Mutatis Mutandis: Revista Internacional de Filosofı́a, núm. 16 (2021), pp. 37-44
Recibido: 03-03-2021 Aceptado: 25-05-2021
El suicidio como utopı́a
Suicide as Utopia
Suicı́dio como utopia
Slaymen Bonilla Núñez
∗
Sociedad Iberoamericana de Estudios sobre Pesimismo, Ciudad de México, México
Resumen
Pretendemos, en el presente estudio, mostrar algunas de las ideas principales del pesimismo filosófico en
torno al suicidio. De esta manera, primero, se procederá a hacer un pequeño resumen de algunos de los
puntos de vista que, diversos filósofos pesimistas, han tenido con respecto al suicidio. Ası́, Schopenhauer,
Mainländer, Michelstaedter, Caraco y Cioran serán los principales interlocutores. Mas esto sólo será un
pretexto para plantear, sobre la base de un pesimismo utópico, algunas aproximaciones al suicidio como
utopı́a. De hecho, aquı́ radica nuestra principal contribución: mostrar cómo, a partir de una hermenéutica
analógica, se pueden seguir construyendo nuevos derroteros en torno al pesimismo, en particular en lo
referente al tema del suicido. Los filósofos pertenecientes a este corriente han hablado mucho del suicido,
refutándolo o alabándolo; lo que nosotros queremos es entenderlo como parte de un proceso utópico en el
que el individuo involucrado encuentra, en él, una vı́a de redención y/o liberación de los sufrimientos de la
vida.
Palabras clave: Pesimismo, suicidio, utopı́a, pesimismo utópico
Abstract
We intend, in this study, to show some of the main ideas of philosophical pessimism around suicide. In
this way, first, we will proceed to make a small summary of some of the points of view that various pessimistic philosophers have had regarding suicide. So, Schopenhauer, Mainländer, Michelstaedter, Caraco
and Cioran will be the main interlocutors. But this will only be a pretext to propose, on the basis of utopian
pessimism, some approaches to suicide as utopia. In fact, here lies our main contribution: to show how,
based on an analogical hermeneutic, new paths can be built around pessimism, particularly with regard to
the subject of suicide. The philosophers belonging to this current have spoken a lot about suicide, refuting
or praising it; what we want is to understand it as part of a utopian process in which the individual involved
finds, in it, a way of redemption and / or liberation from the sufferings of life.
Keywords: Pessimism, suicide, utopia, utopian pessimism
Resumo
Pretendemos, neste estudo, mostrar algumas das principais ideias do pessimismo filosófico em torno do
suicı́dio. Desse modo, em primeiro lugar, faremos um breve resumo de alguns dos pontos de vista que
vários filósofos pessimistas têm tido a respeito do suicı́dio. Assim, Schopenhauer, Mainländer, Michelstaedter, Caraco e Cioran serão os principais interlocutores. Mas isso será apenas um pretexto para propor,
com base no pessimismo utópico, algumas abordagens do suicı́dio como utopia. De fato, aqui está nossa
principal contribuição: mostrar como, a partir de uma hermenêutica analógica,novos caminhospodem ser
construı́dosem torno do pessimismo, particularmente no que se refere ao tema do suicı́dio. Os filósofos
pertencentes a esta corrente têm falado muito sobre o suicı́dio, refutando-o ou elogiando-o; o que queremos
é entendê-lo como parte de um processo utópico em que o indivı́duo envolvido encontre, nele, uma forma
de redenção e / ou libertação dos sofrimentos da vida
Palavras chave: Pessimismo, suicı́dio, utopia, pessimismo utópico
DOI: 10.5281/zenodo.5204620
∗ Contacto: sbn88@hotmail.com Licenciado en Filosofı́a por la Universidad La Salle y en Ciencias Polı́ticas y Administración Pública por la UNAM, maestro en Filosofı́a por el CIDHEM y doctor en Filosofı́a por el Colegio de Morelos. Ha
realizado estancias de estudio e investigación en la Universidad AlexandruIoan Cuza de Iasi (Rumanı́a), en la Chungnam
National University (Corea del Sur) y en la Universidad de Kioto (Japón). Sus investigaciones giran en torno a la filosofı́a
pesimista de los siglos XIX y XX, a la filosofı́a budista –en especial a Nāgārjuna– y a la filosofı́a náhuatl. Del mismo modo,
sus esfuerzos van encaminados a la creación y desarrollo de una nueva sistema, al que denomina “pesimismo utópico.”
Cofundador, junto al Mtro. Diego Eduardo Merino Lazarı́n, del proyecto de los Filósofos Malditos. Entre sus obras
se encuentran: El cantar de Quetzalcóatl: Ehécatl (Herem), Poemologı́a (Textosterona), Rimisurdos (Ediciones y Punto),
Distófrasis (Ediciones y Punto), Fantası́a (Herem), Prolegómenos al pesimismo utópico (Herem), El mundo como vacuidad
y Mythos (Herem), y diversas publicaciones, tanto en revistas nacionales como extranjeras, impresas y digitales, sobre
temas diversos.
Mutatis Mutandis: Revista Internacional de Filosofı́a (ISSN 0719-4773)
CC-BY-NC-ND 4-0 2020 Corporación Filosofı́a y Sociedad
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1.
EL
SUICIDIO EN LA FILOSOF ÍA PESIMISTA
Sin duda alguna, el surgimiento del pesimismo, en sentido estricto, en la figura de Arthur
Schopenhauer, vino a abrir un abanico de temas que la filosofı́a oficial (la filosofı́a de universidad,
como el propio Schopenhauer la llamó) habı́a dejado relegados. ¡Ojo!, no es que en la historia de
la filosofı́a no estuviesen presentes, sino que eran pocos los que se atrevı́an o se interesaban en
tocarlos. Temas como la homosexualidad, el no-ser, el deseo carnal o el suicidio eran tenidos como
poco sesudos, inmorales o no interesantes. Y ese fue uno de los grandes atinos de Schopenhauer,
volverlos a poner en el debate filosófico, volverles a dar un peso especı́fico.
El suicidio, entonces, pasó a formar parte de la colección de temas y conceptos de los cuales el
pesimismo habrı́a de abrevar para sus reflexiones. Uno de los aspectos positivos de la filosofı́a
burguesa, a la cual, hay que decirlo, Schopenhauer pertenecı́a, era poder filosofar sin temor a
represalias polı́ticas o económicas por parte del Estado o de la cada vez más débil Iglesia. El hecho
de ser un heredero posibilitaba que no se tuviese que depender de algún puesto público, en el
gobierno o en la universidad, desde donde se vigilasen los postulados para ver si estos coincidı́an
con las polı́ticas estatales1 .
Pero ¿cómo pensó el pesimismo al suicidio? Eso es lo que, en este primer apartado, se intentará
responder. Para ello echaremos mano de algunos de los filósofos pesimistas de finales del siglo
XIX y principios del XX. Esta revisión no pretende ser exhaustiva, sino sólo dar los elementos
suficientes para entender al suicidio desde esta perspectiva filosófica y, después, poder construir
sobre ella.
i.
Arthur Schopenhauer
Como ya se dijo, fue el Buda de Frankfurt el que retomó el tema del suicidio como relevante en
la discusión filosófica. Para él, el suicidio no tenı́a sentido, pues no libra de la dictadura de la
Voluntad, una especie de fuerza supracósmica que está en todo y de cuyas garras no podemos
escapar, ni siquiera en la muerte. Por eso, “aquel a quien le oprimen las cargas de la vida, el
que la quiere y afirma pero aborrece sus tormentos y en especial no puede soportar más la dura
suerte que le ha tocado precisamente a él, ese no ha de esperar de la muerte una liberación ni
puede salvarse con el suicidio” (Schopenhauer 2004 337).
Y es que el suicida sı́ quiere la vida, lo que no quiere son las condiciones con las que vive. Por
eso mismo, la voluntad sigue presente y ella permanecerá a pesar de que se decida ponerle punto
final a la existencia fenoménica. Sı́, puede que el fenómeno de nuestra voluntad (principiumin
dividuationis) cese, mas la Voluntad como principio nouménico seguirá ahı́ y nosotros estaremos
con ella. “Comienzo y fin afectan sólo al individuo a través del tiempo, que es la forma de ese
fenómeno para la representación. Fuera del tiempo no está más que la voluntad, la cosa en sı́
kantiana [. . . ] De ahı́ que el suicidio no nos salve” (Schopenhauer 2004 427)2 .
Es cierto, los sufrimientos y tormentos de la vida pueden crecer hasta el punto de ser
intolerables y es ahı́ cuando el individuo decide abandonar voluntariamente la vida, sin embargo,
como ya se dijo, esto no garantiza que el sufrimiento venido de la Voluntad cósmica vaya a concluir.
De hecho, si el suicidio garantizara la liberación de las penas, entonces habrı́a que elegirlo sin
condición, como algo deseable. “Pero en nosotros hay algo que nos dice que no es ası́, que con eso
no terminan las cosas, que la muerte no es una negación absoluta” (383).
En pocas palabras, para Schopenhauer el suicidio es una acción vana y necia (337), que en
1 Por supuesto, como en todo, la filosofı́a burguesa también tuvo y tiene su lado negativo. Otro caso es el de Marx,
quien, si bien de igual modo va contra la base del Estado tradicional, lo hace desde el resguardo económico de Engels.
Era, por ası́ decirlo, un heredero no filial.
2 Hay que recordar que Schopenhauer tiene una visión monista de la voluntad, lo cual implica que el suicidio no
impacta más que a un fenómeno ilusorio, sin hacer mermar a esa voluntad nouménica.
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vez de ser una verdadera negación de la voluntad, sólo “supone una enérgica afirmación de la
misma. Pues la esencia de la negación no consiste en aborrecer los sufrimientos sino los placeres
de la vida” (461). El problema del suicida es que él sı́ quiere la vida, sólo que está insatisfecho con
las condiciones que tiene; por eso, aunque elimine el fenómeno, jamás podrá hacer lo propio con
la voluntad de vivir, que es, en última instancia, su anhelo.
ii. Philipp Mainländer
El triste Philipp Batz llevará su propia teorı́a del suicidio a sus últimas consecuencias en su vida.
Para empezar, comienza por afirmar, desde un punto de vista metafı́sico-cosmológico, la idea de la
muerte de Dios. “Dios ha muerto y su muerte fue la vida del universo” (Mainländer 2011 49). Dios,
harto de su súper-ser, decide transitar a la nada absoluta (nihil negativum), mas su exterminio
inmediato le fue imposible. Quepa aclarar que todo esto es utilizado por nuestro filósofo como
una mera metáfora para averiguar por qué hay multiplicidad en lugar de unidad en el universo
observable. Ası́, “De alguna manera, la unidad simple tuvo el poder de ser diferente a como fue,
pero no tuvo el poder, súbitamente, de no ser en absoluto” (55). Luego, Dios se desintegra en la
multiplicidad, en su obra, siendo esta la única manera de llegar a ser nada. A este acto se le
puede denominar “el suicidio de Dios”3 .
Esta justificación que se da de la muerte de Dios, que, como se dijo, es el origen de la
multiplicidad, sirve para manifestar que el no ser es preferible al superser, pues, de lo contrario,
“Dios no lo habrı́a elegido en su sabidurı́a suprema” (56). Literalmente Mainländer dice que “Dios
quiso el no ser” (57). Aquı́ la clave está en la palabra “quiso.” Es evidente que toda esta imagen
tiene como objetivo final justificar el suicidio, que es la voluntad de no ser o lo que el filósofo de
Offenbach llamará, “voluntad de morir.”
La voluntad de morir es producto de la más grande ley del universo, aquella que rige en él: la
ley del debilitamiento de la fuerza. Todo está destinado a envejecer, todo está destinado a perecer,
desde las más grandes estrellas, hasta el más ı́nfimo de los insectos. Todo. El ser humano es,
pues, “en su fundamento más profundo, ‘voluntad de morir’ ” (63). Él quiere la muerte. Ella está,
por ası́ decirlo, en su código genético, en el código genético del universo mismo.
La voluntad de morir es la esencia del inconsciente individual. Queremos la vida, sı́, pero sólo
como medio pata la muerte (66). Ahı́ es donde el espı́ritu consciente debe entrar, apoyando a su
contraparte, dotándola de la fuerza necesaria para llevar a cabo su proyecto seminal.
Queremos morir, esa fue desde el inicio la meta que Dios se impuso: desaparecer, no ser
más, llegar a la nada. Mas, para hacer efectivo su plan, infundió en nosotros la máscara de la
voluntad de vivir. Sin embargo, si queremos ser fieles a sus designios, que son los propios de la
ley máxima del universo, debemos, entonces, acelerar el proceso, descubrir nuestra voluntad de
morir y ponerla en acción, ya sea mediante la castidad, la santidad o el suicidio (97). Sandra
Baquedano Jer, sostiene en el Estudio preliminar de la obra:
El hombre actúa en consonancia con la naturaleza de su voluntad, su carácter es
innato, pero pueden existir pequeños cambios. El mayor de ellos ocurre cuando se toma
conciencia de la voluntad de morir como medio para alcanzar la liberación a través de
la muerte. La redención puede comenzar en vida al reconocerse que lo esencial ya no
es aquella voluntad que tiene como fin la vida, sino aquella que sirve como medio para
la muerte. En ese espı́ritu recae la ley que articula la necesidad que atraviesa cada
acción y que consiste en el suicidio de Dios (31).
El suicido es, por tanto, deseable desde el momento en que fue el mismı́simo Dios quien lo
3 A diferencia de Schopenhauer, y como crı́tica a su monismo, Mainländer señala que no existe una voluntad universal,
única, sino una pluralidad de ellas, por lo que el suicidio, es decir, la eliminación de cada una, contribuye a la ley del
debilitamiento de las fuerzas y, por tanto, al plan de aquel Dios suicida.
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eligió como camino de redención. “Ser o no ser,” para Mainländer la respuesta es evidente. Lo
único que queda es tener el coraje suficiente para entender esta redención, para ponerla en
práctica y cumplir ası́ con el destino, que es el destino del universo.
iii. Carlo Michelstaedter
Curioso el caso de Michelstaedter, quien, a diferencia de Mainländer, no concebı́a como deseable
el suicidio. En este sentido, estaba más próximo a las ideas de Schopenhauer; a pesar de lo cual
terminó por ejecutar dicho acto. Un “suicidio metafı́sico,” lo llamó Giovanni Papini.
En el Diálogo de la salud (2010), Nino se queja amargamente de la vida y de sus sufrimientos:
“Si la misma vida es el error del cual no somos responsables, aunque sobrellevemos su peso
—¿para qué continuar si yo sé, si tú sabes, que jamás cambiará nada? ¿Para qué?” (128). De
ahı́ lo que queda, muy al estilo de Camus, es la pregunta por el suicidio: “Aunque haya violencia
—incluso la que ejerzo sobre mı́ mismo con el suicidio— ¿qué me importa si después seré destruido
en la inconsciencia? [. . . ] ¿A quién debo rendir cuentas— con tal de no sufrir esta pena?” (128).
Entonces, Rico le responde de manera categórica:
¡Pero tu propia invocación a la muerte es el miedo de la muerte! En esa invocación
habla la misma debilidad que ruega por piedad un velo como pantalla contra el dolor,
que le pide al pan, al vino, a los compañeros, al amor, al arte, a la gloria, a Dios, una
prórroga de la muerte. Pides el sueño y el olvido, no la muerte. Si la vida es un peso,
tiene coraje el que lleva la vida hasta que ésta lo aplaste, de modo que su muerte sea
un acto vital; —mientras que quien la depone de alguna manera no tiene el coraje de la
muerte, sino el miedo. La depone porque en el reposo busca consuelo —y del consuelo
espera la continuación: y como todo reposo que, siguiendo la voz de su deficiencia, el
hombre mendigue con tal continuar, ası́ es en realidad la muerte— la niebla de las
cosas que son y no son; —ası́ en la lánguida y vana invocación a la muerte donde
habla el mismo deseo de reposo, se encuentra en efecto, la voluntad de continuar, la
piedad conmovida por uno mismo (128-129).
He aquı́ el pensamiento racional que Michelstaedter tiene sobre el suicidio. Invocar la muerte
por medio del suicidio es una debilidad. El suicida ruega por piedad. Muy al estilo de Schopenhauer, él quiere la vida, él quiere el pan, el vino, el amor, el arte, la gloria, a los amigos, lo que
no quiere es el sufrimiento que implica la vida y el goce de esos placeres. Por eso pide el sueño y
no la muerte; quiere consuelo, apapacho. El hombre persuadido debe tener el coraje —muy al
estilo del héroe trágico de J. Bahnsen— de vivir a pesar de que a vida lo aplaste, para que ası́
su muerte sea un “acto vital,” algo que tenga alguna clase de sentido. Por su parte, el suicida
es un cobarde, que en realidad no busca la muerte, sino que le tiene miedo a la vida y, por eso
busca consuelo, esperando, por supuesto, que esa muerte acelerada se lo brinde. Mas el deseo
del suicidio conlleva ya la “voluntad de continuar” y la lástima propia. Por eso, como dice Miguel
Morey, en su ensayo Philosophiaedesconsolatio: “el suicidio no podı́a entrar dentro de los planes
del joven pensador, dado que lo consideraba como el acto retórico por excelencia, en las antı́podas
del mundo en el que habitaba el persuadido” (Michelstaedter, 2009, p. 17).
iv. Albert Caraco
Si bien Caraco no habla directamente del suicidio, su vida manifestó este afán. En 1971 decide
ponerle fin a su vida. Con todo, su obra máxima, el Breviario del caos (2004) está repleta de
reflexiones acerca de la muerte y la futilidad de la vida. Basta con empezar a leer el libro para
encontrar lo siguiente:
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El suicidio como utopı́a
Tendemos a la muerte como la flecha al blanco, y no le fallamos jamás, la muerte es
nuestra única certeza y siempre sabemos que vamos a morir, no importa cuando y no
importa donde, no importa la manera. La vida eterna es un sinsentido, la eternidad no
es la vida, la muerte es el reposo al que aspiramos (7).
La verdad de la muerte es implacable, morimos por completo y morimos solos. La muerte es la
verdad absoluta del universo, nadie puede escapar a ella. Esto, que es muy cercano de lo dicho
por Mainländer, se erige como la certeza más cruda de nuestra vida. La vida sólo tiene sentido por
la muerte. De hecho, Caraco retoma claramente la “voluntad de morir” mainländeriana cuando
dice: “la voluntad de muerte preside al furor de vivir y no alcanzamos a distinguir cual nos inspira”
(15).
Se han construido ciudades enteras sobre la base de la muerte. En ellas nuestro Infierno
interno se materializa. La muerte es dios, pues es la creadora del mundo y de la vida. Por
eso, Caraco trata de elevarse como su profeta, elevando cantos de muerte (18). ¿Es esta una
exhortación al suicidio? Su vida parece decir que sı́. “Por eso caminamos hacia la muerte, sin
esperanza de refugio, alienados y poseı́dos, la Historia no haciéndonos favor y entregándonos a la
fatalidad, siempre más fuerte debido a nuestras obras” (28).
El erotismo negativo de Caraco culmina con su suicidio, con el que manifiesta de manera
directa sus principales ideas filosóficas: sexualidad, religión, historia, polı́tica, sociedad, etc.,
están involucradas en el acto culmen que hace confluir su vida y obra.
La muerte nos persigue, ella le da sentido a la vida, a las instituciones, al mismo amor. “La
muerte es el sentido de toda cosa” (44). La muerte es, al final, es la redención, el descanso final.
“Cuando los humanos sepan que no hay más remedio que en la muerte, bendecirán a aquellos
que los matan, para no tener que destruirse ellos mismos” (46). Ası́ que si el asesinato está, en el
mundo de Caraco, permitido bajo la premisa de que la muerte es el mayor de los bienes posibles,
sin lugar a dudas podemos inferir lo mismo del suicidio.
Hay una nostalgia en las palabras de Caraco. El hombre ha destruido la naturaleza y con ella
ha dado paso a la fealdad. Nuestra impronta es la muerte y esta se representa en las sociedades,
en lo que hemos hecho con el mundo.
El mundo es feo, lo será cada vez más, los bosques caen bajo el hacha, las ciudades
crecen engulléndolo todo, y por doquier los desiertos se extienden, los desiertos son
también obra del hombre, la muerte del suelo es la sombra que las ciudades proyectan
a la distancia, se une a eso en el presente la muerte del agua, después será la muerte
del aire, pero el cuarto elemento, el fuego, subsistirá para que los otros sean vengados,
es por el fuego que moriremos en nuestro turno (47).
Hemos destruido el mundo, pero tarde o temprano caeremos con él, ese es el sino forjado; una
especie de karma que acecha constantemente y que se lo ha de recibir con los brazos abiertos.
Por eso, cuanto más gente muera mejor, pues ası́ no tendremos que exterminarlos. “La caridad no
es más que un engaño [. . . ] la caridad no salva un mundo repleto de insectos que no saben más
que devorarlo, manchándolo de su basura [. . . ] mientras más mueran, será mejor para nosotros,
pues no tendremos necesidad de exterminarlos nosotros mismos” (51). Luego, el suicidio queda
plenamente justificado bajo esta óptica. El suicidio es el acto por excelencia que hace al hombre
responsable de sı́ mismo y del mundo.
Y si bien Caraco pretende la muerte de la esperanza y la fe (83), él mismo funda su esperanza
y su fe en la muerte, pues, como bien dijo Schopenhauer, esta no garantiza absolutamente nada.
Pensemos un momento, por extravagante que parezca, que tras la muerte lo que hay es una
especie de mundo lovecraftiano, en donde las entidades cósmicas más aberrantes y terribles están
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esperando4 . Nada garantiza, pues, que ahı́ podamos “descansar en paz.” Ası́, cuando dice: “la
vida que nos espera es tan absurda y tan horrible, que los mejores preferirán la muerte” (108) da
por hecho que la muerte es preferible a la vida porque no contiene eso absurdo y horrible que
esta última sı́ tiene. La simplicidad está en la muerte (121). Al final, la muerte triunfará y los
muertos serán felices (126).
v.
Emil Cioran
El filósofo rumano siempre fue perseguido por la idea del suicidio. En sus diarios recoge esta
sensación a través de sus reflexiones. El 24 de febrero de 1958 escribe:
Desde hace unos dı́as, vuelve a rondarme la idea del suicidio. Cierto es que pienso
en él a menudo, pero una cosa es pensarlo y otra sufrir su dominio. Acceso terrible
de obsesiones negras. Me va a ser imposible durar mucho tiempo ası́ por mis propios
medios. He agotado mi capacidad para consolarme (Cioran, 2020).
Desde aquı́ es claro que, para Cioran, la idea del suicidio puede dominarnos, carcomernos
y eso es algo que, quizás, deberı́amos evitar, en tanto que el suicidio deberı́a ser una idea y no
tanto un impulso. Sı́, tal vez detrás de esta concepción haya un poco de cobardı́a, como el propio
Cioran reconoce (13 de abril de 1965), empero, también es una gran inspiración. El suicidio
puede ser, ası́, un consuelo ante la desesperación pura (3 de enero de 1968). Aunque, “escribir
sobre el suicidio es haberlo superado” (16 de junio de 1968).
Como dirá en una entrevista, concedida el 28 de noviembre de 1987 a Josefina Casado del
diario El Paı́s: “Cuando uno tiene la visión del suicidio, la conserva para siempre. Vivir con esa
idea es una cosa muy interesante. Incluso dirı́a que estimulante.” Cioran cuenta, en esa misma
entrevista, que años atrás convenció a un señor de no suicidarse, pues lo importante del suicidio
es la idea, el goce de la posibilidad y no la acción en sı́. “Le dije que lo importante era haber
concebido la idea, saberse libre. Yo creo que la idea del suicidio es lo único que hace soportable la
vida, pero hay que saber explotarla, no apresurarse a sacar las consecuencias” (Casado 2010 9).
Ergo, la idea suicidio nos hace, de alguna manera, libres, poniéndonos delante de la posibilidad
de nuestra existencia, de sabernos vulnerables, de entendernos como nuestros propios creadores.
En ese sentido es que vale más la idea del suicidio que el suicidio en acto. La primera genera
consuelo, liberación, posibilidad, el segundo no genera nada (o no podemos estar seguros de que
lo haga), en todo caso creemos que lo hará y eso es todo.
2.
EL
SUICIDIO EN EL PESIMISMO UT ÓPICO
Hemos hecho un recorrido por algunos de los principales autores del pesimismo filosófico, tratando
de extraer de ellos alguna idea base sobre el suicidio. En términos generales, podemos plantear
que hay dos visiones con respecto a él. Un grupo (Schopenhauer, Michelstaedter y Cioran) sostiene
que el suicidio per se no tiene mucha eficacia, pues no garantiza lo que promete y, al contrario,
sólo nos manifiesta como seres volentes; el suicidio es una autocontradicción, una paradoja. El
segundo grupo (Mainländer, Caraco y Cioran5 ) postula al suicidio como una alternativa, la única
de hecho, ante el sufrimiento y los tormentos de la vida. Suicidarse es la culminación de la ley
máxima del universo, de su destino, que es el nuestro. Dos visiones, dos caminos.
4 La
idea popular católica del Infierno no le pide nada a este universo.
puede ser entendido desde ambos grupos, pues, por un lado alaba la idea del suicidio, pero, por el otro,
se aleja del acto suicida. Michelstaedter también es un caso especial; su filosofı́a reniega del suicidio, mas su vida lo
restituye.
5 Cioran
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¿Pero qué dice el pesimismo utópico al respecto?6 Hay que recordar que, aquı́, la utopı́a puede
referirse tanto a un proyecto polı́tico-económico-social, como a un principio de esperanza o a uno
de responsabilidad. De igual modo, existen utopı́as del pasado, del presente y del futuro (Bonilla,
2021, Apartado 3). Entonces, ¿el suicidio cómo puede ser interpretado desde esta perspectiva? Si
atendemos a la visión del segundo grupo de pensadores pesimistas, el suicido es una redención,
un alivio de nuestra condición sufriente. En este sentido, el suicidio es esperanzador, pues
plantea una vı́a de liberación de los tormentos del mundo. En cuanto al primer grupo, quizá para
algunos de ellos el suicidio sea una esperanza vana, pero quiénes somos nosotros para cuestionar
las esperanzas de otros. En este sentido, no tenemos la autoridad para desechar utopı́as en pos
de nuestras propias concepciones y/o valores. Las utopı́as sólo pueden ser señaladas por su
capacidad de hacer mejor al sujeto creador. Y, mucho cuidado, que no estamos diciendo que
hacerlo mejor sea hacerlo “bueno,” sino sólo que esa persona forje y explote su propio ethos,
que sea capaz de maximizar su potencial, que pueda forjarse un “rostro y un corazón” (in ixtli in
yollotl)7 .
La voluntad de soñar es lo que está detrás de la creación de utopı́as. Todos tenemos esta
voluntad y todos somos forjadores de utopı́as en mayor o menor medida. Pueden ser, como se dijo,
utopı́as polı́ticas, pero también esperanzas o responsabilidades personales. Es parte de nuestra
“naturaleza” humana. Algunos encuentran su utopı́a en movimientos sociales, otros en el arte o la
vida espiritual (como Schopenhauer) y algunos más en el suicidio.
Soñamos, por ası́ decirlo, que el suicidio será la liberación final, que sólo quedará la nada,
el vacı́o y el descanso, pero, en realidad nunca podemos estar seguros por completo. Por ende,
el suicidio se constituye como una utopı́a para el futuro, desde la que intentamos resignificar
la angustia y el desconsuelo del pasado y/o del presente. Y esperamos que, tras él, podamos
encontrar la paz y la tranquilidad que antes no tuvimos.
No encontramos razones a priori para descartar el suicidio, aunque sı́ a posteriori. El sufrimiento de los seres amados, si es que los hay, es el principal argumento. Esto es, estamos
afectando, lastimando y haciendo sufrir a otros con nuestra decisión. Un axioma ético dice que
no debemos hacer a otros lo que no queremos para nosotros. El suicida está, de una u otra forma,
renunciando a la existencia dado que considera que el no ser es preferible al ser debido al dolor o
al sufrimiento que implica vivir. Luego, si él huye del sufrimiento ¿por qué ha de hacer sufrir a
otros? Decisión un tanto paradójica que es producto del carácter (ethos) y de circunstancias con
las cuales lo mejor serı́a intentar empatizar. La compasión aquı́ es un elemento clave.
Fuera de ello, y a priori, el suicidio es perfectamente válido en tanto que parte de la voluntad
de soñar del individuo (o, incluso, de un grupo) y se materializa en una utopı́a que, además, es
factible de llevar a cabo y sólo depende de la misma voluntad. Si pensamos en un mundo (y, de
hecho, ese mundo existe) en el que hay una persona sin familiares o amigos, entenderemos que
su suicidio es sólo de ella y que, más allá de una charla motivacional o un intento de diálogo
honesto (como el que el propio Cioran narra), no podemos impedı́rselo ni apuntar nuestro dedo
flamı́gero sobre ella. Salvo que se crea en Dios, y que se crea en él de una manera muy especial,
el suicidio (como la eutanasia y otras acciones similares) se da exclusivamente en el sueño del
sujeto utópico. Toda idea está vacı́a (incluida la idea el concepto del suicidio) y es únicamente la
acción encaminada a forjar nuestro rostro y nuestro corazón (uno propio y no el que otros quieren
o esperan) la que puede liberarnos definitivamente del sufrimiento. Ahı́ donde sólo hay reposo y
equilibrio (neltiliztli 8 ) y donde la verborrea mental (prapañca 9 ) se ha detenido.
6 Es importante mencionar que el pesimismo utópico es una reinterpretación del pesimismo clásico. Por lo mismo,
se separa de otras aproximaciones en las cuales la utopı́a (como esperanza, por ejemplo) es deseñada o eliminada por
completo.
7 En la filosofı́a nahua esta expresión (difrasismo) se refiere al ethos del individuo, a la autenticidad que puede alcanzar
a través del (auto)conocimiento por medio de la metafı́sica, la epistemologı́a, la moral, la educación, la estética, etc.
8 “Bien arraigado,” “auténtico,” “verdadero.” Este era el fin práctico que la filosofı́a nahua proponı́a y buscaba para el
ser humano.
9 “Proliferación conceptual o mental.” Para el budismo es una de las fuentes del sufrimiento, por lo que debe ser
superada en aras de la liberación.
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Slaymen Bonilla Núñez
REFERENCIAS BIBLIOGR ÁFICAS
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Mutatis Mutandis: Revista Internacional de Filosofı́a