Bolskan, 20 (2003), pp. 131-140
ISSN: 0214-4999
El santuario romano de
las aguas de Fortuna (Murcia)
Alejandro Egea - Laura Arias - Gonzalo Matilla - Juan Gallardo*
RESUMEN
En 1990 se iniciaron los trabajos arqueológicos
en el yacimiento Baños Romanos, situado a 4 kilómetros al norte de la actual localidad de Fortuna
(Murcia), a pocos metros del moderno balneario.
Desde esa fecha hasta 1999 la excavación se centró
en unas estructuras de habitación que fueron interpretadas como los restos de una hospedería asociada
a los baños. En 1999 se trasladó la zona de excavación y se localizó el antiguo manantial de agua termal en época romana. Desde entonces, y tras cuatro
campañas de excavaciones (1999-2002), se han ido
descubriendo los restos de un espectacular edificio,
mitad tallado en la roca, mitad construido.
SUMMARY
In 1990 the archaeological works of the site
Baños Romanos, 4 kilometers to the north of the
current town of Fortuna (Murcia), only few meters
away from the modern spa, were started. From then
till 1999 the excavation was focused on some habitation structures, which were interpreted as the remains
of an hospice associated to the baths. In 1999 the
excavation area was moved and the ancient spring of
thermal waters from Roman times was located. Since
that moment, and after four excavation campaigns
(1999-2002), the remains of an spectacular construction, half carved in the rock, half built, have been discovered.
* Área de Historia Antigua. Universidad de Murcia. C/ Santo
Cristo, 1. 30001 Murcia / Instituto del Próximo Oriente Antiguo.
Universidad de Murcia. Edificio Universitario Saavedra Fajardo.
C/ Actor Isidoro Máiquez, 8. 30007 Murcia.
SITUACIÓN Y LOCALIZACIÓN
DEL YACIMIENTO
Fortuna, municipio situado a 26 km al noreste
de la ciudad de Murcia, cuenta con un importante
atractivo turístico, como es la existencia de un
manantial de aguas termales cuyas aguas están especialmente indicadas para tratar un amplio abanico de
enfermedades debido a su alto poder curativo. A partir de las excavaciones realizadas desde 1991 en el
paraje denominado Los Baños Moros, en la localidad
de Los Baños, frente a la entrada del actual balneario, podemos confirmar que estos manantiales fueron conocidos y utilizados desde la Antigüedad. Sin
lugar a dudas, las características de sus aguas y la
peculiaridad de la zona provocará que este municipio cuente con dos yacimientos arqueológicos de
primer orden: los denominados Cueva Negra y Baños Romanos (fig. 1).
La Cueva Negra, localizada 2 km al noroeste de
la actual población de Fortuna, se abre en una estribación de la sierra del Baño. Su denominación responde al típico hollín que cubre sus paredes, pero su
importancia se debe a las inscripciones parietales en
latín (tituli picti) que localizamos en su interior,
fechadas la mayoría de ellas en época altoimperial y
que documentan el culto a las Ninfas y otras divinidades romanas como Baco, Esculapio o Cibeles.
Por su parte, en los Baños Romanos, yacimiento localizado a 3 km al norte del centro urbano, se
encuentra un santuario de las aguas que constituye un
claro ejemplo de la monumentalidad y maestría de la
arquitectura romana.
Ambos enclaves distan entre sí tan solo unos
3 km, existiendo una antigua senda que los une y que
pasa a los pies de una necrópolis y un poblado ibéri-
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ALEJANDRO EGEA - LAURA ARIAS - GONZALO MATILLA - JUAN GALLARDO
da a 1,6 km al sur de Fortuna. Queda por tanto
demostrada la riqueza arqueológica del municipio en
cuestión.
ANTECEDENTES
Fig. 1. Localización de los yacimientos Cueva Negra y
Baños Romanos de Fortuna (Murcia).
cos, quedando patente la estrecha relación existente
entre los dos enclaves.
Además, se hallan algunos otros vestigios de la
cultura romana en el interior de este municipio, aunque conocidos tan solo en superficie, fruto de las labores de prospección extensiva. Estos son la Casa Roja
y La Fuente, ambos con una cronología altoimperial
(MATILLA y PELEGRÍN, 1987: 112, 113 y 121).
En el municipio de Fortuna queda igualmente
constatada la presencia de numerosas fases culturales
además de la romana. Encontramos los yacimientos
calcolíticos de Rambla Salada (JIMÉNEZ, 1987), taller
de sílex al aire libre, los enterramientos de la cueva del
Barranco de la Higuera (GARCÍA DEL TORO y LILLO,
1980; MATILLA y PELEGRÍN, 1987: 117-118) y el
Cabezo de la Mesa (CRESPO, 1947: 48-51; MATILLA y
PELEGRÍN, 1987: 110), documentado tan solo a nivel
superficial. Relativos a la fase ibérica conocemos el
Castillejo de los Baños (LILLO, 1981: 338, 345, 362,
371, 375, 378 y 387; GARCÍA CANO, 1982: 115-122;
PAGE, 1988: 114-118), localizado a escasos metros de
los Baños Romanos, y el Castillico de las Peñas
(CRESPO, 1948: 238-243; GARCÍA CANO, 1982: 123129; MATILLA y PELEGRÍN, 1987: 119). De época
medieval podemos mencionar la Torre Vieja o Castillo de los Moros (MATILLA y PELEGRÍN, 1987: 122124), fortificación de los siglos XII-XIII d. C. localiza-
Las labores arqueológicas en el yacimiento de
los Baños Romanos fueron iniciadas en 1991, motivadas esencialmente por el gran interés que despertaba el poder relacionar este enclave directamente con
la Cueva Negra, conocida y sometida a estudio desde la
década anterior.
La noticia de la aparición de epígrafes en caracteres latinos en las paredes de la Cueva Negra fue
conocida en 1979 y los trabajos de transcripción y
análisis de dichos textos dieron comienzo inmediatamente. Así, en marzo de 1981 se iniciaron las labores
de estudio de los tituli picti a manos de expertos epigrafistas, como los doctores M. Mayer, A. U. Stilow
e I. Velázquez, coordinados por el doctor González
Blanco. Con extrema paciencia y laboriosidad han
ido desvelando el contenido de los más de cuarenta
epígrafes localizados hasta el momento1.
Volviendo a las tareas de excavación de los
Baños romanos, estas se vienen realizando desde
1991 hasta 1999 bajo la dirección del Área de Historia Antigua de la Universidad de Murcia. Esta serie
de intervenciones quedaban centradas principalmente en la recuperación de los restos hallados en el sector meridional del yacimiento, un edificio rectangular con once habitaciones en torno a un recinto que
se insinúa como patio central, con una cronología en
torno al siglo I d. C. El conjunto se completa con la
instalación de dos cisternas de planta ovalada, seguramente utilizadas para el almacenamiento de agua
potable o como balsas de riego. Hasta el momento
había sido interpretado como lugar de alojamiento
de las personas que acudían a los baños de época
romana2, aunque tras los análisis cerámicos y las
características propias del edificio se puede plantear
una finalidad diversa, ya sea como lugar de almace-
1
La bibliografía sobre la Cueva Negra es abundante, por lo
que se puede ampliar en GONZÁLEZ BLANCO et alii (1992, 1997,
1979, 1989, 1994) y GONZÁLEZ BLANCO (1987b).
2
Entre los trabajos que recogen las intervenciones arqueológicas que se han desarrollado desde 1990 en la denominada hospedería de los Baños Romanos de Fortuna podríamos citar:
RAHTZ, WATTS, AMANTE y GONZÁLEZ (1996); GONZÁLEZ BLANCO
et alii (1996b); GONZÁLEZ BLANCO y AMANTE (1997, 1998 y
1999), y GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, MATILLA y FERNÁNDEZ (1996).
EL SANTUARIO ROMANO DE LAS AGUAS DE FORTUNA (MURCIA)
namiento o como zona de servicio para el mantenimiento del conjunto sagrado que se abre a escasos
metros.
En 1999, ante la ausencia de estructuras que permitieran constatar la existencia de un balneario o
conjunto termal romano en la zona excavada, y con la
intención de delimitar los límites reales del yacimiento, se decidió el traslado del área de excavación
hacia la zona más septentrional del yacimiento. Afortunadamente se obtuvieron los resultados esperados
que a continuación describiremos detenidamente.
De esta manera quedaban abiertas dos áreas de
excavación diferenciadas, las denominadas zona hospedería, anteriormente descrita, y la inicialmente
denominada como zona ninfeo, en la que centraremos
más minuciosamente nuestra atención.
Fruto de las labores de investigación desarrolladas en torno a los dos complejos, la Cueva Negra y
los Baños Romanos, ha sido la publicación de dos
monografías (GONZÁLEZ BLANCO, 1987a; GONZALEZ
BLANCO et alii, 1996a) dedicadas en exclusiva al análisis de todos los aspectos que rodean a ambos yacimientos: epigráficos, numismáticos, arqueológicos,
cronológicos, geológicos, ambientales… y la preparación de un tercer volumen de esta serie, que recoge
las últimas novedades, principalmente arqueológicas,
de los enclaves en cuestión.
CARACTERÍSTICAS MORFOLÓGICAS
DEL COMPLEJO RELIGIOSO
La serie de campañas arqueológicas acometidas
desde 1999 nos ha permitido constatar la existencia
de un manantial de aguas termales que adquiere un
realce tremendamente singular debido a la monumentalidad de las obras de tallado y edificación que
se proyectaron en torno a él. Los datos que aportan la
cerámica, la numismática y el estudio de las técnicas
constructivas coinciden en que estas labores tuvieron
lugar en época augústea, mientras que el momento de
uso más intenso se alargó durante todo el siglo I d. C.
Aunque las excavaciones todavía pueden aportar sorpresas, lo hasta ahora aparecido nos permite
estructurar el complejo en tres niveles o terrazas.
Todos se sitúan en la falda oriental de la sierra, si bien
cada una de estas terrazas va descendiendo en altura
conforme nos alejamos del monte. Los dos primeros
niveles están prácticamente excavados por completo.
Del tercero aún queda bastante por descubrir pero
creemos que pudo funcionar como describimos a
continuación.
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Primer nivel. Nacimiento 2
De una fractura del monte ubicada en la terraza
superior brotaría un caudal de agua termal. Este caudal sería encauzado mediante la construcción de una
canalización de opus signinum, parcialmente conservada. Este specus bordeaba la capilla lateral existente en el lado septentrional de la terraza inmediatamente inferior. A falta discernir el modo, el agua
llegaría a una serie de balsas que aún está por delimitar. Todo este nivel superior debía quedar oculto tras
la cubierta de la cabecera del santuario.
Segundo nivel. Nacimiento 1
y cabecera tripartita (fig. 2)
Este nivel aparece estructurado mediante un
hemiciclo prácticamente perfecto compuesto por una
serie de gradas talladas en la roca situadas alrededor
de la fractura de la que nacía el agua. En torno a este
eje quedaba organizado todo el edificio, funcionando
como auténtico ábside del conjunto. A ambos lados
de la exedra semicircular se abren sendas capillas
rectangulares igualmente talladas en la roca. Estas
aparecen recrecidas mediante grandes sillares trabajados, empleando la técnica del opus quadratum en
aquellas zonas donde ha sido necesario elevar la altura propia de la roca. En los lugares donde no se han
conservado dichos sillares, debido al expolio propio
que sufren estos monumentos para reaprovechamiento de estos materiales de primera calidad, podemos
observar perfectamente la caja tallada donde irían
encajados los mismos. El uso de dicha técnica constructiva mediante sillares escuadrados, el llamado
opus quadratum, se constata allí donde la cota descendente de la ladera no era lo suficientemente elevada para realizar el alzado necesario. Un ejemplo de
ello es el muro que sirve como cierre perimetral del
edificio por su lado sur, cuyos sillares poseen unas
dimensiones realmente considerables, alcanzando
algunos de ellos una longitud de 1,75 m, por 0,7 de altura y 0,65 de anchura. El ingente trabajo de talla de la
propia ladera oriental de la sierra del Baño, donde
surgía el agua termal, combinada con el uso del opus
quadratum, confirma el claro proceso de monumentalización al que fue sometido y dota al edificio de la
solemnidad propia de la arquitectura pública y religiosa romana.
Tal complejo necesitaba un frente y acceso no
menos espectacular. Este estaría compuesto por un
pórtico que aparece en parte desplomado sobre la
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Fig. 2. Santuario romano de las aguas de Fortuna. Cabecera tripartita. Vista general.
superficie inmediatamente anterior al edificio. Parece
ser que estaría formado por una serie de arcadas sustentadas sobre anchos pilares de piedra maciza, a
tenor de los restos constatados. Hasta el momento ha
podido ser documentada la existencia de al menos un
arco de grandes dimensiones que quedaría emplazado frente a la estancia o capilla sur del monumento,
debido al hallazgo del derrumbe de las dovelas que lo
componían. Junto a las dovelas, en la campaña de
2002 se ha localizado un sillar de 1,38 m de longitud,
0,85 de anchura y 0,50 de altura, que parece conformar la base de uno de los pilares de sustentación de
dicha arcada. Junto al citado derrumbe se ha constatado además un sillar de grandes dimensiones, unos
3 m de longitud, 0,62 de anchura y 0,42 de altura, que
por su disposición en la caída y la peculiaridad de sus
proporciones nos hace pensar que pudiera tratarse de
un dintel que conformara la entrada al conjunto en
combinación con el arco, a modo de los accesos propios de los teatros romanos (aditus). Este pórtico
dividiría el sector sacro del resto del conjunto balnear, la parte profana, además de aparecer algo elevado en altura al asentarse sobre un podium también
trabajado en la roca, accediéndose al interior del
complejo mediante una pequeña escalinata igualmen-
te tallada compuesta de tres escalones, lo que conferiría una mayor solemnidad al edificio.
Por su parte, el ábside queda dividido en dos por
la fractura donde nacía el agua, que en algunos puntos llega a superar el metro de anchura y cuya profundidad aún es desconocida. Esta fractura es salvada mediante una losa de 2 m de longitud por 1,10 de
anchura, que sirve de paso entre sendos laterales de la
exedra. Bajo la losa discurriría el agua, quizás hasta
llegar a una gran piscina o estanque sagrado situado
en posición central de todo el espacio o área de excavación.
Tercer nivel. Área de balsas
Tan solo conocemos de esta zona inferior, donde
desembocarían las aguas, una salida de una canalización que aparece perfectamente alineada con el
manantial, que finaliza en un espacio rectangular a
modo de balsa. Sin embargo, gracias a un plano de
1868 que recogía la topografía de la zona, se insinúan
para todo este sector una serie de estructuras cuadrangulares a modo de balsas, que aún están por descubrir (fig. 3).
EL SANTUARIO ROMANO DE LAS AGUAS DE FORTUNA (MURCIA)
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Fig. 3. Plano del santuario romano de las aguas de Fortuna. Área de balsas y cabecera tripartita.
El programa ornamental
Acerca del programa ornamental propio de este
edificio, poco es lo que sabemos. Han aparecido,
fuera de contexto, tres fragmentos de molduras con
decoración en bandas y ovas que quizás formaron
parte de la decoración interior del edificio al estar
realizadas en estuco. La longitud de los fragmentos
conservados es de 16,2, 11,1 y 17,1 cm respectivamente. Encontramos igualmente una placa de mármol trabajada, que parece pertenecer a un revestimiento parietal, al presentar una superficie alisada al
exterior y una terminación en cuarto de círculo en su
parte superior. La escasez de elementos hallados se
debe especialmente a que la zona estuvo a la vista
hasta el siglo XVII, por lo que el proceso de expoliación al que ha sido sometido fue sin duda muy grave.
Algún dato más se puede añadir precisamente si
analizamos las improntas dejadas por algunos elementos hoy desaparecidos. Así, es de señalar la presencia de una serie de seis orificios, de unos 2 cm de
diámetro, ubicados en un lateral del cierre de la exedra. Están dispuestos en línea, con una distancia entre
ellos que varía, siendo la separación, a partir del primero, de 15, 14, 13, 12 y 13 cm. Cuatro de ellos con-
servan restos de las grapas de metal que contenían.
Tal evidencia nos permite aventurar la existencia de
un pretil o cancel que aislara el ábside del resto de la
plataforma del santuario. Se trata, sin duda, de delimitar físicamente el sancta sanctorum del complejo
religioso, el lugar donde reside la divinidad, allí
donde surge el manantial, el punto de unión entre el
mundo subterráneo y la superficie.
EL SANTUARIO DE LAS AGUAS
La búsqueda de paralelos no es sencilla. Para
Hispania son pocos, prácticamente ninguno, los yacimientos comparables. La sacralización de la fuente
natural termal está muy extendida por todos los balnearios; sin embargo, la monumentalización que sufre
el balneario romano de Fortuna, con la planificación
de un recinto sagrado completo que culmina en una
cabecera tripartita, con ábside axial y capillas rectangulares laterales, es realmente único en España.
Las características propias del edificio en cuestión, comparable tipológicamente a los ejemplos norteafricanos de Djebel Oust (AUPERT, 1991; DUVAL,
1971; FENDRI, 1965) o Zaghouan (RAKOB, 1969-1970
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y 1974), nos permitirían afirmar con cierta holgura el
carácter sacro de este recinto. Además, su perfecta
integración en la naturaleza, conseguida mediante el
trabajo de talla en la propia ladera del monte y la
recreación escenográfica obtenida a través del constante flujo de agua alrededor de este edificio, crea un
ambiente inigualable, a modo de locus amœnus, que
con toda seguridad va ligado al carácter sacro del edificio. Pero poseemos otras evidencias dignas de ser
destacadas, como son las evidencias de la realización
de ofrendas en este lugar.
Ante la aparición de un particular depósito
monetal, procedente del interior de la grieta del
manantial y de la canalización que arrancaba desde
esta, solo cabía una explicación: que estas monedas
fueran arrojadas al interior del manantial como ofrendas a las divinidades tutelares de este santuario y
como manifestación de gratitud de los enfermos que
acudían a estos lugares por el poder curativo de sus
aguas. Esta práctica aparece documentada en numerosas ocasiones (ABAD, 1992; DÍEZ DE VELASCO,
1997 y 1998: 24), resultando una costumbre tan antigua como la existencia de la propia moneda.
Junto a las ofrendas monetales (stipes iacere)
encontramos además la dedicación de algún ara que
cumpliría la misma finalidad. Hasta el momento han
aparecido dos fragmentos correspondientes a dos
aras diferentes. De una de ellas se conserva la parte
superior, que conforma un rectángulo de 24 cm de
ancho y 22 de largo. En su centro se puede observar
un pequeño orificio circular de 7 cm de diámetro,
destinado a las ofrendas y libaciones. Respecto a la
segunda ara aparecida, conservamos en este caso su
parte inferior, hasta una altura aproximada de 21 cm.
La parte inferior se compone de un zócalo de 6,4 cm, sobre el que se desarrolla el cuerpo del ara.
Pero lo que realmente resulta un caso excepcional y que encontramos en el ejemplo de los Baños
Romanos de Fortuna son los exvotos puramente epigráficos, constatados en la Cueva Negra. Entre los
tituli pintados sobre las paredes de esta cueva encontramos alusiones a este tipo de prácticas, debiendo
ser considerado el escrito como un exvoto en sí
mismo. El texto más significativo, y que no deja
lugar a dudas acerca del carácter de algunos de los
poemas que aquí encontramos, es el siguiente: «fvit
Ti C Qvintinvs / vbi venis infestvs et docilis et mobilis / Nymphæ qvem vos qvoqve paventes hæc me fei
/ Martina vocatur hic me s[ana]sti. VI K April»3.
3
«Estuvo T. C. Quintino. Donde vienes contrariado (enfer-
Hemos visto la fácil comunicación existente
entre ambos enclaves, distando entre sí tan solo unos
3 km a través de una senda que discurre a los pies de
la sierra del Baño, por lo que la posibilidad de que el
enfermo, una vez sanado, se acercara a este santuario
natural a agradecer a los dioses su final recuperación
mediante unos versos y dejar testimonio de su presencia allí no resulta nada peregrina.
Analizando estas evidencias materiales y teniendo en cuenta las creencias curativas de las aguas,
dotándolas de cierto carácter milagroso, no resulta
nada extraño que nos encontremos ante un auténtico
santuario de carácter salutífero al que accedían los
fieles para estar más cerca de la divinidad y aprovechar las cualidades sobrenaturales de las aguas.
FORTUNA ¿UNO O DOS SANTUARIOS?
Antes de finalizar creemos imprescindible poder
relacionar entre sí los tres enclaves que hemos analizado a lo largo de este artículo: el santuario de las aguas,
la denominada hospedería y la Cueva Negra.
El descubrimiento en 1980 de la Cueva Negra
supuso un avance científico en diversos planos. En
cuanto al progreso de la ciencia histórica general se
refiere, la aparición de sus tituli picti convertía al
yacimiento en un unicum para todo el Mediterráneo
romano. A escala local, conllevaba el hallazgo de los
orígenes más remotos de un pueblo, de una comarca,
que ha derivado en la celebración de unas fiestas,
Sodales Romanos, que anualmente hacen honor y
recuerdan a los otrora visitantes de la cueva.
El carácter de santuario de esta es innegable.
Los poblados ibéricos que existen en las proximidades la eligieron como lugar sagrado. Para los íberos,
el escoger una cueva como santuario era algo habitual (TARRADELL, 1973; APARICIO, 1976).
Con la llegada de los romanos, ese carácter del
culto ciertamente naturalista que albergaba la cueva
durante época ibérica no fue, ni mucho menos, despreciado. El agua de sus fuentes, las oquedades de
sus paredes, sus dimensiones y su ubicación, fueron
algunos de los factores que determinaron que se prosiguieran las actividades cultuales en la cueva durante prácticamente toda la época romana.
mo), dócil y voluble. Ninfas, vosotras que favorecéis a cualquiera,
también a mí me lo habéis hecho. Se llama Martina, a mí me sanaste (?). El 27 de marzo» (VELÁZQUEZ y ESPIGARES, 1996: 471 y 472,
inscripción n.º 31).
EL SANTUARIO ROMANO DE LAS AGUAS DE FORTUNA (MURCIA)
El discernir sobre la divinidad tutelar de la
cueva es algo complejo. Las alusiones a las Ninfas,
Esculapio, Baco, Phrygia Numina y otras posibles
asociaciones impiden el concretar con exactitud.
La aparición del agua como elemento sanador
en los textos es fundamental. Tanto es así que Díez de
Velasco, en su catálogo de santuarios de las aguas
hispanos y africanos, citaba a la Cueva Negra como
único caso probable para Hispania (DÍEZ DE VELASCO, 1998: 31-33). Sin embargo, los manantiales del
interior de la cueva no son termales, sino fríos. Este
dato planteaba un cierto inconveniente para la interpretación de la cueva como uno de estos santuarios,
sugiriéndose así una asociación Cueva Negra –
Baños de Fortuna. Los baños termales estarían en el
llano, mientras que el santuario, la morada de los dioses que propiciaban las curaciones quedaba ubicada a
3 km de donde manaba el agua sanadora.
Sin embargo, esta distancia, aunque escasa,
debía ser un inconveniente para los fervorosos clientes que acudían al balneario. No hay que obviar que
en los balnearios, y más aún en los santuarios de las
aguas, la clientela constaba mayoritariamente de
enfermos, personas en una situación límite, impedidos físicos o psíquicos.
Aunque la interrelación entre ambos puntos es
manifiesta, los 3 km que separan ambos yacimientos
solo pudieron ser recorridos por una mínima parte de
los usuarios del balneario. No puede ser considerado
como habitual y común el hecho de que aquellos que
hacían uso del balneario decidieran acercarse al santuario cercano de la Cueva Negra a dar gracias a las
divinidades que allí moraban.
La atracción que ejerció la cueva incitó a los
investigadores a tantear el horizonte arqueológico en
el entorno del balneario. En los Baños de Fortuna, las
excavaciones que durante la década de los noventa se
llevaron a cabo en las cercanías de los Baños Moros
no fueron concluyentes. Sin embargo, los restos aparecidos un poco más al norte de la probable hospedería certificaron la presencia de sendos manantiales
termales aprovechados en época romana.
Las estructuras talladas en torno a los manantiales reproducen con plena exactitud una cabecera
tripartita, en el centro una exedra a modo de ábside
y en los laterales sendas capillas rectangulares. Esta
manera en la que se remodela el entorno del nacimiento termal no es extraña en los santuarios de las
aguas. Frente a la monotonía de las plantas de los
balnearios y termas, las de estos santuarios presentan una variedad que radica en el respeto y acomodo al paraje natural en el que el agua brota, lugar en
137
el que se produce una auténtica manifestación física
de las fuerzas sobrenaturales (DÍEZ DE VELASCO ,
1998: 28). Este carácter sagrado del lugar hizo que
los arquitectos romanos tomaran como modelo los
edificios de índole religiosa y no los civiles. La
adaptación a la topografía y el valor simbólico y
destacado que adquiere la cabecera tripartita son las
características principales y comunes de este tipo de
santuarios.
Pero, además de la planta, los exvotos ofrecidos
a las aguas, monedas y aras básicamente, certifican
que el edificio localizado junto al antiguo balneario
de los siglos XVII-XVIII responde en realidad a la parte
sacra de este tipo de complejos.
En cuanto a la convivencia de ambos santuarios,
uno de los tituli de la Cueva Negra puede aportar algo
de luz: «Los ríos […] fluyen hacia el descanso y el
placer. Yo, compañero bien dispuesto, me he alejado».
Los ríos que fluyen hacia el descanso pueden ser
entendidos como los nacimientos termales que, una
vez encauzados, son conducidos a la parte de las termas donde los clientes del balneario disfrutaban de
las propiedades del agua. Sin embargo, este visitante
del santuario termal no ha optado por el placer y el ocio
sino que ha preferido visitar otro santuario cercano,
menos accesible y alejado del mundanal ruido.
Finalmente, la relación entre la hospedería y el
santuario de las aguas queda confirmada tanto por la
cercanía de ambas, a escasos 100 m una de otra,
como por la posesión de una cronología coincidente,
con una prosperidad de ambos centros entre principios del siglo I d. C. y mediados del siglo I, momento en el que comienza un periodo de declive de las
estructuras. Si bien las inscripciones de la Cueva
Negra poseen un abanico cronológico más amplio,
debido a la menor posibilidad de concreción de la
datación mediante el análisis paleográfico, único
método susceptible de ser utilizado en dicho emplazamiento al no haber aparecido ni estructuras ni
materiales asociados a él, el grueso de las inscripciones aparecen datadas en torno a los siglos I y II d. C.,
con algunos casos que podrían ser llevados hasta el
siglo III (STYLOW y MAYER, 1996).
A partir de este momento asistimos a un periodo
de declive generalizado en todo el levante peninsular.
Tal estancamiento económico ha sido constatado
tanto en torno a Carthago Nova (RUIZ VALDERAS,
1995: 179) como a Ilici (ABASCAL, 1989: 90), siendo
estos los núcleos urbanos más próximos a Fortuna y
de los que principalmente debía nutrirse el enclave;
esta recesión económica repercutiría en la vida del
santuario romano de Fortuna.
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ALEJANDRO EGEA - LAURA ARIAS - GONZALO MATILLA - JUAN GALLARDO
Visto lo cual podemos afirmar con rotundidad que
Fortuna cuenta con dos santuarios romanos. Aunque cercanos en el espacio y con una cronología coetánea, cada uno de ellos poseía unas características
propias. Dichos caracteres particulares son consecuencia de la diversa etapa histórica en la que se vieron gestados. Mientras que la Cueva Negra tuvo su
origen al menos en época ibérica, por su parte la edificación del santuario de las aguas de Los Baños fue
emprendida en torno al cambio de era. El primero de
ellos bebe de un indigenismo claro bastante más naturalista. El segundo, aunque adaptándose a la topografía previa, es en suma una obra realizada por romanos,
en pleno siglo I d. C. El tallado del monte y la elevación de pórticos, bóvedas y muros de sillería era algo
habitual para los arquitectos de la época y de la región. No hay que olvidar que, de manera paralela y al
mismo tiempo, se están levantando en Carthago Nova
importantes edificaciones, prácticamente remodelando de raíz toda la ciudad.
DE SANTUARIO ROMANO
A BASURERO CONTEMPORÁNEO
Pese a que a lo largo de este artículo hayamos
centrado nuestra atención especialmente en las instalaciones creadas en torno al manantial de aguas termales en época romana, la vida del yacimiento en
cuestión es muy larga: llega a ser aprovechado hasta
el siglo XIX.
Con toda probabilidad el nacimiento de aguas
termales debió de ser utilizado en épocas anteriores a
su monumentalización en época romana. De hecho,
a escasos 500 m del manantial encontramos restos de
un asentamiento ibérico datado entre los siglos V-IV
a. C., el denominado Castillejo de los Baños, que
podía hacer uso de esta agua tanto con fines salutíferos como cultuales o simplemente agrarios.
Pero el proceso de monumentalización que sufre
el manantial termal tendrá lugar en época augústea,
momento en que se creó entonces el complejo que
analizamos. A lo largo de todo el siglo I d. C. el establecimiento termal sufrirá el mayor periodo de auge,
y su actividad pervivirá hasta mediados del siglo II d. C.
A partir de este momento comienza una etapa de
declive a lo largo de la cual el complejo realizado
sufrirá un proceso de progresivo abandono.
Si atendemos a los contextos materiales, desde
época ibérica hasta el siglo XIX no se puede hablar de
discontinuidad, al estar representados todos los periodos aunque con un número muy escaso de ejempla-
res. El aprovechamiento del agua termal será probablemente una constante, pero será un uso más bien
residual sin una actividad destacada desde el siglo
I d. C. hasta su recuperación en el siglo XVII.
El área volverá a gozar de cierta actividad en
época islámica, ya que a lo largo del siglo XII serán
construidas una serie de balsas en torno al manantial
de aguas, y las estructuras creadas en época romana
volverán a ser aprovechadas; sabemos que todavía
permanecen gran parte en pie, aunque quizás sean
destinadas más a un fin agrícola que balnear.
El siguiente momento álgido que vivirá el establecimiento será ya en el siglo XVII, momento representado en todas las zonas excavadas y con una
riqueza destacada de materiales y estructuras.
En el siglo XVII el yacimiento vuelve a ser ocupado totalmente y se construyen nuevas estructuras
en torno al manantial de aguas directamente sobre los
niveles romanos, con lo que queda, ahora sí, amortizado totalmente. Las balsas y canalizaciones de
época romana serán reparadas y recrecidas para su
óptimo uso, y se procederá a la limpieza del manantial romano y de la canalización que parte del mismo.
Serán construidas en torno al nacimiento de agua una
serie de terrazas, prolongación de las gradas de la
exedra, que no tendrán otro fin que crear una nueva
superficie horizontal propicia para la construcción
sobre estas de una serie de estructuras de habitación
cercanas a los baños, destinadas al disfrute de las
aguas de carácter salutífero.
En un momento indeterminado del siglo XVIII el
manantial romano se secó o dejó de ser lo suficientemente cuantioso como para abastecer a tan floreciente negocio. El caso es que, ya en 1804, conocemos
que el estado de los Baños de Fortuna era lamentable,
situación que culmina en 1839 cuando el manantial
se seca para siempre. A partir de esta fecha se inicia
la construcción del balneario, justo en el lugar que
ocupa hoy día. Con la construcción del moderno balneario esta zona queda casi abandonada, si bien en
1864 aún se conservaban veintiséis casitas antiguas
en muy mal estado y una capilla, cuyos restos se contemplan todavía al norte del área de excavación santuario y nacimiento. Durante estos momentos de
finales de siglo XIX, toda esta superficie era la destinada a alojar a los visitantes más pobres y humildes
que bajaban al balneario a tomar los baños. A principios del siglo XX las referencias al uso y explotación
de esta parte del balneario desaparecen por lo que se
supone un abandono total.
Sin interés para los vecinos de los alrededores, la
gran vaguada que conformaba la fractura del viejo
EL SANTUARIO ROMANO DE LAS AGUAS DE FORTUNA (MURCIA)
139
Fig. 4. Mapa conceptual que resume las distintas fases y periodos del yacimiento Baños Romanos de Fortuna.
nacimiento y la exedra se colmataron con enormes
bolsadas de escombros mezclados con materiales contemporáneos desde la superficie del yacimiento hasta
la canalización romana principal. La colmatación fue
de tal calibre que, en 1999, momento en el que decidimos la intervención en este sector, toda la superficie
aparecía perfectamente horizontalizada, siendo imposible adivinar el espectacular complejo monumental
romano que se escondía en el subsuelo (fig. 4).
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