Este documento analiza el hipertexto como un nuevo paradigma sociocultural impulsado por la tecnología digital. Examina las perspectivas tanto optimistas como pesimistas sobre cómo el hipertexto puede transformar la relación entre autor, texto y lector al permitir múltiples itinerarios y coautoría. También discute cómo el hipertexto puede desafiar las estructuras tradicionales de poder en el mundo académico.
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Este documento analiza el hipertexto como un nuevo paradigma sociocultural impulsado por la tecnología digital. Examina las perspectivas tanto optimistas como pesimistas sobre cómo el hipertexto puede transformar la relación entre autor, texto y lector al permitir múltiples itinerarios y coautoría. También discute cómo el hipertexto puede desafiar las estructuras tradicionales de poder en el mundo académico.
Este documento analiza el hipertexto como un nuevo paradigma sociocultural impulsado por la tecnología digital. Examina las perspectivas tanto optimistas como pesimistas sobre cómo el hipertexto puede transformar la relación entre autor, texto y lector al permitir múltiples itinerarios y coautoría. También discute cómo el hipertexto puede desafiar las estructuras tradicionales de poder en el mundo académico.
Este documento analiza el hipertexto como un nuevo paradigma sociocultural impulsado por la tecnología digital. Examina las perspectivas tanto optimistas como pesimistas sobre cómo el hipertexto puede transformar la relación entre autor, texto y lector al permitir múltiples itinerarios y coautoría. También discute cómo el hipertexto puede desafiar las estructuras tradicionales de poder en el mundo académico.
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"Hacia un nuevo paradigma:
El hipertexto como faceta sociocultural de la tecnologa"
Jos Luis Gmez-Martnez
Introduccin 1. Primera aproximacin al hipertexto 2. Autor-texto-lector 3. El hipertexto y su contexto social 4. El hipertexto y su naturaleza 5. El sentido liberador del hipertexto 6. El hipertexto y sus objetivos: para una teora del hipertexto Bibliografa citada [Una primera versin impresa de este texto se public en Cuadernos Americanos 15.86 (2001): 155-197. La presente edicin digital se ir poco a poco desarrollando en forma de hipertexto]
La globalizacin, y creo que en esto estamos todos de acuerdo, constituye el tema de nuestro tiempo. Nos fascina y a la vez nos asusta. Con frecuencia el trmino aparece asociado a los nuevos sistemas de produccin y consumo, pero lo econmico es nicamente una de las facetas de la globalizacin y quizs no sea la ms interesante. La toma de conciencia de su dimensin cultural me parece mucho ms apremiante. El auge de los ordenadores a finales de los aos ochenta como instrumentos prcticos en el mundo acadmico y, sobre todo, la difusin pblica y global de Internet como medio de comunicacin, conlleva una transformacin socio-cultural radical. Vivimos unos momentos de rpida evolucin hacia un nuevo paradigma: del contexto socio-cultural del texto- impreso al entorno digital que ejemplifica el hipertexto. En Estados Unidos, que institucionaliza ya en la dcada de los ochenta el uso de Internet en el medio acadmico, han surgido libros seminales sobre una nueva forma de textualidad, sobre un nuevo modo de comunicacin que se empieza ya a conocer como el hipertexto. Los libros de Bolter, Landow, Aarseth, entre otros, crearon a comienzos de la dcada de los noventa una atmsfera de expectativa ante la transformacin rpida de la nueva tecnologa. Algunos sectores de la academia han interpretado la posibilidad del hipertexto en el medio digital como una liberacin de la tirana que, segn ellos, impona el texto impreso. Para Carla Hesse, por ejemplo, el hipertexto abre la posibilidad de que la escritura opere en un modo temporal exclusivamente posible para el discurso hablado (37). Con ello, cree Hesse, desaparecern categoras sociales (cultos frente a populares), polticas (pblico versus privado) o econmicas (gratuito frente a no gratuito) (37). Por lo que en su visin utpica predice que en el futuro no habr cnones fijos de textos, ni fronteras epistemolgicas fijas entre disciplinas, slo caminos de investigacin, modos de integracin y momentos de encuentro (36). Y ello ser as, seala Landow, porque el hipertexto no permite una voz tirnica, unvoca (1992: 36). Se concibe el hipertexto, en esta posicin optimista, como un campo abierto en el que el lector de hipertexto, adems de contar con una libertad de itinerario, puede convertirse tambin en coautor de la obra (Rodrguez). Desde esta perspectiva se tiende a ver el hipertexto como punto de partida y no de llegada (Rodrguez), es decir, sin pasado, como ruptura. Por el contrario, otros sectores de la academia ven el proceso con cierto pesimismo apocalptico. Coinciden en gran medida con la evaluacin del hipertexto que proyectan los entusiastas de su uso, pero lo perciben como deshumanizacin. El texto pierde gradualmente su autora y la percepcin de que es el producto de un autor disminuye, nos dice Simone, para concluir que en un futuro prximo ser cada vez ms difcil, casi imposible, decir quin es el autor de un texto (255). Lo que sucede es que los detractores proyectan el hipertexto como una proliferacin exhaustiva de textos annimos que expone al lector a una gran riqueza de material irrelevante (Riffaterre 186). Sienten tambin que el crecimiento acelerado del mundo digital en general, y el uso del hipertexto en particular, va desplazando aquellos instrumentos de poder que conformaban el mundo acadmico. El nuevo discurso vuelve obsoletas las estructuras tradicionales sin tener tiempo a institucionalizar las nuevas categoras. Por ejemplo, ven desarticularse el cuidadoso club de los autores, celosamente preservado para mantener la posicin de prestigio acadmico. Ahora se lamenta de que aumenta drsticamente la proporcin de escritores a lectores (Nunberg 133). Se trata, adems, de escritos que no siguen la aprobacin acadmica y que, por lo tanto, presentan, segn el canon, un problema de fiabilidad. Es decir, en palabras de Nunberg, que cuando se derriban los muros de la biblioteca, no debe sorprender encontrarse la sala de lectura llena de gente de la calle (136). Los debates entre estos campos encontrados recuerdan las clsicas polmicas entre los antiguos y los modernos que jalonan la historia intelectual de occidente y que surgen renovadas en los momentos de transicin. En definitiva, el tema del hipertexto, como seala Landow, crea cuestiones polticas cuestiones de poder, de estatus y de cambios institucionales. Todos estos cambios tienen contextos polticos e implicaciones polticas (1992: 273). Ambas posiciones, defensores y detractores del hipertexto, coinciden tambin en ver la tecnologa como causa de las transformaciones, como anterior a las mismas y como neutra. Este determinismo tecnolgico oculta, como seala con acierto Murray, la necesidad de que los acadmicos y otros consumidores de la tecnologa, asuman el debate sobre las responsabilidades ticas y sociales implicadas en su uso (54). 2. Autor-texto-lector La estructura tradicional implcita en todo texto, y dimensin fundamental en el debate actual, supone un "emisor" (autor), un "mensaje" (texto) y un "receptor" (lector). En la estructura de la modernidad el nfasis recaa en el intento de proyectar el significado como exterioridad, como un proceso mecnico cosificado en un "emisor-mensaje-receptor". O sea, se equiparaba el acto de comunicacin con el de causa-efecto de las producciones humanas. De ah que se hablara de un: A) "emisor" en el sentido de una mquina que codifica un sistema de signos (pensemos en cmo funciona el telfono); B) de un "receptor" en el sentido igualmente de la mquina al otro extremo que recibe la informacin y reproduce (decodifica) de nuevo exactamente el mensaje emitido; C) de la idea de un "mensaje", es decir, de una decodificacin unvoca que hace coincidir al "emisor" en el "receptor". Sin duda este es el esquema depositario (mecnico) que podemos observar en la "comunicacin" entre las producciones humanas (el telfono, la televisin, las computadoras, son buenos ejemplos de dicha precisin: recreacin exacta del mensaje emitido en el receptor). Pero esta transmisin de informacin (o comunicacin en un sentido metafrico), lo es slo en el plano lineal de la comunicacin depositaria que fija un proceso siempre repetitivo y reproducible (la pronunciacin, por ejemplo, de la palabra guio segn la codificacin del idioma espaol). Esta terminologa mecanicista serva en el discurso de la modernidad para representar un complejo cultural basado en la palabra impresa, el poder de la autoridad (el autor, el mensaje), en el mantenimiento, en fin, de una estructura de poder de tradicin milenaria (la produccin impresa se inicia en el siglo XV, pero slo en el siglo XIX se acepta entregar el poder de la lectura a las masas a travs de la educacin pblica). La educacin pblica inicia, a su vez, la salida del genio de la botella, y el auge de los medios de comunicacin a mediados del siglo XX, trae consigo el ineludible cuestionamiento de esas bases de poder: el signo, smbolo y fundamento del poder, entra en crisis. El paradigma de la modernidad, centrado en la autoridad del autor y en la univocidad del mensaje, se empieza a cuestionar. Surge as el discurso de la posmodernidad (duda sobre las estructuras de la modernidad). El nuevo discurso se va a centrar en el mensaje, que se erige ahora como arma de combate. Se empiezan a ver los signos como representaciones simblicas, como contextos metafricos que en ltima instancia se actualizan independientes del autor, capaces, en el tiempo, de infinitas posibles contextualizaciones y, por tanto, incapaces en ltima instancia de llegar a significar. Esta posicin, en definitiva anarquista, del discurso de la posmodernidad va a ser confrontada desde un discurso de la comunicacin: un discurso antrpico. De nuevo se inicia un cambio (una re-visin) de paradigmas. Si el mensaje es inestable, como demuestra el pensamiento de la posmodernidad, pero al mismo tiempo la comunicacin es posible, como revela nuestra experiencia cuotidiana, se hace necesario prestar ahora atencin a la fase final de la comunicacin: al receptor. Pero antes es necesario problematizar, cuestionar el esquema emisor-mensaje- receptor desde dos dimensiones fundamentales: a) la estructura mecanicista que implica y b) el centro desde el cual adquiere sentido la relacin. El primer aspecto nos parece ahora obvio. El referente en cualquier acto de comunicacin no puede ser el proceso mecnico sino el ser humano en el acto de comunicarse. Una simple transformacin en los trminos antes anotados nos facilitar comprender la dimensin del cambio. En el discurso de la modernidad el proceso era unidireccional y unvoco: emisor mensaje receptor En el discurso antrpico el referente es el ser humano y el proceso es multidireccional: autor texto lector El autor contextualiza el acto de comunicacin en un texto; es decir, en un sistema de signos que corresponde a un contexto social. Ambos, autor y contexto social, se encuentran en una relacin de mutua influencia e inmersos en la historicidad de su propio devenir. Y si bien siguen procesos semejantes, nunca llegan enteramente a coincidir. El producto de este intento de comunicacin es un texto (sistema de signos inserto, como dijimos, en su propia historicidad). La comunicacin, sin embargo, slo se efecta en el lector (incluso en la lectura que el propio autor pueda hacer de su obra). Visto de este modo el proceso, podemos afirmar que el texto en s no significa. El significado reside en el lector y en la apropiacin que ste haga del texto. De ah el cambio de paradigma; la perspectiva se traslada ahora al lector. No se trata de un texto con mltiples significados, sino de un lector (o mltiples lectores) que se apropian del texto desde mltiples contextos. En otras palabras, la modernidad se articulaba a travs de un centro fijo que daba lugar a la estructura emisor mensaje receptor con un sentido unvoco. La posmodernidad descubre la naturaleza historicista del mensaje y rechaza la estructura de la modernidad que permita (impona) el sentido unvoco, pero su nfasis en el mensaje desconoce el referente humano y se inhibe impotente de significar. El discurso antrpico, discurso de la comunicacin (discurso dialgico), regresa al referente humano. Ahora bien, el lector slo se concibe desde el proceso dinmico de su contextualizacin, y como ncleo de constante re- codificacin de su propia contextualizacin. Detengmonos un momento es esta afirmacin que es fundamental para comprender despus el significado del hipertexto. Hagmoslo tambin a travs de un concepto concreto y de la aplicacin ulterior de dicho concepto a una situacin tambin concreta que lo ejemplifique y le otorgue validez. Veamos la posicin de los tres discursos ante la otredad y la llegada de Coln a Amrica en 1492: a) Discurso de la modernidad: mi centro como universal. La modernidad se ordena a travs de un centro incuestionable, que se erige en paradigma de todo acto de significar y que se proyecta en imposicin logocentrista: la verdad como algo transferible. El error y la verdad en el discurso de la modernidad son algo tangible e independiente del sujeto conocedor, o sea indiferentes a su contextualizacin. Desde el discurso de la modernidad, la otredad era juzgada desde mi contextualizacin y en funcin a mi contextualizacin. Por ello se habla de la llegada de Coln a Amrica comodescubrimiento; es decir, el centro europeo como nico portador de significado. b) Discurso de la posmodernidad: deconstruccin de todo centro como foco unvoco de significado, con lo que se pospone su definicin La posmodernidad es la duda de la modernidad, es la perplejidad ante el descubrimiento de lo fatuo y quimrico de creer en la existencia de un centro unvoco que se proyecte como referente de toda significacin. Desde el discurso de la posmodernidad se reconoce el derecho de la otredad a su propio discurso, pero ambos discursos se erigen independientes. As, entre los muchos discursos posibles, se habla de la conquista de Amrica, de la destruccin de Amrica, del descubrimiento de Amrica, etc., o se opta por usar el trmino ms neutro de el encuentro con Amrica. c) Discurso antrpico: definicin en la transformacin. La antropocidad implica una abstraccin del concepto de centro que aporta la modernidad (de todo centro como punto fijo y unvoco), para colocar en primer plano la historicidad de laestructura misma. El centro antrpico es un centro dinmico, un centro sujeto a la continua transformacin. Es un centro que slo se concibe en el proceso dinmico de su contextualizacin y como ncleo de codificacin de dicha contextualizacin. En el discurso antrpico, la otredad pasa a ser un punto ms en la contextualizacin de mi discurso y, como tal, esencial en el momento de pronunciarme: el discurso antrpico asume la otredad como paso previo al acto de significar. El texto en este caso, la llegada de Coln a Amrica en 1492, se leer como descubrimiento desde una perspectiva europea; como conquista desde la perspectiva de la Colonia; como saqueo y destruccin desde la perspectiva de los pueblos precolombinos. Es decir, el hipertexto de este texto incluira todas esas perspectivas como complementarias, pues el concepto de descubrimiento, legtimo desde la perspectiva espaola, no se comprender en su amplio significado si no se considera que fue tambin conquista y destruccin. 3. El hipertexto y su contexto social Una vez establecida la perspectiva filosfica anterior, podemos ahora fijar una aproximacin coherente al hipertexto, que nos permita al mismo tiempo superar las controvertidas afirmaciones que surgan desde el discurso de la posmodernidad. Vamos a iniciar este proceso entrando primero en dilogo con las distintas caracterizaciones del hipertexto, para proceder luego a establecer una incipiente tipologa. 3.1. Tcnica y sociedad Como quedaba ya implcito al comienzo de nuestro estudio, tanto los defensores como los detractores del texto electrnico lo hacen desde la perspectiva de la modernidad. Ambas posiciones coinciden igualmente con enfoques opuestos en el debate posmoderno. Y ambos, productos al fin de una misma cultura, concuerdan en considerar a la tecnologa como algo anterior, causal y neutro (neutro en el sentido de no ser producto ideolgico). No vamos a detenernos en analizar estos tres conceptos ni las mltiples contradicciones que encierran, pero s se hace necesario mencionar algunas de las conclusiones que a travs de ellos se proyectan. Se dice, por ejemplo, que el hipertexto no debe unirse a ninguna ideologa ni potica en particular (Aarseth 68), pero al mismo tiempo se insiste en que las divisiones de las culturas en orales, quirogrficas, tipogrficas y electrnicas o digitales hacen referencia precisamente a los sistemas de transmisin de los diferentes contenidos (Aguirre). Es decir, lo mismo que en campo de la crtica posmoderna se privilegia al texto, relegando a posicin secundaria (o ignorando) al autor o lector, en el campo de la tcnica el nfasis se concentra en la mquina, sin considerar las fuerzas sociales que motivaron primero su creacin y luego su perfeccionamiento. Se trata, para los que no logran superar la posmodernidad, del clsico conflicto entre el ser humano y la mquina, y que ejemplifica la siguiente cita de Duguid: La aparicin de mltiples nuevas tecnologas probablemente est cambiando no slo obras particulares sino tambin el sistema social en relacin al que se lean y escriban dichas obras. Habr que tener cuidado e inteligencia para negociar [enfrentarse a] esos cambios, y la tarea se har inevitablemente ms difcil si se realizan los cambios en los procesos materiales independientemente de las prcticas sociales que suscriben (93). Pero el fenmeno de la aparicin de nuevas tecnologas no es nuevo. El rollo de papiro, el cdice, el texto impreso (libro), la mquina de escribir, o la tinta y el bolgrafo, no son nada ms que unos ejemplos de la constante aparicin de nuevas tecnologas. Lo que se perdi en el anlisis anterior fue el referente humano y su contexto social como creadores de dichas tecnologas. Antes de continuar con la reflexin terica, conviene establecer una analoga que nos permita aproximarnos al contexto socio-cultural del hipertexto. Vamos a partir igualmente de la perplejidad de Lacan ante el discurso de la posmodernidad. Jacques Lacan reconoce que "la idea de una unidad unificadora de la condicin humana ha tenido siempre en [Lacan] el efecto de una mentira escandalosa" (190).Llega a esta conclusin por haber invalidado previamente, como Derrida, la posibilidad de una estructura fundamentada en un centro prefijado, inmvil e independiente de su propia contextualizacin.Pero es precisamente esta eliminacin del centro lo que le deja perplejo: "La vida se desliza por el ro, tocando de vez en cuando una orilla, detenindose por un momento ac y all, pero sin comprender nada y esto es lo fundamental del anlisis, que nadie comprende nada de lo que sucede" (190). Buen eptome de una situacin: nos plantea la problemtica y el problema y a la vez proporciona una analoga vlida para nuestro enfoque. Lacan percibe el fluir de la vida, su dinamicidad, pero la ve pasar desde la orilla (desde mltiples centros inmviles que se posicionan como si transcendieran su propia contextualizacin en la estructura) y se reconoce incapaz de fijarla: la imposibilidad de definir el ro desde uno de sus puntos en la orilla. Como ya apuntamos al comienzo y desarrollaremos ms adelante, los entusiastas del texto digital lo consideran como un proceso de liberacin: El contenido (el texto) se libera de las limitaciones del continente (el libro impreso). La analoga del ro, sin embargo, puede abrirnos la puerta a una nueva dimensin de pensamiento que supere la perplejidad que invade a Lacan. Desde la posmodernidad (Lacan en el caso de esta analoga) no se establece una relacin entre la orilla y el ro. Aun reconociendo Lacan que nuestra vida se desliza por el ro, todava espera comprenderla desde un punto en la orilla (o sea, atrapar el movimiento en un punto en el tiempo). Eso es lo que se hizo desde la modernidad; se articulaba la definicin desde un punto fijo que se proyectaba luego como trascendente: as se poda hablar del descubrimiento de Amrica como concepto vlido universalmente. La posmodernidad descubre la existencia de otros puntos en la orilla del ro de nuestra analoga. Reconoce por ello que los conceptos de colonizacin, conquista y destruccin, entre otros muchos, pueden igualmente aplicarse a los sucesos en Amrica: aqu la perplejidad de Lacan. Pero sucede que el ro (nuestro devenir) no es ni el agua sola ni la orilla. Ambos no existen aislados. La orilla se define a travs del agua que limita; y las caractersticas del agua que fluye estn ntimamente relacionadas con el cauce por el que fluye. El agua forma y transforma las orillas, a la vez que stas le dan forma (aun cuando en constante mutacin). Una vez establecidas las anteriores reflexiones, regresemos ahora de nuevo al hipertexto y a la preocupacin de Duguid que anotamos ms arriba: Habr que tener cuidado e inteligencia para negociar [enfrentarse a] esos cambios, y la tarea se har inevitablemente ms difcil si se realizan los cambios en los procesos materiales independientemente de las prcticas sociales que suscriben (93). Duguid menciona al hablar del libro y del hipertexto la analoga del ro, pero lo hace desde el pensamiento de la posmodernidad, por lo que ve los cambios sociales y tcnicos como procesos en cierto modo independientes. Desde el discurso antrpico, sin embargo, observamos la relacin entre contenido y continente de modo semejante a la relacin entre las orillas y el agua que forman el ro. Ambos son inseparables, ambos se forman y transforman en mutua dependencia. Slo de un modo simblico podemos hablar de la cultura del cdice, de la cultura de la imprenta, u hoy da de la cultura digital. El cdice, el texto impreso o el texto digital, son apenas las orillas que la corriente de nuestras transformaciones sociales van formando. Unas moldean a las otras (las orillas a la corriente / la corriente a las orillas). El texto digital, el hipertexto, se encuentra ntimamente relacionado con los avances en la comunicacin, con los procesos de globalizacin y, en fin, con la generalizacin de la alfabetizacin. As, por ejemplo, la propuesta de una educacin liberadora que articula Paulo Freire ya en la dcada de los sesenta, encuentra hoy en el hipertexto un aliado natural. Comprender esta relacin entre forma y contenido es fundamental para superar luego tanto las proyecciones utpicas como aquellas visiones apocalpticas de nuestro futuro en el mundo del hipertexto. Detengmonos por un momento en la siguiente afirmacin de Doug Brent: Se puede establecer que lo que hoy da valoramos en la educacin moderna est relacionado no slo con el texto, sino con el texto impreso. El crecimiento cognitivo, la contemplacin y la reflexin, la capacidad de interiorizar los procesos de pensamiento a travs de formas y estructuras y, quizs, la capacidad de pensar con argumentos proposicionales sean una construccin de la era de la imprenta. Pero la expresin una construccin de la era de la imprenta parece indicar una caracterizacin jerrquica. Parece como si furamos incapaces de concebir nuestra realidad (social o individual), como devenir, como ser en la transformacin. Se regresa una y otra vez a la apora de la modernidad de establecer prioridad entre el huevo y la gallina. Paul Duguid usa el ejemplo del peridico para expresar la misma relacin: Desde luego, los peridicos ofrecen informacin en forma de noticias, pero antes de hacerlo, las elaboran. Las noticias no se fabrican en otro lugar y luego se trasladan a papel, afirmando la simple y dualista separacin entre informacin y tecnologa. Las noticias se elaboran cuando se edita el peridico, que decide no tanto qu noticia va a salir, sino que lo que encaja y se publica es noticia (91). Que la orilla moldea el cauce del ro es cierto. Pero tambin lo es que el agua con su accin constante crea las orillas que la contienen y que stas se conforman a su fluir y que se modifican cuando se altera el correr del agua. Es decir, el hipertexto (unos puntos en la orilla del ro de nuestros procesos sociales actuales) es un producto y a la vez conforma el fluir (la transformacin) de nuestras estructuras culturales. El hipertexto es una herramienta, y como herramienta, nos dice con acierto Murray, posee significado social, refleja valores y prcticas sociales (54). Es decir, la tecnologa no es la causa de los cambios cognitivos o sociales, sino ms bien amplifica las creencias y valores contemporneos que posee una sociedad en particular (Murray 49). Ambas tcnicas y prcticas socio- culturales se encuentran ineludiblemente relacionadas: los procesos de globalizacin, los focos regionales de reivindicacin tnica, los medios de comunicacin de masas, el hipertexto y el inherente anarquismo que conlleva el privilegiar al lector, todos ellos son a la vez orilla y caudal que contienen y modifican el paso del ro de nuestra sociedad actual. 3.2. Del texto impreso al hipertexto El proceso acelerado de las transformaciones que venimos experimentando en las ltimas dcadas y que reconocemos sin ms en algunas facetas de nuestra vida social, que por sus caractersticas son factibles de cierta cuantificacin (por ejemplo la dimensin econmica de la globalizacin), tienen igualmente su contrapartida en la forma en que transmitimos y generamos los conocimientos. Del texto impreso se est pasando al hipertexto digital. En el mundo acadmico esta transformacin se simboliza a travs del debate sobre el futuro del libro. Y si bien es cierto que surgen voces que afirman que las limitaciones tcnicas y la construccin social siempre se relacionan de forma que es imposible separarlas (Bolter 1998: 258), la nota caracterstica sigue siendo el confrontar la tcnica sin su contexto social. Leer una pantalla no es lo mismo que leer un libro (308), nos dice Humberto Eco todava en 1996. Por lo que puede luego afirmar que los libros seguirn siendo imprescindibles no slo para la literatura sino para cualquier circunstancia en la que uno deba leer con atencin, no slo recibir informacin sino tambin especular y reflexionar sobre ella (308). Slo cinco aos han bastado para anular esta afirmacin. En realidad se trata de un debate recurrente, como expone Carla Hesse en su estudio sobre Los libros en el tiempo, y que tiene mucho ms que ver con la preservacin de estructuras de poder ya establecidas. A este punto, nos interesa reafirmar, como seala Murray que la introduccin de la escritura no reemplaz la comunicacin oral; la llegada de la imprenta no reemplaz la escritura; la comunicacin electrnica no ha reemplazado la impresa. Cada una existe como parte de la complejidad de las formas de comunicacin disponibles para uso de los seres humanos y sujetas al contexto del acto de comunicacin (54). La nota dominante en el debate sobre el texto impreso y el hipertexto digital se centra en ciertas premisas que anulan su posible entendimiento: a) la tcnica como motivadora de la transformacin; b) la conviccin de que se trata de sustituir el texto impreso por el hipertexto digital; c) el ver el proceso independiente de las transformaciones sociales; d) el juzgar el sentido de la transformacin por las limitaciones tcnicas actuales; e) el personificar el texto y suponer que el hipertexto digital es una liberacin del texto. Anteriormente usamos ya la analoga del ro; recordemos aqu slo la relacin que establecamos entre orilla y caudal, como paso previo para comprender la ntima correlacin entre los procesos sociales y las tcnicas que van surgiendo de dichos procesos. Desde la perspectiva del campo de los gneros literarios, establecimos ya que se trata del paso de la hegemona del autor, a la hegemona del texto, y de sta, a la del lector. Este paso lo asociamos igualmente a tres discursos sucesivos: a) el discurso de la modernidad, b) el discurso de la posmodernidad y c) el discurso antrpico. La imprenta responde al contexto social de su poca en el intento de fijar el texto, de reconocer la soberana del autor, de posibilitar la creacin del canon (la literatura como coleccin de obras consagradas como cannicas). El proceso fue lento, tanto en el aspecto formal de la creacin del libro, como en aceptar la alfabetizacin general que llevaba implcita la obra impresa. Pero esa transformacin social tambin traa consigo la interpretacin del texto para el consumo de las masas ahora alfabetizadas y el surgir de los profesionales de la literatura. La explosin en los medios de comunicacin durante el siglo XX descentraliza las construcciones logocentristas que prolongaban el dominio del discurso de la modernidad. El texto impreso deja de ser modelo de estabilidad. Todo libro, nos dice Foucault, est envuelto en un sistema de citas de otros libros, de otros textos, de otras frases, como un mundo en la red (37). Esta imagen, un mundo en la red, de 1969, es la que comienza a realizar el hipertexto digital. Destruido el simulacro de estabilidad del texto, se entra ahora poco a poco en un nuevo paradigma, en un discurso antrpico, en el que lo importante es precisamente la dimensin dinmica, la posibilidad de una constante contextualizacin. Tras un largo camino se comienza a legitimar la posicin del lector. Es decir, el libro, el autor, el lector y la biblioteca en trminos de tiempo, movimiento y modos de accin, en lugar de en trminos de espacio, objetos y actores (Hesse 35). Tales son las transformaciones que enfrenta el libro impreso. No se trata de una nueva tecnologa que viene a sustituirlo, sino de una nueva percepcin social, un nuevo modo de interpretar nuestra vida, lo que va a exigir del texto nuevas capacidades que el texto impreso no siempre puede ofrecer. Segn el hipertexto vaya poco a poco adaptndose a las nuevas necesidades, ir tambin sustituyendo el texto impreso. El proceso ser lento y desigual, pues, y merece la pena recordarlo, no es la tcnica la que lo determina, sino la transformacin social en cuanto a nuevas necesidades y expectativas. Por ejemplo, en el mundo de la tcnica, el hipertexto se ha impuesto ya al libro impreso. Los manuales tcnicos se escriben hoy da en hipertexto y se consultan en forma digital. Esta transformacin, tan notable como lo fue en su poca la del libro impreso, repercute de un modo especialmente dramtico en el mundo acadmico. Su impacto, en efecto, podra ser inmediato y radical en su aplicacin a la enseanza, pero justamente por eso, es en la Academia donde se forman las trincheras reaccionarias aferradas al mantenimiento del statu quo. El libro acadmico, sobre todo en las humanidades y ciencias sociales, siempre ha sido un intento de establecer relaciones intertextuales en diferentes niveles de contextualizacin. Pero tambin ha sido una estructura de poder y de distribucin del poder. La versin digital de dichos textos, la aproximacin ms apropiada para su contenido, transforma y traslada las estructuras de poder a parmetros que ya no pueden controlar los que ahora disfrutan el poder. De ah la oposicin a reconocer valor a aquellos estudios publicados en la red. Landow lo predeca hace ya una dcada, cuando reconoca en el hipertexto el potencial de un cambio radical en el papel del estudiante, del profesor, de las tareas, de las evaluaciones, de las listas de lectura y de las relaciones entre profesores, cursos, departamentos y disciplinas. No es maravilla [contina Landow], que tantos profesores encuentren suficientes razones para no ocuparse del hipertexto. Quizs lo que asusta al profesor ms que nada, es que el hipertexto sea la respuesta a las esperanzas ms sinceras del maestro, de educar a estudiantes con una mente independiente que aceptan responsabilidad por su educacin y que no se intimidan para disentir y retar (1992: 268). 4. El hipertexto y su naturaleza Una vez introducidas las reflexiones anteriores, que trasladan el contexto social que implicamos con la analoga del ro (mutua relacin entre orilla y caudal) al campo del hipertexto, podemos ahora centrarnos en qu entendemos por hipertexto. Vamos a continuar aproximndonos a dicho trmino, en dilogo con algunas de las interpretaciones propias de este periodo de transicin. Esta confrontacin se hace necesaria para ir deslindando los juicios precipitados que se originan de identificar el hipertexto con tcnicas o modelos incipientes, o aquellas afirmaciones que se originan en el recelo a lo desconocido o, en fin, de aquellos criterios que proceden de interpretar el hipertexto desde el discurso de la modernidad o de la posmodernidad. Vamos a discutir el hipertexto con relacin, entre otros, al concepto de intertextualidad, de hipotaxis, parataxis y fragmento, de lineal, no-lineal y secuencial, de centro y descentralizacin. 4.1. Texto, intertextualidad, hipertexto El hipertexto surge en los primeros usos experimentales en Internet con un aura iconoclasta. No slo se vea el hipertexto como una posible liberacin de las reglas a las que la academia haba sujetado el texto, sino tambin como un borrar la separacin (distancia) entre el autor y el lector, sin mediacin ahora del crtico. Desde ciertos sectores del mundo acadmico se vea, pues, que el texto, cimiento de su poder, se converta en hipertexto y proclamaba su independencia. Con base en estos primeros intentos, en efecto anrquicos, se inicia su descalificacin. En este sentido nos dir Riffaterre que la intertextualidad, una red estructurada de limitaciones generadas e impuestas por el texto a la percepcin del lector, es exactamente lo contrario a la red [hipertexto] sin estructura de asociaciones libres generadas por el lector (781). Conviene que nos detengamos en esta afirmacin. Ante todo importa sealar que se formula desde el discurso de la modernidad, que atribuye al texto un significado independiente del lector o del contexto de la lectura (limitaciones generadas e impuestas por el texto). Esta postura lleva tambin implcita la necesidad de mediacin acadmica para alcanzar la justa interpretacin del texto, o sea, la interpretacin acadmica del texto. Ms importante todava para perfilar el concepto de hipertexto, es la suposicin que hace Riffaterre de que el hipertexto no posee estructura y de que sta, en cualquier caso, depende de la libre asociacin del lector. Muy al contrario, el concepto de hipertexto regresa al sentido original de texto, de textere, en su significado de trenzar o entretejer. Es decir, encuentra su razn de ser precisamente en la intertextualidad y potencialidad de contextualizacin latente en todo texto. El hipertexto, en efecto, est formado por una serie de lexias (bloques de textos enlazados). Su estructura, lejos de ser catica, simplemente actualiza un elemento en potencia en todo texto: su posibilidad de ser complementado a travs de mltiples contextos y de posibles proyecciones intertextuales implcitas en l, y que en el hipertexto se representan a travs de lo que ya se conoce con el nombre de lexias, o sea textos enlazados. Ms reveladora todava es la afirmacin de Riffaterre de que el hipertexto es un conjunto de asociaciones libres generadas por el lector. Aunque desde el cdigo de la modernidad lo que quiere decir es que se trata de asociaciones no previstas por la ortodoxia acadmica, esta afirmacin tiene tambin otros alcances. Nos encontramos todava en la infancia del hipertexto, y podemos muy bien imaginar hipertextos colectivos de mltiples proyecciones segn el genio de cada participante. Pero eso no dejara de ser una de las muchas expresiones posibles en el uso del hipertexto. El hipertexto, sin embargo, en su uso generalizado, no conlleva la destruccin (anulacin o desaparicin) del autor ni del texto. Lo que de momento aporta es una posible apertura a la perspectiva de mltiples lecturas y del lector mltiple. Es decir, el autor del hipertexto (y s, sigue habiendo un autor que crea y por tanto controla a su modo el texto), escribe ahora contando con los deseos/necesidades del lector, y potencia su autonoma a travs de enlaces que llevan a otros hipertextos, que llevan a otros hipertextos... Incluso, segn la tcnica y el avance del hipertexto incremente su fiabilidad, la red creada por un hipertexto incluir enlaces a otros hipertextos en otros lugares en Internet, creados por otros autores y posiblemente con propsitos diversos. Ahora podemos comprender mejor las limitaciones de la afirmacin anterior de Riffaterre que habla de asociaciones libres generadas por el lector. La red original de un hipertexto es siempre creada por un autor desde una perspectiva dialgica (desde lo que venimos denominando discurso antrpico). El autor del hipertexto busca comunicar no slo un concepto, sino tambin las relaciones intertextuales y procesos de contextualizacin que le permiten enunciar su concepto. El lector ahora es libre de seguir los enlaces a una u otra lexia, segn sus propios intereses o segn las asociaciones que el mismo texto le han sugerido. La libertad del lector es, en cierto modo real, pero slo en el sentido de la percepcin de poseer la opcin de seguir uno u otro camino. El hipertexto, con toda la complejidad de lexias que pueda incluir, sigue siendo una estructura y obra de un autor (o equipo de autores). Repitmoslo de nuevo. Comprender la naturaleza del hipertexto es tomar conciencia de que nos estamos moviendo hacia un nuevo paradigma. Lo que desde los discursos de la modernidad y posmodernidad nos puede parecer incomprensible, cuando no absurdo, encuentra su explicacin y razn de ser desde el discurso antrpico. Es decir, lo que parece incongruente desde unos discursos que privilegian al autor o el texto, fluye natural desde la perspectiva del lector que se impone ahora con el nuevo paradigma. Analicemos las implicaciones de lo anteriormente dicho a travs de la siguiente afirmacin: La dispersin conceptual de la textualidad que tiene lugar en el hipertexto, puede ser reflejo de un sujeto descentrado que se aproxima a dicha textualidad descentrada (Gaggi 111). Pasemos por alto la imposibilidad de una textualidad descentrada, puesto que todo texto entraa una textura, o sea un armazn, un entrelazado. Y aunque ms adelante trataremos este tema, conviene ahora sealar que cada uno de los discursos anteriormente mencionados aportaba tambin un concepto propio de centro. En el discurso de la modernidad el autor proporcionaba el centro. Comprender un texto era comprender lo que el autor deseaba comunicarnos. En el discurso de la posmodernidad el texto se independiza del autor. El centro ahora est en el texto mismo (y claro, en el acadmico convertido en crtico y con autoridad para deconstruir dicho texto). En el discurso antrpico, ejemplificado en nuestro caso por el hipertexto, es el lector quien, en el mismo acto de la lectura, construye el centro; y por centro se entiende ahora el contexto desde el cual se efecta la lectura. El hipertexto, con sus mltiples lexias enlazadas entre s, facilita tambin una multiplicidad de lecturas. Pero que la lectura (el centro desde el cual se lee) no coincida con el centro del autor (discurso de la modernidad), ni con los mltiples centros que el crtico ve en el texto (discurso de la posmodernidad), no significa que el lector proceda de un modo arbitrario, ni que el recorrido seguido sea incoherente. Significa nicamente, que el orden, la estructura, el centro, es ahora construccin del lector. Observemos tambin que el hipertexto (desde el discurso antrpico) no anula la perspectiva del autor ni el sentido medular del texto, que ahora se impone no slo por su inherente intertextualidad, sino tambin por la red hipertextual (las lexias enlazadas), que responde directamente al centro establecido por el autor. El hipertexto nicamente potencia, privilegia al lector en el momento de establecer su relacin con el autor y el texto. 4.2. El hipertexto y la fragmentacin (hipotaxis y parataxis) Parece inevitable que nuestra aproximacin al hipertexto est influida por la presencia del libro impreso. Especialmente por la sensacin de unidad que aporta su realidad fsica: una forma definida y reconocible, cierta separacin entre texto, imagen y sonido, la percepcin de poseer un principio y un fin, un surco estructural desde la primera a la ltima pgina... El hipertexto, que borra todas esas lneas de separacin, se nos presenta entonces como mezcolanza, como fragmentos yuxtapuestos. La necesaria contextualizacin e intertextualidad, que se produce al situar las unidades individuales de lectura dentro de una red de fciles rutas de navegacin, produce el efecto, nos dice Landow, de debilitar y quizs destruir el sentido de la singularidad textual (1992: 65). Y de modo ms directo seala que el hipertexto fragmenta, dispersa, o atomiza el texto en dos maneras relacionadas. Primero, al remover la linealidad del [texto] impreso, independiza a los distintos segmentos de un principio ordenador secuencial y amenaza en transformar el texto en caos. Segundo, el hipertexto destruye la nocin de un texto fijo indiviso (1992: 65). En realidad, tanto quienes promueven el uso del hipertexto (Landow), como quienes lo combaten, parecen estar de acuerdo en el carcter fragmentario del hipertexto. Unos lo ven como liberacin, pues la esttica del fragmento implica un escurrirse, eludiendo el centro y responde a una expresin de lo catico, y a la necesidad de alejar el monstruo de la totalidad (Rodrguez). Otros ven, precisamente en esta situacin, el peligro del hipertexto: Puede llegar el hipertexto, con su tendencia a privilegiar infinitas hipotaxis en lugar de parataxis, a desalentar el rigor intelectual de entretejer las ideas de los dems en un argumento coherente? Estamos adjudicando nuestra herencia de inquisicin filosfica por un revoltijo de enlaces? (Brent 2001). La posicin de Brent parece legitimarse en el proceso de su argumentacin. Parte de la premisa de que el hipertexto privilegia infinitas hipotaxis (lexias subordinadas unas a otras por carecer de unidad propia), para concluir que el hipertexto, simplemente, quizs no sea el medio correcto para estimular la disciplina mental e indagacin social madurada a lo largo de tres mil aos de interaccin retrica en el leguaje y en la escritura. Y sin embargo, no es nicamente nuestro convivir con la realidad fsica del libro la que motiva que se asocie el hipertexto con una red de fragmentos. Se trata, como venimos subrayando desde el comienzo de este estudio, de una perspectiva filosfica, de un modo de vivir e interpretar nuestra realidad desde el discurso de la modernidad. Desde el campo de la lingstica, el texto impreso es tambin una serie de hipotaxis y parataxis; es decir, frases (fragmentos) unidos en relacin subordinada o coordinada. La crtica posmoderna ha demostrado igualmente el sentido fragmentario de todo texto desde la visin holista que proyecta la modernidad. No es, por tanto, la posible calidad de fragmento la que individualiza al hipertexto. Se trata, de nuevo, de la perplejidad ante un nuevo paradigma, ante un nuevo modo de ver la realidad, ante la posicin privilegiada que ahora adquiere el lector. Desde el discurso de la modernidad el hipertexto se presenta ciertamente como algo tenebroso, pues, como seala Brent, estamos acostumbrados a leer el texto impreso en su totalidad, ya que, sentimos miedo de perder algo importante, alguna parte del argumento que es clave para comprender el sentido del autor. Brent busca al autor en el texto; su lectura es una pregunta por la verdad del texto, por su proyeccin universal, por su sentido trascendente. El hipertexto, como reconoce con acierto Brent, permite al lector escoger no slo lo que va a leer, sino tambin el orden en el que lo va a leer. Y es esta peculiaridad, creen los crticos de la modernidad, la que lleva a una situacin catica: Cmo podemos ser crticos si no podemos ya leer? Cmo pueden los reseadores del hipertexto confrontar el hecho de que probablemente no llegaron a leer un gran nmero de lexias? Y, peor an, no slo tendremos que reconocer que apenas hemos escarbado la superficie, sino que en la exploracin de un nmero indeterminado de hipertextos, lo que estaremos reseando es el resultado de nuestra propia estrategia e iniciativa creadora (Aarseth 1994: 82). Las posiciones y preocupaciones anteriores, provienen de la creencia de vivir en un mundo esttico, de la creencia en la estabilidad del texto, de la creencia, en fin, de que el texto posee un sentido unvoco, independiente del espacio y del tiempo, es decir, independiente del lector. Slo desde tal perspectiva puede causar temor el hipertexto y puede tener sentido la siguiente afirmacin de Gaggi: Cuando un lector se pierde en un laberinto de nodos y enlaces hipertextuales, ese lector se encuentra realmente extraviado (122). Si Silvio Gaggi se refiere a un lector que no sabe leer hipertextos, su conclusin es correcta, pero lo mismo podramos decir de una persona que no sabe leer el texto impreso. Si por el contrario, se refiere a que dicho lector sigue en su lectura un camino no previsto por el autor o el crtico, nos enfrentamos aqu a las distintas visiones del mundo que nosotros hemos ya identificado, y discutido, a travs de lo que hemos denominado discurso de la modernidad, discurso de la posmodernidad y discurso antrpico. No se trata, como queda ya implcito en las pginas anteriores, de simplemente privilegiar ahora al lector en lugar del autor o del texto como en los discursos anteriores. El cambio es mucho ms profundo. Nos trasladamos de concebir el mundo como realidad esttica, a entenderlo como transformacin. La lectura, por tanto, ya no trata de encontrar el significado del autor en el texto (aunque no anula esa posibilidad). La lectura ahora es un proceso ntimo en el cual el texto se contextualiza en el devenir del lector. Parafraseando a Antonio Machado diramos que no hay texto, que el lector hace el texto al leer. Desde la atalaya del discurso antrpico, las consideraciones anteriores sobre el hipertexto empiezan a adquirir una dimensin diferente. El concepto de fragmento pierde su sentido. Por supuesto, desde una perspectiva integral del conocimiento, no existe el hipertexto completo, por lo que todo hipertexto ser en este sentido un fragmento. Ahora bien, desde la perspectiva del discurso antrpico, o sea, desde una posicin que privilegia al lector como ltimo eslabn en la creacin de significado, el hipertexto deja de ser un fragmento. Expliquemos esta afirmacin. Hemos indicado ya que un hipertexto es una serie de lexias mutuamente enlazadas que siguen mltiples procesos de intertextualidad en diversos planos de contextualizacin (en una analoga con el mundo del libro, diramos que cada lexia es un volumen en un estante de una biblioteca). La lectura que ahora se va a hacer, en potencia, no responde ya a la posible visin original que tuvo su autor, ni a aquella estructura que quisiera imponer el especialista, sino a la propia interaccin (quizs indita en cada caso) de un lector con el texto. El hipertexto con sus mltiples enlaces facilita, en cierto modo, que el lector abra su propio camino, de acuerdo a sus intereses, a sus intuiciones, a las asociaciones pertinentes a su propio devenir. Visto de este modo, el hipertexto es todo lo contrario de una coleccin de fragmentos, como se le caracteriza desde el discurso de la modernidad, pues las distintas lexias que sigue el lector se actualizan en l como unidad, como estructura. En cierto modo, como el lector adquiere una percepcin de autonoma, al avanzar segn una u otra opcin, la estructura a seguir puede tener ms sentido personal, que aquella tradicional que le impona el libro impreso. De un modo semejante podemos confrontar aquellos juicios que ven al lector desorientado en la red de enlaces y posibles caminos que proporciona el hipertexto y que articula Gaggi con precisin en la siguiente cita: El sujeto se traslada de punto a punto a lo largo de varios canales, de nodo a nodo a travs de varios enlaces. Habr abundancia de opciones posibles, pero el sujeto acta sin conocimiento de dnde est y sin base suficiente para determinar dnde querra o debera ir (100). Tal afirmacin conlleva una postura elitista que deposita la posibilidad de leer (interpretar correctamente un texto) en el concepto original del autor o en el especialista. En efecto, cuando se habla del desconcierto del lector, se implica que sin una gua (la disposicin lineal del texto impreso que impone un camino forzado al lector), o del previo descubrimiento de la verdad del texto que realiza el especialista, el lector no va a ser capaz de saber lo que quiere, sus pasos sern balbuceos producto de la desorientacin. En el discurso antrpico, sin embargo, el objetivo de una lectura legtima no tiene por qu ser el tratar de descubrir lo que el autor pens en el contexto de su vida, ni la interpretacin que uno u otro crtico puedan dar a dicho texto, sino mi dilogo con el texto. Y con dilogo implicamos la propia experiencia de la lectura, y la de forjar desde ella el camino a seguir, que es siempre personal, independiente de que pueda o no coincidir con el de otros lectores. 4.3. La naturaleza multisecuencial del hipertexto Uno de los trminos que ms se repiten en el momento de describir el hipertexto es el de no-linealidad. En esta caracterizacin coinciden tambin tanto los defensores del hipertexto como los detractores. Desde la definicin lacnica de que el hipertexto es simplemente una forma no- lineal de presentar informacin (Amaral), a otras ms precisas, se enfatiza una y otra vez este sentido del trmino: El rasgo fundamental del hipertexto es su discontinuidad el salto el desplazamiento repentino de la posicin del lector en el texto (Aarseth 1994: 69). En tales definiciones domina, como ya sealamos en apartados anteriores, la perspectiva del libro impreso, pero interpretado ste como natural y como lineal. En esta afirmacin de continuidad no se considera, por supuesto, la posible secuencia o falta de secuencia intertextual del libro impreso; el aserto alude simplemente a la aparente estructura secuencial de las pginas o de los captulos. Consideremos por un momento tres caracterizaciones del hipertexto, expuestas por estudiosos que han producido textos seminales sobre el tema. Jaime Rodrguez lo juzga como parte de una esttica anarquista, en cuanto se opone al universo hierarco: jerarquizado, linealizado y prescrito. Para Nielsen el hipertexto es nosecuencial; no posee un orden singular que determine la secuencia en que se haya de leer el texto. Landow nos dice al particular que el concepto (y experiencia) de un principio y un fin implica linealidad. Qu sucede a tales conceptos en una forma de textualidad que no est gobernada directamente por la linealidad? Si consideramos hipertextualidad una estructura con mltiples secuencias en lugar de carecer por completo de linealidad y de secuencia, entonces la respuesta a tal pregunta es que el hipertexto posee mltiples comienzos y finales en lugar de uno slo (1992: 77). Desde el comienzo de este estudio venimos reiterando la necesidad de superar el discurso de la modernidad (la definicin sin establecer el punto de referencia que la hace posible), o el discurso de la posmodernidad (aceptando mltiples perspectivas, pero sin contar con ellas). El hipertexto ejemplifica el funcionar del discurso antrpico, por lo que debemos aproximarnos a su caracterizacin sealando no slo las premisas que nos permiten llegar a dicha caracterizacin, sino tambin completando su conceptuacin a travs de las distintas perspectivas que lo complementen. Regresemos ahora a las tres citas anteriores. La afirmacin de Rodrguez, por ejemplo, no tiene sentido desde la perspectiva del autor de una red de hipertextos. El autor construye su red segn una estructura predeterminada. Tanto las lexias como los enlaces que las unen, el lugar donde se colocan, lo que se incluye como lo que se omite, presupone no slo una estructura, sino tambin un proceso de jerarquas. Desde la perspectiva del autor de un hipertexto el contenido posee definitivamente una secuencia lineal, o mejor dicho, multilineal, pues construye su red visualizando una multiplicidad de posibles trayectos. La afirmacin de Nielsen asume igualmente el discurso de la posmodernidad. Descubre en el hipertexto el potencial de mltiples posibles secuencias en el acto de leer y por ello afirma su carcter no-secuencial. Como sealamos al comentar la afirmacin de Rodrguez, la caracterstica de no-secuencial, como la de falta de jerarqua, se refiere nicamente al carcter abierto del texto, al hecho de que ciertas dimensiones de intertextualidad y procesos de contextualizacin estn explcitamente desarrollados a travs de lexias enlazadas. Pero una vez que nos trasladamos al campo del autor que crea la red del hipertexto, o al del lector que la re-crea en la lectura, de nuevo tendremos que reafirmar el carcter secuencial con que lo construy el autor, y la interiorizacin secuencial que adquiere en el proceso de lectura. La afirmacin anterior de Landow se aproxima ms al discurso antrpico. Toda lectura es una experiencia individual y secuencial en la intimidad del lector. Necesitamos, sin embargo, reflexionar sobre los conceptos de principio y fin. Y debemos afirmar de modo inequvoco y desde el comienzo, que todo texto, o hipertexto, posee un principio y un fin. Estos conceptos simplemente implican caractersticas diversas segn se juzguen desde la perspectiva del autor, del texto o del lector. Como indicamos ya, el autor del hipertexto lo construye segn una predeterminada estructura. En el discurso antrpico, en el mundo del hipertexto, los conceptos de principio y de fin no coinciden con aqullos a que estamos acostumbrados en el texto impreso y que generalmente corresponde a la primera y ltima pgina. Hemos sealado ya repetidas veces el sentido de complementariedad que adquieren las distintas posiciones en el discurso antrpico. Ahora podemos ejemplificarlo a travs de los conceptos de principio y de fin. El autor de hipertextos necesita combinar su estructura de lo que quiere comunicar, con las posibles necesidades, asociaciones, intereses, de los mltiples lectores. Si el lector dispone ahora de cierta libertad de trayectoria a travs de los enlaces existentes en el texto, el autor debe considerar en todo momento que cada lexia pueda ser potencialmente la primera o la ltima en la trayectoria de un posible lector. El hipertexto, si est bien construido, tendr en cuenta este factor. (Quizs sea necesario recordar aqu lo obvio: existen buenos y malos hipertextos, del mismo modo que existen malos y buenos libros impresos. Las reflexiones expuestas en este estudio se refieren al concepto ideal del hipertexto). Desde la perspectiva del texto, lo primero a tener en cuenta es que se trata de dos medios diferentes: el impreso y el digital. Lo que en el mundo del texto impreso, dimensin fsica y en cierto modo atemporal, puede tener validez, resulta inoperante en la dimensin digital. En el hipertexto, el principio y el posible fin, vendrn estructurados a travs de los enlaces. Cada lexia deber tener en cuenta esta situacin. El lector ser quien decida dnde ir, pero el autor es quien va a colocar los enlaces que guiarn el juicio del lector. A travs de estos enlaces se resaltar a la lexia que el autor considera el comienzo, y se podr reiterar, en los lugares que el autor crea pertinentes, aquella otra lexia que concluye lo enunciado en dicho comienzo. En el texto impreso el lector est subordinado al texto. Los prrafos, las pginas, se suceden de forma predeterminada. El lector se sita en actitud pasiva, se encuentra atrapado en las dimensiones fsicas del libro. Su nica opcin es aceptarlo o rechazarlo. Cualquier intento activo de contextualizar lo que lee, le lleva fuera de los lmites de la unidad fsica de lo impreso. El hipertexto se construye desde una perspectiva abierta que permiten los mltiples enlaces a lexias con distintos procesos de intertextualidad (incluyendo enlaces a hipertextos afines pertenecientes a otras estructuras en la red). El polo final, por supuesto, es el lector. El concepto de alfabetizacin en el mundo del texto digital ha cambiado; no basta ya con reconocer las letras; el hipertexto exige tambin un lector activo. La misma estructura del hipertexto requiere que el lector decida qu enlaces va a seguir. Siempre existir la opcin de elegir un enlace al azar, como ahora la tenemos de hojear un libro impreso. Por esta misma razn se ha impuesto ya el hipertexto en los manuales tcnicos. El lector de estos textos siempre fue activo, hoy su funcin se facilita enormemente, pues cualquier referencia se encuentra ahora en la siguiente pgina, es siempre el enlace a la siguiente lexia. El futuro del hipertexto en las humanidades es potencialmente mucho ms rico, pues deja de ser mecnico. Pero es precisamente en el campo de las humanidades, que asume un lector reflexivo, donde se encuentra ms resistencia al uso del hipertexto. El objetivo del libro tcnico o de una enciclopedia es difundir conocimientos. En las humanidades la situacin es ms compleja. El conocimiento se convierte en imagen de poder a travs del texto impreso; o sea, es fuente de control y mercanca en el sentido econmico. El libro simboliza esos factores culturales en la estructura rgida que impone al guiar a los lectores del principio al final del libro. Despus de todo, como seala Silvio Gaggi, un libro posee un eje de desarrollo claro, con un principio un medio y un final (101). Y aqu reside la percibida amenaza del hipertexto: el temor a que pueda debilitar dicho control. Regresemos de nuevo a las palabras de Gaggi que expresan con claridad esta situacin: La facilidad con que se pueden seguir los enlaces alejndonos del texto a otros textos y la facilidad de seguir rutas alternativas dentro del texto, no slo debilitan el privilegio del texto original, sino tambin el sentido de que exista un slo eje dominante que dirija al lector desde el principio por el medio hasta el final (102). Este texto de Silvio Gaggi es de 1997, pero su posicin todava prevalece hoy da. Es una posicin de arrogancia acadmica. Pobre lector! abandonado a sus propias fuerzas: Este tipo de sistema tiene implicaciones radicales para el sujeto. En el escenario ms utpico se le entrega al sujeto el poder de una forma nunca antes posible. En el hipertexto no hay un eje central, ni una ruta clara para entrar o salir, ni coordinadas que tenga prioridad sobre otras coordinadas excepto las que el lector determina. De este modo, careciendo de una autoridad o gua, el lector queda arrojado en s mismo. Quizs encuentre instrucciones sealando cmo ir de un lugar a otro, pero no hay fuentes de valores ni de prioridades que le indiquen al lector que direccin o ruta debeseguir. (Gaggi 103) Como sealamos anteriormente, el hipertexto es secuencial (multi- secuencial) en cuanto al autor que lo crea y en cuanto al lector que realiza la lectura. Slo desde la perspectiva del crtico que reconoce nicamente una lectura vlida de un texto, pueden los enlaces a las diferentes lexias parecer un laberinto innecesario. El hipertexto es lineal (multi-lineal), tanto desde la perspectiva del autor, como desde la perspectiva del lector, aun cuando no coincidan en el orden en que las distintas lexias debieran leerse. El hipertexto se distingue, precisamente, por ser un texto abierto a mltiples posibles secuencias y por exigir una participacin activa por parte del lector. 4.4. El hipertexto como espacio dinmico Una de las notas caractersticas, tanto de los defensores como de los detractores del hipertexto, es considerarlo subordinado a la tcnica que lo posibilita. Se afirma as que en la red electrnica el espacio dnde uno est y dnde se localiza el texto se convierte cada vez ms en algo irrelevante (Gaggi 112). En estas afirmaciones, por supuesto, se tiene en mente la facilidad con que un texto en la red puede ser capturado por personas en cualquier lugar del mundo y que el hipertexto a su vez puede estar alojado en un servidor localizado en cualquier parte. Pero, en realidad, nicamente ha cambiado la facilidad y la rapidez con que tenemos acceso a un texto. Tambin el libro impreso se puede enviar de uno a otro continente, y la imprenta que lo produjo y el lugar de residencia del autor son, en este sentido, igualmente secundarios. Una vez establecida esta relacin con la tcnica, debemos reiterar de nuevo que el hipertexto (como el texto impreso) es producto de un autor, de un contexto, y como tal, localizado y localizable en el espacio y en el tiempo. El texto de El Quijote, independiente de la lectura que pueda provocar o del lugar donde se encuentre el libro impreso, se halla ineludiblemente inmerso en un espacio y tiempo (la Espaa de los siglos XVI y XVII), y en un contexto cultural (el desarrollo de la cultura occidental hasta nuestros das). El posible hipertexto que pudiramos construir hoy da a travs de El Quijote (multiplicidad de lexias donde se establezcan los distintos contextos del texto as como sus proyecciones intertextuales), estara del mismo modo insoslayablemente unido al autor(es) del hipertexto y a su contexto cultural. Y sin duda incluira diferencias notables si su autor es un fillogo o un filsofo, si es espaol o japons. Es decir, el hipertexto, como el texto impreso, es tambin producto de un contexto cultural y, por tanto, posee igualmente implicaciones espacio- temporales. Una vez establecidos estos ejes de comprensin, podemos superar la obsesin que puede imponer la tcnica. No proponemos, por supuesto, separar tcnica y contenido; recordemos la analoga del ro que usamos al comienzo. (El medio digital facilita el hipertexto y ste a su vez est modificando el modo en que leemos y las expectativas ante un texto). Slo buscamos que en nuestro anlisis coloquemos en su propio lugar el agua y las orillas que forman el ro del discurso del hipertexto (discurso antrpico). Hagamos uso de nuevo de una afirmacin de Silvio Gaggi: En ese espacio [espacio virtual] no hay ejes claros ni direcciones establecidas, no hay puntos que desvanezcan para ayudar al lector a posicionarse (114). En apartados anteriores nos hemos referido ya a lo inoperante de tal posicin desde la perspectiva del autor o del lector del hipertexto, pues en ambos casos (uno al concebirlo y escribirlo y el otro al determinar la pauta de la lectura) se procede segn un eje establecido o que se establece al leer. Aqu queremos ms bien detenernos en el concepto de espacio. Se trata, por supuesto, de un concepto cultural, o sea, de un concepto que necesitamos problematizar para regresarlo a la cultura que en cada momento lo hace posible. No es ahora necesario ni este es el lugar para proceder a un anlisis detallado, nos basta para nuestros propsitos con establecer un eje de transformacin. En las culturas basadas en la transmisin oral, el espacio del texto era dinmico. Se trataba de un texto potencialmente en constante transformacin. La escritura y sobre todo la imprenta trajeron consigo la apariencia de la estabilidad del texto (real en cuanto a la inmutabilidad de los signos impresos). Poco a poco, la estabilidad del signo escrito se vino a interpretar como estabilidad de texto en cuanto a su mensaje. La estabilidad del signo, es verdad, facilit el avance acelerado en las ciencias que dependan de la posibilidad de reproducir exactamente las estructuras a travs de las cuales ellas mismas se iban auto-desarrollando. En las humanidades se fue aceptando la aproximacin cientfica basada en la acumulacin, repeticin y percepcin de universalidad. Lo que en la ciencia apoyaba el avance, en las humanidades cre un discurso dogmtico, en cuanto a la percepcin de la universalidad del mensaje, en cuanto a la creacin de un canon, en cuanto a la formacin de una estructura de poder de los que podan hablar (los especialistas). El discurso de la posmodernidad, que culmina la rebelin romntica ante la modernidad, problematiza esa situacin a la vez que destaca la ineludible intertextualidad de todo texto. El discurso de la posmodernidad introduce de nuevo el factor dinmico. Se reconoce que tanto las relaciones intertextuales como los procesos de contextualizacin se encuentran en constante transformacin. El resultado es una perplejidad ante nuestro momento de transicin. Se aora la percepcin de seguridad, de estabilidad, la universalidad del pensamiento de la modernidad, pero se le reconoce a la vez como inoperante. La versin impresa de los textos se presenta ahora como incompleta, como deficiente. Si todo texto plantea una serie de relaciones intertextuales, se exige ahora un texto dinmico difcil (quizs imposible) de representar en la versin impresa de un libro. Lo que el discurso de la posmodernidad reclama con su concepto de un texto dinmico es, en verdad, un lector activo. O sea, el texto se va a actualizar a travs de la lectura y cada lectura va a ser nica, pues, si es autntica, responder a la individualidad del cada lector. Se va creando as la necesidad de un nuevo espacio, pero de un espacio potencialmente dinmico; es decir, un espacio que facilite (quizs se pretende que requiera) la participacin de un lector activo. Este es el espacio que viene a ocupar el hipertexto. Se trata, pues, de una respuesta a la pregunta posmoderna. El hipertexto se construye como el nuevo espacio. Como una recuperacin de la oralidad (la dimensin dinmica que caracteriza nuestro devenir), sin rechazar por completo la estabilidad del signo. Conviene que nos detengamos por un momento en las implicaciones del desarrollo anterior. El hipertexto surge aqu como una respuesta a una problemtica intelectual que caracteriza el proceso de la cultura occidental. En la analoga del ro que venimos usando en este estudio, el hipertexto podra ser la orilla que ahora modela el caudal de nuestro devenir social. Esta orilla, el hipertexto, se relaciona, sin duda, con la calidad del terreno que la forma (la tcnica digital), pero, en definitiva, responde a una necesidad sociocultural (la fuerza del caudal que labra la orillas). Hemos afirmado tambin que se trata de un nuevo espacio, dinmico ahora, que recupera la oralidad que el texto impreso haba ido poco a poco desplazando. Con el concepto de oralidad queremos rescatar la dimensin dinmica de la comunicacin oral, que en el hipertexto se ejemplifica, ante todo, a travs de privilegiar al lector en el momento de conferir significado. Usemos de nuevo una metfora que caracterice el naciente espacio del hipertexto. Con frecuencia se ha hablado, en otros contextos, del gran libro de la naturaleza. Descubramos ahora la naturaleza como hipertexto, como un texto en constante transformacin sin perder su esencialidad. La naturaleza observada como un texto (hipertexto) con innumerables relaciones intertextuales con mltiples enlaces. La naturaleza como un hipertexto en el cual cada lexia (cada elemento) puede ser el comienzo o fin de una exploracin: del agua a la tierra, a la humedad, a las races, al rbol, a las ramas, a los pjaros, al aire, a las nubes, al agua... El privilegio de una parte sobre otra no lo da el libro de la naturaleza (el hipertexto), sino el contexto de quien la observa (el lector). En este sentido, la naturaleza es el hipertexto holistaideal: todas sus partes se encuentran enlazadas en una relacin que nunca es catica. Todas sus partes se incorporan tambin en un proceso dinmico explicable desde nuestro propio devenir como seres igualmente en constante transformacin. Cada una de sus partes podra constituirse en el foco central y comienzo de nuestro viaje por la naturaleza. Tal es el espacio dinmico, holstico, ideal del hipertexto. En la realidad prctica, como examinaremos ms adelante, el hipertexto, lo mismo que el texto impreso, responde a una multiplicidad de objetivos, que sin duda darn lugar a formas peculiares, en respuesta a las retricas ya establecidas y a aquellas otras que puedan desarrollarse. El considerar el hipertexto, el libro de la naturaleza, en el contexto desarrollado anteriormente, nos permite tambin comprender los aciertos y limitaciones de algunas caracterizaciones del hipertexto. En la obra clsica de Landow, que sigue siendo la base de los estudios hasta ahora existentes sobre el hipertexto, se dice: Comparado con el texto, segn existe en la tecnologa impresa, las formas del hipertexto ponen de relieve diversas combinaciones de atomizacin y dispersin. A diferencia de la fijacin espacial del texto reproducido a travs de la tecnologa del libro, el texto electrnico siempre tiene variacin, pues ninguna presentacin ni versin es nunca final; siempre puede cambiar. Comparado a un texto impreso, uno en forma electrnica parece relativamente dinmico, puesto que siempre permite correccin, actualizacin, y modificaciones semejantes [...] En los enlaces, el hipertexto aade una segunda forma fundamental de variacin, dispersando o atomizando ms todava el texto. (Landow 1992: 64) La afirmacin de Landow, propia del pensamiento de la posmodernidad, privilegia al texto; es decir, se construye desde la perspectiva del texto. Por ello puede hablar de dispersin y atomizacin. Incluso los trminos que usa, como correccin, actualizacin o modificacin, provienen de la deconstruccin que el discurso de la posmodernidad hace de la modernidad. Son trminos cuyos conceptos nos refieren a una realidad inmvil, que se puede corregir, actualizar o modificar. En el contexto de nuestra metfora del libro de la naturaleza, diramos que Landow se fija en los diferentes elementos (el texto) y de ah que vea la dispersin, la atomizacin. Visto el hipertexto desde un discurso dinmico (el discurso antrpico), cada elemento se presentara como una de las partes de un ecosistema. Es decir, como unidad dinmica en mutua transformacin y cuyos enlaces lejos de denotar dispersin, establecen relaciones que complementan. Regresamos as de nuevo a lo desarrollado en secciones anteriores. Es decir: tales conceptos, como los ya comentados de "no- lineal", "no-secuencial", "descentrar el texto", entre otros, no se pueden aplicar ni al autor del hipertexto ni al lector. El lector lo ve, regresando a nuestra metfora, como un ecosistema. La atomizacin se convierte en multiplicidad de relaciones, la llamada dispersin se percibe como proximidad, pues el enlace en lugar de dispersar une, complementa. Nos encontramos en un momento de transicin peculiar. Se trata de uno de esos momentos que jalonan la historia de nuestra civilizacin, por significar el fin de un paradigma y el inicio de otro. Como momento de transicin vislumbramos un nuevo orden, pero todava nos encontramos en la prisin conceptual del sistema que abandonamos. Por ello nos encontramos en la situacin paradjica de tener que hacer uso, al caracterizar el nuevo orden, de los mismos conceptos que deseamos superar. El proceso va a ser lento. Pero mientras tanto tenemos que seguir haciendo uso del sistema conceptual que poseemos. Desde esta perspectiva podemos percibir que el hipertexto nos lleva de un espacio fsico (considerado a-temporal) a un espacio temporal (en el sentido de potencialmente dinmico); de la estabilidad del texto en el libro como objeto, a un ser en la transformacin (el texto abierto a una permanente actualizacin). Pasamos de la permanencia de un lugar a travs del tiempo (una plaza, una estatua, un libro), a un tiempo presente en cualquier lugar. Quizs podamos apreciar un poco mejor la complejidad de lo que pretendemos describir, sealando que a travs del hipertexto recuperamos ciertas caractersticas del discurso hablado sin renunciar a las caractersticas que nos ha proporcionado el discurso de la modernidad y su creencia en la estabilidad del texto impreso. Quizs tambin el ejemplo de la msica proporcione un smbolo oportuno para comprender este proceso (y para recordarnos que nuestra situacin actual lleva ya tiempo gestndose). Tanto la msica como las cadencias de la palabra hablada, no haban podido ser capturadas en la tcnica del texto impreso. Los intentos de atrapar el sonido tienen ya una larga historia, pero slo a travs de la tcnica digital parecen llegar a su madurez. Antes era un acto fugaz, limitado a un lugar y tiempo concretos. El medio digital, y su posible integracin en el hipertexto, consigue la estabilidad del signo-sonido, pero lo hace al mismo tiempo en un espacio dinmico, y por lo tanto abierto a la transformacin o a las relaciones intertextuales a que pueda dar lugar una composicin musical determinada. En este sentido, la expresin y potencial digital de la msica ejemplifica el proceso de simbiosis que aporta el hipertexto: a) se da estabilidad al sonido (se asume la modernidad), b) se mantienen ciertas caractersticas temporales propias de la tradicin oral (se asumen las posibles diversas perspectivas de la posmodernidad), c) se potencia la condicin dinmica (por ejemplo, el poder corregir una nota o intercalar una variante sin modificar el resto de la ejecucin musical). 5. El sentido liberador del hipertexto Una vez caracterizado el hipertexto en las secciones anteriores, podemos ahora aproximarnos a uno de los puntos ms debatidos en los discursos tericos de la dcada de los noventa. Por una parte, se habla del poder liberador de la tecnologa, de que la informacin quiere ser libre y por la otra, se previene de que el hipertexto nos est llevando a la prdida de las estructuras, a la desaparicin de las jerarquas cualitativas, a una proyeccin catica que impide el acto de significar, a trivializar, en fin, la informacin. Ambas posiciones, aunque influidas, es verdad, por el entusiasmo o el miedo a la tecnologa, se fundamentan filosficamente en el discurso de la modernidad. Y las conclusiones a que llegan, reflejan ante todo su conformidad o repudio de los presupuestos de la modernidad. Analicemos por separado ambas posiciones, para poder as despejar el camino a una inteleccin de la dimensin liberadora que pueda aportar el hipertexto. Desde el pensamiento de la modernidad, dominado, como hemos sealado ya, por los conceptos de estabilidad del texto, trascendencia del significado, jerarqua, linealidad, presencia fsica individualizada, entre otros muchos, el hipertexto se asocia con libertad anrquica, eclipse del autor, indiferencia a la individualidad y con una sensacin de desamparo. Pero coloquemos estos conceptos en el contexto de una cita de Silvio Gaggi: Internet y la WWW representan espacios complejos que no son espacios fsicos, pero que se navegan con rapidez y seguridad, sin tener que mudar nuestro cuerpo fsico. Por otra parte, en este espacio el individuo, segn l o ella ha existido, puede perderse, y la consistencia de su identidad inspirada en sus propias asociaciones con su nombre o cuerpo material se desvanecen. Maravillosamente indiferente a la raza, al gnero, a la belleza y a nuestra etapa en la vida fuera de la red, Internet absorbe al individuo en un dilogo interactivo en el que la conversacin asume su propia vida y amenaza con eclipsar a los participantes que proveen su contenido. Adems, Internet, democratizador y emancipador por la libertad anrquica de informacin y las relaciones que posibilita, no se encuentra ciertamente inmune al control y a la censura; de tal modo que la libertad e igualdad que se puede conseguir en l, puede, en efecto, ser vaga, ofreciendo a los usuarios una gran cantidad de opciones cualitativamente insignificantes. (xiii) Esta cita de Gaggi se formula desde las dos premisas citadas anteriormente: desconfianza ante las nuevas tcnicas y el pensamiento lineal y jerrquico de la modernidad. Toda la cita, por otra parte, refleja aquellos escritos que se hicieron en su momento contra las implicaciones de la imprenta, o de la libertad de prensa o la alfabetizacin de las masas. Por ejemplo, la primera frase de la cita, con pocas modificaciones, podra haberse dicho ante la aparicin de la imprenta. La multiplicidad de ejemplares independiz al lector, posibilit lecturas simultneas, permiti las posesiones mltiples del mismo texto, desvaneci el control sobre el texto... Por otra parte, la afirmacin de que el mundo digital no ocupa espacio fsico es engaosa. S que ocupa un espacio fsico, slo que es desigual y de repercusiones diferentes. Un libro en un disquete o en papel impreso es simplemente un texto en dos medios diversos pero semejantes. Es posible que una pgina en la red sea indiferente a la raza, al gnero, a la belleza, pero qu diferencia hay entre dicha pgina en la red y una pgina de papel? Veamos una nueva cita que nos ayudar a comprender lo que est sucediendo: La complejidad de la red y la posibilidad de tener que tomar decisiones sin suficiente informacin sobre dnde nos va a llevar una opcin, puede resultar en una desorientacin que imposibilitar una libertad significativa (Gaggi 105). Aceptaramos la afirmacin de catico de una persona que presencia sin comprenderlo un juego de bisbol? Una pequea ancdota personal puede explicar esta situacin. Al salir de un cine, despus de ver una pelcula proyectada en un pequeo pueblo espaol a principios de los cincuenta, o el siguiente comentario de una persona que haba venido al cine por primera vez. No s..., no s..., no comprend nada. Iba muy rpido. Me mareaban las imgenes. Estamos en el umbral de una nueva lectura y de una nueva escritura que va a requerir un proceso de aprendizaje. Estamos en los inicios del hipertexto, y as como el texto impreso ha seguido un proceso de desarrollo que no habra sido posible predecir a finales del siglo XV, igualmente nos sucede con el hipertexto. En el otro extremo, los paladines exaltados del hipertexto, ven en l la posibilidad de llevar de la teora a la prctica el espritu iconoclasta de la posmodernidad. El hipertexto supone para ellos la liberacin absoluta: En el futuro no habr cnones fijos de textos ni fronteras epistemolgicas fijas entre disciplinas, slo caminos de investigacin, modos de interaccin y momentos de encuentro. Las nociones de escritor y lector se redefinen asimismo dentro de este lenguaje temporal. [...] Han desaparecido las categoras sociales (cultos frente a populares), polticas (pblico versus privado) o econmicas (gratuito frente a no gratuito) que en su da describieron los componentes de la vida literaria. Los lectores- escritores imaginados de la era electrnica se conciben segn su modo de accin en el tiempo. [...] Me gustara sugerir que existe algo sin precedentes en esta posibilidad de escapar de la estabilidad de la escritura. La digitalizacin de los textos parece haber abierto la posibilidad de que la escritura opere en un modo temporal exclusivamente posible para el discurso hablado, como parole (palabra [habla]) ms que como langue (lengua) (Hesse 36-37). Apenas han pasado tres aos desde que se hicieron estas afirmaciones y ya vemos surgir nuevos cnones y el emerger de nuevas expresiones genricas. El texto digital no es, despus de todo, tan temporal, y persiste la estabilidad del texto como irnicamente atestigua el litigio, basado precisamente en textos digitales, entre el gobierno federal de Estados Unidos y la compaa Microsoft. Como venimos sealando a lo largo de este estudio, estas posiciones entusiastas ante el hipertexto estn arraigadas en el discurso de la posmodernidad; en un discurso que privilegia el texto y lo ve como un infinito de posibles relaciones intertextuales. Desde esta premisa, se ve en el libro impreso la imposicin de un proceso lineal, la dificultad de seguir relaciones intertextuales, la estructura jerrquica de su contenido, la subordinacin de lector al autor... Es as como el debate se convierte en una contienda entre los que desean mantener el privilegio del autor y los que buscan el privilegio absoluto del texto. De un lado podramos colocar la posicin de Paul Duguid y del otro la de George Landow. Las siguientes citas muestran los parmetros que se buscan y que se combaten: (Landow) Los hipertextos enlazados sitan el presente texto en el centro del universo textual, creando as un nuevo tipo de jerarqua, en la cual el poder del centro domina la infinita periferia. Pero como en el hipertexto ese centro es siempre un centro virtual des- centrable, transitorio o sea, uno creado nicamente por el acto de leer ese texto en particular, nunca tiraniza otros aspectos de la red en el modo que lo hace el texto impreso. (1992 85) (Duguid) Otorgar prioridad al texto circulante hace que la informacin parezca autosuficiente y el libro, por el contrario, una crcel. En el pasado, los crticos prcticos, nuevos y estructuralistas lo hacan desde ese punto de vista, otorgando al texto una autonoma distinta de su produccin o consumo. Y ste es bsicamente tambin el punto de vista de los liberacionistas que se remiten a la integridad autnoma de la informacin. (89) Nuestra tesis a travs de este estudio mantiene que el hipertexto es, ante todo, una creacin socio-cultural, que asume y as supera el debate entre modernos y posmodernos. Es cierto que la tcnica posibilita el hipertexto, pero su esencialidad gira en torno a un nuevo proceso de lectura. Se trata de una lectura dinmica que responde a lo que venimos denominando discurso antrpico. El hipertexto viene a privilegiar el acto de leer y por lo tanto al lector. Pero ello no implica que desaparezca el autor ni sus prerrogativas: el autor crea el texto, decide las relaciones itertextuales a destacar, elige dnde y qu enlaces colocar, seala, en fin, lo que incluye como principio y fin de su estudio. El texto tampoco pierde su papel substancial. Los mltiples enlaces proporcionan cierto protagonismo a cada una de las lexias que visita un lector, pero stas slo ocasionalmente se podrn convertir en centrales. La dimensin multisecuencial quizs pudiera parecer catica desde unos presupuestos basados en la forma del libro impreso (que nos impone una forma lineal de concebir el mundo), pero no desde la perspectiva del lector, en definitiva la nica que cuenta, la nica que lo valida. El lector, al establecer la secuencia que se propone seguir, establece tambin unos objetivos, a los cuales se subordinarn las distintas lexias que pueda visitar. Es decir, es el lector quien establece el centro del hipertexto, influido, por supuesto, por el concepto del creador (autor), y por la estructura creada (texto). Ahora podemos ya regresar al enunciado de esta seccin. Cuando hablamos del proceso liberador del hipertexto no nos referimos, por tanto, a una tecnologa liberadora. El libro en su forma actual es tambin el resultado de muchos aos de perfeccionamiento tecnolgico. Adems, algo parece fallar en el proceso de argumentacin cuando personificamos a la tecnologa o al hipertexto. Ni la escritura vino a liberarnos (excluirnos) de la comunicacin oral, ni la imprenta del manuscrito, ni el hipertexto busca liberarnos (alejarnos) del texto impreso. Todos ellos son procesos complementarios que han de continuar existiendo. El proceso de liberacin que proyecta el hipertexto hemos de buscarlo en nuestro desarrollo socio-cultural. Es decir, en nuestra proyeccin hacia procesos ms perfectos de democratizacin. En este sentido el texto impreso permita la difusin de los conocimientos hacia esferas cada vez ms amplias de la sociedad humana, aunque el control sobre la alfabetizacin hiciera que su potencial tardara siglos en generalizarse. El libro, empero, impone limitaciones en nuestra sociedad actual: no slo en cuanto a las relaciones de poder (quin publica los libros), sino tambin en cuanto a disponibilidad de la informacin, a relaciones econmicas y cuestiones de control, entre otros muchos aspectos. En el contexto socio-cultural de nuestros das, las humanidades se ven forzadas igualmente a modificar su concepcin romntica del autor y el proceso positivista de continua acumulacin. Dejan de ser asimismo patrimonio de una minora y smbolo de la separacin de clases. Nuestra sociedad sigue valorando el contexto humanista, pero ahora se privilegia el proceso de lectura y la participacin activa del lector. Tal es el ambiente en cuyo seno surge el hipertexto. Viene a satisfacer, entre otras, dos necesidades fundamentales: dar la palabra a quienes les era difcil o imposible participar en el mundo del texto impreso y promocionar la libertad del lector a forjar el camino de su propia lectura y a tener acceso a la informacin. Ambas dimensiones llevan implcitas un posible proceso democratizador (semejante a aqul que proporcion y siguen proporcionando los programas de alfabetizacin). El texto impreso propiciaba el monlogo (participacin pasiva del lector), mientras que el hipertexto favorece una lectura que podemos considerar liberadora, pues predispone al dilogo (participacin activa del lector). Contra los temores que se divulgaron a comienzos del siglo XIX ante los intentos de alfabetizacin de las masas, no todos los que aprendieron a leer hicieron de la lectura una carrera. Del mismo modo, aunque el hipertexto facilite que todos participen en la produccin de textos, no todos harn de ello una profesin. El hipertexto, pues, se comienza a hacer en funcin del lector. Una vez sealada la dimensin liberadora, democratizadora, implcita en el hipertexto, debemos apresurarnos a indicar que, aun cuando su esencia es liberadora (como lo fue el texto impreso ante el manuscrito), el hipertexto al igual que la versin impresa, posee igualmente el reverso de la moneda. Lo mismo que el hipertexto destaca relaciones intertextuales y procesos de contextualizacin, puede tambin omitirlos o ponerlos en funcin de principios ideolgicos que distorsionen cualquiera de los procesos de lectura que pudiera seguir un lector. Es decir, el hipertexto es nicamente un medio de comunicacin que responde a nuestra situacin socio-cultural; es ms incluyente que el texto impreso y potencia mejor el desarrollo individual, pero su contenido y sus objetivos seguirn siendo creaciones humanas y, como tales, capaces de distorsin, de manipulacin, de censura. 6. El hipertexto y sus objetivos: para una teora del hipertexto En secciones anteriores usamos la analoga del ro para ejemplificar el concepto del hipertexto: el resultado de unas orillas (la tcnica), que a su vez son producto de la corriente (transformaciones socio-culturales) que las modela. La raz etimolgica (textere) fortalece este contenido. El trmino mismo, tiene un origen ms reciente. Aarseth seala que Theodor H. Nelson fue el primero en usarlo en 1965, pero que la idea proviene del estudio As we may think, de 1945, de Vannevar Bush (1994: 68). En cualquier caso, el trmino no se establece hasta principios de la dcada de los aos noventa, mediante la aceptacin global en la red del cdigo de HTML (Hypertext Markup Language). A lo largo de este estudio hemos caracterizado el hipertexto como una estructura digital de mltiples lexias enlazadas entre s, y que establecen relaciones intertextuales en diversos niveles de contextualizacin a travs de medios verbales (signos de la escritura, la palabra hablada, etc.), y no-verbales (imgenes y sonidos). Una vez establecidos estos parmetros generales, el hipertexto, como el texto impreso, puede tomar infinitud de formas que lo adapten mejor a los mltiples objetivos posibles. Los enlaces, por ejemplo, pueden estar contenidos en una sola estructura, o sea, dirigindose nicamente a lexias encerradas en la unidad de un hipertexto; o pueden conectar un hipertexto con otros muchos que lo proyecten o complementen. El hipertexto puede centrarse en una creacin artstica que siga los principios retricos de un gnero (por ejemplo, un poema que muestre la gestacin de su universo a travs de efectos visuales y de la palabra hablada), o puede proyectarse en relaciones interdisciplinarias que traspasen los elementos convencionales de la retrica (al modo, por ejemplo, de la explicacin de textos que efecta la crtica literaria). Es decir, la meta del hipertexto, como del texto impreso, es la comunicacin y el dilogo, por lo que responde siempre a unos objetivos concretos, aunque no siempre se establezcan de forma explcita. Estos objetivos sern los que determinen el formato que tomar un hipertexto concreto. Objetivos tan distantes el uno del otro como pueden ser los que buscan presentar en hipertexto una enciclopedia o una tesis filosfica, demandarn igualmente estructuras peculiares. El hipertexto filosfico quizs requiera un claro eje de argumentacin, que las distintas lexias del hipertexto se encargarn de subrayar, mientras que la enciclopedia probablemente desee construir el hipertexto de modo que cada lexia pueda ser considerada al mismo tiempo punto de partida (centro del hipertexto) y punto de llegada. Habr hipertextos donde la figura del autor sea central (textos de creacin, textos filosficos), y otros en los que pase a un lugar ms secundario (una edicin crtica de un texto clsico, con lexias que establecen las variantes del texto y sus relaciones itertextuales); habr otros, en fin, en los que el autor casi desaparezca (hipertextos con fines pedaggicos: ejercicios, estadsticas, solucin de problemas matemticos, exposicin geogrfica, etc.). Todas estas consideraciones, que tomarn sin duda formas peculiares en el hipertexto, son, sin embargo, compartidas tanto por el texto impreso como por el hipertexto. El texto impreso tiene a su vez dimensiones que quizs nunca pueda llegar a desempear el hipertexto (y en ellas radicar la permanencia del libro). Pero el hipertexto, a su vez, aporta posibilidades antes inditas. Me refiero, por ejemplo, a su potencial de crear textos interactivos. Recordemos, sin embargo, que el hipertexto no tiene que ser interactivo, slo puede serlo (los manuales tcnicos son muestras actuales de hipertexto que, por su naturaleza, nunca llegarn a ser completamente interactivos). No obstante, es ciertamente la capacidad de poder ser interactivo, la que ha potenciado el hipertexto en el mundo de los negocios y del comercio, y comienza hoy da a revolucionar el mundo de la enseanza. Se ha intentado tambin la creacin de textos literarios (novelas) interactivos. Y esta capacidad del hipertexto ha servido para emitir juicios crticos sobre su naturaleza que distorsionan su realidad. El texto, nos dice Silvio Gaggi, deja de ser un sistema de comunicacin en una direccin, en el cual la informacin y las ideas se dirigen slo del autor al lector, sino un sistema de comunicacin en el que todos los participantes pueden contribuir (103). Esta posibilidad del hipertexto se convertir, sin duda, en una de sus facetas centrales, pero de ningn modo con exclusin de las dems. El hipertexto, repitmoslo, responde a una necesidad socio-cultural. El potencial actual de lectura desborda los lmites del texto impreso. La explosin de publicaciones impresas anula el ideal de la modernidad de poder abarcar todo. El canon tradicional se convierte en inoperante. La globalizacin de nuestros procesos sociales, polticos, econmicos, y la movilidad que caracteriza a nuestra sociedad, requieren asimismo que se disponga del texto sin limitaciones de espacio o tiempo. Cambian igualmente las razones que motivan la lectura, a la vez que surge un lector activo que demanda que el texto se escriba en funcin del lector. Trminos antes asociados con el discurso de la modernidad centro, jerarqua, linealidad sufren ahora una re-conceptuacin; empiezan a entenderse desde la perspectiva del lector y, por tanto, a adquirir un sentido dinmico. Lo que comenz, nos dice Silvio Gaggi, como modo de facilitar una rica experiencia de lectura de textos convencionales, modificar radicalmente al fin nuestra nocin cabal de lo que es un texto y tambin de lo que es leer (102). La transformacin se ha iniciado ya. La lectura en funcin del autor comienza a ser relegada a sectores reaccionarios, o a tipos de lectura especializada. Afirmaciones como la ya citada de Brent (Estamos acostumbrados a leer el texto impreso en su totalidad, [... ya que] sentimos miedo de perder algo importante, alguna parte del argumento que es clave para comprender el sentido del autor), carecen ya de la validez con que las ofreca el discurso de la modernidad. Ningn texto es completo y, a la vez, los procesos intertextuales de cualquier texto pueden iniciar secuencias mucho ms interesantes e importantes para el lector que las contempladas en su momento por el autor. El hipertexto establece as una comunin ms ntima con el lector, pues la necesidad de participar activamente produce la percepcin en cierto modo realidad de que se est construyendo el texto, al optar seguir una secuencia en lugar de otra posible. El hipertexto exige, adems, otro nivel de participacin que se mantena atrofiado en el texto impreso. Me refiero a la necesidad de tener que juzgar en cada instante los mritos de un hipertexto determinado. Segn se multiplican los autores (diariamente millones de nuevos textos en Internet), empezamos a adquirir un sentido de responsabilidad ante el hipertexto. No basta con que est publicado para que la informacin merezca ser aceptada. Es decir, el hipertexto surge como necesidad socio-cultural de una nueva lectura y, a su vez, est forjando un nuevo tipo de lector. Los experimentos con el hipertexto, a veces radicales en su departir del texto impreso, han creado en algunos estudiosos una sensacin de vaco. Tambin ha creado, por qu no decirlo, cierto pnico de que vayan a desaparecer las formas tradicionales en las que nos formamos y ante las cuales nos sentimos cmodos. Pero el hipertexto no es un nuevo gnero llamado a reemplazar los anteriores. El hipertexto, recalqumoslo de nuevo, es nicamente un nuevo medio de comunicacin ms acorde con nuestras necesidades actuales. Los gneros tradicionales no tienen por qu dejar de existir, aunque sin duda experimentarn transformaciones. Las retricas lenguaje comn de expectaciones entre autores y lectores que los hacen posibles, seguirn modelando los gneros literarios en el hipertexto. Lo mismo que el texto impreso potenci ciertos gneros la novela por ejemplo e hizo que otros fueran poco a poco perdiendo vigencia como el gnero epistolar, el hipertexto tambin crear nuevos gneros literarios y modificar considerablemente otros. Con todo, las implicaciones inmediatas ms radicales del hipertexto son aqullas que afectan al lector y a su necesaria participacin activa en el proceso de lectura. Cada vez ms ser el lector quien tenga que decidir que tipo de lectura va a efectuar. El tutelaje que se ejerca a travs del texto impreso, que no slo limitaba lo que se entregaba para la lectura, sino que se indicaba igualmente cmo se deba leer, ser mucho ms difcil de controlar en el hipertexto. Me refiero, por ejemplo, al tutelaje que se realizaba a travs de colecciones como la de Austral, de Espasa-Calpe, que guiaba la lectura mediante el color de las cubiertas de los libros; a travs de ellos se le sealaba al lector que el texto deba ser ledo como poesa, novela, biografa, ensayo..., incluso si un libro era o no clsico. El hipertexto trae, pues, nuevos modos de comunicacin imposibles de capturar en el texto impreso. Me refiero, entre otros potenciales, a la facultad de crear un hipertexto interactivo y a la facilidad con que se puede integrar en el hipertexto recursos multimedia. Ms significativo, sobre todo en este momento de transicin y en lo relacionado con las humanidades y la creacin literaria, es la apertura intertextual y contextualizadora que nos permite desarrollar el hipertexto. Estas diferencias, en algunos casos radicales, con relacin al texto impreso y que a la vez crean y responden a unas nuevas necesidades de lectura, comienzan ya a exigir tambin un nuevo tipo de escritura. Necesitamos liberarnos de la mentalidad-libro-impreso, o sea, tomar conciencia de hasta qu punto nuestros modos de escribir y tambin de pensar se deben a las exigencias del texto impreso. Al mismo tiempo, necesitamos compenetrarnos con los requerimientos del hipertexto y as incrementar la eficacia de nuestra comunicacin. Nos enfrentamos a un cambio de paradigmas que afecta tanto al lector como al autor. La crcel del libro- impreso, que nos hace ver el hipertexto como no-secuencial, como carente de estructura y por lo tanto de un centro y lnea argumental, debe dejar paso al texto pensado y escrito para una estructura hipertextual. Es decir, el texto que se estructura a travs de lexias y de enlaces, pero no en una orga catica de relaciones intertextuales, sino siguiendo los objetivos que el autor desea comunicar. Es el autor, como hemos mencionado ya, quien establece cuntas lexias va a incluir, y es tambin el autor quien determina dnde y con qu frecuencia se han de colocar los enlaces para destacar los objetivos de su hipertexto. El hipertexto no es un conjunto arbitrario de lexias ni tampoco su estructura necesita ser tan abierta que potencie que cada lexia pueda ser centro puede serlo as en ocasiones como en un diccionario o en una enciclopedia. En realidad, lo mismo que sucede con el texto impreso, el hipertexto requiere ciertos elementos mnimos. Landow identifica cuatro: orientacin, navegacin, puntos de inicio y puntos de salida. Aunque Landow los menciona en el contexto de los proyectos de hipermedia, todava siguen siendo los fundamentales una vez adaptados al hipertexto y que podemos proyectar como sigue: a) Orientacin. Aquellos elementos del hipertexto que tienen que ver con estructuras de ubicacin, es decir, indicaciones que facilitan se aseguran que el lector sepa en todo momento dnde se encuentra en el complejo de lexias de un hipertexto. b) Navegacin. Adems de los enlaces que unen a las diversas lexias, todo hipertexto necesita igualmente estructuras de navegacin que permitan al lector en cualquier momento y en cualquier lexia que se encuentre, iniciar una secuencia de pasos que le lleven a la lexia que desea leer. c) Puntos de inicio. Desde la perspectiva del lector, cualquier lexia puede ser el punto de inicio. Es decir, el lector puede llegar a un hipertexto a travs de un enlace que encontr en otra estructura hipertextual, y que lo una con la lexia que era pertinente para aquel hipertexto, pero que puede resultar muy secundaria en la nueva estructura de la cual la lexia forma parte. El autor necesita prever, por tanto, que cada lexia de su estructura puede ser el punto inicial del lector, y estructurar los enlaces en dicha lexia de modo que orienten y permitan la navegacin hacia las lexias centrales que fijan los objetivos que el autor desea comunicar a travs de su hipertexto. d) Puntos de salida. Parte de la esencialidad del hipertexto es la de potenciar un texto abierto. Es decir, que desde una lexia dada el lector pueda tener acceso a otras estructuras de hipertextos. Estos puntos de salida, relaciones complementarias al hipertexto, no deben crear situaciones de rivalidad. El objetivo de comunicacin y de comunicar algo que se propone el autor, podra desvanecerse si el lector pudiera, quizs incluso sin percibirlo, trasladarse de un hipertexto a otro. Estos puntos de salida son necesarios y cada vez sern ms fundamentales en cualquier hipertexto, pero el autor es quin coloca dichos enlaces y ellos deben estar en funcin de sus propios objetivos, tanto sealando que se sale de la estructura, como facilitando el regreso a la misma.
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