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3. Hogares y trabajadores en la ciudad de México

En rigor nuestra investigación no se inscribe en ninguna de las tres líneas de trabajo revisadas anteriormente, pero sin duda incorpora elementos de todas ellas. Nos hemos centrado en el estudio de la participación económica familiar y para ello tuvimos que incorporar elementos del ámbito macroestructural y analizar aquéllos referentes al individual, como veremos a continuación.

Al conceptualizár la unidad doméstica como una instancia que filtra la demanda y regula la oferta de fuerza de trabajo en el mercado, hemos considerado a lo largo de todo el análisis los factores estructurales (económicos, demográficos e institucionales) que posibilitan y condi cionan el papel de la unidad doméstica como mediadora, en el sentido en que las planteamos.

Para ello, en el capítulo II establecemos un contexto estructural con el fin de enmarcar el fenómeno objeto de estudio. Presentamos las tendencias que describen una serie de procesos sobre la evolución y mecanismos con que opera el mercado de trabajo de la ciudad de México. En este capítulo interesa anotar lo siguiente: el curso general de la economía y de la dinámica de la población que refuerza el proceso de concentración; los cambios en la estructura del empleo que dan lugar a la formación y desarrollo de los sectores sociales que analizarnos; el marco global de la participación en la actividad económica en el nivel agregado, y las características del mercado de trabajo que se describen mediante los factores que se utilizan para reclutar mano de obra en actividades específicas.

Los siguientes cuatro capítulos se dedican al análisis de datos en el nivel del agregado de hogares. Así, en el capítulo III el objetivo central es caracterizar las unidades domésticas en la ciudad de México en 1970 según su composición de parentesco, ciclo vital y tamaño. Los hogares en sí mismos constituyen allí el objeto de estudio, así como las variaciones que presenta su estructura interna al incorporar en el análisis la edad y el sexo de los jefes. Entre otras cosas, en este capítulo ilustramos la importancia del tratamiento demográfico del hogar para las investigaciones que lo utilizan como unidad de análisis para estudiar fenómenos como los que aquí nos ocupan. Si consideramos que el tamaño, composición de parentesco y ciclo vital de una unidad doméstica condicionan y posibilitan junto con otros factores la participación económica de los miembros del hogar, entonces creemos que es adecuado conocer primero por sí mismas estas características de las unidades.

En el capítulo IV estudiamos los hogares divididos por las situaciones de clase de los jefes. Trabajamos con el concepto de situación de clase porque nos permite en principio diferenciar a los jefes según su inserción en la actividad económica. Partimos de una diferenciación básica entre trabajadores asalariados y trabajadores por cuenta propia que no contratan personal. Entre los asalariados distinguimos a los no manuales de los manuales. Cada una de estas dos últimas categorías representa una inserción distinta en la esfera de la actividad y para cada una hay mecanismos específicos de mercado en lo que hace a las exigencias que se plantean para ubicar a la mano de obra. Por lo general, los miembros de las ocupaciones no manuales tienen una situación más ventajosa que los que tienen ocupaciones manuales en virtud de su mayor educación o capacitación. La expresión más evidente de tal privilegio es la tendencia a la mayor retribución monetaria del trabajo no manual. En suma, las categorías de situación de clase de los jefes del hogar refieren a una inserción distinta en la actividad económica de la que se deriva una mayor o menor capacidad de apropiación de bienes y servicios (Weber, 1964).

No pretendemos en este capítulo explorar algún tipo de causalidad entre la situación de clase del jefe y las características de sus hogares; este enfoque sería característico de la línea de investigación sobre estrategias de sobrevivencia en su fase inicial (Duque y Pastrana, 1973; Aldunate, 1974; Singer, 1974) y en alguna medida también de algunos de sus exponentes actuales (Bilac, 1978).

Dado que la información disponible es para un momento en el tiempo, resolvimos investigar si los hogares con condiciones materiales de existencia diferentes (derivadas de la situación de clase del jefe) también se caracterizan por estructuras internas distintas. (El planteamiento es similar al de Pantelides -1976- en su estudio para Belén y Cantón de Grecia en Costa Rica.) Este análisis aparentemente tan simple, resulta básico para nuestro estudio. Por su intermedio se llega a definir distintos contextos familiares dentro de los cuales se enmarca y explica la participación en la actividad económica. Así, el contexto familiar surge de una combinación de elementos: la situación de clase del jefe y la estructura interna particular de los hogares.

Una vez caracterizadas las unidades dirigidas por jefes que trabajan por cuenta propia, asalariados manuales y no manuales, analizamos en el capítulo V los niveles de participación familiar (masculina y femenina, adolescente y adulta) de distintos contextos familiares en la actividad económica de mercado. El interés central de esta parte es la identificación de los contextos que propician y dificultan la participación familiar, principalmente la femenina.

Cabe hacer hincapié una vez más en que nuestra información sólo permite captar la participación familiar en el mercado de trabajo de manera muy similar a lo que podría hacerse a través de datos censales (se consideró a una persona como activa si la semana anterior a la entrevista había trabajado por lo menos una hora con remuneración o quince horas sin ella). No es posible penetrar en otro tipo de mecanismos, generadores o no de ingresos suplementarios para el grupo doméstico, que se mencionan a veces en la literatura sobre estrategias de sobrevivencia.

Dado que en este capítulo medimos el monto de la participación económica familiar, hemos tenido que tomar parte en la vieja polémica acerca de si el cambio en la unidad de análisis (del agregado de individuos al agregado de hogares) implicaba necesariamente una redefinición de los indicadores estadístico-demográficos. Nosotros pensamos que sí. Basados en las contribuciones de Tienda (1976) sobre indicadores de dependencia económica en niveles agregados y familiares, diseñamos una tasa por unidad doméstica que relaciona el número de personas que trabajan en un hogar en el mercado, en diferentes tramos de edad, con el número de personas que existen en la misma unidad en las edades correspondientes.

Finalmente, en el capítulo VI se analiza la inserción de la mano de obra familiar (miembros del hogar que son activos aparte del jefe) en la actividad económica. Este análisis tiene un doble interés. Por un lado, conocer si la mano de obra familiar tiene una inserción laboral común y en qué medida comparte la situación de clase del jefe del hogar. Cuando todos los miembros que trabajan comparten con el jefe la misma situación de clase decimos que hay homogeneidad social en el hogar. Por otro lado, analizar la influencia de las características de la mano de obra familiar (edad, sexo, escolaridad y ubicación en la estructura de parentesco) sobre su inserción económica. Desde esta última perspectiva, el interés es acercarse a los mecanismos de contratación de la mano de obra en el mercado de trabajo y ver cómo las características del jefe del hogar se relacionan con las de la mano de obra familiar.

Al, final del libro resumimos los resultados principales y esbozamos algunas consideraciones de orden teórico-metodológico sobre los análisis realizados. Estas se centran en dos aspectos nucleares de la investigación: a) acercamiento al análisis empírico de la unidad doméstica y b) la unidad doméstica como mediadora.

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