La aurora en Copacabana
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El contexto histórico y espiritual de la época cobra vida a través de esta trama teatral, que forma parte de la campaña de difusión del culto de la Virgen de Copacabana en España. Calderón de la Barca nos lleva a explorar la riqueza de la cultura y la fe en América, ofreciendo una perspectiva única y valiosa en la historia de la dramaturgia.
Inspirado por fuentes como la Historia general del Perú de Inca Garcilaso de la Vega y la Historia del Santuario de Nuestra Señora de Copacabana de Alonso Ramos Gavilán, Calderón tejó una narrativa que se basa en la libertad artística y la interpretación de la época. La pieza destaca la dimensión evangelizadora de la conquista del Perú, reflejando las ideas y creencias de su tiempo.
En la quietud de la lectura, sentirás la emoción de un teatro que trasciende culturas y épocas. "La Aurora en Copacabana" es más que una comedia; es un testimonio histórico y una obra que ilumina la devoción y la expresión artística de un período crucial en la historia de América y España.
Prepárate para sumergirte en esta cautivadora narrativa que te llevará a explorar la fe, el teatro y el encuentro de dos mundos en una amalgama de cultura y devoción. ¡Un destello de la historia que merece ser descubierto y apreciado en toda su grandeza!
Pedro Calderon de la Barca
Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-1681) estudió con los jesuitas y completó su formación en las universidades de Alcalá de Henares y Salamanca. En su juventud participó en varias campañas militares, mientras daba inicio a su exitosa carrera como dramaturgo, llegando a ocupar el lugar hegemónico que había distinguido a Lope y a ser uno de los autores favoritos de la corte y la monarquía españolas. Vivió entre Toledo y Madrid. Se ordenó sacerdote en 1651 y fue nombrado capellán de honor del rey en 1663. Su obra dramática sobresale en multitud de subgéneros, desde las comedias más ligeras hasta los autos sacramentales, pasando por los dramas mitológicos o las tragedias de la honra, siempre con un lenguaje de alto vuelo poético y conceptual.
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La aurora en Copacabana - Pedro Calderon de la Barca
Jornada I
Dentro instrumentos y voces, y salen en tropa todos los que puedan vestidos de indios, cantando y bailando YUPANGUÍ, indio galán, un SACERDOTE, GLAUCA y TUCAPEL, y detrás de todos GUÁSCAR INGA, rey, todos con arcos y flechas.
YUPANGUÍ En el venturoso día
que Guáscar Inga celebra
edades del sol, que fueron
gloria suya y dicha nuestra,
prosiga la fiesta.
MÚSICA Prosiga la fiesta, 5
y aclamando a entrambas deidades,
del Sol en el cielo, del Inga en la tierra,
al son de las voces repitan los ecos,
que viva, que reine, que triunfe y que venza
INGA ¡Cuánto estimo ver que a honor 10
de la consagrada peña
que desde Copacabana
sobre las nubes se asientan,
en nacimiento de gracias
de haber sido la primera 15
cuna del hijo del Sol,
de cuya clara ascendencia
mi origen viene, os mostréis
tan alegres!
YUPANGUÍ Mal pudiera
nuestra obligación faltar 20
a tanta heredada deuda.
Cinco siglos, gran señor,
de dádiva tan excelsa
como darnos a su hijo
para que tú dél desciendas, 25
se cumplen; y hoy otros cinco
ha que cada año renuevan
la memoria de aquel día
todas tus gentes, en muestra
de cuánto a su luz debimos 30
y así no nos agradezcas
festejos que de dos causas
nacen hoy: una que seas
tú nuestro monarca, y otra
que al culto en persona vengas, 35
a cuyo efecto hasta Túmbez,
donde el Sol su templo ostenta,
a recibirte venimos,
diciendo en voces diversas.
ÉL y MÚSICA Que vivas, que reines, 40
que triunfes y venzas.
INGA De una y otra causa, a ti
no poca parte te empeña,
Yupanguí, pues que no ignoras
desciendes también de aquella 45
primera luz, por quien de Inga,
ya que no la real grandeza,
la real estirpe te toca.
YUPANGUÍ Mi mayor fortuna es esa.
(Aparte.)
Bien que mi mayor fortuna, 50
si he de consultar mis penas,
no es sino ser el felice
día en que a Guacolda, bella
sacerdotisa del Sol,
llegué a ver. ¡Ay de fineza 55
que al cabo del año un día
está con mirar contenta!
SACERDOTE Pues en tanto que llegamos
a la falda de la sierra,
donde las sacerdotisas 60
deste templo es bien que vengan,
puesto que allá ha de ser hoy
la inmolación de las fieras
que llevamos encerradas,
para sus aras sangrientas, 65
prosiga el canto.
GLAUCA Bien dice.
El baile, Tucapel, vuelva.
TUCAPEL ¿Es por mostrar, Glauca, cuánto
de hacer mudanzas te precias?
YUPANGUÍ ¿Que siempre habéis de reñir? 70
LOS DOS Pues, ¿quién sin reñir se huelga?
YUPANGUÍ ¿Ni quién sino yo tendrá
para sufriros paciencia?
MÚSICA Prosiga la fiesta,
aclamando a entrambas deidades, 75
del Sol en el cielo, del Inga en la tierra,
al son de las voces repitan los ecos
que viva, que reine, [que triunfe y que venza.]
[ESPAÑOLES (Dentro a lo lejos.)
¡Tierra, tierra!
[OTROS ¡Tierra, tierra!]
INGA Oíd. ¿Qué extrañas voces son 80
las que articuladas suenan
como humanas, sin saber
lo que nos dicen en ellas?
YUPANGUÍ No extrañéis que en estos montes
voces se escuchen tan nuevas, 85
pues tantos ídolos tienen
como peñascos sus selvas.
Desde aquí a Copacabana
no hay flor, hoja, arista o piedra
en quien algún inferior 90
dios no dé al Sol obediencia.
Y así, no solo se oyen
aquí equívocas respuestas
de idiomas que no entendemos;
pero se ven varias fieras 95
que por los ojos y bocas
fuego exhalan y humo alientan.
¿Y qué mayor que haber visto
una escamada culebra
tal vez, que todo el contorno 100
enroscadamente cerca
hasta morderse la cola
dando a su círculo vuelta,
como que da a entender cuánto
es misteriosa la selva, 105
a quien hacen guarda tales
prodigios?
INGA Que este lo sea
no será razón que a mí
me turbe ni me suspendas.
Prosiga la fiesta.
MÚSICA Prosiga la fiesta, 110
y aclamando a entrambas deidades,
del Sol en el cielo, [del Inga en la tierra,
al son de las voces repitan los ecos
que viva, que reine, que triunfe y que venza.]
(Dentro PIZARRO a lo lejos.)
PIZARRO Pues ya vemos tierra, ¡ea!, 115
para arribar a su orilla,
amaina.
TODOS Amaina la vela.
(Vuelven a bailar, y a suspenderse.)
INGA Callad, pues vuelven las voces,
por si podéis entenderlas.
INDIO Silencio.
OTRO Silencio.
GUACOLDA (Dentro.) ¡Ay triste! 120
INGA ¿Qué nuevo eco se lamenta
ya en nuestro idioma?
TUCAPEL (Aparte.) El de una
mujer, y según las señas
sacerdotisa.
YUPANGUÍ Guacolda
es la que diciendo llega. 125
(Sale GUACOLDA como asustada.)
GUACOLDA Valientes hijos del Sol,
cuya clara descendencia
hasta hoy lográis en el grande
Inga que en vosotros reina,
suspended los sacrificios 130
que a su alta deidad suprema
prevenís, y acudid todos
a mi voz y a la ribera
del mar, a ver el prodigio
que a nuestros montes se acerca. 135
INGA Hermosa sacerdotisa,
cuya divina belleza
te acredita superior
a cuantas el claustro encierra
a su deidad consagradas, 140
¿qué es esto? ([Aparte.] Hablar puedo apenas,
admirado en hermosura
tan rara.) Cuando te espera
tanto concurso a que tú
sus ricos dones ofrezcas, 145
en vez de venir festiva
y acompañada de bellas
ninfas del Sol, sola, triste,
confusa, absorta y suspensa
a turbarlos vienes.
GUACOLDA No 150
me culpes hasta que sepas,
generoso Guáscar Inga,
la causa.
INGA ¿Qué causa es?
GUACOLDA Esta.
YUPANGUÍ [Aparte.]
¿Quién creerá que muero yo
por saberla y no saberla? 155
GUACOLDA De ese templo que a la orilla
del mar brilla, en competencia
del que a la orilla también
de la laguna que cerca
de Copacabana el valle 160
yace, vista de la peña
en cuya eminente cumbre
el Sol una Aurora bella
amaneció para darnos
a su hijo, porque fuera 165
no menos noble el cacique
que domine las setenta
y dos naciones que hoy,
después de partir herencias
con tu hermano Atabaliba 170
mandas, riges y gobiernas.
De ese templo, otra vez digo,
salí con todas aquellas
que al Sol dedicadas, hasta
que por su suerte merezcan 175
ser su víctima algún día,
viven a su culto atentas,
con deseo de llegar
tan rendida a tu presencia
que fuesen mi alma y mi vida 180
el primer don de la ofrenda;
cuando, volviendo los ojos
al mar, vimos en su esfera
un raro asombro, de quien
no sabré darte las señas; 185
porque si digo que es
un escollo que navega,
diré mal, pues para escollo
le desmiente la violencia;
si digo preñada nube 190
que a beber al mar sedienta
se abate, diré peor,
porque viene sin tormenta;
si digo marino pez,
preciso es que me desmientan 195
las alas con que volando
viene; y si digo velera
ave el que nadando viene,
también desmentirme es fuerza.
De suerte que a cuatro visos 200
monstruo es de tal extrañeza,
que es escollo en la estatura,
que es nube en la ligereza,
y aborto de mar y viento,
pues con especies diversas, 205
pez parece cuando nada
y pájaro cuando vuela.
Los gemidos que pronuncia,
voces son de extraña lengua
que hasta hoy no oímos. Y al verle, 210
todas huyeron ligeras
a salvar la vida, viendo
que si a tierra