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5. Consideraciones finales

En este capítulo hemos llevado a cabo un análisis de la participación en la actividad económica de la mano de obra existente en diferentes contextos familiares. Examinamos cómo las características de las unidades domésticas y las de sus integrantes, en interrelación con las condiciones de vida a las que se enfrenta cada grupo de hogares, condicionan la participación familiar en el mercado de trabajo. En este comentario final retomaremos lo que nos parece más indicativo de la problemática global que se ha cubierto con este análisis.

En primer término, vamos a referirnos al trabajo femenino adulto. Como vimos, el grado de utilización que se hace de la mano de obra femenina adulta es mayor en los hogares con jefes asalariados no manuales y trabajadores por cuenta propia. Sin embargo, lo que subyace a la participación femenina en cada grupo remite -como ya hemos indicado- a realidades distintas.

En el caso de las unidades de los jefes por cuenta propia creemos que el estímulo al trabajo femenino radica en las características del hogar y en el medio ambiente social que circunda al grupo. Por un lado, el mayor grado de utilización de la mano de obra femenina se produce en hogares extendidos y compuestos que en buena medida están integrados por adultos o por adolescentes y adultos. Por otro lado, son hogares en los que se comparte como situación común el gran tamaño de la unidad y la necesidad de mayores ingresos. Esto es, se trata de hogares pobres o muy pobres. La ventaja de que la mujer trabaje fuera de la casa es que la unidad puede tener un mayor ingreso, a pesar de que la retribución sea muy baja porque se trata de mano de obra muy poco calificada.

De acuerdo con otras investigaciones (Lomnitz, 1975), se trata de un grupo social en que las condiciones de vida son muy precarias, de tal suerte que la supervivencia pasa por el establecimiento de “ayudas de todo tipo” y por el uso de casi toda la mano de obra disponible en el hogar. Si la mujer tiene que trabajar -y hay niños- encarga a sus hijos con una pariente o con una vecina. Una u otra pueden colaborar con el trabajo doméstico (acarrear el agua, preparar algún alimento, etc.). Además, si hay adolescentes también algunos entran a la actividad, particularmente los hombres.

Por otro lado, la participación de la mujer adulta en el mercado de trabajo en los hogares de jefes asalariados no manuales también se vuelve más acusada en las unidades extendidas y compuestas, como el grupo anterior. Se trata en algunos casos de hogares en que los hijos ya han crecido o ya se han ido de la casa. Pero en los casos en que todavía hay niños, la mujer de “clase media” puede contar con servicio doméstico remunerado que la libera algún tiempo del día para dedicarse a una actividad económica. O bien, encontramos que se ha agregado al hogar otra pariente mujer, la suegra o la madre, que puede hacerse cargo de la actividad doméstica. En este tipo de hogares puede haber presión económica, pero en muchos casos la mujer sale del hogar para romper con la rutina doméstica. Las oportunidades que brinda el mercado de trabajo para estas mujeres consisten en ocupaciones también no manuales.

Por último, la mujer en los hogares de los trabajadores manuales tiene la participación más reducida en la economía de mercado, no sólo por el hecho de que la mitad de estas unidades domésticas se encuentra formada por hogares nucleares jóvenes que cuentan, con una buena carga de niños, sino también porque el trabajo doméstico del ama de casa es fundamental para complementar el salario del jefe manual. (En ausencia, por supuesto, de oportunidades para que la mujer pueda compatibilizar su trabajo dentro del hogar con algún tipo de trabajo fuera, como sucede entre los trabajadores por cuenta propia).

Respecto de los adolescentes hombres, éstos forman un grupo que en los hogares de “clase media” tiene una participación en la actividad bastante menor que en los hogares de los trabajadores manuales y por cuenta propia. En los primeros, las unidades tienen capacidad económica para sustentar la educación de los hijos, mientras que en los segundos el grupo se ve impulsado a lanzarse al mercado a temprana edad.

La relativamente alta participación masculina adolescente y adulta para hogares de trabajadores asalariados manuales nos planteó el problema del rápido consumo de la fuerza de trabajo por el capital. Este es un fenómeno que requiere más comentarios en virtud de que puede apuntar a uno de los rasgos más relevantes del mercado de trabajo en la ciudad de México.

En un contexto en que las condiciones de vida de los trabajadores manuales en general pueden calificarse de difíciles, ocurre asimismo que la mano de obra recién incorporada a la actividad (hombres de 15 a 24 años) es la peor remunerada (Muñoz, 1975). Frente a una extensa -por no decir sobrante- oferta de trabajadores, los jóvenes que se incorporan a la actividad tienen que aceptar trabajos por salarios muy bajos. La presión que éstos ejercen en el mercado empuja a su vez hacia abajo los salarios de los más viejos. Estos últimos, que tienen menor calificación, permanecen en la actividad muy mal remunerados o se ven también impulsados a salir de la misma a edades relativamente tempranas. La alternativa frecuente para los trabajadores es la de establecerse por cuenta propia en alguna actividad de los servicios, donde probablemente permanecen reproduciendo su pobreza y la de sus hogares.

Cuadro V-1A
Anexo Promedio de ingreso de los jefes en los diferentes contextos familiares. Area metropolitana, 1970 (jefes hombres, porcentajes).

Cuadro V-2A
Anexo Proporción de unidades domésticas con jefes de diferentes sectores sociales que cuentan con al menos una empleada doméstica según su composición de parentesco y ciclo vital. Area metropolitana, 1970 (jefes hombres, porcentajes).

Cuadro V-3A
Anexo Porcentajes de esposas, hijos(as) y otros(as) parientes adultos que trabajan en los diferentes contextos. Area metropolitana, 1970 (jefes hombres). 129-130

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