Grupo de trabajo C-18: Movimientos sociales y redes tecnológicas
Usos de Internet para la organización de los
movimientos
Palabras clave
- apropiación social de la tecnología
- ciberactivismo
- ciudadanía
- globalización
- internet
- movimientos sociales
- organizaciones
Ponente/s
Jose Candón
Resumen
Los movimientos sociales se organizan en Internet adquiriendo formas de organización
horizontales, descentralizadas, participativas o globales. La Red satisface estas necesidades de los
movimientos, pero no es el origen de estas formas organizativas que responden a tendencias
sociales, políticas y culturales. La tendencia hacia estas formas de organización y el uso y
apropiación de Internet por parte de los movimientos cuestiona el propio papel de las
organizaciones como protagonistas de la acción colectiva.
Contenido de la comunicación
Los movimientos sociales utilizan Internet como forma de organización y coordinación. La Red
permite formas de organización descentralizadas, horizontales, a nivel global y en torno a campañas
concretas que se adaptan a las necesidades específicas de muchos de los nuevos movimientos
sociales. Precisamente, los movimientos que ya se organizaban de esta forma están en mejor
disposición de apropiarse de Internet como infraestructura organizativa. Al mismo tiempo el uso de
la Red profundiza la tendencia hacia este tipo de organización.
Que un medio como Internet, con características como la descentralización, la horizontalidad, la
interactividad o la globalidad sirva de infraestructura organizativa para movimientos con formas de
organización similares es algo evidente. El objetivo de este artículo no es pues constatar esta
realidad que es ya una idea común en la literatura sobre el uso de Internet para la movilización
social. Lo que se pretende es indagar en las causas de que tanto Internet como los nuevos
movimientos adopten estas características así como la forma en que se produce esta confluencia
entre la estructura de Internet y las formas organizativas de los movimientos sociales
contemporáneos.
Las preguntas preliminares son pues;
¿Cómo influyó el contexto social y cultural en el desarrollo tecnológico de Internet para que
adoptara estas características?
¿Cuáles son las causas sociales, políticas y culturales para que los movimientos tendieran a
organizarse de esta forma?
¿Cuáles son las formas concretas en que los movimientos utilizan Internet para organizarse?
Dominique Wolton advierte que para poder hablar de una verdadera revolución de la comunicación
hace falta algo más que un avance en las tecnologías de comunicaciones.
Según Wolton, entre los siglos XVI al XVIII la imprenta, como invento tecnológico, “favoreció el
nacimiento del modelo individual y la construcción de un espacio publico para la expresión y la
circulación de las opiniones” mientras que en los siglos XIX y XX el teléfono, la radio y la
televisión “han estado relacionados con el triunfo del individualismo y de la democracia de masas”.
En ambos casos la revolución tecnológica en el campo de los medios de comunicación fue “real
sólo porque hubo, en un espacio-tiempo similar, evoluciones radicales del orden cultural y social”
(Wolton, 2000: 20).
Así, la organización de los movimientos a través de Internet no se explica únicamente por la
infraestructura tecnológica sino también por tendencias anteriores que tienen un origen social y
cultural.
La crisis de las organizaciones tradicionales y de los grandes relatos, el rechazo a las jerarquías, la
defensa de la autonomía personal y la participación directa o la globalización de los movimientos en
respuesta a la globalización de las estructuras de poder; Mayo del 68, el levantamiento zapatista, los
movimientos feminista o ecologista, Seattle y el movimiento altermundista. Todas estas tendencias
y acontecimientos son indicios de cambios sociales y culturales profundos que podemos abarcar
bajo el concepto de nuevos movimientos sociales.
La confluencia “en un espacio-tiempo similar” de estos movimientos y la aparición de Internet
validan la hipótesis de una verdadera revolución de la comunicación en este campo. Los
movimientos sociales ya se organizaban en red y tras la aparición de Internet, se organizan tanto en
red como en la Red.
De la otra parte, la Red nace en un contexto cultural, el de la cultura universitaria estadounidense de
los 60 y 70, cuyos valores de autonomía personal, libertad individual o rechazo a las jerarquías
influyeron notablemente en la configuración de esta tecnología.
Los inventores y primeros usuarios de la Red le dieron la flexibilidad, horizontalidad e
interactividad que favorecen estas formas organizativas.
Internet se ajusta a las necesidades organizativas de los nuevos movimientos sociales porque, en
gran parte, fueron personas influenciadas por los valores de estos movimientos los que crearon la
Red, con las características que mejor satisfacían sus propias necesidades.
Por tanto estas formas de organización no son fruto de Internet sino que la Red es producto de los
valores de los movimientos que ya se organizaban de forma horizontal y participativa.
Mejor aún, en el rechazo al determinismo tecnológico, conviene no dejarse llevar por un
determinismo social, político o cultural de similares características. La perspectiva de un desarrollo
paralelo y una influencia recíproca parece explicar mejor la confluencia entre la tecnología de la
Red y las formas organizativas de los movimientos.
Antes de la aparición de Internet y debido a factores políticos preexistentes, existía una tendencia
por parte de los movimientos sociales hacia formas de organización flexibles, horizontales,
participativas y globales. Internet, en parte porque sus creadores y primeros usuarios formaban parte
de la cultura de estos movimientos, se adapta perfectamente a estas formas de organización siendo
de esta manera adoptada por los movimientos para organizarse y coordinarse. Por su parte, la
adopción y apropiación de Internet para la organización profundiza estas tendencias e incluso
promueve estas formas de organización entre actores sociales que no participaban de este tipo de
estructuras de movilización.
Partiendo de estas premisas, el articulo abordará, por una parte, la influencia que los valores de los
movimientos tuvieron en el desarrollo de Internet y como estos configuraron la Red de forma que
satisfaciera sus valores, intereses y necesidades, por otra parte, las causas ideológicas, políticas,
sociales y culturales que explican las preferencias de muchos movimientos por las formas de
organización horizontales, descentralizadas, participativas y globales y, por último, como los
movimientos usan y adoptan Internet como infraestructura adecuada a estas preferencias
organizativas.
Necesidades, valores y desarrollo tecnológico de la Red
La preferencia de muchos movimientos por estas formas organizativas es anterior a Internet. La Red
no es el origen, pero si da respuesta a las necesidades de los movimientos que buscan fórmulas para
organizarse.
Resaltar la importancia de las tendencias hacia estas formas de organización anteriores a Internet
significa descartar la idea del determinismo tecnológico. Existe una fuerte interrelación entre
tecnología, cultura y sociedad, los “sistemas socio-técnico-culturales” (Medina en Lévy, 2007: XI)
Esta perspectiva se aleja del determinismo tecnológico según el cual la tecnología es el resultado de
“procesos autónomos y cerrados de desarrollo conforme a una lógica propia e inexorable.
Necesarios, incontrolables y con efectos ineludibles” (Op. Cit.: XIII).
Según este punto de vista los cambios en la cultura y la sociedad vienen determinados por el
impacto de la tecnología, siendo esta el sujeto activo o la causa que actúa sobre la cultura y la
sociedad como sujeto pasivo en el cual se producen las consecuencias.
Se obvia así, por un lado, la capacidad de influir en el desarrollo de la tecnología por parte de los
agentes sociales, como empresas, gobiernos, universidades y otras instituciones, así como los
propios inventores, que establecen los marcos legislativos, económicos y culturales en los cuales se
produce la innovación.
Por otra parte se cuestiona la influencia de los propios usuarios que pueden reinventar la propia
tecnología a través del uso social que se hace de ella. Un uso que a veces se diferencia notablemente
del inicialmente previsto y que reconfigura la tecnología en su desarrollo posterior.
Según Castells “la gente, las instituciones, las empresas y la gente en general transforman la
tecnología, cualquier tecnología, apropiándosela, modificándola y experimentando con ella –lo cual
ocurre especialmente en el caso de Internet, al ser esta una tecnología de la comunicación”
(Castells, 2003: 19).
La historia de la tecnología demuestra que la contribución de los usuarios es crucial en la
producción, ya que la adaptan a sus propios valores y en último término transforman la propia
tecnología. Internet, siguiendo a Castells, surge en un contexto social y cultural que
“condiciona su contenido y los usos que se hacen de ella en su desarrollo futuro” (Op. Cit.: 25). En
concreto el autor sitúa su nacimiento “en la insólita encrucijada entre la gran ciencia, la
investigación militar y la cultura libertaria” (Op. Cit.: 34).
Los intereses y los valores de las diferentes culturas que intervienen en la creación y el desarrollo de
Internet explican su diseño tecnológico ya que la Red es producto de un conjunto de decisiones
sociales que la configuran intencionadamente de la forma que mejor satisfaga las aspiraciones de
sus creadores y primeros usuarios.
“La cultura de internet es una cultura construida sobre la creencia tecnomeritocrática en el progreso
humano a través de la tecnología, practicada por comunidades de hackers que prosperan en un
entorno de creatividad tecnológica libre y abierto, asentada en redes virtuales dedicadas a reinventar
la sociedad y materializada por emprendedores capitalistas en el quehacer de la nueva economía”
(Op. Cit.: 87).
Esta construcción, y su modificación posterior, social y cultural de la tecnología según unos
intereses, valores o ideales concretos cuestiona la visión del desarrollo tecnológico como algo
aislado y autónomo descrito anteriormente.
La tecnología surge así en un proceso de interacciones entre personas (sociedad), entidades
materiales naturales y artificiales (técnica) e ideas y representaciones (cultura).
De esta forma se podría argumentar que la tecnología es producto de la sociedad y la cultura en la
que se desarrolla, aunque esto sería caer en un determinismo social y cultural similar al
determinismo tecnológico. Resulta más adecuado aclarar que la distinción entre cultura, sociedad y
técnica sólo es conceptual y que estos tres ámbitos están imbricados en un sistema de relaciones
recíprocas del que resultan inseparables.
Los cambios producidos en cada uno de estos entornos tienen influencia directa en los demás y es
difícil delimitar la dirección de las mismas.
No obstante, se puede decir que una nueva innovación tecnológica, en este caso Internet, al margen
de las implicaciones sociales y culturales en su desarrollo, produce a su vez cambios sociales y
culturales. Una influencia que no debe ser descrita como un impacto, ya que las consecuencias que
produce no son directas ni determinantes. Más bien la tecnología condiciona pero no determina
(Lévy, 2007: 10).
La aparición de una nueva tecnología abre ciertas posibilidades, puede posibilitar ciertas opciones
culturales o sociales que no estarían disponibles sin su presencia. Pero entre todas estas
posibilidades potenciales los actores sociales escogerán unas y descartarán otras.
Un ejemplo de ello es el correo postal que se utilizaba desde la antigüedad para recibir noticias y
enviar ordenes en un modelo jerárquico de comunicación que nada tiene que ver con el uso personal
que se hace de este a partir del siglo XVII. A pesar de que la posibilidad de distribuir el correo de
persona a persona siempre estuvo disponible, “el correo como sistema social de comunicación está
íntimamente ligado a la ascensión de las ideas y prácticas que valoraban la libertad de expresión y
la noción de libre contrato entre individuos” (Lévy, 2007: 97).
La radio vive un proceso inverso pasando de ser un medio multi-direccional a un medio
centralizado de difusión masiva, un proceso que obedece a los usos sociales que se imponen en el
medio más que a cambios tecnológicos en el mismo.
Internet, como cualquier otra tecnología, es fruto de un contexto social y cultural que conformó la
red de una forma determinada y que sigue reconfigurándola según los usos sociales y la incidencia
de empresas, gobiernos, legislaciones y movimientos sociales.
La cultura tecno-meritocrática, la cultura hacker, la cultura comunitaria virtual y la cultura
emprendedora son los estratos identificados por Castells en el desarrollo de la Red (2003).
La arquitectura de Internet se rige por tres principios: su estructura reticular, el poder de
computación distribuido entre los diversos nodos y la redundancia de funciones para evitar riesgo
de desconexión. Estos principios en su origen pretenden satisfacer ciertas necesidades militares, en
concreto la creación de una red de comunicaciones resistente a un ataque nuclear. Pero estas mismas
propiedades de flexibilidad, ausencia de un centro de mando y máxima autonomía en cada nodo
satisfacen igualmente las aspiraciones de libertad individual, rechazo a las jerarquías y autonomía
personal como valores propios de la cultura universitaria de los 60 y 70 en EE.UU.
Podríamos hablar de la afortunada casualidad de que los principios diseñados para alcanzar un
objetivo militar sirvieran igualmente a fines tan distintos como los de la cultura libertaria de las
universidades donde se desarrolló el proyecto.
La financiación militar facilitó así el desarrollo de una tecnología particularmente apropiada para
los movimientos sociales y la sociedad civil en general. Siguiendo objetivos totalmente distintos, e
incluso contradictorios, se llegó a un diseño similar lo que reafirma la idea de que una técnica no es
ni buena ni mala sino que depende de los contextos, usos y puntos de vista. Aunque tampoco es
neutra puesto que, como se dijo antes, “condiciona o constriñe, abre y cierra el abanico de
posibilidades” (Lévy, 2007: 11).
Así, la institución más jerárquica y centralizada de la sociedad estadounidense impulsó la creación
de una herramienta horizontal, descentralizada y autónoma de gran utilidad para los grupos sociales
que comparten estos valores. Podríamos ver en las movilizaciones del 15 de febrero contra la guerra
de Irak, organizadas en buena medida a través de la Red, la mejor paradoja sobre los orígenes
militares de Internet.
Podemos responder así a la primera de las preguntas preliminares sobre como el contexto social y
cultural influyó en el desarrollo tecnológico de Internet dotando a la tecnología de las características
que mejor se adaptan a los valores culturales de sus inventores y primeros usuarios. La estructura
horizontal, la interactividad, la autonomía de los nodos de la red, etc., no pueden por tanto ser vistos
como un hecho dado sino como un desarrollo intencional, primero con fines militares pero pronto
como materialización de los valores del entorno cultural en el que se desarrolla la tecnología.
Aunque el primer impulso a la investigación que dio origen a la red de redes perseguía fines
estratégicos y militares, el desarrollo del proyecto estuvo pronto alejado del ámbito militar
situándose en el entorno académico de las universidades americanas. Sus inventores y primeros
usuarios encontraron en este proyecto una forma de satisfacer preferencias sociales y culturales y a
partir de ese momento desarrollaron el nuevo medio de forma intencional para satisfacer esos
valores. La Red por tanto no es horizontal, participativa, autónoma o global por mera casualidad
sino por que así la querían y así la crearon sus inventores.
Tendencias sociales, políticas y culturales en la organización de los movimientos:
Los valores de los inventores y primeros usuarios de la Red influyeron por tanto en su
configuración. Pero en este punto cabría preguntarse también por el origen de estos valores y
especialmente por las preferencias hacia formas de organización y comunicación horizontales,
participativas, autónomas o globales de los movimientos. Si los creadores de la Red pretendían
satisfacer estas preferencias habrá que preguntarse también por el origen de las mismas.
Castells define la era de la información como “un periodo histórico caracterizado por una
revolución tecnológica centrada en las tecnologías digitales de información y comunicación,
concominante, pero no causante, con la emergencia de una estructura social en red” (Castells, 2007:
175).
Siguiendo esta idea, los cambios políticos y sociales y más concretamente la evolución de los
movimientos sociales y sus preferencias organizativas confluyen en un momento dado con las
nuevas tecnologías y de ese encuentro surge una relación de influencia recíproca en la cual es difícil
determinar quién contagia a quién. Veamos ahora cuales son esas tendencias que -en el ámbito
social, cultural, político e ideológico- prefiguran las nuevas formas organizativas de los
movimientos que más tarde encontrarán en la Red una infraestructura acorde a sus necesidades.
El cambio se percibe en los nuevos movimientos sociales como una ruptura tanto ideológica como
organizativa. Aunque no hay nada más político que la forma de organizarse, por lo que estas
rupturas pueden entenderse como parte de una misma tendencia.
La crisis de las ideologías
En el ámbito ideológico, tras la caída del muro de Berlín y el triunfo de las democracias formales
capitalistas se declaró el “fin de la historia” (Fukuyama; 1992) expresado por Margaret Thatcher en
el lema “no hay alternativas”. El dominio absoluto del neoliberalismo, las desregulaciones,
privatizaciones y el libre comercio en los 90 puso en tela de juicio valores incuestionables en los 60
y 70 como el estado del bienestar y los servicios públicos. La propia caída del comunismo sumió a
la izquierda en una profunda crisis ideológica y el mismo concepto de ideología, entendida como
ideario totalizante y explicación abarcadora de toda la realidad, fue puesto en cuestión.
Los viejos movimientos sociales constituían organizaciones estables en base a meta-relatos
universales, asuntos estructurales o discursos emancipadores y estos elementos ideológicos eran una
forma de dar mayor coherencia a las organizaciones políticas colectivas.
Sin embargo, el fin del mundo bipolar y la consecuente crisis de las ideologías acaba con estos
grandes relatos como referentes principales de la movilización social. En la posmodernidad
globalizada a partir de los años 70 los individuos han experimentado una libertad creciente para
formar identificaciones fuera de las instituciones autoritarias. (Bennet, 2003)
Esta crisis ideológica mina una de las principales bases para las formas de organización formal y
jerárquica de los movimientos tradicionales al privarlos del referente ideológico que aglutinaba y
daba coherencia y estabilidad a sus formas organizativas. Las cambiantes condiciones sociales han
socavado la identificación con partidos y organizaciones políticas convencionales y, por ende, con
la forma de organización tradicional representada por estas instancias.
Rechazo a las formas jerárquicas
Por otra parte, los abusos de las elites en los dos bloques de la Guerra Fría se traducen en una crisis
tanto del concepto de vanguardia revolucionaria como del de democracia representativa. El Mayo
del 68 francés en el mundo capitalista y la primavera de Praga en el mundo comunista
representarían dos buenos ejemplos de esta tendencia.
La ruptura con las formas de organización tradicionales y la crisis de la propia democracia
representativa se refleja tanto en la baja participación electoral como en el rechazo a la afiliación e
identificación con los partidos políticos y las organizaciones de los viejos movimientos sociales
(iglesias, sindicatos, grupos de presión...). Algunos autores ven la causa de esta crisis en la
decadencia del Estado del bienestar y los procesos de globalización y regionalización que minan la
legitimidad y subvierten la soberanía del estado nacional (Held, 1999).
Los nuevos movimientos sociales reclamarán la autonomía del individuo y la participación en la
toma de decisiones planteando formas de democracia directa y participativa. La horizontalidad, la
descentralización y la participación sustituyen a las formas jerárquicas y centralizadas así como a la
delegación en instituciones representativas. La acción directa o el activismo en los movimientos
sociales son percibidos como más satisfactorios y efectivos que el ingreso en un partido político
jerarquizado.
Participación y organizaciones informales
También el formalismo de las organizaciones de los viejos movimientos se relaja en los nuevos
movimientos. Las redes de afinidad entre colectivos informales sustituye en buena medida la
afiliación a organizaciones formales. Esta tendencia hacia lo informal no se limita a las nuevas
formas organizativas de los movimientos sino también se manifiesta como un rechazo o desencanto
por la participación en la política institucional y los canales formales de participación política. Sin
embargo esta crisis de la democracia formal no conduce necesariamente a una disminución de la
participación y el compromiso cívico. La disolución de las instituciones sociales tradicionales
donde se ejercía el compromiso no significa que la participación y el compromiso cívico
desaparezcan sino que simplemente pueden cambiar de forma o de ámbito de actuación.
El compromiso sobre un asunto concreto y de corto plazo, es lo que Beck ha llamado el
renacimiento de la política no institucional o de la “subpolítica” (Beck, 1994: 23).
Los nuevos movimientos como actores subpolíticos cumplen para Beck dos características: la
articulación de asuntos y la agenda setting. Según esta perspectiva culturalista los movimientos y
sus innovaciones culturales no sólo tienen efecto sobre la influencia en las agendas políticas sino
que también provocan reacciones por parte de las organizaciones sociales y políticas clásicas. Sin
embargo, como tal, los movimientos sociales no tienen intención de tomar el poder para alcanzar
sus metas renunciando por tanto a los canales formales e institucionales de participación.
Así muchos movimientos se desconectan de la política representativa formal y prefieren actuar a
través de la acción directa, los valores de cambio, los estilos de vida alternativos y la construcción
de contrahegemonías.
La propia pérdida de poder de los Estados se manifiesta en la subpolítica, creando una esfera que va
más allá de la representación formal y legislativa. Las empresas transnacionales y organizaciones
económicas explotan las debilidades del Estado en los mercados laborales, política fiscal, finanzas o
regulación medioambiental. Frente a esta “subpolítica de las corporaciones” surge una “subpolítica
de oposición” que organiza movilizaciones globales, campañas permanentes y crea redes de
oposición y estilos de vida alternativos. En medio de esta batalla el Estado ha perdido gran parte de
su capacidad de mediación entre los poderes económicos y la sociedad civil.
Así, la naturaleza del compromiso cívico se ha alterado de forma que la afiliación no es ya un
parámetro adecuado para evaluar el grado de participación. El compromiso y la participación están
“mucho menos definidos en términos de la ideología y los procesos políticos formales” (Cammaerts
Et al., 2003). El rechazo a la política formal del estado también se refleja en el seno de las
organizaciones del movimiento que tienden a constituirse como redes de afinidad informales.
Política de estilo de vida
Surgen nuevas identidades e identificaciones políticas que giran en torno a la “política de la vida”
(Giddens; 1991) o “política de estilo de vida” (Bennet; 1998) caracterizada por afectos emocionales,
asuntos personales o identitarios que trascienden la fácil categorización ideológica.
Los nuevos movimientos sociales se centran en temas y objetivos más específicos. Aún siendo
propuestas que en el fondo plantean modelos alternativos generales de concepción de la política, no
se traducen en un programa completo de cambio social. Muchos movimientos dan mayor
protagonismo a asuntos más cercanos dirigidos a un blanco local, los single-issues que surgen del
individuo y que se identifican con esta “política de estilo de vida”.
Mientras que los viejos movimientos centraban su atención casi exclusivamente en asuntos
materiales, influidos por el materialismo histórico marxista, los nuevos movimientos sociales
amplían su agenda a asuntos como los derechos civiles, el pacifismo, el ecologismo, el feminismo u
otros relacionados con valores culturales. Sin embargo, hay que señalar que el surgimiento de estos
movimientos interclasistas y no limitados a los asuntos económicos no ha soterrado la cuestión
material como exageradamente se ha dado a entender por parte de algunos teóricos de la
movilización social. Más bien ha sido la concepción estática y doctrinal de la lucha de clases y la
identificación clara de conceptos como el proletariado la que ha sido cuestionada debido a los
profundos cambios económicos del capitalismo informacional, la economía de servicios o el trabajo
inmaterial.
La gran atención despertada por movimientos importantes como el feminismo, el ecologismo o el
pacifismo han ocultado por una parte los aspectos económicos incluidos en ellos y por otra la
supervivencia de movimientos como el sindical o la solidaridad con el tercer mundo con una clara
motivación económica. La emergencia del movimiento altermundista, en el que la crítica al modelo
económico neoliberal tiene un papel protagonista, ha puesto de relieve la exageración del punto de
vista excesivamente culturalista e identitario.
Hecha esta puntualización, los nuevos movimientos han ampliado la agenda de los asuntos de
interés, incluyendo reivindicaciones antes sepultadas por el protagonismo del discurso materialista y
han revisado este mismo discurso en términos económicos cuestionando la concepción rígida de la
lucha de clases.
Se produce por tanto una ruptura con la visión unidimensional del pasado, el sujeto histórico que
monopolizaba la identidad de los viejos movimientos -el proletariado- da paso a una variedad de
identidades diversas -la mujer, las minorías raciales, los indígenas, el consumidor, el ciudadano o la
propia naturaleza- como sujetos protagonistas de los nuevos movimientos.
Hasta aquí podemos recopilar algunas tendencias sociales, políticas y culturales que influyen tanto
en la ideología y los valores como en las formas organizativas de los nuevos movimientos
preconfigurando lo que podríamos llamar formas de organización en red antes de la Red.
La crisis ideológica y de los discursos emancipadores totalizantes, la incorporación de nuevos temas
a las agendas de los movimientos, así como de nuevos sujetos protagonistas de la acción colectiva,
o el cambio de estrategia antes centrada de forma exclusiva en la lucha por el poder y la política
formal, crea una diversidad de discursos, agendas, actores y estrategias. Se produce una
fragmentación de las luchas antes homogeneizadas. Al compartir en gran medida una ideología, una
composición social y una estrategia emancipadora, los viejos movimientos crearon organizaciones
homogéneas, estables, formales y centralizadas representadas por la idea de el partido o el sindicato.
La fragmentación de los nuevos movimientos configura un nuevo mapa de las luchas. Frente al
antiguo esquema en forma de árbol, en el que todo parte de un nodo central -el partido o el
sindicato- se configura un esquema en forma de red. Multitud de organizaciones más pequeñas,
informales, centradas en asuntos diversos, con múltiples estrategias y una base social heterogénea
que pueden confluir en una protesta común pero que se organizan de forma descentralizada.
Si la red se caracteriza por la ausencia de un nodo central, las tendencias descritas son un primer
paso hacia la formación de una red, ya que minan el centralismo de ciertas concepciones
ideológicas y de modelos de organización centralizados.
Estas tendencias organizativas encontraran en Internet una estructura adecuada a las preferencias
políticas de los nuevos movimientos. Por ejemplo, la horizontalidad y el rechazo a las formas de
organización formales y jerárquicas hallará su paralelismo en el modelo de comunicación de
muchos a muchos de Internet, mientras que el rechazo a la representación y la preferencia por
formas de participación directa encontrará en la interactividad de la Red un modelo mucho más
apropiado que el de la pasividad general de los medios tradicionales.
Hasta aquí hemos visto una tendencia hacia la diversidad, la heterogeneidad y la descentralización.
Pero una red no se caracteriza sólo por su multinodalidad o diversidad de nodos, sino por los
enlaces entre ellos. Así, otra tendencia a tener en cuenta en la configuración de formas de
organización en red propia de los nuevos movimientos es el proceso de la globalización como
marco de lucha común que favorecerá las relaciones y enlaces entre las nuevas organizaciones
sociales. Un marco cultural que sustituirá a las doctrinas totalizantes del pasado como aglutinante
de las luchas sociales y los movimientos.
La globalización
La globalización y creación de instituciones supranacionales lleva a los movimientos a buscar
formas de coordinación también globales para enfrentarse al adversario común que ahora actúa de
manera global. La conceptualización del oponente identificado con estructuras globales conlleva la
propia globalización de los movimientos que tratan de agregar redes y organizaciones sociales para
formar coaliciones más amplias desde las que enfrentarse a estas estructuras de poder.
“El modelo de organización en red, a partir del cual se estructuran las principales actividades de la
sociedad informacional -las transacciones financieras y las comunicaciones mediáticas- también es
un modelo referencial para los movimientos y redes sociales que luchan por resistir y transformar el
proceso de globalización neoliberal” (Marí Sáez, 2005).
En torno a protestas y propuestas globales se organizan campañas formadas por amplias
coaliciones. La suma de objetivos concretos y reivindicaciones en torno a multitud de temas plantea
así un abanico de propuestas generales pero sin formar un programa específico de cambio social
sino una gran agregación de protestas y propuestas.
Tanto las empresas transnacionales y las instituciones internacionales como los movimientos
sociales utilizan Internet y otras redes de comunicaciones para realizar esta tarea. En ambos casos
esta tendencia es anterior a la irrupción de la Red aunque en este punto la disponibilidad de un
medio global como Internet es determinante para que los movimientos hicieran efectiva su
globalización, mientras que los actores más poderosos ya disponían de otros medios para
organizarse de forma global.
A diferencia de las tendencias analizadas anteriormente como la horizontalidad o la participación
directa que pueden ser experimentadas en el seno de organizaciones locales, el anhelo por parte de
los movimientos de organizarse globalmente necesita en mayor medida de una estructura global de
comunicación para hacerse realmente efectivo. Internet, como medio global, vino a satisfacer esta
necesidad de los movimientos mientras que la globalización de las instituciones y las empresas era
un hecho mucho antes de la popularización del nuevo medio debido a la disposición de otros
medios para llevar a cabo esta tarea.
Esta dependencia de la infraestructura global de la Red para la organización del movimiento y de
las protestas globales no invalida la idea de una preferencia preexistente por organizarse
globalmente, la conciencia global de los movimientos es anterior a su organización global efectiva.
La Red es sólo la infraestructura que hace posible, sin ser causante, su uso para la organización
internacional de los movimientos. Es el uso lo que hace real la cualidad en potencia de Internet
como infraestructura global para la movilización. Por ello vuelvo a descartar el determinismo
tecnológico. Antes de Internet los movimientos querían organizarse globalmente, tras la aparición
de la Red podían hacerlo, y de hecho lo hicieron.
Los cambios precedentes en los movimientos podrían resumirse en una tendencia que va de la
ideología a la identidad, de lo jerárquico a lo horizontal, de lo formal a lo informal, de la
representación a la participación, del aislamiento a la coalición, de lo local a lo global, de lo general
a lo concreto o de la organización a la campaña. Internet se convierte en la infraestructura material
para la organización de muchos movimientos, especialmente de aquellos que más claramente
asumen las formas de organización horizontales, informales, globales o la participación directa de
sus bases.
En definitiva, la crisis de las organizaciones tradicionales como partidos, iglesias o sindicatos es
también la crisis de sus formas de organización rígidas y verticales, la crisis del modelo
representativo conlleva la preferencia por formas de participación directa y la globalización política
y económica crea movimientos globales para hacerle frente. Internet, como la imprenta en la
reforma protestante, sólo aparece en el momento justo para que la revolución tecnológica, unida a
estos cambios políticos y sociales, adquiera sentido como una verdadera revolución de la
comunicación.
Queda así respondida la segunda cuestión sobre las causas políticas, sociales y culturales que
explican la preferencia de los movimientos hacia formas de organización horizontales, informales,
participativas y globales. Preferencias que como hemos visto influyeron en el desarrollo de Internet
ya que sus inventores y primeros usuarios trataron de satisfacer estas necesidades dando origen a
una tecnología que, por ende, se adapta a las formas de organización de los nuevos movimientos y
es utilizada por estos como infraestructura organizativa.
Uso y apropiación de Internet para la organización de los movimientos
Disponemos ya de un contexto para la evidencia de que movimientos sociales con determinadas
preferencias organizativas utilizan una tecnología cuyas características satisfacen esas necesidades.
Hemos visto también como esta confluencia entre movimientos con determinados valores y formas
de organización y la tecnología que las hace posible es fruto de una interrelación social, cultural y
tecnológica, de una influencia recíproca que no puede entenderse como el impacto de un ámbito
determinado sino como un desarrollo paralelo y una relación constante de influencias en múltiples
sentidos dando lugar a una auténtica revolución en las formas de comunicación y organización de
los movimientos.
Queda pues analizar la forma concreta en que los movimientos utilizan Internet para organizarse.
Como los movimientos usan y se apropian de la tecnología, que organizaciones están en mejor
disposición para esta tarea, que formas organizativas concretas promueve el uso de Internet e,
incluso, hacia donde caminan las formas organizativas de los movimientos en base a las
posibilidades abiertas por el uso de la Red.
Para Naomí Klein (2003) "Internet ha configurado a los movimientos sociales a su imagen
imprimiéndoles forma de telaraña, las campañas de comunicación en la web son conexiones
complejas y estrechas que las vinculan unas con otras, como los enlaces que conectan sus sitios
web".
Internet, por su propia estructura, es particularmente adecuada para formas de organización en red.
Hemos visto que la tendencia a este tipo de organización es anterior a la Red y obedece a causas
políticas, sociales y culturales. Pero son las organizaciones y movimientos que ya venían adoptando
estas formas organizativas las que están en mejor disposición de apropiarse de Internet como
herramienta para la organización.
Podemos distinguir dos formas de enfrentarse al fenómeno de la Red en las organizaciones; el uso,
propio de organizaciones más tradicionales que utilizan la Red de forma subordinada a sus prácticas
y estructuras anteriores, y la apropiación, en la que las propias formas organizativas vienen
definidas por la estructura de la Red.
“Los organismos políticos que son más antiguos, mayores, ricos en recurso y más estratégicamente
asociados a partidos y la política del gobierno pueden confiar mayormente en comunicaciones
basadas en Internet para amplificar y reducir los costos de rutinas preexistentes de comunicación.
Por otra parte, las organizaciones más nuevas, escasas en recurso que tienden a denegar la política
convencional pueden estar definidas en formas importantes por su presencia de la Internet” (Bennet,
2003).
Así, los usos de la Internet pueden ser mayormente subordinados para las rutinas organizativas
existentes y las estructuras en organizaciones jerárquicas como partidos, agrupaciones de interés, o
campañas electorales, mientras “las redes fluidas de activismo global de asunto le permiten a
Internet convertirse en una fuerza organizativa” tanto entre organizaciones como en el interior de
las mismas (Op. Cit.).
El uso instrumental de Internet es propio de organizaciones jerárquicas y centralizadas que tienen
mayores dificultades para adaptarse a la nueva herramienta. Estas pueden utilizar la red de forma
parcial, utilizando sólo las formas de comunicación unidireccionales que se adaptan a sus
necesidades. La red puede ser útil también en este sentido pero esta forma de uso parcial
desperdicia sus mayores potencialidades que sí son aprovechadas por las formas de organización en
red.
En estos casos “Internet es subordinada por los patrones y rutinas existentes en la institución” y las
aplicaciones de Internet principalmente amplifican y economizan sus formas tradicionales de
comunicación (Agre, 2001).
Estas organizaciones pueden no obstante cambiar la forma misma de organización para adaptarse a
la nueva herramienta, pero “las organizaciones que tienden a concentrar y acaparar la información y
la toma de decisiones no tienen sólo que introducir nuevas herramientas comunicativas, sino que es
necesario modificar los modelos organizativos” (Marí Sáez , 2005).
Sin embargo, “aquellas organizaciones que ya funcionaban desde la lógica de la red han visto como
la nueva herramienta de comunicación […] sirve para redimensionar los procesos de cambio en los
que se estaba implicado” (Marí Sáez , 2004: 41).
Las organizaciones sociales que se habían dotado de organizaciones flexibles, horizontales,
interconectadas con otras, son las que se encuentran en mejor disposición para el aprovechamiento
de los nuevos medios.
Así, aunque como hemos visto estas formas de organización son anteriores a la Red, esta potencia la
tendencia de ciertos tipos de organización que al compartir los principios del nuevo medio tienen
mayor facilidad para asumirlo como estructura organizativa.
Marí Sáez destaca tres tradiciones cuyos principios ideológicos conectan con la lógica de la red, las
corrientes libertaria, feminista y ecologista. La tradición anarquista apuesta por una estructura
“descentralizada y horizontal basada en la libertad del ser social”, los ecologistas “descubren la
interconexión que todo tiene con todo” y en el feminismo “la cercanía, intuición y globalidad son
elementos constitutivos de las redes de solidaridad”. Estos movimientos están ideológicamente
predispuestos a organizarse en forma de redes descentralizadas y globalmente conectadas y por
tanto en mejor predisposición a utilizar Internet como estructura organizativa que satisface estos
requisitos (Op. Cit.).
Existen por tanto organizaciones más predispuestas y en mejor disposición a organizarse a través de
la Red, pero el uso de Internet puede ser variado. Las organizaciones pueden adoptar múltiples
formas, Cammaerts y Van Audenhove (2003) identifican 4 tipos ideales de organización virtual.
- La organización paraguas, que realiza ciertas tareas para sus miembros autónomos promoviendo
un fondo común de experiencia y recursos.
- La organización portal, que funciona como una ventana en la cual los usuarios están dirigidos
hacia otras informaciones, sitios y organizaciones a través de enlaces. No proveen información
propia sino que realizan una función de selección. Estas pueden ser iniciativas de una red de
organizaciones o de una organización particular.
- La organización plataforma provee una plataforma virtual para la interacción, la organización y la
comunicación. Esta interacción no es mediada.
- La organización red se refiere a las herramientas más interactivas en Internet como foros, listas de
discusión o comunidades virtuales.
Las formas concretas que adoptan las organizaciones es tan variada en la Red como off-line. En
todo caso las organizaciones que mejor se adaptan al uso de Internet comparten las características
básicas que hemos visto, pero compartiendo estos principios podemos encontrar una multitud de
formas organizativas. El uso de la Red no da lugar a un tipo concreto de organización, sólo apunta a
la tendencia a adoptar ciertas formas generales que en la realidad pueden concretarse en
organizaciones muy diferentes entre si.
Coaliciones, coordinación
Pero tanto como el uso organizativo de la Red en el nivel intra-organizacional, esta juega un papel
destacado en la coordinación inter-organizacional. Muchos colectivos sociales hacen uso de Internet
para organizarse internamente, algunos incluso utilizan la Red como su infraestructura de
organización preferente, apropiándose de esta herramienta que pasa a definir sus propias formas
organizativas.
Pero quizás sea incluso más importante el uso de Internet para la coordinación de organizaciones
diversas, que pueden o no estructurarse en forma de red y hacer o no un uso extensivo de la misma.
A través de la Red se generan procesos de mesomobilización, es decir, campañas conjuntas
organizadas por coaliciones de distintos grupos (Gerherds y Rucht citado en Tarrow, 1997)
Así muchos movimientos no parten de la acción centralizada de organizaciones concretas sino de
campañas orquestadas por una red de organizaciones diversas que actúan como redes
descentralizadas de asunto en las cuales el tema de la campaña actúa de nexo de unión entre
diversas protestas y estrategias. La campaña, y no las organizaciones concretas, da coherencia a la
protesta.
Obviamente la iniciativa de lanzar estas campañas surge de algunos grupos promotores pero estos
no controlan el desarrollo de la misma. “En vez de ser dirigido predominantemente por
organizaciones establecidas [...] las campañas tienden a estar menos centralmente controladas”
(Bennet, 2003).
Las mismas razones sociales, políticas y culturales tratadas anteriormente para contextualizar la
tendencia a ciertas formas de organización son aplicables a las coaliciones y la coordinación a nivel
interorganizativo.
Estos procesos y la coordinación de múltiples organizaciones en torno a asuntos y campañas
comunes se ven reforzados por condiciones políticas como la globalización que, afectando a
múltiples facetas de la vida y por tanto a organizaciones especializadas en diversos asuntos,
promueven un blanco común para la protesta alentando la coordinación de redes diversas.
Relacionado con la crisis de las organizaciones tradicionales, las campañas suplen las carencias
organizativas “en los contextos que les faltan más mecanismos fundamentales de organización
como partidos fuertes, grupos formales de interés o movimientos sociales definidos
ideológicamente” de forma que “las campañas mismas, proveen la organización y estructuras que
moviliza a redes de grupos y los individuos” (Op. Cit.).
También sustituyen la unidad ideológica propia de los viejos movimientos que se articulaban en
torno a relatos universales y propuestas emancipadoras. Las campañas permiten la convivencia de
múltiples identidades basadas en símbolos, estilos de vida ideas y estrategias diversas pero que se
coordinan en torno al tema de la misma.
Así, “permitiendo vinculaciones fáciles a través de organizaciones diversas, Internet puede facilitar
la construcción de redes basadas en afinidades” (Op. Cit.).
Pero es importante señalar que la Red no puede solventar todas las carencias organizativas de los
movimientos. Así las redes relajadamente organizadas permiten la coexistencia de diferentes
asuntos y perspectivas políticas sin amenazar la coherencia organizativa tan directamente como
tales diferencias podrían hacerlo en coaliciones más centralizadas. Las campañas permiten la
coexistencia y la colaboración a pesar de las diferencias políticas sustanciales, pero esta diversidad
también “dificulta lograr marcos comunes de ideas o generar formulaciones ideológicas nuevas”
(Op. Cit.). Pueden limitar la elaboración de discursos y estrategias concretas que vayan más allá de
las demandas básicas de justicia .
La paradoja de la organización en red es que ayuda a sostener estas campañas pero “pueden
subvertir la coherencia temática de las ideas que son comunicadas a través de ellas” y “también
pueden albergar contradicciones intelectuales que finalmente limitan el crecimiento de movimientos
ideológicos o intelectualmente enfocados” (Op. Cit.).
Internet por tanto potencia la flexibilidad para generar coaliciones amplias y campañas comunes
pero estas mismas redes flexibles pueden reducir la definición ideológica y la coherencia en la toma
de decisiones. En resumen, el costo bajo de conectarse también introduce un umbral bajo
coherencia que puede inhibir la maduración del movimiento.
Si la Red potencia la coordinación a través de campañas comunes que dan sentido y coherencia a la
movilización ante la falta de otros recursos organizativos como organizaciones fuertes e ideologías
compartidas, parece lógico que la misma no pueda corregir las carencias que pretende sustituir. La
diversidad ideológica es la causa y no la consecuencia de la política de coaliciones.
Sin embargo la cooperación en torno a una campaña común provee una oportunidad única para
estudiar la imbricación entre asociaciones e ideologías. La participación de colectivos diversos en
una coalición o campaña común genera influencias recíprocas en términos ideológicos. Algunos
asuntos tratados por colectivos concretos pueden contagiar a otras organizaciones que no trabajan
sobre estos temas pero que al participar en campañas conjuntas con los primeros adoptan parte de su
discurso.
Movimientos como el ecologista o el feminista han logrado que sus temas de interés sean adoptados
como temas transversales por colectivos y movimientos que no se ocupaban directamente de los
mismos. El trabajo en común y el establecimiento de alianzas genera una identidad colectiva y la
influencia entre organizaciones que se consideran compañeras de lucha. Se generan simpatías
ideológicas entre los participantes de los movimientos.
También algunas propuestas concretas que surgen de un colectivo particular pueden ser adoptadas y
apoyadas, al menos en parte, por otros colectivos fruto de un trabajo en común y un sentimiento de
compañerismo surgido de la colaboración en campañas y coaliciones. Medidas como la eliminación
de los paraísos fiscales, la condonación de la deuda externa o la tasa Tobin, promovidas por algunas
organizaciones concretas o sectores del movimiento pueden ser adoptadas por otros colectivos
después de haber participado en campañas comunes.
Aún a pesar de estos trasvases e influencias ideológicas, la coordinación en campañas comunes no
generan una clara identificación ideológica consensuada. Pero sí pueden generar consensos de
mínimos.
¿Organizándose sin organización?
Una última reflexión sobre las formas de organizarse a través de la Red nos invita a cuestionar el
mismo significado del concepto de organización. Hemos visto como la tendencia de los nuevos
movimientos tiende a formas cada vez menos centralizadas y jerárquicas, más informales, menos
estructuradas tanto organizativa como ideológicamente, etc. El progreso desde la organización
formal, unitaria, jerárquica y homogénea característica de los viejos movimientos hasta las
organizaciones más informales y horizontales y las campañas de coaliciones flexibles es un
continuo que debe ser analizado para determinar en que punto el cambio en las formas de
organización es cualitativo.
Sería incongruente pensar que todas estas tendencias solventan los problemas de las formas de
organización tradicionales sin tener en cuenta las nuevas deficiencias, como la capacidad de
desarrollar estrategias eficaces y plantear programas de acción coherentes y reivindicaciones de
fondo.
Cabría preguntarse si estamos ante nuevas formas de organización o si las dificultades de las formas
tradicionales pretenden solventarse con menos organización. Si los movimientos actuales se
organizan de forma diferente o están menos organizados. Por último habría que replantearse el
papel de la organización y de las organizaciones en la movilización social.
Las smart-mobs
Algunos fenómenos recientes de movilización colectiva plantean este reto a la teoría de los
movimientos sociales y algunos de sus conceptos básicos, especialmente el papel de las
organizaciones como promotoras de la protesta.
La convocatoria de acciones colectivas espontáneas o “smart mobs” mediante el envío de mensajes
en cadena es un fenómeno novedoso del uso de la tecnología para la movilización social. Estas
convocatorias, a veces anónimas, cuestionan el papel de los movimientos organizados como
promotores de la acción colectiva e invierten el proceso desde la organización a la movilización,
que pasa a ser constitutiva y puede derivar en la organización posterior del movimiento.
Las convocatorias espontáneas surgen a partir de la iniciativa de actores marginales que incluso
pueden mantenerse en el anonimato pero que logran aglutinar una multitud de personas y grupos
que participan en la acción colectiva propuesta.
Estos mensajes en cadena se relacionan con las cibercascadas de información (Sunstein, 2003) o las
ciberturbas (Urrutia, 2003) y dan origen a procesos de movilización que Rheingold (2004)
denomina smart-mobs. Quizás resulte más familiar hablar de mensajes del tipo “pasaló” que se han
hecho populares con la irrupción de las nuevas TIC.
Movilizaciones como las del 13 de Marzo y el movimiento por una vivienda digna en España, las de
2001 en Filipinas, lo ocurrido durante el golpe de Estado en Venezuela en Abril de 2001 o el
noviembre francés de 2005 son algunos ejemplos emblemáticos de este tipo de convocatorias para
la acción colectiva.
En una sociedad interconectada, fenómenos sociales como la protesta pueden surgir rápidamente y
de forma casi espontánea a partir de actores marginales sin ser promovidos por verdaderos
movimientos, los clásicos protagonistas de la acción colectiva. Multitudes (Negri y Hardt, 2004)
capaces de organizarse sin organización, movilizaciones autoorganizadas y fenómenos de
emergencia (Jonson, 2008) reclaman su papel en la movilización social.
Son varios los factores que influyen en el éxito de este tipo de convocatorias. La estructura de las
redes sociales y telemáticas por las cuales se difunde el mensaje son determinantes tanto para su
difusión masiva como para aumentar las expectativas y la confianza de los actores y su
predisposición a participar. El anonimato de las convocatorias permite múltiples identificaciones y
evita conflictos identitarios siendo además reflejo de circunstancias políticas e ideas arraigadas en
los nuevos movimientos sociales. Por último el contexto, tanto político como mediático crea el
caldo de cultivo para la difusión del mensaje y la movilización social.
Estas nuevas formas de movilización a través del uso de las TIC nos llevan a reconsiderar el
concepto de masa utilizado por los pioneros del estudio de los movimientos sociales. Internet y
otras TIC han hecho emerger formas de movilización colectiva a caballo entre los enfoques de la
psicología de masas, y su visión de la movilización como la agregación de comportamientos
individuales, psicológicos e irracionales y la movilización como actividad organizada, racional y
eminentemente política propia de los nuevos enfoques.
Estos fenómenos suponen un reto para las teorías de los movimientos sociales. La movilización
adquiere espontaneidad e imprevisiblilidad. Los promotores de la movilización son lo que Lasén y
Martínez denominan las “masas híbridas politizadas” (2008: 244). Se invierte la ecuación que va
desde la organización a la acción y la propia acción convocada de forma “espontánea” se constituye
a sí misma y puede incluso derivar hacia una organización posterior del movimiento.
Esta visión resulta sugerente para una interpretación de la movilización social que quizás ya no se
ajuste a la noción tradicional de los movimientos sociales. Si bien los movimientos sociales siempre
han estado entre la institucionalización de los partidos, sindicatos o grupos de interés y la
movilización “espontánea”, observamos que tanto las nuevas formas de movilización como las
explicaciones teóricas correspondientes tienden a restar importancia a la organización y
formalización colectiva. Desde los movimientos sociales tradicionales como el obrero hacia las
teorías de movilización de recursos y los nuevos movimientos sociales, el peso de la organización
en la explicación de los fenómenos va decayendo en pos de otros factores como la identidad
colectiva, los valores, los estilos de vida o la movilización en red centrada en asuntos.
La constante evolución que va desde los movimientos sociales tradicionales a los nuevos
movimientos sociales, los novísimos movimientos sociales y fenómenos como las smart mobs
invitan a pensar que quizás ya no estemos hablando de lo mismo. Quizás haya que distinguir entre
los movimientos sociales y los movimientos en la sociedad.
Lo que distingue a las smart-mobs no es la forma de difundir la convocatoria sino la forma en que
esta se concibe, desde donde parte la iniciativa, quien la convoca, etc. Su carácter espontáneo y en
muchas ocasiones el anonimato del convocante otorga a las smart-mobs un significado específico
que las caracteriza como una nueva forma de movilización en lugar de restringirse a una
movilización convencional difundida por la Red.
Ante una definición de la situación común, un clima de opinión o una oportunidad política
favorable, la convocatoria para una acción colectiva puede difundirse rápidamente a través de
Internet o los teléfonos móviles y dar lugar a una movilización masiva en el espacio público.
La espontaneidad de las smart-mobs no hay que entenderla como un impulso irracional, casual y
desvinculado de un contexto concreto, una situación y una causa definida. Más bien define la
inexistencia de una organización previa a la convocatoria. En una convocatoria al uso, por ejemplo
una manifestación, aún utilizando la Red para difundirla, suele haber una labor previa por parte de
los colectivos convocantes que incluye reuniones preparativas, determinación del recorrido de la
marcha, legalización de la misma, redacción de un manifiesto o elección de un lema común, etc. En
definitiva, todo un trabajo organizativo previo. Sin embargo podríamos decir que las smart-mobs
empiezan la casa por el tejado. Lo importante es la convocatoria; la fecha, hora, lugares y la
definición más o menos abstracta del tema de la movilización. Si el asunto por el que se convoca es
atractivo, la llamada a la movilización es lo bastante sugestiva y la difusión es -y se percibemasiva, la convocatoria moviliza a la acción por sí misma. La organización deja de ser un paso
previo a la convocatoria para casi desaparecer o convertirse en un paso posterior.
Las cadenas de mensajes convocando a la movilización son en definitiva una forma de organizarse
sin organización. Un fenómeno íntimamente ligado al uso y extensión de las redes telemáticas que
merece la atención para el estudio de los movimientos sociales y reformula conceptos clave sobre
las formas de organización de los movimientos.
Conclusión
Internet permite tanta flexibilidad en la organización de la acción colectiva que el mismo concepto
de organización queda en entredicho. Desde la rigidez de las organizaciones tradicionales hasta la
flexibilidad de las smart-mobs hay un largo camino de evolución hacia formas cada vez más
informales, horizontales y descentralizadas de organización.
Es difícil determinar en que punto el cambio cuantitativo; menos jerarquías, menos formalización,
menos presupuestos ideológicos compartidos, menos centralización, etc, se convierte en un cambio
cualitativo. Pero comparar los procesos de movilización clásicos en los que organizaciones rígidas y
unificadas convocaban la acción colectiva con las movilizaciones espontáneas de las smart-mobs en
las que las organizaciones formales están ausentes o juegan un papel secundario nos invita a
reflexionar sobre si realmente estamos hablando de lo mismo.
El papel de Internet como infraestructura que permite estas formas de organizar la acción colectiva
es evidente. La tecnología, como hemos visto, no explica todas las transformaciones que se están
dando, pero abre ciertas posibilidades que pueden ser explotadas por los movimientos, transformar
las formas de organización y poner en cuestión el propio concepto.
Podemos incluso ir más allá; si como afirma Melucci (1999) los movimientos sociales son profetas
del presente, si de sus prácticas, sus identidades y valores podemos intuir las formas futuras de
organización social, caminamos hacia formas sociales de organización más horizontales y
participativas.
Es cierto que ninguna sociedad, salvo en breves episodios históricos, se ha organizado de forma
realmente horizontal. La jerarquía de las formas de organización social es tan abrumadora que
parece imposible que pueda existir otra alternativa. Pero si estamos de acuerdo en que cualquier
forma de organizarse depende de los medios de comunicación disponibles, podemos ver en Internet
la herramienta ideal para experimentar con formas diferentes de organización social. Por primera
vez disponemos de una herramienta que permite la comunicación de muchos a muchos. Que esta
posibilidad de comunicación horizontal se transforme en formas horizontales de organización no
sólo de pequeños grupos sino de verdaderas sociedades dependerá del uso, los valores y las
practicas que hagan reales las potencialidades del nuevo medio. En cualquier caso esta posibilidad
es sólo una especulación, pero una especulación sin duda sugerente.
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