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iS5N: 02104547

Anales de Literatura Hispanoamericana


1999, 28: 959-978
La lenta velocidad de la mirada
en la narrativa de Andrs Rivera
TERESITA MAURO CASTELLARN
Universidad Complutense de Madrid
Rivera, un obrero de las letras
Andrs Rivera naci en Villa Crespo, Buenos Aires en 1928 y concl nom-
bre de Marcos Ribak. En las letras argentinas ocupa, desde hace bastante
tiempo, un lugar destacado como uno de los narradores ms importantes de la
literatura contempornea. No obstante, pese al xito de ventas de sus novelas,
cuentos y nouvelles, a la buena acogida por parte de la crtica y el periodismo,
a los numerosos galardones de los que se ha hecho acreedor, este desertor de
la carrera de qumico industrial y antiguo obrero textil, prefiere mantenerse
alejado de los crculos acadmicos y de las vanidades del mundo literario.
No form parte de grupos literarios; quiero decir: la poltica lite-
raria no me interesa. No obstante, luego de haberme desempeado
como secretario de redaccinde larevista Pltica (1953-1957), inte-
gr, en 1964, la redaccin de La Rosa Blindada, y, en 1968, el con-
sejo de redaccin de la Revista de Problemas del Tercer Mundo. La
crueldad vertiginosa de los tiempos que sucedieron al 24 dc marzo
de 1976 nos dispers: algunos de los miembros de esas redacciones
desaparecieron; otros viven en el extranjero; otros, pocos, perse-
veran en esta Buenos Aires que amamos y construyen una obra
esplndida, que vencer al silencio y alas impugnaciones.
5. Zanetti (Dirj. Andrs Rivera, Encuesto a la literatura argentina contempornea,
Buenos Aires, Centro Editor de Amrica Latina, 1982, pg. 82.
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Teresita Mauro Castellarin La lenta velocidadde la mirada en la narrativa de Andrs Rivera
La mayor parte de su vida Rivera la dedic al periodismo, en revistas y
peridicos, como medio de subsistencia. Actividad que abandon en 1992
cuando recibi el Premio Nacional de Literatura por la obra La revolucin es
un sueo eterno, que se haba publicado inicialmente en 1987. A partir de
esta distincin, pudo dedicarse por completo a la escritura y aotras activida-
des culturales con proyeccin social.
Rivera ha optado por el exilio interior, en un pas que no ofrece, desde sus
inicios, otra cosa ms que una poltica que no sea violencia. Este es un pas
de criminales, como afirma en una entrevista reciente.
2 En este pas obsesi-
vamente anclado en la repeticin de su propia historia, no hay muchas sali-
das para un escritor que ha credo y sigue creyendo, en el compromiso ideo-
lgico, en la honradez del oficio y en la eficacia de la literatura. Yo estoy
convencido de que ningn libro, por bueno que sea, puede cambiar el mun-
do. Pero tengo que escribir3.
Rivera y Susana Fiorito, su mujer, se han radicado en Crdoba, en el
barrio entre marginal y proletario de Bella Vista donde han fundado una
biblioteca popular, con los libros donados por el mismo Rivera, donde a la
vez se proyecta cine, se cultiva unahuerta y se dan clases de costura y gim-
nasia. Su mujer es el motor de este proyecto y Rivera un espectador que
escribe, como l mismo afirma, pese a que est al frente de una fundacin
que busca contener los efectos que la poca dispara sobre los ms pobres4.
El oficio de narrar
Nac en un hogar obrero. Mi padre, que era dirigente sindical
necesitaba leer, necesitaba saber. Por esa poca, se reunan en mi
casa otros hombres como mi padre. (...) Tenan pocos escritores para
citar, pero los citaban, necesitaban ese mundo abstracto de la letra
para afirmarse. No hubo alternativapara mi. En un momento abr un
cuaderno y empec a escribir5.
2 M. Seoane y y Muleiro. Retrato de un escritor maldito, Clarin. Suplemento de Cul-
tura, domingo 16 de mayo de 1999, Buenos Aires, pg. 4,
Vi Gorbato. Feria del Libro: entrevista pblica con un nagador de lujo. Andrs Rive-
rayel arte de reescribir la historia, Clarn Digital, Buenos Aires, jueves25 de abril de 1996.
Ibid
Vid. Gorbato, op. cit
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Teresha Mauro Castellarn La lenta velocidad de la mirada en la narrativo dc Andrs Rivera
En cuanto a su aprendizaje como escritor, sus modelos se asientan fttn-
damentalmente en la escrituraviolenta, agresiva y cruda de la literatura nor-
teamericana: Faulkner, Hemingway y, entre los maestros del trhhllers Ray-
mond Chander y Dashiel Hammett y, entre las escritoras reconoce la
maestra de Flanery OConnor, Carson McCullers y algunos de menor relie-
ve como Caldwell, entre otros.
Cuando empec a escribir haba, para m, un modelo claro de
escritor: el de los narradores norteamericanos. De Faulkner a
Hemingway y de ste a un escritor menor como Caldwell. Para mi,
an hoy, es lamejor narrativa que se ha escrito en este planeta. Por
otro lado, creo que muchos de nosotros dejamos a un lado (dira que
bastante rpidamente) cienos prejuicios respecto de Borges; en mi
caso particular aprend algunas cosas de l, en materia de oficio.
Nunca me interes Mallea.
Si, en cambio, me dije a mi mismoque en el Rio de la Plata ten-
amos un autor que poda ponerse a la altura del mejor de los nortea-
mericanos: Juan Carlos Onetti. Y otro escritor al que el sistema tra-
t de ocultar, o de asimilar como un espectculo circense: Roberto
Arlt. Si tengo que citar a un autor ms actual cuyo nombre suponga
una escritura de primer nivel y la certeza de una conducta intelectual
irreprochable, esa persona es Ricardo Piglia. Por otro lado, excntri-
camente ubicado peroproduciendo una literatura excepcional, debo
mencionar a Juan Jos Saer
5.
Entre otros autores contemporneos argentinos, Rivera seala como lec-
turas imprescindibles, adems de las ya mencionadas, aBelgrano Rawson Y
a Tizn. A veces nos olvidamos de Tizn porque est lejos geogrficamente,
pero l debe ser hoy el nico escritor del interior del pas que tiene repercu-
sin nacional7. Reconoce tambin la maestra de Borges en cuanto al trata-
miento de las tcnicas narrativas y al uso del lenguaje.
En esa obstinada y permanente mirada escrutadora de unarealidad que no
le satisface, con el ceo fruncido, este mal alumno de la escuela secundaria
CM. Domnguez y G. Saavedra. Con Andrs Rivera, El Pas Cultural, Ao II, 55,
sbado 3 de noviembre de 1990, Montevideo, pg. 1.
M. Russo y O. Tijnsan. Reportaje a Andrs Rivera, La Maga, 3 de abril de 1996,
Buenos Aires.
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Teresita Mauro Castellarin La lenta velocidad de la mirada en la narrativa de Andrs Rivera
y luego obrero industrial como tejedor de seda en el suburbio industrial de
Villa Lynch, aprendi mucho de los libros, pero tal vez ms de la propia vida,
de la solidaridad entre los obreros de una gran fbrica y de su propio padre
que era un puritano. (...) sabia muy bien que ser rico es sinnimo de explo-
tador Y, por eso, fue obrero calificado toda su vida
8. En la trayectoria vital
y tica de este excelente narrador, encontramos ciertos rasgos comunes con
otros escritores malditos del Ro de La Plata: Roberto Arlt y Juan Carlos
Onetti, como l mismo lo afirma:
...Arlt describi un Buenos Aires como nadie lo hizo. No hablo
de sus calles, de sus edificios, o de esos cielos tan particulares que
tiene Arlt; hablo del mundo que circula por el Buenos Aires de Arlt.
Desde que lo le en mi adolescencia, l me ayud a reconocerme, y
eso creo que es todo9.
Juan Carlos Onetti es una referencia obligaday constante en los textos de
Rivera. Comparte con el escritor uruguayo la pasin por la escritura como un
acto vital de creacin, la predileccin por los maestros de la literatura norte-
americana, por la eleccin de protagonistas que resumen al antihroe, a los
vencidos y, en particular, por el dominio de un lenguaje conjetural y contra-
dictorio con respecto a la experiencia y a lo que ste designa.
Andrs Rivera en el marco de la literatura argentina
Llama la atencin que, pese a su larga trayectoria literaria, la obra de
Rivera no haya tenido repercusin ms all de la literatura rioplatense y que,
en Espaa en particular, sus obras se desconozcan. Comoocurre con muchos
escritores hispanoamericanos que no entraronen el mal denominado boom y
posboom, o no se han sumado al engranaje del marketing editorial, Andrs
Rivera mantiene su prestigio como escritor, pero su presencia en las historias
de la literatura hispanoamericana o argentina es escasa o apenas ocupa un
pequeo espacio. 1-la merecido ms atencin en revistas especializadas, en
8 A. Rivera. Mi maestro, Revista Veintiuno, 37, 25 de marzo de 1999, Buenos Aires,
pg. 68.
O. Tcherkaski. Andrs Rivera: la obsesin de una escritura alucinada, Tiempo
Argentino, seccin Cultura, Buenos Aires, lunes 24 de diciembre de 1984, pg. 8.
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Teresita Mauro casiellarin La lenta velocidad de la mirada en la narrativa de Andrs Rivera
diferentes peridicos y publicaciones de informacin general, argentinas y
uruguayas, en las cuales se han publicado entrevistas y diversas reseas de
sus obras.
La historia y la crtica de la literatura hispanoamericana del posboom
debe an seguir trabajando en la investigacin y revisin de la obra de nume-
rosos escritores olvidados para poder configurar una visin ms amplia y
totalizadora de las letras del continente, que incluya a los escritores ya con-
sagrados, a las nuevas promociones de narradores, sus textos y estudios de
los mismos.
Andrs Rivera comenz a publicar sus obras en la dcada del cincuen-
ta, por lo que se lo puede situar dentro de la denominada generacin del
55, en la periodizacin que hizo Luis Gregorich. En este grupo incluye a
los narradores nacidos entre 1920 y 1930, y que comenzarona publicar sus
obras con posterioridad a 1955, en el periodo que sigue a la cada del
gobierno de Pern. Etapa que se caracteriz por un auge y desarrollo de la
vida intelectual y de los medios de comunicacin de masas, que experi-
mentaron un gran impulso y vitalidad
0. Por otra parte, Juan Jos Arrom
agrupa a los escritores del medio siglo bajo la denominacin de Gene-
racin de 1954 o Generacin de los Reformistas, ya que tienen en
comn una actitud crtica hacia el pasado y el compromiso con respecto a
la situacin histrica que les toc vivir.1
A comienzos de 1957 gan el segundo premio de un concurso de
cuentos organizado por el diario La Epoca. El relato que me premia-
ron La marea, apareci luego, en un volumen denominado Narra-
dores argentinos contemporneos. En 1962 publiqu Sol de sbado
(cuentos, editorial Platina) y La marea form partedel texto.
En septiembre de 1957 apareci mi primer libro, El precio
(novela, editorial Platina), que ocasion un escndalo domstico y,
tal vez, un no inusitado desvaro crtico2.
L. Gregorich. La generacin del 55: los narradores, Captulo. Historia de la litera-
tura argentina, 53, Buenos Aires, Centro Editor de Amrica Latina, 1968, pgs. 1249-1256.
Ji. Arrom. Esquema generacional de las letras hispano- americanas, Bogot, Institu-
to Caro y Cuervo, 1963.
1 2 5 ~ Zanetti (Direcc.). Andrs Rivera. Encuesto a la literatura argentina contempo-
ranea, op. cit., pg. 80.
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La temtica y el modo narrativode sus primeras obras pertenecientes a lo
que el mismo autor denomina la prehistoria de su trayectoria como cons-
tructor de ficciones, lo enmarcaban en el mbito de una literatura ms ape-
gada al esquematismo del realismo social, tanto en el lenguaje como en la
manera de abordar el relato.
No debemos olvidar que la generacin del medio siglo tuvo en general
una visin ms cercana a la realidad y a la historia, como lo reflejaba tam-
bin el grupo que se nucleaba en la revista Contorno, y la visin ms histo-
ricista de las ficciones que los miembros de este grupo compusieron.
No obstante, en el casode Rivera, como en el de otros escritores, hay que
sealar una evolucin y un constante enriquecimiento en las obras posterio-
res. En su produccin posterior, conjuga una visin poltica, humana y una
potica basada en la innovacin y en la reelaboracin de nuevas y variadas
tcnicas y recursos narrativos. Esta evolucin coloca la obra de Rivera en el
plano de la modernidad de la literatura argentina. En ellas predomina el tras-
fondo histrico del pas, pero con una proyeccin universalista. Aunque
deambulen por sus relatos personajes de la histora nacional: Juan Jos Cas-
telli, Rosas, Sarmiento y una gran cantidad de personajes del siglo XIX y
comienzos del XX, la problemtica que plantea en cada obra nos da una
dimensin humana del hombre frente al fracaso, frente al poder, a la poster-
gacin y frente a la vida y la muerte. Temas stos universales y eternos en la
literatura.
En las ficciones de la primera etapa de Rivera como narrador, predomina
la preocupacin por el mundo de los obreros, de las luchas sindicales y pol-
ticas. Las obras estn ms apegadas a una forma de verismo, asociado a las
formas del realismo social, que se ratifica en una escritura austera pero pla-
gada de una retrica en la que predomina la ftincin referencial del lenguaje
conrespecto a la historia narrada: la lucha desigual entre el poder poltico y
el conglomerado social de los obreros. Como afirma Claudia Gilman, en El
precio se percibe
(.) (el intento, al estilo de Dos Passos, de representar desde dis-
tintos puntos de vista el conglomeradocultural, social, econmico y
poltico de la Argentina de los aos cincuenta) y hasta la posibilidad
del punto de vista doble, como En los que no mueren. En las nove-
las posteriores cada libro tiene espacio para una sola historia que es,
en cada caso, un fragmento de historia personal en laque resuena el
fantasma de lo colectivo. La existencia de una verdad poltica emp-
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ricaya no se postula, como en las dos primeras novelas, como efec-
to del testimonio literario, que aspirara a naturalizarse como la
representacin de un afiera del texto
3.
El propio autor, al reflexionar sobre la evolucin de su obra de ficcin,
reconoce que:
Mis primeros mamotretos eran demasiado retricos. (.)
Yo aprendo muy lentamente. Se aprenden cosas elementales:
decir en dos lneas lo que se suele decir en quince. Y cuidar las pala-
bras. La escritura. No creer que es un recurso secundario en el rela-
to. Borges era un maestro en eso: un adjetivo o un sustantivo bien
puesto, deca, puedereemplazar una larguisima explicacin. Este ofi-
cio es un aprendizaje que no se termina nunca. Creo que escribo lo
necesario. Y que soy partidario de la economa de palabras~.
El Precio constituye la primera novela extensa de Rivera, que surgi
como un testimonio vivo de la historia de esa poca turbulenta, de huelgas,
luchas obreras y pasiones juveniles:
Acept, porque queda sentirme til, utilizable, ser yo. Y saber-
me en la accin, saberme definido por la accin, saberme dueo de
un contorno preciso, no amenguado por la esterilidad y la duda.
Saber, por fin, que servir es una forma de comunicacin, es quebrar
el aislamiento; y vivir es servir a los hombres que me rodean, y que
guardo y que amo.
Me ro. Yo, conun fierro. Pero estoy tranquilo. Ser capaz de
matar? A mis espaldas estn los chicos que ren; los metalrgicos de
Klockner; los peones de las bodegas; las empaquetadoras de Fonta-
nares; los retratos, el mimegrafo; los libros; las sillas; los papeles
donde se anotan los informes; la ansiedad de las mujeres y las
madres en las casas; los volantes recin aparecidos (...).
Estoy tranquilo; slido, slidos mis desplazamientos, mis das,
mis manos, mis palabras, mi nueva risa. S lo que tengo que hacer:
13 ~ Oilnsan. Historia, poder y potica del padecimiento en las novelas de Andrs
Rivera, La novela argentina de los aos 80, Roland Spiller (cd.), Frankfurt und Mali>, Ver-
vuert, 1993, 2.2 cd., pg. 48.
N. Olmos Pereriras. Andrs Rivera. La escritura del silencio, entrevista, Revis-
ta Nueva, Buenos Aires, 422, domingo 15 de agosto de 1999, pgs. 56-57.
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cuando haya que tirar, empuar el fierro, cerrar los ojos y lamuer-
te partir de m, slida, sinun grito, temprana, caliente, invicta, apre-
miante
5.
A juicio del propio escritor, sin embargo, su verdadera carrera como
narrador:
comienza conun libro de cuentos publicado por el Centro Edi-
tor de Amrica Latina, Ajuste de cuentas, en 1972. Eso lo marc Pigla
en unapublicacin que ya no aparece ms que se llam Los libros. (...)
Despus de eso apareci Losque no mueren, que lite una suerte de ejer-
cicio de sntesis. (...) Y luego, libros de cuentos, El yugo yla marcha,
Cita, al que he reescrito. (.4 Hasta llegar a este libro de cuentos de
1972, en el que Piglia seala una inflexin en la escritura, cosa que yo
no advert al escribirlo y creo que eso ocurre casi siempre6.
Entre 1972 y 1982 Rivera mantuvo un largo silencio en cuanto a la publi-
cacin de nuevas obras. Silencio impuesto por la situacin poltica del pas,
aunque sigui escribiendo y reescribiendo alguna de sus obras anteriores. Ese
negro periodo de la -vida social y poltica argentina dio lugar al surgimiento
de una literatura heterognea, pero que reflexiona e indaga en la experiencia
y en el discurso de la histora del pas. Cabe recordar que en 1980 Ricardo
Piglia dio a conocerRespiracin art~ficial, obra que marca un hito en el sen-
tido de problematizar el discurso y la historia. Tambin surge otra vertiente
de literatura que opta por el discurso sesgado, indirecto de la parodiay lairo-
na como formas de asumir el presente o de presentar una visin crtica.
Como afirma Noem Ulla:
La represin impuesta por la dictadura abre a la parodia las puer-
tas que en muchos textos ni siquiera es acentuadamente ideolgica,
pero que es el nico discurso literario que permite la burla, la crtica
y la reflexin travestidas7.
~ A. Rivera. El precio, Buenos Aires, Editorial Platina, 1957, pg. 227
6 o~ Gliemmo. Andrs Rivera. El eco del pasadonacional argentino entrevista-,
Montevideo, Cuadernos de Marcha diciembre 1993, pg. 55.
~ N. Ulla. Invenciones, parodias y testimonios. La literatura argentina de 1976 a
1986, Literatura argentina hoy De la dictadura a la democracia. Karl Kohut y Andrea Ng-
nl (cd.), Vervuert, Publicaciones del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad
Catlica de Eichsttt, 1993, pg. 191.
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Teresila Mauro Castellarin La lenta velocidad de la mirada en la narrativa de Andrs Rivera
En esa vertiente de irona amarga se inscribe la novela de Andrs Rivera
Nada que perder, publicada en 1982, en la que se recuerdan las penurias de
un grupo de emigrados judos que lograron escapar del horror y de la muer-
te en la convulsionada Europa de entreguerras y buscaron refugio en Argen-
tina. All tampoco les esperaba el paraso. Argumento recogido de la propia
historia familiar y de sus repetidas versiones transmitidas de unageneracin
aotra. Rasgo caracterstico en la narrativa de este autor es lapresencia, impl-
cita y sesgada, nunca explcita, de parte de su historia personal. El mismo
Rivera reconoce que, en su ltima obra El profundo sur no tiene ni un solo
trazo autobiogrfico. Hasta en Rosas lo haba, pero aqu no
8.
Historia y ficcin: dos discursos complementarios
La historia madre de la verdad; la idea es asombrosa.
Menar, contemporneode Wiliam James, no define la his-
toria como una indagacin de la realidad, sino como su ori-
gen. La verdad histrica, para l, no es lo que sucedi; es lo
quejuzgamos que Sucedi
J.L. Borges. Pierre Menard, autor del Quijote
Andrs Rivera ha negado, sistemticamente, que l escriba novelas his-
tricas, epgrafe bajo el cual se ha tratado de incluir a algunos de sus textos
ms significativos como En esta dulce tierra, El amigo de Baudelaire, La
sierva, La revolucin es un sueo eterno, El Farmer, e incluso su ltima
novela El profundo Sur. En respuesta a esta misma pregunta, en una entre-
vista realizada por Miguel Russo y Gabriela Tijman, Rivera responde que l
escribe: Novelas. Slo que cambio el escenario. Eso es todo9.
En ese mismo reportaje Rivera reconoce que, en varias de sus novelas, ha
escogido deliberadamente algunos periodos histricos y que ha. consultado
obras y documentos de la historia oficial, textos que fueron luego desechados
para dar lugar a la mera ficcin20.
Basta con mencionar algunas de las obras para verificar ese afn histo-
ricista que persigue el autor: El verdugo en el umbral transcurre en el pre-
M. Seoane y Vi Muleiro. Andrs Rivera. Retrato de un escritor maldito, op. tt pg. 6.
~ M. Russo y O. Tijman. Reportaje a Andrs Rivera, La Mago, op. tt
20 Ibid.
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Teresita Mauro Castellana La lenta velocidadde la mirada en la narrativa de Andrs Rivera
sente siglo y abarca desde la primera guerra mundial hasta el Gobierno de
Isabel Martnez de Pern, El amigo de Raudelaire se sita en el periodo en
el cual Argentina se constituye como nacin, La revolucin es un sueo eter-
no tiene como protagonista a Juan Jos Castelli, representante de la Primera
Junta de gobierno de 1810, El Farmer se desarrolla en un da, el 27 de
diciembre de 1871, durante el largo exilio en Inglaterra de Juan Manuel de
Rosas, El profundo sur transcurre durante un da de 1919, cuando la Liga
Patritica y el Ejrcito reprimen una huelga durante la denominada sema-
na trgica.
Son innumerables los trabajos y ensayos sobre la nueva novela histrica
en Amrica Latina, como tambin es conocido el trabajo de Seymour Men-
ton, que intenta clasificar y organizar la narrativa de carcter histrico de las
ltimas dcadas
21. Pese a la existencia de estos estudios, la nueva novela his-
trica sigue siendo heterognea y de dificil definicin. Lo que vara, en cada
autor o en cada obra, es la intencionalidad del discurso pretendidamente his-
trico que, por el solo hecho de incorporarse a la ficcin, a la literatura,
adquiere una nueva significacin: parodia, reelaboracin, interpretacin, des-
mitificacin, recreacin, entre otras funciones discursivas. En el juego
intertextual, en el palimpsesto en que se convierte la novela histrica, en la
acepcin de Genette22, el autor busca otra verdad, otra manera de acercarse a
la realidad. La funcin del lector radica en la bsqueda e interpretacin de
cada texto, de acuerdo con su propia experiencia y conocimiento del referen-
te histrico en cada caso y en cada texto.
En el caso particular de las obras de Andrs Rivera encontramos un afn
sutil, a veces explcito, por enlazar, de manera constante, el pasado y el pre-
sente. La crueldad de los caudillos ygobernantes que rigieron los destinos del
pas desde su constitucin como nacin, dejaron una saga de persecusiones,
exilios, muertos. La historia del siglo XIX se refleja como en un espejo
ampliado en la realidad social y poltica del siglo XX. La actuacin de las
sucesivas dictaduras militares del presente siglo tienen un correlato y una
continuidad con la historia pasada, que se repite de forma cclica, aunque
muchos hombres sigan pensando en el valor de la utopia de un mundo mejor,
aunque sta nunca se cumpla.
2 1 s~ Menton. La nueva novela histrica de la Amrica Latina, 1979-1992, Mxico, Fon-
do de Cultura Econmica, 1993.
2 2 Q ~ Genette. Palimpsestos. La escritura en segundo grado, Madrid, Taurus, 1989.
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Rivera tiene un inters manifiesto y constante por la historia de la nacin
argentina, desde las luchas por la independencia, pasando por las guerras
internas entre unitarios y federales y, en paniculan sobre algunos de los prin-
cipales protagonistas de las gestas histricas: Rosas, Sarmiento, Echeverra,
Castelli, entre otros. Pero Rivera, lector de la historia nacional, tal como lo
hiciera Roa Bastos en la elaboracin de Yo el Supremo, o Antonio Di Bene-
detto en la construccin de Zama, por citar otros ejemplos de autores que per-
tenecen al mismo marco generacion, una vez ledos y analizados los textos
histricos, se desentiende de ellos y, a partir de un hecho o de un personaje,
escribe una ficcin histrica que, en todos los casos, poco tiene en comn
conla historia real. A juicio de Jos Pablo Feinmann:
Rivera, por medio de Castell, escribe: Y si el recuerdo se trai-
ciona a s mismo, la escritura traiciona al recuerdo. Hay una doble
traicin: no es posible recordar todo, an la ms fiel de las crnicas
es, meramente, una pretendida organizacin de laverdad, y, en segun-
do trmino, la literatura se erige como una deliberada traicin a los
hechos. Se escribe para traicionar la facticidad, paraentregarle un sen-
tido que no tiene, para violentarla, para escribirla desde el mbito
infinito de la ficcin. (...) La narrativa de Rivera miente. No es cr-
nica, no es retrato, no es reflejo de una verdad. Es la creacin de una
verdad. Castelli no es Castelli, el seor Sarmiento no es Sar-
miento (...) sonpiezas con las que Rivera armasus relatos. Rivera no
escribe para ser verosmil, escribe para encontrar una verdad. Una
verdad que no requiera remitirse a los hechos para validarse, sino que
se valida por su remisin a s misma, es decir, al texto literario
23.
No resulta posible abarcar en este trabajo el estudio estudio pormenori-
zado de toda la produccin narrativa de Andrs Rivera, dada la extensin de
la misma y los lmites de este articulo, concebido como una primera aproxi-
macin a la misma. No obstante, queremos destacar, entre las novelas ms
notorias del narrador argentino, algunas que recurren a personajes de la his-
toria para reinventar, desde la ficcin, la apariencia de un hecho real; tal vez,
lo nico real en estas narraciones, sean los elementos autobiogrficos . del
propio autor que se esparcen, de manera encubierta, entremezclados en el
relato.
2 3 j~p Feinmann. La literatura, esenoble oficio de traidor, Clarn, Suplemento deCul-
tura, Buenos Aires, domingo 16 de mayo de 1999, pg. 7.
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La lenta velocidad de la mirada en la narrativa de Andrs Rivera
El creador de novelas con un contenido histrico no es un compilador ni
un transcriptor de lo ocurrido, la mediacin del lenguaje, las funciones del
narrador y la estructura tcnico formal del relato, que abarca a la tipologa y
a la intencionalidad del discurso escogido, convierten al texto en un hecho
ficcional. Como afirma E Ainsa:
(...) el autor de ficciones histricas, aunque se presente como
seudoobjetivo recopilador de hechos del pasado, se atiene a la con-
vencin de ficcionalidad que rige la creacin literaria. En apariencia
ms libre, disponiendo en los hechos de mayores estrategias narrati-
vas, la convencin de ficcionalidad necesita, sin embargo, de una
mayor coherencia que la meramente histrica coherencia entendida
como credibilidad
24.
Por otra parte, Walter Bruno Berg, indaga sobre la manera en que los tex-
tos se sitan frente a la realidad nacional argentina, analizando los recursos
estticos formales que hacen que el mero contenido socio-poltico se con-
vierta en literatura. Para ello analiza un conjunto de obras de algunos autores
argentinos. En esta seleccin incluye obras de Mempo Giardinelli, Juan Pablo
FUman, Humberto Constantini y Andrs Rivera, entre otros. El eje comn
que atraviesa las obras escogidas de estos autores contemporneos es La casi
omnipresencia de la violencia, pues, es el primer aspecto que salta a la vis-
ta. En muchos casos, algunas novelas buscan el fondo de la violencia actual
en los archivos de la historia25.
Como ocurre desde las crnicas de la conquista, la visin del pasado y
de los hechos adquiere matices diferentes, dependiendo de quien asuma la
voz narrativa. En El fanner, pese a las digresiones y fragmentaciones, pre-
domina el discurso de los que detentaron el poder, de los gobernantes y
patriotas que intentaron construir un modelo de pas: Rosas, Sarmiento,
Urquiza. Lavalle. En lanovela breve En esta dulce tierra, el hombre peque-
o y delgado queasume un papel protagnico dentro del texto, expresa con
amargura:
2 4 p Ansa. Invencin literaria y reconstraccin histrica en la nueva narrativa lati-
noamericana, La invencin delpasada La novela histrica en el marco de laposmodernidad,
Karl Kohut (cd), Frankfurt, Vervuet, 1997, pg. 117.
2 5 W. Bruno Berg. La literatura argentina actual frente al problema de la autocrtica.
Literatura argentina hoy De la dictadura a la democracia, op. cit pg. 232.
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El relato de una derrota es, siempre, una suma de divagaciones
atroces y estupor, a la que el relator acosa con las morbosidades del
suplicio. De la execrable quimera narrada por el hombre pequeo y
delgado que lleg a nuestros das reconstruida por infatigables y
pdicos caballeros que describen al pasadolimpio de laavidez de los
patrones de tierras, vacas, esclavos, asesinos, orfelinatos, comercios
y lupanares, y habitado por limpios y pulcros guerreros (quejams
traficaron una derrota o una victoria) y ms limpio an de las impre-
caciones y los odiosos excesos de la multitud
26.
Algunos textos abordan la narracin con un tono casi autobiogrfico, lo
que impone una cierta veracidad y verosimilitud a lo narrado, como ocurre
en Elfarmer el granjero. Novela en laque se relata un da de la vida del
Gran Restaurador Juan Manuel de Rosas, el 27 de noviembre de 1871, cuan-
do se cumplen veinte aos de su exilio y est cercado por la pobreza y la nie-
ve en su rancho en el condado de Swanthlng, en Inglaterra.
Anciano, abatido y solo, Rosas piensa en la muerte, pero tambin recuer-
da y habla para s mismo y escribe hecho que pone de relieve el proceso de
creacin ficcional, donde la lengua y el habla se superponen como dos regis-
tros diferenciados. Pero en ese da, el poder evocador de la memoria, abarca
toda la historia del gobierno de Rosas, de sus partidarios y detractores, de
quienes le traicionaron, de sus amigos y enemigos, de su familia, de su mujer
y su hija. En su relato, Rosas repasa todo el esplendor y la miseria de su pro-
pia vida y aparecen retratados, con crueldad o, a veces con cierto respeto,
otros protagonistas de su poca: Lavalle, Urquiza, Sarmiento, Camila OGor-
man. El relato en presente concede actualidad a los hechos narrados. Rosas
tambin puede compararse con otros protagonistas de la historia argentina del
presente siglo. Pasado y presente, ficcin e historia se entrelazan y establecen
un dilogo que concede a la obra una renovada vigencia y actualidad.
Escribo: cuando en las clases vulgares desaparecen el respeto al
orden, las leyes y el temor a las penas eternas, slo los poderes extra-
ordinarios, en manos de losjefes de las naciones cristianas, restaura-
rn la obediencia a los mandamientos de Dios. (...)
Estoy solo, y hablo para m, en un fro medioda britnico. Soy
un hombre fuerte, y lloro a veces, el olvido de los otros.
2 6 A. Rivera. En esta dulce tierra, Buenos Aires, Folios Ediciones, 1984, pgs. II y 12.
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Hace el rna! sinpasin, escribi de m el seor Sarmiento. Acep-
to eso. Y lo acepto porque soy argentino, y porque los argentinos,
unitarios y federales, y eso ya se dijo, somos puros cristianos.
Y el seor Sarmiento, que es argentino, escribi, desde el silen-
cio de un escritorio:
Derrame sangre de gauchos, que es barata.
Que se escriba qu diferencia al general Rosas del seor Sar-
miento
27.
El eje narrativo de esta novela breve, concisa y contundente, se centra en
un aspecto de la historia, pero al mismo tiempo, en el relato se construye otro
eje paralelo en torno al papel y funcin del escritor, del narrador y sobre el
hecho literario en s mismo. Rosas afirma que es un campesino que escribe
diez cartas diarias y un diccionario. Al mismo tiempo escribe y se enfrenta
como poltico y como escritor con Sarmiento:
El caballero que escribi esa torpeza, un francs aquien abr mi
casa y mi mesa, en Palermo, ignora que soy un novelista moderno.
El seor Sarmiento y yo somos los dos mejores novelistas
modernos de este tiempo. El y yo somos dueos de los mismos
silencios. De las mismas ambigdedades, de las mismas certezas.
El seor Sarmiento publica. Yo, no28.
Estos protagonistas y antagonistas, Rosas-Sarmiento, al mismo tiempo
poseen rasgos comunes: los mismos silencios, las mismas ambigliedades y
las mismas certezas. De este modo, se pone en cuestin la veracidadde tales
afirmaciones y se plantea la duda acerca de quin escribe, y en el juego y
superposicin de diferentes puntos de vista narrativos es, tal vez, donderadi-
ca lamodernidad de estos dos novelistas, por lo que se entrelazan, una vez
ms, historia y literatura. En referencia a esta novela, Susana Szwarc afirma
que en Elfarmer se hace presente:
una dolorosa constatacin que, junto al autor, podemos hacer
nuestra: la inmovilidad de la historia argentina, la imposibilidad de
desentraar la dialctica entre dos visiones que se excluyen y, no
2 7 A. Rivera. Elfarmer, Buenos Aires, Alfaguara, 1996, pgs. 62, 63 y 15. El subraya-
do en negrita es nuestro.
2 8 Ibid., pg. 23.
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Teresita Mauro Castellarin
La lenta velocidad de la mirada en la narrativa de Andrs Rivera
obstante, se miran fascinadas una en el espejo de la otra, sin poder
quebrar su hipnosis
29.
Elfarmer es un texto fragmentario, como es fragmentadala memoria y el
recuerdo, en el que se superponen hechos, personas, vivencias, lecturas,
digresiones, transcripcin de otros textos.
El yo narrativo de Rosas, se interrumpe a veces con dilogos, fragmentos
de consignas o de textos ajenos, que alternan la funcin del narrador en pri-
mera persona, con otro narrador implcito que entrelaza los diferentes discur-
sos. Es ese narrador el que cierra el texto para convertirlo casi en silencio:
Nieva.
Hiela.
El da se fue.
Miro a Rosas.
Es triste todo30.
Otro texto emblemtico de Rivera es La revolucin es un sueo eterno,
obra que le hizo merecedor del Premio Nacional de Literatura. Texto que uti-
liza tambin como protagonista a un personaje histrico, Juan Jos Castelli,
Vocal de la PrimeraJunta de Gobierno de 1810, unavez lograda la indepen-
dencia de Espaa, quien el 22 de mayo de 1810 pronunci un encomiable dis-
curso libertario. El gran orador de la independencia, paradjicamente cae lue-
go en desgracia y pierde la voz y la vida acausa de un cncer de lengua. El
texto se construye a partir de los escritos de Castelli que, ya con el cncer en
estado avanzado, reconstruye en sus cuadernos, su derrota. El Castelli que
protagoniza esta novela, es un reflejo de cualquier idealista y revolucionario
del presente, que an tenga fe en la utopa. Novela de impecable estructura y
discurso, constituye un hito en la obra de Rivera, que le hizo merecedor del
mayor galardn dentro de las letras argentinas.
Yo, Juan Jos Castelli, que escrib que un tumor me pudre la len-
gua, s, todava, que una risa largay trastornada cruje en mt vien-
tre, que hoy es la noche de un da de junio, y que llueve, y que el
2 9 ~ Szwarc. El silencio de Rosas. El restaurador hace el balance de su vida,>, La
Nacin Cultura, 30 de junio de 1996.
30 Ibid.
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nvierno llega a las puertas de una ciudad que extermin la utopa
pero no su memoria? (...)
Castelli mira cmo Castelli abre unos postigos de hierro para
que vean los otros ustedes, eso que se pudre y todava tiembla y
suplica.
Aqu estoy, esperndote, dice Castell con su boca muda, putre-
facta. Y Castelli escribe Castelli, una pistola en el cajn de su
mesa, debajo de la tinta, la pluma y el papel en el que se amontonan
las palabras que escribe
31.
Ese Castelli que renuncia al habla, antes de perder la lengua, opera como
el constructor de un testimonio a travs de los dos cuadernos que va escri-
biendo. Pero, nuevamente nos encontramos con la incertidumbre de la auto-
ra de los escritos. Castelli, como un actor teatral, se desdobla en el discurso
de otro narrador implcito en los textos, de tal modo que hasta el propio
protagonista duda de la autora de los mismos:
Quin escribe las preguntas que escribe esta mano? El orador
de la Revolucin? E representante de la Primera Junta en el ejrci-
to del Alto Per? El lengua cortada? Quin de ellos dicta estos sig-
nos? Acaso alguien que no es ninguno de ellos?32,
Los dos cuadernos de tapas rojas acaban con un detallado inventario de
las escasas pertenencias de Castelli, quien delega en su hijo Pedro el darle a
esos escritos el destino que mejor le plazca. Utilizando el recurso borgiano,
una nota a pie de pgina de la editorial aade unas palabras atribuidas al hijo
de Castell. El libro se cierra con un apndice que incluye las biografias de
los amigos del orador de la revolucin. Obviamente, este personaje Juan Jos
Castelli es un protagonista ficcional que reproduce elementos pertenecientes
a la vida real del personaje histrico. La actualidad de este legado radica en
la esperanza en una utopa que tal vez nunca se cumpla:
Entre tantas preguntas sin responder, una ser respondida: Qu
revolucin compensar las penas de los hombres?.
~ A. Rivera. La revolucin es un sueo eterno, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoame-
ricano, 1987, pgs. 13 y 43.
32 A. Rivera. Ibid, pg. 93.
~ A. Rivera. Ibid., pg. 163.
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Dentro de la temtica de carcter histrico, cabe destacar tambin la
novela breve, En esta dulce tierra, cuya accin transcurre en las calles de
Buenos Aires en 1839 y que se prolonga, como afirma el propio autor cro-
nolgicamente no narrativamente, hasta la asuncin por Sarmiento de la
Presidencia
34.
El relato comienza con un acontecimiento histrico, el asesinato de Maza,
Presidente de la Sala de Representantes y colaborador directo e incondicional
de Rosas. Como en otros textos, Rivera recurre al relato por medio de un per-
sonaje annimo, cuya nica identidad, consiste en la reiteracin de algn ras-
go o aspecto de su persona. Por medio del encadenamiento, mediante la ite-
rativa recurrencia a algn apelativo, el narrador entrelaza varios discursos, el
de el hombre pequeo y delgado, el de Cufr y el de otros narradores
implcitos.
El hombre pequeo y delgado susurr mataron a Maza. Cufr le
sirvi un vaso de aguardiente. El hombre pequeo y delgado se lo
tom de un trago y se dej caer en un silln alto y blando, instalado
frente al brasero. El hombre pequeo y delgado, quieto en el silln
alto y blando, instalado frente al brasero, tosi e hizo crujir los hue-
sos de sus manos (...) 35.
Cufr, el principal protagonista del relato, huye, se enfrenta a una partida
de soldados rosistas y mata a uno de ellos. Luego encuentra refugio en la casa
de Isabel, su amante. Encerrado en el stano, Cufr, con una imaginacin
alucinada, casi surrealista, va conjugando palabras, recuerdos, significados,
rimando palabras:
Lo que l an era reconstruy, dormido o despierto, en una ni-
ca lectura, palabra por palabra, la literalidad de los mensajes y las
contraseas y los avisos cifrados que se agazapaban en la literalidad
de los mensajes. (...)
No te preocupes por mis silencios, hermano: paso semanas
escribiendo cartas que nunca envio, y en eso me parezco al conde-
nado de El milagro secreto: escribir (quiero decfr contar Pensemos
en Las mUyuna noches) es siempre un modo de postergar la muer-
~< O. Tcherkaski. Andrs Rivera: la obsesin de una escritura alucinada, op. cuy, pg. 8.
A. Rivera. En esta dulce tierra, op. cit., pg. II.
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Teresita Mauro Castellarn La lenta velocidad de la mirada en la narrativa de Andrs Rivera
te. En fin, el aniversario melanclico de un da de mayo en que la
ciudad donde vivimos vio moverse a los hombres que hacen la his-
toria, me vuelve, paradjicamente, metafsico; y la just(ficacin de
los silencios de mi correspondencia adquiere, a la vez, un aire bru-
moso y circular
36
El profundo sur, el ltimo libro del autor argentino, presentado, en la
ltima Feria del Libro de Buenos Aires, es casi una nouvelle, por su breve
extensin. En este texto Rivera logra enlazar cuatro historias diferentes. Los
hechos se remontan a 1919, cuando la Liga Patritica y el Ejrcito reprimen
a los obreros de un taller metalrgico que se hallan en huelga, durante los
tristes sucesos de la Semana Trgica. El azar, la vida, la muerte se entre-
cruzan y enlazan a cuatro protagonistas que no se conocen y que proceden
de diferentes sitios y posiciones sociales, pero que la casualidad y el azar
lOS enfleuLa en las calles senidesienas de Buenos Aires: -Roberto Bertino,
Eduardo Pizarro, Jean Duppuy, Enrique Warning, por distintos motivos
atraviesan una esquina de la ciudad, uno, que no era el destinatario del pro-
yectil, muere de un balazo disparado desde un camin en marcha. El texto
de gran densidad narrativa, con una gran economa de lenguaje, sugiere,
ms que narra episodios que tambin tienen una estrecha relacin con el
presente. La historia, para Rivera es un modo de indagar en el alma huma-
na, en los vicios y pasiones y buscar respuestas a los interrogantes que, des-
de siempre, acosan al hombre: el podr, la gloria, la muerte, el fracaso, el
tiempo y, en particular, esa imperceptible y delgada misin del azar que a
veces conduce a la muerte. Pero tambin se indaga en el derecho a matar,
en las pasiones ms oscuras del alma humana que conducen a la elimina-
cin de otro.
Roberto Bertin apunt a un tipo bajo y rubio, joven tal vez, que
corra pegado a la larga pared de una esquina. Haba elegido su blan-
co, sin apuro, desde la caja del camin descubierto que se detuvo en
esa calle de Buenos Aires, poblada, de negocios judos. Poblada, le
dijeron, dejudos y de bolcheviques37.
36 A: Rivera. En esta dulce tierra, op. cit. pg. 61. Las referencias borgeanas son expl-
citas como relato intertextual.
A. Rivera. El profundo sur, Buenos Aires, Alfaguara, 1999, pg. 3.
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En el destierro, libro de prxima aparicin, Rivera nos deparar una
nueva indagacin sobre el pasado y el presente, la vida y el sentido del
hombre frente a su tiempo. Con la magistral precisin lingistica, que a
veces se acerca a lo potico, este narrador nos brinda obras cada vez ms
densas, elaboradas con un lenguaje austero, a veces despiadado, sobre la
condicin humana.
Apndice
Las obras de Andrs Rivera, publicadas hasta la actualidad, abarcan nove-
las y cuentos, sin mencionar los relatos que se han incorporado en numero-
sas antologas.
El precio novela. Ed. Platina, Buenos Aires, julio 1957.
Los que no mueren novela. Ed. Nueva Expresin, Buenos Aires, 1959.
Sol de sbado cuentos. Ed. Platina, Buenos Aires, octubre 1962.
Cita cuentos-. Ed. La Rosa Blindada, Buenos Aires, octubre 1966.
El yugoy la marcha cuentos. Ed. Merln, Buenos Aires, febrero 1968.
Ajuste de cuentas cuentos. Centro Editor de Amrica Latina, Buenos Aires,
febrero 1972.
Una lectura de la historia cuentos. Ed. Tierra Firme, Buenos Aires, 982.
Nada que perder novela. Centro Editor de Amrica Latina, Buenos Aires, 1982.
En esta dulce tierranovela. Folios Ediciones, Buenos Aires, 1984.
(En 1985 obtuvo el Segundo Premio Municipal de novela)
Apuestas novelaEd. Per Abbat. Buenos Aires, 1986.
La revolucin es un sueo eterno novela. Ed. GEL, 1987. Buenos Aires. (En
1992 fue reeditada por la Editorial Alfaguara al obtener el Premio Nacional de
Literatura por esta obra).
Los vencedores no dudan novela. Ed. GEL. Buenos Aires, 1989.
El amigo de Baudelaire novela. Buenos Aires, Alfaguara, 1991.
La sierva novela. Buenos Aires, Alfaguara, 1992. (En 1993 la ndacin El
Libro distingui a esta novela como la mejor de las novelas publicadas en 1992).
Mitieleuropa cuentos. Buenos Aires, Alfaguara, 1993.
El verdugo en el umbral novela. Buenos Aires, Alfaguara, 1994. (En 1995 esta
obra fue galardonada con el Premio del Club de los XXIII.)
Elfarmer novela. Buenos Aires, Alfaguara, 1996. (Fue uno de los libros con el
mayor ndice de ventas y el ms reconocido por la crtica).
Nada que perder novela, reedicin, Buenos Aires, Alfaguara, 1997.
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Teresita Mauro Castellarin
La lenta velocidad de la mirada en la narrativa de Andrs Rivera
La lenta velocidaddel coraje cuentos. Buenos Aires, Alfaguara, 1998.
El profundo Surnovela. Buenos Aires, Alfaguara, 1999.
Tierra del exilio de prxima aparicin. A juicio del autor, con esta obra culmi-
na un ciclo que se inici conEl Precio (1957) y que contina conEl verdugo en
el umbral (1994).
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