Rutinas Periodisticas. Discusion y Traye PDF
Rutinas Periodisticas. Discusion y Traye PDF
Rutinas Periodisticas. Discusion y Traye PDF
Cuaderno de Trabajo
Rutinas Periodísticas
Discusión y trayectos teóricos sobre el concepto y su estudio en la
prensa chilena
Carlos Ossandón B.
Director del Centro de Estudios de la Comunicación
Títulos de la colección:
-3-
Rutinas Periodísticas
Presentación
-5-
Rutinas Periodísticas
I. Introducción
La teoría democrática atribuye al periodista un relevante papel social como mediador entre la
ciudadanía y los poderes públicos y privados en torno al manejo de la información y la toma de
decisiones. Este rol supone un ejercicio profesional en condiciones ideales de autonomía, libertad
y pensamiento crítico. Este marco ha incitado a pensar la práctica del periodismo confrontán-
dola con al menos dos grandes relatos comprensivos. El primero, de carácter ético-normativo,
dictamina sobre la función que el periodista debe cumplir en la sociedad moderna, los límites de
su acción y el valor social de la información y de los medios en el espacio público político. El se-
gundo, de carácter mítico, divide la actividad del periodismo según ciertos valores considerados
inherentes a la profesión –la objetividad, la sagacidad, la profundidad, las habilidades técnicas,
el “olfato”, el compromiso pero también la imparcialidad, la ponderación, la independencia, etc.
–a partir de los cuales se puede discriminar entre “buenos” y “malos” periodistas. Ambos rela-
tos se entrecruzan, se contienen parcialmente y actúan, por lo general, en conjunto a la hora de
entender de qué se trata esta profesión.
La gran mayoría de los estudios sobre prensa, por tanto, han tenido en mayor o menor me-
dida estas narrativas como supuestos al momento de investigar qué hace el periodista. Existen
diversos estudios que abordan la relación entre periodismo y sociedad desde la perspectiva del
discurso, denunciando lo políticamente incorrecto, los contenidos ideológicos no manifiestos o
el uso alienante o interesado de la información de prensa. Otros trabajos abordan como objeto
las empresas periodísticas, su situación en el mercado y su relación con públicos, avisadores, el
Estado y otras instituciones. También existen investigaciones sobre la recepción de los discursos
periodísticos, las formas de organización de las salas de prensa, la legislación sobre ética y liber-
tad de expresión y, por supuesto, sobre los efectos de los contenidos de los medios en el campo
social, la “justicia” con la que éstos representan la “realidad” o, incluso, el modo en que la cons-
truyen. Ya se trate de trabajos de enfoque sociológico-funcionalista, semiótico-crítico, político-
económico o ético-normativo, en prácticamente todos los casos el resultado del estudio termina
contraponiendo el hacer periodístico con alguno de los dos relatos comprensivos señalados: lo
que el periodista “hace” versus lo que “debe hacer”, o bien, lo que el periodista “es” versus lo que
“debe ser”.
Un grupo muy pequeño y relativamente reciente de trabajos ha abordado la tarea de estu-
diar las prácticas periodísticas al margen de este ejercicio de contrastación, aunque entendiendo
igualmente que esta práctica no es independiente de sus condiciones sociales, políticas e históri-
cas ni es, en modo alguno, autónoma ni indeterminada. Estos estudios han utilizado a menudo
los mismos marcos teóricos y metodológicos de los demás trabajos pero han desplazado signi-
ficativamente el eje y el punto de vista de sus investigaciones. En primer lugar, han centrado -7-
su atención en la producción periodística, involucrando tanto el proceso como sus condiciones
e intentando, en lo posible, las dimensiones discursivas y materiales del mismo. En segundo
lugar, han repuesto la complejidad de la producción de la noticia como aspecto relevante de sus
análisis, impidiendo reducciones categoriales comunes en el pasado y entendiendo que el perio-
dismo es algo más que una “fábrica” de noticias o una “técnica” de transmisión de contenidos.
Esta perspectiva deja entrever que las operaciones de los periodistas son, primero que todo,
construcciones simbólicas difíciles de situar, delimitar y medir, de lo cual se desprende que las
prácticas periodísticas no son un objeto dado al estudio sino, más bien, el problema mismo de la
investigación sobre la producción de noticias.
Hans Stange y Claudio Salinas
En estas coordenadas pretende insertarse este estudio. Su propósito inicial es conocer el papel
e incidencia de las prácticas y rutinas profesionales en la producción de informaciones de prensa
en Chile durante las últimas tres décadas. En particular, interesa establecer relaciones perti-
nentes entre el conocimiento por adquirir a través del estudio de rutinas profesionales y aquel
adquirido por el análisis de discurso, formal y otros relevantes. Sobre todo, busca historizar la
práctica del periodismo en Chile en un tiempo reciente, atendiendo críticamente a la configura-
ción de este campo profesional, sus articulaciones con el poder y al lugar que su práctica ocupa
al interior del complejo escenario social actual.
Un conocimiento mediano del medio periodístico chileno indica la necesidad de re-pensar
ciertos esquematismos analíticos presentes en su estudio. Trabajos anteriores han advertido so-
bre el carácter burocrático, altamente repetitivo y rutinario del trabajo cotidiano de los periodis-
tas, lo que contrasta con el ideal del periodista “investigador” y “en terreno” (vid. Salinas, 2007).
Lo anterior incidía en el grado de homogeneidad de las noticias, tanto a nivel formal como de
contenido. También se ha advertido sobre la conciencia que los periodistas tienen respecto a
estas condiciones de trabajo, lo cual no necesariamente está en conflicto con el mito del “cuarto
poder” al que acuden para justificar sus tareas diarias (vid. Stange, 2007). Al estudiar el trata-
miento particular que la prensa dio a dos casos de Derechos Humanos durante la dictadura mi-
litar (1973-1990), se aprecia la gran similitud entre las operaciones de los periodistas de entonces
con los actuales, así como mecanismos similares en el tratamiento de casos de naturaleza dis-
tinta producidos en contextos diferentes (vid. Salinas, 2008; Stange, 2008). A pesar de esto, esos
mismos trabajos enfatizan en el hecho de que estas prácticas rutinizadas no son independiente
de los marcos políticos e históricos en los que se inscriben, por lo que su reiteración a lo largo
del tiempo no sugiere tanto la idea de estabilidad del medio periodístico como la de un proceso
continuo de reajuste y re-configuración del proceso de producción. Un artículo sobre las relacio-
nes entre la actividad periodística durante la dictadura y el debate sobre las responsabilidades
éticas del periodismo en condiciones de excepción política ha hecho hincapié igualmente en el
papel de las prácticas periodísticas para abordar el problema ético profesional por sobre cual-
quier modo de definición deontológica (vid. Lagos, Salinas y Stange, 2008). Este panorama pone
en evidencia, por una parte, una serie de aparentes “contradicciones” que formarían parte del
complejo fenómeno de la producción noticiosa y que no están siendo recogidas adecuadamente
por los métodos habituales de investigación; por otra parte, pone de relieve la importancia del
estudio de las prácticas concretas de producción de la noticia para entender adecuadamente esta
misma complejidad.
Sobre la base de estas perspectivas, lo que sigue se plantea como un debate sobre la forma
más apropiada de conceptuar la noción de práctica periodística –en particular, la noción de la
práctica de “rutina”– y la manera de abordar su estudio en la prensa chilena.
-8-
Rutinas Periodísticas
La prensa liberal, que es el paradigma dominante de la prensa aún hoy, atribuye al periodista
un rol de mediador entre la sociedad y los poderes públicos, fiscalizador de la política y agente
de la información –en cuanto ésta constituye un bien público (vid. Peterson, Schramm y Siebert,
1984; Habermas, 1981; Sunkel, 2006; Lippmann, 1965; Wolton, 1998). En esta línea, por ejemplo,
Betettini y Fumagalli señalan:
El rol del periodista es el de mediador; o sea, de quien elige, selecciona, pone en evidencia
y en primer plano las dimensiones relevantes de los hechos y los organiza en función de un
punto de vista que ofrece al lector como instrumento para una mejor comprensión de la rea-
lidad (2001: 41).
Esta percepción del trabajo y finalidad del periodismo se ha transformado en sentido común
para los mismos periodistas. Teel y Taylor, en un texto de introducción para estudiantes de pe-
riodismo, escriben:
La sala de redacción es el centro del sistema nervioso. A la sala de redacción llega informa-
ción de diferentes formas: avisos (tips) de los informadores, mensajes de los reporteros, notas
que están siendo dictadas, despachos de corresponsales alrededor del mundo, generalmen-
te transmitidos por impulsos electrónicos directamente a la terminal de una computadora.
Algunas veces las noticias son tan sorprendentes que los mismos reporteros corren hacia
los teletipos para leer los últimos acontecimientos. (…) En poco tiempo, los periodistas se
encuentran a sí mismos en el ojo de la historia. Son los cronistas del momento, registrando
los acontecimientos de acuerdo a la forma en que palpitan en su sistema nervioso. Con fre-
cuencia los periodistas se convierten en adictos de las noticias a tal grado que nunca están
satisfechos (1985: 25-26).
Muchos reporteros comienzan su carrera en información general, por lo menos hasta que el
jefe de redacción puede evaluarlos correctamente. La mejor preparación para este trabajo es
la agudeza mental, la curiosidad sobre todas las cosas y la rapidez para usar el teléfono tan
rápido como se le asigna una misión (ibid.: 38).
Se aprecia cómo el texto enfatiza el carácter dinámico, vertiginoso y apasionante de la profe-
sión; el “buen” periodista es aquél en busca de la historia, un hombre de acción venido para par-
ticipar de la vida social, no para mantenerse al margen de ella. Otro manual, de Melvin Mencher
(1993), describe en términos similares los avatares de lo que sería la cotidianidad periodística en
-9-
Estados Unidos:
If we could look in one of the 1,600-plus daily newspapers in a few hours before press time,
we might notice telephones ringing as reporters call in to speak to the city editor about their
stories, teletype machines disgorging reams of AP and UPI copy. We could also see copy edi-
tors at their terminals, removing the word felt and inserting the word said, writing a headline
for a page-one story about a fatal accident. The news editor is chatting with the managing
editor about weather story out of Florida, and reporters are working at their terminals, loo-
king up at the screen now and then to see whether the lead is just right. A police siren pierces
the evening’s stillness outside, and soon the wail of an ambulance is heard. No one pays
attention. (1993: 11)
Hans Stange y Claudio Salinas
Journalists sometimes hear themselves described as truth tellers. They don’t accept that job
description, but they would not quibble about being called truth seekers. They know that
the truth is almost always just beyond their grasp. In fact, it’s possible to describe their work
wit this formula: Truth = Story + X. The story is never the full truth. There is always an X, a
missing ingredient. (...)
With all this facing the journalist only a fool would contend that the reporter can find the
truth. Yet, journalism does come close, closer than any other institution we have, to getting
to the heart of the passing scene. Much of journalism’s reliability to approach stems from its
independence. More correctly put: Much of journalism’s ability to approach a reasonable
version of reality stems from the independence of the journalist, who owes no government,
no party, no private interest any obligation to manipulate information (ibid.: 22).
Journalists are committed to accuracy, fair play and the balanced and honest presentation of
what they learn in their fact gathering. Whenever possible, they try to see events for themsel-
ves rather than rely on the accounts of others. Among the traits journalists share are curiosity,
independence, creativity, skepticism and a commitment to helping people by offering them
reliable information (ibid.: 24).
Frenesí, búsqueda de la verdad, “olfato”, independencia, honestidad: los elementos con los
que periodistas y públicos construyen el mito de la profesión, aquella imagen a partir de la cual
se dota de sentido la práctica periodística. Este mito opera a la vez como sentido común respecto
a lo que es y hace el periodista. De esta forma, el mito no invisibiliza el proceso de producción
de las noticias: al contrario, lo exhibe al modo de una práctica “ideal” que permite sancionar lo
que es el “buen” periodismo y distinguirlo del “mal” periodismo. La verificación en la realidad
de esta práctica ideal aseguraría la buena calidad de las noticias y, por tanto, el cumplimiento del
rol social del periodista como mediador.
Tal noción está en la base de planteamientos como el de Ramírez (1995), que critica precisa-
mente el carácter rutinario de las operaciones periodísticas y propone, como modo de enmendar
este “rumbo desviado”, la introducción de ciertas actividades ceñidas a este modelo ideal:
Si la red informativa que actualmente utilizan los medios entrega el resultado que hemos
descrito, marcado por la alta dependencia de las fuentes, la enorme participación de noticias
rutinarias y la ausencia de iniciativa, una transformación sustancial de esa red probablemen-
te entregará resultados distintos. Pero la sola modificación de la red no es suficiente. Tiene
que ir acompañada por un cambio en la organización interna de las salas de redacción de los
periódicos, de modo que se generen modos de hacer donde comience a reinar la iniciativa
desde el comienzo del proceso informativo (1995: 10).
La investigación social reciente propone, sin embargo, que el funcionamiento de la prensa no
responde, en buena parte, a este modelo ideal de periodismo. Las prácticas periodísticas no se
verificarían según su correspondencia a un modelo de “buen” periodismo, sino que solamente
garantizarían la repetición de un conjunto de operaciones que dan forma al discurso periodístico
-10- y que están autovalidadas por el funcionamiento del medio. Así, por ejemplo, Gaye Tuchman
describe los procedimientos de los periodistas como una serie de actividades recurrentes que
tienen como base una noción de experticia profesional sustentada en la experiencia de los repor-
teros y editores antes que en un código formalizado de conducta:
Como explican espontáneamente los periodistas, redactar una noticia implica “saber por ex-
periencia”. El reportero ha de saber por experiencia lo que hará el redactor o el asistente del
redactor que reescribe el texto que él envíe; el redactor ha de saber lo que hará el redactor jefe;
el redactor jefe lo que hará el director de la edición y el director del diario; estos directores, lo
que hará el presidente. El director de edición, el director del periódico y el presidente critica-
rán la noticia después que ésta ya haya sido publicada (…) Las broncas y las correcciones son
Rutinas Periodísticas
parte de un sistema de control social [Breed 1955] que afecta potencialmente a la promoción
de los periodistas, al mantenimiento de su puesto de trabajo o la consecución de buenos en-
cargos informativos (Tuchman, 1999: 201).
Es evidente la manera en que estas series de operaciones coinciden, por un lado, con la es-
tructura organizativa de la sala de redacción y, por otro lado, se articula en torno a un circuito de
expectativas entre reporteros, editores, propietarios y públicos, que se retroalimenta continua-
mente en su propio funcionamiento. Este conjunto de rutinas profesionales modela, al final del
proceso, la imagen que los periodistas tienen de su propia labor, imagen que no necesariamente
deviene de marcos ideales sino más bien de apreciaciones sobre la propia práctica. De esta forma,
Tuchman puede indagar, de esta manera, cómo la idea de “objetividad”, tan importante para los
periodistas, tiene menos relación con un discurso sobre el estatuto y validez de la información
propiamente tal que con la significación y legitimidad de un conjunto de prácticas profesionales
concretas altamente rutinizadas, repetidas e internalizadas en la producción periodística:
Hablando sobre sus propias experiencias en juicios de difamación, los periodistas afirmaban
que su comportamiento había sido objetivo, pero que habían cometido errores inevitables.
En dos palabras, sus comentarios eran: el periodista ha de poner en tela de juicio los hechos
recurriendo a las fuentes, pero algunos hechos simplemente han de ser aceptados como “ver-
daderos” sin más (ibid.: 202).
Los periodistas navegan entre la difamación y el absurdo identificando la “objetividad” con
las “hechos” que ellos mismos u otros periodistas observan o que pueden ser verificados (...)
Si la verificación es necesaria pero no puede conseguirse, los periodistas pueden recurrir a
otras estrategias (ibid.: 203).
Estas otras estrategias a las que alude Tuchman son operaciones formales a los que el perio-
dista atribuye valor de “verdad”; por esta razón, constituirían la materialización de la idea de
“objetividad periodística” aunque en rigor ninguna de ellas sea capaz de sustentar –epistemo-
lógica o metodológicamente hablando –un criterio externo, fehaciente e invariable de realidad,
facticidad o causalidad. Estos procedimientos estratégicos son la contrastación entre dos fuentes
que afirman ideas distintas sobre un mismo hecho (lo que atribuiría imparcialidad y distancia
al discurso periodístico), la presentación de “hechos” que hablen “por sí mismos” (aunque rara-
mente el periodista tenga a la mano el acontecimiento mismo al que alude o domine completa-
mente el contexto y las relaciones de estos “hechos”), el uso intensivo de comillas (que atribuiría
verdad a los dichos de sus informantes –aunque no justifique esta atribución –al tiempo que
exhibe al periodista como una voz neutra o, más aún, como un testigo mudo) y, por último, la
jerarquización del discurso periodístico según la importancia de los hechos (mediante fórmulas
como el de la “pirámide invertida” o las “5 W”) (ibid.: 203-208).
Al igual que Ramírez, Tuchman señala que estos procedimientos, en su reiteración, tienden
a privilegiar ciertos tipos de “acreditaciones” de verdad en la producción del discurso periodís-
tico, que se manifiestan al modo de razonamientos tautológicos o silogismos retóricos por los -11-
periodistas: primero, que las fuentes son voces autorizadas por el hecho de ser fuentes; segundo,
que las autoridades y fuentes oficiales tienen acceso a más y mejor información, por lo que son
“mejores” fuentes; tercero, que las instituciones involucradas en un hecho dicen tanto cuando se
manifiestan como cuando guardan silencio (ibid.: 209-210). Pero mientras Ramírez ve en estas
prácticas –la concentración de fuentes, de comunicados oficiales y de relaciones públicas –una
forma de “mal” periodismo, Tuchman las percibe como el elemento conformante y habitual del
quehacer profesional. No sólo eso: en la medida en que los mismos periodistas validan estas
rutinas de producción, las vuelven “sentido común” en acción, un esquema comprensivo de su
propio hacer –es decir, de sí mismas. De esta forma, el “mito” del periodismo podría interpre-
Hans Stange y Claudio Salinas
tarse no tan sólo como un modelo ideal sino como un sentido común que se renueva día a día en
una práctica recursiva y rutinizada. Dice Tuchman:
Una puede concluir que la experiencia organizativa del periodista le impone prejuicios en
contra de las posibilidades contrarias a las expectativas preexistentes. Desde el punto de vista
de un periodista, sin embargo, sus experiencias con otras organizaciones durante un periodo
de tiempo validan sus juicios periodísticos y pueden reducirse al sentido común. Por “sen-
tido común” el periodista entiende lo que la mayoría de los periodistas creen verdad o dan
por sentado. (…) El sentido común tiene un papel crucial en el establecimiento del contenido
de una noticia, ya que el contenido de una noticia es una multitud de “hechos”, y el sentido
común puede determinar si una pieza de información puede aceptarse como “hecho” o no
(ibid.: 211).
Como Schutz [1962, p. 75] lo ha expresado acertadamente, “basta con que señalemos que
todo conocimiento que se da por sentado tiene una estructura altamente socializada, esto es,
se asume que es algo obvio no solamente por parte de una persona, sino por nuestra parte,
por todo el mundo (significando todo el mundo que pertenece a nuestro mundo)” (ibid.:
212).
El estudio del periodismo se ha sustentado, en buena parte, en un trabajo de contraposición
entre las prácticas “reales” pesquisadas a través de la investigación y los modelos ideales a partir
de los cuales se construyen los marcos éticos, normativos o simplemente funcionales. Tuchman
propone que estos marcos devienen de la misma práctica y que es aquí donde debe tensionar el
sentido de tales descripciones. ¿Qué es el periodismo? Lo que hacen los periodistas, no lo que
debieran hacer o lo que se desearía que hicieran. Pues bien, ¿qué hacen los periodistas? Repor-
tean, escriben notas, indagan “hechos”, buscan informaciones y fuentes, hablan por teléfono,
navegan en internet y asisten a conferencias.
Esta simple enumeración, sin embargo, no nos dice realmente lo que hacen. Es el ejercicio
de colocar estas prácticas rutinarias en perspectiva lo que nos dará luces sobre su sentido al
interior del proceso de producción de noticias y, finalmente, sobre el sentido global de este pro-
ceso. Estas perspectivas pueden ya atisbarse en las aproximaciones de Ramírez y Tuchman ya
mencionadas. Una primera de estas líneas abordaría precisamente el carácter mistificado de la
rutina: su sentido esencialista, autoexplicativo y recursivo. Las prácticas rutinarias serían aque-
llas internalizadas por los profesionales, repetidas por ello acríticamente e incluso empleadas
sin mucha conciencia: operaciones naturalizadas y, por tanto, fundamentales para entender el
quehacer periodístico. Este mismo carácter de la rutina conduciría, por fuerza, a pensar que su
sentido no estriba en la descripción de las acciones individuales de los periodistas sino en las de-
terminaciones estructurales sobre estas acciones y, a la vez, en los efectos de éstas sobre aquellas.
Las rutinas serían prácticas institucionales, altamente compartidas e históricamente situadas y
conformadas. Tal perspectiva nos llevaría, por último, a pensar el sentido de la rutina en relación
a las relaciones culturales, políticas, económicas y cotidianas que tal práctica naturalizada e ins-
-12-
titucionalizada establece con otras esferas de la sociedad y, particularmente, con los ámbitos del
poder y del mercado.
Rutinas Periodísticas
Las prácticas periodísticas han sido estudiadas usualmente desde la sociología de la produc-
ción de noticias, que las distingue, por lo general, del estudio del discurso periodístico como si
de dos momentos independientes se tratase: el del proceso de producción y el del producto (la
noticia). Bajo esta dicotomía operan otras que dicen relación con la distinción práctica/ discurso,
individuo/ colectivo, operación/ relación, etc., que actúan como prismas de análisis en los distin-
tos estudios.1
María Elena Hernández señala que, en el ámbito de la sociología de la producción –conocida
también como newsmaking –pueden distinguirse al menos tres enfoques analíticos con cierta cla-
ridad. El primero de ellos, y el más preponderante, es el estudio de las prácticas periodísticas a
partir de la estructura organizacional de los medios:
De acuerdo con Schudson [ibid.: 266], el de la organización social del trabajo informativo
es el enfoque predominante en los estudios sobre la producción de las noticias. Se intenta
entender cómo los esfuerzos de los periodistas en el trabajo se ven restringidos por rutinas
organizacionales y ocupacionales, y se toma como problema central la autonomía que su-
puestamente tienen los periodistas como profesionales y su poder de decisión en la estructu-
ra laboral (1997: 219).
Agrega Hernández: “Philip Schlesinger coincide con Schudson en que los estudios de tipo
organizacional son los más abundantes, aunque, para referirse a lo organizacional, Schlesinger
habla de ‘el estudio empírico de la producción noticiosa’“ (ibid.: 221). Este enfoque, como se
verá más adelante, concentra su estudio en el problema de la relación entre periodistas y fuentes
durante el proceso de recolección y producción de la información. Una segunda línea de investi-
gación es la de la economía política, la cual “relaciona el resultado del proceso noticioso a la es-
tructura económica de la organización informativa” (ibid.: 218), es decir, aborda cuestiones como
los vínculos entre los medios y grupos económicos y de interés, las relaciones con el Estado y los
avisadores, la situación laboral de los periodistas o la concentración de la propiedad de medios,
vinculando estos aspectos al proceso de producción de las noticias. Un último enfoque es el que
Hernández denomina “culturológico o antropológico”:
Aquí pueden enmarcarse los estudios sobre los “valores noticiosos” (valores culturales que
se dan por hecho) y los cuestionamientos sobre la “temporalidad” impuesta a las noticias. El
autor [Shudson, ibid.: 275] señala que en muchas ocasiones se mezclan las preocupaciones de
los enfoques culturológico y de la organización social de la producción de noticias (p. 220).
El ya citado Schlesinger, por su parte, señala:
La sociología de los medios se ha centrado –aunque no exclusivamente– en cómo las organi-
-13-
zaciones de medios, especialmente aquellos que producen noticias, han hecho uso de recur-
sos de información, término que uno se ve por prudencia obligado a definir ampliamente,
de tal forma que se incluya por ejemplo, desinformación y ‘economía de la verdad’” (…) la
1 El estudio de la sociología de producción de noticias posee cierta cercanía con enfoques centrados en
el estudio del periodismo a partir de sus pautas organizacionales, de perspectivas administrativas o ligadas
a la perspectiva de la economía política (mercado de medios, fuerza laboral, etc.). En cambio, presenta cierta
distancia con los enfoques tradicionalmente asociados al estudio del contenido y del discurso de las noticias:
estudios sobre audiencias, efectos de los medios, etc. Estas últimas, por tanto, no serán líneas consideradas en
el presente trabajo.
Hans Stange y Claudio Salinas
investigación enraizada dentro del salón de noticias, posee la tendencia a considerar el poder
de los medios informativos virtualmente como sin límites (1992: 280).
Frente a esta situación, el autor propone concentrar los esfuerzos de estudio del newsmaking
en la relación de interacción entre medios y fuentes, entendiendo que esta interacción es el mo-
mento clave en la producción y consecución de la información por parte de los periodistas.
Schlesinger señala que esta relación es bidireccional, pues pone en juego intereses e influencias
mutuas –sobre todo en el caso de las fuentes políticas –y, por tanto, puede estudiarse desde
dos perspectivas: una internalista, concentrada en el estudio de las actitudes y motivaciones de
las fuentes consideradas independientemente, y otra externalista, que coloca su atención en los
ejercicios de mutua presión entre fuentes y periodistas (ibid.: 292-298). Schlesinger agrega que la
relación fuente-periodista puede entenderse simultáneamente desde una perspectiva individual
(la relación entre un reportero determinado y su fuente) o colectiva (la caracterización de perio-
distas y fuentes como representantes de instituciones que se ponen en relación, p.e., los medios
y la política).
Además de la influencia individual del reportero sobre las fuentes informativas y la obten-
ción de noticias, existen factores institucionales que determinan cuáles son las noticias que se
investigan y de qué modo se informa sobre esas noticias. (…) Esos factores incluyen defini-
ciones de la noticia, la condición racional de las noticias y el prejuicio sobre qué hechos son
periodísticos o no (ibid.: 33-34).
Otra de las prácticas reconocidas como relevantes por los estudios de newsmaking es la de-
nominada gatekeeper o “guardabarrera”: la acción de selección y edición de las informaciones
que se consideran “noticia” y, por tanto, que se incorporan al proceso de publicación. El trabajo
del gatekeeper es el propio de los editores o jefes de redacción y ha sido estudiado tanto desde la
perspectiva de los procesos de decisión (enfoque organizacional) como desde la perspectiva de
los mecanismos de control al interior de los propios medios y en su relación con otros sistemas
sociales “equivalentes” (enfoque funcionalista). En cualquiera de los casos, la labor del gatekeeper
ha sido descrita, más o menos genéricamente, como lo hace Gomis a partir de Bagdikian sobre
The Washington Post en 1971:
(…) el ‘gatekeeper’ de noticias típico toma sus decisiones con notable rapidez. Leer las infor-
maciones que descarta le lleva uno o dos segundos cada una. Las informaciones que van a
publicarse piden más tiempo, pero no mucho. A un ‘gatekeeper’ muy rápido le tomaba un
promedio de cuatro segundos preparar (leer, decidir usarla e indicar los cambios que había
que introducir) una información de 225 palabras. Informaciones más cortas podían pedir un
par de segundos, otras más largas diez como máximo. La media era de seis segundos por
información escogida. Son virtuosos de la adopción de decisiones (…), que juzgan de modo
casi instantáneo, sin tiempo para la reflexión y cualesquiera valores que apliquen lo hacen de
un modo automático. No hay tiempo para la reflexión ni casi para el debate, que de todos mo-
dos, por rápido y esbozado que resulta, entraña ya un principio de reflexión (…). Hay unos
principios de selección, referencias consuetudinarias y convertidas en orientación práctica
para realizar la selección y adoptar tantas decisiones en tan poco tiempo y dándoles tan poca
importancia (Gomis, 1991: 90).
El proceso de selección de las informaciones es concebido como un proceso naturalizado,
automatizado e “intuitivo”, fundado en la experiencia y el criterio individual –aunque sociali-
zado –de los periodistas. A pesar de esto, o por lo mismo, los estudios han tendido a indagar la
manera en que los criterios del guardabarrera manifiestan las estructuras sociales implícitas y
activas en el periodista, las convenciones y costumbres, ciertos criterios ideológicos y, sobre todo,
el conjunto de valores asociados a la cultura de cada sala de prensa. En este sentido, el trabajo
de selección es manifiestamente un mecanismo operacional además de simbólico: expresa no
sólo valores o líneas ideológicas y editoriales sino, sobre todo un modo de hacer las cosas. Dice
Gomis:
En el interior de una redacción la valoración de las noticias sobre un tema o una información
puede verse influida por las preferencias y caprichos de redactores, directores o editores.
Pero en conjunto lo que la configura es más bien la estructura social en la que los redactores -15-
y directores viven y trabajan. La valoración de las noticias es, en definitiva, un reflejo de las
convenciones económicas y políticas que enmarcan el orden social y moldean los valores
en una sociedad (…). El hecho de que se discutan las selecciones de noticias que hacen los
diversos medios y que se haga pensando en si ‘quizá nos equivocamos’, o más generalmente
comentando que son ellos los que ‘se han equivocado’ al destacar tal hecho noticioso en lugar
de tal otro indica que, en efecto, la decisión no es caprichosa ni indiferente, que en el fondo
se piensa que unas noticias son más noticia que otras. Destacar tal hecho por encima tal otro,
‘valorar’ tal noticia por encima de cual, se considera un ‘acierto’ o un ‘error’ (ibid.: 91).
Gomis señala que, de la misma forma en que la relación periodista-fuente expresa aspectos
individuales junto a condiciones contextuales marcadas por rasgos institucionales, el trabajo
Hans Stange y Claudio Salinas
Pero, ¿en qué consiste el circuito productivo? Reyes Matta (1986) ofrece una primera aproxi-
mación –y para mejor, en relación a los medios locales –a esta cadena de operaciones, destrezas
y competencias para la recopilación y elaboración de las informaciones. El interés del texto que
compila Reyes Matta es poner en perspectiva las prácticas periodísticas “adecuadas” para el
proceso de cambio desde la dictadura militar a un régimen democrático; acá, sin embargo, nos
interesa el “ABC” de las prácticas periodísticas, las que define como “la suma de ejercicios y
destrezas desarrolladas para la búsqueda, elaboración y difusión de informaciones a través de
los medios periodísticos” (1986: 133-135). En el libro, Pablo Portales describe estas prácticas y su
situación en 1986:
En este contexto inhóspito para el desenvolvimiento profesional se incentiva la comodidad.
Las expresiones de quien emite información se reproducen literalmente, las preguntas sólo
buscan que la fuente informativa exponga lo que tiene pensado dar a conocer. El periodista
no recoge antecedentes o comentarios en diversas fuentes para abordar un mismo tema, o
cuando lo hace acude a un repertorio estrecho evitando siempre caer en sospecha o abrir un
conflicto con su jefe. (…) La estandarización de los modos de tratar un hecho o de abordar a
las fuentes restringe las posibilidades de mejorar la calidad informativa (ibid.: 14-15).
Por su parte, Bárbara Hayes señala a continuación:
(…) abunda el reportero que caracterizamos con rasgos de comodidad. El que sólo va a las
conferencias de prensa que se anuncian en la agenda diaria de la Agencia Orbe, gobiernista
que echa a correr su grabadora y luego se sienta frente a la computadora Harris a transcribir.
Este reportero –casi siempre joven– no ahonda en los problemas, no le interesan siquiera,
cumple un rol de recadero entre la fuente y el medio. Lee poco, se compromete poco y se con-
forma si la paga del fin de mes le alcanza para las deudas… Es tan metódico y poco creativo
como lo son los empleados públicos (ibid.: 40).
Es inevitable, dado el contexto y motivaciones de la publicación compilada por Reyes Matta,
que estas descripciones estén teñidas de una valoración evidente en términos de “buen” o “mal”
periodismo –o más bien periodismo “libre” y periodismo “autoritario” –pese a lo cual ofrece
un catálogo bastante completo de operaciones periodísticas observables todavía hoy: trabajo de
acuerdo a las expectativas de los superiores, recurso a fuentes estables, conocidas y usualmente
oficiales, empleo de la pauta de agencias y de comunicados públicos. ¿De esto se trata el proceso
de producción de noticias? Aún un manual como el de Hohenberg (1960) alude a este proceso en
términos de un conjunto de “minucias”:
Es fácil distinguir a un buen reportero de uno malo. El reportero bueno sabe que gran parte
del tiempo que dedique a su trabajo lo empleará en casos de rutinas, y está perfectamente
dispuesto a realizar bien su labor. El reportero malo prescinde de minucias tales como leer
los periódicos, comprobar que sean correctos los nombres y los domicilios, hacer preguntas
respecto a detalles al parecer sin importancia y tomar notas cuidadosas, cuando puede evi-
tarlo (1960: 264).
-17-
Efectivamente, podría definirse la rutina de prensa en estos términos atendiendo meramente
a su eventualidad. Sin embargo, los trabajos reseñados hasta aquí, así como la aparente conti-
nuidad entre las prácticas periodísticas de antaño y las actuales, según las descripciones de Por-
tales y Hayes, obligan a considerar el proceso productivo no como algo más que un conjunto de
acciones particulares, sino por el contrario, como un circuito complejo que comporta una lógica
propia, determinada y situada. Si tal literatura ya ha descrito estas prácticas rutinarias como
prácticas internalizadas, automatizadas, recursivas e institucionalizadas, habría que añadir a
estas caracterizaciones las que hacen Shoemaker y Reese, citados por Ramírez (1995: 1), en el
sentido que las rutinas son prácticas marcadas por patrones y altamente repetidas. Esto es signi-
ficativo: la alusión a un patrón supone pensar que la reiteración constante de estas prácticas tiene
Hans Stange y Claudio Salinas
una densidad y una orientación semánticas; en otras palabras, las operaciones periodísticas ruti-
narias se constituyen como prácticas sociales, que están en el eje de la configuración productiva
y discursiva de la prensa, y no como meras acciones determinadas por aquéllas.
Comprender la producción de noticias como un proceso complejo y las rutinas periodísticas
como una práctica social implica aprehender los modos en que éstas dialogan y se interrelacio-
nan con factores materiales externos que, igualmente, incidirían en la configuración de las mis-
mas. Es Mauro Wolf (1997) quien plantea que el newsmaking debe incorporar, como parte de su
análisis e incluso como objeto de estudio, una serie de dimensiones que exceden las operaciones
concretas planteadas más arriba: los desarrollos tecnológicos, los cambios en la propiedad de los
medios, la segmentación de los públicos, etc. Tal propuesta no es novedosa considerando que la
relevancia de estos factores ha sido ampliamente tratada por investigaciones de diversa índole
desde los años 60, por lo menos; la novedad radica en considerarlos no sólo como categorías
independientes para la comprensión del mercado de medios, el mercado laboral o la audiencia,
sino también como vectores estructurantes de la práctica misma del periodista. En definitiva, se
trata de considerar que lo que el periodista hace cada día está sujeto a la injerencia, en ningún
caso anodina, de factores como la estructura del mercado, el régimen laboral o los recursos
tecnológicos disponibles. Las investigaciones realizadas en este ámbito, sobre todo desde una
perspectiva crítica materialista, tendieron a ver en los medios meras resonancias de tensiones
políticas y económicas estructurales, es decir, como reflejo de los cambios inducidos por el desa-
rrollo del proceso capitalista. Wolf, en cambio, desplaza la discusión respecto de estos factores
desde la perspectiva infra-super estructura hacia una concepción integrada de la relación entre
las prácticas periodísticas y dichos factores. De esta forma, tan importante como el régimen de
propiedad del medio es, por ejemplo, la proliferación del mercado de agencias de información o
tecnologías como la medición de audiencias. Dice Wolf:
El aumento de los flujos de información que entran en las redacciones ha llevado a una cierta
burocratización del trabajo periodístico: hoy, sectores enteros de la redacción son verdaderos
y auténticos seleccionadores de flujos ingentes de noticias que llegan a las redacciones bajo
formas que permiten la casi inmediata publicación (...). Las redacciones son cada vez más
dependientes de las agencias, de las fuentes, cada vez están más constreñidas a adecuarse a
criterios de relevancia establecidos por la red de las agencias (1997: 2).
La comprensión de la producción noticiosa como un proceso complejo obliga a revisar tam-
bién, junto a los factores materiales externos que inciden en su realización, los elementos cultura-
les, discursivos y simbólicos que se expresan en la rutina. De hecho, el newsmaking concibe ya en
sus planteamientos más tradicionales, como una de las prácticas más rutinarias, la de selección y
valoración de las informaciones, práctica que se realiza completamente bajo criterios que no de-
penden solamente de la materialidad del trabajo periodístico sino también de juicios, prejuicios,
concepciones de mundo y otros aspectos discursivos e ideológicos. De esta forma, por ejemplo,
Martini (2000) recoge una discusión presente ya en autores precedentes respecto a la relación
-18- entre rutinas y criterios de “noticiabilidad” de las informaciones:
En cualquier medio periodístico se suele hablar de los criterios de valoración de las noticias
y las etapas de producción en términos de rutinas periodísticas. La posibilidad de que la cons-
trucción de la noticia se organice en una rutina facilita el trabajo y permite enfrentar más
eficazmente la información de último momento. (…) Cada medio y cada sección tiene una
manera de ordenar el trabajo y un acuerdo acerca de lo que supuestamente el periodista debe
hacer y se espera que haga, con los criterios que indican lo que es publicable (noticiable), y
que forma parte de cualquier organización de medios (2000: 45-46; cursivas en el original).
Martini es clara en señalar, bajo esta premisa, que en tareas cotidianas como la selección de
Rutinas Periodísticas
las informaciones o la relación habitual con ciertas fuentes se manifiestan aspectos como los
prejuicios personales de los periodistas, sus orientaciones morales y políticas, en definitiva, la
subjetividad de cada cual (ibid.: 81 y ss.). Dice Martini:
Shoemaker [1991: 33] establece que todo estudio sobre la tarea de selección de la información
debe atender a tres niveles (mínimos): el individual, que incluye ‘los valores y modelos de
autoridad e influencia’ que pesan sobre aquel que elige; el de las rutinas de trabajo, donde se
estudian ‘los puntos de decisión y los estándares’ que permiten observar, y el nivel organiza-
cional-institucional extramediático, que remite a la circulación del ‘flujo de noticias a través
de las organizaciones’ (ibid.: 81).
Lester y Molotch (1974: 4) señalaron antes que Martini que la imbricación entre las dimensio-
nes práctica y valorativa es consustancial a la organización del trabajo periodístico e incide de
manera relevante en la intencionalidad dada a las noticias. Para estos autores, la noticia, en tanto
producto, es el resultado de una “triple instancia” de producción, que involucra a fuentes, perio-
distas y públicos en el proceso, cada cual aportando acciones concretas pero también valoracio-
nes, puntos de vista y “porciones” del relato sobre la realidad distintas. Esta idea coloca al perio-
dista en el eje articulador del proceso, es decir, como un productor legitimado de informaciones
públicas, a la vez que propone, aunque no explícitamente, que el resultado del proceso es, a fin
de cuentas, la producción misma de realidad. Tal perspectiva sugiere un desplazamiento desde
la noción de la rutina como una operación práctica que involucra aspectos discursivos hacia otra
que concibe la rutina como una práctica discursiva propiamente tal. Materialidad y discurso, de
hecho, son las dimensiones que completan cualquier práctica social reconocible.
Tal comprensión “constructiva” de la rutina es la que plantean directamente autores como
Rodrigo Alsina o Tuchman. El primero de ellos señala:
La empresa informativa puede entenderse como una industria que tiene como inputs los
acontecimientos y outputs las noticias. Sin embargo, hay que puntualizar que un aconteci-
miento no es una realidad objetiva, exterior y ajena al sujeto perceptor del mismo. En primer
lugar, porque los mass media trabajan con noticias que les sirven las agencias de noticias. En
segundo lugar, aunque se dé la percepción directa del hecho por un periodista, éste siempre
interpretará la realidad de acuerdo con su enciclopedia (1989: 16-17).
En otras palabras, la “noticia” es obra del proceso de producción y no simplemente un for-
mato de su consecuencia. En ella están cifrados los patrones y pautas culturales que se implican
en cada una de las prácticas y actores sociales que forman parte de la producción noticiosa. La
práctica rutinaria es, entonces, a la vez una interpretación de la realidad, y las claves de tal inter-
pretación están contenidas en la práctica material que se lleva a cabo para su realización. En este
sentido, Rodrigo Alsina dice:
La definición de noticia que propongo es la siguiente: ‘Noticia es una representación social
de la realidad cotidiana producida institucionalmente que se manifiesta en la construcción de
un mundo posible’. Mediante esta definición pretendo poner de manifiesto, en primer lugar, -19-
la construcción de la noticia a partir de los acontecimientos que diariamente se seleccionan.
En segundo lugar, hay una doble institucionalización. La noticia se produce en una insti-
tución informativa que supone una organización compleja. Pero además el rol de los mass
media está institucionalizado y tiene la legitimidad para producir la realidad socialmente
relevante (ibid.: 18).
Siguiendo esta definición, se advierte no sólo el carácter social y simbólico de la producción
noticiosa; también el hecho de que en esta se manifestarían tensiones ideológicas y estructurales
que, dada su expresión en la materialidad de la producción, conforman el correlato natural de
los modos de organización social del trabajo periodístico. Como señala el autor:
Hans Stange y Claudio Salinas
Es indudable que la organización condiciona la producción. Pero no sólo a nivel técnico, sino
también ideológico. La propia profesión periodística se autolegitima en su rol de puros trans-
misores de la realidad social. Pero difícilmente los periodistas reconocen que llevan a cabo
una construcción de la realidad social, como si esto fuera reconocer una especie de ‘pecado
original’ del periodismo (ibid.: 33).
Tal forma de concebir la práctica periodística se contrapone, en efecto, con la imagen mítica
que la profesión hace de sí misma. Mientras esta imagen enfatiza el papel del periodista como
un “mediador” o un “transmisor” privilegiado, denunciando todo aspecto “constructivo” como
invención o manipulación –actos reñidos con los valores del “buen” periodismo –la perspectiva
de Rodrigo Alsina plantea que es precisamente este carácter constructivo el núcleo central de
la especificidad del trabajo periodístico. El mito del periodismo no opera aquí encubriendo la
práctica real (por lo cual, la investigación no debiera intentar una denuncia del mito) sino resig-
nificándola, lo cual supone que él mismo se incorpora como un factor de la rutina productiva.
De manera similar, Tuchman (1978) propone una comprensión constructivista del proceso de
producción de la noticia como un proceso de construcción de realidad social, que involucra dis-
ciplinas de trabajo, concepciones de tiempo y espacio, nociones ideológicas y hábitos culturales
y profesionales. Dice Tuchman:
El tema de que el acto de producir la noticia es el de construir la realidad misma más que
una imagen de la realidad atraviesa todo este libro. El trabajo informativo transforma a los
sucesos en acontecimientos informativos. Se basa en aspectos de la vida cotidiana para narrar
relatos y nos presenta a nosotros ante nosotros mismos (1978: 24).
Al carácter internalizado, institucional y repetitivo del trabajo periodístico se agrega entonces
su carácter social, en el sentido de que la producción supone un constante intercambio y nego-
ciación entre los profesionales al interior de sus organizaciones y entre un medio y otro (ibid.:
25). Esto tiene como consecuencia el reforzamiento interno de las propias prácticas y, con ello, la
circulación interna de discursos y valoraciones que vuelven la rutina compartida el vector de la
auto-imagen profesional. Esto explica el carácter operante y efectivo del mito: el periodista con-
cibe su quehacer a partir de ciertas claves comprensivas autoproducidas y, por tanto, totalizado-
ras. Del mismo modo, la temporalidad constante de este proceso y su naturaleza continua y sin
pausas refuerza esta idea de que la rutina periodística es un sistema cerrado y autosustentado.
Dice Tuchman:
el trabajo informativo es una actividad diaria, práctica. El tempo del trabajo informativo,
incluyendo la cobertura del relato diferente de cada día, impone un énfasis sobre los aconte-
cimientos, no sobre las cuestiones. Los acontecimientos están empotrados concretamente en
la trama de la facticidad, el quién, qué, cuándo, dónde, por qué y cómo del encabezamiento
tradicional de la noticia (1978: 148).
Como consecuencia de esta impronta “totalizadora” de la rutina, la práctica periodística in-
-20- corpora a su realización no sólo operaciones y criterios: vuelca en ella toda su cultura profesional
y formación organizacional, transformando la rutina en un verdadero “modo de ser” del perio-
dista:
Tales hábitos mentales ligados al oficio son algo más que prácticas profesionales al servicio de
necesidades organizacionales. Sin duda, a veces entran en conflicto con las preferencias y los
mandatos organizacionales. Pero incluso cuando los profesionales entran en conflicto con sus
organizaciones y cuando las organizaciones informativas lanzan una cruzada contra los go-
biernos nacionales y locales, la práctica informativa es una ideología en acción (1978: 168).
La rutina se ha transformado, entonces, en algo más que una operación de producción de
informaciones: es una lógica de administración de las mismas, así como de los eventos y de la
Rutinas Periodísticas
realidad pública. Esta lógica administraría algo más que noticias: administraría la disposición de
los públicos respecto a su realidad social, así como la disposición de los periodistas a su propio
proceso y tiempo de producción. Determina, en términos de Goffman (cit. Tuchman, 1978), la
realidad, su principio organizador y el modo en que periodistas y públicos se involucran en su
realización. La lógica de la producción de noticias, por un lado, administraría los acontecimien-
tos que constituyen la realidad social y, por otro, definiría un circuito cerrado y rutinario para
esta administración. Para Tuchman, tal situación evidencia que el proceso de producción de
noticias no es sólo social, institucional y legitimado: es, sobre todo, altamente ideológico (1978:
193).
la cultura profesional del periodismo. Esta idea viene a reforzar los planteamientos posteriores
de Tuchman y Rodrigo Alsina respecto al carácter cerrado y autorreferente del proceso de pro-
ducción. Por ejemplo, señala Breed:
The newsman’s source of rewards is located not among the readers, who are manifestly his
clients, but among his colleagues and superiors. Instead of adhering to societal and profes-
sional ideals, he redefines his values to the more pragmatic level of the newsroom group. He
thereby gains not only status rewards, but also acceptance in a solidary group engaged in
interesting, varied, and sometimes important work (ibid.: 194).
Lo cual supone advertir también que este proceso de socialización funciona además como un
mecanismo de control social sobre las propias prácticas y rutinas de los periodistas. También
Wolf (1987: 207-248) enfatiza esta concepción social, organizacional y constructiva de las rutinas
periodísticas, tal como han sido planteadas por Tuchman, Rodrigo Alsina y Breed.
Estos estudios son complementados por otro grupo de investigaciones que, sobre la base de
encuestas a periodistas y metodologías etnográficas, intentan describir el entorno laboral y las
condiciones de trabajo de los periodistas. Es el caso del informe de Bohjere (1985: 24-77), encar-
gado por la Organización Internacional del Trabajo, que describe los rasgos de la formación pro-
fesional, las maneras de trabajo y el tipo de empresas en que laboran los periodistas. Entre otras
cosas, el estudio señala que casi todos los periodistas cuentan con formación universitaria, si
bien reconocen que los propios medios de comunicación constituyen, en definitiva, la instancia
de aprendizaje profesional decisiva; que los recursos y el tamaño de las empresas periodísticas
incide directamente –y, las más de las veces, de un modo restrictivo –en la calidad y alcance del
tratamiento de las informaciones y, por último, que las posibilidades de promoción al interior
del medio, para los periodistas que no poseen cargos directivos, son escasas y esporádicas.
Estas condiciones organizacionales y laborales constituirían el marco de posibilidad de las
rutinas de prensa. Otro estudio realizado por el Instituto de Prensa y Sociedad (IPYS) junto a la
fundación Konrad Adenauer (2005) sobre las condiciones de trabajo comparadas entre distintos
países de América Latina es más explícito en este punto y sostiene que estos factores inciden
directamente en las prácticas periodísticas y, por ende, en la calidad de las noticias y la contri-
bución de los medios de comunicación al fortalecimiento de la democracia. Algunos pasajes
del estudio permiten formarse una imagen interesante de las condiciones concretas del trabajo
periodístico:
Casi la mitad de todos los periodistas dispone de menos de cuatro horas para producir un
artículo o un reportaje de radio o TV. Otro 38 por ciento de los reporteros encuestados tiene
más de cuatro horas a disposición, pero menos de un día laborable. (…) El tiempo que la
mayoría de los periodistas pasa en la redacción de sus respectivos medios no llega sino a la
mitad de la jornada de trabajo (56 por ciento). Gran parte de estas horas está dedicada a re-
dactar o producir los respectivos artículos o reportajes. En cuanto al tiempo invertido en cada
-22- tarea, el segundo lugar lo ocupan las llamadas por teléfono. (2005: 7).
Por lo tanto, si tomamos como base que casi una mitad de los periodistas latinoamericanos
dispone de sólo cuatro horas para presentar un artículo o reportaje ya terminado, y si calcu-
lamos que podría haber pasado una hora en una conferencia de prensa y dedicado alrededor
de una hora más a trayectos y telefonemas, sólo quedan menos de dos horas para producir y
presentar el artículo al jefe de redacción (incluyendo eventuales correcciones). En el caso de
la radio y televisión, los márgenes son aun menores debido a los trabajos de edición y sono-
rización (ibid.: 8).
De acuerdo a los medios disponibles en los lugares de trabajo [en el caso chileno] destaca la
baja penetración de la radio; televisión, salvo contados casos; y radio policial. Prensa especia-
Rutinas Periodísticas
lizada y páginas web tienen una mayor disponibilidad que los anteriores, pero tampoco tan
significativo. Por tanto, sólo la prensa diaria adquiere notoriedad (ibid: 33).
Los datos presentados son elocuentes respecto al carácter recurrente, apremiante y, precisa-
mente, rutinario del trabajo periodístico.
dieu 1991: 92]. Esta interpretación del vínculo entre hombre-sociedad replantea la visión de
la historia y de la acción del hombre (ibid.: 104).
El habitus operaría a la manera de un repertorio de “adjudicaciones” de sentido, tanto en el
nivel de las prácticas cotidianas como en el nivel de los relatos, mitos y discursos explicativos.
De la misma forma, al percibir las prácticas sociales como esquemas de relación –en este caso,
al interior del “campo periodístico” –admite que estas prácticas comporten cierta autonomía y
lógica interna por el hecho de corresponder a la esfera de un campo determinado, a la vez que
comprende que estén determinadas por factores externos debido a su naturaleza relacional. Por
último, supone que estas prácticas manifiestan los criterios y valores a partir de los cuales se ha
constituido el campo en que se inscriben, por lo que, a pesar de su carácter intemporal o recursi-
vo, es posible pesquisar en ellas las huellas del trayecto histórico de su producción.
Esta condición “difusa” del concepto de habitus lo convierte en un término complejo al cual
es difícil asignar categorizaciones analíticas rígidas. Cervantes es enfática en advertir que el ha-
bitus no supone la incorporación conciente y programada de reglas sociales en ciertas prácticas;
al contrario, es espontáneo, pero no por eso carente de una lógica propia que define como la
mantención de “una relación dialéctica entre la interiorización de estructuras y la generación
de la historia” (ibid.: 105). Esta lógica proporciona un “mundo de sentido común” que provee a
los sujetos tanto de ciertos sentidos subjetivos, como de un sentido práctico consensuado sobre
su hacer.
Respecto a la aplicación de la noción de habitus para el estudio de las rutinas de prensa, Cer-
vantes dice:
(…) ¿cómo es que los periodistas aprenden a producir cierto tipo de saber sobre la realidad?
En gran medida, a través de procesos de socialización que tienen lugar tanto al interior de la
empresa como de las instituciones que operan como fuentes. Esto facilita que los periodistas
se apropien de esquemas de disposiciones duraderas -habitus- que les permiten desenvolver-
se de acuerdo con parámetros consensuados, en el ámbito de la generación de noticias (ibid.:
106).
A partir de estas propuestas, Cervantes revisa los aportes del newsmaking –comentando prác-
ticamente la misma literatura aquí tratada –a la luz de la teoría de campos. Así, cuestiones como
la relación periodista-fuente, las tareas de gatekeeper, la cultura organizacional o los mecanismos
de socialización son comprendidos desde la óptica del habitus. Por este medio, Cervantes descri-
be el habitus periodístico a partir de una doble condición objetiva y subjetiva: por un lado, define
las relaciones que el periodista, a través de sus prácticas, establece con los demás componentes
de su campo profesional (incluyendo públicos, avisadores, etc.); por otro lado, describe el peso
que las configuraciones institucionales, históricas y sociales ejercen sobre la naturaleza de esas
mismas relaciones. A partir de esto, el habitus (rutina) periodístico puede concebirse como un
término relacional estructurado a la vez que estructurante, objetivante y objetivo, del proceso de
-24- producción de noticias y del campo profesional mismo (ibid.: 108-117).
Rutinas Periodísticas
-26-
Rutinas Periodísticas
No puede responderse a las preguntas precedentes sin considerar el espacio social en su com-
pletitud, en tanto marco en el cual se desarrolla el campo periodístico y se realizan sus rutinas
profesionales. En cierta forma, podría decirse, a este propósito, que una mediación es el marco
y objeto de las rutinas periodísticas, a la vez que su producto, o que las rutinas son el eje de las
condiciones de producción del proceso de semiosis. En cualquiera de estos casos, se reprodu-
ciría la vieja dicotomía entre práctica y discurso, subordinando en cada caso una a la otra. Más
pertinente parece entender el carácter material y discursivo de la rutina a partir de las relaciones
que, según cada dimensión, establece con otras formas de discurso (es decir, de práctica social),
con lo cual se vuelve necesario situar estas relaciones respecto a los marcos macro-estructurales
en que se inscriben: mercado, Estado, legislación, etc.
Dicho de otro modo: concebida la práctica periodística como una rutina, reconocidas sus di-
mensiones y múltiples aristas, falta aún poner estas complejidades en contexto. Este contexto no
se compone tan sólo de los “factores externos” a los que se aludía más arriba, sino también de
otros campos (académicos, políticos, culturales, etc.) con los que interactúa el campo periodístico
y, sobre todo, de otras lógicas y esquemas de interpretación que tengan incidencia en su juego
de relaciones de fuerza.
Un caso es el de las determinaciones jurídicas sobre el campo de acción de lo público. Sin
necesidad de definir la práctica misma del periodismo, las delimitaciones de lo que cabe enten-
der como “interés público”, las sanciones sobre privacidad e intimidad, la tipificación de usos
“delictivos” del discurso periodístico: todas estas prácticas sociales “jurídicas” tienen influencia,
aun de modo indirecto, en la conformación de las rutinas de prensa. Ambos campos –el jurídico
y el periodístico –establecerían entre sí relaciones, puesto que ambos actúan sobre realidades
sociales similares, y también conflictos, debido a los “destiempos” entre las lógicas de cada cual.
Como ejemplifican Otano y Sunkel (2003):
El cambio de régimen que se produjo a comienzos de los 90 implicó de hecho la deroga-
ción de un conjunto de normas jurídicas que limitaban severamente la libertad de expresión
durante el gobierno militar. Pero no se generó un marco jurídico que garantizara la plena
vigencia de la libertad de expresión, subsistiendo en la actualidad un conjunto de normas
que limitan este derecho más allá de lo razonable en un sistema democrático. Entre estas
podemos mencionar las Leyes de Desacato que son utilizadas cuando se afecta el prestigio de
autoridades e instituciones públicas; el uso y abuso de la prohibición de informar en algunas
investigaciones judiciales; y el delito de injuria y calumnia (2003: 1-2).
Otro caso es el de las relaciones entre campo periodístico y campo publicitario. En ambos es-
quemas de interpretación, el bien simbólico preferente es la información, y en ambos casos ésta -27-
se encuentra encubierta por alguna forma de mitificación: en el caso del primero, las prácticas
ligadas al “bien público”; en el caso del segundo, las prácticas ligadas a la “satisfacción” indi-
vidual. En ambos campos se aprecian lógicas de producción ligadas a la naturaleza económica
de sus actividades, aunque tales lógicas tienden a confrontarse cuando surgen discrepancias
respecto a los modos de representar la realidad. Dicen Otano y Sunkel:
En el ámbito económico destacan las presiones que ejercen dos tipos de agentes: los avisa-
dores y la clase empresarial. La presión económica es más invisible que las que ejercen los
actores políticos. Y desde luego, a corto y largo plazo, mucho más eficaz. Existen diversas
formas de presión. Una primera se hace presente a través de la expectativa implícita de si-
Hans Stange y Claudio Salinas
lencio o de especial cuidado, por parte de los que invierten publicitariamente en los medios.
El poder de presión recae aquí en que un reportaje o una simple nota que incomode a una
empresa que avisa en un medio, puede ser razón suficiente para que sus ejecutivos cancelen
un sustancioso contrato (ibid.: 10).
A un nivel más estructural, el carácter de empresa de la mayoría de los medios de comunica-
ción implica la articulación de criterios, valores y prácticas ligadas a la gestión empresarial de
los medios con los factores ya descritos para la producción de la noticia. Tal articulación no se
expresa solamente, como ya se ha señalado, en la selección de determinadas fuentes o la consi-
deración de rating o niveles de ventas al momento de discriminar la noticiabilidad de las infor-
maciones: se expresa también en los ritmos impuestos a la estructura organizacional, los niveles
de jerarquización y autonomía de los puestos directivos o la percepción de los periodistas sobre
su propio trabajo. Nuevamente, todos estos aspectos incidirán, directa o indirectamente, en el
conjunto de prácticas y relaciones que completan la rutina de prensa, aunque no necesariamente
la transformen en un tipo de práctica distinta. La memoria de título de Alarcón y Bernal (2004),
a pesar de referirse al caso de un medio televisivo y no de prensa, es clara al manifestar cómo se
entremezclan criterios “periodísticos” y “financieros” en la gestión del medio, con el resultado
de modificaciones en la estructura organizacional, la pauta editorial y el tipo de prácticas rutina-
rias de los periodistas. Es notable el modo en que el texto iguala e integra ambos tipos de criterio
en –aparentemente –una sola lógica de producción:
La idea fundamental de Enrique García (nuevo Director Ejecutivo del canal [13] a la salida de
Jordán) y del Consejo Asesor era posicionar un nuevo estilo del canal, más cercano, abierto,
pluralista y que condujera a revertir las cifras en rojo y elevar el rating (2004: 95)
Nicolás Vergara establece que el equipo de editores se dio cuenta que había una nueva gene-
ración de periodistas muy buena, pero que estaba estancada. Por lo que sacaron mucha gente
antigua, haciendo una reingeniería muy grande, ya que además, había grandes iniquidades
de sueldos. Por lo que ordenaron el naipe y organizaron el noticiero con los dos bloques cen-
trales y además, sacaron el bloque deportivo, `ya que no tenía mucho contenido y tampoco
captaba rating`. (…) Empezamos a hacer algo tan sencillo como hacer noticias’ (ibid.: 102-
103)
De la misma forma, pueden describirse los encuentros y desencuentros evidentes en las re-
laciones entre el campo periodístico y otros campos de producción con los que directamente se
vincule (el campo de la enseñanza superior, el campo político, objeto preferente de los estudios
desde la perspectiva del newsmaking, etc.).
No es claro, sin embargo, que puedan comprenderse estas relaciones de la misma forma que
se entienden las relaciones de diversos actores al interior de un mismo campo, debido a que no
necesariamente estas relaciones entre campos se configuran bajo la modalidad del habitus. Por
otro lado, aceptar la incidencia de un nivel inter-campo en la configuración de las rutinas de
-28- prensa implica pensar que éste puede organizarse a partir de un patrón o esquema configurador
similar al habitus, pero distinto, pues lo que ponen en juego aquí las relaciones de fuerza no son
las prácticas cotidianas de producción de sentido sino las lógicas a partir de las cuales se traman
estas prácticas.
Otro concepto, entonces, puede ser de utilidad para entender esta articulación: la noción de
“racionalidad”, la cual podría entenderse como un meta-relato en acción. A diferencia de nocio-
nes como las de “concepción de mundo”, “paradigma” o ciertas versiones del término “ideolo-
gía”, la racionalidad supone que determinada interpretación de la realidad se produce en la arti-
culación de prácticas concretas que manifiestan su sentido, su tiempo y su modo. La racionalidad
es ideología puesta en acto, un ethos que dota, en un momento histórico determinado, de énfasis e
imágenes significativas al proceso de construcción de la realidad social. Las racionalidades supo-
Rutinas Periodísticas
nen definiciones sobre el modo en que estamos en el mundo y la manera en que significamos este
estar y nos relacionamos unos con otros. Por ello, ante todo establece una política de vida, social
e individual, que ofrece un marco al conjunto de nuestras prácticas y al conjunto de relaciones
entre ellas y entre los campos en que se inscriben. Es la racionalidad la que rige las relaciones de
fuerza entre mercado y Estado –aunque no defina por sí misma a ninguno de estos campos –o la
que determina los cruces o distancias entre juicios económicos y morales. Del mismo modo, es
la racionalidad la que dota de lógica y sentido las relaciones que el campo periodístico establece
con el mercado, el Estado, la ley y otras instituciones que son en sí mismas campos –estrategias
–de localización del sentido de lo real. Por lo tanto, preguntarse por la racionalidad que anima en
las rutinas de prensa sería, necesariamente, interrogarse por el lugar ético y político de la rutina,
que es finalmente el locus que la dotaría de sentido.
-29-
Rutinas de producción de informaciones de prensa en Chile 1975-2005
signe. Tal concepción de la prensa define siempre su rol en relación al contexto sociopolítico,
en particular respecto a su papel en la formación de ciudadanos informados de las democra-
cias liberales. En estos contextos, el periodismo define su función de acuerdo a la realización
de ciertos derechos y libertades civiles (la libertad de expresión, de reunión, de libre empresa;
el derecho a la información, etc.), de las cuales el propio periodismo se vuelve a la vez conse-
cuencia y garantía (2008: s. l.).
Es claro, entonces, que la ineludible cuestión ética asociada a las prácticas periodísticas debe
ser pensada desde una perspectiva distinta al de su adscripción a un modelo ético-normativo,
aunque preservando el carácter político de esta interrogación. El investigador Mauro Wolf seña-
la que
fuentes, periodistas y público coexisten en un sistema que se parece más a tirar de la cuerda
que a un organismo funcional interrelacionado. El ‘tirar de la cuerda’ se resuelve siempre
con la fuerza: y las noticias son, entre otras cosas, el ejercicio del poder sobre la interpretación de la
realidad (1987: 255).
En un ejercicio como éste, es más relevante saber cuál es la forma predominante de produc-
ción de noticias en los diarios, los criterios, la toma de decisiones y las pautas con las que se
construye el discurso que el modelo ético ideal que debiera regirlo. La eticidad del periodismo
está en su práctica misma y en la naturaleza política de ésta. Agregan Lagos et al.:
Las rutinas periodísticas, de alguna manera, le devuelven a su producción la racionalidad de
su creación. Por el contrario, todo aquello que el mito calla queda en transparente evidencia.
A través de la observación de la presencia/ausencia de tal o cual conjunto de prácticas es posi-
ble interpelar al mito y, lo que es más importante, interpelar al periodismo sobre la operatoria
que utiliza para definir los hechos (ibid.: s. l.).
La eticidad de la rutina no consiste en su sometimiento a un imperativo moral sino en su
carácter político: en tanto práctica discursiva, es un “hacer” que se constituye en “interpre-
tación”. Una práctica de disputa por el sentido. Es regular, pero no fija; organizadora, pero
no exenta de conflicto; hegemónica y relativamente autónoma, pero no auto-determinada ni
indeterminada.
Aproximaciones metodológicas
prensa, códigos de ética, manuales de estilo y otros textos que, desde posiciones mo-
délicas, proveen igualmente de cierta concepción de la práctica periodística.
5. Considerando, también, la rutina como una práctica determinada por factores so-
ciales, políticos, económicos y culturales que conforman también el campo periodís-
tico, no debe olvidarse el hecho de que el discurso periodístico no es autónomo –no
constituye un texto cerrado –sino que comporta en sí las marcas de las condiciones
sociales en las que fue producido. Estas condiciones lo son también de la rutina, por
lo que en las huellas de ésta en el discurso han de atisbarse también aquellas marcas.
Analíticamente, esto implicaría entrecruzar y correlacionar las características de las
operaciones inscritas en el discurso con los factores materiales que participan en el
proceso de producción, entre los cuales se incluye desde la innovación tecnológica
hasta las condiciones laborales.
6. Considerando la rutina como una práctica social, debe atenderse a que en ella se ma-
nifiestan también las relaciones y tensiones que el campo periodístico sostiene con
otros campos como el político, el económico, el Estado, el mundo privado, etc. En
este sentido, debe evitarse el asumir criterios deterministas para su estudio, como
el de percibirla condicionada de manera directa y unívoca a la realidad del mercado
de medios, a marcos éticos o jurídicos, a juicios sobre el “deber ser” o a lineamientos
ideológicos. Siendo la rutina afecta a todas estas determinantes, el hecho de articu-
larse en torno a lógicas de producción con relativa autonomía y estabilidad a lo largo
del tiempo puede producir, en efecto, que algunos elementos del proceso de produc-
ción de noticias esté en contradicción con estas otras determinaciones. Desde el punto
de vista del análisis, la presencia de estas contradicciones implicaría un esfuerzo por
comprender de manera compleja las relaciones y articulaciones entre las rutinas y las
demás prácticas sociales más allá de interpretaciones mecanicistas, lineales o causales
de los procesos sociales. Es decir, se exige al estudio de las rutinas el intento por dar
cuenta del lugar social que éstas ocupan en el conjunto de las prácticas a partir de las
cuales se produce realidad.
7. Considerando la rutina como expresión de relaciones sociales, debe atenderse a que
ésta comporta un doble carácter respecto a la producción de realidad y la articulación
de vida social: es al mismo tiempo constituida y constituyente del proceso de pro-
ducción de noticias; y opera, a la vez, en niveles distintos en los que es posible per-
cibirla como mera operación, como eje de una cultura profesional, como una forma
de sentido común, como un esquema de prácticas sociales estratégicas, como objeto
de discurso, mito o modelo. Cada uno de estos niveles son complementarios y se
comprenden sólo en su interrelación. De esta forma, se exige al analista una actitud
comprensiva y flexible de frente al estudio, cuyo propósito, dadas las condiciones -37-
expuestas, debe apuntar a comprender la situación de la rutina en relación a otras
expresiones de la racionalidad operante y, en particular, a advertir los componentes y
potenciales políticos de su realización.
Estas consideraciones implican la imposibilidad de un trabajo sincrónico y/o cuantitativo me-
ramente, a riesgo de perder alguna de las perspectivas complejas involucradas en su proceso.
Por ello, parece recomendable un estudio de múltiples entradas al problema, acotadas cada una
pero comprensivas en su conjunto, en cuyo diálogo se produzca una imagen apropiada de las
características e implicancias del proceso rutinario de producción de informaciones. Estas en-
Hans Stange y Claudio Salinas
-38-
Rutinas Periodísticas
Referencias bibliográficas
Libros
• Adorno, Th. y Horkheimer, M. (1970). Dialéctica del Iluminismo. Buenos Aires: Sur.
• Alsina, R. (1989). La construcción de la noticia. Barcelona: Paidós.
• Arancibia, J. P. (2006). Comunicación política. Fragmentos para una genealogía de la mediatización
en Chile. Santiago de Chile: Arcis.
• Bettetini, G. y Fumagalli, A. (2001). Lo que queda de los medios. Navarra: EUNSA.
• Bezunartea, O.; Coca, C. y Diezhandino, M. P. (1994). La elite de los periodistas: cómo son, qué
pien san, de qué forma entienden la profesión, quién les presiona y cuáles son las aficiones de los perio-
distas más importantes de España. Bilbao: Universidad del País Vasco-Universidad Andrés
Bello.
• Bohjere, G. (1985). Profesión: periodista. Un estudio de los periodistas como trabajadores. Ginebra:
OIT.
• Bourdieu, P. (2002). Campo de poder, campo intelectual. Itinerario de un concepto. Lugar: Montres-
sor.
• Bustamante, E.; Prado, E. y Villafañe, J. (1987). Fabricar noticias. Las rutinas productivas en radio
y televisión. Barcelona: Mitre.
• Cómo trabajan los periodistas latinoamericanos. (2005). Programa sobre Medios de Comunica-
ción y Democracia en America Latina. Fundación Konrad Adenauer e Instituto Prensa y So-
ciedad.
• Fishman, M. (1983). La fábrica de las noticias. Buenos Aires: Tres Tigres.
• Gomis, L. (1991). Teoría del periodismo. Cómo se forma el presente. Barcelona: Paidós.
• Habermas, J. (1981). Teoría y crítica de la opinión pública. Barcelona: Siglo XXI.
• Hohenberg, J. (1962). El periodista profesional. Ciudad de México: Ed. Letras.
• Lippmann, W. (1965). Public Opinnion. New York: McMillan.
• López, M. (1995). Cómo se trabajan las noticias. Barcelona: Paidós.
• Majul, L. (1999). Periodistas. Qué piensan y qué hacen los que deciden en los medios. Buenos Aires:
Sudamericana.
• Martín-Barbero, J. (1991). De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía.
Ciudad de México: Gustavo Gili.
• Martini, S. (2000). Periodismo, noticia y noticiabilidad. Buenos Aires: Norma.
• McQuail, D. (1998). La acción de los medios. Los medios de comunicación y el interés público. Bue-
nos Aires: Amorrurtu.
• Mencher, M. (1993). Basic media writing. Wisconsin: WCB Brown.
• Peterson, T.; Schramm, W. y Siebert, F. S. (1956). Four theories of the press. Chicago: Illinois -39-
University Press.
• Reyes Matta, F., comp. (1986). Crítica y autocrítica en el periodismo joven. Santiago de Chile:
ILET.
• Soria, C. (1989). La crisis de identidad del periodista. Barcelona: Mitre.
• Strentz, H. (1983). Periodistas y fuentes informativas. Buenos Aires: Marymar.
• Sunkel, G. (2006). Narrativas periodísticas y escándalos políticos. Santiago de Chile: ICEI.
• Taylor, R. y Teel, L. (1985). Sala de redacción. Una introducción al periodismo. Ciudad de México:
Gernika.
• Tuchman, G. (1983). La producción de la noticia. Estudio sobre la construcción social de la realidad.
Ciudad de México: Gustavo Gili.
Hans Stange y Claudio Salinas
• Arroyave, J. y Blanco, I. (2005). “Cómo perciben los periodistas su profesión: entre el agota-
miento y la fascinación”. Revista Investigación y Desarrollo Vol. 13 Nº 2. Universidad de Mia-
mi.
• Breed, W. (1972). “Social control in the newsroom”. Schramm, W. (ed.). Mass communications:
a book of readings. Lugar: University of Illinois Press.
• Cervantes, C. (1995). “¿De qué se constituye el habitus en la práctica periodística?”. Revista
Comunicación y Sociedad Nº 24. Universidad de Guadalajara.
• __________ (2001). “La sociología de las noticias y el enfoque Agenda-setting”. Revista Con-
vergencia Nº 24. Editor.
• Hernández, M. E. (1997). “La sociología de la producción de noticias. Hacia un nuevo campo
de investigación en México”. Revista Comunicación y Sociedad Nº 30. Universidad de Guada-
lajara.
• Lagos, C.; Salinas, C. y Stange, H. (2008). “El diario de Agustín. El involucramiento de El
Mercurio durante la dictadura militar chilena (1973-1990): un estudio de casos”. Cañizales,
A. (comp.). Transformaciones sociopolíticas de América Latina. Una mirada desde la comunicación
política. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello-ALAIC.
• Lester, M. y Molotch, H. (1974). “Las noticias como conducta intencionada: sobre el uso es-
tratégico de los acontecimientos rutinarios, los accidentes y los escándalos”. American Socio-
logical Review Vol. 39 Nº X. University of California.
• Otano, R. y Sunkel, G. (2003). “Libertad de los periodistas en los medios”. Revista Comunica-
ción y Medios Nº 14. Universidad de Chile.
• Ramírez, P. (1995). “Rutinas periodísticas en los medios chilenos: una transición incompleta”.
Cuadernos de Información Nº 10. Pontificia Universidad Católica de Chile.
• Salinas, C. (2008). “El Plan Z: el periodismo no ha tenido lugar”. Lagos, C. (comp.). El
diario de Agustín. Santiago de Chile: LOM.
• Schlesinger, Ph. (1992). “Repensando la sociología del periodismo: estrategias de las fuentes
y límites del centralismo en los medios”. Estudios sobre las Culturas Contemporáneas Vol. 4 Nº
14. Universidad de Colima.
• Stange, H. (2008). “El silencio es la pauta”. Lagos, C. (comp.). El diario de Agustín. San-
-40- tiago de Chile: LOM.
• Tuchman, G. (1999). “La objetividad como ritual estratégico: un análisis de las nociones de
objetividad de los periodistas”. Cuadernos de Información y Comunicación Nº 4. Universidad
Complutense de Madrid.
• Wolf, M. (1997). “Los emisores de noticias en la investigación sobre comunicación”. Revista
Zer Nº 3. Universidad de Navarra.
Rutinas Periodísticas
Tesis universitarias
• Aguilar, G. et al. (1997). Mecanismos de censura: investigación sobre los tipos de restricciones a la
libertad de expresión y de los sistemas utilizados por los periodistas para evadirlas. Memoria de título
de periodista. Dir.: E. Román. Universidad ARCIS.
• Alarcón, A. y Bernal, S. (2004). Adecuación en la línea editorial de Canal 13. Memoria de título de
periodista. Dir.: A. Cuadra. Universidad ARCIS.
• Ananía, F., et al. (2003). Rescatando al reportero. Memoria de título de periodista. Universidad
Diego Portales.
• Gronemeyer, M. E. (2002). Chilean journalists. Autonomy and independence blocked by conformism
and insecurity. Tesis doctoral de programa. Dir.: Ph. Meyer. University of North Carolina at
Chapel Hill.
• Jarroud, M. (2002). La fábrica santiaguina de noticias. Relaciones intrincadas de poder. Tesis de
título de periodista. Universidad ARCIS.
• Rojas, K.; Rojas, P. y Soto, P. (2002). Reportaje en profundidad en torno a los criterios, mecanismos
y estilos de trabajo que regulan la línea editorial de TVN. Tesis de título de periodista. Dir.: K.
Bohmer. Universidad ARCIS.
• Salazar, M. J.; Salinas, X. y Valdés, X. (1998). Los nuevos oficios del periodista: en el umbral del
tercer milenio. Memoria de título de periodista. Universidad Andrés Bello.
• Velasco, A. (1994). La ética de cada día. Criterios éticos en la resolución de la pauta diaria de El Mer-
curio y de Canal 13. Memoria de título de periodista. Universidad Diego Portales.
-41-