Llámame Eva
Por Mónica Benítez
4.5/5
()
Self-Discovery
Interview
Personal Growth
Friendship
Relationships
Forbidden Love
Friends to Lovers
Fish Out of Water
Opposites Attract
Unrequited Love
Slow Burn Romance
Career-Focused Protagonist
Love Triangle
Coming of Age
Chosen One
Love
Honesty
Trust
Family
Journalism
Información de este libro electrónico
Ali Rider es una torpe, despistada y tímida periodista que trabaja para una nueva revista dedicada en exclusiva a mujeres lesbianas. La acogida de la revista ha sido un éxito y después de unas semanas Ali recibe la orden de entrevistar a Eva Dabán.
Eva trabaja como acompañante de lujo para mujeres con un alto poder adquisitivo. Orgullosa de su trabajo y con una personalidad arrolladora, Eva se ha convertido en una cara conocida y aclamada entre las mujeres. Tras la insistencia de la revista durante semanas y la de su mejor amiga Laura, que a su vez es amiga de la directora de la revista, al final accede a ser entrevistada.
Lo que no se espera Ali es que durante la entrevista, Eva no solo la dejará ver quién es a través de los ojos de sus clientas, sino que poco a poco le irá mostrando rasgos de la auténtica Eva, la que es en realidad cuando no trabaja, despertando en Ali unas sensaciones que no sabrá muy bien cómo clasificar, haciendo que dude entre el amor y el deseo.
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Comentarios para Llámame Eva
6 clasificaciones1 comentario
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Entretenido pero no era lo que esperaba. Nos tiene acostumbrados a libros extremadamente entretenidos y este no fue el caso
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Llámame Eva - Mónica Benítez
LLÁMAME EVA
Mónica Benítez
Copyright © 2022 Mónica Benítez
Todos los derechos reservados. Este libro no podrá ser reproducido ni total ni parcialmente sin previo permiso escrito de la autora.
Safe creative: 1801275606251
ÍNDICE
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Desde que empecé a trabajar en la revista Arcoíris para ellas
, mi vida se había convertido en un auténtico caos. Me había licenciado en periodismo, pero en lugar de ejercer de periodista me dedicaba a editar, redactar y corregir historias contadas por las lectoras de nuestra revista, en fin, cualquier cosa menos ponerme de cara al público. Lo de entrevistar a la gente quedaba para compañeras que no compartían mi torpeza ni mi habilidad para meter la pata.
Sinceramente, no me importaba, me sentía más cómoda detrás de la barrera. Digo que mi vida se convirtió en un caos porque el lanzamiento de la revista tuvo una acogida mayor de la esperada, se recibieron miles de felicitaciones por email y todas ellas acompañadas de preguntas, de cosas que las chicas querían saber sobre las chicas, que iban desde preguntas como: ¿Cuándo sabe una que es lesbiana? hasta ¿Cómo salir del armario y no morir en el intento? ¿Cómo hacer el amor con una mujer? ¿Cómo sé si la chica que me gusta también entiende? Creo que ya sabéis de lo que hablo.
Todas las mujeres que leían nuestra revista tenían preguntas y a su vez querían respuestas, y mi jefa, Rebeca, una mujer que pierde los nervios con cierta facilidad, estaba dispuesta a dárselas. Tras una reunión se decidió dedicar una sección de la revista para que las mujeres que así lo desearan pudieran contar sus historias. ya fuera la típica historia de amor que acaba bien, la que acaba mal, la salida del armario, cómo se dieron cuenta de su tendencia sexual, en fin, cualquier experiencia que pudiera servir de apoyo a otras lectoras.
Se habilitó una dirección de email para que todas las mujeres pudieran enviar sus historias, y en efecto, yo era la encargada de esa sección. Hicimos un anuncio en la revista para hablar de la nueva sección que estábamos preparando e invitarlas a contar y enviar sus historias, casi me da un infarto cuando al día siguiente encontré más de treinta emails en la bandeja de entrada. Se dejó sitio para contar tres historias cortas o dos largas cada semana. Los emails fueron en aumento y yo sola no daba abasto para leerlos. Después de tres meses tenía más de cuatrocientos acumulados sin leer, seguro que allí había historias increíbles, pero yo no podía atenderlas todas. También había otras que daban un poco de yuyu, ojo. Estaba harta de pedirle a Rebeca que me pusiera una ayudante, pero siempre me ignoraba, ni siquiera se molestaba en decirme que no.
Cada semana seleccionaba unas cuantas historias y después me reunía con Rebeca para decidir con ella el top tres, después me encerraba en mi despacho y cumplía mi misión: editar, redactar y corregir. Había otra chica que se dedicaba en exclusiva a leer los comentarios que las chicas dejaban en las redes sociales sobre las historias, de esa forma me ayudaba a saber cuáles les interesaban y cuáles no.
—¡Alicia! —escuché como me llamaba Rebeca con su característica y desagradable voz desde el otro lado del pasillo.
¿Es que no sabía utilizar el puto teléfono?
Me levanté de un salto y crucé el pasillo lo más rápido que pude. Rebeca además de borde era impaciente, por no hablar de que por fin era viernes y quería pasar un fin de semana tranquilo, con tranquilo me refiero a no pasármelo rayada tras una de sus broncas sin sentido. Me asomé a la puerta de su despacho casi sin aliento.
—Pasa y cierra la puerta—ordenó sin mirarme.
Rebeca acababa de cumplir los cincuenta, que no era nada malo, oye, conocía a muchas mujeres de esa edad con las que no dudaría en acostarme, pero ella, joder, no conocía a nadie más dejado que ella. Siempre venía con el pelo encrespado y mal peinado, las raíces negras ya debían alcanzar los cinco centímetros y se le mezclaban con unas canas tiesas como alambres. Tenía la piel blanca como un muerto y se ponía maquillaje con colores tan intensos y llamativos que hacían que costara mantenerle la mirada, a mí personalmente me provocaba escalofríos, pero puede que eso se viera agravado por el hecho de que no me caía nada bien. Mira que llegaba a ser fea la cabrona.
Pero ella pagaba, así que: jódete, Ali…
—Siéntate—ordenó señalando la silla frente a ella.
—¿Necesitas algo, Rebeca? —pregunté un poco perdida.
La revista se publicaba los jueves, digamos que el día más tranquilo de toda la semana para todas era el viernes, no es que hubiera menos trabajo, pero ya no existía la tensión previa a la publicación, eso siempre volvía los lunes. Rebeca dejó lo que estaba haciendo, se quitó las gafas, se recostó en su silla y me miró como si se sorprendiera ella misma por haberme contratado, a veces ni yo misma lo comprendía.
—Supongo que sabes quién es Eva Dabán, ¿verdad? —preguntó como si una negativa pudiera costarme el despido.
Claro que lo sabía, no creo que existiera lesbiana alguna que no lo supiera, y no lesbianas también. Eva Dabán era una impresionante mujer que trabajaba como acompañante de lujo para mujeres con un bolsillo altamente abultado. Sus únicas apariciones públicas eran siempre en eventos y fiestas caras, en la compañía de alguna mujer poderosa y con suficiente dinero como para pagar sus desorbitadas tasas. No es que yo supiera cuanto cobraba, pero se rumoreaba que una noche con ella te podía costar lo que yo cobraba en