Calendario lunar del agricultor
Por Paolo Cadorin
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En realidad, desde tiempos inmemoriales, los agricultores y las gentes de campo saben la importancia que tiene la luna, un auténtico reloj biológico que influye en el comportamiento de los hombres y los animales y que es la causa de algunos fenómenos naturales cíclicos, como por ejemplo las mareas.
La observación de la naturaleza, en especial de algunos fenómenos naturales causados por la luna, y el respeto al calendario natural de las estaciones se han convertido en una necesidad, si se quieren aplicar técnicas de explotación del suelo que no entrañen peligro para el medio ambiente y permitan mejorar los resultados.
Por este motivo, el hombre ha elaborado un estudio sistemático y ha definido normas válidas para la mejora de la agricultura, en las que se tiene en cuenta la influencia de nuestro satélite.
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Calendario lunar del agricultor - Paolo Cadorin
Notas
© Gómez Córdova/Fotolia
PRÓLOGO
Este libro no pretende ser ni una enciclopedia de horticultura ni una obra científica de agronomía o meteorología; simplemente es una recopilación de experiencias y un libro de referencia. Se trata, en definitiva, de una contribución a la conservación de nuestro patrimonio agrícola y hortícola.
Actualmente, dentro de lo que se entiende como cultivo biológico o racionalizado, y con la perspectiva de un desarrollo duradero, la observación de la naturaleza y el respeto al calendario natural de las estaciones se han convertido en una obligación.
En este libro encontrará el saber de los antiguos, algunas técnicas que se van perdiendo, refranes llenos de sentido que pautaban los trabajos del campo y, también, la sabiduría de los «maestros» que difundían sus conocimientos.
Mi amigo Michel Lis, maestro jardinero, suele decir: «Seamos humildes ante la naturaleza. En nuestro oficio, se empieza siendo obrero y se acaba siendo aprendiz».
CLAUDE BUREAUX,
conocido como Ludovicien l’Égalité, maestro jardinero
INTRODUCCIÓN
Cuando era niño, me gustaba dar largos paseos en bicicleta por el campo en cuanto empezaba el buen tiempo. Me detenía a menudo a la sombra de un árbol para descansar, admirar los campos inmensos de trigo dorado y respirar el olor de la hierba y la paja tostada al sol. Hoy en día, este universo que se extendía ante las puertas de nuestras casas ya no existe.
También recuerdo gratamente el rostro cansado y satisfecho del campesino de rasgos esculpidos que, con expresión sabia, me aleccionaba bondadosamente acerca del lenguaje de la naturaleza y me enseñaba a respetarla.
Las cosas han cambiado mucho desde entonces, y muchas de mis costumbres se han perdido.
He querido dedicar esta obra a la tradición popular rural, sencilla y humana, todavía apreciada por muchas personas y que sirve para que se continúen aplicando unas técnicas de explotación naturales que no entrañan ningún peligro.
© Lagui/Fotolia
© Martin Simonet/Fotolia
CALENDARIO NATURAL
Nuestros antepasados vivían más en contacto con la naturaleza que nosotros, y no padecían el estrés y el agotamiento que provoca la vida moderna. No obstante, estaban obligados a programar sus actividades con una cierta antelación que les permitiera afrontar los cambios climatológicos de los que a veces dependía su supervivencia.
Actualmente no tenemos este tipo de preocupaciones. Sin embargo, si retrocedemos unos años, nos daremos cuenta de lo complejo que resulta vivir al ritmo de la naturaleza. Las necesidades del hombre estaban marcadas por una unidad de tiempo natural determinada por las estaciones y los fenómenos meteorológicos. Era necesario tener un calendario para preparar la tierra, sembrar, recoger la cosecha, cazar y pescar. En efecto, había que planificar la economía de modo que se derrochara la menor cantidad de recursos posible y se obtuvieran, a la vez, los mejores resultados.
La observación directa de los fenómenos naturales estuvo ligada al estudio de la luna, que era lo más sencillo y útil. La vida del campesino y del jardinero, al igual que la del sacerdote, seguía la sucesión de sus fases.
Esta fue la primera forma de contar el tiempo, después de la alternancia del día y la noche producida por la rotación del planeta. Por esto, en la mayor parte de los calendarios antiguos, el tiempo se basaba en las lunaciones. Julio César, con la contribución de Sosígenes, introdujo el calendario solar.
Las fases de la luna fueron estudiadas antes que su movimiento. Estas proporcionaron un ritmo cíclico y sirvieron para regular no sólo la agricultura, sino también la vida civil y religiosa.
La primera aparición de la luna nueva era seguida con atención, un sacerdote la verificaba y el sonido de las trompas servía para proclamarla. Las lunas nuevas que coincidían con el cambio de estaciones eran las más solemnes, y fueron las que dieron origen a los «cuatro tiempos» de la Iglesia.[1]
METEOROLOGÍA ASTRAL
Actualmente, el hecho de hablar de meteorología astral puede parecer anacrónico a los no iniciados. Pero se equivocan: por un lado, porque, pese a los progresos que ha realizado el hombre a lo largo de la historia, el tema de la meteorología siempre está de actualidad; por otro, porque aquel que ama la naturaleza siempre ha sido capaz de prever el tiempo, observándola atentamente, y ha transmitido su saber a sus descendientes. No debemos olvidar que, si la previsión meteorológica es importante para la sociedad en general, todavía lo es más para el mundo agrícola.
En la Antigüedad, las previsiones meteorológicas se basaban en la observación de las estrellas. Desde épocas muy remotas, los datos astronómicos y, principalmente, el recorrido del sol en el Zodiaco, las fases de la luna y la salida y la puesta de las estrellas fijas marcaban el ritmo de la actividad de los campesinos y los marineros. Así, se elaboraron diferentes parapegmas (calendarios que contenían informaciones de carácter astronómico y meteorológico).
Las interpretaciones y las previsiones ligadas a la vida de la comunidad —por tanto, colectivas— ilustran la ley matemática de la periodicidad de los ciclos y de los ritmos estacionales según el concepto de la simbiosis vida-naturaleza-ley.
A este respecto, puede citarse la obra de