La Jiribilla de Papel, Nº 064, Octubre 2006
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publicacin mensual
www.lajiribilla.cu
Ilustracin: Darien
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Voz y piano de nuestra identidad BLADIMIR ZAMORA CSPEDES El sonido Bola de Nieve SIGFREDO ARIEL Bola de mis recuerdos REYNALDO GONZLEZ Cuando Bola de Nieve quiso ser actor HUMBERTO ARENAL Habla Bola
Dossier
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Bola de Nieve se cas con la msica y vive con ella en esa intimidad llena de pianos y cascabeles, tirndose por la cabeza los teclados del cielo. Viva su alegra terrestre! Salud a su corazn sonoro!
Secciones
10 75 aos de Sngoro cosongo GUILLERMO RODRGUEZ RIVERA 12 Las palabras que cubren un espacio VASILY MENDOZA PREZ 13 Digo lo que digo AYMARA AYMERICH 14 Las estrategias defensivas de la marginacin JUAN GOYTISOLO 15 Creacin revolucionaria y cerveza helada BELN GOPEGUI Entrevista con... Fernando Bez 16 Vamos, Al Bab, adelante! DANNY GONZLEZ LUCENA Libros 18 Las relaciones esenciales ARTURO ARANGO Poesa 19 Noche de El Vedado/ Breve historia del Cuzco/ Objetos invisibles NORBERTO CODINA 20 Cree usted que hay vida fuera del Centro Comercial? SANTIAGO ALBA RICO La crnica 21 Musiquitas del alma AMADO DEL PINO La mirada 22 Historias circulares, de Jos Manuel Fors CORINA MATAMOROS 23 Para ica: La vida en pelota ANDRS D. ABREU La butaca 24 Andy Garca perdi tiempo y dinero JOEL DEL RO 25 ENTREVISTA CON EDUARDO MIGNOGNA: La libertad es un instinto irresistible LUCIANO CASTILLO 26 Circunloquios de Juana VIRGILIO LPEZ LEMUS Msica 27 rase que se era: No es lo mismo, pero es igual GUILLE VILAR Letra y solfa 28 Algunas fbulas de Humberto Arenal ALBERTO GARRANDS Narrativa 30 Siempre en domingo HUGO LUIS SNCHEZ
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Pablo Neruda
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Jefe de Redaccin: Nirma Acosta Diseo: Darien & Sarmiento Ilustraciones: Camalen
Realizacin: Annia de Armas Isel Barroso Correccin: Odalys Borrell Johanna Puyol Webmasters: Ren Hernndez Kandy Calvo
Consejo de Redaccin: Julio C. Guanche, Rogelio Rivern, Bladimir Zamora, Jorge ngel Prez, Omar Valio, Joel del Ro, Teresa Melo, Zaida Capote, Daniel Garca, Alexis Daz Pimienta, Ernesto Prez Castillo, David Mitrani, Reynaldo Garca Blanco.
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...desde aquel fatal da de 1971, Bola no hace ms que acercarse poderosamente a las sucesivas generaciones de sus paisanos y a los dems puntos de la Tierra.
Sigfredo Ariel
El ms grande favor que me hizo Rita Montaner fue el haberme bautizado en pblico como Bola de Nieve, aunque en el fondo lo haya hecho para molestarme...
a estudiar Solfeo y Teora con un maestro que viva en el Callejn Mora o de los Bomberos. Ms tarde asisti al conservatorio Mateu y entre todos los instrumentos posibles, para su fortuna, escogi el piano. En 1927 matricul en la Escuela Normal para Maestros porque soaba con estudiar Pedagoga en la Universidad. El turbulento gobierno de Gerardo Machado y la profunda crisis econmica hacen que se ponga a trabajar para ayudar a la familia numerosa, por cierto. Como tantos otros msicos populares de la poca (y de concierto tambin), se gan la vida durante un tiempo acompaando desde el teclado la proyeccin de pelculas mudas. Un coterrneo suyo, el gran Ernesto Lecuona, tambin haba encontrado el sustento tocando en el mismo cine Carral, de Guanabacoa, que an est en pie, milagrosamente. Al principio de la dcada de 1930 ya era buscado como pianista acompaante por intrpretes de msica clsica, nacionales y extranjeros, que se presentaban en La Habana. Por esa poca acompaa a la entonces muy famosa soprano Zoila Glvez. Su formacin acadmica, su inteligencia musical, se lo permitan. Una noche Rita Montaner va a verlo al Roof Garden del Hotel Sevilla Biltmore y le propone irse a Mxico de turn. En la capital mexicana le aguarda una de las grandes sorpresas que recibiera nunca: qued literalmente con la boca abierta al ver en la marquesina del teatro Politeama el anuncio del debut: la estrella cubana Rita Montaner con su pianista Bola de Nieve. Despus del asombro, el enojo, la bronca con Rita, una de las primeras, luego sucesivas, legendarias discusiones. Pero la sangre no llega al ro. Obtienen xito y proposiciones de futuras giras. Muchos de los principales artistas mexicanos forman parte del pblico que va a aplaudir los espectculos del Politeama, porque Rita y Bola causan furor en la ciudad. Una noche que se encontraba indispuesta, la Montaner lo presenta al pblico, le desea suerte y lo deja solo ante 4 000 espectadores. Es entonces que conoce el sentido de la palabra soledad. Se le ocurre comenzar su actuacin con Vito Manu, t no sabe ingl, con letra de Nicols Guilln y msica de Emilio Grenet y se hace el milagro. Por eso, aunque Ignacio Villa haya venido al mundo en Guanabacoa en 1911, puede ser considerado 1933 cuando recibe su primera ovacin en el Politeama mexicano ao del verdadero nacimiento de Bola de Nieve. En esa ciudad, que le prodig dcadas de aplausos, va a cerrar los ojos para siempre en una madrugada de 1971.
El ms grande favor que me hizo Rita Montaner fue el haberme bautizado en pblico como Bola de Nieve, aunque en el fondo lo haya hecho para molestarme, dice Ignacio Villa con su voz raspada y un vasito de ron en una mano. La otra mano est en el aire, a la altura de la cara, el pulgar y el ndice unidos por la punta, el meique levantado Ella saba que me indignaba que me dijeran as. Los muchachos me lo decan, y yo los golpeaba, pero ya ves, el nombre de Bola de Nieve gracias a ella se me qued y creo que me ha dado mucha suerte. Entonces aparece una enorme sonrisa blanca en medio de su cara redonda y negra donde, misteriosamente, nunca acab de borrarse cierta expresin infantil: En realidad soy una bola de chocolate, pero no lo digo para que no me coman. Y se muere de risa. Cuando los muchachos le gritaban Bola de Nieve! Bola de Nieve!, Ignacito Villa y Fernndez iba por las calles de su natal Guanabacoa
En algn momento de los 60, mis primos se aplicaban en partir con los dientes los bordes de las finas copas del Monseor mientras cantaba Bola de Nieve embutido en un elegantsimo frac. Nadie se daba cuenta. Comensales y camareros hacan lo posible por no producir el menor ruido. Tambin mis primos roan el bacarat sin hacer sonido alguno. Bola cant esa noche No existen palabras con qu expresarte mi amor, rara cancin suya, y Adis felicidad, de Ela OFarrill, que estaba entonces muy de moda. Tambin puso varios instrumentales, de esos que al parecer ayudan a la digestin: Laura, por ejemplo. Alguien le pidi cierta pieza que l cantaba solo en momentos especiales: Te olvidar. Lo siento, no me acuerdo de ese nmero, minti desde su trono ante el piano.
En una visita, ante el televisor encendido, escuch a los dueos de la casa comentar con desagrado al aparecer Bola: Vaya, de nuevo ese negro mono. Y en otras ocasiones, tambin en hogares ajenos: Ese negro pjaro, ese negro insoportable. El nio que fui nunca lo comprendi. En mi casa, se oa Lo decembre congelat en el tocadiscos, Manda conmigo pap, Qu diras de m, Se equivoc la paloma Mi familia adoraba a Bola de Nieve. Hoy todo el mundo adora a Bola de Nieve. Su dimensin crece con el tiempo, como dicen que se engrandecen las bolas de nieve al rodar por las montaas heladas. Quiz dimensin no sea la palabra ms acertada, trascendencia es mejor. Los jvenes que no lo llegaron a ver en escena lo conocen a travs de discos y casetes de audio. Bola se entiende rpidamente con la gente nueva. Es as, pregunten.
Apenas se conservan imgenes animadas de sus actuaciones. Ojal que algunos materiales hayan sobrevivido en manos de coleccionistas. Con cierta frecuencia, hace aos, se exhiba en la televisin Adis Buenos Aires (1937) en la que Bola aparece con un tambor en bandolera encabezando una conga final que arrastra a los protagonistas de la olvidable trama que a la larga solo serva para articular la comedieta con nmeros musicales inolvidables. El mayor atractivo de aquella pelcula de Leopoldo Torres Ros era y es ver a Esther Borja en su juventud magnfica (Nunca fui muy bonita, pero s muy mona, me dijo ella) cantando Estudian t i n a y P a r a V i g o m e v o y , a Lecuona al piano tocando su Malaguea con sus manos enormes, y por supuesto, a Bola, joven. En un kinescopio Bola de Nieve interpreta (en el inicio al piano y luego con una invisible orquesta) la regocijada fantasa El ango de Armando Orfiche, concebida por su autor, igual que Mesi Julin, quin lo duda, especialmente para el cosmopolita chansonnier: El mambo lleg a Pars y no se pudo entender. Por eso he venido aqu para explicarlo en francs... Rogelio Pars recogi una versin de El manisero, de Simons, en su pelcula Nosotros, la msica, hoy valorada justamente en su calidad testimonial y artstica. A pesar de que algunas secuencias adolecen de cierta imprecisin en la sincrona mientras Bola canta, presenta sus primeros planos mejor fotografiados. La cmara entra en l, como buscando el secreto de su singularidad. En Nosotros, la msica Bola camina por Guanabacoa, conversa, se sirve un trago de ron, sube a una reja de la casa que fuera de Vicente Echaniz como lo haca de nio, maravillado por el piano que sonaba dentro. Es casi todo lo filmado que queda de Bola de Nieve. De Benny Mor no hay mucho ms en los archivos flmicos; de otros, menos todava. Pero tal como han aparecido muchos aos despus bajo alcores de polvo pelculas de Swason y Valentino que se consideraban perdidas para siempre, no hay que perder toda esperanza de que Bola tal como se las arregla ahora para irrumpir en bocinas que habitualmente reproducen rock asome
En Mxico, a inicios de los 50, apareci su primer disco de larga duracin (diez pulgadas) que incluye No puedo ser feliz, cancin de Adolfo Guzmn que desde entonces, por insistencia de su pblico, no podr dejar de cantar, por eso la incluir en otros long playings. En algunas grabaciones mexicanas Bola canta rodeado de cuerdas o con discretos comentarios de una flauta (a veces se suman contrabajo, bong, un violn, arpa a travs de arreglos del maestro mexicano Jos Sabre Marroqun) aunque en todos sus discos el papel protagnico se reserva a su voz, su piano, combinacin indivisible.1 En los aos 60, Bola de Nieve estuvo presente en casi todos los acontecimientos musicales que tienen lugar en Cuba Frum sobre el Feeling, Festivales, Seminarios de Msica Popular, la prensa de la poca da cuenta de sus frecuentes apariciones en radio y televisin. En 1960 pudo grabar su primer disco en la patria, Este s es Bola, para la firma Sonotone, que al ao siguiente fuera nacionalizada. Ms tarde, para el Consejo Nacional de Cultura deja grabada una nutrida muestra de su repertorio: Mam Perfecta, Apablate, Ay mam Ins y varias canciones sentimentales. Como siempre dijo que el quehacer de Mara Cervantes haba inspirado su estilo, en la reaparicin de la veterana artista comparti con ella con todo placer piano, canto y escenario en el Palacio de Bellas Artes. Fue un concierto de leyenda que a nadie se le ocurri filmar o grabar, tal vez porque una vez ms pensbamos que iban a durarnos por siempre. En 1965 propici el debut de Teresita Fernndez la nica guajira que soporto con una guitarra en la mano en el restaurante Monseor, su ltimo cuartel general, por esos das rebautizado Chez Bola. Le llegan contratos desde varios pases, pero l acepta solo estancias cortas, se siente a gusto aqu.2 En el Festival Varadero 70 ofrece un recital extenso, con orquesta, a pesar de que apenas hay iluminacin en el escenario. Existe una grabacin an no editada de esa presentacin en la que entre nmero y nmero pide en vano ms luz, ms luz, por favor, no puedo ver las teclas del piano. Su salud se encuentra seriamente quebrantada ya. Como otros aos, ofrece su recital de medianoche en vsperas del 26 de julio del 71 en el antiguo Auditrium ahora Amadeo Roldn y el 20 de agosto en el mismo teatro participa en un homenaje a Rita Montaner. Lo aclaman, le piden ms y ms canciones. Ser su exitosa despedida de nosotros. El 2 de octubre, durante el sueo, en casa de unos amigos mexicanos, Bola de Nieve dej de respirar.
dicen quienes estuvieron cerca de l, y seriamente el piano. No era un instrumentista de extraordinarias dotes, y lo saba. En cuanto al montaje de una obra nueva, esperaba el momento que la cancin se revelara a su estilo, que ambos, nmero e interpretacin, se comprendieran. Ensay algunas piezas que no cant nunca, porque no hall su interpretacin madura. Resulta til, como leccin de estilo, comparar las versiones que hicieron, cada quien por su lado, Rita Montaner y Bola, de un mismo ttulo para observar puntos de vista muy diferentes, a la vez que ambos son absolutamente fieles al original: Ec, Ogguere y El botellero, de Gilberto Valds; Se equivoc la paloma, de Alberti y Guastavino; El manisero, de Simons; Apablate, de Grenet; Alma ma, de Mara Greever, entre otros ejemplos. A nadie admir tanto como a la artista Rita Montaner, lo dijo en muchsimas ocasiones. Estuvo muy atento a la produccin de compositores contemporneos suyos y ms jvenes. Encontr su propia manera de enfrentar, por ejemplo, No te importe saber y Me contaron de ti, de Ren Touzet, que haban popularizado cantantes famosos; varios boleros de Vicente Garrido, Juan Bruno Tarraza, Mario Ruiz Armengol, T no sospechas, de Marta Valds a los que imprimi la manera Bola de Nieve hacindolas convivir en conciertos y discos con guarachas del siglo pasado, afros zarzueleros, pregones, berceuses, e incluso rumbas y congas escnicas (Vamo Jos, Amor Internacional, Conga de la Martinica). Lleg a la conclusin de que no hay pblicos malos, sino artistas incapaces de convencer. Como tena la certidumbre de que l s convenca, no dud en cantar lo que le gustaba, cuanta letra y msica se acercaran a su sensibilidad vinieran de donde vinieran y (casi) en cualquier idioma: La vie en rose , An Cest an la, Monasterio Santa Chiara, La flor de la canela, Vete de m, Be Careful, its my Heart, Happiness is Just a Thing Called Joe, Os quindis yaya, Faixa de saten Habr quien pueda contar entre sus osadas, por ejemplo, haber puesto en su repertorio No niegues que me quisiste, del mexicano Jorge del Moral, cancin que formaba parte del repertorio de tenores y bartonos y que Bola interpretaba con lo que l llamaba su voz de persona: la definicin ms ajustada que encontr y que existe del sonido Bola de Nieve en la historia de nuestra msica popular.
Notas 1. Jos Sabre Marroqun (19101995) escribi canciones y boleros, entre ellos, Nocturnal, su obra ms famosa, con versos de Jos Mojica. Tom parte decisiva en muchos discos de intrpretes cubanos que se abran paso en Mxico en los aos 50: Bola de Nieve, Jos Antonio Mndez y Olga Guillot. Sabre Marroqun comparte autora con Bola, que la grab en La Habana en 1960, de la cancin Es tan difcil. Otro maestro mexicano, Mario Ruiz Armengol (1914-2004), escribi arreglos y dirigi la orquesta en varios discos de estos y otros artistas cubanos. Nos debemos el detenernos ms en esas colaboraciones, aquellos dilogos fructuosos. 2. En 1967 en los estudios graba el larga duracin Bola de Nieve canta a Ignacio Villa que rene gran parte de sus cancioncitas, las llamaba l, que aseguraba no respetarse como compositor. Adems de Si me pudieras querer, su bolero ms conocido, aparecen T me has de querer, Ni quiero que me odies, No siento, sobre versos del colombiano Cruz Muoz, Arroyito de mi casa escrita para Esther Borja en los aos 30, Por qu me la dejaste querer (Seor, por qu), Cancin de la barca y Bequeriana. Con letra de Nicols Guilln se incluye la balada antiguerrerista Ay venga paloma, venga y las piezas de inspiracin afro Carlota tamor, Manda conmigo papy la cancin de cuna Drume mobila. Falta en esa placa, de las obras ms populares de Bola, la titulada Ay amor, que haba aparecido aos antes en uno de sus discos mexicanos.
Adems de su modo de interpretar, singularsimo, su repertorio fue excepcional en cuanto a obras y alcance, ajeno en esencia a frmulas y moldes, a modas y tendencias. Era implacable su crtica a sus amigos intrpretes, porque les exiga lo que se exiga a s mismo. Estudiaba mucho,
Sigfredo Ariel: poeta y guionista de radio, cine y televisin. Premio de Poesa Nicols Guilln 2002 por su libro Manos de obra.
Reynaldo Gonzlez
l escenario con un hilo de luz hacia el proscenio. Por el lateral izquierdo entra Bola con sombrerito redondo, chaleco, camisa de cuadros, hacia el lateral derecho, sin detenerse, sale y dejan en el aire un canto: aqu me ven cambiando los pirules por botellas Un saln con visitantes. Bola de chaqueta oscura, al piano: ese chivo corrompo se ha agachao en el mismo casero Un teatro desbordado de espectadores. Luz cenital. Bola de frac, al piano: que a quien le siguen de noche, muerto est por la maana En su casa. Bola con camisa azul, al piano, mueve la cabeza como si en el gesto brillara una cabellera larga: del puente a la alameda menudo pie la lleva Bola, el nio grande, nunca viejo: Beln, Beln, Beln, a dnde anda t meta Bola, el seor de la escena: yo soy negro sociar, intelertual y chic Bola, el de la intimidad sin esquinas: porque yo soy negro bueno, hijo de Orula y de Yemay Bola en mi retina, en mis sentimientos. Sonre, canta y de momento pregunta: Qu te parece mi peinado al medio? Bola y su piano, Bola. Nunca he sentido un dilogo tan intenso, una comunicacin tan lograda. Bola el de la carcajada franca. Bola el comedido, el que cuida su intimidad con fiereza y buenos modos. Bola el nuestro. No puedo olvidar su trayectoria dolida, de la humildad al triunfo, del barrio popular a la gran pista y a los placeres tranquilos, domsticos. A Bola se le achinan los ojos para decir una picarda, una observacin juguetona, y vuelve a la compostura, para que me respeten. Tuve la felicidad y la dicha de estar presente, de escucharle la voz baja, de persona, ronca y aniada. Observ sus manos que no parecan de pianista por sus dedos regordetes sacndole ternuras al piano, hacindolo suyo, obligndole a pausas y bajos tonos, convirtindolo en orquesta y ponindolo triste, como l, dndole su tristeza: S e o r, por qu me la llevaste despus, Seor, por qu No conozco dicha ms exacta. Bola y su piano. Bola increblemente tmido, a la espera de la aceptacin del aplauso como aquel premio de globos y caramelos. Bola el nio que va a clases de piano y para ayudar en la casa, acompaa pelculas silentes. Si lo congratulan como al gran artista que es, el Bola seor reitera el gesto del negrito guanabacoense, las manos retradas, en los bolsillos, como en un fin de curso. Ya le camina en la mente a Ignacio Villa un tarareo mudo: arroyito de mi casa, que has vivido noche a noche saboreando mis pesares, una agona: no quiero que me quieras, ya te he querido tanto Ya a Ignacio Villa le anda por la sangre Bola de Nieve. Bola de mis recuerdos, el que no quiero perder.
Reynaldo Gonzlez: narrador, ensayista y crtico literario. Premio Nacional de Literatura 2003. Su obra ha sido reconocida con los premios Italo Calvino, Juan Rulfo y Nacional de Periodismo. Ha obtenido en cuatro ocasiones el Premio Nacional de la Crtica Literaria.
sta no iba a ser la primera vez que hablaba personalmente con el msico Ignacio Villa, mucho ms conocido como Bola de Nieve, como todo el mundo sabe. Creo que fue en el ao 1956 1957 que lo vi en un concierto que se daba en el famoso Carnegie Hall de Nueva York. bamos entrando junto al lunetario y le dije a mi esposa algo as como: Mira quin est ah. Y los dos estuvimos de acuerdo en que efectivamente era l. Recuerdo que me le acerqu, y le habl. Yo era un periodista cubano que quera saludarlo. Al final del concierto volvimos a hablar y comentamos la formidable ejecucin que haba brindado el gran pianista Vladimir Horowitz. Bola de Nieve, que era muy buen pianista,
Hollywood (Por quin doblan las campanas, Arco de triunfo, y otras) con el nombre profesional de Lilo Yarzun, me dijo que Bola de Nieve quera hablar conmigo. Para qu? Me contest un poco misterioso, con una sonrisa enigmtica, que no lo saba. Acept porque se trataba de alguien a quien siempre admir mucho. Su fama estuvo cimentada en un quehacer de excelente intrprete y de compositor de finas melodas. Adems era un hombre de una cultura universal y vasta. Tambin haba estudiado ingls y francs, como comprob cuando lo conoc mejor. Acordamos que nos encontraramos en el restaurante El Carmelo, de Calzada y D, en El Vedado, para almorzar y hablar de aquello que le interesaba mucho a Bola de Nieve. Todos fuimos puntuales. Le coment a nuestro intrprete sobre nuestro breve
Al final de la conversacin le expres que me entusiasmaba mucho la idea, pero que en esos momentos yo tena varios trabajos a la vez y era muy poco el tiempo libre del que dispona. Quiz unos meses despus podra hacerlo. l me entreg la novela y tambin me pidi que tratara de averiguar si exista una copia de la novela en Cuba. Le la novela en mis escasos ratos libres y francamente no la encontr interesante. Pensaba que haba algunas partes un poco cursis, otras situaciones demasiado romnticas e idealizadas. Haba que hacer un prolijo trabajo de sntesis y limpieza que necesitaban dedicacin absoluta y tiempo, del que no dispona en aquella poca. l me llam posteriormente y le confes que tena algunas objeciones y mucho trabajo, que me diera tiempo. Me repiti dos cosas: tena un gran
diferentes pocas. Aunque confieso que yo no he tenido la oportunidad de ver ninguna. Adems de tener efectivamente mucho trabajo en esa etapa yo pensaba que Bola de Nieve quiz no podra enfrentar una labor como actor teatral a plena satisfaccin. Aunque es bien sabido que cuando cantaba, interpretaba la msica con tanta expresividad y creencia que prcticamente estaba actuando. Hoy con mi experiencia pienso que quiz hubiera sido un buen actor trabajando con l intensamente, pero entonces tema que fuera un riesgo demasiado grande para los dems. As se lo dije a Lilo Yarzun un tiempo despus, pero l trat de persuadirme de que estaba equivocado. Todava lo pens un poco y la ltima vez que hablamos por telfono Bola de Nieve y yo, le dije lo que era cierto
Humberto Arenal
con una excelente cultura musical, admir mucho el magistral concierto del gran maestro ruso. Yo soy un msico de conservatorio y aprecio mucho la genialidad de un pianista como Horowitz, me dira entonces. Esto lo corroboran otros msicos que lo conocieron bien. Bola de Nieve tena una slida formacin musical. Adems, junto al maestro Ernesto Lecuona, por el que manifest siempre un gran respeto, y como acompaante de Rita Montaner (que fue quien lo bautiz como Bola de Nieve) fue adquiriendo una experiencia y maestra evidentes en sus presentaciones. Estuvimos hablando un buen rato en el vestbulo del teatro neoyorquino, donde me confes que una de las razones por las que estaba en Nueva York era porque en esta ciudad se pueden encontrar muchas maravillas, entre ellas un lugar como este. Fue corts, inteligente y amable. Le pregunt si iba a hacer alguna presentacin personal, y me dijo que era probable y promet ir a verlo, pero me fue imposible asistir. No nos vimos ms hasta 1963. El nuevo encuentro fue extrao y fortuito. Un actor cubano que haba logrado trabajar en algunas pelculas importantes en
encuentro en el Carnegie Hall de Nueva York, y para mi sorpresa lo recordaba y volvimos a hablar de la maestra de Horowitz a quien l conoca bien por sus grabaciones. Cumplimos todas las formalidades de la buena mesa. Tomamos un aperitivo. Ordenamos el almuerzo, y mientras esperbamos por el servicio, Bola de Nieve me dijo que lo motivaba ese misterioso encuentro. Haba visto recientemente en Madrid una pelcula espaola, basada en la novela El negro que tena el alma blanca, del autor Alberto Insa. El intrprete era un escritor negro cubano amigo suyo que se llamaba Marino Barreto y la intrprete femenina principal era la conocida actriz espaola Antonita Colom. Tena la novela y me la quera entregar para que yo hiciera una adaptacin teatral. l hara el papel masculino principal y alguna de las primeras actrices cubanas (quiz pudieran ser Mara de los ngeles Santana, Raquel Revuelta o Rosita Forns) el femenino. La idea la tena desde haca tiempo y Lilo Yarzun que me conoca bastante bien, pues haba actuado en programas de televisin conmigo, pens que yo sera el dramaturgo y director ideales. Estaba tan sorprendido que lo dej hablar extensamente sobre el proyecto.
inters como actor de interpretar esa obra y segua pensando que yo era el dramaturgo y director ideales. Era un hombre persuasivo, vehemente, al que yo respetaba y no quera herir, por eso le expres que a m tambin me interesaba el proyecto. Ahora he averiguado ciertas cosas que entonces desconoca. Alberto Insa naci en La Habana en 1885 y muri en Madrid en 1963. En 1922 fue publicada la novela en Madrid. Insa escribi dos novelas ms: Las neurticas (1911) y Humor, dolor y placer (1928). La primera versin cinematogrfica de El negro que tena el alma blanca fue realizada en Espaa en 1927 por Raimundo de Sarka y el femenino lo hizo la gran cantante espaola Conchita Piquer. La segunda versin interpretada por Marino Barreto y Antonita Colom (que Bola de Nieve me refiri) fue realizada en 1934 y hubo una tercera en 1951 interpretada por Hugo del Carril, el cantante, actor y director argentino muy conocido en Cuba, y la actriz Mara Rosa Salgado. No s si esta ltima versin la haba visto Bola de Nieve en 1963 cuando me hizo la proposicin teatral, aunque no me lo mencion. Es decir, que la novela ha tentado a tres realizadores cinematogrficos distintos en
que estaba trabajando en la versin teatral y que este proyecto llevara una preparacin muy rigurosa y larga, que tendra que esperar un poco ms. l me reiter lo que ya me haba manifestado, que estaba dispuesto a trabajar con mucho inters todo el tiempo que fuera necesario. Tena un largo viaje pendiente y cuando regresara hablaramos. Esto fue en el ao 1970. Unos meses despus, en octubre del ao 1971, muri en Mxico, como es sabido. Cada vez que veo ahora en televisin las imgenes que se conservan de sus actuaciones u oigo en mi casa las grabaciones suyas, pienso que fue una verdadera pena no haber podido terminar una buena versin teatral de El negro que tena el alma blanca. Y creo que Ignacio Villa, mucho ms conocido por Bola de Nieve, el gran intrprete de la msica cubana, hubiera sido quiz un buen actor para esa posible obra teatral. l tena la calidad de un Maurice Chevalier, de un Ives Montand, de Frank Sinatra; por solo citar algunos buenos cantantes que lograron ser tambin buenos actores.
Humberto Arenal: narrador y dramaturgo. Su novela Allegro de habaneras se present en la XIV Feria Internacional del Libro de La Habana.
Un artista, un verdadero artista, sale a morirse cada vez que aparece en el escenario. Yo creo que hay que hacerlo as; yo lo hago as. A aquella gran artista que fue Rita Montaner, se le ocurri anunciarme como Bola de Nieve el da de mi debut. Ese era el apodo con que me llamaban cuando chiquito los nios del barrio. Entonces no me gustaba; hoy, sin embargo, me agrada mucho porque s que le hace gracia al pblico. Tocaba el piano por entretenimiento, porque lo aprend, pero... nunca pens vivir de l y nunca me he ganado el sustento ms que con el piano. Solo accidentalmente he hecho cine y me hubiera gustado haberlo hecho en serio, puesto que opino que el cine no es un arte de impresin, sino de expresin. Solo con sinceridad es posible hacer cine, no con maromas y muecas. Escojo la cancin que interpreto por placer. Cuando me gusta una cancin, la estudio hasta averiguar todos los rincones que puede tener en su letra y en su msica. Muy de tarde en tarde, lanzo una cancin, y cuando lo hago... ya es ma para siempre. De lo que hacen los jvenes en la actualidad, me gustara citar los nombres de Pablo Milans y Silvio Rodrguez. Silvio es un poeta, un compositor capaz de hacer poesa con las cosas menos poticas, sin abandonar la poca en que est viviendo. Hablo de esto para significar su construccin musical, el andamiaje que usa. Cuando acto siento de todo: un torrente de sensaciones, desde lo ertico hasta lo ingenuo, desde el entusiasmo hasta la desesperacin. Siempre soy un nio, pero soy ms nio cuando acto. Yo escribo cancioncitas; la palabra compositor es demasiado seria y demasiado respetable. Me ha dado por creer que soy un neoclsico de la cancin cubana. Me hubiera gustado cantar pera, pero tengo voz de manguero, tengo voz de vendedor de duraznos, de ciruelas, entonces me resign a vender ciruelas en el escenario sentado al piano. Cuando la cancin que yo canto con esta voz de manguero me gusta ms en otra voz, la saco de mi repertorio. Siempre he dicho que yo no canto, sino que expreso lo que las canciones o pregones o poemas musicalizados tienen dentro. Cultivo la expresin ms que la impresin. No me interesa impresionar, sino tocar la sensibilidad del que escucha. Jams he actuado sin ensayar y sin estudiar previamente. Yo tengo voz de manguero, pero lo que hago me lo s muy bien. No me explico cmo hay artistas que improvisan, que llegan a actuar sin haberse preparado. No soy exactamente un cantante, sino alguien que dice las canciones, que les otorga un sentido especial, una significacin propia, utilizando la msica para subrayar la interpretacin. Cuando interpreto una cancin ajena no la siento as, la hago ma. Yo soy la cancin que canto; sea cual fuere su compositor. Se sale con el miedo escnico que crece segn la edad. Esto es, en definitiva, un estado de conciencia. Es la manifestacin del sentido de responsabilidad que a todos debe acompaarnos. Sabemos lo que vamos a hacer, pero hay un instante de suspenso. Antes del tercer nmero no podemos an calcular la reaccin del pblico. Y esto pasa aunque se lleven muchos aos trabajando. La msica y yo somos uno, es lo nico que me gusta. El nico gran placer que experimento es hacer sentir msica. En mi vida me he detenido a pensar en otra cosa. Cuando la gente no habla de msica, de qu habla?. El escenario es un saln de cuatro paredes en que a una le toc llamarse pblico. Es en el escenario donde despliega uno toda su verdad. Verdaderamente, no debut por mi voluntad. A m me empujaron al escenario, a instancias de Rita que se encontraba afnica. Cant: `Vito Manu, t no sabe ingl y... todo fue despus muy fcil. Todava no s quin me empuj. La amistad: un enorme valor. Un valor entraable. Me parece que la amistad es el primer concepto del gnero femenino con el que el hombre debe trabar contacto.
Yo no tengo aparatos, ni discos, ni tocadiscos, ni TV, ni reloj, ni almanaque, ni pijama, pero tengo un piano que es todo para m, donde estudio tres o cuatro horas diarias y me da mucho gusto. Referente a los libros, solo uno: La Celestina, sobre el cual siempre vuelvo. Ignacio Villa y Bola de Nieve son una sola persona. Vivo para mi trabajo y no de l. Yo nunca he sido demasiado infeliz para dejar de rerme; solo cuando se muri mam Ins, y Bertica, se puede decir que alguien me vio triste. Mi madre era comunista, mi hermano Dominguito siempre fue comunista: l fue quien le ense marxismo a Carlos Marx. Yo no entiendo de poltica, pero me gusta el socialismo. Es justo. Soy fidelista. Creo en Fidel. Djame esa maleta vieja, que me gusta que parezca que viaja mucho. No me gusta ir con maletas nuevas y bonitas. Quiero maletas con chichones de otras maletas. Todo es bueno en la vida cuando uno cree, o se engaa, creyendo que est haciendo arte. Me parece que la vida es una maravilla con los sinsabores que tiene en ciertos momentos, porque estos sinsabores son el contrapeso a los momentos gratos. No creo que haya habido un momento tan dulce capaz de empalagarme ni tan amargo como para aburrirme de la vida. Hago lo que quiero y no me privo de nada; no tengo un cntimo; eso s: me lo he gastado y conste que yo viajo solo, completamente solo. Tengo mis ilusiones, mis esperanzas, y me amoldo a ellas. Si te cuentan que mataron a Bola, no preguntes si fue por algo que hizo, sino por algo que dijo.
Nota: Citas tomadas de Bola de Nieve. Letras Cubanas, 2004.
al poeta, como no lo es en los poetas que estn proponiendo una forma distinta de hacer la poesa y que quieren explicarlo a sus lectores. Son frecuentsimas las poticas, por ejemplo, en autores como Jos Mart y Rubn Daro, que estaban protagonizando a fines del siglo XIX una renovacin como hasta entonces no haba tenido lugar en nuestras tierras de Amrica. Motivos de son, esos ocho poemas que Guilln da a conocer en 1930 a travs de las pginas de un diario habanero, tuvieron la fuerza de una peculiar irrupcin vanguardista entre nosotros. Habra que reparar en que Sngoro cosongo es el nico de sus libros que Guilln decide prologar. Despus de una socarrona burla para los autores que piden un prlogo impersonal al amigo que acaso vuelva a usarlo en otro compromiso, el poeta escribe con orgullo: Mi prlogo es mo. Y es suyo porque en l va a proclamar puntos de vista que solo a l corresponde decir. La crtica ha insistido en el trmino poesa negra o negrista, acaso identificndose, as sea inconscientemente, con el criterio de la cultura anglosajona de que todo lo que no es puramente blanco es negro. Tempranamente, Nicols Guilln establece que los suyos son versos mulatos. Diez aos antes de que el genio de don Fernando Ortiz usara la afortunada metfora del ajiaco para representar la cultura de Cuba, Guilln est describiendo el cocido con absoluta exactitud: La inyeccin africana en esta tierra es tan profunda y se cruzan y entrecruzan en nuestra bien regada hidrografa social tantas corrientes capilares, que sera trabajo de miniaturistas desenredar el jeroglfico. Guilln define la suya como poesa mulata, criolla, que, como tal, no lo ser con olvido del negro. Es en este prlogo donde el poeta lanza la expresin color cubano, que tanta resonancia habra de tener y tiene en la percepcin de nuestra identidad aunque, hay que decirlo, a veces separndose de la perspectiva guilleniana. Para Guilln el color no es esencial ni prioritariamente una cuestin racial, acaso porque en lo cubano se funden tan honda y solidariamente diversas etnias, diversas culturas, que colocar una de ellas por encima de las otras sera desconocer esa diversidad de ajiaco que sabrosamente define Ortiz, esa complejidad de jeroglfico que bien pronto est advirtiendo Nicols. Y las dos razas que en la isla salen a flor de agua, distantes en lo que se ve, se tienden un garfio submarino como esos puentes hondos que unen en secreto dos continentes. Por lo pronto, el espritu de Cuba es mestizo. Y del espritu a la piel nos vendr el color definitivo. Algn da se dir `color cubano. Estos poemas quieren adelantar ese da. No es extrao que Guilln abandone en este poemario, para no retomarla nunca ms, la escritura fontica, reproductora del habla del habanero popular que
os que participamos en el trabajo que da a da hace la Fundacin Nicols Guilln para ayudar a estudiar como se debe la rica obra del poeta, estamos conmemorando los 75 aos de Sngoro cosongo, que Guilln edit en 1931. Y claro que no hay mejor modo de conmemorar la edicin de un libro importante que, como todos los libros importantes es actual, sino contribuyendo a la reflexin sobre el mismo: ayudando a establecer cules son los valores que han hecho que ese libro viva hoy, esos que lo han convertido en una entidad perdurable. Los das 24 y 25 de octubre nos reunimos para dialogar sobre las que consideramos dos significaciones cruciales en ese libro: sus valores literarios y lo que significa en torno a los problemas raciales
en Cuba, en una situacin verdaderamente crtica en los momentos de la aparicin del poemario, pero que no han cesado de hacer pensar a los cubanos. Y donde pretendimos poner en claro el enfoque de Nicols Guilln sobre el importantsimo asunto. Alguna vez he escrito que Sngoro cosongo es el libro de los manifiestos del poeta. Nicols Guilln fue un intelectual reflexivo, aunque algunos lectores no muy profundos, fuera e incluso dentro de Cuba, lo entiendan nicamente como un poeta que llevaba en s la rica msica de su pas. Guilln ejerci explcitamente el pensamiento en sus numerosas crnicas, en sus artculos periodsticos, pero lo hizo igualmente en sus poemas. La funcin metatextual del poema, esa en la que este decide reflexionar sobre la poesa misma, no fue extraa
haba empleado en Motivos de son. Guilln entiende que la lengua espaola que l supo prestigiar y jerarquizar como el grandioso instrumento que es nos entregaba un medio que nos comunicaba con cientos de millones de seres humanos y colocaba al escritor de Cuba en posesin de un legtimo modo de expresin universal. Adems del Prlogo, La cancin del bong es otro manifiesto de Sngoro cosongo. Obsrvese que, en los primeros textos de la poesa negrista, sus autores escogen la rumba como el gnero musical emblemtico. Ramn Guirao titula Bailadora de rumba el primero de esos textos que se escribe en Cuba, que publica en 1928 en la Revista de Avance. Es curioso el ttulo, porque los versos que glosa el poema arriba Mara Antonia, alabao sea Dios no provienen de una
rumba, sino de un son que se titula Eres mi lira harmoniosa, de Guillermo Castillo, uno de los integrantes del Sexteto Habanero y que ese propio grupo, tutelar del auge del son en la dcada del 20, haba grabado tiempo atrs. Un ao despus, Jos Zacaras Tallet da a conocer su poema La rumba. Obviamente, tanto Guirao como Tallet eligen la rumba como un gnero ms negro. Aunque tambin es mestiza ah est su versificacin en versos octoslabos, de raigambre popular espaola, la rumba tiene una casi exclusiva apoyatura en la percusin. Es una mestiza casi negra. Guilln, quien es un mestizo a diferencia de los blancos Guirao y Tallet, va a elegir el son y va a apoyarse en esos dos pequeos tambores esenciales en la conformacin del ritmo del son, el ms puramente mulato de nuestros gneros musicales populares, para lanzar su declaracin de cubana: Aqu el que ms fino sea, responde, si llamo yo. Unos dicen: Ahora mismo, Otros dicen: All voy. Pero mi repique bronco, pero mi profunda voz, convoca al negro y al blanco que bailan al mismo son, cueripardos o almiprietos, ms de sangre que de sol pues quien por fuera no es noche, por dentro ya oscureci. Aqu el que ms fino sea, responde, si llamo yo. Llegada, el esplndido poema en verso libre que abre el poemario, es una pura declaracin de identidad. En el texto habla un nosotros que da la voz a unos hombres nuevos, no porque acabaran de
de ojos claros y piel nvea, no es la frecuente en estas tierras de la que Mart llam la Amrica mestiza. La mano de nieve, con apariencia de lirio desmayado, que el poeta romntico mexicano Luis Gonzaga Urbina haba cantado en un famoso Madrigal, es intencionadamente desplazada en los versos de Guilln por la de una mujer negra o mulata: De tus manos gotean las uas en manojo de diez uvas moradas. Piel, carne de tronco quemado, que cuando naufraga en el espejo, ahuma las algas tmidas del fondo. Claro que Nicols, que como gran poeta fue un declarado amante de la belleza en todas sus formas de existencia, no est negando la belleza blanca, sino reclamando tambin un sitio para la belleza de la mujer caribea, la que, como nadie, l supo exaltar en su poesa. De estas y otras cosas, hondamente abordadas en Sngoro cosongo, debatimos en la sala Rubn Martnez Villena de la Unin Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), ahora que ese libro esencial de la poesa de Cuba est conmemorando sus tres cuartos de siglo.
llegar, porque recin hubieran nacido, sino porque han descubierto quines son: Traemos los caimanes en el fango, y el arco que dispara nuestras ansias, y el cinturn del trpico y el espritu limpio. Traemos nuestros rasgos al perfil definitivo de Amrica. El poeta les est dando voz a los que jams pudieron hablar que, casualmente, somos nosotros mismos. La mujer va a ser objeto de un peculiar homenaje entre los originales manifiestos de Sngoro cosongo. Los textos poticos que ejemplificaban ese delicado poema de tema amoroso que es Madrigal, elogiaba un patrn de belleza sealadamente europeo. No se trata de rechazar ese hermoso biotipo que el arte occidental ha exaltado desde los cuadros de Sandro Boticcelli, pero obviamente esa mujer
El color no es esencial ni prioritariamente una cuestin racial, acaso porque en lo cubano se funden tan honda y solidariamente diversas etnias, diversas culturas que, colocar una de ellas por encima de las otras sera desconocer esa diversidad de ajiaco que sabrosamente define Ortiz, esa complejidad de jeroglfico que bien pronto est advirtiendo Nicols.
Guillermo Rodrguez Rivera: escritor, poeta y profesor universitario. Es autor, entre otros libros, de Tropologa y teora del conocimiento (ensayo), 1977.
Un viaje siempre entraa un cambio. Uno se apropia de otros momentos, de ajenas circunstancias y contamina con las suyas propias todo lo que resulta nuevo. Uno vive en un completo y mgico cambio. Nada es esttico. Por eso existen los libros y los lectores y los que escriben esos libros para que los lectores cambien, viajen a otros lares y se multipliquen tanto como puedan. Porque los espacios fueron concebidos para ser habitados, para abarrotarlos de sueos o de hombres que acaso es lo mismo, y la Naturaleza que lo concibe todo no entiende que haya hombres que no puedan encontrar esos espacios vacos. Yo encontr algunos de ellos. Es decir, di mi primer viaje. Es decir, me multipliqu y fui vasto, como la noche o los libros. Repito, el Hombre tiene la libertad de poblar todos los confines y de hacer sueos o hacer hombres. Yo sal del sueo para ser un Hombre. Emerg de esa ciudadela semioscura de mi propia realidad y quise buscar ms claridad, liberacin. Me obsesionan las libertades. Y fui libre. Acaso como quera la Naturaleza. Y fui testigo de la libertad de otros hombres. Me contamin de ellos. La magia ocurri en la segunda edicin de la Feria Internacional del Libro de Venezuela. Magia que agradezco. Magia que me acerc a los sueos de Teresa Melo, de Pedro de la Hoz, de Miguel Barnet. Compart sus pasos por el parque de Carabobo; me perd con sus respiraciones en el metro; me dej amilanar por la alegra de estar vivo y compartir con ellos ese jbilo que es la conciencia humana. Ellos compartieron conmigo, tambin, sus distintas y leales alegras. Los conoc de verdad. Los hice parte de mis sueos y en uno de esos sueos nos volvamos a ver montados en un iceberg o en el globo de Matas Prez, mi ancestro. As comprend cun largos eran los espacios que la naturaleza nos brindaba para la multiplicacin. Y que no solo eran espacios fsicos sino, adems, espirituales. Lo confirm con las clidas compaas de Mariann, Marit, Fanny. A cada una le dej algo de m. Cada una se llev un vasily renovado. Cada una, a su tiempo, me desconoci y me extraar mientras no volvamos a vernos. Tambin agradec las charlas animadas con Giordano Bruno, casi siempre encima del mnibus que nos llevaba al recinto ferial o en los opulentos desayunos, o en las noches antes de irse cada uno a sus respectivos o compartidos sueos; y las pocas pero inteligentes disecciones con Franco Mercurio. Pero no solo dej mi huella en los espacios. Los espacios, con sus voces propias, dejaron sus marcas en m. Y aqu estn, ahora, hechas palabras para que los lectores las prueben, las convoquen. Ojal crean en ellas, ojal las materialicen dentro de sus vidas. En Caracas, a las 3 y 15 de la madrugada, en una de esas tantas veladas sin dormirme, escuch
los primeros disparos en vivo que necesitaba para darme cuenta de lo poco que haba vivido dentro de mi reducido espacio. Agradec la fortaleza del vidrio que haca de ventana en mi habitacin y corr al bao, a guarecerme dentro del agua tibia, pensando en mis amigos, en las calles de mi ciudad, en el caf La Fontana donde tantas veces compartimos las palabras o las ideas, que tambin, acaso, es lo mismo. Y tem por Fanny, por Marit, que vivan all, entre aquellos temores que yo, en el espacio minsculo de mi vida en Cuba, en Ciego de vila, siento tan lejanos. Vi las campaas electorales tanto de Hugo Chvez como del inepto y aparatoso Rosales. Jams olvidar ese volante tan estpido: si no botas te quedars: ciego, sordo y mudo. Y otro que rezaba: si no botas te pasar esto: (y debajo una lmina de un hombre muerto en la calle). Era espantoso. Adems, en la televisin, los argumentos tan dbiles que usaba la oposicin. Dios mo, cmo se puede ser tan estpido, tan irreal, tan patafisico. El locutor, todo desparapetado, comienza a hablar sandeces de la revolucin de Chvez y la llama al margen de la constitucin porque no ha hecho cambios a la constitucin como debera hacer una verdadera revolucin. Adems de que el individuo no entenda una cosa elemental y lo achacaba a Chvez, deca: Si la revolucin apoya al pueblo, por qu el pueblo apoya a la revolucin? Vi, tambin, los primeros indigentes de verdad en mi vida. Y el ms triste de los limpiabotas y las ms hermosas mujeres del mundo. Dios mo. Pero no me entristeci ni me amilan. Ahond la amistad con Teresa y Pedro y Miguel Barnet, hablamos de Silvio, de Fidel, de nuestra realidad y hasta nos convocamos a rernos de todos los aristocrticos que desayunaban o cenaban en el restaurante. Barnet era el centro de nuestra mesa, con l nos dimos cuenta de que no importa cun alto estemos, si lo miramos todo con la misma cercana, con la misma ingenuidad. Tambin era la primera vez que iba a una Feria Internacional del Libro. Me deslumbraron los distintos espacios repletos de libros, de buena o mala literatura. Compart con Giordano o con Mariann, la imposibilidad de comprar algunos ttulos por lo encarecido de los precios. Incluso regateando, incluso poniendo cara de devocin o de muy interesado. En ms de una ocasin quise llevarme algn libro, pero no pude. No pude o no quise, en realidad. Ahora no importa. Era estimulante ver a los nios, a los jvenes, a todo el mundo, entrando a la feria, llevndose los libros que queran, participando de las lecturas o presentaciones o siendo partcipes de los distintos espacios para las presentaciones de escritores. Como si los escritores furamos animales de zoolgico, como si al leer nuestros textos, el pblico fuera a decidir quin es el ms digno de conmiseracin, o cul es el ms triste. Porque a la larga, el escritor escribe lo que sufre,
en la medida que ms se sufra, ms se escribir. Bienaventurada la angustia y los angustiados, de ellos ser el reino de la literatura. Fue mgico el momento en que se homenaje ese hermoso ejemplar de Biografa de un cimarrn, que cumpla sus cuarenta aos. Fue hermoso ver y or cantar a Barnet, desde su altura, de su humildad y cubana. Los venezolanos que pasaron por nuestros stands se iban convencidos de la cultura que irradibamos, de la identidad que somos. Porque Cuba es cada pedacito de nuestros cuerpos, de nuestros pensamientos. Cuba es el minsculo espacio de mi tristeza que me hace vivir cada maana, y el aire que, en tierra extraa, respiramos dualmente. Cuba es la manera de hablar que tenemos los cubanos, la forma de mirar un objeto o a un nio o a un rbol. Cuba es la posibilidad de sentirse orgulloso o superior, de dar las gracias por todo o por casi nada. Cuba es orgullo que es decir nosotros. Que es decir nosotros mismos. Nadie escapa de la identidad cubana. Hasta nuestros colores se contagian. Aquel que nos conoce termina pensando como nosotros y hasta divirtindose de todas las desgracias del mundo porque se sabe autosuficiente como para ponerles remedio. Ser cubano es ser curandero, porque sabemos que podemos remediar casi todos los males de la sociedad. Y eso es orgullo, tambin. Porque cuando caminaba por las calles de Caracas y un nio vena a venderme un peridico, yo vea en ese nio las venturas de nuestros nios, y vea a mi sobrino a esa edad, en su escuela, soando con un nuevo avioncito o suspirando por los mue que an no empezaban. Pero tambin vea las cosas tristes que, necesariamente, viv. Y con todo eso me entristeca, pero sabiendo que Teresa estaba al alcance de la mano, o Barnet o Pedro, para hacerme ver que los golpes ensean, que es bueno enfrentarse a las cosas ms duras, como quera Sneca, para entender que la vida es una perpetuidad de espacios, de sueos y de hombres, de sonrisas o desgracias, de libertades o sufrimientos. Y que los individuos, en ella, se hacan ms fuertes. No s si vuelva a ver a Venezuela, no s si Fanny o Marit volvern a tenerme; no s si una vez ms vea a Chvez tan cerca de m como para tocarlo y sentir ese otro espacio tan vasto que ciega o domina; no s si los amigos nuevos se acuerdan, por fin, de m o de Buda, pero yo me llevo todas esas cosas a lo ms profundo de la tierra, o a lo ms alto. Nada ser suficiente para que los olvide. Multiplicndose cada da, esas vivencias llegarn a poblar todo mi espacio, todo el espacio del mundo y entonces no habr otra solucin que crear nuevos espacios, nuevos mundos, para seguir recordando. Porque soy cubano, que es igual a decir recuerdo, que es igual a decir Cuba. Porque soy Cuba.
Vasily Mendoza Prez: narrador y diseador. Entre sus obras: La arena que nos visti (2001), Premio de Novela Emilio Ballagas, y Salida clandestina, Premio Eliseo Diego 2006.
Aymara Aymerich
ebo dirigirme a un auditorio, hecho que siempre me incomoda. Debo disertar sobre cierta promocin de jvenes poetas insulares de la cual, sin duda, formo parte: Presentarla como un animalito vivo y rozagante; establecer en su interior, y de cara a los escuchas, alguna feliz categora que la vuelva, justamente, presentable; formular una suerte de posologa conveniente para sus consumidores potenciales. O sea, debo proceder de forma tal que un conjunto de muchachos nacidos en Cuba, a partir de los 70, parezca una promocin, literaria, como es obvio. Esto me resulta complejo e inquietante porque es, cuando menos, peligroso para m. Ocupar de manera simultnea el estrado y el banquillo es, incuestionablemente, una variante del peligro; me ubica en una posicin muy delicada y confiere un carcter sospechoso a la totalidad de mi discurso. Solo puedo, entonces, entregarme a la buena voluntad del auditorio, apelar a su paciencia, y especular descartando la soberbia, si ello es posible, desde la humildad. De igual modo, me exijo aventurar ideas de las cuales no quiera arrepentirme en el futuro. Mi estatus, por lo tanto, contina siendo impeorable. Todo me sita en desventaja, y tal postura siempre me apabulla. Pero, afortunadamente, el sentido del deber jams goz de nitidez entre poetas, ms bien, ha sido impopular. As, puedo proyectar mi propia ordenacin del universo de las formas menos ortodoxas; hasta permitirme algn capricho, y solo hablar de mis amigos, los que escriben, y quiz algo de m. La generalidad de los poetas somos bastante caprichosos. Un punto de partida irrefutable es que en los 80 ramos pequeos. Nuestra infancia, como muchas, fue la ms hermosa y divertida, transcurri en un pas recin institucionalizado, donde todo era factible, incluido el hombre nuevo. Tuvimos juegos cndidos y juguetes racionados, pero la magia cotidiana era innegable. Fuimos, ms que infantes retozones, pioneros responsables, pues en Cuba no se es nio y ya, se es tambin pionero hasta la temprana adolescencia. Aspirbamos a ser solidarios y vanguardias, autocrticos y crticos, abanderados del 2000, caballeritos proletarios Asistamos limpios y puntuales al matutino de la escuela. En las aulas aprendimos Matemtica, Espaol, Ciencias Naturales, Historia o Geografa, por ejemplo; ms asignaturas con nombres y conceptos asombrosos como Vida Poltica de mi Patria, Trabajo Socialmente til o Idioma Ruso, que contribuan a forjarnos. Vimos, adems, a los padres partir hacia la guerra en frica, hacia Miami en yates, o quedarse en la Isla ufanamente construyendo el socialismo. Mas nosotros, a la vuelta de unos aos, seramos casi el Che Guevara. Esas, entre otras tantas cosas, las recuerdo y nos definen, generacionalmente hablando, como mismo aquellas paoletas que
lucamos con nuestros uniformes pioneriles y los dibujos animados rusos, cada da, a las seis en punto de la tarde. Crecimos en un pas atpico, l.q.q.d., lleno de circunstancias especiales, donde a cada instante se viva un momento histrico, crucial para el maana. De una parte, un gran imperio paternal nos amaba y protega; de la otra, un gran imperio hostil nos bloqueaba y agreda. Los soviets y los yanquis. Un esquema contra otro, viceversa. Y nuestra Patria, enrgica, contemplndonos orgullosa, en el epicentro de aquella colosal tensin, distribuyendo salud y enseanza gratuitas, rectificando errores y tendencias negativas, hacindonos felices Creo que esas gruesas pinceladas ilustran, representan el escenario donde tuvo lugar nuestra niez; aunque justo es admitir que, por razones evidentes, omito una multiplicidad incalculable de trazos y matices. Algo, no obstante, colaps por el camino. Digo yo que el muro de Berln, la URSS y la integridad del campo socialista cuando despedamos los 80. Y mi Isla, la mayor de las Antillas, qued sola. Inamovible, y sincrnicamente, a la deriva. Llegaron los 90 y con ellos sobrevino la mordaz adolescencia. Nosotros y toda la nacin unidos en el arduo proceso de los cambios, adoleciendo. La de los 90, ciertamente, fue una historia diferente. No voy a resumirla; no puedo por mucho que quisiera. O, mejor, desde la franqueza ms lozana: no me gustara, por mucho que quisiera. Solo acoto que, para m, fue una dcada larga y extenuante, donde cada ao semej casi una dcada en s mismo. Imagino que en algn momento puntual de ese perodo, nos lleg tambin la poesa o el deseo vehemente de escribirla. Y eso hicimos, cada cual desde su flanco. Ahora me pregunto si la crisis con su natural dosis de escepticismo y desconcierto, deton una espiritualidad endmica en nosotros, atendiendo a que los primeros textos publicados de mi promocin la excluyen por completo; son casi forneos, en cuanto ignoran la praxis angustiante que padeca el pas. La angustia, sin embargo, s poda constatarse en aquellos poemas como evento individual. Cada uno de nosotros fue capaz de deslindar la suya, de otorgarle rostro, articularla, y propagarla luego en los papeles. Algunos, como yo, la llevaron hasta el paroxismo. As, los versos primigenios estn colmados de obsesiones no muy alentadoras. En ellos hay miedo y muerte, hay luz asomada por momentos, por rendijas, hay oscuridad que precisa transgredirse cuanto antes, por lo tanto, hay estertores, golpes, lloros, avalanchas, fugas, ofensas, mutaciones y sangre fluyendo hacia dismiles destinos. Plasma temperamental o contemplativo, marginal o conspicuo, sano o ptrido, pero libre en su hermetismo, bajo cualquier cualidad. Mucho ms que dejarme sorprender por la invasin de un elemento tan fuerte,
como lo es la sangre, tiendo de prpura la habitual imagen nvea de la libertad, prefiero impresionarme por la solemnidad con que parece haber sido escrita nuestra obra inicial. Creo que pocas veces hemos asumido el ejercicio de la poesa como un divertimento. Independiente a la hechura de los textos y al pulso de sus autores en aquella poca, se advierte en los poetas cierta formalidad o compromiso ante la aproximacin del acto potico. Y digo formalidad, compromiso, sin que ello implique el acatamiento de normas protocolares estriles. Ms bien y si se me permiten abstracciones, con tal comportamiento pretendamos simpatizarle a la escritura, mostrarnos galantes para ella; seducirla, ya que su conquista figura ser mucho ms difcil. Eso procurbamos, pienso yo: que la creacin nos distinguiera y que optase por nosotros, que confiara atrevidamente y accediera presta a nuestras cuantiosas demandas. Solo eso: una relacin brillante y sempiterna con las letras, una hermosa compaa pertinaz que en algo compensara nuestra angustia. Es curiosa esta especie de respeto ante el oficio, pues discuerda con otros modales, sutilmente heterodoxos, que solemos manejar mis congneres y yo con mayor o menor fortuna. Me reservo los detalles al respecto. Si existiera entre nosotros alguna cepa de malditos, ser importante que alguien ms calificado la descubra en el futuro. Por ende, solo expongo aqu un rasgo distintivo maldito, segn el dictamen de inspirados crticos, o quiz un recurso necesario, o ambos, que ya es cmodamente perceptible entre nosotros: no somos una promocin fundacional. Nada, excepto algn que otro licor, nos nuclea como grupo. No ambicionamos roles protagnicos, escenarios exclusivos, lunetas estratgicas. Jams nos deslumbr matricular en los gimnasios literarios precedentes. No nos influyen estilos o tendencias homogneamente. Nunca hemos insinuado una plataforma ideoesttica, de manera colectiva, que nos valga de soporte. Ni tendremos, supongo, nuestro manifiesto literario, nuestra revista cultural, nuestro evento polmico, nuestro epistolario lrico, nuestro escndalo Tampoco nos afecta o interesa demasiado, pues nicamente rastreamos la voz propia y por asirla seramos capaces de ignorar cualquier conglomerado. Decididamente somos holgazanes para la convivencia literaria. La conducta social, el lobby, que tipifica al escritor como se comprende hasta hoy creo que provoca en nosotros cierta suspicacia, y a ratos, apata. Ser educado o no, pero casi puedo asegurar que es la realidad. Tal parece, a estas alturas, que de ningn modo estaremos ordenados para ser una promocin muy aportadora, que el debate sociocultural del pas o su comunidad intelectual no debe esperar mucho de nosotros, ni siquiera esperar mucho por nosotros.
Deben existir cientos de causas que expliquen tal fenmeno, extraliterarias sobre todo, cercanas a la sociologa. Somos poetas todava jvenes muy semejantes a esta poca cubana, con un alto sentido de pertenencia generacional. Hemos gozado a la vez, y desprejuiciadamente, con Herman Hesse y los Van Van, con El Anticristo y La Edad de Oro, con Sovietsportfilm y Disney, con Brodsky y Les Luthiers, con la semitica y el domin, incluso, sabemos tolerar el reggaeton. La poesa, como mencion, est caramente vinculada con la angustia, por eso al encontrarnos preferimos disfrutar, invitarnos a un caf o a unas libaciones, lucir nuestro excelente humor; pero no apostar jams por la nocin de que la vida es literatura. Declinamos lo social discretamente, es decir, los compromisos puntuales, las referencias constantes, la etiqueta Somos inconstantes para las actividades culturales: aparecemos con cierta intermitencia en ellas y no permanecemos demasiado rato en un lugar o estado. No dudo, entonces, que podamos parecer justamente lo contrario a lo que han esperado de nosotros los mayores; o lo que implica ms, a veces actuamos como si quisiramos demostrarlo fehacientemente. Quiz solo padecemos esa cuasi malcriadez tpica de los bardos finiseculares, acrecentada en nuestro caso por la eventualidad de ser finimilenares. Algn sector atento de la crtica nos ha catalogado de autistas y de epgonos, en cambio, no hemos reaccionado, al menos de manera pblica. Yo, advierto lo siguiente: no existe preocupacin en nosotros por criterios que, aunque resultasen atinados, definitivamente son mutables y precoces. En tal sentido, pienso que nos complace ms la ley darwiniana de la seleccin natural. Ya el tiempo har, con la eficacia acostumbrada, su trabajo. Mientras, no solicitamos ser catalogados como algo. Todo lo que he dicho puede describir, apretadamente, a nuestra promocin. Yo he tratado de atenuar lo ms posible el margen de error que conlleva un experimento de esta naturaleza. Nuestra intencin no es descubrir zonas ultranovedosas en el quehacer potico, sino hacernos rodear del verso y los amigos con familiaridad. Y autnticos, francos, rigurosos, s somos, y bastante, con nuestra creacin. Este simulacro de desgobierno que se aprecia, esta urgencia por lo individual e independiente, solo pudiera comprenderse como acciones primerizas emprendidas por nosotros para armar cierto sendero con una orientacin nfima hacia un paraje agradecido, benevolente, y humano, demasiado humano.
Aymara Aymerich: poeta y narradora. Ha publicado In tero (poesa, 2000); Deseos lquidos (cuento, 2000) y Cuerpo sobre cuerpo (poesa, 2000). Ha obtenido adems el Premio Calendario 1998 en Cuento, y en Poesa los premios David, 1999, y Nosside Caribe, 2001, entre otros.
Chanca, cuando un desconocido preguntaba por las seas de algn vecino, su interlocutor responda sa muerto, por si el intruso resultaba ser un pasma o agente de la Brigada Poltico-Social. En el caso de las corrientes migratorias en el mbito de una lengua dada, la adopcin de esta por la comunidad recin llegada se acompaa de ordinario con fenmenos de hibridacin y reacciones identitarias. Sastre analiza el fenmeno dentro y fuera de Espaa, y sus observaciones se ajustan al mundo globalizado de hoy: la inversin silbica del verlan ( lenvers) empleada por los beurs (rabes) es un buen ejemplo de ello. En trminos ms generales, su preocupacin por la preservacin de la diversidad lingstica del planeta en un universo audiovisual que tiende a la uniformidad, abunda en el sentido de la que indujo a la UNESCO a discutir, pasar por el cedazo y aprobar en 1999 el nuevo concepto de Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad: de las tres mil y pico de lenguas y dialectos censados, estn a punto de extinguirse ms de un centenar. Referencias propias En este Inslito viaje a algunos mundos adyacentes. Papeles escritos por el bachiller Alfonso Sastre, natural de Madrid, titulado y compuesto conforme al esquema narrativo, digresiones incluidas, de nuestros clsicos, no poda faltar la referencia al propio autor, inscrito a la fuerza durante el franquismo en los cursos de la Universidad Carcelaria de Carabanchel. Tras examinar con la doble experiencia que procuran la vida y los libros la expulsin a los mrgenes de zngaros, quinquis, mendigos, traperos, feriantes de todos los parsitos del cuerpo social sano, los portadores dolientes de mierda, rodeados de asco, hermanos mos, Sastre Miguel Barnet nos invita a reflexionar sobre su peculiar situacin. La marginacin como operacin escribe se produce en trminos administrativos o estatales (censura), por el mundillo crticoartstico (ostracismo), con lo que el efecto social y final es la muerte civil del escritor radical, o sea, subversivo para los valores del Estado y para los intereses de las mafias intelectuales (agrupadas, aado yo, en torno a las administraciones autonmicas o municipales, partidos polticos y empresas editoriales). Si escribir en Madrid era llorar en tiempos de Larra, qu ser hoy, me pregunto con Sastre, hacerlo en Ourense, Murcia o Ciudad Real, sin cpula protectora alguna, en el desamparo del anonimato total? Las razones del ninguneo de nuestro dramaturgo y ensayista son obvias, y aunque no comparto de ningn modo su postura respecto del problema vasco, me parecen indignas de una institucin literaria que no ha cambiado mucho, en sus fobias y amiguismos, desde la muerte de Franco. Con un humor crudo, en los antpodas del de Mihura y el de Fernndez-Flrez exaltados an por algunos miembros del gremio, el autor de estos Papeles... escribe: Mientras no se descubra el cuerpo del seor Sastre, queda en pie la posibilidad de que no haya muerto, el abrupto deseo de que lo dejen en paz el da en el que fallezca de verdad. La autoirrisin no quita la amargura, y el silencio de lustros sobre un libro tan rico en reflexiones y sugerencias revela una vez ms la discontinuidad de la vida cultural y espaola documentada por Amrico Castro y Lloris: su estrechez de miras, endogamia e incapacidad de asumir la variedad de su propio contenido en razn de la extraeza o repudio que suscitan lo tildado de algeno o anormal. Publicado en el Suplemento Babelia.
Tras muchos aos de marginacin, Babelia ofrece espacio a la obra de Alfonso Sastre, una de las voces ms brillantes de la dramaturgia espaola contempornea. Trado a colacin por Juan Goytisolo, ha entrado en El Pas un libro de Sastre que habla, tamaa irona, sobre los marginados en el mbito del lenguaje y sus estrategias discursivas.
Juan Goytisolo
no de los liberales espaoles exiliados en Inglaterra tras el retorno del absolutismo y la Inquisicin por obra y gracia de Fernando VII y los Cien Mil Hijos de San Luis, defina la situacin del escritor en la Pennsula en los siguientes trminos: Espaa podra designarse como el paraso de los desaparecidos, el limbo de los que an no han nacido, y el purgatorio de los vivos. La frase, aunque ingeniosa, peca no obstante de inexactitud: no todos los desaparecidos van al paraso ni todos los vivos al purgatorio. Grandes escritores permanecen durante siglos entre las almas en pena. Tal fue la suerte de Delicado y de Blanco White, y muchos, muchsimos vivos no sufren purgatorio alguno, antes bien escalan con destreza y a fuerza de codos a los peldaos ms altos: el sptimo cielo de la Institucin Literaria. Los ejemplos de lo ltimo estn a la vista de todos y no me demorar en probarlo. Pero la observacin de Gorostiza en el New Monthly Magazine en 1824 refleja, sin embargo, la situacin de un buen puado de escritores de ayer y de hoy que por razones diferentes: incorreccin poltica, alejamiento de los centros de poder estatal, autonmico o empresarial, etctera, padecen, independientemente del valor de sus propuestas literarias o artsticas, una forma de ostracismo que equivale a una muerte civil. En 1980, y han transcurrido desde entonces veintisis aos!, despus de autorretratarse como lumpen (harapo, en alemn), dejado de la mano de Dios y ms que nada de los hombres, deca Alfonso Sastre: No se recuerda de alguien que haya ledo un libro de un servidor en los ltimos tiempos; y a la publicacin de cada uno sigue siempre un mortal silencio. Silencio en verdad asombroso si se tiene en cuenta la enjundia y aliciente de una obra como la que hoy comento: Lumpen, marginacin y jerigonza, cuyo subttulo, Inslito viaje a algunos mundos adyacentes. Papeles escritos por el bachiller Alfonso Sastre, natural de Madrid, nos da la clave de su planteamiento, ms custico que irnico: el de quien, por asimilarse a la escoria social, dispone de la libertad del que no tiene ya nada que perder. Buen lector como soy, he disfrutado de la lectura y relectura de este tratado, difcilmente clasificable, sobre las estrategias defensivas y astucias creativas de los marginados por la sociedad: presos, drogadictos, delincuentes, vagabundos, mendigos (que hoy los nios bien apalean y queman vivos para grabar la escena en sus telefonitos), sin olvidar a los quinquis y gitanos (que trabajen como Dios manda, joder!) ni, en pocas an cercanas, a los charnegos, metecos, maquetos, extremeos, coreanos, murcianos y dems gentes de mal vivir, cuyas distintas variantes idiomticas examina el autor con agudeza y minuciosidad. Su estudio lexicogrfico, semntico y semiolgico del hampa no la poltica, literaria y artstica de la que hablaba Baroja en su juventud abarca no solo la germana peninsular desde los tiempos de Alemn y Cervantes cuando los condenados a galeras y los pensionistas de la crcel sevillana eran una almciga de inventores de sinnimos ocultativos, tema abordado recientemente por otro proscrito, Ricardo Bada hasta la dictadura franquista, sino tambin el argot francs, mexicano, cubano, brasileo, lunfardo: un vasto muestrario de habla jergal, con sus registros coloquiales y alteraciones silbicas, propios de la guerrilla idiomtica de la que algunos polticos como Nicolas Sarkozy denominan chusma, esto es, basura humana. Las referencias a Villon, Vctor Hugo (para quien el argot, del que no obstante se serva, era abyecto), Balzac, Eugne Sue, Baroja y otros escritores de menor fuste se entreveran con estudios consagrados a la jerigonza carcelaria, como los de Juan Hidalgo y del mdico y criminalista Rafael Salillas. Transgresin del lenguaje La obra de este marca en efecto un hito en el estudio de la lengua de la carne de can de la que se nutren las crceles. El disimulo, escribe, es el verdadero inspirador de la jerga, la cual se configura como un cdigo de claves secretas y, por consiguiente, cambiantes. Para ello, se sirve de onomatopeyas, trueques, inversiones semnticas, metonimias, metforas, en una continua dinmica de escamoteo e invencin. As,
para el monipodio sevillano contemporneo de Cervantes, blanco era necio o torpe; negro, astuto y hbil; honrado, bandolero o salteador... El denominador comn de tales permutas cifra en la transgresin del lenguaje establecido. En corto: es la expresin del hombre y mujer desterritorializados, barridos a escobazos a los mrgenes irreciclables de la escoria por el poder y la administracin. El perpetuum mobile del cal, como nos recuerda Sastre, suele alimentar tambin, lejos de sus orgenes, el habla informe de ciertos grupos en funcin de su edad o profesin, como la de los jvenes al da, ayer jipis y hoy hip-hop. Guiri, guardia civil antao, es actualmente extranjero; bocata, hambre en la jerga de prisiones, ha pasado a ser sinnimo de bocadillo o sandwich. Dicho reciclaje del habla de los tenidos por irrecuperables manifiesta la vitalidad de unas formas comunicativas que, ajenas a toda nocin de pureza castiza, esquivan la norma en la que se funda el llamado orden social. Uno de los apartados ms aguijadores del libro ninguneado de Alfonso Sastre es el referente al nexo entre germana y cal gitano, que hoy llamaramos roman. En los siglos XVI y XVII el ltimo era desconocido en los medios carcelarios y se introdujo paulatinamente en ellos en virtud del acoso oficial a gitanos y caldereros el autor reproduce las monstruosas leyes y pragmticas de nuestros monarcas as como los anatemas contundentes de nuestros siempre benignos eclesisticos, acoso que se tradujo en la sedentarizacin formada de muchos roms, paralelamente a la dispersin de los rufianes y cuatreros, cuya habla se agitan. El lxico analizado por Sastre que retoma y moderniza los de Hidalgo y Salillas permite captar al lector su camaleonismo, siempre extramuros del lenguaje correcto. La naturaleza proteica del cal o cheli carece de reglas y nuestro autor apunta con razn a su poder contaminador, como en el caso de la jerga aflamencada de Andaluca y su imitacin postiza por literatos de segunda fila y poetas que no pasan de tonadilleros. Garca Lorca es, aunque no siempre, la solitaria excepcin. Arma de defensa no solo del delincuente, sino tambin de quien no espera nada bueno de la administracin ni de la gente de bien: tal es el principio seminal del cal. Recuerdo que en el barrio almeriense de la
Beln Gopeg ui
ijo en una ocasin Oscar Wilde y se ha citado con frecuencia: Todo arte es bastante intil. Hace solo unos das Paul Auster lo recordaba en Oviedo, al recibir el premio Prncipe de Asturias, si bien Auster privaba a la frase del bastantey deca solo el arte es intil. Despus de leer su discurso pens: suena bonito lo de la inutilidad, pero hay que podrsela permitir. O, si no, hay que pensar que la realidad, la que tenemos, no da escalofros; hay que echar un vistazo a lo que nos rodea y decidir qu es ms o menos lo normal: esta mezcla de cines, barrios masacrados, ascensores, opresin, cerveza helada, terror en el trabajo, paseos, agotamiento de los recursos, bueno, todo eso sera ms o menos lo normal. Una vez decidido, es sencillo afirmar, cito, que el valor del arte reside en su misma inutilidad y a continuacin preguntarse, como hizo Auster, como han hecho miles de artistas: Pero qu tiene de malo la inutilidad?. Digo esto sin apenas irona. A m tambin me gusta hablar del encanto de lo intil. Aunque pienso que si un hombre se est ahogando y ve pasar cerca a varios msicos de los cuales ninguno se tira al agua ni le arroja una cuerda o un trozo de madera, sino que entre todos se ponen a tocar para l un cuarteto maravillosamente intil, pienso que a ese hombre no le cabra ninguna duda acerca de qu es lo que tiene de malo la inutilidad. La cuestin es que el mundo no se est ahogando todo el rato. En cierto modo s, en cierto modo sabemos que ahora mismo la cantidad de sufrimiento evitable que hay en el mundo es muy superior a la cantidad de cualquier otra cosa, hay ms sufrimiento evitable que petrleo, ms que cerveza helada y ms, seguramente, que agua de mar. Sin embargo, ocurre que la vida
de las personas, la nuestra, es limitada y sucesiva y necesita pausas. Nadie puede dejar de dormir, y tampoco nadie puede estar continuamente achicando el sufrimiento evitable. As que paseamos, bebemos cerveza helada y, un buen da, leemos una novela o escuchamos una cancin de amor, solo de amor, y necesitamos esa cancin. Entonces, qu podemos hacer quienes pensamos que la realidad da escalofros y que es preciso revolucionarla, y pensamos que la inutilidad es un lujo? A primera vista parece que estaramos condenados, y condenadas, a que nos conviertan en aguafiestas: mira, con lo bonito que haba sido ese discurso ahora vienen a recordarme que ni siquiera puedo cantar una intil cancin de amor. Pero eso es una trampa. Porque sabemos que la vida es sucesiva, y cada noche se duerme. Y sabemos que debe haber un espacio para lo intil, si bien preferimos ajustarnos a la precisin de Wilde: lo bastante, pero no del todo intil, pues algunas canciones de amor acompaan y hacen la vida ms llevadera. Sabemos que debe haber un espacio para lo que no es siempre y por completo revolucionario. Simplemente, pensamos tambin que ese espacio no debe ser inmenso. No mientras la realidad siga dndonos escalofros. Y como no debe ser inmenso pensamos, por ejemplo, que entre las ms de 200 pginas de una novela puede, y a veces es muy conveniente que haya sitio para otras cosas adems de la inutilidad. As como tambin pensamos que, a menudo, la inutilidad ha sido un mero pretexto para que el artista diga a los dueos del orden imperante lo que estos quieren or y lo que a estos les interesa que oigan los dems, pero esa es otra historia.
Hoy no quiero hablar de la batalla artstica, sino solo del campo donde tiene lugar. Como es sabido, en los enfrentamientos suele obtener la victoria aquel que elige el campo de batalla. Y aunque la mayora de las veces suele poder elegirlo el ejrcito ms poderoso, en otras ocasiones las guerrillas, o los ejrcitos ms dbiles, han logrado esquivar la atraccin del campo de batalla que propona el enemigo y llevarle al suyo. En la pequea batalla de la creacin artstica podra hacerse lo mismo, como deca, con el concepto de arte intil: durante mucho tiempo ha parecido que nuestras nicas opciones eran: o bien reivindicar un arte constantemente til o bien aceptar su plena inutilidad y renunciar, por tanto, a la capacidad del arte para sembrar conciencias. Propongo en cambio que dejemos de luchar en su terreno y vayamos a un espacio donde todo, o casi todo, sea posible. Que no nos hagan renunciar a la mitad del cuadrado por ellos elegida; seremos nosotros y nosotras quienes digamos si es la mitad o un cuarto o quiz todo el cuadrado lo que nos importa. Hace unos das en un artculo de prensa se criticaba a un libro porque incurra en los tpicos de la correccin poltica, por ejemplo, cito: los fascistas son muy malos y los pobres sufren mucho. Comprendo el canon esttico de donde procede la crtica, en cierto modo lo comparto, creo que los tpicos suelen dar lugar a una imaginacin reblandecida y creo que las simplificaciones y el maniquesmo en poco o nada ayudan a comprender el mundo. Sin embargo, observo la evolucin de la literatura y veo que el miedo a contrariar ese canon esttico est dando lugar a productos patticos. Ha de hablarse acaso, para no incurrir en el tpico, de que el fascismo no es tan malo? Ha de idealizarse la pobreza diciendo que hace a quien la padece sabio, alegre, simptico, y le otorga mayor potencia sexual? Porque lo cierto es que esto ocurre con frecuencia. Soldados de Salamina lo ilustra bien, pero hay multitud de ejemplos. Y cuando esto ocurre, tiene, como sabemos, menor castigo que lo anterior en la esttica, y por tanto, la ideologa dominantes. De tal manera que autores de izquierdas, o revolucionarios, o simplemente crticos, terminan contradiciendo lo que sus ojos ven por miedo a incurrir en el tpico. Por un miedo legtimo a no incurrir en la ramplonera y en lo pueril y por un miedo, no tan legtimo, a contrariar a los dueos del orden, terminan disculpando el fascismo o mitificando el sexo y la alegra del pobre tal como hacan, y tal vez hacen an, amplios sectores de la Iglesia Catlica. O bien directamente se escapan, abandonan la posibilidad de tratar ciertos temas en la literatura y se enclaustran en lo extico, lo visceral, lo exclusivamente familiar, cualquier cosa que est lejos de la dialctica poltica. Pero es posible, y si no tendremos que luchar para que lo sea, ser justo sin ser maniqueo, ser complejo sin ser cobarde, ser apasionado sin ser pueril. Dijo tambin Paul Auster: La novela es una colaboracin a partes iguales entre el escritor y el lector, y constituye el nico lugar del mundo donde dos extraos pueden encontrarse en condiciones de absoluta intimidad. La novela revolucionaria, en cambio, no puede permitirse hablar nicamente a la intimidad del individuo aislado, y habla tambin al individuo en tanto miembro de una colectividad siquiera potencialmente revolucionaria. Pero es que tampoco la novela instalada o convencional se dirige solo al individuo aislado. Cada lector ntimo y aislado lee la misma novela que muchos otros lectores, hecho que trae consigo el sentido de pertenencia a la comunidad lectora de esa novela y otorga al arte cierta capacidad de cohesin. De manera que una vez ms, y para terminar, se trata de no aceptar la dicotoma. La creacin revolucionaria, igual que, lo quiera o no, la creacin instalada y convencional, se dirige al individuo como individuo y al mismo tiempo se dirige al individuo como miembro de una comunidad. Lo que ocurre es que, en el primer caso, se trata de una comunidad conforme con su propio destino, mientras que en el segundo se trata de dos cosas al mismo tiempo: una comunidad conforme con los paseos o la cerveza helada, pero inconforme, y a veces en conflicto, con la opresin y el miedo.
* Intervencin en el II Seminario Internacional por el Progreso del Mundo: La Humanidad frente al Imperialismo.
Beln Gopegui: escritora espaola. En el 2005, la editorial Arte y Literatura public su novela El lado fro de la almohada.
con E n t r e v is t a ez Fernando B
En el mes de abril de 2003 comenz el llamado ao cero para Iraq. Miles de libros y obras de un valor inimaginable, entre las que se encontraban tablillas con las primeras muestras de escritura de la humanidad, fueron destruidas o robadas bajo la vigilancia de la fuerza ocupante en el conflicto armado. El paradero de las sobrevivientes es todava un misterio. El intelectual venezolano Fernando Bez, dedicado al estudio de la destruccin cultural y considerado por el Courrier International como uno de los escritores ms influyentes del ao 2004, form parte de una comisin internacional de acadmicos para investigar la catstrofe a la que se sometan las bibliotecas y archivos iraques. Se convirti as en uno de los pocos testigos que presenci la magnitud del desastre y pudo salir con vida bajo las balas invisibles de la posguerra, testimonio plasmado en su libro La destruccin cultural de Iraq. Ms tarde sera declarado persona non grata por el Gobierno de los EE.UU. El admirable relato de sus vivencias avizora pronsticos funestos para el futuro, un viaje donde la culpa de tales crmenes tendr nombres propios, pero para entonces, se habr perdido todo lo que debi ser salvado.
No creo que EE.UU. haya contribuido a establecer algo positivo en Iraq. Han sido tantos los errores cometidos que el desastre actual nos permite hablar de un memoricidio sin precedentes. Acaso lo ocurrido en Bosnia, donde los serbios pretendieron borrar la cultura musulmana, podra aproximarse como ejemplo contemporneo, pero aun as hay indicios de que estamos en presencia de una crisis cultural atroz, indita, donde las expresiones populares son ms censuradas que nunca. La unidad se ha resquebrajado, hay una situacin de guerra civil de baja intensidad, y esto podra entenderse a partir de la poltica de destruccin inicial que afect a la memoria histrica de todo el pas y en consecuencia a su identidad. Saddam Hussein contribuy considerablemente con los museos y bibliotecas nacionales; sin embargo, haba que pertenecer a su partido, el Baaz, para ser intelectual o artista. Cmo catalogara usted los aportes del ex Presidente a la cultura iraqu? Habra que precisar algunos elementos. Por una parte, debo decir que el Baaz fue fundado en 1944 por tres intelectuales sirios (Michel Aflaq, Salah al-Din al-Bitar y Zaki al-Arsuzi) con una concepcin panarabista que revitalizaba la integracin de los pueblos rabes, y una fundamentacin donde estaban presentes el Islam, el cristianismo y hasta el socialismo. Esto es loable, pero desde 1968 el baazismo tom una direccin diferente en Iraq, en el sentido
de que el ascenso de Saddam Hussein provoc serias desviaciones a la doctrina inicial y el movimiento fue puesto al servicio de un proyecto personal y no nacional. Hubo abusos serios, y Hussein cometi el error de otorgar poder a parientes suyos que aprovecharon esta situacin para el control poltico de estructuras culturales con consecuencias lamentables. No obstante, y a pesar de estos hechos, el mismo Hussein fue proactivo en el rea cultural, su aporte fue muy importante para la edificacin e instalacin de instituciones, y con todos los errores cometidos fue el lder que ms contribuy a rescatar ese rol que tuvo el califato de Bagdad en cuanto a la investigacin y la creacin. Esto supone una paradoja, pero es la simple verdad. Hussein utiliz la cultura como un instrumento poltico. Cuando comenzaron los saqueos en las bibliotecas y museos, las personas destruan todo a su paso para borrar el smbolo del ex Presidente o existan otros motivos? Das antes de la toma de Bagdad, en marzo de 2003, se lanzaban folletos en lengua rabe desde aviones de EE.UU. con mensajes que incitaban a la poblacin iraqu a destruir los smbolos del rgimen de Hussein, y es obvio que ciertos grupos, bien identificados, atacaron los museos y bibliotecas bajo esta orientacin de odio. Pero debo destacar que no fueron grandes masas, sino grupos pequeos, que saban lo que estaban haciendo.
Otro detalle interesante es que soldados de EE.UU. alentaron el saqueo del Museo Arqueolgico de Bagdad con frases como: Vamos, Al Bab, adelante porque no les importaba el contenido del lugar. Esto, sin duda, fue un detonante para que esos grupos se sintieran apoyados en su actividad criminal. En cuanto a Hussein, creo que es una sombra muy pesada para el gobierno tutelado que rige hoy Iraq y, segn he escuchado, hay presiones terribles para que el juicio concluya y se le ejecute, porque se cree que esto va a calmar la situacin de violencia que se vive. Aunque los hechos evidencian que el patrimonio iraqu ha sido casi completamente destruido en esta guerra, una de sus fuentes en el libro asevera que desde hace decenas de siglos Iraq sufre expolio y destruccin cultural impunemente. Cul es su posicin personal al respecto? Fjese que ya en 1258 las tropas de Hulagu Khan entraron en Bagdad y arrasaron con su cultura. Arrojaron al Tigris los manuscritos que haban producido sus notables pensadores, y las crnicas advierten que el ro se manch de negro. La llamada Compaa de Indias, que se cre en 1599, desde el siglo XVII instal agentes que contribuyeron con el trfico de bienes culturales en Basora. El 11 de marzo de 1917, las tropas inglesas entraron en Bagdad, y desde ese entonces los museos de Inglaterra recibieron centenares de objetos capturados como trofeos
de guerra. Desde 1991, por ejemplo, con la Primera Guerra del Golfo, el trfico de bienes culturales de Iraq era descarado, y lo que hizo la invasin de 2003 fue acelerar este proceso de forma dramtica. Hoy da, hablo de fines de 2006, el saqueo de asentamientos arqueolgicos iraques ha producido un flujo de piezas ilcitas que ha inundado todos los mercados de arte del mundo. En lo personal, y ante esto, corresponde mantener una posicin radical de resistencia y denuncia. Bush es un loco, un genocida, un memoricida que debe ser condenado en los aos venideros por esta destruccin cultural. La fuga de intelectuales y artistas iraques hacia otros pases por la persecucin emprendida contra ellos en su tierra natal, salvar algo de la cultura iraqu? Estuve en febrero de 2006 en un Congreso sobre Iraq en Berln y el exilio iraqu provocado por la invasin de EE.UU. es peor que el producido por Hussein. Lo que comprob es que Occidente cierra los ojos ante ese nuevo exilio y pretende silenciar sus logros creativos. Como los intelectuales iraques que huyen de las incoherencias de EE.UU. no son tiles a la propaganda meditica, entonces se ha impuesto un veto a sus obras y crticas. Dudo que la cultura iraqu se salve de esta forma: la salvacin vendr ms bien del propio pueblo de Iraq, que con su resistencia cultural y militar les est dando una leccin a todos los que creen que la hegemona de EE.UU. es intocable. La destruccin de la cultura iraqu no cuenta con justificaciones que amparen la catstrofe. La negligencia y los descuidos intencionales hicieron que el inicio del presente siglo se viera ultrajado por esta terrible agresin. La situacin de los museos y bibliotecas se ha tornado irreversible: todos, sin excepcin, estn cerrados. Los libros y documentos que pudieron salvarse corren el riesgo de perderse debido al mal cuidado, porque no existen condiciones para una ptima conservacin. Por otra parte, los asentamientos arqueolgicos son saqueados diariamente, lo que pone en peligro la posibilidad de nuevos descubrimientos histricos. Iraq era una potencia cultural en el Oriente Medio, y eso ha cambiado. Por accin u omisin, el Ejrcito de EE.UU. ha
estimulado la quema de un milln de libros en la Biblioteca Nacional de Bagdad y en el resto de las bibliotecas del pas. A esto se suma el saqueo de 13 000 obras de arte del Museo Arqueolgico de Bagdad y de todos los museos de la nacin; y, como si no fuera suficiente, 7 000 asentamientos arqueolgicos fueron objeto de pillaje y se robaron ms de 150 000 piezas de arte antiguo.
Universidades, academias, colegios gremiales y escuelas fueron convertidos en ruinas: en Bagdad, Mosul y Basora el desastre dej a millares de estudiantes sin instrumentos ni locales de estudio.
Universidades, academias, colegios gremiales y escuelas fueron convertidos en ruinas: en Bagdad, Mosul y Basora el desastre dej a millares de estudiantes sin instrumentos ni locales de estudio. En 2004, Faluya y Nassiriya sufrieron ataques que arrasaron todos sus vestigios culturales: decenas de mezquitas quedaron en ruinas. El 1ro. de abril de 2005 explot parte del minarete de Samarra, utilizado por francotiradores de EE.UU. para disparar contra militantes de la resistencia; y en junio del mismo ao las tropas polacas causaron daos irreversibles al asentamiento de Babilonia, segn lo constat un experto del Museo Britnico. Al principio, se crea que los saqueos culturales eran espontneos; hoy sabemos que fueron premeditados. De no haber ocurrido la invasin, miles de obras se hubieran salvado y hoy seran fundamentales no solo para los iraques, sino para el planeta. Segn su percepcin de los hechos, cules son las causas fundamentales por las que EE.UU. intenta desarticular los vnculos de esa nacin con su pasado?
Ilustraciones: Darien
Buena pregunta. El asunto es que no hay identidad sin memoria. Un pueblo sin memoria pierde su identidad. Esto lo saben los estrategas de EE.UU., y la mejor prueba es que en octubre de 1989, William S. Lind y cuatro oficiales del Ejrcito de EE.UU. publicaron un ensayo titulado The Changing Face of War: Into the Fourth Generation, en la revista Marine Corps Gazette, donde se a l a b a n q u e l o s e s q u e m a s p a r a hacer la guerra convencional haban llegado a su fin y proponan, con bastante sencillez, el diseo de una estrategia pertinente para el combate en guerras de Cuarta Generacin. Segn estos autores, las guerras de Cuarta Generacin no seran ideolgicas, sino culturales, y anticiparon que las operaciones ms importantes seran psicolgicas. A saber, la propaganda en los medios de comunicacin y en los sectores culturales con acceso a la opinin pblica sera el perfecto complemento de misiles, tanques y aviones: una guerra con el objetivo de ganar las mentes y corazones de los pueblos atacados para impedir su apoyo a la causa de los grupos insurgentes. En Iraq hemos visto que se ha establecido un programa para borrarles la memoria en un plan de ensayo para transculturizar, en un futuro cercano, todo el Oriente Medio y reconfigurarles su identidad con el propsito de controlar mejor a los pueblos en los que residen las reservas de petrleo. Hasta dnde se ver afectada la cultura occidental por la destruccin del patrimonio iraqu? El dao es incuantificable. Lo que hemos perdido es enorme porque supona parte de los orgenes de la civilizacin. Este ataque a la cultura iraqu intenta ser un mensaje de escarmiento al mundo porque el proyecto de cultura nica, universal, pretende arrasar con todo para iniciar un nuevo tiempo. En el fondo lo que han hecho los estadounidenses es reivindicar el mito del Fnix, segn el cual se renace de las cenizas. Aunque la administracin Bush hizo caso omiso de sus asesores culturales cuando alertaron sobre la situacin en Iraq, cree que la prdida del patrimonio de ese pas tiene tambin otros culpables en los EE.UU.?
Creo que detrs de esto hay un sector con mucho peso en el diseo de la reconfiguracin de la identidad de los iraques y con esto me refiero a los neoconservadores, que han sido magistralmente descritos por Eliades Acosta en su libro El evangelio segn San George. Hombres como Donald Rumsfeld o Paul Wolfowitz son criminales que nos recuerdan las posiciones que ocuparon Joseph Goebbels o Herman Goering en el rgimen nazi. John Negroponte podra ser el equivalente de un Himmler. Y es triste ver cmo los medios de EE.UU. y Europa han sido vctimas de las mentiras de un autor como Mathew Bogdanos, el oficial de EE.UU. que justific en un libro la destruccin cultural de Iraq como un acto propio de la barbarie de los mismos iraques. Desde su viaje a Iraq, usted ha denunciado incesantemente la agresin norteamericana a pesar de las barreras impuestas por algunas personas y organismos internacionales Ha habido un fuerte impacto. Mi libro La destruccin cultural de Iraq es apenas uno de los muchos testimonios que demuestran las mentiras en las que se sustenta el proyecto hegemnico de EE.UU. y desde hace unos dos o tres aos algo poderoso ha cambiado en las mentes de las nuevas generaciones, porque recibo correos donde los lectores se incorporan activamente a estas denuncias y constituyen movimientos de presin. El reingreso de EE.UU. a la UNESCO nos obliga a no desmayar y proseguir con estas crticas, porque tarde o temprano tendrn que aceptar las pruebas presentadas para no obstaculizar, como ocurre ahora, las investigaciones que condenarn en los prximos aos a la administracin Bush en tribunales penales internacionales.
Arturo Arango
a primera vez que le un poema de Norberto Codina debe haber sido en los primeros meses de 1972. No comienzo por este recuerdo para ampararme en biografas o anecdotarios. Pretendo solo dejar constancia de que he seguido, digamos que letra a letra, por ya casi 35 aos (espanta escribir la cifra), la relacin de Norberto con la poesa. Hay un recorrido de vida, de oficio, de contextos, que me precio de conocer minuciosamente, y que tambin puede engaarme: que conozca de memoria algunos de sus poemas, que haya escrito sobre ellos, que pueda reconstruir las maneras en que se fueron transformando, no debe llevarme a creer que estoy salvado de sorpresas, y llegar a ellos sin estar preparado para nuevos descubrimientos. Esta vez, por ejemplo, me parece haber encontrado otra manera de comprender lo que, a simple vista, tuvo la apariencia de ser un prolongado silencio, un abandono circunstancial entre la poesa y Norberto, transcurrido entre Lugares comunes, de 1987, y los versos de Convexa pesadumbre (algunos de los cuales ya haban aparecido en la antologa Cuaderno de travesa, de 2003). Si el muchachito ya encorvado que conoc en el ao 72 era, como yo mismo, un aprendiz vido, ansioso por llegar a la poesa, por conocerla, por cumplir el anhelo de dominarla alguna vez, y que, por ello mismo, provocaba que su vida transcurriera en la poesa: en lecturas, conversaciones, reescrituras obsesivas, y ms
tarde, cuando comenz a sentirse dueo de un oficio, a pertenecer a un universo ms o menos cerrado, autosuficiente, hizo que su profesin, antes que promotor cultural o editor, fuera la de poeta. Con los aos, habiendo cumplido o atravesado o padecido ya incontables oscilaciones de ese pndulo de las circunstancias en que andamos, tengo la certeza de que las relaciones de Norberto con la poesa han pasado a ser, como en un adolescente que an no se hubiese decidido a tomar la literatura como oficio, las de quien solo escribe para seguir viviendo, o las de quien vive porque puede escribir poesa, o (trato de decirlo aun de otra manera) las de quien escribe porque de lo contrario no soportara seguir viviendo. En suma, lo que me deslumbra esta vez es la diafanidad, la esencialidad que han alcanzado esas relaciones entre Norberto y la poesa. Temo, sin embargo, estar ofreciendo una imagen falsa de este libro cuyo ttulo, para colmo, lleva la palabra pesadumbre. El sujeto lrico al que estoy llamando Norberto Codina, y que habita en este cuerpo an encorvado y un poco ms grun y arisco que nos acompaa, no es un ser quejoso, que ande entre lamentos. La esencialidad de que habl antes tiene que ver con la forma en que llega la poesa, en que sirve, pero tambin con la manera de esos mismos usos. Si nos atenemos a ciertas clasificaciones ms o menos hermenuticas, esta es una poesa, a un tiempo, esencial y de las circunstancias, es decir, una poesa en que las circunstancias obligan al sujeto a enfrentarse consigo mismo, a dudar, a preguntarse, a saber y desaber a un tiempo o sucesivamente. Dira que es una poesa del dolor, pero no dolorosa; de los desconciertos,
pero no desconcertada; de la conmiseracin, pero nunca autoconmiserativa: angustiada y angustiosa. Ese ser llamado sujeto potico o Norberto Codina observa, atiende, identifica. Por eso, es tambin una poesa sustantiva, donde los objetos, las percepciones, se van acumulando hasta el estallido o el descubrimiento, lo cual, por otro lado, es un modo que forma parte de su voz desde aquellos tempranos 70. Un modo que hace una voz en la que el sujeto parece estar tan cmodo como en su casa, o como en paz consigo mismo. Por eso, la poesa que se lee en Convexa pesadumbre (sobre todo en la de la primera mitad, que prefiero sobre la segunda) es del interior, pero no ntima, o intimista con todos los matices peyorativos del caso: la introspeccin, aguda, a fondo, est en dilogo con ciertos contextos que, sin reducir al ser, al individuo, lo matizan, lo pluralizan. Y por tales razones, aunque parezca paradjico, su poesa (su potica) puede ser a un tiempo adolorida y afirmativa: porque su belleza es la de las contradicciones, la de la resistencia o la perseverancia, en lo que quiero comprender sea la convexidad que soporta la pesadumbre de ese ttulo tan bien tomado de Virgilio, el mayor. Tratar de explicarme con ms claridad citando solo dos versos, con los que ya termino: ah est el misterio de nuestra felicidad,/ una sola vida para tantas preguntas.
Arturo Arango: narrador, ensayista y guionista de cine. Jefe de redaccin de la revista La Gaceta de Cuba.
Ilustracin: Sarmiento
NOCHE DE EL VEDADO
La posibilidad de no vernos pese a encontrarnos tan cerca y tan lejos. Las sombras de nuestras manos y tus senos todo me recuerda la temperatura de tu garganta la memoria de tus ojos el sonido de tus dedos el candil de tu aliento los treinta sentidos de mi corazn. Se multiplican como hojas de nuestro propio invierno ramas azules que van techando este cuarto y esta cuartilla inocente invadida de citas comunes sobre la noche las sbanas, el golpe asombroso de tu cuerpo los barrios nocturnos, la imposibilidad de abrir los ojos estando despiertos dos intensidades dos noches dos caras comunes dos incredulidades benditos y vedados y dos animales ciegos uno junto al otro.
ce on nP o els :N in ac str Ilu
Cunto sabemos acerca de ellos que son los verdaderos herederos de mi tierra? Ms all de expansiones, resistencias campaas en el norte y al otro lado del reino la prctica regular de la poligamia sacrificios y servidumbre y deudas al sol con el favor de los dioses en el territorio del alma eran felices y ninguno haba muerto.
Aqu no encontraremos la moneda, el hierro la rueda, ni acaso la escritura. Es el linde de una civilizacin en el ombligo del mundo todos devotos a un mismo dios.
Un rey sirvi a otro sin cambios apreciables nacieron los sucesores del trono destinados a la grandeza. Para el momento de su muerte a la llegada de los conquistadores queda el dominio de sus fantasmas.
ste ? ala gil reg o fr BL e ula ISI m de l p V e c a . IN qu o o a i l o r na p OS en ET n m e m are tiem J la s l e OB de ? mb o jd ro tie a m relo a, s pa e lam o z o ita a rte am os Qu e l ple es ep ue a ce d m d q u peq n cu zo su u se El o de scal d e io n m e a ter to a co fo o d o t i c i en pa ). a ni n em os om es e l c da ad ac En y un b r e v e e de bo os l s e b na ha la qu s . ad ev s eli ue u e am ed bos n c i a l r e so el s t a el er f i d d la e y ura r c u n br e ay mur o u i a t S q ci ec s c io fan quit e l a lo nov in ar o. d la (el ite uerd o oble d u l o d n lm c ra an n el el re idu Cu jo la e l p . a, d r er sab du da ay ba e d a rra oza ui n su a qu la ue f e sg mp s eb . e de ini re q adre adie t la ma a mb n p r Y fo t m a o es a el h s co ata la lo so a d m e o no g gr R e a za com rte l o, ue a cre a m Y el qu
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Esta encuesta forma parte de una iniciativa de la compaa teatral CONSERVAS de Barcelona, organizadora del Festival InnMotion.
1- Cuntos nios de otros pases estara usted dispuesto a sacrificar para adquirir un telfono mvil o conseguir otro mejor? a) Ms de tres me parecera mal. b) Llegara hasta diez solo si me garantizasen prestaciones de ltima tecnologa y un ao de llamadas gratis. c) Hasta mil, pero solo negros o rabes. d) Depende de la marca. e) Los que haga falta, a condicin de no enterarme. 2- Cree usted que hay vida fuera del Centro Comercial? a) Rudimentaria e infrahumana. b) La ciencia no ha podido establecerlo con seguridad. c) S, pero afortunadamente nuestros misiles estn acabando con ella. d) Cuando compro no me hago preguntas. 3- Segn un reciente estudio, en los prximos 50 aos habr que reducir la poblacin mundial en 4 350 millones de personas si queremos seguir manteniendo nuestro actual nivel de crecimiento y consumo. Segn usted, qu criterio debera aplicarse para escoger a los afectados por este recorte demogrfico? a) Por sorteo. b) Segn el poder adquisitivo: las nminas ms bajas y los parados consumen desgraciadamente muy poco. c) Deben decidir los ms racionales y desinteresados; es decir, Europa y EE.UU. d) El mercado se ocupar por s solo de hacer la seleccin.
4- Qu es lo que ms le gusta a usted del Museo del Prado? a) Los sandwiches de la cafetera. b) Que se pueden comprar postales. c) Que me recuerda un poco a IKEA. d) No voy nunca. Prefiero los parques de atracciones. 5- Si finalmente se demostrara que el consumo creciente en Occidente de carne, agua, petrleo, cosmticos, electrodomsticos, ordenadores, mviles, etctera, est poniendo en peligro la supervivencia del planeta, usted estara dispuesto a renunciar: a) Al planeta. b) A regalar juguetes a mis sobrinos. c) A leer las noticias. d) Confo en que los gobiernos tomen medidas a tiempo contra los ecologistas. 6- Las protestas de las multinacionales, que se quejan con razn de que, mientras se les permite interrumpir las pelculas de la televisin, no pueden en cambio utilizar como soportes publicitarios las obras clsicas de la pintura y la escultura, acabarn siendo lgicamente atendidas. En qu parte del cuerpo de la Gioconda, segn usted, debera poner Coca-Cola o Nike la propaganda de sus productos? a) En la frente. b) Entre los pechos. c) Sobre los hombros. d) Crea que la Gioconda era una creacin de la casa Coca-Cola. 7- Por qu cosas cree usted que valdra la pena luchar, arriesgar la vida, renunciar a su felicidad, a su tiempo, a sus
hijos, abdicar de sus principios, dejarse humillar por su jefe, negociar su dignidad o vender sus rganos (o los de otros)? a) Un televisor con pantalla de plasma. b) El ltimo modelo de Nokia. c) Hacer el ridculo en un programa de Tele-5. d) Por cosas como estas estara tambin dispuesto a lanzar bombas. 8- Qu se llevara usted a una isla desierta? a) La tarjeta de El Corte Ingls. b) El Corte Ingls mismo. c) Las rebajas de enero. d) Una pistola para que no me roben la tarjeta de El Corte Ingls. 9- La ventaja de nuestra poca es que no solo nos permite consumir objetos, sino tambin las imgenes de estos objetos; es decir, nos permite gozar no solo de la muerte de un congoleo o un indonesio materializada en un ordenador nuevo o en un modelo superior de Nokia, sino que nos permite gozar tambin de las imgenes en directo de la muerte de los dems. Como consumidor, cules son las formas de muerte ajena con las que usted ms disfruta? a) Bombardeos. b) Hambrunas y desastres naturales. c) Torturas. d) En televisin todas parecen bonitas. 10- Y a qu pueblos pertenecen las imgenes de muerte que ms le gusta consumir? a) Africanos. b) Centroamericanos.
c) rabes y musulmanes, en general. d) Todas por igual: no soy racista. 11- Qu cree usted que tienen en comn un libro, una mujer, una hamburguesa, un coche y unas zapatillas de marca? a) Que los cinco son objetos. b) Que los cinco son comestibles. c) Que los cinco pueden adquirirse con tarjeta de crdito. d) Nunca comprara un libro. 12- Segn un estudio, los consumidores espaoles gastan medio milln de euros cada minuto (478.042 exactamente). Somos los primeros de Europa en consumo de cosmticos y ciruga esttica; los segundos del mundo en consumo de pornografa va internet; y estamos ya entre los diez primeros en consumo de nios a travs de ese fenmeno que se conoce como turismo sexual. Qu opina usted de nuestro papel en el mundo? a) En turismo sexual debemos mejorar: la prostitucin infantil salva del hambre a muchas familias del Tercer Mundo. b) Por patriotismo uno debera estar dispuesto a cambiarse la nariz al menos una vez al ao. c) Los parados espaoles deberan gastar ms para mejorar nuestro ranking. d) No se deben mezclar el consumo y la poltica. 13- Beatriz de Orleans, representante de Christian Dior, explica por qu lgicamente un bolso de seda de esa marca cuesta 2.790 dlares: tienen que hacerlo nios que cobran 14 cntimos de dlar la hora
Ilustraciones : Idania
con sus pequeos deditos. Cree usted que vale la pena pagar ese precio? a) Los nios podran cobrar un poco menos. b) Se les podra ensear a utilizar tambin los pies. c) Los nios merecen nuestro sacrificio. d) Demostrar que se es ms rico nunca es demasiado caro. 14- Le parece a usted justo que, mientras un coche pequeo cuesta ms de 6 500 euros, los paisajes nevados, el cielo estrellado y el color azul sigan siendo gratis? a) Si no se pueden comprar, es que no valen nada. b) Me gustaran ms si solo pudisemos verlos los ricos. c) Entre un cielo estrellado y un coche hay diferencias: el cielo estrellado debera ser muy barato. d) Privatizar el color rojo sera ms rentable.
15- Cules son las imgenes que ms le angustian cuando piensa en el futuro de la humanidad? a) Una televisin apagada. b) El Carrefour cerrado. c) La desaparicin de las vallas publicitarias. d) Estoy seguro de que Bill Gates arreglar cualquier problema que surja. e) Cuando compro, nunca pienso en el futuro de la humanidad.
Santiago Alba Rico: filsofo y ensayista espaol. Ha escrito libros de antropologa, filosofa y poltica. En 1995 fue finalista del premio Anagrama de Ensayo.
Cuando llego a la zona central de Cuba, empiezo a no distinguir nada de acento en el hablar. Claro, toda esa franja que incluye las actuales provincias de Sancti Spritus y Ciego de vila est habitada por personas que entonan y se proyectan a la manera de la gente de mi infancia, a la propia forma en que yo con la rapidez que padezco y me caracteriza pronuncio las palabras. Tantos aos en la grandiosa Habana me han aportado algunos giros, pero sigo siendo un tipo de tierra adentro tambin en cuanto a la gramtica del corazn. Si los conocidos salen al extranjero y, sobre todo, cuando residen fuera de la Isla, se hace ms evidente la mezcla de acentos. La entraable Karelia yuxtapone giros madrileos sobre el ms fuerte, sonoro, autntico hablar santiaguero. Mi cuada adquiere la musiquita del Levante, pero manteniendo la esencia de su propio decir pinareo-capitalino. Algunos piensan que se debe hablar cuanto antes de la forma en que se conversa en los lugares que los adoptan. Ese injerto cultural puede tornarse molesto por inautntico, pero tiene mucho de pueril y tampoco hay que condenar a las personas con tanta prisa. A Venezuela fue a visitarme un actor que siempre he tenido por persona madura y rigurosa, hablndome como un caraqueo de cuarta generacin. Despus me explic que para poder encontrar trabajo en la televisin deba pronunciar lo ms venezolano posible. Roberto Valentn uno de los pintores que ms admiro en este mundo me comentaba que l conoca a los cubanos (en sus aos de estudios en Rusia) por la mirada o el ms mnimo gesto. Ah se trata de una pertenencia cultural que va ms all de la comunicacin sonora o articulada. Algo similar ocurre con las costumbres. Suelen molestarnos las leyendas y/o esquemas sexuales que ponen a los cubanos (as) como smbolos erticos. Pero debo aceptar que nuestras mujeres como otras personas del Caribe caliente que nos baa derrochan una dulzura y una sobria, pero poderosa coquetera. Un amigo me haca un comentario que me parece rotundo: En todas partes, si uno le cae bien a una mujer, si le interesas como pareja suele ser dulce, amable, receptiva. Lo lindo de las cubanas es que sin que les intereses, estando muy lejos de desearte para el amor, tambin sonren, hablan, gesticulan que da gusto verlas. Ms all de la entonacin, las palabras mismas cambian con cada generacin. Del sonrojo, la complicidad, la transgresin que significaba soltar una de las llamadas malas palabras hace unos 30 aos, se ha ido avanzando a una extrema y excesiva naturalidad para manejar esos trminos. Los que me conocen saben que suelo moverme lejos de la pacatera y que muchas veces los vocablos obscenos no tienen sinnimos, ni puntos suspensivos que los sustituyan. Pero el uso reiterado y sin cauce conduce a otra retrica. Claro, hay voces, rostros, temperamentos a los que le queda bien. Depende de algo casi inefable, que tiene que ver tambin con el acento, el ritmo, la musiquita que se le imprima.
Amado del Pino: dramaturgo y crtico teatral. Su pieza teatral Penumbra en el noveno cuarto, publicada por Ediciones Unin, ha recibido los premios UNEAC de Teatro 2003 y Villanueva 2004.
Corina Matamoros
Jos Manuel Fors es un creador de posiciones enigmticas en el arte. Reconocido como fotgrafo, trabaja con los volmenes. Valorado por sus imgenes del pasado, le habla a un presente/futuro con matiz premonitorio. Explcito en sus figuraciones, es dominado por la abstraccin. Calificado como buclico, su perspectiva funciona desde el discernimiento intelectual. Para comenzar por el lado de la fotografa, un glosario de las acciones que Fors ejecuta con el arte del lente, lo sita en un curioso lugar: hace instalaciones y las acompaa de fotos vinculadas a la propia realizacin de las piezas. Prepara cuidadosamente series de objetos y los dispone en un set para la toma de fotos. Hace obras con fotos que han tomado otros. Manipula imgenes fotogrficas que no son suyas. Arma instalaciones con fotos tomadas indistintamente por otros fotgrafos y por l. Pone a competir las fotos de los objetos con los objetos mismos. Toma fotos de otras fotos, de objetos, de documentos y de la naturaleza. Crea instalaciones cuyo material estructural es la propia fotografa. Hace instalaciones prescindiendo de la fotografa, pero usando los mismos artefactos que usualmente retrata. Con estas peculiaridades, es arriesgado precisar su trabajo dentro de un campo artstico. Instalador por
inclinacin y fotgrafo por legado, su obra se construye como collage y assemblages de objetos y de imgenes que son cuidadosamente preparados para la toma fotogrfica. Durante mucho tiempo su obra se bas en esa composicin de un diseo para la fotografa. Sin embargo, sus creaciones recientes invierten con frecuencia el mecanismo, modelando instalaciones y piezas directamente con fotografas, a la manera de esculturas que usaran imgenes y artefactos como materia prima, en vez de mrmoles y barro. Su obsesin por los objetos es muy notoria y funciona con la voracidad e inteligencia de un fino coleccionista. Su obra, teida por esa pasin, est relacionada con su sensibilidad especial para las texturas y las formas; pero, sobre todo, est ligada a una perspectiva esttica que brot en el contexto cubano con Volumen uno. Me refiero al intenso acercamiento a la ciencia que tuvieron artistas de su generacin como Bedia, Brey y Prez Monzn. En 1985 les ped a Fors (y a otros cinco artistas, mientras curaba la exposicin De lo contemporneo) que pensaran en un referente cientfico para su creacin. En poco tiempo buscamos una maravillosa coleccin de la xiloteca del Centro de Investigacin Forestal con 50 muestras de maderas autctonas y la ubicamos cerca de sus paneles fotogrficos de ese ao, Eucaliptos y Homenaje a un silvicultor. La confluencia de elementos aparentemente dismiles como pueden serlo una coleccin cientfica y la fotografa artstica en el contexto del
espacio museal, cre una particularidad importante en la percepcin de la obra de Fors, reforzando sus basamentos conceptuales, sus implicaciones ecolgicas y ampliando la resonancia esttica hacia actividades fuera del arte tradicional. Precisamente, las inmersiones del arte cubano en zonas como la ciencia, la antropologa, la etnografa, los cultos religiosos tradicionales y la cultura popular han hecho posible, en gran medida, su ensanchamiento y vigorizacin. La obra de Fors, como la de algunos de sus colegas de Volumen uno, comparte una inclinacin hacia mtodos de la ciencia en general y de la antropologa y la arqueologa en particular, que es deudora del postconceptualismo. Si se comparan obras de Bedia, Fors, Brey y Prez Monzn de principios de los 80, se puede hacer una lectura horizontal de estas nuevas motivaciones y de cmo impulsaron la renovacin artstica de esos aos. En muchas de las piezas de la serie Crnicas americanas, por ejemplo, Jos Bedia trabaja a partir de fotografas de la selva amaznica, haciendo vistas panormicas ajenas a los paisajes a los que la pintura nos tena acostumbrados, que se acercaban mucho a las ilustraciones de los libros de ciencia. Adems, sealaba en el lienzo, a modo de check mark, un punto en particular en medio del panorama para marcar el lugar donde vivi o vive una cultura autctona americana; un punto que es todo evocacin y rescate. Y en el propio lienzo, Bedia reconstrua los instrumentos que usan los habitantes de ese sitio geogrfico. Rodrguez Brey, por su parte, titul una de sus piezas de 1984, La estructura de los mitos, captulo de uno de los ms renombrados libros contemporneos: la Antropologa estructural, de Lvy Strauss. Se enfrascaba as en una finsima disquisicin sobre la condicin histrico-cultural de la ciencia, que es un tema totalmente indito entre nosotros y muy poco trabajado en general. Inmerso en esa misma sensibilidad, Fors valor siempre las imgenes a la manera de un arquelogo, centrndose en una visin de la naturaleza y de la cultura que tiene mucho de investigacin. Selva, un lienzo de 1979, semeja una visin desde el aire de un sitio intrincado o una imagen de prospeccin geolgica. En sus fotos, los rboles, los bosques, las especies madereras, los eucaliptos, los campos de pinos, todo parece observado como traza, como huella, como testigo. Como una naturaleza que nos mira silenciosa y nos recuerda que ha estado ah hace millones de aos, vindonos hacer y deshacer, soportando nuestras muchas veces adversas acciones. Ms adelante, a partir de 1988, aparecen en sus piezas las fotografas de objetos, ambientes y superficies con la serie Tierra rara, que muchos crticos han asociado tanto a paisajes arqueolgicos como a escenarios posthumanos. Y estn, por otra parte, las imgenes de la historia iconogrfica familiar, hasta llegar a la utilizacin directa de los objetos mismos, pertenecientes a su familia, como exponentes y declarantes de una historia viva que fluye sin cesar. El discurso de la memoria en Fors no es el de la llorosa aoranza del pasado, ni el de la melanclica inclinacin por imaginarios idos. Por mucho que su obra fotogrfica haya sido valorada desde la perspectiva de la remembranza idlica, su punto de mira est ms influido por otra nocin: lo que el artista hace es derramar una misma y semejante mirada sobre la naturaleza y el hombre, sobre lo natural y lo creado. Lo hizo desde su primera muestra personal, Acumulaciones, y lo sigue haciendo hoy con los objetos que rene, con las cartas familiares, con las postales de viaje, con las fotos
de sus allegados... Hay en su obra una concepcin casi naturalista de la vida que lo hace igualar un hombre a un bosque; una epstola a una piedra. Hay una penetrante contemplacin que remite a los ciclos de vida y muerte como nicos reductos de validez universal, al transcurrir como ley de la existencia. Nada ni nadie puede escapar de este curso vital, y el artista sustancia en su obra el peso de esa inexorabilidad. Esa es su verdadera cifra. Fors no est exaltando el pasado, ms bien nos est diciendo que todo ser pasado; est mirando el futuro con la parsimonia ancestral de lo ineluctable; est, l mismo, en actitud de cmara fotogrfica, viendo fluir el tiempo. La observacin del paso de la vida: he ah su ms firme vocacin. No hay en ese acto comprensin trgica, ni fatalismo. Porque la naturaleza no es lgubre ni aviesa; es, simplemente. Y cuando el artista observa al demiurgo con este prisma, le asoma una atencin sosegada, ancestral, ineluctable, distanciada y con dosis de nihilismo. La expectacin del decursar estaba posiblemente implcita desde sus primeras fotos de objetos desvencijados; lo cierto es que las imgenes y artefactos envejecidos que Fors ha mostrado en sus instalaciones y fotografas no son de cualquier clase. No son el detritus cotidiano, las groseras secuelas de la subsistencia. Esas imgenes y esos artefactos han sido cuidadosamente escogidos por su abolengo genealgico o esttico. Un fuerte sustrato de seleccin, limtrofe de la museologa, impulsa al artista a escoger un banco de madera en particular, un tlamo antiguo, los lentes de su to, o una de las cmaras fotogrficas de su padre que, en su servicio y devenir, han merecido el desgaste como distincin. Si, como l mismo ha declarado, vive entre sus futuras obras potenciales, refirindose a la recoleccin constante de imgenes y artefactos domsticos para sus piezas, entonces Fors habita un presente que es pasado del futuro. Est revelando, de cada imagen, su transcurrir y su desenlace. Est ensamblando continuamente un gigantesco ciclo universal de temporalidad, como estructura suprema, al cual va aadiendo lenta y reposadamente las imgenes y objetos que distingue y colecciona. En un mundo de total obsolescencia de los objetos por el mercado, de virtualidades cada vez ms reales y profundas, de olvidos y omisiones de todo tipo, Fors parece anclado en medio del vendaval haciendo su trabajo a contracorriente. Su arte perfila un lugar donde cada imagen y cada objeto importan, tienen su vida, su nombre y su estirpe. Donde el tiempo no es una sucesin de instantes en pantalla meditica, sino el mbito profundo de la memoria de la vida. Donde la anatoma de lo ntimo aflora como verdadero espacio del hombre. Donde el ms intrpido futuro puede gestarse humildemente en casa. Frente al mundo que huye, el asidero de la permanencia, del ciclo vital que se repite al infinito. Tradicin obliga: descendiente de un verdadero linaje de fotgrafos silvicultores, este singular artista enrolado en la renovacin ms importante del arte de Cuba en el ltimo medio siglo ha esculpido con la fotografa un tiempo y un espacio donde an cabe la naturaleza como cultura, rescatando para el hombre la memoria que se desdibuja en la corriente veloz de nuestros das. Sus objetos fotogrficos practican, como la poesa, la condicin de eternidad. Jos Manuel Fors nos deja en calidad de legado, como el verso de Eliseo Diego, todo el tiempo.
Corina Matamoros: curadora del Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba y crtica de Arte.
Andrs D. Abreu
o muy a menudo, pocas veces, pero admito que en algunas ocasiones he sentido envidia, una envidia que considero sana y por la que no siento pudor ni arrepentimiento, todo lo contrario, hasta satisfaccin me ha provocado esta experiencia o sobresalto ante determinados sucesos que he admirado de una manera peculiar. Mi bien probada desmemoria me permite ahora recordar al menos que unos aos atrs, cuando realizaba videos de ficcin, sent una gran envidia por Humberto Padrn al ver su Video de familia. Mi deleite por aquel suceso incluy la especial sensacin de que aquella pieza audiovisual debi ser realizada por m. Era como si mucho de ella rondara en mi interior, pero definitivamente alguien que no era yo se haba adelantado en expresar y de muy buena manera, esas inquietudes. Algo similar apreci en mi aficin por la fotografa ante una instantnea de Luis Gmez que adquiri hace unos aos el Museo de Bellas Artes y un tanto parecido me provoc el videoarte Tengo, de Jos ngel Toirac. El ms reciente repunte de ese contrastante sentimiento tuvo lugar hace apenas unos das cuando, provisto de cierta inconciencia, entr a la galera Servando y descubr La vida en pelota. No s por qu motivos no tena conocimiento de que haba ocurrido la apertura de esta exposicin colectiva y en la misma medida que fui sorprendindome al recorrerla
comenc a advertir esa envidia noble por quienes haban organizado de tal fehaciente forma un homenaje para Antonia Eiriz. Una primera incitacin fue el hecho de que el recordatorio a la gran artista cubana ocurra por pura necesidad de sus autores, sin aniversario ni otro acontecimiento rutinario que lo exigiera. Un segundo y evidente motivo fue que hubiesen logrado aglutinar una cantidad apreciable de excelentes obras de admirados artistas contemporneos que bien merecen ser y estar en un tributo a esa inmensa ica del modesto barrio de El Juanelo, una mujer que le dio a la cultura de esta nacin una leccin de tica y esttica artsticas que todava no deja de fungir como arquetipo inspirador. Creadores como Lzaro Saavedra, quien no solo mereca la invitacin, sino que respondi en la justa manera que exiga su presencia, atinadamente acorde a ella y a s mismo. Otra provocadora causa fue rescatar para el homenaje, bajo el poder de Antonia, a obras pocas veces vistas como la Nada personal, de Flavio Garcianda, y Por la maana, de Toms Snchez; y a autores inmerecidamente infrecuentes como Guido Llins y Manuel Vidal. Aportaron tambin a mi deslumbramiento la buenaventura de ver muy bien recontextualizadas aqu el Lavabocas, de Carlos Montes de Oca; Lpiz y bolgrafo, de Sandra Ceballos, y Sus dos cabezas, de Moiss Final; la mstica coincidencia de que Pedro Pablo Oliva estuviera
realizando una serie de dibujos dedicada a su maestra en el ao que finalmente se le otorga el Premio Nacional de Artes Plsticas y casualmente se organiza la muestra; y que otro alumno, Nelson Domnguez, revelara su amor por Antonia junto a El juicio final de un farsante una plumilla sobre papel realizada en 1971, tiempos donde se reconoce a s mismo como rebelde. Estas confesiones de Nelson aparecen en un codiciado catlogo que contiene adems un estupendo ensayo periodstico de Eduardo Jimnez. A l y a Sachie Hernndez, curadores de la muestra, les habl de aquellos pocos momentos en que se reblandeci mi raro sentir durante el expectante recorrido no estn todos los mejores que son ni son todos los que mejores estn. Sobre todo lament que casi dej de ser un envidioso de la coleccin al encontrarme con Antonia y yo, de Mabel Poblet, simplemente porque despus de la personal exgesis animada que Fernandito Rodrguez realizara sobre la Anunciacin de la Eiriz, la versin de la Poblet no consigui ser una revelacin dentro de La vida en pelota. No obstante, yo hubiera querido hasta errar as junto a ellos y haber curado en este homenaje parte de mi devocin por quien pintara, en el ao en que nac, Una tribuna para la paz democrtica.
Ilustracin: Darien
Si no fuera tan pretenciosa, cargante, exnime y falsificadora, uno pudiera concederle a Lost City (2006) de Andy Garca, que no le faltan tres o cuatro momentos bonitos, de los diseados por agencias tursticas para ilustrar postalitas cromadas o video clips de playa y cocotero, donde atardece en el trpico al son de una msica evocadora. Pero no. El actor devenido aqu productor, director, coguionista y protagnico absoluto intent entregarnos su manifiesto de cubana supuestamente exultante escrito con la tinta preferida por el conservadurismo miamense durante casi 50 aos de histrica intolerancia. Esa es la atmsfera que Andy Garca, o mejor dicho Andrs Arturo Garca Menndez, ha respirado desde nio, de modo que cuando pudo convertir en realidad su proyecto, solo vio ante sus ojos la posibilidad del libelo contrarrevolucionario, convoyado con la nostalgia melodramtica por aquella Habana que ya no existe ms; solo acert a tratar de explotar las posibilidades dramticas que le inspiran el odio infinito y cerval, la negacin de toda virtud agitadora o cambio positivo. Ocurre que la negacin extremista, sostenida con fervor, puede confundirse con la pasin, y Lost City parece a ratos apasionada, pero vista con detenimiento aparece su verdadero lenguaje, el que hablan la ceguera y el fanatismo. Tratemos de abordar otras aristas, ya que el concepto de panfleto anticastrista sobre el cual est edificada toda la dramaturgia, y el diseo de personajes y peripecias, no me inspiran el detenimiento. No vale la pena emborronar cuartillas poniendo en claro presupuestos conceptuales tan obvios, simplistas, manipuladores y previsibles, todos en sintona con la agenda poltica del exilio cubano ms derechista y ultraconservador. Esta pelcula est hecha para los convencidos, para quienes piensen exactamente igual que el director he ah las razones de su esculido xito fuera de Miami, pues en el fondo Andy no pretende promover las dudas ni el cuestionamiento, sino la exaltacin de las virtudes filiales, de la bohemia nocturna, de las piscinas y palacetes para solaz de la sacarocracia cubana, en contraposicin con el salvajismo arrasador de las revoluciones. Razones ideolgicas y objetividad histrica aparte, el primer mandamiento cinematogrfico que viola flagrantemente Lost City es el de la sntesis, la sorpresa y el suspenso. Las escenas son abrumadoramente largas, lentas y verbosas, tres caractersticas mortales para un proyecto que quiso ser tan fascinante, rtmico y sugestivo como el terral que despeina los caaverales. Le sobra metraje, la accin redunda, los personajes nos espetan sin consideracin alguna lo que ya sabe, o se imagina, cualquier espectador de mediana inteligencia, pues todos se expresan mediante topicazos, lugares comunes y frases hechas. En contraste con los bellos colores que elige para pintar nobles y patriarcales potentados, mafiosos y hampones, los revolucionarios son, en el mejor de los casos, una manga de ilusos, pues las ms de las veces
Joel del Ro
se muestran violentos y taimados, esquizoides y estalinistas, sanguinarios y manipuladores, especializados en destrozar familias y capaces de clausurar un night club solo porque el saxo es un instrumento de dominacin imperialista. De dnde habrn salido algunos de los mejores msicos de latin jazz que tiene el mundo? Un melmano como Andy debiera saberlo, pero es tanta su ceguera que es capaz de asegurar que el rgimen cubano los ha forjado a latigazo y racionamiento en campos de concentracin especializados en culturizar instrumentistas. En cuanto a las actuaciones, aparte de los numeritos breves, taciturnos y extemporneos de Bill Murray y Dustin Hoffman, dos astros capaces de iluminar cualquier escena, todo el resto del tiempo estamos condenados a la mirada cansina de Andy (est casi todo el tiempo en pantalla) y reitera ese mismo decaimiento, zanjado por rfagas de violencia eruptiva, que tan aceptable result en sus personajes de Los intocables, Lluvia negra o El Padrino III. Por cierto, tambin molesta el aire de recorte o de ripio respecto a la saga coppoliana, y al intento de Andy por registrar un tema similar (la desintegracin de una familia) desde un estilo narrativo y visual que todo el tiempo aspira a reciclar antiguos xitos, ya sean del retro norteamericano o de ttulos tan candorosos y buclicos como La virgen de la Caridad, Romance del palmar o Casta de roble. Pero volvamos a las actuaciones. No ha conseguido Andy Garca reactivar su arsenal de recursos expresivos, ya no en esta pelcula, sino a lo largo de los ltimos cinco o seis aos de una carrera en franco declive, a no ser que se considere un xito sus casi penosas intervenciones en la saga Oceans Eleven, haciendo el ridculo, es decir, el segundn de los Brad Pitt y los George Clooney. Ins Sastre hace honor a su pasado como modelo de Lancme y se las arregla para mantenerse siempre distante, distinguida y bellsima, con un modelito distinto y bien chic en cada secuencia, y un aire muy notorio de no entender de qu iba aquello, as se lo explicaran en espaol, en ingls o en francs. En cuanto a las actuaciones, a pesar de la
poca sustancia que tiene su personaje, solo escapa al low profile, la pose y el manierismo rampante, Toms Milin, un actor serio y profesional donde los haya, quien interpreta al patriarca de la familia Fellove. La edicin alcanza cspides de ridiculez que debieran ensearse en las escuelas de cine como modelo de lo que no debe hacerse nunca si se pretende controlar mnimamente el sentido dramtico de las escenas. Adems de que el montajista nunca tuvo idea del tempo que deba tener el filme en su conjunto, ni del ritmo preciso al interior y al exterior de cada secuencia, se repite una y otra vez el montaje alterno y simultneo entre dos lneas de accin relacionadas de modo pedestre. Por ejemplo, las escenas del asalto al Palacio Presidencial se alternan solo Andy sabr con qu propsito con una danza afro dedicada, quiz, a Oshn. Lost City son casi dos horas y media de trama endeble y pobre diseo de personajes, que pretenden reforzarse con una banda sonora sobresaturada de bolero, son, chachach, y de todos los ritmos cubanos, en un ajiaco compuesto por ms de 40 canciones donde lo que importa es la cantidad de ingredientes ms que su verdadero sabor o feliz combinacin. No quisieron dejar fuera a ninguno de los creadores y gneros musicales populares entre 1958 y 1961, pero en ese sentido saltan a la vista los gazapos, licencias, barrabasadas e imposturas (de dnde salieron semejantes Benny Mor, Bola de Nieve, Rodney, Tropicana, en una sucesin de simulacros escandalosos y chocantes por su falta de alma
y su distancia aparencial), adems de que la misma msica est colocada muchas veces de cualquier manera, sin atender a la funcin de subrayado dramtico que le tocara en una pelcula de este corte, melodramtica y con numerosos momentos de musical retro. Los profusos instantes meldicos o bailables detienen la accin, y en vez de pinceladas de apoyo referencial, devienen digresivas secuencias que apenas alcanzan algn significado potencial. Y esa es la Cuba por la que llora Andy, la despreocupada, sensual y carnavalesca. Tanta msica, glamour y cabaret apenas le permiten mostrar en su pelcula las razones que motivaron la ocurrencia de la Revolucin. Esa historia no le interesa, no la pueden ver sus ojos empaados por las lgrimas que le provoca rememorar su lustrosa y antigua arcadia. Vale aclarar que Andrs Arturo Garca Menndez, Andy, naci en 1956 y sus padres se lo llevaron de Cuba poco despus del triunfo revolucionario, es decir, que su nostalgia no es suya, personal e intransferible, sino la que adquiri por smosis de sus padres, o a partir de los relatos impregnados por el resentimiento de los amigos y conocidos miamenses. No hay nadie ms a quien culpar si el fracaso resulta estrepitoso.
Joel del Ro: periodista y crtico de cine.
La novela est publicada con fotos que seleccion y puse porque me ayudaba ver esas caras en el delicioso encanto que es escribir. No tena destino editorial cuando la escrib, como tampoco de presentarlo en concurso. La gente de Emec decidi publicarla con las fotos y, en algn momento, tena que romper con ese imaginario y aparecer las verdaderas caras de los protagonistas. Tena que quitar la foto de Laureano Irala y acostumbrarme a la de Miguel ngel Sol. Realiz una investigacin profunda en cuanto a la poca para escribir la novela? El contexto social, el poltico, todo eso me deleit. A partir de un guin que escrib me habitu a ir a la hemeroteca, fui a los diarios de poca y me fij muchsimo en el museo carcelario sobre el tratamiento de los presos. Por tanto, es cierto que tiene un perfume que hace que el pacto de credibilidad se establezca rpido, pero me tom toda la libertad para recrear las historias. Qu lugar le concede a esta pelcula en el contexto de su filmografa? Nunca hice un anlisis de mi filmografa. Suelo no ver las pelculas. Siempre me desencantan, siempre creo que tengo que rodarlas otra vez. Con La fuga existi el reto de filmar una pelcula coral; de filmar escenas de violencia que no haba filmado nunca y de tratar de no perder la visin sobre los sentimientos, aun siendo personajes con un cdigo de moral propio y estando tan polarizada la pelcula en cuanto a historia. Trat de no perder ciertos guios hacia el alma de los personajes. Est satisfecho con las actuaciones? Uno de los fuertes de la pelcula son las interpretaciones. Cmo se logr la escena final del obelisco? Eso estaba en la novela y el productor no quiso renunciar. Entonces se realiz un estudio de cmo filmarlo, cmo ir agregndole capas. Trabajamos con una empresa madrilea, especialista en eso, y a la manera de Titanic, se le fueron agregando capas, cuadrando personajes, agregando edificios, agregando coches que circulan en todas pocas. No es lo que me interesa del cine, pero corresponda imprimirle a la pelcula ese tono. Podra referirse al cine latinoamericano? Me da la sensacin que Latinoamrica est cada vez ms separada, los pases estn cada vez ms separados entre s. Sus ideologas estn tambin bastante separadas. Argentina est cada vez ms separada del resto de Latinoamrica, es cada vez ms blanca y ms europea, justo en contradiccin con un momento en que Argentina debera parecerse cada vez ms a Latinoamrica, por el destino econmico y la dependencia. El cine est tomando cierto coraje, no puedo hablar de cine latinoamericano; lo que siento es que los cineastas latinoamericanos estn decididos a contar las historias de nuestras aldeas, y me parece que eso tal vez sea el punto de inflexin y de unin. Eso hace que Europa empiece a tener en cuenta estas miradas que tenemos los directores sobre los temas elegidos. Pero todo esto ocurre porque no tratamos de parecernos a los europeos. Se estn haciendo coproducciones casi inexplicables de diez aos atrs. Es interesante ver cmo ellos se atreven a invertir en temticas que, aparentemente, carecen de inters para Europa. No solo se realizan coproducciones, sino que las pelculas son invitadas a Festivales, son visionadas y son bien vistas. Cada cual te puede contar la historia que conoce.
Luciano Castillo
El ttulo es la frase promocional de La fuga, filme con el cual el novelista, poeta, guionista y realizador argentino Eduardo Mignogna retornara en el ao 2001 al Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, donde fueran laureadas sus obras Horacio Quiroga, entre personas y personajes (1987) y Flop (1990), mientras que Sol de otoo (1996) y El faro del sur (1998), contaron con el beneplcito del pblico. Con posterioridad, el filme obtendra el premio Goya en su categora. Con la novela Cuatro casas (1975), Mignogna se alz con el Premio Casa de las Amricas, distincin que coronaba una trayectoria literaria conformada por libros como En la cola del cocodrilo (1971); Lastenia (1974) y Tigres y alondras (1979). La fuga se alzara con el Premio Emec y el lauro de la crtica argentina al mejor libro publicado en 1999. Se dispona ahora a filmar La seal, la pelcula a la que tanto tiempo invirtiera en su preproduccin, desde que decidiera traducir al cine su novela homnima, cuando la muerte lo sorprendi. Su preciosismo era tal que la desaparicin fsica del cineasta no impedir su rodaje. La previsin de todos los detalles, en colaboracin con la muy reputada asistente Fabiana Tiscornia, permite que el proyecto llegue a la pantalla aun sin su mximo gestor tras las cmaras. Ricardo Darn, Diego Peretti y Julieta Daz protagonizarn esta historia ambientada en la Argentina de los aos 50, poco despus de la muerte de Eva Pern, acerca de dos detectives. Pero evoquemos aquella entrevista que nos concediera en el fragor del Festival Internacional de Cine de San Sebastin, cuando se aprestaba con entusiasmo a presentar La fuga en La Habana. La trama de aquella pelcula la ubic en el verano de 1928. Ninguno de los reclusos de la Penitenciara Nacional de Buenos Aires, segn narra la novela original y su versin flmica, se dio a la fuga, as que cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia. Cmo fue el trnsito de La fuga de su novela al guin? En realidad le tuve un poco de miedo a cometer algunos errores y ser criticado por los novelistas que deciden elaborar ellos mismos el propio guin. Como mismo esperaba, entre escribir la novela y filmar la pelcula, prefer elaborar un paso intermedio y cederle la posibilidad de seleccionar los relatos. La novela consta de 15 relatos, sobre 15 condenados que se fugan. No se podan realizar todos, entonces haba que escoger seis. Esa tarea la delegu en Jorge Goldenberg y en Graciela Maglie para que elaboraran una suerte de asesinato y ellos fueron los que eligieron los que se incluyen en el filme. Primero seleccionaron las historias que se iban a narrar y, segundo, idearon esa manera. Hablamos mucho de la recurrencia de la crcel como punto, como usina hacia donde salen los condenados y como usina para los relatos del pasado. A partir de ah fue un dilogo de dos meses, aceptando ideas que me alejaron un poco de la novela, tratando de olvidarme de ella porque se aproximaba el momento del casting y la novela, que tiene relatos que son apcrifos, no son relatos de la vida real aunque todo el mundo cree que son historias reales y que es una novela histrica, es ms, los que me premiaron, en la elaboracin del veredicto del jurado hablaban de una novela histrica, de la reivindicacin de escribir sobre perifricos reales que haban muerto. Cada vez que digo esto siento que provoco un desencanto en la gente; prefieren que existan restos verdaderos slidos en las historias para creer que esa suerte de documentalismo que uno ofrece le da verosimilitud, que la historia es ms veraz. Con la pelcula pas exactamente lo mismo: hay mucha gente que me dice que todo esto fue cierto.
rien Ilustracin: Da
Luciano Castillo: crtico e investigador cinematogrfico. Dirige la Mediateca de la Escuela Internacional de Cine y Televisin de San Antonio de los Baos y es jefe de redaccin de la revista Cine Cubano.
uana Garca Abs (La Habana, 1950) ha hecho un aporte notable a la variedad y profundidad de la poesa cubana al principio del siglo XX. Se trata de su libro Circunloquio, Premio Nicols Guilln de 2006, un conjunto lrico no atrincherado en la oscuridad a ultranza (sino en la expresin que ofrece cierta lectura del mundo de Hermes Trimegisto, a travs de cbalas y esoterismos); un libro oscuro, pero no nebuloso ni procedente de las Tinieblas; un libro propio de la poesa intelectiva, no siempre vista y reconocida en nuestros fueros poticos nacionales y mucho menos laureada; un libro que est completamente fuera de la moda lrica al uso (retrica epocal), de los poemas que se fabrican bajo las dotes de expresin graciosa de algunos poetas que saben escribir, o bajo el abroquelado y a veces pintoresco experimentalismo mediante el cual alguno quiere ser postmoderno, transmoderno o hipertextual. En fin, un libro que se halla en la mejor tradicin de la poesa culta cubana, de hondas raigambres del saber, la gnosis, la inteligencia,
devenida desde Casal y Mart pasada por Boti y Brull, hasta Lezama y Baquero. La poeta se sita en el curso de la poesa cubana con voz muy propia, no similar a nadie, a ninguna lnea, a ninguna corriente del devenir actual de nuestra poesa. Su originalidad no es, por cierto, a ultranza, porque hay suficiente arte en sus versos como para advertir que esa expresin es el riesgo natural de su inters lrico. El ritmo de sus poemas es difcil, pues no es una poesa de entrega sensorial, emotiva, sino que alude a la imaginacin tanto dionisaca, como apolnea y a la sedimentacin potica de sus lecturas. Es obra de inters comunicativo del conocimiento humano, poesa sobre ese saber, ahondamiento lrico en mitos, referentes cabalsticos judos, evocacin subliminal de lo cubano no facilista, que se externiza muchas veces en este libro por medio de una esencial aprehensin de la Isla en el Mundo, sin aislamientos nativistas o bsquedas de temas de impacto (feminismo, homosexualismo, erotismo ms o menos escandalosos u otros avatares conformadores de textos hoy
la mode), pues la suya es bsqueda y hallazgo de lo intemporal, y un juego con esa intemporalidad (eternidad, infinitud, tiempo/ espacio) nunca bien hallada, si pudiera hallarse, y solo antes visible en la poesa cubana, pero con otros presupuestos, en el Big Bang (1973), del gran camageyano Severo Sarduy. Asombra este libro de Garca Abs por la secuencia de sugerencias, por los dictmenes o sentencias de textos reducidsimos que juegan al haiku, sin serlo; por las evocaciones a referentes culturales en textos que se gozaran mejor de tener sus lectores tales referencias incorporadas a sus conocimientos, pero que no dejan de ofrecer una particular manera de agalma, adorno del lenguaje por la ideacin imaginativa, cuyo misterio nos convoca, ms que a descifrar, a participar de la singularidad de su prisma. La poesa cubana necesitaba un libro as. Es un conjunto potico que se destaca no por la facilidad discursiva, por rozar lo anecdtico (que Garca Abs apenas si alguna vez bosqueja) o por dibujar un tono conversacional an vigente en la poesa insular, y que nuestra poeta parece trascender, usndolo a veces, pero en dosis muy matizadas por su tono central: el reflexivo, de buen entramado ideoesttico. Por qu necesitamos un libro de poemas as? Pues porque en nuestra poesa no reina el mundo de la imaginacin creativa a partir de la llamada alta cultura o de los bordes realmente poticos del enramado ontolgico; es necesario que en la poesa cubana contine creciendo ese aliento que nos insufl buena parte de la poesa lezamiana. Juana Garca Abs irrumpe sin concesiones en medio de una poesa que no quiere hacerse simptica al lector, que no busca resortes expresivos populares, ni siquiera cuando se introduce en campos de la tradicin, como la dcima u otras estrofas y formas rimadas o versolibristas tradicionales. Necesitamos tambin una poesa as, sustancial, que mira su propio referente esttico (metapotico e intelectivo) para hablarnos en un lenguaje y mediante un ritmo al que precisamos penetrar para captarlos y disfrutarlos plenamente. Es un aporte diferente, una brisa de poesa sustantiva, capaz de expresar la parte sensible y culta de nuestra nacin, ms all de la poesa de bases sensorio-emotivas predominante en nuestro tiempo. Gnesis (Y fue el sonido), Diluvios (Cbala) y Apocalipsis singulares (Diabologa existencial) desbordan en medio de apreciaciones cunticas, filosficas, fsicas, cosmolgicas, o asuntos propios de los misterios cabalsticos, procedentes de lenguajes casi cifrados que la poeta transforma desde lo esotrico bsico a lo potico como fin del discurso. Hasta este libro de Garca Abs, realmente resultaba muy extrao encontrar en la poesa de Cuba universalismos de este tenor, propios de las culturas occidentales en su sucesiva evolucin, desde las civilizaciones egipcio-mesopotmicas (a la memoria el Libro de los Muertos) a las grecolatinas, hasta nuestros das; es muy raro encontrar entre nosotros una poesa del saber, que ahora se nos envuelve en cubana, se hace universal sin dejar de ser esencialmente cubana. Advirtase en el libro el matiz nocturnal, como venido de la matriz de la noche, femeninamente paridora, creadora de imgenes onricas y de mundos imaginativos, que parecieran alimentarse de Jos Lezama Lima o de un profundo judasmo, cuando en verdad se alimenta de lo nocturno como misterio, del ser femenino en el que se produce la germinacin, la fecundacin y la nueva vida. Ms que un decir definitivo, todo este libro se trata de una fuerte sugerencia. Cada texto apoya el inters germinador, el conjunto es un nacimiento y un eterno retorno: Todo emana de un punto y a ese lugar retorna/ pues la otra parte es solo un sitio entre los signos. Nos enfrentamos as con uno de los libros ms difciles, plenos y medulares de la poesa cubana, tras la herencia plena, medular y difcil del hechicero de la calle Trocadero, del autor de Dador y La Fijeza. Juana Garca Abs se ha metido en el mundo de la matriz, en el dilogo (platnico?) con la eterna edad que es la eternidad, y ha elevado a la poesa cubana coetnea a un nivel ahora inusitado y sorprendente.
Palabras para la presentacin del libro Circunloquios, de Juana Garca Abs, Premio de Poesa Nicols Guilln.
Virgilio Lpez Lemus: poeta, ensayista, crtico e investigador literario. Doctor en Ciencias Filolgicas y Licenciado en Lengua y Literatura Hispnicas.
a primera impresin que tenemos de un disco antes de escucharlo viene dada por la imagen de la portada. Realmente, en el caso del disco de Silvio Rodrguez titulado rase que se era (Ojal 2006), la sobriedad, elegancia y buen gusto desplegados en la cartula por el diseador Eduardo Molt, a partir de la recreacin del entorno para las ilustraciones de Roberto Fabelo, uno de nuestros pintores imprescindibles, no dejan margen de duda para asumir que la propuesta musical est en franca armona con el rango de la grfica del soporte. Y as es. Se trata de una produccin de alto vuelo artstico, tanto por la equilibrada seleccin de los temas, como por el talento desarrollado para el realce de cada uno de ellos en un impecable nivel de la grabacin. Desde los primeros trabajos discogrficos de Silvio hasta en los ms recientes, se perciben las ansias del trovador por colocar, entre composiciones nuevas, aquellas otras que por mayora de edad, reclaman el espacio que les toca. Por ejemplo, en el disco Unicornio (1982), encontr lugar para La primera mentira ; e n D e s c a r t e s ( 1 9 9 8 ) , a p a r e c e n La cosa est en, Las ruinas y Por todo espacio, por todo tiempo, mientras que Hace no s qu tiempo ya es parte del disco Expedicin (2002), canciones todas compuestas en los das de su travesa en el barco pesquero Playa Girn a fines de 1969. Para el CD rase, Silvio ha decidido saldar, en buena medida, semejante compromiso. De acuerdo con sus palabras en la introduccin al folleto del lbum, este viene para reparar un vaco, un pago ms de mi deuda con la acumulacin de experiencias que me llev hasta Das y flores. Representa el complemento necesario para consolidar nuestra informacin sobre la proyeccin del trovador en esa etapa prdiga de su quehacer como compositor, justamente una dcada antes de la edicin del antolgico disco Das y flores en 1975. Es el homenaje a canciones, en la mayora inditas, pero desde su ptica actual como creador. Por tal motivo, el hecho de que se recojan canciones con casi 40 aos para nada implica que estemos ante un disco plantado en el ayer. Es tal la vigencia de los textos y la vitalidad del aliento en los arreglos que aunque sea un trabajo de recopilacin, se recibe como un proyecto con temas acabados de escribir. No obstante, la seleccin de la pieza Oda a mi generacin (1970) para comenzar este lbum doble de 25 canciones con un video clip incluido, marca su apego emotivo a aquellos aos donde vivirle a la vida su talla era un honor para los jvenes de entonces. Sin embargo, quin que vibre con la intensidad de estos das que corren no est dispuesto a morir sobre su papel; quin no deja de reconocerse en el altruismo de los que no tienen nada que perder, de Todo el mundo tiene su Moncada (1968) o quin no identifica a los oportunistas
que saben callar en Cuntas veces al da (1969) y a los que quieren cortar la medida de cada revolucin en Nunca he credo que alguien me odia (1972). A estos delimitadores de la primavera, la crtica planteada en Epistolario del subdesarrollo (1972) les resulta un motivo para fruncir el ceo, incapaces de comprender el mensaje, que por encima de actitudes conformistas o justificaciones inaceptables, nuestros productos deben estar regidos por la aspiracin hacia una calidad superior, exigencias que se mantienen entre los reclamos cotidianos de la sociedad en que vivimos. As lo manifiesta el video clip de dicha cancin, conmovedor audiovisual dirigido por Jorge Perugorra con fotografa de ngel Alderete, donde por medio de un cdigo directo y sencillo, este texto del joven Silvio asume imgenes de problemticas diversas en nuestra cotidianidad. Igualmente necesaria, por reafirmar la vala de una esttica de la belleza, es la presencia de canciones que
tiende a rememorar el sello de su estancia en el Grupo de Experimentacin Sonora del ICAIC. Es una bsqueda para acercarse a la profunda huella que dej en l este perodo, pero con la habilidad de no presentarla en una cuerda retro, sino procesada conceptualmente desde la abarcadora perspectiva del tiempo. Acompaado por el reconocido cuarteto Sexto Sentido as como por el prestigioso Coro Nacional que dirige Digna Guerra y los coros de su propia voz, el inteligente tratamiento de estas voces coloca tales versiones en un escaln artstico superior. Por ejemplo, si la dramtica impronta en la grabacin original de Fusil contra fusil permanece inclume, en esta versin la pica adquiere una solemnidad todava mayor, como se merece semejante motivacin. Para quienes conocamos las grabaciones anteriores de Nunca he credo que alguien me odia, sorprenden el ajuste de dicha pieza al aire folk as como la dinmica impregnada a Despus que canta el hombre
De este breve acercamiento al CD rase que se era, de Silvio, pudiramos coincidir en que resulta imposible obviar aquella sonoridad original de canciones con relacin a pasajes indelebles de nuestras vidas. Tales melodas permanecen impregnadas en la memoria de cada uno de nosotros, como tambin suceder con el enriquecimiento del pensamiento y la sensibilidad al que nos convoca el trovador desde estas versiones que, a pesar de no parecer lo mismo, en definitiva, son iguales. Antes de terminar, regresemos a la portada de la cubierta exterior del disco, en la que aparece la foto del joven trovador sentado al lado de la ensea nacional. Segn el propio Silvio, esa bandera cubana se encontraba en la sala de la casa del fotgrafo, cuando este decidi hacerle algunas fotos porque pronto se embarcara en el pesquero Playa Girn. Un maestro, como Mario Garca Joya, a quien se le elogi por su capacidad de atrapar el valor de esos instantes, quiso
evocan la relacin de la pareja en No aparezcas ms sin avisar (1970), como continuidad de la monumental Ojal o al despedirse en El da en que voy a partir (1969). As como Judith (1969), reservorio de pura poesa inspirada en una mujer, resplandor del desbordante lirismo que lo ubicara desde dcadas atrs entre los cantores del amor ms representativos de lengua hispana. Otra de las piezas significativas del disco en cuestin es La cancin de la Trova (1967), puente entre la Nueva Trova y la tradicional, en una versin donde Silvio se da el gusto de que le haga la segunda voz Adriano Rodrguez, uno en los que se inspir para componerla. Pero a la vez, la magia se revierte cuando se escucha al recio trovador entonar versos, que sin extraviar la continuidad, conformaron el surgimiento de una aproximacin diferente al hecho de trovar desde la guitarra. Ya en estos trabajos iniciales, encontramos reminiscencias del surco abierto en su obra por poetas como Csar Vallejo o Walt Whitman, porque para Silvio nada humano le es ajeno, nada desdea para su canto. Si en la pieza Cuando digo futuro (1969) es tan importante un nio como el largo de un vestido, la pieza Discurso fnebre (1971), incluida en el CD rase, est dedicada al amoroso recuerdo de un perro, quiz una temtica no apropiada para ocupar a las personas mayores; pero, por suerte, para estos asuntos no he crecido mucho todava, asevera el cantor. En cuanto a los arreglos de las canciones del disco, menos la pieza Todo el mundo tiene su Moncada, grabada en el acento criollo del grupo del tresero Pancho Amat, el resto est concebido por un tratamiento que Silvio ha simplificado en lo esencial para destacar la voz, la guitarra y la meloda por medio de una instrumentacin adicional, donde l mismo ejecuta las guitarras, el tres, la vihuela, la armnica, la percusin, el bajo y teclados arsenal meticulosamente escogido para obtener la nueva estructura que necesita cada cancin en particular. En tal sentido, la atmsfera lograda por la sonoridad de las flautas y clarinetes a cargo de Niurka Gonzlez,
(1969) por la guitarra flamenca de Ernesto Bravo. Pero es en Cuntas veces al da donde aparecen ms seales de su expedicin al ambiente sonoro de los aos 60, bien por la colocacin de las voces al estilo de esa poca, por el timbre escogido para la guitarra elctrica de Elmer Ferrer o hasta incluso por algunos pasajes del teclado que recuerdan al aejo rgano Hammond, detalles que en su conjunto resumen la autenticidad ajena a resultados impostados porque, obviamente, contina bebiendo de su propia fuente originaria.
dejar plasmada su visin premonitoria de la dimensin que alcanzara el novel artista y del especial significado, en ese momento, de aparecer junto a la bandera de su patria. La foto escogida como cartula del CD rase que se era simboliza el regocijo de un pueblo, el sentimiento enaltecedor de una nacin que se ve reflejada en el transcurrir del tiempo como ocurre con el fotografiado; pero igualmente fiel a la ideologa expresada en los cantos de lucha y de esperanza que integran el disco.
Guille Vilar: crtico de msica. Colaborador de revistas culturales. Durante varios aos redact la columna Entre cuerdas en El Caimn Barbudo.
Guille Vilar
Ilustracin: Darien
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Ilustraciones: Darien
La discreta pertinacia de la huella de Humberto Arenal en la narrativa cubana contempornea, observada desde la perspectiva de la idea que l tiene sobre el acto de escribir ficciones, resulta motivo suficiente para que me acerque de nuevo a sus libros siquiera en trminos tentativos. Y en especial hoy, cuando una institucin como esta que nos acoge decide rendirle homenaje al autor de novelas tan dispares y significativas como Quin mat a Ivn Ivanovich? y Allegro de habaneras, o de un cuento tan distante y entraable como El caballero Charles. Obtenida ya una especie de consagracin que evade con fuerza todas las formas de la mezquindad y que, por cierto, se tie cada vez ms de un recelo muy lcido porque de eso se trata la vida de un escritor: de su intimidad protegida y de su escritura a salvo, Humberto Arenal puede exhibir una trayectoria narrativa que se asienta en la complejidad del estatuto del personaje-problema, ese personaje en cuyo desenvolvimiento es posible notar expansiones dramatrgicas de gran riqueza. Arenal, hombre del teatro y cultivador de la imaginacin novelesca, se ha aferrado siempre a la brea sicolgica y a la dialctica del decir frente al hacer en lo que concierne a los pobladores del espacio de la ficcin. A m, como crtico literario, las verdades se me dan muchas veces como revelaciones provenientes de la reminiscencia de mis lecturas, y por el trato personal que establezco con los textos. No podra olvidar la primera novela de Arenal que cay en mis manos. Yo tendra 18 aos y comenzaba mis estudios en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana. De pronto, un da, en medio de lecturas muy dispersas, tuve delante aquel ttulo raro, casi antropolgico: Los animales sagrados, y sospech de inmediato, al comprender que me hallaba manoseando una novela, que leerla iba a ser una experiencia. A esa edad hay ciertas cosas de un libro que importan de un modo grfico, inmediato, ocultando otras donde se asienta una experiencia de mayor alcance y que, a la larga, podra constituirse en lo mejor de l. Yo, entonces, me fij ms en el revoloteo casi desustanciado de la sexualidad de Alberto entre Sara, su esposa, y Susana, su amante y no alcanzaba a revelrseme el drama humano, de una violencia desesperada y con unos tintes prximos a lo que vemos en algunas criaturas de Dostoievski, pero a la cubana. O mejor dicho: no alcanzaba a ver cmo esa sexualidad enmascaradora era el efmero y triste oasis de un personaje que llega o desciende, en la noche habanera, a la experiencia del alcohol, los vmitos y los golpes, para darse cuenta de que su vida ha tocado fondo y que su imagen en el espejo no es ms que el retrato moral de un extravo monstruoso. Eso lo comprend despus, cuando supe o acept que, en una novela breve, una prosa enjuta, casi descarnada, es aquella donde no hay trato jovial y mucho menos exhibicionista con la metfora, y es capaz, as, de presentarnos todo un mundo con agobiante sencillez. De hecho me llam y contina llamndome la atencin un rasgo del estilo de Arenal: su proclividad hacia lo magro. Su predileccin por un sistema verbal tanto ms parco y lleno de abstinencias cuanto ms preciso y eficaz.
Siempre me ha parecido que el estilo de Arenal, en lo tocante a su geografa inmediata, o al proceso de su materializacin en el acto mismo de la escritura, se granjea los afectos del lector comn. Esto, que es el resultado de un proceso a primera vista invisible, se refiere, sin embargo, a un proyecto de creacin donde casi todas las operaciones se supeditan a la comunicabilidad presumible de grandes experiencias y dilemas. Arenal, que piensa mucho en sus lectores cosa bastante rara, pues hoy quienes estn por lo general en la cabeza de los escritores son los editores y los agentes, causa en nosotros una sensacin de llaneza estilstica, de serenidad explicativa, y estos efectos de su artesana tienen un origen bastante claro en el propsito de hacer contacto rpido y directo con el lector. Creo que Humberto Arenal, sin olvidar las convenciones (las de la novela, pongamos por caso), tiene la capacidad de romper por momentos (momentos dramatrgicamente bien establecidos) la distancia ilusoria que cualquier ficcin establece entre quien la perpetra y quien la asume. Hago alusin a un estilo de omisiones (el oropel intil de lo literario, aunque hay oropeles tiles y hasta necesarios) que se empea en circularizar la repeticin y en evadir la variedad lexicogrfica. Me refiero al envs de una oralidad que no se ocupa de la belleza, sino de la declaracin. Fue as, pues, que supe de Humberto Arenal, hasta que, transcurridos los aos, conoc su primera novela, El sol a plomo, que tiene como sustentacin un hecho histrico traducido a otros hechos ya no solo de la historia, sino tambin de la ficcin. Ese doble y oscilante estado donde nace el milagro cotidiano de que la vida sea al final un conjunto de palabras y que el lenguaje se convierta, al cabo, en lo nico que queda de la experiencia tiende a desaparecer en Los animales sagrados, que es una obra intimista, de una leve y perspicaz propensin al sondeo psicolgico, y donde Arenal cultiva una especie de minimalismo de la intrahistoria, referido al realismo clsico de los personajes tpicos en circunstancias tpicas, como deca Federico Engels, si no recuerdo mal mis clases de Esttica Marxista. Al buscar el claroscuro de los nexos humanos y aposentarse en las probabilidades de un mbito inexorablemente dramtico, casi teatral, Arenal escribe los relatos incluidos en La vuelta en redondo y El tiempo ha descendido, dos colecciones dadas a conocer en los aos 60. A pesar del tiempo transcurrido, me gustara recordar, aqu y ahora, uno de sus mejores cuentos, El caballero Charles, texto que despus devino pieza dramtica. En l somos testigos de una peroracin casi monolgica. Charles, el gran hombre de antao, mundano, internacional, rico y dadivoso, es el referente que marca la presencia de un mundo ido, transcurrido con el advenimiento de la Revolucin, pero que insiste, fantasmtico, en demorar su estancia en la sensibilidad de Jacinto, ex chofer del caballero Charles. Jacinto, un negro bonachn y sentimental, visita los domingos a doa Clarita. Ella ha sido amante del caballero, lo ha acompaado durante una parte de su vida, pero sus recuerdos no son buenos. No descree de la memoria de aquel hombre que la exhibi consigo hasta donde poda, de acuerdo con las apariencias y conveniencias sociales, y sin embargo, aunque el retrato de Charles contina all, en el estrecho lugar donde vive doa Clarita, ella no le perdona ciertas cosas. Cun aburrido puede ser Jacinto, con su monomana de referirse una y otra vez al caballero Charles, buscando en la mujer
una interlocucin capaz de revivir instantneamente el pasado? Jacinto desea que ella evoque con l no al caballero, sino sus circunstancias. Una especie de tiempo humilde, pero de cierta manera glorioso, se le escapa a Jacinto con la muerte de Charles. Y, testarudo, o con una desesperacin congruente con su locuacidad, vuelve l semana tras semana a encontrarse con una sobreviviente, una prueba viva de que ese tiempo existi, o de que fue parte de su vida, o de su felicidad. Pero doa Clarita tiene que salir y Jacinto no repara en la impertinencia de su asedio. Incluso le propone una comunicacin con el muerto, le dice que vaya a una sesin espiritista. A ella esto le parece una insensatez, pero an puede evitar herir a Jacinto. Sabe que en la vejez el mundo es, para l, el caballero Charles, el hombre a quien sirvi durante 20 30 aos. Esta breve pieza maestra, donde la debilidad humana por lo que ya no existe es el centro de una vida, o lo que queda de una vida, me parece un paradigma entre nosotros de las virtudes apelativas de la literatura con respecto a la identidad moral del sujeto, y pone el acento en el infrecuente tema de la piedad, en el sentido en que lo abordaron escritores cubanos tan distintos (y tan secretamente conectados) como Ezequiel Vieta, Miguel Collazo, ngel Escobar o Guillermo Vidal. Sin embargo, al pasar revista a las ficciones de Arenal, encuentro que mis preferencias actuales se concentran en tres estructuras novelescas que el tiempo ha sabido conjugar: la pesquisa ldicra de Quin mat a Ivn Ivanovich?, el examen de la fascinacin ertica en A Tarzn, con seduccin y engao, y la intervencin en un mito prestigioso, desde la ficcin y la historia testificada, que Arenal practica en Allegro de habaneras, dada a conocer recientemente. Que un escritor cubano haya tenido la posibilidad de escribir estos libros, significa que es un hombre despierto no solo a la vida, sino tambin a las tradiciones culturales que ha asumido como suyas. El tipo de relato policial que, en las condiciones de la posvanguardia, emprende Arenal en Quin mat a Ivn Ivnovich?, nos coloca de frente a lo que l llama un divertimento novador, un experimento hijo, tal vez, de Kafka, del Nabokov de Cosas transparentes, del teatro del absurdo y de cierto James Thurber. Un experimento que parecera impensable o descolocado en una potica como la de Arenal, pero que est ah, sonriente, burln e interrogador. Una noveleta cuya forma es la de la narracin aglutinante, quimrica y cosmopolita, que se asienta en la impostura y en guios irnicos de la ms exquisita estirpe. Se nos presenta como un rompecabezas articulado mediante la derivacin, y viola es obvio las convenciones de todo un gnero. Si nos atenemos a su fluencia, a su manera de desenvolverse, veremos que no hay crimen, ni cuerpo del delito, ni asesino, ni detectives. Tan solo un espacio cultural que busca, en medio de sospechas sistemticamente culturales, el sujeto perpetuador de nuestra fruicin: el lenguaje. A Tarzn, con seduccin y engao es un libro escrito con deliberacin, para que el lector no quiera escapar de l y tampoco necesite las pausas, salvo aquellas que el autor dosifica y prescribe. Su estilo es de una llaneza muy difcil de lograr en una historia de amor donde conviven una filosofa de la existencia, una sicologa de los contactos humanos y una concepcin de ese mundo habitual que pervive en el tejido de la murmuracin, la maledicencia, el
instinto y la bsqueda de la felicidad. Arenal regula el volumen de la narracin, controla permanentemente su voz, sabe dnde disminuir y dnde amplificar la energa de esa voz. El nexo de la joven medio morena, medio gitana con el profesor de Filosofa se avecina a lo experimental porque fabrica su propio contexto, su propio mundo de referencias, y porque generalmente prospera en las honduras de lo sincrnico como si ellas fueran un conjunto de estratificaciones. Esta novela es una obra de excepcin, pues actualiza algo que, en tanto meta, alcanza a ser inusitado entre nosotros: escribir, desde una ptica casi rousseauniana, una historia de amor.1 Pero nada ms que la historia de ese amor. Sin embargo y ahora voy a acudir a un lugar comn la cultura pesa en los usos amorosos y suele transformarlos en sentimientos que se expresan por medio de pulsiones instintivas y figuraciones convencionales. Hace muy poco Arenal dio a conocer Allegro de habaneras, un libro cuya estructura se encuentra muy lejos de ser inocente y cuyo argumento es una suerte de prueba ficcional de que los mitos salen de lo real, entran en la fantasa de la ilusin y regresan a lo real. Yo tengo la hiptesis de que Arenal ha reescrito un mito nacional, el de Cecilia Valds, al tiempo que tambin ha reescrito, me parece, el ncleo de la novela homnima de Cirilo Villaverde, solo que desde la perspectiva (y aqu insisto en esa estructura no inocente, o culpable de poseer un sentido muy claro) de la historia nacional, de algunos de sus documentos, de ciertas testificaciones sobresalientes. Arenal incluye, de principio a fin, citas extradas de ellos, fragmentos que van pespunteando la narracin en una alternancia desasosegadora. Los personajes son un espaol de buenas maneras, una mulata clara y una dama culta, blanca, que cierra un tringulo amoroso en el que se vuelve a construir una tipologa bsica, una tragedia emocional que se levanta frente al lector como esos sincronismos, en forma de espiral, a los que aluda Alejo Carpentier. Qu nos ha querido decir Arenal con este experimento cuyo riesgo, bien asumido, es el de regresar a un arquetipo cultural e insertarlo en una realidad inmediata que conocemos demasiado bien, porque muchas veces sacude nuestro sentido de la tica y moviliza nuestras expectativas sociales, por as llamarlas? No responder ahora esa pregunta. Tan solo dir que el pasado, como todos sabemos, arroja luz sobre el presente, pero el presente, acumulativo y decantador, ilumina ciertas zonas del pasado como si tuviera la intencin de confirmar, en la distancia, que un destino repetible, o una expresin tpica o regular de la realidad, son fenmenos de la vida, pero tambin de la cultura y de la historia. Y ya termino. Nada ms me resta saludar, desde mi sitio, al amigo y colega Humberto Arenal, con el deseo de que contine siendo el hombre asombrado por la vida que es y el escritor activsimo que es, para suerte de todos los que tenemos la cotidiana oportunidad de leerlo y aprender de sus libros.
Texto ledo en el espacio El autor y su obra, dedicado al narrador, dramaturgo y ensayista cubano Humberto Arenal.
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Rousseau rechaz la doctrina del pecado original, subray la importancia del libre albedro y enfatiz el carcter corruptor que posean las instituciones sociales, el arte y las ciencias. Leda de cierta manera, la historia que nos cuenta Arenal en esa novela es perfectamente rousseauniana.
Alberto Garrands: narrador y ensayista. Ha obtenido en cuatro oportunidades el Premio Nacional de la Crtica.
A Kate y Vctor, en Mount Vernon Acomod un pauelo sobre el piso, lo estir hasta borrar el ltimo de los pliegues y, con la misma paz de cada domingo, se sent en el peldao superior a ver pasar autos en espaciada fila india. Escoga uno cada vez. No ms. Lo ubicaba al desembocar por la parte alta de la calle, donde se abre una curva. Memorizaba la matrcula, identificaba el modelo sin equivocarse, reparaba en los colores y, ahora con el objetivo ms cercano, se detena a observar al chofer hasta que el vehculo desapareca rumbo al otro extremo, tragado por el da. Alz la frente. Delante haba una nave abandonada, otra residencia calcada de la suya y una cafetera con mucho rojo. Era la mejor hora. La sombra de su edificio se alargaba casi transparente y eso facilitaba que no hubiera reflejos sobre el parabrisas y pudiera advertir cada detalle del individuo al timn mientras el coche se desplazaba. El rostro de frente, el cuello de la camisa y la corbata, el busto completo; luego el perfil, que cortaban las columnas del vehculo y, al final, casi algo de la nuca, ms bien una idea. Por ser tan de maana, tampoco transitaba nadie y l estaba solo. Descansaba con los pies sobre uno de los escalones que suban al portal, y poda idear la historia que quisiera. Viene bien peinado, probablemente dedic un tiempo a recortarse las puntas del bigote hasta sentirse complacido. Se anud la corbata una y otra vez y, al subirse al auto, debi concertar con cuidado la chaqueta con el respaldar del asiento delantero. Iba a una cita. La hora temprana haca presumir que el encuentro debera ser lejos y, por el curso, pudiera estarse dirigiendo a la playa. Una playa con faro sobre una colina, en un pueblo con mar. Sera el primero en llegar. El restaurante estara an vaco, se impona que fuera a un sitio as. Habra mucho viento impertinente y vulgar; de abril, con toda seguridad. Movera el cartel de la entrada y con su siseo se tragara el sonido artrtico de las bisagras. Por los amplios paneles vera cmo acondicionaban algn mantel, batindolo ante la estampa aburrida de alguien detrs de la caja registradora. Todo estara limpio y sin olores, segn debe ser. Le dara la vuelta al auto. Aunque sabra que no podra ocurrir, por imposible, aun as repasara en su mente, a ver si se salt algunas de las trabillas del pantaln y el cinto quedara por fuera en esa parte, signo inequvoco de vejez. Se cerciorara con ojos en la punta de los dedos, a la manera braille que tiene el empleado de banco de recontar billetes. Abrira la portezuela. Tomara el saco y se lo colocara con esmero y procurando no ser visto. Se abrochara los dos botones que tiene delante, enseguida frotara las palmas por la pechera, estudiara de arriba hacia abajo su figura y, a modo de conclusin, el ritual implicara zafarse los botones para sentirse a sus anchas, igual a alguien que hubiera nacido con l puesto y as, de paso, adquirir el aire de espontaneidad que le faltaba. Pretenda que ese aire se notara falso, eso s lo haca sentirse un tipo genuino. Lo lograba. Saba que la espontaneidad es acoplada al descuido y que quien se permite traslucir algn tono de descuido es tenido como alguien seguro de s mismo y es ah donde quera llevar al que lo observara. As de simple, el efecto domin. Esa era una de las razones por las que llegaba anticipado. Prefera que no lo notaran arreglndose la ropa, ni peinndose, ni nada; exclusivamente iba a entregar el producto terminado de su imagen. Abrira la puerta y
arm
ien
to
permanecera unos breves segundos debajo del dintel. Le agradaba experimentar la sensacin de que su cuerpo cubra todo el vano. Tambin le gustaba imaginarse a s mismo a contraluz. Escogera un rincn apartado, un pullman mejor, solo habra dos, rojos y en rincones opuestos. Se sentara de espaldas a la puerta, para hacer como si se sorprendiera al reconocer la llegada de una falda a su lado. l buscara complicidad y ella, adems, cierto grado, apenas nada, de complacencia. Entre ambos cruzara el pasado igual a nubes vistas en cmara rpida, rayando de blanco el azul del cielo. Cmulos de momentos. Alternando, unas veces ella y el resto l, dejaran olvidada una mano sobre la mesa en espera de examinar lo que hara quien estuviera de frente. En cuanto esta se retirara, resurgira la otra. As por un rato. l, que ya haba pedido algo de beber, tal vez ginebra a ella le gustaba el aliento a ginebra, de ah que no importara cun de maana fuera, se acariciara una de las aletas de la nariz. Ella tomara un caf. S, express, por favor. La servilleta le tocara la punta de los labios con tal suavidad que no dejara huella perceptible de carmn y le preguntara por qu volvi a llamar. Saba que vendras. Me voy a casar. An no lo ests. Viene siendo lo mismo. No lo es y, si lo fuera, tampoco importaba demasiado: asemeja un vestido: se pone y quita. No en mi caso. Vas en cueros? Me gusta desnudarme, es sabido; para hacerlo, tengo que estar vestida. Te la sabes arreglar para parecer desnuda aunque no lo ests, an ms que cuando lo ests. Se desprendi uno de los aretes y lo examin como si fuera algo raro que se hubiera despegado del lbulo. Maa, dijo antes de devolverlo a su sitio. Dejaste dicho que ibas a la peluquera? Pudiera ser; s, dije eso. Mentiste por m, por ti o por l? Por l, no quiero herir a nadie; por ti, para decirte adis y que lo entendieras de una vez. Y? Y un poco por m. Eso lo dira antes de mirarlo de la forma siguiente: s algo que no voy a confesarte, as me reviente. l encendera un cigarro y aproximara el cenicero. Dejara la cajetilla sobre la mesa. Un poco cunto? Un poco de un poco, qu ms da. Antes pedas un poco ms, un poco ms de m en ti. Baj las pestaas, repas con detenimiento la huella de caf en el fondo de la taza. Fui una mujer con mucho apetito y te peda, ya no te pido. Estamos en la playa. Lo s, la vi, la escuch; el salitre es un olor que se palpa. Antes tambin hemos venido a la playa. Es algo que voy a olvidar, en cuanto me levante de aqu lo voy a olvidar. Por qu?: Sustityelo por otros momentos mejores y punto, a no ser que estos hayan sido los mejores. Contemplara el cigarro, finsimo humo, y contendra el impulso de quitrselo para presenciar en realidad sentir por lo que el verbo arrastra de gozo al labio superior retrasarse, pegado al papel; luego, en acto reflejo, tocara con la punta el cenicero, y seguira fumando ella. No iba a caer en la trampa. La delatara la contencin de los gestos. Intentara una excusa. Fue inconsciente, dira. En ellos no hubo amor, puede que ni pizca de amor. Lo rastrearon con fuerza en sus muchos entresijos y no conocieron nada ms que deseo y de eso se trataba. Incrustados en la piel, tatuados. l cedera y dejara el cigarro apoyado en una de las honduras del cenicero. Recordara la primera vez. No saba en qu pensaba en aquella poca, ni siquiera si aquel tiempo lleg a constituir lo que pudiera denominarse poca. Los das estaban muy dispersos, separados unos de otros y de alguna manera licuados. Demasiado licuados. Entr a una cafetera llena de nen y rojo y en medio de la multitud ella volte la cabeza desde la ms apartada esquina de la barra y lo busc sin saber lo que buscaba, que es la mejor forma de hallar. Ambos hicieron lo mismo. Las imgenes quedaron atrapadas en las pupilas, rebotando dentro, al estilo del eco. A la semana siguiente, convocados por la curiosidad y el misterio, se conocieron. Pronto, cada unin fue una batalla en la que, al principio con desespero y despus dejndolo al azar, sin confesarlo, persiguieron el amor que nunca vino, por lo menos en la forma en que fueran capaces de distinguirlo. La atraccin as no lo permita, ciega y terca como es. Aunque el aire s insinuara algo y eso era debido a que en una habitacin cerrada, los jadeos lo enrarecen y le facilita enmascarar lo que enmascarar se proponga. Tambin la respiracin entrecortada juega a lo mismo, a la fe en el s, por lo que entraa de supongo; a la devocin por el no, el ms contundente elemento de ese sistema binario, porque este no disiente de la incertidumbre. Ella habra descubierto a alguien ms, con o sin urgencias del cuerpo, que por el camino se pueden inventar. Quera fundar algo propio. En su momento supo que ese alguien no sera jams l. Se parecan demasiado, no tenan secretos que crear; siempre iniciaban la
intimidad mirndose fijo a los ojos, vindose ellos mismos en esos espejitos redondos en el rostro del otro, y ahora estaban cara a cara. l colocara una mano sobre la mesa y ella pondra la suya encima. Sera un adis. El mejor de cuantos existieran. Se levantara. Tena la piel fresca. Era de ese tipo de mujer que incluso al uno verla en la distancia sabe que tiene la piel fresca y que huele a agua muy limpia, aunque se diga que el agua no huele a nada. Eso tiene su importancia. Mucha. Y, luego, su silueta. Cada detalle de su silueta hara pensar que viva una vida interesante. Sus movimientos, el conjunto de sus rasgos, llevaran hacia ese sentido: una vida interesante. Ese era su sello distintivo. Dejara de trasfondo un estampido de estrellas, eso que saba hacer tan endemoniada y perfectamente bien, y saldra. Pedira un trago ms. Bebera sin perder de vista un nuevo cigarro consumindose. Una frase se le quedara encasquillada, sin decir. Estar aqu para cuando me necesites. Le dara vueltas a la cajetilla, en crculos. A un lado u otro. El sol se le aproximaba a la punta del calzado. Dedicado, trasladaba sombras de un lado a otro. Aparentaban ser las mismas. A estas alturas del da no engaaban a nadie. La gente ya era una realidad en la calle. Hormigas ajetreadas, eso es lo que ms les gusta: ser hormigas ajetreadas. Los coches se amontonaban. Parecan un nico ciempis sin fin. Se levant del peldao. Recogi el pauelo. Dio media vuelta. Cont los cincuenta y siete pasos que lo llevaban hasta su puerta. No era compulsivo, no ordenaba las toallas en el bao y le daba lo mismo pisar las rayas del piso, en cambio era incapaz de dejar de enumerar esos cincuenta y siete pasos para llegar y salir de su casa. Entr. No haba cuadros ni adorno alguno. Pens almorzar algo ligero, fiambre y pan. La pereza lo desalent. Tom de la nevera una cerveza corta, la sirvi entera y se sent delante del televisor, sin un motivo especial. Vaci la copa. Palp el bigote en busca de una espuma inexistente y tante sobre la mesa que tena delante hasta dar con el control remoto. Escogi cualquier pelcula que estuviera doblada a alguna lengua de la que no entendiera nada en absoluto. Haba una en fins. Era su da de suerte. Empez a imaginarse los dilogos, a fantasear lo que los actores decan, su pasatiempo favorito. Otros hacen crucigramas o Sudoku, l, dilogos. La protagonista observaba a alguien fuera del encuadre. Hablaba levantando una ceja. Ladeaba la cabeza. Semejaba a Nipper, el foxterrier de la Vctor. Haba un tono de amargura en sus palabras. Debi decir: Puede ser que lo nuestro no se entienda o que no haya por qu entenderlo. Le respondieron: Ni se entiende ni hay por qu entenderlo y as est bien. Analiz el vaso de cerveza. Se hallaba despierto desde antes de que aclarara. Permanecera all hasta el anochecer, luego se dispondra a cruzar la calle. La cafetera tendra tanta luz, que de noche parecera como si el mundo exterior no existiera y lo nico que valiera la pena fuera lo que all dentro brillaba, mientras individuos y cosas reflejaban sus dobles en los cristales. Tal resplandor haca oleaginosas las grandes divisiones de vidrio. El aceite chorreaba hasta la acera, aplastaba su abdomen de goma blanda por el contn tragndose todas las fronteras que desplegaban a su paso; embadurnaba la calle y se perda por la alcantarilla. Paredes amarillas, banquetas circulares forradas de vinil. La barra estara con tres personas. Seran un hombre solo con sombrero, cubriendo con su mano derecha la pared de un vaso y una mujer pelirroja acompaada de alguien que pudiera ser cualquiera. Al final del mostrador se alzaran dos boilers gemelos niquelados, similares a enormes silos vistos en la distancia, con grifos relucientes. Se decidira por un emparedado. Eso, un emparedado. Quiz de huevos y algo ms. El camarero calvo, de quepis blanco y filipina, anotara la orden en un bloc. Antes, para apoyar, cambiara de lugar un servilletero. Todo sera suave y l, un halcn de la noche. Se qued dormido. Sonrea. Seguro habra alguna estrella en un punto del cielo.
Hugo Luis Snchez: narrador, periodista y editor. Ha publicado el libro de cuentos El valle de los archipilagos (1993) y fue finalista en dos oportunidades en el Concurso Internacional de Cuentos Juan Rulfo, el cual gan en 1998 por Dulce hogar.
Cartel: Darien