El Creador de Exitos: El Hombre y Su Música
Por Tommy Mottola
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EL CREADOR DE ÉXITOS relata la forma como un muchacho del Bronx –un desertor escolar– se convirtió en uno de los CEOs más creativos y controversiales de la industria de la música. Por primera vez, Tommy pone al descubierto los hechos tras los aspectos más sensacionales de su vida, como el de haber estado casado con Mariah Carey y haber desarrollado la carrera de esta artista, haber sido la persona encargada de manejar los altibajos emocionales de Michael Jackson, haber tenido la fuerza para enfrentarse a quien fuera en una época su jefe y su mentor, Walter Yetnikoff. EL CREADOR DE ÉXITOS nos llevará a ese mundo de poder, dinero y fama, a medida que nos narra sus fascinantes encuentros con incontables íconos y lo que fue para Tommy Mottola estar en la cima en el momento en el que el negocio sufrió un cambio repentino.
La historia de Tommy es una que jamás podrá igualarse, y está aquí, por primera vez, en su propia voz.
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El Creador de Exitos - Tommy Mottola
Elogios para TOMMY MOTTOLA y EL CREADOR DE ÉXITOS
Tommy es un hombre inteligente, creativo y tiene el ingenio que se adquiere con la determinación de triunfar en la vida ¡y él lo logró! Es una de esas clásicas historias de éxito de Estados Unidos que surgen de un barrio como el Bronx, es algo que él simplemente hace, lo logra, hasta convertirse en el CEO de Sony. Siempre me sentí orgulloso de él
.
—ROBERT DE NIRO
Tommy sabe lo que es sentir hambre. Es un animal del rock and roll y una persona de la calle. Tenía ese fuego en sus entrañas. Nadie puede impedir que alguien como él triunfe. Encuentra su fuerza en la adversidad
.
—BILLY JOEL
Tommy se convirtió en una parte muy importante de mi vida y mi carrera. Es un gurú. Sabe lo que hace. Nadie tuvo jamás tanto que ver con el éxito del negocio de la música como Tommy. Ha creado más super estrellas que cualquier otro. Todos estos sorprendentes artistas con catálogos tan excelentes, Tommy tuvo que ver con todo eso
.
—JENNIFER LOPEZ
Lanzar la carrera de un artista, crear esa sensación de que alguien especial está a punto de salir al escenario y luego irlo llevando a cada nivel individual donde no sólo se convierte en una estrella nacional sino en una estrella internacional con características únicas y con una obra especial. Tommy supo cómo hacer eso extremadamente bien
.
—CLIVE DAVIS
Tommy Mottola tiene agallas y bolas de hierro. Cuando todos rechazaron la pista musical de Chicago, Tommy dijo sí. El álbum ganó un Grammy y vendió cuatro y medio millones de copias. Hasta ahí llegaron los que se empeñaban en decir que no
.
—HARVEY WEINSTEIN
He conocido unas cuantas leyendas en mi vida, y Tommy Mottola es una de ellas. En mi opinión, lo que hizo Tommy fue cambiar el panorama musical y el negocio de la música. Hizo que el negocio de la música fuera más divertido, menos corporativo, más aventurero... Fue un catalizador al lograr que cambiara mi forma de pensar acerca de muchas cosas y cambió el curso de mi vida. Él entiende el poder de una estrella, conoce cómo crear super estrellas y sabe de globalización
.
—SIMON COWELL
EL CREADOR DE ÉXITOS
El hombre y su música
TOMMY
MOTTOLA
con
CAL FUSSMAN
A CELEBRA BOOK
CELEBRA
Published by the Penguin Group
Penguin Group (USA) LLC, 375 Hudson Street,
New York, New York 10014
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A Penguin Random House Company
Published by Celebra, an imprint of New American Library, a division of Penguin Group (USA) LLC. This is an authorized reprint of a hardcover edition published by Grand Central Publishing.
First Celebra Printing, August 2014
Copyright © Thomas D. Mottola, 2013
Translation copyright © Penguin Group (USA) LLC, 2014
Translation by Rosario Camacho-Koppel
Penguin supports copyright. Copyright fuels creativity, encourages diverse voices, promotes free speech, and creates a vibrant culture. Thank you for buying an authorized edition of this book and for complying with copyright laws by not reproducing, scanning, or distributing any part of it in any form without permission. You are supporting writers and allowing Penguin to continue to publish books for every reader.
Gino (The Manager).
Words by Daryl Hall and John Oates, music by Daryl Hall. © 1975 (renewed) Unichappell Music Inc. (BMI). All rights reserved. Used by permission.
Cherchez la Femme.
Words and music by Stony Browder Jr. and August Darnell. © 1976 Raineyville Music (BMI). All rights administered by BUG Music Group, Inc., a BMG Chrysalis company. Used by permission. All rights reserved.
CELEBRA and logo are trademarks of Penguin Group (USA) LLC.
CELEBRA SPANISH-LANGUAGE TRADE PAPERBACK ISBN: 978-0-451-24105-4
LIBRARY OF CONGRESS CATALOGING-IN-PUBLICATION DATA:
Motolla, Tommy.
Hitmaker: the man and his music/Tommy Mottola with Cal Fussman
p. cm.
Includes index.
ISBN 978-0-698-18357-5
1. Mottola, Tommy 2. Sound recording executives and producers—United States—Biography.
I. Fussman, Cal. II. Title.
ML429. M787A3 2012
781.64092—dc23 2011047069
[B]
PUBLISHER’S NOTE
Penguin is committed to publishing works of quality and integrity. In that spirit, we are proud to offer this book to our readers; however the story, the experiences and the words are the author’s alone.
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Para Thalia, el ángel que cayó del cielo a mis brazos. Tu amor y compromiso eternos, y mi largo viaje hasta encontrarte, cambiaron mi vida. Te amo mucho y te amaré por siempre.
Para Sabrina, cuya hermosa iridiscencia me hace creer que los sueños realmente se hacen realidad. Cuando despierto en la mañana te oigo decir: Te quiero, Popi
, y es como oír música por primera vez.
Para Matthew, cuya enorme sonrisa y entusiasmo al difundirla hacen que me detenga y cuente mis bendiciones veinte veces al día.
Para Sarah, mi preciosa princesa, quien me ha enseñado más de lo que jamás podrá comprender, y a quien amo más de lo que podrá llegar a saber.
Para Michael, que tiene el corazón más tierno y la fortaleza que viene de adentro, y quien me hace sentir orgulloso de ser padre simplemente viéndolo como hermano.
Para mamá y papá, que siempre estuvieron conmigo en cada paso del camino. Ustedes llenaron mis días de amor, música y excelente comida, y me dieron las navidades más alegres que se hayan visto jamás. Por ustedes soy todo lo que soy. Los extraño todos los días.
Para mis queridas hermanas, las mellizas Jean y Joan, y para Mary Ann, a quien le pido que me perdone por haberla aterrorizado durante los primeros años de mi vida, pero a quien también le quiero dar las gracias por darme el total sentido de familia y por esa radio que sonaba a todo volumen, día tras día en su alcoba.
Índice
Introducción
1. El barrio
2. El sueño
3. Na, Na, Hey, Hey: El comienzo
4. Una oferta imposible de rechazar
5. La nube de plata
6. Shock the Monkey
7. El viento
8. Nada que pudiera hacer
9. Un amor fuera de lo común
10. Los cuentos de hadas no se hacen realidad
11. La canción de los mil millones
12. La explosión latina
13. Caballo de Troya
14. Tercer round
Agradecimientos
Índice analítico
Introducción
Cuando veas las canciones al comienzo de cada capítulo, estarás viendo una radiografía de la música que me inspiró y me definió como persona. Aunque no están por orden cronológico, estas canciones han sido la trama y la pista sonora de mi vida.
Son apenas algunas de esas canciones, melodías y letras —por simples que fueran en algunas ocasiones— las que me ayudaron a hacer lo que hice y a convertirme en quien soy.
Para cuando termines de leer este libro, habrás descubierto la discografía que influenció mi vida, desde Elvis hasta el iPod. Ha sido, sin duda, la época más dorada de la música en la historia, y las voces al final de varios de los capítulos ofrecerán otras imágenes de lo que estaba ocurriendo durante esos años.
Quizás tengas curiosidad de saber acerca de mi relación con Mariah y Michael y Bruce y Billy Joel y tantos otros grandes artistas de este período que nunca podrá duplicarse. Ya llegaremos a todo eso.
Tal vez te interese conocer cómo era el proceso de desarrollo de las estrellas antes de que éste consistiera en subir una canción y distribuirla viralmente por YouTube. O cómo se inició la explosión latina. O cómo fueron las cosas cuando apareció Napster y la música fue arrancada de las manos de los artistas y de las compañías disqueras que la producían. Yo comprendí que estaba a punto de producirse un terremoto. Teníamos muchos planes que reestructurar en ese entonces, incluyendo el de intentar un trabajo en tándem entre Sony y Apple que estuviera a la vanguardia de la era digital; y tal vez te interese saber por qué eso nunca se dio. También hablaré de todo ello.
Se vendieron ocho mil millones de unidades de CDs y casetes durante mis quince años como presidente de Sony Music. Será necesaria una larga explicación para cubrir las estrategias que se llevaron a cabo durante esos años para llegar a sesenta y cinco mil millones de dólares en ventas.
Pero nada de lo que diga podrá verse en perspectiva a menos de que vengas a caminar conmigo al lugar donde escuché música por primera vez: el Bronx. Así que comenzaremos en la intersección de la Calle 187 con Arthur Avenue.
EL CREADOR
DE ÉXITOS
Only You (And You Alone) • The Platters
(We’re Gonna) Rock around the Clock • Bill Haley and His Comets
Sincerely • The McGuire Sisters
Cherry Pink and Apple Blossom White • Pérez Prado
Maybellene • Chuck Berry
Bo Diddley • Bo Diddley
Tutti Frutti • Little Richard
Earth Angel (Will You Be Mine) • The Penguins
Folsom Prison Blues • Johnny Cash
Hound Dog • Elvis Presley
Don’t Be Cruel
• Elvis Presley
Heartbreak Hotel • Elvis Presley
Love Me Tender • Elvis Presley
The Great Pretender • The Platters
Memories Are Made of This • Dean Martin
Why Do Fools Fall in Love • Frankie Lymon and the Teenagers
Blueberry Hill • Fats Domino
My Prayer • The Platters
I Walk the Line • Johnny Cash
Please, Please, Please • James Brown and the Famous Flames
In the Still of the Night • The Five Satins
I’m Not a Juvenile Delinquent • Frankie Lymon and the Teenagers
Oh, What a Night • The Dells
To Be Loved • Jackie Wilson
Blue Christmas • Elvis Presley
All Shook Up • Elvis Presley
Jailhouse Rock • Elvis Presley
You Send Me • Sam Cooke
Wake Up Little Susie • The Everly Brothers
Bye Bye Love • Everly Brothers
Diana • Paul Anka
All the Way • Frank Sinatra
Whole Lot of Shakin’Goin’On • Jerry Lee Lewis
Great Balls of Fire • Jerry Lee Lewis
Searchin’ • The Coasters
Peggy Sue • Buddy Holly
Silhouettes • The Rays
Come Go With Me • The Dell-Vikings
I’m Walkin’ • Fats Domino
Rock & Roll Music • Chuck Berry
That’ll Be the Day • Buddy Holly and the Crickets
I Wonder Why • Dion and the Belmonts
Johnny B. Goode • Chuck Berry
At the Hop • Danny & the Juniors
Get a Job • The Silhouettes
Sweet Little Sixteen • Chuck Berry
A Lover’s Question • Clyde McPhatter
Rockin’ Robin • Bobby Day
Tears on My Pillow • Little Anthony and the Imperials
Tequila • The Champs
It’s Only Make Believe • Conway Twitty
All I Have to Do Is Dream • The Everly Brothers
Twilight Time • The Platters
One Night • Elvis Presley
You Are My Destiny • Paul Anka
Yakety Yak • The Coasters
Splish Splash • Bobby Darin
Fever • Peggy Lee
Little Star • The Elegants
Lonely Teardrops • Jackie Wilson
Good Golly Miss Molly • Little Richard
16 Candles • The Crests
One Summer Night • The Danleers
Stagger Lee • Lloyd Price
Smoke Gets in Your Eyes • The Platters
Mack the Knife • Bobby Darin
Maybe Baby • Buddy Holly and the Crickets
Witchcraft • Frank Sinatra
Wear My Ring around Your Neck • Elvis Presley
Put Your Head on My Shoulder • Paul Anka
It’s Just a Matter of Time • Brook Benton
What’d I Say • Ray Charles
Charlie Brown • The Coasters
Poison Ivy • The Coasters
Dream Lover • Bobby Darin
A Teenager in Love • Dion and the Belmonts
There Goes My Baby • The Drifters
Sorry (I Ran All the Way Home) • The Impalas
Personality • Lloyd Price
Don’t You Know? • Della Reese
Since I Don’t Have You • The Skyliners
Lavender Blue • Sammy Turner
What a Diff’rence a Day Makes! • Dinah Washington
I’m Sorry • Brenda Lee
It’s Now or Never • Elvis Presley
The Twist • Chubby Checker
Only the Lonely (Know the Way I Feel) • Roy Orbison
Where or When • Dion and the Belmonts
Walk—Don’t Run • The Ventures
Chain Gang • Sam Cooke
Let It Be Me • The Everly Brothers
Beyond the Sea • Bobby Darin
Please Help Me, I’m Falling • Hank Locklin
Harbor Lights • The Platters
Let the Little Girl Dance • Billy Bland
Georgia on My Mind • Ray Charles
Step by Step • The Crests
Doggin’ Around • Jackie Wilson
Money (That’s What I Want) • Barrett Strong
Short Fat Fannie • Larry Williams
So Fine • The Fiestas
Will You Love Me Tomorrow • The Shirelles
Save the Last Dance for Me • The Drifters
Shop Around • The Miracles
At Last • Etta James
He Will Break Your Heart • Jerry Butler
Stay • Maurice Williams & the Zodiacs
Finger Poppin’ Time • Hank Ballard and the Midnighters
This Magic Moment • The Drifters
Are You Lonesome Tonight • Elvis Presley
A Fool in Love • Ike and Tina Turner
Angel Baby • Rosie and the Originals
Tonight’s the Night • The Shirelles
Bye Bye Baby • Mary Wells
Lonely Teenager • Dion
Alley Oop • The Hollywood Argyles
Stand by Me • Ben E. King
Crazy • Patsy Cline
The Wanderer • Dion
Runaround Sue • Dion
Crying • Roy Orbison
Hit the Road Jack • Ray Charles
Quarter to Three • Gary U. S. Bonds
Running Scared • Roy Orbison
Please Mr. Postman • The Marvelettes
Can’t Help Falling in Love • Elvis Presley
Blue Moon • The Marcels
Duke of Earl • Gene Chandler
Mother-in-Law • Ernie K-Doe
Unchain My Heart • Ray Charles
1
El barrio
Lo mejor de ir a Arthur Avenue es que es una calle que siempre te recibe con los brazos abiertos y te lleva al pasado, incluso si nunca la has visitado.
Ya no hay adolescentes cantando doo-wop en las esquinas y ahora hay televisores plasmas en todos los restaurantes y bares. Pero, por lo demás, Arthur Avenue no ha cambiado mucho desde que yo era niño.
La carnicería. La pescadería. La panadería. La tienda donde venden pasta. Los estantes de frutas en los enormes mercados cubiertos. La vieja máquina de café espresso de la pastelería DeLillo’s. No hay en los Estados Unidos muchos otros lugares donde se vea un letrero sobre la puerta de un restaurante que diga: Cinco Generaciones
. Ey, ¿quieres unas almejas? Pues aquí mismo en la calle las podemos comer frescas: están allí sobre hielo frente a Cosenza’s. Compremos una docena. Mira... pruébalas con un poquito de salsa de cóctel, con rábano picante, un toque de vinagre, unas gotitas de limón y una gota de Tabasco. ¿No te dije? ¡Para lamerse los dedos!
Podemos comprar mozzarella fresca en la Casa della Mozzarella. Y el pan de cebolla en Madonia Brothers —pero recuerda, sólo lo hacen los sábados. Mira, allí está la Full Moon Pizzeria: cuando era niño, siempre parábamos allí luego de los funerales. En este barrio hay una pizzería en casi todas las cuadras. Pero cada una prepara la pizza de forma un poco diferente, dándonos una razón particular para que entremos. Es como la música.
Arthur Avenue fue uno de los primeros lugares que educó mi paladar. Me enseñó lo que era bueno.
• • •
Íbamos todos a la Iglesia de Nuestra Señora del Monte Carmelo. Quienes se casaron allí cuando yo era niño jamás se divorciaron.
Mis padres estuvieron casados durante setenta años. Es importante saberlo porque mi familia fue el marco de mi juventud. La música me ha llevado por todo el mundo, y tuve la fortuna de conocer y trabajar con algunas de las estrellas más grandes y con las personas más influyentes de este negocio. Pero mis éxitos estuvieron acompañados de errores personales, algunos de dominio público. He dedicado gran parte de mi vida a intentar, de muchas formas, convertirme en el hombre que fue mi padre.
Mi padre, Thomas Mottola Sr., era un hombre tranquilo, cuya única misión en la vida era cuidar de su familia. No podría imaginar un mejor padre. La razón por la cual se dedicó por completo a sus hijos, y en especial a mí, nunca fue un secreto. Mi padre no conoció jamás a su padre. La única imagen que tenía de él era una foto suya, enmarcada, en la que lucía un uniforme del ejército italiano. Creo que mi padre jamás supo cómo murió su padre. Mi padre nació en Bleecker Street, en Manhattan, cuando el país entero luchaba en tiempos de dificultad económica. Una bondadosa mujer, dueña de una granja en el Bronx, se hizo cargo de su hermano y de su hermana, dado que podía cuidarlos mejor. Así se hacían las cosas en ese entonces.
Durante su adolescencia, mi padre asistió a la Escuela Secundaria Roosevelt High en Fordham Road. Allí estudiaba de noche, y de día trabajaba como mensajero para una firma de corredores de aduana. Llevaba los formularios de ingreso aduanero para aprobación, lo que permitía la nacionalización de los productos de los importadores. Cuando logró reunir 750 dólares, dejó su trabajo asalariado y montó su propio negocio. Lo llamó Atlas Shipping. Su oficina era la definición de papeleo y rutina. Cada caja de licor importada por Seagrams y cada caja de madera con muebles fabricados en la India tenían que ser meticulosamente documentadas. Aunque no era un trabajo apasionante, le permitía sostener a su familia, y muy bien. Veía a mi padre salir de casa cada mañana, como un reloj, y con frecuencia iba con mi madre a la estación del tren a recibirlo. Con el tiempo nos mudamos del pequeño apartamento a sólo unas calles de Arthur Avenue a una casa ubicada a pocas millas de Pelham Parkway, que compartía pared con la casa vecina. Y luego, ocho años más tarde, nos pasamos a una cómoda casa suburbana a unos treinta minutos al norte de New Rochelle, que podría haber sido lo que para su padre significaba el Sueño Americano.
Mi padre no perdió tiempo cuando se trató de formar una familia. Conoció a mi madre —Lena Bonetti, a quien todos llamaban Peggy— en el barrio Fordham del Bronx cuando ella tenía quince años. Mi madre siempre había querido ser cantante. Pero su padre era muy estricto y tradicionalista. No consideraba que fuera digno de una mujer joven entrar al mundo de la farándula. Cuando ella le contó cuáles eran sus sueños profesionales, él le respondió con una cachetada.
Recuerdo que a mi madre le fascinaba cantar, pero sólo pudo hacerlo en la iglesia, cuando niña, o en nuestra casa, en compañía de familiares y amigos. Mi padre tocaba el piano y el ukulele, y mis tíos lo acompañaban tocando guitarra. Los fines de semana, la sala de mi casa se llenaba de comida, invitados, comida, música, comida, risas y más comida. Las bases del matrimonio de mis padres no podían haber sido más sólidas y transparentes. Tenían un ancestro común: la familia de mi madre provenía de Nápoles y de Bari, y la familia de mi padre provenía de Nápoles y de Avellino. Tenían su iglesia y sus tradiciones religiosas. Compartían una inamovible dedicación a sus hijos. Y, además de todo eso y de su química personal, a Thomas y Peggy Mottola los unía su amor por comer en familia y su amor por la música.
Mis padres tuvieron a sus tres hijas mucho antes de que yo naciera: Jean y Joan, las mellizas, y Mary Ann. Pero siempre habían querido tener un hijo, y por eso cuando llegué me convertí en el niño Dios. El padrino que eligieron para mí se parecía muy poco a Marlon Brando o a Al Pacino. Su nombre era Victor Campione y, desde muy temprano en su vida, había trabajado para el FBI. Ahora, basta de estereotipos.
Después de jubilarse de su trabajo como oficial de policía, mi abuelo decidió entrar a la política local y evolucionó hasta convertirse eventualmente en líder distrital demócrata del Bronx. El tío Vic era una de esas personas que ejercían un tremendo poder tras bastidores en la época de Tammany Hall, un asesor político que ayudó a personas como Abe Beame a ser elegido alcalde de la ciudad de Nueva York. Era rígido y directo, y teníamos que prestar atención a cada una de sus palabras. Me bastaba con mirar a tío Vic para saber que era mi deber en la vida convertirme en un profesional prominente y hacer que mis padres se sintieran orgullosos de mí.
Para cuando cumplí cinco años, mis tres hermanas mayores ya habían crecido y habían dejado la casa paterna. Eso hizo que mis padres me dieran el mil por ciento de su tiempo. Mi madre me llevaba al colegio, me recogía por la tarde y me ayudaba a hacer las tareas. Me frotaba con alcohol cuando tenía fiebre. También era una persona muy disciplinaria. Tenía que serlo. Yo no podía hacer nada que no fuera correcto a los ojos de mi padre. En una ocasión, cuando era muy pequeño, tendría tal vez tres o cuatro años, estaba en el sótano jugando con un martillo y golpeé a una de mis hermanas mayores en la cabeza. Cuando se quejó, mi padre preguntó: ¿Quién dejó el martillo fuera de su sitio?
.
Yo rebosaba de una interminable energía que hoy podrían diagnosticar, muy probablemente, como Trastorno de Déficit de Atención. Fue algo que me sirvió mucho, más tarde, cuando llegué a ser presidente de Sony Music porque ese tipo de energía y de personalidad se adaptaba perfectamente a las exigencias constantes de mi cargo. Sin embargo, esto me trajo algunos problemas de joven porque, aunque no era un chico malo, sí era sumamente inquieto; no dejaba de indagar cosas nuevas. Mi amigo más antiguo, Ronny Parlato, recuerda un día que prendí el buldócer con la llave que mi padre había dejado en el arranque y lo conduje por todo el lote baldío que había detrás de mi casa, en Pelham Parkway. Él asegura que en ese entonces yo no tenía más de tres años. Mi inagotable energía solía llevarme adonde no debía ir y rara vez encontraba un muro que no quisiera derribar.
Los Hermanos Cristianos de Irlanda en la Escuela Primaria Iona Grammar, New Rochelle, siempre tenían formas de manejar a los muchachos que no se adaptaban a sus rígidas expectativas. Los hermanos solían caminar por todas partes con unas correas que tenían terminaciones punzantes, como de garras de gato, y las escondían entre las mangas de sus hábitos; si cruzábamos la raya, nos golpeaban. En una oportunidad le saqué la lengua al director y otro niño me acusó. El director me llevó a su oficina y me golpeó fuertemente. Esa noche, cuando estaba por entrar a la bañera, mi madre notó los moretones y las vetas rojas en mi trasero. De inmediato se lo contó a mi padre. Mi padre era la persona más dulce y amable del mundo, pero era mejor no amenazar ni hacer daño a sus hijos porque ese hombre dulce se convertía en una fiera terrible que sería mejor no imaginar. No dijo ni una palabra: sólo se puso su abrigo y se fue de casa directamente a ver al director. Nunca supe qué le dijo ni qué ocurrió. Pero lo que sí puedo decirte es que los Hermanos Cristianos de Irlanda jamás me volvieron a tocar.
• • •
Ven, vamos a Dominick’s a comer algo.
Mierda, sólo vamos en la página seis y ya estoy en problemas. Ya imagino lo difícil que me harán la vida mis amigos, los dueños de Roberto’s y de otros pocos restaurantes, por no haber elegido sus negocios. Oye, antes de morir debes ir a Roberto’s a comer cavatelli con salchichón y brócoli salteado en ajo y aceite porque es algo del otro mundo. Pero ésa comida será para otro día.
A propósito, en Dominick’s no hay menús. Las alternativas son: o tú dices lo que deseas y eso es lo que te sirven, o ellos te dicen qué quieres y eso es lo que te sirven. Las mesas son largas. Todo el mundo se sienta junto, uno al lado del otro, y si hay un lugar idóneo para ir a comer con tu mejor amigo, es Dominick’s.
Y ahora mismo quiero hablar de mi mejor y más antiguo amigo. Mi relación con Ronny Parlato explicará algunas cosas que tal vez te sorprendan. Por ejemplo, estoy seguro de que no sabes que una vez me convertí al judaísmo. Es una larga historia y llegaremos a ella a su debido tiempo. Pero todo comienza con Ronny y con el barrio en el que crecí.
El barrio de Pelham Parkway, donde comencé a pasar tiempo con Ronny, estaba habitado por una mezcla de familias judías e italianas, y el mismo Ronny era una muestra de ello. Su madre era judía y su padre italiano.
Mi mamá y la mamá de Ronny, Libby, eran como hermanas. O no: eran más que hermanas, eran como almas gemelas. Tan pronto como nos mudamos del Bronx a New Rochelle, la madre y el padre de Ronny se mudaron del Bronx a New Rochelle. Peggy y Libby salían juntas todos los días.
Cuando Ronny y su familia celebraban Chanukah, siempre tenían un regalo para mí en el momento de encender las velas de la menorá. Mis padres me enviaron a un campamento exclusivo para judíos durante un par de veranos, que incluía los servicios de la noche del viernes. Por consiguiente, sabía cómo se usaba la marmulla, cómo se encendías las velas, seguía las oraciones en hebrero y bebía vino Manischewitz. Me parecía divertido decir baruch. Siempre me gustó el sonido khhhhhhhh.
De la misma forma, en el árbol de Navidad de mi familia siempre había un regalo para Ronny. Todos los años mi madre preparaba cerca de treinta platos diferentes de mariscos y frutos de mar para celebrar las fiestas y, a través de los años, Ronny probablemente probó cada uno de ellos. No puedo recordar haber pasado mejores momentos que durante las Navidades de mi niñez. Pero desde muy temprano me sentí a gusto con cualquier tipo de festividad. Para mí la religión parecía no tener diferencias. Los únicos muros que no tuve que derribar en mi vida fueron los muros religiosos y culturales. Para mí simplemente no existen. Ese fue un regalo de las calles del Bronx.
Pronto me estaba poniendo una toalla sobre los hombros para imitar los movimientos de danza de James Brown mientras cantaba Please, Please, Please. Cuando tenía unos catorce años, mis padres me dejaban ir con mis amigos en tren a Harlem para ver a Stevie Wonder, Wilson Pickett y Joe Tex en el Teatro Apollo. Cuando conocí a Gloria y a Emilio Estefan, casi veinticinco años después, se convirtieron prácticamente de inmediato en un par de miembros más de mi familia porque su cultura cubana me hacía sentir como si estuviera de vuelta en el Bronx. Esta apertura a todas las culturas se convirtió en una verdadera fortaleza cuando asumí el cargo de director de una corporación multinacional, y también se reflejó en mi vida personal. Mi primera esposa era judía; la segunda era parte irlandesa, parte negra y parte venezolana; y Thalia, la preciosa mujer que veo al despertarme cada mañana, nació y creció en la Ciudad de México. Por eso es que, años más tarde, cuando Michael Jackson organizó una conferencia de prensa para decir que yo era un racista y un demonio, queda claro que su comentario no tiene nada que ver con el racismo ni con el cielo o el infierno, sino con la incapacidad de un artista, al que le estaba dejando de ir bien, de adaptarse a las ventas cada vez más bajas de sus discos. Michael estaba reaccionando ante la autoridad y simplemente buscaba una forma de salirse de su contrato con Sony.
El ataque fue triste y patético. Como director de la compañía me mantuve al margen del conflicto y, naturalmente, me abstuve de hacer cualquier comentario al respecto. Ahora que Michael ha muerto nada gano con revivir este incidente. Pero, si me conoces, sabes que no soy un hombre que evita el conflicto. Ésta es la historia de mi vida y es importante dejar las cosas claras para el futuro. Por lo tanto, te contaré lo que realmente ocurrió. Sólo tendrás que ser paciente. Falta poco.
¿Qué tal una copa de vino?
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Una de las cosas acerca de escribir un libro de memorias es que nos obliga a remontarnos a esos momentos que nos ayudaron a convertirnos en lo que ahora somos.
Para mí, la época en la que crecí y el haberlo hecho en el Bronx fueron elementos clave. El día que nací tenía dos hermanas mellizas de quince años y una de trece. Desde el primer día desperté en el pequeño apartamento que era nuestro hogar. A mis oídos llegaban los más recientes éxitos de canciones pop que sonaban a todo volumen desde la radio que tenían ellas en su cuarto. Tan pronto como pude caminar, me detenía cuando oía distintos sonidos que me llamaban la atención; mi madre siempre estuvo muy consciente de esa reacción. Ella me llevaba de la mano mientras íbamos hasta Alexander’s, una tienda por departamentos en Gran Concourse con Fordham Road. Ahí yo me detenía, permanecía inmóvil y escuchaba los sonidos de música que salían de muchas de las tiendas a lo largo de la calle. Cuando eso ocurría, ella no me obligaba a seguir adelante; se detenía e incluso me cantaba la melodía.
Eran tan diversos los sonidos que salían de esas tiendas: doo-wop, salsa, rock, Sinatra... O si salíamos de compras tarde en la noche un jueves, podía escucharse la banda de Tito Puente en la calle Concourse. De nuevo en casa, oía a mi madre cantar y a mis hermanas armonizar todos los días. Los fines de semana veíamos a mi padre tocar el ukelele mientras mi tío Ray tocaba la guitarra. Estaba rodeado de música desde la mañana hasta la noche. Desde que cumplí dos años, me subía al banco del piano de la familia y golpeaba con fuerza las teclas.
Pero cuando tenía ocho años hubo un momento definitivo que me sacudió de arriba a abajo como una descarga eléctrica: fue la primera vez que oí Don’t Be Cruel sonando a todo volumen en la radio AM de mis hermanas. El compás y el ritmo de esa canción me dejaron marcado para siempre, y fue lo que me motivó y me inspiró a convertirme en lo que soy. Elvis Presley, el Rey.
Le rogué a mi madre para que me llevara a la tienda de discos en Fordham Road y con las dos manos agarré mi primer álbum. Ese primer álbum fue el primer álbum de Elvis. El álbum me encantaba. Me gustaba la fotografía de Elvis en acción, en la carátula, con la boca muy abierta y los ojos cerrados y con la guitarra en sus manos. Elvis estaba escrito en sentido vertical en letras rosadas al lado izquierdo de la carátula y Presley estaba escrito en sentido horizontal en la parte de abajo, en letras verdes. Me fascinaba el sello de la RCA en la esquina superior derecha con el perro escuchando el gramófono. Me encantó quitarle el forro de plástico templado. Me fascinó el olor del vinilo cuando saqué el disco de su funda de papel. Y me encantó ponerlo en el tornamesa graduando el equipo a 33¹/3, tomar el brazo del aparato y bajar suavemente la aguja hasta la ranura del disco. En ese entonces, en mi mente y mis oídos, los clics y pops del vinilo mejoraban notablemente el sonido de la música.
Al comienzo no estaba realmente consciente de la sexualidad latente en las grabaciones de Elvis, ni de la controversia originada por sus movimientos al bailar. En mi hogar nadie pensaba nada malo de Elvis. Tanto mi padre como mi madre pensaban que era fenomenal. No era consciente de que los líderes de la iglesia estaban enviando cartas a J. Edgar Hoover para que le advirtiera al FBI que Elvis era una amenaza para la moralidad y un peligro para la seguridad nacional. Tampoco sabía que a los blancos del Sur segregado no les gustaba lo que ellos mismos llamaban la música atrevida
que salía de la boca de Elvis y que estaban destrozando sus discos en público. Para mí, a los ocho años, se trataba simplemente de lo bien que podía hacerme sentir la música.
Cuando llegaba a casa de la escuela católica, me cambiaba el uniforme por mis pantalones chinos negros y una chamarra de cuero, tomaba el lápiz delineador de cejas de mi hermana y me pintaba patillas a lado y lado de la cara, me alborotaba el mechón de pelo estilo pompadour y me ponía gafas oscuras para pasear por el barrio. Pero había algo que nunca pude entender: ¿Cómo hacía Elvis para lograr ese tono azulado en su pelo negro? Hasta el día de hoy, eso sigue siendo un misterio para mí.
En ese entonces sólo había tres cadenas de televisión importantes: CBS, ABC y NBC. Así, eran limitadas nuestras oportunidades de ver a Elvis y eso hacía que cada una fuera aún más especial. Cuando Elvis aparecía, los programas de televisión no eran simples programas de televisión. Eran eventos que esperábamos durante semanas. En 1956, sesenta millones de personas se aglomeraban alrededor de los televisores en blanco y negro con antenas para ver a Elvis en The Ed Sullivan Show. Eso es el triple del número de personas que ahora ven American Idol en una época en la que el país contaba con cerca de la mitad de la población actual.
Desde el comienzo, Elvis inculcó en mí una lección aunque en ese momento no la haya entendido como tal. La vi como una serie de éxitos: Heartbreak Hotel, Blue Suede Shoes, Houng Dog, Don’t Be Cruel, Love Me Tender. Todo en el mismo año. Uno tras otro. Años después, como director de Sony, intentaría duplicar esa hazaña en cada oportunidad que tenía. La verdad es que mi intento por implementar esa misma estrategia creó fricciones entre Mariah Carey y yo, pero a eso me referiré más adelante.
Puede parecer extraño que comenzara a tocar la trompeta aproximadamente en la época en la que Elvis se convirtió en un verdadero ídolo en toda América. Pero, cuando te diga por qué, lo entenderás. Mi hermana Mary Ann se casó con Joe Valentino, ,que de inmediato se convirtió en algo así como mi tutor. A veces pasaba los fines de semana con Mary Ann y Joe. Yo intentaba imitar a mi cuñado de muchas formas. Él tocaba la trompeta y me hablaba de Harry James, por lo que me pareció que era lo que debía hacer. Antes de que tuviera la oportunidad de pensar en tocar la guitarra, apareció la trompeta y la apreté contra mis labios. Aprendí a tocarla muy bien y me quedé con ella. Me convertí, así, en el primer trompetista de la orquesta de la escuela; tocaba todos los solos y me dieron una beca de música para Iona Grammar School. Resulta que el director, que nunca dejó de alabarme y respetarme desde aquella visita de mi padre, también era trompetista y eso hizo que se fijara en mí.
No me costó trabajo aprender a tocar la trompeta, aunque eventualmente llegué a considerarlo como una tortura. Comencé a estudiar el Método de conservatorio completo para trompeta de Arban, que se ha publicado desde 1864 y que, para un muchacho, es la definición de la exigencia. Tuve que aprender a leer todas las notas y los símbolos de los compases, y también teoría de la música. Eso me ayudó a progresar mucho en el campo musical aunque, a medida que iba creciendo, me fui dando cuenta de que los trompetistas no tenían mucho éxito con las chicas. Los cantantes, los guitarristas y los actores... esos sí tenían éxito. Y no hablar de si uno podía hacer las tres cosas como lo hacía Elvis...
El término cool se fue haciendo más claro cuando Dion and the Belmonts grabaron canciones como I Wonder Why y Teenager in Love. El nombre de la banda hizo que la Avenida Belmont del Bronx se convirtiera en un monumento doo-wop. Todos nuestros amigos adoraban a Dion y parecían conocerlo personalmente o conocer a alguien cercano al grupo. Como dijo Bruce Springteen en una ocasión: Dion era, definitivamente, el eslabón entre Frank Sinatra y el rock and roll. Elvis era de todos pero Dion era nuestro.
Seguí tocando la trompeta durante toda la primaria. Sin embargo, comencé a apresurarme a llegar a casa cada tarde para ver a Dick Clark y American Bandstand. Estaba obsesionado con el programa. Lo más increíble de American Bandstand era que Dick Clark lo programaba como si fuera una emisora de radio. Iba enumerando los éxitos como un DJ, sólo que lo hacía por televisión. El programa se trasmitía desde Filadelfia pero tenía en el escenario un enorme mapa de cartón de los Estados Unidos al que la cámara se acercaba para mostrar ciudades y promover el envío de cartas de los televidentes. Dick podía leer una carta de una muchacha en Akron y decir que ella escuchaba la WAKR. Era lo que podría llamarse televisión interactiva —mucho tiempo antes de que la palabra interactiva se hiciera famosa— y hacía que todo adolescente que estuviera viendo el programa se sintiera conectado con algo más grande. Cuando cantaba Buddy Holly uno sabía que estaba recibiendo un trozo de Lubbock, Texas, y cuando aparecía Smokey Robinson en la pantalla uno sabía que estaba en Detroit.
Recuerdo perfectamente las estrellas que vi en ese show: el Big Bopper que utilizaba un teléfono como una parte de la escenografía para interpretar Chantilly Lace
. Jerry Lee Lewis golpeando las teclas de Great Balls of Fire
. Chubby Checker interpretando The Twist
. Fast Domino, Frankie Lymon and the Teenagers, Chuck Berry, Sam Cooke, Bobby Darin, Jackie Wilson, los Temptations, los Marcels, los Duprees, los Coasters, los Drifters, los Shirelles (sha-la-la-la-la-la-la) y, naturalmente, James Brown and the Fabulous Flames. Ésta es apenas una corta lista de los primeros nombres que me vienen a la mente y no corresponde a la magnitud del mundo que ese programa abrió para mí.
Había también unos buenos programas semanales, como Shindig. Pero American Bandstand estaba muy adelantado a su época. Yo estudiaba con atención el vestuario de los bailarines adolescentes. Podía detectar a cada muchacho y muchacha que bailaba, y podía diferenciar los unos de los otros. American Bandstand fue en realidad un modelo para programas como Dancing with the Stars. La música de American Bandstand no sólo abrió una puerta en mi mente sino que me mostró por primera vez mis sueños y me señaló el rumbo que seguiría más adelante. Además, Motown, la música que estaba a punto de cambiar el mundo, aún no había florecido. A veces, al terminar el programa, salía con mi madre para ir a recoger a mi padre a la estación del