Roso de Luna - Misterio de Quirico
Roso de Luna - Misterio de Quirico
Roso de Luna - Misterio de Quirico
Nueva pausa y nuevo silencio, o sea nuevo dilogo mudo de dos almas
amigas, llenas ambas del anhelo de lo desconocido, almas que saben
comprenderse sin preguntarse en la fraternidad espiritual de cuantos
aman la msica.
As llegamos a la orilla del lago que surte de aguas, semipotables no
ms, a la histrica ciudad y bajo un ambiente primaveral propicio a las
confidencias, nos sentamos en la orilla, empezando a echar
inconscientemente terroncillos y chinas a las aguas tranquilas.
-Es cierto- exclam Quirico como sacudiendo ensimismamientos y
aoranzas-. Las emociones se suceden en nuestro pecho como las
ondas que las pedrezuelas esas producen en el agua. Cada pedrezuela
es una emocin que cae en nosotros desde el mbito de lo desconocido
y cada onda concntrica que se va alejando del sitio en que cayera la
piedra es el recuerdo de la emocin, el eco de ecos de la emocin misma
que avanza hasta la orilla para luego reflejarse en ella y producir otras
ondas secundarias que vuelven hacia el centro del que irradiaran, para
en nuevo reflejo desde el centro, producir ondas de tercer grado,
invisibles ya, pero tericamente ciertas e indefinibles. A no ser por la
inercia del medio, estas ondas continuaran fsicamente siempre, y
quin sabe si la ley de la inercia, que es ley de la materia, no se da
tambin en el reino de las almas y si en este ltimo mbito la piedra
moral que cae determina una eterna vibracin concordante que a
nosotros viene, en nosotros rebota, de nosotros sale y a nosotros vuelve
en un vaivn sin fin?
.
Como se ve, Quirico empezaba a divagar de un modo alarmante.
Divagar por no querer concretar quiz, o ms bien por el estado de
nimo que producen en nosotros las nostalgias, sumindonos en el
mundo de los recuerdos, que es, el mundo del ensueo y de la nada...
II
El Sol se acababa de ocultar. Sobre el dosel de nubes de color de oro y
de acero que le coronase en su triunfal ocaso, Venus, el astro del amor,
en conjuncin con la Luna de dos das, recordaba sobre la grana de los
cirros ms altos esas banderas musulmanas de Tnez, Egipto y Turqua
en las que tremolan unidos los dos celestiales luminares tal como los
veamos a la sazn sobre los rboles y reflejndose sobre las ondas del
estanque, terso ste como un espejo, melanclico cual un lago de
montaa, ya que es privilegio nico del crepsculo vespertino el de
realzarlo todo, dignificarlo todo, hasta lo ms vulgar. Un ruiseor
empezaba a arpegiar junto a su nido, y dos palomas torcaces, venidas de
los encinares lejanos, como despidindose tambin del Sol y del da,
hacan coro al ruiseor en el mgico silencio del ambiente con su urr,
urr caracterstico, dos notas sincopadas idnticas al tema primero del
adagio beethoveniano que a Quirico le haba hecho tan inopinadamente
llorar. Al odas el noble hospiciano, como vencindose a s mismo, acab
por exclamar:
-0tra vez y siempre el tema del dolor y del amor; el tema mo y el del
maestro cuando los dos ambamos y, los dos suframos bajo los rigores
del Destino sin merecerlo! Es cosa singular... acabamos de or a los
nios del hospicio el consabido tema y ahora le omos -a los pjaros
tambin!
-Perdona, mi buen Quirico- le dije como para disuadirle de su obsesin; perdona si no oso preguntarte y guardo respetuoso silencio hacia ti y
hacia tu tema. Hay dolores mudos sobre los que nunca se debe
interrogar! Pero si a un leal amigo como yo le crees capaz de derramar
un consuelo sobre tu corazn marchito; si mi simpata sincera y mi ayuda
moral te pueden servir de algo, ese lenitivo no te ha de faltar.
-S, tienes razn. Es profesor a medias o menos que a medias aquel
que da la letra de la enseanza guardando para s su espritu. Yo te
estoy traicionando casi, puesto que, mal correspondiendo a tu anhelo de
cultura musical, te estoy cobrando las lecciones de armona que
simultaneas con tu carrera, pero no te he enseado hasta ahora el alma
de la msica y, de los msicos y el cmo una y otros son idnticos, razn
por la cual la Fatalidad implacable les hace sufrir quiz para que por
medio del divino Arte puedan transmitir su sufrimiento a las generaciones
futuras y sus consuelos tambin. Los consuelos que ellos se conquistan
venciendo a la Muerte y al Dolor! No recuerdas que el otro da te puse
como ejemplo el famoso largo e mesto de la sonata VII en el que se
dibujan ya los prdromos de la trgica sordera del Maestro y cuyas,
tristezas desgarradoras, sin embargo, culminan en un allegro o rond
que es ya una sonrisa serfica de consuelo y de triunfo; una Ascensin a
los Cielos del Ideal musical? Pues ahora le toca el turno, aunque mi
alma, se desgarre contndolo, al adagio de esta tarde: a mi adagio de
encendidos en torno del lecho del moribundo cuyo doble acaba por
marchar con ellos, dejando la lgubre procesin tras s un cadver ms,
es decir la envoltura carnal del verdadero hombre fsico que, como todas
las fuerzas de la fsica, es invisible para los carnales ojos.
de los vivos. Algo, en fin, como aquella procesin de encantadores que
vienen hacia el gran Don Quijote en la selva para hablarle del
desencanto de su Dulcinea, o mejor como ese entierro de s mismo que
ve despus de muerto el estudiante de Salamanca, de Espronceda y Don
Juan Tenorio, el de Zorrilla.
La voz de la sangre, que no es sino la oculta voz de la Naturaleza, es
entonces ms poderosa que nunca, y esa voz, esa fuerza oculta
avasalladora, actuando sobre m, me llev como por la mano a pasar por
frente al Hospicio de mi infancia, al Hospicio donde me condujeron
crueles los absurdos prejuicios ancestrales de mi abuelo el moribundo,
para or al paso ese adagio de la sinfona beethoveniana al que debo la
existencia, adagio cuyas notas en el momento supremo de abandonar
aqul sus carnales vestidura era seguramente para l un recuerdo
amargo retrospectivo, una acusacin, un pasaje terrible del Libro del
Destino cuyas pginas son ledas, dice la leyenda, por el arcngel Azrael
en el momento del Juicio del Alma en el que es pronunciado el fallo de
una vida. Te explicas ahora -termin Quirico- el por qu de todas
aquellas falsas casualidades de pasar por all, hablar de ello y hacerte yo
la tristsima revelacin de mi pasado en las ms santa de las
confidencias amistosas?
-Me lo explico!-, respond, convencido.
-Pues si te lo explicas y eres mi amigo sincero, ven ahora mismo
conmigo, porque me da el corazn que ste es el momento decisivo de
mi vida. Sgueme!
Y, sin que yo pudiese acertar la razn de ello, me dej llevar ladera
abajo, hasta la suntuosa, poterna del jardn y de la quinta del conde.
VII
El suntuoso retiro del conde de ..., emplazado en la ladera que media
entre el lago de la altura y la ciudad de ms abajo, era una de esas
quintas maravillosas que suelen ser ornato de nuestras linajudas
poblaciones medievales todo austeridad y todo tristeza de tiempos que
pasaron para no volver. Una verja de labrados hierros cercaba la docena
o ms de hectreas de una tierra roja todo energas vitales, regada por la
toma de aguas del estanque, cuyas linfas corran en risueos canales por
entre una verdadera selva de rboles seculares, interrumpida a trechos
por macizos de arbustos: rosales, vides y espinos albares en plena
florescencia de primavera. La arenosa senda de entrada con sus muretes
de boj se encaminaba recta hacia el palacio bajo toldo de madreselvas y
enredaderas, hasta los pies de una escalinata de mrmoles portugueses
sobre cuya estrada amplsima, exornada tambin de plantas raras en
la arena de la avenida, nos revel que la orden del conde era cumplida
con toda celeridad.
En el intern de la forzosa espera el anciano nos embeles con el
emocionante relato de su pasado de amor; las luchas con su padre que
lleg a amenazarle de desheredacin y hasta de muerte quiz si persista
en unir su nombre ante la Ley con el de la incomparable hebrea, y las
virtudes sublimes de esta ltima que prefiri sacrificarse a sacrificarle,
consagrndose por entero a su arte musical que, con su celeste idealidad
extrahumana, es efectivo consuelo de todas las miserias y dolores de
este bajo mundo. Su relato, tan parecido por sus caractersticas de
profundidad y de pasin al que harto bien conocido me tena yo de
Quirico, era un curso entero de psicologa digno de ser reproducido aqu
por m si a tanto alcanzase mi impericia. Dur el tal relato mas de una
hora, que nos pareci un simple minuto, y al cabo de ella, el ruido del
coche que regresaba nos hizo sabe que ya llegaban los llamados de la
ciudad. En efecto, al punto los tres penetraron solcitos en el saln.
-Poco os tengo que molestar, mi buen notario y mis excelentes amigos.
Se trata simplemente de otorgar mi testamento abierto en el que, no os
sorprendis, yo, soltero y sin lazos ya de familia, reconozco a este joven
que aqu veis como a mi hijo, mi hijo amado a quien las preocupaciones
sociales o ms bien quiz el dedo providente del Destino que as ha
querido educarle en el abandono y la pobreza que es la escuela de los
verdaderos hroes, ha mantenido tristemente alejado de m tantos aos,
y que viene ahora a endulzar los no muchos das que me resten de
vida...
El notario, reverente y solcito se puso en el acto a escribir las
clusulas testamentarias bajo el dictado del anciano, como es prctica en
casos tales. Redactado con bastante rapidez el solemne documento y
ledo con toda detencin al otorgante, fue seguidamente firmado por l y
por los testigos, hacindoseme a mi el honor de ser uno de ellos, con
gran complacencia ma.
-Y ahora, a cenar todos conmigo, en el ms augusto da de mi vida-,
dijo el anciano levantndose y echando a andar delante con un vigor
desconocido para lo que permitan esperar sus achaques.
Todos le seguimos gozosos, atravesando varios salones de aquella
principesca estancia y en los que estatuas y retratos de familia parecan
regocijarse a nuestro paso como si una rfaga de felicidad ultraterrestre
hubiese descendido all...
Hasta el viejo clavicordio arrinconado luengo da sin que mano alguna
se posase en su teclado marfileo desde haca lustros, pareci alegrarse
a su vez dejando entreor astralmente quiz para los dos hroes de
aquella cena, padre e hijo, el adagio misterioso de la Cuarta Sinfona!...
******
VIII
Lector: el eplogo de esta novelada historia fue tan feliz como triste
haba sido hasta entonces la vida de Quirico, ascendido de simple
hospiciano y director luego de la hospiciana Banda, a conde efectivo de
... por una de esas sorpresas maravillosas del Destino, sorpresas
abundantes sin duda en los relatos de Las mil y una noches, pero nada
raras tambin en la vida de los buenos, contra lo que suele creer nuestro
escepticismo.
En la quinta, al lado de su padre y consolndole en su ancianidad, vivi
mi transfigurado amigo das de feliz compensacin a sus viejas
amarguras, hasta que aqul durmi con los suyos el sueo eterno del
insondable ms all.
Cualquiera podra pensar, por ser lamentable experiencia de nuestros
posivismos egosta que la psiquis sencilla y noble del ex hospiciano,
habra cambiado con su inesperada fortuna.
Pero, no; todo lo contrario. En aquel nuevo ambiente de comodidad,
grandeza y abundancia, Quirico fue, si cabe, mejor an.
A ello contribuy no poco un hecho final de aquella cadena de
inverosmiles acontecimientos favorables, que decidi el porvenir artstico
del joven como los otros haban decidido su situacin social. Es a saber
que el anciano, la noche misma de su testamento, rodeado de todos sus
comensales le haba llevado de la mano hasta la esplndida biblioteca en
cuyo rincn de preferencia, medio oculto por rico tapiz de Goya, apareca
un armarito de caoba lleno de manuscritos de msica.
Eran los viejos papeles de las composiciones de su amada madre,
papeles que al ir a ser quemados por el testamentario, segn disposicin
postrera de ella, haban sido hbilmente sustituidos por otros! En ellos,
pues eran verdaderamente geniales e inspirados, supo hallar el
inteligentsimo maestro, de all a pocos aos, la base para hacerse una
celebridad musical al estilo de la de Mendelssohn-Bartoldi.
Cmo que en ellas logr verter toda la poesa de su materna raza
gigante y proscrita! La eterna raza de Jud y de Israel, madre, a su vez,
del Cristianismo!
NOTAS
(1)Como toda novela suele tener una base real, de igual modo que toda
realidad tiene algo de novelable, te empeo, lector mi palabra de
caballero de que este personaje aqu novelado existe, y que l, a estas
fecha merced al piadoso lo de las certificaciones civil y parroquial, no
sabe bien ni cmo se llama ni qu da ha nacido, ni en qu pueblo, segn
l mismo nos lo confiesa en cartas muy sinceras que hemos tenido a la
Vista al pergear esta pobre, pero verdica noveleja, carta en la que se
expresa as: A los siete das de nacer, y por imposicin de mi abuelo
materno, fui a parar al pramo del torno del partido, y a los tres das de
Inclusa a poder de un ama del pueblo que usted sabe, hasta la edad de
siete aos, en que fui reingresado en el Hospicio Provincial hasta los diez
y ocho. En este largo tiempo jams o una frase cariosa ni alentadora, y
toda mi obsesin se reduca a librarme de los latigazos de los celadores,
a quienes disgustaba mi nativo e independiente carcter liberal. Esta
frialdad ambiente me hizo amar la filosofa, segn como se poda
entender en aquella edad, y fui aficionadsimo a las lecturas extremistas,
hasta el punto de, porque lea El Motn, recibir con gusto palo y encierros.
En cuanto tuve edad escap de aquel infierno, sentando plaza en el 2.
Regimiento expedicionario de Marina, y con l fui a frica, pasando las
mors, como vulgarmente se dice, y deseando ascender, tal era mi
dicha, a la calidad de espritu desencarnado. Tal era, repito mi estado de
nimo a la sazn. Al ser licenciado sent las "caricias del hambre", y
regres a nuestra ciudad. Y ahora entra en escena un nuevo personaje:
el ama del sacerdote director del Hospicio, amiga de la que yo ignoraba
que fuese mi madre, y por aqulla supe que, cuando mi servicio, esta
ltima le haba escrito una carta interesndose por m y preguntando si
era vivo o muerto, pero sin revelarse como mi madre. El ama en cuestin
tuvo a bien guardarse la carta, creyendo que era yo quien la haba
fingido, y cuando, ya de regreso de Marruecos, fui a visitarla, ella se
desat en improperios contra m, y sacando la carta me la hizo leer. Un
vuelco de mi corazn me revel el resto: busqu a mi madre, y una vez
encontrada y tratado nos hemos convencido ambos de la tristsima
realidad de que no somos libres, Ironas del Destino!, para tratarnos y
amarnos, porque se interpone entre los dos el marido de mi madre, un
verdadero tirano, impotente, sin embargo, contra la ley natural. Y vea
usted por tanto, que me encuentro con que mi padre vive; casado por
tercera vez, y mi madre tambin, casada con otro que no es mi padre:
dos casas y las dos cerradas para m! El Karma, que decimos los
tesofos, nos ha acercado en cuerpo, pero nuestras almas tienen que
entenderse
como si estuviesen en diferente planeta...
En pugna, en fin, mi personalidad civil y militar con la eclesistica, me
pregunt; fundadamente. Quin soy yo? Cmo me llamo? Qu ao
realmente nac? Todo ello, por supuesto, lo soluciono tirando por el
camino ms corto, o sea el de vivir sin preocuparse del mote que me
quieran dar, pues creo tener una individualidad responsable, que es la
nica que me interesa que brille con la pureza del bien obrar...