Cizalla Del Cuerpo y Del Alma. Identificaciones. Mazzuca
Cizalla Del Cuerpo y Del Alma. Identificaciones. Mazzuca
Cizalla Del Cuerpo y Del Alma. Identificaciones. Mazzuca
Las identificaciones
Roberto Mazzuca
En cuanto a la teoría de la técnica, nunca fue usado por Freud mismo para definir las
metas de la cura: "hacer consciente lo inconsciente", "levantar las represiones",
propone durante la vigencia de la primera teoría del aparato psíquico, "donde eso
estaba deberé advenir", reformula con términos de la segunda de esas teorías. Pero
adquiere una extensión descomunal después de su muerte hasta el punto de que
algunas orientaciones psicoanalíticas definen por la identificación la meta y la
terminación del análisis.
El concepto de identificación nace como una herramienta para interpretar los síntomas
histéricos y melancólicos. Freud lo usa tempranamente en su diálogo con Fliess para
desplegar el sentido de un síntoma agorafóbico. La paciente se identifica con una
prostituta y por eso se defiende de la fantasía de deseo inconsciente (para decirlo
brevemente, ya que ninguno de esos términos: ni fantasía, ni deseo, ni inconsciente,
existían en ese momento como conceptos psicoanalíticos) negándose a salir a la calle.
Angustia de prostitución, la llama. También, identificación con personas de moral
inferior, en relación con recuerdos de relaciones sexuales del padre o del hermano con
mujeres de esa condición. '"Hay una justicia trágica, dice, en que el descenso del amo
de la casa hasta la muchacha de servicio tenga que ser expiado por la autodenigración
de la hija".
De una manera abreviada, el texto del sueño reza: "quiero dar una comida, pero no
tengo en mi despensa sino un poco de salmón ahumado. [...]. Así debo renunciar al
deseo de dar una comida". Las primeras asociaciones resultan insatisfactorias para
esclarecer el sueño. Freud la insta a que diga más. Después de una breve pausa,
como ocurre cuando se vence una resistencia, la paciente proporciona el resto diurno
del sueño: relata que el día anterior visitó a una amiga de la que está celosa porque le
gusta a su marido. Esta amiga, que es flaca, le habló de su deseo de engordar un
poco y al despedirse le preguntó: cuándo vuelve a invitarnos, "¡se come tan bien en su
casa!".
De este modo Freud puede ofrecer la primera interpretación que muestra cuál es el
deseo que el sueño realiza. Es como si la paciente dijera: "¡ya te voy a invitar a comer
a casa, para que engordes y le gustes más todavía a mi marido!, es mejor que no dé
comidas". Habiendo accedido al deseo que cumple, el sueño está acabadamente
interpretado. Sin embargo, un poco más adelante Freud agrega "El mismo sueño
admite todavía otra interpretación, más fina, López Ballesteros traduce "más sutil". Si
se postula que en el sueño la paciente no alude a sí misma sino a su amiga, "si se ha
puesto en el lugar de ésta o, como podemos decir, se ha identificado con ella",
entonces la interpretación ilumina aspectos y procesos que quedaron ocultos en la
primera vuelta interpretativa.
Interviene aquí la distinción entre el deseo del sujeto y el deseo del otro. El deseo de la
paciente es que el deseo de engordar de su amiga quede insatisfecho. Pero en lugar
de eso sueña que es a ella misma a quien no se le cumple un deseo. Lo que el sueño
pone en escena es que ella debe renunciar a su propósito de dar una comida.
Por medio de esta interpretación Freud puede mostrar la característica tan peculiar de
los síntomas histéricos:
La imitación es un fenómeno que también fue muy estudiado por los psicólogos
sociales y puesto en serie con la empatía y el llamado contagio psíquico. Sin embargo,
la imitación, o el contagio, es lo observable, el fenómeno, el resultado. A Freud le
interesa determinar, porque se trata de síntomas, cual es el camino de su formación,
no solamente su efecto. Apunta al "acto psíquico", así lo llama, del cual aquellos
fenómenos son las consecuencias. Este acto psíquico es la identificación que, como
proceso, es más complejo que lo que habitualmente se entiende por imitación, y
supone un razonamiento inconsciente.
Para explicar ese proceso Freud utiliza el ejemplo de la epidemia o contagio psíquico
en una sala de hospital, o en un pensionado, en que las internas reproducen un
ataque histérico de alguna de ellas, por ejemplo, un ataque convulsivo. Para el
médico, observador de conductas, es un acto simple de imitación. Para las internas,
que saben unas de otras más que el médico, es otra cosa: se enteran del
desencadenante, por ejemplo, la recepción de una carta, reconocen la causa, el
reavivamiento de una cuita de amor, encuentran en ellas esa misma causa (empatía o
compasión, sentir como siente el otro), y se cumple en ellas "un razonamiento que no
llega a la conciencia: "si por esa causa ella puede tener tales ataques, también yo
puedo tenerlos, pues tengo idénticos motivos'".
“La carga de objeto fue abandonada pero la libido libre no se desplazó a otro objeto
sino retraída al yo. Ahí encontró una aplicación determinada sirviendo para establecer
una identificación del yo con el objeto abandonado”.
De este modo el objeto perdido se reconstruye en el yo el cual pasa a ser criticado
como el objeto. O bien, describiendo este proceso desde su reverso, el yo resulta
profundamente modificado asumiendo los rasgos del objeto perdido. O como lo dice
Freud. "La sombra del objeto cayó sobre el yo". La relación del yo con el objeto resulta
sustituida por una relación intrayo.
"De este modo se transformó la pérdida del objeto en una pérdida del yo, y el conflicto
entre él y la persona amada, en una discordia entre el yo crítico y el yo modificado por
la identificación".
Pocos años después, en la "Lección 26", resume estos desarrollos de una manera
muy clara: "Hemos reconocido que los autorreproches con que estos melancólicos se
martirizan de la manera más inmisericorde están dirigidos, en verdad, a otra persona,
el objeto sexual que han perdido o se ha desvalorizado. Pudimos inferir que el
melancólico ha retirado su libido del objeto pero que, por un proceso que hay que
llamar "identificación narcisista", ha erigido el objeto en el interior de su propio yo [...].
El yo propio es tratado entonces como lo sería el objeto resignado y sufre todas las
agresiones y manifestaciones de venganza que estaban reservadas a aquel".
"Si mediante el acto de devoración uno recibe en sí partes del cuerpo de una persona,
al mismo tiempo se apropia de las cualidades que a ella pertenecieron. De aquí
resultan luego precauciones y restricciones de la dieta bajo ciertas circunstancias. Una
mujer en estado de gravidez evitará comer la carne de ciertos animales porque sus
indeseadas propiedades, la cobardía, por ejemplo, podrían trasmitirse al niño que ella
nutre".
Esta interpretación, una vez transportada al momento de la comida totémica con que
los hermanos celebran y rememoran el parricidio originario, proporciona un doble
significado. Esta celebración representa y repite la muerte y destrucción del padre,
consumada en el sacrificio del animal tótem, y a su vez expresa la identificación por la
cual los hijos se apropiaban de sus cualidades. Es una incorporación ambivalente,
como el mismo parricidio originario, "crimen fecundo", lo llama Lacan. Asistimos aquí a
nivel colectivo a un proceso semejante al de la constitución individual del sujeto: lo que
antes el padre prohibía como instancia exterior, ahora la alianza fraterna se lo
autoimpone como ley. Parafraseando al mismo Freud podemos decir "lo suprimido en
el exterior retorna desde el interior".
"El violento padre primordial era por cierto el arquetipo envidiado y temido de cada uno
de los miembros de la banda de hermanos. Y ahora en el acto de la decoración,
consumaban la identificación con él, cada uno se apropiaba de una parte de su fuerza.
[...]. Odiaban a ese padre que tan gran obstáculo significaba para su necesidad de
poder y sus exigencias sexuales, pero también lo amaban y admiraban. Tras
eliminarlo, tras satisfacer su odio e imponer su deseo de identificarse con él,
forzosamente se abrieron paso las mociones tiernas. [...]. El muerto se volvió aún más
fuerte de lo que fuera en vida. Lo que antes él había impedido con su existencia, ellos
mismos se lo prohibieron ahora en la situación psíquica de la 'obediencia retrospectiva'
que tan familiar nos resulta por los psicoanálisis".
Podemos ver que esta modalidad de identificación tiene similitudes con la segunda
forma, pero difiere de ella por el papel preponderante que asume la ambivalencia.
Tampoco recibe explícitamente la denominación de identificación ya que, como puede
apreciarse en los fragmentos citados, el término es usado más bien al pasar.
Encuentra su referencia más justa en el término "incorporación". Más tarde Freud
usará este modelo para aplicarlo al desarrollo individual y delimitar la más temprana
identificación con el padre.
En segundo lugar, hay que mencionar la extensión que ha alcanzado la lectura que
Lacan hace de este capítulo. En ella se sistematizan las identificaciones freudianas
distinguiendo tres clases: la identificación primaria, la identificación regresiva y la
identificación histérica. A medida que la enseñanza de Lacan se difunde y esa lectura
es cada vez más conocida, se ha comenzado a escuchar, casi al modo de un
catecismo, que en Freud hay tres tipos de identificación. Al punto de que se las cree
encontrar leyendo el capítulo VII de Psicología de las masas y análisis del yo. Se ha
dejado de ver el bosque y las ramas.
Examinemos brevemente ese capítulo. Debemos señalar inicialmente que allí Freud
distingue y describe por lo menos seis tipos de identificación. En primer lugar, la
identificación primaria con el padre. En segundo lugar, dos formas de identificaciones
parciales que denomina regresivas porque surgen de la sustitución de una previa
relación de objeto. En ambas formas el yo copia un rasgo único, del objeto rival, en un
caso, o del objeto amado, en el otro. A continuación distingue una cuarta forma de
identificación que prescinde de cualquier relación de objeto previa y se determina
solamente por la percatación de una comunidad recientemente constituida entre
ambos sujetos. Finalmente, delimita dos identificaciones que se distinguen, en
oposición a las tres últimas, por la amplitud con que el yo resulta modificado. Se trata
de la identificación con la madre en la homosexualidad masculina y de la identificación
narcisista en la melancolía.
[1 ] Identificación primaria con el padre
[2] a un rasgo del objeto rival
Identificaciones Regresivas en el síntoma neurótico
[3] a un rasgo del objeto
[4] Con un objeto indiferente por una comunidad
[5] En la homosexualidad masculina
Identificaciones Globales
[6] En la melancolía
3. Pero puede ocurrir que el síntoma sea tomado del objeto amado, como en el
ejemplo de la tos de Dora en que el síntoma reproduce la tos del padre. En este caso
la identificación viene a sustituir a la elección de objeto. Por eso es calificada como
regresiva, porque la elección de objeto se transforma en una identificación. En este
caso no podemos reconocer ninguna de las formas de identificación que Freud
describiera con anterioridad. Sigue el modelo de la identificación en la melancolía
porque implica el pasaje del objeto de amor a la categoría de objeto de identificación.
Pero no es una identificación narcisista sino neurótica. Además, al igual que la
anterior, no transforma el yo en su conjunto, sino que toma solamente un único rasgo,
dice Freud, de la persona amada.
Es necesario señalar que la lectura que hace Lacan de este capítulo pivotea sobre el
párrafo en que Freud distribuye las identificaciones sobre el eje común de la relación
de objeto según tres fuentes. Una, como forma originaria de relación con el objeto;
otra, como su sustitución regresiva; y una tercera, independiente de toda relación
previa. De allí Lacan extrae las que él llama las tres formas freudianas de la
identificación (o modos o tres especies de identificación según las designa en
diferentes lugares) que, bien entendido, no están numeradas en el texto de Freud y
que, como vimos, ni siquiera son tres.
Lacan las llama freudianas para distinguirlas de las suyas, las que podemos llamarlas
diferentes modalidades lacanianas de la identificación ya que, a partir de ahí, y
especialmente con la introducción del concepto de rasgo unario en el Seminario 9: La
identificación, Lacan construye su propia teoría de las identificaciones cuyas formas se
distribuyen en los tres registros: real, simbólico e imaginario, y no coinciden con las
formas freudianas..
Identificaciones imaginarias entre las que se cuenta la identificación especular pero
también la identificación viril de la histérica; identificaciones simbólicas como la
identificación primaria con los significantes de la omnipotencia del otro, identificación
que no sólo suspende la satisfacción de las necesidades del aparato significante sino
que las fragmenta, las filtra y las modela y que, a su vez, debe distinguirse de la que él
denomina identificación histérica: la identificación con el otro por intermedio del deseo,
la vía regia para la transmisión del deseo. En fin, identificaciones en lo real, como la
identificación con el padre o, tal como lo dice en el Seminario 24, con lo real del Otro
real, identificación de donde surge el amor. O también, si se tiene en cuenta su último
concepto de síntoma, la identificación con éste en un análisis llevado hasta el final.
Resulta claro que la enumeración precedente es sólo ilustrativa ya que no se trata aquí
de abordar una teoría general de las identificaciones en la enseñanza de Lacan sino
de destacar que resultaría forzado hacer coincidir los conceptos lacanianos sobre la
identificación con las llamadas tres identificaciones freudianas.
Sin embargo, mucho mas importante que señalar cuál es el párrafo del capítulo VII
que Lacan elige para reducir a tres las distintas formas freudianas de la identificación,
es explicar el por qué de esa elección, es decir, descubrir cuál es la razón de esa
reducción y de ese ordenamiento.
Ante todo hay que subrayar, como ya lo hicimos, que para Lacan las distintas
identificaciones freudianas, y a pesar de que se designen con el mismo término,
refieren a procesos heterogéneos, es decir, que no son variedades de un mismo
concepto por lo que constituyen, tal como lo dice en el Seminario 12 un agrupamiento
heteróclito. Lacan sostiene que es su propia enseñanza la que ha transformado este
conjunto heteróclito en "una serie estructurada" (Cf. La clase del 24-2-65).
Sin embargo, cuando Lacan se refiere a los conceptos de Freud, no a los suyos, la
identificación primaria es presentada en relación con el padre. Se destaca entonces el
rasgo freudiano que la describe como exquisitamente viril y su papel en el origen del
ideal del yo. Pero también las elaboraciones de Freud en Tótem y tabú por las que
esta identificación es asimilada a un proceso de incorporación.
Finalmente una identificación que podemos llamar terciaria porque implica como
condición la normalización del deseo en la travesía edípica y que es una identificación
con un objeto indiferente en cuanto a una relación libidinal previa. Ya desde este
momento Lacan la llama identificación histérica tomando el término freudiano utilizado
en el análisis del sueño de la bella carnicera en la Interpretación de los sueños. Esto
ha generado algunas confusiones.
Por otra parte, porque se confunde esta identificación histérica, tercera, con las que,
en el capítulo 7 de las identificaciones, Freud caracteriza como regresivas (es decir,
segundas en el ordenamiento de Lacan) y a las que considera constitutivas de los
síntomas histéricos proporcionando además para ellas, por si no hubiera suficientes
elementos de confusión, el ejemplo de la tos de Dora.
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