Será la Magia: Cuentos Entrelazados, 1, #1
Por Sandra Sookoo
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La forma de magia más poderosa es la libre voluntad.
Averell Woode es la hija de un cazador, protegida de los males del mundo por un árbol encantado. Aunque es experta en todo lo relacionado con el bosque, anhela una vida más allá de los árboles. Un encuentro casual con un extraño parece la oportunidad perfecta para echar a volar, y se enamora del encanto del hombre, en especial cuando una aventura emocionante llama a su puerta.
Devon James Quinn Lansdowne, príncipe soltero de Annanvale, intenta evitar cualquier cosa que se parezca a la vida de palacio. No le interesa la intriga ni la política y prefiere correr libremente por el bosque, sobre todo bajo su forma de lobo. Maldecido para transformarse en bestia cada noche, no está buscando una relación romántica, pero cuando el destino pone en su camino a una mujer que le apunta con una flecha, se muestra más que dispuesto a cambiar de parecer.
Cuando Averell recibe un ultimátum por parte de una reina malvada: matar al Príncipe Encantador de Annanvale o enfrentarse a su propia muerte, se pregunta si el destino no es nada más que magia negra. Quinn no puede permitir que eso ocurra, porque Encantador es su hermano mayor, pero ¿cómo puede abandonar una vida por otra? Poco antes de la medianoche y durante un baile en palacio, ambos tienen que tomar una decisión. Si la suerte, o la magia, está de su parte, todos, hasta el amor, sobrevivirán.
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Será la Magia - Sandra Sookoo
SERÁ LA MAGIA
Cuentos Entrelazados, 1
de Sandra Sookoo.
––––––––
Estimados Lectores,
escribir, mejor dicho, reescribir cuentos de hadas es uno de mis placeres culpables que no puedo satisfacer a menudo, así que no puedo evitar aprovechar la ocasión para escribir uno en cuanto dispongo de una oportunidad.
En este cuento he tomado elementos de Blancanieves y Cenicienta y los he transformado en una pequeña y pintoresca historia romántica. Espero que os guste este relato tanto como a mi. Este relato formó parte de la antología «Romantically Enchanted», publicada en otoño pasado, pero la publico ahora de forma independiente. De esta historia surgió otro relato similar, Será el Amor, y supone el origen de una nueva serie de libros que verá la luz próximamente.
¡Que lo disfrutéis!
Sandra.
Dedicatoria
A todos los que tienen problemas familiares, a los que sean diferentes a lo «normal» y a los que nunca piensan que encontrarán el amor, esta historia es para vosotros. Tened esperanza. El amor está ahí fuera y cuando lo encontréis, será mágico.
Capítulo Uno
Averell Woode caminada con precaución por el espeso bosque en torno a la casa del árbol encantada en la que vivía.
Tiempo atrás, cuando tan solo era un bebé, su padre la había traído aquí desde un pueblo cercano, y había construido esta casa en un árbol enorme. Naturalmente, había echado mano para construirla de un favor mágico que transformaba el árbol en una casita de dos plantas. Desde muy pequeña le había oído decir que esta casa la protegería de la maldad del mundo. Y dado que su padre era un cazador muy apreciado por la Reina Grimhilde, la gobernante de Sarringden y las tierras en las que se hallaba su propiedad, no tenía motivos para no creerle. Si decía que el mal se hallaba en todas partes debía ser verdad. Había visto muchas cosas.
Pero ahora, a los treinta años, estaba absolutamente hastiada de vivir en aquel árbol y anhelaba iniciar una nueva etapa en su vida.
Cambió la posición del carcaj a su espalda por otra más cómoda y sostuvo fuertemente con la mano derecha el arco, tallado con espirales, pájaros y flores sobre las partes de madera. El dobladillo de su capa verde le golpeaba en la parte de atrás de las pantorrillas. Su ligera falda de lana marrón, recogida hacia los lados y asegurada con tiras de cuero y hebillas, dejando a la vista unos ajustados pantalones de ante, susurraba con cada paso. Sus botas de cuero marrón hasta la rodilla no hacían ruido al pisar sobre la tierra mullida. Había algo vivificante en los bosques que la rodeaban y los seres vivientes que contenían.
Aprovechando que su padre estaba en el pueblo para vender las pieles y la carne obtenida en sus últimas expediciones de caza, decidió aventurarse un poco más lejos que en ocasiones anteriores. Suponía uno de los goces de su existencia actual, y pese a sentirse feliz de vivir segura, siempre se preguntaba si había algo más allá de los bosques. ¿Por qué todo había de acabar en muerte, cuando la muerte consistía en todo a lo que se dedicaban su padre y ella a diario? Sí, mataban para sobrevivir y no para divertirse, pero seguía siendo muerte. Quizá hubiera otra forma de conseguir cosas y alcanzar una meta.
El temprano sol de la tarde se filtraba a través de las copas y matorrales de hojas veteadas, hasta el sotobosque que pisaba. Averell alzó el rostro para percibir su calor y suspiró. ¿Cómo era el mundo más allá de estos árboles que lo ocultaban todo, incluso a ella, de la vista? Quizá si tuviera permitido acceder al pueblo más allá de estas fronteras, podría conocer a un hombre y enamorarse —había leído suficientes libros para saber que eso era a lo que aspiraban los humanos— o darse el gusto de cualquier aventura nueva que el destino le deparase, quizá ver el mundo.
Estoy cansada de esconderme. Conoceré mi nuevo destino o moriré intentándolo, pero cualquier cosa es mejor que vivir con miedo. No soy como mi padre.
—¡Deteneos! —El débil grito sonó tan alto como un grito en medio del silencio del bosque. La sobresaltó e hizo que su corazón se acelerase. — Sigamos el rastro por aquí.
No iba nadie nunca a su parte del bosque, y menos aún a las tierras de su padre. Caminó hasta el borde de una pendiente, mirando con atención el fondo seco de un arroyo que había más abajo. Se quedó sin aliento. Una partida de caza formada por diez hombres se extendía en una sola fila que se entrelazaba entre los árboles como una serpiente enorme. Los caballos relinchaban, rompiendo el silencio. El tintineo de los arneses aumentaba el misterio de su presencia. Averell se arrodilló tras un arbusto y entrecerró los ojos para observarlos. No pertenecían a su reino, las insignias con el emblema real mostraban a un dragón en lugar del oso de Sarringden. El amarillo y azul pálido de sus estandartes también se diferenciaban del rojo sangre y negro del reino. Aquí la caza estaba prohibida a menos que se dispusiera de un permiso especial de la reina.
Y hacía años que ella no concedía ninguno. De hecho, eran muy pocos los hombres de confianza de este reino a quienes se concedía permiso para cazar... entre ellos se encontraba su padre.
Un hombre pelirrojo apareció ante su vista. A su alrededor, los hombres bromeaban y preguntaban por dónde deberían ir. Debía ser el hombre que había hablado al principio. Averell tuvo que contener el aliento cuando le vio. Ancho de hombros, su amplitud se ocultaba bajo una capa de verde musgo, pero fue la túnica de cuero oscuro que llevaba sobre una camisa de mangas largas y fluidas la que capturó su imaginación. Con cada movimiento, se tensaban los músculos de su esbelta constitución, y cuando se fijó en sus piernas enfundadas en pantalones de cuero oscuro sintió un cosquilleo en el vientre. Su apostura era la de un hombre acostumbrado a la rigurosidad castrense.
Por qué, es el hombre más hermoso que haya visto.
No es que pasara tiempo a solas con hombres. Su padre era casi maniático en su costumbre de mantenerla alejada de la gente... ya fueran hombres o mujeres. De tanto en tanto llevaba algún conocido a casa para que ella tuviera con quien hablar, practicar el arte de la conversación, tener con quien estudiar o simplemente para sentirse cómoda ante la presencia de otras personas.
Paseó la mirada sobre el rostro del hombre. La mandíbula y el mentón estaban cubiertos con una incipiente barba rojiza y sintió una necesidad extraña de acariciarla con las palmas. ¿Qué sentiría bajo la piel?
Sus cabellos rojizos brillaban con el sol y se arremolinaban en el cuello. Un gorro de piel oscuro y forma triangular se inclinaba en un elegante ángulo sobre su ojo izquierdo. ¿Se correspondería ese atuendo con una disposición amistosa?
—No hay pruebas de ciervos en esta zona —continuó el hombre. —Seguiremos el rastro. Puede que tengamos suerte pronto. Los venados de Sarringden son los más grandes de esta zona y los más huidizos. Os pagaré una ronda de cerveza si conseguimos uno blanco.
Averell se puso en pie tan silenciosamente como pudo. La piel de un venado blanco era la más apreciada y, dado que esa coloración en un animal era muy poco frecuente, les iba a resultar muy difícil encontrar uno. En una ocasión, su padre se había topado con una bestia así. Había sido herido de forma mortal y su padre le había dado una muerte rápida. La piel se convirtió en unos pantalones y una túnica sin mangas que había cosido ella misma.
Siguió a la expedición de caza por el arroyo. La conversación zumbaba entre la maraña de hombres, todos ellos tan diferentes unos de los otros en su forma y aspecto que ella no podía dejar de mirarlos. De tanto en tanto, se oían unas carcajadas y las constantes bromas le hacían añorar una vida similar. La risa era un lujo poco frecuente en su casa, su padre parecía a menudo preocupado y de mal humor, en especial en los últimos tiempos. Intrigada, siguió el camino, y cuando el arroyo descendió de forma natural hacia el sotobosque, se mantuvo oculta entre los árboles.
La partida de caza se distanció y, debido a su ritmo más lento, los diez hombres desaparecieron pronto en el bosque. Se sintió decepcionada al perder de vista al hombre de cabellos rojos. Debería haber prestado más atención, debería...
Una mano enguantada se deslizó sobre su boca, un fuerte brazo envolvió su cintura. Arrojada contra el torso duro de un hombre, el pánico le subió por la columna.
–En tu lugar no gritaría; te has esforzado ya mucho por pasar desapercibida. No reveles tu presencia ahora.
¿Cómo la había encontrado ese hombre? Había crecido en estos bosques, sabía cómo esconderse tan bien como los animales, y aún así este hombre se las había arreglado para encontrarla. Averell se quedó de piedra. Apretó el arco fuertemente con la mano. Lo tenía demasiado cerca y le impedía sacar una flecha. Fragancias de piel, hombre y cítricos flotaban hasta su nariz. Era algo... interesante y diferente. Delicioso, la verdad.
–Si prometes no gritar, te soltaré –le susurró y su aliento le entibió la oreja. Un maravilloso temblor le produjo hormigueos sobre la piel cuando reconoció la voz del hombre pelirrojo. Sin embargo, ¿no sería él uno de los hombres malvados contra quienes su padre le había advertido?– ¿Estás de acuerdo?
Ella asintió, y cuando él relajó su agarre, ella se volvió deprisa, sacó una flecha y la apoyó firmemente en el arco lista para lanzar.
–No te muevas o te empalaré. –Él intentó sacar el cuchillo de caza de su funda en la cadera–. Hazlo y mueres –chasqueó.
El hombre levantó las manos, con las palmas hacia afuera. Una mueca a modo de sonrisa curvó sus labios que no eran ni finos ni carnosos.
–Bastaría con gritar socorro para que mis hombres te rodeasen al momento.
Averell bufó:
–Llegarán demasiado tarde, porque sólo tengo que lanzar esta flecha para ensartar tu corazón. Casi nunca fallo.
Arqueó una ceja y se maravilló ante la forma en que se le aceleraba el pulso. ¿Era por defenderse o por la esgrima verbal con este misterioso hombre? –¿Qué piensas hacer? –El cuero de su guante le rozaba la mejilla al igual que la pluma de la flecha. No costaría mucho enviar la flecha en su dirección.
El hombre sonrió y volvió a sentir un hormigueo en el vientre.
–Deja que te haga una pregunta. Después decidiré.
Ella frunció el ceño:
–Habla entonces e intenta salvarte.
¿De qué iba este hombre?
La sonrisa de él se ensanchó:
–¿Qué necesitaría hacer un hombre para obtener tu favor?
–¿Te refieres a ti mismo?
–Así es.
Su mano tembló ligeramente. El sonido de su voz la envolvió y retumbó en su corazón.
–Si un hombre deseara tal cosa, no se acercaría a