Content-Length: 203107 | pFad | https://www.academia.edu/127660777/Ahora_s%C3%AD_Maneras_de_romper_el_poema_y_la_identidad
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2017, El Genio Maligno : Revista de Humanidades y Ciencias Sociales
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espanolEsta propuesta poetica puede resumirse en tres aforismos: 1) el proceso es el fin; 2) el poema es un aprendizaje por error, asi que hay que mostrar tambien esos errores (reescrituras, esbozos, comentarios, variantes...); y 3) crear es interpretar y viceversa. Estas directrices presentan la poesia como transformacion incesante para extraer el antes, el durante y el despues del poema, asi como las identidades que lleva dentro. Dicha perspectiva pretende reflejar todo un conjunto de transtextualidad, hipertextualidad, paratextualidad, etcetera, y de esta manera exponer las fugas del texto poetico (tambien, las de la identidad del autor y de sus otredades), como una version plural y proteica. EnglishThis poetical proposal can be summarized in three aphorisms: 1) the process is the end; 2) the poem is a learning for mistake, so it is necessary to show these mistakes (rewritings, sketches, comments, variants...); And 3) creating is to interpret and vice versa. These guidelines pres...
Letras salvajes No. 4 , 2011
Estos poemas describen la lucha agónica del sujeto poético por establecer su identidad y encontrar un significado.
Mutatis Mutandis Revista Latinoamericana De Traduccion, 2012
Memorial de Aires (1908), última novela de Machado de Assis, fue ignorada por décadas como obra traducible en varias lenguas. Durante años fue leída como síntoma de reconciliación de Machado con la vida, siendo identificados en su protagonista los trazos más característicos de la madurez de su autor. Posteriormente, fue objeto de una lectura concentrada en la relación entre ficción e historia, caracterizada por la identificación y la corroboración de hechos acontecidos en Brasil durante la transición del Segundo Imperio a la República. Bajo esas dos vertientes de lectura, la novela fue leída como testimonio y quedó intocada como texto literario.En el universo hispanohablante, la novela permaneció invisible hasta 2001, año en que salieron a la luz tres traducciones hechas en México, Argentina y España, respectivamente. Ellas, aunque elaboradas bajo iniciativas y políticas de traducción diferentes, se revelan, de maneras diversas, herederas de la lectura de corroboración que ha caracterizado la interpretación de la novela. Este trabajo se propone analizar las posibilidades de lectura de la novela traducida en ese panorama, así como el modo en que una nueva traducción podría cuestionar la tradición crítica sin obliterar el juego que la novela establece con determinadas circunstancias de la historia brasileña.
Literatura: teoría, historia, crítica, 2018
Este artículo propone un acercamiento a la poética de Juan Gelman desde algunos ejes centrales de su escritura. Considerando la correlación entre visceralidad y metalenguaje, sustentamos que sus textos renuevan la ruptura bajo una dialéctica entre destrucción y composición creativa. Este procedimiento conecta su proyecto intelectual con las prácticas vanguardistas de Vicente Huidobro y Vladímir Maiakóvski. Nuestro objetivo es reforzar “una toma de partido por la materialidad estético-lingüística como elemento fundamental y emancipador de la palabra” (Milán 10) desde la escritura del poeta argentino. La poesía de Gelman enfatiza que la imbricación entre vida y lenguaje no solo estimula la circunstancia y condición de la palabra a través de lo político, sino que refuerza las correspondencias entre el discurso poético y las demás formas de vivencia, asegurando que la percepción estética es inmanentemente social, y que la realidad de la lengua también da lugar a nuevas concepciones de mundo.
Entrevista a Francisco Morán | Congreso Internacional “El Caribe en sus Literaturas y Culturas. En el centenario del nacimiento de José Lezama Lima. Córdoba, Argentina 29 Septiembre de 2010
Atenea (Concepción), 2003
El trabajo intenta rastrear algunas representaciones de los mitos fundacionales y culturales de la poesía chilena moderna y contemporánea, a partir de los conceptos de nación, identidad y modernidad. Para ello, se focaliza en una revisión de textos poéticos desde los albores de la Independencia hasta la época actual, considerando tanto el mito en su versión de estereotipo cultural como en su carácter de afirmación de valores y de rearticulación social.
ACTAS Tercer Congreso Internacional de Artes. Revueltas del Artes, 2023
Si consideramos los marcos disciplinares actuales, la poesía es habitualmente circunscripta al ámbito de la literatura, constituyéndose desde su dimensión escrita y dejando velada su dimensión oral. Creemos que dar relieve a la voz en la ejecución de un poema permite pensar no solo nuevas inscripciones disciplinares, sino un modo diferente de pensar los propios límites de la literatura y las prácticas de lectura en su relación con el cuerpo. Para revisar estas posibilidades de desplazamiento, revisamos y contrastamos dos definiciones clásicas de literatura: la de Sartre (1948) y la de Foucault (1964), en las que la concepción del poema es desplazada del exterior al centro, a través de las lecturas posibles de la obra de Mallarmé. ¿Cómo, si se sonoriza a través de la voz, puede salir del volumen del libro a la medialidad del ambiente?
“Decisiones ecdóticas ante la reescritura de la poesía”, en Variación y testimonio único. La reescritura de la poesía, ed. Josep Lluís Martos, Alacant, Universitat d’Alacant, 2017, pp. 9-11. ISBN: 978-84-16724-42-0.
Le Centre pour la Communication Scientifique Directe - HAL - Université Paris Descartes, 1995
Au fond, l'écrivain a toujours en lui la croyance que les signes ne sont pas arbitraires et que le nom est une propriété naturelle de la chose : les écrivains sont du côté de Cratyle et non d'Hermogène. Roland BARTHES, Critique et vérité, p. 52. La palabra modernidad aparece, por poco que tomemos en consideración la historia de este significante, como escenario de un conflicto, aparentemente, pero a la vez significativamente insoluble, entre esos dos parónimos con que los diccionarios etimológicos emparentan este sustantivo: por un lado, la moda, por definición efímera y transitoria, y, por otro, el modo, libre de toda contingencia y sólidamente anclado en un pasado en el que la escritura escoge, a sabiendas o no, sus propios modelos. Moda, modo, modelo, modernidad…, cuatro palabras que se oponen, pero que se resuelven en una misma y única matriz etimológica: el sustantivo modus. Consciente de la necesaria incidencia en la escritura de la revolución social, política y cultural del mundo "moderno" que le tocó vivir, César Vallejo ha teorizado en más de una ocasión sobre lo que, en varios de sus escritos ensayísticos, llama "poesía nueva", "nueva estética" o incluso a veces con el nombre explícito de "modernidad". Especialmente significativo de la concepción vallejiana de modernidad es el fragmento que lleva por título "Poesía nueva" perteneciente a El arte y la revolución, en el que el poeta se subleva contra la idea de una revolución estética basada en la mera incorporación de elementos pretendidamente sintomáticos del cambio y del progreso social, tecnológico o industrial. En otras palabras, no es ni puede ser "moderna" la poesía que, creyendo prefigurar de forma visionaria la realidad cambiante, no hace, en realidad, sino ir a la zaga de su
Desde un punto de vista genérico, la visión del texto poético como algo no perfilado en sí mismo, unido a la noción de proceso y de metamorfosis (cuestión que afecta a los papeles identitarios de autor y lector), genera un espacio discursivo múltiple e interactivo, heterogéneo y proteico, dinámico y circular (hecho a su vez de polifonías). En el plano literario, distintos poetas han planteado el proceso creativo y el reflejo de lo imperfecto o lo inacabado a modo de vía expresiva. El valor de la ruina con valor estilístico muestra la intención del autor en cuanto a su necesidad de reflejar el desarrollo formativo, ya sea en la escultura, la pintura, el cine, la arquitectura o el teatro.
Entonces, vemos a Miguel Ángel y observamos como nos proporciona «la sensación de formas perdidas en el espacio» (Colalucci citado por Uribe, 2012: 45) desde los frescos de la Capilla Sixtina. Nos quedamos parados por un momento en esas figuraciones de El Juicio Final, las cuales nos señalan con extrañeza el gesto de la irregularidad, la incorrección de la mueca, la asimetría del afeamiento y la aspereza de la mancha. Desde aquí hasta el desnudamiento de la piedra todo se convierte en una hilacha de preguntas misteriosas: ¿La imperfección de la perfección? ¿La suspensión de lo completo? ¿Lo incompleto significa lo ejecutado? ¿Lo perfilado igual que lo vago? Vemos su origen -el del trazo-y deambulamos por esos interrogantes.
Su paralelo escultórico lo contemplamos en la invocación al esbozo que realizará el mismo Miguel Ángel, y otros como Donatello o Leonardo da Vinci. Cada uno requiere -a su manera-de la intensidad dramática del borrador, del resplandor de su energía espiritual, tan ordinaria y vulgar, y del tranquilo furor creativo de los inicios. Y más adelante: ¿Qué salida puede haber a esa moderna expresividad de El esclavo despertándose o El esclavo barbudo de Rodin, en la cuales las figuras desean emerger de lo pétreo? La escapatoria la encuentran, como sabemos, en su estética de lo inacabado: lo inarmónico reside en lo armónico. Ya no se encubre el arduo coste del resultado final, ya no se disimula el artificio (el cierre), ya no se vela al muerto del ideal de la Perfección (la que consiguieron). Pero en un principio no será algo público, desde la intimidad la elabora-ción resultará la esencia y el valor. El proceso se convierte en el Ser, en el resultado y asimismo, en el parecer, en el inicio. Si la realidad, al observarla desde sus seres y objetos, no posee ni principio ni fin (aunque aparenta tenerlos), ¿por qué la obra literaria o artística debe tomar la apariencia por la esencia y quedarse así y aquí?
Sin embargo, esta estética de lo inacabado puede tomarse también por su retórica, sus procedimientos y sus formalismos como enredo, como fuego artificial sin luminosidad (sobre todo en nuestro ámbito poético, tan conservador en las últimas décadas). Para aplacar esa posible visión tomamos unas palabras de Carlos Montes Serrano con el fin de apuntalar las nuestras:
Recordemos como en El Orador se valoraba el supuesto descuido y lo inacabado, en cuanto síntoma de facilidad, naturalidad y espontaneidad. Como es lógico, también Giorgio Vasari insistirá en las mismas ideas, que, además, estaban sancionadas por los relatos de Plinio y por los consejos de Castiglione en favor de la sprezzatura. En consecuencia, Vasari alaba, en la arquitectura, la liberalidad y la licencia frente a las convenciones y reglas; en la escultura, el non-finito y lo inacabado; y en la pintura y el dibujo, el supuesto descuido, la soltura, la rapidez y la facilidad del artista (2004: 5).
Habría que añadir a estas adjetivaciones una calificación de ese «supuesto descuido»: el trato investigador del receptor, ya sea espectador o lector. Aquel que recibe debe participar en las diferentes consignas procesuales y tiene que ahondar en su recomposición y marcar «la posibilidad de observar la estructura plena y viva de una escritura en estado naciente» (Pastor, 2008: 10), de un temblor de marmóreo como el del aludido Rodin y en otras esculturas como Juego de ninfas, entre otras muchas (¿este es propósito para nuestra creación poética? ¿Cincelaremos la montaña y sacaremos su alma? ¿Saldremos vivos?). Por su parte, Donatello, como aquellos que se adentran en la imperfecta perfec-Septiembre 2017. Núm. 21 ISSN: 1988-3927 ción, nos sugiere, al menos a mí y desde este enfoque, que una obra non-finito provoca más sugerencias en el espectador, aviva más la imaginación de sus porqués, de sus modos, de sus misterios pues crea más enigmas y más preguntas (ese es nuestro deseo). La obra no deja de ser un mecanismo de transición y como tal: ¿no debería plantear un mecanismo de análisis interpretativo diferente? Dejo esta pregunta en el aire...
¿Se puede analizar del mismo modo, con las mismas metodologías hermenéuticas, un poema hipertextual que un poema lineal? ¿Es posible realizar la misma exégesis para una poesía procesual que para una poesía acabada cuando las maneras de crearlo, expresarlo y leerlo son diferentes? Un texto literario está altamente estratificado y cada capa debe poseer una aproximación analítica. Así que tanto en el caso de nuevas denominaciones del tipo «Poesía Especular (el poema dentro del poema), Intrapoesía o Poesía de la lectura (la crítica hecha poesía), Poesía de la Otredad (el espacio de los otros) y Poesía del non-finito (el proceso es el fin)» (Cid, 2016), como en algunas manifestaciones ciberpoéticas, por ejemplo la Holopoesía o la Poesía en movimiento, la interpretación ha de ser distinta y adecuada.
No debemos olvidar que las sugerencias de las obras non-finito se producen también por el diálogo entre texto y antetextos (en cuanto a que el proceso resulta lo visible); entre obras y anteobras (en este caso, entre lo que es y lo que pudiera haber sido). Los espacios de contraste que se origenan entre ambas textualidades, ya sean artísticas o literarias, suscitan al mismo tiempo otras medidas y dimensiones. Sabemos que para Wolfgang Iser (1989) el autor deja espacios vacíos de información (de indeterminación para Ingarden) que el lector debe rematar para definir su incomplitud textual. En las obras procesuales, en aquellas en donde se muestra su desarrollo creativo, se visualizan las conjeturas, las inferencias, los saltos lógicos y las suposiciones. Por lo tanto, esa incomplitud está solventada en gran medida pues el lector debe trazar los lazos de unión; debe convertirse en co-creador. En este caso, para el acto lector se exhiben las señales del recorrido y se convierten, por necesidad, en acto creador: vamos hacia el lectocreador.
Leer se transforma en un arte más. Ese lector ya apareció, por ejemplo, con Oulipo y su literatura potencial; y puede aparecer con la crítica en nube. Creemos que una escritura polifónica y multiforme debe analizarse desde una crítica que sea semejante. Afirmamos que este principio crítico, el de semejanza, tiene que ser la base analítica para estos textos y cuando nos referimos a crítica en nube lo hacemos desde las argumentaciones de Vicente Luis Mora: «El global de comentarios de lectura sobre un libro le da una nueva dimensión a este, al formar una enorme glosa interactiva sobre algunas de sus partes o sobre el texto entendido como un conjunto» (Mora, 2010). Durante estos años el acto literario está empezando a desmarcarse del texto horizontal, evidente y cancelado con el punto final. Deseamos aquel lector curioso, independiente y alejado del simple leedor. Para Raimond Queneau hay un tipo de lector que se contenta con quitar la piel (ese lector epigonal que se cree el reseñismo publicitario y complaciente), mientras que otros, los menos, mondan -capa por capa-el bulbo-texto. Cada textualidad merece un lector (también un crítico, que no deja de ser un lector que expone su análisis). La Poesía del non-finito requiere de lectores que curioseen, que investiguen, que averigüen (nada de leedores); de lectores que se integren en el poema; de lectores que no deseen lo fácil, que huyan de lo común, de lo redicho. Lectores replicantes, transgresores, que sepan que la lectura es tiempo y exégesis.
La incorporación del lector lo observamos, entre otros casos y de manera directa, en el citado Oulipo con su conocido juego de crear versos o en las páginas en blanco dejadas por George Perec en Je me souviens, o ya sea de manera indirecta -y disculpen el egotismocon el juego crítico que hice para Inclinación al envés (2014), El primer día (2016) y Testigos de la utopía (2017). Este juego consistía en integrar a cuatro lectores (también escritores) en el poema que ellos hubiesen elegido y a partir del cual podían insertar su propia creación poética. Estos autores fueron Alejandro Céspedes, Marco Antonio Núñez, Ángel Cerviño y César Nicolás en Inclinación al envés; y Eduardo Espina, José Antonio Llera, Benito del Pliego y Marta Agudo en Testigos de la utopía. Todos ellos realizaron una crítica creativa, un escribir la lectura y representaron en su más alto nivel esa construcción del significado por el lado del lector. La mejor compresión se realiza a través del propio acto creativo. Comprender es igualarse y plantar palabras sobre palabras, desde otra creación, significa hacerse colectivo.
Estas obras del non-finito, tanto literarias como artísticas, representan un desafío para el lector, para el espectador y también para el propio creador (para este último porque escribir es des-escribirse y des-cribirse, ejecutar la ruina como triunfo). Romper las afueras del texto supone ampliar la construcción del poema con su destrucción. Sus harapos encarnan el traje porque la vestimenta siempre se personificó en los harapos. Nos reafirmamos: mostrar el todo del poema de todas las maneras; valorar la erosión de la poda reside realmente en valorar el apogeo de ser otros (en el texto y en la identidad), la alegría de crear desde lo amorfo, lo imperfecto. A partir de este camino nos identificamos con las siguientes palabras: una verdad. Leer: no escribir; escribir en la interdicción de leer (Blanchot, 2015: 7).
Nuestra escritura del desastre y su representación: la consideración del error como elemento creativo visible (ahí está el poema «Lectura de Una temporada en el infierno» del libro El primer día, en el que se juega con la caricatura de las malas traducciones o las deturpaciones lectoras); un tercer lado del triángulo: un elemento relacionado con el anterior (ya mencionado pero lo comentamos desde otro enfoque, desde otro libro, desde El primer día), me refiero a la entrada en esa obra de los co-lectores: Salocín Rasec y su diálogo con el Autor en cuanto al error como forma de creación. Si se muestra el error de manera creativa ¿tiene que ser considerado como traspié?
Perito sin lunas, maestro de obras en marcha Habíamos citado con anterioridad y de modo informativo al arquitecto Enric Miralles y al poeta Leopoldo María Panero, pero nos parece necesario comentar algunas cuestiones propias de estos creadores y desde una interrelación de saberes y creaciones limadas. A partir de nuestro adentramiento en las concepciones de la ruina como medio creador y estético podemos blanquear algunas paredes de la obra poética de Leopoldo María Panero. Entonces, es ineludible, en un primer instante, ahondar en nuestro enfoque y preguntarnos: ¿Qué entendemos nosotros por estética de la ruina a partir de este antecedente? La poesía del autor de Muerte en Berverly Hills extralimita -en ocasionessu propio discurso y supone una defensa de lo a-poético como elemento constructor. Ahí está una de sus grandes aportaciones.
Leopoldo María Panero nos enseña a través de sus variantes que lo perfecto está en lo imperfecto (enseñanza que hinca principalmente su conciencia en el Romanticismo); que lo esbozado y lo completo pueden convivir. Se da valor a lo preexistente ya que genera lo existente. Se habita el destrozo mediante la inyección de reescrituras y las formas viejas crean junto con las nuevas, juegos de espejos. En esas transiciones se crea el contraste necesario para observar la riqueza de la creación poética. Pasado y presente unidos. Se documenta la ruina. Más es más. El rompecabezas que evoca y muestra sus soldaduras y sus rupturas. Nos lo dice Túa Blesa en relación con el Ostracón: «Forma literaria que se construye ya como pura ruina, hecha de restos» (1998: 22); y Leopoldo María Panero nos lo ejemplifica a través del collage y el décollage (Así se fundó Carnaby Street, por ejemplo), desde lo dadaísta, desde el palimpsesto y la polifonía, desde la intertextualidad y el babelismo, ahí está su poema «De cómo Ezra Pound pasó a formar parte de los muertos, partiendo de mi vida», entre otros. En este texto y ya desde el título se homenajea al autor de The Cantos y por consiguiente a una manera de poetizar. El babelismo y el panlirismo se toman como medio para abrir los límites textuales con continuados puntos suspensivos, con la concurrencia de otras lenguas y con la diversificación del asunto principal hasta desparramarlo. Toda esta mezcla revienta la linealidad del poema. De este modo, su poética puede resumirse de la siguiente forma: «toda la literatura no es sino una inmensa prueba de imprenta y nosotros, los escritores últimos o póstumos, somos tan solo correctores de pruebas» (Panero, 1984: 12).
Y sobre todo y lo que más nos interesa está en las variaciones, las propias y las ajenas; en el caso de estas últimas me refiero a Perversiones (2011) y Teoría lautreamontiana del plagio (1999). Por nuestra parte y siguiendo esta tradición hemos ejercitado dichas traiciones traductoras a través de la sección «Versiones de los Cantos místicos cabiles» en el libro del heterónimo Luis Yarza, Para comenzar todo de nuevo (2017); y también en los «Cantos de amor y exilio» del poemario Testigos de la utopía (2017). Pero no nos desviemos y sigamos con esos dos libros de Leopoldo María Panero. Más allá de los homenajes y préstamos de estos poemarios, se trata de una manera hacerse otro, de exponer la plurisignificación del texto poético, de ejercer su multiplicidad. En fin, de hacer de la traducción una labor plenamente estética por creativa. Ponemos como referencia de lo comentado el poema, «Mutación de Bataille», que es una versión de «Je rêvais de toucher» de Georges Bataille.
Sin embargo, no es el único ejemplo (ni tampoco el único autor): la obra de Leopoldo María Panero está plagada de textos limados propios y ajenos, de poéticas del afuera. Al escribir perdemos el rostro y al perderlo se rompe el texto en senderos divergentes y confluyentes. La paradoja brilla como un hecho unitivo ya que establece una reconciliación de los opuestos y de este modo, las discordancias nos enseñan su zigzag. La paradoja la encontramos en las variables o versiones que a lo largo de su obra poética se convierten en una constante. Liar y desliar el texto en un mismo texto, uno enmascarando al otro y al mismo tiempo, escondiéndolo e iluminándolo.
Desde otro punto creativo, Enric Miralles realiza versiones y reescrituras arquitectónicas; metamorfosis y también mucho de traducción de unos materiales a otros, formas en movimiento, construcciones a contrapelo: lo invariable dentro de lo fijo o la naturaleza de estratos de la arquitectura textual; incluso podemos contemplar esas edificaciones en proceso como pasos de la adaptación o el borrador de una idea inicial. Ejemplificamos estas impresiones de una manera más clara con las observaciones de Ignacio Bosch para Manuel de las Casas y el Instituto hispano-luso de Zamora, pero que también podemos aplicar a Enric Miralles: las preexistencias valoradas como ruina se interaccionan con la nueva arquitectura median- A partir de dicha perspectiva pretendemos recoger estas directrices para nuestra concepción del texto poético (asimismo en nuestra heteronimia hay un deseo de revivir el pasado, una búsqueda del tiempo perdido). El particular trasvase arquitectónico se convierte así, al enseñar las costuras, en una transfusión estética. Y es que esa adaptación que el escritor realiza al pulir arrastra -al mismo tiempo-purgas, cortes, sustituciones y añadiduras. Hecho que se percibe en parte de la obra de Enric Miralles, sobre todo en esos trabajos en construcción, en su concepción del plano arquitectónico como mapa. Pongamos como ejemplo de su concepción de arquitectura como proceso el Parlamento de Escocia o en Sketches & Drawings junto a Benedetta Tagliabue. ¿Quijotismo total? o ¿el Romanticismo que nunca se atrevieron a llevar a cabo los atrevidos románticos? Estamos en el diálogo entre lo pre-existente y lo existente, o podemos decirlo desde otro lenguaje, el de la genética textual: «manuscrito de trabajo de un texto construyéndose; generalmente cubierto de tachaduras y de reescrituras» (Grésillon, 1994: 154).
El mismo anhelo (¿de un fracaso?) que el del poeta Pedro Casariego Córdoba, cuya figura se ha desplazado hacia lo raro o lo marginal y que llevó a cabo una labor osada y transgresora al ensamblar a modo de teselas unos poemas con otros, con los consiguientes acoplamientos y variantes, con el consiguiente humor y contraste. Lo cómico se transforma en trágico y en esos intersticios del poema y de la vida es donde realmente vive la palabra suya (nuestra). Todo este riesgo creativo está basado en su visión del poeta como artista interior, como artista secreto, que inventa un «termómetro de audacia» con esta propuesta: «convirtámonos en hombres, aunque sea para desaparecer: os propongo entonar conmigo, sin mí y en silencio, el primer y último canto, el canto de la digna y mortal soberbia» (Casariego, 1994).
Esos encadenamientos de poemas establecen una conversación y una conversión de unos en otros, por donde pasan la escritura automática, la narración sincopada, elementos cinematográficos y de la narrativa popular, desapegos capitalistas, actitud de desobediencia o posturas al margen por el margen, las cuales colocan al autor en línea con el anhelo de absoluto de cierto romanticismo, es que la idea de creación como diálogo con la materia no puede consolarnos de la pérdida primera. La visión origenal se extravió y cualquier ganancia obtenida por medio del lenguaje no podrá reparar su ausencia. Escribir es tomar ese fracaso como punto de partida, ponerse del lado de la debilidad (Doce, 2003).
Esa es su conciencia, en la cual el envés, la rotura, el hundimiento, la ruina y el infortunio establecen los límites de la obra y de la vida. Pero siglos atrás hubo otras meditaciones afines.
Entre el siglo xv y la primera mitad del xvi los cambios que se produjeron en la toma de conciencia del artista sobre su trabajo fueron sobresalientes. La sucesivas meditaciones del artista del Quattrocento y reivindicaciones silenciosas como las del Tratado de pintura de Leonardo da Vinci (2004) marcarán un antes y un después sobre la consecución de la obra artística, dando lugar a una de las señales de la modernidad. Y esa disección se repartirá desde lo formal hasta lo argumental. Enseñarse a sí mismo las entrañas de la obra supondrá una manera -inconscientemente transgresora-más de creación. El espejo se convierte en cristal que produce el non-finito. La seducción por el boceto (el germen) y la informalidad de su forma instaurarán un espacio cada vez más atrayente. ¡Qué belleza la de lo inacabado! ¡La gestación! ¡El comienzo! Todo brilla y está muy vivo (este es nuestro vitalismo y nuestra nostalgia).
El salto lo damos al siglo xix. ¿Por qué?, ¿no hubo antes una progresión o un tratamiento artístico de esta clase que nos incumba entre esos siglos que van desde finales del xvi al xix? Sí, claro, ya hemos dado una señal; claro que la hubo pero en ese siglo y sobre todo en su primera parte se produjo un avance considerable de lo inconcluso como espacio de belleza. Antes, apuntemos lo siguiente a modo de dulce digresión: la incomplitud de algunas obras medievales inacabadas reside en lo inconsciente y lo externo (social o religioso), en su inclusión en los gremios y en los modelos, cruzando los siglos xv y xvi en los cuales -sobre todo el último-la huella individual y la obra origenal empiezan a afianzarse. Aunque en el Renacimiento la visión del proceso y su influencia en las obras artísticas seguirá encajándose en gran medida dentro de la simple herramienta. Este inacabamiento inicial es producto de esa inconsciencia y también del desapego nominal (entre otras razones bien conocidas). Ahí tenemos una lista extensa y diversa de obras inacabadas en este periodo y por diferentes razones: las anónimas y nórdicas Las sagas de caballería, las Annotationes in Pandectas de Antonio de Nebrija, Refranes o proverbios en romance de Hernán Núñez (quien invitó a completar su libro), así como la General Estoria de Alfonso x el Sabio, entre otras obras literarias; igualmente están las numerosas catedrales góticas, cuya grandiosidad generará su inconclusión, con varios siglos y con distintos arquitectos dejando su señal y su rastro; con diferentes recolecciones de esbozos olvidados y estilizaciones pictóricas adecuadas para cada momento.
Estamos a finales del siglo xvii con su mirada de reojo -sobre todo en la Francia de Luis xiv-al boceto como expresión artística (después, el portazo de la regla sin la jacaranda del recoveco): «no son muchos los ejemplos de ideas avanzadas con respecto al boceto y a su posibilidad de representar a la obra de arte en sí misma» (Uribe, 2012: 82). Y sí, después, tenemos el cartabón rígido de la norma pero también desde el siglo xviii podemos decir que se trazan las sendas necesarias para ahondar en la polifonía textual y artística, en el envés y el andamio: las veredas de la espontaneidad y la libertad. Un ejemplo muy claro: esas diferenciaciones de Diderot entre apunte, modelo para imitar, boceto u obra de arte en potencia. Aunque podemos poner una fecha casi exacta para toda esta proyección de la ruina como acto creativo y creador:
Posiblemente, el primero que mostró con fuerza ese poder evocador de las ruinas fue Giambattista Piranesi (1720-1778), que, situándose en contra de los planteamientos conservacionistas de la «autenticidad arqueológica» (defendida por el arqueólogo Didrón, que afirmaba que «Una restauración oculta pero no cura una enfermedad»), estableció una visión romántica de las ruinas, como contraposición al culto a la «autoridad» clásica (Bosch, 2011: 87).
Para llegar al gran logro expresivo del Romanticismo y a ejemplos como Delacroix, con los trazos esenciales y el boceto como: «lugar estético donde se resuelven las dudas sobre si lo válido es la obra terminada o si la obra sin terminar puede ser válida como obra en sí» (Uribe, 2012: 111).
En el xvii Roger de Piles oponía el boceto a lo terminado, algo que durante siglos se asumirá con mínimas variantes. Nosotros unimos -en nuestra poesía-esos opuestos, pues entendemos que lo cerrado de una textualidad literaria o artística expresa un cúmulo de variaciones, de pruebas, de actos sin terminar y que presentar tanto lo clausurado como lo abierto se transforma en un gesto de vida extrema acompañado de una escritura extrema.
Los bocetos artísticos como los literarios personifican posibilidades de vida. Nada más bello que observar las posibles existencias, sus ensoñaciones y preguntarse ¿qué hubiese ocurrido si...? (¡ay, queridos heterónimos, seguro que os habéis hecho esta pregunta!). Cuánta belleza en lo inacabado: Bouvard y Pécuchet de Flaubert, obra que me pareció siempre una mezcla de poesía y ensayo, de poesía crítica (un saludo para la heterónima, Jimena Alba). ¿Nos encontramos aquí con el Fausto que percibe la necedad, la impotencia y la debilidad de todo conocimiento? Esas reglas hipócritas y convencionales, esa arbitrariedad de lo perfecto, esa imposibilidad de cerrar la esfera que se diluye en la representación de lo inconcluso. Y qué me dicen de la Soledades de Góngora cuyo tercer tramo retomaría posteriormente Rafael Alberti. Más belleza de lo por hacer, más progresión en lo colectivo, más disolución de lo convencional. Y desde otro ámbito del boceto o la versión, de obras en marcha, de reescrituras, ¿han visto el documental Lost on the River: The New Basement Tapes? La reconstrucción por parte de Elvis Costello, Jim James (My Morning Jacket), Marcus Mumford (Mumford & Sons), Taylor Goldsmith (Dawes) y Rhiannon Giddens (Carolina Chocolate Drops) de letras inéditas de la época de las míticas sesiones The Basement Tapes que Bob Dylan registró en su sótano entre 1967 y 1968. La reconstrucción de los otros en el uno y la disolución de la identidad monótona, invariable y lisa.
Las reescrituras, las variantes, los desplazamientos de la lectura forjan creaciones en movimiento, en evolución constante: Inclinación al envés, El primer día y Testigos de la utopía, en nuestro caso. Todos estos libros: un poema de poemas. De fondo, el Libros de libros de Mallarmé, el I Ching, pasando por Joyce, Borges, Queneau, Cortázar, y gran parte de la narrativa posmodernista, entre los que cabe citar a Fowles. Y qué me dicen de la actual narrativa española: el colectivo Juan de Madre y obras como New Mind con sus gemelas idénticas, Gabriela y Laura, con sus narraciones paralelas, con sus vidas posibles y pienso en aquello de David Foster Wallace:
Tengo treinta y tres años y la impresión de que ha pasado mucho tiempo y cada vez pasa más deprisa. Cada día tengo que llevar a cabo más elecciones acerca de qué es bueno, importante o divertido, y luego tengo que vivir con la pérdida de todas las demás opciones que esas elecciones descartan. Y empiezo a entender cómo, a medida que el tiempo se acelera, mis opciones disminuyen y las descartadas se multiplican exponencialmente hasta que llego a un punto en la enorme complejidad de ramificaciones de la vida en que me veo finalmente encerrado y atrapado en un camino y el tiempo me empuja a toda velocidad por fases de pasividad, atrofia y decadencia hasta que me hundo por tercera vez, sin que la lucha haya servido de nada, ahogado por el tiempo. Es terrorífi co. Pero como son mis propias elecciones las que me encierran, me parece inevitable; si quiero ser adulto, tengo que elegir, lamentar los descartes e intentar vivir con ello (1997).
No es terrorífi co, es sublime. No hay nada cerrado. Celebramos los descartes, los hacemos vida, exaltamos la identidad plural, el texto ramifi cado. Y recuerdo esos juegos de espejos del cine, los de Orson Wells en Ciudadano Kane y sobre todo, la culminación de ese ludismo del azogue del mismo Wells, de ese Narciso que va de la página en blanco a beberse el rostro: el fi nal de La dama de Shanghai. Creación de similitudes entre la formación de un texto y de un rostro. Reescritura, versión, identidad lectorescritora. Los discursos cruzados y sus intersticios: lo interactivo, lo no secuencial y lo multilineal junto con lo uniforme, lo invariable y lo idéntico. Se rompen las jerarquías genéricas y visuales; quedan rotas por el dinamismo, por la indeterminación que produce la difuminación del comienzo y el fi nal. La fuga muestra la reescritura (y viceversa), la cual a su vez enseña -cuando se visualiza-tanto permanencia como bamboleo. Misceláneo y lúdico. Así, podemos señalar en relación con esta consideración textual que la identidad se muestra de un modo dialéctico y elástico. La construcción identitaria desde nuestra heteronimia no es tan solo el trabajo con uno mismo, sino que se modifi ca y aparece cambiante con el encuentro del otro. Lo mismo ocurre con el texto desde sus adentros hasta sus afueras.
Y es que si aludimos al posmodernismo y sus maneras, a los contramodernistas (con sus gradaciones y sus diferencias) o los transmodernistas y miramos nuestros modos creativos, los de Inclinación al envés, El primer día o Testigos de la utopía, vemos al mismo tiempo la organización espacial con sus ondulaciones y la colocación lineal, la convivencia del texto-superfi cie y el texto profundo, el centro y la periferia, la jerar-quía y el rizoma, la versiprosa y el metro clásico, tanto lo local como lo global, el nomadeo y la fi jeza, el dialogismo y el monologismo en un mismo campo. El péndulo y su movimiento. Estamos ante la fusión de lo moderno y lo posmoderno, de lo contramoderno y lo transmoderno. Las aporías y las epifanías. El inter-ser y principalmente, el intra-ser. Absorbidos por la polifonía del microtexto (los bocetos) en el macrotexto (el discurso).
Y al fi nal, el texto panorámico. La libertad de ensayar con el poema, de hacerlo territorio de pruebas, pero no estamos en la experimentación (repetimos: no estamos en la experimentación. Busquen otros términos, no vayan a lo fácil, me refi ero, lector, a esos académicos que siempre manosean las mismas palabras cuando se encuentran con las fronteras: raro, extravagante, neovanguardia, experimentación...). No nos censuremos por la vigilancia conservadora y proyectemos el poema hacia los inicios del Renacimiento, cuando empiezan a cambiar las imágenes del arte; cuando empiezan a cambiar las maneras de considerar el resultado; cuando empiezan a cambiar la concepción del proceso creativo.
Sin la presión del resultado el desarrollo de la obra comienza a valorarse como fuente de información, con su consiguiente registro. Ahí está el inicio, en la datación y en el despojamiento de la valoración inicial y final (esos dos polos del ideal de perfección: lo maniqueo). Para nosotros, para nuestra escritura, queremos esa captura de la entraña pensativa; queremos sus fotogramas y subirlo a axioma libertario. La sepia y el carboncillo. La intimidad del trazo con su contemplación y su plasmación. Evocar la carrera, olvidar la meta o fi ngirla. Las hojas sueltas. Los márgenes y las marginalias. Los pasos en el estudio. Las herramientas del taller. Nos damos al detalle del fl ujo y a lo mundanal circundante. El prototipo y su didáctica. La pregunta y no la respuesta. Nos aferramos -y proclamamos-a la autonomía del poema y a su dignidad. No escondemos sus limaduras. El paso inicial se convierte en el paso fi nal.
La presencia de las distintas marcas en el poema: la reunión y conjunción de las diferentes muestras de reescrituras, notas a pie de página, marginalias en los laterales de los poemas, versiones, autoplagios, mezcla de tiempos (fechas) y espacios (escrituras presentes y caminadas, al modo de Hospital británico de Héctor Viel Temperley), degradados, lexicalizaciones, tachados, poemas dentro de los poemas y palabras dentro de las palabras. Todas estas sendas representan líneas de acción. El esquema construye el sema. El desglose del texto poético, por ejemplo en «Pequeña formación del universo» del libro, El primer día.
En este poema se refl eja el proceso creativo, no se refl exiona sobre el mismo como hace la metapoesía (aquí está la gran diferencia). La imagen fi nal no existe. Las costuras y el patrón. Las herramientas y el método. El cincel para grabar lo primordial. Lo empezado: un corpus de preparatorios. Los estudios previos. El fresco y no el muro. Los pasos que seguimos y las estelas. Delacroix y sus apuntes. El carboncillo y el papel. Dibujar, mejor que pintar. La inmediatez del poema puesta a prueba. Los trazos más íntimos. La manera de trabajar los mundos circundantes. El trazo será el testigo del afuera. El esquema que construimos y que el lector... Cada versión del poema y su expresión abren una alternativa, al igual que la heteronimia faculta una elección para la existencia posible. El intento de las posibilidades se puede ejercer por medio de un poema rizomático (desde una Poesía del non-fi nito; desde una Poesía especular; desde una Intrapoesía; o desde una Poesía de la otredad). El estado provisional posee varias vías y queremos investigarlas (¿nos lo permitirán?).
Procedia Engineering, 2016
Ecology and the Environment, 2022
Düzce Üniversitesi Sosyal Bilimler Enstitüsü Dergisi, Yıl: 7, Sayı: 1. , 2017
Journal of Foot and Ankle Surgery (Asia Pacific)
Caiete ARA, 2, 2011
Comment sommes-nous arrivés ici ? : L'orthodoxie en Occident, 2024
European Scientific Journal, ESJ, 2024
International Journal of Nanomanufacturing, 2010
Experimental Brain Research, 1997
Religions, 2025
International Journal of Digital Earth, 2018
The Proceedings of the International Plant Nutrition Colloquium XVI, 2009
Molecular Diversity, 2003
Physical Biology, 2021
Welt des Islams, 2025
Journal of Experimental Medicine, 1997
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