Macbeth Texto 1
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uy
William Shakespeare
Hamlet
Tragedias
LA TRAGEDIA DE MACBETH
LA TRAGEDIA DE MACBETH
PERSONAJES
DUNCAN, REY de Escocia MALCOLM
Hijo del Rey Duncan
DONALBAIN Hijo del Rey Duncan
MACBETH General del ejrcito escocs
BANQUO General del ejrcito escocs
MACDUFF Barn escocs
LENNOX Barn escocs
ROSS Barn escocs
ANGUS Barn escocs
MENTETH
CATHNESS
FLEANCE Hijo de Banquo
SIWARD Conde de Northumberland
EL JOVEN SIWARD su hijo
Hijo de Macduff
SEYTON, ayudante de Macbeth
LADY MACBETH
LADY MACDUFF
Tres BRUJAS las Hermanas Fatdicas
HCATE
Otras tres brujas
Apariciones
Un CAPITN del ejrcito escocs
Un MDICO ingls
Un MDICO escocs
Un PORTERO
Un ANCIANO
Una DAMA de compaa de Lady Macbeth
ASESINOS (de Banquo)
ASESINOS (de Lady Macduff e hijos)
Nobles, caballeros, soldados, criados, mensajeros y acompaamiento.
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ACTO I
Escena I
Truenos y relmpagos. Entran tres BRUJAS.
Salen.
Escena II
Fragor de combate. Entran el REY [DUNCAN], MALCOLM, DONALBAIN, LENNOX y
acompaamiento, y se encuentran con un CAPITN cubierto de sangre.
Salen.
Escena III
Truenos. Entran las tres BRUJAS.
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Tambor dentro.
BRUJA TERCERA-Salud!
BRUJA PRIMERA-Menos que Macbeth, pero ms grande.
BRUJA SEGUNDA-Menos feliz, y mucho ms feliz.
BRUJA TERCERA-Engendrars reyes, mas no lo sers;
as que, salud, Macbeth y Banquo!
BRUJA PRIMERA-Banquo y Macbeth, salud!
MACBETH -Esperad, imperfectas hablantes, decid ms!
Por la muerte de Cinel soy Barn de Glamis,
mas, cmo de Cawdor? El Barn de Cawdor vive
y contina vigoroso; y ser rey
traspasa el umbral de lo creble,
tanto como ser Cawdor. Decid de dnde
os ha llegado tan extraa novedad o por qu
cortis nuestro paso en este yermo
con profticos saludos. Hablad, os lo ordeno.
Salen.
Escena IV
Clarines. Entran el REY [DUNCAN], LENNOX, MALCOM,
DONALBAIN y acompaamiento.
Sale.
Clarines. Salen.
Escena V
Entra LADY MACBETH sola, con una carta.
Entra un MENSAJERO.
Qu nuevas traes?
MENSAJERO-El rey viene esta noche.
LADY MACBETH-Qu locura dices?
Tu seor no le acompaa? Me habra avisado
para que preparase la acogida.
MENSAJERO -Con permiso, es cierto: el barn se acerca.
Se le ha adelantado uno de mis compaeros,
que, extenuado, apenas tena aliento
para decir su mensaje.
Sale el MENSAJERO.
Entra MACBETH.
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Salen.
Escena VI
Oboes y antorchas. Entran el REY [DUNCAN], MALCOLM, DONALBAIN, BANQUO,
LENNOX, MACDUFF, ROSS, ANGUS y acompaamiento.
Salen.
Escena VII
Oboes. Antorchas. Entran, cruzando el escenario, un maestresala y varios criados con
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Salen.
ACTO II
Escena I
Entran BANQUO y FLEANCE con una antorcha.
Sale.
Escena II
Entra LADY MACBETH.
Entra MACBETH.
Sale.
Llaman a la puerta dentro
Llaman.
Llaman.
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Llaman.
Salen.
Escena III
Entra un PORTERO. Llaman dentro.
Llaman.
Pum, pum! Quin es, en nombre de Belceb? Un agricultor que se ahorc ante la
expectativa de grandes cosechas. Llegas a punto. Que no te falten pauelos que aqu
vas a sudarla.
Llaman.
Pum, purr! Quin es, en nombre del otro diablo? Seguro que un equivoquista, que
juraba a cada lado de la balanza contra el otro, que cometi gran traicin por el amor
de Dios y cuyos equvocos no le abrieron el cielo. Vamos, pasa, equivoquista.
Llaman.
Pum, pum! Quin es? Seguro que un sastre ingls, que est aqu por sisar tela de un
calzn francs. Pasa, sastre, que aqu puedes asar tu plancha.
Llaman.
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Pum, pum! No descansa. Quin eres t? - Esto es demasiado fro para ser el infierno.
No voy a hacer ms de portero del diablo: pensaba dejar entrar a gente de todos los
oficios que va a la hoguera eterna por la senda florida.
Llaman.
Ya voy, ya voy.
Entra MACBETH.
[Sale el PORTERO.]
Sale.
Entra MACDUFF.
Entra BANQUO.
Salen.
Escena IV
Entra ROSS con un ANCIANO.
Entra MACDUFF.
Salen.
ACTO III
Escena I
Entra BANQUO.
Clarines. Entran MACBETH como rey LADY MACBETH, LENNOX, ROSS, NOBLES y
acompaamiento.
Sale BANQUO.
Sale el CRIADO.
Sale el CRIADO.
Sale.
Escena II
Entran LADY MACBETH y un CRIADO.
Sale.
Entra MACBETH.
Salen.
Escena III
Entran tres ASESINOS.
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[Atacan a BANQUO.]
Salen.
Escena IV
Banquete preparado. Entran MACBETH, LADY MACBETH, ROSS, LENNOX, NOBLES y
acompaamiento.
[Sale el espectro.]
Entra el espectro.
[Sale el espectro.]
Salen.
Escena V
Truenos. Entran las tres BRUJAS al encuentro de HCATE.
Msica y cancin.
Salen.
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Escena VI
Entran LENNOX y otro NOBLE.
Salen.
ACTO IV
Escena I
Truenos. Entran las tres BRUJAS.
Entra MACBETH.
a las llamas.
TODAS-Seas de abajo o de arriba,
ven y mustrate luciendo to maestra.
Desciende.
Desciende.
Quin es este
que, semejante al hijo de un rey,
se eleva ciendo a sus sienes de nio
la corona de la majestad?
TODAS -Escucha y no le hables.
APARICIN -Ten bro de len, s altivo y no atiendas
a quien incomoda, conspira o se inquieta:
Macbeth no caer vencido hasta el da
en que contra l el bosque de Birnam
suba a Dunsinane.
Desciende.
MACBETH-Nunca ocurrir.
Quin puede alistar al bosque, mandar al rbol
Arrncate! ? Buena profeca. Muertos
rebeldes, no os alcis mientras Birnam no se
alce; el encumbrado Macbeth
va a vivir su trecho de vida y ceder
su aliento al tiempo y la muerte. Mas anhela
mi alma saber algo. Si vuestra ciencia
hasta ah alcanza, decidme: Reinar algn da
la progenie de Banquo en nuestro reino?
TODAS-No intentes saber ms.
MACBETH-Tenis que complacerme. Si me lo negis,
as os caiga la eterna maldicin! Decdmelo!
Entra LENNOX.
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Salen.
Escena II
Entran LADY MACDUFF, su Hijo y ROSS.
Sale.
Entra un MENSAJERO.
Sale.
Entran ASESINOS.
[Le mata.]
Escena III
Entran MALCOLM y MACDUFF.
Entra un MDICO.
[Sale el MDICO.]
Entra Ross.
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SALEN
ACTO V
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Escena I
Entran un MDICO y una DAMA de compaa.
MDICO-He velado dos noches con vos, mas no he visto que sea cierta vuestra
historia. Cundo fue la ltima vez que pase dormida?
DAMA-Desde que Su Majestad sali con el ejrcito la he visto levantarse, ponerse la
bata, abrir su escritorio, sacar papel, doblarlo, escribir en l, leerlo, sellarlo y despus
acostarse. Y todo en el ms profundo sueo.
MDICO-Gran alteracin de la naturaleza, gozar el beneficio del sueo a la vez que
conducirse igual que en la vigilia. En tal trastorno sooliento, adems de caminar y
otras acciones, la habis odo decir algo alguna vez?
DAMA-S, seor. Cosas que no repetir.
MDICO-Conmigo podis y conviene que lo hagis.
DAMA-Ni con vos ni con nadie, no teniendo testigos que me apoyen.
Mirad, ah llega. As es como sale, y os juro que est bien dormida. Escondeos y
observadla.
MDICO -De dnde ha sacado esa luz?
DAMA -La tena a su lado. Siempre tiene una luz a su lado. Fue orden suya.
MDICO-Vis? Tiene los ojos abiertos.
DAMA-S, pero la vista cerrada.
MDICO-Qu hace ahora? Mirad cmo se frota las manos.
DAMA-Acostumbra a hacerlo como si se lavara las manos. La he visto seguir as un
cuarto de hora.
LADY MACBETH-An queda una mancha.
MDICO-Chsss..! Est hablando. Anotar lo que diga para asegurar mi memoria.
LADY MACBETH-Fuera, maldita mancha! Fuera digo! - La una, las dos; es el
momento de hacerlo. - El infierno es sombro. Cmo, mi seor! Un soldado y con
miedo? Por qu temer que se conozca si nadie nos puede pedir cuentas? - Mas,
quin iba a pensar que el viejo tendra tanta sangre?
MDICO-Os fijis?
LADY MACBETH-El Barn de Fife tena esposa. Dnde est ahora? -Ah! Nunca
tendr limpias estas manos? - Ya basta, mi seor; ya basta. Lo estropeas todo con tu
pnico.
MDICO-Vaya! Sabis lo que no debais.
DAMA-Ha dicho lo que no deba, estoy segura. Lo que sabe, slo Dios lo sabe.
LADY MACBETH-An queda olor a sangre. Todos los perfumes de Arabia no darn
fragancia a esta mano ma. Ah, ah, ah!
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Sale.
MDICO-Va a acostarse?
DAMA- Ahora mismo.
MDICO-Corren temibles rumores; actos monstruosos
engendran males monstruosos; almas viciadas
descargan sus secretos a una almohada sorda:
ms que un mdico, necesita un sacerdote.
Dios, Dios nos perdone a todos. Cuidad de ella,
apartad de su lado cuanto pueda daarla
y vigiladla de cerca. Buen descanso:
lo que he visto me aturde y deja asombrado.
Pienso, mas no me atrevo a hablar.
DAMA -Buenas noches, doctor.
Salen.
Escena II
Entran, con tambores y bandera, MENTETH, CATHNESS, ANGUS, LENNOX y soldados.
Salen marchando.
Escena III
Entran MACBETH, el MDICO y acompaamiento.
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Entra un CRIADO.
[Sale el CRIADO.]
Entra SEYTON.
Salen.
Escena IV
Entran, con tambores y bandera, MALCOLM, SIWARD, MACDUFF, el JOVEN SIWARD,
MENTETH, CATHNESS, ANGUS y soldados en marcha.
Salen en marcha.
Escena V
Entran MACBETH, SEYTON y soldados, con tambores y bandera.
Qu ruido es ese?
SEYTON-Gritos de mujeres, mi seor.
[Sale.]
[Entra SEYTON.]
Entra un MENSAJERO.
Salen.
Escena VI
Entran, con tambores y bandera, MALCOLM, SIWARD, MACDUFF y el ejrcito, con
ramas.
Escena VII
Entra MACBETH.
Entra MACDUFF.
Salen luchando. Fragor de batalla. Entran luchando y MACBETH cae muerto. Sale MACDUFF con
el cuerpo de MACBETH. Toque de retreta. Trompetas. Entran, con tambores y bandera,
MALCOLM, SIWARD, ROSS, barones y soldados.
PERSONAJES
ACTO I
Escena I
Explanada delante del Palacio Real de Elsinor. Noche oscura. FRANCISCO, BERNARDO
FRANCISCO.- Es Bernardo?
BERNARDO.- El mismo.
FRANCISCO.- Te doy mil gracias por la mudanza. Hace un fro que penetra y yo estoy
delicado del pecho.
FRANCISCO.- Me parece que los oigo. Alto ah. Eh! Quin va?
Escena II
HORACIO.- Un pedazo de l.
MARCELO.- Horacio dice que es aprehensin nuestra, y nada quiere creer de cuanto le
he dicho acerca de ese espantoso fantasma que hemos visto ya en dos ocasiones. Por
eso le he rogado que se venga a la guardia con nosotros, para que si esta noche
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BERNARDO.- Sentmonos un rato, y deja que asaltemos de nuevo tus odos con el
suceso que tanto repugnan or y que en dos noches seguidas hemos ya presenciado
nosotros.
BERNARDO.- La noche pasada, cuando esa misma estrella que est al occidente del
polo haba hecho ya su carrera, para iluminar aquel espacio del cielo donde ahora
resplandece, Marcelo y yo, a tiempo que el reloj daba la una...
HORACIO.- Quin eres t, que as usurpas este tiempo a la noche, y esa presencia
noble y guerrera que tuvo un da la majestad del Soberano Dans, que yace en el
sepulcro? Habla, por el Cielo te lo pido.
HORACIO.- Por Dios que nunca lo hubiera credo, sin la sensible y cierta demostracin
de mis propios ojos.
HORACIO.- Como t a ti mismo. Y tal era el arns de que iba ceido cuando pele con
el ambicioso Rey de Noruega, y as le vi arrugar ceudo la frente cuando en una
altercacin colrica hizo caer al de Polonia sobre el hielo, de un solo golpe... Extraa
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aparicin es sta!
MARCELO.- Pues de esa manera, y a esta misma hora de la noche, se ha paseado dos
veces con ademn guerrero delante de nuestra guardia.
HORACIO.- Yo no comprendo el fin particular con que esto sucede; pero en mi ruda
manera de pensar, pronostica alguna extraordinaria mudanza a nuestra nacin.
HORACIO.- Yo te lo dir, o a lo menos, los rumores que sobre esto corren. Nuestro
ltimo Rey (cuya imagen acaba de aparecrsenos) fue provocado a combate, como ya
sabis, por Fortimbrs de Noruega estimulado ste de la ms orgullosa emulacin. En
aquel desafo, nuestro valeroso Hamlet (que tal renombre alcanz en la parte del
mundo que nos es conocida) mat a Fortimbrs, el cual por un contrato sellado y
ratificado segn el fuero de las armas, ceda al vencedor (dado caso que muriese en la
pelea) todos aquellos pases que estaban bajo su dominio. Nuestro Rey se oblig
tambin a cederle una porcin equivalente, que hubiera pasado a manos de
Fortimbrs, como herencia suya, si hubiese vencido; as como, en virtud de aquel
convenio y de los artculos estipulados, recay todo en Hamlet. Ahora el joven
Fortimbrs, de un carcter fogoso, falto de experiencia y lleno de presuncin, ha ido
recogiendo de aqu y de all por las fronteras de Noruega, una turba de gente resuelta
y perdida, a quien la necesidad de comer determina a intentar empresas que piden
valor; y segn claramente vemos, su fin no es otro que el de recobrar con violencia y a
fuerza de armas los mencionados pases que perdi su padre. Este es, en mi dictamen,
el motivo principal de nuestras prevenciones, el de esta guardia que hacemos, y la
verdadera causa de la agitacin y movimiento en que toda la nacin est.
HORACIO.- Es por cierto una mota que turba los ojos del entendimiento. En la poca
ms gloriosa y feliz de Roma, poco antes que el poderoso Csar cayese quedaron
vacos los sepulcros y los amortajados cadveres vagaron por las calles de la ciudad,
gimiendo en voz confusa; las estrellas resplandecieron con encendidas colas, cay
lluvia de sangre, se ocult el sol entre celajes funestos y el hmedo planeta, cuya
influencia gobierna el imperio de Neptuno, padeci eclipse como si el fin del mundo
hubiese llegado. Hemos visto ya iguales anuncios de sucesos terribles, precursores que
avisan los futuros destinos, el cielo y la tierra juntos los han manifestado a nuestro pas
y a nuestra gente... Pero. Silencio... Veis?..., all... Otra vez vuelve... Aunque el terror
me hiela, yo le quiero salir al encuentro. Detente, fantasma. Si puedes articular
sonidos, si tienes voz hblame. Si all donde ests puedes recibir algn beneficio para
tu descanso y mi perdn, hblame. Si sabes los hados que amenazan a tu pas, los
cuales felizmente previstos puedan evitarse, ay!, habla... O si acaso, durante tu vida,
acumulaste en las entraas de la tierra mal habidos tesoros, por lo que se dice que
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HORACIO.- Aqu.
Escena III
Saln de Palacio.
CLAUDIO.- Aunque la muerte de mi querido hermano Hamlet est todava tan reciente
en nuestra memoria, que obliga a mantener en tristeza los corazones y a que en todo
el Reino slo se observe la imagen del dolor; con todo eso, tanto ha combatido en m
la razn a la naturaleza, que he conservado un prudente sentimiento de su prdida,
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junto con la memoria de lo que a nosotros nos debemos. A este fin he recibido por
esposa, a la que un tiempo fue mi hermana y hoy reina conmigo, compaera en el
trono de esta belicosa nacin; si bien estas alegras son imperfectas, pues en ellas se
han unido a la felicidad las lgrimas, las fiestas a pompa fnebre, los cnticos de
muerte a los epitalamios de Himeneo, pesados en igual balanza el placer y la afliccin.
Ni hemos dejado de seguir los dictmenes de vuestra prudencia, que en esta ocasin
ha procedido con absoluta libertad de lo cual os quedo muy agradecido. Ahora falta
deciros, que el joven Fortimbrs, estimndome en poco, o presumiendo que la reciente
muerte de mi querido hermano habr producido en el Reino trastorno y desunin;
fiado en esta soada superioridad, no ha cesado de importunarme con mensajes,
pidindome le restituya aquellas tierras que perdi su padre y adquiri mi valeroso
hermano, con todas las formalidades de la ley. Basta ya lo que de l he dicho. Por lo
que a m toca y en cuanto al objeto que hoy nos rene; veisle aqu. Escribo al Rey de
Noruega, to del joven Fortimbrs, que doliente y postrado en el lecho apenas tiene
noticia de los proyectos de su sobrino, a fin de que le impida llevarlos adelante, pues
tengo ya exactos informes de la gente que levanta contra m, su calidad, su nmero y
fuerzas. Prudente Cornelio, y t Voltiman, vosotros saludareis en mi nombre al anciano
Rey; aunque no os doy facultad personal para celebrar con l tratado alguno, que
exceda los lmites expresados en estos artculos. Id con Dios, y espero que
manifestaris en vuestra diligencia el celo de servirme.
Escena IV
CLAUDIO.- Elige el tiempo que te parezca ms oportuno para salir, y haz cuanto gustes
y sea ms conducente a tu felicidad. Y t, Hamlet, mi deudo, mi hijo!
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CLAUDIO.- Bueno y laudable es que tu corazn pague a un padre esa lgubre deuda,
Hamlet; pero, no debes ignorarlo, tu padre perdi un padre tambin y aquel perdi el
suyo. El que sobrevive, limita la filial obligacin de su obsequiosa tristeza a un cierto
trmino; pero continuar en interminable desconsuelo, es una conducta de obstinacin
impa. Ni es natural en el hombre tan permanente afecto; que anuncia una voluntad
rebelde a los decretos de la Providencia, un corazn dbil, un alma indcil, un talento
limitado y falto de luces. Ser bien que el corazn padezca, queriendo neciamente
resistir a lo que es y debe ser inevitable, a lo que es tan comn como cualquiera de las
cosas que ms a menudo hieren nuestros sentidos? Este es un delito contra el Cielo,
contra la muerte, contra la naturaleza misma; es hacer una injuria absurda a la razn,
que nos da en la muerte de nuestros padres la ms frecuente de sus lecciones, y que
nos est diciendo, desde el primero de los hombres hasta el ltimo que hoy expira:
Mortales, ved aqu vuestra irrevocable suerte. Modera, pues, yo te lo ruego, esa intil
tristeza, considera que tienes un padre en mi puesto, que debe ser notorio al mundo
que t eres la persona ms inmediata a mi trono y que te amo con el afecto ms puro
que puede tener a su hijo un padre. Tu resolucin de volver a los estudios de
Witemberga es la ms opuesta a nuestro deseo, y antes bien te pedimos que desistas
de ella; permaneciendo aqu, estimado y querido a vista nuestra, como el primero de
mis Cortesanos, mi pariente y mi hijo.
CLAUDIO.- Por esa afectuosa y plausible respuesta quiero que seas otro yo en el
imperio dans. Venid, seora. La sincera y fiel condescendencia de Hamlet ha llenado
de alegra mi corazn. En aplauso de este acontecimiento, no celebrar hoy Dinamarca
festivos brindis sin que lo anuncie a las nubes el can robusto, y el cielo retumbe
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muchas veces a las aclamaciones del Rey repitiendo el trueno de la tierra. Venid.
Escena V
HAMLET solo
Escena VI
HAMLET.- Mi buen amigo, yo quiero trocar contigo ese ttulo que te das. A qu has
venido de Witemberga? Ah! Marcelo!
MARCELO.- Seor.
HAMLET.- Mucho me alegro de verte con salud tambin. Pero, la verdad, a qu has
venido de Witemberga?
HAMLET.- No quisiera or de boca de tu enemigo otro tanto, ni podrs forzar mis odos
a que admitan una disculpa que te ofende. Yo s que no eres desaplicado. Pero, dime,
qu asuntos tienes en Elsingor? Aqu te ensearemos a ser gran bebedor antes que te
vuelvas.
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HAMLET.- No se burle de m, por Dios, seor condiscpulo. Yo creo que habrs venido
a las bodas de mi madre.
HAMLET.- Era un hombre tan cabal en todo que no espero hallar otro semejante.
HORACIO.- Estos dos seores, Marcelo y Bernardo, le haban visto dos veces
hallndose de guardia, como a la mitad de la profunda noche. Una figura, semejante a
vuestro padre, armada segn l sola de pies a cabeza, se les puso delante, caminando
grave, tardo y majestuoso por donde ellos estaban. Tres veces pas de esta manera
ante sus ojos, que oprima el pavor, acercndose hasta donde ellos podan alcanzar
con sus lanzas; pero dbiles y casi helados con el miedo, permanecieron mudos sin
osar hablarle. Dironme parte de este secreto horrible; voyme a la guardia con ellos la
tercera noche, y all encontr ser cierto cuanto me haban dicho, as en la hora, como
en la forma y circunstancias de aquella aparicin. La Sombra volvi en efecto. Yo
conoc a vuestro padre, y es tan parecido a l, como lo son entre s estas dos manos
mas.
HAMLET.- Y no le hablasteis?
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HORACIO.- Y tan cierta como mi propia existencia. Nosotros hemos credo que era
obligacin nuestra avisaros de ello, mi venerado Prncipe.
HAMLET.- S, amigos, s... pero esto me llena de turbacin. Estis de centinela esta
noche?
TODOS.- S, seor.
HORACIO.- Constantemente.
HORACIO.- El que puede emplearse en contar desde uno hasta ciento, con moderada
diligencia.
HAMLET.- Quiero ir esta noche con vosotros al puesto, por si acaso vuelve.
HAMLET.- S, conservadme vuestro amor y estad seguros del mo. Adis. El espritu de
mi padre... Con armas... No es esto bueno. Recelo alguna maldad. Oh! Si la noche
hubiese ya llegado! Espermosla tranquilamente, alma ma. Las malas acciones,
aunque toda la tierra las oculte, se descubren al fin a la vista humana.
Escena VII
LAERTES, OFELIA
LAERTES.- Ya tengo todo mi equipaje a bordo. Adis hermana, y cuando los vientos
sean favorables y seguro el paso del mar, no te descuides en darme nuevas de ti.
LAERTES.- Por lo que hace al frvolo obsequio de Hamlet, debes considerarle como una
mera cortesana, un hervor de la sangre, una violeta que en la primavera juvenil de la
naturaleza se adelanta a vivir y no permanece hermosa, no durable: perfume de un
momento y nada ms.
LAERTES.- Pienso que no, porque no slo en nuestra juventud se aumentan las fuerzas
y tamao del cuerpo, sino que las facultades interiores del talento y del alma crecen
tambin con el templo en que ella reside. Puede ser que l te ame ahora con
sinceridad, sin que manche borrn alguno la pureza de su intencin; pero debes temer,
al considerar su grandeza, que no tiene voluntad propia y que vive sujeto a obrar
segn a su nacimiento corresponde. l no puede como una persona vulgar, elegir por
s mismo; puesto que de su eleccin depende la salud y prosperidad de todo un Reino
y ve aqu por qu esta eleccin debe arreglarse a la condescendencia unnime de
aquel cuerpo de quien es cabeza. As, pues, cuando l diga que te ama, ser prudencia
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en ti no darle crdito; reflexionando que en el alto lugar que ocupa nada puede
cumplir de lo que promete, sino aquello que obtenga el consentimiento de la parte ms
principal de Dinamarca. Considera cul prdida padecera tu honor, si con demasiada
credulidad dieras odos a su voz lisonjera, perdiendo la libertad del corazn o
facilitando a sus instancias impetuosas el tesoro de tu honestidad. Teme, Ofelia, teme
querida hermana, no sigas inconsiderada tu inclinacin; huye del peligro colocndote
fuera del tiro de los amorosos deseos. La doncella ms honesta, es libre en exceso, si
descubre su belleza al rayo de la luna. La virtud misma no puede librarse de los golpes
de la calumnia. Muchas veces el insecto roe las flores hijas del verano, aun antes que
su botn se rompa, y al tiempo que la aurora matutina de la juventud esparce su
blando roco, los vientos mortferos son ms frecuentes. Conviene, pues, no omitir
precaucin alguna, pues la mayor seguridad estriba en el temor prudente. La juventud,
aun cuando nadie la combate, halla en s misma su propio enemigo.
Escena VIII
LAERTES.- Adis.
Escena IX
POLONIO, OFELIA
POLONIO.- Bien pensado, en verdad. Me han dicho que de poco tiempo a esta parte te
ha visitado varias veces privadamente, y que t le has admitido con mucha
complacencia y libertad. Si esto es as (como me lo han asegurado, a fin de que
prevenga el riesgo) debo advertirte que no te has portado con aquella delicadeza que
corresponde a una hija ma y a tu propio honor. Qu es lo que ha pasado entre los
dos? Dime la verdad.
POLONIO.- Amor! Ah! T hablas como una muchacha loquilla y sin experiencia, en
circunstancias tan peligrosas. Ternura la llamas! Y t das crdito a esa ternura?
POLONIO.- En efecto es as, y yo quiero ensertelo. Piensa bien que eres una nia,
que has recibido por verdadera paga esas ternuras que no son moneda corriente.
Estmate en ms a ti propia; pues si te aprecias en menos de lo que vales (por seguir
la comenzada alusin) hars que pierda el entendimiento.
POLONIO.- S, esas son redes para coger codornices. Yo s muy bien, cuando la
sangre hierve, con cuanta prodigalidad presta el alma juramentos a la lengua; pero
son relmpagos, hija ma, que dan ms luz que calor; estos y aquellos se apagan
pronto y no debes tomarlos por fuego verdadero, ni aun en el instante mismo en que
parece que sus promesas van a efectuarse. De hoy en adelante cuida de ser ms avara
de tu presencia virginal; pon tu conversacin a precio ms alto, y no a la primera
insinuacin admitas coloquios. Por lo que toca al Prncipe, debes creer de l solamente
que es un joven, y que si una vez afloja las riendas pasar ms all de lo que t le
puedes permitir. En suma, Ofelia, no creas sus palabras que son fementidas, ni es
verdadero el color que aparentan; son intercesoras de profanos deseos, y si parecen
sagrados y piadosos votos, es slo para engaar mejor. Por ltimo, te digo claramente,
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que desde hoy no quiero que pierdas los momentos ociosos en hablar, ni mantener
conversacin con el Prncipe. Cuidado con hacerlo as: yo te lo mando. Vete a tu
aposento.
Escena X
HORACIO.- No las he odo. Pues en tal caso ya est cerca el tiempo en que el muerto
suele pasearse. Pero, qu significa este ruido, seor?
HAMLET.- Esta noche se huelga el Rey, pasndola desvelado en un banquete, con gran
vocera y traspieses de embriaguez y a cada copa del Rhin que bebe, los timbales y
trompetas anuncian con estrpito sus victoriosos brindis.
HAMLET.- S, se acostumbra; pero aunque he nacido en este pas y estoy hecho a sus
estilos, me parece que sera ms decoroso quebrantar esta costumbre que seguirla. Un
exceso tal que embrutece el entendimiento nos infama a los ojos de las otras naciones,
desde oriente a occidente. Nos llaman ebrios; manchan nuestro nombre con este
dictado afrentoso y en verdad que l solo, por ms que poseamos en alto grado otras
buenas cualidades, basta a empaar el lustre de nuestra reputacin. As acontece
frecuentemente a los hombres. Cualquier defecto natural en ellos, sea el de su
nacimiento, del cual no son culpables (puesto que nadie puede escoger su origen), sea
cualquier desorden ocurrido en su temperamento, que muchas veces rompe los lmites
y reparos de la razn, o sea cualquier hbito que se aparte demasiado de las
costumbres recibidas llevando estos hombres consigo el signo de un solo defecto que
imprimi en ellos la naturaleza o el acaso, aunque sus virtudes fuesen tantas cuantas
es concedido a un mortal, y tan puras como la bondad celeste; sern no obstante
amancilladas en el concepto pblico, por aquel nico vicio que las acompaa. Un solo
adarme de mezcla quita el valor al ms precioso metal y le envilece.
HORACIO.- Os hace seas de que le sigis, como si deseara comunicaros algo a solas.
HAMLET.- Dejadme.
Escena XI
HORACIO, MARCELO
Escena XII
LA SOMBRA.- Mrame.
HAMLET.- Ya te miro.
HAMLET.- Homicidio?
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HAMLET.- Refiremelo presto, para que con alas veloces, como la fantasa, o con la
prontitud de los pensamientos amorosos, me precipite a la venganza.
LA SOMBRA.- Ya veo cun dispuesto te hallas, y aunque tan insensible fueras como las
malezas que se pudren incultas en las orillas del Letheo, no dejara de conmoverte lo
que voy a decir. Escchame ahora, Hamlet. Esparciose la voz de que estando en mi
jardn dormido me mordi una serpiente. Todos los odos de Dinamarca fueron
groseramente engaados con esta fabulosa invencin; pero t debes saber, mancebo
generoso, que la serpiente que mordi a tu padre, hoy cie su corona.
Escena XIII
HAMLET.- Oh! Vosotros ejrcitos celestiales! Oh! Tierra!... Y quin ms? Invocar
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al infierno tambin? Eh! No... Detente corazn mo, detente, y vos mis nervios no as
os debilitis en un momento: sostenedme robustos... Acordarme de ti! S, alma infeliz,
mientras haya memoria en este agitado mundo. Acordarme de ti! S, yo me acordar,
y yo borrar de mi fantasa todos los recuerdos frvolos, las sentencias de los libros, las
ideas e impresiones de lo pasado que la juventud y la observacin estamparon en ella.
Tu precepto solo, sin mezcla de otra cosa menos digna, vivir escrito en el volumen de
mi entendimiento. S, por los cielos te lo juro... Oh, mujer, la ms delincuente! Oh!
Malvado! Halageo y execrable malvado! Conviene que yo apunte en este libro...
S... Que un hombre puede halagar y sonrerse y ser un malvado; a lo menos, estoy
seguro de que en Dinamarca hay un hombre as, y ste es mi to... S, t eres... Ah!
Pero la expresin que debo conservar, es esta. Adis, adis, acurdate de m. Yo he
jurado acordarme.
MARCELO.- Hamlet.
MARCELO.- Qu ha sucedido?
MARCELO.- Ni yo tampoco.
HAMLET.- Creis vosotros que pudiese haber cabido en el corazn humano... Pero
guardaris secreto?
HORACIO.- Pero, no era necesario, seor, que un muerto saliera del sepulcro a
persuadirnos esa verdad.
HAMLET.- S, cierto, tenis razn, y por eso mismo, sin tratar ms del asunto, ser
bien despedirnos y separarnos; vosotros a donde vuestros negocios o vuestra
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inclinacin os lleven..., que todos tienen su inclinaciones, y negocios, sean los que
sean; y yo, ya lo sabis, a mi triste ejercicio. A rezar.
HAMLET.- Mucho me pesa de haberos ofendido con ellas, s por cierto, me pesa en el
alma.
HAMLET.- S, por San Patricio, que s la hay y muy grande, Horacio... En cuanto a la
aparicin... Es un difunto venerable... S, yo os lo aseguro... Pero, reprimid cuanto os
fuese posible el deseo de saber lo que ha pasado entre l y yo. Ah! Mis buenos
amigos! Yo os pido, pues sois mis amigos y mis compaeros en el estudio y en las
armas, que me concedis una corta merced.
HAMLET.- Que nunca revelaris a nadie lo que habis visto esta noche.
LA SOMBRA.- Juradlo.
HAMLET.- Que nunca diris lo que habis visto. Juradlo por mi espada.
LA SOMBRA.- Juradlo.
HAMLET.- Hic et ubique? Mudaremos de lugar. Seores, acercaos aqu: poned otra
vez las manos en mi espada, y jurad por ella, que nunca diris nada de esto que
habis odo y visto.
HAMLET.- Bien has dicho, topo viejo, bien has dicho... Pero cmo puedes taladrar con
tal prontitud los senos de la tierra, diestro minador? Mudemos otra vez de puesto,
amigos.
HAMLET.- Por eso como a un extrao debis hospedarle y tenerle oculto. Ello es,
Horacio, que en el cielo y en la tierra hay ms de lo que puede soar tu filosofa. Pero
venid ac y, como antes dije, prometedme (as el Cielo os haga felices) que por ms
singular y extraordinaria que sea de hoy ms mi conducta (puesto que acaso juzgar a
propsito afectar un proceder del todo extravagante) nunca vosotros al verme as
daris nada a entender, cruzando los brazos de esta manera, o haciendo con la cabeza
este movimiento, o con frases equvocas como: s, s, nosotros sabemos; nosotros
pudiramos, si quisiramos... si gustramos de hablar, hay tanto que decir en eso;
pudiera ser que... o en fin, cualquiera otra expresin ambigua, semejante a stas, por
donde se infiera que vosotros sabis algo de m. Juradlo; as en vuestras necesidades
os asista el favor de Dios. Juradlo.
LA SOMBRA.- Jurad.
ACTO II
Escena I
POLONIO, REYNALDO
POLONIO.- S, es muy buena idea, muy buena. Mira, lo primero has de averiguar qu
dinamarqueses hay en Pars, y cmo, en qu trminos, con quin, y en dnde estn, a
quin tratan, qu gastos tienen; y sabiendo por estos rodeos y preguntas indirectas,
que conocen a mi hijo, entonces ve en derechura a tu objeto, encaminando a l en
particular tus indagaciones. Haz como si le conocieras de lejos, diciendo: s, conozco a
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POLONIO.- S, el jugar, beber, esgrimir, jurar, disputar, putear... Hasta esto bien
puedes alargarte.
POLONIO.- No por cierto, adems que todo depende del modo con que le acuses. No
debes achacarle delitos escandalosos, ni pintarle como un joven abandonado
enteramente a la disolucin; no, no es esa mi idea. Has de insinuar sus defectos con
tal arte que parezcan nulidades producidas de falta de sujecin y no otra cosa:
extravos de una imaginacin ardiente, mpetus nacidos de la efervescencia general de
la sangre.
POLONIO.- Ah! T querrs saber con qu fin debes hacer esto, eh?
POLONIO.- Pues, seor, mi fin es ste; y creo que es proceder con mucha cordura.
Cargando esas pequeas faltas sobre mi hijo (como ligeras manchas de una obra
preciosa) ganars por medio de la conversacin la confianza de aquel a quien
pretendas examinar. Si l est persuadido de que el muchacho tiene los mencionados
vicios que t le imputas, no dudes que l convenga con tu opinin, diciendo: seor
mo, o amigo, o caballero... En fin, segn el ttulo o dictado de la persona o del pas.
REYNALDO.- S, ya estoy.
POLONIO.- Pues entonces l dice... Dice... Qu iba yo a decir ahora?... Algo iba yo a
decir. En qu estbamos?
como nosotros los que tenemos talento y prudencia, solemos conseguir por indirectas
el fin directo, usando de artificios y disimulacin. As lo hars con mi hijo, segn la
instruccin y advertencia que acabo de darte. Me has entendido?
REYNALDO.- Seor...
REYNALDO.- As lo har.
POLONIO.- Adis.
Escena II
POLONIO, OFELIA
POLONIO.- Y qu te dijo?
POLONIO.- Ven conmigo, quiero ver al Rey. Ese es un verdadero xtasis de amor que
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POLONIO.- Y eso basta para haberle trastornado as. Me pesa no haber juzgado con
ms acierto su pasin. Yo tem que era slo un artificio suyo para perderte...
Sospecha indigna! Eh! Tan propio parece de la edad anciana pasar ms all de lo
justo en sus conjeturas, como lo es de la juventud la falta de previsin. Vamos, vamos
a ver al Rey. Conviene que lo sepa. Si le callo este amor, sera ms grande el
sentimiento que pudiera causarle tenindole oculto, que el disgusto que recibir al
saberlo. Vamos.
Escena III
Saln de palacio.
GERTRUDIS.- Os quedo muy agradecida, seores, y os pido que veis cuanto antes a
mi doliente hijo. Conduzca alguno de vosotros a estos caballeros, a donde Hamlet se
halle.
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GUILLERMO.- Haga el Cielo que nuestra compaa y nuestros conatos puedan serle
agradables y tiles.
GERTRUDIS.- S, amn.
Escena IV
POLONIO.- Ser bien que deis primero audiencia a los Embajadores; mi informe servir
de postres a este gran festn.
GERTRUDIS.- Ah! Yo dudo que l tenga otra mayor que la muerte de su padre y
nuestro acelerado casamiento.
Escena V
Escena VI
POLONIO.- Este asunto se ha concluido muy bien. Mi Soberano y vos, seora, explicar
lo que es la dignidad de un Monarca, las obligaciones del vasallo y porque el da es da,
noche la noche, y tiempo el tiempo; sera gastar intilmente el da, la noche y el
tiempo. As, pues, como quiera que la brevedad es el alma del talento, y que nada hay
ms enfadoso que los rodeos y perfrasis... Ser muy breve. Vuestro noble hijo est
loco; y le llamo loco, porque (si en rigor se examina) qu otra cosa es la locura, sino
estar uno enteramente loco? Pero, dejando esto aparte...
Duda que son de fuego las estrellas, duda si al sol hoy movimiento falta, duda lo
cierto, admite lo dudoso; pero no dudes de mi amor las ansias.
Estos versos aumentan mi dolor, querida Ofelia; ni s tampoco expresar mis penas con
arte; pero cree que te amo en extremo posible. Adis. Tuyo siempre, mi adorada nia,
mientras esta mquina exista. Hamlet. Mi hija, en fuerza de su obediencia, me ha
hecho ver esta carta, y adems me ha contado las solicitudes del Prncipe; segn han
ocurrido, con todas las circunstancias del tiempo, el lugar y el modo.
CLAUDIO.- No se me acuerda.
POLONIO.- Pues, separadme sta de ste, si otra cosa hubiere en el asunto... Ah! Por
poco que las circunstancias me ayuden, yo descubrir la verdad donde quiera que se
oculte; aunque el centro de la tierra la sepultara.
POLONIO.- Bien sabis que el Prncipe suele pasearse algunas veces por esa galera
cuatro horas enteras.
POLONIO.- Pues, cuando l venga, yo har que mi hija le salga al paso. Vos y yo nos
ocultaremos detrs de los tapices, para observar lo que hace al verla. Si l no la ama y
no es esta la causa de haber perdido el juicio, despedidme de vuestro lado y de
vuestra corte y enviadme a una alquera a guiar un arado.
Escena VII
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POLONIO, HAMLET
POLONIO.- Me conocis?
HAMLET.- S, seor, que lo digo. El ser honrado segn va el mundo, es lo mismo que
ser escogido uno entre diez mil.
HAMLET.- Pues no la dejes pasear al sol. La concepcin es una bendicin del cielo;
pero no del modo en que tu hija podr concebir. Cuida mucho de esto, amigo.
POLONIO.- Pero qu queris decir con eso? Siempre est pensando en mi hija. No
obstante, al principio no me conoci... Dice que vendo peces... Est rematado,
rematado!... Y en verdad que yo tambin, siendo mozo, me vi muy trastornado por el
amor... Casi tanto como l. Quiero hablarle otra vez. Qu estis leyendo?
POLONIO.- Y de qu se trata?
HAMLET.- De calumnias. Aqu dice el malvado satrico, que los viejos tienen la barba
blanca, las caras con arrugas, que vierten de sus ojos mbar abundante y goma de
ciruela; que padecen gran debilidad de piernas, y mucha falta de entendimiento. Todo
lo cual, seor mo, aunque yo plena y eficazmente lo creo; con todo eso, no me parece
bien hallarlo afirmado en tales trminos, porque al fin, vos serais sin duda tan joven
como yo, si os fuera posible andar hacia atrs como el cangrejo.
POLONIO.- Cierto, que all no da el aire. Con qu agudeza responde siempre! Estos
golpes felices son frecuentes en la locura, cuando en el estado de razn y salud tal vez
no se logran. Voyle a dejar y disponer al instante el careo entre l y mi hija. Seor, si
me dais licencia de que me vaya...
Escena VIII
HAMLET.- Oh! Buenos amigos. Cmo va? Guillermo, Ricardo, guapos mozos! Cmo
va? Qu se hace de bueno?
HAMLET.- En tal caso estaris colocados hacia su cintura: all es el centro de los
favores.
HAMLET.- Pues all en lo ms oculto... Ah! Decs bien, ella es una prostituta... Qu
hay de nuevo?
HAMLET.- Seal que el da del juicio va a venir pronto. Pero vuestras noticias no son
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RICARDO.- Para vosotros podr no serlo, porque nada hay bueno ni malo, sino en
fuerza de nuestra fantasa. Para m es una verdadera crcel.
RICARDO.- Ser vuestra ambicin la que os le figura tal, la grandeza de vuestro nimo
le hallar estrecho.
HAMLET.- Oh! Dios mo! Yo pudiera estar encerrado en la cscara de una nuez y
creerme soberano de un estado inmenso... Pero, estos sueos terribles me hacen
infeliz.
RICARDO.- Todos esos sueos son ambicin, y todo cuanto al ambicioso le agita no es
ms que la sombra de un sueo.
HAMLET.- De donde resulta, que los mendigos son cuerpos y los monarcas y hroes
agigantados, sombras de los mendigos... Iremos un rato a la corte, seores; porque, a
la verdad, no tengo la cabeza para discurrir.
HAMLET.- Oh! No se trata de eso. No os quiero confundir con mis criados que, a fe de
hombre de bien, me sirven indignamente. Pero, decidme por nuestra amistad antigua,
qu hacis en Elsingor?
HAMLET.- Tan pobre soy, que aun de gracias estoy escaso, no obstante, agradezco
vuestra fineza... Bien que os puedo asegurar que mis gracias, aunque se paguen a
ochavo, se pagan mucho. Y quin os ha hecho venir? Es libre esta visita? Me la
hacis por vuestro gusto propio? Vaya, habladme con franqueza, vaya, decdmelo.
HAMLET.- Todo lo que haya acerca de esto. A vosotros os envan, sin duda, y en
vuestros ojos hallo una especie de confesin, que toda vuestra reserva no puede
desmentir. Yo s que el bueno del Rey, y tambin la Reina os han mandado que
vengis.
HAMLET.- Eso es lo que debis decirme. Pero os pido por los derechos de nuestra
amistad, por la conformidad de nuestros aos juveniles, por las obligaciones de
nuestro no interrumpido afecto; por todo aquello, en fin, que sea para vosotros ms
grato y respetable, que me digis con sencillez la verdad. Os han mandado venir, o
no?
RICARDO.- Qu dices t?
HAMLET.- El que hace de Rey sea muy bien venido, Su Majestad recibir mis obsequios
como es de razn, el arrojado caballero sacar a lucir su espada y su broquel, el
enamorado no suspirar de balde, el que hace de loco acabar su papel en paz, el
patn dar aquellas risotadas con que sacude los pulmones ridos, y la dama
expresar libremente su pasin o las interrupciones del verso hablarn por ella. Y qu
cmicos son?
ciudad.
HAMLET.- Y por qu andan vagando as? No les sera mejor para su reputacin y sus
intereses establecerse en alguna parte?
HAMLET.- Son hoy tan bien recibidos como cuando yo estuve en la ciudad? Acude
siempre el mismo concurso?
RICARDO.- No, seor. Ellos han procurado seguir siempre su acostumbrado mtodo;
pero hay aqu una cra de chiquillos, vencejos chillones, que gritando en la declamacin
fuera de propsito, son por esto mismo palmoteados hasta el exceso. Esta es la
diversin del da, y tanto han denigrado los espectculos ordinarios (como ellos los
llaman) que muchos caballeros de espada en cinta, atemorizados de las plumas de
ganso de este teatro, rara vez se atreven a poner el pie en los otros.
HAMLET.- Oiga! Conque sin muchachos? Y quin los sostiene? Qu sueldo les dan?
Abandonarn el ejercicio cuando pierdan la voz para cantar? Y cuando tengan que
hacerse cmicos ordinarios, como parece verosmil por su edad si carecen de otros
medios, no dirn entonces que sus compositores los han perjudicado, hacindoles
declamar contra la profesin misma que han tenido que abrazar despus?
RICARDO.- Lo cierto es que han ocurrido ya muchos disgustos por ambas partes, y la
nacin ve sin escrpulo continuarse la discordia entre ellos. Ha habido tiempo en que
el dinero de las piezas no se cobraba, hasta que el poeta y el cmico rean y se
hartaban de bofetones.
HAMLET.- Es posible?
RICARDO.- Cierto que s, y se hubieran burlado del mismo Hrcules, con maza y todo.
HAMLET.- Pues, caballeros, muy bien venidos a Elsingor; acercaos aqu, dadme las
manos. Las seales de una buena acogida consisten por lo comn en ceremonias y
cumplimientos; pero, permitid que os trate as, porque os hago saber que yo debo
recibir muy bien a los cmicos, en lo exterior, y no quisiera que las distinciones que a
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ellos les haga, pareciesen mayores que las que os hago a vosotros. Bienvenidos. Pero,
mi to padre, y mi madre ta, a fe que se equivocan mucho.
HAMLET.- Yo no estoy loco, sino cuando sopla el nordeste; pero cuando corre el sur,
distingo muy bien un huevo de una castaa.
Escena IX
POLONIO y dichos.
HAMLET.- Oye aqu, Guillermo, y t tambin... Un oyente a cada lado. Veis aquel
vejestorio que acaba de entrar? Pues aun no ha salido de mantillas.
RICARDO.- O acaso habr vuelto a ellas, porque, segn se dice, la vejez es segunda
infancia.
HAMLET.- Apostar que me viene a hablar de los cmicos, tened cuidado ... Pues,
seor, t tienes razn, eso fue el lunes por la maana, no hay duda.
HAMLET.- Seor, tengo que daros una noticia. Cuando Roscio era actor en Roma...
POLONIO.- Estos son los ms excelentes actores del mundo, as en la Tragedia como
en la Comedia. Historia o Pastoral: en lo Cmico-Pastoral, Histrico-Pastoral, Trgico-
Histrico, Tragi-Cmico Histrico-Pastoral, Escena indivisible, Poema ilimitado... Qu!
Para ellos ni Sneca es demasiado grave, ni Plauto demasiado ligero, y en cuanto a las
reglas de composicin y a la franqueza cmica, stos son los nicos.
HAMLET.- Qu tesoro?
POLONIO.- Seor, si me llamis Jephte, cierto es que tengo una hija a quien amo en
extremo.
HAMLET.- Esto.
y luego, ya sabes:
Lee la primera lnea de aquella devota cancin, y ella sola te manifestar lo dems.
Pero, veis? ah vienen otros a hablar por m.
Escena X
HAMLET.- Me acuerdo de haberte odo en otro tiempo una relacin que nunca se ha
representado al pblico, o una sola vez cuando ms... S, y me acuerdo tambin que
no agradaba a la multitud; no era ciertamente manjar para el vulgo. Pero a m me
pareci entonces, y aun a otros, cuyo dictamen vale ms que el mo, una excelente
pieza, bien dispuesta la fbula y escrita con elegancia y decoro. No falt, sin embargo,
quien dijo que no haba en los versos toda la sal necesaria para sazonar el asunto, y
que lo insignificante del estilo anunciaba poca sensibilidad en el autor; bien que no
dejaban de tenerla por obra escrita con mtodo, instructiva y elegante, y ms brillante
que delicada. Particularmente me gust mucho en ella una relacin que Eneas hace a
Dido, y sobre todo cuando habla de la muerte de Pramo. Si la tienes en la memoria...
Empieza por aquel verso... Deja, deja, ver si me acuerdo.
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Prosigue t.
POLONIO.- Muy bien declamado, a fe ma! Con buen acento y bella expresin.
HAMLET.- Lo mismo dir de tus barbas el barbero. Prosigue. ste slo gusta de ver
hablar o de or cuentos de alcahuetas, o si no se duerme. Prosigue con aquello de
Hcuba.
Vista dolorosa!
CMICO PRIMERO.-
POLONIO.- Ved como muda de color y se le han saltado las lgrimas. No, no prosigis.
HAMLET.- Basta ya; presto me dirs lo que falta. Seor mo, es menester hacer que
estos cmicos se establezcan, lo entiendes? Y agasajarlos bien. Ellos son, sin duda, el
eptome histrico de los siglos, y ms te valdr tener despus de muerto un mal
epitafio, que una mala reputacin entre ellos mientras vivas.
HAMLET.- Qu cabeza sta! No seor, mucho mejor. Si a los hombres se les hubiese
de tratar segn merecen, quin escapara de ser azotado? Trtalos como corresponde
a tu nobleza, y a tu propio honor; cuanto menor sea su mrito, mayor ser tu bondad.
Acompalos.
HAMLET.- Amigos id con l. Maana habr comedia. Oye aqu t, amigo; dime no
pudierais representar La muerte de Gonzago?
HAMLET.- Muy bien; pues vete con aquel caballero, y cuenta no hagis burla de l.
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RICARDO.- Seor.
Escena XI
HAMLET solo
ACTO III
Escena I
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Galera de Palacio.
CLAUDIO.- Con mucho gusto; me complace en extremo saber que tiene tal inclinacin.
Vosotros, seores, excitadle a ella, y aplaudid su propensin a este gnero de placeres.
RICARDO.- As lo haremos.
Escena II
GERTRUDIS.- Voy a obedeceros, y por mi parte, Ofelia, oh, cunto deseara que tu
rara hermosura fuese el dichoso origen de la demencia de Hamlet! Entonces yo
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debera esperar que tus prendas amables pudieran para vuestra mutua felicidad
restituirle su salud perdida.
Escena III
Escena IV
HAMLET, OFELIA
HAMLET.- Ser o no ser, sa es la pregunta. Cul es ms digna accin del nimo, sufrir
los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de
calamidades, y darlas fin con atrevida resistencia? Morir es dormir. No ms? Y por un
sueo, diremos, las aflicciones se acabaron y los dolores sin nmero, patrimonio de
nuestra dbil naturaleza?... Este es un trmino que deberamos solicitar con ansia.
Morir es dormir... y tal vez soar. S, y ved aqu el grande obstculo, porque el
considerar que sueos podrn ocurrir en el silencio del sepulcro, cuando hayamos
abandonado este despojo mortal, es razn harto poderosa para detenernos. Esta es la
consideracin que hace nuestra infelicidad tan larga. Quin, si esto no fuese,
aguantara la lentitud de los tribunales, la insolencia de los empleados, las tropelas
que recibe pacfico el mrito de los hombres ms indignos, las angustias de un mal
pagado amor, las injurias y quebrantos de la edad, la violencia de los tiranos, el
desprecio de los soberbios? Cuando el que esto sufre, pudiera procurar su quietud con
slo un pual. Quin podra tolerar tanta opresin, sudando, gimiendo bajo el peso de
una vida molesta si no fuese que el temor de que existe alguna cosa ms all de la
Muerte (aquel pas desconocido de cuyos lmites ningn caminante torna) nos
embaraza en dudas y nos hace sufrir los males que nos cercan; antes que ir a buscar
otros de que no tenemos seguro conocimiento? Esta previsin nos hace a todos
cobardes, as la natural tintura del valor se debilita con los barnices plidos de la
prudencia, las empresas de mayor importancia por esta sola consideracin mudan
camino, no se ejecutan y se reducen a designios vanos. Pero... la hermosa Ofelia!
Graciosa nia, espero que mis defectos no sern olvidados en tus oraciones.
OFELIA.- Bien sabis, seor, que os digo verdad. Y con ellas me disteis palabras, de
tan suave aliento compuestas que aumentaron con extremo su valor, pero ya disipado
aquel perfume, recibidlas, que un alma generosa considera como viles los ms
opulentos dones, si llega a entibiarse el afecto de quien los dio. Vedlos aqu.
OFELIA.- Seor...
HAMLET.- Que si eres honesta y hermosa, no debes consentir que tu honestidad trate
con tu belleza.
HAMLET.- Y t no debieras haberme credo, porque nunca puede la virtud ingerirse tan
perfectamente en nuestro endurecido tronco, que nos quite aquel resquemor original...
Yo no te he querido nunca.
HAMLET.- Mira, vete a un convento, para qu te has de exponer a ser madre de hijos
pecadores? Yo soy medianamente bueno; pero al considerar algunas cosas de que
puedo acusarme, sera mejor que mi madre no me hubiese parido. Yo soy muy
soberbio, vengativo, ambicioso; con ms pecados sobre mi cabeza que pensamientos
para explicarlos, fantasa para darles forma, ni tiempo para llevarlos a ejecucin. A
qu fin los miserables como yo han de existir arrastrados entre el cielo y la tierra?
Todos somos insignes malvados; no creas a ninguno de nosotros, vete, vete a un
convento... En dnde est tu padre?
HAMLET.- S, pues que cierren bien todas las puertas, para que si quiere hacer locuras,
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HAMLET.- Si te casas quiero darte esta maldicin en dote. Aunque seas un hielo en la
castidad, aunque seas tan pura como la nieve; no podrs librarte de la calumnia. Vete
a un convento. Adis. Pero... escucha: si tienes necesidad de casarte, csate con un
tonto, porque los hombres avisados saben muy bien que vosotras los converts en
fieras... Al convento y pronto. Adis.
Escena V
OFELIA sola
Escena VI
CLAUDIO.- Amor! Qu! No van por ese camino sus afectos, ni en lo que ha dicho;
aunque algo falto de orden, hay nada que parezca locura. Alguna idea tiene en el
nimo que cubre y fomenta su melancola, y recelo que ha de ser un mal el fruto que
produzca; a fin de prevenirlo, he resuelto que salga prontamente para Inglaterra, a
pedir en mi nombre los atrasados tributos. Acaso el mar y los pases diferentes podrn
con la variedad de objetos alejar esta pasin que le ocupa, sea la que fuere, sobre la
cual su imaginacin sin cesar golpea. Qu te parece?
Escena VII
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CLAUDIO, POLONIO
POLONIO.- Haced lo que os parezca, seor; pero si lo juzgis a propsito, sera bien
que la Reina retirada a solas con l, luego que se acabe el espectculo, le inste a que
la manifieste sus penas, hablndole con entera libertad. Yo, si lo permits, me pondr
en paraje de donde pueda or toda la conversacin. Si no logra su madre descubrir
este arcano, enviadle a Inglaterra, o desterradle a donde vuestra prudencia os dicte.
Escena VIII
HAMLET.- Dirs este pasaje en la forma que te le he declamado yo: con soltura de
lengua, no con voz desentonada, como lo hacen muchos de nuestros cmicos; ms
valdra entonces dar mis versos al pregonero para que los dijese. Ni manotees as,
acuchillando el aire: moderacin en todo; puesto que aun en el torrente, la tempestad,
y por mejor decir, el huracn de las pasiones, se debe conservar aquella templanza
que hace suave y elegante la expresin. A m me desazona en extremo ver a un
hombre, muy cubierta la cabeza con su cabellera, que a fuerza de gritos estropea los
afectos que quiere exprimir, y rompe y desgarra los odos del vulgo rudo; que slo
gusta de gesticulaciones insignificantes y de estrpito. Yo mandara azotar a un
energmeno de tal especie: Herodes de farsa, ms furioso que el mismo Herodes.
Evita, evita este vicio.
HAMLET.- Corregidle del todo, y cuidad tambin que los que hacen de payos no
aadan nada a lo que est escrito en su papel; porque algunos de ellos, para hacer rer
a los oyentes ms adustos, empiezan a dar risotadas, cuando el inters del drama
debera ocupar toda la atencin. Esto es indigno, y manifiesta demasiado en los necios
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Escena IX
Escena X
HAMLET, HORACIO
Escena XI
HAMLET.- Muy bueno, seor, me mantengo del aire como el camalen, engordo con
esperanzas. No podris vos cebar as a vuestros capones.
HAMLET.- Y qu hiciste?
HAMLET.- Muy bruto fue el que cometi en el Capitolio tan capital delito. Estn ya
prevenidos los cmicos?
OFELIA.- No seor.
OFELIA.- S seor.
HAMLET.- Nada.
OFELIA.- S seor.
HAMLET.- Lo hago slo por divertiros. Y, bien mirado, qu debe hacer un hombre sino
vivir alegre? Ved mi madre qu contenta est y mi padre muri ayer.
HAMLET.- Tanto ha? Oh! Pues quiero vestirme todo de armios y llvese el diablo el
luto. Dios mo! Dos meses ha que muri y todava se acuerdan de l? De esa manera
ya puede esperarse que la memoria de un grande hombre le sobreviva, quizs, medio
ao; bien que es menester que haya sido fundador de iglesias, que si no, por la Virgen
santa, no habr nadie que de l se acuerde: como del caballo de palo, de quien dice
aquel epitafio.
Escena XII
CMICO y dichos.
HAMLET.- Ahora lo sabremos por lo que nos diga ese actor; los cmicos no pueden
callar un secreto, todo lo cuentan.
OFELIA.- Nos dir ste lo que significa la escena que hemos visto?
HAMLET.- S, por cierto, y cualquiera otra escena que le hagis ver. Como no os
avergoncis de representrsela, l no se avergonzar de deciros lo que significa.
CMICO ..-
Humildemente os pedimos
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Escena XIII
CMICO PRIMERO.-
CMICO SEGUNDO.-
CMICO PRIMERO.-
un digno esposo...
CMICO SEGUNDO.-
CMICO SEGUNDO.-
CMICO PRIMERO.-
CMICO SEGUNDO.-
CMICO PRIMERO.-
CMICO SEGUNDO.-
l te halague
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CLAUDIO.- Te has enterado bien del asunto? Tiene algo que sea de mal ejemplo?
HAMLET.- No, seor, no. Si todo ello es mera ficcin, un veneno..., fingido; pero mal
ejemplo, qu! No seor.
HAMLET.- La Ratonera. Cierto que s... es un ttulo metafrico. En esta pieza se trata
de un homicidio cometido en Viena... el Duque se llama Gonzago y su mujer Baptista...
Ya, ya veris presto... Oh! Es un enredo maldito! Y qu importa? A Vuestra Majestad
y a m, que no tenemos culpado el nimo, no nos puede incomodar: al rocn que est
lleno de mataduras le har dar coces; pero, a bien que nosotros no tenemos desollado
el lomo.
Escena XIV
HAMLET.- Este que sale ahora se llama Luciano, sobrino del Duque.
HAMLET.- Y aun pudiera servir de intrprete entre vos y vuestro amante, si viese
puestos en accin entrambos tteres.
CMICO TERCERO.-
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Escena XV
HAMLET.-
y el corzo no tocado
de flecha voladora,
Y, dgame, seor mo, si en adelante la fortuna me tratase mal, con esta gracia que
tengo para la msica, y un bosque de plumas en la cabeza, y un par de lazos
provenzales en mis zapatos rayados, no podra hacerme lugar entre un coro de
comediantes?
tirano lo ha sucedido
HAMLET.- Oh! Mi buen Horacio; cuanto aquel espritu dijo es demasiado cierto. Lo
has visto ahora?
HAMLET.- Ah! Quisiera algo de msica: traedme unas flautas... Si el Rey no gusta de
la comedia, ser sin duda porque... Porque no le gusta. Vaya un poco de msica.
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Escena XVI
GUILLERMO.- El Rey...
GUILLERMO.- Oh! Seor, dad algn sentido a lo que hablis, sin desentenderos con
tales extravagancias de lo que os vengo a decir.
GUILLERMO.- Cmo?
HAMLET.- Oh! Maravilloso hijo! Que as ha podido aturdir a su madre. Pero, dime,
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RICARDO.- Slo que desea hablaros en su gabinete, antes que os vais a recoger.
HAMLET.- La obedecer, si diez veces fuera mi madre. Tienes algn otro negocio que
tratar conmigo?
RICARDO.- Pero, cul puede ser el motivo de vuestra indisposicin? Eso, por cierto,
es cerrar vos mismo las puertas a vuestra libertad, no queriendo comunicar con
vuestros amigos los pesares que sents.
RICARDO.- Cmo es posible? Cundo tenis el voto del Rey mismo para sucederte
en el trono de Dinamarca?
HAMLET.- S, pero mientras nace la yerba... Ya es un poco antiguo el tal refrn. Ah!
Ya estn aqu las flautas.
Escena XVII
HAMLET.- Dejadme ver una... A qu tengo de ir ah? Parece que me quieres hacer
caer en alguna trampa, segn me cercas por todos lados.
HAMLET.- Vamos.
HAMLET.- Yo te lo suplico
HAMLET.- Ms fcil es que tenderse a la larga. Mira, pon el pulgar y los dems dedos
segn convenga sobre estos agujeros, sopla con la boca y vers que lindo sonido
resulta. Ves? Estos son los toques.
GUILLERMO.- Bien, pero si no s hacer uso de ellos para que produzcan armona.
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HAMLET.- Pues, mira t, en que opinin tan baja me tienes. T me quieres tocar,
presumes conocer mis registros, pretendes extraer lo ms ntimo de mis secretos,
quieres hacer que suene desde el ms grave al ms agudo de mis tonos y ve aqu este
pequeo rgano, capaz de excelentes voces y de armona, que t no puedes hacer
sonar. Y juzgas que se me tae a m con ms facilidad que a una flauta? No; dame el
nombre del instrumento que quieras; por ms que le manejes y te fatigues, jams
conseguirs hacerle producir el menor sonido.
Escena XVIII
POLONIO y dichos.
HAMLET.- Pues al instante ir a ver a mi madre. Tanto harn estos que me volvern
loco de veras. Ir, ir al instante.
POLONIO.- As se lo dir.
Escena XIX
HAMLET solo
HAMLET.- Este es el espacio de la noche, apto a los maleficios. Esta es la hora en que
los cementerios se abren y el infierno respira contagios al mundo. Ahora podra yo
beber caliente sangre, ahora podra ejecutar tales acciones, que el da se estremeciese
al verla. Pero, vamos a ver a mi madre... Oh! Corazn! No desconozcas la naturaleza,
ni permitas que en este firme pecho se albergue la fiereza de Nern. Djame ser cruel,
pero no parricida. El pual que ha de herirla est en mis palabras, no en mi mano;
disimulen el corazn y la lengua, sean las que fueren las execraciones que contra ella
pronuncie, nunca, nunca mi alma solicitar que se cumplan.
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Escena XX
Gabinete.
CLAUDIO.- No, no le quiero aqu; ni conviene a nuestra seguridad dejar libre el campo
a su locura. Prevenos, pues, y har que inmediatamente se os despache para que l
os acompae a Inglaterra. El inters de mi corona no permite ya exponerme a un
riesgo tan inmediato, que crece por instantes en los accesos de su demencia.
CLAUDIO.- Yo os ruego que os prevengis sin dilacin para el viaje. Quiero encadenar
este temor, que ahora camina demasiado libre.
Escena XXI
CLAUDIO, POLONIO
Escena XXII
CLAUDIO solo
Escena XXIII
CLAUDIO, HAMLET
Escena XXIV
CLAUDIO solo
CLAUDIO.- Mis palabras suben al cielo, mis afectos quedan en la tierra. Palabras sin
afectos, nunca llegan a los odos de Dios.
Escena XXV
Cuarto de la Reina.
POLONIO.- Va a venir al momento. Mostradle entereza, decidle que sus locuras han
sido demasiado atrevidas e intolerables, que vuestra bondad le ha protegido,
mediando entre l y la justa indignacin que excit. Yo, entretanto, retirado aqu,
guardar silencio. Habladle con libertad, yo os lo suplico.
Escena XXVI
HAMLET.- Voy, voy all... y vos me preguntis con lengua bien perversa.
HAMLET.- No, por la cruz bendita, que no me olvido. Sois la Reina, casada con el
hermano de vuestro primer esposo y... Ojal no fuera as... Eh! Sois mi madre.
POLONIO.- Ay de m!
HAMLET.- Es verdad, madre ma, accin sangrienta y casi tan horrible como la de
matar a un Rey y casarse despus con su hermano.
GERTRUDIS.- Qu hice yo, Hamlet, para que con tal aspereza me insultes?
HAMLET.- Veis aqu presentes, en esta y esta pintura, los retratos de dos hermanos.
Ved cuanta gracia resida en aquel semblante! Los cabellos del Sol, la frente como la
del mismo Jpiter; su vista imperiosa y amenazadora, como la de Marte; su gentileza,
semejante a la del mensajero, Mercurio, cuando aparece sobre una montaa cuya cima
llega a los cielos. Hermosa combinacin de formas! Donde cada uno de los Dioses
imprimi su carcter para que el mundo admirase tantas perfecciones en un hombre
solo. Este fue vuestro esposo. Ved ahora el que sigue. Este es vuestro esposo que
como la espiga con tizn destruye la sanidad de su hermano. Lo veis bien? Pudisteis
abandonar las delicias de aquella colina hermosa por el cieno de ese pantano? Ah! Lo
veis bien?... Ni podis llamarlo amor; porque en vuestra edad los hervores de la sangre
estn ya tibios y obedientes a la prudencia, y qu prudencia desde aquel a este?
Sentidos tenis, que a no ser as no tuvierais afectos; pero esos sentidos deben de
padecer letargo profundo. La demencia misma no podra incurrir en tanto error, ni el
frenes tiraniza con tal exceso las sensaciones, que no quede suficiente juicio para
saber elegir entre dos objetos, cuya diferencia es tan visible... Qu espritu infernal os
pudo engaar y cegar as? Los ojos sin el tacto, el tacto sin la vista, los odos o el
olfato solo, una dbil porcin de cualquier sentido hubiera bastado a impedir tal
estupidez... Oh!, modestia, y no te sonrojas? Rebelde infierno! Si as pudiste
inflamar las mdulas de una matrona, permite, permite que la virtud en la edad juvenil
sea dcil como la cera y se liquide en sus propios fuegos; ni se invoque al pudor para
resistir su violencia, puesto que el hielo mismo con tal actividad se enciende y es ya el
entendimiento el que prostituye al corazn.
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GERTRUDIS.- Oh! Hamlet! No digas ms... Tus razones me hacen dirigir la vista a mi
conciencia, y advierto all las ms negras y groseras manchas, que acaso nunca podrn
borrarse.
GERTRUDIS.- No ms, no ms, que esas palabras, como agudos puales, hieren mis
odos... No ms, querido Hamlet.
GERTRUDIS.- No ms...
Escena XXVII
HAMLET.- A l, a l... Le veis, que plida luz despide? Su aspecto y su dolor bastaran
a conmover las piedras... Ay! No me mires as, no sea que ese lastimoso semblante
destruya mis designios crueles, no sea que al ejecutarlos equivoque los medios y en
vez de sangre se derramen lgrimas.
HAMLET.- Mirad all... Le veis?... Ahora se va... Mi padre..., con el traje mismo que se
vesta. Veis por donde va?... Ahora llega al prtico.
Escena XXVIII
GERTRUDIS, HAMLET
HAMLET.- Desorden? Mi pulso, como el vuestro, late con regular intervalo y anuncia
igual salud en sus compases... Nada de lo que he dicho es locura. Haced la prueba y
veris si os repito cuantas ideas y palabras acabo de proferir, y un loco no puede
hacerlo. Ah! Madre ma! En merced os pido que no apliquis al alma esa uncin
halagea, creyendo que es mi locura la que habla, y no vuestro delito. Con tal
medicina lograris slo irritar la parte ulcerada, aumentando la ponzoa pestfera, que
interiormente la corrompe... Confesad al Cielo vuestra culpa, llorad lo pasado,
precaved lo futuro; y no extendis el beneficio sobre las malas yerbas, para que
prosperen lozanas. Perdonad este desahogo a mi virtud, ya que en esta delincuente
edad, la virtud misma tiene que pedir perdn al vicio; y aun para hacerle bien, le
halaga y le ruega.
HAMLET.- S? Pues apartad de vos aquella porcin ms daada, y vivid con la que
resta, ms inocente. Buenas noches... Pero, no volvis al lecho de mi to. Si carecis de
virtud, aparentadla al menos. La costumbre, aquel monstruo que destruye las
inclinaciones y afectos del alma, si en lo dems es un demonio; tal vez es un ngel
cuando sabe dar a las buenas acciones una cierta facilidad con que insensiblemente las
hace parecer innatas. Conteneos por esta noche: este esfuerzo os har ms fcil la
abstinencia prxima, y la que siga despus la hallaris ms fcil todava. La costumbre
es capaz de borrar la impresin misma de la naturaleza, reprimir las malas
inclinaciones y alejarlas de nosotros con maravilloso poder. Buenas noches, y cuando
aspiris de veras la bendicin del Cielo, entonces yo os pedir vuestra bendicin... La
desgracia de este hombre me aflige en extremo; pero Dios lo ha querido as, a l le ha
castigado por mi mano y a m tambin, precisndome a ser el instrumento de su
enojo. Yo le conducir a donde convenga y sabr justificar la muerte que le d. Basta.
Buenas noches. Porque soy piadoso debo ser cruel, ve aqu el primer dao cometido;
pero an es mayor el que despus ha de ejecutarse... Ah! Escuchad otra cosa.
HAMLET.- No hacer nada de cuanto os he dicho, nada. Permitid que el Rey, hinchado
con el vino, os conduzca otra vez al lecho y all os acaricie, apretando lascivo vuestras
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mejillas, y os tiente el pecho con sus malditas manos y os bese con negra boca.
Agradecida entonces, declaradle cuanto hay en el caso, decidle que mi locura no es
verdadera, que todo es artificio. S, decdselo, porque cmo es posible que una Reina
hermosa, modesta, prudente, oculte secretos de tal importancia a aquel gato viejo,
murcilago, sapo torpsimo? Cmo sera posible callrselo? Id, y a pesar de la razn y
del sigilo, abrid la jaula sobre el techo de la casa y haced que los pjaros se vuelen, y
semejante al mono (tan amigo de hacer experiencias) meted la cabeza en la trampa, a
riesgo de perecer en ella misma.
GERTRUDIS.- No, no lo temas, que si las palabras se forman del aliento, y ste
anuncia vida, no hay vida ni aliento en m, para repetir lo que me has dicho.
HAMLET.- He sabido que hay ciertas cartas selladas, y que mis dos condiscpulos (de
quienes yo me fiar, como de una vbora ponzoosa) van encargados de llevar el
mensaje facilitarme la marcha y conducirme al precipicio. Pero, yo los dejar hacer:
que es mucho gusto ver volar al minador con su propio hornillo, y mal irn las cosas; o
yo excavar una vara no ms debajo de las minas, y les har saltar hasta la luna. Oh!
Es mucho gusto, cuando un pcaro tropieza con quien se las entiende!... Este hombre
me hace ahora su ganapn..., le llevar arrastrando a la pieza inmediata. Madre,
buenas noches... Por cierto que el seor Consejero (que fue en vida un hablador
impertinente) es ahora bien reposado, bien serio y taciturno. Vamos, amigo, que es
menester sacaros de aqu y acabar con ello. Buenas noches, madre.
ACTO IV
Escena I
Saln de Palacio.
CLAUDIO.- Esos suspiros, esos profundos sollozos, alguna causa tienen, dime cul es;
conviene que la sepa yo... En dnde est tu hijo?
GERTRUDIS.- Dejadnos solos un instante. Ah! Seor lo que he visto esta noche!
GERTRUDIS.- Furioso est, como el mar y el viento cuando disputan entre s cul es
ms fuerte. Turbado con la demencia que le agita, oy algn ruido detrs del tapiz;
saca la espada, grita: un ratn, un ratn, y en su ilusin frentica mat al buen
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CLAUDIO.- Funesto accidente! Lo mismo hubiera hecho conmigo si hubiera estado all.
Ese desenfreno insolente amenaza a todos: a m, a ti misma, a todos en fin. Oh! Y
cmo disculparemos una accin tan sangrienta? Nos la imputarn sin duda a nosotros,
porque nuestra autoridad debera haber reprimido a ese joven loco, ponindole en
paraje donde a nadie pudiera ofender. Pero el excesivo amor que le tenemos nos ha
impedido hacer lo que ms convena; bien as como el que padece una enfermedad
vergonzosa, que por no declararla, consiente primero que le devore la substancia vital.
Y a dnde ha ido?
CLAUDIO.- Vamos, Gertrudis, y apenas toque el sol la cima de los montes har que se
embarque y se vaya, entretanto ser necesario emplear toda nuestra autoridad y
nuestra prudencia, para ocultar o disculpar, un hecho tan indigno.
Escena II
CLAUDIO.- Oh! Guillermo, amigos! Id entrambos con alguna gente que os ayude.
Hamlet, ciego de frenes, ha muerto a Polonio y le ha sacado arrastrando del cuarto de
su madre. Id a buscarle, habladle con dulzura y haced llevar el cadver a la capilla. No
os detengis. Vamos, que pienso llamar a nuestros ms prudentes amigos, para darles
cuenta de esta imprevista desgracia y de lo que resuelvo hacer. Acaso por este medio
la calumnia (cuyo rumor ocupa la extensin del orbe y dirige sus emponzoados tiros
con la certeza que el can a su blanco) errando esta vez el golpe, dejar nuestro
nombre ileso y herir slo al viento insensible. Oh! Vamos de aqu... mi alma est
llena de agitacin y de terror.
Escena III
Cuarto de HAMLET.
HAMLET.- S, seor, entremetido: que como una esponja chupa del favor del Rey las
riquezas y la autoridad. Pero estas gentes, a lo ltimo de su carrera, es cuando sirven
mejor al Prncipe, porque este, semejante al mono, se los mete en un rincn de la
boca; all los conserva, y el primero que entr, es el ltimo que se traga. Cuando el
Rey necesite lo que t (que eres su esponja) le hayas chupado, te coge, te exprime, y
quedas enjuto otra vez.
HAMLET.- Me place en extremo. Las razones agudas son ronquidos para los odos
tontos.
RICARDO.- Seor, lo que importa es que nos digis en donde est el cuerpo, y os
vengis con nosotros a ver al Rey.
HAMLET.- El cuerpo est con el Rey; pero el Rey no est con el cuerpo. El Rey viene a
ser una cosa como...
HAMLET.- Una cosa, que no vale nada..., pero; guarda, Pablo... Vamos a verle.
Escena IV
CLAUDIO solo
Saln de Palacio.
Escena V
CLAUDIO, RICARDO
RICARDO.- No hemos podido lograr que nos diga adnde ha llevado el cadver.
RICARDO.- Afuera qued con gente que le guarda, esperando vuestras rdenes.
Escena VI
HAMLET.- No adnde coma, sino adnde es comido, entre una numerosa congregacin
de gusanos. El gusano es el Monarca supremo de todos los comedores. Nosotros
engordamos a los dems animales para engordarnos, y engordamos para el gusanillo,
que nos come despus. El Rey gordo y el mendigo flaco son dos platos diferentes;
pero se sirven a una misma mesa. En esto para todo.
CLAUDIO.- Ah!
HAMLET.- Tal vez un hombre puede pescar con el gusano que ha comido a un Rey, y
comerse despus el pez que se aliment de aquel gusano.
HAMLET.- Nada ms que manifestar, cmo un Rey puede pasar progresivamente a las
tripas de un mendigo.
CLAUDIO.- Este suceso, Hamlet, exige que atiendas a tu propia seguridad, la cual me
interesa tanto, como lo demuestra el sentimiento que me causa la accin que has
hecho. Conviene que salgas de aqu con acelerada diligencia. Preprate, pues. La nave
est ya prevenida, el viento es favorable, los compaeros aguardan, y todo est pronto
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HAMLET.- A Inglaterra?
CLAUDIO.- S, Hamlet.
CLAUDIO.- S, muy bien debe parecerte, si has comprendido el fin a que se encaminan
mis deseos.
CLAUDIO.- Yo veo un ngel que los ve... Pero vamos a Inglaterra. Adis, mi querida
madre!
HAMLET.- Mi madre... Padre y madre son marido y mujer; marido y mujer son una
carne misma, conque... Mi madre... Eh, vamos a Inglaterra!
Escena VII
Escena VIII
Escena IX
HAMLET.- Se dirigen contra toda Polonia, o solo a alguna parte de sus fronteras?
CAPITN.- Para deciros sin rodeos la verdad, vamos a adquirir una porcin de tierra,
de la cual (exceptuando el honor) ninguna otra utilidad puede esperarse. Si me la
diesen arrendada en cinco ducados, no la tomara, ni pienso que produzca mayor
inters al de Noruega ni al Polaco; aunque a pblica subasta la vendan.
HAMLET.- De ese modo el sacrificio de dos mil hombres y veinte mil ducados no
decidir la posesin de un objeto tan frvolo. Esa es una apostema del cuerpo poltico,
nacida de la paz y excesiva abundancia, que revienta en lo interior; sin que
exteriormente se vea la razn porque el hombre perece. Os doy muchas gracias de
vuestra cortesa.
Escena X
HAMLET solo
que hay en m suficiente razn, voluntad, fuerza y medios para ejecutarla. Por todas
partes hall ejemplos grandes que me estimulan. Prueba es bastante ese fuerte y
numeroso ejrcito, conducido por un Prncipe joven y delicado, cuyo espritu impelido
de ambicin generosa desprecia la incertidumbre de los sucesos, y expone su
existencia frgil y mortal a los golpes de la fortuna a la muerte, a los peligros ms
terribles, y todo por un objeto de tan leve inters. El ser grande no consiste, por cierto,
en obrar slo cuando ocurre un gran motivo; sino en saber hallar una razn plausible
de contienda, aunque sea pequea la causa; cuando se trata de adquirir honor.
Cmo, pues, permanezco yo en ocio indigno, muerto mi padre alevosamente, mi
madre envilecida... estmulos capaces de excitar mi razn y mi ardimiento, que yacen
dormidos? Mientras para vergenza ma veo la destruccin inmediata de veinte mil
hombres, que por un capricho, por una estril gloria van al sepulcro como a sus lechos,
combatiendo por una causa que la multitud es incapaz de comprender, por un terreno
que an no es suficiente sepultura a tantos cadveres. Oh! De hoy ms, o no existir
en mi fantasa idea ninguna, o cuntas forme sern sangrientas.
Escena XI
GERTRUDIS, HORACIO
Galera de Palacio.
HORACIO.- Ella insta por veros. Est loca, es verdad; pero eso mismo debe excitar
vuestra compasin.
HORACIO.- Habla mucho de su padre; dice que continuamente oye que el mundo est
lleno de maldad; solloza, se lastima el pecho, y airada trastorna con el pie cuanto al
pasar encuentra. Profiere razones equvocas en que apenas se halla sentido; pero la
misma extravagancia de ellas mueve a los que las oyen a retenerlas, examinando el fin
conque las dice, y dando a sus palabras una combinacin arbitraria, segn la idea de
cada uno. Al observar sus miradas, sus movimientos de cabeza, su gesticulacin
expresiva, llegan a creer que puede haber en ella algn asomo de razn; pero nada
hay de cierto, sino que se halla en el estado ms infeliz.
GERTRUDIS.- Ser bien hablarla: antes que mi repulsa, esparza conjeturas fatales, en
aquellos nimos que todo lo interpretan siniestramente. Hazla venir. El ms frvolo
acaso parece a mi daada conciencia presagio de algn grave desastre. Propia es de la
culpa esta desconfianza. Tan lleno est siempre de recelos el delincuente, que el temor
de ser descubierto, hace tal vez que l mismo se descubra.
Escena XII
OFELIA.-
Cmo al amante
de otro cualquiera
distinguira?
su esclavina,
bordn, sombrero
y su calzado
a sus plantas vi
su frente cubrir.
Escena XIII
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OFELIA.-
y al sepulcro le conducen,
se humedecieron entonces.
OFELIA.- Buena, Dios os lo pague... Dicen que la lechuza fue antes una doncella, hija
de un panadero. Ah! Sabemos lo que somos ahora; pero no lo que podemos ser. Dios
vendr a visitaros.
De San Valentino
la fiesta es maana:
ir a que me veas
desde tu ventana,
dichosa me caiga.
Despierta el mancebo,
se viste de gala
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entr la muchacha,
volvi desflorada.
Torpeza villana!
Qu galn desprecia
le dice indignada.
me mirase incauta,
de hacerme tu esposa
me diste palabra.
Y l responde entonces:
que no lo olvidara,
si t no te hubieras
venido a mi cama.
OFELIA.- Yo espero que todo ir bien... Debemos tener paciencia... Pero, yo no puedo
menos de llorar considerando que le han dejado sobre la tierra fra... Mi hermano lo
sabr... Preciso... Y yo os doy las gracias por vuestros buenos consejos... Vamos : la
carroza. Buenas noches, seoras, buenas noches. Amiguitas, buenas noches, buenas
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noches.
Escena XIV
CLAUDIO, GERTRUDIS
Escena XV
CABALLERO.- Huid, seor. El ocano, sobrepujando sus trminos, no traga las llanuras
con mpetu ms espantoso que el que manifiesta el joven Laertes, ciego de furor;
venciendo la resistencia que le oponen vuestros soldados. El vulgo le apellida Seor, y
como si ahora comenzase a existir el mundo; la antigedad y la costumbre (apoyo y
seguridad de todo buen gobierno) se olvidan y se desconocen. Gritan por todas partes:
nosotros elegimos por Rey a Laertes. Los sombreros arrojados al aire, las manos y las
lenguas le aplauden, llegando a las nubes la voz general que repite: Laertes ser
nuestro Rey, viva Laertes.
GERTRUDIS.- Con qu alegra sigue, ladrando, esa trahilla prfida el rastro mal seguro
en que va a perderse!
Escena XVI
LAERTES.- Si hubiese en m una gota de sangre con menos ardor, me declarara por
hijo espurio, infamara de cornudo a mi padre e imprimira sobre la frente limpia y
casta de mi madre honestsima, la nota infame de prostituta.
CLAUDIO.- Muri.
LAERTES.- Oh! A mis buenos amigos yo los recibir con abiertos brazos, y semejante
al pelcano amoroso, los alimentar si necesario fuese con mi sangre misma.
CLAUDIO.- Ahora hablaste como buen hijo, y como caballero. Laertes, ni tengo culpa
en la muerte de tu padre, ni alguno ha sentido como yo su desgracia. Esta verdad
deber ser tan clara a tu razn, como a tus ojos la luz del da.
Escena XVII
OFELIA.-
Llevronle en su atad
Ay no ni, ay ay ay no ni.
Y sobre su sepultura
Ay no ni, ay ay ay no ni.
Abajito est
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Ay! Que a propsito viene el estribillo... El pcaro del Mayordomo fue el que rob a la
seorita.
OFELIA.- Aqu traigo romero, que es bueno para la memoria. Tornad, amigo, para que
os acordis... Y aqu hay trinitarias, que son para los pensamientos.
LAERTES.- Aun en medio de su delirio quiere aludir a los pensamientos que la agitan, y
a sus memorias tristes.
OFELIA.- Aqu hay hinojo para vos, y palomillas y ruda... para vos tambin, y esto
poquito es para m. Nosotros podemos llamarla yerba santa del Domingo,... vos la
usaris con la distincin que os parezca... Esta es una margarita. Bien os quisiera dar
algunas violetas; pero todas se marchitaron cuando muri mi padre. Dicen que tuvo un
buen fin.
Un solitario
de plumas vario
me da placer.
LAERTES.- Ideas funestas, afliccin, pasiones terribles, los horrores del infierno mismo;
todo en su boca es gracioso y suave!
OFELIA.-
y no ha de volver.
su pelo tambin.
Se fue, dolorosa
partida! se fue.
En vano exhalamos
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suspiros por l.
descanso le den.
Escena XVIII
LAERTES.- Hgase lo que decs... Su arrebatada muerte, su oscuro funeral: sin trofeos,
armas, ni escudos sobre el cadver, ni debidos honores, ni decorosa pompa; todo,
todo est clamando del cielo a la tierra por un examen, el ms riguroso.
Escena XIX
HORACIO, UN CRIADO
Escena XX
dicho.
HORACIO.- Horacio: luego que hayas ledo sta, dirigirs esos hombres al Rey para el
cual les he dado una carta. Apenas llevbamos dos das de navegacin, cuando
empez a darnos caza un pirata muy bien armado. Viendo que nuestro navo era poco
velero, nos vimos precisados a apelar al valor. Llegamos al abordaje: yo salt el
primero en la embarcacin enemiga, que al mismo tiempo logr desaferrarse de la
nuestra, y por consiguiente me hall solo y prisionero. Ellos se han portado conmigo
como ladrones compasivos; pero ya saban lo que se hacan, y se lo he pagado muy
bien. Haz que el Rey reciba las cartas que le envo, y t ven a verme con tanta
diligencia, como si huyeras de la muerte. Tengo unas cuantas palabras que decirte al
odo que te dejarn atnito; bien que todas ellas no sern suficientes a expresar la
importancia del caso. Esos buenos hombres te conducirn hasta aqu. Guillermo y
Ricardo siguieron su camino a Inglaterra. Mucho tengo que decirte de ellos. Adis.
Tuyo siempre, Hamlet. Vamos. Yo os introducir para que presentis esas cartas.
Conviene hacerlo pronto, a fin de que me llevis despus a donde queda el que os las
entreg.
Escena XXI
CLAUDIO, LAERTES
CLAUDIO.- Por dos razones, que aunque tal vez las juzgars dbiles; para m han sido
muy poderosas. Una es, que la Reina su madre vive pendiente casi de sus miradas, y
al mismo tiempo (sea desgracia o felicidad ma) tan estrechamente uni el amor mi
vida y mi alma a la de mi esposa, que as como los astros no se mueven sino dentro de
su propia esfera, as en m no hay movimiento alguno que no dependa de su voluntad.
La otra razn por que no puedo proceder contra el agresor pblicamente es el grande
cario que le tiene el pueblo, el cual, como la fuente cuyas aguas mudan los troncos
en piedras, baando en su afecto las faltas del Prncipe, convierte en gracias todos sus
yerros. Mis flechas no pueden con tal violencia dispararse, que resistan a huracn tan
fuerte; y sin tocar el punto a que las dirija, se volvern otra vez al arco.
CLAUDIO.- Todo sucede bien... Desde que te fuiste se ha hablado mucho de ti delante
de Hamlet, por una habilidad en que dicen que sobresales. Las dems que tienes no
movieron tanto su envidia como sta sola; que en mi opinin ocupa el ltimo lugar.
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CLAUDIO.- S, normando.
CLAUDIO.- l mismo.
CLAUDIO.- Laertes, amaste a tu padre? O eres como las figuras de un lienzo, que tal
vez aparentan tristeza en el semblante, cuando las falta un corazn.
CLAUDIO.- No porque piense que no amabas a tu padre; sino porque s que el amor
est sujeto al tiempo, y que el tiempo extingue su ardor y sus centellas; segn me lo
hace ver la experiencia de los sucesos. Existe en medio de la llama de amor una
mecha o pbilo que la destruye al fin, nada permanece en un mismo grado de bondad
constantemente, pues la salud misma degenerando en pltora perece por su propio
exceso. Cuanto nos proponemos hacer debera ejecutarse en el instante mismo en que
lo deseamos, porque la voluntad se altera fcilmente, se debilita y se entorpece, segn
las lenguas, las manos y los accidentes que se atraviesan; y entonces, aquel estril
deseo es semejante a un suspiro, que exhalando prdigo el aliento causa dao, en vez
de dar alivio... Pero, toquemos en lo vivo de la herida. Hamlet vuelve. Qu accin
emprenderas t para manifestar, ms con las obras que con las palabras, que eres
digno hijo de tu padre?
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CLAUDIO.- Cierto que no debera un homicida hallar asilo en parte alguna, ni reconocer
lmites una justa venganza; pero, buen Laertes, haz lo que te dir. Permanece oculto
en tu cuarto; cuando llegue Hamlet sabr que t has venido; yo le har acompaar por
algunos que alabando tu destreza den un nuevo lustre a los elogios que hizo de ti el
francs. Por ltimo, llegaris a veros; se harn apuestas en favor de uno y otro... l,
que es descuidado, generoso, incapaz de toda malicia, no reconocer los floretes; de
suerte que te ser muy fcil, con poca sutileza que uses, elegir una espada sin botn,
y en cualquiera de las jugadas tomar satisfaccin de la muerte de tu padre.
LAERTES.- As lo har, y a ese fin quiero envenenar la espada con cierto ungento que
compr de un charlatn, de cualidad tan mortfera, que mojando un cuchillo en l,
adonde quiera que haga sangre introduce la muerte; sin que haya emplasto eficaz que
pueda evitarla, por ms que se componga de cuantos simples medicinales crecen
debajo de la luna. Yo baar la punta de mi espada en este veneno, para que apenas
le toque, muera.
Escena XXII
GERTRUDIS.- Una desgracia va siempre pisando las ropas de otra; tan inmediatas
caminan. Laertes tu hermana acaba de ahogarse.
GERTRUDIS.- Donde hallaris un sauce que crece a las orillas de ese arroyo, repitiendo
en las ondas cristalinas la imagen de sus hojas plidas. All se encamin, ridculamente
coronada de rannculos, ortigas, margaritas y luengas flores purpreas, que entre los
sencillos labradores se reconocen bajo una denominacin grosera, y las modestas
doncellas llaman, dedos de muerto. Llegada que fue, se quit la guirnalda, y queriendo
subir a suspenderla de los pendientes ramos; se troncha un vstago envidioso, y caen
al torrente fatal, ella y todos sus adornos rsticos. Las ropas huecas y extendidas la
llevaron un rato sobre las aguas, semejante a una sirena, y en tanto iba cantando
pedazos de tonadas antiguas, como ignorante de su desgracia, o como criada y nacida
en aquel elemento. Pero no era posible que as durarse por mucho espacio. Las
vestiduras, pesadas ya con el agua que absorban la arrebataron a la infeliz;
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LAERTES.- Desdichada Ofelia! Demasiada agua tienes ya, por eso quisiera reprimir la
de mis ojos... Bien que a pesar de todos nuestros esfuerzos, imperiosa la naturaleza
sigue su costumbre, por ms que el valor se avergence. Pero, luego que este llanto
se vierta, nada quedar en m de femenil ni de cobarde... Adis seores... Mis palabras
de fuego arderan en llamas, si no las apagasen estas lgrimas imprudentes.
ACTO V
Escena I
SEPULTURERO PRIMERO.- No, no, eso fue se offendendo; ni puede haber sido de otra
manera: porque... Ve aqu el punto de la dificultad. Si yo me ahogo voluntariamente,
esto arguye por de contado una accin, y toda accin consta de tres partes, que son:
hacer, obrar y ejecutar, de donde se infiere, amigo Rasura, que ella se ahog
voluntariamente.
SEPULTURERO PRIMERO.- No, deja, yo te dir. Mira, aqu est el agua. Bien. Aqu est
un hombre. Muy bien... Pues seor, si este hombre va y se mete dentro del agua, se
ahoga a s mismo, porque, por fas o por nefas, ello es que l va... Pero, atiende a lo
que digo. Si el agua viene hacia l y le sorprende y le ahoga, entonces no se ahoga l
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SEPULTURERO PRIMERO.- Ya se ve que las hay, y por ellas se gua el juez que
examina estos casos.
SEPULTURERO PRIMERO.- En efecto dices bien y es mucha lstima que los grandes
personajes hayan de tener en este mundo especial privilegio, entre todos los dems
cristianos, para ahogarse y ahorcarse cuando quieren, sin que nadie les diga nada...
Vamos all con el azadn... Ello es que no hay caballeros de nobleza ms antigua que
los jardineros, sepultureros y cavadores, que son los que ejercen la profesin de Adn.
SEPULTURERO PRIMERO.- Toma! Como que fue el primero que llev armas... Pero,
voy a hacerte una pregunta y si no me respondes a cuento, has de confesar que eres
un...
SEPULTURERO PRIMERO.- Cul es el que construye edificios ms fuertes, que los que
hacen los albailes y los carpinteros de casas y navos?
SEPULTURERO PRIMERO.- Agudo eres, por vida ma. Buen edificio es la horca; pero,
cmo es bueno? Es bueno para los que hacen mal; ahora bien, t haces mal en decir
que la horca es fbrica ms fuerte que una iglesia, con que la horca podra ser buena
para ti... Volvamos a la pregunta.
aguardiente.
Escena II
HAMLET.- Qu poco siente ese hombre lo que hace, que abre una sepultura y canta.
HAMLET.- Aquella calavera tendra lengua en otro tiempo, y con ella podra tambin
cantar... Cmo la tira al suelo el pcaro! Como si fuese la quijada con que hizo Can el
primer homicidio. Y la que est maltratando ahora ese bruto, podra ser muy bien la
cabeza de algn estadista, que acaso pretendi engaar al Cielo mismo. No te
parece?
HORACIO.- S, seor.
HAMLET.- Oh! S por cierto, y ahora est en poder del seor gusano, estropeada y
hecha pedazos con el azadn de un sepulturero... Grandes revoluciones se hacen aqu,
si hubiera en nosotros, medios para observarlas... Pero, cost acaso tan poco la
formacin de estos huesos a la naturaleza, que hayan de servir para que esa gente se
divierta en sus garitos con ellos?... Eh! Los mos se estremecen al considerarlo.
SEPULTURERO PRIMERO.- Una piqueta con una azada, un lienzo donde revuelto vaya,
y un hoyo en tierra que le preparan: para tal husped eso le basta.
HAMLET.- Pues, dgote, que son ms irracionales que las terneras y carneros, los que
fundan su felicidad en la posesin de tales pergaminos. Voy a tramar conversacin con
este hombre. De quin es esa sepultura, buena pieza?
y un hoyo en tierra
HAMLET.- S, yo creo que es tuya porque ests ahora dentro de ella... Pero la
sepultura es para los muertos, no para los vivos: con que has mentido.
SEPULTURERO PRIMERO.- Porque all todos son tan locos como l, y no ser reparado.
HAMLET.- De qu modo?
SEPULTURERO PRIMERO.- Lo que tiene es un pellejo tan curtido ya, por mor de su
ejercicio, que puede resistir mucho tiempo al agua; y el agua, seor mo, es la cosa
que ms pronto destruye a cualquier hideputa de muerto. Ve aqu una calavera que ha
estado debajo de tierra veintitrs aos.
HAMLET.- sta?
HAMLET.- Crees t que Alejandro, metido debajo de tierra, tendra esa forma
horrible?
HAMLET.- No, no por cierto. No hay sino irle siguiendo hasta conducirle all, con
probabilidad y sin violencia alguna. Como si dijramos: Alejandro muri, Alejandro fue
sepultado, Alejandro se redujo a polvo, el polvo es tierra, de la tierra hacemos barro...
y por qu con este barro en que l est ya convertido, no habrn podido tapar un
barril de cerveza? El emperador Csar, muerto y hecho tierra, puede tapar un agujero
para estorbar que pase el aire... Oh!... Y aquella tierra, que tuvo atemorizado el orbe,
servir tal vez de reparar las hendiduras de un tabique, contra las intemperies del
invierno... Pero, callemos... hagmonos a un lado, que... s... Aqu viene el Rey, la
Reina, los Grandes... A quin acompaan? Qu ceremonial tan incompleto es ste!
Todo ello me anuncia que el difunto que conducen, dio fin a su vida con desesperada
mano... Sin duda era persona de calidad... Ocultmonos un poco, y observa.
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Escena III
EL CURA.- Ya se han celebrado sus exequias con toda la decencia posible. Su muerte
da lugar a muchas dudas, y a no haberse interpuesto la suprema autoridad que
modifica las leyes, hubiera sido colocada en lugar profano, all estuviera hasta que
sonase la trompeta final, y en vez de oraciones piadosas, hubieran cado sobre su
cadver guijarros, piedras y cascote. No obstante esto, se la han concedido las
vestiduras y adornos virginales, el clamor de las campanas y la sepultura.
LAERTES.- Dadla tierra, pues . Sus hermosos e intactos miembros acaso producirn
violetas suaves. Y a ti, clrigo zafio, te anuncio que mi hermana ser un ngel del
Seor, mientras t estars bramando en los abismos.
GERTRUDIS.- Dulces dones a mi dulce amiga . A Dios... Yo deseaba que hubieras sido
esposa de mi Hamlet, graciosa doncella, y esper cubrir de flores tu lecho nupcial...,
pero no tu sepulcro.
LAERTES.- Oh! Una y mil veces sea maldito, aquel cuya accin inhumana te priv a ti
del ms sublime entendimiento!... No... esperad un instante, no echis la tierra
todava... No..., hasta que otra vez la estreche en mis brazos... Echadla ahora sobre la
muerta y el vivo, hasta que de este llano hagis un monte que descuelle sobre el
antiguo Pelin o sobre la azul extremidad del Olimpo que toca los cielos.
HAMLET.- Quin es el que da a sus penas idioma tan enftico? El que as invoca en
su afliccin a las estrellas errantes, hacindolas detenerse admiradas a orle?... Yo soy
Hamlet, Prncipe de Dinamarca.
HAMLET.- No es justo lo que pides... Quita esos dedos de mi cuello, porque aunque
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CLAUDIO.- Separadlos.
TODOS.- Seores!
HAMLET.- No, por causa tan justa lidiar con l, hasta que cierre mis prpados la
muerte.
HAMLET.- Yo he querido a Ofelia y cuatro mil hermanos juntos no podrn, con todo su
amor, exceder al mo... Qu quieres hacer por ella? Di.
HAMLET.- Dime lo que intentas hacer . Quieres llorar, combatir, negarte al sustento,
hacerte pedazos, beber todo el Esil , devorar un caimn? Yo lo har tambin... Vienes
aqu a lamentar su muerte, a insultarme precipitndote en su sepulcro, a ser enterrado
vivo con ella?... Pues bien, eso quiero yo, y si hablas de montes, descarguen sobre
nosotros yugadas de tierra innumerables, hasta que estos campos tuesten su frente en
la trrida zona, y el alto Ossa parezca en su comparacin un terrn pequeo... Si me
hablas con soberbia, yo usar un lenguaje tan altanero como el tuyo.
GERTRUDIS.- Todos son efectos de su frenes, cuya violencia podr agitarte por algn
tiempo; pero despus, semejante a la mansa paloma cuando siente animada las
mellizas cras, le veris sin movimiento y mudo.
Escena IV
HAMLET, HORACIO
HAMLET.- Baste ya lo dicho sobre esta materia. Ahora quisiera informarte de lo dems;
pero, te acuerdas bien de todas las circunstancias?
HAMLET.- Pues sabrs amigo, que agitado continuamente mi corazn en una especie
de combate, no me permita conciliar el sueo, y en tal situacin me juzgaba ms
infeliz que el delincuente cargado de prisiones. Una temeridad... Bien que debo dar
gracias a esta temeridad, pues por ella existo. S, confesemos que tal vez nuestra
indiscrecin suele sernos til; al paso que los planes concertados con la mayor
sagacidad, se malogran, prueba certsima de que la mano de Dios conduce a su fin
todas nuestras acciones por ms que el hombre las ordene sin inteligencia.
HORACIO.- As es la verdad.
HORACIO.- Es posible!
HAMLET.- Mira la orden aqu , podrs leerla en mejor ocasin; pero quieres saber lo
que yo hice?
HORACIO.- S, yo os lo ruego.
HORACIO.- S seor.
HAMLET.- Una splica del Rey dirigida con grandes instancias al de Inglaterra, como a
su obediente feudatario, dicindole que su recproca amistad florecera como la palma
robusta; que la paz, coronada de espigas, mantendra la quietud de ambos imperios,
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HAMLET.- An eso tambin parece que lo dispuso el Cielo, porque felizmente trata
conmigo el sello de mi padre, por el cual se hizo el que hoy usa el Rey. Cierro el pliego
en la forma que el anterior, pngole la misma direccin, el mismo sello, le conduzco sin
ser visto al mismo paraje y nadie nota el cambio... Al da siguiente ocurri el combate
naval, lo que despus sucedi, ya lo sabes.
HAMLET.- Ya ves que ellos han solicitado este encargo, mi conciencia no me acusa
acerca de su castigo... Ellos mismos se han procurado su ruina... Es muy peligroso al
inferior meterse entre las puntas de las espadas, cuando dos enemigos poderosos
lidian.
Escena V
HORACIO.- No seor.
HAMLET.- Nada se te d, que el conocerle es por cierto poco agradable. Este es seor
de muchas tierras y muy frtiles, y por ms que l sea un bestia que manda en otros
tan bestias como l; ya se sabe, tiene su pesebre fijo en la mesa del Rey... Es la
corneja ms charlera que en mi vida he visto; pero como te he dicho ya, posee una
gran porcin de polvo.
HAMLET.- Estoy dispuesto a orla con la mayor atencin... Pero, emplead el sombrero
en el uso a que fue destinado. El sombrero se hizo para la cabeza.
HAMLET.- Antes yo creo... a lo menos para mi complexin, hace un calor que abrasa.
ENRIQUE.- Oh! Seor... Lo hago por comodidad... Cierto... Pues ello es, que Laertes
acaba de llegar a la Corte... Oh! Es un perfecto caballero, no cabe duda. Excelentes
cualidades, un trato muy dulce, muy bien quisto de todos... Cierto, hablando sin
pasin, es menester confesar que es la nata y flor de la nobleza, porque en l se hallan
cuantas prendas pueden verse en un caballero.
HORACIO.- No fuera mejor que le hablarais con ms claridad? Yo creo, seor, que no
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os sera difcil.
ENRIQUE.- De Laertes?
HAMLET.- Quisiera que no me tuvierais por ignorante; bien que vuestra opinin no me
aada un gran concepto... Y bien, qu ms?
ENRIQUE.- Yo lo deca por su destreza en el arma, puesto que segn la voz general,
no se le conoce compaero.
ENRIQUE.- Seor, por cureas entiendo yo, as, los... Los cinturones.
HAMLET.- Pues, seor, yo tengo que pasearme todava en esta sala, porque si su
Majestad no lo ha por enojo, esta es la hora crtica en que yo acostumbro respirar el
ambiente. Triganse aqu los floretes, y si ese caballero lo quiere as, y el Rey se
mantiene en lo dicho, le har ganar la apuesta, si puedo; y si no puedo, lo que yo
ganar ser vergenza y golpes.
HAMLET.- Esta es la substancia; despus lo podis adornar con todas las flores de
vuestro ingenio.
Escena VI
HAMLET, HORACIO
HAMLET.- l hace muy bien de recomendarse a s mismo, porque si no, dudo mucho
que nadie lo hiciese por l.
HORACIO.- Este me parece un vencejo, que empez a volar y chillar, con el cascarn
pegado a las plumas.
Escena VII
CABALLERO.- Seor, parece que su Majestad os envi un recado con el joven Enrique,
y ste ha vuelto diciendo que esperabais en esta sala. El Rey me enva a saber si
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Escena VIII
HAMLET, HORACIO
HAMLET.- No, yo pienso que no. Desde que l parti para Francia, no he cesado de
ejercitarme, y creo que le llevar ventaja... Pero... No podrs imaginarte que angustia
siento, aqu en el corazn. Y sobre qu?.. No hay motivo.
Escena IX
LAERTES.- Mi corazn, cuyos impulsos naturales eran los primeros a pedirme en este
caso venganza, queda satisfecho. Mi honra no me permite pasar adelante ni admitir
reconciliacin alguna; hasta que examinado el hecho por ancianos y virtuosos rbitros,
se declare que mi pundonor est sin mancilla. Mientras llega este caso, admito con
afecto recproco el que me anunciis, y os prometo de no ofenderle.
HAMLET.- Yo recibo con sincera gratitud ese ofrecimiento, y en cuanto a la batalla que
va a comenzarse, lidiar con vos como si mi competidor fuese mi hermano... Vamos.
Dadnos floretes.
CLAUDIO.- Dales floretes, joven Enrique. Hamlet, ya sabes cuales son las condiciones.
ENRIQUE.- S seor.
perla ms preciosa que la que han usado en su corona los cuatro ltimos soberanos
daneses. Traed las copas, y el timbal diga a las trompetas, las trompetas al artillero
distante, los caones al cielo, y el cielo a la tierra; ahora brinda el Rey de Dinamarca a
la salud de Hamlet... Comenzad, y vosotros que habis de juzgarlos, observad atentos.
HAMLET.- Vamos .
HAMLET.- Una.
LAERTES.- No.
CLAUDIO.- Esperad... Dadme de beber. Hamlet, esta perla es para ti, y brindo con ella
a tu salud. Dadle la copa.
HAMLET.- Esperad un poco. Quiero dar este bote primero. Vamos. Otra estocada.
Qu decs?
GERTRUDIS.- Est grueso, y se fatiga demasiado. Ven aqu, Hamlet, toma este lienzo,
y lmpiate el rostro. La Reina brinda a tu buena fortuna querido Hamlet.
LAERTES.- Esto es haber cado en el lazo que prepar, justamente muero vctima de
mi propia traicin.
HAMLET.- Oh! Qu alevosa!.. Oh!.. Cerrad las puertas... Traicin... Buscad por todas
partes ...
LAERTES.- No, el traidor est aqu. Hamlet, t eres muerto... no hay medicina que
pueda salvarte, vivirs media hora, apenas... En tu mano est el instrumento aleve,
baada con ponzoa su aguda punta. Volviose en mi dao, la trama indigna! Vesme
aqu postrado para no levantarme jams. Tu madre ha bebido un tosigo... No puedo
proseguir... El Rey, el Rey es el delincuente.
HAMLET.- Est envenenada esta punta! Pues, veneno, produce tus efectos.
HAMLET.- Malvado incestuoso, asesino! Bebe esta ponzoa Est la perla aqu? S,
toma , acompaa a mi madre.
infeliz... Vosotros que asists plidos y mudos con el temor a este suceso terrible... Si
yo tuviera tiempo. La muerte es un ministro inexorable que no dilata la ejecucin... Yo
pudiera deciros... pero, no es posible. Horacio, yo muero. T, que vivirs, refiere la
verdad y los motivos de mi conducta, a quien los ignora.
HAMLET.- Dame esa copa... presto... por Dios te lo pido. Oh! Querido Horacio! Si
esto permanece oculto, qu manchada reputacin dejar despus de mi muerte! Si
alguna vez me diste lugar en tu corazn, retarda un poco esa felicidad que apeteces;
alarga por algn tiempo la fatigosa vida en este mundo llena de miserias, y divulga por
l mi historia... Qu estrpito militar es ste?
Escena X
CABALLERO.- El joven Fortimbrs que vuelve vencedor de Polonia, saluda con la salva
marcial que os a los Embajadores de Inglaterra.
HORACIO.- En fin, se rompe ese gran corazn! Adis, adis, amado Prncipe. Los
coros anglicos te acompaen al celeste descanso!... Pero, cmo se acerca hasta aqu
el estruendo de tambores?
Escena XI
EMBAJADOR PRIMERO.- Horroriza el verlo!... Tarde hemos llegado con los mensajes
de Inglaterra. Los odos a quienes debamos dirigirlos, son ya insensibles. Sus rdenes
fueron puntualmente ejecutadas: Ricardo y Guillermo perdieron la vida... Pero, quin
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HORACIO.- No las recibirais de su boca, aunque viviese todava, que l nunca dio
orden para tales muertes. Pero, puesto que vos viniendo victorioso de la guerra contra
Polonia y vosotros enviados de Inglaterra, os hallis juntos en este lugar y os veo
deseosos de averiguar este suceso trgico: disponed que esos cadveres se expongan
sobre una tumba elevada a la vista pblica, y entonces har saber al mundo que lo
ignora el motivo de estas desgracias. Me oiris hablar (pues todo os lo sabr referir
fielmente) de acciones crueles, brbaras, atroces sentencias que dict el acaso
estragos imprevistos, muertes ejecutadas con violencia y aleve astucia y al fin,
proyectos malogrados, que han hecho perecer a sus autores mismos.
FORTIMBRS.- Deseo con impaciencia oros, y convendr que se rena con este objeto
la nobleza de la nacin. No puedo mirar sin horror los dones que me ofrece la fortuna;
pero tengo derechos muy antiguos a esta corona, y en tal ocasin es justo reclamarlos.
HORACIO.- Tambin puedo hablar en ese propsito, declarando el voto que pronunci
aquella boca, que ya no formar sonido alguno... Pero, ahora que los nimos estn en
peligroso movimiento, no se dilate la ejecucin un instante solo: para evitar los males
que pudieran causar la malignidad o el error.
FORTIMBRS.- Cuatro de mis capitanes lleven al tmulo el cuerpo de Hamlet con las
insignias correspondientes a un guerrero. Ah! Si l hubiese ocupado el trono, sin duda
hubiera sido un excelente Monarca... Resuene la msica militar por donde pase la
pompa fnebre, y hagnsele todos los honores de la guerra... Quitad, quitad de ah
esos cadveres. Espectculo tan sangriento, ms es propio de un campo de batalla que
de este sitio... Y vosotros, haced que salude con descargas todo el ejrcito.
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PERSONAJES
El CORO
ROMEO
MONTESCO, su padre
SEORA MONTESCO
BENVOLIO, sobrino de Montesco
ABRAHAN, criado de Montesco
BALTASAR, criado de Romeo
JULIETA
CAPULETO, Su padre
SEORA CAPULETO
TEBALDO, su sobrino
PARIENTE DE CAPULETO
El AMA de Julieta
PEDRO criado de Capuleto
SANSN criado de Capuleto
GREGORIO criado de Capuleto
Della Scala, PRINCIPE de Verona
MERCUCIO pariente del Prncipe
El Conde PARIS pariente del Prncipe
PAJE de Paris
FRAY LORENZO
FRAY JUAN
Un BOTICARIO
Criados, msicos, guardias, ciudadanos, mscaras, etc.
[Sale.]
Escena I
SANSN- Mas si la buscis, aqu estoy yo: criado de tan buen amo
como el vuestro.
SANSN- Pues...
Entra BENVOLIO.
ABRAHN - Mentira!
Pelean.
Entra TEBALDO.
Vamos, cobarde!
[Luchan.]
se escondi en el boscaje.
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Entra ROMEO.
Salen [MONTESCO y la
SEORA MONTESCO].
BENVOLIO-Enamorado?
ROMEO- Cansado.
BENVOLIO- De amar?
No te res?
Salen.
Escena II
[CRIADO de Capuleto].
Buena ocasin!
Lee el papel.
CRIADO-Arriba.
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CRIADO-De mi amo.
Sale.
B E N E V O L IO - E N EL F E S T N TR A D IC IO N A L DE
CA P ULETO
[Salen. ]
Escena III
Entra JULIETA.
AMA-Tu madre.
Entra un CRIADO.
Sale.
Salen.
Escena IV
ROMEO-Qu soaste?
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en el anillo de un regidor.
No hablas de nada.
Escena V
Antonio! Perola!
Salen.
CRIADO- No lo s, seor.
digno caballero
de su nobleza y cortesa.
Es mi voluntad, y si la respetas,
No pienso tolerarlo!
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[Sale.]
[La besa.]
Devulvemelo!
ROMEO-Quin es su madre?
AMA-Pero, joven!
conocer el beneficio.
Le hablan al odo.
Me voy a descansar.
AMA-No s.
Salen.
ACTO II
PRLOGO
.
[Entra] el CORO
ya es amado y es amante:
l es de su enemiga suplicante
[Sale.]
Escena I
[Se esconde.]
Salen.
.
(Entra JULIETA arriba, en el balcn .]
Ojal lo supiera!
Qu presuntuoso! No me habla a m.
JULIETA -Ay de m!
tmame entera!
porque es tu enemigo.
y te creer.
[Sale. ]
te lo suplico...
AMA [dentro]-Julieta!
Sale.
JULIETA-Romeo!
[Sale.]
[Sale.]
Escena II
Entra ROMEO.
FRAY LORENZO -Bien hecho, hijo mo. Mas, dnde has estado?
La otra lo negaba.
Salen.
Escena III
BENVOLIO-Romeo responder.
BENVOLIO- El qu?
Entra ROMEO.
ROMEO-De la cortesa?
MERCUCIO-Exacto.
ROMEO-Vaya aparato!
Velero a la vista!
AMA-Pedro!
PEDRO- Voy.
ROMEO- Seora, uno creado por Dios para que se vicie solo.
MERCUCIO -Ah! Est bien ser el peor? Qu agudeza! Muy lista, muy
lista.
MERCUCIO -Una liebre, no: tal vez un conejo viejo y pellejo para un
pastel de Cuaresma.
si se acartona y reseca.
ROMEO-Ahora os sigo.
ROMEO-Encomindame a tu dama.
Sale [ROMEO].
Pedro!
PEDRO-Voy!
AMA-Delante y deprisa.
Salen.
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Escena IV
Entra JULIETA.
[Sale PEDRO.]
JULIETA-S.
Salen.
Escena V
FRAY LORENZO -Romeo te dar las gracias por los dos, hija.
Salen.
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ACTO III
Escena I
BENVOLIO--Ah, s?
Entra ROMEO.
[Desenvaina.]
TEBALDO-T qu quieres de m?
MERCUCIO- Gran rey de los gatos ., tan slo perderle el respeto a una
de tus siete vidas y, segn como me trates desde ahora, zurrar a las
otras seis. Quieres sacar ya de cuajo tu espada? Deprisa, o la ma te
har echar el cuajo.
TEBALDO [desenvaina]-Dispuesto.
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[Luchan. ]
BENVOLIO-Ests herido?
[Sale el paje.]
Entra BENVOLIO.
Entra TEBALDO.
BENVOLIO -Muvete!
Salen.
Escena II
Si ha muerto di s ; si vive, di no .
Salen.
Escena III
La afliccin se ha prendado de ti
Entra ROMEO.
que an no conozca?
Llaman.
Llaman.
Llaman.
Entra el AMA.
ROMEO -Ama!
y vuelve a caer.
Ahora va Romeo.
Sale el AMA.
Adis.
Salen.
Escena IV
Espera, qu da es hoy?
PARIS-Lunes, seor.
Salen.
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Escena V
as lo deseas.
AMA-Julieta!
JULIETA- Ama?
[Sale.]
Desciende ..
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de enviarte mi cario.
Sale.
y podrs devolvrmelo.
[A la SEORA CAPULETO]
cae un diluvio.
cara lvida!
Sale.
Sale.
JULIETA-Amn.
AMA-Qu?
[Sale.]
Sale.
ACTO IV
Escena I
Entra JULIETA.
Sale.
Salen.
Escena II
[Sale un CRIADO.]
Sale el CRIADO.
Entra JULIETA.
Ya es casi de noche.
Salen.
Escena III
que lo necesitas.
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Ven, frasco.
Escena IV
Entra CAPULETO.
no repares en gastos.
Pero si ya es de da!
Entra el AMA.
[Sale.]
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AMA-Ah, da infortunado!
Entra CAPULETO.
El ms infortunado, el ms doloroso
Salen todos, menos [los Msicos y] el AMA, que echa romero sobre el
cadver y corre las cortinas.
Sale.
Entra PEDRO.
PEDRO-Entonces no?
MSICO PRIMERO-No.
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Sale.
Salen.
ACTO V
Escena I
Entra ROMEO.
alguna adversidad.
Sale BALTASAR.
Eh, boticario!
Entra el BOTICARIO.
[Sale el BOTICARIO.]
Escena II
Sale.
Sale.
Escena III
Silba el PAJE.
Entran ROMEO y BALTASAR con una antorcha, una azada y una barra
de hierro.
[Se esconde.]
y no interrumpas mi labor.
[Se esconde.]
Abre la tumba.
[Desenvaina.]
[Sale.]
[Muere.]
Lo dijo? O lo he soado?
[Bebe.]
Cae.
BALTASAR - Romeo.
[Sale.]
FRAY LORENZO-Romeo!
La dama se mueve.
Sale.
Entra MONTESCO.
Salen todos.