Este documento analiza la cobertura periodística del caso de María Soledad Morales, una joven que fue violada y asesinada en Catamarca, Argentina en 1990. Inicialmente, la prensa trató el caso como un hecho aislado y culpabilizó a la víctima y a la juventud en general por su estilo de vida. Sin embargo, los rumores apuntaban a personas poderosas vinculadas al gobierno local. Esto desató una movilización popular que cuestionó el poder del gobierno y reveló problemas sistémicos como el
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Este documento analiza la cobertura periodística del caso de María Soledad Morales, una joven que fue violada y asesinada en Catamarca, Argentina en 1990. Inicialmente, la prensa trató el caso como un hecho aislado y culpabilizó a la víctima y a la juventud en general por su estilo de vida. Sin embargo, los rumores apuntaban a personas poderosas vinculadas al gobierno local. Esto desató una movilización popular que cuestionó el poder del gobierno y reveló problemas sistémicos como el
Este documento analiza la cobertura periodística del caso de María Soledad Morales, una joven que fue violada y asesinada en Catamarca, Argentina en 1990. Inicialmente, la prensa trató el caso como un hecho aislado y culpabilizó a la víctima y a la juventud en general por su estilo de vida. Sin embargo, los rumores apuntaban a personas poderosas vinculadas al gobierno local. Esto desató una movilización popular que cuestionó el poder del gobierno y reveló problemas sistémicos como el
Este documento analiza la cobertura periodística del caso de María Soledad Morales, una joven que fue violada y asesinada en Catamarca, Argentina en 1990. Inicialmente, la prensa trató el caso como un hecho aislado y culpabilizó a la víctima y a la juventud en general por su estilo de vida. Sin embargo, los rumores apuntaban a personas poderosas vinculadas al gobierno local. Esto desató una movilización popular que cuestionó el poder del gobierno y reveló problemas sistémicos como el
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Mara Soledad Morales - 1990 - Catamarca - Violacin y Prensa Escrita
por Silvia Chejter
INFORME 3 Ediciones del Centro de Encuentros Cultura y Mujer - CECYM
La violacin de mujeres suele ser considerada por la sociedad como un hecho policial aislado, y la respuesta al problema suele encomendarse y delegarse a las instituciones de represin y justicia. La prensa se hace eco rutinaria y permanentemente de algunas violaciones cuando estn acompaadas de otros hechos delictivos. Las violaciones ms noticiables son las que estn asociadas a un homicidio en general el de la vctima violada--, o cuando estn acompaadas de robos, son obra de patotas o interviene alguna otra circunstancia llamativa: notoriedad del agresor, o de la vctima, reiteracin de un modus operando los stiros--, etc. La mayora de estas noticias son de duracin muy restringida: una o dos ediciones. Sin embargo, peridicamente algunos casos trascienden este marco restringido y desencadenan movilizaciones y acciones colectiva, conflictos judiciales o polticos, que los convierten en acontecimientos noticiosos perdurables y con mayor trascendencia. El homicidio de Mara Soledad Morales fue uno de ellos, dando lugar a una cobertura periodstica que an pasados casi 5 aos todava persiste. Al igual que en otros casos de violacin la retrica del discurso periodstico despliega el imaginario social de la violencia, de la sexualidad, y del poder que es la matriz social que no slo hace posible la prctica de la violacin sino tambin la justifica y legitima.
INTRODUCCION
En la maana del lunes 10 de septiembre de 1990 fue encontrado cerca de la ciudad de Catamarca, en las cercanas de una ruta principal de acceso a la ciudad, el cadver semi- desnudo y desfigurado de Mara Soledad Morales de 17 aos, alumna de un tradicional y prestigioso colegio privado religioso de esa ciudad. Su desaparicin haba sido denunciada pocas horas antes. La noticia se difundi como reguero de plvora en una sociedad provinciana donde todos se conocen y provoc de inmediato toda clase de conjeturas y comentarios en los medios locales radiales y televisivos, retomados en la calle, los bares y las confiteras cntricas donde diariamente se renen gran nmero de catamarqueos. La primer noticia periodstica que se public recin el martes 11 de septiembre, a la maana en el matutino La Unin (1) - combina la informacin de hechos, con una incitacin a la reflexin, destinada a atenuar la palpable indignacin popular, con un llamado a la moderacin, a no prejuzgar sobre la base de los rumores que circulan desaprensivamente, y a confiar serenamente en la eficacia de las autoridades y de la justicia.
En la prensa nacional, el Caso Mara Soledad Morales es el acontecimiento noticioso relacionado con una violacin- ms extendido en el tiempo. Pero qu es verdaderamente noticioso en este Caso? La violacin es ms un teln de fondo que noticia en s misma. Aunque el acontecimiento noticioso se centra en las alternativas judiciales y la investigacin en bsqueda de la verdad y en el reclamo popular de que se haga justicia, el eje sobre el que se articula se ha desplazado en torno a la pugna entre el pueblo decepcionado y las autoridades. Como en Fuenteovejuna de Lope de Vega, el suceso inicial si bien est vinculado a la violacin, el relato tanto en uno como en otro, el de Lope de Vega y el de la prensa- es el relato de otro drama_ el que enfrenta al pueblo con un poder desptico. Sin embargo, en Catamarca como en Fuenteovejuna y a diferencia de muchos otros relatos sobre sucesos de violacin, el imaginario de la violacin es el que impregna el drama y no es casual que en ambos relatos las mujeres sean promotoras de la resistencia popular.
LA VIOLACION
La noticia del hallazgo de un cadver de mujer con las ropas desgarradas, desnuda o semi desnudo, en un lugar descampado, llevaba inevitablemente a la presuncin de violacin, an antes de que las pericias pudieran establecerla cientficamente (2). De hecho en el caso de Mara Soledad, aunque posteriormente la vinculacin no fue probada concluyentemente de acuerdo a los parmetros legales, el imaginario de la violacin sobrevivi fortalecido por la presuncin de que Mara Soledad Morales haba sido raptada con engaos y drogada, dato este ltimo que slo una tercera autopsia pudo confirmar bastante tiempo despus. El relato periodstico que se prolongara durante semanas y meses en el principal diario de Catamarca, el ya mencionado La Unin, se inicia al da siguiente pues, y muy inslitamente con este ttulo inesperado para una primera noticia de homicidio:2LA PERDIDA DE UNA MENOR Y UN HECHO PARA REFLEXIONAR. Esta noticia es ms destacada que la informacin misma de lo sucedido, que aparece como un comentario que acompaa a las fotos de la joven y del lugar en que se la hall y que dice: Fue violada y muerta sin miramientos y sin poder apelar defensa alguna. En efecto aqu si pero ya en un segundo plano- el peridico se hace eco y se solidariza con la reaccin generalizada de la poblacin.
La reflexin a la que el diario convoca, puede ejemplificarse en este prrafo: Ms all de este alevoso crimen lo ms importante a tener en cuenta en esta ocasin es una serie de valores que deben realizarse en pro de la recuperacin de una juventud muy nuestra y que est atravesando por una crisis muy particular. La Unin, 11-9-1990
En consonancia el ministro del gobierno provincial insta a cuidar de nuestra sociedad Debemos hacer todo lo posible para estar ms cerca de los chicos y para tener un alerta permanente contra las conductas nada inocentes que quieren imponer a nuestra juventud sectores interesados. La Unin, 11-9-1990
Es clara la intencin en estos textos de atribuir a los propios jvenes y a sus padres, conductas nada inocentes, por lo tanto culpables. A los primeros por ceder a influencias modernas disolutas y disolventes, inspiradas de las grandes urbes, amplificadas por la televisin y otros medios. A los segundo por desentenderse de vigilarlos y encarrilarlos convenientemente, no asumiendo plenamente de este modo, responsabilidades y prerrogativas patriarcales, que el Estado y la Iglesia les habran confiado desde siempre.
Se puede apreciar una reaccin que ya es tpica ante la violacin. La de preguntarse qu habr hecho la vctima para ser violada y atribuirle a ella la mayor responsabilidad. Se habr expuesto en demasa, habr provocado al victimario?, qu haca fuera de casa a esas horas y en un lugar tan poco conveniente para una joven seria y virtuosa? Bebi? Consumi droga?, etc. etc.
Slo que en este caso la culpa no ser atribuida a la vctima como persona, sino en su condicin de integrante de un colectivo ms amplio, el de los jvenes estudiantes. Se cuestiona pues a la sociedad toda, y a las dos generaciones supuestamente enfrentadas. La de los jvenes, dbiles e influenciables y la de sus padres permisivos en exceso. Como en tiempos de los militares, se culpabiliza a los padres por ignorar en qu andan sus hijos, y a los hijos por ser presa fcil de ideologas importadas.
Esta colectivizacin del problema y de las culpas por parte del poder instituido y la Iglesia viene a responder, consciente e inconscientemente, a la reaccin popular generalizada que ha sido percibida en la sociedad catamarquea. La movilizacin que se produce espontneamente va a demostrar que la poblacin no est dispuesta a aceptar la violacin de esta joven como un suceso aislado, atribuible a un forastero o un inadaptado ocasional, a un violador serial y patolgico o a un marginal dentro de la propia sociedad catamarquea, ni est dispuesta a conformarse con una atribucin generalizada de las culpas que diluya a las de los verdaderos violadores y asesinos.
Los rumores que circulan en la ciudad apuntan a personas concretas, se dan nombres y apellidos, algunos de ellos vinculados a altos funcionarios del gobierno local, gobierno que ha sido consagrado en elecciones libres pese a sus antecedentes autoritarios y sus prcticas feudales. Se trata de una democracia en la cual se acepta como mal menor el nepotismo y la coaccin, en la medida en que se supone que un cierto orden social parece poder ser garantizado por un clan poderoso y con buenos contactos a nivel nacional. Un orden que a partir del crimen de Mara Soledad ya no podr ser sustentado.
En un libro sobre este suceso se dice: la Catamarca en que fue asesinada Mara Soledad se caracterizaba por ser una sociedad donde el rumor se identificaba con la verdad. Donde la amenaza era una metodologa poltica. Donde el empleo pblico era una forma de dominacin impuesta por el gobierno. Donde el poder poltico haca gala del ms crudo nepotismo. Donde los hombres de ese poder tomaban decisiones en un prostbulo. Donde se cultivaban campos de marihuana No llores por mi Catamarca de Alejandra Rey y Luis Pazos, p.13.
Curiosamente las propias afirmaciones de estos periodistas no sobrepasan la categora de rumor. Identificadas tambin con la verdad, aparentemente indiscutible, pero imposible de probar, ya que de lo contrario habran tenido implacable derivacin en procesos legales en el fuero judicial, con la sancin consiguiente.
Ac tambin, en otro nivel, social y poltico, hay rplica de situaciones que ocurren cuando se leen los expedientes judiciales sobre violacin. A menudo, ni quienes leen esos expedientes, ni quienes intervienen en las distintas instancias del proceso legal, ni quienes intervienen en las distintas instancias del proceso legal, ni los propios funcionarios judiciales, tienen dudas sobre lo verdaderamente ocurrido (3), slo que en la instancia legal, a diferencia de lo que ocurre en la calle, ni el rumor ni la presuncin pueden ser identificados con la verdad. La verdad no es slo el resultado incierto de una confrontacin de muchas versiones contrapuestas con igual fuerza, sino tambin el resultado de voluntades y de mitos que persisten en disfrazarla y no permiten que afloren a la luz ciertas evidencias.
La confusin es grande. Son numerosas las versiones A las que el manejo serio de la informacin no puede dar crdito, se trata pues de acceder a noticias del orden oficial. La Unin, 14-9-1990
El problema para la credibilidad de La Unin, es que ya nadie confa en estas ltimas.
LAS MARCHAS DEL SILENCIO
Desde un primer momento la poblacin catamarquea sospecha, sin pruebas concretas, que no existe verdadera voluntad de esclarecer el crimen de Mara soledad Morales. La reaccin de las autoridades al desviar la atencin del hecho mismo, mediante sermones morales a la poblacin enfocados sobre las culpas de jvenes y padres, sobre las culpas de quienes han sido afectados y vejados, termina por definir la situacin, al acrecentar la desconfianza y fomentar la ya creciente protesta popular.
Cuatro das despus del 11 de septiembre, 2000 jvenes estudiantes y sus padres, respaldados por autoridades de colegios, marchan por primera vez en total silencio exigiendo mediante pancartas una nica respuesta: Justicia. Justicia que implica esclarecimiento del crimen y consecuentemente punto final al supuesto encubrimiento de los sectores poderosos y encumbrados de la sociedad catamarquea. Justicia que se sospecha no ser fcil de obtener.
No es casual que las prcticas de resistencia que la comunidad catamarquea pone en accin, se asemejen a las de otros colectivos de resistencia, como las marchas semanales de las Madres de Plaza de Mayo, que tambin denuncian la impunidad de asesinos y violadores, y la falta de respuesta a demandas de justicia por parte de las autoridades designadas para impartirlas.
La trama de complicidad percibida por la sociedad en los organismos, de gobierno, polica, justicia, con funcionarios elegidos a dedo, en mrito a su lealtad, obsecuencia y lazos de parentesco, se vuelve en contra de quienes la implementaron tan cuidadosamente. Uno a uno sern recusados todos los funcionarios encargados de la investigacin y por primera vez el fracaso de la represin, se vuelve en contra de los propios funcionarios. Si la intencin fue enmaraar la madeja para que la verdad fuera imposible de descubrir, el propio gobierno catamarqueo qued preso en la trama que l mismo urdi, no se sabe si voluntariamente o por rutina.
-Por qu ocurri esto? Se sugiere:
Porque estaban dadas las condiciones sociales y polticas para que Catamarca cambiara. El crimen a pesar de que haca 23 aos que no se registraba un hecho de semejantes caractersticas fue apenas el detonante No llores por mi Catamarca, op.cit. p.13.
Permtasenos discrepar. En primer lugar no es Catamarca la nica provincia argentina con un gobierno nepotista y de similares caractersticas feudales en la que ocurren abusos de poder vejatorios y luego tampoco creemos que el crimen y violacin de Mara Soledad Morales fue un simple detonante que pudo ser reemplazado por cualquier otro. La ndole del crimen y la jerarqua del, o de los supuestos ofensores, no son datos despreciables.
LA VIOLACIN COMO NOTICIA
Las violaciones no son noticias en si mismas que puedan eternizarse en la atencin como tales. En primer lugar es necesario que otro delito las acompae para que los medios se ocupen de ella. Homicidio, como en el caso de Mara Soledad: abuso de poder de un personaje encumbrado o famoso; la actuacin de patota o banda; la constancia de robo o de lesiones graves; la presencia de un violador serial los llamados stiros- ; etc., dan lugar a la noticia. Las reacciones sociales colectivas son raras y un caso en que esta se reitera es la reaccin de indignacin con movilizaciones de protesta cuando el abuso es a menores de corta edad. En esos casos, particularmente cuando el nio desaparece o aparece muerto y/o violado, la indignacin popular de los vecinos se manifiesta en acciones de bsqueda del menor y pedidos de castigo a los culpables ante las autoridades. Estos movimientos sociales son habitualmente recogidos en los medios grficos y en los televisivos (4).
En lagunas circunstancias esta situacin se da tambin cuando los vecinos comprueban una situacin de incesto abusivo. Se dan generalmente en zonas suburbanas, en barrios modestos y en villas de emergencia, nunca en las zonas urbanas de gran densidad de poblacin, donde las relaciones entre vecinos son ms distantes y tienen mayor privacidad, de modo que los problemas no se comparten en la misma medida que en las pequeas ciudades y barrios, donde todos se conocen y cooperan entre s.
MOVILIZACIN Y CAUSAS
Una de las caractersticas de los ltimos tiempos, es la fragmentacin de los movimientos sociales, los cuales se concentran y crecen en torno a problemas y demandas puntuales. Es poco probable que sean las condiciones polticas y sociales de Catamarca solamente las que originaron la intensidad del conflicto social. Es ms probable que esas condiciones en cambio fuera decisivas para impedir el arbitrio de una resolucin concertada del conflicto. Ms all de que hubiera voluntad o no de encontrar a los culpables, la sociedad catamarquea incluida aquella comprometida con el poder. Descrea de la posibilidad de que esa voluntad pudiera existir y las autoridades nada hicieron para revertir esa incredulidad.
Por cierto que la presuncin de que quienes son responsables de administrar justicia no cumple su cometido o ms an, obstaculizan ese objetivo, puede dar lugar a movimientos sociales de agitacin y protesta. En casos de violacin est el antecedente de Adriana Montoya (5) que muere luego de un intento de violacin en Capital Federal, y frente a la cual los grupos feministas, ante la conviccin de que la justicia no era imparcial, -y protega al responsable directo o indirecto de su muerte- realizaron manifestaciones callejeras y denuncias en diferentes foros y lugares de la ciudad y se constituyeron en Tribunal de violencia.
Generalmente en casos de violacin la confrontacin se produce en los medios a travs de los abogados de las partes, familiares, a quienes se entrevistan, y se hace posteriormente un seguimiento de los pasos procesales que pueden durar meses y aos hasta que el ltimo juez interviniente dicta sentencia definitiva. A travs del tiempo en que el proceso judicial transcurre, la atencin va diluyndose y tambin la indignacin popular, y se termina acatando el fallo judicial, cualquiera fuete este, como lo que define terminantemente la verdad y la confrontacin de las partes. Dado que en una democracia todos deben confiar en la justicia y aceptar lo que determine, sentencia final equivale a la ltima palabra.
En la mayora de estos casos la noticia la constituye el seguimiento del proceso legal y sus alternativas. Tambin ocurri estos en Catamarca, pero el centro de atencin periodstica no estuvo all sino en la confrontacin entre la sociedad catamarquea y las autoridades provinciales. El proceso judicial se convirti en uno de los campos de batalla entre esos dos oponentes, paralelo al que se desplegaba en los medios de comunicacin, un campo trabado por las continuar impugnaciones a magistrados, que determinaban sus sucesivas renuncias o destituciones.
EL ROL DE LAS MUJERES
Dos mil jvenes concurrieron a la primera marcha y ya entonces se destacaron compaeras de Mara Soledad, particularmente una de ellas, que termin liderando al grupo estudiantil. Y fue notable la intervencin desde el principio de la Hermana Pelloni, la directora del colegio donde cursaba la joven asesinada, con gran predicamento en los medios, quien rechaz enfticamente todo intento de sembrar dudas sobre la conducta de Mara Soledad, intento que se propona desviar las culpas y la atencin puesta en la identificacin de los culpables en perjuicio de la joven.
Aceptamos tu partida pero nos cuesta entender la forma que lo hiciste. Por eso Soledad tu colegio te pide que desde hoy te conviertas en el ngel tutelar de la juventud catamarquea. Que tu partida sean los anteojos para ver los lmites de la educacin en la libertad. Que ser padre y madres es amar con lmites. Expresiones de la Hermana Pelloni, segn La Unin 12-9-1990
La ambigedad consiste en que no dice si se refiere a los padres de los jvenes victimarios o de las vctimas (cuando dice que hay que amar con lmites).
Progresivamente fueron sumndose a las marchas la propia Hermana Pelloni, la madre de Mara Soledad, la abogada de la familia de la joven asesinada, y semana a semana gran parte de la poblacin, a punto tal que hubo marchas de ms de 25.000 personas en una ciudad de slo 80.000 habitantes y en una provincia de 200.000 habitantes.
Es importantsimo destacar el rol protagnico de estas mujeres en una sociedad donde se les acuerda lugares muy acotados, y estn particularmente ausentes en los mbitos pblicos (a excepcin de algunas mujeres pertenecientes al clan familiar gobernante).
Cada paso e Mara, cada hecho requiere su respuesta Mara no vive tranquila pero vive con paz Mara nuestra madre es la mujer fuerte, valerosa, que vive intensamente porque confa, no teme, no se doblega, no se derrota Mara es maestra de fortaleza, nos ensea a asumir los problemas. Declaraciones de la Hermana Pelloni, en La Unin, 28, 9 de 1990.
Esta caracterizacin muestra una imagen diferente a la de Mara puro sufrimiento.
Las mujeres pues, ocuparon el lugar de vanguardia en las movilizaciones y fueron voceras privilegiadas de las demandas de justicia y gestoras de la resistencia a transar tanto con los gobernantes, como con intermediario preocupados por el vaco de poder generado por la obstinacin de estas mujeres.
Es aqu donde situamos el aspecto crucial del antagonismo catamarqueo, resuelto finalmente en contra del clan dominante que ser desplazado por el Gobierno Central una vez agotada todas las alternativas para sostenerlo.
Julio Mera Figueroa, ministro del interior de la Nacin, lleg a decir: Las marchas del silencio son comparables con la rebelin carapintada, adems esa monja (por Martha Pelloni) no est en sus cabales Adems el presidente Menem apoy al gobernador Saudi y critic las marchas y su metodologa. Citado por Alejandra Rey y Luis Pazos en No llores por mi Catamarca, op.cit. pp.166 y 1969.
Son las mujeres las que lideran la rebelin e incitan a los hombres a seguirlas. Exhiben su intransigencia obstinada, y, como corresponde tratndose de mujeres, son sospechosas de desatino, de desmesura, de histricas, de lunticas, de locas, de subversivas. La Hermana Pelloni ser reconvenida varias veces por las autoridades religiosas que perciben que su accin inhibe y obstaculiza la tradicional capacidad de la Iglesia de mediar y encontrar una salida institucional honorable.
De todos modos con su decisin de ponerse al frente de las marchas para exigir justicia la monja haba transgredido el comportamiento habitual que tienen los directores de los colegios religiosos. En lugar de ocultar el problema para evitar que el escndalo rozara a la institucin, ella sali a la calle, encabez la protesta pacfica, abri las puertas del Colegio, convencida de que una escuela catlica deba participar de los problemas de la comunidad. Ella deca no se puede preparar a los alumnos para la vida sin estar abiertos a la vida e insertos en los problemas de la sociedad (citando a la hermana Pelloni), Norma Morandini en op.cit. p.89.
EL IMAGINARIO DE LA VIOLACIN Y DE LA CORRUPCIN
El imaginario de la violacin es decisivo para motorizar la resistencia y la movilizacin del pueblo entero. Las caractersticas de Catamarca refuerzan ese imaginario.
El crimen de Mara Soledad condensa como pocos la situacin de las mujeres en las provincias. Doblemente disponibles, por pobres y aldeanas, las chinitas (en el lenguaje peyorativo de las damas patricias), asustadas o deslumbradas antes los nios ricos, se someten a su potencia de metrpoli.
A esta situacin alude parcialmente una campaa de la Iglesia que precede al crimen y tambin al creciente uso de droga y presuntas fiestas negras para disfrute de nios bien, hijos de funcionarios de alto nivel.
Al concluir el prlogo de su libro la autora escribe: ...la inmolacin de esa muchacha deslumbrada con la fama y la televisin, se convirti en la cruel metfora de un pas que haba estrenado su democratizacin con dinastas familiares que manejaban las provincias como feudos burocrticos. Haberse dejado deslumbrar es el reproche en el cual se fundaba la intencin de culpabilizar a la joven violada y asesinada, ya la vez, minimiza la responsabilidad de los victimarios. Es en la oposicin a este discurso que la actitud de la Hermana Pelloni es decisiva al tomar partido terminante en defensa de Mara Soledad Morales. La posicin de la Iglesia a la cual aquella pertenece es ms ambigua puesto que reparte las culpas por partes iguales, ya que la joven ha cedido a ciertas tentaciones y ha pecado asumiendo una conducta escandalosa y poco honesta, que los voceros del gobierno se ocupan de divulgar.
Los autores materiales del asesinato no tienen importancia. Ellos mismos son vctimas del ambiente de permisivismo y corrupcin que reina en nuestras sociedades. Lo ms importante en estas caminatas (se refiere a las marchas) es reafirmar los valores del espritu, nadie tiene derecho a tirar la primera piedra. Lo que s debemos preguntarnos por el grado de responsabilidad que nos toca El catlico no golpea el pecho del vecino sino que hace su mea culpa contra su propio pecho Nos preguntamos Qu papel juega la verdad en estas circunstancias? Debe brillar para que se salve el honor y la fama de tantos inocentes que el rumor callejero enloda. Editorial de La Unin del 28-9-1990
Si Catamarca reitera ciertas condiciones de una sociedad que resguarda valores tradicionales tales como la honra y la honestidad de las mujeres, la castidad y el recato, y e el protagonismo de estas mujeres para garantizar la solidez de las familias, sufre sin embargo, el embate de las costumbres y valores forneos en una poca que las aldeas comienzan a ser globales, al menos en algunos aspectos.
Los nuevos smbolos del modernismo se colaron en esa sociedad atvica casi feudal, devota de la Virgen del Valle que en la madrugada en circuito cerrado de televisin, proyecta videos pornogrficos. En Catamarca, de Norma Morandini, p. 147.
NEPOTISMO Y COACCIN. EL ROL DE LOS HOMBRES.
En Catamarca el abuso cotidiano es un secreto a voces y a menudo las vctimas como Mara Soledad mueren y no pueden denunciarlo, o sobreviven y deben callar para seguir viviendo. En el caso de Mara Soledad la mayora de los testigos que testimonian en contra de acusados rectifican sus declaraciones y se rumorea que son muchos los que callan temerosos de represalias tales como la de perder su trabajo (que depende generalmente de los propios ofensores ya que una gran mayora de la poblacin tiene un empleo pblico) o la de perder la vida.
En Catamarca las autoridades estn en condiciones de hacer que la identidad de los culpables sea para siempre desconocida ya que la instancia a la que se reclama justicia es la misma que debiera ser juzgada.
En Catamarca no son los hombres los que reaccionan en primer lugar. Cabe preguntarse por qu son las mujeres las que reaccionan. Puede pensarse que por cuanto en primer lugar son ellas quienes son vejadas, pero sobre todo es porque quienes debieran protegerlas y reivindicarlas no lo hacen. Parece haber antecedentes en virtud de los cuales las compaeras de Mara Soledad y la Hermana Pelloni han comprendido con total certeza que slo si ellas toman la iniciativa, se defienden y demandan, se har justicia.
RESISTENCIA Y GNERO
Paradjicamente, dado el protagonismo de las mujeres, la problemtica de gnero, en cambio, no est presente. Aunque el imaginario de la violacin es fuerte, y muchos se sienten violados por los poderosos y su accionar impune, no olvidemos que el conflicto se centra en el tema de la corrupcin.
La Iglesia viene machacando contra la corrupcin y la pornografa como hbitos sociales a desterrar. En esa prdica corruptores y corrompidos no se distinguen, por cuando el pecado mancilla a ambos y de modo igual. Tampoco los diferencia el sexo. En ese espacio discursivo ambiguo los gobernantes encuentran la posibilidad de sermonear a la poblacin. Esto permite que en torno a este discurso se manifiesten con su repudio a las corrupciones, tanto los gobernantes como los gobernados. Por eso en su primer declaracin lo que dice la Hermana Pelloni no se distingue demasiado de lo que dicen el Ministro de gobierno y los editoriales de La Unin.
Slo posteriormente se ir precisando que ella reconoce dos niveles de corrupcin, -aunque vinculados entre s- el del poder y el de las prcticas y en ambos, ella distingue claramente a los corruptores victimarios de sus vctimas. Este es otro de los disensos que hacen imposible la conciliacin entre el pueblo y sus gobernantes. Y llegar el momento en que el Obispo de Catamarca deber definirse categricamente bajndole el pulgar a los corruptores, diferencindolos de las vctimas. A partir de ese momento el clan gobernante tiene los das contados.
Ahora bien cmo se juegan entonces la problemtica de gnero? Como lo expresan Norma Morandini:
Mara Soledad haba sido educada en un colegio de monjas bajo la premisa de que es mejor ser una mujer buena que sabia. Sin embargo, dos valores masculinos, la sabidura y el coraje de la Madre Martha Pelloni, rectora del colegio, convirtieron el crimen de Mara soledad en la expiacin colectiva de un pueblo. En Catamarca de Norma Morandini, op. cit.
Podemos dudar sobre si lo que la autora de este prrafo quiso decir es que los dos valores que menciona son masculino o que slo estn conceptuados como tales en el imaginario dominante del poder patriarcal, que es el del Estado, el de los discursos oficiales de saber-poder. Pero es evidente que al ocupar espacios pblicos y movilizarse con determinacin y obstinacin, las mujeres se convierten en vanguardia de un movimiento rebelde y resistente y ocupan un espacio reservado hasta entonces a los varones.
Si el tema fuera la violacin y no la corrupcin, la temtica de gnero estara ms presente, al menos aparecera, en virtud de que son las mujeres quienes generalmente son las vctimas.
Lo que se cuestiona en las marchas de Catamarca es una corrupcin generalizada y que afecta a toda la sociedad sin distincin de sexos. Se apunta a la corrupcin de los gobernantes, a la de la justicia, a la de las fuerzas de represin, a la de las alianzas con los sectores corporativos de mayor poder. De ese modo la problemtica de gnero se diluye precisamente en delitos que ano tienen necesariamente a las mujeres por objeto exclusivo, aunque sin duda de manera diferente.
SOLIDARIDAD Y RESISTENCIA
A la violacin, en el caso de Mara Soledad, se ha sumado el homicidio y la mutilacin salvaje, y la torpeza de las autoridades que intentaron restarle importancia al suceso en un primer momento. Atrincherados en su seguridad de poderlo todo, y de que una vez ms podran manejar la situacin tal como en tantas otras circunstancias en casos de droga, robos, contrabandos, y otros delitos comunes cometidos por personas favorecidas por el rgimen, no advirtieron que a diferencia de otros casos anteriores cada nia de Catamarca se identific con Mara Soledad, y cada madre con su madre, cada adolescente se sinti vejado como ella y por ltimo cada padre comprendi que deba sumarse a la protesta de su padre.
Se cuenta que cuando la noticia lleg a las compaeras de Mara Soledad, varias de ellas exclamaron horrorizadas pudo pasarnos a cualquiera de nosotras y esta tambin es una explicacin de la reaccin inicial. En efecto, la violacin como noticia es presentada y recibida generalmente como un suceso lejano que le ocurre a otras mujeres y en otros mbitos. Es cierto que sirve de advertencia y de amenaza para cualquier mujer que quiera llevar una vida independiente, pero la noticia casi nunca fomenta la solidaridad entre las mujeres. Una solidaridad que las mujeres violadas a menudo no encuentran ni siquiera en el marido, la familia, los amigos, vecinos, funcionarios policiales y judiciales provocando la reticencia a relatar y denunciar los hechos. Una solidaridad que pudo no haberse manifestado si la Hermana Pelloni no hubiera estado al frente de su colegio.
El caso de Mara Soledad confirma una vez ms que la violacin nunca es noticia por s misma. La violacin es inseparable del contexto en que se produce y se ejerce como abuso de poder. En la intimidad del matrimonio la violacin no existe para los dems. En el abuso reiterado en la familia tampoco. Es necesario que alguna circunstancia externa a la violacin determine la intervencin pblica, para que la violacin exista y exista como noticia, pero una vez que esa intervencin se produce la noticia generalmente muerte y la violacin se convierte en asunto jurdico burocrtico, que nada tiene que ver con lo que en verdad le ha ocurrido a la mujer violada o se convierte como en este caso en un enfrentamiento de exclusivas connotaciones en torno al poder poltico.
El contexto que determina el relato periodstico de Mara Soledad es uno en el que las mujeres ocupan el espacio pblico, una actitud que podran asumir cada vez que son violadas, pero que slo surge en estos casos porque ciertos lmites de abuso del poder poltico son superados hasta niveles intolerables. Estas situaciones favorecen la formacin de colectivos de mujeres ante la ausencia de reaccin de quienes se han atribuido la responsabilidad mayor del orden y la seguridad en las sociedades, es decir, los hombres.
Es indudable que estas gestas movilizadotas lideradas por mujeres fortalecen su imagen y autoestima. En Catamarca se venera religiosamente a Mara Soledad como una virgen ms, se recordar siempre a la Hermana Pelloni y se recordarn las interminables marchas que con su insistencia, si bien no lograron justicia, al menos desplazaron a quienes trataban de obstruirla.
Sin embargo, a nivel profundo los cambios no fueron tantos como hubieran sido deseables. Dejando de lado los aspectos institucionales que fueron afectados, al eludir toda referencia a relaciones de poder entre mujeres y varones, el movimiento de las mujeres de Catamarca, no signific alterar esas relaciones. No es un sntoma menor que la Hermana Pelloni haya sido trasladada por sus superiores y que haya acatado ese traslado. El nepotismo como sistema de gobierno y no los abusos que sufren las mujeres como mujeres de Catamarca fueron enjuiciados y condenados. Por lo tanto, esos abusos presumiblemente seguirn reproducindose igual que antes, como fatalidades inscriptas en la supuesta diferencia natural de los sexos, que da ciertos derechos no necesariamente reconocidos abiertamentea los valores, y se los niega a su vez a las mujeres.
NOTAS (1) La Unin era el diario local de mayor circulacin en ese momento. (2) (2) El discurso de la violacin en la prensa escrita. Informe de investigacin, Silvia Chejter, indito. (3) Ver anlisis de expedientes judiciales en La voz tutelada. Violacin y voyeurismo, Silvia Chejter, Nordan, Uruguay, 1990- (4) Se puede citar a ttulo de ejemplo algunas noticias aparecidas en diarios nacionales. En clarn, del 10 de febrero de 1990 el caso del asesinato y violacin de una nia de 10 aos, otra del 2 de julio de 1990, tambin de Clarn cuyo ttulo era Vecinos de Banfield queman una casa donde violaron a un chico de 3 aos; y Quisieron linchar al violador y asesino de un nio, aparecida en La Nacin del 14 de marzo de 1989. (5) Ver anlisis del legajo judicial en_ Chejter, Silvia, La voz tutelada. Violacin y voyeurismo, op.cit., p.32 y el Caso Montoya, en esta misma Serie. (6) Morandini, Norma, op. cit.p.16.
Fuente: Banco de Datos Femicidio - Isis Internacional