Nacion Marica
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Nacion Marica
PRCTICAS CULTURALES Y
CRTICA ACTIVISTA
JUAN PABLO SUTHERLAND
NDICE
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Por ltimo y de manera vital, este libro no hubiese sido posible sin
el apoyo diario, cotidiano e insistente de mi compaero de toda la vida, Jos
Salomn Gebhard (Pepe)
Juan Pablo Sutherland
Agosto 2009
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CAPTULO I
POLTICAS SEXUALES, IDENTIDADES
Y CRTICA ACTIVISTA
LOS EFECTOS POLTICO-CULTURALES DE LA TRADUCCIN
DEL QUEER EN AMRICA LATINA
La historicidad del discurso implica el modo en que la historia es
constitutiva del discurso mismo. No se trata sencillamente de que
los discursos estn localizados en contextos histricos, adems
los discursos tienen su propio carcter histrico constitutivo.
Historicidad es un trmino que implica directamente el
carcter constitutivo de la historia en la prctica discursiva, es
decir, una condicin en la que una prctica no podra existir
independientemente de la sedimentacin de las convenciones
mediante las cuales se la produce y se la hace legible.
Judith Butler
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la gaycidad. Como estrategia esttica enfatiza, desde el juego performativo, una hiperbolizacin identitaria, una meta-metaforizacin del lugar del
estigma homosexual, una neo-barroquizacin de la identidad como un lugar
en fuga en el contexto de la violencia poltica hacia las minoras sexuales.
La traduccin3 del queer en Amrica Latina ha tenido sus derroteros.
Algunos han corrido a inscribir sus prcticas dentro de la catedral queer
como santificndose en la ltima neo-vanguardia de las polticas sexuales
radicales, otros han intentado traducir el trmino desde las ms variadas
opciones lxicas: torcidas, oblicuas, post-identitarias, raras, invertidas, todas
ellas con un propio malabarismo lingstico que intenta dar cuenta de un
malestar normativo, de un revelamiento terico, de una fuga prometeica de
la identidad. Promesa post-identitaria en un contexto poltico identitario,
de polticas de representacin, que juegan en el escenario poltico a dar voz
a un lugar negado y estigmatizado.
Traducir ya plantea una lejana con la lengua y el objeto, es tomar
una distancia o en s mismo ya es un problema cultural. Podramos decirlo, como Lawrence La Fountain-Stokes, que queer es un trmino un tanto
intraducible al espaol 4 . Ms an con un trmino que tiene una historia
y un contexto poltico en el Estados Unidos de los aos ochenta. En gran
parte de las publicaciones en Amrica Latina, diversos autores han optado
por traducir queer como raro, extrao, homosexual 5. Sin embargo, dada la
riqueza connotativa del trmino en ingls, se puede discutir, problematizar
y singularizar varias de las acepciones que encuentra el trmino en diferenciados contextos, tanto en utilizaciones del uso gramatical como en sus
usos polticos.
3 La idea de pensar la traduccin no se asume desde un sentido literal, sino desplazado,
en la perspectiva de un desplazamiento cultural, tensin desde el original y copia. Traducir
ya involucrara una gestin poltica al interior de la propia lengua o el discurso. Ver el artculo Traduccin, gnero y poscolonialismo, compromiso traductolgico como mediacin
y adamento femenino de Dora Sales Salvador en Quaders, revista de traducci, n 13
(2006), Valencia, pp. 21-26. En l se problematiza la interrelacin entre traduccin, gnero
y subalternidad y se debate sobre los contextos de traduccin de la literatura de mujeres del
tercer mundo por la traduccin feminista metropolitana.
4 La poltica queer del espanglish, ver en www.centauro.cmq.edu.mx/dav/libela/
paginas/.../100102147
5 Ver Ricardo Llamas, Construyendo sidentidades. Estudios al corazn de la pandemia, Siglo
XXI Editores, Mxico, 1995.
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QUEER .
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19 Ver Spivak, Gayatri, Puede hablar el sujeto subalterno?, Revista Orbis Tertius, Ao
III n6 (1998), Argentina, pp.189-235.
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de las sexualidades perifricas y las revueltas polticas de estos aos de produccin cultural y de movimiento homosexual. Digo produccin cultural
y luchas identitarias, pues me gustara fijar ah la mirada.
Los pasados aos noventa fueron los tiempos ms lgidos para la
revuelta homosexual. Quiz existan otros hitos importantes en otras dcadas, pero sin duda los noventa pusieron el cuerpo poltico de una utopa
sexual que se vena armando en nuestros sueos militantes y que pens
una trayectoria visibilizada sobre los derechos civiles de gays, lesbianas y
transgneros. Revuelta identitaria en la que hoy podemos reconocer ms
rostros, ms diferencias entre cada uno y una, ms sueos traficados en la
Plaza Pblica. La militancia homosexual-lsbica-transgnera ha diversificado el entramado de las voces y ha generado una cartografa ms compleja
y batallante. A inicios de los noventa discutamos los efectos simblicos y
polticos de la instalacin de la Crcel de Alta Seguridad, nos visibilizbamos en nuestras primeras apariciones pblicas en medio del movimiento
de derechos humanos, ah donde inicialmente marchamos doce activistas,
algunos con mscaras para evitar las violencias de los entornos profesionales
e incluso familiares, otros por las veredas hacindose los lesos, y algunos
desafiantes con algo de temor novato. Todos estos, caminos nuevos y contradictorios, reuniones de discusin sobre la inclusin o no en la marcha
de aniversario del Informe Rettig, cuestiones surgidas en el nacimiento del
Movimiento de Liberacin Homosexual, Movilh-histrico. Habra que
sealar adems, como antecedente en los ochenta, el activo movimiento de
mujeres, el movimiento feminista que nos contamin con su fuerza discursiva y su energa poltica. De aquellos aos ochenta vienen las histricas
Ayuqueln, las Yeguas del Apocalipis y sus imaginarios polticos en la cultura,
as como la fuerza escritural de Carmen Berenguer con sus textos mestizos
y delirantes, el activismo feminista de la Casa de la Mujer, La morada, y
la emblemtica Radio Tierra que acogi nuestro primer programa radial,
Tringulo Abierto.
Ms que armar una historia homosexual, quisiera realizar una
mirada crtica sobre cmo se ha producido una espectacularizacin de las
minoras en el espacio ciudadano. Trabajar desde un concepto que no remite
a los Archivos x (aclaro), sino que a la desaparicin de los guiones polticos del movimiento homosexual, lo que defino como abduccin discursiva
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desde inicios del siglo XX, sujeto que estuvo atrapado en la patologizacin
y clasificacin normativa de la medicina, la psiquiatra, la psicologa, y que
armaron un poderoso arsenal taxonmico en el momento de constitucin
inicial de las ciencias humanas37.
La inclusin de las prcticas poltico-culturales de los movimientos
sociales (feminista, afrodescendientes, homosexuales, mujeres, lesbianas,
jvenes, indgenas) en los Estudios de Gnero y Culturales con vocacin
poltica, como dira John Beverley, revela una tendencia, no sin dificultades,
a la hora de repensar las transformaciones cruzadas por los avances de los
grupos minoritarios, en el sentido de instalar nuevas articulaciones territoriales y que promueven saberes irregulares, trnsfugas, impertinentes para
la legitimidad exigida por los discursos dentro de la esfera acadmica. Los
Estudios de Gnero aadieron nuevos horizontes a la hora de cuestionar el
orden cultural, al desmantelar el binarismo masculino y femenino y revelar las plusvalas sexuales del sistema sexo-gnero. En esa perspectiva, la
produccin poltica de esos saberes en Chile vino a replantear los ordenamientos y dispositivos de las miradas y subjetividades subalternas, cuerpos
no narrados, subjetividades no visibilizadas que hicieron posible un rico
tramado de producciones artsticas, valoracin de prcticas polticas hasta
esos momentos distractoras, para la transformacin utpica en otras dcadas y que abrieron la posibilidad de interferir en las agendas de discusin
acadmica, poltica y social.
LAS DES-TERRITORIALIZACIONES: LOS SABERES Y LAS PRCTICAS
POLTICAS TRAFICADAS Y SUS RESISTENCIAS
Cuando irrumpen los Estudios de Gnero en diversas Universidades en
Chile (a inicios de los aos noventa) hay un momento de sospecha y discusin enorme. Se considera a los Estudios de Gnero sospechosamente
cercanos a los movimientos sociales y las ONGs que trabajaban en temas
sobre violencia contra las mujeres, los derechos sexuales y reproductivos y
37 Ver Michel Foucault, Historia de la sexualidad, Siglo XXI Editores, Mxico, 1995; en
particular volumen I, La voluntad de saber.
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en los bordes polticos esta compleja demanda que evidentemente tiene sus
impactos en las polticas y estrategias del movimiento lsbico-homosexualtrans, as como en las propias demandas de otros movimientos. Parece muy
poco afortunado discutir sin tener en cuenta los contextos de muchos de los
temas planteados en el terreno de los derechos sexuales. Es imposible pensar
en Chile que, mientras se denuncia la violencia ejercida hacia las mujeres,
con decenas de asesinatos anuales, no se entienda el sistema cultural hegemnico que sustenta dicha violencia masculina institucionalizada. Por lo
mismo, respecto a la demanda homosexual en Chile quisiera fijar algunas
preguntas posibles:
t
t
t
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44 Cuando me refiero al modelo heterosexual ms institucionalizado (matrimonio hegemnico) excluyo a las diversas formas de construir otras familias y ncleos afectivos, que no
responden al modelo institucional como tal. Marco referencial que en Chile no expresa la
diversidad de las familias otras, madres solteras, amigos, amistades sexuales permanentes,
gays y lesbianas y su red de amigos, sus ex- amantes, familias monoparentales y una infinidad
larga de opciones en diversidad que no se presentan legitimas en el espacio pblico.
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Ver Didier Eribon, Reflexiones sobre la cuestin gay, Anagrama, Barcelona, 2001.
46 Muchos gays y lesbianas han optado por acuerdos de intercambio de parejas que
superan las fronteras heterosexuales impositivas de no poder adoptar hijos. As, han creado
comunidades de padres y madres colectivos intercambiando sus parejas sexuales y teniendo
hijos(as) entre un gay y lesbiana, que asumirn sus responsabilidades de padres o madres
dentro de un acuerdo legitimado por ellos sin el aval del Estado.
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ENTREVISTA 50
El MOVIMIENTO HOMOSEXUAL EN CHILE
Nelly Richard: Quizs tenga sentido partir evocando el trayecto histrico del
movimiento homosexual en Chile.
Cmo va tomando forma colectiva y poltica ese Movimiento?
J.P.S: Lo primero que habra que destacar es que el MOVILH surge de la
transicin poltica: ese es su contexto de emergencia. Es la primera organizacin que nace con el perfil poltico de un trabajo pro-derechos civiles de
las minoras sexuales. Lo interesante es que se articula a partir del relevo de
lo que haban sido las luchas contra la dictadura, protagonizadas por sujetos
que venan de distintos movimientos sociales y que hacen converger en el
MOVILH sus militancias varias, sus distintas modalidades de construccin
poltica. Se trata de actores que provienen del Partido Comunista, de la
Izquierda Cristiana, del MIR y de organizaciones sociales. Quizs la primera batalla importante que traza un objetivo prioritario y le da una cierta
cohesin a la lucha homosexual fue la pelea por la derogacin del artculo 365
del Cdigo Penal, referido a la penalizacin de la sodoma. El cdigo penal
chileno es calcado del cdigo penal espaol, opera con el mismo trasfondo
moral e ideolgico, y en Espaa esa pelea se dio hace ms de treinta aos.
En realidad, se trataba sobre todo para nosotros de subrayar la violencia
simblica que ejerce la ley al dejar que el Estado se inmiscuya en el mbito
de lo privado, para sancionar conductas sexuales individuales. Esa dimensin simblica de la ley va mucho ms all de las aplicaciones efectivas del
artculo en cuestin o de sus efectivas consecuencias de represin material
en la realidad chilena. Luchar por la derogacin de ese artculo le sirvi de
vector de consolidacin poltico-homosexual al Movimiento.
Ahora bien, despus de ese proceso de trabajo poltico vino un
momento de repliegue y contradicciones que tena que ver con reformular
alianzas sociales y polticas. Por otra parte el Sida, como en todos los movimientos homosexuales del mundo, impacta fuertemente: nos exige tomar
50 Entrevista realizada por Nelly Richard para Revista de Crtica Cultual, n 21 (noviembre
2000), Santiago, pp 36-39.
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tensin se debe a que debemos sostener el ejercicio organizado de una planificacin estratgica por una parte y, por otra, valerse de esta herramienta
para la construccin ampliada de una fuerza social. Queremos construir
operativamente un marco de accin, pero a la vez nos mueve un deseo
poltico de transformacin de la realidad, por lo cual no podemos caer en la
trampa de institucionalizar la causa homosexual. Quizs debamos entender
que cualquier figura que sostenga al Movimiento formalmente es slo eso:
una figura.
Nelly Richard: Cmo se relaciona el Movimiento chileno con los dems movimientos
homosexuales, en el contexto de las organizaciones y debates internacionales?
J.P.S: En los encuentros gays internacionales, se nota claramente una divisin
Norte/Sur que nos acerca ms al modo en que se conciben los movimientos
homosexuales en Latinoamrica o en los pases ms pobres de Europa, que
en el mundo europeo o norteamericano. Hay cercanas adems con nuestros compaeros del Movimiento Homosexual de Catalua que conjugan,
muy politizadamente, la cuestin homosexual con un horizonte de luchas
de emancipacin que desbordan y amplan su accionar hacia micropolticas
de transformacin social. La realidad de Amrica Latina se ve cruzada por
la precariedad de los derechos econmicos, sociales. Mientras en algunos
lugares del mundo las minoras sexuales son un sector ms dentro de la
sociedad y las demandas del movimiento gay del primer mundo van desde
casarse, adoptar hijos, como profundizacin de la integracin social de gays
y lesbianas, aqu se persigue a las travestis sistemticamente, se detienen a
gays habitualmente en la va pblica, se discrimina en los trabajos, y en pases
como Brasil o Guatemala, se asesinan a las travestis con la mayor impunidad. Yo dira que el territorio de la pobreza, la represin y la precariedad de
nuestras democracias permea cualquier ejercicio de construccin poltica del
movimiento homosexual. No cruzarlo con estas dimensiones, sera reducir
la liberacin homosexual a una demanda sin futuro que se conforma con
las propuestas ms legalistas o bien se homologa al consumo.
Nelly Richard: Cmo se entrecruzaron y se descruzaron las militancias polticas y homosexuales en el interior del MOVIHL? Hubo tensiones, conflictos de
posturas?
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una simplificacin que debilita a la figura travesti al plantearla slo escnicamente como una contrapartida femenina a un poder gay supuestamente
masculinizado. La figura del travesti puede quedar atrapada en una caricatura de identidades, y serle en ese sentido funcional al poder que busca
estas representaciones ms fciles de manejar para luego convertirlas en
estereotipos. Las identidades no son estticas sino que constituyen maquinarias polticas. Un cuerpo desde cierta identidad, es tambin su contexto.
El problema es, adems, el desprecio de algunos por los ejercicios polticos
colectivos: la hegemona ha institucionalizado un modo de hacer poltica
que tiene que ver ms con una escena individual capitalizada para obtener
escenarios que para colectivizar apuestas polticas. En ese sentido rescato
la agrupacin de travestis (Traves Chile) que quieren ser reconocidas en su
diferencia, diferencia que est sobre todo ligada a las condiciones materiales
de existencia que significa el comercio sexual, al hecho de ser la expresin
ms vulnerable y fsicamente castigada de la homosexualidad en la calle,
y al deseo de construir desde la politizacin de sus cuerpos un escenario
pblico que escapa a la individualidad.
Nelly Richard: La dimensin poltica y simblica de la cuestin homosexual va
por el lado, minoritario, de construir subjetividades alternativas al modelo de
identidad asignado por la cultura dominante. Sin embargo, la comercializacin del
tema gay produce visualmente una multitud de cuerpos integrados, serializados,
segn la moda que rige las apariencias sexuales en los espacios de socializacin de
las discos, los bares, etc. Cul es tu mirada sobre estos espacios?
J.P.S: Hay que tener mucho cuidado con el mercado que, efectivamente,
fabrica estticas gays domesticadas. Hay un consumismo gay que se nota
mucho en estos templos de las apariencias que son las discos gays y que no
tiene ver con un contexto de real liberalizacin de las conductas sexuales:
recordemos que el Fausto funcionaba en plena dictadura en Chile. Las
organizaciones homosexuales tienen relaciones peleadas y tensas con el
mundo de las discos gays por la displicencia de los dueos hacia la actividad poltica de las organizaciones. Las discos gays son parte hoy del gran
imperio de la administracin de la vida social nocturna de gays y lesbianas.
Recordemos que el cortejo social de los heterosexuales es pblico mientras
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que, en el mundo gay, est limitado a trficos informales, fugaces y callejeros, siempre a contrapelo de los poderes. En las noches de fines de semana,
los gays adeudan la normalizacin social que deben pagar a diario. Son los
nicos espacios que existen, aunque responden a lgicas de consumo y no
hacen otra cosa que reproducir consumidores en base a la segmentacin y
ghetizacin que la sociedad regula para las minoras.
En los espacios populares ms errticos y precarios, existe ms desorden esttico, ms pulsin ertica y los mecanismos de seduccin son mucho
ms hbridos, al contrario de la discoteca en cuyo espacio sobre-erotizado,
de triunfo hedonista, los cuerpos perfectos se disipan al instante.
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CAPTULO II
ESCRITURAS MINORITARIAS Y SABERES SUBALTERNOS
RECEPCIN CRTICA Y POLTICAS SEXUALES EN LAS
ESCRITURAS DE LA NACIN51
Habla con dejo de sus mares brbaros,
Con no s qu algas y no s qu arenas;
Reza oracin a dios sin bulto y peso,
Envejecida como si muriera.
La extranjera
Gabriela Mistral
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A propsito de una investigacin realizada para mi trabajo antolgico A corazn abierto. Geografa literaria de la homosexualidad en Chile52,
tuve que iniciar un recorrido indito y de ciruga mayor para redescubrir
textos olvidados, excluidos o reasignados en la historia literaria del pas. Las
identidades subalternas en la literatura chilena tensionaron a lo largo del
siglo XX cuestiones relativas a conceptos de gnero, nacin, estticas y construcciones de canon. Dichas subjetividades desautorizaron las recepciones
crticas de historiadores en literatura y crticos. La evidencia de imaginarios
que obviaron las representaciones culturales del poder (heterosexualidades,
familia tradicional, masculino-femenino, y nacin, entre las ms notorias)
revelaron escrituras con polticas de identidades homoerticas en oposicin
al logos cultural de sus pocas. Escrituras minoritarias versus escrituras
nacionales, escrituras subalternas versus escrituras institucionales, cuyas
operaciones habilitaron otros sujetos estticos y nuevas discursividades en la
cultura chilena y latinoamericana. El recorrido y las estrategias, las subjetividades y sus polticas de identidades proponen nuevas lecturas de la Nacin
Latinoamericana para transparentar narrativas culturales locales y perifricas
alejadas de la grandilocuencia cannica. Cules son las subjetividades en
juego? Cules son las narrativas propuestas? Cules son las operaciones
de vaco a lo largo de la construccin cannica chilena? Cmo se inscriben
estos textos en un mega relato que ordena y dispone los sentidos?
LA SUBLIME HUELLA CANNICA
La construccin del canon ha borrado toda huella de disidencia escritural en las historias literarias nacionales en Amrica Latina. Maquinacin
lenta y formalizada en operaciones de exclusin, ordenamiento y produccin.
La historia literaria chilena y latinoamericana est plagada de ecuaciones
simblicas, materiales y polticas que se conectan con la entrada o salida del
imaginario cultural. A finales del siglo XIX encontramos un texto emblemtico, El maricn vestido de mujer, de Hiplito Casas, poema integrado
52 Juan Pablo Sutherland, A corazn abierto. Geografa literaria de la homosexualidad en
Chile, Editorial Sudamericana, Santiago, 2001.
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54 La irrupcin de las crnicas polticas y minoritarias del escritor Pedro Lemebel vino
a increpar cierta deuda de la izquierda Latinoamericana con las sexualidades perifricas.
Desde esa perspectiva, su texto Manifiesto es una suerte de memoria poltica de la diferencia
sexual que ajusta cuentas con la utopa de las izquierdas nacionales. Su potencia radica en
la tensin de una moral revolucionaria que dej fuera del sueo socialista la utopa sexual,
desencuentro que se instala como un deseo suspendido que se volver a trabajar en diferentes
textos latinoamericanos, como El beso de la mujer araa de Manuel Puig, El Bosque, el lobo
y el hombre nuevo de Senel Paz y el propio libro de Lemebel donde profundiza esa tensin,
Tengo miedo torero. Es pertinente reflexionar sobre cmo la homosexualidad latinoamericana
ha tocado la utopa social sin contaminar en los aos sesenta y setenta, ese halo posible de
opcin por los ms dbiles. Por lo menos en algo de ese discurso social podan entrar las locas,
tortilleras, maricas, sin embargo, aquella humanidad ya haba sido expulsada en muchos de
los momentos claves de la historia poltica. Las revoluciones sociales latinoamericanas, tanto
con Salvador Allende como con Fidel Castro, no fijaron en los proyectos revolucionarios
el sueo minoritario.
55 Valindome del concepto de autoetnografa, deseara realizar un gesto histrico respecto a los lugares que configuraron el cruce entre mi biografa poltica y sexual en un
tiempo donde estaban absolutamente separadas, cuestin relevante si pensamos que cada uno
de estos guiones politiz la entrada homo en los aos noventa (El Chile de la post-dictadura).
Textualizacin del cuerpo homosexual en una biografa poltica que convocaba a la Nacin
interrogando sobre literatura y biografa en un cuerpo expuesto al debate pblico-meditico,
todos ellos vrtices que expresaron una inflexin profunda en la poltica cultural de los noventa en Chile. El escndalo producido por mi primer libro ngeles Negros tom el guante
de la revuelta sexual iniciada por el pintor Juan Dvila y su Simn Bolvar homosexual, trans,
indgena, mestizo, intersexual, que gener tanto revuelo meditico entre los bolivarianos y la
Nacin minoritaria. En esa lgica de guerra simblica, ngeles Negros, publicado en medio
del boom de la nueva narrativa chilena, vino a demarcar una suerte de territorio gay cultural
que se cruz con la poltica cultural construida en la institucionalidad post-dictadura y que
la derecha chilena recoger para atacar a toda la poltica cultural del gobierno, develando las
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secuestrada, como seala Daniel Balderston58, o bien ha realizado un incesante xodo para ser tratada como una criatura en pena de extraamiento
permanente de las historias literarias nacionales. Desde esa perspectiva, las
escrituras que corporalizaron un cuerpo extrao, fueron escondidas en una
ciudad mayor, la de una crtica que recodific las formas de leer expulsando
sentidos, discursos o tonalidades demasiado insinuantes.
Benjamn Morgado, crtico literario chileno, en su libro Poetas de mi
tiempo (1961) seala abiertamente la preponderancia de la generacin de
poetas del treinta, sobre las generaciones posteriores basado en una sorprendente declaracin: Fue una generacin sin homosexuales. Esto sera suficiente
para darle a una generacin de escritores la jerarqua que merece59. Significativa
afirmacin de un crtico que valora ms la inscripcin sexual del autor que
su propia obra. En todo caso, la relacin de la crtica con la homosexualidad
siempre fue una compleja convivencia. En uno de los ejemplos posibles nos
encontramos con un notable autor, Mauricio Wacquez. Releyendo la recepcin
crtica el ao 1981 cuando aparece su novela Frente a un hombre armado 60 se
aprecia una tmida y alambicada construccin lectora para reflexionar sobre
la novela. Jorge Edwards resignifica un texto de por s desestabilizador con
una curiosa declaracin: El resultado literario es bastante desconcertante, de
una audacia ertica desusada en nuestras latitudes (sin el destape espaol es difcil
que el libro hubiera podido ser publicado en nuestra lengua)61.
Llama la atencin que los textos crticos sobre Frente a un Hombre
armado fuesen tan sutiles y alejados de toda problematizacin. Parece que
los lectores crticos tienen cierto temor a contaminarse con las pulsiones
presentes en la novela. No deja ser impresionante que un texto de esta magnitud haya sido completamente tapado desde un purismo lingstico que
ensombreci su discursividad homosexual. La mayora de las reseas alabaron crpticamente el dominio del lenguaje como si ste estuviese separado
de su propia transparencia discursiva. Un caso ms desastroso an ocurri
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Daniel Balderston, El deseo enorme cicatriz luminosa, Ediciones eXcultura, Caracas, 1999.
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con La Leyenda de la rara flor de Jorge Onfray, ttulo que adelant incluso
la conceptualizacin de rareza hoy fuertemente debatida en la teora queer,
pero que no tuvo ninguna acogida crtica. El malestar principal con este
texto, editado finales de los aos cincuenta, se relaciona fundamentalmente con la construccin metafrica de la diferencia sexual. Recordemos que
la mayora de los autores que intentaron escrituras minoritarias debieron
construir andamiajes de guerra para ocultar las lecturas ms audaces de sus
textos. Sabiendo que se exponan a un fuerte rechazo optaron por una sutil
invisibilidad, un conjunto de operaciones que intentaban producir multiplicidades lectoras que ocultaran los devenires internos instalados en los
textos como palimpsestos culturales en trfico interno.
LAS ESTRATEGIAS DISCURSIVAS EN ALGUNOS TEXTOS CHILENOS: EL
SUJETO HOMOSEXUAL 62.
Detenindonos particularmente en el sujeto homosexual masculino, hemos podido repasar los diversos movimientos de representacin que,
como correlatos histricos, han configurado una historia de una subjetividad
secuestrada. Un caso inicial y emblemtico en esta perspectiva lo constituye
el ya citado texto de Hiplito Casas:
(Fragmento)
Un ejemplo nunca visto
en Quillota sucedi;
de quince aos un varn,
con otro se cas.
Por el nombre de Enriqueta
pasaba ese desatento;
62 Respecto a la definicin de homosexual, la he mantenido a pesar de sus restricciones normalizantes y de sus operaciones de objetivacin. Es en esa contradiccin,
como seala Leo Bersani, donde se suscitan efectos desestabilizadores que no pueden
ser captados totalmente por los dispositivos normalizantes, pues sus efectos generan
desplazamientos impredecibles.
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tinente sealar que al igual que el castigo que recibieron los habitantes de
Sodoma, segn cierta lectura de las Escrituras, debe aplicarse una sancin
que demuestre la condena por la renuncia al mandato sexual natural y que
incluya adems la sentencia de Dios. Sin duda, este texto es ejemplifijador
para representar al homosexual fuera de cualquier normalidad social y que
es enunciado desde la agresin y el desprecio. No olvidemos, adems, que
esta copla es poesa popular declamada en el campo chileno con la mayor
espontaneidad a inicios del siglo XX. As, nos encontramos con que la legitimidad de la homofobia est tejida en la interaccin social de la poca.
Desplazndonos desde esta poesa popular de finales del siglo XIX
a las representaciones que veremos en los inicios del siglo XX en Chile,
encontramos que aquel sujeto narrado en la omisin se complejiza en varios
sentidos. Uno de los momentos ms sugerentes es la aparicin de la novela
La pasin y muerte del cura Deusto (1924) de Augusto DHalmar, uno de sus
trabajos ms relevantes. Escrita en el perodo de estada de DHalmar en
Madrid, esta novela es la expresin ms irruptiva de una estrategia diferenciada de sus contemporneos para abordar la pulsin sexual en la literatura
hispanoamericana64. La historia narra la relacin amorosa entre Deusto,
un cura vasco y el Aceitunita, un gitanillo que oficia de monaguillo en una
parroquia de Sevilla. La novela gira en torno a la tensin que provoca el
deseo encubierto y conflictuado de Deusto, quien niega en todo momento
la tentacin de aquella cercana, el conflicto entre su religiosidad y el deseo
homoertico que provoca este ngel efbico. Historia armada a la semejanza cristiana de la pasin y muerte de Cristo, y cuyo personaje termina
redimido en el espejeo cristiano de su propio deseo. Deusto, al no poder
acceder a ese amor imposible, escoge el camino cristiano de la negacin y
64 Podramos citar la novela de Adolfo Caminha, escritor brasileo que public Bom-Crioulo,
texto que narra el amor de un joven marinero negro y un adolescente blanco que oficia como
su mantenido y asistente. La novela de finales del siglo XIX narra abiertamente lo que define
como aberracin. Con esta operacin genera cierto resguardo frente a la mirada normalizante
del lector, pero tambin logra contarnos sin censura el detalle de las piruetas sexuales de
sus protagonistas. Resulta interesante que, al contrario de DHalmar, este autor tiene como
estrategia interna narrar una historia de amor entre dos hombres conjugando la homofobia
del entorno, pero exponiendo al mximo el espacio del amor prohibido. DHalmar realiza
algo similar slo que trabaja con lo no dicho, con lo innombrable, alambicado por lo extico
del adolescente y por el barroquismo religioso de la culpa. Quiz todava DHalmar mantena
el recuerdo del trgico fin del primer sujeto moderno homosexual, Oscar Wilde.
75
65 Alfredo Villanueva-Collado, El Puer Virginal y el doble: configuraciones arquetpicas en La pasin y muerte del cura Deusto, por Augusto DHalmar, Revista de Literatura
Latinoamericana, vol. XXV, n 1 (mayo 1996), Arizona State University, pg. 5.
66 Augusto DHalmar, (1924) Captulo 5 de la tercera parte Violaceus de Pasin y muerte
del cura Deusto, Madrid Internacional, pg. 34.
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77
fractura que nunca expone cabalmente la figura del deseo homoertico, pero
que se deja ver como sombras chinescas detrs del escenario.
Como bien dice Eve Kosofsky Sedgwick en su libro Epistemologa
del clset, En las culturas en que vivimos el deseo homoertico se estructura por
su estado a la vez privado y abierto. Otros ejemplos chilenos, junto a los ya
mencionados, pertenecen a Benjamn Subercaseaux y su novela Nio de
lluvia, y Luis Oyarzn con sus memorias recopiladas bajo el ttulo Diario
ntimo. Cada uno de ellos refleja lo que, segn Sedgwick, sera el acto discursivo del encubrimiento de un silencio. Subercaseaux desarrolla en su
novela el despertar de los nios de lluvia, en oposicin a los nios de sol,
metfora que habla de los nios diferentes y de aquellos que estarn en la
supuesta normalidad afectiva y social. Por su parte, Oyarzn se vale del
gnero de la biografa para generar un acto discursivo que apela a aquella
fragilidad de lo ntimo y que funciona como fuga de los gneros literarios
ms cannicos. Segn algunos estudios68, los gneros referenciales, como la
autobiografa o el epistolario, sin duda este habitar en gneros al margen es
una constante en las subjetividades discursivas homosexuales y de mujeres,
es decir, escoger un supuesto gnero menor provoca una zona donde la
escritura se repliega como secreto sobre s misma.
EL PRONTUARIO SEXUAL DE LA NACIN
La novela El lugar sin lmites de Jos Donoso constituye uno de los
registros ms notables de las revueltas sexuales de un pueblo chico en un
infierno grande. La Manuela, travesti de una casa de huifa, es el centro de
un relato que refleja parte de Chile y una esquina de Latinoamrica en sus
estructuras de poder, sexuales y sentimentales. La Manuela es la alegora ms
aguda de las masculinidades en crisis, ms all de la ambigedad sexual o de
las propias identidades en escena. El travestismo latinoamericano deviene
una huella difusa desautorizando a un rgimen de verdad que lo niega en
68 Ver Prlogo de Leonidas Morales, sobre la obra de Luis Oyarzn, Diario ntimo,
Departamento de Estudios Humansticos, Universidad de Chile, 1995, pg. 8.
78
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Existe todava hoy una cruzada conservadora que impide que sus textos se
lean en mltiples sentidos. Sus vigilantes enloquecen frente a la especulacin
sobre su biografa sexual. Lo que llama la atencin en el caso de la Mistral
es la plusvala que genera su representacin de madre de la Nacin. Licia
Fiol- Matta, investigadora portorriquea y autora de A queer mother for the
Nation. The State and Gabriela Mistral, nos advierte:
Varios estereotipos rodean la imagen de la Mistral:
el de mujer asexual o frustrada, el de la mujer que no
le gustaba su apariencia fsica, que se hallaba fea... La
paradoja es que la madre de la Nacin se parece ms a
un hombre, tanto por su apariencia como por el hecho
de transitar en una esfera pblica manejada por hombres.
Por otro lado, Gabriela Mistral no es maternal -ni
en las imgenes ni en las acciones- en el sentido ms
estereotipado de la palabra: sumisa, compasiva, que
perdona y que se deja llevar ms por lo emotivo que por
lo racional70
El problema central traspasa una mera discusin sobre la identidad
sexual de cualquier connotado personaje pblico. La ferocidad moral se
relaciona ms bien con la idea de soportar esa duda, esa sospecha, como si el
delito cubriera ese cuerpo. Particularmente en el caso de Mistral sorprendi
la sobrereaccin de instituciones y personajes culturales que respondieron
con eufrica indignacin ante el agravio de esa sospecha lanzada.
El lesbianismo suele ser un territorio desconocido y desestabilizador
para el mandato cultural del ordenamiento sexo-gnero. No hay dudas que el
lesbianismo pasa por la renuncia al rgimen poltico de verdad heterosexual
y expone su vulnerabilidad resistente ante el orden cultural hegemnico.
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sado es lo que importa (la idea del otro como produccin de intercambio),
pero la tensin de las tecnologas nunca supera el propio callejeo urbano de
un cuerpo. Hay zonas de la ciudad que operan como una privatizacin o
comercializacin del deseo que ha estado siempre circulando. La disco gay
es una maquinaria de administracin nocturna que ordena a los sujetos en
un espacio de normalizacin que gays y lesbianas no poseen diariamente.
Antes del boom de las discotecas, dnde estaban esos cuerpos? Dnde se
constituan los andamiajes del espacio erotizado urbano?
Pareciera que estamos ante la presencia cada vez mayor de un diseo
urbano que rompe con los antiguos flujos de los cuerpos. Cuando hablo de
cuerpos, me refiero al cuerpo minoritario homosexual, al cuerpo bisexual,
al cuerpo descentrado del poder y de su productividad normalizadora. El
cuerpo heterosexual es como dios, se dice que est y habita en todas partes,
por lo mismo no necesita dinmicas especficas, pues es la hegemona, y
su materialidad y discursos se reflejan a cada instante. Incluso su erotismo
intenta controlar los otros erotismos que circulan en la ciudad.
La Plaza de Armas posea un bao pblico histrico, clausurado al
construirse el tren subterrneo, pero que segn planos y algunos datos de
arquitectos amigos, seguira intacto como una gran bomba al vaco, como
si al clausurar su espacio se aprisionara la multiplicidad de tocaciones,
fluidos y gemidos que alguna vez transitaron por ah. En la mayora de las
grandes metrpolis del mundo existen baos pblicos. En Santiago fueron
extinguidos como una plaga. Slo los nuevos espacios del mall poseen baos
donde el ligue corporal a veces aflora, pero con la dinmica propia de una
vigilancia extrema. Incluso en la historia de los espacios pblicos el bao
siempre ocup una categora privilegiada como espacio de discusin de la
poltica. El bao romano es un ejemplo. La eliminacin de los espacios que
las minoras resignifican es una poltica de higiene que involucra anulacin
y el nuevo alineamiento moral y sexual de la Nacin. Asimismo, se podra
reconocer que el enrejamiento excesivo del Cerro Santa Luca se debi principalmente a las inaceptables danzas nocturnas de sus asiduos visitantes,
enrejamiento que viene acompaado de un sistema de vigilancia propio de
un totalitarismo espacial.
Lo que ha pasado en el espacio urbano ha sido cierto desmalezamiento de los cuerpos que importan para el control sexual. Muchos de los
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discursos sexuales y sociales en una maquinaria diaria que los oblitera, sin
visibilizarlos.
El nuevo libertino de la ciudad es un nuevo depredador cotidiano,
voyerista que privatiza el espacio pblico y manipulador de una oralidad
extraa, ajena. Cuando todos los cuerpos van, el depredador vuelve. Entonces,
slo los cuerpos importan, cuerpos que productivizan un imaginario transado
en la plaza pblica como el mayor capital de intercambio. Podramos agregar, finalmente, que asistimos a una insospechada destruccin del espacio
privado que evidencia las huellas de una batalla ms grande. Lo pblico
resignifica nuestras vidas en la medida en que ya nada es privado. La ciudad nos devuelve aquello que privatiz la hegemona cultural en nuestros
dormitorios.
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pensar que el debate respecto a la identidad est abierto, que los procesos
de visibilizacin de sujetos gays, lesbianas, travestis y transexuales instalan
otro escenario y que la crucial pregunta de Puig por el error gay tiene una
actualidad impresionante. Quizs el error gay tenga que ver con la peligrosa
cercana entre el consumo gay, el mercado y su debilidad para cuestionar
los dispositivos de poder y homofobia que vivimos a diario.
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Walter Benjamin
Han pasado diez aos desde la publicacin de ngeles Negros (1994),
libro de cuentos que inaugur mi escritura y que me llev al centro de una
inusitada polmica. La derrota propia de ver transcurrir el tiempo y no
poder retener algn nimo epocal cristalizan en mi memoria decenas de
fragmentos en pugna: un autor novato que se quema a lo bonzo con un tema
tan espinudo, territorio destinado a los kamikazis de las escrituras minoritarias, explicaciones del Ministro de Educacin de la poca defendiendo
la creacin artstica, sendas biografas79 de los creadores expuestos por el
escndalo del Fondart80, etc. Todo aquello form parte de una postal del
Chile neo-liberal heredado de la dictadura, del Chile que todava se soaba
a s mismo en el paraso democrtico en construccin.
Ricardo Piglia sostiene categricamente: despus que uno ha escrito
un libro qu ms se puede decir sobre l? Todo lo que puede decir es, en realidad,
lo que escribe en el libro siguiente81. Mi viaje se vuelve inverso y contradice
el postulado de Piglia; la fantasa pasa por revisar el contexto que gener
el libro (slo el contexto pues el libro est ah, resguardado por su propio
imaginario), como si quisiera saldar la deuda conmigo y con el momento
convocado. Como si con esto escribiera otro libro, un relato alterno, paralelo, texto contra texto que gener otra ficcin en medio del escndalo. En
ese sentido, el nfasis est puesto en la representacin y efectos poltico78 Este texto fue escrito para la reedicin de ngeles Negros en Editorial Metales Pesados,
Santiago, el ao 2004 a diez aos de su primera publicacin.
79 El diario El Mercurio public en medio de la polmica las biografas de Juan Dvila y
Juan Pablo Sutherland, Santiago, 28 de Agosto de 1994.
80
81
Ricardo Piglia, Crtica y ficcin, Ediciones Fausto, Buenos Aires, 1993. pg. 15.
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estticos que provoc ngeles Negros, no por nada son pocas las veces en que
con un libro se llega a estar en la portada de los diarios: Libro gay con platas
fiscales82. Incidente que gener un indito debate sobre la creacin artstica,
censura y representacin cultural de la homosexualidad en Chile.
El golpe inicial que produjo la publicacin de ngeles Negros impidi
que la escritura se convirtiera en el centro de la reflexin crtica. De seguro, no estaba preparado para recibir una respuesta tan categrica, respuesta
que se volvi pardica y productiva polticamente al verme envuelto en una
discusin que rebasaba las pretensiones iniciales de mi anhelante salida del
closet escritural. En aquel tiempo la editorial Planeta haba articulado un
escenario denominado la nueva narrativa chilena, emblema y fenmeno
que hegemoniz la literatura naciente y que actuaba como correlato del
teatro mayor en el Chile de los aos noventa: la transicin de dictadura a
democracia para algunos y la postdictadura para otros. Ese mismo escenario
se remaquillaba en dispositivos peculiares, nuevas voces, nuevos mercados,
temas emergentes, nuevos lectores. Cuestin para nada escandalosa, pero
que traa implcitamente inusitadas operaciones.
En medio de ese escenario, resulta complejo intentar precisar las
coordenadas de un libro que slo quera leerse desde el despliegue autoral de
una firma desconocida para el gran pblico, pero que volva a resignificar la
homosexualidad como un espacio narrable en los noventa. El ao anterior
haba ganado una beca estatal, Fondo de las Artes y la Cultura (concurso
1993), que financi la escritura de estos cuentos. Cuatro aos atrs haba
ledo algunos de esos textos en el taller de creacin narrativa que Antonio
Skrmeta realizaba con el entusiasmo festivo de su reciente vuelta a Chile
a un grupo de escritores jvenes en el Instituto Goethe83. Ese espacio fue el
primer acercamiento a una escritura consciente y discutida, que no estuvo
exenta de debates estilsticos e ideolgicos.
Marco Antonio de la Parra, codirector del taller, escritor y psiquiatra (lo que ya es una relacin peligrosa para cualquiera), me interpel
en una de las sesiones al leer uno de mis cuentos. Su preocupacin en ese
82 Titular del diario La Segunda, Santiago, 22 de agosto de 1994.
83 Taller de Creacin Narrativa Heinrich Bll, que integraban Pablo Azcar, Alberto
Fuguet, Andrea Maturana, Alejandra Faras, Lilian Elphick, Francisco Mouat, Luis Alberto
Tamayo, entre otros.
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diferencia sexual minoritaria, volumen de un cuerpo que no se puede reconocer en la ciudadana social.
EL DESEO DIONISACO COMO FORMA DE VNCULO SOCIAL
El deseo est objetivado en los cuerpos, territorios que construyen
identidad para las minoras sexuales y dispositivo que la propia cultura
corporaliza en zonas simblicas en fuga (sexo annimo, parejas lsbicas,
grupos de amigos con derechos sexuales pactados, comunidades con sexo
virtual), modalidades donde el deseo se trafica sobre el vaco de un vnculo
social inexistente para estas comunidades (lase legitimidad laboral, vigilancia pblica de los afectos, homofobias mediticas, entre algunas de las
destacadas). Corporalizaciones que fijan identidades, pero que sin embargo
construyen nuevos desplazamientos habitables. Pensando desde una autoetnografa sexual, el deseo puede fijar territorios corporales y simblicos, pero
puede abrir dimensiones insospechadas para el nacimiento de subjetividades
nmades.
El deseo como mscara reflectante de una identidad, el deseo como
estrategia de fuga de una normatividad heterosexista. La juventud homosexual o lesbiana, en este caso, juega con espejismos, desbarata fijaciones y
transita en peligrosos formatos de identidad social y cultural. Siempre como
de un desalojo inevitable de su lugar, plusvala sexual en la imposibilidad.
La de una ganancia corporal siempre acosada por la pedagoga social a que
se someten los sujetos. La juventud de la diferencia reinventa subjetividades
para poder vivir entre los muros de lo pblico y lo privado. Es su estrategia,
por lo mismo, la fijacin del deseo resulta una estrategia del dbil en el caso
de armarse para sostener una materialidad en la cultura hegemnica.
LOS ESPACIOS DE NORMALIZACIN DE LA JUVENTUD MINORITARIA
Nstor Garca Canclini, en su libro Consumidores y ciudadanos87,
afirma que somos consumidores del siglo XXI y ciudadanos del siglo XVIII.
87 Nstor Garca Clanclini, Consumidores y ciudadanos, Grijalbo, Mexico DF, 1995,
pp.13-37.
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CIUDADES EN MI CABEZA
Por eso Santiago est lleno de casas abandonadas, ventanas cerradas,
puertas bloqueadas, mansiones convertidas en conventillos. Santiago
es una mezcolanza, pero esta mezcla de estilos puede resultar algo
enloquecido y dinmico. Esta posibilidad de desafo es lo que prueba
el poder creativo de las ciudades
Jos Donoso
A propsito de la interesante idea de Italo Calvino sobre la convivencia simultnea de varias ciudades en una, he credo relevante desarrollar
a partir de dicha atencin una lectura que integre a modo de palimpsesto las
diferentes ciudades que podran convivir en una metrpolis como Santiago.
Para ello, es necesario referirse a un viaje que he realizado en la escritura
de este texto, un viaje o mltiples desplazamientos que plantean la propia
relacin con la ciudad, cuestin que se refiere adems a nuestras propias
biografas urbanas recitadas en nuestra memoria, es decir, volver a aquella
zona simblica que fue construyendo un tipo de ciudad u otra ciudad de la
que ya tenemos slo un vago recuerdo.
En la perspectiva que propone Nstor Garca Canclini, la ciudad
podra pensarse como lenguaje, las ciudades no son slo un fenmeno fsico,
un modo de ocupar el espacio, de aglomerarse, sino lugares donde ocurren fenmenos expresivos que entran en tensin con la realizacin, con las pretensiones de
racionalizacin de la vida social 88.
La Ciudad imaginada ha sido parte del proceso de creacin de
muchos autores que la han situado en un lugar privilegiado de atencin. La
ciudad se ha constituido a travs de los tiempos, como territorio que produce la racionalizacin de las subjetividades de sus habitantes, ciudades que
como citas literarias de un tiempo configuran variadas y mltiples formas
de habitarla. La ciudad imaginada de Jos Donoso nos sita en una ciudad
88
Nstor Garca Canclini, Imaginarios urbanos, EUDEBA, Buenos Aires, 1999, pg. 72.
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donde importan las unidades mnimas del mapeo urbano, es decir, Donoso
se dedica trabajosamente a operar simblicamente la ciudad en la casa abandonada, en la puerta tapiada, en la visualidad de un tiempo clausurado en
un gesto de prdida y de abandono. La casa de Donoso es el micro-espacio
donde conviven sus personajes con las glorias pasadas, personajes que pueblan
y transitan como nimas los viejos pasajes de los conventillos de Santiago,
incluso se puede entender la fascinacin de toda una generacin por aquel
espacio desgastado y olvidado de las pensiones:
Muchas de las personas de nuestra generacin que tenan distintas procedencias sociales iniciaron su carrera literaria escribiendo sobre
su infancia, el trauma del grupo familiar algunos crticos dijeron que la
generacin del cincuenta se dedicaba a escribir una literatura de casa de
pensin. Yo dira tambin de las nostlgicas mansiones de las que habla
Tefilo Cid89
La ciudad como texto o como cita literaria, desplaza en la literatura
chilena diversos ojos que graficaron su trazado en cartografas de lumpen y
de nios abandonados en el caso de Alfredo Gmez Morel y su novela El
Ro, o los propios devenires sexuales en las crnicas de Pedro Lemebel en la
Esquina es mi corazn. En el caso del primero, Gmez Morel despliega una
cartografa de marginalidad en la ciudad, donde ve instalados a los nios
pobres del Mapocho en una suerte de refugio-escuela de los marginados
sociales en un ro que atraviesa la ciudad, pero que se vuelve expresin de
una geografa excluida del mapa social. En el caso de Pedro Lemebel, los
trnsitos urbanos se vuelven sexuales, violentos y con un develamiento del
cuerpo, ciudad e identidades traficadas en la loca, identidad o estrategia de
la homosexualidad urbana en desplazamiento incesante:
La ciudad en fin de semana transforma sus calles en
flujos que rebasan la libido, embriagando los cuerpos
jvenes con el deseo de turno, lo que sea, depende de
la hora, el money o el feroz aburrimiento que los hace
89 Enrique Lihn, Pepe Donoso. Un homenaje, Revista de Crtica Cultural, N14, (junio
de 1997), Santiago, pg. 16.
104
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Nstor Garca Canclini, Imaginarios Urbanos, Eudeba, Buenos Aires, pg. 89.
105
Diamela Eltit, Los vigilantes, Editorial Sudamericana, Santiago, 1994, pg. 29.
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se virtualizada como un nuevo cuerpo que ha dejado las calles del deseo
lemebeliano a una poltica de la representacin a travs de la web. La ciudad
entonces es mapa virtual, no es el cerro Santa Luca de La esquina es mi corazn de Lemebel, sino la simblica de un nuevo cuerpo traficado en la red.
Las calles de esta ciudad no tienen nombre. Existe una direccin escrita,
pero slo tiene un valor postal, se refiere a un catastro (por barrios, bloques, de
ningn modo geomtricos) cuyo conocimiento es accesible al cartero, no al visitante:
La ciudad ms grande del mundo est, prcticamente, inclasificada, los espacios
que la componen en detalle estn innominados 95. As Roland Barthes retrata
las calles de Tokio, sin direccin. En esa perspectiva, el deseo virtual con
cuerpo conectado en la ciudad virtual opera sin la direccin tradicional,
opera sobre todo con el acceso posible desde el teclado, el equipo, el mejor
nivel de conexin, el plan ms conveniente. Todo ello desde una economa a escala corporal que sostiene la incitacin al consumo de los cuerpos.
La ciudad virtual se articula como aparato ortopdico que conecta a cada
cuerpo como la mejor representacin de la Matrix. El deseo homosexual
configurara un nuevo cuerpo en la ciudad y una nueva ciudad del deseo
como efecto de mediacin, es decir, el caminante sexual, el mirn sexual, el
callejero acostumbrado a flirtear en cada esquina en la ciudad virtual ya no
tiene cuerpo, ha sido despojado de ese caminar para volverse una terminal
geo-referencial de otro deseo interconectado. En las cabinas de los ciber el
deseo funciona inicialmente en el cortejo del chat que apela a la descripcin
sexual del expuesto: nick: jp1967 pelao activo buscando esclavo. El cortejo
homosexual, que no tiene legitimidad ni espacio social en el cotidiano, queda habilitado en la web traficando imaginarios, cuerpos, deseos que arman
su cortejo sexual al margen. El ltimo momento de la virtualidad se puede
consumar en un golpe a la representacin del cuerpo.
95
Roland Barthes, El imperio de los signos, Mondadori, Madrid, 1991, pg. 52.
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CAPTULO III
PERFORMANCES
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FR ANCISCO COPELLO
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FR ANCISCO COPELLO
J.P.S: Hubo trabajos tuyos a partir del golpe de 73. En ese marco realizas la
performance La Bandera?
COPELLO: La Bandera la realic el mismo ao 1973, con Juan Downey y
Carmen Beuchat, en un espectculo que hicimos para Amnista Internacional
en Nueva York. Hay un perodo en que realizo nada ms que obras polticas, que va de 1975 a 1979, ah hago El Mimo y La Bandera, Homenaje a
Neruda, y Esmeralda, que fue la ltima y la ms completa. Es un resumen
de todo lo anterior. Con esa obra hicimos una gira de un ao, trabajamos
mucho. Esmeralda fue la ms potente, cerr un perodo en que hice obras
sicopatriticas.
J.P.S: Qu otros despliegues, bsquedas, zonas, utilizaste en la performance?
COPELLO: El uso del travestismo tambin me interes, el disfraz, el cambio de gnero. Es una cosa que de chico tena. Creo que por influencias de
mi madre, que era buena para el maquillaje, para el vestuario, tan elegante
siempre. Ella me fue involucrando en este mbito. Cuando me travesta
en la casa dejaba la cagada. Me pona unos kimonos que tena ella y unos
zapatos con terraplenes de corcho enormes cuando tena 16 17 aos. Oa
teleteatros y jugaba a actuarlos. Recuerdo que siempre me terminaban retando y poniendo bajo llave. Pero ya vena de mucho antes, y cuando ya pude
sacar emociones, lo abr primero con otros visos, pero finalmente realizo la
expresin travesti de frentn y le saco partido.
J.P.S: Entras en diversos lenguajes teatrales del exceso, lo cabaretero, lo camp, el
travestismo, hay mucha mixtura en tus performances, cmo llegaste a ese gesto?
COPELLO: Es un revival restaurando actos del pasado, a m me interes
siempre el baudeville, el Bim Bam Bum, el Burlesque, el Picaresque, eran
todos lugares que yo frecuentaba. Pero el cabaret lo vine a realizar ms en los
noventa. En los ochenta me dediqu ms a las obras con fotgrafos. Despus
hice distintas performances en Gnova y Nueva York. En ese tiempo realic
Casta Viva, fue una de las buenas performances que mont en un Instituto
para la rehabilitacin de enfermos siquitricos, en un contexto bastante
especial, en el Bronx, Nueva York.
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J.P.S: Las locas siempre han tenido una fascinacin por las divas del cine, cmo
fue ese registro contigo?
COPELLO: En un momento inicial yo dibujaba mucho, lea Ecrn, Ercilla.
Me basaba en las actrices que vea en el Ecrn, y de esas figuras yo sacaba
caras, cuerpos, idealizaba a ciertas actrices, Ava Gardner, Lara Turner,
Marilyn Monroe, Rita Hayworth. Hubo un tiempo en que bamos con un
grupo de amigos a muchos lugares, haba un amigo en especial al que le
encantaban las actrices alemanas, las conoca a todas. Eran cosas para m
desconocidas, pero igual esa era una temtica recurrente, por ejemplo cuando
fuimos a ver a Marlene Dietrich, que vino al Cine Central en Santiago, y
Jean Marie Petit, que traa una compaa de revista espectacular. Fuimos a
ver a todas estas divas porque nos interesaban, todas ellas fueron una gran
inspiracin, se vean tan lejanas, era todo el glamour en esa poca. En las
revistas haba una visin etrea de ellas, no como ahora que todo se sabe.
Adems, en ese tiempo el gran escape eran las pelculas, y todo ese sistema
de grandes estrellas.
J.P.S: Qu impresin te caus, a la vuelta de tu largo viaje, las performances de
las Yeguas del Apocalipsis a finales de los ochenta? Las conocas?
COPELLO: Cuando volv, ellas fueron las personas de las que ms me hice
amigo, Pedro Lemebel y Pancho Casas. En el campo de las performances
fueron muy cercanos, hubo mucha complicidad con ellos y su trabajo, me
sent bien. Era un circuito parecido a lo que yo haba vivido fuera.
J.P.S: En Nueva York tienes muchas relaciones con otros artistas. Hay bastante
cruce con artistas del underground gay, entre ellos te encuentras con Andy Wharhol,
qu los llega a unir?
COPELLO: Con l tenamos dos cosas en comn, una infancia ms o menos
infeliz, una madre fuerte, posesiva, y toda esta pasin por Hollywood y las
divas del cine. Yo lo conoc a l por una circunstancia muy especial. En 1967
el Museo Metropolitano de Nueva York decidi exponer a un artista pop.
Y no fue Warhol, sino James Rossenquit, que expuso un collage de grandes
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FR ANCISCO COPELLO
dimensiones y con diversas tcnicas. Era una ocasin especial, por primera
vez un museo tradicional invitaba a un artista pop del momento a exponer,
eso ya era una gran fiesta, invitaron a mucha gente, estaba todo el mundo
pop, entre ellos Wharhol con un grupo de gente. Yo bail mucho esa noche,
entonces en una de mis salidas de la pista, se acerca Warhol y me dice que
el modo de mi baile es latino, o sea un norteamericano no baila as, y ah
conversamos bastante, se fue con su grupo y me invit a que fuera a verlo
a Factory, fui ah y hubo un encuentro, despus me alej hasta que supe lo
de la balacera, fui al hospital a verlo, eso fue en 1968.
J.P.S: Qu pasa a tu vuelta a Chile en los noventa?
COPELLO: Dej un momento muy oscuro a inicios de los noventa y vuelvo
a Chile en 1994, poca donde hay un ambiente ms optimista en cuanto a la
cosa cultural. Me encuentro con Ernesto Muoz, que aprecia lo que estoy
haciendo. l me propone hacer una exposicin de mi taller en el MAC.
Vuelvo al ao siguiente, el 95, con una exposicin de taller. En Nueva York
muere Mark, perodo muy terrible, luego de todo eso regres. Vine con la
idea de instalarme, de poder estar ms tranquilo y escribir. En las primeras
dos visitas previas a la instalacin definitiva, hubo una explosin de relaciones con mucha gente, amigos, parientes. Me faltaban noches para salir
a cenar fuera, pero la cosa es muy distinta cuando vuelves realmente. Se
llega muy bien cuando vives afuera, pero estando ac la cosa es diferente,
mucha soledad alrededor. En ese momento empec a editar mis libros, me
concentr en la escritura, en mi pasado, en una retrospectiva de lo que fueron
las vivencias anteriores. En ese perodo, Pancho Casas y Pedro Lemebel
fueron de los pocos que estuvieron ms cercanos y apreciaron lo que haca.
Luego entr a la Universidad de Chile con el taller de grabado, ah trabaj
un par de aos. Despus de dos aos me pregunto, volv a Chile para hacer
lo mismo que haca en Estados Unidos? Situacin que provoc un vuelco.
Ganaba la cuarta parte de lo que ganaba all, sacrificaba todas mis horas
libres, entonces detuve ese trabajo y me dediqu dos o tres aos a vender
mis obras, cursos, seminarios.
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J.P.S: Fuera de Chile estuviste en una escena privilegiada en las artes visuales y
escnicas, trabajaste junto a notables artistas como Robert Wilson, Kaprow, Laura
Dean, Sandro Chia, Warhol, Juan Downey y otros tantos. Con toda esa carga
biogrfica, artstica, qu viene de Copello en este nuevo momento?
COPELLO: Toda esa parte del glamour, de las grandes ciudades y los
grandes artistas, ya pas, yo siempre doy vuelta la hoja, no estoy con nostalgia, recordando si me hubiese quedado o no. Vuelvo a empezar de cero,
como si fuera el primer da, esa posibilidad siempre la he tenido. Nunca
me he limitado a seguir amarrado, con una actividad, con una persona,
con un estado de nimo o con una situacin, siempre trato que la cosa fluya. Ahora viene un momento ms didctico, de enseanza, con todas las
experiencias que quiero transmitir a la gente joven. Quiero trabajar en otro
libro, el que sigue, mejorarlo. Hay uno ya inicial, siempre el otro que sigue
es mejor. Viene otra etapa. Una visin ms tranquila y con otros aspectos,
ms ntimos, ms una bsqueda. Viene otro proceso en el prximo libro. La
biografa de mi vida donde estn las dos Amricas, la pobre, la del gettho y
la Amrica de Manhattan, de las estrellas, con el dinero. Hay esa dualidad
en el libro prximo, mi trnsito por las drogas, las pellejeras que pas con la
cocana, las dependencias, sean sexuales o de drogas, el libro viene cargado
de cuestiones ms bien internas.
(La conversacin con Copello se extendi por cuatro horas en un caf en Providencia
el ao 2002. He realizado una seleccin de esa extensa entrevista).
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98 Jean Franco, Marcar diferencias, cruzar fronteras, Editorial Cuarto Propio, Santiago,
1996, pg. 118.
99 Es relevante lo que entiende el acadmico Brad Epps respecto del cruce de queer y
homosexualidad. Queer vendra a abarcar trminos y conceptos aparentemente ms acotados,
ms propensos a usos y abusos identitarios, tales como gay, lesbiana, bisexual, transexual,
intersexual, (o ms clsicamente hermafrodita y andrgino. En otras palabras y por extrao
que parezca, queer es y no es un avatar de homosexual, en El peso de la lengua y el fetiche
de la fluidez, Revista de Crtica Cultural, n25, (noviembre 2002), Santiago, pp.66-67.
100 Nelly Richard, Residuos y metforas. (Ensayos de crtica cultural sobre el Chile de la
transicin), Editorial Cuarto Propio, Santiago, 1998, pg. 215.
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121
104 El crtico argentino Gabriel Giorgi plantea que han sido frecuentemente sueos
nacionales los que quieren modelar el cuerpo poltico y la vida de las naciones en base
a planes, ideas, imgenes de futuro y proyecciones del pasado. Gabriel Giorgi, Sueos
de exterminio. Homosexualidad y representacin en la literatura argentina contempornea,
Batriz Viterbo Editora, Rosario, 2004, pg. 63.
105 Performance grabada en video y titulada: Lo que el sida se llevo (Lemebel y Casas).
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106 Francine Masiello, El arte de la transicin, Editorial Norma, Buenos Aires, 2001,
pg. 113.
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BIBLIOGRAFIA DE REFERENCIA
Nouzeilles, Gabriela, La Naturaleza en disputa, retricas del cuerpo y el paisaje
en Amrica Latina, Paids, Buenos Aires, 2002.
Ortega, Julio, Caja de herramientas, prcticas culturales para el nuevo siglo,
Lom ediciones, Santiago, 2000.
Franco, Jean, Marcar diferencias, cruzar fronteras, Editorial Cuarto Propio,
Santiago, 1996.
Giorgi, Gabriel, Sueos de exterminio. Homosexualidad y representacin en la
literatura argentina contempornea, Beatriz Viterbo Editora, Rosario,
2004.
Richard, Nelly, Residuos y Metforas. (Ensayos de crtica cultural sobre el Chile
de la transicin), Editorial Cuarto Propio, Santiago, 1998.
Masiello, Francine, El arte de la transicin, Editorial Norma, Buenos Aires,
2001.
Molloy, Silvia, La flexin del gnero en el texto cultural latinoamericano, Revista de Crtica Cultural, n21 (noviembre 2000), Santiago,
pp. 54-56.
Arte y poltica: 1989-2004, Revista de Crtica Cultural, n29 (noviembre
2004), Santiago, pp.61-62.
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125
poltica del error heterosexual y de su derrota. Los Hombres slo son una
cita en un imaginario y Julia Toro no retrata hombres, sino que destruye los
mecanismos del engao naturalizador y los vuelve disidentes en la propia
imagen. Julia Toro narra subjetividades a contrapelo, narra cierta opacidad
que escapara a la disciplina modeladora del gnero. La fotgrafa trabaja
haciendo desplazamientos para proponernos cierta performatividad en su
gesto representador a travs de la imagen. Siguiendo a Judith Butler o en
franca sintona con fotografiar el gnero como performance o como una
poltica de performatividad, Julia Toro expresa con su poltica de la mirada
lo que nos dira Beatriz Preciado, parafraseando y transfigurando la famosa
sentencia de Simone de Beauvoir, desde NO SE NACE MUJER a NO
SE NACE HOMBRE, sentencia que interroga sobre la naturalizacin del
hombre y que dej fuera la masculinidad del rgimen poltico de construccin del gnero, ubicndola finalmente en el terreno de lo natural. En ese
sentido, la fotgrafa trabajar con los mecanismos propios de las tecnologas
del gnero para develar sus dispositivos de construccin, dejando salir a la
superficie el encuadre de imgenes desenfocadas y descentradas para habitar
una alteridad posible. Extremando esos recursos, Beatriz Preciado trabajar
en sus emblemticos talleres de Drag King, el desmontaje y andamiaje de
la masculinidad para evidenciar la construccin de la masculinidad como
una tecnologa del gnero y as poder desnaturalizarla.
Los personajes de Julia Toro en la serie Hombres emergen como
figuras trnsfugas instaladas en escenarios sin acontecimiento, es decir,
subjetividades posibles que apelan a cierta densidad de las imgenes, cierta
nostalgia en la precariedad, cierta melancola que trabaja una ausencia, cierto
espejeo con el lector visual de aquellos relatos en exposicin. La fragilidad y
atmsfera de las historias contenidas en la serie Hombres nos remiten a una
nueva sintaxis visual de la masculinidad. Es decir, repertorio que esquiva la
propuesta visual de la expansin masculina llevndola al pliegue deleuzeano, a una fractura narrativa alejada de la grandilocuencia de lo masculino.
La voracidad del consumo por la imagen serializada y en continuidad, se
vuelve discontinuidad en el trabajo de Julia Toro, la inutilidad de la imagen
encargada en el catlogo masculino de la representacin social, se vuelve un
relato no-productivo en la secuencia de Julia Toro. El capital visual acumulado en la tcnica fotogrfica de Hombres se configura como la insoportable
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CAPTULO IV
GUERRILLAS MEDITICAS
FERNANDO VILLEGAS: UN BUFN PARA LA HOMOFOBIA.
A P U N T E S PA R A DEV EL A R L A BA R BA R I E DE U N
HISTRICO107
La gente puede tolerar ver a dos homosexuales que se van juntos,
pero si al da siguiente stos sonren, se toman de las manos y se abrazan con ternura, eso no pueden perdonarlo. Lo intolerable no es que
salgan en busca del placer, sino que se despierten contentos
Michel Foucault
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PRIMERA PARTE:
LOS SIETE PECADOS CAPITALES DEL VILLANO VILLEGAS
1. La codicia. No desears lo que soberanamente pertenece a los otros
El sujeto homofbico es codicioso. Siempre intentar apropiarse
socarronamente de xitos ajenos. Es por naturaleza avaro, quiere la atencin
para s, y apenas tenga la oportunidad la arrancar como un gato de campo.
En el caso de nuestro Villano, hay una molestia bsica, la imposibilidad
de tenerlo todo, pues abriga en su corazn ser dueo de todo (en este caso
de la opinin), suea por las noches, busca en sus energas internas cmo
aparecer pblicamente, intenta posar, llamar la atencin con debates bajos,
sus opiniones tienen un objetivo: atentar contra cualquier avance cultural o
poltico que no est en sus manos. Hay ocasiones en que incluso llega a ser
asertivo, pero slo es el movimiento precario de su peluca.
2. La envidia. No necesitars insultar a tu prjimo, aunque lo envidies
El guio del envidioso por naturaleza es insultar a la primera. En
este caso, apreciamos su extrema envidia intelectual, la ha lanzado contra
muchos, pero sus objetivos quieren alcanzar en la intimidad la altura de sus
enemigos. Sabe que los insultos pueden otorgarle el enfrentamiento que desea
para su propia vanidad. Su furia contra el escritor Pedro Lemebel radica
justamente ah. Nadie podra a estas alturas cuestionar la calidad literaria
del escritor, su obra y reconocimiento nacional e internacional. Pero el
Villano insiste, no resuelve su presencia, le tensiona el xito ajeno, lo ubica
en el lugar del espectador, sabiendo que su pretensin es ser protagonista.
Entonces, utiliza la agresin, caracterstica bsica del homofbico, violencia
que le provoca la liberacin de sus propias carnes, exorcismo que practica
en la intimidad. Soar con Lemebel y sus libros?, desear sus tacos aguja
con envidia y afliccin?
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LA M I RA DA VO U Y ER D E U N V I O LA D O R V I RT UA L
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supuesto agresor. La vida es un misterio, deca Garca Lorca, sin duda que
en las complejas relaciones humanas todo ronda en la relativa transparencia
de la verdad. Cul es la verdad de todo esto? La nica: Symns se espejea en
la incitacin al discurso del sexo y sus parafernalias ms llamativas. Ya lo
deca Foucault en La historia de la sexualidad, lo esencial es la multiplicacin
de discursos en torno al sexo en el campo de ejercicio del poder mismo: la
incitacin institucional a hablar del sexo y cada vez ms; obstinacin de las
instancias del poder en or hablar del sexo y en hacerlo hablar acerca del
modo de la articulacin explcita y el detalle infinitamente acumulado. Otro
gran detalle, cul es el objetivo de reproducir la feroz violacin de una nia
argentina? Provocar el horror de la violencia? Pues bien, la escena descrita
es francamente impresionante, qu aade? La verdad, slo el triste dato
de una realidad feroz que nos ha golpeado, y cuya escenificacin meditica
revel el fuerte sistema de discriminacin sexual y cultural que disciplina y
ordena masculino y femenino en nuestra sociedad.
CUANDO LA FICCIN SE DISFRAZA DE VERDAD PARA EL CIRCO MEDITICO
Symns no ha fallado en ofrecernos algn pastiche meditico
maquillado de polmica. Recordemos la triste salida del personaje de su
antigua casa, el diario The Clinic, y su posterior traicin en manos del enemigo: El Mercurio. Quin puede creer en un periodismo que prostituye su
tica y que inventa fuentes, informacin y personajes? Pues bien, resultara
interesante como gnero, pero seamos claros: no disfracemos nuestras obsesiones
en la vida de los otros. Los lectores no son unos tontos a los que se les pueda
basurear impunemente. Symns lo ha realizado sistemticamente y vemos el
producto: el torcido enfoque de un franco-tirador. Lo que ms molesta de
todo esto, es el pretendido y pico cuestionamiento moral. Y de qu moral
hablamos cuando exponemos con frialdad manitica la vida de un escritor?
De qu hablamos cuando el inquisidor se transforma en objeto deseo de su
persecucin?
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Una es una perversin por las relaciones de poder y abuso que conlleva. Y
la otra, una orientacin sexual ms. Ahora bien, una orientacin sexual ms
en Chile es como decir algo bastante camuflado, pues la homosexualidad se
estara ocupando para todos los fines. Lo sensato es no confundir los planos
de discusin. Nadie puede obligar a otro a salir del closet por cuestiones que
escapan del orden profesional, particularmente en este caso. El Juez Calvo
tiene toda la autoridad de su cargo para seguir indagando, pues investiga un
delito y, por lo que sabemos, hasta ahora no es delito vivir una orientacin
sexual determinada, aunque reconozcamos que habitualmente una parte
importante de los medios de comunicacin social insiste en la criminalizacin de conductas, prcticas e identidades sexuales que no poseen el estatus
de la norma cultural y sexual mayoritaria.
TICA Y MERCADO DE NOTICIAS: LAS PLUSVALAS DE UNA CRISIS
PERIODSTICA
Me sigue sorprendiendo Chilevisin y, ms an, Alejandro Guillier.
No es posible avalar tan acrticamente la irresponsable y absurda acusacin
de Sebastin Rodrguez, personaje que denunci al Juez Calvo. Quizs la
pregunta de fondo sea, cul es el contrato de convivencia social que tenemos? Hasta qu punto somos capaces de someternos al mercado, al rating,
a la excitacin periodstica y destruir personas, procesos de aceptacin, etc.?
Esos escenarios requieren de un colectivo social que acuerde las mnimas
reglas del juego entre lo tico y lo no tico. Grabacin clandestina, extorsin, todo ello realizado con acompaamiento de profesionales? Eso es
investigacin periodstica?
Estamos en la selva, esa es la seal. Si puedo, te destruyo. El lmite del periodismo con la vida pblica y privada est atrapado en la propia
cultura del consumo espectacularizado. Cultura jerrquica y autoritaria,
que siempre expondr el lugar ms dbil. Da pena el seor Rodrguez, y da
lo mismo que sea gay, existen gays que apoyaron la dictadura y torturaron
y otros que murieron luchando en su contra. Qu nos pasa con la exposicin del otro? Pareciera que el voyeurismo periodstico sigue sobrepasando
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otro lugar, pensando que esa forma o modo de construir ejercita una abierta
economa de lugares. Me refiero a aquellos titulares como este: Lesbiana
asesina a pareja. Hay, as, polticas que desarman a los sujetos de sus derechos (en un dbil estado de derecho actual) y que los ubican como trfico
informativo en el melodrama social, cuestin que invalida la situacin de
ciudadana y los estigmatiza. La operacin retrica de La Cuarta es polticamente discriminatoria porque asume las consideraciones que el rgimen de
sexualidad normativo impone como centro. En ese aspecto cabe la lectura
de Foucault respecto de la incitacin de los discursos de la sexualidad en la
sociedad contempornea, La Cuarta incita a releer la lesbiana que asesina, incita a condenar el lugar sexuado por sobre el otro delito, es decir, hay
dos delitos en la noticia, ser lesbiana y ser asesina, adems de la incitacin
a producir discursos en torno a la tragedia humana como expiacin de un
blanqueamiento moral en la escena pblica. La Cuarta es el brazo poltico
que moviliza la homofobia encubierta, que no puede asumir tan abiertamente
otro medio de comunicacin de su mismo grupo informativo, me refiero a
El Mercurio, que ahora no miente, sino que instala una supuesta moderacin
liberal, que es el travestismo de su innegable posicin de derecha.
La creacin de las audiencias y de corrientes de opinin pblica
supone prcticas autoritarias para generar noticias diferenciadas de la normalidad dominante, como forma de exclusir otras miradas. En este punto se
entiende como creacin de audiencias la sistemtica exclusin de las miradas
para abordar determinados temas, que en la mayora de los casos vinculan a
especialistas (psiquiatras, psiclogos, penalistas) con la produccin especializada de enfoques, y que instalan mensajes mediatizados por una autoridad,
es decir, saberes agrupados bajo una visin, que dictan modalidades de uso
en la apropiacin de una subjetividad (mujeres, indgenas, homosexuales,
etc.). Este dispositivo realiza una inquietante escena pblica que genera la
invisibilidad de los actores o su obliteracin.
La sistematizacin de los cuerpos de mujeres en las portadas de
revistas y diarios, la visualidad bastarda de homosexuales y lesbianas anunciando su diferencia, la frivolizacin de los sujetos expuestos frente a la
seriedad del formato masculino, articulan una escena donde vemos desfilar
la estrategia meditica de una razn: exponer en el mercado informativo
el objeto de uso, el objeto de consumo como una expresin legitimada de
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CAPTULO V
RESEAS CRTICAS O LECTURAS APREMIANTES
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con operar desde una disidencia a la centralidad del poder, cuestin que
expresaba una poltica particular en la generacin de la conciencia de gnero.
Dicho sea de paso, Richard convoca la figura seera de Julieta Kirkwood
para distinguir la fuerza reflexiva de una intervencin poltica feminista que
apunta a Ser poltica en Chile en momentos claves para el movimiento social,
escenificados en espacios alternativos donde tanto Kirkwood como otras
feministas, realizaron agudos aportes para sostener un quiebre relativo a
cmo pensar la poltica, o la pregunta que Kirkwood ya instalaba qu significa hacer poltica desde las mujeres? La pregunta ser clave para entender
la tensin que seala Richard en el sentido de enfatizar las interferencias del
gnero que puede desatar el signo mujer son capaces de generar descalces e interferencias crticas en el universo de sentidos de la poltica tradicional 117. En este
sentido, Nelly Richard analiza lcidamente cmo, en el marco del gobierno
de Michel Bachelet, se realizan gestos relevantes (sistema paritario) que no
logran sostenerse en el tiempo. Lo de fondo para Nelly Richard consiste
en poner sobre el escenario interrogaciones que evidencian, multiplican y
resignifican las polticas de gnero, la institucionalizacin de la conciencia
de gnero expresada en el SERNAM y las conversiones y desplazamientos
de lo poltico, del movimiento social y las interrogaciones propias desde el
feminismo. No quiero dejar pasar, a propsito del dictamen del Tribunal
Constitucional que prohbe la distribucin de la pastilla del da despus en
el sistema pbico de salud, que el anlisis realizado en este texto coincide
con el escenario actual. La maquinaria poltico-valrica, es decir, las restricciones y la presin sobre las polticas pblicas en materia de anticoncepcin,
se enmarcaran dentro de una expresin mayor de las hegemonas culturales
histricas y el negociado poltico partidista. Cito: El poderoso enmarque catlico
que sacraliza las figuras de la madre y de la familia como perpetuadoras del orden
natural -el mismo enmarque que conden en Chile el uso del concepto de gnero
por considerarlo antinatural- coloca lo femenino al servicio del convencionalismo
moral y social del que se sirven los partidos de derecha y tambin la Democracia
Cristiana 118.
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121 Kemy Oyarzn, Estudios de gnero: saberes, polticas, dominios, Revista de Crtica
Cultural, n12 (julio de 1996), Santiago, pp. 24-29.
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Qu significa hacer poltica para las mujeres lesbianas? Hago las preguntas
pues me parece fundamental el anlisis de Richard en el sentido de convocar a Kirkwood y situar las discusiones de fondo. Alejandra Castillo, en su
reciente libro Julieta Kirkwood. Polticas del nombre propio, sostiene que
si el intento de Kirkwood es aproximarse a otra forma de hacer poltica, aunque
dicha aproximacin sea siempre bajo las figuras del exceso y la ilimitacin, estas
otras formas debiesen avanzar a una ms all de la metfora de la unicidad que
est en su base. Este esfuerzo requera proponer otras figuras, otros vehculos para
redescribir las prcticas de subjetivacin y las prcticas de identificacin poltica.
As lo hace Kirkwood 123.
EL SUJETO DEL FEMINISMO
Tratndose de una crtica, la feminista, que afirm sus polticas
de identidad sobre la base de la diferencia de gnero, el hecho de que ni la
identidad ni la diferencia ni el gnero puedan ser ya tomados como categoras
plenas y seguras, unificadoras de un nosotras, plantea complejos desafos que
exacerbaban las tensiones, en el interior del feminismo, entre las defensoras de la identidad y las partidarias de las diferencias124. Nelly Richard ha
construido una caja de herramientas al modo foucaultiano, es decir, desde
el repertorio de este libro asume la crtica del feminismo como una reflexin
que no teme afrontar las problematizaciones, las contradicciones y los desafos
de un feminismo crtico. Tampoco ha olvidado los momentos emblemticos citados como hitos en la memoria feminista, as vemos en retrospectiva
la relevancia del Congreso Internacional de Literatura Latinoamericana
organizado por Nelly Richard, Carmen Berenguer, Diamela Eltit, entre
algunas tericas, intelectuales y escritoras feministas. Lo relevante aqu
es la discusin instalada respecto a si tiene sexo la escritura. Pregunta que
abre en ensayo que explica y problematiza la escritura como productividad
textual y la identidad como juego de representaciones son las que s incor123 Alejandra Castillo, Julieta Kirkwood. Polticas del nombre propio, Editorial Palinodia,
Santiago, pg. 63.
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REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS
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Castillo, Alejandra, Julieta Kirwood, Polticas del nombre propio, Palinodia,
Santiago, 2007.
Laclau, Ernesto, Moue Chantal, Hegemona y Estrategia socialist, Fondo
de Cultura Econmica, Buenos Aires, 2004.
Oyarzn, Kemy, Estudios de gnero: saberes, polticas, dominios, Revista de
Crtica Cultural, n12 (julio de 1996), Santiago, pp. 24-29.
Preciado, Beatriz, Manifiesto Contra-sexual, Opera prima, Madrid, 2002.
Richard, Nelly, La estratificacin de los mrgenes, Francisco Zegers Editor,
Santiago, 1989.
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ARTE A N DRGINO
Roberto Echavarren, Arte andrgino, Ripio Ediciones, Santiago, 2008, pg. 35.
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accin performativa que fija a los sujetos. As, a partir de esa extraeza,
de ese fuera del gnero, el queer se pone en primera persona como pieza
tecnolgica para irrumpir en la estabilidad identitaria homosexual (gay) y
desestabilizar la tecnologa normativa de la heterosexualidad. Judith Butler
ya haba dicho que el gnero es una performance, postulado que inaugur
su postura crtica. Butler y Echavarren dudan de la maquinaria del gnero
desde lugares diferenciados, Butler entiende el gnero como teatralidad
performativa, mientras Echavarren escapa al binarismo hombre-mujer e
instala la figura del andrgino.
Queer, camp y neobarroco se aproximan con cierta promiscuidad
en sus textos, ms an en este, donde trabaja con la fuga, con el pliegue,
con la duda identitaria. Arte andrgino convoca al glam-rock, al dandy, al
mutante y a la guerra de los estilos. Echavarren recorta escenas desde la
performance-crtica, leyendo la teatralidad del estilo de una dama noble en
la corte de Luis XIV que inaugura la invencin del peinado la Fontange,
hasta la Evita Santa de marginales, descamisados y abyectos, segn el imaginario neobarroso de Nstor Perlongher. Arte andrgino se extiende como
pasarela de estilos que interrogan a la moda, operando desde una multiplicidad de pasajes benjaminianos cuyos personajes emergen residuales en
sus estrategias.
Echavarren rescata la figura y el aura del dandy en completa coherencia con una poltica de la mirada callejera o del vivir en la ciudad. En
esa perspectiva, convoca la figura de Baudelaire dandy: Los dandys para
Baudelaire son representantes de lo que hay de mejor en el orgullo humano, de esa necesidad [] de combatir y de destruir la trivialidad. El estilo
aparece ligado aqu a la falta de dinero, al desclasamiento, al no trabajo, a
un lujo marginal o un lujo de pacotilla, efmero o sin valor, y al derecho a
la pereza, que tambin roza, o puede rozar, la prostitucin130.
Arte andrgino se vuelve sobre el dandy pensado por Baudelaire,
lo devela y, como personaje, lo hace parte de una urbe, descubre su poltica
errante, su aura inigualable, singularizado al extremo en medio de la multitud. Pasante para Baudelaire, flneur para Benjamin, figura o personaje
que se cuela por la seduccin del estilo, de la diferencia, del fetiche para
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ARTE A N DRGINO
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liberador. Echavarren convive con esa mirada y la problematiza en el captulo sobre Cobra de Severo Sarduy y sobre El beso de la mujer araa de Puig.
Echavarren prefiere trabajar con la teatralidad, con la performance, con las
vestimentas, con el engao, tanto en El beso como en Cobra, loca y travesti,
los develamientos y desplazamientos son parte de este abarrocamiento de
la mirada crtica. Performance, gnero y transgnero en una metaperformance
del anlisis crtico-literario.
En la cartografa de este libro, Emo y Katoey son los ltimos aparecidos en la taxonoma andrgina en la fuga del gnero, cuestin interesante
en esta reedicin de Arte andrgino para los lectores chilenos, subjetividades
que interrogan a sus antecesores del glam rocker o el gtico andrgino de los
ochenta, entre otros. Son una nueva tribu, singulares y alejados del colectivo,
estetizados al mximo en su cotidianeidad de trnsitos y desplazamientos,
sensibilidades adolescentes al centro de sus emociones. Originarios de Japn
y Tailandia respectivamente, Echavarren vuelve a develar las estrategias,
los dispositivos de disolucin, fuga o escape identitario respecto a las polticas clsicas de representacin de lo masculino y lo femenino. Aqu hay
una identidad, pero hay una fuga. Echavarren nos recuerda que el emo es
un adolescente punk, feminizado, suavizado () La identidad de gnero
es algo que no se plantea aqu, es negado; no se llega a plantear. El texto
devela el rito fotografiado del emo, hace evidente su reflejo en su propio yo
lanzado digitalmente por internet.
Como correlato de los emos, aparecen en escena los katoeys, varones
afeminados y transexuales que forman parte de una relevante presencia del
travestismo en las zonas rurales de Tailandia. Se evidencia el gesto esttico
de los katoeys problematizando, adems, su metamorfosis de gnero, inscrita
en parte en la demanda sexual del mercado y sus trficos corporales.
Finalmente, Arte andrgino de Roberto Echavarren construye una
pica andrgina que interroga las polticas de representacin de lo masculino
y lo femenino proponiendo nuevas lecturas culturales para habitar el cuerpo,
reinventar el gnero o evaporizarlo hasta su extincin. Echavarren se vuelve
dandy en la medida que voyerea con una mirada singularizada y errante en
la urbe, propone mirar, ver, observar reconociendo estilos, singularidades,
nuevas subjetividades, otras sensibilidades. Echavarren propone un trnsito
nmade acompaado de dandys, mutantes, andrginos, emos, katoeys, glam
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ARTE A N DRGINO
rocker, fetiches, todos ellos(as) puntos en fuga de una poltica del estilo. Arte
andrgino se vuelve una ciudad autnoma, indefinida, ambigua y errante, sus
habitantes son muestras y retazos que rescatan o reavivan el nimo epocal
de nuevas formas de habitar y vivir el cuerpo.
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L A S C L AV E S D E U N A I N S U B O R D I N A C I N G N E R I C A
contra viento y marea, algo que est en vas de desaparecer. Podra afirmarse
que el homosexual, en tanto exhibe y sostiene estos iconos tradicionales,
retarda su disolucin y l mismo se vuelve emblema de algo que se disuelve. Tensionando sus propias derivaciones, lo andrgino se ubica como un
destello hiperblico que construye su propia mediacin esttica en su falta,
pero en su poltica de seleccin, es decir su estilo. Emparentado al anlisis
de los recursos selectivos y residuales de la moda, Echavarren se apropia de
las estrategias de confusin, es decir, un mutante que se espejea en la individualidad del Dandy, pasando por el Rocker Glam y todos sus despliegues;
o la psicodelia de los setenta y el rock de los ochenta. Poticas y polticas de
borradura que definen una escritura llena de vrtices y gestos, moldaduras
y pliegues donde la interrogacin se subordina a la bsqueda transgnerica,
vaciando los formatos para generar su Performance andrgina.
Performance, compilacin exhaustiva y minuciosa, reconstituye los
lugares escriturales que Echavarren despliega en su cartografa de vuelo,
seleccin que pasa por Animalaccio, La planicie mojada, Or no es ver, entre
sus poticas, hasta el anlisis de sus textos crticos (Arte andrgino), narrativa
(Ave Roc), y crtica de poesa, cine. Textos de Jorge Panesi, Adrin Cangi,
Tamara Kamenszain, Amanda Berenguer, entre algunos de sus ms destacados comentadores crticos. Performance, registro de una huella esttica
que guarda distancia cmplice y estratgica de escrituras emparentadas al
escenario barroco, parentescos huidizos con Severo Sarduy, Manuel Puig,
Reinaldo Arenas, Pedro Lemebel, todas stas escrituras desplegadas en el
simulacro barroco o hasta el neobarroso propio y rioplatense de Perlongher
o Lamborghini, suponen escrituras que estaran tensando los materiales en
disputa: la irrupcin de posibles densidades estratgicas en la simulacin,
la escenificacin de posibles subjetividades homoerticas estetizadas a
lo largo del siglo XX, estrategias discursivas que Echavarren introduce
como una retrica andrgina, un cuerpo estilizado y fragmentado para el
desembalaje de la verdad-hombre/verdad-mujer, acusando recibo de
estos ejes anacrnicos y por los cuales el autor de Arte andrgino juega a la
desestabilizacin gnerica. Pensando en poticas del texto, y polticas del
cuerpo, Echavarren parece proponernos adems una agenda esttico-poltica
que habilitara otras discusiones respecto de identidades-desidentidades,
homonormas y estticas maricas, productuvidad camp, plusvalas gnericas y
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El presente texto tiene por objetivo repasar los principales ejes que articula
Tramas del mercado: imaginacin econmica, cultura pblica y literatura en el
Chile de fines del siglo veinte de Luis Ernesto Crcamo-Huechante133.
132 Este texto fue parte de la presentacin de Tramas de Mercado: imaginacin econmica,
cultura pblica y literatura en el Chile de fines del siglo veinte en la ciudad de Buenos Aires,
Centro Ricardo Rojas, en el ao 2007.
133 Luis Ernesto Crcamo-Huechante, Tramas del mercado: imaginacin econmica, cultura
pblica y literatura en el Chile de fines del siglo veinte, Editorial Cuarto Propio, Santiago,
2007.
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Podramos decir, a instancias del develamiento de CrcamoHuechante, que el discurso de Milton Friedman es la gran performance
de la dictadura, gramtica que intenta quitar el mal de la Nacin, el tumor
estructural que consuma al pas, con un tratamiento de shock que volc a
Chile en un profundo cambio de paisaje. De ese cambio estructural y cultural
que nos seala Tramas de mercado, hoy se asume casi con naturalidad que sac
a Chile de la enfermedad, se reconstituy de la muerte simblica y concreta
de los cuerpos a un pas que confisc la memoria y dio paso al tratamiento de
consumo crediticio que explot en los aos ochenta y noventa y que marcara
un nuevo modo de vivir la cotidianeidad del mercado. La prdica de Milton
Friedman convoc la representacin del cuerpo enfermo para reinscribir el
cuerpo de la Nacin. Cuerpo sanado que se ofreci en la gran liturgia que
el Opus Dei brind cuando Escriv de Balaguer vino a Chile el ao 1976
a bautizar a este nuevo hijo ordenado del Capital Trasnacional, acompaado de su crculo de hierro, seguidores ultraconservadores que armaron el
modelo chileno. Si el milagro chileno econmico hubiese pensado en un
Santo para la dictadura, ese sera Escriv de Balaguer.
EXPOSICIN DE SEVILLA
En este intento de darle forma visual a una imagenpas situada ms all del espectro estereotpico del
tercer mundo y Amrica Latina, sin embargo y
paradjicamente, se recurri a una materialidad ya
inscrita e iconizada de modo exotizante dentro de
determinadas ficcionalizaciones cannicas del espacio
latinoamericano136 .
La instalacin del pabelln de Chile confirma as la masiva y
espectacular ubicuidad que ha logrado el discurso publicitario transnacionalizado, con el subsecuente dislocamiento de los imaginarios locales en
136 Crcamo-Huechante, op. cit., pg. 241.
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MERC ADO
la vida contempornea. En su viaje transatlntico, la imagen de la NacinChile como algo transportable, forma parte de un diseo y una estrategia
de circulacin de mercados globales: la trans-nacin de la era actual.
El cono, la figura simblica de este blanqueo, fue el
iceberg. Como una gigantesca ballena petrificada fue
trado desde los mares antrticos para ser en Sevilla la
representacin del Chile actual. El iceberg fue la escultura de nuestra metamorfosis. El iceberg estableci ante
los ojos del mundo la transparencia del Chile actual.
Todas las huellas de la sangre, de existir, estaban cristalizadas en el azul profundo. Los tormentos, de existir,
eran ahora las vetas blancas del hielo137.
Tanto Crcamo-Huechante como Toms Moulian resignifican la
escenificacin del stand de Chile en Sevilla, develando la operacin de blanqueamiento y reconfiguracin de la Nacin-Mercado. Desterritorializacin
que vendr a inscribir a Chile en un fetiche del exitismo econmico, de la
memoria neutralizada y del consenso poltico de la dictadura y postdictadura. Como si el iceberg fuera el ltimo travestismo de la Nacin, Chile
ha quedado guardado en la retina desde 1973, con el trauma de la imagen
que Susan Sontag describi en su libro Ante el dolor de los dems138. Imagen
que recuerda la secuencia que hemos tenido que ir maquillando en sepia en
nuestro saturado archivo del trauma, como un recuerdo neutralizado por
la estetizacin del pasado. De la Moneda en llamas, del ro Mapocho lleno
de cuerpos flotantes, pasamos a la imagen del dictador con gafas negras.
De aquel repertorio visual volvemos a la escena mundial con la frialdad del
consenso pactado por el hielo del capitalismo tardo. Chile es extremo en
sus imgenes.
Crcamo-Huechante opera con el texto del mercado como ficcin
y con el texto de ficcin como mercado, de la misma manera, oficializando
la operacin, reterritorializando la mirada crtica en la configuracin del
137 Toms Moulian, Chile actual. Anatoma de un mito, Lom Ediciones, Santiago, 1997,
pg. 34
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Susan Sontag, Ante el dolor de los demas, Alfaguara, Buenos Aires, 2003.
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imaginario pblico. En ese pasaje, Crcamo-Huechante propone una cohabitacin de los textos como gramticas de una misma topografa, accidentes
geogrficos de un mismo paisaje. As, la narrativa de Alberto Fuguet entra
en el paisaje del mercado mimetizada por el habla mercantil de sus personajes, por las operaciones retricas del mercado publicitario. Fuguet realiza el
maquillaje y el ajuste estructural en su narrativa, en sintona con el lenguaje
del libre mercado. En ese sentido Crcamo-Huechante nos presenta la
pelcula de Fuguet, el foco, la mirada y su agenciamiento a las polticas de
sentido de las nuevas subjetividades reconfiguradas a travs del consumo.
Narrativa que apela a la desconexin con los antiguos imaginarios para volver video-clip la foto de Allende, de Vctor Jara y escenificar las protestas
callejeras en Mala onda como una escena despolitizada y blanqueada de un
recuerdo juvenil distante. Mercado y narrativa en Fuguet son la clave de una
cita que se instal en el surgimiento de la nueva narrativa chilena rediseada
por Editorial Planeta y que configur la escena literaria de los noventa en
Chile. Operacin a la par con el xito econmico chileno, la instalacin
de la postdictadura y los nuevos dispositivos para narrar la Nacin.
Finalmente, Crcamo-Huechante devela el palimpsesto retrico
del libre mercado como una figura ms que revela la fuerza performativa de la violencia estructural del capitalismo tardo en su implementacin
en Chile. Nos permite a su vez reflexionar respecto del modo en que hoy
podramos repensar la Nacin, lo pblico, lo poltico cultural a partir de
este ajuste estructural. Configuracin que dispuso los cuerpos de consumo
interrogando las nuevas maneras de construir ciudadana y los modos de
subjetivacin e imaginarios.
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EL COFR E
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142 Este texto fue publicado en la Revista Nomadas, n 6 (junio de 2002), Universidad de
Chile, Facultad de Filosofa y Humanidades, Centro de Estudios de Gnero y Cultura en
Amrica Latina. Fue adems presentado en la Feria del Libro de Santiago del mismo ao.
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ANTOLOG A QUEER
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Complejo es dar cuenta de un libro cuando uno es parte de esos retazos, de esas biografas histricas, de esa ficcin convertida en memoria. Por
lo mismo, al enfrentar Bandera hueca. Historia del movimiento homosexual de
Chile, del periodista y activista Vctor Hugo Robles, no guardar la distancia
necesaria, no me interesa alojar en aquel discurso de verdad que neutraliza
la crtica o la pasin. De esta bandera hueca, pica, poltica, de la historia
homosexual, he recordado y vuelto a compartir con antiguos y queridos
militantes en la memoria y con algunos que continuaron la batalla. Pienso
en el actual MUMS que recoge las lneas histricas del movimiento, y tantos memorables momentos de articulacin poltica, de grandes discusiones
ideolgicas, recordar a tantas locas delirantes y talentosas que en su locura
han aportado como todos a democratizar ms este pas. Cmo no recordar
las memorables discusiones y complicidades con las Yeguas del Apocalipsis
(Pedro Lemebel y Pancho Casas), a nuestras amigas de Ayuquelen. En mi
corazn conservo todava ese fuego militante que vivimos en el MOVILH
histrico. El espacio ausente de esa bandera hueca es la viva presencia de
todos aquellos(as) que han aportado a esta historia. Agradezco a Vctor Hugo
por la invitacin y por el gesto de reconstituir este lugar para la Nacin.
146 Texto presentado con ocasin del lanzamiento de Vctor Hugo Robles, Bandera
Hueca. Historia del movimiento homosexual en Chile, Editorial Arcis/Editorial Cuarto Propio,
Santiago, 2008.
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Este libro tuvo antes otro ttulo, yo lo combinara hoy para dar
un nfasis y ms sentidos, Te molesta esta bandera hueca mi amor, es el rito
que parafrasea, es territorio fallido, la identidad fallida, una bandera hueca como una bandera coja, como un error, uno que se te nota. Sin duda, esa
molestia se cristaliza en las escenas, en los momentos, en los personajes
y en los hitos que registra este libro. Operacin convocada para devolver
la agresin homofobica y maquillarla en irnica y bella militancia, que se
deleita con una afirmacin: leer el pasado propio desde el ojo voyerista de
un marica testigo y protagonista de una historia. La posibilidad: interrogar al pas sobre una geografa sexual que cruza la gran metfora social por
la cual hemos peleado tanto; una utopa sexual que se eleva y cae en cada
episodio del libro. Bastara slo pensar en la figura del Che gay para remirar ese intento, proeza que incluye pasar por la deuda histrica. Incluir
a la izquierda en un devenir homosexual y pasar cuenta de la deuda propia.
Este libro habla de una ficcin, no la argumental del propio gnero, sino
de aquella que deseamos leer, la realidad se vuelve ficcin en la medida en
que la pica del libro nos dibuja un pas otro, el de la batalla sexual, el de la
trinchera conservadora, de la censura omnipresentre, como si Chile fuese
el ltimo eslabn para entendernos y entender el nuevo capitalismo salvaje
y el fundamentalismo catlico.
El valor y el error del libro van juntos en la medida en que los dos
lugares apuestan a salvar una mirada. El valor, atreverse a contar la propia historia desde el centro de enunciacin, es decir, no teme al registro
del testimonio, pero s apela a la consecuencia histrica y a una poltica
representacional que liga identidad con luchas. Quizs el error sea desear
desde un nico lugar y no atentar contra el gran relato del pas. Qu narra
finalmente este libro? La historia de las prcticas polticas homosexuales en
tiempos de una guerra sexual. No hay historia de las ideas, sino de prcticas
poltico-culturales que interrogan un proceso ms que un sistema, por lo
mismo micropolticas.
Los personajes del libro son tan variados como disimiles. Aqu
encontraremos verdaderas biografas sexuales del pas, inusitados momentos
no integrados al relato mayor de la Nacin, infinitas fechas ya olvidadas,
entre ellas la primera marcha homosexual por la dcada de los setenta o
la historia de Marcia Alejandra, la primera transexual chilena. Incluso,
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De que gnero hablamos cuando leemos este libro? El texto tambin adopta el concepto del transgnero, en el sentido de mestizar prcticas
polticas y realizar la solitaria crnica periodstica del que quiere testimoniar una mirada. Pero ms compleja an es la propia autoetnografa que
registra. Hay toma de posiciones, hay memoria de pas y hay acusacin. El
yo acuso del autor pasa por retratar y retratarse en cada fragmento sexual,
histrico y militante. La acusacin seala la presencia de un territorio en
constante batalla, donde la homofobia es uno de los lugares privilegiados de
esta trinchera sexual. Privilegio del que goza en un pas que le da escenario
continuo. Por estos pasajes veremos pasar las aguerridas disputas mediticas de personajes connotados como de otros no tan honorables. Si puedo
exagerar esperara que este libro sea una cartografa de las fantasas, logros,
avances, protagonismos, egos y miedos de la homosexualidad chilena y las
peleas de la vanguardia poltico-cultural homosexual de los aos ochenta y
noventa. Mapa que registra las huellas discursivas del debate ciudadano y
de la necesaria apropiacin de cmo contar una historia.
Finalmente, Bandera Hueca. Historia del Movimiento Homosexual
constituye una radiografa, un corte, una lectura propia, una revuelta, intenta saldar una deuda impaga, es evidenciar esa invisibilidad ausente, es la
resignificacin de lugar, es devolver la mirada a aquel que mira con extraeza, a ese que quiere normalizar con la mirada fija y opresiva del poder.
La molestia se traslada a una operacin queer para devolver la agresin y
teirla de nuevos valores. tica que busca abrir un nuevo escenario, interrogar
sobre nuestras subjetividades en las batallas sexuales, polticas y culturales
de nuestro pas. Vctor Hugo Robles ha diseado una huella, la propia y la
colectiva, la particular y la fantasa, el trnsito de aquel que contina en la
pelea. Ser que el ojo periodstico se habr fusionado con el militante y eso
a estas alturas es ser parte de los tiempos sin ninguna complacencia.
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COLOFN
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NACIN
MARICA
PRCTICAS CULTURALES
Y CRTICA ACTIVISTA
Juan Pablo Sutherland