LEAL, Robin - Las Teorias Criticas
LEAL, Robin - Las Teorias Criticas
LEAL, Robin - Las Teorias Criticas
TEXTO N 4
MODULO 2
2013
CATEDRA
PEDAGOGA 1
Ctedra Pedagoga 1
Categoras generales
1. Las escuelas como espacios polticos y culturales
Esta nocin viene a contradecir el postulado funcionalista que atribuye a las escuelas la funcin de
contribuir a la cohesin social desde un lugar neutro, a salvo de contradicciones, conflictos y polticamente
asptico. Si bien ya los tericos reproductivistas haban advertido la falsedad de este supuesto, su postura
radical va a ubicar a la escuela en el rol de aparato ideolgico del Estado con el mandato de reproducir las
relaciones de produccin capitalistas de manera lineal y mecnica (Althusser, 1970). Ante esta perspectiva,
el enfoque crtico transformativo va a postular la posibilidad de que dicha escuela constituya ms bien un
escenario en el que transcurren luchas por el poder y conflictos entre los individuos. Todo esto, expresara de
diferentes modos las tensiones polticas existentes en el sistema social, y emergeran y tenderan a resolverse
segn se definan las relaciones de fuerza en el interior de las instituciones. Algunos autores como Stephen
Ball denominarn micropoltica a estas relaciones cambiantes entre directivos profesores y alumnos.
Asimismo, las relaciones de dominacin constituiran relaciones culturales, en tanto la transmisin de un tipo
de cultura es la que ocupa el lugar central en las escuelas. Por lo tanto, el qu se ensea, cmo y para qu,
ser el resultado no solo de determinaciones que estn por encima del nivel de la escuela (gobierno del sistema
educativo), sino tambin de complejas negociaciones y estrategias entre los actores de las propias escuelas
orientadas a hacer prevalecer un enfoque de la enseanza. En ese marco, algunos autores sealan el papel
1
Los discursos contrahegemnicos que expresan los intereses de las minoras y/o clases subordinadas, son aquellos que oponen
diferentes modos de resistencia al discurso dominante
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educador que juegan las propias relaciones sociales que tienen lugar en los mbitos escolares con tanta o
ms fuerza que los contenidos escolares, tornando al proceso educativo complejo y contradictorio. Desde
este punto de vista suena reduccionista considerar como relevante slo la cultura dominante para el anlisis
de la escolarizacin, pues ello significa omitir el modo en que contenidos de culturas subordinadas
sobreviven y circulan con fuerza en los mrgenes del currculum oficial. La perspectiva Crtico-transformativa
centrar su preocupacin en plantear el modo en que las escuelas democraticen su accin cambiando sus
prcticas pedaggicas y modificando las formas de relacin entre profesores, directivos y alumnos puesto
que ellas expresan inequvocamente el tipo de sociedad a que se aspira: ms o menos igualitaria, justa y
solidaria.
2.
Algunos tericos de las perspectivas crtico transformativas que reciben el nombre de tericos de la
resistencia -entre los que se encuentran Michael Apple, Henry Giroux y Peter MacLaren- consideran que
para conocer los efectos de la accin escolar sobre los sujetos, es fundamental tomar en consideracin "la
actividad humana" dentro de las instituciones. Su estudio dara cuenta de que la tendencia reproductora
de la escuela "no es total" "ni mecnica". Segn esta ptica siempre hay espacios de libertad donde el sujeto
se manifiesta ms all de toda imposicin. A estos espacios escolares "libres de la imposicin del orden
social" del cual se apropian los actores para crear y recrear la cultura a favor de sus intereses o para resistir a
la "dominacin e imposicin escolar", les denominan espacios de relativa autonoma.
Los estudios de estos autores, van a dirigir la atencin hacia la complejidad de los procesos
educativos enraizada en la actividad humana de las instituciones, otorgando importancia central a los modos
de resistencia que manifiestan los estudiantes que generan elementos de posibilidad y cambio a la escuela
(espacios de R.A.). Autores como Willis o Giroux, profundizan en dos aspectos fundamentales. En primer
lugar, en el nivel de autonoma relativa de la cultura, como espacio o momento donde interaccionan la
creatividad de los actores sociales y las penetraciones de los determinantes estructurales (las condiciones de
vida del grupo o clase social). En segundo lugar, en la relacin entre la conciencia y las prcticas de los agentes
como base para la distincin entre prcticas educativas reproductoras o transformadoras.
Cada sujeto, cada hombre, es mucho mas que la clase social a la que pertenece, tambin esta
conformado por su sexo, por su raza, por su clase, lo que en definitiva conforma su historia, su experiencia de
vida , su cotidianeidad, a las que Apple rene bajo el concepto de "cultura vivida". En definitiva cada hombre,
cada mujer, es mucho ms que su vida institucional, y en buena medida, su conducta institucional esta
determinada por este ser ms (Sgro, M., 2.000). Este sera el sustento por el cual siempre hay
resistencia a la imposicin de la ideologa, y esta est presente de manera consciente o inconsciente y
tiene su origen en la cultura vivida que es diferente a la cultura impuesta en las instituciones escolares.
Segn Margarita Sgro, la imposicin de arbitrario cultural es menos efectiva en las clases bajas, pues, la
cultura vivida de las clases obreras es esencialmente diferente a la vigente en la institucin escolar, lo cual
explicara el porque los nios provenientes de las clases bajas estn en desventaja, se adaptan menos, y
resisten mucho mas la cultura escolar. Seala que en el texto de Apple, aparecen varios ejemplos de
conducta de resistencia cuyo sustento aparece en la posesin de una cultura "obrera" anterior al arbitrario
cultural que la escuela impone. No obstante remarca que, la imposicin sigue estando presente, pero
ahora, sobre un sujeto activo que resiste, media, contradice la misma imposicin, por lo cual sta dista
mucho de ser mecnica y absoluta. Como la resistencia puede ser consciente pero tambin inconsciente, el
sujeto resiste an cundo no haya planeado su resistencia, es decir an cuando no la haya racionalizado, ni
planificado, ni pensado como una estrategia poltica que tiene como objetivo transformar una situacin. Por
esta razn los autores crticos transformativos de la Resistencia, van a sealar claramente, que no toda
resistencia es efectiva, til o buena para los intereses de quien resiste .persona o grupo social, los
obreros, as cases bajas, los alumnos de un determinado colegio, etc. Para que la resistencia se convierta en un
elemento emancipador como seala "Giroux" es necesario planearla como una estrategia poltica de
transformacin, que debe ser colectiva o grupal, nunca individual. Es en este ultimo sentido que los "espacios
de relativa autonoma".
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3. La dialctica de la educacin
A fin de proporcionar una mejor caracterizacin de esta temtica realizamos una seleccin de
fragmentos del captulo 14 "Dialctica de la educacin" del I libro Teora de la Educacin de Ricardo Nassif. El
autor trata el problema que titula este apartado recurriendo en gran medida a los aportes de la perspectiva
crtico-transformativa, en especial al enfoque freiriano de la educacin y su visin esperanzada en la
capacidad de sta para liberar al hombre de la opresin.
La educacin, campo de tensiones
La convivencia de fuerzas contrarias en el seno del fenmeno educativo ha sido reconocida desde
hace algn tiempo. Autores de muy diversa conformacin ideolgica y cientfica la han reflejado en
expresiones tales como bipolaridad de la educacin, ambivalencia de la educacin, dualidad de la
educacin o han explicado la educacin como un juego de antinomias2 o un permanente vaivn entre la
heterogeneidad y la unidad. No obstante encontrarse all el principio para una interpretacin dialctica de los
procesos educativos, no siempre se ha dado importancia al enfoque, que, por otra parte y en la mayora de los
casos no pasaba de una especulacin no correspondiente con las exigencias y posibilidades de la educacin
concreta.
Dualidad de la educacin como proceso dialctico
Las concepciones sobre la funcionalidad de la educacin, tanto en la metodologa clsica predominantemente idealista-, corno en la lectura ideolgica, se asientan en dos funciones generales que
aparecen como fundamentales y condensadoras de todas las funciones particulares y cuya nmina podra
extenderse al infinito, sin ms topes que los criterios imaginables para clasificarlas.
Tales funciones generales -a primera vista contradictorias- son las de conservacin (o de
reproduccin) y de renovacin (ms an, de transformacin) de la vida socio-cultural y del hombre, agente y
paciente de esa vida. Una alternativa en la cual la advertencia sobre el hombre (ni un ente abstracto ni un ser
mecnicamente social) es pertinente, ya que a menudo, o se pone el acento sobre un espritu sin races,
o la funcionalidad educativa viene tan cargada de connotaciones sociolgicas, que ese hombre parece extrao
a las estructuras dadas en el contorno que l mismo va creando3.
An aceptando que la antinomia entre reproduccin y renovacin, nos enfrentase a una
contradiccin insalvable, es el ser humano quien da sentido a esas funciones. Si optsemos por la
educacin-reproduccin, es el hombre quien ha de insertarse en un ambiente-preestablecido. Si asignamos como ya lo hemos hecho a la educacin la tarea de superar las acomodaciones pasivas, mediante la
vigorizacin de la funcin renovadora, en ese proceso no slo se configura la personalidad, sino que la
misma funcin se canaliza a travs de la activacin de las capacidades humanas transformadoras. Slo con
esa salvedad, puede dilucidarse mejor el problema que nace del encuentro -o del desencuentro de la
reproductividad con la creatividad. Y esto es vlido aun cuando ambas funciones se impliquen o se
complementen, se sinteticen o se desequilibren bajo las presiones del grado de desenvolvimiento y de
aspiraciones del conjunto de la sociedad y la cultura, tanto como de las concepciones y las ideologas que en
ellas se desenvuelvan. Hasta la mirada ms superficial puede notar que las exigencias socio-culturales, las
concepciones del mundo y de la vida y las ideologas acentan una u otra de las funciones generales de la
educacin. Pueden hacerla, justamente, porque ambas funciones coexisten dentro de la educacin como una
tesis y anttesis, que una pedagoga cimentada en un humanismo concreto ha de tender resolver en una
sntesis: la del devenir del hombre en una sociedad que -tambin cruzada por contradicciones- se va
produciendo en el tiempo en razn de la "historicidad", como una de sus fuerzas inherentes4. Si esa
mirada llega ms hondo, revelar que esa relacin dialctica se cumple en dos planos: uno que contiene la
educacin misma, como fenmeno humano con rasgos relativamente propios; otro, desplegado en el tipo de
vnculos que ese hecho social tiene con la sociedad y la cultura globales. De donde hay una dialctica
intrnseca al proceso educativo y otra que podramos denominar externa, que tiene en cuenta la forma de
insercin y el papel de la educacin en el conjunto de la sociedad. Si bien las dos dialcticas son
2
En Amrica Latina. JUAN MANTOVANI difundi y desenvolvi la teora antinmica de la educacin, tan cara a los idealistas italianos
M. Maresca y G. Gentile (Cfr. Educacin y plenitud humana. El Ateneo. Buenos Aires, 1947, espec. Cap. II).
3
MICHEL LOBROT, en su citada Teora de la educacin, reconoce dos instancias educativas: la creadora, y la conservadora
4
Ver A. TOURAINE: Ob. cit
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inseparables, es factible y necesario reconocer su presencia y sus implicaciones mutuas, para eludir no
slo el sociologismo, sino tambin el pedagogismo. La educacin porta -si es que as puede decirse- por su
misma estructura, la fuerza reproductora y su negacin, Dicho de otro modo, constituye un proceso slo
aprehensible en su movimiento, que acontece en sujetos y en grupos que son modificados por su incidencia,
y toma, a medida que avanza, un impulso cada vez mayor. El principio que aqu se propone se apoya en el
hecho incontrovertible de que la educacin genera ms educacin, la estimula o la exige. Los economistas
que, en su propia jerga, hablan de ella como un bien de consumo han terminado por aceptar que, a
diferencia de otros bienes de consumo, la educacin no se desgasta. Por el contrario tiene efectos
multiplicadores que, en algn grado, ensanchan las posibilidades de quienes la van poseyendo, aun cuando
no sean esas las intenciones de quienes la regulen. Aun suponiendo que el propsito nico de un sistema
educativo sea reproducir fielmente las condiciones y las formas socio-econmicas y culturales vigentes, la
accin educadora entrega herramientas, despierta poderes intelectuales e incita criterios de valoracin que,
en determinadas coyunturas, pueden desempear un rol liberador. Es as factible una inversin del
principio que pone todo el peso sobre la reproductividad de la educacin, bastando con afirmar que es
la energa creativa que la educacin puede generar, la que se busca anular en los sistemas educativos de
ciertas sociedades, naturalmente elaborados por los manipuladores del arbitrario cultural. Alain -no
siempre merecedor del acrrimo tradicionalismo que algunos le endilgan- debe haber pensado en ello
cuando en sus Propos d'un normand, preguntaba con su habitual irona: Si el nio empieza a dibujar a su
manera y a discurrir por s mismo, cmo gobernaris dentro de cincuenta aos? . No se puede discutir que
el interrogante del clebre maestro da por supuesta la factibilidad (universal y definitivamente negada por
quienes ven en la educacin un exclusivo poder de mimesis), de un modo de ensear y de educar
contrario a los intereses de la conservacin social. Pero an descendiendo a un hecho tan simple como el
dominio del alfabeto, no es controvertible que ese dominio es, en cualquier sociedad, el inicio de un cierto
tipo de autonoma5 . De lo contrario no se explicara la oposicin de algunos sectores sociales -cada vez menos
sostenible por la presin de los grupos que bregan por sociedades ms justas-o al efectivo ejercicio del
derecho de todos los hombres al mximo de educacin y de cultura: Si stas fueran. Inofensivas para un
determinado sistema social, qu motivos podran alegar los dueos del sistema para obstruir ese
derecho? Aunque, tambin sera lcito formular la pregunta contraria: si la educacin es slo un medio
reproductor y, por consiguiente, debe ser combatida por quienes dicen integrar los sectores progresistas de la
sociedad, qu ms pueden esperar desear aquellos dueos que se deje totalmente en sus manos el arma
de la educacin?
Lo hemos manifestado con machacona insistencia: la historia demuestra que la reproduccin de las
formas socio-culturales vigentes nunca es literal. Con lo cual no hace ms que consolidarse nuestra creencia
en la necesidad de contribuir a una progresiva y cientfica ampliacin del concepto de la educacin, para que
ste vaya ganando algunos rasgos especficos que lo hagan concebible en un nivel ms alto al que
parecieran condenarlo a las funciones primarias de adaptacin, de socializacin y de endoculturacin. No
ponemos en tela de juicio que tanto la capacidad reproductora como la renovadora que pujan en la
intimidad del proceso educativo, se ponen en marcha, cobran forma real y concreta dentro de la sociedad
global en la cual, a la vez, chocan fuerzas que se interesan por incrementar una u otra de esas capacidades.
No creemos que la educacin sea la causa del cambio, adhirindonos a los que afirma Wilbur B. Brookover:
al ser parte de la sociedad, la educacin obra corno un medio de cambio dentro de la estructura social y no
como agente externo6
La tendencia conservadora de la educacin coincide con los intereses de quienes poseen, respaldan
5
Remarcamos inicio, porque no creemos en la simple alfabetizacin como instrumento para cambiar el mundo. Solo
destacamos una destreza que, actualmente, no debiera serle negada a nadie, y de cuyo valor se tiene plena conciencia a travs del
conmovedor reportaje, hecho por Margueritte Duras, a una analfabeta en Pars (El Correo de'la UNESCO. Pars, ao XI, marzo 1959,
p. 13).
6
La educacin corno proceso de control social: funcin conservadora y funcin renovadora (en: LUIS PEREIRA y M. M.
FORACCHI: Educacin y sociedad. El Ateneo, Buenos Aires, 1970, p. 70). Ver el trabajo de SARA M. DE FINKEL sobre Hegemona y
educacin (Revista de Ciencias de la Educacin, dir. J. C. Tedesco. Buenos Aires, enero-septiembre 1975). Nosotros habamos
adelantado algunas ideas sobre el asunto en nuestro citado ensayo sobre Apuntes para una critica de la Teora de la
desescolarizacin.
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o entienden la autoridad pedaggica como una absoluta 'imposicin. En consecuencia, una pedagoga de
dominacin buscar --cada vez con mayores limitaciones - vigorizar esa tendencia. Una pedagoga liberadora,
por el contrario, procurar -tambin con restricciones inevitables-alentar su fuerza renovadora. Sobre el
particular no est de ms recurrir a Paulo Freir: La educacin es (...) continuamente rehecha por la praxis.
Para ser, debe llegara ser. Su duracin en el sentido bergsoniano de la palabra-- se encuentra en el juego
de contrarios: estabilidad y cambios. El mtodo acumulativo pone el acento sobre la estabilidad y llega a ser
reaccionario. La educacin problematizante -que no acepta ni un presente bien conducido ni un porvenir
predeterminado- se enraza en el presente dinmico y llega a ser revolucionaria7 .
Los estmulos en una u otra direccin proceden del contexto socio-poltico y econmico, el cual
muestra, a la vez, grandes fisuras. Por eso no es inviable que la educacin, como una de las formas de
desarrollo humano, engendre actitudes opuestas a la dominacin. Es, aqu donde se comprueba la doble dialctica de la educacin: las contradicciones internas del fenmeno educativo reflejan las contradicciones de la
sociedad, y estn condicionadas por las mismas; pero, al mismo tiempo, la educacin puede llegar a constituir
-y de hecho lo constituye- un medio para que el sujeto tome conciencia de las contradicciones de su
contorno.
Sucede que la llamada funcin conservadora de la educacin no es negativa en s ni puede ser
invalidada en bloque en relacin con una funcionalidad creativa o individual y egosta o desarraigada de la
realidad de los diversos tiempos histricos del hombre, ni de la existencia real y el destino de la sociedad.
La reproductividad es negativa cuando no puede zafarse de los exclusivismos conservadores que
taponan toda incursin en lo creativo. Ms deja de ser negativa e, incluso, se convierte en necesaria
cuando proporciona a los hombres una planta de lanzamiento para su desenvolvimiento y su proyeccin
futuros. Desde este punto de vista la educacin juega el mismo papel que la crianza en el plano biolgico,
dado que tambin hay una supervivencia social, no slo de la sociedad en s, sino tambin de sus miembros
que nacen y viven en un grupo que es su ambiente originario y con el cual han de entrar en un comercio
dialctico de modificaciones. Todava ms, es preciso no olvidar el remanido principio de la economa de
esfuerzos, en el acontecer histrico, factible por la transmisibilidad de la experiencia milenaria de la
humanidad. Entre los muchos que han expuesto este axioma, V. Cordn Childe lo ha hecho con suma
sencillez. Cultura -dice- es todo aquello que los hombres adquieren de la educacin, de la sociedad
humana, ms que de la naturaleza o del medio infrahumano. Incluye el lenguaje y la lgica; la religin y la
filosofa, la moral y el derecho, as como la fabricacin y el uso de utensilios, ropas, casas e incluso la
seleccin de los alimentos para comer. Los hombres tienen que aprender todo esto de sus semejantes. El
nio tiene que aprender de sus padres y de los mayores (...). Todas estas normas pertenecen a la tradicin
colectiva, alimentada y conservada por la sociedad en la que nace el ser humano. Hubo que descubrir
e inventar todo, pero la sociedad ha conservado los primeros descubrimientos e inventos, de manera que
sus miembros no tienen que descubrir por s mismos, a travs de pruebas y errores 8.
La funcin crtica de la educacin
La funcin innovadora, transformadora y crtico-creativa es la segunda gran funcin general de la
educacin, en tanto proceso inherente a la vida humana y an cuando est bloqueada por determinadas
estructuras sociales y econmicas. Es por ello por lo que presenta rasgos muy especiales que, en tanto
funcin, la distinguen de la de reproduccin dada y comprobada en la realidad histrica. Por un lado, la
funcin crtica supone o requiere la reproductividad, por otro, se convierte, a la vez, en un lmite de la
reproductividad (y viceversa, pues, de lo contrario, no podra hablarse de un juego dialctico), y en su
superacin a travs de una sntesis que expresa su modo especfico de ser y de obrar,
En esa sntesis no desaparece la fuerza reproductiva de la educacin. Queda contenida en ella como
parte imprescindible de un proceso dinmico. De esta manera puede comprenderse que a la educacin no le
es dado prescindir de un cierto grado de reproductividad en la medida que sta tiene en su interior la herencia
cultural de la sociedad. Sin ella todo criticismo no traspone las fronteras de las formulaciones abstractas,
7
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de saltos en el vaco, sin contenidos ni puntos de apoyo, aun cuando las pautas o los conocimientos que se
reproduzcan puedan ser rechazados, si a la educacin se le dejan los resquicios suficientes para
desenvolver su energa creadora. La funcionalidad crtica de la educacin y he aqu otro de sus rasgos no se
da, ni podra darse, de una sola vez y en las primeras instancias del proceso educativo si se lo aparea al
acontecer temporal de la vida humana personal y social. La reproductividad es el acto primero de toda
educacin, en lo individual porque la superacin de las mimesis y las simples adaptaciones requiere una
madurez progresiva en el sujeto a mayor madurez corresponde una disminucin de la pasividad del
acontecer formativo del hombre. Esto es tambin vlido para las sociedades si se las mira en su despliegue
temporal, aunque, en este caso no sea tan acertado hablar de una mayor madurez, sino de una mayor
apertura, de un creciente desbloqueo que va permitiendo el acceso de un mayor nmero de hombres a la
cultura, y, por tanto, una mayor conciencia respecto a su ubicacin y sus posibilidades dentro de la sociedad
global. Desde este ngulo de mira, hay un encuentro entre lo personal y lo social, pues la educacin del
sujeto en direccin crtica no puede sino llevarlo a asumirse como participante y transformador de una
realidad que es la suya. Esto es, a tomar conciencia de sus potencialidades en relacin con las de su prjimo
para modificar su ambiente y organizar el mejoramiento de la existencia histrica.
La funcin crtica de la educacin no se agota tampoco en el mero anlisis de la realidad personal y
social, sino que se realiza en niveles que van desde el conocimiento crtico, como el ejercicio del pensamiento
crtico, a la conciencia crtica y a la programacin del futuro personal y social. Se dan as tres niveles que,
aunque apoyndose en las pautas sociales y en los conocimientos existentes, terminan trascendiendo
la mera criticidad terica, para convertirse en una conciencia crtica aplicable a la praxis y ordenadora
de la transformacin de esa praxis.
La funcionalidad crtica no puede, pues, verse en un solo nivel o en un solo sector de la vida personal y
socio-cultural, sino en varios niveles y sectores que entran, a la vez, en una dinmica interrelacin. Los
sectores no pueden ya ser slo los del conocimiento o los de la aprehensin de determinados contenidos
culturales, tambin incluyen los referentes a la totalidad de la vida socio-histrica, en las dimensiones del
pasado, el presente y el futuro. Los niveles, como queda dicho, son fundamentalmente tres: el pensamiento
crtico, la conciencia crtica, y la programacin del futuro. La sntesis tantas veces reiterada por nosotros
se produce cuando se da el pasaje de la reproductividad a la criticidad, y cuando sobre sta puede fortalecerse
la creatividad". La preocupacin mayor de pedagogos y no pedagogos se ha volcado sobre los dos primeros
niveles, muchas veces identificados, cuando, en verdad, constituyen dos instancias diferentes, de las
cuales, la referida al pensamiento crtico es ms restringida que la conciencia crtica, a pesar de ser el medio
para acceder a la apertura de la conciencia humana, como conciencia de su realidad presente, en tanto critica
y activa, engendra la prospectividad (es conciencia prospectiva).
El ascenso a travs de esos niveles implica un estilo y una concepcin pedaggica, y una
metodologa propia levantada sobre la creencia en la capacidad del nombre para crear su ambiente y, por
ende, para crearse a s mismo. El fundamento, a la vez que el resultado, de esa actitud no puede ser sino las
coordenadas principales de un humanismo pedaggico concreto que tiene en vista la realidad de la
existencia de un contexto socio-poltico y econmico, y las potencialidades humanas para transformar ese
contexto juntamente con su propio desenvolvimiento.
El pensamiento critico
El pensamiento crtico es el modo de acceder a la verdadera conciencia crtica. A travs de su
desenvolvimiento -restituyendo a la inteligencia su significado ms prstino: como capacidad para resolver
problemas nuevos- se elabora la metodologa sin la cual no sera factible alcanzar aquel tipo de conciencia.
Como tema de estudio, generalmente y hasta ahora, el proceso del pensamiento crtico y de la accin
inteligente ha sido tomado con preferencia por la psicologa en tanto forma y momento especial de la
actividad mental, fundada en el juicio independiente y en el descubrimiento. Paralelamente, se construye una
didctica del pensamiento crtico, o, como gustan decir algunos, una teora y una metodologa de la
enseanza crtica o del desarrollo de la aptitud creadora. Como proceso personal, el pensamiento crtico
merece actualmente indagaciones cada vez ms extendidas, que, no obstante, no se detienen en sus
aspectos nicamente psicolgicos, sino que tratan de explicarla mediante una combinacin de criterios
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cientficos.
Un interesante ejemplo de esa combinacin de criterios lo proporciona Ennis, quien parte de la
existencia de varias clases de enunciados y de relaciones entre los mismos, tanto como de sus
fundamentos y estadios en el proceso de su evaluacin, con esa base enumera doce aspectos del pensamiento
critico: I. Captacin del sentido de un enunciado; 2. Determinacin de la ambigedad o univocidad de un
razonamiento; 3. Establecimiento de la presencia de contradicciones en un enunciado; 4. Determinacin del
carcter necesario de una conclusin; 5. Reconocimiento de la especificidad de un enunciado; 6. Anlisis de su
aplicabilidad efectiva; 7. Determinacin de la fidelidad de un enunciado observacional, esto es, la coherencia
entre la realidad observada y la forma como se la expone; 8. Juicio sobre la, justificacin de una conclusin
inductiva; 9. Establecimiento de la pertinencia de la identificacin de un problema: 10. Capacidad para saber
si algo es o no una suposicin; 11. Determinacin del nivel de adecuacin de una definicin; y, 12.
Determinacin sobre si el aserto de una pretendida autoridad es o no aceptada.
En esta nmina de rasgos del pensamiento crtico -el mismo Ennis lo manifiesta- quedan excluidos
los ingredientes intuitivos y creadores, no porque el autor los considere desechables, sino porque los
mencionados son factibles de evaluacin dentro de la concreta labor educadora. Esto restringe la
concepcin de Ennis, aunque intencionalmente la hemos presentado como muestra de un modo de ver el
pensamiento crtico y, en consecuencia, de tender -por lo menos en una primera instancia- a que la educacin
desenvuelva la capacidad de discernir la coincidencia o la disidencia entre lo que se expresa y la realidad que se
expresa.
De este modo se consigue el equilibrio necesario dado que el pensamiento crtico y, en una etapa
superior, el pensamiento creativo, no se logra sin e] conocimiento previo de lo que ha de ser criticado y,
eventualmente, modificado. O, como bien se afirma, ninguna persona sensata supone que por ello es vlido
creer que la formacin del pensamiento crtico ha de hacerse sobre determinados contenidos
concebidos como los nicos con fuerza como para desenvolverlo. El pensamiento crtico es una capacidad
general del hombre, cultivable a partir de hechos y de conocimientos de la ms diversa ndole; una
habilidad desenvuelta mediante el permanente ejercicio de una metodologa que,
progresivamente, va permitiendo al hombre ubicarse crticamente ante los conocimientos o ante la vida
misma en toda su complejidad.
Todo conduce, pues, a plantear -por ahora en el circunscrito terreno del par enseanza-aprendizaje- la
imposibilidad de levantar o de configurar el pensamiento crtico sin apoyo de lo dado, sin que sufra fa
reproductividad de fa educacin, imprescindible en este caso. La mayora de las veces, mediante el
aprendizaje, el sujeto recorre los caminos por los cuales transitaron el arte, la ciencia, la filosofa, la tecnologa
y todas las obras culturales, para encontrar all los mtodos que fundamentaron las creaciones del hombre y la
sociedad. No para adherirse a ellas, sino para formarse progresivamente con ellas y desenvolver su
capacidad de discernimiento, su autonoma intelectual. A travs de ese acto el sujeto y el grupo, no slo
recoge la herencia milenaria de la sociedad incorporndose a la corriente del tiempo y hacindose un ser
socio-cultural, sino que tambin penetra en la estructura de las obras humanas, en el proceso de su
constitucin, y se prepara para hacer su lectura crtica".
La conciencia crtica
No es novedad decir que con-ciencia es ms que ciencia; aqulla contiene a sta, pero la rebasa.
Sin preocupamos ms de lo necesario por una teora completa de la conciencia, es til verla -en su acepcin
ms completa- como la respuesta del hombre frente al mundo y el medio de su relacin con l (toda
conciencia es intencional, es decir que siempre es conciencia de algo, a la vez que una ubicacin ante la
realidad en toda su complejidad). Si se parte de esa significacin, la conciencia es necesariamente crtica,
no solo como analizadora de la realidad (para lo cual bastara el pensamiento crtico) sino como fuente de
juicios de valor, de estimaciones que superan el anlisis intelectual y suscitan el compromiso con la realidad
de la cual se toma conciencia. Este compromiso engloba lo personal dentro de lo social y determina una
praxis orientada en una o en otra direccin. La conciencia crtica supone un compromiso existencial,
siempre y cuando la existencia sea pensada como parte de un todo 'en el cual importa el destino del
prjimo. Si se hace la transferencia al plano pedaggico, es obvio que la formacin de la conciencia crtica
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est ligada a una educacin comprometida. Sin duda, el tratamiento ms difundido -sobre todo en Amrica
Latina- del tema de la conciencia crtica en sus vinculaciones con la idea de la educacin como concientizacin,
es el efectuado por Paulo Freir, sus intrpretes y seguidores. Sus reflexiones no tienen siempre la coherencia
filosfica deseable, pero son altamente esclarecedoras porque se construyen sobre una realidad concreta,
por lo que denuncian sobre la realidad socio-educativa de gran parte de los pases de Amrica Latina, y
tambin por lo que anuncian como perspectivas de la educacin crtica.
La teora freireana de la conciencia crtica surge como un paso insoslayable para dar sentido al
proceso de concientizacin, concebida como una meta de la educacin, y slo inteligible a partir del
supuesto de toda la doctrina de Freir: la dimensin poltica de la educacin; el hecho de que sta sea un
asunto de poder, en estrecho lazo con la divisin de la sociedad en opresores y oprimidos.
Esa divisin, as como el intento ya expuesto por nosotros, de construir una pedagoga del
oprimido, hace que Freir analice distintos niveles de la conciencia crtica. Para movernos con mayor
precisin dentro de la terminologa de Freir, los dos extremos de la conciencia seran los
correspondientes a la conciencia intransitiva y a la conciencia crtica. La conciencia intransitiva refleja
literalmente una situacin en la cual el hombre est inmerso en una sociedad cerrada. Pero el mismo Freir
reconoce que la intransitividad no implica un total encerramiento del hombre, aunque sea un oprimido.
Para l, el hombre, cualquiera sea su estado, es un ser abierto. La conciencia intransitiva es tan slo la
limitacin de su esfera de comprensin (...), la impermeabilidad a los desafos que vengan desde afuera de la
rbita vegetativa (y, por consiguiente) representa casi un no-compromiso del hombre con la existencia.
Cuando el ser humano ampla su poder de captacin y de respuesta exteriores, incrementa su capacidad
para el dilogo, no slo con otro hombre, sino con su mundo. Emerge de la esfera vegetativa, su
conciencia, se hace transitiva y permeable. Deja de ser objeto para asumirse paulatinamente como
sujeto comprometido con su existencia y la de los dems. La conciencia transitiva es, en un primer
momento, ingenua, lo que para Freir implica todava inclinacin al gregarismo, impermeabilidad para la
investigacin ( . . . ) y un gusto acentuado por las explicaciones fabulosas. Esta distorsin de la conciencia,
slo podr remontarse a travs de la transitividad crtica, a la cual Freir slo cree posible llegar por medio
de una educacin dialogal y activa, orientada hacia la responsabilidad social y poltica, y caracterizada por la
profundidad en la interpretacin de los problemas. El pasaje de la conciencia transitivo-ingenua a la
transitividad crtica no es, para el educador brasileo, automtico ni espontneo, sino que, por el contrario
requiere un trabajo educativo-crtico. Desde este mirador, la educacin ha de sustituir las explicaciones
mgicas por explicaciones causales, comprobar los descubrimientos y estar dispuesta siempre a las
revisiones, despojar al mximo los pre-conceptos, negar la transferencia de la responsabilidad, negar
el quietismo, practicar el dilogo, abrir la receptividad de lo nuevo y por la no negacin de lo viejo, slo
por viejo, sino por la aceptacin de ambos en cuanto a su validez.
Cualquiera que sea la postura que se adopt frente a los fundamentos y objetivos de la concepcin
de Paulo Freir, lo cierto es que pocas veces es dado encontrar una descripcin tan completa de los rasgos
de la conciencia crtica, y una paralela caracterizacin del tipo de educacin que podra hacerla posible.
Y, en efecto, esa conciencia crtica como meta de la educacin, no es ni puede ser una mera conciencia
terica, o especulativa. Su verdadera fuerza reside en su proyeccin prctica en el sentido de la transformacin
de las condiciones de la vida actual, alienada y alienante para todos los hombres cualquiera sea su puesto en
la escala social. Y, si de educacin se trata, la conciencia crtica no podr alcanzar toda su vigencia si no se
monta sobre el pensamiento crtico como uno de sus ejes centrales.
Nosotros interpretamos que Freir elabora tres modos, estrechamente ligados, de expresar la funcin
crtica de la educacin. La educacin (una educacin liberadora, se sobreentiende) puede ser en s misma una
prctica de la libertad, que conduce a la transformacin de la existencia personal y social, constituyndose
ella misma en una interpretacin del mundo y del hombre.
La educacin como programacin del futuro
La conciencia como tal, y en su nivel crtico, es activa y transformadora del mundo y, por el/o mismo,
prospectiva.
Esa prospectividad suya refuerza sus lazos con la educacin que, por naturaleza, trabaja con el
Ctedra Pedagoga 1
futuro. No tanto ya por ocuparse solo de las primeras edades del hombre -creencia superada por el carcter
vitalicio que hoy se le reconoce apuntalada por la necesidad creciente de la educacin permanente-, sino por
constituir siempre una preparacin para ... , una tendencia hacia ... fundada en el inacabamiento; la
perfectibilidad, la educabilidad del hombre. La nocin misma de la educacin como un proceso dinmico,
dialctico, se cimenta, pues, en su prospectividad, y permite pensarla como una programacin del futuro, y
como la realizacin de un proyecto de hombre y de sociedad."
Educacin y utopa
La insercin de la temtica de la utopa en educacin no puede producirse si esta ltima no es
concebida como esencialmente crtica y orientada hacia la concientizacin. Por eso es Freir quien sentencia
que la concientizacin implica la utopa, ya que mientras mas concientizados estamos, ms capacitados
estamos para ser anunciadores / denunciadores gracias al compromiso mismo de transformacin que
construimos. El educador brasileo abre, pues, el problema del significado de la utopa, sin cuya solucin no
podran justificarse su importancia ni su papel dentro de la accin y la reflexin pedaggicas. El propone un
concepto de la utopa como denuncia de una realidad y anuncio de otra hueva, y aunque, en efecto,
toda utopa es eso, cabe tambin precisar cundo el lazo de la misma con la educacin es factible y
enriquecedor, y cundo no lo es.
Educacin y esperanza
La educacin se vincula, pues, con la utopa y hasta puede construirse como tal. Siempre y cuando la
utopa sea entendida como un proyecto de futuro levantando sobre las condiciones reales del presente
como acontece en el planeamiento integral y a largo plazo de la educacin, dentro del desarrollo de la
sociedad. Pero la utopa no pierde su valor cuando se asienta en la conviccin de que, aunque no estn
dadas las condiciones o las tendencias para efectivizarla, es realizable en un tiempo venidero. En esta
emergencia, la utopa es una anticipacin del futuro.
Proyecto tcnica y cientficamente elaborado, o anticipacin liberada de puros sueos vacuos y
abstracciones, la utopa constituye un necesario elemento dinamizador de la realidad social y educativa, que
convierte la marcha hacia el futuro en un verdadero compromiso con el presente. Un compromiso que ha de
implicar la esperanza de transformar el hombre de hoy en el hombre ms pleno del porvenir.
Slo fundada en la esperanza, puede tener validez la actuacin educativa que, separndose de los
optimismos huecos, busca permanentemente hacerse efectiva mediante la penetracin de las autnticas
posibilidades del hombre y su sociedad.
Bibliografa
Bonal, Xavier (1998), Sociologa de la Educacin. Una aproximacin Crtica a las comentes contemporneas.
Madrid. Paids.
Nassif, Ricardo (1980) "La Dialctica de la educacin", en Teora de la Educacin. Cincel Kapelusz.
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Sgro, Margarita (2.000) Corrientes pedaggicas contemporneas. Material a Distancia. Universidad
Nacional de Quilmas.