Cuba en la encrucijada
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Cuba en la encrucijada - Fernando Martínez Heredia
Edición: Pilar Mónica Jiménez Castro
Diseño de cubierta: Yalier Pérez Marín
Diseño de interior y diagramación: Bárbara A. Fdez. Portal
Corrección: Ana Molina González
© Fernando Martínez Heredia, 2017
© Sobre la presente edición:
Ruth Casa Editorial, 2021
ISBN: 9789962703396
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.
Ruth Casa Editorial
Calle 38 y Ave. Cuba
Edif. Los Cristales, oficina no. 6
Apdo. 2235, zona 9A, Panamá
www.ruthcasaeditorial.org
www.ruthtienda.com
Ìndice
Al lector
I
Días históricos, épocas históricas
Cambios y permanencias en la Cuba contemporánea
Problemas del socialismo cubano
Repensando el socialismo cubano
Ciencias sociales cubanas: ¿el reino de todavía?
II
En las dos cumbres de Panamá
Las relaciones culturales entre Cuba y Estados Unidos
Una guerra del siglo xxi
La visita anterior
La batalla cubana actual y la estrategia norteamericana
III
La sabrán defender todavía
Sociedad y política en la Cuba revolucionaria
No seamos siervos de ellas: trabajemos con ellas
Los más humildes también crearon la nación
Raza, nación y sociedad en la Cuba actual
Con silvio en los barrios
IV
Taller sobre el socialismo y el hombre en Cuba
Taller Lenin en 1917
Nota
Datos de autor / ١٩٧
AL LECTOR
Este libro reúne una selección de trabajos recientes, motivados por la situación y los problemas actuales de Cuba, sus dilemas y desafíos, y sus perspectivas. El primer y el tercer grupo de textos abordan los hechos y procesos contemporáneos, y mis reflexiones acerca de ellos. El segundo, la fase actual de la política sistemática de Estados Unidos contra Cuba, que tuvo su inicio público en diciembre de 2014; también recoge hechos, procesos y mis opiniones. Mi criterio de selección responde a que lo central es lo actual, pero, al mismo tiempo, a que no se puede alcanzar un conocimiento real y útil de los eventos y problemas sociales sin atender también al proceso histórico en el que están inscritos. Incluyo algunos temas específicos dentro del gran tema general, como incitación a tener en cuenta la compleja red de actividades diferentes, pertenencias diversas y problemas más concretos que caracteriza a toda sociedad.
El cuarto grupo de textos se refiere a la batalla de ideas que están obligadas a librar todas las revoluciones, y a la urgencia de rescatar del olvido el magisterio y el legado maravilloso que nos brinda el pensamiento de liberación. La cultura acumulada es un arma invaluable para enfrentar los retos del presente y para proyectar un futuro nuestro.
Debajo de la calma aparente de los días y las semanas que se suceden, está transcurriendo en Cuba una coyuntura crucial, en la que se forman paulatinamente los materiales para un desenlace ulterior que será trascendental. Los hechos históricos que resultan decisivos son singulares, porque siempre dependen de la actuación de los seres humanos y no de una fatalidad que los dicta y los hace ineluctables. Pero han tenido razón los pensadores sociales al perseguir las relaciones complejas que siempre existen entre las motivaciones y actuaciones humanas y los hechos de la sociedad en que viven —materiales y de conciencia— que condicionan esas actividades suyas.
Comparto la convicción de los que aseguran que lo que decide la naturaleza de esos hechos trascendentes es la práctica —no las condiciones existentes—, pero una práctica calificada. Si pretende triunfar, ella debe crear conciencia y organización, difundirlas y utilizarlas. La determinación, la conducción y otras cualidades de la actuación serán capaces de vencer a las situaciones más adversas y los enemigos más poderosos, si la práctica es capaz de atraer, sumar, reunir a muchos y crecer cada vez más, y darles la opción de pelear y de cambiarse a sí mismos y sus vidas, al mismo tiempo que cambian las realidades existentes para ponerlas a su servicio.
José Martí, el primer gran maestro cubano del arte de la política revolucionaria, fue capaz de promover y encabezar la realización de la tarea que he descrito, cuando Cuba ni siquiera existía como nación y su pueblo carecía hasta de una cultura unificadora. Hoy estamos en condiciones incomparablemente más favorables para lograrlo, si somos capaces de proponérnoslo y actuar en consecuencia. Y qué suerte tan grande la de los cubanos que siglo y cuarto después podemos leer al maestro Martí y sacarle tanto provecho. Hoy, quizás, más provecho que nunca.
Martí fue duro, pero con razón, al pedir que los pueblos pongan en la picota a quien no le dice a tiempo la verdad. Hagámosle caso a ese consejo tan lúcido, estamos a tiempo todavía para seguirlo. Cuba necesita que todos manejemos las verdades, y examinemos entre todos los problemas principales, la defensa de la sociedad que creamos entre todos, las opciones y los caminos a seguir, así como el futuro que habrá que crear.
En su modesta escala, estas páginas quieren ser una contribución a esa tarea.
Fernando Martínez Heredia
La Habana, 29 de agosto de 2016
I
DÍAS HISTÓRICOS, ÉPOCAS HISTÓRICAS
¹
1¹ Días históricos, épocas históricas
fue reproducido de Cubadebate por el diario Granma, el 29 de agosto de 2015.
El pasado viernes 14 ² no fue un día histórico, y resulta necesario negar que lo haya sido. Llamarlo así podría ser una hipérbole perdonable, si no estuvieran en juego la soberanía nacional y la sociedad que hemos creado en el último medio siglo.
2 Se refiere al 14 de agosto de 2015 (N. de la E.).
Cuba tiene un buen número de días históricos que recordar, hitos memorables del camino que este pueblo ha recorrido. El 10 de octubre es el primer día de la patria cubana, el día en que comenzaron a ser derrotados el imposible que marca el cálculo frío y el destino inexorable que hace un ser inferior al colonizado. Ese día comenzamos a aprender que la libertad y la justicia tienen que andar muy juntas, tienen que casarse. El 24 de febrero es el día en que empezó la epopeya popular nacional, en la que la gente se fue en masa a la guerra revolucionaria, arrostró todos los sacrificios y se ganó la palma del heroísmo. Esa gesta creó a las cubanas y los cubanos, a la nación y la cultura nacional, a la república cubana. El 1º de enero es el día de la victoria del pueblo y el inicio de la liberación de todas las dominaciones y la creación de una sociedad y una vida nuevas. Marca el fin del dominio colonial y neocolonial en la historia de Cuba. El 19 de abril el socialismo, bañado en sangre, venció en Girón al bloque de los enemigos del pueblo cubano: los imperialistas y los burgueses.
¡Esos sí son días históricos!
También el 20 de mayo fue un día histórico, aunque no sobreviviera a la época que inauguró. Día singular y ambiguo como pocos, conciliaba dos realidades opuestas. Por un lado, tremenda alegría popular, goce inmenso por el hecho que parecía realizar las motivaciones e ideales por los cuales un pueblo de castas, unificado por una conciencia política, se fue en masa a la gran guerra popular y al holocausto, y exigió después la retirada del ocupante extranjero con todas sus energías y de todas las formas posibles. Por otro, las angustias y desilusiones que traía consigo el nuevo Estado con una soberanía nacional muy recortada por la potencia extranjera, y la quiebra del proyecto revolucionario, porque desde el final de la guerra las clases rectoras del país priorizaron el retorno al orden y se negaron a satisfacer los anhelos de justicia social.
Aquel fue un día histórico de posrevolución, el inicio de una época que llevó a un compañero cercano de Antonio Maceo a escribir, en 1909:
La mente se abisma al solo pensamiento de lo que hubiera acaecido en este país, viviendo los dos Maceo en el período de la primera intervención americana y en medio de las grandes miserias que han venido después. Pero es forzoso llegar a este dilema: o no hay ensayos de república jamás, y corren ríos de sangre, y la convulsión no es intermitente, sino continua, o la república se establece sobre bases firmes y perdurables con toda la verdad de los principios revolucionarios.³
3 José Miró Argenter: Cuba: crónicas de la guerra. Las campañas de Invasión y Occidente, 1895-1896, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1968, p. 544.
Esa época tuvo que ser derrotada por otra gran revolución para que Cuba llegara a ser dueña de sí, realmente libre y soberana. Y la colosal transformación expulsó al 20 de mayo del lugar secundario que tenía en la galería de días históricos de la patria.
Desde diciembre del año pasado asistimos a una nueva coyuntura política. Dos Estados que tienen una diferencia abismal entre sí en cuanto a poder material, y que han vivido más de cincuenta y seis años en virtual estado de guerra —porque el más poderoso le aplica permanentemente medidas de guerra al otro—, se han sentado a negociar la paz y han logrado dar un primer paso, muy pequeño: restablecer relaciones diplomáticas. El más poderoso las había roto hace cincuenta y cuatro años, cuando estaba seguro de que derrocaría el gobierno del otro mediante una invasión y la fuerza militar. El planeta entero conoce la historia de su agresión sistemática, transcurrida desde entonces hasta hoy.
Cada uno tiene cartas a su favor. Estados Unidos, la necesidad de Cuba de mejorar su posición en las relaciones económicas internacionales en un mundo en el que predomina hasta ahora el capitalismo imperialista. La posibilidad de regatear y obtener concesiones del gobierno cubano a cambio de ir desmontando paulatinamente su sistema de agresión permanente. La esperanza de dividirnos entre los prácticos y sagaces, los que comprenden, y los rabiosos y ciegos, los aferrados y anticuados. El sueño de que Estados Unidos encarne el ideal de tecnologías
y consumos que pueda perseguir una suerte de clase media que se asoma en el espectro nacional cubano. Parecerle la esperanza de mejorar su situación a los sectores menos conscientes de la amplia franja de pobreza que existe. Ejercer su capacidad de hacernos una guerra que no es de pensamiento, sino de inducción a no pensar, a una idiotización de masas. Y, siempre, algo que ha dejado muy claro: el recurso a utilizar todas las formas de subversión del régimen social cubano que estén a su alcance.
Cuba es muy fuerte y tiene muchas cartas a su favor. La primera es la inmensa cultura socialista de liberación nacional y antimperialista acumulada. Ella ha sido decisiva para ganar las batallas y guiar la resistencia en las últimas décadas, y ella rige la conciencia política y moral de la mayoría, que de ningún modo va a entregar la soberanía nacional ni la justicia social. La legitimidad del mandato de Raúl y el consenso con los actos del gobierno que preside aseguran la confianza y el apoyo a su estrategia, y le permiten conducir las negociaciones con apego absoluto a los principios y flexibilidad táctica. La solidez del sistema estatal, político y de gobierno cubanos, la potencia y calidad de su sistema de defensa, el control de los elementos fundamentales de la economía del país, y los hábitos y reacciones defensivas, proveen un conjunto formidable que está en la base de las posiciones cubanas.
La historia de las actitudes de Estados Unidos contra la independencia de Cuba en el siglo xix, el crimen que cometió contra la revolución triunfante en 1898 y su explotadora y humillante opresión neocolonial hasta 1958, y todo lo que ha hecho y hace contra nuestro pueblo desde 1959, conforman una condición culpable y deleznable que lo descalifica como parte en la cual confiar en una negociación. Me llega a admirar que funcionarios norteamericanos crean que hacer visitas y parecer simpático sea suficiente para que los cubanos se sientan reconocidos y gratificados, algo solamente explicable por la subvaloración del que se siente imperial y el desprecio que ya les conocía José Martí.
Que a Cuba le asiste la razón en sus reclamaciones contra Estados Unidos ha sido casi universalmente reconocido durante décadas, por gobiernos, parlamentos, instituciones internacionales, organizaciones sociales y políticas y las más variadas personalidades. Las negociaciones no avanzarán realmente mientras Estados Unidos no dé pasos unilaterales que cambien la situación ilegal y criminal creada por sus actos continuados en perjuicio de Cuba. Devolverles a sus ciudadanos parte