Homo Ludens
Homo Ludens
Homo Ludens
Ludens
Revista
Semestral
de
Filosofa
Director
de
la
Facultad
de
Filosofa
y
Letras
Dr.
Alejandro
Palma
Castro
Coordinador
de
la
Maestra
en
Filosofa
ngel
Xolocotzi
Yaez
Director
Jos
Manuel
Meneses
Ramrez
Consejo
de
redaccin
Juan
Antonio
Mjica
Garca
(Ffyl-BUAP),
Ariadna
Ayala
Camarillo
(FDSC-BUAP),
Isac
Herrera
Martnez
(Ffyl-BUAP),
Antonio
Cern
(BUAP).
Consejo
Editorial
Luis
Martnez
Andrade
(cole
des
Hautes
Etudes
en
Sciences
Sociales
de
Pars),
Al
Caldern
(UNAM),
Gabriel
Rufus
Smith
Bruguier
(University
of
Nebraska- Lincoln),
David
Carbajal
Lpez
(Universidad
de
Paris
I-Panten),
Laura
Surez
Gonzlez
de
Arajo
(Universidad
Paris
VII-Diderot),
Clment
Marie
dit
chirot
(Universit
de
Caen
Basse-Normandie),
Mathieu
Gervais
(Ecole
Pratique
des
Hautes
Etudes),
Gerardo
Palomo
(Universidad
Iberoamericana-Puebla).
Consejo
Consultivo
Rodolfo
Santander
Iracheta
(BUAP),
Raymundo
Garca
Garca
(BUAP),
Flavio
Munhoz
Sofiati
(Universidade
So
Paulo),
Horacio
Cerutti
Guldberg
(UNAM),
Wellington
Teodoro
da
Silva
(Pontificia
Universidade
Catlica
de
Minas
Gerais- PUC
Minas),
Juvenal
Cruz
Vega
(Academia
de
Lenguas
Clsicas
Fray
Alonso
de
la
Veracruz)
Frdrick
Lemarchand
(Universit
de
Caen-Basse
Normandie),
Oscar
Jos
Useche
Aldana
(Universidad
UNIMINUTOColombia),
Celida
Godina
Herrera
(BUAP),
Juan
Manuel
Campos
Bentez
(BUAP),
Mauricio
Lugo
Vazquez
(BUAP),
ngel
Xolocotzi
Yaez
(BUAP).
Indice Pgina
Presentacin
6
Luis
Martnez
Andrade
La
sntesis
entre
revolucin
y
tradicin
en
la
izquierda
catlica
8
brasilea
Wellington
Teodoro
Da
Silva
Discurso
poltico
y
discurso
psicoanaltico:
lo
inconsciente
32
pulsional
como
la
otra
escena
desde
donde
reproblematizar
la
emancipacin.
Laura
Surez
Gonzlez
de
Arajo
Temporalits
et
transcendance
dans
la
pense
de
Jacques
Ellul
47
Mathieu
Gervais
Entrevista
Balance
y
perspectivas
de
la
filosofa
de
la
liberacin.
Entrevista
a
Enrique
Dussel
Ftima
Hurtado
Lpez
68
Aventuras de la diferencia Richard Rorty o la violencia del antifundacionalismo Jos Manuel Meneses Ramrez Le commerce afrique-union europenne de produits vgtaux temprs, consquences locales et impacts environnementaux globaux Mathieu Strale 83 108
Hacia una heterotopa de la ciudad: consumo, arquitectura y espacialidad urbana: Camilo Useche Lpez
Uma
histria
de
resistncia
ao
capital
e
ao
Estado:
o
Movimento
dos
Trabalhadores
Sem-Teto
-
MTST
Dbora
Goulart
Diferentes
aspectos
del
derecho
consetuidinario
en
el
contexto
de
la
discriminacin
de
un
grupo
aislado.
Magdalena
Krysiska-Kauna
El
poder
en
la
poesa
mexicana.
Una
mirada
al
campo
literario
Al
Caldern
Farfn
Emile
Cioran:
Lirismo
y
la
crtica
a
ese
maldito
yo
Francisco
Romero
Reseas Limprialisme, le spectre du XXe sicle de Ktoku Shsui Luis Martnez Andrade El teatro de la guerra. Veracruz, 1750-1825 de Juan Ortiz Escamilla David Carbajal Colaboradores 178 183
187
La
conquista
y
colonizacin
constituyen
en
s
mismas
un
acto
de
desmedida
violencia,
porque
suponen
el
sometimiento
de
una
nacin
con
su
cultura,
su
memoria,
su
historia
y
su
religin-
a
otra,
perdiendo
su
carcter
de
sujeto
histrico,
vindose
obligada
a
aceptar
un
bloqueo
en
su
desarrollo
autnomo,
teniendo
que
adherirse
a
la
lgica
del
otro
y
debiendo
asumir
las
formas
polticas,
los
hbitos
culturales,
las
expresiones
religiosas
y
la
lengua
del
dominador,
el
cual
pasa
a
ser
seor
de
la
vida
y
la
muerte
de
un
pueblo
entero.
Leonardo Boff
PRESENTACIN La revista Homo Ludens cumple su primer aniversario. Es evidente que nuestro ngel de la historia no puede sino seguir manteniendo la mirada en el pasado. Posar la vista en otras pocas no es slo una rememoracin de lo ya andado, de lo recorrido, es tambin un compromiso tico y poltico con los sueos despiertos de una comunidad acadmica que busca, insaciablemente, la ruptura con los modelos hegemnicos que imperan en los espacios universitarios. Dicha ruptura no implica una banalizacin del trabajo de investigacin sino quiz hoy ms que nunca exige disciplina, constancia, pero sobre todo, coherencia con lo enunciado por los investigadores. Desde sus orgenes, Homo Ludens se ha planteado la necesidad de mantener un dilogo multidisciplinario y planetario con investigadores de diversas regiones del mundo pues en ocasiones el provincialismo del monolingismo limita nuestros juicios tericos y prcticos. De ah que en este nmero publiquemos un artculo en portugus a cargo de la Dra. Dbora Goulart sobre el Movimiento de trabajadores sin techo (homeless) y su relacin vis--vis del Estado y del mercado. Asimismo, contamos con dos textos en francs. Uno de ellos, escrito por M. Gervais, aborda el concepto de temporalidad y de transcendencia en el pensador Jacques Ellul. El otro, que forma parte de la tesis de doctorado de M. Strale, reflexiona en torno al intercambio asimtrico entre frica y la Unin europea y su impacto en el medioambiente. El fenmeno poltico es analizado, magistralmente, por dos miembros de nuestro comit. El primero es de la autora del Presidente de la Asociacin Brasilea de Historia de las Religiones, el Dr. Wellington Teodoro Da Silva sobre la sntesis entre revolucin y tradicin en la izquierda catlica brasilea. El segundo texto, de la filsofa y politloga Laura Surez Gonzlez de Arajo, entiende lo inconsciente pulsional como la otra escena desde donde reproblematizar la emancipacin para, a final de cuentas, favorecer un encuentro del significante Freud y del significante emancipacin, buscando con ello, una relacin intima, adecuada, de potencialidad recproca. Adems, en este nmero
ofrecemos a los lectores una entrevista, indita en espaol, con uno de los filsofos contemporneos ms trascendentes de Latinoamrica: Enrique Dussel, llamado por algunos levinasiano de izquierda. Dicha entrevista fue preparada por Ftima Hurtado Lpez en la ciudad de Barcelona en 2008 y refiere el balance y las perspectivas de la filosofa de la liberacin en este siglo XXI. La seccin Aventuras de la diferencia presenta un brillante texto del filsofo M. Meneses sobre Richard Rorty o la violencia del antifundacionalismo donde el concepto de contingencia juega un papel clave en la configuracin del lenguaje, de la psique y de lo social. Por su parte, el historiador y socilogo colombiano C. Useche piensa las relaciones ocultas entre el consumo, la construccin arquitectnica y el espacio urbanstico en el imaginario del capitalismo tardo. En lo referente a las cuestiones antropolgicas, la Dra. Magdalena Krysiska- Kauna aborda la situacin de los indgenas Huarani de la Amazonia ecuatoriana. En temas de literatura, el poeta Al Caldern analiza el campo literario y sus relaciones de poder a propsito de la poesa mexicana. Por ltimo, Francisco Romero retoma la figura del pensador de origen rumano mile Cioran y nos ofrece El lirismo y la crtica a ese maldito yo, donde Cioran aparece como sombra que nace en los abismos, oscuridad de aquellos filsofos que quisieron encantar al mundo con la razn, echndose a rer de esa gente. El Dr. David Carbajal resea el El teatro de la guerra. Veracruz, 1750-1825 de Juan Ortiz Escamilla y Luis Martnez Andrade, El imperialismo: el espectro del siglo XX del pensador socialista Ktoku Shsui. Cada autor es responsable por las ideas expresadas en su texto, desde luego, y estamos convencidos, asimismo, de que este nmero plantea nuevas perspectivas terico-metodolgicas, fortalece el dialogo interdisciplinario y reitera la necesidad de una ruptura con la sociedad del espectculo y con la mercantilizacin del saber. Usted, lector, juzgar si se cumpli el objetivo. Por el comit de redaccin. Luis Martnez Andrade
La
sntesis
entre
revolucin
y
tradicin
en
la
izquierda
catlica
brasilea
Por
Wellington
Teodoro
da
Silva
1.
El
siglo
XX:
breve
y
denso
recorrido
La
revolucin
social
es
un
fenmeno
al
que
todos
debemos
rendir
cuentas
en
un
siglo
en
el
que
sucedieron
ms
y
ms
grandes
revoluciones
que
en
cualquier
otro
de
la
historia
escrita.
Eric
Hobsbawm
El
siglo
XX
se
caracteriz
por
el
paroxismo
de
una
cultura
civilizadora
cuya
violencia
pareca
no
tener
lmites.
Durante
ese
siglo
lo
humano
se
empe
en
perfeccionar
las
frmulas
ms
sofisticadas
de
tortura
y
exterminio.
La
palabra
clave
que
parece
definir
al
otro
en
ese
momento
histrico
parce
ser
demonio:
el
otro
es
el
demonio.
El
historiador
Eric
Hobsbawm
elabor
una
definicin
cuya
aceptacin
fue
hegemnica
en
el
siglo
XX:
fue
breve.
Situado
entre
el
acto
de
mayor
violencia,
la
I
Guerra
Mundial,
y
el
acto
de
mayor
dramaticidad,
el
fin
de
la
utopa,
como
pareca
ser
la
cada
del
muro
de
Berln.
Comprimido
entre
1914,
el
comienzo
de
esa
guerra
imperialista,
y
1989,
el
agotamiento
del
proyecto
socialista,
ese
periodo
histrico
se
define
por
la
efervescencia
de
la
violencia
de
una
cultura
civilizadora
que
se
debata
en
un
paroxismo
cuyo
sentido
pareca
ser
el
del
monstruo
que,
previendo
su
fin,
violenta
el
tiempo
y
la
historia
como
si
pudiera
as
vencerlos,
superarlos.
Al
comienzo
de
su
libro,
en
el
subttulo
Doce
personas
ven
el
siglo
XX,1
Hobsbawm
presenta
unos
fragmentos
con
las
opiniones
de
1
algunos
europeos
que
vivieron
ese
momento
de
la
historia,
o
por
lo
menos
su
mayor
parte.
Aunque
parezca
que
las
observaciones
tienden
a
la
tragedia,
la
paradoja
es
lo
que
mejor
envuelve
aquel
conjunto
de
comprensiones.
Ese
periodo
estuvo
marcado
por
acontecimientos
terribles,
quiz
los
ms
terribles
de
la
humanidad,
como
las
masacres
y
las
guerras
a
escala
planetaria.
Los
campos
de
concentracin
fueron
el
surgimiento
histrico
de
una
cultura
civilizadora
marcada
por
la
negacin
del
estatuto
ontolgico
del
otro
que
devast
las
poblaciones
de
continentes
enteros
colonizndolos
posteriormente
y
subyugndolos
bajo
la
lgica
imperialista.
Sin
embargo,
el
siglo
XX
presenta
el
surgimiento
de
la
mujer,
del
cuarto
estado
y
de
los
procesos
revolucionarios
que
intentaban
continuar
la
universalizacin
de
los
derechos
humanos,
fragmentados
y
alienados
por
el
funcionamiento
de
la
estructura
capitalista.
La
paradoja
reside
en
el
hecho
de
que
las
grandes
utopas,
los
sueos
de
emancipacin
de
lo
humano
del
yugo
de
otro
humano,
se
produjeron
a
travs
de
la
va
de
las
llamadas
guerras
justas:
la
revolucionaria
y
la
descolonizadora,
que
se
confundan
a
veces.
Sin
embargo,
todas
las
guerras
son
justas,
segn
quien
las
inicia.
Y
el
breve
siglo
que
acab
en
1989
y
que
inaugur
la
guerra
total,
la
guerra
fra,
creando
armas
suficientes
para
destruir
el
planeta,
aplic
exhaustivamente
la
frase
de
Tito
Livio:
La
Guerra
que
es
necesaria
es
justa,
y
sagradas
son
las
armas
cuando
slo
en
ellas
hay
esperanza.2
El
catolicismo
romano
no
sali
indemne
de
ese
momento
histrico
en
el
que
las
guerras
y
las
revoluciones
definan
su
fisonoma
cumpliendo,
segn
Hannah
Arendt,
las
profecas
anteriores
a
Lenin.
La
Cuestin
Social
se
impuso
y
el
Papa
Len
XIII
orient
el
modo
como
la
Iglesia
Catlica
comprendera
este
tema.
La
Carta
Encclica
Rerum
Novarum
sobre
la
condicin
de
los
trabajadores-
inici
la
tradicin
de
las
encclicas
sociales
del
siglo
XX
que
cumplieron
el
papel
de
modelo
para
la
interpretacin
de
los
catlicos
seducidos
por
la
revolucin.
Esa
gran
institucin,
que
se
resista
y
condenaba
las
expresiones
de
la
modernidad
y
del
modernismo,
parece
comprender
el
contundente
e
2
imparable
movimiento
de
la
historia.
Todava
se
echa
de
menos
el
medievalismo,
pero
se
supera
ante
la
necesidad
de
comprometer
a
los
trabajadores
en
la
gran
trama
de
sentidos
catlicos
que
se
estaban
perdiendo
en
beneficio
de
los
seductores
movimientos
socialistas.
Len
XIII
comprende
que
la
cuestin
que
se
planteaba
se
deba
al
acmulo
de
riquezas
de
un
pequeo
nmero
de
personas
frente
a
la
indigencia
de
la
mayora.
Identifica
esa
caracterstica
del
capitalismo,
pero
no
la
cita
nominalmente.
Sin
embargo
critica
bastante
el
socialismo
y
su
poder
desestructurador
de
la
familia,
en
la
medida
en
que
presenta
al
Estado,
como
sujeto
suficiente
por
s
para
substituirla,
desorganizando
as
toda
la
sociedad.
Aunque
no
se
expresara
de
esa
manera,
la
familia
era
toda
la
sociedad
civil
que
sufra
amenazas
provenientes
de
dos
frentes,
que
eran
la
totalitaria
y
la
liberal.
En
sentido
hegeliano,
el
Estado
supra-asume
la
familia
y
la
sociedad
civil,
pues
nace
para
suprimir
las
deficiencias
de
las
dos.
Ah
se
basa
el
concepto
de
subsidiariedad
publicado
por
el
papa
Po
XI
en
la
carta
encclica
Quadragsimo
Anno,
escrita
para
conmemorar
la
Rerum
Novarum.
Ese
concepto
fue
elaborado
por
los
jesuitas
del
Crculo
de
Koenigswiter.
La
carta
de
Len
XIII
registra
las
cuestiones
que
acompaarn
el
pensamiento
social
del
catolicismo
a
lo
largo
del
siglo
XX,
esto
es,
el
capitalismo,
el
socialismo,
e,
importante
para
la
futura
izquierda
catlica
en
su
discurso
revolucionario,
el
recurso
a
Santo
Toms
de
Aquino
cuando
afirma
que
existen
leyes
que
se
deben
desobedecer:
Pues
una
ley
no
merece
ser
obediencia
si
no
est
de
acuerdo
con
la
recta
razn
y
con
la
ley
eterna
de
Dios.3
3
PAPA LEN XIII,1891,Prrafo 67. Esta afirmacin se hace como referencia a Santo Toms de Aquino, Summa Theol.,I-II,q.93,a.3 ad 2. * El 7 de enero de 1890, tras la proclamacin de la Repblica -declarada el 15 de noviembre de 1889- se decreta la separacin de la iglesia del estado. La Repblica termina el padroado, reconoce el carcter laico del Estado y garantiza la libertad religiosa. (Nota del Traductor)
10
2. Izquierda catlica brasilea: entre la tradicin y la revolucin Y para los cristianos que aqu escriben, toda esta historia empieza con el tremendo hecho de un Dios que, no contento por haber creado el mundo, se hizo tambin hombre entre nosotros. Luiz Alberto Gmez de Souza La Iglesia Catlica de Brasil, pas de modernidad tarda, inicia el siglo XX con el reto de reestructurar su institucin tras el fin del rgimen de patronato*. En el arco temporal comprendido entre 1889 y el inicio de la dcada de 1920, la Iglesia intent re-fundarse orientada por y para Roma. Durante ese perodo, el Estado Republicano y la Iglesia se vean, normalmente, con desconfianza. Entre los primeros aos de los aos 20, concretamente 1921, fecha simblica, pues marca la llegada de Don Sebastin Leme a la Archidicesis de Rio de Janeiro, y 1942, fecha de su muerte, el catolicismo brasileo vivi una poca de pujanza: influa en la poltica a travs de la Liga electoral Catlica, fund universidades y editoriales, public una importante cantidad de libros de pensadores catlicos, fund el Centro Don Vital y revistas como A Ordem, Rio de Janeiro, Kriterium, Belo Horizonte, Estudos, Porto Alegre, Symposium, Recife, consiguiendo reunir un nmero expresivo de intelectuales laicos fieles a la jerarqua a travs de los movimientos de Accin Catlica. Estos catlicos tuvieron una importante presencia en la vida intelectual y poltica brasilea de este perodo. A partir de la segunda mitad de la dcada de 1940, se inicia dentro del catolicismo brasileo un movimiento intelectual que desempeara el papel de modelo fundador de su futura tradicin de izquierda. En ese momento, el pensamiento del catolicismo francs ejerca una influencia determinante, pudiendo destacar, entre otras, la figura del dominico Padre Lebret, uno de los primeros pensadores que viabilizaron los dilogos entre cristianos y marxistas en Brasil.
11
En
1947,
el
Jornal
do
Povo
(Peridico
del
Pueblo),
rgano
del
Partido
Comunista
Brasileo,
con
sede
en
Belo
Horizonte,
capital
del
estado
de
Minas
Gerais,
public
el
paso
del
tambin
dominico
Benevenuto
de
Santa
Cruz
por
la
ciudad
pronunciando
una
serie
de
conferencias
sobre
el
pensamiento
de
su
hermano
y
cofrade
francs:
En
el
seno
de
la
misma
iglesia
surgen
ahora
aquellos
catlicos
que
entienden
el
sentido
de
los
nuevos
tiempos
en
que
vivimos
y
no
comulgan
con
el
punto
de
vista
de
los
que
predican
la
intolerancia
y
se
lanzan
violentamente
como
anticomunistas.
El
padre
Lebret
pronunci
una
serie
de
conferencias
en
Rio
y
representa
este
pensamiento
progresista,
pues,
en
vez
de
predicar
simplemente
contra
el
marxismo,
entiende
la
justicia
de
sus
principios.
Consider
que
Marx
era
un
genio
y
tuvo
el
coraje
de
afirmar
que
los
comunistas
quieren
el
bienestar
de
la
humanidad.
Ahora,
el
fraile
Benevenuto
de
Santa
Cruz
acaba
de
pronunciar
una
serie
de
conferencias
en
Belo
Horizonte
divulgando
el
pensamiento
del
padre
Lebret.4
Esta
materia
interpreta
que
el
pensamiento
del
Padre
Lebret
entiende
bien
los
sentidos
de
los
nuevos
tiempos.
Lo
cual
significa
que
reconoce
la
legitimidad
de,
por
lo
menos,
algunas
de
las
principales
proposiciones
de
la
modernidad.
Todo
eso
se
traduce
en
el
reconocimiento
de
la
importancia
del
pensamiento
marxista.
En
ese
mismo
movimiento
dialogal,
los
comunistas
de
Belo
Horizonte
reconocen
la
legitimidad
del
catolicismo
representado
por
el
dominico.
Se
funda
las
bases
del
dilogo,
uno
y
otro
se
reconocen
plausibles
sin
reducirse
mutuamente
con
simples
ataques.
Fray
Benvenuto
presenta
otros
ejes
que
tambin
orientarn
las
aseveraciones
de
la
izquierda
catlica
y
que
se
constituyen
como
bases
de
dilogo
con
los
marxistas.
Entre
ellos
se
encuentra
la
idea
de
que
es
necesario
asumir
las
luchas
contra
los
problemas
temporales
como
4
Jornal do Povo, 2 de septiembre de1947. Coleccin Linhares. Biblioteca Central de La Universidad Federal de Minas Gerais
12
condicin para enfrentar los temas espirituales. El trabajo espiritual se ejecutara al realizar el trabajo de superacin de los problemas econmicos, polticos y sociales: la misericordia cristiana tiene lugar en el trabajo poltico. Esos catlicos coincidan con los marxistas al comprender que el drama de la opresin vivida por lo humano tena matrices econmicas que slo podran superarse estructuralmente. El peridico comunista de Belo Horizonte y el modelo fundador de la izquierda catlica entendan que el drama de los trabajadores impona la necesidad de poner en entredicho algunos juicios ideolgicos en un esfuerzo comn y urgente para defenderlos de la opresin capitalista. Ambos proponan la necesidad de superar ese sistema econmico por la va revolucionaria orientados hacia el socialismo. Sin embargo, ese otro sistema poltico y econmico era propuesto con mucho cuidado por la izquierda catlica. Las experiencias del socialismo real no eran asumidas en su totalidad por esos cristianos. El socialismo esperado era completamente nuevo. Criticaban tanto el capitalismo como el comunismo, ambos materialistas, e intentaban construir una alternativa con un socialismo posible dentro de los marcos definidos por los papas. Los catlicos de izquierda se sentan como los legtimos representantes y promotores del catolicismo real y de la autntica comprensin y promocin del Dios Vivo. Luiz Alberto Gmez de Souza, uno de los miembros de ese sector, afirm que ese movimiento no representaba el punto de partida de una hereja. Eran catlicos que se inseran en la Iglesia que existe en la historia. No les interesaba abrir fisuras en la tradicin del catolicismo romano. Tampoco intentaban re- fundarlo. Reconocan el carcter salvfico de la institucin y su misin en la historia y, muy importante, la autoridad mxima del papa. Ese reconocimiento es especialmente importante porque el catolicismo de izquierda se fundamenta de manera privilegiada en las encclicas. Vale la pena recordar que el Padre Lebret fue el principal redactor de la encclica Populorum Progressio, del Papa Pablo VI. La revolucin se entenda siempre como el cambio radical y rpido del orden social injusto que no tena porqu ser necesariamente violento; los comunistas brasileos tambin lo entendan as; fue una
13
idea-fuerza fundamental de la izquierda catlica as como de su comprensin y propuestas para la realidad. Sedujo a esa izquierda hacindola profundizar las cuestiones de la modernidad y del siglo XX en el interior del catolicismo brasileo. Vale la pena recordar la cuestin de Cuba que, a partir de 1959 pobl el imaginario romntico de la izquierda latinoamericana de esa poca, segn la interpretacin de Regis Debray, quien afirm que haba sido el resultado de la accin de unos pocos virtuosos muchachos que, bajando Sierra Maestra, sedujeron la poblacin transformndola en revolucionaria. La revolucin se convirti en la gran palabra de orden, mgica, productora de sentidos. La mxima expresin del romanticismo en la poltica. Los sectores de izquierda del catolicismo entendan que la revolucin se constitua en la muerte y resurgimiento de las estructuras y mentalidades nuevas que correspondan al acto de la resurreccin. Ambas superan una realidad dada e inauguran otra que supera totalmente la anterior. El cristianismo ofreci la pedagoga histrica para que surgiera la revolucin. Por eso, el acto revolucionario es ms propiamente cristiano que marxista. Era necesario, pues, devolverlo a su lugar original. El dominico fray Carlos Josaphat fue uno los intelectuales de izquierda brasilea que ms influy en la primera mitad de los aos 60. Su militancia le cost el exilio. Sectores de la derecha de la sociedad brasilea y del catolicismo consiguieron influir en la alta jerarqua en Roma para que lo retirara del pas. Seguramente, fray Carlos fue el primer exilado de aquellos sectores que posteriormente provocaran el Golpe Militar de Estado de 1964. Su obra Evangelio y Revolucin Social se encuentra entre los libros que mejor sistematizan el espritu de los catlicos de izquierda de aquel perodo. La primera edicin se public en 1962, la segunda en 1963 y en 2002 fue publicada una edicin en homenaje a los 80 aos de su autor y 40 de la obra. Por eso es ejemplarmente til para un anlisis histrico centrado en el ncleo denso de comprensin producido por la izquierda catlica sobre el tema/acto revolucin. Este tema se aborda en la introduccin de la obra que informa que la politicidad entre los catlicos de izquierda que el autor observaba
14
al mismo tiempo que ayudaba a sistematizarla- no se daba en la tradicional oposicin capitalismo y comunismo. Esta nueva comprensin se funda en la concepcin integral de lo humano que propone observar la realidad superando los mitos de la derecha y de la izquierda por encima de la opresin comunista y de la explotacin capitalista. El catlico debera orientarse por la caridad plena y cuidar de que no se deteriore. El fraile llama la atencin para el dato de que uno de sus elementos secundarios, la limosna al indigente, se tomaba con su sentido comn. Ms all de todo eso, la caridad impone, segn Josaphat, que se busquen las causas profundas de las condiciones que atacan la condicin de lo humano que, vale la pena recordar, para el cristiano ha sido creado a imagen de Dios. Esa bsqueda debera ser honesta y lcida para comprender que el empobrecimiento era consecuencia de las estructuras histricamente construidas. Y, por ello, la caridad, fuente de todas las virtudes, impona al cristiano la accin sobre las estructuras que producen la pobreza. El cristianismo no debera confundirse ni reducirse a ninguna de las ideologas existentes en la poca: ni a la conservadora ni a la revolucionaria. Las realidades histricas deberan ser examinadas con el debido cuidado y el cristianismo, de hecho, podra ser una fuerza tanto conservadora como revolucionaria. Debe mantener una determinada realidad histrica que sea buena y promueva el bien comn. Por otro lado, debe conducir a la revolucin aquella realidad que impida la promocin de lo humano, criatura divina. Se entiende la fascinacin que el marxismo ejerca sobre los movimientos sociales: tena el imperativo de la historia y la magia de una escatologa ms accesible y ms humana que el mensaje de esperanza cristiana, cuyos sentidos haban sido endurecidos por los propios cristianos. La verdadera causa de admiracin y asombro, de acuerdo con el padre Carlos, era este endurecimiento y torsin hermenuticos de la comprensin cristiana del hombre y del mundo. Haba que poner las cosas en su lugar justo. El cristianismo era el gran modelo generacional del mundo moderno. Incluso el marxismo se entenda como algo que propona los principios secularizados del
15
cristianismo. El fraile hace esta afirmacin y se basa en la tradicin de las encclicas papales, citando la carta Divini Redemptoris de Po XI, del 19 de marzo de 1937, que identificaba en el comunismo la imitacin secularizada de los grandes dogmas cristianos. El ideario marxista revela una escatologa, una visin de la historia que acaba en la inmanencia, orientada a un final paradisaco y a la redencin del proletariado. A continuacin, considera el marxismo como una radicalizacin humanista: una fe total en la capacidad revolucionaria del hombre como nico responsable de su redencin en la historia. La fascinacin que ejerca era comprensible, sobre todo ante el inmovilismo y el pesimismo de los cristianos en los ltimos siglos. Este entendimiento fundamenta los ataques de los sectores de la izquierda catlica a los discursos anticomunistas de la poca. Aunque el marxismo estuviera equivocado en su materialismo, no debera ser condenado como un mal en s mismo, o como enemigo de la humanidad. Se excluye la trascendencia al radicalizar la apreciacin de la historia y de lo humano. Esta comprensin no es el principal mal que se debe combatir. El cristiano debe proponer el dilogo, poniendo de relieve la historia, el ser humano y lo trascendente. As el cristianismo redimira su condicin de fuente de conocimiento y consciencia de la historia. Ante la cuestin marxista, los cristianos deberan dejar de actuar considerando solamente el aspecto trascendente del cristianismo. De lo contrario, responderan al optimismo constructivo del inmanentismo marxista orientndose a un trascendente fatalista. Segn Frei Carlos, los cristianos deberan construir sus respuestas guiados por las enseanzas sociales del magisterio y sin evadirse de la historia, entendiendo que la fidelidad al evangelio supone la fidelidad al tiempo presente. Lo trascendente afirma la historia y sus movimientos y los telogos y lderes cristianos deberan comprometerse en la elaboracin de una espiritualidad integral. La escatologa de Josafat es importante para entender la revolucin social y a los cristianos. Debera conducir a una espiritualidad que lleve a Dios y a una presencia activa en el mundo. El Reino que anuncia el cristianismo "alcanza y transforma al hombre entero, en su dimensin personal, en su corazn, y tambin en su dimensin social,
16
histrica,
exigiendo
y
permitiendo
la
estructuracin
social
de
acuerdo
con
la
justicia
y
el
amor"5
Recuerda
la
inclusin
del
cristianismo
en
la
tradicin
proftica,
en
la
que
un
tema
cada
vez
ms
recurrente
es
la
cuestin
de
la
justicia
en
el
acceso
a
la
tierra,
de
las
costumbres,
de
las
mentalidades
e
instituciones.
Segn
Josafat,
muchos
de
los
pasajes
de
los
profetas
"son
orculos
contra
los
que
se
arman
de
religin
para
mantener
una
buena
conciencia
y
prolongar
su
buena
vida.
Con
gran
sufrimiento
personal,
los
profetas
luchan
contra
esta
religin
que
se
convierte
en
un
baluarte
de
la
injusticia
y
de
la
explotacin"6.
Representan
la
ruptura
con
un
falso
orden
establecido
y
puede
establecer
el
ideal
de
un
pueblo
solidario,
sin
pobreza,
explotacin
y
sin
los
intereses
por
el
dinero
prestado.
Y
creen
que
el
Mesas
inaugurar
para
el
mundo
el
reinado
de
Justicia
y
Paz,
realizando
los
anuncios
de
los
profetas
a
la
perfeccin.
El
individualismo
cristiano
es
un
escndalo,
porque
revela
que
el
reino
de
Dios
no
ha
llegado
donde
debera
llegar:
al
mbito
social.
El
cristiano
no
puede
permanecer
indiferente
ante
la
falta
de
equidad,
por
un
lado,
y
la
sed
de
justicia,
por
otro.
La
actividad
histrica
de
los
cristianos
en
la
promocin
del
bien
comn
es
de
hecho
una
fuerza
dinmica
de
la
historia
y
un
acto
salvfico.
Segn
Fray
Josafat,
la
crtica
de
la
militancia
cristiana
juzga
como
optimismo
ingenuo
la
comprensin
de
la
historia
elaborada
por
el
marxismo,
debido
a
"su
seguridad"
proftica
"y
a
sus
simplificaciones
unilaterales".
El
fraile
fundamenta
esta
afirmacin
de
la
Encclica
Mater
et
Magistra
que
rechaza
las
visiones
sociales
estrechas
e
incapaces
de
abarcar
todas
las
dimensiones
del
hombre,
incluso
las
histricas
y
las
trascendentes.
La
lucha
de
clases
era
tambin
un
tema
abordado
por
el
libro
del
dominico,
que
rechaza
la
oposicin
simplista
que,
por
un
lado,
cree
que
son
responsabilidades
comunistas
el
impulso
de
la
lucha
de
clases
y
la
falta
de
armona
social.
Y
por
otra
parte,
afirma
que
el
cristianismo
predica
el
amor,
la
armona
entre
las
clases
y
la
paz
social.
Josaphat
afirma
que
la
paz
que
el
cristianismo
predica
y
tiende
a
introducir
no
es
5 6
JOSAPHAT,2002.p.32 JOSAPHAT,2002.P.33
17
aceptar
cualquier
situacin
establecida.
Obediente
e
inserido
en
la
tradicin,
este
autor
cita
al
Papa
Po
XI
y
la
encclica
Quadragesimo
Anno
para
afirmar
que
la
paz
del
cristiano
se
basa
en
el
orden,
que,
a
su
vez,
se
basa
en
la
justicia.
Propone
una
espiritualidad
de
la
reivindicacin
para
superar
de
manera
positiva
cualquier
tentacin
de
lucha
de
clases.
Esta
espiritualidad
es
la
enseanza
de
la
tradicin
cristiana,
formulada
por
sus
grandes
maestros.
Entre
ellos,
el
texto
pone
de
relieve
a
Santo
Toms
de
Aquino,
en
quien
el
cristiano
encuentra
"datos
fundamentales
de
la
espiritualidad
cristiana,
capaz
de
dirigir
y
animar
la
lucha
social
real"7.
Segn
Josaphat,
Toms
de
Aquino,
al
referirse
a
la
nocin
de
paz
verdadera,
muestra
que
la
paz
es
ms
que
el
simple
acuerdo
o
la
armona
entre
las
personas.
Presupone
la
unidad
interior
de
cada
persona
y
la
unin
efectiva
profunda
entre
los
individuos
que
se
relacionan
en
la
vida
social.
Muestra
ms
tarde,
en
contraposicin
a
una
visin
dialctica
de
las
cosas,
que
el
universo
est
como
que
providencialmente
atravesado
por
un
gran
anhelo
de
paz,
Santo
Toms
demuestra
que
la
vida
cristiana
en
particular,
tiende
a
la
paz
perfecta
en
el
cielo
y
busca,
desde
la
tierra,
inaugurar
una
paz
imperfecta,
es
decir:
que
la
paz
es
compatible
con
las
contingencias
de
la
vida
humana
actual.
Por
ltimo,
nos
ensea
el
santo
telogo
dominico,
cul
es
la
fuente
de
la
paz
cristiana.
Su
doctrina
puede
ser
resumida
as:
la
paz
cristiana,
perfecta
unidad
interior
del
hombre
y
su
unin
con
Dios
y
con
sus
semejantes,
es
fruto
directo
de
la
caridad,
pero
prepara
la
justicia.
La
justicia
elimina
los
obstculos
a
la
paz,
reconociendo
en
cada
persona
y
en
cada
comunidad
sus
legtimos
derechos;
la
violacin
de
cualquier
derecho,
cualquier
injusticia
impide
la
paz;
la
lucha
contra
la
injusticia
es
la
actitud
inicial
de
los
que
7
JOSAPHAT,2002.p.57.
18
buscan
efectivamente
la
paz.
El
amor
es
la
raz
de
esta
sed
de
justicia:
alimenta
la
lucha
hasta
que
pueda
unir
las
partes
en
litigio,
si
ambas
estn
dispuestas,
por
la
aceptacin
de
la
justicia,
a
la
paz
verdadera.8
Santo
Toms
de
Aquino
se
convierte
en
depsito
de
la
tradicin
catlica
donde
la
izquierda
catlica
acuda,
al
menos
hasta
mediados
de
los
aos
60,
para
legitimar
sus
luchas
en
aquel
efervescente
momento
religioso
y
poltico
de
la
historia
brasilea.
Las
relaciones
sociales
de
la
justicia
eran
criterios
irrenunciables
para
la
paz.
Una
falsa
justicia
no
puede
promover
la
paz
verdadera.
Por
lo
tanto,
la
concordia,
en
la
que
se
eriga
la
falsa
justicia,
que,
a
su
vez,
era
una
expresin
de
falsa
paz,
debera
romperse.
El
tomista
Josaphat
fue
el
gran
responsable
de
proponer
estos
recursos
interpretativos
que
legitimaban
e,
incluso,
exigan
que
el
cristiano
promoviera
la
revolucin
para
superar
las
duras
estructuras
econmicas,
polticas
y
sociales
responsables
de
una
paz
falsa.
Vale
la
pena,
tambin,
la
cita
que
hace
del
Doctor
Anglico:
"Fomentar
discordia
para
romper
la
buena
concordia,
fruto
de
la
caridad,
es
un
pecado
grave,
como
ensea
la
Sagrada
Escritura
[cita
Pr
6,
16-19]
[...]
sin
embargo
causar
discordia
para
romper
una
mala
concordia,
es
decir:
un
acuerdo
basado
en
la
mala
voluntad,
es
una
actitud
digna
de
elogio.
Nos
da
un
ejemplo
de
esto
el
apstol
Pablo
(Cf.
Hechos
15-39)
y
el
mismo
Seor
dice
de
s
mismo:
"No
he
venido
a
traer
paz,
sino
espada.
(Cf.
Mt
10-34)
"9
Despus
de
esta
cita,
el
autor
trata
una
cuestin
que
fue
objeto
de
considerable
controversia
con
el
conservador
laico
Gustavo
Coro.
Josaphat
sugiri
traducir
la
virtud
Vindicatio
como
"Reivindicacin".
sta
debera
completar
el
cuadro
de
sentido
y
el
cuadro
que
estructura
la
realidad
del
militante
cristiano,
cuya
accin
se
da
en
la
construccin
de
la
paz,
y
completa
el
conjunto
de
actitudes
que
debe
perfeccionar
el
8 9
JOSAPHAT,2002.p.58 AQUINO, Santo Toms. II-IIae,q.37 art. 1,ad.2m. Citado por JOSAPHAT. 2002. p.59
19
justo. Ante el mal, Santo Toms propone la misericordia y el perdn al pecador, pero por otro lado, resalta el hecho del deber de oponerse al mal, de castigarlo, de exigir reparacin y de alejarlo de la sociedad y de la iglesia, por el bien comn y espiritual.. El texto coloca la moderna reivindicacin en la tradicin de la teologa clsica, como una prolongacin, siendo un acto de caridad y justicia. Esta continuidad de la tradicin se dara al inserirse en organizaciones de clase, siempre que se tratase de la defensa de la justicia. La omisin del plano social se considera ms grave que la del plano personal. Los cristianos no deberan aceptar pasivamente los contratos salariales injustos o en condiciones inhumanas de trabajo, por ejemplo, que constituyen una forma de cooperacin negativa de la justicia con consecuencias amplias y por eso muy graves. Cuando trata especficamente el tema "Evangelio y revolucin social", el texto comienza haciendo un contra punto en relacin con el marxismo. Si, por una parte, Marx haba definido su felicidad en una palabra: "luchar", el cristiano, por su parte, paradjicamente, recibe del evangelio el mensaje de la paz y la misin de la lucha. La paz interior, social y familiar es el ideal evanglico. La militancia, la lucha contra los enemigos de la paz en nosotros mismos y en la sociedad no es la felicidad del Evangelio, sino un imperativo para quien est en busca de la bienaventuranza. Este combate no tiene la intencin de eliminar a nadie, sino de eliminar la injusticia, el odio y la miseria en todos los momentos histricos. Y en aquellos, concretamente, en los que los regmenes existentes, deberan recibir la oposicin de los cristianos y ser revolucionariamente superados. Cabe decir aqu que Josaphat se preocupe por retirar de los marxistas el monopolio sobre el discurso y el acto revolucionario. Segn l, hasta finales del siglo XIX la palabra revolucin tena un contenido predominantemente poltico que significaba, sobre todo, el recurso a la rebelin armada. Aunque este sentido permanezca todava predominante, su significado adquira un sentido que se distingua del levantamiento militar o de la guerra civil, a saber, el cambio radical de las estructuras econmicas, polticas y sociales. La revolucin, en efecto, se opone al lento progreso del desarrollo por un
20
salto
brusco,
radical,
que
rompera
las
viejas
estructuras
colocando
otras
nuevas
que
superaran
las
anteriores
imposibilitando
el
retorno
a
ellas.
Sera
necesaria
cada
vez
que
se
comprobara
el
retraso
del
progreso
de
la
evolucin
econmica
que
provocara
desequilibrio
entre
las
necesidades
y
aspiraciones
de
toda
la
poblacin
y
el
orden
jurdico
y
poltico
vigentes.
No
habra,
pues,
una
identidad
necesaria
entre
la
revolucin
social
y
la
guerra
civil,
que
apenas
en
algunos
casos
dara
inicio
a
un
proceso
revolucionario.
Las
armas
cumpliran
una
etapa
del
proceso
revolucionario
cuya
esencia
radica
en
los
cambios
econmicos
y
sociales.
De
hecho,
los
cristianos
deberan
estar
orientados
por
criterios
bastante
firmes
para
que
el
proceso
revolucionario
comenzara.
Sus
armas
son
la
verdad,
la
bondad
y
el
amor.
l
no
cree
en
la
violencia
como
medio
para
el
cambio
profundo
y
ni
siquiera
para
establecer
instituciones
duraderas.
Sin
embargo,
las
armas
pueden
ser
legtimas
y
necesarias...
pero,
por
supuesto,
los
cristianos
no
dara
el
primer
disparo.
Si
los
medios
persuasivos
se
le
niegan
al
cristiano,
si
domina
la
tirana
disfrazada
o
aparente
de
los
monstruos
econmicos
y
de
sus
tentculos
publicitarios,
si
esa
dictadura
inutiliza
la
influencia,
al
menos
social,
del
Evangelio,
si
las
"armas
ofensivas",
especficamente
cristianas,
destinadas
a
la
transformacin
espiritual,
son
neutralizadas,
no
podr
el
cristiano
defenderse?
O,
mejor,
defender
derechos
ms
sagrados
que
la
legtima
defensa:
los
derechos
a
la
verdad,
a
la
justicia
y
al
amor?
No
podr,
no
deber
usar
medios
eficaces
y
fuertes,
para
desarmar
la
maquina
de
la
opresin,
para
liberar
a
los
hombres,
sus
hermanos,
de
la
peor
esclavitud?10
El
dominicano
dice
que
s.
Sin
embargo,
el
cristiano
debe
elegir
sus
armas
dentro
de
una
escala
de
valores.
Se
debe
buscar
el
bien
10
21
mayor, "orientndose al Bien Supremo," y, sobre todo, tratar de causar el menor mal posible. Antes de recurrir a la violencia, los cristianos deben utilizar todos los medios de presin moral y de resistencia pasiva, siempre que tengan posibilidades de ser eficaces. Slo en el ltimo extremo se puede aplicar la fuerza fsica para cambiar las estructuras inicuas. En un entorno histrico en el que la palabra revolucin era frecuente y la realidad pareca estar muy cerca de esa situacin, el dominico intenta satisfacer los pedidos de la izquierda catlica. Quera comprender y situar al cristianismo ante esta palabra mgica, seductora. Adems, haba inters para convencer a los dems sectores de izquierda sobre la legitimidad, necesidad e incluso obligacin de que este evento partiera de los cristianos o, al menos, contar con su apoyo y participacin efectiva, aunque, en este ltimo caso, pudiese tomar caminos violentos. Los cristianos deberan estar a la vanguardia, porque su horizonte es ms amplio, ya que opera en atencin a una realidad universal absoluta y sagrada. Las fases de la lucha cristiana se exponen en la siguiente escala: primero debera recurrir al plano especficamente doctrinal y a la persuasin, por todos los medios a su disposicin; en segundo lugar, si falla el primero, debe pasar a la presin moral y social. Debera ridiculizar y despreciar ante la opinin pblica las estructuras injustas; en tercer lugar, fallando el segundo, debera activar los medios de resistencia pasiva, como las manifestaciones y huelgas. Por ltimo, debera aplicar a la coyuntura moderna lo que la teologa clsica, tomista ensea sobre el derecho, e incluso sobre el deber de la rebelin contra la tirana: diremos que la rebelin armada puede ser el ltimo recurso para eliminar una estructura injusta y permitir el inicio de una renovacin social radical y duradera. Esta apelacin a la fuerza fsica, la fase militar de la revolucin social, slo debe ser utilizada ante la imposibilidad o ante el fracaso de los otros medios, cuando se tiene la certeza moral de la victoria sobre la situacin injusta y, sobre todo, sobre el caos o la anarqua que siempre amenazan el proceso revolucionario.
22
Slo la inercia, la omisin y la complicidad de los cristianos con regmenes injustos y opresivos pueden dar lugar a esos extremos de la revolucin armada. Y, as, si los cristianos fueron omisos e ineficientes cuando la resistencia se presentaba menos heroica, cmo podran dominar un proceso de levantamiento violento? Casi siempre sern otras fuerzas revolucionarias ms belicosas y ms preparadas las que dirigirn la revolucin que habra empezado, quin sabe, con el aplauso y con la participacin de todas las sanas corrientes de la nacin.11 3. Revolucin y tradicin: una sntesis del catolicismo brasileo No se trata de cambiar los protagonistas del poder, sino la naturaleza misma del poder Fray Thomas Cardonnel, OP
El
proceso
de
romanizacin
del
catolicismo
brasileo
tuvo
xito.
La
principal
evidencia
de
este
hecho
no
se
refleja
slo
en
el
triunfo
de
la
organizacin
de
esta
institucin
centrada
en
Roma,
elaborada
a
partir
de
una
mentalidad
conservadora
y
vertical
que
comenz
con
la
Cuestin
Religiosa,
an
en
la
poca
imperial,
y
se
consolid
con
la
nominacin
republicana.
Ms
que
eso,
la
romanizacin
se
impuso
al
convencer
a
las
diversas
matrices
divergentes
del
catolicismo
de
la
legitimidad
de
este
modelo,
cuyo
monopolio
de
interpretacin
legtima
es
ahora
disputado.
La
victoria
est
con
los
que
estn
con
el
Papa:
Quin
tiene
a
Pedro,
tiene
la
Iglesia!
La
insercin
en
la
gran
tradicin
del
catolicismo
romano
es,
pues,
la
pregunta
inevitable
para
la
supervivencia
y
la
legitimidad
de
sus
diferentes
sectores.
En
nombre
de
este
imperativo,
la
izquierda
catlica
brasilea,
en
sus
declaraciones
acerca
de
la
revolucin
social,
se
comprometi
seriamente
con
el
proceso
intelectual
a
efecto
de
esta
11
JOSAPHAT,2002.p78-79
23
insercin
a
travs
de
la
interpretacin
de
los
documentos
pontificios,
de
Santo
Toms
de
Aquino
y
de
la
interpretacin
de
los
textos
bblicos.
Los
enfrentamientos
hermenuticos
entre
las
distintas
matrices
catlicas
provoc
que
la
romanizacin
se
desplazara
de
la
derecha
a
la
izquierda
y
este
cambio
es
una
expresin
de
la
modernidad
en
el
ambiente
catlico
que
no
pudo
protegerse
contra
sus
remolinos.
La
revolucin
es
la
gran
novedad
de
la
modernidad
y
al
mismo
tiempo,
la
modernidad
es
la
gran
novedad
de
la
revolucin.
Una
y
otra
se
fundamentan
mutuamente.
Y,
siendo
as,
no
hay
mayor
legitimidad
que
la
revolucionaria
en
el
ambiente
moderno.
La
misma
modernidad
se
vuelve
irreversible
por
haber
surgido
a
la
luz
de
la
historia
a
travs
del
parto
revolucionario.
El
caso
brasileo
es
ejemplar:
incluso
las
fuerzas
de
la
derecha
reaccionaria
promotoras
del
golpe
civil-militar
en
1964
consideran
su
movimiento
como
un
lamentable
e
insano
atraso
poltico
para
la
nacin,
como
un
movimiento
revolucionario.
El
curso
de
la
modernidad
es
descrito
como
fuertes
fenmenos
naturales,
como
erupciones,
tormentas
y
torbellinos12.
Tiempo
de
trnsito
y
desarraigo
tan
radicales
que
incluso
ni
las
historias
personales
son
seguras
para
las
mismas
personas
que
las
viven:
pueden
ser
reinterpretadas
y
re-significadas,
sucesivamente
por
el
psicoanlisis
moderno.
Este
momento
de
la
historia
ha
logrado
lo
impensable
hasta
entonces
para
la
humanidad:
el
mundo
humano
dej
de
ser
explicado
por
los
dioses,
y
las
medidas
del
propio
humano
comenzaron
a
cumplir
la
funcin
de
matriz
del
conocimiento
y
de
sus
producciones
de
sentido.
Esta
ruptura
fue
uno
de
los
mayores
logros
de
la
revolucin
y
slo
por
ella
podra
haber
tenido
lugar.
Sin
embargo,
la
matriz
de
fondo
del
proceso
revolucionario
no
excluye
de
su
entorno
de
sentidos
la
propia
religin.
Este
hallazgo
se
verifica
en
el
mantenimiento
del
mito
judeo-cristiano
del
xodo
reproducido
por
las
revoluciones
socialistas
del
siglo
XX.
La
organizacin
leninista
del
Partido
reuni
funciones
mosaicas
seculares:
dirigiendo
sus
caones
discursivos
al
proletariado
tratando
de
hacerle
entender
que
deba
cumplir
un
papel
histrico
que
l
mismo
desconoca.
La
historia,
la
12
Cfr.BREMAN,1988.
24
realidad
ms
grande,
que
le
excede,
haba
determinado
eso.
Y
a
los
revolucionarios,
correas
de
transmisin
del
Partido,
les
cumpla
la
funcin
de
anunciar
ese
deseo
de
la
historia
revelada.
Y
en
el
camino
del
capitalismo
al
comunismo,
el
Estado
seguir
siendo
necesario,
aunque
el
marxismo
lo
entienda
como
opresor
por
naturaleza
para
cumplir
con
la
tarea
de
educar
al
proletariado,
libertarlo
de
los
becerros
de
oro
de
los
vicios
y
deseos
burgueses.
Slo
despus
de
la
experiencia
del
desierto
del
socialismo
el
proletariado
podr
ser
educado
y
ser
plenamente
consciente
de
los
deseos
de
la
historia.
Por
ltimo,
el
Estado
mosaico
ya
no
sera
necesario
como
educador,
orientador,
y
el
comunismo,
la
tierra
que
mana
leche
y
miel,
el
cielo
en
la
inmanencia
de
la
historia,
se
establecera.
Jules
Michelet,
Alexis
de
Tocquevile
no
sugieren
la
religin
y
la
revolucin
como
originalmente
antagonistas.
Tocqueville
dijo
que
la
Revolucin
Francesa,
"objeto
de
la
curiosidad
universal",
es
descrita
por
algunos
como
una
fuerza
desconocida
y
que
nada
puede
saciar
su
saa
devoradora:
posee
un
carcter
satnico
para
diluir
toda
la
humanidad.
Por
otro
lado
estn
los
que
dicen
que
expresa
un
propsito
benfico
de
que
Dios
quiere
renovar
la
faz
de
Francia,
y
tambin
del
mundo
y
crear,
de
algn
modo,
una
nueva
humanidad"13
La
iglesia
fue
uno
de
los
blancos
del
ataque
de
esta
revolucin.
Sin
embargo,
la
lucha
contra
la
religin
fue
un
"incidente",
un
hecho
importante,
pero
fugitivo
de
su
fisonoma,
un
producto
pasajero
de
las
ideas,
de
las
pasiones,
de
los
hechos
particulares
que
la
precedieron
y
prepararon,
y
no
su
genio
propio"14
Aunque
los
ataques
a
la
Iglesia
hayan
sido
uno
de
sus
primeras
preocupaciones,
las
primeras
pasiones
que
surgieron
en
la
revolucin
y
las
ltimas
a
extinguirse
fueron
las
pasiones
religiosas.
Esta
declaracin
formulada
por
Tocqueville
coincide
con
la
de
Jules
Michelleti,
para
quien
la
Revolucin
Francesa
no
adopt
ninguna
iglesia,
porque
"ella
misma
era
una
iglesia"15
13 14
25
Estos
ataques
contra
el
catolicismo
se
dirigan
ms
a
la
institucin
poltica
que
era
una
de
las
principales
representaciones
de
la
antigua
forma
de
la
sociedad,
que
a
su
doctrina,
segn
Tocqueville.
No
se
combata
el
hecho
de
que
el
clero
preparara
discursos
sobre
el
otro
mundo,
sino
su
condicin
de
propietarios
y
amos
en
este
mundo.
Y,
tampoco
se
crea
que
esta
institucin
no
pudiera
encontrar
un
lugar
en
el
nuevo
mundo
que
estaba
surgiendo,
se
la
combata
simplemente
"porque
ocupaba
el
lugar
ms
privilegiado
y
ms
fuerte
de
esta
vieja
sociedad
que
era
necesario
reducir
a
cenizas"16.
Este
autor
verifica
esta
afirmacin
al
presentar
el
hecho
de
que
despus
que
el
Antiguo
Rgimen
fue
reducido
a
cenizas,
con
la
consolidacin
de
la
revolucin
se
disuelve
su
trabajo
irreligioso
y
se
recupera
el
poder
de
la
Iglesia
en
Francia
y
en
toda
Europa.
Tocqueville
entiende
que
la
Revolucin
Francesa
fue
una
revolucin
poltica
que
se
proces
a
la
manera
de
las
revoluciones
religiosas.
Esta
es
la
afirmacin
colocada
en
el
ttulo
del
libro
de
su
tercera
obra
"El
antiguo
rgimen
y
la
revolucin."
Este
gran
acontecimiento
fue
el
mayor
compromiso
de
un
pueblo
al
"cortar
su
destino
en
dos"
por
la
interposicin
de
un
profundo
abismo
que
operaba
con
especial
cuidado
para
borrar,
superando
totalmente,
el
orden
anterior.
Sigue
proponiendo
que
se
pueden
revisar
todos
los
anales
de
la
historia
para
ver
que
slo
algunas
revoluciones
religiosas
pudieron
provocar
rupturas
cuya
profundidad
se
pudiera
comparar
con
la
francesa.
La
Revolucin
Francesa
vivi
esta
misma
realidad:
un
mismo
ardor
aliment
a
las
personas
tanto
fuera
como
dentro
de
una
nacin,
siguiendo
en
un
camino
iniciado
por
la
religin,
que
est
marcado
por
las
ideas
de
la
persona,
ms
all
de
las
leyes
y
de
las
fronteras
nacionales.
Segn
Tocquevile,
las
religiones
paganas
de
la
Antigedad
se
detenan
dentro
de
los
lmites
territoriales
y
el
cristianismo
fcilmente
super
estas
barreras
mediante
la
eliminacin
de
todo
lo
que
pudiera
ser
especfico
de
un
pueblo
al
proponer
un
bien
ms
grande
de
naturaleza
universal.
Dicho
esto,
al
contrario
de
lo
que
dice
Hannah
16
TOCQUEVILLE, 1982.p.56.
26
Arendt17,
proponemos
que
el
cristianismo
estaba
presente
en
el
ncleo
generador
de
la
cultura
que
se
requera
y
poda
causar
las
revoluciones.
Se
incluyen
aqu
las
revoluciones
socialistas
del
siglo
XX
y
sus
internacionalismos.
Los
catlicos
de
izquierda
entendieron
tambin
que
la
religin
y
la
revolucin
son
realidades
que
no
se
excluyen
mutuamente.
Por
el
contrario,
el
acto
religioso
exige
un
profundo
sentido
de
la
realidad,
un
ajuste
denso
de
la
conciencia
de
la
persona
que
permita,
de
forma
singular,
rechazar
los
edificios
simblicos
y
las
estructuras
econmicas,
sociales
y
de
poder
que
histricamente
han
existido
para
as
desarrollar
nuevas
construcciones
histrica
que
superen
en
todo
a
las
anteriores.
Y
el
cristianismo,
por
su
lado
y
su
condicin
internacionalista
desde
su
origen,
desempea
un
papel
pedaggico
en
esta
gran
aventura.
Vale
la
pena
recordar
aqu
el
eslogan
de
los
cristianos
sandinistas:
entre
cristianismo
y
revolucin
no
hay
contradiccin.
La
referencia
que
estos
catlicos
hacan
a
la
gran
tradicin
del
catolicismo
para
construir
sus
ideas
revolucionarias
y
su
justificacin
parece,
al
principio,
un
acto
improbable.
Esta
primera
idea
aparece
cuando
pensamos
en
la
fosa
comn
conservadora
a
la
que
el
catolicismo
(y
el
protestantismo)
fue
arrojado
por
los
historiadores
brasileos.
No
se
puede
negar
la
nostalgia
histrica
del
Antiguo
Rgimen,
impulsada
por
parte
de
la
jerarqua
de
la
Iglesia
Catlica.
Sin
embargo,
no
podemos
olvidar
los
acontecimientos
y
movimientos
representados
por
personas
como
Lacordaire,
Thomas
Cardonnel
Oswaldo
Resende,
Tito
de
Alencar,
Betto,
el
sacerdote
Julio
Mara
y
fray
Caneca.
En
el
caso
del
protestantismo,
podemos
registrar
a
Richard
Shaull,
Rubem
Alves,
Jos
Mguez
Bonino
y
Julio
de
Santa
Ana.
Hannah
Arendt
nos
ayuda
a
entender
la
relacin
entre
tradicin
y
revolucin.
Antes,
sin
embargo,
de
continuar
con
su
esfuerzo
de
comprensin,
debemos
registrar
nuestro
acuerdo
con
Eric
Hobsbawm
17
Segn ARENDT;1971, p.26. Es la propia secularizacin y no el contenido de la doctrina cristiana la que da origen a la revolucin . HOBSBAWM,2003, critica esa afirmacin. La secularizacin, de por s, no se constituye en el ncleo que origina la revolucin. Lo contrario sera ms pausible.
27
en
su
crtica
del
libro
"Sobre
la
revolucin"
de
la
filsofa.
l
tambin
entiende
que
la
revolucin
es
un
fenmeno
con
el
que
todava
tenemos
que
ajustar
las
cuentas
en
un
siglo
marcado
por
este
fenmeno.
Su
crtica
del
trabajo
de
Arendt
se
basa
en
la
comprensin
literaria
que
ella
produjo
y
por
el
tono
un
tanto
normativo
y
metafsico
de
su
pensamiento.
Las
revoluciones
no
se
comprenden
de
manera
efectiva
tal
como
sucedieron,
sino
a
partir
de
un
tipo
ideal
centrado
en
Amrica
del
Norte
y
en
Europa,
cuyo
anlisis
prescinde
de
los
hechos,
ningn
otro
evento
fuera
de
estos
lugares
merecen
reflexin.
Adems,
los
ejes
socioeconmicos
estn
infravalorados
en
la
bsqueda
de
la
libertad:
falta
de
represin
contra
el
pueblo
y
las
garantas
de
las
libertades
civiles.
Segn
Hobsbawm,
el
libro
tiene
mritos
puntuales.
En
algunos
momentos
la
percepcin
de
la
autora
se
desarrolla
de
modo
penetrante.
Siendo
as,
reconoce
que
el
libro
ofrece
algunas
descargas
de
rayos
que,
ocasionalmente,
iluminan
el
horizonte,
pero
que
"dejan
la
escena
oscura
entre
un
destello
y
otro"18.
Estos
destellos
de
Arendt
arrojaron
alguna
luz
sobre
nuestro
horizonte
hermenutico
para
interpretar
una
realidad
que
hemos
visto
muchas
veces
en
los
documentos
producidos
por
la
izquierda
catlica
en
la
primera
mitad
de
la
dcada
de
1960,
a
saber,
su
ideario
revolucionario
se
elabor
en
la
insercin
en
la
tradicin
del
catolicismo
romano.
Estos
sujetos
no
fueron
los
primeros
en
buscar
inserirse
en
una
tradicin
para
legitimar
un
evento
que
est
marcado
por
el
acto
de
crear
lo
nuevo.
Lo
nuevo,
de
hecho,
debera
darse
sin
recurso
a
las
revoluciones.
Arendt
identifica
otros
movimientos
revolucionarios
que
tambin
utilizan
los
recursos
al
pasado
para
legitimarse
y
para
otorgarse
a
s
mismos
densidad
de
significados.
No
nos
pas
desapercibida
la
constatacin
de
la
filsofa
sobre
Maquiavelo,
en
quien
no
es
difcil
reconocer
la
condicin
de
lder
espiritual
de
la
revolucin.
Su
compromiso
de
vivir
el
espritu
de
lo
antigedad
romana
tambin
tuvo
una
influencia
considerable
en
el
siglo
XVIII.
Las
revoluciones
Francesa
y
Americana,
segn
Arendt,
fueron
habitadas
al
principio
por
personas
18
HOBSBAWN,2003.p.202.
28
que
estaban
firmemente
convencidas
de
que
no
estaban
haciendo
nada
ms
que
restaurar
el
antiguo
orden
de
las
cosas
que
el
absolutismo
y
los
excesos
del
rgimen
colonial
haban
violado19
Marx
satiriza
este
mimetismo
con
el
pasado
por
los
movimientos
revolucionarios,
incluyendo
a
Roma:
La
tradicin
de
todas
las
generaciones
muertas
oprime
como
una
pesadilla
el
cerebro
de
los
vivos.
Y
exactamente
cuando
parecen
comprometidos
en
la
revolucin
de
s
mismos
y
de
las
cosas,
en
la
creacin
de
algo
que
nunca
existi,
precisamente
en
estos
perodos
de
crisis
revolucionaria,
los
hombres
conjuran
ansiosamente
en
su
auxilio
los
espritus
del
pasado,
tomando
prestados
nombres,
gritos
de
guerra
y
ropajes,
a
fin
de
presentar
este
lenguaje
prestado.
As,
Lutero
adopt
la
mscara
del
apstol
Pablo,
la
Revolucin
de
1789-1818
se
visti
alternativamente
como
Repblica
Romana
y
como
Imperio
Romano,
y
la
revolucin
de
1848
no
saba
hacer
nada
mejor
a
no
ser
parodiar
una
vez
1789,
otra
la
tradicin
revolucionaria
de
1793
-
1795.20
Vale
tambin
recordar
que
la
Repblica
de
Brasil,
al
iniciar
su
historia,
utiliza
la
tradicin
para
legitimarse.
Jos
Murilo
de
Carvalho21
muestra
esta
realidad
de
manera
ejemplar.
El
uso
del
capital
simblico
de
la
Revolucin
Francesa
fue
ampliamente
utilizado
por
los
republicanos
brasileos
y
el
ms
usado
fue
la
imagen
femenina
que
los
franceses
haban
recuperado
de
la
antigedad
griega
y
romana.
Los
mitos
sobre
la
fundacin
de
la
Repblica
promueven
un
retroceso
simblico
hacia
un
tiempo
de
perfeccin.
El
mito
del
hroe,
necesario
por
su
gran
poder
para
modelar
las
mentes
y
las
almas,
tambin
fue
propuesto
como
una
necesidad
imperiosa
para
dar
sentido
y
legitimidad
a
esta
novedad
en
la
historia
poltica
brasilea.
Entre
el
capital
simblico
19 20
29
disponible, se elige a Tiradentes, el insurgente cristo de la libertad: smbolo que penetra al mismo tiempo en el imaginario densamente religioso brasileo y en el ideal de libertad de los franceses. 4. Finalizando La muerte de cualquier hombre me disminuye porque soy parte de la humanidad; por lo tanto nunca preguntes por quin doblan las campanas, doblan por ti. John Donne Nos vienen las ideas, en ese momento de conclusin, del libro de Eric Hobsbawm, "La invencin de las tradiciones".22 Parece que las novedades de la historia se elaboran a partir de la resignificacin de un pasado idealizado. Ese dato es una repeticin de ejemplos notables, como la Revolucin Francesa y la construccin del imaginario legitimante de la Repblica de Brasil. El empeo de los intelectuales de la izquierda catlica al inserir su discurso revolucionario en la tradicin del catolicismo no es, pues, una novedad en la historia, ni algo de lo que nos podamos extraar. Se limitaron a seguir los numerosos ejemplos de la ingeniera de produccin de la legitimacin poltica de la modernidad. Hay que registrar, como ensea el historiador egipcio, que las tradiciones se inventan de acuerdo con los fines especficos de determinadas demandas de sentido histricamente situados. La tradicin cumple, por tanto, la funcin del mito que mantiene y actualiza el rito, una verdad en la que uno cree. No creemos que la tradicin pueda ser recuperada como el metal precioso de una mina. No est en algn lugar esperando ser rescatada. Es, efectivamente, continuamente reconstruida y, por tanto, reinventada.
22
Cfr.HOBSBAWM,
30
En el caso de la izquierda catlica y de los dems cristianos, no debemos perder de vista que se trata de sujetos que conforman su ser en el mundo a partir de una realidad religiosa, sagrada, universal y universalizante. La referencia ms grande de sentido de este grupo est en otro mundo que da sentido y significado a su comprensin del tiempo y de la historia. En estas circunstancias, ambos estn cargados de significados sacralizantes. Esta produccin de significado se basa en el hecho de que lo Sagrado, el Hijo de Dios y Dios mismo, han vivido en la historia. Dios se convierte en un ser histrico. Esta peculiaridad es de gran importancia para el anlisis de la accin poltica de los cristianos.
31
Discurso poltico y discurso psicoanaltico: lo inconsciente pulsional como la otra escena desde donde reproblematizar la emancipacin. Por Laura Surez Gonzlez de Arajo Una de las posibilidades inestimables de la relacin significante es que ninguna pareja prima facie resulta inadecuada. Para entrar en valoraciones, hay que considerar la pretensin de significacin, la ambicin de sentido que con tal acoplamiento se quiere alcanzar. As, resulta satisfactorio hallar una pareja significante adecuada que en su mutuo devenir de adecuacin produzca un efecto de sentido que por algunos instantes parezca vencer la insalvable inadecuacin de la palabra y la cosa. Mi propsito en este congreso es favorecer un encuentro de este tipo, el encuentro del significante Freud y del significante emancipacin, buscando con ello una relacin ntima, adecuada, de potencialidad recproca. Desde luego mi propuesta no es nada inslita, pues no han sido pocos los autores ni las corrientes de pensamiento (generalmente de izquierdas) que se han servido de la hiptesis freudiana de lo inconsciente para construir nuevas formas de resistencia y para pensar de otro modo el carcter ontolgico de sujecin propio del individuo y de su vida de relacin. Resultaron altamente valiosas y fructferas las aportaciones que, a lo largo del siglo XX y en el mbito de la reflexin crtica sobre la emancipacin poltica, fueron activadas desde la Escuela de Francfurt, desde los denominados freudo-marxistas (una adecuacin de significantes altamente voltaica) o desde la corriente postestructuralista, entre otras. Y ya en nuestro siglo, pensadores polticos contemporneos como Rancire, Zizek, Badiou o Laclau (por citar a los ms mediticos), no han dejado de valerse de las consecuencias que el fenmeno Freud impuso en el campo de la reflexin filosfica-poltica. En todo caso, mi propuesta no consiste ni en recordar los viejos planteamientos (en una suerte de nostalgia del buen pensar de antao), ni en hacer un listado apologtico de los dispositivos efectivos de pensamiento crtico que nuestros coetneos vierten en el espacio intelectual del presente (aunque quiz en los
32
tiempos
que
corren
ninguna
de
las
dos
opciones
estara
de
ms).
Lo
que
propongo
es
una
reflexin
sobre
la
emancipacin
y
sus
posibles
despliegues
que
parta
del
mismo
texto
freudiano,
tanto
en
lo
que
atae
a
su
progresivo
constituirse
en
teora
y
prctica
analticas,
como
en
lo
que
en
l
toca
a
las
propias
opiniones
de
su
fundador,
quien
si
bien
es
cierto
que
evit
referirse
de
manera
explcita
y
recurrente
a
cuestiones
de
ndole
poltica
(de
hecho
esta
ausencia
puede
entenderse
como
sospechosa
y,
como
tal,
susceptible
de
presentarse
bajo
otros
nombres),
no
dej
a
la
vez
de
profundizar
en
su
temprano
inters
por
los
fenmenos
de
la
vida
colectiva.
Una
reflexin
de
este
tipo,
provocada
por
el
texto
y
desde
su
contexto,
impondr
en
un
segundo
momento
la
necesidad
de
actualizarse
y
situarse
en
el
marco
epocal
en
el
que
nos
encontramos
(y
ver
as
si
esa
actualizacin
funciona
o
no
funciona
con
lo
que
nos
pasa
hoy),
pues
si
bien
en
el
transcurso
de
las
ltimas
zancadas
de
nuestra
historia
los
indicadores
de
certeza
han
cambiado,
quiz
algo
de
lo
inmutable
persista
y
siga
haciendo
insignia.
Es
precisamente
a
partir
de
lo
inmutable,
que
en
Freud
no
es
otra
cosa
que
la
organizacin
pulsional
del
ser
humano,
que
va
tomando
cuerpo
el
enorme
edificio
de
la
metapsicologa
que
define
a
la
teora
psicoanaltica.
Si
bien
sta
parte
(y
no
deja
de
volver
a
partir)
del
trato
con
los
enfermos,
se
observa
que
desde
su
comienzo
el
texto
freudiano
no
separa
del
todo
la
clnica
del
caso
de
lo
que
se
denomina
la
clnica
de
lo
social.
La
histrica,
el
obsesivo,
en
definitiva,
el
neurtico
con
su
sntoma,
es
presentado
como
incapaz
de
soportar
las
restricciones
que
el
desarrollo
de
la
cultura
y
de
la
sociedad
impone
sobre
los
individuos,
unas
restricciones,
explica
Freud,
basadas
en
la
limitacin
de
la
naturaleza
pulsional,
esto
es,
de
aquello
que
es
situado
como
la
frontera
entre
lo
psquico
y
lo
somtico
en
el
ser
humano.
As,
el
desarrollo
de
la
teora
de
la
libido
concebida
como
corriente
productora
tendente
a
la
satisfaccin-
teora
sistematizada
por
primera
vez
en
La
interpretacin
de
los
sueos-
y
el
posterior
establecimiento,
a
partir
de
192023,
de
la
23
Se considera la obra Ms all del principio del placer como el texto de establecimiento de la segunda tpica freudiana y del reconocimiento de la
33
duplicidad24
pulsional
(del
conflicto
irreductible
entre
Eros
y
pulsin
de
muerte)
y
de
la
divisin
espacial
psquica
en
tres
provincias
diferenciadas
(yo,
ello
y
supery),
se
alzarn
como
soporte
explicativo
tanto
de
la
configuracin
de
la
subjetividad
individual
como
de
la
configuracin
de
fenmenos
colectivos
y
de
sus
construcciones
anmicas
socioculturales
(moral,
religin,
ideologa).
Fundamento
pulsional
entonces
de
los
acontecimientos
y
hechos
de
la
vida,
una
vida
que
es
vida
en
el
mundo
y,
como
tal,
vida
de
relacin
con
y
entre
los
diversos
(preposicin
que
define
lo
que
los
alemanes
llaman
Mitdasein
-ser
en
el
mundo
con
otros-
y
que
determina
en
Hannah
Arendt
lo
propiamente
poltico
del
espacio
compartido
por
los
hombres).
De
este
modo
el
reconocimiento,
sealado
a
lo
largo
de
toda
su
obra,
del
mutuo
pertenecerse
y
afectarse
del
individuo
y
lo
social-cultural
sobre
una
base
pulsional,
conducir
a
Freud
a
elaborar,
de
forma
casi
paralela
a
su
metapsicologa,
lo
que
algunos
han
llamado
una
teora
antropolgica,
y
lo
que
yo
considerar
aqu
como
una
teora
metapoltica.
Ambas
comparten
el
lugar
central
que
las
pulsiones
ocupan
en
sus
correspondientes
conceptualizaciones.
Qu
es
entonces
una
pulsin
y
cmo
se
manifiesta,
cmo
se
representa?
Freud
responde:
una
pulsin
es
la
representacin
psquica
de
una
fuente
de
excitacin,
continuamente
corriente
o
intrasomtica,
donde
representacin
aqu
implica
una
idea
o
complejo
de
ideas
investidas
de
afecto,
esto
es,
de
catexis
libidinales
que
le
otorgan
su
potencia
y
su
empuje.
As,
la
pulsin
interpela
lo
psquico
y
lo
somtico
en
su
inseparabilidad,
hacindose
visible/consciente
a
travs
de
unas
ideas
afectadas,
cargadas
de
energa
pulsin
de
muerte
como
compaera
de
juegos
de
eros,
aunque
ya
antes,
inclusive
desde
Ttem
y
Tab,
se
sealaba
la
existencia
de
algo
as
como
unas
fuerzas
demonacas
como
explicacin
del
origen
de
las
primeras
formas
de
totemismo.
24
Decimos
duplicidad
y
no
dualidad
porque
la
teora
freudiana
de
las
pulsiones,
tal
y
como
seala
su
autor
y
es
remarcado
posteriormente
por
Lyotard
en
su
Economa
Libidinal,
no
compele
dos
tipos
de
pulsiones
separadas
con
funciones
igualmente
separadas
y
asignables,
sino
que,
en
s
misma,
toda
mocin
pulsional
se
presenta
como
aleacin
y
mezcla
de
componentes
erticos
y
de
destruccin.
34
que
se
esfuerzan
en
su
descarga
(satisfaccin).
Esta
carga
-y
esto
es
central
para
el
propsito
que
nos
ocupa,
como
luego
veremos-
este
monto
libidinal
tendente
a
satisfacerse,
contara
asimismo
entre
sus
propiedades
con
su
carcter
viscoso,
plstico,
flotante,
desplazable
o
metonimizable
(pues
puede
saltar
de
un
objeto
de
satisfaccin
a
otro
sin
mucha
dificultad,
especialmente
cuando
existe
represin),
as
como
con
la
posibilidad
de
desviarse
de
su
fin
(sublimacin)
o
de
quedarse
fuertemente
adherido
a
un
objeto
dado
(fijacin).
Adelantando
un
poco
el
argumento,
son
justamente
estas
propiedades
de
las
mociones
pulsionales
las
que
van
a
otorgar
al
deseo
y
a
la
propia
pulsin-afecto
que
lo
anima,
su
doble
rasero
poltico,
a
saber:
tanto
su
carcter
emancipatorio
como
su
carcter
servil
o
sumiso.
Ms
all
de
la
prctica
analtica
entendida
por
algunos
como
prctica
emancipatoria
en
s
-prctica
que
liberara
al
sujeto
de
sus
identificaciones
alienantes
permitindole
hacerse
cargo
de
su
propio
deseo-,
el
aporte
a
la
emancipacin
tico-poltica
que
el
complejo
terico
freudiano
(de
lo
metapsicolgico
a
la
metapoltico
de
l
inferido)
contiene,
viene
en
mi
opinin
dado
por
una
minuciosa
descripcin
de
los
mecanismos
psquicos
inconscientes
sobre
la
base
de
los
cuales
se
establece
y
se
fija
la
sujecin
de
los
individuos.
Y
es
que
resulta
de
rigor
epistemolgico
no
hablar
de
emancipacin
sin
situar
antes
el
proceso
previo
de
sujecin-subjetivacin
del
individuo,
a
saber,
su
devenir
sujeto
en
la
doble
significacin
del
trmino
(en
su
sentido
de
subjetividad
a
la
vez
que
en
su
sentido
de
sujecin
-assujettissement-).
Es
a
partir
ah,
repetimos,
desde
donde
cabe
enmarcar
el
discurso
crtico
freudiano
como
discurso
emancipador-liberador
y
de
destruccin
de
ilusiones
alienantes.25
Un
decir
crtico
freudiano,
cabe
recordar,
que
a
la
vez
que
aboga
por
la
liberacin
del
sujeto
de
sus
distintos
claustros
pulsionales
(o
de
lo
que
recientemente
se
ha
llamado
las
crceles
del
goce),
reconoce,
dada
la
naturaleza
econmica
de
la
sociedad
y
la
ausencia
de
bienes
suficientes
para
satisfacer
pulsionalmente
a
todos,
la
25
En una carta a Romand Rolland de 1923, Freud escribe: He pasado verdaderamente gran parte de mi vida trabajando en la destruccin de ilusiones, de las mas propias y de las de la humanidad.
35
necesidad
de
establecer
una
cierta
dosis
de
restriccin
en
favor
del
progreso
y
del
desarrollo
de
la
cultura.
As,
hallamos
en
la
obra
freudiana
toda
una
serie
de
reflexiones
o
conceptualizaciones
polticas
(l
las
nombra
como
referidas
a
la
Kultur)
erigidas
sobre
la
explicacin
de
fenmenos
inconscientes
y
que
ataen,
entre
otros,
a
la
configuracin
del
vnculo
social
y
tico
de
una
comunidad,
a
los
modos
de
dependencia
de
los
individuos
de
la
autoridad-poder
y
al
conflicto
irremediable
que
vendra
a
definir
el
encuentro
de
los
distintos
deseos
e
intereses
de
los
individuos
inscritos
en
una
colectividad.
Freud
apunta:
El
psicoanlisis
establece
una
ntima
relacin
entre
los
rendimientos
de
los
individuos
y
de
las
colectividades,
al
postular
para
ambos
la
misma
fuente
dinmica.
Parte
de
la
idea
fundamental
de
que
la
funcin
capital
del
mecanismo
psquico
es
descargar
el
ser
de
las
tensiones
generadas
en
l
por
las
necesidades.
()
Toda
historia
de
la
civilizacin
es
una
exposicin
de
los
caminos
que
emprenden
los
hombres
para
dominar
sus
deseos
insatisfechos,
segn
las
exigencias
de
la
realidad
y
las
modificaciones
en
ella
introducidas
por
los
progresos
tcnicos26.
(el
subrayado
es
nuestro)
El
perpetuo
esforzar
de
las
pulsiones
(trieb)
y
su
carcter
dinmico
(su
tendencia
a
la
satisfaccin
representada
por
lo
que
Freud
establece
como
el
principio
de
placer),
explicaran
as
la
activacin
de
unos
mecanismos
psquicos
inconscientes
pero
a
la
vez
eminentemente
polticos
(basados
en
las
propiedades
que
citamos
hace
unos
instantes)
que
servirn
tanto
para
cohesionar
a
la
comunidad
social
y
para
continuar
con
el
progreso
civilizatorio
como
para
limitar
el
libre
despliegue
de
la
propia
actividad
pulsional.
Y
de
aqu
el
tantas
veces
remarcado
por
Freud
conflicto
definitivo
entre
la
naturaleza
humana
(en
su
psicologa
biolgica)
y
la
cultura.
26
Freud, S., Mltiple inters del psicoanlisis, en Obras Completas, volumen 2, Madrid, Biblioteca Nueva, 2006, pg 1864
36
En
todo
caso,
cules
son
estos
mecanismos
psquicos
inconscientes
sobre
los
cuales
se
asienta
la
cultura?
Diremos
que
son
fundamentalmente
la
represin
(devenida
refoulement
por
introyeccin
y
mandato
del
supery
moral),
la
identificacin,
y
la
idealizacin,
todos
ellos
como
decimos
pilares
de
sociedad
y
de
su
configuracin
poltica
(pues
desde
ah
se
determina
en
ltima
instancia
la
creacin
de
identidades)
a
la
vez
que
estranguladores
en
mayor
o
menor
medida
de
la
libertad
y
accin
de
los
individuos
dado
el
lugar
prioritario
y
utilitario
que
en
la
vida
de
stos
ocupan
los
afectos27
(que
recordamos
son
las
manifestaciones
visibles
de
las
pulsiones)
frente
a
lo
que
podramos
llamar
el
inters
objetivo.
El
inters
de
la
comunidad
del
trabajo
no
mantendra
cohesionada
a
la
sociedad;
en
efecto,
las
pasiones
que
vienen
de
lo
pulsional
son
ms
fuertes
que
los
intereses
racionales.
(..)
De
ah
el
recurso
de
la
cultura
a
mtodos
destinados
a
impulsarlos
(a
los
seres
humanos)
hacia
identificaciones
y
vnculos
amorosos
de
meta
inhibida;
de
ah
la
limitacin
de
la
vida
sexual28.
Vemos
esto
ms
despacio
para
aproximarnos
a
la
problemtica
de
la
sujecin
y
de
la
emancipacin.
Segn
la
descripcin
inscrita
en
lo
que
denominamos
la
metapoltica
freudiana
-una
parte
central
de
la
cual
se
expone
en
el
texto
Psicologa
de
las
masas
y
anlisis
del
yo-,
la
cohesin
de
todo
grupo
social
estara
basada
en
los
siguientes
presupuestos
afectivos:
por
un
lado,
y
en
lo
que
al
interior
del
grupo
se
refiere,
en
un
vnculo
ertico-libidinal
de
doble
direccin,
esto
es,
horizontal
con
respecto
a
los
miembros
del
grupo
(identificados
entre
s
libidinalmente)
y
vertical
con
respecto
al
lder
o
jefe
(ubicado
como
27
Claro que estas cuestiones fueron ya objeto de reflexin desde los comienzos de la filosofa poltica, pues ya Platn y Aristteles hacan hincapi en el importante papel que el deseo y las pasiones jugaban en la vida de la ciudad, as como en la necesidad de considerar las cuestiones del placer y dolor como determinantes de la accin y la virtud de la polis y de sus ciudadanos libres. 28 Freud, S., El malestar en la cultura, en Freud, Obras completas, vol. 21. Buenos Aires: Amorrortu editores, 1978-85.
37
objeto de ideal del yo compartido por todos los miembros). Por otro lado, y en los que atae a las pulsiones de agresin, la cohesin vendra dada por la hostilizacin del enemigo exterior, del que queda por fuera de la comunidad y en el que se depositan los afectos violentos. Satisfaccin entonces de los imperativos pulsionales elementales (pulsin ertica y pulsin de muerte, en donde la satisfaccin pulsional ser siempre relativa, en tanto que es resultado de una desviacin o coartacin de su fines -ya Lacan aclar que la sublimacin se paga con el goce- y que como tal facilita unos vnculos ms durables al no ser susceptibles de una satisfaccin total) que en principio favorecera la adhesin y el enlace de una comunidad o grupo social. Aplquese esto tambin, tal y como seala Freud, a las clases oprimidas, ligadas libidinalmente por la va satisfactoria del ideal con la clase que las sojuzga y reforzadas con la deposicin de la hostilidad en el extranjero que les resarce de su propia miseria. Aparece aqu entonces el fundamento inconsciente de la sujecin, y que no es otro que la pulsin y su goce. Recordamos de nuevo que la pulsin se manifiesta o representa en una idea investida de afecto (en donde el afecto, la carga libidinal, es lo que alimenta el empuje, la corriente, lo que se mueve; intensidad y potencia) y que es justamente sobre el afecto que se ejerce la represin y se ejecuta la sublimacin. Lo que ocurre con las mociones pulsionales en los estados de sujecin colectiva (con el grado de privacin y represin que implica) de acuerdo con Freud podra describirse entonces de la siguiente manera: del lado de la pulsin ertica, el goce vendra facilitado por la figura de un jefe egosta y represivo (Freud habla del gran hombre, subrogado del padre), que, situado en el lugar del ideal del yo, activa el mecanismo de identificacin entre los miembros del grupo (y con l lo que hace vnculo) a travs no slo del amor (y de la ilusin de amor recproco) que los mismos le profesan (componente afectivo-libidinal), sino mediante la acentuacin de una idea o palabra-mundo (significante) que invoca el deseo de los oprimidos, tematizndolo y facilitndole una meta. /la patria, por ejemplo/. en cuanto a la pulsin de destruccin, la satisfaccin se obtendra, por un lado, en la hostilizacin y el odio al extranjero (al negro, al judo, al
38
comunista),
lo
que
a
la
vez
dificulta
o
anula
la
posibilidad
de
que
esa
descarga
pulsional
agresiva
se
dirija
hacia
el
interior
del
propio
grupo
o
de
su
representante;
y
por
otro
lado,
a
travs
de
la
introyeccin
de
esta
pulsin
de
agresin
hacia
el
interior
de
los
propios
sujetos,
instalndose
all
para
su
satisfaccin
con
el
ropaje
de
la
culpa,
el
castigo
o
la
angustia.
De
esto
se
obtiene
que
el
soporte
de
la
sujecin
y
de
la
permanencia
prolongada
en
una
situacin
de
opresin
colectiva,
no
es
otro
que
el
soporte
pulsional
en
su
satisfaccin
(goce)
compesatoria,
cuyo
xito
residira
as
en
el
acento
puesto
sobre
el
empuje
del
afecto
personificado
(el
por
amor
a
alguien
y
el
por
odio
a
alguien)
en
detrimento
lo
que
hemos
denominado
inters
objetivo.
Escribe
Freud
en
El
porvenir
de
una
ilusin:
La
satisfaccin
narcisista
proveniente
del
ideal
de
cultura
es,
adems,
uno
de
los
poderes
que
contrarrestan
con
xito
la
hostilidad
a
la
cultura
dentro
de
cada
uno
de
sus
crculos.
(..)
Y
esto
no
slo
en
las
clases
privilegiadas,
sino
tambin
en
los
oprimidos
(..)
La
identificacin
de
los
oprimidos
con
la
clase
que
los
sojuzga
y
explota
no
es
sino
una
pieza
dentro
de
un
engranaje
ms
amplio.
Por
otra
parte,
pueden
estar
ligados
a
ella
afectivamente
y
a
pesar
de
su
hostilidad
contra
los
seores,
verlos
como
su
ideal.
Si
no
existieran
tales
vnculos,
satisfactorios
en
el
fondo,
sera
incomprensible
que
un
nmero
harto
elevado
de
culturas
pervivieran
tanto
tiempo
a
pesar
de
la
hostilidad
de
las
vastas
masas29.
Una
vez
sealado
esto,
conviene
no
olvidar
que
la
descripcin
freudiana
de
los
mecanismos
inconscientes
que
acabamos
de
describir
y
su
aplicacin
a
las
formaciones
colectivas,
se
enmarcan
en
un
momento
histrico
en
el
que
la
sociedad
de
clases
y
la
lucha
entre
el
proletariado
y
la
burguesa
segua
manteniendo
su
vigor.
Muestra
de
ello
son
las
referencias
de
Freud
sobre
el
marxismo
o
el
partido
socialista
ruso,
a
propsito
de
los
cuales
critica
justamente
su
olvido
de
la
influencia
29
El porvenir de una ilusin, en Freud, Obras completas, vol. 21. Buenos Aires: Amorrortu editores, 1978-85.
39
determinante
que
los
factores
psquicos
pulsionales
imponen
sobre
la
configuracin
de
toda
conducta
social
ms
all
de
los
factores
econmicos.
As,
el
desarrollo
del
pensamiento
metapsicolgico
y
metapoltico
en
Freud
coincide
en
el
tiempo
con
la
todava
efervescente
lucha
por
la
emancipacin
proletaria,
as
como
con
los
primeros
indicios
de
la
estabilizacin
y
standarizacin
de
la
sociedad
de
masas
(cuyo
referente
encuentra
Freud
en
Norteamrica30),
un
contexto
-el
europeo-
en
el
que
en
cualquier
caso
continuaba
siendo
operativa
e
identificable
la
figura
del
gran
hombre
(aoranza
del
padre
que
alcanzar
el
paroxismo
con
los
regmenes
totalitarios).
Hacemos
este
remarque
porque
va
a
resultar
del
todo
imprescindible
a
la
hora
de
actualizar
en
nuestra
poca
los
planteamientos
freudianos
en
torno
a
la
sujecin
que
venimos
describiendo.
Y
es
que
cuando
Freud
habla
de
liberacin
(el
trmino
emancipacin
no
pertenece
como
tal
al
vocabulario
freudiano)
coloca
como
requisito
para
su
puesta
en
marcha
la
ampliacin
de
los
dominios
de
la
conciencia
sobre
la
vida
psquica
del
sujeto,
un
sujeto
que
en
este
sentido
y
en
el
texto
freudiano
comprende
al
individuo
y
a
la
clase
de
los
oprimidos
-ahora
matizaremos
esto-,
abogando
en
relacin
al
primero
por
una
liberacin
de
las
restricciones
que,
sobre
todo
en
materia
de
sexualidad,
impona
la
moral
sexual
paternalista
de
la
poca
(lo
cual
no
es
menor
al
no
quedar
reducida
la
pulsin
ertica
de
cada
uno
a
la
esfera
individual
o
privada,
sino
que,
tal
y
como
Freud
escribe,
la
conducta
sexual
de
una
persona
constituye
el
prototipo
de
todas
sus
dems
reacciones31),
y
reclamando
(o
al
menos
reconociendo
la
legitimidad
del
reclamo)
con
relacin
a
la
segunda
-a
la
que
en
ocasiones
se
refiere
como
pueblo-,
la
posibilidad
de
la
rebelin
ante
el
plus
de
privacin
al
que
se
ve
sometida
(al
no
ver
contrarrestado
su
sufrimiento
por
la
va
del
goce
compensatorio,
no
cabe
esperar
de
ella
que
interiorice
por
mucho
tiempo
las
prohibiciones
y
restricciones
31
Cmo recuerda este planteamiento al expuesto por Deleuze: Un amor, las relaciones deseantes del hombre y la mujer son el ndice, el exponenete inconsciente de las catexis libidinales del campo social, de las relaciones sociales entre los hombres. En Derrames entre capitalismo y esquizofrenia, Buenos Aires, Editorial Cactus, 2005, pg 33.
40
culturales).
Levantamiento,
entonces,
de
lo
inconsciente
reprimido
(refoul)
desde
donde
se
ejecuta
el
imperativo
del
goce,
y
aprehensin
de
su
contenido
por
parte
de
la
conciencia.
A
partir
de
lo
dicho,
se
desprende
que
gozamos
desde
lo
inconsciente
y
por
obra
de
sus
imperativos,
lo
que
nos
somete
a
los
designios
de
las
investiduras
pulsionales
y
de
sus
representantes
que
buscan
satisfaccin,
diramos,
sin
atender
a
razones.
Donde
ello
era,
yo
debo
advenir.
Es
un
trabajo
de
la
cultura
como
el
desecamiento
del
Zuiderzee32.
Trabajo
entonces
que
implica
una
labor
previa
de
reconocimiento
detallado
de
los
soportes
de
sujecin
(que
pasan
de
lo
psquico
a
lo
poltico
y
viceversa
y
por
la
va
del
goce)
a
partir
de
los
cuales
poder
establecer
los
elementos
de
fuga
necesarios
para
pensar
la
emancipacin.
Ahora
bien,
estos
planteamientos,
como
anuncibamos
antes,
resultan
vlidos,
en
Freud,
para
el
individuo
y
la
clase
social
(oprimidos),
esto
es,
para
aqullos
susceptibles
de
establecer
lo
que
hoy
llamaramos
un
proceso
de
subjetivacin.
No
se
habla
de
una
posible
liberacin
de
las
masas,
de
la
multitud
polimorfa
sujeta
pulsionalmente
por
todas
las
esquinas
(al
jefe
paterno
amenazante,
a
sus
compaeros
de
hazaa,
al
enemigo,
a
s
mismo
en
un
ejercicio
narcisista),
y
que
goza
en
una
afectividad
exenta
de
todo
freno
y
de
todo
argumento
(lgico
o
de
inters).
El
individuo
y
la
clase
social,
diramos,
son
capaces
de
inters
(adems
de
sus
dependencias
afectivo-pulsionales),
lo
que
siguiendo
la
enseanza
de
Freud
les
permitira
poder
ser
salvados
de
ahogarse
indefinidamente
en
una
sumisin
gozosa
y
jadeante
sin
freno
ni
rplica,
aqulla
propia
de
las
masas.
Y
si
en
la
poca
de
Freud
estas
propiedades33
de
las
masas
eran
explicadas
porque,
justamente,
las
masas
eran
masas
de
sus
padres
(de
esos
grandes
hombres
que
32
Freud, Sigmund, Nuevas conferencias de introduccin al psicoanlisis, en Obras completas, vol. 24. Buenos Aires: Amorrortu editores, 1978-85, pg 46. 33 La masa es impulsiva, verstil e irritable, se deja guiar casi exclusivamente por lo inconsciente. (..) Incapaz de una voluntad perseverante. Carece de sentido crtico. Piensa en imgenes que se enlazan unas a otras asociativamente. (..) Para influir sobre ella es intil argumentar lgicamente. En Psicologa de las masas y analisis del yo, en Obras Completas vol.3, Madrid, Biblioteca Nueva, 2006, pg 2568
41
dictaban
desde
sus
cuerpos
visibles
los
patrones
de
la
represin
y
del
goce),
conviene
preguntarse
qu
pasa
hoy
cuando
la
sociedad
de
clases
en
la
que
todava
se
sita
la
obra
freudiana
ha
desaparecido
(en
su
formulacin/denominacin
marxista
clsica-tradicional)
y
cuando
esas
mismas
masas,
podramos
decir,
se
han
generalizado
al
tiempo
que
han
quedado
hurfanas.
Porque
si
en
el
contexto
en
el
que
Freud
escribe,
la
sociedad
de
clases
y
las
formaciones
de
masa
emergentes
se
caracterizaban
por
un
plus
de
privacin
impuesto
desde
un
todava
tmido
modelo
capitalista
de
consumo
(que
mantena
del
anterior
modelo
capitalista
de
produccin
su
connivencia
con
un
modelo
paternalista
de
liderazgo
poltico,
con
amos
malos
malsimos
a
quien
obedecer-amando
y
a
quien,
ante
el
desastre,
poder
echarles
la
culpa),
nuestra
poca
de
sociedad
de
masas
y
de
enraizado
capitalismo
de
consumo,
se
caracteriza
por
una
estrepitosa
cada
de
los
ideales
(inclusive
y
sobre
todo
del
ideal
paterno,
ante
lo
cual
los
cielos
se
han
vaciado34)
y
por
un
cambio
determinante
en
el
registro
de
la
imposicin.
Del
mandato
de
la
insatisfaccin
y
la
prohibicin
que
nos
antecede
/trabaja
y
ni
se
te
ocurra
gozar
ms
all
de
lo
establecido/,
se
pasa
a
una
orden
de
goce
sin
condiciones,
/ni
se
te
ocurra
no
gozar
inclusive
en
el
trabajo/,
en
donde
el
sujeto
en
sus
distintas
configuraciones
es
elevado
a
una
suerte
de
deificacin
olmpica
en
cuyo
cielo
(ahora
terrenal)
no
cabe
la
no
satisfaccin
de
cualesquiera
que
fueran
sus
deseos.
Desterradas
o
denostadas
en
su
influencia
las
construcciones
anmicas
culturales
de
las
que
Freud
analizaba
fundamentos
y
efectos
(las
superestructuras
ocupadas
por
los
sistemas
religioso,
ideolgicos,
morales
e
inclusive
filosficos)
y
que
ofrecan
por
distintas
vas
la
satisfaccin
de
los
imperativos
pulsionales
(al
tiempo
que,
intrnsecamente,
cada
uno
de
estos
sistemas
inclua
a
sus
disidentes
pulsionales,
a
sus
elementos
refractarios
que
impedan
la
universalidad
de
cada
uno
de
ellos:
proletarios,
homosexuales,
ateos,
agentes
que
representaban
alternativas
emancipadoras),
nos
encontramos
hoy
con
un
aparentemente
nico
sistema
comprehensivo,
el
capital,
que
servido
34
Tomamos esta expresin del excelente libro de Grard Pommier Les corps angliques de la posmodernit, ed. Calmann-Lvy, Paris, 2000.
42
de
su
aparato
ideolgico
publicitario
y
apoyado
en
una
sociedad
de
masas
afectadas,
da
cabida
a
cualquier
forma
de
disidencia,
integrndola
en
su
espacio
de
posibilidad
en
donde
ya
no
caben
maneras
de
gozar
alternativas.
Para
qu,
dice
el
amo
capital
desde
su
no-lugar,
si
nuestro
abanico
de
goce
es
ms
amplio
y
generoso
que
nunca,
si
ni
siquiera
tenis
que
preocuparos
de
haceros
con
una
singularidad
deseante
propia
al
tener
ya
garantizados
y
tematizados
los
objetos
de
deseo
y
de
satisfaccin
pulsional?
para
qu
si
toda
economa
poltica
es
economa
libidinal,
si
est
probado
que
hasta
el
obrero,
agente
histrico
de
emancipacin,
goza
como
un
loco
tragndose
el
semen
del
capital35?
Y
bueno,
si
hacindonos
los
valientes
y
los
testarudos
intentsemos
ofrecer
una
rplica
operativa
a
semejante
paraso
capital,
podramos
comenzar
recordando
que
al
generalizase
en
su
afecto
y
desinters
la
sociedad
de
masas
(las
cuales,
como
ejemplarmente
expuso
Baudrillard,
se
standarizan
en
su
desafeccin
de
sentido
y
de
investidura
social
y
poltica,
fascinadas
por
la
espectacuaridad
de
los
afectos
y
los
placeres
prt--porter),
se
derrumba
la
posibilidad
reclamada
por
Freud
de
un
ensanchamiento
de
conciencia
(lo
que
hemos
traducido
por
subjetivacin)
y
en
consecuencia,
y
esto
es
esencial,
del
reconocimiento,
por
la
va
del
cuerpo
pulsional
y
del
sntoma
que
le
hace
marca,
de
las
fuentes
de
sujecin.
Como
se
apunt
al
principio,
no
puede
pensarse
la
emancipacin
sin
ubicar
antes
los
puntos
de
sujecin.
Y
es
que
este
ensanchamiento
de
la
conciencia
que
Freud
reclamaba
como
frmula
de
liberacin
de
las
imperativos
de
la
economa
libidinal,
equivala
al
planteamiento
ya
sealado
por
Marx
en
el
que
la
conciencia
de
clase
se
presentaba
como
requisito
para
la
emancipacin
obrera
de
las
crceles
impuestas
por
la
economa
poltica
burguesa.
Lyotard
o
Deleuze
entre
otros
se
encargaron
de
traducir
esto
para
nosotros,
aunque
ya
la
propia
propuesta
freudiana,
en
s
misma,
contiene
esta
presuposicin.
No
obstante,
el
ensamblaje
econmico
de
las
imposiciones
del
cuerpo
libidinal
con
las
procedentes
del
cuerpo
de
lo
poltico
(lo
que
venimos
denominando,
de
acuerdo
con
la
terminologa
freudiana,
el
mutuo
35
43
afectarse del individuo y la cultura), se desencaja (o se ve amenazado de desencajarse) con la emergencia del elemento sintomtico, aqul que manifiesta la fractura en dos de un cuerpo uno de la economa. En el tiempo de Freud, el elemento sintomtico era ocupado precisamente por el neurtico y/o la clase proletaria, puntos latentes de excepcin de ese cuerpo-uno poltico-libidinal que develaban el plus de privacin pulsional y el goce de la sujecin activado desde lo inconsciente por sus trmites de satisfaccin compensatorio. Por el contrario, devenido hoy el plus de privacin generalizado plus de goce masificado, y sustituida la sociedad de clases por la sociedad homognea de masas, el lugar del sntoma, el punto de desencaje del goce poltico-libidinal (esto es, lo que entendemos por agentes de emancipacin), se presenta como vaco. Hoy ms que nunca tienden a coincidir peligrosamente lo econmico poltico con lo econmico libidinal, circunstancia apuntalada por la despolitizacin del espacio pblico y la transformacin del pueblo en pblico. No se visibilizan agentes de emancipacin porque no se visibilizan tampoco los dos estados previos a este proceso, a saber: un reconocimiento de la sujecin y un establecimiento posterior de un proceso poltico de subjetivacin (ensanchamiento de conciencia). Y no se visibilizan, en definitiva, porque las formas actuales de sujecin nos agarran por donde ms nos duele y nos place a la vez, a saber, por el lado del goce presentado sin dialctica y del deseo ofrecido sin costes de oportunidad. Del gigante capital gozamos como enanos. Quiz entonces un pensamiento sobre la emancipacin hoy, pase por un pensamiento sobre los posibles modos de desprendernos de los ltigos-caricia de ese goce amable que ofrece el capital. Quiz tambin pensar sobre las figuras que pueden ocupar el nuevo lugar de agentes emancipadores implique, tal y como anunciara Gramsci, fragmentar el espacio dejado por la clase social en nuevos y ms pequeos huecos ocupados por voluntades colectivas (lo que Laclau llama cadenas de equivalencias), voluntades colectivas, diremos, apasionadas, es decir, pulsionalmente activas y arriesgadas, escapadas de la normalizacin de los goces
44
garantizados. Colectividades que pinten en rojo los barrotes36 de la sujecin y apuesten por la cara emancipadora del deseo y la pulsin. Hoy ms que nunca, en un tiempo de garanta del goce y de falta de formas de desajuste que alteren la univocidad lo econmico, no estara de ms recordar lo que la enseanza freudiana despeja sobre lo inmutable y sobre lo que de ello hace marca en el devenir sujeto del cuerpo de los individuos y las colectividades. Un inmutable que se presenta en su faz ambivalente (de sometimiento y de liberacin), y que alberga, tal como Freud nos mostr, las posibilidades ms terribles pero tambin las ms bellas del hacer del hombre. Y como se anunciaba en la introduccin de este coloquio, la emancipacin (por la palabra y por el deseo, en su actuacin) ocupa sin duda alguna un lugar prioritario en stas ltimas. Bibliografa consultada - Blanchot, Maurice., crits politiques 1953-1993. Gallimard, Paris, 2008 - Deleuze, Gilles, Derrames entre capitalismo y esquizofrenia, Buenos Aires, Editorial Cactus, 2005 - Freud, Sigmund, Mltiple inters del psicoanlisis, en Obras Completas, volumen 2, Madrid, Biblioteca Nueva, 2006 - Freud, Sigmund, Psicologa de las masas y analisis del yo, en Obras Completas vol.3, Madrid, Biblioteca Nueva, 2006. - Freud, Sigmund, El porvenir de una ilusin, en Freud, Obras completas, vol. 21. Buenos Aires: Amorrortu editores, 1978-85.
36
Lorsque les barreux sont rendus invisibles, par ruse et consentement general, la prison non seulement continue dtre l, mais devient prison la vie, personne nayant plus ide de lutter pour sen chapper, et la premire tche est alors de montrer les barreux et mme de les peindre en rouge. En Blanchot, M., crits politiques 1953-1993. Gallimard, Paris, 2008. Pg.164
45
Freud, Sigmund, El malestar en la cultura, en Freud, Obras completas, vol. 21. Buenos Aires: Amorrortu editores, 1978-85. Freud, Sigmund, Nuevas conferencias de introduccin al psicoanlisis, en Obras completas, vol. 24. Buenos Aires: Amorrortu editores, 1978-85. Lyotard, Jean Franois, Economia libidinal, FCE, Buenos Aires, 1990 Pommier, Grard, Les corps angliques de la posmodernit, ed. Calmann-Lvy, Paris, 2000.
46
Temporalits
et
transcendance
dans
la
pense
de
Jacques
Ellul1
Mathieu
Gervais
Comprendre
ou
au
moins
apprhender
la
pense
de
Jacques
Ellul
ncessite
de
ne
pas
carter
trop
vite
les
liens
qui
existent
dans
son
uvre
entre
des
arguments
appartenant
des
catgories
diffrentes.
Jacques
Ellul
a
en
effet
bti
son
travail
autour
de
deux
axes
:
la
sociologie
et
la
thologie.
Il
assumait
lui-mme
cette
sparation
mthodologique,
dsirant
que
les
deux
parties
de
son
travail
soient
cohrentes
indpendamment
lune
de
lautre.
Sattacher
comprendre
de
faon
concrte
comment
le
travail
de
Jacques
Ellul
peut
se
lire
comme
un
tout
solidaire
suppose
donc
daccepter
de
mler
les
dmonstrations
thologiques,
philosophiques
et
sociologiques
dans
tout
ce
que
cela
peut
supposer
dhasardeux,
de
la
faon
mme
dont
Ellul
a
construit
nombre
de
ses
ouvrages.
Ce
travail
semble
toutefois
essentiel
car
il
doit
permettre
de
saisir
les
tensions
qui
parcourent
luvre
du
penseur
protestant
et
donc
de
nous
renseigner
sur
ses
prises
de
position
et
sur
leur
postrit.
Nous
tenterons
ici
une
telle
approche
en
nous
arrtant
la
question
de
lhistoire
dans
la
pense
de
Jacques
Ellul.
La
question
de
lhistoire
permettra
en
effet
daborder
larticulation
entre
thologie
et
sociologie
dans
luvre
dEllul.
Cette
articulation
se
transforme
en
tension
lorsquEllul
dfend
son
influence
marxiste
tout
en
critiquant
la
vision
de
lhistoire
de
Marx
ou
lorsquil
dfend
lanarchie
partir
de
convictions
religieuses.
De
plus,
la
question
de
lhistoire
permet
darticuler
de
faon
transversale
les
grands
thmes
de
la
pense
de
1
Cet article a dj t publi en espagnole dans une version similaire dans la revue Espiritualidade Libertaria : Hombre, Dios e Historia segun Jacques er Ellul , Espiritualidade Libertaria, n1, 1 semestre 2010, pp. 20-45, Sao-Paulo, traduit par Luciana Ceretti et Samuel Sauvage.
47
Jacques Ellul comme la critique du systme technicien ou ses convictions philosophico-thologiques. Elle permet aussi dexpliciter la critique souvent entendue de pessimisme excessif de luvre du bordelais. Nous verrons aussi qu travers ses prises de position thologiques, lintellectuel rejette une perception tlologique de lhistoire en mme temps que la toute puissance de lhomme lintrieur de cette histoire. Aborder la vision de lhistoire de cet intellectuel nous permettra enfin dinterroger sa postrit et notamment les liens qui peuvent exister entre ses ides et la pense cologiste. Lhistoire comme enchanement dvnements, dactions sera alors distingue de lHistoire conue comme une volution, un droulement dont la trame est lhistoricit. Afin de mieux cerner la faon dont Ellul conoit lhistoire, nous commencerons par discuter la manire dont il aborde lvolution temporelle de cette histoire, ce qui nous amnera distinguer dans sa pense trois temporalits diffrentes : celle de lHomme, celle de la Nature et celle de Dieu. Cette premire analyse nous permettra de mettre jour loriginalit de la critique du progrs formule par Jacques Ellul. Ensuite, nous aborderons la question de la rencontre des diffrentes temporalits et la faon dont lintrieur de cette pense- on peut concevoir dagir avec une porte historique. Ceci nous amnera aborder la perception ellulienne de la dialectique historique et la question du sens de lhistoire, pour terminer sur la comprhension de la prfrence de Jacques Ellul pour lanarchie partir dun loge du prsent. La quatrime de couverture de La raison dtre, livre publi en 1987 (Ellul, 1987) annonce que ce livre vient clturer et clairer une uvre et il nous semble en effet pertinent de commencer par les remarques de Jacques Ellul sur lEcclsiaste afin de poser les bases de sa perception du temps. Il sagit en quelque sorte de remonter son analyse rebours en commenant par les remarques de cet ouvrage. Notons demble que ce sont des remarques exgtiques sur un texte biblique (le livre de lEcclsiaste) mais quEllul entend en faire une grille de lecture gnrale de notre ralit. De ce texte, Ellul tire une premire certitude : il ny a pas de progrs (Ellul, 1987, p.61). A la suite de
48
cette
certitude
lauteur
formule
une
premire
dfinition
de
lHistoire
en
lidentifiant
la
Nature2.
La
Nature
est
ici
prendre
au
sens
moderne
denvironnement,
c'est--dire
ce
qui
sur
terre
nest
pas
lhomme
:
le
soleil
,
les
torrents
,
le
vent
La
Nature
reprsente
selon
nous
le
premier
niveau
de
temporalit
historique
mis
au
jour
par
J.
Ellul.
Lintrt
de
cette
temporalit
naturelle
est
dabord
dtre
dun
point
de
vue
de
lexprience
humaine
un
temps
long,
susceptible
dtre
pris
comme
point
dappui,
comme
rfrence
historique.
Sans
que
Jacques
Ellul
y
fasse
notre
connaissance-
rfrence
dans
ce
texte
ou
dans
un
autre,
il
est
intressant
de
mettre
en
parallle
la
mise
en
avant
ainsi
effectue
de
lHistoire
identifie
la
Nature
et
la
pense
cologiste
qui
au
nom
de
cette
mme
temporalit
naturelle
(temps
long
des
cycles
biologiques
environnementaux)
appelle
un
dpassement
dune
vision
historique
trop
anthropo-centre
qui
serait
de
courte
vue.
Il
sagirait
donc
bien
l
dun
mme
mouvement
de
relecture
de
lHistoire
partir
dune
temporalit
longue
,
naturelle.
Cependant,
en
posant
lidentit
entre
Histoire
et
Nature
cest
un
autre
objectif
que
vise
la
dmonstration
dEllul.
Car
tout
de
suite
il
souligne
toujours
partir
de
lEcclsiaste-
que
si
la
Nature
est
identifie
lHistoire
cest
de
faon
souligner
son
impermanence,
et
par
voie
de
consquence
limpossibilit
dabsolutiser
la
Nature
pour
en
faire
un
point
de
rfrence
:
La
Nature
nest
pas
ce
point
de
rfrence.
Peut-tre
cherchait-on
une
permanence,
mais
Qohelet
nous
dit
que
la
Nature
aussi
est
soumise
limpermanence.
(Ellul,
1987,
p.62).
De
cette
impermanence
de
la
Nature
dcoule
la
condamnation
selon
laquelle
toute
pense
qui
chercherait
poser
la
Nature
comme
ordonne
se
trompe,
la
Nature
tant
en
fait
dsordre,
obissant
un
rythme.
Dans
notre
parallle
avec
lcologie,
cette
condamnation
vient
contredire
la
vision
de
la
frange
des
cologistes
qui
prne
justement
le
2
Les majuscules aux mots Nature et Histoire reprennent la graphie utilise par Ellul. Elles reprsentent labsolutisation des termes, la Nature tant alors un tout complet et solidaire et lHistoire tant le concept mme dHistoire, dvolution dans le temps.
49
retour dans lordre naturel, la fusion de la socit dans un ordre dont le modle serait la nature. On peut par exemple se rfrer tout le mouvement de lcologie profonde et des penseurs comme Edward Goldsmith dont la pense se structure en fonction de ce prtendu ordre naturel dont la r-intgration reprsenterait lenjeu principal des socits contemporaines (Goldsmith, 2002). Mais la dmonstration dEllul ne sarrte pas l. En effet, souligner que la Nature reprsente un dsordre plutt quun ordre revient pour lui la mettre symboliquement au mme niveau quune seconde temporalit, celle de lhomme : lordre (et la Sagesse !) auquel nous croyons (lordre de luvre de lhomme) est en ralit un dsordre (Ellul, 1987, p.62). Certes, Nature et Humanit obissent des temporalits diffrentes quand leurs longueurs mais ces diffrences sont marginales, nous dit Ellul, par rapport leur caractristique principale qui leur est commune : ils sont dsordre. Si Nature et homme sont dsordre (c'est- -dire si labsolutisation de leurs phnomnes est vaine) alors il faut chercher lordre ailleurs et cest ce que fait Ellul en posant que le seul absolu qui ne soit pas accidentel est lordre vrai celui de la transcendance, de Dieu. Que nous poserons ici comme tant la troisime temporalit distingue par lauteur. Nous verrons plus loin que cest partir de cette temporalit que le penseur fonde sa critique de la modernit en mme temps que sa pense de laction humaine. Mais attardons-nous autour de lide de progrs. Ellul nous dit quil y a dsordre, ce quil associe lide de stagnation. A cette fin, il distingue clairement deux niveaux danalyse. Un premier niveau est un niveau superficiel qui correspond la temporalit humaine : ici, Ellul constate quil y a bien des changements, des volutions, ce quil rsume comme une croissance quantitative. Un second niveau est un niveau fondamental qui pose le point de rfrence dans la transcendance, et ici Ellul relve une identit de lhomme lui-mme : Il ny a pas de progrs de lhomme. Il peut avoir des instruments toujours plus perfectionns. Il peut manipuler plus de choses. Il peut faire plus. Il nest pas plus. Sa vie nest pas autre. Il reste enferm dans sa condition dans son espace dans son temps.
50
Lhomme
daujourdhui
nest
pas
plus
intelligent
que
celui
dil
y
a
cinq
mille
ans.
Il
nest
pas
plus
juste
il
nest
pas
meilleur
(Ellul,
1987,
p.64).
Cette
identit
de
lhomme
lui-mme,
cette
absence
de
progrs
fondamental
de
lhomme
est
dailleurs
une
analyse
rcurrente
dans
la
pense
cologiste3.
En
outre
ce
passage
ouvre
sur
une
analyse
plus
sociologique
avec
la
rfrence
la
socit
technicienne
(
instruments
;
manipulation
),
analyse
que
nous
reprendrons
plus
tard.
Ici,
relevons
dj
quEllul
clt
la
temporalit
humaine
ou
plutt
la
temporalit
anthropo-centre.
En
effet,
lhomme
est
enferm
dans
son
temps
.
Et
cest
l,
selon
nous,
la
base
de
la
vision
historique
dEllul,
lhistoire
qui
prend
lhomme
comme
rfrence
ou
mme
la
Nature
ne
peut-tre
quune
histoire
avec
un
petit
h
.
Un
systme
clos
dfinit
par
la
vanit
dun
progrs
qui
ne
peut
qutre
quantitatif
et
pas
qualitatif,
Ellul
parle
dune
croissance
mais
de
labsence
de
dveloppement.
Nous
allons
approfondir
ces
ides,
mais
avant
de
rentrer
compltement
dans
la
description
de
lhistoire
entendue
comme
ayant
lhomme
en
tant
que
point
de
rfrence,
attardons-nous
encore
sur
une
remarque
gnrale
propos
de
labsence
de
progrs.
Ellul
souligne
effectivement
que
par
absence
de
progrs
il
nentend
pas
rhabiliter
un
ge
dor
quelconque,
il
souligne
que
la
vision
de
lEcclsiaste
(
laquelle
il
adhre
travers
son
analyse)
parle
dune
identit
de
lhomme
lui-mme,
et
non
pas
de
la
rptition
des
vnements
ni
des
circonstances
et
il
se
dfend
dans
le
mme
mouvement
de
toute
nostalgie
nous
navons
pas
aspirer
aux
jours
dautrefois
ni
sur
le
plan
collectif
ni
sur
le
plan
individuel
.
(Ellul,
1987,
p.67).
Ellul
nous
dit
donc
quil
y
a
malgr
tout
une
linarit
et
donc
quil
existe
une
histoire.
Cette
histoire
est
certes
marque
par
lidentit
qualitative
de
lhomme
lui-mme
mais
pas
par
la
3
Voir par exemple H.D. Thoreau le but poursuivi par lhomme civilis nest pas plus respectable que celui du sauvage [] cet homme emploie la plus grande partie de sa vie se procurer uniquement un ncessaire et un bien tre grossier. (Thoreau, 2006, p.36) ou encore T. Monod et son exhortation humaniser lhomme et non robotiser lanimal humain. (Monod, 1997, p.45).
51
permanence,
non
plus
que
par
un
mouvement
cyclique.
Cette
vision
linaire
rejoint
la
vision
chrtienne,
et
Ellul
souligne
par
exemple
dans
La
subversion
du
christianisme
que
le
Dieu
dIsral
se
dmarque
des
autres
divinits
en
tant
un
Dieu
dont
la
relation
avec
lhumanit
se
pose
en
termes
dhistoire
et
non
en
termes
de
philosophie
(Ellul,
1984,
p.172)
ce
qui
claire
bien
cette
vision
linaire
de
lhistoire
o
une
progression
est
possible4.
Dautre
part,
souligner
ainsi
la
linarit
permet
encore
une
fois
de
distinguer
entre
la
rflexion
dEllul
et
certains
courants
cologistes
:
refus
de
sacraliser
un
moment
du
pass5,
refus
de
lide
de
cycle.
Dans
la
pense
dEllul
ainsi
pose
on
comprend
donc
quil
y
a
bien
une
Histoire
mais
quelle
se
conoit
selon
trois
temporalits
ou
plutt
selon
trois
rfrentiels
temporels
diffrents
:
la
Nature
et
lhomme
dun
ct
(dont
on
a
vu
quils
relevaient
en
fait
de
la
mme
ralit
caractrise
par
limpermanence
en
mme
temps
que
par
lidentit),
Dieu
de
lautre.
Ayant
pos
cela,
nous
pouvons
nous
demander
comment
Jacques
Ellul
dcrit
plus
en
dtail
lhistoire
dans
un
rfrentiel
humain.
Lhistoire
est
faite
de
rapports
de
force,
de
conditionnements
rciproques,
de
sries
de
dterminations,
de
combinaisons
aveugles,
de
structures
et
de
facteurs
dans
lesquels
ne
trouve
gure
de
place
ni
la
libert
ni
loriginalit
(au
sens
tymologique)
de
lhomme
(Ellul,
2004,
p.
246).
De
faon
assez
notable,
ce
passage
peut-tre
rapproch
de
Marx
:
4
Nous verrons dailleurs que pour Ellul, affirmer que la relation entre Dieu et lhomme se pose en termes dhistoire revient in fine dfinir lhistoire comme le lieu de la relation Dieu.. 5 A ce propos on pourra par exemple voir la critique de Janet Biehl propos du mythe dun ge dor situ au moyen-ge, mythe dfendu par certains tenants de lcologie profonde (Biehl, 1991).
52
Dans
la
production
sociale
de
leur
existence,
les
hommes
sont
engags
dans
des
rapports
dtermins,
ncessaires,
indpendants
de
leur
volont,
qui
correspondent
un
niveau
de
dveloppement
dtermin
de
leurs
forces
productives
matrielles
(MARX
K.
(1856),
Critique
de
lconomie
politique,
in
Dumnil,
2009,
p.198).
Ces
deux
citations
soulignent
la
prgnance
du
dterminisme
et
de
la
fatalit
dans
la
vision
de
lhistoire
selon
Ellul
et
dans
la
vision
des
conditions
sociales
dexistence
chez
Marx.
Cette
fatalit
exclut
toute
place
de
lhomme,
de
faon
statique
chez
Marx
(
production
sociale
de
[l]
existence
)
et
de
faon
dynamique
chez
Ellul
(
lhistoire
).
Ce
rapprochement
entre
Ellul
et
Marx
nest
pas
tonnant
dans
la
mesure
o
Ellul
revendique
pleinement
linfluence
de
Marx
dans
sa
formation
et
sur
son
analyse.
Il
distingue
mme
la
pense
marxiste
comme
tant
selon
lui
la
pense
qui
a
le
plus
justement
et
le
plus
rigoureusement
compris
et
dcrit
la
ralit.
Cependant,
il
date
cette
ralit
:
la
ralit
dcrite
par
Marx
est
toujours
selon
Ellul-
celle
de
son
temps,
celle
de
la
seconde
moiti
du
XIXe
sicle
et
nest
plus
celle
de
la
seconde
moiti
du
XXe6.
Ellul
justifie
cette
critique
en
reprenant
lide
de
facteur
surdterminant
cest
dire
de
facteur
qui
caractrise
une
poque
et
dont
la
dialectique
historique
suppose
le
dpassement.
Si
ce
facteur
tait
pour
Karl
Marx
le
capitalisme,
Ellul
affirme
clairement
que
pour
lui
ce
facteur
surdterminant
est
aujourdhui
la
technique
(Ellul,
2003,
p.83).
Ellul
fait
donc
sienne
lide
de
fatalit
historique
mais
dune
manire
close
et
ngative.
Ici
son
analyse
philosophique
cde
le
pas
son
analyse
sociologique
et
particulirement
son
analyse
de
la
technique
et
du
systme
technicien
(Ellul,
1977
;
1988
;
1990).
Notre
sujet
nest
pas
ici
de
rappeler
les
thses
dEllul
propos
du
systme
technicien
mais
bien
de
discuter
sa
perception
de
lhistoire.
Contentons- nous
alors
de
rappeler
que
pour
Ellul
la
technique
devenue
systme
technicien
a
pour
caractristique
lauto-accroissement
ce
qui
justifie
le
6
53
fait
dtre
pessimiste
quand
lavenir
de
notre
socit.
En
effet,
la
technique
saccrot
par
elle-mme,
qui
plus
est
de
faon
exponentielle7.
Cela
entrane
donc
une
surdtermination
de
nos
socits
par
le
facteur
technique,
lavenir
imprvisible
que
nous
rserve
cette
volution
devenue
autonome
ne
pouvant-tre
que
technique.
Le
systme
est
clos,
lhomme
pig
dans
une
temporalit
dont
son
uvre
autonomise
lexclut
dsormais.
Ce
constat
semble
dun
effrayant
pessimisme
puisque
si
lon
suit
Ellul
non
seulement
lhistoire
qui
prend
pour
rfrence
lhomme
nest
pas
une
histoire
marque
par
le
dveloppement
-
lhomme
dil
y
a
trois
mille
ans
tant
le
mme
que
celui
daujourdhui
-
mais
en
plus
lintrieur
mme
de
cette
histoire
de
lhomme
les
vnements
circonstanciels
chappent
la
volont
humaine
et
sont
surdtermins,
aujourdhui
par
la
technique.
Dans
ce
pessimisme
apparent
cest
en
fait
une
critique
envers
la
prtention
humaine
la
toute-puissance
quil
faut
distinguer.
Et
bien
entendu
cette
critique
nest
valable
que
relativement
laffirmation
dun
ordre
transcendant
:
La
relation
ce
crateur
implique
que
lhomme
est
en
mme
temps
libre
et
non
autonome,
quil
ne
peut
pas
positivement
sinstituer
comme
loi
lui-mme
et
au
monde,
il
ne
le
peut
que
ngativement.
Il
est
institu
ds
le
dpart
comme
responsable
mais
seulement
responsable,
rien
de
plus.
[]
Rien
ne
dpend
de
lavatar
historique.
Lvnement
circonstanciel
garde
bien
entendu
de
limportance,
puisque
cest
l
que
lhomme
exprime
sa
relation
(positive
ou
ngative)
avec
le
Crateur
et
ouvre
ou
ferme
la
possibilit
dun
novum.
Mais
aussi
bien
parce
que
le
monde
est
cration,
il
repose
non
sur
la
dcision
de
lhomme
mais
sur
lamour
du
Crateur.
Si
lhomme
conoit
cette
cration,
alors
il
ne
peut
exercer
sa
toute
puissance
dexploitation
et
de
destruction.
Ses
moyens
sont
limits
par
le
fait
mme
quil
sagit
7
En effet, selon Ellul linnovation se passe dsormais de linvention pour ntre plus que la rencontre plusieurs techniques dj existantes, les combinaisons saccroissent alors linfini.
54
de la Cration et non pas de la Nature ou dun milieu quelconque (Ellul, 1984, p.172). Ce passage est intressant divers titres. On pourrait par exemple lutiliser pour discuter la proposition dEllul dune solidarit entre lhomme et la Nature qui est comprise dans un mme rapport cration/ crateur. Cette analyse rejoint dailleurs la remarque formule plus haut quant aux similarits quil existe entre le rfrentiel temporel de la Nature et celui de lhomme (similarits qui nexistent que dans leur rapport au rfrentiel transcendant). Cependant, plus que ces remarques, ce quil est intressant de relever ici est dabord laffirmation de limpuissance de lhomme qui rejoint labsence de progrs : rien ne dpend de lavatar historique . Cette affirmation soppose clairement une vision marxiste de lhistoire o justement tout dpend de lavatar historique, o le progrs est inclus dans cet avatar. Ellul souligne ici sa conviction de lerreur ontologique de toutes les thories du progrs : lhomme ne peut pas lui-mme sinstituer juste et libre, il ne peut pas sautojustifier (Ellul, 1984, p.190). Et Ellul daffirmer alors que Marx est grossirement erron quand il prtend enfermer lhomme dans sa dialectique qui inclut un sens. (Ellul, 2004, p. 96). Ceci nous amne justement tudier lide de sens dans la perception ellulienne de lHistoire. En effet, la critique de la dialectique marxiste formule par Ellul est une critique dun sens de lHistoire qui serait immanent, intrinsque : lHistoire na pas de sens intrinsque, inclus, en soi nous dit Ellul en ajoutant quelle na pas davantage un sens qui lui vient dun extrieur incommensurable et inconnu. (Ellul, 1984, p.173). Ds lors, comment concilier les deux et surtout comment concevoir la place de lhomme dans cette Histoire ? En posant le primat de la rfrence transcendante sur la rfrence humaine, Ellul affirme que cest dans sa relation cette transcendance que lhomme peut agir sur le cours de lHistoire. Le sens de cette Histoire ne lui est pas intrinsque : lhistoire est dote dun sens quelle ne dtient pas de faon intrinsque mais quelle reoit (Ellul, 1984, p.172). Ce que
55
dessine Ellul cest en fait une Histoire qui se fait dans la relation entre lhomme et le Crateur, o lhomme est non autonome et o le sens de lhistoire lui est rvl avec lassurance dune fin positive (Ellul, 1984, p.173), mais o il est en mme temps libre et responsable de luvre finale. Cest cette pense paradoxale -dune Histoire qui ne dpend pas in fine de lhomme mais dont celui-ci est pourtant responsable - qui est au cur de la perception de Jacques Ellul de laction de lhomme sinscrivant dans lHistoire. Selon lui lexistence dune relation entre lhomme et le Crateur rend possible une concordance des rfrentiels temporels humain et transcendant dont il nous faut maintenant faire lanalyse. Ellul montre donc en mme temps quil existe une Histoire globale qui est rcapitule en Christ (Ellul, 2004) et une histoire de lhomme qui est en elle-mme compltement vide de sens, vaine. A partir de ce schma de deux temporalits historiques apparemment opposes, Ellul dveloppe sa vision de lHistoire o lhistoire verticale prime sur et conditionne lhistoire horizontale . Cest dire que la relation la transcendance (histoire verticale) conditionne lengagement temporel (histoire horizontale), qui vient aprs cette relation. Le premier point venant corroborer cette explication est largument apport par Ellul selon lequel il ny aurait pas dhistoricit possible sans Dieu. Seule la parole de Dieu qui donne la conscience de lhomme lillumination de ce quil est en train de vivre, qui lui permet de discerner quil y a en effet une histoire, est ce moment l cratrice de lhistoire. Quand Dieu se tait [] il ny a plus ni un devant ni un derrire, ou plus exactement la dtermination spatiale nest plus en relation avec la dtermination temporelle. [] la conscience de lhistoire steint. Lhistoire sannule (Ellul, 2004, p.97). Lexistence de Dieu et la Rvlation telle quelles sont conues par Ellul permettent donc deux choses concomitantes : dune part lillumination de ce que [lhomme] est en train de vivre et dautre
56
part la concordance du spatial et du temporel. Lillumination de ce que lhomme vit est un point clef de la pense de Jacques Ellul selon lequel le prix de toute action est un ralisme extrme. Jacques Ellul attache en effet une trs grande importance au ralisme. A toutes les critiques qui attaquaient son pessimisme , il rpondait en dfendant son ralisme et en accusant son tour les visions optimistes dtre simplistes ou puriles. Dailleurs, sa fascination pour Marx vient entre autre de ce quil reconnat Marx davoir t trs loin dans le ralisme, dans la comprhension des phnomnes constituant notre ralit. Au contraire, sa critique vient de lespoir qui serait selon Marx contenu en soi dans lhistoire, cela tant selon Ellul grossirement erron (Ellul, 2004, p.97). Limportance accorde au ralisme implique donc une exigence mthodologique extrme de la part de Jacques Ellul puisque ce ralisme suppose de pouvoir sextraire de la situation pour la considrer froidement, de lextrieur : le jugement ( illumination ) suppose une dialectique. Et ici, laffirmation dordre mthodologique dEllul est que Dieu tant dfini comme le Tout Autre , prendre Dieu comme rfrence rend possible la ralit de surgir notre jugement. Cest dans la relation laltrit pure (Dieu, qui est par dfinition le lieu de la vrit) que lhomme reoit lillumination de ce quil vit rellement. Ainsi, Ellul explique que son apparent fatalisme sociologique, notamment concernant le systme technicien nest possible qu partir dun rejet absolu du nihilisme (Ellul, 1984). Cest partir de la conviction ultime dune altrit ternelle, intouchable, inatteignable que lhomme a la force de reconnatre la situation dans laquelle il volue. La temporalit transcendante tant ouverte de faon constante (car impntrable pour lhomme, ce qui aux yeux dEllul - la rend incorruptible) alors nous pouvons reconnatre le caractre clos de notre propre temporalit historique. Dun point de vue purement statique donc, le rapport au Tout Autre permet de distinguer la ralit. Ensuite dun point de vue dynamique, ce rapport permet de se situer. En effet, toute progression, toute volution suppose un systme ouvert. Or, Ellul affirme que lhomme vit dans une temporalit ferme, ou plutt que la temporalit qui prend lhomme pour rfrence est une temporalit ferme,
57
lhomme qui sauto-institue clt du mme coup toute possibilit de progression, il ferme ses possibilits historiques. Alors, on comprend que dans cette pense seule louverture rendue possible par la relation homme-Dieu permet un avant et un aprs, un devant et un derrire dans la mesure o elle dcloisonne de faon dfinitive toute ralit en la ramenant un absolu. Jacques Ellul pose donc limportance primordiale du rapport la transcendance (et ce que nous avons appel temporalit divine ) pour envisager lhistoricit et surtout pour participer lHistoire. Concrtement, Ellul conoit une relation Dieu-Homme qui est un jeu entre promesse-ralisation-esprance-ralisation (Ellul, 1984, p.174) et dajouter que lhistoricit ne prend valeur que parce quelle est pntre par la promesse de lEternel . Ce que lon peut comprendre est que la pense dEllul postule un sens de lHistoire qui serait vertical, avec la promesse de lEternel, le royaume de Dieu comme point de mire. Cette verticalit de lHistoire, nexclut pas une horizontalit, au contraire. C'est--dire que dans le temps concret de lhomme, laction nest pas vaine (Ellul, 1984, p.174). Cette action prend fondamentalement de la valeur, devient historique si elle sinscrit dans le sens de lhistoire. Si cette interprtation est juste alors on peut comprendre le jeu dcrit par Ellul comme une promesse primordiale de Dieu (disons celle du Salut) laquelle rpond une ralisation de lHomme (qui inscrit alors son action concrte dans un rfrentiel transcendant) qui ne prend sens que travers lesprance humaine en une ralisation finale et dernire qui ne peut tre que Divine : Dieu est donc bien lorigine et la conclusion mais cest lhomme qui produit concrtement cette histoire. Cest par lui que lhistoire acquiert une horizontalit, que len avant peut devenir un en haut (Monod, 1997). Et cette ralisation humaine est dautant plus importante que la ralisation finale dorigine divine sera selon Ellul la rcapitulation de toutes les entreprises de lhomme enfin arrives leur terme transcendant (Ellul, 1984, p.174). Mais ce jeu entre promesse, ralisation et esprance est bien entendu un jeu qui se dcline linfini, et il ne sagit pas tant dattendre LA ralisation finale mais plutt de lesprer pour qu chaque situation concrte
58
corresponde une promesse divine entranant une ralisation qui cdera une autre promesse et ainsi de suite Arriv ce point on pourrait cependant penser que la possibilit de re-lier temporalit transcendante et temporalit humaine dcrite par Ellul revient contredire la fatalit, la vacuit de lhistoire humaine qui constitue pourtant un point central de sa pense. En effet, Ellul peut sembler de la faon dont on le prsente ici - dvaloriser la temporalit humaine pour imposer une centralit du transcendant qui une fois concde ouvrirait la voie une revalorisation de laction humaine. Toutefois il nous semble quune telle critique serait une msinterprtation et que loriginalit de la pense Ellulienne de lHistoire demeure. La premire remarque allant dans ce sens suppose de noter que le lien entre temporalit humaine et sens de lHistoire (dorigine transcendante) est une possibilit de laction de lhomme et non une fatalit. Cette remarque est de taille car elle remet au premier plan limportance de lillumination , c'est--dire du rfrentiel transcendant pour pouvoir distinguer les choses dans leur ralit et donc pour crer la possibilit du choix de sinscrire sciemment dans le sens de lHistoire. En se rfrant un absolu transcendant, lhomme distingue la ralit des choses et donc peut concevoir un cheminement (donc une historicit). Surtout, en posant une finalit historique hors de lhomme, cette pense radicalise lextrme lengagement historique de lhomme et cest ceci quil nous faut finalement dvelopper. Dabord, en posant que la temporalit humaine ne devient historique que dans une relation au sens vertical (relation avec le transcendant), Ellul actualise en permanence la possibilit de lHistoire. En effet, il y a conjonction dune finalit historique extrieure lhomme et dune permanence de la promesse divine qui entrane une valorisation du prsent, dfini comme lieu de la relation Dieu, donc lieu de lHistoire. De plus, la temporalit humaine sinscrit dans une identit fondamentale du pass, du prsent et de lavenir (cf. premire partie sur La raison dtre) qui dans cette conception des choses rend impossible une absolutisation de lavenir de lhomme comme dun pass qui serait sacralis. La ralit de lhomme
59
sinscrit donc uniquement dans la possibilit immdiate (au sens temporel) de sinscrire ou non dans lHistoire. Au sujet de cette valorisation, de cette mise en relief du prsent on peut souligner que Ellul concilie ici sa pense thologique (avec laffirmation que tout est identique, quil ny a pas de progrs et quil est donc vain de chercher prdire lavenir) et sa pense sociologique (avec sa virulente critique de la prospective, ce quil appelle futurologie et qui est selon lui voue lchec de part la nature mme du systme technicien). Le systme technicien est en effet caractris par sa complexit extrme qui rend impossible toute information correcte ainsi que par son dveloppement imprvisible, quasi-alatoire : les possibilits techniques se multipliant linfini, personne ne peut prdire ce que sera la ralit de demain (si ce nest a minima en postulant le renforcement du systme technicien selon sa logique propre). Ellul souligne donc quil y a aujourdhui une confusion entre le possible, le probable et le souhait (Porquet, 2004, p.62) qui rend lavenir difficilement prvisible. Rappelons encore que cette valorisation du prsent sinscrit dans une dmonstration qui exclut toute dialectique matrialiste, toute autoralisation historique de lhomme et quelle est donc une critique en rgle de tout millnarisme religieux ou laque. Il ne peut selon Ellul exister de socit sans classe marquant une fin de lhistoire selon une vision marxiste, ou un avnement du royaume de Dieu sur Terre, fin de lhistoire selon une certaine vision chrtienne. Au contraire Jacques Ellul enlve lhomme toute responsabilit historique dernire en replaant celle-ci dans le transcendant. Ce quil faut bien saisir ici, cest que ce mouvement nest pas ngatif, ce nest pas une humiliation de la part de Dieu : Dieu ne cherche nullement mhumilier, mais ce qui est mortellement atteint dans cette situation, ce nest ni mon humanit, ni ma dignit, cest mon orgueil, cest la vaniteuse dclaration que Fara da se, cest le Matamore (Ellul, 1984, p.189) ou encore : Dire que je reconnais que ma vie est soumise la vanit, cela signifie en dfinitive que je ne peux pas
60
me placer au centre, ni au centre du monde, ni au centre de mon cercle de relations, ni au centre de lhistoire, ni au centre de laction, ni au centre des cultures (Ellul, 1987, p.113). Cest donc lorgueil qui est attaqu pour cder la place lhumilit et cest alors que laction humaine prend toute sa force : A partir du moment o on sait que rien ne sert fondamentalement rien o toutes les illusions sont dissipes. Alors, sur ce terrain dblay, laventure peut avoir lieu (Ellul, 1987, p.114). Lenjeu est bien l pour Jacques Ellul : dblayer le terrain . Toute sa pense et sa critique nont pas pour objectif dtre gratuites mais au contraire de permettre l aventure humaine davoir lieu dans un sens historique, dans la conscience de la ralit. Et le terrain ainsi dblay est alors immanquablement le prsent. Ensuite, lintrieur de ce prsent, la rfrence la transcendance induit lesprance. Ellul a consacr tout un ouvrage ce sujet (Ellul, 2004) et il ne sagit pas ici de le rsumer. Cependant par rapport notre propos actuel, il convient de souligner deux caractristiques concomitantes de lesprance daprs Jacques Ellul : son opposition lespoir et sa dfinition comme passion de limpossible . En effet, en posant lesprance comme une dcision humaine sinscrivant dlibrment dans la reconnaissance dune Histoire dorigine (et de finalit) transcendante, Ellul donne un rfrentiel absolu laction humaine. Ainsi, il oppose formellement lespoir lesprance. Selon lui : lespoir est la maldiction de lhomme. Car lhomme ne fait rien tant quil croit quil peut y avoir une issue qui lui sera donne. [] Le pire nest pas toujours sr. Formule admirable pour permettre au pire de se dvelopper srement (Ellul, 2004, p .189). A cet espoir qui serait toujours une dcision mitige, la porte laisse ouverte au pire, Ellul oppose lesprance qui prend le pire pour certain (Ellul, 2004, p.189) mais qui saffranchit en mme temps de ce pire en saffranchissant de lavenir travers le postulat dun sens de lHistoire dorigine transcendante. Et lesprance est un principe radical justement car il saffranchit de cette ide de rsultat venir, de consquence pour le futur concret de lhomme et pose que seules les
61
actions ralises dans une cohrence avec la vrit de Dieu auront une consquence historique : Toute action humaine, la mesure de la grce de Dieu, est strictement relative, et cependant elle doit tre faite, non pas pour sa russite absolue (qui na lieu que dans le Royaume de Dieu), mais parce que cest dans ce relatif que sexprime lamour. (Ellul, 1979, p.222). Ds lors on comprend que lesprance soit la passion de limpossible. Limpossible tant bien sr limpossible humain. Cet impossible ntant plus considr comme dernier alors la rfrence la vrit transcendante donne une possibilit douverture ce qui parat ferm. Dieu considr comme le Tout Autre est alors lessence mme de la nouveaut, le novum dit Ellul. Lesprance, dans son lien avec Dieu, fait de laction humaine la possibilit douvrir les situations fermes, de crer de nouveaux possibles de faire surgir des nova dans notre temporalit. Concrtement, cette pense qui valorise le prsent et qui organise laction selon lesprance et non selon lespoir, induit pour Ellul des consquences radicales. Dabord, la reconnaissance dune instabilit perptuelle de la situation historique et temporelle de lhomme : lhomme ne fait pas lHistoire, il ne fera pas le Royaume de Dieu sur terre, sa situation est donc par nature instable, insatisfaisante et lhomme ne doit pas nourrir le vain espoir dy remdier : Nous ne pouvons accepter une situation acquise, assise. Nous vivons dune promesse qui doit saccomplir (et pour laquelle nous avons faire effort daccomplissement) et dune irruption bouleversante, inattendue des choses dernires dans notre vcu. Rien ne peut donc se stabiliser, sorganiser de faon satisfaisante (Ellul, 2004, p.170). Deuximement, cette pense pose le primat de la transcendance certes mais reconnat limportance de la politique et de laction concrte. Ellul exhorte lhomme sinvestir et agir, mais seulement comme une consquence de la relation labsolu et non comme un absolu en-soi. La politique reste alors un moyen. Et considrant cela, effectivement Ellul parle de rvolution, de ncessit
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de changement radical et plus encore de lutte perptuelle contre la domination sous toutes ses formes, posant la recherche de la libert comme un absolu. Mais ces luttes et cette recherche ne peuvent tre que perptuelles puisque le salut vient dailleurs, et cest dans cet ailleurs que rside la motivation pour continuer porter ces exigences pour lhomme. Cest ici quapparat dans la pense de Jacques Ellul lloge de lanarchie. Selon Ellul lanarchie seule pose la lutte intransigeante contre tout pouvoir et ne se borne pas critiquer celui qui dtient le pouvoir (donc celui qui domine). Cette pense dEllul se dveloppe bien sr en rfrence au constat que toute rvolution qui ne sen prend pas au pouvoir de faon absolu retombe dans des schmas des dominations et de violence qui sont formellement exclus par la Rvlation biblique. Pour Ellul, la rvolution russe dmontre cette impossibilit pour lEtat dtre autre chose quun outil de domination. Laction historique est donc une lutte anarchisante, totale, perptuelle contre toute domination dont lEtat est une forme type. Nous nallons pas dvelopper ici toutes les ides dEllul quand la proximit quil voit entre lanalyse biblique et la pense politique anarchiste (Ellul, 1979; Ellul 1998) mais nous pouvons dj constater quen sen tenant la seul perception historique, Ellul arrive aussi ce rapprochement. Cela advient principalement travers la radicalit quEllul voit dans lanarchie qui seule arrive smanciper du systme de pense impos par lEtat nation : apport de lanarchisme la pense chrtienne : il faut apprendre regarder les ralits de notre socit dun autre point de vue que celui dominant de lEtat (Ellul, 1998, p. 157). Cette mancipation fonde alors la lutte contre toute forme de domination, dont lEtat. Cette radicalit rejoint la vision quEllul a dune action politique chrtienne affranchie de tout conformisme ds lors quelle est affranchie de la responsabilit historique dernire. Le temps de laction qui ne peut tre que le prsent est ainsi conu par Ellul comme le temps de lanarchie, temps de lutte radicale dans sa critique des ralits dominantes, temps du non conformisme, temps de la libert affranchie de la responsabilit historique dernire :
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Il ny a de libert que dans la conqute de la libert. Aucun pouvoir ne peut donner de la libert aux hommes. La rcusation du pouvoir est la seule voie de lactualisation dune libert. [] Non, il ny a pas de demain. Elle existe aujourdhui ou jamais (Ellul, 1979, p.223). Pour terminer, soulignons que la recherche de Jacques Ellul sest toujours dveloppe autour de la qute de la libert. Il crit ce propos dans Lidologie marxiste chrtienne : Seule une relativisation de lhomme permet de dboucher sur la libert, par la relativisation de toutes ses prtentions donc de toutes ses dominations. Or cette relativisation na lieu que si lhomme, non pas sautolimite, ce quil ne peut faire sil est lui- mme labsolu, si on proclame le rgne de lhomme, mais sil rencontre une limite extrieure, le transcendant, condition (ce qui est dans la rvlation chrtienne) que ce transcendant soit celui de lAmour qui libre. (Ellul, 1979, p.208). Ainsi, dans la pense quil dveloppe par rapport au temps et lhistoire, nous avons tent de montrer comment Jacques Ellul met en place une relativisation de la place de lhomme au profit du transcendant. Cette relativisation est dcrite comme le moyen de dcharger lhomme de la responsabilit historique dernire (lHistoire possdant un sens dans la seule rfrence temporelle de la transcendance). Ce faisant, Ellul critique avec force la prtention de lhomme sauto-instituer faiseur dhistoire en mme temps que la prtention un progrs intrinsque de lhumanit. Cependant, cette relativisation permet une libration de lhomme qui peut donner son action une orientation fondamentalement valable en la faisant tendre vers labsolu. Cette tension est rendue possible par lesprance en la ralisation des promesses faites par Dieu travers la Rvlation et qui se dclinent dans chaque situation. Ainsi, libr du pass et de lavenir, lhomme a le moyen dactualiser dans le prsent sa libert via sa relation au Tout Autre (nous reprenons ici les termes de Jacques Ellul).
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Ds lors, laction humaine tend se radicaliser pour se conformer aux exigences morales de la Rvlation. On peut alors comprendre que la pense de lhistoricit dveloppe par Jacques Ellul pose un primat de lthique sur le politique (laction trouvant sa justification dans la relation au transcendant et non dans la relation lavenir concret). En reprenant une terminologie tire de Max Weber, on peut mme dire quEllul en dresponsabilisant lhomme par rapport au sens de lhistoire (et non par rapport lhistoire en elle-mme dont on a vu quelle se construisait dans une relation Homme-Dieu) met en place la justification thorique dune thique de la conviction et la critique dune thique de la responsabilit (Weber, 2003). En ceci sa pense peut-tre considre comme anticonformiste et radicale. Dfendre une relativisation de la place de lhomme dans lhistoire est aussi pour Ellul un moyen de dfendre sa vision profondment pessimiste de lhumanit en elle- mme. Selon Ellul, lhumanit qui se coupe dun rfrant transcendant est mauvaise. En se proclamant lui-mme labsolu, lhomme ne peut pas sortir dune fatalit de la domination et de la violence, il reste tranger la possibilit de libert (Ellul, 1982). Notre travail a finalement essay de montrer comment lhistoricit telle quexplicite par Ellul conduisait pour laction de lhomme adopter une forme anarchiste, dmontrant ainsi comment, partant du primat de lthique Ellul prne un radicalisme politique.8 Cette dmonstration suivi le cours des arguments du penseur bordelais en suivant un cheminement philosophique et parfois thologique tout en sefforant dviter de rentrer dans le dtail de linterprtation de la rvlation telle quelle a t dveloppe par ailleurs par Jacques Ellul. Enfin, on a pu constater que la rflexion sur la temporalit ainsi pose pouvait tre clairante pour considrer les philosophies politiques cologistes, marxistes ou
Relevons que cette prfrence de Jacques Ellul pour lanarchie vient confirmer la proximit de ses thses avec un certain messianisme libertaire notamment juif tel quil a t dcrit par Michael Lwy (Lwy, 1988) : critique du progrs, loge du prsent, conception qualitative de la temporalit, fonde sur la discontinuit du temps historique
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anarchistes ce qui prouve si cela tait encore ncessaire lactualit de la pense de Jacques Ellul. RFRENCES BIEHL, J. (1991), Finding our way: Rethinking ecofeminist politics, New- York: South End Press. DUMENIL, G. (2009), Lhistoire. En activer le cours. In : DUMENIL, G. ; LWY, M. ; RENAULT, E. (2009), Lire Marx. Paris: PUF, pp. 197-205. ELLUL, J. (1955), Histoire des institutions. Paris : PUF. ELLUL, J. (1976), Histoire de la propagande. Paris : PUF. ELLUL, J. (1982), Changer de rvolution : Linluctable proltariat. Paris : Le Seuil. ELLUL, J. (1987), La raison dtre : Mditation sur lEcclsiaste. Paris : Le Seuil. ELLUL, J. (1984), La subversion du christianisme. Paris : Le Seuil. ELLUL, J. (1990), La technique ou l'enjeu du sicle. Paris: Economica. ELLUL, J. (1977), Le systme technicien. Paris: Calmann-Lvy. ELLUL, J. (1988), Le bluff technologique. Paris: Hachette. ELLUL, J. (2003), La pense marxiste : cours professs lIEP de Bordeaux de 1947 1979. Paris : La Table Ronde. ELLUL, J. (1998), Anarchie et christianisme. Paris : La Table Ronde. ELLUL, J. (2004), Lesprance oublie. Paris : La Table Ronde. ELLUL, J. (1979), lidologie marxiste chrtienne : que fait-on de lvangile ?. Paris : Le Centurion. GOLDSMITH, E. (2002), Le Tao de l'cologie : Une vision cologique du monde, Paris : Editions du Rocher. LWY, M. (1988), Rdemption et utopie : le judasme libertaire en Europe centrale, Paris :PUF. MONOD, T. (1997), Le chercheur dabsolu, Paris : Gallimard. PORQUET, J.-L. (2004), Jacques Ellul : L'homme qui avait presque tout prvu, Paris : Le Cherche Midi. THOREAU, H.D. (2006), Walden ou la vie dans les bois, Paris : Gallimard. WEBER M. (2003), Le savant et le politique, Paris : La Dcouverte.
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Entrevista
Podremos
acercarnos
a
la
respuesta
de
la
pregunta
Qu
es
el
hombre?
Si
acertamos
a
comprenderlo
como
el
ser
en
cuya
dialgica,
en
cuyo
estar- dos-en-recproca-presencia
se
realiza
y
se
reconoce
cada
vez
el
encuentro
del
uno
con
el
otro
Martin
Buber,
Qu
es
el
hombre?,
p.
150,
151.
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BALANCE Y PERSPECTIVAS DE LA FILOSOFA DE LA LIBERACIN. ENTREVISTA A ENRIQUE DUSSEL 1 Ftima Hurtado (F.H.): Desde sus orgenes en los aos sesenta, la filosofa de la liberacin ha reivindicado la contextualizacin de la filosofa. Su lugar de enunciacin estuvo por lo tanto situado en un contexto y situacin particular. En tanto que fundador y exponente destacado de la Filosofa de la Liberacin, cmo cree usted que ha evolucionado la Filosofa de la Liberacin a lo largo de sus ya cuarenta aos de recorrido intelectual? Enrique Dussel (E.D.): Habra que volver a las experiencias fundamentales de la Filosofa de la Liberacin. Surgen all entre el 69 y el 70, en los acontecimientos des 68, pero vividos desde Mxico, Tlatelolco, y desde el Cordobazo argentino, no desde el de Pars ni Berkeley. Es otra experiencia histrica, otro movimiento social. Entonces, yo dira que se politiz la ontologa. Yo estaba enseando Max Scheller, Martin Heidegger y los alumnos me decan: dnde est la poltica?. No vean cmo. Entonces fue la lectura de Levinas, pero un Levinas que a diferencia de lo que se hace ahora con Levinas (que se lo
Entrevista realizada en Barcelona, en diciembre de 2008. Una versin reducida de esta entrevista ha sido publicada en francs en la revista Cahiers des Amriques latines, n 62 (2009/3), pp. 37-46. La traduccin francesa de la entrevista se inscribe en un nmero coordinado por Capucine Boidin (Matre de Confrences en el Instituto de Altos Estudios de Amrica latina de Paris, IHEAL) y Ftima Hurtado sobre "Philosophie de la libration et tournant dcolonial" ("Filosofa de la liberacin y giro decolonial") que cuenta, adems de con la versin reducida de la entrevista con Prof. Enrique Dussel, con artculos traducidos al francs de Ramn Grosfoguel, Enrique Dussel, Arturo Escobar, Eduardo Restrepo, Walter Mignolo y Damin Pachn Soto. Quisiera particularmente agradecer a Capucine Boidin por su apoyo y por todo el trabajo realizado juntas para el n 62 de la revista Cahiers des Amriques latines, sin el cual esta entrevista no hubiera sido posible.
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piensa muchas veces desde la Filosofa casi desde el lenguaje), es la palabra que interpela. A nosotros nos llam la atencin el pobre. Porque l habla del pobre, el hurfano y la viuda, que son textos de Hammurabi, y yo le pregunt a Levinas si estaba detrs eso, claro que est detrs: el pobre, el hurfano, la viuda, el extranjero. Entonces era el nivel econmico, pero de Levinas. Es decir, era una fenomenologa econmica que nos permita entender la exterioridad pero tambin al nivel de la pobreza. Entonces era la primera posibilidad que tenamos de pensar el tema del pobre en filosofa y cmo se hablaba de la Sociologa de la liberacin justamente Fals Borda, del que hablaba, y tambin Paulo Freire: la Pedagoga del Oprimido, y despus Los condenados de la tierra de Franz Fanon y El Hombre Unidimensional de Marcuse. Todo eso, nos permiti empezar a pensar desde el oprimido de Amrica Latina. Mi primer curso que estaba dictando de tica ontolgica desde Heidegger, primer y segundo captulo de mi primer tomo de la tica, se transform en el tercer captulo en una tica de la Liberacin. Y ah empez todo. Empez el pensar desde el pobre. Despus vamos a hablar de la vctima para salir del puro plano econmico y poder incluir otros. Pero fue interesante desde el comienzo cmo el texto fuerte era del Cdigo de Hammurabi que deca: He hecho justicia con la viuda, el hurfano y el pobre, o extranjero. De inmediato yo pens: la mujer, y el tercer tomo es la liberacin de la mujer, en el ao 71. Era el tema del feminismo. La liberacin del hijo era el tema de la Pedaggica. Y la liberacin del hermano era la Poltica. Entonces empezaba tambin a hacer una Filosofa de la Diferencia y en mi primer tomo, segundo sobre todo, del ao 71 ya critico Les voix et les phnomnes de Derrida, donde habla de Identidad y Diferencia, y la Diffrance, con a. Pero yo digo: no. Identidad y Diferencia es lo mismo en Hegel. Identitt. Diffrence. O Swaion. No. Es Distincin. El Otro no es diferente, est ms all de la totalidad. Entonces hay un debate mo con el mismo Derrida en el ao 71, que hace mucho tiempo, cuando en Amrica Latina nadie conoca a Derrida en ese momento.
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Entonces, surge la Filosofa de la Liberacin y hay todo un movimiento generacional en Argentina en muchas universidades. En el 73 se hace ms latinoamericano con la presencia de Leopoldo Zea y Salazar Bondy. A Salazar Bondy le encant la idea. l en realidad no es el fundador de la Filosofa de la Liberacin. Salazar dice: es imposible la filosofa en un mundo colonial. Nosotros decimos: bueno, si somos colonia, sera filosofa si ya pensamos el hecho negativo de la dominacin. Y eso ya sera una Filosofa de la Liberacin. Y entonces ya tenamos tres aos de prctica y Salazar Bondy se integr en Buenos Aires y dijo: ah, est muy interesante lo que estn haciendo. Yo encontr una inmediata simpata e bamos a trabajar juntos pero muri al ao siguiente, en el 75. La Filosofa de la Liberacin se expandi por las Universidades argentinas en la etapa en la que el peronismo llega al poder con Cmpora, antes de la llegada de Pern. Yo nunca he sido peronista. Cerutti despus me va a atacar a m, me va a decir de todo. Pero yo nunca he sido peronista, y menos de la derecha porque yo era un demcrata, cristiano al comienzo. Pero an en Espaa cuando hice mi doctorado fue una polmica entre Jacques Maritain y Charles de Kning. Charles de Kning era un tomista tradicional canadiense y Jacques Maritain era un demcrata. Entonces en mi tesis doctoral en Espaa, con gente del Opus en esa poca, yo defenda la democracia. Entonces yo era un demcrata, no era un fascista. Entonces no me puede a m acusar de eso Cerutti, que ha sido alumno mo pero me ha hecho pasar.... es muy injusto, dice cosas que no son exactas. Y yo sigo todava por ah respondiendo porque ha publicado la segunda edicin y no ha corregido nada. Entonces para m es duro, pero bueno. Despus ya viene la expulsin de todos nosotros por el movimiento militar. En realidad la FL se expande por el continente desde la persecucin. Unos vamos a Mexico, otros van al Ecuador, otros van a Venezuela, a Canad. Hasta llegan a Francia. Entonces el movimiento se dispersa. Debo decir que muchos despus cambian su discurso, se transforman. Por ejemplo el mismo Scanonne, que se queda en Argentina, va hacia el nivel de la simblica popular y escribe un libro que se llama: Nuevo punto de partida. Y ese libro significa: ms all de
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la Filosofa de la Liberacin. Y yo le digo: yo creo que no fuiste ms all, te viniste ms ac de la FL. Hace tres aos hicimos un encuentro en Ro Cuarto con 12 de los primeros fundadores, y fue interesante. Todos dijeron: el movimiento tuvo mucha consistencia en los aos 70, pero muy pocos lo siguieron practicando. Yo soy de los que he seguido. F.H.: Cules han sido las principales matrices e influencias de la Filosofa de la Liberacin? E.D.: La FL surge en una lnea ms bien fenomenolgica, por una parte: Heidegger. Pero por otra parte, histrica, porque yo hago mucha historia. Entonces es el pensar en la Historia Mundial Amrica Latina. Surge tambin de la linea de los historiadores del pensamiento latinoamericano: Ardao, Leopoldo Zea, Arturo Roig, y yo mismo estudiamos la historia del pensamiento. Algunos se quedan describiendo esa historia. Otros se quedan en la filosofa levinasiana. El asunto es combinar ambos, es decir, pensar filosficamente dentro de la tradicin latinoamericana. Muy pocos lo hacen, porque el mismo Leopoldo Zea es un gran historiador, pero no tiene una propuesta filosfica distinta porque su marco terico se queda un poco en la etapa de Sartre, en los aos cincuenta. Y con eso l re-interpreta la historia, pero no hace una filosofa contempornea siguiendo, leyendo los autores que Europa y EEUU van produciendo y respondiendo a esos autores desde una realidad latinoamericana. Entonces: mi proyecto es estrictamente filosfico pero, al mismo tiempo, estrictamente latinoamericano. Pero no como historia del pensamiento sino como filosofa. Entonces es un proyecto difcil, porque es filosfico pero situado en la historia. Los europeos por lo general, alemanes, franceses, no deben hacer historia porque eso ya est conocido. Y tampoco tienen que hacer biografa porque saben quines son sus maestros y los maestros son conocidos. Pero en cambio en AL no se conoce nada. Entonces uno tiene que hacer una re-interpretacin histrica y una re- interpretacin del pensamiento filosfico latinoamericano para decir desde dnde se est pensando. Entonces alguno dice: y por qu empleas la historia y todo?. Porque no es conocida. No es conocida ni por los latinoamericanos, porque ellos mismos se transforman en comentadores de los europeos.
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En el continente americano hay dos corrientes filosficas propias. En EEUU hay una sola escuela norteamericana: el pragmatismo. Y en Amrica Latina no hay ninguna otra escuela que la FL. Las dems son comentarios, mejoras, aplicaciones, lo que sea, del pensamiento europeo o norteamericano. Es decir que las nicas dos propias del continente son el pragmatismo y la FL, y tienen mucha semejanza, que he venido a descubrir despus. Las dos son una filosofa del devenir. La norteamericana de la verification, de la verdad que se hace verdad en la comunidad cientfica: Peirce y el pragmatismo. En cambio en la FL es la libertad que se hace liberation, pero la comunidad no es cientfica, es popular. Y el problema no es al nivel de la ciencia: verification, sino es a travs de la poltica: liberation. Entonces, las dos son de un devenir, pero a distintos niveles. F.H.: Cules han sido las principales acusaciones y objeciones que, tras cuarenta aos de recorrido intelectual, ha recibido su propuesta de Filosofa de la Liberacin? Las grandes objeciones yo creo, han sido dos o tres nada ms por ahora. El ataque del populismo, de Cerutti. El ataque muy fundado de Ofelia Schutte, de desviaciones donde no se plante bien el tema de la homosexualidad sobre todo. Es decir, en mi primera tica ciertamente plante la ertica, la liberacin de la mujer, pero no entend lo que era el tema de la homosexualidad. Ahora sale en Venezuela una nueva edicin de la Liberacin de la mujer. Y con cambiar la palabra homosexualidad por autoerotismo todo cambia. Voy a decir, se puede plantear el tema de la homosexualidad como alteridad no autoertica. El tema era el autoerotismo, no la homosexualidad. En fin, ah hay un matiz, pero fue un segundo ataque. El tercer gran debate fue con Apel, que justamente plantea que la FL no ha planteado principios. Y era verdad porque era fenomenolgica, heideggeriana, levinasiana, y la fenomenologa no habla de principios normativos. Describe. Entonces Apel me agreg la exigencia de la normatividad, explcita, kantiana casi dira yo, corregida. En los 80 yo trabaj Marx, que era un poco la objecin de Cerutti que deca: la FL usa pueblo, pero no una clase como categora. Y yo siempre us clase, pero tambin us pueblo. Por
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ejemplo hay un artculo de Casalla en el que l dice Clase o Pueblo. Y se inclina por pueblo, y rechaza la categora clase. Era una posicin anti-marxista. Yo nunca rechac la clase, la integr con el pueblo. Pero me tuve que dedicar diez aos a trabajar Marx, y de lo cual me sali algo, yo creo, interesante porque entonces pude trabajar FL desde Marx, y pude trabajar clase y pueblo, y es mi posicin actual. Laclau agrega mucho material ahora para discernir el problema de pueblo as. La crtica de Cerutti se ha mostrado pues equivocada. El pueblo haba que retenerlo como categora, pero haba que clarificarlo. Esos fueron los debates principales que hemos tenido. El de Apel, el ms fuerte porque permite hablar todo el tema del sistema de la legitimacin, el problema democrtico y la poltica. Entonces le debo mucho porque me advirti ese tema. Pero como te deca, Apel slo trabaja el tema de la legalidad legtima, de un sistema dado y la aplicacin de los principios. Pero no tiene para nada la posibilidad de desarrollar otros principios y sobre todo despus, una vez que ha descrito el orden de la legalidad y de la legitimidad, darse cuenta de que todo sistema histrico es falible, eso s est de acuerdo, pero entonces si es falible cumple inevitablemente efectos negativos. Y los efectos negativos los sufre una vctima. Y si yo parto de la vctima, la pretensin de justicia del sistema se transforma en el mal, porque la vctima sufre al sistema sin conciencia de que lo hace sufrir, en el mejor de los casos. Entonces desde la vctima yo deconstruyo todo el sistema y entonces digo: la pretensin de bondad, que de paso Habermas y Apel tienen una pretensin de validez que la confunden con la pretensin de verdad, para ello tiene una concepcin consensual de la verdad. Yo no, yo tengo una concepcin fuerte de la verdad, acceso a la realidad, y un acceso a la consensualidad que es la validez. Son dos cosas distintas, verdad que validez. Pero adems, la vctima se opone a la pretendida perdn, hay pretensin de validez, que no es la pretensin de verdad, hay pretensin de factibilidad. Pero las tres articuladas hacen una nueva pretensin: de bondad, que no hablan para nada ellos. Es decir, la pretensin de cumplir un acto bueno, pero bueno no es lo material. Es lo material, lo formal y la factibilidad. Zuzammen. Together. Al mismo, articulados. Eso es imposible para ellos porque lo verdadero es lo vlido
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y lo vlido es lo bueno... todas esas distinciones no valen porque puede haber una justicia material y una justicia formal, en fin. La pretensin de bondad es una cosa novedosa, ellos no lo han planteado. Pero aunque yo tenga pretensin de bondad, mi acto inevitablemente, porque es finito, tiene efectos negativos. Entonces hay alguien que sufre mi acto, y es la vctima. Yo tengo pretensin de bondad pero provoco una vctima. Y entonces la vctima me dice: me ests haciendo sufrir, y entonces descubro la maldad de mi acto por el sufrimiento del otro. Eso ni lo sospechan ellos porque no saben lo que es el sufrimiento de la corporalidad material. Entonces desde la vctima, eso es la dialctica negativa de Adorno, que tampoco Adorno puede hacer una tica. Desde la vctima yo tengo que reconstruir todo, porque ese orden que tiene pretensin de justicia, no es un orden, es injusto porque hay vctima. Entonces el asunto es que de la vctima critica el sistema y organiza un nuevo sistema. Entonces hay dos totalidades, y eso es lo dialctico. Y todo ese mundo que se abre ah para Habermas y Apel no puede existir. Y el marxismo mismo muchas veces, no muchas veces, nunca lo construy como tica. S. El problema es que el marxismo quiso una esttica. Lukcs. Y todos han hecho una esttica, y no han hecho una tica Por qu? Porque no han descubierto cmo se haca una tica dialctica. Hacen una tica de los valores, que no tiene nada que ver con el marxismo. Lukcs mismo, Agnes Heller, no logran construir... Mi tica creo que es la tica que Marx hubiera hecho. Y la poltica, tambin. Porque Marx escribe una econmica, pero no escribe una poltica. Entonces yo digo, voy a hacer la poltica que Marx no hizo, y as lo enuncio. F.H.: Los anlisis de la Teora de la Dependencia para la comprensin de la realidad latinoamericana fueron muy importantes en los aos sesenta... E.D.: Hasta hoy F.H.: Cmo considera usted que ha evolucionado la influencia de la Teora de la Dependencia en la Filosofa de la Liberacin despus de cuarenta aos de existencia? E.D. Justamente muchos, entre ellos Cerutti, dijeron: la teora de la dependencia fue superada, y con ella, la FL. Yo nunca pens que la
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Teora de la Dependencia estaba superada. Ms. Yo rele a Marx para entender, lo primero, pero para justificar la Teora de la Dependencia. As como Rosa de Luxemburgo ley a Marx para descubrir cmo la reproduccin no permita aceptar la interpretacin social-demcrata. Entonces, Rosa de Luxemburgo ley a Marx para luchar contra lo social- demcrata. Yo rele a Marx para luchar contra los que pensaban que le Teora de la Dependencia no funcionaba. Y en todos mis libros muestro cmo la Teora de la Dependencia fue propuesta explcitamente por Marx y los tericos de la dependencia Teotonio dos Santos, Maurio Marini, Cardoso- no lo entendieron. Voy a decir, yo en el segundo tomo de Hacia un Marx desconocido demuestro que ellos no usaron las categoras marxistas, de Marx. Entonces yo mi cuestin es muy complicada, porque es, primero: Marx enunci la Teora de la Dependencia. Era transferencia de valor de un capital nacional menos desarrollado a un capital nacional ms desarrollado. Transferencia de valor en la competencia entre pases. Voy a decir, que es una competencia entre burguesas. Entonces, Agustn Cuevas deca: no, Marx habl del capital y el trabajo, pero el problema de la competencia de las burguesas no es un problema marxista.No. Marx dice: El capital extrae plusvalor del trabajador, y luego en la competencia entre los capitalistas, un capitalista extrae valor del otro capitalista en la competencia Y eso no lo saban. No saban lo que era la competencia en Marx. Bueno, eso es un tema. Entonces yo dije, la Teora de la Dependencia funciona, no hay que abandonarla y adems, es la nica que muestra la injusticia de la globalizacin. Me qued solo. Ahora recin Teotonio Santos hace dos aos escribi el libro: Teora de la dependencia y su pertinencia. Y dijo: estamos con la Teora de la Dependencia, en el ao 2004. Yo siempre estuve con la Teora de la Dependencia porque es era nada menos, como digo, la transferencia de valor de los pases menos desarrollados a los ms. La palabra desarrollo, primero es hegeliana: entwicklung. Es el desarrollo del concepto. Pero Marx mismo dice: un capital menos desarrollado es el que tiene menos composicin orgnica. Es una palabra muy marxista, la palabra desarrollo y subdesarrollo. Y Agustn Cuevas, que era un buen marxista, dijo: no, eso es una palabra burguesa de Cardose o Faleto.
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No, ellos hacan la interpretacin burguesa pero poda haber una estrictamente marxista. Entonces en los 80 yo gan una incorporacin de Marx a la Filosofa de la Liberacin, fuerte, y la sigo practicando. La FL no es una alternativa al marxismo. En su nivel econmico, es marxista. Pero marxista de Marx, no de las desviaciones de lo que yo llamo el marxismo estndar, falsificacin que no tiene nada que ver. El estalinismo no tiene nada que ver, Lenin cometi muchos errores, en fin, Engels tampoco entendi del todo a Marx. Voy a decir: yo, para m Marx es Marx y los dems, hay que estudiarlo. F.H.: Otra de las matrices importantes de la Filosofa de la Liberacin fue, en sus orgenes, la Teologa de la Liberacin. Cules han sido la incidencia y aportes fundamentales de la Teologa de la Liberacin en la Filosofa de la liberacin y cules son sus diferencias? E.D.: Siempre se ha popularizado, y es muy difcil sacar eso: Filosofa de la Liberacin es como una Teologa de la Liberacin. Yo creo que hay que, absolutamente, separarlas. Nacen al mismo tiempo, y con las mismas intuiciones. Pero una es filosofa y la otra es teologa. Voy a decir: la teologa es de una comunidad de creyentes que tiene un discurso, muy interesante, para la comunidad de creyentes. Pero la filosofa surgi en la facultad de filosofa, y ningn alumno a m nunca me pregunt: es usted telogo?. Nunca. Porque no tena motivo de preguntarme porque lo que yo haca era puramente filosfico. Entonces, surge en el mismo momento y con intuiciones semejantes. Pero la FL es filosfica. Y claro, me molesta un poco que se la vincule siempre a la teologa. Porque la Teologa de la Liberacin surge en medios de creyentes. Es tambin protestante y hasta hay una teologa islmica de la liberacin. Y puede haber una teologa budista de la liberacin. Pero son comunidades religiosas. La filosofa, no. La filosofa parte de Heidegger, parte Hegel, parte de Kant, y discuten los temas. Levinas, claro hasta a Levinas lo critican de telogo! Pero es por semita, y de gente que piensa tan griego que piensa que lo griego es lo filosfico y lo semita ya es teolgico. Hay que rehacer toda la historia para mostrar lo contrario. Quizs Levinas es uno de los primeros que toma el discurso semita, y hace una filosofa con ello. De ah la genialidad de Levinas que yo creo que supera su propia conciencia. Yo creo que
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Levinas en el fondo no da cuenta de lo que est haciendo. Porque muchas veces l quiere justificar lo que hace desde Descartes, o desde Platn, la idea de bien y la idea de infinito en Descartes. No tiene nada que ver! Platn y Descartes no pueden entender lo que l hablaba porque l est hablando de la experiencia semita. Entonces l para hacerse aceptar en la comunidad de filsofos habla de Platn y de Descartes. l tendra que haber dicho: los filsofos griegos parten de un discurso simblico, indoeuropeo, e hicieron filosofa a partir de ello. Pues yo hago un discurso filosfico a partir de un discurso simblico semita. Es distinto y es otra filosofa, pero es filosofa. Para muchos, el discurso simblico semita, es teolgico, y el discurso simblico de Homero, ese, es secular. Y cmo va a ser secular si es tambin teolgico! Entonces hay temas ah de fondo que hay que replantear. F.H.: El origen de la filosofa de la Liberacin estuvo por otro lado, estrechamente ligado con el de la Pedagoga del Oprimido. Podra explicar la la relacin de la Filosofa de la Liberacin con la Pedagoga del Oprimido de Paulo Freire? E.D. La FL s parte de la Pedagoga del Oprimido de Paulo Freire, eso, evidente. Porque es comunitaria, dialgica, discursiva y popular. Es anti- Rousseau. Rousseau es lo contrario de Freire. El Emilio era un individuo que no tena padre ni madre. Era un hurfano, que tena que aceptar al preceptor en todo. Era un burgus. Pero al cual Rousseau le inventa la teora de que la cultura es el problema, y hay que volver a la naturaleza. Pero la naturaleza es burguesa para Rousseau. Y la cultura era la medieval monrquica. Paulo Freire es el anti-Rousseau. Por qu? Porque no parte de un hurfano. Parte de un hijo que tiene padre, madre, y que es miembro de un pueblo. Y parte entonces de la cultura dada y va a hacerle entrar en la conciencia poltica de su cultura. Entonces, realmente, es el anti-Rousseau del siglo XX. Y la Filosofa de la Liberacin, pedaggicamente, es Paulo Freire. Ms. Mi tomo sobre la Pedaggica Latinoamericana lo usaron la gente ligada a Paulo Freire porque yo explicit los principios filosficos. Entonces ah soy completamente no dependiente, sino que somos, estamos en la misma generacin.
77
F.H.: Una de sus grandes aportaciones es la crtica al racionalismo crtico de Apel y Habermas. En su opinin, Qu es lo que falla en la tica del discurso que ellos defienden?Qu puede aportar la Filosofa de la Liberacin a la crtica racional del escptico que ellos proponen y cules han sido las aportaciones permanentes de Apel y Habermas a la Filosofa de la Liberacin? E.D: La tica del discurso, ya t la conoces muy bien y me ha gustado. Pero lo que te falta, creo, a lo que has visto, es toda la segunda parte de la tica. Porque justamente en la tica, para responderle a Apel, l siempre me deca: y usted siempre me saca un nuevo argumento!. Digo: porque usted no me conoce, en cambio yo lo conozco a usted! Y bueno, como no puede leer espaol, no me poda conocer. Entonces, yo lo que quera era hacer todo el discurso para que l entienda dnde est Apel. Apel est en una sexta parte de mi discurso. Y ms, en una dieciochoava parte. Porque l habla de principios pero no habla de instituciones ni de prctica. Entonces, yo digo: un nivel A y un nivel B, pero en Lexinton, en una gran reunin con profesores en EE.UU., yo habl de la A, B y C. A: los principios. B: el nivel de las instituciones y de la hermenutica. Y C: la praxis, la accin tica, que nunca habla l de eso. Entonces, despus invert y puse la praxis en la parte de A. B es las instituciones: Rawls. Rawls tiene los principios en el Theory of Justice, Teora de la Justicia: primero los principios, despus las instituciones, y despus la accin. Es muy apeliana, es muy kantiano, Rawls. Yo: primero la accin, despus las instituciones, despus los principios. Invierto. Pero es ms complejo. Pero adems es el orden establecido, y el orden posible. Y adems, en vez de un principio hay tres. Entonces, hay que ver cmo funciona el principio formal, crtico. El consenso de los oprimidos contra el consenso de los opresores. El principio material que dice: Yo no puedo vivir. La vctima. Y como no puedo vivir, el sistema que no me deja vivir es injusto. Y entonces deconstruyo el sistema. Y adems, tercer principio, la factibilidad. El sistema no es eficaz (que el principio de la factibilidad es la eficacia) porque yo soy su vctima. Y si soy su vctima quiere decir que no me soluciona mi problema. Entonces, los tres principios son negados en la vctima, que reconstruye todo. Pero ah surgen una cantidad de problemas nuevos. La legitimidad del
78
sistema es puesta en cuestin por la legitimidad del nuevo consenso. Y uno se deslegitima y el otro cobra legitimacin. Entonces es todo el tema ley, la inevitable ilegalidad del crtico, ilegalidad; la inevitable oposicin a la validez del sistema del crtico, que est creando nueva validez. Entonces, los grandes de la historia, los matan en nombre de la ley. Entonces se entiende a Pablo de Tarso. Pero yo puedo explicar a Pablo de Tarso, pero Apel no puede explicar. Voy a decir, hay muchos otros pasos que l se olvida. Entonces, yo expliqu los seis principios en la tica de la Liberacin para demostrar que el de Apel es el segundo principio, pero le faltan los otros. Y en la poltica, ni hablar. Porque ahora en la Poltica, los principios ticos son subsumidos en un campo, un poco a lo Bourdieu, campo poltico, pero hay muchos campos. Y entonces el principio tico se transforma en un principio normativo de cada campo. Ya no es tico, es normativo. Entonces el principio de la vida se transforma en afirmacin de la vida en la poltica y ya no es un principio tico, es un principio poltico. Y entonces, como principio poltico, entra en la definicin de poder, entra en la definicin de acto poltico, entra en la definicin de institucin, y arma toda la poltica. El principio de la vida, el principio de validez que es el principio de legitimacin, y la factibilidad estratgica. Entonces la poltica es la mejor demostracin de mi tica, en cambio la poltica de Apel es aplicacin de principios. Pero son los sistemas ya construidos, entonces l lo aplica al liberalismo. En cambio yo no. Yo subsumo el principio tico en el campo poltico y re- defino todas las categoras en una poltica futura que no tiene nada que ver con el liberalismo. Y sin embargo es democrtica, pero no es democrtica-liberal sino es otra cosa que no tiene ningn adjetivo. Es democracia, punto. Eso es una exigencia tremenda. Y en cambio la formalista es no ms que una visin reductiva de la democracia. Y el liberalismo tambin. Entonces, con la tica del discurso, cuando hablo justamente cmo los principios ticos son subsumidos, y cmo el principio tico se transforma en principio normativo de la poltica, y ah vuelvo a discutir con Apel, y muestro su error. Aplica su principio a la poltica y no puede reconstruir al liberalismo porque no tiene principio material. Ahora de paso entiendo lo que es la tica. Porque la tica,
79
como no es todava el ejercicio en un campo emprico, en realidad es todava a nivel abstracto. No puede haber un acto tico como tal. Sino que es poltico, o econmico, o familiar, o deportivo... alguno de los campos prcticos. Es ah donde la tica es subsumida y se transforma en principios normativos de cada campo. Es una cosa bien compleja y distinto a lo que se est haciendo. F.H.: Sin poder considerarlo en sentido estricto continuador de la Filosofa de la Liberacin, el grupo de investigacin Modernidad/Colonialidad del que usted forma igualmente parte desde la creacin del grupo hacia 1996 ha retomado en la actualidad algunas de las inquietudes y principales cuestiones que motivaron a los filsofos de la liberacin desde sus orgenes y, especialmente, la crtica al eurocentrismo de la modernidad. A lo largo de su desarrollo intelectual, cmo lleg a unirse al grupo de investigacin Modernidad/Colonialidad? Desde el comienzo, por Salazar Bondy pero tambin por mi visin de la historia, mi problema fue cmo pensar desde la colonia, cmo pensar desde la exterioridad. Entonces el tema para m de la modernidad/colonialidad fue el origen de la Filosofa de la Liberacin. Lo nico es que fui cada vez descubriendo nuevos aspectos pero la Filosofa de la Liberacin parte de la colonialidad, es evidente... Y entonces cuando Walter Mignolo me invit hace como ocho aos en Puebla, l estaba dando un curso sobre la postcolonialidad. Yo ni haba escuchado la palabra. Y me dijo: vente, te quiero invitar, yo ni lo conoca a Mignolo. Y dice: habla de tus temas, y yo habl de mis temas. Y entonces me dice... todos estaban ah, eran como veinte: ah! Qu interesante! Y yo habl de mi tema y todos estaban hablando de lo postcolonial y lo tomaron como un tema postcolonial. Y digo: qu es esto!, voy a decir, cmo coincide tanto mi pensamiento con ellos, no? Porque yo haba hecho un camino. l haba venido del pensamiento latinoamericano por otro lado. Y coincidimos. Entonces en la India, en el 73, plantea el tema del Subaltern Studies. En el 73 yo publiqu mi tica, pero de Levinas, otro francs. La diferencia entre Levinas y Foucault es enorme. Es la diferencia... Entonces surgi en la periferia, frica, Asia, Amrica Latina, un pensamiento crtico del centro. Y la FL era lo que lo
80
que era el Subaltern Studies, es la crtica de un Yongi en la etnofilosofa contra Temple en el frica, no? No sabamos, pero estaba surgiendo en todos lados lo mismo. Ahora recin podemos hacer hasta la teora de eso, que es lo que pas. Porque el 73 yo creo que es la maduracin del 68. Entonces colonialidad para la Filosofa de la Liberacin es lgico si lo negativo es el ser colonia. Ahora, el ser colonial todava hay que estudiarlo. Es una escisin, actual, todava, en la que un ser humano no es reconocido plenamente como humano. No es reconocido hoy. Voy a decir: los pases subdesarrollados son semi-humanos para Europa y EE.UU., y an para Espaa. Entonces viven una escisin que Eboussi Boulaga lo ha descrito como nadie, y es un africano. La escisin que se produce en el ser colonial. Entonces la colonialidad es fundamental. Cada uno la ataca de otras maneras, pero estamos de acuerdo.
81
Aventuras
de
la
diferencia
El
otro
hombre
manda
desde
su
rostro
que
no
est
encerrado
en
la
forma
del
aparecer,
desnudo,
despojado
de
su
forma,
desnudado
de
su
presencia
misma
que
lo
enmascarara
tambin
como
su
propio
retrato;
piel
arrugada,
huella
de
s
misma,
presencia
que,
en
todos
sus
instantes,
es
un
retiro
en
el
hueco
de
la
muerte
con
una
eventualidad
de
no-retorno.
La
alteridad
del
prjimo
es
ese
hueco
de
no-lugar
en
el
que,
rostro,
se
ausenta
ya
sin
promesa
de
retorno
y
resurreccin.
Emmanuel
Levinas
82
Richard Rorty o la violencia del antifundacionalismo. Jos Manuel Meneses Ramrez Sabemos que la modernidad erige un proyecto epistemolgico sin precedente, a lo largo de cuatro siglos la pretensin mxima fue encontrar el fundamento cognoscitivo de lo real, pasando por racionalismo, pantesmo, empirismo, criticismo, e incluso positivismo. Se realizaron sendos intentos por encontrar el sustento cognoscitivo que estructura y ordena la realidad, y as, la conciencia fue postulada como soberana de s misma y como cimiento de todo conocimiento posible. Desde la obra de Ren Descartes y a lo largo de la modernidad se constituy una relacin con el mundo sui generis, en aras de la claridad y la distincin habamos de llegar al mundo a travs de su representacin. Es obvio, grandes sectores de la realidad quedaron condenados al rincn del olvido. El mundo se haba idealizado2. El ser ha sido cubierto por un manto de ideas, un manto que se pliega y se repliega a partir de un afn que, en su carcter de progresiva perfeccin, pretende atrapar al mundo entero a partir de una tecnificacin de las ideas que le permiten soar con la posibilidad de erigirse en dueo de la in-finitud. De esta manera, a lo largo de este perodo quedaron intocados aspectos de lo real que fulguraban en la periferia de la conciencia soberana, aspectos tales como lo afectivo, lo instintivo, lo volitivo, lo sentimental, etc. Adems, en un juego malicioso, las calidades del entendimiento humano fueron pensadas como coincidentes con el ser de las cosas, precisamente frente a ste prejuicio Richard Rorty escribe
En este sentido Jos Ortega y Gasset menciona: ...Descartes decide que el verdadero mundo es el cuantitativo, el geomtrico; el otro, el mundo cualitativo e inmediato, que nos rodea lleno de gracia y sugestin, queda descalificado y se le considera, en cierto modo, como ilusorio. En: El tema de nuestro tiempo, Porra, Mxico 2002, p.17.
83
su
obra
filosfica
cumbre:
Philosophy
and
the
mirror
of
nature3,
en
dnde
examina
crticamente
las
implicaciones
de
pensar
a
la
conciencia
como
espejo
de
la
naturaleza.
La
idea
misma
de
un
fundamento
ltimo
(ya
sea
la
conciencia
en
su
configuracin
moderna
de
yo,
o
el
principio
teolgico
por
excelencia:
Dios,
o
el
orden
intrnseco
de
la
naturaleza
a
la
manera
de
la
mecnica
clsica)
est
comprometido
con
los
ideales
de
una
poca
que
pensaba
el
mundo
en
trminos
de
permanencia
en
su
vertiente
ontolgica
y
de
apuntalamiento
del
status
quo
en
trminos
polticos.
Una
poca
que
exige
estructuras
trascendentes
que
determinen
linealmente
las
sendas
que
han
de
ser
transitadas,
que
sustenten
de
manera
terminante
el
sentido
de
la
vida
y
que
expliquen
de
manera
total
la
estructura
y
el
orden
de
la
realidad4.
Frente
a
esto,
Richard
Rorty
propone
la
nocin
de
contingencia,
misma
que
domina
su
obra.5
Entendida
como
aquello
que
est
montado
en
el
tiempo
y
a
la
vez
es
atravesado
por
el
azar.
La
contingencia
afecta
primeramente
al
lenguaje,
posteriormente
al
yo
y
finalmente
a
la
comunidad.
De
esta
manera
su
filosofa
hace
frente
a
las
concepciones
esencialistas
que
dominaron
el
panorama
filosfico
occidental;
una
visin
de
lo
real
con
irona,
cercana
al
planteamiento
nietzscheano
esbozado
en
As
habl
Zaratustra
y
en
la
Gaya
ciencia.
Nietzsche,
al
igual
que
Rorty,
es
un
pensador
heterodoxo,
en
l
podemos
encontrar
ste
mpetu
crtico
que
somete
la
idea
de
fundamento
ltimo
al
examen
ms
demoledor.
Sin
lugar
a
dudas,
Friedrich
Nietzsche
ser
una
de
las
3
Richard Rorty, Philosophy and the mirror of nature, Princeton University Press, New Jersey 1979, pp. 401. 4 Cfr. Oliver Marchart, El pensamiento poltico posfundacional, Fondo de Cultura Econmica, Argentina 2009, pp. 257. 5 Cfr. Walter Redmond, Lgica simblica para todos, Universidad Veracruzana, Mxico 1999, pp. 159 y 160. Redmond seala el sentido de la contingencia para la lgica simblica de la siguiente manera: una proposicin es contingente cuando <<es posible que s y es posible que no>>. Es fundamental el texto de Richard Rorty, Contingency, irony, and solidarity, Cambridge University press, New York 1989, p. 201.
84
influencias
ms
importantes
en
el
filosofar
rortyano.
Recordemos
el
dictum:
Dios
ha
muerto,
una
imagen
que
declara
la
ausencia
de
fundamento
(Abgrund),
idea
que
recorre
el
filosofar
nietzsceaho.
El
estilo
con
el
cual
se
escribe
filosofa
no
es
un
asunto
secundario,
el
caso
de
Nietzsche
es
uno
de
los
ejemplos
ms
claros6,
pues,
desde
el
momento
en
que
escribe
ditirambos
y
aforismos
est
declarando
su
peculiar
postura:
hay
una
correlacin
entre
la
vida
y
el
filosofar.
Misma
actitud
que
Rorty
quiere
resaltar
a
partir
de
su
viraje
a
las
humanidades,
entre
ellas,
la
literatura7.
Nietzsche
tiene
en
todo
momento
la
intencin
de
cuestionar
la
negacin
de
la
vida
a
partir
de
su
ordenamiento
desde
un
fundamento
ajeno
a
la
vida
misma,
intenta
vislumbrar
la
posibilidad
de
crear
vida,
pues,
si
la
vida
no
tiene
sentido,
entonces,
el
sentido
de
la
vida
es
una
faena
que
ha
de
llevarse
a
cabo.
Empresa
que
podra
definirse
como
nihilismo
activo,
una
posicin
que
persigue
la
transvaloracin
de
todos
los
valores.
De
fondo
palpita
en
su
obra
una
interpretacin
del
dolor
y
el
sufrimiento
como
mbitos
de
apertura
a
la
vida.
Nietzsche
se
relacionar
con
el
dolor
y
el
sufrimiento
de
una
manera
que
va
ms
all
de
las
interpretaciones
que
vean
en
ellos
solamente
negatividad:
incipit
tragedia,
es
decir,
lo
trgico
posibilita
entender
la
vida
como
vida
escindida
(auto-creacin
irnica
en
el
caso
de
Richard
Rorty).
Para
Nietzsche
el
proyecto
de
transvaloracin
se
torna
necesario
debido
a
que
la
metafsica
y
la
moral
estn
ntimamente
ligadas.
El
hombre
ha
sido
fundamentalmente
el
hombre
moral
pensado
6
En este sentido Rorty se declara humanista, un amante de las violetas salvajes, de la poesa y de la gran literatura misma que segn Rorty- nos permite acceder a los estratos profundos del sufrimiento humano. 7 Cfr. Richard Rorty, Consequences of pragmatism, University of Minnesota Press, 1982, p. 203. Donde Rorty argumenta en torno a la unidad discursiva y a la ausencia de jerarquas con respecto a los diferentes discursos artsticos, filosficos o cientficos. Vase asimismo la tercera parte de la entrevista: Against Bosses, Against Oligarchies: A Conversation with Richard Rorty, titulada the margins of philosophy en: Prickly Paradigm Press, University of Chicago, 2002, p. 51-57, donde Rorty comenta detalladamente su viraje a las humanidades como parte de un compromiso con su propia obra.
85
por la metafsica. El superhombre nietzscheano sera, de esta manera, la superacin de esa imagen metafsica (fundamento) que domina el horizonte occidental. Pero, Quin es Zaratustra? Segn Nietzsche -en Ecce Homo- Zaratustra es un quebrantador de valores. El ironista por excelencia segn Rorty, el aniquilador, pues, realiza la transvaloracin de todos los valores, inventa nuevas maneras de decir las cosas, descubre nuevas sendas por las cuales llevarse a s mismo. En este personaje Nietzsche condensa crticamente las vertientes que nutren la tradicin occidental: por un lado el Jesucristo que a los treinta aos parte a la predicacin; y por el otro, Platn con su metafsica del fundamento. Grandes contrincantes que aparecern una y otra vez en su obra: Platn y el cristianismo. It was Nietzsche who first explicitly suggested that we drop the whole idea of <<knowing the truth>>. His definition of truth as a >>mobile army of metaphors>> amounted to saying that the whole idea of <<representing reality>> by means of language, and thus the idea of finding a single context for all human lives, should be abandoned. His perspectivism amounted to the claim that the universe had no lading-list to be known, no determinate length. He hope that once we realized that Platos <<true world>> was just a fable, we would seek consolation, at the moment of death, not in having transcended the animal condition but in being that peculiar sort of dying animal who, by describing himself in his own terms, has created himself. More exactly, he would have created the only part of himself that mattered by constructing his own mind.8 Es necesario percatarse que Nietzsche no slo es negacin, sino ms bien, transformacin; no slo se opone a la tradicin sino, tambin, cuestiona la positividad con la misma insistencia que cuestiona la negatividad. En este sentido se habla de nihilismo activo como una
86
posibilidad de transformacin, es decir, una superacin de la escisin moderna, ms all del bien y del mal? De este modo queda claro que la intencin de Nietzsche es apropiarse en s mismo de las posibilidades de transformacin. Para llevar a cabo dicha tarea hay que recuperar ese apego a la tierra, eso que precisamente la tradicin haba negado. Ese apego a la tierra es uno de los elementos ms importantes para Rorty, pues, l quiere sondear los estratos del sufrimiento humano y partir de all hacia la reflexin filosfica. El caso de Heidegger tambin ser de suma importancia para Rorty y para su proyecto de afianzar lo poltico en un eje distinto a la racionalidad instrumental, veamos. Ya la fenomenologa nos obliga a pensar de una manera distinta, pues el mundo-de-vida ciertamente guarda infinidad de elementos dignos de asombro, ese suceder inmediato, embudo vital que nos exige a cada paso y ante el cual nos encontramos irremediablemente, ese paraje luminoso, espontneo como un valle arrebatado de las tinieblas por el relmpago inesperado, ese momento de lo espontneo e inmediato es recuperado por una filosofa que pretende ir a las cosas mismas. Si bien la fenomenologa de Husserl ya haba iniciado la labor, el trnsito hacia la ontologa se da efectivamente hasta la obra de Martin Heidegger. Sin la fenomenologa el proyecto heideggeriano de pensar al ser en trminos temporales hubiese tenido mayores obstculos, Heidegger reconoce la deuda metodolgica con respecto a la fenomenologa en el pargrafo siete de Ser y tiempo: Destacar el ser del ente y explicar el ser mismo, es la tarea de la ontologa. Pero, el mtodo de la ontologa resulta altamente cuestionable si se quiere recurrir a ontologas histricamente legadas o a tentativas anlogas Con la pregunta conductora por el sentido del ser, la investigacin se encuentra ante la cuestin fundamental de toda filosofa. La forma de tratar esa pregunta es la fenomenolgica La expresin <<fenomenologa>> significa primariamente una concepcin metodolgica. No caracteriza el
87
qu de los objetos de la investigacin filosfica, sino el cmo de sta.9 No hay primaca del pensar, sino ms bien, de la existencia. La cuestin de la Auslegung, explicitacin o interpretacin, no coincide con la exgesisla teora del conocimiento desde el principio queda invertida por un interrogante que la precede y que se refiere a la manera en que un ser se encuentra con el ser, antes mismo de que se le oponga como un objeto que enfrenta a un sujeto.10 La filosofa moderna no se percata de que hay algo antes de que se constituya la relacin sujeto-objeto. Piensa la conciencia como soberana del mundo. Encaramada en la certeza que le brinda su posicin fundamental construye conocimientos claros y distintos a travs de un mtodo adecuado, por lo tanto: hay en la praxis moderna una reduccin a la tcnica que permitira un progreso continuo y aspirar a un saber total. La preocupacin central era el ser como permanencia, el mero estar ah de las cosas. Para Heidegger no ser as. Hay un a priori que es constitutivo de m comprender. La filosofa moderna cometi un error: hay algo previo a ese cogito ergo sum.11 La preeminencia del ser se revela en Heidegger en oposicin al ser del ente estudiado por los modernos. No hay un sujeto o una sustancia que permanece, sino ms bien posibilidades de comprender. De la misma manera se abandona la pretensin de un saber total, el Dasein siempre est abierto a nuevas posibilidades debido a que construye los hechos.
Martin Heidegger, Ser y Tiempo, Ed. Universitaria, traduccin de Jorge Eduardo Rivera, pargrafo 7, p. 50. 10 Ibd., p. 83. 11 En ese sentido Paul Ricoeur habla de una segunda revolucin copernicana: poner las cuestiones de mtodo bajo el control de una ontologa previa En: op.cit., p. 83.
88
El
Dasein
se
comprende
siempre
a
s
mismo
desde
su
existencia,
desde
una
posibilidad
de
s
mismo:
de
ser
s
mismo
o
de
no
serlo.12
El
tiempo
ser
el
horizonte
posible
de
toda
comprensin
del
ser.
El
tiempo
no
es
ms
una
lnea
recta
que
describe
una
sucesin
aritmtica
de
ahoras,
no.
El
tiempo
no
es
formal.
Hay
en
el
tiempo
un
entramado
bastante
ms
complejo
entre
pasado,
presente
y
futuro,
hay
retenciones
y
tambin
proyecciones,
posibilidades
de
ser.
En
el
Dasein
como
ser
en
el
mundo
ocurre
la
manifestacin.
As,
el
cogito
cartesiano
queda
supeditado
a
una
precomprensin
que
reclama
a
todo
existente.
La
estructura
de
esta
precomprensin
es
la
estructura
misma
del
Dasein,
caracterizado
por
su
apertura:
el
a
priori
existencial.
La
estructura
de
la
existencia
humana
describe
un
carcter
hermenutico,
para
comprender
hay
que
revivir
un
origen,
y
slo
gracias
a
esta
comprensin
la
posibilidad
de
conocimiento
quedar
abierta.
En
este
sentido
la
comprensin
pasa
a
ser
una
determinacin
ontolgica,
y
no
solamente
un
elemento
epistemolgico
ms.
Por
lo
tanto,
el
hombre
no
es
el
amo,
no
es
el
seor,
ms
bien:
el
pastor
del
ser.
Tiene
a
su
cargo
la
escucha,
la
guarda
de
los
entes.
No
hay
esa
estructura
todopoderosa
postulada
por
la
modernidad.
No
hay
centro,
ni
fundamento,
el
ser
humano
en
su
existencia
est
fuera
de
s,
no
es
permanencia,
y
por
ningn
motivo
puede
ser
indiferente
a
su
estar
siendo.
De
este
modo,
con
la
llegada
de
la
filosofa
de
Heidegger
la
hermenutica
rompe
los
confines
epistemolgicos
asignados
a
la
filosofa
por
la
modernidad
para
tornarse
ms
general:
una
autntica
empresa
ontolgica.
Heidegger
finalmente
remonta
al
cogito
cartesiano,
poniendo
al
mtodo
bajo
el
control
de
una
ontologa
previa
que
exige
el
anlisis
existencial
de
ese
ente
cuyo
modo
de
ser
es
la
comprensin.
En
este
sentido
Rorty
pensar,
siguiendo
a
Martin
Heidegger13
y
a
Nietzsche14,
que
la
realidad
no
tiene
fundamento
ltimo.
Ms
bien,
a
la
12
Martin Heidegger, Ser y Tiempo, Ed. Universitaria, Traduccin de Jorge Eduardo Rivera, p. 35.
89
manera
del
poeta,
lo
real
siempre
deviene
siempre
se
est
yendo
hacia
alguna
parte,
siempre
el
paso
siguiente,
lo
otro
y
lo
otro15
Mordido
por
el
tiempo,
en
un
juego
que
conjuga
posibilidad
y
efectividad,
se
configura
lo
real,
siempre
al
borde
de
no
ser
o
ser-de- otra-manera,
una
realidad
que
camina
en
las
fronteras,
difcil
de
atrapar,
dira:
difana
en
su
virtual
fugacidad.
Oliver
Marchart
seala
al
respecto:
Al
afirmar
que
el
fundamento
sigue
presente
en
su
ausencia,
subrayamos
el
hecho
de
que
dicha
ausencia
no
implica
que
el
proceso
de
fundar
se
detenga.
Por
el
contrario,
el
fundamento
contina
siendo,
en
cierta
medida,
operativo
en
cuanto
fundamento
slo
sobre
la
base
de
su
ausencia
misma;
por
esta
razn,
la
ausencia
de
fundamento
no
debe
entenderse
como
una
cancelacin
total,
una
mera
ausencia.16
A
partir
de
este
marco
conceptual,
para
Rorty,
es
posible
percatarse
de
que
los
intentos
epistemolgicos
por
fundar
lo
real
racionalmente
son
una
expresin
depurada
de
un
ejercicio
poltico
de
13
En: Ser y tiempo, Editorial Universitaria, Chile, especficamente el pargrafo 29, el Dasein como disposicin afectiva, pp. 158-164. 14 As habl Zaratustra, Alianza, Espaa, pargrafos 1-9, p. 33-49. 15 Jaime Sabines, los amorosos. 16 Oliver Marchart, op. cit. p. 34. Tambin seala: Para Heidegger, la ausencia de fundamento es propia de la naturaleza de un abismo, vale decir, de un fundamento sin fundamento, de un fundamento sin fondo. De ese modo, la fundacin todava acontece: la <<funcin>> del fundamento en cuanto fundamento no desaparece por completo. No obstante, acontece nicamente en la medida en que pasa a travs de un <<a-bismo>> que es el fundamento: el fundamento funda en tanto abismo y el fundamento funda solamente en la base misma de su carcter abisal: es decir, slo mediante su propia ausencia, mediante lo que podramos llamar su ausenciar o <<des-fundar>>. El abismo es la demora y la retirada interminables del fundamento, una retirada que pertenece a su naturaleza misma y que, por tanto, no puede separarse de ste. En: op. cit., p. 35 y 36.
90
mayor amplitud y profundidad. La pregunta sera: Cmo una propuesta de fundamentacin de lo real deviene hegemnica? Segn Rorty aqu es dnde se aprecia a la poltica en un estrato antes impensado: el ontolgico. La exclusin de otras configuraciones de lo real, la marginacin de saberes y discursos, la represin de cuerpos y sentires: ortopedia de la existencia postulada desde la cumbre de la racionalidad: Europa y los Estados Unidos. Sin embargo, Richard Rorty no afirma la ausencia de fundamentos, ms bien, afirma la ausencia de un fundamento ltimo. Hay grandes diferencias entre aceptar la fundamentacin contingente y en postular el fundamento ltimo y necesario de lo real. Por qu hablar de poltica en un nivel epistemolgico? Sencillo, si existe una diversidad de fundamentos que circulan contingentemente, entonces, para postular uno slo como el ltimo, el verdadero, el racional, se somete a los dems, violenta y arbitrariamente, a una jerarquizacin que epistemolgicamente no encuentra justificacin alguna. Este movimiento poltico profundo, disfrazado de racionalidad, es uno ms de los elementos que nos han situado sigilosamente en una posicin desventajosa con respecto a Europa y a Estados Unidos de Norteamrica. Hemos permitido que el fundamento epistemolgico- poltico que ellos enarbolan se erija como autntico reflejo de lo real; peor aun, ordenamos nuestra vida, nuestra prctica cotidiana de acuerdo con ese discurso eurocntrico que, casual y cmodamente, a ellos los posiciona en un lugar de privilegio frente a nosotros. El primer paso para el combate, en este sentido, ser el reconocimiento de las determinaciones que recaen sobre nosotros, aqullas que nos configuran, que nos determinan como sujetos (sujetados) en primer plano por el despliegue de un poder discursivo que nos reclama profundo, total y sigilosamente. A pesar de todo, Oliver Marchart piensa que en Rorty existe una desviacin del proyecto nietzscheano, pues, para l, Rorty postula como necesaria una contingencia que a su vez se entendera como el fundamento ltimo de lo real.Sin embargo, la obra de Rorty puede ser comprendida como uno de los puntos clave en la configuracin del pensamiento poltico posfundacional. As lo sostiene el mismo Marchart
91
en
su
texto
homnimo17.
Segn
Marchart,
al
final
se
puede
ver
el
error
de
Rorty:
su
antifundacionalismo
es
en
s
mismo
una
suerte
de
fundacionalismo
negativo,
no
logra
salir
de
la
rbita
de
aquello
que
critica,
encontrar
la
salida
a
esta
encrucijada
ser
tarea
de
pensadores
como
Ernesto
Laclau
o
Alain
Badiou,
entre
otros.
Se
delinea
de
este
modo
una
nocin
de
libertad
un
tanto
espectral,
incluso,
fugitiva.
Siempre
precaria,
jams
completa
o
totalmente
alcanzada.
Segn
el
modelo
de
utopa
liberal
de
Richard
Rorty
la
libertad
como
principal
proyecto
poltico
es:
an
endless
process-
an
andless
proliferating
realization
of
freedom,
rather
than
a
convergence
toward
an
already
existing
Truth.18
La
fuerza
de
las
palabras,
una
batalla
contra
los
esencialistas
apostados
a
ambos
lados
del
espectro
poltico
Hay
en
las
palabras
una
consistencia
que
las
hace
cobrar
vida.
Su
deslizamiento
es
paradjico
desde
el
momento
en
que
abandonan
el
plano
de
lo
formal
e
impactan
de
lleno
la
realidad.
Para
Rorty
son
ellas,
sus
juegos,
sus
dobleces
las
que
constituyen
una
realidad
determinada.
El
primer
captulo
de
Contingency,
irony
and
solidarity
gira
en
torno
a
la
contingencia
del
lenguaje.
No
hay
nada
detrs
del
lenguaje
sino
un
uso
continuado
que
le
confiere
densidad,
es
el
uso
el
que
le
permite
ser
conductor
de
mundo.
Es
la
costumbre
de
utilizar
cierto
vocabulario
prctica
social-
la
que
ocasionar
que,
con
el
paso
del
tiempo,
se
confunda
con
las
cosas
que
son
designadas
por
l
y
posteriormente,
en
una
suerte
de
naturalizacin,
dicho
vocabulario
parezca
reflejar
una
realidad
intrnseca
de
las
cosas.19No
hay
un
rechazo
a
la
nocin
de
17
Oliver Marchart, El pensamiento poltico posfundacional, Fondo de Cultura Econmica, Argentina 2009, p. 25-34. 18 Contingency...,p. XVI. 19 As lo entiende tambin Adolfo Vzquez Rocca: para Rorty, se da una frrea concatenacin entre verdades lxicos- y <<formas de vida>>, de suerte que si hay verdades es porque hay lenguajes y si hay nuevos lenguajes habr nuevos tipos de seres humanos. La verdad, como reinvencin del mundo,
92
verdad,
sino,
ms
bien
reconocer
que
la
concepcin
moderna
acerca
de
la
verdad,
y
en
particular
la
nocin
de
verdad
propia
de
la
Ilustracin
y
las
discusiones
que
de
ella
se
derivan,
no
son
una
temtica
provechosa
si
tenemos
en
mente
las
posibilidades
de
movilizacin
moral
que
una
filosofa
eminentemente
poltica
como
la
de
Rorty
exige.
Richard
Rorty
aclara:
To
say
that
there
is
no
such
thing
as
intrinsic
nature
is
not
to
say
that
the
intrinsic
nature
of
reality
has
turned
out,
surprisingly
enough,
to
be
extrinsic.
It
is
to
say
that
the
term
<<intrinsic
nature>>
is
one
which
it
would
pay
us
not
to
use,
an
expression
which
has
caused
more
trouble
than
it
has
been
worth.
To
say
that
we
should
drop
the
idea
of
truth
as
out
there
waiting
to
be
discovered
is
not
to
say
that
we
have
discovered
that,
out
there,
there
is
not
truth.
It
is
to
say
that
our
purposes
would
be
served
best
by
ceasing
to
see
truth
as
a
deep
matter,
as
a
topic
of
philosophical
interest,
or
<<true>>
as
a
term
which
repays
<<analysis.>><<The
nature
of
truth>>
is
an
unprofitable
topic,
resembling
in
this
respect
<<the
nature
of
man>>
and
<<
the
nature
of
God>>20
Desde
esta
perspectiva
la
verdad
se
convierte
en
un
efecto
del
uso
especfico
del
lenguaje
basado
no
en
una
referencia
a
los
objetos,
sino
ms
bien,
con
respecto
a
creencias
compartidas21.
depende
de
los
lxicos,
de
la
construccin
de
nuevas
ficciones,
esto
es,
de
lxicos
que
no
pueden
ser
sino
construcciones
de
los
seres
humanos.
Segn
esto
no
poseemos
una
conciencia
prelingustica
a
la
que
el
lenguaje
deba
ajustarse,
no
tenemos
una
percepcin
profunda
de
cmo
son
las
cosas,
lo
que
tenemos
es
simplemente
una
disposicin
a
emplear
el
lenguaje
de
nuestros
ancestros,
a
venerar
los
cadveres
de
sus
metforas.
En:
Rorty:
el
giro
narrativo
de
la
tica,
En
A
parte
rei,
revista
electrnica
de
filosofa,
nmero
42,
noviembre
2005,
p.
2.
http://serbal.pntic.mec.es/AParteRei.
20
Richard
Rorty,
Contingency,
irony
and
solidarity,
p.
8.
21
Andrs
Lajous,
Dicha
nocin
de
verdad
lo
que
cuestiona
es
la
idea
que
hay
una
correspondencia
entre
la
realidad
all
afuera
y
la
realidad
que
93
Los
pragmticos
no
discuten
si
la
verdad
existe
y
si
es
comprensible
o
no,
lo
que
sostienen
es
que
dicha
discusin,
por
irresoluble
no
vale
la
pena,
<<la
verdad
no
es
el
tipo
de
cosa
de
la
cual
uno
deba
de
esperar
una
teora
interesante>>22
Esta
posicin
con
respecto
al
lenguaje
dominado
por
la
contingencia-
le
permitir
concebir
una
accin
poltica
ms
all
de
un
fundamento
ltimo,
por
lo
que,
la
accin
poltica
independiente
de
compromisos
tericos
tendra
como
referente
nico
la
realidad
concreta
en
la
que
los
seres
humanos
miembros
de
una
comunidad
sufren,
ren,
lloran,
trabajan
sin
la
mediacin
de
una
construccin
intelectual,
de
un
principio
o
de
algn
elemento
formal
contrato,
norma-
que
inaugure
la
vida
social.
La
verdad
para
Richard
Rorty,
entonces,
se
encuentra
subordinada
a
la
serie
de
efectos
que
como
lenguaje
contingente
acarrea.
Andrs
Lajous
enfatiza
acerca
de
Rorty:
En
sus
textos
hacia
uso
frecuente
de
las
palabras
contingencia
y
persuasin
como
parte
de
una
defensa
del
liberalismo
que
tena
como
objetivo
socavar
los
argumentos
de
quienes
creen
necesario
darle
fundamentos
filosficos
a
la
tan
reciente
tecnologa
social
de
las
instituciones
liberales.
En
una
frase,
Rorty
resuma
a
las
sociedad
liberal
como
aquella
<<que
se
limita
a
llamar
verdad
al
resultado
de
los
combates
[libres
y
abiertos]
sea
cual
fuere
ese
resultado>>23
La
manera
en
que
se
teje
el
lenguaje,
como
se
lo
utiliza
(game
of
language)
sus
efectos
polticos
y
morales
dependern
entonces,
para
Rorty,
de
una
racionalidad
distinta,
se
podra
pensar
en
una
racionalidad
afectiva,
compasiva
y
esttica.
describimos.
Es
decir,
la
verdad,
para
los
pragmticos
tiene
que
ver
ms
con
la
coherencia
entre
creencias
compartidas,
que
con
un
valor
trascendente,
inherente,
u
objetivo.
La
verdad
no
es
algo
que
se
encuentra
o
se
aproxima,
sino
verdades
que
se
construyen
de
manera
colectiva
en
el
uso
cotidiano
y
en
la
contingencia
histrica.
Richard
Rorty:
siete
defensores
de
la
libertad
para
no
enquistar
la
verdad,
En:
Nexos,
Agosto
2007,
nm.
356,
p.
12.
22
Idem.
23
Idem.
94
Con estos elementos Rorty argumenta la imposibilidad de llevar una discusin pblica bajo los trminos de una geometra poltica que divide el mundo en tres cuadrantes: izquierda, derecho y centro. Los referentes que Rorty sugiere son transversales a una geometra poltica unidimensional, pues, el sufrimiento, el dolor, la solidaridad, la felicidad, no respetan un acomodo tan bsico como el que demarcan las coordenadas polticas. Para Richard Rorty, un esquema poltico de dicha naturaleza: esttico y lineal, sera incapaz de atrapar la riqueza y pluralidad de quiebres que constituyen la vida poltica. Sera mejor desmontar estos cuadrantes y remitirnos a un referente pragmtico en el cual la variabilidad y pletoridad del mundo se manifiestan de manera directa. Variaciones en el mundo: paradigmas y vocabularios finales Si problematizamos la manera particular en la qu cambian los vocabularios a lo largo de la historia encontraremos, antes que un camino de creciente comprensin acerca de cmo las cosas realmente son, una bsqueda de metforas tiles para los fines dominantes en cada uno de los momentos sealados. Se observa, pues, el cruce constante entre filosofa poltica y epistemologa, entre filosofa poltica y ontologa que anuda en la obra de Rorty. La historia sera una sucesin de usos del lenguaje, de metforas tiles para la resolucin de determinadas problemticas. En una visin altamente pragmtica los vocabularios seran cambiados, modificados y alterados tal como un obrero o un tcnico ante un problema concreto requiere ciertas herramientas y con el paso del tiempo, una vez que la prctica permite observar su eficacia, las herramientas son sometidas a una mejora o, ante su ineficacia, simplemente son desechadas. La contingencia del lenguaje apunta, segn Rorty, a la contingencia del yo consciencia- y ambas nos permiten entrever a la historia como una sucesin de
95
metforas
tiles
en
su
momento,
eficaces
para
la
resolucin
de
una
serie
de
problemas
que
podemos
identificar
claramente24.
En
este
sentido,
la
cercana
con
respecto
a
la
obra
de
Thomas
Kuhn
es
indudable
el
mismo
Rorty
utiliza
un
concepto
propio
del
universo
Kuhniano:
normal
science25.
En
diversas
ocasiones
ha
declarado
su
admiracin
por
el
trabajo
del
historiador
de
la
ciencia
a
quien
no
duda
en
asignarle
el
status
great
philosopher26.
Ser
la
visin
de
los
paradigmas
la
que
interese
a
Richard
Rorty
y
que
le
permitir
pensar
en
la
dinmica
de
los
vocabularios
o
lxicos
finales,
en
la
autonoma
de
los
24
I shall try to show how a recognition of that contingency leads to a recognition of the contingency of conscience, and how both recognitions lead to a picture of intellectual and moral progress a history of increasingly useful metaphors rather than of increasing understanding of how things really are.En: Ibid., p. 9. Vase tambin: El hecho de que al interior de un juego de lenguaje se pueda diferenciar entre las razones de una creencia y las causas (no necesariamente racionales) de ella misma, no significa que al pasarse de un juego a otro, es decir, de un lxico a otro, la distincin entre razones y causas sea til y mucho menos pertinente. Esto demuestra, entonces, que el progreso intelectual y poltico no es necesariamente racional, porque no hay un punto de vista desde fuera de un lxico que le d validez y mucho menos que le permita procedentemente pasar de un lxico a otro. Por ello el progreso es, tanto para el individuo como para la comunidad, cuestin del uso de nuevas palabras o reformulaciones de palabras que redescriban los deseos de una sociedad con respecto a ella misma y la consecuente persecucin de dichos sueos. En: Adolfo Vsquez Rocca, Pragmatismo y Poltica en Rorty, construccin del espacio pblico, En Astrolabio, revista electrnica de filosofa, ao 2006, nmero 2, p. 26. 25 Cfr., Thomas S. Kuhn, The structure of scientific revolutions, Chicago University Press, USA 1996, en especfico los captulos: The route to normal sciencepp.10-22 , The nature of normal science pp. 23-34, y Normal science as puzzle-solving p.35-51. 26 Es en un texto titulado Thomas Kuhn, Rocks and the laws of physics (1997), En: Philosophy and social hope, Penguin Books, London 1999, donde Richard Rorty analiza la obra de uno de sus dolos, en sus propias palabras: Kuhn was one of my idols, because Reading his The Structure of Scientific Revolutions (1962) had given me the sense of scales falling from my eyes En: op. cit., p.175.
96
mismos
con
respecto
a
un
ncleo
universal.
La
lectura
de
Thomas
Kuhn
marcar
profundamente
a
Richard
Rorty
quien
no
duda
en
decir:
Reading
Kuhn
led
me,
and
many
others,
to
think
that
instead
of
mapping
culture
on
to
a
epistemico-ontological
hierarchy
topped
by
the
logical,
objective
and
scientific,
and
bottoming
out
the
rhetorical,
subjective
and
unscientific,
we
should
instead
map
culture
on
to
a
sociological
spectrum
ranging
from
the
chaotic
left,
where
criteria
are
constantly
changing,
to
the
smug
right,
where
they
are,
at
least
for
the
moment,
fixed.27
As
como
existe
la
posibilidad
de
que
dos
paradigmas
convivan
en
un
mismo
horizonte
histrico,
es
posible
que
dos
vocabularios
finales
diferentes
se
encuentren
y
circulen
al
mismo
tiempo,
y,
de
la
misma
manera
en
que
un
periodo
de
crisis
en
el
paradigma
cientfico
dominante
tiene
lugar
cuando
emergen
nuevas
maneras
de
expresar
los
problemas
cientficos
haciendo
tambalear
al
periodo
de
ciencia
normal,
el
surgimiento
de
un
nuevo
vocabulario
final,
es
decir,
una
nueva
manera
de
decir
las
cosas
emerge
con
fuerza
e
intencionalmente
para
abrir
nuevas
vas
en
la
manera
de
ser
de
las
personas.
Rorty
explica
el
mtodo
de
la
filosofa
que
propone
de
la
siguiente
manera:
The
latter
<<method>>
of
philosophy
is
the
same
as
the
<<method>>
of
utopian
politics
or
revolucionary
science
(as
opposed
to
parlamentary
politics,
or
normal
science).
The
method
is
to
redescribe
lots
and
lots
of
things
in
new
ways,
until
you
have
created
a
pattern
of
linguistic
behavior
which
will
tempt
the
raising
generation
to
adopt
it28
La
obra
de
Thomas
Kuhn
The
structure
of
scientific
revolutions
(1962)
intentaba
estudiar
el
cambio
en
las
concepciones
cientficas
27
Richard Rorty, Philosophy as social hope, Penguin Books, London 1999, p. 180. 28 Idem.
97
acaecidas a lo largo de la historia de la ciencia. Ya en su tesis de doctorado sobre Coprnico29 se mostraba afn a una idea de la historia poco ortodoxa, pues, en vez de alinearse en el marco del modelo evolutivo, Kuhn piensa que en la historia hay cambios que no siguen el ritmo de la acumulacin progresiva, ni tampoco de una linealidad en torno a las problemticas y preocupaciones de la labor cientfica. As lo entiende tambin Alan Chalmers: Se dio cuenta de que las concepciones tradicionales de la ciencia quedaban hechas aicos. Se dio cuenta de que las concepciones tradicionales de la ciencia, ya fueran inductivistas o falsacionistas, no resistan una comparacin con las pruebas histricas.30 En este sentido Thomas Kuhn propone, para explicar los grandes cambios histricos, la nocin de paradigma entendido segn l mismo: These I take to be universally recognized scientific achievements that for a time provide model problems and solutions to a community of practitioners31 Posteriormente esta primera definicin ser matizada, en el prlogo a la segunda edicin (1968), debido a que las crticas no se hicieron esperar. Kuhn lo deja claro desde el primer captulo de la obra: le interesa estudiar el desarrollo histrico de la ciencia, principalmente la fsica. Dejando de lado aquella visin tradicional de un registro acumulativo siempre encarrilado con direccin hacia un progreso y una verdad absolutos, sometiendo a la ciencia misma virginal hasta ese momento- a la irreverente accin del tiempo:
29
Cfr., Thomas Kuhn, The Copernican revolution: planetary astronomy in the development of western thought, Harvard University Press, Massachusetts 1957. 30 Alan F. Chalmers, Qu es esa cosa llamada ciencia?, Siglo XXI, Mxico 1996, p. 127. 31 Thomas Kuhn, The structure of scientific revolutions, Chicago University Press, USA 1996, p. X.
98
This
essay
attempts
to
show
that
we
have
been
misled
by
them
in
fundamental
ways.
Its
aim
is
a
sketch
of
the
quite
different
concept
of
science
that
can
emerge
from
the
historical
record
of
the
research
activity
itself.32
En
el
periodo
posterior
a
la
segunda
guerra
mundial,
una
vez
que
el
boom
cientfico
se
empezaba
a
asimilar,
se
hizo
patente
la
debilidad
de
un
esquema
cientfico
tradicional,
no
sabemos
bien
a
bien
si
nuestra
ciencia
nos
ha
acercado
ms
a
eso
que
solamos
llamar
un
grado
ms
depurado
de
civilizacin,
como
si
los
logros
se
fueran
acumulando
uno
tras
otro,
situando
a
la
humanidad
en
un
paraje
civilizatorio
cada
vez
ms
alto.
Quiz
ms
bien
existen
rupturas
en
la
manera
de
hacer
ciencia,
en
los
problemas
que
son
considerados
cientficos
y
en
sus
mtodos
de
investigacin.
Es
este
el
marco
a
partir
del
cual
Richard
Rorty
piensa
la
sucesin
de
vocabularios
o
lxicos
finales:
una
sucesin
de
vocabularios
totalmente
contingentes,
que
compiten
entre
s,
y
que
devienen
hegemnicos
ms
all
de
una
supuesta
adecuacin
con
respecto
a
la
realidad.
Es
imposible
encontrar
un
meta-vocabulario
que
permita
establecer
relaciones
jerrquicas
entre
ellos.
Segn
Rorty
Kuhn
gave
us
a
way
of
seeing
the
history
of
physics,
of
philosophy,
of
the
novel,
and
of
parliamentary
government,
in
the
same
terms:
human
beings
trying
to
improve
on
their
ancestors
solution
to
old
problems
in
such
a
way
as
to
solve
some
new,
recently
arisen
problems
as
well.
Kuhn
suggested
that
in
all
these
areas
we
could
drop
the
notion
of
<<getting
closer
to
the
way
things
really
are>>
or
<<more
fully
grasping
the
essence
of>>
or
<<finding
out
how
really
should
be
done>>.
For
all
these,
we
can
substitute
the
notion
of
capitalizing
on
past
successes
while
at
the
same
time
coping
with
present
problems.33
Es
precisamente
lo
que
Kuhn
teoriza
bajo
la
rbrica
de
la
inconmensurabilidad
de
los
paradigmas:
32 33
Thomas Kuhn, op. cit., p. 1. Richard Rorty, Philosophy and social hope, Penguin Books, London 1999, p. 187.
99
My distinction between the pre- and the post-paradigm periods in the development of a science is, for example, much too schematic. Each of the schools whose competition characterizes the earlier period is guided by something much like a paradigm; there are circumstances, though I think them rare, under which two paradigms can coexist peacefully in the later period.34 Segn esto, los paradigmas son excluyentes-dialgicos. Son heterogneos relativamente, pues, si bien constituyen un horizonte de validez para la prctica cientfica no cancelan totalmente la posibilidad de dilogo con paradigmas emergentes. A la manera de un reto disfrazado de apertura, los cientficos se invitan a superar los lmites de la ciencia. Por lo tanto, hay periodos normales y periodos de crisis de la ciencia. Un periodo denominado de ciencia extraordinaria, a partir del cual se configura una revolucin cientfica. A partir de este periodo de crisis el mundo que observan los cientficos de la ciencia normal no es el mismo que el de aquellos instalados en la ciencia extraordinaria35. Hay que tener mucha cautela, pues, el hecho de que existan combates dialgicos entre paradigmas nos da la pauta para decir, que su proceso de constitucin es consciente, es decir, las problemticas, soluciones y tematizaciones que propone un paradigma son aquellas que un grupo de cientficos postulan como evidentes para su consideracin como verdades provisionales. Por lo tanto, el proceso de conformacin de un paradigma es deliberativo; es decir, los argumentos a favor de un cambio de paradigma y de la mayor viabilidad del mismo se hacen en la esfera de lo consciente y ordenado por un grupo de cientficos que logran hacer que sus soluciones, problemas y mtodos sean hegemnicos, Kuhn seala:
34 35
Thomas Kuhn, op. cit., p. XI. Thomas Kuhn denomina a este fenmeno: divergencia paradigmtica, tiene como punto de referencia los procesos perceptivos postulados por la teora psicolgica de la Gestalt.
100
A
paradigm
is
what
he
members
of
a
scientific
community
share,
and,
conversely,
a
scientific
community
consists
of
men
who
share
a
paradigm.36
Posteriormente,
Communities
of
this
sort
are
the
units
that
this
book
has
presented
as
the
producers
and
validators
of
scientific
knowledge.37
En
este
sentido,
los
grandes
cambios
se
moldean
conscientemente
al
interior
de
una
comunidad
que
comparte
la
misma
visin
del
mundo,
que
la
promueven
y
la
presentan
como
la
ms
viable
transitoriamente.
Thomas
kuhn
seala
que,
a
pesar
de
su
destino
afrontar
la
emergencia
de
otros
paradigmas-,
los
paradigmas
en
su
sucesin
guardan
cierto
ncleo
objetivo,
pues,
al
confrontarlos
con
la
realidad
unos
alcanzan
a
explicar
ciertos
aspectos
de
ella
mejor
que
otros;
sin
embargo,
no
debemos
pensar
que
existe
un
efectivo
acercamiento
a
una
entidad
metaparadigmtica,
a
la
manera
la
verdad
en
trminos
de
esencia.
La
nocin
de
anomala
supone
un
desajuste
entre
naturaleza
y
teora,
un
desajuste
evidente
que
exige
una
mejor
explicacin,
abriendo
la
puerta
para
otro
paradigma.
Los
problemas
que
se
resisten
a
ser
solucionados
son
considerados
como
anomalas,
ms
que
como
falsaciones
de
un
paradigma38
Por
ltimo,
los
cambios
de
paradigmas
pretenden
ser
holistas,
es
decir,
se
dan
de
una
sola
vez,
repentinamente,
vienen
a
imponer
una
nueva
visin
de
la
prctica
cientfica
de
principio
a
fin.
No
puede
establecerse
en
ellos
un
cambio
progresivo
que
nos
llevara
a
pensar
en
36 37
Kuhn, op. cit., p. 176. Ibid., p. 178. 38 Alan Chalmers, op. cit., p. 130.
101
el modelo propio de la ciencia normal que se desarrolla a partir de un cambio acumulativo paso a paso39. Quiz este sea el punto ms dbil de la propuesta de Kuhn. La idea de la totalidad del cambio paradigmtico, es obvio que existen elementos compartidos, quiz incluso ecos y contagios de un paradigma en otro, problemas heredados, conceptos revisados, etc., por lo tanto es difcil pensar en un bloque que llega a imponer una otredad total. Sin embargo, tanto Rorty como Kuhn piensan en la posibilidad de un cambio masivo en el vocabulario que define en uno la prctica cientfica y en el otro las prcticas sociales. En palabras de Richard Rorty: The French revolution had shown that the whole vocabulary of social relations, and the whole spectrum of social institutions, could be replaced almost overnight.40 Los paradigmas cientficos y los vocabularios finales que orientan las prcticas sociales constituyen grandes horizontes a partir de los cuales el mundo en su visibilidad y enunciabilidad acontece. Filosofa liminar: el efecto solidario perifrico La filosofa poltica encuentra en Richard Rorty una expresin lmite, se confunde intencionalmente con bordes narrativos donde poetas, periodstas y novelistas demuestran una capacidad descriptiva que permitira prender la realidad a partir del filo de la sensibilidad. La propuesta rortyana a favor de una utopa liberal que permitiera conjugar la empresa pblica de constitucin de una colectividad teniendo como bastin la fuerza metafrica inscrita en el terreno de lo privado parece una continuacin depurada del liberalismo. En s misma es novedosa y constituye una modalidad propia de la era del vaco, sin contenidos discursivos, sin fundamento y orientado a la constitucin pragmtica de nuevas maneras de ser que se encontrarn atravesadas nicamente por la universalidad del sufrimiento y de nuestra capacidad emptica ante el otro.
39
Cfr. Thomas Kuhn, Qu son las revoluciones cientficas? Y otros ensayos, Paids, Espaa 1996, p. 86. 40 Richard Rorty, Contingency, irony and solidarity, p. 3.
102
Sin embargo, el empeo por sobrepasar los lmites del pensamiento poltico metafsico nos llevara, junto con Rorty, al paraje del relativismo, donde existen, para complicar el panorama, diversas descripciones acerca del sufrimiento y el dolor, hecho que delineara un panorama poltico en el cual las diversas concepciones del sufrimiento originaran una fragmentacin profunda, desplazando la problemtica que se pretende solucionar la diversidad de principios orientadores de la accin poltica- a un nivel distinto hacia la contingencia de la sensibilidad y sus descripciones- acaso en el orden de lo biopoltico? Un mundo en el cual se constituyan ncleos concntricos de lealtad afectiva, se tornara un mundo fragmentado que no sera capaz de superar la presencia de lo otro. Su pretendida pluralidad conversacional se vera empaada por las exigencias de la lealtad que recorre un vector centrpeto, ocasionando fisuras y conflicto en los espacios donde los diversos ncleos de sensibilidad se toquen. Existen sensibilidades alternas, as como tambin descripciones alternas del dolor y la felicidad a las del liberalismo burgus en el cual Rorty siempre dijo estar muy cmodo. Por lo que el conflicto no podra ser erradicado, y la violencia poltica estara presente en sta Utopa liberal si bien de una manera bastante disimulada. As, podemos imaginar un mundo no muy lejano al nuestro en el cual existe un gran ncleo central (crculo que contiene crculos concntricos de lealtad) interpretativo de la sensibilidad e infinidad de pequeos ncleos perifricos -en los que la sensibilidad es interpretada de una manera alterna- orbitan a su alrededor. La sensibilidad propia del nosotros actuara de manera poltica; es decir, violenta, colonizadora con respecto a esas sensibilidades alternas. De esta manera la utopa liberal de Richard Rorty constituira, a su vez, nuevas territorialidades polticas basadas en las diversas sensibilidades organizadas por ncleos de persuasin distintos y, en sus bordes, ah en la frontera el sueo liberal de Rorty mancilla desde su centralidad todo aquello que se encuentre ms all de las premisas bsicas del liberalismo burgus. Slo puedo trazar un itinerario ms a la problemtica que la filosofa poltica de Rorty genera y plantear para una investigacin
103
futura la problemtica que relaciona a la poltica internacional norteamericana con un proyecto -biopoltico?- de unificacin de la sensibilidad mundial a partir de un ncleo que ellos mismos han diseado, bien lo dice Rorty, y habra que tomar sus palabras con mucha cautela: si los nuevos instrumentos para la constitucin de una sociedad democrtica y liberal no son los argumentos inscritos en el tratado filosfico tradicional, ni los principios polticos empotrados en una teora poltica general; sino el cuento, el comic, la novela que en ste sentido se yerguen como instrumentos de movilizacin, unificacin y normalizacin de la sensibilidad. Podramos agregar aqu como elemento de constitucin poltica de la sensibilidad a la industria cinematogrfica norteamericana? El internet puede ser visto como instrumento preciso para forjar ncleos de sensibilidad? Hollywood o google podrn ser vistos como maquinaras polticas del siglo XXI? Quiz as podramos distinguir una nueva dimensin de este utopismo liberal que se presenta bondadoso y que pretende generar (imponer, sembrar, fabricar, construir?) consensos ms all de la racionalidad. BIBLIOGRAFA FUKUYAMA Francis, The end of history?, The national interest, EUA 1989, pp. 18. HUNTINGTON Samuel P., The clash of civilizations?, Foreign affairs, New York 1993, pp. 23. KUHN Thomas S., The structure of scientific revolutions, The University of Chicago Press, Chicago 1996, pp. 212. RORTY Richard, The linguistic turn, The University of Chicago Press, Chicago 1967, pp. 407 -Philosophy and the mirror of nature, New York 1979, pp. 402. -Consequences of pragmatism, University of Minnesota Press, Minneapolis 1982, pp. 237. -Contingency, irony, and solidarity, Cambridge University press, New York 1989, pp. 201.
104
-Objectivity, relativism and truth, Cambridge University Press, New Yrok 1991, pp. 226. -Essays on Heidegger and others, Ed. Cambridge University Press, New York (USA) 1991, pp. 202. -Pragmatismo y poltica, Paids, Espaa 1998, pp. 124. (1992-1997) -El pragmatismo, una versin: antiautoritarismo en epistemologa y tica, Ariel, Barcelona 2000, pp. 304. (1996) -Truth and progress, Cambridge University Press, New York 1998, pp. 355. -Forjar nuestro pas, Paids, Espaa 1999, pp. 176. (1998) -Philosophy and social hope, Penguin Books, London 1999, pp. 288. -Filosofa y futuro, Gedisa, Barcelona 2002, pp. 188. (2000) -Cuidar la libertad: entrevistas sobre poltica y filosofa, Trotta 2005, pp. 206. -Philosophy as cultural politics, Cambridge University Press, New York 2007, pp. 206. -Richard Rorty y Gianni Vattimo, El futuro de la religin, Paids, Espaa 2006, pp. 127. -Richard Rorty/ Jrgen Habermas, Sobre la verdad: validez universal o justificacin?, Amorrortu editores, Argentina 2007, pp. 164. (2000) -Posmodern burgeois liberalism, En: Richard J. Arneson, Liberalism: Schools of thought in politics, Volume III, Cambridge University Press, London 1992, pp. 236-242. -Habermas y Lyotard sobre la posmodernidad, En: Anthony Giddens, et. al., Habermas y la modernidad, Ctedra, 5 edicin, Espaa 2001, pp. 253-276. -La historiografa de la filosofa: cuatro gneros, En La filosofa en la historia: ensayos de historiografa de la filosofa, Richard Rorty (Comp.), et. al., Paids, Barcelona 1990, pp. 69-98. -Against Bosses, Against Oligarchies: A Conversation with Richard Rorty, En: Prickly Paradigm Press, University of Chicago, 2002, pp. 66. -Democracy and philosophy, En: www.eurozine.com, publicado primeramente por Kritika & Kontext, nmero 33, 2007, lectura pronunciada por Richard Rorty en abril 2004 en el Centro de Estudios Culturales de Tehrn.
105
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106
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107
LE
COMMERCE
AFRIQUE-UNION
EUROPENNE
DE
PRODUITS
VGTAUX
TEMPRS,
CONSQUENCES
LOCALES
ET
IMPACTS
ENVIRONNEMENTAUX
GLOBAUX
Mathieu
Strale
INTRODUCTION
Le
cot
relativement
faible
des
transports
et
la
mondialisation
de
lconomie
ont
entran
une
forte
augmentation
des
changes
de
biens
et
ce
dans
un
systme
polaris
par
les
pays
les
plus
riches.
Dans
ce
contexte,
le
commerce
de
fruits
et
lgumes
frais
et
de
fleurs
coupes
de
lAfrique
vers
lUnion
Europenne
connat
une
croissance
rapide.
Cette
industrie
bnficie
dune
main
duvre
bon
march,
de
transports
rapides
et
peu
coteux
par
rapport
la
valeur
des
marchandises
transportes
et
une
demande
grandissante
de
produits
frais
et
varis
tout
au
long
de
lanne
de
la
part
des
consommateurs.
partir
des
donnes
de
la
FAO
et
dEurostat,
nous
connaissons
le
volume,
la
superficie
des
cultures
et
limportance
relative
des
exportations
de
produits
vgtaux
frais
des
pays
dAfrique.
Lobjectif
de
cette
communication
est
d'valuer
limpact
environnemental
et
social,
en
gnral
et
pour
les
populations
dAfrique
en
particulier,
de
ce
commerce,
organis
par
les
chanes
logistiques
occidentales
dapprovisionnement
des
consommateurs
europens.
1
UN
COMMERCE
EN
PLEIN
DVELOPPEMENT,
FRUIT
DE
LCONOMIE
MONDIALISE
La
production
de
fruits,
fleurs
coupes
et
lgumes
frais
principalement
destination
du
march
europen
a
connu
un
engouement
marqu
en
Afrique
depuis
les
annes
80.
Cette
industrie
se
base
sur
la
culture
de
varits
de
fruits
et
lgumes
issues
des
climats
temprs,
afin
dapprovisionner
les
marchs
en
produits
frais
tout
au
long
de
lanne.
Ce
commerce
est
en
majorit
le
fait
des
grands
groupes
de
distribution
108
europens qui grce lui peuvent augmenter leur offre de produits frais et le nombre de varits proposes et ainsi rpondre la demande des consommateurs, Singh (2002). De ce fait, on a assist un mouvement de diversification et de hausse trs forte de la production, avec un triplement des volumes changs entre 1985 et 2008, Singh (2002) et Eurostat (2008). La conjoncture du commerce mondial de denres alimentaires explique lessor de cette activit, McMichael (2002). En effet, partir de la fin des annes 70, les Etats-Unis et lEurope, confronts la baisse des prix des denres alimentaires et la constitution dexcdents importants, ont promu la commercialisation de leur production. Pour cela, ils ont encourag la drgulation et la libralisation du commerce de denres alimentaires au niveau mondial alors que dans le mme temps ils subventionnaient leurs exportateurs pour favoriser leur entre sur le march. De ce fait, les prix des denres alimentaires de base, et particulirement celui des crales, ont baiss rapidement sur le march mondial, alors que les volumes changs augmentaient fortement. Dans ce cadre, les pays africains ont t confronts larrive massive de productions europennes, produites dans des conditions de comptitivit inaccessibles aux producteurs locaux, du fait dune part des techniques modernes de culture utilises et dautre part suite aux subsides que reoivent les producteurs europens. Les cultures vivrires africaines sont alors entres en crise, ce qui menaait daggraver la pauvret et de dstabiliser plus encore les populations rurales dans un contexte conomique globalement dfavorable de hausse rapide des taux dintrt et de la charge de la dette des pays africains, Mazoyer (2002). Suite cela, les autorits africaines ont promu le commerce de fruits et lgumes frais comme lune des sources pour remplacer ces cultures et apporter des devises au pays, Singh (2002). Cette activit a t particulirement encourage dans les annes '80 et '90, la suite de la mise en place des plans d'ajustement structurels et des politiques de libralisation conomique, raliss avec le soutien des organismes financiers mondiaux, banque mondiale et FMI, World Bank (2007). Les produits agricoles temprs, dont les prix semblaient moins fluctuer
109
que les productions africaines traditionnelles devaient garantir un revenu relativement constant et viter la dpendance des pays africains vis--vis de quelques productions, coton, cacao,... Defra (2007). En consquence, les exportations de fruits et lgumes temprs destination de l'Europe ont cru trs rapidement et ont dpass, en volume et en valeur, tous les autres changes Afrique-Europe de produits agricoles, Singh (2002). Durant la mme priode, la concentration de ce secteur dans les mains des grands producteurs, exportateurs et distributeurs europens s'est poursuive, ils reprsentent aujourd'hui 50% de la production. Cette dernire se ralise de faon croissante au sein de grandes exploitations, rgulirement proprits d'investisseurs europens, Okado (2001). Les raisons de cette volution sont multiples. Premirement, le commerce de produits frais entrane une contrainte majeure, le maintien de la fracheur et de la qualit du produit jusqu' sa consommation par le client final. Pour cela, d'importantes infrastructures sont ncessaires pour le nettoyage, la dsinfection, l'emballage et le transport. cette fin, les exportateurs et distributeurs europens ont dvelopp des infrastructures portuaires et aroportuaires, ont construit des navires spcialiss et sign des accords avec les compagnies ariennes, Cordon (1992) et Singh (2002). Ces investissements sont inaccessibles aux acteurs africains. Deuximement, les centrales dachat europennes prfrent traiter avec de grands producteurs et exportateurs voire exploiter elles-mmes dimportantes surfaces sur place pour assurer un rendement, une scurit dapprovisionnement, des prix et une qualit constante, Okado (2001). La production sorganise selon une double logique, visible au niveau gographique (figures 1 et 2) : dune part, une production complmentaire aux cultures europennes, ralise dans les pays bordant la mditerrane et jouant sur la proximit de ces pays avec lEurope, un climat plus doux et des cots plus faibles, et dautre part une production contre-saison, ralise dans lhmisphre sud, afin dassurer lapprovisionnement des marchs europens en produits frais pendant lhiver septentrional. La culture de fleurs sinscrit plutt dans le second schma, en contre-saison des cultures europennes.
110
Si la trs grande majorit de la production africaine de fruits et lgumes frais destination de l'Europe est transporte par bateau, le transport arien connat une croissance trs rapide (figure 4), et sa part a presque doubl en dix ans. Le mode de transport des produits dpend de leur valeur et de leur dure de conservation (figure 2), des produits fragiles et forte valeur - fruits rouges, lgumineuses seront transports par avion alors des produits plus lourds et plus longue conservation agrumes, pommes emprunteront la voie maritime, Defra (2007). De mme, les fleurs coupes, forte valeur et devant arriver immdiatement sur le march europen, seront presque exclusivement transportes par avion. Ce dernier a bnfici du faible cot de ce transport par rapport la valeur des marchandises transportes. Une complmentarit est dailleurs ne entre le dveloppement du tourisme et celle du transport arien de denres alimentaires. En effet, les soutes des avions de touristes peuvent servir transporter ces produits. Cette synergie est visible dans plusieurs pays dAfrique orientale et particulirement au Kenya. Durant cette priode, contrairement aux produits temprs, les produits agricoles africains traditionnels , n'intressant pas les chanes de distribution europennes, n'ont pas trouv de dbouchs et leur commerce est rest confin quelques magasins ethniques, destins la diaspora africaine. 2 DES CONSQUENCES SOCIALES ET ENVIRONNEMENTALES PLUSIEURS CHELLES Ce commerce engendre diffrentes consquences sociales et environnementales, au niveau africain et mondial. La production de fruits et lgumes frais et de fleurs coupes destination de lEurope bnfice peu aux populations o sont implantes ces cultures. En effet, comme expliqu plus haut, ce commerce tant contrl par les entreprises europennes, les petits exploitants locaux doivent passer par des intermdiaires afin de commercialiser leur production. Ces derniers font pression et profitent de leur mconnaissance du march pour les payer au minimum, notamment en minimisant la qualit de leur production. Les
111
producteurs locaux sont galement dpendant des pays occidentaux pour laccs aux semences de qualit et au matriel moderne de culture du fait de la pnurie de produits sur place, Okado (2001). Enfin, les normes de lUnion Europenne les contraignent des investissements importants, quils sont incapables dassurer, ce qui les exclut progressivement du march, Okado (2001). De ce fait les populations locales sont cantonnes de faon croissante au rle demploy au sein dexploitations dtenues par des entreprises occidentales ou des grands exportateurs. Ces ouvriers agricoles connaissaient des conditions de travail trs prcaires, mme si les revenus quils tirent de cette activit sont souvent suprieurs ceux quils pouvaient obtenir de la production vivrire locale quils ont souvent abandonn suite la chute des cours agricoles. Cependant ce salaire, voluant en moyenne autour de deux euros par jour, ne leur permet pas de vivre dans des conditions dcentes et desprer sortir de la prcarit, Mazoyer (2002). De plus, ces ouvriers sont souvent engags sur base de contrats journaliers, ce qui renforce la prcarit de leur emploi ; une fluctuation de la demande ou des prix du march sera directement rpercute sur la masse salariale locale. De plus, lAfrique dpend pour ses exportations de la valeur des devises trangres, Defra (2007), ce qui la rend vulnrable ; une analyse de lvolution de la valeur des fruits et lgumes imports entre 1995 et 2007 (figure 3) dmontre que leur prix a baiss denviron 10% durant cette priode et que ces produits, pris individuellement, ont connu des fluctuations trs marques de leur prix, Eurostat (2008). Enfin, du fait de la forte concentration au sein de quelques groupes, cette industrie a peu de liens et deffet dentranement sur le reste de lconomie locale, les bnficiaires principaux de ce commerce sont les investisseurs europens, Gio (2006). Les consquences de lintroduction de ces cultures exotiques pour lenvironnement local sont galement nfastes. Les populations matrisent mal lutilisation des produits phytosanitaires et nont pas accs aux produits les plus modernes, ce qui entrane de graves pollutions, suite des applications mal doses ou opres des
112
priodes inappropries. De plus, la prsence de ces produits dans les aliments contrevient aux normes europennes, ce qui menace lexistence mme de ce commerce et exclut davantage les producteurs locaux individuels, Okado (2001). Lirrigation dune partie de ces cultures concurrence les autres utilisations de leau, ressource cruciale dans cette partie du monde. La promotion de ces cultures dexportation au dpends de la production traditionnelle et du march intrieur pourrait aggraver les problmes alimentaires dans certains lieux prcariss, cette industrie occupe dj 28 millions dhectares, soit prs de 10% des terres cultives africaines, FAOSTAT (2008). De plus, ces cultures de rente se trouvent en concurrence avec des cultures vivrires, qui nont virtuellement aucune valeur puisque leur production nest pas commercialise, et accaparent donc les meilleures terres. Enfin, le commerce de produit frais destination de lUnion Europenne, et particulirement sa fraction arienne gnre dimportantes missions de gaz effet de serre. Si le transport maritime reprsente 90% de ce commerce en volume pour 10% au transport arien, ces proportions sinversent lorsquon traduit ces chiffres en missions de gaz effet de serre (figure 4). En effet, selon les chiffres de lAtlas de lalimentation dans le monde, Millstone & Lang, (2005), une tonne transporte par bateau produit 13 grammes de CO2 par kilomtre alors que ce chiffre atteint 799 grammes pour le transport arien. Du fait de la non prise en compte financire de ces missions, cest cependant le transport arien qui a connu la plus forte croissance, + 65% entre 2000 et 2007 pour le transport de produits temprs. Cette volution sera insoutenable moyen et long terme si lon veut rduire nos missions de gaz effet de serre et limiter ou ralentir le changement climatique. CONCLUSIONS Le commerce de fruits et lgumes temprs et de fleurs coupes cultivs en Afrique et destination de lUnion Europenne connat une croissance remarquable depuis une vingtaine danne. Cette volution bnficie principalement, et de faon croissante, aux distributeurs et exportateurs europens. Au contraire, les populations africaines sont marginalises et subissent le dveloppement de cette industrie peu
113
durable, qui concurrence leur production pour laccs aux ressources et dgrade leur environnement. Il sagit dune forme de no-colonialisme de la part des europens, qui exploitent les ressources locales, eau, climat favorable, terre, main-duvre bon march, sans y crer de richesse ou y dvelopper une base industrielle locale. La mise en place de cette activit est le rsultat du dsquilibre du march agricole mondial. Le fonctionnement de ce dernier, trs ingalitaire, dstructure progressivement les agricultures vivrires du Sud par larrive sur le march de denres alimentaires prix brads, constitues par les excdents agricoles subventionns du Nord. Les pays africains, ne pouvant concurrencer ces productions ni au niveau technique, ni au niveau financier, se tournent alors vers dautres productions, dont les fruits et lgumes frais, pour lesquelles ils peuvent tre comptitifs grce la faiblesse de leurs cots salariaux. Ces choix se font au dtriment de la scurit et de lautonomie alimentaire de leur population et maintient lAfrique dans une situation de primo- exportateur et de dpendance vis--vis des pays du Nord. Au niveau global, ce commerce, et particulirement sa partie aroporte, participe laugmentation des rejets de gaz effet de serre et son volution rcente est proccupante. Ce commerce, bas entre autre sur la faible prise en compte des cots environnementaux du transport, pourrait galement renforcer la dpendance conomique du Sud vis vis du Nord et sa situation de primo-exportateur. Sil ne faut pas exclure lAfrique et ses productions agricoles du systme conomique mondial, il existe des modalits dinsertion qui seront plus profitables ses habitants et durables au niveau environnemental. On peut, entre autre, penser la promotion du commerce des aliments traditionnels africains, en valorisant la production des petites exploitations et la transformation locale de ces aliments. Ces mesures devraient probablement aller de pair avec une rvision globale des modalits du commerce agricole mondial, introduisant dautres valeurs que celles du libre change, qui marginalise et dstabilise lagriculture et les populations qui en vivent, dans le monde et en Afrique en particulier.
114
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115
Millstone E & Lang T. (2005): Atlas de lalimentation dans le monde, ditions autrement. Okado M. (2001): Lgumes et fruits frais de spcialit et hors saison. Leons tires du secteur horticole kenyan. Confrence des Nations Unies sur le dveloppement, Sminaire Africain Francophone sur la Diversification et le Dveloppement du secteur Horticole Bamako, Mali, 13-15 Fvrier 2001, 47p. Singh B. P. (2002): Nontraditional Crop Production in Africa for Export, in Trends in new crops and in new uses, Jules Janick and Anna Whipkey (eds.). 2002. ASHS Press, Alexandria, VA, p 86-92 World Bank (2007): Opportunities and challenges for developing high- value agricultural exports in Ethiopia, Background report, 77 p.
116
Figure 1 : Le commerce Afrique-Union Europenne de produits agricoles vgtaux, par type de produit et de moyen de transport en 2007.
117
Figure 2 : Fruits, lgumes et fleurs exports de lAfrique vers lUnion Europenne, par air et par mer, en 2007
118
119
HACIA UNA HETEROTOPIA DE LA CIUDAD: CONSUMO, ARQUITECTURA Y ESPACIALIDAD URBANA Camilo Useche Lpez "Podra escribirse toda una "historia de los espacios", que sera al mismo tiempo una historia de los poderes..." (Foucault, 1980) La ciudad es sin duda, el escenario fundamental en el que hoy en da transcurre la cotidianidad humana. En este sentido, preguntarnos por el destino de lo urbano equivale a tratar de prever las condiciones de posibilidad del sujeto en un planeta que cada da olvida ms el campo y en el que toda su productividad mental la encamina hacia la ciudad. Se hace necesario, entonces, hablar de la ciudad-espacio o de la ciudad- mundo y que dentro de ella se redirecciones los alcances y componentes de un nuevo contrato entre la naturaleza, el gobierno, el mercado y la sociedad, en el que se haga posible el establecimiento de proyectos concertados de ciudadana orientados, no slo a la preservacin de la especie, sino, y sobre todo, a la obtencin de ese viejo y hasta ahora utpico ideal que resulta ser la justicia social. En esta medida y dentro del marco que en la actualidad brinda la globalizacin econmica y cultural, el presente artculo se orienta a establecer el papel de la relacin de consumo y ciudad, tanto en la nueva idea de ciudad que deriva de aqu, como en lo concerniente al dimensionamiento de una particular idea de urbanitas, habitante del mundo, comprometido con ella. Para ese efecto, el estudio del espacio, que es donde transcurre el mundo urbano y en donde se difumina la ciudad es fundamental para la construccin de ese nuevo atlas por donde circulan los intercambios y en donde ahora, como lo seala Michel Serres (1995) se abrevia el trnsito entre lo cercano y lo lejano cuyo cuerpo cruzado o disuelto encana los extremos opuestos de las diferencias o las transiciones similares de las identidades. (p. 31). El
120
consumo fluye libremente entre los intersticios de la urbe y se instala, de manera invisible, en el centro de la vida cotidiana, atravesada por el caminante. La Heterotopia y el no-lugar Desde finales del siglo XVIII, nos dice Foucault, el problema del espacio empieza a ser visto como un problema histrico-poltico y no como un tratamiento geogrfico -fsico en donde se desarrollaba la expansin de un pueblo, de una cultura, como un simple lugar de residencia. Es as que la arquitectura (como primer elemento espacio histrico-poltico), en esa momento, comienza a estar ligada con los problemas de la poblacin, de la salud, de urbanismo, variables sociales que van a estar estrechamente ligadas a la manera de servirse de la organizacin del espacio para fines econmicos-polticos (Foucault, 1980). Existen unos lugares reales, unos lugares efectivos, que estn diseados en la institucin misma de la sociedad, y que Foucault nos dice que son especies de contra-emplazamientos, especies de utopas que son creadas probablemente en toda cultura, en toda civilizacin, en las cuales los emplazamientos reales que se pueden encontrar en el interior de una cultura estn a la vez representados como especies de lugares que estn fuera de todos los lugares, como una especie de Aleph Borgiano, pero que son sin embargo efectivamente localizables: estas son, las Heterotopas (Foucault, 1984). Estos espacios creados por la cultura, en donde pasa todo y no pasa nada, en donde confluye la muerte y la vida, el miedo y la locura, definen el espacio urbano como ciudad, una heterotopa, en donde el mundanal gento se entrecruza y en donde se ejercen mltiples poderes sobre los poderes en el cual el deseo no est ausente. Esta especie de Non-lieux, como los ha denominado Marc Aug (1992), y que pertenecen a la experiencia de los espacios de vida es donde se cristaliza la existencia individual: el lugar de trabajo, los lugares de placer y de ocio, el paseo, el encuentro, la vida misma que no pertenece al territorio sino al lugar en el espacio. La ciudad emerge, por tanto, como un escenario espacial, en donde confluyen mltiples poderes, y en donde se desarrolla un proyecto de globalizacin econmico y cultural acelerado, una
121
economa de mercado que tiene al consumo como referente primero y fundamental. La ciudad plena de movimientos y de mltiples encuentros es un espacio rizomtico en el que habitan mltiples submundos en uno slo y en donde el "afuera" carece de imagen, de significacin, de subjetividad (Deleuze, Guattari, 2005). La ciudad ausente como la ciudad deseo se atraviesan por medio del consumo en medio de mltiples lneas de fuga que carecen de fin. Bachelard, nos dice Foucault, nos ha enseado que no vivimos en un espacio homogneo y vaco y que por el contrario habitamos en un espacio cargado de cualidades, un espacio que quizs, tambin est visitado por fantasmas. "es un espacio liviano, etreo, transparente, o bien un espacio oscuro, rocalloso, obstruido: es un espacio de arriba, es un espacio de las cimas, o es por el contrario un espacio de abajo, un espacio de barro, es un espacio que puede estar corriendo como el agua viva, es un espacio que puede estar fijo, detenido como la piedra o como el cristal..." (Foucault, 1984). La ciudad contempornea se constituye en el escenario de nuevos procesos econmicos y culturales a partir de la presencia de una diversidad de espacios pblicos, expresin de una multiplicidad de estilos de vida en donde la mirada es la gran va de canalizacin de los deseos que incansablemente generan los productos. De esta manera detrs de la configuracin espacial existen unos componentes de transformacin urbana en el panorama de la ciudad postindustrial que se deriva de los nuevos modelos econmicos, del incremento de movilidad y principalmente del desarrollo e implementacin de sistemas de redes que hoy obligan a la definicin de nuevas formas de organizacin territorial. Es en este margen en el que se encuadra el consumo, en trminos conceptuales, en el que se incluyen, adems del deseo, nuevos hbitos asociados al incremento del tiempo libre y la demanda de diferentes formas de ocio y cultura, en donde se pueden definir aspectos innovadores en cuanto a las tipologas urbanas y articulaciones territoriales. Al mismo tiempo, en este territorio transgresor Para Bataille: la experiencia pura y ms desnuda del afuera- (Foucault, 2004) nacen nuevas experiencias del cuerpo, del espacio, en donde el otro nunca es invisible y se crean
122
redes, muchas veces ilusorias, en donde el consumo pasa a ser apropiacin, apropiacin del deseo. Estas redes que se crean en estos espacios heterogneos, son elaboradas, en lo que Foucault dira, una especie de vaco, dentro del cual localizamos individuos, cosas, una red de relaciones que delinean lugares irreductibles unos a otros y absolutamente imposibles de superponer (Foucault, 1984). La mayor parte de estos lugares, que se insertan dentro lo espacial-urbano son dominados por la masa, quien se encarga de finiquitar el proceso de explotacin de la mirada y el deseo, el consumo. Arquitectura y consumo: una experiencia desde la Heterotopa. Un caso interesante y particular como materia de anlisis, puede ser el de la obra de arte, pero un caso, igualmente interesante en la construccin de "redes de consumo urbana" puede ser la arquitectura, no como arte, sino como lugar, como espacio o como repeticin. En este sentido, como nos dice Benjamin, la masa es una matriz de la que actualmente surte, como vuelto a nacer, todo comportamiento frente a las obras artsticas. La cantidad se ha convertido en calidad: el crecimiento masivo del nmero de participantes ha modificado la ndole de su participacin. "...El individuo est sometido a la tentacin de hurtarse a dichas tareas, el arte abordar la ms difcil e importante movilizando a las masas. " (Benjamin, 2003). La arquitectura nace en el momento en que se empiezan a trazar las primeras ciudades, por lo tanto una historia de la arquitectura es una historia de la ciudad. la arquitectura es as, connatural a la formacin de la civilizacin y un hecho permanente, universal y necesario. (Rossi, 1999) de esta manera, la configuracin de las ciudades se ha visto igualmente modificada en tanto se ha acrecentado el consumo de la arquitectura; su carcter supera lo visual doblemente, el consumo es doble, el deseo es mltiple por tanto, ya no slo se va por la obra de arte en si, tambin se elige el lugar en donde se quiere ver la obra de arte en produccin. El edificio, la plaza, el centro comericial, etc, se convierten, tanto por su arquitectura, como por lo que representan en el lugar en el que se emplaza, en una heterotopa en donde chocan el consumo y la visin irreal del arte para el arte. Ya no es la historia del arte, es la historia de la construccin, de la arquitectura, la que roza la
123
maraa urbana, se elabora una historia que transgrede el trazo territorial o urbanstico con el nico fin del consumo. Es el uso y la contemplacin, como nos dice Benjamin, de la edificacin, lo tctil y lo ptico (Benjamin, 2003), la esttica frente a la distribucin del espacio fsico. Y es all en donde se entretejen ciertos tipos de relaciones que la poblacin, en forma espontnea, establece con la construccin espacial y que al mismo tiempo est signado por las caractersticas culturales que han logrado consolidarse hasta configurar una identidad. Este carcter cultural contiene una tendencia naturalmente ldica recreativa que la cotidianidad impulsa en la ciudad. Desde esta perspectiva el cine desde lo ldico, recrea un tipo de relaciones que se establecen entre el devenir ciudadano de la poblacin, sus diversos quehaceres y el espacio que los alberga y que los relaciona. Lo verdaderamente ldico es la capacidad del ciudadano de apropiarse y transformar el espacio (Herrera, 2002). Esta idea de configurar zonas exclusivas, en donde la arquitectura estructura un urbanismo que permite el disfrute ldico de la morfologa ciudadana, producto de la idea capitalista de acaparar el espacio citadino, ha llegado incluso a pensar en la posibilidad de una civilizacin urbana. De esta manera, cualquier prctica de consumo puede llegar a considerarse en s un acto cultural, si lo entendemos como un conjunto de procesos de apropiacin y usos de productos en los que el valor simblico prevalece sobre los valores de uso y de cambio, o donde al menos estos ltimos se consideran subordinados a la dimensin simblica". (Garca Canclini, 2002). Dentro la construccin de la especialidad urbana, en tanto configuracin y conformacin, como tambin dentro de las relaciones que se establecen como fundamento de la Heterotopa a la que pertenece, existe un fundamento histrico y artstico que se instala en el terreno de la cultura en la medida en que es un proceso que indica permanencia ya que integra pasado presente y futuro (Garca Canclini, 2002). La arquitectura hace parte de esta industria cultural de la que no slo la esttica y arte hacen parte. La reproduccin de una esttica de construccin, de un nombre arquitectnico como Gaud, Gehry, Calatrava, Niemeyer, incluso Le Corbusier cuya verdadera potencialidad
124
recaa en la funcionalidad de la arquitectura, ms no en la esttica, son ahora firmas que deambulan inclumes por distintas ciudades permitiendo no slo una variacin esttico-ldica de la urbe si no tambin un cambio al interior de la productibilidad econmica. Es as que la multiplicacin de edificios y la manera de propagar estas moles en un espacio de sociabilizacin transforman la manera de pensar y de ver del transente incauto que sin razn alguna ve como su lugar deviene consumo. De esta manera como nos dice Jess Martn Barbero, en contra de toda esttica idealista hemos de aceptar que el arte logra su autonoma en un movimiento que lo separa de la ritualizacin, lo hace mercanca y lo aleja de la vida (Martn Barbero, 1987) . Todo queda en un segundo plano, el espacio, el lugar, la relaciones que se tejen, la materialidad o pertinencia de una estructura que sobresale frente a otros diminutos estticos, la arquitectura en esta heterotopa es consumo, como se ha convertido el cine, o la literatura. Esta tendencia, que puede ver sus inicios a finales del siglo XIX y comienzos del XX con la llamada Arquitectura de pabellones, en donde se plantearon los nuevos lineamientos tecnolgicos y en donde se marcaban las tendencias bajo las rdenes de rganos estatales, encontraron en estas estructuras una eficaz manera de vender la ciudad. El Pabelln de Barcelona, por ejemplo, elaborado por Mies Van der Rohe, para la exposicin Universal de 1929, desmontado meses ms tarde, se convirti en un paradigma en donde lo esencial no era lo que se mostraba dentro, era el pabelln mismo41, y un modelo de lo que vendra a llamarse arquitectura efmera y ms tarde arquitectura de seduccin. Un ejemplo ms reciente es el Museo Guggenheim de Frank Gehry en Bilbao, cuya obra, junto con el puente de Calatrava, le dieron un valor simblico y de consumo importante al nuevo desarrollo de la ciudad, en donde el turista de paso, sin entrar al museo, se lleva el recuerdo plasmado en una foto de la posesin imaginada de una mole arquitectnica.
41
En 1980 se pens la iniciativa de la reconstruccin del pabelln, cuya obra se llevara a acabo desde 1983 a 1986, fecha de su inauguracin.
125
Los cambios de especialidad por tanto, de ese lugar otro en donde se construye la heterotopa urbana, aparecen de la mano cuando el deseo, en un completo juego de apareamiento, con el consumo, ligan al arte y a la cultura para su mxima reproductiva: el capital. La ciudad cambia, se transforma al mismo tiempo que los deseos aparecen y el mundo urbano se agobia de estas espacialidades variantes que desarman lo esttico o lo transforman en una incertidumbre social, llena de lugares, de construcciones y plataformas arquitectnicas que muchas veces no dicen absolutamente nada ms all que lo que su esttica refleja, pero que deberan llevar consigo no slo el peso del capital, sino tambin el peso de la cultura. BIBLIOGRAFIA AUG Marc. Non-Lieux. Introduction une anthropologie de la surmodernit. Paris, Le Seuil, 1992. BENJAMIN Walter. La obra de arte en al poca de su reproductibilidad tcnica. Ed. Itaca, Mxico, 2003. DELEUZE Gilles, Guattari, Fliz. Rizoma. Espaa, Ed Pre-Textos, 2005. FOUCAULT Michel. "El ojo del poder", Entrevista con Michel Foucault, En: Bentham, Jeremas: El Panptico, Ed. La Piqueta, Barcelona, 1980. _______________. "De los espacios otros", conferencia dictada en el circle des tudes architercturals, 14 de marzo de 1967 En: Architecture, mouvement, continuit, N 5, Octubre de 1984. _______________. El pensamiento del afuera. Espaa, Ed pretextos, 2004. GARCA Canclini, Nstor, 2002, "Las industrias culturales en la crisis del desarrollo de Amrica Latina" en Encuentros, n 43, Octubre 2001- Abril 2002. Washington D. C.: Centro Cultural del BID, pp.39-56. HERRERA Camilo. "El capital cultural y su impacto en el desarrollo", En: Encuentros n 43, abril 2002, p 2-20. KLOTZ Mathias. Arquitectura para el consumo. En: ARQ, n. 62 Consumos / Consumption, Santiago, marzo, 2006, p. 54-56. Versin online.
126
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127
Uma
histria
de
resistncia
ao
capital
e
ao
Estado:
o
Movimento
dos
Trabalhadores
Sem-Teto
-
MTST
Breve
histrico
do
MTST
Dbora
Goulart
No
Brasil,
a
histria
dos
movimentos
sociais
nas
ltimas
dcadas,
tem
uma
considervel
diversidade
e
bastante
dinmica.
Inclui
os
movimentos
na
luta
contra
a
ditadura,
contra
a
carestia,
no
final
dos
anos
70;
(Cardoso,
1984)
os
movimentos
de
bairro,
que
demandavam
direitos
sociais
ligados
vida
urbana,
nos
anos
80
(Sader,
1995);
assim
como,
o
Movimento
dos
Trabalhadores
Sem-Terra,
que
enfrenta
a
questo
rural,
ao
mesmo
tempo
em
que
a
extrapola,
propondo
um
projeto
para
o
Brasil42,
que
ganha
visibilidade
nos
anos
90.
A
esta
histria
soma-se
um
movimento
de
12
anos,
que
tem
incio,
no
perodo
de
recuo
dos
movimentos
sociais,
sobretudo
nos
anos
90
e
primeira
dcada
do
sculo
XXI:
o
Movimento
dos
Trabalhadores
Sem-Teto
MTST.
Primeiramente,
cabe
salientar
que
o
MTST,
embora
seja
identificado
como
movimento
por
moradia,
um
movimento
social
por
transformaes
sociais
profundas,
que
vo
alm
das
questes
urbanas,
como
veremos
adiante.
O
embrio
de
sua
construo
ocorre
no
interior
do
MST,
particularmente,
durante
a
Marcha
Popular
Nacional
de
1997,
que
passou
por
vrias
cidades,
e
cujo
intuito
era
relacionar
os
problemas
sociais
vividos
no
campo
e
na
cidade.
No
municpio
de
Campinas,
no
estado
de
So
Paulo,
militantes
do
MST,
estreitaram
os
laos
com
militantes
da
cidade
(vindos
de
movimentos
urbanos).
Esta
aproximao
gerou
um
grupo
de
militantes
42
128
que
passaram
a
investigar
os
problemas
sociais
urbanos,
como
um
foco
de
ao,
diferente
do
campo,
com
outras
motivaes,
organizao
e
estratgias.
Com
a
participao
de
alguns
militantes
do
MST,
ocorre
uma
ocupao
de
terreno
em
Campinas,
conhecido
como
Parque
Ociel
(Benoit,
2002),
onde
h,
a
primeira
experincia
de
ocupao
na
cidade,
com
organizao
prpria
gestada
pelo
movimento
urbano.
Os
anos
seguintes
foram
importantes
para
o
amadurecimento
das
formas
de
luta
urbanas
e
para
a
configurao
de
um
movimento
com
caractersticas
prprias,
bastante
diversas
das
estratgias
j
consolidadas
no
campo.
A
partir
do
ano
2000,
o
movimento
j
tinha
uma
base
social
clara:
a
populao
pobre
das
periferias
das
grandes
e
mdias
cidades
e
um
projeto
poltico
de
transformao
social,
a
partir
da
reivindicao
por
moradia
e
reforma
urbana
e
estabelecia
contatos,
embora
incipientes,
entre
diferentes
movimentos
urbanos
em
algumas
capitais
do
pas,
como
Rio
de
Janeiro
e
Recife.
Ocupaes
na
Regio
Metropolitana
de
So
Paulo43,
foco
principal
das
atividades
do
movimento
at
2008,
foram
suas
principais
aes,
aprofundando
a
organizao
interna
dos
acampamentos,
uma
vez
que
os
acampados44
tem
a
tarefa
de
manuteno/proteo
da
rea
ocupada.
Inclui-se
nestas
tarefas,
alm
da
construo
de
infra- estrutura
(captao
de
gua,
energia
eltrica,
abertura
de
ruas,
construo
dos
barracos,
etc),
o
contato
com
as
lideranas
do
bairro
que
abriga
a
rea,
a
busca
pelo
abastecimento
por
meio
de
doaes.
O
Encontro
Estadual
do
MTST
de
2007
decide
pela
ampliao
da
atuao
do
movimento,
buscando
consolidar
um
cinturo
de
lutas
no
estado
de
So
Paulo,
e
realiza,
concomitantemente,
trs
novas
ocupaes
em
2008,
nos
municpios
de
Embu
das
Artes,
Mau
e
Campinas.
A
este
processo,
o
movimento
chamou
de
estadualizao
do
43
Como exemplos, citamos o acampamento Anita Garibaldi, em Guarulhos, iniciado em 2001 (hoje um bairro); Carlos Lamarca, no municpio de Osasco, em 2002 e Joo Cndido, em Itapecerica da Serra em 2007. 44 O termo acampado se refere populao que adere ao acampamento aps sua ocupao pelos militantes do movimento.
129
MTST,
que
alm
das
ocupaes
na
regio
metropolitana
de
So
Paulo,
inclua
cidades
do
interior45
e
aes
para
interrupo
de
transportes
de
mercadorias
nas
principais
rodovias
do
estado,
conhecidas
como
trancao46.
A
estadualizao
das
aes
de
ocupao
trouxe
a
necessidade
de
negociao
com
o
governo
do
estado
de
So
Paulo
e
no
mais
apenas
com
as
prefeituras
das
reas,
visto
que
as
reivindicaes
passam,
muitas
vezes,
pela
parceria
entre
estas
duas
instncias
estatais
para
a
viabilizao
das
moradias47.
Este
processo
coloca
o
MTST
no
enfrentamento
direto
com
o
governo
do
Estado,
quando
suas
manifestaes
podem
gerar
desgastes
polticos
ao
executivo.
Isto
se
d
porque
o
movimento
opta
por
aes
que
chamem
a
ateno
da
populao
e
da
mdia
para
a
instncia
de
governo
a
que
se
quer
atingir,
o
que
em
geral
serve
para
forar
uma
abertura
de
negociaes.
Estas
aes
so
marchas,
acorrentamentos
a
prdios
pblicos
ou
em
reas
pblicas,
greves
de
fome
em
locais
de
grande
circulao.
Apenas
um
ano
depois
das
ocupaes
em
nvel
estadual,
o
movimento
se
lana
ao
objetivo
de
nacionalizar
o
movimento,
formando
grupos
de
atuao
em
estados
diferentes,
mas
sob
uma
nica
organizao
e
procurando
unificar
uma
carta
de
princpios
polticos
e
de
atuao.
45
Alm da ocupao de Campinas em maro de 20008, em novembro ocorre a ocupao Zumbi dos Palmares na cidade de Sumar. 46 A primeira destas aes ocorre em 26 de abril de 20046, com o bloqueio das rodovias Castello Branco, Raposo Tavares e Rgis Bittencourt, na tentativa de anular os despejos e agilizar as negociaes pela construo de moradias nas reas ocupadas. 47 bastante comum que as prefeituras responsveis pelas reas ocupadas sejam acionadas para a resoluo legal do terreno (pblico ou privado) e o estado demandado para a construo das moradias atravs do CDHU - Companhia de Desenvolvimento Habitacional e Urbano do Estado de So Paulo.
130
A manifestao que inaugura esta nova fase o acorrentamento de militantes aos portes do prdio de apartamentos, em que o presidente Lula tem um imvel, na cidade de So Bernardo do Campo em julho de 2009. Foram 08 dias at a abertura das negociaes com o Ministrio das Cidades e que gerou o compromisso do governo federal em incluir as famlias acampadas no programa habitacional Minha Casa, Minha Vida48. Uma proposta de poder popular em tempos neoliberais Podemos afirmar que o MTST tem uma proposta de independncia do movimento social em relao s instncias estatais, partidos polticos e sindicatos. Esta construo est no centro da formao poltica nos acampamentos, a partir da formao de militantes no cotidiano da luta, voltada para capacidade de organizao/manuteno das reas ocupadas e para a anlise das relaes sociais estabelecidas pelo movimento com o poder pblico e os interesses da iniciativa privada. no processo de consolidao da rea ocupada, que emerge um conjunto relaes polticas entre todos os membros do movimento, seja militante49, coordenador de acampamento50 ou acampado. Forma- se uma rede de relaes, que se constroem no dia-a-dia da luta pela permanncia na rea e obteno do mnimo necessrio para a vida nos acampamentos. nesta frgil situao que o movimento busca
48
Programa habitacional do governo federal lanado em 2009 que prope beneficiar famlias com renda de at 10 salrios mnimos. Ver www.minhacasaminhavida.gov.br. 49 Militantes so aqueles que, so afastados de suas atividades profissionais para se dedicarem, integralmente, s aes do movimento, incluindo a formao poltica por meio dos encontros e cursos realizados periodicamente. 50 O coordenador de acampamento eleito em assemblia do acampamento para coordenar um dos ncleos de atividades, tais como: abastecimento, infra- estrutura, disciplina, organicidade.
131
construir, o que se considera um de seus objetivos principais: o trabalho coletivo e o poder popular. Nas palavras do movimento: O trabalho coletivo a melhor fonte de unidade, tambm a melhor soluo para que as decises de um s no passem por cima das decises da maioria.(...) Precisamos nos acostumar com a experincia de discutir juntos e fazer ns mesmos, sabemos que isto no fcil, nem de uma hora para outra mas, precisamos construir assemblias, conselhos, ncleos e tudo o mais que, junto com formao poltica constante, prepare a cada companheiro para assumir a direo do navio da luta por uma vida mais digna.(MTST, 2005) O poder popular alm de uma forma de organizao e de decises dentro do movimento seria, principalmente, uma maneira de enfrentar a poltica institucional do Estado, a partir das reas ocupadas e da populao de seu entorno. Esta dicotomia exemplar em documento de 2008: O modelo neoliberal nos sufoca. O dinheiro que vai para o bolso de banqueiros e especuladores como pagamento de uma dvida impagvel seria mais que suficiente para resolver os problemas de habitao, infra-estrutura urbana e servios no pas. (MTST, 2008) Este trecho, retirado do Manifesto Popular de 28 de maro, nos mostra que h um debate interno ao movimento sobre a dinmica do capital, as relaes de classe e o Estado, e que se faz ouvir em suas reivindicaes pela reforma urbana e transformao social51. V-se uma denncia permanente dos latifndios urbanos improdutivos, que poderiam servir funo social, muitas vezes, determinada nos Planos Diretores dos municpios. Na mesma medida, h uma crtica relao estabelecida pelos movimentos sociais nas disputas eleitorais e participao em fruns/conselhos do Estado, embora esta relao, inclusive com partidos polticos, no seja negada por completo:
51
132
(...) Nunca colocar a luta e o poder poltico institucional (partidos polticos, eleies, voto, cargos no governo e etc.) como parte principal do movimento. Ns s devemos estabelecer alianas e apoios com partidos e polticos que possam colaborar com o avano da nossa luta, sem nunca perder nem subordinar os nossos objetivos e as nossas formas de luta direta. (MTST, 2005, grifo nosso) A forma de atuao proposta pelo movimento choca-se com o fechamento dos canais de negociao nas ltimas dcadas e uma crescente criminalizao da ao dos movimentos populares (Vieira, 2005) demonstradas com prises e processos criminais impetrados contra lderes e ativistas e com o uso, muitas vezes ilegal, da violncia de Estado. Traz-se superfcie o debate sobre a ordem pblica, o papel do Estado e das polticas sociais, delineado com a implantao das polticas neoliberais no Brasil nos anos 1990. Houve, desde ento, e pensamos que vivenciamos atualmente, os ecos da contradio que se imps aos movimentos sociais neste perodo. De que contradio se trata? A atuao dos movimentos sociais se configurou na construo de espaos pblicos, institucionalizados ou no, operando como reconhecimento da representao de interesses e permanente negociao, com vistas ampliao dos direitos coletivos e de uma nova socialibilidade de cunho democrtico, porm, o conjunto de proposies neoliberais, redefine estes espaos por deslocar da esfera do pblico, estatal, coletivo, para o mercado o centro das relaes sociais, desfigurando o bem pblico. Este impasse, a nosso ver, acirra-se com a ampliao da poltica neoliberal no Brasil e suas profundas conseqncias para a ao dos movimentos sociais. Para que possamos debater tais efeitos vamos, antes, explanar sobre alguns elementos centrais da poltica neoliberal. Esta doutrina econmico-poltica e ideolgica encontrou fertilidade para proliferao durante a crise de acumulao capitalista dos anos 1970 e o declnio da confiana na capacidade das medidas keynesianas de interveno estatal para conter as crises capitalistas e seus efeitos danosos qualidade de vida da maioria da populao.
133
A busca pela recomposio das bases cumulativas implicou uma disputa ideolgica pelo novo modelo econmico capaz de suplantar as conseqncias da crise dos anos 1970, na qual as agncias multilaterais, sobretudo FMI e Banco Mundial, so significativas para a implantao das polticas destinadas aos pases dependentes, sobretudo a partir dos anos 1980. No que tange disputa poltica foi necessrio reconfigurar o Estado (Del Roio, 1999) ao diminuir da cena parlamentar as reais disputas das fraes de classe burguesas e recolh-las na burocracia estatal e minorando a luta popular e o iderio da esquerda a meros arroubos de descontentamento. Os defensores da poltica econmica neoliberal, identificam uma crise no papel do Estado e a defesa da superioridade dos mecanismos do mercado para ajustamento das receitas dos indivduos (Friedman, 1985 e Hayek, 1987), portanto, seria necessrio um conjunto de medidas capazes de reverter a excessiva planificao e interferncia do Estado e valorizar os mecanismos do mercado nas relaes sociais (Moraes, 2001). Este conjunto articulado de polticas tem trs pilares: a) desregulamentao da ao reguladora do Estado na economia, em geral e no mercado de trabalho, em particular; b) a poltica de privatizao que visa a desestatizao de empresas e servios e sua transferncia iniciativa privada; c) abertura comercial e financeira para o capital internacional com uma aguda diminuio das barreiras para circulao de mercadorias e capital. (Saes, 2001, Boito, 1999, Behring, 2003) A poltica econmica neoliberal restringe as polticas sociais aos setores mais empobrecidos, com um carter compensatrio; bem como a democracia, que considerada uma inverso dos princpios de liberdade, pois o consenso dos infinitos interesses individuais nunca satisfatrio, o que causa democracia ineficincia e vantagens polticas de todo tipo. Assim, a proposta neoliberal privilegia a liberdade econmica em relao liberdade poltica, uma vez que a segunda inexiste sem a primeira. Estamos, portanto, s voltas com um pensamento que prope implementar polticas de restrio social, impopulares, de expanso das
134
relaes
mercantis
e
limitao
da
democracia
em
favorecimento
do
mercado,
que
necessita
de
uma
forte
interveno
no
Estado,
no
campo
poltico,
para
sua
realizao.
Algumas
produes
mostram
que
no
Brasil,
houve
com
a
reforma
do
Estado
uma
restrio
na
participao
dos
movimentos
sociais
nos
fruns
decisrios
criados
durante
a
dcada
de
80
e
90,
Quais
as
conseqncias
destas
polticas
neoliberais
para
os
movimentos
sociais
brasileiros?
Conforme
demonstra
Boito
(1999)
e
Behring
(2003)52,
as
polticas
neoliberais
aumentaram
o
desemprego,
a
informalizao
e
a
concentrao
de
renda,
ao
passo
que
foram
reduzidos
os
gastos
sociais
ano
a
ano,
de
1991
a
2000,
aumentando
as
demandas
sociais
a
serem
atendidas
pelo
Estado
sendo
que
por
outro
lado
houve
a
reduo
da
rede
de
proteo
social,
gradualmente
substituda
por
prticas
assistenciais
conduzidas
pelas
ONGs
(Coutinho,
2004).
A
reestruturao
capitalista
aliada
s
polticas
neoliberais
que
levaram
parte
da
populao
exaustiva
luta
pela
manuteno
da
vida
constituem
as
condicionantes
externas
do
refluxo
dos
movimentos
sociais
com
rarssimas
excees53.
Estaria
o
MTST
entre
estas
excees?
O
crescimento
do
nmero
de
aes
do
movimento,
pode
ser
relacionado
sua
forma
de
organizao
e
proposta
de
independncia
poltica?
O
movimento
teria,
de
fato,
construdo
uma
forma
diferente,
mais
autnoma,
de
relao
com
o
Estado
e
os
partidos?
Nossa
pesquisa
at
o
momento
nos
indica
que
h
uma
organizao
que
capaz
de,
a
partir,
de
poucos
membros,
criar
um
espao
de
debate,
formao
poltica
e
aes
de
enfrentamento
com
o
Estado,
embora
o
movimento,
inclua
polticas
sociais
dos
governos
em
suas
negociaes,
para
obteno
de
vitrias
parciais.
52
Para evitar uma falsa constatao, indicamos a bibliografia de referncia para consulta do conjunto de dados que nos levam a fazer tais afirmaes, a saber Boito, 1999, p. 86-110 e Behring, 2003, p. 162-167. 53 Nos referimos aqui ao MST Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem- Terra, que em 1994, toma o centro da cena poltica com uma posio antineoliberal. Ver: Machado, 2004.
135
Quanto proposta de independncia em relao aos partidos, percebemos uma tenso permanente que se apresenta, sobretudo, em momentos de maior enfrentamento com os governos municipais, estaduais ou federal, expressa nas difceis negociaes com os poderes executivo e legislativo. No percurso da pesquisa, buscaremos aprofundar a anlise em torno destas questes, intensificando o trabalho de campo e integrando o debate terico sobre a atuao dos movimentos sociais e sua relao com o Estado. REFERNCIAS BIBLIOGRFICAS BEHRING, Elaine R. Brasil em Contra-Reforma: desestruturao do Estado e perda de direitos. So Paulo, Cortez, 2003. BENOIT, H. Entrevista Assentamento Anita Garibaldi Movimento dos Trabalhadores Sem-teto. Revista Crtica Marxista, n. 14, 2001. BOITO Jr., A. Poltica Neoliberal e Sindicalismo no Brasil. So Paulo: Xam, 1999. CARDOSO, R. Co. L. A trajetria dos movimentos sociais. In: DAGNINO, Evelina (Org.). Anos 90: poltica e sociedade no Brasil. So Paulo. Brasiliense, 1994. COUTINHO, J. Ap. ONGs e polticas neoliberais no Brasil. So Paulo, 226 f. Tese (Doutorado em Cincias Sociais) Programa de Estudos Ps- Graduados em Cincias Sociais, Pontifcia Universidade Catlica de So Paulo, 2004 DEL ROIO, M. Globalizao e Crise do Estado Brasileiro. 1999. Disponvel em http:// globalization.sites.uol.com.br/globaliza.htm. Acesso em: 22 jan 2007. FRIEDMAN, M.. Capitalismo e Liberdade. So Paulo: Nova Cultural, 1985. HAYEK, F.A.. O Caminho da Servido. So Paulo: Instituto Liberal, 1987. MACHADO, E. R. Mal-estar da democracia no Brasil e na Argentina nos anos 90: lutas sociais na contra-mo do neoliberalismo. So Paulo, 229
136
f. Tese (Doutorado em Cincias Sociais) Programa de Estudos Ps- Graduados em Cincias Sociais, Pontifcia Universidade Catlica de So Paulo, 2004 MORAES, R. Neoliberalismo: de onde vem, para onde vai? So Paulo: SENAC, 2001. MOVIMENTO DOS TRABALHADORES SEM-TETO. Cartilha do militante do MTST. Disponvel em: http://www.mtst.org.br. Acesso em: 23 set. 2006. MOVIMENTO DOS TRABALHADORES SEM-TETO. Manifesto Popular de 28 de maro. Disponvel em: http://www.mtst.org.br. Acesso em: 17 jul. 2009. PINHEIRO, J. De frente para o Estado. Revista Lutas Sociais, n. 19/20, 2008. PROGRAMA MINHA CASA, MINHA VIDA. Disponvel em www.minhacasaminhavida.gov.br. Acesso em: 12 jul 2009. SADER, Eder. Quando novos personagens entraram em cena: experincias, falas e lutas dos trabalhadores da Grande So Paulo (1970-80). Rio de Janeiro. Paz e Terra, 1995. SAES, D. Repblica do Capital: capitalismo e processo poltico no Brasil. So Paulo: Boitempo, 2001. VERRI, B. W. Os movimentos de moradia e a questo urbana. Revista Margem Esquerda, n. 12, 2008 VIEIRA, V. L. Criminalizao das lutas sociais em estados autocrticos burgueses. Revista Projeto Histria, n 30 (GUERRAS), 2005.
137
Diferentes aspectos del derecho consuetudinario en el contexto de la discriminacin de un grupo aislado Phd. Magdalena Krysiska-Kauna El tema que deseo tratar aqu es la situacin de los indgenas Huaorani que viven en la Amazona ecuatoriana. Ecuador es un pas que reconoce la multiculturalidad1 de su sociedad y permite que los grupos indgenas que lo habitan apliquen sus leyes tradicionales (me centrar en esta cuestin ms adelante). En el ao 2003 tuvieron lugar unos acontecimientos que culminaron con el asesinato de una docena2 de personas del grupo de los indgenas Taromenane3, que viven aislados. La organizacin indgena nacional de Ecuador CONAIE (Confederacin de Nacionalidades Indgenas de Ecuador), decidi que estos crmenes, cometidos por otros Huaorani, no deban ser juzgados por la legislacin ecuatoriana, sino por los propios Huaorani, ya que se cometieron en su territorio y estaban motivados por su tradicin y cultura4. En este trabajo quisiera describir los acontecimientos del ao 2003 como un ejemplo de la discriminacin hacia los grupos aislados en Ecuador.
No menciono aqui la multinacionalidad porque este texto trata sobre los acontecimientos que pasaron en los aos anteriores del ao 2008 cuando se aprob la nueva constitucin de Ecuador. 2 Se desconoce el nmero exacto de muertos. Se suele indicar entre doce y diecisis personas, sealando que, posiblemente, hubo ms vctimas entre los heridos, que fallecieron en el bosque durante la huida y cuyos cuerpos no se encontraron. 3 Algunos consideran lo hacen por ejemplo los mismos Huaorani - que los indgenas Taromenane, aunque tienen una cultura y una lengua parecidas a las de los Huaorani, forman un grupo distinto. 4 Miguel ngel Cabodevilla, Pueblos ocultos. En: Alejandro Parellada (ed.), Pueblos indgenas en aislamiento voluntario y contacto inicial en la Amazona y el Gran Chaco. Copenhague: IWGIA, 2007, p. 118-130.
138
Se
estima
que
la
Amazona5
y
el
Gran
Chaco
estn
habitados
por
unos
cien
grupos
indgenas
aislados.
La
mayor
concentracin
de
estas
comunidades
se
encuentra
en
Brasil
y
el
Per.
El
criterio
que
uso
para
definir
los
grupos
indgenas
como
aislados
es
el
grado
de
contacto
que
mantienen
con
la
sociedad
no-indgena
(nacional).
Por
consiguiente,
los
grupos
aislados
son
aquellos
que
no
mantienen
ningn
contacto
directo
con
la
sociedad
nacional
o
que
mantienen
contactos
espordicos
que
indican
que
no
quieren
entablar
relaciones
estables
(por
ejemplo,
la
huida
o
el
ataque
cuando
se
producen
encuentros
casuales).
Son,
consecuentemente,
grupos
que
viven
en
aislamiento
voluntario6,
o
que,
por
algn
motivo
determinado,
no
pueden
establecer
contacto
o
no
saben
de
la
existencia
del
mundo
no
indgena
5
La
Amazona
es
una
regin
de
Sudamrica
que
se
extiende
desde
los
Andes
en
el
oeste,
la
Meseta
de
Guyana
en
el
norte
y
la
Meseta
del
Brasil
en
el
sur.
Su
superficie
es
de
6.000.000
km
repartidos
entre
los
siguientes
pases:
Brasil,
Colombia,
Venezuela,
Per,
Ecuador,
Paraguay,
Bolivia,
Guyana,
Surinam
y
la
Guayana
Francesa.
La
Amazona
se
ubica
alrededor
del
ro
Amazonas
y
sus
ms
de
mil
cien
afluentes,
pero
no
se
debe
confundir
con
la
cuenca
del
Amazonas
(concepto
geogrfico).
En
Brasil
existe
tambin
el
nombre
Amazona
legal
que
comprende
seis
Estados
ubicados
en
la
parte
septentrional
del
pas
(Amap,
Par,
Roraima,
Amazonas,
Acre
y
Rondnia)
y
los
Estados:
Tocantins,
el
oeste
de
Maranho
y
el
norte
de
Mato
Grosso.
Esta
regin
administrativa
ocupa
alrededor
de
500
631
680
ha
(casi
el
59%
de
la
superficie
del
pas)
[Albert
2004:
245].
Segn
el
medio
ambiente,
que
en
gran
parte
influy
en
la
formacin
de
las
culturas
indgenas,
los
grupos
viven
o
en
sabanas
o
en
bosques
tropicales.
Los
indgenas
que
habitan
la
Amazona
pertenecen
a
distintas
culturas,
que
se
diferencian
segn
los
elementos
tpicos
de
la
cultura
material,
la
organizacin
social
y
el
sistema
de
creencias.
Los
idiomas
que
hablan
pertenecen
a
varias
familias
de
lenguas,
entre
ellas:
arawak,
tupi,
jvaro,
witoto,
caribe,
g,
pano,
tukano.
La
Amazona
est
habitada
por
alrededor
de
unos
cuatrocientos
grupos
etnolingsticos
distintos.
6
En
la
bibliografa
especializada,
los
trminos
pueblos
en
aislamiento
voluntario,
pueblos
en
aislamiento
obligado
y
pueblos
ocultos
se
usan
indistintamente.
No
son,
segn
considera
Alex
Rivas
Toledo,
categoras
opuestas
[Rivas
Toledo
2007:
325-326].
139
(algo
casi
improbable)7.
Hablando
de
los
grupos
aislados
hay
que
tener
en
cuenta
que:
a)
es
muy
probable
que
los
ancestros
de
algunos
de
los
indgenas
que
hoy
viven
aislados
tuvieran
contacto
directo
con
el
mundo
no
indgena
(por
ejemplo
durante
el
boom
del
caucho,
en
el
perodo
comprendido
entre
1860
y
1915,
aproximadamente);
b)
una
parte
de
estos
grupos
en
aislamiento
mantienen
contacto
de
forma
espordica;
c)
desde
hace
siglos
una
gran
parte
de
los
grupos
aislados
mantiene
algn
tipo
de
contacto
indirecto
con
las
comunidades
no
indgenas
(utilizacin
de
herramientas
de
metal
conseguidas
de
manera
indirecta,
transmisin
de
algunas
enfermedades
de
origen
europeo).
Cabe
mencionar
tambin
que
los
grupos
indgenas
estn
especialmente
expuestos
a
la
violencia
por
parte
de
los
representantes
de
la
sociedad
nacional.
Los
Huaorani
y
el
otro
Tambin
en
la
Amazona
ecuatoriana
se
tiene
constancia
de
la
existencia
de
algunos
grupos
indgenas
en
aislamiento.
Son
los
Huaorani
y,
muy
prximos
a
ellos
culturalmente,
los
Taromenane,
considerados
por
algunos
como
un
subgrupo
de
los
Huaorani.
Hasta
hace
poco
haba
supuestamente
cinco
subgrupos
de
Huaorani,
que
evitaban
cualquier
tipo
de
contacto8.
Uno
de
los
ms
conocidos
eran
los
Tagaeri,
cuyo
lder,
Taga,
decidi
a
finales
de
los
aos
sesenta
del
siglo
XX
que
no
se
trasladaran
al
llamado
Protectorado,
es
decir,
al
territorio
en
el
que
actuaba
la
misin
del
Instituto
Lingstico
de
Verano.
El
ILV
insista
en
expulsar
a
los
indgenas
Huaorani
que
habitaban
una
superficie
muy
7
Alonso Zarzar, Tras las huellas de un antiguo presente. La problemtica de los pueblos indgenas amaznicos en aislamiento y en contacto inicial. Recomendaciones para su supervivencia y bienestar. Lima: Defensora del pueblo, 2000; Glenn H. Shepard, Pharmacognosy and the Senses in Two Amazonian Societies University of Californi, Berkeley, manuscrito, 1999; Beatriz Huertaz Castillo, Los Pueblos Indgenas en aislamiento, su lucha por la sobrevivencia y la libertad. Lima: IWGIA, 2002. 8 Miguel ngel Cabodevilla, Pueblos ocultos. En: Alejandro Parellada (ed.), Pueblos indgenas en aislamiento voluntario y contacto inicial en la Amazona y el Gran Chaco. Copenhague: IWGIA, 2007; Randy Smith, Crisis under the Canopy. Drama bajo el manto amaznico. Quito: Abya-Yala, 1996.
140
extensa
entre
los
ros
Napo
y
Curaray.
Lo
ms
probable
es
que
los
Tagaeri
ya
no
existan.
Su
exterminio
lento
se
debi
a
los
frecuentes
enfrentamientos
con
el
ejrcito
(que
estaba
acampado
en
dichos
territorios
con
el
fin
de
proteger
a
los
empleados
de
las
petroleras),
con
los
propios
empleados,
con
los
madereros
que
trabajaban
ilegalmente
y
tambin
con
los
indgenas
Taromenane,
que
asesinaron
a
los
ltimos
hombres
de
los
Tagaeri
y
secuestraron
a
sus
mujeres
y
nios.
Hoy
en
da,
segn
algunos
investigadores,
se
puede
hablar
de
tres
grupos,
aparte
de
los
Taromenane,
que
siguen
viviendo
en
aislamiento:
Taromenga,
Oamenane
y
Huiatare9;
segn
otros,
quedan
cinco
grupos10.
Para
comprender
la
tragedia
que
tuvo
lugar
en
el
ao
2003
es
imprescindible
conocer,
al
menos
a
grandes
rasgos,
la
historia
de
los
Huaorani,
su
situacin
y
su
actitud
hacia
el
otro.
A
principios
de
los
aos
sesenta
del
siglo
XX,
los
Huaorani
todava
habitaban
una
superficie
de
20
000
km
de
bosque
tropical
en
la
parte
oriental
de
Ecuador.
Los
indgenas
Huaorani,
que
ahora
son
unas
dos
mil
personas
que
hablan
una
lengua
aislada,
consiguieron
defender
su
independencia
durante
mucho
tiempo.
Una
de
las
razones
para
mantener
su
obstinado
aislamiento,
que
seguan
defendiendo
con
lanzas,
era
seguramente
la
conviccin
de
que
todos
los
no
Huaorani
(no
slo
los
indgenas
Quichua
o
los
colonos
blancos,
sino
tambin
sus
antiguos
vecinos,
los
Zaparo11,
que
hasta
hace
poco
se
consideraban
en
9
Gina Chvez, Melo Mario, Pueblos en aislamiento del ecuador: los Tagaeri- Taromenani. En: Miguel ngel Cabodevilla, Mikel Berraondo, Pueblos no contactados ante el reto de los derechos humanos. Un camino de esperanza para los Tagaeri y Taromenani. Quito: CICAME, CDES, 2005, p. 125. 10 Miguel ngel Cabodevilla, Zona Intangible. Peligro de muerte! Quito: CICAME, 2008. 11 Norman E. Whitten escriba: El nmero actual de habitantes de Oriente que hablan el idioma zaparo es difcil de determinar. Se considera que no son ms de siete personas pero yo estoy seguro que el nmero es ms alto. No obstante, la mayor parte o todos son bilinges y usan tambin el quichua de Oriente, el huaorani o el achuar [Whitten 1989: 36]. Norman E., Whitten, La Amazona actual en la base de los Andes: una confluencia tnica en la
141
extincin)
eran
canbales
de
aspecto
antropomorfo
(cohuori)
que
cazaban
y
devoraban
a
la
gente
de
su
grupo.
A
diferencia
de
ellos,
los
Huaorani
slo
atacaban
para
defenderse
o
para
conseguir
machetes
y
hachas.
Se
consideraban
hombres
de
verdad
porque,
en
primer
lugar,
slo
cazaban
y
coman
animales
de
los
rboles,
y,
en
segundo
lugar,
no
coman
a
otros
hombres,
a
los
canbales,
ni
a
los
animales
peligrosos
que
mataban12.
Durante
varias
dcadas
los
Huaorani
estuvieron
en
guerra
permanente,
no
slo
contra
los
cohuori,
sino
tambin
entre
s,
es
decir,
entre
clanes
enemigos
llamados
huarani.
Huarani
era
cualquier
individuo
Huaorani
cuyos
lazos
familiares
se
haban
perdido
y
no
era
posible
vincularlo
con
ningn
ancestro
comn:
Tu
eres
mi
peor
enemigo.
No
eres
familia,
no
eres
el
mismo
que
yo.
Tienes
que
morir,
dice
una
antigua
cancin
Huao
de
guerra13.
Todos
los
que
no
pertenecan
a
la
comunidad
de
la
gente
que
cazaba
en
el
mismo
territorio
y
comparta
dos
o
tres
casas
comunales,
pertenecan
a
los
otros
(aunque
no
en
el
mismo
grado
que
los
cohuori,
que
son
no- Huaorani)
y
tenan
que
ser
exterminados.
El
acto
de
matar
a
los
otros
defina,
segn
Laura
Rival,
la
coexistencia
y
el
parentesco,
porque
reproduca
las
relaciones
entre
las
vctimas
cuyos
supervivientes
estaban
obligados
a
vengarse
y
los
atacantes.
Los
Huaorani
crean
que
los
muertos
se
trasladaban
al
otro
lado
del
ro
Napo
(parte
de
la
frontera
de
su
territorio)
para
continuar
su
vida
all,
que
era
un
reflejo
de
la
vida
que
llevaban
al
otro
lado
del
ro,
e
incluso
moran
de
nuevo.
Por
consiguiente,
se
puede
decir
que
los
muertos
se
consideraban
como
vivos
en
otro
sitio,
mientras
que
los
fantasmas
que
volvan
no
eran
bienvenidos
porque
eran
canbales:
venan
a
chupar
sangre
y
a
comerse
a
sus
vctimas.
Se
consideraba
muerto
a
todo
hombre
que
abandonara
el
territorio
de
la
comunidad.
En
la
cultura
de
Huao
los
matrimonios
perspectiva
ecolgica,
social
e
ideolgica.
En:
Amazona
ecuatoriana.
La
otra
cara
del
progreso.
Quito:
Abya-Yala,
1989.
12 Laura
Rival,
Hijos
del
Sol,
padres
del
jaguar.
Quito:
Abya-Yala,
1996.
13
Laura
Rival,
Hijos
del
Sol,
padres
del
jaguar.
Quito:
Abya-Yala,
1996,
p.
54.
142
eran
uxorilocales
y,
cuando
faltaban
mujeres
dentro
de
la
comunidad,
sola
contraerse
matrimonio
con
mujeres
de
grupos
alejados.
Los
que
se
marchaban
se
convertan
en
forasteros
y
al
volver
tenan
que
esperar
a
que
los
mataran.
La
ausencia
y
su
forma
extrema,
la
muerte,
tambin
eran,
por
tanto,
elementos
que
conformaban
al
otro.
El
otro
estaba
siempre
vinculado
con
la
agresin
fsica,
con
un
peligro
potencial
que
provena
de
las
relaciones
con
los
hombres
de
fuera
del
crculo
de
la
casa
comunal:
los
huarani,
los
cohuori,
los
fantasmas
y
los
animales.
La
concepcin
de
los
Huaorani,
que
divide
a
la
gente
en
nosotros,
los
hombres
de
verdad
y
los
otros,
los
canbales,
pertenece,
seguramente,
a
una
imagen
del
mundo
que
va
cambiando
de
forma
sistemtica.
Sin
embargo,
Laura
Rival,
que
hizo
investigaciones
sobre
los
Huaorani
a
principios
de
los
aos
90,
escribi:
Los
jvenes
todava
se
cuidan
de
los
cohuori,
en
especial
de
algunos
de
ellos.
No
se
preocupan
tanto
de
los
Quichua,
que
ahora
forman
parte
de
su
mundo
social,
sino
de
los
directores
europeos
de
las
compaas
petroleras.
Mientras
que
estaba
realizando
el
trabajo
de
campo
corran
rumores
de
que
los
ingenieros
petroleros
europeos
haban
raptado
y
asesinado
a
varios
jvenes,
y
haban
enviado
su
carne
al
otro
continente
para
que
la
procesaran
como
comida
enlatada
y
la
vendieron
como
alimento
para
mascotas14.
En
cambio,
algunos
ancianos
afirman
que
actualmente
hay
demasiados
cohuori
para
matarlos
a
todos,
y
por
tanto
es
mejor
vivir
en
paz.
Se
puede
suponer
que
todava
hoy
en
da
la
percepcin
tradicional
del
otro
est
presente
en
la
cultura
de
Huao,
como
tambin
lo
estn
las
actividades
blicas
que
existan
hasta
hace
poco
y
alrededor
de
las
cuales
giraba
la
vida
de
la
comunidad,
la
aniquilacin
del
enemigo
y
la
venganza.
Eso
repercute
en
las
relaciones
entre
los
miembros
del
pueblo
que
no
son
parientes
(huarani)
y,
sobre
todo,
en
la
actitud
hacia
los
que
siguen
viviendo
en
aislamiento.
Los
dems
miembros
de
la
comunidad
tienen
miedo
de
encontrarlos,
ya
que
dichos
encuentros
casi
siempre
acaban
de
manera
sangrienta.
Por
otro
lado,
los
que
conocen
bien
el
tema
aseguraban
desde
hace
mucho
tiempo
que
la
amenaza
14
Laura Rival, Hijos del Sol, padres del jaguar. Quito: Abya-Yala, 1996, p. 72.
143
que
potencialmente
es
ms
peligrosa
para
los
Taromenga
[Taromenane]
viene
de
los
mismos
Huaorani,
especialmente
de
Bebe
de
Bataboro
[uno
de
los
lideres
locales
MKK],
que
en
algunas
ocasiones
ha
intentado
contactos
por
varias
razones15.
En
el
ao
1993
el
grupo
de
Bebe
intent
persuadir
a
los
militares
de
que
bombardearan
el
campamento
de
los
Taromenane.
En
mayo
de
2003
nueve
de
los
Huaorani
de
la
comunidad
de
Tigino,
incitados
por
su
lder
Bebe
Ima
(pero
sin
su
participacin
directa),
mataron,
segn
las
informaciones
existentes,
a
once
mujeres
y
nios
Taromenane
(no
se
sabe
cuantos
murieron
a
causa
de
las
heridas).
Mataron
tambin
a
un
hombre,
cuya
cabeza
se
llevaron
como
trofeo16.
Esta
masacre
se
debi
al
deseo
de
venganza
por
el
asesinato
de
un
pariente
de
Bebe
por
parte
de
los
Tagaeri
en
1993
y
a
las
relaciones
estrechas
que
el
clan
de
Bebe
mantena
con
los
madereros
que
trabajaban
ilegalmente
en
el
territorio
de
los
Taromenane.
Segn
Penti
Baihua
un
Huaorani
no
vinculado
al
clan
de
Bebe
los
habitantes
de
Tigino
mataron
a
los
indgenas
que
vivan
en
aislamiento
incitados
por
los
madereros,
a
cambio
de
petrleo
y
municin.
Los
madereros
buscan
en
el
territorio
de
los
Taromenane
caoba
y
cedro,
cuya
demanda
y
precio
han
subido
en
Colombia.
Los
lderes
de
varios
grupos
de
Huaorani
consideraron
la
matanza
de
los
Taromenane
como
una
venganza
y,
dado
que
los
indgenas
tienen
garantizado
el
derecho
a
resolver
los
conflictos
internos
de
acuerdo
con
la
tradicin,
el
asunto
qued
zanjado.
Los
madereros
con
el
apoyo
de
Bebe
siguen
trabajando
ilegalmente
en
esta
zona
(aunque
el
territorio
haya
sido
calificado
15
Randy Smith, Crisis under the Canopy. Drama bajo el manto amaznico. Quito: Abya-Yala, 1996, p. XXXIV . 16 Miguel ngel Cabodevilla, Pueblos ocultos. En: Alejandro Parellada (ed.), Pueblos indgenas en aislamiento voluntario y contacto inicial en la Amazona y el Gran Chaco. Copenhague: IWGIA, 2007, p. 219; Magdalena Krysiska- Kauna, Wobec innoci Europejczycy i Indianie, Etnografia Polska, t. XLVI, c. 1-2, 2002, p. 51-75; Magdalena Krysiska-Kauzna, Proces kontaktu a przetrwanie kultur indiaskich w Amazonii. Pozna, tesis doctoral, manuscrito, 2008, p. 213-220.
144
definitivamente
como
Zona
Intangible)
y
all
obtienen
gran
cantidad
de
madera
con
el
fin
de
comercializarla.
Miguel
ngel
Cabodevilla
afirma
que
en
el
ao
2006,
y
en
relacin
con
los
asaltos
a
madereros
cometidos
por
los
Taromenane,
los
Huaorani,
que
tambin
se
aprovechaban
de
la
tala
del
bosque,
volvieron
a
realizar
otra
masacre
contra
un
grupo
aislado.
No
ha
sido
posible
conocer
los
detalles
de
este
suceso,
ya
que
los
agresores
fueron
excepcionalmente
discretos
en
esta
ocasin.
La
Constitucin,
la
discriminacin
y
el
derecho
consetuidinario
Si
la
discriminacin
se
entiende
como
toda
actividad
intencional
o
no
intencional
de
una
persona
fsica
o
una
institucin,
como
tambin
toda
accin
del
sistema
normativo
legtimo
de
un
pas,
que
pueda
provocar
la
exclusin
de
algn
colectivo
en
la
participacin
de
los
recursos
o
bienes
sociales17,
hay
que
afirmar
que
los
Taromenane
y
otros
grupos
aislados
de
Ecuador
estban,
con
toda
certeza,
discriminados.
El
alcance
de
los
fenmenos
definidos
como
discriminacin
es
extensible
a
los
ataques
contra
los
smbolos
tnicos,
la
exclusin
social,
el
etiquetado
y
la
agresin
fsica
(genocidio
incluido).
Antes
de
sealar
en
que
consista
la
discriminacin
contra
los
Taromenane
y
quin
la
realiz,
me
gustara
enfatizar
que
la
discriminacin
siempre
tiene
que
ver
con
alguna
forma
de
dominacin
(cultural,
fsica,
simblica)
de
un
grupo
respecto
a
otro.
En
este
caso
los
grupos
dominantes
respecto
al
grupo
aislado
son
la
sociedad
nacional
junto
con
sus
instituciones,
la
comunidad
autctona,
en
el
sentido
amplio
de
la
palabra,
representada,
entre
otros,
por
la
CONAIE,
los
indgenas
Huaorani
y
otros
agentes
potenciales
del
contacto,
como,
por
ejemplo,
los
madereros
ilegales.
La
discriminacin
que
afecta
a
los
grupos
aislados
en
Ecuador
es
multidireccional.
Me
gustara
concentrarme
en
su
aspecto
ms
evidente
y
peligroso,
que
perjudica
la
subsistencia
fsica
de
los
grupos
aislados,
es
17
Janusz Mucha, Badanie stosunkw kulturowych z perspektywy mniejszoci, en: Janusz Mucha (red. nauk.), Kultura dominujca jako kultura obca. Mniejszoci kulturowe a grupa dominujca. Warszawa: Oficyna Naukowa, 1999, p. 11-25.
145
decir, el trato desigual que se ejerca en este caso sobre dichos grupos en tanto que sujetos legales y, especialmente, desde el punto de vista de los derechos fundamentales del hombre. Su cumplimiento estaba garantizado en Ecuador, tanto por la Constitucin como por los convenios internacionales firmados por el pas. Despus de la matanza de los Taromenane los responsables fueron llevados ante el tribunal de la organizacin indgena Huaorani (la ONHAE, actualmente Nawa18). Sus miembros consideraron que la matanza se debi a la necesidad de vengar a un familiar, cosa que, segn la tradicin y la ley de Huao, significa que los responsables son inocentes. En los artculos 3 y 16 de la Constitucin ecuatoriana vigente antes del ao 2008, podamos leer que una de las obligaciones fundamentales del Estado es el cumplimiento de los derechos humanos. El art.16 deca: El ms alto deber del Estado consiste en respetar y hacer respetar los derechos humanos que garantiza esta Constitucin19. El cumplimiento de los derechos humanos del que habla la Constitucin, las declaraciones, los convenios y otras herramientas legales internacionales, estban garantizados por el Estado tambin en los artculos 17 y 18, donde se hablaba de la igualdad de toda persona ante la ley20. En el artculo 84 de la Constitucin ecuatoriana podamos leer: El Estado reconocer y garantizar a los pueblos indgenas, de conformidad con esta Constitucin y la ley, el respeto al orden pblico y a los derechos humanos, los siguientes
18
Miguel ngel Cabodevilla, Zona Intangible. Peligro de muerte!. Quito: CICAME, 2008, p. 45. 19 BARI Cletus Gregor, 2003, Pueblos Indgenas y derechos constitucionales en Amrica Latina: un panorama. Boliwia: Instituto Indigenista Interamericano (Mexico), Comisin Nacional para el Desarollo de los Pueblos Indgenas (Mexico) y Editorial Abya-Yala (Ecuador), p. 286. 20 BARI Cletus Gregor, 2003, Pueblos Indgenas y derechos constitucionales en Amrica Latina: un panorama. Boliwia: Instituto Indigenista Interamericano (Mexico), Comisin Nacional para el Desarollo de los Pueblos Indgenas (Mexico) y Editorial Abya-Yala (Ecuador), p. 287.
146
derechos
colectivos
...21.
A
continuacin
se
enumeraban
quince
puntos
que
contienan
los
derechos
fundamentales.
Podemos
leer,
entre
otras
cosas:
Conservar
y
desarrollar
sus
formas
tradicionales
de
convivencia
y
organizacin
social,
de
generacin
y
ejercicio
de
la
autoridad22.
Como
vemos,
las
leyes
tradicionales
se
plasmaban
en
el
sistema
legal
ecuatoriano
como
normas
subordinadas
a
la
Constitucin,
a
los
convenios
internacionales
y,
derivados
de
ellos,
a
otros
derechos
y
libertades
como
el
derecho
a
la
vida.
Parece
dudoso
que
desde
el
punto
de
vista
del
sistema
legal
ecuatoriano,
la
exterminacin
de
un
grupo
indgena
aislado
realizada
por
Huaorani
deba
considerarse
como
un
hecho
sujeto
nicamente
a
las
leyes
tradicionales
y
jurisdiccin
indgena
de
un
grupo.
De
otra
opinin
era
Gina
Chvez
Vallejo
que
sostena
que
las
leyes
colectivas
tenan
rango
constitucional.
Tambin
opinaba
que
la
matanza
de
los
indgenas
Taromenane
cab
en
la
categora
del
conflicto
interno
porque
tuvo
lugar
en
el
territorio
Huaorani
y
por
lo
tanto
se
someta
a
su
jurisdiccin23.
Sin
embargo,
asumiendo
este
punto
de
vista
debemos
reconocer
que
como
la
matanza
realmente
tuvo
lugar
en
el
territorio
de
los
Taromenane
y
no
Huaorani,
el
caso
se
someta
a
su
jurisdiccin
y
slo
los
Taromenane
tenan
derecho
a
juzgar
a
los
Huaorani
que
cometieron
el
asesinato
de
sus
compatriotas.
En
este
contexto
el
pas
que
permite
aplicar
en
tal
caso
la
ley
tradicional
que
excusa
la
matanza,
en
realidad
permite
matar
impunemente
a
los
indgenas
que
viven
en
aislamiento;
aunque
se
suponga
que
el
motivo
21
BARI Cletus Gregor, 2003, Pueblos Indgenas y derechos constitucionales en Amrica Latina: un panorama. Boliwia: Instituto Indigenista Interamericano (Mexico), Comisin Nacional para el Desarollo de los Pueblos Indgenas (Mexico) y Editorial Abya-Yala (Ecuador), p. 292. 22 BARI Cletus Gregor, 2003, Pueblos Indgenas y derechos constitucionales en Amrica Latina: un panorama. Boliwia: Instituto Indigenista Interamericano (Mexico), Comisin Nacional para el Desarollo de los Pueblos Indgenas (Mexico) y Editorial Abya-Yala (Ecuador), p. 292. 23 Gina Chvez Vallejo, Muerte en la zona Tagaeri-Taromenane: Justicia occidental o tradicional, [en:] Iconos. Revista de sciencias sociales, septiembre, nmero 017, 2003, p. 31- 36.
147
de la matanza fue la necesidad de vengarse, es algo que constituye una discriminacin y ante la ley supone el trato desigual de los indgenas aislados. La cuestin ms difcil es poder aclarar si los grupos que viven en aislamiento estn discriminados por los propios Huaorani. Para poder responder a esta pregunta, se tendra que constatar si los Huaorani consideran los grupos aislados como una parte de la comunidad a la que ellos mismos pertenecen. Aparentemente, una parte de los Huaorani percibe a los Taromenane como enemigos, huarani, es decir, como aquellos a los que se debe matar. En esta situacin difcilmente se puede hablar de discriminacin por parte de los Huaorani. Es difcil discriminar a un enemigo contra el que se hace la guerra. La palabra enemigos se traduce a veces como los que actan enojados o los que hablaron cosas malas y dijeron mentiras. Al hablar acerca de los que mataron, mis informantes no mostraban ningn sentimiento, excepto un odio fro. Los enemigos deben morir y desaparecer de nuestra tierra, la tierra Huaorani. Deben vivir con los muertos. Cuando salen a matar, los defensores procuran matar a todo el grupo domstico. Raras son las veces en que se considera enemigo a un individuo: el odio se dirige hacia el grupo entero (el grupo domstico). Los enemigos son otros, personas sociales, genealgica y fsicamente distantes24. Otra cuestin sera la motivacin real25 de los asesinos y la conciencia de cometer un delito segn las normas legales de la sociedad nacional. La CONAIE y su postura
24
Laura Rival, Hijos del Sol, padres del jaguar. Quito: Abya-Yala, 1996, p. 80. Los mviles de los crmenes que cometan antes de establecer contacto eran sobre todo, segn los antroplogos, el deseo de venganza y de conseguir herramientas, es decir, bienes materiales (eventualmente conseguir a mujeres). En el caso del exterminio de los Taromenane se tratara de los mismos mviles, con la diferencia de que los bienes materiales, que antes robaban a los muertos, en este caso fueron sustituidos por algn tipo de recompensa por parte de los madereros.
148
El siguiente grupo dominante mencionado son las organizaciones indgenas, principalmente la organizacin nacional CONAIE, que habla en nombre de los Huaorani (antes la ONHAE, Organizacin de la Nacin Huaorani de la Amazona Ecuatoriana y ahora Nawa forma parte de la CONAIE), como tambin de otros grupos aislados de Ecuador. Su postura en cuanto a la justificacin del suceso es difcil de entender a primera vista. La CONAIE se fund en 1986 para unir dos organizaciones indgenas regionales: CONFENIAE del Oriente y ECUARUNARI de los Andes. Como he mencionado antes, la ONHAE, que es una organizacin de indgenas Huaorani, forma parte de la CONAIE. Sin embargo, la mayor parte de la organizacin est formada por representantes de los pueblos dominantes, los indgenas Quechua y Shuar. La CONAIE asumi el papel principal durante la sublevacin indgena en Ecuador en 1990, como tambin en las movilizaciones indgenas de los aos 1992 y 1994. En 1995 se cre la Unidad Plurinacional Pachakutik - Nuevo Pas, un partido derivado del brazo poltico de la CONAIE. En el ao 2000 se produjo el derrocamiento del presidente de Ecuador, Jamil Mahuad, con la colaboracin destacable del movimiento indgena. La junta, que se mantuvo en el poder por muy poco tiempo, estaba compuesta por tres personas, entre ellas Antonio Vargas, el presidente de la CONAIE. Al mismo tiempo, el Congreso de Ecuador contaba con seis representantes escogidos por el Pachakutik. Menciono estas circunstancias para resaltar el buen conocimiento del sistema legal y poltico de Ecuador que tenan los movimientos indgenas agrupados alrededor de la CONAIE. En esta situacin, las afirmaciones de los representantes de esta organizacin, segn las cuales la masacre de la comunidad aislada por parte de sus propios congneres fue consecuencia de la ley tradicional y deba ser juzgada segn la legislacin indgena, son, como poco, cuestionables. El gobierno ecuatoriano, despus de la publicacin del informe por parte de la Comisin Interamericana de Derechos Humanos en 1997, que hablaba de los derechos de los pueblos indgenas aislados de Ecuador, dio los primeros pasos para crear un territorio de acceso prohibido (llamado Zona Intangible) con el fin de proteger los grupos
149
aislados:
los
Tagaeri
y
los
Taromenane.
Un
mes
despus
de
la
muerte
de
doce
Taromenane,
los
representantes
de
la
CONAIE
decidieron
finalmente
exigir
al
gobierno
que
trazara
las
fronteras
de
dicho
territorio.
Tres
aos
despus,
el
Ministerio
de
Medio
Ambiente
realiz
una
consulta
con
los
Huaorani
sobre
el
proyecto
de
creacin
de
la
Zona
Intangible,
que
tena
que
firmar
el
presidente
del
pas.
A
pesar
del
inters
que
mostraban
los
Huaorani
en
cuanto
a
la
creacin
de
la
zona,
en
esa
ocasin
tanto
la
concepcin
como
la
idea
en
s
fueron
categricamente
rechazados
por
la
CONAIE,
que
antes
haba
exigido
crear
la
Zona
Intangible.
Unos
meses
despus
la
CONAIE
particip
en
el
Seminario
Regional
sobre
Pueblos
Indgenas
Aislados
y
en
Contacto
Inicial
de
la
Amazona
y
el
Gran
Chaco.
Una
de
las
peticiones
de
los
representantes
de
la
CONAIE
presentadas
durante
el
seminario,
que
se
repeta
como
un
mantra,
era
que
el
gobierno
ecuatoriano
abandonara
todo
tipo
de
actividad
en
el
territorio
de
los
indgenas
en
la
Amazona
y
tambin
de
los
indgenas
aislados.
Se
trata
de
actividades
desarrolladas
por
empresas
petroleras
y
por
los
madereros.
Estas
peticiones
parecen
justificables
desde
el
punto
de
vista
del
inters
de
los
indgenas,
cuyo
medio
ambiente
est
devastado
en
extremo
por
dichos
factores.
No
obstante,
la
CONAIE
exigi
tambin
que
se
prohibiera
el
acceso
a
las
organizaciones
internacionales
de
medio
ambiente
y
derechos
humanos.
Ninguna
consideracin
de
prioridad
nacional,
estratgica
militar,
ni
de
tipo
humanitario
o
ambiental,
podr
permitir
la
intervencin
sobre
el
territorio
de
los
pueblos
indgenas
libres
en
aislamiento
voluntario26.
Toda
la
culpa
del
exterminio
de
los
hermanos
y
las
hermanas,
como
denomin
la
CONAIE
a
los
Taromenane
y
los
Tagaeri,
es
del
Estado
y
su
hipocresa.
Segn
esta
organizacin,
el
Estado
est
obligado
a
garantizar
la
seguridad
de
los
indgenas
Huaorani,
incluso
de
los
que
viven
aislados.
No
se
sabe
cmo
puede
hacerlo,
sin
poder
controlar
de
ninguna
26
CONAIE, Pueblos indgenas en aislamiento voluntario en la Amazona Ecuatoriana. En: Alejandro Parellada (ed.), Pueblos indgenas en aislamiento voluntario y contacto inicial en la Amazona y el Gran Chaco. Copenhague: IWGIA, 2007, pp. 137.
150
manera,
segn
la
peticin
de
la
CONAIE,
la
situacin
en
los
extensos
territorios
de
los
Huaorani
(ms
que
8
000
km2).
Digno
de
mencin
es
el
fragmento
de
un
discurso
en
el
que
se
dice:
La
definicin
geogrfica
de
la
territorialidad
de
los
pueblos
en
aislamiento
voluntario
no
podr
conculcar
los
derechos
territoriales
que
el
Estado
ecuatoriano
ha
reconocido
y
garantiza
a
otros
pueblos
indgenas
de
la
regin27.
Parece
que
esta
frase
explica
por
qu
a
la
CONAIE
le
convena
decidir
con
quin
se
pueden
relacionar
los
Huaorani,
quin
puede
residir
en
su
territorio
y
cmo
es
la
ley
tradicional
de
los
indgenas:
segn
parece,
los
representantes
de
la
CONAIE
consideraron
que
los
intereses
de
los
Huaorani,
especialmente
de
los
grupos
aislados
de
Huaorani,
no
necesariamente
coinciden
con
los
intereses
de
la
amplia
comunidad
indgena
o
de
sus
representantes
vinculados
al
mundo
de
la
poltica.
Parece
que
varios
grupos
sociales
estn
interesados
en
el
acceso
a
los
recursos
que
hay
en
el
territorio
de
los
Huaorani.
Quichua,
contrayendo
matrimonio
con
las
indgenas
Huaorani,
consiguen
el
derecho
a
cazar
y
usar
otros
recursos
del
territorio
de
sus
cuados.
Es,
por
tanto,
una
situacin
muy
beneficiosa
para
ellos.
Son
los
Quichua
quienes,
haciendo
el
papel
de
profesores
de
los
nios
Huaorani,
a
menudo
actan
como
representantes
de
la
cultura
dominante
que
intenta
civilizar
a
los
salvajes28.
No
interesaba
en
el
ao
2006
a
los
grupos
indgenas
que
habitan
los
antiguos
territorios
de
los
Huaorani
crear
una
zona
donde,
al
menos
tericamente,
el
acceso
est
restringido.
El
hecho
de
que
los
rganos
estatales
independientes
puedan
realizar
investigaciones
seguramente
no
fortalecera
el
papel
de
las
organizaciones
indgenas
en
dicho
territorio.
Manipular
la
idea
de
la
ley
tradicional
beneficiara
a
algunos
grupos
indgenas
o
a
alguna
clase
poltica
de
los
indgenas,
pero
probablemente
no
al
grupo
cuyas
costumbres
conforman
dicha
ley.
Miguel
ngel
Cabodevilla,
que
desde
27
CONAIE, Pueblos indgenas en aislamiento voluntario en la Amazona Ecuatoriana. En: Alejandro Parellada (ed.), Pueblos indgenas en aislamiento voluntario y contacto inicial en la Amazona y el Gran Chaco. Copenhague: IWGIA, 2007, p. 137. 28 Laura Rival, Hijos del Sol, padres del jaguar. Quito: Abya-Yala, 1996.
151
hace treinta aos se dedica a los problemas de los Huaorani y sus grupos aislados, dice: De modo que ah tenamos escenificada, una vez ms, la dificultad indgena para conseguir una organizacin que concilie de manera adecuada los intereses de sus dirigentes nacionales, sensibles sobre todo a las ganancias de los fuertes grupos indgenas serranos, con las urgencias concretas de sus bases amaznicas29. La ley tradicional indgena est reconocida por los sistemas legales de siete pases de Amrica Latina. En todos estos casos (excepto Bolivia, donde la situacin es ms complicada), la Constitucin admite la aplicacin de las leyes tradicionales siempre que no sean contradictorias con la Constitucin Nacional (considerada como una norma superior frente a todos los sistemas legales vigentes en un pas determinado30) o, como en Per, no infringen los derechos individuales. Eso, en cuanto a la teora. En cuanto a la prctica, la aplicacin de las leyes tradicionales por las comunidades indgenas muchas veces topa con dificultades o incluso no es posible31. Dicha situacin tiene lugar por ejemplo en Mxico, pas que carece de estructuras judiciales formales (tribunales) reconocidas por el estado que apliquen las normas legales tradicionales. Por lo tanto se hace muy difcil la aplicacin de estas leyes
29
Miguel ngel Cabodevilla, Pueblos ocultos. En: Alejandro Parellada (ed.), Pueblos indgenas en aislamiento voluntario y contacto inicial en la Amazona y el Gran Chaco. Copenhague: IWGIA, 2007, p. 125. 30 Vase p. ej. la entrevista con el profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Girona, Marco Aparicio Wilhelmi, referente a las relaciones entre las leyes fundamentales en los pases de Amrica Latina y la situacin de los pueblos indgenas: En ningn caso se reconoce tal pluralismo [igualdad del derecho estatal y tradicional MKK], sino que sigue partiendo de una visin monosta, situando la Constitucin y los derechos fundamentales (en los casos ms generosos) en posicin jerrquicamente superior, sin posibilidad de dilogo real [Bari 2003 : 91]. De otra opinin es como ya he mencionado Gina Chvez Vallejo quien afirma que en Ecuador la constitucin ecuatoriana no es una norma de mayor jerarqua que los derechos colectivos [2003 : 36]. 31 Vase p. ej.:Manual de administracin administracin de justicia indgena en el Ecuador, recop. y sistem. L. Tibn, R. Ilaquiche, IWGIA, FUDEKI, Quito, 2004.
152
garantizadas por la Constitucin de forma que las resoluciones sean vigentes tambin para los rganos estatales32. El reconocimiento de las leyes tradicionales por parte de la ley estatal se considera un gran avance en la creacin de los mecanismos de un pas multicultural y multitnico (o multinacional), donde se renuncia formalmente al modelo nico y dominante que rige la sociedad, su estructura y sus relaciones sociales e incluso a las relaciones reguladas por la ley. La idea de implementar las leyes tradicionales se basa en la conviccin de que se emplearn para resolver las situaciones de conflicto sin tener que recurrir a la violencia innecesaria (tanto fsica como simblica) por parte de la cultura dominante (no indgena), que, de todas maneras, abusa de la violencia. Lamentablemente, empleada de forma inapropiada, puede convertirse en una herramienta de dominacin y discriminacin en manos de aquellos que la pueden usar para su propio inters, independientemente de su valor real para el conjunto de la sociedad autctona tradicional. Si la aplicacin de la ley tradicional para juzgar las actividades blicas de los Huaorani se convierte en norma, los indgenas Quichua y Shuar tendran que esperar que los Huaorani los mataran, como ellos lo hicieron antes durante la guerra que sostuvieron. Si aquellos que hablan en nombre de la CONAIE, es decir, en nombre de muchos de los Quichua y Shuar, no estn de acuerdo con tal solucin, porque consideran que la ley tradicional en este caso slo se limita a juzgar la matanza de los Taromenane, que, segn los propios Huaorani, es un grupo culturalmente distinto, eso significa que discriminan abiertamente a los Taromenane y a otros pueblos indgenas aislados como lo hacen otras instituciones estatales. La ley tradicional es una gran oportunidad para detener la actuacin represiva de la cultura dominante en algunos aspectos, siempre y cuando no se convierta en una herramienta de represin de la cultura dominante (en este caso
32
En los aos 90. del siglo XX los indgenas mexicanos solicitaron la garanta de la aplicacin de sus derechos siendo ste el postulado ms importante en los Acuerdos de San Andrs. Finalmente, los acuerdos no se realizaron
153
puede ser tambin autctona) sobre otra cultura autctona dbil y discriminada. Bibliografa ALBERT Bruce, 2004, Territorialidad, etnopoltica y desarrollo: a propsito del movimiento indgena en la Amazona brasilea. En: Alexandre Surralls y Pedro Garca Hierro (ed.), Tierra adentro. Territorio indgena y percepcin del entorno. Copenhague: IWGIA, p. 221-258. BARI Cletus Gregor, 2003, Pueblos Indgenas y derechos constitucionales en Amrica Latina: un panorama. Boliwia: Instituto Indigenista Interamericano (Mexico), Comisin Nacional para el Desarollo de los Pueblos Indgenas (Mexico) y Editorial Abya-Yala (Ecuador). CABODEVILLA Miguel ngel, 2007, Pueblos ocultos. En: Alejandro Parellada (ed.), Pueblos indgenas en aislamiento voluntario y contacto inicial en la Amazona y el Gran Chaco. Copenhague: IWGIA, p. 118-130. CABODEVILLA Miguel ngel, 2008, Zona Intangible. Peligro de muerte! Quito: CICAME. CONAIE, 2007, Pueblos indgenas en aislamiento voluntario en la Amazona Ecuatoriana. En: Alejandro Parellada (ed.), Pueblos indgenas en aislamiento voluntario y contacto inicial en la Amazona y el Gran Chaco. Copenhague: IWGIA, p. 132-142. CHVEZ Gina, MARIO Melo, 2005, Pueblos en aislamiento del ecuador: los Tagaeri-Taromenani. En: Miguel ngel Cabodevilla, Mikel Berraondo, Pueblos no contactados ante el reto de los derechos humanos. Un camino de esperanza para los Tagaeri y Taromenani. Quito: CICAME, CDES. CHVEZ VALLEJO Gina 2003, Muerte en la zona Tagaeri-Taromenane: Justicia occidental o tradicional, [w:] Iconos. Revista de sciencias sociales, septiembre, nmero 017, s. 31-36. HUERTAS CASTILLO Beatriz, 2002, Los Pueblos Indgenas en aislamiento, su lucha por la sobrevivencia y la libertad. Lima: IWGIA.
154
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155
El poder en la poesa mexicana. Una mirada al campo literario Al Caldern Farfn A) La poesa mexicana es una farsa. Es una mentira que hemos credo por quin sabe qu razones. He sostenido durante algn tiempo que el prestigio que ostentan los poetas muchas veces no se corresponde con su obra. Es as que tras la lectura del trabajo de un poeta conocido, prestigioso, No pocas veces nos decepcionamos, no slo no encontramos emocin en sus textos sino que ni siquiera quedamos convencidos de que valgan algo. Nos dieron, pues, gato por liebre, sidral por cerveza. El desfase entre la magnificencia curricular y la pobreza o mediana potica posibilita la emergencia de un espacio de corrupcin o de lo que he llamado falseamiento del gusto. B) En los primeros aos del siglo XX, Ramn Lpez Velarde pens que la poesa mexicana era poco autntica y casi una burla. Escribi que nuestros hombres de pluma aderezan prrafos y estrofas como guisotes. As es como el ejercicio de las letras se ha vuelto industria de chalanes y filn de trapaceros. Hoy, despus de ms de noventa aos, en realidad, la situacin no es muy diferente. La poesa mexicana se caracteriza, adems, por ser corrupta: corrupta al moverse a travs de relaciones clientelares, corrupta por el manejo faccioso de la poltica cultural, corrupta por construir e inflar prestigios de poetas que no estn, ni por mucho, a la altura de sus obras. Puesto de esta manera, el panorama no es prometedor. Por un lado, falta de rigor crtico y poesa autntica; por el otro, relaciones extraliterarias turbias que falsean el gusto. El panorama no es prometedor. Es el mismo fenmeno, acaso, el que describe Evodio Escalante al hablar del actual panorama de conformismo mexicano, en el que pululan los escritores de medias tintas que han renunciado a su vocacin de bsqueda para
156
especializarse en ganar concursos, becas y premios concedidos por el Estado. C) El sistema de lo literario funciona gracias a la accin complementaria de dos planos fundamentales: el de las relaciones intratextuales y el de las relaciones extratextuales. En el primer nivel se juega la literariedad del poema, su calidad. sta se logra, al menos de Safo a nuestros das, apelando a la manipulacin de las palabras para que abandonen su condicin sgnica y alcancen el carcter simblico. Aqu el poema funciona gracias a dos valores fundamentales: la baja predictibilidad lingstica que propone su estructura y la polisemia. En el segundo plano operan distintos mecanismos no semiticos, es decir, externos al texto, que aseguran su aceptacin primero en la tradicin literaria y despus en el espacio social que permiti su produccin. Esto es: para que un discurso adquiera carcter de literario debe cumplir ciertos requerimientos formales. Luego, para que ese discurso tomado finalmente como poema sea aprobado socialmente y considerado como un buen poema debe pasar otros filtros que aqu llamaremos de legitimacin literaria. Cuando en una sociedad se busca primero la manipulacin o dominio de las relaciones extratextuales y se descuida o se presta menos atencin a las relaciones intraextuales podemos hablar de que existe corrupcin o falseamiento del gusto. D) En los albores del siglo XXI hemos heredado un pas que requiere con urgencia una asepsia moral en todos los rdenes de la vida pblica. El sistema poltico mexicano, emanado de la camarilla de revolucionarios sonorenses, pescadores hbiles del ro revuelto, y perpetuada por el PRI hasta la culminacin del siglo, cre, en prcticamente todos los mbitos de la cultura, un modus operandi a su imagen y semejanza: corrupto. La literatura, que es tambin un campo de poder, no fue la excepcin. El nuevo siglo ha inaugurado en Mxico una era de incertidumbre y desencanto. Las instituciones garantes de la certeza y la
157
estabilidad han cado en el descrdito y la sospecha total. Vivimos un tiempo en que la Suprema Corte de Justicia y el Instituto Federal Electoral, por ejemplo, han maculado su transparencia otrora irrebatible y a priori. Si esto sucede en el mbito de las tan observadas instituciones polticas qu podemos esperar de nuestro aparato cultural? Poco menos que nada. Este ambiente es terreno frtil para que florezca la mentira y se maquille de verdad. La mentira radica en un falseamiento del gusto de la poca, primero, y en un manejo corrupto de las circunstancias as como en una manipulacin del aparato cultural y sus mecanismos de operacin, posteriormente. Nunca lo sabemos de cierto pero suponemos siempre que mafias, en el sentido siciliano del trmino, dominan la poesa mexicana. Deciden quin gana un premio, quin ingresa al Sistema Nacional de Creadores, qu poeta joven, sumndose a la clientela, puede acceder a los apoyos institucionales, etc. Por ello, la Repblica de las Letras es incierta; todo en ella est enrarecido. La calidad de un poema, su literariedad, no es asunto trascendente en la agenda. Ni siquiera tenemos una tradicin crtica que valore honestamente lo que hacen los escritores. Es as que no pocos poetas mexicanos han dejado de lado la propia poesa y han erigido como sumo bien la vida literaria, la intriga cortesana, la legitimacin de la literatura a travs de medios extraliterarios actualizando, de esa manera, las palabras de Manuel Payno cuando sostena que en Mxico es ms productiva una hora de poltica que un ao de trabajo. E) La tradicin literaria, contrario a lo que pudiera pensarse, es distinta y an opuesta al concepto de canon. La primera tiene que ver ms con el cmulo de motivos, procedimientos estilsticos y efectos conseguidos a lo largo de la historia de una literatura nacional o de la historia de la literatura de una lengua. Es una continua conquista esttica, un paradigma de medios expresivos. El segundo es, ms bien, el resultado de una manera de entender y escribir poesa. El canon es producto de la tensin que se establece entre los distintos medios de la legitimacin de la literatura (becas, premios, publicacin en sellos prestigiosos,
158
proximidad al poder poltico o cultural, etc.). La historia de una poesa nacional es la historia de las relaciones entre la tradicin literaria y el canon. Gngora podra servirnos de ejemplo para dar cuenta de lo anterior. El cordobs cultiv (apelando al conjunto de medios expresivos que le otorgaba su tradicin) distintos lenguajes literarios, diversos registros: el manierismo de raigambre petrarquista en sonetos de gran lirismo, un barroco de angustiosa y sobria expresin (A una rosa), el romance y su gusto popular y an un barroquismo deliciosamente desmesurado y experimental en La fbula de Polifemo y Galatea, por ejemplo. Era un grandsimo poeta, sin duda. Sin embargo, segn Arnulfo Herrera, el triunfo definitivo de la poesa culta se logr en 1616 cuando el Homero Espaol gan un certamen para consagrar la capilla de Nuestra Seora del Sagrario en la imperial Toledo. Tal vez estuvo arreglado por fray Hortensio Flix Paravicino, amigo y discpulo del poeta, lo cierto es que las fiestas haban sido patrocinadas por el cardenal Sandoval y Rojas, to del duque de Lerma, el valido de Felipe III y el ms poderoso de los hombres en ese momento. Gngora se encontraba en el punto ms lgido de su carrera literaria y en plena campaa poltica, medrando para obtener un cargo palaciego. Es decir, los usuales procedimientos de legitimacin trabajaron a favor del poeta. Esta operacin se repite una y otra vez en nuestras tradiciones hispnicas y seguramente en cualquier otra. En Mxico, el asunto es particularmente interesante: un pas de caudillos en lo poltico ha generado un pas de caudillos en lo cultural. Quienes sean ms eficaces en el manejo de la real politik del campo literario habrn de dominarlo a pesar de que su quehacer esttico sea incluso mediocre. Eso es lo de menos. Estos mecanismos de legitimacin han funcionado para distintas figuras de nuestra literatura, ms all de su calidad innegable, por
159
ejemplo, el espaldarazo del poder poltico. Pienso ahora en la proximidad de Sor Juana a la corte virreinal y en el emblema, casi servil, del Neptuno alegrico, en el que le haca la barba a la recin nombrada autoridad de la Nueva Espaa. La monja slo mengu su influencia cuando perdi el favor de un virrey. Ya en el siglo XIX, la Academia de Letrn nombra presidente de la asociacin a don Andrs Quintana Roo, viejo insurgente y figura poltica de primer orden. Guillermo Prieto y Vicente Riva Palacios fueron liberales destacados con importantes cargos en la administracin pblica. Ignacio Manuel Altamirano ejerci un importante magisterio cultural a partir de la Repblica Restaurada adems de haber sido presidente de la Suprema Corte de Justicia. Amado Nervo, por ejemplo, tuvo una carrera diplomtica importante durante los ltimos aos del porfirismo. El grupo de Contemporneos mostr la manera en que distintos procedimientos extraliterarios legitiman una obra literaria. Siempre estuvieron prximos al poder poltico (Torres Bodet fue secretario particular de Jos Vasconcelos en la UNAM y en la SEP, fue Secretario de Educacin Pblica, estuvo en la UNESCO; Gorostiza tambin fue Secretario de Estado), contaron con el padrinazgo de las figuras capitales de la cultura de ese momento (Pedro Henrquez Urea y Alfonso Reyes), se incorporaron a la tradicin literaria a travs del ejercicio crtico (la antologa firmada por Cuesta y la Galera de poetas nuevos de Mxico amn de las producciones crticas individuales), presencia en el extranjero, publicacin en revistas prestigiosas (en Revista de occidente y, evidentemente, en Contemporneos), publicacin en editoriales de renombre. A lo anterior se suman la obtencin de becas, premios y la participacin activa en la llamada vida literaria. Con ello se completa el cuadro de los mecanismos de legitimacin. Si pensramos en cierta zona del marxismo diramos que, para no fetichizar la obra literaria, sera necesario analizarla tambin a la luz de las relaciones sociales y an econmicas que la motivan y permiten. No estara de ms (Sera importante, asimismo, reflexionar en torno a la idea de campo literario considerando a Bourdieu).
160
F) Me parece que hoy la literatura mexicana requiere una democratizacin de los espacios fundada en la calidad del trabajo y no en la adscripcin a una clientela. Pienso en el actual caso de la revista Tierra Adentro que cierra sus pginas a determinados grupos, a ciertos poetas, que no son del agrado de la direccin. Al ver el trabajo de su actual administracin pienso, con muchos otros, que ese proyecto debera refundarse y abrir su espectro, ya que opera con fondos pblicos. De algn modo, Mxico, heredero del estado de bienestar, tiene un aparato cultural bondadoso. Quiz ese sea el problema de la poesa mexicana actual. En torno a un poema se mueve dinero. Hay dinero en los diferentes premios literarios del pas. Hay dinero en las distintas becas, para jvenes y para creadores mayores de treinta y cinco aos. Es decir, en la poesa mexicana no slo se mueven poemas sino dinero y prestigio. Eso genera un crculo vicioso: el otorgamiento de un premio o una beca por ejemplo, podra responder a la adscripcin a una clientela, a grupos literarios que se favorecen. Hoy se vive una especie de prdida de los valores literarios, nadie sabe por qu un poema es bueno o deja de serlo. Quiz la crtica literaria, fundada en las ciencias del lenguaje y el sentido comn potico, pueda crear un sistema valorativo pertinente, amplio, no autoritario. Es necesario, tambin, repensar las condiciones de participacin de quienes hacen y consumen la literatura. Si es deseable que las sociedades cambien su dinmica orientadas por las ideas de equidad y justicia, sera igualmente deseable que la Repblica de las Letras cambiara.
161
Seria capaz de cualquier sacrificio para librarme de este yo lamentable que en este instante mismo ocupa en el Todo un lugar con el que ningn dios ha osado soar E. M. Cioran. Por Francisco Romero
Sin
duda
alguna,
Emile
M.
Cioran
es
uno
de
los
escpticos
ms
controvertidos
y
polmicos
del
ltimo
siglo.
Oriundo
de
la
ciudad
de
Sibiu,
Rumania,
hijo
de
un
sacerdote
ortodoxo,
Cioran
desde
temprana
edad
mostraba
una
cierta
divergencia
de
los
preceptos
culturales
y
polticos
de
su
tiempo.
El
temple
de
Emile
Cioran,
pugna
por
salir
de
esa
esfera
histrica-social
en
la
que
est
comprometido;
una
andanza
por
encima
de
los
horizontes
que
han
sido
bosquejados.
Quizs
en
ese
ejercicio
olvidado
y
acallado
de
encontrarse
consigo
mismo,
de
explorar
parajes
de
conciliacin
naturalmente
excntricos,
tal
vez
pudiramos
encontrar
ah
la
gnesis
del
Cioran
que
busca
la
tranquilidad
en
medio
de
la
conflagracin,
esfumando
las
disposiciones
que
la
tradicin
divulg.
Tan
fuerte
es
el
motivo
de
su
tormento,
que
escribe
su
primer
libro
a
la
edad
de
veintids
aos
en
las
cimas
de
la
desesperacin,
como
el
mismo
ttulo
del
libro
reza.
El
escritor
rumano
admite:
Es
evidente
que
de
no
haberme
puesto
a
escribir
este
libro
a
los
veintin
aos,
me
hubiese
suicidado.
En
el
estado
en
que
me
hallaba
en
esa
poca,
slo
poda
escribir
un
libro
excesivo.1
La
personalidad
de
Cioran
acta
como
un
conjunto
de
extremidades
que
giran
entorno
a
un
desencanto
humano,
ya
que
para
1
162
l,
slo
los
hombres
se
han
encargado
de
segar
tajantemente
los
espectros
que
persiguen
necesariamente
a
la
humanidad,
2
como
la
muerte
y
lo
infinito.
Posiblemente
es
aquel
ironista
que
percibe
su
contingencia
y
es
consciente
del
paso
del
tiempo
que
lo
desvanece.
3
Por
tal
motivo,
Cioran
aparece
como
sombra
que
nace
en
los
abismos,
oscuridad
de
aquellos
filsofos
que
quisieron
encantar
al
mundo
con
la
razn,
echndose
a
rer
de
esa
gente4,
as
el
escritor
que
maldice
al
yo
llora
en
una
amargura
sublimada
por
la
irona.
Y
es
que
l,
no
llama
al
sufrimiento
para
topar
en
l
la
tranquilidad,
sino
que;
se
introduce
en
los
parajes
ms
grotescos,
abrumadores
e
infernales,
as
como
se
sienta
a
conversar
con
aquellos
preceptos
que
la
usanza
ha
ensalzado
(sosiego,
amistad,
etc.).
Todo
esto
para
destacar
que
la
brecha
que
los
diferencia,
slo
es
inventada,
dibujada,
as
como
en
un
momento
fue
dibujado
un
mundo
dualista,
donde
todo
se
resolva
entre
la
posicin
y
la
contraposicin,
la
tesis
y
la
anttesis
que
incesantemente
se
resuelven
en
estadios
sintticamente
superiores.
Lo
cual
conllevara
a
que
el
hombre
emprendiera
la
indagacin
de
ese
no-lugar
que
en
su
posibilidad
provocaba
andanzas
donde
la
felicidad
y
la
armona
eran
las
promesas
ms
embriagantes.
2
Emile Michel Cioran, Ejercicios negativos, Taurus, Espaa, 2007, p.231. Presisamente, en este sentido Cioran seala en la pagina 23: todo lo que era nuestro se aleja de nosotros; cada uno de nuestros actos y cada una de nuestras miradas crea nuevas distancias 3 Utilizo aqu el trmino ironista en el sentido estudiado por Richard Rorty: llamo ironistas a las personas de esa especie porque el hecho que adviertan que es posible hacer que cualquier cosa aparezca como buena o como mala redescribindola, y renuncien al intento de formar criterios para elegir entre lxicos ltimos, las sita en la posicin que Sartre llam -mestaestable-: nunca muy capaces de tomarse en serio a s mismas porque saben siempre que los trminos mediante los cuales se describen a s mismas estn sujetos a cambio, porque saben siempre de la contingencia y la fragilidad de sus lxicos ltimos y, por tanto de su yo En: Richard Rorty, Contingencia, irona y solidaridad, Paids, Espaa, p. 91-92. 4 Jaime Sabines, Los amorosos, en: poesa amorosa, Seix barral, Mxico, 2007 p. 28.
163
Pero
Cioran
no
es
una
oveja
ms
en
el
rebao5,
al
negar
la
idea
tradicionalista
que
la
modernidad
fecund:
un
lugar
supremo,
totalmente
luminoso,
habitado
por
seres
racionales
que
gozaran
las
mieles
de
una
paz
perpetua6.
Al
escalar
las
cimas
de
la
desesperacin
corrobora
que
la
primorosa
modernidad,
con
su
luz
tan
seductora7,
es
un
lugar
donde
el
dolor,
la
agona
y
la
desesperacin
nos
asechan
de
la
misma
manera
aqu
o
all
y
que
quiz
no
encontraremos
jams
algo
diferente.
Subiendo
las
cimas
de
la
desesperacin,
fatigados
despus
de
un
sangriento
siglo
XX
nos
percatamos
de
que
las
cosas
no
han
cambiado.
Por
ello
sostiene
que
los
preceptos
tradicionales
se
han
tomado
la
tarea
de
romper
todo
lo
que
encuentran
a
su
paso,
imaginando
lneas
ontolgicas
del
ser
que
coinciden
con
la
realidad,
es
decir,
una
representacin
del
mundo
y
no
el
mundo
mismo.
Cioran,
es
reticente
a
seguir
comulgando
con
esos
preceptos
en
podredumbre
martirizada.
As
nos
seala:
no
necesito
ningn
apoyo,
ninguna
exhortacin
ni
ninguna
compasin,
pues,
por
muy
bajo
que
haya
cado,
me
siento
5
Emile Michel Cioran, Ejercicios negativos, Taurus, Espaa, 2007, p.231. l nos seala con precisin en este contexto en la pagina 95: porque he gastado la humanidad que hay en m, ya no quiero ser hombre. All donde miro, slo veo rebaos; en todas partes, en todos los tiempos, los animales con ideales se amontonan: los escucho balar, relinchar Incluso los que nunca haban vivido en sociedad, fueron obligados a ello retrospectivamente por los hombres. 6 Hard y Negri, Michael, Antonio, Imperio, paids, Espaa, 2005, p.503. Ellos nos sealan en este sentido en la pagina 67: el legado de la modernidad es un legado de guerras fratricidas, de un <<desarrollo>> devastado, una <<civilizacin>> cruel y una violencia nunca antes imaginada 7 Mara Zambrano, Filosofa y poesa, fondo de cultura econmica, Mxico, p. 121. Es tambin Mara Zambrano, quien atiende este punto de manera magistral al sealarnos con precisin en esta comprensin en la pagina 11: pero si veo claro que vale ms condescender ante la imposibilidad, que andar errante, perdido, en los infiernos de la luz. Jzgueme pues el eventual lector, desde este ngulo; que he preferido la oscuridad que en un tiempo ya pasado descubr como penumbra salvadora, que andar errante, solo, perdido, en los infiernos de la luz
164
poderoso, duro, feroz Soy, en efecto, el nico ser humano sin esperanza. Ese es el colmo del herosmo, su paroxismo y su paradoja.8 Y posteriormente nos delinea su pesar, por ese juego donde somos un objeto de congoja: no quiero saber ya nada, ni siquiera el hecho de no saber nada. Por qu tantos problemas, tantas discusiones, tanta vehemencia? Por qu semejante conciencia de la muerte? Basta de filosofa y de pensamiento!9 Palabras que subyacen entre abismos desesperados por la violacin tan seductora que ha atrapado nuestra subjetividad10 para alienarla, al extremo de crear las propias necesidades y entender lo interno como algo productivo que se maquiniza hasta llegar a un lugar donde no somos nosotros mismos, donde escuchamos voces desconocidas que entran en las profundidades del odo, en busca de activar un deseo no deseado. Cioran, toma a la soledad como su ms fiel amiga para desintegrarse del mundo que lo ha vestido, un mundo torturado, en medio del suplicio en aras de la serenidad. l se va, cayndose en el olvido y dando pasos muertos se consagra a su tedioso dolor maldito, que lo topa con dolores intermitentes. Es por ello que, para Cioran, slo los que han pisado las cimas de la desesperacin, los que estn abatidos por lo lejano, bailando con entes oscuros, brincando con dolores extraos y que se embriagan con su propio llanto son ellos quienes, han logrado una carnicera con sus mecanismos de control que imperan sobre la sociedad, de esos discursos tan seductores y erticos que
Emile Michel, Cioran, En las cimas de la desesperacin, Tusquets, Mxico, 2009, p. 88 9 Idem. p. 88. 10 Deleuze, Guilles, Conversaciones, PRE-TEXTOS, Espaa 2006. Deleuze nos seala con precisin lo que debe de entenderse por subjetividad en este matiz: la subjetivacin es la produccin de modos de existencia o de estilos de vida Deleuze, op.cit., p. 184.
165
lograron
seducir
el
candor
de
los
corazones,
para
dar
muerte
a
las
mentes
ms
brillantes
del
presente.11
Ese
es
Emile
Cioran,
un
parteaguas
entre
la
lluvia
de
los
discursos
que
se
han
encarnado
en
la
subjetividad
humana,
el
que
nada
en
el
rio
contra
corriente,
el
antagnico
de
los
hombres
modernos,
el
antpoda
de
los
seres
a
quienes
el
tiempo
no
les
arranca
la
piel.
Pienso
en
sus
pasos,
para
tacharlo
de
diletante
que
no
cree
en
nada
y
se
ve
desnudo,
violado
y
tirado
por
los
preceptos
de
la
moral
en
turno,
cuando
nos
seala:
Sufrid,
pues,
embriagaos,
bebed
la
copa
del
placer
hasta
el
final,
llorad
o
red,
gritad
de
alegra
o
de
desesperacin-
de
todas
maneras
nada
quedara
de
todo
ello.
Toda
la
moral
no
tiene
ms
objetivo
que
transformar
esta
vida
en
una
suma
de
ocasiones
desperdiciadas.
12
Las
encendidas
palabras
del
escritor
rumano,
son
de
tal
forma
anlogas
a
la
penumbra
Nietzscheana.
Ambos
entienden
la
moral
como,
la
herramienta
que
oculta
el
sufrimiento,
el
placer,
las
ganas,
el
odio,
el
amor.
Pues,
la
moral
reprime
la
desesperacin,
los
abismos
y
profundidades
que
nacen
en
nuestro
interior,
cuando
slo
ellos,
nos
develan
nuestra
verdadera
esencia.
Esencia
que
el
mismo
Cioran
llama
lirismo13,
para
reflejar
el
sufrimiento,
en
la
bsqueda
de
la
brecha,
donde
pueda
descargar
toda
esa
materia
que
es
reprimida,
sucia,
negativa.
Ya
que,
el
lrico
es
quien
hace
del
infierno
un
paraso,
y
de
las
lagrimas
un
mar
de
inspiracin
potica.
Cabe
mencionar
que:
para
nuestro
autor
hay
una
relacin
entre
el
lirismo
y
filosofa,
al
declarar
que
debemos
desembarazarnos
de
las
ideas
que
no
nos
pertenecen,
de
esos
pensamientos
que
son
una
prueba
de
indiferencia
mezclada
con
razn,
de
afirmaciones
y
negaciones
que
slo
se
tratan
de
explicar
superfluamente.
El
filsofo
11
Vase en: Allen Ginsberg, Howl and other poems, City Lights Publishers, USA 2001, p. 57. 12 Emile Michel, Cioran, En las cimas de la desesperacin, Tusquets, Mxico, 2009, p. 111 13 Idem. p.13
166
lirico
es
diferente
al
pensador
uniforme,
escnico,
que
su
pensamiento
es
imagen
de
un
devenir
antojadizo
y
habla
discursos
que
estn
secularizados
de
su
propia
lengua.
El
lirico
es
aquel
prolfico
en
ocasiones,
que
llega
a
rumiar
junto
a
la
desesperanza
interna,
viendo
sus
obras
en
trnsito
a
la
agona
y
la
espera
del
dolor
Cioran
expresa
monumentalmente
el
estado
de
lirismo
al
que
aludo:
El
estado
lirico
trasciende
las
formas
y
los
sistemas:
una
fluidez,
un
flujo
internos
mezclan,
en
un
mismo
movimiento,
como
en
una
convergencia
ideal,
todos
los
elementos
de
la
vida
del
espritu
para
crear
un
ritmo
intenso
y
perfecto.
Comparado
con
el
refinamiento
de
una
cultura
anquilosada
que,
prisionera
de
los
limites
y
de
las
formas,
disfraza
todas
las
cosas,
el
lirismo
es
una
expresin
barbar:
su
verdadero
valor
consiste,
precisamente,
en
no
ser
ms
que
sangre,
sinceridad
y
llamas.14
Las
palabras
de
Cioran,
nos
hacen
pensar
un
ser
donde
cuerpo
y
alma
son
interdependientes,
ya
que,
el
primero
da
fecundidad
y
encauzamiento
al
segundo.
Por
tanto
que,
su
filosofa
es
una
filosofa
sangrienta,
que
procede
en
crisis15
y
su
gnesis
est
en
las
deficiencias
viscerales
del
sujeto.
Como
un
poeta
que
devela
su
odisea
existencial
en
sus
poemas,
siempre
lejanos,
verstiles,
inexplicables
y
compartiendo
experiencias
deslindadas
de
lo
trivial.
Esto
conlleva
a
inferir
que
no
se
trata
de
reflexionar
sobre
una
lgica
perpetua,
superficial,
buscando
dar
explicacin
a
abstracciones
en
conceptos
impenetrables,
sino,
ms
bien,
de
contagiarnos
de
filosofa
14
Emile Michel, Cioran, En las cimas de la desesperacin, Tusquets, Mxico, 2009, p. 17 15 Deleuze, op. cit., p. 169 : el nos seala con precisin en este contexto: no creo que ningn pensador pueda liberarse de estas crisis, es algo ssmico, Hay una esplendida declaracin de Leibniz: <<tras haber establecido las cosas, crea estar entrando ya en el puerto, pero, cuando me puse a mediar acerca de la unin del alma con el cuerpo, me encontr como arrojado de nuevo en alta mar>> inclusive es esta nota la que confiere a los pensadores una coherencia superior, la facultad de desviar la lnea, de cambiar su orientacin, de encontrarse de nuevo en alta mar y, y por tanto , de descubrir, de inventar
167
por
el
hecho
de
ver
en
lo
cotidiano,
lo
extraordinario.
La
filosofa
lirica,
es
un
balanceo
de
saberes
poticamente
fortuitos
que
se
gestan
en
la
individualidad
multiple
de
la
experiencia
misma,
saberes
que
se
viven
para
reanudar
el
camino
delineado16,
no
como
un
confn
que
apunta
un
ocaso,
ms
bien
moldeando
el
camino
en
un
ir
y
venir
de
direcciones
permanentemente
imprecisas:
un
drama
de
subjetividad
teatral
hecha
aicos.
Segn
Cioran:
Nos
volvemos
liricos
cuando
la
vida
en
nuestro
interior
palpita
con
un
ritmo
esencial.
Lo
que
de
nico
y
especfico
poseemos
se
realiza
de
una
manera
tan
expresiva
que
lo
individual
se
eleva
al
nivel
de
lo
universal.
Las
experiencias
subjetivas
ms
profundas
son
asimismo
las
mas
universales,
por
la
simple
razn
de
que
alcanzan
el
fondo
original
de
la
vida.
17
Exige
Cioran
una
nueva
estructuracin
de
la
subjetividad,
pues,
no
se
trata
de
hacer
sujetos
nuevos
sino
de
entender
el
escepticismo
como
una
forma
de
vida
y
no
como
una
doctrina,
para
dejar
de
buscar
el
paso
ms
all,
los
lugares
prometidos
y
las
utopas
tan
sangradas.
En
Cioran
se
percibe
el
univoco
deseo
de
ocupar
el
espacio
que
tenemos
ausente,
para
inventar
nuevas
formas
de
existencia,
modos
de
residir-el-mundo.
Cioran
ejercita
en
si
mismo
la
deconstruccin
del
mundo,
se
desnuda
frente
a
un
espejo
y
se
ve
cara
a
cara,
para
ya
no
buscarse
en
los
otros,
sin
pasin
e
ilusin
alguna,
ms
bien,
se
ve
tal
cual,
sin
saber
hacia
donde
va,
pero
s
a
donde
no
quiere
ir.
Y
as
emprende,
solo,
veredas
independientes
buscando
hacer
de
la
vida
una
obra
de
arte.
Por
lo
antes
expuesto,
habra
que
hacer
nfasis
en
su
crtica
que
a
la
filosofa
moderna
y
su
ideal
de
yo.
Ese
maldito
yo,
escrito
en
aforismos,
entabla
un
litigio
constante
contra
la
filosofa
cartesiana.
Es
una
lucha
perenne
entre
la
idea
que
concibe
al
yo
como
una
soberana
16
Y al final de todo, he vuelto a encontrarme conmigo mismo. Reanud el camino sin ellos, explorador de mi propia ignorancia. El que da un rodeo a la historia se desmorona violentamente en s mismo. En: Emile Michel, Cioran, Breviario de los vencidos, Tusquets, Mxico, 2010, p. 49. 17 Emile Michel, Cioran, En las cimas de la desesperacin, Tusquets, Mxico, 2009, p. 15.
168
intocable y un yo como disolucin, un yo ms cercano a la idea de Legin. En los albores del racionalismo, Descartes razona al yo como la fuente de toda meditacin certera, el origen del conocimiento mismo, de todo aquello que se puede conocer, eje productor de verdades indubitables. Quizs Descartes pens un hacer filosfico con una orientacin matemtica18, de saberes absolutos por medio de la conciencia que estructura la totalidad de la realidad como si fuera un axioma que apuntala el edificio del conocimiento. Descartes establece un yo constituyente y ordenador de la realidad. Por tanto, estamos constituidos segn la filosofa cartesiana en un mundo donde el origen de la existencia; es el yo19. Que muestra su trascendencia en el sentido en que ha sido empleado el vocablo: ncleo de todo ello que es susceptible de conocerse y existir. Tales son las palabras de l en su legado pienso, luego existo, que nos tienta a comulgar con ese principio absoluto del cual ningn escptico podr dudar. Para Descartes; la idea del pienso, luego existo, es una premisa absoluta, anloga a las matemticas, en el sentido de como estn constituidas por razonamientos universales de los que nadie puede dudar. Y de esta manera, armados con un nuevo mtodo, se combate a las ciencias defectuosas que estn construidas en cimientos dbiles, ya que, sus postulados no son fiables pues estn basados en apariencias y no en verdades inmutables. Al inicio del discurso del mtodo deja clara su certeza inamovible. si yo pensaba que todo era falso, yo, que pensaba, deba ser alguna cosa, deba tener alguna realidad; y viendo que esta verdad: pienso, luego existo era tan firme y tan segura que nadie podra
18
Ren Descartes, Discurso del mtodo, Porra, Mxico, 1984, p. 11. l nos seala con precisin en este contexto: las ciencias matemticas eran las que ms me agradaban, por la certeza y evidencia de sus razonamientos 19 yo soy, yo existo; pero cunto tiempo? El tiempo que pienso; porque si yo cesara de pensar, en el mismo momento dejara de existir. En: Ren Descartes, Meditaciones metafsicas, Porra, Mxico, 1984, p. 60.
169
quebrantar
su
evidencia,
la
recib
sin
escrpulo
alguno
como
el
primer
principio
de
la
filosofa
que
buscaba.20
Palabras
que
nos
encaminan
a
concebir
el
yo
construido
y
definido
en
los
mrgenes
del
racionalismo,
comulgando
con
sentencias
como:
el
poder
de
la
mente,
sujetos
independientes
que
no
estn
regulados
por
factores
extrnsecos,
verdades
indubitables.
Un
yo
que
existe
para
delimitar
y
forjar
la
totalidad
de
lo
real.
Posteriormente,
Descartes
declara:
no
poda
concebir
mi
no
existencia,
porque
mi
mismo
pensamiento
de
dudar
de
todo
constitua
la
prueba
ms
evidente
de
que
yo
exista
comprend
que
yo
era
una
substancia,
cuya
naturaleza
o
esencia
era
a
su
vez
el
pensamiento,
substancia
que
no
necesita
ningn
lugar
para
ser
ni
depende
de
ninguna
cosa
material21
Vivimos
segn
el
filsofo
francs,
en
una
seguridad
que
se
gesta
en
la
razn22
ella
es
la
que
nos
ampara
de
los
demonios
y
en
ella,
podemos
religarnos
para
edificar
un
yo
seguro,
amo
de
s
mismo.
Mara
Zambrano,
lo
menciona
aun
con
ms
claridad:
En
la
edad
media
se
estaba
posedo
de
espritus,
de
ngeles
y
demonios,
a
partir
de
Descartes,
se
estaba
posedo
de
razn:
el
hombre
tena
Razn
estaba
salvado
para
siempre,
puesto
que
ya
no
dependa
de
ngeles,
demonios,
ni
dioses,
sino
de
s
mismo23
As
que,
las
verdades
seguras;
vislumbran
en
la
razn,
un
logos,
equivalente,
imparcial
y
propietario
de
toda
accin.
Descartes
encontr
en
el
yo,
una
autonoma
y
un
inicio,
Cioran
una
quimera
y
una
maldicin.
Es
por
ello
que
se
muestra
adverso:
ese
maldito
yo,ya
desde
el
ttulo
se
anuncia
el
reto
hacia
la
filosofa
moderna
por
el
adjetivo
maldito
que
denuncia
la
aberracin
al
yo
elogiado.
Cioran
entiende
al
yo
no
como
una
soberana,
individual
o
emancipada,
no.
En
Cioran
tenemos
que
entender
al
yo,
en
la
clara
expresin
de
insubordinacin,
20 21
Ren Descartes, Discurso del mtodo, Porra, Mxico, 1984, p. 21. Idem. 22 Ibid., p.12. 23 Mara Zambrano, Hacia un saber del alma, Losada, Argentina, 2005, p. 128.
170
engaosa
y
oscura
que
se
guarda
en
nuestro
interior
como
un
fantasma.
Un
yo
que
va
y
viene.
Que
transita
entre
esto
y
aquello
un
yo
que
ms
que
ser
autarqua,
es
un
altibajo
del
nosotros
que
tan
encarnado
subsiste
en
las
entraas,
o
posiblemente
un
sujeto
que
es
objeto
de
una
serie
de
dispositivos
polticos
y
culturales
que
de
cierta
manera
representa
una
forma
de
estructurar
y
dominar
la
subjetividad.
Flix
Guattari,
tambin
ha
reflexionado
en
este
matiz
al
sealarnos
en
Caosmosis:
las
mquinas
tecnolgicas
de
informacin
y
comunicacin
operan
en
el
corazn
de
la
subjetividad
humana,
no
nicamente
en
el
seno
de
sus
memorias,
de
su
inteligencia,
sino
tambin
de
su
sensibilidad,
de
sus
afectos
y
de
sus
fantasmas
inconscientes.24
Hay
una
disparidad
para
con
Descartes,
en
el
entendimiento
del
yo
como
propietario
de
todos
los
factores
internos
y
externos
que
le
acontezcan,
al
criticar
esa
idea
del
yo.
En
la
primera
mitad
del
siglo
XVII
se
soaba
una
existencia
que
viajaba
en
el
yo.
Posteriormente,
Cioran
en
su
obra,
notifica
que
ese
yo,
lo
nico
que
haba
alcanzado
era
aprisionar25
y
as
cada
individuo
jugaba
el
juego
cartesiano.
Es
un
desafo
a
la
filosofa
moderna
el
que
encarna
Cioranuna
denuncia
al
espejismo
del
yo,
sublimado
en
la
normalidad
que
indaga
la
paridad
de
nuestros
semejantes;
de
ser
parecidos
a
un
rebao
que
descansa
en
senderos
forneos
emprendindose
en
la
trivialidad
que
inquiere
un
orden
para
aclimatarse
en
la
realidad.
As
lo
expresa
Cioran:
No
tener
ya
nada
en
comn
con
los
hombres
salvo
el
hecho
de
ser
hombre!26
En
el
aforismo
Cioran
reclama
la
existencia
de
ese
yo
como
lo
pens
la
modernidad,
y
para
que
fuera
as
tendramos
que
estar
24 25
Flix Guattari, Caosmosis, manantial, Argentina, 2010, p. 14. Existe, es evidente, una melancola sobre la que a veces actan los frmacos; existe otra, subyacente a nuestras explosiones de alegra, que nos acompaa constantemente, sin dejarnos solos ni un instante. De esa malfica presencia nada nos permite librarnos: ella es nuestro <<yo>> frente a s mismo para siempre. En: Emile Michel, Cioran, Ese maldito yo, Tusquets, Mxico, 2010, p. 69. 26 Ibid., p. 40.
171
alejados
del
mundo
y
ya
no
sentir
esa
comunin
con
algn
otro
humano,
pues
el
estar
en
comn
con
los
dems
nos
hace
ver
que
no
hay
una
autonoma
de
disposiciones
intrnsecas.
Buscar
un
ser
semejante:
diluye
un
acto
de
compartir
deseos
y
sentimientos.
Creando
lneas
que
trasponen
nuestro
ser:
vrtices
silenciosos
que
meticulosamente
van
apareciendo
como
sogas
que
nos
atan,
nudos
de
pies
a
cabeza,
para
dar
cause
al
yo
que
ordena.
Hay
un
espacio
que
an
sigue
creciendo
entre
flores
y
primaveras,
agreste,
sepultado,
un
yo
que
se
siembra
y
cosecha
entre
ilusiones.
Al
leer
a
Cioran,
posiblemente
tengamos
un
sabor
amargo
que
nos
destila
esos
males
a
los
que
estamos
acostumbrados:
dependencias
sordas
en
las
que
nos
atornillamos
en
aras
de
voluntades
y
condiciones
ya
dadas.
Cioran
enfatiza
este
punto:
No
son
los
males
violentos
los
que
nos
marcan,
sino
los
males
sordos,
los
insistentes,
los
tolerables,
aquellos
que
forman
parte
de
nuestra
rutina
y
nos
minan
tan
meticulosamente
como
el
tiempo.27
Cioran
nos
da
indicios
por
re-pensar
ese
yo
maldito
que
es
la
gran
victima28
sentenciado
a
la
esclavitud
en
el
pinculo
de
la
libertad.
Tal
vez
los
ironistas
son
quienes
entiendan
la
secuencian
de
produccin
que
impera
en
esos
yos
que
crean
ejemplos
de
tipos
ya
conocidos:
despedazados
por
los
discursos
que
han
dado
cavida
a
la
subjetividad,
para
deslindar
la
direccin
que
se
debera
de
dar
a
ese
yo
en
el
que
Cioran
se
ilusiona.
Lricos
primero
e
ironistas
despus,
ambos
encuentran
puntos
ciegos
y
ejercitan
su
vida
con
ejercicios
negativos
para
dejar
de
buscar
lugares
de
ensueo,
patrias
prometidas,
escenas
dibujadas
all
a
lo
lejos.
Dejan
de
escudriar
para
ocupar
el
espacio
del
cual
estn
desprendidos,
encontrando
la
vida
que
haga
la
diferencia:
se
remontan
en
sensaciones
olvidadas
o
ahuyentadas
que
la
tradicin
ha
satanizado.
27 28
Ibid., p. 48. Emile Michel, Cioran, Breviario de los vencidos, Tusquets, Mxico, 2010, p. 151. l puntualiza en la pagina 147: Como si llevsemos nuestro Yo a cuestas, ansiosos de separarnos de nosotros mismos, rehuimos nuestra identidad como si fuera una carga capital.
172
Escuchan murmullos que asimilan la convergencia inmanente del yo. En un aforismo Cioran seala la existencia de esos mecanismos que desprenden nuestra voluntad cruzada por cmulos reglamentarios que trazan entes ficticios del yo: las ideas. No deberamos hablar ms que de sensaciones y de visiones: nunca de ideas pues ellas no emanan de nuestras entraas ni son nunca verdaderamente nuestras.29 Cioran menciona los vehculos que desintegran el yo cartesiano. Ideas que se crean en el tumulto, llenas de susurros ajenos, averiando la brjula en la que nos embarcamos. Un yo que no es nuestro, y se ha encargado de dormirnos en frascos de agua donde la voluntad se encajona. Han de ser las emociones y los sentimientos emanaciones de un yo sin fragmentar; el sentirnos en agona, el dolor: fuente de algo que s nos concierne y an no se ha logrado vender. Por tanto que, son ideas las que fabrican ese maldito yo. Los filsofos de la modernidad crearon un dispositivo de sumisin en el cual nunca existi esa autonoma, ms bien, existi y existe un estrato de directrices normativas de tipo jurdico, tico, epistemolgico, etc. Que van atravesando al hombre: un ejrcito sin rostro que merodea nuestro yo con banderas annimas. Cioran menciona la imposibilidad de expresar lo que sentimos, y las sensaciones se desdoblan extraas y no se puede dar una explicacin concreta de ellas, es por eso que se acude al yo: conjunto de representaciones que permutan los sentimientos. Ideas sinonmicas al yo que comporta prisiones morales, estticas, etc. Es una aberracin que gua a Cioran sobre la luz del yo que Descartes imagin. Por eso nombra un yo doloroso, que no sabe nada ms que de su pena, ese es el motivo de religarse en el lirismo, porque en ese estado; lo real, el sufrimiento, la vida, slo se trata de visiones y sensaciones: pautas que se asemejan a un yo que los ilustrados no quisieron entender y se tach de ilusorio. Ortega y Gasset alude un prrafo en el tema de nuestro tiempo que puede abonar este punto:
29
Emile Michel, Cioran, Ese maldito yo, Tusquets, Mxico, 2010, p. 69.
173
Con
heroica
audacia,
Descartes
decide
que
el
verdadero
mundo
es
el
cuantitativo,
el
geomtrico;
el
otro,
el
mundo
cualitativo
e
inmediato,
que
nos
rodea
lleno
de
gracia
y
sugestin,
queda
descalificado
y
se
le
considera,
en
cierto
modo,
como
ilusorio.30
Se
entiende
que
Cioran
intenta
deconstruir
el
yo
moderno,
para
fecundar
un
yo
quizs
ms
all
de
los
lmites
impuestos
en
la
modernidad,
inmanente,
clavado
en
el
mundo
abierto
a
sus
condiciones
y
sumido
en
sus
cambios.
l
as
lo
ha
sealado:
Mi
dependencia
del
clima
me
impedir
siempre
admitir
la
autonoma
de
la
voluntad.
La
meteorologa
decreta
el
color
de
mis
pensamientos.
No
se
puede
ser
ms
rastreramente
determinista
que
yo,
pero
cmo
evitarlo?
En
cuanto
olvido
que
poseo
un
cuerpo,
creo
en
la
libertad.
Pero
tan
pronto
como
me
llama
al
orden
y
me
impone
sus
miserias
y
sus
caprichos,
dejo
inmediatamente
de
creer
en
ella.31
Esto
indica
que
escupiendo
a
ese
yo
ficticio,
viendo
la
persuasin
que
nos
desprende
de
la
voluntad
y
an
imaginando
otro
yo
o
un
nosotros,
cual
sea,
estamos
enraizados
en
un
estado
de
males
sordos
que
nos
tienen
supeditados
de
esa
forma
que
nos
ha
desplazado
en
la
realidad
y
perdura
un
contrato
maldito
que
aniquila
el
verdadero
anhelo:
ese
que
nace
en
la
desesperacin.
Resulta
interesante
ver
que
vivimos
irrealidades.
Se
abandona
un
yo
en
el
que
vivimos
y
no
existe,
para
ilusionar
otro
yo
en
el
que
jams
podremos
vivir.
Cioran
brevemente
lo
expresa:
El
hombre
se
halla
en
un
lugar
entre
el
ser
y
el
no-ser,
entre
dos
ficciones.32
El
yo
de
la
modernidad
el
maldito
yo
Descartes-
y
el
yo
de
Cioran
en
que
remos,
lloramos,
se
queda
en
reflexiones
ilusorias.
Siguen
siendo
fantasas,
la
primera
no
es
lo
que
se
piensa
y
la
segunda
es,
pero
no
puede
ser:
el
yo
y
lo
que
no
es
yo,
aun
son
metforas,
sueos
innecesarios
de
trnsitos
intiles
para
habitar
el
mundo,
con
el
yo,
el
30 31
Jos Ortega y Gasset, El tema de nuestro tiempo, Porra, p. 17. Emile Michel, Cioran, Ese maldito yo, Tusquets, Mxico, 2010, p. 82. 32 Ibid., p. 116.
174
nosotros, con ellos o sin ellos, deberamos entender que no se necesitan para alojarnos en el orbe. Hay que admitir que esas palancas dan apertura a la realidad. Empero, no son indispensables para aposentar el mundo. Comprendiendo esta dinmica constituyente, slo podemos quedarnos de manos atadas y reconocer ese dolor, esa ficcin; dos cuestiones inminentes de las que no podremos deshabitarnos. Existirn esos hombres fervorosos que hallan reconocido lo que se oculta en el yo, para extrapolar otra forma que perpete la existencia: no utilizar ms ese pronombre que impone la trayectoria de jugar roles y encender una luz ms adecuada a lo que podra suprimir el yo. Pueril intento de negar lo que se es y no es ya que l no busca o intenta crear otra expresin para remplazar al yo, entiende la inutilidad de proponer un yo o un no yo, en uno como en otro, seguimos siendo prisioneros que no pueden hacer nada, ms que reconocer las contingencias que nos recorren. Richard Rorty declara en Contingencia, irona y solidaridad la imposibilidad de eludir ese movimiento y la procedencia de aceptar el dolor. Al declararnos: Enfrentados con lo no humano, con lo no lingstico, no disponemos ya de la capacidad de superar la contingencia y la afliccin mediante la apropiacin y la transformacin, sino slo la capacidad de reconocer la contingencia y el dolor.33 Quizs el delirio de negarlo, sea el ms valiente que nos arrastra a un espacio donde el intentar y reconocer sea la cspide que podemos pisar. El tratar de negar o resistir, puede ser el acto ms abrumador, dira Cioran que el nico topador de sosiego: una proeza ftil. As apunta: Slo soy feliz cuando pienso en la renuncia y me preparo a ella. El resto es desabrimiento y agitacin. Renunciar no es fcil. Sin embargo, tender a ello simplemente aporta una especie de sosiego. Tender? Pensar nicamente en ello basta para darnos la
33
Vase en: Richard Rorty, Contingencia, irona y solidaridad, Paids, Espaa, p. 61.
175
ilusin
de
ser
otra
persona,
y
esa
ilusin
es
ya
una
victoria,
la
ms
halagadora,
aunque
tambin
la
ms
falaz.34
Es
palpable
la
necesidad
de
Cioran
por
expresar
esa
ilusin
que
nace
al
matar
otra.
No
tiene
lgica
hacerlo
cuando
el
yo
o
el
no-yo
ha
echado
raz.
Por
tanto
qu
hacer
para
quitarnos
de
encima
ese
yo
que
pesa
como
una
cruz?
Quizs
el
nico
lugar
donde
ya
nada
nos
arrastra
a
recurrir
de
nuevo
a
ese
yo
que
se
cuestiona
sea
la
muerte35.
En
vida
es
intrascendente
hacerlo,
y
s
se
ha
credo
un
hecho
que
se
logra
en
los
vrtices
de
la
abstencin
total,
muy
detrs
de
esa
negacin,
ese
maldito
yo
se
re
a
espaldas
de
nosotros
por
la
necesidad
que
tenemos
de
acudir
una
y
otra
ves
hacia
l.
Es
un
retorno,
un
espiral
del
que
se
escapa
en
falacias,
se
sale
de
un
giro,
para
caer
en
otro,
un
movimiento
que
se
elige
para
la
eternidad.
Tendemos
a
esfuerzos
y
luchas
ilusorios.
X
y
Y
tienen
la
misma
presencia.
Lo
bueno,
lo
malo,
la
claridad
y
la
oscuridad:
dos
cuentos
razonables,
es
una
ecuacin
de
resultado
intrascendente.
Cioran
seala:
Entre
la
exigencia
de
ser
claro
y
la
tentacin
de
ser
oscuro,
imposible
decidir
cul
merece
mayor
consideracin.36
En
este
sentido,
nos
encontramos
en
una
lucha
de
ensueo.
Son
dos
fantasmas
que
estn
presentes,
pero
nunca
han
existido.
Las
luces
del
racionalismo
razonaron
cuentos
en
lo
que
se
crey
habitar,
sin
embargo
aun
no
se
habita
ese
espacio.
En
los
umbrales
de
la
modernidad,
seguimos
enclaustrados,
alzando
la
mirada,
imaginndonos
ese
lugar
bello
que
jams
nos
ha
pertenecido,
el
que
todava
est
all
a
lo
lejos.
Posiblemente
tengamos
la
tarea
de
entender
que
esa
vereda
est
aqu,
pero
nos
resistimos
a
andarla.
En
Conclusin
habra
que
montarnos
en
lo
otro,
embarcarnos
en
la
deriva
que
nos
asusta,
dejar
el
exilio
que
traemos
dentro,
el
yo
es
el
asilo
que
se
nos
da
para
tener
un
lugar
ya
ordenado.
Primeramente
habra
que
encontrar
las
contingencias
que
nos
han
minado,
los
34 35
Ibid., p.102. Vase en: Albert Camus, el mito de Sisifo, losada, Argentina, p. 15. 36 Ibid. p. 191.
176
mecanismos que tienen aprisionada nuestra persona para darle un cause en la lgica que nos da una forma ya dada de residir. Percibir, entender y aceptar que no tenemos capacidad para combatir la costumbre de ser un rebao: es un mal necesario. Una dinmica desalentadora porque despus de haber entendido que el yo, no es yo y el nosotros es la misma fantasa del yo, seguimos rodando en la misma pendiente sin poder parar, es algo que nos empuja, como las aves que no pueden dejar de volar. De la misma manera, estamos condenados a perpetuar ese yo y por eso est maldito pero despus de ser el ironista, el lirico, hacia donde ir? Quizs el camino no est trazado y slo se dibuja en nosotros al deconstruir eso que no somos para posteriormente afrontar el reto: pasar de la deconstruccin a la construccin. Segn Ciorn, tenemos la tarea de desacostumbranos a ver las cosas iguales y terminadas, para despertar y regresar la mirada que se nos ha arrancado.
CAMUS Albert, el mito de Ssifo, Losada, Argentina2005, p.153. CIORAN Emile Michel, Ese maldito yo, Tusquets, Mxico, 2010, p.199. -En las cimas de la desesperacin, Tusquets, Mxico, 2009, p. 208. -Ejercicios negativos, Taurus, Espaa, 2007, pp.231. -Breviario de los vencidos, Tusquets, Mxico, 2010, pp.151. DESCARTES Ren, Discurso del mtodo, Porra, Mxico 1984. ORTEGA Y GASSET Jos, El tema de nuestro tiempo, Porra. GUATTARI Flix, Caosmosis, manantial, Argentina, 2010, p. 164. GINGSBERG Allen, Howl and other poems, City Lights Publishers, USA 2001, p. 57. RORTY Richard, Contingencia, irona y solidaridad, Paids, Espaa, p.222. DELEUZE Gilles, Conversaciones, PRE-TEXTOS, Espaa 2006, p. 290. ZAMBRANO Mara, Filosofa y poesa, fondo de cultura econmica, Mxico2002, p. 121.
Bibliografa
177
Reseas Limprialisme, le spectre du XXe sicle, Ktoku Shsui, CNRS Editions, Paris, 2008, pp. 188. Luis Martnez Andrade Traductor al japons de La conquista del Pan del anarquista Pedro Kropotkin y condenado en 1911 por crimen de Alta traicin (Taigyaku jiken) contra Mutsuhito el emperador Meiji, el nombre de Ktoku Denjer o Ktuko Shsui es muy poco conocido en Amrica Latina. Autor del famoso panfleto El imperialismo, el espectro del siglo XX, texto que precedi por algunos aos los anlisis de John Hobson, de Hilferding y de Lenin sobre el imperialismo. El trabajo de Ktoku fue publicado en 1901 y reeditado hasta 1952. Afortunadamente ya contamos con la publicacin en francs de ste que fuera texto axial en la fundacin del movimiento socialista japons. La traduccin fue realizada por Christine Lvy quien adems nos ofrece una excelente presentacin a la obra. Contemporneo de Lenin (1870-1924) y de Rosa Luxemburgo (1871-1919), Ktoku naci en la ciudad de Nakamura en 1871. Desde muy temprana edad se destac por ser un estudiante extraordinario, sin embargo por causa de un tifn que destruy la escuela de su pequea ciudad, Ktoku debi continuar sus estudios de manera autodidacta. Posteriormente, a los 16 aos de edad se desplaz a Tokio donde aprendi y perfeccion el ingls, lengua que le fue de gran utilidad en su trabajo como periodista y que le permiti seguir el desarrollo de acontecimientos de impacto internacional como fue el Caso Dreyfus o el papel de la social-democracia alemana. Ktoku apoy la candidatura de su maestro Nakae Chmin quien, abanderado por el Jiy-t (Partido Liberal), se identificaba con los intereses de los ms discriminados por la sociedad japonesa, nos referimos a los burakumin. No obstante a que gan las elecciones con ms de la mitad de sufragios, Chmin dimiti posteriormente puesto que avizor el acercamiento por parte del Jiy-t hacia el gobierno. Al respecto, sostena que: cuando los hombres polticos monopolizan el
178
espacio pblico pueden adoptar una poltica policial represiva sin modificar las leyes, todo ello, en nombre de la seguridad pblica y, por tanto, imponer un Estado desptico (p. 20). Christine Lvy seala que el perodo que comprende entre 1898 y 1902 fue crucial en las redefiniciones polticas de Ktoku. Aunque existen diversas causas para la radicalizacin de Ktoku en 1900, Lvy anota: 1) Su participacin en las reuniones del Crculo de Estudios socialistas y que lo hicieron confrontar la teora socialista con la realidad social y poltica japonesa (p. 36). 2) La mudanza ideolgica y poltica del Jiy-t orillando a los miembros ms radicales a abandonarlo (p. 37). 3) La guerra de los Bxers que represent la intervencin militar de Japn (p.38). La guerra china-japonesa fraguada entre 1894-1895 fue determinante en la perspectiva de Ktoku porque representaba la independencia de Corea. Dicho conflicto marc, en dos sentidos, la evolucin del pensamiento filosfico-poltico de Ktoku. Por un lado, su desdn por la guerra se manifest con ms regularidad en sus artculos y, por el otro, la reivindicacin de la nocin de voluntad popular fue ms recurrente. La crtica al imperialismo de las potencias europeas estaba articulada a la crtica del sistema econmico. Ktoku tambin critic la poltica imperial de Japn (p. 123 y 145) y su papel de correligionario de pases como Alemania, Francia o Rusia en su invasin a China. La brutalidad del ejrcito japons sobre la poblacin china fue denunciada, a partir de 1900, por Ktoku y compartida por Takano Fusatar quien fue el primer traductor del Capital al japons. Es evidente que en los umbrales del siglo XX, aunque Ktoku no fue testigo del conflicto que azot a Europa entre 1914 y 1918, su diagnstico del Imperialismo es cercano al anlisis que posteriormente realiz Lenin. Debemos subrayar que Lenin public en 1916 su Imperialismo, Fase superior del capitalismo, donde sostiene que el Imperialismo es la fase monopolista del capitalismo, sustituyendo la
179
etapa de libre competencia para dar paso al estadio de su crisis y descomposicin y, por tanto, abriendo la posibilidad de una revolucin socialista. Ktoku, por su parte, en 1901 esgrime que: Deben estar conscientes que el contraste entre la pobreza y la riqueza de los pases occidentales, la acumulacin en manos de la minora es cada vez ms evidente, el debilitamiento del poder de compra de la mayora de la poblacin, todo ello, no es otra cosa que las secuelas del actual sistema de libre competencia y no puede sino que ser atribuido al monopolio que ejercen los capitalistas () Por ende, la solucin se encuentra en apoyar el poder de compra de la mayora de personas de cada pas, de ah, que dicha solucin se obtendr en la prohibicin de los intereses monopolistas y, por tanto, implicar la instauracin de la justicia en la distribucin de los intereses de los trabajadores. Pero para establecer dicha justicia, se debe reformar radicalmente el sistema de libre mercado e instaurar el socialismo (p. 174). En el primer captulo de su panfleto, Ktoku explica la relacione entre el sentimiento patritico y el militarismo y la forma en que ambos constituyen dos puntos medulares en la configuracin del Imperialismo. Acenta la necesidad e importancia de una transformacin al sistema econmico. Muestra una conciencia planetaria al evocar que el objetivo del manejo del Estado se encuentra en el progreso de la sociedad representado en la felicidad de toda la humanidad, esto es, en la defensa de los intereses globales. En ese sentido, pensamos que el carcter internacionalista de la praxis poltica de Ktoku debera ser asimilada por nuestros polticos que se muestran pasivos ante la crisis climtica, alimentaria y social en la que nos encontramos. El segundo captulo versa sobre el patriotismo como forma ideolgica de dominacin, es decir, como instrumento de control que es ejercido por las clases hegemnicas. Analizando las experiencias de los Hilotas del Peloponeso, de los esclavos en Roma, de la guerra franco-
180
inglesa,
del
ejrcito
prusiano
y
de
la
batalla
del
mar
Amarillo
de
1894,
Ktoku
concluye
que
el
sentimiento
patritico
slo
sirvi
para
aumentar
los
privilegios
de
las
lites
y,
por
consiguiente,
aunque
de
distinta
forma,
los
vencidos
de
la
historia
continan
bajo
la
opresin.
De
ah
que
Ktoku
pugne
por
el
sentimiento
de
compasin37
de
una
tica
de
amor
universal38
que
nos
hara
ms
sensibles
en
la
resolucin
de
conflictos
tanto
polticos
como
culturales.
El
captulo
tercero
centra
su
anlisis
en
los
aspectos
que
contribuyen
al
militarismo.
De
un
lado
encontramos
el
inters
por
parte
de
los
capitalistas
y
militares
en
acrecentar
sus
ganancias
(p.
130)
y,
por
el
otro,
el
fanatismo
despertado
por
la
vanidad
y
la
brutalidad.
Contraponindose
a
la
idea
de
que
la
paz
mundial
no
es
ms
que
un
milagro
o,
incluso,
un
sueo
que
no
contiene
belleza
alguna
del
general
Helmuth
Karl
Bernhard
von
Moltke
discpulo
de
Clausewitz,
Ktoku
recupera
la
tradicin
de
escritores
como
Murasaki
Shikibu,
Akazome
Emon,
Sei
Shnagon
y
Emile
Zola
para
sostener
que
el
militarismo
no
slo
es
ftil
para
la
civilizacin
sino
que
adems
es
un
veneno
(p.
145).
En
el
captulo
cuarto
Ktoku
realiza
una
crtica
artera
a
la
poltica
imperialista
tanto
de
los
pases
europeos
como
del
Atlntico
Norte.
Para
Ktoku,
la
fundacin
de
todo
Imperio
est
basada
en
el
robo
y
la
rapia
(p.160),
por
tanto,
su
grandeza
est
en
relacin
a
las
masacres
de
otros
pueblos
que
fueron
sometidas
a
la
esclavitud.
Asimismo,
advierte
sobre
la
hipocresa
norte-americana
que
en
febrero
de
1898
apoya
la
revuelta
cubana
pero
que,
despus
del
tratado
de
Pars,
toma
bajo
su
control
Cuba,
Puerto
Rico
y
Filipinas.
La
doctrina
Monroe
no
pasa
desapercibida
por
el
socialista
nipn.
La
relacin
entre
pobreza
e
injustica
es
abordada
en
esta
seccin
y
para
l:
37
Resulta interesante hacer mencin que, inspirado en el concepto de cuidado de cuo heideggeriano, el telogo Leonardo Boff reivindica la pertinencia del Principio de Compasin en el diseo de utopas contra-hegemnicas del siglo XXI. Cfr. Princpio de Compaixo e Cuidado, Vozes, Petrpolis, 2001. 38 La relacin entre poltica y tica estn presentes en la obra de Ktoku. Las Filosofas Polticas de la Liberacin de la periferia podran asimilar algunos de sus planteamientos bsicos en el diseo de proyectos polticos.
181
La
pobreza
surgi
de
los
errores
de
la
organizacin
econmica
y
social
de
nuestra
sociedad.
Est
ligada
al
monopolio
que
realizan
los
capitalistas
y
los
grandes
propietarios
financieros.
Por
consiguiente,
la
pobreza
es
resultado
de
la
falta
de
justicia
en
la
distribucin
de
la
riqueza
(p.
170)
El
ltimo
captulo
es
un
exhorto
al
socialismo
democrticamente
organizado39
y
una
advertencia
al
peligro
del
siglo
XX
siglo
de
totalitarismos
tanto
liberales
como
soviticos
que
se
avecinaba.
Para
Ktoku
el
microbio
del
patriotismo
fomenta
el
cncer
del
militarismo,
en
este
sentido,
el
movimiento
socialista
precisa
de
una
consciencia
planetaria
basada
sta
en
un
amor
universal
que
logre
incorporar
las
demandas
de
todos
los
oprimidos
y
oprimidas.
Las
consideraciones
que
realiza
Ktoku
sobre
la
relacin
entre
la
pobreza
y
la
migracin,
entre
la
guerra
y
el
capitalismo
o
entre
los
polticos
profesionales
en
sentido
weberiano
y
la
Realpolitik
resultan
muy
interesantes
no
slo
para
los
estudiosos
de
las
ciencias
sociales
sino
para
los
militantes
comprometidos
con
los
movimientos
anti- imperialistas
y
anti-colonialistas
contemporneos.
Es
evidente
que,
a
ms
de
un
siglo
de
ser
redactado,
el
texto
de
Ktoku
cuente
con
algunas
limitaciones
o
atavismos
ideolgicos,
por
ejemplo,
su
nocin
de
progreso
o
la
contraposicin
entre
liberalismo
e
imperialismo;
no
obstante,
dicho
texto
es
un
valioso
legado
de
la
tradicin
libertaria
del
cual
no
debemos
prescindir.
39
Se debe proceder a una gran limpieza del Estado y de la sociedad, en otras palabras, se debe emprender una revolucin a escala mundial. Transformar el pequeo nmero de Estados en un gran nmero de ellos, cambiar el Estado monopolizado por militares para entregrselo a los campesinos, a los artesanos y pequeos comerciantes; cambiar la sociedad donde reina el despotismo aristocrtica en un espacio de autonoma poltica y que restituya la sociedad, actualmente secuestrada por los capitalistas, hacia la comunidad de trabajadores (p. 187).
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Juan Ortiz Escamilla, El teatro de la guerra. Veracruz, 1750-1825, Castelln, Universitat Jaume I (Col. Amrica, 14), 2008, pp. 290. David Carbajal Obra destinada a convertirse en un clsico de la historiografa mexicanista, El teatro de la guerra constituye la culminacin de varios aos de investigacin del profesor Ortiz Escamilla sobre el proceso de independencia en la provincia de Veracruz. La obra se nos presenta, como bien lo advierte Juan Marchena en el prlogo, bajo la forma de un verdadero drama en tres actos sobre cmo la guerra va transformando una provincia del Imperio hispnico en un Estado miembro de una nueva nacin. No cualquier provincia, el lector encontrar que frente a una historiografa que ha estado focalizada sobre todo en las regiones del centro y occidente novohispanos, El teatro de la guerra nos recuerda la centralidad del puerto de Veracruz, la nica garganta del reino, en un Imperio construido sobre las dos orillas del Atlntico y en una nacin cuyos ingresos dependern largo tiempo del comercio internacional. Nos lo dice el autor claramente desde la primera lnea: A lo largo del perodo colonial, la provincia de Veracruz mir al mar y el Altiplano Central se vea como su traspatio. Asimismo, nos encontramos en varias ocasiones con los ingresos no menos importantes derivados del monopolio de tabaco que ostentaban las villas de Orizaba y Crdoba y que las convertan en puntos estratgicos. La guerra de la que trata la obra no es menos sui generis, de hecho, sera tal vez mejor declinarla en plural, pues cada captulo, o cada acto por conservar la metfora teatral, trata de una guerra distinta. En principio, la que prepararon los ingenieros militares borbnicos levantando fortificaciones, abriendo vas de comunicacin, formando milicias y movilizando tropas, una guerra que por cierto, nunca lleg. Despus, la inesperada guerra civil que estalla en 1810, la guerra tan extraa que en unos cuantos meses consigue aislar a la plaza de Veracruz, y que slo progresivamente deviene en una guerra ideolgica entre absolutistas contra insurgentes republicanos; una guerra ganada en apariencia por las tropas expedicionarias que llegan
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de la Pennsula, pero que resurge apenas se restablece la Constitucin gaditana de 1820. En fin la guerra, ahora s nacional, aunque no menos hecha de apasionantes intrigas diplomticas que de enfrentamientos armados, en la que mexicanos y espaoles se disputan un ltimo baluarte: la fortaleza de San Juan de Ula. As, en el primer captulo, el autor nos sita en el escenario de la compleja geografa veracruzana (sobre la cual se hecha en falta algn mapa que ayude al lector a mejor comprenderla) y nos presenta a los principales actores del drama: los habitantes de las costas, una poblacin plural y siempre renuente a los mecanismos tradicionales de control social. Es sobre stos que se aplican los planes de defensa que la situacin de guerra con Inglaterra obliga a las autoridades borbnicas a desarrollar. Profundizando en una brecha abierta desde hace unas dcadas, para Mxico sobre todo por Christon Archer (El ejrcito en el Mxico borbnico, 1983), el profesor Ortiz da cuenta de las ambigedades e indecisiones de los proyectos, de las dificultades en su aplicacin y de sus a veces inesperados resultados, o incluso de sus rotundos fracasos. Sobre todo, insiste en las tensiones entre una reforma pensada tambin para disciplinar a la poblacin e integrarla en el marco estamental del Antiguo Rgimen, y las inquietudes ms inmediatas de los pueblos, que utilizaban sus nuevos privilegios en funcin de sus propios intereses. La guerra llega finalmente pero no bajo la forma de la invasin inglesa, sino como una guerra civil. En efecto, como en la mayora de sus publicaciones de la ltima dcada, Juan Ortiz denomina as al conflicto que estalla en 1810, si bien lamentablemente no se extiende en una explicacin al respecto. En cambio, insiste de nueva cuenta en el cuestionamiento de las distinciones tnicas y estamentales. Las tensiones aparecen ya en la formacin de las milicias de patriotas previas al estallido del conflicto en la provincia, y son desde luego evidentes durante ste. De manera similar a como lo hizo en una obra anterior, (Guerra y gobierno. Los pueblos y la independencia de Mxico, 1997) el autor nos aproxima adems a las ambigedades de los pueblos de la provincia durante la guerra, fluctuando entre el indulto y la rebelin, y asimismo, a las nuevas estructuras de gobierno que uno y
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otro bando debieron construir para cumplir sus objetivos. Se aprecia claramente tambin cmo la guerra y su cuestionamiento de las jerarquas sociales se transforman en revolucin poltica con la llegada del liberalismo, el gaditano, utilizado por los realistas como mecanismo de pacificacin, y cmo se construye en respuesta a ste, el liberalismo republicano de los gobiernos provinciales insurgentes. Sin duda entre las aportaciones de la obra se encuentra precisamente el estudio de este republicanismo veracruzano olvidado, que lamentablemente es abordado slo de manera breve. La obra es especialmente rica en la reconstruccin de los procesos, mas se extraa acaso una reflexin ms abundante sobre ciertos temas, por ejemplo sobre el liderazgo de los clrigos, quienes aparecen colaborando o incluso al frente de ambos bandos. Tal vez hubiese sido interesante un posicionamiento en este tema, que el autor ha abordado en otras ocasiones y que constituye uno de los debates abiertos en obras como la ms reciente de Eric Van Young (La otra rebelin, traducida al espaol en 2006). El tercer captulo es tal vez el ms interesante y novedoso de la obra. De las batallas y campaas que recorran la geografa veracruzana durante la guerra civil en el segundo captulo, pasamos ahora a un enfrentamiento en un punto mucho ms concreto, el castillo de San Juan de Ula, pero que genera debates no slo ah sino en Madrid, La Habana y Mxico. Episodio muchas veces reducido a un enfrentamiento personal entre Agustn de Iturbide y Antonio Lpez de Santa Anna, si bien ya el estudio del profesor Alfredo vila (Para la libertad. Los republicanos en tiempos del Imperio, 2004) haba resaltado su importancia para comprender la crisis del Primer Imperio. De hecho para la historiografa mexicana es especialmente interesante la reconstruccin de las discusiones habidas en el Consejo de Estado y en las juntas de generales habaneras que nos muestran todas las debilidades, econmicas y polticas, de la monarqua constitucional del Trienio Liberal. Desde luego no es menos apasionante, la reconstruccin de las intrigas, muchas veces exitosas, del comandante espaol Francisco Lemaur, en las que el autor aprovech ampliamente la correspondencia conservada en el Archivo
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del Servicio Histrico Militar de Espaa. Ya antes, en un artculo con el profesor Will Fowler (La revuelta del 2 de diciembre de 1822. Una perspectiva regional, Historias, 47, 2000), el profesor Ortiz haba abordado las complicadas y cambiantes alianzas de esta coyuntura entre el Emperador, las instituciones liberales, los jefes militares y los comerciantes de la plaza portea. Esa mirada a la formas de hacer poltica en el siglo XIX se enriquece ahora con la perspectiva de ese otro actor, el comandante de Ula, siempre a la expectativa de fortalecer su frgil posicin. A la guerra de intrigas sucede finalmente el enfrentamiento militar, que culmina desde luego en la rendicin de Ula. Este acontecimiento marca el cierre del teln, por volver a la metfora del ttulo de la obra, con no menos interesantes reflexiones sobre la separacin, ahora s definitiva, de Mxico y Espaa, y la herencia de estas guerras para la construccin del nuevo Estado. Obra pues enriquecedora para la historiografa no menos que de gil lectura, contribuir seguramente a reforzar las discusiones que ya se plantean en el bicentenario.
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COLABORADORES
Wellington Teodoro Da Silva Profesor de La Pontificia Universidad Catlica de Minas Gerais Brasil-. Doctor en Ciencias de la Religin por la Universidad Federal de Juiz de Fora Brasil-. Socio fundador y secretario General de la Asociacin brasilea de Historia de las Religiones. www.abhr.org.br Ftima Hurtado Lpez es doctoranda en filosofa en la Universidad de Pars 1-Panthon-Sorbonne (Francia) y en la Universidad de Granada (Espaa). Laura Surez Gonzlez de Arajo Licenciada en Ciencias Polticas y de la administracin en la Universidad Complutense de Madrid, Master Oficial en Estudios Avanzados en Filosofa en la Universidad Complutense de Madrid con especialidad en metafsica y mundo contemporneo. Actualmente, se encuentra desarrollando una investigacin doctoral en rgimen de cotutela internacional Universidad Complutense de Madrid-Universidad de Pars VII-Diderot. Mathieu Gervais es Diplomado por el Instituto de Estudios Polticos (SiencesPo) de Pars donde obtuvo el Master en Ciencias Polticas en 2009. Actualmente efecta el doctorado en Sociologa Poltica en la Escuela Prctica de Altos Estudios de Pars (EPHE). Jos Manuel Meneses Ramrez es Profesor en la Facultad de Filosofa y Letras de la BUAP, actualmente cursa estudios de Doctorado en Filosofa en la Universidad Autnoma Metropolitana-Iztapalapa, Maestro en Filosofa por la Benemrita Universidad Autnoma de Puebla graduado con mencin honorfica por la tesis Filosofa y Poltica en Richard Rorty. Notas para una crtica a la utopa liberal en el ao 2010, tambin es Maestro en Ciencias Polticas por la misma universidad. Es miembro de
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la Asociacin Mexicana de Estudios Clsicos A.C. y profesor de Griego y Latn en la Academia de Lenguas Clsicas Fray Alonso de la Veracruz. Mathieu Strale es doctorante bajo la direccin de Christian Vendermotten y Marie-Franoise Godart en la Universidad Libre de Bruselas, al interior del laboratorio de geografa aplicada y geomarketing del Instituto de Gestin del Ambiente y de Planificacion del Territorio (IGEAT-ULB). Su investigacin versa sobre los factores de localizacin de las actividades del traslado de mercancas y de la logstica y, adems, sobre el papel de los poderes pblicos europeos en dicho campo. Asimismo, Strale ha participado en distintos coloquios y seminarios sobre el tema, tanto en ingls como en francs. Camilo Useche Lpez es socilogo, historiador. Candidato a Doctor en Historia y civilizacin, Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de Pars. Dbora Goulart es licenciada en Ciencias Sociales por la Pontifcia Universidade Catlica de So Paulo (1998) y en Pedagoga por el Centro Universitrio Nove de Julho (2003), cuenta con un Master en Sociologa por la Universidade Estadual de Campinas (2004). Doctora em Ciencias Sociales por La Universidade Estadual Paulista Jlio de Mesquita Filho UNESP. Sus temas de investigacin son: movimientos sociales, educacin, poltica educacional, sindicalismo y ciencia poltica. Adems es profesora en la Facultad SantAnna y participa en el Ncleo de Estudios de Ideologa y luchas Sociales de la Pontifcia Universidade Catlica de So Paulo. Correo electrnico: debcgoulart@gmail.com Phd. Magdalena Krysiska-Kauna es doctora en antropologa cultural por la Universidad Adam Mickiewicz en la ciudad de Poznan (Polonia). Dentro de sus lneas de investigacin se encuentra: la dominacin cultural, conflictos culturales, relacin entre la ley positiva y el derecho consetudinario, antropologa poltica y jurdica, entre otros. Ha publicado en diversas revista cientficas en Europa y en Amrica latina .
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Al Caldern Farfn Estudi la licenciatura en Lingstica y Literatura Hispnicas por la BUAP graduado con la distincin cum laude, Maestro en Literatura Mexicana por la BUAP con la distincin cum laude. Es poeta, editor, crtico literario y gestor cultural. Actualmente estudia cursa el ltimo ao del Doctorado en Letras Mexicanas en la UNAM. Obtuvo el Premio Nacional de Poesa Ramn Lpez Velarde en 2004. Obtuvo el Premio Latinoamericano de Poesa Benemrito de Amrica 2007. Luis Martnez Andrade es Candidato a Doctor en Sociologa por la la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales (EHESS) de Paris. Socilogo por la Benemrita Universidad Autnoma de Puebla. Graduado con la distincin Cum Laude por la tesis Fenmeno underground. Un acercamiento a los procesos culturales de los movimientos de resistencia. David Carbajal es Licenciado en Historia por la Universidad Veracruzana, Mxico, Maestro en Historia Latinoamericana, Universidad Internacional de Andaluca-Sede Iberoamericana Santa Mara de La Rbida, Espaa y Doctor en Historia por la Universidad de Pars I Panten-Sorbona, Francia. Ha sido merecedor al Premio Francisco Javier Clavijero 2003, categora tesis de licenciatura, por la tesis Entre pactos e imposicin. La poltica eclesistica del Gobierno de Veracruz, 1824-1834. Instituto Nacional de Antropologa e Historia, Mxico as como al Premio Francisco Javier Clavijero 2006, categora tesis de maestra, por la tesis De frailes y seglares. Los vnculos del Colegio Apostlico de San Jos de Gracia de Orizaba, 1793-1840. Instituto Nacional de Antropologa e Historia, Mxico. Francisco Romero Jovn escritor poblano, estudioso de la obra de Octavio Paz y las vanguardias artsticas del siglo XX, de la filosofa francesa y del derecho desde una perspectiva crtica.
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NORMAS EDITORIALES
A )Las colaboraciones para la seccin miscelnea (temtica libre) debern sujetarse a una extensin mxima de 25 cuartillas y una mnima de 10 cuartillas; la seccin Aventuras de la diferencia aceptar artculos por una extencin de hasta 30 cuartillas y como mnimo de 15; para la seccin entrevista se acptarn entrevistas realizadas a personajes de renombre dentro de la ciencia social y las humanidades; por ltimo, la seccin de reseas (libros, pelculas, conferencias, tesis, etc.,) se aceptarn trabajos con un mximo de 5 cuartillas, y un mnimo de 3, con los mismos requisitos que el resto de las participaciones. Como parte de nuestra poltica editorial de apertura recibimos artculos inditos en francs, ingls, espaol y portugus. Todas las participaciones se presentarn en el formato siguiente: tamao carta, escritas por una sola cara a espacio y medio. Queda a juicio del Comit Editorial la aceptacin de artculos que no se sujeten a las normas editoriales. b) Las citas debern presentarse a pie de pgina, numeradas en la siguiente modalidad: -Apellido, Nombre del autor, ttulo de la obra, editorial, lugar de edicin, fecha, pginas. Para las citas en el texto se seguir el formato de la APA. c) Todos los colaboradores debern enviar un resumen en ingls de su artculo adjunto al mismo con una extensin de 500 palabras como mnimo y cinco conceptos clave en ingls y espaol; de igual manera debern enviar curriculum viatae resumido donde expongan sus logros
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acadmicos ms importantes, lneas de investigacin e intereses principales. d) Todos los artculos sern arbitrados por nuestro comit o, en su defecto, por un especialista en el rea designado por el comit, se acusar recibo de los artculos recibidos a ms tardar en los siguientes 10 das hbiles y el dictamen (aprobado /no aprobado /aprobado con correcciones) se har llegar en los primeros 80 das hbiles. e) Todas las contribuciones debern enviarse al correo electrnico: revistahomoludens@hotmail.com, con el asunto artculo para revista, en la modalidad de archivo adjunto en procesador de texto Word.
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