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2. Acerca de los jefes de los hogares

A) Situación de clase

Para diferenciar a los jefes según su situación de clase partimos del criterio de la venta o no venta de la fuerza de trabajo, ya que del análisis realizado en el capítulo II se desprende que la forma predominante de organización de la producción en la ciudad de México se basa en la compra y venta de dicha mercancía. Los asalariados, en consecuencia, constituyen el eje central de nuestra investigación.

Ahora bien, clasificamos los jefes asalariados en dos grupos: los asalariados no manuales (profesionistas, técnicos, administradores, vendedores no ambulantes, etc.) y los asalariados manuales (obreros de la producción, de la construcción y trabajadores de los servicios cuya actividad depende principalmente del desgaste de fuerza física). Esta separación es importante porque en el caso de México ambos grupos presentan desigualdades importantes en sus niveles de vida, las cuales involucran a su vez diferencias en la calidad de la fuerza de trabajo asalariada que hay que mantener y reponer, en gran parte, en el interior de los hogares.

Los asalariados no manuales se han expandido en estrecha vinculación con el desarrollo de la infraestructura de servicios adecuada a la industrialización creciente de la ciudad de México (banca, comercio, compañías de transporte, medios de comunicación, etc.). También han desempeñado su papel en este proceso de expansión los servicios que se multiplicaron en la ciudad capital para satisfacer las necesidades de zonas interiores del país, y el crecimiento continuo de las instituciones pertenecientes al gobierno federal, que tiene su sede en la ciudad de México.

Los asalariados manuales, por su parte, constituyen el grueso de los trabajadores que absorbe la manufactura, cuyo crecimiento y diversificación han sido continuos a partir de los años cuarenta. Tanto la industria como los servicios han absorbido importantes contingentes de fuerza de trabajo asalariada para desempeñar actividades manuales calificadas y no calificadas. Los no calificados, en especial, han sido realimentados en las últimas décadas por fuertes volúmenes de mano de obra migrante provenientes de las zonas rurales que circundan la ciudad de México (Oliveira, 1976).

Por lo que respecta a los no asalariados, separamos a los jefes empleadores (independientes que emplean mano de obra remunerada) de los jefes trabajadores por cuenta propia sin personal remunerado. No se considera a los empleadores en esta investigación pues no nos interesan los sectores sociales cuya reproducción no depende estrictamente de sueldos, salarios o ingresos derivados del trabajo propio. En cambio, consideramos a los jefes trabajadores por cuenta propia -manuales y no manuales- sin personal remunerado, porque nos interesa acercarnos al mantenimiento y reposición de esta mano de obra no asalariada así como a la coexistencia de individuos involucrados en diferentes relaciones sociales de producción en el interior de estos hogares. Los trabajadores por cuenta propia -manuales y no manuales- sin personal remunerado (profesionistas, vendedores ambulantes, artesanos, albañiles, pintores, etc.) han representado hasta 1970 una proporción cada vez menor de la población activa de la ciudad de México (Contreras 1972).

La diferenciación de la población activa de la ciudad de México en sectores de asalariados, y de trabajadores por cuenta propia, manuales y no manuales, ha estado muy vinculada a un proceso de división social del trabajo y de concentración de la riqueza que trajo aparejada una creciente desigualdad social. La pertenencia de los jefes a estos sectores trae implícito un acceso diferencial a bienes y servicios básicos para la manutención cotidiana; de ahí que partamos de la hipótesis de que dicha pertenencia condiciona la participación económica de los miembros de sus hogares. Las diferencias no sólo atañen a los niveles de ingreso, sino, entre otras cosas, a las oportunidades educacionales, lo cual responde en parte por lo inequitativo del proceso. Esto es, los trabajadores que tienen acceso a la educación y logran competir en el mercado de trabajo por los mejores empleos también son los que gozan de mejores condiciones de vida; aquéllos que por su origen de clase no han podido estudiar o conseguir un empleo estable son los que perciben un salario mínimo que apenas si alcanza para su manutención cotidiana.

La información que presentamos en el cuadro IV-1 apoya en algunos de sus aspectos los razonamientos esbozados. Los jefes asalariados representan 66.8% de los jefes incluidos en la muestra de unidades domésticas. Por su parte, los asalariados manuales representan 40.8% del total y tienen los más bajos niveles educacionales y de ingreso Asimismo, están constituidos en sólo 10% de los casos por jefes mujeres. Por otro lado, los asalariados no manuales (26% del total) están en el extremo opuesto de la estratificación social (mayor educación e ingreso). Y, en su caso, el peso de las jefes mujeres tampoco sobrepasa el 10%.

Los hogares dirigidos por jefes que son trabajadores por cuenta propia representan 11.9% de las unidades domésticas incluidas en la muestra (7.9% de no manuales y 4% de manuales). En este grupo de hogares el peso de las unidades dirigidas por mujeres es mayor que entre los asalariados (14.3% y 17.5% entre no manuales respectivamente).

Los trabajadores manuales por cuenta propia no se diferencian en términos socioeconómicos de los asalariados manuales ya que también están en lo más bajo de la estratificación social. No obstante, entre los trabajadores no manuales por cuenta propia y asalariados surgen diferencias importantes: los primeros que están en desventaja frente a los segundos. Dada esta situación, que sin duda tiene origen en la heterogeneidad del grupo de trabajadores por cuenta propia, y frente al reducido número de unidades con que contamos en dicho grupo, hemos decidido privilegiar la actividad por cuenta propia en vez del carácter manual-no manual de dicha actividad. Al agrupar a todos los trabajadores por cuenta propia resulta claro, sin embargo, que estamos escondiendo diferencias importantes, principalmente en lo que se refiere a los profesionistas (alrededor de 7 % del grupo) que trabajan por cuenta propia. En el caso de los pequeños propietarios, los vendedores ambulantes y ocupaciones similares, las fronteras entre las actividades manuales y no manuales son mucho más borrosas.

En resumen, la diferenciación entre hogares con jefes asalariados no manuales, asalariados manuales y trabajadores por cuenta propia nos permite ubicar en un primer momento los agregados de unidades que, en promedio, tienen jefes con diferencias importantes en términos socioeconómicos (se desprende del análisis anterior que en algunos casos éstas son más marcadas que en otros). No obstante, cada una de dichas agrupaciones también tiene diferencias internas importantes que vamos a retomar en los capítulos siguientes.

B) Consideraciones metodológicas acerca de la situación de clase de los jefes

Hay que aclarar que la situación de clase de los jefes se establece a partir de información obtenida en un momento en el tiempo. O sea, no tomamos en cuenta la trayectoria que ellos han tenido a lo largo de su historia laboral. Debido a la dinámica económica y demográfica de la ciudad de México vale la pena recordar que los trabajadores asalariados (manuales y no manuales) y por cuenta propia están formados por individuos con trayectorias laborales muy variadas que no se aprecian en un estudio de corte transversal. Seguramente muchos de los jefes definidos como trabajadores por cuenta propia han sido obreros, trabajadores de los servicios o trabajadores agrícolas en algún momento de sus vidas activas. Lo mismo se podría decir de los trabajadores asalariados manuales. Como se ha establecido en otros estudios, los cambios del trabajo manual asalariado al manual por cuenta propia en la ciudad de México y en otros centros del país (Monterrey, por ejemplo) son frecuentes (García, Muñoz y Oliveira, 1978 y Balán, Browing y Jelin, 1978). No obstante, para los fines de este análisis interesa diferenciar a los trabajadores por cuenta propia de los asalariados en un momento en el tiempo, por lo que ello puede significar en términos de prestaciones sociales derivadas de una relación laboral asalariada. Reconocemos, sin embargo, que para algunos jefes ésta puede ser una situación transitoria que aún no se ha cristalizado en condiciones de vida específicas para los integrantes de sus hogares.

Las barreras entre el trabajo asalariado manual y el no manual, en especial para la población masculina, están más marcadas en el caso de la ciudad de México. Como se ha visto en un análisis de movilidad ocupacional intrageneracional para la población masculina, el paso de las actividades manuales a las no manuales es poco frecuente (Muñoz y Oliveira, 1973). Entre el trabajador manual y el no manual hay diferencias educacionales fuertes que dificultan el libre tránsito de un tipo de ocupación a otro, y que redundan en ingresos muy desiguales para cada inserción laboral (Muñoz, 1975).

El hacer caso omiso de las trayectorias ocupacionales de los jefes no implica negar que éstas pueden tener mucho que ver con las características de los hogares y de algunos de sus miembros y que por ende pueden afectar su participación en la actividad económica. Así, por ejemplo, un jefe que ha entrado y salido de la actividad económica múltiples veces a lo largo de su vida laboral, por desempleo, enfermedad, etc., y que sólo al final de la misma consigue un empleo estable con una remuneración por encima del salario mínimo, posiblemente no ha tenido las condiciones económicas mínimas para educar a sus hijos, a no ser que otros miembros del hogar hayan entrado en escena para garantizar con su trabajo dicha capacitación. Por otro lado, un jefe con la misma situación de clase en 1970, pero con una trayectoria laboral más estable que la del caso anterior, seguramente ha podido, aunque con sacrificios, educar a sus hijos.

Las diferencias entre las historias de vida de cada jefe, y las de los miembros de sus hogares, podrán ayudar a explicar las tendencias actuales. Como veremos a continuación, el análisis transversal de la situación de clase de los jefes muestra diferencias importantes en términos de las características de sus hogares y de la participación económica de sus miembros. Estas diferencias entre jefes de diferentes sectores sociales en un momento en el tiempo, enriquecen el análisis y revelan la complejidad del fenómeno estudiado.

En síntesis, al centrarnos en un análisis transversal estamos interesados en examinar las interrelaciones entre una serie de características en un momento en el tiempo sin considerar el proceso a través del cual dichas características se fueron constituyendo. Nuestro centro de atención son los rasgos de las unidades domésticas en un momento en el tiempo como cristalizaciones de una serie de procesos sociales y demográficos. Un estudio longitudinal cuyo interés fuera estudiar las múltiples interrelaciones de las características económicas y sociodemográficas de las unidades domésticas, a través de su proceso de constitución, sería fundamental para nosotros. Desafortunadamente, aún no se ha efectuado este tipo de análisis para el caso de la ciudad de México.

Cuadro IV-1 Distribución de los jefes de unidades seleccionadas según su situación de clase y algunas características socioeconómicas. Area metropolitana, 1970

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