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Sindicalismo y 15M
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Sindicalismo y 15M

2013, (La democracia del futuro: Del 15M a la emergencia de una sociedad civil viva) Icaria

El movimiento 15-M hace evidente la existencia de una juventud que no es que no se movilice, sino que no siempre lo hace a través de los cauces tradicionales ni en el seno de las organizaciones clásicas. El 15-M, en línea con los nuevos movimientos sociales, se organiza al margen de las organizaciones tradicionales como partidos y sindicatos. Éstos últimos han sido identificados en el movimiento quincemayista como parte de una estructura de poder que podemos calificar como bipartidista y bisindical. “Los políticos nos mienten, los sindicatos nos venden, los medios nos engañan” decía una pancarta en Sol. A los sindicatos mayoritarios, como a los partidos más votados,se les ha aplicado el lema de “no nos representan”.

Sindicalismo y 15-M Ángel Calle Collado y José Candón Mena El movimiento 15-M hace evidente la existencia de una juventud que no es que no se movilice, sino que no siempre lo hace a través de los cauces tradicionales ni en el seno de las organizaciones clásicas. El 15-M, en línea con los nuevos movimientos sociales, se organiza al margen de las organizaciones tradicionales como partidos y sindicatos. Éstos últimos han sido identificados en el movimiento quincemayista como parte de una estructura de poder que podemos calificar como bipartidista y bisindical. “Los políticos nos mienten, los sindicatos nos venden, los medios nos engañan” decía una pancarta en Sol. A los sindicatos mayoritarios, como a los partidos más votados, se les ha aplicado el lema de “no nos representan”. Desde luego el 15-M se muestra inequívocamente contra el sindicalismo de gestión1. Miguel, del grupo de discusión de Madrid, comenta como “el 19J coinciden muchos discursos y al final todo el mundo va contento. Unos van contra el Pacto del Euro., otras van por la Huelga General indefinida y... contra los sindicatos traidores...” Según Antonio de Sevilla “no vas a pegarle un bocado a la mano que te da de comer [...] ese fue el declive de los sindicatos, hacer que no fueran abiertos y horizontales como empezaron siendo sino que con la subvención, te doy un centro, te doy un dinerito y ya vas cortándote, porque si haces cosas en contra de esa mano que te da de comer...” Para Rubén, del grupo de Barcelona “está el tema de los sindicados, que hay muchas luchas y que estamos muy hartos, pero si no con los sindicados sí con el colectivo de trabajadores, es muy importante”. En el 15-M se produce un choque frontal entre una juventud que apuesta por la participación y la diversidad y unos sindicatos con referencias cerradas y estructuras jerárquicas. Según Ana, activista cordobesa “los sindicatos que aunque sean asamblearios, al final la mayoría levanta la mano y para nada se tienen en cuenta a las minorías. Y esa es la forma de funcionar y son organizaciones para nada llamativas para la gente joven, obsoletas” Roberto piensa que “está súper desprestigiado el sindicato... a nivel de imagen ¿no? Por ejemplo, en las últimas actuaciones de los sindicatos muy pocos jóvenes se pueden... a niveles... a niveles grandes ¿no? A niveles de estructura ¿cómo un joven va a apoyar que si no estamos haciendo el mercado de trabajo, eh... firme un sindicato que vamos a trabajar dos años más, si ni siquiera estamos trabajando en el mercado laboral?. Y eso a un joven le va a crear contradicción. Es lo visible que se ve de sindicatos, no se ven las otras partes, las otras luchas, las luchas más locales no creo que sean tan visibles”. No obstante el declarado asindicalismo del movimiento 15-M ha sido confundido con un antisindicalismo que el tiempo ha mostrado inexistente o marginal. Es cierto que la misma 1 Un análisis sobre esta oposición entre “sindicalismos”, que cobra plena actualidad, puede verse en el artículo de Cortavitarte, “El movimiento obrero en el Estado español: entre el corporatismo y las alternativas transformadoras”, publicado en el año 2000 en el libro de Grau e Ibarra (coord.), Anuario de movimientos sociales. Una mirada sobre la red, n.1, Barcelona, Icaria/Betiko Fundazioa. inclusividad que ha hecho posible el éxito del 15-M ha propiciado la participación de una minoría populista y reaccionaria que ha mostrado su animadversión no solo hacia el sindicalismo, sino también hacia las reclamaciones de justicia social más allá de una mera renovación del sistema político liberal. Pero la mayoría del movimiento lo que ha evitado es la identificación con siglas políticas o sindicales que incidan en las diferencias y, a lo sumo, no siempre ha sabido distinguir entre la burocracia sindical pactista, consensual y gestionaria y las bases sindicales de las organizaciones mayoritarias o el sindicalismo combativo y coherente con los principios del movimiento. Incluso sabiendo diferenciarlos ha sido difícil la enunciación pública de una crítica al papel de los sindicatos mayoritarios acompañada de un respeto por el sindicalismo, ya que el discurso mediático impone unos clarooscuros difíciles de matizar. De hecho el movimiento pronto ha confluido con luchas sindicales clásicas, apoyando –aunque de forma crítica– movilizaciones obreras como la huelga general, admirando incluso las formas más reivindicativas de lucha sindical, como la de los mineros, y, sobre todo, contaminando luchas laborales como las mareas por la educación y la sanidad que, renunciando a banderas y estructuras jerárquicas, han tomado muchos de los rasgos del movimiento. En cuanto al sindicalismo, aparte del desprestigio de las cúpulas de organizaciones como CC.OO. o UGT que explicaría por si mismo el rechazo del movimiento, podemos hablar de una crisis general de esta forma de organización como vía de participación para muchos jóvenes que, a pesar de sufrir la precariedad y movilizarse por motivos económicos y laborales, no encuentran en los sindicatos un espacio de implicación. Los cambios estructurales del sistema capitalista posfordista y el cambio cultural de la posmodernidad podrían explicar la dificultad del sindicalismo para arraigar en una juventud que sin embargo se encuentra cada vez más precarizada. En cuanto a la estructura productiva, esta ha cambiado mucho desde que en el siglo XIX arraigaran los sindicatos al calor de las primeras industrias y la incipiente proletarización. La gran fábrica fordista como referente del capitalismo industrial del siglo XX no ha dejado de existir, pero en el contexto occidental ha perdido notable peso a raíz de las deslocalizaciones y se ha transformado profundamente. Hoy vivimos en una economía basada en el sector servicios que ha desplazado a la industria como eje motor de la economía con el mismo ímpetu con que ésta desplazó a la agricultura y las actividades extractivas tras la revolución industrial. Surgen nuevas fábricas “cognitivas” como las plataformas de telemárketing que concentran al nuevo proletariado informacional pero, en general, se impone el modelo de empresa red con una mano de obra dispersa y una escasa concentración de la misma. Y es que el capitalismo ha aprendido que su fuerza era su debilidad y que las ventajas competitivas de la concentración y la economía de escala favorecieron el surgimiento del movimiento obrero que le hizo frente. La solidaridad y la conciencia de clase explotada brotaron del diálogo, el encuentro y la convivencia de miles de obreros en el espacio de la gran fábrica fordista. La uniformidad del proletariado y su concentración hicieron posible el paso del descontento a la movilización. Esta incidencia de la estructura productiva en la capacidad de lucha del sindicalismo es aún evidente, como mostraron las últimas huelgas generales en el estado español. No es casual que el mayor seguimiento de ambas huelgas, casi total, se produjera en el sector de la automoción, símbolo supremo del fordismo, seguido del sector industrial en general aunque especialmente en las grandes empresas y polígonos. Tampoco que precisamente en los servicios y el comercio, sectores protagonistas de la economía posfordista, la incidencia de las huelgas fuera más bien escasa. El capitalismo ha aprendido a minar las bases de la resistencia. El sector textil, pionero en la mecanización con la introducción decimonómica del telar a vapor, ha sido pionero también en su estrategia de dispersión de la producción de modo que ha realizado un camino de ida y vuelta desde la producción artesana descentralizada a la gran fábrica textil y de ésta de nuevo a la descentralización productiva coordinada en red. El ejemplo de Inditex, que basa su producción en la deslocalización al tercer mundo y en la red de trabajadoras formalmente autónomas y dispersas por todo el territorio gallego2 es tan ilustrativo como el abandono del polígono Hytasa en Sevilla tras la total desaparición de su actividad textil primigenia. Los cambios en la organización del trabajo industrial y su aplicación al sector terciario han dado lugar a una mano de obra cada vez más heterogénea y segmentada. El menor tamaño de las empresas disgrega la mano de obra limitando el tamaño de la comunidad en los centros de trabajo; la precarización, la temporalidad y la constante rotación de los trabajadores dificulta la identificación del obrero con un grupo estable de referencia; las políticas de incentivos individuales, el ascenso por méritos o las escalas salariales diferenciadas limitan la solidaridad grupal y promueven el individualismo; la subcontratación y el modelo de franquicias difuminan la responsabilidad empresarial y la globalización sortea el marco de referencia nacional de las legislaciones sociales y laborales. Todas estas tendencias disgregan, estratifican y limitan el sentimiento de pertenencia al grupo y de solidaridad característico de las comunidades obreras en las que arraigó el sindicalismo a la vez que encubren y diseminan el poder al que se enfrentan los sindicatos, cuya culminación representa hoy la fantasmal figura de “el mercado”. Esta “modernidad líquida” supone la ruptura de los vínculos e intereses ligados al mundo del trabajo. Como afirma la activista catalana Ada: “está claro que la esfera de trabajo se ha roto y ya no es comparable en absoluto (a) como se configuró el mundo del trabajo y todavía no se ha generado un discurso que realmente explique qué es lo que realmente está ocurriendo” Pedro, de Madrid, constata también como “el período de rotación de los puestos de trabajo, los días y todo eso, cada vez son más cortos, cada vez son menos días los que se dura...” dificulta la vinculación en torno al mundo laboral. Frente a ello considera que el espacio de reproducción “al tener esa estabilidad, permite un trabajo de organización que si vas a los centros de trabajo, cada vez es más difícil”. Continúa Pedro afirmando que “hoy por hoy eso es dificilísimo porque en un mismo centro de trabajo conviven gente de diferentes empresas, de diferentes convenios, de diferentes situaciones... entonces unir a la gente en una lucha es complicado, porque cada uno tiene intereses concretos diferentes... los mismos intereses generales pero en lo concreto son intereses diferentes” Frente a la desaparición de espacios de encuentro en los centros de trabajo Internet pase a ser el punto de reunión virtual de muchos jóvenes activistas. Como resume Riccardo del grupo de Barcelona: “este movimiento sucede porque varias personas aisladas pensando que están locas en sus casas porque ya no están conformes con nada, de repente gracias a la Red se dan cuenta de que no están solas” La acentuada precariedad y temporalidad laboral de la juventud protagonista del 15-M limita la utilidad del sindicato como herramienta de lucha. Por su parte, los graves problemas de vivienda dificultan la relación con el espacio de reproducción cotidiano de las luchas vecinales clásicas. Un movimiento vecinal envejecido muestra su dificultad para acoger a las nuevas generaciones y 2 Ver http://blogs.elpais.com/3500-millones/2012/08/las-mujeres-de-amancio-ortega.html renovar la combatividad que tuvo en otros tiempos (Castells, 1986). Como apunta Antonio (Sevilla) en tono sarcástico: “la asociación de vecinos tienen bingo y es muy importante” A pesar del intento de vinculación de la lucha social con los barrios que supuso la descentralicación del 15-M, tampoco es fácil para los jóvenes activistas la relación con las asociaciones de vecinos como ejemplo, junto a partidos y sindicatos, de organización clásica para la acción colectiva. Antonio lo constata al relatar como: “en mi asamblea estamos ahora con las asociaciones de vecinos [...], un mes y pico llevamos intentando reunirnos con las asociaciones y no conseguimos nada […] pero vamos, seguiremos intentándolo”. Ada manifiesta el interés del movimiento por “recuperar los barrios” pero constata que “los barrios se han roto completamente, ya no existen los barrios de antaño, nos hemos desterritorializado, nos han desterritorializado radicalmente con la precariedad laboral, la movilidad, la vivienda...” Quizás solo la Universidad se mantiene como espacio propicio para el activismo juvenil, aunque acarrea sus limitaciones tradicionales, como la rotación debida a la finalización de los estudios. Francis de DRY Sevilla señala en este sentido como ante la convocatoria de DRY para la manifestación del 15 de Mayo: “los movimientos sociales clásicos en Sevilla no se adhirieron, sólo el movimiento estudiantil” La juventud busca nuevos espacios de confluencia como los centros sociales urbanos, pero, sobre todo, encuentra en Internet un ágora de encuentro y participación. Ya el movimiento por la vivienda demostró la capacidad de la Red para conectar a miles de jóvenes que padeciendo el mismo problema no tenían un espacio de referencia en el que debatir y enmarcarlo colectivamente para poder dar una respuesta también colectiva al mismo. Algo similar ha ocurrido con el 15M. Ni la huelga general del 29 de septiembre ni el 1º de mayo justo anterior a las protestas lograron captar el profundo sentimiento de indignación que se haría evidente quince días más tarde. El 15-M fue la respuesta autoorganizada de la juventud frente a la incapacidad política, sindical o vecinal para promover una movilización a la altura de las circunstancias. En las redes sociales la “juventud sin futuro” se autoconvocó para exigir una “democracia real” al margen de las organizaciones clásicas de la izquierda. En este sentido Miguel, de Madrid, caracteriza al movimiento como “un desbordamiento generalizado de cualquier tipo de estructura, o sea, de todo el mundo que estaba previamente organizado” En la misma línea para Emmanuel, también del grupo madrileño, “realmente el 15-M lo que hace es desbordar completamente todos los marcos de referencia, incluidos los que tenían todos los sujetos organizados”, éstos “no leen la situación como una oportunidad”, “los que vienen de la izquierda tradicional se les escapa el asunto... y lo que muestra es el vacío político que hay previo” Internet es en cierto modo un espacio de socialización que reconstruye o sustituye las debilitadas comunidades tradicionales, como el barrio y el centro de trabajo. Los espacios físicos de producción y reproducción languidecen mientras el ciberespacio surge como un verdadero espacio de de socialización, una verdadera “comunidad sin proximidad” (Webber, 1963). La Red se convierte además en la infraestructura de organización y coordinación de movimientos que, al carecer de una fuerte identidad común y unas similares condiciones sociales como eran propias del movimiento obrero, se aglutinan en torno a grupos de afinidad informales y flexibles. La apropiación de las nuevas tecnologías por parte de movimientos como el 15-M dota a los activistas de una forma de organización horizontal, participativa y flexible acorde con sus intereses y necesidades y que contrasta con las estructuras más burocratizadas del sindicalismo. Según Simona, de Barcelona, “en Internet también se aprende que se puede ser pocos y ser eficientes. Partidos y sindicatos están anclados a estructuras que han quedado obsoletas después de Internet, de estructuras que no han comprendido la era digital”. También para Marta, activista de Madrid, “desde los movimientos sociales se aprovecha más Internet, como no lo hacen ni partidos ni sindicatos”. Incluso en el propio uso de la Red por parte del sindicalismo puede observarse, según Francis de Sevilla, una infrautilización de las nuevas herramientas. “Estuvimos en una reunión en Bruselas hace unas semanas y noté mucho la diferencia entre un antiguo movimiento social, sindicatos por ejemplo, organizados mediante listas de correo y las herramientas que tienen los nuevos. Ellos se planteaban los objetivos muy a largo plazo porque no saben moverse en los nuevo entornos”. Junto a los cambios en la estructura productiva y las deficiencias del modelo de organización sindical clásico para hacer frente a la nueva realidad del capitalismo posfordista, podemos señalar también una crisis de identidad de la clase obrera y del discurso obrerista. Resulta lógico que la variedad actual de la condición de clase mine a su vez la unidad de la conciencia de clase como era concebida en el pasado. El giro cultural posmoderno conllevará por tanto la construcción de nuevas identidades militantes. Cada vez son más difusos los contornos que definen a obreros, clases medias e incluso pequeños empresarios, sin que merme lo más mínimo la existencia de explotadores y explotados. Las apelaciones a la clase obrera resultan cada vez más confusas y por ello cada vez más la resistencia se nombre de manera difusa (la multitud, los indignados, el 99%). Para Francis (Sevilla): “el concepto de clase (es la) base de los movimientos tradicionales y a partir de ella se desarrolla una ideologia y en torno a ella una identidad a la cual se adhire la gente. Las personas tienen un elemnto volitivo y hay que preguntarles si se sienten clase. En la actualdidad la gente ya no se siente proletaria”. Marta (Madrid) comenta como “desde los espacios de comunicación como difusión en red, sí tenemos en cuenta usar términos que nos unan en vez de que nos enfrenten. Así que no decimos antisistema, ni de izquierdas o clase trabajadora, sino que hablamos de personas, del 99%, y de todo este imaginario que vamos construyendo”. El 15-M, a diferencia de los sindicatos, se esfuerza por hacer un llamamiento mucho más inclusivo que apele también a las nuevas figuras laborales que no se identifican con el imaginario clásico de la figura del obrero (autónomos, freelance, trabajadores cognitivos...). La indefinición del convocante y la inclusividad de los convocados es una estrategia intencional del movimiento que pretende eliminar barreras ideológicas para permitir la unidad de acción en torno a objetivos comunes. En este sentido Francis (Sevilla) afirma que “DRY mató al emisor. Por eso no levantaba barreras cognitivas contra el emisor, no había prejuicios previos. La gente no se fijó en quien lo decía, sino en qué decía, y fue capaz de identificarse con el mensaje”. Para Marta (Madrid) “hay miedo a definirse porque hay gente que ve que cada vez que nos definimos perdemos apoyo y que cuando nos definimos viene a colación toda nuestra cultura política anterior. Por eso se aludía el 99% en vez de llamarnos antisistema”. “Ha sido deliberadamente, este nuevo uso del lenguaje, para usar términos en el que todas nos sintiésemos cómodas”. Por ello el éxito de la cita no se debe solo a la potencialidad de las redes virtuales para suplantar los espacios de comunidad tradicionales acorralados por el posfordismo, se debe también a una renovación de los discursos e identidades capaces de aglutinar un descontento disperso en un espacio inclusivo de movilización en contraposición con el discurso autorreferencial de los sindicatos. Por ello Ada (Barcelona) afirma que aunque “se han hecho varios intentos pero... pues eso, «que la crisis la paguen los ricos», esos lemas un poco rituales han sido convocatorias fallidas, desde mi punto de vista, radicalmente autorreferenaciales demostrando una incapacidad de comunicar con el resto de la población total. Los estertores de un tipo de acción política que no tiene lugar, lo siento pero es así. Que no quiere decir que no hagan cosas con sentido en el día a día [...] pero desde luego no es el impulso de una acción transformadora en lo social para que haya unos nuevos paradigmas, no. No va a salir de ahí jamás”. Señala como desde la Plataforma de Afectados por la Hipoteca “así como no nos habíamos sumado a otro tipo de convocatorias así más clásicas, porque no le veíamos mucho sentido, pues las típicas reformulaciones del 1 de Mayo y cosas varias, ahí no habíamos intervenido tanto. En cambio cuando vimos esta convocatoria sí que tuvimos claro que la asumíamos como propia y convocamos también al 15-M”. Según Iñigo, de Madrid, “el tema para mi clave es el de politizar a través de cuestiones cotidianas. El tema de no politizar a la gente con hiperabstracciones «Contra el Capital, huelga general» y sin embargo, hacer de las situaciones cotidianas muy en primera persona, una manifestación política”. El 15-M supone pues una renovación del lenguiaje activista realizada conscientemente por los convocantes y participantes en el movimiento. Se busca sustituir los discursos fuertemente connotados de la izquierda clásica por formulaciones más abiertas e inclusivas. Francis (Sevilla) afirma tajante: “hemos revolucionado la gramática política”. Para Marta (Madrid) “ha habido un cambio muy importante en el lenguaje en el 15-M con respecto al lenguaje que usaban los movimientos sociales. Y también ha habido un cambio durante el año, hay palabras que ya nunca van a volver a significar lo mismo. Por ejemplo, hemos ganado un 10% de la población que ya no ve mal la palabra antisistema gracias a la frase «no somos antisistema, el sistema es anti-nosotros». La palabra okupa ha subido un montón de karma y la palabra banquero ha bajado”. Esta renovación discursiva, característica de la cultura posmoderna, no siempre ha sido bien entendida por la izquierda tradicional y el sindicalismo. No obstante, es evidente que desde el inicio las reivindicaciones y propuestas del movimiento han estado en línea con peticiones clásicas de la clase obrera; control de la banca, derecho a la vivienda, protección social, etc. Los activistas se definen también en referencia al mundo del trabajo, aunque señalen más la diversidad de figuras y situaciones laborales que una identidad cerrada de trabajador, obrero o proletario. Como recoge la web de la plataforma convocante DRY en el apartado de ¿quienes somos?: “Nosotros los desempleados, los mal remunerados, los subcontratados, los precarios, los jóvenes… queremos un cambio y un futuro digno. Estamos hartos de reformas antisociales, de que nos dejen en el paro, de que los bancos que han provocado la crisis nos suban las hipotecas o se queden con nuestras viviendas” La composición del 15-M parace estar en línea con los actores protagonistas de los nuevos movimientos sociales que, de acuerdo con Melucci, no se identificarían en términos de ideología o clase social sino en función de otros parámetros como la edad, el sexo, la etnicidad o en base a reclamaciones interclasistas. La teoría de los nuevos movimientos sociales destaca la naturaleza plural de los actores localizada en tres sectores de la estructura social: la “nueva clase media” o “clase de capital humano”, es decir, los que trabajan en sectores tecnológicos basados en la información, los profesionales de servicios humanos y el sector público como la educación y la asistencia y personas con alto nivel educativo y relativa seguridad económica; los grupos periféricos que ocupan una posición marginal en el mercado de trabajo como estudiantes, jubilados, juventud desempleada o amas de casa de clase media; y elementos de la clase media tradicional. El 15-M parece compartir esta composicón de clase como destacan algunos activistas. Por ejemplo, Miguel afirma que “como observador, no creo que exista una composición de clase en términos de clase obrera en la acampada”. Kois considera que “en general no hay mucho inmigrante. Es decir, por Sol se han pasado pues algunas asociaciones de inmigrantes y... pero digamos, en la base social del movimiento no está conectada con lo que podemos decir, sectores más vulnerables de la sociedad: inmigrantes, parados... es decir, gente que lo está pasando mal. Hay personas que están en el 15-M pero no es la base social del movimiento. Yo diría que es más de clases medias como composición general. Pero al vehicularse a luchas concretas en las cuales sí están esos sectores sociales como puede ser el de los afectados por la hipoteca, digamos ahí sí que te encuentras a asociaciones de inmigrantes, como las de las ecuatorianos que son de las que más se están moviendo desde hace ya muchos años con el tema de la hipoteca”. Buena parte de la composición social del 15-M se caracterizaría por la existencia de una juventud sobrecualificada, criada en la promesa de que el estudio que sus padres no tuvieron les garantizaría no ya un trabajo digno, sino el éxito profesional. Esta cultura extendida entre la juventud de las clases medias chocaría sin embargo con el paulatino deterioro de las condiciones laborales y de la protección social, que acabará condenando a muchos de estos jóvenes a trabajos precarios, al paro o a la emigración. Esta última alternativa quizás explique también la rápida difusión internacional del 15-M a otras ciudades donde la diáspora española se sumó a las protestas. Además de las expectativas profesionales, también las expectativas políticas de la juventud chocarían con una cultura forjada en la mitificada transición y petrificada en una constitución que ninguno de ellos tuvo ocasión de votar. La frustración de las expectativas laborales de la juventud podría explicar, en parte, el surguimiento de las protestas. La perspectiva de la privación relativa, calificada como una teoría de alcance medio en el estudio de los movimeintos sociales, considera a los movimientos como la manifestación de sentimientos de privación ante expectativas frustradas, entendiendo esta privación no como una realidad objetiva sino relativa entre lo que los individuos tienen y lo que creen merecer. Así, algunos movimientos actuales que se inscriben en el contexto de la crisis del estado del bienestar pueden ser explicados como causa de las expectativas frustradas de una generación criada al amparo del mismo pero que desarrolla su proyecto profesional en un mercado de trabajo precarizado por el desmantelamiento progresivo de esa protección social. El 15M responde en buena medida a esta situación. Incluso, buena parte del sector juvenil del movimiento que no encuentra recompensa en el mercado laboral encontraría en el 15-M no solo un espacio de reivindicación y denuncia de esta situación, sino también un espacio de autorealización personal en el que aportar conocimientos, experiencias y habilidades. En este sentido Miguel, de Madrid, cuenta como la organización de la acampada y las comisiones en Sol “iba también condicionado por una cierta composición de clase de la gente que estaba movilizándose los primeros días de la acampada donde había un sentimiento de pertenencia a una falsa clase media, fundamentalmente licenciados universitarios, o sea en proceso, o recién licenciados universitarios que le habían contado la historia meritocrática que estudiando una carrera, un máster iba a encontrar un trabajo y eso era falso, y esta crisis estaba poniendo encima de la mesa que esto era falso. Pero no era una crítica a esta construcción, sino que no habían podido acceder a la misma. O sea la crítica no era al sistema tal y como estaba, o sea no era una crítica. La propia composición de las comisiones, por ejemplo, cuando se decía «se necesitan politólogos para la comisión de política a corto plazo», «se necesitan...». Esa voz que parecía de 1984, que era la megafonía de Sol «se necesitan psicólogas, para psicología», o sea los archivistas hicieron una comisión de archivo en Sol. O sea todo el mundo necesitaba ser necesitado y necesitada y tener su espacio, no diría yo de poder sino de ubicación, en esa microsociedad que se estaba generando”. También Fanny de Barcelona comenta “me pasé por la plaza en una charla y vi que había bastante gente y me decidió a meterme en la comisión de salud porque yo era sanitaria” Por su parte Marta de Madrid señala como “las mismas personas que están precarizadas dentro de los medios de comunicación” realizan luego tareas comunicativas para el movimiento, subrayando así la profesionalidad de los activistas y el enriquecimiento personal que les supone trabajar sin las cortapisas de las empresas mediáticas. La composición de clase del 15-M es por tanto relativa. Si bien el movimiento trata de evitar una identificación cerrada con la clase obrera tradicional, no se puede negar que la mayoría de las personas participantes pertenezcan a las clases trabajadoras en un sentido amplio que incluiría a las clases medias. Por otra parte, la convocatoria llama a movilizarse en torno a temas directamente relacionados con lo económico y lo laboral, se modifica más el continente que el contenido. Como relata Iñigo (Madrid): “la Puerta del Sol se llena de notas que ponen «me he hecho la carrera de arquitectura, cobro quinientos pavos y pago cuatrocientos de alquiler» y eso en sí mismo es lo que transmite políticamente una demanda política en primera persona”. “la clave está en tocar la tecla de una situación que nadie puede negar y que todo el mundo sabe que es una situación insostenible y vergonzosa, y tocarla en primera persona. Esa especie de politización inmediata de las condiciones de vida”, añade. El 15-M es por tanto un movimiento protagonizado por trabajadores, lo que no quiere decir que se identifique con el histórico movimiento obrero. Ni siquiera podemos hablar de un protagonismo adolescente o de estudiantes sino de jóvenes que ya experimentan, con frustración, el contexto laboral (mileuristas, juventud sin futuro, precarios, sin casa...). El movimiento obrero no es más que una articulación peculiar de la eterna lucha de las clases populares y una parte esencial, pero no única, de los focos de resistencia. Ya desde los sesenta movimientos como el feminismo, el ecologismo o el antimilitarismo plantean la diversidad de las luchas y la centralidad política de cuestiones ajenas, aunque relacionadas, al mundo del trabajo. En el movimiento por la justicia global se encuentran “tortugas y camioneros”, expresión con la que Naomi Kleim pretende mostrar la colaboración entre el obrero y otras figuras militantes como la de los ecologistas. En definitiva, como afirman los zapatistas, “los rebeldes se buscan” y la identidad obrera no es rechazada sino que convive con otras muchas, en contraposición a la unidimensionalidad propia de otras épocas. Marta (Madrid) señala “para mi, que creo en la potencia de la multitud, me parece más enriquecedor salir del gueto del centro social y ser 20.000 personas en una plaza aunque no coincidamos plenamente en nuestro ideario político”. Lo laboral si no directamente, está muy presente de forma indirecta. Se alude quizás con más frecuencia a derechos sociales como la salud y la educación, también la vivienda, que son en definitiva la base de los llamados salarios indirectos. Para Fanny (Barcelona) “las temáticas que se han usado más han sido los recortes aquí en sanidad y en educación”. Riccardo (Barcelona) considera que “al principio si que había un foco claro que era «no somos mercancía en manos de políticos y de banqueros» y ese mensaje englobaba todos los recortes de sanidad y educación y la perdida de los derechos laborales, etc. y parece que de ese punto inicial donde confluía todo nos hemos ido luego a luchas laborales, por sanidad, educación… y creo que está ahí el tema de que sea una paradoja de que ahora habrá que volver al lema inicial de «no somos mercancía en manos de banqueros y políticos» y que es el punto clave y al que hay que atacar directamente. O sea que es el sistema económicopolítico-financiero o llámesele como se le llame”. El 15-M ha funcionado más como un espacio de movilización que como un movimiento en sí mismo y pronto ha acogido en ese espacio común al sector de la militancia más vinculado con lo laboral. En muchas asambleas se han creado comisiones laborales y son muchos los sindicalistas que han participado en el movimiento, aunque en línea con lo acordado lo hicieran a título individual. Las propias prácticas del 15-M han influido en el entorno del sindicalismo como muestra el modelo asambleario de la “marea verde” de profesores de enseñanza secundaria de Madrid que se ha impuesto al modelo representativo promovido especialmente por los sindicatos mayoritarios. Los profesores madrileños, como el 15-M, dejaron de lado los colores sindicales y las banderas bajo un paraguas verde mucho más inclusivo. Algo parecido ha ocurrido con los trabajadores de la sanidad, especialmente en Cataluña donde la lucha contra los recortes se ha vestido de azul o con la aplicación de la ley de dependencia en Baleares. De acuerdo con ello Diego (Barcelona) opina: “creo que hay luchas que se han trasladado, yo por ejemplo antes en la universidad no veía mucha lucha y ahora veo muchísima lucha o en el tema sanidad por ejemplo, sí, ha de crecer y a ver si por ejemplo en mayo se hace algo muy grande pero creo que las luchas se han trasladado y creo que es inevitable que se trasladen”. Sylvia (Barcelona) se muestra de acuerdo con esa impresión: “sí, completamente, en el 15M se centralizó todo, ahora se está descentralizando, a lo mejor en las asambleas somos pocos, hacemos una mani del 15M y somos pocos, pero luego estás viendo que los de TMB (Transportes Metropolitanos de Barcelona) hacen una asamblea de tres mil, los de la marea roja ahora se encierran en ochenta institutos, los de sanidad están haciendo... o sea estás viendo un montón de luchas sociales que están separadas pero están, hace un año yo hoy lo pensaba, hace casi un año y no había ni dios en la calle y ahora te metes en twitter, que es donde yo me informo, y ves que hay cinco mil luchas a la vez”. “Hay que haber conexiones entre chavales, los estudiantes y los trabajadores” dice Rubén (Barcelona). El movimiento ha ido confluyendo también con las luchas sindicales en general y se ha ido acercando al sindicalismo combativo. Podemos recordar varias protestas sobre temas laborales protagonizadas por el 15-M o en las que se ha unido al sindicalismo como la del 28 de agosto y luego el 6 de septiembre contra la reforma express de la constitución, la protesta contra la reforma de la negociación colectiva o, el 10 de febrero, la primera respuesta a la reforma laboral recién aprobada. Finalmente en la huelga general del 29M el movimiento llamó a “tomar la huelga”, confluyendo con el sindicalismo alternativo en los bloques críticos o manifestaciones alternativas y llamó a la huelga de consumo y de cuidados en línea con la apuesta del sindicalismo combativo. Según Miguel (Madrid) “el 19 al bajar a los barrios, el discurso más de clase se mete más, y eso en mucha gente. E incluso ese cierto orgullo de pertenencia a barrio obrero. ¿Sabes? Como una especie de recobrar ese llamado pueblo de izquierdas de Madrid. El orgullo de decir «yo soy de un barrio obrero» lo que otra gente en otras columnas no lo vio tanto.... Vallecas era también muy potente en este sentido, incluso Villaverde en algunas cuestiones... no, era muy interesante en este sentido. Pedro considera que “el 15-M está en un proceso de auto definición, que yo creo que se han dado bastantes pasos […] se hicieron unas concentraciones frente al Parlamento, por el tema de los recortes en la negociación colectiva ¿no? Con lo cual, fue una definición ya concreta, de que se iba también ya por los temas laborales ¿no?”. Tras la primera movilización contra la reforma constitucional del 28 de agosto, protagonizada por el 15-M, el 6 de septiembre el sindicalismo pactista convocó una nueva protesta a la que miembros del 15-M acudieron con una pancarta en la que se leía: “Sindicatos, gracias por venir... tarde”. Este lema refleja la crítica del 15-M hacia la pasividad de cierto sindicalismo a la vez que muestra su apertura a la colaboración. Desde algunas comisiones se llama a explorar “un sindicalismo sin sindicatos” y una pancarta en la huelga del 29S en Sevilla decía “En huelga a pesar de los sindicatos”. Aunque éstas críticas se dirijan especialmente a CC.OO. y UGT, reflejan en general un desprestigio que contagia al sindicalismo en general. Muchos jóvenes y activistas de los nuevos movimientos optan por llevar “el espíritu del 15-M” a los centros de trabajo. Al mismo tiempo, el sindicalismo debería salir de los centros de trabajo que a veces se limitan a las grandes empresas o la administración donde es más efectivo. El éxito del sindicalismo depende de su capacidad para adaptarse al nuevo sistema productivo y conectar con las nuevas identidades juveniles. De ello depende también el éxito y consolidación de movimientos como el 15-M que tienen mucho que aprender de la capacidad organizativa de los sindicatos. Desde luego el sindicalismo libertario, organizado de forma horizontal y coordinado en red, participativo y abierto siempre a lo social y a la intersección de las luchas está en la mejor posición posible para establecer el nexo de unión entre el pasado y el futuro de las luchas populares. El 15-M lanza interpelaciones a las propuestas de un sindicalismo alternativo, sea éste revolución o metamorfosis de las tradiciones más fordistas. Considerando el ascenso de estos Nuevos Movimientos Globales (internacionalistas, de mirada global a los problemas, con expresiones de democracia radical en su base), el sindicalismo libertario habría de configurarse alrededor de tres grandes frentes, de fuerte retroalimentación y solidaridad entre sí. En primer lugar, el sindicalismo laboral, propio de los lugares de trabajo donde pueden tejerse vínculos de descontento muy focalizados en torno a las condiciones laborales. Seguidamente el sindicalismo social, que toma el lugar de residencia, el espacio de reproducción, como espacio viable para reconstruir vínculos entre descontentos y que aborda la cuestión del trabajo como transversal y localizada (empresas y relaciones económicas que se dan en el pueblo o barrio). Por último, un sindicalismo ecopolítico que genera organización social uniendo temas laborales con dinámicas de poder que están destruyendo la posibilidad de una vida digna en el mundo. Aquí hablamos de propuestas en clave antipatriarcal, con conciencia de especie (crítica medioambiental), en temas de dominación planetaria, etc. La confluencia y el mutuo apoyo entre sindicalismo laboral, social y ecopolítico podrían ser las coordenadas del sindicalismo libertario del siglo XXI. El 15-M es, en este sentido, una oportunidad para abrirse, reaprender, volverse aparentemente paradójico, identificarse y negar la hegemonía de una identidad. Las organizaciones deberán ser complejas y emergentes, aprendiendo continuamente desde abajo, desde los márgenes, o no conectarán con las nuevas culturas políticas. Referencias: − CASTELLS, M. La ciudad y las masas. Sociología de los movimientos sociales urbanos. Madrid: Alianza, 1986. − WEBBER, MELVIN. 1963. “Order in diversity: Community without propinquity”, in Cities and Space: The Future Use of Urban Land. Wingo. Johns Hopkins.








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