Madre Coraje y Sus Hijos. Bertolt Brecht
Madre Coraje y Sus Hijos. Bertolt Brecht
Madre Coraje y Sus Hijos. Bertolt Brecht
SUS HIJOS
Bertolt Brecht
Personajes
Madre Coraje
Catalina
Eilif
Requesn
Capelln
Cocinero
Yvette
Mariscal
Cabo
Reclutador
Intendente
Tuerto
Sargento Papista
Poldi
Escribiente
Soldado joven
Soldado viejo
Soldado 1ro.
Campesina
Soldado 2do.
Campesino
Borracho
Campesino Joven
Anciana
Alfrez
Soldados
Campesino Viejo
Campesino Joven
Campesina
Gente del Pueblo
I
Primavera de 1624. En Dalarne, el Mariscal Oxenstiern engancha tropas
para su campaa contra Polonia. La cantinera Anna Fierling, ms conocida
por el nombre de Madre Coraje, pierde a uno de sus hijos. La accin en la
carretera cerca de la ciudad. Un Cabo y un Reclutador de tropas estn all
tiritando de fro.
RECLUTADOR. Cmo me las arreglo para reclutar una tropa aqu? Hay
veces en que
pienso en el suicidio, Cabo. Tengo hasta el doce para presentarle cuatro
compaas al
Mariscal y la gente de por aqu es tan prfida que me paso las noches sin
dormir.
Suponte que por fin logr dar con uno: ni le mir bien, ni me fij siquiera en
su pechuga
de gallina y en sus vrices. Ms an, a Dios gracias ya he llegado a
emborracharle
debidamente, ya le hice firmar, todava estoy dentro para pagar el
aguardiente, l ya ha
salido y yo como un solo hombre me corro hacia la puerta porque me asalta
un temor...
Y tal como te digo, el hombre se me ha ido, como escapa el piojo cuando lo
ests ras-
cando. No hay palabra que valga, no hay fe ni lealtad, no hay honor. Aqu es
donde
perd la confianza en la humanidad, Cabo.
CABO. Lo que pasa aqu es que hace rato no hubo guerra. De dnde
habran de sacar
entonces la moral?, me pregunto yo. La paz no significa ms que
relajamiento. Slo la
guerra trae orden. Durante la paz la humanidad se corrompe. Las gentes y
las bestias se
despilfarran, como si no valiesen nada. Todo el mundo traga, como le viene
en gana:
sobre el pan blanco una tajada as de queso y, encima del queso, otra lonja
as de tocino.
Cunta gente y cuntas bestias tiene esa ciudad ah enfrente lo sabr Dios.
Jams
hicieron un recuento. Yo estuve en regiones que en sesenta aos no haban
tenido ni una
guerra. Pues bien, las gentes ni tenan nombres ni se conocan a ellas
mismas. Slo don-
de hay guerra hay listas ordenadas y registros, se vende el calzado en
fardos y la mies en
costales, se recuenta y se lleva uno decentemente la gente y el ganado. Y
eso, por qu?
Porque es cosa sabida, sin orden no hay guerra!
RECLUTADOR. Cun cierto es eso!
CABO. La guerra, como todas las cosas buenas, al principio es un poco difcil
de hacer,
pero cuando florece, a su vez, es pegadiza. Entonces la gente tiembla ante
la paz. Al
principio se espanta frente a la guerra. Le resulta algo nuevo.
CABO. Nombre!
MADRE CORAJE. Y lo son, pero crees que por eso tienen el mismo nombre?
(Sealando al mayor). Ese, por ejemplo, se llama Eilif Noitski, como que su
padre sostena siempre llamarse Koitski o Moitski. El chico se acuerda
muy bien de l, slo que es a otro a quien l recuerda, a un francs de
barbita. Pero fuera de eso, hered del padre la inteligencia. Aqul era capaz
de sacarle el pantaln del trasero a un campesino sin que el otro se diese
cuenta. Y as cada uno de nosotros tiene su nombre.
CABO. Necesito otra cosa. Veo que los muchachos son ms fornidos que
abedules
jvenes, con unos pechos arqueados y unas piernas vigorosas. Por qu
esquivan el
ejrcito tales gandules? Puede saberse?
MADRE CORAJE. (Vivamente). No hay caso, Cabo. Mis hijos no sirven para el
oficio de
guerreros.
RECLUTADOR. Y por qu no? Es beneficioso y trae gloria. Cambalachear con
botas y
zapatos es asunto de hembras. (A Eilif). A ver, adelntate, deja que te toque
un poco, as
veremos si tienes msculos o eres un marica.
EILIF. De ti no lo aceptar.
CABO. Por tu cuchillo se ve cun pacficos sois. Vergenza tendra que darte,
bruja.
Guarda ese cuchillo! Hace poco confesaste vivir de la guerra, pues, de qu
otra
manera podras vivir, eh? Pero cmo habr guerra si no hay soldados?
CABO. Vale menos que cargar en campo raso. Se lo doy para rerme un rato.
MADRE CORAJE. Y aqu las pliego, y ahora las sacudo bien y las mezclo
como estamos
mezclados todos, desde que salimos del vientre materno y ahora sacas
una y sabes
todo.
(El Cabo titubea).
CABO. Por todos los demonios del infierno, no me dejo trapacear por ti. Tu
bastardo ir
con nosotros, ser soldado.
MADRE CORAJE. (Vuelve con las tirillas en el yelmo del Cabo). Quieren
escaparse de su madre, esos demonios, y correr hacia la guerra como los
terneros tras la sal. Pero yo he
de preguntar a las suertes, y entonces vern que el mundo no es un Valle de
Alegras
con eso de "Ven, hijito, necesitamos ms Mariscales". Cabo, tengo grandes
temores por
ellos; siento que no van a salir salvos de la guerra. Los tres tienen
cualidades terribles.
(Alcanza el yelmo a Eilif). Toma, scate una suerte! (l la saca y despliega.
Ella se la
arranca de las manos) No ves, una cruz! Oh, desgraciada de m, madre
desdichada
que soy, mater dolorosa. Morirs! En la primavera de su vida se ir. Si se
vuelve
soldado tendr que morder el polvo, eso es claro. Es demasiado temerario,
igual que su
padre. Y si no ha de ser prudente, ir por la senda de toda carne, tal lo
demuestra la
tirilla. (Se enfrenta con l y le grita). Sers prudente, s o no?
MADRE CORAJE. Te he dicho que te ras. Rete! y ahora, Requesn, saca una
t. Por ti
tengo menos miedo, t eres probo. (Saca una tira del yelmo). Oh! Por qu
la miras tan
sorprendido? Seguramente estar blanca. No puede ser que haya una cruz
en ella. No es
posible que tambin te pierda a ti. (Coge la tirilla). Una cruz? Tambin a l!
Ser
porque eres tan sencillote? Oh, Requesn, t tambin perecers si no te
mantienes
siempre tan probo, como desde criatura te lo ense, y no me traes siempre
la vuelta
cuando vas a comprar pan! Slo entonces podrs salvarte. Mira, Cabo, no
es verdad
que hay una cruz negra?
CABO. Una cruz hay. No comprendo cmo pude haber sacado una. Siempre
ando
esquivando las primeras filas. (Al alistador). No es cosa de embustes.
MADRE CORAJE. Cuesta medio florn. Dos florines vale... (Baja otra vez de la
carreta).
CABO. Nuevo no es. Aqu hay viento... Tengo que estudiarlo con toda
tranquilidad.
(Vase con el tahal detrs de la carreta).
(Le da de beber).
RECLUTADOR. (Ha tomado del brazo a Eilif y le lleva consigo hacia el fondo).
Diez
florines de entrada, y eres un hombre valeroso, peleas por tu rey y las
mujeres estn
locas por ti... Y a m me puedes romper el hocico porque te ofend.
CABO. Ahora puedes tomar un trago t misma, Madre. As van las cosas. Ser
soldado no
es lo peor. Quieres vivir de la guerra, pero a ti y a los tuyos los quieres tener
bien a
salvo, eh?
MADRE CORAJE. Ahora t tendrs que tirar del carro, Catalina, al lado de tu
hermano.
(Ambos, hermano y hermana, se uncen a la carreta y arrancan. Madre
Coraje marcha a su lado. La carreta sigue por su camino).
CABO. (Siguindoles con la mirada). De la guerra quiere vivir: con algo
tendr que
contribuir.
II
MADRE CORAJE. Ave msera esta bestia rechoncha? Me quiere contar que
no vale ni
sesenta dinerillos para un Mariscal como el suyo, ms comiln que una
vaca? Pobre de
usted si hoy no hay nada para el almuerzo!
MADRE CORAJE. Oiga, ste no es un capn vulgar. Era una bestia talentosa;
me han dicho que slo dorma con msica, y que hasta tena su marcha
favorita. Haca cuentas, de
puro inteligente. Y le parece entonces que cuarenta dineros es demasiado?
El Mariscal
le arrancar las orejas si no le sirve un buen almuerzo.
Cocinero. Quin?
MADRE CORAJE. Mi hijo mayor. Hace dos aos que le he perdido de vista; me
lo robaron en plena carretera, y ahora debe de estar muy bien considerado
si el mismo Mariscal le invita para el almuerzo. Y t, qu tienes para el
almuerzo ahora? Nada! Oste lo que quiere comer, como husped que es?
Carne! Para tu bien, te aconsejo: toma el capn, que te cuesta un florn.
MADRE CORAJE. (Se sienta para desplumar el capn). La cara que pondr
cuando me
vea. Es mi hijo sagaz y temerario. Tengo otro que es medio tonto, pero
probo. Y la hija
no es nada. Por lo menos no habla, y eso ya es mucho.
EILIF. Pues bien: el asunto fue as. Averig que los campesinos haban
llevado, bajo
cuerda y, sobre todo, de noche, sus bueyes, que estaban escondidos en los
bosques, a un
montecillo que me fue indicado. Y all los iran a retirar los de la ciudad. Les
dej arrear
tranquilamente el ganado, dicindome que ellos no lo habran de encontrar
ms pronto
que yo. Y a mi gente le abr el gusto por la carne, le estrech la pobre racin
durante dos
das, hasta que ya se les haca agua la boca apenas oan algo que empezase
con car...,
aunque no fuese ms que carbn.
Eilij. Puede que s. Lo dems fue una bagatela. Slo que los campesinos
tenan sus
garrotes encima y eran tres veces ms que los nuestros, y nos lanzaron un
asalto
criminal. Cuatro me arrinconaron en un arbusto, me hicieron saltar el acero
de las
manos y me gritaban: Rndete! Qu hacer?, pensaba yo; stos me hacen
picadillos!
Mariscal. Y qu hiciste?
EILIF. Me re.
Mariscal. Qu?
Mariscal. (Re) Muy distintas. Ahora s recibes tu trago, fariseo. (A Eilif). Los
sacaste
corriendo, as me gusta, y de esa manera mis bravas tropas pueden llenar el
buche con
algo. Acaso no dicen las Escrituras: "En cuanto lo hicisteis a uno de estos
mis
hermanos pequeitos, lo hicisteis a m"? Y acaso no fue eso lo que t les
hiciste? Una
buena comida les conseguiste, con carne de buey, porque no estn
acostumbrados al pan
enmohecido. En otros tiempos se preparaban suculentos postres de pan
blanco y vino,
dentro de los morriones, y despus de eso peleaban en pro de Dios.
EILIF. Lo he visto de lejos. Tiene algo as como un brillo. Le quiero tomar por
ejemplo.
MADRE CORAJE. No! Que va mal. Como que si un Mariscal o un Rey son
muy sandios y llevan a sus tropas a la mierda, entonces las tropas necesitan
coraje para morir, y eso
tambin es una virtud. Y si son muy tacaos y no enganchan suficiente
cantidad de
soldados, entonces tienen que ser puros Hrcules. Y si son unos tarambas y
les importa
un pepino de todo, entonces los soldados tienen que ser astutos como las
culebras o si
no, estn listos. Y del mismo modo han menester de lealtad descomunal
cuando se les
exige demasiado. Puras virtudes, que un pas prspero y un Rey o un
Mariscal eficientes
no necesitan. En un pas prspero no hay necesidad de virtudes, todos
pueden ser ms o
menos mediocres, medio inteligentes, y hasta cobardes.
EILIF. Un gran soldado, me han dicho. Por eso mi madre me previno. Sobre
eso s una cancin.
Mariscal. Cntala! (Grita estentreamente). Para hoy esa comida!
EILIF. Se llama "La Cancin de la mujer y del soldado" (La canta, bailando
una danza
guerrera con su sable).
EILIF. Qu es esto?
EILIF. (Ha ido a la cocina. Abraza a su madre). Haberte encontrado otra vez!
Dnde
estn los dems?
MADRE CORAJE. (En sus brazos). Todos bien, como el pez en las aguas. El
Requesn es
pagador del Segundo. Al menos no entrar en batalla. Del todo no pude
retenerlo.
EILIF. No es poca dicha la ma: ests sentada ah, en la cocina y oyes cmo
elogian a tu
hijo.
III
Pasados otros tres aos. Madre Coraje cae prisionera, junto a una parte
de un regimiento fins. Logra salvar a su hija, as como su carreta, pero
muere su hijo probo. La accin se desarrolla en el campamento de
milicia. Tarde. De una viga cuelga la bandera del regimiento. Desde un
gran can hasta su carreta ricamente cargada con toda clase de
mercancas, MADRE CORAJE ha tendido una soga para colgar la
ropa. Ella misma y su hija CATALINA estn sobre el can, plegndola.
Al mismo tiempo regatea con un INTENDENTE por un saco de balas.
REQUESN vestido ahora con uniforme de pagador, los mira. IVETTE
POTTIER, una linda personita, cose un sombrero multicolor. Delante de
ella hay un vaso de aguardiente. Lleva medias, y sus zapatos rojos, de
tacn alto, estn a su lado.
REQUESN. S, madre.
Diecisiete yo contaba,
cuando entr el invasor.
Pronto sus sables guard:
me tendi su mano franca.
Pues, despus de la oracin,
la noche de abril lleg.
El regimiento acuartelado
tamborileaba cual es de uso;
se nos llev tras un arbusto
y all fraternizamos.
Muchos invasores fueron,
cocinero el mo fue.
Yo, de da, bien le odi.
De noche le amaba, empero.
Pues, despus de la oracin,
llega la noche de amor.
El regimiento acuartelado
tamborileaba cual es de uso:
me lleva l tras un arbusto
y all fraternizamos.
El amor que yo senta
era un poder celestial.
Mi gente no comprenda
lo de amar en vez de odiar.
Pues, un da a la oracin,
mi tormento comenz.
El regimiento acuartelado
tamborileaba cual es de uso:
mi amor y los dems intrusos
de all se han marchado.
MADRE CORAJE. Eso podr hacerlo aqu cuando quiera, siempre que se
comporte
debidamente. Y entre parntesis: s cmo arreglrmelas con vosotros. Qu
quiere,
pues? Plata no tengo.
Cocinero. (Enciende una pipa corta). No exijo nada malo, tan slo una
copita de
aguardiente servida por mano hermosa. Y ya tengo bastante castigo con
haber andado el
camino al lado del capelln, que me haca unos chistes como para ponerme
rojo de
vergenza.
MADRE CORAJE. Y pensar que viste hbito! Os tendr que dar de beber; si
no, sois
capaces de hacerme una proposicin indecente, de puro aburridos.
Cocinero. As es.
Capelln. Y usted, como holands, hara bien en mirar qu bandera es esta,
antes de
emitir opiniones en Polonia.
Cocinero. Dios mo, tengo que ir con mi Mariscal! Otro da vendr, Coraje,
y
seguiremos la conversacin. (Sale corriendo).
Capelln. Bien, yo tambin me voy. Claro que si el enemigo est tan cerca...
podra
resultar peligroso. Bienaventurados los pacficos, se dice en la guerra. Si al
menos
tuviese una capa...
MADRE CORAJE. (Le busca una capa). Lo hago contra mi conciencia. Vyase
pues.
MADRE CORAJE. Lo juro. (Ve a su hija con el sombrero). Qu haces con ese
sombrero de puta? Quieres sacarte enseguida ese trapo, o te has vuelto
loca? Ahora, cuando viene
el enemigo? (Le arranca el sombrero de la cabeza). Quieres que te
descubran y que te
vuelvan puta? Y tambin se ha puesto los zapatos esta babilnica! Fuera
esos zapatos!
(Quiere quitrselos). Jess, aydeme, seor Capelln, para que se quite los
zapatos!
(Corre hacia la carreta).
Ivette. Y dnde estn los zapatos rojos? (No los encuentra, porque Catalina
oculta los pies debajo de la falda). Los he dejado aqu. Tengo que irme
descalza a mi tienda!
Qu vergenza!
MADRE CORAJE. (Vuelve con las manos llenas de cenizas). (A Catalina). Aqu
hay
cenizas. (A Requesn). Qu llevas ah?
MADRE CORAJE. As es. Tengo sentados aqu a dos: uno tiene una religin y
el otro una
caja. No s cul de las dos cosas es ms peligrosa.
MADRE CORAJE. No creo que estemos perdidos ya, pero no por eso logro
dormir de
noche. Si no estuvieses t, Requesn, nos sera ms fcil. Yo creo
habrmelas arreglado
ya. Les he dicho que estoy en contra del Anticristo, del Sueco, aquel que
tiene cuernos
en la cabeza; que yo se los he visto y que el izquierdo est un poco rayado.
En medio de
la interrogacin les pregunt en dnde podra conseguir cirios a un precio
decente. Supe
decirlo con mucha naturalidad, porque el padre de Requesn era catlico y
ms de una
vez me haca algn chiste sobre eso. No me lo creyeron del todo, pero como
no tienen
cantineras con el regimiento, lo dejaron pasar por verdad. En una de sas,
hasta puede
resultarnos beneficioso. Somos prisioneros, pero estamos como el piojo
dentro de la
piel.
MADRE CORAJE. Por poco que sea, siempre es demasiado. Lo mejor sera
que fuese como una piedra en Dalarme, donde no hay otra cosa, y que la
gente dijese de ella: a esa
achaparrada ni se la nota. Mientras sea as, no le pasar nada. (A
Requesn). Y t dejas
esa arquilla donde est, me oyes? Cuida a tu hermana, que bien lo
necesita. Me
sacaris canas verdes an. Mejor sera cuidar un saco lleno de pulgas.
Requesn. En absoluto.
Requesn. No lo soy.
..........
Capelln. Y de qu va a vivir?
MADRE CORAJE. La empeara; venderla, no. No tanta prisa, que una carreta
como sta no vuelve a conseguirse as no ms en tiempos de guerra.
MADRE CORAJE. (Con firmeza). Necesito plata; pero prefiero caminar, hasta
perder los
callos, buscando otra oferta, y no venderla en seguida. Como que vivimos
de la carreta.
Es una oportunidad para ti; Ivette; quin sabe si encuentras otra as y si
entonces tienes a
un querido amigo que te asesore, no es as?
Ivette. Pues bien: entonces iremos a buscarlo; a m me gusta andar por aqu
y por all
buscando; a m me gusta ir contigo, Leopoldito; es un gran placer, no es
as? Aunque
dure dos semanas! Y cundo piensa devolver la plata, si es que se la doy?
Ivette. No puedo aceptarlo de ti. Claro que si crees que el alfrez podra
aprovecharse...
lo aceptara de ti, Poldi.
Coronel. As me gusta.
Ivette. Me lo aconsejas?
Coronel. Te lo aconsejo.
MADRE CORAJE. (Tirndole de la falda hasta hacerla bajar). Fiera que eres,
hiena, se
juega la vida del Requesn! Y no vayas a decir ni una palabra sobre quin
hizo la oferta;
di que es tu amante, en nombre del Cielo, que si no, estamos perdidos todos
por haberle
encubierto.
MADRE CORAJE. Cuento con la caja del regimiento, sabihondo. Supongo que
le
concedern, al menos, los gastos.
Ivette. (Viene jadeando). Slo quieren hacerlo por doscientos. Y tiene que
ser pronto.
Dentro de poco ya no estar en manos de ellos. Lo mejor ser que me vaya
en seguida
con el tuerto a lo de mi Coronel. Dicen que le pusieron las empulgueras, y
que entonces
confes haber tenido la arquilla. Pero la tir al agua, en cuanto not que
andaban tras l.
La arquilla se perdi. Quiere que vaya corriendo a lo de mi Coronel y
busque la plata?
MADRE CORAJE. Qu la arquilla se perdi? Y cmo voy a recuperar mis
doscientos?
MADRE CORAJE. Dile que doy los doscientos. Corre. (Ivette sale corriendo.
Los tres
permanecen sentados, en silencio. El Capelln ha dejado de limpiar las
cosas). Me va
pareciendo que regate demasiado tiempo.
(De lejos se oye el tambor. Se hace de noche. Calla el tambor. Sale el sol.
Madre
Coraje est sentada an, inmvil).
Ivette. (Aparece muy plida). Por fin lo ha logrado usted con sus negociados,
y tambin
la carreta seguir siendo suya. Once balas le han dado y nada ms. Usted
no merece que
le demuestre alguna inclinacin. Con todo he odo por ah que ellos no creen
que la
arquilla est de veras en el ro. Sospechan que est aqu y que, de por s,
usted tuvo algo
que ver con l. Quieren traerle para ac, a ver si usted se delata cuando le
vea. Le
advierto que no le reconozca, porque si lo hace, estis perdidos todos. Me
estn pisando
los talones, mejor es que lo vaya sabiendo. Quiere que me la lleve a
Catalina? (Madre
Coraje sacude la cabeza) Lo sabe ella? Quiz no haya odo el tambor. O no
lo haya
comprendido.
Sargento. Aqu hay uno, del cual no sabemos el nombre. Tenemos que
anotarle, sin
embargo, para que todo est en orden. A ti te compr una comida. Mrale, a
ver si le
reconoces. (Quita la sbana). Le reconoces? (Madre Coraje sacude la
cabeza). Qu,
nunca le has visto, cuando te compr una comida? (Madre Coraje sacude la
cabeza).
Levantadle y tiradle sobre el muladar. No hay quien le conozca.(Se lo
llevan).
IV
Madre Coraje canta la Cancin de la Gran Capitulacin. La accin
delante de una tienda de oficial. MADRE CORAJE est esperando. Un
ESCRIBIENTE saca la cabeza de la tienda.
Soldado joven. (Llega alborotado). Por la Madona! Dnde est ese perro
maldito de
Capitn, que me estafa la propina y se la bebe con sus hembras? Voy a
matarlo!
MADRE CORAJE. Tiene usted razn, pero, por cunto tiempo? Por cunto
tiempo no
soporta usted la injusticia? Una hora o dos? Vea, eso no se lo ha
preguntado usted, y
eso es lo ms importante. Como que, en el cepo, resulta muy triste
descubrir que, de
pronto, se soporta la injusticia.
MADRE CORAJE. (Al soldado joven). Por eso pienso que te quedes no ms ah
con la
espada desnuda, siempre que tengas nimos y que tu furia sea grande,
porque el motivo
que tienes es bueno, lo reconozco. Pero si tu furia slo es cortita, entonces
es mejor que
te vayas en seguida!
Soldado joven. Anda a la mierda!
(Vase a tropezones. El soldado viejo le sigue).
V
Han trancurrido dos aos. La guerra se extiende por regiones cada vez
ms vastas y ms amplias. En viajes sin pausa la pequea carreta de
Madre Coraje atraviesa Polonia, Moravia, Baviera, Italia y nuevamente
Baviera, 1631. La victoria de Tilly en Magdeburgo le cuesta a Madre
Coraje cuatro camisas de oficial.
La accin se desarrolla en una aldea, hecha aicos por las balas. All
est estacionada la carreta de MADRE CORAJE. De lejos yese dbilmente
una marcha militar. Dos soldados estn junto al mostrador y son
atendidos por CATALINA y MADRE CORAJE. Uno lleva un tapado de
pieles, de mujer.
MADRE CORAJE. No tengo ms. Vend todas las hilas al regimiento. No voy a
rasgar mis camisas de oficial para ellos.
MADRE CORAJE. No puedo dar nada. Con los impuestos que hay, y las
aduanas, y los
diezmos, y los sobornos! (Catalina articula sonidos guturales y alza una
tabla,
amenazando con ella a su madre). Se te abland la sesera? Deja esa tabla
o te suelto
un bofetn, cachivache! No doy nada y no me da la gana: tengo que pensar
en m
misma. (El Capelln la alza en brazos y la sienta en el suelo. En seguida
busca y saca
las camisas de la carreta y las rasga). Mis camisas! De medio florn cada
una! Estoy
arruinada!
VI
Frente a Ingolstadt, ciudad de Baviera, Madre Coraje asiste al sepelio de
Tilly, Mariscal de las tropas imperiales. Se entablan conversaciones
acerca de los hroes de la guerra y sobre la duracin de la misma. El
Capelln se lamenta porque sus talentos no son aprovechados y la muda
Catalina obtiene los zapatos rojos. Corre el ao 1632.
La accin en el interior de una tienda de cantinera con mostrador en el
fondo. Llueve. A lo lejos, tambores y msica fnebre. El CAPELLN y el
ESCRIBIENTE juegan a las tablas. MADRE CORAJE y su hija estn
haciendo el inventario de bienes.
MADRE CORAJE. Con usted pasa otra cosa: podra agursele el uniforme.
Dicen que iban a enterrarle, naturalmente, con repiques de campanas. Pero
result que por orden de l
haban demolido a caonazos todas las iglesias, de modo que el pobre
Mariscal no va a
or las campanas cuando lo bajen. En cambio quieren disparar tres salvas,
para que no
sea tan sobria la ceremonia diecisiete cinturones.
Capelln. Ahora desfilan ante los gloriosos restos. Gritos desde el mostrador.
Ah, de la hostera! Un aguardiente!
Capelln. (Re). Tiene usted mucha razn, Coraje, menos en lo que dijo de
los soldados.
Ellos hacen lo que pueden. Con sos que estn ah, afuera, chupando su
aguardiente en
medio de la lluvia, me atrevera a hacer una guerra tras otra durante cien
aos, y dos a la
vez tambin, si fuese menester. A pesar de que no soy general de oficio.
Capelln. Comprendo que para usted sea cosa seria. Siempre hubo quienes
anduvieron
diciendo: "Alguna vez se ha de terminar la guerra". Pero yo digo que no es
cosa tan
segura eso de que la guerra terminar alguna vez. Naturalmente, puede
producirse una
pausita. Puede que la guerra tenga que tomar aliento y recobrarse, y hasta
podra pasar
que, por as decir, se accidente. No hay quien la preserve de eso. Despus
de todo, no
hay nada perfecto en esta tierra. Una guerra perfecta, una de esas donde
haya que decir:
no tiene ni el menor defectillo, difcilmente llegue a existir. De pronto puede
estancarse,
por cualquier cosa imprevista, dado que no se puede estar pensando en
todo. No hace
falta ms que una pequea negligencia, y antes de que nos demos cuenta
ya tenemos la
desgracia encima. Y despus, vaya uno a hacerla arrancar de nuevo! Con
todo,
vendran en su ayuda los emperadores, reyes y papas cuando la encuentren
en la
indigencia. De modo que, a grandes rasgos, la guerra no tiene nada que
temer y se le
puede pronosticar una vida bien larga.
Capelln. Le dir: tambin hay paz en la guerra; tambin ella tiene sus ratos
pacficos.
Porque la guerra satisface todas las necesidades, entre ellas tambin las
pacficas; existe
buen cuidado de que as sea, porque de otro modo la guerra no durara
mucho tiempo.
Despus de todo, puedes cagar tan bien durante la guerra como lo haras
durante la paz
ms profunda, y entre combate y combate tomas tu cerveza y, durante un
avance hasta
puedes echarte un sueito, apoyado en tu brazo, en cualquier zanja. Claro
est que no
puedes jugar a los naipes durante un asalto; pero eso tampoco lo puedes
hacer en la paz
ms profunda, mientras ests arando; en tanto que, despus de la victoria,
s que tienes
tus probabilidades. Pueden rebanarte una pierna de un balazo y al principio
armars un
escndalo descomunal; pero luego te calmas y te dan aguardiente, y al fin
de cuentas
andars cojeando por ah y la guerra no por eso estar peor que antes. Y
quin te
impide reproducirte en medio de la matanza, detrs de algn granero o en
otro lugar? A
la larga no podr evitarse eso, y entonces la guerra tendr tus vstagos y
podr seguir
adelante con ellos. Por qu habra de cesar entonces?
MADRE CORAJE. (Vuelve con Catalina). Vamos, no seas necia, la guerra sigue
un tantico an, y nosotros haremos todava un poquito de plata, y entonces
la paz ser tanto ms hermosa. Y ahora vas a la ciudad que no queda a
ms de diez minutos de aqu, y
buscas las cosas que estn en el Len de Oro, al menos las ms valiosas.
Las otras las
pasaremos a buscar ms tarde con el carro. Todo ha sido enviado, y el seor
Escribiente
de Regimiento te acompaar. Los ms estn en el entierro del Mariscal, de
modo que
no puede pasarte nada. Buena suerte; cuida que no te quiten nada, y
piensa en tu ajuar!
(Catalina se ata un lienzo a la cabeza y sale con el Escribiente).
Capelln. Coraje, ms de una vez pens que usted oculta, tras sus prosaicas
expresiones, una naturaleza clida. Tambin usted es un ser humano, y,
como tal, tiene
menester de calor.
MADRE CORAJE. El mejor calor para la tienda lo puede dar usted partiendo
ms lea.
Capelln. (Se le acerca). Usted sabe lo que quiero significar cuando digo
"estrechar";
eso no tiene nada que ver con preparar comida y partir lea y otros viles
menesteres.
Permita que hable su corazn, no lo endurezca.
MADRE CORAJE. Quiz no deb habrselo inculcado. Quin sabe lo que pasa
ahora en su cabeza! Una vez se qued toda una noche fuera, una sola en
todos estos aos. Despus
de eso marchaba como siempre, pero trabajaba an ms que antes. No
pude sacar en
limpio lo que habr vivido aquella vez! Durante un tiempo me estuve
rompiendo la
cabeza acerca de eso. (Toma las mercaderas que trajo Catalina y las
clasifica, furiosa).
Esto es la guerra! Hermosa fuente de ingresos!
VII
MADRE CORAJE.
Decid lo que queris: para m no hay como la guerra. Dicen que
extermina a los dbiles; pero sos tambin perecen en la paz. Y en cambio
la guerra da
mejor pan a su gente.
(Canta):
Si no te alcanzan, pues, las
fuerzas,
cuando hay botn t no estars.
Slo negocios son las guerras:
se vende plomo en vez de pan.
Y qu se gana con ser sedentario?
Los sedentarios son los primeros que
caen.
Ms de uno ansi ms de una
cosa
que para ms de uno no hay:
crey cavar su cueva y, ay!,
de puro astuto abri su fosa.
Ms de uno vi andar jadeando,
corriendo en pos de su quietud.
Quiz se diga en el atad:
Por qu habr corrido tanto?
(Prosiguen su marcha).
VIII
El Joven. Hemos andado veinte millas durante toda la noche, y tenemos que
estar de
vuelta hoy mismo.
Joven. Para que nos embarguen la casa a causa de los impuestos! Quiz
nos d tres
florines, si agregas el crucifijo. (yese el taido de campanas). Oye madre!
Voces. Dicen que hace ms de tres semanas. Slo que nosotros no nos
enteramos.
Capelln. (A la Coraje). Si no fuese as por qu habran de doblar las
campanas?
Joven. La gente de por ac tambin lo dice. Han hecho las paces. Puedes
levantarte?
(La anciana se levanta, como atolondrada). Ahora har marchar de nuevo el
taller. Te
lo prometo. Todo se arreglar. Al padre le compraremos una cama nueva.
Puedes
caminar? (Al Capelln). Le ha dado un desmayo. Es la noticia. Ya no crea
que alguna
vez pudiese haber paz. Pero el padre siempre lo deca. Nos vamos en
seguida a casa.
(Vanse ambos).
Cocinero. S, s, la guerra!
(l y Madre Coraje se sientan).
MADRE CORAJE. Eso de no ser veleta no vale un comino. A Dios gracias, slo
tuve uno
que no era veleta. Con ninguno trabaj tanto como con se. En la primavera
venda las
frazadas de los chicos, y mi armnica le pareca poco cristiana. Me parece
que no se
recomienda usted muy bien al decir que no es veleta.
Cocinero. Sigue teniendo usted una boca a toda prueba; pero no por eso
la estimo
menos.
MADRE CORAJE. No vaya a contarme ahora que estuvo soando con mi boca
a toda
prueba.
Cocinero. (Al Capelln). Como hombre maduro, debi haberse dicho usted
que no
conviene dar consejos. (A la Coraje). Lo mejor que puede hacer en esta
situacin es
vender lo ms pronto ciertas mercaderas, antes que los precios bajen al
infinito.
Vstase y vaya, y no pierda un solo minuto!
MADRE CORAJE. Y por qu no lo dijo usted. Tiene razn: lo mejor que puedo
hacer es
irme a la feria.
(Sube a la carreta).
Ivette. Slo vengo a ver cmo van las cosas. (Viendo que el cocinero ha
dado vuelta,
espantado). Pieter!
Cocinero. Ivette!
Capelln. Dgalo con pelos y seales; pero espere a que salga la Coraje.
MADRE CORAJE. (Sale con toda clase de mercaderas). Ivette! (Se abrazan).
Mas, por
qu ests de luto?
MADRE CORAJE. No te va mal, pues. Al menos una que en esta guerra lleg
a algo.
MADRE CORAJE. (Re). Pieter de la pipa! Aquel que volva locas a las
hembras! Oiga!
Su pipa se la tengo guardada!
Ivette. Qu suerte que pueda prevenirla contra ese! Es el peor de todos los
que
anduvieron por la costa flamenca. Por cada dedo de su mano hay una a la
cual hundi en
la desgracia.
Ivette. Cierra el pico, pobre ruina! Pero tenga cuidado con l. Los hombres
como se
son peligrosos, aun cuando estn en decadencia.
MADRE CORAJE. (A Ivette). Ven conmigo, quiero vender mis cosas antes que
bajen los
precios. (Grita en direccin de la carreta a Catalina). No habr iglesia,
Catalina, y en
cambio me ir a la feria. Si viene el Eilif, le das de beber algo.
(Vase con Ivette).
Ivette. (Al irse). Pensar que algo como ese hombre haya podido apartarme
de la senda
recta! Slo mi buena estrella es causa de que, no obstante, me haya
encumbrado. Con
todo, creo que es un gran mrito haberte parado el carro por ahora Pieter
de la pipa!
EILIF. Supe que estaba por aqu. Me dieron permiso para verla por ltima
vez.
Capelln. Qu ha hecho?
EILIF. Dile que no fue otra cosa; dile que fue lo mismo. Mejor no le digas
nada.(Los soldados le hacen marchar a empujones).
Capelln. Te acompao en este penoso camino.
(Le sigue).
Cocinero. (Grita tras ellos). Se lo tendr que decir! Ella querr verle!
Capelln. Mejor ser que no le diga nada. En todo caso, que l estuvo aqu y
que quiz
vuelva maana. Entretanto, regreso yo y la podr enterar.
Cocinero. Nada.
Cocinero. (Lgubremente). Segn dijo, repiti una de las que haba hecho.
IX
Han pasado diecisis aos y la gran guerra de religin dura todava.
Alemania ha perdido ms de la mitad de su poblacin. Violentas
epidemias matan lo que ha quedado de las matanzas. El hambre asola
comarcas otrora florecientes. Lobos recorren las ciudades reducidas a
escombros. En otoo del ao 1634 encontramos a Madre Coraje en los
montes alemanes de Fichtelgebirge, apartada un poco del camino real
que recorren los ejrcitos suecos. En ese ao el invierno se ha anticipado
y es duro. Los negocios van mal, y no queda otro remedio que mendigar.
El cocinero recibe una carta de Utrecht, y es despedido.
La accin delante de la casa de un prroco, medio derruida. Maana gris
en los primeros das del invierno. MADRE CORAJE y el COCINERO
estn junto a la carreta, envueltos en mseras pieles de cordero.
MADRE CORAJE. Con todo, est habitada: hace poco ladr un perro.
Cocinero. Estoy harto de ello. (De repente). Recib una carta de Utrecht.
Me dicen que
mi madre muri del clera, y que ahora la hostera me pertenece. Aqu
tienes la carta, si
no me crees. Te la muestro, si bien no te interesan las cosas que mi ta
garabatea acerca
de mi vida y milagros.
MADRE CORAJE. (Lee la carta). Lamb, le dir que yo tambin estoy hastiada
del eterno
andar vagabundo. Me parezco al perro del carnicero, que arrastra el carrito
con la carne
para los clientes, pero nunca recibe un bocadito. No tengo ya nada para
vender, y la
gente no tiene nada con que pagar ese nada. Por tierras sajonas encontr a
uno, vestido
de harapos, que me ofreci una pila as de rollos de pergamino por dos
huevos; y en
Wurttemberg me habran dejado un arado a cambio de un saquito de sal.
Para qu
necesitan arar? Si ya no crece nada, tan slo cizaas...! Dicen que en
Pomerania los
aldeanos se comieron a las criaturas ms chicas, y que fueron sorprendidas
unas monjas
asaltando y robando a las gentes.
MADRE CORAJE. Tengo que hablar con Catalina. Te vas muy aprisa, y no me
gusta tomar decisiones en medio de este fro y con el estmago hueco.
Catalina! (Catalina sale y
baja de la carreta). Tengo una noticia que darte, Catalina. El cocinero y yo
queremos
irnos a Utrecht. Ha heredado una hostera all. Tendramos, pues, un lugar
fijo, y podras
trabar algunas relaciones. Ms de uno sabr apreciar a una persona
madura, y no creas
que el aspecto es todo. A m tambin me gustara. Me llevo bien con el
Cocinero.Debo
decirlo por l: tiene buena cabeza para los negocios. Tendramos la comida
asegurada,
eso es lindo, no? Y t tendras tu cama, te gustara, eh? A la larga no es
vida eso de
andar por las carreteras. Te me vas a venir abajo. Ya ests toda piojosa.
Tenemos que
decidirnos, porque podramos marchar con los suecos, que van para el
Norte. Ahora
deben andar ah enfrente. (Seala a la izquierda). Me parece que lo mejor es
aceptar,
Catalina.
Cocinero. Las cosas son como son, en voz baja o en voz alta. Y eso
tambin es motivo
por el cual no quiero tenerla en la hostera. Los parroquianos no quieren
toparse siempre
con semejante persona. Y no es para menos.
Voz. (De arriba). Ea, vos ah! Subid! Hay una sopa para vosotros!
X
Durante el ao 1635, Madre Coraje y su hija Catalina marchaban por las
carreteras de Alemania Central, siguiendo a los ejrcitos que estn cada
vez ms harapientos.
La accin tiene lugar en la carreta. Pasan frente a una casa de
campesinos.
XI
Enero de 1636. Las tropas imperiales amenazan la ciudad evanglica de
Hale. Las piedras comienzan a hablar. Madre Coraje pierde a su hija y
sigue sola su marcha. Y falta mucho an para que la guerra termine.
La escena muestra la carreta, en muy mal estado. Est al lado de una
casa campesina de enorme techo de paja. De entre la maleza salen un
ALFREZ y tres SOLDADOS, todos con pesadas armaduras.
Alfrez. Golpear es un ruido natural. Podra ser una vaca que embiste las
paredes de su
cuadra.
Alfrez. (Seala la carreta, donde se hizo presente Catalina) . All hay otra.
(Un
soldado la arrastra afuera). Sois todos los que vivs aqu?
Campesina.Y muy agradecida, seor Capitn, porque nos haya eximido, por
scula
seculrum amen.
(El Campesino impide a la Campesina seguir agradeciendo).
Primer soldado. Como si yo no supiese que para sos, por sobre todas las
cosas, est el
buey.
Campesino. Nada. All duermen todos. (Baja). Si llegan a entrar los pasan a
cuchillo a
todos.
Campesino. Nada.
Campesino. Arriba.
Primer soldado. (Al Alfrez). Permiso para proponer algo. (Dice algo al odo
del
Alfrez. Este asiente). Oye, te hacemos una proposicin por las buenas.
Bjate y
acompanos a la ciudad, yendo delante de nosotros. Mustranos a tu
madre y no le
haremos dao.
Alfrez. Debemos hacer algn ruido que sea ms fuerte que el tambor. Con
qu
podemos hacer ruido? Primer soldado. No decan que no debemos hacer
ningn ruido?
Alfrez. Un ruido inocente, mentecato. Uno que no sea guerrero.
Alfrez. Parte, pues, lea. (El Campesino busca el hacha y golpea un tronco).
Golpea
ms, ms! Ests golpeando por tu vida!
(Deja de golpear).
Campesina.Acaba, bestia!
(El Soldado le arroja a tierra y le golpea con la pica. Catalina llora, pero
sigue
golpeando).
(Mas los ltimos golpes de Catalina son relevados por el caonazo desde la
ciudad. De
lejos se oye un confuso taer a rebato y el retumbar de los caones).
XII
Entre la noche y la maana. yense tambores y pfanos de las
tropas que marchan, alejndose. MADRE CORAJE est acurrucada
junto a su hija, delante de la carreta. A su lado estn los campesinos.
MADRE CORAJE. (Antes de uncirse a la carreta). Aqu tiene dinero para los
gastos.(Cuenta dinero y lo pone en manos del Campesino. Los campesinos
le estrechan la
mano y madre e hijo se llevan a Catalina).
MADRE CORAJE. Con tal que yo sola pueda con la carreta!... Ya podr: gran
cosa no hay dentro. (En el fondo pasa otro regimiento con pfanos y
tambores). Ea, voy con
vosotros! Llevadme!