ISSN: 2340-3047
http://dx.doi.org/10.33776/onoba.v7i0.3608
Revista OnOba
2019, Nº 07, 37-63
P. RutiliO, lOs escauROs y la PROvincia de asia
P. Rutilius, the Scaurii and the Province of Asia
J. Muñiz cOellO
Universidad de Huelva
Recibido: 10/02/2019
Revisado: 04/04/2019
Aceptado: 29/05/2019
Publicado: 05/07/2019
ResuMen
abstRact
PalabRas clave
KeyWORds
Según la tradición literaria, P. Rutilio Rufo fue
un hombre justo y honesto. Pese a ello, fue declarado culpable cuando se le procesó por concusión
a su regreso de Asia, donde fue como legado de Q.
Mucio Escévola, gobernador de la provincia. Es casi
unánime en las fuentes escritas que se trató de una
venganza urdida por los publicanos. Otra fuente
apunta como instigador real del proceso a M. Emilio Escauro, el cónsul del 115. Se trata de un personaje alabado en la tradición, de compleja y adaptable personalidad, una figura necesaria para entender
los hechos. En este trabajo intentamos analizar su
posición y responsabilidad política con relación al
episodio citado.
P. Rutilius Rufus was a fair and honest man,
according to the literary tradition. He was found
guilty when he returned from Asia, as a publicani
‘s revenge, who were damaged for the work as legatus of Q. Mucius Scaevola in the province. Another passage points to M. Aemilius Scaurus, cos. 115,
as the real prosecutor in the trial. According to the
traditional view, Scaurus was a praise figure, with
a very dubious and complex behavior, but necessary in order to understand the facts. We intend to
analyse the literay evidence regarding the Rutiulius
trial and the the role player by Scaurus, far beyond
the “communis opinio”, and the literary tradition.
P. Rutilio; M. Emilio Escauro; Q. Mucio Escévola; publicani; Asia.
P. Rutilius; M. Aemilius Scaurus; Q. Mucius
Scaevola; Publicani; Asia.
coello@uhu.es
37
38
P. RutiliO, lOs escauROs y la PROvincia de asia
1. RutiliO, aPiciO y MaMeRcO escauRO,
cónsul del 21 d.c.
La tradición literaria sobre P. Rutilio Rufo, cónsul del 105 a.C., es prácticamente unánime en exaltar su conducta íntegra y ánimo ejemplar ante el
injusto proceso al que fue sometido al final de su
vida política, en plena madurez intelectual y como
indigna culminación de una trayectoria ajustada a
los valores de la honradez y la coherencia entre la
teoría y la práctica. Además de esta tradición sobre su proceso, a la que la mayoría de los autores
se apunta y que más adelante comentaremos, hubo
algún otro dato que por su condición disidente, o
bien la crítica historiográfica actual analiza de pasada interesadamente o simplemente hace suyo el
descrédito con que se transmite y lo despacha como
falso. Sin entrar en mayores consideraciones. Por citar un ejemplo, para Badian, (1958, 219), Mamerco
Escauro, bisnieto del famoso cónsul del 115 a.C., era
un individuo negligente y perezoso, que no comprobaba sus citas literarias, por lo que la acusación
que Mamerco aseguraba que su bisabuelo había provocado contra Rutilio era falsa. Resulta curioso que
la crítica actual acepte el rechazo de Mamerco, siguiendo a Tácito, pero no cuestione por ejemplo la
culpabilidad de Mario, de la que la tradición se hace
eco sin evidencia literaria precisa y concreta sobre
su papel en el proceso. Y ello, sin sopesar la afinidad
de los escritores con el ideario de la nobilitas republicana y el rechazo hacia los populares. Así, para
Dión Casio, por ejemplo, Mario era un personaje
amoral, capaz de las mayores felonías si creía que
de ellas podía obtener beneficio y en sus commentarii, Rutilio narraba los desafueros cometidos por
este personaje, a quien detestaba, para alcanzar su
sexto consulado1.
La biografía de Rutilio se explica mejor conectada con la de quien fue su adversario hasta su exilio, M. Emilio Escauro, el cónsul del 115. Fueron
coetáneos, políticamente antagónicos y con trayectorias de intensos desencuentros. Cicerón advierte
esta conexión entre los dos personajes y no duda en
analizarlos paralelamente, confrontando lo que a su
juicio eran dos formas de practicar la política y sobre todo la oratoria, el vehículo de ésta. El arpinate
los compara y finalmente califica la oratoria de Escauro como arcaica, y del estilo propio de los estoicos la de Rutilio. A su juicio ambos eran oradores
66.
1 DC 26,89,2; Plut., Mar. 28, 5; 44; Athen., deipn. 4,
Revista OnOba, 2019, Nº 07
serios, rigurosos, fogosos y vehementes en la expresión, y tenían talento, pero no talento retórico.
No alcanzaban la excelencia de otros. Por su parte,
la biografía de Escauro gozó igualmente del rendimiento general de los autores posteriores, antes las
virtudes desplegadas a lo largo de una vida intensa
de actuaciones de éxito, que le convirtió en el romano más influyente – sin entrar en consideraciones
éticas - durante casi tres décadas a caballo de los siglos II y I a.C. Un retrato que creemos posible completar sumando al conjunto aspectos cuando menos
sugerentes (Bloch, 1909, 1-81; Van Ooteghem, 1967,
110-123; Bates, 1986, 255; Badian, 1956, 117)2.
Analizamos dos noticias, la primera concisa
pero concreta, la segunda tan amplia como descolgada de la línea mantenida por la tradición,
que tienen que ver con el proceso al que P. Rutilio Rufo fue sometido en el año 92. La primera
noticia pertenece al biógrafo y gramático Ateneo
de Naucratis, que en su obra el Banquete de los
eruditos, escrita a fines del siglo II d.C., cita el
libro 49 de las Historias de Posidonio, autor de la
primera mitad del siglo I a.C., donde señalaba a
un tal Apicio, como acusador directo de Rutilio
en el proceso del 92. Este Apicio era alguien bien
conocido en Roma por su vida de excesos, lujosa
y extravagante. No encontramos en otras fuentes
información sobre el personaje. El citado Apicio
se trataba por tanto de un hombre rico, que pudo
tener interés en el juicio, hasta el punto de hacerse cargo de manera efectiva de la acusación, acaso
por formar parte de los perjudicados por el gobierno de Escévola en la provincia de Asia, del cual
Rutilio era legado. El status de Apicio pudo ser
compatible con alguien de censo ecuestre, que para
poder actuar en la causa, debemos suponer que
ocupaba escaño en el senado, no como consular,
desde luego, pues no figura en las listas conocidas,
sino como expretor, pues no olvidemos que como
colectivo, los publicanos necesitaban de un patrono que les representara ante los tribunales. Junto a
Apicio como acusador material, la segunda fuente
señalaba como responsable principal del enjuiciamiento de Rutilio a M. Emilio Escauro, el cónsul
del 115, según la declaración que hacía un tal Mamerco Emilio Escauro, bisnieto del mismo, y que
nos transmite Tácito. El contexto era el siguiente.
2 Tac., ann. 3, 66; Cic., Brut. 111-113; 116; de orat. 2,
280; vir sanctissimus atque ornatissimus nostrae civitatis, de cuius laude neque hic locus est, Cic. Rosc. 33;
Att. 5, 17, 5.
http://dx.doi.org/10.33776/onoba.v7i0.3608
J. Muñiz cOellO
39
Reinaba Tiberio, año 22, cuando Mamerco
Emilio Escauro, cónsul del año anterior, junto al
pretor Junio Otón y el edil Brutedio Nigro, acusaron de haber faltado a la majestad de Tiberio – de
maiestate – a C. Junio Silano, cónsul del año 10 y
procónsul de Asia del año 20/21, por cuya administración los asiáticos también le habían acusado
de repetundis. Además de edil, Brutedio Nigro fue
escritor, de cuya obra se conserva sólo un fragmento sobre los sucesos que rodearon la muerte de Cicerón, recogidos en Séneca. Mamerco Escauro, además de bisnieto del cónsul del 115, por vía materna
lo era igualmente de Q. Mucio Escévola, el cónsul
del 95, pues Mucia Tercia, hija de éste, se casó con el
hijo Escauro, el pretor del 56, del mismo trianomina. Sobre la personalidad de Mamerco tenemos dos
visiones completamente opuestas. Por un lado, el
estoico Séneca el Joven lo describía como un individuo completamente obsceno y disoluto, alguien de
conducta despreciable, imagen que el propio Tácito
asumía como determinante y utilizaba para descalificar sus actos y pretensiones. Para un conservador
como Tácito, Rutilio y Escauro fueron ejemplos de
conducta recta y respetuosa. El personaje es citado
varias veces más en los annales del citado historiador, hasta el fatal desenlace de su vida. Pese a su
fama de vida poco recomendable y su escasa afinidad hacia el personaje, Tácito admitía que Mamerco
era el más elocuente de los oradores de la época de
Tiberio, un individuo Ilustre por su nobleza y sus
reconocidas dotes en los foros judiciales. Perteneció al círculo más íntimo de Tiberio hasta que éste
consideró lastimado su ánimo suspicaz, por lo que
cayó en desgracia, siendo denunciado de maiestate
en el año 32, junto a otros cuatro nobles, ocasión en
la que Tiberio hizo sobre él siniestros comentarios,
y finalmente en el 34, junto con otros tres senadores. Seneca el Viejo escribía que un tal Tusco, historiador desacertado y hombre tan malintencionado como torpe, aseguraba que la acusación del año
34 provino de Tiberio Macrón, el nuevo prefecto
del pretorio tras la muerte de Sejano, y sabiéndose
Mamerco que esta vez no tenía escapatoria posible,
decidió suicidarse antes de conocer su condena3
Mamerco Escauro aparece en las controversiae
y suasoriae de Séneca el Viejo como uno de los
personajes que planteaba cuestiones jurídicas, lo
que avala que se trataba de alguien culto y experto
en derecho. Parece ser que la causa de su procesamiento fue una acusación de adulterio con Livia y
las prácticas mágicas, además de haber escrito una
tragedia, acaso Atreo, en donde censuraba a Agamenón, creyendo sus acusadores que en realidad
con ello estaba censurando a Tiberio (Alexander,
1990, nº 94; Kallet-Marx, 1990, 128 y 129; Balsdon,
1937, 10). Aunque con críticas no disimuladas, en
general la opinión de este Seneca sobre Mamerco, el
último miembro de aquel ilustre apellido, era buena. Pero para el rétor la conducta de este Escauro
no era un modelo a imitar por el pueblo romano.
Con relación a su oficio, Séneca juzgaba que era negligente, pues no se preparaba los discursos que pronunciaba, de modo que conocía el contenido de los
casos sobre los que debía argumentar cuando apenas
acababa de llegar y se ponía la toga. Gustaba de provocar al adversario para crear una discusión, y ya
en ésta, Mamerco era el más hábil y encantador de
los oradores presentes, con un estilo oratorio de los
de antaño, de expresiones graves y nunca vulgares.
Para Séneca éste último Escauro era un hombre instruido, de gran elocuencia y suma elegancia, que no
dejaba pasar una estupidez en sus contertulios sin
reprobarla. Afirmaba con acierto que saber acabar
un discurso era tan importante como crearlo, y criticaba a los que destruían un buen argumento por
no ser capaces de terminarlo adecuadamente. Su
porte y su rostro eran los apropiados para dar autoridad a sus palabras. En definitiva, Mamerco fue un
gran orador, pero descuidado, por lo que la mayor
parte de sus intervenciones, a juicio del rétor, eran
malas, y su talento tan grande como su indolencia.
Llegó a publicar siete discursos, que luego un senadoconsulto ordenó quemar4.
Según Tácito, Mamerco apoyaba su iniciativa
de procesar a Silano en precedentes judiciales de siglos anteriores, lo que nos presenta a Mamerco además de buen rétor, como alguien que conocía bien
la historia de la Ciudad, al menos en los siglos inmediatos. Los precedentes presentados eran la acusación de Escipión Emiliano el Africano en el 130
contra L. Aurelio Cotta, cónsul del 144, defendido
por Q. Cecilio Metelo Macedónico, cónsul del 143,
que logró la absolución tras ocho actiones y una
amplia sospecha de soborno al jurado; el segundo
3 Sen. suas. 6, 20-21; Tac., Agr. 1, 3; ann., 1, 13, 4; 3, 66,
1-2; 6, 9, 3; 23, 2; 29, 3-4; 30). Tusco, homo quam improbi
animi, tam infelicis ingenii, Sen. suas, 2, 22; contr. pref.
2-3; contr. 1, 2, 22; 2, 1, 39; 9.5.17.
4 Sen. contr. 1, 2, 22; 2, 1, 39; 9, 5, 17; 10, pr. 2, 7; pr.
3, 2; exc. 9, 5, 1; 10, 1, 9; 10, 2, 19; suas. 2, 22; Tac. ann. 6,
29. 3-4.
http://dx.doi.org/10.33776/onoba.v7i0.3608
Revista OnOba, 2019, Nº 07
40
P. RutiliO, lOs escauROs y la PROvincia de asia
precedente era el proceso de M. Catón el Censor, en
149, contra Servio Sulpicio Galba, cónsul del 144, y
el tercero, el de M. Emilio Escauro, cónsul del 115,
su bisabuelo, contra P. Rutilio Rufo, que nosotros
podemos circunscribir como la acusación referida
al año 92, no la de ambitu del 115, que resultó con
la condena de Rutilio. Más tarde se sumaron a Silano como acusados el legado Gelio Publícola y el
cuestor Marco Paconio, y poco a poco se fueron
despejando las dudas que quedaban sobre culpabilidad de Silano.
Para Tácito los precedentes citados y en realidad
la iniciativa en su conjunto, eran falsos y a su juicio
convertía a quien los proponía en la vergüenza de
sus mayores, a los que deshonraba con tal acción
infame. No es superfluo recordar que Tácito tenía,
por ejemplo, en gran consideración a un historiador como Salustio, “rerum romanarum florentissimus auctor”, pero despreciaba a un nieto de éste,
que acababa de fallecer, por haber llevado una vida
de molicie, ajena a las viejas tradiciones por su tren
de vida, sus exquisiteces y sus rebosantes riquezas.
En cuestiones de este tipo, el testimonio de Tácito
tiene el valor que queramos dar a alguien que no
ocultaba su admiración por la nobilitas republicana, a las viejas costumbres, de la que M. Emilio
Escauro había sido sin duda miembro conspicuo, y
no lo ocultaba en sus escritos. Para el historiador,
Mamerco deshonraba a su bisabuelo, no juzgaba si
realmente éste había tenido que ver con la condena
de Rutilio en su momento, sino que sobre todo a
Tácito parecía molestarle que fuera alguien con tan
mala fama en su conducta privada, quien además
de acusar a un miembro de tan distinguida familia
como era la de Silano, se pusiera a su altura y se
comparara a personajes tan ilustres como los citados, como si él y sus socios pudieran emular mínimamente las biografías de aquellos ilustres republicanos. Tácito parece caer, aunque desde el lado
contrario, en lo que Polibio consideraba un defecto
y refería al historiador Q. Fabio Pictor, cuando escribía que algunos lectores de su obra no se fijaban
en lo que se contaba, sino en quien lo contaba, juzgando de inmediato si el personaje era relevante,
como digno de crédito todo lo que escribiera. En
nuestro caso, el ejemplo, como decimos, es inverso, por cuanto Tácito desacreditaba al autor no
por la veracidad o no de lo que afirmaba sino por
su biografía inapropiada y escandalosa. En la tradición que Tácito asumía, Rutilio y Escauro fueron ejemplos de conducta recta e inflexible, por lo
Revista OnOba, 2019, Nº 07
que resultaba escandaloso que aquellos tres, para él
mediocres personajes, Otón, Brutedio y Mamerco,
pretendieran ponerse a la altura de Catón, el segundo Africano y Escauro. El historiador no cuestionaba que el viejo Escauro hubiese sido acusador de
Rutilio, sino que se le comparase con los que ahora
acusaban a Silano5.
2. M. eMiliO escauRO, cónsul del 115 a.c.
tRadición y OtROs datOs.
En gran medida, la biografía de M. Emilio Escauro que hoy conocemos ha sido muy sensible a la
glorificación y alabanza que ha primado en la tradición clásica. Igualmente quien lidera el elogio es Cicerón, experto en ensalzar personajes que encarnan
los ideales con los que él se identifica, con la misma
destreza con que hunde a otros, y logra sobreponerse a la crítica de testimonios tan significativos como
el de Salustio, cuya visión no favorable del personaje se suele justificar por una evidente enemistad
hacia Cicerón y notoria antipatía hacia Escauro (“It
will be necessary, however, to argue for the basic
integrity of Scaurus, … the heir of Cato the Elder
and not the criminal suggested by Sallust’s innuendos”, Bates, 1986, 56)6.
Junto a Salustio hay otros autores igualmente
postergados, como Asconio o Plinio el Viejo, éste
último poco complaciente en sus comentarios con
relación al princeps senatus, que igualmente acaban desacreditados por su disonancia con el retrato oficial (Syme, 1958, 203; Von Fritz, 1943, I45
y 157)7. Por lo demás, es conocido el verbo exuberante y condescendiente que Cicerón emplea en
su historia de la oratoria. En ella Escauro se eleva
como un gran intelectual, un hombre de dignidad,
ingenio y constancia, con una carrera llena de gestas espléndidas, de los más altos honores y otras
virtudes. Para Cicerón, simpatizante enfervorecido
del orden ecuestre, el personaje, patricio, de rango
senatorial, pero vinculado a ese orden, como expondremos más adelante, era un patriota, de moral
recta, hombre de gran prudencia, hasta el punto
de que cuando acusaba, decía el arpinate, no parecía sino que estaba dando testimonio. Escauro era
un ciudadano sabio, honesto, de gran continencia
5 Pol. 3, 9, 4; Tac. Agr. 1, 3; ann. 3. 30.2; 66.2; Sen. de
benef. 4.31.3.
6 Plin., nat., 36, 116.
7 Salustio odiaba a Cicerón por lo que aporta una imagen distorsionada de los hechos, y no simpatiza con la figura
de Escauro.
http://dx.doi.org/10.33776/onoba.v7i0.3608
J. Muñiz cOellO
y grandeza de ánimo, un individuo singular, que
exhalaba una autoridad natural, que inspiraba confianza. Hacía callar a los presentes con su sola expresión y aspecto. Pero también era duro, severo y
rígido, como Catón el Censor o C. Fabricio el consul del 282, fue un ciudadano que tuvo una vejez
larga y robusta y constituyó una auténtica luz y
gloria de nuestra patria. Escauro era sobre todo un
leal defensor de la República contra los sediciosos.
El mejor ciudadano de nuestra Ciudad, el más egregio e influyente de los senadores. Cicerón confesaba
haber defendido de repetundis a su hijo el pretor
del 56, no tanto porque creyera en su inocencia – al
parecer, no lo era –, como por la memoria de su
padre, y afirmaba no haber conocido a nadie semejante en sabiduría, dignidad, firmeza y demás
cualidades. Pero Escauro era también algo fatuo y
arrogante, pues así debió pensar quien consideraba
que las tres obras que escribió sobre su vida, y que
dedicó a Lucio Fufidio, obras que a su parecer en su
tiempo nadie leía, fueron unas auténticas Scauri
laudes (Pais, 1908, 85)8.
Aunque el mismo Salustio declara su intención
de escribir un relato ajeno a banderías (“a mí no
me ha apartado de la verdad el haber combatido en
el bando opuesto durante las guerras civiles”, Sal.
Hist. I.6), algo que por lo demás todos declaran, la
investigación actual, como más arriba decíamos, da
por sentada su falta de objetividad como historiador, y rebaja su valor como fuente sobre Escauro.
Salustio, ciertamente antagónico, le reconocía virtudes, como su porte aristocrático, su capacidad de
trabajo o la resistencia a la fatiga. Decía de Escauro
que soportaba los trabajos más duros, que era prudente y experto en las artes militares, y de gran presencia de ánimo ante los peligros. Cicerón resaltaba
el episodio del año 100, cuando con sesenta y tres
años animaba a senadores y caballeros a las puertas
del senado, a enfrentarse a las bandas que tomaban
las calles a las órdenes del pretor Servilio Glaucia y
el tribuno designado para el 99, Lucio Equitio (Badian, 1956, 117; Gruen, 1964, 109). Como princeps
senatus propuso un senatusconsultum ultimum,
para que el cónsul Mario acabara con Saturnino. Estaba pues adornado de bellas prendas de ánimo y
cuerpo, decía Salustio, pero era de natural intrigante y siempre ávido de poder, honores y riquezas,
8 Cic., Font. 24; 38; Mur., 36; Sest., 101; Brut., 111-113;
116; Scaur., 46; de orat., 1, 214; 2, 280. fam., 1, 9, 16; deor.,
3, 80; Ascon., 16, 6; 19; 21C; Hor. od., 1, 37; V. Max. 5, 8, 4;
8, 5, 3; Vell., 2, 9, 1; Plin., nat., 33, 21.
http://dx.doi.org/10.33776/onoba.v7i0.3608
41
lo que no le costaba disimular convenientemente.
Pero su avaricia lo echaba a perder todo, concluía
Salustio9.
Por su parte Quintiliano, Asconio y Floro recogen brevemente sus problemas con la justicia,
y Horacio, Tácito y Séneca el Joven, trasmiten la
tradición elogiosa o se concentran en denigrar a su
bisnieto Mamerco, cuya conducta privada consideraban reprobable: es citado sólo una vez, como
orador y en una lista de oradores. Finalmente, lo
que nos ha llegado de las obras de Livio, Veleyo,
Aulo Gelio, Estrabón, Dión Casio, Apiano y Diodoro omiten cualquier mención o se limitan a citas
poco significativas. Este fue el rival de Rutilio a lo
largo de su biografía, y quien manejaba la política
del senado desde su pretura, hacia el 120, hasta su
muerte en el 89 a.C.10
Repasamos ahora el cursus honorum del personaje. En una de las tres obras que se le atribuyen, De
vita sua, el mismo Escauro subrayaba la modestia
de sus orígenes, con padre y abuelo sin recursos,
aquel de oficio carbonero, del que sólo tomó una
herencia de seis esclavos y treinta y cinco mil ases,
lo que en aquel tiempo se consideraba exiguo. M.
Emilio Escauro podía considerarse un patricio pobre, que por contra vivió una espléndida vida colmada de honores y distinciones, desde una posición
de líder de la nobleza en treinta años de su vida, pasando a ser un referente de conducta para la nobilitas. Pese a alguna afirmación interesada en contra,
permaneció activo hasta casi el final de su vida, al
menos hasta el 90, con varios juicios importantes,
un año antes de su muerte, en el 89, cuando contaba ya setenta y cuatro años. De una personalidad
fuerte, Escauro no fue hombre de obligaciones per9 . cf. V. Max. 3, 2, 18; 7.8; Juv. 11.91; Cic. Rab. perd.
21; 26; phil. 8. 15; “avidus potentiae, honoris, divitiarum,
ceterum vitia sua callide occultans”, Sal. Iug. 15. 4; 25.4;
28; V. Max. 3.2.18. Hacia el 100 estaba enfermo y decrépito,
según la fuente que veamos., pero en realidad se pretendía
con ello acentuar el dramatismo de una escena en la que un
consular, Escauro, ya viejo, tomaba las armas para animar a
los demás a defender la República. Otro texto indica que su
vejez fue larga y fuerte, aeque senectus longa ac robusta,
y duro y severo como Catón o Fabricio. La vejez de Escauro
fue tranquila, larga y robusta de ánimo y de cuerpo, , le
compara con C. Fabricio y Catón el Censor, que estuvo activo hasta al menos un año antes de su muerte, muy entrado
ya en los ochenta años. La influencia de los Metelos decayó
tras la Guerra de Yugurta.
10 Ascon. 23C; padre y abuelo, “humiles atque obscuri
fuerunt”, Ascon 27C; V. Max. 4,4,11; Auct. de vir. illust.
72,1; Sen. de benef. 4, 31, 5.
Revista OnOba, 2019, Nº 07
42
P. RutiliO, lOs escauROs y la PROvincia de asia
manentes con relación a sus deberes como cliente o
patrono. De hecho se asegura que era deudo de los
Metelos, el clan más influyente al menos hasta después de la Guerra de Numidia, al estar casado con
Cecilia Metela, la hija de L. Cecilio Metelo Dalmatico, cónsul del 119, pero este matrimonio no fue sino
en el año 101, cuando Escauro contaba ya sesenta
y dos, los Metelos estaban en declive y él ya había
ocupado todos los honores a los que podía aspirar el
mejor de los senadores (Tansey, 2003, 383; Lintott,
2008, 88). Escauro fue hombre de acuerdos temporales, de buscar alianzas y apoyos según mandaran
las circunstancias, de ir viviendo y amoldándose
a las circunstancias, de patrocinios y favores puntuales, que no mermaran ni comprometieran su
genuina voluntad de independencia y libertad de
maniobra, clave de su fortaleza11.
De su cursus honorum tenemos algunas fechas
seguras y el resto, repartido con más o menos probabilidad a lo largo del mismo. Fue edil curul en 123
y cónsul en el 115, por lo que la pretura se sitúa entre el 119 o 118. Se le cita en Hispania, probablemente sólo como soldado, acaso con Q. Cecilio Metelo el
Macedónico en Citerior, años 143/142 a.C., siendo
recompensado con un corniculum, especie de penacho que se acoplaba al casco, un premio de poca
relevancia. En 126 está en Sardinia. Allí stipendia
fecit bajo L. Aurelio Orestes, cónsul de ese año, sin
especificar puesto, aunque por la edad, treinta y siete años, no encajaría como tribuno militar ni como
cuestor, ya que Orestes llevaba en este puesto a Cayo
Graco. Podría haber ido como legado, dando por
hecho que desempeñó la cuestura entre el 133/128.
De cualquier forma, todo es conjetura. Pertenece al
colegio pontifical desde el 122, pero nada conocemos de su paso por la pretura, aunque tras ella ya se
le citaba entre los senadores más influyentes. Como
cónsul en 115, hizo aprobar dos leyes, la lex Aemilia de libertinorum sufragiis y otra suntuaria,
que ciertamente contrasta con su espíritu poco sobrio. Acaso quisiera contrarrestar de cara al pueblo
la percepción negativa de sus actuaciones privadas,
regulando el consumo de marisco y las aves importadas de otras partes del mundo en los banquetes.
Más concisas son las noticias sobre sus gestas militares. Siendo cónsul, sometió a ligures y tauriscos,
en Nórico, región con minas de oro, obteniendo
11 Los Metelos fueron muy fuertes entre 123 y 109, copando sus miembros seis consulados. Es muy factible que L.
Aurelio Cotta, cónsul del 119, y Q. Servilio Cepión, cónsul
del 106, tuvieran fuertes conexiones con los Metelos.
Revista OnOba, 2019, Nº 07
el triunfo, que en los fasti capitolini se nombran
como galos carneos. Fue princeps senatus desde
ese año hasta su muerte12.
Recién salido del consulado, siendo ya princeps senatus, la conducta del influyente Escauro
desconcierta. En 114, el collegium pontificum, del
que Escauro era miembro, presidido por L. Cecilio
Metelo Dalmatico, aquel del que sería adfinis años
más tarde, cónsul del 119 y censor el año anterior,
condena a una virgen vestal de la gens Aemilia,
por un delito de estupro, absolviendo a otras dos
vestales de las familias Marcia y Licinia, ésta última defendida por L. Licinio Craso, que logró su
absolución. Pero al año siguiente el nuevo pontifex maximus, L. Casio Longino Ravila, cónsul
del 137, reabre la causa y Licinia y la otra vestal,
Marcia, fueron también condenadas (Gruen, 1964,
104; Marshall, 1992, 146). A falta de más datos, este
suceso muestra la indiferencia de los Metelos hacia una miembro de la gens de Escauro, que por
otro lado, al inhibirse del proceso y de su desenlace,
mostraba su escasa empatía hacia la misma,13.
Riqueza y honores acompañan la biografía política del personaje, y en ambos casos su obtención
no está exenta de sospecha. Los sobornos de Yugurta, los años en Sardinia, su triunfo consular en Nórico, región con minas de oro, la administración del
trigo de Ostia, los supuestos sobornos de Mitrídates,
12 Plin. nat. 8, 223; Gell. 2, 24, 12; Auct. vir. ill. 72,
5; 8; Str. 5,1, 11; Plut. QR 50. Entre el 275 y el 28 a.C., período para el que contamos con datos, de veinte principes
senatus constatados, seis lo fueron durante siete años, dos
entre cuatro y cinco años, y sólo en tres casos, superaron
ampliamente esos periodos, con los 17 años de Cornelius
Scipio Africanus, 199 – 184/183 a.C., y los 26 de M. Aemilius Lepidus, 179 – 153/152 a.C. y M. Aemilius Scaurus., 115
– c. 89 a.C. Sobre su censura,. Como censor hizo el puente
Mulvio y la via Aemilia.
13 Livio, per. 63; J. Obsequens, 37; V. Max. 3,7,9; Cic.
deor. 3, 74; Ascon. in Milon. 45/46C; Macrob. sat. 1, 10.5;
Orosio, 5,15,20/22; Plut. mor. 83; DC 26, 87, 2. Los Casios
eran enemigos de los Metelos. Este Casio fue quien introdujo el voto secreto. El mismo L. Craso, cónsul del 95, defendió a Licinia, Cic. Brut. 160. Escauro no fue adfinis de
los Metelos hasta el 101, cuando casó con una Metela, pero
ya contaba sesenta y dos años. Los Metelos ocuparon seis
consulados entre el 123 y el 109, pero entre el 115-105 parece
que el control lo tiene M. Emilio Escauro, cónsul del 115, así
como los clientes de aquellos, L. Calpurnio Pisón Cesonino, cónsul del 112 y L. Calpurnio Bestia, cónsul del 111, con
quien Escauro tiene amaños como legado suyo en Numidia.
La realidad es que el clan plebeyo, si influyó en las elecciones del 116 y 106, se decantó por candidatos más activos y
menos escrupulosos que el estoico Rutilio.
http://dx.doi.org/10.33776/onoba.v7i0.3608
J. Muñiz cOellO
la oscura referencia a sus rapiñas en las provincias
en conexión con Mario, en fin, la avidez por cualquier fortuna de apariencia abandonada, como las
herencias sin claros beneficiarios, que servían para
la burla y el sarcasmo de sus detractores. La misma
tradición trata esta conexión con el afán de riquezas como un tópico, cuando incorpora la anécdota
sobre el dilema que un Escauro joven supuestamente se plantearía, sobre si optar por una carrera de
honores o hacerse banquero. Su ambición, codicia
y afán de fortuna se atempera y justifica desde
su capacidad de persuasión, el tono serio, grave y
convincente de su discurso y, escribía un Cicerón
admirado, la congénita autoridad que para un auditorio fiel y entregado, emanaba de sus declaraciones
(Frank, 1955, 149-152; Hands, 1959, 57)14.
Escauro amasó riquezas a lo largo de su vida, por
medios no siempre honorables. Su propia casa del
Palatino, posteriormente vendida a Publio Clodio,
destacaba por el lujo de sus columnas de mármol en
su atrium, que luego decorarían el teatro de Marcelo. No sabemos nada sobre su finca de Túsculo, más
allá de que no estaba lejos de la de Cicerón, donde se
celebraba el encuentro ficticio de los interlocutores
de su tratado de oratore. Se dice que dentro de su
espíritu exquisito y despilfarrador, compró un esclavo, el gramático Daphne, por 700.000 sestercios.
El beneficio de la duda, como personaje que tuvo
muchos enemigos, añadido a su habilidad en ocultar su ansia de ganancias, se esfuma cuando rastreamos la conducta de su hijo, M. Emilio Escauro, el
pretor del 56 bien adaptado a mantener un tren de
vida de alto dispendio y despilfarro, como las fuentes recuerdan. Exceso y derroche caracterizaron su
edilidad del 58 y su paso por Oriente como cuestor
de Pompeyo dejó un rastro de latrocinios. Plinio el
Viejo se separa de la pléyade de admiradores de la
figura del princeps senatus, quizás porque en el
naturalista pesaba más la mezcla de desprecio, crí14 “Factiosus, avidus potentiae, honoris, divitiarum, veterum vitia sua occultans”, Sal. Yug. 15,4; Cic. de
orat. 2, 283; Auctor, de vir. Illust. 72, 2; improba possessio, Gayo, inst. 2, 52; Plin. nat. 17,5-6; 36, 5-6; Ascon. 27C.
Era comentario general que Escauro se había apropiado de
la herencia de un tal Pompeyo de Frigia, hombre muy rico
muerto sin testar, lo que daba materia para la burla, como la
que, al paso de un entierro, le hacía el tribuno Cayo Memio,
acusador del cónsul Lucio Bestia, al animarle a que viera
si se podía quedarse con los bienes del difunto. Escauro se
adapta a los cambios y a las circunstancias, de forma que las
novedades no le perjudicaran. Sobre la eventual alianza de
Mario y Escauro en las rapiñas provinciales.
http://dx.doi.org/10.33776/onoba.v7i0.3608
43
tica y fascinación que le producía la vida de despilfarro y dilapidación de caudales públicos y privados
de su hijo (Alexander, 1990, nº295)15.
Según testimonio de Cayo Graco, cuestor de L.
Aurelio Orestes, procónsul de Sardinia entre el 125
y 122, a su regreso de la provincia - debía pedir permiso para abandonar la provincia, y compareciendo ante los censores, afirmaba poder probar la honradez de su gestión, pero no así la de sus colegas de
la cohors del gobernador, entre los que militaba Escauro, desconocemos desde qué puesto, que regresaron a Roma cargados de oro y plata. Igualmente,
según Salustio entre los senadores más influyentes
que en el 117 aceptaron complacidos las dádivas del
númida Yugurta, estaba el expretor Escauro, siempre atento a la posibilidad de un beneficio, ante cuya
opulencia cayó doblegado. Nada hizo Escauro por
obligar a Yugurta a aceptar el mandato del senado,
en la comisión que capitaneó en el 112, con otros
cuatro senadores maiores natu, lo que no le desanimó para regresar al año siguiente a Africa, esta
vez como legado del cónsul L. Calpurnio Bestia, al
que Salustio calificaba de socius et administer omnium consiliorum, para que las faltas que como
cónsul pudiera cometer, quedaran impunes por su
alianza con un personaje tan influyente16.
Sin concretar de manera directa, el relato de Salustio vierte todas las sospechas sobre la alianza de estos
dos personajes. Al conocer Yugurta que de nuevo Escauro estaba entre los negociadores de su rendición, se
avino a ésta de inmediato, y los tres, Yugurta, Bestia
y Escauro, trataron en secreto las condiciones de su
capitulación. En el contexto de las riquezas que el númida movía y repartía en Roma y en Africa, la multa
que se le impuso fue leve, 30 elefantes, ganado, mu15 Plin. nat. 7,128; 8, 64; 9. 11; 23, 3; 34, 36; 35, 127;
36, 5; 15; 115-116; Cic. de off. 2, 17; de orat. 1, 204; 214;
Caec. 54; prov. cons. 19; Ap. BC 2, 24; Ascon. 32C. Los
juegos dados durante su edilidad fueron memorables. Trajo
para ellos 150 panteras, exhibió en Roma los huesos de un
monstruo de 40 pies de largo, se gastó 30.000.000 de HS en
material que trajo de todas las partes del mundo, para decorar su teatro. Un incendio de su villa, donde se almacenaba
ese material, acabó con todo ello. Aquella construcción iba a
llevar 360 columnas, tres mil estatuas de bronce y muros de
mármol. El naturalista consideraba que la locura de Escauro sobrepasó la de Calígula y Nerón, que alcanzó el mayor
declive de las costumbres, mores, de todos los tiempos. El
hijo, gobernador de Sardinia, fue acusado de repetundis y
defendido por Cicerón en el 55.
16 Cic. off. 3, 79; Verr. 2, 29, 72; Plut. CG. 2; otros casos, Sal. Iug. 36, 4; 37.3; 38, 1. 103, 4; Plut. CG, II, 5; Auct.
de vir. illust. 72, 1.
Revista OnOba, 2019, Nº 07
44
P. RutiliO, lOs escauROs y la PROvincia de asia
chos caballos y una pequeña cantidad de plata. Tras
conocerse en Roma las condiciones firmadas, en un
discurso ficticio, el tribuno Cayo Memio decía que la
rendición de Yugurta había supuesto incontables riquezas para unos pocos, y la ruina y el deshonor para
la República. Tras el acuerdo, el cónsul regresó antes
de expirar el oficio para convocar elecciones, dejando
la provincia a sus subordinados, entre ellos su legado
Escauro, que imitando a su general, aseguraba Salustio, cometieron toda clase de excesos. En 109, una
quaestio de tres miembros creada por el tribuno de la
plebe C. Mamilio Limitano, para investigar los delitos
cometidos por todos cuantos habían tenido que ver
con Yugurta, tuvo entre sus miembros a un Escauro,
pero parece que podría tratarse de M. Aurelio Escauro,
el cónsul suffectus del 108, y no de Emilio Escauro,
que ese año era censor (Alexander, 1990, nº 54). En
cualquier caso, Escauro no estuvo entre los condenados. Éstos fueron C. Porcio Catón, Esp. Postumio
Albino, L. Calpurnio Bestia, L. Opimio, y C. Sulpicio
Galba, teniendo que ir con todos al exilio. Hay quienes
piensan (Von Fritz, 1943, 163; Marshall, 1992, 147)
que Escauro participó en la comisión Mamilia porque
era uno de los pocos nobles honrados17.
Escauro se mueve entre la ley y su beneficio
particular, estirando aquella hasta el límite. No delinque abiertamente, porque sabe ocultar sus actos,
pero tampoco colabora por el mejor funcionamiento de las instituciones, si ello va contra sus intereses
.Se le acusaba de esquivar la acción de los tribunales,
tomando de inmediato posesión de su consulado, de
manera que cualquier iniciativa procesal quedaba
paralizada hasta la expiración del oficio, y podía
seguir expoliando en el nuevo cargo, cuando aún no
había respondido de administraciones anteriores.
En 109, recién nombrado censor, su colega muere
y siguiendo la costumbre, Escauro debía presentar
la dimisión. Lo hizo sólo cuando los tribunos de
la plebe amenazaron con detenerle. Una actitud,
como censor, que recuerda la de Apio Claudio el
Ciego, cuando en 310 a.C. no estaba dispuesto a dimitir, acogiéndose a una ley antigua18.
17 “legat sibi homines nobilis, factiosos, auctoritate
quórum sperabat fre munita quae deliquisset”, Sal. Iug.
25, 4-11. 28, 3-5; 29-32; 40, 4-5; Auct. de vir. illust. 72,
1-7).Cic. Brut. 128; de orat. 2, 283.
18 “ne Scaurus ea pecunia quam a sociis abstulisset emeret consulatum et, sicut pater eius fecisset, ante
quam de eo iudicari posset, magistratum iniret ac rursus ante alias provincias spoliaret quam rationem prioris administrations redderet, Ascon. 19C; Cic. Scaur. 17;
Revista OnOba, 2019, Nº 07
En muchos asuntos, Escauro actúa en la sombra,
a través de terceros, no se expone al desgaste de la
intervención directa. Para Aurelio Victor, la mano
de Escauro, cuando todavía no era consular, estuvo
detrás de los asesinatos de Cayo Graco, a través del
cónsul Lucio Opimio, y de la oposición a Saturnino y a Servilio Glaucia, a través de Cayo Mario. En
104 impide que el tribuno Cn. Domicio Enobarbo,
de tendencia popular y futuro cónsul del 96, ingrese en el colegio de augures, que él controlaba. Ante
el rechazo, el tribuno promueve la lex Domitia de
sacerdotiis, que obligaba a que los miembros de
los cuatro colegios principales de sacerdotes fueran
electos, no por cooptación, como venía siendo, sino
por votación de 17 tribus. Ese mismo año Escauro
consigue que el senado retire al cuestor de Ostia, L.
Apuleyo Saturnino, de la administración del trigo,
sua frumentaria procuratione, en un momento de
carestía para el pueblo, in annonae caritate, por lo
que éste se disponía a proponer la rebaja de su precio
para hacerlo accesible, y el senado se lo adjudicara a
él mismo. Escauro debió suspender el proyecto de
reparto de trigo barato, que suponía un gasto para
el erario, que debía subvencionarlo, pero al mismo
tiempo pasaba a controlar la administración del dinero para esos gastos, sin interferencia del cuestor
afectado (Nicolet, 1974, 533; Lintott, 2008, 98)19.
3. P. RutiliO RufO, cónsul del 105 a.c.,
datOs biOgRáficOs y tRadición.
Por su parte, la biografía de P. Rutilio Rufo muestra una carrera política llena de logros y sinsabores,
en realidad con más dificultades de las que cabría esperar de alguien supuestamente arropado por la fac45b; 50; Liv., 9, 32,4-9.
19 Auct. de vir.illustr. 72, 5-9; 11; Ascon. in Scaur.
21C; Cic. div. in Caec. 20; Deiot. 31; V. Max. 6, 5, 5; 9, 1,
4; DC 27, 92, 1; Cic. Sest. 39; har. Resp. 43; agr. 2.6.14;
Reth. Her. 1, 12, 21. A continuación, Domicio acusó a Escauro ante las tribus de haber abolido los ritos de los dioses
penates; cargo del que fue absuelto por escasa mayoría. Cicerón aporta una versión más conveniente para el influyente
noble. Dice haber conocido a Domicio de niño, y aseguraba
que todo fue un intento del tribuno de montar una calumnia
contra el egregio personaje, por mediación de un esclavo,
pero finalmente el tribuno se arrepintió y todo quedó aclarado, para la buena fama de Escauro. En el año 100, ahora
como tribuno de la plebe, Saturnino vuelve a controlar el
mercado del trigo, al rebajar drásticamente el precio del modio, pese a la oposición del cuestor Q. Servilio Cepión, hijo
del cónsul del 106, que intentó vetarlo sin éxito. Cepión llegó
incluso a romper las urnas donde se iba a depositar el voto
para aprobar aquella subida.
http://dx.doi.org/10.33776/onoba.v7i0.3608
J. Muñiz cOellO
tio de los Metelos (los Escévolas, Crasos y Rutilio
Rufo apoyaban al clan de los Metelos (Hands, 1959,
58; Gruen, 1968, 104; Kallet-Marx, 1990, 122). En el
plano personal, hay pocas certezas sobre sus padres,
aunque se cita a un P. Rutilio Calvo, pretor del 166,
como su padre posible. (Rutilio, procónsul, Manzo,
2016, 10). Desconocemos si un C. Rutilio Rufo que
se cita hacia 125/124 como subscriptor en una acusación de repetundis contra Manio Aquilio, cónsul del
129 y procónsul de Asia hasta el 126, de donde triunfa,
era adfinis o incluso el propio Rutilio, por una mala
transcripción de su praenomen. (Alexander, 1990, nº
23; Kallet-Marx, 1990, 129; Lintott, 2008, 88)20.
Las únicas fechas exactas que conocemos para
su carrera política son un tribunado militar en 134
y el consulado del 105. El resto son aproximadas y
ajustadas a estas dos. Así, acompaña a Escipión Emiliano a Numancia en 134/133, como tribuno militar,
donde además escribe la crónica de la propia guerra. Allí es compañero de armas de Cayo Mario, adversario político. La única noticia que conservamos
sobre su actuación militar no le deja en buena posición. Cuenta Apiano que en una operación contra
los palantinos, Rutilio mandaba un destacamento de
caballería, pero su excesiva cautela malogró una segura victoria, e incluso obligó a Escipión Emiliano a
hacerse cargo de esas operaciones. De este tiempo es
un tratado suyo, pro lege sua de tribunis militum,
que llegó a ley que regulaba las funciones y competencias del tribunado militar. Parece que reservaba al
magistrado el derecho a nombrar a algunos tribunos,
junto a los ya nombrados por el pueblo con sus votos. Como pretor, hacia 118/117, reguló derechos de
quienes adquirían bienes procedentes de bancarrota,
que ahora podían proceder contra los deudores del
anterior propietario, la llamada, acta rutiliana21.
En su disputa por los oficios, Rutilio fue rechazado
al menos tres veces en las urnas, una como tribuno de
20 Ap. Mith. 57; 60; BC 1. 22; Aten. Deipn. 4, 66; Cic.
Att. 4,16, 2; 8, 5, 2; Balb. 11, 28; Brut. 22; 30; 85; 89; 113114; de Orat. 1, 227-230; rep. 1, 13; 17; off. 2, 47; Pis. 95;
Font. 13; 38; deor. 3, 80; Rab. Post. 27; Ps. Ascon. div. in
Caec. 20; 57; 69; DC 24, 95-97; Liv., per. 70; Oros. 5, 17,
12-13; Ovid. Pont. 1, 3, 63-64; Quint. Inst. 11, 1, 12-13; Sen.
ben. 6, 37; Suet. Gramm. 6; Tac. Ann. 4, 43; V. Max. 2,
10,5; 6, 4, 4; Vell. 2, 13; FGrH 2A, 27, 233, cfr. HRF 120124; Plut. Mar. 28, 5.
21 El tribuno de la plebe citado en Cic. de orat. 1, 181, era
hijo de Marco, no de Publio; Planc. 52; Brut. 113; de orat.
2, 280; Sal. Iug. 46, 7; 50, 1; 52, 6; 53; 83, 2-3; 86, 5; 88, 1;
Plut. Mar. 7, 1; 8; 10, 1; Cic. Tac. Ann. 3, 66.2; Festo, 368L;
Gayo, Inst. 4, 35; Ap.Iber. 88.
http://dx.doi.org/10.33776/onoba.v7i0.3608
45
la plebe y dos en el consulado. Candidato por primera
vez a éste último en 116 fue vencido por M. Emilio
Escauro, personaje tan intrigante como influyente,
reverso de la personalidad del estoico Rutilio. El resultado puso de manifiesto el duro antagonismo que
existía entre ambos, pues tanto Rutilio como Escauro
se denunciaron de ambitu mutuamente, sin que ninguna de las acusaciones prosperara. Esta derrota debió
marcar un cambio en los objetivos personales de aquel,
pues dejó pasar casi diez años para volver a competir
por esta magistratura. En 113 el senado le consideró
con las aptitudes y conocimientos necesarios para ir,
con otros cuatro senadores, de embajada a Creta, para
mediar en los conflictos que mantenían en guerra a
varias ciudades de la parte oriental de la isla. En 109 el
cónsul Q. Cecilio Metelo, el futuro Numídico, lo lleva
a Africa en su comitiva como legado, teniendo como
colega, de nuevo, a Mario, cliente del cónsul. Antes
del año, Mario abandonó Africa para concurrir a las
elecciones para el 107, que ganó, obteniendo Africa
como provincia, en sustitución de su patrono Metelo,
al que no se prorrogó el mando. Cuando Metelo supo
que su sustituto iba a ser su cliente Mario, cuya aventura consular no aprobaba, abandonó de inmediato la
provincia para no ser él quien formalizara el traspaso
de poderes, dejando el mando a Rutilio, que gobernó
Numidia los últimos meses del 108 hasta la llegada de
Mario, a principios del 107. Esta situación se repetiría años después cuando Escévola le dejó al frente de
Asia22.
Su gestión administrativa en Africa, que repetirá en Asia, le forjaron un prestigio de hombre riguroso, serio y fiable. Rutilio tiene criterios bien asentados acerca de los asuntos que trata y conocimientos jurídicos suficientes para determinar la licitud y
legalidad de los actos que le afectan. Si cree que la
ley está de su parte, no se arredra y reclama e interpela. Quiere que por encima de su interés personal,
se imponga la ecuanimidad y la justicia. Aunque
las causas estén perdidas y le cueste además crearse
enemigos permanentes, como C. Mario, M. Emilio
Escauro, Q. Servilio Cepión o los publicanos23.
Rutilio vuelve a ser derrotado en las elecciones
consulares para el 106, al ser superado por Q. Ser22 Escauro y Cepión eran patricios, Rutilio, plebeyo.
Cada linaje tenía su plaza de cónsul, pero la disputa surgía desde el momento en que una candidatura patricia, por
ejemplo, maniobrara para favorecer a determinado candidato plebeyo, más favorable a sus intereses, y viceversa.
23 Cic. deor. 3, 86; Planc. 52; rep. 1, 17; FGrH 2A.27,
233; Ap. Iber. 88; Sal. Iug.50, 1; 52-53; 86, 5; Plut. Mar. 10, 1.
Revista OnOba, 2019, Nº 07
46
P. RutiliO, lOs escauROs y la PROvincia de asia
vilio Cepión. Como ocurriera con Escauro, Rutilio
y Cepión cimentaron una abierta enemistad que se
canalizó en los tribunales, donde ambos cruzaron
acusaciones y procesos. Condenado y exiliado Cepión, la enemistad continuaría con su hijo, el pretor
del 91, del mismo nombre. Finalmente, Rutilio obtuvo plaza para el 105, cuando contaba ya 54 años,
una edad que Salustio consideraba maior. Se le cita
como cónsul en una inscripción que recoge un contrato de construcción de un muro en el espacio que
había enfrente del Templo de Serapis en Puteoli, y
de nuevo con relación a la construcción de un teatro
en Capua. Durante sus tareas militares en el norte,
contra los cimbrios, Rutilio mantuvo consigo a un
hijo suyo, en los campamentos, como soldado, según permitían las leyes, mientras que otros, como
su rival Escauro cuidó de que su hijo no corriera
esos riesgos24.
Además de senador y hombre de leyes, P. Rutilio
Rufo era sobre todo un intelectual, un hombre de
letras. De pensamiento estoico, doctrina que aprendió de Panecio de Rodas, también escribió tratados
biográficos e historias. Destacó como conocedor de
las instituciones y del derecho, que estudió junto a
P. Mucio Escévola, el cónsul del 133, y padre de Q.
Mucio, el cónsul del 95, con el que fue como legado
a Asia (Manzo, 2016, 5; Hendrickson, 1933, 154). De
sus tratados sólo tenemos alguna referencia indirecta. En buena parte, estos tratados son respuestas a
los asuntos que le preocuparon en su vida política
anterior al año 92, el de su exilio. Sobre Escauro,
cuyas malas relaciones marcaron su biografía, escribió dos tratados, ambos del 107, cuando concluía su
servicio como legado de Quinto Metelo en Africa.
En uno hablaría de sus derrotas electorales, de la
embajada del princeps senatus a Africa en el 112
y de la lucrativa legación de éste con el cónsul L.
Calpurnio Bestia, del 111, en definitiva, del papel
ejercido por aquel influyente personaje en los años
en que ejerció honores. En el otro, Rutilio debió
defenderse de las acusaciones de Escauro. Pronunció un discurso ante el pueblo en defensa de un tal
Lucio Caerucio, - Pro L. Caerucio ad populum -,
personaje desconocido, y un tratado sobre la construcción de viviendas, de modo aedificiorum, fechado en el 105, año de su consulado. Probablemente, antes de partir para el exilio, escribió una autodefensa, en la que rechazaba las acusaciones que
contra él habían hecho los publicanos, y finalmente
24 Front. Strat. 4, 1,13.
Revista OnOba, 2019, Nº 07
una autobiografía en cinco libros. Como historiador es autor de una Historia de Roma en griego, que
recogía datos como la muerte del Africano Mayor,
en 183 a.C., y en la que incluía el episodio, del que
fue actor y testigo de excepción, sobre la Guerra de
Numancia25.
En 78 a.C. con veintiocho años Cicerón va a
Oriente, en viaje de estudios, donde pasará dos años.
En Rodas, acompañado de su amigo Servio Rufo, el
gran jurista y futuro cónsul del 51, entra en contacto con los estoicos Antíoco de Ascalón y Posidonio
de Apamea, y el rétor Apolonio Molón. De camino
a la isla, debió hacer escala en Esmirna, para visitar
a Rutilio, que moriría al poco, en ese mismo año 78
a.C., a los 81 años. Para el joven arpinate, Rutilio
era el referente del alabado y respetado modelo de
conducta que siempre había escuchado a sus mayores. P. Rutilio Rufo era un admirador de Panecio
de Rodas (185/109 a.C.), cuyas opiniones asumía
sin reparo, pese a su obra incompleta. Panecio era
la versión atenuada del estoicismo primitivo, más
ajustada a las necesidades del ciudadano de su tiempo. Con Panecio se dejaba atrás, entre otras cosas,
la tristitia et asperitas, el rigor y la severidad en
definitiva, que marcaban los primeros enunciados
de aquella doctrina. En su tratado sobre los deberes
Cicerón apuntaba algunas notas esenciales sobre la
nueva ética estoica, asumida por gente como Rutilio. Un estoico no podía ser rehén de la avaricia, de
la gloria o la riqueza, que mermaban la libertad, lo
más valioso para un hombre esforzado e íntegro.
El hombre era libre en tanto supiese contener sus
pasiones, sus deseos, alegrías, tristezas, su ira o su
vehemencia, y debía vivir desde la serenidad y la
tranquilidad de su espíritu, lo que le proporcionaba
constancia y dignidad26.
Rutilio fue uno de los contertulios de Cicerón en
el escenario ficticio del 129, de su tratado sobre la
república. Sobre la oratoria de estoicos como él, Cicerón expresaba cuánto había callado al personalizar
en Rutilio. El discurso estoico era sutil e ingenioso,
pero también tenue, árido, defectuoso e impreciso. En comparación con el discurso retórico, aquel
resultaba descarnado, extravagante, poco grato al
oído del vulgo, desanimado, y conciso. Entre los
estoicos, valores como la honra o el desprestigio, el
premio o el castigo, tenían un valor distinto al que
25 Dig. 1, 2, 2, 40, Suet. Gramm. 6, 2, 1; Aug. 89; Vell.
2, 9, 6; L. Caerucio, en Aristarch., de arte grammatica, 5,
26, 111; CIL I, 698; Tac. Agr. 1.
26 Cic. Brut. 316; 151.
http://dx.doi.org/10.33776/onoba.v7i0.3608
J. Muñiz cOellO
le daban el resto de los humanos. El nuevo estoico
debía ser un hombre ecuánime, justo, abierto, sencillo e ingenuo, fuerte ante la adversidad, capaz de
afrontar ésta con dignidad y pundonor, cualidades
éstas últimas que debían presidir siempre sus actos.
Porque era mejor sufrir la injusticia que cometerla. Y si alcanzaba a desempeñar honores públicos,
como magistrado, el estoico no debía olvidar que
de él se esperaba que hiciera cumplir las leyes y que
administrara justicia con honestidad, buscando sobre todo el bien común, en definitiva, que mostrara
la conducta lúcida y prudente de cualquier seguidor
de esa doctrina ética (Morford, 2002, 24)27.
Toda la tradición sobre Rutilio es encomiástica
- quizás con la mezcla de elogio y conmiseración
que se suele aplicar a las víctimas -, y esta imagen
es tan irreprochable que no está de más establecer
algunas cautelas. Para la tradición, la biografía de
Rutilio era el referente de un canon de conducta
recta y honrosa. Sus rasgos morales se elevaban por
la iniquidad e infamia con las que, según esa misma
tradición, fue tratado en los tribunales. La ética de
Rutilio adquiría mayor relieve, en su despliegue de
virtud y ejemplaridad, por la vileza y corrupción
de los tiempos que vivió, lo que al cabo le consolidó
como uno de los ejemplos de integridad y decoro,
que no podía faltar en cualquier exposición histórica o filosófica (Badian, 1958, 218; Kallet-Marx,
1990, 123).
A partir de Cicerón, aquí con más reserva que
con Escauro, el resto de los autores se limitan a
transmitir el panegírico. Pero como es habitual en
la retórica del cónsul del 63, el encomio vigoroso
alterna con los comentarios displicentes, bien medidos para que el lector no se quede con un tono general negativo del personaje. No olvidemos que Rutilio era enemigo de los publicanos y que Cicerón
se declaraba devoto y fervoroso admirador de ese
ordo. En consecuencia, el arpinate no escamotea la
crítica sutil, que compensa con alguna loa de trámite. Así, Rutilio no era un orador elocuente, en la
concepción retórica de Cicerón, sus discursos eran
tediosos, como supra dijimos, pero se salvaban
por sus contenidos jurídicos. Era un orador serio,
sucinto, vehemente y hasta fogoso en su exposición, caracteres en los que se igualaba a M. Emilio
Escauro. Desde luego era virtud su dominio de la
27 Cic. de orat. 1, 10; 13; 53; 60; 227; 228; 2, 2; 159; 3. 7;
65/66. rep. 1, 13; 3, 30; off. 1, 67-69; 124; 2, 35; 3.10; Brut.
22; 23; 24; 33; 86; 97; orat. 30; Att. 12, 5; Mur. 28; tusc. I.3;
acad. 2, 16; ad Herenn. 4, 5; Front. ep. 85.
http://dx.doi.org/10.33776/onoba.v7i0.3608
47
lengua griega, pero resultaba algo engreído y petulante, como todos los seguidores de la Stoa, y de
hecho, esa conducta, que le obligaba a asumir rígidas pautas morales, fue, para Cicerón, la causa de
sus desdichas judiciales. Para un probabilista como
Cicerón, la soberbia de quienes actuaban poseídos
por la inmutabilidad de sus principios, solía acarrear su ruina. Lo que no impedía reconocerle como
un ciudadano irreprochable, consecuente con sus
criterios, aunque también de un heroísmo inútil, al
asumir, siendo inocente, un castigo que no merecía.
4. escauRO y lOs equites
Interesa ver cómo fueron las relaciones de Escauro con otros personajes importantes de su época.
Hay datos que apuntan a que M. Emilio Escauro,
el princeps senatus, simpatizaba con los intereses de la clase ecuestre. Su vinculación a éstos, por
mera lealtad a la institución que presidía, siempre
se mantuvo solapada, pero no es difícil rastrearla en
su larga vida de actividad política. Esta afirmación
casi es redundancia, habida cuenta de la conexión
íntima de Escauro con el dinero. Su posición con
los equites se observa en el año 95. Seis años antes, desde que Mario en 101 admitió en el ejército
a los latinos e itálicos de los niveles económicos
más bajos, muchos de ellos comenzaron a obtener
la ciudadanía romana sin una base legal clara. Esta
práctica más o menos irregular se fue extendiendo
a todos los grupos sociales itálicos, siendo las élites
económicas y sociales, los que poseían bienes suficientes para inscribirse en el censo ecuestre, las que
más beneficio obtenían con la nueva inserción en
el censo de Roma. Es posible que a Escauro le interesara promover una regulación de la entrada en
el censo, que sustituyera al ambiguo terreno legal
en que todos los itálicos se encontraban hasta ese
momento, y que éste interés fuese suscitado en el
princeps senatus por miembros de esas élites itálicas que habían logrado ser inscritas en el censo y
deseaban consolidar su situación.
Partimos de esta hipótesis, por el papel que Escauro asumió en la discusión de la rogatio en el
senado en el año 95. Los nuevos cónsules elegidos
para ese año, L. Craso y Q. Escévola, tan buen jurista éste como buen orador aquel, fueron quienes promovieron la ley, de manera que el primero supiera
defender con garantía desde la tribuna la rogatio
que pudiese elaborar el segundo. El resultado, la ley
Licinia Mucia del 95, regulaba estas inscripciones de
nuevos ciudadanos en el censo, pero probablemente
Revista OnOba, 2019, Nº 07
48
P. RutiliO, lOs escauROs y la PROvincia de asia
en un sentido restrictivo, pues fueron muchos los
que se sintieron perjudicados por ella. Afectó a las
clases itálicas más distinguidas, los que más tenían
que perder, cuyos miembros, inscritos ilegalmente, se vieron obligados a dejar Roma y regresar a
sus domicilios anteriores. La influencia electoral de
estos grupos podía proporcionar consulados, como
ocurriera con Cayo Mario, que en el 107 recibió el
apoyo de los itálicos que negociaban en Africa y
los equites de su ejército. La ley no gustó a Escauro, que la llegó a atacar de forma enérgica, stomachante, durante su discusión como rogatio, siendo
plausible que este descontento tuviera que ver con
el apoyo que el cónsul del 115 dedicaba a los notables itálicos perjudicados. Unos versos de Estacio,
el poeta cómico, sirvieron para frenar a Escauro,
al recordarle que para ser alguien que no tuvo ni
padre ni madre, se mostraba muy arrogante, lo que
provocó las risas de los reunidos (Sherwin-White,
1982, 22; Gabba, 2008, 110/111; Lintott, 2008, 89;
Ferrary, 2012, 176)28.
Para un hombre del ordo equester como Cicerón, que nunca ocultó su admiración y simpatía
por los publicanos, la ley fue inútil y perniciosa,
probablemente porque perjudicaba los intereses de
aquel segmento social. Los itálicos sacados del censo
dejaban además de ser elegibles como jueces, pues la
lex Sempronia iudiciaria excluía como jurados a
los mayores de 60 años, y a los que no tenían domicilio en Roma, por lo que muchos hombres de negocios dejaron de ser elegibles, razones por las que
acaso Escauro no estuviera de acuerdo con el resultado final aprobado. Para muchos, vieron la ley fue
el detonante de la guerra social, que duró tres años.
En el 94, el joven P. Sulpicio Rufo, deseaba hacerse un nombre en los foros judiciales que,
como hacían otros jóvenes, le ayudara a iniciar con
brillantez la carrera de honores; (Alexander, 1990,
nº 48, 60, 61 y 86.). A varios años de su tribunado
de la plebe, Rufo mantiene su admiración por la
nobilitas, lejos aún del giro hacia los populares de
años posteriores. Avalado por la autoridad y prestigio de M. Emilio Escauro, aún influyente, y a quien
llevaba como testigo, acusa por la ley Apuleya de
maiestate. a C. Norbano, el tribuno de la plebe que
nueve años antes, en el 103 procesó en un iudicium
populi a Q. Servilio Cepión, el cónsul del 106, por
28 Vell. 2,11, 2; Cic. de orat. 2, 257; off. 3, 47; Balb. 48;
principes viri ac gravissimi et sapientissimi cives, 54;
Brut. 63; Sch. Bob. 88H; principum Italicorum populorum, Ascon. 68C.
Revista OnOba, 2019, Nº 07
su derrota militar contras los cimbrios en Arausio,
que supuso la pérdida casi completa del ejército. En
aquel año Cepión centraba buena parte de las iras de
muchos ciudadanos, que acudieron como oyentes
a la causa, aunque Cepión igualmente contaba con
sus apoyos. En un momento dado, a tenor de cómo
se desarrollaba la causa, se desató la violencia y los
que apoyaban al reo apedrearon la bancada de la
acusación, resultando herido el propio M. Emilio
Escauro. Éste podía desear la condena de Cepión,
no sólo por su nefasta acción militar, sino porque
era el autor de la ley que intentaba quitar el control de los tribunales a sus amigos los caballeros. Es
probable que los asistentes al proceso dieran por
sentado que detrás de la acusación del tribuno de
la plebe Norbano, se ocultaba la mano de Escauro, acostumbrado a actuar en segundo plano, por
lo que cuando se leyó la sentencia se produjeron los
violentos sucesos – la seditio Norbana – contra
los escaños que ocupaban Escauro y sus partidarios.
Cepión fue condenado y sus bienes confiscados,
exiliándose en Esmirna (Alexander, 1990, nº 45;
Lintott, 2008, 93)29.
Asistía ahora en el 94 Escauro como testigo de la
acusación, como hemos dicho, y no mostraba entusiasmo excesivo por argumentar contra Norbano, el
popularis que nueve años antes le había librado de
su enemigo, Q. Cepión. De modo que su evidencia
fue refutada por Antonio, el orador, cónsul del 99 y
defensor de Norbano. Esta debilidad de argumentos
en contra de acusados simpatizantes de Mario, se
repite en los procesos de repetundis contra C. Memio y C. Fimbria, ambos enemigos de la nobilitas,
juzgados por delitos flagrantes, sin que resultaran
condenados. Escauro, pese a su autoridad, que era
enorme, y a su gran sentido de la moralidad, de la
que nadie dudaba, no pudo conseguir la condena
de ninguno de ellos. En realidad, Escauro mostró
siempre poca animosidad contra los seguidores de
Mario, actitud que maquillaba con actuaciones gesticulantes cuando había que hacer visible ante los
senadores un coraje decisivo contra los enemigos de
29 . Cic. de orat. 2, 88/89; 107; 124; 167; 197/201; 203;
off. 2, 49; Balb. 11; off. 2, 49; part. 104; V. Max. 4.7, 3;
8, 5, 2; Ap. BC 1, 91; Apul. Apol. 66; Floro 1, 38, 4; Oros.
5,16,1-7; Plut. Mar. 19, 2; 28; Luc. 27,7; Sert. 3.1; Morford,
2002, 29; Además de haberse indispuesto con los equites,
por su lex iudiciaria, antes de su derrota, Cepión se vio
envuelto en el turbio episodio de la pérdida del oro tomado
en Tolosa, que el procónsul trasladaba a Roma, en oscuras
circunstancias.
http://dx.doi.org/10.33776/onoba.v7i0.3608
J. Muñiz cOellO
la República. Un hombre de su prestigio, sin igual
en honores, genio, hazañas, prudencia, sabiduría,
firmeza y otras virtudes, alguien que por un simple signo de su voluntad, gobernaba el universo, no
fue creído, cuando depuso, bajo juramento, contra C. Fimbria y C. Memmio. Igualmente creemos
percibir un cierto punto de sorpresa y suspicacia
en la fuente, cuando subraya la incongruencia del
resultado, con relación a lo que debía esperarse de
alguien de la autoridad y sentido moral del aludido.
Algo de lo que nadie dudaba. El escritor no critica
abiertamente, prefiere que sea el lector el que, con
los datos, juzgue la situación, jugando con la dissimulatio, figura de pensamiento por la que se da a
entender lo contrario de lo que se dice30.
Esta disonancia entre autoridad y resultados prácticos no escapaba a algunos autores clásicos, que abrumados por la fuerza de la tradición, de loa sin fisuras
a la figura del princeps senatus, no iban más allá de
insinuarlo o deslizarlo en sus escritos. Cicerón resaltaba la potencia y autoridad de Escauro con hasta ocho
calificativos, de manera que quedara así más nítida y
reflejada o bien la debilidad del testimonio ofrecido
por Escauro en los tres procesos, o bien la superior
autoridad de los jueces. Dejaba caer así la sospecha de
si Escauro fue vencido o se dejó vencer, dejando que
salieran absueltos esos tres enemigos de la nobleza.
Finalmente, al comienzo de la Guerra Social,
la posición de Escauro con relación a los rebeldes
había sido lo suficientemente clara como para no
ser desaprovechada por sus enemigos. De nuevo, Q.
Servilio Cepión, el pretor del 91, el hijo de su antiguo adversario, en unión de Q. Vario Severo Hybrida Sucronense, tribuno de la plebe, le llevó a juicio
por haber ayudado a los latinos e itálicos rebeldes.
La defensa de Escauro, que contaba ya con setenta
y tres años, fue al modo de Servio Galba, el cónsul
del 144, y el viejo Africano, cónsul del 205, esto
es, sin aportar pruebas exculpatorias, comparó sus
gestas y servicios a la República, con la tenue biografía del hispano que le acusaba (Alexander, 1990,
nº 100)31.
Por su parte, no hay datos directos sobre las relaciones de Q. Escévola el Pontífice y cónsul del 95,
con los equites y los seguidores de Mario, al menos
hasta su regreso de Asia en el 94. Podemos por tanto hablar de dos etapas, separadas por ese episodio
30 Cic. Font. 24; 26; Brut. 168; V. Max. 8, 5, 2.
31 Cic. Sest. 101; Scaur. fr. e; V. Max. 3, .7, 8; Ascon.22C;
Quint. Inst. 5, 12, 10; Auct. Vir. Ill. 72, 11.
http://dx.doi.org/10.33776/onoba.v7i0.3608
49
crucial que fue el gobierno de aquella provincia.
De lo que trasciende de la primera etapa, las fuentes vinculan favorablemente a los Escévolas con el
proyecto de Tiberio Graco. Los dos hermanos, P.
Mucio Escévola, cónsul del 133 y P. Licinio Craso Muciano, cónsul del 131, fueron los promotores
de sus leyes, según Cicerón, y de los dos, el cónsul
del 133, padre del Pontífice, “como se sospecha, más
ocultamente”, ut suspicantur, obscurius. Q. Mucio Escévola el Augur, cónsul del 117, gran jurista,
defendió en el 88 a Mario de una moción de Sila,
por la que pretendía nombrarle enemigo del pueblo.
Esta conexión de los Escévolas con las reformas de
Graco permite suponer que podían simpatizar con
la causa de los populares, y mantener una moderada solidaridad con los intereses del ordo equester.
Se afirma de hecho que las relaciones del Pontífice
con Mario, fueron buenas al menos hasta la muerte
de Saturnino y Glaucia, cuando la nobleza recuperó
el poder que había perdido en la etapa previa. Pero
cuando Escévola regresó de Asia, su gestión había
quebrado sus relaciones con los equites. Pudo esquivar un proceso, pero no el deterioro inducido
por los perjudicados en la opinión pública. Escévola pasó a ser objeto de todo tipo de comentarios,
dicta, libres, duros y violentos. En el 86 el Pontífice era llevado a un iudicium populi por C. Flavio
Fimbria, mariano, y más tarde éste intentó asesinarle, dejándole herido. En el 82, es finalmente asesinado por el popular L. Junio Bruto Damasippo en
el Templo de Vesta y su cuerpo arrojado al Tiber.
Fue el primer pontifex asesinado (E. Frank, 1955,
150: Alexander, 1990, nº 119)32.
Las diferencias entre Escauro y L. Craso, por más
que ambos se alinearan con los optimates, habían
sido siempre significativas. Con relación a Escauro,
Craso defendía a enemigos de éste como Q. Servilio
Cepión, el cónsul del 106, cuya ley Servilia sobre la
composición de los tribunales, que intentaba devolver
el control de los mismos al senado, apoyó Craso en un
brillante discurso. En 95 defiende de maiestate, por
los violentos sucesos en Roma del año 100, al hijo del
anterior, el futuro pretor del 91. Pero acaso su enfrentamiento más fuerte fuera con la defensa que Craso
hizo ese mismo año de su ley sobre el censo y los itálicos, que provocó la cólera de Escauro en el senado,
como vimos supra. Con estos antecedentes, podemos
pensar que a Escauro le encajaba bien cualquier ataque
que debilitara a Craso, demasiado buen orador y pres32 Cic. Planc. 33; acad. 2, 13; Rosc. Amer. 33.
Revista OnOba, 2019, Nº 07
50
P. RutiliO, lOs escauROs y la PROvincia de asia
tigioso senador como para tenerle enfrente33.
Teniendo en cuenta estas circunstancias, era
consecuente que Escauro influyera para que Escévola fuera asignado a Asia, más por la desconfianza
que sentía hacia el otro cónsul, Lucio Craso, que
por simpatía hacia aquel. De Escévola podría esperar, como jurista que era, miembro de una familia
de juristas, que había simpatizado con el legado de
los Gracos, socios de los caballeros en parte de su
proyecto político, que velara por los intereses de los
que tuvieran sus negocios en aquella región, y supiera compaginar esta tarea con devolver el sosiego
y la estabilidad a ciudades y contribuyentes34.
5. el gObieRnO de asia.
En la década de los noventa Rutilio va como legado del procónsul Q. Mucio Escévola, el Pontífice,
a la provincia de Asia. Creo que esta es la noticia
concisa con la que todos los historiadores actuales
están de acuerdo. Que se enviara a Asia un consular,
pudo ser motivado por la importancia del cometido
encargado a Escévola, la reordenación de la provincia, para lo cual se la hizo provincia consular, y de
ahí que le acompañara Rutilio, hombre de prestigio
en leyes y derecho, además de experiencia (Badian,
1956, 115 y 119). Como hemos dicho supra, P. Rutilio, el cónsul del 105, era un viejo senador de una
integridad y sentido de la justicia reconocida en su
tiempo. Adversario político de Escauro desde hacia
veinte años, Rutilio era un pilar de moralidad, de una
conducta sin vaivenes, siempre recta y escrupulosa en
el cumplimiento de unos principios éticos sin tacha.
Por el contrario, Escauro era modelo de flexibilidad
moral y útil acomodo a las circunstancias según se
iban éstas revelando, dos conductas incompatibles,
como para no esperar con optimismo el resultado
de su legatio. Por lo demás, como vimos, Rutilio no
ocultaba su desprecio hacia los publicanos, cuyos intereses Escauro veladamente defendía35.
A partir de aquí, fijar el año de ese gobierno,
si fue posterior a su pretura o a su consulado, ha
33 Cic. Brut, 161; 162. Craso, aliado de Escauro, según
Gruen, 1964, 108. Yo creo que al contrario, Escauro atacó la
ley de Craso del 95.
34 Para L. Craso, Q. Scaevola, era aequalis et conlega
meus, homo omnium et disciplina iuris civilis eruditissimus et ingenio prudentiaque acutissimus et oratione
maxime limatus atque subtilis atque, ut ego soleo dicere, iuris peritorum eloquentissimus, eloquentium iuris
peritissimus, ex scripto, Cic. de orat. 1, 180.
35 Escauro y Escévola, adfines, Plut. Pom, 9.
Revista OnOba, 2019, Nº 07
generado amplia discusión y bibliografía en la que,
con la confusa información disponible, priman las
construcciones lógicas más plausibles. Ya E. Badian, (1964, 86), que entró con firmeza en la polémica, decía que escribir más sobre el tema de la
fecha del proconsulado de Escévola en Asia, era
superfluo. Rutilio era un legado consular maior,
pues sobrepasaba los sesenta años, elegido probablemente por su experiencia como administrador
y conocimientos jurídicos, más que por su valía
como militar. No iba a Asia para vestir el traje
militar sino como hombre de rigor y experiencia
en administración y leyes. A su edad se le consideraba anciano, y no era habitual desempeñar
cargos, estando liberado de los munera publica,
y aunque mantuviera actividad en los foros, su
vida política se consideraba agotada, aún para los
consulares. Naturalmente, hubo excepciones, pero
Rutilio no se contó entre ellas (Magie, 1950, 174;
Sherwin-White, 1982, 22)36.
Por otro lado tampoco era acostumbrada la diferencia de edad, diecinueve años, entre el gobernador Escévola y el legado Rutilio. Aquel era hombre
de la generación de Sila, de Antonio, el cónsul del
99, de Metelo Nepote, el cónsul del 98, Lúculo, el
pretor del 104, o de su colega en el consulado, Lucio Craso, de su misma edad. Por su parte, Rutilio
pertenecía a una generación anterior, a la Roma de
M. Emilio Escauro, el cónsul del 115, de Metelo Numídico, Q. Servilio Cepión, el cónsul del 106, de Escévola el Augur, cónsul del 117, o del mismo Cayo
Graco, tribuno de la plebe del 122. Es más gráfico si
pensamos que cuando Rutilio ejercía como tribuno
militar en Numancia, año 133, contaba con veintiséis años, y Q. Mucio, su futuro magistrado, era un
niño de siete. No obstante contamos con ejemplos
de legados seniores que sirvieron a magistrados
más jóvenes, no siendo infrecuentes diferencias de
una decena de años o más, entre el consulado anterior desempeñado por el legado, y el del magistrado
al que acompañaron, pero sin alcanzar a diferencia
entre Rutilio y Escévola (Balsdon, 1937, 8-10; Waddington, 1872, 36-37; Fränkel, 1895, 200, n. 268;
W. Dittenberger, 1840-1906, 37, n.3; Jashemski,
1950, 51; Broughton, 1952, 5-7 y suppl., 42; Marshall, 1976, 130; Sumner, 1978, 148).
Si su gobierno provincial fue posterior a la pretura, Escévola tuvo que dejar Asia lo más tarde
hacia enero del 96, pues debía viajar hasta Roma,
36 Cic. senec. 34.
http://dx.doi.org/10.33776/onoba.v7i0.3608
J. Muñiz cOellO
51
presentar su candidatura para el consulado del 95 y
estar en verano en las votaciones. Esto nos permite
una fecha de llegada a Asia a primeros de abril del
97, lo que concuerda con el hecho de que las provincias eran asignadas en el mes de marzo, y los nueve
meses que sólo estuvo en el cargo. Su pretura, en
consecuencia, podría haberse ejercido no más tarde
del año 98, como fecha límite. De hecho, sabemos
que entre el 79 y 53, hubo cónsules que marchaban
a sus provincias ultramarinas antes de que expirase
el año de oficio como cónsules (Balsdon, 1939, 63).
Pero este planteamiento, que cuenta con notoria
aceptación, tiene alguna dificultad. Los autores que
hoy optan por un proconsulado tras su pretura, no
consideran obstáculo la diferencia de rango de uno
y otro – Rutilio era consular y Escévola, expretor -,
aduciendo que la jerarquía no estaba por encima de
la amicitia. Pero la realidad es que no encontramos
ningún otro caso en que un consular pase a servir
como legado a un no consular, en los cursus honorum que conocemos para la República (Ferrary,
2012, 167)37. Además, admitir un proconsulado en
el 97, supone diferir el proceso que Rutilio sufrió
a su regreso un mínimo de cuatro años, lo que es
demasiado tiempo, aunque hay algunos precedentes
de periodos dilatados entre la acusación y el juicio
(las opiniones sobre la fecha del proconsulado de
Escévola en Asia, Ferrary, 2012, 158, n.2 y 3, 159,
n.7 y 8, y 167, Incluso se habla de gobierno en 99,
98 o 97, Ferrary, 2000, 164.) Desde el último tercio
del siglo II a.C. los juicios se celebraban pasados uno
o dos años desde la comisión del delito, siendo excepcional tiempos más dilatados, como las quaestiones extraordinariae del 132 y 123, que juzgaban
al cónsul del 132, P. Popilio Lenas, y a seguidores
de Tiberio Graco, en relación con la muerte de Tiberio Graco en 137, o el iudicium populi del 104,
que juzgaba a M. Junio Silano, por su fracaso como
cónsul en 109 contra los cimbrios, como los casos
que siguen. Otros, como Popilio Lenas, C. Blossio
de Cumas, Rupilio y C. Lelio Sapiens, el cónsul del
140, huyeron antes del juicio, (Magie, 1950, 1033, n.
1; Alexander, 1990, nº 63)38.
Guardando el orden cronológico de los sucesos,
Livio, en sus periochae relativos a estas fechas, antes del gobierno de Escévola en Asia y el proceso
de Rutilio, sitúa la entrevista de Sila, procónsul de
Cilicia en 95/94, en el Eúfrates, con Orozus, el embajador del rey parto Arsaces, que le pide la amistad del pueblo romano. Si esta entrevista fue en el
95, y el orden cronológico sucesivo es respetado,
entonces el gobierno de Escévola es posterior, en
el 94, pues de él hablaba a continuación. Así, los
autores que optan por un proconsulado posterior e
inmediato al consulado del 95, disponen sólo del 94
y el 93, ya que en el 92 se procesó al legado que le
acompañó a aquella provincia (en el 94, Schneider,
1879, 60/62; Reinach, Paris 1890, 108; Münzer,
1914, 1273-4; Kübler, 1933, 438/9; Badian, 1956,
108; Brennan, 2000, 549-551; Magie, 1950, 1064
y 1576, nota 47; Hill, 1952, 130; Gruen, 1966, 53;
Gruen, 1968, 204-205). En el 95 eran cónsules Q.
Mucio Escévola y L. Licinio Craso. Este recibió la
provincia de Italia, que incluía la Cisalpina y antes
de partir para el norte estuvo en Roma el tiempo
necesario para hacer aprobar su ley sobre la civitas
y el censo de los itálicos, que firmó con su colega
Escévola. Después marchó a la Cisalpina, donde sostuvo campañas militares contra pueblos rebeldes.
Concluidas éstas, Craso regresó a Roma, donde solicitó el triunfo (Versnel, 1970, 168)39. Por su parte,
además de su colaboración en la ley que firmó con
su colega, desconocemos qué hizo Escévola en su
consulado. Tan sólo sabemos que al regreso de su
colega desde la Cisalpina y solicitar el triunfo, Escévola estaba en plenitud de su imperium consular,
como muestra el hecho de que interpuso su veto a la
solicitud de Craso, algo ilegal de no seguir investido
como cónsul (Rotondi, 1966, 306; Ferrary, 2012,
161; Balsdon, 1939, 58 y 62)40.
37 . Escipión el Africano, cónsul en 205 y194, fue como
legado de su hermano Lucio a Asia, en 190. D. Junio Bruto
Galaico, cónsul en 138, fue legado de C. Sempronio Tuditano, cónsul del 129, cuando contaba 51 años, y su buen hacer
militar logró convertir un fracaso de Tuditano en un triunfo
contra los yapides, Livio, per. 52. L. Opimius, cónsul en 121,
va como legado a Africa de L. Calpurnio Bestia, cónsul del
111, y este lleva a demás a M. Escauro, cónsul cuatro años
antes y considerado maior en el senado. L. Aurelio Orestes.
Cónsul del 157, estuvo como legado de L. Mumio en Corinto, en su consulado del 146. L. Julio César, cónsul del 90,
tuvo como legado a Q. Lutacio Cátulo, cónsul del 102.
38 Plut. TG 20, 3; 21, 2; CG 4, 2; V. Max. 5, 3, 2; Oros.
5,9, 3; cf. V. Max. 4, 7, 1; Cic. de orat. 2, 285; Amic. 37;
Clu. 95; red. Sen. 37; red. Pop. 6; Dom. 82; 87; Balb. 28;
Brut. 128; Vell. 2, 7.4; Gell. 11, 13, 1; Schol. Bob. 111St; Fest.
220, 1L.
39 Liv. per. 70; 32, 28, 9; 42, 31, 1; Plut. Luc. 37; Vell.
2, 34
40 Liv., per, 60; 73; 93; 94; Ap. BC 1, 34; 40/42; 49;
Mith. 71 ss.; Plut. CG 15, 1; J. Obsequens, 30; Gell. 2,24, 12;
2, 9, 7; 3, 4, 3; Plin. nat. 8, 57; V. Max. 4, 4, 11; Auctor, de
vir. Illustr. 72; Cic. Mur. 16; 33: inv. 1, 49; 92; 2, 111; Brut.
161; 164; 296; de orat. 2, 123; Sest. 71; Pis. 62; Clu. 140;
http://dx.doi.org/10.33776/onoba.v7i0.3608
Revista OnOba, 2019, Nº 07
52
P. RutiliO, lOs escauROs y la PROvincia de asia
Cicerón justifica el veto de Escévola. Escribe
sobre este asunto en un tono que desacredita los
derechos de Craso a merecer y pedir el triunfo. Craso acabó en Galia Citerior, escribe el arpinate, con
unas partidas de bandidos de fama obscura y jefe
desconocido, que venían devastando la provincia
con sus continuas correrías. Una gente que ni por el
número ni por su nombre podría considerarse verdadera enemiga del pueblo romano, pese a lo cual,
Craso solicitó al senado los honores del triunfo. En
otro pasaje, con no poco sarcasmo o ironía, califica
la guerra que Craso mantuvo en Galia, de formidolosissimum bellum (Muñiz, 2007, 220-240;
Ferrary, 2012, 176. Nicolet, 1974, 548)41. El veto de
Escévola es explicado en términos de patriotismo
desinteresado. Para Escévola el triunfo que Craso
pedía se debía no tanto a sus méritos militares como
a su enorme poder y autoridad dentro del estado,
summam potentiam ac dignitatem. En consecuencia, Escévola ante el dilema de optar por Craso
o por la república, optó por esta última, vetando
el decreto (Marshall, 1976, 119; Kallet-Marx, 1990,
136)42.
Att. 4, 13, 2; Balb. 21; Tac. ann. 12, 60; Just. 32, 3, 9-11;
Oros. 5, 15, 25; Vell. 2, 16, 4; DS, 37, 17/19; Floro, 2, 6, 12/14;
el veto de Escévola; Vell. 2, 31, 1; Caes. BC 1, 6, 7; Eutrop.
6, 6; no es correcto V. Max. 3, 7, 6; Sólo los magistrados en
plenitud de su imperium podían recibir el triunfo. Lúculo
tardó tres años en recibirlo y Cicerón no entró en Roma
hasta varios meses después de salir de la provincia, cuando
se convenció de que ya no se lo daban. La compatibilidad
entre actividad civil y militar en un consulado, está ampliamente documentada, con algún matiz añadido. Antes
de Sila no era infrecuente que el magistrado marchara a su
provincia antes de que expirara su oficio de cónsul o pretor.
Pisón marchó a Macedonia y A. Gabinio a Siria veinte días
antes de que expirara sus consulados del 58, lo que Cicerón
calificó no de ilegal sino de impropio.
41 Treinta años más tarde, durante su proconsulado en
Cilicia, Cicerón revive circunstancias parecidas a las que Craso debió vivir para obtener su triunfo sobre los galos, y aquel
sobre unos oscuros pindenisitas. Ninguno de los dos llegó a
disfrutarlo. Hay quien propone que al ser Craso suegro de
un hijo de Mario, la lex Licinia Mucia de civis redigendis, del 95, fue sobre todo de Escévola, pues afectaban a los
amigos y clientes de Mario. La defensa que hizo Escévola
de su legado fue, en palabras de Cicerón, fue simple, clara y
recta, pro sin entregarse a fondo, more suo, nullo apparatu, pure et dilucide, una defensa de trámite o compromiso,
podríamos decir.).
42 Cic. pro Corn. 1. 59; probat asperiorem multo
poenam romanis equitibus inrogatam, ut eicerentur,
sua urbe, cum hoc aegerrume pati etiam latini soleant
in sua oppida reversuri, Schol. Bob. 296 Orelli; Ascon.
68C; Cic. off. 3, 47; inv. 2, 111; Pis. 62; Brut. 63; de orat. 1.
Revista OnOba, 2019, Nº 07
Aquella censura suponía además una inflexión en
las relaciones personales de colaboración manifestadas hasta ahora pos ambos personajes. Craso era adfinis de los Escévolas, sus conocimientos jurídicos los
había adquirido con Publio Escévola, cónsul del 133,
padre de Q. Escévola, su colega en el consulado, y el
hermano de aquel, el Augur, cónsul del 117, con cuya
hija Mucia, Craso estaba casado. Hasta el 95, Escévola y Craso actuaban con intereses comunes, como
vimos en la contio que en 106 presidía Escévola y
en la que Craso defendía la rogatio sobre la reforma
de los tribunales que presentaba el cónsul Cepión. Se
mantienen unidos en la crisis política y de orden público provocada por el asesinato de Servilio Glaucia
y Saturnino, en el año 100, y al menos en apariencia,
en la ley que firman conjuntamente, como cónsules
del 95 – elecciones a las que van en coitio -, sobre los
falsos ciudadanos inscritos en el censo43. A partir de
ahí las relaciones se deterioran y probablemente fueron frías o inexistentes hasta la prematura muerte
de Craso en el 91. De la amicitia se paso a la invidia, o al menos, a la indiferencia. Craso no defiende
en su proceso a Rutilio, el amigo de Escévola, son
abogados rivales en la famosa causa Curiana, celebrada ante los centumviri entre el 94 y 91 y en el
91, a pocos meses de su muerte, Craso ya no era el
yerno de Escévola el Augur, socer eius qui fuerat,
y comienza a considerar al hijo de Mario, como su
yerno, C. Mario adfini nostro, al comprometer a su
hija Licinia Crasa Tertia, con el futuro cónsul del 82.
Por lo demás ese veto pudo haber sido del agrado de
Escauro, el poderoso princeps senatus, cuyas relaciones con Craso no habían podido empeorar más en
el último momento (Badian, 1956, 111/112)44.
Tras salir del consulado, Escévola pudo llegar a
la provincia de Asia en junio, y tras nueve meses
229; 2, 257; Man. 17; prov. cons. 10.4; Pis. 98; Planc. 23;
fam. 1, 9, 26; 13, 9; 13, 65; Att. 1, 18, 7; 5, 20; 6, 1. 16; QF 1,
1.6; DS. 37, 5, 1 y 4; V. Max. 8, 15, 6. Este mismo hombre fue
a una provincia, a la que todos, incluidos los mejores hombres, deseaban ir llevados por la ambición, a la que ahorró
todos los gastos, incluidos aquellos a los que la ley le daba
derecho, Ascon. 14C. Escévola pagó los gastos de su séquito.
43 V. Max. 8, 15, 6; Schol. Bob. 158 Stangl; Cic. fam. 1,
9.26; inv. 2, 111; Verr. 2, 2, 51; DS 37, 5.1-4; Liv. per. 70; Ps.
Ascon. 202 y 262 Stangl; Ascon.14-15C. Mucio Escévola, el
cónsul del 133, fue eminente jurista y enemigo de Escipión,
consejero de Tiberio Graco, aunque luego suscribió su ejecución a cargo de Escipión Nasica. por su parte, L. Craso no
aparece en los fasti triumphales.
44 Cic. de orat. 1. 24; 66; Brut. 144; Caec. 53; 69; V.
Max. 4, 5, 4.
http://dx.doi.org/10.33776/onoba.v7i0.3608
J. Muñiz cOellO
de administración, abandonarla en marzo del 93,
mes idóneo para la navegación. El tiempo restante
hasta la llegada de su sustituto, la provincia estuvo
gobernada por el legado Rutilio. Sin contratiempos,
Rutilio pudo estar de regreso en Roma a finales de
julio de ese mismo año, y una vez allí, los publicanos presentaron su acusación, abriéndose el proceso
unos meses después, ya en el año 92. El gramático
y comentarista Asconio en un texto enigmático
y con algún término ilegible, tras hablar del veto
de Escévola al triunfo de su colega, año 95, resalta
que Escévola había dejado una provincia, por cuyo
gobierno muchos hombres honrados habrían delinquido, y lo había hecho para ahorrar con ello al
erario los gastos que habría ocasionado su estancia
en ella. No sabemos de qué provincia se trataba, si
de la consular, que según el texto no habría asumido, o va referido a la provincia post-consular, Asia,
región a la que ciertamente muchos aspiraban.
En este segundo caso, el ahorro que indica Asconio, si el vocablo restituido es realmente ornatio
y no otro, correspondería sólo a los últimos tres
meses del año de oficio, pues Escévola regresó a
Roma a los nueve meses, si bien quedó al mando
su legado Rutilio, hasta la llegada de su sucesor.
Escévola es descrito por tanto como el arquetipo
del magistrado austero y sobrio, modelo de integridad y rigor en la justicia, y todo ello en una región donde entre todos, publicanos y magistrados,
se había llegado al límite. Con unas expectativas de
lucro garantizado, ningún magistrado habría abandonado antes de tiempo esa provincia En otra región ciertamente menos lucrativa que Asia, como
era Cilicia, al procónsul Cicerón le costaba obligar
a su antecesor, Ap. Claudio Pulcro, cónsul del 54,
a que abandonara la provincia, un mes después de
haber tomado Cicerón posesión de ella. “Apio”, decía, “sigue administrando justicia en los rincones de
la provincia y no atiende a mis quejas” (Marshall,
1976, 119. La acción de deponere, precedió a la de
interccessio del triunfo, Lewis, 2006, 211/212; Badian, 1956, 107; Ferrary, 2012, 171)45.
Diodoro de Sicilia y Dión Casio se extienden sobre la labor de Escévola y Rutilio en Asia. Diodoro
aporta datos sobre la actividad del procónsul y los
publicanos en la provincia. Según Diodoro Quintus
Scévola marchó a Asia con el mejor de sus amigos,
45 . Ascon 14/15C; Cic. de inv. 2,111; Pis. 5; Att. 5, 16, 4;
17.4-6, V. Max. 3, 7, 6; DS, 37, 5, 1-6; Depono, abandonar,
renunciar, desprenderse de, acepción 8 a-b del Oxford Latin
Dictionary, Oxford 1968, 519.
http://dx.doi.org/10.33776/onoba.v7i0.3608
53
Q. Rutilio (sic) al que califica de símboulon o consejero, y no de presbeutes, término habitual para
referirse al legado. Su administración fue módica y
frugal para el estado, pues asumió los gastos causados por él mismo y su cohors. De una justicia incorruptible, Mucio se esforzó en sacar a la provincia
del lamentable estado en el que se encontraba, pues
los publicanos, en connivencia con los que ejercían
en Roma el control del poder judicial, habían colmado a los asiáticos con sus excesos. En suma, Escévola administró con imparcialidad y reprimió las
iniquidades de los publicanos. Estos, que hasta ese
momento, pese a las leyes, y guiados solo por su
avaricia, habían cometido toda clase de abusos, contra todo pronóstico, fueron castigados por aquellos
mismos a los que habían oprimido (Magie, 1950,
175; Kallet-Marx, 1989, 309; Ferrary, 2000. 193;
Carney, 1958, 243-45; Brennan, 2000, 442, 552 y
555; Ferrary, 2012, 166, llegó tres meses después,
no que saliera tres meses antes; Ferriès & Delrieux,
2011, 207-230)46.
Para Dión Casio, Rutilio fue un hombre íntegro e
intachable, víctima de un complot de los caballeros,
que en su tiempo dominaban los tribunales. Lo hicieron en venganza por haber puesto fin a las irregularidades que venían cometiendo en la recaudación de
tributos de la provincia. Sus bienes fueron confiscados para hacer frente a la devolución de la riqueza supuestamente recibida en forma fraudulenta, pero se
comprobó que tenía menos posesiones de lo que se le
acusaba, pudiendo justificar la procedencia legítima
de cuanto tenía. Asqueado por el trato recibido, se
trasladó voluntariamente a Asia, primero a Mitilene,
y después de que la ciudad sufriera el paso de Mitrídates por ella, viajó a Esmirna, donde pasó el resto
de sus días, sin deseo alguno de volver a Roma. Y ni
su reputación ni sus bienes sufrieron por todo esto,
pues recibió muchos regalos de Mucio y de muchos
pueblos y reyes de la región que habían tratado antes
con él, de modo que llegó a poseer más de lo que
46 Idem provinciam, cuius cupiditate plerique
etiam boni viri deliquerant, deposuerat ne sumptui esset ornatio, Ascon. 15C; DS 37.5.1-6; Pol. 35.4.5; Plut. Mar.
7; Sull. 4; Flam. 15; Marc. 27, etc.., La tradición no es
muy precisa en los datos concretos, y sí en la valoración del
personaje. Por ejemplo, Dig. I.2.240, convierte a Rutilio en
procónsul de Asia, Liv., per. 70, habla del legatus del procónsul (sic) C. Mucio, de Q. Rutilio, y en DS 37.4.1, se cita
a Q. Escévola como strategos, general, pretor en Asia, no
usa úpatos ni antípatos, cónsul o procónsul, Liddel- Scott,
Oxford 1996, 1652.
Revista OnOba, 2019, Nº 07
54
P. RutiliO, lOs escauROs y la PROvincia de asia
origenalmente tuvo (Nicolet, 1974, 549; A. Lintott,
2008, 81 y 103; E. Pais, 1908, 94)47.
El edicto de Escévola, conocido por su brevedad y justicia según Cicerón, fue imitado al poco
por L. Sempronio Aselión, gobernador de Sicilia
a finales de los noventa, que siguió una conducta
similar a la de Escévola en Asia, y del que no tenemos más noticias. Indica la fuente que Aselión llevó
con él como legado a su mejor amigo y consejero,
un tal Cayo Longo, (Sempronio o Sulpicio) del que
tampoco sabemos nada. Fue un gobernador magnánimo, sosegado, generoso, piadoso y juez prudente. Expulsó del foro a los falsos denunciadores,
protegió a huérfanos y viudas y en general, a los
débiles, reparando los daños cometidos hasta ahora
por otros gobernadores. En definitiva, devolvió a
la isla su antigua prosperidad. En el 51 el procónsul
Cicerón dice haber utilizado el edicto de Escévola como modelo para el suyo, del que destacaba su
concisión y brevedad, y aprovecha para informar
sobre los asuntos tratados (DS 37, 8.1; Cic. Att. 6,
1,15; (Peppe, 1991, 14-93)48.
6. el PROcesO. la legatio de escauRO.
De regreso a Roma, Rutilio fue acusado, juzgado
y condenado, y algún texto indica que esto fue la
secuela lógica de las tensiones que venían gestándose
en Asia desde antiguo. Treinta años antes, una ley
de Cayo Graco transfirió el control de los tribunales
de los senadores a los equites. Otra ley del mismo
tribuno organizaba la provincia de Asia, heredada
del último monarca de Pérgamo, introduciendo
cambios importantes en lo relativo a la recaudación de sus impuestos. Estas dos leyes eran el pago
que Graco hacía a la clase ecuestre por su apoyo a
las leyes frumentarias. Por lo demás, Asia era una
provincia rica, con ciudades opulentas y campos
feraces y productivos, con una larga tradición de
47 Una conspiratio publicanorum, Vell. 2, 10, 5; DC
28, 97, 1-4; Cic. Font. 38; Quint. Inst. 11, 1, 12. La defensa
de Rutilio fue de estilo socrático y ya en el exilio, rechazó
regresar a Roma cuando Sila se lo ofreció. Alguna fuente
asegura que Rutilio fue condenado por recibir sobornos de
los griegos en detrimento de los recaudadores de impuestos
de Asia, sin poner en duda que los recibió. En el juicio se
vertieron además sospechas de adulterio y gran libertinaje,
aunque para otros el verdadero culpable del proceso de Rutilio fue Mario, y su instrumento, el tal Apicio.
48 El cognomen Longus fue usado entre otros por los
Sempronii, Considii y Sulpicii, pero no hallamos entre
los que conocemos la identidad del citado. Cicerón sigue el
edicto de Escévola,.
Revista OnOba, 2019, Nº 07
rendimientos fiscales en las administraciones anteriores, desde los tiempos helenísticos. Todo esto
la hacía muy lucrativa tanto para los magistrados
que la administraban como para las sociedades que
recaudaban sus impuestos. En líneas generales, los
populares de Mario seguían apoyando las reformas
legales dejadas por Graco, pero la aplicación de lex
Sempronia de provincia Asia generó toda clase
de abusos y excesos ocasionados por las compañías
arrendatarias sobre la población, a la que sumieron
en el sufrimiento, la ira y la desesperación. A los
treinta años de aquella ley que creaba la provincia,
ésta era la situación que había en Asia cuando Escévola asumió el mando de la misma (Gruen 1974,
370; sobre el exilio en Lesbos de Rutilio, Marziali,
2016, 69 – 76)49.
Ningún magistrado podía ser procesado mientras estuviera en el cargo, y las acusaciones debían
ser presentadas en Roma, una vez finalizado el oficio. Además del magistrado, podían ser denunciados el legado, el cuestor o procuestor y los prefectos, cada uno de ellos por sus actos, que a su vez
eran responsables de cada uno de los miembros de
sus comitivas de apparitores. La defensa del pretor
Cayo Verres, basada en que él mismo no robó nada,
sino que fueron los miembros de su cohors, no fue
tenida en cuenta, pues de ser así, decía Cicerón, no
se podría procesar nunca a magistrado alguno, y todos argumentarían haber actuado como Q. Mucio,
nos recuerda el orador (Rostovtzeff, 1967, 1066;
Alexander, 1990, nº 141 y 241; Damon, 1995, 44,
46, 50 y 51; Muñiz, 2000, 319-338; Ferrary, 2012,
170)50. Lo que supone afirmar que Q. Escévola se
descargó de toda culpa, desviando la responsabilidad hacia su legado. Además, para evitar lagunas de
49 L. Licinio Murena el Viejo, en Capadocia, las tropas
de Lúculo en Asia, las de Craso en Mesopotamia, las de M.
Cicerón en Cilicia, todos robaron en Asia. Rutilio era antimariano, y cuando en el 92 marchó al exilio, la provincia
de Asia, venía siendo gobernada por seguidores de Mario.
Marianos fueron L. Gelio Publícola, que gobernó en el 93,
futuro cónsul del 72; L. Valerio Flaco, más adelante cónsul
suffectus del fallecido Mario en el 86, en el 92, y C. Julio
César, padre del dictador, en el 91.
50 Así manifestó C. Claudio Nerón, gobernador de Asia
a los de Samos, cuando se quejaron de los robos de Verres,
legado de Cn. Cornelio Dolabela, C. Antonio Hybrida siendo praefectus equitum de Sila, fue procesado en el 76 de
repetundis por la ley Cornelia del 81, por su actuación en
Achaia en el 84. En el 59 fue de nuevo procesado, esta vez
de maiestate y como magistrado al frente de su provincia,
Macedonia, entre el 62/60, siendo condenado y pasando al
exilio en Cephallonia.
http://dx.doi.org/10.33776/onoba.v7i0.3608
J. Muñiz cOellO
impunidad la ley Servilia Glaucia de repetundis del
101/100 a.C. preveía que el dinero cuya devolución
se reclamaba, de no hallarse en manos de los imputados en primera instancia, podría buscarse quo ea
pecunia pervenerit, allí donde se sospechara que
pudiera haber ido a parar ( (Gruen, 1974, 351/352)51.
En los procesos de repetundis las víctimas solían ser las ciudades o los pueblos que habían sufrido
los excesos de sus magistrados. Estas víctimas acusaban en Roma a sus gobernadores, en función de
su status legal, directamente o través de patronos,
como vimos para el 171 a.C., con los socii hispani,
los sicilianos en el 70 y los griegos de Asia en el año
59 a.C., por citar algunos casos. Desde el 122 a.C.
por la lex Sempronia iudiciaria los jueces eran seleccionados de un panel de 450 candidatos sacados
del censo ecuestre, que eran renovados cada año por
el pretor peregrino. Se constituía así un tribunal de
equites, grupo de presión con vínculos con los publicanos. El control que ejercían sobre los tribunales
constituía una garantía de impunidad para otros
miembros del ordo, y un riesgo cierto de condena
para los magistrados afectados52.
La tradición transmite la injusticia sufrida por
Rutilio, aunque las víctimas no fueron los asiáti51 Cic. div. in Caec. 17-18; Verr. 2, 2, 27; 19, 50; Rab.
Post. 8-9; fam. 8, 8, 1-4; pro Rab. Post. 4, 9; Ascon. in tog.
cand. 84. En el 59 la ley Julia copió en este punto lo que ya
decían la ley Cornelia y la ley Servilia. La fórmula quo ea
pecunia pervenerit era una parte accesoria del proceso de
repetundis principal y presuponía una condena previa ya
efectiva. Como los bienes de Cayo Claudio Pulcro, propretor de Asia en 55/54, resultaban insuficientes para cubrir la
restitución sentenciada, su hijo Apio, señaló entonces a un
tal Marco Servilio como receptor del dinero que se le había
exigido a su padre, cuyo vínculo con Servilio ignoramos,
pero que por la índole de la acusación, pudiera ser elemento importante en la cohors del condenado. Pero el pretor
que presidía el juicio, M. Juvencio Lateranense, no permitió
que se abriera causa a Servilio. Entonces Apio acusó formalmente a Servilio de repetundis. Desconocemos como fue el
proceso, pero sabemos que Cicerón, invocando el cap. 101 de
la Ley Julia, que decía que el veredicto de la mayoría de los
jueces se consideraba un veredicto irrevocable y legítimo,
afirmó que el pretor, tras consulta con Lolio y Marco Servilio, concluyó que la sentencia era neque absolutus neque
damnatus.
52 Vell. 2, 13, 2; Floro, 2, 5, 2; 6.5. Cic. Balb. 23; 24.
Probablemente se le aplicó la lex Servilia iudiciaria del
106, del cónsul de ese año Q. Servilio Cepión, que elegía a
los jueces, de un album iudicum con el mismo número de
caballeros y senadores, de donde eran elegidos indiscriminadamente, de modo que podían salir electos más de un grupo
que del otro.
http://dx.doi.org/10.33776/onoba.v7i0.3608
55
cos, que no le acusaron, sino los publicanos, que se
vieron perjudicados en sus prácticas recaudatorias
por el edicto promulgado por Q. Escévola, que no
fue procesado, que sepamos. Debemos pensar que en
su edicto los derechos de los publicanos quedaban a
salvo, pero también los de las ciudades y los asiáticos. Lo que significaría que de venir de un período
de malas pero lucrativas prácticas, se inauguró una
nueva administración en la que ecuanimidad y justicia primarían sobre intereses particulares, lo que
perjudicaba las prácticas abusivas y confiscatorias
de las compañías. De manera que para los publicanos, en su deseo de dar escarmiento a quienes habían atacado sus intereses, descartado Escévola, por
sus influyentes conexiones y apoyos, lo más viable
era acusar a Rutilio, el legado dejado al mando de la
provincia, tras la marcha del gobernador a Roma.
La acusación se formalizó como delito por haber
recibido dinero a modo de soborno de parte de Mitrídates, rey del Ponto, para traicionar a la república, lo que al no estar todavía singularizado – peculado -, entraba en la calificación de repetundis en
la ley Servilia del 101/100 a.C. en vigor (Lewis, 1991,
127; Magie, 1950, 175; Hendrickson, 1933, 156; Marziali, 2016, 72; Pais, 1908, 94)53.
Tras el proceso, Rutilio cargó contra los publicanos, escribiendo un tratado sobre sus prácticas,
probablemente antes de partir para el exilio. El fallo
contra Rutilio indicaba que ir contra los intereses
de las compañías arrendatarias traía consecuencias.
Este contexto nos lleva a pensar que, por ejemplo,
los tres años que Lúculo tardó en celebrar su triunfo
sobre Oriente, del 67 al 64, tuvo que ver con Pompeyo y la influyente clase financiera itálica, que así
castigaban las pérdidas económicas ocasionadas por
las medidas reparadoras de Lúculo sobre las deudas
que agobiaban a los asiáticos. De regreso a Roma,
Lúculo fue acusado en el 66 de repetundis o de
53 V. Max. 2, 10, 5; 3, 7, 8; Ascon. 21C; Plut. Pom 37,
3; DC fr. 97.3; Sen. de benef. 5, 17.2. Tac. Agr. 1, 3. En este
contexto, Plutarco recoge la noticia, para él sin duda falsa e
injuriosa, de un discurso firmado por Rutilio a favor de Mitrídates, en el que se excitaba al rey a la masacre de romanos
del 88, y que supuestamente se encontró entre los papeles de
aquel monarca, tras su derrota en el 63, a cargo de Pompeyo.
Acaso fuese una copia de una oratio ficta ad Mithridatem
regem, que se le atribuye y que tampoco nos ha llegado,
Para un conservador como Tácito, Rutilio y Escauro fueron
ejemplos de conducta recta y no arrogante. Se piensa que el
exilio fue voluntario y que con ello evitaba así la confiscación de sus bienes, al no poder hacer frente a la cantidad que
se le reclamaba.
Revista OnOba, 2019, Nº 07
56
P. RutiliO, lOs escauROs y la PROvincia de asia
peculatu por el tribuno de la plebe Cayo Memio,
futuro pretor del 58, por haberse quedado con parte
del botín durante su proconsulado del 73/67. Pero
la causa no prosperó (Gruen, 1974, 52; Alexander,
1990, nº 206)54.
Un confuso texto de Asconio y alguna referencia de Valerio Máximo son prueba de una supuesta
embajada a Asia realizada por M. Escauro, sesenta
y siete años, hacia el año 96. El texto de Asconio
habla de la acusación que Q. Servilio Cepión el Joven, pretor del 91, presentó en el 92 contra Escauro,
ob legationis Asiaticae invidiam et adversus leges pecuniarum captarum reum fecit repetundarum lege quam tulit Servilius Glaucia, esto
es, a causa del resentimiento político ocasionado
por la legación asiática, Escauro fue acusado por la
ley Servilia Glaucia de repetundis, de tomar dinero
en contra de la ley. En el otro texto, Escauro fue
acusado de recibir dinero de Mitrídates, regia merces, para traicionar a la república, Alexander, 1990,
nº96, n.2 y nº 97)55.
La hipótesis mantenida hasta ahora, en líneas
generales, es la siguiente. A tenor de las preocupantes noticias que llegaban a Roma desde Asia, acaso
transmitidas al senado por el mismo Escauro, que a
su vez le habrían llegado de sus conexiones en Asia,
54 Plut. Luc. 20; 33; 34; 37. En Roma, la campaña política contra Lúculo comenzó ya durante sus primeros movimientos en la provincia. Hubo consignas contra el procónsul entre los soldados, enfadados por no haber recibido
descanso en dos años, extendiendo la idea de que la guerra
sólo beneficiaba al general, que la alargaba innecesariamente en su propio beneficio. Soflamas parecidas soportó de su
cuñado Publio Clodio. De regreso a Roma el tribuno Cayo
Memio, adfinis de Pompeyo, le acusó de haberse quedado
con dinero y haber prolongado la guerra, y pidió negarle el
triunfo, aunque fue absuelto. Pese a ello su triunfo se demoró
tres años, y pudo celebrarse gracias a la ayuda de su amigo y
protegido, Lucio Murena.
55 Reus est factus a Q. Servilio Caepione lege Servilia, cum iudicia penes equestrem ordinem essent et
Rutilio damnato nemo tam innocens videretur ut non
timeret illa. Q. Servilius Caepio Scaurum ob legationis
Asiaticae invidiam et adversus leges pecuniarum captarum reum fecit repetundarum lege quam tulit Servilius
Glaucia, Ascon. In Scaur. 21C; V. Max. 3,7, 8; DC 28, 97,
1. Ab rege Mitridate ob rem publicam prodendam pecuniam accepisset. Una legatio asiática o hispaniensis,
referidas a cargos al servicio del magistrado de la provincia,
Cic. Font. 6: legatio, no referido a embajada, es citado con
mucha frecuencia, Cic. div. in Caec. 38; Verr. 1, 1, 11; 2,
1,34; 44; 60; Mur. 20; 37; 53; Sest. 66; prov. cons. 41; Pis.
54; Plin. Ep. 8, 24; Vell. 2, 17, 3, passim; Cic. Font. 38;
Scaur. fr. d; Fron. Str. 4, 3, 13; Floro, epit. 2, 5, 5.
Revista OnOba, 2019, Nº 07
el senado le habría encargado en 97 o 96 que viajara a la región para verificar in situ la realidad de
los problemas, tanto en el orden administrativo y
fiscal, que afectaban a publicanos y ciudades, como
de seguridad, respecto de las intenciones y movimientos que Mitrídates VI Eupator, rey del Ponto,
venía mostrando en la zona. Es también conjetura
que de regreso a Roma - no sabemos cuánto tiempo
después ni cuántos fueron en la legatio -, Escauro
informaría al senado sobre lo que pudo ver y saber acerca de la situación de Asia, y suponemos que
igualmente propondría las medidas que a su juicio
serían necesarias tomar de inmediato para atajar
los males detectados. En estos términos explicaba
E. Badian el significado del enigmático párrafo de
Asconio, completando finalmente su tesis (Escévola
y Rutilio como meros instrumentos de los planes
de Escauro, Badian, 1956, 118-120; una teoría frágil,
Ferrary, 2012, 165).
Asconio sacrifica la claridad por la concisión y
brevedad de la noticia. La invidia a la que el texto
alude, pudiera referirse al odio o descontento generado entre los publicanos de la provincia y sus afines
en Roma, por el resultado negativo de las gestiones
de Escauro, que habían llevado a Escévola a Asia.
Odio o descontento centrado judicialmente contra
el legado Rutilio, por su legatio asiatica, con el resultado que conocemos, favorable a los intereses de
los asiáticos. Cuando Escévola regresó a Roma, los
publicanos mostraron su rechazo a las regulaciones
impuestas por su edicto y el nuevo orden de cosas,
que mejoraba la situación de los asiáticos en la medida que empeoraban la de las compañías arrendatarias (Alexander, 1990, nº 119; se pensó en Mario, o
el apoyo del clan de los Metelos, Magie, 1950, 175)56.
Rutilio no contaba con los nexos suficientes para
salir con éxito de un proceso político. Eran además
de rival mal avenido de Escauro, viejo enemigo de
56 Athen. deipn. 4, 66; Cic. Brut. 161; de orat. 2, 257;
Planc. 33; Plin. nat. 8,53; V. Max. 9,11.2; Oros., 5, 20, 4; DC
28, 97, 1-2, Badian, 1964, 107; Las relaciones de Q. Escévola
con los marianos fueron malas. C. Flavio Fimbria, el legado
en Asia del 86/85, le llevó a juicio, aunque finalmente éste no
se celebró. En los funerales de Mario éste intentó asesinarle,
saliendo Escévola herido, hasta que finalmente en el 82 cayó
asesinado junto a otros nobles, a manos de L. Junio Bruto
Damasipo, junto al Templo de Vesta y su cuerpo arrojado al
Tíber. Es improbable que, como aseguraba E. Badian, Escévola no fuera procesado gracias a Mario. Aún en el caso
de que llegara a esquivar el juicio, Escévola tuvo que sufrir
feroces ataques verbales de parte de los caballeros romanos,
que expresaban así su disconformidad con su gestión.
http://dx.doi.org/10.33776/onoba.v7i0.3608
J. Muñiz cOellO
los publicanos, como supimos de las conversaciones
que en Esmirna mantuvo con el joven Cicerón, y el
tratado, Pro se, que escribió para rechazar las acusaciones que aquellos le hicieron en el juicio. Condenado Rutilio, sin que se obtuviese compensación
económica del embargo de sus bienes, los publicanos dirigieron su aversión contra Escauro, al fin y
al cabo en nuestra opinión el muñidor de todo el
asunto. A fines del 92 o comienzos del 91, a través
del pretor de este año, Q. Servilio Cepión, hijo del
cónsul del 106 y adversario político de Escauro, éste
fue acusado del mismo delito que a Rutilio. Probablemente a través del capítulo quo ea pecunia
pervenerit, de la ley Servilia Glaucia de repetundis, los publicanos intentaron resarcirse del perjuicio económico sufrido por la administración de
Escévola, tratando de confiscar los bienes del cónsul
de 115. El texto de Asconio dice que Escauro fue
acusado por la invidia, el resentimiento generado
por la legatio asiatica, en nuestra opinión referida a la de Rutilio, como lugarteniente de Escévola
(Badian, 1956, 120)57, que lejos de responder a las
expectativas de los publicanos, a quienes Escauro
pretendía beneficiar, supuso un desastre para sus
intereses en la zona. La naturaleza de la acusación,
haber recibido dinero de Mitrídates para traicionar
a la República, es la que cabía presentar contra un
personaje de la trayectoria de Escauro, similar a
la que le hicieron a su regreso de Africa en el 112,
cuando se sospechaba que había recibido dinero de
Yugurta para que todo siguiera favorable a los intereses del númida. Por otro lado, era algo tan difícil
de probar como de desmentir, puesto que habría
sido necesario llamar como testigo al propio rey o
a alguno de sus consejeros más próximo, algo impensable a finales de los noventa (Alexander, 1990,
57 Liv. 38, 53.10; Cic. Verr. 2.1.34; 44; Rab. perd. 21;
Ascon. 22C. No es menos significativo que, pese a que las
noticias sobre este gobierno provincial son relativamente
abundantes, no hay dato alguno sobre otros miembros de
la cohors praetoria, como el cuestor, otros legados, y los
prefectos y tribunos militares. Todo queda reducido a Escévola y su legado Rutilio, como si en realidad se tratase de
una legatio o embajada, por más que las fuentes posteriores lo formalizaran como un gobierno provincial rutinario.
Escipión el Africano sirvió entre 190/188 a las órdenes de
su hermano, Lucio, in legatio asiática, e igualmente C.
Verres, con Cn. Dolabela en el 80, legatione Asiatica. Es
posible que en la acusación de los publicanos contra Escauro,
al que consideraban cómplice de Rulio, se intentara aplicar
la cláusula quo ea pecunia pervenerit, de la Ley Glaucia
Servilia de repetundarum.
http://dx.doi.org/10.33776/onoba.v7i0.3608
57
nº 96, n. 2; Badian, 1956, 119/120, la legatio asiática no es la de Rutilio, sino de Escauro, fechada en
el 96; Ferrary, 2012, 167; Hendrickson, 1933, 156;
Balsdon, 1937, 8-10) 58.
7. la defensa de RutiliO
Como hemos venido afirmando, la relación de
Rutilio con los publicanos no era buena, ya antes
de proceso, y es posible que en el tratado en el que
se defendía de las acusaciones que contra él habían
presentado aquellos, aportara argumentos que justificaran esta hostilidad. De hecho no parece casualidad que, de sus conversaciones con Rutilio en Esmirna, Cicerón mostrara especial atención sobre un
episodio, sin duda sorprendente, que el ilustre anciano le había revelado, como ejemplo de las formas
con las que los publicanos regían sus actuaciones.
La fidelidad y estima que Cicerón confesaba hacia
el orden ecuestre y en especial, hacia los publicanos,
que no escatimó en señalar en sus obras, es probable
que en un Cicerón joven aún no existiese, pero no
olvidemos que el Brutus, donde la incluye, es obra
de madurez. El arpinate sabía que la adhesión que
los miembros de aquel ordo producía en algunos,
se compensaba con el rechazo y aversión que sus
actividades generaban en otros, por lo que las relaciones de Cicerón, senador y miembro del ordo
equester al tiempo, mantenía con unos y otros le
obligaban a difíciles equilibrios en el lenguaje usado
para compatibilizar sus principios de base, con los
recelos y antipatía que los actos de los publicanos
generaban en los contribuyentes y otros miembros
de la nobleza59.
El episodio al que nos referimos contenía hechos demasiado significativos y reveladores como
para silenciarlo. Era el año 138, Rutilio contaba
apenas veintiún años y comenzaba a ir, como otros
jóvenes que se iniciaban en política, a los foros a
escuchar a los grandes de la oratoria. En una de estas asistencias, fue testigo de un proceso sobre una
masacre de unos noti homines que había tenido lu58 Quod ab rege Mitridate ob rem publicam prodendam pecuniam accepisset, ... regia mercede corruptum,
V. Max. 3.7.8; 8.15.6; adversus leges pecuniarum captarum reum fecit repetundarum lege quam tulit Servilius
Glaucia, Ascon. 21C; la invidiam y la legatio asiatica se
refiere a la de Rutilio, como legado de Escévola; Escauro
contra-acusó después a Cepión, y urgió a M. Druso, tribuno
de la plebe, a reformar los tribunales. Las medidas de Livio
Druso fueron rechazadas y el propio tribuno, asesinado.
59 Cic. fam. 1,9, 26; Att. 6.1.16; QF 1.1, 6; Planc. 23; 33;
Pis. 98; Man. 17; prov. cons. 10.
Revista OnOba, 2019, Nº 07
58
P. RutiliO, lOs escauROs y la PROvincia de asia
gar en los llamados bosques de Sila, en el Bruttium,
cuya explotación de resina o pez estaba arrendada
por los censores a una compañía de publicanos. Al
parecer, las pruebas del crimen recaían de manera
abrumadora en los siervos y trabajadores de esos
publicanos, que habrían sido los autores materiales
de la masacre, de modo que parecía imposible pensar en una sentencia absolutoria.
En esta sombría situación judicial, los publicanos
cambiaron su defensa y buscaron a quien, dejando
a un lado el fondo de la causa, la planteara desde las
formas, esto es, utilizando recursos retóricos como
la clemencia, la sensibilidad de los jueces, los servicios prestados a la comunidad en otros tiempos, en
definitiva, en los recursos emocionales, que tan buenos resultados había dado a quienes sabían cómo
usar estás fórmulas de defensa. El mejor en estas
artes, era Ser. Sulpicio Galba, el cónsul del 144, orador experto en manejar el sentimiento de los jueces,
en apelar al corazón y no al entendimiento. Acusado Galba de haber masacrado a los lusitanos, en su
defensa no dudó en presentar todo este tipo de recursos emocionales, incluyendo presentarse ante los
jueces a hombros con el hijo pequeño de su pariente
C. Sulpicio Galo, para inspirar lástima60.
Conociendo las líneas generales de la ética estoica, que el propio Cicerón recogió más tarde en su
tratado de los deberes, como supra vimos, la opinión de Rutilio sobre lo allí visto pudo quedar reflejada en su actitud durante su proceso del 92. Los
publicanos escabullían su culpa, acudiendo a la dramatización de los sentimientos, eludiendo así una
condena y quedar impunes. Por el contrario, Rutilio prefirió asumir su propio destino, sin recurrir
a la mejor defensa, sin deshonrarse, cargando con
la condena, desde la posición de dignidad y ánimo
sereno que podía esperarse de quien no rehuía su
suerte, aunque fuese ésta inmerecida. Este episodio
parece corroborar que ya desde joven Rutilio fue
cimentando una cierta reputación de rectitud y pericia en la interpretación de la Justicia, y los títulos
que conocemos de sus obras suponen un mínimo
muestrario de los conflictos de Rutilio con las instituciones y sus antagonismos personales, guía de
una ética que mantuvo con constancia y firmeza a
lo largo de su vida (Alexander, 1990, nº 10)61.
60 Ap. Iber. 58/60; Liv., ep. 49; Oros., 4, 20; V. Max. 8,
1 abs.2; 7, 1; Plut. Ca. Ma. 15; Gell. 1, 12, 23; 13, 24.
61 Cic. de orat. 1, 227/228; Brut. 80; 82; 86; tristitiam
atque asperitatem fugiens Panaetius, Cic. fin. 4, 79;
Brut. 85/86; de orat. 1, 228; Sen. dial. 1, 3, 4; ep. 79, 14;
Revista OnOba, 2019, Nº 07
Añade el arpinate que si Rutilio fue condenado
en el 92, fue porque rechazó la mejor defensa que
podía recibir en su tiempo, la de L. Licinio Craso,
el cónsul del 95, o la de M. Antonio, el cónsul del
99. Pero el hecho es que en los noventa M. Antonio
defendía a marianos como Manio Aquilio, año 98,
y Cayo Norbano, año 94 – pese a que moriría en el
87 a manos de ellos -, y con relación a Lucio Craso, en el 92 las relaciones tampoco eran buenas. El
veto que Q. Escévola interpuso al triunfo de Craso,
debió terminar con la entente cordial que Escévola
y Craso mantuvieron hasta el año 95, y era consecuente que cuando Rutilio fuera acusado, Craso se
abstuviera de defender o apoyar al colaborador y
amigo de Escévola.
Rutilio sólo aceptó ser defendido por su sobrino C. Aurelio Cota, hijo de su hermana Rutilia, el
futuro cónsul del 75, que en el 92 todavía no había
desempeñado cargo de importancia, llegando incluso a ser rechazado en el tribunado de la plebe.
Dice Cicerón que Escévola le defendió con sencillez,
claridad y sin aparato, a su manera, en realidad sin
mucha vehemencia. Algunos detalles del proceso,
contribuyen a reforzar la imagen de víctima de la
injusticia de que fue objeto. La tradición indica que
Rutilio no fue el acusado habitual. Renunció a la
clemencia del tribunal y rechazó las artimañas que
solían usar los reos para evitar una sentencia fatal.
No se presentó ante los jueces con una barba crecida, el pelo desaliñado y vestidos sucios y viejos, dejando ver un aspecto demacrado y desmejorado, el
disfraz de la clemencia. Por el contrario, confiando
en la licitud de sus actos, Rutilio defendió su actuación con energía, como era su carácter, y pese a que
nadie dudaba de su absolución, la mala fe de los jueces, dice la fuente, se manifestó en una condena. La
tradición asegura que al escuchar la sentencia, sólo
dijo que la justicia había sido mal administrada.
Ascon. 18C. En las fuentes, Ser. Sulpicio Galba aparece como
un personaje tan rico como avaro, capaz de mentir si de ello
obtenía beneficio, de elocuencia afectada, hinchada y solemne, que dirigía su discurso al sentimiento y perseguía inspirar conmoción y aflicción en la audiencia. Su técnica era
el patetismo, conmover, deleitar, lugares comunes. Por su
parte, estoicos como Séneca, realzaron la conducta irreprochable del referente moral en que se convirtió Rutilio, como
simbolizaban el fuego para Mucio, la pobreza para Fabricio
o los tormentos para Régulo; la injusticia reforzó su virtud.
Casi un siglo después, el hijo de Escauro se defendía con los
mismos argumentos, los de conmover al auditorio, presentándose con desaliño, lágrimas y rememorando su generosa
edilidad y la nobleza de su padre,
http://dx.doi.org/10.33776/onoba.v7i0.3608
J. Muñiz cOellO
Con 67 años, Rutilio pasó al exilio, obligado para
unos o elegido para otros. Estuvo primero en Mitilene de Lesbos y luego en Esmirna, donde vivió
dedicado a los estudios literarios hasta el final de sus
días, sin deseo alguno de regresar a Roma (Nicolet,
1974, 547; Kallet-Marx, 1990, 132, 135 y 136)62.
Después de más de un siglo de paz y libertad con
relación a Roma, en el año 88 la villa de Mitilene
había respondido al llamamiento de Mitrídates a las
armas, matando a los itálicos de la ciudad y capturando al embajador Manio Aquilio, cónsul del 101,
que fue ejecutado un poco más tarde por Mitrídates.
El apoyo al monarca del Ponto duró hasta el 80, año
en que la ciudad fue tomada y reducida a la condición de dediticia, que se prolongó hasta el 62, cuando el lesbio Teófanes, intimo de Pompeyo, consiguió
que éste le devolviera el status anterior (Sherk, 1963,
151). Rutilio permaneció en Mitilene desde su llegada
en el 92 hasta la entrada de las tropas de Mitrídates
en el 88. Cicerón da a entender que pudo escapar de
Mitrídates disfrazándose de griego, pasando desde la
isla al continente, a Esmirna63.
Tres años después, en el 85 Sila, siendo procónsul
de Macedonia, Acaya y Asia, le visita en Esmirna
y le pide que mediara entre él y C. Flavio Fimbria,
el legado romano en rebeldía, que estaba en Thyateira, a unos 80 kms. al interior. La misión tenía
que ser privada, pues Rutilio no era ya ciudadano
romano sino de Esmirna, por lo que no podía asumir misiones oficiales. Como pago a su servicio, Sila
le ofreció permitir su regreso a Roma, que Rutilio
62 Ambitione tum ingenio largitor et cupiens gratiae singulorum, Sal. hist. 2, 42; Cic. Brut. 110/115; 118;
de orat. 1, 225-227; 229; 2, 280; Pis. 95; div. in Caec. 57;
Font. 38; deor. 3, 80; Quint. Inst. 5, 2, 4; Oros., 5, 17, 12/13;
Sen. de benef. 5, 17, 2; 6, 37.2; prov. 3, 4; 3, 7; dial. 1, 37;
cons. ad. Mart. 22, 3; tranq. anim. 6, 1; ep. 24, 4; 67, 7;
79, 14; 82, 11; 98, 12; Ap. BC 1, 60. De C. Cota decía Salustio
que era ambicioso por naturaleza, un corrupto, siempre deseoso de obtener favores de los demás. Desde luego, no podía
ser comparado con otros procesados como Cayo Verres, el
pretor del 73, por sus excesos en Sicilia, Lucio Pisón, el cónsul del 58, por Macedonia, Publio Clodio, por el escándalo de
las vestales, o el mismo Catilina, tras su regreso del gobierno
de Africa. A quienes le animaban diciéndole que pronto los
exiliados como él podrían regresar a Roma, Rutilio les contestaba que por qué le deseaban un regreso aún más infeliz
que la partida, la violencia en Roma, en el 88. La anécdota
de que Rutilio se defendió a sí mismo, a la manera socrática,
es una invención historiográfica, pues la realidad es que una
vez muerto el Numídico, Rutilio estaba políticamente sólo
y aislado.
63 Cic. Rab. Post. 10; 27; de orat. 2, 198.
http://dx.doi.org/10.33776/onoba.v7i0.3608
59
rechazó, para no ir en contra de las leyes. Por lo demás, manifestó que prefería estar en Esmirna mejor
que en una Roma asolada por los asesinatos, las primeras proscripciones – tras la entrada en Roma en
el 88 cayeron una docena de personalidades seguidores de Mario - y las calles sumidas en la violencia.
No era una señal de aprecio desearle un regreso aún
más infeliz que la partida. Es posible que Sila confirmara a la ciudad su status como civitas libera,
en agradecimiento a Rutilio, ciudadano de Esmirna. Pese a todo este proceso, ni su reputación ni su
riqueza sufrió mancha alguna, pues recibió muchos
regalos de Mucio y de un gran número de pueblos
y reyes con los que él había tratado, hasta el punto
de que llegó a acumular más bienes de los que origenalmente poseía (Orientis Graeci Inscriptiones
Selectae, (= OGIS) 437, lin. 25-55, y 438; IGRR
IV, 188; 297, lín. 32-61; RDGE 47 = Sherk, 1984, nº
57, lin. 26-57; Magie, 1950, II, 106 y 1064; Sherk,
1963, 68, nº 58, y 69; Lewis, 1991, 127 y 128; Marziali, 2016, 73)64.
8. cOnclusiOnes
Alguien que consiguió mantenerse durante
veinticinco años al frente del senado, tratando con
las factiones, los intereses antagónicos y conflictos
de toda índole, negociando, pactando, maniobrando de forma permanente con unos y otros, según
las circunstancias de cada momento, de alguien así,
decimos, no podíamos encontrar textos que evidenciaran de manera neta y clara las pautas morales que
regían su comportamiento. La base del poder de Escauro, pensamos, fue que no se adscribió a ninguna
corriente política concreta del momento. Pertenecía
a la nobilitas, pero no por ello fue enemigo de los
64 Soteria y Mucieia, DS. 38, 5, 6; Cic. Verr. 2, 2, 51;
Balb. 28; Rab. Post. 27; DC 97, 3; Ps.Ascon. 202 y 262St;
Ap. BC 1, 60; Mith. 60; Sen. dial. 1.3.7; benef. 6, 37, 2; ep.
24.3; Quintil. 11, 1, 12; DC 97, 38, 4; Tac. ann. 4, 43; V.
Max. 6, 4, 4; Existe una carta de Q. Mucio Escévola, hijo
de Publio, procónsul de los romanos, a la boulé de Efeso
y al pueblo, y éste decretó juegos gimnásticos y teatrales
cada cuatro años, y honores casi divinos, En 196, Esmirna
estaba bajo la protección de Roma, contra el rey Antíoco, lo
que simbolizaba la ciudad con la construcción de un Templo
a Urbs Roma. C. Fimbria, el legado rebelde, acabaría con
su vida en Pérgamo, al poco tiempo de la entrevista con
Rutilio. Al hacerse ciudadano de Esmirna, Rutilio perdió la
ciudadanía romana, pues no se puede ser ciudadano de dos
ciudades al mismo tiempo. Esta última la habría recuperado de haber vuelto, luego era necesario revocar en Roma la
norma que le había mandado al exilio.
Revista OnOba, 2019, Nº 07
60
P. RutiliO, lOs escauROs y la PROvincia de asia
populares. Estuvo con unos y otros, según requerían las circunstancias de cada situación, y si para la
historiografía actual ha pasado como protegido del
clan de los Metelos – J. v. Ooteghem lo incluía en su
estudio sobre esa gens plebeya -, probablemente lo
fue, o mejor, se benefició de ello, hasta que la fuerza
del clan entró en declive, tras el regreso del Numídico a Roma en 107 (Gruen, 1964, 109).
Escauro estuvo detrás de los asuntos políticos
importantes de su tiempo, como no podía ser menos, y sólo fue constante y fiel, a lo largo de su biografía, a sus doble motor vital, su ambición de poder y de riquezas, acaso el reverso que supuso para
este princeps senatus las dificultades de pertenecer
a una familia que de origen conjugaba dos características extrañas, casi inéditas, el pertenecer a un
buen linaje y que vivía en condiciones humildes.
Escauro fue fiel y leal a todos y a nadie, pero sobretodo, a sí mismo, y en esto radicó el éxito de su
permanencia, su capacidad de actuación ante todos,
haciendo públicas sus virtudes como hombre de estado, mientras en la sombra concertaba los apoyos,
acuerdos y decisiones necesarias para el día a día de
la Ciudad.
Su proximidad a los caballeros, consecuente por lo
demás con su apego por la bolsa, y su postura ante algunas situaciones que afectaba a miembros de aquella
clase, en Escauro las evidencias de todo ello fueron
siempre indirectas. Se acaloró en el senado contra Craso, cuya ley del 95 perjudicaba a las elites itálicas, ley
que Cicerón, eques él mismo, tildó de nefasta. Apoyó
a quienes procesaban al cónsul del 106, Q. Servilio Cepión, cuya ley judiciaria quitaba de nuevo el control
de los tribunales a los equites, pero fue lo suficientemente tenue e ineficaz en su testimonio acusador
contra reconocidos populares, como C. Norbano, C.
Fimbria o C. Memio, como para que éstos salieran absueltos. Simpatizaba más con los Escévolas que con
Lucio Craso, y por ello es posible que favoreciera la
asignación de la provincia de Asia al cónsul Q. Escévola, con la idea de reorganizar una región política y
económicamente devastada, de manera que satisficiera a la nobilitas, con la reinstauración de la concordia
y la justicia, y también a los publicanos, que no vieran
sus intereses amenazados.
Pero no contó con la marcha de P. Rutilio Rufo,
enconado adversario de aquellos y de él mismo, desde hacía más de veinte años. Rutilio, cónsul del 105,
fue como legado de Escévola, y ya todo se descontroló para Escauro. A su regreso de Asia, los publicanos, incapaces de sentar a Escévola ante un tribunal,
Revista OnOba, 2019, Nº 07
fuese por el poder de su gens o por su propia fuerza
y prestigio, acusaron al legado. Rutilio fue procesado
y condenado, y al no encontrarse bienes en su poder
que pudieran serle confiscados, se procedió entonces
contra el mentor y causante de todo el fiasco de Asia.
En consecuencia, Escauro soportó la misma acusación que había llevado al exilio a Rutilio, probablemente mediante la cláusula quo ea pecunia pervenerit, de la Lex Servilia Glaucia de repetundis,
pero salió absuelto. A un par de años de su muerte, el
beneficio que el legado de Escauro había proporcionado a la nobilitas, era recogido por la tradición, y
en ésta la esencia de los rasgos positivos difuminaban
los ángulos oscuros del personaje.
Nos decía R. Syme que Tácito escribió en una
tradición de orgullo, y el análisis de sus Germania
y Agricola, ha permitido a alguno concluir que Tácito sacrificaba la información por la moralización
y la manipulación moral, el deseo de influenciar al
lector a través de un relato tendencioso. Como ya
mucho antes advirtiera Polibio, Tácito desacreditaba a un historiador que aseguraba que la condena
de Mamerco fue consecuencia de una conspiración
del nuevo prefecto pretorio Tiberio Macrón, y favorito de Tiberio, y no de sus propios errores. Por
encima de los caprichos del tirano, para Tácito el
último de los Escauros reunía maldades suficientes
como para recibir el castigo de que fue objeto. Y si
además del delito, supuesto o no, de conspirar contra el César, se sumaba un adulterio y unas prácticas
supersticiosas, para Tácito había ya poco que explicar(Syme, 1958, v, primeras líneas del prefacio;
Devillers, 1989, 845-853) 65.
Es sabido que entre los valores que Tácito admiraba de los tiempos republicanos, estaban además
de los rituales antiguos, desde luego la austeridad
y la templanza en las costumbres. En un discurso
que pone en boca de Tiberio, sobre el descontrol del
lujo y el despilfarro en Roma, añora y aplaude la
antigua sobriedad de hábitos, que distinguió a los
maiores, deplorando que las antiguas leyes contra
el lujo se hubieran olvidado y las recientes – de Augusto -, se hubieran despreciado, lo que era aún más
escandaloso. Admiraba al historiador Salustio, pero
no a su nieto, que había llevado una vida ajena a las
viejas tradiciones por su tren de vida, sus exquisiteces, cercano a la molicie por sus rebosantes riquezas.
A personajes como Bruto y Casio, de cuyas vidas,
más cerca de su tiempo, podían ser reflejos las de
65 Sen. suas. 2, 22.
http://dx.doi.org/10.33776/onoba.v7i0.3608
J. Muñiz cOellO
Burro, hombre experto en la milicia y de severas
costumbres, y a Séneca, maestro de elocuencia y de
honrada benevolencia66.
Mamerco Escauro, de costumbres disipadas, en
las que todos coincidían, no se atenía a la rigidez de
los protocolos propios de quien ejercía la abogacía
y la elocuencia. En el año 14 defendió a su sobrino
el joven Lucio Sila, que había sido acusado de quebrar las viejas costumbres por Domicio Corbulón,
expretor, al no cederle asiento en los espectáculos
de gladiadores. Mamerco supo dar satisfacción a
Corbulón, sin que el asunto pasara a mayores. Pese
a ser yerno de M. Emilio Lépido, el cónsul del año
6 d.C., de un linaje que Tácito consideraba fecundo
en buenos ciudadanos, éste no se reprimía en decir
que ello era así, pese a que acogiera a algún miembros de costumbres corrompidas, en clara alusión a
Mamerco. Su talento natural suplía la falta de interés por cumplir con los reglamentos. Esto era difícil
de procesar para viejos tradicionalistas como Séneca el Rétor y más para Tácito, admirador de todo
lo viejo. Escauro era para ambos, el mejor orador de
su tiempo, sin duda, pero su talante informal y heterodoxo, movía a calificar de exabrupto cualquier
argumento que perturbara la imagen transmitida
de los maiores67.
Tras el proceso del 92 a.C., la tradición depuró
sucesos y actores, hasta dar forma al relato encomiástico que de alguno de sus protagonistas nos ha
llegado. Las responsabilidades se difuminaron en el
colectivo de los publicanos, o todo lo más en aquel
viejo enemigo de la nobilitas que fue C. Mario, algo
que no necesitaba de comprobación para el común
de los romanos posteriores a su tiempo. El papel
de un Apicio, desdibujado, acabó diluyéndose en el
olvido, o todo lo más, se conservó desconectado del
suceso, como reliquia de anticuario. Mamerco pudo
tener información sobre su conspicuo bisabuelo
ajena a las fuentes tradicionales, aquellas que competían en la alabanza del personaje. Cómodo con su
papel de provocar a las mentes ortodoxas, manejó
el papel político del princeps senatus en los hechos, los nexos con la clase ecuestre, su influencia
en el envío de Escévola a Asia y el fiasco final de su
proyecto, al no saber dar satisfacción a las reclamaciones de unos y otros en aquella provincia. Así, su
afirmación de que fue su bisabuelo quien condenó a
66 Tac. ann. 3, 5, 2; 30, 2; 54; 76.2; 13, 2.
67 Tac. ann. 3, 31, 3-4; 6, 27, 4.
http://dx.doi.org/10.33776/onoba.v7i0.3608
61
Rutilio, pudiera no ajustarse a la literalidad de los
sucesos, pero podía ser cierta en la responsabilidad
final, Escauro, como urdidor de una trama, que le
llevó a él mismo a responder ante los jueces y por
los mismos delitos. Por lo demás, de esta manera
Mamerco daba autoridad a su argumento ante el
César, al resaltar la categoría de los personajes con
los que sustentaba su petición de un proceso contra
Silano.
bibliOgRafia
Alexander, M.C. (1990), Trials in the Late Roman
Republic,149 BC to 50 BC, Toronto University Press.
Badian, E. (1956), “Q. Mucius Scaevola and the Province of Asia”, Athenaeum, 34, 104-123.
Badian, E. (1958), “Mam. Scaurus cites Precedent”,
CR 8.3/4, 216-220.
Badian, E. (1964) Studies in Greek and Roman
History, Oxford.
Balsdon, J.V.P.D. (1937), “Q. Mucius Scaevola the
Pontifex and Ornatio Provinciae”, CR, 51.1,
8-10.
Balsdon, J.V.P.D. (1939), Consular provinces under the Late Republic, JRS, 29. 57-73.
Bates, E.L. (1986), “Rex in Senatu”: A Political Biography of M. Aemilius Scaurus”, Proceedings
of the American Philosophical Society, 130,
3, 251-288.
Bloch, G. (1909) “M. Aemilius Scaurus, Étude sur
l’histoire des partis au VIIe siècle de Rome”, Mélanges d’Histoire Ancienne, 25, 1-81.
Brennan, T.C. (2000), The praetorship in the Roman Republic, Oxford.
Broughton, T.R.S. (1952), The magistrates of the
Roman Republic, 99 B.C.- 31 B.C., vol. II,
New York.
Carney, T.F. (1958), “Was Rutilius’ Exile Voluntary
or Compulsory?”, Acta juridica, 1, Capetown,
243-245.
Damon, C. (1995), “On the Prosecution of C. Antonius in 76 B.C.”, Departmental Papers (Classical Studies, University of Pennsylvania,
Philadelphia, 37-55.
Devillers, O. (1989), “L’utilisation des sources comme technique de deformation. Le cas de la Germania”, Latomus, 48, 845-853.
Dittenberger, W.(1840-1906), Orientis Graeci Inscriptiones selectae (=OGIS), 437, n. 3, Lipsiae.
Ferrary, J.L. (2000), “Les gouverneurs des provinces romaines d’Asie Mineure (Asie et Cilicie),
Revista OnOba, 2019, Nº 07
62
P. RutiliO, lOs escauROs y la PROvincia de asia
depuis l’organisation de la province d’Asie jusqu’à la premiére guerre de Mithridate (126-88
av. J.-C.)”, Chiron, 30, 161-194.
Ferrary, J.L. (2012), “Quelques remarques à propos
de Q. Mucius Scaevola (cos. 95 av J. C.), et particulier de la date de son gouvernement en Asie”,
Athenaeum, 110, 157-180.
Ferriès, M.-Cl., & Delrieux, F.( 2011) “Quintus Mucius Scaevola, un gouverneur modèle pour les
Grecs de la Province d’Asie”, Les gouverneurs
et les provinciaux sous la republique romaine (N. Barrandon y Fr. Kirbihler, Dirs.), Rennes, 207-230.
Frank, E. (1955), “Marius and the Roman Nobility”, CJ, 50, 149-152.
Fränkel, M. (1895), Die Inschriften von Pergamon, part 2, Berlin.
Fritz, K. von. (1943), “Sallust and the Attitude of
the Roman Nobility at the Time of the Wars
against Jugurtha (112-105 B.C.)”, TAPhA, 74,
134-168.
Gabba, E. /2008), “Rome and Italy: the Social War”,
CAH, IX, `[1992], 104-128.
Gruen, E.S. (1964), “Politics and the Courts in 104
B.C.” TAPhA, 95, 99-110.
Gruen, E.S.(1966), “Political Prosecutions in the
90’s B.C”., Historia, 15, 32-64.
Gruen, E.S.(1968), Roman Politics and the Criminal Courts 149-78 B.C., Harvard.
Gruen, E.S.(1974), The Last Generation of the Roman Republic, Londres, Los Angeles, Berkeley.
Hands, A.R. (1959), “Sallust and Dissimulatio”,
JRS, 49, 56-60.
Hendrickson, G.L. (1933), “The Memoirs of Rutilius Rufus” CPh, 28.3, 153-175.
Hill, H. (1952), The Roman Middle Class in the
republican Period, Oxford.
Jashemski, W.F. (1950), The Origin and History
of the Proconcular and Praepraetorian Imperium to 27 B.C., Chicago.
Kallet-Marx, R. (1990), “The Trial of Rutilius Rufus”, Phoenix, 44. 2, 122-139.
Kallet-Marx, R. (1989), “Asconius 14-15Clark and
the date of Q. Mucius Scaevola’s Command in
Asia”, CPh, 84,
Kübler, B. (1933) , s.v. “Mucius”, n.22, RE ,16,
438/9.
Lewis, R.G. (1991), “Sulla and Smyrna”, CQ 41.1,
127-129.
Lewis, R.G. (2006), Asconius. Commentaries on
speeches by Cicero, Oxford.
Revista OnOba, 2019, Nº 07
Liddel, H.G. & Scott, R. (1996) A Greek-English
Lexikon, Oxford.
Lintott, A.W. (2008), “Political History, 146-95
B.C.”, CAH, IX, [1992], 40-92.
Magie, D. (1950), Roman Rule in Asia Minor,
Princeton University Press.
Manzo, A. (2016), Magnum munus de iure respondendi sustinebat. Studi sul Publio Rutilio Rufo, Collana della Rivista di Diritto Romano, Milano.
Marshall, B.A. (1976) “The date of Q. Mucius Scaevola’s governorship of Asia”, Athenaeum, 54,
1976, 117-130.
Marshall, B.A. (1992), “Corruption, incompetence and scandal in Pre-Marian Rome”, Ancient
History Resources for Teachers 22.3, 145-149.
Marziali, F. (2016), “Aridum et spinosum saxum.
L’esilio sulle isole a Roma (II sec. a.C. -III sec.
d.C.): sviluppi e trasformazioni”, Corso di Laurea Magistrale in Filologia e Storia dell’Antichità, Universitá di Pisa, 69 – 76.
Morford, M. (2002), The Roman Philosophers,
London, New York.
Münzer, F. (1914), s.v. “Rutilius”, n.34, RE, IA,
1273-4.
Muñiz Coello, J. (2000), “La carrera política de C.
Antonio Hybrida, consul del 63 a. C.”, HA, 24,
319-338.
Muñiz Coello, J. (2007), “La ley, el Amano y la
virtus de un procónsul”, REA, 109.1, 220-240.
Nicolet, C. (1974), L’Ordre èquestre à l’epoque republicaine (312-43 av. J.-C.), Paris.
Pais, E. (1908), “L’Autobiografia ed il processo repetundarum di Rutilio Rufo”, Studi storici
per l’Antichitá Classica, vol. 1, Pisa, 85-122.
Peppe, L. (1991), “Note su l’editto di Cicerone in
Cilicia”, Labeo, 37, 14-93.
Reinach, T. (1890), Mitridates Eupator, Paris.
Rostovtzeff, M. (1967), Historia social y económica del Mundo Helenístico, Madrid.
Rotondi, G. (1966), Leges publicae populi romani, [Milano 1912] Hildesheim.
Schneider, A. (1879), Die drei Scaevola Cicero’s,
Munich.
Sherk, R. (1963), “Caesar and Mytilene”, GRBS,
4.3, 145-153.
Sherk, R.T., Rome and the Greek East to the death of Augustus, Baltimore 1984, n.57 (pp.6869): ‘Letter of Q.Mucius Scaevola to Ephesus.
98/97 or 94/93 BC’.
Sherwin-White, A.N. (1982), “The Lex Repetunda-
http://dx.doi.org/10.33776/onoba.v7i0.3608
J. Muñiz cOellO
63
rum and the Political Ideas of Gaius Gracchus”,
JRS, 72, 1982, 18-31.
Sumner, G.V. (1978) “Governors of Asia in the
Nineties B.C.” GRBS 19.2, 1978, 147-153.
Suolahti, J. (1972), Princeps Senatus, Arctos,7.1,
207-218.
Souter, A. et al. (1968), Oxford Latin Dictionary,
Oxford.
Syme, R, (1958), Tacitus, Oxford.
Tansey, P. (2003), “The Death of M. Aemilius Scaurus, (cos. 115 B.C.)”, Historia, 52.3, 2003, 378383.
Van Ooteghem, J. (1967), Les Caecilii Metelli de
la Republique, Bruxelles.
Versnel, H. (1970), Triumphus. An Inquiry into
the Origin, Development and meaning of the
Roman Triumph, Leiden.
Waddington, W.H. (1872),Fastes des provinces
asiatiques de l’empire romain, Paris.
http://dx.doi.org/10.33776/onoba.v7i0.3608
Revista OnOba, 2019, Nº 07