Recuerdos y Reflexiones de Savitri Devi
Recuerdos y Reflexiones de Savitri Devi
Recuerdos y Reflexiones de Savitri Devi
de
Savitri Devi
INTRODUCCIN
Nos encontramos en uno de los techos ms sagrados del mundo, los Pirineos. Y en
uno de los centros espirituales donde hemos querido despedir el ao 1988 (de la era cristiana), lejos del
mundo, de una manera especial, envueltos en el significado profundo y trascendente de este lugar:
Montsgur.
As queremos celebrar la venida del nuevo ao, que estar marcado por el
centenario de Adolf Hitler, el ltimo Avatara.
La magia de los Pirineos lo invade todo. Unas pocas personas nos hemos refugiado
en una fortaleza que an se mantiene en pie, como smbolo de Algo que no se deja vencer.
Montaas nevadas, noche estrellada, fuego en la hoguera, un ao que se va, otro
especial que viene. Nosotros, alejados de los centros urbanos, en donde todo el mundo se divierte a su
manera, a la manera de hoy. Un fro nos penetra. Pero creo que todos estamos en pie y con mucho
nimo, viviendo esta noche en la que hemos querido diferenciarnos del resto del mundo, y es que
somos diferentes!
Pensando en este libro que nuestra gran camarada, Savitri Devi, escribe a los suyos,
en estos das de gran camaradera, en la Montaa Mgica, todo tiene otro sabor, otro sentido. Este
sentido diferencial, con respecto al resto del mundo, es el que poco a poco va arraigndose en nuestro
ser. Vamos creciendo en la diferenciacin, y va creciendo nuestra fe.
Memorias y Reflexiones de una Mujer Aria, que nosotros hemos querido
resaltar mejor llamndole La Llama Eterna, es una obra vital.
Duro, puro y seguro. Esta es la contrasea del nuevo guerrero. Y, qu
difcil ser cumplir esas tres virtudes! El guerrero de hoy ha de ser mucho ms fuerte que los que
antao se pudiese imaginar. Antes se saba quin era el Enemigo, siempre se le sola tener ms o
menos enfrente. Ahora todo es sutil y calculado. El arte de la tcnica y de la psicologa encadena a las
masas y a todo tipo de persona que no sea suficientemente dura, pura y segura. La primera batalla la
ha de librar uno mismo contra todo lo que le ata. Elegir el fro, contra la comodidad, como en esta
noche, ofrece la oportunidad de saborear lo duro, de percibir ms all de la comodidad que todos
buscan. Tener ideas claras sobre lo que uno quiere y no quiere para s, es dar un primer paso contra el
dominio de los medios que nos rodean.
Muchos jvenes hemos conocido ya que, sin apenas darse cuenta, han
evolucionado hacia posturas ms burguesas a todos los niveles, avergonzndose incluso de su
pasado infantil e idealista. Estas personas no sern nada dentro de nuestra concepcin sagrada de
la vida. Quizs se conforman con tener una vida mediocre y aparentemente feliz.
Nosotros queremos ms. Queremos la lucha. Y hay muchas formas de luchar. Si
uno mantiene ntida su conciencia de luchador, es seguro que actuar positivamente aqu o all,
aunque unos u otros consideren que no hace nada, que es un burgus.
Savitri Devi nos dice las cosas duramente, aunque a muchos no les guste. Pero la
verdad de nuestra sangre est de su parte. Ella habla desde una Tradicin, quizs la ms antigua, la
ms conservada de las que se nutri nuestra raza. Tenemos la obligacin de orla y de pensar en lo
que nos quiere transmitir. Luego podemos trazar nuestras decisiones, por comodidad o por posibilidad,
pero ahora no la infravaloremos.
Como amargo y trgico grito de la naturaleza que sufre, Savitri Devi nos deja su
legado escrito. Ya no es la opinin de una mujer, sino el lamento de la madre naturaleza, tambin
femenina, como ella. Posiblemente, la insensibilidad de una persona, aunque camarada, aunque
luchadora, pero ajena a la naturaleza, ajena a las montaas, a los rboles y a los animales, no podr
vivificar dentro de s ese sufrimiento universal que se padece en el Kali Yuga de una forma
generalizada.
Dentro de ese espritu de rebelda con que juzga todo lo que nos rodea, para
Savitri Devi un gran rbol autctono es mucho ms importante que un homnido ciudadano y
votante. Algunos hacemos nuestra esta postura radical que comienza EN NOSOTROS MISMOS. Para
ello se empieza por apreciar a la madre naturaleza. Y se contina con una intransigente postura de ser
consecuente en los ms mnimos detalles.
Muchos camaradas, la gran mayora, slo son beligerantes dentro de las actitudes
polticas y, en algunos casos, filosficas, pero slo una pequea minora son los conscientes del
gran dao que Sin est causando contra lo creado, y como consecuencia, contra la salud de todos los
seres, incluidos los hombres. Son numerossimos los camaradas adictos a la loca carrera del
modernismo y del progreso. Carrera que no lleva a ninguna parte que no sea el suicidio y la destruccin
del entorno. La causa de todo esto la encontramos en el desarraigo del individuo, en la destruccin de
todo residuo que hubiese podido quedar de la antigua y eterna tradicin.
Slo algunos extremistas, generalmente de izquierdas, han hecho suya la lucha por
estandartes tan imperecederos como la misma naturaleza, cuando, en realidad, la doctrina ms
completamente ecologista y naturista lo es, en esencia, el nacionalsocialismo, y ms an, el
Hitlerismo.
Es de esperar que, cuando lo poltico sea algo secundario (e incluso me atrevera
a decir lo mismo de lo econmico), nuestros propios camaradas evolucionen hacia la lucha en defensa
de lo que refleja la totalidad del conjunto de nuestras ideas. Eso ser cuando posiblemente sea ms
importante (y de hecho ya lo es aunque no se sea consciente de ello) el mantener vivos los bosques, antes
que seguir el juego al sistema preocupndose por una artificial cifra de parados. Si la naturaleza tuviese
las mismas posibilidades que el hombre para actuar, es de seguro que se habra sublevado y habra
impuesto la ms severa de las dictaduras que haya podido conocer jams la humanidad.
El hombre est actuando como un ser perverso, que se habra de extirpar para
salvar al gran organismo que le ha dado la vida. El hombre es un autntico criminal contra el ser a quien
todo le debe.
Para el hombre, slo cuenta su propia comodidad como ser decrpito, enclenque y
degenerado, fsica, moral y espiritualmente.
Si ha de hacer una autopista, traza una lnea en el mapa, y luego destruye lo que
corresponde. Se aniquilan montaas enteras, valles, bosques autctonos, se desva el curso de los
ros. El hombre se cree con el derecho de hacer lo que le viene en gana! Y todo por comodidad. Todo
por andar un paso en vez de dos. Todo por ganar 1000 pesetas en vez de 100. Todo por no apearse de esa
loca carrera del progreso hacia ninguna parte. Es la inconsciencia sistematizada. Todo es automtico.
Nadie piensa, y los pocos que piensan lo hacen para continuar en esta explotacin sin comparacin en
ninguna poca conocida de la historia. El hombre prepara su propia destruccin pero, eso s!, con
los bolsillos llenos de dinero.
Tener una mnima sensibilidad para con los seres inocentes, como dira Savitri
Devi, supone sublevarse en ideas, filosofa y actos, contra el orden (des-orden) establecido. Los
crmenes contra plantas y animales no pueden tener, en un mundo de justicia, ninguna clase de perdn,
al menos desde la manera en que hoy se efectan esos crmenes. Y no es necesario repetir aqu lo que
leern a continuacin escrito por esta gran camarada, de una gran sensibilidad y espritu de combate,
que ofreci su vida a la Idea, muriendo en la pobreza, y que hoy, nosotros, le brindamos en su recuerdo y
en homenaje al centenario del Fhrer, la primera obra traducida completa al castellano. Su memoria
quedar para siempre ligada a esa otra Alternativa, que tendra que ser la de la ley natural, la de
los fuertes, que fuese capaz de castigar sin piedad a ese maestro de la mentira que hoy controla
minuciosamente las masas del planeta.
Siempre habrn algunas personas a las que su mensaje les har vibrar junto a ese
llanto de la Natura. Esas pocas personas sern radicales en sus posturas. Se guardarn de caer en la
comodidad. Amarn pasar fro en la montaa, baarse en ros de agua fra, dormir en castillos en
ruinas, renunciar a la alimentacin a base de cuerpos animales, ser de fuerte voluntad, proponerse cosas
importantes y no parar hasta conseguirlas.
Esas pocas personas para las que no se necesitar destrozar un bosque o matar
animales, sern minora, pero siempre estarn ah, como testimonio de una posibilidad, quizs la
nica que, junto a la gran idea del siglo XX, reestructurar la gran pirmide de la jerarqua natural y
sagrada.
El lenguaje de esta gran mujer es radical. Puede que, para algunos, parezca
demasiado dogmtico y exaltado, pero en su vida y en su obra, Savitri Devi es una exponente de la
tolerancia aria, contra la intransigencia semtica. Su labor no es la descalificar a quien no comparte sus
ideas, ni la de intentar imponer a todos una determinada lnea de pensamiento. No. Ella ama
profundamente a su raza, a todo lo viviente y siente la profundidad de todo lo que le rodea. En este grito
de desesperacin intenta hacer despertar la poca sensibilidad que an pueda quedar enclaustrada en lo
mejor de nuestra raza (de nuestros camaradas). Ella sabe que ese gran ser del cual venimos y al cual nos
dirigimos, no puede ser realmente comprendido, aunque se pretenda por ecologistas, naturalistas, ni
ninguno de los numerosos grupos, que parcialmente, sienten el problema actual. Savitri Devi sabe que el
Gran rbol del Mundo, slo puede ser comprendido y verdaderamente amado, por aquellos que ya en
su alma racial han despertado la chispa del ms sagrado idealismo, que hace de la nobleza y del estilo su
estandarte ms visible, y que, contemporneos del ltimo gran hroe, permanecen fieles an cuando
la victoria posiblemente nunca la vern.
Camaradas de los pueblos arios! De todas las tiranas y esclavitudes que hayan
existido jams, la presente es la peor de todas, precisamente porque no lo parece. La mayora de los
camaradas caern en ella, porque sern de espritu dbil y su conocimiento no ser suficiente. Son
infinitos los frentes ante los que hemos de permanecer en alerta. Desde el medio fsico hasta el
espiritual, la vida es una gran trinchera de la guerra que no acab. Se nos domina mentalmente con la
te/levi/sin; a los jvenes se les educa desde temprana edad para que no aspiren a nada ms que lo
permitido; el control sobre el individuo est llegando a ser casi total; las montaas, los techos del
mundo, antes vrgenes, son ahora pisoteados por oleadas humanas que dejan por doquier latas de coca-
cola; la alimentacin es autntica basura que engorda a la gente como a cerdos, por la mala calidad, y
que est provocando gran cantidad de enfermedades degenerativas, debido a la desnaturalizacin de las
materias primas y al uso de los productos qumicos; el abuso de poder de las grandes multinacionales es
tan inmenso y, a la vez, tan sutil, que verdaderamente sera para alarmar a todo el mundo, si de verdad
hubiese un mnimo de conciencia en esta civilizacin... Muchsimas cosas son a tener en cuenta para
el guerrero que ha de luchar contra todo!
Para acabar... una importante consideracin: nuestras ideas pueden adquirirse a
travs de los libros, pero hay algo que no se transmite en ellos, y es el sabor de lo eterno, de lo bello, que
slo reside en la montaa, en los hielos, en el bosque, al lado de la ms pequea criatura, vegetal o
animal. Ahora, cuando todo el mundo ha huido hacia las ciudades, cuando el campo ha quedado casi
despoblado, el hombre de la prxima generacin ser manipulado, ms hombre-masa, y, en
resumen, ser menos, mucho menos, ser nada. En un futuro, los nios que, conscientemente, puedan
crecer y educarse en plena naturaleza, tendrn que considerarse como verdaderamente privilegiados, y
ms an si lo hacen con nuestras ideas.
Nosotros, unos pocos, desde las murallas de este castillo, Montsgur, nunca nos
rendiremos. Aqu permaneceremos. Aqu, quizs, nos quemarn. Y aqu, con nuestra modesta
lucha y nuestra gigantesca resistencia, aguantaremos los ataques del mundo que se nos echa encima, hasta
que, algn da, aqu o all, comience la reconquista con el ltimo batalln. Ahora y siempre,
seguimos fieles... a la llama eterna.
BAS
RECUERDOS Y REFLEXIONES
de
Savitri Devi
Savitri Devi, nacida europea y casada con un brahmn ario, es licenciada en Ciencias y doctora en
Letras, adems de poseer una lcida y profunda cultura autnticamente tradicional y europea, de la
que da prueba en los libros que ha escrito, inalcanzables para el gran pblico, tanto por su altura
intelectual y espiritual como por su escassima difusin.
Las alabanzas, en voz alta, a la pobreza y el desprecio a la riqueza son siempre sospechosas; detrs se
oculta el disgusto de la propia incapacidad para dejar de ser pobre.
Oswald Spengler.
PREFACIO
Escritas durante los aos 1968 a 1971, en Montbrison, Atenas, Ducey
(Normanda) y finalmente en Delhi, e impresas por cuenta propia en medio de las mayores dificultades
econmicas, estas pginas reflejan las experiencias de una larga vida dominada por un estado de alma
la nostalgia de la Perfeccin Original y consagrada a un nico combate: la lucha contra todas las
formas de decadencia. Esta lucha en el espritu de la Tradicin eterna y consecuentemente
sobrehumana no poda, en nuestra poca, sino identificarse con la lucha que ha llevado, en una
escala inconmensurablemente ms vasta, un hombre inconmensurablemente ms grande (ms cerca
de lo eterno) que yo, su discpulo sincero, aunque insignificante.
Estas pginas estn escritas a la gloria de este hombre y del orden del cual l fue
su fundador y alma. Estas pginas tratan de poner en evidencia que su doctrina no expresa sino nada
menos que la Tradicin, nica y sobrehumana, y por ende justificar, en nombre de principios
inmutables absolutamente verdaderos, todo lo que se ha hecho (o har) en su nombre.
Entrego estas pginas a los camaradas, hermanos de raza y de fe, dondequiera que
estn con el antiguo saludo ritual de los leales y las dos palabras actualmente prohibidas.
Doy las gracias a todos los que me han ayudado, directa o indirectamente a editar
este libro: en primer lugar a mi esposo, Sri Asit Krisna Mukherji, que me ha estimulado en este trabajo;
despus a Madame Franoise Dior, cuya generosa hospitalidad en Ducey, de Octubre de 1970 a Mayo
de 1971, me ha permitido escribir, en una atmsfera de compasin y simpata, y libre de toda
preocupacin material, una parte de estos Recuerdos y Reflexiones; a Frulein Marianne Singer,
quien ha hecho posible mi regreso a las Indias, pas donde cualquiera que sea la posicin ideolgica
de sus gobernantes, la persona que tiene buena fe puede, sin prohibiciones ni restricciones, expresarla
pblicamente, feliz tolerancia sin la cual este libro no habra visto la luz; finalmente, agradezco a los
seores Owen Loveless, S.G. Dickson, Sajer, Saint-Loup y sus camaradas su contribucin econmica
para la impresin de este libro. Me satisface expresar a todos ellos, cunto me ha afectado su
testimonio y solidaridad.
1
LA RELIGIN DE LOS FUERTES
Hnokia, Cit monstreuse des Mles, Antre des Violents, Citadelle des Forts, Qui ne connus jamais
la peur ni le remords...
Leconte de Lisle, Qan; Pomes Barbares.
Si tuviera que elegir un lema, sera este: Puro, duro, seguro, en otras
palabras: inalterable. Este sera el ideal de los fuertes, a quien nadie abate, nada corrompe, nada hace
cambiar; de los que se puede esperar la unin con lo eterno, porque su vida es orden y fidelidad.
Oh, t que exaltas la lucha sin fin, aunque sea sin esperanza, nete a lo que es
eterno! Lo nico que existe es lo eterno; lo dems no es ms que sombra y humo. Ningn individuo,
hombre o bestia, ningn grupo de individuos, ningn pueblo merece que te inquietes poe l en s;
cada uno de ellos, por el contrario, en tanto que reflejen lo eterno, merecen que te consagres a ellos hasta
el lmite de tu capacidad. Todos los seres y grupos naturales de seres reflejan lo eterno ms o menos.
Lo reflejan en la medida que se aproximen, en todos los planos, al arquetipo de su especie; en la medida
en que lo representen de una manera viva. Quienes no representan ms que s mismos, aunque sean de
los que hacen o deshacen la historia y cuyos nombres relumbran a lo lejos, no son ms que sombra y
humo.
T que exaltas la imagen del peasco solitario expuesto a todos los asaltos del
ocano batido por los vientos, batido por las olas, golpeado por el rayo y las tempestades, siempre
cubierto de furiosa espuma, pero siempre enhiesto, milenio tras milenio; t que querras poder
identificarte con los hermanos en la fe, con el smbolo tangible de los fuertes, hasta el punto de
exclamar: Somos nosotros! Soy yo!, librate de estas dos mortales supersticiones: de la
bsqueda del bienestar y de la inquietud por la humanidad o gurdate de caer en ellas si los
dioses te han dado el privilegio de ser desde tu niez puro y libre.
El bienestar que, para ellos consiste en su expansin natural, sin obstculos; en
no tener hambre, ni sed, ni fro, ni demasiado calor; en poder vivir libremente la vida para la que han
sido hechos; y en ocasiones, para algunos de entre ellos, tambin en ser amados, debera ser
otorgado a los seres vivos que no poseen el don de la palabra, padre del pensamiento. Es una
compensacin que les es debida. Contribuye con todo tu poder a asegurrsela. Ayuda a la bestia y al
rbol, y defindelos contra el hombre egoosta y cobarde.
Da una brazada de hierba al caballo o al asno extenuado, un balde de agua al
bfalo que se muere de sed, uncido como est desde el despertar del da a la pesada carreta, bajo el
cielo ardiente de los trpicos; da una caricia amistosa a la bestia de carga, cualquiera que sea, a la que su
amo trata como si fuera una cosa; alimenta al perro o al gato abandonado que vagabundea en la ciudad
hostil o indiferente, no encontrando jams un amo; coloca para l un plato de leche en el borde del
camino, y acariciale con la mano si te lo permite. Lleva la verde rama, arrancada y arrojada a la
polvareda, a tu casa, a fin de que nadie la aplaste, y ponla en un vaso de agua; est viva y tambin tiene
derecho a tus cuidados. No tiene otra cosa que la vida silenciosa.
Aydales a gozar de la vida. Vivir es para todos los seres a los que la palabra no ha
sido dada, la forma de estar en armona con lo eterno. Y vivir, para estas criaturas, es la felicidad.
Pero los que poseen el don de la palabra, padre del
pensamiento, y, entre ellos, los fuertes sobre todo, tienen otra cosa que hacer que buscar ser felices.
Su tarea suprema consiste en reencontrar esta armona, ese acuerdo con lo eterno del cual la palabra
parece haberles privado; consiste en ocupar su lugar en el concierto universal de los seres vivientes con
todo el enriquecimiento, con todo el conocimiento que la palabra puede aportarles o ayudarles a adquirir;
consiste en vivir, como los seres que no hablan, segn las leyes santas que rigen la existencia de las
razas, pero, en su caso, consciente y voluntariamente. El placer o el desagrado, la felicidad o la inquietud
del individuo no cuentan. El bienestar ms all del minimum que necesita cada uno para cumplir su
tarea, no cuenta. Slo cuenta una tarea: la bsqueda de lo esencial, de lo eterno, a travs de la vida y
del pensamiento.
nete a lo esencial, a lo eterno. Y no te preocupes jams de la felicidad (ni de la
tuya ni de la de los dems); cumple tu tarea, y ayuda a los otros a cumplir la suya, siempre que la de
ellos no contradiga a la tuya.
Aquel que posee el don de la palabra, padre del pensamiento, y que, lejos de ponerla
al servicio de lo esencial, la derrocha en satisfacciones personales; el que posee la tcnica, fruto del
pensamiento, y la utiliza sobre todo para acrecentar su bienestar y el de otros hombres, antes que para la
tarea mayor, es indigno de estos privilegios. l no vale lo que los seres bellos y silenciosos, el animal, el
rbol, los cuales s siguen su va. Quien se sirve de los poderes que le confiere la palabra y el
pensamiento para matar y para hacer sufrir a los bellos seres que no hablan, por su propio bienestar o el
de otros hombres; quien se sirve de los privilegios de ser hombre contra la naturaleza viviente, peca
contra la madre universal contra la vida y contra el orden, que exige el principio de nobleza,
obliga. Quien as acta no es uno de los fuertes; no es un aristcrata en el sentido profundo del
trmino, sino un mezquino, un egosta y un cobarde que repugna a la lite natural.
Toda sociedad, toda civilizacin que obra con la misma aspiracin hacia el
bienestar humano ante todo, al bienestar o a la felicidad humana no importa a qu precio, est
marcada por el sello de las potencias inferiores, enemigas del orden csmico en el juego sin fin de las
fuerzas. Es una civilizacin de la Edad Oscura. Si ests obligado a sufrirla, sfrela oponindote sin
cesar, denuncindola, combatindola en cada instante de tu vida. Hnrate apresurando su final o al
menos coopera con tu poder de accin natural de las fuerzas que la conducen a su final. Porque ella
est maldita. Es la fealdad y la cobarda organizadas.
Rechaza no solamente la supersticin de la felicidad, si alguna vez te ha
seducido, sino tambin oponte a la supersticin del hombre. Gurdate de la actitud, tan vana
como necia, de tratar de amar a todos los hombres simplemente porque sean hombres. Y si esta
actitud jams ha sido la tuya, si desde la infancia, has sido inmune a la propaganda de los devotos de
la humanidad, da gracias a los dioses inmortales a los cuales debes esta sabidura innata. Nada te
prohibe, ciertamente, tender la mano a un hombre que necesita socorro, aunque l est desprovisto de
todo valor. Los fuertes son generosos. Pero en tal caso, aydale por ser carne viviente, no por ser
hombre. Y si se trata de elegir entre este hombre sin valor y una criatura privada del don de hablar, pero
ms cerca del arquetipo de su especie que dicho hombre respecto del hombre ideal, es decir, del hombre
superior, da tu preferencia y tu solicitud a la criatura, pues es, ms que dicho hombre sin vala, una
obra de arte del eterno artista.
Porque el hombre, del que tanto caso se hace, no es
ms que una construccin del intelecto a partir de elementos vivientes de una desconcertante variedad.
Sin duda toda especie es una construccin del intelecto: su nombre corresponde a una idea general.
Pero hay una diferencia enorme: estas realidades vivientes, que son los individuos de cada especie, se
parecen. La especie existe en cada uno de ellos. Todos los especmenes de una misma especie reflejan lo
eterno en el mismo grado, o poco ms o menos. Los individuos de una misma raza, de los que no poseen
el don de la palabra, son casi intercambiables entre s. Sus posibilidades son precisas. Se sabe lo que
gana el mundo de los vivos cada vez que nace un gato; se sabe lo que pierde cada vez que muere un gato,
joven o viejo. Pero no se sabe lo que gana o pierde cada vez que nace un hombre. Porque, qu es
un hombre?
El ms perfecto espcimen de hombre nrdico, de alma noble y juicio firme y
recto, y cuyos trazos y porte son como los de las estatuas griegas de la ms bella poca, es un
hombre. Un hotentote, un pigmeo, un papa, un judo, un levantino meztizado de judo, son
hombres. El hombre no existe. No existen ms que muy diversas variedades de primates que se
han convenido en llamar humanos, porque tienen en comn la posicin erguida y el don de la
palabra: y este ltimo don en grados muy desiguales. Dentro de una misma raza mejor an, dentro de
un mismo pueblo cun innumerables divergencias, tanto psquicas como fsicas; divergencias que
se querra poder atribuir, aunque la morbidez las explica en parte, a lejanos mestizajes; tan distante es la
separacin entre individuos de la misma sangre, que parece contra-natura. Es sorprendente constatar, tan
a menudo, las oposiciones ideolgicas (o religiosas) tan violentas, entre hermanos de raza. Bien es
sabido que, mientras que San Vicente de Paul era francs, existen torturadores de nios que tambin
lo son; sabemos que la bella y virtuosa Laure de Noves, condesa de Sade, tuvo, cuatro siglos despus de
su muerte, entre sus descendientes, al marqus de triste memoria que lleva el mismo nombre.
Lo repito pues: no se sabe, no se puede saber, lo que el mundo de los vivos gana o
pierde, cada vez que nace un joven ser, llamado humano. Cuanto menos pura es la raza, es decir, cuanto
menores son las posibilidades de cada hombre, al comienzo de su vida, y en general, menor es la
probabilidad de adivinar lo que el mundo gana o pierde con el nacimiento o muerte de un nio. As,
cuanto menos pura es la raza, menor es la tendencia de la sociedad a fundir a los individuos de un mismo
grupo en un mismo molde, es decir, menor es la tendencia de la sociedad a estimular siempre el
desarrollo de posibilidades homogneas, dicho sea esto en general. Y, entonces, la excepcin el
individuo inclasificable ser frecuente en el seno de un grupo (humano) determinado con un mismo
nombre, pero este nombre no corresponder a ninguna realidad. Ser relativamente posible, e
igualmente fcil, prever, en circunstancias precisas, las reacciones de un ario (sea alemn o no) que es
al mismo tiempo un hitleriano ortodoxo. Ser ms difcil de prever las reacciones de cualquier
europeo occidental nocomprometido o alineado.
Tambin es verdad que, ms all de un cierto grado de mezcolanza de razas y de
ambientes, y de condicionamientos en vasta escala, debido a todos los medios modernos de difusin, las
gentes terminan por parecerse extraamente, psquica si no fsicamente; tienden a parecerse en su
nulidad. Ellos creen dar prueba de indepedencia y originalidad, y, de hecho, sus reacciones frente a
circunstancias semejantes son tan idnticas como pueden serlo las de los individuos de la misma tribu de
negros o de pieles rojas, o... las de gentes de la misma raza y unidas por una misma fe. Los extremos se
tocan. El caos tnico que representan las masas de una metrpoli o gran ciudad, en la vanguardia de
todas las tcnicas, tiende a adquirir una uniformidad griscea, una suerte de homogeneidad ficticia
querida por quienes controlan a estas masas, siniestra caricatura de la relativa unidad natural de las
gentes de una misma sangre, unidas por una escala de valores y unas prcticas comunes; se trata de una
uniformidad que, lejos de revelar un alma coelctiva, en cualquier grado de despertar que sea,
descubre la delicuescencia de una sociedad que, definitivamente, ha vuelto la espalda a lo eterno en
otros trminos: una sociedad condenada.
Pero se puede, sin embargo, encontrar a veces un individuo excepcional en el seno
de una sociedad enferma; se puede hallar un individuo que desprecia el caos tnico que ve a su alrededor
y del cual quizs l mismo es un producto, y que, para salir de tal caos se adhiere a cualquier doctrina
que lleve a la extincin de la especie, o bien, se entrega por entero al servicio de una verdadera raza, con
todo el renunciamiento que esto comporta para l. El mecanismo de la herencia (biolgica) es tan
complejo, y el juego de las influencias exteriores est tan sometido al azar, que no es posible prever
quin, entre los nios de una sociedad decadente, devendr o ser un individuo excepcional como
tampoco es previsible saber qu miembro recin nacido de una tribu aspirar un da a otra cosa que a
los valores e ideas recibidas, o, cul nio, educado en una fe determinada, se apresurar a abandonarla
en cuanto pueda.
La excepcin es algunas veces probable y siempre posible en un grupo humano,
por homogneo que sea lo que no significa que, en la prctica, se pueda o incluso se la deba tener en
cuenta: esto complicara hasta el infinito las relaciones entre grupos. Adems, la excepcin, si
representa algo ms que a s misma, cambia de grupo, cada vez que se puede. Si existi un azteca al
que escandalizaban los sacrificios ofrecidos a los dioses de su pueblo, es presumible que este hombre
fuera de los primeros que adoptaron la religin de los conquistadores espaoles; y, si un ario europeo,
en nuestra poca, no muestra ms que desprecio los los valores cristianos y democrticos de
Occidente, y aora una sociedad inspirada en la Esparta antigua, es de precer que, si es de espritu
combativo, sea adicto a la fe hitleriana.
* * *
* * *
No subestimes nunca los ritos. En todas partes donde existen reina un cierto orden.
Y todo orden implica sumisin de la voluntad individual, disciplina, renunciamiento; preparacin en
la bsqueda de lo eterno.
Toda religin verdadera es una va abierta para quienes, conscientemente o no,
tienden hacia lo eterno. No hay verdadera religin sin ritos. Habiendo ritos, por simples que sean, hay ya
un esbozo de religin. Digo esbozo, porque si el rito es necesario, esencial incluso, para toda
verdadera religin, es insuficiente para crearla. Es necesario que al rito se aada una doctrina que sea
una expresin de la Tradicin, es decir que ayude al fiel a vivir en las verdades eternas. Es obvio decir
salta a la vista que, entre las gentes que se reclaman nominalmente de una religin determinada,
cada uno la vive ms o menos, y la gran mayora (al menos en las pocas de decadencia, tales como
la actual) no la vive en absoluto. Casi se podra definir que una poca de decadencia es una poca en
la que las doctrinas tradicionales, es decir las que elevan a sus fieles a la contemplacin de lo eterno,
cesan de interesar a los hombres, con excepcin de una nfima minora.
En los siglos en que la degeneracin se afirma y se acenta, las doctrinas
propiamente polticas toman, en el espritu de la mayor parte de las gentes, la delantera sobre las
doctrinas tradicionales, generalmente llamadas religiosas, y lo que, quizs, es peor los hombres
se sirven del hombre de diferentes religiones para llevar a cabo combates que no tienen, como fin, ms
que sus ventajas personales y materiales.
Las doctrinas propiamente polticas estn, contrariamente a las que derivan de la
Tradicin, centradas sobre preocupaciones inmediatas y consideraciones, todo lo ms, histricas,
es decir, temporales; sobre lo que no se reproduce nunca lo que no se ver dos veces. Una doctrina
que ayuda a sus adherentes a resolver problemas inmediatos de orden poltico, econmico,
ensendoles verdades que trascienden a esos problemas inmediatos, e inculcndoles una escala de
valores correspondiente, no es una doctrina poltica. Es una Weltanschauung, una visin del
universo. Bastara aadirle ritos para hacer de tal doctrina la base de una religin. Y, los adherentes
que tienen el sentido del rito, la necesidad del rito que expresan como pueden marcando los das
fastos o nefastos, los aniversarios gozosos o dolorosos, ligados a la historia de su comunidad; visitando,
en ciertos das, los lugares ricos en significacin, para ellos son ya fieles.
Pero, repito: para que una Weltanschauung, una visin del universo, una
filosofa, pueda, una vez penetrada de la magia del rito, devenir la base de una verdadera religin,
es necesario no solamente que no contenga ninguna contradiccin interna, sino tambin que sus
proposiciones fundamentales sean verdaderas, no relativamente, sino absolutamente; verdaderas en todo
tiempo y lugar; verdaderas en el tiempo y fuera del tiempo; eternamente. Es necesario, en otras palabras,
que repose sobre nada menos que las leyes del cosmos; sobre las leyes de la vida sin comienzo ni fin;
sobre leyes que se aplican al hombre, pero que sobrepasan al hombre lo mismo que a todos los seres
finitos. Es necesario, en una palabra, que se trate de una filosofa csmica capaz de integrarse en la
eterna Tradicin.
Extremadamente raras son las doctrinas que pretenden ser liberadoras, y ms
raras an las doctrinas polticas (an teniendo base filosfica) que cumplen con la condicin de
poder integrarse en la Tradicin. Si alguna de las doctrinas que no cumplen diche condicin, bajo la
presin del alma humana, una presin tan vieja como el hombre, se deja asociar a unos ritos, esa
doctrina dar lugar al nacimiento de una falsa religin al nacimiento de una organizacin
sacrlega, en otras palabras, a una contra-Tradicin. Este es, en nuestra poca, el caso del marxismo,
en la medida en que un simulacro de vida ritual se le ha introducido. El humilde y sincero campesino
eslavo que, entre muchos otros, espera, ante el mausoleo de Lenin, el momento en que al fin le sea
permitido recogerse en presencia del cuerpo, artificialmente incorrupto, del hombre que hizo de las ideas
del judo Marx la base de una revolucin mundial, es un fiel. Ese campesino ha ido ms all, en
peregrinacin, para alimentar su alma devota, del mismo modo que sus padres iban, en otro tiempo, a
postrarse de rodillas ante un cono milagroso, en alguna iglesia clebre. El alimento del alma es, para
l, ms importante que el del estmago. El permanecera, si fuere necesario, dos das sin comer ni
beber, para vivir el instante de pasar en silencio ante el cadver momificado de Lenin. Pero el alma vive
de la verdad; del contacto con lo que es, en todas partes y siempre. Las contraverdades en las que el alma
cree la desvan de ese contacto y la dejan, temprano o tarde, con su hambre de lo absoluto, sin saciar.
Ahora bien, toda la filosofa de Marx, adoptada por Lenin como fundamento del Estado proletario, est
basada sobre contraverdades flagrantes; sobre la asercin de que el hombre no es otra cosa que lo que su
medio econmico hace de l; sobre la negacin del papel de la herencia, y por tanto de la raza; sobre
la negacin del papel de las personalidades (y de las razas) superiores en el desenvolvimiento de la
historia. El hombre sincero, religiosamente entregado a los maestros que han erigido el error en principio,
y desarrollado a partir de ese error una revolucin mundial, sirve sin saberlo a las fuerzas de la
desintegracin; a las fuerzas que, en la terminologa ms o menos dualista de ms de una enseanza
tradicional, son llamadas las potencias del abismo.
Entre las doctrinas llamadas polticas del siglo veinte, no conozco ms que una
que, siendo, de hecho, infinitamente ms que poltica, cumple la condicin sine qua non, sin la
cual no es posible que una Weltanschuung, incluso con la ayuda del rito, sirva de base a una verdadera
religin, a saber, que repose sobre verdades eternas, sobrepasando de lejos al hombre y a sus problemas
inmediatos, sin hablar ya del pueblo particular al que fue (dicha doctrina) primeramente predicada, y de
los problemas propios de este pueblo. Una sola doctrina, he dicho: el verdadero racismo ario, en otros
trminos, el hitlerismo.
En un pasaje de su novela Les Sept Coleurs, Robert Brasillach describe la
ceremonia de consagracin de las nuevas banderas del Reich, en una de las grandes reuniones anuales de
Nuremberg, la cual l presenci. Despus del grandioso desfile de todas las organizaciones vinculadas
al Partido Nacionalsocialista, el Fhrer avanzaba solemnemente ante quinientos mil espectadores que
abarrotaban las gradas del inmenso estadio en medio de un silencio absoluto. Alzando uno tras otro los
pendones nuevos, los pona en contacto con la Bandera de la Sangre, el estandarte que haban
portado sus camaradas de la primera hora, con ocasin del Putsch del 9 de Noviembre de 1923, y al
cual, la sangre de los diecisis cados aquel da, haba conferido un carcter sagrado. A travs de
la Bandera de la Sangre cada nueva bandera se haca semejante a sta; cargndose del fluido
mstico al participar del sacrificio de los cados. El escritor Robert Brasillach seala, muy justamente,
a este propsito, que el hombre al cual escapa el sentido religioso de este gesto, no comprende nada
del hitlerismo. Subraya, en otras palabras, que este gesto es un rito.
Mas este rito, junto a otros muchos, no habra sido suficiente para dar al hitlerismo
el carcter de una religin, si no hubiera sido ya una doctrina metapoltica: una Weltanschauung. Y
sobre todo, el rito no habra podido hacer del hitlerismo una verdadera religin, si en la base de esta
Weltanschauung no hubiera habido verdades eternas, y toda una actitud que no era (y no es), en ltimo
anlisis, ms que la bsqueda misma de lo eterno la actitud tradicional por excelencia.
Estas palabras pueden parecer extraas en 1969, ms de veinticuatro aos
despus de la derrota militar de la Alemania hitleriana, y del hundimiento de su estructura poltica.
Estas palabras pueden parecer extraas, ahora cuando se busca en vano, en todo el espacio geogrfico
que cubra el Tercer Reich, un signo visible del resurgimiento del nacionalsocialismo tal como lo
conceba el Fhrer, y cuando la mayor parte de las organizaciones que, fuera de las antiguas fronteras
del Tercer Reich, pretenden evocar al movimiento condenado, no son ms que plidas imitaciones sin
alma, o lamentables caricaturas, tal vez al servicio de fines ajenos al nacionalsocialismo. Pero el valor de
una doctrina su verdad, nada tiene que ver con el xito o derrota de sus adictos en el plano material.
Este triunfo o esta derrota dependen del acuerdo o desacuerdo de la doctrina con las aspiraciones de las
gentes, en un momento dado de la historia; dependen tambin del hecho de que sus adherentes sean o no
capaces desde el punto de vista militar, diplomtico y de la propaganda de imponerse y
consiguientemente, de imponer la doctrina a sus adversarios. El hecho de que la doctrina sea o no una
expresin de la verdad csmica no tiene que tenerse en cuenta aqu. Pero ese hecho har a la
larga recta o errnea una doctrina; porque una sociedad que rehusa aceptar una enseanza que est
en armona con las leyes eternas, y prefiere las contra-verdades, trabaja para su propia desintegracin;
en otras palabras, se condena a s misma.
Es verdad que en 1945 los hitlerianos fueron vencidos en todos los frentes; es cierto
que el Tercer Reich fue desmembrado; que el Partido Nacionalsocialista ya no existe; que ya no hay, ni en
Alemania ni en ningn otro sitio, ni banderas con la cruz gamada en las ventanas, ni calles que lleven el
nombre del Fhrer, ni publicaciones de ninguna clase que exalten su recuerdo. Es exacto que muchos
millones de alemanes se han apresurado a despreciar o a desterrar a quien sus padres haban aclamado,
y que no se interesan por l ni por su enseanza, tal como si nunca hubiera existido. Pero no es menos
verdad que la esencia de la doctrina hitleriana es la expresin misma de leyes eternas; de leyes que rigen
no solamente al hombre, sino a la vida; no es menos cierto que esa esencia representa, como he escrito en
un libro en lengua alemana, la sabidura del espacio estrellado[2] y que la opcin que se presenta
ante el mundo es, en consecuencia, la misma antes o despus de 1945. La aceptacin de esta sabidura
sobrehumana, el acuerdo con el espritu de la naturaleza, es lo que prob la alternativa: el hitlerismo
o... la desintegracin, el caos tnico, la delicuescencia del hombre; la desvinculacin con el alma del
cosmos; la condenacin. Es y la frase es tambin ma Hitler o... el infierno[3].
Las gentes de nuestro planeta parecen haber elegido el infierno. Esto es lo que hace
una humanidad decadente invariablemente. Es el signo mismo de que estamos de lleno en lo que la
tradicin hind llama el Kali Yuga: la Edad Oscura.
Pero las edades pasan, se suceden. Las leyes que las regulan permanecen.
Es igualmente exacto que numerosos actos de violencia fueron realizados en
nombre del hitlerismo, y que esto es lo que le reprochan tan obstinadamente el rebao de gentes
bienpensantes, de honestas gentes, profundamente vinculadas (en teora al menos) a los valores
humanitarios.
Hay, en todo caso, dos suertes de actos de violencia o de actos que conducen a la
violencia, realizados en nombre de una doctrina. Estn los actos que, en el espritu de la
doctrina, son necesarios o, al menos justificables, en las circunstancias en las cuales dichos actos tienen
lugar. Hay, tambin, actos innecesarios e injustificables, cuyos autores, lejos de ser verdaderos fieles de
la doctrina, de la cual ellos exhiben sus smbolos externos, slo se representan a s mismos, y se
sirven del prestigio de la doctrina y de la autoridad que ese prestigio les confiere, para promover sus
propios intereses, para saciar sus venganzas personales, o simplemente para dar libre curso a sus
pasiones. En el Tercer Reich se dio el caso del hombre que denunciaba a un judo porque, muy
sinceramente, l lo consideraba un peligro para el rgimen que representaba la salvacin de su pueblo.
Haba tambin el hombre que denunciaba a un judo aprovechndose de la oportunidad que el
rgimen le daba para denunciarlo ... porque l codiciaba poseer su apartamento. Haba el soldado
o el funcionario que obedeca rdenes. Y haba tambin el hombre que, cubierto por la
autoridad que le daba su uniforme, cometa, o haca cometer, bajo el influjo de la clera, de la
envidia, o simplemente por su brutalidad natural persiguiendo un malsano placer actos intiles de
violencia, incluso de crueldad, sin haber recibido rdenes. Siempre ha habido, entre los adherentes
nominales de toda doctrina, y con ms razn si se trata de una doctrina que no repudia, en principio, la
violencia, combatientes sinceros y oportunistas; gentes que sirven a la causa a la cual se han entregado en
cuerpo y alma, y gentes que fingen entregarse a una causa para servirse de ella. (Digo bien de la
causa, y no de la doctrina. Porque uno puede servir a una causa, es decir la aplicacin de una
doctrina, la materializacin de un sueo en el tiempo, ya sea en el sentido o direccin de los
tiempos, o contra-corriente. Una doctrina, en s, nada tiene que ver con el servicio. Una doctrina es
verdadera o falsa; est de acuerdo con las leyes del cosmos, o en desacuerdo. Toda la devocin del
mundo, unida al sacrificio de millones de mrtires, no conseguira volverla verdadera, si ella es falsa.
Y la negacin resonante de sus proposiciones bsicas por todos los sabios y todos los sacerdotes
del mundo, unida al odio de todos los pueblos, en todos los tiempos, no conseguira volverla falsa, si
ella es verdadera.)
Los actos violentos e injustificados cometidos, bajo la cobertura de la razn de
Estado, por oportunistas disfrazados de hitlerianos, no afectan para nada a la causa del Reich: la
aplicacin del hitlerismo a los problemas de Alemania, en una poca dada; causa que, por otra parte,
ellos perjudicaban en lugar de servirla. Esos actos de violencia ejecutados en el espritu del hitlerismo
segn su lgica profunda lejos de poner en cuestin la verdad del hitlerismo, la potencian, por el
contrario. Porque la aplicacin de una doctrina verdadera es decir que expresa las mismas leyes de la
vida en una sociedad, aunque sea privilegiada, dentro de la Edad Oscura en otras palabras, en una
sociedad que, como toda la humanidad, est, a pesar de sus progresos en el plano tcnico, y quiz a
causa de stos, en regresin desde el punto de vista de la Naturaleza no puede hacerse ms que
contra el tiempo; contra la corriente universal de decadencia que caracteriza a la Edad Oscura. Y esto
es materialmente imposible sin violencia.
Entre las religiones internacionales proselitistas, segn mi conocimiento, apenas
solamente el budismo se ha expandido prcticamente sin violencia. Y es de notar que el budismo es la
religin del renunciamiento, la religin de la extincin por excelencia; la que, aplicada,
absolutamente, deba, exaltando el estado monstico como el jainismo, su contemporneo,
confinado en las Indias, y como el catarismo, siglos ms tarde, incitar al hombre a abandonar la vida
terrenal.
El cristianismo, centrado sobre el amor al hombre, nico ser viviente creado
(segn l) a imagen de Dios, se ha propagado ampliamente por la prdica o por la violencia, bajo
el patrocinio de reyes o de emperadores que han credo servir a su propio inters proclamndolo
religin del Estado, e imponindolo a los pueblos conquistados. Innumerables crmenes contra el
hombre y, en general, contra el hombre superior han marcado la expansin del cristianismo, desde
la matanza, en el ao 782, por orden de Carlomagno, en Verdn sur lAller, de cuatro mil quinientos
jefes germanos, fieles a los dioses de sus padres, hasta las hogueras de la Santa Inquisicin crmenes
que no impiden que permanezca inquebrantable todo lo que el cristianismo ha podido retener en la eterna
Tradicin. Y se trata aqu, de una religin cuyo fundador declar que su reino no es de este
mundo; de una religin para la cual la violencia es extraa, en principio. Si es verdad que los actos de
violencia de los cristianos no disminuan en nada el valor de su religin, con ms razn los actos
de violencia de los fieles de una doctrina, centrada, no sobre el hombre, considerado como un ser
aparte, sino centrada sobre la vida y la lucha sin fin que la vida implica de una doctrina como el
hitlerismo, cuyo espritu y aplicacin en este mundo no puede ir ms que contra la corriente de
nuestra poca, no alteran de ninguna manera la excelencia de la doctrina, en tanto que es expresin
de leyes inmutables.
Una doctrina estrictamente poltica se juzga por su xito. Una doctrina
susceptible de recibir la consagracin del rito o habindolo ya recibido se juzga a tenor de la
eternidad, cualesquiera que hayan podido ser las consecuencias felices o desgraciadas de los esfuerzos
realizados para aplicarla en el plano poltico.
El 28 de Octubre de 1953, ante algunos camaradas reunidos en Holzminden an der
Weser, el hiteriano Felix F. me dijo: Hasta 1945, nosotros ramos un partido; despus de 1945,
somos el ncleo de una gran fe internacional. l crea sin duda que, incluso en una poca de
delicuescencia universal, tal como la nuestra, los fuertes de sangre aria eran an bastante numerosos y
bastante conscientes como para unirse en una gran fe internacional, en torno a la nica doctrina
digna de ellos.
Slo el porvenir dir si l tena razn o no. Pero yo afirmo desde ahora que, si
incluso, desprovisto de todo lo que pueda tener de contingente de temporal, en su primera
expresin, en tanto que doctrina poltica, el hitlerismo no llegara nunca a imponerse en la elite aria, en
todas partes donde esta elite exista, el hitlerismo no dejara de ser la va de los fuertes, abierta hacia lo
eterno; la ascesis de los fuertes, y esto, en todas las pocas de decadencia acelerada; en todos los
finales de ciclo.
* * *
Todas las verdaderas religiones, todas las que pueden integrarse en la Tradicin,
conducen a lo eterno, ciertamente. Pero esas religiones no se dirigen a las mismas gentes. Las religiones
que yo he llamado de extincin tales como el budismo, el jainismo, y ms tarde el catarismo
se dirigen a los desesperados para quienes la ausencia de esperanza es su sufrimiento; se dirigen a gentes
que la lucha sin fin ha rechazado o ha quebrado, y que aspiran a salir. Las doctrinas que predican la
accin en el desprendimiento y el entusiasmo sin esperanza, se dirigen a los fuertes; a los que la lucha,
incluso intil, no fatiga nunca; y que no tienen necesidad ni de la visin anticipada de un paraso
despus de la muerte, ni de la visin de un mundo mejor para sus hijos y nietos, para actuar con
celo y hasta el final, segn lo que es, para ellos los fuertes el deber.
El Varnashramdharma de los hindes religin basada sobre la jerarqua
natural de las castas (y por lo tanto de las razas, ya que la casta hind era hereditaria y no tena nada
que ver con los bienes materiales que se pueden poseer) y sobre la sucesin natural de los deberes en el
curso de una misma vida del hombre es una religin de los fuertes. El Varnashramdharma est
dominado por la enseanza de la accin desinteresada, tal como nos ha llegado en el Bhagavad-Gta.
Fue concebido como base de una sociedad tradicional, ya decadente, sin duda la flexin comienza, en
cada ciclo temporal, desde el final de la primera Edad, llamada la Edad de la verdad, Satya Yuga, o Edad
de Oro, pero sin parangn como nuestra sociedad actual e infinitamente ms cerca del orden ideal o
divino.
El hitlerismo considerado en su esencia, es decir despojado de todo lo que lo une a
las contingencias polticas y econmicas de una poca, es la religin de los fuertes de la raza aria,
frente a un mundo en delicuescencia, un mundo de caos tnico, de menosprecio de la naturaleza
viviente, de necia exaltacin del hombre en todo lo que tiene de dbil, de malsano, de
caprichosamente individual, de diferente de los otros seres; frente a un mundo de egosmo humano
(individual y colectivo), de fealdad y de cobarda. Esta es la reaccin de algunos fuertes de esta raza,
noble desde su origen, ante un tal mundo. Esta es la reaccin que los fuertes ponen a todos sus hermanos
de raza.
Hay, paralelamente al hitlerismo, religiones que exaltan las mismas virtudes, la
misma ascesis de desprendimiento; religiones que reposan sobre la misma glorificacin del combate
permanente y sobre el mismo culto a la sangre y al suelo, pero que se dirigen a otras razas religiones tal
vez muy viejas, pero continuamente rejuvenecidas, repensadas, gracias a la vitalidad de sus fieles. El
shintoismo, basado sobre la deificacin de los hroes, de los ancestros, del sol, e incluso del suelo
mismo de Japn, es una de esas religiones. Un japons me deca en 1940: Vuestro
nacionalsocialismo es, a nuestros ojos, un shintoismo de Occidente; es nuestra propia filosofa del
mundo, pensada por arios, y predicada a los arios. En Gamagori, no lejos de Hiroshima, los japoneses
han elevado un templo a Tojo y a los que los vencedores en la guerra mataron en 1945 como
criminales de guerra. Cundo se vern en Alemania monumentos si no templos dedicados a
la gloria de todos los alemanes ahorcados el 16 de Octubre de 1946 y despus, hasta el 7 de Junio de
1951, por haber sido fieles a su fe fe que tambin es la nuestra, por haber cumplido con su deber?
Pero esto es otra cuestin.
Retornemos a lo que es eterno en el hitlerismo, es decir al carcter no solamente
metapoltico sino sobrehumano csmico de sus verdades de base, en particular a las verdades que
conciernen a la raza, realidad biolgica, y al pueblo, realidad histrica y social.
El Fhrer dijo dirigindose a sus compatriotas y, por extensin, a cada uno de
sus hermanos de raza europea, de buena raza: T no eres nada; tu pueblo lo es todo. Adems, fue
indicado en el punto 4 de los famosos 25 puntos que constituyen el programa del NSDAP, lo que es
esencial en el concepto de pueblo. No puede ser miembro del pueblo (alemn) ms que el que es
de sangre germnica. De aqu se deduce que ningn judo puede ser ciudadano del Estado
(alemn).
Esto es el retorno puro y simple a la concepcin antigua de pueblo: a la de los
germanos, ciertamente, mas tambin a la de los griegos, a la de los romanos antes del Imperio; a la de
casi todas las naciones. Es la negacin de la actitud romana de los siglos de decadencia, que admita
que todo habitante del imperio, todo sbdito del emperador, poda devenir ciudadano romano,
aunque fuera judo, como Pablo de Tarso, o Flavio Josefo, o rabe, como el emperador Filipo y,
ms tarde, bastaba para ser ciudadano de Bizancio el hecho de ser cristiano, y de pertenecer a
la misma iglesia que el emperador. Y ser ciudadano bizantino daba derecho a ocupar los ms altos
cargos, como ocurri con Len el Armenio, que accedi al trono de Bizancio. La concepcin
antigua de pueblo es tambin la negacin de la idea de pueblo y de ciudadano tal como la
present la Revolucin Francesa, desde el momento en que, bajo la sugestin del abad Grgoire y de
otros ms, la Asamblea Constituyente proclama francs a todos los judos que vivan en Francia y
hablen el idioma francs.
En otras palabras, si un pueblo es una realidad histrica y social, si los recuerdos
comunes, gloriosos y dolorosos, costumbres comunes y, en general una lengua comn, son factores de
cohesin entre sus miembros, esto es porque ese pueblo pertenece a una raza. Puede ser un pueblo ario o
monglico, australoide, negro o semtico. Sin dejar de ser un verdadero pueblo, ste puede contener
una proporcin ms o menos grande de sub-razas diferentes, puesto que estas sub-razas forman parte
de la gran raza a la cual este pueblo pertenece (El Fhrer mismo era, fsicamente, tan alpino o
ms que nrdico. El brillante y fiel Goebbels era mediterrneo casi puro. Y estos no son los nicos
grandes alemanes ni los nicos personajes de primera fila del Tercer Reich que no eran nrdicos en un
cien por cien.).
Es la raza en el sentido amplio del concepto lo que da al pueblo su homogeneidad
en el tiempo; lo que hace que el pueblo permanezca, pese a los trastornos polticos y econmicos,
siendo el mismo pueblo, y es, tambin la raza lo que hace que el individuo, renunciando a s mismo
para ponerse totalmente a su servicio, se vincule a lo eterno.
Sin duda, se podra decir que ni el pueblo ni la raza ni el hombre ni incluso la
vida sobre un planeta dado duran siempre. Adems, la duracin, que es tiempo, no tiene
nada que ver con la eternidad intemporal. No es la sucesin indefinida de generaciones, fsica y
moralmente ms o menos parecidas las unas a las otras, sino el arquetipo ideal del cual estas
generaciones hacen referencia en cierta medida; es ste el tipo perfecto de la raza, hacia el cual cada
espcimen de esta raza tiende ms o menos, lo que nosotros consideramos cuando hablamos de la
eternidad de la raza. El pueblo que, solo en medio del caos tnico que se extiende ms y ms, en
todas partes, sobre la Tierra, consagra toda su energa en salvarse del mestizaje y en promover
sus mejores elementos raciales, escribe el Fhrer, est seguro de llegar tarde o temprano al
dominio del mundo[4] (siempre que, naturalmente, se trate de un pueblo dinmico y creador). En
efecto, un pueblo dinmico y creador vivir; permanecer siendo un verdadero pueblo, mientras que
los pueblos rivales sern invadidos, sumergidos por elementos heterogneos, y cesarn de ser un
pueblo y por eso mismo, cesarn de merecer (y de suscitar) el sacrificio de los individuos de valor.
El hombre sincero que, en acuerdo con el espritu del racismo ario, es decir con el
hitlerismo, o de acuerdo con otro racismo noble, se anula ante un verdadero pueblo que es el suyo; el
hombre sincero que, a fin de servir a su pueblo, ante todo, supera el inters personal, el dinero, el placer,
la gloria de su propio nombre, se aproxima a lo eterno. Su civismo es devocin y ascesis.
Pero es necesario, para que esto ocurra, que sea un verdadero pueblo al que sirva.
Porque si se consagra a un pueblo mestizado o dicho de otra manera, a una colectividad humana
sin raza y sin caracteres definidos, que no tiene de pueblo ms que el nombre pierde su tiempo
intilmente. Su dedicacin hacia un pueblo mestizado es una actitud un poco ms chocante que la
de las gentes que se consagran al servicio de los disminuidos o impedidos, de los retardados, de los
deficientes, de los desechos humanos de toda clase, porque el mestizo, si es sano de cuerpo, es a pesar de
todo utilizable. Ms valdra para el individuo de valor, surgido excepcionalmente de un pueblo
que no lo es, que se dedique con toda humildad a un verdadero pueblo de raza superior, o bien, que se
contente con servir a la vida inocente, a la bella vida no humana; que l defienda a la bestia y al rbol
de los ataques del hombre, o, si puede, que combine las dos actividades. Quizs, entonces si la
creencia expandida en las Indias corresponde a la realidad desconocida, l renacer algn da en
una comunidad humana digna de l... a condicin de que no acte con vistas a tal honor; que no lo
desee jams.
No hay que olvidar que la raza el arquetipo racial hacia el cual tienden (con ms
o menos xito) todas las generaciones de la misma sangre es, en alguna suerte, la eternidad visible y
tangible, concreta; es la nica eternidad que est al alcance de todos los seres vivientes como resultado
de vivir simplemente continuando fiel e inmutablemente (tambin inconscientemente) su especie y
por medio de la cual los seres vivientes escapan del tiempo, a travs del renunciamiento individual.
Es curioso que, cuanto los seres son ms extraos al don de la palabra y al
pensamiento, ms inquebrantablemente fieles son a su raza.
Si se admite, como yo lo hara de buena gana, que lo divino duerme en la
piedra, se despierta en la planta, siente en el animal y piensa en el hombre (al menos en ciertos
hombres) se admitir desde luego, que entre todos los cuerpos de una misma familia qumica, es decir
de una estructura atmica anloga, existe un acuerdo perfecto con el tipo que representan y que no
pueden negar, acuerdo que nosotros llamamos su funcin comn. Se admitir tambin, y no menos,
la fidelidad de los vegetales de la encina, del cedro, cada uno a su raza. No hay aqu posibilidad de
mestizajes espontneos. Tampoco se da esa posibilidad entre los animales en tanto que permanecen en
el estado natural, es decir fuera del contacto con el hombre, ni tampoco entre los llamados hombres
ms primitivos lo que estn o van camino de descender (con la pobreza de su lenguaje y la
creciente ausencia del pensamiento) al nivel de los primates carentes de lenguaje articulado, o a un nivel
ms bajo an. El mestizaje ha comenzado con el maldito orgullo nacido del hecho de poseer el don de
la palabra; orgullo que ha empujado al hombre a creerse un ser aparte (distinto a la naturaleza) y a
rebelarse contra las leyes que le atan a la tierra y a la vida; orgullo que le ha hecho cavar un foso
imaginario entre l mismo y el resto de los seres vivientes; que le ha incitado a encaramar a toda la
especie humana sobre un pedestal; que le ha abocado a menospreciar, en nombre de la falsa fraternidad
de los seres parlantes, las flagrantes desigualdades raciales que existen evidentemente, y que le ha llevado
a pensar que l podra impunemente burlar la prohibicin de unir lo que la naturaleza ha separado;
que le ha conducido a creerse que l era el ser superior, por encima de esta prohibicin, por encima
de las leyes divinas.
El hitlerismo representa, en pleno caos tnico, en plena poca de decadencia
fsica y moral del mundo, el supremo esfuerzo tendiente a volver a llevar al ario consciente a respetar el
orden csmico tal cual ese orden se afirma en las leyes del desarrollo, de la conservacin y de la
desintegracin de las razas; el supremo esfuerzo para volver a conducir al ario consciente a su pleno
grado en la sumisin a la naturaleza, nuestra madre, y, tambin, el supremo esfuerzo para llevar, de
grado o por la fuerza, al ario no consciente pero al menos precioso en sus posibilidades de su
descendencia hacia la misma armona con la naturaleza. El culto del pueblo el culto a la sangre
y al suelo, a la vez lleva al culto de la raza comn de los pueblos de la misma sangre, y al culto de las
leyes eternas que rigen la conservacin de la raza.
2
FALSAS NACIONES Y VERDADERO RACISMO
Wir haben schrfstens zu unterscheiden zwischen dem Staat als einem Gef und der Rasse als dem
Inhalt. Dieses Gef hat nur dann einem Sinn, wenn es den Inhalt zu erhalten und zu schtzen
vermag; im anderen Falle ist es wertlos.
A.H., M.K., ed. 1935, p. 434.
No hay que olvidar que son consideraciones de raza lo que distingue a un verdadero
pueblo de una colectividad de hombres que no merece el nombre de pueblo.
Dichas consideraciones humanas son variadas y muy diferentes unas de las otras.
Hay Estados cuya poblacin es una masa profundamente mestizada, en la que los especmenes de
apariencia pura, si los hay, tienen hijos que no se parecen a sus padres; en la que los hijos de una
misma pareja que parece tnicamente homognea, son de razas diferentes: uno negroide, otro
mediterrneo, o casi, el tercero, marcado con fuertes caractersticas amerindias. Estos son Estados, no
pueblos. Hay, por ejemplo, un Estado brasileo. Hay una poblacin (multirracial, y sin leyes de
segregacin) que habita en Brasil. No hay pueblo brasileo ni, en consecuencia, tampoco existe una
nacin brasilea. Los recuerdos comunes y la voluntad comn de vivir juntos no
pueden, contra lo que haya podido pensar Ernest Renan, suplir la ausencia casi total de homogeneidad
racial.
Hay, por otra parte, Estados cuya poblacin se compone de varios pueblos
yuxtapuestos, pero no mezclados. Es el caso de los Estados Unidos de Amrica, de la Unin
Sudafricana, de Rhodesia, de la Unin Sovitica, de las Indias. Es por abuso del lenguaje por lo que se
ha dado, a la poblacin global de uno cualquiera de estos Estados, el nombre de pueblo o de
nacin. En efecto, no hay ningn lazo natural, ninguna ligazn biolgica, entre un ciudadano
norteamericano de origen anglosajn, irlands o mediterrneo, y otro ciudadano
norteamericano negro o mestizo, o judo. Lo que les aproxima artificialmente, es una administracin
(el gobierno federal) comn y un modo de vida que la vulgarizacin de las tcnicas tiende a hacer
exteriormente semejantes. Arios, negros, judos, votan juntos, pagan los impuestos en las mismas
oficinas; reciben, en caso de enfermedad, los mismos socorros; escuchan o ven las mismas emisiones de
radio o televisin, las mismas pelculas; comen todos las mismas conservas, beben todos coca-cola.
An ms, en Estados Unidos, como en los Estados mal llamados racistas de Rhodesia[5] y
Sudfrica (ms todava en Amrica que en frica), arios y negros pertenecen a las mismas iglesias
cristianas; son metodistas, anglicanos, luteranos, catlicos o Testigos de Jehov, segn los casos,
pero siempre sin distincin de raza. No siendo de este mundo el reino del verdadero cristianismo, las
consideraciones biolgicas no podran tenerse en cuenta. Lo que en estos pases aproxima a los
pueblos englobados dentro de la poblacin total, pese a ser absolutamente diferentes de sangre, es el
esfuerzo (aparentemente en manos de arios, pero en la prctica, bajo control de judos) para dotar a las
distintas razas de una civilizacin comn. Asimismo, es evidente que el esfuerzo hecho para dotar a los
distintos pueblos de una base intelectual comn para iniciarlos, en la medida de lo posible, en las
mismas ciencias, en las mismas tcnicas y en la misma cultura , se ejerce con el mismo sentido
masificador.
Este mismo sentido masificador tambin est presente entre los pueblos que
habitan dentro de las fronteras de la URSS. La nica diferencia es que en la URSS es la fe marxista, una
e indivisible, y no la multiplicidad de las sectas cristianas del mundo anglosajn, la que sirve, o trata de
servir de engarce entre los pueblos distintos, extraos entre s por la sangre, a los que ha sido impuesta
una administracin (poltica y econmica) semejante y una lengua comn (el idioma ruso tiene
preferencia oficial sobre las lenguas indgenas).
As pues, en todos estos pases, en los que, adems la generalizacin ms o
menos rpida de un modo de vida material uniforme, combinado con la difusin de ideas y valores
comunes, pretende imponer, a las comunidades humanas de razas diferentes, una civilizacin comn,
hay ya, a ms o menos largo plazo, un peligro de mestizaje y, por tanto, de desaparicin de todas las
razas en presencia. Mientras que entre los seres vivientes privados de la palabra y, por tanto, del
pensamiento discursivo, la infalible y todopoderosa voz de la sangre regula el acoplamiento de las
parejas, su reproduccin sexual, por el contrario, entre los hombres, la voz de la sangre es cada vez ms
reprimida, dominada, neutralizada por falaces consideraciones concernientes a la cultura comn, los
gustos comunes, las ideas comunes y, en general, por todo lo que puede ser de primera
importancia con vistas a la felicidad de los dos individuos que se acoplan, y, tambin, de sus
respectivas familias, consideraciones que no cuentan para la supervivencia de la raza. Es de notar que los
matrimonios mixtos (entre cnyuges de distinta raza) son, proporcionalmente, ms frecuentes entre los
llamados intelectuales que entre los trabajadores manuales.
La voz de la sangre el sano instinto de separacin sexual con toda persona
biolgicamente diferente de uno mismo es ms difcil de ser reprimida en la medida en que las
razas en presencia son ms visiblemente extraas las unas a las otras. Por esta razn el mestizaje entre
arios y negros no ha hecho (todava), en Estados Unidos, todos los estragos que se podra podido
temer. Por esta misma razn se explica por qu el apartheid es, de hecho (aunque no legalmente),
prcticamente total entre arios y negros, tanto en la Unin Sudafricana como en Rhodesia (donde los
negros son sin embargo invitados a participar en la civilizacin blanca), y asimismo, se explica por qu,
no slo en Sudfrica y Rhodesia, sino tambin en los Estados Unidos de Amrica y en Europa
occidental el apartheid entre arios y judos es mucho menos perceptible que el existente entre arios y
negros en frica, dado que los judos, aunque no arios, son tambin blancos. Y esto ocurre
debido a la confusin, frecuentemente desastrosa en consecuencias, que existe entre los conceptos
ario y blanco.
Hay, pues, en toda poblacin compuesta por grupos raciales todava separados
aunque habiten el mismo suelo, un perpetuo conflicto entre la tendencia general de la historia humana
hacia la uniformidad en el seno del caos tnico, y la reaccin que opone a esa uniformidad el instinto
de conservacin de cada raza la tendencia sana de cada grupo viviente netamente caracterizado, que se
manifiesta tambin entre los hombres. De entre estas dos tendencias, cualquiera que sea la corriente que
obtenga ventaja, la poblacin en cuestin no devendr nunca un verdadero pueblo. Si favorecida por
la difusin de un modo de vida uniforme as como de un saber comn, y sobre todo de los
llamados valores antirracistas comunes, la gangrena del mestizaje gana, poco a poco, a toda la
poblacin, la decadencia de esta poblacin se hace irremediable: es el ocaso de toda cultura, de toda
creacin desinteresada, es decir de toda actividad que no sea la de producir siempre ms y ms, a
fin de adquirir ms bienestar material. Si, por el contrario, en dicho conflicto de tendencias logra ventaja
la de permanecer cada raza separada de las otras, como consecuencia de esta sana tendencia racista,
la poblacin, en conjunto, conservar su heterogeneidad. Esta poblacin heterognea, sin embargo,
nunca devendr un pueblo y an menos una nacin. Se conservar tal cual es, a saber una
yuxtaposicin de dos o varias razas viviendo en armona unas con las otras en la medida misma en que
su diversidad primordial sea reconocida y aceptada.
En una tal sociedad, el pueblo ante el cual cada individuo debe anularse el
pueblo que es todo, para l, mientras que el individuo es nada no puede ser otro que su
propio grupo racial.
La Unin Sudafricana (tan difamada por los antihitlerianos del mundo entero con
motivo de supuesto y as llamado racismo del apartheid) no es un Estado multirracial del tipo
autnticamente racista (o lo es muy incompletamente), a pesar de su programa oficial de desarrollo
separado de las razas. Tanto en Sudfrica como en Rhodesia se prohibe la exaltacin del racismo,
mientras en Estados Unidos el racismo es combatido (furiosamente) sin que cese la resistencia continua
de los segregacionistas; y, como ya he dicho, tambin en Sudfrica se confunde ario y blanco.
Y, como consecuencia de esta confusin, la Unin Sudafricana, lejos de apartar a los judos de los
puestos clave del pas y, de una manera general, de toda profesin que les permita adquirir una
influencia poltica o cultural considerable, entrega a los judos todas las ventajas (o ms) de las que
pueden gozar los blancos, mientras que se les rehusa a los arios de Asia, por ilgico que esto sea,
ms si se tiene en cuenta que son de tez clara (como la mayor parte de los brahmanes y numerosos de
los khattris del Punjab). El mestizaje entre arios y judos no est prohibido en la Unin Sudafricana,
mal llamada racista, del mismo modo que no lo est en ningn otro pas[6].
Es verdad que, en todas partes donde estn en presencia dos o varias razas
humanas, cuyos sbditos se adhieren todos o casi todos a una religin, como el cristianismo, centrada
en el hombre, se manifiesta, a la larga, una tendencia al mestizaje. Todo verdadero racismo implica la
negacin del dogma del valor inmenso del hombre en cuanto tal; la negacin del carcter
aparte del hombre, y su integracin en el seno del conjunto de todas las especies vivientes; la
negacin de la igualdad de derecho de las almas tanto como la de los cuerpos.
De aqu resulta que slo est a resguardo del mestizaje y esto es ya algo (o
que slo es capaz de combatirlo con bastante vigor y perseverancia para preservar al menos su elite
racial), una poblacin de varias razas unida en la aceptacin natural de una doctrina fundada sobre la
jerarqua natural de las razas, es decir sobre su desigualdad, y por tanto, sobre la completa integracin
del hombre, l mismo diverso, en el mundo de la Vida, mundo nico en su esencia, aunque
infinitamente variado en sus manifestaciones. Slo puede triunfar sobre esta fuerza de desintegracin,
particularmente activa en la Edad Oscura, que tiende al nivelamiento por lo bajo, una poblacin unida en
la aceptacin comn de una doctrina segn la cual ni los deberes ni los derechos son los mismos para
todos los hombres (tal es al menos desde las primeras invasiones de los arios, hace sesenta siglos la
enorme poblacin de las Indias).
Para comprender la historia de los pueblos que habitan esta vasta porcin de Asia
que engloba, adems de la repblica india actual, los dos Pakistanes[7] y la isla de Ceiln;
una superficie similar a la de Europa entera, salvo Rusia hay que retroceder a los lejanos tiempos en
que las primeras tribus arias, venidas del norte, descendan en oleadas sucesivas hacia el pas de los
siete ros (el Sapta Sindhu en las escrituras snscritas) a travs del famoso paso de Khaib, el
Camino de los Conquistadores).
Segn Bal Gangadhar Tilak, comnmente conocido por Lokamanya[8] Tilak
brahmn del Maharatra, erudito y matemtico, que lo demostr mediante consideraciones
astronmicas, estas invasiones tuvieron lugar hace ms de cuatro mil aos entes de la era cristiana,
es decir cuando las primeras dinastas egipcias, varios siglos antes de la construccin de la pirmide
de Gizeh; cuando en Mesopotamia floreca la civilizacin sumeria en sus centros ms antiguos: en
Erech, Nippur, Eridu, mil quinientos aos antes de Sargn de Agade. Y los aryas que en snscrito
quiere decir los que mandan, dicho de otra manera, los hombres de la raza de los seores que
venan, siempre segn Tilak, del norte lejano. Eran hermanos de los que, ms cerca de la cuna
comn de la raza se llamaran un da germanos, helenos, latinos, cuyas lenguas presentaban tambin
similitudes profundas. Sus antepasados haban vivido ms all del crculo polar, en el tiempo en que
esta regin gozaba de un clima templado es decir, antes de que el eje de nuestro planeta se inclinara
ms de veintitrs grados. Ellos haban esperado con adoracin el retorno del sol la victoria del
da tras las largas noches salpicadas con auroras boreales y haban cantado el esplendor del cielo y
venerado los astros (los brillantes o Devs) que nunca se ocultaban, en himnos de una poesa ms
que humana.
En el transcurso de los siglos durante los cuales recorrieron por etapas la inmensa
distancia que los separaba de la divina patria rtica, los aryas conservaron algunos de esos himnos. Sus
bardos compusieron otros, y pronto, en el curso de la conquista gradual de las tierras calientes, deberan
improvisar muchos ms. Transmitidos oralmente durante mucho tiempo y finalmente, escritos 1009
de dichos poemas han llegado hasta nosotros. Este conjunto constituye el Rig Veda el texto sagrado
ms antiguo de las Indias, que an hoy salmodian piadosos brahmanes.
Tratemos de imaginar aquellos antiguos guerreros y aquellos sacerdotes de nuestra
raza, avanzando paso a paso, como mximo algunos kilmetros por da. En el centro de la cohorte
invasora, que se alarga como un ro, estn agrupadas las carretas de ruedas de madera, en las que se
amontonan las mujeres, los nios, los equipajes. Con un paso lento y regular tiran de ellas los bueyes. A
ambos lados van los hombres, a pie o a caballo, fuertemente armados. Los combatientes ms seguros
que han dado prueba ya de su fuerza y valenta en otras peregrinaciones abren y cierran la marcha.
Por la tarde, se paran. Se da de comer a los animales; se disponen las carretas alrededor del campo; y tras
el sacrificio a los Devs, se come y se bebe. Los guerreros montan guardia en torno al campamento. Los
que tienen tiempo libre se renen alrededor del fuego, y escuchan, hasta muy tarde, los relatos de los
ms viejos de la tribu y los cantos de los bardos. Por primera vez, las armoniosas slabas de una lengua
aria indoeuropea resuenan bajo el cielo de las Indias. Quin hubiera podido prever que
sesenta siglos despus, resonaran en todas las lenguas al norte de los montes Vindhyas, en Bengala, en
Assam, incluso en las fronteras del mundo amarillo?
Por la maana, tras la purificacin en el agua clara de alguna fuente o en la del
Indus o alguno de sus afluentes y tras recitar las alabanzas prescritas a Surya, luz victoriosa, calor
fecundador, alma e inteligencia del mundo, se emprende la marcha predestinada.
La India de entonces mucho menos poblada y mucho ms bella que la de ahora;
cubierta en gran parte de interminables bosques llenos de nobles felinos, crvidos y elefantes haba
dado nacimiento sobre todo en el Sindh y en el Punjab, a una brillante civilizacin, tcnicamente
superior a la de los aryas: la civilizacin del Valle del Indus. Fue obra de una raza de piel roji-
oscura, cabellos flexibles y negros, raza inteligente, industriosa, comerciante, mstica tambin en
ocasiones, y pacfica, los dravidianos, a los que se ha relacionado, no sin razn, con los sumerios[9].
Haban construido altas ciudades, con un buen nmero de casas (dicen los arquelogos) que
alcanzaban siete u ocho pisos. Producan en serie artculos de uso corriente entre otros, vasos
pintados de uniformidad impresionante. Rendan culto a las diosas madres, y conocan,
aparentemente, as difciles tcnicas del yoga. Casi no tenan armas, y eran inferiores a los aryas no
slo en lo concerniente a la guerra, sino en la organizacin, disciplina colectiva y sentido cvico. Los
dravidianos fueron, en la India del tiempo de la conquista aria que fue lenta, y durante los siglos que le
siguieron, lo que los minoicos y egeos prehelnicos fueron en Grecia, mientras la conquista del pas
por los helenos y despus de dicha conquista: maestros en ciertos mbitos, pero, a pesar de todo,
ciudadanos de segunda clase, sometidos a sus vencedores.
Pero ellos no fueron el nico obstculo (sin duda, no muy fuerte) para la
instalacin de los recin llegados. Tras ellos, en el fondo de los bosques en sus cabaas de hojas y
ramas, o en abrigos naturales, vivan los antepasados inmemoriales de los negroides, mongoloides y de
los hombres de tipo Munda que forman an hoy una parte numricamente importante de la poblacin
de las Indias: los veddas de Ceiln; los khashias, lushais, mikirs, miris, nagas, kukis, etc..., de Assam;
los santals de Bihar y de Bengala; los gunds y los bhils de la India central.
Los aryas eran solamente algunos miles quizs, con el tiempo, algunas decenas
de millares frente a todos estos pueblos y tribus hostiles, a los que llamaban dasyus (habitantes de los
bosques) o... rakshasas (demonios). Es posible que encontraran, en la sociedad de Harappa y de
Mohenjo-Daro, un sistema hereditario de divisin del trabajo. Pero fueron ellos los que dieron a tal
sistema, si es que exista, una significacin racial, y diversificaron la poblacin de las Indias en castas
inmutables. Y no podan hacer otra cosa si queran conservar para su raza aria sus caractersticas
fsicas y morales, es decir, si queran sobrevivir.
Comenzaron sin duda a mezclarse libremente con los dravidianos, tcnicamente
ms avanzados que ellos... hasta que comprendieron, en todo su trgico horror, el peligro del mestizaje.
Fue entonces cuando se form el sistema de las castas: la divisin de la poblacin de las Indias en una
minora de aryas dwijas o nacidos dos veces (pues deban conocer ese segundo nacimiento
que representa la iniciacin espiritual), y una inmensa mayora de subgentes de piel oscura, destinados
a los trabajos serviles. Los negroides, negro-mongoloides y gentes de tipo Munda, los ms antiguos
habitantes del suelo indio, fueron relegados a lo ms bajo de la escala fuera de toda casta. Los
nacidos dos veces se repartan el poder. En adelante la autoridad espiritual sera privilegio de los
brahmanes; el poder temporal, de los kshattriyas; y el poder que entonces en una sociedad mucho
menos ligada a los bienes materiales que la nuestra ya daba la riqueza, nacida del comercio sera
patrimonio de los vaishyas.
El conocimiento cientfico desinteresado, y sobre todo el conocimiento espiritual
estaba reservado a los aryas y especialmente slo a los brahmanes y kshattriyas. Era impensable la idea
de ensear a un joven sudra, incluso excepcionalmente dotado y con ms razn a un chandala, por
debajo de toda casta, las verdades supremas, o la de ensearle a recitar las ms bellas invocaciones a
los dvas o las ms poderosas frmulas rituales, e incluso recitarlas delante de l. Tanto los
transgresores de esta prohibicin, como aquellos a favor de los cuales hubiera sido transgredida, eran
castigados a penas terribles.
Desde entonces han pasado muchas cosas, muchas transformaciones han cambiado
la sociedad india, como a todas las sociedades. A pesar de todo, tuvieron lugar matrimonios prohibidos;
nacieron hijos cuyos padres no pertenecan a la misma casta. Pero en lugar de relegar a esos nios (con
sus padres) a la oscuridad exterior, se consider al principio a cada resultado de un cruce como el origen
de una nueva casta, y que se poda casar con el resultado de otro cruce similar. En las Leyes de
Man hay toda una clasificacin de estas subcastas cuyo nmero ya en la poca de la redaccin
del cdigo era considerable. Hoy, las subdivisiones de la poblacin hind que merecen el nombre de
castas, es decir aquella en cuyo interior, las gentes, tenindose por iguales en dignidad, pueden sentarse
a la misma mesa, y casarse entre s, no son ya cuatro, como en el origen, sino ms de dos mil. Ya
no se distinguen fsicamente los miembros de dos castas prximas, por ejemplo, un kayastha bengal
(de la casta de los escribas) de un boidya (de la casta de los mdicos), o un teli (de la casta de los
comerciantes de aceite) de un tant (sastre). Pero todava se distinguen, y muy claramente, un hind
de casta muy alta, brahman o kshattriya, en otras palabras un hind indoeuropeo, de un hind que no lo
es, o que lo es menos, y esto, sobre todo, en el norte de la pennsula, la regin ms antiguamente
arianizada. Se podran fotografiar especmenes de todos los grupos, raciales y profesionales al mismo
tiempo, de las Indias, y clasificarlos. Se obtendra as una enorme coleccin de tipos que van
gradualmente desde el negroide o incluso desde el australoide hasta el ario puro a menudo ms puro
que la mayora de sus hermanos de Europa (al menos de Europa del sur). Entre los ms de novecientos
millones del conjunto de la repblica india, los dos Pakistanes y Ceiln, hay quizs, unos veinte
millones de arios casi puros: de tez clara (a veces muy clara), ojos pardos o grises (en casos raros azules,
o azul-verdosos), cabellos que van del negro al castao rojizo, y de trazos perfectamente indoeuropeos.
Se dir que es poco. Es mucho si se piensa que sesenta siglos separan los tiempos actuales del momento
en que las primeras tribus arias atravesaban el paso de Khaiber. Y si no es mucho, es en todo caso
suficiente para que ningn ario del mundo pueda, si es racialmente consciente, desear la unidad de la
India mediante la supresin pura y simple de los tabes de casta, y el mestizaje intensivo que de
ello se derivara.
De todas formas, los hechos que acabo de recordar aqu muestran claramente que
las Indias no son un pueblo como no lo son los Estados Unidos de Amrica, la Unin Sovitica o
la Unin Sudafricana.
Pero hay una diferencia: mientras que en estos pases una fe dogmtica comn,
cuya difusin se estimula una fe claramente antirracista, como el marxismo, o una fe que concierne al
ms all, y que es indiferente a los problemas de la raza, como el cristianismo tiende, a pesar de
todo, a aproximar a las razas, o por lo menos, constituye un freno permanente al instinto de segregacin,
sin embargo en la Indias se produce el fenmeno contrario. Aqu, la tradicin religiosa proclama tanto
la desigualdad congnita de las almas como la de los cuerpos, y la jerarqua natural de las razas,
dominada por la raza aria lo mismo que en el hitlerismo estimulando as la segregacin. En el
transcurso de los siglos, ya sea en nombre de una filosofa negadora de la vida, sea en nombre de
necesidades prcticas, se ha intentado acabar con esta tradicin racista. Todava no se ha
conseguido. El budismo llamaba a sus fieles a la vida monstica, pero en la prctica tena como
resultado la mezcla de castas sin llegar a la extincin de la especie humana. Ha terminado por ser
barrido de las Indias. Goru Govinda Singh, el fundador de la secta guerrera de los sikhs, quiso reclutar a
sus discpulos de entre todas las castas, pretendiendo no tener en cuenta ms que el valor individual de
cada hombre. Pero este inters por la eficiencia combativa, esta exigencia de cualidades esencialmente
arias tales como el espritu de sacrificio, sentido de la responsabilidad, aceptacin alegre de la
disciplina, incluso muy dura, etc..., tuvo como resultado que fueron sobre todo hindes de castas arias
los que fueron con l. No hay ms que mirar a los sikhs para darse cuenta de ello. Ningn gobierno de
la Repblica India actual tendr xito, all donde Goru Govinda Singh y, siglos antes, el Buda
mismo, fracasaron. Las Indias seguirn siendo el pas de las castas, por oposicin a las clases; el
pas de razas y subrazas jerarquizadas, en el que el ario puro (o supuesto tal) sin dinero, sin posicin
el brahmn mendigo, que duerme sobre un banco, o sobre el csped de una plaza pblica es
honrado, y ser conducido al mejor puesto, entre sus iguales por la sangre, en un banquete de bodas por
ejemplo, al que siempre ser invitado. Y las Indias seguirn siendo el pas en que, por el contrario, el
hombre de raza inferior el sudra y, con ms razn, el intocable, incluso millonario (porque en
nuestros das hay intocables millonarios) continuar siendo relegado, al menos en los medios
ortodoxos, al lugar asignado a los del mismo origen que l... a algn sitio fuera de la sala del festn, y
esto, a pesar de su riqueza y, lo que es ms, a pesar de su saber, si es que lo tiene pues riqueza y saber
se adquieren; slo la sangre es don de los dioses.
En otras palabras, las Indias no sern nunca una nacin. Tampoco sern
espermoslo, al menos un caos tnico sin elite racial: el sistema de castas, incluso con sus
debilidades actuales, preservar a las Indias de tal destino. Seguirn siendo una asociacin de pueblos
y razas, unidos por la nica civilizacin comn que est de acuerdo con su jerarqua natural. Pues el
hinduismo es ms que una religin, en el sentido que hoy se da a esta palabra en Occidente. Es una
civilizacin; civilizacin dominada por el racismo ario, aceptado para las numerosas razas no arias,
gracias al dogma del karma y de la transmigracin de las almas.
Si un da el hitlerismo llegara a conquistar Europa creo con seguridad que en el
transcurso de los siglos siguientes, la mentalidad del europeo medio se parecera cada vez ms a la del
hind ortodoxo de cualquier casta.
Como ilustracin de esto, voy a contar un episodio de mi vida en las Indias.
Fue durante el ao glorioso de 1940, poco despus del comienzo de la campaa
de Francia. Yo viva en Calcuta y a pesar de todos mis esfuerzos, no haba logrado volver a Europa a
tiempo. Y tena un criado joven llamado Khudiram, un adolescente de quince aos, sutra, de la sub-
casta de los maheshas (comunidad de labradores de Bengala occidental), muy oscuro de piel, ojos
ligeramente cerrados, figura plana de ninguna manera un ario! y perfectamente analfabeto. Una
maana, al volver del mercado del pescado (a donde l iba todos los das a comprar comida para los
gatos) ese muchacho me dijo triunfalmente: Mem saheb, venero a vuestro Fhrer y deseo con todo
mi corazn que gane la guerra!
Me qued con la boca abierta. Khudiram, dije, no es cierto que le veneras
porque sabes, como todo el mundo, que es victorioso? No conoces nada de la historia de su vida ni de su
obra.
Puede, me respondi el adolescente, que sea un ignorante. Pero he conocido
esta maana, en el mercado, a uno que tiene por lo menos veinte aos y sabe leer. Y me ha dicho que
vuestro Fhrer combate, en Europa, con el fin de extirpar la Biblia, a la que quiere sustituir por el
Bagavad-Gta.
Me qued boquiabierta. Pens por un momento: El Fhrer se sorprendera
mucho si supiera cmo se interpreta su doctrina en los mercados de Calcuta!. Despus record un
pasaje del Canto I del Bagavad-Gta, que conoca segn la bella traduccin de Eugne Burnouf:
De la corrupcin de las mujeres procede la confusin de las castas por tanto de las razas. De la
confusin de las castas procede la prdida de la memoria; de la prdida de la memoria procede la
prdida del entendimiento, y de sta, todos los males.[10]
Le dije a Khudiram: Ese que te has encontrado en el mercado, tiene razn.
Repite lo que te ha dicho a todos los que quieran escucharte. Para ello te doy un da libre y una rupia
para pagar una taza de t a tus amigos. V, y utiliza tu libertad para la buena causa!.
El rapaz, completamente feliz, se apresur a abandonar la cocina donde haba
tenido lugar la charla. Pero no pude remediar el retenerle un momento, y preguntarle por qu quera
con tanto entusiasmo ese orden nuevo que no iba a favorecer en nada a las gentes de su raza.
Sabes, Khudiram le dije, que reemplazar la Biblia, por el Bagavad-Gta en toda Europa y en
los pases que caen bajo su influencia, equivaldra a extender prcticamente a la tierra entera, un
sistema de castas semejante al de las Indias? Y sabes que t, como sudra que eres, no tendras en el
orden nuevo de mi Fhrer, ninguna posibilidad de promocin? Lo deseas, a pesar de todo?.
Nunca olvidar la respuesta del adolescente la respuesta de las masas no arias de
las Indias, fieles a una Tradicin racista que las rebasa, por medio de un joven analfabeto. S, lo s.
Quiero la victoria de vuestro Fhrer porque el orden que trata de establecer es conforme al espritu de
los Shastras; porque es el orden divino; el orden verdadero. Poco importa el lugar que a m se me
asigne! Yo soy nada, yo no cuento. Slo la verdad cuenta. Si estoy en una casta muy humilde, es que lo
he merecido. Habr faltado, y gravemente, en mis vidas anteriores. Si en esta vida permanezco fiel a las
reglas de mi casta: si no como alimentos prohibidos, si me caso con una muchacha de las que me estn
permitidas, y no deseo a ninguna de las otras, renacer ms alto en la escala de los seres. Y si persevero
de vida en vida en la va de la pureza, quin sabe? Un da dentro de muchos siglos quiz
renazca como brahmn. O entre esos nuevos aryas de Europa que veneran tambin a vuestro
Fhrer.
Pens en los hombres de mi raza que en otro tiempo, y en oleadas sucesivas,
haban cruzado el paso de Khaiber. El hijo de los trpicos, despus de sesenta siglos, les renda su
homenaje. Y pens en mis camaradas alemanes mis hermanos en la fe hitleriana cuyas divisiones
blindadas atravesaban las carreteras de Francia. El hijo de los trpicos tambin les renda homenaje a
ellos, puesto que su fe, la fe hitleriana, es la expresin moderna de la Tradicin aria de siempre.
Tambin le declar que era hitleriana y pagana, y que habiendo siempre lamentado la conversin, por
el engao o la fuerza, de mi Europa natal, a la religin de Pablo de Tarso, quera trabajar para impedir
que el nico y ltimo pas que haba guardado fidelidad (en parte al menos) a los dioses arios la
India siguiera el mal ejemplo de Occidente y cayera tambin bajo la influencia espiritual de los
judos. Le dije que quera contribuir a que la India fuese nuestra aliada, en el combate contra los falsos
valores. Swami Satyananda me acept, y concedi completa libertad de expresin dado que, me
dijo, en mis discursos a las masas, me pona desde el punto de vista hind y que tena en
cuenta las circunstancias particulares del pas. Considero, aadi, a vuestro maestro como
una encarnacin de Visn, una expresin de la fuerza divina, que preserva lo que merece ser
preservado. Y sus discpulos son, a mis ojos, nuestros hermanos espirituales. Pero aqu usted tendr
que hacer ciertas concesiones, por lo menos mientras estn los ingleses; si no, no podr competir con la
propaganda de los misioneros cristianos que predican al hombre, independientemente de la raza.
Piense en ello!
Y he tenido que pensar mucho en ello! No es posible dirigirse a una masa, y sobre
todo a una masa multirracial, sin ciertos compromisos. No se poda pedir a los sudras (o a los
intocables) convertidos a religiones que predicaban la igualdad, que salieran de ellas y se reintegraran al
hinduismo, dndoles la impresin de que iban a perder alguno de los derechos adquiridos. Y era
necesario que se reintegraran al hinduismo no para la salvacin de su alma, de la que nadie se
preocupaba (y menos que nadie yo) y que, por otra parte, el hind ms ortodoxo crea posible en el
seno de toda (o incluso fuera de toda) religin... sino para que pudiera haber una mayora hind en la
Asamblea de Bengala, Assam o Bihar (las tres provincias que recorr predicando la solidaridad hind y
el frente comn contra las religiones extranjeras, invasoras e intolerantes). Era necesario que se
reintegrasen en el hinduismo de buen grado, para que la lite racial de las Indias, hind tambin,
pudiera conservar el poder, all donde lo tuviera, y tomar el poder en el caso contrario. Ahora bien, estas
gentes no tenan frente al racismo ario, la actitud desinteresada de Khudiram si no, nunca hubieran
abandonado el hinduismo. No haba que hablarles pues, de racismo ario, sino de nacionalismo
indio. Haba que utilizar el nacionalismo indio tanto para atraer a las castas bajas y a los
aborgenes convertidos al cristianismo, como para que los hindes de casta alta no se abstuvieran sin
contar as con sus votos para las elecciones legislativas, puesto que las haba desgraciadamente, y
puesto que todos eran electores.
La administracin inglesa, antirracista por principio (a pesar de una segregacin
racial que se limitaba a las relaciones mundanas, y que por otra parte, no se aplicaba a los judos) no
estableca ninguna diferencia entre un brahmn, indoeuropeo de sangre y de mentalidad, y el ltimo
de los nagas o de los kukis del Assam, sobre todo si ste era representante de los cristianos o de las
schedule castes, es decir de los intocables, en la asamblea de su provincia. No era culpa ma, si la
actitud de la administracin tenda a indianizar cuanto poda los cuerpos legislativos y los
servicios pblicos, con un espritu que era el de la Europa decadente; de esa Europa que muy pronto,
con una estpida vehemencia, iba a rechazar el renacimiento hitleriano.
Si hubiramos ganado la guerra, la India tanto si hubiera seguido siendo
britnica, lo que era poco probable, pese al deseo del Fhrer (antes de la guerra) de no tocar al
imperio colonial ingls como si hubiera devenido independiente rpidamente se habra
desembarazado de las reformas democrticas introducidas por los ingleses, y habra retornado a su
tradicin inmemorial: la Tradicin de los aryas. La India habra sido gobernada sin duda, aunque
nominalmente, por el famoso Subhas Chandra Bose, el colaborador oficial de las potencias del Eje
Berln-Tokio, conocido de todos, y de hecho, habra sido gobernada por el hombre que present a
Subhas Chandra Bose a los japoneses y a los que persuadi, a pesar de sus dudas, a que lo aceptasen
como aliado. Este hombre al que me atrevo a citar sin jactancia, pero con legtimo orgullo no es
otro que el que, al principio de la guerra me dio su nombre y su proteccin: Sri Asit Krishna Mukherji,
antiguo director de la revista New Mercury (el nico peridico netamente hitleriano que apareci en
las Indias de 1935 a 1937) y el hombre del que Herr von Selsam, cnsul general de Alemania en
Calcuta en esta poca, escribi en una carta que yo pude leer: Nadie, en Asia, ha servido al Reich
alemn con tanto celo y eficiencia como l.
He tenido el honor de conocer personalmente a Subhas Chandra Bose, tiempo antes
de hallar a Sri. A. K. Mukherji.
Subhas Chandra Bose, bengal de la casta muy cultivada de los escribas o
kayasthas, era, ante todo, un nacionalista indio, es decir un hombre que, en su ardiente deseo de ver a la
India convertida en una nacin, y en su incomprensin de las razones profundas, expuestas ms arriba,
por las cuales no puede ser una nacin, trataba y consideraba a la India como si ya lo fuera. Sri A. K.
Mukherji era, y es an, un brahmn consciente de sus lejanos vnculos nrdicos, y un hombre de
tradicin. La filosofa hitleriana le atrajo porque est de acuerdo con la verdad eterna, expresada en
las escrituras snscritas. Subhas Chandra Bose combata la dominacin inglesa; Sri A. K. Mukherji,
la aplicacin errnea de la democracia (que no tiene sentido ms que entre iguales) en una inmensa
poblacin multirracial. Ambos colaboraron con el Tercer Reich alemn y con su aliado, el Japn de
Tojo: Subhas Chandra Bose, por accidente, Sri A. K. Mukherji, por principio. Me explico. Si,
despus de 1936, Adolf Hitler hubiera podido realizar su sueo de entendimiento con Inglaterra,
estando, como estaba, dispuesto a respetar el imperio colonial, y si, de acuerdo con Inglaterra,
hubiera ido al asalto de la Rusia sovitica, Subhas Chandra Bose (y, con l, la gran mayora de los
nacionalistas de la India) habra sido aliado de Rusia contra Inglaterra y contra Hitler. La colaboracin,
pues, de Subhas Chandra Bose con Hitler, tuvo un carcter puramente poltico. El mismo precis, en
1938, en un discurso resonante en el que yo estaba presente, que en el caso de una segunda guerra
mundial, la alianza india con las potencias del Eje Berln-Roma-Tokio y, en particular con la
Alemania nacionalsocialista, sera equivalente a la que, durante la guerra de 1914-18, el patriota
irlands sir Roger Casement, haba intentado establecer con la Alemania de Guillermo II, contra
Inglaterra. Los enemigos de nuestros enemigos son en principio nuestros amigos, cualquiera que sea la fe
que ellos profesen.
En cambio, en el hipottico caso citado, Sri A. K. Mukherji habra sido
indirectamente aliado de Inglaterra. Los amigos de nuestros amigos, y a fortiori de los que tenemos
por hermanos en la fe, son nuestros amigos. Sri A. K. Mukherji quera, ciertamente, la autonoma de
las Indias, pero no cualquier autonoma ni a cualquier precio. l no quera una India
independiente en la que dominaran ya sea la influencia marxista, ya la influencia del
parlamentarismo tal como los ingleses lo haban predicado: One man, one vote, es decir, todo
mamfero de dos patas, desde el ario ms puro hasta el kuki de las montaas de Assam, es
considerado como a man, un hombre. Pues despus de la guerra en la cual la Alemania
nacionalsocialista, aliada de Inglaterra contra el bolchevismo, hubiera salido victoriosa, ni en la India ni
en ninguna parte, se plantearan los principios humanitarios y democrticos, ni la igualdad de las
razas u otras monsergas. En tal caso, pues, tambin Inglaterra habra emergido, profundamente
transformada, tras una guerra dichosa, en la que habra combatido al lado de la nacin hermana, a
favor de todo el mundo ario (en lugar de combatir, como lo hizo, contra el mundo ario).
Frecuentemente me he preguntado hasta qu medida algunos ingleses que
queran seriamente la colaboracin de su pas con el Reich alemn los cuales fueron, en su
mayora, encarcelados e internados, desde el comienzo de la guerra, preventivamente en nombre de
la Ley 18 B se daran cuenta de la amplitud de la transformacin que dicha colaboracin habra
entraado, as como de las repercusiones que habra tenido, sobre el futuro de su pueblo y del mundo.
Yo he conocido muy bien a uno de estos ingleses que s se dieron cuenta de ello y que precisamente por
esto, queran la colaboracin entre Inglaterra y Alemania: Elwyn Wright, fsica y moralmente, uno de
los ms bellos especmenes de ario que yo he encontrado. Pero, cuntos arios conscientes haba
como Elwyn Wright? Bien pocos, ciertamente. Y, cuntos hindes de castas arias se daban cuenta de
la significacin profunda del hitlerismo y cuntos le acogeran precisamente por conocer su
significacin? Tal es el caso de Sri A. K. Mukherji o de un ario de los tiempos vdicos, exiliado en la
India de nuestra poca: Pandit Rajwade, de Poona. Evidentemente, muy pocos fueron los hombres o
mujeres que se dieron cuenta de cul era (es) la verdadera naturaleza del hitlerismo.
Ciertamente, muy pocos arios no alemanes, en las Indias (pero, proporcionalmente,
ms que entre los arios no alemanes de Occidente), eran conscientes del significado del hitlerismo y, a la
vez colaboradores del Tercer Reich. La gran mayora, la casi totalidad de los amigos europeos de
Alemania en la poca hitleriana, tenan un punto de vista puramente poltico; no vean en el
hitlerismo ms que una doctrina poltica, capaz de dar solucin adecuada a los problemas de sus
pases respectivos.
Una de las tragedias de nuestro tiempo es que, tomados en conjunto, son los
enemigos del hitlerismo, y en particular los judos y los cristianos inteligentes, quienes mejor lo han
comprendido. Ellos detestaban al hitlerismo, sin duda; pero lo detestaban precisamente por lo que le ha
dado grandeza y eternidad: por su escala de valores, centrados, no sobre el hombre, sino sobre la
vida; por su posibilidad de devenir muy pronto una vez asociado a los ritos una verdadera religin.
Sus enemigos lo odiaban porque sentan, ms o menos confusamente y a veces muy claramente
que la victoria del hitlerismo significara el final de todo lo que, desde hace dos mil aos al menos (si
no dos mil cuatrocientos), el mundo occidental ha conocido y amado; significara la negacin de los
valores que desde hace tan largo tiempo han ayudado a dar vida al mundo occidental.
Es digno de anotar el hecho de que uno al menos de los colaboradores ms
brillantes del nacionalsocialismo y uno de los que han pagado con su vida su amistad hacia la
Alemania regenerada Robert Brasillach, ha sido consciente del carcter esencialmente pagano de
la mstica hitleriana. Brasillach colabor con Alemania a pesar y no a causa de dicho carcter
pagano. En varios pasajes, en particular en su novela Les Sept Couleurs, Brasillach subraya la
impresin de extraeza un poco asustante, que l senta entre sus vecinos de la ribera alemana del
Rhin, entre los alemanes todos, a pesar de la admiracin que l tena por su renacimiento a la vez
poltico y social. Refirindose a la Alemania de Adolf Hitler, escriba: Es un pas extrao, ms
lejano de nosotros que la ms distante India o China, un pas pagano.
En 1935, cuando el Reich regenerado est en plena gloria, Brasillach se pregunta si
todo esto va a durar, como si supiera que el combate del Fhrer era un combate contra el
tiempo un combate a contracorriente y como si l sintiera la inutilidad, al menos en el plano
material, de ese combate. Pero hay ms. En sus Pomes de Fresnes sus ltimos poemas, escritos
algunas semanas, quizs algunos das antes de caer bajo las balas de un pelotn de ejecucin l
no trata para nada de la Alemania vencida, pero elevada al rango de Tierra Santa de Occidente por su
papel de campen de un ideal pan-ario; no se trata tampoco de la fe hitleriana, sino de Francia, as
como de su familia y amigos ms queridos, de su fe cristiana. En un poema fechado el 9 de Noviembre,
no hay ni una sola palabra que recuerde lo que este da (aniversario del Putsch de 1923, en el que
cayeron diecisis luchadores por el nacionalsocialismo) significa en la historia del movimiento
nacionalsocialista. Y durante su corto proceso, Robert Brasillach declarar que ha sido en primer
lugar francs, y despus solamente nacionalsocialista. l habra podido decir que haba sido
nacionalsocialista, puesto que ante todo soy francs; porque la oposicin a la democracia
parlamentaria, y la lucha contra la influencia juda en la poltica de todos los pases le parecan
excelentes actitudes (sobre todo aplicadas a Francia), a pesar de la mstica hitleriana, a la que l nunca
se adhiri.
Tanto entre los colaboradores franceses (luchadores por el nuevo orden europeo)
como entre los ingleses sancionados por la Ley 18 B, encontr muy pocos hombres sinceramente
hitlerianos en cuanto conscientes de las implicaciones filosficas del hitlerismo. Yo dira ms: incluso
en la poca de mayor gloria del Tercer Reich, eran bien pocos los verdaderos hitlerianos que haba
entre los millones de alemanes que aclamaban al Fhrer. Uno de los ms puros hitlerianos que he
tenido la alegra y el honor de conocer el Oberregierungs- und Schulrat Heinrich Blume me deca
en 1953 que el nmero de alemanes que se haban dado por completo al movimiento sabiendo
plenamente lo que hacan, nunca habra sobrepasado la cifra de trescientos mil. Cifra bien lejana del
noventa y cinco y medio por ciento de los electores del Reich, que haban llevado al Fhrer al poder.
La inmensa mayora de los electores haban votado por la reconstruccin de la economa alemana y
por la regeneracin del cuerpo social, no por el retorno a las verdades fundamentales de la vida y por el
combate contra el tiempo que implicaba el hitlerismo, de lo cual ni siquiera se haban apercibido.
Es ms: hubo alemanes que tal como Hermann Rauschning, el autor del libro
Hitler ma dit[14] tan pronto como se apercibieron del carcter pagano de la Weltanschauung
hitleriana, se apartaron del movimiento nacionalsocialista. Es de notar que ellos slo se dieron cuenta de
dicho carcter pagano cuando se hubieron ganado suficientemente la confianza del Fhrer como para
que fueran admitidos en su pequeo crculo de iniciados o parcialmente iniciados. Porque haba una
diferencia entre la enseanza dada al pueblo en general, y la que reciban los discpulos; una
diferencia, no de contenido, sino de claridad. Por ejemplo, el Punto 24 de los famosos Veinticinco
Puntos especifica que el Partido, proclamando la ms alta tolerancia religiosa, se atiene a un
cristianismo positivo en otras palabras, a lo que hay de positivo, es decir de verdadero, en
conformidad con la Tradicin, en el cristianismo histrico, pero condena y combate toda religin o
filosofa que repugna al sentido moral de la raza germnica, o que sea peligrosa para el
Estado[15]. El punto 24 omite (adrede sin duda) recordar que toda religin que vuelve la espalda a las
realidades de este mundo, y en particular a las realidades biolgicas, hasta el punto de permitir el
matrimonio entre gentes de razas diferentes, siempre que los cnyuges sean miembros de la misma
iglesia, lo mismo que toda religin o filosofa que exalte al hombre, aunque sea deficiente o
incluso est en el ltimo grado de la decadencia fsica o moral (o fsica y moral), no pueden ser
ms que un peligro pblico, en el Estado nacionalsocialista.
El Fhrer se abstiene por completo en Mein Kampf de insinuar una reforma
religiosa. Es criminal, escribe, intentar destruir la fe aceptada por el pueblo, en tanto no exista
nada que la pueda reemplazar[16]. l escribe tambin que la misin del movimiento
nacionalsocialista no consiste en una reforma religiosa, sino en la reorganizacin poltica del pueblo
alemn[17]. Pero lo que l no escribe lo que no poda escribir en un libro destinado a la gran
masa de un pueblo cristianizado desde el siglo nueve, y que se crea, al menos en su gran mayora,
cristiano es que todo rgimen basado, como lo estaba el rgimen nacionalsocialista, sobre la
negacin del valor intrnseco de todo hombre, independientemente de su raza y de su valor individual,
es forzosamente la anttesis de un orden social cristiano. Porque toda sociedad cristiana tiene por
principio el respeto al ser humano creado, cualquiera que sea, a imagen y semejanza de un dios
trascendente y personal, esencialmente amigo del hombre. Lo que Adolf Hitler no poda decir a la gran
masa es que todo rgimen poltico fundado sobre una doctrina centrada sobre la vida y sus leyes
eternas, tiene necesariamente una significacin msquepoltica. De los votos de la gran masa del
pueblo alemn, dependa en efecto su propio xito, porque no hay que olvidar que Hitler tom el
poder legalmente, es decir, democrticamente.
Esta significacin metapoltica de la mstica dominante entonces en Alemania,
solamente la captaban plenamente el Fhrer y la elite nacionalsocialista: los iniciados de la
Thulegesellschaft; los maestros y los mejores alumnos de los Ordenburgen, en la que se formaban los
miembros de las SS. La masa del pueblo no capt dicha significacin y se habra asombrado y sentido
muy aturdido si alguien se la hubiera descubierto, con todas sus implicaciones; si, por ejemplo, alguien le
hubiera hecho comprender que el cristianismo y el hitlerismo son dos vas diferentes e incompatibles,
abiertas sobre lo eterno, y que una misma persona no puede seguir una y otra va, sino que debe elegir
entre ambas. Fuera de Alemania y fuera de la India, de tradicin aria una elite pensante amaba o
tema u odiaba al hitlerismo a causa de su verdadera naturaleza. La elite juda lo maldeca por
razones tan profundas como es la sorda hostilidad secular que opone a Israel contra el mundo
germnico. La enorme masa de los hombres de todos los pases indiferente a la poltica
tema al hitlerismo sin saber exactamente el por qu, y lo tema en realidad porque senta
vagamente en el hitlerismo la negacin de todo antropocentrismo; la sabidura del espacio
estrellado (como yo lo he llamado) por oposicin al amor al hombre y el afn de su felicidad, es
este mundo o en otro mundo.
3
ANTROPOCENTRISMO E INTOLERANCIA
* * *
* * *
* * *
Esta pretensin del cristianismo histrico, como tambin del Islam, de ser la
nica fe verdadera, es una herencia del judasmo, cuya tradicin sirve (en parte) de base tanto al
cristianismo como al Islam.
El mundo antiguo[28] era, como ha escrito Adolf Hitler[29], un mundo de
tolerancia. Recine, sin duda sin darse cuenta del homenaje que renda a los enemigos del pueblo de
Dios, ha subrayado este hecho, cuando en la primera escena del tercer acto de Athalie, pone en
boca de esta reina, adoradora de los dioses y diosas de Siria, las palabras que ella dirige a Joad, gran
sacerdote de los judos:
La hija de Acab quera decir que si, en su lugar, los judos hubieran tenido el
poder, ellos no habran dejado en pie los santuarios de los baalim, ni habran dejado vivos a sus fieles,
ni con mayor razn a sus sacerdotes. El final de la tragedia en que se ve a la reina traidoramente
encerrada en el templo de Yavh, y masacrada sin piedad por orden de Joad y toda la historia de los
judos tal como la narra el Antiguo Testamento, confirma por otra parte la clarividencia de la reina.
Qu dice la Biblia, acerca de los judos, sobre este tema?[30] Cuando el
Seor vuestro Dios os conduzca a la tierra que debis recibir en herencia, caern ante vosotros
pueblos numerosos: los hititas y los jerjesitas, los amoritas y los cananeos, los perezitas y los hevitas y los
jebuseos, siete pueblos ms importantes y ms fuertes que vosotros. Cuando os los haya entregado en
vuestras manos, debis aplastarlos y destruirlos con violencia; no debis hacer con ellos tratados, ni
mostrar piedad, ni os uniris a ellos. No daris vuestras hijas para sus hijos, ni tomaris sus hijas
como esposas de vuestros hijos, pues ellas alejaran a vuestros hijos de m y les incitaran a adorar a
otros dioses (y la ira de Yavh, vuestro Dios, se encendera contra vosotros y os destruira bien
pronto). He aqu cmo debis comportaros con estos pueblos: derribaris sus altares, abatiris sus
estatuas y las reduciris a pedazos; talaris sus bosques sagrados, y quemaris sus dolos o
imgenes. Porque sois el pueblo santo a los ojos del Seor, vuestro Dios. Yavh os ha elegido como
pueblo suyo, entre todos los que hay en la Tierra.
Una vez que los judos se establecieron firmemente en Palestina, despus de la
conquista que sobrepas (con mucho) en atrocidades a las cometidas por otros pueblos, tanto de la
Antigedad como ms cercanos a nosotros en el tiempo; una vez que hubo dos reinos judos ms o
menos estables: uno en Judea, otro en la parte norte del pas. Cmo caracteriza la Escritura
juda[31] a cada uno de los reyes que se suceden en el trono, sea el de Jerusaln, sea de Samaria?
Oh, es muy simple! La santa Escritura le declara bueno o malo, sin matizaciones de
juicio, e incluso sin hacer ninguna referencia a su comportamiento poltico en tanto que rey; es
bueno si adora a Yavh, el dios de los judos, sin inclinar jams la frente ante otras divinidades;
es ms, si ha perseguido a los fieles de todos los cultos no judos; si ha arrasado los bosques sagrados
de los falsos dioses, destruido sus imgenes, prohibido la celebracin de sus misterios, matado a
sus sacerdotes[32]; es malo si, al contrario, el rey ha dado prueba de un espritu de benvola
tolerancia y sobre todo si l mismo ha hecho sacrificios a los baalim o a las diosas-madres, segn la
costumbre de los pueblos que los judos haban derrotado, durante la conquista de la tierra
prometida, en los siglos trece a once antes de Jesucristo. La sucesin de reyes, alternativamente,
buenos y malos es impresionante por su monotona. Cada historia de un reinado comienza de
la misma forma por las mismas frases segn que la Escritura alabe o vitupere al rey. Y l hizo lo
que era justo a los ojos del Seor, y sigui los pasos de David, su antepasado. Suprimi el culto a Baal
en los altares y destruy las estatuas y tal los bosques sagrados...[33] Esta cita se refiere a
Ezequas, hijo de Ahaz, rey de Judea. Pero podra referirse a cualquier otro buen rey, en el sentido
que la Escritura juda da a esta palabra. Y he aqu la descripcin del reinado de Manass, el hijo y
sucesor de Ezequas, que tena doce aos al acceder al trono, y que gobern Judea durante cincuenta
y cinco aos. l hizo lo que era malo a los ojos del Seor, y sigui las abominaciones de los
pueblos que el Seor haba humillado ante los hijos de Israel. Restaur los altares que su padre,
Ezequas, haba devastado, y elev aras a Baal, y plant un bosque sagrado como haba hecho
Achab, rey de Israel; y se postr ante todo el ejrcito de los cuerpos celestes, y los ador[34]. Esta
descripcin se repite al comienzo de los relatos de los malos reinados que se hallan en el Antiguo
Testamento considerados malos porque durante estos reinados se practic la tolerancia segn el
espritu de todos los pueblos de la Antigedad.
Es de notar que la masa de los judos antiguos no parecen haber tenido, por
naturaleza, esta intolerancia que ha jugado en la historia de Israel, un papel de tan duras consecuencias.
El judo medio de antes, y ms an quizs de despus de la conquista de Palestina, tena
tendencia a considerar a todos los dioses de los pueblos vecinos como dioses. Las similitudes que estas
divinidades presentaban con Yavh, su dios, aparentemente le llamaban ms la atencin que las
diferencias que los separaban. Y fueron necesarias todas las maldiciones de los profetas y toda la
severidad (prxima a la crueldad) de los buenos reyes, para impedir a la masa juda ofrecer, en
ocasin oportuna, sacrificios a estos dioses extranjeros. Fueron Moiss, los profetas y algunos reyes
judos tales como David, o Ezequas quienes marcaron con el signo de la intolerancia religiosa al
pueblo judo y cercenaron a Israel de la comunidad de los pueblos del desierto de los pueblos
semticos, como se les llama, cultivando entre los judos el mito del pueblo elegido,
indisolublemente ligado al culto del dios celoso, preparndolos as para desempear el papel
nico que vienen jugando en el mundo desde el cuarto siglo antes de Jesucristo. Son ellos, pues, en
ltimo anlisis, responsables de todas las violencias cometidas en el curso de los siglos, en nombre de
la verdad exclusiva de las religiones procedentes del judasmo, en particular, de todas las
atrocidades perpetradas en nombre del cristianismo, desde el espantoso asesinato de Hypatia[35] en el
ao 415, hasta la masacre de los cuatro mil quinientos jefes germanos fieles al paganismo de su raza, en
Verden, en el ao 782, y hasta las hogueras de la Europa medieval y de la Amrica conquistada.
* * *
Se ha hablado del racismo judo. Y se ha hecho de la doctrina del pueblo
elegido una expresin de ese as llamado racismo. En realidad, a los ojos de los judos de la
Antigedad por tales entiendo, naturalmente, los judos ortodoxos, la pertenencia a su raza, es
decir a la familia de Abraham slo tena valor si dicha pertenencia racial estaba unida al servicio
exclusivo del dios celoso, Yavh, protector exclusivo de Israel. Segn la Biblia, los moabitas y los
ammonitas eran, racialmente, muy cercanos a los judos. Los moabitas, acaso no descendan de
Moab, hijo de Lot y de su propia hija primognita? Y, los ammonitas, no descendan de Ben Ammi,
hijo de Lot y de su propia hija menor?[36] Ahora bien, Lot, hijo de Haran, era sobrino de Abraham[37].
No parece que estos lazos de parentesco hayan facilitado las relaciones entre los hijos de Israel y estos
pueblos. Si la sangre los una, sus respectivos cultos los separaban. Chemosh, el dios de los moabitas, y
Milcom, el dios de los ammonitas eran, a los ojos de los judos, abominaciones como todos los
dioses de la Tierra, salvo el suyo propio y los adoradores de estos dioses, eran, para los judos,
enemigos que deben ser exterminados. El llamado racismo[38] judo, considerado como la actitud,
independientemente de toda religin, de aceptar como judo y tratar en consecuencia a todo hombre
nacido como tal, cualesquiera que puedan ser luego sus creencias, es un fenmeno reciente que data,
como mucho, de los siglos dieciocho o diecisiete, es decir de la poca en que las masoneras de
inspiracin israelita han comenzado a jugar un papel determinante en la poltica de las naciones de
Occidente. Ese racismo es quizs un producto de la influencia del racionalismo occidental sobre los
judos, a pesar de los judos mismos, y ha encontrado su expresin ms espectacular, al final del
siglo diecinueve y en el veinte, en el sionismo, el cual puede considerarse como un nacionalismo judo
de vanguardia. El sionismo respeta, ciertamente, la tradicin religiosa del Talmud y de la Biblia, pero sin
identificarse con esta tradicin religiosa en ninguna forma. Su fe poltica es nacional, pero no
comparable a la fe nacional de Espaa o de la Irlanda catlica, ni tampoco a la de la Grecia
moderna, tambin inseparable de la religin del Estado. La fe poltica del sionismo es ms bien un
nacionalismo que un racismo, porque esa fe poltica implica la exaltacin del pueblo judo en
tanto que tal, sin la conciencia entusiasta de una solidaridad de sangre entre todos los pueblos del desierto
llamados semticos.
Aunque moderno en su expresin, este nacionalismo judo no es, no obstante, en
su esencia, diferente de la solidaridad que, despus de la introduccin de la ley mosaica, exista entre
todos los hijos de Israel, desde el siglo trece antes de la era cristiana. La religin de Yavh jugaba
entonces un papel primordial. Pero este papel consista exactamente en hacer sentir a todos los judos,
desde el ms poderoso al ms humilde, que ellos eran el pueblo elegido, el pueblo privilegiado,
diferente de los otros pueblos comprendidos los ms cercanos por la sangre y exaltado por encima
de todos los dems pueblos. Este sentimiento, en los Tiempos Modernos, se ha acrecentado an ms
entre los judos, sin ayuda de una religin nacional; de aqu que la religin haya decrecido en
importancia entre ellos (excepto en algunos focos permanentes de ortodoxia juda).
En otras palabras, los judos, que durante siglos haban sido un pueblo
insignificante del Prximo Oriente, entre tantos otros y muy prximos a otros pueblos, en cuanto a
lenguaje y religin, antes de Abraham y sobre todo antes de la reforma mosaica se convirtieron, poco
a poco, bajo la influencia de los profetas, en un pueblo completamente posedo por la idea que se
haba hecho de s mismo; no teniendo ms que desprecio hacia los hombres prximos a su raza, y
sobre todo, hacia las gentes de distinta raza a la suya; no viendo en los dioses de dichos pueblos ms que
abominaciones, e incluso llegando a repudiar por orden del profeta Ezra, al regreso de su
cautividad en Babilonia a los hijos de Israel que, habiendo permanecido en Palestina, haban tomado
esposas cananeas, pues estas esposas no podan ms que relajar el vnculo que les una, a ellos y su
familia, a Yavh y, por consiguiente, debilitar en ellos la conciencia de ser el pueblo elegido, un
pueblo no como los otros.
Los judos habran podido permanecer as indefinidamente, separados del resto
del mundo por un orgullo nacional tan inconmensurable como injustificado pues ellos estaban, ya en la
Antigedad, relativamente mestizados, como consecuencia de su prolongada residencia en Egipto (si
hubieran permanecido aislados, el mundo, ciertamente, habra marchado mucho mejor). Pero, los
judos no permanecieron aislados porque a la idea del dios nico y del dios viviente del
verdadero dios, opuesto a los falsos dioses, a los dioses locales y a la potencia limitada de los
otros pueblos no poda menos de unirse, tarde o temprano, a las ideas de la verdad universal y la de la
comunidad humana. Un dios que es el nico que vive, mientras que todos los otros no son ms que
insensible materia, todo lo ms habitada por fuerzas impuras, no puede ser, lgicamente, ms que el
verdadero dios de todos los adoradores posibles, es decir de todos los hombres. Para rechazar esto, sera
necesario atribuir a los dioses de los otros pueblos tambin, vida, verdad y beneficencia, en otros
trminos, habra sido necesario no ver a los dioses como abominaciones. Los judos, a causa
de los sermones y de las amenazas de sus profetas, no cesaron en su actitud. El dios nico poda, pues,
tener preferencia por un solo pueblo. Pero era necesario que ese dios nico fuera, por necesidad, el dios
de todos los pueblos los cuales, en su locura le ignoraban mientras que slo el pueblo elegido le
renda homenaje.
La primera actitud de los judos, conquistadores de Palestina, hacia los pueblos
que adoraban a otros dioses distintos de Yavh, fue odiarlos y exterminarlos. Su segunda actitud[39] fue
la de lanzar, como pasto espiritual, a un mundo en plena decadencia, al mismo tiempo que la idea de la
inanidad de todos los dioses (excepto Yavh, el dios judo), la concepcin falsa del hombre, al
margen de los pueblos; del hombre ciudadano del mundo (y pronto creado a imagen de Dios), al
cual, Israel, pueblo elegido, pueblo de la Revolucin, tena la misin de instruir y guiar hacia la
verdadera felicidad. Esta fue la actitud de los judos, ms o menos ostensiblemente embadurnados
de helenismo, que desde el siglo cuarto antes de Jesucristo hasta la dominacin rabe en el siglo
sptimo despus de l, formaban una minora cada vez ms influyente entre la poblacin de
Alejandra, as como en todas las capitales del mundo helenizado y despus, romanizado. Esta es la
actitud de los judos de nuestros das actitud, precisamente, que hace de ellos un pueblo distinto a
los otros, y un pueblo peligroso: el fermento de descomposicin de los dems pueblos.
Esa actitud merece un bosquejo histrico por mi parte.
Ya lo he dicho: esa actitud estaba en germen ya en el fanatismo de estos servidores
del dios "nico y viviente, cuales eran los profetas judos, desde Samuel hasta los redactores de
la Kabbala. Una cosa que sobre todo no hay que olvidar, si se quiere tratar de comprender, es que el
dios nico de los judos es un dios trascendente, pero no inmanente. Yavh est fuera de la
naturaleza, que l ha sacado de la nada mediante un acto de voluntad, y es (Yavh) diferente de la
naturaleza en su esencia; diferente, no solamente de las manifestaciones sensibles de la naturaleza, sino
tambin de todo lo que podra sostenerlas, de una forma permanente. Yavh no es esa Alma del
Universo en la cual crean los griegos y todos los pueblos indoeuropeos y en la cual el brahmanismo
ve todava la realidad suprema. Yavh ha hecho el mundo tal como un artesano fabrica una maravillosa
mquina: desde el exterior. Y el dios judo ha impuesto al mundo las leyes que l ha querido, y que
habran podido ser otras, si l las hubiera querido diferentes. Yavh ha dado al hombre dominio sobre
los otros seres creados. Y l ha elegido al pueblo judo entre los hombres, no por su valor
intrnseco esto est claramente especificado en la Biblia sino arbitrariamente, a causa de la
promesa, hecha de una vez por todas, a Abraham.
Desde una tal ptica metafsica, era imposible considerar a los dioses de los otros
pueblos y esto, tanto menos en cuanto que los dioses representaban, en su mayor parte, a las fuerzas
naturales o a los cuerpos celestes como aspectos o expresiones del dios nico. Desde tal
ptica metafsica, era asimismo imposible sealar la indefinida variedad de los hombres y la
desigualdad irrefutable que siempre ha existido entre las razas humanas, e incluso entre los pueblos ms
o menos de la misma raza. El hombre, cualquiera que fuera, deba tener en s, y l solo entre los
seres creados, un valor inmenso, puesto que el creador lo haba hecho a su imagen y, a causa de
esto, lo haba situado por encima de todos los seres vivientes. La Kabbala lo dice muy netamente:
Existe el Ser increado, que crea: Dios; el ser creado, que crea: el hombre; y... el resto: el conjunto de
seres creados animales, plantas, minerales que no crean. Esto es el antropocentrismo ms
absoluto y una filosofa falsa desde su base, puesto que es evidente que todos los hombres no son
creadores y que ciertos animales pueden serlo.[40]
Pero esto no es todo. En esta nueva perspectiva humanista, el judo no slo se
reserva el puesto de pueblo elegido de pueblo santo, como le llama la Biblia destinado a
llevar la revelacin nica al mundo, sino que, adems, segn dice dicha perspectiva humanista, todo
lo que los dems pueblos habran producido o pensado slo tendra valor en la medida en que
pudiera interpretarse en ese sentido. Al no poder negar la enorme contribucin de los griegos a la ciencia
y a la filosofa, los judos de Alejandra, de cultura griega[41], no han dudado en escribir que todo lo
que el pensamiento griego haba creado de ms slido la obra de Pitgoras, de Platn, de
Aristteles no era debido, en ltimo anlisis, ms que a la influencia... del pensamiento judo!
Y tena segn ellos su fuente en Moiss y los profetas judos. Otros, tal como el famoso Philon
de Alejandra, cuya influencia sobre la apologtica cristiana ha sido tan considerable, no han osado
negar la evidente originalidad del genio helnico, pero no han conservado de l, ms que las ideas que
ya alterndolas, ya deformndolas, podan hacer concordar con la concepcin mosaica de
Dios y del mundo[42]. El resultado de esta manipulacin es ese producto hbrido que en la historia
del pensamiento lleva el nombre de filosofa judeo-alejandrina conjunto de mezcolanzas
ingeniosas de conceptos sacados ms o menos directamente de Platn (no necesariamente de acuerdo
con el espritu de Platn) y de viejas ideas judas (tales como la trascendencia del dios nico y la
creacin del hombre a su imagen) tinglado superfluo, sin duda, a los ojos del judo ortodoxo, a
quien la ley mosaica bastaba, pero maravilloso instrumento de manipulacin espiritual sobre los
gentiles, al servicio de los judos (ortodoxos o no) que deseaban ardientemente arrebatar a otros pueblos
la direccin del pensamiento occidental (y ms tarde, mundial).
La filosofa judeo-alejandrina y la religin, crecientemente impregnada de
simbolismo egipcio, sirio, anatolio, etc., que profesaba el pueblo, de raza cada vez ms bastardeada, del
mundo helenstico, constituan el teln de fondo sobre el cual se dibuja poco a poco (en los escritos
de Pablo de Tarso y de los primeros apologistas, y se precisa en el curso de los Concilios sucesivos) la
ortodoxia cristiana tal como nosotros la conocemos. Como seala Gilbert Murray, es una extraa
experiencia (...) la de estudiar estas congregaciones oscuras, cuyos miembros, salidos del proletariado del
Levante, supersticiosos, dominados por los charlatanes, y desesperadamente ignorantes, crean todava
que Dios puede procrear nios en el seno de sus madres mortales, consideraban al Verbo, al
Espritu y a la Sabidura divina como personas que llevaban estos nombres, y transformaban
la nocin de inmortalidad del alma en la nocin de la resurreccin de los muertos, y (tambin
resulta extrao) pensar que fueron estas gentes las que representaban la va principal que condujo a la
mayor religin del mundo occidental.[43]
Sin duda, en el cristianismo de los primeros siglos, predicado en el idioma
griego[44] por misioneros judos y despus, griegos, a masas humanas sin raza, haba netamente
ms elementos no judos que judos. Lo que dominaba era el elemento que no se puede llamar sin
osada griego, o ms bien mediterrneo pre-helnico, o quizs prximo oriental pre-
helnico, pues los pueblos del Asia Menor, de Siria y de Mesopotamia ilustraban dicho elemento
dominante en el cristianismo, en mayor o menor medida, en sus cultos procedentes del fondo de las
edades. Estaba dicho elemento representado en el mito del joven dios cruelmente llevado a la muerte
Osiris, Adonis, Tammuz, Attys, Dionysos cuya carne (el trigo) y cuya sangre (jugo de uva)
devinieron alimento y bebida de los hombres, y que resucita gloriosamente, todos los aos en primavera.
Este elemento nunca haba dejado de estar presente en los misterios de Grecia, tanto en la poca
clsica como anteriormente. Transfigurado, espiritualizado por el sentido de la alegora inherente
a los ritos ms primitivos, dicho elemento es manifiesto en las religiones internacionales de
salvacin, rivales del cristianismo en el imperio romano: en la religin de Mithra; en la de Cybeles
y de Attya. Como muy bien ha visto Nietzsche, el genio de Pablo de Tarso ha consistido en dar un
sentido nuevo a los misterios antiguos ha consistido en apoderarse del viejo mito prehistrico,
revivificarlo, interpretarlo de tal manera que, para siempre, todos los hombres que aceptaran esta
interpretacin, aceptaran tambin el papel proftico y el carcter de pueblo elegido del pueblo
judo, portador de la nica revelacin.
Histricamente, se sabe tan poco o casi nada de la persona de Jess de Nazaret, de
sus orgenes, de su vida antes de la edad de 30 aos, que autores serios han podido poner en duda
incluso la existencia misma de Jess. Segn los evangelios cannicos Jess fue educado en la
religin juda. Pero, fue l judo de sangre? Ms de una de las palabras que se le han atribuido
tenderan a hacer creer que no lo era. Se ha dicho, adems, de los galileos formaban en Palestina un
islote de poblacin indoeuropea. De todas formas, lo que es importante lo que est en la raz y el
origen del giro de la historia que representa el cristianismo es que, haya sido o no judo, Jess ha
sido representado como tal, y, lo que es ms, como el Mesas esperado por el pueblo judo, tanto por
Pablo de Tarso, el verdadero fundador del cristianismo, como por todos los apologistas que se han
sucedido en el curso de los siglos. Lo que es importante, es que Jesucristo es, gracias a estos apologistas,
integrado en la tradicin juda y en el antiguo mito mediterrneo del joven dios de la vegetacin,
muerto y resucitado, que dicha tradicin juda nunca haba aceptado: el Mesas al que se prestan los
atributos esenciales de Osiris, de Tammuz, de Adonis, de Dionysos, y de todos los otros dioses muertos y
vencedores de la muerte, a los cuales ese Mesas posterga en la sombra, para su provecho y el de su
pueblo, con una intransigencia que ninguno de los citados dioses conocan, una intransigencia
tpicamente juda: la intransigencia de Pablo de Tarso, de su maestro Gamaliel y de todos los
servidores del dios celoso, Yavh. Es ms, a los misterios antiguos no solamente se les dio un
sentido nuevo, sino que este sentido fue proclamado el nico bueno, el nico verdadero; los ritos y
mitos de la Antigedad pagana, desde los tiempos ms lejanos, no haban hecho ms que
preparar y prefigurar dicho nuevo sentido, del mismo modo que la filosofa antigua no
haba hecho ms que sensibilizar a las almas para la recepcin de la revelacin suprema. Y esta
revelacin, para Pablo como para los judos de la escuela judeo-alejandrina antes de l, y para todos
los apologistas[45] cristianos que le siguieron, era una revelacin dada a los judos por el dios de
todos los hombres.
La intolerancia juda, confinada hasta entonces en un pueblo (en un pueblo
despreciado, al que nadie soaba imitar) se extendi a la mitad del globo terrestre a travs del
cristianismo, y ms tarde, con el Islam este ltimo, como reaccin contra la helenizacin de la
teologa cristiana. Y, lo que es ms, es esta intolerancia misma, la que hizo posible el xito de las
religiones vinculadas a la tradicin de Israel.
Ya he mencionado las religiones de salvacin en particular la de Mithra y la de
Cybeles que florecan en el imperio romano en el tiempo en que el cristianismo estaba en sus
comienzos. A primera vista, tanto la religin de Mithra como la de Cybeles tenan tantas
probabilidades como el cristianismo de atraer hacia s a unas masas inquietas a las que el orden romano
no satisfaca, o no satisfaca ya, y a las cuales, cada vez ms bastardeadas, todo culto nacional,
cualquiera que fuera, les pareca extrao, les era extranjero. Cada una de estas religiones ofreca al
individuo mediano todo lo que le prometa la religin de Jess crucificado y esto, con ritos tanto
ms capaces de atraer su adhesin, cuanto ms brbaros eran.
En el siglo tercero despus de Jesucristo, era el culto de Mithra ese viejo dios
solar indoeuropeo, contemplado a travs de mil espejos deformantes que representaban las razas y las
tradiciones de sus nuevos adoradores el que pareca que iba a imponerse... dado que ningn factor
decisivo intervena a favor de alguno de sus rivales. El dios Mithra era popular entre las legiones y entre
sus oficiales. Algunos emperadores haban incluso recibido la iniciacin a sus misterios, bajo la ducha
de sangre caliente del toro redentor. Un nmero creciente de gentes del pueblo segua el movimiento
de adoracin a Mithra. Se puede decir con toda seguridad que falt poco para que el mundo dominado
por Roma no hubiera devenido mithraico en lugar de cristiano para una duracin de ms o menos
veinte siglos. Se puede decir con no menos certeza que, si el mundo no lleg a ser mithraico no fue
debido a superioridad alguna de la doctrina cristiana sobre la enseanza de los sacerdotes de Mithra
(en lo que se refiere, en ambas religiones, a la doctrina respectiva de salvacin), ni tampoco se debi a
la ausencia de ritos sangrientos en el cristianismo, sino, ms bien, se debi a la proteccin del
emperador Constantino sobre la religin del crucificado, y no a otro factor. Ahora bien, fue precisamente
la intolerancia del cristianismo la intolerancia sobre todo, si no ella sola lo que le vali al
cristianismo la preferencia del seor del mundo romano.
En efecto, lo que el emperador quera ante todo era dar a un mundo inmenso,
poblado de gentes de razas y tradiciones tan diversas, una unidad tan slida como fuera posible, sin la
cual sera difcil resistir durante largo tiempo el empuje de los pueblos llamados brbaros. La unidad
de culto era la nica que el emperador poda imponer, pero a condicin de que l actuara
rpidamente. Entre las religiones de salvacin, tan populares, la religin de Mithra contaba, sin
ninguna duda, con el mayor nmero de fieles. Pero esta religin no prometa extenderse con bastante
rapidez, y esto, sobre todo, porque la religin de Mithra no pretenda ser la nica va ni la nica
verdad. Arriesgara dejar durante largo tiempo subsistir a las religiones rivales, y la unidad tan deseada
no se realizara o necesitara siglos para lograrse mientras que el inters del imperio exiga que
dicha unidad se hiciera en algunas dcadas.
Otro tanto se podra decir del viejo culto de Cybeles y de Attys: sus sacerdotes no
proclamaban, a la manera de los judos, que solamente ellos posean la verdad. Por el contrario, estos
sacerdotes, como todos los hombres de la Antigedad (excepto los judos), crean que la verdad tiene
innumerables facetas, y que cada culto ayuda a sus fieles a captar un aspecto de la verdad. Ellos tambin
habran dejado florecer con toda libertad a las religiones rivales.
El cristianismo, aunque ya en el siglo cuarto haba sido penetrado por ideas y
smbolos prestados por el neoplatonismo, ya por la vieja mstica egea, ya por las formas ms lejanas
todava de la eterna Tradicin, haba, sin embargo, heredado del judasmo el espritu de
intolerancia. Incluso los apologistas ms esclarecidos del cristianismo, los que en mayor medida
haban recibido la cultura griega clsica como alimento enriquecedor tales como un San Clemente
de Alejandra o un Orgenes que, lejos de rechazar la sabidura antigua, la consideraban como una
preparacin de la sabidura de los Evangelios no ponan en un mismo plano de jerarqua a la
sabidura antigua y a los Evangelios. En opinin de estos apologistas cristianos haba un
progreso desde la sabidura antigua al cristianismo, y la revelacin juda conservaba su
prioridad sobre las filosofas paganas, que slo eran un eco lejano de la voz del dios nico. En cuanto
a la gran masa de los cristianos, ella consideraba como abominaciones o demonios a todos
los dioses de la Tierra, salvo el que se haba revelado a los hombres de todas las razas a travs de los
profetas del Antiguo Testamento los profetas judos y a travs de Jess y de su discpulo
pstumo, Pablo de Tarso.[46]
El lazo profundo que une el cristianismo (y, en particular, el santo sacrificio de la
misa) a los misterios antiguos es lo que ha asegurado la supervivencia del cristianismo hasta nuestros
das. Pablo de Tarso dio una muestra de genio (poltico) al haber dado a los ms antiguos mitos del
mundo mediterrneo una interpretacin tal que ha asegurado a su pueblo una dominacin indefinida
sobre el mundo romano y, despus, en el transcurso de los siglos, sobre todos los pueblos influenciados
por el cristianismo. El emperador Constantino tambin dio prueba de genio (igualmente poltico) al
haber elegido animar la difusin de la religin que, al ser la ms rpida en extenderse, iba a dar al
caos tnico que era entonces el mundo romano, la nica unidad a la que todava poda aspirar.
Tambin fue un rasgo de genio (poltico, tambin) la accin del jefe germano Clodwig[47], que
sabiendo que nada le asegurara mejor el dominio permanente sobre sus rivales, otros jefes germanos, se
adhiri (junto a sus guerreros) al cristianismo, en un mundo ya en sus tres cuartas partes cristiano, en el
que los obispos representaban un poder digno de buscar como aliado. En todos estos casos, se trataba de
genio poltico, y no religioso y an menos filosfico; porque en todos estos casos se trataba de
poder personal o nacional; de estabilidad material; de xito, no de la verdad en el pleno sentido de la
palabra, es decir de acuerdo con lo eterno. Se trataba de ambiciones en el plano humano, no de sed de
conocimiento de las leyes del ser, o sed de unin con la esencia de todas las cosas alma, a la vez
trascendente e inmanente, del cosmos. Porque si hubiera sido de otra manera, no habra habido ninguna
razn para que la religin del nazareno triunfara durante tantos siglos: sus rivales la superaban en valor.
La religin cristiana no tena ms que una nica ventaja prctica sobre las otras religiones: su
fanatismo, su intolerancia infantil heredada de los judos fanatismo, intolerancia que poda hacer
sonrer al romano o al griego cultivado de los primeros tiempos de la Iglesia y que el germano, nutrido
de su bella religin a la vez csmica y guerrera, poda con razn encontrar absurda; pero que iba a
dar al cristianismo un carcter militante, carcter militante que slo posea el cristianismo, ya que el
judasmo ortodoxo continuaba siendo (y deba continuar siendo) la fe de un pueblo, del pueblo judo.
Por otra parte, el cristianismo slo poda ser combatido por otra religin con
pretensin igualmente universal y tan intolerante como l. Es un hecho que, hasta aqu, el
cristianismo slo ha retrocedido en gran escala ante el Islam y, en nuestros das, ante esa falsa religin
llamada comunismo.
El Islam, tanto como el cristianismo, se vinculaba al Antiguo Testamento. El Islam,
como el cristianismo, haba salido del desierto pero estaba despojado de todo el simbolismo que une el
culto del Cristo a los viejos mitos mediterrneos, egipcios, caldeos, etc., de la muerte y resurreccin del
trigo salvador, y de los ritos prehistricos que hacan tangibles dichos mitos a los fieles (para el
musulmn, Jess Issa es un profeta, no un dios, y sobre todo no es Dios). Siria, Egipto,
todo el frica del Norte, cristianos desde haca tres o cuatro siglos, fueron islamizados de la noche a la
maana. Europa tambin habra sido islamizada si el azar de la guerra un hubiera querido que Charles
Martel y sus francos hubieran vencido a los musulmanes entre Tours y Poitiers, en el ao 732; a no ser
que Europa hubiera resistido, durante siglos, como lo hizo Espaa.
Ciertamente, una victoria rabe, seguida de la conquista de toda Europa, segn el
plan que haba concebido veinte aos antes el genial Mussa al-Kebir, habra sido, desde el punto de
vista racial, una catstrofe de primera magnitud. La raza aria habra perdido, en todo el continente
europeo, la pureza que conservaba todava en el siglo octavo. Todo lo ms habran permanecido en
Europa islotes ms o menos importantes de poblacin de mayora aria, como permanecieron en
frica del Norte regiones pobladas sobre todo por bereberes, o como todava se encuentran en Espaa,
lugares donde el tipo (nrdico) de los visigodos ha dejado ms trazos raciales que en otras partes. En su
conjunto, Europa habra devenido, en cuanto a la sangre, menos pura de lo que es hoy mismo. Y, desde
el estricto punto de vista de la evolucin de las ideas y de las costumbres de cada uno de los pueblos
europeos, particularmente, desde el punto de vista de su psicologa religiosa, la historia de Europa
habra sido muy diferente.
El idioma rabe habra suplantado, sin duda, al latn y, probablemente, no
hubiera existido un Renacimiento en el siglo dcimo. O, los ilustrados griegos de Constantinopla
(quiz islamizados?) presionados por el acoso de los turcos, habran podido emigrar a Occidente,
como hicieron los letrados de las capitales moriscas de Espaa, y a pesar de todo, despertado la nostalgia
de la Antigedad clsica? No olvidemos que Aristu (Aristteles) y Aflatu (Platn) eran
conocidos y admirados por los letrados rabes. Ciertamente, no habra podido reproducir la forma
humana mediante la pintura o la escultura: esto es contrario a las leyes del Islam. Los artistas de Italia,
Alemania, de los Pases Bajos los Leonardo da Vinci, los Miguel ngel, los Durero, los Rembrandt
habran nacido. Quizs hubiera subsistido la suficiente sangre aria para que ellos pudieran dado a su
genio una expresin fuerte y bella, hubiera sido, en todo caso, muy diferente. De cualquier modo, hay
dos rasgos de la civilizacin cristiana en Europa que habran permanecido trgicamente: el
antropocentrismo, y la intolerancia intolerancia en todos los planos, prolongacin normal de la
intolerancia religiosa, y consecuencia de lo que yo he llamado la supersticin del hombre.
El espritu de controversia, herencia del helenismo decadente, no habra dejado
de engendrar sectas. El espritu de exclusividad religiosa, heredado de los judos la mana de cada
cual de creerse, con sus hermanos en la fe, el nico detentador de los secretos de lo incognocible
habra hecho de estas sectas partidos que se detestaban mutuamente, militando salvajemente los unos
contra los otros, porque era entonces, y ahora, temperamento de los europeos batirse salvajemente, desde
el momento en que aceptan la lucha. Habra habido sin duda guerras de religin, y una Inquisicin
que no habra tenido, en cuanto al horror, nada que envidiar a la que realmente existi. Las Amricas
habran sido descubiertas y conquistadas, y explotadas. Las carabelas habran llevado la fe del Profeta
vencedor en lugar de la fe de Jess crucificado, y el estandarte de los califas habra reemplazado al de
los reyes muy catlicos. Pero la conquista y la explotacin y el proselitismo habran sido igualmente
despiadados. Los viejos cultos habran sido rigurosamente abolidos como lo fueron, veinte siglos
antes, el culto de los Baalim y de las diosas-madres, en todas las partes donde los buenos reyes
judos extendieron su dominacin.[48]
* * *
Me parece ver alzarse por doquier la objecin que sin cesar se nos ha hecho desde
el comienzo del movimiento, desde los primeros discursos del Fhrer, desde la primera edicin de
Mein Kampf.[49] Se me citan, textualmente, las palabras que yo tantas veces he recordado, en
pblico y en las reuniones privadas, antes, durante y despus de la segunda guerra mundial: Los
partidos polticos tienden al compromiso; las Weltanschaunngen nunca. Los partidos polticos toman
en consideracin la oposicin de los adversarios posibles; las Weltanschaunngen proclaman su propia
infalibilidad.[50] Se me dice: Si esto no es la glorificacin ms cnica de la intolerancia, qu
es? Y yo recuerdo y cmo no! la respuesta de todos los enemigos del nacionalsocialismo, los
entusiastas de la buena democracia parlamentaria y hasta los ms rabiosos comunistas, tambin
defensores tericos de los derechos del hombre, dan a la menor sugerencia de pedir el mismo trato
que a todos los comprometidos (engags), incluidos los hitlerianos: No se puede tolerar a los
intolerantes.
Pero, somos verdaderamente intolerantes? Ha exaltado el Fhrer, en el
pasaje citado o en otros, la intolerancia? S, ciertamente. Pero no se trata de la misma intolerancia que la
que he intentado describir a lo largo de las pginas precedentes. Se trata de la respuesta a la intolerancia,
de la reaccin contra la intolerancia, lo que es muy diferente.
En la lejana Antigedad, antes de que se extendiera por el mundo el virus de la
intolerancia juda, nosotros ramos tan tolerantes como racistas, como lo eran todos los indoeuropeos,
y todos los pueblos de la Tierra, comprendidos los mismos judos de antes de la gran reforma mosaica.
Yo dira ms: nuestro movimiento, con su intransigencia y su agresividad, no habra existido no
habra tenido justificacin. Porque este movimiento slo se explica en una poca de decadencia
acelerada. Es la reaccin suprema, desesperada la reaccin de gentes que no tienen nada que perder
dado que cualquiera que sea la suerte de su revolucin, su resultado no puede ser peor que lo que ellos
ven a su alrededor contra esa decadencia. Ahora bien, esta decadencia es, como yo he intentado
mostrar, inherente a dos actitudes que se complementan entre s: la supersticin del hombre y la
supersticin de la felicidad. Estas son las dos supersticiones que engendran la intolerancia del tipo
que he descrito en el curso de este captulo no exactamente la intolerancia de los judos (aunque
s de los profetas judos), sino la intolerancia de todas las doctrinas que tienen sus races en el
judasmo; de la cual se sirven los judos, despus de haberla suscitado entre otros pueblos, para
incitar a estos pueblos a luchar, a combatir por los intereses judos y para servicio de los judos,
incluso sin que estos pueblos sean conscientes de ello. No se puede atacar a la intolerancia ms que con
la ayuda de otra intolerancia, basada sobre otra fe muy distinta, del mismo modo que no se puede
combatir el terror ms que mediante el terror[51] un terror ejercido en nombre de una idea muy
diferente. Nosotros combatimos la intolerancia de los devotos del hombre, la de los
sedientos de felicidad as como tambin la intolerancia de las filosofas o de las religiones
directamente nacidas del judasmo, En la intolerancia de los racionalistas humanitarios con pretensiones
cientficas, influenciados por las mismas dos supersticiones. Combatimos dicha intolerancia mediante
nuestra intolerancia, surgida no, ciertamente, del ingenuo deseo de hacer a todos los hombres felices en
este mundo o en otro mundo, sino de la voluntad de conservar pura y fuerte a la minora humana que
representa la elite biolgica de nuestra raza aria, a fin de que pueda salir de esta elite, un da (sin duda
despus del final del presente ciclo temporal), una colectividad tan cercana a la idea que tenemos del
superhombre sin taras ni debilidades como los tigres de la idea del perfecto felino. Poco nos
importa que los individuos que compongan esa elite biolgica sean felices o desgraciados! Los
fuertes ellos pertenecen o deben pertenecer a la elite biolgica no pretenden como misin su
felicidad personal. Su funcin consiste en asegurar, generacin tras generacin, la continuidad de la
raza en su belleza y sus virtudes en su salud a la vez que la continuidad de la fe en sus valores
naturales. El desafiar a quienes querran atraerlos a otras tareas, debe bastar para su felicidad. La
felicidad tal como la entiende la inmensa mayora de las gentes de las sociedades de consumo, es
decir, el confort material, adems de las satisfacciones de los sentidos y del corazn, es buena para
las bestias, privadas de la palabra, es decir de la posibilidad de pensar en s mismas, y que no se ufanan
particularmente de cumplir sus funciones, no tienen adversarios ideolgicos a los que hostigar ni
reeducadores a los que desafiar. Como ya he dicho al comienzo, las bestias tienen derecho a este tipo
de felicidad. Incluso el hombre de razas inferiores debera desdear esta clase de felicidad y no
buscarla con ms razn debe desdearla el ario medio, y sobre todo los fuertes.
Ms an, nuestra intolerancia se manifiesta, como la de los hindes ortodoxos,
sobre el plano de la vida, de la accin, no sobre el plano del pensamiento puro, porque nosotros no
creemos que las proposiciones bsicas de nuestra Weltanschuung sean verdaderas: nosotros lo
sabemos. Las gentes mal informadas que persisten en negar nuestras proposiciones de base los que, por
ejemplo, proclaman a coro y a gritos que la raza no existe nos irritan, sin duda. Pero no sentimos
hacia ellos, en el fondo, ms hostilidad que hacia los locos que fueran repitiendo que dos y dos son
cinco. Nosotros vemos que si juntamos dos guijarros a otros dos guijarros, al contarlos en su totalidad,
encontraremos siempre cuatro guijarros. Y aunque se trate de otro orden de ideas, del dominio de las
ciencias naturales, y no del dominio de la matemtica nosotros vemos tambin, muy claramente, que
entre todas las gentes que se llaman indoeuropeos o arios, hay trazos comunes, bien definidos. Que los
locos o los papagayos que repiten lo que la propaganda antirracista les ha suministrado mediante la
televisin lo nieguen, esto no cambia en nada la realidad de los hechos. Si nosotros estuviramos en
el poder actuaramos contra estos imbciles, o estos papagayos, no para salvarlos del error, en
inters de su alma o por respeto hacia su razn, sino que les perseguiramos nicamente para
prevenir las repercusiones que sus discursos podran tener en la sociedad, y en particular entre los
jvenes. Su razn es tan poco razonable y es tan poco suya propia! que esa tal
razn no nos inspira ningn respeto. Y la suerte de su alma, si es que la tienen, no nos interesa.
Pero la supervivencia de nuestra raza todava tan bella, en todas partes donde permanece apenas casi
pura y las posibilidades de ascensin y de accin que el futuro (un avenir), por amenazador que
parezca, pueda, a pesar de todo, todava reservar a nuestra raza, nos interesa profundamente. Es en
nombre de estas posibilidades de futuro por las que nosotros, si tuviramos el poder, tomaramos
medidas despiadadas. En una sociedad penetrada durante largo tiempo por nuestro espritu, en la cual
toda declaracin antirracista, igualitaria, pacifista, contraria a la divina sabidura de la naturaleza
toda expresin de la supersticin del hombre sera recibida con irresistibles estallidos de
risa, como una tosca broma de jarana, o con una indiferencia total, ms mortificante todava,
posiblemente nosotros no actuaramos contra nuestros adversarios, sino que les dejaramos vomitar
toda su borrachera. Ellos no seran peligrosos y adems acabaran, rpidamente, cansados.
* * *
Contrasta con esto la actitud que se afirma en el Punto 24, ya citado, de los
clebres Veinticinco Puntos del programa del Partido Nacionalsocialista, proclamado en Munich, el
24 de Febrero de 1920: Nosotros exigimos la libertad de toda confesin religiosa en el Estado, en la
medida en que la confesin religiosa no ponga en peligro la existencia del Estado, y no est en
contradiccin con el sentido de la honradez y del discernimiento moral de la raza germnica...[54].
Esto es, evidentemente, una puerta abierta a una cierta forma de intolerancia, pero no a la intolerancia de
los asesinos de Hypatia, ni a la de los jueces de Giordano Bruno o de Galileo. Se trata de la
justificacin de la nica intolerancia que el mundo antiguo ha practicado la intolerancia de las
autoridades romanas que perseguan a los primeros cristianos, no como adherentes de alguna
supersticin[55], sino como sediciosos que rechazaban adorar las imgenes del emperador-dios
con granos del incienso tradicional; como enemigos del Estado. Se trata, en suma, de la condena de toda
otra forma de intolerancia, tanto de la intolerancia de los profetas y de los buenos reyes judos del
Antiguo Testamento, como de la intolerancia de los padres inquisidores.
* * *
En todo caso, se plantea una cuestin: la cuestin de la frontera entre las dos
intolerancias, o ms bien, entre los hechos y gestos hostiles al orden soado por el legislador, y los
pensamientos, las convicciones profundas, la vinculacin a los valores en contradiccin con las
proposiciones bsicas sobre las cuales reposa dicho orden. Es cierto que los gestos, a menos que estos
gestos sean puramente mecnicos, presuponen pensamientos, convicciones, la aceptacin de valores
bien definidos. Es igualmente cierto que toda vinculacin ardiente de valores acabar tarde o temprano
por expresarse por medio de gestos acabar creando hechos. Esto ocurrir desde el momento en
que se pueda, es decir desde que la presin de las fuerzas hostiles que hasta entonces han impedido tal
expresin, se relaje. En espera de este relajamiento, si toda manifestacin pblica le est prohibida
si incluso, en tanto que sentimiento, es tenido por subversivo y hasta criminal, por las gentes
que estn en el poder, dicha vinculacin ardiente a los valores acabar expresndose, de una forma
u otra, clandestinamente: mediante la palabra y mediante el gesto, a puerta cerrada, entre hermanos
(es exactamente as como se expresa, desde 1945, nuestro compromiso con los valores del racismo ario
en su forma contempornea, es decir en el hitlerismo. Solamente somos tolerados en la medida en que
permanecemos invisibles y el inmenso mundo en medio del cual estamos dispersos, habituado como
est a fiarse slo de los sentidos, nos cree inexistentes. Todo pensamiento clandestino es forzosamente
tolerado o ms bien ignorado.).
La tolerancia de la expresin del pensamiento o de la fe de otros, en una sociedad
basada sobre normas que la misma sociedad parece menospreciar, no se justifica lgicamente ms que
en dos casos. O bien se considera a este pensamiento o esta fe, por su propio tenor, como susceptible de
no tener ninguna influencia sobre la vida social del individuo, y an menos sobre la vida social de sus
hermanos de raza o simplemente de sus conciudadanos; o bien se admite su nocividad su carcter
subversivo, su peligro potencial sobre el plano prctico pero no se admite su peligrosidad real, sea
porque no se estima a sus representantes lo bastante como para juzgarles capaces de una lucha sostenida,
sea porque no se cree en la eficacia del pensamiento y de la fe, incluso expresados, si la accin a la que
llaman es imposible durante demasiado tiempo.
El hind que no pone objeciones a que uno de sus hijos adore a Jess, antes que a
las encarnaciones divinas conocidas y veneradas por sus padres, slo tiene en consideracin una
funcin de la religin: la funcin que consiste en conducir al fiel a la experiencia vivida de Dios;
a la realizacin del ser universal en el trasfondo de s mismo. l presupone que su hijo, tendiendo a
esta experiencia suprema (la de todos los iniciados) a travs de su devocin hacia el Cristo, no
romper ninguno de los lazos que le unen a la sociedad brahmnica. l habra sido menos tolerante
si l hubiera supuesto, por ejemplo, que su hijo no tendra el mismo respeto hacia las leyes
tradicionales concernientes a la alimentacin y al matrimonio; si l hubiera credo a su hijo capaz,
adems, de comer carne (sobre todo carne de ganado bovino) o capaz de procrear nios fuera de su
casta, y esto porque su nueva fe le hubiera dado una mentalidad nueva.
Se rechaza la entrada de un europeo en un templo hind, no a causa de su
metafsica, considerada falsa, an menos a causa de su raza, si se trata de un ario, sino a causa de los
hbitos culinarios que se le atribuye (a veces equivocadamente; pero ningn reglamento tiene en cuenta
la excepcin. A m misma, a pesar de que desde haca largo tiempo la sociedad hind en general me
haba aceptado, me fue rehusada la entrada en uno de los templos de Srineri la patria de
Sankaracharya, en la India del Sudoeste bajo el pretexto de que yo haba sido, antes de abrazar el
hinduismo, una comedora de buey. Cuando, con vehemencia, protest contra esta acusacin,
recordando que yo haba sido siempre vegetariana, tanto antes como despus de mi venida a las Indias,
el sacerdote me respondi que mis padres, sin duda no lo haban sido y continu tenindome
alejada del umbral. Debo declarar, para ser justa, que se me ha admitido en casi todos los otros templos
de las Indias, incluido el templo de Pandharpur, en pas mahratta).
La intolerancia hind es, como la nuestra, esencialmente defensiva, y por
tanto se manifiesta y no puede por menos que manifestarse frente a toda idea o creencia, o actitud
metafsica o moral, considerada como tendiente a socavar el orden social tradicional. Pero nunca esta
intolerancia se ejercer con relacin a un orden tradicional diferente, con vistas a cambiarlo
mediante la fuerza o incluso mediante la persuasin. Se trata aqu, lo repito y no me cansara de
repetirlo de la intolerancia de todos los pueblos de la Antigedad, excepto de los judos. Los
jueces que condenaron a Scrates a beber la cicuta porque l no crea en los dioses en los que
crea la ciudad jams habran pretendido imponer los dioses de Atenas a un egipcio o a un persa. Si
ellos hubieran podido saber en qu sentido iban a evolucionar las ideas e iba a desarrollarse la historia,
el proselitismo cristiano (o musulmn), las Cruzadas, la Santa Inquisicin, la supresin de las
religiones indgenas de Amrica, les habra parecido todo esto tan monstruoso como a nosotros, los
intolerantes tan detestados hoy. Y nosotros que estaramos dispuestos a utilizar la mxima
violencia contra todas las gentes que, por naturaleza o por eleccin, se opusieran al resurgimiento de un
orden social y poltico basado en los valores raciales arios y entre los pueblos arios, consideraramos
absurda toda veleidad de predicar nuestros valores a los negros o, de manera general, a los pueblos de
sangre distinta a la nuestra. Incluso entre los europeos, distinguimos entre el Norte y el Sur el
elemento germnico y el elemento mediterrneo (aunque si ya en la Antigedad, este elemento
mediterrneo estaba bastante mezclado con la sangre de los conquistadores nrdicos, despus de toda
conquista se da un retorno gradual a la raza de los pueblos conquistados, cuando un sistema de castas
o, al menos, una legislacin concerniente al matrimonio, no garantiza la supervivencia de los
conquistadores).
Si en lugar de los espaoles y portugueses, hubieran conquistado las Amricas
arios con nuestra mentalidad, stos habran dejado intactos los templos y el culto de los dioses
indgenas. Es ms, viendo, desde el primer momento, que se les tomaba como dioses, se hubieran
dejado adorar... tratando, por todos los medios, de permanecer dignos de tal consideracin. Y habran
castigado, con severidad ejemplar, toda intimidad entre sus propios soldados y las mujeres del pas, o al
menos, habran impedido el nacimiento de hijos de uniones mixtas, preservando as la pureza de cada
una de las dos razas.
4
EL DESPRECIO DEL HOMBRE MEDIANO
* * *
* * *
Existe objetividad en el dominio de los valores? A esta pregunta, respondo s.
Hay algo independiente del gusto de cada crtico de arte, que hace que una obra de arte de la
pintura, de la escultura o de la poesa sea una obra de arte para todos los tiempos. Hay, detrs de toda
creacin perfecta y no solamente en el dominio del arte propiamente dicho correspondencias
secretas, toda una red de proporciones que recuerdan por s mismas equivalencias csmicas
desconocidas, pero presentidas. Estos son los elementos que unen la obra perfecta a lo eterno en otras
palabras, estos son los elementos que confieren a la obra su valor objetivo.
Por el contrario, as como existe una objetividad en el dominio de los valores, no
hay escala universal en las preferencias. Incluso si se puede penetrar el misterio de la estructura de las
creaciones eternas, que son humanas slo de nombre porque el autor se desvanece ante la Fuerza (los
antiguos habran dicho: el dios), que le ha posedo por un momento, el autor ha actuado a travs
de esa Fuerza y mediante dicha Fuerza; si se pudiera, digo yo, explicar en frases claras como las de los
matemticos, por qu tales creaciones son eternas, nunca se podra obligar a todo el mundo a preferir
lo eterno en vez de lo temporal; no se podra forzar a nadie a encontrar una obra que refleja algo de la
armona del cosmos, ms agradable, ms satisfaciente que otra obra que nada refleja de la armona
csmica. Existe un buen y un mal gusto. Hay conciencias morales que se aproximan ms o menos a la
conciencia moral que tendra un hombre cuya escala de valores fuera objetiva. Pero no existe conciencia
universal ni gusto universal. No existe ni podra existir, por la simple razn de que las aspiraciones de
los hombres son diferentes, una vez sobrepasado el nivel de las necesidades ms elementales (e incluso
estas necesidades son ms o menos imperiosas, segn los individuos. Hay gentes que encuentran la
vida soportable, hasta bella, sin confort, sin placeres o afectos, y en cambio, a otras personas su falta les
hara francamente desgraciadas.).
Quien dice aspiraciones diferentes, dice preferencias diferentes, dice reacciones
diferentes, frente a los mismos eventos, decisiones diferentes frente a dilemas idnticos y por tanto,
organizacin diferente de vidas que, sin esto, habran podido parecerse.
No olvides nunca la diversidad de los hombres, ya en el seno de una misma raza, y
con mayor razn si se pasa de una raza a otra. Cmo seres tan diferentes unos de otros podran
tener los mismos derechos y los mismos deberes?
No hay ni deber universal ni conciencia universal. Pero, si se quiere absolutamente
encontrar una frmula que sea verdadera para todos, hara falta decir que el deber de todo hombre
ms bien: de todo ser viviente es el deber ser hasta el final, en sus manifestaciones visibles o
secretas, lo que se es en la naturaleza profunda; el deber de nunca jams traicionarse a s mismo.
Pero las naturalezas profundas difieren. De aqu, a pesar de todo, la diversidad de
los deberes, como la diversidad de los derechos, y el conflicto inevitable, en el plano de los hechos, entre
los que tienen deberes opuestos. El Bagavad-Gta lo dice: Dedcate a cumplir tu propio deber
(svadharma). El deber de otro comporta (para ti) muchos peligros.
Qu es lo que en la prctica decidir la resolucin del conflicto entre gentes
cuyos deberes son opuestos? La fuerza. No veo otra solucin ms que la fuerza. Si la fuerza me falta,
yo estoy obligado a soportar la presencia, en el mundo, de instituciones que considero como criminales,
de acuerdo con mi escala de valores. Las puedo odiar. Pero no las puedo suprimir de un plumazo, como
hara si tuviera el poder para ello. E incluso los que tienen el poder no lo pueden hacer en la medida
en que ellos tienen necesidad de la colaboracin de ciertos hombres, si no de una mayora,
precisamente para mantenerse en la posicin que ellos han conquistado. Despus te hablar de la
fuerza, condicin de todo cambio visible y brusco, es decir de toda revolucin victoriosa en el plano
material. Te dir, en primer lugar, algunas palabras de los padres de la conciencia universal y de la
idea que deriva de esta conciencia universal: la idea de un deber que sera el mismo para todos.
Slo recordar los nombres de algunos de entre esos padres de la conciencia universal que, en
otros campos de la moral, se distinguen por alguna preeminencia: por la firmeza de su pensamiento o por
la belleza de su prosa.
En primer lugar est Emmanuel Kant, al que hay que conocer en grado sumo por
haber trazado la lnea de demarcacin entre el conocimiento cientfico y la especulacin
metafsica; entre lo que se sabe, o que se puede saber, y de lo que slo se puede hablar arbitrariamente,
cuando no se sabe nada de ello porque la visin directa que se tiene es incomunicable. Toda la parte de
la obra de Kant que ha trazado la subordinacin del pensamiento a las categoras de espacio y de
tiempo, en la imposibilidad en que estamos de sobrepasar mediante nuestra inteligencia conceptual, la
esfera de los fenmenos, es de una solidez ejemplar. Las recetas de Kant para ayudar a todo hombre
a descubrir el deber, que l cree es el mismo para todos, son menos dignas de crdito precisamente
porque esas recetas no resultan de lo que segn las propias deducciones de Kant, hace la esencia del
espritu cientfico.
Estamos aqu en el dominio de los valores no en el campo de los hechos; no
en el campo de los fenmenos, El nico hecho que se podra observar en esta conexin, no
es otro que la diversidad de las escalas de valores. Y Kant no tiene ninguno en cuenta. l cree basar su
nocin de deber sobre la nocin de razn. Y como la razn es universal, las leyes del
pensamiento discursivo lo son dos y dos son cuatro tanto para el ltimo de los negros como para uno
de nosotros, parece pues, que el deber tambin sea universal. Kant no se apercibe, tanto le parecen
indiscutibles sus propios valores, de que no es la razn, sino su austera educacin cristiana
pietista, para ser ms preciso lo que le ha dictado sus propios valores; Kant no se apercibe de que
sus valores no son resultado de su capacidad de obtener conclusiones de premisas dadas capacidad que
l comparte en efecto con todos los hombres sanos de espritu, y quizs con los animales superiores
sino que sus valores son resultado de la sumisin espontnea a la influencia del medio moral, en el cual
l ha sido educado. Kant olvida y cuntos lo han olvidado antes y despus de l, y lo olvidan
todava! que la razn es impotente para establecer los fines; es incapaz de establecer rdenes de
preferencias; que, en el domino de los valores, el papel de la razn se limita a poner a la luz el lazo
lgico o prctico entre un fin dado, y los medios que conducen a su realizacin.
La razn puede indicar a un individuo cul ser su deber en una
circunstancia precisa, si, por ejemplo, l ama a todos los hombres, o mejor an, a todos los seres
vivientes. La razn puede sugerirle lo que l debe hacer, o no hacer, si quiere contribuir a la paz en el
mundo. La razn no puede forzarle a querer la paz. Y en el caso en el que l no quisiera la paz en el
mundo, o la juzgase desmoralizante o simplemente enojosa, la razn le sugerira, con igual lgica,
una toma de posicin y de accin totalmente diferentes lo mismo que la razn dirigira al
misntropo inteligente, y pues lcido, hacia una accin muy distinta que la accin que ordenara al
filntropo. La razn ordenara siempre a cada uno de los que reflexionan, la accin que corresponde
a la promocin de lo que l ama verdaderamente, de lo que l quiere profundamente. Cmo
podra la razn inspirar deberes idnticos en cuanto a contenido, a individuos que aman ideales
diferentes, hasta incompatibles, y que quieren cada uno la revolucin que su ideal implica? O, a
individuos que no aman ms que a personas y a otros individuos que slo aman las ideas. Acta
siempre, dice Kant, como si el principio de tu accin pudiera ser erigido en ley universal.
Cmo aplicar esta regla a la vez a la conducta del que, no amando ms que a su familia y a sus
amigos, lejos de sacrificarlos a cualquiera idea que sea, sentir que es su deber protegerlos a toda
costa, y a la conducta del militante que, no amando ms que a una causa que le sobrepasa, considera que
sera su deber, llegado el caso, sacrificarse a s mismo, o a sus recientes colaboradores ante la
causa (si ellos se debilitaran en el plano de la ortodoxia y se convirtieran en peligrosos), y a fortiori, a su
familia, extraa a la santa ideologa, desde el momento en que l viera a uno de sus miembros,
cualquiera que fuese, pactar con las fuerzas hostiles?
Y qu decir de la regla: Acta siempre de suerte que tomes a la persona
humana como fin, nunca como medio? en otros trminos: No te sirvas jams de un hombre.
Y por qu no? sobre todo si, sirvindome de l, trabajo en inters de una causa que le sobrepasa
con mucho, por ejemplo, si acto a favor de la causa de la vida, o de la elite humana (caso particular de
la elite de cada especie viviente) o simplemente de la causa de un pueblo particular, si este pueblo tiene
una misin histrica ms que humana. El hombre explota sin escrpulos al animal y al rbol, a
favor de lo que l cree ser su inters. Y a esto Kant aparentemente no tiene nada que responder. Por
qu no explotar al hombre a la persona humana de cuyo pretendido valor se martillea ms
que nunca nuestros odos, desde hace un cuarto de siglo en inters de la vida misma? Qu nos lo
impide, si no tenemos como Emmanuel Kant y tantos otros, como la mayor parte de las gentes nacidas
y educadas en el seno de una civilizacin cristiana (o islmica, o juda, o simplemente laica)
una escala de valores centrada alrededor del sacrosanto mamfero de dos patas?
En lo que a m respecta, si yo amara a todos los hombres, yo no me servira
de ninguno de ellos; yo no tomara a ninguno de ellos como medio con vistas a un fin que no sea
l. No se explota lo que se ama verdaderamente. Es una ley psicolgica. Pero ninguna razn me
puede forzar a amar a todos los hombres como tampoco puede forzar la razn a la mayor parte de
los hombres a amar a todas las bestias. La razn de Kant le ordenaba no explotar a ningn ser
humano, no como una orden universal, sino porque l amaba a todos los hombres, como buen cristiano
que era. Yo que no los amo a todos, siento que ese deber no me concierne. No es mi deber. Rechazo
someterme. Si alguien que encuentra totalmente natural la explotacin del animal y del rbol y
qu explotacin! tiene la impudicia de venir a predicarme (a predicarnos) el respeto a la persona
humana, yo, bruscamente, le invitar a que se ocupe de sus asuntos.
* * *
* * *
Sin duda todos los hombres tienen algo en comn, la posicin vertical y el
lenguaje articulado, que no poseen las otras especies vivientes. Toda especie est caracterizada por
alguna cosa que poseen en comn todos los miembros que forman cada especie y de la que estn
privados los sujetos de otras especies. La flexibilidad y el ronroneo de los felinos son rasgos que no
puede reivindicar ninguna otra especie. Nosotros no ponemos en duda que todas las razas humanas
tienen, en cuanto son humanas, ciertos rasgos comunes. Lo que nosotros afirmamos es, por una parte, que
no hay por qu dar ms importancia a estos rasgos comunes entre los seres humanos que a los rasgos
comunes entre todos los seres vivientes, comprendidos los vegetales; y, por otra parte, afirmamos que los
rasgos comunes entre los seres humanos no son ms dignos de merecer nuestra atencin que las
enormes diferencias que existen entre las razas humanas y, frecuentemente, entre individuos humanos de
la misma raza.
Segn nuestro criterio, un negro o un judo, o un levantino sin raza bien definida,
no tiene ni los mismos deberes ni los mismos derechos que un ario puro. Ellos son diferentes; pertenecen
a mundos que, cualesquiera que pudieran ser los puntos de contacto a escala material, permanecen
extraos entre s. Ellos son diferentes por naturaleza; biolgicamente distintos. La adquisicin (por
parte de negro, del judo y del ario) de una cultura comn no podra aproximarlos nada ms que
superficial y artificialmente, porque la cultura no es nada en s, si no est enraizada en la
naturaleza. Nuestro punto de vista no es nuevo. Ya las Leyes de Man asignaban al brahmn y al
sudra y a las gentes de cada casta deberes y derechos diferentes... y penalidades muy diferentes a los
asesinatos eventuales de miembros de castas diferentes. Ahora bien, la casta est (sobre todo en la India
antigua) ligada a la raza. Casta es varna, que quiere decir color, y tambin jat: raza. En Europa,
donde los contrastes entre las razas nunca han sido tan extremos, y en poca ms cercana a nosotros en
el tiempo, la legislacin de los francos merovingios como la de los ostrogodos de Italia, y como la de los
dems germanos establecidos en pases conquistados, prevea para el asesinato un hombre de raza
nrdica de un germano penas sin comn medida con las penas en que incurra el asesino de un
galo-romano o de un italiano, sobre todo si este ltimo era de condicin servil. Ninguna idea basada o
justificada en un sano racismo es nueva.
En cambio, nosotros no comprendemos la prioridad concedida al hombre,
cualquiera que sea, sobre cualquier sujeto de otra especie viviente, por la nica razn de ser
hombre. Que los fieles de religiones basadas en el hombre acepten esta prioridad y la tengan en
cuenta en todos los actos de su vida cotidiana, puede comprenderse. Esa prioridad es, para ellos, objeto de
un artculo de fe, la consecuencia lgica de un dogma. Y la fe no se discute. Pero que tantos
pensadores y multitudes de gentes no vinculadas a ninguna iglesia y que, incluso, combaten toda
religin revelada, tengan exactamente la misma actitud y encuentren al ltimo de los desechos
humanos ms digno de solicitud que la ms sana y la ms bella de las bestias (o de las plantas)... no
parece lgico. Que estas gentes nos nieguen el derecho no solamente de matar sin sufrimiento, sino
incluso de esterilizar a los seres humanos deficientes, mientras que, para ellos la vida de un animal en
plena salud y en plena fuerza no cuenta para nada y cortan sin remordimiento un bello rbol cuya
presencia les fastidia, esto es lo que nos choca profundamente, lo que nos rebela.
Al parecer, todos estos espritus que presumen de independencia, todos estos
libres pensadores son, en tanto que creyentes en religiones centradas sobre el hombre y la sedicente
dignidad humana, los esclavos de los prejuicios que Occidente, y una gran parte de Oriente, han
heredado de los judos, del judasmo. Si bien estos libres pensadores han rechazado los dogmas y
la mitologa de las religiones antropocntricas, ellos han guardado ntegramente los valores. Esto es
tan cierto respecto a los destas del siglo dieciocho como de los comunistas ateos de nuestro siglo. En
efecto, existe aunque pese con indignacin a la mayora de los cristianos anticomunistas un
paralelismo profundo entre cristianismo y marxismo. Ambos son, originalmente, productos judos.
Ambos han recibido la impronta de un pensamiento ario ms o menos decadente: en el caso del
cristianismo, la impronta de la sutil filosofa helenstica, sobrecargada de alegoras y presta a aceptar
los sincretismos ms inesperados. En el caso del marxismo, la impronta, no del verdadero espritu
cientfico, que guarda el error, sino de lo que yo llamara el cientificismo, es decir, propensin a
reemplazar la fe en las ideas tradicionales por la fe en todo lo que es presentado en nombre de la
ciencia. Y sobre todo, cristianismo y marxismo estn, en el fondo, centrados sobre los mismos
valores: sobre el culto del hombre, en tanto que nico ser creado a imagen y semejanza del dios
de los judos o bien, simplemente, del hombre en tanto que ser de la misma especie que el marxista
glorifica. El resultado prctico del antropocentrismo es el mismo, cualquiera que pueda ser la fuente.
* * *
* * *
Cules son pues estos valores que en opinin de casi todos nuestros
contemporneos hacen del hitlerismo una negacin del hombre? Porque, se trata, en efecto, de una
negacin del hombre tal como el cristianismo, Descartes y la revolucin francesa nos lo ha hecho
concebir. Pero, tambin se trata de otra concepcin del hombre, de nuestra afirmacin del hombre.
Filosficamente, se podra definir o describir al hitlerismo como la bsqueda de
lo eterno, en y por amor y servicio de la perfeccin tangible y viviente. La perfeccin de una especie
viviente, es decir la idea de esta especie, en el sentido platnico de la palabra; o, si se prefiere
emplear el lenguaje de Aristteles, en su entelequia: aquello hacia lo que la especie tiende
idealmente. Es cierto que cuanto ms compleja es una especie viviente, mayores son sus posibilidades
ocultas y es ms difcil encontrar individuos o grupos de individuos absolutamente fieles a la idea
de esta especie, es decir perfectos. De entre todos los seres visibles que habitan en nuestra Tierra, siendo
el hombre el ser viviente que presenta la ms vasta gama de posibilidades, es tambin en l donde la
perfeccin es ms difcil de hallar. Y el criterio que permite estadsticamente, como es obvio;
pues en este dominio toda verdad es una verdad de orden estadstico hablar de jerarqua natural de
las razas humanas, en la medida en la cual cada raza es capaz de hacer de la idea del hombre una
realidad viviente; es la medida en la cual cada raza es capaz de presentar, en el rostro y en el cuerpo de
sus representantes, la armona, que es la esencia misma de lo bello, y de presentar en su psiquismo (en
la psicologa de los miembros de la raza), las virtudes que distinguen al hombre superior, del hombre
que yo, a veces, he llamado el candidato al superhombre.
Insisto especialmente sobre el hecho de que la idea de raza superior es
estadstica. Ninguno de nosotros ha sido jams tan estpido como para creer que todos los
especmenes de una raza humana puedan ser, por el solo hecho de su pertenencia a esta raza,
forzosamente superiores a todos los especmenes de todas las dems razas humanas. Hay no arios
netamente superiores a ciertos arios, incluso al ario medio. Algunos santos hindes de baja casta
como Tukaram o incluso debajo de toda casta tal como Nandanar estaban ciertamente ms
cerca de lo eterno que muchos arios dos veces nacidos, sobre todo que muchos arios de hoy,
corrompidos por la sed de bienes materiales. Tambin estaban ms cerca de lo eterno algunos hroes
japoneses, tales como un Yamato Dak, o un Yashitsun, y tantos otros; jefes mongoles, como Genghis
Khan, el genial invencible, o su lugarteniente, Subodai, la encarnacin de la ms alta virtud militar a la
vez que el ms modesto y desinteresado de los hombres; jefes mexicanos, tales como Nezahualcoyotl,
rey de Tezcuco, a la vez guerrero, ingeniero y poeta[62].
Esto no quiere decir que, estadsticamente, el ario no est ms cerca de la idea
del hombre perfecto, que el hombre de las otras razas, incluso nobles, lo mismo que dentro de la raza
aria, el nrdico es estadsticamente ms cercano a la misma idea, en el sentido platnico de la
palabra. La valenta del guerrero es quizs una de las virtudes ms equitativamente repartidas a la vez
entre el ario y el no ario de raza pura (o casi pura). Pero hay rasgos que si bien no son exclusivamente ni
del ario ni ms particularmente del nrdico, se encuentran indudablemente ms frecuentemente entre
este ltimo que entre otros. Es el caso de estos tres rasgos: la belleza fsica que cuenta, ya que se
trata de un ser visible; el hecho de que se puede contar, se puede confiar en l, no promete lo que no
puede dar o hacer, no miente (o miente menos que la mayor parte de los representantes de las dems
razas); y, en fin, el hecho de que l tiene mayor respeto que otros tipos raciales (que a menudo, carecen
de ese respeto) hacia el animal y el rbol, y demuestra mayor bondad, en general, hacia todos los seres
vivientes. Y este ltimo rasgo me parece esencial. Yo no puedo, en efecto, considerar como superior
a cualquier raza o comunidad humana, por bella y bien dotada que est exteriormente en la que un
alto porcentaje de los individuos que la componen, desprecie o trate como si fueran cosas a los bellos
seres vivientes que, por naturaleza, no pueden tomar posicin a favor o en contra de cualquier
causa, y que por consiguiente, no pueden ser odiados. El hombre superior el candidato a la
superhumanidad no puede ser el verdugo, ni incluso el explotador desvergonzado de la naturaleza
viviente. Por el contrario, el hombre superior ser el admirador yo dira incluso, el adorador de la
naturaleza viviente; ser el que, para decirlo con palabras de Alfred Rosenberg, ve al Divino en todo
lo que vive: en el animal; en la planta[63]. El hombre superior no tiene no debe incluso tener
merced para con el hombre enemigo de este orden natural, al cual orden l se siente identificado, no
tiene merced hacia el hombre enemigo de la belleza de la cual l participa. Por el contrario, lejos de
infligir dolor a una criatura inocente, o de permitir que otros lo inflijan, directa o indirectamente, l
har todo lo que pueda para que toda bestia que encuentre viva dichosa; para que todo rbol que halle
en su camino, escape a la barbarie innata del hombre inferior del hombre presto a sacrificarlo todo a su
propio provecho, a su propio confort, o al provecho y confort de los suyos, incluso de la humanidad.
Toda sobreestimacin de s mismo es un signo de estupidez. Todo
antropocentrismo es una sobreestimacin del yo colectivo del mamfero bpedo, tanto ms
flagrante puesto que no existe; no hay ms que los s (o ego) colectivos, correspondientes a
cada uno de los grupos humanos ms o menos extendidos y ms o menos homogneos. De donde se
deduce que todo antropocentrismo es signo de doble estupidez, y generalmente de estupidez colectiva.
Qu se nos reprocha diciendo que nosotros negamos el hombre? Se nos
reprocha rechazar el antropocentrismo. Se nos reprocha colocar la nocin de elite de aristocracia
viviente, humana o no humana por encima de la nocin de hombre cualquiera que sea, y de sacrificar
no solamente al individuo normal o por encima de lo normal, sino tambin la masa a la elite. Se nos
reprocha el considerar como fin a la elite de nuestra raza aria, y el tomar como medio a la masa, a todas
las masas humanas, incluidas las masas de nuestros pases arios. Y cuando yo digo masa, no me
refiero al pueblo, sino a la humanidad mediada y por debajo de la mediana, no tanto en cuanto lo que
saben sus representantes, como en cuanto a lo que son: en cuanto a su carcter y a sus posibilidades.
Nuestro Fhrer sali del pueblo, pero no perteneca a la masa.
Se nos reprocha nuestro desagrado hacia la criatura deficiente, que
irremediablemente, ha vuelto la espalda al arquetipo ideal de su raza: nuestro horror por lo mrbido, lo
estrambtico, lo decadente, por todo lo que se aleja sin retorno de la simplicidad cristalina de la forma
elemental, de la sinceridad absoluta y de la lgica profunda. Se nos reprocha nuestro combate para el
restablecimiento, a cualquier precio que sea, del reinado de los valores eternos nuestro combate a
contracorriente del tiempo.
Ahora bien, como ya he dicho ms arriba, el hombre es, entre todos los seres vivos
de la Tierra, al nico que tiene, y esto dentro del seno de una misma raza, elites y un poso fsico,
mental y moral; es el nico que, no estando definido por su especie, se puede elevar (y se eleva a veces)
por encima de s mismo (de su especie), hasta confundirse (o casi confundirse) con el arquetipo ideal
que trasciende a la especie: la sobrehumanidad, el superhombre... pero que tambin puede rebajarse (y
se rebaja, de hecho, ms y ms, en la edad en que vivimos) por debajo, no solamente del nivel
mnimo del valor que se espera encontrar en su raza, sino por debajo de todas las criaturas animadas
de las criaturas que, prisioneras de un instinto seguro y de una inteligencia prctica puesta
completamente al servicio de este instinto, son incapaces de rebelarse contra las leyes no escritas de su
ser, en otros trminos, son incapaces del pecado. Se nos reprocha preferir la bestia sana y bella de
preferir al rbol, sano y bello al hombre decado (ya se trate del hombre que, nacido en el seno de
una raza inferior en vas de aproximarse ms y ms al mono y que no tiene posibilidad de ascensin
hacia la sobrehumanidad, sea por s mismo o a travs de su descendencia; o ya se trate de individuos o
de grupos de individuos de raza superior, pero a los cuales toda posibilidad de una tal ascensin les est
definitivamente cerrada, como resultado de la corrupcin fsica, psquica o mental o de las tres a la
vez que han heredado de ascendientes degenerados, o que han adquirido como consecuencia de la vida
que ellos mismos han llevado).
En el prefacio de la primera edicin francesa de las Tischgesprche[64]
atribuidas a Adolf Hitler, y publicadas bajo el ttulo de Libres propos sur la Guerre et la Paix, el
conde Robert dHarcourt recuerda que el Fhrer amaba a los animales y que l escribi
pginas de una frescura encantadora sobre los perros. El acadmico Robert dHarcourt seala
este rasgo del carcter de Hitler como un trazo paralelo al cinismo del jefe de Estado. A sus ojos la
sabidura poltica estaba en razn inversa de la humanidad. Y aade: Humanidad hacia las
bestias, bestialidad hacia los hombres nosotros hemos conocido este misterio de coexistencia.
Escribe, adems que los hombres que, en los campos de concentracin, enviaban a sus vctimas a las
cmaras de gas, eran los mismos que curaban, con la delicadeza de una enfermera, la pata de un perro
herido.
A estas observaciones, hechas por un adversario de Hitler, yo agregara todo lo
que el Fhrer ha hecho por el animal (incluso por el rbol mismo), dentro del espritu de la
inmemorial concepcin aria del mundo: la prohibicin de las trampas (de caza), as como de la caza
de montera, y la restriccin de la caza, de cualquier tipo que fuera, en la medida en que era posible en
Alemania[65]; la supresin de la viviseccin esta vergenza del hombre as como de todas las
atrocidades relacionadas con la matanza de las bestias destinadas a las carniceras[66]. Aadira
tambin, por mi parte, que siendo vegetariano, Adolf Hitler soaba, proceder por etapas, despus de
la guerra, para suprimir completamente la horrible industria de los mataderos, incluidos lo que
empleaban ya mtodos de matar ms humanizados. Esto, en particular, se lo manifest Hitler a
Goebbels, el 26 de Abril de 1942 en el transcurso de una conversacin privada[67]. Estas medidas de
proteccin hacia los animales (y los vegetales) lejos de chocarme por su contraste con todas las
medidas de excepcin tomadas contra seres humanos considerados, de hecho o potencialmente,
peligrosos, las considero perfectamente lgicas, dentro de una concepcin aria del mundo. Estas leyes y
proyectos se me aparecen como una de las glorias del III Reich, y una razn ms para sentir orgullo
(para sentirse ufano) de mi fe hitleriana.
El conde Robert dHarcourt representa la opinin pblica del Occidente en
general, tanto cristiano como racionalista. Su punto de vista es el de todos los que nos han combatido, e
incluso de una parte de los que han colaborado con nosotros colaborado por razones estrechamente
polticas, a pesar de nuestra negacin del hombre, y no como consecuencia de esta negacin,
en nombre de una escala comn de valores.
Se nos reprocha negar al hombre por colocar al ltimo de los animales sanos,
la menor planta sana[68] por encima del desecho humano, del dbil mental, a fortiori del idiota y de
colocar a la aristocracia animal o vegetal por encima del Untermensch, incluso aunque ste sea
aparentemente normal; por encima del ser humano sin raza y sin carcter, amasijo de suficiencia y
de laxitud; mezquino, incapaz de pensar por s mismo, y esencialmente egosta. Se nos reprocha de
preconizar la supresin fsica de los dementes, de los retardados agudos, de los idiotas y de los
monstruos que, a costa de los contribuyentes, se amontonan en los asilos de los pases dichos
civilizados; de preconizar la esterilizacin de la gente afligida de una herencia peligrosa. Se nos
reprocha, quizs ms que nada, el haber dado permiso a los fisilogos y mdicos alemanes para
experimentar (investigaciones cientficas) sobre seres humanos enemigos del Reich, procedentes de
campos de concentracin mientras que estaba prohibido utilizar animales para los mismos fines; en
otros trminos, se nos reprocha tener ms miramientos para el animal que para el enemigo ideolgico
real, incluso potencial. Esto es, sobre todo, lo que piensa el mayor nmero de nuestros adversarios,
bombardeados por propaganda desnazificante durante ms de veinticinco aos, cuando declaran
que nosotros negamos al hombre.
Se tratara, ante todo, de comprender la connotacin (y por tanto, la denotacin)
del concepto de hombre, del cual tanto se habla. Es, aparentemente su pretendida connotacin lo
que interesa ms a nuestros detractores. Ellos llaman hombre a todo primate bpedo con lenguaje
articulado al que atribuyen automticamente la razn y, an ms (en el caso de los cristianos),
un alma inmortal creada a imagen de Dios. Pero es la posicin vertical y el lenguaje articulado
rasgos que saltan a la vista lo que, al parecer, informe a estos amigos del hombre, antes que otras
caractersticas (menos evidentes), sobre la presencia del objeto de su solicitud. De ah el caso que
ellos hacen de todos los seres vivientes que tienen los dos trazos distintivos (e incluso de los que no los
tienen, con tal que posean forma humana)... porque nuestros adversarios colocan al idiota por encima de
la ms bella de las bestias!
Se ve, aqu, una vez ms, cmo de verdad que la denotacin de un concepto
est en razn inversa a su connotacin. Lo que, en el fondo, da a nuestros adversarios la impresin
persistente de que nosotros negamos al hombre, es que nosotros somos mucho ms exigentes que
ellos en cuanto a la connotacin de este trmino, y que, a partir de su connotacin, por consiguiente su
denotacin se restringe. No nos basta, en efecto, para dar a un primate el nombre de hombre y el respeto
que las lenguas cultivadas confieren al concepto hombre, que esta criatura se sostenga preferentemente
sobre sus patas traseras, y sea capaz de emitir sonidos articulados que tengan para ella y para las gentes
un significado. Con mayor razn, no es suficiente que incluso sin presentar dichos dos caracteres, esa
criatura tenga una silueta vagamente parecida a la figura humana. Nosotros queremos que esa criatura
posea ese mnimo de inteligencia que le permita pensar por s misma, y ese mnimo de nobleza que
le haga incapaz de ciertas reacciones ante un obstculo, que le haga inaccesible a ciertas
tentaciones, impermeable a ciertas influencias envilecedoras, y a fortiori incapaz de actos mezquinos
o cobardes; de actos feos. Nosotros queremos, si no amar, al menos respetar a todos los hombres
con el mismo ttulo con el que respetamos a todos los bellos seres vivientes, animales o plantas, en los
cuales nosotros percibimos los reflejos ms o menos acentuados de lo divino de lo eterno. Pero para
esto, es preciso que se trate de hombres en el sentido propio de la palabra. Estamos dispuestos a
respetar, en tanto que individuos, hasta a las gentes, adversarios ideolgicos, incluso enemigos de raza,
que como enemigo colectivo combatimos ayer, y que combatiremos maana a respetarlos, si, tomados
individualmente, responden a lo que nosotros esperamos del hombre: si ellos unen, a una inteligencia
no esclavizada, las cualidades de carcter que distinguen (estadsticamente) a las razas que yo llamo
superiores y en primer lugar, por supuesto, nuestra raza aria e incluso que distinguen al individuo
excepcionalmente noble de las razas estadsticamente inferiores. Esto no nos impedir combatirlos, si
son ideolgicamente peligrosos; tanto ms peligrosos cuanto ms valor intrnseco tengan. En otras
palabras, nosotros respetamos como hombres a las gentes que, si no son, ideolgicamente, ya de los
nuestros, seran, a nuestros ojos, dignos de llegar a serlo.
* * *
Al retornar a Europa, poco despus del desastre de 1945, yo escriba a un amigo
hind, tras haber citado la frase de Nietzsche sobre el carcter intermedio del hombre, cordel tendido
entre la animalidad y la sobreanimalidad: Ahora la cuerda se ha roto. Ya no hay hombres en este
continente abandonado de los dioses; hay una minora sobrehumana de verdaderos hitlerianos, y... una
inmensa mayora de simios. Tal era entonces el contraste entre la brillante elite de los fieles, que yo
he exaltado en el primero de mis libros de posguerra[69] estos hombres de oro y de acero, que la
derrota no puede desalentar, que el terror y la tortura no puede romper, que el dinero no puede comprar
y el resto de los europeos.
Desde entonces, he contemplado cmo esta preciosa minora se ha renovado
poco a poco, permaneciendo profundamente idntica a s misma tal como las aguas de un lago que
alimenta un ro. Numerosos de los antiguos militantes (Alten Kmpfer) de los aos gloriosos
han muerto, y ms de uno ha dejado de esperar el imposible retorno de la alborada o de lo que l
durante largo tiempo haba tomado por un alba del renacimiento ario, y, sin haber muerto
corporalmente, se ha dejado llevar por la apata de los que no esperan nada aunque la esperanza les era
indispensable. Solos, han permanecido los fuertes que no tienen necesidad de la esperanza porque,
contribuyendo con su actividad (y con el fervor mgico de su pensamiento, cuando toda accin les era
prohibida), al inmemorial combate contra las potencias de la desintegracin, ellos han trascendido al
tiempo. Solos, han permanecido en pie los que no tienen necesidad de creer, porque ellos saben.
Alrededor de algunos de los sobrevivientes del naufragio de la ms bella de las
razas, yo he visto, en el curso de este cuarto de siglo, agruparse conscientemente o no de cada uno de
ellos, poco importa una elite dura y silenciosa de jvenes; elite muy poco numerosa, sin duda, pero de
una calidad que el vasto mundo hostil no puede suponer (y que tampoco sabra perturbar incluso si, un
da, repentinamente, esa elite se impusiera sobre este mundo). Yo he visto crecer, por aqu y por all,
al margen de lo que a los ojos del historiador pueda parecer nuestra ruina definitiva, los frutos milagrosos
de una prueba sin paralelo: muchachos y muchachas de veinte aos lo bastante fuertes, ya, como para
prescindir de la esperanza como del xito; lo bastante inteligentes como para comprender de una vez por
todas que la verdad no depende de lo visible. Uno de ellos (Uwe G., nacido el 21 de Julio de 1935) me
dijo, en 1956, y otros me han repetido ms de diez aos despus: Yo me opongo y toda mi vida
continuar oponindome a la corriente de la decadencia, persuadido de que soy desde la eternidad del
ideal hitleriano, aunque s que no se ver ya, hasta el fin de los tiempos, un equivalente al Tercer Reich
alemn. Hace falta combatir sin cesar y sin desfallecer, incluso sabindose de antemano sumergido;
hay que combatir, porque es el deber la funcin de un ario de nuestra poca, y de todas las pocas
del porvenir.
Entonces yo evoqu las palabras de Goebbels lanzadas al medio de todo el horror
del desastre: Aprs la dluge, nous! Acaso lo propio de este desastre es hacer nacer el continente
cuya civilizacin est destinada y cun justamente! a ser barrida, a algunos jvenes (alemanes
en su mayor parte, pero no necesariamente) cuya mentalidad espontnea, correspondiente exactamente a
las enseanzas del Bagavad-Gta, rene la mentalidad del prototipo del ario de siempre? Debe
resultar de la Pasin de Alemania la resurreccin, en nuestra poca, de la tica de la imperturbable
serenidad en el seno mismo de la accin infatigable de la sabidura del guerrero divino? Puede ser.
Si es as, vale la pena sobrevivir al desastre, para ser testigo de esta resurreccin. Vale la pena errar
ao tras ao entre todos los simios de las sociedades de consumo, para asegurar finalmente, cada
vez ms, que el espritu del Jefe y del Maestro no se eclipsar tras la muerte del ltimo militante de
la vieja guardia, sino que continuar animando, en su duracin y pureza, una aristocracia espiritual a la
vez que racial, que no haba nacido en 1945.
Esta aristocracia espiritual y racial, esta elite, consciente de la eternidad de los
principios bsicos de la doctrina de Adolf Hitler, y viviendo segn esos principios en toda simplicidad,
es, para nosotros, el hombre verdadero; el hombre que tiende hacia la sobrehumanidad mediante una
disciplina personal y colectiva, la seleccin de la sangre, el cultivo del honor ancestral y de la divina
indiferencia hacia todo lo que no es esencial; el hombre que tiende hacia la sobrehumanidad mediante la
humildad del individuo frente a la raza y ante la eternidad que la raza refleja; el hombre que tiende hacia
la sobrehumanidad mediante el desprecio de toda cobarda, de toda mentira y de toda debilidad. Y lo
repito: si nosotros descubrimos algunas de estas caractersticas ms all de quienes confiesan
abiertamente o en secreto nuestra misma doctrina; si incluso hallamos esas caractersticas en las gentes
que nos combaten o nos detestan, o creen detestarnos porque no nos conocen nosotros saludamos en
quienes poseen esas caractersticas, a seres dignos de respeto. Ellos tienen la raz de lo que podran o
deberan ser, aunque no lo desarrollen o la desarrollen mal. Estos hombres son, en la mayora de los
casos, nuestros propios hermanos de raza, o bien hombres de otras razas, entre los ms dotados. Algunas
cosas, en estos hombres, les redime ante la inmanente e impersonal justicia que enva a cada ser que,
con razn o equivocadamente, hace profesin de pensar, all donde merece ir, y, a la vez, esas
caractersticas les impide, a estos hombres y les impedir siempre a muchos de ellos, resbalar y
hundirse en esa masa que no siente ni piensa segn su propia ley; en la mayora simiesca de la
humanidad que, como los cuerpos lquidos o las sustancias pastosas, toma la forma de los recipientes
que la contienen, o la marca del sello que, de una vez para siempre, la seala.
En el transcurso de este ltimo cuarto de siglo, yo he ido redescubriendo a esta
categora de gentes, que mi choque atroz con la Europa de postguerra haba sustrado a mi atencin:
los hombres de buena voluntad; las bravas gentes que mantienen su palabra dada, y son capaces de una
buena accin que no les reporta nada; que, por ejemplo, se apartaran de su camino para socorrer una
bestia, sin, por otra parte, ser capaces de sacrificios extremos, es decir de una accin sostenida,
cotidiana, total, en beneficio de lo que sea. Esas gentes no estn entre los fuertes y seguramente
tampoco entre los nuestros. Pero tampoco son simios. En una seleccin inteligente habra que
tenerlos en cuenta. Entre sus hijos, podran encontrarse, tanto futuros militantes del hitlerismo, como de
todo lo contrario. Hay que ser prudente: no menospreciar al que es sano, pero tampoco perder el tiempo y
la energa tratando de retener en la pendiente a quien, de todas formas, est predestinado condenado
por naturaleza a zozobrar en la masa de los no pensantes, masa utilizable a veces, pero jams
respetable y a fortiori nunca digna de ser amada.
No negamos al hombre en el sentido que nosotros lo entendemos el hombre
como candidato vlido para la sobrehumanidad verdadera; tampoco negamos al hombre valiente,
sano de cuerpo y de alma, fundamentalmente honesto y bueno, bien dispuesto hacia todo lo que vive. No
es a l al que nosotros rehusamos la dignidad, y por tanto ms consideracin que a una simple
cosa; se la rehusamos a esa caricatura de hombre, cada vez ms comn en el mundo en el que vivimos.
Es esa caricatura lo que nosotros rechazamos englobar dentro de la denotacin del concepto
hombre, por la simple razn de que ella no tiene la connotacin, es decir no posee las capacidades
y cualidades esenciales que sirven de atributos en los posibles juicios en que la palabra hombre es
empleada como sujeto.
Todo juicio en el cual un concepto es empleado como sujeto, es forzosamente un
juicio hipottico. Decir que el hombre piensa, o que es un ser pensante, es decir que si un
individuo cualquiera es un hombre si posee la posicin erguida, la palabra, etc... se deduce que
ese individuo es tambin capaz de pensar. En el caso de que ese individuo no fuera capaz de pensar, la
posicin vertical y la palabra articulada, y los otros rasgos que los acompaan, no seran suficientes
para definirle como hombre y no obligaran a nadie a tratarle como un hombre. Ahora bien, un
individuo no piensa si os declara, con toda seriedad, que una informacin es ciertamente exacta
porque esa informacin le ha sido transmitida por su aparato de televisin, o sobre todo, cuando nos
declara que un juicio de valores debe ciertamente ser aceptado, porque l lo ha ledo anunciado en
un peridico, en una revista o un libro, o sobre un cartel, poco importa dnde con tal de que lo haya
visto escrito en caracteres de imprenta! l piensa tanto como un gramfono cuya aguja sigue
fielmente las espirales grabadas sobre un disco. Cambiad el disco, y la mquina cambiar de lenguaje
o de msica. Del mismo modo, cambiad las emisiones de televisin, que millones de familias siguen
todas las tardes y noches con odos y ojos atentos a la pantalla; cambiad los programas de las emisoras
de radio; pagad a la prensa para que imprima una propaganda distinta, y estimulad la publicacin de
libros y revistas distintos a los que ahora se editan, y en tres meses habris cambiado las reacciones de
un pueblo de todos los pueblos ante los mismos acontecimientos, ante las mismas personalidades
polticas o culturales, ante las mismas ideas. Por qu, grandes dioses, hemos de tratar como
hombres a esos millones de gramfonos de carne y sangre que no piensan ms que sus
congneres de metal y baquelita? stos no pueden pensar, y sera absurdo pedrselo, pues no tienen
ni cerebro ni nervios. Son objetos. El individuo el mamfero de dos patas que viene a sostenerme
mordicus que seis millones de judos, hombres, mujeres y nios, encontraron la muerte en las
cmaras de gas de los campos de concentracin alemanes, y que se enfada si yo le demuestro que ese
nmero tiene un cero, o quizs, dos ceros de sobra, es peor que un objeto. Ese individuo tiene un
cerebro, pero no lo utiliza, o se sirve de l para embrutecerse cada da ms, rechazando toda ocasin
de ejercitar el poco espritu crtico que le queda despus de ms de cuarenta aos de
condicionamientos antihitlerianos (este gnero de propaganda comenz incluso antes del ao 1933;
entre 1920 y 1930. Yo viva entonces en Europa y bien lo recuerdo). Es ms, ese individuo tiene la
impertinencia de cuestionar la fe ciega de otras personas, o de los hombres de otras pocas; no
comprende lo que es la confianza absoluta en una enseanza o un maestro. Despotrica o vitupera contra
las gentes de la Edad Media (o se burla de ellas), porque los hombres de entonces crean sin
discusin todo lo que la Iglesia les deca y todo lo que est escrito en los Evangelios, como si la
autoridad de la Iglesia y de los Evangelios no valiera ms que la autoridad de la televisin, o de las
revistas Paris-Match o Bild. Ese individuo rehusa admitir, porque la propaganda que l ha
engullido no se lo ha inculcado le ha dicho lo contrario que nosotros no somos seres
condicionados, al menos, aquellos que entre nosotros cuentan, los cuales no han sido jams
condicionados[70].
A este tipo de individuos sin espritu crtico, pues, por qu se le ha de
conceder ms respeto que a un objeto? Sobre todo teniendo en cuenta que, precisamente a causa del
adoctrinamiento que ha sufrido, se ha convertido, para m y para la causa que yo defiendo, en un ser
totalmente inutilizable. Es ms, si adems resulta que el tal individuo no es bueno, somo resulta de sus
obras: no duda en arrancar una rama de un rbol que le molesta, o de apedrear a un perro. Por qu?
En nombre de qu se puede estar oblogado a preferir a un tal individuo antes que al perro que l ha
herido, o antes que al rbol que l mutil al pasar? En nombre de su dignidad humana? Bella
dignidad la de un gramfono viviente y malfaciente peligroso; capaz de infligir gratuitamente
sufrimiento y de crear fealdad. Yo niego esta dignidad; la rechazo. El rbol y el perro y todos los
seres vivientes, bellos e inocentes, los cuales no tienen ideas, ni propias ni de la televisin, ellos s son
mis hermanos. No hallo en tal individuo nada que aventaje a uno cualquiera de estos seres bellos e
inocentes. Por qu, entonces, le dara prioridad sobre ellos? Por qu l camina como yo
utilizando los pies? Esto no es, para m, una razn suficiente. Me burlo de la posicin vertical si no va
acompaada con un verdadero pensamiento, y de un verdadero carcter de hombre superior; de un
carcter donde toda mezquindad, toda pequeez estn excluidas. Y cuando la palabra articulada no
sirve ms que para expresar ideas que no han sido creadas ni descubiertas por quien cree haberlas creado
o descubierto, sino que las ha recibido tal cual, ya hechas y falsas adems, yo prefiero, con mucho,
el silencio de los animales y de los rboles.
5
LA HISTORIA, LA ACCIN Y LO INTEMPORAL
* * *
* * *
* * *
Se me dir que si en la ptica del hombre (situado) por encima del tiempo, el
avenir est dado con el mismo ttulo que el pasado, qu resulta de las nociones de libertad y de
responsabilidad? Si un sabio es capaz de ver, con siglos de anticipacin, hasta cundo est destinada
una doctrina civilizadora a conservar su crdito en uno o varios pueblos, de qu sirve militar a
favor o en contra de cualquier cosa?
En respuesta a esto, creo que hay algunas observaciones que hacer. En primer lugar,
hay que precisar que toda accin en el sentido en que nosotros la entendemos cuando hablamos de
combate y de militantes, o cuando tenemos en cuenta los gestos de la vida cotidiana est
inmediatamente ligada a la nocin de tiempo (de tiempo, por lo menos, si no, por aadidura, del
espacio). Hace falta notar, que las concepciones filosficas de libertad y de responsabilidad no tienen un
sentido ms que en conexin con una accin, directa o indirecta actual o posible y an incluso
materialmente imposible de dirigir o modificar por parte de quien la concibe, como es el caso de toda
accin pensada retrospectivamente y siempre con una accin, que habra podido o debido ser
pensada. Hace falta, por ltimo, comprender que como consecuencia de esto, estas nociones de libertad
y de responsabilidad ya no tienen sentido cuando, desde el estado temporal, uno se eleva al estado de la
conciencia extratemporal.
Para el que se coloca en el eterno presente, es decir fuera del tiempo, ya no hay
cuestin de libertad ni de responsabilidad, sino nicamente de ser o de no ser; de posibilidad y de
absurdidad. El mundo que vemos y sentimos, que otros han visto y sentido o bien que vern y sentirn
conjunto de posibilidades indefinidas que han tomado o que tomarn cuerpo es simplemente lo que
es y, vista la naturaleza ntima de cada una de las existencias limitadas (individuales) que lo componen,
no podra ser otra cosa. La conciencia situada por encima del tiempo ve al mundo, pero no forma
parte del mundo, se debe a s misma y desciende a veces, en tanto que instrumento clarividente de una
accin necesaria.
Los seres que, privados de la palabra, y por lo tanto de ideas no pueden pensar,
actan, pero no son responsables. Se comportan segn su naturaleza, y no podran comportase de otra
manera. Para los animales, ser libre consiste, en suma, en no ser contrariados en la manifestacin de
su espontaneidad o en el ejercicio de sus funciones, por alguna fuerza exterior a ellos: en no ser
encerrados entre cuatro muros o entre las rejas de una jaula; en no llevar no arreos ni bozal; en no ser
atados, o privados de agua o alimento, o del acceso o compaa de individuos de su misma especie y
de sexo opuesto, y en el caso de las plantas en no ser privadas de agua, de tierra y de luz natural, y en
no ser desviadas en su crecimiento por algn obstculo. Se podra decir que la mayor parte de los
seres humanos no son, aunque puedan hablar, ni ms libres ni ms responsables que la ms humilde
de las bestias, o incluso que las plantas. Estos seres humanos hacen, exactamente como el resto de los
seres vivientes, lo que sus instintos, sus apetitos y la solicitud de cada momento les impulsa hacer, y esto,
en la medida que los obstculos y contrariedades exteriores se lo permitan. Todo lo ms, gran nmero
de estos seres humanos se creen responsables, por haber odo repetir que ello es propio del hombre,
y (sin embargo) se sienten, en sus apartamentos (de las colmenas urbanas) o habitaciones de
alquiler entre el frigorfico, la lavadora y el televisor as como en las fbricas y oficinas,
donde pasan cada da ocho horas bajo la cegadora luz de nen, menos cautivos que los desgraciados
tigres de un jardn zoolgico (lo que demuestra que los tigres son ms sanos de cuerpo y de espritu
que esos hombres, pues los tigres tienen conciencia de su cautividad, ya que ellos sufren).[74]
La libertad[75] y la responsabilidad, en grados diferentes, hay que buscarlas entre
dos planos diferentes y extremos: la accin sin el tiempo sin pensamiento y la conciencia fuera del
tiempo, sin accin, o acompaada de una accin completamente desatada, impersonal, cumplida de
acuerdo con una necesidad objetiva. Dicho en otros trminos, nadie es libre de una manera
absoluta, si se entiende por libertad poder orientar el futuro a capricho. El avenir est aparentemente
orientado, ya que existen algunos pocos sabios que lo conocen por anticipado, o ms bien que lo
aprehenden como un presente. Pero es innegable que el hombre de buena voluntad que vive y piensa
en el tiempo, tiene, cada vez que ha de tomar una decisin, la impresin de elegir entre dos o varias
posibilidades; tiene la impresin de que el porvenir, al menos en su curso inmediato y tambin en su
curso lontano, si se trata de una decisin de alcance histrico evidente depende en parte (y a veces en
su totalidad, a escala de nuestra Tierra) de l. Esto no es, sin duda, ms que una impresin. Pero se
trata de una impresin de una tal tenacidad que es imposible no tenerla en cuenta, desde el punto de vista
psicolgico. Esta impresin forma parte de tal manera de la experiencia de todo hombre, de alma un
poco compleja, que debe actuar en el tiempo, que esta impresin persiste, aunque ese hombre est
informado por adelantado sea por una invencible intuicin, sea por la evidencia de hechos que se
suceden, sea por alguna profeca a la que l da crdito sobre lo que suceder en el futuro a pesar
de su accin personal.
A veces incluso, si su alma es menos compleja, es decir menos dividida contra ella
misma, el agente que presiente, que sabe cul ser el ineluctible curso de los acontecimientos, se
decidir y esto, sin necesidad, para l, de deliberar a favor de la accin ms intil desde el
punto de vista prctico. El ltimo rey de los ostrogodos en Italia, Tejas, saba que en adelante, a los
suyos les sera imposible permanecer siendo los dueos de la pennsula itlica. Esto no le impidi
lanzarse sin la menor duda a la lucha contra Bizancio y encontrar, en la famosa batalla del Vesubio
en el ao 563 una muerte digna de l. Se le atribuyen unas palabras histricas, que, aunque no las
hubiera pronunciado efectivamente, explican bien su actitud: Para nosotros, no se trata de abandonar o
de no abandonar Italia; se trata de abandonarla con o sin honor. Son palabras de un seor y... palabras
de un hombre contra el tiempo, es decir vencido por anticipado en el nivel material.
Se puede decir que a medida que se desarrolla lo que las escrituras snscritas
llaman la Edad Sombra, y que a medida que un ciclo temporal se aproxima a su final, cada vez ms
seores seores en el sentido biolgico y tambin en el sentido psicolgico de la palabra son
los hombres contra el tiempo, vencidos de antemano en el plano material. Y ellos no se sienten
menos libres en su opcin espontnea del acto prcticamente intil. La impresin de libertad no
est pues ligada a la duda y a la deliberacin antes de tomar una decisin. Esta impresin de
libertad est ligada a la capacidad que tiene el agente de imaginar un porvenir diferente del porvenir que
se desprender de su acto porvenir, en efecto, que l querra ver desarrollarse, si esto fuera
posible y tambin est ligada dicha impresin de libertad a la ilusin que l tiene de ser l
mismo fuente y principio de este acto, mientras que ocurre que l no es ms que el instrumento de
realizacin de posibilidades destinadas, en nuestro mundo del tiempo al pasar del estado virtual al
actual, puesto que existen ya, en el estado de actualidades, en el eterno presente. En otras palabras,
esta impresin de libertad est ligada a la vez al pensamiento del agente, y a su ignorancia. Para el
hombre que acta en el tiempo, la verdadera libertad consiste en la ausencia del apremio exterior o
interior (es decir, apremio proveniente de contradicciones profundas en su yo) y en la paternidad
total del yo con relacin a la decisin y al acto. La ignorancia de ese porvenir que se desprende en
parte a veces del acto pero que puede no desprenderse, en el caso de un acto prcticamente intil
puede ayudar a ciertos hombres a actuar (se ha dicho que el hecho de saber por anticipado la suerte que
esperaba a su civilizacin, haba anulado el poder de decisin de los jefes aztecas e incas del siglo
XVI, hasta el punto de impedirles resistir a los espaoles tan rpida como vigorosamente habran
podido hacer, si ellos no hubieran conocido las profecas sobre su destruccin). La ignorancia del
porvenir puede dar la ilusin de la ausencia de constreimiento a saber, de la ausencia de
constreimiento del destino y puede permitir as la eclosin de la esperanza, que es un impulso para
la accin.
Pero, como ya he dicho ms arriba, los fuertes no tienen necesidad de la ayuda de
la esperanza para realizar lo que les dicta el sentido del honor, el cual es siempre la conciencia de una
fidelidad a un jefe, o a una idea, o a ambos, y tambin la conciencia del deber que dicha fidelidad
implica. Incluso, con pleno conocimiento de que el porvenir se les escapa, que su verdad bienamada
permanecer en lo sucesivo en las catacumbas, y esto, indefinidamente, los fuertes se decidirn por la
accin, intil, ciertamente, pero honorable; por la accin bella, hija de todo lo que hay de ms
permanente, de lo ms fundamental en su yo de seores, accin de la cual ellos sern
rigurosamente responsables y que jams lamentarn, porque esa accin es ellos mismos.
Los fuertes pueden, ciertamente, imaginar un porvenir diferente del porvenir que
ellos vislumbran con horror y disgusto, y contra el cual oponen toda su actitud. Pero ellos no pueden
imaginarse a s mismos actuando de otra forma de cmo actan. No hay, en ellos, ni
deliberacin ociosa, ni opcin, sino reaccin de todo su ser ante una alternativa elemental: entre
ser, o negarse a s mismos (entre ser o no ser); se trata de una necesidad interna exactamente como en
el caso del sabio por encima del tiempo, cuando acta. La nica diferencia est en que los que
todava no ven el porvenir desde el punto de vista de lo eterno, esta necesidad interna no se
confunde forzosamente con la necesidad interna que rige al cosmos visible e invisible, el ser mismo,
ms all de sus manifestaciones. Esa necesidad interna de quienes no ven el porvenir desde lo
eterno puede, accidentalmente, confundirse con la necesidad interna del cosmos. Pero esa necesidad,
dado que los sabios son raros y una personalidad de gran carcter no siempre se pone al servicio de una
idea verdadera, de una causa eterna, puede slo representar la fidelidad de la accin al yo del
agente. Esto basta para hacer absolutamente responsable al agente. Porque se es responsable totalmente
con lo que uno se siente solidario; en primer lugar, con la propia accin, en la medida que dicha accin
expresa su verdadero yo; y, despus, con las acciones de quienes uno est ligado por una fe
comn. Tanto peor para el hombre que da su energa a una doctrina que le aleja de lo eterno en lugar
de aproximarle! Ningn valor del individuo en tanto que tal, ninguna nobleza de carcter puede hacer
verdadera una idea falsa, ni puede hacer objetivamente defendible una causa centrada sobre ideas falsas o
sobre medias verdades.
* * *
Quien se alza por encima del tiempo y, a pesar de esto o a causa de esto incluso,
si l sabe que tiene alguna misin que cumplir, juzga bueno actuar en el tiempo, acta con la
seguridad de los seres que no eligen opcin; con la seguridad de la planta que crece en direccin al sol,
con la del imn que atrae al hierro, o la de los cuerpos que se combinan para dar los compuestos que
estudia la qumica. Acta con conocimiento, ciertamente; pero sin deliberacin ni opcin, ya que l
sabe claramente que no hay opcin ms que para la conciencia que no sabe, o para la que sabe
imperfectamente (no se elige entre estos dos juicios: Dos ms dos son cuatro y Dos ms dos
son cinco. Se sabe que el primero es verdadero y que el segundo es falso. Tampoco se elige pensar
que un objeto es blanco, si se le ve tal. Se siente la imposibilidad de conferir a tal objeto todo juicio que
excluya la idea de blancura.).
Qu es lo que puede incitar a la decisin a quien est todava prisionero del
tiempo que no sabe, que no ve cmo ser el porvenir a cuya creacin l contribuye, y que
tiene la impresin de elegir su accin? Qu es lo que puede incitar la decisin de quien,
aunque ignore el futuro, pero sabe que el porvenir se desenvolver contra l, y contra todo lo que l
estima ms en el mundo, y sabe, por tanto, que sobre el plano prctico, su accin ser, para l,
totalmente intil? Qu es lo que poda sostener en su comportamiento a hombres tales como Tejas,
el ltimo rey de los godos en Italia? Qu poda impulsar al comportamiento de los prncipes y
guerreros amerindios, quienes, a pesar del decreto de sus propios dioses, descifrado en el cielo por los
sabios de su pas, lucharon, aunque demasiado tarde pero con herosmo desesperado contra los
espaoles? Y, ms cerca de nosotros, qu fuerza interior animaba a tantos millares de alemanes y de
arios del mundo entero que, cuando ellos saban que todo estaba perdido, cuando incluso slo quedaba,
del gran Reich nacionalsocialista, un terreno, de algunos metros cuadrados de extensin, batido por la
artillera del ejrcito rojo, continuaban luchando como leones contra un enemigo numricamente
superior en la proporcin de uno a quinientos? Qu es lo que puede sostener en su accin, en su
rechazo del abandono, en su desafo, en su actitud intil, no a esos mrtires que entrevn, ms all
de la muerte, un porvenir de beatitud que les resarcir de los peores suplicios de este mundo, sino a esos
fervientes luchadores de todas las causas perdidas que no tienen esperanza ni en este mundo ni en otro
que, incluso, no son lo bastante lcidos como para imaginarse el triunfo de su verdad en el alba de un
ciclo temporal futuro y que, hablando en el mbito humano, deberan tener la impresin de combatir,
de sufrir y de morir por nada? Qu pueden ellos oponer a esta nada, que merezca todos los sacrificios?
A esa nada ellos le pueden oponer y le oponen, sin duda, aunque sea en su
subconsciente la nica certidumbre que permanece cuando todo lo dems se desploma: la
certidumbre de la irrevocabilidad del pasado. Para ellos, ya no se trata del porvenir de su pueblo y del
mundo, sobre el cual porvenir ellos no tienen ninguna influencia. Tampoco se trata, menos an, de su
porvenir personal, el cual desde hace largo tiempo ha cesado de interesarles. Se trata de la belleza del
momento que ellos quieren vivir, en seguida, dentro de un segundo, dentro de una hora, poco importa
cundo; se trata de la belleza de ese momento que representa, en el tiempo sin fin, la ltima escena de
su combate, momento que, desde que es vivido, reviste esa inquebrantable estabilidad que es la esencia
misma del pasado; que existir en la manera del pasado, durante millones y miles de millones de
aos, cuando ya no haya sobre la tierra ninguna memoria que lo recuerde cuando incluso ya no exista
la Tierra, ni el sistema solar; cuando todos los mundos visibles de hoy hayan cesado de existir
materialmente. Ellos saben que ese momento es todo lo que depende todava de ellos; poder hacer que
ese momento sea bello o feo bello es ese momento se inserta en la estructura misma de su ser, tal como
el detalle perfecto que corona una obra de arte, la ltima frase perfecta de una composicin musical, sin
la cual la obra estara truncada, manca, cortada en su impulso; feo ser el acto que contradice, que
traiciona la estructura misma de su ser; si, lejos de completar o coronar una obra de arte, le quita su valor;
si la destruye, del mismo modo que el ltimo toque de pincel puede cambiar una sonrisa en un rictus, o
del mismo modo que una gota de lquido impuro puede ensuciar, destruir para siempre, el ms
excitador de los perfumes. Ellos saben que depende de ellos mismos hacer que ese momento sea bello o
feo, y segn as sea, ese momento proclamar eternamente su honor o su vergenza; su fidelidad a
su verdadera razn de ser, o su reniego[76].
El horror por una eternidad de fealdad porque la repulsa del hombre de honor ante
la accin o actitud envilecedora, no es otra cosa es quizs ms determinante an que la aspiracin
del fiel, vencido en el plano material, a permanecer siendo l mismo ms all de la derrota. En efecto,
siendo raro que un hombre se conozca a s mismo antes de que las circunstancias le hayan revelado su
verdadera escala de valores, menos an se conocer en una cierta medida, negativamente. Si l no
sabe, en general, de qu es capaz, menos tiene l y esto, aparentemente, desde el despertar en l de
la consciencia de s mismo una idea o un sentimiento bastante neto de algunas acciones que l
jams sabra realizar, de algunas actitudes que jams podran ser suyas, cualesquiera que fueran las
circunstancias. Al hombre de buena raza le repugna espontneamente cualquier accin o actitud
degradante. l sabe que una vez realizada esa accin o tomada esa actitud una vez hecha parte
integrante del pasado, en lo sucesivo incambiable esa accin o actitud le marcara eternamente, es
decir le ensuciara y afeara irremediablemente. El hombre de buena raza se rebela contra esa
proyeccin de su yo degradado contra ese contraste entre la nobleza, la belleza que l siente en
s mismo, y la imagen que l se hace de la fealdad, inseparable de toda cobarda, que revestira su
ser cado. Todo antes que esto! Todo, antes que convertirse en un objeto tan repugnante! y esto
para siempre, porque ninguna contricin puede borrar lo que ha sido una vez; ningn perdn puede
cambiar el pasado.
Lo que se puede decir del vencido de este mundo que acta contra el tiempo
es decir intilmente, desde el punto de vista de su entorno hostil es tambin verdad para quienes
toda accin propiamente dicha est prohibida, sin que ellos hayan trascendido el dominio temporal, y
que continan viviendo, da tras da, durante aos y decenas de aos, en el espritu de una
doctrina a contracorriente del tiempo. Ellos, por el slo desarrollo de su existencia, legan tras de s, la
expresin cada vez ms obstaculizada, de una pgina indeleble de la historia no escrita. El ms
humilde entre ellos podra reivindicar un parentesco espiritual, lejano, sin duda, pero innegable, con
ciertas figuras ilustres: con una Hypatia, en la Alejandra de los siglos cuarto y quinto, cada vez ms
ganada para el cristianismo; un Pleuthon, del siglo quince, en un ambiente impregnado de teologa
cristiana, de helenismo bizantino. l podra, por sus momentos de depresin, pensar en quienes, en
una inactividad forzada, casi completa o en una aparente actividad, que sus perseguidores se ingenian
en hacer intil[77] continan siendo, en una cautividad indefinida, testimonio elocuente de su fe
(pienso, al escribir estas lneas, en Rudolf Hess y en Walter Reder, encarcelados el primero desde el
ao 1940, y el segundo desde 1943). Se podra decir con razn que l es, que sus hermanos en la fe
son, y esto para siempre; que todo lo que ellos representan se prolonga en ellos mismos, ya en nuestro
mundo visible y tangible. El helenismo antiguo vive en Pleuthon, as como en algunos otros hombres
del siglo quince, en la medida en que stos han guardado el espritu. Del mismo modo, la verdadera
Alemania, es decir la Alemania que en el hitlerismo ha reencontrado su espritu de siempre, vive en la
celda de Rudolf Hess y ms invenciblemente que en cualquier otro sitio, ya que el cautivo de Spandau
es uno de los iniciadores espirituales del movimiento ms-que-poltico que representaba el Partido
en sus orgenes, y probablemente uno de los coiniciados del Fhrer. Alemania tambin vive
Alemania, su verdad y su visin en Walter Reder y entre todos los fieles alemanes an cautivos,
con el mismo ttulo, si cabe, que en las inmortales figuras del irrevocable pasado cuales son, por
ejemplo, el Doctor J. Goebbels y su esposa, que para no sobrevivir al Tercer Reich, arrastraron consigo a
su brillante muerte a los seis hijos que ellos haban dado al Reich. Aqu yo no menciono al mismo
Fhrer, cuya vida toda es la vida del hombre a la vez fuera del tiempo y contra el tiempo
fuera del tiempo, si se le considera desde el punto de vista del conocimiento, contra el tiempo
(contra la corriente de decadencia universal, cada vez ms evidente en nuestro final de ciclo), si se habla
desde el punto de vista de la accin.
Yo aadira que, a menos que se haya, como Hitler, trascendido el tiempo
mediante la consciencia directa de la significacin original de las cosas[78], no es posible, aunque
slo fuera por algunos aos, arrastrar a millones de personas a un combate contra la tendencia general
de la manifestacin temporal, sobre todo cerca del final de un ciclo. Quien todava sometido al
antes y al despus no puede con toda objetividad vincular su accin o su actitud a la
significacin original de las cosas, no se justifica ms que por la belleza de ese episodio de la
historia no escrita que es, y permanecer siendo, incluso desconocido para siempre, su propia historia.
La consciencia de esa belleza de algo que nada podr nunca destruir es lo que hay de ms exaltante en
el individuo tanto ms por cuanto toda belleza es, incluso si l no se da cuenta, la irradiacin de una
verdad oculta.
Pero en tanto que experiencia vivida, ella no concierne ms que a l y a quienes
aceptan los mismos valores. Ella puede ser suficiente para l. Para muchos de entre ellos, ya, ese pasado
inmutablemente bello no ser pronto ms que un pasado. Solamente el que, siendo elevado fuera del
tiempo, sabe que su accin contra el tiempo refleja la verdad de siempre la verdad, cuya fuente es
el orden (que es incomunicable, y que, por otra parte, no les interesa), sino su fe en la accin necesaria;
su conviccin de que su combate contra los valores invertidos, pero durante largo tiempo predicados y
aceptados, contra las ideas errneas, contra el derribo de las jerarquas naturales, es lo nico digno de
todos los sacrificios. Slo l lo puede, porque tiene, a la vez que la alegra del combate, incluso
prcticamente intil, en nombre de una idea verdadera, la visin de nuestro ciclo histrico en el
eterno presente, en lugar del curso del desenvolvimiento indefinido de todos los ciclos; porque l
tiene, en la objetividad de esta visin, una luz capaz de proyectarse, aunque slo sea un instante
algunos aos sobre nuestro mundo, como un reflejo anunciador del alba del prximo ciclo; una
fuerza capaz durante un instante de retener en su curso la desintegracin.
Las multitudes de gentes son seducidas por esta luz y sienten esta fuerza pero no
durante mucho tiempo. Toda masa es, por naturaleza, inerte. El hombre de visin que fue Adolf Hitler,
durante algn tiempo, atrajo hacia s a muchedumbres privilegiadas[79], como el imn atrae al hierro.
Esas masas sintieron que tenan como jefe a un dios un hombre en contacto con el sentido original
(eterno) de las cosas. Pero esas masas no le comprendieron. Desaparecido Hitler, esas
muchedumbres se han convertido en las masas modernas. En todo caso, esas masas han quedado
marcadas en su sustancia por el recuerdo de una experiencia nica, y han recibido la impronta de una
inmensa nostalgia una nostalgia que el torbellino de la vida harta de la idea del dinero, de la
produccin, del confort y saturada de placeres que se pagan con dinero, no puede disipar. Es
sintomtico que, por ejemplo, slo en la llamada Alemania occidental, segn dicen, ms de trece mil
jvenes se suicidan cada ao.
Afortunadamente, tambin hay una juventud que, sabiendo que no ver jams
algo equivalente a lo que fue el Tercer Reich, vive con coraje y conviccin la fe a contracorriente del
tiempo la fe en la eternidad de la raza, smbolo concreto de lo eterno ms all del mundo visible
la cual fe le fue a esa juventud encomendada conservar por el Fhrer en su testamento llamado
poltico. Esa juventud vive la fe con valenta y sin esperanza, a la manera que la viven los fuertes,
los cuales no tienen necesidad ni de apoyo ni de consuelo. Cuando estos jvenes, que ahora tienen doce,
quince o dieciocho aos, lleguen a ancianos, y quienes entre estos ancianos hayan permanecido
indefectiblemente fieles durante todos los das de su vida en pensamiento, por su silencio; en sus
discursos, todas las veces que les haya sido posible; por su comportamiento en las pequeas cosas,
como en las grandes, estos fieles, aunque jams lleguen a elevarse por encima del antes y del
despus, podrn, al considerar esa pgina de la historia no escrita que representa su vida, sentirse
contentos de ella como de una obra de belleza. A esta pgina, sus hijos aadirn otra pgina. Y la fe
se transmitir.
Finalmente, hay algunos muy raros fieles que, sintiendo en la enseanza del
Fhrer una doctrina metapoltica, se afanan en su estudio a fin de, independientemente de la guerra
perdida y de la tenaz hostilidad del mundo entero, descubrir lo que la hace ser de inquebrantable valor.
Estos pocos fieles poco a poco se dan cuenta de que el hitlerismo el racismo ario en su expresin de
ayer y de hoy si se le examina despojado de las contingencias que han marcado su eclosin, no es
nada ms que una va, que implica la aceptacin de la verdad suprema. Y ellos se esfuerzan en
vincularse al jefe desaparecido, al vincularse a quin l era efectivamente: a quin, en el Bagavad-
Gta, ensea al guerrero ario el misterio de la unin al Ser infinito, mediante la accin violenta,
desprovista de toda atadura; a quin regresa de edad en edad a combatir por la justicia, es decir por
la restauracin del orden divino, contra la corriente del tiempo. Dicho en otros trminos, esos pocos
fieles buscan lo eterno, seguros de que solamente en esa va reencontrarn el orden divino, lo eterno.
6
DESARROLLO, TCNICA Y TRADICIN
Anotemos que yo no digo nada acerca del probable rgimen poltico que
existir en ese mundo de autmatas vivientes. No trato de plantearme cmo ser ese rgimen
poltico, porque la cuestin carece de inters. En efecto, la forma de gobierno carece de importancia
en la medida que el mundo se hunde en la uniformidad por la base, creada y mantenida mediante un
dirigismo sin otro ideal que el de la produccin siempre creciente, con vistas al bienestar de las masas,
en otros trminos, cuanto ms se aleja el mundo del tipo de organizacin social jerarquizada en la
diversidad ordenada, como le est una obra de arte; en la medida que el mundo renuncia a ser una
pirmide viviente como, en otras pocas ocurra en todas las civilizaciones que, adems, eran al
mismo tiempo culturas para convertirse en una papilla sin nombre, gris, batida no por artistas, menos
an por sabios, sino por los astutos, desprovistos de toda conciencia de valores extrahumanos y que
laboran para el tiempo inmediato, en el sentido ms estrecho de la palabra.
Existe, sin embargo, tericamente al menos, una diferencia entre la condicin de
un obrero de la produccin en cadena de las fbricas Cadillac, y la del obrero, tambin de la
produccin en serie, de cualquier complejo industrial del mundo marxista; existe una diferencia entre la
condicin de una vendedora en un supermercado de Europa occidental o de Estados Unidos y la
condicin de una distribuidora de alimentos en una cantina, en cualquier pas situado detrs del
teln de acero. La lista de ejemplos paralelos podra prolongarse indefinidamente.
En principio, el trabajador del mundo libre no est obligado a aceptar el
condicionamiento. Cuando suena la sirena y termina su jornada de trabajo, cuando el gran almacn
cierra sus puertas, el trabajador puede hacer lo que l quiera, ir a donde quiera, emplear su tiempo
libre como le plazca. Nada le fuerza fsicamente a invitar a tomar un trago a sus compaeros en
el bar de la esquina, ni a comprar, a plazos mensuales, el indispensable aparato de televisin, o el
pronto no menos indispensable automvil. No est forzado a asistir a mtines polticos o
semipolticos, a reuniones culturales, bajo pena de encontrarse, al da siguiente, sin trabajo o, peor
an, acusado de desviacionismo y encarcelado, o al menos molestado... (segn ecos que nos
llegan; porque, repito, no conozco, de primera mano, del mundo llamado marxista).
Nada impide a priori a un obrero o a un empleado de oficina, o a una vendedora del
mundo libre, a utilizar sus horas de ocio como yo las utilizara en su lugar si, por una razn u otra,
yo tuviera, para poder vivir, que trabajar en una fbrica, en una oficina o en un supermercado. Nada se
lo impedira... siempre que el trabajador encontrara un alojamiento situado en lugar tranquilo o bien
isonorizado para no ser molestado por los ruidos, radio o televisin, de los vecinos, y... el casero o
la comunidad de vecinos le permitiera, si es de su agrado, tener en casa algn animal domstico. En
estas circunstancias, quizs las horas de ocio del trabajador seran verdaderamente suyas,
reconfortantes, y su modesto apartamento, un oasis de paz. Entonces, podra el trabajador refugiarse una
o dos horas en el silencio de su hogar, liberarse as de la huella persistente del ruido de las mquinas (o
del recuerdo de la msica ligera que en algunos talleres o almacenes hay que soportar); liberarse del
brillo cegador del nen, del ambiente multitudinario; podra cenar tranquilamente, solo o en
compaa de los suyos, familiares o amigos; pasear con su perro bajo los rboles de algn jardn o
bulevar (si los hay) y, antes de dormir, concentrarse en alguna bella lectura (esto es, al menos, lo que yo
hara).
Entonces, slo si el progreso del maquinismo garantiza al trabajador el disfrute de
su tiempo libre, que l empleara efectivamente en cultivarse, el trabajador volvera a ser un
hombre, en el sentido honorable del concepto; entonces se podra hablar, dentro de una cierta
medida, de la tcnica liberadora. Sin embargo, no se me podr persuadir jams de que incluso
slo dos horas diarias pasadas en la atmsfera deprimente de una fbrica o de una oficina, o en un
gran almacn, no son ms agotadoras que diez o doce horas empleadas en cualquier trabajo que
realmente resulte interesante en cualquier arte, como el del alfarero o el del tejedor de siglos pasados.
Pero, para que el tiempo libre fuera enriquecedor para el obrero, para el
proletario del mundo occidental; para que el obrero pudiese, despus de su jornada de trabajo,
hacer lo que quiera, sera necesario que l pudiese querer otra cosa que la que se le ha
condicionado a desear o querer. Su libertad se asemejara a la del joven hombre, educado desde su
infancia en el ambiente de un colegio jesuita, al que se dijera: Ya eres adulto. Ahora eres libre de
practicar la religin que ms te plazca. Un alumno entre diez millones practicar una religin que
no sea el catolicismo ms estricto; e, incluso, el alumno que se separe de la religin catlica,
conservar la impronta durante toda su vida. Lo mismo ocurre con la libertad del mundo libre,
donde, en teora, todas las ideas, todas las fes, todos los gustos son aceptados, y donde, tanto el hombre
de la masa como el de la llamada libre intelligenzia, est prisionero, desde su infancia, del ambiente
de la civilizacin tcnica, embrutecido por dicha tcnica y por toda su publicidad progresista
(basada en la mitificacin del progreso indefinido), humanitaria o pseudohumanitaria, y pseudo-
cientfica la propaganda del bienestar universal mediante el confort material y los placeres
que pueden comprarse con dinero. Haciendo uso de dicha libertad ese hombre-masa o
librepensador no desea desvincularse de la civilizacin tcnica. Uno de cada diez millones de
individuos se desprende con violencia y da la espalda, con o sin ostentacin, a dicha civilizacin, como
lo ha hecho el pintor Delvaux; como diariamente lo hacen seres annimos sin incluso tomarse la
molestia de abandonar el inmueble vulgar donde habitan y del cual han hecho un santuario en el que
viven una vida anacrnica sin parecerlo necesariamente.
La nica cosa que se podra decir a favor del mundo llamado libre es que,
contra lo que ocurre en su fraternal enemigo, el mundo marxista, en el mundo libre no recaen
sanciones de orden policiaco contra el individuo excepcional, es decir, inconformista con el
sistema... al menos, claro est, que la hostilidad de ese individuo de excepcin se exprese bajo la
forma de un hitlerismo demasiado evidente[85].
Por otra parte, lo que se podra decir a favor del llamado mundo marxista, es que
este mundo mal llamado socialista tiene, a pesar de todo, una fe una fe basada sobre nociones falsas y
verdaderos contravalores, lo que es innegable desde el punto de vista de la Tradicin, pero, al menos,
una fe, mientras que el mundo llamado libre no tiene propiamente ninguna fe. Como consecuencia,
el militante de valores que no sean los que exalta la propaganda comunista oficial arriesga
frecuentemente encontrarse algn da en algn campo... de reeducacin[86], si olvida que est
y debe permanecer en la clandestinidad. Pero la masa de los adoctrinados, que forma la mayora de la
poblacin, tendr la impresin de trabajar y muy duramente por el advenimiento de algo que le
parece grande y digno de amar, es decir la revolucin mundial de los proletarios, la unin de todos los
eslavos bajo la gida de la santa Rusia (al parecer, este ideal puede ser el de ms de un comunista ruso),
o la dominacin de la raza amarilla, a travs del comunismo universal. La produccin industrial o
agrcola la produccin, en nombre de la cual tantos trabajos enojosos deber ser realizados
desemboca, en ltimo anlisis, sobre las antedichas grandes metas. Esta meta es, sin duda, ms
excitante que vivir una vida mezquina pero asegurada, atildada, teniendo como punto culminante, el
weekend, la salida fuera de la ciudad en coche, desde el viernes por la tarde hasta el lunes, temprano.
Ambos mundos, libre y marxista, son, en efecto, el uno como el otro,
abominables criaturas de las sociedades jerarquizadas que en otros tiempos, pretendan ser, o al menos
queran ser, imgenes tan fieles como fuera posible del orden eterno, del cual vemos que el cosmos es
la manifestacin visible. A la unidad en la diversidad que posean por s mismas las sociedades
jerarquizadas, la civilizacin tcnica del mundo libre opone la desesperante uniformidad del
hombre fabricado en serie, sin direccin, sin mpetu no como el impulso del agua de un ro, sino
como un montn de arena cuyos granos, todos insignificantes y semejantes, se creen cada uno muy
interesantes. La dictadura del proletariado, cada da ms expansiva, en contraposicin a la unidad en
la diversidad de las sociedades jerrquicas, crea una uniformidad de robots movidos todos por la misma
energa, robots cuya esencia de individualidad es una mala parodia del renunciamiento voluntario del
individuo consciente de su lugar y de su papel (en el mundo), de su renunciamiento a favor de lo que le
sobrepasa. El ardor en el trabajo y el irresistible empuje de estos autmatas que se creen consagrados al
bienestar del hombre, es un remedo siniestro de la antigua eficiencia de las masas que construan,
bajo la direccin de verdaderos maestros, monumentos de belleza y de verdad, dedicados a Dios o a
algn rey-dios: las pirmides, con o sin escalones, de Egipto, de Mesopotamia o de Amrica central;
la Gran Muralla de China; los templos de India y los de Angkor; el Coliseo; las catedrales bizantinas,
romanas o gticas...
Se puede decir que, de las dos caricaturas de las sociedades jerarquizadas, es la
marxista la que es, dentro de su grosera, ms hbil que la otra. Para constatar este hecho, no hay
ms que ver el nmero de gentes de real valor humano que se han dejado atraer por el comunismo, y
que, con toda sinceridad, persuadidos de estar guiados por un ideal de liberacin y de servicio
desinteresado, han ido a engrosar las filas de los militantes de la ms fantica de las formas, hasta
aqu aparecidas, de la anti-Tradicin. Esto se constata tanto en Europa como en otras partes del mundo
en las Indias, en particular, donde los dirigentes comunistas son reclutados sobre todo entre los
miembros de las castas arias, por extrao que esto parezca. Hay, en el rigor mismo del comunismo, algo
que atrae a ciertos caracteres vidos a la vez de disciplina y de sacrificio; algo que hace aparecer a la
peor esclavitud bajo el disfraz de abnegacin, y a la ms risible estrechez de espritu, bajo el disfraz
de una intolerancia sagrada, verdadera caza del error.
La caricatura de la sociedad jerrquica que representa el mundo libre es
menos peligrosa en el sentido de que dicha caricatura es, exteriormente, menos semejante al arquetipo, y
por lo tanto menos capaz de seducir a los caracteres de elite. Pero esa caricatura es ms peligrosa dado
que, siendo menos extremada, a primera vista, choca menos a quienes repugna el marxismo,
precisamente porque han descubierto en el marxismo los rasgos de una falsa religin. No teniendo, la
caricatura del mundo libre, ninguno de los atributos de una fe, esta caricatura les asegura, les
anima a creerse al abrigo de una tolerancia democrtica tolerancia que, como ya he sealado, se
extiende a todos excepto a nosotros los hitlerianos y les hace creer que ellos podrn continuar
profesando en paz todos los cultos (todos los exoterismos) que les son queridos: cristianismo o
judasmo en Occidente; Islam, judasmo, hinduismo, budismo, en el resto del mundo; incluso
tambin cualquiera de estos exoterismos en el dominio histrico de otro, ya que el individuo se cree ser
todo y se arroga, por tanto, el derecho de elegir. Pero ellos no aperciben que la mentalidad misma del
mundo tecnocrtico, con todo el nfasis que este mundo pone sobre lo inmediata y materialmente til,
lo funcional, y por tanto sobre las aplicaciones ms y ms extendidas de las ciencias y
pseudociencias a expensas de todo desapego, es (esa mentalidad tecnocrtica) la anttesis de toda sed
desinteresada del conocimiento como de todo amor a las obras de arte y tambin de los seres, derivando
dicho amor slo de la belleza que encierran. Ellos no se dan cuenta de que dicha mentalidad no podra,
en consecuencia, sino acelerar la ruptura de toda religin o filosofa exotrica con el esoterismo sin el
cual ni la religin ni la filosofa tienen valor de eternidad, y esa mentalidad tecnocrtica no hara
as ms que precipitar la ruina de toda cultura. Ellos no se dan cuenta porque olvidan que
conocimiento desinteresado, expresin del arte digno de este nombre, y proteccin de los seres
(comprendido el hombre en la medida en que ste responda a lo que su nombre hace esperar
anthropos, el que mira o tiende hacia lo alto) van parejos, siendo inseparable la belleza de la
verdad, y no siendo nada la cultura si no expresa belleza y verdad.
Ellos olvidan o nunca lo han sabido que las religiones exotricas, privadas de
su conexin con las grandes verdades csmicas y ontolgicas que estas religiones exotricas
deberan contener, stas se convierten rpidamente en fbulas a las que nadie da crdito, y que las
filosofas, asimismo, desprovistas de dichas verdades csmicas y ontolgicas, degeneran en vana
charlatanera, y las doctrinas polticas en recetas para xitos electorales; ellos olvidan que el mundo
tecnocrtico, por su antropocentrismo acrecentado por su obsesin por la cantidad, aparta incluso a los
mejores espritus de la bsqueda y de la contemplacin de las verdades eternas.
* * *
Pero ahora se plantean dos cuestiones: son inevitables e indispensables los
progresos tcnicos? Y, puede un pueblo conservar su alma a pesar del empuje creciente del
maquinismo?
Mahatma Gandhi habra respondido no tanto a una como a la otra pregunta.
Como se sabe, Gandhi soaba con una India sin industrias fabriles, una India en la que la produccin
artesanal habra bastado para satisfacer las necesidades de gentes que, de pleno grado, habran
reducido su consumo al minimum, y evitado su crecimiento demogrfico mediante la prctica de una
continencia rigurosa en el matrimonio, a partir del nacimiento de uno o dos hijos. Gandhi tambin
habra acogido con entusiasmo la idea de imponer a la mayora de los mdicos el no ejercicio de su
profesin de curar enfermos, pues l rechazaba absolutamente toda medicacin resultante de las
investigaciones experimentales hechas a expensas de los animales (l consideraba, como yo, a todas
estas investigaciones, desde la viviseccin propiamente dicha hasta las odiosas inoculaciones de
enfermedades a las bestias sanas, como prcticas criminales. Para Gandhi, la medicina occidental en su
conjunto es una empresa diablica en vasta escala).
Pero, curiosamente a lo que nosotros pensamos, el Mahatma Gandhi tena una
confianza ingenua en el hombre tanto al hombre nacido en India como en otra parte del mundo a
pesar de que el hombre, ese ser privilegiado, evidentemente, no ha cesado de dar pruebas de su
debilidad y de su malignidad. Gandhi crea al hombre capaz de vivir, en masa, segn una norma que
presupone o bien una voluntad de hierro fortalecida con una ascesis constante, o bien una ausencia
asegurada de energa gensica, esto es, en un caso como en otro, una norma que presupone una
naturaleza de excepcin. Gandhi pensaba tambin, sin duda, que un pas puede rechazar
industrializarse sin como resultado convertirse en presa de enemigos tcnicamente mejor equipados, lo
que revela la utopa de sus ideas. Prueba evidente es el ejemplo de Tbet, invadido y subyugado por
China (desde el ao 1958), y mantenido bajo su frula a pesar de la sorda resistencia del pueblo
tibetano.
El ejemplo del Japn de la segunda mitad del siglo XIX, abrindose
repentinamente, bajo la amenaza de los caones del comodoro Perry, al comercio y a las tcnicas del
mundo mecanizado; es ms, aceptando el desafo de todos los pueblos para quienes el xito
econmico es lo ms importante, Japn entra en concurrencia con los pases industrializados en su
propio terreno, esforzndose al mismo tiempo en no perder su propia tradicin; esto es un ejemplo de la
respuesta afirmativa ms categrica a las dos cuestiones planteadas en lneas precedentes. El ejemplo
de Japn parece proclamar que, si un cierto grado (incluso muy avanzado) de mecanizacin es
inevitable hoy da para un pueblo que rechaza convertirse o ser en presa de un pas conquistador,
que rechaza convertirse en vencido y dbil, humillado, arruinado tras sufrir una guerra, de esto no se
sigue que ese mismo pas que defiende su soberana deje de ser lo que le hace ser l mismo,
considere su pasado como una etapa o estado de infancia y cambie de dioses y de escala de valores.
Sin duda, dondequiera que se ubiquen, una fbrica, un edificio de oficinas, un
supermercado, son cosas de utilidad demasiado material como para ser admiradas. Sin duda alguna las
inmensas aglomeraciones industriales de Osaka, de Kobe o de Tokio decepcionan al turista que busca el
color local y ms an decepcionan al artista en busca de belleza. El Japn de antes del ao 1868,
cerrado desde haca casi dos siglos y medio a todo contacto con el mundo exterior y viviendo en una
Edad Media prolongada, era sin ninguna duda, ms fascinante para ser visto. Esto no es un hecho
constatado solamente para un pas. Todo el planeta Tierra, incluida Europa, era en la Edad Media y en la
Antigedad ms bello de contemplar que despus del advenimiento de la gran industria. Lo que hay
de notable, de admirable en el caso de Japn, es que a pesar de la fealdad inherente a toda
mecanizacin en gran escala, en el imperio del Sol Naciente se haya conservado tanta belleza, y sobre
todo que esta belleza haya estado tan evidentemente ligada a la conservacin de la Tradicin, de una
Tradicin como expresin particular de un pueblo y de su historia, de su entorno geogrfico de una
Tradicin viviente y activa, capaz como en el pasado de impregnar la vida entera de una elite, en incluso
capaz de crear un ambiente en el que se baa el pas entero, incluidas las fbricas. Lo que es
admirable es que existan todava en Japn maestros como Kenzo Awa, que ense al alemn
Herrigel el arte sagrado del tiro con arco segn las reglas y segn el espritu del budismo zen; es
admirable que exista an toda una legin de discpulos sedientos del conocimiento verdadero de ese
conocimiento que conduce a quien lo adquiere a ser ms. Lo que hay de admirable es la
supervivencia, hasta en la poltica, de ese sintosmo cuyo origen se pierde en la prehistoria y al cual
los grandes pensadores del siglo XVIII Moturi y Hirata han dado definitivamente el carcter de
nacionalismo sagrado que tiene el sintosmo versin extremo-oriental de nuestro culto a la Sangre y
al Suelo y que ha llegado hasta nuestros das.
Algunos das antes del da 7 de Diciembre de 1941, nuestros aliados japoneses,
como la cosa ms natural del mundo, enviaron una delegacin oficial al templo de Ise una embajada
del gobierno imperial ante los dioses del imperio y ante los ancestros de los emperadoresdioses con la
pregunta: Os agrada que declaremos la guerra a los Estados Unidos de Amrica? Slo tras una
respuesta favorable de los dioses (o de sus sacerdotes) fue declarada la guerra. Cuatro aos despus,
cuando ya Hiroshima haba sido arrasada por la bomba atmica, fue pedido permiso a los dioses
para decidir la capitulacin del mismo modo que lo hicieron, en 1868, para decidir la apertura de
Japn al comercio exterior y a la tcnica moderna, como suprema medida de salvacin del imperio.
Con todo lo dicho, se tambin digno de admiracin: la persistencia en Japn del espritu del bushido,
en pleno siglo XX; el culto del honor nacional en su expresin ms alta, y el desprecio total de la
muerte, tanto en los famosos kamikaze (pilotos de bombas volantes, bombas vivientes de la
segunda guerra mundial) como en los veinticinco mil japoneses de la isla de Sampan (situada en pleno
ocano Pacfico) que se mataron todos para no rendirse ante los norteamericanos; la resistencia
inquebrantable, con su sonriente amabilidad, a la ocupacin militar y al proselitismo poltico-
filosfico de los Estados Unidos; la reintegracin, en los programas escolares, del Kojiki o historia de
los dioses nacionales, prohibido bajo el rgimen de ocupacin de los cruzados de la democracia,
tan pronto como fue posible levantar tal prohibicin en virtud de la firma del tratado de paz con Estados
Unidos[87]; la construccin, en Gamagori, de un templo dedicado a Tojo y a los dems hroes
japoneses ahorcados como criminales de guerra templo donde los nios de las escuelas van a
reverenciar a los mrtires y a encender incienso ante las imgenes de estos mrtires, desafiando toda
conquista moral del pueblo del Sol, y tras haber visitado el... emplazamiento (solamente en parte
reconstruido) de Hiroshima.
Todo esto se mantiene: esa enseanza, tan viva como nunca, del esoterismo
tradicional bajo sus formas nacionales, y ese rechazo de todo un pueblo penetrado, sin incluso darse
cuenta, de la irradiacin de su elite a renunciar a su alma bajo la presin de la tcnica y en respuesta
a las mentiras de los vencedores (militarmente) de la guerra, quienes le han impuesto la as llamada
civilizacin occidental. Puede ser que el obrero japons, que trabaja en las grandes empresas y
contribuye a invadir el mundo de objetos manufacturados cuyos precios desafan toda
concurrencia, tenga una vida material casi tan dura como la de un proletario ruso en un koljs.
Pero el obrero japons sabe que l trabaja para la gloria del Imperio, en el seno del cual l tiene su
lugar. Y este imperio es, contrariamente al Estado marxista, el guardin de una Tradicin que le
sobrepasa inmensamente. Este imperio es el lazo entre el hombre del pueblo y lo eterno (porque la
creencia en la divinidad del emperador y en la divinidad de la tierra nipona nacida del cuerpo de una
diosa[88] no ha muerto, a pesar de la ruidosa negacin oficial, repetida hasta la saciedad con el fin de
dar prueba, ante los amos del mundo, de un progreso duradero en el sentido democrtico).
Por el contrario, el sueo de una dictadura mundial del proletariado incluso del
mundo eslavo (o amarillo), solamente, unificado bajo una tal dictadura con vistas a una produccin
material creciente sin cesar y al confort de un nmero cada da mayor de individuos no es, si el
antedicho sueo constituye un ideal, en ltimo anlisis, ms que un ideal limitado. Ese ideal no
sobrepasa ni el plano material ni al hombre. Los hombres, incluso los ms frustrados, no pueden
contentarse jams con dicho ideal, a no ser que se conviertan en robots que es precisamente lo que el
comunismo marxista hace de los individuos.
* * *
* * *
7
DESARROLLO TCNICO Y COMBATE CONTRA EL TIEMPO
Hay que destacar que las iglesias que, tericamente, deberan ser las guardianas
de todo lo que el cristianismo pudo contener de verdad eterna (ofrecida a sus fieles a travs del
simbolismo de los relatos sagrados, como a travs del simbolismo de la liturgia), no se opusieron a los
cientficos mientras sus descubrimientos no tendan a poner en duda o a contradecir abiertamente la
letra de la Biblia (de sobra son conocidas las disputas de Galileo con el Santo Oficio a propsito del
movimiento de la Tierra). Pero, que yo sepa, las iglesias cristianas nunca se han sublevado contra lo que
parece ser el escollo o la piedra de toque de toda investigacin no desinteresada de las leyes de la
materia o de la vida, a saber, contra la invencin de tcnicas tendientes a contrarrestar la finalidad
natural lo que yo llamara tcnicas de la decadencia. Tampoco, las iglesias, sobre todo, han
denunciado ni condenado categricamente, a causa de su carcter intrnsecamente odioso, ciertos
mtodos de investigacin cientfica, tales, por ejemplo, como todas las formas de viviseccin. No lo
habran podido hacer, dado el antropocentrismo inherente a su doctrina misma. Ya he recordado ms
arriba que la visin que la Iglesia abra a sus iniciados de Occidente, durante el Medioevo, la
enseanza esotrica del cristianismo, no sobrepasaba al Ser. Pero ninguna forma exotrica del
cristianismo ha sobrepasado jams al hombre. Las iglesias cristianas afirman y subrayan el
carcter diferente o aparte del hombre, de ese ser privilegiado cualquiera que sea su valor
(o su ausencia de valor) individual, cualquiera que sea su raza o su estado de salud. Todas las formas
exotricas del cristianismo proclaman su inters por el hombre y por la ayuda que dan al
hombre para la bsqueda de su mundo. Proclaman su solicitud exclusivamente para el hombre,
contrariamente a todos los exoterismos de origen indoeuropeo (hinduismo, budismo), que insisten
sobre los deberes de sus fieles hacia todos los seres.
Este antropocentrismo es precisamente la causa de la corta duracin del papel
positivo del cristianismo en Occidente en la medida en que se le puede atribuir un cierto papel positivo,
a pesar del horror inherente a la historia de su expansin. Despus de ser debilitada y muerta la
influencia de su verdadera elite espiritual de la elite que, hasta el siglo XIV o XV se adhera todava
a la Tradicin nada fue ms fcil al europeo que pasar del antropocentrismo cristiano al
antropocentrismo de los racionalistas, destas o ateos; nada ms fcil que reemplazar al cuidado por la
salvacin individual de las almas humanas, todas consideradas como infinitamente valiosas, por el
cuidado por el bienestar de todos los hombres a expensas de los dems seres y de la belleza de la
Tierra gracias a la generalizacin de las tcnicas de la higiene, del confort y de los placeres al alcance
de las masas. Al europeo nada le fue ms fcil que continuar profesando su antropocentrismo dndole
una justificacin diferente, a saber, pasando de la nocin de el hombre como criatura privilegiada
porque fue creada a imagen de Dios y adems, de un Dios eminentemente personal a la
nocin de el hombre, como medida de todas las cosas y centro del mundo porque es racional,
es decir capaz de concebir ideas generales y utilizarlas en sus razonamientos; capaz de inteligencia
discursiva, y por lo tanto de ciencia, en el sentido vulgar del trmino.
Ciertamente, el concepto de hombre ha sufrido algn deterioro en el curso de
ese proceso. Como muy bien ha mostrado A. de Saint-Exupry, el individuo humano, privado del
carcter de criatura a la imagen de Dios que le confera el cristianismo, deviene finalmente en un
nmero en el seno de la pura cantidad, en un nmero que cada vez tiene menor importancia en s. Se
comprende entonces que cada uno (de esos nmeros) sea sacrificado a la mayora. Pero no se
comprende ya por qu la mayora, es decir una colectividad de algunos, se sacrificara, o
incluso se perturbara por uno solo. Saint-Exupry ve la supervivencia de una mentalidad cristiana en
el hecho de que en Europa, todava hoy, centenares de mineros arriesguen su vida para intentar rescatar
a uno de sus compaeros que yace sepultado entre los escombros debidos a una explosin. l prev
que caminamos poco a poco hacia un mundo donde esta actitud que nos parece tan natural, hoy
todava ya no ser concebible. Quizs ya no sea concebible dicha actitud en la China actual. Hay
que anotar que, incluso en Occidente, donde esa actitud todava es concebible, la mayora de la gente
est cada vez menos dispuesta a imponerse simples molestias si no para evitar, a uno o varios
individuos, la muerte, s al menos un apuro o un verdadero sufrimiento fsico. El hombre a quien una
cierta clase de msica irrita insoportablemente, y que todava no est suficientemente desarrollado
espiritualmente como para aislarse en su solitaria ascesis, est forzado a soportar, en el autobs, a veces
en los trenes y aviones, las emisiones de una radio comn o del transistor de otro pasajero si la
mayora de los viajeros no slo acepta el estridente ruido de la radio, sino que, en muchos casos, les
gusta. A ese hombre no se le pregunta su opinin al respecto.
Se puede, si se quiere, con Saint-Exupry, preferir el antropocentrismo cristiano al
antropocentrismo de los racionalistas ateos, fervientes defensores de las ciencias experimentales, del
progreso tcnico y de la civilizacin del bienestar material. Es una cuestin de gusto. Pero me parece
imposible no percatarse de la lgica interna que conduce, sin solucin de continuidad, del
antropocentrismo cristiano al de los racionalistas, y de ste al antropocentrismo marxista, para el cual el
hombre el hombre, considerado como mero producto de su medio econmico tomado como
masa, es todo, tomado como individuo, slo vale lo que vale su funcin en el engranaje, cada vez ms
complicado, de la produccin, de la distribucin y de la utilizacin de los bienes materiales, para
provecho del gran nmero. Me parece imposible que uno no se sorprenda del carcter cualquier cosa
antes que revolucionario del jacobinismo, a finales del siglo XVIII, y del marxismo (y del
leninismo), tanto del siglo XIX como del XX.
Ese pretendido carcter revolucionario del jacobinismo y del marxismo es una
ilusin que nace del hecho de que estos movimientos ideolgicos acompaaron su toma del poder
mediante la efusin de la sangre. Mucha gente se imagina, de buena fe, que matanza es sinnimo de
revolucin; y que, histricamente, cuanto mayor es la carnicera ligada a un cambio, ms profundo
es ste. Mucha gente cree tambin que un cambio histrico es tanto ms radical cuanto ms afecta
visiblemente al orden poltico. Ahora bien, esto no es as. Uno de los cambios ms reales, y de los de
ms fuertes y duraderas consecuencias, en la historia conocida el transito de la multitud de hindes
de todas las castas desde el brahmanismo al budismo, entre el tercero y el primer siglo antes de la Era
cristiana, se efectu, no solamente sin efusin de sangre, sin revolucin en el sentido popular
del trmino, sino sin el menor trastorno poltico. Esto no obsta, para que tiempo ms tarde, el mismo
budismo haya sido prcticamente eliminado de India, aunque haya tambin marcado a este pas para
siempre (lo mismo u otro tanto se podra decir del jainismo, que en las Indias cuenta con uno o dos
millones de fieles).
El marxismo-leninismo, pese a las persecuciones, batallas, ejecuciones en masa,
torturas, muertes lentas en los campos de concentracin y las subversiones polticas que han
acompaado a su victoria, est demasiado en la lnea de la evolucin de Occidente y del
mundo, cada da ms dominado por la tcnica occidental para poder merecer el calificativo de
doctrina revolucionaria. Fundamentalmente, el marxismo-leninismo representa la salida lgica, la
salida inevitable, del sistema de ideas y de valores que subtiene y sostiene al mundo surgido a la vez de la
Revolucin Francesa y de la industrializacin crecientemente pujante que se afirma en el siglo XIX,
representa un sistema cuyo germen se encuentra ya en el respeto casi religioso de los jacobinos por la
ciencia y si aplicacin para el bienestar del mayor nmero de hombres, todos iguales en
derechos, y antes de esto, en la nocin de la conciencia universal, ligada a la nocin de
razn, la misma para todos, tal como esa razn aparece en un Kant, en un Rousseau, en un
Descartes. El marxismo-leninismo representa la salida lgica de esa actitud que tiene como legtima
toda rebelin contra una autoridad tradicional en nombre de la razn, de la conciencia, y sobre
todo de los as dichos hechos, examinados a la luz de la investigacin cientfica. El
marxismo-leninismo completa la serie de todas esas etapas del pensamiento humano, cada una de las
cuales constituye una negacin de la diversidad jerarquizada de los seres, incluidos los hombres; un
abandono de la humildad primitiva del sabio efmero ante la sabidura eterna; una ruptura con el
espritu de todas las tradiciones de origen sobrehumano. El marxismo-leninismo representa, en el
estadio al que hemos llegado, el resultado natural de toda una evolucin que se confunde con el
desarrollo mismo de nuestro ciclo desarrollo que se acelera, a medida que nuestro ciclo se acerca a su
trmino, segn la ley inmutable de todos los ciclos. No hay, ciertamente, nada de revolucionario en
el marxismoleninismo. El marxismo-leninismo solamente realiza las posibilidades de expresin, de la
tendencia permanente del ciclo mientras que la cada vez ms rpida expansin de la tcnica del
mecanismo, en todas sus formas coincide con el crecimiento cada da ms desbordante de la
poblacin de la Tierra[93].
En una palabra, el marxismo-leninismo est en la lnea del ciclo y ms
precisa y especialmente en la ltima parte de nuestro ciclo.
El cristianismo represent, ciertamente, para el mundo antiguo, un cambio al
menos tan espectacular como el cambio que en el mundo de hoy ofrece el comunismo triunfante. Pero el
cristianismo tena un lado esotrico que le vinculaba, a pesar de todo, a la Tradicin, de la cual el
cristianismo tomaba su justificacin en tanto que religin. En cuanto al aspecto exotrico del
cristianismo, fueron los poderosos sobre todo Constantino quienes lo animaron e impusieron como
instrumento de una dominacin asegurada mediante la unificacin poltica por lo bajo (la pureza de la
raza no fue tenida en cuenta por Constantino. Incluso en el imperio germnico de Carlomagno,
germnico, pero cristiano, reciba ms consideracin un galo-romano cristiano que un sajn u
otro germano pagano). Ese aspecto exotrico del cristianismo en particular la importancia enorme que
da a todas las almas humanas, cualesquiera que fuesen es lo que obliga a Adolf Hitler a ver en el
cristianismo la prefiguracin del bolchevismo, la movilizacin, por el judo, de la masa de
esclavos, a fin de minar la sociedad[94], la doctrina igualitaria y antropocntrica antirracista en el
ms alto grado capaz de ganar a los innumerables desarraigados[95] de Roma y del Prximo
Oriente romanizado. Es a ese aspecto exotrico al que Hitler ataca en todas sus crticas a la religin
cristiana, en particular en la conexin que Hitler hace constantemente entre el judo Saulo de Tarso
el San Pablo de las iglesias y el judo Mardochai, alias Karl Marx.
Pero se podra decir que el antropocentrismo cristiano, separado, ciertamente, de
su base teolgica, ya exista en el pensamiento del mundo heleno y despus romano; ya que ese
antropocentrismo era, cada vez ms, el denominador comn de los intelectuales y de la plebe,
tanto en el mundo heleno como en el romano. Quizs incluso ese antropocentrismo ya estaba esbozado
en tiempo ms lejano, pues en el siglo VI antes de la era cristiana, Tales de Mileto agradeca, a los
dioses el hecho de haber sido creado ser humano, y no animal; varn y no mujer; heleno y no
brbaro, es decir extranjero.
Es ms que probable que ya en la poca alejandrina, un sabio, si bien
habra considerado digno de agradecer a los dioses el hecho de ser humano y no animal, l
habra rechazado las dos ltimas razones (sobre todo la ltima) segn Tales de Mileto de rendir
gracias al cielo. Es decir, el sabio alejandrino habra mantenido la primera de dichas razones, pero
es dudoso que se hubiera justificado con tan buen sentido como Tales. Ahora bien, toda exaltacin del
hombre considerado en s, y no tanto que escaln que hay que superar o sobrepasar no en tanto
que medio, con un fin ms que humano, conduce automticamente a la sobreestimacin de las
masas y de los individuos menos valiosos; conduce a un cuidado mrbido de la felicidad del
hombre a no importa qu precio; por tanto, conduce a una actitud ante todo utilitaria frente al
conocimiento como frente de la accin creadora.
En otras palabras, si, por una parte en el mundo heleno y despus romano,
florecieron en el seno de ciertas escuelas de la sabidura antigua entre los neoplatnicos, los
neopitagricos, y entre ciertos cristianos doctrinas esotricas vinculadas ms o menos a la
Tradicin siendo por tanto doctrinas por encima del tiempo, por otra parte, es evidente que todo
lo que el cristianismo conquistador (exotrico en altsimo grado) presentaba de lo as llamado
revolucionario estaba, como el inters ampliamente alcanzado entonces por las aplicaciones de las
ciencias experimentales, en el sentido del Ciclo.
El hecho de que, tiempo despus, en el curso de los siglos, las iglesias se hayan
opuesto al enunciado de varias verdades cientficas, contrarias al dogma o supuestamente
contrarias, no altera la posicin del cristianismo exotrico dentro del Ciclo. Esa oposicin a las
verdades cientficas slo era el resultado de una mera rivalidad entre poderes tendientes, uno y
otro, a la felicidad del hombre en otro mundo o en este mundo y que se molestan mutuamente
como dos competidores que suministran comodidades semejantes. Si las iglesias, hoy, ceden cada vez
ms terreno, si las iglesias todas (comprendida la Iglesia catlica) son ms tolerantes hacia aquellos de
sus fieles que como Theillard de Chardin dan a la ciencia la parte del len, es porque las
iglesias saben que las gentes se interesan cada da ms por el mundo visible y por las ventajas que de
su conocimiento resultan para ellos; es porque las iglesias saben que las gentes cada da se interesan
menos por lo que no se ve ni se puede probar y, por consiguiente, las iglesias hacen lo que pueden
para conservar sus ovejas. Es as como las iglesias siguen la corriente de los tiempos manifestando
sin cesar que los valores antropocntricos de los ateos son, en el fondo, los suyos; que incluso es a
las iglesias a quien los ateos deben sus valores antropocntricos, aunque ellos no se den cuenta.
Ninguna doctrina, ninguna fe ligada a estos valores antropocntricos puede ser
revolucionaria, cualesquiera que sean los argumentos tomados de una moral revelada, o de
una ciencia econmica sobre los cuales se apoya tal fe o doctrina.
Los verdaderos revolucionarios son aquellos que militan no contra las instituciones
efmeras, en nombre del sentido de la historia, sino ms bien aquellos que militan contra el sentido
de la historia, en nombre de la Verdad intemporal; contra esta carrera hacia la decadencia, caracterstica
de todo ciclo que se aproxima a su final, en nombre de la nostalgia de la nostalgia que sienten los
verdaderos revolucionarios hacia la belleza de todos los grandes recomienzos de todos los comienzos
de ciclos. Los verdaderos revolucionarios son, precisamente, los que van contracorriente de los llamados
valores en los que se afirm gradualmente y contina afirmndose la inevitable decadencia,
inherente a toda manifestacin en el tiempo. Los verdaderos revolucionarios son, en nuestra poca, los
discpulos de quien yo llamo hombre contra el tiempo, Adolf Hitler. Los verdaderos
revolucionarios son todos los que, en el pasado, como Adolf Hitler, combatieron, a contracorriente, el
empuje creciente de las fuerzas del abismo y, prepararon desde lejos o desde cerca (en la distancia
cronolgica) la obra de Adolf Hitler, y sobre todo la obra del divino Destructor, inmensamente
ms duro, ms implacable, ms lejano al hombre, y que los fieles de todas las formas de la Tradicin
esperan bajo diversos nombres, en el fin de los siglos.
* * *
* * *
Pero este mundo nuevo, inspirado en principios eternos, ese medio generador de
semidioses de carne y de sangre, haba que forjarlo a partir del material humano ya existente y a partir
de las condiciones, tanto econmicas como psicolgicas, en las que ese material humano se encontraba.
Por otra parte, esas condiciones evolucionaron en el transcurso de los aos que precedieron y siguieron a
la toma del poder sobre todo en los aos de guerra. Hay que tener en cuenta esto, si se quieren
comprender la historia del rgimen nacionalsocialista, y el rasgo comn que el Tercer Reich posey
con todas las sociedades fuertemente industrializadas de la poca moderna, a saber, el lugar que dio a las
aplicaciones de las ciencias, as como el nfasis que puso sobre la prosperidad material al alcance de
todos, sobre la vida confortable, incluso lujosa, presentada a millones de personas como objetivo
inmediato.
Jams hay que olvidar que el nacionalsocialismo surgi de la desesperacin de
la nacin alemana[103]. No hay que perder de vista el panorama que presentaba Alemania en los
aos que siguieron a la Gran Guerra europea: el hundimiento econmico como resultado de la
catstrofe blica; la humillacin gratuita del pueblo ms vigoroso de Europa; el sentimiento que el
pueblo alemn tena de haber sido traicionado (apualado por la espalda) entregado, atado de
pies y manos, a merced de los vencedores, aunque ese pueblo se haba batido lealmente y habra
podido, habra debido, triunfar; la insistencia de las comisiones aliadas sobre la exigencia de las
reparaciones de guerra que Alemania tena que pagar, segn imponan las clusulas del
infamante Tratado de Versalles; la amenaza creciente y despus, trgica realidad de la inflacin; el
paro crnico; el hambre la madre alemana implorando al usurero judo un precio irrisorio por su
alianza matrimonial y el usurero respondiendo: Guarda ese anillo. Ya vendrs la prxima semana a
ofrecrmelo por la mitad de ese precio!
Pero...
8
LOS DOS GRANDES MOVIMIENTOS MODERNOS Y LA TRADICIN
* * *
Sin duda, dado que el presente ciclo est ms cercano a su trmino que de su
luminoso comienzo, no es la primera vez que una tal empresa diablica ha tenido lugar. Ya he
mencionado ms arriba cmo la revolucin de 1789, en nombre de la idea de la igualdad de
derecho de todos los hombres sea cual fuese su raza, desemboc, en Francia de hecho en la
usurpacin del poder por la burguesa; revolucin que, en un Occidente geogrficamente lejano, dio
lugar a la grotesca repblica negra de la Isla de Santo Domingo[120]. En el mismo sentido, habra
podido mencionar al mismo cristianismo, a pesar de la parte innegable, pero visiblemente limitada, del
verdadero simbolismo universal que l puede contener. La difusin del cristianismo, tambin en
nombre de esa idea, tan subversiva como errnea, de la igualdad, consum la desintegracin del
mundo grecorromano, si bien es verdad que dicha desintegracin ya fue iniciada en la poca
helenstica. Y su antropocentrismo a ultranza hace del cristianismo, en todo caso, una religin
incompleta. La aristocracia europea, es decir germnica, y la aristocracia bizantina, o eslavo-bizantina,
se acomodaron al cristianismo por razones polticas, sirvindose de l como de un buen pretexto para
conquistar proselitistas y como una fuerza unificadora de los pueblos conquistados; por otra parte,
algunos miembros de dichas aristocracias, incluso de los ms eminentes, han acogido en el cristianismo,
a veces, la ocasin de un puro masoquismo espiritual, cuando no psquico por aadidura[121]. En
resumidas cuentas, y a pesar de la inspiracin que tantos artistas han encontrado en el cristianismo, el
resultado de su obra ha sido, en la prctica, ms subversivo que constructivo.
Habra podido mencionar cualquiera de esas sabiduras, siempre ms o menos
truncadas, que Nietzsche llama religiones de esclavos. Porque todas ellas, incluso las que ms
ostensiblemente se colocan por encima del tiempo, desde el momento en que niegan la jerarqua,
aunque solamente en la sociedad y no en s mismas, por el hecho de que no tienen, para nada, en cuenta
a la raza, bajo el pretexto de que lo visible tiene poca importancia, desembocan en la prctica de un
fomento de la nivelacin por lo bajo[122], y constituyen as (en la prctica, siempre) factores de
desintegracin que actan en el sentido del tiempo. Contribuyen todas a la vasta obra de subversin,
en el sentido propio del trmino del cambio del sentido del orden ideal cuyo retorno, se persigue y
se intensifica durante todo el curso del ciclo.
Y dira an ms. Sin duda hay subversin de ese orden principal cada vez
que un hombre, o un grupo natural de hombres una casta, una raza, movido por una falsa estimacin
de sus derechos (o incluso de sus deberes) usurpa o intenta usurpar el lugar normal de otro
hombre (o grupo de hombres); cada vez, por ejemplo, que un prncipe rechaza la autoridad espiritual a
la cual su reino, y quizs su civilizacin debe su lazo de unin incluso lejano y tenue con las
fuentes ms ocultas y ms elevadas de la Tradicin. Un crimen de esta naturaleza parece haber
cometido Felipe el Hermoso, por otra parte un gran rey, al destruir la orden de los Caballeros del Temple,
en connivencia con un papa ms poltico que sacerdote. Pero, todo esto no hace ms que preparar y
prefigurar, de lejos o de cerca, la subversin ltima: la que consiste en llamar a la masa y a la masa
de todas las razas; al proletariado mundial al poder; y lo que an peor, la subversin que
pretende basar en la masa, y solamente en la masa, el principio y la justificacin del poder.
Esta subversin ltima que Gunon llama el reinado del sudra es la
peor de todas las subversiones que se han sucedido a travs de las edades. Es la peor, no porque una
persona no marxista se encontrara sometida a ms inconvenientes bajo un rgimen comunista que
bajo otro rgimen distinto, sino ante todo porque esta subversin consiste no solamente en cambios
arbitrarios, contrarios al espritu de la jerarqua verdadera, en el seno de la sociedad visible, sino
porque significa un hundimiento completo de las situaciones ideales y de los valores esenciales. De esta
subversin resulta que la sociedad, en lugar de tender, como debera hacer, a reflejar lo que ella pueda
del orden eterno, refleja, simboliza, concretiza en el mundo de la manifestacin, exactamente lo
contrario. La pirmide, que en la visin supra-racional de sabio, representa y configura el
escalonamiento orgnico de la sociedad ideal, imagen de los estados jerarquizados de la existencia
csmica, visible e invisible, est completamente invertida, en el sueo sacrlego del marxismo. La
pirmide est descansando en equilibrio cun inestable! sobre lo que debera ser, sobre lo
que, desde el punto de vista de las correspondencias formales, es, su cima. Y es su base natural la que
hace la funcin de cima artificial; una cima que no es cima, sino que es precisamente masa y slo
masa masa informe y pesada; masa aplastante, desbordante.
Es desde el punto de vista metafsico como el marxismo es un contrasentido,
cualquiera que sea la sutileza engaosa de los argumentos sobre los cuales su fundador, Mardochai,
llamado Marx, intent establecer su doctrina, a partir de consideraciones econmicas y polticas
concernientes a la produccin, el beneficio del empresario, el salario del obrero, la plus-vala,
etc... Ninguna dialctica puede poner a una doctrina de acuerdo con la verdad csmica, cuando esa
misma doctrina no lo est. Y (en el dominio prctico, esta vez), ninguna fuerza de coercin o de
persuacin, o de condicionamiento, puede a largo plazo, estabilizar, en el transcurso de un ciclo, un
estado particular de deterioro. La pirmide social no puede permanecer indefinidamente en equilibrio
precario sobre su cima, con su base en el aire. O bien una rectificacin parcial tender a poner
sobre sus pies a la pirmide con un xito cada vez ms ilusorio, menos duradero, a medida que este
ciclo se aproxima a su final; o bien la pirmide, bajo el peso de la masa que se le ha establecido como
cima, se desmoronar, se desintegrar, rompindose en mltiples pedazos. Ser el caos, la
completa anarqua lo que suceder al orden a contrapelo. Ser para decirlo con una imagen,
teida de hinduismo, de Ren Gunon (el autor de la Crisis del Mundo Moderno), el reinado
del chandala tras suceder al reinado del sudra, el final del ciclo.
(Quizs los primeros sntomas, an espordicos, de ese caos futuro sean
algunas manifestaciones de excentricidad gregaria y de nihilismo alborotador, tales como las de los
existencialistas de Saint-Germain-des-Prs, los jvenes gauchistes o los hippies de todo
pelaje anarquistas por pereza; pacifistas por molicie, drogados, mal lavados, despeinados, ruidosos, ex
presidiarios, individualistas y tolerantes en tanto que la individualidad del vecino no les moleste; tales
como los que predican: Haz el amor y no la guerra!, prestos a atacar al primero que prefiera hacer
la guerra, o hacer la guerra y tambin el amor)[123].
* * *
Al marxismo no le faltan adversarios. Los hay de todas suertes, desde los que
condenan toda violencia y a quienes espantan los episodios ms conocidos de la lucha de clases,
tanto en Rusia como en China, hasta quienes reprochan al comunismo su atesmo y su materialismo,
pasando por lo que poseyendo algunos bienes materiales, tienen miedo de perderlos en caso de que
tuvieran que vivir bajo el rgimen de la hoz y el martillo.
Muchas personas se oponen al marxismo en nombre de una doctrina poltica
generalmente encarnada en un partido que si bien ataca el carcter subversivo del
marxismo, ella misma no es menos subversiva, en el mismo sentido y por las mismas profundas razones.
Este es el caso de los adherentes a todos los partidos democrticos, cuyo denominador comn es la
creencia en la igualdad de derecho de todos los hombres, y por tanto, en el principio del sufragio
universal; en el principio de que el poder emana de la mayora (de los votos). Estas gentes no se
aperciben de que el comunismo tiene su germen en el principio del sufragio universal, del mismo modo
que en el antropocentrismo cristiano est ya implcito el principio de la igualdad de derecho
(aunque se trate solamente del valor de las almas humanas ante los ojos de un dios personal que,
adems, ama infinitamente a todos los hombres, sin distincin). Ellos no se dan cuenta de que el
comunismo est en germen, inevitablemente, en el principio democrtico, por la razn de que la
mayora siempre ser la masa y esto cada vez con ms motivo, en un mundo superpoblado.
No se oponen profundamente, fundamentalmente al marxismo, ms que los fieles
de toda expresin adecuada de la inmemorial Tradicin, en particular los fieles de toda religin
verdadera, o de toda Weltanschauung capaz de servir de base a una religin verdadera, es decir, de toda
Weltanschauung fundada, en ltimo anlisis, sobre el conocimiento de lo eterno y de la voluntad de
hacer de lo eterno el principio del orden socio-poltico.
Ahora bien, cuando ya ha transcurrido ms de un cuarto de siglo despus del
derrumbamiento del III Reich, yo tengo la osada de afirmar, de repetir, que la nica doctrina
propiamente occidental que (despus que, entre los siglos VI y XII, el cristianismo haya perseguido y
poco a poco matado a las antiguas religiones nrdicas) cumple esta condicin, es el hitlerismo la
nica Weltanschauung infinitamente meta-poltica (es decir, que excede y supera lo poltico) que
est netamente contra el tiempo: de acuerdo con lo eterno. Esta Weltanschauung pues ser, a largo
plazo, la nica que triunfar a la vez del marxismo y del caos generalizado al que el marxismo habr
llevado al mundo y esto, cualquiera que haya sido, ayer la enorme derrota de sus fieles en el plano
material, y cualesquiera que pueda ser, hoy, la hostilidad de millones de hombres. Solamente, en efecto,
puede suceder un enderezamiento total tras la subversin total; slo puede suceder un glorioso
comienzo del ciclo, tras un lamentable final del ciclo actual.
Pero nuestros adversarios no cesarn de llamar la atencin de cada uno de
nosotros sobre el carcter eminentemente anti-tradicional de ms de un aspecto del
nacionalsocialismo, tanto la Kampfzeit tiempo de lucha, anterior al ao 1933, como despus
de la conquista del poder, en Alemania, en ese mismo ao. Se me dir que tan subversivo, desde el
punto de vista de los valores eternos, es predicar la lucha de clases conducente a la dictadura del
proletariado, como lo es, en la misma medida, elevarse al poder democrticamente gracias al
sufragio universal apoyndose por aadidura, durante toda una sucesin de campaas electorales,
en la proteccin de jvenes combatientes, en su mayora tan proletarios, en su comportamiento,
como los comunistas cuyas agresiones ellos rechazaban en los mtines, y contra los que luchaban en las
confrontaciones y batallas de la calle. Se me dir que habra sido subversivo retener el poder,
surgido en efecto, del pueblo de las masas en vez de restablecer la vieja monarqua, a pesar de la
ltima y ferviente recomendacin del mariscal von Hindenburg, presidente del Reich. Y, aadirn:
No sera tambin subversivo, por otra parte, permitir que numerosos banqueros alemanes[124]
as como magnates de la industria, subvencionaran al NSDAP, haciendo as depender, en parte, el
xito de la revolucin nacionalsocialista del podero del dinero, arriesgando, simultneamente, hacer
aparecer a la revolucin nacionalsocialista, a pesar de su porte popular, como una suprema defensa del
orden capitalista, tal como el que ya exista antes de 1933, es decir, arrostrando aparecer como la
defensa de una sociedad extremadamente alejada del ideal tradicional? Finalmente, se nos dir todava,
cmo negar que, incluso despus de la toma del poder, el III Reich estaba lejos de presentar el
aspecto de un organismo inspirado de arriba hacia abajo mediante la visin de la jerarqua csmica?
El clebre autor Hans Gnther, aparentemente decepcionado, me escriba en 1970 que l haba
visto, desgraciadamente, en el III Reich una oclocracia[125], en lugar del rgimen aristocrtico
con el que l soaba. Este discutible juicio de uno de los tericos ms destacados antes del desastre
de 1945 no podra ser rechazado categricamente. Su juicio sobre la naturaleza poltica del Estado
hitleriano, siendo indudablemente exagerado, en ms de un caso particular expresa, ciertamente, una
lamentable realidad de los hechos.
No olvidemos nunca que nos acercamos hacia el final de un ciclo, y que, por
consiguiente, las mejores instituciones no podran tener ms que excepcionalmente el aspecto de la
perfeccin de otras pocas. Porque, en todas las partes del mundo y la posguerra (desde 1945 a
nuestros das) contribuye ampliamente a ello hay cada vez ms mamferos de dos patas y, cada vez
menos hombres, en el sentido pleno del concepto. No se debe pues juzgar a ninguna doctrina por lo que
en su nombre ha sido realizado en el mundo visible. La doctrina es verdadera o falsa no se repetir
nunca lo bastante independientemente de la victoria o de la derrota de sus fieles, o de los as
considerados, sobre el plano material; independientemente de las debilidades, de las necesidades e
incluso de los crmenes atribuibles a quienes se consideran fieles de una doctrina. Ni las atrocidades de
la Santa Inquisicin, ni los escndalos vinculados al nombre del papa Alejandro VI de Borgia, impiden
poseer, a un maestro Eckhart, por ejemplo, o a algn caballero templario iniciado, su parte de verdad en
la visin del mundo inteligible, adquirida a travs del simbolismo cristiano. Y esto vale lo mismo
para todas las doctrinas.
Hay pues que evitar imputar al hitlerismo las faltas, las debilidades o los excesos de
las personas investidas de poder, en cualquier grado que fuere, durante el III Reich o durante el perodo
de Kampfzeit (desde 1920 a 1933), y sobre todo las faltas o excesos cometidos contra el espritu de la
Weltanschauung y contra los ideales del Fhrer, tales como los hubo faltas y excesos, en contra de los
principios de la Tradicin y del mismo hitlerismo, al parecer, en abundancia. Lo que hay que ver, en la
sociedad alemana tal como era, bajo la influencia creciente y despus bajo el gobierno efectivo del
Fhrer, durante la poca de lucha (Kampfzeit) y despus, desde 1933 a 1945, son los esfuerzos
del Fhrer, destinados a modelar la sociedad alemana, segn sus sueos, y a impedir su evolucin
hacia la decadencia y el caos. Hay que intentar comprender, entender, lo que Adolf Hitler quera y
soaba hacer.
Ya en los textos nacionalsocialistas oficiales destinados al pueblo en los 25
puntos, que forman la base del programa del Partido; y sobre todo en Mein Kampf, donde las grandes
lneas filosficas del Partido son trazadas con mayor nitidez an es visible que el movimiento
hitleriano estaba dirigido contra las ideas ms fundamentales y los usos ms caractersticos de una
sociedad eminentemente decadente, surgida del liberalismo (poltico, econmico y filosfico) de los
siglos XVIII y XIX. El prstamo a inters (sobre todo el usurario), la especulacin financiera y toda
forma de ganancia o lucro extraos a un esfuerzo creador, as como la explotacin del vicio o de la
estupidez en la prensa, la literatura, el cinematgrafo, el teatro, todos los medios de comunicacin
social dedicados preferentemente a obtener beneficios cuantiosos (y a la corrupcin generalizada del
pueblo) son condenados con el mximo rigor. Ms an: los principios bsicos de la civilizacin
moderna (democrtica, o mejor dicho, plutocrtica y materialista) son atacados,
ridiculizados, demolidos de una manera magistral. Tales principios demoliberales son, no hace falta
decirlo: la igualdad de derecho de todos los hombres y de todas las razas humanas; la idea de que el
derecho es la expresin de la voluntad de la mayora; la idea de que la nacin es la
comunidad de los hombres y mujeres que, cualesquiera que fueren sus orgenes, quieren vivir
juntos; la idea de que la paz perpetua en medio de la abundancia de bienes materiales, como resultado
de la victoria del hombre sobre la naturaleza representa el bien supremo, el objetivo de la vida (por el
contrario, en los textos oficiales del nacionalsocialismo se defiende todo lo grande, noble, hermoso y
heroico que caracteriza al ario: raza, fe, honor, fidelidad, belleza, espritu, idealismo, etc.). La ley
natural la ley de la lucha por la vida es reconocida y exaltada tanto en el mbito humano como en
los dems planos. Y la importancia primordial de la raza y de la personalidad esos dos pilares de la fe
nueva es proclamada constantemente por la revolucin que pretenda un Nuevo Orden europeo.
Finalmente, esa fe nueva, o ms bien esa concepcin nueva de la vida (neue Auffassung) porque se
trata, para Hitler y para otros pensadores, no de una fe, sino de un verdadero conocimiento est
claramente caracterizada, definida, como la correspondiente al sentido original de las cosas[126], es
decir, al sentido que las cosas tienen o toman a la luz de la Tradicin.
Se puede afirmar pues que todo lo que en la historia del NSDAP no parece coincidir
con el espritu de una lucha contra el tiempo, surge de la tctica del combate, no de su naturaleza
ni de su objetivo. Fue bajo la presin de la dura necesidad y, solamente, tras haber fracasado, el 9 de
Noviembre de 1923, en su tentativa de tomar el poder mediante la fuerza, cuando Adolf Hitler, liberado
de la prisin de Landsberg, pero privado de todo medio de accin, recurri contra sus deseos,
ciertamente a la lenta y larga va legal, es decir al llamamiento reiterado de los votantes, y a la
conquista gradual de una mayora de escaos en el Reichstag. Todo el mundo sabe que el primer gesto
de Hitler, despus de la toma del poder por va democrtica, fue reemplazar, a todos los niveles,
la autoridad del gran nmero por la va de uno solo, a saber, la suya; dicho en otros trminos, suprimir
la democracia reponer, en la medida de lo posible, el orden poltico de acuerdo con el orden natural.
Y fue bajo la presin de una necesidad material no menos imperiosa la de hacer frente a los gastos
enormes que la lucha por el poder, con sus inevitables campaas electorales, implicaba en el marco de su
rgimen parlamentario por lo que Hitler debi aceptar la ayuda de los Hugenberg, de los Kirkdorf, de
los Thyssen, del Dr. Schacht, y ms tarde de los Krupp, as como de otros industriales y banqueros. Sin
esta ayuda Hitler no habra podido alcanzar el poder lo bastante pronto como para cerrar el camino a las
fuerzas subversivas ms peligrosas a los comunistas. Pues el dinero es, ms que nunca hoy, en un
mundo cada da ms dominado por l (por el oro), el nervio de la guerra... y de la poltica.
Significa esto que Hitler estuvo al servicio del dinero o de quienes se lo dieron durante la Kampfzeit?
Quiere decir esto que el Fhrer les hiciera la menor concesin despus de la toma del poder? No.
Les permiti enriquecerse, en la medida en que enriquecindose, ellos servan efectivamente a la
economa del Reich y daban a las masas obreras lo que Hitler mismo les haba prometido: la
abundancia gracias al trabajo; les permiti enriquecerse, en la medida que, sometidos a su autoridad,
continuaban ayudando al Partido es decir, al Estado en la paz y en la guerra. Hitler los mantuvo en su
puesto y en su papel como en la sociedad tradicional, haca el rey con respecto a la casta de los
comerciantes mostrando con esto, a la vez, su realismo y su sabidura.
Por otra parte, la oclocracia al menos, parcial que con frecuencia se
atribuye a la naturaleza poltica del Estado hitleriano, no fue, en realidad, ms que el inevitable
corolario de la obligacin con que se encontr Hitler de acceder al poder apoyndose muy
democrticamente en la mayora de los electores. Dicha oclocracia no habra existido si el
Putsch del 9 de Noviembre de 1923 hubiera tenido xito, lo cual le habra dado libertad para reforjar
Alemania segn sus grandiosos sueos. No habra existido, porque Hitler no habra tenido,
entonces, necesidad de colaboracin de centenares de miles de jvenes dispuestos a todo a asestar
golpes, como a recibirlos para as mantener en los accesos de sus grandes reuniones de propaganda, y
en las grandes salas donde se celebraban los mtines, un orden constantemente amenazado por los
ataques fsicos de los elementos ms violentos, implacables y agresivos del KPD. Para poder
conquistar Alemania democrticamente, Hitler se deba mostrar en pblico, hacerse entender,
centenares y centenares de veces; deba transmitir su mensaje al pueblo una parte de su mensaje, al
menos: la parte que deba incitar a las masas a votar por el Partido Nacionalsocialista. El mensaje era
irresistible. Era necesario hacerlo conocer a todo el mundo. Y esto habra sido imposible sin la jaura
de lobos la SA o Sturmabteilung, dueos de la calle, que, con peligro de sus vidas, aseguraban al
Fhrer el silencio y la seguridad en medio del auditorio, en los grandes mtines.
Adolf Hitler amaba a sus jvenes fieras, incondicionalmente fieles a su persona,
vidos de violencia y de adoracin, entre los cuales haba ms de un antiguo comunista, al que la
fascinacin de su palabra, de su mirada, de su comportamiento no menos que su doctrina en la cual el
ex militante comunista adivinaba algo ms extremado, ms brutal y por tanto ms exaltante que el
marxismo haba ganado a la santa causa. Hitler amaba tambin incluso al ltimo en incorporarse al
movimiento, entre los jefes supremos de la Kampfzeit, a Ernst Rhm, a cuyas rdenes l mismo
haba hecho la guerra, y que haba regresado, obedeciendo a su llamada, desde Bolivia, en 1930. Hitler
aparentaba no reparar o no ver las deplorables costumbres de Rhm para slo ver en l un perfecto
soldado y un organizador genial. Y sin embargo... Hitler, a pesar de todo, se resign a hacerle matar, o a
dejar que mataran a este viejo compaero de lucha casi el nico de su entorno personal que le
tuteaba[127] as como a otros jefes menos importantes de la SA, cuando se persuadi de que la
turbulencia de las tropas SA tan fieles por otra parte, su espritu de independencia, y sobre todo la
creciente oposicin que se abra paso entre la SA y el ejrcito regular la pretensin ms o menos
disfrazada de Rhm de convertir a la SA en el nico ejrcito alemn, conducan no ya a la
oclocracia, sino a la guerra civil, y en todo caso al debilitamiento de Alemania.
Se podr comparar a esta purga trgica, pero aparentemente necesaria, del 30
de Junio de 1934, con los ajustes de cuentas ms maquiavlicos de la historia, por ejemplo, la
ejecucin sin juicio de Don Ramiro di Lorqua, por orden de Csar Borgia pero con una importante
diferencia, y es que, mientras el duque de Valentino slo persegua el poder para s mismo, los
objetivos del Fhrer estaban infinitamente ms altos. Hitler quera el poder para intentar, en un
esfuerzo desesperado, volver la marcha del tiempo contra ella misma, en nombre de valores eternos
(Hitler devino hroe y mrtir por la causa, en 1 de Mayo de 1945). No haba nada de inters
personal o egosta en su combate, y esto, en ninguna etapa de la vida de Hitler.
Y si Hitler, a pesar del ferviente deseo del mariscal y presidente del Reich von
Hindenburg, rechaz toda idea de restauracin de la monarqua[128], esto no fue guiado por
ambicin de poder, sino porque l era consciente de la vanidad e inutilidad de tal gesto, desde el plano
de los valores y de las jerarquas verdaderas. Desde haca ya siglos, en Europa, la monarqua de
derecho divino, la nica normal desde el punto de vista tradicional, haba perdido todo sentido y
toda justificacin. Y el Fhrer lo saba. Hitler no quera intentar instaurar un orden vacilante,
restaurando una monarqua parlamentaria presidida (no hay otra palabra) por Guillermo II o alguno de
sus hijos. Lo que Hitler quera es construir un orden nuevo, o ms bien hacer resurgir el orden ms
antiguo, el orden original, bajo la forma ms vigorosa y ms duradera que ese orden primordial
pudiese revestir en este siglo. Y Hitler saba que, al optar por esas fuerzas de vida que, a lo largo de un
ciclo temporal, cualquiera que sea, se oponen incansablemente a la ineluctable corriente de la
disolucin, l mismo adquira l, el eterno Siegfried, a la vez humano y sobrehumano el poder
legtimo en este mundo visible y la autoridad legtima, emanada del ms all; el poder de las dos
llaves. Con l en la cima, la pirmide de las jerarquas terrestres deba recuperar poco a poco su
posicin natural, recomenzando a tomar forma en miniatura, es decir a pequea escala, primero en
Alemania, despus en toda Europa y luego en todo el mundo ario el orden invisible que el cosmos
configura en gran escala.
En nombre de esta grandiosa visin de las correspondencias ideales, Hitler
rechaz con igual vigor, al marxismo, doctrina de subversin total, al parlamentarismo bajo todas sus
formas, siempre basado en la misma supersticin de la cantidad, y a la oclocracia, fuente de desorden, y
por tanto de constante inestabilidad.
Mas el carcter tradicional de la sabidura de Hitler hay que buscarlo ms
todava en algunos textos que nos dan a conocer sus charlas secretas, o al menos, ntimas sus
confidencias hechas, con el corazn abierto, ante algunas personas seleccionadas que en sus escritos o
discursos dirigidos al gran pblico.
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9
EL HUNDIMIENTO DE LOS VALORES ANTROPOCNTRICOS
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Si sabe que en un momento dado Beatriz desaparece ante un San Bernardo para
que ste gue a Dante en las ltimas etapas[209] de su ascensin hasta la cima de los parasos
sucesivos. Nos podemos preguntar quin, despus de Stefanie, ayud a Adolf Hitler a subir los
escalones ms elevados del conocimiento secreto, y en qu poca los ascendi: cundo viva
todava en Viena?, o en Munich?, o poco despus de su decisin, ante el anuncio de la
capitulacin de Alemania en 1918, de convertirse en un hombre poltico? fue como el caso de
otro iniciado que cambi la faz del mundo, Cristo, alrededor de los treinta aos?, ms temprano?,
despus? Es casi imposible responder a esta pregunta con certidumbre.
Sin embargo hay dos cosas fuera de duda. La primera es que, toda su vida, el
Fhrer permaneci en la atmsfera espiritual de Wagner ms an que en la de Nietzsche y
continu sacando de ella su inspiracin. Conozco a fondo todos los pensamientos de Wagner. En las
diversas etapas de mi vida, vuelvo siempre a l[210], dijo un da a Hermann Rauschning, mientras
por otra parte pensaba que en Nietzsche aunque este pensador haya entrevisto al superhombre como
una nueva variedad biolgica ... todo est an flotante[211]. Repito, Wagner, iniciado en el
ms alto grado l mismo su obra da fe de ello fue, a travs de esta obra, el verdadero maestro
espiritual de Adolf Hitler.
La segunda cosa es que, bien directamente por la Thulegesellschaft, o bien, antes de
sus primeros contactos con esta sociedad, por contactos quizs ya en Viena con otras gentes que
tenan las mismas preocupaciones, los mismos sueos, y sobre todo conocimientos del mismo orden
que los miembros de la Thulegesellschaft, Adolf Hitler conoci la antigua Tradicin hiperbrea,
segn Gunon, fuente de todas las dems, en el seno de la cual recibi su iniciacin suprema. Pues
para l, el hecho de ser una de las encarnaciones (en snscrito: avataras) del que vuelve en todas
las pocas de la trgica decadencia, a combatir contra la corriente del tiempo y a intentar un
enderezamiento, no le dispensaba del aprendizaje de la sabidura secreta a travs de los maestros
de una forma particular de la Tradicin eterna. Esos maestros, cuya tutela pudo muy bien eludir; ms
an con quienes como sugiere Andr Brissaud[212] pudo tener divergencias, jugaron a pesar de
todo un papel en su despertar a s mismo. Otras grandes figuras del pasado, que dejaron su huella en la
historia entre otras, el mismo Buda, considerado en el hinduismo como una encarnacin de
Vishn tambin tuvieron maestros, an cuando los dejaran atrs enseguida.
Hubiera sido preciso ser miembro de la Thulegesellschaft (la Sociedad de Thule),
para poder decir con exactitud lo que diferenciaba su enseanza de la de otras organizaciones
iniciticas o que se pretendan tales. Por otra parte, esto no tiene importancia si, como parece pensar A.
Brissaud, Hitler se liber rpidamente de la influencia del maestro y los maestros que hubiera podido
tener (aparte, claro est, de la de Wagner, cuya msica, pica e inicitica a la vez, sostuvo toda la
vida del Fhrer y le acompa incluso ms all de la muerte)[213]. Es importante darse cuenta no
se podra decir a ciencia cierta cundo, pero seguramente antes de la toma del poder de que l
recibi efectivamente la suprema iniciacin, lo que le pona por encima de las contingencias de este
mundo y por encima del bien y del mal; en otras palabras, l haba despertado completa y
definitivamente a lo que l era desde toda la eternidad y permanece absolutamente.
Como se sealaba antes, las restricciones particulares que hubiera podido
imponerse hasta entonces, resultaban ya intiles. Y si continu observando alguna de ellas, como por
ejemplo abstenerse obstinadamente de bebidas alcohlicas y de tabaco, fue ms por disposicin
natural que por disciplina. Y si rechazaba cualquier alimento crnico, es porque a l el artista y
amigo de los animales le disgustaba profundamente la fealdad y el horror que representaban el
matadero y la carnicera. Todo esto quiere decir, que desde entonces, desde el momento en que recibi
la suprema iniciacin, vivi como un hombre armoniosamente equilibrado, que alternaba, sin fastidio y
sin extraeza, con la sociedad ms refinada si lo juzgaba necesario para su obra o si, tras horas de
contacto con sus rudos SA y con el pueblo, encontraba as un descanso. Apreciaba la compaa de las
mujeres y como Sigfrido, como el profeta Mahoma, como Krishna, el dios encarnado, y otros ilustres
luchadores contra el tiempo a lo que parece, conoci el amor, por lo menos espordicamente,
cuando tena tiempo! Vivi sobre todo, todas las satisfacciones que poda procurarle el arte bajo
todas sus formas; el arte, que consideraba a tal altura, que no admita que un hombre a l insensible,
pudiera estar a la cabeza de un Estado nacionalsocialista. Gentes que, como el escritor francs Malraux
al que no se puede acusar de parcialidad a favor del Fhrer tuvieron ocasin de coincidir con l
en reuniones mundanas, cenas de embajadas, admiten que tena de lesprit, incluso humor;
que saba bailar, en el sentido que Nietzsche daba a esta expresin.
Pero, paralelamente a esto, l sigui siendo siempre ante todo el hombre de lucha.
Y parece que cada vez ms, fue consciente de la necesidad de aquellos que dirigan el combate a sus
rdenes y en colaboracin con l, tuvieran parte del conocimiento secreto, de origen ms que
humano. De ah su sueo de un imperio alemn jerarquizado y ms all de l, un mundo
jerarquizado segn el espritu de la Tradicin; de un sistema de castas a escala planetaria, para
recoger la expresin de un hind, admirador inteligente del III Reich germnico. De ah, tambin,
sus esfuerzos en vista a la creacin de la Orden verdadero sacerdocio laico, como escribi
Rauschning que deba ser la continuadora de la Tradicin en la cima de la pirmide social del gran
Reich y, tras el inevitable hundimiento, en la cima de la de los fieles supervivientes. Esta Orden era la de
las Schutzstaffeln o Escalones de Proteccin, comnmente designados por sus iniciales SS,
Orden que el Fhrer quera al mismo tiempo militante y triunfante, en el sentido en que estos
calificativos se aplican en la Iglesia, en la teologa catlica; es decir, guerrera preocupada ante todo
por la defensa y la expansin de los fuertes de la elite aria en este mundo, y que al mismo tiempo
hubieran alcanzado un cierto grado de ser que los separara del resto de los hombres, como los
elegidos estn separados del mundo (los iniciados de los no iniciados) en todas las sociedades
tradicionales.
Sin la existencia de tal Orden, el derrumbe de los falsos valores en todos los planos
(incluido el plano material) era inconcebible.
10
EL ESOTERISMO HITLERIANO Y LA TRADICIN
Los insectos desconocen mi naturaleza superior cuando estoy revestido de humana forma, y me
desprecian.
Bhagavad-Gta, IX, v. 11.
* * *
Por otra parte, la elite espiritual de la Orden SS que era la elite de una nueva
civilizacin tradicional en potencia, y ya en gestacin entonces no slo buscaba entrar en contacto
con los iniciados de la ciudad prohibida de Lhasa y quizs con el mismo Dalai Lama. A mi humilde
parecer, hubo encuentros semejantes en las Indias encuentros que en Occidente ni se sospechan y
esto, al margen de las conversaciones polticas que pudieron celebrar con ciertos jefes hindes, como
Subbas Chandra Bose, en las Indias y en Alemania, antes y durante la segunda guerra mundial.
Desde 1935, apareca en Calcuta una revista cultural, The New Mercury,
muy hbilmente editada por Sri Amit Krishna Mukherji, en colaboracin con Sri Vinaya Datta y
algunos otros. Los discursos del Fhrer, de los que la prensa oficial tanto en ingls como en bengal
slo daba extractos, se explicaban all in extenso, sobre todo si, como suceda a menudo, tenan un
inters que desbordaba la poltica. Uno de esos discursos, que haba atrado particularmente mi
atencin, llevaba el ttulo: Arquitectura y Nacin. Pero dicha revista publicaba tambin estudios
sobre todo lo que poda aclarar la profunda conexin, no poltica, que se remontaba muy lejos y muy
alto, entre la civilizacin tradicional hind, que nunca haba dejado de existir, y la civilizacin
tradicional germnica, tal como existi mucho antes del cristianismo, y que aspiraba a renacer en lo
que tena de esencial. Estos estudios revelaban en sus autores, adems de la erudicin arqueolgica
indispensable, un conocimiento serio del simbolismo csmico. Algunos de dichos estudios tenan
como tema la cruz gamada. Queran mostrar indirectamente el excepcional carcter de un gran
Estado moderno que reconoca como suyo un signo tan universal, que lo grababa en todos sus
estandartes. Sugeran tambin la aspiracin de ese gran Estado a renovar el contacto con la Tradicin
primordial de la que Europa se haba separado haca siglos ya, pero cuyo depsito inestimable
haba guardado la India.
No tengo ninguna prueba de que los servicios de la Ahnenerbe jugaran algn papel
en la publicacin de la revista New Mercury. Tanto menos probable cuanto que esa seccin
especial de las SS fue fundada en 1935, el mismo ao que dicha revista. Pero s sin embargo, que sta
ltima era, en parte al menos, sostenida financieramente por el gobierno del III Reich. Los alemanes y
los representantes alemanes o no de firmas alemanas eran invitados a suscribirse a ella. Y conozco al
menos a uno de estos que, tras haber sido dimitido de la direccin de la sucursal que haba dirigido
durante aos, fue llamado a Alemania por haberse negado a suscribirse y declarar que esta propaganda
de nuevo cuo (sic) no le interesaba.
El fundador y editor del peridico, Sri A. K. Mukherji, permaneci en estrecho
contacto con Herr von Selzam, cnsul general de Alemania en Calcuta, mientras ste estuvo en su
puesto. Y este representante oficial de Adolf Hitler le remiti, la vspera de su partida, un documento
dirigido a las autoridades alemanas donde se especificaba literalmente que nadie en Asia haba
rendido al Reich servicios comparables a los suyos. Yo he visto ese documento. Lo he ledo y
reledo con alegra y orgullo como aria y hitleriana, y como esposa de Sri A. K. Mukherji. En el
curso de estas pginas ya he hecho alusin a ello.
No puedo decir si los servicios de los que se habla desbordaron los lmites,
bastante estrechos, de las actividades de Sri A. K. Mukherji como editor de una revista bimensual,
tradicionalista, hind y proalemana al mismo tiempo. Es posible que los desbordaran puesto que la
revista dur slo dos aos, al prohibirla en 1937 las autoridades inglesas, que volvieron definitiva esa
prohibicin al evolucionar como se sabe la poltica britnica en relacin con el Reich. De todas
formas yo no conoca entonces personalmente a Sri A. K. Mukherji: para m, su nombre evocaba la
nica revista de las Indias de tendencias netamente hitlerianas. Pero una cosa me lleva a creer en el
conocimiento que l posea ya entonces, y antes, del hitlerismo esotrico, es decir de la profunda
conexin de la doctrina secreta del Fhrer con la Tradicin eterna, no se poda comparar con las
vagas impresiones que yo poda tener sobre el mismo tema. En el transcurso de mi primera
conversacin con l, tras tener el honor de serle presentada el 9 de Enero de 1938, el que, menos
de dos aos despus, estaba destinado a darme su nombre y proteccin, me pregunt incidentalmente
lo que pensaba sobre... Dietrich Eckart.
Yo saba que se trataba del autor de un clebre poema, Deutschland
erwache; del combatiente desde los primeros tiempos de la Kampfzeit, muerto algunas semanas
despus del Putsch del 9 de Noviembre de 1923, a la edad de cincuenta y cinco aos; del camarada a
quien Adolf Hitler dedic la segunda parte de Mein Kampf. Yo ignoraba hasta entonces la existencia
de la Thulegesellschaft, y por lo tanto, estaba lejos de sospechar el papel del poeta de la revolucin
nacional cerca del Fhrer.
Yo desarroll con entusiasmo mi penosa pequea erudicin. Mi interlocutor que
haba dado y pronto iba a dar al III Reich (y ms tarde a sus aliados japoneses) servicios no
comparables a los de ningn otro, sonri y pas a otro tema.
* * *
La opinin segn la cual Adolf Hitler habra sido un agente de las fuerzas
diablicas, que su iniciacin habra sido slo una monstruosa contrainiciacin y su Orden SS una
cofrada de magos negros, est muy extendida entre los antihitlerianos ms o menos embadurnados
de ocultismo (Y no faltan, desde luego!).
El argumento que va ms en contra de esta opinin viene de las Indias. En efecto,
en Occidente la confusin en el campo de los principios es tal que es difcil decir si existe algn grupo
que legtimamente pueda presumir de una filiacin verdadera con la Tradicin. Y no hay punto de
comparacin entre la actitud de los verdaderos iniciados y la de los charlatanes. Segn Ren Gunon,
prcticamente todas las sociedades de Europa que en nuestros das se pretenden iniciticas, se
clasificaran entre estos ltimos. Ahora bien, son sus miembros los que se hacen or, se mueven,
toman postura contra el hitlerismo como lo han hecho, cada vez que han podido, Louis Powels y el
judo Bergier, en la revista Plante. De hecho, no conozco ni un solo grupo europeo interesado en
las doctrinas esotricas, que no sea antihitleriano (ciertamente me puedo equivocar. Y querra
equivocarme).
Pero no ocurre lo mismo en las Indias.
En primer lugar, uno se encuentra all un paisaje espiritual completamente
distinto. En lugar de tratarse de grupos con pretensiones ms o menos iniciticas en medio de una
inmensa sociedad profana, satisfecha con sus ciencias experimentales y su progreso, y preocupada
sobre todo por su bienestar material, en las Indias estamos en presencia de una civilizacin tradicional,
muy viva a pesar del empuje creciente de la tcnica. El hombre de las masas, no envenenado por la
propaganda porque an goza del favor del analfabetismo (por retomar aqu una expresin cara al
Fhrer), piensa ms que el individuo del mismo nivel social en Occidente lo cual no es sorprendente.
En las Indias el hombre piensa, sobre todo, dentro del espritu de la Tradicin, de
lo que es testimonio el joven sudra que he mencionado al comienzo de estos Recuerdos y
Reflexiones.
El hind que ha frecuentado la escuela, y que incluso ha hecho estudios en Europa
o en Estados Unidos no es tampoco hostil a la Tradicin. La idea de la jerarqua natural, de herencia
biolgica es decir racial ntimamente ligada al karma de cada uno, le es familiar. Y en la inmensa
mayora de los casos, vive segn las reglas inmemoriales de su casta incluso cuando el gobierno
progresista de una India llamada libre (en realidad: copia grotesca de las democracias de
Occidente) ha proclamado la supresin de las castas e impuesto el sufragio universal. En algunos casos
por supuesto, en su contacto con el extranjero se contagia de ideas subversivas o costumbres chocantes.
Pero entonces, es depreciado por los suyos, y la sociedad ortodoxa le da la espalda no pudiendo
impedirlo ningn gobierno. En cuanto a los grupos iniciticos tradicionales y a los maestros aislados de
una ciencia secreta verdadera, continan existiendo como en el pasado en silencio, desapercibidos
para el gran pblico. Se mantienen fuera del torbellino de la poltica y no dan conferencias de prensa.
Solamente una palabra, una reflexin ante un visitante respetuoso de la Tradicin, aunque no sea un
iniciado, dejan adivinar por donde van las simpatas terrestres de tal o cual sabio.
Y como poda esperarse en una poca de decadencia universal, tambin hay
personas que hacen profesin de espiritualidad y grupos que se reclaman de maestros trascendentes,
y pretenden transmitir su por ellos llamada iniciacin. Los charlatanes de tnica naranja o
desnudos, con el cuerpo cubierto de cenizas que se arrastran en torno a los templos, especialmente en
los lugares de peregrinacin, gurs cerca de viudas crdulas, no faltan. Son bribones, pero de
pequea envergadura y nocividad limitada. Mucho ms peligrosos son los individuos o grupos que
trabajan para introducir en las Indias en la medida que puedan el antropocentrismo inherente a las
doctrinas religiosas o polticas influenciadas ms o menos directamente por el judasmo o los
judos. Me refiero a todos los individuos o grupos que, bajo la cobertura de una hipcrita fidelidad a la
Tradicin, que tuercen y desfiguran a su voluntad, predican principios igualitarios, la democracia, el
horror a toda violencia, incluso a una violencia serena y distante, cuando sta se ejerce contra los
hombres, del tipo que sean mientras que la monstruosa explotacin de la bestia (y el rbol) por el
hombre les trae sin cuidado (si es que no la justifican!). Pienso en todos los que pretenden rendir
homenaje a la verdadera sabidura antigua negando obstinadamente toda jerarqua racial natural,
condenando el sistema de castas hasta en su principio, predicando el derecho de las gentes de razas
diferentes a casarse, si con ello creen encontrar su felicidad. Pienso en los que querran reemplazar,
entre los hindes, los viejos privilegios de casta por privilegios basados en la instruccin (en el
sentido occidental de la palabra) y reemplazar tambin el cuidado por la ortodoxia metafsica, por una
preocupacin cada da ms intensa por lo social, lo econmico, la mejora de las
condiciones de vida para las masas. Pienso en los organizadores de parlamentos de las religiones;
en los que abogan por una fusin entre Oriente y Occidente a expensas del espritu de la
Tradicin, en un origen comn a ambos y que slo el hinduismo conserv como base de una
civilizacin. Pienso finalmente, en los misioneros de una moral universal centrada en el hombre,
como la conciben el Occidente cristiano y el Occidente racionalista.
La Misin que se reclama del divino Rama Krishna un verdadero iniciado
del pasado siglo parece orientarse cada vez ms en ese sentido, bajo la influencia de benefactores
occidentales, sobre todo norteamericanos. Pero esta tendencia no data de ahora. Hace ms de ciento
cincuenta aos que se manifest, con la fundacin del Brahmo Samaj, sociedad de destas
profundamente marcados por su educacin universitaria inglesa y la forma protestante del
cristianismo. Esta secta, con el pretexto de reconducir al hinduismo a una pureza original, lo
interpreta segn ese espritu moderno cuya accin sobre Europa ha deplorado tan justamente
Gunon. Pero como dice tambin Gunon, los que se adhieren a esa secta son, a pesar de la alta casta
de los ms conocidos de entre ellos, rechazados por los hindes ortodoxos. Estos se niegan a darles a
sus hijas en matrimonio y rechazan las de ellos para sus hijos. Y en los pueblos, no aceptaran de los
primeros ni un vaso de agua y, repito, ningn gobierno podra forzarles a lo contrario. Y esto viene
de lo que el Brahmo Samaj rechaza, el principio del sistema de castas: la desigual dignidad de los
hombres, segn su herencia. Esta actitud es porque el Brahmo Samaj no es la India como tampoco lo
son las dems sectas con el mismo espritu, cualesquiera que sean.
No quiero extenderme en estos detalles. Esto llevara al lector demasiado lejos.
Pero no puedo silenciar dos organizaciones que nacieron en el sur de la India: una, la Sociedad de
Teosofa, en Adhyar, cerca de Madrs; otra, la comunidad formada en Pondicherry, alrededor del sabio
bengal, Aurobindo Ghosh, ya fallecido.
La primera es una vasta institucin internacional de subversin en el profundo
sentido de la palabra, como Gunon lo ha mostrado en su libro Le Thosophisme, une Fausse
Religion
[230]. Lo que se quiere hacer pasar por doctrina es un baturrillo de construcciones arbitrarias del
espritu y de algunas nociones y creencias cuyos nombres Karma; transmigracin de las almas, etc...
han sido sacados de las tradiciones hind y budista. Las nociones y creencias mismas son tan arbitrarias,
tan poco ortodoxas, como las teoras que construyen por ejemplo, la idea de alma colectiva (group
soul) de los animales, cara a Leadbeater; as como todo lo que ensean los tesofos sobre sus
maestros Kouthoumi, Rajkoski, y otros. El ilustre Lokomanya Tilak, del que he citado antes alguno de
sus libros, compara a Annie Besant, presidenta de la Sociedad de Teosofa hasta su muerte en 1933 y
durante un tiempo, presidenta del Congreso Nacional Indio con la diablesa Putna, enviada como matrona
al nio-dios Krishna, para que lo matara con su leche venenosa. Tilak esperaba que, semejante al joven
dios que, asimilando impunemente el veneno, mat finalmente a Putna vacindola de toda su sustancia,
as la sociedad hind sabra defenderse, y confundir a los que tratan de seducirla mediante
contraverdades hbilmente disfrazadas.
La otra institucin se desarroll alrededor de un sabio aparentemente verdadero.
Sin embargo incluso, ya en vida de ste, tenda a ponerse al nivel de una muy hbil y lucrativa
empresa de explotacin. Adquira una tras otra todas las casas a la venta de Pondicherry, aunque ya
contaba en 1960, fuera del centro donde algunos discpulos se dedicaban a la meditacin, con
numerosos talleres de alfarera, carpintera, sastrera, etc... cuyos productos eran vendidos en
beneficio de las obras de la institucin: escuelas mixtas, con clases deportivas; una universidad, con
laboratorios abundantemente equipados.
Se me dijo que esta prosperidad era debida en gran parte al talento para los negocios
de la madre del ashram mujer de origen judo, viuda de un judo y despus de un francs y
su hijo del primer marido. Algunos miembros de la organizacin llenos de celo y sentido prctico, y
que gozaban de la confianza de esas dos personas, seran tambin en cierta medida, responsables de
dicha prosperidad. De todas formas, ya desde en la sala de recepcin, donde se venden numerosas
fotografas grandes y pequeas para todos los bolsillos del difunto gur y de la madre, uno
queda impresionado por la atmsfera business-like del lugar, impresin que se precisa e intensifica
cuando se visitan los talleres. Y se piensa, por contraste, en la radiacin espiritual que se desprende de
ciertos escritos de Aurobindo Ghosh de sus Comentarios sobre el Bhagavad-Gta; de su Vida
Divina o su Sntesis de los Yogas. Se tiene la sensacin de un profundo desequilibrio entre esta
organizacin, ms que floreciente, que cubre los dos tercios de una ciudad de ms de cien mil
habitantes, y el sabio que vivi en el ms completo aislamiento invisible para la muchedumbre e
incluso para los discpulos, salvo algunas horas al ao.
Ahora bien, hay un hecho elocuente, y es que: en medio de esta civilizacin
tradicional que son an las Indias, son precisamente las organizaciones ms profanas, ms
modernas, es decir, de las ms antitradicionales, las que han hecho escritos o declaraciones hostiles
al hitlerismo.
Por lo que conozco, Aurobindo Ghosh nunca expres ningn juicio a favor o
en contra de las grandes figuras o fes polticas (o metapolticas) contemporneas. Abandon
definitivamente la accin y qu accin!
[231] y eligi la contemplacin, confinndose en el campo espiritual. Pero a finales de 1939 1940?
los peridicos de Calcuta publicaban que el ashram de Pondicherry haba donado al gobierno
colonial de las Indias, diez mil libras esterlinas para ayudar al esfuerzo de guerra britnico. El seor
de Saint-Hilaire, llamado Pavita, secretario del ashram, a quien pregunt sobre este tema en 1960, me
respondi que no poda decirme si la informacin publicada en la prensa de Calcuta veinte aos
antes, era exacta. Pero tambin me dijo que muy bien poda serlo, dado que el hitlerismo, segn l
(y sin duda segn ms de una persona que tuviera en el ashram cierta influencia), iba contra el sentido
de la evolucin humana (Y cmo! Nada podra ser ms cierto! Pero en vez de ser esta una razn
para combatirlo, sera una razn para defenderlo. La decadencia universal es un signo, cada vez ms
visible, de que nuestro ciclo avanza hacia su fin. Todo combate contra esa decadencia, todo retorno a los
principios eternos va necesariamente contra el sentido de la evolucin humana. Es una fase de la
lucha perpetua, a contracorriente del tiempo. Pero esto, repito, es una razn la mejor razn para
exaltar el hitlerismo, y no para condenarlo).
Por otra parte, los jefes de la Sociedad de Teosofa segn Ren Gunon,
maestros de la contra-iniciacin, a pesar de sus pretensiones contrarias han demostrado, durante y
despus de la segunda guerra mundial, cunto odiaban (y odian todava) la doctrina de Adolf Hitler.
El entonces presidente de dicha sociedad, Arundale, recorra las Indias a la bsqueda de sacerdotes
cmplices, es decir, comprables, a los que encargaba decir oraciones por la victoria de los cruzados
[232] contra el nacionalsocialismo. No haba ms que abrir un nmero cualquiera de Consciencia,
rgano oficial de la Teosofa, para ver una propaganda antihitleriana que no tena nada que envidiar a
la de los peridicos de Inglaterra o Estados Unidos de la misma poca, incluso la de la prensa de la
Unin Sovitica (despus, naturalmente, de la ruptura del pacto germano-ruso del 23 de Agosto de
1939). Y hasta a los hipotticos maestros invisibles de los tesofos, Kouthoumi, Rajkoski y otros, se
les han atribuido actividades ocultas para el xito de las Naciones Unidas.[233]
Fuera de la Sociedad de Teosofa en estrecho contacto con ciertas logias
masnicas de Occidente slo entre los hindes de las sectas disidentes, como el Brahmo Samaj, me
he encontrado con antihitlerianos aparte, bien entendido, de la gran mayora de europeos
antihitlerianos, y todos los comunistas sin excepcin. Slo voy a citar, como ejemplo, al medio
brahmo-samajista por excelencia que era ya entonces, y es todava hoy, la Universidad al aire libre de
Shantiniketan. Cuando yo pas, en 1935, seis meses en dicha universidad con el fin de mejorar mi
conocimiento de la lengua bengal y de aprender el hind, todava viva su fundador, el poeta
Rabindranath Tagore. No not all nada de especial salvo la presencia, como profesora de
alemn, de una juda de Berln, Margaret Spiegel, llamada Amala Bhen que, tras dos aos de
estancia en el ashram de Gandhi, haba ido a extender su odio al III Reich entre los alumnos a ella
confiados y entre algunos colegas hindes a los que poda adoctrinar. Supe pronto que Govinda, el
monje budista cuya ropa era color de azafrn y el bello parasol birmano aada una nota pintoresca al
paisaje, era tambin un judo venido de Alemania. Tambin se me habl de la profunda amistad que
ligaba a Tagore con Andrews, un britnico, antiguo misionero cristiano. Pero nadie me expres ninguna
hostilidad hacia mi fe hitleriana salvo Amala Bhen.
Se haba tenido a bien presentarla a mi llegada a Shantiniketan, puesto que yo
era tambin europea, y al cabo de media hora de conversacin, se dio perfecta cuenta de la naturaleza
pan-aria del hitlerismo tal como lo concibo y lo he concebido siempre. Se apresur a declararme
ella, que haba venido al otro extremo del mundo para no ver ni la sombra de un nazi que yo
era peor que toda la banda reunida
[234] de aquellos que ella quera evitar. stos, me dijo, desfilaban por las ciudades del Reich cantando:
Hoy Alemania nos pertenece; maana, el mundo entero, pero pensando sobre todo el Alemania, a
pesar de las palabras de su canto. Mientras que yo, al insistir en la profunda identidad del espritu
hitleriano y el del hinduismo ortodoxo, preparaba el camino para la futura conquista militar y moral, y
para la influencia ilimitada del Reich alemn sobre Asia.
Todo esto me adulaba ms all de mis mritos. Pero la hostilidad de Margaret
Spiegel, llamada Amala Bhen, y sin duda la de Govinda, a quien no se me present me pareca
reducida al elemento no hind de la Universidad de Shantiniketan.
Fue para m una sorpresa el enterarme de que algunos meses antes de la segunda
guerra mundial, el mismo Rabindranath Tagore haba enviado al Fhrer un telegrama protestando
contra la invasin de la desgraciada Checoslovaquia. Por qu se mezclaba? l, cuya obra
como artista yo no poda por menos que exaltar. No se daba cuenta de que eran los desgraciados
alemanes de los Sudetes los que tenan derecho a ser protegidos? No saba que Checoslovaquia no
era ms que un Estado artificial, hecho de piezas para servir de espina permanente en el flanco del Reich
alemn? Pero, qu digo: habra sido capaz l solo de idear la carta? Por qu esta intervencin
indiscreta? Le haba sido sugerida por los extranjeros, cristianos o judos, que acabo de nombrar, y
otros, todos humanitarios, antirracistas al menos antiarios que pasaban ocasionalmente por
Shantiniketan o que residan all?
O no deba ms bien pensar yo que, por artista que fuera que por luminosa y
musical que bajo su pluma de genio, haya podido revelarse una lengua neosnscrita, como el bengal
un brahmn que rechaza en bloque el sistema de castas, slo poda ser antihitleriano? La toma de
posicin del poeta contra el defensor de la elite aria de Europa, en un conflicto europeo, me extraaba
tanto ms cuanto que Rabindranath Tagore tena una tez marfil y los trazos ms clsicos de la raza
blanca signos fsicos de una filiacin, casi sin mezcla, de esos arios conquistadores que llevaron a la
India antigua la Tradicin de Hiperbrea. Pero hubiera podido pensar hubiera debido pensar que si
esos mismos signos visibles de aria nobleza, no le haban impedido unir su voz a la de los denigradores
de la ley del color y la funcin social varnashramdharma en las Indias, era poco probable que
dichos signos fsicos se hubieran convertido para l en la ocasin para el despertar de una conciencia
ancestral ligada, como es lgico, a una simpata hacia esa forma europea y moderna del espritu
brahmnico, que es el hitlerismo.
* * *
* * *
11
LA IRREMEDIABLE DECADENCIA
Recuerdo esos versos que Racine pone en boca de Andrmaca, en la escena IV del
primer acto de su tragedia de este nombre. Y pienso que los grandes desfiles al ritmo de la Horst Wessel
Lied, bajo los pliegues del estandarte rojo, blanco y negro, con la cruz gamada, y toda la gloria que fue el
III Reich alemn, ncleo de un imperio pan-ario, han quedado tan irrevocablemente lejanos como los
fastos de la prestigiosa Troya; tan igualmente pasados e inmortales, pues algn da la leyenda los
recrear, cuando la poesa pica sea de nuevo una necesidad colectiva.
El que vuelve de edad en edad, destructor y conservador a un tiempo, har de
nuevo su aparicin al final de nuestro ciclo, con el fin de abrir a los mejores la Edad de Oro del ciclo
siguiente. Adolf Hitler le esperaba. En 1928 deca a Hans Grimm: S que no soy el que ha de
venir es decir el ltimo, y el nico de los hombres contra el tiempo que vencer absolutamente, al
final de nuestro ciclo. Yo solamente me encargo de la tarea de preparacin ms urgente (die
dringlichste Vorarbeit), pues no hay nadie para encargarse de ella[252].
Alguien inconmensurablemente ms duro que l realizar la tarea final la
tarea de enderezamiento sobre los despojos de una humanidad que, al poseer un cerebro capaz de
calcular, se crey que todo estaba permitido, y mereci justificadamente su decadencia y su ruina.
* * *
* * *
Qu queda por hacer entonces a los que viven ahora, entregados cuerpo y alma a
nuestro ideal de perfeccin visible (e invisible) en todos los planos? A escala mundial, o incluso
nacional, estrictamente nada. Es demasiado tarde. La hora veinticinco son hace ya demasiado
tiempo.
A escala individual, o al menos restringida, queda el preservar, en la medida en
que esto est todava en nuestras manos, la belleza del mundo humana, animal, vegetal, inanimada;
toda belleza a vigilar obstinada y eficientemente por las minoras de elite, dispuestos a defenderlas a
cualquier precio a todas las minoras nobles, ya se trate de los arios de Europa, Asia o Amrica,
conscientes de la excelencia de su raza comn, de los esplndidos grandes felinos amenazados de
extincin, de los nobles rboles amenazados por los bulldozer, con vistas a la instalacin sobre su
suelo nutricio de invasoras multitudes de mamferos con dos patas, menos bellos e inocentes que ellos.
Queda vigilar y resistir; y ayudar a toda bella minora atacada por los agentes del caos; resistir, incluso
aunque esto no haga sino retardar por algunas dcadas la desaparicin de los ltimos aristcratas,
hombres, animales o rboles. No hay otra cosa que se pueda hacer, sino, quizs, maldecir en el
corazn, da y noche, a la humanidad actual (salvo muy raras excepciones), y trabajar, con todo
ahnco para su aniquilamiento. Nada hay por hacer, salvo hacerse responsable del fin del ciclo,
desendolo sin cesar por lo menos, sabiendo que el pensamiento sobre todo el pensamiento dirigido
es tambin una fuerza, y que lo invisible rige a lo visible.
T, que eres de los nuestros hijo y padre de fuertes y bellos, mira a tu
alrededor sin prejuicios y sin pasin, y di lo que ves! De un extremo a otro de la Tierra, los fuertes
retroceden ante los dbiles armados de ingeniosa malicia; los bellos, ante los enclenques, los deformes,
los feos, armados con engaos; los sanos, ante los enfermos armados con recetas arrancadas a los
demonios, con quienes han pactado. Los gigantes ceden ante los enanos detentadores de divino poder,
usurpado por medio de investigaciones sacrlegas. Todo esto se puede ver, ms claramente que nunca,
desde el desastre de 1945.
Pero esto no data de 1945. No! El hundimiento del III Reich alemn y la
persecucin de la religin de los fuertes, desde entonces ms encarnizada que nunca, no son sino
consecuencia de una lucha desesperada, tan antigua como la cada del hombre y el fin de la Edad de
la Verdad. Son las fases recientes de una gradual e inexorable prdida de terreno, que dura ya
milenios, y es ms aparente despus de nuestro infructuoso esfuerzo para obstaculizarla.
Contempla los rboles. Son los ms antiguos de entre los fuertes. Nuestros
hermanos mayores: los viejos reyes de la creacin. Durante millones de aos, solamente ellos
poseyeron la Tierra. Y qu bella deba ser la Tierra cuando nicamente les alimentaba a ellos,
aparte de algunos insectos gigantes, y a la naciente vida del seno de los ocanos!
Los dioses saben de mi entusiasmo al ver las resucitadas industrias de la cuenca del
Ruhr, a mi vuelta a Alemania en 1953. En cada nube de perxido de nitrgeno que sala en forma de
ardientes volutas de las chimeneas de las fbricas reconstruidas, me imaginaba un nuevo y victorioso
desafo al infame plan Morgenthau. Y sin embargo... una imagen me fascina: la cuenca del Ruhr en la
poca en que la futura hulla que, con el hierro, le da hoy su riqueza, estaba todava en potencia
bajo la forma de bosques sin fin de helechos arborescentes. Imagino esos helechos de cincuenta metros de
alto, apretados en el infinito unos contra otros, rivalizando en fuerza en su empuje hacia la luz y el sol.
Tan espeso era el techo, siempre verde, formado por las hojas entrelazadas, que entre sus troncos
innumerables era siempre de noche una noche hmeda, pesada de vapores que se elevaban desde el
caliente y negruzco vaso, en el que hundan sus races; noche que el viento, soplando a travs de las
frondosidades, llenaba de armonioso gemido, o llena de bullicio por las lluvias torrenciales. Por donde
hoy se encuentran las minas hulleras se extendan entonces tales bosques.
Pero para m, hay todava una imagen ms nostlgica. La del bosque de
mltiples esencias, poblado de pjaros de abigarrados colores, reptiles magnficamente pintados de
pardo, amarillo plido, de mbar y bano, y mamferos de toda especie en particular felinos: los
ms bellos entre los seres vivos centenares de milenios antes de la aparicin del hombre en la tierra,
y de la poca en que el hombre, poco numeroso, no era todava la bestia daina en que se ha
convertido. Entonces, el dominio de los rboles se extenda casi por todo. Y era tambin el dominio
de los animales. Englobaba tambin a las antiguas civilizaciones, que fueron las ms bellas. Y el
hombre, a quien el sueo de dominar la Naturaleza y de trastornar el equilibrio de sta en su
provecho, hubiera parecido entonces absurdo y sacrlego, encontraba normal su inferioridad numrica.
En una de sus ms sugestivas evocaciones poticas de la India antigua, Leconte de Lisle hace decir a
uno de sus personajes:
En las hmedas y calientes selvas de las orillas del Ganges (o del Mekong) estaban
los tigres, los leopardos y los elefantes. En el norte de Asia y de Europa, los uros y los lobos, por miles,
millones. Los primeros cazadores los primeros pastores, rivales de los depredadores de cuatro patas
mataban algunos, claro, con el fin de guardar para s solos la carne de los ganados domesticados. Pero
del bosque ilimitado, salan otros. El equilibrio natural entre las especies no se haba roto todava, y
no se habra de romper por mucho tiempo. Lo fue el da en que el bosque o la sabana retrocedi
definitivamente ante el hombre; el da en que la civilizacin usurp, sin freno, su dominio.
Durante siglos, la civilizacin estuvo destinada a permanecer confinada en
regiones restringidas. En la Antigedad, tanto en Egipto como en Asiria, en Siria, el norte de frica, el
sur de Europa incluso, se podan encontrar leones a algunos kilmetros de las ciudades. Todos los
relatos de los antiguos, desde los narrados en la Biblia hasta las aventuras de Androcles (tan recientes,
en comparacin!) dan fe de ello. Y de que se les cazaba, ay!, hay tambin abundantes testimonios,
tanto escritos como esculpidos. Siempre he estado yo, la amiga de los felinos muy interesada en la
lectura de la inscripcin que relata los xitos del joven Amenhotep III, y le atribuye el haber matado, en
una sola batida, ciento cuatro de esas reales bestias. Y los clebres bajorrelieves del Museo de
Oxford que, con terrible realismo realismo cuyo secreto posea el arte asirio en el ms alto grado,
representan a Assur-nasirpal y su squito en el acto de atravesar con flechas a todo un ejrcito de
leones algunos de ellos, con los riones heridos, se retuercen, y parecen literalmente aullar de dolor
slo me inspiran un ardiente odio hacia el hombre.
Y sin embargo... debo admitir que, ni en el alba del siglo catorce, ni en el curso del
siglo noveno antes de la era cristiana, el hombre era, como lo sera ms tarde, el azote del mundo
viviente. Cazaba, es verdad, pero lo mismo que lo hacan otros depredadores. Posea la flecha, que
hiere de lejos, en lugar de la honesta garra y el diente que slo alcanzan de cerca. Pero no exterminaba
especies enteras, como despus iba a hacerlo, y como no ha hecho nunca ningn otro animal de presa.
El bosque, la sabana, el desierto el espacio que el hombre no poda ocupar totalmente ni hacer sentir
su presencia de una manera permanente seguan siendo el dominio libre si no inviolado, de la vida no
humana. Todava ninguna civilizacin haba acaparado en provecho del hombre todo el territorio en
el que floreca. Egipto mismo cuyo pueblo era, con mucho, el ms prolfico de la Antigedad
conservaba, adems de sus lujuriosos palmares, su fauna de leones, cocodrilos, hipoptamos. Y, lo que
es ms, gracias a las representaciones teriomrficas de la divinidad, y gracias sobre todo al piadoso
amor con que rodeaba a ciertos animales como los innumerables gatos, alimentados y mimados por las
sacerdotisas de la diosa Bastet[256] mantena la civilizacin egipcia un lazo con esta fauna ms
sutil y ms fuerte, comparable al que existe, hoy an, entre el hind y la vaca y ciertos monos y
serpientes, entre otros animales simblicos.
En estas condiciones, un observador superficial habra podido pensar que, a pesar
de la caza, de los sacrificios, a pesar de vasto uso de los bosques tanto para la construccin de las casas
como de los navos, las especies animales y las esencias silvestres contaban con un porvenir
infinitamente prspero.
Sin embargo, ya en esa poca, lejana relativamente, el hombre se haba
convertido ya en el nico mamfero cuyo crecimiento numrico no cesa[257]. En otras palabras,
el equilibrio que durante tanto tiempo se haba mantenido entre todas las especies vivientes, incluido el
hombre, se haba roto desde haca ya varios siglos a favor de este ltimo.
Es curioso observar que esta expansin, lenta todava, quizs, pero inexorable,
del mamfero con dos patas, comienza, segn los investigadores, alrededor de cuatro mil aos antes
de la era cristiana[258], es decir, segn la tradicin hind, algunos siglos antes del comienzo de la
Edad Oscura, o Kali Yuga, en la que vivimos. No hay nada de extrao. El Kali Yuga es, por excelencia,
la edad de la universal irremediable decadencia, imperceptible al comienzo del ciclo, despus
relativamente lenta, se acelera, hasta llegar a ser en su final, vertiginosa. Es la edad en el curso de la cual
se asiste cada vez ms al derrumbamiento de los valores eternos en la vida de los pueblos, as como en
la de la mayora de los individuos, y la persecucin, cada vez ms encarnizada (y ay! eficaz), de los
seres que viven y quieren continuar viviendo segn esos valores de la elite humana de las elites de
todas las civilizaciones tradicionales que, originalmente, son siempre elites biolgicas y del mundo
animal y vegetal.
Es la edad durante la cual, contrariamente al orden primitivo, la cantidad tiene, cada
vez ms, mayor preponderancia que la calidad; en la que el ario digno de este nombre retrocede ante las
masas de las razas inferiores, cada vez ms numerosas, compactas, y uniformemente embadurnadas con
la misma instruccin obligatoria. Es la edad tambin, en la que, por otra parte, el rey de los animales y,
con l, todos los aristcratas de la jungla, retroceden ante el hombre medio (o inferior todava al
hombre medio) menos bello que ellos, menos fuerte; sin duda, ms lejos del arquetipo perfecto de su
especie, que ellos del de la suya.
No es el triunfo del hombre tal como nosotros entendemos esta palabra; de ese
hombredios del que habla Adolf Hitler en algunas conversaciones, relatadas por Rauschning. Este
hombre ha muerto, a menudo bajo el uniforme de las SS, en todos los campos de batalla de la segunda
guerra mundial, o en los calabozos de los vencedores de 1945, o colgado en sus horcas. Si
excepcionalmente sobrevivi o si, nacido tras el desastre, est entre nosotros adornado con toda su
juventud est en la ms estricta clandestinidad. Vive en un mundo que no es el suyo y que nunca lo
ser, al menos hasta el da en que el emperador dormido el que vuelve de edad en edad salga
definitivamente de la sombra en que espera, y vuelva a construir lo visible a imagen de lo eterno. Hasta
ese da el superhombre, o al menos el candidato a la comunidad de los superhombres, sabe que seguir
siendo el vencido el que no tiene sitio en ninguna parte; aquel cuya accin, por heroica que sea,
es intil.
El hombre que reina hoy el vencedor de 1945 y antes que l y con l, el
vencedor de todos los conflictos decisivos de ideas de importancia verdaderamente mundial es el
hombreinsecto. Innumerable, y cada vez ms uniforme, banal, a pesar de todos los esfuerzos que,
individualmente, pueda hacer para darse un aire original, y creerse tal; irresistible, debido slo a su
proliferacin sin lmites, toma posesin de la Tierra a expensas de los seres que han cambiado
relativamente poco, mientras l se degradaba ms y ms en el transcurso del ciclo, y particularmente
durante la Edad Tenebrosa.
Son los versos de Leconte de Lisle ese nostlgico cantor de todas las bellezas
destruidas por el inexorable paso del tiempo los que vienen a mi memoria cuando pienso en ce
vermisseau plus faible que les herbes[259] de la antigua selva, pero fuerte por la omnipotencia de su
inteligencia dedicada a la obra de desintegracin a la obra diablica. El poeta se dirige a la selva, que
pareca tener que durar siempre, y le dice:
* * *
Por otra parte, los lazos de afecto que ligaban tan a menudo, en otro tiempo, al
hombre con su caballo, o con su buey su fiel compaero de trabajo existen cada vez menos. El
campesino francs, cuyo afecto hacia sus bueyes, cantaba, no ha mucho, Pierre Dupont, utiliza ahora un
tractor. El resto de los campesinos europeos le han precedido, o bien le siguen, en este progreso. El
trabajador de los pases sub-desarrollados le seguir tarde o temprano, gracias a la ayuda tcnica
de Estados Unidos o de la Unin Sovitica, y a una propaganda intensiva. El buey ser cada vez
menos utilizado... excepto como animal de carnicera. Lo mismo que el caballo, ay!
Ciertamente, los buenos viejos tiempos admitan tambin crueldades.
Recuerdo claramente la indignacin (y el odio hacia el hombre) que me sublevan, de nia, ante la
brutalidad de ciertos carreteros, tanto en la ciudad como en el campo. Y la venerable Antigedad
comprendida la Antigedad egipcia, la ms suave, junto a la de las Indias nos ha dejado algunos
ejemplos de escenas que nada tiene que envidiar a las que, entre 1910 y 1920, provocaban, al mismo
tiempo que mi impotente clera, la intervencin, verbal y, a menudo legal de mi madre. Entre otras
imgenes de la vida cotidiana que se despliegan sobre los muros de una tumba egipcia del siglo
veintinueve antes de Cristo, hay una que representa a un hombre apaleando a un pobre asno que, con sus
largas orejas hacia atrs, sus grandes ojos llenos de terror, parece suplicarle. El siglo veintinueve era ya
la Edad Oscura, a pesar de toda la ciencia que implicaba entonces, entre la elite, la construccin,
todava reciente, de las pirmides de Gizeh.
Antes he hecho alusin a las caceras de la Antigedad y a los sangrientos
juegos en los circos romanos, as como a la viviseccin practicada (que yo sepa) desde el siglo sexto
antes de la era cristiana, debido a la curiosidad cientfica de ciertos griegos. Y en general, el
mundo, a lo largo de este ciclo (como de todo ciclo) no ha hecho sino ir de mal en peor. Aparte del
sufrimiento de los asnos y los perros en los pases de Oriente, y en particular en los pases
musulmanes sufrimiento que an dura, se podra evocar el horrible tratamiento infligido a los
gatos, y especialmente a los gatos negros, en Europa occidental, en la Edad Media y hasta incluso el siglo
diecinueve larga prctica de abominaciones sin nombre[265], cuyo efecto en lo invisible ha podido
ser, quizs, hacer al continente, colectivamente responsable, indigno de todo enderezamiento en el
curso de este ciclo indigno, en particular, del hitlerismo, que habra podido retrasar la degeneracin,
durante unas dcadas. Se podra tambin hablar del recrudecimiento de la viviseccin, que coincide
con el renovado inters por las ciencias experimentales, en el siglo diecisis, y sobre todo en el
diecisiete y en el dieciocho, y despus. Y esta infamia que, en el siglo diecinueve y hasta hoy, ha tomado
proporciones espantosas en los pueblos podridos de antropocentrismo tanto cristiano como racionalista,
se ha extendido tambin, lo mismo que esa actitud antropocntrica, a todos los pases colonizados
polticamente o moralmente (o de ambas formas) por el Occidente europeo o norteamericano, es decir, a
la Tierra entera.
Por no citar ms que un ejemplo, pero muy significativo, el gobierno indio
democrtico y humanitario, como es obligatorio en el mundo que dominan los vencedores de 1945
durante estos ltimos aos, ha promovido la exportacin de miles de monos, sabiendo plenamente que
seran sometidos a experiencias criminales (que din duda, pensara, eran loables, puesto que se
haran en inters de la ciencia, es decir del hombre).
Y en las Indias, tanto despus de la llamada independencia del pas como en
tiempos de los ingleses, existen y se multiplican diversos centros de investigacin, en particular de
investigacin contra el cncer, en cuyos laboratorios tienen lugar los mismos horrores que en los de
Pars, Londres, Chicago o Mosc. Y en las grandes ciudades, los perros errantes, considerados
intiles por los aprendices de antropocentrismo, mueren entre atroces sufrimientos,
sistemticamente envenenados con estricnina, como los he visto morir tambin en Grecia en 1970[266]
(y qu decir del trato dado a los perros en Constantinopla, recogidos de forma brutal a lazo; con
tenazas y arrojados a una isla desierta del mar de Mrmara para morir all de hambre y sed, por
orden del gobierno de la Joven Turqua algunos meses despus de la ascensin de ste al poder,
el 1908?[267]).
Sin embargo, a pesar de todos estos horrores y muchos otros, exista, hace algunas
dcadas, un poderoso lazo entre numerosos seres humanos y sus animales domsticos: perros o gatos (a
principios de siglo, en Europa occidental); caballos para la guerra o el tiro; bueyes y bfalos de labor. La
unin entre el rabe y su caballo o su camello era proverbial. La mecanizacin progresiva del mundo
acabar por borrar ese lazo, en todos los pases.
A mi vuelta a las Indias en 1971, fue para m una gran alegra volver a ver, en el
campo inundado por la lluvia, tantos grandes y buenos bfalos, bien alimentados, deliciosamente
sumergidos hasta el hocico en los numerosos estanques, rumiando apaciblemente.
Haba, y an hay, miles de ellos. Pero, hasta cundo? Hasta que como ha
ocurrido en otros sitios con los caballos y los bueyes los tractores los reemplacen. Y los tractores
infaliblemente los reemplazarn, cuando extensiones, cada da ms vastas, de tierra frtil, deban ser
despojadas de sus selvas para alimentar a una poblacin que aumenta vertiginosamente que se duplica
cada treinta aos.
Como he dicho antes, la proliferacin del hombre es la causa de la mecanizacin
de la vida proceso impensable, por totalmente superfluo, en un mundo con una poblacin tan poco
densa como la de hace algunos milenios. Por otra parte, la tcnica mdica, puesta al servicio del
antropocentrismo que todo lo invade, contribuye cada da ms a la proliferacin del hombre al actuar
contra la seleccin natural. Es un crculo vicioso que sera necesario romper a cualquier precio.
Nosotros, los racistas arios, los seguidores de Adolf Hitler, somos los nicos seres humanos que
seriamente desean romperlo, volviendo a dar libre curso a la seleccin natural salvadora. Pero la hora
veinticinco haba sonado ya muchos aos, incluso siglos, antes de 1933, y no hubiramos podido
conservar el poder, an habiendo ganado la guerra.
Y el proceso de envilecimiento gradual del hombre, al mismo tiempo que la
exterminacin de los animales ms hermosos y la destruccin de las selvas y bosques el proceso de
erosin y afeamiento de la Tierra contina. Y no puede sino continuar, dada la actitud mental de los
hombres actualmente en el poder.
12
LA LLAMADA AL FIN
Conviene repetir e insistir sobre el hecho que al mismo tiempo que a los
grandes felinos, verdaderas obras de arte de la creacin, que a los elefantes y otros nobles herbvoros,
la proliferacin del hombre amenaza de muerte (lenta, pero cierta) a las ms bellas y ms dotadas
razas humanas, en particular a la raza que nos interesa antes que cualquiera otra: nuestra propia raza aria.
Esto ser inevitable, a menos de una intervencin en sentido contrario, y a tiempo, dirigida por los
legisladores, y apoyada si hace falta, por la fuerza. Y esto es inevitable, por la simple razn de que las
razas inferiores son, por naturaleza, netamente ms prolficas que las superiores (ocurre lo mismo entre
las diferentes especies de mamferos de cuatro patas: los ratones y las ratas se multiplican ms
rpidamente que los leones y los tigres).
Es claro que una elite racial no puede subsistir ms que a condicin de conservar
pura su sangre, y es evidente que la elite racial no puede, incluso conservando su sangre pura, continuar
jugando su papel natural, que es el de mandar, tanto en el plano poltico como en los dems niveles,
ms que si esta elite se inserta en una civilizacin que, al contrario de las democracias de hoy,
populares y plutocrticas, rechace toda idea de conceder prioridad al criterio del gran nmero, de
la cantidad y no de la calidad. Desde el momento en que se acepta el principio del sufragio universal un
hombre: un voto, cualquiera que sea el hombre en cuanto se atribuye a todo hombre (de no importa de
qu raza, aunque fuera de las menos bellas y menos dotadas, e incluso sin tener en cuenta cualquier
nivel de degradacin personal) un valor inmenso, superior, por el solo hecho de ser un hombre,
al valor del animal o del rbol ms noble, se pone en peligro a la elite humana. Y la amenaza de
impotencia, de deterioro, y finalmente de muerte, que pesa sobre la elite humana, es tanto ms temible e
inminente, cuanto que las tcnicas sanitarias preventivas impiden que la mortalidad infantil y las
epidemias de todo tipo, cobren su tributo sobre los ms dbiles de cualquier raza, e impiden tambin
acabar con la tendencia de las razas inferiores a reproducirse al ritmo de los roedores. Porque si no se
hace nada para disminuir ese ritmo, y si adems, se les impone o permite un minimum de instruccin,
cada vez ms elevado, sern automticamente esas razas inferiores, en un mundo regido por la
mayora, las que tengan la ltima palabra ellas, o ms bien algunos demagogos sin raza y sin
fe, hbiles en manipularlas, al servicio del judo internacional. Porque solo el judo internacional el
eterno enemigo de todo racismo (excepto el suyo propio) es capaz de suscitar o suprimir mediante el
oro, las demagogias ms diversas.
En las Indias, este proceso sigue su curso desde hace varias dcadas, un siglo
incluso; desde el momento en que los britnicos, ellos mismos vctimas de la falsa creencia en el
valor de cualquier hombre, se creyeron en el deber no slo de indianizar sus servicios
administrativos, sino tambin de indianizarlos por lo bajo, dando cada vez ms privilegios a las castas
(es decir, a las razas) inferiores de las Indias, a expensas de las castas arias. Fueron los ingleses, y son
ellos no he cesado de repetirlo los directamente responsables de la decadencia acelerada de este vasto
pas no por haberlo explotado a ultranza, en lo econmico, sino por haber insuflado en los que
llegaran a ser sus jefes efectivos, sus ideas democrticas y humanitarias.
Y han sido responsables en dos sentidos. En primer lugar, instalaron por todas
partes sus hospitales y dispensarios, sus facultades y sus laboratorios de investigacin mdica.
Inauguraron, a gran escala, el combate contra las epidemias y sobre todo contra la mortalidad infantil
es decir, contra la eliminacin rpida de los dbiles y animaron a los indios a continuar esta tarea
tras su marcha. Y adems, mientras que como consecuencia de todo esto, la poblacin ha aumentado en
espantosas proporciones (se duplica cada treinta aos!) los ingleses aplicaron a esas enormes masas
de razas diferentes, pero, en mayora creciente, de razas inferiores esos mismos principios
democrticos que han ido infectando Europa desde 1789. Educaron en sus escuelas a los indios
(hindes de toda casta, pero cada vez ms[269] de las bajas castas; mahometanos, cristianos) a los
cuales despus, primero bajo su gida colonial, despus sin restricciones, desde la independencia
que sigui a su partida, transmitieron el poder. Los ingleses introdujeron impusieron el sufragio
universal; dieron, en tanto que electores, la misma importancia al salvaje kouki de Assam, al naga, al
santal, al gund, que al brahmn de tez clara, trazos regulares, hermano de sangre de los mejores
europeos, y ms cultivado que muchos de ellos. Y eligieron para sucederles en el gobierno, a indios
educados en sus escuelas psicolgicamente muertos para el espritu racista de la Tradicin
hind, y firmes continuadores de su obra de desintegracin.
Esos indios hacen ahora lo posible por la promocin de las masas de razas
inferiores, cada vez ms compactas, hormigueantes, invasoras gracias al retroceso de la enfermedad.
Han creado una legislacin que, de golpe, da la mayora de puestos a las gentes salidas de esas masas,
desde el momento en que asimilan un minimum de alfabetismo. De lo que resulta un desorden
generalizado; una increble incompetencia a todos los niveles un telegrama expedido en Delhi, tarda
cuatro das en llegar a Jammu; los autobuses de Delhi salen cuando conviene al conductor, y llegan
cuando pueden, etc., etc. De ellos se deriva tambin la corrupcin en todos los grados, en todos los
servicios. Pero esto importa poco. Lo esencial es que, en el extranjero, ahora, se dice la India en
lugar de decir las Indias, y que as ha nacido la ilusin de una nacin india. Lo esencial es
que esta nacin, o mejor este Estado, que el espritu de los britnicos degenerado, judaizados,
humanitarios y pacifistas, sigue rigiendo de hecho, en una democracia y, ms an, una democracia
seglar sin religin oficial (pues se niega este ttulo al hinduismo inmemorial) es decir contra
toda religin tradicional, al modo de la Francia de Emile Combes; un Estado en el cual, como algunos
osan esperar, el culto a la ciencia y la humanidad a la ciencia que se aplica al bienestar y a la
felicidad de todos los hombres sustituir cada vez ms al culto de los antiguos dioses,
segn el anticuado sueo de August Comte. Lo esencial es que este Estado es una democracia
multirracial en la que todas las variedades de humanidad inferior estn en rebelin abierta o larvada,
ruidosa o callada, contra los millones de brahmanes y kshattriyas incluso contra aquellos de entre
stos (como es el caso de tantos brahmanes del sur) a cuyos antepasados, los honores y privilegios de la
casta les fueron concedidos a causa de sus extraordinarios mritos, sin que fueran de raza aria.
Menos mal que en las Indias las masas son profundamente conservadoras y dotadas
de una fuerza de inercia poco comn. Es posible que, por pura indiferencia, y sin darse exacta cuenta de
lo que hacen, esas masas no resistan con xito a las presiones sobre ellas ejercidas para separarlas de la
Tradicin, o de lo que han sabido conservar de ella. Resistirn incluso a la alfabetizacin quiero
decir, a los nefastos efectos que sta ha tenido tan a menudo sobre poblaciones confiadas y crdulas, de
civilizacin tradicional. Quizs no pierdan forzosamente la fe en sus dioses y en todo lo que, de cerca o
de lejos, en su manera de vivir, parece unirles al orden divino. Ya he hecho alusin, en estas pginas, al
culto a Viswakarma tal como lo vi practicar en 1958 por los obreros de Joda, en Orissa. No es imposible
que, durante mucho tiempo todava, quizs hasta el final de esta Edad Oscura y no slo en Joda
sino en cualquier poblacin industrializada las masas trabajadoras de las Indias continen
decorando ritualmente con flores escarlatas una vez al ao, en honor del obrero csmico a los
monstruos de acero de complicadas ruedas, que les ayudan a producir siempre con ventaja. Y,
aparentemente, ningn gobierno pondra objeciones.
Por otra parte, las objeciones gubernamentales alteran poco a poco a las masas
indias, incluso obreras (y con ms razn rurales). Uno de los primeros gestos del primer gobierno de la
India independiente fue suprimir el sistema de castas y abrir los templos a los intocables, a los
que es de buen tono llamar, segn la expresin inventada por Gandhi, harijans o gentes de
Dios como si todos los seres vivos no participaran, ms o menos, en la divinidad de la realidad en
s, segn la ptica hind del mundo.
Sin embargo, desde mi retorno a las Indias en Junio de 1971, no he notado que, en
general, la casta tenga menos sentido a los ojos de los hindes y menos importancia social que hace
cuarenta aos. Para convencerse de ello, basta abrir cualquier peridico, grande o pequeo, y leer los
anuncios matrimoniales. Se encuentran frases como sta: Deseo hombre joven agarwala (se trata de
una de las subcastas de los vaishyas, extendida en las Provincias Unidas) para bella joven de diecisiete
aos, de la misma subcasta; buena ama de casa y con buena dote, o bien: Deseo hija de brahmn
saraswati (subcasta de los brahmanes del Maharashtra). Joven, hermosa, de salud robusta y tez clara,
versada en las artes domsticas, para joven brahmn de la misma comunidad, con prestancia y tez
clara, con empleo de porvenir. La dote puede ser mnima, si la muchacha es bella y de color claro, y si
proviene de familia ortodoxa (es decir, fiel a la Tradicin). No se podra decir que el autor de este
ltimo anuncio es uno de los nuestros? Y sin embargo... escribi esto solamente como hind,
profundamente vinculado a su antigua tradicin. Pero la Tradicin es la misma. Este brahmn de 1971
tiene, sin saberlo, la nostalgia de la inmemorial Hiperbrea. Y en las Indias, hay millones como l.
Anuncios parecidos a los que acabo de citar, cubren pginas enteras. De vez en
cuando, se encuentra alguno de algn padre (o hermano) de ideas avanzadas (es decir muy
influenciadas por la propaganda extranjera) en el que se especifica que la casta no importa. Tambin
hace cuarenta aos se daban tales anuncios uno de cada cien en los peridicos de las grandes
ciudades. Provenan, en su mayor parte de personas del Brahmo Samaj. La mentalidad que reflejan
es completamente desconocida en los pueblos de las Indias, donde vive el noventa y cinco por ciento de
la poblacin.
En cuanto a la inmensa mayora de harijans el gobierno ya puede abrirles las
puertas de los templos, que ellos no entrarn. Saben que eso es contrario a la costumbre y que la
costumbre es sagrada, mientras que el gobierno no lo es. Continan mantenindose aparte, como en el
pasado.
A pesar de todo, el veneno de la anti-Tradicin, el virus de una nueva mentalidad,
antirracista y sobre todo anti-aria contraria a la que ha regido la vida de los hindes durante sesenta
siglos ha sido inyectado en el alma de un nmero creciente de jvenes de ambos sexos y de todas las
castas. Lo fue ya en tiempos de los ingleses mismos, por sus profesores y sus misioneros o por los
judos de los altos grados de la Masonera que actuaban detrs de ellos, a menudo sin ellos saberlo.
Es posible que la civilizacin hind resista hasta el fin de esta edad de nuestro ciclo. Es posible que, a
la larga, deje de resistir y sucumba. Todo depender de lo que an deba durar nuestro ciclo, y sobre
todo, de la rapidez de proliferacin de las castas hindes no arias. La rebelin de stas[270], que se
hace sentir sobre todo en sus miembros instruidos, es y no puede sino serlo, en una democracia
multirracial, directamente proporcional al xito de las medidas de higiene preventiva, y teraputicas,
que favorecen dicho crecimiento. El gobierno indio actual, de visin profundamente antropocntrica,
heredada del Occidente humanitario, si no cristiano, seguir aplicando tales medidas, cuya supresin
pura y simple le parecera monstruoso.
El ario indio seguir subsistiendo en las Indias. Pero tendr (como el ario en
cualquier pas en que se multipliquen a su lado poblaciones de raza inferior, que gocen de derechos
iguales a los suyos), cada vez menos poder. El sistema democrtico, si no es, a tiempo, barrido
violentamente, le impedir actuar, incluso afirmarse mediante la palabra y el libro.
Sera innecesario pues que, con un inmenso e irresistible mpetu contra la
corriente de la Edad Oscura, las Indias repudiaran la democracia y el antropocentrismo, y volvieran a
vivir bajo la atmsfera del antiguo racismo de las castas jerarquizadas en la cima el ario, brahmn y
kshattriya, detentador de todo el poder temporal y de toda autoridad espiritual, siendo el primero
legitimado por la segunda. Pero si, como toda hace pensar, la hora veinticinco ha verdaderamente
sonado, nadie, salvo el mismo Kalki, puede suscitar y conducir al xito a una tal lucha. Lo que nuestro
Fhrer bienamado no logr, en el seno de una mayora nrdica, con la colaboracin de ms de un
milln de combatientes SS, elite guerrera y mstica del mundo, totalmente dedicada a la causa aria,
nadie lograr; nadie, salvo Kalki, el ltimo hombre contra el tiempo que deber concluir este
ciclo.
* * *
Y el retroceso del ario no tiene lugar slo en las Indias. Es un hecho observable en
todos los pases de poblacin multirracial, en los que el Estado se opone a la promocin de los
elementos tnicos superiores, en vez de estimularla a cualquier precio y por todos los medios. En
particular, esto es un hecho evidente en todos los pases de poblacin multirracial con Estado
democrtico, donde el poder reposa en la mayora. Por un retorno irnico de las cosas, es un hecho
que amenaza con imponerse en la misma Gran Bretaa, a medida que una multitud creciente de no arios
de las razas ms diversas, y de gentes sin raza, ha invadido el territorio y en l se reproduce.
Desgraciadamente no puedo dar aqu el resultado de observaciones personales
recientes, pues tras mi participacin en el campo hitleriano de Costwolds en Agosto de 1962, se me
prohibi volver a Inglaterra. Puedo afirmar sin embargo que, hace ya nueve aos, la situacin creada
por la presencia, en suelo britnico, de casi dos millones de africanos, jamaicanos y pakistanes, sin
contar, bien entendido, la de los judos, acogidos desde 1933, era ya alarmante, si no trgica. Y segn
las noticias que tengo, esa situacin no ha hecho sino empeorar desde entonces, puesto que no se ha
emprendido ninguna medida con vistas a la expulsin de todos esos elementos algenos.
Parece que se ha tratado o se ha simulado tratar de ejercer un control algo ms
riguroso sobre la entrada de dichos individuos de la Commonwealth en Inglaterra. Pero no es esa la
solucin del problema. Los no arios, y sobre todo los africanos y jamaicanos (originalmente tambin
negros de frica), se multiplican a una cadencia nueve veces ms rpida que el ario medio de Europa.
Est claro que el prohibir totalmente toda nueva emigracin, no bastara para detener el peligro que
amenaza a la Gran Bretaa en su sustancia misma.
Suponiendo que ni un solo no ario, negro o judo, o sudra de las Indias convertido
hace ms o menos tiempo al Islam (pues eso es, en general, un pakistan), desembarcara o aterrizara en
Inglaterra a partir de hoy, ni siquiera para una breve estancia, eso no cambiara prcticamente nada la
situacin a la larga, es decir no cambiara lo que constituye ya la tragedia del problema racial, en el
pas que demencialmente combati con las armas al racismo hitleriano. Y no cambiara nada porque
los inmigrantes no arios instalados ya en Inglaterra que trabajan y viven all con su familia y que, su
mayora, han adquirido la ciudadana inglesa, se multiplican mucho ms deprisa que los ingleses; y
porque los adelantos mdicos no hacen sino favorecer su crecimiento demogrfico. Suponiendo que
fuera prohibida cualquier nueva inmigracin, la proporcin numrica de la poblacin aria con
respecto a la poblacin no aria de Gran Bretaa en el curso de las prximas dcadas, y ms an en
el curso de los siglos por venir, no ira sino modificndose a favor de los no arios y sobre todo de los
negros: la raza que ms rpidamente se multiplica.
Hay que contar tambin con las inevitables mezclas raciales tanto ms
frecuentes cuando que, a la perversidad creciente de los hombres y mujeres de la Edad Oscura avanzada,
hay que aadir la influencia de toda una literatura destinada a despertar y mantener una curiosidad
sexual mrbida. Hace ya diez aos e incluso ms, no era raro ver por las calles de Londres, alguna
bella rubia inglesa empujando un cochecito donde descansaba uno o a veces dos pequeos mestizos
euroafricanos. Y esto se poda ver hasta en las ciudades pequeas (yo lo pude ver en Croydon, en
Chettlham, y en otros lugares). La nica forma de acabar con estas uniones vergonzosas
contranatura y con esta produccin de mestizos, sera cambiando radicalmente la mentalidad de
una juventud impregnada de antirracismo, tomando medidas estrictas con vistas al alejamiento definitivo,
si no a la supresin fsica de los indeseables actuales o potenciales. Y si fuera necesario esterilizar a
todos los mestizos sin excepcin, as como a las mujeres arias culpables de crimen contra la raza
pues stas, una vez impregnadas, aunque no hubiera sido ms que una vez, con semen extrao,
nunca seran seguras. Se han conocido casos en que el hijo de un marido completamente aceptable se
pareca peligrosamente al amante (inaceptable) que su madre haba abandonado tiempo antes de su
concepcin. Y sera preciso obligar a todos los negros, judos y otros elementos no arios a dejar el
territorio nacional, o al menos a no residir en l sino a ttulo excepcional, y en este caso, sometidos a
leyes que les mantuvieran en su puesto como las clebres Leyes de Nuremberg (del 15 de
Septiembre de 1935) que protegan la integridad racial de los alemanes bajo el III Reich.
Pero para que esto fuera posible, sera necesario que la Gran Bretaa tuviera un
gobierno dictatorial del mismo tipo que el de Alemania en 1935, e inspirado como l por la antigua fe en
la excelencia de la pureza de la sangre. Es eso posible?
Tal clase de gobierno pudo llegar al poder por la va legal, es decir
democrticamente, por medio del sufragio universal, apoyndose sobre una mayora de electores
(y qu mayora!) en 1933, allende el Rhin. Porque el pueblo alemn, sin tener la homogeneidad
racial que el Fhrer soaba, tena al menos la unidad biolgica suficiente para sentir su inters
ligado al inters de la sangre aria. Si no se hace nada para prohibir a los no arios de la Gran Bretaa
toda participacin en los asuntos pblicos, est claro que, dado su nmero, que sube en progresin
rapidsima, estos no arios jugarn un papel cada vez ms decisivo en la poltica exterior e interior
del pas, y en su vida cultural (el teatro, el cine y la televisin son ya, y desde hace bastante tiempo,
coto reservado de los judos, sin cuya aprobacin nada se puede hacer).
Los arios debern abdicar del puesto de mando que las virtudes, inherentes a su
raza, haban dado a sus padres, cuando la democracia no se conceba ms que entre iguales, y cuando
no haba negros ni judos en Inglaterra[271]. Es posible que puedan guardar su sangre pura. Y para
ello ser todava preciso que pongan todo el cuidado para que el espritu de sus hijos no sea
contaminado por la influencia cada vez ms poderosa de la escuela multirracial, la radio, la televisin,
el cine, la prensa, los libros (en particular los manuales escolares), en una palabra, de todos los medios de
difusin que la mayora, hostil a todo orgullo racial, habr tomado cada vez ms firmemente en
sus manos. Lo que s es cierto es que el nmero de esos arios disminuir ms cada da y sobre todo
disminuir en proporcin al nmero de hombres de las otras razas que se llamarn entonces, sin
ningn derecho, el pueblo ingls (como tantos indios de ahora, dravidianos, que se dicen formar
parte de la Aryajati de la raza aria, la raza de la elite biolgica de su pas).
Finalmente, dentro de algunos siglos, sern cien mil, cincuenta mil, veinte mil,
dispersados a lo largo de la superficie de las islas britnicas, entonces superpobladas de mestizos de
diferentes tintes. Estarn ahogados entre cien o doscientos millones de mestizos, robots de piel
generalmente oscura, de los ms variados trazos, termitero dirigido por la inteligencia diablica de
algunos tecncratas judos. En ese termitero, esos arios sern los ltimos dignos del nombre de
hombres en el sentido en que lo emplearamos nosotros. Pero ya nada podrn hacer tales criaturas
en ese mundo. Quizs cultiven una conciencia aria tardamente despierta. Es posible que, a pesar de la
distancia, se esfuercen por reunirse, de vez en cuando, por pequeos grupos, para recordar con nostalgia
la old England la vieja Inglaterra, para entonces ms muerta que la Atenas de Pericles. Quizs,
en el transcurso de alguna de esas penossimas reuniones con ocasin de algn aniversario
histrico se levantar un hombre bien informado y con intuicin, que expondr a sus hermanos de
raza las causas lejanas y profundas de su humillacin. Les dir: He aqu que pagamos el precio de
la locura de nuestros padres de los siglos diecinueve y veinte; de quienes, en lo que fue antao nuestro
imperio, alentaron la propaganda de los misioneros cristianos, la vacunacin obligatoria, y la adhesin
de los letrados a los principios democrticos; de los que obstinadamente se negaron a estrechar la
mano que sinceramente les tenda en ms grande de los europeos: Adolf Hitler; de los que
respondiendo a su reiterado ofrecimiento de alianza y a su promesa de dejarnos el dominio de los mares,
desencadenaron contra l la segunda guerra mundial, ahogaron a su pas bajo un diluvio de fsforo y
de fuego, y quemaron vivos a cerca de cinco millones de sus compatriotas, mujeres y nios, bajo los
escombros ardientes, o en refugios en los que el asfalto lquido de las calles penetraba en riadas
ardientes. Pagamos el precio de los crmenes del seor Churchill y sus secuaces y de todos los que
creyeron en ellos y combatieron a la Alemania nacionalsocialista, nuestra hermana, defensora de nuestra
raza comn. Diris que esos hombres tenan buena fe aunque cortas miras. Es posible. Pero esto no
les excusa ante la historia. Cuando el inters de la nacin, y sobre todo el de la raza, est en juego, la
estupidez es ella misma un crimen. No se puede hacer lo que nuestros padres hicieron para su
vergenza y la nuestra y escapar al castigo!.
Y el castigo ser saber primer ministro de Gran Bretaa a algn cristiano de
lanudos cabellos, de faz simiesca descendiente de inmigrantes del frica ecuatorial ennoblecidos por
los servicios rendidos, y quizs llamado Winston, en recuerdo del enterrador del ex imperio
britnico. El castigo ser vivir en una Inglaterra negruzca y chata, cuyos antiguos habitantes
legtimos, los arios, tanto normandos como sajones o celtas, contarn tan poco como los amerindios de
las reservas cuentan hoy en Estados Unidos.
Quizs entonces, grupos de verdaderos ingleses ms obstinados que los otros en
su rencor de vencidos y traicionados, ms combativos si no desesperados, quemarn, todos los 8 de
Mayo, alguna efigie de Churchill, de grotesco dibujo, su gruesa cara hinchada y morruda con su
legendario cigarro, y embadurnada como la de un clown; su grueso vientre relleno de plvora. El 8 de
Mayo ser por fin reconocido como el aniversario de la vergenza de Inglaterra y el de la desgracia de
la nacin hermana, odiada en otro tiempo, y ahora adorada con toda la pasin que acompaa a un
remordimiento que se sabe intil. Quizs esos mismos ingleses, rendirn culto pblico a Adolf Hitler,
el salvador que sus antepasados de ayer rechazaron, y a quien sus antepasados de hoy nuestros
contemporneos insultan todava... Quizs, entre los arios cada vez menos numerosos del mundo
entero, haya entonces una minora militante, serena, casi dichosa de su inquebrantable fidelidad que
rinda culto esperando convertirse (ella o su descendencia) en la guardia de corps del vengador que
Adolf Hitler haca presentir, pero que no era: Kalki.
Pero todos los arrepentimientos tardos, y todas las devociones retrospectivas
sern inoperantes, tanto en Europa como entre las minoras arias de otros pases, en particular de una
Norteamrica cada da ms judaizada y negrificada. Nada puede evitar que la ms joven de las razas
nobles de la humanidad corra la suerte que le corresponde como consecuencia de los crmenes
cometidos o tolerados por demasiados de sus representantes, bajo la influencia de un antropocentrismo de
mala ley. Estos crmenes sern seguidos por reacciones en cadena, lentamente sin duda, pero tanto
ms irresistiblemente cuanto que los que los cometieron o toleraron fueron ms responsables (o
debieran serlo), al estar ms centrados en ellos mismos y en sus limitadas ideas, que ligados al
Universo el cosmos y la esencia del cosmos. Hay fechoras de todas clases, cuyo saldo se
acumula desde hace milenios: crmenes contra las aristocracias animales, desde los poderosos bisontes a
los gamos plenos de gracia, desde los grandes felinos a los vulgares gatos, tigres en miniatura; crmenes
contra los bosques arrasados; contra el impasible mar, ensuciado con todas las inmundicias de la industria
invasora; crmenes contra todas las aristocracias humanas, en particular contra la misma raza aria
contra los germanos en Europa; contra los ms puros aryas de las Indias, en Asia, en nombre de
Cristo o de valores cristianos; en nombre de la democracia o del marxismo; siempre en nombre de
alguna fe o filosofa inventada o difundida por los judos.
Es ya demasiado tarde para lamentar el pasado. Haba que pensar en ello antes de
la segunda guerra mundial y no desencadenarla! , antes de la industrializacin a ultranza de
Occidente, y tras l, del mundo entero; antes de la masacre intensificada de bosques y fieras, y de todos
los horrores cometidos o permitidos, sobre la bestia, siempre inocente; sobre la bestia, incapaz de estar
a favor o en contra de cualquier ideologa horrores cometidos en nombre del inters del
hombre, o de su bienestar (o simplemente de su diversin). Y haba que pensar en todo ello antes de la
progresin irresistible progresin geomtrica del mamfero de dos patas a expensas de su
calidad, fuente ltima de todos los males y de todas las degradaciones.
Ya es demasiado tarde hoy, sin hablar del momento en que la degeneracin del
hombre, bajo el reinado generalizado del chandala, sea un hecho cumplido. Para la elite hay pocas cosas
que hacer. No le queda ms que conservar, contra viento y marea, su fe en los valores eternos, no
humanos; no le queda sino maldecir a esos hombres que las potencias del abismo han elegido como
instrumentos de su victoria inevitable y solamente puede, con todas sus fuerzas, con toda su sed de
belleza y de justicia, llamar a Kalki, el ltimo hroe contra el tiempo, el vengador de todos sus
gloriosos precursores; el que debe vencer donde todos fracasaron, y traer el fin de esta Edad Oscura.
Cuando pasamos a travs de extensiones superpobladas donde las casas
rpidamente construidas y los campos destinados a alimentar a la multitud humana, se extienden
indefinidamente ocupando el lugar de los bosques aplastados, slo nos queda tratar de ponernos en
contacto con el principio impasible y oculto de la accin y la reaccin, y rogar intensamente:
Devolved, oh paciente Seor, la Tierra a la jungla, y a sus antiguos reyes! Tratad al hombre,
individual y colectivamente, como l los ha tratado y los trata todava!.
* * *
Se me dir que soy injusta con las elites humanas creadoras de cultura. Que sin una
cierta invasin de la jungla, la sabana o la selva, es decir que sin una cierta restriccin del dominio
natural de las fieras, no habran existido nunca ni ciudades ni monumentos, ni nada de lo que se engloba
bajo el nombre de civilizacin.
Esto es cierto y nadie puede negarlo. O ms bien, esto era cierto en los tiempos en
que an se poda pensar que vala la pena cortar algunos rboles para erigir, en la cima de un
promontorio, o en algn otro lugar alto, un templo perfecto o para construir, en medio de una
llanura una o varias pirmides de gran poder simblico, cuyas medidas correspondan a las de la
Tierra, o incluso a las del sistema solar. Y tambin era cierto en los tiempos en que el hombre, parte
integrante de la Naturaleza, no se haba todava rebelado contra ella, con el ridculo orgullo de sus
ventajas sobre las otras especies vivientes; era cierto en los tiempos en que, en las mejores sociedades
sociedades tradicionales ms o menos, los espritus ms eminentes, lejos de exaltar, como
Descartes o Francis Bacon, la idea de la dominacin del hombre sobre el Universo, slo soaban con
expresar alegricamente, en la obra tallada, pintada, escrita o cantada, o mediante la danza y la msica,
su conocimiento intuitivo de las verdades csmicas su visin de lo eterno.
Entonces, la creacin humana por otra parte, siempre contenida en ciertos
lmites se insertaba armoniosamente en el medio natural. No estropeaba la Naturaleza; no la
despreciaba. Y no poda ser de otro modo puesto que solamente era tenido por arte lo que Ren
Gunon llama arte objetivo, es decir las obras cuyas normas estn directamente ligadas al
conocimiento que el artista posee de las normas del Universo visible e invisible, humano y no humano.
As nacieron los colosos de Tiahuanaco, las pirmides de Egipto y de Amrica, los templos griegos,
hindes o japoneses, las pinturas prehistricas o ms recientes, del fondo de las grutas Altamira,
Lascaux, Ajanta, las catedrales bizantinas, romanas o gticas, las grandes mezquitas del mundo; y toda
la msica sagrada o inicitica, desde la Antigedad a Bach y Wagner; y las danzas sagradas de India y
del mundo entero. Nada de todo esto robaba al medio natal su alma al contrario, todo lo expresaba, lo
traduca al lenguaje de lo eterno; lo completaba al referirse a l.
Pero todo esto era ayer; era sobre todo hace mucho tiempo. Data de antes y, en
general, mucho tiempo antes de la aparicin del hombre-insecto y de antes de su repentina
multiplicacin no ya en progresin aritmtica sino geomtrica, consecuencia de las tcnicas de
proteccin de los ms dbiles.
Repito: calidad y cantidad se excluyen mutuamente. Las gentes cuyo nmero crece
en progresin geomtrica duplicndose, y en ciertos pases, triplicndose cada treinta aos
nicamente pueden arruinar la Tierra, el paisaje y el mismo suelo al que se agarran como sanguijuelas.
Necesitan habitculos, no importa de qu clase; habitculos rpidamente construidos y que cuesten
lo menos posible; feos lo que no cuenta, ya que, en los pases tcnicamente avanzados, esas
viviendas tienen cada da ms confort y permiten una vida cada vez ms automatizada. En los dems
pases bastar con que se alineen, iguales todas, construidas en serie, en lugar de los bosques
destruidos. El hierro ondulado, ardiente, sustituir como material de construccin a la fresca paja. Y
fragmentos de latas enmohecidas, groseramente pegadas unas a otras, sern las paredes, en lugar de las
hojas de palmera, cada da ms escasas.
Y ya no se puede hablar de obra de arte, reflejo visible de lo eterno, destinada a
durar milenios la pirmide, la tumba, el templo o el coloso esculpido en la viva roca o erigido como
un himno de piedra en medio de la llanura o en lo alto de un risco. El hombre no construye ya bajo la
direccin de los sabios, para dar cuerpo a una verdad inexpresable por palabras, sino bajo la direccin
de esos empresarios vidos de rpida ganancia puede que bajo la del Estado, amigo de las masas
para alojar al mayor nmero de gente posible, y no importe qu tipo de gente. El paisaje es sacrificado,
la selva arrasada, y sus habitantes las fieras, los reptiles, los pjaros rechazados hacia donde ya no
pueden vivir, o claramente asesinados. El hombre, en otro tiempo parte integrante de la Naturaleza (y
alguna vez, su cima) se ha convertido en el verdugo de toda belleza, el enemigo de la madre universal, el
cncer del planeta.
Incluso las razas superiores ya no crean smbolos. Han sustituido, o sustituyen
cada vez ms, los templos y las catedrales por oficinas y centros de investigacin mdica. Y
decoran sus plazas pblicas con caricaturas de cemento y hierro. La msica que gusta a los
jvenes, la que se puede escuchar en sus transistores durante todo el da, como fondo sonoro de sus
actividades, de todas sus conversaciones, de todo lo que puede quedar de pensamiento, es una mala
imitacin de msica negra.
Sin duda, la ltima creacin colectiva aria fue la esbozada por el Tercer Reich
alemn, con los arquitectos de la Nueva Cancillera, y del estadio de Nuremberg, con los escultores
Arno Brecker y Kolbe y los artistas intrpretes de Wagner en particular, el extraordinario director de
orquesta Furtwngler. Esta gran creacin colectiva fue el resultado del mpetu prodigioso de toda
Alemania, bajo la direccin del supremo artista Adolf Hitler a contracorriente de la decadencia
mundial. Este impulso fue bruscamente interrumpido, al cabo de apenas seis aos, por la declaracin de
guerra de Inglaterra a Alemania, seguida inmediatamente por la coalicin de odio ya conocida, bajo la
direccin abierta o sutil de los judos.
Todo lo que recientemente ha producido el Occidente no alemn de
verdaderamente grande en Francia, por ejemplo, la obra de Robert Brasillach, de Henry de
Montherlant, de Cline, de Benost-Mchin, de Saint-Loup ha sido inspirado, de cerca o de lejos
por el espritu del Reich. Por otra parte, de un extremo al otro, planea un pesimismo profundo, como un
presentimiento de la inevitable muerte; de la decadencia de Occidente que Spengler anunciaba.
Y Oriente no va mejor. Vive sobre su saber tradicional: cumple sus ritos inmutables;
cita sus escrituras sagradas, cuyo contenido es ms antiguo que la prehistoria, puesto que es la Verdad
misma la Verdad no humana. Pero parece no tener fuerza para sacar de ese saber lo que necesita para
regenerarse a fondo (recuerdo que se trata de una minora hind, europea por tanto, sin influencia
poltica, la que ha comprendido en lazo eterno que existe entre el hitlerismo y la doctrina de la accin
violenta en el ms absoluto desapego, tal como ense el seor Krishna al guerrero ario Arjuna, en el
Bhagavad-Gta).
Sin embargo, ahora, en 1971, he encontrado en las Indias ms ecos que nunca de
mi espera apasionada del avatar Kalki, y del fin de la Edad Oscura. Otros lo esperan como yo, sin sentir
tampoco que haya algo que deplorar al pensar en el fin del hombre excepcin hecha de aquellos a los
que la ltima encarnacin divina acoger como colaboradores, juzgndolos dignos de abrir con ella
la Edad de Oro del prximo ciclo.
En efecto, no hay ninguna razn para entristecerse con la idea de que algn da,
las innumerables fealdades que se extienden hoy por todas partes y en todos los continentes, sern
definitivamente barridas, junto con los que las han producido, estimulado o tolerado y que sin parar
continan producindolas. Tampoco hay que entristecerse ante el temor de que las antiguas y bellas
creaciones humanas las pirmides de Gizeh, el Partenn, los templos del sur de India, Ellora,
Angkor, la catedral de Chartres pudieran ser barridas tambin, en el colosal furor del fin. Las
fealdades que los hombres han acumulado, los pecados contra la Tierra, de los que se han hecho
culpables, en este siglo de decadencia universal, incluso los hombres de las mejores razas, neutralizan
con mucho lo que el genio de los antiguos produjo de ms grande y bello. Esos pecados hacen olvidar
los toros alados de Babilonia y Asiria, los frisos de los templos griegos y los mosaicos bizantinos, y
hacen inclinar el fiel de la balanza a favor de la desaparicin de la especie humana. Por otra parte, las
obras eternas no tienen sitio ya en este mundo. Ni siquiera se pueden ver ya. Las horribles construcciones
de cristal y acero para oficinas erigidas recientemente en pleno centro de Atenas, alrededor de la
Plateia Syntagmatos[272] tapan totalmente a vista de la Acrpolis a cualquiera que se halle en esta
plaza. El proyecto de las ciudades de cuatro mil aos de antigedad ha cambiado absolutamente. El
Lycabeto, despojado de sus hermosos bosques de pinos en sus tres cuartas partes, ya no es el Lycabeto a
los ojos de quienes lo conocieron y amaron hace cincuenta aos.
Y esto ocurre en todas partes. Es o ser maana la realizacin, a escala
planetaria, del sacrlego sueo de Descartes y de todos los devotos del antropocentrismo. Es el triunfo
del inmenso hormiguero humano sobre la sabana, sobre el desierto, sobre todos los espacios terrestres
donde todava el hombre superior poda encontarse solo, y, a travs de la belleza visible y el contacto
con la inocencia de la vida privada de la palabra, comunicar con lo eterno.
Cundo vendr el inevitable vengador? El que restablecer el orden y
pondr cada cosa en su sitio?
Es mi fe en esa venida lo que hace y ha hecho siempre que ame tanto a las
fuerzas que desde lo alto dominan y parecen querer aplastar a ese gusano que es el hombre? Es esa fe
lo que, en Abril de 1947, hizo que saludara la visin (y el rugido subterrneo) del Hekla en plena
erupcin, como le saludan en las Indias a las divinidades en los templos, y, en un xtasis de gozo,
entonar en bengal el himno a Shiva: Danseur de la Destruction, Roi de la Dansel? Es esa fe la
que me impuls a caminar toda la noche a lo largo de una de las siete corrientes de lava, bajo un cielo
violeta plido, inundado por el resplandor de la luna estriado de verdes auroras boreales con franjas de
prpura cerrado por una ancha nube negra de humo volcnico, cielo contra el que los crteres
lanzaban sus chorros de llamas y sus trozos de incandescentes rocas? Es esa fe la que en el fragor
ininterrumpido, surgido de las entraas de la tierra que temblaba, y a veces estallaba en repentinas bocas
de fuego, me hizo reconocer la slaba sagrada Om!, la misma que haba odo, y deba or
ms tarde, siempre con adoracin, salir de la boca de los leones?
Era la conciencia ms o menos oscura de que aquellos volcanes eran de la
misma raza del que viene de edad en edad, y, como l, defensores de la belleza de la Tierra
vengadores de los fuertes contra todas las supersticiones antropocntricas, y por tanto igualitarias, y
en particular contra el cristianismo, en 1947 impuesto de nuevo a los orgullosos germanos? Era esa
conciencia la que empujaba a los vikingos de Jutlandia, antepasados de mi madre, a cantar sus himnos a
Donner y a Thor, solos en medio de la niebla, sobre el furioso mar del Norte gozosos al escuchar, en los
bramidos de la tormenta, la respuesta de los dioses?
Quizs. Lo que s es cierto es que yo he estado siempre a favor de la Naturaleza
indomada, y contra el hombre; a favor del len y del tigre, contra el cazador, a veces muy feo y, de
cualquier forma por bello que fuera, siempre menos bello que las fieras que viven al margen de la
decadencia mundial. Y lo que tambin es cierto es que he estado siempre a favor del hombre superior, el
conquistador (a no ser que emplee su fuerza para extender cualquier doctrina igualitaria, justificando
todos los mestizajes, como los invasores europeos del Nuevo Mundo) y contra el pacfico, embotado en
sus placeres; contra los retorcidos mentales; y contra el sabio que trabaja a favor de la
humanidad a expensas de las inocentes bestias; a favor siempre del SS, contra el judo, y sus
servidores ms despreciables que l.
Hace casi cuarenta aos que vine a las Indias, a buscar el equivalente tropical de la
Europa aria y pagana de ese mundo antiguo, donde reinaba la tolerancia, y el culto de lo bello,
sinnimo de la verdad; lo bello, que saca su esencia misma de la verdad. Vine y me qued; y me fui de
nuevo, y de nuevo regres, siempre discpula de Adolf Hitler, moderno rostro del que viene; armada
siempre con el espritu del combate contra el tiempo que Adolf Hitler encarnara junto a sus
gloriosos predecesores, y a Kalki, el vengador que un da debe sucederle y sucederles.
Y ahora que no se puede hacer otra cosa, camaradas, vivid conmigo la ardiente
espera del fin de esta humanidad, que rechaz a nuestro Fhrer, y nos rechaza a nosotros. No vale la
pena salvarla. Que se la lleven todos los diablos sepultada bajo las ruinas de sus hospitales, de sus
laboratorios, de sus mataderos y de sus salas de fiesta!
Os voy a citar los versos que Leconte de Lisle dirige a la selva virgen, quemada,
arrasada, desgarrada por el hombre:
El mundo sin el hombre es con mucho preferible a un mundo en que ninguna elite
humana mande. El rugido del len se oir de nuevo por todas partes de noche, bajo el cielo
resplandeciente de luna, o sin ella y cuajado de estrellas. Y de nuevo los seres vivos temblarn ante un
rey digno de ellos.
[1] Resea bibliogrfica publicada en el boletn Quex-1 (Milano, ottobre 1978). Dirett. resp. Fernando Molina.
CENTRO STUDI QUEX -Via Teodosio, 60. Milano.
[2] Die Weisheit des sternhellen Weltraumes, en Hart wie Kruppstahl, acabado en 1963 (Captulo III).
[3] Hitler or Hell, en Gold in the Furnace, escrito en 1948-49 (p. 416).
[4] Mein Kampf, edicin alemana de 1935, p. 782.
[5] Hasta 1979, en Rhodesia (hoy, Zimbabwe) nunca existi la poltica de apartheid o desarrollo separado de
razas, como en Sudfrica.
[6] Este tipo de mestizaje slo fue posible en los pases cristianos... cuando el judo o juda que pretenda
matrimoniar, ingresaba, mediante el bautismo, en la Iglesia del futuro consorte. Por el contrario, estuvo totalmente
prohibido en el III Reich, Estado cuya verdadera religin era la de la sangre y el suelo (Blut und Boden). Tambin est
absolutamente prohibido el matrimonio entre judo y gentil en el Estado de Israel, cuyo pueblo se cree
exclusivamente el pueblo elegido... de Jehovah.
[7] Esto fue escrito antes de que Bengala oriental dejara de llamarse Pakistn, para convertirse en Bangladesh,
que slo quiere decir Bengala.
[8] Honrado por los hombres.
[9] H.R. Hall, Ancient History of the Near East.
[10] Bhagavad-Gta, I, vers. 41 y siguientes.
[11] Warning to the Hindus (1938) y Non-Hindu Indians and Indian Unity (1940).
[12] Warning to the Hindus (1938).
[13] Leconte de Lisle (LArc de iva: Pomes Antiques).
Rama, Dearathide honrado por los brahmanes,
T, cuya sangre es pura; t, cuyo cuerpo es blanco,
Dice Lakshmana, salud, donador rutilante
De todas las razas profanas!
[14] En 1939 ya se haban publicado trece ediciones en francs (Nota del T.).
[15] Wir fordern die Freiheit aller religisen Bekentnissen im Staat, solang sie nicht dessen Bestand gefhrden oder
gegen das Sittlichkeits und Moralgefhl der germanischen Rasse verstoen.
[16] A.H., Mein Kampf, Ed. 1935, p. 293-294.
[17] A.H., Ibid, p. 379.
[18] En Jenseits von Gut und Bse.
[19] En cierto modo, ese carcter nacional de la Iglesia tambin se ha dado en Espaa, en Irlanda y... en Polonia,
an hoy, a pesar del comunismo (ateo) impuesto al pueblo.
[20] Es decir, fanatismo activamente beligerante, combativo y no pacifista (N. del T.).
[21] Es lo que en Francia se llama, en lenguaje popular, je-nenfoutisme.
[22] Como escribe Adolf Hitler, en la p. 507 de M.K. (ed. alemana de 1935): El terror espiritual entra por vez
primera en el mundo antiguo, hasta entonces ms libre que el nuestro, con la aparicin del cristianismo. Y es as
que aado yo siendo cristianos los conquistadores de las Amricas, ellos impusieron (ms que) el terror de la
guerra, el terror espiritual.
[23] O, en Per, por el dios Viracocha y su ejrcito. Al comienzo de la conquista, los indgenas del Per llamaban a
los espaoles los viracochas.
[24] Uno de los compaeros ms despiadados de Francisco Pizarro fue el aventurero cretense, de sangre heleno-egea,
Pedro de Candia.
[25] Como tampoco son imputables al racismo ario los actos de violencia intiles realizados (sin recibir rdenes) por
ciertos individuos que vestan el uniforme de soldado alemn.
[26] En Goa la Inquisicin fue peor an que en Mxico.
[27] Como, en el siglo trece, fueron consideradas las guerras de los conquistadores mongoles.
[28] Incluyendo a pueblos emparentados con los judos, tales como los cananeos, los amoritas, los jebusitas, los
moabitas, los fenicios y ms tarde los cartagineses.
[29] Mein Kampf, ed. alemana de 1935; p. 507.
[30] Deuteronomio, captulo 7, versculos 1 a 7.
[31] Escritura convertida en santa para tantos pueblos, por la nica razn de que su religin se apoya sobre la
tradicin e historia de Israel.
[32] Ver en el final del captulo 12 del Segundo Libro de Samuel, el tratamiento infligido por el buen rey David a
los prisioneros despus de la captura de la ciudad de Rabbah, capital de los ammonitas.
[33] Reyes II, Captulo 18, versculos 3 y siguientes.
[34] Reyes II, Captulo 21, versculos 2 y siguientes.
[35] Hypatia: filsofa y matemtica griega, comentadora de Platn y de Aristteles. Naci en Alejandra en el ao
370 y muri en el 415.
[36] Gnesis, Captulo 19, versculos 36, 37 y 38.
[37] Gnesis, Captulo 11, versculo 27.
[38] El verdadero racismo es, segn se deriva de su propio nombre, solamente defensa y orgullo de la propia raza. No
es el caso del racismo judo, que careciendo de consciencia de raza, menosprecia e incluso odia a los no judos,
los goyim (N. del T.).
[39] Esta segunda actitud aparece cuando en Palestina la resistencia cananea haca largo tiempo que haba cesado
de existir, y sobre todo, mientras los judos iban perdiendo cada vez ms la poca importancia que ellos haban
tenido en el plano internacional, para terminar siendo sbditos de reyes griegos, sucesores de Alejandro, y ms tarde,
sbditos de los emperadores romanos.
[40] La inteligencia prctica de los animales no se cuestiona; ahora bien, dicha inteligencia puede ser creadora, como
lo demuestran, en particular, las experiencias de Khler. Pinsese sobre todo en las pinturas eminentemente
abstractas ejecutadas por varios chimpancs de Desmond Morris, creaciones que podran tomar y que, en
efecto han sido, actualmente, tomadas como obras humanas de su mismo estilo.
En cuanto al hecho de que todos los hombres no son creadores, es tan evidente que huelga todo comentario;
aparte de que quizs sea as mejor.
[41] Y, a veces, tambin de nombres griegos, tal como Aristbulo, en el siglo tercero antes de Jesucristo.
[42] Edouard Herriot, Philon le Juif, ed. 1898.
[43] Gilbert Murray, Five stages of Greek religion, New York, 1955; p. 158.
[44] El griego era la lengua internacional del Prximo Oriente en esta poca. Por otra parte, los destinatarios de las
predicaciones cristianas eran masas urbanas sin raza, tan inferiores, desde todo punto de vista, a los hombres libres
de las antiguas poleis helenas.
[45] Los Justinos, los Clementes de Alejandra, los Ireneos, los Orgenes.
[46] Pablo de Tarso, judo cien por cien; Jess ha sido considerado, generalmente, por la Iglesia, como judo,
hijo de David, aunque se ignora completamente, con certeza, su origen, hasta el punto de que ha podido ser puesta
en duda su existencia histrica.
[47] Conocido con el nombre de Clovis en la historia de Francia.
[48] Los tocalli y los huaca-huasi habran sido eliminados. Sobre sus fundaciones habran surgido
mezquitas en vez de catedrales cristianas. Desde el punto de vista de Cuautmoc y de Atahualpa, y de las poblaciones
de Mxico y de Per, esto habra significado la misma cosa: la opcin entre la conversin (al Islam o al
cristianismo) o la muerte. Es cierto que los judos de la Antigedad ni siquiera permitieron esta opcin a los
adoradores de Baal y de Astart y que en Amrica del Norte los arios, moralmente judaizados al mximo (dando una
importancia enorme al Antiguo Testamento) apenas dejaron dicha opcin a los indios que fueron diezmados hasta casi
su completa extincin, mediante las bebidas alcohlicas, no permitindoles incluso ni el honor de morir con las
armas en la mano, por sus dioses. Los espaoles y los portugueses se preocuparon, aparentemente, de la suerte
de las almas inmortales de todos los hombres. Ellos estaban ms cerca de los judos, discpulos de Jess, y
sobre todo de Pablo de Tarso, que los judos compaeros de armas de Joshua, hijo de Nunn, o del rey David... o de
Jhu. Esto no impide que ellos fueran, de todas formas, lo que son o deben ser segn el papa Po XII, todos los
buenos cristianos: Semitas espirituales, ya que la intolerancia religiosa es un producto judo; el producto judo,
por excelencia.
[49] En la versin original, Savitri Devi escribe Maestro y Libro al referirse a Adolf Hitler y a su Mein
Kampf.
[50] M.K., edicin alemana de 1935, p. 507.
[51] M.K., edicin alemana de 1935, p. 507.
[52] La vida cotidiana sera la misma; los ritos diarios tampoco cambiaran; las fiestas sern celebradas del mismo
modo. Nada habr cambiado en este hogar, salvo que habr una imagen ms, entre las numerosas imgenes, en el
rincn consagrado a los dioses, y... un pensamiento un poco diferente al de otros hindes dentro de la cabeza de uno
de los miembros de la familia. Pero los pensamientos no se ven. Slo empiezan a ser molestos cuando se traducen en
actos chocantes. Hasta entonces son tolerados y el que los sustente, sea en el fondo de su corazn, cristiano, e
incluso comunista, es considerado como un hijo ms de la casa y de la casta.
[53] Este hijo ser expulsado de la familia y de la casta, excomulgado, cualquiera que pueda ser su devocin hacia las
divinidades hindes; cualquiera que sea la justificacin que pueda inventar para relacionar sus actos con algn
episodio conocido del pasado hind. Adems, el excomulgado deber dejar su aldea e irse a vivir dos o tres
kilmetros ms lejos, entre la aglomeracin de los aborgenes (hombres de raza inferior) y... entre los descendientes
de otros excomulgados.
[54]Wir fordern die Freiheit aller religisen Bekenntnisse im Staat, soweit sie nicht dessen Bestand gefrden, oder
gegen die Sittlichkeitsund Moralgefhrl der germanischen Rasse verstoen... (Das Programm der NSDAP).
[55] Segn los sabios de la poca, una supersticin ni ms ni menos estpida que tantas otras, entre el pueblo
menudo y... las ociosas mujeres de los ricos.
[56] Realmente, quien come carne, no ama lo suficiente a los animales. Por otra parte, basta ser consecuente para
reconocerlos as.
[57] Hitler ma dit (Hitler me dijo).
[58] El A.N.P., poco despus llamado National Socialist White Peoples Party. (NSWPP)
[59] El 25 de Agosto de 1967, hacia las 10 horas (GMT), George Lincoln Rockwell fue asesinado por un francotirador
agazapado en un tejado del bulevar Wilson, centro comercial de Arlington (Virginia). Rockwell fue tiroteado, a traicin,
mientras aparcaba su automvil en las cercanas de su cuartel general. Los proyectiles de fusil le penetraron
por la sien y en el corazn. Tena 49 aos.
G.L.Rockwell, tras asistir a la Universidad de Brown, se alist en la Marina y durante la guerra
del Pacfico fue piloto de caza en el portaaviones Wasp. Tambin destac en la guerra de Corea, siendo licenciado
con el grado de comandante, como consecuencia de tomar parte en demasiadas actividades civiles. En 1959 fund
el A.N.P.
El da 30 de Agosto de 1967 el cadver de Rockwell fue incinerado por sus camaradas. No fue
posible enterrarlo en un cementerio militar, a donde haba sido transportado, debido a que por orden del Pentgono,
el general Carl C. Turner, al mando de una escuedrilla de helicpteros con tropas, lo impidi dispersando a la
comitiva fnebre compuesta por militantes del A.N.P. No se permitir la entrada a nadie con insignias o uniformes
nazis. Otra orden posterior, directamente del Pentgono, neg al cadver de Rockwell un lugar en el cementerio
militar (resea de prensa. N. del T.).
[60] Como asimismo, de la moral de Rousseau, de todos los filsofos del siglo dieciocho, e incluso de la de
Descartes, verdadero padre espiritual de la Revolucin Francesa.
[61] Y tambin, la fraternidad entre las naciones europeas, tal como se demostr en la camaradera forjada en la
lucha comn, tanto en el frente de Rusia como en la defensa de Berln.
[62] Y, qu decir de Tlahuicol, guerrero tlaxcalteca de mediados del siglo quince, que, prisionero de los aztecas y
destinado a ser sacrificado durante la fiesta del fuego, rehusa ser indultado y los honores que Moctezuma I,
maravillado por sus proezas, le ofrece, y prefiere que la fiesta contine, con todo lo que sta comporta de atroz
para l, antes de aceptar ponerse al servicio de los jefes enemigos, en contra de Tlaxcala? Confortado, segn la
costumbre, al principio de la solemnidad, solo, y sin otra arma que una espada de madera, frente a cinco de los
mejores guerreros aztecas, armados con espadas de piedra, Tlahuicol los haba vencido y matado en vez de ser
derribado por ellos lo cual le haba valido la admiracin del prncipe y de toda la nobleza de Tenochtitln, de los
cuales l rechaza su acogida, por lealtad hacia los suyos. Acaso no fue Thahuicol netamente superior a ciertos
cristianos, de origen ario, sus contemporneos de Europa superior a un Commines, por ejemplo, traidor a Carlos el
Temerario, su benefactor?
[63] Cita de Maurice Bardche en Nuremberg ou les faux-sonnayeurs, primera edicin, pgina 88.
[64] Tischgesprche o Conversaciones de Sobremesa, editada en lengua francesa como Libres propos sur la
Guerre et la Paix (edicin 1952, prefacio, p. XXIII).
[65] Reichsjagdgesetz, coleccin completa de las leyes promulgadas en el III Reich sobre la caza de animales.
[66] En el caso de tener que matar a un animal para el consumo humano, en todos los casos era obligatorio el uso de
una pistola automtica. Yo he conocido en Alemania a una campesina que deca haber purgado una pena de cuatro
aos en un campo de trabajo, por haber matado a un cerdo con un cuchillo (por tacaera de no querer pagar al
hombre que habra matado al animal sin dolor).
[67] Goebbels Diaries, publicados por las autoridades norteamericanas de ocupacin en Alemania, edicin Eagle
Books, 1948. Trad. L. Lockuer, pg. 220.
[68] El ltimo de los cardillos, es perfecto dentro de su nivel.
[69] Gold in the Furnace, escrito en 1948-49.
[70] Evidentemente, no existe ni ha existido nunca una propaganda tan absorbente y todopoderosa como la
antihitleriana. Los hitlerianos hemos, pues, dado prueba de un espritu crtico excepcional, al no haber sido
vencidos por tal propaganda.
[71] Esto fue escrito en 1969 1970.
[72] Estrofas del poema Qan, en los Pomes Barbares.
[73] Confucio vivi entre los aos 551 a 479 antes de Cristo.
[74] Por el contrario, el esclavo del siglo XX, masificado, cosificado por la publicidad y propaganda, se cree un
hombre libre.
[75] Se trata, naturalmente, aqu, de la libertad en el sentido en que esta palabra es generalmente comprendida, no
de la libertad en el sentido metafsico que entiende por ejemplo Ren Gunon.
[76] Renegar de los principios que se han profesado, de un rey o de un jefe a los que se ha pretendido amar y servir en
tanto que se obtena alguna ventaja tangible, cuando unos y otros devienen impopulares. Este hecho no prueba que
uno se haba equivocado de camino en tal caso, se habra cambiado antes, sino que muestra que slo el
confort y los goces comprables se consideran dignos de buscar, que se es incapaz de desprendimiento desinteresado
no slo hacia los jefes traicionados, sino hacia todo; que no se tiene ni honor ni coraje, es decir que no se es un
hombre, aunque se tenga forma humana. Porque un cobarde no es un hombre.
[77] Las legumbres y frutas que se permita cultivar a los siete de Spandau, eran sistemticamente destruidas al
madurar. Nadie se aprovechaba de esos vegetales. Y a los prisioneros se les privaba de la satisfaccin de la obra
realizada.
[78] Der Ursinn der Dinge (Mein Kampf, edicin del ao 1935, pg. 440).
[79] Privilegiadas, por el hecho de haber sido atradas.
[80] En efecto, segn estudios demogrficos, la tasa de natalidad desciende alarmantemente en Europa y en toda la
raza blanca. Dentro de 50 aos, Alemania occidental habr perdido 25 millones de habitantes (N. del T.).
[81] El eufemismo Family Planning oculta un sistemtico Birth Control o, mejor dicho, reduccin de la tasa de
natalidad, cuya disminucin, al contrario de lo que ocurre entre las razas no blancas, amenaza, sobre todo en Europa,
a la existencia misma de la raza aria.
[82] En los pases subdesarrollados la poblacin no cesar de crecer, pese a la aplicacin an restringida
de una poltica anticonceptiva, mientras la medicina se dedique exclusivamente a prolongar la vida de los sufrientes,
de los lisiados, de los dbiles mentales, y de todos los que deberan morir.
[83] Leen France-Soir, o Caroline, Chrie, o La Mort est son Mtier (de Robert Merle; libelo sobre los KL),
o cualquier artculo pseudocientfico sobre la conquista del espacio que les da la impresin de iniciarse en los
misterios de la ciencia moderna, en tanto que siguen tan ignaros como antes, y, ahora, adems son pretenciosos.
[84] El ttulo original de este libro es Brave New World, en su edicin francesa, Le Meilleur del Mondes.
[85] En lo que concierne al hitleriano, en toda Alemania, cuya alma querran matar los vencedores de 1945, caso en
que los pases gobernados por los comunistas, no se podra tener un retrato del Fhrer, enmarcado y en lugar
visible, en casa, sin tener la visita de la polica. En el mundo libre, el mismo hecho sera considerado una
provocacin, si bien la represin es y ha sido menos dura que en Europa oriental.
[86] Despus de 1945, en todo el mundo es inconveniente hablar de campos de concentracin... de la URSS.
[87] El Tratado de Paz fue firmado con Estados Unidos; no as con la URSS, pues Japn se niega a firmarlo mientras
la URSS no devuelva las islas japonesas anexionadas en 1945.
[88] Izana-mi, esposa de Izana-gi. El emperador desciende de la diosa del Sol: Asaterasuohomi-kasi.
[89] En el momento de escribir estas lneas, an no se ha detectado en Europa el alarmante descenso de la tasa de
natalidad, la cual desciende en varios pases europeos por debajo de la tasa de mortalidad.
[90] El fisilogo Aselli, que estudi los procesos de digestin en las entraas abiertas de perros an vivos, fue
predecesor de Claude Barnard, con dos siglos de distancia. Y Descartes mismo, con su antropocentrismo furioso su
famosa teora de los animales-mquinas, as como su ardor por examinarlo todo, disecarlo todo y querer
conocerlo todo por medio de la razn, y F. Bacon, para quien la ciencia es ante todo el medio que asegura el triunfo
del hombre sobre la Naturaleza, y tantos otros que entre los aos 1500 y 1750, han pensado y sentido lo mismo, son
los padres o los hermanos mayores de todos los entusiastas ms recientes de la ciencia, de la tcnica y de la
salvacin del hombre a travs de esta ciencia y de esta tcnica los Victor Hugo y los Auguste Compte, no menos
que los Louis Pasteur, los Jenner, los Koch y, ms cercanos a nosotros, en el tiempo, los Pavlov, los Demikhov
(fisilogo ruso que durante los aos 50 y 60 se ha ocupado, en la URSS, de injertar cabezas de perro en otros
perros vivientes) y los Barnard.
[91] Ya en el siglo VI antes de J.C., Alomen disecaba animales, animado por un antropocentrismo sin restricciones.
[92] Par lEspace clatant qui na ni fond ni bord.... Leconte de Lisle (La Tristesse du Diable; Pomes
Barbares).
[93] Ese desbordamiento demogrfico amenaza invadir los territorios hoy habitados por el hombre blanco, mientras la
raza blanca ve disminuir el nmero de sus hijos.
[94] Pg. 8 de Libres Propos sur la Guerre et la Paix.
[95] Pg. 76 de Libres Propos sur la Guerre et la Paix.
[96] Nationalsozialistische Deutscher Arbeiter Partei, (de aqu NSDAP).
[97] Libres Propos sur la Guerre et la Paix, trad. De Robert dHarcourt, pg. 297 (en este contexto, Hitler concluye,
refirindose a la necesidad de crear familias numerosas, es decir a la necesidad de mejorar y salvar la raza mediante
la crianza y educacin de nios sanos y felices: Finalmente, el bibern (la lactancia artificial, a falta de la
alimentacin materna) nos salvar, p.154).
[98] Libres Propos sur la Guerre et la Paix, trad. De Robert dHarcourt, pg. 298.
[99] La cada de Roma y su decadencia previa se debieron, entre otras causas, al aborto generalizado.
[100] Libres Propos sur la Guerre et la Paix, trad. De Robert dHarcourt, pg. 254.
[101] Libres Propos sur la Guerre et la Paix, trad. De Robert dHarcourt, pp. 254-255.
[102] Libres Propos sur la Guerre et la Paix, trad. De Robert dHarcourt, p. 139.
[103] Libres Propos sur la Guerre et la Paix, p. 252.
[104] Leconte de Lisle, Les Erinnyes, 2 parte, III.
[105] Mein Kampf, ed. 1935, p. 324.
[106] Nirgends auf der Welt gibt es eine derart fanatische Liebe, von millionen Menschen zu eines...
[107] Libres Propos sur la Guerre et la Paix, p. 75.
[108] Contino interesndome por cada novedad concerniente al automovilismo, deca en una pltica
mantenida en la noche del 24 al 25 de Enero de 1942, dedicada en gran parte a los problemas referentes a los
automviles.
[109] Libres Propos sur la Guerre et la Paix, p. 75.
[110] Estaba previsto que cualquier obrero podra comprarse a plazos su correspondiente VW.
[111] Libres Propos sur la Guerre et la Paix, p. 75.
[112] Hitler me dijo, p. 49. Su ttulo original, Gesprche mit Hitler (Zurich) fue traducido al ingls, bajo el
ttulo de The Voice of Destruction (New York, 1939-1940).
[113] Sobre todo, de ese tipo plebeyo, cuya concepcin del honor es evocada esquemticamente en el ttulo de un
disco editado en la Alemania occidental de 1969, Sauerkraut und Bier Col fermentada y Cerveza . Este tipo
humano ya exista entre las masas que, sobre todo despus de la toma del poder, afluyeron a las filas del Partido
hasta el punto de que los miembros de carnet llegaron a ser ms de 14 millones.
[114] Sieg! Heil! = Victoria! Salud!
[115] Krishna habla as al prncipe Arjuna: Cada vez que la justicia est en peligro, oh Bharata, cada vez que el
mal prevalece, cuando la sagrada ley es violentada, mi espritu retorna de edad en edad. Para proteger al bueno, para
destruir el mal, para establecer la virtud, es cada era me encarno, oh Bharata.
[116] Ren Gunon: Orient et Occident, p. 150.
[117] Julius Evola, Cavalcare la Tigre.
[118] Volver a tocar el tema del combate en otro lugar.
[119] El Satya Yuga de las Escrituras snscritas.
[120] Concretamente, la Repblica del Vud, Hait.
[121] Este pudo ser el caso de la princesa de Hungra, Isabel de Turingia, que se haca flagelar por Conrado de
Marburg, su confesor.
[122] Lo he intentado demostrar en un largo pasaje de mi libro Gold in the Furnace, edicin 1951, Calcuta, pgs.
212 y siguientes.
[123] ...porque, evidentemente, hacer el amor y la guerra no es incompatible. Recordemos la famosa y, hoy, mal
interpretada frase: ...la mujer, el reposo del guerrero.
[124] El Deutsche Bank, el Commerz und Privat Bank, el Dresdner Bank, el Deutsche Credit-Gesellschaft, etc.; todos,
bancos alemanes, como alemanes y no judos fueron los industriales E. Kirkdorf, Fritz, Thyssen, Voegler, Otto-
Wolf von Schrder, Krupp.
[125] Oclocracia: del griego, gobierno de las masas.
[126] Unsere neue Auffassung, die ganz dem Ursinn der Dinge entspricht... (Mein Kampf, edicin 1935, pg.
440).
[127] Le tuteaban tambin algunos otros de sus colaboradores de los primeros tiempos de lucha, tal como Gregor
Strasser.
[128] Es obvio que una monarqua constitucional no es una monarqua autntica. En este sentido, el principio
monrquico puede estar mejor representado en una repblica presidencialista. La realeza electiva de los
germanos era de derecho divino si por divino se entiende pureza de sangre.
[129] Adolf Hitler, mi Amigo de Juventud.
[130] Hans Grimm, Warum? Woher? aber wohin?. Editado en Lippeldsberg (1954), p. 14.
[131] Hermann Rauschning, Hitler ma dit.
[132] Idem.
[133] Idem.
[134] Bhagavad-Gta, IV, versculo 7.
[135] The Lightning and the Sun, escrito entre 1948 y 1956, editado en Calcuta en 1958.
[136] Bhagavad-Gta, IV, vers. 8.
[137] Ich aber beschloss, Politiker zu werden, Mein Kampf.
[138] Adolf Hitler, con los ojos rados por los gases, amenazado de ceguera, se enter de la noticia en el hospital
militar de Pasewalk adonde haba sido evacuado.
[139] En presencia de Himmler, Lammers, Zeitzler. Libres Propos.
[140] Hermann Rauschning, Hitler ma dit.
[141] H.R. Idem.
[142] Idem.
[143] Hermann Rauschning, Hitler ma dit, p. 69.
[144] Ibidem, p. 71.
[145] Libres Propos sur la Guerre et la Paix, p. 141.
[146] Ibid., p. 141.
[147] Ibid., p. 140.
[148] H. Rauschning. Hitler ma dit, 13 ed. francesa, p. 71.
[149] Ibid., p. 71.
[150] Ibid., p. 21.
[151] H. Rauschning. Hitler ma dit, 13 ed. francesa, p. 22.
[152] Ibid., p. 209.
[153] Ibid., p. 209.
[154] Ibid., p. 210.
[155] Ibid., p. 210.
[156] Aparecido en Editions de la Table Ronde, 1969.
[157] L. D., Hitler pour mille Ans, p. 129.
[158] Ibid., p. 130.
[159] Ibid., p. 174.
[160] Ibid., p. 175.
[161] Ibid., p. 170.
[162] Libres propos sur la Guerre et la Paix, pg. 203.
[163] Hermann Rauschning: Hitler ma dit.
[164] Idem.
[165] Idem.
[166] Hermann Rauschning: Hitler ma dit.
[167] Adolf Hitler, Mein Kampf.
[168] Citado por Andr Brissaud en Hitler y la Orden Negra.
[169] Confidencias a Kersten (ver el libro de Kersten: Les Mains du Miracle).
[170] Andr Brissaud, Hitler et lOrdre Noir.
[171] Idem.
[172] El Bhagavad-Gta III, versculo 25.
[173] Citado in extenso por Hans Grimm: Warum? Woher? Aber Wohin?.
[174] Artculo 4 de la Tercera Ley de Nuremberg.
[175] Si por boca de sus responsables, una nacin declara la guerra a Francia, por ejemplo, no sern todos los
sbditos de dicha nacin residentes en Francia inmediatamente internados?
[176] Hermann Rauschning, Hitler ma dit.
[177] Hermann Rauschning, Hitler ma dit.
[178] Bhagavad-Gta IV, versculo 70.
[179] Libres propos sur la Guerre et la Paix.
[180] Libres propos sur la Guerre et la Paix.
[181] Hermann Rauschning: Hitler ma dit.
[182] Ibid.
[183] Ibid.
[184] Ibid.
[185] Ibid.
[186] Hermann Rauschning: Hitler ma dit.
[187] Bhagavad-Gta, IV, vers. 13.
[188] Lois de Manu, libro 11, vers. 261.
[189] Fundada en 1900.
[190] Fundada en 1905.
[191] Andr Brissaud, Hitler et lOrdre Noir.
[192] Ibidem.
[193] Ibid.
[194] Hermann Rauschning: Hitler ma dit.
[195] A. Kubizek: Adolf Hitler, mein Jugendfreund.
[196] Ibid.
[197] Dios pone su signo augusto en la frente del que ama,
despreci al guila y eligi al pajarito.
Pregunta el monje: por qu?
Quin responder? Nadie!
Leconte de Lisle (en el poema Hieronymus de Pemes Tragiques).
[198] Andr Brissaud: Hitler et lOrdre Noir.
[199] A. K.: Adolf Hitler, mein Jugendfreund.
[200] El nombre de Stefanie evoca la idea de corona (Stphanos, en griego).
[201] A. K.: Adolf Hitler, mein Jugendfreund.
[202] Ibid.
[203] A. K.: Adolf Hitler, mein Jugendfreund.
[204] Ibid.
[205] Ibid.
[206] Ibid.
[207] Ibid.
[208] A. K.: Adolf Hitler, mein Jugendfreund.
[209] Ren Gunon: Lesotrisme de Dante.
[210] Hermann Rauschning: Hitler ma dit.
[211] Ibid.
[212] A. Brissaud: Hitler et lOrdre Noir.
[213] Tras el anuncio de la trgica muerte del Fhrer, la radio alemana transmiti la ltima parte de la pera de
Richard Wagner, Gtterdmmerung, el clebre Crepsculo de los Dioses.
[214] Louis Pawels y Jacques Bergier: Le Matin des Magiciens, edit. Gallimard, 1960.
[220] En el siglo XIV los prusianos eran an paganos, es decir, fieles a sus dioses germnicos.
[222] Ibid.
[224] Nacido el 3 de Julio de 1856; muerto el 1 de Agosto de 1920. Era un brahmn del Maharashtra, de la subcasta
de los chitpavan.
[231] A principios de siglo A. Ghosh haba desempeado un papel importante en el movimiento terrorista
(antibritnico) de Bengala.
[232] Crusade to Europe es el ttulo del libro del general Eisenhower sobre su campaa contra Alemania.
[233] En 1947, Gretar Fels, presidente de la Sociedad de Teosofa de Reykjavik, me aseguraba que el maestro
Rajkeski haba ayudado a los Aliados a combatir al nazismo.
[235] Es el nombre de un jven hroe de Bengala que dio su vida por la independencia de las Indias.
[237] Subttulo de un libro aparecido despus de la guerra sobre la carrera del Feldmarschall Rommel.
[241] Frau Ilse Hess public dos recopilaciones de cartas de su esposo prisionero: Londres, Nuremberg, Spandau y
Prisionner de la Paix.
[242] Hess muri asesinado, al parecer, el da 17 de Agosto de 1987, en la prisin de Spandau, demolida casi
inmediatamente despus para evitar, sin duda, que la fortaleza se convirtiera en lugar de peregrinacin (N. del T.).
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C.E.I.