SIN LÍMITES
Ira y miedo en el Istmo de los vientos
JUCHITÁN, OAX.- Llegué al Istmo de Tehuantepec pensando que la energía eólica era la alternativa ante la catástrofe ambiental: el planeta es ahora un grado centígrado más caliente que hace 100 años, y será dos grados más caliente en 2030, a menos de que reduzcamos a la mitad las emisiones de efecto invernadero. De no hacerlo, a finales del siglo XXI habrá el doble de guerras, la mitad de los alimentos y un PIB mundial 20% más bajo. Mi generación es corresponsable de la crisis: la mitad de las emisiones de carbono por quema de combustibles fósiles se han emitido en los últimos 30 años.
Por eso me sentí en un mundo al revés cuando llegué a Juchitán, Oaxaca, famosa por sus vientos que voltean tráileres en las carreteras. Los vendavales son parte de las expresiones populares. “Tiene aire tu cabeza”, se dice cuando hablas disparates. Y así me sentí, con aire en la cabeza, al escuchar a unos 40 líderes comunitarios, activistas e intelectuales indígenas, mestizas y mestizos, hablar en contra de la energía eólica la tarde del 17 de octubre pasado. ¿Qué puede tener de malo tomar la energía del viento?
Para que el viento se convierta en energía se emplean los aerogeneradores: turbinas con forma de ventiladores que pueden medir hasta 100 metros de altura y que se instalan en grandes extensiones de tierra –o de mar– en . Los vientos de 6.5 metros por segundo son suficientemente rentables para instalar un parque. En el Istmo de Tehuantepec
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos