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Entrevista a la autora chilena Nona Fernández Silanes
De Mapocho a la asunción de una académica mapuche
Por Alejandra Rodríguez Ballester
Desde su primera novela, Mapocho, publicada en el 2000, la escritora chilena Nona
Fernández ronda en sus libros el tema de la memoria, la herencia de la dictadura que recibió su generación, la de quienes eran chicos en tiempos de Pinochet o todavía no habían nacido. Involucrada en las movilizaciones que se sucedieron a partir del 18 de octubre de 2019, comprometida en las elecciones constituyentes al apoyar públicamente a una candidata feminista de los Movimientos Sociales, esta escritora, actriz y guionista chilena –premiada en 2017 con el Sor Juana Inés de la Cruz por La dimensión desconocida- encontró una voz para narrar su tiempo, una voz que se desliza de la ficción a la crónica, del registro íntimo a la proclama colectiva. Optimista, esperanzada, exultante, Nona dialogó con Ñ por zoom al día siguiente de la asunción de una líder mapuche al frente de la asamblea constituyente chilena. Acaba de llegar su último libro Preguntas frecuentes –que en su país se representó en una versión teatral por zoom-, en el que narra el comienzo de la pandemia en Chile, desde las voces de dos mujeres recluidas. El registro de la soledad, de la vecindad de la muerte, se entreteje en sus discursos con la crítica a la arbitrariedad de las normas de la cuarentena y el desenmascaramiento de la situación política. La voz narrativa llama la atención sobre la paradoja de que a pocos meses del estallido social, la crisis sanitaria obligara a la gente a abandonar las calles para recluirse en sus casas. En Preguntas frecuentes abordás el presente del confinamiento y la emergencia sanitaria. Dos amigas, A y N escriben y parecen dialogar pero no se trata de una conversación propiamente dicha. Aparecen todas las angustias de la soledad, el cuerpo, reaparecen los miedos. ¿Te parece que ese diálogo diferido tiene que ver con esos encuentros que, en pandemia, no llegan a producirse? Sí, claro que sí. Preguntas frecuentes es un libro que se prepara en tiempos de pandemia, de encierro. Acá me preguntaban si es una novela, en realidad es un artefacto literario que en su contenido intenta sujetar pedacitos de la realidad. Esos pedacitos tienen que ver esa necesidad de los otros, de las otras, esos diálogos a destiempo, ese contacto que no termina de ocurrir. Igual nos conectamos pero a veces no toleramos estas conversaciones por zoom, es una conversación tartamuda. Incluso uno puede dudar de la existencia de esa amiga, si es alguien que está en su cabeza o quizás alguien que ya ha muerto. Esta cosa poco clara que creo que es también el gran sentimiento de la pandemia, la incertidumbre, estar en un territorio fuera de control. Todo es un poco fantasmal, el futuro, el presente. También hay algo espectral en tus otros libros. Pienso en Mapocho, donde los fantasmas que son los desaparecidos, los muertos de la dictadura. Durante mucho tiempo mi literatura ha seguido una línea de reconocimiento de la historia reciente de Chile, Mapocho está instalado ahí, y ese pasado es muy confuso, muy fantasmal y poco claro. Creo que también la memoria es así, es incierta, fluida, de pronto te asalta con cosas nuevas que modifican tus propios recuerdos. Conectándolo con la pandemia creo que este tiempo de aislamiento, ha sido como un paréntesis, sobre todo en una primera etapa en la que no sabíamos cómo movernos, vivimos en un vacío muy grande, los días eran muy iguales y el pasado entró a fluir de manera más clara porque tuvimos más tiempo para pensar en ese pasado. En contraste con la intimidad de los personajes, en Preguntas frecuentes se intercala la voz burocrática del estado chileno, que sólo responde obviedades, un estado ajeno, distante de lo que viven las personas. Claro, mientras estaba yo inmersa en la escritura y en el no entender nada de la realidad, comencé a frecuentar las páginas del Ministerio de Salud, que fue ponerme al tanto de las infinitas preguntas que hacía la gente, también lo raras que eran esas preguntas y lo insólitas que eran las respuestas. Me pareció que podía incorporarlas a este artefacto y después ir deconstruyéndolas, volviéndolas más literatura. Tus personajes sufren insomnio, un insomnio que adquiere distintas significaciones. Una alteración del sueño ligada a al confinamiento pero también un estado de alerta, vinculado a lo político. ¿Cómo viviste ese cruce entre el estallido y la pandemia? La pandemia ha sido un balde de agua fría a nivel mundial que acá, en Chile, lo hemos vivido desde una vereda distinta porque se enredó con la revuelta social. Cuando por fin despertamos y salimos a las calles, y comenzamos a tejernos colectivamente, a empujar un cambio, la pandemia nos encierra. Es como un chiste amargo. Pero en ese encierro, hemos vivido una nueva manera de trabajar esa revuelta. No soltamos. Y hemos estado enredados desde la virtualidad, en este estado de alerta que se ha modificado porque no podemos ejercer la calle. ¿Cómo viviste la asunción de Elisa Loncón al frente de la asamblea constituyente? Fue una jornada gloriosa la primera sesión de la convención constitucional, con la elección de una presidenta mujer, mapuche, profesora, algo inédito. Hace dos años habría parecido imposible. Que sea posible tiene que ver con este estado de alerta, este estado de insomnio. Digo insomnio porque hemos estado dormidos durante mucho tiempo. En la calle leí un texto anónimo decía: No era depresión, era capitalismo. Nosotros tenemos uno de los índices de depresión más altos de Latinoamérica. Y creo que tiene que ver con este estado de atomización que nos hacía sentir muy solos. Me parece importante enfrentarse al otro y a la otra, desde la precariedad, desde la fragilidad, y entender que nos necesitamos. Los chilenos y las chilenas hemos vivido de acuerdo a esta lógica unívoca, yo vivo solo para mí y si tengo que cagarme a alguien lo hago, pues si no alguien me va a cagar a mí. Esa lógica se ha roto. Creo que el libro bebe de todo eso. Es como la sensación de los tiempos, este enredo de pandemia y revuelta que nos tiene en un estado de felicidad por una parte, pero a la vez con una imposibilidad de salir a la calle a besarnos y abrazarnos, a vivir la fiesta en la que estamos. En Mapocho hay también una interpelación a la historia oficial chilena y al lugar de los indígenas en ese relato, aparece Lautaro, el líder mapuche, como el jinete sin cabeza. Pusiste en foco un tema pendiente que se expresó en el estallido, algo que ahora culmina con la asunción de una mujer mapuche al frente de la constituyente. Hace pensar en las formas en que la literatura anticipa la historia, como decía Ricardo Piglia. Esa novela la escribí hace veinte años y la revisé antes de su reedición, hace dos años. Cuando volví a leer esos textos que son el origen de mi escritura, porque todo lo que he hecho viene un poco de esa novela, fue interesante volver a encontrarme con esa mirada crítica de la historia pero también fue muy triste ver que habían pasado veinte años y seguíamos estando en el mismo lugar. Dos años después llega la revuelta social que estalla con todos esos temas que estaban circulando en esa escritura, temas que estaban en la sociedad, no soy yo la inventora, y había mucha más gente de la que yo pensaba apoyando ese reclamo. A la luz de eso se vuelve muy interesante este momento. Es lo más importante que ha pasado en este país desde hace mucho tiempo, ni siquiera la llegada de la democracia significa lo que está significando este momento que es de verdad un momento fundacional. La democracia fue pactada, acomodada, cautelada por los militares, por esas razones estamos como estamos. Y creo que este es un momento refundacional, constituyente, un momento de soberanía popular, un momento en el que nos hacemos cargo de la escritura de la historia.
Entrevista publicada en la revista de cultura Ñ, el 23/7/2021
Sebastian Hernandez - Enrique Espinoza y La Revista Babel. Del Sincretismo Ideológico Al Trotskismo Intelectual. Recepcion de La Ideologia Trotskista en Chile (1936-1945)