The Quiet Corner Interdisciplinary
Journal
Manuscript 1010
Otra vez el mar y la psicología de Carl Gustav Jung
Ángela Martín Pérez
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Martín Pérez 1
Otra vez el mar y la psicología de Carl Gustav Jung
Resumen
Poco antes de su muerte, el profesor Carl Gustav Jung aceptó realizar un trabajo de divulgación de sus ideas
que se publicó bajo el nombre de El hombre y sus símbolos. En ella, el psicólogo suizo recupera la estructura de
la personalidad que él entendía compuesta por cinco elementos denominados el ego, la persona, la sombra, el
ánima o animus y el sí-mismo. En el proceso de desarrollo del sí mismo, el sujeto se rodea de ciertas
circunstancias en las que descubre su Persona, se enfrenta con la Sombra y se encuentra con el Anima o el
Animus para llegar a la autorrealización.
Años más tarde, Reinaldo Arenas escribe su libro-testimonio Otra vez el mar utilizando un contenido
ideológico y una dinámica narrativa que transgrede textual y temáticamente los límites de la novela. En él su
personaje se desdobla en diversos sujetos que señalan lo caótico de su pensamiento, la intensidad de sus
sensaciones y el caudal de recuerdos que anidan en su mente. Nos adentra con ello en un mundo de libertad
interior que vive condenado a las apariencias y al ostracismo en el exterior.
El presente trabajo propone el análisis psicológico de la obra de Arenas a través de la aplicación de los
conceptos antes mencionados del profesor C.G. Jung. Con ello pretendo huir del estudio de las propiedades
textuales específicas del texto para hacer frente a una visión más enriquecedora que, a través de un enfoque
interdisciplinar, aplique o traduzca los conceptos psicológicos en el estudio literario. Para ello estructuraré mi
trabajo a través de los seis elementos propuestos en la psicología profunda junguiana precedidos por una
introducción y seguidos por las conclusiones del trabajo.
1. Introducción
Tanto el homosexualismo como la creación artística se ven
unidos porque son ambos proscritos, puesto que no conducen
a producciones prácticas en la vida. Y la escritura sí es un
símbolo de liberación porque en todas las novelas es la
posibilidad que tienen los personajes de escapar a aquella
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realidad y, todavía más, recrearla, dar un universo total de la
misma (Machover, La memoria 266)
La obra de Arenas, Otra vez el mar, es temática y estructuralmente una novela llena de complejidades. La
visión de la realidad que se presenta circunscribe al personaje indistintamente en el campo de lo real y de lo
imaginario. El personaje se desdobla, se integra, se multiplica e incluso se difumina actuando unas veces como
narrador, otras como personaje y otras, incluso, como creador o copista de textos literarios.
Hay una constante fragmentación del texto y del personaje que señala al lector su entrada en el inconsciente
del protagonista. Con la lectura, el receptor avanza en el proceso de reflexión al mismo tiempo que el sujeto
enunciativo, participando de sus mismas preocupaciones: la coherencia entre las acciones humanas y los
pensamientos, la conveniencia, las costumbres y la obediencia obligada a un sistema destructivo y opresor. El
término del camino/texto descubre para ambos la finalidad de lo escrito y el irrevocable fin de Héctor ante la
imposibilidad de vivir acorde a cómo piensa sin sufrir la represión y la censura.
Esta complejidad temática tiene su correlato en la estructura textual. La obra dividida en dos partes se
subdivide además en seis días y en seis cantos respectivamente. La primera parte está narrada por una mujer sin
nombre, en mi análisis descrita como el ánima del protagonista, que da una perspectiva de lo que sucede dentro
y fuera del sujeto; la segunda parte se consigna bajo la voz de un hombre ―el sí-mismo―, que clama en su
intento frustrado de unir los deseos con las acciones. Tampoco existe un acuerdo en cuanto al género narrativo.
Primero aparece la prosa para transcribir una lluvia de pensamientos sin orden temporal que van seguidos de
versos que muestran a un poeta reprimido que utiliza su imaginación para dar forma a sus pensamientos e
inquietudes.
Por otro lado, y siguiendo en mi análisis aplicado de la teoría de Jung, si el concepto de ánima y el concepto
de sí-mismo aparecen representados por las dos voces narrativas dominantes en ambas partes, la sombra, es
decir, el centro del inconsciente personal, quedará reflejado en la figura del adolescente. Este joven
personificará lo que el protagonista no se atreve a ser, es el espejo en el que se contempla y con el que no puede
evitar compararse. Gracias a él el lector entrará en conocimiento de aspectos de la personalidad de Héctor que
quedaban enmascarados bajo su aparente vida en familia.
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Tema relevante también es la función de los sueños. El personaje rememora en varias ocasiones escenas que
vivió mientras dormía, adelantando acontecimientos, advirtiendo de los peligros del presente y persuadiendo
del final que tiene asignado si decide no persistir en la mera apariencia de algo que no es.
Pensamiento o realidad, consciencia o sueño, el fluir de imágenes, recuerdos y anhelos es lo que guía la
lectura de la obra y los últimos días de la vida de Héctor. El texto constituye en sí mismo una confesión y una
denuncia (Lugo 180): la protesta de una vida de restricciones y delaciones, y la acusación pública del estado
opresivo cubano. No obstante, sólo se entiende su sentido al final, en el momento en que las voces se disipan
para hacer frente a la identidad única del sufriente y a las circunstancias externas en las que vive.
2. El inconsciente
Ahora, solamente a veces, sí, nos llega, como un
presentimiento, un dolor desabrido, una especie de recuerdo
indefinible hacia un tiempo… Pero ¿cuál? ¿Qué tiempo fue
ése? Y no hallamos respuesta, pues la memoria también se ha
ido atrofiando, es ya la memoria de un hombre (Arenas, Otra
73)
La base de las teorías de Carl G. Jung y de mi trabajo comienza en el inconsciente. Para el psicólogo suizo,
éste incluye los contenidos o procesos psíquicos inconscientes que el Ego1 no puede percibir; los procesos
psíquicos (Jung, Arquetipos 128) que forman el inconsciente colectivo; y los contenidos que pertenecieron a la
consciencia pero que permanecen bajo el umbral de ésta debido a la represión del mismo individuo, y que
forman el inconsciente personal.
Comenzando el análisis desde este último, es perceptible que el personaje está anclado en recuerdos
perdidos, en ideas dolorosas y en fantasías que han sido olvidadas adrede, pero que no por ello dejan de
aparecer constantemente en su mente. Así, ya sea mediante la voz femenina o mediante la voz masculina,
Héctor describe su desilusión con el régimen y con sus ideales, el dolor que siente al ver las formas de
esclavitud y represión utilizadas como sistema orwelliano en la isla, y su propia humillación al no ser capaz de
confesar su homosexualidad por miedo a la condena. Todas estas ideas pueden pasar a la consciencia, y de
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Descrita por Jung como una “pequeña parte de la totalidad de la psique. Proporciona luz a todo el sistema, permitiéndole
convertirse en consciente y, por tanto, realizarse” (El hombre 160).
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hecho lo hacen en la última parte del libro, cuando el protagonista está listo para asumir sus pensamientos y
para ser consecuente con ellos, aunque las consecuencias sean nefastas.
Por otra parte, todo este material subliminal aparece de forma caótica e, incluso, pintoresca. Este
inconsciente, que es capaz de examinar los hechos y de extraer sus propias conclusiones, no está regido por
límites racionales y, por tanto, puede plasmar sus ideas ―que Jung llamaría complejos― con mayor
expresividad, desorden y desconcierto que la propia consciencia.
Sin embargo, no es suficiente atender sólo a la inconsciencia personal pues, junto a estos contenidos de la
experiencia que nunca alcanzaron a ser percibidos pero que han sido registrados por el individuo, se encuentran
otros procesos que no pueden ser explicados a través de las adquisiciones personales. A ello se refiere Jung bajo
el término de inconsciente colectivo. En él se distinguen los impulsos e instintos naturales y las imágenes o
adquisiciones colectivas que son compartidas por los seres humanos y que se manifiestan en su propia conducta
a través de los arquetipos2. En Otra vez el mar, esta tendencia innata queda registrada bajo el impulso que
alienta a los hombres a continuar, a creer en algo: “Existe una corriente invisible, una tradición más fuerte que
cualquier ley, que los protege, que los identifica y los agrupa, y los salva, es decir, los mantiene vivos dentro de
la quemazón…” (Arenas, Otra 114).
Los ritos y celebraciones de la religión3 y las tradiciones culturales han sido la expresión externa de este
inconsciente colectivo. Con la pérdida de fe y el cuestionamiento del Estado y de las pautas de comportamiento
propugnadas por éste, se produce también el desequilibrio de la psique del sujeto. En el caso que nos ocupa,
Héctor se da cuenta de que el comunismo ha invadido las creencias irracionales intentando borrar lo
supersticioso de las costumbres a través de unos supuestos racionales que él no comparte y que no logran darle
sentido a su vida. Tampoco le son válidos los intentos por llenar el vacío de su existencia. De este modo, el
arquetipo de familia se desmorona por su homosexualidad, la maternidad le está vedada por su sexo, la relación
heterosexual no funciona por su falta de deseo, y el poder se vuelve coercitivo y perverso en la figura de un
dictador.
Freud los llamaría “remanentes arcaicos” (Jung, El hombre 94).
La religión es parte esencial de la obra. El regreso al mar emprendido por el protagonista es “un regreso al mundo de los
orígenes míticos, al universo bíblico, en que las cosas aún no han sido nombradas para siempre […]” (Machover 152).
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No obstante, la aparición de los arquetipos obedece a dos principios: la compensación y el equilibrio de
opuestos. Ya que los arquetipos anteriores se vuelven inútiles por su condición, Héctor apela en varias
ocasiones a un Dios con el que intenta dialogar y a una Virgen que él mismo considera inexistente (Arenas,
Otra 359) como medio de asidero ante la turbulenta realidad:
Pero oye, pero oye, quizás sería mejor que te detuvieras, que disminuyeses la velocidad, que llegáramos, en fin de
cuenta [sic], a la casa, pues, a lo mejor, todo es inútil. Dios mío ―aunque no debo pensar en Dios―, a lo mejor,
realmente, todo es inútil: y después del estruendo, los hierros retorcidos, la sangre y demás calamidades, exista
realmente ese otro infierno, y él nos esté esperando allá arriba (Arenas, Otra 20).
Desafortunadamente la compensación tampoco se logra en la búsqueda de un más allá, lo que aboca al
personaje inevitablemente hacia el suicidio. El momento final, culminante, en que se ve solo conduciendo hacia
el barranco que le dará muerte, es el único de la obra que consigue equilibrar el deseo de Héctor con su razón a
través de la conciencia de su imposibilidad de ser libre dentro de los cánones impuestos por el Estado.
3. Los sueños
Anoche también soñé. Como siempre, no recuerdo casi nada
de lo que soñé. En general, creo que son cosas absurdas,
ridículas, cosas que me avergonzaría hasta recordar y que a
nadie nunca contaré. Además, no quiero saber nada de los
sueños; se pueden interpretar de tantos modos, y todos
pueden ser falsos o ciertos… (Arenas, Otra 65)
De manera recurrente, los sueños se intercalan en los pensamientos de vigilia del protagonista, revelando una
parte importante de su inconsciente. Muchos obedecen a una porción de sus recuerdos que quedó anclada en la
memoria y que ahora emerge con un significado especial, aunque no sucede así en todos los casos. Algunos
sueños expresan pensamientos nuevos que, hasta entonces, jamás alcanzaron el umbral de la conciencia (Jung,
El hombre 35) y que cumplen su función alejados del recuerdo. Estos últimos son los que principalmente me
interesan para mi análisis.
Héctor, ya sea bajo la voz femenina o masculina, tiene sueños constantes que muestran la destrucción y el
aniquilamiento de los seres. Uno de los que más carga emotiva tiene es el que transcurre durante la espera del
racionamiento. Allí, mientras los guardias violan, golpean y se burlan de los individuos, una mujer decide
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rebelarse ante ellos con su propia muerte, en un acto de heroísmo y subversión lleno de brutalidad (Arenas,
Otra 105). Sirva este ejemplo para analizar las advertencias que se transmiten a partir de las ensoñaciones y de
los significados que éstas pueden tener. El inconsciente parece recoger datos para llegar a una conclusión
concreta que nuestra conciencia aún no conoce y que puede expresarse a través del sueño. Si se tiene en cuenta
que los sueños de Héctor siempre terminan con la muerte de los sujetos que aparecen en ellos, y se conecta con
el final que le espera a él mismo, puede entenderse que su mismo inconsciente está intentando transmitirle la
idea de autodestrucción como única vía de escape ante la insensatez que lo rodea.
Por otra parte, las fuerzas instintivas también influyen en la actividad de la consciencia por medio de los
sueños (Jung, El hombre 61). Así, recogiendo uno de los sueños en que Héctor sale a un escenario desnudo y es
incapaz allí de mantener relaciones con la mujer que lo complementa, vemos cómo el inconsciente devuelve a
los sueños lo que le ha sido enviado por represión o desdén desde la parte consciente de la mente. O lo que es lo
mismo, cómo la homosexualidad y el deseo son censurados por nuestro protagonista de forma que sólo
mediante el sueño vuelven a emerger al lugar de la consciencia.
En cualquier caso, el papel de los sueños vuelve a tener un valor compensatorio o complementario. Los
sueños ayudan a la mente consciente a preparar un camino que ya se está dibujando, pero también
complementan una visión parcial abriendo los distintos puntos de vista del individuo durante la vigilia. Para
ello, evidentemente, cobra especial relevancia el papel de los símbolos (Jung, El hombre 49). Ellos son los
responsables de traer a la mente una serie de imágenes que cooperan con el inconsciente para aportar a la
conciencia un equilibrio. En Otra vez el mar el mar o la noche son ejemplos de cómo la libertad, el anhelo, la
cárcel, el miedo o la calma pueden abstraerse bajo una misma forma. La puesta en marcha del inconsciente será
la encargada de dar el significado exacto que necesita la mente para cada situación.
4. La percepción de la sombra
La sombra que proyecta el techo se ha ido extendiendo por
todo el piso, dentro de poco llegará a mis pies (Arenas,
Otra 72)
Otro término relevante de los postulados de Jung es el concepto arquetípico de sombra. A través de ella, el
sujeto logra conocer aspectos de su personalidad que le estaban vedados u ocultos (Jung, El hombre 170). Esta
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parte de su personalidad difiere de las demás en tanto representa su lado opuesto, incorporando cualidades que
desagradan en otras personas que no sean el mismo sujeto. En la obra de Arenas, la sombra también se
personifica en uno de los actantes: el adolescente con el que el protagonista mantiene relaciones. Esta nueva
transmutación de Héctor4 es la que más le influye a la hora de decidir su propio destino y la que se ajusta más a
los postulados del psicólogo suizo. En primer lugar porque tiene el mismo sexo que nuestro personaje; en
segundo lugar, a causa de que contiene los valores necesitados por la consciencia de Héctor para ser plena, es
decir, libertad sin tapujos, poder de decisión, seguridad en uno mismo, coherencia entre sus deseos y sus actos;
y en tercer y último lugar, por representar aquellas cualidades que desagradan a nuestro personaje y que son
contrarias al sistema, ya sea su condición homosexual, ya sea su valentía a la hora de vestir, hablar y
comportarse bajo los valores de la sociedad capitalista que representa Estados Unidos. En otras palabras, es al
conocer al muchacho cuando Héctor toma conciencia de las cualidades y de los impulsos que se niega a sí
mismo, al mismo tiempo que comprende el enorme choque que se produce entre sus secretas ambiciones y el
sistema represor en el que habita.
Sin embargo, la primera respuesta no es la esperada. Héctor furioso, aparta e insulta al muchacho, no logra
llegar a fundirse completamente con él pues si así fuera estaría aceptando la discriminación, el odio, la censura
y la prisión que todo homosexual tiene que sufrir por el simple hecho de no aceptar los patrones establecidos de
comportamiento5.
¿No sabes que nunca podrás ser tú mismo, sino una máscara, una vergüenza, una piedra de burla y escándalo y de
venganza para los otros, y de incesante humillación para ti? Nada más que para sobrevivir tendrás que traicionar y
negar precisamente lo que te justifica y eres. Óyeme, óyeme: vivirás siempre como suplicándole, pidiéndole perdón a
todo el mundo por un crimen que no has cometido, que no existe. A lo más que podrás aspirar es a que te olviden; tal
vez a que te toleren, si finges (Arenas, Otra 315-316)
“El adolescente puede ser el mismo Héctor también. Él es un mismo yo que se va subdividiendo en muchos personajes”
(Machover, La memoria 263).
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Al respecto, Jovita Franco García y Beatriz Flores señalan: “el discurso político y social de lo que se espera que sea un
hombre y la inacción de Héctor frente a los vínculos familiares enmascaran un conflicto individual sobrellevado mediante una
vida de apariencias y de proyecciones” (93).
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Hay un contacto con esa parte de él mismo que quiere dar rienda suelta a sus impulsos, pero ese breve
acercamiento no llega a más pues el protagonista acaba renegando de lo que siente y, por tanto, de lo que es.
Héctor seguirá dividido hasta el final de la novela.
5. El ánima
Me voy quedando ciega y empiezo a gritar. Oigo, de
pronto, que alguien me llama. Pero sigo gritando, hasta que
de nuevo voy descendiendo, no sé adónde, aún no veo nada.
Todo está oscuro y siento frío. Mi voz desciende (Arenas,
Otra 39)
Jung afirmaba que todo hombre tenía un lado femenino, sustentando su argumento en aquellas tendencias
psicológicas femeninas que podían encontrarse en la psique de los varones y que tenían sus propias funciones
diferenciadas (Jung, El hombre 180). A este nuevo arquetipo lo llamó ánima y tendría su correspondiente en la
mente de toda mujer en el ánimus.
Esta ánima que habita en la mente de todo hombre tiene una conexión directa con la figura de la madre. Tal
como haya sido la relación con su progenitora, así será el concepto de sí mismo que el hombre albergue bajo el
ánima. En el caso que nos ocupa, nuestro personaje se queja de una madre6 despótica, insensible, materialista y
que nunca dio muestras de verdadero amor hacia él (Arenas, Otra 169). La consecuencia de ello es justo la que
indica el psicólogo: Héctor ha asumido un concepto negativo de sí mismo y un aspecto triste y opresivo ante la
vida. Se ha vuelto un ser autodestructivo que se hiere continuamente con comentarios irritados, venenosos y
destructivos:
En seguida voy al baño. Prendo la luz, me miro en el espejo sin mirarme. No tengo deseos. O quizás sí tengo deseos.
Pero no puedo permitir, pero no puedo permitir… No puedo… Mi madre me llama. Mi madre me llama y me dice: Te
pasas las horas como lela, mirándote en el espejo, so faina, como si fueras tan linda… Alguien viene de pronto y
agrega que si uno se pasa mucho tiempo mirándose al espejo termina viéndose muerto (Arenas, Otra 33)
La clara personificación de esta mujer interior aparece representada en toda la primera parte de Otra vez el
mar bajo el narrador con voz de mujer. Ella es la que alberga esas tendencias femeninas que son parte de la
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La misma biografía de Arenas está tremendamente influenciada por la figura de su madre. Al respecto, ver “Maternidad e
incesto: fantasías en la narrativa de Reinaldo Arenas” de Kessel Schwartz, citado en la biografía final de este trabajo.
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mente de Héctor y que son inseparables de su mismo ser. Baste decir que a esta voz narrativa nunca se le asigna
un nombre específico, a pesar de las hojas que llena con su relato, y que, al finalizar su parte, se destruye su voz
en favor de la fusión con la otra voz narrativa formando un único Héctor decidido y valiente que se lanza al mar
a morir.
Desde otra perspectiva, ella es la familia que no tiene y necesita, la mujer que repudia pero que llega a
comprender (Franco y Flores 96), la parte que le uniría con la tradición establecida del régimen si aceptara el
rol heterosexual. Su ánima, al igual que en los estudios de Jung, muestra especial atención a los sentimientos
vagos, a la captación de lo irracional, al amor personal y a la relación con el inconsciente a través de la llamada
“sospecha profética” (Jung, El hombre 180). Por tanto, es la guía que, sirviéndose de las imágenes simbólicas,
le permite al hombre discernir un futuro próximo y que, en el caso de Héctor, le muestra la muerte y la
destrucción con las que está teñido su destino7.
6. El sí-mismo
Dentro de diez minutos, dentro de ocho minutos, dentro de
cinco minutos, y serás otra vez el esclavo, y serás, otra vez,
el oscuro miserable que se inclina. Aumento la velocidad.
[…] Envejecerás, y todos los sueños, y todas las
aspiraciones, y todas las esperanzas (todos los esfuerzos) de
ser algo y no esto que somos se irán borrando, olvidando,
desechando ante la urgencia de conseguir una cajetilla de
cigarrillos o la tarde libre de un domingo para dormir…
(Arenas, Otra 374)
Otro punto de este breve análisis de la obra de Arenas tiene que ver con el concepto junguiano de sí-mismo.
Este arquetipo equilibra las partes conscientes e inconscientes del sujeto con una peculiaridad: fija por escrito o
mediante otra manifestación artística los sentimientos, las fantasías y las esperanzas del sujeto. Esto lograr
proporcionar cierta madurez y extensión a la personalidad (Jung, El hombre 161-162) siempre y cuando el ego
esté dispuesto a escucharlo y dejarlo actuar.
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“Pero, ¿quién habla, quién grita, quién me interrumpe con profecías alarmantes que por lo mismo no deben sorprenderme
pues sin duda se han de cumplir?…” (Arenas, Otra 21).
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Ateniéndome a la obra, este sí-mismo está claramente personificado en la segunda voz narrativa. Es ella la
que sirve de guía interior, la que ahonda en el significado de los sueños y la que elige una solución creativa al
conflicto que se desarrolla en el interior del personaje. Gracias a esta meditación imaginativa, el individuo
conecta de forma consciente con los fenómenos psíquicos dejándolos materializados en forma de palabras.
Héctor transcribe parte de sus pensamientos bajo la forma de poemas, de cartas, de informes… un sinfín de
maneras de expresión que logran plasmar la libertad de la que carece en el mundo real. Los temas también
siguen esta misma línea: la ironía en los privilegios del estado, las mentiras del comunismo, el ostracismo y el
silencio se unen al veloz paso del tiempo, a los deseos de los personajes y a los poemas del mismísimo
Whitman. La disposición de las palabras hace también alarde de esa ansia de creación de la misma forma en
que las interrogaciones, las exclamaciones o los puntos suspensivos logran dar mayor expresividad a un texto
que el lector tiene que interpretar desde la visión de su personaje.
¿Seguir?
¿No seguir?
He aquí el dilema.
¿Cómo, pues, soportar la vejación perenne que impone el hecho de
estar vivo y la seguridad de que pronto no lo estaremos? (Arenas, Otra 341-342)
Esta forma de unir los materiales pasivos del inconsciente con algunos influjos conscientes a través de la
escritura es lo que identifica y da vida al personaje8. Hasta ahora Héctor se iba desdoblando en distintas figuras
que no eran más que partes de su inconsciente que tomaban voz y reflexionaban por su cuenta. Sin embargo, el
desdoblamiento también se produce en el exterior: Héctor lleva el uniforme de empleado del gobierno, pero es
un poeta homosexual frustrado. La duplicidad de la realidad ha transformado a Héctor en un personaje
desdoblado que ya no es ni quiere ser lo que ha sido, pero que continúa siéndolo por una mezcla de cobardía
moral y de incomodidad (Franco y Flores 100). Esta unión de elementos externos e internos queda patente en
los distintos versos. La escritura sirve como refugio, produce la liberación y se propaga como reflejo de la voz
del poeta.
8
Jorge Olivares en su artículo “Autorreferencialidad en Otra vez el mar” identifica la represión sexual con la censura artística
describiendo de esta forma el dilema del autor y del personaje: “Así, en Otra vez el mar, la homosexualidad llega a convertirse
en instrumento metafórico; ser homosexual y ser artista conllevan las mismas dificultades dado que en Cuba se reprimen de
igual manera la expresión sexual y la artística” (120-121).
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7. Proceso de individuación
Allá vamos… El chillar se esfuma. Los descomunales
alaridos de la madre desaparecen. Aún tengo tiempo de
volverme para mirar el asiento vacío, a mi lado. Allá voy yo
solo ―como siempre― en el auto. Hasta última hora la
ecuanimidad y el ritmo: la fantasía… Héctor, Héctor, me digo
precipitándome. Cautivo, desatado, furioso y estallando,
como el mar (Arenas, Otra 375)
En definitiva, todo este compendio de ideas acerca del inconsciente lleva inevitablemente a lo que Jung
llamó el proceso de individuación y que comprende el desarrollo de las distintas partes de la personalidad
gracias a la integración del nivel consciente y el inconsciente (Jung, El hombre 160). Este proceso se inicia
cuando se produce una conmoción grande, una herida en la personalidad que da lugar a un sufrimiento (Jung, El
hombre 168). En el desarrollo de la narración, Héctor tiene un momento de consciencia en que sabe que algo ha
cambiado bruscamente y que no hay forma de obviarlo:
¿Pero cuándo, pero cuándo empezó todo esto? […] Lo peor es que no hay un punto exacto de partida, una fecha, un
acontecimiento que marque el comienzo del desastre, mucho menos de sus límites, no hay una catástrofe definitiva;
todo se va disolviendo, pudriendo; no de un golpe, no, sino perennemente, y sólo queda el caos, la miseria, el miedo, el
incesante acoso (Arenas, Otra 69)
Este es el principio de una serie de pensamientos encadenados que oscilan entre la conciencia y la no
conciencia en un discurrir caótico que siempre lleva al mismo punto: la muerte. Héctor va transfigurándose, se
va desdoblando en distintas voces, pero tiene momentos de conciencia en que sabe que todas ellas pertenecen a
un único ser, a él mismo:
Hemos ―entre susurros― criticado tanto lo mismo, que ya no sé cuándo habla él o cuándo hablo yo, que ya no sé si ahora pienso
o hablo yo o es él quien piensa o habla, y yo, sencillamente, escucho o interpreto (Arenas, Otra 90).
[…] los dos no somos más que la razón de una complicidad. Nos utilizamos para representar nuestras desgracias (Arenas, Otra
108).
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Todo este proceso de individuación necesita de un acuerdo consciente con el sí-mismo para que sea real.
Sólo cuando Héctor conecta con esa parte de su mente es capaz de logra realmente el equilibrio y la
armonización de la psique. Ya que el sí-mismo tomaba forma en la segunda parte de la novela gracias a la
segunda voz narrativa, nuestro protagonista no podrá finalizar el proceso de individuación hasta ese mismo
momento, instante en el cual decide lanzarse al vacío y fundirse así en las distintas voces que durante seis días y
seis cantos le han absorbido el pensamiento. El suicidio es, por tanto, el momento culminante de este proceso
de identificación con uno mismo.
8. Breves conclusiones
Reinaldo Arenas escribió Otra vez el mar con la intención de mostrar el rechazo a una forma de gobierno
que limitaba la libertad de los ciudadanos y que los condenaba al permanente silencio. Sin entrar en detalle en
las similitudes entre el personaje de Héctor y su creador, baste decir que ambos son partícipes de una misma
realidad agresiva e inmutable, de una impotencia para cambiar las cosas que los lleva a preferir el suicidio9 al
eterno inconformismo. La historia política de Cuba es la historia del “suicidio incesante” (Arenas Antes 67) que
cerca de continuo a los individuos en la extrema violencia (Negrín 26) y en el aislamiento geográfico.
Todas estas ideas acerca de la sociedad cubana quedan enmarcadas en los pensamientos de Héctor. Este
joven que imagina distintas posibilidades de encauzar su vida ―ya sea mediante el matrimonio, ya sea
mediante la aceptación de su homosexualidad― se siente asediado por distintas voces que le adelantan un final
fatalista como el único camino de ser coherente y realizarse ante la imposibilidad de adaptarse a la norma del
régimen. En Héctor se materializa no sólo el miedo personal sino también los temores colectivos y los
fantasmas sociales que coartan la libertan e imponen roles a desempeñar: la madre, la esposa, el hijo, el padre
(Franco y Flores 93).
En el análisis aquí expuesto, los distintos conceptos que el psicólogo suizo Carl G. Jung utilizaba para
explicar el enrevesado mecanismo del inconsciente se materializan en las distintas voces o roles que Héctor
imagina. A través de ellos se accede al conocimiento de sus deseos, de sus frustraciones, de su lado femenino y
de sus sueños. Todas ellos le completan, le ayudan a crear su propia personalidad y le guían en el camino para
9
En Antes que anochezca, Arenas describe su deseo de autoexterminio siempre provocado por las circunstancias externas que
lo rodean (224).
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alcanzar la fusión completa. Es entonces cuando el suicidio se presenta como la única manera de completar el
proceso de individuación, como el único modo de convertir los anhelos y sueños de Héctor en algo palpable y
real llamado libertad.
Bibliografía
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Béjar, Eduardo C. La textualidad de Reinaldo Arenas. Juegos de la escritura posmoderna. Madrid: Playor,
1987. Impreso.
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La escritura en Reinaldo Arenas. Coord. María Teresa Miaja de la Peña. Madrid: Iberoamericana, 2008. 93102. Impreso.
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Lugo Nazario, Félix. La alucinación y los recursos en las novelas de Reinaldo Arenas. Miami: Ediciones
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Machover, Jacobo. La memoria frente al poder. Escritores cubanos del exilio: Guillermo Cabrera Infante,
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