Mandrini Raul - La Argentina Aborigen
Mandrini Raul - La Argentina Aborigen
Mandrini Raul - La Argentina Aborigen
Mandrini
La Argentina
aborigen
De los primeros pobladores a 1910
Ral J. Mandrini
La Argentina aborigen * la ed. - Buenos A ires: Siglo XXI Editores
Argentina, 2008- / / 288 p . ; 21x 14 cm. (Biblioteca Bsica de
Historia, dirigida por Luis Alberto Romero)
ISBN 978-987-629-027-2
CDD 305.8
ISBN 978-987-629-027*2
Impreso en Grafinor / / Lamadrid 1576, Villa Ballester,
en el mes de octubre de 2008
Introduccin
Bibliografa 273
ilustraciones 283
Introduccin
El Carbono 14
Desarrollado en los Estados Unidos hacia 1950 por Wiiiiard Ubby, la
datacin por medio de! Carbono 14 (G14) tuvo rpida difusin y
proporcion a los arquelogos un mtodo relativamente confiable para
establecer una cronologa absoluta. E C14 es un isotopo radiactivo que
se encuentra en todos los seres vivos, que lo obtienen por intercambios
con e! medio* La proporcin de C14 en los seres vivos se mantiene
constante, pero a! morir ei organismo cesan ios intercambios con el
ambiente y el C14 comienza a degradarse hasta desaparecer. Esa
desintegracin mantiene cierta constante, lo que permite, sabiendo la
proporcin de C14 presente en un resto orgnico, determinar el tiempo
transcurrido desde su muerte.
En la prctica no es tan simple. Debemos tener en cuenta que jas cifras
proporcionadas no se refieren a fechas {en trminos calendrteos) sino a
aos radiocarbnicos, o sea, a tiempos derivados de la desintegracin
de ese istopo. Ese tiempo se fija en 5568 aos para !a desintegracin
de la mitad de la concentracin inicial. Se necesitan otros 5568 para ia
desintegracin de la mitad del resto, y as sucesivamente. Adems, como
las cantidades de C14 son muy pequeas, las determinaciones son
siempre aproximadas y no sealan un momento preciso sino un perodo
expresado en aos antes del presente (AP.). Por presente se toma e!
ao 1950. As, cuando leemos que un resto se fecha en 8550 150
aos A.P. significa que pertenece a un ser vivo que muri en algn
momento entre 8700 y 8400 (8550 es el punto medio) aos
radiocarbnicos antes de 1950. Por otra parte, debe tenerse ia certeza
de que la muestra no ha sido contaminada, o que podra alterar el
contenido de C14, y estar seguros de ias asociaciones entre la muestra
fechada y los dems restos o episodios que se quieren tediar.
Para solucionar el problema de ia diferencia entre fechas caendricas y
radiocarbnicas, estas ltimas suelen calibrarse vinculndolas a series de
fechas obtenidas del anlisis de los anillos de ios rboles
(dedrocronologa) realizado en el hemisferio norte. En general, las fechas
calibradas en aos de nuestro calendario resultan aigo ms antiguas que
las radiocarbnicas. J V
En trminos generales, la hiptesis Clovis postula una fecha mxima
de entre 12 000 y 13 000 aos AJP., coincidente con el final del Pleis
toceno, para el inicio dei poblamiento del continente. Por cierto, las
fechas propuestas por Hrdlicka para la antigedad del poblamiento
haban sido abandonadas porque, desde a dcada de 1920, un cre
ciente nmero de hallazgos haba venido demostrando, ms all de
cualquier duda, la contemporaneidad de los hombres con animales
extinguidos al finalizar la Edad del Hielo. Entre tales hallazgos, rea
lizados principalmente en las llanuras y planicies centrales de los Es
tados Unidos, se destacaban algunos restos seos de animales extin
tos que tenan an clavadas bellas puntas de piedra tallada.
A partir de la dcada de 1950, numerosos fechados radiocarbnicos
confirmaron la edad de esos restos, asignndoles una antigedad de
12 000 aos A.P. Los hallazgos -no se conocan entonces en ei conti
nente otros tan seguros y bien fechados- fueron atribuidos a una cul
tura de cazadores especializados en la captura de grandes mamferos
a quienes pronto se identific con el nombre de Clovis, como antes
referimos. Resistidos al principio, esos descubrimientos fueron final
mente aceptados por la comunidad cientfica y constituyeron la base
de la mencionada hiptesis Clovis, a la cual adhiri un nutrido grupo de
investigadores estadounidenses.
No obstante, esa hiptesis iba mucho ms all, pues no se trataba
slo de fijar una fecha inicial para el poblamiento del continente. Sus
seguidores se proponan brindar un coherente modelo cientfico de
todo el proceso del poblamiento, y sostenan que no existan pruebas
irrefutables para afirmar que fuera anterior a Clovis, a la cual conside
ran la primera cultura americana. Los portadores de las puntas de
proyectil Clovis fueron definidos como cazadores altamente especia
lizados, dedicados a la matanza de grandes herbvoros. Las posibilida
des de alimento que les brindaban las praderas centrales de los actua
les Estados Unidos, con una abundante y variada fauna, en la que se
destacaban especies de gran tamao -mamut, mastodonte, formas
hoy extinguidas de bisontes y caballos-, permitieron el rpido creci
miento demogrfico de esos primeros cazadores. Gracias a eso, inicia
ron una migracin exitosa y veloz que los llev, en unos pocos siglos,
hasta el extremo meridional del continente americano. Cientficamente,
se trataba entonces de demostrar, incluso mediante modelos compu
terizados, que esa acelerada marcha de miles de kilmetros atrave
sando diversos medioambientes, desde las forestas tropicales hasta las
altas tierras andinas, haba sido posible.
Para arrojarlas debi usarse una lanzadera, artefacto que permita dar
ms fuerza, velocidad y alcance a! proyectil. Como se ve en la ilustracin,
con frecuencia las puntas Clovis fueron encontradas en asociacin con
restos de grandes mamferos hoy extinguidos. Este hecho sirvi para
definir a sus portadores como cazadores especializados en la captura de
megafauna. J W
Pese a su amplia aceptacin, la hiptesis Clovis no dej de despertar cr
ticas, pues existan algunos sitios arqueolgicos que no encajaban en el
modelo. Tales sitios -y quienes los haban investigado- fueron dura
mente desacreditados por buena parte de la comunidad cientfica, pues
se arga que haban sido mal excavados, que las muestras de los fecha
dos estaban mal tomadas contaminadas, que los artefactos no eran
tales, que no eran seguras las asociaciones entre los fechados y los ma
teriales hallados, entre otros argumentos. Esas crticas, acertadas en mu
chos casos, sin embargo no siempre eran justas; detrs de ellas haba
cuestiones vinculadas ms a la poltica y la ideologa que a la ciencia.
Para muchos arquelogos estadounidenses, la hiptesis Clovis se haba
transformado en el icono de la expansin de la ms temprana cultura
norteamericana, un equivalente, en la Edad del Hielo, a la difusin
contempornea de la Coca Cola. Adems, como los hallazgos ms signi
ficativos que cuestionaban la hiptesis Clovis provenan de sitios de
Amrica del Sur, lo que se pona en duda era el rigor cientfico de los ar
quelogos latinoamericanos y europeos que haban trabajado en ellos.
El propulsor o lanzadera
El propulsor, o lanzadera, es un artefacto formado por una vara o tabla
de madera, o una caa, con un gancho de piedra o hueso en la parte
posterior donde se encajaba el dardo.
En ia llanura herbcea que rodeaba a las sierras de! sur bonaerense viva
una variada fauna que comprenda tanto especies hoy vivientes como
otras extinguidas. Estas ltimas incluan .grandes mamferos,
especialmente herbvoros que, en algunos casos, pesaban ms de una
tonelada. Giptodontes, milodones, megaterios y caballos americanos,
compartan ei espacio con guanacos, venados, andes, armadillos,
coipos (o nutrias), roedores, zorros, pumas y jaguares, entre oros. La
mayora de ellos fue usada, en distinta medida, como alimento por los
primeros cazadores, y algunos animales, como el zorro, tuvieron al
parecer valor simblico, tanto ritual como funerario. JB?
En ese ambiente se instalaron los primeros pobladores. Ocuparon repa
radas cuevas en las partes altas de los caadones, donde corran riachos
o arroyos, y en las paredes rocosas que bordeaban antiguos bajos con la
gunas o lagos. Tambin establecieron campamentos a cielo abierto en
las planicies donde afloraban rocas para tallar, o cerca de antiguos lagos
-hoy salitrales- donde 4a abundancia de agua y pastos atraa a los ani
males, pero esos sitios al aire libre, afectados por la erosin y el tiempo,
son difciles de encontrar e interpretar.
En cambio, la ocupacin de las tierras cercanas a la cordillera fue un
poco ms tarda pues all perduraron condiciones ms Mas. Tambin es
probable que algunos grupos acamparan temporariamente en el litoral
marino para aprovechar sus recursos, en especial los mamferos mari
nos y los moluscos. Si as ocurri, sus restos se encuentran hoy bajo el
ocano, lejos de la costa actual.
El oriente de la llanura pampeana
Las tierras del centro y sur de la actual provincia de Buenos Aires for
man parte de la regin pampeana propiamente dicha, o pampa h
meda. Hoy se presenta como una llanura apenas ondulada interrum
pida al sur por las sierras de Tandilia y de Ventana que, a modo de
cua, dividen en dos la llanura, y cuya altura apenas excede los 1000
metros sobre el nivel del mar. El suelo, formado por sedimentos pardos
o negros con alto contenido orgnico (humus), se toma ms arenoso
hacia el oeste y hacia el sur. Prevalece un clima templado y hmedo,
con lluvias ms intensas en primavera y otoo. En la vegetacin predo
minan gramneas y arbustos, con varias y complejas comunidades vege
tales, en especial en el rea serrana.
Tambin aqu, a fines del Pleistoceno, cuando llegaron los primeros
grupos humanos, las condiciones eran muy distintas. Aunque la llanura
bonaerense no fue afectada por los glaciares, el clima era ms seco y fro
que el actual, y los secos y huracanados vientos de la cordillera arrastra
ban nubes de polvo que depositaban en las partes llanas, lo que dio lugar
a la base de los suelos actuales. La estepa rida dominaba la regin. El te
rritorio era adems ms amplio pues, debido al descenso de las aguas del
ocano, el litoral atlntico se hallaba unos 100 kilmetros ms al este.
Las sierras de Tandilia y Ventana, geolgicamente muy antiguas, pre
sentaban muchos lugares que ofrecan proteccin -cuevas, abrigos y ale
ros rocosos- y recursos bsicos como lea, animales y agua, disponible en
manantiales, arroyos y lagunas. En la llanura que las rodeaba viva una va
riada fauna que comprenda tanto especies hoy vivientes como otras ex
tinguidas: grandes mamferos, especialmente herbvoros, compartan el
espacio con guanacos, venados, andes, armadillos, coipos (o nutrias),
roedores, zorros y pumas, entre otros. Casi todos esos animales sirvieron
como alimento a los primeros cazadores; algunos, como el zorro, tuvie
ron al parecer valor simblico, tanto ritual como funerario.
El litoral fluvial y las tierras bajas orientales
Tambin el actual litoral fluvial argentino y las tierras vecinas de Brasil
y Paraguay presentaban condiciones muy distintas durante el ltimo
avance glacial. Predominaban entonces condiciones ms fras y secas y
extensas sabanas semidesrticas dominaban el paisaje. En el trpico, ha
ba disminuido la extensin de los bosques y la selva tropical se redujo
hasta quedar limitada a algunos manchones en el paisaje. En la costa
atlntica, ms retirada hacia el este, se extendan amplias llanuras con
vegetacin abierta y abundantes recursos vegetales y faunsticos. Toda la
regin -que fue uno los caminos transitados por los primeros poblado
res- era un rea rica, apta para la ocupacin humana.
Hacia fines del Pleistoceno e inicios del Holoceno, estas condiciones
se invirtieron. Las temperaturas comenzaron a ascender, los vientos
predominantes cambiaron al este, aumentaron las precipitaciones y la
humedad, creci el caudal de los ros y algunos, como el Paran, modi
ficaron su cauce. En el norte, las laderas de los macizos montaosos del
actual Brasil se cubrieron de bosques y en las planicies altas de esos mis
mos macizos se formaron lagunas y pantanos; en las llanuras, la selva
tropical invadi praderas y sabanas y form una masa continua. En
tanto, las costas se angostaban y cubran de manglares y esteros; hacia el
sur, se extendieron pastizales y praderas.
El rea punea y circumpunea
La Puna, extensa planicie a ms de 3500 metros sobre el nivel de mar,
abarca el extremo noroeste de la actual Argentina y se prolonga hacia
el norte en el altiplano boliviano y hacia el oeste en el desierto ataca-
meo. El ambiente puneo es fro y rido, y la monotona del paisaje es
interrumpida por serranas, altos volcanes nevados y extensos salares.
Aunque el agua es muy escasa, algunas cuencas cerradas forman verda
deros oasis donde la vida es posible.
A fines del Pleistoceno, cuando los primeros hombres se establecie
ron all, el lmite de las nieves permanentes era ms bajo y el clima ms
fro y hmedo; las precipitaciones superaban los 500 milmetros anua
les de promedio, pues, a diferencia de lo que ocurre hoy en da, los
vientos dominantes provenan del Pacfico. Como consecuencia, la dis
ponibilidad de agua era mayor. Cauces hoy secos debieron llevar enton
ces agua y los actuales salares eran extensas lagunas. Haba amplias zo
nas ridas, pero la extensin de los pastizales de gramneas y herbceas
debe haber sido mayor, sosteniendo la vida de una rica fauna formada
tanto por especies hoy extintas -caballo americano y algunos camli
dos, entre otras- como actuales -el guanaco y la vicua-.
Estas caractersticas se prolongaron hasta comienzos del Holoceno,
aunque ya se perfilaban condiciones menos fras y de mayor sequedad,
las que se acentuaron unos 8000 aos atrs. Por ese motivo, es razonable
pensar que los primeros pobladores se establecieron en las quebradas de
acceso a la Puna, espacios ms protegidos y reparados que las planicies
ms altas. Desde esas quebradas, durante el verano, los cazadores podan
acceder a los recursos faunsticos y vegetales de la altiplanicie y tambin a
los productos de los valles y quebradas de altura media.
-Las Buitreras, Lago Sofa 1, de! Medio, del Milodn, Fell y Palii Aike-
brindaron tambin testimonios tempranos del pobamiento. En Tierra de
Fuego se ubican Tres Arroyos y Marazzi.
Al norte, hada la cordillera andina, deben mencionarse las cuevas de las
Manos y Grande de Arroyo Feo en el valle del ro Pinturas, ia Cueva 7 de
caro Casa de Piedra y los sitios de ia cuenca del ro Umay, como Traful,
Cuyn Manzano, Cueva del Manzano, Arroyo Corral y laguna 0 Trbol.
La disponibilidad de agua era determinante en la eleccin del lugar. El
Caadn de Las Cuevas -donde se encuentra la Cueva S de Los Toldos-,
era atravesado por un curso de agua del que hoy queda un pequeo
arroyo temporario. El Ceibo se ubica al pie del acantilado que rodea por
el norte a un gran bajo que fue un antiguo lago, y an hoy existen en el
lugar numerosas fuentes de agua potable. El Puesto 1 de Piedra Museo
est emplazado sobre una barranca a cuyo pie se extenda una gran la
guna convertida hoy en una amplia depresin salitrosa. Por supuesto,
tambin se tena en cuenta la facilidad de acceso a otros recursos, como
animales para cazar, lea -importante para calentar abrigos y aleros en el
invierno- y piedras para la confeccin de instrumentos.
Cinco mil aos atrs, la vida de los cazadores y recolectores de las tierras
del sur de la actual provincia de Buenos Aires haba experimentado algu
nos cambios significativos. Las condiciones ambientales se haban modi
ficado: todava algo ms fras y ridas que las actuales, la regin sufra,
desde haca dos milenios, los efectos del ascenso sostenido de las tempe
raturas y del aumento de la humedad. Estos factores incidieron en la su
bida de las aguas y en el consiguiente anegamiento de las zonas costeras
y el ingreso del mar en las reas ms bajas como, por ejemplo, la amplia
depresin del ro Salado y las tierras vecinas a la desembocadura de ros
y arroyos; ms al norte, las aguas cubrieron las costas del Ro de la Plata y
las islas del Delta. Hace unos 5000 aos las aguas haban comenzado a re
troceder -el clima era, nuevamente, algo ms fro y seco-, aunque la
costa bonaerense alcanz su forma actual recin unos 1000 aos atrs.
Sabemos, pese a la escasez de restos, que durante esa primera etapa del
Holoceno se manifestaron algunos procesos interesantes. Entre 7500 y
7000 aos atrs, aproximadamente, se produjo la extincin definitiva de
la fauna del Pleistoceno y comenzaron a tasarse de modo regular los re
cursos costeros. A partir de all, comenz a afianzarse un modo de vida
que fue tpico de las llanuras durante los milenios siguientes, tanto en su
economa como en sus formas de asentamiento y tecnologa. Este modo
de vida estaba ya bien asentado hace unos 5000 aos, poca a la que se re
montan tambin los primeros indicios de ocupaciones humanas en el
oeste de la llanura pampeana, hoy conocida como pampa seca.
En la llanura bonaerense, la extincin final de los grandes herbvoros
pleistocnicos parece haber sido ms tarda que en otras regiones, tal vez
porque perduraron all condiciones ambientales favorables. A esa misma
poca, cuando los ltimos grandes mamferos desaparecan en la llanura,
corresponden los primeros registros de explotacin de otro importante
recurso, los lobos marinos, y de asentamientos en ambientes costeros.
Cinco rail aos atrs, las tierras que hoy forman el litoral fluvial sufran
tambin los cambios climticos que afectaban al planeta desde fines del
Pleistoceno: un aumento constante de temperatura y el ascenso del ni
vel de las aguas en mares y ocanos. Este ltimo proceso afect princi
palmente la zona de la desembocadura de los ros Paran y Uruguay -el
actual Delta-, que fue cubierta por el avance de las aguas. El aumento
de las temperaturas fue acompaado por condiciones hmedas y mayo
res precipitaciones. La confluencia de estos factores favoreci la expan
sin de las selvas y montes -formaciones fitogeogrficas cerradas- a ex
pensas de las praderas y sabanas y produjo un desplazamiento hada el
sur de las espedes animales y vegetales. As, es probable que en el actual
norte entrerriano se dieran entonces condiciones similares a las que
hoy encontramos en tierras misioneras.
Conocemos muy poco sobre la vida de los cazadores, recolectores y
pescadores que vivan en esa poca en el litoral fluvial. Los escasos res
tos hallados se reducen en general a artefactos de piedra y son muy po
cos los fechados seguros. Sin embargo, esos pocos materiales testimo
nian que la presencia humana se haba extendido por el territorio, sin
duda favorecida por las condiciones climticas. Los restos encontrados
muestran la presencia de poblaciones a lo largo de la cuenca del ro
Uruguay y sus principales afluentes, en algunas partes en el interior del
territorio mesopotmico, en e territorio misionero y en las costas del alto
Paran. En cambio, no se han hallado hasta ahora restos en torno a la
cuenca del Paran medio e inferior.
Los campamentos de esos pobladores se vinculaban a los principales
cursos de agua y a las islas, y se ubicaban preferentemente en lugares al
tos, como lomadas o afloramientos rocosos, de donde obtenan piedra
para fabricar sus instrumentos. De ese modo, una parte fundamental de
su vida estaba ligada a los ambientes ribereos y dependa de ellos: los
cursos de los ros y las selvas ribereas eran mbitos ricos en recursos ani
males y vegetales para cazar, pescar y recolectar. Pero adems estaban co
nectados con los mbitos del interior, que presentaban una vegetacin
ms abierta de monte o sabana, adonde se trasladaban peridicamente
para cazar y recolectar. De hecho, la vinculacin con esos distintos mbi
tos marc la movilidad de esas poblaciones. Un caso especial fue el de los
cazadores recolectores del territorio misionero, identificados por los ar
quelogos con la tradicin altoparanaense -o Humanit, como la deno
minan en Brasil- y vinculados probablemente a las poblaciones del pla-
nalto brasileo. Establecidos en las costas de los ros, estos grupos, que se
identifican por sus caractersticos implementos de piedra, se trasladaban
durante parte del verano y el otoo hacia las tierras altas del interior mi
sionero para explotar los recursos de los bosques de araucaria.
Las principales diferencias entre los distintos grupos se observan en
la produccin de sus artefactos de piedra, tanto en la materia prima
como en el tipo de instrumentos y en las tcnicas empleadas. El tra
bajo de la piedra era realizado tanto por tallado como mediante pu
lido. La talla, en general sobre una sola cara, se aplicaba sobre todo
en a confeccin de puntas y raspadores -un implemento muy exten
dido-, y algunas hachas de mano, picos y clavas. El pulido se usaba en
la confeccin de bolas -con y sin surco-, artefactos de molienda, hachas
y piedras con hoyuelos. Los instrumentos de molienda permiten inferir
la importancia de la recoleccin vegetal, principalmente semillas. Entre
las poblaciones del territorio misionero, las caractersticas de algunos
instrumentos -tamao, calidad de a talla, caractersticas de los filos-
hacen pensar que eran usados para el trabajo de la madera. Esta ltima,
abundante en las selvas y montes de la zona, debi ser empleada para la
confeccin de armas, artefactos domsticos y, seguramente, canoas. Un
implemento muy peculiar eran las placas de piedra con grabados. Su
forma, predominantemente cuadrangular, era lograda por medio del
pulido; luego se grababan en su superficie hoyuelos y surcos que forma
ban motivos geomtricos. No sabemos cul era su uso, aunque puede
suponerse que tenan funciones rituales o ceremoniales.
La vida de estas comunidades de cazadores-recolectores y pescadores
se mantuvo sin cambios significativos durante varios milenios. Los testi
monios ms antiguos se remontan quizs a unos 7000 u 8000 aos atrs
y perduraron hasta hace unos 2500 o 3000 aos al menos, cuando algu
nas comunidades comenzaron a fabricar cermica.
Los inicios de ia produccin de alimentos y ei afianzamiento
de ias sociedades aideanas
4. Hace 2000 aos... (ca. 1 d. C.)
Afianzamiento de las comunidades aldeanas,
ia agricultura y la cermica
jg F W J B r W M J V W W M & W W M W W M
La revolucin neoltica
La produccin de alimentos a travs del cultivo y de la cra de animales,
que signific ei paso de una economa de apropiacin basada en la
caza y recoleccin a otra que se sustentaba en la produccin,
constituy una de las grandes transformaciones de (a humanidad. Esta
nueva economa fue la base de la llamada revolucin neoltica",
expresin que alcanz gran popularidad a partir de la dcada de 1930
gracias a ia obra de Vere Gordon Childe, una de las figuras ms
importantes de la arqueologa de! siglo XX.
Ese gran cambio constitua para Childe una verdadera revolucin en
tanto haba afectado todos los aspectos de ia vida de aquellas
poblaciones que incorporaron ta nueva economa. La arqueologa
muestra que el proceso fue lento y gradual, que result de la
acumulacin de pequeos cambios, y que no signific el reemplazo ms
o menos rpido de una economa por otra. En algunos lugares pasaron
incluso milenios desde el momento en que ei hombre comenz a
experimentar con a domesticacin de plantas y animales hasta que la
agricultura y la ganadera pudieron mantener por s solas a las
comunidades. Pero, en cambio, s fueron revolucionarias tas
transformaciones que se produjeron como consecuencia del proceso:
mayor estabilidad en la provisin de alimentos, posibilidad de un
excedente acumulable, aumento de la poblacin, asentamiento en aldeas
permanentes, divisin dei trabajo y especiaizacin econmica, mayor
complejidad social, disponibilidad de tiempo libre que permita mejorar las
condiciones de vida y desarrollar tecnologas ms complejas. JW
Esas prcticas cruentas tuvieron lugar tambin en los sitios Alamito, algo
ms tardos (siglos III a V de nuestra era), considerados hoy como cen
tros de culto de las poblaciones Condorhuasi en esa etapa. Los sitios Ala-
mito -de los cuales se conocen ms de sesenta- responden a una misma
distribucin que incluye montculos, plataformas y recintos entre los cua
les se recuperaron restos seos de seres humanos mutilados, incluidos
crneos separados de su cuerpos. Si a esto aadimos las representaciones
de felinos, tenemos aqu la primera aparicin del complejo felino-aluci-
ngenos-cabeza trofeo, de gran desarrollo en el perodo siguiente.
Estos elementos aparecan ya con claridad entre las poblaciones
que elaboraron las cermicas de Vaqueras. La amplia distribucin re
gional de esa cermica -se la encuentra en sitios de la Puna occiden
tal como San Pedro de Atacama- nos habla de la aceptacin que tena
entre las comunidades aldeanas y del movimiento de caravanas que
favoreca el intercambio de bienes e ideas. En esos intercambios, el
cebil y los objetos vinculados a su consumo, como las pipas, tuvieron
singular importancia.
M W J W M 'M M W W W M T W W W W W M '
Las reas controladas por Wari y Tiwanaku
Wari y Tiwanaku iniciaron su desarrollo en la primera mitad del primer
milenio de nuestra era y crecieron hasta convertirse en las ciudades ms
grandes de ias tierras altas andinas. La primera se encontraba en e alto
valle del rio Mantara; la segunda, al sur del lago Titicaca, a ms de 3800
metros sobre el nivel del mar.
Hacia mediados del milenio, ambas iniciaron una rpida expansin que
las convirti en el centro de dos grandes formaciones econmicas y
seguramente, al menos en ei caso de Wari, polticas. Sus reas de
control e influencia no se superponan, y el lmite entre ambas se
encontraba cerca de a actual localidad peruana de Puno. Wari se
expandi hacia el norte,
por ei territorio del actual
Per. Tiwanaku lo hizo por
a cuenca del Titicaca y las
tierras altas situadas ms
al sur, la costa del extremo
meridional del Per, el
norte de Chile -ai menos
hasta e! ro Loa en el
desierto de Atacama- y
quiz partes de
noroeste de a actual
Argentina,
La Puerta del Sol de Tiwanaku
Los elementos iconogrficos ms caractersticos de los estilos de Wari y
Tiwanaku se encuentran en la conocida Puerta de! Sol, ubicada en la
segunda de esas ciudades. Fue realizada a partir de un enorme bloque
de piedra, en cuyo centro aparece representada la que parece ser a
divinidad principal -algunos o laman el "dios de la Puertas cuyo
nombre ignoramos.
Los campos elevados, a tos que el agua moja por filtracin asegurando
una humedad permanente y estable, alcanzan una altsima productividad.
Los arquelogos han localizado algunos de estos campos que se
remontan a la poca de Tiwanaku. El cultivo intensivo de tubrculos, y sin
duda tambin el de granos de altura, como ia quinua, constituy junto al
pastoreo de rebaos de auqunidos la base material que permiti la
supervivencia de una numerosa poblacin en torno al iago Titicaca y et
desarrollo de una rica vida urbana. JW
Las jefaturas
Las jefaturas -llamadas tambin seoros- eran, ante todo, entidades
polticas regionales que aglutinaban a mltiples comunidades bajo la
autoridad permanente de un jefe. Las jefaturas, que podan llegar a
tener una poblacin de algunos miles -incluso, a veces, de decenas de
miles- de habitantes, mostraban algn tipo de jerarquizacin social,
expresada generalmente por ia posicin o rango elevados que
ocupaban ciertos linajes y comunidades. Esa superioridad se justificaba
por la proximidad genealgica al jefe, cuyo linaje ocupaba el ugar ms
alto de la jerarqua social.
En estas sociedades, el poder poltico, que se apoyaba en la figura del
jefe a la que se rodeaba de complejos rituales y ceremonias, reconoca al
menos dos niveles en el ejercicio de la autoridad, el de los jefes de las
comunidades locales y, por encima de stos, ei de jefe superior. 0 poder
que este itimo ejerca dependa, a su vez, de la importancia de su linaje,
de su control sobre la produccin y ei intercambio de bienes, de sus
capacidades y habilidades personales -incluidas as referidas a ia guerra-
y de una ideologa que serva para legitimar e institucionalizar las
desiguadades que se manifestaban en e seno de la sociedad. Tambin
dependa de la fuerza militar -su squito o seguidores- para defender ios
recursos de las comunidades que se encontraban bajo su mando. &
Las sociedades que, hada el siglo XIII de nuestra era, ocupaban los
valles de Hualfn y caichaqutes, explotaron la riqueza mineral de los
yacimientos que se encontraban en ia porcin meridional de los Nevados
del Aconquija (Capilitas y sierra de Atajo), as como en el cordn de
Famatina. Sin embargo, todo indica que el foco de la metalurgia del
noroeste argentino estaba en ios valles caichaques. En este contexto
son notables las piezas fundidas en bronce -la mayora de ellas objetos
ceremoniales y marcadores de jerarqua social-, que impresionan por su
belleza y sntesis de diseo. Hay que destacar los discos, campanas,
hachas con mango, placas, pectorales, adornos ceflicos y otros objetos
usados en la vestimenta. Tambin se confeccionaban algunas
herramientas metlicas para ei trabajo cotidiano.
La cermica Sanamariana
Fue en la cermica donde ei arte santamarano encontr su forma ms
completa y compleja de expresin. Esa cermica, especialmente las
urnas -como las que.se muestran en ia figura- y los cuencos o pucos,
alcanz, como seala ia arqueloga Miriam Tarrago, un grado muy alto
de estandarizacin, tanto en sus formas como en su iconografa. Las
grandes urnas, en las que predomina netamente ia decoracin en
negro y rojo sobre un fondo blanco, se componen de tres partes: un
cuello evertido, un cuerpo globular y una base tronco-cnica.
Hacia el 1200 de nuestra era, ciertas poblaciones del litoral fluvial practi
caban ya el cultivo, actividad documentada en algunas aldeas del actual te
rritorio misionero ai menos dos o tres siglos antes. Los investigadores
coinciden en que las prcticas hortcolas fueron introducidas en la regin
desde territorios donde ya eran conocidas: muchos lo atribuyen a los gua
ranes, que ya las utilizaban en sus tierras de origen en la cuenca amaz
nica; otros plantean que pudieron haberlo hecho pueblos ribereos del
Paran medio, que las conocieron a travs de los cazadores-recolectores
de la tradicin Esperanza, con algunos contactos con las sierras subandi-
rias, donde el cultivo era practicado desde haca tiempo.
En general, en las tierras del litoral se utiliz el mtodo de roza,
tambin llamado tala y quema, ampliamente difundido en regiones
s e lv tic a s y boscosas. Consista en talar partes del bosque, quemar la
v e g e t a c i n cortada para despejar el terreno, dejar que las cenizas en
riquecieran los suelos, y luego sembrar. Entre los pueblos que practica
ban el cultivo se encontraban ante todo los guaranes, que formaban
parte de la gran familia tup-guaran.
En efecto, lo s guaranes eran los cultivadores ms dinmicos. Se despla
zaban en sus canoas a lo largo de los grandes ros ocupando en especial
los espacios con formaciones selvticas, aptas para la prctica de la agri
cultura de roza. Hacia el 1200, se encontraban asentados en varias partes
del litoral fluvial, en cuyo extremo nordeste se haban establecido tiempo
atrs. Desde all se haban extendido hacia el^ur y el oeste.por las_costas
del ro Paran, y remontaron luego las del ro Paraguay hasta la altura de
la actual ciudad de Asuncin. En estas zonas se produjo l mayor concen
tracin de poblacin guaran, mientras que, hacia el sur, la densidad de
los asentamientos decreca en forma gradual. Casi no los haba en el Pa
ran medio, aunque se hallaron algunas de sus cermicas tpicas, en
tanto que en el Uruguay medio e inferior se establecieron sobre todo en
las islas. Tambin haban comenzado a incursionar en el Delta del ro Pa
ran, aunque su asentamiento aqu fue un poco ms tardo.
Algunas antiguas poblaciones locales, cuya subsistencia se basaba en
la caza, la recoleccin y la pesca, tambin haban incorporado el cultivo
a su vida cotidiana. Sin embargo, en estos casos dicha prctica no modi
fic profundamente los modos de vida. As ocurri, en particular, con
comunidades del actual territorio misionero -quiz descendientes de
los antiguos pueblos Humait-, identificadas por los arquelogos con el
nombre de Taquara. Estes poblaciones conocan la alfarera desde ha
ca bastante tiempo, y se extendan por las tierras vecinas del actual Bra
sil; sus inicios parecen remontarse a los comienzos de la era cristiana,
aunque su mayor expansin se produjo despus del ao 1000 d. C.,
cuando un clima ms hmedo volvi a imperar en la regin. Las pobla
ciones Taquara aprovecharon recursos de medioambientes costeros y
del interior, donde a fines del verano practicaban una intensa recolec
cin de piones en los bosques de araucarias.
Similar situacin se dio entre las poblaciones ribereas ubicadas a lo
largo del Paran medio e inferior, a las que los arquelogos asocian con
la cultura Goya-Malabrigo, que tambin fabricaban alfarera y cuya pre
sencia en la zona se remontaba a comienzos del primer milenio de
nupstra era. Estos grupos alcanzaron su mayor expansin despus del
ao 1000, y vivieron hasta el momento de la invasin europea, cuando
fueron descriptos por los primeros exploradores y conquistadores del
territorio. Los restos de sus campamentos, que variaban mucho en ta
mao, se extienden, dispersos, por las costas del Paran medio y sus
principales afluentes hasta el Delta, por las costas del ro Uruguay al sur
de Salto Grande e, incluso, en ambas costas del Ro de la Plata.
Algunos campamentos de Goya-Malabrigo, pequeos y con pocos res
tos, parecen indicar ocupaciones breves; otros, por el contrario, eran si
tios extensos ocupados en forma reiterada; finalmente, existen otros
que deben haber servido para actividades especficas, como el entierro
de los muertos vinculado a rituales complejos. La ubicacin de los cam
pamentos, casi siempre en elevaciones cercanas a lagunas y esteros, da
c enta del carcter ribereo de esas poblaciones, que empleaban ca-
sus desplazamientos, generalmente relacionados con las cre
cientes o bajantes de los ros y con los movimientos de la fauna.
US cermicas de Goya-Malabrigo
Las poblaciones vinculadas a la tradicin Goya-Malabrigo, que se
por e Paran medio e inferior, eran notables ceramistas. Los
e x p a n d ie ro n
. -pajes productos de esa actividad eran platos y fuentes de forma
sem ie sfrica , y ollas y cntaros de forma globular. A esas piezas
aplicaban distintos tipos de asas. La decoracin pod ser pintada -lneas
de color rojo- o incisa, formando guardas con motivos geomtricos
simples 0 complejos. Tambin recurran a la impresin de uas y al
puntillado para dar textura a las superficies.
cazadores-recolectores de fa Patagonia
Los
jjas de la regin: las costas continentales, la gran meseta central, las fran-
. c o r d ille r a n a y precordillerana, las costas del estrecho, los canales
fueguino5. Esa extensin de las ocupaciones y la proliferacin de sitios
f u e r o n vinculadas por algunos investigadores a un incremento muy im-
ortante de ia poblacin que sera el resultado de una tecnologa y de
^ modo de vida exitosos y adecuados a los recursos de la regin. La in-
txoduccin del .arco y la flecha.habra sido importante para una prove-
c>sa intensificacin de las actividades de caza.
Sin embargo, otros especialistas piensan que es p o s ib le que no todos
esos sitios hayan sido ocupados al mismo tiempo ni en forma conti
nuada. D e b id o a las necesidades de movilidad derivadas de la disponi
bilidad estacional de algunos recursos -como la caza-, o de la localiza
cin limitada de otros -como algunas materias primas-, una parte de
lo s sitios representara ocupaciones temporarias o estacionales, en
janto que otros slo eran visitados ocasionalmente por las bandas a lo
largo de sus desplazamientos. Adems, durante el Holoceno tardo se
ro d u jero n importantes flu c tu a c io n e s climticas-temperaturas, hume
a d - q u e en el corto plazo deben haber in flu id o en las condiciones lo
cales: lugares en un momento favorables para la ocupacin humana
m ied en haber dejado de serlo, obligando a los grupos a desplazarse y
asentarse en otros sitios.
E sto s datos relativizan la idea de un aumento general de la pobla
cin; Ia proliferacin de sitios sera ms bien el resultado de continuos
Aplazamientos. Estos procesos de rpida e intensa movilidad tambin
podran estar vinculados a la intensificacin de las relaciones entre los
distintos grupos de la regin que, al parecer, vena producindose
desde inicios del Holoceno. Hacia el 1200, esas relaciones eran tambin
intensas con comunidades situadas fuera del mbito patagnico, como
los grupos costeros de Tierra del Fuego e islas vecinas, del actual valle
central chileno, de a llanura pampeana y de las Sierras Centrales.
Ese largo proceso de contactos e intercambios entre los distintos gru
pos regionales debi haber impulsado la circulacin de conocimientos,
conceptos e ideas comunes. As, con el tiempo se fue extendiendo un
modo de vida comn entre las poblaciones de la regin. Ese modo de
vida general fue el que observaron y describieron los primeros viajeros
que visitaron la zona en el siglo XVI, quienes dieron a sus pobladores el
nombre genrico de patagones, hoy reemplazado por el nombre, tam
bin genrico, de tehuelches*9. Sin embargo, ese modo de vida genera
lizado no ocultaba diferencias regionales entre los grupos, las cuales se
evidenciaban en a conservacin de variedades dialectales as como en
los sistemas simblicos de expresin -especialmente en el arte rupestre-
y en el reconocimiento de los territorios propios de cada grupo.
Ei mundo indgena ai comenzar el siglo XVI
7. Hace unos 500 aos... (ca. 1500)
En las ltimas dcadas del siglo XV, los ejrcitos incaicos irrumpieron
en las tierras srandinas que hoy forman el noroeste de la Argentina
y en pocos aos las fueron incorporando a su poderoso imperio.' Este
hecho marc profundamente el desarrollo posterior de los pueblos de
la regin. Para entonces, esas poblaciones haban alcanzado su ms alta
densidad, el mayor desarrollo de su economa, grandes logros tecnol
gicos y complejas formas de organizacin poltica y social. Este regin
comprende varias subregiones con condiciones geoecolgicas muy
distintas, entre las que se dfestacan la Puna, los valles y quebradas y las
yungas o valles hmedos del oriente. Las diferencias de suelo y clima
haban obligado a sus pobladores a des^sff'foiMaslssp^cas d
adaptacin que la conquista incaica no borr.
n extenso, complejo y muy antiguo sistema de intercambios vincu
laba a las distintas subregiones y daba lugar a una activa circulacin de
bienes. Estos intercambios se extendan an ms all, formando un
vasto circuito que inclua territorios vecinos, como los oasis del desierto
de Atacama y la costa del Pacfico, la llanura chaquea y el sur de la ac
tual Boiivia.
Aunque los conquistadores incas difundieron el uso de su lengua, el
quechua, transformado en lengua franca, el uso de lenguas locales no
se perdi y se mantuvo hasta bien avanzada la poca colonial. Precisa
mente gracias a la documentacin de esta poca podemos esbozar una
sntesis del panorama lingstico de la regin. En la mayor parte de los
valles y quebradas de las actuales provincias de Salta, Catamarca y La
Rioja, se hablaban varios dialectos de una lengua denominada cocn o
diaguita>nombre tambin aplicado, por extensin, a toda su poblacin.
Era utilizada por varias comunidades, como putares, cafayates, famatina$>
tolombones, quilmesy kualfines, y se piensa que tambin los capayanes, en
la actual provincia de San Juan, posean una lengua vinculada al cacan.
Las lenguas^caconas permanecieron en uso al menos hasta la segunda
mitad del siglo XVII y desaparecieron luego de que a ultima gran rebe
lin de los pueblos calchaques fue sofocada.
Al norte, en la Puna, los pueblos conocidos como atacamos hablaban
la lengua kunza, tal vez emparentada con el cacn. En la vecina que
brada de Humahuaca y zonas aledaas, los omaguacas utilizaban una
lengua que no conocemos pero que, al parecer, estaba emparentada
con ei kunza. Es posible que se entendiera y se hablara ei ayniara, len
gua de los pueblos del altiplano boliviano, y el quechua. Al sur, hacia la
cordillera, entre los ros Zanjn y Diamante en las actuales provincias
de SanJuan y Mendoza, habitaban distintos grupos denominados gen
ricamente huarpes por los espaoles. Entre ellos haba diferencias eco
nmicas -pescadores y recolectores en la laguna de Guanacache, horti
cultores ms al oeste-y lingsticas -aillentiac al norte, millcayac al sur-.
Sobre esa compleja realidad econmica, sociopoltica y cultural se
implant la dominacin incaica, que se extendi a lo largo de medio
siglo, hasta la cada del imperio cuzqueo frente a los espaoles, en la
dcada de 1530, La conquista incaica import sus propios modelos
econmicos, introdujo nuevas^fomH ^org^nixzacin poltica y social
e impuso pautas culturales y religiosakjEstos cambios tenan como fi
nalidad asegurar a la elite cuzquea el aprovechamiento de los recur
sos econmicos regionales, facilitar el control de los territorios y pre
venir y neutralizar posibles resistencias^o rebeliones. Ese imperi
conquistador era conocido con el nombre de Tawantinsuyu, trmino
quechua que significaba literalmente los cuatro suyus [o partes], en
referencia a las cuatro grandes partes o regiones -los suyus- en las
que se divida el imperio.
El Tawantinsuyu
Al sur de! Aconcagua, torca al oeste para cruzar la cordillera hacia Chile.
En su trayecto, varios caminos se desprendan hacia el oeste para
internarse en el actual territorio chileno. El ms importante de ellos era el
que se diriga hacia Copiap y el litoral del Pacfico.
Estos caminos se unan al capacam que, penetrando por el desierto de
Atacama, atravesaba longitudinalmente el territorio de Chile hasta el valle
del Aconcagua. ^
huaca, en La Paya en el valle Calchaqu, en Fuerte Quemado en el valle
de Santa Mara y en el pucar de Turi en la cuenca del ro Loa, en Chile.
En La Paya -probablemente la Chicoana de las fuentes coloniales- se
construy un edificio de piedras canteadas rojas -la Casa Morada- y silos
adjuntos cuya impronta cuzquea los diferencia de la arquitectura local.
Representativos de la presencia incaica fueron los sanUi^os .situados
en las cumbres ms altas de los Andes, muchos localizados a ms de
5000 metros de altura. En ellos, junto al sacrificio de jvenes de ambos
sexos, los incas ofrendaban pequeas figurillas de animales o personas
hechas de plata o concha de Spondylus pictorum recortada, tejidos y plu
mas. fetos santuarios estaban relacionados con el culto a las montaas
-consideradas lugar de origen de los linajes y grupos tnicos y, por
ende, vinculadas al culto de los antepasados- as como con los cultos a
la namneza, especialmente al agua, pues los glaciares de las altas mon-
eran las Principales fuentes de los ros. Los incas dieron gran im
portancia a estos cultos y relacionaron con ellos a/nti,'^. divinidad solar.
Se destacan aquellos santuarios construidos sobre los volcanes Socompa
y Llullaylaco, los nevados de Acay y Cha y los cerros del Toro, Merce-
dario y Aconcagua; en suelo trasandino merecen mencionarse los del
volcn Copiap y los cerros Doa Ana, Las Trtolas y El Plomo.
Los incas buscaban asegurarse el acceso a los ricos recursos de la
regin, en especial los mineros -haba abundantes minerales y la po
blacin tena una larga tradicin metalrgica-, pero tambin los agr
colas y artesanales, como tejidos y cermicas. La presencia incaica era
muy fuerte en las zonas de alto potencial agrcola, donde introduje
ron tcnicas ms complejas de agricultura, en especial en los sistemas
de riego, como en los valles del norte chileno vecinos a Arica o en el
valle Calchaqu en el noroeste argentino. As, se alent la cra de au-
qunidos -llamas y alpacas- para la obtencin de lana, y la actividad
alfarera, en la que casi todos los estilos locales incorporaron formas y
diseos incaicos. Algunas formas cuzqueas, como los arbalos -gran
cntaro con cuello en forma de bocina y base terminada en punta- y
los platos con un asa modelada en forma de una cabeza de ave pla
tos pato-, incorporaron con frecuencia motivos decorativos locales.
Muchos ramales del capacam estaban relacionados con el acceso a
distritos de ricos recursos.min.erales. En el actual noroeste argentino,
pueden mencionarse Capillitas en Catamarca; Famatina eh La Riojay
Angualasto en San Juan; nel actual norte chileno, a zona de El Salva
dor y Chuquicamata. Otros sitios parecen haberse especializado en la
elaboracin de los metales, como el centro metalrgico de Via del Ce-
rro, en el interior del valle de Copiap, donde el mineral era fundido
a altas temperaturas usando hornos abiertos -o hitairas-, batido y puri
ficado en crisoles y finalmente vaciado en moldes.
La conquista incaica incidi en la organizacin social y poltica
pues implic la imposicin de sistemas de trabajo obigatfio ( wit<z) a
os peb|os^sometidos^Para ello fue necesario mplemritar mecanis
mos de control poltico y administrativo con la presencia de autorida
des con un poder sin precedentes, fueran funcionarios cuzqueos o
autoridades locales vinculadas a los conquistadores, pues fue caracte
rstico de la dominacin incaica comprometer a las autoridades loca
les por medio de regalos y de privilegios para que actuaran como ver
daderas agentes imperiales. Esta situacin debe haber profundizado
las distinciones econmicas yjerrquicas entre los individuos y los dis
tintos segmentos de la sociedad.
Aun sin borrar las diferencias entre los grupos, la conquista incaica
contribuy a dar cierta uniformidad cultural al noroeste argentino. La
frrea dominacin poltica y la imposicin de mecanismos de control es-"
tatal, desconocidos en la regin, tendieron a homogeneizar a las pobla
ciones conquistadas. Se difundi el uso del quechua, empleado como
lengua franca-lo que luego result muy til para los conquistadores es
paoles-; se ampliaron las vas de comunicacin, especialmente los ca
minos, favoreciendo el desplazamiento de personas -mensajeros, funcio
narios- y de grupos -ejrcitos, m itm aqse extendi el urbanismo y el
viso del metal y se introdujeron en todas partes tcnicas agrcolas seme
jantes. Adems, se impusieron usos incaicos, desde el quipu y algunos ti
pos y elementos estilsticos en la cermica y la arquitectura hasta prcti
cas y rituales religiosos que se superpusieron a las creencias locales.
La poltica incaica de trasplantar pueblos -mitmaq- provoc movi
mientos de poblacin que acentuaron la amalgama cultural al quebrar
ios localismos regionales. As, en la conquisto de los territorios meri
dionales participaron pueblos del actual altiplano boliviano; a tierras
trasandinas fueron trasladados grupos del actual noroeste argentino; en
la conquista de la regin central trasandina particip gente de los valles
transversales que, al parecer, tambin actu en la regin cuyana. Estos
movimientos de pueblos se evidenciaron en la expansin de tipos cer
micos caractersticos y en la aparicin de cermicas que combinan ele
mentos locales con otros forneos.
Empero, no f^taron-xesistenci^ y^re^Uon^j.^^^B^ec^hajer
sido significativas en los valles calchaques. Adems, las. fronteras del
imperio eran altamente conflictivas: al sur, en el ro Maul, las pobla-
clones tcales ^los rec^^etovieron el avance inca y constituyeron
una permanente amenaza; lo mismo ocurri en e orient,'uft"rdi^
tera convulsionada por los ataques de chiriguanos en el norte y junes
ms al sur. Por otra parte, la dominacin incaica, demasiado breve,
no borr totalmente las diferencias entre las distintas zonas ni las vie
jas rivalidades tnicas. Esas diferencias subsistieron y pudieron ser re
conocidas aos despus, cuando los conquistadores espaoles reco
rrieron la regin.
Lafrontera.0en)^4.e.l^.er^-coftquis.tadasporlo
numerosos conflictos debido a la accin de distintas comunidades de
origen chaqueo y amaznico que, desplazndose hacia el oeste, ata
caron y sometieron a poblaciones all asentadas y amenazaron a los
mismos dominios incaicos. Tal era la situacin en las<;j'ungs,o valles
calientes del oriente de las actuales provincias d<e Salta, Tcumn y
Catamarca, y del noroeste de Santiago del Estero, incluidas las tierras
comprendidas entre los valles de los ros Salado y Dulce. Los conquis
tadores espaoles dieron el nombre de junes o xures -palabra quechua
que denomina al and, un recurso abundante- a la zona de yungas y
tambin a sus habitantes, sin distinguir correctamente las diferencias
entre distintos grupos.
La poblacin asentada en la regin baada por los ros Dulce y Sa
lado, a la que los espaoles dieron el nombre de tonocot, sera un pue
blo de origen amaznico establecido all desde un tiempo atrs pues los
arquelogos documentan en la zona la continuidad de un modo de
vida que se remonta quizs hasta el ao 700 de nuestra era. Se trataba
de agricultores sedentarios cuyas aldeas se ubicaban cerca de los ros,
en lugares con acceso a diferentes recursos. Estaban formadas por va
rias viviendas y rodeadas, a veces, por empalizadas o defensas de ramas
y arbustos espinosos, debido a los frecuentes ataques de grupos vecinos.
Los tonocot, fuertemente andinizados, eran muy buenos alfareros y teje
dores, cualidades que fueron valoradas por los incas, y mantenan rela
ciones de intercambio con los pueblos de las tierras altas desde antes de
la llegada de esos conquistadores, con quienes al parecer sostuvieron
vnculos bastante estrechos; incluso es probable que hayan contribuido
a la defensa de la frontera oriental del imperio.
Una poblacin distinta, que los espaoles llamaro t u l e s , tam
bin en las yungas^oriental es, especialmente en el sudesfedeSaltay
norte de Tucumn. Se la distingua por su belicosidad ^ Por el uso de
flechas envenenadas que camarn importantes prdidas a los^Trime-
ros conquistadores eiirpeos. Es probable que las defensas consfirui-
das en las aldeas tonocot buscaran proteger las poblaciones de los
ataques de los lules. stos hablaban una lengua de origen chaqueo
-quiz vinculada al grupo guaycur-, y ellos mismos parecen ser origi
narios de las tierras occidentales del Chaco, desde donde se habran
desplazado hacia el piedemonte cordillerano. Eran cazadores y reco
lectores con alta movilidad, aunque ocasionalmente realizaban algn
cultivo, quiz debido al contacto con las poblaciones agricultoras del
piedemonte andino.
Los comechingones
Una breve relacin, que sueie atribuirse a Jernimo Luis de Cabrera, ei
fundador de la ciudad de Crdoba, contiene una detallada descripcin
de los pobladores de esa regin, os comechingones, tambin conocidos
como indios barbados". Dice all ei autor que llegados a las serranas
cordobesas hallaron [...] ms de seiscientos pueblos de indios que en
aquella serrana, y valles en medio de ella, hay y estn poblados, en los
cuales, y hecha con diligencia la pesquisa y por las lenguas y cuenta que
de cada poblacin se pudo entender, se hallaron haber casi treinta mil
indios, gente toda, o la ms, vestida, [algunos] de ellos con lana, [otros]
con cueros labrados con polica [...]
"{...] Las camisetas que traen vestidas son hechas de lana, y tejidas
primorosamente con chaquira [pequeas cuentas de piedra, hueso o
concha], a manera de malla menuda de muchas labores, en las aberturas
y ruedos y bocamangas. Cran mucho ganado de la tierra, y danse por
ello, por tas lanas que se aprovechan. Las poblaciones tienen muy
cercanas unas de otras, que por ia mayor parte a legua y a media legua
y a cuarto y a tiro de arcabuz y a vista una de otra estn todas.
"Son los pueblos chicos, qu el mayor tendr hasta cuarenta casas, y hay
muchos de treinta, de veinte, de quines, de diez y de menos, porque cada
pueblo de stos no es ms que una parcialidad o parentela, y as est
cada una por s. Tienen los pueblos puestos en redondo y cercados con
cardones y otras arboledas espinosas, que sirven de fuerza, y esto por las
guerras que entre ellos tienen. Viven en cada casa cuatro y cinco indios
casados y algunos ms. Son las casas por la mayor parte grandes, que
en una de ellas se hall caber diez hombres con sus caballos armados,
que se metieron all para una emboscada que se hizo. Son bajas las
casas y la mitad de la altura que tienen est debajo de tierra, y entran a
ellas como a stanos, y esto hcenlo por el abrigo para el tiempo fro y
por ia falta de madera que en algunos lugares de por all tienen.
"[...] Hallronse grandes muestras y seales de metales de oro y plata en
muchas partes de la tierra, y por piezas que se vieron entre los indios se
entiende que lo hay en la tierra [...]. ^
Las tierras altas del noroeste argentino se prolongan hacia el sudeste
en las sierras de Crdoba y San Luis -las Sierras Centrales-, ocupadas
por pueblos agroalfareros con fuertes influencias andinas, aunque no
tuvieron contactos directos con los incas. El ms conocido, en el cen
tro de Crdoba, era el de los comechingones, el pueblo barbudo y beli
coso del que hablan las crnicas. Su nombre, al parecer puesto por
sus vecinos sanavirones, haca referencia a su costumbre de habitar en
las gratas o cuevas, numerosas en la regin serrana, pero seguramente
tambin en casas semisubterrneas, que llamaron la atencin de los
conquistadores.
Los comechingones representaban Ia_cxilninAcln del proceso .de
consolidacin de las comunidades de agricultores aldeanos que tuvo lu
gar a fines del primer milenio de nuestra era. En la acmalidad. los in
vestigadores creen que ese nombre general encubra una realidad ms
compleja, es decir, que no designaba a un grupo homogneo sino a co
munidades diferentes que, aun compartiendo algunos rasgos generales
de su modo de vida, presentaban amplias diferencias.
Su economa combinaba el cultivo -maz, porotos, calabazas y qui-
nua- con la caza de guanacosHiebres y ciervos, y la recoleccin de semi
llas de algarrobo y chaar. Es probable que criaran algunas llamas, aun
que as condiciones de la regin eran poco favorables para ello, pues
los documentos coloniales hablan de la existencia de ovejas de la tie
rra -llamas o incluso guanacos- y de corrales. Sin embargo, tambin
podra tratarse de animales trados de las tierras andinas y conservados
para usar su lana. Su patrimonio cultural contena todos los elementos
bsicos de las culturas de los Andes meridionales, destacndose la pro
duccin textil. Expresin de las creencias y la percepcin del mundo de
estas poblaciones eran las pinturas rupestres, entre las que se destacan,
por su calidad y cantidad, las realizadas en los abrigos rocosos de la lo
calidad de Cerro Colorado, en el norte de Crdoba.
Las relaciones con otras comunidades fueron muy activas y alcanza
ron regiones lejanas. En las tumbas aparecen collares hechos con valvas
de moluscos del Atlntico; para los rituales usaban como alucingeno
el fruto molido del cebil, que provena de los bosques orientales del
noroeste; existen referencias a objetos de metal obtenidos por inter
cambios con los pueblos altoandinos. Los grupos situados cerca de las
llanuras tenan contactos con el litoral fluvial, en tanto los ubicados ms
al norte los tenan con los pueblos de Santiago del Estero.
Las pintaras rupestres de Cerro Colorado
Sobre as paredes de cuevas y abrigos rocosos de Cerro Colorado, en el
norte de la actual provincia de Crdoba, junto a variados motivos
geomtricos, cientos.de figuras de hombres y animales, en general
naturalistas, pintadas en rojo, blanco y negro, aisladas o formando
escenas, nos introducen en mltiples aspectos de la vida de sus autores.
Guerreros, chamanes y cazadores estn all representados y se
distinguen por sus atuendos, armas e instrumentos. A veces, aparecen
tambin participando en escenas de caza, en batallas o en lo que
parecen ser rituales.
Durante las primeras dcadas del siglo XVI, los invasores -cada vez
ms numerosos debido a la llegada de nuevos contingentes- avanzaron
sin que nada pareciera ser capaz de detenerlos. Primero, exploraron
las costas, ocuparon muchas islas y establecieron en ellas ciudades y
pueblos. Luego, desembarcaron en e continente y avanzaron tierra
adentro. El poderoso imperio azteca o Toxica fue incapaz de contener
los y cay ante ellos: el todopoderoso Moctezuma fue capturado y eje
cutado, y Tenochtitlan, la. ciudad ms grande de Amrica, saqueada y
arrasada en 1521. Ese mismo ao, los invasores atravesaron el conti
nente y alcanzaron las costas del ocano Pacfico, al que llamaron Mar
del Sur; al mismo tiempo, otras expediciones exploraron las costas
orientales de Amrica del Sur, alcanzaron el extremo sur y, tras cruzar
el hoy llamado estrecho de Magallanes, continuaron el viaje rumbo a
su tierra de origen.
En los aos siguientes, el avance continu. En a dcada de 1530, los
invasores alcanzaron as tierras del imperio incaico, ms poderoso y ex
tenso an que el de los mexicas. Vencieron y ejecutaron a su soberano,
Atahualpa, y conquistaron Cuzco, su orgullosa capital. Aunque algunos
incas resistieron durante un tiempo en las selvas de oriente, el corazn
del imperio se haba perdido para siempre.
Desde su nuevo dominio, al que llamaron Per, los conquistadores se
expandieron en todas direcciones siguiendo los caminos antes recorri
dos por los ejrcitos incaicos. Crueles con los vencidos, les quitaban sus
mejores tierras, los obligaban a trabajar mucho ms duramente que en
los tiempos del Inca, prohiban sus costumbres y creencias, los forzaban
a comprar sus productos y los castigaban si no cumplan. Pero los con
quistadores tambin se enfrentaban con saa entre ellos y no eran me
nos crueles con sus propios congneres derrotados, a los que muchas
veces asesinaban. Tampoco faltaron en las primeras dcadas de la con
quista las resistencias y rebeliones de los nativos vencidos, como aquella
llamada taki ongoy que estall en el Per en la dcada de 1560, levanta
mientos que fueron reprimidos con dureza.
Ms al sur an, otros invasores haban penetrado en el continente
por el oriente, a travs del ancho ro que con el tiempo tom el nom
bre de Ro de la Plata, porque estaban convencidos de que los condu
cira a las minas de donde se extraa ese metal. Avanzaron siguiendo los
ros hasta alcanzar los lmites del Per y fundaron nuevas ciudades.
Tambin aqu los nativos que no haban logrado escapar a los montes
o a las extensas llanuras fueron obligados a servir a los conquistadores y
a adoptar sus creencias y muchas de sus costumbres.
Hacia 1600, los nuevos seores controlaban extensos territorios,
desde Mxico hasta Chile y el Ro de la Plata. Sin embargo, el avance de
estos extranjeros haba perdido fuerza y la expansin pareca dete
nerse. Distintas situaciones lo explicaban: en algunos casos, las tierras
por conquistar no parecan tener riquezas que las hicieran atractivas,
eran inhspitas o pobres, o sus climas duros y adversos, como en las la
titudes ms extremas o en las selvas tropicales, hmedas y trridas; en
otros casos, la conquista y ocupacin resultaban demasiado difciles y
costosas, particularmente donde la resistencia de los nativos era tenaz,
como ocurri en el sur de Chile.
De este modo, regiones an ms vastas que las conquistadas perma
necan fuera del control de los europeos: casi toda Amrica del Norte
excepto Mxico, las extensas llanuras sudamericanas regadas por las
cuencas del Orinoco, el Amazonas y el Plata, las vastas pampas meri
dionales y toda la meseta patagnica. Para entonces, otros invasores
de a s p e c to y costumbres parecidos, pero provenientes de otro reino,
Portugal, se haban instalado en las costas orientales de Amrica del
Sur. Como los pueblos de la zona escapaban hacia el interior de las
selvas, o no les parecan adecuados para el trabajo servil, los portugue
ses comenzaron a traer esclavos negros capturados en las costas de
frica, al otro lado del ocano Atlntico.
Hacia el 1600, los invasores haban ocupado una porcin d e los territo
rios meridionales y sometido a buena parte de su poblacin nativa. Esa
ocupacin haba comenzado muchas dcadas atrs, cuando los prime
ros conquistadores llegaron a la regin en la que vivan pueblos muy di
fe r e n te s entre s. L as tierras altas de los Andes meridionales y las Sierras
Centrales estaban ocupadas por una poblacin relativamente densa d e
a g r ic u lto r es poseedores de una tecnologa compleja. M s al este, a lo
largo de los grandes ros que llevaban sus aguas al Plata, otros grupos
de agricultores con tecnologa ms simple ocupaban aldeas dispersas
que con frecuencia trasladaban de un lugar a otro. El resto del territo
rio a lb erg a b a a bandas de gran movilidad que obtenan sus recursos b
sic a m e n te de la caza y la recoleccin. Los Andes meridionales, las Sie
rras Centrales y el litoral fluvial fueron reas clave en lo s tiempos
iniciales de la conquista y colonizacin cuando, descartada la posibili
dad de encontrar all grandes yacimientos de metales preciosos, intere
saba c on trolar regiones con mano de obra abundante y entrenada en el
trabajo agrcola.
Los contactos ms antiguos de las poblaciones originarias con los
invasores se produjeron cuando stos exploraban la costa atlntica
meridional buscando un paso martimo que permitiera unir el ocano
Atlntico con el Mar del Sur -el actual ocano Pacfico-, reciente
mente descubierto, para abrir una ruta martima hacia el oriente asi
tico. En una desgraciada expedicin que termin con su muerte a
manos de los nativos, Juan Daz de Sols lleg al Ro de la Plata a co
mienzos de 1516; en 1519, la armada de Hernando de Magallanes re
corri el litoral patagnico y descubri el estrecho que lleva su nom
bre* en 1525, otra expedicin, al mando de Garca Jofr de Loayza,
tuvo un desgraciado final frente a las costas patagnicas. Fueron esos
v ia jero s los que recogieron los primeros datos sobre las poblaciones
Los patagones vistos por Antonio Pigafetta
E! 19 de mayo de 1520, la expedicin comandada por Hernando de
Magallanes leg a la baha de San Julin, en ia costa patagnica,
dispuesta a pasar all ios duros meses del invierno. Dos meses despus
tuvieron el primer encuentro con los pobladores de ia regin.
Impresionados por su altura, los calificaron de gigantes, dando inicio as
a una leyenda que durara mucho tiempo. As los describe Antonio
Pigafetta, cronista de ia expedicin:
Un gigante. Transcurrieron dos meses sin que viramos ningn habitante
de! pas. Un da, cuando menos io esperbanos, un hombre de figura
gigantesca se present ante nosotros. Estaba sobre la arena casi
desnudo, y cantaba y danzaba al mismo tiempo, echndose polvo sobre
la cabeza. Ei capitn envi a tierra a uno de nuestros marineros, con
orden de hacer los mismos gestos, en seal de paz y amistad, lo que fije
muy bien comprendido por el gigante, quien se dej conducir a una isteta
donde e! capitn haba
bajado. Yo me encontraba
all con otros muchos. Dio
muestras de gran extraeza
al vernos, y levantando el
dedo, quena sin duda decir
que nos crea descendidos
de! cielo. Su figura: este
hombre era tan grande que
nuestra cabeza llegaba
apenas a su cintura. De
hermosa talla, su cara era
ancha y teida de rojo,
excepto los ojos, rodeados
con un crculo amarillo, y
dos trazos en forma de
corazn en las mejillas. Sus cabellos, escasos, parecan blanqueados
con algn polvo. Su traje: su vestido, o, mejor dicho, su manto, estaba
hecho de pides, muy bien cosidas, de un animal que abunda en este
pa's, como veremos a continuadn.
La leyenda se mantuvo mucho tiempo. La ilustracin muestra un grabado
de la segunda mitad del siglo XVlli, realizado por Dom Pemetty para la
publicacin de! viaje de Bougainville, que representa a un gigante
aborigen junto a un marinero francs.
del e x t r e m o sur del continente. Pero e l inters por la navegacin en
esas peligrosas aguas decay a medida que creca la atraccin por las
tierras americanas. Finalmente, tras algunos intentos fallidos, durante
ms de un siglo los invasores olvidaron esas lejanas tierras; recin vol
vieron a ellas hacia mediados del siglo XVIII, cuando comenzaron a
usar la ruta del Caber de Hornos.
Entre 1526 y 1527, Sebastin Caboto y Diego Garca, quienes se
guan la ruta de Magallanes, iniciaron la exploracin del actual litoral
fluvial argentino, atrados por noticias de la existencia de fabulosas ri
quezas en metal en el interior del continente transmitidas por sobre
v iv ie n te s de la expedicin de Sols. Exploraron las costas del Paran
porque suponan que los llevara a la Sierra de la Plata, pero lo infruc
tuoso de la bsqueda y las rivalidades entre los conquistadores los
obligaron a regresar a Espaa. Pocos aos despus, en 1536, arrib al
Ro de la Plata la expedicin de don Pedro de Mendoza con el fin de
explorar y poblar una regin de inters para la corona castellana, de
seosa de ocupar esas tierras ante las ambiciones de la monarqua por
tuguesa. As surgi la ciudad de Santa Mara de los Buenos Aires,
abandonada despus de cinco aos debido al hambre y la hostilidad
de los nativos. Entretanto, los invasores haban explorado los ros del
litoral y fundado Asuncin, sobre el ro Paraguay, regin de tierras
frtiles y clidas, naturaleza exuberante e indios acostumbrados al tra
bajo agrcola a los que pareca fcil someter. Asuncin fue durante
aos el centro de la actividad espaola en la regin: desde all, Juan
de Ayolas y Domingo Martnez de Irala exploraron el laberinto fluvial
hacia el norte y el oeste. Irala alcanz por fin la Sierra de la Plata que
no era sino el Per, ya conquistado.
En esos aos comenz la penetracin espaola en el actual nor
oeste argentino, pronto conocido con el nombre de Tucumn. En
1535, Diego de Almagro, uno de los conquistadores del imperio in
caico, ingres al territorio desde el Per por el camino que recorra el
borde oriental de la Puna. Guiada por miembros de la nobleza cuz-
quea y acompaada por numerosos auxiliares indios, la hueste de
Almagro se propona alcanzar el actual territorio chileno. Traspasada
la c o r d ille r a andina, en el verano de 1536 los conquistadores penetra
ron en el valle de Copiap y se dirigieron hacia el sur hasta alcanzar el
valle de Aconcagua.
En su marcha, Almagro haba aprovechado los caminos construi
dos por los incas y los conocimientos de sus guas, en tanto que la
lengua quechua serva para comunicarse con las poblaciones locales
ntes sometidas a los seores del Cuzco. Almagro y sus capitanes ex
ploraron partes de la regin central sin encontrar las riquezas busca
das, pero s la oposicin de los pobladores; desilusionados, empren
dieron el regreso. Correspondi a Pedro de Valdivia conquistar,
pocos aos ms tarde, el reino de Chile: en 1541 lleg al valle del Ma-
pocho y all, dadas las condiciones favorables -agua, arboledas, tie
rras de cultivo-, fund la ciudad de Santiago, primer asentamiento
castellano en ese territorio, del cual fue elegido gobernador por el
flamante cabildo.
En esos aos comenz tambin la exploracin de los territorios del
Tucumn. La primera entrada fue conducida por Diego de Rojas en
1543 y, aunque este jefe muri herido por una flecha envenenada, sus
hombres recorrieron la regin durante ms de tres aos, antes de re
gresar tras muchos sufrimientos y desventuras. Nuevas guerras civiles en
el Per demoraron las exploraciones, que cobraron nueva fuerza una
vez superado el conflicto. Juan Nez de Prado realiz una segunda en
trada (1549-1550) y la primera fundacin -El Barco-, que gener un
enfrentamiento con Pedro de Valdivia, gobernador de Chile, quien se
atribuy jurisdiccin sobre la provincia. Francisco Villagra, subordi
nado de Valdivia, atraves la regin dejando asentadas las pretensiones
de su jefe. Poco despus, otro emisario de Valdivia, Francisco de Agui-
rre, apres a Nez de Prado y lo envi a Santiago de Chile. El Barco
fue abandonada y sus pobladores trasladados a la recin fundada San
tiago del Estero, a orillas del ro Dulce, en 1553. En la dcada siguiente,
el impulso colonizador fue alentado desde Chile, aunque fracasaron al
gunas fundaciones por la oposicin de los indgenas, a la que luego nos
referiremos.
En esos mismos aos, tambin impulsada desde Chile, comenz la
exploracin y ocupacin de la regin de Cuyo. La fundacin de Men
doza en 1561 y de San Juan en 1562 respondi a la necesidad de los
conquistadores chilenos de someter y encomendar a la poblacin na
tiva local, conocida como huarpes. Ms al sur, otras expediciones avanza
ron hacia la vertiente oriental de la cordillera andina.
El conflicto de jurisdicciones culmin en 1563, cuando se cre la
gobernacin del Tucumn. Cobr impulso entonces la ocupacin del
territorio y se fundaron nuevas ciudades: San Miguel de Tucumn en
1565, Nuestra Seora de la Talavera o Esteco en 1567 -abandonada
aos despus debido a los ataques de los indgenas chaqueos- y Cr
doba en 1573. Jernimo Luis de Cabrera, fundador de esta ltima,
continu su avance hasta alcanzar las orillas del ro Paran, buscando
Primer combate con ios querandes
Desde sus primeros momentos de vida, Buenos Aires estuvo expuesta al
peligro de ataques por parte de los aborgenes de ia zona, conocidos
como querandes o querands. Uirico Schmidl, soldado de ia expedicin
de Mendoza, cuenta as el primer enfrentamiento:
Los susodichos Querands nos han trado diariamente ai real durante
catorce das su escasez en pescado y carne y slo fallaron un da en
que no nos trajeron que comer. Entonces nuestro general don Pedro
Mendoza envi enseguida un alcalde de nombre Juan Pavn y con l
dos peones; pues estos susodichos indios estaban a cuatro leguas de
nuestro real. Cuando l liego donde aqullos estaban, se condujo de un
modo tal con los indios que elios, el alcalde y los dos peones, fueron
bien apaleados; y dejaron volver los cristianos a nuestro real [...]
Entonces dispuso y mand nuestro capitn general don Pedro
Mendoza a su hermano don Diego Mendoza [...] [para que] diere
muerte y cautivara o apresara a los sobredichos Querands y ocupara
su lugar [...]
Y cuando nosotros quisimos atacarlos se defendieron ellos de tai
manera que ese da tuvimos que hacer bastante con elios; [tambin]
haban dado muerte a nuestro capitn don Diego Mendoza y junto con
l a seis hidalgos de a caballo; tambin mataron a tiros a veinte infantes
nuestros y por el lado de los indios sucumbieron alrededor de 1000
hombres; ms bien ms que menos; y [se han] defendido muy
valientemente contra nosotros, como bien So hemos experimentado.
"Los susodichos Querands tienen para amia unos arcos de mano y
dardos; stos son hechos como medias lanzas y adelante en'la punta
tienen un filo hecho de pedernal. Y tambin tienen una bola de piedra y
colocada en ella un largo cordel al igual como una bola de plomo en
Alemania. Elios tiran esta bola alrededor de las patas de un caballo o
de un venado de modo que tiene que caer; as con esta bola se ha
dado muerte a nuestro sobredicho capitn y sus hidalgos pues yo
mismo lo he visto; a nuestros infantes se los ha muerto con los
susodichos dardos.
La imagen muestra una escena de lucha entre querandes segn la
representa un grabado que acompaa la obra de Ulrico Schmidl. JBF
En verdad, a fines del siglo XVI los espaoles slo controlaban una pe
quea porcin del territorio meridional. El resto era tierra de indios,
vastos espacios casi desconocidos percibidos como misteriosos, amena
zantes y peligrosos. Pero tambin en tierras mucho ms cercanas a las
ocupadas subsistan zonas donde el control de los conquistadores era
escaso o nulo. As, por ejemplo, aunque las tierras de la Puna y la que
brada de Humahuaca haban sido pacificadas, los invasores no pudie
ron establecer all ciudades. En los valles calchaques la permanente re
sistencia y el prolongado levantamiento de sus pobladores obligaron a
abandonar algunas de las primeras y precarias ciudades. La ocupacin
efectiva y el sometimiento de la regin se lograron recin a mediados
del siglo XVII.
Durante las primeras dcadas, el asentamiento ms seguro haba
sido la ciudad de Santiago del Estero, que controlaba las tierras bajas
situadas entre los ros Dulce y Salado. Su poblacin, antao vinculada
a los incas, haba aceptado a los nuevos seores tras algunas resisten
cias iniciales. Ms al Sur, Crdoba ejerci durante bastante tiempo un
control relativo sobre las tierras de su entorno. Algunos intentos de
fundar ciudades -en realidad, aldeas-fuertes- ms cercanas a los va
lles cordilleranos haban sido frustrados por la oposicin de los pue
blos calchaques, alentada por los abusos de los invasores y favorecida
por los conflictos entre ellos mismos. Recin en las dos ltimas dca
das de ese siglo pudo fundarse una serie de ciudades -Salta, Jujuy, La
Rioja- destinadas a rodear por el este las tierras altas para cercar a los
calchaques y asegurar de ese modo las rutas que comunicaban la re
gin con Charcas y otros centros altoperuanos, en el actual territorio
boliviano.
Al este, en el litoral fluvial, Asuncin -establecida entre pueblos se
dentarios y agricultores que formaban parte de la extensa nacin gua
ran, pronto sometidos- se haba consolidado como el principal centro
de la regin y, en la segunda mitad del siglo, se haba expandido hacia
el sur, a lo largo del ro Paran. En esa expansin tuvieron un papel re
levante los descendientes de los primeros conquistadores, ya nacidos en
el continente y conocidos como mancebos de la tierra o criollos. Santa
Fe, Buenos Aires y finalmente Corrientes jalonaron ese avance hacia el
sur destinado tanto a asegurar las comunicaciones martimas con la me
trpoli como a prevenir un avance portugus desde los asentamientos
ubicados en las costas del Brasil.
Tambin a q u el control efectivo no fue mucho ms all de las tierras
y de aquellas que rodeaban las pequeas ciudades fundadas,
r ib e r e a s
en realidad apenas poco ms que aldeas. Entre ellas, vastos espacios
eran controlados por los pueblos originarios. Garay, el fundador de
Buenos Aires, explor despus los territorios del sudeste bonaerense
hasta el lugar donde jhoy se encuentra la ciudad de Mar del Plata. No
encontr metales ni nativos dciles que pudieran ser sometidos para
explotar su trabajo. Entonces regres; pasara bastante tiempo antes de
que los habitantes de Buenos Aires comenzaran a prestar atencin a las
tierras del sur. Durante ms de un siglo, Buenos Aires vivi de espaldas
a las pampas, mirando a Potos, a Asuncin y al Atlntico.
El proceso de conquista y colonizacin tuvo que ver tanto con los
intereses de la sociedad conquistadora como con las peculiaridades
del territorio y de las sociedades que lo ocupaban. En los territorios
meridionales la ocupacin del espacio plante a los conquistadores
desafos particulares, pues a las enormes distancias y a las duras con
diciones geoecolgicas de muchas de esas regiones se sum la resis
tencia -activa o pasiva segn los casos- de las poblaciones nativas.
Como vimos, en el momento de la llegada de los primeros invasores,
stas presentaban distintas formas de organizacin econmica y so
cial. No obstante, todas ellas -salvo en algunas zonas de las tierras al
tas andinas controladas por los incas-, carecan de fuertes estructuras
centralizadas de poder, de sistemas tributarios y de ejrcitos organiza-
dos. Por eso, en lugar de reemplazar un estado anterior aprovechando
para s sistemas de control poltico y administrativo existentes, los
conquistadores se vieron obligados a emprender largas campaas de
pacificacin del territorio y a organizar un sistema que les permitiera
apropiarse de los excedentes econmicos a travs de la explotacin
del trabajo indgena.
Divididas o fragmentadas, las comunidades de las nuevas tierras
ofrecieron una resistencia menos formal pero ms eficaz. Ataques
sorpresivos, retiradas, nuevos ataques mantenan a los invasores en
constante peligro y vigilia. Adems, la derrota de un grupo no impe
da que otros siguieran combatiendo o que aquellos que parecan so
meterse se lanzaran a la guerra cuando las condiciones se volvan a su
favor. Otras veces, simplemente se retiraban a las zonas ms protegi
das de las montaas y las selvas o se adentraban en las llanuras, retor
nando apenas los invasores se replegaban. Se generaba as un estado
de guerra o peligro permanente que acechaba a las pequeas ciuda
des fundadas.
En ese contexto se organiz la explotacin del territorio y, funda
mentalmente, de la mano de obra indgena. Los espaoles aprove
charon la experiencia adquirida en Mxico y Per, pero debieron
ajustar el sistema a las condiciones del territorio. En principio, y en
tanto sbditos de la Corona, los pueblos sometidos -salvo algunos je
fes tnicos o unos pocos grupos aliados- se vieron convertidos en tri
butarios, es decir, estaban obligados a pagar tributo a la Corona,
como todo sbdito, ya fuera bajo la forma de prestaciones de trabajo
o de contribuciones en especies y dinero. Pasados los momentos ini
ciales de la conquista, los funcionarios reales fueron los encargados
de fijar los montos tributarios que seran percibidos por los funciona
rios de la Corona o por aquellos particulares a quienes los reyes ce
dieran ese derecho.
El modo ms generalizado de recaudacin fue la implantacin del
sistema de encomiendas. A travs de l, la monarqua o sus represen
tantes transferan a un espaol -generalmente como reconocimiento
o recompensa por servicios prestados al rey- el derecho a percibir el
tributo que determinadas comunidades o grupos indgenas deban
entregar a la Corona. Como las conquistas haban sido financiadas
por los mismos conquistadores, a quienes el rey confera el derecho
de explorar y ocupar determinados territorios, el otorgamiento de
tierras o de encomiendas apareca como una forma de compensacin
por esa inversin. A cambio, el encomendero deba velar por los in
dios puestos bajo su control y favorecer su conversin al catolicismo.
En los primeros tiempos, la parte principal del tributo haba consis
tido en la prestacin de servicios personales. Este sistema, que dio lu
gar a todo tipo de abusos, fue tempranamente abolido en los Andes
centrales. Sin embargo, y pese a los intentos de la monarqua para li
mitarlo, el servicio personal de los indios sobrevivi en el Tucumn y
en Paraguay, donde el estado casi permanente de guerra ante las
amenazas -reales o potenciales- de los indgenas dio fuerza a los re
clamos de los encomenderos que constituan una pieza clave en el sis
tema defensivo del territorio.
Complementaria de la implantacin de las encomiendas fue la po
ltica de concentrar en pueblos a las poblaciones encomendadas, en
especial a aquellas cuyos asentamientos se encontraban dispersos.
Esos pueblos de indios, conocidos con el nombre de reducciones,
tenan como principal finalidad controlar mejor a los pueblos some
tidos. Tal agrupamiento facilitaba adems el cobro de tributos y el
cumplimiento de prestaciones -ya fuera a los encomenderos o a la
Corona-, as como la labor de conversin al catolicismo, razn por la
cual haba en esos pueblos uno o ms curas doctrineros, a veces en
forma permanente.
A fines del siglo XVI, vastos espacios quedaban fuera del control de los
conquistadores: al norte, las tierras del llamado Chaco abarcaban las ac
tuales provincias de El Chaco y Formosa, el oriente de Salta, la mayor
parte de Santiago del Estero, el norte de Crdoba y de Santa Fe, y se
prolongaban ms al norte hacia Paraguay y Bolivia; al sur, el territorio
situado en un amplio arco que iba desde la costa del Ro de la Plata
-unos cuantos kilmetros al sur de Buenos Aires- hasta el centro de
Mendoza. Al oeste de los Andes, los feche, que desde el inicio de la inva
sin haban ofrecido seria resistencia y protagonizado varios levanta
mientos, se sublevaron en 1598 y quemaron varias ciudades del sur. De
rrotados en Curalaba, los espaoles debieron replegarse al norte del ro
Bo Bo, y sus dominios quedaron limitados a la regin central.
Sin embargo, incluso en las regiones que escaparon al control de la
Corona espaola, el contacto con la sociedad europea pronto comenz
a transformar muchos aspectos de la vida de los pueblos originarios
que, paulatinamente, iban incorporando a su vida cotidiana productos
y hbitos de los invasores, con quienes algunas veces mantenan relacio
nes conflictivas, como ocurra con el reino Chile, y en otros casos de re
lativa paz e incluso de cierta indiferencia, como en el extremo oriental
de la llanura pampeana. Hacia 1600, estas transformaciones eran poco
visibles todava, pero se volvieron ms notables y profundas en los dos
siglos siguientes.
En efecto, durante el siglo XVI, en las llanuras orientales y en la me
seta patagnica, esos contactos haban sido muy limitados y parciales.
Los exploradores del litoral patagnico tuvieron encuentros ocasiona
les en las costas con algunos grupos y, en las llanuras, slo los queran
des haban estado en contacto con los primeros espaoles que llegaron
al Ro de la Plata; algunos grupos cercanos a la cordillera de los Andes
mantenan relaciones con las ciudades espaolas de Cuyo, que depen
dan de la gobernacin de Chile. Quedaron testimonios de esos prime
ros encuentros pues, adems de datos dispersos en documentos de la
poca -diarios de viaje y cartas-, disponemos de algunos materiales ar
queolgicos. Tumbas indgenas de ese perodo en el valle inferior del
ro Chubut proporcionaron adornos confeccionados con bases de can
delabros europeos de metal martilladas hasta convertirlas en discos
aplanados.
M M W & & J g r & J & M 'M & r M M g r j& w
El alzamiento de Lautaro
A fines de 1553 don Pedro de Valdivia, conquistador de Chite, ai frente de
una pequea fuerza de unos 50 hombres, llegaba al fuerte de Tucapei,
fundado poco antes en pleno territorio de los reche, para acabar con la
resistencia de a poblacin local. Slo encontr las ruinas humeantes y
repentinamente ios guerreros reche salieron de los bosques cercanos y se
lanzaron sobre la hueste espaola. Los mandaba Lautaro, que haba sido
caballerizo de Valdivia. Ei combate fue muy duro y se prolong durante
casi todo el da. Vindose perdido y ya prcticamente sin hombres,
Valdivia intent la huida pero, detenido por un pantano, fue alcanzado por
los indgenas. Ningn espaol, incluido Valdivia, escap con vida.
1* Twnjrfo 4* Viviendas
3- Cotiguai 6- Cftpffla
7* Vivienda#
2- Cementerio $. Piaza principa! 8- Cues)
S- Pato da lo&Taltere
10- Patio di la residencia 11-Huarto
0 dibujo de! misionero jesuta Florin Paucke muestra algunas de las activi
dades entre los mocoves: mientras algunos indios recogen miel en los
rboles pueden verse, ms all del ro, un cultivo de maz y una escena de
cacera. M ?
La segunda mitad del siglo XVIII fue una poca clave para
los territorios meridionales del imperio espaol, en especial para el
Ro de la Plata. Los efectos de las medidas tomadas por la monarqua
borbnica se hicieron sentir en la regin, que vivi as un perodo de
marcado crecimiento econmico. Se gestaron entonces las condicio
nes para el proceso revolucionario que tuvo lugar a partir de la crisis
de la monarqua espaola, a fines de la primera dcada del siglo XIX.
El proceso fue de fundamental importancia para las relaciones con las
sociedades originarias que se mantenan independientes del control
de las autoridades coloniales en las pampas, la Patagonia, el Chaco y la
Araucana.
la s transformaciones del mundo hispano-criolio
M MM JIF ^ JW JW jW JW
Caflfucura
A mediados de siglo XIX Callfucura era, sin duda, el jefe ms poderoso y
a figura ms importante de la pampas. Desde mitad de la dcada de
1830, cuando se instal en las pampas proveniente de las tierras
trasandinas, una hbil poltica que combin la fuerza con !a negociacin
!e permiti convertirse en e seor indiscuido de la regin. Ubicado cerca
de las Salinas Grandes, en el centro de as pampas, controlaba la
obtencin de sal, esencial para el tratamiento de cueros y carnes, y una
intrincada red de caminos cuyo eje central era la llamada "rastrillada de
los chilenos. A sus habilidades y mritos personales una sus vnculos
estrechos con sus parientes de la Araucana y las poblaciones de la
cordillera neuquina, donde su hermano Reuque Cura haba establecido
otra importante jefatura.
l francs Auguste Guinnard, que vivi tres aos como cautivo de los
indgenas en la segunda mitad de la dcada de 1850, describe a
Callfucura no sin cierta admiracin. Nos dice de! cacique, un hombre
anciano de quiz ms de sesenta aos, que
[...] su cabellera negra todava haca marco a una frente sin arrugas, que
los ojos vivos y escrutadores hacan muy inteligente. B conjunto de la
fisonoma de este jefe, aunque con cierta dignidad, recordaba
perfectamente, sin embargo, ai tipo de los patagones occidentales [...]
era de aita estatura; tena los hombros muy anchos, el pecho arqueado;
ia espaida estaba un poco agobiada; el paso pesado, casi dificultoso,
pero gozaba todava de todas sus facultades; con excepcin de dos
dientes perdidos en un combate en que e haban partido el labio
superior, este viejo los posea todos intactos todava.
Con los criolios, Callfucura negoci y guerre. Pact con Rosas
primero, se acerc a Urquiza iuego y, como aliado de ste, atac las
fronteras de Buenos Aires. Acuerdos con os ranqueles y con Pincn le
permitieron formar una confederacin indgena que inclua a casi todos
los grupos pampeanos. Adems, se le atribuan a Callfucura -su
nombre significaba Piedra Azul- poderes mgicos asociados a !a
posesin de una piedra de color azul. B antroplogo chileno Jos
Bengoa cita un relato de Alejandro Curiqueo recogido en la localidad
chilena de Truf Truf:
Entonces Caifucura le dijo a su hijo: Cuando lleguen a Maquehua,
cuando desmonten, tiene que arreglar bien su caballo, tiene que
maniatarlo, le voy a mandar un trueno, que fe dijo. Y as lo hizo. Uova y
tronaba para que lo respetaran. Porque tena el poder de la fuerza de la
naturaleza. Segn dice, Caifucura tena un piedra y la azotaba, y
entonces comenzaba a tronar, lluvia, relmpago; cuando iba a pelear
haca lo mismo, para que los huincas no salieran de sus casas,
Las dcadas centrales del siglo XIX, particularmente las de 1850 y 1860,
marcaron un breve florecimiento de las sociedades originarias del rea
pampeana y norpatagnica, que alcanzaron entonces su mayor comple
jidad econmica, social y poltica. Fue tambin el momento ms con
flictivo en sus relaciones con la sociedad criolla, en un balance de fuer
zas que, en algunas instancias, se volc claramente a favor de la sociedad
indgena.
Para entonces, entre los pueblos originarios de las llanuras se haban
profundizado los cambios y transformaciones que venan operndose a
partir del asentamiento de los europeos en la regin, y cuyos efectos
eran claramente visibles a mediados del siglo XVHI: consolidacin de
los circuitos ganaderos que unan las llanuras orientales con la Arauca
na, desarrollo de procesos de especializacin econmica, mayor com
plejidad poltica y social y profundizadn de las relaciones con la sode-
dad hispano-criolla.
En las fronteras pampeanas, en especial en la bonaerense, luego de
los conflictivos aos iniciales de la dcada de 1780, las reladones entre
ambas sociedades haban sido pacficas y estables. A partir de la muerte
de Llanketruz en 1789, terminaron tambin las violentas acciones que
llevaban a cabo los llamados cadques corsarios -jvenes guerreros
mapuches que se haban dirigido a las pampas para forjar sus carreras y
fortunas-, actores principales en los conflictos que conmovieron a la re
gin entre 1750 y 1790, aproximadamente. Defensores de una poltica
agresiva contra los hispano-criollos -la guerra era el camino para lograr
prestigio y riquezas-, entraron tambin en competenda con jefes y gru
pos locales y en conflicto abierto con quienes se orientaban a una pol
tica de convivencia con los cristianos o huiricas. As ocurri con muchos
pehuenches cordilleranos que no slo estrecharon su alianza con las
autoridades coloniales sino que, incluso, obtuvieron ayuda militar de
ellas para enfrentar a sus enemigos.
Esa paz fronteriza se extendi casi hasta finales de la primera dcada
revolucionaria, cuando se inid otro largo ciclo de guerra y violenda
que se atenu redn a mediados de la dcada de 1830. Una dcada des
pus, afines de la de 1840, el panorama poltico del mundo indgena se
haba simplificado: de las numerosas y cambiantes unidades polticas
que haban caracterizado esos conflictivos aos surgi un nmero rela
tivamente reducido de jefes y linajes cada vez ms fuertes, con un con
trol territorial ms extenso.
En ese proceso tomaron forma los grandes cacicatos pampeanos. El
del poderoso Callfucura, con su sede central cerca de las Salinas Gran
des, controlaba las tierras de pastoreo del suroeste de la actual provin
cia de Buenos Aires -el Carhu- y la zona de mdanos y valles del este
de La Pampa, tierras por las que pasaba la llamada rastrillada de los
chilenos, la va ms importante del trnsito ganadero. Ms al oeste, el
linaje de los Goro zorros -cuyo representante ms destacado fue Pai-
ketruz-Gor, ms conocido como Mariano Rosas-, rega el cacicato ran-
quel, que dominaba la regin del monte pampeano, en la pampa cen
tral. En la regin cordillerana, que se extenda desde el sur mendocino
hasta la zona del lago Nahuel Huapi, tres cacicatos controlaban los es
tratgicos pasos andinos, el de Purrn al norte, el de Reuque Cura -her
mano de Callfucura- en la zona central y, al sur, el de Shayhueque, co
nocido luego como gobierno de las manzanas.
La organizacin econmica en la que se sostuvo el desarrollo de esos
grandes cacicatos era el resultado de los cambios y reacomodamientos
producidos en los siglos anteriores y revela una estructura y un funcio
namiento complejos. Pueden distinguirse en ella dos ciclos o circuitos
complementarios pero bien diferenciados, articulados en virtud de
un complejo sistema de intercambios.
El primero de esos circuitos, al que denominamos del ganado, te
na que ver con el movimiento de ganados en gran escala hacia las tie
rras transcordilleranas; abarcaba el conjunto de actividades vinculadas
a tal circulacin y los intercambios derivados. Su funcionamiento invo
lucraba al mundo indgena en su conjunto, directa e indirectamente, y
se apoyaba en la apropiacin de ganados -principalmente en las estan
cias de la frontera- y su posterior traslado hacia el occidente de la cor
dillera andina, mercado normal de esos ganados. El maln, la apropia
cin por la fuerza de ganados en tierras del blanco, convertido en una
vasta empresa econmica colectiva, unificaba a los distintos grupos y au
naba esfuerzo y recursos.
La extensin de este circuito y el volumen de animales transportados,
que alcanz a veces varias decenas de miles de cabezas, suponan una
slida organizacin. Robar el ganado era la etapa ms fcil. Luego era
preciso arrearlo hasta territorio seguro protegindolo de la persecu
cin, en general poco eficaz, de las tropas de la frontera. Despus ve
nan las difciles travesas, con escasos recursos de agua y pastos, hasta
alcanzar los grandes ros, el Negro y el Colorado, para continuar enton
ces el camino hacia la cordillera y atravesarla rumbo a la Araucana o a
Chile. La venta de esos ganados permita la obtencin de mltiples pro
ductos, principalmente licores y vinos, objetos de metal y plata. La em
presa ganadera era la que proporcionaba las mayores riquezas al
mundo indgena, en especial a los caciques y jefes que organizaban los
grandes malones.
El otro circuito, que denominamos domstico o comunal, abar
caba un conjunto diversificado de actividades destinadas en su mayora
a contribuir a la subsistencia de las tolderas, satisfaciendo sus necesida
des: pastoreo en pequea o mediana escala de rebaos muy variados
(caballos, ovejas, algunas vacas, cabras), caza, recoleccin de frutos y se
millas y agricultura se combinaban de manera flexible permitiendo una
gran adaptabilidad a las variadas condiciones ecolgicas de la regin. A
estas actividades se sumaba una importante produccin artesanal, en es
pecial de tejidos, talabartera y platera. El conjunto de esta produccin
domstica permita al indio disponer de algunos excedentes -cueros,
pieles, plumas, artculos* de talabartera, ponchos y mantas tejidos- que
se comercializaban en las fronteras criollas.
Hasta mediados del siglo XIX, las relaciones de la sociedad criolla con
el territorio chaqueo se haban limitado a las reas externas, la franja
cercana a las tierras andinas y las tierras vecinas a los ros Paran y Pa
raguay. Los territorios del interior, en cambio, constituan un mundo
muy poco conocido para la sociedad criolla, pese a las exploraciones
-en general poco exitosas- que se haban realizado. Las duras condicio
nes ambientales y la resistencia de las comunidades aborgenes haban
creado adems la imagen de una tierra rida, difcil y hostil poblada de
salvajes, pronto conocida con el nombre de El Impenetrable.
La penetracin y ocupacin del Chaco tuvo estrecha vinculacin con
la consolidacin del estado nacional argentino. El fin de la guerra del
Paraguay, al terminar la dcada de 1860, abri camino a una serie de
disputas diplomticas en tomo a la soberana sobre el territorio que
fueron fijando las partes correspondientes a cada estado, Argentina, Pa
raguay y Brasil. Paralelamente, se comenz la exploracin y ocupacin
militar: en 1870, el coronel Napolen Uriburu dirigi una expedicin
que, desde Salta, atraves el Chaco hasta llegar a las costas del Paran;
en 1872 se cre el Territorio del Chaco; luego, algunas campaas mili
tares emprendidas desde Santa Fe bajo el mando del coronel Manuel
Obligado iniciaron la ocupacin de territorios en el norte de esta pro
vincia; finalmente, a partir de asentamientos militares anteriores, se
fundaron los primeros poblados, Resistencia y Formosa. Aunque en los
anos siguientes se efectuaron otras exploraciones, como las de Luis
Jorge Fontana (1879), Rudecindo Ibazeta (1881) y Juan Sol (1882),
que aportaron nuevos conocimientos sobre la regin, su ocupacin pa
reca an lejana. Los pueblos indgenas, por su parte, no cedan en sus
ataques a fortines y estancias.
Recin a partir de 1884, cuando terminaron formalmente las opera
ciones militares en el sur, pudo el estado nacional contar con los hom
bres y recursos necesarios para llevar adelante la empresa. La campaa
planeada y comandada en 1884 por el general Benjamn Victorica, mi
nistro de Guerra, marc el comienzo de la ocupacin efectiva del terri
torio chaqueo, aunque no pudo terminar con las resistencias de los
distintos pueblos indgenas. La expedicin de Victorica posibilit, sin
embargo la radicacin en la zona de poblacin criolla, la fundacin de
algunos poblados y un aumento de la actividad agrcola y ganadera. En
ese mismo ao, el Territorio del Chaco qued dividido en dos goberna
ciones, la del Chaco, al sur del ro Bermejo, y la de Formosa, entre este
ltimo y el Pilcomayo.
La ocupacin del territorio y el control de sus pobladores originarios
fueron muy lentos, y nuevas expediciones de carcter militar debieron
penetrar en el territorio entre 1885 y 1910. Aunque muchas comunida
des fueron sometidas, los indgenas encontraron en las profundidades
del bosque chaqueo su mejor arma para resistir. La ltima expedicin
destinada a hacer efectivo el control sobre la frontera del Pilcomayo fue
dirigida en 1911 por el coronel Enrique Rostagno. Con ella se puso fin,
formalmente, a la ocupacin de la regin.
Introduccin
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Londres, Thames and Hudson, 1997 (Ancient Peoples and
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2 Punta Clovis.
Dibujo: Stephen Plog, Ancient Peoples of the American
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Englewood Ciiffs, NJ, Prentice-Hall, 1966, p. 30, fig. 2.8.
3 Uso dei lanzadardos.
Stephen Plog, Ancient Peoples ofthe American Southwest,
Londres, Thames and Hudson, 1997 (Ancient Peoples and
Places), p. 45, fig. 36.
Captulo 2
1 Mamferos extintos. Adaptado de
Daniie Lavaile, The First South Americans. The Peopling of
a Continent from the Earliest Evidence to High Culture, Salt
Lake City, The University of Utah Press, 2000, p. 41, fig. 7.
2 Cueva de ias Manos.
Patagonia. 13.000 aos de historia, Mana T. Boschin y
Rodolfo Casamiquela (dirs.), Buenos Aires, Museo
Leieque/Emec Editores, 2001, p. 33.
3 Puntas cola de pescado".
Nora Flegenheimer, Cristina Bayn y Alejandra Pupio, Llegara
un nuevo mundo. La arqueologa de los primeros pobladores
del actual territorio argentino, Buenos Aires, Antropofagia,
2007, pgs. 135-137. (Hay un dibujo en p. 131, centro).
Captulo 3
1 Nueva tecnologa itica.
Ncleo y lmina: Patagonia. 13.000 aos de historia, Mara T.
Boschin y Rodolfo Casamiqueia (dirs.), Buenos Aires, Museo
Leeque/Emec Editores, 2001, p. 44.
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2 Ajuar de Los Morrillos.
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3 Huellas humanas en Monte Hermoso.
Bayn, Cristina y Gustavo G. Politis, Huellas humanas
prehistricas en la costa pampeana, Ciencia Hoy, vol. 8,
n 48, Buenos Aires, Asociacin Ciencia Hoy, septiembre-
octubre de 1998, Foto de tapa, fragmento.
Captulo 4
1 Uso de aiucingenos: el cebil.
Prez Gon, Jos Antonio e Ins Gordillo, Religin y
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2 Camlidos americanos.
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Prehistoria, desde sus orgenes hasta los albores de la
conquista, J. Hidalgo y otros (eds.}, Santiago de Chiie,
Editorial Andrs Bello, 1989, p. 85.
3 Aldeas de T a l
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citicos tempranos en !a subregin vailiserrana, en Historia
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4 Cermicas de ias sociedades aldeanas del NOA.
Piezas de cinaga, Procedencia Museo Etnogrfico (UBA),
en Bronces sin nombre. La metalurgia prehispnica en e/
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Piezas Condoriiuasi. La Cordillera de los Andes: Ruta de
Encuentros, Santiago de Chile, Museo Chileno de Arte
Precolombino, 1994, foto de tapa.
5 Los suplicantes de Afamito. 97
La Cordillera de los Andes: Ruta de Encuentros, Santiago de
Chile, Museo Chileno de Arte Precolombino, 1994, foto 1.
6 Centro de E Mollar (lat). 98
Canals Frau, Salvador, Las civilizaciones prehispnicas de
Amrica, 2aed,, Buenos Aires, Sudamericana, 1959, p. 95,
fig. 22.
Captulo 5
1 Puerta del Sol de Tiwanaku. lio
Von Hagen, Adriana y Craig Morris, The cities oftheAncient
Andes, Londres, Thames and Hudson, 1998, p.124, fig. 83.
2 Cultivos en campos elevadosen el Titicaca. 112
Von Hagen, Adriana y Craig Morris, The cities ofthe Ancient
Andes, Londres, Thames and Hudson, 1998, p.126, fig. 84.
3 Los keros de oro de Tiwanaku. 114
Tesoros de San Pedro deAtacama, 2a ed., Santiago de
Chile, Museo Chileno de Arte Precolombino, 1988, p. 73.
4 La cermica de Aguada. 117
Olla globular: Prez Golln, Jos Antonio e Ins Gordilo,
Religin y alucingenos en el antiguo Noroeste argentino,
en Ciencia Hoy, vol. 4, n 22, Buenos Aires, 1993, p. 63.
Borde de un cuenco {frag.}, pieza del autor.
Captulo
1 Especialzacin artesanal y metalrgica. 134
La Cordillera de os Andes: Ruta de Encuentros, Santiago de
Chile, Museo Chileno de M e Precolombino, 1994, foto 19,
p. 87, y foto 23, p. 94.
2 El gran poblado de Los Amarillos, 136
Nielsen, Axel E. y Ludo Boschi, Arqueologa del espacio
pblico en Los Amarillos, Quebrada de Humahuaca, Jujuy,
Argentina, s/l, Mailku Ediciones, 2007, p. 111, fig. 4.1.
3 Los circuitos puneos. 138
Llama carguera. Nez Atencio, Lautaro, Cultura y conflicto
en los oasis de San Pedro deAtacama, Santiago de Chile,
Editorial Universitaria, 1992, fig. 32, p. 67.
4 La cermica Santamariana,
Serrano, Antonio, Manual de la cermica indgena, 2a ed.,
Crdoba, Editorial Assandri, 1966, lmina.
5 La cermica de Beln.
La Cordillera de los Andes: Ruta de Encuentros, Santiago
de Chile, Museo- Chileno de Arte Precolombino, 1994, p. 66,
foto 9.
6 Las cermicas Goya-Malabrigo.
Serrano, Antonio, Manual de la cermica indgena, 2a ed.,
Crdoba, Editorial Assandri, 1966, lmina LV.
Captulo 7
1 Quipu y quipucamayoc.
Poma de Ayala, Felipe Guarnan, El primer nueva cornica y
buen gobierno, Mxico y otras, Siglo XXI Editores, 1980,
vol. 1, p. 332.
Von Hagen, Adriana y Craig Morris, The cities o f the Ancient
Andes, Londres, Thames and Hudson, 1998.
2 Canibalismo tup.
Thevet, Andr, Les singularitez de la France Antarctique,
Paris, Maisonneuve & Ci., 1876, p. 202.
3 Pintura de Cerro Colorado.
Gardner, G. A., Rock-painting ofNorth-west Crdoba,
Oxford, Clarendon Press, 1931.
Captulo 8
1 La leyenda de los gigantes patagnicos.
Del Carril, Bonifacio, Los indios en la Argentina 1536-1845,
segn la iconografa de la poca, Buenos Aires, Emec
Editores, 1992, p. 54.
2 Primer combate con los querandes.
Del Carrii, Bonifacio, Los indios en la Argentina 1536-1845,
segn la iconografa de la poca, Buenos Aires, Emec
Editores, 1992, p. 19.
3 La explotacin del trabajo indgena.
Poma de Ayala, Felipe Guarnan, El primer nueva cornica y
buen gobierno, Mxico, Siglo XXi Editores, 1980, vol. 2,
p. 488.
4 El alzamiento de Lautaro.
Bajado de www.memoriachiienacl
Captulo 9
1 Los pueblos de las misiones. 216
Detalle de la Plaza de San Ignacio Min, Lonie Matthis
(1940). Gentileza de Leontina Etchelecu.
Piano de San Ignacio Min. En:
www.misjones.gov.ar/historia/imagenes
2 Parlamentos indgenas en la Araucana. 220
Gay, Claudio, Atlas de la historia fsica y poltica de Chile,
tomo primero, Santiago de Chile, LOM Ediciones, 2004,
lmina 28.
3 El gran maln sobre Buenos Aires, 224
Falkner, Tomas, A descrption o f Patagonia, and the
Adjoining Parts o f South America, Hereford, C. Puch, 1774
{en el mapa adjunto a la obra).
4. La tumba de San Julin, 228
Mandrini, Ral J El viaje de la fragata San Antonio en
1745-1746. Reflexiones sobre los procesos polticos
operados entre ios indgenas pampeano-patagnicos, en
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5 Los recursos de ios pueblos chaqueos. 233
Paucke, Florian, Haca All y para Ac. Una estada entre
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Capitullo
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