Fuerza y Materia - Luis Büchner

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Luis Bchner 1824-1899

Fuerza y materia
Estudios populares de historia y filosofa naturales

1855

Prlogo

No tenemos la pretensin de ofrecer a los lectores, en este libro, un sistema completo, pues
slo encontrarn esparcidas en l ideas y nociones que se encadenan rigurosamente,
completndose unas a otras. Las hemos entresacado del vasto campo de las ciencias
naturales, consideradas desde el punto de vista de la filosofa emprica, y considerando la casi
imposibilidad de que un hombre posea los variados y mltiples conocimientos que requieren
las materias de que vamos a ocuparnos, apelamos a la indulgencia de los sabios en cada
ramo especial de la ciencia.

El nico mrito que tiene nuestra obra es el de no negar cobardemente las consecuencias
que se desprenden de un estudio imparcial de la Naturaleza, basado en el empirismo y en la
filosofa: antes al contrario, hemos confesado en todo y por todo la verdad. Preciso es una vez
siquiera tomar las cosas como son. Nada nos parece tan insensato como los esfuerzos
hechos por algunos naturalistas distinguidos para conciliar las ciencias naturales con los
artculos de la fe religiosa. No pretendemos que nuestras ideas sean nuevas; iguales o
semejantes doctrinas han sido explicadas en todas las pocas, y aun parte de ellas por los
ms antiguos filsofos griegos e indos; pero entonces carecan de base, y slo merced a los
progresos de las ciencias naturales en [VI] estos ltimos siglos, han podido adquirir esta base
emprica, de la que no pueden desprenderse. Por esta razn creemos que la claridad y las
consecuencias de estas ideas son una conquista propia de los tiempos modernos, y que
dependen solamente de los extraordinarios adelantos hechos en nuestra poca por las
ciencias empricas. La actual filosofa escolstica, llena de presuncin, imagina que ha
destruido desde hace mucho tiempo estas ideas: cree haberlas relegado al olvido bajo las
denominaciones de materialismo, sensualismo, determinismo, &c., o, segn la frase de su
lenguaje aristocrtico, despus de haberse dignado someterlas a la crtica desde el punto de
vista histrico. Pero esta filosofa pierde cada da ms la estimacin pblica, por la marcha
progresiva de las ciencias empricas. Por otra parte, estas ciencias demuestran diariamente,
con toda claridad, que la existencia del macrocosmo y del microcosmo, slo est sometida,
durante las fases que presentan el nacimiento, la vida y la muerte, a leyes mecnicas
inherentes a las cosas. El estudio filosfico y emprico de la Naturaleza, tomando por base
esta relacin constante de la fuerza y la materia, y partiendo de este dato, no pueden dejar de
convencernos de que, para reconocer los fenmenos de la Naturaleza, es absolutamente
preciso rechazar todo lo que aparece como sobrenatural e idea pura, y considerar estos
fenmenos independientes de la intervencin de una fuerza cualquiera, colocada o supuesta
fuera de las cosas. El prximo triunfo del realismo sobre sus adversarios no puede ser, en
manera alguna, dudoso. La fuerza de su causa reside en los hechos y no en frases
ininteligibles e insignificantes. Es imposible resistir por mucho tiempo a la fuerza de los
hechos: es luchar contra la corriente.

Intil es que manifestemos que la presente obra no tiene relacin alguna con los sueos
fantsticos de las antiguas escuelas de filosofa natural. La extraa mana de querer forjar la
Naturaleza a medida del pensamiento, en vez de lograrlo por medio de la observacin, ha
cado en completo descrdito, y el desvo con que se mira semejante sistema es tal, que el
nombre de filosofa [VII] de la Naturaleza no se considera en la ciencia sino como una frase
despreciativa. Debe entenderse bien que esta denominacin nada tiene de injurioso para esta
filosofa; aplquese nicamente a cierto sistema o a cierta escuela, y parece que nuestra
poca ha sido la que ha reconocido que las ciencias naturales deben constituir la base de
toda filosofa franca y verdadera. Naturaleza y experiencia: estas son las dos palabras que
representan el espritu moderno. El mal xito alcanzado por la antigua filosofa de la
Naturaleza, puede servir al mismo tiempo de prueba para convencernos de que el mundo no
es la realizacin del pensamiento de un Creador nico, sino una cadena de hechos que
tenemos que admitir tal cual es y no tal como nuestra fantasa quiera imaginrsela. Preciso
es que tomemos las cosas tales como son en realidad dice Wirchow y no tales como nos
las imaginamos.

Expondremos nuestras ideas en un lenguaje inteligible para todo el mundo, apoyndonos en


hechos conocidos, fciles de comprender, y descartaremos aquella verbosidad que constituye
el brillo de la filosofa terica, y particularmente de la filosofa alemana, capaz de inspirar una
repugnancia muy justificada en los hombres instruidos, y aun en los ignorantes. La
consecuencia lgica de la ciencia de la filosofa es que se hagan partcipes de ella todos los
entendientes. A nuestro juicio, las disertaciones filosficas que no estn al alcance de toda
inteligencia cultivada, no valen la pena ser ledas. Lo que se concibe claramente puede
expresarse tambin con claridad y sin rodeos. Las confusas reflexiones filosficas que
notamos a veces en los libros de los sabios, ms bien parece que sirven para ocultar las ideas
que para revelarlas.

Han pasado, para no volver ms, los tiempos en que prevaleca la sabia verbosidad, el
charlatanismo y la prestidigitacin filosfica, como Cotta los llama con sobradsima razn.
Reconozcan nuestros filsofos alemanes que las frases no son hechos, y que es necesario
hablar una lengua inteligible si queremos que nos comprendan! [VIII]

No faltarn adversarios de nuestra doctrina; pero no pensamos contestar, si a ello se nos


provocara, sin que nos sigan al terreno de los hechos o del empirismo. Continen los seores
metafsicos entregndose a sus luchas tericas, desde lo ms elevado del punto de vista que
se han creado ellos mismos, y no pierdan la dulce ilusin de poseer el privilegio exclusivo de
las verdades filosficas! La especulacin dice Luis Feuerbach es la filosofa ebria. Vuelva
la verdadera filosofa y ser para el espritu lo que el agua pura de un manantial es para el
cuerpo.

Luis Bchner
I
Fuerza y materia

La fuerza no es un Dios que da impulso; no es un ser separado de la substancia material de


las cosas. Es la propiedad inseparable de la materia, que va unida a ella toda la eternidad. La
idea de una fuerza que no estuviese unida a la materia, que vagase libremente por encima de
ella, sera absurda. El zoe o nitrgeno, el carbono, el hidrgeno y el oxgeno, el azufre y el
fsforo tienen propiedades que les son inherentes de toda eternidad. (Moleschott.)

Penetrando en el fondo de las cosas, se reconoce muy pronto que no hay en ellas fuerza ni
materia. Estas no son ms que abstracciones de las cosas, tales como en realidad existen;
abstracciones tomadas desde distintos puntos de vista. Compltanse y se suponen
recprocamente. Separadas, no tienen realidad alguna, &c. La materia no es un vehculo al
que se enganchan o desenganchan las fuerzas, a guisa de caballos. Un tomo de hierro es y
sigue siendo lo mismo, ya sea que recorra el universo en un aerolito, ya que resuene en la va
[10] frrea, o ya que vibre, como glbulo sanguneo, en las sienes de un poeta. Estas
propiedades son de toda eternidad inalienables, intransmisibles. (Dubois-Reymond.)

Ninguna fuerza puede nacer de la nada. (Liebig.)

Nada en el mundo nos autoriza a suponer la existencia de las fuerzas en s y por s mismas,
sin cuerpo de que emanen y sobre el cual obren. (Cotta.)

Con estas palabras de naturalistas tan distinguidos comenzamos un captulo que debe
recordarnos una de las verdades ms sencillas e importantes en sus resultados, pero al
propio tiempo, y quizs por esta misma razn, una de las menos conocidas. No hay fuerza
sin materia; no hay materia sin fuerza! Imposible concebir la una sin la otra; si se las
considera separadamente a ambas, no son ms que abstracciones vacas de sentido.
Imaginemos los tomos, o sea las porciones ms pequeas en que puede concebirse dividido
un cuerpo; imaginmoslos destituidos de materia, de fuerza, sin esa relacin de atraccin y
repulsin mutuas que los contiene y da a los cuerpos la forma y el aspecto que presentan;
supongamos destruidas las fuerzas de cohesin y afinidad: en tal caso, cules seran las
consecuencias que de esto habran de deducirse? La materia quedara reducida inmediata y
forzosamente a la nada informe. No conocemos en el mundo fsico ejemplo de un tomo que
no est dotado de fuerzas por medio de las cuales desempea el oficio que le corresponde
bajo distintas formas, ya combinando con partculas homogneas, ya con heterogneas.
Tampoco podemos concebir mentalmente una clase de materia sin fuerzas. Si consideramos
una materia [11] primitiva, cualquiera que sea, preciso ser que haya entre sus molculas un
sistema de atraccin y repulsin, sin el cual quedaran anuladas y desapareceran en el
espacio. Un ser destituido de propiedades, es un absurdo que la razn rechaza y que la
experiencia busca intilmente en la Naturaleza. (Drossbach.) La nocin de una fuerza sin
materia es igualmente absurda e infundada. Si es ley general que no pueden manifestarse las
fuerzas sino en la materia, la fuerza no podr ser otra cosa que una propiedad inherente a esa
materia. De aqu, segn dice y sostiene con razn Mulder, que no sea posible comunicar o dar
fuerzas, sino tan slo despertarlas o desarrollarlas.
El magnetismo no puede ser transmitido, sino nicamente excitado, activado, modificando de
agregacin de su medio. Las fuerzas magnticas son inherentes a las molculas de hierro, y
en una barra imantada, por ejemplo, se hallan, principalmente en el punto donde menos se las
percibe, o donde no se las percibe de todo punto, esto es, en el medio. Imagnese una
electricidad, un magnetismo, sin el hierro o sin los cuerpos en que hemos notado las
manifestaciones de estas fuerzas, sin las partculas cuyas mutuas relaciones y disposicin
molecular son precisamente causas de tales fenmenos, y tendremos una nocin informe,
una abstraccin vaca de sentido, a la que habremos dado un nombre especial para poder
entendernos de algn modo. Si no hubieran existido jams partculas susceptibles de ser
electrizadas, tampoco habra existido nunca la electricidad, y no hubisemos podido llegar
slo con la abstraccin a adquirir de ella el menor conocimiento, ni a tener la idea ms
insignificante. Ms diremos: jams hubieran existido sin aquellas partculas los cuerpos
llamados imponderables, [12] como son el calor, la luz, la electricidad, el magnetismo, &c., los
cuales no son ni ms ni menos que modificaciones del estado de agregacin de la materia;
modificaciones que se comunican de un cuerpo a otro por una especie de contagio. El calor
es la dilatacin de los tomos, y el fro su contraccin. La luz y el sonido son cuerpos
vibrantes ondulatorios. La experiencia nos ensea dice Czolbe en su libro Nueva
exposicin del sensualismo que los fenmenos elctricos y magnticos se producen, como
la luz y el calor, por las mutuas relaciones de los cuerpos, de las molculas y de los tomos.

Los sabios se fundan en estos motivos que antes mencionamos para definir la fuerza,
diciendo que es slo una mera propiedad de la materia. Tan imposible es que exista una
fuerza sin materia, como que haya visin sin aparato visual y pensamiento sin rgano que
piense. Jams se le ha ocurrido a nadie dice Vogt sostener que existe una facultad
secretoria independientemente de las glndulas y una facultad contractiva
independientemente de las fibras musculares. Nada nos ha podido indicar mejor la
existencia de una fuerza cualquiera que las modificaciones que observamos en la materia por
medio de nuestros sentidos. A estas modificaciones clasificadas con arreglo a sus relaciones y
bajo nombres determinados, llamamos fuerzas. No existe otro medio que pueda drnoslas a
conocer.

Cul es la consecuencia general y filosfica que se deduce de esta nocin natural y sencilla?
Que los que hablan de una fuerza creadora que form el mundo de s misma o de la nada,
ignoran el primero y ms elemental principio del estudio de la Naturaleza, basado en la
filosofa y en el [13] empirismo. Cmo habra podido existir una fuerza que no se hubiera
manifestado en la materia misma, y que la gobernara arbitrariamente y por consideraciones
individuales? Con mayor razn todava no se comprende que esas fuerzas pudieran, dada su
existencia independiente, penetrar en la materia informe y sin leyes, para producir el mundo,
pues ya hemos visto que es imposible que estas dos cosas existan separadas una de otra. En
el captulo que trata de la inmortalidad de la materia demostraremos que el mundo no ha
podido ser creado de la nada. La nada es una quimera que rechazan la lgica y los hechos. El
mundo, o la materia con sus propiedades, a las que damos el nombre de fuerzas, ha debido
existir y existir eternamente. En una palabra, el mundo no ha podido ser creado. En el curso
de nuestras investigaciones haremos observar ms de una vez que la nocin de una fuerza
creadora individual es imposible. Cul es el hombre instruido, cul el que posee ciertos
conocimientos, aunque sean superficiales, de los resultados que las ciencias naturales
ofrecen, que pueda dudar de que el mundo no est gobernado por nadie, y que los
movimientos de la materia estn sujetos a una necesidad absoluta e inherente a la materia
misma? No es menos evidente que una fuerza (para servirnos una vez siquiera de esta
palabra en abstracto) no puede ser tal fuerza, ni existir, sino en tanto que est en actividad.
Imagnese, pues, una fuerza creadora, una potencia absoluta, un alma primitiva, una X
incgnita (importa poco el nombre con que se la designe), como causa primera del mundo, y
ser preciso tambin, aplicndole la nocin del tiempo, decir que no ha podido existir antes ni
despus de la creacin. No poda existir antes de la creacin, [14] puesto que la idea de
semejante fuerza ere incompatible con la de la nada o la inaccin. Tampoco poda existir una
fuerza creadora sin crear. De otro modo, sera preciso imaginarse que permaneci inactiva
durante algn tiempo, en una inercia y un reposo completos, teniendo ante s a la materia
informe e inmvil, concepto que hemos demostrado ya ser un absurdo.

La idea de una fuerza creadora reposando en la inaccin sera una abstraccin tan falta de
sentido, tan absurda como la de una fuerza sin materia. No podra tampoco existir despus de
la creacin, porque la inaccin y el reposo son incompatibles con la idea de semejante fuerza
y encierran al propio tiempo su negacin.

El movimiento de la materia no sigue otras leyes que las que le ponen en actividad, y los
fenmenos de las cosas nos son ms que productos de combinaciones diversas, variadas,
fortuitas o necesarias de los movimientos materiales. Nunca, ni en los espacios ms lejanos
que nos ha hecho conocer el telescopio, ha podido observarse un solo hecho que constituya
una excepcin de esta regla y que pudiese hacer admitir la necesidad de una fuerza absoluta,
obrando fuera de las cosas. Una fuerza que no se manifieste de algn modo, no puede existir,
o, por lo menos, nuestra inteligencia no puede tener de ella conocimiento. Admitir esta fuerza
en un reposo eterno, gozando de su propia satisfaccin o sumida en la contemplacin de s
misma, sera hacer un supuesto ficticio, arbitrario, sin base emprica alguna.

Slo resta una tercera hiptesis tan singular como inconcebible: la de que la fuerza creadora
hubiese surgido repentinamente de la nada, que hubiese creado el mundo (de qu?), y
despus de [15] la creacin se hubiera replegado en s mismo, dndose, por decirlo as, al
mundo y disolvindose en el universo. En todas las pocas han tratado los filsofos y sabios
con predileccin esta idea, en su ltima parte sobre todo, creyendo poder reconciliar as el
hecho demasiado incontestable de un orden establecido para siempre, inmutable de un orden
establecido para siempre, inmutable en el universo, con la creencia de un principio individual y
creador. Todas las creencias religiosas se apoyan ms o menos en esta idea, no difiriendo
sino en que admiten el alma del mundo, reposando efectivamente despus de la creacin,
pero considerndola como un individuo que puede suspender sus leyes. Semejantes ideas no
pueden ya preocuparnos mucho tiempo, puesto que no son lgicas y atribuyen a
concepciones abstractas las imperfecciones y las cualidades humanas. Esto equivale a poner
la fe en lugar de la ciencia. Sera lo mismo que echar agua en los mares querer demostrar la
imposibilidad e inutilidad de esta ltima idea en sus relaciones filosficas. La idea del tiempo
finito, aplicada a la fuerza creadora, es un absurdo: su origen de la nada implica otro absurdo
mayor. Ninguna fuerza puede surgir de la nada. (Liebig.) La nada absoluta es
inconcebible. (Czolbe.)
Si la fuerza creadora no puede existir antes ni despus del origen de las cosas; si no es
posible concebir que slo haya tenido una existencia momentnea; si la materia es inmortal; si
no hay materia sin fuerza, ni fuerza sin materia, no puede caber duda alguna de que el mundo
no ha sido creado, es eterno. Lo que no puede separarse, no ha podido existir separado
jams! Lo que no puede anonadarse, tampoco ha podido ser creado! La materia no puede
ser creada, as como tampoco puede ser anonadada. (Vogt.) [16]

II
Inmortalidad de la materia

Muerto y convertido en barro el poderoso Csar,


podra tapar una grieta, para desalojar de ella el viento.
Pensar que el mortal que hace temblar al mundo
pueda rellenar el hueco de un muro y rechazar los rigores del invierno!

Con estas profundas palabras proclam hace 300 aos el gran Shakespeare en su Hamlet
una verdad que, a pesar de su sencillez, parece no estar an admitida generalmente por los
naturalistas.

La materia es inmortal, indestructible, y ninguna partcula de polvo, por pequea que sea,
puede perderse ni confundirse en el universo. Tampoco nuestro entendimiento podra en
abstracto separar ni aadir el menor tomo sin concebir, al propio tiempo, que el mundo se
convirtiera en un caos, ya que se alteraran las leyes de la gravitacin y quedara destruido el
equilibrio necesario e invariable de la materia. Debemos a la qumica contempornea este
gran resultado, porque nos ha mostrado con toda evidencia que la metafsica continua de los
seres que estamos viendo a todas horas, el nacimiento y la muerte de las formas y
formaciones orgnicas e inorgnicas, no son producto de una materia que no existiera con
antelacin, como se crea en algn tiempo, sino que este cambio no es ms que la continua
[17] metamorfosis de las mismas materias primitivas cuya masa y calidad son siempre
invariables.

Por medio de la balanza se ha hecho el estudio de las modificaciones numerosas y


complicadas que experimenta la materia, y se la ha visto surgir constantemente de una
combinacin cualquiera en la misma cantidad en que haba entrado. Los clculos fundados
desde entonces en esta ley han sido exactos en todas partes. Si se quema un pedazo de
madera, parece al principio que las partes de que se compona han quedado consumidas por
el fuego y por el humo. La balanza del qumico prueba, por el contrario, que no solamente no
ha perdido un tomo de su peso el pedazo de madera, sino que ha aumentado, y demuestra
que los productos, recogidos y pesados, no slo contienen exactamente todas las materias
que constituan la madera, sino adems algunas otras tomadas del aire en virtud de la
combustin. En una palabra, la madera no ha perdido nada de su peso por la combustin;
antes bien, ha aumentado.

El carbono que formaba parte de la madera dice Vogt es imperecedero, es eterno y tan
indestructible como el hidrgeno y el oxgeno con quienes ha estado en combinacin en la
madera. Esta combinacin y la forma que afectaba son perecederas; la materia, por el
contrario, jams queda destruida.

El carbono que se encuentra en el carbonato de cal cristalizado, en la fibra leosa o en los


msculos, puede muy bien afectar otras formas despus de la destruccin de estos cuerpos;
pero los elementos jams sufrirn alteracin ni quedarn anonadados. As habla Czolbe.

En cada movimiento respiratorio arrojamos una parte de los alimentos slidos y lquidos que
[18] hemos tomado, y tanto con tanta rapidez nos metamorfoseamos, que podemos sostener
que somos materialmente otros seres en todo y por todo distintos en el espacio de cuatro
semanas. Los tomos cambian de lugar, y slo la manera de combinarse entre s contina
siendo la misma. Pero los tomos, lo repetimos, permanecen invariables, indestructibles, hoy
en una combinacin, maana en otra. Constituyen, por la manera como se agrupan, las varias
e innumerables formaciones con que la materia se nos presenta por medio de una eterna y no
interrumpida serie de cambios. En estas metamorfosis permanece el nmero de los tomos
de un elemento simple e invariablemente igual, y no puede formarse de nuevo molcula
alguna, ni las que existan pueden desaparecer. Numerossimos seran los ejemplos que
podramos citar en apoyo de estos datos. Baste notar que las transformaciones y
metamorfosis operadas por la materia en el universo, y que el hombre ha reconocido con la
balanza y el comps en la mano, ascienden a muchos millones y no tienen en realidad lmites.
La muerte y el nacimiento, la destruccin y la renovacin, se dan la mano constantemente en
una eterna cadena. El pan que comemos, el aire que respiramos, nos prestan la misma
substancia que formaba parte del cuerpo de nuestros antecesores hace millares de aos.
Nosotros prestamos constantemente el mundo exterior una parte de nuestra substancia, para
volverla a tomar quizs poco tiempo despus; y si no es la misma, la de otros seres que viven
con nosotros.

Este movimiento alternativo, eterno, irresistible de las ms insignificantes molculas, han


recibido de los sabios el nombre de metamorfosis de la materia, y la imaginacin del poeta
ingls ha [19] seguido a la substancia que form el cuerpo del gran Csar hasta el instante
mismo en que sirve para rellenar la grieta de algn muro.

Es casi inconcebible que haya todava naturalistas y mdicos que desconozcan o no


comprendan un hecho tan sencillo y con tanta evidencia demostrado por la qumica. Esto
prueba cun poco generalizados estn en el pueblo los grandes descubrimientos de las
ciencias naturales. As se comprende que Schubert hable de creacin espontnea del agua al
agruparse de repente las nubes; que Robbelen considere al organismo animal engendrado
por el nitrgeno, y el clebre Ehrenberg parezca dudar que los organismos creen nuevamente
substancias de que estn formados o que slo las transformen de una manera orgnica.

Cmo desconocer que de la nada no puede hacerse nada? La substancia debe existir con
antelacin bajo otra forma o en otra combinacin cualquiera para poder formar una
organizacin o participar de ella. Un tomo de oxgeno, nitrgeno o hierro es, y sigue siendo
en todo y por todo, sean cualquiera los cuerpos en que se encuentren, una sola y misma
cosa, dotada de las mismas cualidades inherentes, y jams puede convertirse en otra
substancia distinta. Hllese donde se halle, constantemente representar el mismo ser. Y
aunque la combinacin sea de las ms heterogneas, al descomponerse volver a aparecer
el mismo tomo exactamente como cuando entr a formar la anterior substancia. Los tomos
no pueden jams ser creados de nuevo ni dejar de existir; no pueden sino cambiar de
combinacin. A esta causa es debida la inmortalidad de la materia, y por igual razn hemos
demostrado en el captulo precedente la imposibilidad de un mundo creado. Cmo es [20]
posible crear lo que no puede anonadarse? La materia ha existido, existe y existir. La
materia es eterna, y slo cambia de forma. (Rossmassler.)

Las expresiones, cuerpo mortal y alma inmortal, han llegado a ser faltas de sentido y
molestas. Una reflexin ms exacta invertira estos adjetivos y los hara ms verdaderos. El
cuerpo, en su forma individual, es mortal indudablemente, pero no as en sus elementos. No
slo cambia con la muerte, sino tambin en vida, y constantemente, segn acabamos de
demostrar. Es inmortal, sin embargo, en un sentido ms elevado, puesto que no puede
anonadarse ninguna partcula de las que le constituyen. Vemos, por el contrario, desaparecer
eso que llamamos alma, al destruirse la composicin material e individual. El espritu, exento
de preocupaciones, slo ve en este fenmeno de la muerte la interrupcin de un efecto
producido por la concurrencia de muchas molculas dotadas de fuerza, efecto que debe
naturalmente cesar con la causa que le produce. Si no quedamos anonadados por la muerte
dice Fechner el modo como se verifica nuestra actual existencia queda por lo menos sujeto
a esa misma muerte, no puede librarse de ella. Realmente nos convertimos en el polvo de
que hemos sido formados; pero en tanto que nosotros cambiamos, la tierra permanece
inmutable y se desarrolla incesantemente. Es un ser inmortal, y los astros lo son lo mismo que
ella.

La inmortalidad de la materia es hoy un hecho definitivamente establecido por la ciencia. Es


interesante y curioso ver cmo algunos filsofos de otros tiempos han reconocido tambin
esta importante verdad en sus consecuencias, aunque la ciencia no habr demostrado an
esta verdad, por cuya razn no tenan de ello ms que ideas vagas [21] y presentimientos. La
prueba slo poda verificarse despus por medio de nuestras balanzas y nuestras retortas.

Sebastin Frank, sabio alemn que vivi por los aos de 1528, dice: La materia exista al
principio en Dios, y por eso es eterna e infinita. La tierra, el polvo y todas las cosas creadas
mueren; pero no es posible afirmar que muera aquello de que han sido creadas. La
substancia es eterna: convirtense en polvo los seres, pero nacen otros de sus restos. La
tierra es, como dice Plinio, una especie de fnix, y lo ser eternamente, de cuyas cenizas
renacer; siendo, por consiguiente, el mismo que antes exista.

Los filsofos italianos de la Edad Media emitan esta misma opinin, con ms claridad
todava. Bernardo Telesio (1588) dice: La substancia corporal es la misma en todas las
cosas y permanece eternamente siendo la misma; la obscura materia inerte no puede
aumentar ni disminuir.

Giordano Bruno, reformador quemado en Roma el ao de 1600, dice: Lo que se siembra se


convierte en hierbas, despus en frutos, despus en pan, jugos nutritivos, sangre, esperma,
embrin, hombre y cadver; despus en tierra, piedra u otro cuerpo slido, y as
sucesivamente. Por estos hechos reconocemos algo que se transforma en todos estos seres
y que sigue siempre siendo lo mismo. De este modo, nada parece constante, eterno y digno
de que se le d el nombre de principio, ms que la materia. La materia, en el sentido absoluto,
contiene en s todas las formas y dimensiones; pero no toma de otro ser cualquiera la
infinidad de formas con que aparece, ni exclusivamente, por decirlo as, del exterior; ella las
hace surgir de s misma y las engendra en su seno. Cuando decimos [22] que muere algo,
debemos entender que no se verifica ms que un cambio de existencia, una descomposicin
de esta combinacin, que es, al propio tiempo, el principio de otra existencia.

En poca ms remota no se ignora tampoco la esencia de esa verdad que parece destinada a
ser la piedra fundamental de toda filosofa exacta. Empdocles, filsofo griego que vivi
cuatrocientos aos antes de Cristo, dice: Los que imaginen que nace alguna cosa que no
haya existido antes, o que algo muere o perece completamente, son nios o gentes de
escasa inteligencia.

III
Inmortalidad de la fuerza

La fuerza inmanente a la materia no pude ser creada. Es tan indestructible, tan imperecedera,
tan inmortal como la misma materia. Inherente a la masa infinita de la substancia, sigue con
sta, en estrechsima unin, un movimiento circular, que no se interrumpe ni se concluye,
desprendindose de una forma o de un cuerpo cualquiera, en igual cantidad que ha entrado.

Como los hechos prueban que la materia no puede ser creada ni anonadada, sino slo
transformada, la experiencia demuestra tambin, de una manera indudable, que no hay ni
siquiera un caso en que una fuerza pueda surgir de la nada o transmitirse a un cuerpo que no
exista. En otros [23] trminos, la fuerza no puede ser creada ni anonadada. En todos los
fenmenos donde se manifiesta alguna fuerza, podemos referir sta a su principio; es decir,
puede demostrarse de qu fuerzas o efectos se ha desprendido directa o indirectamente esa
misma fuerza. Esta transformacin no es arbitraria, sino que se verifica segn equivalentes, o
nmeros equivalentes, de manera que no se pierde en esta operacin la ms mnima cantidad
de fuerza, as como en la metamorfosis de las substancias no se pierde la ms insignificante
molcula.

Aunque la inmortalidad de la materia es una verdad reconocida, no sucede lo mismo en


nuestros tiempos respecto de la inmortalidad de la fuerza, la cual, a pesar de su sencillez y su
evidencia, slo ha conseguido hasta ahora llamar la atencin de los sabios. Decimos que esta
verdad es sencilla y evidente, porque cualquiera puede convencerse de ello, reflexionando en
las relaciones que existen entre las causas y los efectos. La lgica y la experiencia diaria nos
ensean que no pueden verificarse movimiento ni cambio alguno fsico, ni por consiguiente
manifestacin alguna de fuerzas, sin producir una serie infinita de otros movimientos o
cambios sucesivos, es decir, otras manifestaciones de fuerza. Cada efecto se convierte a su
vez en causa de otro efecto subsiguiente, y as hasta el infinito.

No existe reposo absoluto en la Naturaleza, cuya existencia no es otra cosa que un


movimiento circular incesante, en el que cada movimiento se convierte en causa de otro
equivalente; de manera que no hay vaco, ni prdida ni excedente en parte alguna. No
proviniendo de la nada el movimiento que existe en la Naturaleza, tampoco a la nada puede
transmitirse. As como en el mundo material no [24] existe ninguna forma individual sino
surgiendo y alimentndose del fondo infinito de la materia, que permanece eternamente igual,
as todo movimiento toma el principio de su existencia en el material inagotable de las fuerzas,
para devolver, ms o menos tarde, de un modo o de otro, a la suma total, lo que de ella ha
tomado. Puede suceder que el movimiento sea latente, esto es, que no aparezca por el
momento, pero no puede decirse que se ha perdido, porque slo ha pasado a otras
condiciones de fuerzas distintas en cantidad, aunque equivalentes, y de las cuales se
desprender ms tarde de cualquier manera. El cambio en este procedimiento no es ms que
cambio de forma. La fuerza puede tomar en el universo formas muy variadas; pero en el fondo
sigue siendo la misma. Las diversas formas pueden pasar de unas a otras, segn acabamos
de indicar, sin prdida alguna, con arreglo al principio de equivalencia, o sea de valor igual; de
modo que la suma de fuerza existente no puede aumentar ni disminuir; slo la suma de las
formas individuales es la que experimenta modificacin. La ciencia de la fuerza, sus cambios
y transformaciones, se llama fsica.

Esta ciencia nos da a conocer ocho fuerzas distintas (gravedad, fuerza mecnica, calrico,
luz, electricidad, magnetismo, afinidad y cohesin). Estas fuerzas radican en las substancias y
son inseparables de ellas, formando y constituyendo el mundo. Con ligeras excepciones,
pueden transformarse recprocamente, y sin embargo, nada se pierde en esta operacin,
siendo la fuerza nuevamente formada equivalente a aquella que sufri la transformacin, y
pudiendo as producir a su vez nuevos efectos como fuerza individual e independiente. En el
universo, de donde emanan las fuerzas [25] acumuladas, que no se agotan jams, son
inherentes esas fuerzas a los cuerpos celestes, principalmente cuando afectan la forma de luz
y de calor en los soles o estrellas fijas; son inherentes como fuerza mecnica, en los planetas
que se mueven por un movimiento de rotacin alrededor de un globo central, y como
diferencia qumica, cohesin y magnetismo en las materias ponderables de los globos
celestes. Presentaremos algunos ejemplos del cambio o transformacin de las fuerzas.

Obtinese calor y luz por medio de la combustin o por el equilibrio de la diferencia qumica.
El calrico produce vapor, que, a su vez, se transforma en fuerza mecnica. Esta fuerza
mecnica puede servir en las locomotoras, y ser a la vez transformada en calor por medio del
frotamiento. En la mquina electromagntica puede hasta llegar a convertirse en calor,
electricidad, magnetismo, luz y diferencia qumica. Una de las transformaciones ms
frecuentes en las fuerzas, es la de calor en fuerza mecnica, y recprocamente. Por el
frotamiento de dos pedazos de madera se obtiene calor y luz. Si, por el contrario, se calienta
una mquina de vapor, se cambia el calor en roce y en movimiento.

En la plvora de can existen, en estado latente, afinidades qumicas. En el instante mismo


en que se produce la chispa, igulase la diferencia qumica, y se manifiestan el calor, la luz y
la fuerza mecnica.

En la pila de Volta se hace pasar la diferencia qumica del zinc y del oxgeno a una corriente
elctrica, y esta ltima puede producir, por medio del hilo conductor, luz y calrico, o una
nueva diferencia qumica en la celda de descomposicin. [26]

En la mquina elctrica, la fuerza mecnica del brazo que hace girar al disco, y que ya
proviene de haberse igualado la diferencia qumica (respiracin), queda transformada en
tensin y corriente elctrica, y sta puede, segn las circunstancias, manifestarse como
atraccin (fuerza mecnica), o como luz, calor y diferencia qumica.

La fuerza mecnica se transforma en calor mediante el choque de los cuerpos, como puede
comprobarse con dos esferas no elsticas, hacindolas chocar una con otra, en cuyo caso se
calentarn. Los cuerpos elsticos, como son por ejemplo las bolas de billar, no se calientan
porque transmiten, en virtud de la reaccin, la fuerza mecnica que se les comunica. Es muy
probable que toda luz y el calor existentes en el universo provengan de esta causa, as como
en general la luz y el calor que emanan de las estrellas fijas son la forma en que ms
comnmente se manifiesta la fuerza. Todas las fuerzas fsicas de nuestro planeta pueden
provenir del sol. El agua que corre, el viento que sopla, el calor animal, la combustibilidad de
la madera, de la hulla, &c., estn en relacin directa con el sol. Por medio de la combustin de
la hulla y de la madera, aparece de nuevo todo el calor depositado por el sol en estas
substancias y absorbido por ellas. La fuerza que hace rodar a la locomotora es una gota de
sol puesta en movimiento por la mquina, y lo mismo es el trabajo creado por el pensamiento
en el cerebro del hombre inteligente o el que crea por medio del brazo del obrero. El calor
que templa nuestras habitaciones dice Liebig es el calor del sol; la luz que nos alumbra por
la noche es luz tomada del sol. La luz que los soles envan a los globos celestes a quienes
iluminan, y que estos ltimos no absorben, no desaparece, sino que se [27] cambia en calor;
mientras que, por el contrario, un calor ms elevado produce luz en los cuerpos calentados
ya.

El magnetismo puede manifestarse en la mquina electromagntica en forma de corriente


elctrica, que por su parte puede aparecer bajo muchas otras formas.

La fuerza de inercia se muestra inmediatamente como fuerza mecnica, y puede en tal


concepto pasar a las dems formas ya mencionadas. En todos los pndulos podemos notar
que la gravedad se cambia en movimiento.

Rara vez en estos procedimientos pasa cierta cantidad de fuerza totalmente a otra. Lo que
sucede es que una parte se transmite a otras fuerzas (por cuya causa no resulta aparente), o
bien no se transforma en manera alguna. En la mquina de vapor, por ejemplo, una gran parte
del calor obtenido no se transforma en fuerza mecnica, sino que se escapa en forma de
calor, con los vapores que se desprenden o con el agua que se condensa. Parece que se
pierde en las armas de fuego una parte de la fuerza mecnica; pero esta prdida es slo
aparente para el efecto y el fin que con ellas nos proponemos, porque esa fuerza ha servido
primero para calentar el can y adems para producir el sonido. As es como en la mquina
elctrica se pierde una parte de la fuerza en el disco y en las almohadillas, &c. Pero no puede
decirse que se pierde esta parte de la fuerza, porque la frase no sera exacta; en todos estos
casos o semejantes, no se pierde absolutamente la ms mnima parte de fuerza relativamente
al universo; slo se pierde para el objeto propuesto, y nicamente se oculta a la vista del que
no observa ms que la superficie. Lo que ha sucedido en realidad es que la fuerza producida
[28] ha tomado distintas formas, cuya suma es equivalente a aquella.

Numerosos son los ejemplos que podemos hallar en la Naturaleza para la demostracin de
esta ley. Todos ellos podemos resumirlos en la siguiente proposicin: La fuerza no puede ser
creada ni anonadada. De donde resulta que la fuerza es inmortal, y que no es posible que
haya tenido principio ni fin. La consecuencia de esta verdad natural es la misma que la de la
inmortalidad de la materia, y ambas vienen produciendo eternamente el conjunto de
fenmenos que llamamos mundo. El movimiento circular de la fuerza es la correlacin
absoluta del de la materia, y nos ensea que nada nace ni desaparece, y que el misterio de la
Naturaleza puede compararse a un crculo que est formado en s y por s, y cuyas causas y
efectos se ligan sin fin ni principio. Slo es inmortal lo que siempre ha existido, y lo que es
inmortal, no puede nacer ni ser creado.

IV
Infinito de la materia

Si la materia es infinita en el tiempo, es decir, inmortal, tampoco tiene principio ni fin en el


espacio.

Las ideas que nuestro limitado espritu se forma del tiempo y del espacio, tomndolas del
mundo objetivo, no tienen aplicacin en la materia. Ya busquemos la extensin de la materia
en el [29] macrocosmo o en el microcosmo, nunca le encontramos fin ni ltima expresin.
Cuando la invencin del microscopio nos revel mundos en otro tiempo ignorados y la
delicadeza de los elementos que constituyen las formas orgnicas, de los cuales no se tena
idea alguna, se concibi la temeraria esperanza de descubrir la ltima expresin de la forma
orgnica y aun el principio del nacimiento. Esta esperanza se desvaneci a medida que
nuestros instrumentos se fueron perfeccionando. El microcosmos nos muestra en la
centsima parte de una gota un mundo de animalillos de formas sumamente tenues, pero
bien determinadas, que se mueven, comen, digieren y viven como cualquiera otro animal,
estando provistos de rganos cuya estructura nos es desconocida. Los ms pequeos apenas
son perceptibles por sus contornos exteriores con el auxilio de los ms fuertes microscopios.
Su organizacin interior tambin nos es absolutamente desconocida, y menos todava
sabemos qu seres aun ms infinitamente pequeos pueden existir. Llegaremos se
pregunta Cotta, perfeccionando mucho nuestros instrumentos, a ver a los microzoarios como
una raza de gigantes en un mundo de pigmeos dotados de organismos ms pequeos
todava? El rotfero, que no es ms voluminoso que la dcima o vigsima parte de una lnea,
est provisto de boca, mandbulas dentadas, estmago, glndulas intestinales, vasos y
nervios. La mnada, tan ligera como una flecha, mide la dosmilsima parte de una lnea, y
una sola gota de lquido contiene millones de estos animalitos. Los vibriones, infusorios
tambin de la especie ms pequea, aparecen, mirados con el microscopio, como
agrupaciones de puntos pequesimos en vibracin y apenas perceptibles, contndose en una
sola [30] lnea cbica ms de cuatro millones. Estos animales tienen rganos de locomocin,
y el gnero de sus movimientos no permite dudar de que experimenten sensaciones y tengan
voluntad, debiendo estar, por consiguiente, provistos de rganos y tejidos susceptibles de
reproducirlos. Pero nuestra vista no ha podido an darnos cuenta de la forma de estos
rganos, tejidos, ni elementos materiales que constituyen el principio de su conformacin.

Los granos de semilla de una seta que se encuentra en Italia en las uvas, son de una
pequeez tal, que un glbulo de sangre humana parece, mirado con el microscopio, un
gigante al lado de este grano. Los mismos glbulos sanguneos son tan tenues, que en una
gota de sangre se cuentan ms de cien millones.

La materia de los cometas es, segn Babinet, tan fina, tan delicada, que su densidad, con
relacin a la del aire atmosfrico, no puede representarse sino por medio de una fraccin cuyo
numerador es la unidad, y cuyo denominador es igual a un nmero de ciento veinticinco cifras.
Puede adems descubrirse por el nuevo anlisis espectral la existencia en la atmsfera de
una materia igual a la tresmillonsima parte de un miligramo, molcula que sera
completamente imperceptible a nuestros sentidos, aun cuando llegramos a hacer que
nuestros microcosmo fueran mil veces ms fuertes.

Llmese tomo a aquella pequesima parte de la materia que es invisible, o que nos la
representamos como tal, y se admite que toda la materia est compuesta de estos tomos,
que existen en virtud de su atraccin y repulsin y cuyas propiedades adquieren. Sin
embargo, la palabra tomo slo sirve para expresar una nocin convencional, aunque
indispensable, que atribuimos [31] subjetivamente a la materia; pero es imposible que
formemos una idea exacta de lo que se llama tomo, puesto que nada sabemos de su
magnitud, forma posicin, &c. Nadie los ha visto. La filosofa especulativa niega los tomos,
porque no quiere admitir la existencia de una cosa que puede imaginarse divisible. As que ni
la observacin ni la idea que tenemos de la materia nos conduciran jams a un punto en que
pudiramos detenernos, y hemos renunciado a la esperanza de llegar a lograrlo nunca. Los
microscopios ms fuertes dice Valentn en su Curso de fisiologa no presentarn jams a
nuestra vista la forma ni la posicin de las molculas, ni aun las agrupaciones de las menores
molculas. Un grano de sal, que apenas nos hace impresin en el paladar, contiene millones
de grupos de tomos que la vista humana jams llegar a percibir. Por eso decimos que la
materia, y por consiguiente el mundo, son infinitos en las cosas ms pequeas, e importa
poco que nuestro limitado espritu, acostumbrado a encontrar una medida y una palabra para
todo, rechace esta idea.

Lo que el microscopio nos muestra en el microcosmo, nos hace ver el telescopio en el


macrocosmo. En ese mundo penetraron los osados astrnomos con la esperanza de hallarse
lmites; pero cuanto ms se perfeccionaban los instrumentos, tanto ms vean aparecer ante
sus miradas asombradas mundos infinitos e inconmensurables. Las ligeras nubes blancas
que percibimos a la simple vista en un cielo claro, han sido descompuestas por el telescopio
en millares de estrellas, mundos, soles y planetas; y la tierra con sus habitantes, que el
hombre se complace en considerar como corona y centro de toda existencia, han cado de su
quimrica [32] altura para no ser ms que un tomo perdido en el espacio. Las distancias que
los astrnomos han calculado en el universo son tan inconmensurables, que el espritu siente
vrtigos al considerarlas. La luz, que recorre el espacio con una velocidad de millones de
leguas en un minuto (78.841 leguas por segundo), no ha empleado menos de dos mil aos en
llegar desde la va lctea a nuestro planeta. El telescopio monstruo de lord Rosse nos ha
enseado estrellas cuya distancia es tan extraordinariamente grande, que su luz ha
necesitado 30 millones de aos para llegar a la tierra. Una sencilla observacin prueba que
estas estrellas no indican los lmites del espacio poblado de cuerpos celestes. Todos estos
cuerpos siguen las leyes de la gravitacin y estn sometidos a una atraccin recproca. Desde
el momento que se trazan lmites a estos cuerpos, la atraccin encuentra su punto de
gravitacin y estn sometidos a una atraccin recproca. Desde el momento que se trazan
lmites a estos cuerpos, la atraccin encuentra su punto de gravitacin imaginaria en el centro
de este mundo, y el resultado de esta atraccin sera aglomerarse todas las materias en un
solo globo. Cualquiera que sea la distancia de los lmites que admitamos, sera preciso que
esta aglomeracin se efectuara. Pero como este hecho no acontece, ni ha acontecido nunca a
pesar de la infinita duracin del mundo, no puede admitirse semejante atraccin hacia un
centro. Esa atraccin hacia ese centro, slo puede impedirla la existencia de otros globos que
se encuentren ms all de los lmites del mundo visible, y que ejercen su atraccin
exteriormente, y as hasta el infinito. Por consiguiente, todo lmite imaginario anonadara al
mundo.

Si no hemos podido asignar lmite a la materia en las cosas ms pequeas, menos capaces
seremos todava de encontrarle en las ms grandes, y por eso la declaramos infinita en los
dos sentidos del [33] macrocosmo y el microcosmo, independiente de los lmites del espacio y
del tiempo. Si las leyes del pensamiento consideran la divisibilidad de la materia hasta el
infinito; si segn esas leyes es imposible concebir lo finito en el espacio, y por consiguiente la
nada, reconocemos un notable y satisfactorio acuerdo de las leyes lgicas con los resultados
de nuestras investigaciones. Ms tarde tendremos ocasin de probar, bajo otros puntos de
vista, la identidad de las leyes del pensamiento con las leyes mecnicas de la naturaleza
exterior, demostrando cmo las primeras no son ms que el producto de las ltimas.

Dignidad de la materia

Slo la ignorancia puede despreciar la materia, desdeando el individuo su propio cuerpo


porque forma parte de ella; slo el fanatismo puede considerar a la Naturaleza y al mundo
como polvo de que es necesario desprenderse maltratando y atormentando al cuerpo. Pero el
que en sus estudios ha seguido a la materia en sus mil y mil ocultos caminos; aquel cuya
mirada ha penetrado sus poderosas e innumerables manifestaciones; el que ha reconocido
que la materia no est subordinada al espritu, sino que es igual a ste; el que sabe que no
pueden existir el uno sin la otra y que la materia es la base de todas las fuerzas espirituales,
de [34] todas las grandezas humanas y terrestres, ese participar del entusiasmo de uno de
nuestros pensadores ms notables hacia esa materia tan despreciada en otros tiempos. El
que rebaja a la materia, se rebaja a s mismo y rebaja a toda la creacin. El que maltrata su
cuerpo, maltrata tambin su espritu, y se expone a una prdida segura en vez de la ganancia
imaginaria que para su alma espera obtener. Dase frecuentemente el despreciativo nombre
de materialistas a los que no participan del desdn aristocrtico hacia la materia, y se
esfuerzan en descubrir en ella y por ella las fuerzas y leyes de la existencia, a los que han
reconocido que el espritu no ha creado de s propio el mundo, y que es por consiguiente
imposible llegar a conocerlo sin penetrar la materia y sus leyes. El nombre de materialista,
aplicado en tal sentido, es hoy afortunadamente un ttulo honorfico. Gracias a los
materialistas y a los naturalistas materialistas, ha ido elevndose el gnero humano cada vez
ms sobre la materia conocida y dominada. Gracias a ellos, y una vez desprendidos de los
lazos de la gravedad, podemos volar en alas del viento sobre la superficie de la tierra,
comunicndonos con la velocidad del pensamiento. En presencia de hechos tales, ha
enmudecido la envidia y ha pasado la poca en que los hombres preferan un mundo
imaginario al mundo verdadero.

En la Edad Media haban llegado algunas gentes, que se apellidaban servidores de Dios, a
mostrar un persistente desprecio hacia la materia, sujetando su propio cuerpo, esa nobilsima
obra de la Naturaleza, a los mayores tormentos. Unos se crucificaban, otros se martirizaban, y
multitud de ellos recorran los pueblos azotndose y mostrando sus cuerpos desgarrados por
sus propias manos. [35] Procurbase con exquisita sutileza destruir la fuerza y la salud para
que preponderase el espritu, que se miraba como cosa sobrenatural e independiente de la
substancia. Feuerbach refiere que San Bernardo haba perdido a fuerza de maceraciones y
tormentos el sentido del gusto, al extremo de tomar la grasa por manteca y el aceite por agua,
y Rostan cuenta que los superiores de los conventos tenan por costumbre sangrar a sus
monjes varias veces al ao con el objeto de contener sus pasiones, dispuestas a inflamarse,
porque la devocin no poda contenerlas. Refiere tambin la manera cmo se vengaba de
ellos la Naturaleza, y cuntas rebeliones y amenazas contra los superiores tenan lugar en
aquellas tumbas de vivos, donde no era muy raro el empleo del pual y del veneno.

Vase lo que dice un autor romano de la poca en que el Imperio, cerca ya de su ruina,
abraz el cristianismo:

Toda la isla de Capraria est afligida con la presencia de hombres que huyen de la luz.
Llmanse monjes o ermitaos, porque quieren vivir solos y sin testigos de sus acciones.
Repgnanles los dones de la fortuna porque temeran perderlos, y prefieren la miseria a fin de
no llegar nunca a ser desgraciados. Qu absurdo temer los males de la condicin humana,
sin saber soportar la felicidad que traen consigo! Esta negra locura es producida por una
enfermedad indudablemente, o bien el sentimiento de sus faltas impele a estos desgraciados
a torturar su cuerpo a la manera como lo hace la justicia con los esclavos que se fugan de
casa de sus amos.

El historiador ingls Gibbon, dice en su Historia de la decadencia y ruina del Imperio romano,
[36] ocupndose de los claustros y de los monjes: La credulidad y la sumisin anonadaron el
libre examen, fuente de toda conviccin noble y racional, y los monjes, adoptando el vil
espritu de los esclavos, se sometieron ciegamente a la fe y a las pasiones de sus tiranos
espirituales. Una multitud de fanticos, destituidos de temor, razn y humanos sentimientos,
turbaron el reposo de la Iglesia de Oriente y los soldados romanos no se avergonzaron de
confesar que mejor deseaban combatir a los brbaros ms feroces que a estos dementes.

En otro prrafo dice:

Hacan todo lo posible por rebajarse a un estado de humillacin y envilecimiento que borra
las diferencias entre el hombre y el animal, y hubo un gran nmero de anacoretas que
tomaron nombre del hecho de comer la hierba que crece en las llanuras de la Mesopotamia al
lado de los rebaos.

El mismo historiador cita tambin una palabra de Zsimo acerca de la riqueza de los
conventos que en aquella poca existan. Segn l, los monjes cristianos hubieran reducido a
la mendicidad, en provecho de los pobres, a la mayor parte del gnero humano.
Conocemos tambin, por las descripciones de algunos viajeros, la triste y repugnante vida
asctica a que se someten los miserables pueblos de la India an en nuestros das. Por eso
es aquel hermoso pas presa de un puado de extranjeros.

Semejantes locuras slo son, afortunadamente, excepciones entre nosotros. Una educacin y
una instruccin mejor nos han enseado a respetar ms a la materia entre nosotros y fuera de
nosotros. Cuidemos y desarrollemos nuestro cuerpo tan bien como nuestro espritu: no
olvidemos que ambos son inseparables, y que lo que hagamos por uno [37] aprovecha
tambin al otro. Mens sana in corpore sano.

No olvidemos tampoco que no somos ms que una porcin imperceptible, aunque necesaria,
del que tarde o temprano ha de reunirse a ste. La materia, en su conjunto, es la madre que
procrea y vuelve a recibir en su seno todo cuanto existe.

Ningn pueblo de la tierra saba honrar mejor que los griegos todo lo que era humano, ni
apreciar como ellos la vida en contraposicin a la muerte. Hufeland refiere, segn Luciano,
que el filsofo griego Demonax, de cien aos de edad, preguntado de qu modo quera que lo
enterrasen, contest: No os cuidis de eso; el cadver se har enterrar por su mal olor.
Pero le dijeron sus amigos quieres servir de pasto a los perros y a las aves? Por qu no?
replic l; he hecho cuanto he podido por servir a los hombres durante mi vida; por qu no
he de dar tambin algo a los animales despus de mi muerte?

La moderna sociedad no puede, en manera alguna, elevarse a la altura de estas ideas.


Parcele ms digno tapar con piedras talladas en los cementerios sus mseros cadveres
para conservarlos durante algunos siglos, o encerrarse en panteones de familia con sortijas
puestas en los dedos, que devolver a la masa total lo que de ella tomaron y que no pueden en
ltimo resultado arrebatarle.

Un mdico telogo, el profesor Leupoldt, de Erlangen, sostiene que los que toman por punto
de partida la materia en lugar de Dios, tienen que renunciar a todo el mtodo cientfico,
porque no siendo ellos ms que un tomo de la materia, no pueden comprender la Naturaleza
y la materia en general, y mucho menos conocer sus relaciones. Razonamiento ms digno de
un telogo que de un mdico! [38] Nos han explicado nunca los que han tomado por punto
de partida a Dios y no la materia las propiedades de sta, ni las leyes que, segn dicen ellos,
rigen el mundo? Han podido decirnos si el sol se mova o permaneca en reposo, si la tierra
era un globo o un plano, ni cules eran los designios de Dios, &c.? No, porque eso sera
imposible. Partir de Dios, en la investigacin y examen de la Naturaleza, es un procedimiento
que carece de sentido y de fin. Este desgraciado mtodo de estudiar la Naturaleza y deducir
consecuencias filosficas, creyendo por una simple teora poder construir el universo y
establecer las verdades naturales, est desacreditado por fortuna desde hace mucho tiempo.
Al mtodo opuesto deben las ciencias naturales los grandes progresos y brillantes resultados
de nuestra poca. Por qu no han de comprender a la materia los que de ella proceden? En
la materia es donde residen todas las fuerzas fsicas y espirituales, y en ella sola se
manifiestan. La materia es el principio de todos los seres. Qu debe examinarse y estudiarse
sino la materia, cuando se trata de conocer el mundo y la existencia? Esto es lo que han
hecho cuantos naturalistas notables han existido, y ninguna persona que desee obtener este
ttulo proceder de otro modo. El profesor Leupoldt, aunque es mdico, no ha sido nunca
naturalista. De otro modo, jams se le hubieran ocurrido tan peregrinas ideas. [39]

VI
Inmutabilidad de las leyes de la Naturaleza

Las leyes que determinan la actividad de la Naturaleza y rigen los movimientos de la materia,
unas veces destruyendo, otras organizando, y que producen las ms variadas formaciones
orgnicas e inorgnicas, son eternas e inmutables.

Una necesidad absoluta e inflexible domina a la materia. La ley de la Naturaleza dice


Moleschott es la expresin ms rigurosa de la necesidad. Ningn poder, cualquiera que
sea, puede sustraerse a esta necesidad, que no tiene excepcin ni restriccin alguna. En todo
tiempo y eternamente, una piedra que no est sostenida por nada caer hacia el centro de la
tierra. Igualmente no hay voluntad que haya detenido ni pueda detener el sol en su carrera.

Una experiencia de ms de diez siglos ha convencido al naturalista de la inmutabilidad de las


leyes que rigen a la Naturaleza, y esta conviccin ha llegado a ser con el tiempo
irrevocablemente cierta. La ciencia, incansable en la investigacin de la verdad, ha atacado
las antiguas supersticiones, nacidas en la infancia de los pueblos, destruyndolas; ha
arrancado a los dioses el trueno, el rayo y los eclipses, y ha sometido al hombre las terribles
fuerzas de los antiguos titanes. Lo que [40] era inexplicable y milagroso, lo que slo pareca
depender de una potencia sobrenatural, apareci muy pronto a la clarsima luz esparcida por
la antorcha de la ciencia como efecto de fuerzas fsicas ignoradas o poco conocidas hasta
entonces. Con cunta rapidez se desplom el poder inmenso de los espritus y de los dioses!
La supersticin deba ceder su puesto a las luces en los pueblos civilizados. Tenemos
derecho a afirmar, con la mayor certeza cientfica, que no existen los milagros; que todo lo
que sucede, ha sucedido y pueda suceder, no sucede, ni ha sucedido, ni puede suceder sino
de un modo natural, es decir, de un modo que no necesita ms condicin que la concurrencia
necesaria o encuentro de las substancias que eternamente existen, y de las fuerzas fsicas
que les son inherentes. Ninguna revolucin de la tierra o del cielo, por terrible que haya sido,
ha podido verificarse de otro modo. Ninguna mano todopoderosa procedente del cielo ha
levantado las montaas, ni transportado los mares, ni creado los animales y los hombres por
consideraciones o conveniencias personales, sino que estos acontecimientos se han
verificado segn las mismas leyes que hoy todava transportan, a nuestra vista, los montes y
los mares y producen cuanto existe, y todo se ha verificado a consecuencia de la necesidad
ms rigurosa. Dondequiera que se encuentren el fuego y el agua, tienen que producir vapores
y ejercer stos sus irresistibles fuerzas sobre todo lo que les rodea. Dondequiera que cae una
semilla en la tierra, all crece; dondequiera que el rayo es atrado, all cae.

Aunque el hombre slo tenga conocimientos superficiales de la Naturaleza y del mundo que le
rodea, aunque no tenga ms que una idea general de los progresos de las ciencias naturales,
no puede [41] abrigar la menor duda acerca de la necesidad e inmutabilidad de las leyes de la
Naturaleza.
Con el destino de los hombres sucede lo mismo que con el de la Naturaleza. Siendo el
hombre el resultado de relaciones naturales, est en todas partes igualmente sometido a las
leyes fsicas, y experimenta esa misma rigurosa e inflexible necesidad que domina a toda
existencia. En la naturaleza de todo ser viviente est el nacer y el morir, y no hay ser alguno
que haya podido sustraerse a esta ley. Lo ms cierto que hay en nosotros es la muerte, que
constituye el fin de toda existencia individual. Ni las invocaciones de la madre, ni las lgrimas
de la esposa, ni la desesperacin del esposo detienen su inexorable mano. Las leyes de la
Naturaleza dice Vogt son fuerzas brbaras, inflexibles, que no conocen moral ni
benevolencia. No hay mano que detenga a la tierra en su curso ni oracin que detenga al sol
ni calme el furor de los elementos que luchan entre s. No hay voz que despierte de su sueo
a la muerte, ni ngel que ponga en libertad al prisionero, ni mano que saliendo de las nubes
ofrezca pan al que tiene hambre, ni signo alguno celeste que d conocimientos
sobrenaturales. La Naturaleza dice Feuerbach, no contesta a las quejas ni a los ruegos
del hombre, sino que le rechaza inexorablemente hacia s mismo. Y Lutero afirma en su
sencillo lenguaje: Sabemos por experiencia que Dios no se mezcla de modo alguno en esta
vida terrestre. Un espritu cuyas manifestaciones fuesen independientes de las fuerzas de la
Naturaleza, tal como lo describe Liebig, no puede existir, porque jams hombre alguno exento
de preocupaciones e iluminado por el estudio de las ciencias ha notado semejantes
fenmenos. Cmo podra suceder de otra manera? [42] Cmo sera posible que el orden
inmutable en que se mueven las cosas llegara nunca a interrumpirse sin producir un
irremediable trastorno en el mundo, sin entregar al universo y a los seres que le pueblan a un
poder rbitro y desolador, sin admitir que la ciencia toda es puro frrago, y todas las
investigaciones que en la tierra se hacen, intiles trabajos?

Esas excepciones, esas transgresiones del orden natural de la existencia han recibido el
nombre de milagros, y en todas pocas se dice que ha habido un nmero considerable de
ellos. Su origen, por otra parte, es debido a la especulacin interesada, a la supersticin o a la
inclinacin particular e innata que todos tenemos hacia lo que es sobrenatural y maravilloso.
Mucho trabajo cuesta al hombre, por evidentes y palpables que sean los hechos, convencerse
de la inmutabilidad de las leyes que le rodean y a que est sometido en todas partes y
circunstancias. El hombre quisiera eludirlas, y busca con tal objeto cuantos medios estn a su
alcance para sustraerse a ellas. Mientras ms joven e ignorante ha sido la raza humana, ms
favorables fueron a esta inclinacin las circunstancias que la rodeaban. Por consiguiente,
haba ms milagros. Aun hoy las hordas salvajes e ignorantes y los hombres poco ilustrados,
no dejan de creer en milagros y en espritus dotados de fuerzas sobrenaturales.

Sera abusar de la paciencia de los lectores tratar de demostrarles la imposibilidad de los


milagros por medio de razones naturales sin hablar de naturalistas. No hay ya hombre alguno
que sea ilustrado y est convencido del orden inmutable de las cosas que pueda creer en
milagros. Admirados estamos de que un talento tan claro y penetrante como el de Luis
Feuerbach haya credo [43] necesario emplear tanta dialctica para refutar los milagros
cristianos. Qu fundador de religin no ha credo conveniente rodearse de algunos milagros
para aparecer en la escena del mundo? No ha demostrado el xito que tena razn al
hacerlo as? Qu profeta, qu santo no ha hecho milagros? Qu hombre imbuido en lo
maravilloso no sigue todava viendo milagros en todas partes y a todas horas? Los espritus
de las mesas giratorias no son tambin milagros? Ante la antorcha de la ciencia todos los
milagros son iguales: son el fruto de una imaginacin extraviada. Slo hay milagros y
maravillas en la Naturaleza para aquellos que no la han estudiado bastante dice el autor del
Sistema de la Naturaleza.

Ser posible que en una poca en que las ciencias naturales han alcanzado un grado tal de
perfeccin, el clero de un pueblo tan ilustrado como el ingls haya dado pruebas de la
supersticin ms ridcula en su famosa disputa con lord Palmerston? Habiendo pedido el clero
al gobierno que ordenase guardar un da de abstinencia y oracin para ahuyentar el clera,
contest el lord mencionado que la propagacin del clera era debida a condiciones naturales
conocidas en parte, y que podra evitarse mejor por medio de medidas sanitarias que con
oraciones. Esta contestacin hizo que se le tachara de ateo, y el clero manifest que era
pecado mortal no creer que la Providencia pudiera quebrantar a su antojo las leyes de la
Naturaleza cuando lo tuviera por conveniente. Qu idea tan particular tienen estas gentes del
Dios que se han creado! Un supremo legislador que se dejara llevar por las oraciones y las
lgrimas hasta el punto de destruir el orden inmutable creado por l, violando sus propias
leyes y anulando con sus mismas [44] manos la accin de las fuerzas naturales, sera ridculo
y despreciable.

Todo milagro dice Cotta, slo por el hecho de verificarse, probara que la creacin no era
digna del respeto que le tributamos, debiendo necesariamente los msticos deducir de la
imperfeccin de lo creado la imperfeccin del Creador.

Los milagros dice Giebel son los mayores absurdos en el dominio de la ciencia, donde la
fe ciega no sirve para nada, pues slo sirven los conocimientos adquiridos por medio de la
conviccin.

El francs Jouvencel dice: No hay en el universo cualidades ni milagros; lo que hay son
fenmenos regidos por leyes.

Las obras dogmticas afirman que la idea del mundo visible, marchando por s misma como
un reloj, es indigna de la divinidad, y que debemos considerar a Dios como el regulador
perpetuo ocupado siempre en crear cosas nuevas. Por eso han censurado el que Alejandro
de Humboldt represente el Cosmos como un encadenamiento de leyes naturales, y no como
producto de una voluntad creadora. Tambin poda, por igual concepto, rechazarse la
existencia de las ciencias naturales; porque no son los naturalistas, sino la misma Naturaleza,
quien nos ha enseado a conocer el Cosmos como un encadenamiento de leyes naturales e
inmutables. Cualesquiera que sean las objeciones presentadas contra esta teora por el
inters teolgico o la ignorancia de los pedantes, no tendrn nunca valor alguno ante la fuerza
de los hechos.

Los adversarios de los naturalistas no dejan, por supuesto, de presentar hechos a los que dan
un valor distinto del que en realidad tienen. Es indudable dicen que Dios sec el mar Rojo
para [45] que le atravesaran los judos; es indudable que asust a las gentes de aquellos
tiempos con los cometas y los eclipses; es indudable que visit de colores las flores de los
campos y aliment a las aves del cielo. Pero qu hombre racional ve en estos hechos otra
cosa que la actividad y el movimiento eternos e inmutables de las fuerzas naturales, y quin
no sabe que las aves del cielo moriran si no se alimentaran? Es una idea ms digna de
Dios representrselo como una fuerza que impulsa de cuando en cuando la marcha del
mundo, que compone una pieza de la mquina universal como un relojero compone sus
relojes? Si Dios ha hecho el mundo perfecto, cmo puede necesitar que se le componga y
remiende?

Por eso admiten los naturalistas la inmutabilidad de las leyes de la Naturaleza como una
verdad axiomtica. Slo difieren algunos en la manera de conciliar este hecho con la
existencia de un poder absoluto o de una fuerza creadora individual. Los naturalistas y los
filsofos se han esforzado siempre con igual desgracia en sostener esta doctrina. Rara vez
tienen buen xito semejantes ensayos en las ciencias, porque o desmienten los hechos, o se
pierden en el terreno de la fe y se ocultan en la ambigedad que lleva consigo el lenguaje
obscuro y ampuloso. El clebre Oersted nos ofrece un ejemplo de ello cuando dice: El
mundo est gobernado por una razn eterna que nos hace ver sus efectos en las leyes
inmutables de la Naturaleza. Es imposible comprender cmo una razn eterna que gobierne,
puede coexistir con las leyes inmutables que al mismo tiempo se suponen. O son las leyes
inmutables de la Naturaleza las que gobiernan, o es la eterna razn; porque si coexistieran,
estaran constantemente en lucha. Si la eterna razn gobernara, [46] sobraran las leyes de la
Naturaleza. Si por el contrario gobernaran stas, excluiran toda intervencin personal, en
cuyo caso no puede decirse que esto sea gobernar. Por otra parte, recordaremos a aquellos
que creen que el conocimiento de la inmutabilidad de las leyes naturales debe producir en el
hombre un sentimiento de inquietud y pena, el juicio emitido por el mismo Oersted en la
siguientes palabras: Con esta certidumbre dice adquiere el alma la tranquilidad interna, se
pone en armona con la Naturaleza toda, y pierde los supersticiosos temores que le produce
siempre la idea de que existan algunas fuerzas fuera del orden racional y puedan en tal
concepto detener el curso de la Naturaleza (1). Los sabios que menos xito han alcanzado,
son aquellos que admiten que el poder superior o absoluto estaba ligado [47] de tal manera a
todas las cosas naturales, que cuanto suceda era debido a su influencia inmediata, aunque
con arreglo a determinadas leyes. En otros trminos, que el mundo era una monarqua regida
por medio de leyes, una cosa parecida a una monarqua constitucional.

{(1) Desde que han circulado libros populares poniendo al alcance del vulgo los recientes
descubrimientos de las ciencias naturales, prodcenos quejas, lamentaciones y clamoreo en
todas partes, denunciando las perniciosas doctrinas que de esta manera se difunden. Esas
quejas se han redoblado desde que publicamos la primera edicin de estos estudios. Slo la
falta de inteligencia es capaz de producir semejantes lamentos. Las leyes inmutables que
rigen al mundo y a la Naturaleza, y que ningn ser puede quebrantar; la conviccin de que
nada en el mundo es arbitrario, interior ni exteriormente, har ms bien que nazca en el
hombre dotado de razn un sentimiento de tranquilidad, de satisfaccin y de estima hacia su
propia persona, dndole esa firmeza de carcter que no es efecto de una presuncin
imaginaria, sino del conocimiento de la verdad. Cualquier doctrina que quiera hacer depender
los destinos del hombre de su relacin con una fuerza desconocida que pueda gobernar y
crear arbitrariamente, le degrada y le convierte en juguete y esclavo ignorante de un poder
desconocido y de un dueo invisible. Somos acaso cerdos a quienes se mata para cubrir
las mesas de los prncipes y cuya carne se macera para que resulte ms grata al paladar?
As exclama el personaje de La muerte de Danton, de Jorge Bchner.}
La inmutabilidad de las leyes de la Naturaleza es tal, que nunca ni en parte alguna sufre
excepcin, y no deja ver en nada la accin de una mano reparadora; es tal, que la armona de
esas leyes constituye un resultado independiente de las reglas que pudiera establecer una
razn superior. Unas veces esas leyes construyen, otras destruyen: en ocasiones parecen
obrar con un fin determinado, y luego las contemplamos enteramente ciegas y puestas en
contradiccin con todas las leyes de la razn y de la moral. Los hechos demuestran que en
las formaciones orgnicas e inorgnicas que se renuevan incesantemente en la tierra, no
puede existir la accin directa de inteligencia alguna. El instinto que la Naturaleza tiene de
estar constantemente creando, es tan ciego y depende en tal manera de circunstancias
fortuitas y exteriores, que da con bastante frecuencia nacimiento a las producciones ms
absurdas y menos conformes con su fin particular. A veces suele acontecer que no sabe
vencer ni evitar el ms insignificante obstculo que a su paso encuentra, obteniendo lo
contrario de lo que deba ser segn las leyes de la razn y la inteligencia. Esto lo
demostraremos claramente en el captulo que dedicamos a la teologa. Por eso ha encontrado
esta teora muy pocos partidarios entre los naturalistas, que pueden convencerse, siempre
que lo deseen, de la accin puramente mecnica de las fuerzas fsicas.

Muchos ms adeptos ha encontrado la teora [48] que busca un trmino medio, y, rindindose
ante la evidencia de los hechos, ha reconocido que la actividad de las fuerzas fsicas es
puramente mecnica e independiente de todo impulso exterior y arbitrario, pero que admite
como necesario que esa actividad no ha sido eterna, y que una fuerza creadora dotada de
una razn suprema ha creado no slo la materia, sino tambin las leyes que rigen a esta
ltima, segn las cuales debe obrar y vivir de un modo inseparable. Segn ellos, la fuerza
creadora dio el primer impulso, permaneciendo en reposo desde aquel instante. Hay muchos
naturalistas dice Rodolfo Wagner en Ciencia y Fe que al mismo tiempo que admiten una
creacin primitiva sostienen que el mundo ha quedado abandonado a s mismo despus de la
creacin, conservndose en virtud a la perfeccin de su mecanismo interno. Creemos haber
ya presentado bastantes objeciones contra esta idea; pero volveremos a ocuparnos de ella en
sus pormenores, en un captulo que tratar de la creacin. All probaremos que los hechos
demuestran que nunca ni en lugar alguno encontramos seales de una creacin inmediata;
que todos los hechos, por el contrario, rechazan semejante nocin, y que no debiendo buscar
el principio de la existencia y de la muerte sino en la accin eterna y recproca de las fuerzas
fsicas, no nos compete hablar de aquellos que se fundan en la fe para explicar la existencia.
El objeto de nuestros estudios es el mundo visible y palpable, y no el que cada uno quiera
suponer fuera de estos lmites.

La fe y la ciencia son dos mundos distintos, y si nuestra opinin nos prohibe admitir lo que
ignoramos, tampoco queremos arrogarnos el derecho de imponer a los dems nuestras ideas.
Sea cada uno dueo de traspasar los lmites del mundo visible, [49] buscando fuera de l una
razn que gobierne, un poder absoluto, un alma del mundo, un Dios personal, &c. Guarden
los telogos sus artculos de fe y los naturalistas su ciencia; ambos partidos marchan por
sendas distintas. La fe tiene races en las disposiciones del alma, inaccesibles, segn dicen, a
la ciencia. Es evidente que el estudio de la Naturaleza va venciendo al de la fe; pero todava
le queda a sta bastante terreno que explotar. No slo terminan siempre las investigaciones
del hombre en lmites insuperables, ms all de los cuales puede comenzar la fe, sino que no
parece imposible separar la fe de la ciencia dentro de la conciencia individual. No nos ha
dado un distinguido naturalista el consejo candoroso de proporcionarnos para el reposo del
alma dos conciencias distintas, una para las ciencias naturales y otra para la religin,
mantenindolas siempre separadas una de otra? Esta proposicin es conocida desde
entonces con el nombre de tenedura de libros por partida doble.

VII
Universalidad de las leyes naturales

Cuando se reconoci que el sol, la luna y los astros no eran cuerpos luminosos fijos en la
bveda celeste para alumbrar al gnero humano, ni la tierra era el escabel donde colocaba
Dios los pies, sino un tomo en el ocano de los mundos, la imaginacin del hombre no vacil
en aventurarse en [50] lejanas regiones para encontrar all lo que haba perdido.

Entrevi un mundo remoto adornado con todo el esplendor y las maravillas del paraso; hizo
nacer en lejanos planetas seres etreos y libres del yugo de la materia, y los que haban
enseado que la vida no era ms que un aprendizaje para el otro mundo, se apresuraron a
mostrar a sus discpulos la deliciosa e infinita perspectiva de una carrera siempre ascendente,
de planeta en planeta, de sol en sol, donde seran los diligentes y los piadosos los primeros
en llegar y los perezosos los ltimos. Cualquiera que sean las delicias que ofrece semejante
perspectiva a ms de un espritu acostumbrado a la disciplina escolstica, el estudio serio y
formal de la Naturaleza no puede aceptar tales extravagancias. La cosmografa moderna
demuestra que las mismas materias y las mismas leyes naturales que nos han formado y nos
rodean en nuestro globo, componen todo el universo visible, obran en todas partes del mismo
modo y obedecen a la misma necesidad. La astronoma y la fsica nos han dado bastantes
pruebas de ello. Las leyes de la gravitacin, es decir, las leyes de la atraccin y del
movimiento, son invariablemente las mismas all donde hemos podido llegar por medio del
telescopio y del clculo. Los movimientos de todos los globos, aun de los ms lejanos, estn
subordinados a las leyes que rigen el movimiento de los cuerpos de la tierra, que hacen caer
una piedra y oscilar el pndulo. Todos los clculos astronmicos basados en estas leyes y
aplicados a los globos lejanos y a sus movimientos, se ha demostrado que son verdaderos.

Los astrnomos han indicado, slo por medio del clculo, la existencia de astros que no ha
[51] podido descubrir el telescopio hasta que se ha sabido en qu punto era preciso
buscarlos. Esos mismos astrnomos predicen los eclipses de sol y de luna y la aparicin de
un cometa, ms de cien aos antes de que lleguemos a verlo. Por la ley de la rotacin se
reconoci la figura del planeta Jpiter, tal como despus se ha visto por observaciones
directas. Sabemos que los dems planetas tienen aos, das y noches como la tierra, aunque
con intervalos diferentes. Las leyes de la luz son en todo el universo exactamente iguales que
en la tierra. En todas partes tiene la luz igual velocidad, la misma composicin, y se refracta
de idntico modo. La luz que las estrellas fijas ms lejanas nos envan a travs de billones de
leguas, en nada se diferencia de la de nuestro sol. Obra segn las mismas leyes, y est de
igual modo compuesta.

Otras pruebas demuestran que los cuerpos celestes tienen asimismo otras dos propiedades
semejantes a la de nuestro planeta y sus cuerpos: la impenetrabilidad y la divisibilidad.
Sucede con las leyes del calor como con las de la luz, que son iguales para todo el universo.
El calor que recibimos del sol y los rayos calorficos que emite la tierra obran exactamente y
segn los mismos principios. La solidez, la liquefaccin y la condensacin de los cuerpos
dependen de las relaciones del calor, de manera que estas propiedades deben presentarse
en todas partes bajo las mismas condiciones. La electricidad, el magnetismo, &c., estn tan
ntimamente ligados al calor, que no es posible separarlos de l. Por esta razn es necesario
que estas fuerzas existan donde existe el calor, es decir, por todas partes. Lo mismo acontece
respecto de las relaciones del calor con las distintas combinaciones y descomposiciones
qumicas que han de verificarse [52] en todo el universo del mismo modo. Una prueba ms
directa an resulta de los meteoros, mensajeros visibles de un mundo no terrestre. La qumica
no ha podido encontrar elemento alguno extrao a nuestra tierra en esos cuerpos
procedentes de globos celestes o del ter primitivo. Sus formas cristalinas en nada difieren de
las que nosotros conocemos. La historia del origen de nuestro globo ofrece tambin analoga
con la historia del nacimiento y desarrollo de los dems mundos. Las irregularidades en la
forma esfrica de los planetas prueban que stos se han visto, como nuestro globo, en estado
lquido; de manera que el desarrollo sucesivo que ha conducido la tierra a su forma actual,
debe haberse verificado tambin en los dems planetas.

Todos estos hechos prueban la universalidad de las leyes de la Naturaleza; porque estas
leyes no se circunscriben a la tierra, sino que extienden su accin uniforme por todo el
universo. En ningn punto del espacio encontramos un recinto en que la imaginacin pueda
colocar sus monstruosas producciones ni soar una existencia fabulosa fuera de las leyes
comunes.

No es preciso demostrar lo universal e infinito de cada una de las fuerzas naturales; basta
haberlo hecho con algunas para evitar todo error. All donde obra una ley, obran todas las
dems, pues su ntima unin impide toda separacin. Cualquier excepcin o desviacin
traera inmediatamente consigo una confusin irremediable, porque el equilibrio de las fuerzas
es la condicin fundamental de toda existencia. El mundo es un todo infinito, compuesto de
las mismas materias y dirigido por idnticas fuerzas.

Al suponer Oersted la identidad de las leyes de [53] la Naturaleza y de la razn, supone


tambin perfectamente una igualdad fundamental de la inteligencia de todo el universo. Si
existieran seres dotados de razn fuera de nuestro planeta, y es probable que los haya,
puesto que es preciso admitir que iguales causas produzcan en todas partes idnticos
efectos, su inteligencia ser semejante a la nuestra, diferencindose slo en cantidad. Lo
mismo probablemente suceder con la forma corporal de sus rganos, a pesar de una
diferencia posible debida al influjo de causas exteriores. Indudablemente hay que admitir que
en los lmites mismos de la fuerza y de la materia se verifican las modificaciones y
combinaciones ms diversas que no podemos prever. Por esto es preciso no aventurarse
demasiado en este campo lleno de conjeturas y de hiptesis. No cabe duda, sin embargo, que
los elementos de las fuerzas corporales y espirituales de la vida orgnica e inorgnica deben
ser idnticos. Materias y fuerzas semejantes producen al encontrarse seres semejantes,
aunque distintos e infinitamente variados en punto a colores y matices. Aqu cesan las
investigaciones directas; pero no sabemos si con el tiempo la perfeccin de nuestros
instrumentos nos permitir alcanzar ms lejos con la vista.
No dudamos dice Zeise en su Infinito del macrocosmo y del microcosmo que existen seres
orgnicos ms perfectos en los globos lejanos; pero sern ciertamente semejantes a los
hombres que habitan la tierra, bajo el punto de vista intelectual, porque en todo el universo no
se puede imaginar ms que una sola y misma razn, con arreglo a la que todas las leyes
naturales son leyes racionales.

Todo cuanto hemos dicho al hablar de las relaciones de la fuerza y de la materia, nos conduce
a [54] afirmar que las leyes naturales y racionales son siempre idnticas. Lo que llamamos
espritu, entendimiento, inteligencia, se compone de fuerzas naturales, aunque combinadas
de una particular, que por su parte, y como cualquier otra fuerza natural, slo puede
manifestarse en ciertas y determinadas materias. Hallndose stas combinadas en la vida
orgnica de un modo indefinidamente complicado y bajo formas particulares, producen
efectos que nos parecen a primera vista maravillosos e inexplicables, mientras que los
procedimientos y efectos todos del mundo inorgnico son infinitamente ms sencillos, y por
consiguiente ms fciles de comprender. En el fondo, sin embargo, es siempre la misma
materia, y la experiencia nos ensea a cada paso que las leyes de la inteligencia son las leyes
del mundo.

Lo que mejor nos prueba dice Oersted que las leyes naturales son leyes racionales, es
que por medio del entendimiento podemos deducir, de leyes naturales conocidas, otras leyes
desconocidas que vienen a ser confirmadas por la experiencia, siempre que no nos pruebe
que hemos deducido consecuencias falsas. Dedcese de aqu que las leyes de la inteligencia
estn en vigor tambin en la Naturaleza.

Esta nocin est perfecta y necesariamente de acuerdo con los resultados empricos que
obtendremos al tratar, a propsito de las ideas innatas, el modo que tiene de nacer el alma
humana. Ignorando esta ltima completamente las ideas que se llaman absolutas,
sobrenaturales, inmediatas o trascendentales, y no obteniendo sus ideas y conocimientos
ms que de la observacin del mundo exterior, no es otra cosa que un producto de este
mundo y de la Naturaleza, cuyas leyes se reproducen [55] en ella. Aunque sea difcil, y en
muchas ocasiones hasta imposible, demostrar detalladamente la naturaleza de esta relacin,
no podemos, sin embargo, por razones empricas, abrigar dudas acerca del hecho.

VIII
El cielo

Cualquier nio que va a la escuela sabe hoy que el cielo no es una bveda puesta sobre la
tierra, sino que, al tender por l nuestras miradas, penetramos en un espacio vaco,
inconmensurable, sin principio ni fin.

Este inmenso desierto slo est interrumpido, en puntos determinados e infinitamente


distantes unos de otros, por archipilagos de mundos o grupos de globos. Estos globos y
estos sistemas solares han debido formarse aqu y all de una masa informe de vapores
condensados poco a poco en masas redondas y slidas, sujetas a un movimiento de rotacin.
Estas masas se mueven en el espacio de una manera continua, varia y complicada hasta el
infinito, pero esto es, en todas sus manifestaciones y modificaciones, resultado de una ley
general de la Naturaleza, llamada fuerza de atraccin. Todos los cuerpos celestes, grandes o
pequeos, se conforman, sin repugnancia, excepcin o desviacin alguna, a esta ley
inherente a toda materia y toda partcula de materia, segn nos lo demuestra constantemente
la experiencia. Todos estos movimientos [56] se pueden reconocer, determinar y aumentar
con una certeza matemtica. Sea cualquiera la distancia a que llegue la vista humana por
medio del telescopio (y ha alcanzado a millones y trillones de leguas), no ha encontrado ms
que esta sola y misma ley, igual orden mecnico, idntica frmula matemtica, los mismos
procedimientos sometidos al clculo. En ninguna parte, sin embargo, ha visto seales de una
voluntad arbitraria que ordenara el cielo e indicara el curso de los globos y cometas. Por
todas partes he examinado el cielo dice el gran astrnomo Lalande y en ninguna he
encontrado seales de Dios.

Cuando el emperador Napolen pregunt al clebre Laplace por qu no hablaba en su


sistema celeste nada de Dios, contestle el inmortal astrnomo: Seor, no he tenido
necesidad de semejante hiptesis!

Mientras ms adelantaba la astronoma en el conocimiento de las leyes y los hechos celestes,


tanto ms rechazaba la idea o hiptesis de una influencia sobrenatural, y ha llegado a ser fcil
para ella ajustar el nacimiento, constelacin y movimiento de los globos a los procedimientos
ms sencillos revelados por la misma materia. La atraccin de las menores partculas ha
aglomerado los globos, y la ley de la atraccin, obrando de acuerdo con su movimiento
primitivo, ha producido su rotacin y sus actuales evoluciones. Hay, sin embargo, sabios que,
al mismo tiempo que admiten estos hechos, no buscan el primer impulso de la materia sino en
una accin sobrenatural que hubiese, por decirlo as, removido la masa primitiva, accin en
virtud de la cual habra tomado movimiento la materia.

La hiptesis de una fuerza creadora personal no [57] es admisible, ni aun bajo esta condicin,
que no le concede sino un papel muy secundario. Siendo eterna la materia, debe tambin
poseer un movimiento eterno. El reposo absoluto, como la nada absoluta, no pueden ser en la
Naturaleza. Las substancias no pueden existir sin la accin recproca de las fuerzas que les
son inherentes, y estas fuerzas no son ms que modos diferentes del movimiento de la
materia. Por eso ha existido eternamente el movimiento de la materia, como la materia
misma.

No podemos saber todava con precisin por qu ha tomado la materia tal movimiento en tal
tiempo; pero la ciencia no ha dicho su ltima palabra, y no es imposible que nos d algn da
la poca del nacimiento de los globos. Aun hoy, razones muy slidas inducen a los
astrnomos a creer que las manchas llamadas nebulosas son anlogas a los diferentes
grados del desarrollo de nuestro sistema solar, o sea de los mundos formados de inmensas
masas de niebla en rotacin que se condensaron dando poco a poco margen a los sistemas
solares. Estos hechos nos autorizan para deducir que los procedimientos que han hecho
surgir los sistemas solares que conocemos, no han podido constituir una excepcin de las
leyes generales inherentes a la materia, y que la causa de esta clase determinada de
movimiento debemos buscarla en la materia misma. Tenemos tanto ms derecho a deducir
esta conclusin, cuanto que los numerosos hechos de irregularidad, accidentes y no
conformidad con el fin, en el orden del universo y de los globos en particular, excluyen la
hiptesis de una accin personal, regida por las leyes de la inteligencia humana.
Si slo hubiera querido la fuerza creadora individual formar mundos y habitaciones para los
[58] hombres y los animales, rstanos saber para qu sirve ese espacio inmenso, desierto,
vaco, intil, en que flotan, como puntos casi imperceptibles, los soles y los globos. Por qu
no se han hecho habitables para los hombres los dems planetas de nuestro sistema solar?
Por qu carece de agua y de atmsfera la luna, oponindose as a todo desarrollo orgnico?
Para qu habran de servir las irregularidades y las inmensas desproporciones de magnitud
y distancia entre los planetas de nuestro sistema solar? Por qu esa ausencia completa de
todo orden, simetra y belleza? Por qu han conducido slo a vanas ilusiones cuantas
comparaciones, analogas y especulaciones se han hecho, basadas en el nmero y forma de
los planetas? Por qu pregunta Hudson Tuttle en su Historia y leyes de la creacin ha
dado el Creador anillos a Saturno, que tiene menos necesidad de ellos que ningn otro
planeta, puesto que est rodeado de seis lunas, mientras que el pobre Marte ha quedado en
la obscuridad ms profunda?.

Si nuestro sistema solar hubiera sido hecho con un fin particular, era necesario que se
hubiesen dado los anillos a un planeta destituido de satlites. Es, por lo tanto, muy extrao
que as no suceda. La luna dice el mismo autor slo gira una vez sobre su eje durante el
tiempo que invierte en hacer su revolucin alrededor de la tierra, de modo que siempre le
presenta la misma cara. Parcenos que tenemos derecho a preguntar la razn de esto,
porque si hubiera habido una intencin cualquiera al hacerlo as, la ejecucin sera
indudablemente defectuosa. Por qu, preguntamos, no grab la fuerza creadora su nombre
con lneas de fuego en los espacios celestes? Por qu, preguntamos, no grab la fuerza
creadora su nombre con lneas de fuego en los espacios celestes? Por qu no dio a los
sistemas de los cuerpos celestes un orden que [59] nos hiciera conocer su intencin y sus
designios de una manera evidente? Algunos quieren ver en la colocacin y relaciones de la
tierra con el sol, la luna y los astros, la prueba de una providencia divina; pero se olvidan que
confunden los efectos con la causa, y que no existiramos o estaramos organizados de otra
manera que lo estamos, si la inclinacin de la eclptica no fuese lo que es o no existiera.
Podrase multiplicar infinitamente el nmero de estas cuestiones sin cambiar en nada el
resultado general, que demuestra que el estudio emprico de la Naturaleza no puede
encontrar, dondequiera que lleve sus investigaciones, seal ni traza alguna de influencias
sobrenaturales en el espacio ni en el tiempo.

IX
Periodos de la creacin de la tierra

Los estudios geolgicos han hecho una interesantsima e importante luz sobre la historia de la
formacin y desarrollo de la tierra.

En las piedras y capas superficiales de nuestro globo que encierran los restos de seres
orgnicos de otras pocas, es donde los gelogos han ledo la historia de la tierra como en un
cronicn antiguo. Esta historia muestra las seales evidentes de revoluciones violentas, que
se sucedieron peridicamente, ya producidas por el fuego, ya por el agua, ya por el concurso
de estas dos fuerzas. La sbita y violenta aparicin de estas revoluciones ha dado [60]
pretextos al partido ortodoxo entre los naturalistas para afirmar la existencia de fuerzas
sobrenaturales. Esas revoluciones dicen ellos deben haber sido producidas por el impulso
de fuerzas sobrenaturales, con objeto de preparar la tierra por una serie de transiciones a una
forma propia para ciertos fines. Una creacin continua y peridica se ha verificado para dar
nacimiento en cada perodo a nuevas generaciones, y la Biblia tiene razn al decir que Dios
orden el diluvio para exterminar al gnero humano y para reemplazarlo con una raza nueva,
y el mismo Dios que levant con su propia mano montaas, derram los mares y cre una
infinidad de organismos, &c.

Todas estas ideas de intervencin inmediata de fuerzas sobrenaturales o que no se haban


podido explicar en el desarrollo histrico de la tierra, han quedado reducidas a la nada con los
descubrimientos de la ciencia moderna. Con la precisin matemtica con que esta ciencia ha
medido los espacios infinitos del cielo, ha penetrado tambin en el pasado de tantos millones
de aos, rompiendo el velo misterioso a cuya sombra han prosperado los sueos de la
religin y de supersticin, y descubriendo, apoyada en las pruebas ms irrecusables, que
aquellos sucesos se han verificado por los medios ms sencillos y naturales. Ha reconocido
tambin que no poda admitirse por ningn concepto esa creacin peridica de la tierra de
que tanto se hablaba en otro tiempo, y que un estudio imperfecto de la Naturaleza quiere
identificar con los das de la creacin de la Biblia. Por el contrario, todo el pasado de la tierra
no es otra cosa que el cuadro de su estado presente. La reflexin y las investigaciones
cientficas nos ensean que la mayor parte de los cambios producidos en la superficie [61] de
la tierra a causa de revoluciones generales y violentas, por sbitos y violentos que parezcan
stos, no son ms que consecuencias de la accin lenta y sucesiva de ciertas fuerzas fsicas
que han obrado indudablemente con inmensos intervalos, pero cuyos efectos continuos
podemos observar todava, si bien de tal modo reducidos, a causa de su insignificante
duracin, que no hacen impresin alguna en nosotros. La tierra dice Burmeister ha sido
creada nicamente por las fuerzas que vemos obrar an sobre ella en menores proporciones,
y no ha experimentado jams en su desarrollo catstrofes ms violentas ni distintas en
general de las que experimenta todava; pero la duracin del cambio es de todo punto
inconmensurable... La formacin de la tierra no tiene de prodigioso y sorprendente ms que la
inmensa cantidad de tiempo que para ello ha necesitado.

Del mismo modo que una gota de agua socava una piedra, as fuerzas aparentemente
insignificantes y apenas perceptibles, pueden producir, auxiliadas por el tiempo, efectos
sorprendentes y aun aparentemente prodigiosos. Sabido es que la catarata del Nigara ha
socavado en un espacio de algunas leguas el lecho del ro, corroyendo sin interrupcin,
durante millares de aos, la roca viva. La tierra vara continuamente a nuestros ojos como en
tiempos pasados. Se forman sin cesar nuevas capas, arrojan lava los volcanes, desgarran el
suelo temblores de tierra, surgen y desaparecen islas, retrase el mar por unas partes y por
otras se desborda. Al ver hoy reunidos como en un cuadro esos efectos lentos y aislados,
producidos en el transcurso de millares de aos, no podemos desechar la idea de la
inmediata intervencin de una fuerza creadora, cuando en realidad slo son [62] debidos a la
accin de fuerzas naturales. En la misma ciencia que estudia el desarrollo de nuestro planeta
est la refutacin de toda hiptesis que admita un poder sobrenatural. Basada esta ciencia en
el conocimiento de la Naturaleza que nos rodea y de las fuerzas que la rigen, ha podido seguir
y determinar, con ms o menos precisin y algunas veces con certeza, la historia del pasado
aun en pocas muy remotas, demostrndonos al propio tiempo que siempre y en todas partes
no ha habido ms accin que la ejercida por las materias y las fuerzas naturales que
subsisten hoy todava. Esta ciencia no ha tenido que detenerse en ninguna de sus
investigaciones ante la necesidad de admitir la intervencin de fuerzas desconocidas, ni
jams se ver obligada a ello! En todo y por todo se ha podido demostrar e imaginar la
posibilidad de efectos visibles, producidos por las combinaciones de condiciones naturales; en
todo y por todo se ha hallado la misma regla e igual materia! Las investigaciones histricas
sobre el origen de la tierra han probado que el pasado y el presente tienen la misma base;
que el pasado se ha desarrollado del mismo modo que el presente, y que las fuerzas que han
obrado sobre nuestra tierra han sido idnticas en todos tiempos.

Esta eterna conformidad de la Naturaleza de los fenmenos, da la certeza de que el fuego y


el agua han posedo, poseen y poseern siempre las mismas fuerzas; que la atraccin, y por
consiguiente los fenmenos de la gravedad, electricidad, magnetismo y actividad volcnica
del interior de la tierra, no han variado jams. As se expresa Rossmaessler.

La Naturaleza trabaja casi siempre en silencio dice Tuttle. Los movimientos convulsivos y
las [63] sacudidas violentas son excepciones de esta regla. Las catstrofes que la
imaginacin de algunos escritores ha pintado con el colorido ms fuerte, son exageradas o no
se han verificado nunca. Grandes cambios y terribles revoluciones ha habido, pero en su
mayor parte se han verificado con menos ruido del que nos quieren hacer creer algunos
ilusos, y en todos los casos han sido producto de las fuerzas regulares y conocidas de la
Naturaleza.

El entendimiento humano no necesita ya de la hiptesis de una mano omnipotente que hace


surgir en tumulto espritus de fuego del interior de la tierra, que precipita en diluvio las aguas
sobre ella, y amasa el globo como si fuera flexible arcilla para un objeto determinado. Qu
rareza, qu extravagancia es el admitir una fuerza creadora haciendo pasar a la tierra y sus
habitantes por grados de transicin, y a travs de espacios infinitos de tiempo, a formas cada
vez ms desarrolladas, para preparar una habitacin conveniente al ltimo que aparece, al
animal mejor organizado, o sea al hombre! Ha menester una fuerza arbitraria, dotada de un
poder supremo, y emplear semejantes esfuerzos para llegar a conseguir sus fines? No
puede crear inmediatamente, sin vacilaciones, cuanto le parezca bueno y til? Por qu tales
rodeos y rarezas? Slo los obstculos naturales que encuentra la materia en la sucesiva y
ciega combinacin de sus partes y formas pueden explicar las particularidades de la historia
del desarrollo del mundo inorgnico.

Podemos formarnos una idea aproximada de la cantidad de tiempo que ha necesitado la tierra
para llegar a su forma actual, fijndonos en los clculos de los gelogos, relativos a las
diferentes fases de su existencia, y particularmente en la formacin [64] de cada capa de
terreno. Segn los clculos de Bischof, la formacin del terreno carbonfero no ha necesitado
menos de 1.004.177 aos, y segn Chevandier, 671.788. El terreno terciario, que tiene
prximamente 1.000 pies de profundidad, ha requerido para formarse 350.000 aos, y nuestro
globo ha necesitado, segn los clculos de Bischof, 350 millones de aos para pasar de su
primitivo estado de incandescencia, o sea de una temperatura de 2.000 grados, a la de 200.
Volger fija en 648 millones de aos la cifra de tiempo necesario para la formacin de todas las
capas que conocemos. Estas cifras nos dan una idea de la inmensidad de estas pocas, pero
aun pueden prestarnos otras indicaciones. Comparadas con las distancias infinitas que los
astrnomos han encontrado en el universo, y que producen vrtigos en la imaginacin,
prueban que el tiempo y el espacio son ilimitados, y por consiguiente, eternos e infinitos. La
tierra en su existencia material dice Burmeister es infinita y slo pueden determinarse en
pocas limitadas o temporales las modificaciones que ha experimentado. Por eso es preciso
admitir, segn Czolbe, que el cielo y sus astros no son infinitos en cuanto al espacio, de lo
cual no duda ningn astrnomo, sino que tampoco tienen principio ni fin, esto es, que son
infinitos en cuanto al tiempo.

Por qu han de tener las nociones religiosas que consideran a Dios como el ser eterno e
infinito ms privilegios que las cientficas? Tendr por ventura el entendimiento de los
naturalistas menos valenta que la obscura imaginacin de los sacerdotes, cuyo furor ha
inventado la eternidad del infierno? Cuanto se ha dicho del fin del mundo es tan vago como
las tradiciones de su origen inventadas por el espritu de los pueblos en su infancia. [65] La
tierra y el universo son eternos, porque la eternidad es una cualidad inherente a la materia.
Pero el mundo est sometido a modificaciones, y por eso el hombre cuyo espritu no ha
iluminado an la ciencia cree que ese mundo es tambin limitado y pasajero.

Lo que la ciencia de nuestros das, auxiliada por los aparatos ms poderosos, nos demuestra,
lo ha enseado ya a los hombres hace algunos millares de aos el espritu lgico y libre de las
preocupaciones religiosas y filosficas de nuestro siglo, que pretende pasar por ilustrado.
Inconcebible es que una nocin tan sencilla e importante como la de la eternidad del mundo
haya podido borrarse jams del entendimiento humano. Casi todos los filsofos antiguos han
estado de acuerdo en considerar eterno al mundo. Ocello Lucano dice formalmente hablando
del universo: Ha existido y existir siempre. Todos los que renuncien a las preocupaciones
conocern la fuerza de la mxima que de la nada no se hace nada, verdad que nada puede
destruir. La creacin, en el sentido que le dan los modernos, es una sutileza teolgica.

X
Generacin primitiva

Hubo un tiempo en que hallndose nuestro planeta en el estado de un globo de fuego, no slo
era incapaz de producir seres vivos, sino que hasta deba ser contrario a toda existencia de
[66] organismos vegetales y animales. Poco a poco fue enfrindose el globo, y las masas de
vapores que lo envolvan se condensaron y cayeron en forma de lluvia sobre su superficie.
Entonces fue cuando la superficie de la tierra tom una forma que, en su desarrollo sucesivo,
deba hacer posible la existencia de distintas formas orgnicas. Tan luego como apareci y lo
permiti la temperatura, desarrollse la vida orgnica. Se form lentamente y en un nmero
infinito de aos, a causa de la influencia recproca del aire, del agua y de los minerales, una
serie de capas superpuestas las unas a las otras.

Un examen profundo de estas capas nos ha facilitado, en un espacio de tiempo relativamente


muy corto, los ms maravillosos e importantes descubrimientos acerca de la historia de
nuestro globo y de los organismos que en l han vivido y han ido extinguindose. Cada capa
terrestre encierra visibles seales y restos bien conservados de animales y plantas.
Encontramos ya estos restos en los sedimentos ms inferiores, formados por las fuerzas del
agua, y sobre los cuales una temperatura menos elevada y un suelo terroso deban favorecer
la existencia de seres orgnicos. En la formacin de cada una de estas capas, y directamente
relacionados con ellas, vemos desarrollarse por gradacin y con una marcha lenta
ascendente un reino vegetal y animal. Cuanto ms antigua es la capa, tanto menos
desarrolladas y ms imperfectas son las formas orgnicas de los animales y vegetales.
Cuanto ms reciente es la capa, tanto ms desarrolladas y perfectas son esas formas.
Notamos, adems, que la existencia de los seres orgnicos se encuentra siempre en una
relacin determinada por las condiciones exteriores de la superficie [67] terrestre, y esos
seres dependen forzosamente del estado exterior del globo. Cuando el mar cubra an la
mayor parte de la superficie de la tierra, slo podan existir animales martimos, pescados y
plantas acuticas. Desarrollndose ms y ms el continente, lleg a cubrirse de inmensos y
poblados bosques que absorban la masa de cido carbnico que abundaba en el aire, y que
es un elemento indispensable a la existencia de las plantas. Purificada as la atmsfera de
substancias contrarias a la existencia de animales superiores que necesitan respirar el aire,
se haca la tierra propia para la vida animal de un orden superior. Con el desarrollo del reino
vegetal, y en armona con esta grandiosa vegetacin, aparecieron gigantescos animales
herbvoros, a los que sucedieron los animales carnvoros, cuando hubo un alimento en
cantidad bastante para asegurar su existencia. As es como cada capa distinta presenta
seales de un mundo orgnico que la caracteriza. Desaparecen las formas ms antiguas
segn cambian exteriormente las condiciones vitales, y aparecen otras colocndose al lado de
las antiguas. Siempre en relacin con el desenvolvimiento gradual de la tierra, la poblacin
orgnica va desarrollndose en perodo ascendente de la ltima de las formas ms sencillas a
las ms complicadas, de las especies ms cortas en nmero a las variedades ms
complicadas y numerosas. Esta multiplicidad siempre creciente, dependa entonces del
cambio vivificador de las nubes y de los vientos, del calor y de la luz. En el perodo jursico
cambi completamente el carcter de la superficie terrestre, y en armona con tal cambio,
vemos en este perodo aparecer seres orgnicos completamente distintos y caractersticos,
especialmente esas formas de anfibios que se han [68] extinguido ya por completo. Pero la
infinita variedad de las formas orgnicas, tal como la vemos y que se aproxima ms y ms a
las formaciones de la creacin actual, slo aparece en la superficie de la tierra cuando esta
ltima sufre la influencia de la diversidad de los actuales climas. En el terreno terciario
encontramos los numerosos mamferos de forma frecuentemente extraordinaria que se han
extinguido por completo o cuyos anlogos se parecen muy poco a ellos, tales como los
dinteros, numerosos paquidermos y mastodontes. En estas pocas primordiales no existe
seal alguna del hombre, el ser mejor organizado de la creacin. Slo en la ltima capa del
terreno llamado de aluvin, donde es posible la vida humana, aparece el hombre,
constituyendo, por decirlo as, el punto culminante de este desarrollo gradual.

Estas relaciones, tan exactamente caracterizadas por la paleontologa, entre el desarrollo de


la tierra y las influencias exteriores, y el nacimiento y propagacin de los seres orgnicos que
indican una fija y natural dependencia, se han conservado en parte hasta nuestros das, y de
ello encontramos pruebas en todas partes. Una numerosa clase animal, las lombrices
intestinales, slo se desarrollan en puntos completamente determinados, y toman las ms
variadas formas y gnero de vida segn el animal y el rgano en que viven.
En el lugar donde hubo un bosque reducido a cenizas crecen determinadas especies de
plantas, y en el sitio de un bosque de pinos o abetos nacen robles y hayas.

En los puntos arrastrados por un incendio segn dice Giebel donde hubo un bosque
inculto, en la ribera del mar donde no llegan ya las aguas, y en el fondo de los estanques
vacos, se desarrolla [69] en poco tiempo una abundante vegetacin que presenta especies
que no se encuentran en sus alrededores. Dondequiera que hay una salina, aparecen pronto
con sus caracteres perfectamente marcados los kalfitos y animales de aguas saladas, de los
que no se encuentra seal ni traza alguna a grandes distancias.

Desde que se han multiplicado las plantaciones de pinos en los alrededores de Pars, se
encuentran tambin en dicha poblacin la lamia (lamia aedilis), insecto de la Europa
septentrional que no haba vivido jams en Francia. Dondequiera que el aire, el calor y la
humedad ponen su actividad en combinacin, se desarrolla, muchas veces, en pocos
instantes, ese mundo infinito de animales notables dotados de las ms extraas formas, a los
que llamamos infusorios. Podramos aumentar cuanto quisiramos estos ejemplos y
demostrar de qu manera pueden las influencias vitales exteriores producir las ms varias y
profundas modificaciones en cada especie de plantas y animales. A pesar de la diferencia
enorme y aparentemente casi incompatible de las diversas razas humanas, la mayora de los
naturalistas declara hoy, respecto a la antigua controversia sobre el origen del gnero humano
de una o ms parejas, que no hay razn puramente cientfica que se oponga a que
admitamos el origen de una sola pareja, y que todas esas variedades podan muy bien ser
resultado de la accin sucesiva de las fuerzas exteriores. Creo dice Hufeland que la
variedad de la raza canina es mucho mayor que la de la raza humana. Un gozquecillo difiere
de un dogo mucho ms que un negro de un europeo. Habremos de creer que Dios ha
creado cada una de estas variedades tan distintas, o admitir ms bien que provienen todas
[70] ellas de la primitiva raza de los perros, por una degeneracin sucesiva? (1).

{(1) La cuestin de que el gnero humano provenga de una o varias parejas, cuestin que la
filosofa natural ha debatido tanto, es de escasa importancia para el objeto inmediato de
nuestras investigaciones. Si la Naturaleza ha podido producir por sus propias fuerzas al
hombre en un lugar cualquiera, este hecho podra igualmente haberse verificado en otro
punto. Por lo dems, los descubrimientos de las ciencias naturales no permiten dudar en
manera alguna de que el gnero humano desciende, no slo de varias, sino aun de muchas
parejas. Las distinciones caractersticas de las zonas botnicas y zoolgicas que Agassiz fue
el primero en determinar, y que merecen toda nuestra atencin, no slo se aplican al estado
actual, sino tambin al mundo primitivo, e indican, sin duda alguna, la existencia de varios
centros de creacin (para servirnos una vez siquiera de esta frase), en los que han debido
tener comn origen las plantas, animales y hombres. Los resultados del estudio sobre el
origen de las lenguas, son an ms favorables a estos datos. Las races y todas las
circunstancias del origen de las lenguas de los distintos pueblos, se nos presentan tan
radicalmente heterogneas, que es imposible hacerlas derivar todas de una sola lengua.

De estos resultados hay que deducir que no slo no desciende cada raza de una sola pareja,
sino que la raza caucsica toma origen de dos centros diferentes. Schlegel divide las diversas
lenguas de la tierra en tres grandes clases, segn su grado de desarrollo, a saber: lenguas
analticas, orgnicas y sintticas, [71] y cada una de ellas tiene su origen distinto. Cuntase
en el nmero de las lenguas analticas la china principalmente. Las lenguas orgnicas se
subdividen en dos ramas, entre las que no es posible encontrar la ms mnima relacin
genealgica, y son las lenguas indoeuropea y semtica. Los indoeuropeos habitaban en su
origen el Asia (Afganistn, Cantahar). Separndose ms tarde y una parte se dirigi hacia el
Oriente. Fueron stos los indios. Las otras partes se dirigieron hacia el Asia Occidental, y
fueron los persas y los armenios. Otras vinieron a Europa, y eran los celtas, romanos, griegos,
germanos y eslavos. Todos estos pueblos formaban en su origen una unidad. Completamente
diferentes de stos y sin relacin alguna de lengua con ellos, son los semitas. Estos son los
rabes, hebreos, cartagineses, fenicios, sirios y asirios. Cuntanse en el nmero de las
lenguas sintticas las de los antiguos egipcios o coptos, fineos, lapones, diferentes pueblos
del interior de la Rusia y de los hngaros. Deberemos comprender tambin las lenguas de
los trtaros y los mogoles? Las investigaciones ms recientes, por ms que hayan modificado
algunos detalles de estas teoras, consideran verdaderos los principios generales del clebre
crtico.}

Por grandes y poderosas que sean todava en nuestros tiempos estas influencias, no se ha
podido afirmar hasta ahora que una especie de animales se haya convertido en otra especie
definitivamente, ni que se hayan producido organismos ms perfectos por la mera unin de la
materia y de las fuerzas inorgnicas, sin la preexistencia de un germen engendrado
anticipadamente por padres semejantes. Una ley general y absoluta parece dominar hoy al
mundo orgnico: Omne vivum ex ovo; es decir, que todo lo que existe nace de un germen que
ha existido antes engendrado por padres semejantes, o de la generacin inmediata de
cuerpos [71] de padres que antes existieran, y por consiguiente, de un huevo, de una semilla,
o tambin de divisiones, de yemas, retoos o vstagos, &c. Siempre es necesario que hayan
preexistido uno o ms individuos de la misma especie, para que produzcan otros individuos
semejantes. Los versculos del Antiguo Testamento expresan de una manera alegrica esta
verdad conocida ya mucho antes, haciendo entrar en el arca antes del diluvio una pareja de
cada raza de animales. Para aquellos a quienes no satisfacen los versculos de la Biblia, la
cuestin del origen de los seres orgnicos surge inevitablemente en presencia de este hecho.
De dnde vienen? Cmo se han formado? Si todo ser orgnico necesita de padres que le
engendren, cmo han nacido los primeros padres? Podan stos nacer de s mismos por el
mero concurso fortuito o absoluto de circunstancias exteriores, y porque aparecieran
condiciones necesarias a su [72] existencia, o era necesario un poder exterior que los creara?
Y si se verific el primer caso, por qu no tiene lugar hoy como entonces?

Esta cuestin ha ocupado en todos tiempos a filsofos y naturalistas, ocasionando largas y


numerosas controversias. Antes de entrar en los detalles de esta cuestin, hay que precisar la
tesis propuesta: Omne vivum ex ovo. Aunque sea incontestable la verdad de esta proposicin
con respecto al mayor nmero de organismos, no carece de excepciones aun en nuestras
relaciones actuales. En ltimo resultado no se ha concluido la controversia cientfica de la cual
ha nacido la generacin espontnea (generacin equvoca), es decir, la generacin fortuita o
sin padres de la misma especie. Significa este nombre una generacin de seres orgnicos,
creados sin preexistencia de padres o grmenes de la misma especie, por el mero concurso
fortuito o absoluto de elementos inorgnicos y fuerzas fsicas, o de una materia inorgnica,
pero de padres de la misma especie. Ahora bien; si los descubrimientos recientes han
disminuido mucho el nmero de partidarios de esta clase de generacin, a la que se atribua
en otros tiempos una gran actividad, no es por esto inverosmil que ejerza an hoy su accin
sobre los organismos ms pequeos e imperfectos.

Si hay que admitir, como ley general, que todos los seres vegetales y animales de superior
organizacin slo existen por la generacin de la misma especie de padres preexistentes,
rstanos siempre resolver la cuestin de la generacin primitiva de los seres, problema que a
primera vista parece insoluble si no admitimos un poder superior que haya creado por su libre
voluntad los primeros organismos y los haya dotado adems de la [73] facultad de propagarse
en lo sucesivo. Los naturalistas ortodoxos hacen valer con cierta satisfaccin este hecho.
Mostrando la ingeniosa y complicada estructura del mundo orgnico, resuelven que slo la
actividad personal e inmediata de un poder creador hubiera podido formar este mundo segn
sus designios. Este enigma insoluble dice B. Cotta, que slo podemos conseguir en el
poder impenetrable de un creador, sigue siendo el origen primero de la materia terrestre, as
como el nacimiento de los seres orgnicos.

Sin tomarse el trabajo de explicar naturalmente el crecimiento orgnico, podra contestrseles


que los grmenes de todo ser viviente, predispuestos a las especies, han existido siempre y
slo han experimentado en la masa nebulosa e informe de que se ha formado y consolidado
poco a poco la tierra, el influjo de ciertas circunstancias exteriores, o que esos grmenes han
existido en el espacio del universo, han bajado a la tierra despus de su formacin y
enfriamiento, y slo accidentalmente han llegado a nacer y desarrollarse en los lugares y
tiempos donde existan las condiciones exteriores necesarias. Bastara esta explicacin para
dar cuenta de cmo se suceden las creaciones orgnicas, y esta interpretacin sera menos
aventurada y artificial que la de admitir una fuerza creadora que se ha divertido en crear en
cada perodo de la formacin de la tierra diferentes especies de plantas y animales y en hacer
en cierto modo, para crear al hombre, largos estudios preparatorios. Semejante idea no
corresponde de ningn modo a la perfeccin que debe suponerse en una fuerza creadora.
Nosotros, sin embargo, no tenemos necesidad de semejantes medios. Los hechos
establecidos por la ciencia prueban que los seres [74] orgnicos que pueblan la tierra, slo
deben su existencia y propagacin a la accin recproca de materias y fuerzas fsicas, y que al
cambio y el desarrollo sucesivos de la superficie terrestre son la nica o, cuando menos, la
principal causa del continuo crecimiento de los seres vivos.

La ciencia indudablemente no ha podido determinar an con precisin el modo como se ha


verificado en detalle este crecimiento; pero tenemos la esperanza de que sus investigaciones
descorrern ms tarde el velo que cubre estos misterios. Los conocimientos que poseemos
bastan, sin embargo, para que tengamos la probabilidad, y, a nuestro juicio, hasta la certeza
subjetiva, del nacimiento de los seres orgnicos, as como de la formacin lenta y sucesiva de
las formas superiores, y de las menos elevadas y menos perfectas, en relacin siempre con la
condicin exterior del globo y sin que intervenga inmediatamente un poder superior. Esta
formacin y este desarrollo lento y gradual de las formas orgnicas ms sencillas hasta llegar
a las ms elevadas y perfectas, son hoy un hecho reconocido por las investigaciones de la
paleontologa, y este hecho indica con certeza la existencia de una ley que preside al
nacimiento de los seres orgnicos. Mientras ms se desarrollaba la tierra, ms difera la
conformacin individual de los animales y se perfeccionaban ms las razas, prueba que es
suficiente para demostrar cunto dependa de las influencias exteriores el nacimiento de las
formas completas de los animales. Los restos de animales y plantas fsiles son los precoces
miembros insensiblemente extinguidos en una serie de progresivos desarrollos, y en estos
restos encontramos los ms maravillosos prototipos de las organizaciones tardas, y en
perfecto acuerdo [75] con ellas. Mientras ms antiguos son estos restos, ms formas distintas
encierran para ulteriores formaciones. Fsiles sencillos hay que encierran en s solo, en
cuanto a la forma, el bosquejo de numerosas y diversas modificaciones de animales que
aparecieron ms tarde, y que algunos existen todava. El sao hirsuta (tribolita) de los
exquisitos pizarrosos de Bohemia, difiere tanto en su forma primordial de los individuos ms
desarrollados de tiempos posteriores, que no se le considerara como el mismo animal, a no
ser porque los grados de transicin los hemos determinado con exactitud. Los celacantideos
(coelantida), peces fsiles, encierran la conformacin del esqueleto de todos los vertebrados.
Los laberintodonteos del mundo primitivo son, segn expresin de Burmeister, los verdaderos
prototipos de la raza de anfibios, de donde ha resultado, en un desarrollo de algunos millones
de aos, un gran nmero de variadas formas. Esta raza presenta una mezcla de cualidades
que se encuentran en los grupos ms heterogneos que de ella han descendido. El
pleisosauro es, por decirlo as, el primer ensayo que la Naturaleza ha hecho para salir del
perodo de los peces y de los reptiles; el tronco de este animal semeja al de la ballena, el
cuello al del pjaro y la cola al del aligator. Este animal se ha repetido y modificado en
numerosas especies. El ictosauro, contemporneo suyo, tiene, como lo indica su nombre,
parte de pez y parte de lagarto; tiene el cuerpo del delfn, la cabeza del cocodrilo y la cola de
los peces. El megalosauro, coloso monstruo, rene la anatoma de los reptiles y de los
mamferos bajo la forma del iguanodon, lagarto gigantesco, con el cual parece haber querido
la fuerza creadora cerrar los gneros gigantescos [76] de los anfibios. El pterodctilo o grifo
de brazos, animal notable y enigmtico del perodo jursico, es un ser de extraa forma,
medio murcilago y reptil, medio anfibio y ave, y se le ha clasificado en todas las clases de
animales. El cetiosauro rene los caracteres de la ballena, de la foca y del cocodrilo. En el
perodo terciario toman ya los megaterios la forma articulada de los mamferos, pero todava
recuerdan a los reptiles. El paleonterio es el primer representante de la clase ms elevada de
los mamferos. Es un animal interesante que rene las propiedades del caballo, del tapir y del
cerdo. Encuntrasele con frecuencia, desde la magnitud de la liebre hasta la del caballo,
como otras tantas variedades del mismo gnero. Es, en cierto modo, el prototipo de la clase
de los mamferos, pues en l se encuentran los grmenes de las formas ms diversas de
ellos.

Estas transiciones o formas intermediarias se han conservado en algunos raros ejemplares


que pueden considerarse, por decirlo as, como fsiles vivos. El extrao animal de Nueva
Holanda conocido bajo el nombre de pico de ave> u ornitorrinco, tiene parte de cuadrpedo,
parte de ave y parte de anfibio. La primera vez que se le vio en Europa se le crey un
compuesto artificial, es decir, una especie de todo unido al pico de un pato. La salamandra de
escamas de la Amrica meridional y del frica, que tiene parte de anfibio y parte de pez,
respira por branquias y por pulmones.

Podramos aumentar estos ejemplos, porque toda la ciencia paleontolgica no es ms que un


ejemplo continuo. Las formas ms inferiores son siempre las primeras que aparecen, y de
ellas nacen y se desarrollan por gradacin y en marcha ascendente las razas y los individuos.
Los restos [77] descubiertos en la tierra dice Oersted nos ofrecen una serie de
formaciones sucesivas, desarrollndose ms y ms, hasta la poca en que pueden prosperar
el hombre y un mundo animal y vegetal conforme al hombre.

Esta ley del desarrollo sucesivo se ha transmitido al mundo primordial, al mundo orgnico que
hoy existe, imprimindole con toda evidencia su carcter. Toda la ciencia de la anatoma
comparada, estudio cultivado con tanta predileccin en estos tiempos, no tiene otro objeto que
hacer ver la conformidad de las formas anatmicas en la escala de los animales, y modificado
solamente en algunos detalles. Una no interrumpida cadena de transiciones y semejanzas
une todos los seres del reino animal, desde los ms inferiores hasta los ms perfectos. El
hombre mismo, que en su vanidad se cree muy por encima de todo el reino animal, no puede
eximirse de esta ley. La raza etipica le liga al reino animal por una multitud de semejanzas
evidentsimas e incontestable. Los brazos largos, la conformacin de los pies, las piernas de
una sola pieza, las manos largas y afiladas, la delgadez de todo el cuerpo, la nariz achatada,
las mandbulas y la boca prominentes, la frente estrecha y deprimida, la cabeza pequea y
prolongada por detrs, el cuello corto, la pelvis estrecha, el vientre inflado y colgante, la barba
sin pelos, el color de la piel, el mal olor, la suciedad, los gestos al hablar, la voz aguda y
penetrante: todas las formas y proporciones del cuerpo son otros tantos signos caractersticos
que ponen en relacin al negro con el mono. Las mejores observaciones hechas demuestran
que su espritu corresponde a su individuo. [78]

No slo el negro, sino tambin otra porcin de razas salvajes, tales como los bosquimanos,
los hotentotes, los pesqueros, los indgenas de la tierra de Vandiemen, los de Nueva Holanda,
&c., &c., llevan las ms claras e infalibles seales del mundo animal de que emanan.

Por tres veces se manifiesta la ley de las transiciones en la historia del desarrollo de los
animales, tomados individualmente. Aun hoy tienen tal semejanza entre s todas las formas
animales en los primeros tiempos del nacimiento individual, que para reconocer su prototipo
no hay ms que remontarse a la historia de su nacimiento. Es un hecho interesante y
caracterstico que todos los embriones se semejan, y que suele ser completamente imposible
distinguir el embrin de una oveja del de un hombre cuyo genio quizs habr de admirar algn
da al mundo. Esta relacin es tan manifiesta, que se ha tratado, y no sin xito, de demostrar
en la historia del desarrollo de cada animal o del hombre mismo, de qu manera representa el
embrin, y repite sucesivamente, en los diversos grados de su desarrollo corporal, los
principales tipos de toda una serie de creaciones. Por distintos que sean los dos sexos del
gnero humano en su ltimo desarrollo, es imposible discernir en los primeros meses de la
vida del embrin del hombre si el individuo pertenecer al gnero masculino o al femenino, y
uno y otro caso depender tal vez de las condiciones exteriores y accidentales. Existe una
ley general dice Vogt, comprobada en todo el reino animal, que establece que la semejanza
que liga a los individuos por un plan comn de estructura, aparece con tanta [79] ms claridad
cuanto ms prximo se encuentre el individuo al punto de su nacimiento, y que estas
semejanzas se borran tanto ms cuanto ms adelantan los animales en su desarrollo y se
someten a los elementos exteriores de que se nutren. Vogt indica tambin con estas ltimas
palabras el importante y definitivo influjo que pueden y deben ejercer las causas exteriores y
las condiciones vitales en el desarrollo y formacin de los organismos. Mientras ms nueva
era la tierra, ms poderoso y determinante era este influjo. No es del todo imposible que los
mismos grmenes hayan podido producir desarrollos muy heterogneos por diversas
circunstancias exteriores. Tenemos pruebas de que un gran nmero de formaciones primarias
se extinguieron al cambiar las condiciones exteriores, y ciertos cambios esenciales en las
relaciones exteriores mataron una organizacin ms antigua y produjeron otra nueva.

Qu persona ilustrada podra negar que esas influencias han ejercido una accin mucho
ms poderosa en los perodos primarios de la formacin de la tierra, que en nuestros das, y
hasta que han llegado a producir efectos que no podemos ver ya hoy? No ofrece la ciencia
pruebas bastantes en apoyo de esta opinin? En primer lugar, la temperatura, tan favorable a
todo nacimiento y desarrollo, era entonces incomparablemente ms elevada que lo es hoy, y
la Siberia, que slo produce actualmente raquticos arbustos y animales habituados al clima
fro, estaba poblada por una multitud de elefantes, que necesitaban para existir una
vegetacin muy fecunda. En el perodo de la formacin de la hulla, haba esparcidas por toda
la superficie terrestre plantas notables de formas exticas y desconocidas, que no podan en
manera alguna [80] resistir a las heladas, y que slo deban prosperar en un clima muy clido
y hmedo. En la vertiente meridional del Erzgebirge, de Sajonia y Bohemia, haba en otros
tiempos palmeras y canelos, y el suelo de nuestra zona glacial y templada encierra
numerosos restos de seres orgnicos que no se encuentran hoy ya sino en los pases ms
clidos de los trpicos. Las asombrosas y extraordinarias formas bajo las cuales se nos
presentan algunas veces los animales del mundo primitivo, as como la mayor parte de las
razas animales, notables por su prodigiosa magnitud, son otras tantas seales de una fuerza
fsica mucho mayor en esos perodos. Hoy no conocemos ya ninguna raza animal que
presente en su desarrollo diferencias de proporcin tan enormes como la del paleontherium.

Es inconcebible, despus de estas consideraciones, que haya naturalistas que puedan


oponerse a admitir una ley que determina el cambio y desarrollo sucesivos y graduales del
mundo orgnico, y esto por la nica razn que nuestras relaciones actuales y nuestras
observaciones slo nos muestran razas animales distintas unas de otras, y de que padres de
la misma raza slo engendran individuos semejantes. Puede ser arbitraria esta ley de las
transiciones que deja tan profundas y evidentes seales? Qu derecho tenemos para
deducir una conclusin definitiva de nuestra experiencia, cuando est encerrada dentro de
unos lmites infinitamente pequeos con relacin a esos espacios infinitos de tiempo, a ese
estado de la tierra en que la Naturaleza era ms joven, ms vigorosa, y por consiguiente ms
capaz de producir formas orgnicas? En tales condiciones era posible que un germen
orgnico, ya por casualidad, ya forzosamente, bajo el influjo de los cambios operados por [81]
las condiciones exteriores, tomase al desarrollarse una forma no del todo homognea a la de
su generador, y aun diferente a ste; siendo hasta posible que llegara a constituir otra especie
o raza. Vogt mismo, adversario de la ley de la metamorfosis, dice: No tenemos razn alguna
para rechazar la posibilidad de que en los tiempos primitivos hayan los animales engendrado
otros que fueran distintos de sus padres bajo muchos respectos {(1) Despus de escritas
estas lneas han variado, bajo el influjo de la teora de Darwin, las ideas del clebre
naturalista.}. Aunque notemos actualmente que los cambios operados por el clima, la
alimentacin y las influencias exteriores, son considerables en las metamorfosis de los
animales, sin traspasar nunca los lmites de la raza, es preciso, sin embargo, considerar por
otro lado que, adems de la mayor intensidad e importancia de esas influencias exteriores,
que no son comparables a nuestras relaciones actuales, adems de la accin ms poderosa
de las fuerza fsicas en esas pocas, hay que tener en cuenta la inmensa duracin de un
tiempo infinito, en el cual podan influencias, al parecer insignificantes, producir efectos
considerables y a primera vista imposibles. En ese tiempo infinito poda haber casualidades y
combinaciones particulares de ciertas relaciones de que no tenemos ejemplo alguno en el
corto espacio que abraza nuestra experiencia.

No tenemos razn, sin embargo, al expresarnos de esta manera, pues los ejemplos no
escasean tanto como podra creerse a primera vista. En primer lugar, tenemos derecho a citar
los interesantes fenmenos, conocidos slo desde hace poco tiempo bajo el nombre de
cambio de generacin de los [82] animales, que presenta una metamorfosis de distintas
formas de animales inferiores en marcha ascendente. Esos animales difieren por completo de
forma, organizacin y gnero de vida. Ese cambio no slo se opera en un mismo individuo,
como sucede con las mariposas y las ranas, sino que cada forma individual sigue siendo
idntica durante su vida, y por consiguiente, todo el fenmeno representa una verdadera
metamorfosis de especie. Ese cambio de generacin se ha observado en varias lombrices
intestinales, y adems en las bforas (biphora), las medusas, los plipos, los pulgones
(aphidida), y se supone con probabilidades, y aun con certeza, que muchos otros animales
estn a l sometidos.

Indudablemente esta metamorfosis de las formas no contina hasta lo infinito, como sera
preciso para anular la ley que separa a las especies; pero se encierra dentro de ciertos lmites
de afinidad, vuelve a su primitiva forma luego de una o ms generaciones, y cesa despus de
un ciclo regular de formas. Quin no reconoce en ese interesante fenmeno una tendencia a
la ley de las metamorfosis de los animales, y no quiere creer que en los primitivos tiempos no
haya sido restringido dentro de lmites tan determinados como hoy! Pero al fin nos hemos
apoderado, desde hace algunos aos, de un descubrimiento que figurar entre los ms
importantes de los tiempos modernos, mostrando la posibilidad del desarrollo duradero de una
raza animal que provenga de otra, aun en nuestra poca. Juan Mller, que es uno de nuestros
ms clebres y seguros observadores, ha descubierto la generacin de moluscos de
holoturios. Este naturalista ortodoxo confiesa que dud y se inquiet a la vista de este
fenmeno. Los holoturios [83] y los moluscos son dos clases enteramente distintas en el reino
animal, y estas ltimas ocupan un lugar mucho ms elevado que las primeras en la escala de
los animales y no tienen con ellas semejanza ni afinidad. Mller confiesa, a pesar suyo, que
este fenmeno nada tiene de comn con la metamorfosis de la generacin. Comprobado este
descubrimiento de una manera completa, demostrara la posibilidad, aun en los tiempos
histricos, de que una raza animal se desarrollara o proviniera inmediatamente de otra, hecho
que se ha refutado siempre hasta ahora, y que ofrecera un ejemplo extrao, observando en
los tiempos histricos, de una nueva creacin basada en circunstancias naturales. En una
palabra, supondra una ley de metamorfosis, a la que sera preciso conceder, en los tiempos
primitivos, ms importancia y poder que en nuestros das; probara, por ltimo, que, aun hoy,
la ley de la generacin semejante tiene excepciones. La aparicin de diversas razas
animales en la creacin dice Mller es un hecho paleontolgico que parece sobrenatural
mientras no podemos reconocerlo; pero si fuera posible esta observacin, cesara todo hecho
sobrenatural, entrando en un orden de fenmenos superiores para los que sera preciso
buscar leyes por medio de la observacin. Quin se atrever a decir ante ese hecho que no
se verifican an con ms frecuencia en nuestros das semejantes metamorfosis, y que no sea
preciso atribuirlas como a la generacin semejante, una importancia que no hemos imaginado
siquiera hasta ahora?

Si admitimos una ley de metamorfosis en el sentido de que no se verifica el cambio por


grados insensibles, segn lo ha enseado la antigua filosofa de la Naturaleza, sino ms bien
por saltos, que ya [84] tienen lugar en el desarrollo del embrin, obtendremos un punto de
apoyo para juzgar el problema del origen de los seres orgnicos diciendo que de la forma
orgnica ms sencilla y ms elemental, producida por la reunin de materias inorgnicas por
medio de la generacin espontnea: de la ms nfima celdilla vegetal o animal ha podido
desarrollarse, por medio de fuerzas fsicas extraordinarias y de un tiempo infinito, este mundo
variado e infinito, de seres orgnicos que nos rodean (1). Es verosmil, dice recientemente el
profesor Jaeger en un [85] curso dado en Viena, que los primeros seres que debieron su
existencia a la generacin primitiva en la superficie terrestre, fueron zoofitos, semejantes a los
seres de esta especie que existen todava. De estos ltimos se desarrollaron plantas por una
parte y animales por otra, que se parecan en forma y gnero de vida. Permaneciendo las
plantas estacionarias en ese grado inferior de la organizacin, fueron adelantadas por el reino
animal, que lleg en su desarrollo progresivo al perfecto organismo, desde cuya cspide mira
el hombre a sus pies a todo el mundo orgnico. No tratamos por esto de deducir el origen de
todo el mundo orgnico de un solo centro de creacin. Al contrario, todos los hechos y
descubrimientos cientficos indican con precisin que este origen se desprende de un
sinnmero de centros de creacin independientes entre s. Existen estos centros lo mismo
para el reino vegetal, y sus semejanzas, como sus diversidades, hacen ver con claridad la
accin absoluta de la Naturaleza.

{(1) Los grmenes de los animales superiores dice el profesor Baumgaertner en sus
Ensayos de una historia fisiolgica de la creacin del mundo vegetal y animal slo podan
ser huevos de animales inferiores. Es probable que los animales ms perfectos de una clase
provengan de huevos de animales inferiores de la misma clase. Este caso era posible an en
la clase de los mamferos, puesto que los huevos de estos ltimos se transmiten fcilmente al
exterior. La gestacin extrauterina y el xito de la transplantacin de los ovarios, nos ensean
que los huevos de estos animales pueden desarrollarse tambin en otros lugares que
aquellos donde estuvieron en su origen, &c. Hubo, pues, metamorfosis de generacin que se
han repetido en toda la serie de animales de los diferentes perodos de la creacin. Lo mismo
aconteci con las plantas. Con esta tendencia del mundo vegetal y animal hacia un
desarrollo ms perfecto, hubo en cada perodo de desenvolvimiento una formacin de otros
grmenes primitivos que llegaron a ser base de nuevas metamorfosis, &c.

Baumgaertner explica ms adelante la causa de las metamorfosis de los grmenes orgnicos


por la de los propios organismos, la de la multiplicacin de las divisiones de los grmenes, y
cmo estas mismas divisiones son ocasionadas por varias influencias distintas de la
naturaleza exterior. Segn l, los primeros hombres se desarrollaron de los grmenes de
animales que estn ms prximos a ellos en la escala de los seres; pero estos hombres slo
tuvieron al principio una existencia de larvas. Adems, la raza humana no desciende de un
solo par, sino que apareci al propio tiempo en distintas razas y numerosos individuos.}

Parcenos que este examen no es de tan poca importancia como creen algunos naturalistas,
porque sera muy temerario, bajo el punto de vista del estado actual de la ciencia, querer
atribuir a la generacin espontnea el origen inmediato de todos los organismos, incluso el del
hombre, aun en el tiempo primitivo. Para qu servira entonces esa ley tan patente del
desarrollo sucesivo y de la formacin de los prototipos? A qu esa semejanza, esa afinidad
aun en el desarrollo de los individuos, sino para indicar la posibilidad de una divergencia de
formas y de razas distintas, bajo las diversas influencias de las relaciones exteriores? Es
preciso indudablemente conceder a la generacin espontnea un papel ms importante en los
tiempos [86] primitivos que en nuestros das, y es imposible negar que haya dado en tal poca
nacimiento a ms perfectos organismos. Verdad es que nos faltan pruebas y aun conjeturas
plausibles del pormenor de estas relaciones, y estamos lejos de negarlo. Cualquiera que sea
nuestra ignorancia en muchos de los detalles de la creacin orgnica, sabemos lo bastante
para decir con certeza que puede y debe haberse verificado sin la intervencin de una fuerza
exterior. Si la creacin que hoy nos rodea nos impone de tal manera con su grandeza que
nuestro espritu no siempre tiene la fuerza de rechazar la idea de un creador inmediato, hay
que buscar la causa de ese sentimiento en los efectos de una actividad de fuerzas fsicas de
muchos millones de aos; efectos que vemos reunidos, sin pensar que, al prescindir de lo
pasado y considerar slo los tiempos presentes, se nos hace difcil creer a primera vista que
la Naturaleza haya producido por s misma cuanto existe. Y sin embargo, as es. Cualquiera
que sean los detalles de esos procedimientos, la ley de las semejanzas, la de la formacin de
los prototipos, la de la dependencia absoluta de los seres orgnicos con relacin a su
nacimiento y a su forma de las condiciones exteriores de la superficie terrestre; en una
palabra, el desarrollo sucesivo de organismos ms perfectos de formas inferiores, en armona
con los grados de desarrollo de la tierra, el hecho de que el nacimiento de los seres orgnicos
no es momentneo, sino un procedimiento que contina a travs de todos los perodos
geolgicos, que cada perodo geolgico est caracterizado por las creaciones que le son
propias, y algunas de las cuales solamente pasan de una poca a otra: todas estas
relaciones, todas estas circunstancias estn basadas en hechos innegables e incompatibles
con [87] la idea de una fuerza creadora, personal y absoluta, que no podra en manera alguna
someterse a una creacin lenta, sucesiva y penosa, hacindose dependiente en su obra de
las fases del desarrollo natural de la tierra. Cuestin importante dice Zimmermann en sus
Maravillas del mundo primitivo es saber de dnde provienen los animales. La idea de que
Dios los ha creado arbitrariamente no slo es poco satisfactoria, sino que es indigna de l. La
gran alma del mundo que hubiese creado sistemas solares y vas lcteas, no es posible que
se haya ocupado de nimiedades. Habra hecho ensayo de animales para que corrieran,
reservndose rehacerlos si no eran buenos?

Antes al contrario, era preciso que el trabajo de la Naturaleza en esas producciones medio
fortuitas, medio absolutas, fuese infinitamente lento, sucesivo, gradual y no premeditado. Por
eso no podemos descubrir en parte alguna de ese trabajo un salto que indique una voluntad
absoluta y personal. Una forma se ajusta a otra forma, una transicin a otra. La Naturaleza
dice Linneo no da saltos; y con efecto, todo nuevo descubrimiento, todo hecho nuevo de la
ciencia natural, nos ofrece una prueba de ese aserto. La planta se cambia insensiblemente en
animal, el animal en hombre. A pesar de cuantos esfuerzos se han empleado, no ha sido
posible todava marcar una lnea divisoria entre los reinos vegetal y animal, a pesar de ser dos
divisiones de seres tan distintos en apariencias, y no hay esperanza de que llegue a marcarse
nunca. Tampoco existe entre el hombre y el animal esa barrera insuperable de que tanto
hablan algunos, porque los que tal dicen, temen quiz por su reputacin al hacer una
comparacin semejante.

Los gelogos computan la edad del gnero humano [88] en ochenta a cien mil aos, igual
cifra que la de la edad de la capa de aluvin, sobre la que era posible la vida humana,
mientras que la historia de la vida humana, es decir, su estado de civilizacin, slo data de
algunos miles de aos a esta parte. Qu intervalo de tiempo no habr sido necesario antes
de que llegase el hombre al grado de inteligencia suficiente para sentir la necesidad de
comunicar los hechos de su vida a sus descendientes! Qu derecho tenemos a considerar al
hombre civilizado de nuestros das, que se encuentra en el vrtice de una escala de cien mil
aos, como producto de una influencia sobrenatural?

Si nos referimos a su origen, juzgaremos de otro modo. Es indudable que todo el organismo
del hombre en sus primeros perodos se aproximaba ms a los animales que a la imagen de
su estado actual. Los crneos ms antiguos de hombres desenterrados nos muestran formas
toscas, poco desarrollados y semejantes a los de los animales (1). [89]

{(1) Los restos ms antiguos de nuestra especie, los crneos humanos encontrados en
distintos puntos de la tierra, amontonados con huesos de animales cuya especie ya no existe,
se distinguen por su forma completamente primitiva y poco desarrollada; tienen la frente muy
estrecha y singularmente aplanada. Un crneo que se ha desenterrado hace poco tiempo en
el valle de Neander (entre Dusseldorf y Elberfeld), presenta un tipo tan inferior, que no se
encuentra ninguno que se le asemeje en lo ms mnimo en las razas humanas ms
imperfectas de nuestros tiempos. La expresin de este crneo recuerda la estupidez de la
fisionoma de los orangutanes. La parte frontal, estrecha y aplanada, deja ver en el sitio de las
cejas una protuberancia rodeada de profundos surcos. El esqueleto, extraordinariamente
robusto y fuerte, puede ser de un individuo de esas tribus salvajes y autctonas que han
habitado la Europa septentrional antes de la emigracin de los indogermanos, y que la
influencia de la civilizacin destruy del mismo modo que los indgenas de la Amrica y de la
Australia de nuestros das.}

Veremos en el captulo sobre el cerebro y el alma la manera como se ha desarrollado y


perfeccionado, en el intervalo de los tiempos histricos, la conformacin del crneo de la raza
europea.

Si se quiere admitir, no obstante, a pesar de todas las ideas filosficas sobre la Naturaleza,
que la intervencin inmediata del creador haya puesto en obra, a travs del espacio y del
tiempo, estos procedimientos, vamos a parar a las ideas pantestas, y es preciso conceder
igualmente que esas relaciones existen todava, puesto que el desarrollo de la tierra, de las
plantas y de los animales no ha cesado an, sino que contina del mismo modo que en otras
pocas. Preciso ser entonces admitir que no puede ser engendrado ni nacer ningn
corderillo sin la intervencin de ese poder creador, y que cualquier mosca, al poner sus
huevecillos, tiene derecho a reclamar los cuidados inmediatos de ese poder divino para que
nazcan sus hijuelos. Pero la ciencia ha demostrado hace mucho tiempo el procedimiento
natural, mecnico y fortuito de esos hechos, y ha separado de ellos toda idea de intervencin
sobrenatural. De este modo, tales relaciones pueden servir igualmente de pruebas a nuestro
argumento; porque los procedimientos naturales del mundo orgnico de nuestros das nos
hacen llegar a un principio tambin natural, y en razn inversa. Quien dice A debe decir B.
Un principio sobrenatural exige necesariamente una continuacin sobrenatural. (Feuerbach).

La tierra, tomada individualmente dice Burmeister, permaneci en ciertas relaciones


inmutables con lo que la rodeaba, y todo lo que pasaba en ella, independientemente de estas
condiciones, lo ha producido por sus propias fuerzas. No hubo [90] ni hay hoy fuerza alguna
sobre la tierra ms que la que le es propia. Por estas fuerzas se ha desarrollado; y hasta
donde alcanzaban los efectos de estas fuerzas, alcanzaron tambin sus consecuencias. All
donde cesan las fuerzas fsicas, cesa tambin todo efecto, y lo que ella no ha podido producir,
no ha existido ni existir jams.

Las leyes de la vida animal dice el profesor Giebel de Halle han sido inmutables desde el
principio, porque la Naturaleza no ensaya combinaciones como los pueblos, o esos prncipes
que hacen y juran Constituciones, derogan una ley por medio de otra, y de repente olvidan
juramento y Constitucin, findose slo en su propio poder para dictar nuevas leyes. La
Naturaleza es perfecta en s misma, y regida en su desarrollo por leyes eternas.

Nunca la ciencia ha obtenido una victoria ms brillante sobre los que adoptan un principio
sobrenatural para explicar la existencia de los seres, que en el estudio de la geologa y de la
paleontologa. Nunca el espritu humano ha reivindicado con ms energa que entonces el
derecho de la Naturaleza (1).

{(1) Las palabras de Agassiz prueban que este trabajo no era muy fcil: Slo aquellos que
estn familiarizados con la historia de la ciencia, saben los esfuerzos y trabajos que han sido
precisos para asentar el hecho de que los fsiles eran efectivamente restos de animales y
plantas que han vivido sobre la tierra. Necesitbase demostrar despus, que esos restos no
provenan del diluvio relatado por Moiss, opinin generalmente admitida durante algn
tiempo por los sabios mismos. Despus que Cuvier hubo comprobado que eran efectivamente
restos de animales cuyas razas no viven ya sobre nuestro globo, encontr por fin la
paleontologa una base real: pero, aun ahora, cuntas importantes cuestiones estn por
resolver!}

La naturaleza no conoce principio ni continuacin [91] sobrenaturales; ella es la que crea y la


que vuelve a recibir en su seno todo. Es principio y fin, generacin y muerte. Ha creado al
hombre con sus propias fuerzas, y con estas mismas le volver a su seno.

No podr suceder que perezca tambin la actual raza humana, viniendo a reemplazarla otra
ms perfecta? (1). No podr ocurrir igualmente que la tierra vuelva atrs y destruya los
efectos de un trabajo de tantos aos? Nadie no ha sabido, lo sabe ni lo sabr, excepto los
que sobrevivan a semejante catstrofe!

{(1) El gnero humano lleva consigo y en todo su ser tantos indicios de formas individuales
ms perfectas, como los animales del mundo primitivo los llevaban respecto a las formas
animales que ms tarde se han desarrollado. No hay razn para no admitir la posibilidad de
que no ha concluido el desarrollo gradual del mundo orgnico, ni de que se desenvuelva
insensiblemente, tendiendo a tomar formas cada vez ms perfectas.}
XI
Destino de los seres en la Naturaleza

Uno de los principales argumentos que formulan los que admiten que el nacimiento y
conservacin del mundo deben atribuirse a un poder creador que gobierna y rige el universo,
ha sido en todas pocas y es todava, la doctrina del destino de los seres en la Naturaleza. La
flor que abre sus ptalos, el viento que la agita, la estrella que ilumina la noche, la herida que
se cura, el sonido, en [92] una palabra, todo lo que se ve en la Naturaleza, excita la
admiracin de los que creen en el destino de los seres hacia la profunda sabidura de ese
poder creador.

La ciencia natural de nuestros das se ha emancipado de esas hueras ideas teolgicas que
slo se detienen en la superficie de las cosas, y abandona estos inocentes estudios que
prefieren considerar la Naturaleza con los ojos del sentimiento, en vez de hacerlo a la luz de
la razn.

Las combinaciones de las materias y las fuerzas de la Naturaleza haban de producir al


encontrarse numerosas fuerzas de existencia. Y deban al propio tiempo y en cierto modo
limitarse, acondicionarse mutuamente y hacer surgir as disposiciones correspondientes unas
a otras. Pero parecen a primera vista, por la misma razn de que las unas suponen
necesariamente las otras, estar exteriormente determinadas por una inteligencia suprema.
Nuestro espritu reflexivo es la nica causa de este destino aparente, que no es ms que una
consecuencia necesaria del concurso de las materias y fuerzas fsicas. As es como, segn
Kant, nuestro espritu admira un milagro que l mismo ha creado. Cmo podramos hablar
de conformidad con el fin, no conociendo los seres ms que en esta sola y nica forma, y no
teniendo ningn presentimiento de lo que sern si apareciesen de otro modo a nuestra vista?

Hoy admiramos los seres, sin tener en cuenta la infinidad de formas distintas, organizaciones
y conformidad con el fin que ha encerrado en su seno la Naturaleza, encierra actualmente y
encerrar en el porvenir. Slo a la casualidad se debe que lleguen o no lleguen a existir. No
hay formas grandiosas de plantas y animales perdidas mucho [93] tiempo ha, y que slo
conocemos por los restos del mundo primitivo? Toda esa hermosa Naturaleza, tan conforme
al fin, no quedar quiz destruida un da por una revolucin de nuestro globo? No ser
precisa una eternidad para que esas formas de existencia u otras cualquiera se descubran
entre los restos del mundo? Innumerables organizaciones que nos parecen conformes al fin
en la Naturaleza, no son ms que una consecuencia del influjo de relaciones naturales y
condiciones vitales sobre seres que se forman o que estn ya formados. Respecto de esta
influencia no hay que perder nunca de vista que tena a su disposicin millones de aos para
producirse. Qu puede ensearnos la experiencia del tiempo infinitamente limitado que
conocemos, sobre la fuerza de esta influencia? El pelo de los animales de los pases del
Norte es ms espeso que el de los que habitan los pases meridionales. Tambin los animales
tienen el pelo y las plumas ms espesos en invierno que en verano. No es ms natural ver
en semejante hecho el resultado de una influencia exterior, es decir, de la diferencia de
temperatura, que suponer un artista celeste que disponga para cada animal un guardarropa
de verano y de invierno? Si el ciervo tiene las patas largas y apropiadas para la carrera, no es
que las ha recibido para correr con ligereza, sino que corre velozmente porque tiene las patas
largas. Si tuviera unas extremidades inferiores impropias para la carrera, quiz hubiera
llegado a ser un animal valiente, mientras que ahora es un animal muy tmido porque puede
huir. El topo tiene las patas en forma de palas para cavar. Si no estuviera provisto de ellas,
jams se hubiera acordado de escarbar la tierra. Las cosas son tales como son, y si hubieran
sido de [94] otro modo, es decir, si fuese posible que hubiesen llegado a ser de otra manera,
no dejaramos de encontrarlas conformes con el fin. Cuntas desdichadas tentativas deben
haber realizado la Naturaleza y las materias dotadas de fuerza, en su concurso mutuo e
incalculable y para crear formas cualesquiera de seres o fenmenos naturales! No tuvieron
xito, o no pudieron llegar a existir, porque les faltaban las condiciones necesarias (1). [95]
Ahora vemos en una serie orgnica las formas que han podido llegar a existir, en relaciones
de condicin y terminacin recprocas, ya entre s, ya con las fuerzas fsicas que la rodean. Y
este orden necesario, resultado de condiciones naturales, nos parece conforme al fin y
combinado expresamente. Todo lo que existe ahora en el mundo no es ms que el resto de
numerosas e infinitas tentativas.

{(1) Al escribir estas lneas hace siete aos, no esperaba yo que los continuos progresos del
estudio de la Naturaleza me ofrecieran tan pronto la prueba ms exacta y convincente de mi
aserto. El sabio ingls Darwin, en su excelente obra sobre el nacimiento de las razas por la
propagacin natural (1860), prueba que en la perpetua y recproca lucha de los seres vivos
para llegar a la existencia, slo aquellas formas que se distinguan de los dems seres
contemporneos por alguna ventaja, aunque fuera pequesima, eran capaces de
conservarse en el mundo. La transmisin y desarrollo sucesivo de estas ventajas, bastan
quiz para explicarnos el crecimiento de todo el mundo orgnico. As es como los ventajosos
colores de algunos animales, tales como los de los insectos verdes y las perdices de los
Pirineos, son producto de la propagacin natural, mientras que animales de otro color
sucumban pronto a sus enemigos, y aqullos transmitan a sus descendientes su
mencionada ventajosa propiedad. Un animal que tenga el pelo espeso tiene ms
probabilidades de conservarse en un clima riguroso que aquel que lo tenga muy claro, y
transmite a sus descendientes una propiedad siempre ms ventajosa. El observador
superficial cree que esta disposicin es efecto del poder divino que obra por su fin, mientras
que el que penetra algo ms, slo ve en esto causas naturales. El ojo, que es uno de los
rganos ms perfectos del cuerpo animal, puede, en opinin de Darwin, haberse desarrollado
insensiblemente de un simple nervio sensitivo, por numerosos grados de imperfeccin, a su
perfeccin actual, perfeccin que es an susceptible de mayor desenvolvimiento respecto del
ojo ms perfecto, &c., &c. Empdocles, filsofo griego, enseaba ya que existen muchos
seres irregulares e informes que slo pudieron conservarse, en parte, no adquiriendo sino
poco a poco las condiciones necesarias de su existencia.}

Al dar esta explicacin, refutamos una observacin del doctor Spies, de Francfort, que se
expresa acerca de la antigua idea pantesta en los siguientes trminos: Si los seres deben su
primera existencia la casual concurso de los elementos, se concibe perfectamente que otros
hechos semejantes formen nuevas combinaciones y seres completamente nuevos. Una
casualidad como la que el doctor Spies supone, no existe en la Naturaleza. En toda ella
encontramos, a causa de la inmutabilidad de las leyes naturales, una necesidad que llega
hasta cierto punto y no tiene excepcin alguna. Por eso es imposible que, en semejantes
relaciones, produzca siempre la casualidad combinaciones nuevas. Sin embargo, all donde
las relaciones experimentan cambios esenciales, es natural que las producciones de las
fuerzas fsicas cambien tambin, y el doctor Spies no ignora que lo que l exige de la
casualidad del concurso de los elementos, existe realmente, y que cada capa terrestre
encierra combinaciones y seres distintos. Si quisiramos ir ms lejos y admitir la opinin del
clebre gelogo Lyell, que sostiene que la Naturaleza produce siempre (aun en nuestros
das), criaturas nuevas, y que la tierra contina dando a luz, con intervalos, nuevas especies
de animales que no consideramos como nacidos nuevamente, sino como recientemente
descubiertos, presenciaramos lo que [96] el doctor Spies exige de la casualidad del concurso
de los elementos.

Si la Naturaleza no obra conforme a un fin conocido por ella, sino con arreglo a un instinto
absoluto que le es inherente, resulta por necesidad que en su manera de proceder engendra
un sinnmero de creaciones no conformes a su fin, y contrarias al sentido comn. En efecto,
nos ser fcil, colocndonos en el terreno teolgico, mostrar no slo completamente y en
numerosos hechos, sino tambin con la mayor evidencia, cmo ha creado la Naturaleza seres
no conformes a su fin, y que si surgen accidentes exteriores que turben sus procedimientos,
comete las faltas y los absurdos ms raros. Desde luego, nadie puede negar que la
Naturaleza, en su ciego y necesario instinto de crear, haya producido muchas criaturas y
organizaciones cuyo fin no es posible reconocer, y que sirven ms bien para turbar el orden
natural de las cosas que para favorecerlo. Por eso los telogos y los partidarios de las ideas
religiosas han mirado siempre con despecho la existencia de los animales llamados nocivos, y
se han esforzado de todos modos y de la manera ms ridcula para probar el derecho de esos
seres a existir. El poco xito de los sistemas religiosos que toman por causa de esa anomala
la cada del hombre o el pecado original, prueba lo insuficiente de sus razones. Segn los
telogos Meyer y Stilling, en su Diario de las verdades superiores, los reptiles nocivos y los
insectos venenosos son efecto de la maldicin que cay sobre la tierra y sus habitantes. Las
formas muchas veces monstruosas de esos seres deben representar la imagen del pecado y
de la perdicin. Y se admite al mismo tiempo que el nacimiento de estos animales debe ser
origen ms reciente, y por [97] consecuencia, no de orden primitivo, porque su existencia
depende del consumo de las materias vegetales y animales! El antiguo paganismo de los
germanos pinta a esos animales como demonios productores de todas las enfermedades, y
que deben su existencia al culto diablico en la primera noche de Mayo. Estos singulares
ensayos de interpretacin prueban cun lejos se estaba y se est todava de poder darse
cuenta de la utilidad y del fin de esos seres nocivos, incmodos y repugnantes. Se sabe
tambin que algunos animales que no eran en manera alguna nocivos, sino muy tiles, han
perecido completamente, sin que la Naturaleza haya encontrado medios de conservarlos.
Entre los animales que se han extinguido en los tiempos histricos, hay que citar al ciervo
gigantesco (Megacerus hibernicus), el lamartn de Steller (Manutus borealis), el rorro (inepta),
&c. Muchos otros animales tiles van disminuyendo de da en da, y quiz lleguen a
extinguirse completamente. Por otra parte, algunos animales muy nocivos, por ejemplo, el
ratn de los campos, tienen una fecundidad tal, que no puede esperarse verlos desaparecer.
Las langostas, las palomas torcaces (columba migratoria), constituyen bandadas que
obscurecen el sol y llevan consigo la destruccin, la muerte y el hambre a las desgraciadas
comarcas donde caen. El que no busque ms que sabidura, fin y causas finales en la
Naturaleza dice Giebel puede emplear su perspicacia en estudiar las lombrices solitarias.
Toda la actividad vital de estos animales consiste en producir huevos propios para
desarrollarse, y esa actividad no puede ejercerse sino por los sufrimientos de otros animales.
Millones de huevos perecen sin objeto; algunos desarrollan el germen. El embrin cambia y
se transforma [98] en un anillo que no hace ms que chupar y engendrar; los hijos de este
anillo reproducen huevos que se pudren en los excrementos de otros animales. No hay en
este procedimiento belleza, ni sabidura, ni conformidad con el fin, segn la idea humana.

Para qu, preguntamos adems, las enfermedades, el mal fsico en general? A qu ese
nmero infinito de crueldades y atrocidades que la Naturaleza comete todos los das y a todas
horas con sus criaturas? El ser que ha dado al gato y a la araa su crueldad y dotado al
hombre, esa obra maestra de la creacin, de un natural que le hace frecuentemente tan cruel
y tan brbaro, ese ser, obrando de tal manera, puede ser bueno y benvolo segn la idea
teolgica?

Los matices de las flores, dicen, han sido creados para encantar nuestra vista. Pero cuntos
siglos no han transcurrido sin que el hombre viera nacer las flores, y cuntas florecern hoy
mismo en sitios apartados que nadie podr ver! Desde la invencin de las campanas de
buzos omos con sorpresa relatos que hablan de una florescencia de brillantes colores ocultos
en el fondo del mar, as como de un mundo animal no menos maravilloso. Vense abundar en
la llanura submarina corales del dibujo ms delicado y con los ms vivos colores, con una
poblacin animal variada e infinita. Para qu esos colores, esas bellezas, esa vida, en un
abismo donde slo penetra la vista del buzo?

La anatoma comparada (segn en otro captulo hemos dicho) trata principalmente de


investigar la conformidad de estructura de las diferentes especies de animales, haciendo ver
en cada especie o gnero el principio fundamental de su organizacin. Basada en tales datos,
nos ensea esta ciencia en cada orden de animales un gran nmero de [99] formas, rganos,
&c., que para nada le sirven, que no estn conformes con su fin y que no parecen ser sino la
forma primitiva de su constitucin, o los rudimentos de una parte del cuerpo, que ha llegado a
adquirir en otra especie un desarrollo que proporciona al individuo que le posee cierta utilidad.
La columna vertebral del hombre termina en una punta pequea que para nada le sirve, y que
muchos anatmicos consideran como el rudimento de la cola de los animales vertebrados. La
estructura del cuerpo de los animales y de las plantas ofrece una porcin de combinaciones
no conformes con su fin. Nadie sabe para qu sirven el apndice vermicular, la glndula
mamaria del hombre, el hueso clavicular del gato, las alas de ciertas aves que no pueden
volar y los dientes de la ballena. Vogt dice que hay animales que son verdaderos
hermafroditas. Tienen los rganos de ambos sexos y no pueden, no obstante, reproducirse
solos, pues para este acto son necesarios dos individuos. Qu objeto pregunta
atinadamente tiene semejante organizacin? La fecundidad de ciertos animales es tal, que,
abandonados a s mismos, llenaran en pocos aos todos los mares y cubriran la tierra hasta
la altura de una casa. Para qu sirve que tenga semejante organizacin? El espacio y la
materia son insuficientes para una cantidad tal de animales. Con qu objeto hace la
Naturaleza crecer en el hombro de un hombre de treinta y cuatro aos una glndula mamaria,
fenmeno descrito por el Dr. Klob, de Viena? Por qu da tres senos completamente
formados a una mujer que el Dr. S. Johnson ha visto en 1861, segn consta en la Gaceta de
los hospitales? Para qu sirven en una colmena los millares de znganos que slo existen
para que los maten las abejas obreras? [100] Hay animales que no nadan nunca, y cuyas
patas estn, sin embargo, provistas de membranas para la natacin, mientras que hay aves
acuticas importantes cuyas patas slo tienen una estrecha membrana. El aguijn de la abeja
o de la avispa slo sirve para causar la muerte del insecto si hace uso de l, &c. Los
designios de un creador todopoderoso y soberanamente sabio dice Tuttle deberan poderse
interpretar siempre de una manera racional. Y si as fuera, dara ese creador rganos intiles
a los animales? Con qu objeto ni de qu utilidad son las formas transitorias del feto, en las
que los mamferos se asemejan a los peces y a los reptiles antes de llegar a adquirir su forma
completa? Para qu sirven al feto humano los arcos bronquiales con sus aberturas? Por
qu tienen todos los mamferos rganos rudimentarios que slo estn desarrollados en los
reptiles? Por qu en los mamferos machos no estn desarrollados los rganos genitales del
otro sexo, y en sentido inverso en las hembras?

Uno de los hechos ms importantes que desmienten las causas finales en la naturaleza, son
los monstruos. Por el sentido comn era tan difcil conciliar estos seres con la creencia en un
creador que obrara con arreglo a su fin, que se les ha considerado en pocas remotas como
seales de la clera divina. Aun en nuestros das los ignorantes los miran como un castigo del
cielo. Hemos visto en el gabinete de un veterinario una cabra recin nacida perfectamente
formada en todas sus partes, pero que haba salido a luz sin cabeza. Hay algo ms absurdo,
ni ms contrario al fin, que acabar perfectamente la forma de un animal cuya existencia es
anticipadamente imposible, y permitir que venga al mundo? El profesor Lotze, de Gotinga,
[101] dice a propsito de los monstruos: Si un feto carece de cerebro, lo nico conforme al
fin de un poder absoluto sera suspender sus efectos en la imposibilidad de compensar esa
falta. Pero que las fuerzas creadoras, continuando en su produccin, contribuyan a que un ser
tan contrario al fin y tan miserable pueda existir de un modo opuesto a la idea de la especie,
parcenos prueba evidente de que la conformidad al ltimo fin, al objeto final, depende
siempre de una disposicin de fuerzas mecnicas y determinadas, cuyo curso, una vez
establecido, va directamente a su fin, sin reflexin y tan ciegamente como permite la ley de la
inercia y que no encuentran obstculos, &c.

Esto es evidentsimo, y no se concibe cmo puede sostener el mismo autor, en otro prrafo,
que la Naturaleza, llena de desconfianza contra el espritu inventivo del alma, ha dotado al
cuerpo de ciertas condiciones mecnicas, que hacen que un cuerpo extrao, por ejemplo,
sea expulsado de la glotis por medio de la tos. Si fuera posible que semejantes opiniones
filosficas, que suponen desconfianza en la Naturaleza, fueran generalmente adoptadas,
sera preciso renunciar a todo estudio serio de la Naturaleza, convirtindose a una fe
indolente. Los dos argumentos tan diametralmente opuestos sobre un mismo punto y emitidos
por un escritor que, por otra parte, es estimado y sirve de autoridad, prueban la poca solidez
de la filosofa de nuestra poca. Si la naturaleza, como dice Lotze, tena razn en desconfiar
del espritu inventivo del alma, deba haber tomado precauciones contra ciertas
eventualidades; hubiera podido, por ejemplo, hacer de manera que las balas botasen al dar
en el cuerpo, y las espadas no hiriesen al caer sobre la carne. [102]

Un cuerpo extrao en la glotis es quizs rechazado por la tos; pero ese mismo cuerpo extrao
en el esfago, puede causar la sofocacin sobreexcitando los nervios de la laringe. Qu
organizacin tan absurda! Y no hay el menor indicio de desconfianza contra el espritu del
alma que ha inventado las pinzas y sonda para el esfago? Todos los das y a todas horas
pueden los mdicos convencerse por las enfermedades, las heridas, los abortos, &c., del
abandono en que deja la Naturaleza a sus criaturas, y de sus esfuerzos de curacin contrarios
en muchas ocasiones al fin y sin xito alguno. Para qu serviran los mdicos, si la
Naturaleza obrase conforme a su fin? La Naturaleza escoge la inflamacin, la gangrena, los
tumores y otros resultados, cuando hubiera podido llegar al fin y a la curacin por vas menos
indirectas. Es conforme al fin que un feto se adhiera y se desarrolle fuera de la matriz, o sea
del lugar que naturalmente le conviene? Y este accidente se presenta con frecuencia en las
gestaciones llamadas extrauterinas, que suelen producir la muerte de la madre. Es asimismo
conforme al fin que esas gestaciones extrauterinas se produzcan dolores en la matriz, es
decir, esfuerzos para expulsar al hijo, despus de la curacin normal del embarazo, cuando
no hay nada que expulsar? No existen fuerzas curativas en la Naturaleza, en el sentido que
ordinariamente se da a esta palabra, como tampoco hay fuerza vital. El organismo, en el
desarrollo progresivo y formal que le ha prescrito la Naturaleza, hace que cesen algunas
veces ciertas perturbaciones. A veces hace todo lo contrario, y a causa de su independiente
actividad se pierde en una porcin de complicaciones irremediables e intiles. yese con
frecuencia a los partidarios de la [103] teologa invocar como testimonio irrecusable la
existencia de ciertos especficos para determinadas enfermedades. No hay remedios que
curen las enfermedades ciertamente en todas las circunstancias, y que pueden pasar, por
decirlo as, como predestinados a esas enfermedades. Todos los mdicos juiciosos niegan
hoy la existencia de los supuestos especficos en este sentido, y antes al contrario, afirman
que el efecto de los remedios no depende de la neutralizacin especfica de las
enfermedades, sino que es resultado de circunstancias en un todo distintas y dependientes en
su mayor parte de la casualidad o de una larga serie de causas combinadas. Es preciso, por
consiguiente, renunciar a la idea de que la Naturaleza haya hecho crecer ciertas hierbas para
ciertas enfermedades, idea que atribuye al creador la ridiculez de haber creado un mal y un
especfico para combatirlo, en lugar de renunciar a la creacin de ambos. Semejantes
nieras son indignas de un creador inteligente.

Volviendo a los monstruos, diremos que habamos olvidado agregar que se pueden producir
artificialmente, haciendo una lesin en el huevo o en el feto. La Naturaleza no tiene remedio
para reparar este mal; antes al contrario, sigue el impulso recibido y contina obrando en esa
falsa direccin, engendrando el monstruo. Hay quien pueda desconocer la falta total de
inteligencia y el puro mecanismo en este procedimiento? Puede admitirse la idea de un
creador inteligente que gobierna la materia con un fin, al ver un fenmeno semejante? Es
posible que la mano creadora de esa inteligencia se debe detener o extraviar por la voluntad
arbitraria del hombre? Importa poco que esa mano obre en poca ms remota o ms reciente,
y nada se adelanta admitiendo que la Naturaleza no ha [104] recibido del exterior ms que
ese impulso primitivo de las causas finales, y que obra ahora de una manera mecnica. Ese
impulso hubiera debido producir su resultado. Dnde habr que buscar si no ese impulso
conforme al fin, conociendo perfectamente las condiciones naturales bajo que nacieron los
seres primitivos, y no encontrando en parte alguna seales de una mano que obrara y creara
por s misma? Tambin tenemos pruebas de que ya en los tiempos ms remotos de las
relaciones terrestres, cometi la Naturaleza idnticas o semejantes faltas. La Naturaleza no
siempre ha tenido la precaucin de colocar a los seres orgnicos en los puntos cuyas
condiciones exteriores mejor convenan a su bienestar. En la antigedad no haba caballos en
Arabia, donde hoy existe la ms hermosa raza de estos animales. En frica, donde el
camello, ese buque del desierto presta al hombre el nico descanso posible, no haba
camellos en otros tiempos. Italia careca de olivos y el Rhin de vias. Es conforme al fin
(sirvindonos de un ejemplo tomado del macrocosmo), que la luz, a pesar de su prodigiosa
velocidad, atraviese con tanta lentitud el universo, que necesita millares de aos para llegar
de una estrella a otra? Para qu esas restricciones poco sabias en las manifestaciones de
una voluntad creadora, si es que sta existiera?

La interesante relacin entre el reino vegetal y el animal, suele ser, para el observador
superficial, la prueba ms clara de un ser previsor que obra para sus fines. El reino animal no
puede existir sin el vegetal, ya que slo el ltimo posee la facultad de producir elementos
inorgnicos de las materias orgnicas, es decir, combinaciones ternarias y cuaternarias. Estas
combinaciones nutren al animal herbvoro, y ste, a su vez, al animal carnvoro. [105] No
habra vida animal sin esta virtud especfica de las plantas. Esta relacin es admirable; pero
no parece, sin embargo, de ningn modo combinada; al contrario, es el resultado de un hecho
muy natural, y no hubiera podido llegar a ser de otro modo. Al devolver los animales al mundo
exterior el carbono que han tomado de las plantas, a fin de que ste sirva de nuevo para la
conservacin de las mismas y contine as su movimiento circular y eterno, no obedecen en
manera alguna a un orden sobrenatural, sino a una necesidad inflexible que resulta de las
cosas y de sus recprocas relaciones.

La naturaleza llega, por medio de grandes y penosos rodeos, a una porcin de supuestos
fines, a que llegara con muchsima ms facilidad y sencillez si slo a esos fines tendiera. Las
mayores pirmides de Egipto y otras construcciones gigantescas de aquel pas estn
construidas de piedras que deben su existencia a las conchas calcreas de animales
pequeos. La piedra de sillera con que se han hecho casi todos los edificios de Pars,
proviene de las conchas de animalillos, cuyo nmero asciende a dos millones por pie cbico.
Preciso es contar por millones de siglos el tiempo de la formacin de esas piedras. Hoy sirven
al hombre, el cual las considera como prueba de una providencia que obra con un fin. La gran
desproporcin entre el fin y los medios es demasiado evidente en este fenmeno. Estos
hechos, que ofrecen a nuestra vista de una manera sbita y sorprendente el producto de la
marcha lenta de millares de aos, parecen al hombre sin instruccin maravillosos,
sobrenaturales, mientras que el sabio slo ve en ellos el curso lento y necesario de la
Naturaleza, que contribuye por s misma a su perfeccin. [106]

El hombre tiene la costumbre de considerarse como el punto culminante de la creacin,


creyendo que la tierra y todas sus criaturas slo han sido creadas para su utilidad y agrado. El
hombre sera ms modesto si echase una mirada sobre la historia de la tierra y la propagacin
geogrfica de su especie. Cunto tiempo ha existido sin l la tierra! Deba pensar que la
extensin del hombre es an limitada en este globo, y sin embargo, es mayor ahora que lo ha
sido durante millares de aos. Los hombres dice Helmholz acostumbran a medir la
magnitud y la sabidura del universo por la duracin y la ventaja que de ellas se obtienen; pero
la historia de los siglos pasados de nuestro globo muestra lo infinitamente pequeo que es el
momento de la existencia del hombre con relacin a la duracin de este globo. Quin
querra negar en serio que la tierra puede estar mejor dispuesta que hoy lo est para servir de
mansin al hombre? Contra cuntas dificultades no tiene que luchar el hombre para hacer
habitable una porcin pequesima de tierra, y cuntas extensas comarcas se oponen a toda
colonizacin por su suelo y clima? Ningn ser ha sido destinado a vivir para ser til al hombre.
Todo lo que vive tiene igual derecho a la existencia que nosotros, y slo el derecho del ms
fuerte es el que se arroga el hombre avasallando a las dems criaturas o matndolas. La
Naturaleza no se propone fin alguno con respecto a un ser privilegiado: es, en s y por s
misma, fin, creacin y perfeccin!

La fsica ha calculado que as como hubo un tiempo en que no haba en la tierra vida
orgnica, ser preciso que llegue otro tiempo (indudablemente en un porvenir infinito e
inconmensurable) en que las fuerzas fsicas que hoy existen se [107] aniquilarn, y todos los
seres animados volvern a quedar sumergidos en las tinieblas y en la muerte. Qu son, en
presencia de tales hechos, todas las frases fastuosas de una filosofa que habla de fines
generales del universo, que se realizaron con la creacin del hombre; de la encarnacin de
Dios en la historia; de la historia de la humanidad como desarrollo subjetivo de lo absoluto; de
la eternidad de la conciencia, de la libertad, de la voluntad, &c., &c.? Qu son la vida y los
esfuerzos de un hombre, ni de todos los hombres, en comparacin de esa marcha eterna,
inexorable, irresistible, medio fortuita, medio necesaria, de la Naturaleza? No es ms que el
juego momentneo, efmero, de un punto que rueda en el mar de lo eterno y lo infinito!

XII
Cerebro y alma

Si es cierto dice Moleschott que son mutuamente indispensables la combinacin, la forma


y la fuerza y que sus modificaciones estn siempre en tan ntima relacin, que el cambio de
una de ellas supone al propio tiempo el cambio inmediato de las otras dos; si esta proposicin
es igualmente aplicable al cerebro, preciso es que las modificaciones descubiertas en la
substancia cerebral ejerzan su influjo en el pensamiento. Preciso es, recprocamente, que el
pensamiento se refleje en las disposiciones materiales del cuerpo. [108]

Que el cerebro es el rgano del pensamiento, y que ambos estn en una relacin tan
inmediata y necesaria que el uno no puede existir, ni aun imaginarse, sin el otro, es una
verdad de la cual ningn mdico ni fisilogo pueden dudar. La experiencia diaria e infinidad de
hechos demuestran esta verdad. No es, pues, para los mdicos para quienes escribo este
captulo, sino para la inmensa mayora del pblico, que considera an como enigma las
verdades ms sencillas y evidentes de las ciencias naturales. Es raro que el vulgo haya
mostrado precisamente en este punto una oposicin tan fuerte a los hechos; las razones por
las cuales se persiste en esta oposicin, no son difciles de adivinar.

El cerebro es el asiento y el rgano del pensamiento. Su magnitud, su forma y su composicin


estn en razn directa de la magnitud y fuerza de la inteligencia que en l reside. La anatoma
comparada nos ofrece las pruebas ms evidentes de esta afirmacin, mostrndonos en toda
la escala animal, incluyendo al hombre, que la energa de la inteligencia est en razn
constante y ascendente con la constitucin material y la magnitud del cerebro. Los animales
que no tienen cerebro verdadero, sino slo ganglios o rudimentos de cerebro, ocupan
generalmente el ltimo grado de la escala intelectual. Por el contrario, el hombre, el ser
superior a todos por su inteligencia, tiene tambin absoluta y relativamente un cerebro mayor
que los dems. Si el cerebro de algunos animales, que son considerados como los mayores
de la creacin actual excede en masa al del hombre, esta aparente anomala slo proviene
del volumen de las partes cerebrales, que, como rgano central del sistema nervioso del
cuerpo, presiden a las funciones [109] del movimiento y de la sensacin, las cuales, a causa
del nmero y del grosor de los cordones nerviosos que en l se renen, presentan
naturalmente una masa mayor. Pero las partes del cerebro que presiden principalmente a las
funciones de la inteligencia, no son comparables en ningn animal a la magnitud y forma de
las del hombre. Entre los mismos animales sucede que aquellos cuyo cerebro presenta mayor
desarrollo, son conocidos en todos tiempos como los ms inteligentes. Por ejemplo, el
elefante, el delfn, mono, perro, &c. En toda la serie de los animales encontramos el desarrollo
gradual de la inteligencia siempre en razn directa con la magnitud y forma del cerebro. M.
Bibra, concienzudo naturalista de nuestra poca, ha hecho investigaciones acerca de los
cerebros en hombres y animales, pesndoles exactamente. El resultado general de estas
operaciones demuestra que el hombre se halla en el primer grado de la escala de los seres,
que la disminucin del cerebro de los animales aumenta segn se va descendiendo esta
escala, y que los animales que ocupan el ltimo escaln, tales como los anfibios y los peces,
son los que tienen menos cerebro. Esta ley del desarrollo gradual del cerebro en toda la serie
animal, en lnea ascendente y descendente, es demasiado clara y profunda para que se le
niegue o restrinja por algunos hechos contradictorios en apariencia. Esas excepciones
aparentes y aisladas son la mayor parte de las veces resultado de observaciones mal hechas,
o de no interpretar ni aplicar bien estos hechos. Con frecuencia omiten en las observaciones
el hecho de que, para determinar la inteligencia de un cerebro, no slo se trata de considerar
su magnitud y peso, sino tambin su organizacin, y por consiguiente, la forma, estructura y
[110] conformacin de sus anfractuosidades y su composicin qumica. Valentn dice en su
Curso de fisiologa: No es slo la cantidad, sino tambin la calidad de los tubos nerviosos, y
en tal concepto la intensidad de las fuerzas y la actividad recproca de cada elemento, lo que
dice respeto a la excelencia de las facultades intelectuales. Puede suceder que la anomala
aparente de una parte est compensada por el desarrollo de otra parte. Pero sobre esta
ltima suposicin, tenemos por desgracia muy pocos datos establecidos por la ciencia. Sin
embargo, el citado Bibra ha hecho un anlisis comparado de la composicin qumica de los
cerebros de diferentes animales. Resulta de estas investigaciones, que los cerebros de los
animales de orden superior tienen generalmente ms grasa, y por consiguiente tambin ms
fsforo (la cual se encuentra en combinacin con la grasa del cerebro) que los cerebros de los
animales de orden inferior (1). El cerebro del feto y del recin nacido tiene considerablemente
menos grasa que el del hombre adulto; pero el del cerebro del nio encierra gran cantidad de
agua. El cerebro del recin nacido tiene ya ms grasa que el del feto, y la grasa parece,
segn Bibra, aumentar con los aos rpidamente en cantidad. El peso de la grasa del cerebro
de los animales a quienes se priva de alimento, en nada disminuye, prueba evidente de que
las funciones cerebrales exigen cierta cantidad de grasa. Algunos pequesimos cerebros de
animales (por ejemplo, los del caballo y el buey) contienen, [111] en razn a su pequeo
volumen, una gran cantidad de grasa. De modo que, segn Bibra, la cantidad parece
compensar por la calidad, relacin indicada y determinada adems por otros hechos.
Scholssberger ha descubierto que el cerebro de un nio recin nacido contena mucha ms
agua y menos grasa que el de los adultos. Sin embargo, para apreciar el grado de inteligencia
del cerebro, necesitamos, adems de las relaciones qumicas, considerar sobre todo las
proporciones de su forma. Hace mucho tiempo que algunos sabios han fijado la atencin de
las anfractuosidades de la superficie cerebral y han tratado en varias ocasiones de establecer
una relacin entre ellas y la actividad del cerebro o del alma. Esta relacin est demostrada
recientemente con toda evidencia por las investigaciones del profesor Huschke, quien ha
descubierto que una especie animal es superior o ms inteligente que otra cuando las
anfractuosidades del cerebro presentan ms sinuosidades, ms profundidad en los surcos,
ms depresiones y ramificaciones irregulares y poco simtricas. Segn el proceso verbal de
diseccin del Dr. J. Wagner, el cerebro del gran Beethoven presentaba anfractuosidades
doblemente profundas y numerosas que las de un cerebro ordinario.

{(1) Resulta de las ltimas investigaciones de Borsarelli que el contenido medio de fsforo en
el cerebro es mucho mayor que se crea hasta ahora, y que entre todos los rganos del
cuerpo el cerebro es el que ms contiene. Hay, por ejemplo, doble del que se halla en la
substancia muscular.}

La misma ley que nos indica el desarrollo del cerebro en la escala animal, aparece en la
historia del desarrollo del hombre. Con el desenvolvimiento sucesivo y material del cerebro
crece la inteligencia del hombre, disminuyendo con la edad a causa de la deformacin
sucesiva de este rgano. Segn las exactas investigaciones del ingls Peacock, el peso del
cerebro humano va aumentando continua y rpidamente hasta la edad de los veinticinco
aos; permanece con este peso normal hasta [112] los cincuenta, y desde entonces va en
descenso sin interrupcin. Segn Sims, el cerebro que aumenta en masa hasta la edad de
treinta o cuarenta aos, no llega al mximum de su volumen hasta la edad de cuarenta o
cincuenta. El cerebro de los ancianos llega a ser atrofo, es decir, ms pequeo. Se contrae,
formndose cavidades entre las anfractuosidades que estaban antes yuxtapuestas. Al propio
tiempo adquiere la substancia ms tenacidad, un color ms obscuro; la sangre se hace menos
abundante y las sinuosidades ms estrechas. La constitucin qumica del cerebro del anciano
se aproxima, segn Schlossberg, a la del nio de corta edad. Todo el mundo sabe que con los
aos disminuye la inteligencia y que los viejos se convierten en nios.

El gran Newton, a cuyo genio deben las ciencias naturales los mayores y ms importantes
descubrimientos, se ocupaba en su vejez del profeta Daniel y del apocalipsis de San Juan (1).
El alma del nio se desarrolla insensiblemente a medida que se perfecciona la organizacin
material de su cerebro. La substancia cerebral del nio es ms fluida, ms semejante a la
papilla, contiene ms agua y menos grasas que la de los adultos. Las diferencias que existen
entre la substancia gris o blanca, y las particularidades microscpicas del cerebro, slo
aparecen insensiblemente; las estras o surcos, muy visibles en el cerebro del adulto, no se
presentan en el [113] cerebro del nio. Mientras ms visibles llegan a ser esos surcos, ms se
aumenta la actividad intelectual. La substancia gris de la superficie cerebral del nio se
presenta todava poco desarrollada, las anfractuosidades poco elevadas y raras y la sangre
poco abundante. El desarrollo histonmico dice Valentn de muchos puntos del sistema
nervioso central es an ms imperfecto en el nio recin nacido y en el que mama todava.
Con el desarrollo sucesivo de los hemisferios dice Vogt aparecen insensiblemente las
diversas facultades intelectuales. La inferioridad intelectual de las mujeres con respecto a los
hombres, es un hecho averiguado. Peacock hall que el peso medio del cerebro del hombre
era algo mayor que el de la mujer. Segn l, el peso medio del cerebro del hombre es de 50
onzas, y de 44 el de la mujer.

{(1) El pensador ms grande de su siglo dice Tuttle puede perder toda su inteligencia en
una hora, si cae enfermo. Vuelve a la infancia cuando llega a la vejez, y es tan torpe y tan
inocente como cuando era nio. Con la decadencia del cuerpo se debilita la razn, y con el
ltimo aliento parece extinguirse tambin, semejante a una lmpara que, por falta de aceite,
esparce los ltimos fulgores.}

Las investigaciones de Geist, mdico del hospital de Nuremberg, citadas por Bibra, conducen
al mismo resultado. Geist hall al propio tiempo que el cerebro se empequeeca
considerablemente con la edad. El doctor Hoffman, que ha pesado de 60 a 70 cerebros, dice
que sus observaciones han dado por resultado que el cerebro de las mujeres era, por trmino
medio, dos onzas ms ligero que el de los hombres. Laurent ha medido la cabeza a dos mil
personas, y el resultado medio ha sido que el dimetro de la circunferencia, as como el de
otros sitios de la misma, era siempre menor en las mujeres que en los hombres. Comparando,
bajo el punto de vista intelectual, los cerebros humanos entre s en su estado de salud o
enfermedad, obtendremos el mismo resultado. El peso normal de un cerebro humano es
prximamente de tres libras a tres y media, pero el del naturalista Cuvier pes ms de cuatro
libras. Tiedemann, que pes los [114] cerebros de tres idiotas adultos (el idiotismo es la
debilidad natural de la inteligencia), hall que el peso variaba entre una y dos libras. Laurent
ha medido cabezas de idiotas, hallando que el dimetro medio, tanto en los hombres como en
las mujeres, era muy inferior al de las cabezas normales. Los hombres cuya cabeza no tiene
16 pulgadas de circunferencia, son idiotas. La pequeez anormal del cerebro dice Valentn
es siempre un signo de imbecilidad. El clebre poeta Lenau, cuyo juicio se trastorn, muri
demente. Su cerebro, atrofiado por la enfermedad, slo pes dos libras y ocho onzas. Segn
Parcahppe, la disminucin sucesiva de la inteligencia en el estado de locura se halla en razn
directa a la del cerebro. Habiendo tomado el trmino medio de 782 casos, prueba con
nmeros que la disminucin del peso del cerebro est en razn del grado de demencia.
Hauner, mdico del hospital de nios de Munich, tomando por base sus experimentos, dice:
Dedicado durante muchos aos al examen minucioso del crneo de los nios, he adquirido
la conviccin de que la pequeez anormal de la bveda del crneo, si no da siempre por
resultado el cretinismo y el idiotismo con las enfermedades que les son anexas, conduce
infaliblemente a debilitar las facultades intelectuales, si es que no llega pronto a originar una
enfermedad mortal, mientras que el grandor anormal del crneo ofrece muy rara vez, o casi
nunca, la alteracin de las funciones intelectuales. Las vivisecciones y experimentos de
Flourens, tan importantes para el progreso de la fisiologa, son tan concluyentes que no
admiten rplica alguna. Flourens ha hecho experimentos en animales cuya disposicin
corporal les permita soportar heridas graves en el crneo y en el cerebro. Fue quitando
sucesivamente, y por [115] capas, las partes superiores del cerebro, y no exagera al decir que
las facultades intelectuales disminuyeron poco a poco y por capas, desapareciendo
enteramente al fin. Algunas gallinas, en las que Flourens oper de este modo, cayeron en una
debilidad intelectual de tal gnero, que cesaron completamente las funciones cerebrales y la
facultad de percibir las impresiones de los sentidos, y sin embargo, continu su vida. Estos
animales permanecan inmviles en el lugar en que se les pona, cual si estuvieran
sumergidos en un profundo sueo; no experimentaron sensacin alguna exterior, y fueron
artificialmente alimentados. En una palabra, llevaron, por decirlo as, una vida vegetativa.
Conservronse de este modo meses y aun aos, creciendo en cuerpo y aumentando en peso.
Si se quitan por capas los dos hemisferios cerebrales de un mamfero dice Valentn, la
actividad intelectual disminuye en razn al volumen de la masa suprimida. Cuando se llega a
los ventrculos, el animal pierde todo conocimiento. Puede exigirse una prueba ms patente
para demostrar la absoluta conexin del alma y del cerebro, que la que nos ofrece el
escalpelo anatmico, quitando el alma pedazo a pedazo? Encuntrase en casi todos los
valles hmedos y profundos de las grandes cordilleras, la de los Alpes por ejemplo, una infeliz
raza humana, o mejor dicho, semihumana, cuya existencia semeja ms bien la de los brutos
que la de los hombres. Son seres repugnantes, sucios y disformes, cuya cabeza es pequea
o excesivamente grande. Estn provistos de mandbulas y de dientes muy fuertes; tienen el
crneo muy mal formado, angular, semejante al de los monos, la frente estrecha y deprimida,
el vientre hinchado, las piernas delgadas y el cuerpo postrado. Tienen poca sensibilidad [116]
y rara vez son capaces de proferir sonidos articulados. Slo experimentan hambre y el instinto
sexual, ya que los nicos rganos que tienen desarrollados son los digestivos y los sexuales.
Quin no ha visto al viajar por las montaas a los idiotas, acurrucados en las orillas de los
caminos o delante de las chozas, fijando sus miradas estpidas e insensibles sobre un objeto
cualquiera? El origen de esta repugnante anomala del gnero humano proviene casi siempre
de una deformacin natural del cerebro. Una comisin nombrada por el gobierno sardo
present un informe exacto y detallado acerca de los idiotas, del que resulta que esta
anomala proviene de un vicio de conformacin del crneo, o del desarrollo defectuoso del
cerebro. En los idiotas dice Foerster en su Curso de anatoma patolgica el cerebro es
siempre en los grandes hemisferios inferior al estado normal. El crneo presenta una
conformacin anormal, tomando diversas formas caracterizadas generalmente por la
pequeez, la falta de simetra y la deformidad de la bveda. El doctor Knolz ha observado
que los idiotas eran toda su vida nios, conducindose habitualmente como tales.
Estudiando detalladamente los rasgos caractersticos del desarrollo de los idiotas dice
Baillarger he hallado que las formas generales de sus cuerpos y de sus miembros seguan
siendo las mismas que cuando muy nios, y que lo propio suceda respecto de sus deseos e
instintos, que son y siguen siendo los de su infancia. Vrolik, de Amsterdam, da cuenta del
resultado de la diseccin de un nio idiota de nueve aos, muerto en Abendberg. Tan dbil era
el desarrollo intelectual de este muchacho, que slo saba algunas palabras. Su crneo era
pequeo y oblicuo, la frente estrecha y el occipio aplanado. Adems, [117] las
anfractuosidades del cerebro eran pocas e imperfectas, de escasa profundidad los surcos,
falta de simetra en el cerebro, desarrollado cruzado e imperfecto de ste y del cerebelo, y la
dilatacin de los ventrculos laterales por serosidades.

Las diferencias corporales e intelectuales de las razas humanas entre s, son generalmente
conocidas, por lo cual hablaremos poco de ellas. Quin no ha visto al natural o dibujado el
crneo de un negro, sin compararlo inmediatamente al crneo ms voluminoso de la raza
caucsica? Qu diferencia entre esta noble forma y aquel crneo con la frente deprimida y
estrecha, y la cabeza pequea y semejante a la del mono! Quin ignora la inferioridad
intelectual de la raza etipica y su estado infantil en comparacin con la raza blanca?
Inferioridad que durar siempre! El cerebro del negro es mucho ms pequeo que el del
europeo, y, sobre todo, ms semejante al de los animales. Sus anfractuosidades son menores
en nmero. Un escritor muy distinguido muy distinguido describe admirablemente a los negros
bajo el punto de vista del carcter y de las facultades intelectuales, y los compara a los nios.
El conde Goertz, en su Viaje alrededor del mundo, dice de los negros de Cuba: Son de un
carcter muy vil y carecen de sentimiento moral; un instinto brutal o un clculo astuto es el
mvil de todas sus acciones. Miran como debilidad la generosidad y la indulgencia de los
blancos; slo les impone la fuerza, pero excita en ellos un odio que acabara por ser mortal si
no conocieran que son ms dbiles. El ltigo es el nico castigo para ellos eficaz. Gustan de
fomentar la discordia. Su inclinacin es al robo y a la venganza: privados de todo sentimiento
religioso, se entregan a la ms grosera supersticin: tienen el cuerpo bien desarrollado y [118]
vigoroso, el crneo de un espesor extraordinario, los dientes blanqusimos, las piernas
delgadas; digieren como las bestias feroces, &c. He tratado muchas veces dice
Burmeister de penetrar en el alma del negro, y siempre fue trabajo perdido, pues en ltimo
resultado viene a deducir que el negro tiene poca inteligencia, y que todos sus pensamientos
y acciones llevan el sello del ltimo grado de la cultura humana. Lo propio sucede con las
dems razas inferiores a la caucsica. Los indgenas de Nueva Holanda, que estn casi
privados de las partes superiores del cerebro, carecen completamente de aptitud intelectual,
de sentimientos artsticos y de facultades morales. Lo mismo puede decirse de los caribes.
Todos los ensayos de los ingleses para civilizar a los habitantes de Nueva Holanda no han
tenido xito. Los indios de Amrica, que tienen el crneo pequeo y singularmente formado,
son salvajes y feroces; han opuesto una gran resistencia a la civilizacin. Los progresos de
los europeos slo sirven para exterminarlos.

De este resumen de los hechos que nos ofrece la anatoma, pasemos a los que presenta la
fisiologa, para demostrar la relacin necesaria e ntima del cerebro con el alma. Por el
sistema nervioso que se ramifica desde el cerebro, y que preside en cierto modo a todas las
funciones orgnicas, el cerebro domina completamente a la organizacin, y hace que se
reflejen en los diferentes puntos de esta ltima las impresiones materiales o espirituales que
recibe de fuera. As es como los efectos de los movimientos del alma llegan a nuestro
conocimiento. Palidecemos de miedo y nos sonrojamos de clera o de vergenza. La alegra
hace que brillen nuestros ojos, y una emocin de este gnero nos produce pulsaciones
fuertes. El miedo causa [119] sbitos desvanecimientos y la clera derrames de bilis. El solo
pensamiento de un objeto repugnante, puede instantneamente producir vmitos; la vista de
un manjar apetecible acelera la secrecin de la boca, aumentando su cantidad. Las
emociones fuertes pueden alterar en poco tiempo la leche de una madre, hasta el punto de
causar grave dao al nio que cra. Un interesante experimento nos ensea que el trabajo del
espritu no slo contribuye a estimular el apetito, sino que aumenta tambin, segn las
observaciones de Davy, el calor animal. Los hombres de temperamento sanguneo viven
menos tiempo y ms deprisa que otros, porque su sistema nervioso, ms excitado por el
espritu, acelera la metamorfosis de las substancias y consume en menos tiempo la vida. Lo
contrario sucede a los flemticos. Los que tienen el cuello corto son vivos, apasionados; los
que lo tienen largo son ms tranquilos, porque los accesos de sangre que van al cerebro
tienen que recorrer mayor distancia desde el corazn, foco y causa de la circulacin. Parry
consigui extinguir los accesos de locura, comprimiendo la vena yugular, y, segn las
experiencias de Fleming, el mismo tratamiento aplicado a individuos que gozan de buena
salud, les hizo dormir y tener sueos febriles. La diferencia de carcter a causa de la longitud
del cuello es an ms notable en los animales que en los hombres, y por esta circunstancia se
aprecian los caballos y los perros. Una gran sabidura y fuerza de espritu ejercen un
poderoso influjo en las fuerzas y la conservacin del cuerpo. Alibert refiere que las
observaciones constantes de los mdicos han comprobado que el nmero de ancianos es
incomparablemente mayor entre los sabios. Recprocamente, las diversas disposiciones del
cuerpo obran reflejndose inmediatamente [120] en el alma. Qu poderoso influjo no ejerce
la secrecin de la bilis en las disposiciones del espritu? La depravacin de los ovarios
produce la satiriasis y la ninfomana. Las enfermedades de los rganos genitales impelen
algunas veces irresistiblemente al homicidio y otros crmenes. Cuntas veces se ven
estrechamente unidos el libertinaje y la devocin!...

Por ltimo, la patologa presenta una infinidad de hechos evidentes, ensendonos que si las
partes del cerebro que presiden a las funciones intelectuales se ven atacadas de una grave
enfermedad, no dejan de causar perturbaciones anlogas en el espritu. No obstante, cuando
hay casos excepcionales, es preciso atribuir la causa a uno de los dos hemisferios que, por
hallarse preservado del mal, ha suplido las funciones del hemisferio enfermo. Consideramos
como mentira la afirmacin de que algunos hombres no han experimentado ataques
mentales, a pesar de la perturbacin de los dos hemisferios del cerebro. Las inflamaciones
cerebrales producen: el delirio y el frenes, un derrame del cerebro, el aturdimiento y la
privacin completa de los sentidos, una presin continua en el cerebro, la debilidad de espritu
y la imbecilidad, &c. Quin no ha presenciado el triste espectculo de un nio hidrocfalo?
Los dementes sufren siempre del cerebro, bien porque tengan enfermo este rgano, bien por
la creacin que sobre l ejerzan otros rganos enfermos. La mayor parte de los mdicos y de
los psiclogos mdicos estn hoy de acuerdo en que todas las enfermedades mentales
reconocen por causa una perturbacin corporal, principalmente en el cerebro, o que a l se
refieren por ms que no se haya podido an comprobar este aserto en todos los casos, a
consecuencia de la imperfeccin [121] de nuestro diagnsticos. Aun aquellos que no
participan enteramente de esta opinin, confiesan que no puede haber enfermedad mental sin
una profunda alteracin de las funciones cerebrales. Pero semejantes perturbaciones no
pueden producirse sin cambios materiales, ya sean permanentes, ya pasajeros, ya
imperceptibles. Romain Fischer ha dado los resultados de 318 disecciones de cadveres de
dementes en el hospital de locos de Praga. De stos slo 32 cadveres no representaban
alteraciones patolgicas en el cerebro o sus membranas, y cinco no ofrecan modificacin
alguna patolgica. Ningn mdico que se halle a la altura de la ciencia actual dudar que
estos cinco cadveres sufrieron tambin alteraciones materiales y patolgicas, aunque no
visibles. El mdico Follet ha hecho la diseccin de 100 cadveres de dementes, y deduce de
estas afirmaciones que la masa cerebral de un individuo que goce de algunas facultades
intelectuales debe ser de cierto espesor, y que mientras ms disminuye aquella en densidad y
se dilatan los folculos, tanto ms se debilitan la memoria y las facultades intelectuales. Segn
este mdico, las enfermedades mentales son consecuencia de una perturbacin del equilibrio
de la enervacin de ambos hemisferios cerebrales. Todas las perturbaciones intelectuales
dice el doctor Wachsmutg proviene de las enfermedades que tienen su asiento en el
cerebro, rgano de la inteligencia, y cuyas causas conocemos por los experimentos
patolgicos de la vida corporal. Las lesiones en el cerebro producen muchas veces
sorprendentes efectos en el espritu. Refirese, con testimonios fidedignos, que en el hospital
de Santo Toms de Londres un hombre gravemente herido en la cabeza habl despus de su
curacin en una lengua extranjera. Esta lengua era la [122] de su pas natal de Gales, que en
otro tiempo haba hablado, pero que tena olvidada durante su permanencia de 30 aos en
Londres. Se ha comprobado que los dementes recobran algunas veces la conciencia, y en
parte la razn, poco tiempo antes de su muerte. Algase frecuentemente este hecho para
hacerle valer en pro de una opinin opuesta a la que sustentamos. Pero antes al contrario,
este extraordinario fenmeno, lejos de invalidar nuestros argumentos, puede invocarse en su
favor, pues demuestra que la proximidad de la muerte, producida por una larga enfermedad y
una debilidad, libra al cerebro de las influencias incmodas y morbosas del cuerpo.

Los hechos que la patologa ofrece en apoyo de nuestra opinin son tan numerosos, que se
podran llenar muchos libros con ellos. As es que todos los grandes pensadores han
reconocido su importancia, siendo tan evidente que podemos convencernos de ellos por una
observacin diaria. Si la sangre dice Federico el Grande en una de sus cartas a Voltaire en
1755 circula con demasiada precipitacin, como en la embriaguez y en las fiebres agudas,
turba el espritu y trastorna las ideas. Si se obstruyen, aunque ligeramente, los nervios del
cerebro, producen stos la locura. Si una gota de agua se derrama en el crneo, resulta la
prdida de la memoria. Si una gota de sangre se desborda de los vasos, ejerce una presin
sobre el cerebro y los nervios de la inteligencia, y es causa de las apoplejas, &c.

Una ley rigurosa e incontestable nos ensea: que el cerebro y el alma se completan
necesariamente, de manera que el volumen del primero, as como su forma y substancia
material, estn en una relacin determinada y proporcional a la intensidad [123] de las
funciones intelectuales; que el espritu obra a su vez esencialmente sobre el desarrollo y
formacin sucesiva del rgano que le sirve, y que este rgano crece en fuerza y en masa por
medio de la actividad intelectual, del mismo modo que un msculo crece y se fortifica con el
uso y el ejercicio. Albers, de Bonn, refiere que habiendo disecado los cerebros de algunas
personas dedicadas durante muchos aos a un gran trabajo intelectual, ha encontrado que la
substancia de todos esos cerebros era muy consistente, y la substancia gris, como las
anfractuosidades, muy desarrolladas. Es interesante comparar los antiguos crneos
encontrados en las excavaciones y las estatuas de la antigedad, con las cabezas de las
generaciones actuales. De esto resulta que la forma del crneo de los europeos ha
aumentado en volumen desde los tiempos histricos. El abate Frre, de Pars, ha hecho
interesantes estudios en este punto, que prueban que cuanto ms antiguo y primitivo es un
tipo humano, ms desarrollado se presenta su crneo en la regin occipital y aplanado en la
frontal. Los progresos de la civilizacin parecen haber tenido por resultado elevar la parte
anterior del crneo y deprimir la occipital. La rica coleccin del abate Frre muestra las
diferentes fases de este desarrollo {(1) La coleccin se ha trasladado al Museo Antropolgico
de Pars.}. En presencia de tales hechos, no se considerar ya imposible que en el gnero
humano se haya desarrollado gradualmente en un espacio de tiempo de 80 a 100.000 aos, y
an ms all, desde su estado primitivo grosero y semejante al de los brutos, a su perfeccin
actual. La comparacin de la forma del crneo de las clases altas y bajas de [124] la actual
sociedad ofrece un resultado semejante. Los sombrereros saben que la clase ilustrada
necesita sombreros mayores que la clase ignorante. Asimismo vemos diariamente que la
frente y sus partes laterales estn menos desarrolladas en las clases inferiores que en las
elevadas. Para refutar la afirmacin de que la intensidad intelectual guarda proporcin con la
substancia material del cerebro, yese decir que hay personas inteligentes que tienen la
cabeza relativamente pequea, y personas estpidas cuya cabeza es en proporcin muy
grande. El hecho no es dudoso, pero la interpretacin es falsa. Hemos demostrado, al
comenzar este captulo, que no se trata slo de la magnitud del cerebro al apreciar la
intensidad intelectual, sino tambin de su forma y composicin, de modo que la falta de una
circunstancia queda compensada por el exceso de la otra, y recprocamente. Ms importantes
an son las modificaciones que sufre el hombre por la influencia de la educacin y de la
cultura. Un hombre dotado de las mejores disposiciones puede parecer estpido; mientras
que otro de una organizacin cerebral dbil e inferior puede reparar u ocultar la falta originaria
por medio del estudio, la aplicacin o la cultura. Sin embargo, un observador atento y
ejercitado no dejar de encontrar siempre la justa proporcin de estas relaciones originarias.

Toda la antropologa, toda la ciencia del hombre, no son ms que una prueba continua de la
necesaria relacin entre el cerebro y el alma, y toda la palabrera de los filsofos psiclogos,
para probar la independencia que dicen tener el espritu humano respecto de su organizacin
material, no tiene valor alguno en presencia de los hechos. No hallaremos, pues, exageradas
las siguientes palabras [125] de Friedreich, autor distinguido por sus escritos psicolgicos: La
fuerza no se concibe sin una base material. Si la fuerza vital humana ha de manifestar su
actividad, slo puede hacerlo por la base material, que son los rganos. Mientras ms
variados son estos rganos, ms distintas y variadas sern las manifestaciones de la
actividad de la fuerza vital, segn la diversidad de construccin de la base material. Por
consiguiente, las funciones intelectuales son especiales manifestaciones de la fuerza vital,
determinada sta por la construccin especfica de la substancia del cerebro. La misma fuerza
que digiere por el estmago, pasa por el cerebro, &c.

Se ha aducido en contra de la relacin del cerebro y del alma la simplicidad material del
rgano de la inteligencia, teniendo en cuenta su forma y composicin. El cerebro, dicen,
forma, en su mayor parte, una masa igual y blanda que nada ofrece de notable en la
complicacin de su estructura o de su forma, ni en las propiedades de su composicin.
Cmo ha de ser posible que esa materia uniforme y simple sea la causa nica de un
mecanismo intelectual tan sutil y complicado como nos lo presenta el alma animal y humana?
Es evidente, aaden que esa ntima relacin entre el cerebro y el alma es muy imperfecta,
casi accidental, y las fuerzas infinitamente complicadas slo pueden nacer de substancias
igualmente complicadas. As, pues, el alma existe por s misma, independientemente de las
substancias, y slo accidentalmente y por poco tiempo est unida al conjunto material que
llamamos cerebro. Esta objecin, muy lgica en apariencia, deriva de falsas premisas. En
efecto, la teora que considera al alma como producto de la actividad material, tiene que
admitir forzosamente [126] que el efecto debe corresponder a su causa, y que los efectos
complicados deben tambin suponer, en cierto modo, combinaciones de materias
complicadas. Ahora bien; no conocemos en todo el mundo orgnico ningn organismo que
tenga formas tan delicadas y maravillosas, de estructura ms fina y caracterstica, ni tampoco,
al parecer, de composicin qumica ms notable, que el cerebro. Slo la ignorancia, o un
conocimiento superficial, es lo que nos ha llevado a no apreciar estos hechos como merecen.
Para el observador superficial dice H. Tuttle slo presenta una masa blanda y homognea;
pero un examen ms profundo nos ensea que la estructura de su organizacin es
delicadsima y de la ms acabada perfeccin.
Desgraciadamente, los conocimientos exactos que poseemos sobre este punto son an muy
defectuosos e incompletos. Sin embargo, sabemos, por de pronto, que el cerebro no es una
masa uniforme, sino que est compuesto, en gran parte, de filamentos o pequeos cilindros
huecos llamados filamentos elementales, en extremos delicados, construidos singularmente y
provistos de una materia oleaginosa que con facilidad se coagula. Estos filamentos, milsima
parte cada uno de una lnea, se entrelazan y se cruzan del modo ms singular. Aun no se ha
podido examinar detalladamente las ramificaciones de estos filamentos, a causa de la gran
dificultad que presenta la masa cerebral al examen macroscpico y microscpico. Slo se ha
hecho hasta ahora respecto a las partes menores, y en eso consiste que la anatoma de las
partes ms blandas del cerebro sea an, por desgracia, un punto desconocido. La anatoma
de la porcin ms tosca del cerebro ofrece en sus partes ms profundas [127] una multitud de
formas exteriores maravillosamente entrelazadas, cuyo valor fisiolgico sigue siendo
enigmtico (1). La superficie del cerebro presenta una serie de profundas anfractuosidades,
en las que se encuentran las dos substancias principales, gris y blanca, con un gran nmero
de anastmosis, y cuya calidad y formacin ms particulares se encuentran igualmente,
segn hemos visto por el examen de la anatoma comparada, en relacin con las funciones
intelectuales. El segundo elemento histonmico de la masa cerebral, son los glbulos
ganglionares. Se les encuentra especialmente en la substancia gris del cerebro y la mdula
espinal. Presentan tambin particularidades y variedades de construccin. Estn en parte
rodeados de filamentos primitivos, y en parte comunican por una especie de puentes con
estos ltimos, que a su vez parecen surgir de ellos. No existe, pues, rgano alguno animal
que pueda igualar al cerebro en delicadeza y variedad de formas. Los rganos de los sentidos
podran, a lo ms, considerarse como excepciones, pero realmente stos no son ms que
ramificaciones o derivaciones del sistema nervioso central del cerebro. Por ltimo, el cerebro
es de todos los rganos el que recibe, segn sabemos por experiencia, ms sangre del
corazn, y en el que se opera la metamorfosis de la substancia con la mayor rapidez. As es
que para responder a esta necesidad son muy singulares y complicadas las disposiciones
anatmicas de los vasos sanguneos [128] del cerebro. Los qumicos, en fin, nos aseguran
que la composicin del cerebro no es tan sencilla como hasta ahora se ha credo, sino que
encierra cuerpos constituidos de una manera muy rara, cuya naturaleza no ha podido darnos
a conocer todava la ciencia, y que no se encuentran en ningn otro tejido orgnico, tales
como la cerebrina y la lecitina. Dcese, adems, que la constitucin qumica de los nervios, y
sobre todo la de la masa cerebral, no es idntica en todas sus partes, como acontece
respecto a los dems tejidos orgnicos, sino que, por el contrario, es en diversos puntos
esencialmente distinta, y que es preciso deducir de esto, que el cerebro es una mezcla de
varios o de muchos rganos de una composicin qumica diversa. Ya indicamos al principio
de este captulo el papel esencial que parecen desempear las materias grasas del cerebro.
No es menor la importancia del fsforo en la constitucin del cerebro, y el clamoreo que se ha
levantado a propsito del conocido axioma de Molechott: Sin fsforo no puede haber
pensamientos! slo prueba la ignorancia cientfica de sus adversarios. Resulta de todos
estos hechos, que la substancia material del cerebro, por poco conocida que nos sea,
presenta en su composicin anatmica y qumica un carcter tal, que las objeciones al aserto
de la relacin del cerebro con el alma no tienen valor alguno.
{(1) En el cerebro encontramos montaas y valles, puentes y acueductos, vigas y bvedas,
tenazas y escardillos, garras y rboles, haces o gavillas, arpas y tenedores tnicos, &c. Nadie
ha podido hasta ahora averiguar la significacin de estas singulares formas. (Hunschke en
su clebre obra: Crneo, cerebro y alma del hombre.)

Existe todava otra consideracin que pudiera confirmar nuestras opiniones, aun cuando la
aparente sencillez de las substancias del cerebro estuviesen en contradiccin con sus
efectos. La Naturaleza sabe producir, con los ms insignificantes y aun idnticos medios,
efectos muy variados, segn como dispone las partes ms sutiles de las substancias. Los
cuerpos llamados isomeros presentan siempre [129] la misma composicin qumica. Afectan
frecuentemente formas que pertenecen al mismo sistema cristalino, y sin embargo, poseen
propiedades distintas y relaciones diferentes en la combinacin con otros cuerpos. Entre los
alcaloides (substancias vegetales cristalizables de una accin venenosa en extremo enrgica)
hay algunos que presentan una composicin qumica perfectamente igual, pero producen
sobre el organismo animal efectos tan distintos, que algunos son considerados como
contravenenos. Minuciosas investigaciones sobre la propiedad que los cuerpos isomorfos
tienen de refractar la luz, han mostrado que los tomos de estos cuerpos deben estar
colocados del modo ms diverso, y que la diferencia de las capas en las substancias ms
sutiles produce su diferencia de propiedades. Si causas tan ligeras en apariencia pueden
producir tan distintos efectos, por qu no ha de admitirse una relacin semejante entre el
cerebro y el alma? Sabido es que la anatoma no puede establecer diferencias entre los
glbulos ganglionares de la substancia cortical del cerebro que figuran en los procedimientos
psicolgicos, y aquellos que se encuentran en los ganglios del bajo vientre. Sin embargo, es
preciso y posible que aqullos produzcan efectos muy diferentes a los de estos ltimos. Los
fenmenos de polarizacin de la luz y del calor dice Valentn, las relaciones magnticas y
diamagnticas, prueban que las masas ms homogneas en apariencia, presentan
interiormente diferencias esenciales en el agrupamiento de los tomos. La Naturaleza trabaja
en todo con infinitas fuerzas infinitamente pequeas, &c. Los contagios (materias
contagiosas de ciertas enfermedades) reconocen por causa, indudablemente, en condiciones
materiales [130] completamente determinadas, substancias orgnicas que les sirven para
propagarse. Y, sin embargo, ni la qumica ni el microscopio han podido hasta ahora dar cuenta
de esas condiciones y distinguir, por ejemplo, un pus infectado del contagio especfico, de una
produccin ordinaria de este gnero.

Reflexinese al mismo tiempo en el hecho notable de la transmisin de las cualidades


intelectuales y corporales; de las disposiciones enfermizas o de carcter de padres e hijos;
transmisiones que se hacen notar en circunstancias en que no puede alegarse el influjo de la
educacin, de la vida comn, &c. La substancia material que sale del padre para engendrar el
germen del hijo (substancia que presenta siempre la misma forma e igual composicin a
nuestros aparatos diagnsticos) es infinitamente pequea. Sin embargo, el hijo se parece a su
padre, y muestra las cualidades corporales e intelectuales de este ltimo. Las relaciones
moleculares de la substancia infinitamente pequea que contiene esas futuras disposiciones
intelectuales y corporales (1) deben ser infinitamente sutiles, y hasta ahora inaccesibles a
nuestros sentidos. [131]
{(1) Mientras que se ignor la existencia de los animalillos espermticos (seres microscpicos
en forma de cola y movibles, que forman el elemento esencial del esperma animal y que se
introducen inmediatamente en el huevecillo que del ovario proviene, constituyendo la
fecundacin y ulterior desarrollo del huevo), se poda admitir el hecho notable de la
transmisin de las disposiciones intelectuales en pro de una hiptesis de un alma inmaterial o
de una substancia intelectual. Bajo el punto de vista actual de la ciencia, no es ya posible esta
pretensin. El animalillo espermtico se introducen en el huevecillo, y llega a ser en tal
concepto la base material, determinada, de las disposiciones intelectuales transmitidas por l.
Este hecho refuta, mediante slidas razones, la admisin de que lo espiritual pudiera tambin
transmitirse de otro modo que por la va material.}

Debemos, por ltimo, no olvidar en nuestra rplica a la precedente objecin que, cualesquiera
que sean los conocimientos que tengamos de las relaciones ms tiles de los cuerpos
orgnicos por medio del microscopio y de la qumica, slo conocemos los contornos menos
delicados. Respecto a las relaciones interiores de las substancias infinitamente pequeas y
finas no tenemos de ellas ni siquiera presentimientos, y mucho menos ideas; ignoramos,
pues, completamente los efectos que pueden producir. El mdico puede convencerse de la
dificultad de este examen, tratando de profundizar el carcter de ciertas enfermedades. Nadie
est en el caso de distinguir la sangre infectada con cierta substancia morbfica, de la sangre
pura, y sin embargo, ningn mdico racional duda de que ciertas alteraciones materiales sean
causa de esta enfermedad, cuyos efectos son capaces de destruir todo el organismo. La
ignorancia de estas relaciones nos autoriza muy poco a suponer la existencia de fuerzas
desconocidas, dinmicas, no inherentes a la materia, y a la sencillez aparente de la
substancia cerebral tampoco puede servir de reparo a la relacin que acabamos de establecer
entre el cerebro y el alma. Por eso se ha juzgado imposible que la facultad intelectual llamada
memoria dependiera o fuera producto de la combinacin de las substancias cerebrales, en
atencin a que, segn se afirmaba, era aquella una cosa que permaneca, que duraba toda la
vida, una cosa infinitamente complicada, mientras que stas cambian y se metamorfosean de
continuo. Pero precisamente en este punto, por inexplicable que ello sea en s mismo,
muestran los hechos que la memoria es producto de combinaciones materiales. Vase si no
cmo ninguna otra facultad intelectual sufre con tanta [132] intensidad como la memoria los
efectos de los ataques materiales del cerebro. Sabido es que casi todos los sufrimientos, casi
todos los dolores que se sienten despus de la curacin de enfermedades producidas por
graves lesiones traumticas o enfermedades internas de cerebro, atacan principalmente a la
memoria, debilitndola o causndole otros daos. Se ha observado en ciertas personas a
quienes se ha hecho la operacin del trpano que, con la prdida de algunas partes del
cerebro, se han borrado de su memoria determinados aos o pocas de su vida. Se ha
comprobado adems que la memoria de las cosas concretas se debilita en razn a la
distancia del tiempo en que se metamorfosean las substancias cerebrales. La vejez, como
todos sabemos, hace que se pierda casi enteramente la memoria. Es indudable que las
substancias cerebrales cambian; pero la manera de estar compuestas debe ser permanente y
determinar el modo de ser de la conciencia individual. Es verdad que los procedimientos
interiores de esta relacin son inexplicables e inconcebibles, pero no pueden, sin embargo,
desmentir los hechos. Quin puede explicarnos las enfermedades que se transmiten del
abuelo al nieto, sin atacar al padre? No es ms extraordinario este fenmeno que el de la
relacin del cerebro con la memoria? Y no obstante, ningn mdico ilustrado duda hoy de que
este fenmeno sea resultado de condiciones materiales, cuyas leyes son completamente
desconocidas, y quizs seguirn siendo siempre un misterio.

En presencia de tales hechos, no tenemos razn alguna para desconfiar de la materia


negndole la posibilidad de efectos prodigiosos, aun cuando su forma o su composicin no es
en apariencia muy complicada. Juzgando desde este punto de vista, y [133] fundndonos en
los hechos que acabamos de enumerar, no nos ser difcil convencernos de la posibilidad,
tantas veces controvertida, de que el alma sea producto de una composicin especfica de la
materia. La razn de que no admiramos sus efectos, consiste en no poder ver el conjunto de
los resortes que los producen. No nos produce a veces una locomotora, en su ruidosa
carrera, el efecto de un ser vivo dotado de razn y de reflexin? No nos hablan los poetas de
un corcel de vapor o de fuego? No nos hace involuntariamente sentir la vida de la mquina
esa combinacin singular de materias y fuerzas? Un reloj, obra mecnica de la mano del
hombre, tiene, segn se dice, voluntad propia, y al andar o pararse nos parece que obra a su
capricho. Y cun tosca y sencilla es la combinacin de las materias y las fuerzas en las
mquinas, comparada con la composicin mecnica y qumica del organismo animal!

Hemos demostrado, por medio de hechos, que el espritu y la materia, el alma y el cuerpo,
son inseparables, y que ambos se encuentran en una relacin necesaria. Esta ley es absoluta
para todo reino animal. El infusorio ms insignificante tiene sensaciones y voluntad, y, por
consiguiente, una funcin intelectual. Un rayo de sol deseca su cuerpo y le hace morir, esto
es, hace desaparecer el efecto de su organizacin, que necesita agua para conservarse.
Puede permanecer aos enteros en semejante estado, hasta que una gota de lluvia, cada
casualmente, le despierta por la movilidad y la vitalidad de la materia, para sufrir quizs otra
vez la misma suerte. Qu viene a ser entonces esa alma que vive y obra
independientemente de la materia? Dnde se hallaba cuando la materia estaba envuelta en
el sudario de la muerte? [134] Por incomparable que nos parezca la relacin del alma y la
materia, ningn hombre razonable e ilustrado puede negar que es un hecho.

Los filsofos y los psiclogos se han esforzado en pasar sobre estos evidentes hechos por
muy diversos caminos, pero siempre con poqusimo xito. Algunos han adoptado el pretexto
de admitir la relacin de la indivisibilidad del alma y de la materia; pero han hecho la salvedad
de distinguir que el hombre, ser espiritual por excelencia, slo tena el cuerpo material como
cosa anexa y subordinada. La relacin del alma con el cuerpo est bien establecida, y si
algunas veces nos parece que el espritu domina al cuerpo y otras el cuerpo al espritu, slo
debemos considerar estas diferencias desde el punto de vista individual. En ste es la
Naturaleza espiritual la que vence; en aqul, la Naturaleza material. Al primero podramos
compararle con los dioses; al segundo con los brutos. Del animal al hombre ms perfecto, hay
una no interrumpida escala de facultades intelectuales. Sin embargo, las dos naturalezas se
suponen siempre, pero de tal manera, que excluyen toda comparacin directa y slo puede
afirmarse que una y otra son inseparables. Cualquiera que sean las contradicciones y los
problemas difciles que el dualismo exterior haga en la conciencia individual, importan poco en
una cuestin de hechos. [135]
XIII
Inteligencia

Hemos tomado el tema de este captulo del conocido aforismo de Vogt, que dice: Entre la
inteligencia y el cerebro hay la misma relacin que entre la bilis y el hgado, o la orina y los
riones. Esta expresin ha provocado tantas injurias, que el mismo Vogt la hace preceder de
las siguientes palabras: Para expresarme en cierto modo rudamente.

Sin asociarnos a esos sabios, periodistas y telogos, que han fulminado un anatema general
contra su autor, no podemos negar, sin embargo, que la comparacin no es feliz. Despus de
un escrupuloso examen, no podemos descubrir analoga entre la secrecin de la bilis o de la
orina y el procedimiento mediante el cual se forma la inteligencia en el cerebro. La orina y la
bilis son materias palpables, ponderables y visibles y adems excrementicias, que el cuerpo
expele despus de haberlas usado. La inteligencia, el espritu, el alma, por el contrario, no
tiene nada de material, no es substancia por s misma, sino el encadenamiento de distintas
fuerzas que constituyen una unidad: el efecto del concurso de muchas substancias dotadas
de fuerzas y cualidades o facultades. Si una mquina hecha por la mano del hombre produce
un efecto, pone en movimiento su mecanismo u otros cuerpos, da un golpe, indica la hora o
cosa [136] parecida, este efecto, considerado en s mismo, es, a no dudarlo, una cosa
esencialmente distinta de ciertas materias excrementicias, producidas quizs durante su
actividad. La mquina de vapor goza en cierto modo de vida, y produce, como resultante de
una combinacin particular de substancias dotadas de fuerzas, una accin combinada, de la
cual usamos sin poderla ver, sentir, ni tocar. El vapor arrojado por la mquina es una cosa
accesoria, no tiene nada de comn con el objeto de la mquina, y puede, como materia, ser
visto y sentido. A nadie, sin embargo, se le ocurrira decir que la naturaleza de la mquina de
vapor consiste en producir vapor. Sucede, pues, que as como esta mquina engendra el
movimiento, as la complicada organizacin de las substancias dotadas de fuerzas del cuerpo
animal, produce, anlogamente, un conjunto de efectos que llamamos en su unidad: espritu,
alma, inteligencia. Esta reunin de fuerzas no tiene nada de material, no puede ser percibida
inmediatamente por los sentidos, como sucede con cualquier otra fuerza simple, magnetismo,
electricidad, &c., y slo puede observarse en sus manifestaciones. Hemos definido la fuerza
como una propiedad de la materia y visto tambin que ambas son inseparables. Sin embargo,
la idea de cada una es muy diferente de la otra: hasta puede decirse que una de ellas es la
negacin de la otra. Nosotros no sabramos, por lo menos, definir el espritu, la fuerza, sino
como una cosa inmaterial, una cosa que excluye la materia o que se opone a esta ltima. Por
otra parte, la bilis y la orina no son una suma producida por efectos inmateriales, sino cuerpos
compuestos de substancias dotadas de fuerza, y que de ellas han surgido. Es preciso que el
hgado y los riones se desprendan de materias si han de [137] producir secreciones,
mientras que el cerebro no presta substancias de s mismo, por ms que cambie
continuamente bajo la influencia de una accin recproca. El cerebro produce tambin una
substancia material. Segrega una cantidad mnima de materia lquida que se adhiere a las
paredes de sus cavidades interiores, cantidad que en las enfermedades puede aumentar
mucho. Pero esta secrecin no toma directamente la menor parte en la actividad del alma, y a
nadie se le ocurrir hoy hallar en ella la causa, ni aun la analoga de la inteligencia {(1) Kant
ha buscado el asiento del alma en el agua contenida en los ventrculos del cerebro.}. Al
contrario, esta secrecin, producida en demasa, es absolutamente hostil a la actividad
anmica. As es que el cerebro es el principio y la fuente, o mejor dicho, la causa nica del
espritu, de la inteligencia, pero no por eso es el rgano secretor de ella. Produce una cosa
que no es arrojada, que no dura materialmente, sino que se consume a s misma en el
momento de la produccin. La secrecin del hgado y de los riones se verifica sin nuestro
conocimiento, de una manera oculta e independiente de la actividad superior de los nervios, y
produce una materia palpable. La actividad del cerebro no puede verificarse sin completa
consecuencia de ello, ni segrega substancias, sino fuerzas. Todas las funciones vegetativas,
como son la respiracin, la pulsacin del corazn, la digestin y la secrecin de los rganos
excretores, se verifican lo mismo durante el sueo que en estado de vigilia; pero las
manifestaciones del alma quedan en suspenso en el instante que el cerebro, bajo el influjo de
una circulacin ms lenta, queda sumergido en el sueo. Esta circunstancia demuestra al
[138] propio tiempo que la comparacin de que se trata no es admisible. Ningn otro rgano
duerme como el cerebro; ningn otro se cansa como l de su actividad; ningn otro necesita
guardar reposo; particularidad que marca, no slo una diferencia esencial entre sus rganos,
sino tambin entre la actividad fsica y mecnica. El corazn late mientras recibe sangre; la
mquina trabaja en tanto que se le da material: ni el uno ni la otra se fatigan. Pero la funcin
cerebral no puede sostener su actividad sino por cierto tiempo, y se debilita y perece si le
faltan el cambio y el reposo. Lo propio acontece respecto de los rganos que el cerebro pone
en movimiento mediante el sistema nervioso de la vida animal, es decir, por medio de los
msculos que dependen de la voluntad.

Segn las ms recientes investigaciones, la electricidad, esa fuerza cuyos notables efectos
slo se haban observado hasta ahora en el mundo orgnico, es la que hace un papel
esencial en los procedimientos psicolgicos del sistema nervioso. Corrientes elctricas
circulan continuamente alrededor del nervio en reposo. Estas corrientes cesan o se debilitan
as que est excitado o puesto en movimiento el nervio, de cualquier modo que sea. Los
nervios no son, pues, los conductores, sino los productores de la electricidad. Esta accin
cesa con la actividad nerviosa, es decir, tan luego como hay en ellos sensacin o voluntad. A
consecuencia de estos hechos se ha definido la actividad intelectual como una electricidad
latente, y el sueo una funcin desprendida de la electricidad nerviosa. Quizs llegue un da
en que la antorcha encendida por las investigaciones experimentales gue el camino que
conduzca al conocimiento de la naturaleza de las funciones psquicas. [139]

Sin embargo, estas investigaciones cambian de carcter si examinamos la idea ms


verdadera y ms profunda que entraa el aforismo de Vogt. Esta idea es la que creemos
haber expuesto con numerosos hechos en el captulo anterior. Esta idea es la que nos revela
la ley de que el espritu y el cerebro se suponen mutuamente de un modo necesario, y se
hallan en una relacin inseparable. As como no hay bilis sin hgado, ni orina sin riones, as
tampoco hay inteligencia sin cerebro. La actividad del alma es una funcin de la substancia
cerebral. Esta verdad es sencilla, clara, fcil de demostrar con hechos. Los acfalos nacen
con un cerebro rudimentario. Estas miserables criaturas, que son una evidente y poderosa
protesta contra la teora de las causas, son incapaces de toda actividad, de todo desarrollo
intelectual, y mueren pronto, porque estn privadas del rgano esencial a la existencia y al
espritu del hombre. No hay nada tan cierto dice el mismo Lotze como que el estado fsico
de los elementos corporales puede crear un conjunto de condiciones, de que dependen
absolutamente la existencia y la norma de nuestra vida intelectual.
XIV
Asiento del alma

El cerebro no solamente es rgano de la inteligencia y de todas las funciones superiores del


espritu, sino tambin asiento nico y exclusivo del alma. Todas las ideas nacen del cerebro;
slo en l [140] se forman toda clase de sensaciones y sentimientos, y toda especie de
actividad voluntaria y de movimiento espontneo nicamente proceden de l.

Esta verdad tan sencilla, tan clara, tan irrefutable, demostrada por innumerables hechos
fisiolgicos y patolgicos, no ha sido reconocida hasta muy tarde, y aun hoy es difcil probar
su evidencia a la mayor parte de aquellos que no son mdicos.

Platn colocaba ya el alma en el cerebro, pero Aristteles la pona en el corazn. Herclito,


Critias y los judos la buscaban en la sangre; Epicuro en el pecho.

Entre los modernos, Ficinio la volvi a colocar en el corazn. Descartes en la glndula pineal,
que es ese pequeo rgano impar situado en el interior del crneo y lleno de una materia
llamada arena del cerebro. Soemmering la encontraba en los ventrculos del cerebro, y Kant
en el agua contenida en las cavidades cerebrales. Despus se trat por mucho tiempo de
descubrir el alma el alguna parte aislada del cerebro, sin pensar que slo poda residir en la
actividad de todo este rgano.

Ennemoser, entre los modernos, hizo por va especulativa el ingenioso descubrimiento de que
el alma estaba esparcida por todo el cuerpo, mientras que el filsofo Fischer no duda en
manera alguna de que sea inherente a todo el sistema nervioso.

Los filsofos son gentes muy particulares. Hablan de la creacin del mundo como si la
hubieran presenciado. Definen lo absoluto como si hubieran estado durante aos enteros
frente a frente de esta abstraccin; hablan de la nada y de la existencia del yo y del no yo, del
por s y del en s, de la universalidad y de la individualidad, de la sociabilidad, de las nociones
puras y simples, de la [141] incgnita X, &c., con tanta seguridad como si un plano celeste les
hubiera facilitado los ms exactos pormenores sobre estas cosas y estas ideas. Torturan y
embrollan las nociones y definiciones ms sencillas con una balumba de palabras ampulosas
y sabiamente combinadas, pero vacas de sentido e ininteligibles, de manera que el hombre
de buen sentido no sabe por dnde anda en semejante laberinto.

Pero a pesar de la altura metafsica en que se colocan, se alejan con demasiada frecuencia
de la ciencia positiva, hasta tal punto, que cometen los ms deliciosos errores, sobre todo en
las cuestiones en que la filosofa se roza con las ciencias naturales, y en que estas ltimas
amenazan derrumbar el ostentoso edificio de sus especulaciones metafsicas. Por esto, casi
todos los psiclogos filsofos han rechazado con una energa igual a su ignorancia la opinin
de que el asiento del alma estaba en el cerebro, y continan su oposicin, a pesar de los
progresos de las ciencias empricas. Fortlage, autor de un gran sistema de psicologa como
ciencia emprica, publicado en 1885, dice: Hay ciertos errores inherentes al espritu humano,
&c. En el nmero de estos errores hay que contar todava el que coloca el asiento del alma al
cerebro. Si Fortlage se hubiese tomado el trabajo de recorrer superficialmente un manual
elemental de fisiologa, se hubiera guardado muy bien de enunciar semejante juicio.
El filsofo Fischer, de Bale, dice: La prueba de que el alma es inherente a todo sistema
nervioso, est en que siente, percibe y obra en todos los puntos de este sistema. No siento yo
el dolor en un punto central del cerebro, sino en un lugar y sitio determinados. [142]

Sin embargo, el hecho que Fischer quiere negar es indudable. Los nervios no perciben la
sensacin en s mismos, sino que hacen nacer las sensaciones por las impresiones que
reciben de fuera, transmitindolas al cerebro. No sentimos el dolor en la parte que ha recibido
el golpe o la herida, sino en el cerebro. Si se corta en algn punto el filamento del nervio
sensitivo entre el cerebro y la periferia, cesa inmediatamente toda facultad de sensacin en la
parte del cuerpo de que depende ese nervio, por la sola causa de haberse interrumpido la
comunicacin del mediador del cerebro. No vemos por el ojo ni por el nervio ptico, sino por el
cerebro. Si se corta o destruye su facultad de transmitir impresiones, no hay visin. El mismo
efecto tiene lugar cuando se quita a un animal vivo la parte del cerebro llamada
cuadrigminos, aunque los ojos del animal queden perfectamente conservados.

Slo la costumbre y la apariencia nos han dado la idea falsa de que sentimos en aquella parte
del cuerpo exteriormente impresionada. La fisiologa designa esta notable relacin con el
nombre de ley de los efectos excntricos. Equivocadamente prolongamos, segn esta ley, las
sensaciones percibidas en el cerebro al punto en que las vemos obrar. Por eso es casi
indiferente impresionar un nervio en la lnea de su trayecto, lo mismo en un punto o en otro,
porque no sentimos esa irritacin sino en la extremidad perifrica del nervio. Si nos damos un
golpe en los nervios del codo, no sentimos el dolor en el codo, sino en los dedos. Si una
exstosis ejerce una presin sobre uno de los nervios de la cara que salen de la cavidad del
crneo, el enfermo siente los dolores ms crueles en todo el rostro aunque sus nervios
perifricos estn perfectamente [143] sanos. Cuando se levanta una parte de la piel frontal y
se la coloca sobre la nariz, el individuo que ha sufrido esta operacin cree sentir la impresin
en la frente cuando se le toca en la nariz.

Si se excita el nervio ptico de un ojo extirpado, la persona operada experimenta la sensacin


de luz y de fuego en el ojo que ya no existe. Las personas que han sufrido una amputacin,
sienten toda su vida, en los cambios de temperatura, dolores en la pierna o en el brazo
amputado, por ms que carezcan ya de esos miembros, y llevan con frecuencia
maquinalmente la mano a ellos, porque all han experimentado cierta sensacin. Suponiendo
que se amputara a un hombre todos sus miembros, no por eso dejara de sentir impresiones
en todos ellos.

Con arreglo a estos hechos, no es posible dudar de que existe en el interior del cerebro una
determinada topografa, mediante la cual se produzcan separadamente las distintas
sensaciones de las numerosas partes del cuerpo. Para toda parte del cuerpo que pueda ser
impresionada separadamente es preciso que haya en el cerebro un lugar que a ella
corresponda exactamente, y que la represente en cierto modo ante el fuero interno o de la
conciencia. Sucede con bastante frecuencia que una irritacin transmitida a un punto central
por el nervio que sirve de mediador no se detiene slo en este punto, sino que se comunica
tambin a algunos otros centros de sensacin que estn a l ms prximos. As es como
nacen lo que llamamos simpatas. Si alguna persona tiene un diente cariado, no slo
experimenta el dolor en el diente, sino en toda la mejilla.
Lo que decimos de las sensaciones puede aplicarse igualmente a los actos de la voluntad. No
es en [144] los msculos, sino slo en el cerebro, donde la voluntad excita un movimiento
cualquiera, y en este rgano es donde se forman los actos de la voluntad. Los nervios son los
mediadores de esta irritacin. Son, por decirlo as, los mensajeros que transmiten a los
msculos las rdenes del cerebro. Si se destruye esta comunicacin, cesa toda accin
voluntaria. La apopleja se produce por la salida de una cantidad excesiva de sangre de los
vasos cerebrales al interior. Desde el momento que sta se verifica con bastante abundancia
para detener las funciones del cerebro, cesa completamente toda clase de sensacin y de
voluntad en toda la mitad respectiva del cuerpo. Quin no ha visto el triste estado de una
persona atacada de apopleja?

Una separacin de la mdula espinal, operada artificialmente en animales vivos, produce el


mismo resultado y paraliza todas las partes del cuerpo colocadas debajo del corte. Preciso es
que los rudimentos de los nervios excitados por la voluntad se hallen topogrficamente
esparcidos en el cerebro, como acontece con los nervios sensitivos, a fin de que el impulso de
la voluntad los mueva separadamente. Esta relacin ha sido comparada con mucha precisin
a las teclas de un piano. La voluntad, como el pianista, necesita un largo ejercicio para
perfeccionarse, para producir, tocando teclas distintas, movimientos diversos. Muchas veces
no logra su objetivo; toca muchas teclas al mismo tiempo, y produce as los movimientos
occidentales. Queremos, por ejemplo, mover un dedo, y en vez de uno los movemos todos a
la vez. Los gestos que se hacen al hablar se deben a la misma causa. Los nios ofrecen el
mayor nmero de hechos del mismo gnero. Estas criaturas, como no han aprendido [145]
todava a aislar su actividad voluntaria, ejecutan los movimientos ms sencillos haciendo que
se mueva todo el cuerpo.

Oigamos las objeciones de otro filsofo. El profesor Erdmann, de Halle, dice en sus cartas
psicolgicas: La opinin de que el alma reside en el cerebro, llevada a sus ltimas
consecuencias, dara por resultado que separando la cabeza del tronco, el alma podra
continuar su existencia!

Indudablemente se producira este fenmeno si pudiramos perpetuar artificialmente en una


cabeza separada de su tronco la circulacin de la sangre, de cuya accin dependen la
alimentacin y conservacin del cerebro. Pero al separarla del resto del cuerpo cesa
naturalmente toda circulacin, es decir, toda alimentacin del cerebro por el corazn, y por
consiguiente, toda conciencia, toda funcin cerebral, toda actividad anmica, en una palabra,
la vida queda anonadada.

Conocemos algunos raros ejemplos de hombres a quienes un esguince de las vrtebras


cervicales haba estrechado de tal manera la parte superior de la mdula espinal que se haba
suspendido toda comunicacin entre el cuerpo y el cerebro. La respiracin y la pulsacin del
corazn, y, por consiguiente, la alimentacin del cerebro, podan subsistir, aunque de una
manera muy insuficiente. Estos desgraciados pueden considerarse como muertos, aunque
estn vivos. En todo el cuerpo no existe ya sensacin ni voluntad; slo la cabeza vive con sus
partes ms prximas, alimentadas por nervios que de ella dependen. La actividad anmica no
queda, sin embargo, destruida en estos desgraciados, que no son ms que cadveres vivos.
Tan admitida est hoy la opinin de que el cerebro es el asiento del alma, que desde hace
[146] mucho tiempo las leyes relativas a las monstruosidades estn basadas en este principio.
Un monstruo que tenga dos cabezas y un cuerpo se considera como dos personas, y un
monstruo con dos cuerpos y una cabeza no se considera ms que como una persona. Los
monstruos sin cerebro, es decir, acfalos, carecen de personalidad.

Ennemoser ha encontrado, por ltimo, que el alma ere inherente a todo el cuerpo. Si
Ennemoser se hubiera visto, una sola vez en su vida, en la necesidad de que le amputaran
una pierna, hubiera visto prcticamente, con gran sorpresa suya y a su costa, que su alma no
habra perdido nada en calidad ni extensin.

Se ha tratado en nuestros das de modificar en las ciencias fisiolgicas la opinin


generalmente admitida del asiento nico y exclusivo del alma en el cerebro, atribuyendo a la
mdula espinal alguna participacin en la sensacin y en los movimientos voluntarios. Estos
ensayos se han basado en experimentos hechos con animales. Estos experimentos no son
bastante convincentes, y las razones del contrario son tan fuertes y concluyentes, que la
ciencia no ha credo hasta ahora que deba admitir esta restriccin.

No podemos, por ltimo, pasar en silencio que algunos han pretendido que el alma poda
algunas veces, y en casos muy especiales, salir del cerebro y colocarse por poco tiempo en
otro punto del sistema nervioso, y que uno de estos puntos era particularmente el complejo
solar, enlace del gran simptico, situado en el bajo vientre. Este nervio baja por la columna
vertebral en numerosos enlaces y ramificaciones; slo por medio de algunos filamentos
comunica el sistema de los nervios cerebro espinales, y presenta en todas sus funciones una
[147] dependencia fisiolgica tal, que los rganos cuyo ejercicio mantiene, son, en su estado
normal, enteramente independientes de la influencia anmica, ejerciendo sus funciones
independientemente de la conciencia y de la voluntad. Este nervio no tiene la ms mnima
relacin con la actividad del alma, y la fisiologa no ha podido sealar un solo acto psicolgico
de este nervio en el hombre ni en los animales.

A pesar de ello, no se ha dado en hacer a este inocente nervio cmplice de los pecados
msticos y especulativos de nuestro siglo, atribuyndole una parte de los fenmenos que es
costumbre llamar vida nocturna del alma. Este nervio es el que da a los sonmbulos la
facultad de leer cartas cerradas o indicar la hora de un reloj que se les ponga en la boca del
estmago. Debemos entrar en algunos detalles acerca de los principales fenmenos de esta
naturaleza, no slo para sostener nuestra opinin de que el cerebro es asiento y rgano
exclusivo del alma, sino adems por otras razones. Parte de estos fenmenos, especialmente
la doble vista, han servido para probar la existencia de fuerzas y fenmenos sobrenaturales y
espirituales, queriendo encontrar en ella el punto de enlace positivo, aunque obscuro, entre el
mundo espiritual y el material. Se ha llevado la pretensin hasta el punto de considerar estos
fenmenos como clave por cuyo medio ha de llegar quizs el hombre al conocimiento de la
existencia transcendental, de las leyes espirituales y de la existencia personal despus de la
muerte. Todos estos fenmenos no son, a los perspicaces ojos de la ciencia, otra cosa que
vanas ilusiones de que la naturaleza humana parece tener necesidad para satisfacer el
instinto irresistible que la impele hacia todo lo que es maravilloso y [148] sobrenatural. Este
instinto ha producido ya los ms raros extravos del espritu humano. Algunas veces, en el
instante mismo en que parece que los progresos de la ciencia y de las luces han puesto un
dique a sus desbordamientos, surge de nuevo, con ms impetuosidad, precisamente del
punto de donde menos deba esperarse, como si quisiera indemnizarse de su largo reposo.
Los acontecimientos de los ltimos aos prueban evidentemente esta verdad. La creencia en
los brujos y los magos, en el diablo, en los endemoniados, en el vampirismo y otras manas
semejantes de los tiempos pasados, aparece hoy bajo la forma ms seductora de las mesas
giratorias, de los espritus invocados, de la psicografa, del sonambulismo, &c. Las personas
ilustradas piensan algunas veces que la creencia en las cosas maravillosas y sobrenaturales
es patrimonio de la gente ignorante; pero la historia de la fluidomana ha debido
desengaares. Ni era precisa esa prueba. Cuntas personas instruidas rehusan tomar
asiento en una mesa donde hay trece cubiertos! cuntas personas consideran el viernes
como da nefasto, o miran como de mal agero el encontrarse con ciertos animales! Qu
xito no tienen en todas las clases de la sociedad los magnetizadores, los que poseen la
doble vista, los charlatanes, &c.!

Entre los fenmenos que constituyen lo que se llama la vida nocturna del alma, se cuentan los
siguientes:

El sobrecogimiento o las consecuencias funestas que tiene, para las mujeres que se hallan en
cinta, ver un objeto que las asuste. El magnetismo animal, con los fenmenos que le
acompaan. La lucidez o adivinacin. Las circunstancias particulares del sueo, tales como el
sonambulismo y el estado [149] de somnolencia. Los presentimientos, la doble vista, la
aparicin de los espritus, y, por ltimo, las curaciones simpticas y las maravillosas.

El sobrecogimiento de las mujeres en cinta no merece ser examinado en estos estudios. Por
punto general, se le considera como una fbula por las mejores autoridades contemporneas.

El sueo magntico, que se provoca mediante un frotamiento ms o menos prolongado, y que


aparece algunas veces, sin causa exterior y determinada, en el idiosonambulismo, es, segn
se pretende, un estado de xtasis del alma, sin conciencia individual, y que produce en
ocasiones y en ciertos individuos privilegiados, sobre todo en las mujeres, la adivinacin.
Estos individuos tienen, en el estado de xtasis, la facultad de desplegar fuerzas espirituales
superiores y que no les son naturales, de hablar fcilmente lenguas o dialectos extranjeros, y
discurrir algo sobre cosas que les son completamente desconocidas cuanto estn despiertos.
El magnetizado debe tener en el rostro algo de etreo, de transfigurado, y revelar en toda su
persona las relaciones que existen entre l y el mundo ideal. Debe tener la voz armoniosa y
solemne. Si el xtasis se prolonga hasta la adivinacin, pretende ver fenmenos que estn
fuera del alcance natural de los sentidos; se leen cartas cerradas; indcanse las horas del reloj
colocado en la boca del estmago; adivnanse los pensamientos en los dems; se ve claro el
porvenir; alcanza la vista hasta una distancia infinita, &c. Estas personas nos refieren, por
ltimo, muchas cosas sobre los misterios celestes y de la otra vida, mostrndonos los arcanos
del cielo y del infierno y nuestro modo de ser despus de la muerte, &c. Hay que notar, sin
embargo, que las revelaciones de estos sonmbulos [150] concuerdan siempre de una
manera muy particular con los artculos de la fe religiosa o de los sacerdotes a cuya influencia
deben sus inspiraciones.

La adivinacin es fruto de nuestros das en su forma actual, pero no en su esencia. La


Pitonisa de los griegos, que profetizaba sentada sobre el trpode, y a quien se apuntaban las
respuestas del mismo modo que hoy se hace con nuestros sonmbulos, no era ms que una
adivina en forma antigua. La Edad Media, en sus excesos de demencia religiosa, muestra
semejantes fenmenos de inspiracin. La historia tan popular de los exaltados del Languedoc
ofrece un interesante ejemplo de este gnero.

La ciencia no duda de que todos los casos de supuesta adivinacin son efectos de la
connivencia entre juglares o farsantes. La lucidez, es decir, la facultad de ver ms all del
alcance de los sentidos es, por razones naturales, imposible. Est en las leyes de la
Naturaleza, que nadie puede infringir, el que se vea con los ojos y se oiga con los odos, y que
los efectos de los sentidos queden encerrados dentro de ciertos lmites del espacio que no
pueden salvar. Nadie posee la facultad de leer una carta cerrada que no es transparente, ni
ver desde un punto de Europa lo que sucede en Amrica, ni de adivinar los pensamientos de
los dems, ni de contemplar con los ojos cerrados lo que a su alrededor pasa. Estas verdades
estn basadas en leyes naturales que son inmutables, y de las que, por analoga con las
leyes naturales, pueden decirse que no presentan excepcin alguna. Cuanto sabemos lo
sabemos mediante los sentidos, y cada nocin particular que se adquiere entra por un sentido
determinado. Si est en suspenso la actividad de este sentido queda destruido todo
conocimiento [151] que por l se adquiere. No hay cosas ni facultades sobrenaturales, ni las
ha habido nunca ni en ninguna parte. Es ms: no podra haberlas, porque en tal caso
quedara destruida la inmutabilidad de las leyes de la Naturaleza. As como una piedra que
cae no toma nunca una direccin opuesta a la del centro de la tierra, as tampoco puede
observar nada un hombre sino mediante los sentidos. Jams hombre alguno, sensato y libre
de preocupaciones, ha podido sealar un hecho que infrinja las inmutables leyes de la
Naturaleza. nicamente los nios, los bobos y los supersticiosos son los que han visto
espritus, fantasmas y milagros. Todo lo que se ha referido acerca de la intervencin del
mundo espiritual o sobrenatural en nuestra vida terrestre, o de la existencia de almas en pena,
no tiene sentido comn: ningn muerto ha vuelto a la vida. No hay espritus en las mesas, ni
espritus de ninguna clase. El naturalista juicioso, guiado por la observacin y por la
experiencia, no puede dudar ni lo ms mnimo de estas verdades. La Naturaleza y sus leyes,
que continuamente estudia, le han convencido plenamente de que esas leyes no admiten
excepcin alguna. Verdad es que la mayor parte de los hombres piensa de distinto modo; a
stos slo la instruccin verdadera puede curarlos.

De acuerdo con las opiniones generalmente sancionadas por la ciencia, los observadores
competentes y exentos de preocupaciones, despus de haber examinado todos los
fenmenos de supuesta adivinacin los han atribuido a la ilusin o al artificio. Sabido es que la
Facultad de Medicina de Pars someti, hace algunos aos, cierto nmero de estos
fenmenos a un examen cientfico: entonces qued probado que eran producidos por
artificios. La misma Facultad ofreci en 1837 un [152] premio de 3.000 francos, durante tres
aos, al que pudiera leer a travs de una plancha, y nadie pudo ganar el premio. En uno de
los ltimos aos se ha nombrado en Ginebra una comisin cientfica para hacer experimentos
con M. Lassaigne y madame Prudencia Bernard, clebre adivina parisiense, y todos estos
experimentos tuvieron el xito peor que puede pensarse. Desde el momento en que se
tomaron las precauciones necesarias para precaverse contra los artificios, ces la adivinacin.
Pblico y notorio es que el clebre adivino Alexis, de Pars, que a tantas gentes vuelve locas,
vacindoles el bolsillo, mantiene en todas las fondas y hoteles agentes que le instruyen de la
posicin social de los extranjeros que all se alojan. El autor de estas lneas ha tenido ocasin
de examinar a una adivina, de quien ser referan maravillas, y en circunstancias que no
permitan suponer connivencia con el magnetizador. Esta seora no alcanz xito alguno en
su papel de adivina, pues todas sus contestaciones eran falsas o de tal manera ambiguas,
que nada poda sacarse de ellas. Daba siempre las ms ridculas disculpas por no poder
contestar bien. Cansada, por fin, del mal xito de la adivinacin, prefiri entrar en xtasis y
ponerse en relaciones con el cielo, en cuyo estado hablaba con su ngel y recitaba versos
religiosos. Tuvo, sin embargo, la desgracia de quedarse cortada un momento y volver a
comenzar la estrofa para ayudar a su memoria. Lejos de mostrar en su xtasis facultades
superiores, su elocuencia era vulgar, sus expresiones difciles e incultas. El autor de estas
lneas se march con la conviccin de que esta persona era una embaucadora, pero hubo
muchos sujetos que no quedaron convencidos del engao de la tal seora. [153]

Numerosos hechos de este gnero estn consignados en los anales de la medicina legal y
han ocasionado investigaciones, por causas de impostura y charlatanismo, seguidas contra
supuestos sonmbulos. El examen juicioso de todo estos hechos ha dado siempre por
resultado que las gentes se engaan con el artificio y la ilusin. Luisa Braun, la clebre nia
milagrosa de Berln, que atraa a la multitud en 1849, y que hasta haba sido llamada a cierta
corte para dar la vista a un rey ciego, fue condenada cuatro aos despus por los tribunales
como estafadora. El doctor Wittcke refiere la historia de una sonmbula de Erfurt, que fue
condenada por un tribunal a un ao de reclusin y a ser expuesta pblicamente, a
consecuencia del informe de una junta de mdicos, por numerosos actos de superchera
cometidos mediante la adivinacin y el charlatanismo. El tribunal superior de la provincia
revoc la sentencia, fundndose en la falta de pruebas bastantes, con lo cual subi de punto
el escndalo. La mencionada persona gan mucho dinero, y despus de un nuevo examen
largo y minucioso, el doctor Wittcke la declar culpable de engao y estafa. Esta mujer, que
era una campesina, pretenda hablar varias lenguas extranjeras y un dialecto muy afectado, el
alto alemn, predicar sermones, &c., y muchas personas fueron engaadas con estos
manejos. Despus de un detenido examen, se vio que todo consista en un artificio.

Todos estos hechos prueban que no hay ni ha habido nunca facultades sobrenaturales, y que
el aserto de que el alma se traslada en tal estado del cerebro al nervio gran simptico, y llena,
sin conocimiento suyo, actos que no son naturales, es una frase que no tiente valor alguno.
No hay [154] absurdo dice Hirscheld que no haya sido elevado a teora por algn
alemn.

Las curaciones simpticas o milagrosas, que son debidas slo al artificio o a la ilusin, llenan
el mundo y datan del comienzo de la historia. Sera ofender el buen sentido del lector querer
entrar en pormenores y demostrar que tales farsas son imposibles. Lo propio acontece
respecto a la aparicin de los espritus, cualquiera que sea la forma en que se muestren:
espectros, espritus de mesas o demonios de Weinsber.

El sonambulismo (estado luntico, sonambulismo natural) es un fenmeno del que slo


tenemos, desgraciadamente, observaciones muy inexactas, y seran de desear nociones
precisas, a causa de su importancia para la ciencia. Sin embargo, aunque no tenemos datos
fijos, podemos relegar a la categora de fbulas todos los hechos maravillosos y
extraordinarios de que los sonmbulos se refieren. No es dado a un sonmbulo escalar las
paredes, hablar lenguas que ignora, ni hacer un trabajo mental superior a sus alcances, &c.

Nigueseme todava dice Ule que la percepcin de los sentidos no sea la fuente de toda
verdad y de todo error, y que el alma humana no nazca de la metamorfosis de la materia!

XV
Ideas innatas

Tiempo ha que viene agitndose la cuestin de saber si hay nociones innatas. Esta cuestin,
es, a nuestro juicio, de las ms importantes que encierra [155] el estudio filosfico de la
Naturaleza. Decide en parte si el hombre, producto de un mundo superior, slo ha recibido la
forma, la envoltura de esta existencia, como una cosa exterior, extraa a su naturaleza
interna, con el instinto de sacudir esta envoltura terrestre y volver a su origen espiritual, o si el
hombre se encuentra en una relacin necesaria, tanto por su naturaleza corporal como
espiritual, con el mundo que lo ha creado y conservado, y si ha recibido de ese mismo mundo
su existencia individual, de modo que sta no pueda separarse de aqul sin renunciar al
propio tiempo a s mismo, como la planta que no puede existir privada de la madre tierra.

La cuestin no es de las que puedan ahogarse en un diluvio de frases filosficas y


embrolladas, sino que tiene carne y sangre, si se nos permite expresarnos as, y puede
discutirse con hechos establecidos por la experiencia y sin juego de palabras. Por esto han
sido los ingleses y los franceses principalmente los que han provocado y discutido esta
cuestin. El espritu y la lengua de esos pueblos se oponen a la pueril mana de jugar con las
ideas y con las palabras, mana llamada filosofa por los alemanes, y en virtud de la cual
creen tener derecho a mirar a las dems naciones por encima del hombro. Lo que
generalmente se llama profundidad del espritu alemn, nos ha parecido siempre ms bien
embrollo de ideas que verdadera profundidad espiritual. Se ha aconsejado muchas veces, no
sin razn, traducir las obras filosficas de los alemanes a una legua extranjera, para
desembarazarse de todo frrago intil e ininteligible. Si as se hiciera, ciertamente que no
pasara por el tamiz la mayor parte de ellas. Nada es tan repugnante como ver a esa filosofa
darse [156] importancia de profunda erudicin y vanagloriarse de sus huecas teoras.
Despus del corto perodo en que brill la filosofa de Hegel, los filsofos alemanes han
perdido en gran parte su antigua consideracin. Ya no se les escucha, o se les escucha a
medias.

Admita Descartes que el alma entraba en el cuerpo con todos los conocimientos posibles, y
que olvidndolos al salir del seno materno, volva a recordarlos despus poco a poco. Locke
se declar contra esta opinin, anulando la teora de las ideas innatas. Fundndonos en
hechos claros y palpables, no vacilamos en oponernos tambin a las ideas innatas.
Moleschott considera al hombre como producto de sus sentidos. En efecto, una observacin
imparcial nos ensea que todo lo que sabemos, pensamos y sentimos no es otra cosa que la
reproduccin intelectual de lo que nosotros u otros hombres hemos recibido del exterior por
medio de los sentidos. Todo conocimiento que traspase el alcance del mundo que nos rodea y
sea accesible a nuestros sentidos, todo conocimiento sobrenatural, absoluto, es imposible y
no tiene realidad alguna. La experiencia demuestra diariamente que la vida intelectual del
hombre no comienza sino con el desarrollo gradual de los sentidos, conforme va entrando en
relacin con el mundo exterior, y que ese desarrollo intelectual est en relacin con el
desarrollo gradual de los organos de los sentidos y de la inteligencia, as como con el nmero
e importancia de las impresiones recibidas. Todo observador exento de preocupaciones
dice Wirchow est convencido de que la inteligencia humana se desarrolla poco a poco. El
nio recin nacido piensa tan poco, tiene tan poca alma como el feto. A juicio nuestro, no vive
sino [157] corporalmente, pues intelectualmente est casi muerto. El hombre y el animal se
desarrollan en el seno materno slo por grados y bajo la forma primaria de una pequesima
vescula, que es apenas visible a los ojos ayudados por el microscopio. Llegado a cierta
magnitud, el feto tiene la facultad de moverse en el seno materno; pero estos movimientos no
son efectos de una funcin intelectual, son involuntarios. El feto no piensa, ni siente, ni tiene
conciencia de s mismo. El hombre no conserva en el curso de su vida ulterior recuerdo
alguno de semejante estado, en el que no tienen accin ni desarrollo los sentidos, as como
tampoco hace memoria del primer tiempo de su salida del seno materno para gozar de una
existencia individual. Esta perfecta ignorancia del pasado prueba la completa nulidad de su
existencia espiritual de entonces. La causa de este fenmeno debe atribuirse a la falta de
impresiones exteriores durante la vida intrauterina, y a que en los primeros tiempos despus
de este estado son las impresiones tan incompletas, que no puede existir la inteligencia
humana. Es interesante seguir en esta cuestin la controversia cientfica, casi cmica, relativa
a la poca en que se anima el feto humano, controversia que lleg a ser importante desde el
punto en que se consider como crimen moral y jurdico el aborto voluntario del feto.
Tratbase de saber cundo tomaba asiento el alma personal en el feto, durante el desarrollo
de este ltimo, puesto que slo puede cometerse asesinato en un ser dotado de alma. La
dificultad cientfica y lgica de determinar esa poca, prueba bastante lo absurda que es la
teora de un poder superior que infunda al feto el espritu y el alma. Los legistas romanos
sostenan respecto a esto que el feto no era un ser [158] individual, sino una parte integrante
del seno materno, el cual perteneca a la madre y estaba por consiguiente a su disposicin.
Por eso la ley y la moral permitan a las mujeres romanas matar el feto. Platn y Aristteles ya
se haban mostrado a favor de esa costumbre. Los estoicos admitan que el nio no reciba el
alma hasta que llegaba a respirar. En tiempos de Ulpiano se promulg la primera ley contra el
aborto voluntario. El Cdigo de Justininano fija la animacin del feto a los cuarenta das
despus de la concepcin. Los jurisconsultos modernos admiten la simultaneidad de la
concepcin, de la animacin y de la vivificacin, idea contraria a todos los experimentos
cientficos.

El que se haya visto con el microscopio un huevecillo humano o animal, con el animalillo
espermtico que se halla dentro, no podr menos de rerse del alma encerrada en ese
huevecillo. Puede y debe suceder que ese germen tenga disposiciones corporales o
materiales que ms tarde son base del desarrollo de facultades espirituales, pero no es
posible, en manera alguna, que ese germen contenga un alma verdadera. En otros tiempos
no haba ese exceso filosfico y religioso que nos hace frecuentemente juzgar las cosas ms
sencillas de una manera contraria al sentido comn. Moiss y los egipcios tenan la firme
conviccin de que el nio no tena alma en el seno materno. En muchos pases no europeos
no se sabe nade de la animacin del feto. Williams refiere que el aborto voluntario y el
infanticidio son muy comunes en Madagascar. Lo mismo sucede en Tait. Esta costumbre es
muy admitida en toda la China y en las islas de la Sociedad (1). Slo la fe, en oposicin
directa con [159] los hechos, puede admitir la posibilidad de que se anime el feto en el seno
materno. Pero ninguna seal, ningn fenmeno, ningn recuerdo autorizan semejante cosa.

{(1) No tratamos de elogiar estas costumbres, ni desearlas para nuestra sociedad. El Estado
puede tener muchas razones [159] jurdicas que le induzcan a garantizar la vida de un nio,
antes o despus de nacer, contra los ataques exteriores, y nadie, excepto el mismo hombre
de Estado, puede discutir este derecho.}

Tampoco es posible admitir que en el acto del nacimiento o separacin del cuerpo del nio del
seno materno, vaya un alma ya formada, que espera ese momento, a tomar posesin de su
nueva morada. Al contrario, esa alma se desarrolla gradual y lentamente, a consecuencia de
las relaciones que se establecen, mediante la actividad de los sentidos, entre el individuo y el
mundo exterior. Es posible, y aun algunas veces seguro, segn acabamos de verlo, que en el
seno materno y por transmisin hereditaria contenga la organizacin corporal del nuevo
individuo ciertas predisposiciones que, excitadas por las impresiones externas, hagan que se
desarrollen facultades espirituales, &c.; pero, nunca puede ser innata ninguna nocin
espiritual, idea o conocimiento intelectual (1).

{(1) La succin que verifica en las mamas el recin nacido no es resultado de reflexin ni acto
de voluntad. Es un acto reflexivo producido por los nervios mecnicamente, y auxiliado por un
procedimiento fisiolgico conocido e independiente de la voluntad y de la conciencia. Por eso
sucede que el nio no slo hace la succin en las mamas, sino tambin en cualquier objeto
que coge con la boca.

No olvidemos tampoco que, segn la opinin ms reciente del profesor Kussmaul en su libro
Sobre la vida del alma de los [160] recin nacidos, puede el nio, aun antes de su nacimiento,
concebir ciertas experiencias y adquirir ciertas aptitudes por medio del sentido del tacto,
puesto en actividad al contacto de la matriz que le rodea, as como por la sensacin de sed y
de hambre que en l excitan los humores anmiticos que traga. As es que ya en esa poca
comenzara la inteligencia del nio a desarrollarse, aunque muy imperfectamente.}

Rodolfo Wagner, uno de nuestros ms distinguidos fisilogos, acaba de sostener que la


fisiologa de la generacin y la transmisin de las facultades [160] intelectuales de los padres
a los hijos demuestran la existencia de una substancia intelectual divisible y transmisible. No
puede admitirse esta opinin, porque reposa sobre la idea falsa de que los grmenes de los
animales contienen una verdadera substancia intelectual. No puede semejante substancia
dividirse, ni transmitirse, ni legarse. El desarrollo progresivo del espritu del nio por medio de
los sentidos, y siempre bajo la condicin absoluta de la organizacin y de las cualidades del
cuerpo, explica con harta claridad el modo como nace el alma, y no pueden invalidarla las
teoras opuestas. Mediante los sentidos que se fortifican con el ejercicio y las impresiones
externas que se acumulan y repiten, se forma poco a poco, con lentitud, un cuadro interior del
mundo objetivo, sobre el fondo material del rgano que preside a las funciones de la
inteligencia, y se forman tambin las intuiciones y las ideas. Transcurre un largo y penoso
intervalo de tiempo antes que el hombre tenga conciencia completa de s mismo, antes que
aprenda a servirse poco a poco de sus rganos y de sus miembros con un fin determinado y
que se distinga su persona de la universalidad. Sabido es que los nios no hablan nunca de s
propios sino en tercera persona. Esta progresin insensible y gradual del crecimiento de la
inteligencia, que el hombre ignora en parte, le induce despus, cuando se encuentra el goce
[161] completo de sus fuerzas espirituales, a despreciar su origen terrestre y a considerarse
como hijo inmediato del cielo, que le ha concedido el don de la inteligencia. Pero una mirada
imparcial sobre su pasado, as como sobre los infelices a quienes la Naturaleza ha rehusado
uno o muchos sentidos, le saca pronto de su error.

Qu sabe el ciego de nacimiento acerca de los colores, de la luz y de cuanto existe en el


mundo? Para l, como para los animales del ltimo grado de la escala de los seres que estn
privados de la vista, la noche y las tinieblas son el estado normal de la existencia. Por eso los
ciegos de nacimiento casi nunca tienen sueos, y si los tienen, sus sueos no les presentan
imgenes. Desconocen completamente toda idea del espacio. Qu sabe el sordomudo de
los sonidos, las lenguas, las melodas, ni la msica? Para l siempre est el mundo en
silencio, y en esto se halla al nivel de inteligencia de la mosca, privada del odo, a la que no
asusta ningn ruido. Los sordomudos son pobres desgraciados cuya educacin cuesta mucho
trabajo y hay que emplear tiempo para conducirlos a una vida intelectual que se aproxime
algo a la del hombre. Hirzel habla de un sordomudo, de edad de dieciocho, que a pesar de
tener muy buenas disposiciones, no poda comprender el uso del lenguaje. Este sordomudo
aprendi primeramente a pronunciar la palabra amigo, que era al mismo tiempo el nombre
propio de un ciego del establecimiento. Siempre que pronunciaba esta palabra, tena el ciego
que ir adonde estaba el otro, y as es como con gran sorpresa descubri Meystre (que as se
llamaba el sordomudo) que por medio del lenguaje poda uno comunicarse con otro a cierta
distancia. Meystre no tena idea alguna de Dios, y [162] le confunda siempre con el sol
cuando se trataba de explicarle el sentido de esta palabra. Por eso las leyes de todos los
pases civilizados ponen a los sordomudos bajo tutela, a causa de la debilidad de sus
facultades intelectuales. Los peridicos nos describen con frecuencia el triste estado de esos
infelices a quienes la avaricia o la barbarie encierran desde la niez en sitios sombros y
apartados de la sociedad, privndolos de toda instruccin. La vida fsica e intelectual de esos
seres no es ms que un estado vegetativo, pues no tienen nocin alguna general ni especfica
de la existencia humana. Dnde estn, pues, para esos hombres las nociones metafsicas, si
las tienen? Por qu no se desarrollan stas a pesar de las circunstancias exteriores, y por
qu no triunfan sobre la Naturaleza? El clebre Gaspard Hauser no poda formarse idea de lo
que era un caballo. Cuando pronunciaba esta palabra, pensaba en un caballito de madera
que haba tenido durante su reclusin. No poda figurarse que esta palabra representara otra
cosa que el mencionado objeto. Imaginemos a un hombre privado desde su nacimiento de
todos los sentidos. Sera posible que se desarrollara en l ninguna idea, concepcin o
facultad intelectual? Ciertamente no. Se alimentara y educara artificialmente, y no hara ms
que vegetar materialmente, como esos animales a quienes Flourens priva de cerebro. Se han
hecho observaciones anlogas en hombres que han crecido lejos de toda sociedad humana,
entre los animales de las selvas. Vivan y se nutran como los brutos, no experimentaban otra
sensacin que la del hambre, no saban hablar y no mostraban indicio alguno de esa chispa
divina que se supone innata. Las verdaderas enfermedades mentales, o sea las que se
manifiestan [163] principalmente en la esfera psquica, slo por excepcin se muestran en los
nios, y son completamente desconocidas en los primeros aos de la vida, en razn a que lo
que no existe no puede ser atacado de una enfermedad alguna. Por una causa anloga
decrece considerablemente en la vejez el nmero de las enfermedades mentales, en razn a
que el cerebro y el alma retrogradan, segn acabamos de verlo en el presente captulo.

El mundo animal ofrece tambin pruebas irrecusables contra las ideas innatas. Aunque se
haya querido invocar el instinto de los animales en apoyo de esta doctrina, en uno de los
siguientes captulos trataremos de probar que no existe el instinto, en el sentido que
generalmente se da a esta palabra. Ese inmediato e irresistible impulso que hace obrar a los
animales no existe. Los animales piensan, aprenden, distinguen y reflexionan como los
hombres, aunque en menor grado. Los animales comprenden y se forman, lo mismo que el
hombre, mediante la influencia externa, la de los padres, &c., aunque las disposiciones
naturales de su cuerpo ayudan an ms que las del hombre al desarrollo de ciertas facultades
intelectuales. Los perros de caza, si son educados en el hogar domstico, no muestran ese
poderoso instinto que tienen por la caza generalmente. Los animales feroces no llegan a ser
apasionados por la carne hasta que la han probado una vez siquiera, como puede observarse
por los gatos domsticos. Los animales domesticados cambian completamente de carcter
cuando se ven en estado natural. Por otra parte, los animales feroces se domestican en el
cautiverio. El ruiseor no canta cuanto est educado en la soledad: slo lo hace cuando de
otros pjaros aprende a cantar. Los mismos pjaros, por ejemplo, [164] los pinzones,
producen melodas enteramente diversas unas de otras, segn los distintos pases que
habitan. Andubon ha observado que los nidos de los pjaros de las mismas especies son de
una forma completamente distinta en el Norte de los Estados Unidos y en el Sur del mismo
pas. Crese generalmente que un instinto innato obliga a la abeja a construir sus celdillas en
forma hexagonal; pero tambin construye otras de distinta forma, y cuando se le da una
colmena de un sistema de celdas artificial, tiene bastante inteligencia y falta de instinto para
no hacer celdillas y lleva su miel a las que se le han preparado. Para sostener la tesis de las
ideas innatas, se ha tratado de presentar como prueba el aserto de que teniendo los animales
sentidos como el hombre, y ms sutiles a veces, permanecen, sin embargo, siendo animales.
Esta objecin slo es aparente. Los sentidos no producen inmediatamente. No son otra cosa
que los mediadores de las facultades intelectuales; transmiten las impresiones exteriores al
cerebro, que las recibe, las elabora y las reproduce en razn a su energa material. Todo este
procedimiento no puede hacerse sin los sentidos, y todo conocimiento intelectual tiene, por
consiguiente, origen en los sentidos. Pero los sentidos ms sutiles slo producen un
procedimiento defectuoso cuando es tambin defectuoso el aparato de la inteligencia.
Creemos haber demostrado suficientemente la relacin del cerebro del animal y el del
hombre. Hay disposiciones innatas que dependen de las diversas cualidades materiales de la
organizacin animal, pero no hay intuiciones, ideas innatas. Esas mismas disposiciones
seguiran careciendo siempre de realidad y desarrollo, a no existir los sentidos. Estos ltimos
son tambin esenciales para producir las [165] ideas, como la existencia de un cuerpo
qumico que entre en combinacin con otro cuerpo lo es para formar un tercero. Hay que
confesar adems que un examen profundo demuestra que muchas de las nombradas
disposiciones innatas, llamadas talento natural, son el resultado de un ejercicio frecuente y
precoz de ciertos sentidos; tal es el talento de la msica, el de la pintura, de la localidad, de
los nmeros, de la observacin, &c. Qu infinita variedad hay en los grados de inteligencia de
los individuos, a causa del nmero y naturaleza de las impresiones exteriores! Qu
superioridad tan grande no tiene el hombre instruido sobre el inculto e ignorante! Mientras
ms numerosas son nuestras impresiones, ms aumenta el nmero de nuestros
pensamientos y ms gana en extensin nuestro punto de vista intelectual.

Se ha echado mano, para refutar la teora sensualista, de la existencia de ciertas ideas


intelectuales que se encuentran en la vida de los individuos as como en la de las naciones, y
que son tan poderosas, determinadas y generales, que no pueden admitirse como resultado
de la experiencia, sino como innatas en el hombre. En el nmero de estas nociones, hay que
contar principalmente las ideas metafsicas, estticas y morales, y por consiguiente, las de lo
verdadero, lo bueno y lo bello. Se ve dicen que el nio se incomoda cuando ve una
injusticia, con tal fuerza y vehemencia atestigua el poder de sus sentimientos. El placer que
experimenta a la vista lo que es bueno se manifiesta ya en una poca en que no es todava
capaz de hacer por s mismo comparaciones. A esto replicaremos que ante todo hay que
pensar en que lo que se llama generalmente idea no es adquisicin de un solo individuo, sino
conquista [166] lenta y penosa de los combates intelectuales del gnero humano. La idea
nace cuando el hombre escoge en el mundo objetivo que le rodea lo que es comn a cada
uno, lo convierte en una forma ideal y le da por tributo el nombre de verdadero, de bueno o
bello. Pero este procedimiento intelectual se verifica de una manera continua, desde la poca
en que el gnero humano ha entrado en el tiempo histrico. La idea toma poco a poco cierto
derecho histricoy cierta forma objetiva, y el individuo que entonces viene no necesita
recomenzar y elaborar en s este procedimiento intelectual; no tiene ms que apropiarse lo
que existe. Sin parar la atencin en este origen de la idea, la cree innata. Pero nunca hubiera
podido la idea desarrollarse en el tiempo histrico sin una relacin determinada del mundo
objetivo con la facultad intuitiva del individuo. La idea dice Oersted es la unidad intuitiva
del pensamiento, y ha sido concebida por la razn, pero como intuicin. Queda entonces
libre el hombre de emplear las ideas que adquiere como individuo, ya sea inmediatamente por
los sentidos, ya por la intuicin de lo que ha pasado y de lo que antes de l ha sido conocido.
Puede entonces elaborar y combinar esos materiales para deducir de ellos conclusiones
generales y aun construir ciencias, como por ejemplo, las matemticas, todo esto
independientemente de las impresiones sensitivas. Esas impresiones fueron el nico medio
que pudo entregar a su elaboracin esos materiales, pero nunca ha habido una nocin innata,
inmediata. Oersted explica la historia del origen de la idea en los siguientes trminos: No
pudo suceder otra cosa sino que el hombre debi suponer en su semejante un ser inteligente
como l, y as se encontraba consigo mismo [167] en el mundo exterior, &c. Si uno de estos
hombres despertaba en otro sentimientos agradables, naca el amor, y en caso contrario, el
odio. Tales impresiones podan tambin hacer surgir la idea de que haba algo que aprobar o
desaprobar en las acciones humanas, y este ligero principio lleg a ser el germen oculto de la
idea de lo justo y de lo injusto. nicamente espritus preocupados por lo sobrenatural pueden
sostener, con Liebig, que se ignora el origen de la idea.

Hay adems un hecho que destruye enteramente la teora de los filsofos idelogos sobre el
origen divino o sobrenatural de las ideas innatas. Si las ideas estticas, morales o metafsicas
fueran innatas o inmediatas, sera preciso que fuesen tambin idnticas y que tuviesen un
valor absoluto. Por el contrario, vemos que son en el ms alto grado relativas, y que muestran
en los individuos, as como en los pueblos todos y en distintas pocas, las mayores
diversidades. Algunas veces son tan grandes, que producen los ms notables contrastes,
siendo esto resultado de la diferencia de las impresiones exteriores de donde se derivan estas
ideas. El hombre blanco pinta negro al diablo; el negro lo imagina blanco. Muchos pueblos
salvajes usan como adornos anillos en la nariz, y se pintan de tal modo que repugna a nuestro
gusto. Para demostrar que las ideas estticas cambian, varan y slo tienen un valor relativo,
puede encontrarse mayor prueba que las modas, que frecuentemente presentan los ms
opuestos contrastes? Sucede con las ideas de la belleza como con las ideas de la
conformidad con el fin. Encontramos que una cosa es bella porque existe de este modo.
Probablemente no la encontraramos menos bella ni menos conforme a su fin si existiera otra
forma [168] completamente distinta. Los griegos, pueblo dotado en tan alto grado del
sentimiento esttico, mezclaban de un modo admirable en sus obras formas humanas y
animales, y hoy hallamos esto de mal gusto. Los griegos y los romanos saban poco o nada
de las bellezas de la Naturaleza que tanto admiramos hoy, y los habitantes de hermosas
comarcas monstruosas no aprecian las bellezas de que estn rodeados. Los chinos creen
admirable que una mujer sea lo ms gruesa posible y tenga los pies tan pequeos que no
pueda andar. Los habitantes de Java slo creen hermoso el color amarillo, y se tien los
dientes de negro, porque les parece horroroso tener los dientes blancos como los perros,
mientras nuestros poetas encomian en sus versos la blancura de los dientes de la mujer.
Segn las memorias de Schmarda, los habitantes de Ceiln estn tan acostumbrados a los
dientes negros, en fuerza de mascar betel, que los dientes blancos les causan asco. Segn el
mismo autor, los conquistadores chinos de esta isla consideraron tan horrible la nariz larga de
los indgenas, comparndola con la nariz achatada de sus compatriotas, que en las cartas que
escriban a sus parientes les decan que los habitantes de Ceiln eran un pueblo fesimo,
donde se acostumbraba a llevar un pico de pjaro en lugar de nariz.

Los botocas del frica meridional tienen costumbre de arrancar los incisivos de la mandbula
superior a sus hijos cuando llegan a la edad de la pubertad. Esta operacin hace que crezcan
los de la mandbula inferior, dando a su fisionoma un aspecto repugnante. Las jvenes que
no han sufrido esta operacin se consideran extremadamente feas. Los tahitianos creen
hacerse ms hermosos aplastando la nariz, y segn dice el doctor Krapf, [169] los somales
miran como gran adorno los cabellos rojos, que tanto nos chocan a los europeos, y para que
los suyos tomen este color se los frotan con cal, manteca, barro y materias colorantes.

Los indios botocos llevan clavos de madera en el labio inferior y en las orejas, considerando
esa prolongacin en forma de pico como un extraordinario embellecimiento. Las mujeres de
algunas tribus de negros del Sur de frica toman un aspecto repugnante, porque llevan en el
labio superior un anillo hueco y grande. Livingstone pregunt a uno de los jefes la razn de
esta moda, y le contest muy admirado: Para qu ha de ser? Para embellecerse! Como a
las mujeres les falta la barba, no tienen otro medio de parecer hermosas. Qu seran sin el
anillo? Podramos citar muchsimos ejemplos, que muestran la mas completa diversidad en
las ideas estticas. Si algo hay de comn en esas ideas, resulta de la experiencia y de la
educacin, tomado del mundo exterior y ligado necesariamente a este ltimo. Ningn arte ha
podido crear un ideal que en parte o en todo no haya sido tomado de la Naturaleza. Fcil es
reconocer en el arte y la literatura de cada pueblo el influjo y el estado de sus relaciones
exteriores.
Las ideas morales no son menos resultado de una educacin progresiva. Los pueblos en el
estado natural estn desprovistos de casi todas las cualidades morales, y cometen excesos y
crueldades de que no tienen idea las naciones civilizadas. Sin embargo, amigos y enemigos
consideran muy natural semejante conducta. En cuanto a la idea de la propiedad, no existe
para ellos, o si existe es en grado muy insignificante. De ah la gran tendencia de los pueblos
salvajes al robo. Un robo bien hecho es [170] entre los indios la accin ms meritoria. Segn
las reseas del capitn Montravel, los nuevocaledonios dividen cuanto poseen con los
necesitados de ello, y dan a cualquiera el objeto que acaban de recibir, de manera que un
objeto de gran valor pasa rpidamente por millares de manos. La idea moral de la propiedad
es con frecuencia muy insignificante, hasta en los pueblos que han llegado a una civilizacin
ms adelantada. Sabemos que los chinos no son escrupulosos en materia de propiedad. El
robo, el asesinato y la venganza del asesino, son muy generales en los pueblos que se hallan
en estado de naturaleza, y hasta existe en las Indias una asociacin terrible y conocida bajo el
nombre de Thugs, que cometen asesinatos con un fin religioso. Los damaras, pueblo nmada
de los pases tropicales del frica meridional, viven en la poligamia y no tienen idea alguna del
incesto. Anderson encontr a la madre y a la hija de uno de los jefes de este pueblo en el
harn de dicho jefe. Brehm, en sus Apuntes del viaje sobre el Noroeste del frica, refiere que
los negros del Sudn oriental no slo disculpan el fraude, el robo y el asesinato, sino que
consideran estos crmenes como acciones muy dignas del hombre. La mentira y el fraude les
parecen el triunfo de la superioridad intelectual sobre la estupidez. El capitn Speke cuenta de
los somales, habitantes de una provincia meridional de Adn, separada de la costa Arbiga
por el golfo de Adn, que una estafa bien hecha les es ms grata que cualquiera otra manera
de ganarse la vida, y que los relatos de estas acciones les sirven de diversin y
entretenimiento. Derramar sangre no es un crimen entre los fidschies, sino una accin
gloriosa, cualquiera que sea la vctima, hombre, mujer o nio, muertos en la guerra o a
traicin. Ser asesino [171] es el objeto de la ambicin de estos insulares. Los hijos matan sin
remordimiento a sus padres, y los padres a sus hijos. No conocen la gratitud. Habiendo el
capitn de un buque extranjero tomado a bordo a uno de los indgenas que se haba herido en
una mano, le cuid durante dos meses y cur. El insular, al marcharse, quiso que el capitn le
regalara una escopeta, cosa que ste no accedi, y en venganza prendi fuego a una porcin
de gneros, cuyo valor ascenda a 300 pesos. Werner Munzinger, en su libro sobre Las
costumbres y el derecho de los bogos, refiere de stos que las ideas del bien y del mal se
confunden enteramente en su espritu, y no significan otra cosa que til e intil. La intrepidez,
la venganza del asesino, el disimulo del odio hasta el momento favorable, el orgullo, la
pereza, el desprecio al trabajo ordinario, la generosidad, la hospitalidad, el amor al lujo y la
astucia, son a sus ojos los caracteres del hombre virtuoso. El robo a mano armada se honra, y
se desprecia el hurto. Waitz refiere, en su Antropologa de los pueblos en su estado natural,
que interrogando a un salvaje sobre la diferencia del bien y del mal, confes ste al principio
que lo ignoraba, pero aadi despus de haber reflexionado: Hacemos bien cuando
robamos a los otros sus mujeres, y mal cuando los otros nos roban las nuestras. Del mismo
modo que han crecido lejos de la sociedad con las bestias de las selvas, no tienen ninguna
idea moral ni otro instinto que la necesidad de alimentarse. Hemos mencionado ya en uno de
los precedentes captulos la carencia casi completa de cualidades morales entre los negros.
Srvense de la inteligencia natural para el mal ms que para el bien, como sucede a todos los
pueblos que se hallan en el estado natural. Sabemos [172] tambin por experiencia que aun
en los pueblos civilizados difieren mucho las ideas morales, y son tan relativas, contradictorias
y dependientes de las relaciones exteriores e individuales, que ha sido imposible, y lo ser
siempre, hallar una definicin absoluta de la idea del bien (1).

{(1) Sabido es que no puede definirse la idea del bien. Los telogos han tratado de escaparse
por la tangente diciendo: Bueno es lo que est conforme con los mandamientos de Dios. Pero
como ellos son los que han hecho estos mandamientos, fcil es deducir de aqu la debilidad
de su definicin.}

Mil ejemplos de la vida comn prueban este aserto. Si a primera vista nos parece que los
principales mandamientos de la moral encierran algo fijo e invariable, preciso es buscar la
causa de ello en la forma determinada de las leyes o de las costumbres que la sociedad ha
credo necesarias para su conservacin, y que por experiencia ha establecido poco a poco.
Estas leyes y costumbres varan indefinidamente, en razn a las circunstancias exteriores de
los tiempos y de las opiniones. El aborto provocado no pareca a los romanos infraccin de la
moral; hoy las leyes lo castigan severamente. El paganismo glorificaba el odio a los enemigos
como la mayor de las virtudes. El cristianismo quiere que se los ame. De parte de quin est
la moral? Una porcin de cosas que las costumbres actuales anatematizan eran en otro
tiempo conformes al orden. La educacin, la instruccin y el ejemplo nos familiarizan
diariamente con estos preceptos y nos hacen creer en una ley moral innata, pero un examen
ms profundo demuestra que estos preceptos emanan de los captulos del Cdigo penal. Hay
adems una diferencia considerable entre las leyes del Estado y las de la moral, y ms
considerable an entre las leyes del Estado, de la moral y [173] la religin, con las que el
sentimiento y la reflexin inspiran a los individuos en cada caso particular. Estas diferencias
han prestado en todos tiempos trgicos asuntos a la historia y a la poesa, y continuarn
prestndolos siempre. El Estado y la sociedad califican de crimen muchas veces lo que la
moral glorifica como una accin heroica. Esta distincin radical entre lo jurdico y lo
moral, es generalmente resultado de las relaciones exteriores, y prueban que la idea del
bien no tiene valor absoluto.

Toda la naturaleza moral del hombre est ntimamente ligada a sus relaciones exteriores.
Mientras ms progrese la instruccin, ms se purifican las costumbres y menos crmenes se
cometen. Si arrojamos una mirada sobre la historia de la civilizacin de los pueblos dice
Krahmer vemos que en todas las pocas se ha pensado con gran diversidad acerca de la
virtud, de Dios y del derecho, sin creer que estas opiniones eran inexactas.

Es evidente que no se puede admitir la idea de un derecho innato. Todos los jurisconsultos
dice Czolbe admiten en derecho una reciprocidad real entre los hombres, sin la cual se
concibe tan poco el derecho, como los teoremas geomtricos sin admitir lneas, ngulos,
figuras o cuerpos determinados. Si existiera realmente un derecho objetivo, cmo sera
posible que difiriese el derecho de la ley? Por ltimo, la idea de lo verdadero debe su
existencia y desarrollo a los progresos cientficos, y si las leyes de la inteligencia aparecen,
segn las circunstancias, necesarias en algn modo, es porque son anlogas a las leyes de la
Naturaleza y dependientes de ciertas relaciones fijas. Por eso las matemticas estn basadas
en relaciones reales, palpables y objetivas, sin las cuales seran imposibles [174] sus leyes, y
esta es la razn por que la mayor parte de los matemticos modernos cuentan a las
matemticas en el nmero de las ciencias naturales, y no en el de las filosficas o
especulativas. Las ideas de espacio, magnitud, extensin, altura, latitud y profundidad
provienen de la experiencia de los sonidos, y no existiran sin la percepcin. Los nmeros no
son naciones abstractas, sino signos arbitrarios para significar uno o ms objetos. Los negros
de Surinam no saben contar ms all de veinte, sirvindose, como punto de partida, de los
dedos de las manos y de los pies, y aun del nombre de estos dedos, para designar los
nmeros. Todo lo que pasa del nmero de veinte no est a su alcance, y se llama viriviri,
palabra que significa mucho. Una ciencia metafsica o trascendental puede decirse que no
existe, pues todos los sistemas metafsicos, por bien imaginados que hayan sido, han pasado
por el curso de los siglos. Todos los razonamientos filosficos que se separen de los hechos y
de los objetos llegan a ser ininteligibles y absurdos, y slo son, en su mayor parte, resultados
arbitrarios y subjetivos de un juicio empricamente preestablecido, juego fantstico de ideas y
de palabras. Cualquiera puede experimentarlo en s mismo, preguntndose si ha podido
comprender nunca una proposicin general, es decir, una abstraccin, sin recurrir a los
ejemplos y a los objetos exteriores. Las ideas ms elevadas dice Virchow en su Tendencias
a la unidad de la medicina cientfica se desarrollan lenta y gradualmente del rico tesoro de la
experiencia, y no llega a reconocerse la verdad que encierran sino por la posibilidad de hallar
ejemplos completos que las demuestren.

En cuanto a las ideas generales que se manifiestan frecuentemente en los nios, afirmaremos
[175] que semejante fenmeno no puede ocurrir all donde el influjo de la educacin y las
impresiones exteriores faltan por completo. La idea de lo justo slo puede desarrollarse en el
nio, donde la vida comn con otros le permite hacer comparaciones y distinguir ciertas
esferas de equidad. El placer que experimenta al contemplar lo bello, no puede por igual
razn atribuirse a ideas innatas. Vemos, por el contrario, que el gusto de los nios es algunas
veces tan raro, que causa risa a las personas mayores. Los nios ignoran o distinguen poco
entre lo mo y lo tuyo; no tienen idea alguna del mal que resulta de la mentira y el robo, ni
muestran el ms ligero indicio de lo que llamamos pudor, y que con tanta fuerza se manifiesta
ms tarde. Hasta una edad bastante avanzada no admite el Estado el discernimiento personal
del individuo, prueba suficiente de que no se reconocen en el nio ideas innatas de justicia.
Los pueblos salvajes son como los nios: no tienen discernimiento moral ni pudor y carecen
de toda idea elevada (1). Los [176] antiguos griegos apenas tenan presentimiento de lo que
nosotros entendemos por pudor y moralidad en las relaciones sexuales. El adulterio y todo
linaje de promiscuidades eran comunes sin temor a la reprobacin y a la publicidad. Los
ismaelitas, secta religiosa de Oriente, no tienen pudor alguno. Los dogmas fundamentales de
su culto los constituyen doctrinas abominables y prcticas de un cinismo repugnante (2). El
que sostenga con Liebig que la naturaleza moral es eternamente idntica, ignora, sin duda,
hechos casi innumerables que demuestran lo contrario.

{(1) Adems de los ejemplos ya citados, hay otros muchos. As, el doctor Duboc describe a los
habitantes de Nueva Zelanda como salvajes que carecen completamente de habitaciones, y
no tienen idea alguna de matrimonio, de la familia ni del pudor. El hombre y la mujer estn
muy poco tiempo juntos, y semejantes a las hembras de los animales, solo en los primeros
tiempos se ocupan las madres de sus hijos. Este lazo de familia desaparece ms tarde. En
cuanto a la propiedad, reina all un comunismo completo. Unos a otros se dan todo lo que
tienen. Burton describe a los negros del frica meridional con colores an ms sombros. Su
razn en nada se parece a la nuestra, y presenta infinidad de contradicciones ilgicas. No
conocen piedad, ni probidad, ni gratitud, ni previsin, ni amor a sus familiares, ni pudor, ni
benevolencia, ni conciencia, ni remordimiento. No tienen historia, ni tradicin, ni poesa, ni
moral, ni imaginacin, ni memoria; su inteligencia no va ms all de lo que afecta
inmediatamente a sus sentidos. No les preocupan los grandes [176] secretos de la vida y de
la muerte. Slo ejercen la ms grosera idolatra. La muerte de sus padres no les causa dolor
alguno. Los lazos de familia no existen, sino que, por el contrario, y segn sucede con los
animales, el hijo es el enemigo natural de su padre. Asesinan, roban, mienten, beben, juegan
y realizan cuantos excesos estn a su alcance.

(2) Los japoneses estn muy civilizados. Sin embargo, sus nociones morales y sociales
difieren completamente de las nuestras, parecindonos tan contrarias a las buenas
costumbres, que no hay comparacin posible con las europeas.}

El sentimiento de lo bello, de lo justo y de lo verdadero, por ms que nos lo imponga a cada


uno de nosotros el mundo objetivo, puede y debe ejercerse para adquirir cierta fuerza y cierto
valor. Cun grande es la diferencia entre el razonamiento y la idea del sabio habituado a la
reflexin, y aquel que se entrega a ocupaciones mecnicas! Qu entusiasmo por el derecho y
la justicia anima al hombre alimentado por las lecciones de la historia y la experiencia de la
vida, comparndolo con el joven que sigue ciegamente los impulsos de su corazn! Cunto
se diferencia el juicio del conocedor de las bellezas artsticas del que es extrao a ellas! As
como la planta tiene sus races en la tierra, as estn las races de nuestro saber, de [177]
nuestro pensamientos y nuestros sentimientos en el mundo objetivo, formando la idea, por
decirlo as, su corona de flores. Arrancados de ese suelo, languidecemos y morimos,
semejantes a la planta que se arranca de su tierra natal.

Todos los hechos que acabamos de citar, y que se hallan en ntima relacin, prueban que no
poseemos ciencia ni idea alguna de lo absoluto, es decir, de lo que est ms all de los
lmites del mundo sensible que nos rodea. Cualesquiera que sean los esfuerzos de los
metafsicos por definir lo absoluto, y cualquiera las ideas de la religin por despertar la
creencia en ese mismo absoluto, admitiendo una revelacin inmediata, nada puede ocultar
este vaco esencial. Lo que sabemos y pensamos es relativo y resultado siempre de la
comparacin de las cosas sensibles que nos rodean. No tendramos idea alguna de la
obscuridad sin la luz; de la grandeza, sin la pequeez; del calor, sin el fro: en una palabra, no
poseemos ideas absolutas. No somos capaces de formarnos una nocin, ni aun aproximada,
de lo eterno ni de lo infinito, porque nuestro espritu, encerrado en los lmites de los sentidos
con relacin al espacio y al tiempo, no puede salvar estos lmites para elevarse a aquella idea.
All donde vemos un efecto en el mundo sensible, tenemos costumbre de buscar su causa, y,
sin razn, venimos a parar a la existencia de una causa primaria, por ms que sta se
encuentre fuera del alcance de nuestro espritu y en contradiccin con la experiencia
cientfica. No cabe duda dice Czolbe de que un sinnmero de fenmenos naturales
nazcan o sean efectos de algunas causas. Por esta razn se ha inducido de un modo
incompleto que la Naturaleza, o sea el todo, tena tambin su causa. Pero solamente nos
faltan razones [178] experimentales para admitir que la materia y el espacio han tenido
principio y pueden cambiar o destruirse, sino que es imposible que nos formemos una idea de
ello. Preciso es, pues, en vista de esto, que la materia y el espacio sean eternos.
Los frenlogos, que sostienen que las facultades intelectuales no estn esparcidas
uniformemente en la masa enceflica, ni forman parte de toda el alma, sino que se hallan
localizadas en ciertos puntos y que son independientes del mayor o menor desarrollo de las
partes del cerebro a que corresponden, parecen admitir o creer que su doctrina est en
oposicin con la que rechaza las ideas innatas. Admiten cierta organizacin material innata
del cerebro, y creen que el individuo, en su desarrollo intelectual, slo puede sustraerse hasta
cierto punto a ese influjo de la Naturaleza. Admitiendo esta doctrina bajo tal forma, a la que se
opone la ciencia, por otra parte, las ms graves objeciones, no creemos, sin embargo,
despus de un minucioso examen, poder descubrir una verdadera contradiccin entre esta
opinin y la que rechaza las ideas innatas. Tambin nosotros hemos visto que la organizacin
material del cerebro determina ante todo el desarrollo intelectual. Pero este desarrollo slo
puede verificarse en armona con las impresiones exteriores del mundo objetivo. Sin esas
impresiones no puede haber reflejo alguno de las imgenes del mundo sobre el fondo material
del cerebro, por muy perfecto que sea este ltimo. De estas dos causas dependen, sin
embargo, la fuerza y el vigor de las imgenes de nuestra alma. Si es verdad que las
facultades intelectuales se concentran en ciertas localidades del cerebro, resulta de aqu que
las impresiones exteriores se dividen en distintos sentidos, segn los diferentes grados de su
[179] naturaleza espiritual, en el rgano de la inteligencia, fijndose en los puntos
correspondientes. Se establece, por decirlo as, una atraccin interior entre ciertas
impresiones y determinadas partes del cerebro. Mientras mayores y ms desarrolladas sean
materialmente, tanto ms se desenvolver esta facultad intelectual en el fondo de su rgano
material, que habr llegado a ser ms perfecto. Un ejemplo anlogo a esta atraccin se nos
presenta en el mundo fsico y corporal mediante la accin de ciertas medicinas. Muchos
remedios presentan, despus de haberse asimilado al cuerpo, una relacin determinada y
eficaz con ciertos rganos, sistemas o tejidos del cuerpo, especialmente con el sistema
nervioso y algunas porciones de ese ltimo. Unos obran particularmente sobre los nervios
perifricos, otros sobre la mdula espinal, otros sobre el cerebro y al mismo tiempo sobre
porciones dadas del sistema nervioso, de la mdula espinal o del cerebro. Es claro que
repartindose por todo el cuerpo con la sangre, slo hacia ciertos puntos son atrados de un
modo determinado. La localizacin intelectual de las impresiones exteriores podra muy bien
verificarse de un modo anlogo. No queremos contradecir a Nol cuando dice que la
observacin de los nios demuestra que existen en dichos seres disposiciones interiores en
tal o cual direccin, y que se inclinan a tales o cuales ideas. Pero esta relacin no resulta de
las facultades intelectuales, ni de ideas o nociones innatas. Proviene, por el contrario, de
disposiciones naturales propias a desarrollar tal o cual facultad de la inteligencia, por medio
de los sentidos y de la experiencia. Nadie mostrar amor a los nios, por muy desarrollado
que tenga el rgano correspondiente a esta facultad o cualidad, sin haber [180] estado alguna
vez en contacto con ellos. La constructividad, la destructividad o la adquisividad, slo pueden
desarrollarse en objetos sin los cuales no se manifestaran nunca esas disposiciones. Son
completamente imposibles el talento de la msica sin los tonos; el del colorido sin los colores;
el de localidad sin punto determinado. La facultad de juzgar y de comparar no puede residir
sino donde haya cosas y objetos que puedan ser juzgados y comparados. Puede creerse,
adems, que la relacin de los rganos del crneo con las impresiones exteriores est tal vez
en razn inversa del que acabamos de examinar. Si es positivo que la masa enceflica
aumenta en magnitud y calidad mediante el continuo ejercicio de la actividad intelectual, es
posible, suponiendo siempre que sean exactos los principios de la frenologa, que en la poca
en que el cerebro est en va de crecimiento y formacin, se desarrolle tambin materialmente
con ms fuerza, por las impresiones constantes y frecuentes y por la actividad intelectual
dirigida hacia un fin determinado, del propio modo que un msculo se fortifica mediante el
ejercicio.

No hay, pues, hechos establecidos por la ciencia que hagan admitir las ideas innatas. La
Naturaleza no tiene designios ni objeto; ningn poder sobrenatural le ha impuesto condiciones
espirituales ni materiales. Desde el principio al fin se ha desarrollado orgnicamente por s
propio, y se desenvuelve sin tregua. Citaremos, para terminar, las siguientes palabras de
Moleschott, que merecen, recordarse: En las lecciones de lgica hay la costumbre de hacer
todo lo penosa que es posible la comprensin de los jvenes, porque al sistema escolstico le
repugna formar y desarrollar los juicios, las nociones y las conclusiones que resultan [181] de
la realidad de la Naturaleza. Sea cualquiera el mal xito de su mtodo, no por eso dejan de
inocular en el discpulo la idea de que debe separar los ojos del rbol verde y abstraer el
pensamiento de la materia, para tener cuantas ms ideas abstractas pueda. Y as como,
atormentado el cerebro con tanta idea, acaba por moverse en un mundo fantstico.

XVI
La idea de Dios

Estando demostrado que no hay ideas innatas, tambin es positivo y evidente que la idea de
Dios, o sea de un ser supremo y personal que ha creado el mundo y lo gobierna y conserva,
no puede ser innata, y que estn en un error cuantos sostienen que esta idea es necesaria y
est implantada en el hombre, siendo, por consiguiente, irrefutable.

Los sectarios de esta doctrina alegan que no hay pueblo ni individuo alguno, por salvaje o
poco civilizado que sea, en el que no se encuentren la idea de Dios o la creencia en un ser
superior e individual. Sin embargo, el exacto conocimiento y la observacin imparcial, tanto de
los individuos como de los pueblos en estado de naturaleza, demuestran precisamente lo
contrario. Slo gentes preocupadas pueden hallar en el culto que los antiguos y los modernos
han tributado a los animales alguna analoga con la creencia propiamente dicha de un Dios.
Los hombres han rendido una [182] particular adoracin a los animales que les causan dao o
beneficio. Si el egipcio adora a la vaca o al cocodrilo, el indio a la serpiente de cascabel, el
africano a la serpiente del Congo, este culto no responde, en manera alguna, a la idea que
nosotros nos formamos de Dios. Una piedra, un leo, un rbol, un ro, un cocodrilo, un objeto
despreciable, una serpiente, solo los dolos de los negros de Guinea. Este culto no tiene
relacin con la idea de un ser todopoderoso y perfecto, que domine la Naturaleza y los
hombres, y gobierne el universo; ms bien demuestra un miedo inconsciente a las fuerzas
fsicas, que parecen terribles o sobrenaturales al hombre ignorante, porque no es capaz de
comprender el ntimo y natural encadenamiento de las cosas. Si una sabidura celeste hubiera
impreso efectivamente de una manera indeleble la idea de un ser supremo y personal, sera
imposible que esa idea se manifestara con tan poca claridad, tan imperfecta, tan grosera y tan
desnaturalizada como se ve en el culto de los animales. El animal es inferior en su naturaleza
y no superior al hombre, y un Dios en forma animal no es Dios, sino una caricatura. Algunos
viajeros ingleses que han estado en la Amrica del Norte refieren que son muy limitadas las
ideas religiosas de los indios del territorio de Oregn. Es muy dudoso que tengan nocin
alguna de un ser supremo. Al principio tratse de traducirles la palabra Dios, pero ni los
misioneros ni los intrpretes ms hbiles pudieron encontrar una palabra conveniente en
todos los dialectos del Oregn. Su principal divinidad se llama lobo, y, segn lo describen,
parece un ser que participa de la divinidad y del animal. Los calockes, tribu india, no tienen
culto exterior alguno, y representan al ser supremo en forma de [183] cuervo. El teniente
ingls Hooper dice as de los tuscos, pueblo nmada de carcter dulce, perteneciente a la
raza de los mongoles, en la extremidad Nordeste del continente asitico: No hubo medio de
conocer si tienen idea de un poder divino, de un gobierno superior del universo, ni si adoran a
un genio del bien o temen a los demonios. Burmesiter refiere que los corrados, antiguos
habitantes de la provincia de Ro Janeiro, no parecen experimentar la ms mnima necesidad
religiosa. Pasaban furtivamente ante las puertas de la iglesia sin volver la cabeza ni quitarse
el sombrero. El salvaje o autctono de la Amrica meridional no tiene ningn sentimiento
religioso. Se somete a la ceremonia del bautismo, pero ignora lo que sta significa. Los
indgenas de Oceana, segn refiere Hasskarl, no tienen idea de un creador o ser moral que
gobierne el mundo, y todas las tentativas que se han hecho para instruirlos en ese punto han
terminado siempre por afirmar ellos una porcin de cosas irracionales o por cortar la
conversacin. Los bechuanas o betjuones, una de las tribus ms inteligentes del interior del
frica meridional, no tienen idea de un ser supremo, y su lengua carece de palabra con que
expresar la idea de un creador. El misionero Moffat dice, hablando de este pueblo: He
deseado muchas veces encontrar algo que hablara al corazn de estos indgenas. He tratado
de descubrir en ellos un altar al Dios desconocido, algn resto de la creencia de sus mayores,
la inmortalidad del alma o alguna otra idea religiosa, pero nunca han pensado en cosas
semejantes. Cuando paseaba con sus caciques y les hablaba de un creador que gobierna el
cielo y la tierra, de la cada del hombre y de la redencin del mundo, de la resurreccin de los
[184] muertos y de la vida eterna, les pareca or cosas ms fabulosas, ms insensatas y ms
ridculas que sus exagerados cuentos de leones, hienas y chacales. Cuando les deca que era
preciso conocer los preceptos de la religin y creer en ellos, me contestaban con
exclamaciones de sorpresa, juzgando mis palabras como si su aplicacin no fuera razonable
en aquel pueblo. Oppermann dice que los cafres, raza de muy buena constitucin fsica y
clara inteligencia, no tienen la menor idea del ser supremo. El jefe de la tribu es su dios. El
inofensivo pueblo de los hotentotes reconoce un principio divino bueno y otro malo, pero no
tiene templos ni otro culto que los bailes solemnes en honor de la luna llena y de un pequeo
escarabajo brillante. Los bosquimanos, raza enana y degenerada de este ltimo pueblo, no
tienen culto alguno. Cuando ruge la tempestad creen or la voz de los genios malos, y
responden a ella con maldiciones e imprecaciones. Los indios schinuk, segn las
descripciones de Paul Kane, estn privados de todo sentimiento religioso, como la mayor
parte de las otras tribus de los pieles rojas. Todo lo refieren al Gran Espritu, que es, segn
sus ideas, un ser muy vago, al que no dan culto alguno. Randall dijo a los misioneros de los
indgenas de las islas de Kingsmill (Micronesia meridional) acerca de aquellas tribus: No
tienen verdadera religin, ni templos ni dolos. Adoran a ciertos espritus, pero desde que
fueron diezmados por una horrorosa epidemia, ya no tienen confianza en ellos. Un
corresponsal de la Revista de Ambos Mundos dice de los indios de Nueva Granada: No
parecen conocer otra religin que el amor a la libertad, y nunca he podido llegar a saber si
creen sinceramente en el Gran Espritu y en la inmortalidad del alma. Slo cuando ruge la
[185] la tempestad arrojan tizones encendidos en torno suyo, y prorrumpen en gritos
desentonados y fuertes, cual si quisieran devolver ruido por ruido y relmpago por
relmpago. Segn refiere un oficial ingls, los karens del reino de Peg (Indias orientales) no
creen en Dios ni reconocen ms influencia que la de los genios del mal. Los habitantes de
Pasummah Labar (isla de Sumatra) no adoran dolos ni otros objetos exteriores, ni tienen idea
de un ser supremo que lo haya creado todo. Ladislao Magyar no ha podido encontrar seal
alguna de religin entre los negros de Oukanyama, uno de los numerosos puntos poblados
por los negros en el frica meridional. Parece que rinden un culto divino a su rey, y tratan de
que sea bondadoso con ellos, sacrificndole muchos hombres y animales. Los fidschis se
representan a su dios supremo como un ser que no est sujeto a sensacin alguna, excepto
el hambre, y que vive en una caverna aislada con su compaero Uto. All come, bebe y
contesta a las preguntas que le dirigen los sacerdotes. Todas las descripciones de viajes
contienen semejantes o parecidos hechos de los distintos pueblos que se hallan en estado de
naturaleza. La religin primitiva de Buda no ensea la existencia de Dios ni la inmortalidad del
alma. Los dos sistemas religiosos de los chinos son tan ateos como el budismo; de modo que,
segn Schopenhauer, la lengua china no tiene palabras para designar las ideas de Dios ni
crear. Segn el mismo autor, la revelacin y la idea de un Dios personal slo derivan de un
pueblo, el de los judos, y han pasado al cristianismo y al mahometanismo, dos sistemas
religiosos derivados del judasmo.

Todos los viajeros estn de acuerdo en que los japoneses tienen una excelente moral y
buenas [186] costumbres e instituciones polticas. Y, sin embargo, no creen en Dios ni en la
inmortalidad. Segn expresin del viajero americano Burrows, que visit su magnfico
panten, es una nacin de ateos. Sin embargo, el capitn ingls Alcock sostiene que,
exceptuando a los chinos, es la nacin donde tiene ms instruccin el pueblo.

La sociedad presenta los mismos fenmenos. Hay individuos cuya educacin e instruccin
han sido tan descuidadas, que no tienen idea alguna de un ser supremo. Los anales de la
polica correccional de las ciudades populosas, tales como Pars y Londres, hablan
frecuentemente de hombres que no tienen ni la ms mnima idea de Dios, ni de la
inmortalidad, ni de la religin, &c. El ltimo censo hecho en Inglaterra ha revelado que hay all
seis millones de personas que no han traspasado el dintel de una iglesia, y que ignoran a qu
secta o religin pertenecen. El sordomudo Meystre no tena idea alguna de Dios (vase el
precedente captulo), y no se le poda hacer comprender, por ms esfuerzos que para ello se
empleasen. En el mismo captulo hemos dicho que los seres humanos educados lejos de sus
semejantes y privados de todo inters intelectual, tienen una naturaleza completamente
animal y carecen de inteligencia. Si la Naturaleza no puede hacer que prevalezcan sus
derechos cuando falta la instruccin y la educacin, hay que deducir que la Naturaleza ignora
estas ideas primitivas. Si se pretendiera que es innata la idea de Dios, sera preciso, con
arreglo a la lgica, admitir la idea de un espritu maligno dotado de un poder superior, de un
diablo, de Satn, de uno o muchos demonios. La creencia en los espritus malignos, hostiles a
hombres, est difundida ms generalmente y tiene ms imperio [187] entre los pueblos que se
hallan en el estado de la Naturaleza, que la creencia en un dios bienhechor. Todas estas ideas
son producto de la instruccin, de nuestra reflexin o de la de los dems; son ideas
tradicionales y abstractas, pero no innatas.
Nadie ha explicado ni demostrado mejor el origen completamente humano de la idea de Dios
que Luis Feuerbach. Llama a todas las ideas de Dios y de la esencia divina antropomorfismo,
es decir, producciones de la imaginacin y de la concepcin humana, que llevan el sello de su
individualidad. Feuerbach atribuye la causa de este antropomorfismo al sentimiento de
dependencia y esclavitud que existe en el hombre. El Dios objetivo y sobrenatural dice
Feuerbach no es ms que el yo sobrenatural, el ser subjetivo del hombre que ha traspasado
sus lmites colocndose por cima de su ser objetivo. La historia de todas las religiones es la
continua confirmacin de este aserto. Cmo haba de ser de otro modo? Sin el conocimiento
o idea de lo absoluto, sin una revelacin inmediata cuya existencia sostenga todas las sectas
y sin poder demostrarla, todas las ideas de Dios, sea cualquiera la religin de que se deriven,
no pueden ser sino ideas humanas. Puesto que el hombre no conoce ser intelectual alguno
superior a l en la naturaleza animada, las ideas que se forma del ser supremo slo pueden
llevar el sello de su propia persona, habiendo de representar el ideal de su individualidad. Por
eso el estado, las aspiraciones, las esperanzas, y aun el desarrollo intelectual de los pueblos,
se reflejan del modo ms fiel y caracterstico en sus ideas religiosas, por lo que
acostumbramos nosotros a deducir del culto de un pueblo su individualidad intelectual y su
civilizacin.

Vase el potico cielo de los griegos, poblado de [188] figuras ideales, donde los dioses,
eternamente jvenes y bellos, gozan, ren, combaten como los hombres, intrigan y hallan su
mayor delicia en mezclarse personalmente en los destinos humanos. Ese es el cielo que ha
inspirado a Schiller su hermoso poema Los dioses de la Grecia. Considrese el sombro e
irascible Jehov de los judos, que castiga hasta la tercera y cuarta generacin; examnese el
cielo de los cristianos, donde Dios divide su omnipotencia con su hijo, y donde los
bienaventurados estn colocados en un orden jerarquico, conforme en un todo a las ideas
humanas; el cielo de los catlicos, donde la Virgen ruega cerca del Salvador, con su ternura y
su elocuencia de mujer, en favor de los culpables ante el juez celestial; el cielo de los
orientales, que promete a los infieles numerosas hures de una hermosura inmarcesible, una
perpetua frescura en medio de bulliciosas cascadas, y el eterno goce de los sentidos; el cielo
de los groenlandeses, donde la mayor felicidad consiste en una gran cantidad de pescado y
de aceite de ballena; el cielo del cazador indio, donde una caza eternamente abundante
recompensa al bienaventurado; el cielo de los germanos, que beben en el Walhalla sidra en el
crneo de sus enemigos, &c. Tambin en el culto exterior muestra Feuerbach que la idea de
Dios es completamente humana. El griego sacrifica a sus dioses viandas y vinos; el negro
sacrifica a sus dolos manjares mascados que escupe al rostro de ellos: el ostiaco pinta con
sangre y grasa a sus dolos y les llena la nariz de tabaco; el cristiano y el mahometano creen
reconciliarse con su Dios mediante splicas y oraciones. Siempre debilidad humana,
pasiones humanas, deseos de goces humanos! Todos los pueblos y religiones han tenido por
costumbre [189] colocar a los hombres extraordinarios en el nmero de los dioses o de los
santos. La prueba es evidente de que la idea de Dios se deriva de la naturaleza humana.
Profunda y justa es la observacin de Feuerbach acerca de que el hombre civilizado es un ser
infinitamente superior al dios de los salvajes, cuyas cualidades espirituales y corporales se
hallan en relacin con el grado de cultura de sus adoraciones. Lutero mismo debe haber
conocido la ntima relacin que existe entre lo humano y lo divino, y cmo depende ste de
aqul, cuando dice: Si Dios estuviera sentado en el cielo solo completamente, no sera
Dios. Ya el filsofo griego Jenfanes 572 aos antes de Cristo combate la supersticin de
sus compatriotas en los siguientes trminos: Los mortales parecen creer que los dioses
tienen su figura, sus vestidos y su lenguaje. Los negros adoran dioses negros con nariz
achatada, y los tracios dioses con los ojos azules y los cabellos rojos. Si los bueyes y los
leones tuvieran manos para hacer imgenes, dibujaran formas divinas semejantes a su
propia figura, &c.

Si el sentido comn del hombre no ha podido formarse una idea pura y abstracta de lo
absoluto, la inteligencia de los filsofos ha sido an ms desgraciada en estas tentativas.
Tomndose el trabajo de reunir todas las definiciones filosficas que se han dado de Dios, de
lo absoluto o de lo que los filsofos de la Naturaleza llaman el alma del mundo, resultara un
extrao galimatas que desde el origen de los tiempos histricos hasta los modernos, y a
pesar de los supuestos progresos de las ciencias filosficas, no ofrecera nada esencialmente
nuevo ni razonable. Es seguro que no faltaran palabras bonitas y frases retumbantes; pero
esas frases no podran suplir la falta de verdad intrnseca. [190] Admitiendo, como se hace
todava, la nocin de lo sobrenatural, se ha dado pregunta Czolbe un paso ms que en
otras pocas? Qu poseemos ms que palabras que no tienen valor alguno? De aqu
resulta dice Virchow que el hombre no puede concebir nada de lo que est fuera de l, y
que todo cuanto est fuera de l es trascendental.

He aqu, por ejemplo, cmo se expresaba, poco tiempo ha, el filsofo Fechner en su
Zendavesta: Dios, como conjunto de la existencia y de la actividad, no tiene mundo exterior
fuera de l. Es solo y nico. Todos los espritus se mueven en el mundo interior de su espritu;
todos los cuerpos en el mundo interior de su cuerpo; muvese puramente en s mismo; no
est determinado por nada externo; se determina puramente a s mismo encerrando en l los
motivos de determinacin de todas las existencias.

Qu hombre sensato es capaz de comprender semejante definicin? Un Dios en cuyo


interior corporal e individual han de moverse todos los espritus y los cuerpos todos, que slo
en s mismo se mueven y que no est limitado por nada externo! Si todos los espritus se
mueven en el espritu de Dios y todos los cuerpos en su cuerpo; si no hay mundo exterior
fuera de l, cmo puede ser un Dios personal, individual, segn lo pinta Fechner en otros
puntos? No es ms bien Dios entonces el resumen de toda existencia corporal y espiritual, o
del total del mundo mismo que la filosofa ha representado en forma de una persona, mientras
que el mundo mltiple y variado hasta el infinito es precisamente la negacin de esa
personificacin? Esta nocin de una divinidad difundida en todo el universo, y que se
manifiesta [191] inmediatamente en sus acciones, fue llamada pantesmo en un tiempo en
que las ciencias naturales no haban alcanzado la perfeccin que hoy tienen. Nuestros
filsofos modernos gustan de presentarnos manjares antiguos, dndoles nombres nuevos,
para servirlos como si fueran la ltima invencin de la cocina filosfica.

XVII
Existencia personal despus de la muerte
Creemos haber demostrado con hechos irrecusables, en uno de los captulos que preceden,
la ntima e inseparable unin del espritu y del cuerpo, del alma y el cerebro, y la absoluta
dependencia en que est el alma de su rgano material en todas sus manifestaciones. Hemos
visto al alma nacer, crecer, decrecer y caer enferma con este rgano. Si se halla fuera de
nuestro alcance darnos cuenta de la manera como se verifica esta unin, los hechos que
hemos consignado nos autorizan a afirmar que juzgamos imposible una separacin duradera
entre ambas. As como no hay inteligencia sin cerebro, as tampoco hay cerebro de una forma
y magnitud normales que no piense. Esta ley nos conduce al axioma que hemos citado al
frente de estos estudios: No hay materia sin fuerza! No hay fuerza sin materia! Es
imposible dice Moleschott que un cerebro que no est enfermo deje de pensar, as como no
es tampoco posible que el pensamiento provenga de otras substancias que del cerebro, que
[192] es su generador. Un espritu sin cuerpo es tan poco concebible como la electricidad o
el magnetismo sin metal o sin las materias en que estas fuerzas se manifiestan y aparecen a
nuestra vista. Con arreglo a esta opinin, hemos demostrado que el alma animal no viene al
mundo con ideas innatas y que no representa un ente per se, sino un producto del influjo de
las cosas exteriores, y que no hubiera nacido sin este mundo visible que la rodea. En
presencia de este conjunto de hechos, no dudar el naturalista imparcial y guiado por la
verdad en protestar enrgicamente contra la idea de una inmortalidad individual, de una
existencia personal posterior a la muerte. Con la prdida del rgano material, y saliendo de
este medio en el que los seres espirituales llegan a la individualidad y al conocimiento de su
existencia, es necesario que ese espritu que hemos visto crecer en ese doble terreno y
depender de l en un todo, cese de existir. Todos los conocimientos que ese ser ha adquirido
se refieren a cosas terrestres. No se ha reconocido, no ha tenido conciencia de s mismo sino
en esas cosas, con ellas y por ellas. No ha llegado a ser persona sino en virtud a su oposicin
a individualidades limitadas y terrestres. Cmo sera concebible ni posible que ese ser,
sustrado a condiciones que le son tan precisas como el aire vital, fuera capaz de existir ms
tiempo con igual conciencia e idntica personalidad? No es la reflexin, sino la voluntad
arbitraria; no es la ciencia, sino slo la fe, la que puede sostener la idea de una existencia
posterior a la muerte. La fisiologa dice Vogt se pronuncia categricamente contra la
inmortalidad individual, como generalmente lo hace contra todas las concepciones relativas a
la existencia especial de un alma. El alma no entra en el feto, como [193] el demonio entraba
en el energmeno, en las viejas leyendas, sino que es producto del desarrollo del cerebro, as
como la actividad muscular es producto del desarrollo de los msculos y la secrecin del
desarrollo de las glndulas. Desde el punto en que las substancias que constituyen el cerebro
vuelvan a afectar la misma forma, reproducirn idnticas funciones, &c. Hemos visto ya que
podemos destruir la actividad intelectual mediante lesiones en el cerebro. Fcil es
convencerse, observando el desarrollo del embrin y el del nio, de que la actividad
intelectual se desarrolla en razn del perfeccionamiento sucesivo del cerebro. No se conoce
en el feto actividad intelectual alguna. Despus del nacimiento es cuando se desarrolla la
actividad anmica; pero tampoco hasta despus del nacimiento adquiere insensiblemente el
cerebro el desarrollo material a que puede llegar. En el curso de la vida, la actividad anmica
experimenta cierta modificacin y cesa completamente con la muerte del rgano. La
experiencia y la observacin ms sencilla nos muestran diariamente que el efecto espiritual
perece con la destruccin de su rgano material, o sea cuando el hombre muere. No hay
aparicin real, ni la ha habido nunca, que pueda hacernos creer o admitir que el alma de un
individuo muerto contine existiendo. Ha muerto para no volver ms. Ninguna persona
razonable dice Burmeister negar que el alma de un individuo muerto deja de manifestarse
despus de la muerte. Slo los enfermos o supersticiosos han visto espritus o apariciones de
espritus.

Despus de haber dado estas pruebas en apoyo de nuestra opinin, no podemos dejar de
discutir algunos de los principales argumentos que se han dado en pro de la inmortalidad
individual. [194] Tendremos ocasin de examinar de ms cerca esta interesante cuestin,
considerndola desde algunos puntos de vista empricos. El exagerado celo con que se han
esforzado muchsimos en defender esta doctrina puede parecer sospechoso, sobre todo
cuando se ve a sus partidarios aducir frecuentemente todos los argumentos imaginables, y
parece sospechoso porque han sido raros los ataques verdaderamente graves que han
sufrido. Ese celo parece dar a entender el temor que experimentan los defensores de esta
opinin, viendo que el sentido comn y la experiencia se pronuncian contra tal hiptesis.
Extrao es que en todas pocas hayan sido, por punto general, los que ms han combatido
en pro de la inmortalidad individual, aquellos cuya alma no mereca quizs conservarse tan
larga y cuidadosamente.

En primer lugar, la escuela filosfica de la Naturaleza ha tratado de deducir la inmortalidad del


alma de la mortalidad de la materia. As como no hay dice anonadamiento absoluto,
tampoco es concebible ni posible que el alma humana, una vez existiendo, pueda ser
anonadada; la razn y las leyes de la Naturaleza rechazan semejante idea. Puede objetarse
que no existe tal analoga entre la materia y el alma en cuanto a su indestructibilidad. Mientras
que la materia visible y palpable prueba sensiblemente su indestructibilidad, es imposible
sostener lo propio respecto del espritu o del alma, que no es materia, sino nicamente
producto ideal de cierta combinacin de materias dotadas de fuerzas. Con la descomposicin
de estas materias, con su dispersin y su unin a otras combinaciones incoherentes entre s,
desaparece tambin ese efecto que llamamos alma. Si rompemos un reloj, dejar de indicar
las horas, y [195] destruiremos al mismo tiempo la idea que tenemos costumbre de formarnos
sobre semejante instrumento; no tendremos ya un reloj que indique las horas, sino un
conjunto de materias que no forman un todo. En el captulo que tratar de la fuerza vital,
discutiremos detalladamente que esa analoga se aplica tambin al mundo orgnico, que no
se rige por leyes excepcionales, como quieren creer algunos, y que se ha formado de las
mismas materias y fuerzas fsicas que el mundo inorgnico. Conforme la experiencia con este
punto de vista, nos ensea que el alma personal, no obstante su supuesta indestructibilidad,
estaba reducida a la nada durante una eternidad y no exista. Si fuera indestructible como la
materia, no slo sera tambin eterna como sta, sino que debiera tambin existir
eternamente. Pero dnde estaba cuando el cuerpo de que forma parte no haba sido
formado an? No exista, porque no hay el menor indicio que acuse su existencia, y admitirlo
sera puramente hipottico. Lo que no ha existido siempre, puede tambin perecer y ser
anonadado. Conforme es a las leyes de la Naturaleza que todo lo que nace muera. Si se
quisiera, sin embargo, deducir la inmortalidad del alma de la inmortalidad de la fuerza, se
confundira (abstraccin hecha de la falsa opinin que identifica las ideas de fuerza, espritu y
alma) una forma pasajera o una manifestacin de fuerza con esta misma. En el eterno
movimiento de las substancias y de las fuerzas, no hay nada mortal; pero esto es slo
verdadero respecto al conjunto, puesto que la individualidad est sometida al perpetuo cambio
de nacimiento y muerte. Hay un estado que podra darnos una prueba directa y emprica del
anonadamiento posible del alma individual, y es el sueo. A consecuencia de [196]
determinadas relaciones corporales, suspndense algn tiempo las funciones del rgano de la
inteligencia durante el sueo, y el alma queda anonadada. Ha volado la existencia espiritual;
slo el cuerpo existe o vegeta sin conciencia de ello y en un estado semejante al de esos
animales a quienes Flourens separ el hemisferio del cerebro. Al despertarse se encuentra el
alma exactamente en el punto donde se haba olvidado al dormirse. El largo intervalo que ha
mediado no ha existido para ella, pues se encontraba en el estado de una muerte intelectual.
Esta extraa relacin salta de tal manera a la vista, que en todos tiempos se ha comparado el
sueo a la muerte, llamndolos hermanos. Durante la Revolucin francesa, el famoso
Chaumette (1) hizo erigir en los cementerios estatuas que representaban el sueo, y escribir
sobre las puertas de estos sitios fnebres las siguientes palabras: La muerte es un sueo
eterno. Andrae, autor de una Descriptio reipublique christianopolitanae, dice: Esta es la
nica repblica que no conoce la muerte, y, sin embargo, est muy familiarizada entre ellos,
pero la llaman sueo. Para negar el hecho del anonadamiento del alma por el sueo, [197]
ctanse los ensueos, y se sostiene que estos ltimos prueban tambin la actividad del alma
durante el sueo, aunque de una manera subordinada. Esta objecin slo se funda en un
error de hecho. Sabido es que los ensueos no constituyen el estado de verdadero sueo,
sino la transicin entre el sueo y la vigilia, y que son, por consiguiente, una especie de
semivigilia. Todo el que observe con atencin puede notarlo en su propia persona. El hombre
que goza de perfecta salud ni aun conoce esa transicin, pues sabido es que no suea. El
sueo profundo carece de ensueos, y el hombre a quien se despierta de pronto es tan poco
dueo de su espritu durante algunos instantes, que la ley considera la accin como ausente
en tal estado, porque la transicin de un estado a otro es demasiado brusca y repentina.
Maury ha hecho interesantes observaciones en su propia persona, y deduce de ellas que el
ensueo es casi siempre resultado de una perturbacin, o, cuando menos, de un cambio de
alguna parte de nuestra organizacin y una reaccin de estas perturbaciones sobre el
cerebro. El hombre se asemeja durante el sueo, segn Maury, a un loco.

{(1) Chaumette fue procurador municipal de Pars durante la Revolucin de 1789, y uno de los
jefes del partido de los hebertistas. Tom el nombre del filsofo griego Anaxgoras.
Recomend las buenas costumbres, el trabajo, las virtudes patriticas y la razn. Suprimi las
casas pblicas, arroj de ellas a los mendigos y a las prostitutas, estableci un asilo para
proporcionar trabajo a los pobres, e hizo cerrar el club de mujeres que descuidaban los
asuntos domsticos por mezclarse en poltica. Hizo decretar en el municipio una orden que
impidi el culto fuera de las iglesias; prohibi las procesiones y la pompa pblica en el culto y
en los funerales, e hizo plantar en los cementerios flores agradables a la vista que esparcan
aromas deliciosos.}

Una prueba ms segura an que el sueo, si se trata de demostrar la destructibilidad del


alma, es la de ciertas afecciones morbosas. Hay ciertas enfermedades del cerebro que
provienen, por ejemplo, de sacudimientos, lesiones, &c., y que de tal manera desordenan las
funciones de este rgano, que la conciencia queda completamente anonadada y los enfermos
no tienen el ms mnimo sentimiento ni recuerdo, ni idea de su existencia corporal o
intelectual. Este estado de carencia completa de conciencia puede durar, segn las
circunstancias, mucho tiempo, y aun meses enteros. [198] Si tales enfermos se curan, se nota
generalmente que no tienen el menor presentimiento ni recuerdo de todo este intervalo, y la
vida intelectual no vuelve a comenzar para ellos sino desde la poca en que perdieron el
conocimiento. Para ellos ha sido todo este tiempo un sueo profundo o una muerte intelectual.
Estaban, por decirlo as, muertos, y han recibido por segunda vez la vida. Si en lugar de
curarse despus de este perodo, muere el individuo, no le afecta en manera alguna el
momento de esta catstrofe. La muerte corporal ha sucedido a la intelectual, sin que por ello
haya tenido l conciencia de ese momento. El individuo, como ser espiritual, ha muerto antes,
es decir, tan luego como ha perdido el conocimiento con la enfermedad. Difcil sera a los que
sostienen la inmortalidad del alma explicar este fenmeno. Creo que hasta les sera imposible
emitir una conjetura fundada que nos dijera dnde se encontraba el alma en estos intervalos
de tiempo, y qu ha hecho durante ellos. Hay un infusorio que vive en las goteras de las
casas, secndose cuando deja de correr el agua, y que cesa, por consiguiente, de existir. Esta
muerte aparente dura hasta que una nueva lluvia le vuelve a la vida. No demuestran
semejantes ejemplos que el alma es un procedimiento vital, que depende absolutamente del
movimiento de la materia?

Igualmente protestamos contra la opinin de los que, renunciando al alma personal, creen
deber admitir una materia espiritual esparcida por todo el universo, un alma universal de la
que nacen todas las dems y a la que vuelven cuando mueren. Semejantes ideas son tan
hipotticas como intiles. El admitir una materia espiritual encierra adems una contradiccin
palmaria. Materia imponderable [199] dice Burmeister implica contradiccin. La luz no es
materia, como en otro tiempo se crea, sino que nos muestra la condicin caracterstica de la
vibracin de las menores molculas de la materia existente. Rechazamos, por consiguiente, la
idea de una materia espiritual o substancia intelectual, como una quimera rechazada tambin
por la lgica y la experiencia. Por otra parte, los partidarios de la inmortalidad individual nada
ganaran con admitir semejante idea. La vuelta a un alma universal, con el anonadamiento de
la individualidad, con la prdida de la personalidad, y, por consiguiente, el olvido de toda
condicin concreta, no sera un estado distinto de la verdadera nada, y les sera indiferente a
todos que su substancia llamada espiritual formara o no parte en la constitucin de otras
almas.

Poco tiempo hace que se ha tratado de utilizar la materia espiritual o la substancia anmica
para probar la existencia individual o personal despus de la muerte. Rodolfo Wagner ha
hablado de una substancia inmaterial e individual del alma, que, combinada con el cuerpo
durante la vida, podra quizs, despus de desaparecer, pasar, como la luz, a otros espacios
del mundo y volver desde ellos a la tierra. La vaciedad de semejantes teoras, la ignorancia
que revela de las leyes fsicas, esa analoga entre el ter de la luz y la supuesta substancia
anmica, han hecho que Vogt, en su obra Supersticin y ciencia, considere como ficcin
especulativa toda esa teora inventada con el nimo de probar la existencia personal despus
de la muerte.

La creencia de que el alma humana no se separa de la materia despus de la muerte, sino


que pasa a un cuerpo ms perfecto y ms delicado, es una hiptesis contraria a todos los
hechos fisiolgicos. [200] Estos hechos nos ensean que el cuerpo humano es un compuesto
dotado de los rganos ms sutiles y perfectos, de tal manera que no podran imaginarse ms
perfectos ni ms sutiles en su gnero.
Lo mismo que bajo el punto de vista de la filosofa natural se ha protestado contra el
aniquilamiento del alma despus de la muerte, se ha tratado tambin de hacerlo bajo diversos
respectos de la moral. Estos estn tan ntimamente relacionados con las ciencias naturales,
en cuanto al dogma de la inmortalidad del alma, que es imposible dejar de hablar de ellos.
Dcese que la idea de la nada eterna es tan contraria a todos los sentimientos humanos, y de
tal modo nos volvemos contra ella, que slo esta razn bastara para probar su falsedad. Sin
detenernos a considerar esa apelacin al sentimiento, que supone un punto de vista obscuro
y poco cientfico, hay que confesar que la idea de la vida eterna es algo ms pavorosa y
risible que la idea de la nada eterna. La idea de la nada no es pavorosa para el hombre
amamantado en los principios de la filosofa. El anonadamiento, la nada, es el reposo
completo, el librarse de todos los dolores e impresiones desagradables que disgustan al ser
espiritual: por consiguiente, no hay por qu temer semejante estado. No pueden sufrirse
dolores de la nada, as como tampoco se sufren durante el sueo; slo el pensar en estas
cosas nos amedrenta. Ese temor de la muerte, que es natural en todos los hombres, desde
los ms ignorantes hasta los ms sabios y felices, no es horror a la muerte. Es, como dice con
razn Montaigne, el pensar en estar muertos, pensamiento que el que muere cree que tendr
an despus de la muerte, imaginando ver en la sombra tumba o en otro cualquier punto un
cadver que no ser l mismo, y que sin embargo [201] es su propia persona. Fichte dice con
gran verdad: Es claro que el que no existe no siente dolor alguno. Si el anonadamiento se
verifica, no es ningn mal. Muy al contrario, la idea de la vida eterna, el no poder morir, es lo
ms horroroso que ha podido inventar la imaginacin del hombre, y el terror que semejante
idea inspira desde hace mucho tiempo, se ve en el mito del judo errante Asheverus.

Conociendo los filsofos escolsticos el escaso fundamento de la doctrina de la inmortalidad


del alma, y queriendo conciliar la filosofa con la fe en una alianza contra la Naturaleza, han
recurrido a medios raros y filosficos. El deseo de nuestra naturaleza dice Carrire, el
irresistible instinto de encontrar la solucin de tantos enigmas, exigen la inmortalidad, y
muchos de los males que se sienten en la tierra estaran en extraa oposicin con la armona
universal, si no encontraran compensacin en una armona superior, y si no se creyera que
esos males sirven para purificar y hacer progresar a los individuos. Esta consideracin y otras
de igual naturaleza, dan desde nuestro punto de vista la certeza subjetiva, la instintiva
conviccin de la inmortalidad del alma, &c. Cualquiera puede, ciertamente, tener
convicciones instintivas; pero quererlas confundir con las cuestiones filosficas, es salirse de
la ciencia. O una cosa es conforme a la razn y a la experiencia, y entonces es verdadera, o
es contraria a ella, y en ese caso ni es verdadera ni puede hallar lugar en un sistema
filosfico. Puede suceder que estemos rodeados de muchos misterios, aunque esto no les
agrade mucho a algunos filsofos alemanes, y sera muy bonito que en el cielo, como en el
ltimo acto de un drama de esos que enternecen, fuera el desenlace de todo el [202]
argumento una melanclica armona o una alegra y una gratitud generales. Pero la ciencia no
tiene por qu ocuparse de lo que pudiera ser, sino de lo que existe, y a causa de numerosas
experimentos se ve precisada a deducir que el hombre slo existe durante un tiempo
determinado. La completa solucin del enigma del universo como la pide Carrire, es decir, un
conocimiento perfecto, es, por razones interiores, imposible al espritu humano. Si el hombre
llegara a ese punto, se convertira en creador y podra gobernar a su antojo la materia. Ese
conocimiento equivaldra a la disolucin, al anonadamiento, a la muerte, y no hay ser que
pueda poseerlo. Donde no hay esfuerzo no hay vida. La verdad completa sera una sentencia
de muerte para el que la hubiera comprendido, e infaliblemente perecera de apata e
inaccin. Ya Lessing, dndose cuenta de esta idea, sinti tal disgusto, que experiment, como
l dice, mucha angustia y dolor. Aun admitiendo una tendencia continua hacia otra vida ms
perfecta, no se ganara nada en cuanto a la ltima cuestin de lo finito o infinito del espritu
humano, y slo se retrasara la decisin por un tiempo limitado. La segunda vida sera una
repeticin aumentada y corregida de la primera, con los mismos defectos fundamentales,
iguales contradicciones e idntica falta de resultado. Sin embargo, as como el cesante
prefiere un empleo provisional a no tener nada, as millares de hombres se adhieren a la
perspectiva incierta y problemtica de una existencia eterna o temporal ms all de la muerte.

A esos filsofos que no vacilan, cuando se trata de la inmortalidad del alma, en abandonar los
principios que ostentan en otras ocasiones y en apelar a una vaga idea sobrenatural, a esos
no [203] vale la pena de que se les escuche. Vase lo que Fichte decreta: La existencia
infinita despus de la muerte no puede explicarse mediante simples condiciones naturales, ni
tiene necesidad de ello, porque est fuera de toda naturaleza. Si es imposible comprender
cmo es posible, bajo el punto de vista emprico, una existencia eterna, es preciso, sin
embargo, que sea posible, porque reside en aquello que est por encima de toda naturaleza.
Semejantes asertos no tienen valor sino para el que cree y quiere creer, y por consiguiente no
tiene necesidad de ello. Los dems hallarn muy natural que el hombre que discute recurra a
la crtica y examine si los argumentos son concluyentes, segn la experiencia, la razn y los
hechos de las ciencias naturales. Examinando este punto, se ver que Fichte tena razn en
decir que era preciso renunciar a la razn y a la percepcin de los sentidos para concebir la
existencia personal despus de la muerte.

Las invenciones de ciertos filsofos naturalistas que imaginan dar, mediante ciertas hiptesis,
una base cientfica a la doctrina de la inmortalidad del alma, no tienen ms valor que los
citados orculos filosficos. Drosbach, por ejemplo, ha descubierto que todos los cuerpos
contenan un nmero infinito de mnadas capaces de tener conciencia de s mismas, que
llegan poco a poco al desarrollo de la conciencia, pero que vuelven a su origen despus de la
muerte. Estas mnadas se renen de nuevo en un tiempo muy remoto o en otros globos, y
forman otro hombre que recuerda su vida anterior. Los tales animalillos problemticos son tan
impalpables, que no es posible ocuparse de ellos de tal modo.

Sanos permitido, por otra parte, hacer una [204] observacin a propsito de la inmortalidad
individual. Queremos slo indicar la porcin de imposibilidades y obstculos exteriores que
ofreceran la existencia eterna y la reunin de ese nmero infinito de almas humanas que han
vivido sobre la tierra, y cuya cultura intelectual es tan distinta y tan infinitamente divergente. La
vida eterna debe ser, segn la opinin ms unnime, un perfeccionamiento, un desarrollo de
la vida terrestre. Con arreglo a este dato, sera absolutamente preciso que toda alma
alcanzara en la tierra, cuando menos, cierto grado de cultura que sirviese de punto de partida
a grados ms perfectos. Considrese ahora el nmero de almas de los nios muertos de
poca edad, o los de los pueblos salvajes, o slo los de las clases bajas de la sociedad
europea! Habr de continuar en la otra vida, y en ms extensa escala, por medio de tales
almas la viciosa instruccin del pueblo o la educacin de los nios? Qu se har,
preguntamos nosotros, de las almas de los animales? El orgullo humano slo ha pensado en
s mismo en esta ocasin, y no ha querido ver que convena conceder al animal el mismo
derecho que al hombre.

En otro captulo demostraremos que las ciencias naturales no conocen diferencia esencial y
marcada entre el hombre y el animal, sino que en este punto, como en la Naturaleza toda,
slo existen transiciones insensibles, y el alma humana y la animal son en el fondo una misma
cosa. Difcil y aun imposible sera a los partidarios de la inmortalidad individual, que no
admiten la existencia eterna del alma de los animales, determinar los lmites donde comienza
la indestructibilidad del alma humana y del alma animal. Aqulla no se distingue de sta en
calidad, sino en cantidad, y la validez [205] de una ley general de la Naturaleza debe ser de
rigor para ambas. Si el alma del hombre es inmortal dice Burmeister, es preciso que
tambin lo sea la del animal. Ambas tienen iguales derechos a la existencia despus de la
muerte, a causa de poseer idnticas cualidades fundamentales. Si se va descendiendo de
consecuencia en consecuencia hasta las clases animales ms nfimas, a las que no se puede
tampoco negar alma, todas las razones morales que se han hecho valer en pro de la
inmortalidad individual se desprenden de s mismas, resultando de esto una infinidad de
absurdos que derriban el edificio de tan risueas esperanzas (1). Recordemos al mismo
tiempo los resultados que se desprenden de los captulos sobre la construccin del cielo y la
universalidad de las leyes de la Naturaleza, y que muestran desde el punto de vista cientfico
la imposibilidad de que exista o pueda existir fuera de nuestro planeta un punto donde se
renan las almas de los muertos, libres de las leyes de la materia.

{(1) El misionero Mofat refiere una interesante ancdota. Un miembro de la tribu de los
bechuanas (interior del frica meridional) se le present cierto da, y le pregunt ensendole
un perro: Cul es la diferencia que hay entre m y esta criatura? Decs que yo soy inmortal.
Y por qu no lo han de ser mi perro y mi buey? Cuando mueren, veis algo de sus almas?
Qu diferencia existe entre el hombre y el animal? Ninguna, sino que el hombre sabe
engaar mejor.}

Se ha sostenido, por ltimo, y se sostiene an, que la idea de la inmortalidad del alma es,
como la de Dios, innata en el hombre, y por consiguiente, irrefutable. Se ha aadido que por
esta razn no haba religin alguna que no hubiera adoptado la inmortalidad del alma como
uno de sus primeros dogmas fundamentales. Creemos haber hablado [206] bastante de las
ideas innatas. Respecto a las religiones y sectas que han desconocido la inmortalidad del
alma, podemos decir que han existido siempre. Las principales sectas de los judos no
conocan la inmortalidad del alma. Segn Richter en su Curso acerca de la existencia
individual despus de la muerte, la mayor parte de nuestros telogos estn de acuerdo en que
no hay en los libros del Antiguo Testamento, escritos antes de la destruccin de Babilonia,
seales ciertas de una doctrina relativa a la inmortalidad del alma. La doctrina de Moiss no
se refiere nunca a una recompensa en el cielo despus de la muerte. La primitiva religin de
Confucio no dice nada del otro mundo. El budismo, que cuenta centenares de millones de
proslitos, no conoce la inmortalidad, y afirma que la nada es el fin ms alto de la libertad, o
sea la exencin de los lazos terrestres.

La noble nacin de los griegos, superior por muchos conceptos a nuestro infatuado siglo, slo
conoca un imperio de las sombras, y sabido es que en la antigua Roma el dogma de la
inmortalidad tuvo pocas races y escasos partidarios. Los viajeros citan un gran nmero de
pueblos que nada saben de la creencia de una existencia individual posterior a la muerte, o en
los que es tan vaga esta creencia, que no tiene valor alguno. El doctor Helfer refiere que los
seelongs de la India creen en espritus buenos y malos que dirigen los movimientos de las
cosas naturales, hacen crecer las plantas, etc., pero no tienen idea de la vida eterna, y
contestan generalmente a esta clase de preguntas: Nosotros no pensamos en eso.

Entre los hombres ilustrados de todas las naciones y de todos los siglos, ha habido pocos
partidarios del dogma de la inmortalidad del alma, aunque [207] no han tenido inters en
hacer triunfar su opinin. Cuntos disgustos no tuvo que sufrir Voltaire por haberse atrevido a
confesar la fragilidad del espritu humano! Mirebeu dijo en su lecho de muerte: Voy a entrar
en la nada! Danton, interrogado por el tribunal revolucionario acerca de sus cualidades y su
residencia. Mi residencia exclam ser muy pronto la nada! Federico el Grande
confesaba que no crea en la inmortalidad del alma. Todo aquel que observe a los hombres en
el hogar domstico y en las situaciones crticas de la vida, puede ver cun diferentes son los
dogmas de la Iglesia, y especialmente el de la inmortalidad del alma, de las ideas de las
clases ilustradas y aun del pueblo. Ver frecuentemente los hechos en oposicin directa con
las ideas admitidas, y tendr muchas veces ocasin de or conversaciones que le probarn lo
poco o nada arraigada que est la creencia de una existencia posterior a la muerte.

Todas las tendencias de nuestra poca y todo el trabajo de la sociedad son contrarios a este
dogma. Quin puede desconocer dice Feuerbach, si tiene ojos para ver, que la creencia
en la inmortalidad del alma se ha borrado desde hace mucho tiempo, y que slo existe ya en
la imaginacin de algunos individuos, que son, sin embargo, muchos todava? Cmo
explicar el temor que tienen los hombres a la muerte, a pesar de los consuelos de la religin,
si no es aqulla el trmino de los pasajeros placeres de nuestra existencia?

Escuchemos, por ltimo, sobre este punto las palabras tan bellas como verdaderas del
filsofo italiano Pomponacio, que vivi a principios del siglo XVI: Si se quiere admitir la
inmortalidad del alma, hay que probar ante todo de qu manera puede el alma vivir sin tener
necesidad del cuerpo [208] como sujeto y objeto de su actividad. Sin las percepciones no
podramos ni sabramos pensar nada, y las percepciones dependen del cuerpo y de sus
rganos. La inteligencia es en s eterna e inmaterial; pero la inteligencia humana est ligada a
los sentidos, no conoce lo abstracto sino en lo concreto, no existe sino en la percepcin, y
est siempre sometida al tiempo, puesto que las ideas provienen y se desenvuelven
sucesivamente. Por eso es, en efecto, mortal nuestra alma, puesto que no nos queda
conciencia ni recuerdo alguno.

Este filsofo aade que la virtud que se practica por s misma es ms pura que la que se hace
por la esperanza de las recompensas. No se puede culpar, sin embargo, a los hombres
polticos que hacen ensear la inmortalidad del alma en pro del bien pblico, a fin de que los
dbiles y los malos sigan, al menos por temor y por esperanza, el verdadero camino que los
corazones nobles y libres escogen por predileccin y amor. Es una mentira estpida decir que
slo la hez de los sabios haya negado la inmortalidad, y que todos los sabios estimables la
hayan admitido. Ni HOMERO, ni PLINIO, ni SIMNIDES, ni SNECA fueron malos por no
haber abrigado semejante esperanza. Fueron hombres exentos de todo espritu mercenario.
XIX
Fuerza vital

De todas las ideas msticas que han fascinado a los filsofos de la Naturaleza (nacidas en una
poca en que las ciencias naturales estaban todava en [209] mantillas), no hay ninguna que
tanto haya perjudicado a los progresos cientficos como la que conocemos con el nombre de
fuerza vital. La ciencia moderna, basada en el empirismo, la ha relegado al nmero de las
ficciones. Se pretenda que esta fuerza orgnica era la contraria de las fuerzas inorgnicas,
como son gravedad, afinidad, luz, electricidad y magnetismo, y que constitua respecto a los
seres vivos leyes excepcionales en la Naturaleza, mediante las cuales podan esos seres
sustraerse al influjo y accin de las leyes generales de la Naturaleza, regirse por s mismos, y
formar, por decirlo as, un estado dentro de otro estado. Si prevaleciese semejante principio,
destruira nuestra tesis de la universalidad de las leyes fsicas y la inmutabilidad del orden
mecnico del mundo. Nos veramos precisados a conceder que un poder supremo interviene
en el curso de la Naturaleza, y crea leyes excepcionales que no estn sujetas a ningn
clculo. Sera abrir una brecha en el plan del universo; tendra la ciencia que desesperar de s
misma, y, como hace notar Ule con razn, habra que renunciar al estudio de toda ciencia
natural y psicolgica. Felizmente, la ciencia, lejos de ceder en esta cuestin a los insensatos
ataques de los partidarios de la dinmica, los ha vencido siempre, y ha reunido un nmero de
hechos tan evidentes, que la fuerza vital no es ms que una sombra sin cuerpo en las
ciencias exactas, y slo existe en el cerebro de los que no estn a la altura de la ciencia.
Cuantos hacen un estudio especial de algn ramo de las ciencias naturales que tenga
relacin con el mundo orgnico, rechazan unnimemente la fuerza vital. Tan desacreditado se
halla este nombre que se evita el usarlo. Nadie puede ya creer que la vida est sujeta a leyes
excepcionales, ni que se [210] sustraiga al influjo de las fuerzas orgnicas. Crese, por el
contrario, que no es ms que el producto de la accin comn de esas mismas fuerzas. En
primer lugar, la qumica ha podido patentizar que los elementos de la materia del mundo
orgnico e inorgnico son en todo y por todo idnticos; que por consiguiente ambos mundos
estn formados de los mismos principios, y la vida, en sus elementos, no puede ofrecer
ningn tomo material que no se halle tambin en el mundo inorgnico y no manifieste su
accin en el crculo de la metamorfosis de la materia. Asimismo ha descompuesto la qumica
los cuerpos orgnicos o las composiciones de las substancias de estos cuerpos en sus
elementos, extrayendo cada uno de estos ltimos en particular, como lo haba hecho en los
cuerpos inorgnicos. Este humor primitivo, segn se le llamaba, y del que se hacan nacer
todos los seres, no es ms que un contrasentido qumico. Slo este hecho bastaba para
desterrar de la ciencia toda idea de una fuerza vital. Sabemos que las fuerzas no son nada
ms que las propiedades o movimientos de la materia o que cada partcula o tomo de un
cuerpo simple posee las mismas fuerzas o idnticas cualidades invariable e
inseparablemente. Por eso un tomo semejante, dondequiera que se encuentre, cualquiera
que sea la combinacin en que entre y el papel que haga, ya resida en la naturaleza orgnica,
ya en la inorgnica, slo puede producirse siempre y en todas circunstancias de igual modo,
desarrollar las mismas fuerzas y producir idnticos efectos. Las propiedades de los tomos
son indestructibles, segn se dice cientficamente. Ahora bien; como muestra la experiencia
diaria que todos los organismos estn formados de los mismos tomos que los cuerpos
inorgnicos, y slo difieren en la [211] manera de agruparse, no puede haber fuerzas
orgnicas especficas, ni, por consiguiente, fuerza vital alguna. Toda la vida orgnica dice
con razn Mulder se explica por la accin de las fuerzas moleculares. Est averiguado que
no se puede importar nada en la Naturaleza, pues todo debe encontrarse en ella. Mulder
compara con razn el admitir la fuerza vital a una batalla dada por millares de combatientes,
en la que no hubiera ms que una fuerza vital puesta en actividad que disparara los caones,
agitara los sables, &c. El conjunto de este efecto no es, sin embargo, resultado de una sola
fuerza, de la fuerza de una batalla, sino la suma de las fuerzas y combinaciones numerosas
que obran en un acontecimiento semejante.

La fuerza vital no es, pues, un principio, sino un resultado. Una combinacin de substancias
orgnicas, al asimilarse las substancias inorgnicas que estn prximas a ella, y al
transformarlas al mismo estado en que se encuentran estas substancias orgnicas, no verifica
esta metamorfosis mediante una fuerza particular, sino por una especie de contagio, por el
cual transmite las relaciones moleculares de sus propios tomos a estas substancias, del
mismo modo que vemos pasar en el mundo inorgnico fuerzas de unas substancias a otras.
As es como podemos explicar sin trabajo el nacimiento de todo el mundo orgnico sin auxilio
de la fuerza vital.

Hemos demostrado en el captulo que trata de la generacin primitiva cmo ha podido o


debido verificarse este principio. Si hay que reconocer, pues, segn los principios generales
de la filosofa natural, que no existen leyes excepcionales para el mundo orgnico, ser an
ms clara y patente esta verdad en los casos particulares o en las [212] relaciones concretas.
La qumica y la fsica nos suministran las pruebas ms evidentes de que las fuerzas
conocidas de las substancias inorgnicas ejercen su accin en la naturaleza viva de igual
modo que en la naturaleza muerta. Estas ciencias han estudiado y demostrado la accin de
tales fuerzas en los organismos de las plantas y de los animales, a veces hasta en las ms
sutiles combinaciones. Est en la actualidad demostrado que la fisiologa o ciencia de la vida
no pude existir sin la qumica y la fsica, y que ningn procedimiento fisiolgico tiene lugar sin
las fuerzas qumicas y fsicas. La qumica dice Mialhe tiene, sin duda, parte en la creacin,
en el crecimiento y en la existencia de todos los seres vivos, sea como causa, sea como
efecto. Las funciones de la respiracin, digestin, asimilacin y secrecin slo se verifican por
la va qumica, y esta ciencia es la nica que puede descubrirnos los secretos de tan
importantes funciones orgnicas. El oxgeno, el hidrgeno, el carbono y el zoe entran, bajo
distintas condiciones, en las combinaciones de los cuerpos, y se unen, se separan y obran
con arreglo a las mismas leyes que cuando se hallaban fuera de estas ltimas. Los cuerpos
compuestos pueden presentar iguales caracteres. El agua, que debe ser considerada como el
primero de stos, y en cuanto a su cantidad como la substancia ms voluminosa de todos los
seres orgnicos, y sin la que no hay vida animal ni vegetal, penetra, ablanda, disuelve, corre y
cae, segn las leyes de la gravedad. Se evapora, se precipita y se forma dentro del
organismo, exactamente lo mismo que fuera. Las substancias inorgnicas y las sales
calcreas que encierra el agua en estado de composicin, las deposita en los huesos de los
animales o en los vasos de las plantas, [213] donde estas substancias afectan idntica solidez
que en la naturaleza inorgnica. El oxgeno del aire, que entra en los pulmones y se pone en
contacto con la sangre negra y venosa, le comunica el mismo color rojo que adquiere sta si
se le agita en un vaso al contacto del aire. El carbono que se encuentra en la sangre sufre en
este contacto las mismas modificaciones por medio de la combustin que en cualquiera otra
parte. Se puede, con razn, comparar el estmago a una retorta, en la que se descomponen,
se combinan, &c., las substancias puestas en contacto, con arreglo a las leyes generales de
la qumica. Un veneno puede neutralizarse dentro del estmago, como si este procedimiento
se verificara en el exterior. Una substancia morbosa que se haya fijado en dicho rgano, es
neutralizada y destruida por los remedios qumicos, como si este procedimiento tuviera lugar
en un vaso cualquiera y no en el interior del rgano. Los cambios qumicos que sufren los
alimentos mediante su permanencia en el estmago y en los intestinos, han sido observados
en nuestra poca hasta en sus menores detalles, y se ha descubierto su asimilacin en los
vasos y substancias corpreas. Igualmente se ha observado que las substancias simples de
los alimentos salan del cuerpo por diferentes vas, exactamente en igual cantidad en que
haban entrado, sin haber sufrido alteracin unos ni otros en formas y composiciones. Ningn
tomo se pierde en esta operacin ni se cambia en otro. La digestin es un acto meramente
de qumica. La accin de los medicamentos no es otra cosa tampoco, a menos que no se
opongan a ello distintas fuerzas. Todas las medicinas que son insolubles en las partes fluidas
del organismo, e inaccesibles por consiguiente a la accin qumica, [214] deben ser
considerados como enteramente ineficaces.

Podramos citar un sinnmero de hechos anlogos. Estas observaciones dice Mialhe nos
ensean que todas las funciones orgnicas se verifican por medio de procedimientos
qumicos, y que un ser vivo puede compararse a un laboratorio qumico, en el cual se verifican
los actos que constituyen la vida en su conjunto. No son menos claros los procedimientos
mecnicos determinados por las leyes fsicas del organismo viviente. La circulacin de la
sangre se verifica por medio de un mecanismo tan perfecto como es posible imaginar, y el
aparato que la produce se asemeja en un todo a las obras mecnicas ejecutadas por la mano
del hombre. El corazn est provisto de vlvulas como una mquina de vapor, y su juego
produce un ruido clsico y distinto. Al entrar el aire en los pulmones, roza las paredes de los
bronquios y causa el ruido de la respiracin. La inspiracin y la aspiracin son producto de
fuerzas puramente fsicas. El movimiento ascendente de la sangre, desde las partes inferiores
del cuerpo al corazn, oponindose a las leyes de la gravedad, slo puede verificarse
mediante un aparato puramente mecnico. Por un procedimiento mecnico tambin,
acompaado de un movimiento vermicular, evacua el canal de los intestinos los excrementos
de la parte superior a la inferior, y asimismo se verifican mecnicamente todas las acciones de
los msculos mediante las cuales ejecutan los hombres y los animales los movimientos de
locomocin. La ciencia dice Krahmer no duda ya actualmente de lo imposible que es que
una propiedad fsica corresponda exclusivamente a un cuerpo determinado. Sbese, adems,
que los procedimientos orgnicos [215] no son espontneos, puesto que se verifican, como
las metamorfosis del mundo inorgnico, con el auxilio del mundo exterior y de las fuerzas
fsicas inherentes a este ltimo. La fisiologa tiene, pues, completa razn, segn lo hace
notar Schaller, al proponerse demostrar hoy que no hay diferencia esencial alguna entre el
mundo orgnico y el inorgnico.

Si los efectos de las combinaciones orgnicas nos sorprenden algunas veces; si nos
aparecen extraordinarios, inexplicables y en contradiccin con los efectos ordinarios de las
fuerzas fsicas, no consiste esta dificultad en explicarlos, sino slo en las combinaciones
infinitamente variadas y complicadas de las substancias del mundo orgnico. Hemos visto en
uno de los captulos precedentes cmo pueden semejantes combinaciones producir efectos
extraordinarios en la apariencia. El objeto actual de la fisiologa es descubrir esas distintas
combinaciones. Muchas dificultades, cuya solucin pareca imposible, han sido resueltas ya
por la ciencia, y el porvenir le reserva resolver un nmero mayor. Se aproxima el tiempo en
que, segn la frase de Liebig, podr la fisiologa, auxiliada por la qumica orgnica, investigar
las causas de los fenmenos que se ocultan a nuestros ojos. Sin embargo, como en estos
fenmenos son an inexplicables muchos procedimientos; como sus relaciones interiores no
son todava conocidas; como no se ha descubierto la dependencia de cada uno de estos
procedimientos de las leyes fsicas y qumicas, se habr de afirmar por esto que esos
fenmenos no estn sometidos a esas leyes, y que exista una fuerza desconocida, dinmica,
que los rija? Semejante razonamiento sera opuesto a la ciencia. Por el contrario, no
solamente tenemos derecho, [216] sino que la ciencia nos impone el deber de manifestar,
infiriendo, segn las leyes inmutables de la induccin, lo desconocido de lo conocido, que a
todos estos fenmenos se aplica una ley universal, descubierta y confirmada con referencia a
una parte de los fenmenos orgnicos. Recordemos los experimentos hechos recientemente,
y consideremos que hace muy poco tiempo que nos son conocidos una porcin de
procedimientos cuya ignorancia haba sido el principal argumento en pro de las maravillosas
fuerzas vitales. Desde cundo se conoce el procedimiento qumico de la respiracin y la
digestin, los procedimientos misteriosos de la generacin y de la fecundacin, que pueden
compararse a los actos mecnicos ms sencillos del mundo inorgnico? El esperma no es ya,
como antes se crea, la emisin lquida de un vapor vivo y vivificador, sino una materia que se
comporta mecnicamente, con auxilio de los animalillos espermticos. Lo que en otros
tiempos se tomaba como efecto de este vapor vivificante, es efecto inmediato y mecnico del
contacto entre el huevecillo y el esperma. Cuntos procedimientos del cuerpo animal, tales
como la secrecin de partculas de substancia sobre la membrana mucosa y fuera de ella,
opuestos a las leyes de la gravedad, han parecido inexplicables y contribuido a que se
admitiera una fuerza vital, hasta que se ha descubierto el interesante fenmeno del
movimiento vibratorio, hecho basado en principios puramente mecnicos! Este notable
movimiento es independiente del influjo de la vida, y dura mucho tiempo despus de la
muerte, terminado slo con el completo reblandecimiento de las partes orgnicas por la
putrefaccin. Se ha observado en una tortuga que quince das despus de la muerte del
animal conservaban [217] su movimiento las celdillas elementales, mientras que la carne se
disolva en humores ptridos. Cunta luz no ha arrojado sobre el estudio de la sangre el
descubrimiento de las celdillas sanguneas, y el de las endosmosis y exosmosis sobre la
absorcin y la secrecin! Cunta claridad no acaba de esparcir hoy la fsica sobre la accin
fisiolgica ms maravillosa, y en apariencia ms incomprensible, del cuerpo animal, o sea la
actividad de los nervios! De ello resulta siempre con mayor evidencia el importante papel que
hace la fuerza inorgnica, la electricidad, en estos procedimientos orgnicos.

Vivir dice Virchow, es slo una forma particular de la mecnica, y aun la ms complicada;
aquella en que las leyes ordinarias de la mecnica se cumplen bajo las ms extraordinarias y
variadas condiciones, y en la cual, de consiguiente, los resultados definitivos estn separados
de los principios de la metamorfosis por una serie tan larga de trminos intermedios que
desaparecen con rapidez y slo con dificultad podramos restablecer su unin.

Se ha objetado, para mostrar la necesidad de la fuerza vital, que la qumica no poda crear
combinaciones orgnicas, es decir, esos agrupamientos particulares de elementos qumicos
en las combinaciones ternarias y cuaternarias, cuya composicin supone siempre un ser
orgnico dotado de vida y de fuerza vital. Se ha presentado adems el singular argumento de
que si no hubiera fuerza vital y la vida fuese resultado de procedimientos qumicos, sera
preciso que la qumica pudiera crear seres orgnicos y hacer hombres. A esta objecin no han
dejado de contestar los qumicos. Han demostrado que la qumica poda crear [218]
inmediatamente elementos orgnicos. Los qumicos han creado el azcar de uva y varios
cidos orgnicos. Han creado diferentes bases orgnicas, y entre otras la urea, substancia
orgnica por excelencia, en contestacin a los mdicos que les objetaban que no podan crear
los productos del organismo. Diariamente vemos crecer la experiencia de los qumicos, para
crear combinaciones qumicas de los elementos. Poco tiempo hace que el qumico francs
Berthelot ha logrado crear cuerpos inorgnicos formados de las combinaciones del carbono
con el hidrgeno, y ese descubrimiento facilita, a pesar de su aparente discordancia con la
naturaleza orgnica, un punto de partida para la composicin artificial de los cuerpos
orgnicos. Apenas hace quince aos dice el doctor Schiel se crea casi imposible, no en el
laboratorio de la Naturaleza, sino en el qumico, hacer la sntesis de las substancias
orgnicas, es decir, crear substancias orgnicas de substancias inorgnicas, y hoy se crean
con simples materias, que facilita la naturaleza inorgnica, alcohol y deliciosos perfumes,
carbn de piedra, bujas de pizarra, cido prsico, urea, taurina y otra porcin de cuerpos que
en otra poca no se crea que pudieran hacerse sino de substancias vegetales o animales.
As es que la distincin que se establece entre la qumica orgnica y la inorgnica, slo tiene
hoy un valor convencional para la clasificacin. No corresponde en manera alguna a los
fenmenos; lo que hace es facilitar su clasificacin (1). Si se quisieran deducir [219]
consecuencias de esa opinin de que la creacin de combinaciones ternarias y cuaternarias
no puede verificarse sino mediante la fuerza vital, habra tambin que admitir que los seres
orgnicos que desarrollan el principio de la vida en el grado ms alto, no tienen fuerza vital,
puesto que los animales carecen de la facultad de crear combinaciones inorgnicas y
dependen absolutamente del mundo vegetal, que es el nico que puede transformar las
substancias inorgnicas en substancias orgnicas.

{(1) Al producir artificialmente Woehler, en 1828, la urea, ech por tierra la antigua teora que
sostena que las combinaciones orgnicas slo podan formarse por cuerpos orgnicos. En
1856 cre Berthelot el cido frmico de substancias inorgnicas, es decir, de xido carbnico
y de agua, calentando estas [219] materias con la potasa custica, y sin que a ello cooperaran
planta ni animal alguno. Muy poco despus lleg a obtenerse directamente de estos
elementos la sntesis del alcohol. Y hasta puede producirse grasa artificial del cido oleico y
de la glicerina, dos substancias que pueden ser creadas por medios puramente qumicos:
este es el resultado ms extraordinario que ha dado la qumica sinttica hasta nuestros das.
(N. del A.)

Despus que Bchner escribi este libro, la qumica ha realizado progresos grandsimos. (N.
del T.)

De todos estos datos resulta (y esto no es dudoso para el que sabe apreciar los hechos y el
mtodo inductivo) que hay que desterrar de la vida y de la ciencia la idea de una fuerza
orgnica que produzca los fenmenos de la vida de una manera arbitraria e independiente de
las leyes generales de la Naturaleza; que la Naturaleza, sus substancias y sus fuerzas slo
forman un todo sin lmites ni leyes excepcionales, y, por ltimo, que la rigurosa separacin
que se pretende hacer entre el mundo orgnico y el inorgnico, es una distincin arbitraria,
porque estos dos mundos slo difieren entre s en la forma exterior y en el agrupamiento de
los tomos materiales, pero no en su esencia. Las metamorfosis de los cuerpos orgnicos
dice Krahmer corresponden a la idea de una clase, de una especie o de un gnero, mientras
que los cuerpos [220] inorgnicos no estn sometidos a semejante restriccin en sus
metamorfosis. Esto es una verdad patente para todo el que quiera creerla. Si el hierro colado
toma la forma de un clavo, corresponde a la idea de hierro colado? No corresponde ms
bien a la idea de clavo? Y sin embargo, el hierro colado y el clavo son hierro. Si la oruga se
vuelve mariposa, qu hay en esta metamorfosis de ms ni de menos que en el hierro colado
convertido en clavo? La distincin entre las formas orgnicas e inorgnicas no es ms que el
resultado de ese primer agrupamiento de las molculas, que da origen a la variedad de esas
formas. Pero la formacin del cristal demuestra que el mundo inorgnico tiene tambin leyes
determinadas para sus formas, leyes que no pueden quebrantarse y se aproximan a las del
mundo orgnico. Alegar la fuerza vital dice Vogt no es ms que andar con circunloquios
para ocultar nuestra ignorancia. En una de tantas puertas falsas que hay en las ciencias, por
donde se escapan los espritus superficiales que retroceden ante el examen de una dificultad
para contentarse con admitir un milagro imaginario.

La doctrina de la fuerza vital es hoy una causa perdida. Ni los esfuerzos de los naturalistas
msticos para reanimar esta sombra, ni las lamentaciones de los metafsicos conjurando al
materialismo fisiolgico y negndole su parte en las cuestiones filosficas, ni las voces
aisladas que sealan los hechos de la fisiologa an obscuros, nada de esto puede salvar a la
fuerza vital de su ruina prxima y completa. [221]

XX
Alma animal

Las mejores autoridades en materia de fisiologa estn casi conformes actualmente en que el
alma de los animales no difiere del alma humana en calidad, sino nicamente en cantidad.
Vogt ha tratado hace muy poco tiempo esta cuestin con su gran inteligencia, y la ha decidido
segn acabamos de indicar. No tenemos, pues, mucho que agregar a su discusin. El hombre
no tiene preeminencia absoluta sobre el animal. Su superioridad intelectual sobre este ltimo
no es ms que relativa. El hombre no tiene ninguna facultad intelectual privilegiada. La mayor
intensidad de sus facultades y su unin, es lo que le dan nicamente la superioridad. La
causa natural y necesaria de la perfeccin de las facultades del hombre est en el desarrollo
ms perfecto del rgano material de la inteligencia. As como hay una escala no interrumpida
en el desarrollo fsico de este rgano, desde el ms inferior de los animales hasta el ms
perfecto de los hombre, as tambin hay otra escala de facultades intelectuales que
corresponde a la primera, desde el ltimo grado hasta el ms alto. No puede encontrarse
diferencia esencial en la forma ni en la composicin qumica entre el cerebro del hombre y el
de los animales. Aunque sean grandes las diferencias, slo consisten en grados. Este solo
hecho, unido a los que hemos [222] mencionado sobre la relacin de las funciones
intelectuales, con la forma, magnitud y composicin del cerebro, bastara para demostrar esta
verdad.
Por una presuncin extraa ha querido el hombre llamar instinto a las manifestaciones de la
inteligencia de los animales. Pero no existe el instinto, en la acepcin que generalmente se da
a esta palabra, que slo significa, segn el doctor Weinland, una pereza de espritu para
ahorrarnos los esfuerzos que exige el estudio penoso del alma animal, o, como dice el ingls
Lewes, es una de esas palabras que ocultan a los hombres su ignorancia. No existe
impulso ciego y arbitrario que haga obrar a los animales, sino una reflexin que resulta de una
comparacin y un juicio. El procedimiento intelectual por el que se verifica esta operacin es
idntico al del hombre, aunque la fuerza del juicio sea ms dbil. Este acto de voluntad,
producido por la reflexin, est, sin duda alguna, tan restringido por las condiciones exteriores
e interiores, que la libertad de elegir resulta muchas veces nula o circunscrita a lmites
estrechsimos. Lo mismo sucede respecto a las acciones del hombre. El libre albedro de que
cree gozar, en el sentido lato de esta palabra, es slo una quimera. El mismo derecho habra
para decir, si se hicieran derivar del instinto todas las acciones de los animales, que el hombre
slo obedece en las suyas a un impulso instintivo. Pero ambas conclusiones son falsas. El
animal reflexiona, piensa, adquiere experiencia, se acuerda de lo pasado, piensa en el
porvenir, siente como el hombre, y no es difcil demostrar que lo que se crey en el animal un
instinto ciego, es resultado de la conciencia y de la inteligencia. La opinin dice Czolbe de
que los animales no tienen ideas, juicio ni raciocinio, est [223] desmentida por la
experiencia. Es el colmo de la locura dice el autor del famoso Sistema de la Naturaleza
negar las facultades intelectuales a los animales. Sienten, tienen ideas, juzgan, comparan,
eligen y deliberan, tienen memoria, demuestran amor y odio, y muchas veces son sus
sentidos ms delicados que los nuestros. La zorra no abre dos salidas a sus madrigueras, ni
persigue a las gallinas en los corrales por slo el instinto, sino deliberadamente. No es el
instinto el que hace que sean ms prudentes los animales ms viejos que los ms jvenes,
sino la experiencia. Estos ejemplos, que son numerosos y conocidos de todo el mundo,
prueban que los animales tienen reflexin y juicio. Cuantos tienen ocasin de observar a los
perros, pueden referir cosas sorprendentes de su inteligencia y sus habilidades. Lase lo que
refiere Dujardin sobre la inteligencia de las abejas, lo que sobre el talento de las cornejas dice
Burdach, lo que Vogt cuenta de los delfines y de la admirable educacin dada a un perro
joven por otro viejo. Recurdese la ancdota conocida de la golondrina que, encontrando al
regresar en primavera ocupado su nido por un gorrin, se veng del usurpador, que no quera
salir, tapando la entrada del nido. Por qu no tienen miedo los animales a quienes se caza,
especialmente los pjaros, a las personas que no llevan escopeta? Quin no conoce la
hermosa descripcin que Vogt hace del gobierno de las abejas? Quin no ha ledo el relato
de los establecimientos de perros en los campos de Amrica del Norte? El ingls Hooker dice
de los elefantes: La docilidad de estos animales es conocida desde la antigedad, pero
pierde mucho en las descripciones. La bondad, docilidad e inteligencia de estos animales es
tan sorprendente, [224] que me pareci que no haba ledo ni odo nunca nada de ella.
Nuestro elefante era excelente, y tan dcil, que se le haca recoger con la trompa una piedra y
entregrsela por cima de su cabeza al jinete, que de este modo no tena precisin de apearse
en sus excursiones geolgicas. Preciso es haber visto y frecuentado ciertas clases
inferiores de nuestra sociedad para comprender que no est en manera alguna interrumpida
la escala intelectual del animal al hombre. Sin hablar de las razas humanas inferiores,
encuntranse a veces individuos en la poblacin europea cuyo estado intelectual es tal, que
se pregunta uno si son superiores a un animal inteligente. Los idiotas, que son tambin
criaturas humanas, no son inferiores a los animales? Qu diferencia notable hay entre el
negro y el mono? Hemos visto en el jardn zoolgico de Amberes un mono que tena en su
jaula una cama completa donde se acostaba, arropndose como un hombre. Haca juegos
con aros y pelotas, dirigindose a los espectadores como si quisiera hablarles y mostrarles su
habilidad. Se not que pasaba el dedo por el perfil o silueta que produca su sombra
proyectada en la pared. La vista de este animal causaba pena, porque no era fcil
acostumbrarse a la idea de que un ser que pensaba, que senta y que se asemejaba al
hombre, estuviese encerrado en una jaula. El negro, por su parte, segn la excelente
descripcin de Burmeister, se aproxima notabilsimamente al mono, tanto en su naturaleza
espiritual como fsica. Tiene la misma mana de imitacin, la misma cobarda, en una palabra,
los mismos rasgos caractersticos. La historia de los negros los muestra, segn dice un
corresponsal de la Gaceta Universal, medio tigres, medio monos, como tambin a los
habitantes de Tait. [225] Burmeister pinta al hombre primitivo del Brasil como un animal en
todas sus acciones, privado de toda inteligencia superior. Hope refiere que en los desiertos
del interior de Borneo y de Sumatra, y en las islas de la Polinesia, andan errantes muchas
hordas salvajes que tienen una semejanza completa con el babuino, y cuyo cuerpo y espritu
presentan escasa superioridad sobre los del bruto. Tienen poca memoria y menos
imaginacin; parecen incapaces de recordar el pasado ni prever el porvenir, &c. Nada les
hace salir de su apata, a no ser el hambre, y no se nota en ellos ms facultad intelectual que
esa astucia brutal y baja que pertenece al mono.

Ctase con frecuencia el lenguaje como rasgo caracterstico que distingue al hombre del
animal, aadiendo que es el abismo que media entre ambos. Los que presentan esta objecin
no saben ciertamente que los animales tambin hablan. Hay una porcin de ejemplos que
prueban que los animales poseen en el ms alto grado la facultad de comunicarse sus ideas,
aun sobre cosas enteramente concretas. Dujardn coloc en el hueco de una pared, y muy
lejos de las colmenas, un vaso con azcar. Una sola abeja que haba descubierto este tesoro
grab en su memoria el estado de sitio, volando alrededor de los bordes del hueco y
tocndolos con la cabeza; despus de este examen, marchse volando y volvi con un
enjambre de compaeras que se echaron sobre el azcar. No se haban hablado estos
animales? Infinitos ejemplos demuestran que las aves se comunican detalladamente una
porcin de cosas, se conciertan, &c. Fraviere, en su obra sobre las abejas y su educacin,
refiere las cosas ms extraordinarias, descubiertas por una observacin minuciossima sobre
[226] el lenguaje y la facultad de comunicarse de estos insectos. El medio empleado por los
camellos para colocar centinelas y avisarse de la proximidad del peligro, demuestra tambin
plenamente aquella facultad. Es indudable que no han podido existir cazadores de camellos
antes de existir stos. Han aprendido, pues, por mero instinto a tomar semejantes
precauciones? Muchos animales que viven asociados eligen un gua y se ponen
voluntariamente a sus rdenes. Puede acontecer esto sin haber comunicaciones por ambas
partes?

Pero no comprendiendo el hombre la lengua de los animales, cree que vale ms negarla. El
ingls Parkyns, que ha viajado por Abisinia, observ algn tiempo las costumbres de los
monos y hall que tenan una lengua tan inteligible para ellos como la nuestra para
nosotros. Los monos dice Parkyns tienen jefes, a los cuales obedecen mejor que los
hombres a los suyos, y han organizado un verdadero sistema de pillaje. Si una de las tribus
baja de las rocas que habitan para robar, por ejemplo, en un campo de trigo, lleva a todos sus
miembros, machos y hembras, viejos y jvenes. Despus de haber elegido guas y
exploradores entre los ms viejos de la tribu, conocidos por sus pelos largos y espesos,
examina cuidadosamente todas las hondonadas antes de bajar, y trepa a todas las rocas
desde donde se puede descubrir la comarca. Otros centinelas cubren los flancos y la
retaguardia, y su vigilancia es exquisita. De cuando en cuando se llaman y se contestan, para
participarse mutuamente que todo va bien o que hay peligro. Son tan acentuados sus gritos,
tan variados y tan claros, que al fin se comprende, o al menos as se cree. Al menor grito de
alarma se detiene toda la tribu y presta odo hasta que un segundo grito [227] de diferente
entonacin les hace seguir andando.

Un observador ha referido hace poco tiempo que haba asistido un da de primavera al


interesante espectculo de una junta de golondrinas. Una pareja de estos animales haba
comenzado a construir su nido bajo el techo de una casa. Un da llegaron otras golondrinas y
se entabl una larga discusin entre stas y las propietarias del nido. Puestas todas sobre el
techo de la casa, y no lejos del comenzado nido, cantaban y gorjeaban haciendo gran ruido.
Despus que hubo durado algn tiempo esta deliberacin, y mientras que algunas se
separaban de las dems para inspeccionar el nido, se disolvi la asamblea. El resultado fue
que la pareja abandon el nido que antes haba principiado, y se puso a construir otro en un
sitio mejor elegido (1).

{(1) Refirese un hecho ms notable an, ocurrido recientemente. En los alrededores de una
casa de campo, situada en el pueblo de Weddenfort, cerca de Magdeburgo reunironse varias
cigeas, y despus de una seria deliberacin, condenaron a una cigea por adltera. Su
marido y las dems cigeas la mataron a picotazos y la echaron fuera del nido. Segn las
observaciones de ciertos barqueros ingleses llamados punters, los patos salvajes tienen
reuniones parlamentarias y votan. Hasta ahora no conocen de la lengua de los patos, los
mencionados barqueros, ms que los graznidos de aviso y de seguridad. Pero estas aves
tienen, como los dems animales, expresiones particulares para significar sus sensaciones de
alegra, de dolor, de hambre, de amor, de miedo, de celos, &c., y algunos punters
experimentados los comprenden cuando hablan de marcharse, de descansar, de peligro, de
clera, &c. Estos trminos varan tambin con las especies. A cada viaje matutino precede
una discusin viva y acalorada, que dura de diez a veinte minutos, [228] y hasta despus de
esta deliberacin no se ponen en marcha. Refirese tambin que un pato hembra que haba
cado enfermo al empollar sus huevos, fue a buscar a otro y le habl a su manera. A
consecuencia de esta conversacin, el ltimo reemplaz al enfermo que se coloc al lado del
otro y muri una hora despus. Segn F. W. Gruner, la zorra tiene en la voz inflexiones y
entonaciones muy distintas. El perro ladra cuando est alegre de un modo muy distinto que
cuando est furioso. El lenguaje mmico y de sonido de los insectos (abejas, hormigas,
escarabajos, &c.), mediante antenas y los diversos movimientos de las alas, es muy rico y
variado.}

Los animales, se nos dir, tienen una lengua, pero no es susceptible de perfeccionamiento.
Este es otro error. Sin hablar del perfeccionamiento posible o real de la lengua de los
animales, por la [228] misma razn de que sabemos poco o nada de ella puesto que no la
comprendemos, existen sin embargo una porcin de hechos y observaciones que demuestran
que la voz de los animales, as como sus gestos y su mmica, son susceptibles hasta cierto
punto de desarrollo y perfeccionamiento, hechos que son desconocidos indudablemente para
aquellos que acostumbran a juzgar superficialmente por las apariencias o por abstracciones
filosficas. Por esta razn se notan esenciales diferencias en los sonidos de la voz de los
animales salvajes enjaulados y de la misma especie. Si en este sentido volvemos a
ocuparnos del hombre, preguntaremos de qu desarrollo es susceptible el lenguaje de un
negro, y en general del de los pueblos salvajes, de los cuales dicen los viajeros que hablan
ms bien por signos que por sonidos articulados. La lengua de los salvajes, que acabamos de
ver descrita por Hope, consiste en algunos sonidos roncos y speros. El lenguaje del
bosquimano es tan pobre de palabras, segn Reinchenbach, que slo consiste en una
especie de aullidos producidos por la lengua, en tonos rudos y guturales que nosotros no
podemos expresar con nuestros caracteres, y adems de esto, en muchos casos se ve
obligado a hacer gestos para darse a entender. Sabemos, por el contrario, que [229] las
facultades intelectuales de los animales son en general susceptibles de desarrollarse y de
perfeccionarse como las del hombre. Qu de cosas admirables no vemos ejecutar a ciertos
animales educados! Qu diferencia entre el perro de caza enseado y el que no lo est! Esta
instruccin no es, como se cree, puramente mecnica. Consiste en una verdadera educacin,
en el modo de hacer comprender al animal el objeto que se quiere que alcance. Sera
posible que cazara el perro sin tener conocimiento del fin que se propone? Tampoco hay que
atribuir la causa de la larga y penosa educacin del animal el objeto que se quiere que
alcance. Sera posible que cazara el perro sin tener conocimiento del fin que se propone?
Tampoco hay que atribuir la causa de la larga y penosa educacin del animal a su falta de
inteligencia, sino ms bien a la imposibilidad de comunicarse directamente con l. Hay que
emplear los mismos medios de que nos servimos en la penosa instruccin de los
sordomudos. Pero sabido es que aun sin estar educados, todos los animales enjaulados o
domsticos se convierten, por el trato con el hombre, en seres ms inteligentes que en el
estado de naturaleza.

La afirmacin de que la inteligencia del hombre es la nica susceptible de desarrollo y


progreso, y que la del animal permanece eternamente estacionaria sin el impulso del hombre,
no es justa, ni puede adems establecer con seguridad la diferencia esencial entre el alma
humana y el alma animal. Es un hecho notorio que la inteligencia de las razas humanas
menos educadas no tiene ese movimiento espontneo, y no encuentra, por esa razn, lugar
alguno en la historia de la civilizacin. Hemos mencionado adems, en uno de los
precedentes captulos, que el gnero humano, en su totalidad, ha necesitado un tiempo
infinitamente largo, en comparacin con el tiempo histrico, para llegar a sentir ese impulso
espontneo.

Es, pues, imposible negar la transicin insensible [230] que, por numerosos grados
intermedios, liga al animal con el hombre, tanto respecto a las facultades intelectuales como a
las corporales, y los que la nieguen prefieren poner su opinin por cima de los hechos. Todas
las diferencias conocidas que se han hecho valer en pro de una separacin rigurosa, no son
sino relativas por su naturaleza, y en manera alguna absolutas. Cmo podra suceder de
otro modo? La accin recproca y variada de las substancias y de las fuerzas en la Naturaleza
debe tambin dar lugar a las ms variadas producciones, las cuales no tienen lmites entre s,
y se desarrollan en todos sentidos en una no interrumpida continuidad. La Naturaleza no tiene
lmites; pero la inteligencia del hombre, que tiene la mana de sistematizarlo todo, cree
conocerlos. Por esta razn no conviene al hombre colocarse por encima del mundo orgnico,
considerndose como un ser de distinta naturaleza y de origen superior. Mejor le resulta, por
el contrario, reconocerse como el lazo slido e indisoluble que le liga a toda la Naturaleza.
Tiene el mismo origen y el mismo fin que todo lo que vive y florece.

Lo que no contribuye poco dice Darwin a ocultarnos, por tanto tiempo y tan grandemente
la parte psicolgica del mundo animal, es la antigua creencia de que el hombre, nico ser
dotado de razn, est separado de los animales por un abismo insuperable. Una vez exentos
de esa preocupacin, y penetrados de la idea de que el mundo animal contiene, no slo bajo
el punto de vista fsico, sino tambin bajo el intelectual y moral, todos los elementos humanos,
anmicos y corporales, podremos crear una psicologa comparada, del mismo modo que lo
hemos hecho con la anatoma comparada. [231]

El profesor Cotta refiere un hecho notable, y que Darwin fue el primero en observar en las
islas de Keeling. Consiste en un cangrejo que abre de una manera particular las nueces de
coco con las patas en forma de pinzas, y se come la almendra que contienen. Se ha querido
encontrar en este hecho la prueba de un instinto innato, y el naturalista que lo refiere parece
inclinado a ver en l una prueba de la suprema sagacidad del Creador. Extrao es que un
naturalista pueda tener semejante idea, y creemos haber refutado toda esta doctrina en uno
de los captulos precedentes. Es indudable que ese animal haba hecho el experimento de
semejante relacin, y de las nueces de coco en particular, antes de ocurrrsele emplear as
sus patas. Pero querer hallar en esto otra cosa, y particularmente creer que le haban
regalado el aparato de las patas en forma de pinzas para abrir las nueces de los cocos, sera
absurdo y temerario. Fundndose en esto, podra sostenerse que el hombre ha sido creado
para hacerse transportar por ferrocarriles, que ha construido las locomotoras por instinto, y
que le han dado las piernas para montar en los vagones.

XXI
Libre albedro

El hombre, es obra de la Naturaleza como ser fsico e inteligente. Dedcese de aqu que no
slo todo su ser, sino todas sus acciones, su voluntad, su inteligencia y sus sentimientos,
estn fatalmente sometidos a las leyes que rigen al universo. [232]

Slo una observacin superficial y limitada del ser humano puede admitir que las acciones de
los pueblos y los individuos son resultado de un completo libre albedro con conciencia de s
mismo. Por el contrario, un estudio ms profundo nos hace ver que el individuo se halla en tan
ntima relacin con la Naturaleza, que el libre albedro y la espontaneidad hacen un papel muy
secundario en sus acciones. Este estudio nos muestra tambin que todos los fenmenos que
se han atribuido hasta ahora a la casualidad y al libre albedro estn regidos por determinadas
leyes. La libertad humana de que tanto se envanecen los hombres dice Espinosa no es
ms que la conciencia de su voluntad y la ignorancia de las causas que la determinan.

Los conocimientos que poseemos de estas leyes no son resultado de la teora, sino de
hechos numerosos, que principalmente debemos a la estadstica. Esta ciencia moderna ha
revelado leyes determinadas en una infinidad de fenmenos que se atribuan a la casualidad
o al libre albedro. Al considerar cada uno de estos fenmenos separadamente, perdemos
muchas veces de vista el punto de apoyo necesario para reconocer la verdad de esas leyes.
En conjunto, vemos, por el contrario, a la humanidad y a los hombres sometidos a un orden
de cosas que los domina fatalmente hasta cierto punto. Puede decirse, sin exageracin, que
la mayor parte de los mdicos y psiclogos prcticos se colocan hoy en la antigua
controversia de la libertad humana al lado de aquellos que sostienen que los actos de los
hombres dependen siempre, y en ltimo resultado, de ciertas necesidades fsicas, y que el
libre albedro hace un papel muy subordinado, y a veces nulo, en todo acto aislado. Para [233]
probar esta importante verdad no tenemos la pretensin de tratar a fondo esta inagotable
materia, puesto que sera preciso recorrer casi toda la extensin de los conocimientos
humanos. Con todo, nuestra demostracin est demasiado ligada a la idea del estudio
emprico y filosfico de la Naturaleza para no apoyar nuestra tesis con algunos hechos.

Las acciones y la conducta del individuo dependen del carcter, costumbres y juicio del
pueblo o nacin a que pertenecen; pero esa misma nacin es en cierto modo producto
necesario de las relaciones exteriores en que vive y se ha desarrollado.

Galtn dice: La diferencia del carcter moral y constitucin fsica de las diversas tribus del
frica meridional tienen una relacin ntima con la forma, el suelo y vegetacin de los distintos
pases que habitan. Los bosquimanos, que tienen el cuerpo nervioso y son de muy pequea
estatura, ocupan los pases ridos y elevados de la meseta o llanura interior, cubiertos
solamente de espesos matorrales y arbustos. En las comarcas abiertas, montaosas,
accidentadas y de pastos, residen los damares, pueblo de pastores independientes, donde
cada jefe ejerce la soberana en su reducida familia. La raza ms civilizada, la de los
ovampos, ocupa las ricas comarcas del Norte, que pertenecen a Inglaterra. Segn Desor, la
historia, costumbres y carcter de las tribus indias de Amrica, que este autor divide en indios
de las llanuras y de los bosques, se ajustan a las diversidades del suelo que habitan. Segn la
frase de Carlos Mller, el desierto ha transformado en gato a su habitante el beduino, y la
divisa de esta raza prfida es, como dice la Memoria del general Daumas: Besa al perro en
la [234] que te d lo que quieres. Hace prximamente 230 aos dice Desor que los
primeros colonos verdaderamente ingleses bajo todos conceptos, abordaron a la Nueva
Inglaterra. En tan poco tiempo se ha operado un profundo cambio en esos colonos; el tipo
americano se ha desarrollado. Puede atribuirse este resultado principalmente a la influencia
del clima. El tipo americano se distingue por su poca gordura, por el cuello largo y por el
temperamento activo y febril siempre. El escaso desarrollo del sistema glandular que da al
rostro de las americanas esa expresin tierna y pavorosa; el espesor, la longitud y la
sequedad de los cabellos, pueden provenir de la sequedad del aire. Se cree haber notado que
la agitacin de los americanos aumenta mucho con el viento Nordeste. Resulta de estos
hechos que el grandioso y rpido desarrollo de Amrica es en gran parte resultado de
relaciones fsicas. Lo mismo que en Amrica, los ingleses han dado origen a un nuevo tipo en
Australia, principalmente en la Nueva Gales meridional. Los hombres son all muy altos,
delgados y musculosos, y las mujeres de una gran belleza, aunque muy fugaz. Los nuevos
colonos les dan el apodo de cornstalks (briznas de paja). El carcter del ingls lleva el sello
del cielo sombro y nebuloso, del aire pesado y de los estrechos lmites de su pas natal; el
italiano, por el contrario, nos recuerda en toda su individualidad el cielo eternamente hermoso
y el ardiente sol de su clima. Las ideas y los cuentos fantsticos de los orientales estn en
ntima relacin con la feracidad de la vegetacin que los rodea. La zona glacial slo produce
dbiles arbustos, rboles raquticos y una raza de hombres pequeos, poco o nada accesibles
a la civilizacin. Los habitantes de la zona trrida no son [235] tampoco aptos para adquirir
una cultura superior. Slo en los pases donde el clima, el suelo y las relaciones exteriores
ofrecen cierta medida y un trmino medio, puede el hombre adquirir el grado de cultura
intelectual que le da una preponderancia tan grande sobre los seres que le rodean (1).

{(1) Aun en esta cultura sigue siendo el hombre producto de las relaciones a que est
sometido. La historia nos presenta numerosos ejemplos de este hecho. Los mismos romanos,
que haban mostrado durante la Repblica tantas virtudes sublimes, consideraban en el
imperio como un honor ofrecer sus mujeres e hijas a los deseos de sus tiranos y de los
favoritos de stos. Esa Roma, en otros tiempos tan rgida, se llen de todos los vicios y todos
los crmenes. En las pocas llenas de agitacin grandiosa aparecen en masa los grandes
hombres y los caracteres dignos de admiracin. En pocas posteriores se reproduce una
paralizacin que mata el espritu y hace imposible todo acto generoso.}

As como el carcter y la historia de los pueblos dependen, por punto general, de las
relaciones de la naturaleza del pas y del estado social de donde han tomado desarrollo, as el
individuo, por su parte, es tambin producto, resultado de efectos exteriores e interiores de la
Naturaleza, no slo en cuanto a su existencia fsica y moral, sino tambin en todos los
momentos de su accin. Esta depende en primer lugar de su individualidad intelectual. Pero
cul es esa individualidad intelectual que obra de una manera absoluta sobre el hombre y
determina su conducta, sin hablar de las circunstancias exteriores que en ella intervienen, de
modo que el libre albedro no hace sino un papel muy subordinado? Es ms esa
individualidad intelectual que el resultado necesario de las disposiciones corporales e
intelectuales por la educacin, la instruccin, el ejemplo, la posicin, la fortuna, el sexo, la
nacionalidad, el clima, el suelo, la poca, &c.? El [236] hombre est sometido a la misma ley
que las plantas y los animales, y esa ley se manifiesta, segn hemos visto, con rasgos muy
marcados en el mundo primitivo. As como la planta depende del suelo donde ha echado
races, no slo con relacin a su existencia, sino tambin con respecto a su magnitud, forma y
belleza; as como el animal es pequeo o grande, enjaulado o salvaje, hermoso o feo, segn
las relaciones exteriores; as como el entozoario cambia de forma segn el animal en que vive
y reside, as el hombre, en su ser fsico e intelectual, es tambin producto de las mismas
relaciones exteriores, de los propios accidentes, de iguales disposiciones, y no es por
consiguiente el ser espiritual independiente y libre que pintan los moralistas. Hay quien tiene
instintos benvolos, y todas sus acciones revelan ese rasgo caracterstico: es caritativo,
conciliador, amado de todo el mundo, y no tiene otro goce que satisfacer ese instinto. Si la
probidad es el rasgo caracterstico de todo hombre, en las situaciones todas de su vida llenar
fielmente sus deberes y pondr fin a sus ideas si no puede cumplir su palabra. El aturdido se
ve impulsado por su natural disposicin a acciones que le ponen muy cerca del malvado y le
igualan a veces a ste. Otro tiene el carcter violento, destructor, y la razn y la reflexin le
contienen con trabajo dentro de ciertos lmites. Otro manifiesta mucho afecto a los nios, es el
amigo ms tierno de stos y el mejor de los padres, y nos parece duro e insensible otro que
no tenga esta facultad. La vanidad o el deseo de agradar puede ser causa de los mayores
crmenes o de las ms perversas acciones, y la firmeza y energa de carcter puede conducir
a un hombre, dotado de talentos muy medianos, a los ms brillantes resultados de la [237]
fortuna. Cuntas perversidades y qu de increbles excesos no han causado el instinto del
hombre hacia lo sobrenatural!

Todas estas inclinaciones que se desarrollan bien por sus disposiciones naturales o
adquiridas, bien por la educacin, la cultura, el ejemplo, &c., ejercen tal imperio sobre el
hombre, que casi nada puede sobre ellas la reflexin ni la religin. Por experiencia sabemos
que el hombre gusta de seguir sus instintos. Socorremos a un hombre que sufre, no porque
las leyes de la moral as lo mandan, sino porque nos induce a ello la compasin. Feuerbach
pone en boca de uno de sus personajes las siguientes palabras: Las acciones de los
hombres no dependen en manera alguna de lo que piensen de Dios, pues obran segn sus
inspiraciones y sus hbitos. Sucede muchas veces que un hombre, conocedor de su
carcter, sabedor de las faltas que cometer, &c., es incapaz de luchar con xito contra esta
fuerza intelectual. De aqu provienen las muchas y extraas contradicciones que se observan
en la naturaleza moral del hombre. La piedad y el amor a los nios, los sentimientos morales
que llegan hasta el enternecimiento en los mayores criminales, son cosas que no se pueden
explicar sino en virtud de ese natural impulso.

No slo la naturaleza moral del hombre, sino tambin cada una de sus acciones, a menos que
no emanen de esa misma naturaleza, estn en parte determinadas y dominadas por
influencias fsicas que limitan el libre albedro. Quin no conoce la fuerza que ejerce el influjo
del clima y de la temperatura sobre nuestro espritu, y quin no lo ha experimentado en s
propio? Nuestras resoluciones varan con el barmetro, y una porcin de cosas que creemos
haber hecho por nuestra voluntad, [238] han sido resultado de esas condiciones accidentales.

Las disposiciones corporales ejercen tambin un influjo casi irresistible sobre nuestras
disposiciones intelectuales y nuestras resoluciones. El joven dice Krahmer tiene otras
ideas que el anciano; el hombre que est acostado piensa de distinto modo que el que est
de pie; el que tiene hambre piensa diversamente que el que est harto; el que est alegre, de
otro modo que el que est triste o irritado. &c. Hemos hablado antes del funesto influjo que
ejercen las enfermedades orgnicas sobre la inteligencia y las acciones de los hombres.
Muchas veces se han cometido horrorosos crmenes sin la voluntad de sus autores, y slo por
las disposiciones corporales anmalas en que se hallaban. Hasta nuestros das no ha
esparcido la ciencia alguna luz sobre estas singulares relaciones, encontrando enfermedades
donde antes se crea ver el libre albedro del individuo.

Como consecuencia de los hechos que acabamos de consignar, no podrn negar aquellos
cuyas miradas penetren en el fondo de las cosas que la idea del libre albedro humano debe
encerrarse, en la teora y en la prctica, dentro de los ms estrechos lmites. El hombre es
libre, pero tiene las manos atadas, y no pude traspasar ciertos lmites que le ha impuesto la
Naturaleza. Lo que se llama libre albedro dice Cotta no es otra cosa que el resultado de
los motivos ms poderosos. La mayor parte de los crmenes que se cometen contra el
Estado o la sociedad son resultado de las pasiones o de esa ignorancia que previene de una
instruccin defectuosa o de una debilidad intelectual, &c. El hombre instruido sabe evitar los
obstculos que le molestan sin violar la ley, pero el [239] hombre inculto no tiene otro medio
que el crimen para conseguir ciertos deseos; es vctima de su posicin. Para qu le sirve el
libre albedro al que roba y asesina por necesidad? Cul es el discernimiento del hombre
cuyo carcter destructor y disposiciones a la crueldad son grandes y dbiles sus facultades
intelectuales? La debilidad de espritu, la indigencia y la falta de educacin son las tres causas
principales de los crmenes. Los criminales son, en su mayor parte, desgraciados ms dignos
de compasin que de odio y menosprecio.

Por eso dice Forster haramos bien en no juzgar ni condenar a nadie (1). Tocamos un
punto que no podemos pasar en silencio, aunque parezca extrao a nuestras investigaciones
tericas, por su significacin completamente prctica. Un estudio de la Naturaleza y del
mundo, exento de preocupaciones y basado en hechos infinitos, ha reconocido que las
acciones humanas en general, y del individuo en particular, estaban determinadas por la
existencia de ciertas necesidades fsicas que encierran en los ms estrechos lmites al libre
albedro. De aqu se ha querido deducir que los partidarios de esta doctrina trataban de negar
el discernimiento del crimen, absolver a todos los criminales y precipitar a la sociedad en la
anarqua. Vamos a abordar seguidamente la ltima parte de este ataque, que por cierto se ha
dirigido ya mil veces contra las ciencias naturales. En cuanto a la [240] primera parte, es
demasiado absurda para merecer que se la refute. Nunca ha demostrado sistema cientfico
alguno con ms evidencia la necesidad de un orden social y poltico como aquel al que deben
sus progresos las ciencias naturales, ni jams ningn naturalista moderno ha tratado de
disputar al Estado el derecho de legtima defensa, ni el de rechazar los ataques dirigidos a la
sociedad. Pero los partidarios de las ideas modernas creen sin duda que hay que deducir
conclusiones diferentes con relacin al crimen, y querran proscribir ese odio cobarde e
irreconciliable que el Estado ha difundido hasta nuestros das en contra del perturbador.
Cualquiera que est penetrado de estas ideas no pude reprimir un sentimiento de
conmiseracin hacia el infeliz que ha producido el desorden, sin dejar por eso de rechazar con
horror la accin que puede turbar el orden social. Conmovido por un sentimiento
verdaderamente humano, prefiere las medidas que impiden el crimen a las que le castigan.

{(1) Segn las investigaciones de Saure sobre las causas de enajenacin mental en las
crceles, existe la mayor analoga entre los dementes y cierta clase de prisioneros,
compuesta de gentes de una organizacin viciosa. Saure cree que valdra ms trasladar una
parte de la poblacin de las crceles al hospital de locos. Segn el mismo autor, es
considerable en el siglo XIX el nmero de sentencias condenatorias de dementes.}

Desde que han penetrado en el pueblo los resultados generales de la filosofa de las ciencias
naturales, se ha fingido el temor de considerables perjuicios para la sociedad a causa de sus
sentencias materialistas. Se ha profetizado la destruccin de todas las ideas morales, y, de
consiguiente, la ruina de la sociedad. Slo la completa ignorancia de los mviles sociales
puede hacer temer semejante catstrofe. En todos tiempos se han hecho las mismas
predicciones, sin realizarse nunca.

La sociedad reposa en fundamentos mucho ms slidos de lo que suponen esos falsos


profetas. Fcil sera demostrar que el naturalismo no desconoce las ideas morales, en cuanto
sirven de fundamento a la sociedad, y que esta teora no puede [241] atentar en manera
alguna a su existencia. Pero esta discusin nos hara salir de los lmites de nuestro objeto.
Podemos, sin embargo, indicar en parte el camino que debe seguir quien quiera conocer los
pormenores de estas relaciones. La sociedad est basada en los principios de necesidad y
reciprocidad. El principio de necesidad es idntico a las restricciones a que est sometido el
libre albedro, y no queda perturbado directamente por la diversidad de ideas generales sobre
el mundo sino slo de una manera inmediata, y en tal caso muy dbilmente. Pero all donde
no ejerza su accin el principio de la necesidad, le reemplaza una accin de reciprocidad.

Representa este principio un mecanismo tan complicado como la ya mencionada relacin de


las materias y fuerzas de la Naturaleza. Querer reconocer, explicar o dirigir este mecanismo
segn un principio general, es imposible a nuestros ojos. Con todo, bajo nuestro punto de
vista, creemos poder sostener que las ideas de Dios y del mundo, o los motivos morales que
deben desaparecer ante el naturalismo, slo ejercen un influjo imperceptible en la marcha de
la sociedad. Hay que admirarse de que nuestra sociedad sea tan susceptible, con respecto a
ciertas verdades demostradas por las ciencias, cuando la virtud social es slo una hipocresa
disfrazada bajo el velo de la moral. Arrjese una mirada imparcial sobre esa sociedad, y
dgasenos si obra por motivos virtuosos o puramente morales. No es la sociedad hoy, en
efecto, una verdadera batalla? No se asemeja a una carrera desenfrenada en que todos
hacen lo que pueden por adelantar a los otros y anonadarlos? No podra decirse de esta
sociedad lo que Burmeister dice de los brasileos: Hace cada uno cuantas malas [242]
acciones cree que puede cometer impunemente, engaa a los dems y abusa de ellos cuanto
puede, persuadido de que los otros haran con l lo mismo? Al que obrara de otro modo se le
considerara como imbcil y tonto. No es el egosmo ms refinado lo que pone en
movimiento el mecanismo social, y no nos pintan incesantemente muchos hombres
distinguidos que conocen la sociedad europea la cobarda, la hipocresa y la deslealtad que
en ella reinan? Una sociedad que permite morir de hambre a los hombres en el dintel de
casas que rebosan abundancia; una sociedad cuya fuerza consiste slo en que el fuerte
oprima y explote al dbil, no tiene derecho a quejarse de que las ciencias naturales derroquen
los fundamentos de su moral. El que sepa apreciar las ideas que defendemos, ideas que
persiguen a muerte a toda la chusma de fariseos, hipcritas, jesuitas, msticos y beatos,
puede figurarse un edificio social ms perfecto, basado en la dignidad y la igualdad de todos
los hombres. Por lo dems, la antigedad nos ofrece ya en parte un espectculo parecido.

Cualquiera que sean las ideas que tengamos sobre el mundo y la inmortalidad, no quedar
por eso la sociedad destruida. Y si nuestras ideas fueran falsas, si no se pudieran destruir las
preocupaciones en la parte ms ilustrada de la sociedad sin causar perjuicios a la sociedad
entera, les quedara a la ciencia y a la filosofa emprica la satisfaccin de decir: La Verdad
est por cima de todas las cosas divinas y humanas, y no hay razones bastante poderosas
para rechazarla!

La Verdad dice Voltaire goza de imprescriptibles derechos, y como siempre es tiempo de


descubrirla, no est nunca fuera de razn el defenderla. [243]

XXII
Conclusin

Pronto har veinte aos dice Goethe en sus obras pstumas que los alemanes se han
dado al transcendentalismo. El da en que el mundo se aperciba de ello, los tendr por unos
extravagantes. Parece que va aproximndose el tiempo en que se verifique este cambio. Los
sistemas de filosofa trascendental, anunciados con tanto ruido durante los ltimos aos, han
muerto antes de lo que se esperaba, debindose esto principalmente a las ciencias. Este
resultado es tanto ms significativo, cuanto que el influjo ejercido por las ciencias naturales en
el desarrollo de las doctrinas filosficas, slo ha sido hasta nuestros das un influjo indirecto.
La modestia es compaera de la verdadera sabidura, y quiz por esta razn nuestros
naturalistas modernos, que tenan derecho y obligacin, despus de la ruina de la antigua
escuela filosfica, a aplicar a la filosofa el criterio de las ciencias exactas, han desdeado en
su mayor parte buscar armas en el rico arsenal de sus conocimientos, para combatir el
sistema de lo sobrenatural, el idealismo y el espiritualismo. Slo de cuando en cuando ha
salido del taller de estos laboriosos obreros un rayo de luz aislado que iluminaba la lucha
filosfica, pero siempre serva para aumentar la confusin. Estos relmpagos aislados
bastaban, sin embargo, para conmover el campo de los idelogos. Algunos [244] teman un
porvenir amenazador y oponan una defensa precipitada. No deja de ser gracioso ver a los
partidarios de lo sobrenatural y a los idealistas comenzar a defenderse antes de que nadie los
atacase.

En el opuesto bando nadie ha dado todava la seal de combate, y ya se corre a las armas.
Dentro de poco tiempo ser general la lucha {(1) Las profecas del autor se cumplieron a poco
de aparecer la primera edicin de esta obra.(N. del T.)}. Podr ser dudosa la victoria? Los
adversarios del materialismo fsico y fisiolgico no podrn resistir a sus fuertes armas; el
combate es desigual. El materialismo se apoya en hechos visibles y palpables; sus
adversarios en hiptesis y conjeturas. Pero la hiptesis no puede nunca servir de base a un
sistema cientfico. La hiptesis, en el sentido amplio empleado por la especulacin filosfica,
abandona el nico terreno slido para conocer la verdad, terreno que es la percepcin de los
sentidos, y se eleva a regiones que no existen o son inaccesibles a nuestra inteligencia. Como
obra sin plan, no llegar nunca la hiptesis filosfica a un objeto, porque ms all de los
lmites del mundo visible que la inteligencia no es capaz de comprender, nuestra imaginacin
puede crear cuanto le plazca. Todo lo que traspasa los lmites del mundo visible y las
consecuencias que se desprenden de la comparacin de sus relaciones y de los objetos
visibles, son pura hiptesis. El que gusta de las hiptesis, puede contentarse con ellas; pero el
naturalista no puede ni podr hacerlo jams. Slo conoce el naturalista dice Virchow los
cuerpos y sus propiedades; todo lo que est fuera de esto, es trascendental para l, que
considera el transcendentalismo como el extravo de la razn humana. [245]

El que rechaza el empirismo rechaza en general toda concepcin humana, y no considera que
todo conocimiento o idea sin objeto real es una quimera. Tan inseparables son la inteligencia y
la existencia como la fuerza y la materia, el alma y el cuerpo, y un espritu material es una
suposicin que carece de base real y verdadera. Si el espritu del hombre tuviese en realidad
conocimientos metafsicos independientes del mundo real, sera preciso que las nociones de
los metafsicos fueran tan positivos y ciertas como las de los fisilogos sobre las funciones de
un msculo, o la de los fsicos sobre la ley de la gravitacin, &c. Pero en vez de ser as, slo
encontramos en ellas obscuridad y contradiccin. Si la filosofa dice Virchow quiere ser la
ciencia de la realidad, slo puede marchar por el camino de las ciencias naturales, y no ha de
buscar los objetos de sus investigaciones y conocimientos sino en la experiencia. As llegar a
ser, no slo en su contenido, sino tambin en su mtodo, ciencia natural, difiriendo de esta
ltima en el fin, mientras que casi todas las escuelas filosficas se proponen un objeto
trascendental, la investigacin del plan del universo o el conocimiento de lo absoluto. El
estudio de la Naturaleza slo se propone objetos concretos, y mira como supremo fin de sus
esfuerzos el conocimiento de la esencia de la individualidad. Ahora bien; el ejemplo de todas
las pocas ha demostrado cun estril es la tendencia prematura a lo abstracto, y cun
imposible el camino para conocer lo absoluto.

Dejamos al buen sentido del lector juzgar si es posible prohibir a las ciencias naturales el
derecho de mezclarse en cuestiones filosficas. Diariamente piden un sinnmero de
escritores de todas clases que se fijen lmites a las ciencia naturales; pero los [246] que lo
piden no saben lo que se dicen. Temen instintivamente que estas ciencias destruyan de una
vez y para siempre sus aejas ideas. Una ciencia no tiene ms lmites que los que se traza a
s misma. Hasta donde lleguen sus miradas tiene derecho a hablar, y nunca ha habido
derecho alguno ms legtimo que el de las ciencias naturales, que quiz sean las nicas que
ms tiempo permanezcan en pie entre todos los conocimientos humanos. Por lo que a
nosotros se refiere, consideramos como un conjunto de meras frases toda discusin que
tienda a tratar ligeramente cuestiones de la mayor importancia, y que no se halle conforme
con los resultados de las ciencias naturales. Buscar la filosofa especulativa (demasiado
dbil para combatir los hechos que le opone el naturalismo), buscar su salvacin en esas
alturas metafsicas que son inaccesibles? Imitar al animal que oculta la cabeza para
librarse del peligro que le amenaza? No es con un desprecio aristocrtico como se vence a un
enemigo bien armado.

Creemos tambin una gazmoera, inexplicable en algunos sabios distinguidos, no abordar


estas cuestiones porque creen que los materiales del empirismo no bastan para resolver
problemas trascendentales. Sin duda que este material no basta, ni bastar nunca, para
resolver esas cuestiones de una manera positiva; pero es ms que suficiente para resolverlas
de una manera negativa y terminar el dominio de la filosofa trascendental. El que combata la
hiptesis en las ciencias naturales, est obligado a proscribirla del campo de la filosofa. La
hiptesis puede sostener que la existencia y la inteligencia han estado en otro tiempo
separadas; pero el empirismo slo sabe que son inseparables.

No podemos callar que la tendencia materialista [247] de las ciencias naturales ha sido objeto
recientemente de un ataque pblico de parte de un naturalista distinguido, con gran sorpresa
de los sabios de toda Alemania. Ese ataque parece ms bien un acto de desesperacin, pues
el sabio a quien aludimos, el cual posee suficientes conocimientos positivos para reconocer la
impotencia del idealismo filosfico, ha empezado por confesar que sera vana toda
resistencia. No trat dicho sabio de combatir con hechos a un enemigo tan temible; saba que
los hechos decidiran la cuestin por el partido opuesto. Lo hizo, pues, con un rodeo,
generalmente llamado subterfugio, y quiso combatir, por medio de consecuencias morales,
las verdades descubiertas y patentizadas por las ciencias. Este modo de discutir es tan poco
conforme con la ciencia, que es muy extrao que un profesor haya cometido semejante falta
ante una asamblea de hombres cientficos. No se hizo esperar mucho el merecido a tal
conducta. La asamblea acogi estas proposiciones con una indignacin general, segn
vemos en las reseas de esta escena. La moral exclam el profesor Rodolfo Wagner en la
asamblea de naturalistas y mdicos alemanes verificada en Gotinga, la moral que se
desprende del materialismo cientfico puede reasumirse en estas palabras: comamos y
bebamos, porque maana no existiremos. Todos los pensamientos grandes y nobles son
vanos sueos, fantasmagoras, juegos de autmatas que tienen dos brazos, andan sobre dos
piernas y se descomponen en tomos qumicos, para combinarse de nuevo, &c., semejantes
a los bailes de locos en un manicomio, sin porvenir, sin base moral. La idea fundamental que
ha provocado este acceso de clera queda tan fcilmente juzgada por s misma como por lo
que hemos dicho en los precedentes [248] captulos. Querer deducir de un principio que se
tiene por verdadero, y porque algunos insensatos puedan deducir falsas consecuencias, la
falsedad de ese mismo principio, es una tctica conocida. Si el profesor Wagner dice
Reclam quiere admitir ese principio como regla general, hay que prohibir las cerillas
qumicas, porque pueden producir un incendio, hay que expedir rdenes de prisin contra las
locomotoras, porque han destrozado ya los cuerpos de muchas personas, hay que prohibir
que se construyan casas de muchos pisos, para que nadie se caiga de los balcones o
ventanas.

Pretender que el materialismo cientfico cambia todas las ideas nobles y grandes en vanos
sueos y que no tiene base moral ni porvenir, es una suposicin tan arbitraria y gratuita, que
nos dispensa de refutarla seriamente. En todas pocas ha habido grandes filsofos que han
enseado estas o anlogas ideas, sin estar locos ni desesperados, ni ser bandidos o
asesinos. Hoy profesan ideas materialistas nuestros ms laboriosos obreros cientficos y
nuestros fsicos ms infatigables, sin justificar por eso la suposicin del profesor Wagner. El
constante deseo de enriquecer con conocimientos su espritu, la investigacin de la verdad y
la conviccin de la necesidad de un orden moral, los indemnizan de aquello que las ideas
habituales designan con el nombre de religin y de porvenir. Si generalizndose ms nuestra
teora pudiera contribuir a aumentar ms esa sed de goces, que por otra parte ha existido en
todo tiempo y es quiz hoy mayor que nunca, podramos fcilmente consolarnos de ello. Si
otras pocas ms felices que la nuestra han tenido la franqueza de confesar su deseo de
goces, la nica diferencia que hay entre ellas y [249] la nuestra es la sinceridad de la
confesin. Realmente siempre se piensa y se obra lo mismo, y nadie busca hoy la privacin
cuando puede proporcionarse goces. Si algunos toman aspecto de devotos, no son sinceros,
porque sus acciones estn desmintiendo sus palabras. Mientras los antiguos armonizaban su
filosofa con sus acciones, nosotros ponemos una cara hipcrita para aparecer distintos de lo
que somos. La hipocresa de la ilusin que se hacen hoy las gentes dice Feuerbach es el
vicio capital de nuestra poca.

Sanos permitido, por ltimo, hacer abstraccin de toda cuestin moral y utilitaria. El nico
punto de vista que nos dirige en este examen es la Verdad. La Naturaleza no existe por la
religin, por la moral, ni por los hombres: existe por s misma. Qu hacer, sino tomarla tal
cual es? No sera ridculo si quisiramos llorar como los nios, porque no nos han puesto
bastante manteca en el pan? El estudio emprico de la Naturaleza dice Cotta no tiene ms
objeto que la investigacin de la verdad, sea consoladora o triste, segn las ideas humanas,
sea esttica o no lo sea, lgica o ilgica, conforme o contraria a la razn, necesaria o
milagrosa. [250]

Al lector
Al escribir diez aos ha el libro FUERZA Y MATERIA, no poda prever que las continuas
investigaciones de los naturalistas iban a dar las ms brillantes pruebas de lo que yo
vaticinaba, a despecho de todas las opiniones admitidas, y que particularmente mis ideas
sobre la inmortalidad de la materia recibiran pronto su complemento necesario en el hecho de
la conservacin o inmortalidad de la fuerza, posteriormente descubierto. Tampoco adivin que
vendran los ms violentos ataques a destruir el dogma, considerado como infalible, de la no
existencia de la generacin primitiva y de la inmortalidad de las especies, y que la clebre
teora de Darwin reunira al mundo entero de los organismos antiguos y modernos en una sola
concepcin grandiosa. Ignoraba asimismo el prximo e inesperado desarrollo de esas teoras
y la de las celdillas, destinadas a dar la ley del reino animal lo mismo que la del reino vegetal.

Estos y otros muchos hechos nos los ha enseado el repentino y considerable progreso que
han experimentado las ciencias naturales en los ltimos tiempos. El antiguo dogma
(inquebrantable en apariencia) de la aparicin relativamente reciente del hombre sobre la
tierra, ha desaparecido, pues se ha remontado su nacimiento a una poca desde la cual ha
podido el hombre, que entonces se hallaba en un estado muy prximo al de los animales,
formarse y llegar a sus actuales condiciones. Por una parte, se descubrieron y estudiaron
especies de animales cuya semejanza general con el [251] hombre excede a todos los
hechos anteriormente conocidos, y por otra, se encontraron crneos y huesos humanos de un
tipo tan aproximado al de los animales, que la distancia que los separa, en concepto del
observador superficial, ha disminuido mucho.

Adems, el magnfico descubrimiento del anlisis del espectro solar ha venido a confirmar, por
la experiencia inmediata, la unidad de la materia primitiva de nuestro sistema solar, que yo
haba afirmado. En cuanto a la geologa, las opiniones sustentadas por m han obtenido una
victoria completa sobre las antiguas teoras de los cataclismos. Los progresos de la fisiologa
y psiquiatra buscando la solucin de nuevos problemas han probado casi completamente que
el cerebro es el rgano de la inteligencia. El juicio que yo haba emitido sobre la teora de la
fuerza vital se halla confirmado por los magnficos resultados de la qumica sinttica, y mi
crtica de las teoras teolgicas ha encontrado un poderoso apoyo en los datos presentados
por Darwin.

Por ltimo, los trabajos de hombres ms competentes que yo en materia de filosofa han
justificado los atrevidos ataques que dirig contra los sistemas especulativos, que gozaban
entonces de general consideracin y del incontestable privilegio de guardar, para un corto
nmero de elegidos, los tesoros ms nobles del espritu humano.

Estos son resultados de que tenemos derecho a enorgullecernos.

Ha habido nunca un progreso intelectual comparable al descubrimiento de que el hombre no


es, como se crea, un ser que forma completo contraste con la Naturaleza, por su origen y por
todas sus cualidades fsicas e intelectuales, sino que es el producto resultante del desarrollo
gradual de la Naturaleza misma; o al otro de que esta Naturaleza no es un caos de fuerzas
elementales, destituida de unidad y reglas, sino un conjunto compacto y dirigido por grandes
leyes eternas, donde los medios ms insignificantes producen, auxiliados nicamente por el
tiempo, efectos grandiossimos y en apariencia maravillosos; o tambin el descubrimiento de
[252] que las mismas substancias, iguales fuerzas e idnticas leyes, engendran y componen
el universo entero, desde el ms pequeo infusorio hasta las gigantescas formas de los
animales antediluvianos y hasta las ms sublimes manifestaciones de la humana inteligencia?
Tan luego como la humanidad haya comprendido el significado de este progreso, terminarn
las mezquinas querellas producidas por las cuestiones religiosas, que tanto mal ha causado a
la humanidad, impidiendo su desenvolvimiento intelectual, y la filantropa sustituir con sus
beneficios a los horrores del fanatismo. Vuelto el hombre a la Naturaleza, eterna madre de su
existencia y de toda su felicidad, no ver en ella un elemento extrao y hostil a su personal
dignidad, sino la base universal de toda existencia, de la que l mismo es el fruto ms noble.
Libre su alma de toda supersticin pueril, no sentir ya admiracin ante los milagros,
apariciones de espritus y otras acciones sobrenaturales. Nuevas inspiraciones harn nacer
una nueva religin exenta de las groseras preocupaciones del pasado, en tanto que la idea de
un poder supremo, que rige al mundo segn su albedro individual, ser reemplazada por la
nocin de una ley soberana, cuyos efectos se producen por una transmisin de que no puede
apoderarse nuestra inteligencia. La ciencia ser quien ms se aproveche de los beneficios
que han de resultar de la correccin de nuestras ideas. Ella, que ha sido la que ms ha sufrido
con la confusin entre las teoras naturalistas y espiritualistas, ser tambin la que marchar
con rpido y seguro paso en el momento en que ese obstculo haya desaparecido.

***

Desgracia es que no convenga a todos la necesidad absoluta de la verdad, y que se quiera


hacerla depender de la utilidad o del capricho de cada uno. De esto resulta una dificultad para
aquellos que la cultivan. Un gran poeta persa ha descrito perfectamente esta singular relacin
en las siguientes palabras: Renunciad a [253] la inteligencia y a los deberes que os impone;
sed locos, porque el loco puede estar alegre! Una felicidad eterna, como la que el ruiseor
siente cerca de la rosa, transporta el corazn del hombre que se sustrae a los trabajos de la
sabidura y huye del aguijn de la inteligencia. Felices con el error, gocemos de una tranquila
bienandanza, bendiciendo a Dios y alabando nuestro destino!.

Ese es el privilegio del poeta: concebir la naturaleza de las cosas en su mayor sencillez
posible, sin el velo de todos los accesorios con que el error y el clculo ha obscurecido, en
todos los tiempos y para la mayor parte de los hombres, el sencillo lenguaje de la Naturaleza.
Sin embargo, no por esto ha podido sustraerse a esta inquietud y a esos dolores del alma,
inteligibles slo para aquel que ha traspasado ciertos lmites del conocimiento.

No sin razn, indudablemente, canta la felicidad debido al error. Pero est equivocado en dar
gracias por ello a Dios.

Slo el hombre instruido pude proclamar felices a aquellos a quienes el limitado estado de su
inteligencia mantiene en el error. Slo para l existe el dolor del conocimiento, mientras que la
naturaleza del error es no poder ser conocida, ni aun presentida, por el espritu que con l
sufre. Conociendo profundamente este contraste, y pensando quizs en la perezosa y
soolienta vida oriental, ha podido elogiar el persa los dulces goces adquiridos a costa de
investigaciones llenas de inquietudes.

No es esa la manera de pensar y sentir del mundo europeo. Para nosotros nada vale una vida
inactiva y sin luchas. La Verdad posee un encanto que le es propio, a cuyo lado desaparecen
fcilmente todos los dems intereses humanos. Por eso en las naciones civilizadas del
Occidente tendr siempre partidarios acrrimos y encarnizados perseguidores. Ni
prohibiciones ni dificultades podrn entorpecer por ms tiempo su marcha; muy al contrario,
las contrariedades slo sirven para darle fuerza. [254]

La historia entera del gnero humano suministra la prueba continua de este aserto, a pesar
del nmero inmenso de locuras que sin cesar se escalonan en ella. Aun entre las garras de la
Inquisicin, pronunci Galileo aquellas clebres palabras mil veces repetidas con entusiasmo:

E pur si mouve!

{Luis Bchner 1824-1899, Fuerza y materia. Estudios populares de historia y filosofa naturales, (1855).
Traduccin de A. Gmez Pinilla. F. Sempere y Compaa, Editores / Calle del Palomar 10, Valencia / Olmo 4
(Sucursal), Madrid / sin fecha (aproximadamente 1905) / Imprenta de la Casa Editorial F. Sempere y Comp.
Valencia, 255 pginas.}

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