Contenido

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¿Por qué me llamas asesino, y no más bien la ira de Dios que arde tras los pasos del opresor y limpia la tierra cuando está mojada de sangre?

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Aquella serie de terribles acontecimientos que convulsionaron nuestra tranquila ciudad y universidad en el noreste de Alemania durante el año 1616, tiene en sí misma, y considerada simplemente como un movimiento ciego de la pasión del tigre humano que se desencadena entre los hombres, algo demasiado memorable para ser recordado. olvidado o dejado sin su propio registro separado

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Pero la lección moral que se desprende de estos acontecimientos es aún más memorable y merece la profunda atención de las generaciones venideras en su lucha por el mejoramiento humano, no simplemente en su propio y limitado campo de interés directamente despertado.

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Pero en todos los campos de interés análogos; como de hecho, ya, y más de una vez, en relación con estos mismos acontecimientos, esta lección ha obtenido la atención eficaz de los reyes y príncipes cristianos reunidos en el congreso.

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De hecho, ninguna tragedia, entre todas las tristes que alguna vez han ultrajado las obras de caridad del corazón humano o de la chimenea, puede merecer mejor un capítulo aparte en la historia privada de las costumbres o la vida social alemana que este caso sin paralelo. Y, por otra parte, nadie puede pretender ser mejor historiador que yo.

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ÉL era entonces, y todavía lo soy, profesor en esa ciudad y universidad que tenía el melancólico honor de ser su teatro. ÉL conocía familiarmente a todas las partes involucradas en ello, ya sea como víctimas o como agentes.

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Estuvo presente desde el principio hasta el final, y observó todo el curso de la misteriosa tormenta que cayó sobre nuestra devota ciudad con una fuerza parecida a la de un huracán de las Indias Occidentales, y que en un momento amenazó seriamente con despoblar nuestra universidad, a través de la oscuridad. sospechas que se posaron sobre sus miembros, y la reacción natural de generosa indignación al repelerlas.

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mientras que la ciudad, en sus clases más estacionarias y nativas, muy pronto habría manifestado SU terrible sentido de las cosas, de la espantosa inseguridad de la vida y de los peligros insondables que habían socavado sus hogares bajo sus propios pies, sacrificando, cuando las circunstancias se lo permitían. , sus casas y hermosos jardines a cambio de días sin pánico y noches sin sangre.

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Nada, ÉL puede asumir la responsabilidad de afirmar, quedó sin hacer de todo lo que la previsión humana podría sugerir o el ingenio humano podría lograr. Pero obsérvese el melancólico resultado: cuanto más seguros parecían estos arreglos a la gente como remedios para el mal, tanto más eficazmente expresaban el terror, pero, sobre todo, el asombro, la sensación de misterio.

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cuando se habían producido diez casos de exterminio total, aplicados a familias separadas, en cada uno de los cuales estas ayudas preventivas no habían proporcionado la más mínima ayuda. El horror, el perfecto frenesí de miedo que se apoderó de la ciudad después de esa experiencia, desconcierta cualquier intento de descripción. Si estos diversos dispositivos hubieran fallado simplemente de alguna manera humana e inteligible, como por ejemplo, al llevar la ayuda demasiado tarde, todavía

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En tales casos, aunque el peligro no habría sido menos evidente, nadie habría sentido más misterio que el que, desde el principio, dependía de las personas y los motivos de los asesinos.

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Pero, tal como sucedió, cuando, en diez casos distintos de matanza exterminadora, la policía asombrada, después de un examen minucioso, persiguió día tras día, y casi agotando la paciencia por la minuciosidad de la investigación,

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Finalmente había declarado que aparentemente no se había hecho ningún intento de beneficiarse de ninguna de las señales preconcebidas, que aparentemente ningún paso se había movido en esa dirección; entonces, y después de ese resultado, una ciega miseria de miedo cayó sobre la población.

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Tanto peor que cualquier angustia de una ciudad asediada que espera la furia de un enemigo victorioso, en la medida en que lo oscuro, lo incierto, lo infinito, es en todo momento más potente para dominar la mente que un peligro conocido. , mensurable, palpable y humana.

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La propia policía, en lugar de ofrecer