia Nikolaev la tenía en sus garras.
Saqué mi pistola, que tenía en la parte trasera del pantalón y les disparé
uno por uno, al estilo ejecución.
—¿Qué mierda, Vasili? —Sasha exclamó.
—Podríamos haber averiguado de qué hablaban —reprendió Alexei,
con una expresión sombría en el rostro y una mirada de complicidad en los
ojos. Tenía una habilidad innata para ver a través de las cosas, incluso
cuando estaban ocultas a plena vista. Probablemente fue lo que lo mantuvo
vivo durante todos aquellos años oscuros.
Me di la vuelta sin reconocer a mis hermanos. Sabía exactamente de qué
estaban hablando esos hombres.
—Limpien el desorden —ordené y dejé a ambos sin mirar atrás.
CAPÍTULO SEIS
ISABELLA
E l almuerzo fue tenso, pero puede que yo fuera la única que lo sintiera
así. El mayor de los Nikolaev me tenía en ascuas. Siempre me ponía
nerviosa.
Se recostó en su silla, sorbiendo su whiskey con los ojos fijos en mí,
estudiándome. Su mirada me quemaba el costado de la mejilla mientras yo
me esforzaba por ignorarlo.
—¿Cuáles son tus planes, Isabella? —Su voz profunda y acentuada me
golpeó el vientre bajo. Rara vez me llamaba por mi nombre. Excepto
aquella noche. Y ahora parecía disfrutar usándolo, provocándome con esos
recuerdos. Me encantaba cómo sonaba mi nombre en su lengua, con ese
acento ruso.
De los tres hermanos, él era el que tenía el acento más fuerte, y a mí lo
que más me gustaba era su voz. Las palabras que ese hombre podía
pronunciar entre las sábanas... no importaba si eran en ruso o en inglés, eran
tan excitantemente sucias.
La mano de Sasha apretó la mía y alcé una ceja.
—¿Mmmm?
—Vasili preguntaba cuáles son tus planes —repitió la pregunta de su
hermano.
Mierda, me perdí tanto en mis pensamientos que no me di cuenta de que
no le había contestado.
Los labios de Vasili se torcieron, como si supiera lo que me había
hecho. «No sabe una mierda», me aseguré. Mi enamoramiento por Vasili
hacía tiempo que había desaparecido. Puede que mi cuerpo lo deseara, pero
mi corazón no.
Nuestras miradas se cruzaron y escondí todos mis deseos en un rincón
profundo y oscuro.
—No tengo ninguno —agregué encogiéndome de hombros—. Ten por
seguro que si se me ocurre uno... no lo sabrás.
Su mandíbula esculpida se apretó más, un leve parpadeo de un músculo
de la misma, pero desapareció rápidamente. Se llevó el vaso a sus labios
carnosos y suaves y tragó el líquido ámbar, provocándome escalofríos. Me
vino a la mente la imagen de él entre mis muslos y, al instante, el deseo se
encendió de nuevo. Tenía la sensación de que me obligaría a ver cómo me
devoraba, con la mirada clavada en mí para asegurarse de que hiciera lo que
me ordenaba. «Así como aquella noche».
Observé cómo se movía la piel bronceada de su garganta, mientras
tragaba otro sorbo, y juré que todo mi cuerpo ardía. Incluso su garganta era
sexy.
—No pasa nada —reviró, con los ojos encendidos—. Sabría lo que
estabas haciendo incluso antes que tú.
—Bueno, viejo. Si ese es el caso, consíguete una vida —me burlé. Juré
que el sonido de sus muelas rechinando llegó a mis oídos. Satisfecha de
haberlo molestado, continué—: A algunos les parecería un comportamiento
acosador propio de un tipo raro.
Sonrió, pero sus ojos eran fríos, del color de glaciares pálidos.
—Se me olvidaba. A ti te gustan los hombres como Ryan Johnson,
cabrones con cara de niño que se acuestan con cualquiera que llevara falda
dispuesta a abrirse de piernas.
Lentamente sentí años de ira burbujeando y siseando dentro de mí,
hirviéndome la sangre. Antes de darme cuenta de lo que estaba haciendo,
me levanté de un salto, y mi silla cayó con un fuerte golpe detrás de mí,
aunque no lo noté. Me incliné hacia delante y apoyé las palmas de las
manos sobre la mesa, mirándolo fijamente.
—¡Eso no es cierto! —siseé, con la cara cerca de la suya. En el fondo de
mi mente, reconocí los gritos de asombro de Tatiana y Sasha, pero estaba al
límite—. Crees que sabes algo, pero no es así. Eres un imbécil, Vasili. Un
cabrón rico, egoísta y enfermo al que no le importa una mierda nada ni
nadie, solo él mismo. ¿Y sabes qué, viejo? —Ya estaba gritando en este
punto—. Prefiero tener a un cabrón con cara de niño que a un viejo jodido
en mi cama.
—Oye, oye —Tatiana y Sasha debieron sorprenderse al verme tan
enfadada. Era como si la rabia y el dolor por Ryan y lo que Vasili me había
hecho cinco años atrás hubieran hervido y estallado como un volcán—. Ok,
ustedes dos ya paren. —Intentó calmar la situación Tatiana, pero ambos la
ignoramos, ninguno de los dos dispuesto a ceder.
—¿Cómo explicas entonces esas fotos? —La sonrisa de Vasili era
engreída y en tono de burla y nada me haría más feliz que borrársela de la
cara—. Además, ¿no es demasiado joven para ti?
—¡Tiene mi edad! —escupí.
—Exactamente mi punto. Es un bebé.
—Bueno, ¿y eso qué quiere decir? —Me apresuré a responderle—.
Hombres más jóvenes, más estamina. Algo con lo que un viejo, como tú, no
puede competir.
Se rio entre dientes, completamente imperturbable.
—Ay, chiquita. No deberías jugar con lobos. Eres tú la que no podría
con un hombre.
Me puse rígida ante su comentario.
—No preocupes a tu cabezota con lo que puedo o no puedo manejar —
gruñí. Juraba que todos los pelos de mi cuerpo se erizaban por culpa de este
hombre.
Con calma, sin apartar los ojos de los míos, se llevó el vaso a los labios.
Estaba tan cerca que podía oler su bebida. Lo vi tomar un sorbo, con el
líquido color café en los labios, y mi cuerpo se inclinó hacia él, como una
polilla hacia una llama. Quería lamérselo de los labios, saborearlo.
Saborearlo a él.
—No estoy preocupado —dijo—. Sé que no puedes soportarlo,
malyshka. —Nena. Me llamó nena.
Quería abofetearlo, arañarle ese bello rostro, gritarle. Esta reacción
violenta no era yo. Pero, estaba sacando lo peor de mí. Dios mío, sorprendí
a Ryan cogiéndose a otra delante de mis ojos y mi respuesta fue
prácticamente inexistente. Las palabras de este hombre me estaban llevando
al límite. Tal vez fue porque habían pasado tantas cosas y estallé.
—Perdí el apetito. —Me enderecé y dirigí una sonrisa tensa a Tatiana y
Sasha—. El viejo que tengo a la vista me revuelve el estómago. Me voy a
dar un paseo.
—Eso es —se burló—. Corre, pajarito. Corre.
—¡Imbécil! —Le hice un gesto con el dedo medio por encima del
hombro y salí de allí.
—¡Isabella, espera! —Tatiana estaba justo detrás de mí—. Iré contigo.
No podía detenerme; tenía que poner la mayor distancia posible entre
ese hombre y yo. ¡O lo mataría! O peor aún, me abalanzaría sobre él y le
rogaría que me cogiera. Maldita sea, ¿qué me pasaba?
—Come con tus hermanos —indiqué, sin aflojar el paso.
—No, ni mierda. —Me alcanzó—. Vasili se está portando como un
imbécil. Voy a dar un paseo contigo.
CAPÍTULO NUEVE
VASILI
—¿Quésalieron
carajos fue eso? —cuestionó Sasha en cuanto las mujeres
de su vista. Apreté los labios, ignorando a mi hermano
—. No me ignores. Siempre me ha gustado. Ahora está soltera y...
Salí disparado y me lancé a la cara de mi hermano.
—¡No puedes tenerla! —Hermano o no, le partiría la cara si la tocaba.
—Eso no depende de ti.
Lo agarré por la camisa y lo levanté de la silla.
—Sí, depende de mí, y no la vas a tocar.
—¿Qué diablos te pasa? —Sasha no podía ni empezar a comprender lo
que me pasaba. Esa mujer era mi droga.
—¿Qué hiciste con ella hace rato? —pregunté con los celos
carcomiéndome—. ¿La tocaste? —Sasha me dio un puñetazo en las
costillas, aunque no me moví.
—¡Contéstame!
—No, maldito idiota. —Intentó dar otro puñetazo, pero falló—. No la
toqué. Se llevó la ropa al baño, cerró la puerta y hablamos mientras se daba
una ducha rápida y se vestía.
Satisfecho con su respuesta, lo solté y se enderezó. Nunca había perdido
el temperamento con mi hermano. No así. Apenas una hora cerca de
Isabella y ya estaba golpeando a mi propia sangre. Supongo que Tatiana
tenía razón, Sasha quería a Isabella.
«Ha, ¡no la tendrá!».
—¿Qué demonios pasó entre ustedes dos? —Sasha me miró con
curiosidad—. Y no me digas que nada.
—Nada.
—Si no fuera nada, no te importaría que me la quisiera coger.
Gruñí. La idea de ver a mi hermano menor con Isabella hacía que la ira
me recorriera las venas. Nunca permitiría que la tocara. Había vuelto a mi
vida y sería mía mientras yo lo dijera.
«Es cierto que la obligué a irse de L.A.».
Ignoré mi consciencia y cómo había llegado hasta aquí. El hecho era
que ella estaba presente, y yo la quería. Y lo que quiero, lo obtengo.
—Mantente alejado de ella —ordené y salí. Había abusado oficialmente
de mi bienvenida.
Durante todo el día, mi sangre hirvió con pensamientos de Isabella.
Aquella noche de Halloween de hace cinco años, cuando la encontré en la
fiesta de la fraternidad y vi cómo aquel maldito chico la tocaba, se desató
todo el deseo que sentía por ella. Habría matado a ese tipo de no ser por el
lugar lleno de testigos. Todavía podía imaginármela con aquel vestidito
rosa; estaba jodidamente buena.
Había luchado contra la atracción que sentía por ella desde el momento
en que nos conocimos. No dejaba de recordarme quién era su madre, cuánto
le había costado a mi familia. Sin embargo, nada de eso le importaba a mi
miembro.
Pero esa noche, perdí esa batalla. En ese momento, me importaba una
mierda quién era su madre, su aventura con mi padre, ni lo que le costó a mi
familia. No me importaba nada ni nadie. Solo Isabella en mis brazos.
Fue la rendición más dulce. Ella debería haber conseguido algo mucho
mejor que yo para su primera vez. Estaba tan ciego de lujuria y necesidad
por ella que ni siquiera me di cuenta de que era virgen. Una maldita virgen
y ni siquiera me advirtió.
Fue sin duda la mejor noche. Lo que le faltaba de experiencia lo
compensaba con su entusiasmo y pasión. Y por Dios, era perfecta. Todo lo
que nunca supe que quería y necesitaba.
Hasta que llegó la madrugada y me desperté recordando lo que su
madre le costó a la mía. Su madre era la razón por la que la mía estaba
muerta. Para añadir la cereza al pastel, también había una amenaza de la
familia Santos y no podía arriesgar la vida de Tatiana ni la de Sasha. Incluso
me dije a mí mismo que le estaba haciendo un favor a Isabella al
deshacerme de ella. Ella no estaría en el radar de ningún otro mafioso. A
diferencia de su madre que le gustaba dormir de un mafioso a otro.
Mi padre siempre me dijo que Marietta Taylor estaba bajo la protección
de Santos. La suposición natural era que Isabella también caía bajo su
protección. Excepto que había muchos agujeros en esa protección y la
desesperación de mi padre por cazar a la mujer que amaba acabó costándole
la vida. Tatiana apenas iba a la preparatoria, se quedó huérfana y al cuidado
de sus hermanos mafiosos.
¡Que mierda!
Yo no tenía toda la historia, nadie la tenía, hasta que hablé con la mujer
por la que mi padre se obsesionó. Por desgracia, fue meses después de que
yo hiciera el daño. Y la hija de Marietta se llevó la peor parte.
Sabía que tenía que dejarla ir. Sabía que nunca podríamos estar juntos,
su madre lo selló incluso antes de que naciera Isabella. Lo mejor que me
había pasado, y duró menos de doce horas.
Mi teléfono zumbó.
—La señorita Candace en la línea dos.
Maldita sea, realmente no quería saber nada de ella. Ya le envié el pago
por dejar que Ryan Johnson se metiera entre sus piernas.
Atendí la línea.
—Sí.
—Aaah, Vasili. Soy yo.
—¿Qué quieres? —exclamé, no estaba de humor para ella ni para
ninguna otra mujer, a menos que fuera Isabella Taylor. Aunque me odiara a
muerte, quería estar cerca de ella. Cuando habló con aquella voz suave y
cálida y me miró con aquellos ojos color caramelo, me penetró la piel y
todos mis pensamientos se esfumaron. Excepto uno. «Mía».
—No hace falta que seas grosero conmigo —murmuró y el sonido me
agitó—. Solo te estoy dando una advertencia justa.
—¿Y cuál es?
—Ryan Johnson quiere recuperar a su chica. Contrató a un detective
privado para encontrarla.
Me enderecé en mi asiento.
—Se supone que debes mantenerlo ocupado.
—¿Y qué quieres que haga, Vasili? ¿Atarlo a la cama y cogerlo, hasta
que deje de aclamar su nombre?
—¡Si eso es lo necesario! —grité.
—Bueno, se acabó. No quiere llamarme ni verme. Y ahora se empeña
en buscarla.
«¿Es que hoy no puede salir nada bien?» gemí en silencio. Hoy ha sido
un desastre desde el momento en que me levanté.
Terminé la llamada sin decir nada más y le escribí un mensaje a Adrian
para asegurarme de que estuviera pendiente de Ryan. Había dos hombres de
incógnito vigilando a Tatiana e Isabella, pero Adrian era su guardaespaldas
directo. Era el único en quien confiaba tan cerca de ellas.
La respuesta de Adrian fue una inmediata confirmación. Y un aviso de a
dónde iban a ir las chicas esta noche. Yo haría acto de presencia. Después
de todo, Isabella ahora estaba en mi ciudad y la haría mía, aunque tuviera
que derribar todos esos muros que mantenía levantados. Quemaría mi
propia ciudad, si fuera necesario.
Sasha entró en mi despacho sin tocar.
—Por supuesto, pasa —dije con sarcasmo.
—Puede que tengamos un problema. —Se limitó a sonreír y se sentó en
la silla.
Puta, ¿otro problema?
—¿Qué?
—Santos podría sospechar que no fueron los mexicanos los que
eliminaron a su padre.
No era de extrañar que enviara a sus hombres a explotar mi edificio,
pero me guardé esas palabras. Raphael Santos era inteligente y calculador, a
diferencia de su padre, que era más precipitado e impulsivo.
—Sabíamos que se daría cuenta.
—Sí.
Sasha no me engañaba. Quería vengarse de toda la familia Santos por
haber matado a nuestro padre. Podía entender la necesidad de venganza y
yo estaba en el mismo camino hasta que mis prioridades cambiaron. El
hombre que mató a nuestro padre estaba muerto, así como muchos otros
que trabajaban con él. Tendría que conformarme con eso. No había justicia
en nuestro mundo. Todos perdíamos cuando se trataba de seres queridos.
Era una lección que Sasha aún tenía que aprender.
—No hagas ningún otro movimiento —le ordené a mi hermano—. Yo
me encargaré de Raphael. Y si se te ocurren más ideas brillantes, piensa en
la seguridad de tu hermana. —«Y la de Isabella», añadí en silencio. Sin
embargo, aún no estaba listo para revelar esa conexión—. Como cabeza de
esta familia te prohíbo hacer cualquier movimiento sin consultarlo conmigo
primero.
Sin saberlo, Isabella se haría demasiado visible si Sasha seguía jodiendo
a Santos.
CAPÍTULO DIEZ
ISABELLA
M e pasé todo el día con rabia, con la ira hirviendo en mi interior y las
palabras de Vasili repitiéndose en mi cabeza.
«No deberías jugar con lobos». Fueron las mismas palabras que
me dijo la mañana después de que le entregara mi virginidad.
Obviamente, cumplió su palabra y no les dijo nada a Tatiana y Sasha.
Porque esos dos seguían felices de verme. Empecé a arrepentirme de haber
venido a Nueva Orleans. Sasha tenía razón; los había estado evitando.
¿Cómo no iba a hacerlo después de lo que había pasado entre Vasili y yo?
Las palabras que soltó, la historia entre mi madre y su padre que nunca
conocí.
Eran solo las cuatro de la tarde y había tanta energía inquieta dentro de
mí que creí que estallaría. Salí a la calle, a pesar del calor húmedo. Tal vez
derretiría la energía y la rabia que hervían dentro de mí. Tatiana estaba en
casa, perdiendo el tiempo con algunos diseños de moda. No entendía por
qué había estudiado Ciencias Políticas si lo que le interesaba era la industria
de la moda.
No era como si tuviera que tener una licenciatura sensata. Al fin y al
cabo, su hermano se encargaba de que le fuera bien. Gruñí en voz alta. No
quería pensar en ese hombre. Ese maldito diablo vestido con ropa cara. Más
bien un lobo con piel de oveja engañándote hasta que bajes la guardia y
luego atacándote. Sí, él era todo lo malo.
Estaba en el límite de la propiedad de Tatiana y me debatía entre seguir
caminando o dar media vuelta y regresar. Justo cuando iba a darme la
vuelta, oí una voz familiar que me llamaba.
—Isabella.
Me giré y me encontré cara a cara con Ryan. Parpadeé, esperando
habérmelo imaginado allí, pero seguía de pie. Tenía la cara desaliñada por
la sombra de la barba y el pelo alborotado como si se hubiera pasado la
mano por él cien veces.
Dio un paso hacia adelante cuando Adrian apareció de la nada, su
corpulencia le impidió acercarse más a mí.
—Por favor, Isabella. —Su voz era suave, empapada de arrepentimiento
—. ¿Podemos hablar? Solo quiero explicarme. Dame la oportunidad de
explicarte.
—Estás en propiedad privada. —La voz de Adrian era tranquila, aunque
había un matiz de amenaza en ella.
—Está bien, Adrian.
—No, no lo está. Esto es propiedad privada y no puede poner un pie en
la misma.
Dejé salir un suspiro de molestia, y di un paso alrededor de Adrian.
—Bien, entonces saldré de la propiedad privada y hablaré con él.
—Isabella...
—Ahórratelo, Adrian. No me importa. —Me acerqué a Ryan y sus
brazos me rodearon, pero lo aparté suavemente.
—Podemos hablar, Ryan. Nada más.
Asintió, pero aún había esperanza en su rostro.
—Mi auto está allí mismo. —Seguí su mirada hasta una vieja camioneta
Chevy. Alcé una ceja, sorprendida—. Estoy de incógnito —murmuró—.
¿Recuerdas cuando hablamos de viajar una semana de incógnito?
Sí, me acordaba, pero ya no iba a pasar. Rompió mi confianza y no hay
vuelta atrás. Cuestionaría cualquier cosa que me dijera a partir de ahora.
Sentí la mirada de Adrian clavarse en mi espalda, obligándome a no ir a
hablar con Ryan, pero no era asunto suyo, ni de nadie más que de Ryan y
mío.
—No creo que esa camioneta te saque del estado. —Le negué con la
cabeza a Ryan, aunque así era él, siempre yendo a los extremos.
Caminamos hacia la oxidada camioneta color canela estacionada bajo la
sombra. Cuando abrió la puerta para que subiera, negué con la cabeza.
—Podemos sentarnos en la parte trasera de la camioneta y hablar.
Lo vi dar la vuelta y abrir la parte trasera del vehículo. Él era realmente
guapo, con cara de niño. Nada que ver con Vasili. Probablemente por eso
acepté salir con él. Era una alternativa más segura y nunca podría hacerme
daño como mi primer amante.
A pesar de que había sorprendido a Ryan con otra mujer y de que había
traicionado mi confianza, mi mundo no se hizo añicos tan fuerte como la
mañana siguiente a entregarme a Vasili. Sí, dolía, pero era más bien un
dolor ligero.
Los dos nos levantamos y nos sentamos en la parte de atrás, con los pies
colgando de la camioneta.
—Será mejor que no viajes de incógnito en este auto —dije—. Este
pedazo de chatarra probablemente no te sacaría fuera de la ciudad. Quieres
estar seguro, no ser un incógnito estúpido.
—¿Te preocupas por mí? —Soltó una risa baja y estrangulada.
Giré la cara hacia él.
—No quiero verte herido o en una situación peligrosa, si eso es lo que
preguntas.
—¿Así que te preocupas?
—Ryan, ¿por qué estás aquí? —No tenía sentido debatir si me
importaba o no.
El silencio se prolongó y pensé que podría haber cambiado de opinión
sobre lo que había venido a decir.
—Esa mujer no significaba nada.
Miré mis pies colgando de un lado a otro, balanceándose con sus
palabras, ahogando el aire entre nosotros.
—Entonces, ¿por qué lo hiciste? —Mi voz estrangulada. Cuando era
niña, mi madre siempre me enseñaba que toda acción tenía una
consecuencia. Por supuesto, no me daba cuenta de que hablaba por
experiencia propia, sin embargo, tenía razón. Cada elección que hacía tenía
una consecuencia. Yo quería a Vasili, pero estaba ciega a propósito a la
crueldad que se escondía debajo de esa ropa cara. Me conformé con Ryan
porque pensé que era una alternativa segura. A pesar de que la intensidad de
lo que sentía por Ryan no coincidía con lo que sentía por Vasili, aun así,
dolía—. Querías que nos mudáramos y ahí estabas...
No pude terminar la frase.
—Fui un idiota —murmuró—. Dejé que las promesas de tu amigo se
apoderaran de mí.
Volví la cara hacia él, frunciendo el ceño.
—¿Qué quieres decir? ¿Qué amigo?
—El hermano de Tatiana.
Cada pelo se erizó en mi cuerpo, tenso como una goma elástica a punto
de romperse.
—¿Vasili? —El nombre se me atragantó en un susurro.
—Sí. Me prometió una película de Sony Pictures con un papel
protagónico y un contrato de cinco años con una casa discográfica.
—¿Si te acostabas con esa mujer? —Me sorprendió que mi voz
estuviera tan calmada.
—No, si rompía contigo. —Se pasó la mano por el cabello,
convirtiéndolo en un atractivo enredo juvenil. Tan diferente a Vasili—. Así
que me dije que, si ya no te tenía, me ahogaría en otras mujeres mientras tú
estuvieras en mi mente.
El zumbido en mis oídos comenzó bajo y se intensificó con cada
segundo, amenazando con ahogar todas las razones por las que me había
ido. Quería arremeter, gritar a pleno pulmón, rabiar. Por fin entendía el
término “asesinato pasional” porque estaba tan malditamente furiosa que
podía matar. Vasili era un maldito cabrón. Un cabrón manipulador,
arrogante y cruel.
El estruendo de unos neumáticos rompió la niebla de mi ira, pero no
levanté la cabeza para ver quién era. Me concentré en la furia que hervía en
mi interior con imágenes mías asesinando a Vasili Nikolaev.
—Esa explicación es una mierda —murmuré. Nunca me metería en la
cama con la siguiente persona, solo para ahogar el recuerdo de otra. ¿O tal
vez yo también lo hice? Mientras intentaba olvidar a Vasili, me había
conformado con Ryan—. ¿Quién era la mujer? —Mi voz estaba calmada o
tal vez ya no distinguía nada.
—No lo sé. Me siguió en cada concierto de la última gira. Consiguió
entradas VIP para estar con nosotros—. No me extrañaría que Vasili
hubiera conseguido esas entradas VIP para esa mujer. No había mucha
gente que pudiera permitirse entradas VIP. Pero para poder permitírselas en
todos los destinos de conciertos, hacía falta ser una persona adinerada. Ryan
continuó explicando con voz esperanzada, sin embargo,
independientemente de si fue seducido o no, no podía pasar por alto lo
sucedido—. Al principio, acepté su oferta, luego cambié de opinión y le dije
que no me interesaba. La envió el hermano de Tatiana, pero yo no lo supe
hasta principios de esta semana.
La rabia era amarga en mi lengua. Me odiaba tanto que tenía que
destruir todo lo bueno que quedaba en mi vida.
El ruido de los neumáticos se acercó y, de repente, una bola de polvo se
levantó a mi alrededor, y Vasili saltó del auto, dando zancadas hacia
nosotros como el diablo con un traje negro de Armani.
—¿Qué carajo estás haciendo aquí? —La voz de Vasili nos sobresaltó
tanto a Ryan como a mí—. ¡Te dije que, si te veía cerca de ella, te volaría
los putos sesos!
Parpadeé, observando la escena que tenía delante a través de una lente
lejana. Vasili tenía el cuerpo de Ryan por encima de la camioneta, con sus
dedos tatuados haciendo un puño de su camisa y levantado en el aire.
—¿No te dije que te alejaras de ella? —gruñó y por fin salí de mi
estupor. Me bajé del auto y golpeé con mi puño la espalda de Vasili. Podría
haber estado empujando una montaña, ni siquiera se inmutó.
—¿Qué mierdas, Vasili? —grité—. ¡Suéltalo!
Como si no hubiera dicho ni una palabra, gruñó.
—Estás acabado, Ryan Johnson. No habrá una sola disquera que te
quiera ahora. Te hice una oferta generosa. Todo lo que tenías que hacer era
alejarte de una maldita vez.
Adrian se hizo a un lado, vociferando algunas palabras en ruso, pero
ninguna de ellas la registraba. También parecía tenso, con los ojos clavados
en Vasili como si estuviera loco. ¿Quizás el tipo había perdido la cabeza?
—Vasili. —Me tembló la voz y rodeé su torso con los brazos intentando
apartarlo—. Basta, por favor.
Apreté con fuerza a su alrededor y sentí el bulto de una pistola,
presionando bajo mis brazos. Me quedé helada y mi cuerpo se tensó. El
miedo por la vida de Ryan y la mía era como ácido en mis venas. Rígida, di
un paso atrás, con el instinto de supervivencia a flor de piel.
Eso alarmó a Vasili más que todos mis golpes y gritos. Dejó caer a Ryan
como un muñeco de trapo y yo di otro paso atrás, alejándome del peligro.
Vasili se dio la vuelta, dando un paso hacia delante, y yo le seguí
inmediatamente con otro paso hacia atrás. Nuestras miradas se encontraron,
un silencioso duelo de voluntades. ¿Qué quería? ¿Su objetivo era hacerme
sentir miserable? ¿Era eso?
—Ven conmigo, Isabella —suplicó Ryan—. No volveré a cometer el
mismo error. Por favor, confía en mí.
—¡Vete ya! —Adrian lo arrastró con facilidad y lo metió en la
camioneta—. Y no vuelvas nunca más.
Ryan luchó contra él, pero no eran oponentes.
—Isabella, ven conmigo. Lo siento, ni siquiera debí haber considerado
la oferta de este imbécil. Eres la única para mí. Por favor, danos otra
oportunidad.
La confianza no volvería a existir con Ryan, pero tampoco podía
quedarme cerca de Vasili. Di un paso hacia la puerta del pasajero cuando
sus palabras me hicieron detenerme en seco.
—Si entras en esa camioneta, él es hombre muerto. —La voz de Vasili
era baja y tranquila, muy distinta de la furia que acababa de presenciar, pero
había una amenaza inquietante en esa voz calmada, creí que lo haría.
«Despiadado y peligroso».
Tragué saliva.
—Adiós, Ryan. —Apenas pude pronunciar esas palabras.
Independientemente de la amenaza de Vasili, habría sido un adiós,
aunque tampoco quería quedarme cerca de Vasili. Ahora permanecía parada
en mi lugar, temerosa de que tal vez aquel hombre quisiera cobrarse más
venganza por el dolor que mi madre le causó a su familia.
—Bella...
—Vete, Ryan. —Mis ojos no se apartaban de Vasili, temerosa de que, si
apartaba la mirada, cumpliera su amenaza.
Oí el ruidoso arranque del motor y, al siguiente segundo, Ryan había
desaparecido entre el polvo del aire caliente y húmedo.
Permanecí inmóvil, con Vasili sosteniéndome la vista. Mi ira aumentaba
con cada segundo de silencio que pasaba. Mi madre siempre me decía que
me convertía de tímida a rabiosa cuando me asustaban. Era una reacción
incorrecta, pero ¿cómo podía controlarla? Mi madre creía que eso me
mataría algún día. Hoy podría ser ese día.
«¿Quién demonios es este hombre?». La acidez me subió por la
garganta, alimentando mi rabia. Era un monstruo, el diablo disfrazado de
caballero, sin embargo, este hombre no tenía nada de gentil. Debía vivir de
la crueldad y el sufrimiento.
Mi mano voló por el aire y chocó con su hermoso y duro rostro.
Una bofetada.
El sonido resonó en el aire o quizá solo en mis oídos. Su mandíbula se
apretó, pero no se movió. La única traición a su ira era el latido de la vena
de su cuello. Era tan jodido porque, a pesar de lo enfadada que estaba, tuve
que luchar contra mi cuerpo para no inclinarme hacia delante y lamer esa
vena y saborear el pulso en mi lengua.
Adrian se movió, murmuró algo en ruso o en un inglés entrecortado que
no pude entender y se fue. Empecé a moverme para ir con él cuando la gran
mano de Vasili me rodeó la muñeca.
—Nyet —«No». Una simple orden y mi cuerpo obedeció. Su fría mirada
y su voz me erizaron el vello de los brazos.
Bajé los ojos hasta donde sus dedos rodeaban mi pequeña muñeca. Qué
contraste. Su piel dorada contra la mía pálida. Sus dedos ásperos, decorados
con tinta, eran grandes pero elegantes, y sabía cuánto placer podían dar, al
igual que dolor.
—Eres un cabrón cruel —siseé—. No te importa lo que destruyes,
¿verdad? —La ira creció lentamente en mi interior y me hirvió la sangre.
Me zafé de su agarre y lo miré con el ceño fruncido—. ¿Quieres repartir
destrucción y dolor, Vasili? Hazlo de una puta vez.
Maldito sea este hombre. Quería olvidar aquella noche de placer con él
para hacer borrón y cuenta nueva. Perdí partes de mí esa noche y nada ha
vuelto a ser lo mismo. Tenía que seguir con mi vida.
Se quedó allí, estoico, inmóvil. Su mandíbula trabada, despiadada
terquedad y crueldad en ese bello rostro que me observaba.
—¿Nada que decir? —Fruncí el ceño con la voz temblorosa por la ira.
Normalmente nunca alzaba la voz, pero con aquel hombre lo único que
quería era gritar. Como no contestó, continué—: Ya no soy la chica de hace
cinco años. No me quedaré sentada aguantando tus enfermizos y retorcidos
castigos, Vasili.
Mis ojos se clavaron en la huella de mi mano que marcaba su mejilla y,
al instante, el arrepentimiento me golpeó. Yo no era así. Yo no le gritaba a
la gente, ni les pegaba. No me gustaba ver a la gente herida y yo acababa de
pegarle. Nunca le había pegado a nadie en mi vida.
Sabía que se merecía algo peor, y que no debería querer tener nada que
ver con él. Sí, mi estúpido cuerpo, corazón y alma lo anhelaban, sin
embargo, él era destructivo para mí.
—Siento haberte golpeado. —Era plenamente consciente de la ironía.
Destruyó mi relación con Ryan, me quitó la virginidad, me utilizó para su
lamentable venganza, y yo era la que se disculpaba—. Pero te lo merecías.
—Respiré hondo y di un paso atrás, necesitando más espacio entre nosotros.
Me alivió ver que no me seguía—. Te lo juro, Vasili. Estás sacando lo peor
de mí. No soy así. Nunca le he pegado a nadie en mi vida, nunca le he
levantado la voz a ninguna persona y aquí me tienes gritando dos veces en
un solo día.
Todavía nada. Solo esos ojos pálidos mirándome.
Me pasé las manos por el cabello, sin saber adónde iba a parar esta
conversación unilateral. Tan rápido como aumentó mi enojo, igualmente se
evaporó dejando tras de sí resignación.
—¿Qué quieres, Vasili? —pregunté.
—A ti. —Respuesta clara y concisa; sin embargo, no podía haber
pronunciado palabras más confusas—. Te quiero en mi cama.
Me quedé mirándolo como si fuera una serpiente de dos cabezas. No
podía hacerlo. No otra vez. Puede que mi cuerpo deseara a este hombre
insufrible, pero mi corazón y mi mente nunca lo sobrevivirían.
Mi corazón podría haber palpitado ante sus palabras, podría haber latido
por él, y mi sangre podría haber zumbado con la respuesta «¡Demonios, sí!,
vamos a hacerlo», pero mi cerebro les hizo caso a las advertencias.
Engáñame una vez, será culpa tuya. Engáñame dos veces, será culpa mía.
¿Cuál era el objetivo final de Vasili? Todo lo que hacía tenía un
propósito.
—Ya me tuviste. ¿Recuerdas? Me tomaste y luego me dejaste sin mirar
atrás. Te llevaste mi cuerpo —señalé lo que ambos sabíamos. «Me robaste
el corazón», pensé en silencio, la admisión cerrada en mi alma—. Y luego
me desechaste sin un gramo de remordimiento. ¿Qué más quieres? —Me
pareció ver que se estremecía, pero debí de estar equivocada.
No debería desearlo. «Me niego a quererlo», me susurré.
—Necesito más. —Sacudí la cabeza con incredulidad o tal vez fue para
convencerme de que no lo quería. Pero, era difícil ignorar ese fuego que él
encendía dentro de mí, quemándolo todo a su paso. Incluso mi relación de
dos años con Ryan—. Necesito cogerte duro, sentir tu coño ordeñar mi
pene, saborear tus jugos, oír tus gemidos, sentir tu boca alrededor de mi
verga. Quiero más.
Se me escapó una carcajada.
—¿Necesitas cogerme? Increíble —resoplé—. ¿Te volviste demente?
—Posiblemente.
—¿Y yo qué? —No tenía ni idea de dónde habían salido esas palabras.
—Haré que lo disfrutes. La última vez no te quejaste.
Quería abofetearlo de nuevo. En lugar de eso, me quedé boquiabierta.
Tal vez también hablé de más, no estaba segura, pero de una cosa estaba
segura... Vasili había perdido la cabeza.
—Ya no me puedes aportar nada bueno, hijo de puta. ¡YO... NO... TE...
QUIERO! —bramé mientras mis manos temblaban de rabia. Era mi
perdición. Igual que su padre fue la perdición de mi madre. Debería haberlo
sabido.
—Sí, me quieres. —¡Qué descaro el de este hombre!
De repente, ya estaba harta. No más Vasili. No más Ryan. Ya había
acabado con todo. Di un paso atrás y negué con la cabeza.
—No, no te quiero —dije en voz baja, sacudiendo la cabeza—. Puede
que sienta lujuria por ti, pero no te quiero. —Hice hincapié en las palabras
—. Hay una gran diferencia. Deberías aprenderla.
—Podemos empezar con lujuria —argumentó—. Aliviaremos nuestro
deseo.
—Creo que tienes razón —murmuré y durante un breve segundo vi un
rayito de victoria cruzando por su rostro, pero lo malinterpretó por
completo—. Estás loco. La respuesta es no, Vasili. No puedes tenerme.
Avanzó, inclinándose sobre mí, el aroma de su colonia amaderada
invadía mis pulmones, pero me negué a acobardarme, a demostrarle que me
había impactado. Me mantendría firme frente a él.
—Puedes engañarte a ti misma, Isabella, pero me deseas. —Su aliento
caliente me quemó en el punto sensible de mi cuello—. Ryan nunca te tuvo,
no como yo. Tu coño es mío. Siempre ha sido mío. Tu cuerpo es mío. Tú
eres mía. Y si a ese ex novio se le ocurre acercarse a ti otra vez, lo haré
pedazos.
—Esa es tu respuesta a todo, ¿no? Destruir todo lo que se interponga en
tu camino. —Me alejé de él mirando su sonrisa malévola—. Ni se te ocurra
tocar a Ryan.
Su risa era burlona y cruel.
—Sabes que no fue su primera aventura, ¿verdad? —De alguna manera,
no me sorprendió, pero todavía era horrible oírlo en voz alta—. Y todavía
así, te preocupas por él.
—Eres un gran imbécil. ¿Te hace sentir bien restregármelo en la cara?
¿Crees que decir eso hará que te quiera? —Me reí burlonamente—. Al
menos tiene corazón. Al menos sabe cuándo disculparse.
—Nunca volverá a tenerte, malyshka. Eres mía, carajo, y cuanto antes lo
aceptes, será mejor para los dos.
—Solo saca esa pistola que llevas bajo la chaqueta y dispárame, Vasili
—reté fanfarroneando—. Solo así me sentiré mejor —me burlé.
¡Estaba loco! Al parecer, yo también, porque, a pesar de todo, sí quería
que me cogiera. Hacía cinco años que me consumía viva en todos los
sentidos de la palabra. Maldito sea este hombre, quería que me consumiera
viva como aquella noche.
Al ver una fugaz expresión de asombro en su rostro, le di la espalda y
me alejé de él sin mirar atrás. Mientras tanto, luchaba contra el impulso de
darme la vuelta y correr hacia él, rogarle que me tocara y me quemara al
tacto.
Ojalá que Dios me ayudara, necesitaba encontrar algo de respeto por mí
misma, porque estaba muy tentada de decirle que sí a Vasili Nikolaev. El
maldito diablo que seguía tentándome con sus palabras pecaminosas porque
él tenía razón. Mi cuerpo sí lo deseaba, pero no podía permitírselo. Después
de todo lo que había hecho, él no merecía tenerme.
CAPÍTULO ONCE
VASILI
¡MalditoTuvo
Ryan Johnson!
que jugar a ser un caballero y tratar de tomar lo que es mío.
Estaba medio tentado de ir tras él y darle una paliza. Pero, Isabella sabría
que fui yo.
Lo único que tenía que hacer era tomar el dinero y cogerse a otras
mujeres. Era tan jodidamente simple, pero tenía que cagar eso también.
Pensó que era inteligente al venir por Isabella. ¡Error, amigo!
¡Malditamente equivocado! Ella era mía.
En cuanto el mensaje de Adrian me avisó de su visita, dejé mi reunión
de negocios a medias y conduje como un loco hasta aquí. Perdí la cabeza al
verlos sentados en la parte trasera de la camioneta como en un maldito
infomercial romántico.
Sabía que Ryan era lo único que mantenía a Isabella en Los Angeles.
Así como el cabrón que era, me deshice de él.
¿Me convertía eso en un hijo de puta cruel y enfermo?
Sí, primero muerto antes de verla conformarse con él mientras se tiraba
a cualquier falda dispuesta durante sus giras. Isabella también lo sabía.
Conocía sus hábitos de gasto, su rutina, todo. Era la razón por la que ella
seguía insistiendo en usar condones incluso después de salir con él durante
dos largos años.
Isabella podría negarse a admitirlo, pero todavía me deseaba. La forma
en que su cuerpo se sonrojaba, cómo sus ojos brillaban o se empañaban de
lujuria. Lo tiré todo por la borda hace cinco años, pero me equivoqué.
Ahora, me negaba a dejar que ella se equivocara de la misma forma. No me
inclinaba ante nadie, no le rogaba a nadie más que a ella… ¡maldita sea!,
rogaría y mataría por ella.
La verdad era que lo jodí hace cinco años. Confié ciegamente en las
palabras de mi madre, sin dudar que sería tan superficial como para recurrir
a mentir hasta su último aliento.
Ahora que la familia Santos sabía de su existencia, Isabella estaba más
segura conmigo. Me pertenecía. Y no dejaría que nadie más la tuviera. Era
mía para protegerla y cuidarla.
CAPÍTULO DOCE
ISABELLA
Después de dejar a Isabella, volví al bar. Agradecí a todos los santos que
Adrian me mantuviera al corriente a donde iban Tatiana e Isabella. Así era
más fácil seguirlas.
Al entrar, recordé la sorpresa de Isabella al enterarse de que era el dueño
del restaurante. ¿Nunca se le ocurrió averiguar todo lo que tenía? Al
parecer, no. Siempre me sorprendía ser testigo de su indiferencia hacia el
dinero y el poder. Creía que eso era lo único que le importaba a su madre y
la razón por la que persiguió a mi padre y, más tarde, a Lombardo Santos.
Sin embargo, Isabella salió pura, sin importarle el dinero ni el estatus. No
podría importarle menos nada de eso. Cuando la conocí, pensé que fingía,
pero con el paso de los meses y los años me di cuenta de que así era
realmente. Podía decirte todas las marcas de trajes de baño y dónde
encontrar las mejores tablas de surf y lugares de playa para montar olas,
pero cuando se trataba de conocer a gente famosa o poderosa, no podía
mantener el interés lo suficiente como para mirar siquiera la página de una
revista. Oí a Tatiana bromear al respecto todo el tiempo.
Me dirigí al sótano y pude oír el encuentro de piel con piel y los
dolorosos aullidos del cabrón que intentó alterar la bebida de mi mujer. El
tipo ya estaba enganchado a las cadenas y tenía la cara hecha un desastre
sangriento.
Me volví hacia Alexei, que estaba pasando el rato con mis dos
guardaespaldas que arrastraron a estos dos cabrones hasta aquí, para darles
una lección a nuestro gusto.
—Aww, ¿empezaron sin mí? —me quejé—. Ya saben lo mucho que
disfruto los primeros golpes.
Los miré mientras me tomaba el tiempo para quitarme la chaqueta y
remangarme la camisa por los antebrazos.
—¿Adivina qué, hermano? —Alexei me siguió el juego—. Regi y Dino
trabajan con Alphonso Romano. No para él, sino con él. Estos dos son
peces gordos. —Alexei sonrió, sus palabras burlonas—. Tenían
instrucciones específicas de llevarle a las chicas.
La rabia hervía a fuego lento por mi sangre. Siempre me había
caracterizado por mantener la cabeza fría y por ser un cabrón impasible. Sin
embargo, las imágenes de Isabella o Tatiana drogadas y sin control,
mientras estos idiotas enfermos las tocaban, me tenían al borde del abismo.
Alphonso Romano era la peor de las escorias, junto con Benito King. Esos
dos tenían un viejo acuerdo, traficando personas para distribución general.
Pero también tenían otro acuerdo exclusivo, moviendo solo cierto tipo de
mujeres. Los rumores del bajo mundo lo llamaban el acuerdo de Bellas y
Mafiosos. No mucha gente conocía los detalles, incluyéndome a mí. Pero,
que me condenen al mismo infierno antes de dejar que alguno de esos
cabrones pusieran sus manos sobre Isabella o Tatiana.
—¿Por qué estas mujeres? —pregunté, con la ira hirviendo en mi
sangre.
Los ojos de los dos tipos intentaron seguir mi movimiento, pero estaban
desenfocados y uno de ellos bastante hinchado.
—No lo sé, ¡mierda! —gritó, con el cuerpo temblando de miedo—.
Algo sobre el actual Santos negándose a continuar con el acuerdo de tráfico
que tenía su padre.
¿Alphonso y Romano sabían sobre Isabella desde el principio? Alexei y
yo compartimos miradas. Sabía lo que eso significaba. La conexión de
Isabella con Lombardo Santos era conocida. Quizá los antiguos negocios de
Santos en el tráfico de personas era lo único que la había librado todos estos
años.
—Nada más, íbamos a tomarlas y entregar el paquete. —El otro tipo
intervino, chillando como una maldita perra cada vez que Alexei daba un
paso hacia él con su navaja suiza, burlándose de él.
—Tst, tst. —Empecé, mi voz calmada mientras mi sangre hervía—.
Nunca deberían tocar lo que no les pertenece.
—Lo siento, hombre. —La sangre goteaba de la boca de Regi mezclada
con saliva mientras intentaba hablar a través de su labio partido y
amoratado.
—No lo suficiente —dije, mirando a Alexei—. Las tijeras para podar.
Él las cogió de una mesa cercana y me las entregó con una sonrisa de
satisfacción. Alexei podría ser mi hermanastro, pero era muy parecido a mí
y a Sasha. Le gustaba hacer pagar a la gente por hacerles daño a las
mujeres, hambriento de venganza.
El cobarde que colgaba de las cadenas empezó a retroceder, dándose
cuenta de lo que teníamos planeado.
—¿Y adivina qué, amigo? —me burlé—. Es Regi, ¿verdad? —Asintió
con la cabeza, todo su cuerpo temblando—. Intentaste violar a mi mujer. —
Volví la mirada hacia Dino—. Y tú, hijo de puta, te atreviste a mirarla...
como si estuviera en venta —gruñí, y me puse en su cara para que viera la
rabia que evocaba en mí. Que la probara; no tenía ni idea de lo que se le
venía encima—. Las mujeres no están a la venta en mi territorio. Nunca lo
han estado y nunca lo estarán. Especialmente esas dos mujeres que
intentaste coger esta noche.
Sus ojos se agrandaron, a punto de salírsele del cráneo.
—No... no lo iba a hacer —tartamudeó—. Queríamos tomar solo a la
morena. Iba a tocarla y luego llevársela a Benito. La otra era solo un bonus
extra.
«Maldito, idiota». Fue lo más estúpido que pudo decir porque en el
siguiente segundo, todo lo que vi fue rojo. Las imágenes de su mano sobre
la mujer que gemía mi nombre mientras estaba a horcajadas sobre mí hacía
apenas una hora, me pusieron al borde del abismo. ¡Y el cabrón se iba a
llevar a mi hermana!
Primero le corté el meñique. Su grito resonó en el sótano, pero nadie lo
oyó. Esta habitación estaba diseñada especialmente para evitar que se
escapara ni un solo sonido. Podía haber una persona con la oreja pegada a la
puerta justo fuera, y nunca oiría una maldita cosa.
—Mi turno. —Alexei le sonrió al desgraciado gritón y cogió otro par de
tijeras. Le cortó el otro meñique y luego más gritos.
—Maldito cobarde —dije—. Ya no eres tan valiente, ¿verdad?
Lo agarré por el cuello y apreté con fuerza, viendo cómo la luz se
extinguía en sus ojos. Cuando dejó de respirar, lo dejé caer al suelo como
un muñeco de trapo.
—Mierda, Vasili —se quejó Alexei—. Yo quería hacer eso. Es mi
hermana, no la tuya.
«Pero es mi mujer», añadí en silencio.
Cuando encontré a Alexei, estaba muy jodido, en camino a la
autodestrucción final. Me mataba ver a mi carne y sangre tan destrozada,
solo adivinando lo que había vivido. Su llamada de atención llegó en la
forma de Isabella y Tatiana. Una vez que le revelé que tenía hermanas y los
peligros que acechaban en las sombras, esperando para poner sus garras en
ellas, le dio un propósito. Tomó ese propósito y lo convirtió en su misión
mantenerlas protegidas a toda costa.
Incliné la cabeza hacia el cómplice de Regi que colgaba de la otra
cadena, sus pantalones con una gran mancha oscura y el olor a orina a su
alrededor.
—Puedes quedarte con ese —gruñí, con todo el cuerpo tenso—. Y hazlo
sufrir, carajo. Enviaremos mañana las partes del cuerpo de ambos al querido
viejo Alphonso.
Salí de la habitación, con los gritos resonando detrás de mí, y me dirigí
directamente al baño. Me detuve en el baño y miré mi reflejo. ¿Qué diría
Isabella si pudiera verme ahora? Ella salvaba a la gente, curaba sus heridas,
y yo acababa de matar a un hombre. Su amigo pronto le seguiría; Alexei se
aseguraría de ello.
Mi camisa blanca y mis brazos estaban salpicados de sangre. Me la
quité y me lavé la cara y las manos con jabón bajo el grifo. Alcancé un
pequeño armario que albergaba artículos de primera necesidad en este
cuarto de baño. Nadie más que mis hermanos y yo lo utilizábamos.
Cuando ya no quedaba rastro de sangre visible en mí, me dirigí de
vuelta al auto y a mi casa. Me encontré deseando que Isabella estuviera
esperándome allí, en mi habitación. Ni siquiera tendríamos que coger; solo
la quería envuelta en mis brazos, en mi cama.
Llamé a Adrian para ver cómo estaba la casa. Contestó al primer
timbrazo.
—¿Todo bien? —Fui directo al grano.
—Sí, las dos mujeres están en la casa, en cama.
Recordé todos los problemas en los que se metieron esas dos durante
sus años universitarios mientras estaban supuestamente en casa y en cama.
—¿Estás seguro?
—Sí, Vasili. Yo mismo metí a Tatiana en su cama e Isabella se cruzó
conmigo en el pasillo al salir.
—¿Dijo algo? —Genial, ahora sonaba como un adolescente idiota.
—Sí, que quiere que te metas en su cama. —Su voz goteaba de
sarcasmo—. Vamos, Vasili. ¿Crees que tu mujer alguna vez me confesaría
lo que siente en su corazón?
«Así es. ¡Mi mujer!». Genial, ahora solo tenía que golpearme el pecho y
todo estaría bien en este mundo.
—Debería ir para allá y partirte la cara —amenacé medio en broma.
Aunque no parecía mala idea. Sería una buena excusa para aparecer por allí
y ver a Isabella en su cama.
—Entonces será mejor que te des prisa. —Se rio entre dientes—. Así
podrás atraparme antes de que me duerma. De lo contrario, tu pobre excusa
para ver a tu mujer no funcionará esta noche.
—Cabrón.
—Lo mismo digo.
Adrian y yo teníamos una relación extraña. Éramos amigos y socios de
negocios. Nuestra amistad empezó cuando éramos niños en Rusia. Cuando
comenzó nuestra expansión en los Estados Unidos, mi padre se lo trajo con
él. No había nada más que la muerte esperándolo en la madre patria. Su
padre era un borracho holgazán y su madre una drogadicta, dos seres
humanos despreciables a los que no les importaba nada el bienestar de su
hijo.
En nuestro primer año de universidad, montamos nuestro propio
negocio. Siempre tuvo un don para la seguridad, así que tenía sentido
tentarlo para que abriera una empresa conmigo. Gestionaba toda nuestra
seguridad: personal, de negocios legítimos y de negocios ilegales. No había
nadie mejor que su empresa, y lo hizo rico. Yo era su cliente principal, sin
embargo, también tenía muchos otros de alto perfil.
—Refuerza la seguridad alrededor de ambas —dije—. Esos dos iban
por Isabella. Por órdenes de Alphonso Romano y Benito King.
—Mierda. —Él sabía que eso significaba una situación complicada. Me
preguntaba si la eliminación de Lombardo Santos por parte de Sasha había
empujado a la caza de Isabella o si ya estaba en marcha desde el principio
—. Me aseguraré de que ambas estén a salvo.
Adrian era el mejor. Además de encerrarlas en mi propia casa junto a la
protección de Sasha y Alexei, no había nadie mejor para protegerlas.
—Nos vemos mañana. —Terminé la llamada y tomé la curva hacia mi
lado de la ciudad, aunque era tan tentador colarme en la casa de Tatiana y
meterme en la cama con mi mujer.
CAPÍTULO CATORCE
ISABELLA
Los calambres eran peores, eran tan intensos que me dejaban sin aliento.
El dolor me nublaba la vista. Algo estaba mal.
Me hice bola, agarrándome el vientre bajo. Era estúpido, pero esperaba
que, si lo protegía con la mano, podría proteger la pequeña vida que crecía
dentro de mí. Sabía que no era así, pero mi mente se rebeló al saber que
era mi cuerpo el que rechazaba al bebé.
Mi cuerpo se acurrucó en posición fetal y unos gemidos silenciosos me
sacudieron el alma. Tenía que guardar silencio. Nadie podía saberlo. Me
lamí los labios, saboreando las amargas lágrimas que se negaban dejar de
brotar.
Sola. Me sentía tan sola.
Mi madre había muerto. No pude salvarla. El bebé que llevaba dentro
se estaba muriendo. Lo sabía. Solo tenía cuatro meses, pero para mí, era
algo vivo que respiraba. Era parte del hombre que yo quería. Y se estaba
muriendo, dejándome sola.
—Isabella. —La voz de Tatiana estaba cerca, sin embargo, estaba
demasiado débil para levantar la cabeza—. Dios mío. Hay sangre por
todas partes.
Algo me oprimía la garganta. No podía respirar, no podía articular
palabras. No tenía energía para levantar la cabeza y asegurarle que estaba
bien.
—Está bien, Bella. —Podía oír el miedo en su voz—. Voy a llamar a la
ambulancia.
—No. —Apenas pude pronunciar la palabra.
—Bella, te estás desangrando.
—Por favor, llévame al hospital. —Me obligué a levantar la cabeza y
mirarla a los ojos—. Fuera del campus. Por favor. Estoy perdiendo al bebé.
—Su rostro se puso blanco, el miedo se apoderó de mí, pero ya no podía
calmarla—. Por favor, Tatiana —dije.
—Llamaré a mi hermano.
La agarré de la mano y me sorprendí a mí misma por la fuerza de mi
agarre.
—No. —Exhalé—. A nadie. Por favor.
Sin dudarlo, me ayudó y prácticamente me llevó en brazos hasta su
auto, dejando un rastro de sangre desde nuestro dormitorio. Sentía que se
me iban las fuerzas y me mareaba. Otro calambre y me encorvé. De no ser
por Tatiana, me habría caído de boca.
—Te tengo —me susurró al oído—. Te tengo.
Me desmayé en algún lugar entre el campus y el hospital. Cuando
desperté, lo primero que reconocí fue el rostro pálido de Tatiana y sus ojos
claros llenos de miedo.
—Oye —murmuré, con la boca seca—. ¿Estás bien?
—¿Que si estoy bien? —Carraspeó con la voz temblorosa—. Llevas dos
días inconsciente.
Rompió a llorar y hundió la cara en mi pecho. Levanté la mano y se la
puse en la cabeza, observando la vía intravenosa.
—Perdiste mucha sangre —murmuró.
—Lo siento. —Me dolía el pecho mientras me llevaba la otra mano al
vientre bajo. El conocimiento estaba enterrado en lo más profundo de mí y
de mi cuerpo, pero la maldita esperanza era más fuerte—. ¿El bebé? —
Apenas susurré la palabra.
Los pálidos ojos de Tatiana se encontraron con los míos y la respuesta
estaba en ellos, incluso antes de que negara con la cabeza.
«No estaba preparada para ser madre», me dije a mí misma. Tenía toda
la vida por delante. Entonces, ¿por qué me dolía tanto?
CAPÍTULO QUINCE
VASILI
E ran las nueve y media y aún seguía esperando a Tatiana. Uno de los
hombres de Adrian nos llevaría a la fiesta. Supuestamente, Adrian y
Vasili se pelearon o algo así. Tatiana no quiso dar más detalles, pero se
enteró de que Adrian estaría en la fiesta esta noche. Esperándola. Podía ver
la emoción pintada en su cara.
Quitando el breve encuentro con los paparazzi y el mal humor de Vasili
cuando me encontró paseando por la ciudad, había sido un día bastante
bueno. Esperaba que acabara igual.
El almuerzo tardío que tuve con Vasili me inquietó. Fue
sorprendentemente cómodo y agradable. Actuó como un hombre diferente,
como si le importara. No estaba segura de si podía confiar en ese exterior.
Tenía tantas capas, que no estaba segura de cuál era la que mostraba al
verdadero él.
¿Era el hombre que me dijo esas palabras crueles la mañana después de
acostarnos? ¿Era el hermano cariñoso? ¿Era el hombre con el que almorcé?
¿O era el hombre que chantajeó a Ryan para que me dejara?
Fuera cual fuera, mi cuerpo los deseaba a todos. Pero me preocupaba mi
corazón. No había garantías cuando se trataba de asuntos del corazón. Lo
aprendí de primera mano con Vasili y, por desgracia, mi madre también lo
vivió.
Irónicamente, esas últimas horas con Vasili me trajeron recuerdos.
Pasando horas y horas en la playa, el olor del océano y del bronceador,
nuestro pequeño hogar, Paolo y su familia. Se me rompió el corazón cuando
supe que se había unido a una pandilla. Juró que nunca lo haría. Ambos
sabíamos que las pandillas eran malas noticias. Cuando se enteró de las
conexiones entre Santos y mi madre, se horrorizó. ¡Yo también! Sin
embargo, nunca le dije lo profunda que era esa conexión. No se lo había
dicho a nadie. Ciertos secretos era mejor dejarlos enterrados.
¡Halloween! Todo comenzó esa noche de Halloween hace cinco años.
Era mi día menos favorito del año y aquí estaba yo... disfrazada.
Me quedé mirando mi reflejo y este disfraz ridículamente pequeño.
Todos los años en Georgetown y nosotras nunca nos disfrazamos ni una
vez. Y aquí estábamos, haciéndolo ahora. El disfraz era de Cleopatra, pero
juraba que me sentía como una belly dancer con una máscara dorada.
Sacudí la cabeza ante la ridiculez y, con una última mirada a mi reflejo en el
espejo, salí de mi habitación y me dirigí a la de Tatiana.
Entré en su recámara y gemí. Ni siquiera estaba cerca de estar lista.
—¿En serio? —me quejé. — ¿Por qué te está tomando tanto prepararte?
Solo llevaba puesto el sujetador y la ropa interior y miraba los dos
disfraces que había sobre la cama.
—¡No me decido por uno!
Se había pedido dos disfraces, sin saber cuál le gustaría más. Uno era de
Caperucita Roja y el otro era de sirvienta o, mejor dicho, un leotardo que
dejaba al descubierto casi todo menos sus tetas y su zona íntima. La
máscara hacía juego con cada uno de esos disfraces.
No es que mi disfraz fuera mucho mejor. El mío era de Cleopatra, con
dos piezas de tela escasa en tonos dorados y una máscara con material a
juego. No me gustaba tener tanta piel a la vista de todos, pero ya era
demasiado tarde para buscarme otro disfraz.
—Diablos, qué buena te ves con ese disfraz. —Los ojos de Tatiana me
recorrieron.
—Estarías aún más buena tú con cualquiera de los dos, si te decidieras a
ponerte uno. —Puse los ojos en blanco.
—Solo quiero estar guapa para que Adrian no se me pueda resistir.
Mi labio se curvó en una sonrisa. No podría resistírsele si llevara ropa
deportiva a la fiesta.
Aunque si le dijera eso, se opondría. Respiré hondo.
—¿Sabes de qué se disfrazará?
—De James Bond.
Me reí entre dientes. Le quedaba bien. A Adrian le gustaban los
accesorios de investigación, y por lo poco que había visto de sus pantallas
de seguridad y tecnología, estaba atraído por toda esa mierda.
—De acuerdo, ve con el de criada —recomendé—. Hará juego con su
traje.
—¡Eres la mejor! —Cogió el traje de sirvienta de una pieza y se lo
puso, dejando el sujetador a un lado, ya que el traje lo llevaba incorporado.
Mientras se vestía, no paraba de hablar—. Voy a seguir tu consejo y a ver
adónde nos lleva. He estado enamorada de él desde la universidad. Quizá
sea el indicado y he estado luchando contra ello.
Sabía que necesitaba esta conversación, así que la dejé hablar.
—¿Qué piensas? —preguntó, sus ojos buscándome en el reflejo del
espejo.
—Creo que deberías dejarte llevar y ver qué pasa —sugerí—. No lo
pienses demasiado. Si se siente correcto, hazlo. Si no, detente. Lo sabrás.
—¿Y tú?
Inhalé profundamente y luego exhalé despacio. Se me daba mejor dar
consejos y prefería no pensar en lo que me parecía correcto para mí. Había
demasiada historia, que se remontaba incluso más atrás que mi vida entre
Vasili y mi familia. Él creía que mi madre había roto el matrimonio de sus
padres, me sedujo para vengarse de ella y luego me destrozó el corazón. Y
luego estaba mi aborto involuntario. Me culpé por ello, lo culpé a él... era
difícil superar todo eso y olvidar.
Sí, él siempre se había sentido correcto para mí. Incluso cuando apenas
me miraba, algo en él me tranquilizaba y me excitaba al mismo tiempo. Lo
deseaba, y desde el momento en que sus labios tocaron los míos, quise
sentirlo por el resto de mi vida. ¿Era en ese entonces una chica joven e
ingenua? Sí, aunque la intensidad de nuestra atracción física era algo
extraordinario. También debió de sentirla, pero la desechó.
Tal vez estaba volviendo en sí. Quizá se dio cuenta de su error. El
almuerzo rápido que tuvimos hoy me mostró a un Vasili diferente. Habló,
hizo preguntas, reveló... como si quisiera compartir destellos de sí mismo
que mantenía ocultos a todos los demás. Hipnotizada como una niña en una
tienda de caramelos, quería ver todo de él, sus profundidades y penas,
deseos y anhelos. Y quería ayudarle a conseguirlo todo, sin embargo, el
recuerdo de aquella noche me frenaba.
No quería darle la oportunidad de hacerme daño otra vez.
—¿Estamos listas entonces? —pregunté.
—Está bien, está bien. —Aceptó mi evasiva—. Estamos listas. —Se
dirigió al rincón de su habitación donde guardaba un pequeño minibar—.
Pero, primero, tomemos nuestras bebidas para entrar en calor.
Me reí entre dientes. Era lo que solíamos hacer en la universidad antes
de salir. Usar alcohol para entrar en calor y subirnos el ánimo. No es que
nuestro estado de ánimo necesitara ningún estímulo. Ya estábamos bastante
contentas.
Sirvió vodka en pequeños shots. Me dio un vaso y brindamos.
—¡Nostrovia! —«Salud en ruso». Al mismo tiempo, inclinamos la
cabeza hacia atrás y bebimos.
—Mierda, se me había olvidado cómo quema.
—Uno más. —Soltó una risita.
—Vamos a estar borrachas antes de llegar. —Nos llenó los vasos.
—No, borrachas no —justificó y volvió a llenar los dos vasos.
—Solo felices. Este es el último antes de que llegue mi chofer.
S asha estaba tendido sobre el césped, con la cara pálida, pero logró
sonreír.
—Estoy bien —murmuró.
—No, no lo estás. —Me arrodillé, buscando la herida que sangraba
rápidamente. Vasili estaba a mi lado, pero me dejó hacer lo mío mientras
sacaba el teléfono. Supuse que estaba llamando a la policía o al 911.
Encontré el agujero de bala cerca de su clavícula. Pasé el dedo por
encima y encontré un bulto contra su piel. La bala podría haber tocado el
hueso. Y a juzgar por la cantidad de sangre, esperaba que no hubiera dado
también en una arteria.
—Adrian. —Oí la voz de Vasili. Levanté la cabeza y lo encontré
hablando por el celular—. No traigas a Tatiana a casa. Mantenla contigo;
mantenla a salvo. Nos han atacado.
Los ojos de Sasha se desplomaron y empujé contra la herida, para evitar
que se desangrara.
—Quédate conmigo, Sasha —susurré—. Abre los ojos.
—Solo necesito descansar.
Levanté los ojos hacia Vasili.
—Está perdiendo mucha sangre. Tenemos que llevarlo al hospital.
Volví a mirar a Sasha, notando que su color empezaba a volverse de un
gris enfermizo. Vasili levantó a su hermano del suelo y me llamó.
—Vamos, malyshka. No te quedarás aquí.
Lo seguí sin discutir. No quería quedarme aquí después de lo que
acababa de pasar. No me sentía segura sin Vasili. Los últimos veinte
minutos habían sido los peores de toda mi vida y el terror todavía sacudía
mis huesos, pero me negaba a pensar en ello. Mantener a Sasha con vida era
más importante.
—No puedo ir al hospital con este aspecto —murmuré, aunque era un
comentario estúpido. Sasha se estaba desangrando y me preocupaba ir al
hospital descalza, en bóxer y con una camisa de hombre.
—Estará bien —aseguró.
Observando la herida de Sasha, noté que la sangre se filtraba con
demasiada rapidez.
—Vasili, ¿tienes un cuchillo? —Necesitaba detener la hemorragia de
Sasha y lo único que tenía a la mano ahora mismo era mi camisa. Me
entregó su cuchillo sin preguntar. Agarré el dobladillo de mi camisa y corté
a través de ella, arrancando parte de ella, luego la apliqué sobre su herida,
todo mientras mantenía el ritmo de la zancada de Vasili.
Mis manos se estaban ensangrentando, aunque no me importaba.
Mientras mantenía una mano en su herida, con la otra le tomaba el pulso.
Seguía ahí.
—Necesitamos sangre —murmuré para mí. En mi mente ya estaba
preparando todo lo que necesitaría en cuanto llegáramos al hospital—.
Oxígeno, equipo quirúrgico. Líquidos.
—Mantenlo con vida, malyshka. —Me sobresaltó la voz de Vasili.
Colocó el cuerpo de Sasha en la parte trasera de su gran Mercedes, y me
subí para mantener la presión sobre su herida. Nada importaba ahora, solo
mantenerlo vivo.
Vasili estaba al volante, con los neumáticos chirriando.
—Sasha, sigue respirando —murmuré, esperando que pudiera oírme—.
Aguanta. Llegaremos pronto.
Su respiración era superficial.
—¿A qué distancia está el hospital? —le pregunté a Vasili. Yo estaba en
el suelo del asiento trasero y no podía ver por la ventanilla, pero me di
cuenta de que iba a toda velocidad por la forma en que el auto giraba a la
derecha e izquierda en cada curva.
—Cinco minutos. —Eso era bueno. Cinco minutos. Podríamos hacerlo.
Con cuidado, le desabroché los dos botones superiores y le quité la camisa.
La tela pegajosa estaba empapada de sangre. Se la quité y aspiré al ver la
sangre que manaba de la herida.
—¿Cómo está? —El Mercedes de Vasili se desvió de nuevo al tomar
una curva cerrada y agarré el cuerpo de Sasha para evitar que cayera al
suelo.
Volví a presionar el paño contra la herida.
—Espero que sea una herida superficial. Eso es mejor que la alternativa.
—Podría haber alcanzado un órgano vital, lo que habría sido mucho peor—.
Tenemos que sacar esa bala.
No respondió, pero me di cuenta de que estaba preocupado. Yo también
lo estaba. Condujimos los cinco siguientes minutos en silencio cuando, de
repente, el vehículo se detuvo.
Antes de que pudiera moverme siquiera, la puerta del asiento trasero se
abrió y Vasili me ayudó a levantarme del suelo y sacarme, y luego levantó a
su hermano sin esfuerzo. Vasili empezó a correr hacia una gran mansión
que no se parecía en nada a un hospital, pero no tuve tiempo de
interrogarlo.
Corrí tras él, intentando seguirle el ritmo. Vasili cargó con su hermano
por las escaleras de mármol y luego por un largo pasillo antes de detenerse
frente a una gran puerta. Rápidamente la abrí, dejando manchas de sangre
en los picaportes.
Entró en la habitación y colocó a Sasha en la cama del hospital. Eché un
vistazo rápido a la habitación para ver con qué tenía que trabajar. Esta era
grande, con una cama de hospital en el centro y todo tipo de máquinas
médicas de alta tecnología. Los armarios de acero inoxidable con puertas de
cristal mostraban un suministro completo de accesorios médicos,
medicamentos y cualquier otra cosa que pudiera necesitar para salvar una
vida.
—Dime qué necesitas. —La voz de Vasili era firme, sus ojos clavados
en mí buscando orientación.
—Necesita una transfusión de sangre para empezar —dije,
dirigiéndome al lavabo de la esquina de la habitación. Me lavé las manos,
las desinfecté, cogí un par de guantes y me acerqué a mi paciente.
Vasili me entregó bolsas de sangre O negativo y tiré de la barra de acero
IV, colgando una.
—Kit intravenoso.
Se dirigió al armario más cercano y me entregó los suministros. Se lo
quité de las manos, busqué la vena de su brazo y le puse la vía. A
continuación, limpié su herida y, sin tiempo que perder, me centré en la
tarea en cuestión.
Vasili quedó olvidado a mi lado, mientras me ponía a trabajar en su
hermano. Primero, adormecí la zona con lidocaína. Luego, corté la piel de
Sasha con el bisturí que encontré en la bandeja que milagrosamente había
aparecido a mi lado. Hice la incisión lo bastante grande para poder agarrar
la bala con unas pinzas y sacarla del agujero. La coloqué en el tazón de
acero inoxidable y limpié la herida. Miré para ver de dónde había salido
toda la sangre, pero parecía haberse detenido, así que me relajé. Después de
coserlo, cogí la gasa estéril, la puse sobre la herida y la envolví.
Cambié la bolsa de sangre vacía por otra llena y añadí otra bolsa de
líquido. Lo observé y me pareció que se pondría bien. Solo teníamos que
asegurarnos de que la herida no se infectara. El pulso de Sasha era cada vez
más fuerte y su piel, aunque seguía pálida, no estaba húmeda ni enfermiza.
Miré a Vasili, que no se separaba de mí, con la preocupación grabada en
el rostro.
—Todo listo —dije, con el cansancio contra el que había luchado toda
la noche haciéndose sentir.
Había asombro en su rostro y algo más, pero estaba demasiado cansada
para reflexionar sobre ello. Esta noche había sido inesperada, me había
abierto los ojos al mundo de Vasili. A pesar de la violencia de la que había
sido testigo, él no me asustaba. Se sentía seguro.
Me tomó la cara con ambas palmas y me estampó un beso en la nariz.
—Gracias, malyshka —murmuró—. Lo salvaste.
El gesto fue sencillo pero cariñoso. Tenía tantas preguntas sobre lo
ocurrido esta noche, quién era aquel tipo y por qué no había venido la
policía, sin embargo, no sabía por dónde empezar. El hombre era el mismo
con el que me había cruzado antes, cuando compré la pintura. Tenía la
sensación de que todo lo sucedido cambiaría las cosas entre nosotros.
—No me des las gracias todavía. Veamos cómo continúa esta noche. —
Mis ojos se desviaron hacia la forma dormida de Sasha—. Lo vigilaré
durante toda la madrugada.
—Puedo hacer que uno de mis hombres lo vigile.
Sacudí la cabeza.
—No, quiero hacerlo yo. Déjame ducharme y quitarme esta ropa
ensangrentada.
Su mano rozó la piel de mi cuello y no pude evitar una ligera mueca de
dolor. Su expresión se ensombreció, con furia y miedo en los ojos. El miedo
me sorprendió. Me parecía como alguien que no le temía a nadie.
—Quiero matarlo por haberte hecho daño —gruñó en voz baja con la
ira latente en cada una de sus palabras.
—Solo tiene moretones —susurré suavemente. Dios, su actitud
protectora me hacía amarlo aún más—. ¿Estás bien?
Se rio entre dientes.
—Te ha hecho daño y me preguntas si yo estoy bien. —Sacudió la
cabeza, con la incredulidad dibujada en sus facciones—. Eres demasiado
suave, malyshka. Demasiado buena para mí. —Sus palabras eran graves, su
acento marcado. No entendí lo que quería decir, pero antes de que pudiera
reflexionar, continuó—: Deja que me ocupe de ti —replicó con voz suave.
Sus labios depositaron el más suave de los besos en mi cuello magullado—.
Quédate conmigo. Es la única manera en que estaré bien. —Cuando
hablaba así, casi podía convencerme de que se preocupaba realmente por mí
—. No dejaré que esos hombres te hagan daño. Te protegeré, lo prometo.
Mejor de lo que lo he hecho esta noche.
Le creí y, extrañamente, me hizo sentir físicamente segura. El mundo de
Vasili era muy diferente al mío. Esta noche lo hizo bastante obvio. El estilo
de vida que llevaba Vasili era similar al de mi padre y del que mi madre
había intentado mantenerme alejada. Estaba cegada a la violencia de la
mafia hasta esta noche. O tal vez no quise verlo antes. Pero con él a mi
lado, no temía a ese mundo.
Temores completamente diferentes me acosaban.
Estaba el miedo de dejarme ir, a que rompiera los muros de mi corazón
solo para volver a hacerlo añicos. La primera vez, fue doloroso. Y esta vez
había un secreto que guardaba. ¿Podría perdonarlo? ¿Me perdonaría él?
Incluso suponiendo que superáramos todo eso, no estaba segura de poder
sobrevivir si él decidía volver a desechar mi amor.
Quería entregarme por completo, sin embargo, las batallas de Vasili en
su mundo mafioso cruzaban camino con mi padre, que resultó ser su
enemigo. El diario de mi madre ponía de manifiesto lo despiadado que
podía llegar a ser Nikolaev y su traición podía convertirse fácilmente en mi
pecado por el que pagaría de nuevo.
Asentí con la cabeza, a pesar de las advertencias y del miedo a salir
herida. Un alivio inundó su rostro y me hizo preguntarme cuánto le
importaba realmente. Porque él me importaba demasiado. Me rodeó con las
manos y me di cuenta de que nuestras camisas estaban empapadas de
sangre.
—No tienes ninguna herida, ¿verdad? —murmuré, poniéndome de
puntillas y hundiendo la cabeza en su cuello. Tenía que alejar todas las
preocupaciones de mi mente por esta noche. Valoraría el hecho de estar viva
y con este hombre. De todo lo demás me preocuparía con el próximo
amanecer.
—No. La sangre es de Sasha. —Inhalando profundamente, saboreé su
aroma. Ese aroma único y maravilloso que siempre era Vasili—. Vamos a
limpiarnos. Haré que alguien traiga un sofá y me quedaré aquí contigo.
—Tú no...
Me cortó con un beso en la boca.
—Me quedaré donde tú estés. No tiene sentido discutir.
—Estoy demasiado cansada para discutir y no hay nada que me gustaría
más que quedarme contigo. —Suspiré, pero secretamente mi corazón se
alegró.
Cedí con demasiada facilidad ante este hombre. Podía echarle la culpa a
mi estado de agotamiento, pero la verdad era que quería estar con él. No
había otro lugar en el que prefiriera estar.
—Ahhh, malyshka. Por fin.
Nos sacó a los dos de la habitación. Se detuvo en la puerta y gritó en
ruso. En el mismo segundo, un tipo grande salió de las sombras. Era alto,
casi tan grande como Vasili, y el parecido entre los dos me pareció extraño,
pero lo que más me cautivó fue la cantidad de tatuajes. Nunca había visto a
un tipo con tatuajes en la cara. Tenía dos en el lado izquierdo y derecho de
la cara, uno debajo de los ojos y otro encima de la ceja. La expresión de su
cara era estoica, aunque cuando habló, pude oír preocupación en su voz.
—¿Cómo está?
—Creo que saldrá adelante. —Le ofrecí una sonrisa, aunque apenas me
miró—. Ha perdido mucha sangre y su clavícula fue rasgada, pero podría
haber sido peor. Se recuperará bien y solo le quedará una cicatriz para
presumir.
—Gracias. —El guardia asintió, sus labios se curvaron en la más
pequeña de las sonrisas.
—A la orden —murmuré, preguntándome si era cercano a Vasili y
Sasha. Había algo en su forma de importarle que parecía más personal que
preocuparse por tu jefe. Sus ojos eran de un azul pálido, como los de Vasili
y Sasha, aunque su pelo rubio era más oscuro, haciendo un marcado
contraste. Incluso sus rasgos faciales me recordaban a Vasili. Tenía una
cicatriz en el centro del labio superior, pero no le restaba nada. En todo
caso, potenciaba su aura: hermoso de una forma peligrosa. ¡Y mortal!
—¿Puedes echarle un ojo mientras nos lavamos, por favor? —preguntó
Vasili, interrumpiendo mi estudio del hombre.
—Por supuesto.
—Gracias. Si su respiración cambia o el pulso disminuye o se acelera
—agregué—, ven a buscarme pase lo que pase. ¿De acuerdo?
Asintió y se apresuró a entrar en la habitación con Sasha. Una vez
detrás de las puertas cerradas, Vasili me condujo por el pasillo, en dirección
opuesta a la que habíamos tomado cuando llegamos.
—¿Quién es? —indagué. Por alguna razón, me parecía que él era
importante.
—Es mi hermanastro. —Volví la cabeza hacia Vasili y estuve a punto de
tropezar y caer de bruces sobre el suelo de mármol. Por suerte, me cogió del
brazo y me sostuvo.
—No sabía que tenías un hermanastro —murmuré—. ¿Cuántos años
tiene?
—Treinta y cinco.
Fruncí el ceño, confusa. Tatiana nunca había hablado de un
hermanastro. Su padre había fallecido hacía unos diez años. ¿Qué me había
dicho de su madre? Me parecía recordar que me había dicho que había
fallecido cuando ella era un bebé, pero su hermanastro tenía una edad
intermedia entre Tatiana y Sasha. ¿Era un hermanastro por parte de padre o
de madre? Tenía una sensación persistente en el cerebro, pero no podía
comprenderla. Mi cerebro estaba demasiado cansado y lento en este
momento.
En cuanto llegamos al lado opuesto de la casa, me olvidé del
hermanastro de Vasili. Unas anchas puertas dobles de caoba estaban allí,
con dos guardias, ambos atentos y mirándome fijamente.
—Pueden irse; gracias. —Vasili los despidió.
Observé a los guardias dispersarse y me volví hacia Vasili.
—¿Por qué tienes guardias en la puerta?
En los últimos días, había aprendido más sobre Vasili que en los
primeros años que lo conocí a él y a Tatiana. ¿Quién era realmente, aparte
de un multimillonario rico y guapo? ¿Un criminal despiadado? Tenía la
sensación de que siempre había sabido la respuesta, pero me negaba a
reconocerla.
En cuanto entramos por la puerta, mis ojos recorrieron la enorme suite.
No, tacha eso. No era una suite. Era totalmente como un penthouse.
—¿Esta es tu ala o algo así? —Probablemente me veía ridícula mirando
todo mientras aún estaba vestida con su camisa, manchada con la sangre de
Sasha y descalza.
Se rio entre dientes.
—No, esta casa es mía. Pero esta ala fue acondicionada para acomodar
la necesidad de privacidad.
Le lancé una mirada.
—¿Por qué necesitas privacidad en tu propia casa?
—Tengo otros hombres que se alojan en la propiedad y utilizan las
habitaciones de la casa —aclaró. Alcé una ceja, pero no dije nada. Le
dejaría explicar lo que quisiera—. Debido a mi posición en el imperio
Nikolaev, la gente me quiere muerto. La seguridad que mantengo en torno a
mi familia es una necesidad.
Atravesamos la gran sala, una cocina de tamaño decente, y me asomé a
una habitación para encontrar un gran dormitorio con una cama king size.
Vasili tenía una verdadera obsesión por el negro y el rojo. El dormitorio
estaba pintado de negro y tenía detalles rojos en las paredes. Y la cama,
¡santo cielo! Era incluso más grande que la de su club.
—Mmmm. —Apenas podía mantenerme en pie por la larga y agotadora
noche, y aquí estaba, fantaseando todas las cosas que podría hacer en esa
cama. Podía imaginármelo apoyado como un rey en medio de la cama,
tocándose, con su enorme cuerpo en plena exhibición.
Mierda, ahora estaba excitada.
Aparté los ojos de la cama y los fijé en la pared de la esquina más
alejada de la habitación. Inhalé una bocanada de oxígeno y parpadeé. Ni
siquiera me di cuenta de que había dado unos pasos dentro de su habitación,
hacia aquel rincón, hasta que estuve justo ahí.
Era un soporte para atar a una mujer y una pared llena de juguetes
sexuales. Desde envoltorios de seda para atarte las muñecas, pinzas para los
pezones y cosas que no tenía ni idea de para qué servían.
«Nota para mí, necesito investigar sobre juguetes sexuales».
—Supongo que no bromeabas cuando dijiste que te gustaba —murmuré
en voz baja.
—No, no bromeaba. —Su voz estaba justo detrás de mí, sus ojos
precavidos fijos en mí, estudiándome—. ¿Qué te parece?
—¿Qué? ¿Ser atada? —Se me escapó una risa entrecortada.
—Cualquier cosa, todo. Lo que te interese. —Se encogió de hombros.
Mi mirada se desvió hacia él. Tenía la sensación de que este hombre,
este Vasili Nikolaev, era quien había intuido que acechaba bajo su exterior
frío y gruñón y sus modales suaves desde el momento en que lo conocí.
Excepto que nunca me dejó entrar. Pero ahora, por alguna razón
desconocida, abrió la puerta y me dejó entrever su interior. ¿Qué había
cambiado?
Los dos parecíamos un desastre con la ropa ensangrentada por los
acontecimientos de la noche. Debería estar asustada, pero no lo estaba.
Cuando su enemigo tenía su mano alrededor de mi garganta asfixiándome,
mi único pensamiento era que quería más tiempo. Más tiempo con Vasili.
No me importaba el rechazo de hacía cinco años ni la amarga rabia
contra él después de perder al bebé. Mi único y vergonzoso secreto que
nunca le conté a nadie. Tatiana se enteró de que estaba embarazada la noche
en que me llevó al hospital, la noche de mi aborto. Le hice prometer que no
le diría nada a nadie, que mantendría este secreto entre nosotras. Y lo hizo.
Excepto que nunca se dio cuenta de que había perdido al bebé de Vasili
hasta la otra ocasión en el club.
Sin embargo, cuando mi vida pasó ante mis ojos, nada de eso importó.
Solo quería más tiempo. Para amar. Para vivir. Para dar y recibir.
—¿Me enseñas? —Fue la única respuesta que se me ocurrió.
Por la forma en que brillaron sus ojos, supe que no esperaba ese tipo de
comentario, pero que lo entusiasmaba.
—Sí, pero hoy no. —Apretó su boca contra la mía, hambriento y
adorador—. Vamos a ducharnos.
Me condujo a través de una puerta que no había notado hasta ahora. Se
extendía frente a nosotros un baño grande y lujoso; nuevamente el azulejo
negro lo hacía brillar bajo luces tenues, haciendo promesas de oscuras cosas
deliciosamente pecaminosas que este hombre podría hacerme.
—Realmente te gusta el rojo y el negro, ¿eh?
—Podemos cambiarlo si no te gusta. Realmente siento algo por ti, más
que por cualquier otra cosa. —Se rio entre dientes.
Mis labios se separaron y me quedé mirándolo sorprendida. Como si no
me acabara de decir algo que me sacudió hasta lo más profundo de mi ser,
abrió la ducha y me quitó la camisa y el bóxer y luego se quitó la ropa. Hoy
Vasili Nikolaev era el hombre que había intuido debajo de toda su rudeza
exterior: cariñoso, apasionado, amoroso, protector y posesivo.
Debería haber mirado hacia otro lado, pero me quedé embobada
soñando con lo que podría ser.
CAPÍTULO VEINTITRÉS
VASILI
«EstoyAtantravés
cansada».
de mi cerebro privado de sueño, oí voces de hombres que
hablaban en ruso. ¿O lo estaba soñando? Me encontraba en ese punto
intermedio entre estar dormida y despierta. Había voces masculinas
profundas y un pecho cálido debajo de mí.
Hundí la cabeza en ese pecho, inhalando profundamente su aroma.
—Shhhh —murmuré somnolienta.
Un pecho fuerte y cálido retumbó bajo mi mejilla. El aroma era el de
Vasili. Me tapé la cabeza con la manta, intentando ignorar lo que ocurría a
mi alrededor, aunque todo mi cuerpo se acurrucara más cerca de él.
«Sasha». El pensamiento me atravesó el cerebro y me levanté de golpe,
casi cayéndome del sofá al suelo.
—Oye, no pasa nada. —Las manos de Vasili me rodearon, sujetándome
para que no me cayera del sofá.
—¿Sasha está bien? —Miré a mi alrededor y vi a Alexei sentado en la
silla junto a la cama de hospital de Sasha. Sasha estaba recostado, tenía
buen color.
—Estoy bien —respondió—. Gracias a tu destreza.
Intentó mover el hombro, pero se estremeció.
—No muevas ese hombro —ordené. Colocando los pies en el suelo, me
levanté rápidamente.
Me incliné sobre Sasha y, con movimientos rápidos y cuidadosos, revisé
su vendaje. Tenía buen aspecto sin signos de infección. Se curaría bien; solo
tenía que asegurarme de que no moviera el hombro.
Sasha sonrió como si hubiera pasado la mejor noche de su vida y no le
hubieran disparado.
—¿Cuál es el veredicto?
—No hay infección y se ve bien —respondí—. Pero no muevas ese
hombro. ¿Entendido?
—Qué mandona.
—Hablo en serio —regañé—. Si quieres ir por ahí con un hombro que
te duela durante meses, adelante. Muévelo. Si no, escucha y volverás a la
normalidad en un mes.
—Sasha escuchará —refunfuñó Alexéi. ¿Por qué era siempre tan
gruñón?
Mis ojos se desviaron por la ventana para encontrar el sol en lo alto del
cielo.
—¿Qué hora es?
—Es casi mediodía. —Vasili rio entre dientes.
Mis ojos se clavaron en él.
—¿Por qué no me despertaste? —me quejé.
—Necesitabas dormir.
—Mierda —murmuré—. Hoy tengo una entrevista.
—¿Ah sí? —Levantó la ceja.
—Sí, tengo que estar allí en dos horas. —Me recorrió con la mirada—.
Mierda, mierda, mierda.
—Di mierda una vez más —se burló Sasha—. Y puede que aparezca la
mierda.
Puse los ojos en blanco y le contesté:
—Mierda. —La forma en que se rio me recordó a nuestros días en la
universidad. Este era realmente un mal momento. Necesitaba este trabajo.
En mi cabeza intenté alinear el plan más eficiente—. Okay. Puedo parar y
comprar ropa de camino —murmuré para mí más que para nadie. —Me
visto en la tienda y pum, estoy lista. —Levanté la mirada para encontrarme
con tres pares de ojos observándome—. ¿Alguien puede llevarme?
—Isabella, tu entrevista... es aquí. —Lo que decía Vasili no tenía
sentido.
—¿Qué quieres decir?
—Esta es la clínica privada —respondió—. Recuerda que te pedí que
trabajaras para mí. Era aquí. Y tú también solicitaste el puesto. Alexei
dirige la clínica, pero quiere a alguien con una sólida experiencia en
emergencias para que se haga cargo.
El brazo de Alexei se dobló sobre su pecho.
—Tú das la talla. ¿Lo quieres?
Mi cerebro estaba demasiado lento esta mañana. Me quedé mirándolo,
parpadeando varias veces, intentando asimilarlo todo.
—¿Aquí?
—Aquí es donde está la clínica. —Alexei sonrió satisfecho.
—Entonces, ¿no hay entrevista?
—Después de lo de anoche, has aprobado.
—Mmmmm.
No era así como esperaba que fuera mi mañana. Vasili me observó con
curiosidad, con su mirada cálida, y estuve medio tentada de volver a
acurrucarme contra él. Como si hubiera leído mis pensamientos, dio una
palmadita en el lugar junto a él. Sentí literalmente cómo se me encendían
las mejillas. Sus hermanos estaban aquí, pero mis pies se movieron solos y
volví a sentarme a su lado.
—¿Qué significa mmmm? —preguntó Alexei.
Me mordí el labio inferior, insegura de si era inteligente trabajar para
Vasili y sus hermanos. ¿Qué pasaría cuando las cosas terminaran entre
nosotros?
—Lo pensaré —añadí—. Es demasiado para procesarlo con el estómago
vacío y sin café.
—Me parece justo. —Se puso de pie y ayudó a Sasha a levantarse—.
Hablando de comida, vamos a almorzar. Isabella, puedes desayunar si lo
prefieres.
Asentí, pero no pude evitar mirar fijamente a Alexei. Me hizo
reflexionar. Cuando mi madre falleció, tuve que revisar todas sus
posesiones. Había tantos secretos que albergó toda mi vida. Sin embargo,
esto... él no podía ser. Su diario concluía que el hijo que tuvo con el padre
de Vasili estaba muerto.
—¿Cuántos años tienes, Alexei?
Me miró con extrañeza, pero no contestó de inmediato. Sentí que el aire
de la habitación se aquietaba, se tensaba de algún modo.
—Tiene treinta y cinco. —Sasha fue quien contestó, el único ajeno a la
tensión.
Se me apretó el pecho. Tenía la edad adecuada. El hijo que tuvo mi
madre, del que nunca supe nada hasta después de enterrarla. Alexei tenía la
edad adecuada. «Es ridículo», intenté decirme. Era imposible.
—Vamos a comer. —Sasha interrumpió mi silencio—. Me muero de
hambre.
—Sí, yo también. —Alexei y Sasha salieron de la habitación,
dejándonos solos a Vasili y a mí. Tenía hambre, aunque también me
preocupaba la sensación en el fondo de mi mente que seguía ignorando.
Había demasiadas coincidencias. ¿El padre de Vasili le había quitado el hijo
a mi madre? Nunca supe cuánto sufrió hasta que leí sus diarios. Su angustia
y preocupación por su bebé. No obstante, a través de sus páginas, mencionó
que el padre de Vasili, Nikola, lo buscó también. ¿Era tan cruel que la
engañó? Fingiendo que estaba ayudando cuando en realidad se llevó a su
hijo.
—Hice que trajeran tu ropa esta mañana. —Su voz me sacó de mis
pensamientos.
—Oh. —Supongo que no habría tenido que parar en la tienda después
de todo, si hubiera tenido la entrevista—. Gracias.
—¿Qué estás pensando, Isabella?
Los últimos días de mi madre pasaron por mi mente. El dolor y el
sufrimiento que estaba reviviendo mientras tomaba analgésicos, sus
pensamientos del presente y el pasado mezclándose. Esos últimos días me
dieron una idea de cuánto había amado al padre de Vasili. Nikola. No
paraba de llamarlo. Me roía el corazón no poder aliviar su dolor. Sin
medicamentos, su cuerpo sufría. Con ellos, su mente agonizaba. No había
una situación ganadora.
Si Vasili y yo íbamos a hacer esto, teníamos que hablar. Tenía razón
cuando dijo que teníamos que hablar. Sobre todo. Tenía miedo de a dónde
nos llevaría todo aquello.
Abrí la boca para preguntarle sobre Alexei, pero sonó su teléfono.
Lo miró, como si estuviera a punto de ignorarlo, sin embargo, cuando
vio quién era, toda su expresión se ensombreció.
—¿Qué? —contestó al teléfono con la furia que desprendía. Fuera lo
que fuera lo que dijera la persona al otro lado, no le tranquilizó en absoluto
—. Muy bien. ¿Dónde y cuándo?
Pasaron otros diez segundos y terminó la llamada, con una sarta de
maldiciones saliendo de sus labios. Algunas en inglés y otras en ruso.
—¿Está todo bien?
Asintió con la cabeza, aunque estaba segura de que nada iba bien.
—Vamos a vestirnos.
—De acuerdo. —Mentiría si dijera que no me molestaba que se negara
a confiar en mí y esperara que le contara lo que me rondaba por la cabeza
—. ¿Dónde está mi ropa?
—En mi habitación —murmuró, posando sus labios en mi cuello.
Inmediatamente incliné la cabeza para permitirle un mejor acceso. Con él,
mi cuerpo reaccionaba antes de que mi mente procesara nada—. Siempre te
quiero conmigo. Recuérdalo.
CAPÍTULO VEINTICINCO
VASILI
Te invitamos a acompañarnos en
La Cueva del Pecado
para cele ar el matrimonio de
Vasili Nikolaev e Isabe a Tayl
FIN
Para obtener una vista previa de la serie Bellas & Mafiosos asegúrate de
seguir leyendo. Vea el prólogo del primer libro de la serie, Luciano.
VISTA PREVIA