GADAMER - Antologia PDF
GADAMER - Antologia PDF
GADAMER - Antologia PDF
ANTOLOGA
EDICIONES SGUEME
SALAMANCA
2001
ANTOLOGA
HERMENEIA
50
Coleccin dirigida por
Miguel Garca-Bar
CONTENIDO
Prefacio del editor lean Grondin ...... ... ...... ... .. ..... ...... .. ... ... .. .... .. ... ...
21
l. SOBRE LA HERMENUTICA
2.
3.
4.
5.
6.
II.
7.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
SOBRE LA ESTTICA
III.
57
85
99
117
135
151
161
189
223
259
267
305
331
343
Contenido
IV.
363
Procedencia de los textos ......... ... .... .... .... .... ... ........ ......... ... ... ........ ...
383
ndice de nombres.............................................................................
385
ndice de materias .... .... .... ... ........ ... ... ..... ... .... .... ... .... ..... ... .... .... ... .....
391
JO
Antologa
bres para la responsabilidad humana es lo que ha propuesto HansGeorg Gadamer con su hermenutica. El hecho de que se obtuviera
con ello poca seguridad apodctica y no excesivas normas fundamentadas ltimamente, es lo que habra de infundir inseguridad en muchas cabezas seducidas precisamente por la pretensin de exclusividad con que se alza la idea moderna de la verdad. Partiendo de sus
presupuestos metodolgicos (analizados a fondo por Gadamer), ellos
no eran capaces de hacer otra cosa que no fuera sealar, alzando su
dedo ndice, el fantasma del relativismo, que al parecer acechaba
aqu. Pero para Gadamer era ms importante distanciarse un poco de
esa arrogancia tcnica, que quizs se basaba en un olvido de la finitud humana (Heidegger hablaba en este caso, como es bien sabido,
de olvido del ser), para volver a honrar la virtud del dilogo, de la
capacidad de escucharse unos a otros. El nico principio metodolgico de Gadamer es que quizs sea el otro el que pudiera tener razn.
Por eso, la fuerza de Gadamer consiste en que l es capaz de escuchar; su fuerza es el dilogo. Partiendo de esta situacin fundamental desarroll consecuentemente su hermenutica. Es bien sabido que tuvo maestros muy famosos, creativos y por ende tambin
porfiados, procedentes de las ms diversas escuelas, entre los cuales
se convirti en mediador: neokantianos como Richard Honigswald o
Paul Natorp, kantianos -ms realistas- del valor como Nicolai Hartmann o Max Scheler, fenomenlogos como Edmund Husserl o Martn Heidegger, cientficos del arte y de la literatura como Emst Robert Curtius, Leo Spitzer, Richard Hamann y Max Kommerell,
telogos como Rudolf Bultmann o Rudolf Otto, fillogos de la antigedad clsica como Paul FriedUinder y Wemer Jaeger. Fue la pura verdad metodolgica la que brot de todos esos geniales proyectos? Entonces, los enfoques -tan distintos- de esos maestros eran
tan incompatibles? Por eso, Gadamer se atuvo durante su vida a
aquella mxima de Leibniz: apruebo casi todo lo que leo. Esto en
realidad suena a relativismo. Pero tan slo hoy da. Porque las palabras fueron pronunciadas por un genio tan universal como Leibniz,
que fue con seguridad el ms elocuente exponente de la Ilustracin,
y debe considerarse sin duda alguna como uno de los ms decididos
defensores del racionalismo. Pues la razn es la facultad del hombre
para comunicarse de manera universal. Leibniz lo practic tambin,
cuando ,l mismo estableci una ejemplar reconciliacin entre la
11
idea moderna de la ciencia y la metafsica antigua. De Leibniz procede tambin aquel principio: nihil est sine ratione (todo tiene su
razn). Es consecuente con este principio el hecho de que su inventor introdujera en la filosofa el concepto de la perspectiva. Todo
tiene su razn, si lo contemplamos desde su correspondiente punto
de vista. Esto no significa, ni mucho menos, que todo est igualmente justificado. Eso no es ms que una falacia del racionalismo
miope que olvida la funcin mediadora de la razn. Tan slo cuando
alguien reflexiona sobre una pretensin de verdad desde su perspectiva, desde la cual algo quiere hablarle, entonces uno se pone en condiciones de poder juzgar acerca de su legitimacin objetiva. Esto no
es relativismo, sino -si queremos llamarlo as- un racionalismo nacido del espritu de Leibniz. Haramos bien en entender la pretensin de universalidad de la hermenutica a partir de Leibniz, y no
desde el concepto popular y trivial del perspectivismo relativista, al
que por no saber qu hacer se atribuye a Nietzsche.
Este arte del dilogo, del saber escuchar, del reconocimiento del
otro, lo practic tambin Gadamer como maestro y como autor. Su
obra principal -en estas circunstancias podra haber sido nicamente
una hermenutica general- se compuso a instancias de sus discpulos
e interlocutores, que queran ensear algo de l. Haba algo en su interior que se haba rebelado siempre contra el carcter de monlogo
que tiene el escribir. Y, as, confesaba Gadamer en la Autopresentacin del ao 1975, con la que comienza la presente antologa: Por
lo dems, el escribir represent para m durante mucho tiempo una
verdadera tortura. Siempre tena la impresin de que Heidegger me
miraba por encima del hombro. Tal vez la obra Verdad y mtodo lleg a ser tan voluminosa, porque Gadamer tena que dar testimonio de
la diversidad de sus interlocutores y de sus fuentes de experiencia. l
no aprobaba todo lo que haba ledo, pero aprenda de todo ello. Con
esto propugn una teora del comprender, es decir, una hermenutica,
que no proclamaba -segura de s misma- reglas fijas para la interpretacin en una sola direccin, sino que cultivaba la virtud del saber escuchar 1, del dilogo y de la bsqueda comn de la verdad.
l. Cf., a propsito, el reciente estudio de H. G. Gadamer, representativo de sus
obras posteriores: ber das Horen, en Thomas Vogel (ed.), ber das Horen. Einem
Phiinomen aufderSpur, Tbingen 1996, 197-205. Ell de febrero de 1996 Gadamer
dio una conferencia en Mannheim, exponiendo sus ideas sobre este tema, con el t-
12
Antologa
13
14
Antologa
15
16
Antologa
17
18
Antologa
19
Por ltimo, una entrevista nueva cierra el presente volumen, porque en la hermenutica el final no es nunca un monlogo. Es verdad
que Gadamer, en los ltimos aos, cuando se encontraba en el cenit
de su fama, concedi muchas entrevistas. Pero en una persona como
l, que tena un natural dialgico y socrtico, eso no es realmente un
infortunio. Porque en esas entrevistas se ve en qu alto grado la hermenutica de Gadamer naci de la prctica del dilogo. Como existen ya muchas entrevistas que ofrecen una retrospectiva biogrfica y
que giran sin cesar en tomo a la cuestin planteada acerca de la funcin social del filsofo, en este dilogo-antologa lo nico que interesaba era confrontar al maestro con algunos puntos crticos y recepciones crticas de su enfoque hermenutico, que no se pueden
abstraer ya de la propia eficacia histrica (Wirkungsgeschichte) de
Gadamer. Estas respuestas surgieron en la visin retrospectiva de toda la obra y no se entendieron en absoluto como la ltima palabra.
Si es que existe algo as como la ltima palabra, sta -tratndose de
una antologa (en alemn: Lesebuch, libro de lectura)- se hallar
siempre en el lector (en alemn: Leser).
1
Autopresentacin de Hans-Georg Gadamer
Cuando el ao 1918, tras el examen de grado, abandon el Instituto del Espritu Santo en Breslau y, dentro an del ltimo ao de la
primera Guerra mundial, empec a visitar la universidad de Breslau,
todava no haba decidido cursar filosofa.
Mi padre era un investigador de ciencias naturales y poco amigo
de los conocimientos librescos, aunque saba de memoria versos de
Horacio. Por ello durante mi niez haba intentado encauzarme hacia las ciencias naturales y qued muy decepcionado con su fracaso.
Porque supo desde el comienzo de mis estudios universitarios que
yo simpatizaba con los profesores charlatanes. El no puso obstculos, pero toda su vida estuvo muy descontento de m.
Los estudios universitarios eran entonces como el inicio de una
odisea. Me atraan muchas disciplinas, prob algo de bastantes de
ellas, y cuando al fin dej de lado mis aficiones a la ciencia de la literatura, a la historia y a la historia del arte para seguir con mi inters por la filosofa, lo que me qued no fue simplemente el abandono
de unas aficiones para dedicarme a una sola, sino la lenta iniciacin
en un trabajo disciplinado. En medio de la confusin que trajo consigo la primera Guerra mundial y su desenlace en el escenario alemn, ya no era posible la mera continuidad dentro de una larga tradicin. Por esto, la desorientacin reinante fue un acicate ms para
abordar las cuestiones filosficas.
En el campo de la filosofa para nosotros los jvenes tampoco era
ya viable una mera continuacin de lo que haba creado la generacin anterior. El neokantismo, que gozaba de una verdadera vigencia
mundial, aunque discutida, se haba venido abajo en los frentes de
batalla al igual que la orgullosa conciencia cultural de la poca liberal con su fe en el progreso a travs de la ciencia. Los jvenes buscbamos una nueva orientacin en un mundo desorientado. Pero nos
hallbamos prcticamente recluidos en el escenario alemn, donde
22
Antologa
23
24
Antologa
25
26
Antologa
27
tra esa supuesta supratemporalidad la objecin del escepticismo histrico-relativista era obvia e irrefutable. Slo cuando aprend en
Heidegger a conducir el pensamiento histrico a la recuperacin de
los planteamientos de la tradicin, las viejas cuestiones resultaban
tan comprensibles y vivas que se convertan en verdaderas preguntas. Lo que estoy describiendo es la experiencia hermenutica fundamental, como la llamara hoy.
Lo que nos fascin sobre todo fue la intensidad con que Heidegger haca revivir la filosofa griega. Apenas ramos conscientes
de que esa filosofa era ms un contrapunto que un modelo de su
propio preguntar. Pero la destruccin de la metafsica por Heidegger no era aplicable slo al idealismo de la conciencia de la poca moderna, sino tambin a sus orgenes en la metafsica griega. Su
crtica radical cuestion tanto el carcter cristiano de la teologa como la cientificidad de la filosofa. Frente a la inanidad del filosofar
acadmico, que se mova entre un lenguaje kantiano o hegeliano
degradado y pretenda completar o superar una y otra vez el idealismo trascendental, Platn y Aristteles aparecan de pronto como
aliados de todo el que haba perdido la fe en los juegos de los sistemas de la filosofa acadmica, incluso en ese sistema abierto de
problemas, categoras y valores hacia el que se orientaba la investigacin fenomenolgica de las esencias o el anlisis categorial basado en la historia de los problemas. Los griegos nos enseaban que
el pensamiento de la filosofa no puede seguir la idea sistemtica de
una fundamentacin ltima en un principio supremo para poder dar
cuenta de la realidad, sino que lleva siempre una direccin; recapacitando sobre la experiencia originaria del mundo, pensar hasta el
fin la virtualidad conceptual e intuitiva del lenguaje dentro del cual
vivimos. Me pareci que el secreto de los dilogos platnicos consista en esta enseanza.
Uno de los estudiosos alemanes de Platn ms relevantes era Julius Stenzel, cuyos trabajos apuntaban en la misma direccin; frente a las aporas de la autoconciencia en que se vieron implicados tanto el idealismo como sus crticos, l observaba en los griegos la
contencin de la subjetividad. Me pareci tambin, y ya antes de
que Heidegger empezara a aleccionarme, que la enigmtica superioridad de los griegos consisti en entregarse al movimiento del pensar mismo en total inocencia y con olvido de s mismos.
28
Antologa
29
tenta la doctrina aristotlica de las categoras, sino que puede tambin explicar sus conceptos de dynamis y de energeia (cosa que hizo posteriormente Walter Broker en su obra sobre Aristteles).
As fue mi primera incursin prctica en la universalidad de la
hermenutica.
Esto no lo supe desde el principio. Llegu paso a paso a la conviccin de que aquel Aristteles tan prximo, cuya precisin conceptual iba unida de modo insospechado a la intuicin, a la experiencia y
al contacto con la realidad, no expresaba el nuevo pensamiento. Heidegger sigui tan perfectamente el principio del Sofista platnico de
reforzar al adversario, que se nos apareca casi como un Aristteles
redivivus que lo atraa todo con la fuerza de la intuicin y la audacia
de sus conceptos originales. Pero esta identificacin a la que nos inducan las interpretaciones de Heidegger era para m un enorme desafo. Me percat de que los estudios anteriores, que me haban llevado por muchos terrenos, especialmente la ciencia de la literatura y la
historia del arte, eran inservibles incluso en el campo de la filosofa
antigua, base sobre la que yo haba escrito mi disertacin. Comenc
as un nuevo estudio planificado de la filosofa clsica (bajo la gua
de Paul FriedHinder), con atencin preferente -adems de a los filsofos griegos- a Pndaro, iluminado por el ya entonces accesible
Holderlin ... y a la retrica, cuya funcin complementaria de la filosofa present entonces y que me ha acompaado hasta la elaboracin
de mi hermenutica filosfica. A estos estudios debo, en definitiva, el
haber resistido cada vez ms, por mi parte, la fuerte identificacin a
la que invitaba el pensamiento de Heidegger. Permanecer prximo a
los griegos aun siendo consciente de su heterogeneidad, descubrir en
su diferencia unas verdades que quizs estaban olvidadas y quiz siguen influyendo de modo incontrolado, fue para m el leitmotiv ms
o menos expreso de todos mis estudios. Porque la interpretacin de
los griegos por Heidegger implicaba un problema que no me ha
abandonado todava, especialmente despus de Ser y tiempo. Sin duda era posible para los fines concretos de Heidegger por aquel entonces oponer al concepto existencial de ser-ah el puro estar ah dado como concepto contrario y derivado extremo, sin distinguir entre
la idea griega del ser y el objeto de los conceptos propios de las
ciencias naturales. Pero eso supona una provocacin y yo me dej
llevar de ella hasta profundizar, bajo el estmulo de Heidegger, en la
30
Antologa
31
32
Antologa
33
34
Antologa
Haba tratado el tema por primera vez en una conferencia pronunciada en francs el ao 1941 en un campamento de oficiales franceses
prisioneros de guerra. Durante ella afirm en un momento dado que
un imperio que se extiende desmedidamente est aupres de sa chute.
Los oficiales franceses se cruzaron miradas de inteligencia (es posible que en aquella situacin macabra e irreal me hubiera encontrado
de modo annimo con alguno de mis futuros colegas franceses, de
los que muchos podan haber estado all). El funcionario poltico que
me haba acompaado qued entusiasmado por su parte con esta observacin. Esa claridad intelectual y esa libertad de espritu reflejaba
con especial eficacia, segn l, nuestra fe en la victoria. (No logr saber si el funcionario lo crea as o se limitaba a seguir el juego. Lo
cierto es que no se escandaliz y tuve que repetir mi conferencia en
el mismo Pars).
Era ms prudente, en definitiva, comportarse sin llamar la atencin. Me limit a comunicar en clase los resultados de mis estudios.
En el aula poda uno desenvolverse libremente y sin trabas. Sobre
Husserl pude organizar seminarios en Leipzig sin ninguna cortapisa.
Muchos puntos que haba elaborado pasaban primero al dominio pblico en trabajos de mis alumnos, especialmente en la excelente disertacin de Volkmann-Schluck, Plotin als Interpret der Platonischen Ontologie (1940).
Desde que fui profesor en Leipzig y el nico representante de la
asignatura tras la jubilacin de Theodor Litt no pude ya adaptar tan
fcilmente la enseanza a mis planes de investigacin. Tena que exponer, adems de los griegos y su ltimo y ms grande sucesor, Hegel, toda la tradicin clsica desde Agustn y Toms hasta Nietzsche,
Husserl y Heidegger... siempre atento a los textos, por mi condicin
de semifillogo. Afront tambin en seminarios textos poticos difciles de HOlderlin, Goethe, Rilke sobre todo. Este ltimo, gracias a lo
refinado de su lenguaje, era entonces el verdadero poeta de la resistencia universitaria. El que hablaba como Rilke o expona a HOlderlin como Heidegger quedaba marginado y atraa a los marginados.
Los ltimos aos de la contienda fueron muy peligrosos, como
es natural. Pero los numerosos bombardeos a los que haba que sobrevivir y que redujeron a escombros la ciudad de Leipzig y los medios de trabajo de la universidad, tuvieron tambin su lado bueno:
las situaciones extremas hicieron que el terror del partido cambiara
35
de direccin. La enseanza en la universidad, pasando de una ubicacin de emergencia a otra, continu hasta poco antes de finalizar la
guerra. Cuando los americanos ocuparon Leipzig yo estaba estudiando los volmenes 2 y 3 recin publicados de la obra Paideia de
Wemer Jaeger -tambin cosa rara, que esta obra de un emigrante
escrita en alemn y publicada en una editorial alemana pudiera aparecer en los peores aos de la guerra-. Guerra total?
Al trmino de la guerra tuve que hacer otras cosas como rector
de la Universidad de Leipzig. No poda pensar en continuar la labor
filosfica a lo largo de todo el ao. Sin embargo, durante los fines de
semana fui elaborando la mayor parte de las interpretaciones sobre
poesa que hoy conforman el segundo tomo de mis Kleine Schriften.
Nunca hubiera pensado que poda trabajar y escribir con tanta facilidad como lo hice en aquellas escasas horas, seal inequvoca de
que en la labor cotidiana improductiva, poltica y administrativa se
iba acumulando algo que luego se descargaba. Por lo dems, el escribir represent para m durante mucho tiempo una verdadera tortura. Siempre tena la impresin de que Heidegger me miraba por
encima del hombro.
En otoo de 1947, tras una tarea de rector que dur dos aos, acced a una invitacin que me lleg de Frankfurt Main y volv de lleno a la enseanza acadmica y a la labor de investig~cin, en la medida en que lo permitieron las circunstancias laborales. En los dos
aos que trabaj en Frankfurt trat de adaptarme a la situacin precaria de los estudiantes, no slo mediante la enseanza intensiva sino tambin con algunas ediciones, como la Metafsica XII de Aristteles (en griego y en alemn) y el Grundriss einer Geschichte der
Philosophie de Dilthey, ambas publicadas inmediatamente por la
editorial Klostermann. Tambin fue importante el gran congreso celebrado en Mendoza (Argentina) en febrero de 1949, donde entramos en contacto con antiguos amigos judos y con filsofos de otros
pases (Italia, Francia, Espaa, Sudamrica).
En 1949 acept la invitacin de suceder a Karl Jaspers, y esto
signific comenzar de nuevo con una actividad acadmica en un
mundo acadmico. Al igual que haba pasado veinte aos de estudiante y docente en Marburgo, estara ms de un cuarto de siglo trabajando en Heidelberg, y pese a la variedad de las tareas de reconstruccin que nos incumban a todos pude evadirme una vez ms de
36
Antologa
37
38
Antologa
39
-piensan- que se valore la tradicin en su significacin anticipadora, pero falta lo decisivo: la reflexin crtica y emancipadora que libere de ella.
Quiz sea esclarecedor exponer la motivacin real de mi planteamiento. Podra resultar as que son los fanticos del mtodo y los
crticos radicales de la ideologa los que no reflexionan lo bastante
sobre la verdad. Los unos consideran el mtodo -incuestionado- del
trial und error como ultima ratio de la racionalidad humana, y los
otros, reconociendo los prejuicios ideolgicos de tal mtodo, no justifican lo bastante las propias implicaciones ideolgicas de su crtica
de la ideologa.
Cuando empec a elaborar una hermenutica filosfica, la propia
prehistoria de sta impona tomar las ciencias comprensivas como
punto de partida. Pero aad a ellas un complemento que hasta hora
no se ha tenido en cuenta. Me refiero a la experiencia del arte. Porque ambos elementos, el arte y las ciencias histricas, son modos de
experiencia que implican directamente nuestra propia nocin de la
existencia. La ayuda conceptual para la problemtica del comprender>> as planteada en toda su amplitud la ofreci Heidegger con su
elaboracin de la estructura existencial de la comprensin, que l
llam primero hermenutica de la facticidad, la autointerpretacin
de lo fctico, es decir, de la existencia humana real. Mi punto de partida fue, pues, la crtica al idealismo y a sus tradiciones romnticas.
Vi con claridad que las formas de conciencia que habamos heredado y adquirido, la conciencia esttica y la conciencia histrica, eran
unas figuras degradadas de nuestro verdadero ser histrico y que las
experiencias originarias transmitidas por el arte y la historia no podan concebirse partiendo de ellas. La tranquila distancia en la que la
conciencia burguesa gozaba de su cultura ignoraba hasta qu punto
todos estamos en el juego y nos basamos en l. Por eso trat de superar desde el concepto de juego las ilusiones de la autoconciencia y
los prejuicios del idealismo de la conciencia. El juego no es nunca
un mero objeto, sino que existe para aquel que participa en l, siquiera como espectador. La inadecuacin de los conceptos de sujeto y objeto, que ya Heidegger haba sealado en su exposicin de la
pregunta por el ser en Ser y tiempo, se poda manifestar aqu en concreto. Lo que ms tarde indujo a Heidegger a dar un giro o vuelta a
su pensamiento, yo intent describirlo por mi parte como una expe-
40
Antologa
41
42
Antologa
los lenguajes humanos constituye una barrera para la razn, cuya palabra es comn a todos, como saba ya Herclito. El aprendizaje de
idiomas extranjeros e incluso el aprendizaje del habla por el nio no
significan la simple asimilacin de los recursos de entendimiento.
Este aprendizaje representa ms bien una especie de pre-esquematizacin de la experiencia posible y su primera adquisicin. El conocimiento de una lengua es un camino para el conocimiento del mundo. No slo ese aprendizaje, sino cualquier experiencia se realiza
en un constante progreso comunicativo de nuestro conocimiento del
mundo. En un sentido mucho ms profundo y general que el expresado en la frmula acuada por August Boeckh para el tema del fillogo, la experiencia es siempre conocimiento de lo conocido.
Vivimos dentro de unas tradiciones, y estas no son una esfera
parcial de nuestra experiencia del mundo ni una tradicin cultural
que consta slo de textos y monumentos y que transmite un sentido expresado lingsticamente y documentado histricamente. Es
el mundo mismo el que percibimos en comn y se nos ofrece (traditur) constantemente como una tarea abierta al infinito. No es
nunca el mundo del primer da, sino algo que heredamos. Siempre
que vivimos algo, siempre que superamos lo extrao, siempre que
se producen iluminaciones, conocimiento, asimilacin, se realiza el
proceso de insercin en la palabra y en la conciencia comn. Aun
el lenguaje monologa! de la ciencia moderna adquiere realidad social por esta va. Creo que en este punto aparece bien fundamentada la universalidad de la hermenutica que Habermas, entre otros,
tanto discute. Habermas nunca ha superado, desde mi punto de vista, una concepcin idealista del problema hermenutico y reduce
mi posicin, equivocadamente, a la tradicin cultural en el sentido de Theodor Litt. El amplio debate de esta cuestin aparece documentado en el volumen de la editorial Suhrkamp, Hermeneutik
und Ideologiekritik.
Ante nuestra tradicin filosfica nos encontramos con la misma
tarea hermenutica. El filosofar no empieza desde cero, sino que ha
de seguir pensando y reformulando el lenguaje que hablamos, y esto significa tambin hoy, como en la poca de la antigua sofstica,
reconducir el lenguaje de la filosofa despojado de su sentido legendario hasta capacitarlo para decir lo mentado y expresar los elementos comunes que sustentan nuestro lenguaje real.
43
Nos hemos vuelto ms o menos ciegos para esta tarea por obra de
la ciencia moderna y su generalizacin filosfica. En el Fedn platnico, Scrates plantea la exigencia de comprender la estructura csmica y el devenir natural lo mismo que comprende por qu est en la
crcel y no ha aceptado la oferta de fuga: porque consider bueno
para l aceptar incluso una sentencia injusta. Comprender la naturaleza como Scrates se entiende aqu a s mismo es una exigencia que
la fsica aristotlica realiz a su manera. Pero esta exigencia no es
compatible con lo que es la ciencia desde el siglo XVII y con lo
que la ciencia de la naturaleza y del dominio de la naturaleza basada
en la ciencia ha permitido. Esta es exactamente la razn por la que la
hermenutica y sus consecuencias metodolgicas no han podido
aprender de la teora de la ciencia moderna tanto como de otras tradiciones ms antiguas que conviene recordar.
Una de ellas es la tradicin de la retrica, que Vico fue el ltimo
en defender con conciencia metodolgica contra la ciencia moderna,
a la que l calific de crtica. Ya en mis estudios clsicos yo di preferencia especial a la retrica y a su teora. Sobre todo porque la retrica haba sido en cierto grado -no lo bastante valorado- el soporte de la antigua tradicin de los conceptos estticos, como se advierte
an en la definicin que hace Baumgarten de la esttica. Hay que insistir hoy en que la racionalidad de la argumentacin retrica, que
trata de utilizar los afectos, pero que reivindica fundamentalmente los argumentos y trabaja con probabilidades, es y seguir siendo
un factor definitorio de la sociedad mucho ms poderoso que la certeza de la ciencia. Por eso en Verdad y mtodo 1 hice una referencia
explcita a la retrica y encontr un eco positivo en distintas partes,
especialmente en los trabajos de Ch. Perelman, que toma la praxis
jurdica como punto de partida. Insistir en este tema no significa olvidar la relevancia de la ciencia moderna y de su aplicacin a la civilizacin tcnica actual. Todo lo contrario: aunque la civilizacin
moderna plantea problemas de mediacin totalmente nuevos, la situacin no ha cambiado en principio. La tarea hermenutica de integracin de la monolgica de las ciencias en la conciencia comunicativa -y esto incluye la tarea de ejercer la racionalidad a nivel
prctico, social y poltico- se ha hecho ms urgente an.
Se trata en realidad de un antiguo problema que conocemos desde Platn. Scrates intent convencer a todos los que presuman de
44
Antologa
45
46
Antologa
radas, aunque sin una base profunda, en el crculo del poeta Stefan
George (Friedemann, Singer, Hildebrandt) y con los trabajos de Leo
Strauss y sus amigos y discpulos. El tema est an muy lejos de
agotarse. Consiste en reconducir con precisin los enunciados conceptuales que aparecen en el dilogo a la realidad dialogal de la que
derivan. Ah radica la armona drica de accin y discurso, de ergon y logos de la que se habla en Platn, y no slo con palabras. Esa
armona es la verdadera ley vital de los dilogos socrticos. Estos
son literalmente discursos gua. Slo desde esa armona se descubre realmente la intencin del arte de la contradiccin en Scrates,
que unas veces parece un ardid sofstico y otras crea verdadera confusin. Si la sabidura humana se pudiera trasvasar como el agua pasa de un recipiente a otro mediante un hilo de lana ... (Symp. 175 d);
pero la sabidura humana no es de esa naturaleza. Es el saber del no
saber. En ella se trata de convencer al otro, al interlocutor de Scrates, de que no sabe nada, y esto significa que su saber sobre s mismo y sobre su vida se torna en meras presunciones. O, para decirlo
con la frase audaz de Platn en la Carta sptima: no se refuta slo su
tesis, sino su alma. Esto es aplicable tanto a los nios que se creen
amigos ignorando lo que es la amistad (Lisis) como a los generales
famosos que creen encamar en s la virtud del soldado (Laques) o a
los polticos ambiciosos que presumen de poseer un saber superior
a cualquier otro (Crmides) ... , y es aplicable igualmente a todos
aquellos que siguen a los maestros profesionales de la sabidura y,
por ltimo, al simple ciudadano que debe creer y hacer creer que es
justo como vendedor, comerciante, cambista, artesano, etc. No se
trata evidentemente de un saber tcnico, sino de otro gnero de saber
ms all de todas las pretensiones y competencias especiales de una
superioridad en el saber, ms all de todas las tejnai y epistemai conocidas. Este otro saber significa el giro hacia la idea que est detrs de todas las soflamas de los presuntos sabios.
Pero tampoco esto significa que Platn posea al final una doctrina que se pueda aprender: la doctrina de las ideas. Y cuando l critica esta doctrina en el dilogo Parmnides, no significa que se trate de un error suyo. Significa ms bien que la hiptesis de las ideas
no era tanto una doctrina, sino que designa una orientacin problemtica cuyas implicaciones deba desarrollar y debatir la filosofa, es decir, la dialctica platnica. Dialctica es el arte de llevar una
47
conversacin, y esto incluye el arte de llevar esta conversacin consigo mismo y de perseguir el entendimiento consigo mismo. Es el arte de pensar. Pero esto equivale al arte de indagar el significado de lo
que se piensa y se dice. De ese modo se sigue un camino o, ms
exactamente, se est en un camino. Porque existe algo que cabe llamar predisposicin natural del hombre a la filosofa. Nuestro pensamiento no se detiene en lo que alguien significa con esto o aquello.
El pensar se transciende a s mismo. La obra de los dilogos platnicos lo expresa a su modo: remite a lo uno, al ser, al bien que se expresa en el orden del alma, de la constitucin de la ciudad y de la estructura csmica.
Cuando Heidegger interpreta la hiptesis de las ideas como el
inicio del olvido del ser que culmina en la mera representacin y en
el objetivismo en que deriva la era tecnolgica de la voluntad de poder ya universalizada, y cuando es lo bastante consecuente para entender el pensamiento griego ms antiguo sobre el ser como la preparacin de este olvido del ser producido en la metafsica, expresa
en el fondo algo diferente a la autntica dimensin de la dialctica
platnica de las ideas. El paso que Heidegger da hacia el ms all de
todo ente es un paso ms all de la asuncin unvoca de las ideas
y constituye en definitiva una reaccin contra la interpretacin metafsica del ser como ser del ente.
La historia de la metafsica se podra escribir tambin como una
historia del platonismo. Sus etapas seran Plotino y Agustn, el
maestro Eckhart y Nicols de Cusa, Leibniz, Kant y Hegel; en definitiva: todos aquellos esfuerzos intelectuales de occidente que preguntan por el ser sustancial de la idea y en general por la teora de la
sustancia de la tradicin metafsica. Pero el primer platnico en esta serie sera el propio Aristteles. Hacer creble esta tesis tanto
frente a la crtica aristotlica a la doctrina de las ideas como frente a
la metafsica de la sustancia en la tradicin occidental, sera el objetivo de mis estudios en este campo. Y yo no estara solo. Ha existido Hegel 7
Tampoco sera una labor puramente histrica. Porque la intencin no sera la de completar con una historia del recuerdo del ser la
7. Cf. ahora mi trabajo Die Idee des Guten zwischen Plato und Aristoteles (Abh.
d. Heidelberg Ak. d. Wiss., Philos.-histor. Kl. Jg. 1978, 3. Abh.), Heidelberg 1978;
tambin en Obras completas VII.
48
Antologa
49
50
Antologa
51
52
Antologa
53
54
Antologa
Verdad y mtodo. Creo haberme aproximado al tema desde dos ngulos: desde mis estudios sobre Hegel, en los que he abordado el papel de lo lingstico en su relacin con lo lgico, y desde la poesa
hermtica moderna, que analic en un comentario a Atemkristall de
Paul Celan. La relacin entre filosofa y poesa ocupa el centro de estas investigaciones. La reflexin sobre este tema me sirve y puede
servimos a todos para recordamos constantemente que Platn no fue
platnico ni la filosofa es escolstica.
1
Sobre la hermenutica
2
Hermenutica clsica y hermenutica filosfica
58
Sobre la hermenutica
mientos, pero es significativo que Platn 2 no entienda por ese trmino cualquier manifestacin de ideas, sino nicamente el saber del
rey, del heraldo, etc., que ofrece el carcter de mandato. En esa lnea
se puede entender la afinidad de la hermenutica con la mntica 3 : el
arte de transmitir la voluntad divina se yuxtapone al arte de adivinarla o de prever el futuro mediante signos. Resulta significativo para el
otro componente semntico puramente cognitivo que Aristteles en
el escrito Peri hermeneias se refiera slo al sentido lgico del enunciado cuando aborda ellogos apophantikos. En esa lnea se desarrolla
en el mundo griego posterior el sentido puramente cognitivo de hermeneia y hermeneus, y puede significar explicacin docta o COmentador y traductor. A la vez, no hay duda de que la hermenutica en cuanto arte sigue refirindose a su antigua procedencia de la
esfera sacral 4 : es el nico arte cuyo orculo debe considerarse decisivo o se acoge con admiracin porque puede comprender y exponer
algo que est reservado: un discurso extrao o incluso la opinin no
expresada de otro. Es, pues, un ars, como la oratoria o el arte de escribir o la aritmtica: ms una destreza prctica que una ciencia.
Esto es aplicable, tambin, en ciertas connotaciones tardas del
antiguo significado que estn presentes en la reciente hermenutica
teolgica y jurdica: son un gnero de arte o son al menos tiles
como recursos para ese arte, e incluyen siempre una competencia
normativa: no es slo que los intrpretes comprenden su arte, sino
que manifiestan algo normativo: la ley divina o humana.
Cuando hablamos hoy de hermenutica nos situamos, en cambio, en la tradicin cientfica de la poca moderna. En consecuencia,
el significado de la hermenutica est en consonancia con esa tradicin, es decir, con la gnesis del concepto moderno de mtodo y
de ciencia. En el presente siempre aparece implcita una especie de
conciencia metodolgica. No slo se posee el arte de la interpretacin, sino que se sabe justificar tericamente. El primer documento
con la palabra hermenutica como ttulo de un libro data del ao
1654, en Dannhauer 5 . Desde entonces distinguimos entre una hermenutica teolgico-filolgica y una hermenutica jurdica.
2. Platn, Politikos 260d.
3. Epinomis 975 c.
4. Focio, Bibl. 7; Platn, Ion 534 e; Legg. 907 d.
5. J. Dannhauer, Hermeneutica sacra sive methodus exponendarum sacrarum
litterarum (1654 ).
59
En sentido teolgico la hermenutica significa el arte de la correcta exposicin de la sagrada Escritura que aplic una metodologa
desde muy antiguo, ya en la era patrstica, sobre todo con Agustn en
su De doctrina christiana. La tarea de una dogmtica cristiana estuvo definida por la tensin entre la historia especial del pueblo judo,
expuesta en el antiguo testamento como historia de la salvacin, y la
predicacin universalista de Jess, en el nuevo testamento. La reflexin metodolgica deba servir aqu para aportar soluciones. Agustn ensea en De doctrina christiana, utilizando ideas neoplatnicas,
la elevacin del espritu desde el sentido literal y moral al sentido espiritual. As resuelve el problema dogmtico, sintetizando desde un
punto de vista unitario el antiguo legado hermenutico.
El ncleo de la hermenutica antigua es el problema de la interpretacin alegrica. Esta es an anterior. Hyponoia, el sentido profundo, fue la palabra originaria que design el sentido alegrico. Esa
interpretacin se haba practicado ya en la era de la sofstica, como
afirmara A. Tate en su tiempo y confirman textos de papiros ms recientes. El contexto histrico subyacente es claro: una vez que perdi credibilidad el mundo de valores de la epopeya homrica, concebido para una sociedad aristocrtica, se hace necesario un nuevo
arte interpretativo para la tradicin. Esto se produjo con la democratizacin de las ciudades, cuyo patriciado hizo suya la tica de nobleza. La expresin de la misma fue la idea pedaggica de la sofstica;
Ulises ocup el puesto de Aquiles y adopt unos rasgos sofsticos
incluso en teatro. Se hizo de la alegoresis un mtodo universal, especialmente en la interpretacin helenstica de Homero por el estoicismo. La hermenutica patrstica, resumida en Orgenes y Agustn,
asumi ese mtodo. En la edad media fue sistematizado por Casiano
y pas a ser el mtodo del cudruple sentido de la Biblia.
La hermenutica adquiri un nuevo impulso con el retorno a la
letra de la sagrada Escritura que preconiz la Reforma, pues sus
partidarios polemizaron con la tradicin de la doctrina eclesial y se
colocaron contra la manera que se tena de tratar el texto con los
mtodos del sentido plural de la Biblia 6 . Se rechaz especialmente
6. Cf. las investigaciones de K. Hall sobre hermenutica de Lutero: Luthers Bedeutung fr den Fortschritt der Auslegungskunst ( 1920), y su continuacin por G.
Ebe1ing, Ev. Evangelienauslegung. Eine Untersuchung zu Luthers Hermeneutik
( 1942); Die Anfiinge von Luthers Hermeneutik: Z. Theol. Kirche 48 ( 1951 ); Hermeneutische Theologie?, en Wort und G1aube 11, Tbingen 99-120.
60
Sobre la hermenutica
61
62
Sobre la hermenutica
la segunda parte del lema, sui ipsius interpres. La paradoja de este principio era evidente, y los defensores de la tradicin magisterial
catlica, el concilio de Trento y los escritos contra la Reforma no dejaron de poner en evidencia la debilidad terica del mismo. No se
poda negar que la exgesis bblica protestante tampoco trabajaba
sin unas directrices dogmticas, resumidas en parte sistemticamente en los artculos de la fe y sugeridas tambin en la seleccin de
loci praecipui. La crtica de Richard Simon a Flacius 12 es hoy un excelente documento para conocer la problemtica hermenutica de la
precomprensin, y se comprueba que hay en ella implicaciones
ontolgicas que slo ha explicitado la filosofa de nuestro siglo. Por
ltimo, tambin la hermenutica teolgica de la primera Ilustracin,
al rechazar la doctrina de la inspiracin verbal, intenta establecer las
reglas generales de la comprensin. Especialmente la crtica histrica de la Biblia encuentra entonces su primera legitimacin. El Tratado teolgico-poltico de Spinoza fue el acontecimiento capital. Su
crtica al concepto de milagro, por ejemplo, se legitimaba por el postulado de reconocer nicamente lo racional, es decir, lo posible. No
era mera crtica. Contena a la vez un giro positivo al reclamar una
explicacin natural de la Biblia en los pasajes contrarios a la razn.
Esto llev consigo el giro hacia lo histrico, es decir, el giro desde
unos presuntos hechos milagrosos (e incomprensibles) a una fe
(comprensible) en los milagros 13 .
La hermenutica pietista sali al paso del efecto negativo combinando estrechamente, por obra de A. H. Francke, la aplicacin edificante con la interpretacin de los textos. Influye aqu la tradicin de
la retrica antigua y su teora del papel de los afectos, especialmente para la predicacin (sermo ), que en el culto protestante adquiri
una nueva e importante funcin. La influyente hermenutica de J. J.
Rambach 14 estableci expresamente, junto a la subtilitas intelligendi y explicandi, la subtilitas applicandi, en lnea con el sentido de la
predicacin. El vocablo subtilitas (finura), inspirado en el espritu
competitivo humanista, sugiere de forma elegante que1a metodo12. R. Simon, Historie critique du texto du nouveau testament (1689); De l'inspiration des livres sacrs (1687).
13. Cf. mi comentario crtico a la interpretacin que Strauss hace de Spinoza:
Hermenutica e historicismo, en Verdad y mtodo I, Sgueme, Salamanca 8 1999,
599-640.
14. J. J. Rambach, Institutiones hermeneuticae sacrae (1723).
63
loga de la interpretacin -como toda aplicacin de reglas- requiere una capacidad crtica que no se puede garantizar mediante reglas 15 Esto iba a suponer una permanente cortapisa a la aplicacin
de la teora a la praxis hermenutica. Adems, la hermenutica como
disciplina teolgica auxiliar persigue an constantemente, a finales
del siglo XVIII, el equilibrio con los intereses dogmticos (por
ejemplo en Emesti y en Semler).
Slo Schleiermacher (incitado por F. Schlegel) desliga la hermenutica, como teora universal de la comprensin y la interpretacin,
de todos los momentos dogmticos y ocasionales que aparecen en
ella slo secundariamente, mediante un especial giro bblico. Defendi con su teora hermenutica el carcter cientfico de la teologa,
concretamente frente a la teologa de la inspiracin, que cuestionaba
radicalmente la verificabilidad metodolgica de la comprensin de la
sagrada Escritura con los resursos de la exgesis textual, de la teologa histrica, de la filologa, etc. Pero en el trasfondo de la concepcin de una hermenutica general por Schleiermacher no estaba slo
ese inters teolgico y de poltica cientfica, sino un motivo filosfico. Uno de los impulsos ms profundos de la era romntica fue la fe
en la conversacin como fuente de verdad propia, no dogmtica y no
sustituible por ninguna dogmtica. Si Kant y Fichte haban considerado la espontaneidad del yo pienso como principio supremo de
toda filosofa, este principio se transmut con la generalizacin romntica de Schlegel y Schleiermacher, caracterizada por el cultivo de
una ardiente amistad, en una especie de metafsica de la individualidad. La inefabilidad de lo individual subyaca tambin en el giro hacia el mundo histrico que aflor a la conciencia al derrumbarse la
tradicin con la era revolucionaria. Capacidad para la amistad, para el
dilogo, para la relacin epistolar, para la comunicacin en general...
todos estos rasgos del talante vital romntico armonizaban con el inters por la comprensin y el malentendido, y esta experiencia humana originaria form en la hermenutica de Schleiermacher el punto de partida metodolgico. Desde l, la comprensin de los textos,
vistas como huellas espirituales del espritu, extraas, remotas, oscuras y petrificadas en el escrito, es decir, como interpretacin viva de
la literatura y especialmente de la sagrada Escritura, se present como aplicacin especfica.
15. Cf. Kant, KdU (2 1799) VII.
64
Sobre la hermenutica
Es cierto que la hermenutica de Schleiermacher no est totalmente exenta de ese aire en cierta medida escolstico de la literatura hermenutica anterior -cosa que tambin le sucede a su obra propiamente filosfica, que queda un poco en la penumbra frente a la
de los otros grandes pensadores idealistas-. No posee ni la fuerza
contundente de la deduccin fichteana ni la elegancia especulativa
de Schelling ni la dura obstinacin del arte conceptual de Hegel;
Schleiermacher fue un orador incluso cuando filosofaba. Sus libros
son ms bien la ficha de la que se sirve un orador. Especialmente
sus aportaciones a la hermenutica aparecen muy fragmentadas, y
lo ms interesante hermenuticamente -unas notas sobre pensar y
hablar- no consta en su hermenutica, sino en un curso sobre dialctica. Y sin embargo an seguimos esperando una edicin de su
Dialctica 16 El carcter normativo de los textos que en un principio dio su sentido a la labor hermenutica, pasa en Schleiermacher
a un segundo plano. Comprender es una repeticin de la produccin
mental originaria en virtud de la congenialidad de los espritus. As,
Schleiermacher ense la individualizacin de la vida universal
desde el trasfondo de su concepcin metafsica. De ese modo va a
resaltar el papel del lenguaje, y esto de una forma que supera radicalmente la restriccin docta a lo escrito. La fundamentacin del
comprender, segn Schleiermacher, en la conversacin y en el consenso intrahumano significa una profundizacin en los fundamentos de la hermenutica, pero permitiendo la creacin de un sistema
cientfico orientado a una base hermenutica. La hermenutica pasa a ser el fundamento de todas las ciencias histricas y no slo de
la teologa. Desaparece entonces el presupuesto dogmtico sobre el
carcter decisivo del texto, presupuesto que haba guiado la funcin originaria de mediacin en la actividad tanto del telogo como
del fillogo humanista (por no hablar del jurista). Esto dejar va libre al historicismo.
Especialmente la interpretacin psicolgica va a pasar a ser despus de Schleiermacher, y apoyada en la teora romntica de la creacin inconsciente del genio, la base terica cada vez ms relevante
de las ciencias del espritu, lo cual resulta ya sumamente instructivo
en Steinthal 17 y lleva en Dilthey a una refundamentacin sistemti16. G. Vattimo, Schleiermacher filosofo dell'interpretazione, Milano 1968.
17. H. Steinthal, Einl. in die Psychol. und Sprachwiss (1881).
65
ca de la idea de las ciencias del espritu en una psicologa descriptiva y analtica. Es cierto que Schleiermacher no piensa an en la
fundamentacin filosfica de las ciencias histricas. l se inscribe
ms bien en la rbita del idealismo transcendental fundado por Kant
y Fichte. Especialmente la obra de Fichte Principios de la teora general de la ciencia lleg casi a igualar en relevancia histrica a la
Crtica de la razn pura. Como indica ya el ttulo, se trata de hacer
derivar todo saber de un principio supremo unitario: la espontaneidad de la razn (Tathandlung, accin, deca Fichte, en lugar de
Tatsache, hecho), y este giro desde el idealismo crtico kantiano al
idealismo absoluto est presente en todos los sucesores: Schiller y
Schleiermacher, Schelling, Friedrich Schlegel y Wilhelm von Humboldt... hasta Boeckh, Ranke, Droysen y Dilthey. Erich Rothacker
demostr que la escuela histrica, pese a su rechazo de la construccin apriorista de la historia mundial al estilo de Fichte y de Hegel, comparte sin embargo los principios tericos de la filosofa
idealista 18 Fueron muy influyentes las lecciones acadmicas del
clebre fillogo August Boeckh sobre enciclopedia de las ciencias filolgicas. Boeckh defini en ellas la misin de la filologa
como conocimiento de lo conocido. Era una buena frmula para
expresar el carcter secundario de la filologa. El sentido norma tivo de la literatura clsica, que fue redescubierto en el humanismo
y motiv primariamente la imitatio, acab en la indiferencia histrica. Partiendo bsicamente de dicha comprensin, Boeckh distingui diversos modos interpretativos: modo gramatical, literario,
histrico-real y psicolgico-individual. Dilthey intervendr aqu
con su picologa comprensiva.
La orientacin epistemolgica haba cambiado ya, especialmente por la influencia de la lgica inductiva de S. St. Mili, y si
Dilthey defendi contra la psicologa experimental iniciada con Herbart y Fechner la idea de una psicologa comprensiva, comparti
sin embargo el punto de vista general de la experiencia bajo la
modalidad basada en el principio de la conciencia y en el concepto de vivencia. Tambin signific para l una constante advertencia
el trasfondo filosfico-histrico y teolgico-histrico en el que se
basaba la lcida historiografa de J. G. Droysen, al igual que la severa crtica que hiciera su amigo el luterano especulativo Yorck de
18. E. Rothacker, Einleitung in die Geisteswissenschaften, Tbingen 1920.
66
Sobre la hermenutica
67
68
Sobre la hermenutica
69
Dilthey. G. Misch tuvo el mrito de desbloquear los impulsos filosficos de Dilthey mediante una confrontacin de Husserl y Heidegger25. Aunque el enfoque de Dilthey hacia la filosofa de la vida
se opone frontalmente a Heidegger, el regreso de Dilthey a la perspectiva de la Vida, detrs de la conciencia transcendental, fue
un importante apoyo para que Heidegger elaborara su filosofa. La
edicin que realiz G. Misch con interesantes introducciones, junto
con diferentes trabajos dispersos de Dilthey en los volmenes VVIII, dejaron patente en los aos veinte la labor filosfica de Dilthey, ensombrecida por sus trabajos histricos. Al tiempo que las
ideas de Dilthey (y de Kierkegaard) pasaban a fundamentar la filosofa existencial, el problema hermenutico experimentaba su radicalizacin filosfica. Heidegger elabor entonces el concepto de
hermenutica de la facticidad y formul as, frente a la ontologa
fenomenolgica de Husserl, la paradjica tarea de elucidar la dimensin inmemorial (Schelling) de la existencia e incluso de
interpretar la existencia misma como comprensin e interpretacin o autoproyeccin de las posibilidades de uno mismo. Aqu se
alcanz un punto en el que el sentido de los mtodos instrumentales
del fenmeno hermenutico deba girar hacia lo ontolgico. Por
comprender no se entiende ya un comportamiento del pensamiento
humano entre otros, que se pueda disciplinar metodolgicamente y
conformar en un mtodo cientfico, sino que constituye el movimiento bsico de la existencia humana. Cuando Heidegger caracteriza y acenta la comprensin considerndola como el movimiento
bsico de la existencia, desemboca en el concepto de interpretacin,
que Nietzsche haba desarrollado especialmente en su significado
terico. Este desarrollo descansa en la duda frente a los enunciados
de la autoconciencia, que deben cuestionarse mejor que lo hiciera
Descartes, como afirma Nietzsche 26 . El resultado de esta duda es, en
Nietzsche, un cambio del sentido de la verdad, de tal modo que el
proceso de la interpretacin se convierte en una forma de la voluntad
de poder y adquiere as un significado ontolgico.
Yo estimo que en el siglo XX se ha atribuido un sentido ontolgico similar al concepto de historicidad, tanto por el joven Heidegger como por Jaspers. La historicidad no es ya un mbito restrictivo
25. G. Misch, Phiinomenologie una Lebensphilosophie (1929).
26. KGW VII/3, 40 (25); cf. tambin 40 (1 O) (20).
70
Sobre la hermenutica
71
duccin prctica)? Se puede negar que el artista ejecutor interpreta la creacin original, sin hacer de ella una nueva creacin? Distinguimos muy estrictamente entre interpretaciones adecuadas e interpretaciones abusivas o incoherentes de obras musicales o dramticas.
Con qu derecho se quiere excluir de la ciencia este sentido de interpretacin? Acaso acontece esa reproduccin en estado sonmbulo y sin conocimiento? El sentido de la reproduccin no puede ceirse al sentido que el autor presta a la obra. Es bien sabido que la
autointerpretacin del artista es de dudoso valor. El sentido de su creacin plantea sin embargo a la interpretacin prctica una inexcusable
tarea de aproximacin. La reproduccin no debe ser en modo alguno
una labor arbitraria, al igual que la interpretacin hecha por la ciencia.
Y qu decir del sentido y de la interpretacin de hechos histricos? La conciencia de los contemporneos es de tal naturaleza que
aquellos que viven la historia no saben lo que les pasa. Dilthey, en
cambio, mantuvo hasta el final la consecuencia sistemtica de su concepto de vivencia, como lo demuestra el modelo de biografa y de autobiografa en su teora del contexto de la eficacia histrica 27 Tambin la aguda crtica que hace R. G. Collingwood de la conciencia
metodolgica positivista 28 , utilizando por lo dems el instrumental
dialctico del hegelianismo de Croce, queda prisionera, con su teora
del reenactment, en la estrechez subjetivista del problema cuando presenta como caso modlico para la comprensin histrica la verificacin de planes ejecutados. Hegel fue en esto ms consecuente. Su pretensin de conocer la razn en la historia se basaba en un concepto de
espritu que incluye como rasgo esencial la cada en el tiempo,
y el contenido se define nicamente por su historia. Tambin para Hegel existen los individuos que participan en la historia del mundo,
a los que califica de encargados de negocios del espritu universal
y cuyas decisiones y pasiones coincidiran con el espritu del siglo.
Pero estos casos excepcionales no definan para l el sentido de la
comprensin histrica, sino que aparecan definidos a su vez como
excepciones partiendo de la concepcin de lo histricamente necesario que aporta el filsofo. El expediente de atribuir al historiador una
congenialidad con su objeto, expediente ya utilizado por Schleiermacher, no lleva realmente lejos. La historia mundial se transformara as
27. Cf. Dilthey, Ges. Schriften VIII.
28. R. G. Collingwood, Denken Eme Autobiographie ( 1955).
72
Sobre la hermenutica
en un espectculo esttico. Esto significa, por un lado, pedirle demasiado al historiador y, por otro, subestimar una vez ms su tarea de
confrontar el propio horizonte con el del pasado.
Y qu decir del sentido kerigmtico de la sagrada Escritura? El
concepto de congenialidad llega aqu al absurdo al suscitar el fantasma
de la teora de la inspiracin. Pero tambin la exgesis histrica de la
Biblia encuentra aqu unos lmites, especialmente en la nocin directriz
de autocomprensin del escritor sagrado. No es el sentido salvfico de
la Biblia, necesariamente, distinto de la mera suma de las intuiciones
teolgicas de los escritores del nuevo testamento? As, la hermenutica
pietista (A. H. Francke, Rambach) suscita cada vez mayores adhesiones cuando en su doctrina de la interpretacin aade la aplicacin al
comprender y al explicar subrayando as la referencia de la Escritura a
la actualidad. Aqu subyace el tema central de una hermenutica que
tome realmente en serio la historicidad del ser humano. Cierto que
tambin la hermenutica idealista tiene en cuenta esa actualidad, especialmente E. Betti con el canon de la correspondencia de sentido.
Pero slo el reconocimiento sincero del concepto de comprensin y del
principio de la historia de la interpretacin o del desarrollo de la conciencia de la eficacia histrica, parece ofrecer una base metodolgica
suficiente. El concepto de canon de la teologa neotestamentaria encuentra ah, como un caso especial, su legitimacin. El significado teolgico del antiguo testamento es difcil de justificar si se adopta la mens
auctoris por norma, como demuestra sobre todo la gran labor positiva
de G. von Rad, que abandona la estrechez de esta perspectiva. En esta
lnea, el debate ms reciente de la hermenutica ha contagiado tambin
a la teologa catlica (Stachel, Biser, Coreth) 29
Algo parecido se defiende en la teora de la literatura, a veces a
ttulo de esttica de recepcin (Jauss, Iser, Gerigk). Pero justamente en este terreno se ha manifestado la resistencia de la filologa
aferrada a una metodologa (D. Hirsch, Th. Seebohm) 30 , que teme
por la objetividad de la investigacin.
29. G. Stachel, Die neue Hermeneutik (1967); E. Biser, Theologische Sprachtheorie und Hermeneutik (1970); E. Coreth, Grundfragen der Hermeneutik (1969).
30. R. Jauss, Literaturgeschichte als Provokation der Literaturwiss (1970) y
Asthetische Erfahrunf, und literarische Hermeneutik, Frankfurt 1977; W. Iser, Die
Appellstruktur der texte ( 1970) y Der implizite Le ser, Miinchen 1972; E. D. Hirsch,
Validity in /nterpretation (1967); Th. Seebohm, Zur Kritik der hermeneutischen
Vernunft ( 1972).
73
74
Sobre la hermenutica
75
distincin entre una primera y una segunda ciencia del arte 37 Los
complejos mtodos de la investigacin cientfica del arte y de la literatura que se han desarrollado han de acreditar a la postre su fecundidad ayudando a la experiencia de la obra de arte a alcanzar una
mayor claridad y adecuacin; por eso necesitan intrnsecamente de
la integracin hermenutica. De ese modo la estructura aplicativa,
que tiene su lugar natural en la hermenutica jurdica, podr adquirir un valor emblemtico. Sin duda la consiguiente reaproximacin
entre el comprender histrico-jurdico y el dogmtico-jurdico no
puede eliminar su distincin, como sealan especialmente Betti y
Wieacker; pero el sentido de la applicatio, que representa un elemento constructivo de toda comprensin, no es el de una aplicacin adicional en s. La aplicacin de medios al logro de determinados fines o la aplicacin de reglas en nuestra conducta tampoco
significa en general que subordinemos una realidad autnoma en s,
por ejemplo, una cosa conocida en pura teora, a un fin prctico.
Los medios se definen por los fines o se abstraen de ellos; y las reglas, de la conducta. Ya Hegel analiz en su Fenomenologa del espritu la dialctica entre ley y caso particular en la que se dirime la
determinacin concreta 38 .
De ese modo la estructura aplicativa del comprender que se revela al anlisis filosfico no significa un recorte de la disposicin
imparcial a entender lo que un texto dice ni permite en absoluto
privar al texto de su propio sentido para utilizarlo con intenciones
preconcebidas. La reflexin descubre nicamente las condiciones
que presiden siempre la comprensin y que se aplican ya -como
precomprensin nuestra- cuando indagamos el contenido de un
texto. Esto no significa en modo alguno que debamos dejar que las
ciencias del espritu sigan vegetando como ciencias inexactas en
su lamentable insuficiencia al no poder alcanzar el rango de science
ni integrarse en la unity of science. Una hermenutica filosfica llegar al resultado de que la comprensin slo es posible de forma que
el sujeto ponga en juego sus propios presupuestos. La aportacin
productiva del intrprete forma parte inexorablemente del sentido de
la comprensin. Esto no legitima lo privado y arbitrario de los pre37. H. Sedlmayr, Kunst und Wahrheit ( 1959).
38. Phanomenologie des Geistes (Hoffmeister), 189s (versin cast.: Fenomenologa del espritu, Madrid 1981 ).
76
Sobre la hermenutica
juicios subjetivos, ya que el tema en cuestin -el texto que se quiere entender- es el nico criterio que se hace valer. Pero la inevitable
y necesaria distancia de los tiempos, las culturas, las clases sociales
y las razas -o las personas- es un momento suprasubjetivo que da
tensin y vida a la comprensin. Se puede describir tambin este fenmeno diciendo que el intrprete y el texto tienen su propio horizonte y la comprensin supone una fusin de estos horizontes. As,
la problemtica de la hermenutica ha superado la base subjetivopsicolgica tanto en la ciencia neotestamentaria (sobre todo con
E. Fuchs y con G. Ebeling) como en el criticism literary y en el
desarrollo filosfico del enfoque heideggeriano, para buscar el sentido objetivo, mediado por la historia de la influencia.
La realidad fundamental para salvar tales distancias es el lenguaje, que permite al intrprete (o al traductor) actualizar lo comprendido. Telogos y poetlogos hablan incluso de acontecimiento lingstico. La hermenutica se acerca as, en cierto sentido, por su propio
pie a la filosofa analtica, que parte de la crtica neopositivista a la
metafsica. Desde que esa filosofa no se limita a deshacer de una vez
por todas el hechizo del lenguaje mediante el anlisis de los modos
de hablar y la univocizacin de todos los enunciados con ayuda de
lenguajes simblicos artificiales, tampoco ella puede evitar al final,
con el funcionamiento del lenguaje, el juego lingstico, como demuestran las Investigaciones filosficas de Wittgenstein. K. O. Apel
ha sealado con razn que el concepto de <<juego lingstico slo
permite describir discontinuamente la continuidad de la tradicin 39 .
La hermenutica en tanto que supera la ingenuidad positivista que
hay en el concepto de lo dado mediante la reflexin sobre las condiciones de la comprensin (precomprensin, prioridad de la pregunta, historia de la motivacin de cada enunciado), representa a la vez
una crtica a la postura metodolgica positivista. Hasta qu punto sigue en esto el esquema de la teora transcendental (K. O. Apel) o ms
bien el de la dialctica histrica (J. Habermas) es un tema debatido 40
La hermenutica, en todo caso, tiene una temtica propia. Pese a
su generalidad formal no se puede integrar legtimamente en la lgi39. K. O. Apel, Wittgenstein und das problem des Verstehens: Z. Theol. Kirche
63 (1966), en Transformationen der Philosophie, Frankfurt 1973, 1, 335-377 (versin cast.: La transformacin de lafilosofa, Madrid 2 1985).
40. Cf. los trabajos en Hermeneutik und Dialektik; y mi Eplogo, en Verdad y
mtodo 1, 641-673.
77
78
Sobre la hermenutica
G. B. Vico haba defendido entonces la antigua tradicin que l explic como profesor en Naples, frente a la pretensin monopolstica de la ciencia moderna, que l calific de crtica. Destac especialmente la importancia de la retrica para la educacin y la
formacin del sensus communis, y de hecho la hermenutica comparte con la retrica la funcin que ejerce el eikos, el argumento persuasivo. La tradicin de la retrica, que en Alemania qued interrumpida bruscamente -a pesar de Herder- en el siglo XVIII, sigui
influyendo de modo latente en el mbito de la esttica y de la hermenutica, como ha mostrado sobre todo Kl. Dockhorn 42 Por eso se
advierten tambin en nuestro tiempo las resistencias, frente a las
pretensiones monopolsticas de la lgica matemtica moderna y sus
variedades desde la retrica y desde la racionalidad forense, en Ch.
Perelman y su escuela, por ejemplo 43
Pero ah se encierra tambin una dimensin mucho ms general
del problema hermenutico que est relacionada con el puesto central que ocupa el lenguaje en la esfera hermenutica. El lenguaje no
es slo un medio ms entre otros -dentro del mundo de las formas
simblicas (Cassirer)-, sino que guarda una relacin especial con
la comunidad potencial de la razn. Es la razn lo que se actualiza
comunicativamente en el lenguaje, como seal ya R. Honigswald:
el lenguaje no es un mero hecho, sino principio. En l descansa
la universalidad de la dimensin hermenutica. Esta universalidad
aparece ya en la doctrina de la significacin de Agustn y de Toms,
que vieron superado el significado de los signos (las palabras) por
el significado de las cosas y justificaron as la tarea de transcender el
sensus literalis. La hermenutica no podr seguir hoy, desde luego,
esa direccin, es decir, ella no entronizar ninguna alegoresis. Para
ello hara falta un lenguaje de la creacin que nos hablara en nombre
de Dios. Pero no hay que olvidar que el sentido no se encuentra
slo en la locucin y en el escrito, sino en todas las creaciones humanas, y que su descubrimiento es una tarea hermenutica. Hegel lo
expres con su concepto de espritu objetivo, y esta parte de su filosofa sigue viva al margen del sistema dialctico global (recurde42. Recensin por Kl. Dockhorn de H. G. Gadamer, Wahrheit und Methode,
GGA, 218 (1966).
43. Cf. tambin Philis., Rhetoric and Argumentation, M. Natanson-H. W.
Johnstone jr. ed. 1965.
79
se la teora de Nicolai Hartmann sobre el espritu objetivo, y el idealismo de Croce y de Gentile). No es slo el lenguaje del arte el que
plantea unas exigencias de comprensin legtimas, sino cualquier
forma de creacin cultural humana. La cuestin se ampla. No queda todo implicado en nuestra orientacin csmica estructurada lingsticamente? El conocimiento que el hombre tiene del mundo est mediado por el lenguaje. Una primera orientacin en el mundo se
realiza ya en el aprendizaje del habla. Pero no es slo eso. La lingisticidad de nuestro ser-en-el-mundo articula en el fondo todo el
mbito de la experiencia. La lgica de la induccin que describe
Aristteles y que F. Bacon convirti en fundamento de las nuevas
ciencias empricas 44 parece insatisfactoria como teora de la experiencia cientfica y necesita una correccin 45 ; pero se trasluce en
ella la afinidad con la articulacin lingstica del mundo. Ya Temistio en su comentario ilustr el captulo correspondiente de Aristteles
(An. Post. B 19) con el aprendizaje del habla, en tanto que la lingstica (Chomsky) y la psicologa moderna (Piaget) han dado nuevos pasos en este terreno. Pero cabe afirmar en un sentido an mucho ms
amplio que toda experiencia se efectuar siempre en un constante
desarrollo comunicativo de nuestro conocimiento del mundo. Siempre es conocimiento de algo conocido en un sentido mucho ms profundo y general, como expresaba la frmula acuada por A. Boeckh
en referencia al tema del fillogo. Porque la tradicin en la que vivimos no es una tradicin cultural consistente slo en textos y monumentos y que transmitiera un sentido estructurado lingsticamente o documentado histricamente, al tiempo que los factores reales de
nuestra vida, las condiciones de produccin, etc. quedaran fuera. El
mundo conocido comunicativamente se nos transmite, traditur, siempre como una totalidad abierta, es decir, experiencia!. Se da siempre
que hay un conocimiento del mundo y se supera el extraamiento,
siempre que se produce una iluminacin, intuicin y asimilacin; y en
definitiva la tarea ms importante de la hermenutica en cuanto teora
filosfica consiste en mostrar que slo cabe llamar experiencia a la
integracin de todos los conocimientos de la ciencia en el saber personal del individuo, como ha mostrado Polanyi 46 .
44. Aristteles, Anal. post. 11, 19, en Obras, Madrid 1982.
45. K. R. Popper, La lgica de la investigacin cientfica, Barcelona 1986.
46. M. Polanyi, Personal Knowledge, Chicago 1958.
80
Sobre la hermenutica
81
82
Sobre la hermenutica
83
mo cualquier pretensin de un saber previo. El concepto de precomprensin introducido por Bultmann no designa un saber de ese
estilo: se trata de poner en juego nuestros prejuicios. Conceptos como ilustracin, emancipacin y dilogo no condicionado
aparecen en la concrecin de la experiencia hermenutica como pobres abstracciones. La experiencia hermenutica hace ver, en efecto,
toda la profundidad que pueden tener los prejuicios y lo poco que
puede hacer la mera concienciacin para neutralizar su fuerza. Esto
lo saba muy bien uno de los padres de la ilustracin moderna, Descartes, cuando intent legitimar su nuevo concepto del mtodo no
tanto mediante la argumentacin sino en la meditacin, en una constante reflexin. No se trata de un mero ropaje retrico. Sin esa retrica no hay comunicacin, ni siquiera en temas filosficos y cientficos, que deben exponerse con recursos retricos. Toda la historia
del pensamiento confirma la antigua afinidad entre retrica y hermenutica. Pero la hermenutica contiene siempre un elemento que
excede a la mera retrica: incluye un encuentro con las opiniones del
otro que se verbalizan a su vez. Esto se aplica tambin a la comprensin de textos y a todas las otras creaciones culturales de este tipo. Deben desarrollar su propia fuerza persuasiva para ser entendidas. La hermenutica es filosofa porque no puede limitarse a ser el
arte de entender las opiniones del otro. La reflexin hermenutica
implica que en toda comprensin de algo o de alguien se produce
una autocrtica. El que comprende, no adopta una posicin de superioridad, sino que reconoce la necesidad de someter a examen la supuesta verdad propia. Esto va implicado en todo acto comprensivo y
por eso el comprender contribuye siempre a perfeccionar la conciencia de la eficacia histrica.
El modelo bsico de cualquier consenso es el dilogo, la conversacin. La conversacin no es posible si uno de los interlocutores
cree absolutamente en una tesis superior a las otras, hasta afirmar que
posee un saber previo sobre los prejuicios que atenazan al otro. l
mismo se implica as en sus propios prejuicios. El consenso dialogal
es imposible en principio si uno de los interlocutores no se libera
realmente para la conversacin. Tal es el caso, por ejemplo, cuando
alguien hace de psiclogo o de psicoanalista en el trato social y no toma en serio los enunciados del otro en su propio sentido, sino que
pretende comprenderlos al modo psicoanaltico. En tal caso queda
84
Sobre la hermenutica
destruido el compaerismo, que es la base de la vida social. Paul Ricoeur ha sometido estas cuestiones a un examen sistemtico y habla
de conflicto de interpretaciones. Sita a un lado a Marx, Nietzsche
y Freud, y al otro la intencionalidad fenomenolgica de la comprensin de smbolos, y busca una mediacin dialctica. De un lado est la derivacin gentica como arqueologa, y del otro la orientacin
hacia un sentido intencional como teleologa. Esta es, a su juicio, una
mera distincin preparatoria que allana el camino a una hermenutica general que debe ilustrar despus la funcin constitutiva de la
comprensin de smbolos y de la autocomprensin mediante smbolos. Esta teora hermenutica general me parece inconsistente. Los
modos de comprensin de smbolos que aqu se yuxtaponen no contemplan el mismo sentido de smbolo, sino un sentido cada vez distinto, y no constituyen por tanto un sentido diverso de una misma
realidad. La verdad es que un modo de comprensin excluye al otro,
porque designa algo distinto. El uno comprende lo que el smbolo
quiere significar, y el otro lo que quiere ocultar y enmascarar. El sentido del comprender es totalmente diferente en cada caso.
La universalidad de la hermenutica depende en el fondo de si su
carcter terico, transcendental, se limita a su validez dentro de la
ciencia o si incluye tambin los principios del sensus communis y,
por tanto, el modo de integracin de todo uso cientfico en la conciencia prctica. La hermenutica entendida en un sentido tan universal tiende a la afinidad con la filosofa prctica, cuya reviviscencia en medio de la tradicin filosfico-transcendental alemana
fue impulsada por los trabajos de J. Ritter y de su escuela. La hermenutica filosfica es consciente de esta consecuencia 54 Una teora de la praxis de la comprensin es evidentemente una teora y no
una praxis; pero una teora de la praxis no es por ello una tcnica
o una supuesta cientifizacin de la praxis social: es una reflexin filosfica sobre los lmites que encuentra el dominio cientfico-tcnico de la naturaleza y de la sociedad. Estas son las verdades cuya defensa frente al concepto moderno de ciencia constituye una de las
principales tareas de la hermenutica filosfica 55
54. Cf. J. Ritter, Metaphysik und Politik (1969); M. Riedel, Zur Rehabilitierung
der praktischen Philosophie ( 1972).
55. H. G. Gadamer, Theorie, Technik, Praxis, en Neue Anthropologie 1, Einfhrung ( 1972); tambin en Obras completas IV.
3
La universalidad del problema hermenutico
86
Sobre la hermenutica
87
88
Sobre la hermenutica
evidencias de nuestra experiencia cientfica es que podemos relacionar estrechamente las obras maestras de investigacin histrica en las
que parece haber alcanzado su perfeccin el postulado de Ranke sobre la autoextincin del individualismo, con las tendencias polticas
de su propio presente. Cuando leemos la historia de Roma de
Mommsen sabemos quin puede haberla escrito, esto es, en qu situacin poltica concreta tradujo este historiador las voces del pasado
a un lenguaje racional. Lo sabemos tambin por Treitschke o por
Sybel, dos ejemplos muy sealados de la historiografa prusiana. Eso
quiere decir, por lo pronto, que la autoconcepcin del mtodo histrico no revela toda la realidad de la experiencia histrica. Es un objetivo justificado, indiscutiblemente, tratar de controlar los prejuicios
del presente para no malentender los testimonios del pasado, pero eso
no colma toda la tarea de comprensin del pasado y de su tradicin.
Pudiera ser incluso -y la verificacin de esta idea es efectivamente
una de las tareas que se plantean en el examen crtico de la autoconcepcin de la ciencia histrica- que slo las cosas irrelevantes de la
investigacin histrica permiten acercarse a ese ideal de extincin total de la individualidad, al tiempo que las grandes obras de investigacin conservan siempre algo de la magia de un reflejo inmediato del
presente en el pasado y del pasado en el presente. Pero esta segunda
experiencia de la que yo parto, la ciencia histrica, se limita tambin
a exponer una parte de lo que es para nosotros nuestra verdadera experiencia, es decir, de lo que es para nosotros el encuentro con la tradicin histrica, y slo la conoce en una figura alienada.
Ahora bien, cuando yo contrapongo a eso la conciencia hermenutica como una posibilidad ms global de desarrollarlo, es preciso
superar primero la reduccin terica con la que eso que se llama tradicionalmente ciencia de la hermenutica se articul en la idea
moderna de ciencia. Cuando abordamos la hermenutica de
Schleiermacher, en la que ste dej or la voz del romanticismo histrico y tuvo presente a la vez el ideal del telogo cristiano en tanto
que su hermenutica como arte general de la interpretacin poda favorecer la tarea especfica de exposicin de la Biblia, su perspectiva
para esta disciplina hermenutica aparece limitada por dicha idea
moderna de la ciencia. Schleiermacher define la hermenutica como
el arte de evitar el malentendido. No es una descripcin totalmente
errnea de la labor hermenutica. Lo extrao induce fcilmente al
89
malentendido, que es propiciado por la distancia temporal, el cambio de usos lingsticos, la modificacin del significado de las palabras y de los modos de representacin. Se trata de evitar los malentendidos mediante un conocimiento metodolgico controlado. Pero
tambin aqu se plantea la pregunta: se define adecuadamente el fenmeno de la comprensin diciendo que consiste en evitar los malentendidos?, no presupone en realidad todo malentendido una especie de consenso latente?
Voy a tratar de evocar un fragmento de la experiencia vital. Decimos por ejemplo: el entender y el malentender se produce entre un yo
y un t. Pero la frmula yo y t indica una radical enajenacin. No
se da semejante realidad. No se da el yo ni el t; se da un yo que
dice t y que dice yo frente a un t; pero son situaciones que
presuponen ya un consenso. Todos sabemos que el llamar a alguien
t presupone un profundo consenso. Hay ya un soporte permanente. Eso est en juego aun en el intento de ponemos de acuerdo sobre
algo en que discrepamos, aunque rara vez seamos conscientes de ese
soporte. Ahora bien, la ciencia de la hermenutica intenta hacernos
creer que el texto que se ofrece a nuestra comprensin es algo extrao que nos puede inducir al malentendido, y lo que procede es excluir mediante un sistema controlado de educacin histrica, mediante la crtica histrica y mediante un mtodo controlable en unin
con la empata psicolgica, todos los momentos por los que puede infiltrarse un malentendido. Eso es, a mi juicio, una descripcin vlida
en algn aspecto, pero muy parcial, de un fenmeno global de la vida que constituye la nostreidad, en la que todos participamos. Creo
que la tarea consiste en deshacer los prejuicios que subyacen en la
conciencia esttica, en la conciencia histrica y en la conciencia hermenutica restringida a una tcnica de evitacin de los malentendidos, y superar las enajenaciones existentes en ellos.
De qu adolecen estas tres experiencias y por qu su carcter
particular nos llama tanto la atencin?, qu es la conciencia esttica frente a la plenitud de lo que percibimos siempre y que en arte
llamamos clsico 3 ?, no aparece ya delineado de ese modo lo que
3. Es un malentendido el considerar mis ideas expuestas en Verdad y mtodo 1,
353s sobre el ejemplo de lo clsico como confesin del ideal de un estilo clsico
platonizante (H.R. Jauss, Asthetische Erfahrung und literarische Hermeneutik,
Frankfurt 1979) y no como elaboracin de una categora histrica.
90
Sobre la hermenutica
nos dice algo y encontramos significativo? Todo lo que nos hace decir con una certeza instintiva -aunque quiz errnea-, pero vlida de
momento para nuestra conciencia: eso es clsico, eso permanecer, ha preformado ya nuestra posibilidad de juzgar algo estticamente. No son unos criterios puramente formales los que pretenden
juzgar y dictaminar arbitrariamente el nivel de configuracin o el
grado de conformacin en lo que respecta al virtuosismo artstico.
Nos hallamos ms bien en un espacio de resonancia esttica de
nuestra existencia sensitivo-espiritual, mantenido por las voces que
nos llegan constantemente; y esto subyace en todo juicio esttico.
Algo anlogo sucede con la conciencia histrica. Hemos de reconocer que tambin aqu hay innumerables tareas de investigacin
histrica que no guardan relacin alguna con nuestro propio presente y con la profundidad de su conciencia histrica. Pero me parece
indudable que el gran horizonte del pasado, desde el que vive nuestra cultura y nuestro presente, influye en todo lo que queremos, esperamos o tememos del futuro. La historia est presente, y lo est a
la luz de este tiempo futuro. Todos hemos aprendido aqu de Heidegger, que mostr el primado del futuro para el recuerdo y para la
preservacin y, por tanto, para el conjunto de nuestra historia.
Esto tiene sus consecuencias en lo que Heidegger ense sobre
la productividad del crculo hermenutico, y que yo he formulado
diciendo que no son tanto nuestros juicios como nuestros prejuicios
los que constituyen nuestro ser 4 Es una frmula provocativa porque
reivindico con ella un concepto positivo del prejuicio que la Ilustracin francesa e inglesa haban expulsado del uso lingstico. Cabe
mostrar, en efecto, que el concepto de prejuicio no tiene originariamente el sentido exclusivo que nosotros le damos. Los prejuicios no
son necesariamente injustificados ni errneos, ni distorsionan la verdad. Lo cierto es que, dada la historicidad de nuestra existencia, los
prejuicios en el sentido literal de la palabra constituyen la orientacin previa de toda nuestra capacidad de experiencia. Son anticipos
de nuestra apertura al mundo, condiciones para que podamos percibir algo, para que eso que nos sale al encuentro nos diga algo. Esto
no significa, evidentemente, que estemos cercados por un muro de
prejuicios y slo dejemos pasar por la estrecha puerta aquello que
4. Cf. I, 339s y Sobre el crculo de la comprensin, en Verdad y mtodo II, Sgueme, Salamanca 4 2000, 63-70.
91
Sobre la hermenutica
92
93
ductividad de su aplicacin. Se da tambin la esterilidad metodolgica (algo que puede confirmar la experiencia vital de cualquiera),
esto es, la aplicacin de la metodologa a algo irrelevante, a algo que
no se convierte en objeto de investigacin desde una verdadera problemtica.
Lo cierto es que la ciencia moderna no admite estas explicaciones. El historiador, por ejemplo, objetar que est muy bien eso de
la tradicin histrica en la que adquieren relevancia las voces del
pasado y que inspira los prejuicios que determinan el presente. Pero
la cosa cambia -aade el historiador- cuando se trata en serio de la
investigacin histrica. Cmo se puede pensar en serio -sigue el
historiador- que la explicacin de los usos fiscales de las ciudades
en el siglo XV o de las costumbres conyugales de los esquimales
slo adquiere relevancia desde la conciencia del presente y sus anticipaciones? Son temas de conocimiento histrico que se abordan
con total independencia de cualquier relacin con el presente, concluye el historiador.
A esta objecin cabe contestar que el extremismo de este punto
de vista se asemeja a lo que sucede en ciertas organizaciones de investigacin de la gran industria, sobre todo de Amrica y de la
Unin Sovitica; me refiero al denominado ensayo en serie, a gran
escala, en el que se repasan los materiales en cuestin sin tener en
cuenta las prdidas y costes ... con la posibilidad de que, al fin, una
entre miles de mediciones d un resultado interesante, es decir, se
presente como respuesta a una pregunta a partir de la cual se pueda
seguir avanzando. Es indudable que la investigacin moderna trabaja as; hasta cierto punto, incluso en las ciencias del espritu. Pinsese, por ejemplo, en las grandes ediciones y especialmente en los ndices cada vez ms perfectos. Est por ver si la investigacin
histrica moderna incrementa con ese procedimiento la posibilidad
de observar realmente el hecho interesante y de extraer de l el enriquecimiento correspondiente para nuestros conocimientos. Pero
aunque as fuera, cabe preguntar si es lo ideal que mil historiadores
diseen innumerables proyectos de investigacin, es decir, la fijacin de conjuntos de hechos, para que el siguiente historiador observe algo que sea interesante. Estoy haciendo una caricatura de la
autntica investigacin; pero, como en toda caricatura, tambin en
sta hay algo de verdad. Contiene una respuesta indirecta a la pre-
94
Sobre la hermenutica
gunta: qu es lo que constituye al investigador productivo?, el haber aprendido los mtodos? Eso tambin lo ha hecho el que nunca
aporta nada nuevo. La fantasa es el deber decisivo para el investigador. La fantasa no significa aqu una vaga facultad anmica de imaginar cosas, sino que tiene una funcin hermenutica y est al servicio del sentido de lo cuestionable, de la capacidad de suscitar
cuestiones reales, productivas ... algo que slo suele lograr el que domina todos los mtodos de su ciencia.
A m, como platnico, me gustan especialmente las inolvidables
escenas en las que Scrates discute con sofistas de todo tipo y los desespera con sus preguntas, hasta que no pueden aguantar ms y acaban asumiendo el papel del interrogador, que parece tan gratificante.
Y qu ocurre entonces? No saben preguntar nada. No les viene a la
mente nada que valga la pena abordar para dar una respuesta firme.
La consecuencia es que la conciencia hermenutica, que he descrito al principio en determinados puntos, se distingue por su eficacia para hacer ver dnde est lo problemtico. Ahora bien, si tenemos presente no slo la tradicin artstica de los pueblos, no slo la
tradicin histrica, no slo el principio de la ciencia moderna en sus
precondiciones hermenuticas, sino el conjunto de nuestra experiencia concreta, entonces creo que llegamos a integrar en nuestra propia
experiencia de la vida general y humana la experiencia de la ciencia.
Porque entonces hemos alcanzado el estrato fundamental que se
puede llamar (con Johannes Lohmann 8) la constitucin lingstica
del mundo. sta se presenta como conciencia de la eficacia histrica que esquematiza a priori todas nuestras posibilidades de conocimiento. Dejando aparte que el investigador, incluso el investigador
de la naturaleza, no es quiz del todo independiente de la moda y de
la sociedad ni de todos los posibles factores de su entorno, lo que
afirmo es que dentro de su experiencia cientfica no son tanto las
<<leyes de la lgica frrea (Helmholtz) cuanto ciertas constelaciones
imprevisibles, las que le sugieren la idea fecunda, ya sea la cada de
la manzana en Newton o cualquier observacin fortuita que enciende la chispa de la inspiracin cientfica.
La conciencia de la eficacia histrica se realiza dentro del lenguaje. Podemos aprender del lingista cmo el lenguaje no debe conce8. Philosophie und Sprachwissenschaft, publicado en la serie Erfahrung und
Denken, 15, 1965.
95
birse, en su vida e historia, como un mero fenmeno cambiante, sino que lleva dentro una teleologa. Esto significa que las palabras
que se forman, los recursos expresivos que aparecen en una lengua
para decir determinadas cosas, no cristalizan al azar, por el simple
hecho de que no desaparecen, sino que de ese modo se construye
una determinada articulacin del mundo, un proceso que acta como si estuviera dirigido y que podemos observar a cada paso en el
nio que aprende a hablar. Remito a este propsito a un pasaje de
Aristteles que me gustara comentar con ms precisin, porque en
l se describe genialmente el acto de la formacin lingstica desde un determinado ngulo. Se trata de lo que Aristteles llama epagoge, es decir, la formacin de lo general. Cmo se llega a lo general? En filosofa se dice al concepto general, pero tambin las
palabras son generales. Qu es lo que hace que sean palabras, es
decir, que posean un significado general? Tenemos a un ser dotado
de sensibilidad, con sus primeras apercepciones en un mar de estmulos fluctuantes y que un da comienza finalmente a conocer
algo. No queremos decir con ello que el nio fuera antes ciego, sino que el conocer significa aqu reconocer, es decir, identificar
algo en el fluir de imgenes pasajeras. Eso que se reconoce queda
fijado. Pero cmo?, cundo conoce un nio por primera vez a su
madre?, la primera vez que la ve? No. Cundo exactamente?,
cmo ocurre eso?, podemos decir, en trminos generales, que se
trata de un suceso singular en el que un primer reconocimiento
arranca al nio de la oscuridad de la ignorancia? Me parece evidente que eso no es as. Aristteles lo describi maravillosamente. Dice que es como cuando un ejrcito est en fuga, presa del pnico y,
de pronto, uno empieza a detenerse y mira atrs para ver si el enemigo se halla peligrosamente prximo. El ejrcito no se detiene
porque se detenga un soldado. Pero se detiene un segundo soldado.
El ejrcito tampoco se detiene porque se detengan dos soldados.
Cundo se detiene el ejrcito? De pronto se detiene; sbitamente
obedece de nuevo al mando. La descripcin de Aristteles incluye
una fina broma lingstica. Mando se dice en griego arje, es decir,
principium. Cundo est ah el principio como principio?, en virtud de qu fuerza? Tal es, en realidad, el problema de la formacin
de lo general 9
9. Cf. Aristteles, An. Post. B 19, 100 a 3s.
96
Sobre la hermenutica
Es la misma teleologa que se produce constantemente, si no entiendo mallas explicaciones de J. Lohmann, en la vida del lenguaje. Cuando Lohmann habla de las tendencias lingsticas que, como
verdadero agente de la historia, desarrollan determinadas formas, sabe obviamente que eso se produce en estas formas de realizacin, de
Zustandekommen (tenerse en pie), como dice la palabra alemana.
Creo que ah aparece el verdadero modo de realizacin de nuestra
experiencia humana del mundo. El aprendizaje del habla es sin duda
una fase de especial productividad, y el genio de nuestros tres aos
lo hemos reducido todos, posteriormente, a un escaso y modesto talento. Pero en el uso de la interpretacin lingstica del mundo queda an vivo algo de la productividad de nuestros inicios. Todos conocemos esto, por ejemplo, en el intento de traducir, en la vida o en
la literatura o bajo cualquier modalidad, ese sentimiento extrao,
desasosegado y torturante que uno padece cuando no encuentra la
palabra justa. Cuando la tiene, cuando ha encontrado la expresin
adecuada (no siempre es una palabra), cuando est seguro de poseerla, entonces algo se alza, se ha puesto en pie, entonces tenemos
de nuevo apoyo en medio del oleaje del proceso lingstico, cuya
infinita variabilidad hace perder la orientacin. Lo que estoy describiendo es el modo de experiencia humana del mundo en general.
Yo lo califico de hermenutico. Porque el proceso as descrito se repite constantemente y nos es familiar. Es siempre un mundo que ya
se ha interpretado a s mismo, un mundo ya cohesionado en sus relaciones, en el cual entra la experiencia como algo nuevo que trastoca lo que haba guiado nuestras expectativas y que, al trastocarse,
se reordena de nuevo. El malentendido y la extraeza no son lo primero, ni la evitacin del malentendido es la tarea primordial sino
que, a la inversa, el asentamiento en lo familiar y en el consenso
permite la salida a lo extrao, la recepcin de lo ajeno y, por ende,
la ampliacin y el enriquecimiento de nuestra propia experiencia
del mundo.
As debe entenderse la pretensin de universalidad que corresponde a la dimensin hermenutica. La comprensin va ligada al
lenguaje. Esto no implica en modo alguno una especie de relativismo lingstico. Es cierto que vivimos en un lenguaje. El lenguaje no
es un sistema de signos que ponemos en marcha al entrar en la oficina o en la estacin emisora con ayuda de un teclado. Eso no es len-
97
guaje porque carece de la infinitud lingstico-potica y mundanizadora. Pero el vivir en un lenguaje no es relativismo, porque no nos
condena a ese lenguaje concreto ... ; ni siquiera estamos condenados
a la lengua materna. Esto lo percibimos todos en el aprendizaje de
idiomas extranjeros y especialmente en los viajes, si dominamos un
poco esos idiomas; y esto significa que cuando nos desenvolvemos
en un pas extranjero no nos guiamos exclusivamente por nuestro
mundo y nuestro vocabulario. Cuanto mejor conocemos un idioma,
menos se produce esa mirada de soslayo a la lengua materna, y slo
por no dominar nunca lo suficiente las otras lenguas mantenemos
siempre algo de esa mirada. Pero eso es ya un lenguaje, quiz balbuciente, que como todo balbuceo es la explosin de una voluntad
de decir y, por eso, est abierto a una posibilidad expresiva inagotable. En principio, toda lengua en la que vivimos es inagotable y es
un craso error concluir de la existencia de diversas lenguas que la razn est escindida. Lo contrario es lo cierto. Justamente por la va de
la finitud, de la particularidad de nuestro ser, visible tambin en la
diversidad de las lenguas, se abre el dilogo infinito en direccin a la
verdad que somos.
Si esto es as, la situacin antes descrita de nuestro mundo industrial y laboral de base cientfica se reflejar en el plano del lenguaje. Vivimos en una poca de creciente nivelacin de todas las
formas de vida: es un imperativo de la necesidad racional de conservacin de la vida en nuestro planeta. El problema de la alimentacin de la humanidad, por ejemplo, slo se puede resolver renunciando a ese despilfarro esplndidamente bello con que se cultivaba
la tierra en el pasado. Es inevitable que el mundo de la industria mecnica entre en la vida del individuo como una esfera de perfeccin
tcnica. Cuando omos hablar a parejas modernas, nos preguntamos
a veces si lo que dicen son palabras con las que se entienden o seales publicitarias y expresiones tcnicas tomadas del lenguaje cifrado
del mundo industrial moderno. Las formas de vida nivelada de la era
industrial influyen inevitablemente en el lenguaje y, de hecho, el
empobrecimiento del vocabulario avanza a pasos agigantados, aproximando as el lenguaje a un sistema de signos tcnicos. Las personas que conciertan an la preposicin trotz (a pesar de) con dativo,
como yo sigo haciendo, sern pronto un espcimen de museo. Las
tendencias niveladoras de este gnero son irresistibles. Pese a ello,
98
Sobre la hermenutica
4
Lenguaje y comprensin
100
Sobre la hermenutica
JO]
102
Sobre la hermenutica
naturaleza. Pero slo esa abstraccin permite la descripcin matemticamente exacta de los factores que dan un resultado en la realidad natural y, con ello, la intervencin controlada del hombre.
La mecnica construida por Galileo con ese procedimiento es la
madre de nuestra civilizacin tcnica. As surgi un modo de conocimiento metdico muy definido, que ha provocado la tensin entre
nuestro conocimiento no-metdico del mundo, que abarca todo el
mbito de nuestra experiencia vital, y los logros cognoscitivos de la
ciencia. La gran contribucin filosfica de Kant fue haber encontrado una solucin conceptual convincente para esa tensin del pensamiento moderno. Porque la filosofa de los siglos XVII y XVIII se
haba agotado intilmente en la tarea de conciliar el saber universal
de la tradicin metafsica con la nueva ciencia, un intento que no pudo alcanzar el verdadero equilibrio entre la ciencia racional basada
en los conceptos y la ciencia emprica. Kant, en cambio, encontr la
solucin.
Su limitacin crtica de la razn -haciendo suya la crtica inglesa a la metafsica- a lo dado en la experiencia significa la destruccin de la metafsica como ciencia racional dogmtica; pero el destructor universal, como calificaron los contemporneos al dulce
profesor de Konigsberg, fue tambin el gran fundador de la filosofa
moral sobre el estricto principio de la autonoma de la razn prctica. Al defender la libertad como un hecho singular de la razn humana, y ante la imposibilidad de concebir sin el postulado de la libertad la razn prctica y la existencia moral y social del hombre,
dio una nueva legitimacin al pensamiento, bajo el signo de la libertad, frente a todas las tendencias deterministas que derivan de la
ciencia natural moderna. Su impulso filosfico-moral, en efecto, sobre todo en la versin de Fichte, subyace a los grandes pioneros de
la cosmovisin histrica: Wilhelm von Humboldt, Ranke y, sobre
todo, Droysen. Pero tambin Hegel y todos los pensadores influidos
por l, en sentido positivo o negativo, estn imbuidos de principio a
fin del concepto de libertad y, por eso, se mantienen plenamente
abiertos a la filosofa frente al mero metodologismo de la ciencia
histrica.
Y fue tambin esta relacin entre la nueva ciencia y el ideal metodolgico que ella comporta lo que desfigur, por decirlo as, el fenmeno de la comprensin. De igual manera que la naturaleza es para el
103
investigador un territorio extrao e impenetrable al que fuerza a hablar mediante el clculo y la coaccin, mediante el acoso del experimento, as tambin las ciencias que emplean la comprensin se ajustaron cada vez ms a un concepto metodolgico de este gnero, y
por eso concibieron la comprensin preferentemente y en primer
trmino como eliminacin de malentendidos, como mediacin de la
distancia entre el yo y el t. Pero, es el t tan distante y ajeno como lo es por definicin el objeto de la investigacin experimental de
la naturaleza? Hay que reconocer que el entendimiento es ms originario que el malentendido, de suerte que la comprensin desemboca siempre en el entendimiento restablecido. Esto confiere, a mi
juicio, su plena legitimacin a la universalidad de la comprensin.
Pero, por qu es el fenmeno de la comprensin un fenmeno
lingstico?, por qu el acuerdo tcito>> al que llega tantas veces
nuestra orientacin en el mundo ha de significar una lingisticidad?
La pregunta as formulada lleva implcita la respuesta. Es el lenguaje el que construye y sustenta esta orientacin comn en el mundo.
Hablar unos con otros no es primariamente discutir entre s. Me parece significativo para las tensiones que se producen dentro de la modernidad que sta utilice tanto el verbo discutir. Hablar unos con
otros tampoco es primariamente hablar sin entenderse. El hablar
unos con otros pone de manifiesto un aspecto comn de lo hablado.
La verdadera realidad de la comunicacin humana consiste en que el
dilogo no impone la opinin de uno contra la de otro, ni agrega la
opinin de uno a la de otro a modo de suma. El dilogo transforma
una y otra. Un dilogo logrado hace que ya no se pueda recaer en el
disenso que lo puso en marcha. La coincidencia, que no es ya mi opinin ni la tuya, sino una interpretacin comn del mundo, permite la
solidaridad moral y social. Lo que es justo y se considera tal, reclama de suyo la coincidencia que se alcanza en la comprensin recproca de las personas. La opinin comn se va formando constantemente cuando hablan unos con otros y desemboca en el silencio del
consenso y de lo evidente. Por eso me parece justificada la afirmacin de que todas las formas extraverbales de comprensin apuntan
a la comprensin que se ampla en el habla y en la conversacin.
Si yo parto de esta idea, eso no significa que en toda comprensin haya una referencia potencial al lenguaje, de suerte que siempre sea posible -tal es el orgullo de nuestra razn-, cuando surge
104
Sobre la hermenutica
105
Es obvio adems que el lenguaje se desarrolla siempre en el antagonismo entre lo convencional y la ruptura revolucionaria. Todos
hemos tenido un primer adiestramiento lingstico en el perodo escolar. Lo que en la escuela no estaba permitido, nuestra sana fantasa lingstica lo encontraba correcto. Otro tanto ocurre con la enseanza de los caracteres grficos, que hace a menudo que el nio
adquiera el gusto por el dibujo. En realidad, la escuela suele ser una
institucin de conformismo social. Una institucin ms, obviamente. No quiero que se me malentienda como si tratara de sealar con
el dedo a un acusado concreto. Mi idea es que eso es la sociedad, as
acta la sociedad, siempre en sentido normativo y conformista. Esto no significa en modo alguno que toda educacin social sea siempre un proceso represivo ni que la formacin lingstica sea un mero instrumento de esa represin. Porque el lenguaje vive, pese a
todos los conformismos. Nacen nuevas situaciones y nuevos modos
enunciativos derivados de los cambios de nuestra vida y nuestra experiencia. El antagonismo, que hace del lenguaje algo comn y origina no obstante nuevos impulsos para la transformacin de ese elemento comn, persiste siempre.
Habr que preguntar si esta relacin entre el conformismo natural de la sociedad y las fuerzas que lo deshacen y que derivan de un
conocimiento crtico no se ha modificado cualitativamente en una
civilizacin tcnica altamente industrializada. Siempre ha habido
cambios imperceptibles en el uso y la vida del lenguaje, un nacer y
morir de palabras y expresiones de moda; y la observacin del cambio lingstico ha permitido conocer las pocas especialmente crticas en su proceso de decadencia, como mostr Tucdides en la famosa descripcin de las secuelas de la peste en la ciudad sitiada de
Atenas. Pero en nuestras circunstancias actuales se trata tal vez de
algo cualitativamente nuevo y heterogneo, cosa que no ocurri entonces. Me refiero a la regulacin lingstica dirigida. Parece una situacin creada por la civilizacin tcnica. Lo que llamamos regulacin lingstica no es ya la imposicin espontnea del maestro de
escuela o de los rganos de la opinin pblica, sino un instrumento
de poltica, manejado deliberadamente. Utilizando un sistema de
comunicacin de control central, puede ejercer influencia creando
regulaciones lingsticas por una va tcnica, por decirlo as. Un
ejemplo actual que volvemos a encontrar precisamente ahora, abo-
106
Sobre la hermenutica
cados a un movimiento lingstico que se transforma, es la designacin de la otra mitad de Alemania como Deutsche Demokratische
Republik, DDR (Repblica democrtica alemana). Como se sabe,
esta denominacin estuvo prohibida durante decenios por una regulacin lingstica oficial y nadie podr olvidar que la denominacin
Mittel Deutschland (Alemania central), recomendada para sustituirla, tena un fuerte acento poltico. Vamos a prescindir aqu de todas
las cuestiones de contenido para ceimos al hecho en s. La tcnica
de formacin de la opinin pblica otorga hoy a la reglamentacin
lingstica mediante control central una influencia que distorsiona
extraamente el conformismo natural de la sociedad. Uno de los
problemas de nuestro presente es el de armonizar la poltica de formacin de la opinin pblica mediante control central con las exigencias, planteadas por la razn, de orientar la vida de la sociedad
partiendo del pensamiento libre y del juicio crtico.
Conviene tener presente para la solucin de este problema que
justamente la caracterstica de la ciencia es la de permitir la independencia respecto a la formacin de la opinin pblica y respecto a
la poltica, y educar la formacin del juicio desde el libre conocimiento. En su mbito ms propio, esto puede considerarse realmente como la caracterstica de la ciencia. Pero significa ello que la
ciencia tiene influencia pblica por su propia fuerza? Por mucho que
la ciencia se empee en evitar todas las manipulaciones, la enorme
estima pblica de que goza lo impide. Esa estima limita constantemente la libertad crtica que tanto se admira en el investigador, invocando la autoridad de la ciencia cuando en realidad se trata de luchas
polticas por el poder.
Hay un lenguaje propio de la ciencia que sea preciso escuchar?
La expresin es ambigua, evidentemente. Por una parte, la ciencia
forja sus propios medios lingsticos para la fijacin y el entendimiento comunicativo en el proceso de la investigacin. Por otra parte, y es otro significado de la frase, la ciencia utiliza un lenguaje que
pretende llegar a la conciencia pblica y superar la legendaria ininteligibilidad de la ciencia. Pero, poseen los sistemas comunicativos
desarrollados dentro de la investigacin cientfica el carcter de un
lenguaje propio? Cuando se habla en este sentido de lenguaje de la
ciencia, se hace referencia a esos sistemas de comunicacin que no
derivan del lenguaje cotidiano. El mejor ejemplo es la matemtica y
107
108
Sobre la hermenutica
109
110
Sobre la hermenutica
agudizan como consecuencia del proceso metodolgico de la ciencia moderna, que no puede dominar los fines a los que se aplican sus
conocimientos como domina sus propias relaciones lgicas. Es la
abstraccin metodolgica de la ciencia moderna la que le ha proporcionado los xitos, al permitir la aplicacin prctica que llamamos
tcnica. Por eso, la tcnica como aplicacin de la ciencia no es a su
vez controlable. Yo no soy un fatalista ni un profeta de calamidades
por dudar de que la ciencia pueda autolimitarse. Lo que creo es que
no ser la ciencia, sino nuestra capacidad humana y poltica global
la que pueda garantizar la aplicacin razonable de nuestro saber o,
en todo caso, hacer que evitemos las catstrofes extremas. Esto equivale a reconocer que el aislamiento de la verdad enunciativa y de la
lgica basada en la frase enunciativa son perfectamente legtimos en
la ciencia moderna ... , pero hemos tenido que pagar el alto precio que
esa ciencia no puede ahorramos: la imposibilidad de poner coto, mediante la razn terica y con los recursos de la ciencia, a la universalidad de las posibilidades de transformacin que sta nos depara.
Es indudable que rigen aqu los enunciados puros; pero eso significa que en ellos se expresa un saber capaz de ser utilizado para todos los fines posibles.
Yo me pregunto si este mismo ejemplo, en el que las frases enunciativas aisladas aparecen como fundamento del poder de la tcnica
configuradora del mundo, no demuestra en realidad que los enunciados nunca se presentan totalmente aislados. No ser que tambin los
enunciados estn siempre motivados? La abstraccin y la concentracin en la posibilidad transformadora, que llev en el siglo XVII al
gran esquema metodolgico de la ciencia moderna, supone una ruptura con las concepciones religiosas del mundo medieval y la opcin
por la modestia y la emancipacin. Tal es la base motivacional de un
afn de saber que es a la vez capacidad productiva y que, por eso mismo, desprecia cualquier limitacin o control. En las grandes culturas
orientales, en cambio, el saber se caracteriza por el control de su aplicacin tcnica por parte de las fuerzas aglutinantes de la razn social,
hasta quedar irrealizadas las posibilidades de la propia capacidad.
Qu fuerzas, de las que nosotros carecemos, hacan posible esa situacin, es una pregunta para el investigador religioso, para el historiador cultural y, en definitiva, tambin para el filsofo, an inexistente, que est realmente familiarizado con la lengua y la cultura chinas.
111
112
Sobre la hermenutica
113
ll4
Sobre la hermenutica
los libros traducidos: letra sin espritu. Lo que falta en ellos, y que
constituye el lenguaje, es que una palabra engendre a otra, que cada
palabra sea suscitada por la otra y, al mismo tiempo, mantenga
abierta la direccin del discurso. Una frase traducida, si un maestro
de la traduccin no la ha transformado tan radicalmente que no se
advierta ya la presencia latente de otra frase viva, es como un plano
frente al paisaje mismo. El significado de una palabra no est presente nicamente en el sistema y en el contexto, sino que ese estaren-un-contexto implica a la vez que el significado no pierde totalmente la polivalencia que posee la palabra en s, aunque el contexto
d univocidad al sentido respectivo. El sentido literal que corresponde a la palabra en el discurso concreto no es slo lo que est presente. Hay algo ms que est ca-presente, y la presencia de este elemento ca-presente constituye la fuerza evolutiva que reside en el
discurso vivo. Por eso, cabe afirmar que el lenguaje apunta siempre
al espacio abierto de su continuacin. Siempre queda ms y ms por
decir en la direccin iniciada por el lenguaje. Ah se funda la verdad
de la tesis segn la cual el lenguaje se desenvuelve en el elemento de
la conversacin.
Si el fenmeno del lenguaje no se contempla desde el enunciado
aislado, sino desde la totalidad de nuestra conducta en el mundo,
que es a la vez un vivir en dilogo, se podr comprender mejor por
qu el fenmeno del lenguaje es tan enigmtico, atractivo y opaco al
mismo tiempo. Hablar es la accin de mximo auto-olvido que realizamos como seres racionales. Todos conocen la experiencia de paralizarse en el propio lenguaje y ver cmo se escapan las palabras
desde el momento en que se fija la atencin en ellas. Una pequea
ancdota que viv con mi hija pequea puede ilustrarlo: quera escribir la palabra Erdbeeren (fresas) y pregunt cmo se escriba.
Cuando se lo dijeron, coment: qu raro, ahora que la oigo, la palabra no me dice nada. Slo cuando la olvide estar otra vez en
ella. Estar en la palabra hasta perderla como objeto es el modo fundamental de todo comportamiento lingstico. El lenguaje posee una
fuerza protectora y ocultadora, de forma que lo acontecido en l
queda sustrado a la reflexin y permanece en cierto modo resguardado en el inconsciente. Una vez que se conoce la esencia desocultadora-ocultadora del lenguaje hay que franquear necesariamente las
dimensiones de la lgica enunciativa y buscar horizontes ms am-
115
plios. Dentro de la unidad vital del lenguaje, el lenguaje de la ciencia es slo un momento integrado, y se dan especialmente modos de
palabra como los que encontramos en el lenguaje filosfico, religioso y potico. En todos ellos la palabra es algo diferente del trnsito
al mundo en olvido de s. Habitamos en la palabra. Esta sale como
fiadora de aquello sobre lo que habla. As lo vemos especialmente
en el uso potico del lenguaje.
5
Sobre la posibilidad de una tica filosfica
118
Sobre la hermenutica
pre en ciertas formas. Pero tan slo con el comienzo de la edad moderna, especialmente en la poca del humanismo, cuando revivi el
ideal helenista de la sapientia y enlaz con la crtica contra la escuela, contra la doctrina, esta oposicin lleg a hacerse plenamente
consciente. Nicols de Cusa pudo poner sus profundas enseanzas
en boca del profano, del idiota, que ve las cosas ms hondamente
que el orator y el philosophus con quienes habla. Con el origen
de la moderna ciencia natural, la oposicin como tal adquiere su plena firmeza, y al mismo tiempo el concepto de teora adquiere un
nuevo perfil. La teora significa ahora aquella explicacin de la diversidad de los fenmenos que permite el dominio prctico de los
mismos. Al ser entendida como instrumento, deja de ser una actitud
propia del hombre y, por no serlo, deja de reclamar para s misma
una verdad que sea ms que relativa.
Pues bien, semejante concepto de teora, tal como ha llegado a
ser obvio en el fondo para todos nosotros, conduce, cuando es aplicado a los fenmenos humanos, a una complicacin difcil de resolver. Parece ineludible que con l vaya asociado el optimismo acerca
del progreso, porque con el curso de la investigacin cientfica se alcanza incesantemente un nuevo conocimiento terico, cada vez ms
adecuado. Pero, en la aplicacin al mundo moral, esto conducira a
una fe absurda en el progreso moral. En este punto la crtica de
Rousseau contra la Ilustracin seal un veto imposible de desor.
Kant mismo confes: Rousseau me ha hecho ver adecuadamente
las cosas. La fundamentacin de la metafsica de las costumbres
no permite duda alguna de que la filosofa de la moral no puede sobrepujar nunca el conocimiento moral comn que es propio de la
razn, es decir, el conocimiento del deber de aquello sobre lo cual
su sencillo corazn y su recto sentir dicen qu es lo correcto. Sin
embargo, la reflexin de la filosofa moral no puede aparecer tampoco, segn Kant, como una simple teora. Kant ensea -por mucho
que d su negativa moral a la arrogancia intelectual de la Ilustracin- la necesidad de la transicin a la filosofa moral, y as en el
fondo ha seguido sucediendo siempre que la filosofa de la moral no
ha podido negar por completo la pretensin de ser, ella misma, de
relevancia moral. Un ejemplo. A Max Scheler, fundador de la tica
material de los valores, uno de sus discpulos le pidi explicaciones
de por qu si l describa tan convincentemente el orden de los valo-
119
120
Sobre la hermenutica
121
122
Sobre la hermenutica
123
124
Sobre la hermenutica
125
y no slo la forma de conflicto entre el deber ser y el querer. El concepto del valor, que se eleva aqu hasta tener incluso importancia sistemtica, deber romper las estrecheces de la restriccin al concepto del deber, es decir, a las simples metas de la tendencia y a las
normas del deber ser. Hay tambin cosas valiosas moralmente que
no pueden ser objeto de una tendencia y que no pueden preceptuarse. As, por ejemplo, no hay ninguna obligacin de amar. La reinterpretacin fatal efectuada por Kant del mandamiento cristiano del
amor, convirtindolo en un deber de hacer el bien en la prctica, habla con harta claridad en este sentido. Pues el amor, considerado incluso moralmente, es algo superior a la beneficencia practicada como un deber. Por eso, siguiendo la teora fenomenolgica de la
evidencia inmediata de todas las leyes de la esencia y del a priori en
general, Scheler fundament un sistema apriorstico de valores en la
inmediatez de la conciencia apriorstica del valor. Esta conciencia no
slo abarca las metas propiamente tales a las que tiende el querer
moral, sino que profundiza hacia abajo, penetrando en la esfera vital
y en la esfera de los valores de la utilidad, y se eleva hacia arriba llegando hasta la esfera de lo santo. Por tanto, semejante tica abarca
tambin realmente los contenidos sustanciales de la moralidad y no
slo el fenmeno de reflexin de la razn que examina la ley.
Sin embargo, aunque semejante tica de los deberes incluya expresamente en sus reflexiones el concepto del ethos y del cambio en
las formas del ethos, no puede sustraerse a la consecuencia inmanente de su pretensin metodolgica de intuir rdenes apriorsticos
de valores. Esto resalta con toda claridad en Nicolai Hartmann, que
no concibe la jerarqua apriorstica de los valores como un sistema
cerrado en s y que culmina en el valor de lo santo, sino como un
mbito abierto de valores, como un objeto inconmensurable de experiencia humana y, al mismo tiempo, como un terreno inmenso de
investigacin. El progreso de la investigacin va descubriendo incesantemente estructuras ms sutiles de valores y circunstancias ms
precisas de valores y corrige con ello la reinante ceguera a los valores. Pero esto, al final, significar que la tica, en cuanto investigacin acerca de los valores, lleva consigo un estmulo y un afinamiento de la conciencia de los valores morales. Por tanto, la filosofa
moral no puede, desde luego, ensearse con autoridad, es decir, no
puede fijar nuevos valores. Pero es capaz de desarrollar de tal mane-
126
Sobre la hermenutica
ra la conciencia de los valores, que esta conciencia descubra en s tales valores. Por eso, la filosofa moral, como dice Nicolai Hartmann,
tiene una funcin mayutica.
Con todo, semejante teora fracasa en la necesidad (conocida
rectamente por Scheler) de que toda moral es una forma concreta de
ethos. De manera totalmente inevitable, si esa teora representa en
filosofa moral la idea directriz de la tica material de los valores y
tambin la idea de un afinamiento infinito de la tica de los valores,
tendr que implicar y fundamentar un ethos propio y, por cierto, un
ethos tal, que a l se opongan otras formas de ethos. Pensemos, por
ejemplo en el valor de la plenitud, vulnerado por el pasar de largo
(Nietzsche), un valor que Hartmann recalca especialmente. La tica
de los valores tiene en s misma la barrera necesaria e insalvable de
marcar ella misma un ethos, lo cual est en contradiccin con la pretensin metodolgica de esa investigacin apriorstica de los valores. Ningn sistema moral humano, es decir, ningn sistema moral
histricamente vigente, puede satisfacer en absoluto esa pretensin
metodolgica. Es un sujeto infinito ese sujeto al que se refiere esencialmente la idea fundamental de un sistema apriorstico de valores.
As, la tica material de los valores, aunque a diferencia del formalismo kantiano abarque conjuntamente los contenidos sustanciales
de la moral, no logra alcanzar la puerta de salida que estamos buscando. La inmediatez de la conciencia de los valores y la filosofa de
la moral se hallan distanciadas.
En vez de todo lo anterior, preferimos orientamos por Aristteles 5 , en quien no existe un concepto de los valores, sino Virtudes
y bienes, y que lleg a ser el fundador de la tica filosfica por haber corregido la unilateralidad del intelectualismo socrtico-platnico, sin abandonar sus intuiciones esenciales. En efecto, el concepto de ethos, tal y como l lo pone como fundamento, expresa
precisamente que la Virtud no consiste slo en el saber; que la posibilidad de saber depende, ms bien, de cmo sea uno. Y ese ser de
cada uno ha experimentado, a su vez, su impronta precedente por
medio de la educacin y la forma de vida. Tal vez la mirada de Aristteles se dirige ms intensamente hacia la condicionalidad de nuesS. En este punto es de importancia fundamental mi estudio Praktisches Wissen,
de 1930, que entretanto se public por vez primera en mis Gesammelten Werke V; en
adelante citamos Obras completas V, 230ss.
127
128
Sobre la hermenutica
xa'ta<pE'yovtE~.
129
Por tanto, con toda certeza no sucede lo que podra parecer que
se afirma algunas veces en Aristteles, a saber, que la phronesis se
refiera nicamente a los medios correctos para alcanzar la meta previamente dada. Ms bien al contrario, es lo que determina, mediante la concrecin de la reflexin moral, la meta misma en su concrecin, es decir, lo que determina la meta como factible (como
ngax-tov aya{}v).
Ciertamente Kant tiene razn cuando ve en el ideal de la felicidad un ideal de la imaginacin ms que un ideal de la razn. Y, por
eso, es completamente cierto que no puede haber ningn contenido
viable de la determinacin de nuestra voluntad que sea universalmente vinculante y que pueda ser afirmado por nuestra razn como
ley moral en general. Pero habr que preguntarse si la autonoma de
la razn prctica, que nos asegura lo incondicional que es nuestro
deber contra las protestas de nuestras inclinaciones, representa ms
bien una mera condicin !imitadora de nuestra arbitrariedad, pero
no determina la totalidad de nuestro ser moral, el cual, dominado
por lo obvio que es lo recto, se comporta en cada caso prcticamente eligiendo lo que es factible. (Por hexis no se entiende una posibilidad para esto o para aquello, como lo son el poder y el saber,
sino una constitucin ntica como la naturaleza, un as y no de
otra manera).
Lo factible es, claro est, no slo lo que es recto, sino tambin lo
que es til, adecuado a su fin y, por tanto, lo que es correcto. La
compenetracin de estas rectitudes en la conducta prctica del individuo es evidentemente, segn Aristteles, aquello en lo que consiste lo que es bueno para el hombre. Es cierto que en el recto comportamiento moral no se acta en el sentido de la orientacin hacia
una finalidad como hace el artesano que conoce su oficio ('tXVll); la
accin moral no es slo recta por el hecho de que sea correcto aquello que de esta manera se produce, sino que su rectitud se halla tambin, y principalmente, en nosotros mismos, en el cmo de nuestra conducta como acta precisamente el hombre que es recto (EA
onouoai:or; avrw ). Pero tambin es verdad, inversamente, que la
accin moral, que depende mucho ms de nuestro ser que de nuestra
conciencia expresa (Eiowr;), nos produce constantemente a nosotros
mismos tal como somos (y no: tal como nosotros sabemos que somos). Pero, por eso, la totalidad de nuestro ser depende de capaci-
130
Sobre la hermenutica
dades, posibilidades, circunstancias, que no se han puesto sencillamente en nuestras manos; abarca la eupraxia, hacia la que se orienta nuestra accin, y la eudaimonia, para la cual estamos dispuestos y
hacia la cual tendemos, en grado mayor de lo que somos nosotros
mismos. Nuestra accin se halla en el horizonte de la polis y ampla
as nuestra eleccin de lo factible hacia la totalidad de nuestro ser
social externo.
La tica demuestra ser una parte de la poltica. Pues la concretizacin de nosotros mismos, cuyo esbozo se halla diseado en las figuras de las virtudes y en su ordenacin a la forma de vida ms alta
y ms deseable, va mucho ms all de lo que los griegos denominaban polis y de cuya recta configuracin todos son conjuntamente
responsables. Esto es lo que hace que comprendamos que un tema
central de la pragmateia aristotlica sea la amistad, no como amor
de amistad, sino como lo intermedio entre las virtudes y los bienes,
que slo se obtiene met'aretes, y sin cuya posesin (en constante peligro) no puede concebirse una vida plena 8
As que Aristteles, en la decisin moral, no acenta aquella excelsa absolutividad que Platn y Kant requieren. Es verdad que Aristteles sabe tambin que la accin moral, haciendo justicia a su finalidad, no persigue sencillamente fines elegidos a capricho, sino que
lo elegido se elige por s mismo, porque es bello, pero esto se halla
siempre en el conjunto de un ser !imitador y condicionador de mltiples maneras: un ser que hay que ver y que hay que dominar. Aun el
ideal ms excelso de la existencia humana, la pura contemplacin,
hacia la cual se encamina tambin toda la estructura de la tica aristotlica 9 , lo mismo que la de Platn, permanece referido a la vida actuante y su recto dominio, del cual esa vida misma depende.
Con ello, empero, se hace fecundo para la filosofa moral ese
sentido genial para lo condicionado mltiplemente, el sentido que
caracteriza la profundidad especulativa de Aristteles. Y se hace fecundo porque aqu -y slo aqu- se obtiene una respuesta a la pregunta que nos inquieta, a saber, cmo es posible una tica filosfica,
8. Cf., a propsito, mi estudio Freundschaft und Selbsterkenntnis, en FS fr
U. Holscher. Abhandlungen zur Altertumswissenschaft NF 1 (1985) 25-33 (tambin
recogido en Obras completas VII, 396-406).
9. Cf., a propsito, mi recensin del comentario de Gauthier-Jolif, L'thique a
Nicomaque, Philosophische Rundschau 1O (1962) 293ss (tambin en Obras completas VI, 302-306).
131
132
Sobre la hermenutica
133
la absolutividad moral de una genuina decisin. Slo que precisamente la condicionalidad de nuestra intuicin en general -dondequiera que no se trate de una decisin en el sentido eminente de la
palabra, sino de una eleccin de lo mejor (prohairesis)- no es una
deficiencia ni un lmite. Tiene como su contenido positivo la determinacin socio-poltica del individuo. Pero esta determinacin es
ms que una dependencia de las condiciones cambiantes de la vida
social e histrica. Es cierto que cada cual depende de las ideas de su
poca y de su mundo, pero de ah no se sigue ni la legitimidad del
escepticismo moral ni la de la manipulacin tcnica de toda la formacin de la opinin bajo la perspectiva del ejercicio del poder poltico. Los cambios que tienen lugar en las costumbres y en la manera de pensar de una poca, y que sobre todo causan en los
mayores la amenazadora impresin de una total disolucin de las
costumbres, se efectan sobre un fondo sereno. La familia, la sociedad y el Estado determinan la estructura esencial del hombre, llenando su ethos con contenidos que varan. Es verdad que nadie sabe decir todo lo que puede llegar a ser del hombre y de sus formas
de convivencia y, sin embargo, esto no quiere decir que todo sea posible y que todo pueda instituirse segn la arbitrariedad y el capricho, tal como el poderoso lo quiera. Hay algo que es recto por naturaleza 10 Aristteles, en lo que respecta a la condicionalidad de todo
saber moral por el ser moral y poltico, encuentra su apoyatura en la
conviccin, compartida con Platn, de que el orden del ser es suficientemente poderoso para poner un lmite a toda confusin humana. A pesar de toda desfiguracin, sigue siendo indestructible la
idea: Qu fuerte es la polis, a pesar de su propia naturaleza! 11
As, Aristteles puede reconocer en el contenido de su doctrina sobre el ethos la condicionalidad de todo ser humano, sin que
esta doctrina misma niegue su condicionalidad. Una tica filosfica que no slo conoce su propia problematicidad de esta manera,
sino que precisamente tiene esa problematicidad como su contenido esencial, me parece a m que es la nica que satisface la absolutividad de lo moral.
10. Ms detalles sobre ello en Wahrheit und Methode, 302ss y 490s (tambin en
Obras completas 1, 324ss; y Il, 40ls) (versin cast.: Verdad y.mtodo 1, Sgueme, Salamanca 8 1999, 368ss y 581 s.
11. Platn, Polit. 302a.
De la palabra al concepto.
La tarea de la hermenutica como filosofa
136
Sobre la hermenutica
137
y a lo que yo tengo bien presente, cuando este tema se dirige a la actual situacin del mundo y a nuestra cosmovisin, que ya no es nicamente eurocntrica.
Pues ya no cabe ninguna incertidumbre acerca de que nuestra civilizacin cientfica y su increble capacidad de modificacin de las
realidades de la naturaleza para ponerlas al servicio del aprovechamiento y de la vida y de la supervivencia de los hombres, se ha convertido -por sus efectos- en un gigantesco problema mundial. No
cabe duda de que todo esto es uno de los enormes problemas que se
nos plantean, entre otras cosas porque la ciencia nos ha enseado cada vez ms qu episodio tan breve representa la humanidad en la
evolucin del universo.
Con el privilegio de poseer nuestra capacidad actual para la
transformacin de la realidad existente hemos recibido un ltimo
gran don, o hemos recibido con l quizs una tarea que sobrepasa todos los poderes de nuestro entendimiento? No hace falta ms que
echar una ojeada por el mundo: hoy da predomina el mismo pensamiento mate matizado y formal en el Japn o en China, en la India,
en Sudfrica o en Sudamrica, es decir, fuera de esta metrpoli civilizadora con su tradicin de pensamiento y de cultura europeos y anglosajones. Cmo se compagina esto? O es que lo uno es dominado sencillamente por lo otro? De algn modo se va dibujando una
uniformidad global. No pretendo afirmar que el cuarto de bao britnico haya significado una revolucin o que el traje europeo lo sea
en las oficinas del Japn, China o la India. Pero se da, por lo menos
en determinados mbitos de la vida, una unificacin de patrones culturales que, como una revolucin, va dando vuelta a todo.
Es un hecho digno de reflexin que grandes grupos humanos enteramente diferentes por el culto, la religin, la veneracin de los antepasados, en una palabra, por una convivencia colectiva completamente distinta en los rdenes sociales de esas culturas, se hallen
confrontados de repente con este grandioso dominio metdico de la
ciencia. Todos nosotros podremos medir seguramente nuestro destino segn la forma que adopte o, mejor dicho, segn la forma que
nosotros demos a esa armonizacin o a ese choque o a esa nueva
mezcla de culturas, que quizs prepare tambin nuestro propio futuro. Nuestro destino se decidir en la medida en que ese mundo marcado por la ciencia -que fue formulado filosficamente por medio
138
Sobre la hermenutica
139
Esto no se hizo en una poca que consideraba que la ciencia fuese el maestro absoluto para alcanzar la certeza. No debemos olvidar
que Hegel, cuando tenda a formular su gran sntesis entre el saber
absoluto de la metafsica y el saber exacto de las ciencias metodolgicas, contemplaba tambin a la vez el mensaje del arte y de la religin. Por tanto, para l no se trataba nicamente de dominar los
terrenos de las realidades con ayuda de la abstraccin y de la medicin, sino que tambin se trataba precisamente de aquellas formas
del saber o del interrogar que no nos dejan impasibles, cuando nos
hallamos ante obras de arte o nos sentimos conmovidos por creaciones poticas. Incluso las obras que invitan a la reflexin teolgica o que satisfacen la necesidad piadosa del ser humano de reflexionar ms all de su finitud, alcanzan la intensidad que conmueve
en aquellas otras obras.
Hubo un tiempo en que se era muy consciente de que ese saber
era un saber distinto de aquel que tiene su base nicamente en las
matemticas o en la lgica. Entonces, por ejemplo, al estudio del derecho se lo llamaba <<jurisprudencia, es decir, un estilo de prudencia. Los estudiosos del derecho tenan que conformar en s mismos
una especie de discernimiento para hablar acerca del derecho de manera ponderada, diferenciada y objetiva.
Semejante ideal de la ciencia cmo ha podido entretanto absolutizarse hasta el punto de que hoy no se habla solamente de la ciencia jurdica, sino incluso de la ciencia del arte? Y, sin embargo,
antes se hablaba de la historia del arte. En nuestros das se habla incluso de la ciencia literaria, mientras que antes se hablaba de la
historia de la literatura. Es decir, se supona de antemano: en estos
terrenos no se puede saber de la misma manera que se adquiere saber en las modlicas ciencias naturales por medio de la medicin y
de las matemticas. Para ello se necesita un don distinto.
Cuando aqu, en una institucin orientada a las ciencias sociales
y a las ciencias del espritu, tengo el honor de hacer uso de la palabra, lo hago tambin precisamente con esta conciencia de que ambos
grupos de ciencias no son ciencias en sentido propio, estrictamente
matemtico y cientfico-natural. Yo creo que tambin las ciencias sociales, aunque han utilizado igualmente mtodos matemticos en sus
formas de investigacin metodolgica y crtica creadas a travs de la
historia, estn guiadas a su vez, y no obstante, por otra cosa distin-
140
Sobre la hermenutica
ta: por modelos histricos, por la experiencia, por avatares del destino, y -en todo caso- por otra clase de exactitud de la que existe, por
ejemplo, en la fsica matemtica.
En la fsica se habla de la precisin que da la aplicacin de mtodos matemticos. Ahora bien, la precisin en la aplicacin de las
matemticas a la praxis de la vida ser tan grande como la del odo
de un msico, que por fin queda contento del sonido de un instrumento? No existen formas enteramente distintas de precisin, que
precisamente se hallan en un mbito en el que no se aplican reglas o
aparatos, sino que hay que acertar con lo justo, que es algo que est
por encima de las reglas o los aparatos? Aqu podra extenderme sin
fin para presentar como plausible lo que realmente pienso cuando
afirmo que la hermenutica, en este sentido, no es primeramente una
enseanza metodolgica de las ciencias del espritu. La hermenutica es, ms bien, una intuicin fundamental acerca de lo que el pensamiento y el conocimiento significan para el hombre en la vida
prctica, aunque trabajemos con mtodos cientficos.
Se precisa una capacidad peculiar para hacer un recto uso del saber. Platn, en cierta ocasin -que por cierto no est tan alejada del
contexto actual- se plante la pregunta acerca de qu es lo que constituye al verdadero poltico. Me atrevo a decir que Platn, al preguntarse esto, no pensaba en el triunfo en las prximas elecciones. Pero
deba de tener en su mente algo esencial, un don enteramente determinado, a saber, cierto sentimiento instintivo sobre el equilibrio,
sobre las situaciones de equilibrio y las muchas posibilidades para
crear y controlar situaciones de equilibrio. En su dilogo acerca del
verdadero poltico, Platn habla en una ocasin extensamente acerca
de esa capacidad. Parte de que hay dos posibilidades distintas de medir. Las dos parecen imprescindibles. Una manera de medir es la de
llegarse a las cosas con un patrn de medida, para hacerlas disponibies y dominables -del mismo modo que en Pars se conserva el famoso patrn internacional del metro, con arreglo al cual se hacen todas las mediciones mtricas-. En este caso se trata evidentemente del
poson, de la cantidad. La otra manera de medir consiste en que uno
mismo d con la medida acertada en aquello que est midiendo. Eso
lo conocemos, por ejemplo, por el prodigio de la armona de tonos, o
por el armnico bienestar al que denominamos salud. En estos casos
se trata de lo que los griegos denominan poion, la cualidad.
141
Hace poco, en un libro titulado Die Verborgenheit der Gesundheit (Lo recndito de la salud), tuve ocasin de recordar esta distincin, precisamente cuando se trata de la enfermedad como objeto de la ciencia mdica. En efecto, la enfermedad es en s una
especie de amenaza contra la que hay que estar prevenidos. Pero
cuando uno se pone enfermo, entonces necesita al mdico, necesita
sus conocimientos y habilidades, y se confa en ese caso en que el
mdico domine la enfermedad. La salud, evidentemente, es algo
muy distinto, que nosotros no podemos tener en cuenta o dominar
de la misma manera. La salud es, ms bien, algo a lo que vamos siguiendo, como seguimos una senda y tenemos la sensacin de que
ahora vamos bien. Entonces la senda que queda bajo nuestros pies
se convierte en el camino. Hay tambin otros casos, adems del de
hallarse sano, que yo quisiera situar fundamentalmente al lado del
ideal de la dominabilidad por medio de la ciencia.
Por procedimiento o mtodo cientfico se entiende la objetividad,
y desde luego es acertado que se pongan bajo control crtico los presupuestos subjetivos que uno suele llevar consigo y desde los cuales
lo observa todo. Por eso, las comprobaciones de la ciencia deben ser,
en principio, claras y verificables para todos y cada uno, y por su
misma idea deben hacer posible el conocimiento cientfico. Hasta
ah todo est bien. Pero no olvidemos la etimologa de objeto.
Obiectum en latn es lo que est opuesto, lo que se halla enfrente y
opone resistencia. Aqu, en el mbito de la enfermedad y de la salud,
se trata siempre de un saber que no domina sencillamente el campo
de lo opuesto, el campo de lo objetivo. A la naturaleza no podemos
reconstruirla sencillamente en sus caminos. Tenemos que contentarnos con quebrantar la resistencia de la enfermedad y con ayudar a la
naturaleza a que recupere su propio dominio oculto. Pero esto requiere el arte del mdico; es preciso que el mdico sepa acertar con
las reglas y con la medida correctas. Tal cosa no es slo ciencia, sino otro saber distinto, que se retrotrae, por decirlo as, en su propia
realizacin. Ciertamente este concepto de arte, que en el fondo lo
nico que hace es ayudar a la naturaleza, es algo distinto de lo que
son las artes creativas y plsticas y las artes literarias. Pero, a pesar
de todo, hay aqu afinidad en la accin, y con ello hay un deslinde
frente a la objetividad de la ciencia. Tanto en un caso como en el
otro no se trata de la mera aplicacin de reglas.
142
Sobre la hermenutica
143
Platn dice expresamente que en l lo que importa son las dos maneras: la medida que mide, y lo proporcionado (lo medido) que
uno trata de encontrar. Hay tambin otros casos por el estilo, que me
gustara situar en pie de igualdad junto al ideal del procedimiento
cientfico. En el caso de la ciencia se trata de un saber que rompe la
resistencia y que tan slo al final exige tambin arte, una destreza artstica, como la que ilustr en el ejemplo del mdico. Ese otro
saber se sustenta a s mismo en su propia capacidad, porque se emplea a s mismo. sta es la razn de que yo me ocupe de esas formas
del saber, no porque posea especial predileccin por las artes. Pero
eso no puede serlo todo. Una de las dos formas de medir no es ms
importante que la otra. No, sino todo lo contrario: las dos formas son
importantes.
Esto es lo que tambin conocemos en la palabra alemana: tiene
una esencia medida, siempre en adecuacin. En todo ello se expresa algo de la seguridad que da el equilibrio entre la apertura y el reposo-en-s mismo. Ahora bien, no nos hallamos aqu en el terreno de
las ciencias sociales. Yo no tengo en absoluto ninguna competencia
para hablar de lo que, por ejemplo, el politlogo conoce como experto en la materia. Pero, as y todo, reflexionen ustedes sobre lo que
es la poltica, y sobre el milagro del equilibrio. Qu es eso, en
realidad? Ofrecer el ejemplo de lo que yo mismo experiment en
mi juventud cuando aprenda a montar en bicicleta. Durante mi solitaria juventud consegu una bicicleta para entretenerme. Tuve que
aprender, completamente solo, a montar en bicicleta. En nuestro
gran jardn haba una explanada amplia y despejada; as que intent
aprender por m mismo a montar en bicicleta. Me sub a ella y, despus de algunos fracasos, tuve la gran experiencia: cuando me agarraba convulsamente al manillar, no haca ms que tropezar con todos los obstculos! Pero, de repente, ya ms tranquilo, pude guardar
el equilibrio y todo iba como la seda! Hasta el da de hoy veo en este ejemplo cul es el saber del poltico y cmo se define su tarea: tiene que crear situaciones de equilibrio, si es que quiere llevar bien la
direccin y llegar a la meta.
Si un poltico quiere acumular posibilidades para el futuro, entonces ha de ser convincente. Y eso no es tarea fcil. Aqu hay un
punto decisivo al igual que en nuestro ejemplo. Resulta increble
que agarrar con un poco menos de fuerza el manillar, pero slo una
144
Sobre la hermenutica
145
146
Sobre la hermenutica
147
11
Sobre la esttica
La esttica y la hermenutica
152
Sobre la esttica
153
/54
Sobre la esttica
155
156
Sobre la esttica
157
extraa. Pero lo de hacer accesible lo extrao no significa una simple reconstruccin histrica del mundo en el que una obra artstica tuvo su significacin y funcin original, sino que significa tambin la percepcin de lo que se nos dice a nosotros. Tambin esto es
siempre ms que el sentido enunciable y captado de esa obra. Lo
que nos dice algo, como aquel que a uno le dice algo, es una cosa
extraa en el sentido de que nos sobrepasa. Por eso, en la tarea del
entender hay una doble extraeza, que en realidad es una misma y
nica extraeza. Sucede lo mismo que con toda habla. No slo ella
nos dice algo, sino que alguien es quien a uno le dice algo. Entender
el habla no es entender el tenor literal de lo dicho, percatndose paulatinamente de los significados verbales, sino que es percatarse del
sentido homogneo de lo dicho -y esto se halla siempre ms all de
lo que lo dicho enuncia-. Lo que se dice podr ser difcil de entender, cuando se trata de una lengua extranjera o de una lengua antigua, pero ms difcil todava, aunque se entienda sin ms lo que se
dice, es dejar que a uno le digan algo. Ambas cosas pertenecen a la
tarea de la hermenutica. No es posible entender, si uno no quiere
entender, es decir, si uno no quiere que le digan algo. Sera una abstraccin inadmisible pensar que primero habra que crear la simultaneidad con el autor o con el lector original mediante la reconstruccin de la totalidad de su horizonte histrico, y que slo entonces se
comenzara a percibir el sentido de lo dicho. No, sino que una especie de expectacin del sentido rige desde un principio el esfuerzo
por lograr la comprensin.
Ahora bien, lo que de esta manera se aplica a toda habla, se aplica de manera eminente a la experiencia del arte. Aqu hay ms que
expectacin del sentido; hay lo que a m me gustara llamar afectacin por el sentido de lo dicho. Toda experiencia del arte entiende no
slo un sentido conocible, tal y como sucede en la funcin de la hermenutica histrica y en sus relaciones con los textos. La obra artstica que dice algo nos confronta con nosotros mismos. Esto quiere
decir que esa obra enuncia algo que, tal como se dice, es como un
descubrimiento, es decir, algo que pone al descubierto lo que se hallaba oculto. En esto se basa la afectacin de que hablbamos. As
de verdadero, as de ntico no es nada que uno conozca ya de otra
manera. Todo lo conocido queda sobrepasado. Por tanto, entender lo
que a uno le dice la obra artstica es, ciertamente, un encontrarse
158
Sobre la esttica
consigo mismo. Pero, por ser un encuentro con lo autntico, por ser
una familiaridad que incluye la accin de sobrepasar, la experiencia
del arte es, en sentido genuino, experiencia, y tiene que dominar incesantemente la tarea que la experiencia le plantea: integrarla en la
totalidad de la propia orientacin en el mundo y en la totalidad de
la propia autocomprensin. Lo que constituye precisamente el lenguaje del arte es que habla ntimamente a la propia autocomprensin
de cada uno. Ms an, precisamente su presencia actual hace que la
obra se convierta en lenguaje. Todo lo que importa es la manera en
que se diga algo. Pero esto no significa que se reflexione sobre lo
que constituye el medio para el decir. Todo lo contrario: cuanto ms
convincentemente se dice algo, tanto ms aparece como cosa obvia
y natural la singularidad y la unicidad de ese enunciado, es decir, ste concentra totalmente al interpelado en lo que se le est diciendo,
y le prohbe en el fondo que se pase a una distanciada diferenciacin
esttica. En efecto, la reflexin sobre el medio para decir algo es,
por lo dems, cosa secundaria frente a la intencin genuina que tiende hacia lo dicho, y es algo que en general se omite, cuando hay personas que, estando presentes, se dicen algo la una a la otra. Pues lo
dicho no es, en absoluto, lo que se ofrece como una especie de contenido del juicio en la forma lgica de un juicio. Sino que significa
lo que uno quiere decir y lo que uno debe dejar que le digan. No hay
entender cuando uno trata de captar ya de antemano lo que se le
quiere decir, afirmando que eso l ya lo sabe.
Todo esto se aplica de manera eminente al lenguaje del arte.
Claro est que no es el artista el que aqu habla. Podra suscitar,
desde luego, un posible inters lo que el artista tiene que decir, ms
all de lo que se ha dicho en esa obra concreta y de lo que dice en
otras obras. Pero el lenguaje del arte significa el exceso de sentido
que reside en la obra misma. En ello se basa el carcter inagotable
de la obra, que la caracteriza frente a toda accin de trasladarla al
concepto. Sguese de ah que, para la comprensin de una obra de
arte, uno no puede contentarse con la acreditada regla hermenutica de que la mens auctoris limita la tarea de comprensin que un
texto plantea. Al contrario, precisamente por la extensin del punto de vista hermenutico al lenguaje del arte, se ve con claridad lo
poco que basta la subjetividad del opinar para designar cul es el
objeto del entender. Esto tiene un significado por principio, y por
159
ello la esttica es un elemento importante de la hermenutica general. Esto se hallara indicado terminantemente.
Todo lo que -en el sentido ms amplio- nos habla como tradicin, plantea la tarea de entender, sin que entender signifique en general actualizar de nuevo en s los pensamientos de otra persona.
Esto no slo nos lo ensea con convincente claridad, como se expuso anteriormente, la experiencia del arte, sino que lo ensea igualmente la comprensin de la historia. Pues la autntica tarea histrica lo que plantea, no es en absoluto la comprensin de las opiniones
subjetivas, de los planes y de las experiencias de las personas que
son sujetos pasivos de la historia, sino que lo que hay que entender
es el gran contexto de sentido de la historia, ese contexto al que se
aplica el esfuerzo interpretativo del historiador. Las opiniones subjetivas de las personas que se hallan en el proceso de la historia son
raras veces, o no son nunca, de tal ndole que una posterior apreciacin histrica de los acontecimientos confirme la estimacin que de
los mismos tuvieron los contemporneos. La significacin de los
acontecimientos, su entrelazamiento y sus consecuencias, tal como
se presentan en una visin histrica retrospectiva, dejan atrs la
mens actoris, de la misma manera que la experiencia de una obra artstica deja atrs la mens auctoris.
La universalidad del punto de vista hermenutico es extensa.
Cuando yo formul 2 el ser que puede ser comprendido es lenguaje, tal afirmacin no es ciertamente una tesis metafsica, sino que
describe, desde el centro del entender, la amplitud ilimitada de su
mirada en derredor. El hecho de que toda experiencia histrica se
ajusta a esta proposicin, lo mismo que se ajusta la experiencia de la
naturaleza, es algo que podra mostrarse fcilmente. A fin de cuentas, la expresin universal de Goethe todo es smbolo (y esto quiere decir: cualquier cosa seala hacia otra) contiene la formulacin
ms extensa de la idea hermenutica. El todo de Goethe no es un
enunciado sobre lo que es un ente cualquiera, sino acerca del modo
en que ese ente se encuentra con el entender del hombre. Nada puede existir que no sea capaz de significar algo para el hombre. Pero
hay algo ms en todo ello: nada se desvela en el nico significado
que ofrece precisamente a alguien. En el concepto que Goethe tiene
de lo simblico se halla no slo la imposibilidad de abarcar con la
2. Verdad y mtodo 1, 567.
160
Sobre la esttica
8
Acerca de la verdad de la palabra
Engao por el lenguaje, sospecha de ideologa o incluso sospecha de metafsica: tales son hoy da las expresiones habituales que
afirman que hablar de la verdad de la palabra equivale a una provocacin. As sucede por completo cuando se habla de la palabra.
Pues, si algo parece que est asegurado y fuera de toda discusin,
entonces es que el habla acerca de la verdad tiene su aplicacin nicamente en lo compuesto (Ev ouvfroEL ad), en la frase, y aunque
-con los griegos- pueda denominarse alethes a la percepcin que
capta las cualidades sensoriales especficas, y al contenido de quiddictad de lo que se quiere decir, sin embargo es absurdo, en todo caso, hablar de la verdad de la palabra, siendo as que sta se diluye
por entero en lo que el habla quiere dar a entender. No sera ya una
palabra, si como palabra pudiera ser falsa. El habla formada por palabras puede ser nicamente falsa o verdadera en el sentido de que
se cuestione la opinin que en ella se expresa acerca de la realidad
efectiva.
Sin embargo, la palabra no es slo la palabra aislada, el singular en relacin con las palabras que, juntas, constituyen el habla.
Sino que la expresin enlaza ms bien con una manera de hablar segn la cual la palabra tiene un significado colectivo e implica una
relacin social. La palabra que a uno se le dice, tambin la palabra
que a uno se le da, o cuando alguien dice refirindose a una promesa
eso no son ms que palabras, no significa una sola palabra, y aun
cuando sea la nica palabra S, ello significa ms, infinitamente
ms, que lo que una persona pueda dar a entender. Cuando Lutero
traduce por Wort (Palabra) el Lagos del que se habla en el prlogo
del Evangelio de Juan, detrs de ello se encuentra toda una teologa
de la Palabra, una teologa que -por lo menos- se remonta a las interpretaciones que da san Agustn de la Trinidad. Con todo, incluso el
lector sencillo va a entender que Jesucristo, para el creyente, es lapa-
162
Sobre la esttica
labra (o promesa) viva, hecha carne. Cuando en lo sucesivo preguntemos acerca de la verdad de la palabra, no se tratar de una palabra
determinada, ni tampoco de la palabra que, por su contenido, significa la promesa de salvacin; pero, no obstante, habr que mantener
bien presente que la palabra vive entre los hombres y que la palabra, en todas sus manifestaciones en las que se es enteramente lo
que es, tiene una propia existencia fiablemente estable. A fin de
cuentas, es siempre la palabra la que es, sea que una persona existe en la palabra o salga fiadora de la palabra, por ser quien la ha pronunciado, o como aquel que toma a alguien la palabra. La palabra
es ella misma. La palabra, a pesar de que se pronuncie una sola
vez, est ah permanentemente, como mensaje de salvacin, como
bendicin o maldicin, como oracin, o tambin como precepto y
ley y juicio proclamado, o como la saga de los poetas y el principio
fundamental de los filsofos. Da la impresin de ser ms que una
realidad externa que se pueda decir de tal palabra que est escrita
y que esa palabra se documenta a s misma. Pues bien, a esas maneras de ser palabra, que -segn su propio sentido de vigencia- hacen cosas y no pretenden simplemente comunicar algo verdadero,
a esas maneras es a las que se les plantea la pregunta acerca de qu
es lo que puede significar que sean verdaderas y que lo sean como
palabra. Enlazo as con la conocida problemtica de Austin encaminada a hacer que la palabra potica sea visible en su rango ntico.
Para hacer que esta pregunta sea significativa, hemos de aclarar
lo que aqu puede significar verdad. Est claro que la definicin
tradicional de la verdad como adaequatio rei et intellectus no desempea ninguna funcin all donde la palabra no se entiende como
un enunciado acerca de algo, sino que, como una existencia propia,
eleva y cumple en s misma una pretensin ntica. Pues el singular
designado, el nmero singular, que corresponde a la palabra, contena en s mismo una inadecuacin lgica esencial, porque la palabra seala hacia una infinitud intrnseca de posibles respuestas (Antworten, palabras de rplica), todas las cuales son adecuadas (y,
por tanto, ninguna lo es). Habr que pensar en la aletheia griega, cuyo significado fundamental nos ense Heidegger. No me refiero
nicamente al sentido de a-letheia con alfa privativa, como accin
de desvelar. Esta afirmacin, como .tal, no era tan nueva, y haca ya
mucho tiempo que se haba visto que, en conexin con verbos de de-
163
164
Sobre la esttica
165
como palabra, no slo sea un desvelar, sino igualmente, y precisamente por eso, haya de estar velando y ocultando, eso no se poda
comprender desde la analtica trascendental del existir humano. Todava en la famosa confrontacin de Davos (Suiza) con el autor de la
obra Philosophie der symbolischen Formen, Heidegger insista en
la autocomprensin del existir humano frente al mundo intermedio
de las formas.
Sin embargo, si el desvelar y el velar se conciben realmente como momentos estructurales del ser, si la temporalidad corresponde al ser y no slo al ente, que mantiene el puesto al ser, entonces
persiste, s, la distincin del hombre consistente en ser ah, y persiste igualmente no slo el hallarse en casa en el lenguaje, sino que
en el lenguaje que hablamos el uno con el otro, el ser est ah. Y
todo esto no por una resolucin existencial, que uno pudiera tambin
omitir, sino porque el estado de resolucin del ser-ah es apertura para el ah. Pero entonces, a partir de l, no habr que pensar como
si la palabra autntica fuese la palabra de la autenticidad -y no la palabra de las habladuras-, sino que lo que es la palabra autntica -la
palabra como palabra verdadera- habr que determinarlo a partir del
ser, afirmando que es la palabra en la que acontece verdad. De este
modo, podremos enlazar con las ideas posteriores de Heidegger y
plantear la cuestin acerca de la verdad de la palabra. Tal vez, al
plantear esta cuestin, podremos acercarnos de forma concreta a las
ideas de Heidegger y as a locuciones enigmticas como la que habla de la iluminacin del ser.
Qu es la palabra autntica, es decir, no la palabra en la que se
diga algo verdadero o incluso la suprema verdad, sino la palabra
en el sentido ms propio? Ser palabra significa ser diciendo. Y, dentro de la infinita diversidad en la que se hallan las palabras para poder
escoger aquellas que sean las que ms digan, hemos de volver a reflexionar sobre el carcter de lo que verdaderamente es una palabra: que la palabra est y que uno est en ella. Esto implica evidentemente que la palabra, con lo que ella dice o con lo que ella
hace diciendo, eleva una permanente pretensin de validez, y ya me
refer a que el misterio de la posibilidad de escritura de la palabra
confirma esta pretensin. Por eso, no es tan arbitrario ni tan absurdo,
como podra parecer a primera vista, que yo defina como texto a
la palabra que est diciendo genuinamente. Esto, obviamente, tiene
166
Sobre la esttica
slo un sentido metodolgico. Con ello no debe negarse la autenticidad, la originalidad, la fuerza significativa, el poder de decisin,
que se hallan en el habla viva o en la oracin, en el sermn, en la
bendicin y maldicin, en el discurso poltico. Simplemente, se asla metodolgicamente la cuestin acerca de lo que hace que la palabra como palabra sea verdadera. El hecho de que haya tambin textos que slo recuperen su ser de palabras en el acto de su inteleccin,
de su lectura en pblico, de su proclamacin, no modifica el hecho
de que el contenido del texto, y nada ms que l, sea lo que aqu revive, es decir, la palabra potencial que dice algo. El que est ah
cuando hay texto hace patente lo que la palabra es como decidora, es decir, lo que constituye su ser de decir.
A la propiedad de decir, que es propio de la palabra, aislado de
esta manera, es a lo que denomino enunciado (o declaracin).
Pues, en realidad, el enunciado, a pesar de toda la problemtica de
su uso y de su abuso, por ejemplo, en los procesos judiciales (en los
que se entiende como declaracin), es algo que puede fijarse por
su esencia misma y, aunque no es irrevocable, sin embargo es vlido
sin tal revocacin, es decir, por de pronto. Su validez incluye el que
sea vlido lo que en l se dice, y que eso sea lo nicamente vlido;
en todo ello la controversia en tomo al contenido claro y unvoco de
un enunciado, y en tomo a si est justificado el recurrir a l, confirma indirectamente la pretensin de claridad unvoca. Consta sin ms
que el enunciado (o declaracin) de los testigos ante el tribunal no
adquiere de veras su valor de verdad sino a partir del contexto de la
indagacin. De este modo, la palabra enunciado se impuso precisamente en el contexto hermenutico, por ejemplo, en la exgesis
teolgica o en la esttica literaria, porque este trmino es capaz de
indicar que se trata puramente de lo dicho como tal, sin que haya
que remitir a la ocasionalidad del autor, y que tan slo la interpretacin del texto como un conjunto es lo que hace visible su significado. Por tanto, es un gran error que, por tal concentracin en el texto, cuyo enunciado es como una totalidad, quisiera debilitarse el
carcter de suceso de la palabra. Es entonces cuando este carcter
resalta en su plena significacin.
Ahora bien, hay ciertamente fijacin escrita de lo hablado, aunque no se trate de un texto en el pleno sentido de la palabra. As, por
ejemplo, todas las anotaciones privadas, los apuntes, las notas fina-
167
les que se toman de lo hablado, servirn nicamente como un apoyo para la memoria. Aqu est claro que la anotacin escrita no adquiere su vida sino remitindose a la memoria fresca. Semejante texto no se enuncia por s mismo. Y, por tanto, si fuera publicado en s,
no dice nada que diga algo. Semejante texto es slo el vestigio escrito de un recuerdo vivo por s mismo. Por el contrario, al desligarse, queda claro en qu sentido hay textos que tienen realmente el carcter de enunciado, es decir, que son una palabra en el sentido
explicado anteriormente, una palabra que est dicha (y no slo algo
trasmitido). Por tanto, definimos ms concretamente la palabra como lo que dice por el hecho de que est dicho lo que dice. Y nos preguntamos de nuevo qu palabra, que es as una palabra dicha, es la
que ms dice y, por tanto, la que puede llamarse verdadera.
Distinguimos tres formas de texto que, en este sentido, son enunciado: el texto religioso, el texto jurdico y el texto literario, debiendo quizs este ltimo diferenciarse ms todava para abarcar distintas formas de enunciado, como son la palabra potica, la sentencia
especulativa de los filsofos y la unidad lgica fundamental del juicio predicativo. Pues tambin a este ltimo hay que incluirlo, por
cuanto el carcter general de la palabra es ser diciendo y, por tanto,
ninguna palabra es separable del mero hecho de hacer presente mostrando -lo que llamamos juicio-, cuando el juicio se halla en el contexto de una argumentacin.
Pues bien, la diferencia entre estos modos de palabras residir exclusivamente en el carcter de palabra, y no afluir slo a la palabra
desde fuera, desde las circunstancias de su ser de palabra dicha. Lo
que ha sido dicho se cuenta -en todas sus manifestaciones- entre la
literatura. Pues precisamente caracteriza a la literatura el hecho de
que su hallarse escrita no representa una mengua de su ser original,
de su ser oral y vivo, sino que es su forma ntica originaria, que a su
vez admite y requiere el acto secundario del leer o del hablar. En
coordinacin con estos tres modos fundamentales de textos se pueden situar tres formas fundamentales de decir: la promesa, el anuncio y el enunciado (o declaracin) en sentido estricto, que puede ser
enunciado en sentido destacado, porque la declaracin conduce hasta su verdadero fin y, de esta manera, es la palabra que ms dice.
Con ello no se excluir que, por ejemplo, el texto religioso -pero
tambin el texto jurdico- sea declaracin en toda la extensin de
168
Sobre la esttica
nuestro concepto, es decir, que en su modo de realidad oral o escrito, contenga el carcter especfico de su decir. Por tanto, no sucede
que un enunciado que no fuera todava promesa, se convierta slo en
promesa por el hecho de que alguien se lo diga amistosamene a alguien, por ejemplo, como consuelo o para infundir seguridad; dicho
enunciado tiene en s mismo el carcter de promesa y ha de ser entendido como tal. Pero esto quiere decir que en la promesa el lenguaje se sobrepasa a s mismo. Bien sea que est orientada hacia la
antigua alianza o hacia la nueva, la promesa no tiene su plenitud en
s misma, a la manera que un poema tiene su plenitud en s mismo.
Por eso, la palabra solemne de promesa encuentra -por decirlo assu plenitud en la aceptacin de la misma con fe, al igual que cualquier promesa no llega a ser vinculante, sino cuando es aceptada. De
manera parecida, un texto jurdico, que formula una ley o un juicio,
es vinculante en cuanto es promulgado, pero como texto promulgado no encuentra su plenitud en s mismo, sino tan slo en cuanto es
ejecutado o llevado a la prctica. Tambin un mero relato histrico se distingue de un texto potico en que este ltimo tiene su plenitud en s mismo. Consideremos el ejemplo del evangelio. En l el
evangelista narra una historia. Un cronista o un historiador podra
narrar tambin esa historia, o un poeta. Pero la pretensin del decir,
esa pretensin que surge con la lectura (o leccin) de esa historia -y todo leer es en el fondo una lectura (o leccin)- es, evidentemente, desde un principio un propio decir, al que yo he denominado promesa. Pues se trata de la Buena Nueva. Ese texto, desde
luego, puede leerse tambin de otra manera, por ejemplo, movido
por el inters del historiador, que quiere examinar crticamente su
valor como fuente. Pero si el historiador no entiende el enunciado
del texto segn el carcter de promesa que posee, no podra hacer
tampoco un adecuado uso del mismo para su crtica de las fuentes.
Como dice la hermenutica: el texto tiene su alcance, en relacin
con el cual hay que entenderlo. A su vez, es posible tambin leer ese
mismo texto desde un punto de vista literario, por ejemplo, atendiendo al recurso artstico de que se sirve para dar vida y colorido a
su exposicin, o atendiendo a su composicin, a los recursos estilsticos de carcter sintctico o de carcter semntico. Y es indudable que, especialmente en el Antiguo Testamento, hay tambin alta
poesa con recursos artsticos que saltan a la vista. Y, no obstante, in-
169
cluso un texto como el Cantar de los cantares se halla en el contexto de la Sagrada Escritura, es decir, exige ser entendido como promesa. Aqu, ciertamente, el contexto, que a su vez es una realidad
textual puramente lingstica, es el que confiere a un cntico de
amor el carcter de promesa. Hay que relacionar tambin con este
horizonte unos textos tan modestos literariamente, tan poco artsticos, como los evangelios sinpticos. Por tanto, el carcter de promesa que tales textos poseen habr que deducirlo de su alcance, un
alcance que se halla indicado por el contexto.
Puede uno preguntarse crticamente si el carcter religioso de tales textos, que habla desde ellos mismos, constituye ya como tal su
carcter de promesa, o bien si es el carcter especial de las religiones
de redencin y de revelacin -que en sentido propio son religiones
del libro, como la religin juda, la cristiana y la islmica- el que
confiere a sus Escrituras el carcter de promesa. En realidad, el mundo del mito, es decir, el mundo de toda tradicin religiosa que no conoce algo as como textos cannicos, podra generar una hermenutica enteramente distinta. Existen, por ejemplo, los enunciados
que se pueden descubrir detrs del texto potico de los griegos en sus
mitos y sagas. Ciertamente, no son lo que son por la estructura misma del texto, es decir, de la palabra que all est. Pero, no obstante,
son saga, esto es, recital que habla por nada ms que por el hecho de ser dicho (o recitado). Tales mundos de tradicin religiosa,
llegaramos a conocerlos, si no estuvieran insertos -por decirlo asen las formas literarias de la tradicin? Los mtodos de la investigacin estructuralista de los mitos, que disfrutan de tanto prestigio, pero tambin el inters hermenutico, comienzan con la pregunta acerca de por qu los mitos no relatan tantas cosas como las que dicen a
una persona, cuando sta los encuentra en la poesa. Lo que dicen
a una persona reside en el enunciado que ellos son y, que tal vez por
necesidad, insta a la fijacin y quizs incluso a la fijacin acumulativa por medio de la poesa que interpreta los mitos. De este modo, el
problema hermenutico de la interpretacin de los mitos tendr su
lugar legtimo entre las formas de la palabra literaria 1
l. El significado que tiene la tradicin religiosa para la adopcin de un estilo
potico, es algo de lo que todos tienen conciencia desde la publicacin de la obra de
Northrop Frye, Anatomy of Criticism. Comprese tambin la limitacin crtica que
Paul Ricoeur hace de la geometra estructuralista.
170
Sobre la esttica
Una consideracin parecida podra aplicarse al carcter de anuncio. Este carcter parece que corresponde especficamente a las declaraciones jurdicas. Abarca la amplia escala de las disposiciones
que son anunciadas pblicamente, la promulgacin de leyes y, finalmente, incluso los cdigos jurdicos y las constituciones escritas, las
sentencias judiciales, etc. Las etapas textuales que en estos casos se
recorren y el carcter de literatura hacia el cual fluye la tradicin jurdica, retienen claramente su propio carcter del acto de decir. Dicen cosas que tienen validez o vigencia en el sentido jurdico de la
palabra, y pueden entenderse nicamente considerando este alcance
de su exigencia de validez. Aqu es evidente que tal exigencia de validez de la palabra no le corresponde a sta por el hecho de estar escrita. Pero es evidente tambin, a la inversa, que la posibilidad de
codificar tales vigencias no es incidental ni casual. En ellas es donde se consuma en cierto modo el sentido de decir que poseen tales
enunciados. Pues que una disposicin o una ley universal pueda fijarse por escrito en su pleno sentido de palabra, es algo que se basa
evidentemente en que ha de tener vigencia de manera inmutable y
para todos. Lo que ah est y lo que est ah, mientras no se revoque,
constituye evidentemente el carcter de vigencia esencial del anuncio que corresponde a semejante texto. Por eso, se habla de la promulgacin de una ley o de la publicacin de la misma como plazo
que anuncia su vigencia. El que la interpretacin de tal palabra o
texto constituya una tarea especfica de la creacin jurdica, no modifica para nada el hecho de que la declaracin quiera ser clara y distinta en s misma, ni altera para nada su obligatoriedad legal. La tarea hermenutica que aqu se plantea es una tarea de juristas y puede
tener en forma secundaria una faceta de historia del derecho y, quizs incluso, una faceta de historia de la literatura. Pero, de todos modos, la palabra, en esta forma de anuncio, sigue siendo enunciado o
declaracin, es decir, quiere ser verdadera como palabra.
Pues bien, si volvemos ahora nuestra atencin a los enunciados,
en el sentido eminente de la palabra, que pertenecen sobre todo al
sentido ms estricto de literatura, entonces es desconcertante la
abundancia de formas de enunciados que se encuentran. Me parece
que est justificado metodolgicamente limitar nuestra cuestin a la
palabra del gnero de literatura denominado bellas letras. Evidentemente, no es casual que la literatura signifique en sentido estre-
171
172
Sobre la esttica
del teatro. Pero ya en Platn algunas artes visuales, como la escultura y la pintura, se aducen como ilustracin. Y algo parecido sucede
en Aristteles. Sin embargo, fue principalmente Platn quien, mediante el concepto ocular del e idos, interpreta el mundo existente como imitacin, y la poesa como imitacin de ella, es decir, como
imitacin de la imitacin. As, el concepto de la mimesis fue alejado
enteramente de su origen. Todava en la definicin que Hegel da de
lo bello como manifestacin sensible de la idea, se sigue escuchando a Platn. Y toda la proclamacin romntica de la poesa universal
no suprimi la apora que mantiene encajada al arte de la palabra entre la retrica y la esttica.
As que la cuestin acerca de la verdad de la palabra no puede
basarse en tantos prolegmenos. Y menos an cuando en la sistemtica de las artes, que tiene por autor a Hegel, no encontramos ms
que apuntes sin desarrollar. La brecha abierta por Heidegger a travs
de la conceptualidad tradicional de la metafsica y de la esttica,
abri en este punto un nuevo acceso, al interpretar la obra de arte
como la puesta-por-obra de la verdad, y al defender, en contra de todo dualismo ontolgico, la unidad sensorial y moral de la obra de arte 4 De este modo, Heidegger acredit de nuevo, en relacin con todas las artes, la idea romntica de la posicin que ocupa la labor
potica. Pero tambin, partiendo de sus ideas, parece que es mucho
ms fcil decir cmo en la obra de arte plstica resalta el verdadero
ser del color, o en la obra arquitectnica el verdadero ser de la piedra, que decir cmo resalta en la obra potica la palabra verdadera.
Ah est nuestra cuestin.
Qu significa que en la poesa resalte la palabra? As como los
colores son ms resplandecientes en la obra de arte, y la piedra es
ms sustentadora en la obra arquitectnica, as tambin la palabra en
la obra potica dice ms que en otras partes. Tal es la tesis. Si esta tesis puede ser convincente, entonces la cuestin general acerca de la
verdad de la palabra puede hallar respuesta a partir de esta perfeccin de la palabra. Pero, qu significa que la palabra dice ms?
Para esto, nuestra concatenacin metodolgica entre la palabra y el
texto es una buena preparacin. Evidentemente, no la letra muerta
4. Cf., a propsito, Die Wahrheit des Kunstwerks, en Obras completas III, 249261. Sobre lo que sigue, cf. tambin Philosophie und Poesie, en Obras completas
VIII, 232-239.
173
174
Sobre la esttica
el autor. Aqu es enteramente convincente la distincin con respecto a las anotaciones que uno toma, o a las informaciones que esa
persona da a otras. El texto literario no es secundario, como lo son
tales anotaciones o informaciones con respecto a un primer acto de
hablar, que es el que originalmente expresa la opinin. Sucede inversamente que toda interpretacin posterior -incluso la interpretacin dada por el propio autor- se ordena hacia el texto y no, por
ejemplo, en el sentido de que el autor quiera refrescar un oscuro recuerdo de algo que l hubiera deseado decir, recurriendo para ello a
sus trabajos preparatorios. El retroceso a las variantes es a menudo
imprescindible para establecer el texto. Pero a toda fijacin de un
texto le precede la accin de entenderlo. Aquel que, en vista de que
son as las cosas, tema por la objetividad de la interpretacin, debera preocuparse ms bien en pensar si el hecho de explicar un texto
literario recurriendo a la opinin expresada por su autor, no destruye
quizs el sentido de la literatura en general.
Claro que esto, por de pronto, no es ms que un deslinde negativo, por el cual llega a hacerse convincente la autonoma de la palabra o del texto. Pero, en qu se funda esa autonoma?, cmo lapalabra puede ser la que diga tanto y la que sea tan significativa, que
incluso el autor no sepa, sino que tenga que escuchar la palabra? Un
primer sentido del eminente ser decidor que posee un texto literario
se ha encontrado ciertamente con la constatacin negativa de la autonoma de la palabra. Es realmente singular que un texto literario
eleve su voz -como quien dice- por s mismo y no hable en nombre
de nadie, ni siquiera en nombre de un dios o de una ley. Pues bien,
yo afirmo: el hablante ideal de tal palabra es el lector ideal. Habra
que exponer aqu ms detalladamente que esta proposicin no contiene tampoco ninguna limitacin histrica. Incluso para las culturas
pre-literarias, por ejemplo, para la tradicin oral de las epopeyas, sigue siendo verdad que existe tal lector ideal, es decir, que existe
un oyente que, a travs de toda (o de una sola) recitacin, escucha lo
que nicamente se percibe con el odo interior. l, partiendo de esa
norma y medida, sabe enjuiciar incluso a los rapsodas -segn sabemos por el viejo motivo de los certmenes de canto-. Semejante
oyente ideal es tambin el lector ideal 5 Aparte de eso, habra que
5. Cf. un anlisis ms detallado en los siguientes estudios: Stimme und Sprache
y Horen-Sehe-Lesen, en Obras completas VIII, 258-270 y 271-178.
175
176
Sobre la esttica
tender, como si fuera l mismo el que lee. Por eso, suena de manera
enteramente distinta, cuando uno se limita a leer el texto en voz alta
o a recitarlo, y cuando un actor se esfuerza en producir de nuevo verdaderamente el texto. Aqu hay, desde luego, transiciones difusas.
Un genial lector en pblico, como Ludwig Tiecke, sobre todo cuando recitaba a Shakespeare, parece que dominaba tan perfectamente
las variaciones del lenguaje, que daba la sensacin de ser una representacin teatral efectuada por un solo actor.
Pero qu sucede con el verdadero teatro, con el teatro literario,
que ofrece la representacin de un texto potico? En ese caso los actores tienen que representar sus papeles y deben atenerse en mayor
o menor grado a las ideas del director de escena. Tan slo en un supuesto ideal, el director de escena har que sus actores se familiaricen tanto con el conjunto de su propia interpretacin de la pieza literaria, que esta interpretacin contribuir a plasmar la encamacin
de los diversos papeles. Con director de escena o sin l, con director
de orquesta o sin l, la pieza -en su representacin- ser siempre interpretacin, la cual, como una realizacin propia, se le da ya previamente al espectador.
Pero todo esto debe quedar pospuesto ante la apremiante pregunta que hay que dirigir a la palabra que dice, interrogando qu
es lo que hace diciendo, cuando est diciendo en sentido eminente.
Aqu nos sorprende la gran abundancia de diferencias entre los diversos gneros y estilos: desde la epopeya y el drama, la lrica y la
prosa literaria, la narracin ingenua, la sencillez de un cantar, las
formas de narracin mtica, de narracin de cuentos, de narracin
didctica, meditativa, reflexiva, de reportaje, hermtica, hasta llegar
a la posie pure. Si todo eso puede ser literatura, es decir, si en todas
estas formas la palabra habla como palabra, con la autonoma antes
descrita, entonces se desvanece por completo el hablante o lector
ideal, que nosotros hemos tratado de construir, y no nos ayuda en
absoluto para resolver la cuestin acerca de cmo la palabra est diciendo, esa palabra cuyo acto se lo impusimos nosotros. Pues bien,
no es slo -ciertamente- la variedad de lo que la palabra de la literatura dice, y la diferente manera que tiene de decir su palabra, lo
que hace que aqu nos estanquemos. Sino que parece que, desde un
principio, es convincente que la palabra, que es capaz de hablar por
s misma, no pueda caracterizarse nicamente por lo que ella indica
177
178
Sobre la esttica
179
180
Sobre la esttica
181
182
Sobre la esttica
183
partir de aquella forma potica del lenguaje. La formacin del lenguaje potico presupone la disolucin de todo lo positivo, de lo
que tiene vigencia convencional (Holderlin). Esto quiere decir precisamente que esta formacin potica del lenguaje es devenir de
lenguaje y no aplicacin reglamentada de una palabra y conjuntamente una estructura convencional. La palabra potica establece
sentido. La manera en que la palabra emerge en el poema, es algo que posee un nuevo vigor enunciativo, que a menudo queda
oculto en la expresin de uso general. Para ofrecer un ejemplo: en
alemn Geriiusch (ruido) es una palabra tan desvada y tan carente
de vigor como la palabra inglesa noise, en la que -desde luego- no
se escucha su derivacin del latn nausea (mareo causado por un
viaje martimo), y que es un sentido que revive en el verso de George: Und das Geriiusch der ungeheuren See (Y el ruido [o la
embriaguez] del inmenso mar). Es algo completamente distinto
de un uso poetizante el que experimenta aqu una palabra que es
muy corriente en la vida cotidiana. Sigue siendo el trmino de uso
diario. Pero se halla aqu tan tenso en sus relaciones con el ritmo,
la mtrica, la vocalizacin, que de repente llega a decir ms y recupera su vigor enunciativo original. Y, as, por lo de ungeheuren
(inmenso, monstruoso) queda tan reforzado lo del Geriiusch,
que ese trmino vuelve a hacer sentir la embriaguez y, por la consonancia de la r en Rausch y en -heuren, ambos trminos siguen
hallndose en mutua tensin. Estas tensiones sitan a la palabra
-por as decirlo- sobre s misma y, con ello, la dejan libre para s
misma. Permiten que haga juego de nuevo con otra palabra y, ciertamente, no sin que entren tambin en juego otras referencias semnticas, por ejemplo, la visin de las costas martimas nrdicas y
su mundo contrapuesto al de las regiones del sur 6 Con ello lapalabra dice ms cosas, y lo dicho est ah ms sustancialmente
que nunca. As como en otro contexto habl de la valencia ntica
de la imagen 7 , por cuanto lo representado por la imagen gana en
onticidad a causa de la imagen, as tambin querra hablar ahora de
una valencia ntica de la palabra. Claro que hay en todo esto una
6. Sobre la interpretacin del poema de George en conjunto, cf. /eh und du die
selbe seele, en Obras Completas X, 245ss.
7. Cf. Wahrheit und Methode, en Obras completas 1, 139ss (versin cast.: Verdad y mtodo I, Sgueme, Salamanca K! 999, 182ss).
184
Sobre la esttica
diferencia: no es tanto lo dicho -en el sentido del contenido objetivo- lo que gana en onticidad, sino el ser en su totalidad. Aqu hay
una diferencia esencial entre la manera en que el variado mundo se
trasforma en la obra plstica del arte, y la manera en que la palabra
se mece y entra en juego. La palabra no es un elemento del mundo,
como lo son los colores o las formas que se estructuran en un orden
nuevo. Sino que cada palabra es ya, por s misma, un elemento de
un orden nuevo y, por tanto, es potencialmente ese orden en s mismo, y lo es de manera total. All donde resuena una palabra, se
evoca todo un lenguaje y todo lo que ese lenguaje es capaz de decir
-y sabe decirlo todo-. As que en la palabra que dice ms no resalta tanto un solo elemento de sentido del mundo, sino ms bien la
presencia de la totalidad instaurada por el lenguaje. Aristteles
consider de manera eximia el sentido del ver, porque este sentido capta la mayora de las diferencias, pero destac sobre todo, y
con mayor razn todava, el sentido del Or, porque el or -a travs del camino que pasa por el habla- es capaz en absoluto de captar todo lo diferenciable. El universal ah del ser en la palabra es
el milagro del lenguaje, y la suprema posibilidad del decir consiste en vincular su pasar y su venir al encuentro, y en retenerlo en la
cercana del ser. Es cercana y presencia, no de esto o de aquello,
sino de la posibilidad para todo. Esto es lo que distingue a la palabra potica. Ella se colma en s misma, porque es el mantener la
cercana, y se vaca hasta convertirse en palabra vaca, cuando es
una palabra reducida a su funcin de signo, la cual por lo tanto necesita colmarse con una plenitud trasmitida de modo comunicativo.
Por la autoplenitud que se da en la palabra potica se ve tan claramente por qu el lenguaje puede ser medio de informacin, y no a
la inversa.
Muy de pasada vamos a retomar de nuevo la cuestin esbozada
ya ligeramente con anterioridad, a saber, si la palabra mtica, la saga, y quizs tambin la palabra filosfica, la sentencia especulativa,
merecen de veras el distintivo de la palabra potica de ser lo que por
excelencia dice. Esta reflexin nos conducir a un ltimo paso en
nuestra reflexin. El problema est claro: la saga no es escritura y no
es texto, aunque hable en la poesa y adquiera en ella forma de texto. Pero, en cuanto saga, parece que no ha entrado todava en la existencia fija de la coherencia del lenguaje potico, sino que con el fluir
185
186
Sobre la esttica
enunciado de esa locucin, elaborando dialcticamente los elementos contenidos en ella -pero esto significa que la locucin no hace ms que profundizar cada vez ms en el enunciado-. A Hegel
y a su mtodo dialctico se les aplica no slo que la filosofa no progrese, sino que tienda a retroceder en todos sus caminos y rodeos. El
lmite de la traducibilidad, que designa la unin del decir con lo dicho, se alcanza aqu tambin rpidamente.
Al ser de la palabra, que es un ser de decir, lo denominamos
mantenimiento de la cercana, y vimos que no es este o aquel contenido indicable de la locucin lo que est cercano, sino que ella es
la cercana misma. Pues bien, esto no se limita a la obra artstica que
es la palabra, sino que se aplica a cualquier arte. The Silence of the
Chinese vase, el silencio y la enigmtica calma que a uno le llega
como una brisa desde cualquier estructura artstica convincente, significa, para decirlo con Heidegger, que la verdad es puesta por
obra aqu. Y Heidegger nos mostr que la verdad de la obra artstica no es el haber sido dicho dellogos, sino que es un qu y al mismo tiempo un ah, que se halla en el antagonismo del desvelar y
del velar. La cuestin que nos condujo hasta aqu, era la de saber cmo aparece todo esto especialmente en el caso de la obra artstica
que es la palabra, donde la ocultacin en la estructura del arte presupone ya el ser-en-el-lenguaje y el ser-en del ser en el lenguaje. El
lmite de la traducibilidad designa exactamente hasta qu punto llega la ocultacin en la palabra. En su supremo ocultamiento es lo que
vela. Tan slo el que se halla en un lenguaje como en casa es capaz
de experimentar el enunciado de la palabra potica, un enunciado
que se mantiene en s y que est en s, y que concede adems otro
estar en casa en lo originariamente familiar. Pero quin est en casa en un lenguaje? Parece, sin embargo, que lo que la investigacin
moderna denomina la competencia lingstica tiene que ver ms
con el ser-fuera-de-casa del hablar, con la ilimitacin del uso de la
locucin -y esto es su extincin plenamente preparada-.
Por eso, me parece a m que la palabra potica, en contraste con
cualquier otra obra artstica, posee una nota adicional. No slo le corresponde a ella la maravillosa cercana de cualquiera de las artes, sino que tambin ha de mantener y es capaz de mantener esa cercana,
es decir, ha de dar firmeza a lo que es fugaz. Pues hablar es exteriorizarse y escapa de s mismo. La palabra potica no es capaz nunca
187
9
Texto e interpretacin
Los problemas de la hermenutica se generaron en ciertas ciencias, especialmente la teologa y la jurisprudencia, para extenderse
posteriormente a las ciencias histricas; pero ya el romanticismo
alemn vio con profundidad que la comprensin y la interpretacin
no aparecen slo, como dijera Dilthey, en manifestaciones vitales fijadas por escrito, sino que afectan a la relacin general de los seres
humanos entre s y con el mundo. Esto se constata incluso en ciertas palabras derivadas, como la palabra Verstiindnis (comprensin).
Verstehen (comprender) significa tambin en alemn entender de
algo. La capacidad de comprensin es as facultad fundamental de
la persona que caracteriza su convivencia con los dems y acta especialmente por la va del lenguaje y del dilogo. En este sentido la
pretensin universal de la hermenutica est fuera de toda duda. Por
otra parte, la lingisticidad del proceso de entendimiento que se produce entre las personas choca con una barrera infranqueable que el
romanticismo alemn valor en un principio positivamente en su
significado metafsico. La barrera aparece formulada en la frase individuum est ineffabile. La frase expresa una limitacin de la ontologa antigua (no ya slo del perodo medieval). Pero para la conciencia romntica esto significa que el lenguaje nunca alcanza el
misterio ltimo e indescifrable de la persona individual. As lo expresa admirablemente el sentimiento vital de la poca romntica y
sugiere una autonoma de la expresin lingstica que no constituye
slo su lmite, sino tambin su relevancia para la formacin del common sense que comparten los seres humanos.
Conviene recordar esta prehistoria de nuestra problemtica actual. La conciencia metodolgica de las ciencias histricas que
aflora desde el romanticismo y la presin que ejerci el modelo de
las ciencias naturales hicieron que la reflexin filosfica redujera la
generalidad de la experiencia a su forma cientfica. Ni en Wilheim
190
Sobre la esttica
191
192
Sobre la esttica
me movi a indagar en la estructura hermenutica, no tanto en la experiencia elaborada en la ciencia sino en la experiencia del arte y de
la historia, que son los objetos de las denominadas ciencias del espritu. La obra de arte, aunque se presente como un producto histrico,
y por tanto como posible objeto de investigacin cientfica, nos dice algo por s misma, de tal suerte que su lenguaje nunca se puede
agotar en el concepto. Otro tanto cabe decir de la experiencia de la
historia: el ideal de objetividad en la investigacin de la historia es
slo una vertiente, y una vertiente secundaria del tema, mientras que
lo propio de la experiencia histrica es que nos encontramos en un
proceso sin saber cmo, y slo en la reflexin nos percatamos de lo
que ha sucedido. En este sentido la historia debe escribirse de nuevo
desde cada presente.
La misma experiencia fundamental es vlida, en definitiva, para la filosofa y su historia. Esto se puede constatar en Platn, que
slo escribi dilogos y no textos dogmticos; pero tambin lo que
Hegel llama lo especulativo en filosofa y que subyace en su propia
consideracin de la historia de la filosofa es, a mi juicio, una constante invitacin al esfuerzo de expresar eso mismo con un mtodo
dialctico. Yo intent as establecer el carcter inconcluso de toda
experiencia de sentido y extraer conclusiones en orden a la hermenutica partiendo de la idea heideggeriana de la relevancia central
de la finitud.
El encuentro con el escenario francs significa para m, en estas
circunstancias, un verdadero desafo. Derrida reprocha al Heidegger
tardo no haber superado realmente el logocentrismo de la metafsica. Al preguntar por la esencia de la verdad o por el sentido del ser,
Heidegger sigue hablando, segn Derrida, el lenguaje de la metafsica, que considera el sentido como algo que est ah y que es preciso encontrar. Nietzsche fue en esto ms radical, segn el mismo Derrida. Su concepto de la interpretacin no significa la bsqueda de
un sentido preexistente, sino la posicin de sentido al servicio de la
voluntad de poder. Slo as se destruye realmente el logocentrismo de la metafsica. Esta continuacin de las ideas de Heidegger por
obra sobre todo de Derrida, y que se presenta como su radicalizacin, tendr que repudiar lgicamente la exposicin y crtica de
Nietzsche que hace Heidegger. Nietzsche no constituye segn Derrida, el punto extremo en el olvido del ser, para culminar en el con-
193
194
Sobre la esttica
195
ms que un recurso metodolgico para descubrir un sentido determinado. Ante la amplitud de la comprensin, la circularidad que
media entre el sujeto que comprende y el objeto comprendido debe
reclamar para s una verdadera universalidad, y justamente aqu est el punto en el que yo creo haber seguido la crtica de Heidegger al
concepto fenomenolgico de inmanencia implcito en la fundamentacin transcendental de Husserl 4 El carcter dialogal del lenguaje
que yo intent investigar deja atrs el punto de partida de la subjetividad del sujeto, incluido el del hablante en su referencia al sentido. Lo que se manifiesta en el lenguaje no es la mera fijacin de un
sentido pretendido, sino un intento en constante cambio o, ms
exactamente, una tentacin reiterada de sumergirse en algo con alguien. Pero esto significa exponerse. Tan lejos est el lenguaje de
ser una mera explicitacin y acreditacin de nuestros prejuicios, que
ms bien los pone a prueba: los expone a la propia duda y al contraste del otro. Quin no conoce la experiencia -sobre todo frente
al interlocutor al que queremos convencer- de la facilidad con que
uno expresa las razones que posee y, sobre todo, las razones en contra del otro? La mera presencia del otro a quien encontramos, ayuda, aun antes de que l abra la boca, a des-cubrir y a abandonar la
propia clausura. La experiencia dialogal que aqu se produce no se
limita a la esfera de las razones de una y otra parte, cuyo intercambio y coincidencia pudiera constituir el sentido de todo dilogo. Hay
algo ms, como muestran las experiencias descritas; un potencial de
alteridad, por decirlo as, que est ms all de todo consenso en lo
comn. Este es el lmite que Hegel no logra franquear. Hegel conoci el principio especulativo que rige en ellogos y hasta lo certific
en una concrecin dramtica. Concibi la estructura de la autoconciencia y del conocimiento de s mismo en la alteridad como dialctica del reconocimiento, y extrem esta dialctica hasta la lucha
por la vida y la muerte. De modo anlogo, la penetracin psicolgica de Nietzsche puso de manifiesto el sustrato de voluntad de poder>> que hay siempre en la sumisin y el sacrificio: tambin en el
servidor hay voluntad de poder. Pero el hecho de que esta tensin
entre la auto-renuncia y la auto-relacin invada la esfera de las razones de una y otra parte (la esfera por tanto del dilogo) y se ins4. Ya en 1959 intent mostarlo en el artculo Sobre el crculo de la comprensin
dedicado a Heidegger, en Verdad y mtodo II, Sgueme, Salamanca 4 2000, 63-70.
196
Sobre la esttica
tale en ella en cierto modo, constituye el punto donde Heidegger resulta para m decisivo, justamente porque detecta ah el logocentrismo de la ontologa griega.
Se advierte aqu una limitacin del modelo griego, ya denunciada en el Antiguo Testamento, en Pablo, en Lutero y en sus renovadores modernos. El famoso descubrimiento del dilogo socrtico como forma bsica de pensamiento no recoge conceptualmente esta
dimensin del dilogo. Esto se explica en parte porque un escritor
con la imaginacin potica y la fuerza literaria de Platn supo describir la figura carismtica de su Scrates destacando la persona y la
tensin ertica que emanaba. Pero cuando este Scrates razona en el
dilogo, convence a otros de su ignorancia y puede incluso atraer al
otro a su causa, ello presupone que el lagos es comn a todos y no
exclusivo de l. Como queda indicado, la profundidad del principio
dialogal slo alcanz la conciencia filosfica en el ocaso de la metafsica, en la poca del romanticismo alemn, y se ha impuesto de
nuevo en nuestro siglo frente a la unilateralidad del sujeto idealista.
Yo pregunto, en este contexto, cmo se compagina la comunidad de
sentido que se produce en el dilogo con la opacidad del otro, y qu
es la lingisticidad en ltima instancia, un puente o una barrera. Un
puente para comunicarse uno con otro y construir identidades sobre
el ro de la otreidad, o una barrera que limita nuestra autoentrega y
la priva de la posibilidad de expresarnos y comunicamos.
En el marco de esta problemtica general el concepto de texto
constituye un desafo peculiar. Es, de nuevo, algo que nos liga a
nuestros colegas franceses o tal vez nos separa de ellos. En todo caso fue lo que me impuls a replantear el tema texto e interpretacin. Qu relacin guarda el texto con el lenguaje? qu elemento
del lenguaje puede desaparecer en el texto? qu es el consenso entre los hablantes y qu significa que podamos coincidir sobre unos
textos o incluso que el consenso d por resultado un texto comn e
idntico para todos? cmo ha podido alcanzar el concepto de texto
un mbito tan universal? Para todo el que tenga en cuenta las tendencias filosficas de nuestro siglo es evidente que este tema significa algo ms que una reflexin sobre la metodologa de las ciencias
filolgicas. El texto es algo ms que el ttulo de un campo objetual
de investigacin literaria. La interpretacin es algo ms que la tcnica de la exposicin cientfica de los textos. Ambos conceptos han
197
198
Sobre la esttica
199
por tanto, y pas de ah al desciframiento de textos de difcil comprensin. Desde el momento en que el mundo intermedio del lenguaje se presenta a la conciencia filosfica en su significacin predeterminante, la interpretacin ha de ocupar tambin en filosofa
una posicin clave. La carrera triunfal de esta palabra comenz con
Nietzsche y pas a ser, en cierto modo, el desafo a cualquier tipo de
positivismo. Hay una realidad que permita buscar con seguridad el
conocimiento de lo general, de la ley, de la regla, y que encuentre
ah su cumplimiento? No es la propia realidad el resultado de una
interpretacin? La interpretacin es lo que ofrece la mediacin nunca perfecta entre hombre y mundo, y en este sentido la nica inmediatez y el nico dato real es que comprendemos algo como algo.
La creencia en las proposiciones protocolarias como fundamento de
todo conocimiento tampoco dur mucho en el Crculo de Viena 5 La
fundamentacin del conocimiento no puede evitar en el mbito de
las ciencias naturales la consecuencia hermenutica de que la realidad dada es inseparable de la interpretacin 6 .
Slo a la luz de la interpretacin algo se convierte en hecho y
una observacin posee carcter informativo. La crtica de Heidegger
desenmascar an ms radicalmente como dogmtico el concepto
de conciencia de la fenomenologa y -como Scheler- el concepto de
percepcin pura. As se descubri en la percepcin misma la comprensin hermenutica de algo como algo. Pero esto significa, en
definitiva, que la interpretacin no es un recurso complementario del
conocimiento, sino que constituye la estructura originaria del seren-el-mundo.
Pero significa esto que la interpretacin es una posicin de sentido y no un hallazgo de sentido? Tal es la pregunta formulada por
Nietzsche, que decide del rango y del alcance de la hermenutica y
de las objeciones de sus adversarios. Hay que sealar en todo caso
que slo desde el concepto de interpretacin aparece el concepto de
texto como algo central en la estructura de la lingisticidad; lo que
caracteriza al texto es que slo se presenta a la comprensin en el
contexto de la interpretacin y aparece a su luz como una realidad
5. M. Schlick, ber das Fundament der Erkenntnis, en Gesammelte Aufsdtze
1926-1936, Wien 1938,290-295 y 300-309.
6. Para ello habra que hacer referencia a la reciente teora de la ciencia que
aborda J. C. Weinsheimer, Gadamer's Hermeneutics. A Reading ofTruth and Method, Yale 1985.
200
Sobre la esttica
201
ca del texto. El esclarecimiento de esta relacin interna entre interpretacin y texto constituye un avance metodolgico.
El avance metodolgico resultante de estas observaciones hechas
sobre el lenguaje consiste en que el texto debe entenderse aqu como un concepto hermenutico. Esto significa que no se contempla
desde la perspectiva de la gramtica y la lingstica, es decir, como
producto final al que apunta el anlisis de su produccin con el propsito de aclarar el mecanismo en cuya virtud funciona el lenguaje
como tal, prescindiendo de todos los contenidos que transmite. Desde la perspectiva hermenutica -que es la perspectiva de cada lector- el texto es un mero producto intermedio, una fase en el proceso de comprensin que encierra sin duda como tal una cierta
abstraccin: el aislamiento y la fijacin de esta misma fase. Pero la
abstraccin va en la direccin inversa a la que contempla el lingista. ste no pretende llegar a la comprensin del tema expuesto en el
texto, aclarar el funcionamiento del lenguaje al margen de lo que
pueda decir el texto. Su tema no es lo que el texto comunica, sino la
posibilidad de comunicarlo, los recursos semiticos para producir
esta comunicacin.
Para la ptica hermenutica, en cambio, la comprensin de lo
que el texto dice es lo nico que interesa. El funcionamiento del lenguaje es una simple condicin previa. El primer presupuesto es que
una manifestacin sea audible o que una fijacin escrita se pueda
descifrar para que sea posible la comprensin de lo dicho o de lo escrito. El texto debe ser legible.
Ahora bien, el uso lingstico nos ofrece de nuevo una valiosa indicacin en esta lnea. Hablamos tambin en un sentido ms exigente de legibilidad de un texto cuando queremos expresar un mnimo
de calidad a la hora de enjuiciar un estilo o de valorar una traduccin. Se trata obviamente de un lenguaje figurado. Pero pone en claro las cosas, como suele ocurrir en las expresiones figuradas. Su contrario es la ilegibilidad, y sta significa siempre que el texto no
cumple su misin como manifestacin escrita, misin que consiste
en que se entienda sin dificultad. Se confirma as que anticipamos ya
la comprensin de lo dicho en el texto. Slo partiendo de aqu apreciamos y calificamos un texto como legible.
Esto se conoce en filologa como la tarea de generar un texto legible. Pero es evidente que esta tarea slo se plantea partiendo de una
202
Sobre la esttica
cierta comprensin del texto. Slo una vez descifrado el texto y una
vez que este texto descifrado se resiste a la comprensin, indagamos
su verdadero contenido y preguntamos si la lectura tradicional o la
variante elegida era correcta. El tratamiento textual por el fillogo
que conforma un texto legible se corresponde, pues, perfectamente,
con la percepcin -no meramente acstica- que tiene lugar en una
transmisin auditiva directa. Decimos que alguien ha odo cuando
ha podido comprender. La inseguridad en la percepcin acstica de
un mensaje oral es similar a la inseguridad de una variante. En ambos casos se produce un acoplamiento. La precomprensin, la expectativa de sentido y circunstancias de todo gnero ajenas al texto
influyen en la comprensin del texto. Esto queda patente cuando se
trata de una traduccin de lenguas extranjeras. El dominio del idioma extranjero es una mera condicin previa para la traduccin.
Cuando se habla de texto en esos casos es porque no se trata slo
de comprenderlo, sino de verterlo a otra lengua. De ese modo se
convierte en texto, pues lo dicho en l no slo es comprendido, sino que pasa a ser el objeto que est ah frente a otras posibilidades
de traducir lo dicho en la lengua meta, y eso implica a su vez una
relacin hermenutica. La traduccin, aun la meramente literal, es
siempre un gnero de interpretacin.
Podemos afirmar, resumiendo, que lo que el lingista convierte
en tema al prescindir del acuerdo sobre la cosa, representa para el
acuerdo mismo un mero caso lmite de posible consideracin. 'Lo
que sustenta el acuerdo efectivo es, contrariamente a la postura de la
lingstica, precisamente el olvido lingstico que envuelve formalmente al habla o al texto. Slo cuando ese olvido se deshace, esto es,
cuando alcanzamos el acuerdo, preguntamos por la letra del texto, y
la recuperacin de ste se puede convertir en una tarea explcita. Es
cierto que el uso lingstico distingue entre letra y texto, pero no es
casualidad que ambos trminos puedan intercambiarse (tambin en
griego el hablar y el escribir confluyen en el concepto de grammatike). La ampliacin del concepto de texto encuentra ms bien su fundamentacin en la hermenutica. La comprensin de un texto, sea
oral o escrito, depende en todo caso de unas condiciones comunicativas que rebasan el mero contenido fijo de lo dicho. Podemos afirmar incluso que el hecho de recurrir a la letra o al texto como tal est siempre motivado por la peculiaridad de la situacin de consenso.
203
204
Sobre la esttica
tinatario o una serie de ellos, sino que el destinatario es el lector annimo, o cuando no es el destinatario mismo sino un extrao el que
quiere entender un texto. Escribir una carta es un intento de dilogo
como cualquier otro, y como en el contacto lingstico directo y en
todas las situaciones pragmticas corrientes, slo la dificultad en el
acuerdo motivar el inters por la literalidad de lo dicho.
En todo caso el escritor, al igual que el participante en el dilogo,
intenta comunicar lo que piensa y esto implica la atencin al otro,
con el que comparte ciertos presupuestos y con cuya comprensin
cuenta. El otro se atiene al significado de lo dicho, es decir, lo entiende completndolo y concretndolo, sin tomar nada al pie de la
letra en su sentido abstracto. Esto explica que en las cartas, aun dirigidas a un colega con el que se tiene mucha familiaridad, no se
puedan decir ciertas cosas como en la inmediatez de la situacin dialogal. La carta omite muchos extremos que en la inmediatez de la
conversacin ayudan a la recta comprensin; y sobre todo, la segunda ofrece siempre la posibilidad de aclarar o defender en la confrontacin lo que se piensa. Este punto es bien conocido por el dilogo
socrtico y por la crtica platnica de la palabra escrita. Los logoi
que se presentan desligados de la situacin comprensiva -y esto rige
para toda palabra escrita- estn expuestos al abuso y al malentendido porque les falta la enmienda obvia del dilogo vivo.
Se impone aqu una conclusin fundamental que es decisiva para la teora hermenutica. Si la fijacin escrita ofrece siempre esa caracterstica, ello tendr consecuencias para la intencin misma de la
escritura. Como el escritor conoce la problemtica de la fijacin escrita, tendr siempre en cuenta al destinatario para que ste pueda
entenderle correctamente. Como el dilogo vivo persigue el acuerdo
mediante la afirmacin y la rplica, lo cual implica buscar las palabras justas y acompaarlas del nfasis y el gesto adecuados para hacerlas asequibles al interlocutor, del mismo modo la escritura, que
no permite comunicar al lector la bsqueda y el hallazgo de las palabras, debe abrir en el texto mismo, de algn modo, un horizonte de
interpretacin y comprensin que el lector ha de llenar de contenido.
Escribir es algo ms que la mera fijacin de lo dicho. Es cierto
que la fijacin escrita remite siempre a lo dicho originariamente, pero debe mirar tambin hacia adelante. Lo dicho se dirige siempre al
consenso y tiene en cuenta al otro.
205
206
Sobre la esttica
207
208
Sobre la esttica
209
210
Sobre la esttica
Hay otro ejemplo de esa interpretacin como desenmascaramiento de los pre-textos que desempea el papel que los sueos
ejercen en la psicologa profunda. Las experiencias de la vida onrica son en realidad inconsistentes. La lgica de la vida emprica
queda abolida en buena parte. Esto no excluye que de la lgica sorpresiva de la vida onrica pueda derivar un estmulo directo de sentido que es muy similar a la a-logicidad del cuento. En realidad la
literatura narrativa se apoder del gnero de los sueos y del cuento, por ejemplo, en el romanticismo alemn. Pero es una cualidad
esttica la que es objeto de goce en el juego de la fantasa onrica y
puede experimentar obviamente una interpretacin literario-esttica. El mismo fenmeno de los sueos se convierte, en cambio, en
objeto de una interpretacin muy distinta cuando se intenta desvelar detrs de los fragmentos del sueo evocado el verdadero sentido
que se enmascara en las fantasas onricas y es susceptible de decodificacin. A ello se debe la enorme relevancia de la evocacin de
los sueos en el tratamiento psicoanaltico. El anlisis puede movilizar mediante la interpretacin de los sueos un dilogo asociativo,
eliminar as los bloqueos y liberar al paciente de su neurosis. Este
proceso de anlisis recorre, como se sabe, unas etapas complejas de
reconstruccin del texto onrico originario y de su interpretacin.
Cierto que es un sentido totalmente diferente al expresado por el
soador o, ms exactamente, al extrado por los intrpretes de los
sueos que apaciguaron la inquietud de la experiencia onrica con
su interpretacin. Es ms bien el trastorno total del proceso de entendimiento basado en el consenso que llamamos neurosis, lo que
motiva el retroceso detrs de lo mentado y la interpretacin del
pretexto.
La psicopatologa de la vida cotidiana, conocida al margen del
trastorno neurtico especfico, ofrece tambin la misma estructura.
En ella los actos fallidos adquieren de pronto sentido escrutando
ciertos movimientos inconscientes. Aqu se repite la motivacin del
regreso al inconsciente desde la inconsistencia, es decir, partiendo
de la incomprensibilidad del acto fallido. Gracias a la aclaracin,
este acto se hace comprensible y pierde la dimensin irritante que
antes comportaba.
La relacin entre texto e interpretacin, que constituye el tema
del presente estudio, aparece, pues, aqu en una forma especial que
211
Ricoeur llama hermenutica de la sospecha, hermeneutic of suspicion. Es un error destacar estos casos de comprensibilidad deformada como caso normal en la comprensin de textos 9
Ahora bien, todas las consideraciones anteriores van destinadas a
mostrar que la relacin entre texto e interpretacin cambia radicalmente cuando se trata de los denominados textos literarios. En todos los casos precedentes, en los que eran patentes los motivos de la
interpretacin y algo se constitua como texto en el proceso comunicativo, la interpretacin, como el texto mismo, se insertaba en la realidad del entendimiento. Esto se ajustaba al sentido literal de la palabra interpres, que designa al hablante intermediario y significaba
por eso la funcin originaria del intrprete que media entre interlocutores de diferentes idiomas y une con su discurso mediador a los
que estn separados. As como en ese caso se traspasa la barrera del
idioma extranjero, esa misma mediacin se requiere cuando aparecen obstculos de comprensin en la misma lengua; de ese modo
queda patente la identidad del enunciado en la regresin a l, y esto
significa potencialmente en su tratamiento como texto.
El intrprete debe superar el elemento extrao que impide la inteligibilidad de un texto. Hace de mediador cuando el texto (el discurso) no puede realizar su misin de ser escuchado y comprendido.
El intrprete no tiene otra funcin que la de desaparecer cuando se
logra la comprensin. Por eso el discurso del intrprete no es un texto, sino que sirve a un texto. Pero esto no significa que la aportacin
del intrprete desaparezca totalmente en el modo de escuchar el texto. Esa aportacin no es slo temtica, objetivable como texto, sino
que se ha incorporado al texto. Esta figura ofrece la relacin entre
texto e interpretacin en sus rasgos generales. Porque surge aqu un
momento de la estructura hermenutica, que conviene sealar. Este
lenguaje mediador posee tambin una estructura dialogal. El intrprete que media entre dos partes no dejar de percibir su distancia
frente a ambas posiciones como una especie de superioridad sobre la
doble limitacin por una y otra parte. Por eso su ayuda a la comprensin no se limita al plano lingstico, sino que pasa siempre a
una mediacin real que intenta equilibrar entre s el derecho y los lmites de las dos partes. El hablante mediador se convierte en <<ne9. Cf. P. Ricoeur, The Hermeneutics ofSuspcon, en G. Shapiro-A. Sica (eds.),
Hermeneutics, Questions and Prospects, Amherst 1984, 54-65.
212
Sobre la esttica
213
tencin del hablante, sino que surge en l mismo; por ejemplo, a raz
de un poema bien logrado que sorprende y supera al propio poeta.
No en vano la palabra literatura ha adquirido un sentido prestigioso, de forma que la pertenencia a ella constituye un toque de
distincin. Un texto de este gnero no significa la mera fijacin de
un discurso, sino que posee su propia autenticidad. Si el carcter del
discurso consiste en que el oyente lo escucha de pasada y centra su
atencin en lo que el discurso le comunica, este hecho pone de manifiesto lo que es el lenguaje mismo.
No es fcil entender correctamente esta autopresentacin de la
palabra. Es obvio que las palabras conservan significacin en el texto literario y transmiten el sentido del discurso, que refieren algo. Es
propio de la calidad de un texto literario respetar este primado del
contenido que compete a todo discurso, e incluso potenciarlo hasta
el punto de dejar en suspenso la dimensin real de su enunciado. Por
otra parte, el cmo de lo dicho no se puede imponer. En caso contrario no hablamos de arte de la palabra, sino de artificialidad; no de
un tono que pide un tipo de canto, sino de imitacin poetizante; o
hablamos no de un estilo cuya calidad inconfundible admiramos, sino de un amaneramiento que nos molesta. Pese a ello un texto literario exige que se haga presente en su figura lingstica y no slo
que cumpla su funcin comunicativa. No basta con leerlo, es preciso orlo, siquiera con el odo interior.
Es entonces cuando la palabra adquiere su autopresencia plena en
el texto literario. No se limita a hacer presente lo dicho, sino que se
presenta a s misma en su realidad sonora. As como el estilo es un factor eficaz para constituir el texto de calidad sin imponerse como mero
estilismo, as tambin la realidad sonora de las palabras y del discurso
est unida indisolublemente con la comunicacin de sentido. Pero si el
discurso se distingue por la bsqueda de sentido y por encima de su
apariencia escuchamos y leemos el sentido que l nos comunica, en el
texto literario la autoaparicin de cada palabra en su sonoridad y la
meloda del discurso tambin son relevantes para el contenido. Nace
una peculiar tensin entre el sentido del discurso y la autopresentacin
de su figura. Cada miembro del discurso, cada palabra que se inserta
en la unidad de la frase representa una unidad de sentido al evocar algo con su significacin. Al moverse dentro de su propia unidad y no
como mero medio para el presunto sentido discursivo, puede desple-
214
Sobre la esttica
garse la plurivocidad de su virtualidad expresiva. Se habla as de connotaciones que resuenan cuando una palabra aparece con su significado en un texto literario.
La palabra individual como portadora de su significado y como
co-portadora del sentido discursivo slo es un momento abstracto del
discurso. Todo debe verse en el mbito ms amplio de la sintaxis. Tratndose de un texto literario, es una sintaxis que no es necesariamente ni tan slo sintaxis de la gramtica usual. As como el orador se toma libertades sintcticas que el oyente le otorga porque sintoniza con
todas las modulaciones y gesticulaciones del hablante, tambin el texto literario -con todos los matices que ostenta- posee sus propias libertades. Esas libertades se otorgan a la realidad sonora que refuerza
el sentido del conjunto del texto. Es cierto que ya en el mbito de la
prosa ordinaria rige el supuesto de que un discurso no es un escrito
ni una conferencia es una leccin de clase, un paper. Pero esto es ms
vlido an para la literatura en el sentido eminente de la palabra. Lo
literario supera la abstraccin de lo escrito, y no slo porque el texto
sea legible, es decir, comprensible en su sentido. Un texto literario posee una estructura propia. Su presencia lingstica como texto exige
una repeticin de la letra original, pero sin recurrir a un lenguaje originario, sino iniciando un lenguaje nuevo e ideal. El entramado de las
referencias de sentido nunca se agota del todo en las relaciones que
existen entre los significados principales de las palabras. Justamente
las relaciones anexas que no van ligadas a la teleologa de sentido
confieren su magnitud a la frase literaria. Tales relaciones no se daran
si el conjunto del discurso se mantuviera en pie por s solo, invitara a la
quietud e impidiera al lector o al oyente a hacerse cada vez ms oyente. Pero este hacerse oyente es siempre, como toda audicin, un or algo que entiende lo odo como sentido de un discurso.
Es difcil saber lo que es aqu causa y lo que es efecto: este aumento de volumen suspende la funcin comunicativa y la referencia
de texto y lo convierte en un texto literario? O sucede a la inversa:
que la cancelacin de la referencia a la realidad que caracteriza a un
texto como producto literario, es decir, como automanifestacin del
lenguaje, hace aflorar la plenitud de sentido del discurso en todo su
volumen? Ambos extremos son insuperables, y el espacio que ocupen,
desde la prosa artstica hasta la posie pure, depender de la diversa
participacin del fenmeno lingstico en la totalidad de sentido.
215
216
Sobre la esttica
Salutacin
Navegamos, amigos
desiguales, yo ya en popa
vosotros a proa orgullosa que corta
la ola de rayos y tempestades.
217
La metfora se presta a consideraciones similares. Hasta tal punto aparece en poesa ligada al juego de resonancias, sentidos verbales y sentido del discurso, que no destaca siquiera como metfora.
Porque la prosa carece aqu del discurso originario. Por eso la metfora apenas ejerce una funcin en la propia prosa potica. Desaparece en cierto modo despus de despertar la intuicin espiritual, a cuyo
servicio est. El rea propia de la metfora es ms bien la retrica.
En ella disfrutamos de la metfora como metfora. En la potica la
teora de la metfora es algo tan secundario como la teora del juego de palabras.
Esta digresin muestra lo estratificado y diferenciado que es el
juego de sonido y sentido en el habla y en el escrito cuando se trata
de literatura. Cabe preguntar cmo se puede reconducir el discurso
mediador del intrprete a la realidad de los textos poticos. La respuesta tiene que ser muy radical. A diferencia de otros textos, el texto literario no se interrumpe con el discurso mediador del intrprete, sino que se acompaa de su participacin constante. Esto se
puede constatar en la estructura de la temporalidad que compete a
todo discurso. En todo caso, las categoras temporales que utilizamos en relacin con el discurso y con el arte lingstico ofrecen una
dificultad peculiar. Se habla entonces de presencia e incluso, como
deca yo antes, de autopresentacin de la palabra potica. Pero es
una falacia entender esa presencia desde el lenguaje de la metafsica, como actualizacin de lo que est ah dado, o desde el concepto de objetivabilidad. No es esa la actualidad que compete a la
obra literaria, ni a ningn otro texto. El lenguaje y la escritura se
mantienen siempre en una referencia recproca. No son, sino que
significan, incluso cuando lo significado slo existe en la palabra
manifestada. El discurso potico slo se hace efectivo en el acto de
hablar o de leer; es decir, no existe si no es comprendido.
La estructura temporal del hablar y el leer representa un campo
poco explorado. La imposibilidad de aplicar el esquema puro de la
sucesin al habla y a la lectura salta a la vista considerando que de
ese modo no se describe la lectura, sino el deletreo. El que tiene que
deletrear para leer es incapaz de leer. Algo similar hay que decir de
no por salvacin (en referencia a rcij) y entiende blanco deseo como papel, concepto que no aparece en el texto, ni es siquiera aludido en el autorreferente vierge
vers. Eso se llama mtodo sin verdad.
218
Sobre la esttica
la lectura en voz alta. Recitar bien significa transmitir a otro el juego entre significado y sonido, de suerte que el otro lo renueve y recree para s y en s. Se recita para otro y esto quiere decir que el recitador se dirige al otro. El recitador est relacionado con el otro.
Dictar y recitar son actos dialogales. Hasta leer en voz alta para
uno mismo es dialogal, porque debe compaginar en lo posible el fenmeno sonoro y la captacin del sentido.
El arte del recitado tampoco es diferente en lo fundamental. Slo que necesita de una tcnica especial, porque los oyentes son gente annima y el texto potico exige no obstante la concrecin en cada oyente. Encontramos aqu algo anlogo al deletreo en la lectura:
la declamacin mecnica. Declamar mecnicamente no es hablar, sino alinear fragmentos de sentido, uno detrs de otro. Un ejemplo claro es el de los nios que aprenden versos de memoria y los recitan
para alegra de los padres. El experto o artista del recitado, en cambio, har presente una figura lingstica global, como el actor debe
crear las palabras de su personaje como si las encontrara en el acto.
El recitado no debe ser una serie de retazos de habla, sino un todo
compuesto de sentido y sonido que se tiene en pie. Por eso el hablante ideal no puede hacerse presente directamente a s mismo, sino
nicamente al texto, que debe llegar incluso a un ciego, incapaz de
ver sus gestos. Dice Goethe en algn lugar: No hay mayor ni ms
puro placer que no declamar, sino recitar un fragmento de Shakespeare con los ojos cerrados y en correcta voz natural 13 Cabe preguntar si la recitacin es posible con ese tipo de textos poticos; por
ejemplo, cuando se trata de poesa reflexiva. Este problema surge
tambin en la historia de la lrica. La lrica coral y lo cantable en general, que invita a sumarse, es algo totalmente distinto del tono elegaco. La poesa reflexiva slo parece posible en pura soledad.
En todo caso, el esquema de la sucesin est aqu fuera de lugar.
Uno recuerda lo que en el aprendizaje de la prosodia latina se llama
construir: el alumno de latn debe buscar el verbo y luego el sujeto y articular partiendo de ah todo el predicado verbal hasta lograr
la confluencia repentina de elementos que parecan totalmente divergentes en su sentido. Aristteles describe la congelacin de un lquido cuando es agitado como un cambio repentino. Algo similar
ocurre con la comprensin cuando los elementos verbales desorde13. J. W. Goethe, Shakespeare und kein Ende, en Samtliche Werke XIV, 757.
219
Sobre la esttica
220
estructura, tan prestigiado posteriormente, y mostr cmo la comprensin de estructuras presenta necesariamente una forma circular.
Partiendo de la audicin musical, para la cual la msica absoluta con
su extrema a-conceptualidad es un ejemplo paradigmtico por excluir toda teora de la imitacin, habl de conceptuacin en un punto medio y abord temticamente la estructura temporal de la comprensin. En esttica se habla en sentido anlogo de construccin,
tanto en referencia al texto literario como a un cuadro. El significado impreciso de construccin implica que algo no se comprende en
su realidad preestablecida, sino que se ha ido formando en cierto
modo desde dentro hasta alcanzar su propia figura y quiz sigue en
evolucin. Es evidente la necesidad de entender fenmenos de este
tipo. La tarea es asumir lo que es una construccin, construir algo
que no est construido, y esto implica recuperar de nuevo todos
los intentos de construccin. Mientras que la unidad del comprender
y del leer se realiza en la lectura comprensiva y el fenmeno lingstico queda en ella postergado, el texto literario ofrece siempre
algo que actualiza distintas relaciones de sentido y sonido. Es la estructura temporal de la movilidad que llamamos permanencia lo que
llena esa presencia y lo que el discurso mediador de la interpretacin
ha de abordar. Sin la disposicin del receptor a ser todo odos el
texto potico no nos dice nada.
Para terminar, un ejemplo bien conocido puede servir de ilustracin. Es el final del poema de Morike, Auf eine Lampe 14 El verso
dice: Mas lo bello resplandece en s mismo.
14. El poema de Morike es:
Noch unverrckt, o schone Lampe, schmckest du,
An leichten Ketten zierlich aufgehangen hier,
Die Decke des nun fast vergessnen Lustgemachs.
Auf deiner weissen Marmorschale, deren Rand
Der Efeukranz von goldengrnem Erz umflicht,
Schlingt frohlich eine Kinderschar den Ringelreihn.
Wie reizend alles! lachend, und ein sanfter Geist
Des Ernstes doch ergossen um die ganze Form
Ein Kunstgebild der echten Art. Wer achtet sein?
Was aber schon ist, selig scheint es in ihm selbst.
De leve cordn colgada adornas,
bella lmpara, imperturbable,
el techo del saln lujoso casi olvidado.
En tu blanca piel de mrmol, su borde
221
222
Sobre la esttica
10
Palabra e imagen: as de verdadero, as de ntico
224
Sobre la esttica
225
acaban de mencionarse hay tambin artes en las que no puede hablarse de la misma manera de la autopresentacin de una obra artstica, porque sus productos se subordinan a otros fines de la praxis de
la vida o tambin a la investigacin artstica, y a lo sumo reclaman
una especie de presencia conjunta que permanece en segundo plano.
Esto se aplica principalmente a la retrica (o arte de hablar), a la arquitectura y principalmente a las artes decorativas. Tendremos tambin que tratar someramente de estas clases de artes, para reforzar lo
concluyentes que son los resultados de nuestras investigaciones.
Con todo, el centro lo seguirn ocupando la palabra potica y las artes plsticas.
Pues bien, la ndole de la reflexin hermenutica exige que est
respaldada constantemente por la praxis de la experiencia hermenutica. Esto lo haba expresado ya Schleiermacher con enorme
franqueza: Aborrezco toda teora que no nazca de la praxis. Tal
afirmacin fue para m una confirmacin importante de mi proceder.
Por eso mis estudios en materia de historia del arte y de historia de
la literatura y mi formacin en filologa clsica, por limitado que sea
todo ello, me condujeron sin cesar al crculo de problemas de las artes plsticas y de la poesa, siempre que se trataba de poner a prueba la pretensin de verdad con que se alza el arte. Tengo tambin
presente el hechizo como imagen que poseen las antiguas pinturas
rupestres o las estructuras plsticas prehistricas y, por otro lado, el
balbuceo del pre-mundo mtico que se halla detrs de nuestra tradicin literaria y que es como un crepsculo en la lejana. A todas estas obras se aplica conjuntamente el mismo As es!, con lo que
reconocemos como acertadas y genuinas las obras de arte.
A partir de aqu, uno de los conceptos fundamentales de la filosofa reciente, que procede del platonismo de la antigedad tarda, se
elev a la categora de verdadero trmino clave dentro del idealismo
alemn. Lo que en la mayora de los casos disfruta de una supervivencia inadvertida, tiene en nuestro contexto su sentido original. Es
el concepto de lo absoluto. El trmino no significa sino lo que est
desligado y, en el latn clsico, es el concepto opuesto a lo que est
relacionado, a lo que es relativo. Absoluto significa la independencia
de todas las condiciones !imitadoras. Y as, Hegel habla del espritu
absoluto como del que est siempre presente en s mismo, y que se
consuma en el saber absoluto. Al arte le corresponde presencia atem-
226
Sobre la esttica
poral, porque est desligado y es independiente de todas las condiciones histricas y sociales, lo mismo que la religin y la filosofa.
Tambin el arte afirma la pretensin de absolutividad, y lo hace extendindose por encima de todas las diferencias histricas de tiempo.
Por eso, comprendemos inmediatamente por qu Hegel afirma la
cercana interna en que el arte se halla de la religin y de la filosofa.
En todo ello se trata de la certeza absoluta del ser. El telogo, por
ejemplo, entiende la significacin escatolgica del mensaje cristiano
en la simultaneidad, porque el prometido retorno del Redentor acontece de veras en el hoy de la aceptacin de la fe, como Kierkegaard record a su siglo y a nuestro siglo, que son siglos del pensamiento histrico. Se aplica tambin a la filosofa, que en constante
dilogo con todos los grandes ensayos del pensamiento de nuestra
historia occidental, es como simultnea de todos ellos, que son sus
interlocutores. Sucede lo mismo en la historia del arte, pues en el arte, ciertamente, no es tampoco posible -si se le mira en su conjuntopensar en un progreso hacia una ltima consumacin. Aunque, por
ejemplo, el desarrollo de la perspectiva central pueda entenderse as
-en cuanto es un desligarse de los problemas del espacio por parte de
la pintura-, sin embargo tal cosa no puede ser considerada como la
consumacin de esa arte plstica. Incluso en la construccin que
Hegel hace de la historia universal, segn la cual todo tiende a la libertad de todas las cosas, eso es ms bien una descripcin de lo que
es la lucha de la historia universal en su ncleo esencial. Y lo mismo
se aplica a los enfoques incesantemente nuevos de la filosofa, en los
que ella plantea sus preguntas acerca de las ltimas cosas y es simultnea con nosotros. Por eso, el mismo Hegel equipar la historia
de la filosofa al desarrollo dialctico de la ciencia filosfica.
Qu es, entonces, el tiempo de esa simultaneidad? Qu es el
propio presente? Lo sabemos tal vez? La palabra presente indica ya que el futuro se juega en l. El futuro es tanto lo que ya est
presente como lo que viene; lo que nos espera y lo que nosotros esperamos. Pero toda expectacin se basa en tal experiencia. Con cualquier presente no slo se abre un horizonte de futuro, sino que tambin entra en juego el horizonte del pasado. Sin embargo, ste no es
tanto una memoria y un recuerdo que queda, sino ms bien una experiencia presente. De esta misma manera el arte y la filosofa se sitan como presente propio. No es necesario siquiera saber de qu
227
pasado, de qu lejana y extraeza all le viene a uno algo al encuentro. Es algo que tiene su presencia y que no es contemplado con
asombro como extrao, sino que a uno le cautiva, aunque al principio haya que superar por ello una enorme extraeza.
Cualquier presente tiene su propio espacio vital y su propia tradicin, que marca el sello en sus formas de vida, en costumbres y
usanzas y en todas las instituciones de la vida social. Y por doquier
fueron las tradiciones religiosas las que acompaan a la propia historia y a la propia procedencia y las desarrollan hasta que alcanzan
su ndole propia. Ahora bien, es caracterstico de toda religin estar
convencida de la absolutividad de su propia verdad. Por eso, las religiones estn deslindndose siempre de otras religiones, y los que
profesan esas otras religiones son los increyentes, los infieles.
Adems, en nuestra poca ilustrada se trata tambin de la confrontacin con el difundido atesmo. Con ello surgen nuevas dificultades.
En la actualidad es preciso aunar la propia pretensin de absolutividad, que forma parte de la esencia de todo conocimiento de la salvacin, con el reconocimiento de otras tradiciones, y hay que desarrollar incluso solidaridades comunes con ordenamientos sociales
completamente hostiles a la religin.
Y para que la humanidad lleve a cabo dicha tarea puede servirnos de estmulo la experiencia del arte. Es cierto que tambin en el
mbito del arte hay tradiciones determinadas que estn repletas de
exigencias y tendencias en el gusto firmemente marcadas. A veces
las creaciones artsticas de otros tiempos o de lejanas culturas no
pueden llegar tan fcilmente hasta nosotros. Pero el arte, con toda su
innumerable variedad, se impone a la larga incluso con lo ms extrao. En ello se demuestra la absoluta omnipresencia del arte. El arte es capaz de tender puentes para salvar las barreras y los espacios.
Para nosotros, los que vivimos hoy en da, esto se demuestra quizs
de manera sumamente impresionante en la msica. En Asia oriental
se asimil de tal manera, en pocos decenios, a Mozart, a Schubert y
a toda la msica europea, que sus intrpretes de all venidos se cuentan entre las figuras destacadas de la escena musical. Por otro lado,
como es bien sabido, Europa acogi en s muchsimas cosas del lenguaje musical del continente negro.
Claro que, cuando se trata de obras de arte lingsticas, sigue
existiendo en nuestro mundo, en el que hay tantas lenguas, una ba-
228
Sobre la esttica
rrera difcil de superar: la barrera de toda lengua extranjera. Sin embargo, nuestra poca literaria ha llegado incluso a alcanzar una especie de simultaneidad, y esto se denomina literatura universal. Basndose en parte en la labor de traduccin, y en parte en el hecho de
que existe un sector cada vez mayor de lectores que est familiarizado con lenguas extranjeras, puede hablarse de cierta presencia y
simultaneidad, incluso en el caso de las artes literarias. Para las artes
plsticas, las barreras lingsticas no tienen tanta repercusin o pueden llegar a superarse ms fcilmente. Es verdad que en las artes
plsticas lo extrao causar una impresin extraa. Pero dicho efecto es capaz de cautivar de tal modo, que conduzca precisamente a la
apropiacin de lo extrao. Existe desde antiguo una continua interaccin entre las culturas y las pocas. Toda memoria se apropia lo
que le sale al encuentro, para moverse ella misma hacia adelante en
el constante enriquecimiento del acervo trasmitido. Y, sin embargo,
no debe olvidarse que la apropiacin no significa saber, sino ser.
Ahora bien, en la tradicin europea, a la que nosotros pertenecemos, se ha ido desarrollando cada vez ms por largos caminos la
conciencia histrica, y ha conducido a un creciente refinamiento
del sentido histrico. Durante este ltimo siglo influy en este mismo
sentido el desarrollo del trfico mundial y de la nueva tecnologa de
la informacin, porque hemos entrado en algo as como una era de la
reproduccin. Nietzsche, en su escrito Sobre la ventaja y la desventaja de la historia para la vida, fue el primero que vio en ello un problema. No en vano, el avance de las investigaciones histricas y la
conciencia cientfica conducen a una debilitacin del mito, el cual es
lo nico que puede dejar su huella en una cultura. En la cambiante
luz que incide sobre las cosas, stas pierden su importancia propia:
en realidad, puede observarse cmo la experiencia misma del arte
queda menguada por la fruicin que siente en s misma la formacin
histrica, cuando, por ejemplo, los que visitan un museo reconocen
con satisfaccin a un maestro o reconocen un motivo que les resulta
familiar. Esto, en todo caso, no es la inmediatez de la experiencia artstica. Pues la experiencia no es nunca una simple confirmacin. Incluso con un alto nivel de formacin histrica no seremos capaces jams de ver unas creaciones artsticas de tiempos pasados con los ojos
propios de esos tiempos. se no puede ser en absoluto el objetivo. Al
contrario, lo debe ser la propia simultaneidad y presencialidad con la
229
que el arte se afirma. Hay algo que se resiste a que el arte, que es de
tan cautivadora presencialidad, sea convertido en simple objeto de investigacin histrica. Por eso, nos preguntamos precisamente en qu
se funda esa pretensin del arte que sobrepasa al tiempo y que se
opone tenazmente a todas las limitaciones.
Esto, ciertamente, no excluye que la investigacin cientfica que
se ve situada ante tareas histricas, pueda redundar en beneficio de
la experiencia del arte. Pero su saber, como tal, seguir siendo diferente de la presencialidad con que el arte sale al encuentro. Schleiermacher dijo una vez que una imagen religiosa de tiempos pasados,
que contemplamos en el museo, tiene siempre en s misma quemaduras, como si hubiera sido salvada del fuego. Sabemos perfectamente que tal imagen perdi su Sitz im Leben (contexto vital) en
la iglesia o en el palacio o all donde hubiera estado alguna vez como en su casa. Y, ciertamente, no podemos limitamos slo a saberlo.
Aprendemos tambin a ver, en la imagen misma, cmo fue pintada
para un determinado lugar y para qu funcin cultual. Aprendemos
a ver conjuntamente las condiciones de luz y tenemos bien presente
el entorno que contribuy a influir en la plasmacin de la imagen.
Todo ello puede enseamos a ver mejor. Como es natural, esto se
aplica sobre todo al saber objetivo que debemos a la ciencia, y que
se nos trasmite tanto en el mbito religioso como en el profano. Pero siguen siendo verdad aquellas palabras de Hegel de que ya no nos
hincamos de rodillas ante imgenes religiosas del Crucificado o de
la Virgen.
A pesar de todo, desde ah habr muchas cosas que contribuyan
a decir su voz o que enriquezcan el enunciado, en unos casos ms y
en otros menos. Siempre contribuye la impronta previa marcada por
la procedencia religiosa o por la propia formacin. Lo que nos emociona en una imagen o en una obra teatral o en un poema no experimenta limitacin real porque tengamos menos conocimientos. As
que nos preguntamos: qu es lo que hace que una imagen, qu es lo
que hace que un poema sea una obra artstica, de forma que tenga
semejante presencia absoluta? No es, ciertamente, el fragor del rompiente de las oleadas de informacin que nos envuelven con sus ruidos y acompaan a la era de la reproducibilidad, pues tal cosa constituye una amenaza -como diremos con Benjamn (o en contra de
l)- para el aura de la obra artstica, y corre peligro de deshacerla.
230
Sobre la esttica
231
232
Sobre la esttica
233
El concepto de lo bello nos pone en contacto no slo con el concepto de lo bueno sino tambin con el concepto de lo verdadero, y
de este modo con la problemtica de la metafsica en general. No se
trata nicamente del arte, sino del concepto amplio de lo bello, tal
como aparece en los dilogos platnicos. Con ello, ciertamente, no
se piensa en el arte como tal. Recurdese tan slo la expulsin de los
poetas del Estado ideal 3 , o las frases des afian tes de que el arte se halla a doble distancia de la verdad. Platn utiliza para ello el concepto de la mimesis. Lo individual es siempre imitacin de la idea. La
copia es, pues, imitacin de la imitacin. Es una intensificacin
consciente. Por el contrario, Aristteles no ve tanto en la mimesis la
diferencia de la imitacin y de lo imitado. Subraya la identificacin
de ambas cosas 4 Por eso, la mimesis realiza en verdad conocimiento, porque precisamente el conocimiento es en general reconocimiento, como yo hice ver en mis trabajos.
De todos modos, Platn no piensa en el arte cuando habla de la
aletheia y la ve asociada con la belleza, y no piensa tampoco en
los poetas, que tienen, s, muchas cosas verdaderas que decir, pero como afirmaba el proverbio que por entonces circulaba: Los
poetas mienten mucho. Platn piensa ms bien en el gozo por las
formas puras y los colores puros, y no en las flores o en los animales y en las reproducciones de los mismos (Phileb. 51 e). El
pasaje ensea claramente lo poco importante que es la copia como
tal. En cambio, el concepto de lo bello juntamente con el concepto de la aletheia y el concepto del bien ocupan por entero el primer plano en los profundos dilogos posteriores de Platn. En
ellos Platn busca en la vida buena no una pura precisin de ndole matemtica, sino la moderacin comedida de un elixir de vida bien mezclado: ah es donde hay que buscar el bien. Tal es la
idea del Filebo.
Con ello adquiere inters para nosotros la famosa frase (Phileb.
64e 5), tan comentada, segn la cual el bien, en la bsqueda del ser
rectamente mezclado, se volatiliz en lo bello 5 . Cuando all se acen3. Cf., a propsito, mi estudio Plato und die Dichter, en Gesammelten Werke: en
adelante citado como Obras completas V, 187-211.
4. Cf. Verdad y mtodo 1, 157ss y los estudios en Obras completas VIII: Kunst
und Nachahmung (n 4), Dichtung und Mimesis (n 8) y Das Spiel der Kunst (n 9).
5. Cf. Platos dialektische Ethik, en Obras completas, V, 149ss, as como Die
Idee des Guten zwischen Plato und Aristoteles, en Obras completas VII, 185ss.
234
Sobre la esttica
ta que el bien se puede captar nicamente en la trada de la belleza, la symmetria y la aletheia, esto demuestra lo importante que es
para Platn que lo bueno est, s, ms all del ser, pero que precisamente no contenga en s tan slo lo uno, sino tambin necesariamente la pluralidad. Pero esto incluye que la belleza se represente en
lo comedido de las manifestaciones. Est en consonancia con esto la manera en que Platn, en el Politikos, aborda el mismo tema
(Polit. 283b ss). En esta obra Platn aprovecha la ocasin para hacer
una digresin casi absurda. El interlocutor del dilogo se lamenta de
que el camino del dilogo sea demasiado largo y dificultoso. Entonces el extrao se justifica por medio de una larga exposicin sobre
las dos clases de medida diciendo que, al final, lo importante es
siempre la justa proporcin. El interlocutor del dilogo es aqu Scrates el Joven y no realmente el Scrates de la Politeia, que se burla siempre de los que observan los astros. Pero el viejo Scrates del
Filebo no es tampoco ya el de la Politeia (con lo cual no se dice nada sobre la fecha de la composicin de estos dilogos ni mucho menos sobre las ideas platnicas).
En el Politikos encontramos la extensa exposicin sobre las dos
clases de artes de medir, y en l, si entiendo bien las cosas, lo proporcionado (~l:QLOV) es designado como lo preciso mismo
(a1n6 1:0 UXQL~~). Pues bien, no se trata, en todo caso, de la precisin pura, que se encuentra en los nmeros y en las medidas y que
es lo distintivo de la matemtica. No debe considerarse esta expresin, en contra de lo que Werner Jaeger afirma, como una alusin a
la metafsica de los nmeros en Platn. Eso es completamente desacertado. En efecto, al definirse expresamente el significado de lo
preciso mismo se dice que es lo comedido, lo conveniente, el instante favorable, lo que uno debe hacer 6
De ello se dice precisamente que es el trmino medio entre dos
opuestos. Eso no es mstica de los nmeros, sino -todo lo contrario- una anticipacin de la doctrina acerca de la mesotes de la tica
a Nicmaco. En ella Aristteles defini el concepto del ethos y de la
virtud. Platn acenta ciertamente que las dos clases de lo mesurado
son imprescindibles. Pero cuando l aqu, en el mbito del ethos, se
est refiriendo a lo preciso mismo, entonces es evidente que lo
6. Platn, Polit. 284e ss: 1:0 .,tl:QLOV, 1:0 JtQJtov, 1:0 xatQLOV, 1:0 Mov.
235
236
Sobre la esttica
237
238
Sobre la esttica
239
240
Sobre la esttica
241
da, es decir uno est vivo, est con vida). Mientras uno est
vivo, l es una sola cosa con su pasado y con su futuro.
Hagamos la aplicacin al arte. En el arte no preguntamos tanto
qu es lo que sale de l o qu es lo que se muestra en l. Sino que decimos ello sale. Eso lo decimos tanto en el caso de la imagen como en el caso del lenguaje y de su poder potico. Tenemos en todo
ello una experiencia. Ese tener una experiencia no significa propiamente que nosotros hagamos algo, sino que algo se nos abre
cuando nosotros lo entendemos rectamente. Por tanto, esto no significa en absoluto que, con nuestra lectura, nosotros pongamos algo
que no estuviera all. Sino que leemos sacando algo que estaba all,
algo que, por tanto, sale hacia nosotros.
As es tambin una experiencia del arte. No es una mera percepcin de algo. Uno, ms bien, se sumerge en ello, se absorbe en ello.
Lo que la obra de arte hace salir, lo que la obra de arte suscita, es
ms como un permanecer expectante y contemplante, como si eso
fuera algo que la obra de arte hace. De nuevo podemos escuchar al
lenguaje: lo que de all sale hacia nosotros, le habla a uno, como
solemos decir, y de este modo el interpelado se halla como en un
dilogo con lo que de all sale hacia nosotros. Tanto cuando se ve como cuando se oye o se lee, uno se queda en la obra de arte. Quedarse no es perder el tiempo. Ser mientras se permanece es como un
dilogo recproco intensivo, que no est terminado, sino que dura
hasta que finaliza. La totalidad de un dilogo es que uno permanezca enteramente durante un rato en dilogo, y esto quiere decir que
uno est plenamente en ello.
As sucede al leer una obra potica, por mucho que vayamos leyendo sucesivamente lnea tras lnea y pgina tras pgina. En ambos
casos lo fundamental no es recorrer un trecho hasta llegar a la meta.
Cuando leemos, vamos andando por completo en compaa. Estamos en ello -y al final se va haciendo cada vez ms profunda la impresin: as es!-. Es como una creciente fascinacin que se mantiene y que incluso sobrepuja con su irradiacin perturbaciones
pasajeras, porque va aumentando la armona del conjunto y reclama
asentimiento. Conocemos esto de manera especialmente intuitiva
cuando escuchamos msica. Dilthey ilustr con frecuencia por medio de la msica la ley estructural de todo entender. Es casi superfluo decir que, lo mismo que el percibir, el crear no es tampoco un
242
Sobre la esttica
243
244
Sobre la esttica
245
246
Sobre la esttica
247
to ms se hace, tanto ms ello sale afuera. El retrato es ciertamente un caso especial. Sin embargo, en la imagen de un dios o en la
imagen de un santo se lo dice uno tambin a s mismo. La imagen
tiene su propia majestad. Se dice incluso de un maravilloso bodegn
o de un paisaje, porque en la imagen todo est tan bien! Entonces
uno prescinde de toda referencia a la reproduccin. Tal es la majestad de la imagen!
O uno lee un poema. Lo lee de nuevo. Lo recorre, y el poema
viene con uno mismo. Es como si el poema comenzara a hablar, como si comenzara a cantar, y uno acompaara con su canto. Cuando
se trata de msica, sea que uno mismo toque msica, segn las notas, como suele decirse, o que simplemente escuche la msica, entonces todo ello est all, la repeticin, la variacin, la inversin, el
desvanecerse. Y precisamente se halla prescrito de manera previa.
Pero slo cuando uno acompaa, ya sea interpretando msica o bien
como oyente de la misma, ello sale afuera y entra en el interior de
uno. De lo contrario, es un murmullo que pasa de largo y que a uno
le parece vaco.
Permanezcamos en el poema. En l, cuando uno lee un poema o
se lo recita a s mismo, entonces hay muchas cosas que entender,
y el poema se hace enteramente presente. A uno le llena un verdadero torrente de imgenes y sonidos, y al final uno se dice quizs:
qu bonito!, o tal vez se dice: qu bien est todo y qu acertado! Se ha escuchado el dictado. Se escucha precisamente cuando se
lee y, por cierto, siempre un poco ms rectamente que cuando uno
recita realmente para s mismo.
Lo que yo he descrito es la majestad de la imagen en las artes
plsticas y el dictado del texto en la literatura. En ambos casos se
trata de un fuerza normativa. Lo mismo que toda norma, es siempre
asequible nicamente en distintos grados de aproximacin. Pero no;
esto precisamente es slo lo que decimos cuando reflexionamos posteriormente. En la ejecucin la cosa es diferente. En el acto de ejecucin ello est rectamente ah, la imagen, el poema, el canto. Ha
salido afuera. A partir de ah se entiende tambin el sentido original
de la crtica: el sentido de separar algo, por ser artstico, de lo que no
es artstico (y no en el sentido de que uno sepa ms que el artista).
No nos preguntamos ya qu es en realidad semejante acto de ejecucin, cmo comienza y termina, cunto tiempo dura, cmo va de-
248
Sobre la esttica
249
cin formal. La plasmacin formal es lo que sale hacia afuera en virtud de los recursos lingsticos de la poesa y de la plstica, que con
el fluir de su concierto componen la figura. Posteriormente eso puede estructurarse, y tal cosa puede redundar luego en beneficio del
verdadero ver u or, en beneficio de la ejecucin, de tal manera que
sta adquiera diferenciacin. Pero, en general, la plasmacin formal
de la imagen y del texto se crea sin diferenciacin expresa. La ejecucin es la interpretacin 14
Si me concentr en el concepto de leer, lo hice para establecer
claramente la diferencia entre la exterioridad del existir, por ejemplo,
de los colores o palabras o tambin de los signos de la escritura, por
un lado, y el concepto de la ejecucin que hay que realizar, por otro.
Hay que tener ideas claras de lo que sucede en el acto de leer. Leer no
pretende ser una reproduccin de lo que originalmente se habl. El
gran error de Betti fue distinguir aqu entre el doble sentido de la interpretacin: un sentido reside en el mbito terico; el otro, en el mbito de las artes transitorias, por ejemplo, en el caso de la msica o
del arte escnico en el teatro, donde pudiera hablarse de reproduccin. Pero precisamente en la msica se puede mostrar que la interpretacin no es reproducir rectamente las notas del pentagrama. De
igual modo, cuando se lee as un texto lingstico de ndole potica, a
eso no lo llamaramos verdaderamente leer, sino deletrear o decir de
carrerilla. Por tanto, habr que distinguir plenamente entre el concepto de leer y lo que se llama reproducir. Y, de la misma manera, habr que distinguir plenamente entre el concepto de la interpretacin y
el aspecto de la simple reproduccin. El que toca msica y no simplemente deletrea msica, es realmente -como intrprete- el ejecutor
de la msica y hace que sta salga afuera. La perfecta reproduccin tcnica, y desgraciadamente tambin, por principio, el disco musical y cualquier otra forma de reproduccin tcnica como la reproduccin a color de pinturas, es slo realmente reproduccin sin
interpretacin. En la era de la reproducibilidad es preciso recordar lo
que es la genuina interpretacin.
Existe polmica contra la interpretacin y crtica justificada contra ella, cuando sta se adelanta a la obra artstica y se aleja de ella.
Que esa interpretacin se arroga algo, es la consecuencia de un con14. Cf., a propsito, en las Obras completas VIII, mi estudio sobre Horen-Sehen-Lesen (n 23) y ber das Lesen von Bauten und Bildern (n 30).
250
Sobre la esttica
cepto de la ciencia que est obsesionado plenamente por la objetivizacin. Lo que en una obra artstica, que tiene su ser en la ejecucin,
pueda captarse por medio de la objetivizacin y la metodologa cientfica, eso seguir siendo necesariamente secundario y, por tanto, estar carente de verdad. La verdad que buscamos en el enunciado del
arte es la verdad asequible en la ejecucin. La conocida polmica de
Susan Sontag pone el dedo en la llaga, cuando se trata de la interpretacin cientfica de la poesa y del arte. La metodologa cientfica no hace que una obra artstica aparezca desde su verdadera luz.
Tiene que dar excesiva claridad. Heidegger dijo en una ocasin que
toda interpretacin tiene que dar excesiva claridad. Con ello, al final,
siempre sucede que uno se refiere a una ejecucin. Tan slo mediante la retirada de toda objetivizacin aisladora, la interpretacin
podr servir finalmente a la ejecucin. Y as, desde luego, una obra
artstica tiene todo su ser en la ejecucin. Lo mismo sucede tambin
seguramente en la filosofa, si se atiene uno a la Sptima Carta de
Platn o a Kant.
No sin madura reflexin hablaba yo de la corriente de plasmacin que acompaa al leer, una plasmacin que -en el texto lingstico- se manifiesta en la recta entonacin, o -en el texto musical- en
la recta marcacin de las frases. Aqu se ve nuevamente con claridad
lo que es la ejecucin. No es precisamente una conducta cognitiva
objetivizante. Sino que es la variedad que se ha integrado en la ejecucin. Eso es lo que Aristteles denominaba energeia. Su creacin
de este concepto se debi al distanciamiento de Aristteles con respecto a la matematizacin pitagrica del universo y de su msica.
Lo que nosotros llamamos naturaleza y los griegos physis, eso es antes que nada lo que est vivo en su estado de movilidad. El recorrido
de un punto de masa por el trecho del camino y del tiempo hace que
el movimiento sea calculable y construible, pero eso no es la energeia de lo vivo o lo que es el ver y el estar despierto de quien piensa.
Deduzco una consecuencia que al principio podr desconcertar, pero que tiene su evidencia: la naturaleza y el arte se hallan ms cerca
recprocamente que la fabricacin planificadora de productos que
surgen en el taller. Nuestra lengua, al referirse a la naturaleza y alarte, habla de unidad orgnica. Es algo que nadie ha hecho. Lo vio
Kant, cuando contempl conjuntamente el juicio esttico y el juicio
teleolgico. Claro que, teniendo a la vista el concepto de ciencia de
251
la fsica moderna, no reconoci validez objetiva al concepto de finalidad ni en la esttica ni en el conocimiento de la naturaleza. Esto se
atrevi a hacerlo por vez primera el idealismo alemn, y con ello
descubri el arte como arte 15
Viene a desembocar ah finalmente el que el arte se halle prximo a la theoria. En efecto, por la historia del pensamiento conocemos realmente la cercana ntima en que se hallan el arte y la ciencia, una cercana que se deslinda frente a toda accin de carcter
prctico y tcnico. As que un resultado positivo y, al mismo tiempo,
una justificacin del retomo a los conceptos fundamentales de la filosofa terica es querer comprender el sentido moderno del arte y
su pretensin de absolutividad. Mientras que la obra del artesano o
de su sucesor industrial se halla al servicio de la utilidad prctica, la
obra artstica existe para s misma y en su modo de ser es pura energeia. Por lo dems, los griegos no establecen esta diferencia entre la
obra manual y el arte. Es verdad que con nitidez fundamental distinguen entre la techne y la physis. Lo natural y lo vivo es naturaleza en
todas las fases de su existencia, y lo es como semilla, como germen,
cuando brota de la tierra, y en todo su crecimiento, maduracin y
fructificacin. Todo eso es una nica ejecucin de naturaleza a naturaleza, como dice Aristteles 16 Pero esto es precisamente lo que
distingue tambin al arte frente a los productos de la fabricacin. La
obra de arte no est producida como una mercanca (aunque sea llevada al mercado), cuando est presente en una coleccin, en un museo o en alguna otra parte, para el acto de ser contemplada, o cuando un libro aguarda en una biblioteca a ser experimentado como arte
en el acto del leer. Todo eso no es nuestro quehacer habitual, sino
que es una praxis suprema, como ya hemos visto que era la theoria
griega. El arte se halla en el acto, lo mismo que el lenguaje se halla
en el dilogo.
El tema imagen y poema, artes plsticas y arte potica, no agota ni con mucho la extensin de lo que tenemos que captar conjuntamente con nuestra vista, cuando se trata del carcter de acto que el
15. Cf. el excelente estudio de Jrgen-Eckardt Pleines, Asthetik und Vernunftkritik (Hildesheim-Zurich-New York 1989) y el artculo Einheit und Mannigfaltigkeit im iisthetischen Urteil: Zeitschrift fr sthetik und allgemeine Kunstwissenschaft 33 (1988) 151-175.
16. Aristteles, Phys. B L 193b 12-13: ~ q:ou; ... 6~ Eonv d~ q:mv.
252
Sobre la esttica
arte posee. Lo explicaremos con dos ejemplos. Uno de ellos es la arquitectura. sta posee en cierto sentido, como he subrayado en mi
obra Verdad y mtodo 17 , una funcin sustentadora y creadora de espacio para todo el acto del arte. Sin embargo, la arquitectura no es
mera fabricacin de un producto que posee una finalidad determinada, un producto en el que se puede desarrollar la ejecucin del arte,
como es el destino al que se encamina el teatro, la galera de arte, la
sala de conciertos. La arquitectura, por el contrario, es fiel, en un doble aspecto, a su propio destino.
Es verdad que un edificio difcilmente ser jams producto del
arte libre. Est al servicio de una finalidad y tiene su lugar propio en
medio de la vida activa. Sin embargo, a edificios tales como una
iglesia, un palacio, una casa consistorial e incluso a unos grandes almacenes o a una estacin ferroviaria, los llamamos a veces monumentos arquitectnicos. Y esto quiere decir que son algo que despierta la memoria y que nos hace pensar. Es cierto que ese edificio
no existe para la pura contemplacin, sino que se halla al servicio de
un fin. Pero, a pesar de todo, es una obra artstica.
Claro que hay que afirmar con insistencia que el furor reproductivo de nuestra poca, obsesionada por la tecnologa, ha generado
aqu una falsa apariencia. La reproduccin fotogrfica de edificios
tiene la tendencia fatal de falsificarlos como si tuvieran un efecto
pictrico. Esto conduce a una familiaridad no verdadera y, como
consecuencia de ello, a una decepcin, cuando no vemos ya un edificio en la falsa apariencia de lo pictrico, sino que nos encontramos
con l por vez primera en su realidad y cuando penetramos en la
idea que presidi la construccin del edificio. Es casi como lo que
sucede con la reproduccin en colores de pinturas, una reproduccin
que aparece como la imagen que no es; o como lo que sucede con la
obra potica que uno conoce tan slo por la crtica que ha visto de
ella en el peridico. Existe algo anlogo con la funcin finalista del
edificio. No resalta -no sale afuera- como obra artstica, sino cuando, en medio de la utilidad que presta, resplandece (como quien dice) toda su belleza. Entonces recorre uno sus espacios, destinados a
una finalidad, como por ejemplo en el mbito de una iglesia o en una
escalinata, y de repente se detiene uno sintindose como hechizado.
Eso no significa necesariamente que uno olvide los fines de la pro17. H. G. Gadamer, Verdad y mtodo 1, 207ss.
253
pa actividad. Lo mismo que, por ejemplo, la finalidad cultual del recinto de una iglesia, o una esplndida escalinata situada en alguna
otra parte, pueden insertarse en los actos de la propia vida.
Nos encontramos ya en el otro concepto problemtico que deseo
dilucidar: en el concepto de lo decorativo. Lo que llamamos decorativo, est pensado ya desde el concepto del arte. Y cuando encontramos que una imagen pintada es decorativa, entonces eso es ya
casi una crtica. Propiamente, de ella no sale afuera nada, o precisamente no hay nada en ella. En efecto, lo que es decorativo, no tiene
que salir realmente afuera, sino que tiene su destino en servir como
trasfondo. Cuando un trasfondo resalta demasiado, por ejemplo, en
los papeles pintados con figuras decorativas, como suceda en los
sueos febriles de mi infancia, entonces tal decoracin yerra en
cuanto a su verdadero destino. Sin embargo, se trata de arte cuando
hablamos, por ejemplo, de una joya que nos llama poderosamente la
atencin. En ella, luego, podremos admirar ms la habilidad artstica y el gusto con que est hecha, y por cierto si la joya no es demasiado llamativa se retira. No existe siempre una ntida distincin entre el arte y la obra artesanal, ni tampoco existe en la arquitectura.
Esto seala precisamente la dialctica de lo bello, que est llena de
tensiones, porque tambin el arte decorativo tiene nicamente su ser
en el carcter de ejecucin. Pero la cosa es diferente en la arquitectura. En ella, la idea de la edificacin se pospone primeramente a la
de finalidad, hasta que a uno le sobrecoge literalmente el edificio, y
entonces la referencia a la finalidad queda en el trasfondo, de tal modo que lo representativo de la obra arquitectnica nos llena por completo. Es algo as como una msica enmudecida (Goethe ).
El que la funcin concomitante y la presencia se entrelacen, es
cosa que desempea un papel no slo aqu sino en toda ejecucin
del arte. En efecto, todo nuestro ver y tambin nuestro or estn dominados por la ley del contraste. El entorno de lo que contemplamos, desempea tambin conjuntamente un papel. Esto se aplica no
slo a las artes plsticas, sino tambin a la poesa. El embotamiento
del gusto y el incremento del atractivo por la novedad desempean
un papel. Pero en la arquitectura la cosa sigue siendo diferente. En
ella no slo intervienen condiciones concomitantes. Sino que la idea
de la finalidad pertenece, ella misma, a la creacin arquitectnica.
All donde est demasiado oscura la relacin de un edificio con su
254
Sobre la esttica
finalidad, tal cosa puede provocar irritacin, como sucede por ejemplo con la Porta Nigra en Trveris, que tiene en s misma un no s
qu de siniestro como si fuera un monumento sepulcral, o como vemos en el Altar de Prgamo, en Berln, con su escalinata orientada hacia la pared, o en el coro alto de la catedral de Hildesheim, que
est frente a una pared. Forma parte precisamente de un edificio el
hecho de que exista una conexin previa, donde dicho edificio ha de
integrarse. Se piensa conjuntamente en el efecto del espacio. Claro
que a menudo los edificios se hallan como perdidos, cual si fueran
testigos de piedra de un pasado en medio de un entorno extrao, y
no obstante son una manifestacin definitiva.
La mirada a la arquitectura y al papel que desempea lo decorativo conserva una importancia destacada, porque fue caracterstico
del arte en la modernidad el que llegara a ser problemtico su Sitz im
Leben (contexto vital). La arquitectura representa la constante tarea de realizar lo que el arte libre es capaz de lograr como obra
plstica, como obra potica, como obra musical, en virtud del poder
de su propia forma, a saber, de atraer hacia s e influir en la configuracin del acto total de la vida. A esta clase de influencia que el arte
ejerce, lo llamamos estilo. En efecto, es una totalidad que se forma y se coordina en los diversos mbitos. Existe el estilo enlamanera de escribir y, como es natural, el estilo en la manera de hablar;
el estilo en las relaciones de una personas con otras y en la configuracin total del entorno en el que se desarrolla la vida humana. El
que la arquitectura desempee un papel especial en la formacin y
representacin del estilo, eso se lo debe la arquitectura a su tarea de
configurar el espacio, con la cual ofrece, a la vez, un Sitz im Leben
(contexto vital) a todas las dems artes, para la propia fuerza creadora de estilo que esas artes poseen y para la verdad de las mismas.
As, pues, la dilucidacin de la arquitectura y de las artes decorativas no fue un mero apndice, despus que las investigaciones
realizadas hasta ahora se hayan concentrado con marcada intencin
en el concepto del arte durante la edad moderna. En efecto, vimos
que -de hecho-la relevancia filosfica del arte no se impuso sino en
poca tarda, y esto, desde luego, signific al mismo tiempo que el
Sitz im Leben (Contexto vital) para el arte lleg a hacerse problemtico. Este contexto vital fue cosa obvia desde las pinturas rupestres de la prehistoria, pasando por las artes antiguas, hasta llegar
255
a finales del siglo XVIII. La arquitectura y las artes decorativas siguen siendo inseparables, evidentemente, de la totalidad de la configuracin de la vida. As que, en estas clases de arte, la pretensin de
absolutividad del arte tiene que imponerse mediante una diferenciacin expresa con respecto a todas las funciones finalistas. En realidad, algo de esta diferenciacin pertenece a todas las manifestaciones de lo bello. Para el mundo de la antigedad, esto se entenda sin
ms y no constitua ningn problema: las artes plsticas egipcias y
griegas, que creaban imgenes de dioses, estaban ligadas -lo mismo
que los monumentos sepulcrales- a rdenes sacros de la vida. Esto
es obvio. Aunque en la Acrpolis de la Atenas de Pericles se hubieran acumulado grandes tesoros artsticos, stos se hallaban siempre
dispuestos para las ocasiones en que se celebraban actos de culto.
Con modificaciones caractersticas esto mismo se aplic tambin
a la poca cristiana y a sus comienzos. Por eso, se ha estudiado con
razn el tema de cmo la imagen, en el Occidente cristiano, se fue
desligando poco a poco de tales rdenes cultuales de la vida (H. Belting). Es verdad que hemos acentuado que la problemtica iconogrfica se orienta hacia la reproducibilidad. Sin embargo, esta orientacin de la investigacin no es sencillamente investigacin sobre
documentos, sino investigacin sobre el arte, precisamente porque la
funcin de ser copia y reproduccin es de particular importancia para el Sitz im Leben (contexto vital). Se trata de otra orientacin
metodolgica, cuando (con Gombrich) se habla, por ejemplo, de una
perfeccin de la idea de la imagen en el desarrollo de la pintura hasta llegar al Renacimiento. Sin embargo, esto no excluye que, por
ejemplo, las representaciones del Pantocrtor en los frescos medievales o en los mosaicos de aquella poca irradien una solemnidad insuperable, con la cual no puedan competir las imgenes de la Virgen
durante el Renacimiento. Esta realidad seala verdaderamente hacia
la absolutividad y simultaneidad -estudiada por nosotros- de todas
las artes.
No es necesario seguir desarrollando ms las mltiples posibilidades de ordenacin de los trascursos del desarrollo histrico, y me
limitar a recordar, por ejemplo, el caso de Rafael y la historia de su
fama, llena de vicisitudes. O recordar la revaloracin tarda, por
ejemplo, del barroco. Podramos seguir estudiando las trayectorias
que expresan la historia de las artes plsticas, con sus cambios de
256
Sobre la esttica
gusto, con sus nuevos giros y con sus cambiantes influencias, desde
siempre y hasta el momento actual. Podramos estudiar particularmente la historia de los cuadros pintados sobre madera, que inici
precisamente una nueva poca en las artes pictricas, de la cual naci la galera, el museo y en general la exposicin de colecciones. A
pesar de lo que pueda decirse contra las prdidas que fueron consecuencia de la nueva falta de patria y de lugar del arte y de los artistas, sin embargo no se puede tomar en serio ningn programa de poltica en materia de arte, que no tenga en cuenta la pretensin de
absolutividad de todas las artes. Esto no queda modificado en nada
por el hecho de que haya llegado a su fin la poca de los comunes
estilos arquitectnicos europeos. Mnemosine sigue siendo la madre
de las musas. El carcter presente (la presencialidad) del pasado
es algo que pertenece a la esencia misma del espritu. Las heridas
del espritu no dejan cicatrices (Hegel).
111
11
La filosofa griega y el pensamiento moderno
La filosofa griega y el pensamiento moderno es el verdadero tema que desde siempre se plante de manera especial la filosofa alemana. Se ha hablado incluso de la grecomana del filosofar alemn.
Y esta palabra, seguramente, no se aplica slo a Heidegger o al neokantismo de la Escuela de Marburgo. Se aplica igualmente al gran
movimiento del idealismo alemn, que -inspirado por Kant- emprendi desde Fichte hasta Hegel un inmediato retorno a los impulsos del pensamiento de la dialctica platnica y aristotlica. Sin embargo, tal confrontacin constituye en especial para el pensamiento
moderno un desafo en un doble sentido. Por un lado, no habra que
olvidar que la filosofa griega no significa filosofa en el sentido estricto que nosotros asociamos hoy da a este trmino. La filosofa
significa la totalidad del inters terico y, con ello, cientfico, y no
cabe duda de que los griegos, mediante su propio pensamiento, introdujeron una clave de importancia para la historia universal y decidieron el camino de la civilizacin moderna mediante la creacin de
la ciencia. En efecto, lo que diferencia al Occidente, a Europa, al denominado mundo occidental, de las grandes culturas hierticas de
los pases asiticos, es precisamente esa nueva irrupcin del querer
saber, que est asociada con la filosofa griega, con la matemtica
griega, con la medicina griega, con todo el conjunto de su curiosidad
terica y de su maestra intelectual. As que, para el pensamiento
moderno, la confrontacin con el pensamiento griego es una especie
de encuentro consigo mismo.
En este pensamiento, el hecho de que el hombre se halle en el
mundo como en su casa, la correspondencia intrnseca entre el llegar
a ser como quien est en casa y el hacer que uno est como en casa
-que es lo que distingue al artesano, al que tiene capacidades, al
260
261
262
263
razn, algo que nosotros tenemos que pensar, porque -sin pensar
que somos libres- no podremos ya entendernos a nosotros mismos.
La libertad es el factum de la razn.
Sin embargo, en el mbito de la accin humana, no existe slo
este caso lmite de toda posibilidad de objetivizacin. Yo creo que
los griegos tenan razn, cuando junto alfactum de la razn situaban
el hecho de estar formado socialmente, el ethos. Ethos es el nombre
que Aristteles encontr para designarlo. La posibilidad de la eleccin consciente y de la libre decisin est siempre sustentada conjuntamente por algo que nosotros somos ya siempre -y nosotros no
somos objeto para nosotros mismos-. A m me parece que uno de
los grandes legados del pensamiento griego para nuestro pensamiento es que la tica griega, sobre este terreno de la vida realmente vivida, ha dejado amplio espacio para un fenmeno que apenas
existe ya como tema de reflexin filosfica en la edad moderna. Me
refiero al tema de la amistad, de la philia. Es una palabra que para
nosotros ha adquirido un matiz conceptual tan estrecho, que debemos primeramente ampliarlo para saber qu es lo que queremos entender por ello. Tal vez sea suficiente recordar aquella famosa frase
pitagrica: Entre amigos todo es comn. La amistad es en la reflexin filosfica un ttulo de la solidaridad. Pero la solidaridad es
una forma de la experiencia del mundo y de la realidad social, una
forma que uno no puede hacer, que uno no puede planear por medio
del dominio objetivante ni es capaz de introducir mediante instituciones artificiales. Pues la solidaridad existe previamente, en contraste con toda posible vigencia y accin de instituciones, ordenamientos econmicos, ordenamientos jurdicos y costumbres sociales,
y los sustenta y hace que sean posibles. Esto lo sabe tambin el jurista. Esto me parece a m que es el aspecto de verdad que el pensamiento griego proporciona de nuevo, en este caso, al pensamiento
moderno.
Y un tercer fenmeno, relacionado con esto: me refiero al papel
que la conciencia de s mismo desarrolla en el pensamiento moderno. Como es bien sabido, el verdadero punto en tomo al cual gira el
pensamiento moderno es que la conciencia de s mismo posee la
primaca metdica. El conocimiento metdico es para nosotros un
proceder -consciente de s mismo- que da cada paso bajo el propio
control. Y, as, desde Descartes, la conciencia de s mismo es el pun-
264
265
bra para designar la lengua que produce los sonidos -glotta-, y una
palabra para designar lo comunicado por medio del lenguaje: lagos.
Con lagos se contempla exactamente aquello a lo que se refiere
esencialmente el interno autoolvido del hablar, el mundo mismo
evocado por el hablar, elevado a la presencia, situado en disponibilidad y participacin comunicativa. En el hablar acerca de las cosas,
estn las cosas ah; en el hablar y en el hablar el uno con el otro, el
mundo y la experiencia que el hombre tiene del mundo se va edificando, y no en una objetivacin que apele a la objetividad frente a la
transmisin comunicativa de las ideas del uno a las ideas del otro, y
que quiera ser saber para cualquiera. La articulacin de la experiencia del mundo en ellogos, el hablar el uno con el otro, la sedimentacin comunicativa de nuestra experiencia del mundo, que abarca
todo aquello que podemos intercambiar el uno con el otro, constituyen una forma del saber que, junto al gran monlogo de la ciencia
moderna y de su creciente acopio de potencial de experiencias, sigue
representando la otra mitad de la verdad. Y, as, el tema de la confrontacin de la idea de la ciencia moderna con la idea griega de la
filosofa posee una permanente actualidad. Pues se trata de la integracin de los grandiosos resultados y de las realizaciones de la capacidad de la moderna ciencia experimental y de su dominio del
mundo, de su integracin -digo- en la conciencia social, en la experiencia vital del individuo y del grupo. Pero esta integracin, al final,
no acontece a su vez por los mtodos de la ciencia moderna y por su
camino de constante autocontrol; sino que se realiza en la praxis de
la vida social misma, que ha de recurrir siempre para su responsabilidad prctica a lo que est puesto bajo el poder del hombre, y que
ha de defender las fijaciones de lmites, que la razn humana opone
al propio poder y atrevimiento. No hace falta probar que, en este
sentido, incluso para el hombre de nuestros das, el mundo inteligible, el mundo en el que uno se siente como en su casa, sigue siendo
la ltima instancia, frente a la cual el mundo alienado de la industria
y la tecnologa moderna puede reclamar tan slo una funcin secundaria y de servicio.
12
Platn como retratista
Al mencionar como tema de mi disertacin: Platn como retratista, lo hice por una ocurrencia del momento. Cuando a uno le piden que presente un estudio y que hable sobre Platn, se trata realmente de una invitacin a entrar en un amplio espacio que, a mis
ojos, ofrece muchsimos aspectos y que siempre tiene dispuesto algo nuevo que se convierte en un reto. As me sucedi a m tambin
en este caso especial del nuevo retrato de Platn. Sin embargo, antes
de llegar a Platn mismo, tropiezo con un enorme umbral. Qu es
un retrato? Si no me viera obligado por la gentil ocasin que me ha
trado hasta aqu, entonces yo preferira hablar ms que nada acerca
de: qu es propiamente un retrato? Un retrato es algo as como ese
busto? Si debo intentar decir lo que a m me parece que es un retrato, entonces yo dara la siguiente explicacin: un retrato es la reproduccin plstica, la imagen de un individuo o de una persona, una
imagen tal, que uno debe pensar que reconoce a la persona, si es que
la conoce. Pero qu palabras estamos usando? Persona? Persona en griego se dice rtgownov, el papel que uno representa, o la
mscara que el actor lleva puesta. Eso, desde luego, es algo muy distinto de lo que nosotros entendemos por persona en nuestras relaciones cotidianas, en un uso irreflexivo del trmino. Pero, si quiero
ser ms preciso y hablar con ms propiedad, entonces me refiero,
claro est, a una individualidad, a un individuo. Y, cuando traduzco
al griego mi pensamiento, entonces hablo de a:to~ov. Pero en ese
caso nos hallamos muy lejos, de lo que indagamos propiamente, que
es describir lo que para nosotros es un retrato.
As que, en realidad, es una tarea del pensamiento la que me ha
sido propuesta ante todo. Qu significa que poseemos ahora un retrato de Platn, la cabeza de una estatua que es un retrato, que por
felices casualidades y por los mritos especiales del seor Viemeisel
ha llegado hasta aqu? Qu es propiamente y qu quiere decir que
268
269
efectuado ya para nosotros una abstraccin. Nos preguntamos entonces en qu sentido puede usarse el trmino retratable. Qu
quiere decirse con ello, en general? Es algo que se intuye muy concretamente. Y, a pesar de todo, representa un difcil problema el saber lo que es un retrato. Es algo que me ha ocupado durante ms de
cincuenta aos en mis estudios sobre historia del arte. Por ejemplo,
si queremos referirnos a la diferencia que existe entre una imagen
histrica y otra que muestra procesos semejantes, pero que no es una
imagen histrica, entonces hablamos de una imagen de gnero. Por
de pronto, la palabra gnero nos muestra aqu que se trata de algo
que quiere ser universal en un sentido peculiar. As que yo dira que
lo retratable consiste en que en el individuo se haga visible lo universal, y que el que ha sido retratado, en cuanto tal, cumpla -como
quien dice- lo que expresa su propia imagen. Hegel escribi en una
ocasin al pie de un retrato que se haba hecho de l: Nuestro conocimiento deber ser reconocimiento. El que me conozca, me reconocer. Se presiente en tal frase del gran pensador lo mucho que
se exige para que el conocimiento llegue a ser reconocimiento, y para que una reproduccin sea un retrato.
Pero, despus de esta introduccin abstracta, que es como un
preludio de rgano, quiero pasar a la hermosa ocasin que me ha
hecho venir aqu. Y la ocasin es el nuevo busto de Platn. Qu ha
pasado por mi interior, al tener ahora la posibilidad de ver por vez
primera el rostro de Platn, que yo conoca por reproducciones? En
una ocasin as, creo yo, no hay que leer lo que otros han dicho sobre l. Lo que uno debe hacer sobre todo es abrir bien los ojos. Probablemente yo he visto algo excesivamente con mis propios ojos. Y,
as, debo confesar que la manifestacin de esa cabeza me ha sorprendido increblemente. Es verdad que desde ella est hablando
una intensa concentracin, que uno siente en seguida. Los intensos
pliegues verticales de la frente se hallan especialmente marcados en
esta cabeza, con mayor intensidad que en otras rplicas que ya conocamos. Adems, debo confesar que encontr sorprendentemente
bella la cabeza. Tendremos que reflexionar sobre lo que ello significa, y pensar por qu significa otra cosa distinta que la estimacin de
una obra artstica. Lo siguiente que se me ocurri, y que yo no haba
visto hasta entonces en absoluto, fue: he visto en ello principalmente el genio tico, algo sumamente escptico y que mira a lo lejos,
270
271
272
que Platn nos ofrece aqu acerca de s mismo. En todo caso, seremos conscientes de la tensin que existe necesariamente entre una
imagen plstica y un retrato literario. Que el griego oprima su arcilla para modelar y que intensifique su embeleso en lo que es hijo
de sus manos -estos versos del West-ostlicher Divan de Goethe estn tomados de un poema que prosigue as: Pero nuestra delicia es
llegar hasta el ufrates y vagar de ac para all en el lquido elemento ... - y finalmente el poema termina: Bebed de la mano pura del poeta, el agua se aglomerar. En estos versos se halla bien
patente la diferencia entre la plasmacin plstica de la imagen y el
lquido elemento del lenguaje potico.
Todos conocemos la problemtica de la ilustracin de libros y recordamos famosas excepciones como, por ejemplo, la ilustracin inglesa de libros durante el siglo XIX, que lleg a ser un punto culminante de esta clase de arte. Se consigui ilustrar de tal manera, que
la riqueza imaginativa del texto literario, por ejemplo, la de narradores como Thackeray o Dickens, no quedase limitada ni reducida por
las ilustraciones, sino que se llenara con un espacio an ms amplio
y que, con ligereza danzarina, excitara la imaginacin de los lectores. Y de nuevo es una excepcin el que un retrato literario, por el vigor de su imagen, conduzca a la verdadera creacin de una imagen y
haga surgir una estatua a modo de retrato. Y esto, sobre todo, cuando la plasmacin literaria procede de un gran escritor. Se vislumbra,
claro est, que estoy hablando de la imagen de Scrates que adquiri figura en un tipo de imagen y, al mismo tiempo, en un verdadero retrato literario.
Nos preguntamos qu es el lenguaje, de qu es capaz el lenguaje
y cmo es capaz de ello. Tomemos como ejemplo la biografa, la
historia escrita de una vida. Veamos que las biografas de Plutarco
no se encuentran ya tan vivas como seguan estndolo an en el siglo XVIII. En Plutarco la descripcin y la narracin se desligan entre s como si fueran casi dos aspectos de lo mismo. La descripcin
expresa lo tipolgico de la antropologa aristotlica, que es herencia
cultural griega y que en Plutarco posee presencia natural. El otro aspecto es la narracin, y en ella hay elementos que son inasequibles
para cualquier clase de artes plsticas. El tiempo que fluye, en el
cual la plasmacin literaria hace que algo surja ante nosotros, atrae
propiamente hacia s al oyente y al lector. ste llega a ser -cmo di-
273
274
su propia concepcin del representado, a quien se conoce o se piensa conocer, una concepcin que no est all en absoluto, en lugar de
ver lo que realmente est all. Por eso, en este caso, no habra que
querer leer en el busto de Platn la propia imagen que uno tiene de
Platn. Entonces uno ve labios decepcionados por las renuncias y
un ojo que sobrevuela ya en espritu el mundo. Yo no quise ver eso
all. Sin embargo, cada cabeza tiene muchos rostros, y -en cierto
grado-lo que uno piensa reconocer en el retrato, tiene tambin en l
su razn de ser.
Esto no es diferente en el retrato literario, y se ve por completo,
por ejemplo, en la imagen que, en el Banquete (Symposion) de Platn, Alcibades pinta en su discurso dirigido a Scrates, y con la que
nos acerca plsticamente la figura de Scrates que no se deja seducir por nada. All se presenta el mismo Alcibades, afirmando que l
quiere hablar por vez primera de Scrates por medio de imgenes,
y dice: pero, por favor, no os riis. l sabe exactamente lo que dice. La palabra griega para decir imagen es dxwv (icono) y es ambigua en este caso. Significa no slo la imagen, sino tambin la
comparacin con la que uno quiere expresar algo que en verdad
piensa. As, la comparacin con Sileno y con Marsias alude a la apariencia real de Scrates, y naturalmente todos rieron, porque la
apariencia real de Scrates tena algo de marcadamente feo, algo absurdo, ojos de huevo y una peculiar nariz respingona. Aristteles,
como yo sospech una vez 1, aludi a ello, cuando apel a Scrates
en contra de la doctrina de Platn sobre las ideas, a la que acusa de
XWQLO~~, de separacin entre la idea y la manifestacin. Incluso en
la palabra OL~~ puede verse tambin siempre lo respingona que es
una nariz, lo mismo que en una idea slo puede darse a entender algo, cuando eso se manifiesta. Por tanto, eso es una alusin indirecta a Scrates. As tena l la nariz, y Teeteto se senta orgulloso de
poseer exactamente esa misma apariencia. Por eso, el retrato literario
del dilogo platnico, en este caso de labios de Alcibades, caracteriz la apariencia de ese varn extraordinario e igualmente todo su ser,
y cre incluso un tipo para las artes plsticas. De manera parecida
exista entre los denominados socrticos un gnero enteramente literario, el dilogo socrtico. Haba muchos competidores en ese gnel. H. G. Gadamer, Amicus Plato magis amica veritas, en Gesammelten Werke:
en adelante citado como Obras completas VI, 84s.
275
276
frn denunci a su padre, porque por negligencia hizo que pereciera un esclavo, y Eutifrn considera como un gran herosmo moral el
haber hecho esta denuncia. Scrates intenta hacerle ver su error. Pero la cosa no resulta, porque aquel hombre no sabe sencillamente lo
que es la EUof3Eta. As se ve por el hecho de haber cometido una
falta tan grande contra la piedad que lleg a denunciar a su propio
padre (en un caso dudoso). Por eso, el dilogo termina probando al
vidente -ante los ojos del lector- que su conocimiento sobre el ser
del piadoso es la forma en que uno hace los mejores negocios con
los dioses.
A mi parecer, este dilogo es una clave para todos los dilogos
platnicos, en cuanto se afirma de ellos que Scrates haba enseado que la virtud sera un saber, y que la definicin sera el objeto de
ese saber. En ese sentido, Scrates -ciertamente- no puede ser sino
un ignorante. Si en tal caso se busca una definicin, entonces sta no
puede hallarse as. Por eso, el dilogo Eutifrn representa, creo yo,
una primera fase en los escritos platnicos, una primera fase en la
que lo retratable se atena conscientemente, y todo se encamina a
que uno debe plantearse a s mismo la cuestin acerca del bien, y no
debe contar con hallar un experto, trtese de un vidente o de cualquier otra persona que, por su profesin, lo sepa todo mejor. Saber
esto es la docta ignorancia de Scrates.
El segundo tipo de los dilogos platnicos se diferencia esencialmente del anterior. Muestra la figura de Scrates no slo en su superioridad crtica, sino al mismo tiempo como un visionario de lo verdadero. El Scrates mtico es el que aqu encontramos -ciertamente
un Scrates diferente del de la docta ignorancia, y que no obstante es
el mismo-. Aqu lo retratable no consiste slo, como en el primer tipo de dilogos, en lo indirecto de la docta ignorancia de Scrates, en
la cual fracasan los que aparentemente saben. Ahora el sobresaliente ignorante, con toda la corporeidad y la doctrinalidad de su persona carismtica, se sobrepasa a s mismo, y esto es lo grandioso: la robustez de sus argumentos recibe una nueva y superior acreditacin
por la manifestacin de un hombre que aqu se representa a s mismo. All se precisa todo el arte de Platn, que aparece por doquier
como retratista, para que la figura de su maestro adquiera tanta vida
significativa, que se convierta en el argumento. Est seguramente
bien fundado el que ahora no se trate ya de la simple reproduccin de
277
278
El segundo ejemplo, igualmente conocido, de un dilogo narrado es el Banquete (Symposion), en el cual la actuacin de Alcibades expresa el retrato de Scrates, al que ya nos hemos referido. Toda la historia del Banquete es un dilogo narrado. Al comienzo se
narra que Scrates se queda atrs, cuando iba camino del banquete. Los anfitriones se inquietan pensando ya si quizs Scrates no
acudir al convite. Pero a l se le haba ocurrido algo entretanto, y
por eso no continu su camino sino que se par a reflexionar. Esto,
ciertamente, es un rasgo muy retratable. Pero el final es lo que
constituye un retrato singularsimo de aquel hombre extraordinario,
con el discurso del Alcibades ebrio, inspirado por amor-odio, y dirigindose a Scrates: un dilogo que rompe todo el escenario del
convite.
Los dos dilogos que he destacado aqu en primer plano, tienen
temas de conversacin muy diferentes. Pero ambos estn asociados
tan ntimamente con la vida y la muerte de Scrates, que puede decirse de ambos que son, en su conjunto, un retrato de Scrates. Comencemos por el primero, que describe las ltimas horas de la vida
de Scrates. Lo que en l se narra, no slo significa un sealado
punto culminante y punto final en la vida de Scrates, sino que significa al mismo tiempo un giro decisivo en la vida de Platn y en todos sus escritos 3 Se comprende enseguida cmo la idea de hacer
que otra persona distinta narre esos dilogos ltimos, crea distancia
y con ello da a Platn la posibilidad de describir a Scrates tal como
era y como se comportaba, y no slo en lo que tena que decir. As,
pues, de esta manera Platn pudo, evidentemente, sobrepasar con
mucho lo que un simple recuerdo poda narrar, un recuerdo como
los que se han conservado en los Memorabilia de Jenofonte, que se
cuentan entre los escritos que recuerdan a ese hombre singularsimo,
que resultaba tan conocido como incmodo en las calles de Atenas,
hasta que finalmente se tom la decisin de eliminarlo. Ahora nos
hallamos ante la tarea de mostrar en su significacin filosfica el arte platnico del retrato. Platn hace un retrato tan slo porque quiere argumentar. No retrata nicamente para lograr un efecto potico,
sino que lo hace como pensador para decir algo sobre el tema mediante una representacin potica.
3. Cf., a propsito, mi estudio sobre los argumentos de Platn en favor de la inmortalidad en el Fedn, en Obras completas VI, 187-200.
279
El tema del que se trata en el Fedn es la cuestin de la inmortalidad del alma. Este tema interesaba mucho al siglo ilustrado en el
que se desarrolla la totalidad del dilogo. Los dos participantes principales en este dilogo, Simmias y Cebes, proceden -ambos- del
mundo de la ciencia pitagrica. Est bien claro que ellos, ante todo,
no son miembros de una secta religiosa. Sino que estn familiarizados con la moderna matemtica, medicina y biologa de la poca.
Saben, por ejemplo, que la materia del cuerpo humano cambia por
completo en brevsimo tiempo. Nadie conserva durante toda su vida
las mismas clulas que componen su organismo, como diramos hoy
da. Los pitagricos, desde luego, no saban nada de clulas. Pero saban ya lo esencial: saban que la materia de que consta el cuerpo se
va gastando y se va renovando, como un vestido. Scrates trata de
refutar las objeciones de sus dos interlocutores, hacindoles ver en
prolijas exposiciones que el alma no puede morir, porque el alma es
por doquier lo vivificante. Jams podr nadie representarse el alma,
ese soplo semejante a la respiracin, que al mismo tiempo es algo
que despierta la mente y que regala presente, sino en la medida en
que el alma anima al hombre. As que la inmortalidad del alma puede demostrarse, por decirlo as, lgicamente. Platn o su Scrates
prepara esta demostracin, pasando a hablar de temas de matemticas. l muestra que los nmeros, manifiestamente, son algo. Pero
qu es lo que son propiamente? Tienen un ser propio. Desde luego,
no tienen un ser a la manera de las cosas que contamos con ellos.
Los nmeros no son tampoco como el ltimo aliento del moribundo,
a quien se ve y se oye. As que en el dilogo se introduce una nueva
tensin. Scrates muestra que en los nmeros hay algo sin que uno
sepa qu es, de dnde procede, adnde va. Sin embargo, se sabe que
ello es de tal y cual manera. Todos nosotros, incluso los profanos,
conocemos, por ejemplo, el hecho de que hay nmeros primos y de
que stos, en la serie numrica, se van haciendo cada vez ms raros,
y de que nadie es capaz de decir cundo terminar la serie de los nmeros primos. Nuestros matemticos han desarrollado teoras y modelos para resolver este enigma para la mente humana. Pero sigue
siendo un enigma el que all, en los nmeros mismos, se produzca
algo que ejerza sobre nosotros una coaccin de realidad. No depende de nuestro capricho -aunque parezca tan sencillo-, el contar
siempre uno y uno y despus aadir de nuevo uno, contando infini-
280
281
sta. Aqu reside para nosotros el significado propio del dilogo como retrato de Scrates. Tan slo la consecuencia prctica, el aferrarse al mundo de ideas religiosas en el que todos vivimos, se apoya en
el ejemplo de la actitud de Scrates ante lo que no puede demostrarse y no puede saberse. De este modo, el retrato de quien se esfuerza
en saber y no se siente conmocionado por la angustia de la vida, se
convierte en el ms vigoroso de todos los argumentos. Simmias,
despus de la argumentacin socrtica, confiesa que todava no est
convencido del todo. l piensa, evidentemente, que el nio que hay
en nosotros y que siente angustia en nosotros, de quien se haba hablado antes, no permanece tan enteramente tranquilo, y que pudieran surgir dudas de nuevo. Entonces Scrates le alaba, y le dice que
eso est bien. Uno no debe sentirse seguro durante toda su vida en lo
que atae a esa pregunta. En cambio, en la propia praxis moral y social, uno debe comportarse como si supiera y como si fuese a ser
bien recibido por los dioses en el Hades. As es como todos debemos
comportamos. De esta manera, Scrates vuelve a aparecer corno el
Eum::~r~ que ya conocemos. Tampoco l sabe cmo es ello realmente. Pero, en todo caso, en la propia vida uno debe comportarse
corno a l le parezca que es bueno y recto. Y eso s lo sabe l.
El retrato que nos ofrece el Fedn es una verdadera obra maestra
en la serie de retratos literarios que debernos a Platn. Nos muestra
a Scrates en la hora de su muerte. No hace falta ms que recordar
aquellas famosas ltimas palabras de Scrates cuando, al sentir que
sus miembros se iban ya enfriando, dice a sus amigos: Tenis que
sacrificar un gallo a Esculapio. Ah no hay nada de ese sentido profundo que Nietzsche, siguiendo a Schopenhauher, quiso encontrar
en estas palabras. Sino que ocurre corno en la escena inicial con el
sueo que Scrates tuvo de que tena que componer versos. Es de
nuevo la observancia cuidadosa de lo que es tradicin sagrada por el
uso y las costumbres -aunque Scrates siga siendo de nuevo corno
el que no sabe-.
Mi segundo brillante ejemplo de un retrato literario efectuado
por Platn, es el Banquete (Symposion). De nuevo nuestra tarea consistir en reconocer el retrato que aqu surge, corno la consumacin
de un argumento. Este convite transcurre corno una fiesta de discursos. A fin de cuentas, se trata de griegos. Aquel que haya estado alguna vez en Grecia, conoce el fragor incesante del continuo embate
282
283
el orden final del mundo es como es, y por qu es un orden tan bueno. se es el vo~ que l busca. El vo~ mismo no es algo bueno, un
algo finsimo, pursimo, que lo impregna todo, como Anaxgoras lo
describe, sino que el vo~ mira hacia el bien. Scrates aguarda en el
vo~ no un algo tan excelentemente bueno que ponga en marcha la
formacin del mundo, sino un algo que se oriente hacia lo bueno y
lo bello que hay en el orden del mundo. El vo~, lo pensante, el espritu (o la mente) no es algo distinto de cualquier otro ente, sino
que es lo que diferencia a todo ente.
Se trata del mismo giro que hallamos en el Banquete (Symposion). Scrates nos muestra que sucede lo mismo con el amor, con el
eros. Es un anhelo de lo bello, pero l mismo no es una cosa bella.
Scrates conoca realmente el ingente poder de la pasin que le arrebata a uno. Pero l ve que el eros no es slo un poder de la naturaleza, sino que anhela algo. El eros es siempre EQO~ uv~, y se dirige
siempre hacia lo bello. Entonces es verdaderamente un pensar:
"Egw~ cpLA.aocpo~. Incluso aquel que, sin reflexionar, se deja arrebatar por su pasin, est orientado -en su pasin- hacia algo, est
hechizado por algo que ha venido sobre l. El observador pensar
quizs que esa pasin le ha privado de toda razn y capacidad de
discernimiento. Pero, para l mismo, lo que se apodera de l es lo
bello, y nunca lo feo. De esta manera desarrolla Scrates el dilogo
con Agatn hasta que este ltimo llega a ser consciente de lo superficial que es su elogio del eros y de lo ignorante que es l mismo.
Pero entonces llega Scrates a un punto en el que interrumpe el
dilogo con Agatn. Prosigue refiriendo cosas, a travs de un dilogo con la sacerdotisa Diotima, que le instruy en las cosas del amor.
De nuevo hay una impalpable irona en el recurso socrtico a la sacerdotisa Diotima de Mantinea. Platn sugiere artsticamente que
Scrates sigue siendo el mismo, cuando Diotima en el curso del dilogo formula sus preguntas o responde a las preguntas de Scrates,
y que seguir siendo igualmente Scrates, cuando el curso del dilogo se halle enteramente en manos de Diotima, y sta, resumiendo
para terminar, haga uso de la palabra (Symp. 202e ), e incluso cuando Dio tima no confe ya en l (Symp. 21 Od), creyendo que no pueda seguirla -y esto lo repite Diotima varias veces y le exhorta a esforzarse para poder seguirla-, las cosas no sern diferentes. Aun
entonces no es una Diotima real la que habla, sino que es Scrates,
284
que se sobrepasa a s mismo y que desarrolla toda la visin del camino del amor. Tan slo hay que tener en cuenta cmo el distanciamiento condescendiente de Diotima se va intensificando cada vez
ms. Sigue siendo el mismo Scrates, comenzando con la delicada
burla de Diotima, que ha querido hacerle ver que el eros es el principio universal del amor, como los genuinos sofistas (Symp. 208c
1). T tienes que saber, tales son las palabras, eso me lo puedes
creer. Despus prosigue reducindolo todo al deseo de inmortalidad y reconociendo al eros en todas las creaciones vividas y realizadas por los hombres y viendo en todo ello el anhelo de inmortalidad.
Aunque Platn y sus lectores no piensan primeramente en las mujeres, sino que se refieren a la pasin homoertica y pedaggica por
muchachos jvenes dotados de talento, el amor se relaciona con lo
femenino como amor para la procreacin y para perpetuarse y para
engendrar hijos y tener descendencia (Symp. 208e 2). Despertar en
otras almas el anhelo ms alto, los genuinos pensamientos, los A.yot, y ver en ellas principalmente lo bello, eso domina evidentemente toda la sabidura del amor, que Scrates aprende aqu de Diotima. Queda en suspenso, seguramente porque no tiene objeto, lo
mismo que en algunas otras invenciones o interpretaciones platnicas, por ejemplo, en la Apologa, cuando se trata de justificar la accin de Scrates como obediencia al orculo de Delfos. Queda aqu
en suspenso -digo- el saber si Scrates no encontr su eros pedaggico sino por medio de la supuesta leccin de la sacerdotisa. No en
vano dice Diotima (Symp. 209e 5) que Scrates poda ser iniciado
ciertamente en esas cosas del amor. Esto se entiende fcilmente de
Scrates, cuando se describe en el dilogo la transicin de un muchacho bello y de talento a otro, y que lo que se busca tambin en
otros son los A.yot, que es de lo que se trata (Symp. 210c 1 s). No
es siempre, al final, Scrates el que posee esa sabidura acerca del
amor?
Claro que tenemos razones para preguntarnos qu es lo que a
Diotima le hace dudar de si Scrates va a poder seguirla hasta el fin.
Es que el Scrates platnico, al final, duda de s mismo y de la ascensin a lo nico bello, que, como una repentina revelacin, se manifiesta en su visibilidad, pureza y unidad? O bien es que Scrates,
por decirlo as, es impulsado ms all de s mismo? Suena como un
paso en direccin hacia la ontoteologa, un paso que el fsico Arist-
285
286
287
narra, es un testimonio de ndole especial de lo que Scrates aprendi con Diotima y de lo que l era. Aqu se manifiesta encamado en
Scrates el ideal platnico de la armona doria entre el A.yor; y el
Egyov. La estrategia de la seduccin, descrita por Alcibades, no tiene xito, porque a Scrates no es posible seducirle. Alcibades llega
precisamente a echrselo en cara. Ese hombre no hace ms que aparentar que est enamorado. En realidad, lo nico que quiere es ser
amado por nosotros. Tal es la imagen que Platn dibuja aqu.
Parece como si Scrates, a los ojos de Alcibades, hubiera aprendido demasiado de Diotima y que por eso no fuera ya capaz de
amarle. O ser que, al final, ocurre lo inverso, a saber, que Alcibades es el que ya no saba amar, porque lo nico que quera es ser
siempre amado, y que, por tanto, ese varn tan prometedor lleg a
ser el homme fatal de Atenas? En todo caso, Alcibades fue una de
las grandes decepciones que Scrates tuvo. No en vano, al final, Alcibades lleg a ser uno de los culpables de la decadencia de Atenas
por la Guerra del Peloponeso, y eso lo conocan ya los lectores de
Platn. En ese Scrates podan reconocer la respuesta platnica al
fracaso del discpulo socrtico.
Las dos facetas que hay en el libro acerca del retrato literario en
Platn, y que acabamos de ver, nos sitan ahora ante la tarea de sacar las conclusiones filosficas. Son de ndole radical. De la estructura del discurso de Diotima habamos deducido cmo la descripcin de esa ascensin a lo bello se aproxima paso a paso al esquema
conceptual de la E:n:aywyi]. De ah sacamos la conclusin de que la
ascensin misma a lo bello no significa sino que uno aprende a ver
lo bello que hay en todo. Claro que esto suena demasiado a nominalismo moderno o a conceptos que se hayan proyectado sobre Platn. Pero en realidad es una verdad superior lo que surge ante nosotros en ese retrato del eros pedaggico. Tambin para nosotros
posee una evidencia inmediata el que sea nicamente el amor lo que
no ciega, sino que hace que se vea, de tal modo que uno tiene que
ver al otro en su verdadera posibilidad y tiene que dejarle que sea
as. Por tanto, en la pasin del amor, si uno no se deja vencer por
ella hasta llegar al delirio equivocado, hay una orientacin de sentido hacia el otro, y esta orientacin debe sustentar toda verdadera
relacin de amor. Una orientacin de sentido, en el texto platnico,
significa que el verdadero eros se halla orientado hacia los logoi, y
288
289
As describe Goethe en sus versos la armona pitagrica de las esferas. Las rbitas de los astros se ajustan a las relaciones numricas
segn las cuales se hallan ordenados. Tal es la tesis de que los astros
representan los nmeros y de que, por tanto, las manifestaciones satisfacen la idealidad de los nmeros. Es una visin matemtica del
cosmos la que se representa inmediatamente en la concepcin pitagrica del mundo. Los nmeros son lo que las cosas son en el fondo. La doctrina pitagrica efecta una especie de identificacin ntica entre el ser y el nmero 4
Platn modific la expresin, segn afirma Aristteles. En vez de
mimesis, l habla de methexis. Traducir este trmino es sumamente
difcil. Propiamente quiere decir participacin y, si nos expresamos en latn, el trmino se presta an ms a malentendidos: partidpatio. Pues entonces se introduce la idea del todo y de las partes, una
idea que es propiamente improcedente en la expresin griega, lo
mismo que en los equivalentes alemanes Teilnahme y Teilhabe.
Sin embargo, el hecho de que lo que se manifiesta participe en la
idea y no sea como los astros que imitan a los nmeros, significa
ms que un simple cambio de expresin. Aristteles lo atena, por
decirlo as, como si no fuera otra cosa. Pretende equiparar la doctrina de Platn sobre las ideas-nmeros con las enseanzas de los pitagricos, para recalcar con nfasis lo insostenible que es. En realidad,
en el cambio de expresin se expresa un terreno enteramente nuevo,
al cual lleva Platn su cercana y su diferencia con respecto a la cosmovisin pitagrica. Se trata del terreno socrtico-platnico, en el
que Platn entr con la huida a los logoi, y que l introdujo en el
mundo con el nombre de dialctica. Si los astros, con sus rbitas,
representan a los nmeros, entonces a eso podr llamrselo mimesis
y podr considerrselo como aproximacin a lo propiamente ntico.
Por el contrario, methexis es una relacin -enteramente formal- de
participacin, y esto quiere decir: de reciprocidad. La mimesis se halla siempre en direccin hacia aquello a lo que uno se aproxima, hacia lo que uno se orienta, cuando se lo representa. Por el contrario,
methexis contiene -como indica ya el prefijo griego f.!E't-la idea de
que ello es juntamente con lo otro. El participar, el f.!E'taAaf.!~4. Cf. J. Klein, Die griechische Logistik und die Entstehung der Algebra, 7 A,
en: Quellen und Studien zur Geschichte der Mathematik, Astronomie und Physik,
seccin B, vol. 111.1 (1934).
290
291
292
293
mnides le imputa. Ciertamente, el joven Scrates no est a la altura suficiente para esclarecer conceptualmente la nocin de la participacin. Pero de nuevo Platn lo hace todo para que eso no aparezca como simple incomprensin por parte de Scrates. Parmnides le
alaba por su tenacidad, y le hace ver nicamente la necesidad de
ejercitarse ms todava en los discursos.
Al ejercitarse en los discursos, l aprender quizs que tiene que
haber participacin de una idea en la otra -y en este sentido tiene
que haber lo uno y lo mucho-, si es que existe ellogos en general. A
ms tardar, le ayudar para ello el forastero de Elea, en cuya conversacin en el dilogo Sophistes l es un oyente. Ahora se haba demostrado que el absurdo chorismos contra el que ms tarde Aristteles dirigir su crtica, representa ya en el dilogo Parmnides el
verdadero punto crtico en la aceptacin de las ideas. Esto significa,
en su ltima consecuencia, que en Platn no puede tratarse de la separacin de las ideas, que Aristteles quiere imputarle. Demasiado
pronto has tratado de definir un solo eidos, tal es la ltima palabra
crtica que Parmnides tiene que decirle a Scrates. Se refiere a que
la relacin entre unas ideas y otras, a que la participacin de unas
ideas en otras, que pareca inconcebible para el joven Scrates, habr de ser la genuina base de la dialctica platnica. Cualquier lagos
contiene tal participacin de unas ideas en otras.
El que los fenmenos participen en las ideas, sigue siendo en todo ello el presupuesto que subyace a la suposicin de las ideas. Es
algo que se trasparenta claramente en el dilogo Parmnides, lo mismo que en todas las visiones grandiosas a las que se eleva Scrates.
As lo atestigua igualmente el ascenso a lo bueno en la Politeia, en la
imagen del smil de la caverna, lo mismo que la ascensin a lo bello,
que Diotima expone a Scrates como el camino del amor. Aqu, en
el dilogo Parmnides, se ve de manera completamente expresa que
Scrates ilustra mediante el smil de la luz del da cmo una cosa
universal (el d~o~) conviene a lo particular. Que exista esta participacin es, al fin, el presupuesto de que es posible en general el pensar y el hablar, el vincular ideas y el entenderse mutuamente. Verdaderamente, el esplendor de lo bello y la claridad del da describen
mejor la methexis que la relacin entre el todo y la parte, en la que
involucra a Scrates la dialctica eletica. En lo bueno y en lo bello
e igualmente en la luz se da la omnipresencia de la participacin.
294
295
Pero con esta afirmacin el Filebo conecta otra conclusin que conduce de manera igualmente necesaria al cuarto gnero fundamental
del ser. El tercero, junto al lmite y lo ilimitado, representa el verdadero prodigio del ser, el devenir para el ser, el ser que ha devenido.
No es una simple aplicacin del pensar, contar y medir a lo indeterminado e ilimitado. No, sino que aqu la medida pertenece al ser. Esto reside en el metrion, del que se habla en el Politikos como la ver:dadera medida que es propia del ente mismo. Como existir concreto,
eso mesurado hace referencia a un ser arquetpico, a la causa, al
nous, que todo lo rige y gobierna, de tal modo que ello est bien y se
encuentre en consonancia con el todo, lo mismo que lo bueno, lo sano y lo hermoso.
Si se reconoce la lgica interna que muestra cmo los cuatro gneros de los que se habla en el Filebo se van desarrollando consecuentemente, entonces vemos de repente que en esa doctrina de los
gneros se refleja de nuevo el antiguo problema de la methexis. Los
dos gneros adicionales, lo medido (o mesurado) y la causa ordenadora suprema, representan todo lo que no es asequible mediante el
pensar, contar y medir y que, por tanto, no es asequible finalmente
por ellogos: lo concreto. Aqu se desautoriza precisamente el intento de deducir nicamente de la medida y del nmero lo concreto. Lo
concreto est vinculado irrecusablemente con el nous, y as el cuarto
gnero del Filebo repite la respuesta mtica a la realidad de lo real.
Tal es la participacin de la idea en los fenmenos, exactamente
igual que en el Timeo el demiurgo es el responsable de la realidad
del universo 8 .
Otra ilustracin de lo que se halla sedimentado en la manera platnica de pensar es el supuestamente segundo principio, que segn
Aristteles fue introducido por Platn, junto al EV, el uno, en su famosa leccin sobre lo bueno. Aqu remitir especialmente a mi estudio Platos ungeschriebene Dialektik (La dialctica no escrita de
Platn) 9. La dualidad indeterminada sustituye al artELQOV, que
figura a la cabeza de toda la serie de conceptos pitagricos. As como Platn sustituy la mimesis por la methexis, as tambin emple
evidentemente el concepto del artELQOV en un nuevo sentido, pura8. Consltese, a propsito, mi estudio: Idee und Wirklichkeit in Platos Timaios, que actualmente se encuentra en Obras completas VI, 242-270.
9. Actualmente en Obras completas VI, 129-153.
296
297
298
una persona en su individualidad o en un retrato que refleja esa individualidad, entonces hay siempre en ello, a la vez, algo de un reconocimiento de nosotros mismos, a saber, de lo humano que hay en
la otra individualidad. No nos lo dice ya la palabra individuo?
Una ojeada a la historia del trmino ser sumamente aleccionadora.
El trmino es la traduccin latina de tomo. Cuando Platn denomina as lo supremamente diferenciable en la diferenciacin de las
ideas que se van diferenciando cada vez ms unas de otras, entonces habla de a:qt:rp;ov doo~, de eidos indivisible. Evidentemente, l no utiliza la expresin tomo para mantener en la conciencia la especificacin que l denomin diairesis y para evitar una
falsa resonancia de las enseanzas de Demcrito, que denomin as
los ltimos elementos indivisibles que hay en la naturaleza. En cambio, Aristteles emplea ya frecuentemente el trmino en el mismo
sentido lgico que tiene la expresin platnica, a saber, como el lmite de la especificacin y no como el lmite de la divisin material.
En todo caso, la historia del trmino y la del concepto remiten al origen que se remonta a lo universal y al lmite del mismo. Lo cualquiera correspondiente, que Aristteles denomin -cOE LL, es aquello a lo que se puede sealar nicamente cuando uno piensa en lo
que es esto. Nosotros, claro est, lo denominamos lo individual,
sin ser conscientes de que con ello pensamos en un lmite de especificacin, cuando queremos decir que algo es singularsimo.
Aqu el uso del lenguaje nos ofrece un ejemplo del carcter irresistible con que el lenguaje y el pensamiento se apodera de lo que no
puede alcanzar. Se dice que es lo indivisible y es denominado as a
partir de una diferenciacin especificante. Queda siempre referido a
ella. Incluso cuando preguntamos qu es lo peculiar de un individuo,
nuestra sensibilidad lingstica no es consciente en absoluto de que
tratamos al individuo como effabile.
En la metafsica se encuentra uno plenamente dentro de la herencia antigua. En la metafsica conocemos el problema, que la antigedad no conoci de esta manera, como la cuestin acerca del principium individuationis. No es casual que este principio sea una
formulacin y conceptualizacin de carcter tardo. Cuando se dice,
por ejemplo, que la materia aristotlica, la A.11, es el principio de individuacin, entonces esto est concebido a partir del sentimiento en
favor de las mediciones que tena la ciencia moderna, y yerra en
299
300
de lo bello mismo y de lo exacto mismo, de cuya repentina manifestacin habla el dilogo platnico. Claro que lo que es, lo que es
all, no es decible de nuevo. Pero esto significa a la vez que todo
lo que de esta manera es ah, se representar de manera distinta en
cada uno, y sin embargo seguir siendo lo mismo. As, un retrato
puede invitamos al reconocimiento, aunque no hayamos visto jams
al representado ni tampoco reproducciones de l. De este modo, un
mito puede ser un estremecedor encuentro con uno mismo, con
aquello de lo que uno sabe en secreto. O como una palabra que se
nos dice, por ejemplo, la palabra de la promesa, que a todos llega y,
sin embargo, es pro me, est dirigida a m.
Regresemos de nuevo al lugar donde el nuevo busto de Platn
nos haba conducido a tales reflexiones. Lo vi aliado del singularsimo busto de Homero cuyos ciegos ojos lo penetran todo. Junto a
ellos se encuentra ahora -hay siglos de por medio- el pensador, en
cuyos rasgos se halla dibujada tanta intuicin, distancia y lejana de
todo lo que sucede. Si se penetra en la sala en la que se encuentran
los monumentos de la poca platnica, entonces nos hechizan inmediatamente algunas estelas funerarias. All no se podr hablar de retrato. Sera verdaderamente inapropiado representar en un retrato al
difunto o a su padre llorndole. Una estela funeraria no es un monumento a una persona, sino un gesto de recuerdo y de despedida. Las
figuras, que se despiden la una de la otra, se tocan ligeramente la una
a la otra y se hallan en una quietud que crea entre ambas un espacio
de vibracin -y eso, aunque no se trate ms que del joven y de su perro-. Siempre el que llora se alza sobre el espacio de separacin y
toma en sus manos, sin apretar, el brazo del difunto. Como aprend
en mi visita al museo escultrico (la gliptoteca), en una conversacin con el seor y la seora Viemeisel, es siempre la persona superviviente la que toma entre sus manos la mano del difunto, como
si quisiera asirla por ltima vez. Es un apegarse a la vida, que se profesa solemnemente y que, no obstante, acepta sin protestas la separacin. Eso tiene la intimidad de un retrato. Pero es ms un retrato
de la despedida.
Esas estelas funerarias pertenecen a la misma poca en que vivi
Platn y en que fue creada por Silanio la estatua de Platn, creada
ciertamente despus de su muerte, pero como si hubiera sido creada
durante su vida. As como las estelas funerarias no son retratos, as
301
302
303
13
La herencia de Hegel
306
medio de Ranke, Droysen, Dilthey y sus discpulos, no puede separarse de la sntesis global de Hegel 2 En Hegel, el concepto del
logos, que los griegos haban desarrollado para comprender el conjunto del mundo, se extendi por primera vez al mundo histrico,
sin que se exigieran para ello datos suprarracionales de una historia de la salvacin. Reconocer la razn en la historia, fue la audaz
pretensin de Hegel, quien, al final, atrajo sobre s tanta contradiccin como el intento, anticuado desde un principio y condenado al
fracaso, por situar forzadamente a la moderna investigacin de la
naturaleza, a pesar de su provisionalidad esencial y de su constante autosuperacin, bajo un concepto de ciencia que sera una totalidad de verdad, una doctrina, es decir, que reclamaba para s el ser
una verdad absoluta y racional. Finalmente, en el terreno del espritu histrico, la dialctica del saber absoluto no pudo eludir
tampoco la contradiccin de la investigacin histrica. A ella no
pudo menos de sucederle lo mismo que a la filosofa idealista de la
naturaleza, a causa de la carrera de triunfos que llevaba la investigacin de la naturaleza. La dialctica abierta del platnico
Schleiermacher era mucho ms recomendable como fundamento
de una metodologa de las ciencias histricas que la construccin
hegeliana de la historia universal. Y as Dilthey, bigrafo de
Schleiermacher, y la metodologa de la Escuela Histrica, cuyo intrprete filosfico se llam Dilthey, emprendi bajo la palabra clave hermenutica la tarea de la fundamentacin epistemolgica
de las ciencias del espritu. Pero sobre todo dentro de la filosofa,
la labor conceptual de Hegel, el mtodo especulativo de la dialctica, hall contradiccin 3 Este mtodo es de tal ndole, que uno
ante l siente paralizado literalmente el intelecto, lleno de asombro y lleno de protesta. Esta actitud se impuso plenamente en el
neokantismo, que se iba difundiendo cada vez ms y cuyo lema
j Volvamos a Kant! significaba tambin la hybris especulativa
del idealismo absoluto y que, por su parte, partiendo de base kan2. Fue mrito de Erich Rothacker, en su obra Einleitung in die Geisteswissenschaften ( 1920), haber mostrado la culpa histrica de la Escuela Histrica con respecto a Hegel.
3. La crtica ms influyente de la dialctica de Hegel fue la de AdolfTrendelenburg, quien a su vez influy manifiestamente en Hermann Cohen. El manifiesto,
muy difundido, del movimiento Zurck zu Kant! (Volvamos a Kant!) se plasm
en la obra de Otto Liebmann, Kant und die Epigonen ( 1865).
307
308
309
310
311
paado por la lectura constante de los clsicos griegos, especialmente de Platn, trat de superar la autoalienacin historizante con
la que el positivismo histrico haba hecho que los pensamientos palidecieran en opiniones, y la filosofa en doxografa 12 Vino en mi
ayuda aquella teora de la simultaneidad, que Kierkegaard, porrazones religiosas y de crtica teolgica, haba opuesto al entender a
distancia -la cual en 1924 por medio de la edicin de Diederich de
los discursos religiosos (Vida y reinado del amor) haba logrado un efecto convincente-. Pero ya una de mis primeras experiencias como pensador me haba conducido a Hegel-por el rodeo a travs de Kierkegaard y con entusiasmo paradjico por el asesor
Wilhelm en O lo uno o lo otro- sin que yo me diera cuenta de ello
por completo.
Ciertamente, lo que form as mi pensamiento fue un Hegel personalizado, un Hegel dialgico, detrs del cual se hallaba siempre el
cotidiano trato pensante con los dilogos platnicos. Adems, desde
muy pronto trat de distanciarme crticamente de las extravagancias
acadmicas de la filosofa enseada en las ctedras, que me sala al
encuentro en una serie de experiencias habidas con mis propios
maestros. La experiencia de la vida y el estudio de Platn me haban
hecho entender desde muy pronto que la verdad de un solo enunciado no puede medirse por su mera relacin objetiva de rectitud y
acierto, y que tampoco depende del contexto en que se halle, sino
que al fin depende de la autenticidad de su arraigo en y de su vinculacin con la persona del hablante, en quien alcanza su potencial de
verdad. Pues el sentido de un enunciado no se agota en lo dicho. Se
puede desvelar nicamente, cuando uno se remonta a la historia de
su motivacin y contempla anticipadamente sus implicaciones. Esto fue desde entonces una de mi evidencias hermenuticas conductoras, en las cuales la herencia de Dilthey se conectaba con el esclarecimiento fenomenolgico aportado por Husserl. Por qu entonces
Scrates, aunque a menudo derribe con los recursos ms discutibles
de la lgica los argumentos ms razonables e incluso las respuestas
socrticas de sus interlocutores, queda sumamente libre de la sospecha de ser uno de esos insignificantes sofistas que juegan al juego de
12. Aun antes de la publicacin de Verdad y mtodo, esto aparece con claridad,
especialmente en mis lecciones impartidas en Lovaina: Chaire Cardinal Mercier,
1957, que se publicaron con el ttulo: La connaissance historique (1963).
312
su propia superioridad dialctica? 13 Honro a la lgica, pero la ridcula superioridad con la cual la argumentacin platnica es examinada por la investigacin moderna para analizar lo concluyente de
su lgica -y, si le viene en gana, para enmendarla con benevolenciame ha parecido siempre una casi ridcula metabasis eis alfo genos,
una confusin de la argumentacin cientfica con la fuerza de conviccin del dilogo, de la lgica con la retrica del pensamiento, cuyo antiguo nombre es el de dialctica. Pero me costara an largos
aos hasta que en mi pensamiento se impuso de manera total la posicin central del dilogo en la teora de la hermenutica y en orden
a la lingisticidad de nuestra experiencia del mundo.
Necesit para ello mltiples ayudas. Una de ellas me lleg, todava en tiempo de la segunda guerra mundial, por medio de la autobiografa de Collingwood, discpulo de B. Croce y de los ltimos representantes del hegelianismo ingls 14 El gran descubridor de la
lnea del limes en la Bretaa romana hizo que yo encontrara all, magistralmente ilustrado y elevado a principio como logic of question
and answer, lo que me resultaba familiar como fillogo e intrprete. As como Collingwood no haba descubierto casualmente por un
feliz hallazgo en sus excavaciones el trazado del limes romano, sino
que lo habra logrado mediante el anterior planteamiento y la respuesta a la pregunta acerca de cmo tendra que haberse fijadoracionalmente tal instalacin de defensa, as tambin el trato con la
tradicin filosfica es slo significativo, cuando la razn se reconoce en ella misma, es decir, cuando dirige sobre s sus propias preguntas. De evidencia contundente es la verdad cuando uno slo entiende una proposicin, cuando la entiende como respuesta a una
pregunta. Sin embargo, el hecho de que yo no pudiera adherirme por
completo a la teora del reconocimiento histrico, a la teora del reenactment, que Collingwood haba construido, se debe a la confusin de este pensador, que a menudo extrava tambin el pensamiento actual acerca de estas cosas, entre la praxis y la accin, por la
cual se desfigura voluntarsticamente la esencia y la experiencia de
13. Cf. mi estudio sobre Platn, del ao 1931: Platos dialektische Ethik (2 1966),
en las Obras completas V, 3-163; y especialmente mi estudio Logos und Ergon
im platonischen Lysis, en Obras completas VI, l71ss.
14. La autobiografa de Collingwood fue traducida por J. Finkeldei al alemn
-por iniciativa ma-, y fue publicada con una introduccin ma con el ttulo: Denken
( 1955) (versin cast.: Autobiografa, 1954).
313
la historia. Una teora de la planificacin o de la accin no podr hacer justicia nunca a la experiencia de la historia, en la que nuestros
planes fracasan y nuestras acciones y omisiones suelen conducir a
consecuencias inesperadas.
Pero tales aplicaciones inconsecuentes, como las que encontr en
Collingwood, no constituyeron para m en el fondo ningn obstculo. Yo haba llegado a conocer la posicin -ms fuerte- de Hegel,
que se hallaba detrs de todo ello, aunque lo hice a la vez de forma
libre y no dogmtica. Que la conciencia del individuo -prescindiendo del caso especial de los individuos de la historia universal- no
est a la altura de la razn en la historia, lo mostr Hegel convincentemente en su famosa doctrina acerca de la astucia de la razn.
Ahora bien, este conocimiento acerca de la finitud y de la limitacin
del individuo que se halla en la historia como actuante no influir
tambin en el individuo que piensa? Qu significar esto para la
pretensin del pensamiento filosfico de poseer la verdad? Que la
antigua forma de la proposicin no es apta para expresar verdades
especulativas, eso -s- lo haba afirmado y reconocido Hegel, pero
haba que dirigir esa idea contra l mismo y contra la coaccin metodolgica que l se haba impuesto a s mismo. Lo que a m me
convenci en la lgica de la pregunta y la respuesta de Collingwood, no era su utilidad metodolgica, que al fin de cuentas es trivial, sino su validez universal que sobrepasa todo uso metodolgico,
una validez segn la cual la pregunta y la respuesta se halla totalmente entreveradas la una en la otra. Qu es, entonces, una pregunta? Indudablemente, es algo que uno ha de entender y que uno slo
entiende, cuando entiende la pregunta misma a partir de algo, pero
esto quiere decir que la entiende como una respuesta, y que de este
modo limita la pretensin dogmtica de cualquier enunciado. La lgica de la pregunta y la respuesta demostr ser una dialctica de la
pregunta y de la respuesta, una dialctica donde la pregunta y la respuesta se permutan constantemente y se disuelven en el movimiento
del entender.
Con ello surgi de una vez, detrs de toda la metodologa de las
ciencias del espritu y de toda epistemologa, la unidad del dilogo y
de la dialctica, que relacionaba entre s sorprendentemente a Hegel
y a Platn, y que liberaba la experiencia hermenutica. sta no deba
limitarse por ms tiempo al ser para el texto, a un procedimiento
314
315
316
nosotros. No se puede negar el siglo y medio que nos separa de Hegel. Es verdad que yo no querra ver en Hegel mismo la destruccin
del fundamento seguro de la conciencia trascendental, desde el
cual pareca claro el trazado apriorstico de fronteras entre las determinaciones trascendentales y las empricas, entre la vigencia y la gnesis, tal como Habermas formul en una ocasin, pero lo cierto es
que la violencia de su sntesis actu en esa direccin y que nosotros
hemos experimentado ese efecto durante todo un siglo, al que se denomina histrico. Marx, Nietzsche y Freud mostraron a la autocerteza del pensamiento pensante cules eran sus lmites.
As que no se trata de ir en pos de Hegel, sino de que nos percatemos ntimamente del desafo que l supone. Bajo este desafo
comenz la mirada reflexiva a descubrir la verdadera universalidad
de la experiencia hermenutica fundamental, en tanto que nuestro
uso del lenguaje o, mejor dicho, el uso que el lenguaje encuentra en
nosotros, cuando pensamos, entrecruza toda nuestra experiencia
del mundo. Esta experiencia realiza constantemente la concrecin
de lo universal 16 Con ello la hermenutica cambi su funcin de
servicio que ella haba tenido como metodologa de las ciencias del
espritu, por una posicin determinadora de todo: se haba convertido en la filosofa. Las tendencias de nuestro siglo -que yo comparta con l- a concebir el lenguaje como la verdadera concrecin
del pensamiento, convergen por doquier con la herencia platnicoaristotlica de la dialctica griega. En ello se cifraba mi inters especial en la investigacin. Pero esas tendencias conservan tambin
algo de la gran sntesis de la razn y de la historia, que Hegel se haba atrevido a hacer, aunque tales tendencias no sean conscientes
de ello. En la lingisticidad de nuestro acceso al mundo, nos hallamos situados ante el acontecer de tradicin que nos distingue como
seres histricos. El lenguaje no es puro instrumento, una herramienta que utilicemos, sino que es el elemento en el que vivimos y
que nosotros no podemos tematizar de tal modo que cese alguna
vez de envolvernos.
En todo caso, este elemento que nos rodea, no es lo que nos encierra y de lo que quisiramos escapar. El elemento del lenguaje no
16. En esto se basa la universalidad de la hermenutica, que constituye el tema
del debate publicado en el volumen de la coleccin Suhrkamp titulado: Hermeneutik und Ideologiekritik, Frankfurt 1971.
317
318
metafsica y se habla de la era cientfica en la que nosotros nos hallamos, y quizs se habla incluso de la no-historicidad de la era
tecnolgica en la que estamos entrando. Al final, podra ser que
Hegel siguiera teniendo razn. Claro que podramos decir de la humanidad en su totalidad lo que Hegel dijo acerca de Un pueblo
culto, a saber, que ese pueblo sin metafsica era como un templo
sin el Santo de los santos 17
El estado de haber sido puestos fuera de los cauces de la naturalidad fsica, ese estado que nos distingue a nosotros como pensantes,
tropieza en todas partes e incesantemente con los lmites, ms all
de los cuales nuestro pensamiento es impulsado, no obstante, de manera irresistible. Ah est el enigma del comienzo, que arremete contra todos al ser planteado por la ciencia, por el Big Bang, un enigma
al que antao la teologa de la creacin ofreca su respuesta -o era
una pregunta?-, el enigma del conjunto del universo. Este enigma,
que se conceptu por vez primera en el logos del kosmos y que cada vez se oculta ms profundamente en el universo en expansin de
la naturaleza y de la historia, es el enigma de la libertad humana,
de la que hemos de dudar incesantemente en virtud de nuestra experiencia -de igual modo que hemos de dudar de la razn humana-, y
que sin embargo, en cuanto seres pensantes, necesariamente reclamamos sin cesar. Ah est finalmente el pensamiento de la finitud, el
pensamiento del fin de nosotros mismos como seres pensantes -una
idea que el pensamiento como tal no es capaz de justificar-. Todas
esas cosas no dejan que alcancemos el sosiego. La antigua exhortacin griega Concete a ti mismo! sigue aplicndosenos tambin
hoy da a nosotros. En efecto, lo que quera decir era: Reconoce
que no eres un dios, sino un hombre! El conocimiento real de s
mismo no es, en todo caso, la completa diafanidad del saber, sino la
intuicin de que hay que aceptar los lmites que se han fijado a los
seres finitos. Pero as como los grandes pensadores griegos no pudieron aceptar la exhortacin a la modestia, que solan formular sobre todo sus poetas, sino que cedieron al impulso de preguntar, a
fin de llegar a ser inmortales, en la medida de lo posible 18 , as tambin la herencia de Hegel no nos dejar libres tampoco a nosotros.
17. Hegel, Wissenschaft der Logik, Vorrede. (versin cast.: Ciencia de la Lgica, Buenos Aires 2 1969).
18. Cf. Aristteles, Eth. Ni c. K 7, 1177b 31 ss.
319
Eplogo
320
321
322
dio publicado en su obra Holzwege (Sendas perdidas), se introdujo tan a fondo en este camino de investigacin de la Phenomenologie des Geistes (Fenomenologa del espritu), que en su estudio
casi lleg a no orse la resistencia de su propio pensamiento. Yo he
dedicado algunos estudios a la cuestin referente a la ambivalencia
de la actitud de Heidegger ante Hegel 22 , y he intentado poner de relieve la herencia permanente del pensamiento hegeliano y purificar
especialmente la dialctica de la conciencia de s mismo, limpindola de aplicaciones no concluyentes (realizadas por Marx, por Kojeve y Sartre) 23 Pero subsistir el desafo de que Heidegger recogi
los motivos crticos de Schelling, Kierkegaard y Nietzsche y, desde
la constitucin fundamental del Dasein (ser ah) humano, integr
en su destruccin crtica de la metafsica la idea del saber absoluto y
el reflejo mutuo existente entre la religin cristiana y el espritu absoluto, que la sntesis universal de Hegel se haba atrevido a hacer.
Tambin la hermenutica que yo he desarrollado insista en la
finitud y en la historicidad del Dasein (ser ah) humano y trataba de continuar el alejamiento por el que Heidegger se apartaba de
su autoconcepcin trascendental, claro que no por el camino propio
de Heidegger, que consista en una inspiracin en el mito potico de
HOlderlin, sino mediante un retorno a la dialctica abierta de Platn y siguiendo aquella amortiguacin de la subjetividad, talcomo la llam Julius Stenzel, que desde un principio me atrajeron hacia el pensamiento griego. Era totalmente lgico que entonces, lo
mismo que en la totalidad del pensamiento de nuestro siglo, en la
hermenutica ocupara cada vez ms el primer plano el problema
del lenguaje y que el acontecer del lenguaje en el entender y en el
entendimiento se convirtiera en la prenda de la finitud. Y es algo que
corresponda a las intenciones del pensamiento de Heidegger, quien
tena conciencia de estar de camino hacia el lenguaje. Pero yo tena buenas razones para poner en primer plano el carcter dialogal
del lenguaje. No slo se sobrepas con ello evidentemente el hecho
de centrarse en la subjetividad de la conciencia de s mismo, sino
22. H. G. Gadamer, Hegels Dialektik. Fnf hermeneutische Studien (1971), en
Obras completas III, 3ss. A estas publicaciones se refieren las cartas de Heidegger
de las que se ofrece una cita en el eplogo.
23. Id., Hegels Dialektik des SelbstbewujJtsein, en H. F. Fulda y D. Henrich
(eds.), Materialien zu Hegels Phiinomenologie des Geistes, Suhrkamp Taschenbuch
Wissenschaft, 217-242, en Obras completas 111, 47ss.
323
324
pecialmente con la historia del pensamiento de la metafsica occidental. Lo que en la perspectiva de Heidegger aparece como creciente olvido del ser, defiende no obstante su compaerismo con el
ser en el dilogo del pensamiento consigo mismo 25 Las consecuencias extremas del pensamiento, a las que llegaron Nietzsche con entusiasmo angustiador y Heidegger con pathos escatolgico, encuentran su postura contraria en la pervivencia de un orden de la vida
interpretado lingsticamente, que se est edificando y renovando
constantemente en la familia, en la sociedad y en el Estado.
Recalcar esto, como hice yo en mi obra Verdad y mtodo, sonar quizs a ciego optimismo en una poca de fe en la ciencia y de
desenfrenada destruccin tecnolgica de todo lo que se ha ido formando. Pero, en verdad, detrs de semejante optimismo se halla un
profundo escepticismo con respecto al papel de lo intelectual y
especialmente de la filosofa en la economa de la vida de la humanidad. No es que yo negara la ubicuidad de la filosofa. Yo estoy
convencido incluso de que no hay ninguna persona que no piense
alguna vez y de algn modo, es decir, que se forme opiniones universales sobre la vida y la muerte, sobre la libertad y sobre la convivencia de los hombres, sobre el bien y sobre la felicidad: opiniones
que l considere verdaderas. Estas opiniones se basan en la mayora
de los casos en ideas preconcebidas en las que no se ha penetrado,
en generalizaciones no concluyentes, y quizs pueda decirse que encuentran su crtica en los ensayos de pensamiento y en las dilucidaciones conceptuales de la filosofa, y que hallan, por tanto, cierta
rectificacin -siempre para aqul que sigue pensando-. Pero esto
es lo ms externo que la filosofa pudiera esperar de s. El gran equilibrio de la vitalidad, que sustenta y determina al individuo en su vida privada y en su constitucin social e igualmente en su opinin sobre la vida, abarca adems a los pensantes. Nietzsche formul esta
verdad de manera excesivamente provocativa, cuando habl de la
pequea razn del hombre. Ms sereno era el pensamiento griego,
25. Heidegger mismo, en la carta antes mencionada y refirindose a mi conferencia pronunciada en Friburgo sobre Hegel und Heidegger, formul la siguiente observacin: Pero yo creo que usted aproxima demasiado la dialctica de la conciencia y la dialctica del 'ser' a la dialctica platnica, y en lo que respecta al 'dilogo'
quizs tenga razn. Esta confesin es precisamente aquello que me interesaba, y lo
que desarroll ulteriormente, sobre todo en mi discurso conmemorativo Sein Geist
Gott, en Obras completas III, 320ss.
325
que consider la elevacin hasta la claridad del saber y hasta la felicidad de la theoria como la forma ms excelsa de la vida humana y
la reconoci como el ideal de la vida mejor, pero saba perfectamente que tal teora estaba integrada en la praxis de la vida condicionada y vivida, y se hallaba sustentada por ella 26 .
As que tiene una razn objetiva el que yo, al meditar a fondo sobre el fenmeno hermenutico, me viera remitido cada vez ms al
modelo de la filosofa prctica de Aristteles. Heidegger, en su obra
acerca de Kant escrita en el ao 1929 -durante una fase de transicin en su pensamiento-, haba desarrollado la idea de una metafsica finita, recurriendo al papel de la imaginacin trascendental, pero
sin querer deducir las resueltas consecuencias de Fichte y de otros
idealistas absolutos 27 Esto me result nuevamente interesante.
No cabe duda de que el problema que aqu reside, cre tambin su
rplica en la sntesis global del pensamiento de Hegel. El saber absoluto no puede desligarse del curso total del espritu a travs de sus
condicionamientos y de sus formas de manifestacin. El propio Hegel era consciente seguramente de su propio condicionamiento y limitacin y, por tanto, de la posibilidad de mejora de la ciencia filosfica elaborada por l; y la meta de la historia del mundo, la
libertad de todos, sigue cernindose hoy da realmente, quizs por
razones que pueden entenderse fcilmente, en la lejana de una sencilla infinitud. Lo mismo habr que decir, al final, acerca de la unidad de la historia y del sistema filosfico que sustenta como presupuesto la labor terica e histrica de Hegel. Recordar esto es el
punto de verdad de la filosofa hermenutica.
Por eso ha de entenderse que yo formulara una vez: La dialctica ha de retirarse a la hermenutica 28 Esta proposicin no debe in26. Al prejuicio muy difundido de que Aristteles antepusiera el ideal terico de
la vida, por adhesin al platonismo, pero que en realidad el ideal prctico y poltico
de la vida sera la consecuencia lgica de su tica, me opuse yo en mi conferencia
pronunciada en Tesalnica: No estamos situados ante la eleccin de si queremos
ser dioses o si queremos ser hombres.
27. H. G. Gadamer, Kant und die philosophische Hermeneutik, en Obras completas III, 213ss.
28. De una carta de Heidegger del 29 de febrero de 1972: En la medida en que
he visto y meditado a fondo sus estudios sobre Platn y Hegel, stos aclaran y fundamentan la manera en que usted termina su conferencia pronunciada en Friburgo:
'La dialctica tiene que retirarse a la hermenutica'. Con ello se abre por vez primera un camino productivo hacia el restablecimiento de la dialctica. Sin embargo, la
326
327
328
329
330
34. Heidegger mismo reconoci plenamente esta conexin y en aos posteriores habl expresamente contra el abuso de su consigna que hablaba de la superacin (berwindung) de la metafsica. l propuso como nueva expresin die Verwindung der Metaphysik (el restablecimiento de la metafsica), y yo en mi estudio
sobre Hegel und Heidegger expliqu esta nueva expresin: lo que uno restablece, no
queda sencillamente atrs, como cuando es superado o suprimido, sino que sigue determinndole a uno.
14
Heidegger y el lenguaje de la metafsica
332
En realidad, la ruptura con la tradicin que se efectu en el pensamiento de Heidegger, significaba igualmente una incomparable
renovacin de la tradicin. Y tan slo paulatinamente los ms jvenes pudieron ver cunta crtica se esconda en la asimilacin, y
cunta asimilacin se esconda en la crtica. Son principalmente dos
grandes clsicos del pensamiento filosfico los que, a gran distancia
de todos los dems, conservaron en el pensamiento de Heidegger
una extraa media luz y se destacaron tanto por la afinidad como
por la distancia radical con respecto al pensamiento heideggeriano.
Se trata de Platn y de Hegel. En Heidegger, Platn se hall desde
un principio bajo una luz crtica, por cuanto Heidegger haba recibido y trasformado fructferamente la crtica aristotlica de la idea
del bien, y haba acentuado especialmente el concepto aristotlico
de analoga. Y, con todo, Platn pudo proporcionar el lema para El
ser y el tiempo, y tan slo despus de la segunda guerra mundial se
puso fin a la ambigedad en que figuraba Platn y se le integr de
manera decidida en la historia del ser. En torno a Hegel sigue orbitando el pensamiento de Heidegger en esfuerzos incesantemente
nuevos de diferenciacin que perduran hasta el da de hoy. La dialctica hegeliana del pensamiento puro se impuso con renovada
energa vital frente al gremio fenomenolgico, que fue relegado y
olvidado de nuevo con gran rapidez por la conciencia de la poca.
As que fue Hegel quien no slo estimulaba a Heidegger a la constante defensa de s mismo, sino que adems conflua juntamente con
Heidegger ante los ojos de todos aquellos que trataban de defenderse contra las pretensiones del pensamiento heideggeriano. En el
nuevo radicalismo, con el que Heidegger dio nueva actualidad a las
cuestiones ms antiguas de la filosofa quedara realmente superada la figura definitiva de la metafsica occidental y se realizara una
nueva posibilidad metafsica, que haba sido omitida por Hegel?, o
el crculo de la filosofa de la reflexin, que paralizaba todas esas
esperanzas de libertad y liberacin, forzaba tambin al pensamiento
de Heidegger a entrar en su rbita?
Podemos afirmar que el desarrollo de la filosofa posterior de
Heidegger apenas hall en alguna parte una crtica que no se debiera en ltimo trmino a la posicin hegeliana, bien en el sentido de
la relacin negativa de Heidegger con la fracasada rebelin titnica
y especulativa de Hegel -as fue el primero en juzgarlo Gerhard
333
334
Heidegger se explicita a s mismo? Entonces tenemos la tensin dialctica del estado de yecto ( Geworfenheit) y la proyeccin (Entwurf), de lo autntico y lo inautntico, de la nada como el velo del
ser y, finalmente y sobre todo, la contraposicin entre la verdad y el
error, el desvelar y el ocultar, que constituyen el acontecer ntico como acontecer de la verdad. Acaso la mediacin -emprendida por
Hegel- entre el ser y la nada en la verdad del devenir, y esto significa en la verdad de lo concreto, no esconde ya el marco conceptual
dentro del cual puede tener cabida nicamente la doctrina heideggeriana sobre la contraposicin de. la verdad? Ser posible llegar en
general y llegar precisamente a una superacin de la lgica y del lenguaje de la metafsica en su totalidad, a travs de la superacin del
pensamiento intelectivo, tal como la aduce la intensificacin dialctico-especulativa hegeliana de los opuestos intelectivos?
El acceso a nuestro problema reside indudablemente en el problema de la nada y en el hecho de que la metafsica no la dejara medrar, tal como lo formul Heidegger en su discurso de ingreso en la
universidad de Friburgo. Dentro de esta perspectiva aparece la nada
en Parmnides y en Platn, y tambin la definicin de lo divino por
medio de la energeia sin dynamis en Aristteles, aparece -digo- como la total privacin del poder de la nada. Dios, como el saber infinito que el ente tiene por s mismo, es entendido -a partir de la experiencia privativa del ser del hombre, tal como sta reside en las
experiencias del sueo, de la muerte y del olvido- como la presencia ilimitada de todo lo presente. Ahora bien, junto a esta privacin
del poder de la nada, que llega hasta Hegel y Husserl, surge otra serie de motivos que actan conjuntamente en el pensamiento de la
metafsica. Mientras que la metafsica aristotlica culminaba en la
pregunta: Qu es el ser del ente?, vemos que la pregunta formulada por Leibniz y Schelling, y denominada precisamente por Heidegger como la pregunta fundamental de la metafsica: Por qu
hay en general ente y no, ms bien, nada?, mantiene expresamente la confrontacin con el problema de la nada. El anlisis del concepto de la dynamis en Platn, en Plotino, en la teologa negativa,
en Nicols de Cusa, en Leibniz hasta llegar a Schelling, de quien
procede Schopenhauer, Nietzsche y la metafsica de la voluntad,
-en nuestro siglo el dualismo de Max Scheler que habla del impulso y del espritu, la filosofa de Ernst Bloch que habla del todava
335
336
337
338
(Carta sobre el humanismo), plantea nuevas cuestiones, principalmente la de su correspondencia con el ser humano (Mensch- Wesen) y con el ser con lenguaje (Sprach- Wesen). Pero detrs de ello se
encuentra la cuestin acerca del ser s-mismo, que partiendo del
concepto de la reflexin en el idealismo alemn era fcil de definir,
pero que se hace enigmtico desde el instante en que no se parte ya
del s-mismo de la conciencia de s-mismo o -con El ser y el tiempo- del existir humano (menschliches Dasein), sino de la esencia
(Wesen). El hecho de que en la iluminacin se halle presente el ser,
y que el hombre pensante sea de esta manera el que ocupe el puesto del ser, eso es algo que remite a una original pertenencia entre el
ser y el hombre. El til, la obra artstica, la palabra ... en todo ello
aparece claramente la referencia al hombre en la esencia misma. Pero en qu sentido? Difcilmente en el sentido de que con ello el smismo humano experimente su determinacin, como lo ensea ya
el ejemplo del lenguaje, acerca del cual Heidegger dice, no sin sentido, que el lenguaje nos habla, porque ninguno de nosotros lo domina realmente (aunque nadie niegue que somos nosotros los que
hablamos).
Habr que evocar aqu formas de pensamiento neoplatnicas -y
rechazarlas-, cuando uno se plantee la cuestin acerca del s-mismo
en Heidegger. Pues un drama csmico, que consista en el proceder
de lo uno y en el retomar a l, y que designe el s-mismo como el giro para el retorno, queda ms all de lo que es aqu posible. Podra
pensarse ahora que lo que Heidegger entiende por insistencia (lnsistenz) podra contener la solucin. Es cierto que lo que Heidegger
denomin la in-sistencia del Dasein (ser ah) y lo que l denomin el extravo, debe concebirse a partir del olvido del ser. Pero ese
olvido es la nica manera del ser presente (An-wesen)?, se comprende as el hecho de que el existir humano (Dasein) ocupe el puesto del ser?, se podr mantener el concepto del ser presente (An-wesen) y del ah (Da) con su referencia exclusiva al existir humano,
cuando se piensa en el brotar de la planta y en el ser vivo? El concepto de la in-sistencia, que en la obra Vom Wesen der Wahrheit
(De la esencia de la verdad) se concibe todava enteramente a partir del ente que por primera vez levant la cabeza, se podr entender en un sentido ms amplio?, y con ello tambin el concepto
de la ex -sistencia? Ciertamente, la distensividad del ser vivo en su
339
entorno, de la que habla el Humanismus-Brief (Carta sobre el humanismo), significa que no est abierto para el ser, como el hombre
que es consciente de su no-poder-ser. Pero no hemos aprendido de
Heidegger mismo: el ser propio del ser vivo no es su propio y singular ser ah, sino el gnero? Y el gnero no es el ah para el ser
vivo, aunque no en la misma manera en que para el hombre el ser es
ah en la in-sistencia del olvido del ser? No constituye el ser del gnero el hecho de que los que pertenezcan a l se reconozcan (sich
erkennen), como dice la profunda expresin de la traduccin de la
Biblia hecha por Lutero, eso s, como un reconocer oculto a ellos
mismos y que, no obstante, pase adentro de ellos? No es tambin la
in-sistencia lo que hace que el animal se tenga en cuenta slo a s
mismo (conservatio sui) y que, precisamente por ello, se preocupe
de la reproduccin de la especie? Algo parecido podra preguntarse
en lo que respecta al crecer de los vegetales: lo del ser presente-en
queda reservado nicamente para el hombre? Cualquier ser vivo,
como tal, no tiene en s la tendencia a consolidarse en su ser, ms
an, a atiesarse en l? No es precisamente su finitud el querer permanecer de esa manera? Y no se aplica tambin al hombre el que el
Dasein (ser ah) en l, como deca Heidegger, no deba concebirse en absoluto como una clase de suprema posesin de s mismo
que hiciera que el hombre quedase fuera -como un dios- del crculo de la corriente de la vida? Acaso toda nuestra doctrina acerca del
hombre no est distorsionada por el subjetivismo metafsico de los
tiempos modernos, y no se ponga en orden al ver que la esencia del
hombre es la sociedad (~cpov JtoAxnxv)? No nos dice esto precisamente lo antimanejable que el ser mismo es por excelencia? Y
no nos dice esto que es absurdo poner en juego a la naturaleza en
contra del ser?
En estos contextos sigue siendo una constante dificultad evitar el
lenguaje de la metafsica, que piensa en todo esto a partir de la doctrina de la potencia de la reflexin. Pero qu quiere decir el lenguaje de la metafsica? Es evidente que la experiencia de la esencia no es la del comprender disponedor. El concepto del pensar
en tiene, a partir de ah, algo de natural. Es verdad que el pensar en es -en s mismo- algo, y que en l la historia tiene realidad
y que no es que la historia sea recordada por ello. Pero qu acontece en todo ello? Es realmente convincente esperar en ello algo as
340
341
Ser esto la antigua metafsica? Ser esto el lenguaje nicamente de la metafsica, que realiza ese constante devenir lingstico de nuestro ser-en-el-mundo? Ciertamente, el lenguaje de la
metafsica y, ms todava, el lenguaje de la familia de pueblos indoeuropeos, que est detrs de l, es el lenguaje que ha formulado
tal pensar. Pero un lenguaje o una familia de lenguas podr llamarse jams con razn un lenguaje del pensamiento metafsico, tan
slo porque en l se halla concebido lo metafsico o -lo que sera
ms an- porque en l se haya anticipada la metafsica? El lenguaje no es siempre el lenguaje de la patria y el hogar y la realizacin
del llegar a estar hogareamente en el mundo? Y no significa esto que el lenguaje no conoce barreras y no falla nunca, porque
mantiene dispuestas infinitas posibilidades del decir? Aqu me parece a m que encaja la dimensin hermenutica que en el hablar
del dilogo demuestra su infinitud intrnseca. Ciertamente el lenguaje acadmico de la filosofa se halla marcado previamente por
la estructura gramatical de la lengua griega y a lo largo de su historia greco-latina estableci implicaciones ontolgicas, cuya capacidad de prejuicios fue descubierta por Heidegger. Pero la universalidad de la razn objetivante y la estructura eidtica de los
significados lingsticos est ligada realmente a esas interpretaciones peculiares del subiectum y la species y el actus, que fueron
madurados por el Occidente? O stas se aplican a todos los lenguajes? No se puede negar que existen factores estructurales en la
lengua griega y que existe una autoconciencia gramatical especialmente en la lengua latina, que fijan en una direccin interpretativa
determinada la jerarqua del gnero y la especie, la relacin entre la
sustancia y el accidente, la estructura de la predicacin y el verbo
como palabra que expresa accin. Pero no hay ninguna elevacin
por encima de tales tematizaciones previas del pensar? Por ejemplo, cuando al enunciado del juicio predictor, propio del Occidente, se le contrapone la plasticidad de imgenes, propia del Oriente,
que adquiere su vigor expresivo por el entrelazamiento ntimo entre lo que se dice y lo que se quiere dar a entender, no ser todo
ello, en realidad, simples maneras diferentes de decir dentro de lo
uno y nico universal, es decir, dentro de la esencia del lenguaje y
de la razn? El concepto y el juicio no quedarn integrados en el
vivir semntico del lenguaje que hablamos y en el que sabemos de-
342
cir lo que pensamos? 3 Y, a la inversa, lo subliminal de tales enunciados plsticos e imaginativos del Oriente, lo mismo que el enunciado de una obra artstica no puede integrarse siempre en el movimiento hermenutico que es lo que crea el entendimiento? En tal
movimiento el lenguaje llega constantemente a ser lo que es. Y
habr que pensar realmente que hay lenguaje en otro sentido que
no sea desde siempre en el sentido de la actuacin de tal movimiento? A m me parece que aqu viene a cuento tambin la doctrina de Hegel sobre la proposicin especulativa y que supera siempre
en s la propia intensificacin hasta convertirse en la dialctica de
la contradiccin. En el hablar queda siempre la posibilidad de superar y sublimar la propia tendencia objetivante, lo mismo que Hegel supera y sublima la lgica del entendimiento, Heidegger supera y sublima el lenguaje de la metafsica, los orientales superan y
subliman la diferencia entre los mbitos del ser, y los poetas superan y subliman todo lo que viene dado en general. Y superar y sublimar significa: hacer uso de algo.
15
Hermenutica y diferencia ontolgica
344
345
346
ces se nos haba explicado doctamente lo que era la diferencia ontolgica, y preguntamos a Heidegger cmo se las arreglaba para hacerlo, cmo llegaba l a hacer esa distincin ontolgica. Creo que
queramos ir ms all del concepto de la reflexin que en el idealismo alemn constitua el principio del pensar. Heidegger nos mir
con aire de mucha superioridad y dijo: No! Esa distincin no la
hacemos nosotros! rase el ao 1924 -mucho antes de la den o minada vuelta (Kehre)-. Los conocedores del ulterior Heidegger saben desde hace mucho tiempo que esa distincin no es algo que uno
haga, sino que nosotros somos situados en esa distincin, en esa diferencia. El ser se muestra en el ente, y ah reside ya la cuestin de lo que quiere decir que haya ente. De manera introductoria podra decirse, por tanto, segn lo formul Heidegger ms tarde
en su obra sobre Nietzsche, que nuestro pensamiento se encuentra
desde un principio en el camino hacia la distincin entre el ente y el
ser. Como es bien sabido, el heideggerianismo o nietzscheanismo
francs se adhiri a este sentido de diferencia y, siguiendo a Heidegger, inspirado por l, escribi intencionadamente malla palabra
dif.frence, poniendo en su lugar dif.france. Evidentemente, esta
modificacin quiere que se tenga conciencia del doble sentido que
se encierra en el verbo latino dif.ferre, que es el de diferir y diferenciar. Por tanto, la diferencia no es algo que uno haga, sino que
es algo que se hace all, algo que se abre como un abismo. Algo se
separa. Se produce un abrirse.
En el Heidegger ulterior se habla de la apertura del ser: el
acontecimiento que el Heidegger ulterior trat de expresar en conceptos y en ilustraciones en numerosos ensayos de pensamiento. En
estas circunstancias tena que ser obvio para Heidegger el regreso a
los primeros pasos dados por el pensamiento griego. Lo que ahora
ocupaba el centro de la atencin era un antiguo tema de Heidegger:
el principio de la filosofa occidental. Hoy da este ttulo suena
probablemente a algo muy pasado de moda. Habr que recordar
aquellos aos en que uno de los mayores xitos editoriales de la poca fue la publicacin de la obra de Spengler titulada Der Untergang
des Abendlandes (La decadencia de Occidente). Todo esto se escuchaba conjuntamente, cuando el joven Heidegger daba sus lecciones sobre el comienzo de la filosofa occidental. A la vez se escuchaba ya siempre algo de un final que pertenece a ese comienzo -y
347
348
lo que l tena muchsimas cosas que decir. Y, as, en la ltima semana de sus lecciones, descargaba una especie de fuerte tormenta,
en la que brillaban como relmpagos todas las cosas que l tena an
en su mente y que no haba podido todava expresar.
Ahora bien, que es hermenutica de la facticidad? Ciertamente, podemos recurrir al antiguo concepto de la hermenutica.
Segn l, la hermenutica es la doctrina del entender y el arte de interpretar lo que as se ha entendido. Esto lo expuso tambin Heidegger detalladamente, ante sus alumnos, en su leccin introductoria de
1923, una leccin que despus se imprimi y se dio a la publicidad 2 .
Pero luego, despus de esa preparacin, sintentiz la problemtica
actual de la filosofa. Este captulo no es de tan iluminadora claridad
como suele serlo casi siempre en el Heidegger ulterior. Pero en ese
captulo podemos ver cmo el joven Heidegger contemplaba entonces la situacin de la filosofa. En esto hay dos cosas. Una de ellas es
el historicismo. Se trataba principalmente de la gran figura deDilthey, de su escuela y de sus seguidores. Por medio de su conciencia
histrica, a todos se nos haba impuesto una nueva autoconciencia
metodolgica. Ya no se poda seguir hablando del absoluto como lo
haba hecho el idealismo alemn.
Tenemos que enfrentamos constantemente, en vista de la aparicin de la conciencia histrica en cualquier obra de pensamiento filosfico, con la cuestin acerca de cmo se puede seguir reclamando todava la validez de la verdad. Este historicismo fue el desafo
bajo el cual se hallaba el filosofar durante mi juventud. Uno se vea
situado ante el problema del relativismo histrico. Hay personas que
creen hoy da que yo tambin soy un relativista. Pero Heidegger
mostr que tal cosa tiene validez nicamente desde el punto de vista ficticio de un absoluto observar, en el cual uno se contenta con determinar con objetividad y con darse por enterado de lo que se ha
ido pensando en las diversas pocas de la historia del pensamiento
en el Occidente. A esta posibilidad, Heidegger contrapuso otra posibilidad extrema. Tiene un sonido muy delicado, como suceda con el
Heidegger de entonces. Pero quin sabe si no es quizs un desafo,
cuando una cosa se formula tan delicadamente! Yo dira que, en todo caso, el acusado es el sistema de la filosofa. Se escucha literalmente a Rickert. Heidegger describe tal pensamiento ordenador afir2. Gesamtausgabe LXIII, Frankfurt 1988, 9ss.
349
350
351
352
353
354
que aqu quiere decir la fsica, no es que algo se encuentre en movimiento, sino que algo sea tal que en s mismo se halle en estado de
motricidad (en virtud de la arche de la kinesis). Para ello tenemos
que separarnos por completo del concepto de movimiento de nuestra fsica. sta prescinde enteramente de qu es lo que en cada caso
all se mueve, y de esta manera, a base de las relaciones de lugar,
tiempo y velocidad, obtiene los principios de la mecnica que corresponden al movimiento como tal. Por tanto, la fsica de Galileo
abstrae por completo de lo que en cada caso all se mueve. Recordemos las experiencias de nuestros aos de colegio. En la clase de fsica se nos ense que una pluma de ave, en un vaco prcticamente total, cae casi con la misma velocidad que un trozo de plomo. Por
el contrario, la motricidad significa no slo algo as como este proceso de la cada como tal, sino principalmente el ser de la vis motrix
del ente vivo. Esto lo utiliz Heidegger para anlisis profundsimos,
que conocemos por su estudio de 1939 acerca del libro segundo de
la Fsica 4 En el fondo, este trabajo estudia ya la conexin entre el
tiempo y el ser. As que, en cierto sentido, la Fsica aristotlica fue
la obra ms importante de Aristteles. En l se hace visible el ah
(Da) del ser (Sein) en el carcter fundamental de la motricidad pura
-y precisamente por este medio se encubre ese ah-. En el milagro enigmtico del estar despierto intelectualmente reside el que el
ver algo y el pensar algo no sea movimiento que nos lleve de algo
hasta su fin. Sino que el que mira algo, entonces es cuando lo ve
bien, y cuando el pensamiento se dirige hacia algo, entonces es
cuando se piensa bien sobre ello. Por eso, la motricidad es un mantenerse-en-el-ser, y a travs de esa motricidad del humano estar
despierto sopla todo el aliento de vitalidad que hace que uno est
constantemente abierto para un nuevo percibir. stos son rasgos
fundamentales del ah (Da), que se pueden mostrar en las categoras y conceptos con los que Aristteles trabaj primeramente en la
Fsica. Entre estos conceptos se cuenta el concepto de energeia, el
ser-en-el trabajo (o una pieza en trabajo). Lo acabado se llama entonces telas, y de hecho la distincin suprema de la naturaleza viva
es la de tener motricidad en s misma (es ya enteramente viva, tiene
su telas). Para los griegos, hbiles en las artes, y para sus habilida4. Vom Wesen und Begriff der <l>m~. Aristoteles, Physik B, l. El escrito puede
verse ahora en Wegmarken, Frankfurt 1967;= Gesamtausgabe IX, Frankfurt 1976.
355
356
ra de las cuales no estamos nosotros como pensadores, y que no somos capaces de comprender con las categoras de la fsica y de la
metafsica aristotlicas, y menos an con las de la ciencia moderna.
Por eso la disputa sobre la Santa Cena entre Lutero y los dems reformadores es una expresin simblica vigorosa de la dificultad
conceptual para dominar con el pensamiento el mensaje de salvacin que la Iglesia cristiana proclama. El regreso de Heidegger a la
metafsica aristotlica debe entenderse como un regreso con intencin de hacer crtica de la teologa. Esto es casi tan desafiante como
desafiante es el lema manuscrito que se hallaba al comienzo de su
programa. En l se dice que, con su recepcin de Aristteles, l tom prestada de la teologa cristiana una conceptualidad y, por cierto, una conceptualidad que no es apropiada para expresar aquello
que interesa en la fe en Cristo.
Ahora hay que hacer ver claramente_que todos nosotros no nos
encontramos ya en los comienzos griegos. El reencuentro con Aristteles y con todo el pensamiento cristiano, que durante siglos do min la historia de Occidente, no altera el hecho de que nos hallamos
irrevocablemente marcados por nuestra propia herencia occidental.
Es cierto que ahora sale a la luz el que esas tradiciones del pensamiento son encubrimientos frente a los comienzos originales. Pero
incluso todo encubrimiento tiene su funcin vital. Eso lo sabemos todos. Qu sera la vida sin el olvido? Y, sin embargo, nos hallamos
ante la tarea de eliminar de nuestro pensamiento los encubrimientos,
de retomar a las experiencias originales y de elevarlas a la categora
de concepto. Para ello nos servir de modelo el pensamiento griego.
Las experiencias originales del pensamiento griego han entrado -de
manera apropiada y, sin embargo, impensada- en la cultura cientfica
de nuestra actualidad. Fue preciso el arte refinado del pensamiento de
Hegel para lograr cierta reconciliacin entre la Ilustracin moderna y
el mensaje cristiano. Heidegger vio en Hegel al ltimo griego. Pero,
en nuestra confrontacin con la Ilustracin moderna, de qu nos servir la simple mediacin dialctica? Esto lo tuvo bien presente Heidegger, durante los ltimos aos de su vida, y ciertamente tambin en
aquel viaje a Grecia por el Mar Egeo, en el que de la niebla de la maana emerga una isla. En aquella ocasin me escriba: Seguimos
sin representamos a los griegos de manera suficientemente griega.
Qu era para los griegos el ser (Sein)? El ser es manifestacin.
357
358
359
nosotros. El ser conscientes de ello nos ayudar sobre todo para llegar a las realidades mismas, por encima de nuestras ideas preconcebidas, y para vernos cuestionados finalmente a nosotros mismos. Y
por quin mejor que por el otro que persiste en s mismo? Y, as,
querra terminar con unas breves palabras de Kierkegaard, que aclaran de manera especial este punto y que pretenden justificar el sentido ms profundo de mi insistencia en el dilogo, en el cual es donde
nicamente el lenguaje se mantiene vivo. Es el ttulo de un discurso
que Kierkegaard escribi en una ocasin: Sobre lo edificante que
hay en la idea de no tener razn nunca en contra de Dios.
IV
Hans-Georg Gadamer en dilogo
16
Dilogo donde se pasa revista a toda la obra
de Gadamer y se da fe de su recepcin histrica 1
364
filosofa clsica. Esta faceta de mis estudios acadmicos se desarroll en circunstancias difciles. Eran los ltimos aos de la primera
guerra mundial, en los que slo profesores ya bastante mayores impartan esta asignatura, de tal modo que me gustaba, s, estudiar
griego y latn, pero sin sentirme tan atrado por estas asignaturas como me senta atrado por Shakespeare y, en general, por el teatro de
los autores clsicos y de los modernos. Por eso, cuando en 1918 fui
a la universidad de Breslau, no escog -por desgracia- tener como
profesor al fillogo clsico Wilhelm Kroll, que a la sazn enseaba
aquella asignatura. En la universidad, los estudios de germanstica
fueron para m una decepcin, al observar que lo nico que interesaba era la lingstica, y no lo que se trasmita a travs del lenguaje.
As que, cuanto ms insatisfecho me senta, ms trataba yo de formularme mis propias preguntas. Y para ello, naturalmente, de lo que
ms provecho sacaba era de mis relaciones con la filosofa. De este
modo llegu a intentar principalmente la presencia de lo que a m me
pareca ser importante y, por tanto, verdadero, frente a la exigencia
excesiva de poner eso al descubierto por medio de un planteamiento
puramente histrico. As que yo respondera a la pregunta que usted
me ha formulado, diciendo que lo que desde un principio me interes fue lo siguiente: el estudio de la filosofa deba ser ms que una
reflexin sobre las ciencias. Tena que ser tambin la experiencia del
arte y el deseo de poner al descubierto su cercana con respecto a los
problemas filosficos. sta sigui siendo en el fondo mi tarea, aunque -claro est- a travs de largos rodeos.
JG: Su filosofa, indudablemente, est asociada con la palabra
clave hermenutica. Hasta Heidegger dijo una vez en una carta:
La filosofa hermenutica, ah!, eso es cosa de Gadamer 2 Hasta
qu punto la filosofa hermenutica es cosa de usted, y no de Heidegger, y cmo es posible hacer que un profano -siempre se es profano en cuestiones de filosofa- entienda lo que es la hermenutica?
HGG: Desde luego, las palabras que Heidegger dijo acerca de m
son tan ambiguas, se hallan tanto entre la crtica y el reconocimiento, como todo lo que l sola decir en tales ocasiones. Son palabras
de crtica, por cuanto yo, en mis trabajos filosficos, defenda la her2. Carta de Martin Heidegger a Otto Poggeler, del 5 de enero de 1973, citada en:
O. Poggeler, Heidegger und die hermeneutische Philosophie, Freiburg-Mnchen
1983,395.
365
366
367
a la vista el concepto griego del kalon, y esto incluye la inseparabilidad entre lo bueno y lo bello. Esto es lo primero que deseara decir.
Y luego aadira: se trata de algo muy diferente de una estetizacin, porque yo enfoco toda la cuestin precisamente desde el arte
y no desde la esttica. Entonces yo hablara, ms bien, de la trascendencia que sobrepasa toda experiencia que se tiene en la vida. Fijmonos, por ejemplo, en la ingratitud, en la falta de gratitud. La vemos muy bien en el Rey Lear! Es lo que pens tambin Aristteles,
cuando afirmaba que la poesa es ms filosfica que la historiografa. Pues la poesa expresa verdades permanentes. La historiografa
trata de cosas, tal y como han ocurrido realmente; en cambio, la poesa muestra cmo sucede siempre.
A su tiempo, yo liber a la primera parte de la Crtica del juicio,
de Kant, de la distorsin que vea en ella la posibilidad de caracterizar el arte mediante el concepto de la complacencia desinteresada.
Pareca que, en la evolucin de las cosas seguida en nuestro siglo, lo
que se buscaba en el arte no era otra cosa que una complacencia desinteresada. Frente a esto yo trat de mostrar lo que, desde luego, no
se percibe an de manera universal, y es que Kant, al finalizar la
cuestin sobre la esttica, es cuando busca la transicin al arte. Es un
error y un abuso de la Crtica del juicio el pensar que en esta obra
Kant quiso hablar en favor del arte sin objeto. Se desconoce entonces que puede existir tambin el arte moderno y el arte postmodemo
y no la simple decoracin. Esto era a mis ojos un malentendido. Por
eso, ms tarde, en Verdad y mtodo II, recog ya el estudio ( 1983) titulado: Texto e interpretacin, para mostrar la orientacin de mis estudios ulteriores.
Por tanto, la finalidad de mis estudios crticos sobre la esttica
era la liberacin de todo simple historicismo. La historia del arte,
bajo el signo del historicismo, se haba convertido finalmente -en
mayor o menor grado- en la iconografa.
JG: Y cmo el arte trasciende el historicismo?
HGG: Me parece convincente el que una obra de arte se resista a
toda transformacin en otra forma de enunciado. Por tanto, como filsofo, uno defiende aqu una especie de experiencia que no puede
sustituirse por ningn arte de manejar conceptos. As, pues, este sentido de trascendencia significa que aqu est desencaminada toda
precisin que pueda intensificar. Una obra de arte es buena o mala,
368
poderosa o dbil. Pero lo que en ella se experimenta es una presencialidad especfica. A esto es a lo que yo llamo aqu trascendencia.
JG: Con la palabra clave relativismo se piensa especialmente en
la rehabilitacin que usted hace de prejuicios como condiciones del
entender. Usted eleva la historicidad a la categora de principio hermenutico. No ser esto por necesidad un relativismo histrico?
HGG: No existi la palabra relativismo, mientras no hubo duda de la verdad absoluta que debiera encarnarse en la metafsica. Bajo la reserva tcita del relativismo de la experiencia, el neokantismo
se esforz especialmente por mantener libre de la historia al apriorismo. Esto era lo que se entenda por a priori. En la filosofa de nuestro siglo y especialmente en las grandiosas proyecciones de Fichte y
de Hegel, se trata del saber absoluto. Pero para un ser finito no hay
saber acerca del absoluto. Lo que nosotros, en el sentido de science
(ciencia), denominamos Wissenschaft (el saber, es decir, ciencia), son en realidad ciencias experimentales -con excepcin de la
matemtica y de la lgica-, y las ciencias experimentales no pueden
ser saber absoluto. Me parece a m que la respuesta correcta a la objecin de relativismo es que la filosofa griega denominaba ciencia [es decir, saber] nicamente a la matemtica, y en cambio a
todo el mundo de nuestra experiencia lo situaba en el mbito sin
fronteras de la lingisticidad y de la retrica. En l no todo se puede
probar, ni mucho menos. De su orientacin hacia lo creble, depende
lo que haya de aceptarse como verdadero.
En realidad, esto aparece ya en el Fedro y en el Filebo de Platn.
Y lo mismo lo expone luego Aristteles detalladamente en lo que
respecta a la tica, afirmando que para ella el concepto de verdad
que es propio de la matemtica, no tiene validez alguna. En la matemtica y en sus necesidades lgicas, todo depende de que se encuentren las demostraciones adecuadas. Pero para el ser y el obrar
de los hombres no puede exigirse la precisin de la matemtica. Esto no quiere decir que en la tica no se trate de verdades, pero en
ella -claro est- no hay demostraciones de fuerza concluyente. En
la retrica no hay silogismos, sino el enthymema [lo que es digno de
consideracin]. En ella se trata de lo que es creble, y esto se aplica
a todos los conceptos acerca de lo verdadero, que conocemos en la
concepcin clsica de la retrica. Se dice incluso de la fsica, en la
medida en que se trate del mundo sublunar, que en ella suceden
369
370
en la obra El ser y el tiempo, de Heidegger. Los juicios preconcebidos, en virtud de los cuales uno juzga, no son conscientes para nosotros, ni mucho menos. Por eso, la cosa es siempre una cosa debatida.
Aquello sobre lo que se disputa, cuando uno se refiere a la cosa, es
el pensamiento imaginado, y lo que se trata es de defender la alteridad. Hacia esta finalidad tiende especialmente el que t y yo discutamos en una conversacin. Pues lo que interesa es que el otro, desde los juicios preconcebidos que son inconscientes para l, participe
tambin en la conversacin. Esto forma parte de una conversacin
fructfera. Si no escuchamos con aquella benevolencia que sabe reconocer al otro en lo que l piensa, entonces somos sofistas. Esto es,
desde luego, lo que se quiere dar a entender en nuestra manera de
hablar, cuando nos referimos a la sofstica. El sofista no quiere en
absoluto entender, sino que lo que quiere es seguir teniendo razn.
Lo que aqu se entiende por sofstica es el carcter ficticio de tales
refutaciones.
JG: En la tercera parte de Verdad y mtodo se trata de la dimensin universal de la lingisticidad, que de este modo deja al descubierto una dimensin ontolgica de la hermenutica. Aqu aparecen
el ser, el entender y el lenguaje como enteramente entreverados. Y,
as, muchos han interpretado esto en el sentido de panlingisticismo.
Sobre todo, a ello los sedujo la famosa frmula, que es seguramente la frase ms citada de su obra: El ser que puede entenderse es
lenguaje. Qu quiere usted dar a entender con esta frmula?
HGG: Quiere decir sobre todo una cosa: el ser que puede experimentarse y entenderse, significa: el ser habla. Tan slo a travs del
lenguaje, el ser puede entenderse. La formulacin citada tiene, ciertamente, algo as como colores cambiantes, pero una propiedad de
los enunciados especulativos es que lleguen a hablar desde diversos
ngulos. Esta experiencia se tiene a menudo en la vida prctica,
cuando, segn en la forma en que uno pregunte qu es lo que se
piensa, o segn sea el que pregunte, uno responde de manera un poco distinta. Esto me parece a m que no necesita crtica, sino que corresponde exactamente a lo que en la retrica de Aristteles se denomina enthymema. En esto se expresa un volverse hacia el otro:
algo que distingue a la verdadera retrica. Un volverse hacia el otro,
en la retrica, no es -como tal- una conclusin convincente, pero no
por eso carece de sentido ni carece tampoco de fuerza convincente
371
372
guiera su destino individual. En realidad, no es la multitud de lenguas la que constituira una barrera insuperable para la tarea hermenutica. Cada lenguaje puede aprenderse. De este modo, cada uno
vuelve a ser capaz de sobrepasar todos los lmites, si es que busca
entenderse con otros. Desde luego, en la experiencia lmite que reside en la palabra como tal, hay precisamente una tarea infinita.
Esto mismo trat de exponerlo ms tarde en algunos estudios sobre los lmites del lenguaje 3 Y, as, se justifica en cada caso el esfuerzo por llegar a ser entendido. Cuando yo escucho una lengua extranjera que conozco muy poco, entonces creo inmediatamente que
me hallo como en camino hacia una base de dilogo. En nuestra actual confusin de lenguas en la que nos encontramos, tengo incesantemente la misma experiencia muy significativa. Consiste en que las
personas que se expresan en una lengua extranjera, aunque se den
mal a entender, encuentran siempre gran benevolencia por parte de
las personas del pas. Suena a paradjico, pero es verdad: se entiende uno mejor chapurreando una lengua extranjera, que en los intentos
de dos personas por entenderse hablando una misma lengua materna.
He tenido habitualmente esta experiencia. Sucede con harta frecuencia que uno de los dos haga al otro la siguiente oferta: bueno,
vamos a hacrnoslo todo ms sencillo. Usted habla alemn, y yo hablo con usted en ingls, en francs, en espaol o en el idioma que
sea. Pero la cosa no marcha. Cuando se quiere hablar el uno con el
otro, entonces al cabo de cierto tiempo se llega a hablar tal lengua
determinada o tal otra. En esta experiencia, que todos conocemos,
resalta -a mi parecer-la realidad concreta que es el dilogo o la lingisticidad. No son simples abstracciones del concepto universal para designar el lenguaje. Es cosa que induce sealadamente a error,
aunque graphein y gramma tengan su raz natural en la historia antigua de la palabra. Pero las palabras no son nada escrito. Las palabras no estn grabadas en el cerebro. Sino que lo que se halla dispuesto en l, por decirlo as, es la capacidad para establecer nuevas
combinaciones, es decir, para hacer que sea posible hablar. Es la lingisticidad. Y la expresin significa, por tanto, el dilogo interior,
tal y como el estoicismo denomin al logos endiathetos. Agustn
desarroll de manera sumamente impresionante la idea de que ese
3. Cf., por ejemplo, Grenzen der Sprache, en Gesammelte Werke: en adelante
citado como Obras Completas VIII, 350-361.
373
374
Todos conocemos cosas llenas de misterio. Pensemos, por ejemplo, en la memoria, en el olvidar y en el recordar. En la doctrina de
Platn acerca de la anamnesis se encierra una profunda verdad. Podemos buscar una palabra que a uno no se le ocurre en absoluto. Pero cuando vuelve a ocurrrsele, esa palabra est sencillamente all.
Ahora bien, a pesar de todo, cuntas veces habr que buscar de nuevo la palabra! Por tanto, la declaracin lingstica se halla en una
notable asociacin con el concepto.
Esta asociacin entre la palabra y el concepto no ser tambin
importante para la tan discutida cuestin acerca de cmo se presenta la filosofa prctica con el saber ante la inteligencia prctica, la
phronesis, bajo la perspectiva conceptual general que Aristteles utiliza en A 1 y con Z 1 como skopos, como punto de vista para ambos,
y eso, aunque lo uno en s mismo no sea prctico, sino propiamente
terico, mientras que lo otro signifique la praxis misma? De esta observacin depende la tan discutida cuestin de saber cul es la relacin de la filosofa y de la filosofa prctica con el saber prctico de
la phronesis. Se ha entablado un gran debate sobre ello. Unos dicen
que la phronesis es una especie de tica, porque Aristteles insiste
en que la filosofa misma est tambin al servicio de la virtud y debe servir de ayuda a sta. As que, en este mbito, parece que difcilmente habr una frontera precisa entre la palabra y el concepto.
Tan slo el pensamiento nominalista de la edad moderna, que considera todas las palabras como instrumento, no reconoce ya que haya
relaciones vitales que puedan configurarse de veras en palabras. Incluso una mirada puede ser una pregunta, y una mirada puede expresar una respuesta y una comprensin.
JG: Existe, por tanto, un entender no lingstico?
HGG: Existe indudablemente.
JG: Y eso usted, a pesar de todo, lo llamara lingisticidad?
HGG: Claro que s! El lenguaje con palabras es siempre una
concrecin particular de la lingisticidad, y exactamente lo mismo
se puede decir, por ejemplo, de los gestos. Cuando a un perro se le
seala con la mano una direccin, l no corre en esa direccin, sino
que da un salto hacia la mano. Y es que hay lenguaje para los mudos, e incluso para los sordomudos. As es tambin para Wilhelm
von Humboldt, quien resulta para m especialmente convincente,
porque su carisma especial consista en que l no slo era un gran-
375
376
Platn?
HGG: S, lo es! Y con qu vigor potico! En efecto, sabemos que
los grandes sofistas eran, casi todos ellos, extranjeros que haban llegado a Atenas. Y, as, el pueblo, incitado por la juventud intelectual y
por sus maestros, se aferr un da a lo nicamente palpable, a Scrates, y se veng de esas nuevas modas. La obra entera de Platn nos hace ver admirablemente esa confusin de Scrates con los sofistas. Platn, para su crtica de las destructoras consecuencias del movimiento
ilustrado de los sofistas, estiliz a su manera su figura de Scrates 4 y
con ello dio inmortalidad al famoso saber de que no se sabe, a la docta ignorancia, de la que Jenofonte, evidentemente, no hizo constar nada en sus recuerdos. Ms tarde, en el Fedro, Platn busca algo as como un equilibrio entre la retrica y la dialctica, y con esta idea enlaz
Aristteles, que en la academia de Platn ense retrica y lgica.
Habra que aclarar propiamente si la filosofa prctica desarrollada por Aristteles, presupone de algn modo la phronesis o incluso representa, ella misma, tal idea moral. Pero a m me parece muy
importante que tampoco Aristteles haya situado a la lgica en el lugar ms alto. Yo estoy cada vez ms convencido de que Aristteles,
mediante su manera de pensar, emprende igualmente experimentos
conceptuales, y que sus escritos no fueron concebidos, o -desde luego- no fueron concebidos en todos los casos como una especie de
publicacin. As que tambin esos escritos, si queremos entenderlos,
habr que trasponerlos en dilogos.
Por desgracia, no poseemos ya los dilogos compuestos por
Aristteles mismo, que fueron mundialmente famosos. Podemos reconstruirlos en cierto modo por Cicern, en la medida en que no
fueron tema doctrinal y dejaron muchas cosas en suspenso. Se escucha un debate en el que media un tercero, pero al final todo queda en
el aire. Platn, desde luego, consigui en este sentido un efecto mucho ms intenso. Cuando presenta a Scrates en dilogo, uno se
siente siempre personalmente implicado con cada pregunta. Ese hablar montono del otro, que en la mayora de los casos dice nicamente no, S, quizs, tiene la consecuencia de que, al cabo de
poco tiempo, uno se olvida de que son dilogos. Tan implicado est uno mismo en el dilogo!
4. Cf. en la presente obra: Platn como retratista, 267-303.
377
JG: Pero el puesto central que ocupa la expresin lingisticidad suena a algo misterioso, si es que no se trata de ningn lenguaje concreto. Puede usted explicarlo?
HGG: Dimos ya una explicacin, cuando yo recordaba el lenguaje de los gestos. Es evidentemente lo ordinario que incluso los
animales domsticos, que no tienen la facultad del habla, apenas
puedan recibir de nosotros los hombres indicacin alguna. Por qu
sucede esto? Qu es lo universal que lo caracteriza? Evidentemente, a los animales les falta la capacidad para entender lo simblico,
a saber, que en algo que no es lo que se quiere dar a entender, se reconozca otra cosa distinta, que es lo que se quiere dar a entender,
sea lo que sea, y que eso se ajuste tanto como la tessera hospitalis
(tarjeta acreditativa de relaciones de hospitalidad) con la que una
persona, incluso despus de generaciones, se muestra como antiguo
amigo de la casa.
JG: Por tanto, la lingisticidad sera la capacidad universalsima
de servirse de algo para dar a entender algo y comunicarlo?
HGG: S, para entender algo como una indicacin para entender,
y no como hace el perro, cuando se le extiende un dedo, que lo que
quiere es atraparlo para apoderarse de l, sino para entender que eso
significa algo.
JG: Pero cmo se configuran aqu las relaciones entre la lgica
y la retrica? Actualmente se considera a la lgica como un saber riguroso, cientfico y fundado, mientras que a la retrica se la ve como sofstica.
HGG: La palabra retrica es hoy da como un insulto. Vaya
que lo es! Eso lo considero como un gran punto dbil de nuestra civilizacin. En Vico se halla todava la retrica en su pleno sentido.
Usted conoce aquel escrito latino titulado: De ratione studiorum.
Ese escrito me atrajo mucho siempre, mucho ms que la aplicacin
que luego desarroll en La nuova scienza. En ella tropieza uno con
muchas extravagancias filolgicas. Sin embargo, aun all lo fundamental sigue siendo muy instructivo. Usted recordar ciertamente
que en Vico la expresin latina para referirse a la ciencia es el trmino crtica. Pero este trmino, en realidad, no significa comunicacin con algo, sino el estar separado de algo. Por tanto, la totalidad del concepto moderno de objetividad comienza a formarse en
ese tiempo. La objetividad significaba originalmente lo que se mos-
378
379
380
afn de buscar a Dios durante toda su vida, le impuls a todos sus radicalismos. A m me sucedi lo mismo a mi manera, pero con la
gran diferencia de que mi infancia no se vio marcada de veras en la
misma direccin. Las cosas fueron muy distintas con el adolescente
Heidegger, en Messkirch, como hijo que era de Messner.
Yo fui un admirador de Heidegger, y aun actualmente yo dira
que mi primera obra, Platos dialektische Ethik, se atiene demasiado
estrictamente al esquema defendido por Heidegger en aquel entonces: Platn no hace ms que preparar el camino para Aristteles.
Hoy dira ya que con esta afirmacin Heidegger no hace justicia a
Platn, hasta tal punto que no lleg a ver lo que precisamente Hegel
haba visto. Cuando hoy da tomo en mis manos el libro de Hegel
acerca de la historia de la filosofa, por muy mala que sea toda esa
edicin, y consulto al azar cualquier pasaje y no miro lo que dicen
unas lneas ms arriba, entonces no s decir: se est hablando de
Platn o de Aristteles? El comentario que Hegel hace de Platn y el
comentario que hace de Aristteles pueden intercambiarse casi automticamente. Hegel vio algo! Claro est que lo vio desde sus propios presupuestos. Lo que yo debo a Heidegger es que l me oblig
a estudiar filologa clsica, y con ello aprend a seguir de una manera algo ms disciplinada su propia tendencia, a saber, a mostrar desde el lenguaje cul es propiamente el origen de los conceptos. A la
pregunta fundamental que usted me formula, acerca de cules fueron mis relaciones con Heidegger, yo le respondera: admiro la fantasa y el vigor de su pensamiento. En todo lo que uno puede criticar
a Heidegger, hay que tener bien presente: el que es capaz de pensar
de manera tan vigorosa, puede escapar con la rapidez del rayo de
cualquier posible autocrtica. Heidegger iba en pos de su visin. El
que lo lograra tan bien, explica igualmente su error poltico. Sinti
remordimientos de l, ya a los comienzos. En primer lugar, recib las
primeras noticias de Friburgo sobre sus relaciones con crculos nazis. Yo no las tomaba en serio. No cre nunca que l se atreviera jams a meterse en poltica. Era demasiado evidente que l no tena talento para hacerlo. Y por eso no me extra mucho de que las cosas
le salieran mal. Veo tambin con bastante claridad que Heidegger se
dej arrastrar a su error poltico al prever cmo la revolucin industrial iba a dominar a la humanidad. Eso lo vio l. Como hijo de campesinos de Messkirch, era ms clarividente que nosotros, que desde
381
muy pronto nos habamos criado en el clima de la civilizacin y para el clima de la civilizacin. Esto era lo que Heidegger haba expresado tambin correctamente, a mi parecer, en su debate acerca de
la tecnologa. Tiene razn, cuando dice que lo peligroso no es la tecnologa, sino la fascinacin que dimana de ella. Esa fascinacin hay
que superarla. Hay que ver que eso es algo que ahora refleja un
enorme retraso en nuestra cultura europea. Al menos, quizs, en los
pases latinos. Veo muy bien el papel que en ellos ha desempeado
la Iglesia Catlica. Esa influencia puede contemplarse de manera
muy crtica, cuando uno se ha educado en una confesin religiosa
distinta. Pero yo dira actualmente que, as y todo, y junto a las dems grandes religiones universales, eso es una forma de respeto y
recato, mientras que el puritanismo, a fin de cuentas, es propiamente, como Heidegger escribe, un olvido del ser.
JG: En el ao 1985 usted emprendi una edicin corregida de ltima mano de sus obras, en diez volmenes, el ltimo de los cuales
se public en 1995. Es una suerte nada corriente que un autor viva
para presentar la edicin definitiva de sus Obras completas. Por tanto, la ltima mano en esa edicin se debe siempre a usted mismo.
Cules fueron las directrices seguidas en esta edicin definitiva?
HGG: Se trata realmente de una paradoja. El primero de todos
mis pensamientos fue: no quiero que hagan de m un clsico, de
quien se recopila todo lo que l haya dicho alguna vez. La edicin de
mis obras no comprende la totalidad de mis publicaciones. En ello
insisti mucho, y con razn, mi editor Siebeck. Sino que es una seleccin de mis obras. Hay obras que se escogen, y otras que se dejan
a un lado. ste fue el primer paso en esta magna tarea. Haba que
contar, adems, con la posibilidad de que yo no pudiera encargarme
de completar personalmente la recopilacin. Los primeros volmenes fueron los que trataban temas griegos. As se hizo, porque yo tena la experiencia de que la mayora de mis estudios sobre la filosofa griega, publicados por muchas editoriales diferentes, no eran
conocidos por todos los interesados en la materia que vivan en el
extranjero. Por eso, se me hacan preguntas a las que yo haba respondido ya haca mucho tiempo. Y mis respuestas se hallaban impresas. As que pregunt al editor, el padre del actual editor Siebeck,
si no le apetecera publicar una recopilacin de esos estudios sobre
temas griegos. l accedi de buena gana. Pero pens que sera me-
382
6. Cf. en la presente obra: De la palabra al concepto. La tarea de la hermenutica como filosofa (1995), 135-147.
l. Autopresentacin, publicado en L. J. Pongratz (ed.), Philosophie in Selbstdarstellungen III, Hamburg 1977, 59-1 OO. Tambin aparece en Gesammelten Werke 11, 479-508, cuya versin
castellana es H.-G. Gadamer, Verdad y mtodo 11, Sgueme, Salamanca 4 2000, 375-402.
2. Hermenutica clsica y hermenutica filosfica, publicado en
italiano con el ttulo Ermeneutica, en Encyclopedia del Novecento 11, Roma 1977, 731-740. En alemn fue editado por J.
Ritter (ed.), Historisches Worterbuch der Philosophie III, 10611073; tambin en Gesammelten Werke 11,92-117, cuya versin
castellana es Verdad y mtodo 11, 95-118.
384
NDICE DE NOMBRES
Bloch,E.: 320,334
Boeckh, A.: 42, 65, 79
Bolland, G. J. P.: 320
Bollnow, O. F.: 66
Bornkamm, G.: 68
Brabante, R. de: 353
Bradley, F. H.: 320
Brentano, F.: 45
Brocker, W.: 29
Buber, M.: 70
Bubner, R.: 37
Bchner, G.: 237
Bultmann, R.: 10, 67, 83
Casiano: 59
Cassier, E.: 79, 197, 307
Cayetano: 48
Cebes: 279
Celan, P.: 54, 216
Czanne, P.: 31 O
Chladenius, J. A.: 61
Chomsky, N.: 79
Cicern: 376
Cohen, H.: 306, 321
Collingwood, R. G.: 71, 77, 312,
328
Coreth, C.: 72
Corinth, L.: 273
Cramer, K.: 37
Cramer, W.: 37
Croce,B.:71, 76,79,312,319
Curtius, E. R.: 10
Cusa, N. de: 47, 317, 334
Dannhauer, J.: 58
Demiurgo: 295
386
ndice de nombres
Fuchs, E.: 76
Fulda, F.: 37, 322
Gadamer-Lekebusch, K.: 38
Galileo: 30, 40, 101, 197
Geldsetzer, L.: 60
Gentil e, G.: 79
George, St.: 23, 46, 183, 310, 363,
378
Georgiades, T.: 175
Gerigk, H.-J.: 72
Goethe, J. W.: 32, 34, 108, 159,
218,220,236,272,289
Gogarten, F.: 70, 120
Gogh,V.van:24,310
Gombrich, E.: 255
Griesbach, E: 70, 120
Gris, J.: 310
Groethuysen, B.: 66
Gundolf, F.: 23
Habermas, J. X.: 12, 37, 42, 76, 81,
209,316
Haecker, Th.: 70
Halicarnaso, D. de: 61
Hamann, R.: 10, 309
Hartmann, N.: 10, 25, 79, 119, 124,
128,290,307
Hegel, G. W. F.: 15, 24, 34, 45, 54,
64, 66, 71, 75, 77, 86, 102, 120,
122, 138, 151, 153, 172, 185,
192, 195, 215, 221, 225, 229,
237, 243, 256, 259, 269, 302,
340,350,352,355,368,380
Heidegger, M.: 10, 15, 25, 34, 39,
45, 47, 50, 68, 76, 85, 90, 119,
162, 172, 182, 186, 190, 198,
220, 221, 250, 259, 305, 307,
314,320,363,365,379
Heinze, R.: 26
Helmholtz, H.: 94
Henkel, A.: 32
Henrich, D.: 37, 67, 322
Herclito: 41, 215, 326
Herbart, J. F.: 65
ndice de nombres
387
388
ndice de nombres
Mozart: 227
Musil, R.: 33
Natanson, M.: 78
Natorp, P.: 10, 18, 25, 237, 290
Newton, 1.: 30, 94
Nietzsche, F.: 10, 23, 34, 45, 69, 82,
84, 87, 126, 136, 178, 192, t95,
198, 228, 264, 281, 316, 320,
324, 327, 330, 334, 340, 346,
350,358,382
Nohl, H.: 320
Nolde, E.: 177
Orgenes: 59
Osenberg: 33
Otto, R.: 10, 343
Pablo: 196
Pannenberg, W.: 327
Parmnides: 291, 334, 344, 352
Perelman, Ch.: 43, 78
Pflaumer, R.: 37
Piaget, J.: 79
Picas so, P.: 31 O
Pndaro: 29, 181
Pinder, W.: 67
Pitgoras: 236, 238, 279, 289, 296
Platn: 15, 25, 27, 43, 51, 58, 77,
91, 99, 127, 130, 133, 136, 140,
142, 171, 192, 196, 233, 238,
245, 250, 267, 311, 313, 323,
326, 330, 352, 357, 368, 374,
375,380
Plotino: 25, 47, 245, 270, 288, 290,
334,357,375
Plutarco: 272
Polanyi, M.: 49, 79
Popper, K. R.: 79
Rad, G. von: 72
Rafael: 255
Rambach, J. J.: 62, 72
Ranke, L. v.: 65, 87, 102, 306
Reich, K.: 37
Reinhardt, K.: 32
Richards, A.: 185
Rickert, H.: 348
Ricoeur, P.: 81, 84, 169, 211
Riedel, M.: 328
Rilke, R. M.: 34, 310, 340
Ritter, J.: 84
Rothacker, E.: 65, 74, 200, 306, 307
Rousseau, J. J.: 118, 124
Russell, B.: 197
Salin, E.: 23
Sartre, J.-P.: 322
Scheler, M.: 10, 25, 124, 118, 199,
334
Schelling, F. W. J.: 64, 69, 193, 321,
327,329,334
Schiller, F.: 65
Schlegel, F.: 63, 197
Schleiermacher, F.: 38, 41, 60, 63,
71, 88, 173, 190, 194, 225, 229,
307,330,347
Schlick, M.: 199
Schopenhaue~A.: 281,334
Schubert, F.: 227
Schulz, W.: 32
Sedlmayr, H.: 74
Seebohm, Th.: 72
Semler, J. S.: 63
Shakespeare, W.: 24, 45, 176, 218,
363
Silanio: 268, 271, 300
Simmias: 279, 281
Simon, R.: 62
Singer, K.: 46
Scrates: 16, 28, 41, 45, 94, 136,
138, 196, 234, 271, 291, 297,
301, 311, 375, 376
Sfocles: 24, 32, 45
Sontang, S.: 250
Spengler, 0.: 22, 135, 346
Spinoza, B.: 62
Spitzer, L.: 10, 221
Spranger, E.: 66, 74, 307
ndice de nombres
Stachel, G.: 72
Staiger, E.: 74, 220, 221
Steintha1, H.: 64
Stenze1, J.: 27, 291, 322
Strauss, L.: 46, 193
Surez, F.: 286
Swift, J.: 32
Tagore, R.: 25
Tate, A.: 59
Taylor, Ch.: 81
Teeteto: 274
Temistio: 79
Thackeray, W.: 272
Thibaut, A. F. J.: 73
Tieck, L.: 176
Toms de Aquino: 14, 78, 123, 286,
331,353,357
Trede, J. H.: 37
Trede1enburg, A.: 306
Treitschke, H. v.: 88
Troeltsch, E.: 23, 66
Tucdides: 105
Ulises: 59
Unamuno, M. de: 70
389
NDICE DE MATERIAS
Absoluto: 225
Abstraccin: 1O1
Accin: 312
Acontecer, acontecimiento: 191
Adaptacin: 144
Aitia (causa, razn): 295
-forma: 299
- materia: 296
-finalidad (telas): 110, 252, 354
Alegora: 59
Aletheia (lo que se oculta, la verdad): 162,233,242
Alienacin, extraamiento: 85, 87
Alma: 46, 279, 299
Alteridad, cf. Otros
Ambigedad: 193
Amistad, cf. Solidaridad: 130, 263
Amor: 120, 125
Anmnesis (recuerdo): 294
Apariencia esttica: 220
Aperion (ilimitado, indeterminado):
294
Apertura de la experiencia: 49, 96
Apora: 292
Applicato: 73
Aret (virtud, la calidad mejor): 232
Armona: 287
-drica: 46
Arte: 24,86,141,223,367
-experiencia del arte: 39, 75, 151,
154,160,190,225,241,365,370
-creatividad del arte: 244, 247
- el arte y su pretensin de verdad:
86,235,242
Artes plsticas: 177
Artista, artstico: 86
Audicin: 206
Autenticidad: 205, 213
Autobiografa: 71
Autor: 70, 151, 155, 158, 173
Autoridad: 91
Belleza, lo bello: 170, 232, 245,
282,293,301,366
- metafsica de lo bello: 220
- belleza de la naturaleza y del arte:
151, 153
Biblia: 52, 59
Clculo lgico: 108
Carta a los romanos: 119
Causa del movimiento: 261
Causa, cf. Aitia:
Ciencias naturales, ciencias del espritu: 40, 63, 75, 81, 91, 101,
105, 135, 139, 140, 197, 223,
250,259,303,365,368,378
Crculo hermenutico: 90, 190, 194,
219
Clsico: 89
Common sense: 189
Comunicacin: 103, 204, 209
Concepto de sistema: 27
Concepto, historia de los conceptos,
conceptualidad: 37, 135, 138,
290
Conciencia de s mismo: 27, 198,
263,318
Conciencia esttica: 85, 89
Conciencia histrica, conocimiento
de la propia historicidad: 66, 87,
89,228
392
ndice de materias
Ecologa: 144
Eficacia histrica, conciencia de la
eficacia histrica: 40, 72, 94
E idos (clase, idea, forma), cf. Aitia,
Idea: 78
Ejercicio dialctico: 293
Empata: 89
Energeia, energa: 29, 239, 243,
250,354
Entelequia: 240
Entender, cf. Lenguaje, Verbalismo:
40, 69, 83, 89, 144, 156, 189,
192,194,358,374
Entendimiento, llegar a un entendimiento (consenso): 41, 83, 99,
103,200
Enunciado: 108, 166, 170
Epagog (induccin): 95, 285, 287
Equidad (aequitas, epieikeia): 73
Equilibrio: 143, 147, 148, 324
Eros: 282, 287
Escritura, lo escrito, escribir: 166,
173,204
Esencia: 336
Espejo, reflejo en el espejo: 88, 215,
307
Espritu, mente: 307
Estadstica: 92
Estilo: 171,213,254
Estructura: 219, 221
Ethos, valores, costumbre, cf. tica:
44,126,263
Exgesis (interpretacin), cf. Hermenutica: 166, 200
- cognitiva, normativa, reproductiva: 58,63
- psicolgica: 64, 70
- interpretar y entender: 206, 212
-interpretacin de la poesa: 53
Existencia: 69
Existencia, Dasein (ser ah): 68,
164, 190, 194, 351
Experiencia fundamental: 27
Experiencia:
-del t: 49, 89, 145
ndice de materias
393
394
ndice de materias
ndice de materias
395
Sociedad cultivada: 87
Solidaridad, cf. Amistad: 146, 208,
227
Subjetividad: 49
Sustancia: 47, 123
Subtilitas: 62
Superar y sublimar: 342
Tcnica: 85, 91, 110
Techne (ars): 230, 242
- teora del arte: 58
Teleologa: 95, 282
Teologa: 67
Teora del arte: 58
Teora, terico: 117, 325
Terminus, terminologa (concepto):
80, 107, 112
Texto: 165, 168, 196, 199, 203, 205
-eminente: 53, 178, 209, 210
Tiempo, temporalidad: 165, 217,
220,248
-distancia en el tiempo: 76
-conciencia del tiempo: 335
Tipologa: 67
Totalidad: 51, 114
Tradicin: 42, 152, 159
Traduccin: 57, 96, 113, 155, 180,
200,209,228
Trinidad: 161, 355, 373
Tyche: 213
U ni dad, lo uno, cf. Dialctica
Universal, comn, cf. Idea
Universalidad, cf. Hermenutica
Utopa: 270
Valor, estimacin del valor, cf.
Ethos, Bien: 87, 118, 125, 193
Verbalismo del entender: 79, 99
Verbalismo, cf. Escritura, Texto:
157,200
Verdad:9, 14,24,49, 70,161-187
Vida: 69
Voluntad de poder: 69, 145, 192, 195
COLECCIN HERMENEIA
25 Aniversario
1976-2001
3.
7.
8.
11.
22.
25.
26.
27.
30.
33.
34.
35.
36.
37.
38.
39.
40.
41.
42.
43.
44.
45.
46.
47.
48.
49.
50.
Tel.: 34/923 218 203- Fax: 34/923 270 563- E-mail: sigueme@ctv.es
EDICIONES SGUEME- Apdo. 332 - E-37080 SALAMANCA