Funcionalidad Adulto Mayor Efam Chile

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FUNCIONALIDAD DEL ADULTO MAYOR Y APLICACIÓN DE INSTRUMENTO

PREDICTOR DE PERDIDA DE FUNCIONALIDAD EFAM-CHILE

INTRODUCCIÓN

La Conferencia de Alma–Ata en 1978 significó para la OMS el comienzo de un cambio en su orientación


filosófica, un cambio de énfasis desde lo curativo a lo preventivo y promocional.

En esta mirada preventiva y promocional estarían incluidos tanto los aspectos biológicos como los
psicológicos y sociales, es decir, se incorporaba la mirada integral a la salud.

La importancia de esta mirada integral se hace más patente con el aumento de las enfermedades y de
las muertes causadas por enfermedades crónicas.

Sabemos que el comportamiento humano está en el origen de muchas enfermedades crónicas.


Sabemos por ejemplo, que la conducta respecto a la alimentación, fumar, consumir alcohol, no hacer
ejercicio físico, tendrá un efecto directo en nuestro estado de salud-enfermedad. Podemos afirmar
entonces que existen conductas de riesgo frente a nuestro estado de salud/ enfermedad.

Será tarea primordial de las entidades de salud actuar hacia el cumplimiento del objetivo de modificar
las conductas de riesgo.

¿Cuáles serían los pasos para lograr esa meta?

En primer lugar, ser capaces de detectar las señales de riesgo y, en segundo lugar, transmitir
correctamente la información. Por transmisión correcta de la información entendemos un diálogo entre
los agentes de salud y el sujeto, entendido este último como un legítimo ‘otro’, es decir una persona
con un bagaje cultural propio y no un recipiente vacío pronto a adquirir información.

El detectar señales de alarma y el comunicar esta información al sujeto, constituyen la base de una
política de salud tendiente a modificar conductas de riesgo. Vemos que la información de cómo mi
conducta afecta mi estado de salud/enfermedad constituye un componente importante.

¿Cómo construimos esa información?

Para construir la información debemos contar con instrumentos que detecten el riesgo.

Si pensamos ahora en el envejecimiento poblacional nos daremos cuenta que aumenta la importancia
de lo que hemos planteado anteriormente, ya que se acentúa la tendencia al aumento de la morbilidad
y mortalidad por enfermedades crónicas.

El enfrentamiento de una vejez saludable, justamente pasa por una mirada preventiva a través del
curso de vida.

Ya instalada la vejez la consideración de los aspectos físicos, psíquicos y sociales, es decir la mirada
integral, se hace inevitable para cualquier intervención desde el área de salud. Y es precisamente el
estado de la funcionalidad física, psíquica y social, el concepto clave de la calidad de vida en la vejez.

El reto es entonces prevenir. Prevenir la presencia de enfermedades crónicas que pueden ser
potencialmente invalidantes y que una vez instaladas deterioran fuertemente la calidad de vida de la
población mayor.

El reto en términos de políticas de salud para el siglo 21 es precisamente éste: mantener a la


población mayor funcionalmente sana, comprimiendo la morbilidad aguda a un tiempo muy corto y al
final de la vida.
Al confrontar este reto surge la necesidad de contar con instrumentos de predicción de riesgo de
compromiso y pérdida de la funcionalidad. Es así como en Chile, desde el Ministerio de Salud y el
Instituto Nacional de Geriatría surgió la necesidad de construir un instrumento que pudiera ser
aplicado en la Atención Primaria de Salud con el fin de detectar precozmente el riesgo. El resultado fue
EFAM-Chile.

I. CONCEPTO DE FUNCIONALIDAD

Chile es hoy en día una sociedad en transición demográfica avanzada. Este proceso es resultado de
dos importantes fenómenos, uno el aumento de la expectativa de vida 1 y otro es la baja en las tasas
de fecundidad.2 Este es un proceso que ya se ha producido en los países desarrollados y que hoy día
cobra fuerza en los países en desarrollo. De este modo, en nuestro país, el grupo etáreo de mayores
de 60 años tiene cada vez más peso relativo en el total de la población, alcanzando un 11,4% 3 con
1.717.478 de personas. De este total destaca el grupo de personas mayores de 80 años, los que
alcanzan el 14.7% con 250.840 personas. La Esperanza de Vida al nacer en Chile es hoy día de 77,36
años (74,42 años para los hombres y 80,41 años para las mujeres).4

Habiéndose logrado agregar años a la vida, corresponde pensar en mejorar la calidad de vida, y aquí
es donde los conceptos de independencia y autonomía pasan a ser fundamentales. Independencia
entendida como la capacidad de desempeñar las funciones relacionadas con la vida diaria, es decir
vivir en la comunidad recibiendo poca o ninguna ayuda de los demás.5 Autonomía entendida como la
capacidad de tomar decisiones por si solos y afrontar las consecuencias de ello de acuerdo a
preferencias propias y los requerimientos del entorno.

El principal objetivo de la medicina geriátrica hoy en día, por lo tanto, no es aumentar la expectativa
de vida, sino el cómo se vive una vida más larga. Esto implica prolongar la vida libre de discapacidad o
de una vida funcionalmente sana. De allí la importancia de detectar a quienes están en riesgo de
perder su capacidad funcional y de actuar a nivel de prevención primaria, vale decir, antes que se
produzca la discapacidad.

La discapacidad constituye un proceso gradual que pasa por etapas. Este se inicia con una situación
estresante que puede causar impedimentos, los que dificultan el funcionamiento físico, mental o social,
pasando luego a producir limitaciones funcionales que equivalen a restricciones para ejecutar acciones
de la vida diaria. Culminando en la discapacidad o incapacidad de realizar las acciones del diario vivir
por sí mismo.

Lo destacable es que cuando las limitaciones funcionales o incluso una discapacidad se detecta a
tiempo y se trata adecuadamente, se puede retrasar, contrarrestar, compensar, y/o recuperar los
factores que impulsan o profundizan dicho proceso o incluso evitar la incapacidad total y dependencia.

Por el contrario, estudios epidemiológicos 6 muestran que la discapacidad, en la medida en que no se


actúe conciente y planificadamente en su prevención, es lo que tendremos al final del camino.7

Las acciones de salud orientadas a la población adulta mayor deben dirigirse a mantener, prevenir y
rehabilitar la pérdida de la independencia y autonomía.

1
La Esperanza de Vida al Nacer: Es el número promedio de años que un recién nacido vivirá si experimenta los
riesgos de mortalidad según edad del presente.
La Esperanza de Vida después de los 65 años: mujeres 19,2 años y hombres 16,3 años.
2
En Chile el número de hijos por mujer, bajó de 2.39 en 1992 a 2.26 en 2002 (INE, Censo de Población, 2002)
3
INE, Censo de Población, 2002
4
Ibidem
5
OMS, “Envejecimiento activo: un marco político”, en: Revista Española de Geriatría y Gerontología, Agosto 2002.
6
OMS, Serie de Informes técnicos Nº 706,
7
OMS, 5 Aplicaciones epidemiológicas al Estudio de los Ancianos, Ginebra, 1984
Envejecimiento y funcionalidad

El proceso normal de envejecimiento individual, produce una disminución de hasta un 25 a 30% de las
células que componen los diferentes órganos y sistemas del ser humano, lo que se traduce en una
disminución de la función cumplida por ese órgano y sistema. Lo que en situación de exigencia normal
o habitual no tendrá repercusión, sí podrá afectar al individuo frente a una exigencia no habitual o
estrés, dado que el envejecimiento fisiológico afecta las “capacidades de reserva”.8

El proceso normal de envejecimiento produce cambios en la homeostasis y en la reserva, aumentando


la vulnerabilidad a presentar enfermedades crónicas y degenerativas. Lo que sumado a predisposición
genética, estilos de vida inadecuados y condiciones socio-económicas precarias y ambientales nocivas,
hace que el estado de salud funcional de la persona mayor aumente el riesgo de transitar desde la
independencia a la dependencia.

En las primeras etapas del ciclo vital las enfermedades se manifiestan a través de una semiología
clásica y definida. En la adultez mayor se produce un cambio en la expresión de las enfermedades. Los
síntomas y signos clásicos esperables en otras edades frente a las mismas enfermedades son
diferentes.

En la vejez, la expresión de las enfermedades, suele ser más larvada y los síntomas se modifican, por
ejemplo, aumenta el umbral del dolor, cambia la regulación de la temperatura y el balance
hidroelectrolítico, se modifican los mecanismos compensatorios como taquicardia y polipnea. Incluso
en algunas ocasiones, existiendo compromiso, los signos y síntomas clásicos aparecen normales.

Los Adultos Mayores a los 80 años, aún en los mejores sistemas de salud, pueden presentar hasta tres
enfermedades crónicas. De este modo la co-morbilidad, en el grupo de Adultos Mayores, dificulta
establecer diferencia entre el grupo de sanos o enfermos, dado que en su gran mayoría las personas
mayores presentarán alguna enfermedad crónica o degenerativa. Lo que en realidad marcará la
diferencia es si esta enfermedad u otra condición física, psíquica o social ha favorecido el Estado de
Salud Funcional o llevado al compromiso del Estado de Salud Funcional.

Es así como una de las primeras manifestaciones de enfermedades en el adulto mayor se produce a
través de alteraciones de la funcionalidad. Esta se constituye, en el signo de alerta mas importante.
De aquí la importancia fundamental de la medición permanente de la funcionalidad en el adulto mayor.

La independencia funcional o funcionalidad no es otra cosa que la capacidad de cumplir o realizar


determinadas acciones, actividades o tareas requeridas en el diario vivir. Las actividades de la vida
diaria son las acciones que realiza una persona en forma cotidiana para mantener su cuerpo y subsistir
independientemente.Cuando nuestros cuerpos y mentes son capaces de llevar a cabo las actividades
de la vida cotidiana se dice que nuestra funcionalidad está indemne.

La definición formula que, desde una perspectiva funcional, “el anciano sano” es aquel capaz de
enfrentar el proceso de cambio con un nivel adecuado de adaptabilidad funcional y satisfacción
personal”.

La pérdida de funcionalidad se puede detectar clínicamente por la pérdida de autonomía y aparición de


dependencia que, poco a poco, van a limitar la calidad de vida de las personas mayores. Además cada
tipo de enfermedad origina un tipo específico de pérdida funcional: cada enfermedad afecta a un grupo
concreto de actividades.

8
M. Isaac, Comollonga y G. Izquierdo Zamarriego, “Fisiología del Envejecimiento”, en: Salgado Alba. Manual de
Geriatría, 3ª edición, MASSON, Madrid, 2002, Pags.: 63- 76
Esta pérdida de la independencia y autonomía afecta inicialmente a las actividades complejas (por
ejemplo desplazamientos fuera del hogar), pero, si se mantiene en el tiempo y no se actúa sobre ella,
progresa y llega a afectar la independencia y autonomía para actividades básicas de la vida diaria que
afectan al autocuidado: levantarse, lavarse, vestirse, comer y desplazamientos dentro del hogar.

EFAM - Chile surge de la necesidad de contar con un instrumento predictor de pérdida de la


funcionalidad en una persona mayor que vive en la comunidad. Un instrumento capaz de pronosticar
pérdidas futuras, vale decir, que permite detectar oportunamente a aquellos adultos mayores que
estén en riesgo de perder su funcionalidad.

La funcionalidad: principal indicador del estado de salud de la persona mayor:

Sabemos que el proceso de envejecimiento es universal, progresivo, asincrónico e individual.

Universal porque afecta a todos los seres vivos. Progresivo porque se produce a lo largo de todo el
ciclo vital en forma inevitable. Asincrónico porque los diferentes órganos envejecen a diferente
velocidad. Individual porque depende de condiciones genéticas, ambientales, sociales, educacionales y
de estilo de vida de cada individuo.

El proceso normal de envejecimiento produce cambios en la homeostasia y en los sistemas neurológico


central, periférico y autónomo, cardiovascular, osteoarticular, respiratorio, renal, etc.

A medida que avanza el proceso de envejecimiento existe mayor probabilidad de que se instalen
enfermedades crónicas, degenerativas. Esta mayor probabilidad de enfermedades degenerativas
sumada a estilos de vida inadecuados y condiciones socio-económicas deprivadas, hace que el estado
de salud funcional de la persona mayor esté en una condición de mayor vulnerabilidad. Esta
vulnerabilidad puede transitar desde la autonomía, a la fragilidad, dependencia y finalmente
postración.
II. ETAPAS EN EL PROCESO DE CONSTRUCCIÓN DEL EFAM

El principal objetivo de la medicina geriátrica, no es tanto aumentar la expectativa de vida, sino que
prolongar la vida libre de discapacidad o de una vida funcionalmente sana. De allí la importancia de
detectar a quienes están en riesgo de perder su capacidad funcional y de actuar a nivel de prevención
primaria, vale decir, antes que se produzca la discapacidad. Surge, por consiguiente, la necesidad de
construir un instrumento que pueda pronosticar pérdidas futuras, vale decir, que permite detectar a
aquellos adultos mayores que están en riesgo de perder su capacidad para desempeñarse por sí solos
en la vida diaria.

La investigación destinada a avalar la construcción de dicho instrumento, al igual que toda


investigación científica, comprende la realización, a lo menos de tres tareas fundamentales. Primero, la
elaboración de un marco conceptual capaz de orientar acerca de cómo abordar el objeto de estudio y
hacia qué aspectos de la realidad dirigir la atención. Segundo, expresar los conceptos identificados en
el marco como variables medibles y recoger la información de modo de darles contenido empírico.
Tercero, analizar los datos recogidos a fin de establecer cuáles, de entre las numerosas variables
estudiadas, son las encontradas empíricamente válidas para discriminar entre las tres categorías de
adultos mayores que interesa conocer. A saber: los funcionalmente sanos, los funcionalmente sanos en
riesgo y los que ya no están funcionalmente sanos o que tienen algún grado de dependencia. En otras
palabras, el análisis de los datos da por resultado la determinación de las variables que conforman el
instrumento de detección de adultos mayores en riesgo de perder su funcionalidad.

2.1 Elaboración de un marco conceptual para la elaboración de EFAM-Chile

Un marco conceptual es una herramienta analítica que permite comprender una determinada realidad
a partir de conceptos e hipótesis de trabajo. Es una guía, una orientación, una forma particular de
mirar una realidad que permite identificar los aspectos que influyen, en este caso, en el proceso de
pérdida de la funcionalidad entre los adultos mayores. Por ende, permite también determinar el
conjunto de dimensiones y variables que es necesario investigar.

El marco conceptual que se expondrá a continuación se construyó a partir de una revisión bibliográfica
del conocimiento acumulado sobre el tema y de la consulta y discusión con expertos nacionales e
internacionales. Se empezará por revisar qué se entiende como envejecimiento fisiológico o normal en
el individuo y desde esta perspectiva mirar cómo se expresa la salud asociada al envejecimiento
normal.

La OMS define como envejecimiento del individuo a un proceso fisiológico que comienza en la
concepción y que ocasiona cambios característicos durante todo el ciclo de la vida. En los últimos años
de la vida, esos cambios producen una limitación de la adaptabilidad del organismo en su relación con
el medio. Aunque cabe advertir que los ritmos a que se producen dichos cambios no son iguales ni
entre los diversos órganos de un mismo individuo, ni entre los individuos. (OMS, 1974). Esta definición
plantea como elemento central del proceso de envejecimiento, la respuesta fisiológica definida como
“una limitación de la adaptabilidad del organismo en relación con el medio”. En otras palabras, se
produce una mayor dificultad por parte del organismo o del individuo, para responder a los cambios
biológicos, psicológicos y sociales. La razón principal de ello es la disminución del número de células
que cumplen la función principal de los órganos. Es en esto donde radica la limitación de la
adaptabilidad, porque al estar las capacidades de reserva disminuidas, se origina un mayor riesgo de
enfermar o de descompensar una enfermedad crónica durante el proceso en que el organismo está
tratando de adaptarse al cambio. Por consiguiente, el envejecimiento favorece una mayor
vulnerabilidad

Una segunda conceptualización es la propuesta posteriormente por la O.P.S., quién al asumir ahora
una perspectiva amplia, define el envejecimiento como “un proceso de integración entre el individuo
que envejece y una realidad contextual en proceso permanente de cambio. Así el individuo hace
esfuerzos constantes por alcanzar un nivel adecuado de adaptación y equilibrio entre sus propios
cambios bio-fisiológicos y aquellos otros que ocurren en los medios ambientes socioeconómicos y
culturales más amplios. Desde una perspectiva funcional, el anciano sano es aquel capaz de enfrentar
el proceso de cambio a un nivel adecuado de adaptabilidad funcional y satisfacción personal”
(O.P.S/O.M.S., 1982).
Salud en términos de funcionalidad

Una forma usual de abordar el concepto de salud es a través de analizarla indirectamente mediante la
pérdida del estado de salud, siendo los dos indicadores más conocidos los de “Morbilidad” y
“Mortalidad”.

No obstante, si el objetivo de intervenir es postergar o evitar el compromiso del estado de salud de la


población adulta mayor, dichos indicadores son de poca utilidad para este grupo etáreo, dado la alta
prevalencia de enfermedades e inevitablemente la alta presencia de defunciones. Consecuentemente,
se adoptó como una primera orientación la de conceptuar la salud en términos de funcionalidad. En
otras palabras, lo realmente importante y de gran impacto en el estado de salud y la calidad de vida
de los adultos mayores es la conservación o la restauración de la independencia. Por esta razón la OMS
(1982) propone como el indicador más representativo de salud para este grupo etáreo el estado de
independencia funcional.

Fillenbaum, (1984) confirma este criterio al afirmar que la evaluación de salud de los adultos mayores
debe ser realizada en términos de status funcional, ya que usualmente ellos padecen de enfermedades
crónicas, y por ende, la preocupación no es curarlas sino que mantener 9, pese a ellas, la independencia
funcional.

La independencia funcional o funcionalidad no es otra cosa que la capacidad de cumplir o realizar


determinadas acciones, actividades o tareas requeridas en el diario vivir. Las actividades de la vida
diaria son las acciones que realiza una persona en forma cotidiana para mantener su cuerpo y subsistir
independientemente.Cuando nuestros cuerpos y mentes son capaces de llevar a cabo las actividades
de la vida cotidiana se dice que nuestra funcionalidad está indemne.

Hay diversas escalas para medir las actividades de la vida diaria, habiéndose escogido en esta
investigación el OARS (Older Multidimensional Resources and Services, 1978). Allí se distinguen dos
tipos de ellas las que a su vez comprenden diversas actividades, a saber:

Las actividades de la vida diaria físicas o básicas (AVD): son las destinadas al autocuidado, y
consisten en poder realizar en forma independiente las actividades siguientes: comer, vestirse, hacerse
cargo de su apariencia física, caminar, levantarse de la cama, bañarse, hacer uso del baño.

Las actividades instrumentales (AIVD) son tareas más complejas que al decir de Willis (1996)
requieren de competencia cognitiva en la vida cotidiana, entendida esta como la habilidad para
desempeñar adecuadamente aquellas tareas cognitivamente complejas que se consideran esenciales
para vivir independientemente en la sociedad actual. Otros autores consideran a las AIVD como
indicadores de la inteligencia práctica, es decir, de su aplicación a la vida cotidiana. Las AIVD son: usar
el teléfono, ir a lugares más allá de una distancia caminable, ir de compras, preparar la comida, hacer
las tareas de la casa, responsabilizarse de tomar los medicamentos y manejar el dinero. Siendo estas
dos últimas las que numerosos autores señalan como las de mayor pertinencia.

Para evaluar la salud mental se han señalado como las áreas más significativas, en lo relacionado con
la pérdida de funcionalidad, las del deterioro cognitivo y la depresión. Midiéndose el deterioro cognitivo
con el Minmental State Examinator (MMSE) de Folstein&Folstein (1975), el cual ha sido validado para
Chile. Para la depresión en el adulto mayor se ha seleccionado la escala de depresión abreviada de
Yessavage (1982).

Pérdida de funcionalidad: proceso progresivo

Los autores (WHO, 1980; Nagi, 1991) conciben el proceso de discapacitarse como algo gradual que
pasa por etapas, en las cuales es posible intervenir para evitar, aliviar, retrasar o contrarrestar los
factores que impulsan o profundizan dicho proceso. El proceso se inicia con una patología que puede
causar impedimentos, los que dificultan el funcionamiento físico, mental o social. Pasando luego a
producir limitaciones funcionales que equivalen a restricciones para ejecutar acciones de la vida diaria.
Culminando en la discapacidad o la incapacidad de realizar las acciones del diario vivir por sí mismo.

9
Por mantener se entiende la planificación de intervenciones y cuidados específicos.
Lo destacable es que cuando las limitaciones funcionales o incluso una discapacidad se observa a
tiempo y se trata adecuadamente, se pueden retrasar, aliviar o incluso evitar la incapacidad total y la
dependencia.

Factores de riesgo de perder la funcionalidad

Una segunda forma de estudiar el estado de salud de los adultos mayores es incorporando el concepto
de “factor de riesgo” de perder un determinado estado de salud. Por factor de riesgo se entiende
“aquella característica innata o adquirida del individuo que se asocia con una probabilidad de fallecer o
de padecer una determinada enfermedad o condición”. La población considerada sana pero que
presenta alguno de los llamados “factores de riesgo”, va a tener una mayor probabilidad de desarrollar
la enfermedad o condición en el curso de los años siguientes. (Rivera Casado JM, Gil Gregorio P.
1997).

La capacidad funcional de un individuo puede verse alterada, generalmente disminuida, por variados
factores de riesgo.

Entre ellos se escogieron las enfermedades crónicas las que por sí solas constituyen un factor de
riesgo, es decir, ellas aumentan las probabilidades del adulto mayor de perder la capacidad de
funcionar por si sólo en la vida cotidiana y de morir. Además, implican la posibilidad de producir otros
procesos riesgosos debido a las complicaciones asociadas a ellas. En esta investigación se consideraron
las enfermedades siguientes: Hipertensión arterial, Diabetes Mellitus, Dislepidemias, Cardiopatía
coronaria e insuficiencia cardíaca, Accidente vascular transitorio, Artritis y Artrosis, Osteoporosis.

Hay datos consistentes para considerar factores de riesgo de discapacidad a los denominados
síndromes geriátricos. En esta investigación se consideraron los siguientes: caídas, pérdida del
equilibrio, mareos, inestabilidad al caminar, incontinencia urinaria, déficit sensoriales: vista y audición,
deformidades en los pies.

Otros factores de riesgos sugeridos por la literatura especializada son: la polifarmacia, y los hábitos de
consumo nocivos (cigarrillos y alcohol). Los que fueron también incorporados a la investigación
realizada.

Factores predictivos del mantenimiento de la funcionalidad

Un enfoque más novedoso surge a partir de los resultados de los estudios longitudinales que son los
que mejor detectan factores con valor predictivo. Al estudiar un conjunto de sujetos a lo largo de un
período de tiempo, se descubren mediante cálculos estadísticos los factores asociados a un envejecer
saludable y conservando al máximo posible las capacidades físicas y mentales. Estos son los llamados
factores protectores, es decir, aquellos que aumentan la probabilidad de mantenerse saludable y en
posesión de las capacidades físicas y mentales.

Cabe destacar que los autores de dichas investigaciones proponen un nuevo enfoque, ya que les
preocupa, fundamentalmente, detectar factores asociados a un envejecer mejor o más saludable, más
que fijarse en los que producen enfermedad.

Lehr (1984), al seguir por 15 años a un grupo de residentes de la ciudad de Bonn, estableció que el
mejor predictor de una longevidad saludable era la percepción subjetiva de salud. Esta, a su vez, se
correlacionaba con: ser más activo, tener un ánimo más positivo y tener relaciones sociales más allá
del ámbito de la familia. Por consiguiente, se incorporaron al cuestionario la percepción de salud, el
nivel de satisfacción y el de distres.

Rowe y Kahn (1997), proponen el concepto de envejecimiento exitoso. Este es un concepto


multidimensional que en una primera aproximación incluyó: evitar la enfermedad y la discapacidad y
mantener un alto funcionamiento físico y mental. Los resultados de la investigación les permite
detectar factores de riesgo y protectores, ambos de índole predictiva.
En general, los factores de riesgo de perder funcionalidad física son los niveles alterados de glucosa y
lípidos, la obesidad y la hipertensión a lo que los autores agregan que los factores protectores que
pueden contrarrestar dichos riesgos son los hábitos alimentarios y la actividad física.

Los predictores del buen funcionamiento cognitivo – evaluado con test neuropsicológico de
lenguaje, memoria no verbal, memoria verbal, conceptualización y habilidades especiales – son: a) el
nivel educacional, que es el mejor protector contra la reducción de la función cognitiva, b) la actividad
física, y c) la percepción de autoeficacia, definida como la creencia en la capacidad de organizar y
ejecutar los cursos de acción requeridos para tratar con una situación determinada.

Los predictores del mantenimiento de un buen funcionamiento físico – evaluados por movilidad
de manos y piernas, por equilibrio y marcha - los categorizan en dos: unos relativos a las
características del individuo, siendo los predictores de riesgo: ser viejo y con ingreso escaso, ser obeso
y ser hipertenso. Los otros relativos a formas de comportamiento, siendo los predictores de mantener
el buen funcionamiento: el realizar actividades productivas, no necesariamente generadoras de ingreso
sino que consideradas socialmente valiosas, relacionarse con otros intercambiando apoyo emocional y
hacer a lo menos un nivel moderado de ejercicio físico.

Dada la importancia que los autores encontraron que tenían como factores protectores, la mantención
de las relaciones interpersonales y la realización de actividades productivas, las englobaron bajo el
concepto de compromiso continuado con la vida y lo incluyeron como uno de los tres componentes del
envejecimiento exitoso.

Rolwe y Kahn mencionan como un factor protector adicional el modo de respuesta al estrés. Afirmando
que los adultos mayores, si se los estudia en forma continua, se los verá moverse entrando y saliendo
de lo exitoso así como las personas saludables pueden entrar y salir de las enfermedades. En otras
palabras, ya que es usual que se produzcan episodios estresantes, lo más importante es mejorar la
capacidad del adulto mayor para enfrentarlos.

Resumiendo, los siete factores considerados protectores son: el nivel educacional; cuatro modalidades
de comportamiento, a saber: el ejercicio mental y físico, los hábitos alimentarios, realización de
actividades significativas con qué ocupar el tiempo y las relaciones que se mantienen con otros
intercambiando apoyo afectivo; y la posesión de dos atributos psicosociales: la percepción de
autoeficacia y la capacidad de enfrentar las situaciones estresantes, de modo que ellas tengan el
menor impacto posible en el nivel de bienestar y en la capacidad de desempeñar por sí mismo las
actividades de la vida diaria. Todos estos factores se incorporaron como preguntas del cuestionario.

El estudio de la Universidad de Harvard (Vaillant y Mukamal, 2001), iniciado y proseguido durante 60


años es el estudio continuado más extenso que se conoce sobre salud mental y física. Con el objetivo
de detectar las variables que inciden en una vejez feliz y saludable, contrastaron el estado mental y
físico de dos muestras de jóvenes – una compuesta por 268 universitarios y otra de 456 adolescentes
en precaria situación social. Mediante exámenes corporales y síquicos, realizados respectivamente
cada cinco y cada dos años, evaluaron a cada individuo en seis áreas: salud física objetiva
(impedimentos físicos), salud física subjetiva (apreciación personal de sus capacidades motrices),
extensión de su vida activa (años sin impedimentos físicos previo a los ochenta), salud mental objetiva
(competencia laboral y relaciones humanas), satisfacción personal con la vida (en el matrimonio, el
trabajo y los hijos), y, soporte social o amistades. Los resultados identifican siete factores que
permiten predecir una vida larga y saludable. Ellos son: el consumo moderado de alcohol, la
abstinencia de tabaco, la estabilidad de pareja, el ejercicio físico, mantener un peso adecuado, tener
una actitud positiva ante los problemas y alcanzar un buen nivel de estudios. Plantean que todos ellos,
hasta cierto punto, están dentro del control personal. Agregando que si estas variable son
efectivamente controladas, la única amenaza importante para tener una buena vejez es el sufrir una
depresión, variable que escapa ya del control personal.

El proyecto hizo suyos todos estos conceptos y proposiciones al plantearlas como hipótesis de trabajo
e incorporarlas como variables a medir con el cuestionario aplicado a los adultos mayores.
Recapitulando, en el proyecto de investigación realizado se estimó conveniente distinguir entre lo que
constituye la capacidad física y mental de los individuos de desempeñarse en la vida diaria, las que son
medidas por el OARS, el Minimental y la Escala de Depresión de Yesavage, y lo que se consideran
factores capaces de pronosticar pérdidas futuras. Ello llevó a incorporar la medición de los factores de
riesgo de pérdida de la funcionalidad para desempeñarse autónomamente en la vida diaria y los
factores protectores o que aumenten la probabilidad de mantener la funcionalidad.

Antes de concluir la exposición del marco conceptual conviene recalcar las ventajas del enfoque
desarrollado hasta aquí.
1 Darse cuenta que el proceso de pérdida de la capacidad física tiende a acentuarse, lo que
permite afirmar la importancia del OARS como instrumento predictor de una mayor pérdida de la
independencia funcional.
2 Enfatizar la necesidad de combinar el esfuerzo por estudiar la influencia que tienen en el proceso
de pérdida de la capacidad funcional, no sólo los factores de riesgo sino que también los
protectores. Subrayando, la importancia de alterar estos factores protectores a fin de conseguir
un envejecer mejor. Vale decir, se pasa de un enfoque reactivo frente a la presencia de
anomalías a un enfoque proactivo de promover un “envejecimiento exitoso o saludable”.
3 Yendo más allá de los objetivos concretos del proyecto, conviene señalar que la presencia de los
factores protectores se puede lograr mediante la acción combinada, por una parte, de una
política social que incentive en los ciudadanos la realización de los comportamientos asociados a
un mejor envejecer y que conjuntamente cree las instancias y los servicios que los favorezcan.
Esto es fácil de decir pero complicado de llevar a la práctica, pues requiere de adoptar una
concepción de política más integral hacia el grupo objetivo de los adultos mayores, en vez de la
de tipo sectorial que se ha venido implementando. Por otra parte, de un comportamiento
adecuado de los adultos mayores, lo cual requiere de un sostenido esfuerzo por combatir el
desanimo, por contrarrestar la falta de oportunidades sociales, y como se dice en el cuento
“Alicia en el país de las maravillas”, por correr mucho para permanecer en el mismo lugar.

2.2 Diseño de la investigación y forma de recolección de los datos

El marco conceptual sirvió de fundamento para detectar un conjunto de dimensiones y variables que
hipotéticamente explicarían el proceso de pérdida de la funcionalidad. Para cada una de ellas se
definieron variables e indicadores en forma de preguntas, con las que se confeccionó un extenso
cuestionario (43 páginas).

La investigación se efectuó en dos momentos. En el primero se realizaron dos estudios. Una encuesta
y una evaluación diagnóstica efectuada por tres médicos geriatras. La razón de esto último es que
cuando se quiere construir un instrumento diagnóstico se requiere contrastar su validez al compararlo
con el test más exacto disponible. Este patrón de comparación se denomina Gold Standard. El
diagnóstico del Gold Standard clasificó a los sujetos en las categorías siguientes:

1. Sano funcionalmente o autovalente sin riesgo


2. Riesgo de perder la funcionalidad o autovalente con riesgo
• Leve
• Moderado
• Severo
3. No sano o con fallas en su funcionalidad o dependiente

Cabe destacar que se parte del supuesto que la evaluación de los geriatras es el mayor test para
detectar adultos mayores con diferentes niveles de funcionalidad. Hay que advertir también que el
instrumento resultante es válido en relación a los parámetros utilizados por los geriatras.

La muestra estuvo compuesta por 729 sujetos provenientes de tres consultorios del área
metropolitana: San Luis de Macul en Peñalolén, Rosita Renard en Ñuñoa y Santa Julia en Macul. A ellos
se les pasó el cuestionario. Se obtuvo una submuestra aleatoria y representativa de las anteriores de
214 sujetos los que fueron evaluados por los tres geriatras.

El segundo momento, se realizó alrededor de un año después. Re encuestando a los mismos sujetos
de la muestra original.
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