- Epílogo
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- El Colegio de México
- pp. 103-104
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EPÍLOGO
La conclusión más obvia es que no hay uniformidad ni entre los masones ni entre los cristeros. En efecto, entre los primeros hay oposición entre escoceses y yorkinos, entre norteamericanos e ingleses y mexicanos. La hay también entre los propios masones mexicanos, Madero lucha contra Porfirio Díaz, Lázaro Cárdenas contra Calles, si bien cabría señalar que la fraternidad entre los masones operó en algunos casos, como cuando Lázaro Cárdenas salvó su vida porque su vencedor en la rebelión de Enrique Estrada creyó que era masón, cosa que ocurrió mucho tiempo después, cuando Cárdenas creó sus propias logias rechazadas, por supuesto, por sus colegas norteamericanos porque consideraban que eran “izquierdistas”. Éste es el meollo del problema.
De acuerdo con la información disponible, se advierte que las logias masónicas se dividen por razones de clase, tanto las mexicanas con respecto a las logias norteamericanas, como internamente en el caso de las mexicanas.
Por supuesto, además de razones personales, los cristeros también se dividen internamente por razones de clase; lo más obvio es la división urbano-rural, pero el problema principal de este periodo es el final de la hacienda tradicional como la institución social ya inoperante en el desarrollo económico de México. La Iglesia católica queda a salvo de su alianza trisecular con la hacienda, en coincidencia con la declaración de sus creencias religiosas por Manuel Ávila Camacho al asumir la Presidencia en diciembre de 1940. Por supuesto, este libro es una aproximación a este importante asunto; sin duda la consulta de los archivos masónicos, los de la Secretaría de la Defensa Nacional, y los archivos parroquiales y municipales y de los arzobispados y obispados, iluminará esta cuestión.