Literatur A 1
Literatur A 1
Literatur A 1
MÓDULO DE APRENDIZAJE
TERCER
SEMESTRE
COLEGIO DE BACHILLERES DEL ESTADO DE SONORA
Director General
Mtro. Víctor Mario Gamiño Casillas
Director Académico
Mtro. Martín Antonio Yépiz Robles
Director de Planeación
Mtro. Víctor Manuel Flores Valenzuela
LITERATURA 1
Módulo de Aprendizaje.
Copyright© 2016 por Colegio de Bachilleres del Estado de Sonora.
Todos los derechos reservados.
Primera edición 2015.
Reimpresión 2016.
Reimpresión 2017. Impreso en México.
DIRECCIÓN ACADÉMICA
Departamento de Innovación y Desarrollo de la Práctica Docente.
Blvd. Agustín de Vildósola, Sector Sur.
Hermosillo, Sonora, México. C.P. 83280
COMISIÓN ELABORADORA
Elaboración:
Francisco González Gaxiola
Iván Guerra Félix
Roberto Campa Mada
Mirna Leticia Robles Cárdenas
Carolina Muñoz Amparano
Conrado Córdova Trejo
Diseño y edición:
Yolanda Yajaira Carrasco Mendoza
Diseño de portada:
María Jesús Jiménez Duarte
Fotografía de portada:
Laura Cecilia Hernández Garza
Coordinación técnica:
Rubisela Morales Gispert
Supervisión académica:
Alfredo Rodríguez León
Coordinación general:
Mauricio Gracia Coronado
Nombre:
Plantel:
Grupo: Turno: Teléfono:
E-mail:
Domicilio:
PRELIMINARES 3
El Colegio de Bachilleres del Estado de Sonora (COBACH), desde la implementación de la Reforma Integral de
la Educación Media Superior en 2007, de forma socialmente responsable, dio inicio a la adecuación de su Plan
de estudios y a sus procesos de enseñanza aprendizaje y de evaluación para reforzar su modelo de Educación
Basada en Competencias, y así lograr que pudieran sus jóvenes estudiantes desarrollar tanto las competencias
genéricas como las disciplinares, en el marco del Sistema Nacional del Bachillerato.
Este modelo por competencias considera que, además de contar con conocimientos, es importante el uso que
se hace de ellos en situaciones específicas de la vida personal, social y profesional. Dicho de otra forma, el ser
competente se demuestra cuando, de forma voluntaria, se aplican dichos conocimientos a la resolución de
situaciones personales o a la adquisición de nuevos conocimientos, habilidades y destrezas, lo que hace que se
refuerce la adquisición de nuevas competencias.
En ese sentido el COBACH, a través de sus docentes, reestructura la forma de sus contenidos curriculares y lo
plasma en sus módulos de aprendizaje, para facilitar el desarrollo de competencias. En el caso del componente
de Formación para el Trabajo, además de las competencias genéricas, fortalece el sentido de apreciación hacia
procesos productivos, porque aunque el bachillerato que te encuentras cursando es general y te prepara para
ir a la universidad, es importante el que aprendas un oficio y poseas una actitud positiva para desempeñarlo.
De tal forma que, este módulo de aprendizaje de la asignatura de Literatura 1, es una herramienta valiosa porque
con su contenido y estructura propiciará tu desarrollo como persona visionaria, competente e innovadora,
características que se establecen en los objetivos de la Reforma Integral de Educación Media Superior.
El módulo de aprendizaje es uno de los apoyos didácticos que el COBACH te ofrece con la finalidad de garantizar
la adecuada transmisión de saberes actualizados, acorde a las nuevas políticas educativas, además de lo que
demandan los escenarios local, nacional e internacional. En cuanto a su estructura, el módulo se encuentra
organizado en bloques de aprendizaje y secuencias didácticas. Una secuencia didáctica es un conjunto de
actividades, organizadas en tres momentos: inicio, desarrollo y cierre.
En el inicio desarrollarás actividades que te permitirán identificar y recuperar las experiencias, los saberes, las
preconcepciones y los conocimientos que ya has adquirido a través de tu formación, mismos que te ayudarán
a abordar con facilidad el tema que se presenta en el desarrollo, donde realizarás actividades que introducen
nuevos conocimientos dándote la oportunidad de contextualizarlos en situaciones de la vida cotidiana, con
la finalidad de que tu aprendizaje sea significativo. Posteriormente se encuentra el momento de cierre de la
secuencia didáctica, donde integrarás todos los saberes que realizaste en las actividades de inicio y desarrollo.
En todas las actividades de los tres momentos se consideran los saberes conceptuales, procedimentales y
actitudinales. De acuerdo a las características y del propósito de las actividades, éstas se desarrollan de forma
individual, grupal o equipos.
Para el desarrollo de tus actividades deberás utilizar diversos recursos, desde material bibliográfico, videos,
investigación de campo, etcétera; así como realizar actividades prácticas de forma individual o en equipo.
4 PRELIMINARES
forma activa cuando el docente lo indique, de esta forma aclararás dudas o bien fortalecerás lo aprendido;
además en este momento, el docente podrá tener una visión general del logro de los aprendizajes del grupo.
Recuerda que la evaluación en el enfoque en competencias es un proceso continuo, que permite recabar
evidencias a través de tu trabajo, donde se tomarán en cuenta los tres saberes: conceptual, procedimental y
actitudinal, con el propósito de que apoyado por tu maestro mejores el aprendizaje. Es necesario que realices
la autoevaluación, este ejercicio permite que valores tu actuación y reconozcas tus posibilidades, limitaciones
y cambios necesarios para mejorar tu aprendizaje.
Así también, es recomendable la coevaluación, proceso donde de manera conjunta valoran su actuación, con
la finalidad de fomentar la participación, reflexión y crítica ante situaciones de sus aprendizajes, promoviendo
las actitudes de responsabilidad e integración del grupo.
Finalmente, se destaca que, en este modelo, tu principal contribución es que adoptes un rol activo y
participativo para la construcción de tu propio conocimiento y el desarrollo de tus competencias, a través de
lo que podrás dar la respuesta y la contextualización adecuadas para resolver los problemas del entorno a los
que te enfrentes, ya sean personales o profesionales.
PRELIMINARES 5
El glosario icónico es la relación de figuras que encontrarás en diversas partes de tu módulo. Enseguida, se
muestran junto con su definición, lo que te orientará sobre las actividades que deberás realizar durante el
semestre en cada una de tus asignaturas.
ACTIVIDAD INTEGRADORA
RÚBRICA DE EVALUACIÓN
Esta actividad resume los conocimientos adquiridos
durante un proceso, ya sea una secuencia didáctica, un La rúbrica es una tabla que contiene niveles de logro
bloque o lo visto en un semestre completo. Es la suma o desempeño especificados en estándares mínimos
teórica y práctica de tus conocimientos y es útil para y máximos de la calidad que deben tener los diversos
fortalecer tu aprendizaje. elementos que componen un trabajo. Sirve como guía
para saber qué debe contener un trabajo y cómo debe
Individual ser realizado.
ACTIVIDAD 1 Equipo Grupal
SD1-B1
Con este gráfico identificarás la Actividad dentro del texto, PORTAFOLIO DE EVIDENCIAS
incluyendo la indicación y especificando si debe realizarse
de manera individual, en equipo o grupal. Durante el semestre, tu profesor te irá indicando qué
evidencias (trabajos y ejercicios) debes ir resguardando
para integrarlos en un portafolio, mismos que le
EVALUACIÓN DE ACTIVIDADES entregarás cuando te lo indique, a través del cual te
evaluará.
En este apartado encontrarás el espacio para calificar
tu desempeño, que será por parte de tu profesor, tus
compañeros (coevaluación) o tú mismo (autoevaluación).
REFERENCIAS
AUTOEVALUACIÓN Es el listado de referencias que utilizaron los profesores
que elaboraron el módulo de aprendizaje, contiene la
bibliografía, las páginas de internet de las cuales se tomó
En este espacio realizarás una evaluación de tu propio información, los vídeos y otras fuentes que nutrieron los
trabajo, misma que deberá ser honesta para que puedas contenidos. Te permite también ampliar la información
identificar los conocimientos que has adquirido y las que te proporcione tu profesor o la del módulo mismo.
habilidades que has desarrollado, así como las áreas que
necesitas reforzar.
GLOSARIO
REACTIVOS DE CIERRE
Es la relación de palabras nuevas o de las cuales pudieras
Son reactivos que aparecen al final de un bloque, al desconocer su significado. Es útil para conocer nuevos
realizarlos reforzarás los conocimientos adquiridos conceptos, ampliar tu vocabulario y comprender mejor
durante el bloque y desarrollarás tus habilidades. las lecturas.
PRELIMINARES 7
Presentación del libro ....................................................................................................................... 6
Glosario Icónico ................................................................................................................................ 7
Competencias Genéricas ................................................................................................................... 12
Competencias Disciplinares Básicas ................................................................................................... 13
Mapa de Contenido .......................................................................................................................... 14
8 PRELIMINARES
Reconoces el género narrativo ................................................................................. 67
BLOQUE 2
Secuencia didáctica 1. Reconoces el origen y desarrollo del género narrativo en diferentes textos ..... 72
Reconoces el origen y desarrollo del género narrativo ............................................................................. 72
Defines las características del género narrativo ............................................................................. 73
Géneros y subgéneros literarios ................................................................................................................ 77
BLOQUE 3
Secuencia didáctica 1. Definición, origen, desarrollo y características de la fábula ............................. 108
Definición y características de la fábula .................................................................................................... 108
Orígenes de la fábula ................................................................................................................................ 109
Desarrollo de la fábula .............................................................................................................................. 109
Identificas los elementos característicos de la fábula ............................................................................... 112
Definición .................................................................................................................................................. 114
Orígenes .................................................................................................................................................... 114
Desarrollo ................................................................................................................................................. 114
Características ........................................................................................................................................... 114
PRELIMINARES 9
Reconoces las diferencias entre leyenda y mito ....................................................... 159
Secuencia didáctica 2. La leyenda está en todas partes. Características de la leyenda ........................ 172
Definición .................................................................................................................................................. 172
Leyenda e historia ..................................................................................................................................... 173
Estructura de las leyendas y los mitos ...................................................................................................... 183
Diferencia entre leyenda y mito ................................................................................................................ 185
Mito, leyenda e historia ................................................................................................................. 185
10 PRELIMINARES
Identificas y analizas las características de la novela ................................................ 239
Secuencia didáctica 1. Origen, características y estructura de la novela y tipos de novelas ................ 242
Elementos de la novela ............................................................................................................................. 244
Características de la novela ...................................................................................................................... 247
BLOQUE 6
Tipos de narrador ..................................................................................................................................... 247
Narrador protagonista ................................................................................................................... 247
Narrador testigo ............................................................................................................................ 247
Narrador omnisciente .................................................................................................................... 248
La extensión .............................................................................................................................................. 248
Capítulos ................................................................................................................................................... 248
Personajes ................................................................................................................................................. 249
Tema ......................................................................................................................................................... 249
Finales ....................................................................................................................................................... 249
Estructura de la novela ............................................................................................................................. 249
PRELIMINARES 11
1 Se conoce y valora a sí mismo y aborda problemas y retos teniendo en cuenta
los objetivos que persigue.
12 PRELIMINARES
COMPETENCIAS DISCIPLINARES BÁSICAS BLOQUES DE APRENDIZAJE
DEL CAMPO DE HUMANIDADES I II III IV V VI
PRELIMINARES 13
Literatura 1
1
Identificas a la literatura como arte
Definición de literatura, intención comunicativa y competencias lingüísticas.
El lenguaje literario, su función poética e intención comunicativa.
Reconoces los movimientos literarios.
2
Reconoces el género narrativo
Reconoces el origen y desarrollo del género narrativo en diferentes textos.
Reconoces la estructura de la narración y sus elementos.
3
La fábula y la epopeya
Definición, origen, desarrollo y características de la fábula.
Definición, origen, desarrollo y características de la epopeya.
4
Reconoces las diferencias entre leyenda y mito
El mito y su clasificación.
La leyenda está en todas partes.
Características de la leyenda.
5
Comprendes las características del cuento
Características del cuento.
Contextualidad e intertextualidad.
6
Identificas y analizas las características de la novela
Origen, características y estructura de la novela y tipos de novelas.
Figuras literarias y tipos de novelas.
14 PRELIMINARES
BLOQUE 1
Identificas a la literatura como arte
Proyecto 1
Producto: Resumen.
Secuencia didáctica 1
Inicio
DEFINICIÓN DE LITERATURA, INTENCIÓN COMUNICATIVA Y
COMPETENCIAS LINGÜÍSTICAS
EVALUACIÓN DIAGNÓSTICA
Lee detenidamente el siguiente texto y observa atentamente la imagen. Completa el cuadro comparativo que se
te presenta.
¿Qué soledad aflige
a la mujer del cuadro? Autor: Edward Hopper
Semejanzas
Diferencias
ACTIVIDAD 1
SD1-B1
Instrucciones:
■ Las siguientes preguntas deberán responderse en equipo en un plazo de veinte minutos.
■ Un secretario nombrado por acuerdo del equipo tomará nota y resumen de las principales observaciones.
■ Después de haber reflexionado, un representante del equipo pasará al frente a exponer sus conclusiones.
1. Cuando aprecias una pintura, una escultura, observas un edificio, escuchas música, observas los movimientos
de la danza o lees una obra literaria, ¿qué sientes que te comunican los autores a través de sus formas, colores,
sonidos, movimientos o letras?
Contextualización: Probablemente respondas en primera instancia que no sabes qué sientes. Así es el arte, casi
siempre inefable, no se puede expresar fácilmente con palabras, pero probablemente sí podrías asociar esas
sensaciones o emociones con experiencias que sentiste alguna vez en tu vida, quizá en tu infancia, sobre la amistad
o el amor o la tristeza de haber perdido a alguien. A partir de la contemplación de la pintura de la Mona Lisa de Da
Vinci (imagen de la pág. 16), expresa qué te dice el conato de sonrisa en la cara de la mujer y cómo lo entiendes.
¿Podrías explicar ese no sé qué con tus propias palabras?
7. Cuando lees, ¿qué diferencias encuentras entre los textos en cuanto al lenguaje que utilizan?
Contextualización: Muchos estudiantes no leen libros que les recomiendan los profesores porque los consideran
extensos y aburridos. Efectivamente, esa idea la tenemos porque la literatura muchas veces es un lenguaje artifi-
cial y extraño, pero cuando empezamos a gustarlo queremos más. Te habrás fijado en la letra de las canciones de
moda, en la letra del himno nacional, o en las canciones de cuna, en algún poema de amor, alguna oración. Fíjate
en la forma de decir las cosas y responde a la pregunta de si esa manera rara de decir las cosas las vuelve atracti-
vas. Ponte a pensar, por ejemplo, por qué le dice un joven a su novia “Para mí eres el cielo”. ¿Qué tiene que ver
el cielo con la persona aludida?
Existen cuatro grandes habilidades lingüísticas que son aprendidas desde nuestro hogar
como hablar, escuchar y las que son aprendidas en el ámbito escolar como leer y escri-
bir. Son habilidades que están estrechamente relacionadas entre sí, las primeras utiliza-
das a diario desde que uno se levanta con el “buenos días” hasta que se va a dormir con
las “buenas noches”; las segundas, aunque son practicadas en menor grado, se utilizan
con mayor frecuencia en la escuela, o cuando uno lee o escribe un correo electrónico,
o acude a WhatsApp, a Facebook, al chat, al teléfono celular, etc. El uso del lenguaje,
tanto oral como escrito se lleva a cabo en todo momento de nuestra vida.
De alguna manera en alguna época de nuestra vida, cuando no sabíamos leer, nuestros
padres o abuelos nos contaban historias que nos emocionaban porque nos imaginába-
mos los escenarios reales y presentes, y porque nos identificábamos con los protagonis-
tas. Tales historias o cuentos (casi siempre de carácter folklórico), proceden de tradicio-
nes muy antiguas. Generalmente el patrón de los argumentos de tales historias era muy
sencillo, y por eso requerían de escaso grado de atención y de reflexión. Ahora siendo
jóvenes, se tiende más a leer historias con situaciones más complejas y que exigen un
grado mayor de formación y competencia literarias para poder interpretar los diferentes
argumentos que presentan los autores. De la misma manera hoy al redactar una anécdo-
ta, es decir, una historia interesante donde tú mismo eres el héroe, el texto recurrirá a la
lengua con un estilo muy personal, con el objetivo de transmitir profundas y delicadas
experiencias y vivencias.
Todos duermen. El asesino y el injusticiado, el regulador y el naciente, el finado y el húmedo, el seco de volun-
tad y el híspido como torre.
Para el amenazador y el amenazado, para el bueno y el triste, para la voz sin materia y para toda la materia del
mundo.
Para ti, hombre sin deificación que, sin quererlas mirar, estás leyendo estas letras.
Para ti y todo lo que en ti vive, yo estoy escribiendo.
Así como la pintura requiere de lienzos, pinceles y colores; la danza, de los movimien-
tos; la música, de sonidos e instrumentos; la escultura, de barro, piedra o marfil y, lo
mismo con el resto de las otras bellas artes; la literatura requiere moldear la palabra oral
o escrita con los sentimientos y emociones del autor para crear un conjunto de escritos
en prosa o en verso con carácter creativo, poético y artístico.
Para ejemplificar la relación que tiene la literatura con las bellas artes se presentan algu-
nas frases expresadas por escritores:
Nos podemos dar cuenta entonces que la literatura junto con otras manifestaciones
artísticas está en estrecha relación; es entonces pertinente mencionar que grandes au-
tores como Miguel Ángel, Juan Ramón Jiménez, Víctor Hugo y Rafael Alberti han
conjuntado la literatura con otras artes como la pintura, la escultura y la arquitectura.
Etimológicamente, literatura es un derivado de la palabra littera, la cual significaba en
latín letra del alfabeto aunque también carta, misiva o nota. Por su origen, pues, la pal-
abra literatura hace referencia a la palabra escrita, pero no debemos considerar que liter-
atura se presente únicamente en texto escrito, dado que ha habido culturas sin escritura,
que tienen, sin embargo, manifestaciones culturales orales. Dichas culturas conservan
por tradición oral muchos de sus mitos y leyendas. Lo mismo sucede con cantos con que
solían acompañar la faena en el campo, la pesca o los rituales. Tales manifestaciones
culturales antiguas, el ciudadano actual las suele escuchar y/o leer con asombro y placer
parecido al que experimenta cuando lee literatura.
La palabra literatura tiene muchos significados. Tan sólo el Diccionario de la Real
Academia Española (DRAE) nos presenta seis acepciones. Pero para nuestros fines
pedagógicos específicos, la literatura se circunscribe a un conjunto de menor extensión:
escritos generalmente de ficción con valor cultural, y cuya construcción está orientada
hacia sí misma.
Leamos algunas definiciones encontradas en diversas fuentes:
1. Conjunto de las producciones literarias de una nación, de una época o de un
género. Diccionario de la Real Academia Española.
2. Los escritos imaginativos o de creación, de autores que han hecho de la escritura
una forma excelente para expresar ideas de interés general o permanente. Guido
Gómez de Silva.
3. Literatura es lo mejor que el hombre ha dicho y pensado. Matthew Arnold.
4. Arte que emplea como medio de expresión la palabra hablada o escrita. J. María
Moliner.
5. La palabra literatura adquiere a veces el valor de nombre colectivo cuando de-
nomina el conjunto de producciones de una nación, época o corriente; o bien es
una teoría o una reflexión sobre la obra literaria; o es la suma de conocimientos
adquiridos mediante el estudio de las producciones literarias. Raúl Castagnino.
6. Es toda obra que posee intención creadora y belleza literaria.
ACTIVIDAD 3
SD1-B1
Después de leer detenidamente las definiciones recabadas anteriormente, consideren, primero individualmente,
los elementos más significativos de cada una de ellas.
■ Enseguida deberán integrarse los alumnos en equipos de tres o cuatro personas, y llevar a cabo la actividad
en un plazo de veinte minutos.
■ El equipo acordará designar a una persona del grupo como secretario, quien tomará nota y resumen de las
principales observaciones.
■ Después de haber reflexionado, un representante del equipo pasará al frente a exponer las conclusiones
del equipo de trabajo.
Géneros discursivos o
Enfoque Estilo
tipologías textuales
1. Descripción. Delinea el contorno de la realidad, Se presenta un estado o situación. La
cosas, personas, fenómenos. acción está detenida. Centro en los
adjetivos.
2. Narración. Relata acontecimientos, hechos en una Frases centradas en la acción de verbos.
secuencia cronológica y causal.
3. Argumentación. Relaciona conceptos, arguye importan- Frases sopesan razones para persuadir
cia, fundamenta valores y funciones. o disuadir.
4. Exposición, explicación. Da a conocer datos, información. Las Informa objetivamente, con claridad y
analiza y resume. coherencia lógica.
5. Diálogo. Conversación entre dos o más personas. Intercambio de la voz entre
participantes. Se habla desde la
perspectiva de la primera persona
ACTIVIDAD 4
SD1-B1
Con los elementos que identifican la literatura como arte, visto en esta secuencia didáctica, elabora un mapa
conceptual.
Secuencia didáctica 2
Inicio
EL LENGUAJE LITERARIO, SU FUNCIÓN POÉTICA E
INTENCIÓN COMUNICATIVA
ACTIVIDAD 1
SD2-B1
Lee los siguientes textos y escribe sobre la línea si el lenguaje que utilizan es literario o no es literario. Argumenta
en cada una de tus respuestas.
1. Es hielo abrasador, es fuego helado, es herida que duele y no se siente, es un soñado bien, un mal presente, es
un breve descanso muy cansado.
2. El agua en estado sólido la encontramos en forma de hielo y nieve en las altas montañas, en el Polo Norte y
en el Polo Sur, en el frigorífico en forma de cubitos de hielo, en las tormentas de granizo en forma de bolas
de hielo, etc...
4. Las glándulas lagrimales, ubicadas en la comisura superior de cada órbita, son las encargadas de producir
lágrimas. Una vez que han cumplido su función, las lágrimas son recogidas por unos canales presentes en los
párpados, que drenan al saco lagrimal, una especie de bolsita ubicada en la comisura interna de cada órbita.
6. César Abraham Vallejo Mendoza (Santiago de Chuco, 16 de marzo de 1892-París, 15 de abril de 1938) fue
un poeta y escritor peruano. Es considerado como uno de los más grandes innovadores de la poesía del siglo
XX y el máximo exponente de las letras en su país.
El lenguaje literario.
Desarrollo El lenguaje literario nos provee de una riqueza sensitiva a los seres humanos. A dife-
rencia de otros textos, científicos y objetivos por ejemplo, el texto literario tiene como
principal herramienta a las palabras, las cuales deberán descifrarse, comprenderse, in-
terpretarse y en última instancia, evaluarse. Se puede afirmar que tales palabras trans-
miten los sentimientos y emociones más profundos del autor. El joven estudiante tiene
a través del lenguaje literario una forma en la que puede interpretar lo que lee para luego
dar a conocer estilísticamente sus propios pensamientos. Decía Octavio Paz, “Mi amor
por la palabra comenzó cuando oí hablar a mi abuelo y cantar a mi madre, pero también
cuando los oí callar y quise descifrar o, más exactamente, deletrear su silencio”.
El lenguaje literario es una variedad funcional de la lengua. En este caso, se trata de
una variedad de discurso que usa la lengua de un modo particular para conseguir un
propósito estético.
(https://lenguayliteratura2bac.wikispaces.com/file/view/Lenguaje_literario.pdf)
Entonces ¿cómo diferenciar un lenguaje literario de aquél que no lo es? No hay una
respuesta fácil ni unívoca a esta pregunta. Se han ofrecido muchas respuestas pero to-
das son defectuosas. Sin embargo, un acercamiento aceptable puede ser, aceptar que la
forma del mensaje tiene por fin principal producir una impresión de belleza. Cuando
una persona crea textos literarios utiliza este tipo de lenguaje que revela a través de
construcciones gramaticales un lenguaje subjetivo y emotivo, reflejando así la mirada
artística del escritor en su contexto.
La función poética.
Se quiere aquí introducir el concepto de función literaria o poética. Para ello reintrodu-
ciremos un apartado ya visto en la teoría del lenguaje. Esperamos entonces que, por lo
tanto, sirva además como reforzador.
Durante la primera treintena de años del siglo XX se formó en Rusia un grupo de estu-
dio de la lengua y la literatura, el cual hizo un acercamiento científico a estos fenómenos
culturales. Su principal exponente, el lingüista Roman Jakobson, formuló un modelo de
la comunicación, el cual fue original y novedoso para su tiempo, pero limitado y nada
sofisticado para las actuales ciencias de la comunicación. Sin embargo, dada su senci-
llez nos puede ser muy útil para identificar los principales factores de la comunicación
y sobre todo para reconocer la denominada función poética. Tales seis factores son:
emisor, receptor, mensaje, código, referencia y contacto. A su vez cada uno de ellos
posee una función, la cual resulta más evidente cuando nuestras expresiones se centran
en ella. Siempre están presentes en el lenguaje cotidiano, si no explícitamente, sí de
manera virtual o potencial.
Vayamos en la búsqueda de la función poética. Recurriremos a una teoría, poco so-
fisticada pero útil, la cual nos puede ayudar a entender dónde reside la poesía, y por
consecuencia dónde se ubica el lenguaje literario. Según él, una de las seis funciones de
la comunicación se centra exclusivamente en el mensaje y a ella llama función poética.
Las otras cinco se centran en algún otro elemento de la comunicación: o en el emisor,
o el receptor, la realidad o referencia, el código lingüístico (las reglas que nos permiten
ordenar las palabras) y finalmente un elemento concreto a través del cual nos comunica-
mos: la letra impresa, la voz, el teléfono, puntos sobre la página (lenguaje Braille), etc.
Un modelo de la comunicación.
Cuando nos habla un amigo enfermo de la garganta, luego identificamos algo raro en su
expresión. Cuando se dirige a nosotros un extranjero que pronuncia la palabra “toro”,
con una t muy fuerte, la vocal o como diptongo y una ere retrofleja, inmediatamente
caeremos en la cuenta que se trata de un extranjero, por la manera extraña de pronun-
ciar; si al leer el periódico encontramos dos o tres palabras que riman, nos causará ex-
trañeza. Todos estos casos nos pueden provocar extrañamiento, característica que puede
servir para definir la función poética. Pero todavía no constituyen función poética en sí.
La función poética ocurre cuando al oír a una persona hablar nos da la impresión de que
no anda bien de la cabeza; por ejemplo, le llama violín a la luna creciente; dice de un
corredor que es un ciclón, repite palabras, invierte el orden usual de las palabras, hace
que tengan la misma terminación cuando aparecen cerca, corta por la mitad las líneas
escritas en un cuaderno. Estas y muchas otras maneras de tratar el lenguaje no son acci-
dentales, están dichas por el poeta con la intención de despertar curiosidad y extrañeza
en el que escucha, y muy probablemente también satisfacción y gusto. Cuando esto su-
cede el lenguaje deja de ser automático y transparente y nos detenemos a escuchar con
atención las palabras mismas, ya no tanto el significado práctico comunicativo.
En realidad el lenguaje cumple muchas funciones, aquí las reducimos por razones de
estudio, y porque nos podemos hacer a la idea, en teoría al menos, de que todas las fun-
ciones caben en las mencionadas.
EJEMPLOS:
Expresiva: “Pues bien, yo necesito decirte que te quiero”. (M. Acuña) Expresa senti-
mientos, emociones y creencias del emisor.
Conativa o apelativa: “Mexicanos, al grito de guerra/ el acero aprestad y el bridón
(Himno nacional mexicano)”. Se ordena, se sugiere o en el presente ejemplo, se invita
al receptor, el pueblo, a levantarse en armas.
Referencial: “El litoral mexicano posee playas extensas y paradisiacas”. Hace refe-
rencia al mundo real. (Información en un posible folleto turístico).
Metalingüística: “¿Qué significa para ti ‘libertad’?”. Llama la atención al significado
de las palabras.
Poética: “En el silencio solo se escuchaba/el susurro de abejas que sonaba”. (Égloga
III de Garcilaso de la Vega). Una expresión de este tipo nos obliga a poner atención a
la manera como está escrito.
Fática: “Por este medio le comunico mi renuncia al comité.” Se señala el medio (la
carta) en que el emisor hace saber su decisión al destinatario.
Para ampliar y confirmar las funciones que cada uno de los elementos de la comunica-
ción tiene en el lenguaje, se presentan ejemplos de expresiones en las cuales sobresale
una de tales funciones. Eso no quiere decir que las demás no estén presentes, en algunos
casos apenas se asoman pero lo que siempre está presente es el lenguaje.
ACTIVIDAD 2
SD2-B1
En esta sopa de letras encuentra las frases literarias y las no literarias según lo que hayas aprendido con la expli-
cación anterior:
E E C F L M D E M W V Y A
A L O C I E G O C R E E S
C A F E C A L I E N T E M
A M E U I O U V V X W Z E
L O S M E R C A D E R E S
Ñ R E A C G J I C A J A D
A T E N T O O N O S E R A
L A S E S T U F A S S O N
U C A M E V B T R I C W E
Y T R S T C I J P I Y I K
A I X L T L L A P C T M N
H L E O N T I E R N O O P
Literarias No literarias
1. 1.
2. 2.
3. 3.
4. 4.
La prosa.
En la prosa se presentan los textos como normalmente escribimos, es la forma más
natural de expresarse por escrito, expresiones simples que conforman párrafos; sin
embargo, para darle el carácter literario se hace necesario acudir a la función poética, la
cual concretaremos con las figuras retóricas (ver más adelante).
LIBERTAD.
Hoy proclamé la independencia de mis actos. A la ceremonia sólo concurrieron unos
cuantos deseos insatisfechos, dos o tres actitudes desmedradas. Un propósito grandio-
so que había ofrecido venir envió a última hora su excusa humilde. Todo transcurrió
en un silencio pavoroso.
Creo que el error consistió en la ruidosa proclama: trompetas y campanas, cohetes y
tambores. Y para terminar, unos ingeniosos juegos de moral pirotécnica que se que-
daron a medio arder.
Al final me hallé a solas conmigo mismo. Despojado de todos los atributos de cau-
dillo, la medianoche me encontró cumpliendo un oficio de mera escribanía. Con los
últimos restos del heroísmo emprendí la penosa tarea de redactar los artículos de una
dilatada constitución que presentaré mañana a la asamblea general. El trabajo me ha
divertido un poco, alejando de mi espíritu la triste impresión del fracaso.
Leves e insidiosos pensamientos de rebeldía vuelan como mariposas nocturnas en
torno de la lámpara, mientras sobre los escombros de mi prosa jurídica, pasa de vez
en cuando un tenue soplo de marsellesa.
Autor: Juan José Arreola.
El verso.
El verso es un conjunto compacto de palabras, cortado artificialmente. Es una unidad
porque se puede medir en número de sílabas o en duración de tiempo, incluso en
número de acentos. Desde los tiempos más antiguos el verso funciona como un surco
EJEMPLO:
LAS ABARCAS DESIERTAS.
Por el cinco de enero, Por el cinco de enero, Rabié de llanto, hasta
cada enero ponía para el seis, yo quería cubrir de sal mi piel,
mi calzado cabrero que fuera el mundo entero por un mundo de pasta
a la ventana fría. una juguetería. y un mundo de miel.
Nunca tuve zapatos, Ningún rey coronado Y hacia el seis, mis miradas
ni trajes, ni palabras: tuvo pie, tuvo gana hallaban en sus puertas
siempre tuve regatos, para ver el calzado mis abarcas heladas,
siempre penas y cabras. de mi pobre ventana. mis abarcas desiertas.
Marcas de literariedad.
De inicio, tendremos que definir la literariedad
como la manera de reconocer cuando un
texto posee características lingüísticas que
integren expresiones donde se refleje la obra
literaria realizando una diferenciación de
aquellos textos que no lo son. Son marcas
de literariedad en el lenguaje literario, las
formas de presentación y las figuras retóricas;
ambas son elementos concretos no subjetivos
y no dependen del gusto individual. Ambos
Apoyo bibliográfico para elaboración de cuadro: Celinda Fournier Marcos, Análisis Literario, 2007.
ACTIVIDAD 4
SD2-B1
Secuencia didáctica 3
Inicio
RECONOCE LOS MOVIMIENTOS LITERARIOS
ACTIVIDAD 1
SD3-B1
Obras
Período Características Representantes
principales
Siglos XVI Géneros predominantes: el teatro en Novelas de caballería Libro del Caballero
RENACIMIENTO y XVII especial, y la novela. (España y Portugal) y Cifar (novela de
(aprox. novela picaresca. caballerías).
1550-1650). Es una época de pesimismo, decepción,
Período entre el ironía. Anónimo Amadís de Gaula
Renacimiento y (novela de caballerías).
el barroco. Comienza a vulgarizarse y degradarse la
hidalguía propia de los siglos anteriores, Miguel de Cervantes Don Quijote
SIGLO DE ORO por eso el protagonista es un anti-héroe, Saavedra (novela satírica).
ESPAÑOL contrapunto de los héroes idealizados de
las novelas de caballería.
Caracterización.
El siglo XIX abarca tres movimientos culturales y literarios: Romanticismo, realismo y
modernismo. El Romanticismo aparece en la primera mitad del siglo, cuando la burguesía
comienza su ascenso como producto de las guerras liberales. El Realismo aparece en la
segunda mitad, cuando la burguesía ya es una clase estable y las revoluciones liberales
habían terminado. Sin embargo, inicia una serie de transformaciones sociales con las
revoluciones obreras.
ROMANTICISMO Siglo XIX
Principales representantes y obras.
Francia: Chateaubriand, Atalá (novela); Victor Hugo, Los miserables (novela). Inglaterra:
Lord Byron, Don Juan (poema satírico); Mary Shelley, Frankenstein (novela) Alemania:
Johan von Goethe, Fausto (tragedia); España: José de Espronceda, La canción del pirata
(poema) Francisco Martínez de la Rosa, La conjuración de Venecia (tragedia).
Realismo y naturalismo.
REALISMO El Realismo se plantea como objetivo presentar fielmente el mundo exterior desde la
mirada del autor al momento de escribir. La narración es un medio primordial para 'reflejar
la realidad', al ver la vida como un objeto estético.
Principales representantes y obras
Rusia: Dostoyevsky, Crimen y castigo (novela), Los hermanos Karamazov (novela)
Tosltoi, La guerra y la paz (novela).
Inglaterra: Charles Dickens, Historia de dos ciudades, (novela), Grandes esperanzas
(novela).
Siglos NOTA BENE. En la historia de la literatura se suele hablar de una novela moderna
NOVELA XVI-XX con criterios de elaboración muy convenientes que incluso se creyó que eran naturales
MODERNA y para siempre. A esas historias cuyos principios estructurales en realidad se remontan
a la Poética de Aristóteles, se le conoce como NOVELA MODERNA. Para la crítica
inglesa, la novela moderna surge en el siglo XVIII, cuando las narraciones dejaron de ser
de temática extraordinaria y se centraron en los dramas de la vida doméstica.
Caracterización.
Las vanguardias (Modernismo europeo) es un nombre para denominar a un racimo de
movimientos artísticos en literatura, teatro, música, pintura, etcétera. Sus representantes
Siglo XX tomaron conciencia de las reglas impuestas que venían reverenciando desde los tiempos
(a partir de los de los clásicos griegos. En consecuencia intentaron burlar con posturas iconoclastas todos
VANGUARDIAS años veinte del los principios del arte tradicional: la música dejó de tener un leit motiv evidente; la pintura
MODERNISMO siglo XX) abandonó la iconicidad; el teatro comenzó a representar personajes que no sabían lo que
EUROPEO hacían en el escenario; y la literatura se volvió irracional: las narraciones retratan personajes
mediocres en un mundo que no resuelve sus problemas, y un mundo sin sentido y sin orden.
Principales manifestaciones.
La música dodecafónica de Shoenberg, la pintura abstracta no icónica, la escultura no
mimética, la poesía sin rima, irracional y hermética, las narraciones desgastadas de argumento.
Los grandes escritores del siglo XX que empezaron a experimentar una nueva narrativa,
opuesta a la tradicional, surgen después de los veinte años de iniciado el siglo XX: James
Joyce con Ulises, Franz Kafka con Metamorfosis, Virginia Woolf con La señora Dalloway,
los cuentos de Jorge Luis Borges, Julio Cortázar con Rayuela, Gabriel García Márquez
con Cien años de soledad, y Carlos Fuentes con La muerte de Artemio Cruz. Otras
características que definen a esta nueva literatura son la ironía, lo lúdico, el humor negro, la
intertextualidad, el pastiche, la metaficción, el realismo mágico, y la paranoia.
ACTIVIDAD 2
SD3-B1
Elabora una línea de tiempo de las épocas literarias. A manera de collage o presentación en Power Point.
Cierre
ACTIVIDAD 3
SD3-B1
Considerando la información de la tabla anterior, contesta colocando la letra de la opción correcta dentro del
paréntesis.
6. En esta corriente se plantea como objetivo presentar fielmente el mundo exterior desde la mirada del autor al
momento de escribir ................................................................................................................................... ( )
A. Realismo.
B. Romanticismo.
C. Neoclásica.
D. Antigua.
ACTIVIDAD INTEGRADORA
LISTA DE COTEJO
BLOQUE 1 ACTIVIDAD INTEGRADORA: PROYECTO 1
NOMBRE DEL ALUMNO: GRUPO Y TURNO:
RÚBRICA DE EVALUACIÓN
BLOQUE 1 SECUENCIA DIDÁCTICA 1 EVALUACIÓN DIAGNÓSTICA
NOMBRE DEL ALUMNO: GRUPO Y TURNO:
RÚBRICA DE EVALUACIÓN
BLOQUE 1 SECUENCIA DIDÁCTICA 1 ACTIVIDAD 1
EQUIPO INTEGRADO POR: (Nombre de los integrantes) GRUPO Y TURNO:
FECHA:
CRITERIOS A CONSIDERAR SÍ NO
Entiende ampliamente el tema expuesto por el autor en el texto
leído anteriormente.
Al redactar utiliza una variedad de oraciones completas y párrafos
desarrollados con ideas creativas, claras y bien sustentadas.
El vocabulario que utiliza es adecuado y variado, de estructuras
gramaticales complejas sin errores.
El texto es comprensible; no requiere aclaraciones por parte del
lector.
Todas las palabras están escritas correctamente; los acentos, la
puntuación y el uso de las mayúsculas son correctos también.
RÚBRICA DE EVALUACIÓN
BLOQUE 1 SECUENCIA DIDÁCTICA 1 ACTIVIDAD 3
NOMBRE DEL ALUMNO: GRUPO Y TURNO:
RÚBRICA DE EVALUACIÓN
BLOQUE 1 SECUENCIA DIDÁCTICA 1 ACTIVIDAD 4
NOMBRE DEL ALUMNO: GRUPO Y TURNO:
TODOS LOS La mayoría de los Pocos de los Ninguno de los Mapa lineal, con
CONCEPTOS conceptos están conceptos están conceptos están varias secuencias
ESTÁN ordenados jerár- ordenados jerár- ordenados jerár- de oraciones largas
ORDENADOS quicamente. quicamente. quicamente. hacia los lados
JERÁRQUICA- o hacia abajo; o
MENTE bien, presenta una
estructura ilegible,
desorganizada,
caótica o difícil de
interpretar.
LISTA DE COTEJO
BLOQUE 1 SECUENCIA DIDÁCTICA 2 ACTIVIDAD 1
NOMBRE DEL ALUMNO: GRUPO Y TURNO:
FECHA:
RÚBRICA DE EVALUACIÓN
BLOQUE 1 SECUENCIA DIDÁCTICA 2 ACTIVIDAD 2
NOMBRE DEL ALUMNO: GRUPO Y TURNO:
FECHA:
Ubica , marca Ubica, marca Ubica, marca Ubica, marca Ubica, marca
y escribe frases no y escribe y define y escribe 3 y escribe 2 frases y escribe 1 frase
literarias. 4 frases no litera- frases no lite- no literarias. no literaria.
rias. rarias.
RÚBRICA DE EVALUACIÓN
BLOQUE 1 SECUENCIA DIDÁCTICA 2 ACTIVIDAD 4
NOMBRE DEL ALUMNO: GRUPO Y TURNO:
LISTA DE COTEJO
BLOQUE 1 SECUENCIA DIDÁCTICA 3 ACTIVIDAD 1
NOMBRE DEL ALUMNO: GRUPO Y TURNO:
FECHA:
RESPONDE CORRECTAMENTE
CRITERIOS A CONSIDERAR
SÍ NO
1. ¿Dónde crees que surge la literatura?
LISTA DE COTEJO
BLOQUE 1 SECUENCIA DIDÁCTICA 3 ACTIVIDAD 3
NOMBRE DEL ALUMNO: GRUPO Y TURNO:
FECHA:
RESPUESTA CORRECTA
PREGUNTAS
SÍ NO
1. Son obras representativas del Romanticismo.
PORTAFOLIO DE EVIDENCIAS
Vamos a recopilar a través del portafolio de evidencias por lo menos dos actividades de cada una de las secuencias
didácticas del bloque 1, selecciona aquellas que de manera personal te hayan sido de interés o apoyo para tu
aprendizaje.
Una vez que hayas decidido qué actividades pondrás en tu portafolio de evidencias escribe después de cada una
de ellas un comentario o una reflexión personal.
-¿Cómo te sientes?
-Mal.
Hablaba poco. Cada vez menos. En ratos parecía dormir. En ratos parecía tener frío. Temblaba. Sabía cuándo le
agarraba a su hijo el temblor por las sacudidas que le daba, y porque los pies se le encajaban en los ijares como
espuelas. Luego las manos del hijo, que traía trabadas en su pescuezo, le zarandeaban la cabeza como si fuera
una sonaja.
Él apretaba los dientes para no morderse la lengua y cuando acababa aquello le preguntaba:
-¿Te duele mucho?
-Algo -contestaba él.
Primero le había dicho: “Apéame aquí… Déjame aquí… Vete tú solo. Yo te alcanzaré mañana o en cuanto me
reponga un poco.” Se lo había dicho como cincuenta veces. Ahora ni siquiera eso decía. Allí estaba la luna.
Enfrente de ellos. Una luna grande y colorada que les llenaba de luz los ojos y que estiraba y oscurecía más su
sombra sobre la tierra.
-No veo ya por dónde voy -decía él.
Pero nadie le contestaba.
El otro iba allá arriba, todo iluminado por la luna, con su cara descolorida, sin sangre, reflejando una luz opaca.
Y él acá abajo.
-¿Me oíste, Ignacio? Te digo que no veo bien.
Y el otro se quedaba callado.
Siguió caminando, a tropezones. Encogía el cuerpo y luego se enderezaba para volver a tropezar de nuevo.
-Éste no es ningún camino. Nos dijeron que detrás del cerro estaba Tonaya. Ya hemos pasado el cerro. Y Tonaya
no se ve, ni se oye ningún ruido que nos diga que está cerca. ¿Por qué no quieres decirme qué ves, tú que vas
allá arriba, Ignacio?
-Bájame, padre.
-¿Te sientes mal?
-Sí.
-Te llevaré a Tonaya a como dé lugar. Allí encontraré quien te cuide. Dicen que allí hay un doctor. Yo te llevaré
con él. Te he traído cargando desde hace horas y no te dejaré tirado aquí para que acaben contigo quienes sean.
Se tambaleó un poco. Dio dos o tres pasos de lado y volvió a enderezarse.
-Te llevaré a Tonaya.
-Bájame.
Su voz se hizo quedita, apenas murmuraba:
-Quiero acostarme un rato.
-Duérmete allí arriba. Al cabo te llevo bien agarrado.
Allí estaba ya el pueblo. Vio brillar los tejados bajo la luz de la luna. Tuvo la impresión de que lo aplastaba el
peso de su hijo al sentir que las corvas se le doblaban en el último esfuerzo. Al llegar al primer tejaban se recostó
sobre el pretil de la acera y soltó el cuerpo, flojo, como si lo hubieran descoyuntado.
Destrabó difícilmente los dedos con que su hijo había venido sosteniéndose de su cuello y, al quedar libre, oyó
cómo por todas partes ladraban los perros.
-¿Y tú no los oías, Ignacio? -dijo-. No me ayudaste ni siquiera con esta esperanza.
1. ¿Qué figura literaria se identifica en el enunciado “La luna venía saliendo de la tierra, como una llamarada
redonda?
A. Metáfora.
B. Comparación.
C. Sinécdoque.
D. Metonimia.
3. ¿Qué género discursivo se presenta en el siguiente fragmento? “La sombra larga y negra de los hombres siguió
moviéndose de arriba abajo, trepándose a las piedras, disminuyendo y creciendo según avanzaba por la orilla
del arroyo. Era una sola sombra, tambaleante”.
A. Argumentación.
B. Narración.
C. Descripción.
D. Diálogo.
LISTA DE COTEJO
BLOQUE 1 SECUENCIA DIDÁCTICA 3 REACTIVOS DE CIERRE
NOMBRE DEL ALUMNO: GRUPO Y TURNO:
FECHA:
RESPUESTA CORRECTA
PREGUNTAS
SÍ NO
1. ¿Qué figura literaria se identifica en el enunciado “La luna
venía saliendo de la tierra, como una llamarada redonda?
2. ¿Cuál es la forma de presentación que se identifica en el
texto anterior?
Bibliografía:
Arnold, Matthew. Culture and Anarchy and other Writings, Cambridge: Cambridge University
Press, 1993 (1869).
Bordons, Gloria, A. Díaz Plaja. Enseñar literatura en secundaria. Barcelona: Graò, 2006.
Cárdenas Páez, Alfonso. Elementos para una pedagogía de la literatura. Bogotá: Universidad
Pedagógica Nacional, 2004.
Castagnino, Raúl. ¿Qué es la literatura? La abstracción “Literatura, naturaleza y funciones de lo
literario”. Buenos Aires: Editorial Nova, 1992.
Diccionario de la Real Academia Española.
Diccionario internacional de literatura y gramática. México: Ed. Fondo Cultura, 1999.
García Galiano, Ángel. “Didáctica de la literatura (pp. 317-347) en Nueva introducción a la teoría
de la literatura de Miguel Ángel Garrido. Madrid: Editorial Síntesis, 2001.
Greimas, Algirdas J. Semántica estructural. Segunda reimpresión. Madrid: Gredos, 1976.
Sánchez Corral, Luis. “De la competencia literaria al proceso educativo: actividades y recursos”
(pp. 319-48) en Didáctica de la lengua y la literatura. Antonio Mendoza Fillola (ed.) Madrid:
Pearson Educación, 2003.
Selden, Raman, Peter Widdowson y Peter Brooker. La teoría literaria contemporánea. 3ª. edición
actualizada. Barcelona: Ariel, 2001.
Showalter, Elaine. “Methods of Teaching Literature” (pp. 42-61) en Teaching Literature. Malden,
MA: Blackwell Publishing, 2003.
Webgrafía:
Gómez de Silva, Guido.
https://lenguayliteratura2bac.wikispaces.com/file/view/Lenguaje_literario_2014.pdf/503414220/
Lenguaje_literario_2014.pdf
Moliner, J. María. QUÉ ES LA LITERATURA: DEFINICIÓN. | Sobre poética
peripoietikes.hypotheses.org/41
http://artespoeticas.librodenotas.com/artes/1135/para-quien-escribo-1962
Proyecto 2
De ahora en adelante tienes dos opciones: puedes seguir divirtiéndote con las diversas
narrativas del cine, televisión, teatro, cuentos, novelas etcétera, o igualmente, una vez
que conoces la estructura y los personajes, puedes tú mismo crear tus propias ficcio-
nes narrativas. No te escudes en no saber, simplemente sigue ciertas estrategias que te
sugerirá el profesor. Por ejemplo, si no te gustó el final de un cuento, ¿por qué no te
das la libertad de escribir uno diferente? Podrías hacer que Caperucita roja no fuera
una niña sino un niño. ¿Qué tal? Hay muchos ejercicios como estos que te sugerirá
el profesor para ejercitar tu imaginación.
EVALUACIÓN DIAGNÓSTICA
ACTIVIDAD 1
SD1-B2
ACTIVIDAD 2
SD1-B2
Con base en la información que acabas de leer, responde a las siguientes preguntas.
1. ¿Por qué se dice en el texto que la narrativa es tanto un género literario como un género epistemológico?
Contexto. Las obras literarias (a unos más los cuentos; a otros, las novelas, y a otros, los poemas) nos
entretienen y deleitan. Esa es la razón para leerlos. Pero también nos muestran el mundo. Desde niños vamos
aprendiendo cómo son las personas y los eventos a través de narraciones. Entonces la literatura es equivalente
a una ventana que nos da luz (epistemología es la parte de la filosofía que estudia el conocimiento) en la
comprensión de muchas problemáticas; esto te debe constar. Si no fuera así, discútelo con tu profesor. Y si
después te convences, deberás ser capaz de proporcionar ejemplos de tu propia creación, ficticios o reales.
2. ¿Cuáles son los elementos que podemos encontrar en todo texto narrativo?
Contexto. ¿Qué tal si para resolver esta pregunta te basas en un caso personal? Inicia con un caso hipotéti-
co, como puede ser también en la vida real: que tus padres te envían a otra ciudad a realizar una diligencia.
Menciona de qué se trata lo buscado o deseado. Con qué ayuda y medios te trasladas, si tuviste algún contra-
tiempo (alguien te quiso robar, digamos), quién te ayudó, por fin la obtención del objeto y el regreso y fin de
la historia.
3. ¿Crees que el teatro, es decir un drama o una comedia, cuentan una historia?
Contexto. Si respondes afirmativamente, ¿cómo es posible, si todo es dialogado? ¿Crees que dentro de una
comedia, un personaje pueda contar una historia o relato? ¿Puede haber poemas que nos cuenten a su vez una
historia? Si tu respuesta es positiva, propón ejemplos. Si no lo es, discute con tus compañeros para analizar
ambas respuestas.
4. ¿Podrías explicar por qué no todos los textos narrativos son literarios?
Contexto. Pongamos por ejemplo, las noticias del periódico, la autobiografía, o la historia, ¿qué condiciones
deberían tener para ser considerados literarios? Digamos, un relato sobre la invasión de los filibusteros a So-
nora junto con la derrota que sufrieron de parte de los mexicanos en la heroica Caborca en 1857, ¿no podría
ser de valor literario? ¿Le faltaría o le sobraría algo?
6. Con la ayuda del profesor, una vez que hayan intentado hacer la identificación de la estructura y reconocer
los personajes por ustedes mismos como equipo, analiza, (para comenzar por lo fácil y sencillo) un cuento
folklórico clásico, por ejemplo, “La Caperucita roja”, o “Juanito y la planta de frijolitos mágicos”.
EJEMPLO:
Versión narrada: Entonces Caperucita le preguntó que si por qué tenía aquellos ojos
tan grandes. Y el lobo le respondió que para verla mejor.
Versión dramatizada: Entonces Caperucita le preguntó: ¿Y por qué tienes esos ojos
tan grandes? Y el lobo le respondió: ¡Son para verte mejor!
Deben de observar con nitidez la diferencia entre contar un relato (contar) y representar
(mostrar) un relato. A los niños les encantan los cuentos en que los adultos les dramati-
zan los parlamentos de los personajes, porque son mucho más realistas.
LA ÉPICA
(Todos los subgéneros de la épica son narrativos)
Los mitos son historias que nos explican en forma cuasi-científica la
realidad: por qué hay estaciones, cómo surgió la vida y el ser humano,
por qué hay muchas lenguas. Para explicar estas cosas era necesario
hacer intervenir dioses. Todos los pueblos primitivos tienen sus mi-
Mito tos. Algunos se repiten en diferentes culturas. Los mitos más recien-
tes son el de Don Juan y el de Fausto, el sabio viejo que le hace una
apuesta al diablo a cambio de juventud.
La leyenda es un subgénero, escrito en verso en la antigüedad, a hor-
cajadas entre el mito y la historia.
Se refiere a personas y sus hazañas extraordinarias. Un personaje his-
tórico comienza a volverse legendario cuando la voz popular lo rela-
Leyenda ciona con hechos extraordinarios. Por ejemplo, se llega a decir de un
personaje que siempre no murió, y si es verdad que murió, hay varios
lugares donde se dice que está enterrado, o cosas por el estilo.
Escrita en verso en la antigüedad, la epopeya nos cuenta historias de
encuentros bélicos entre dos naciones poderosas.
Existe la epopeya clásica antigua: la Ilíada, la Odisea, la Eneida. La
Epopeya epopeya de la Edad Media: El Poema del mío Cid, Beowulf, El cantar
de los Nibelungos, El cantar de Roldán.
Es una historia breve, bellamente escrita en verso y con un fin didác-
tico. Las más famosas fábulas son las de Esopo. También en el siglo
Fábula XIX se hicieron famosas las fábulas de Iriarte y Samaniego. En el
fondo la fábula es un cuento pero tiene un plus, que es el querer des-
prender del argumento una enseñanza moral.
La novela es la forma actual de la epopeya. Ya no se escribe en verso.
Ya no se centra en un personaje nación como en la epopeya sino en las
vicisitudes de un personaje y su vida interior. La novela es compleja y
proteica; su misma definición es polémica. Las primeras novelas son
Novela de los primeros siglos de la era cristiana: la novela griega. El asno de
oro, Satiricón. La novela bizantina de la Edad Media, o de caballerías,
la novela picaresca del Renacimiento. La novela moderna: Don Qui-
jote de la Mancha.
El cuento es un relato breve, un personaje y una sola línea argumental,
en oposición a la novela, la cual puede desarrollar dos o más líneas
temáticas y argumentativas.
Hay dos tipos de cuento, el folklórico, o de hadas, generalmente crudo
y cruel. Posteriormente esas mismas historias ya civilizadas y caren-
tes de la rudeza, se volvieron a contar como historias para niños. La
Cuento Caperucita roja, por ejemplo.
El otro tipo de cuento es el literario, el cual sigue las reglas y protoco-
los de alguna corriente literaria. Después llegará el cuento literario
con Bocaccio al inicio del Renacimiento.
Cierre
ACTIVIDAD 3
SD1-B2
En la primera secuencia vimos el origen, desarrollo y madurez de la narrativa, su estructura y los géneros litera-
rios, tanto tradicionales como de acuerdo a los estudios literarios actuales.
Con base en tu creatividad se te solicita que elabores un mapa conceptual o mental, primero del desarrollo de la
narrativa; segundo de sus elementos, y tercero de los sub-géneros épicos.
ACTIVIDAD 1
SD2-B2
Como ejercicio de inducción, temática para tratar esta secuencia, te pedimos que nos cuentes una anécdota, es
decir, un hecho autobiográfico en el que tú mismo eres el protagonista, el héroe.
Contexto. Cuenta algo sencillo, como queriendo divertir a tus amigos con un evento singular, breve, interesante
y de preferencia cómico. Después, con la guía del profesor vean si pudieran convertirlo en literario. Un poco de
ayuda: cambia la persona que cuenta la historia para que no sea yo, o sea la primera persona gramatical. Exagera
un poco aquí y un poco allá, dejando siempre la posibilidad que sea verosímil, es decir, creíble dentro de la ficción.
Luego, deforma un poco al personaje, haciéndolo más fuerte de lo normal, que quizá tenga clarividencia, que
quizá pudiera volverse invisible con un anillo mágico que le regaló su abuelo antes de morir. Mezcla realidad y
ficción y jura que cuanto sucede en esa historia es totalmente verdadero. Haz la prueba. Te puedes divertir mucho
contando mentiras, perdón, ficción.
Estructura de la narración.
Desarrollo
Desde el punto de vista de la trama, hay muchos tipos de personajes pero el principal es
el protagonista, al que casi siempre identificamos como héroe. Es muy fácil identificar
al héroe porque todo mundo quiere ser como él. Las historias tradicionales comienzan
describiendo una situación, el lugar donde van a ocurrir los acontecimientos; el narrador
nos presenta a los personajes, dónde viven, en qué trabajan, cómo piensan, etcétera.
(Todo lo anterior es la situación inicial) Después empieza la historia propiamente con
un hecho que rompe la rutina. Ejemplo: todos los días Aristóteles salía a pescar a la
laguna pero un día atrapó un tiburón… Aquí entonces comienza la historia con una
Tipos de narrador.
Narrador protagonista.
Las historias las puede contar uno mismo, es decir, se pueden
contar en primera persona. En estos casos todo gira alrededor
de uno mismo. Uno mismo es el protagonista y todo se cuenta
desde la perspectiva de uno mismo. Es muy atractivo este pun-
to de vista porque vuelve cualquier relato en realista y vero-
símil. De hecho, en la actualidad es un género muy socorrido.
Las más famosas novelas, escritas en primera persona, de la
novela picaresca en la España del Renacimiento son El lazarillo de Tormes (anónima),
o La vida del Buscón de Francisco de Quevedo; en México del siglo XIX tenemos El
periquillo sarniento de Joaquín Fernández de Lizardi.
Narrador testigo.
La historia puede ser contada en primera persona en la que
uno no es personaje de la historia sino un testigo. Uno casi
es personaje pero lo que uno cuenta le sucede a los demás.
Cuando los hechos referidos son de la vida real se le conoce
como Memorias, si los hechos son ficcionales entonces son
cuento o novela.
Narrador omnisciente.
El tercer tipo de narrador es aquel en el que los hechos son narra-
dos desde un punto de vista impersonal. Alguien indeterminado
es el que cuenta. Y ese alguien normalmente sabe mucho, in-
cluso conoce los pensamientos de sus personajes, como si fuera
Dios, que todo lo sabe. Se le llama narrador de tercera persona
omnisciente. La gran novela del realismo psicológico del siglo
XIX por ejemplo, fue escrita de esta manera. Son novelones Los
hermanos Karamazov de Dostoyevski, La guerra y la paz de
Tolstoi, Grandes esperanzas, de Dickens.
Cierre
ACTIVIDAD 2
SD2-B2
Lee atentamente el siguiente cuento e identifica los elementos de las secuencias y completa el cuadro propuesto.
Aunque me di prisa y llegué al cine corriendo, la película había comenzado. En el salón oscuro traté de encon-
trar un sitio. Quedé junto a un hombre de aspecto distinguido.
-Perdone usted -le dije-, ¿no podría contarme brevemente lo que ha ocurrido en la pantalla?
-Sí. Daniel Brown, a quien ve usted allí, ha hecho un pacto con el diablo.
-Gracias. Ahora quiero saber las condiciones del pacto: ¿podría explicármelas?
-Con mucho gusto. El diablo se compromete a proporcionar la riqueza a Daniel Brown durante siete años. Na-
turalmente, a cambio de su alma.
-¿Siete nomás?
-El contrato puede renovarse. No hace mucho, Daniel Brown lo firmó con un poco de sangre.
Yo podía completar con estos datos el argumento de la película. Eran suficientes, pero quise saber algo más. El
complaciente desconocido parecía ser hombre de criterio. En tanto que Daniel Brown se embolsaba una buena
cantidad de monedas de oro, pregunté:
-En su concepto, ¿quién de los dos se ha comprometido más?
-El diablo.
-¿Cómo es eso? -repliqué sorprendido.
-El alma de Daniel Brown, créame usted, no valía gran cosa en el momento en que la cedió.
-Entonces el diablo...
-Va a salir muy perjudicado en el negocio, porque Daniel se manifiesta muy deseoso de dinero, mírelo usted.
Efectivamente, Brown gastaba el dinero a puñados. Su alma de campesino se desquiciaba. Con ojos de repro-
che, mi vecino añadió:
-Ya llegarás al séptimo año, ya.
El perfil de mi vecino, esfumado en la oscuridad, sonrió débilmente. Apartó los ojos de la pantalla donde ya
Daniel Brown comenzaba a sentir remordimientos y dijo sin mirarme:
-Ignoro en qué consiste la pobreza, ¿sabe usted?
-Siendo así...
-En cambio, sé muy bien lo que puede hacerse en siete años de riqueza.
Hice un esfuerzo para comprender lo que serían esos años, y vi la imagen de Paulina, sonriente, con un traje
nuevo y rodeada de cosas hermosas. Esta imagen dio origen a otros pensamientos:
-Usted acaba de decirme que el alma de Daniel Brown no valía nada: ¿cómo, pues, el diablo le ha dado tanto?
-El alma de ese pobre muchacho puede mejorar, los remordimientos pueden hacerla crecer -contestó filosófica-
mente mi vecino, agregando luego con malicia-: entonces el diablo no habrá perdido su tiempo.
-¿Y si Daniel se arrepiente?...
Mi interlocutor pareció disgustado por la piedad que yo manifestaba. Hizo un movimiento como para hablar,
pero solamente salió de su boca un pequeño sonido gutural. Yo insistí:
-Porque Daniel Brown podría arrepentirse, y entonces...
-No sería la primera vez que al diablo le salieran mal estas cosas. Algunos se le han ido ya de las manos a pesar
del contrato.
-Realmente es muy poco honrado -dije, sin darme cuenta.
-¿Qué dice usted?
-Si el diablo cumple, con mayor razón debe el hombre cumplir -añadí como para explicarme.
-Por ejemplo... -y mi vecino hizo una pausa llena de interés.
-Aquí está Daniel Brown -contesté-. Adora a su mujer. Mire usted la casa que le compró. Por amor ha dado su
alma y debe cumplir.
Los años transcurrían veloces y las monedas saltaban rápidas de las manos de Daniel, como antaño la semilla.
Pero tras él, en lugar de plantas, crecían tristezas, remordimientos.
Hablábamos en voz baja. Sin embargo, las personas que nos rodeaban parecían molestas. Varias veces nos ha-
bían pedido que calláramos. Mi amigo, que parecía vivamente interesado en la conversación, me dijo:
-¿No quiere usted que salgamos a uno de los pasillos? Podremos ver más tarde la película.
No pude rehusar y salimos. Miré por última vez a la pantalla: Daniel Brown confesaba llorando a su mujer el
pacto que había hecho con el diablo.
Yo seguía pensando en Paulina, en la desesperante estrechez en que vivíamos, en la pobreza que ella soportaba
dulcemente y que me hacía sufrir mucho más. Decididamente, no comprendía yo a Daniel Brown, que lloraba
con los bolsillos repletos.
-Usted, ¿es pobre?
Habíamos atravesado el salón y entrábamos en un angosto pasillo, oscuro y con un leve olor de humedad. Al
trasponer la cortina gastada, mi acompañante volvió a preguntarme:
-Usted, ¿es muy pobre?
-En este día -le contesté-, las entradas al cine cuestan más baratas que de ordinario y, sin embargo, si supiera
usted qué lucha para decidirme a gastar ese dinero. Paulina se ha empeñado en que viniera; precisamente por
discutir con ella llegué tarde al cine.
-Entonces, un hombre que resuelve sus problemas tal como lo hizo Daniel, ¿qué concepto le merece?
-Es cosa de pensarlo. Mis asuntos marchan muy mal. Las personas ya no se cuidan de vestirse. Van de cualquier
modo. Reparan sus trajes, los limpian, los arreglan una y otra vez. Paulina misma sabe entenderse muy bien.
Hace combinaciones y añadidos, se improvisa trajes; lo cierto es que desde hace mucho tiempo no tiene un
vestido nuevo.
-Le prometo hacerme su cliente -dijo mi interlocutor, compadecido-; en esta semana le encargaré un par de
trajes.
-Gracias. Tenía razón Paulina al pedirme que viniera al cine; cuando sepa esto va a ponerse contenta.
Hice como que meditaba un poco. Hubo una pausa que mi benefactor interrumpió con voz extraña:
-Reflexione usted. Mire, allí tiene usted a Daniel Brown. Poco antes de que usted llegara, no tenía nada para
vender, y, sin embargo...
Noté, de pronto, que el rostro de aquel hombre se hacía más agudo. La luz roja de un letrero puesto en la pared
daba a sus ojos un fulgor extraño, como fuego. Él advirtió mi turbación y dijo con voz clara y distinta:
-A estas alturas, señor mío, resulta por demás una presentación. Estoy completamente a sus órdenes.
Hice instintivamente la señal de la cruz con mi mano derecha, pero sin sacarla del bolsillo. Esto pareció quitar
al signo su virtud, porque el diablo, componiendo el nudo de su corbata, dijo con toda calma:
-Aquí, en la cartera, llevo un documento que...
Yo estaba perplejo. Volvía a ver a Paulina de pie en el umbral de la casa, con su traje gracioso y desteñido, en la
actitud en que se hallaba cuando salí: el rostro inclinado y sonriente, las manos ocultas en los pequeños bolsillos
de su delantal. Pensé que nuestra fortuna estaba en mis manos. Esta noche apenas si teníamos algo para comer.
Mañana habría manjares sobre la mesa. Y también vestidos y joyas, y una casa grande y hermosa. ¿El alma?
Mientras me hallaba sumido en tales pensamientos, el diablo había sacado un pliego crujiente y en una de sus
manos brillaba una aguja.
“Daría cualquier cosa porque nada te faltara.” Esto lo había dicho yo muchas veces a mi mujer. Cualquier cosa.
¿El alma? Ahora estaba frente a mí el que podía hacer efectivas mis palabras. Pero yo seguía meditando. Duda-
ba. Sentía una especie de vértigo. Bruscamente, me decidí:
-Trato hecho. Sólo pongo una condición.
La voz del diablo era insinuante, ladina, como un sonido de monedas de oro. Añadió:
-Si usted gusta, puedo hacerle ahora mismo un anticipo.
Entramos de nuevo en el salón. Yo no veía en absoluto, pero mi guía supo hallar fácilmente dos asientos.
En la pantalla, es decir, en la vida de Daniel Brown, se había operado un cambio sorprendente, debido a no sé
qué misteriosas circunstancias.
Una casa campesina, destartalada y pobre. La mujer de Brown estaba junto al fuego, preparando la comida. Era
el crepúsculo y Daniel volvía del campo con la azada al hombro. Sudoroso, fatigado, con su burdo traje lleno de
polvo, parecía, sin embargo, dichoso.
Apoyado en la azada, permaneció junto a la puerta. Su mujer se le acercó, sonriendo. Los dos contemplaron
el día que se acababa dulcemente, prometiendo la paz y el descanso de la noche. Daniel miró con ternura a su
esposa, y recorriendo luego con los ojos la limpia pobreza de la casa, preguntó:
-Pero, ¿no echas tú de menos nuestra pasada riqueza? ¿Es que no te hacen falta todas las cosas que teníamos?
La mujer respondió lentamente:
-Tu alma vale más que todo eso, Daniel...
El rostro del campesino se fue iluminando, su sonrisa parecía extenderse, llenar toda la casa, salir del paisaje.
Una música surgió de esa sonrisa y parecía disolver poco a poco las imágenes. Entonces, de la casa dichosa y
pobre de Daniel Brown brotaron tres letras blancas que fueron creciendo, creciendo, hasta llenar toda la pantalla.
Sin saber cómo, me hallé de pronto en medio del tumulto que salía de la sala, empujando, atropellando, abrién-
dome paso con violencia. Alguien me cogió de un brazo y trató de sujetarme. Con gran energía me solté, y
pronto salí a la calle.
Era de noche. Me puse a caminar de prisa, cada vez más de prisa, hasta que acabé por echar a correr. No volví
la cabeza ni me detuve hasta que llegué a mi casa. Entré lo más tranquilamente que pude y cerré la puerta con
cuidado.
Yo me hallaba turbado. Me llevé las manos a los ojos. Paulina se quedó mirándome, y luego, sin poderse conte-
ner, comenzó a reír, a reír alegremente de mí, que deslumbrado y confuso me había quedado sin saber qué decir.
En medio de su risa, exclamó con festivo reproche:
-¿Es posible que te hayas dormido?
Cuando acabé mi relato, Paulina me dijo que era la mejor película que yo podía haberle contado. Parecía con-
tenta y se rió mucho.
Sin embargo, cuando yo me acostaba, pude ver cómo ella, sigilosamente, trazaba con un poco de ceniza la señal
de la cruz sobre el umbral de nuestra casa.
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/arreola/un_pacto_con_el_diablo.htm
CRITERIOS DESCRIPCIÓN
Situación inicial
Acción complicante
Desarrollo de la trama
Clímax
Desenlace
Tipo de narrador
Personajes
Historia o diégesis
LISTA DE COTEJO
BLOQUE 2 ACTIVIDAD INTEGRADORA: PROYECTO 2
NOMBRE DEL ALUMNO: GRUPO Y TURNO:
EVALUACIÓN DE ACTIVIDADES
RÚBRICA DE EVALUACIÓN
BLOQUE 2 SECUENCIA DIDÁCTICA 1 EVALUACIÓN DIAGNÓSTICA
NOMBRE DEL ALUMNO: GRUPO Y TURNO:
RÚBRICA DE EVALUACIÓN
BLOQUE 2 SECUENCIA DIDÁCTICA 1 ACTIVIDAD 2
NOMBRE DEL ALUMNO: GRUPO Y TURNO:
RÚBRICA DE EVALUACIÓN
BLOQUE 2 SECUENCIA DIDÁCTICA 2 ACTIVIDAD 1
NOMBRE DEL ALUMNO: GRUPO Y TURNO:
Organización Usa una variedad Surge una variedad Hay uso Las oraciones
de oraciones de oraciones predominante están incompletas,
completas completas de oraciones son redundantes,
y párrafos y creativas; incompletas, poco con pocos o sin
desarrollados con párrafos con redundantes con mecanismos
ideas creativas, cierto desarrollo; uso inapropiado coherentes.
claras y bien uso apropiado de mecanismos El escrito está
sustentadas; de mecanismos coherentes. desorganizado, sin
uso apropiado coherentes. El escrito está la capacidad de
de mecanismos El escrito está organizado de comunicar sus ideas.
coherentes. organizado manera confusa,
El escrito está de manera sin una secuencia
excelentemente entrecortada, con lógica de ideas.
organizado, con una secuencia de
una secuencia ideas lógica, pero
lógica de las incompleta.
ideas.
Uso adecuado Uso adecuado Uso adecuado Uso inadecuado de
Vocabulario y y variado de y variado de de vocabulario vocabulario básico
gramática vocabulario, y vocabulario, y básico y de y de las estructuras
de estructuras de estructuras estructuras gramaticales, con
gramaticales gramaticales gramaticales errores frecuentes.
complejas sin complejas con simples y
errores. pocos errores. complejas con
algunos errores
Uso del lenguaje El texto es El texto es El texto es El texto es
comprensible; comprensible; comprensible; incomprensible.
no requiere requiere pero requiere que
aclaraciones por aclaraciones el lector descifre
parte del lector. y enmiendas el texto.
mínimas por parte
del lector.
Ortografía, Todas las La mayoría de La escritura de La escritura
acentuación palabras las palabras las palabras es a de las palabras
y puntuación están escritas están escritas veces correcta; es incorrecta;
correctamente; correctamente; los acentos, la los acentos, la
los acentos, la la mayoría de puntuación y puntuación y
puntuación y los acentos, la el uso de las el uso de las
el uso de las puntuación y mayúsculas son a mayúsculas son
mayúsculas el uso de las veces correctos. utilizados indebida e
son correctos mayúsculas son inapropiadamente.
también. correctos.
PORTAFOLIO DE EVIDENCIAS
Vamos a recopilar a través del portafolio de evidencias por lo menos dos actividades de cada una de las secuencias
didácticas del bloque 2, selecciona aquellas que de manera personal te hayan sido de interés o apoyo para tu
aprendizaje.
Una vez que hayas decidido qué actividades pondrás en tu portafolio de evidencias escribe después de cada una
de ellas un comentario o una reflexión personal.
REACTIVOS DE CIERRE
2. ( ) En la ficción que se nos cuenta hay agentes que ejecutan acciones y que no son equivalentes a las per-
sonas de la vida real pero que se comportan como si lo fueran, se les llama________________________.
A. Narradores.
B. Personajes.
C. Emisores.
D. Receptores.
5. ( ) La ___________________ cuenta un gran acontecimiento, no nos lo muestra, sino que nos lo cuenta
(oposición contar-mostrar). En esta es evidente que hay una persona que nos cuenta los acontecimientos.
A. Lírica.
B. Poesía.
C. Dramática.
D. Épica.
7. ( ) ________________________ son historias que nos explican en forma cuasi-científica la realidad: por
qué hay estaciones, cómo surgió la vida y el ser humano, por qué hay muchas lenguas.
A. Los cuentos.
B. Las epopeyas.
C. Las leyendas.
D. Los mitos.
9. ( ) ___________________________ es una historia breve, bellamente escrita en verso y con un fin didác-
tico. Las más famosas son las de Esopo. También en el siglo XIX se hicieron famosas las de Iriarte y Sama-
niego.
A. Un cuento.
B. Una epopeya.
C. Una leyenda.
D. Una fábula.
LISTA DE COTEJO
BLOQUE 2 SECUENCIA DIDÁCTICA 2 REACTIVOS DE CIERRE
NOMBRE DEL ALUMNO: GRUPO Y TURNO:
EL ALUMNO RESPONDE
CRITERIOS CORRECTAMENTE
SÍ NO
1. ( ) A ese alguien que cuenta la historia escrita le llamamos
________________________.
2. ( ) En la ficción que se nos cuenta hay agentes que eje-
cutan acciones y que no son equivalentes a las personas de
la vida real pero que se comportan como si lo fueran, se les
llama________________________.
3. ( ) El punto máximo de la crisis se llama
____________________, que generalmente lleva a un cam-
bio en el carácter del protagonista.
4. ( ) El _______________________________es el protago-
nista, al cual casi siempre identificamos como héroe o sujeto.
5. ( ) La ___________________ cuenta un gran aconteci-
miento, no nos lo muestra, sino que nos lo cuenta (oposición
contar-mostrar). En esta es evidente que hay una persona que
nos cuenta los acontecimientos.
6. ( ) La ___________________ cuenta un gran aconteci-
miento, no nos lo muestra, sino que nos lo cuenta (oposición
contar-mostrar). En esta es evidente que hay una persona que
nos cuenta los acontecimientos.
7. ( ) ________________________ son historias que nos
explican en forma cuasi-científica la realidad: por qué hay
estaciones, cómo surgió la vida y el ser humano, por qué hay
muchas lenguas.
8. ( ) _______________________se refiere a personas y sus
hazañas extraordinarias. Un personaje histórico comienza a
volverse legendario cuando la voz popular lo relaciona con
hechos extraordinarios.
9. ( ) ___________________________ es una historia bre-
ve, bellamente escrita en verso y con un fin didáctico. Las
más famosas son las de Esopo. También en el siglo XIX se
hicieron famosas las de Iriarte y Samaniego.
10. ( ) ___________________________ la forma actual de la
epopeya. Ya no se escribe en verso. Ya no se centra en un
personaje nación como en la epopeya sino en las vicisitudes
de un personaje y su vida interior.
Bibliografía:
Bordons, Gloria, A. Díaz Plaja. Enseñar literatura en secundaria. Barcelona: Graò, 2006.
Cárdenas Páez, Alfonso. Elementos para una pedagogía de la literatura. Bogotá: Universidad
Pedagógica Nacional, 2004.
García Galiano, Ángel. “Didáctica de la literatura (pp. 317-347) en Nueva introducción a la teoría
de la literatura de Miguel Ángel Garrido. Madrid: Editorial Síntesis, 2001.
Greimas, Algirdas J. Semántica estructural. Segunda reimpresión. Madrid: Gredos, 1976.
Sánchez Corral, Luis. “De la competencia literaria al proceso educativo: actividades y recursos”
(pp. 319-48) en Didáctica de la lengua y la literatura. Antonio Mendoza Fillola (ed.) Madrid:
Pearson Educación, 2003.
Selden, Raman, Peter Widdowson y Peter Brooker. La teoría literaria contemporánea. 3ª. edición
actualizada. Barcelona: Ariel, 2001.
Showalter, Elaine. “Methods of Teaching Literature” (pp. 42-61) en Teaching Literature. Malden,
MA: Blackwell Publishing, 2003.
Proyecto 3
Crea una fábula escogiendo alguna de las moralejas que se te proporcionan. Cuida tu
ortografía y la calidad de tu redacción.
Moralejas:
■ En lo que a ti te conviene no te hagas mucho del rogar.
■ No pongas en riesgo las cosas que tienes con los planes del que nada tiene.
■ Quien mucho te alaba, algo tuyo quiere.
Secuencia didáctica 1
Inicio
DEFINICIÓN, ORIGEN, DESARROLLO Y CARACTERÍSTICAS DE LA FÁBULA
EVALUACIÓN DIAGNÓSTICA
1. Contexto. Es posible que todas las narraciones encierren un algo más. Ese algo más es la mirada del autor
que quiere enseñar. Si enseña deleitando se cumple una máxima de la literatura, del poeta latino Horacio:
enseñar deleitando. Pues bien, ¿cómo crees que puede influir el maestro en el comportamiento y actitudes
de sus alumnos de manera indirecta? Reflexiona, luego continúa.
2. Contexto. El maestro trata de guiar a sus alumnos de manera directa o de manera indirecta. Muchas veces
la manera indirecta, si hablamos de actitudes, es la mejor porque el alumno aprende por sí, por inferencias
a partir de la lectura de una obra, sea cuento, drama o novela. ¿Qué crees tú es lo que aprende el niño de
la fábula de Pedro y el lobo? Date un momento para reflexionar.
3. Contexto. Muchos maestros de la antigüedad enseñaron a sus alumnos a través de medios indirectos.
Platón, Sócrates, Jesucristo, etc. contaban relatos para lograr sus objetivos de manera mucho más atrac-
tiva, incluso divertida. Platón enseñaba filosofía con diálogos y alegorías (la alegoría de la caverna, por
ejemplo). Jesús enseñaba religión con parábolas (El hijo pródigo, por ejemplo). Sócrates se reservaba su
enseñanza para que el alumno solo encontrara el conocimiento (decía que todo conocimiento no era sino
recuerdo). Ahora en nuestro caso, ¿de qué se trata? ¿Algo para reflexionar, verdad?
4. Contexto. Aunque en la fábula la enseñanza aparece explícita, es más divertido tratar de adivinarla por
inferencia a partir del relato. En consecuencia uno se podría decir: si eso le pasó a ellos, a mí también me
podría pasar, ¿no? La conclusión de la fábula se parece a un refrán. Cuál crees que sería un refrán para la
fábula “Las uvas y la zorra”. Si no lo puedes decir en verso, no te preocupes ahora.
ACTIVIDAD 1
SD1-B3
Realiza con tu maestro y con tus compañeros una lluvia de ideas sobre la fábula, analízalas y haz un listado de las
características que identificaron.
Define con tus palabras, a partir de la discusión de grupo, qué es la fábula.
CARACTERÍSTICAS DE LA FÁBULA:
1. _________________________________________
2. _________________________________________
3. _________________________________________
4. _________________________________________
blan y actúan como si fuesen hombres o mujeres. El objetivo de la fábula es criticar los
vicios y corregir las debilidades del ser humano.
A pesar de que hoy la mayoría de las personas cree
que estas fábulas son solo cuentos para niños, ésta no
es sino una de sus funciones. En realidad la fábula es
para chicos y grandes. Se sabe que la fábula literaria
inició en Grecia, en donde se utilizaban como parte de
la capacitación que recibían los estudiantes de retóri-
ca. La retórica es el arte de realizar discursos con fines
de convencer o motivar a otros. Los estudiantes debían
memorizar las viejas fábulas, ampliarlas y adaptarlas en
sus discursos como preparación para participar en los
debates públicos (en ciudades como Atenas en la Gre-
cia antigua todos los ciudadanos tenían el derecho de
participar en las decisiones de gobierno). Las fábulas,
pues, eran cuentos que tenían mucha importancia tanto
en la educación individual como en la preparación de
los ciudadanos para tomar decisiones en el gobierno.
Orígenes de la fábula.
Las fábulas más antiguas de las que se sabe son la co-
lección de Esopo (s. VI a.C.), pero se supone que estos
relatos se transmitieron de manera oral en África e In-
dia antes de que se coleccionaran por escrito en Grecia.
En el siglo I d.C., Fedro tradujo las fábulas de Esopo
al latín y, unos siglos más tarde, en la Edad Media, éstas seguían siendo utilizadas con
fines didácticos, pues eran incorporadas a los sermones para ejemplificar los vicios y las
virtudes que los clérigos y sacerdotes deseaban condenar o comunicar a sus feligreses.
Hace unos mil años (en el siglo X), las fábulas, que hasta ese momento se conocían
solo en verso, se transcribieron en prosa y se conocieron con el nombre de Rómulo, su
supuesto autor.
Desarrollo de la fábula.
Las fábulas desde siempre han tenido un papel fundamental en la sociedad a causa de
su función crítica. En el siglo XVII, Jean de la Fontaine, queriendo satirizar el compor-
tamiento de sus contemporáneos en la corte, imitó las fábulas de Esopo. Además de él
otros autores de la época como Tomás de Iriarte y Oropesa en España, Jean Pierre Claris
de Florian en Francia e Iván Krylov en Rusia compusieron y adaptaron fábulas para
criticar los vicios de los hombres y mujeres de sus sociedades. También en el siglo XX,
y hasta ahora, autores reconocidos como Franz Kafka, George Orwell y José Saramago,
por mencionar sólo algunos, han aprovechado la función de la fábula para exponer sus
ideas o críticas a la sociedad.
La fábula sigue siendo un componente importante de nuestra cultura. Un gran número
de cuentos infantiles y caricaturas representan animales que hablan y actúan como seres
Texto de Panchantantra.
En cierta región de un bosque vivía un león llamado Kharanakhara que corriendo un
día hambriento por todas partes no pudo cazar ninguna bestia. A eso de la puesta del
sol, llegó a una gran cueva, entró en ella y pensó: «Seguramente que algún animal
vendrá a pasar la noche en esta cueva; de modo que me voy a quedar aquí escondido».
Estando allí en tal situación, llegó el dueño de la cueva, que era un chacal llamado
Adhipuchchha, el cual miró y vio las huellas del pie de un león que había entrado y
no salido de la cueva. Entonces pensó: «¡Ah!, perdido estoy; seguramente que aquí
dentro hay un león. ¿Qué hago? ¿Cómo he de huir?». Pensando así y sin moverse de
la puerta empezó a gritar:
-¡Eh, caverna, ce! -Dicho esto, añadió de nuevo-: Ce, ¿ignoras que tienes un pacto
conmigo, según el cual yo te he de hablar al venir de fuera y tú me has de responder?
Si no me respondes, pues, me voy a otra gruta.
El león al oír esto pensó: «Sin duda que la caverna invita a éste siempre que viene y
hoy se calla por temor a mí. Pues se ha dicho esto:
“Voy, pues, a llamarle yo para que entre y me sirva de comida”. Habiéndolo pensado
así, le llamó. El rugido del león llenó todo el ámbito de la caverna, retumbando en ella
cien veces; de tal modo, que puso en fuga hasta las bestias que estaban lejos. El chacal
huyó enseguida a todo correr y recitó esta zloka:
Quien procede con cautela vive feliz, y no vive el que obra sin discernimiento. Yo me
he hecho viejo viviendo en el bosque, y nunca he oído que una cueva hable.
ACTIVIDAD 2
SD1-B3
Cierre
ACTIVIDAD 3
SD1-B3
ACTIVIDAD INTEGRADORA
○ Proyecto 3: Fábula.
Ya conoces qué es y cuáles son las características de la fábula, ahora pon en práctica tu imaginación
y creatividad y crea una fábula escogiendo alguna de las moralejas que se te proporcionan. Cuida tu
ortografía y la calidad de tu redacción.
Moralejas:
■ En lo que a ti te conviene no te hagas mucho del rogar.
■ No pongas en riesgo las cosas que tienes con los planes del que nada tiene.
■ Quien mucho te alaba, algo tuyo quiere.
LISTA DE COTEJO
BLOQUE 3 SECUENCIA 1 ACTIVIDAD INTEGRADORA: PROYECTO 3 - FÁBULA
NOMBRE DEL ALUMNO: GRUPO:
NÚMERO CRITERIOS SÍ NO
Redactó con coherencia las ideas y solo tuvo menos de
1
dos correcciones ortográficas.
2 Evidenció en el escrito las características de la fábula.
3 La historia es apropiada a la moraleja.
Mostró disposición, creatividad y realizó la actividad en
4
tiempo y forma.
PUNTAJE TOTAL
Definición.
LA EPOPEYA, del griego epos (palabra, canto) y poiein (hacer o crear), es una narra-
ción en verso que trata de héroes y hechos de armas. Se entiende que la epopeya no es un
solo poema narrativo independiente, sino la composición de relatos heroicos extensos
que son de importancia para una nación o una comunidad.
Orígenes.
Las primeras canciones sobre héroes que se compusieron se recitaban en las plazas
públicas, en días festivos o en los salones de los reyes y grandes señores. Con el tiempo
estas canciones, que se transmitían de voz a voz, se fueron organizando en poemas más
largos hasta que al fin se escribieron. Gracias a ello, contamos con una colección de va-
rios poemas épicos (épico es el adjetivo de epos en griego) de distintas culturas y tiem-
pos. A veces el proceso de creación fue el inverso: algunos poetas compusieron poemas
sobre héroes y luego los cantantes los recitaron en eventos y días festivos elevándolas al
nivel de grandes relatos conocidos por todos.
Desarrollo.
Los romanos imitaron la epopeya griega. Uno de los poemas épicos clásicos más co-
nocidos además de los homéricos es La Eneida. Eneas (La Eneida es el poema sobre
Eneas), uno de los héroes troyanos, sobrevive a la destrucción de Troya y, guiado por los
dioses, se establece finalmente en Italia. La imitación de los poemas homéricos, consi-
derados por los romanos los más altos representantes de la épica, llevó a que se fijaran
una serie de características o convenciones (acuerdos) que todo poema épico debe tener.
Así nace un tipo de épica que se conoce como épica culta.
Características.
Además de tratar sobre aventuras, batallas y héroes, una de estas convenciones de la
épica culta es el inicio in medias res (res: cosas en latín), es decir, a la mitad de las
cosas; por lo tanto representa una narración contada siguiendo la secuencia B-A-C. Por
ejemplo, la historia de la Odisea puede ser dividida en tres partes: cuando Ulises (el
nombre griego Odiseo es Ulises en latín) intenta volver a su casa luego de la Guerra de
Troya (evento A) y de pasar por una serie de aventuras, su barco naufraga y queda como
único sobreviviente en una isla habitada por una diosa, joven y hermosa, de nombre
Calipso. Diez años vive ahí Ulises, hasta que por fin la diosa lo deja escapar (evento B).
Al salir de la isla en una balsa, Odiseo llegará al país de los feacios a pedir ayuda para
terminar su viaje y llegar finalmente a casa (evento C). Sin embargo el poeta decidió
contar la historia siguiendo otro orden. Primero nos dice que Odiseo se encuentra en
la isla de Calipso (B) y que por fin tiene la libertad para escapar en una balsa. La balsa
lo lleva hasta el país de los feacios y, gracias a que en la corte del rey de los feacios
contará sus aventuras desde que salió de Troya, nos enteramos de todo lo que sucedió
antes hasta llegar con Calipso (es decir, nos enteramos de A). El resto de la historia es
lo que sucede cuando los feacios lo ayudan a llegar a su casa (la parte C de la historia).
En otras palabras, el poeta decidió organizar su historia primero narrando lo del medio.
Iniciar In medias res sigue siendo un recurso muy común en la literatura, incluyendo
el cine. A veces, por ejemplo, una película inicia justo cuando el héroe se encuentra en
una situación conflictiva, luego aparecen en la pantalla las palabras “2 años antes” y la
historia se regresa en el tiempo para tratar de explicarnos cómo fue que el héroe llegó a
esa situación. Finalmente el héroe hace algo para escapar y se nos presenta cómo le hace
el héroe para vencer a sus enemigos. Otras formas de organizar una historia podrían ser
ab ovo cuando comienza desde el principio y in extremitas cuando la historia comienza
a ser narrada presentándonos primero el final.
Otra de las convenciones tradicionales de la épica culta es la invocación a la musa. El
poeta, antes de entrar en el tema de su poema solicita a las musas (diosas de la inspi-
ración en artes o ciencias) o a otros dioses que lo inspiren para tener la habilidad que
necesita para contar la historia. En La Eneida, Virgilio le solicita a la musa que le ayude
a recordar bien la historia: “Musa, las causas recuérdame”, mientras que en La Odisea
Homero le pide a la diosa Atenea que ella cuente a través de él la historia: “¡Oh diosa,
hija de Zeus! Cuéntanos, aunque no sea más que una parte de tales cosas”.
Es una convención de la épica culta que las primeras palabras del poema comuniquen de
qué se tratará la obra. La Ilíada, por ejemplo, inicia con las palabras “Canta, oh diosa,
la cólera del Pelida Aquiles”, es decir, la obra trata sobre la cólera o el enojo de Aquiles
hijo de Peleo, mientras que La Eneida nos promete que tratará de ‘armas’ y del ‘primer
hombre que saliendo de Troya llegó a Italia’.
Además de las convenciones ya mencionadas, otras de las costumbres con respecto a
la épica culta son: a) el uso de un lenguaje elevado que sea el adecuado para hablar de
acciones heroicas; b) el empleo de una serie de adjetivos que resaltan las características
del héroe y que se han venido a llamar epítetos épicos: Odiseo es el ‘ingenioso Odiseo’,
Aquiles es ‘el de los pies ligeros’ mientras que Eneas es el ‘pío’; c) permitir la participa-
ción de los dioses en la lucha armada de los hombres divididos en bandos dependiendo
del héroe a quien protejan; etc.
Durante el siglo XVI se redescubrieron las épicas de la antigüedad clásica (griegas
y romanas). Como resultado, varios poetas se dieron a la tarea de imitar estas obras
maestras de la antigüedad. Entre los poemas épicos más importantes de este momento
llamado el Renacimiento (porque se veía como un renacer del mundo clásico antiguo)
se encuentran El Orlando Furioso de Ludovico Ariosto (1532), La Jerusalén liberada
de Torcuato Tasso (1581), y La Araucana de Alonso de Ercilla y Zúñiga (1589), este
último trata sobre la guerra entre los españoles y los indios araucanos de América del
sur. A este tipo de obras que imitan las de la antigüedad clásica se les llama épica culta.
Como se mencionó arriba, no toda la épica es culta. Algunas obras, antes de ser escri-
tas pasaron por un proceso de creación en el que varios aedos (poetas que componían
poemas épicos en la antigua Grecia) cantan los hechos de algún momento histórico o
la vida de algún héroe legendario. Durante la Edad Media, se compusieron varios poe-
mas épicos de este tipo. Los pueblos germanos que poblaron la mayoría de las regiones
europeas luego de la caída del imperio romano, solían componer y cantar sus propios
CANTO I.
Canta, oh diosa, la cólera de Aquiles hijo de Peleo; cólera asesina, funesta que causó
infinitos males a los aqueos y precipitó a la morada de la muerte a muchas almas vale-
rosas de héroes, mientras que hizo de sus cuerpos banquete de perros y pasto de aves.
Cumplíase la voluntad de Zeus, desde que se separaron disputando el Atrida, rey de
hombres, y el divino Aquiles.
¿Cuál de los dioses promovió entre ellos la contienda para que pelearan? Apolo, aira-
do con el rey, suscitó en el ejército maligna peste, y los hombres morían por el ultraje
que el Atrida Agamenón infiriera al sacerdote Crises. Sí, éste, deseando redimir a su
hija, se había presentado en los barcos aqueos con un inmenso rescate y las ínfulas
de Apolo, el que hiere de lejos, que pendían del áureo cetro, en la mano; y a todos los
aqueos, y particularmente a los dos Atridas, caudillos de pueblos, así les suplicaba:
¡Oh Aquiles, caro a Zeus! Me ordenas explicar la cólera de Apolo, del dios que hiere
de lejos. Pues bien, hablaré; pero antes jura que estás listo para defenderme de palabra
y de obra, pues temo irritar a un varón que goza de gran poder entre los argivos todos
y es obedecido por los aqueos. Un rey es más poderoso que el inferior contra quien
se enoja; y, si bien en el mismo día refrena su ira, guarda luego rencor hasta que logra
ejecutarlo en el pecho de aquél. Dime, pues si me salvarás.
Y contestándole, Aquiles, el de los pies ligeros, le dijo:
Manifiesta, deponiendo todo temor, el vaticinio que sabes; pues ¡por Apolo, caro a
Zeus a quien tú, Calcante, invocas siempre que revelas oráculos a los dánaos!, ningu-
no de ellos pondrá en ti sus pesadas manos cerca de las cóncavas naves mientras yo
viva y vea la luz acá en la tierra, ni aunque hables de Agamenón, que al presente se
jacta de ser en mucho el más poderoso de todos los aqueos.
Entonces cobró ánimo y dijo el eximio vate:
No está el dios quejoso con motivo de algún voto o hecatombe, sino a causa del ultraje
de Agamenón al sacerdote, a quien no devolvió la hija ni admitió el rescate. Por esto
el que hiere de lejos nos causó males y todavía nos causará otros. Y no librará a los
dánaos de la odiosa peste, hasta que sea restituida a su padre, sin premio ni rescate, la
joven de ojos vivos, y llevemos a Crisa una sagrada hecatombe. Cuando así le haya-
mos aplacado, renacerá nuestra esperanza.
Dichas estas palabras se sentó. Se levantó al punto el poderoso héroe Agamenón Atri-
da, furioso, con las negras entrañas llenas de cólera y los ojos parecidos al relumbran-
te fuego; y, encarando a Calcante con la torva vista, exclamó:
¡Adivino de males! Jamás me has anunciado nada grato. Siempre te complaces en
profetizar desgracias y nunca dijiste ni ejecutaste nada bueno. Y ahora, vaticinando
ante los dánaos, afirmas que el que hiere de lejos les envía calamidades, porque no
quise admitir el espléndido rescate de la joven Criseida, a quien anhelaba tener en mi
casa. La prefiero, ciertamente, a Clitemnestra, mi legítima esposa, porque no le es
inferior ni en el talle, ni en el natural, ni en inteligencia, ni en destreza. Pero aun así
y todo, consiento en devolverla, si esto es lo mejor; quiero que el pueblo se salve, no
que perezca. Pero preparadme pronto otra recompensa, para que no sea yo el único
argivo que sin ella se quede; lo cual no parecería decoroso. Todos ustedes son testigos
de que lo que me corresponde se va a otra parte.
Replica en seguida el celerípede divino Aquiles:
¡Atrida gloriosísimo, el más ambicioso de todos! ¿Cómo pueden darte otra recompen-
sa los magnánimos aqueos? Que sepamos no hay tesoros ahí nomás apilados por si
acaso o cosas que sean de toda la comunidad, pues las del saqueo de las ciudades están
ya distribuidas, y ni modo de obligar a los hombres a que nuevamente reúnan todo
para repartirlas otra vez. Entrega ahora esa joven al dios, y los aqueos te pagaremos
el triple o el cuádruple, si Zeus nos permite algún día tomar la bien amurallada ciudad
de Troya.
Así dijo. Se acongojó el Pelida, y dentro del velludo pecho su palpitante corazón dis-
currió dos cosas: o, desnudando la aguda espada que llevaba junto al muslo, abrirse
paso y matar al Atrida, o calmar su cólera y reprimir su furor. Mientras tales pen-
samientos revolvía en su mente y en su corazón y comenzaba a sacar de la vaina la
gran espada, vino Atenea del cielo: la envió Hera, la diosa de los níveos brazos, que
amaba cordialmente a entrambos y por ellos se interesaba. Se puso detrás del Pelida
y lo jaló de la blonda cabellera, apareciéndose a él tan sólo; de los demás, ninguno la
veía. Aquiles, sorprendido, volvióse y al instante conoció a Palas Atenea, cuyos ojos
centelleaban de un modo terrible…
Vengo del cielo para apaciguar tu cólera, si obedecieres; y me envía Hera, la diosa de
los níveos brazos, que os ama cordialmente a entrambos y por vosotros se interesa.
Ea, cesa de disputar, no desenvaines la espada e injúrialo de palabra como te parezca.
Lo que voy a decir se cumplirá: Por este ultraje se te ofrecerán un día triples y esplén-
didos presentes. Domínate y obedécenos.
… El Pelida, no amainando en su cólera, denostó nuevamente al Atrida con injuriosas
voces:
¡Borracho, ojos de perro y corazón de ciervo! Jamás te atreviste a tomar las armas con
la gente del pueblo para combatir, ni a ponerte en emboscada con los más valientes
aqueos: ambas cosas te parecen la muerte. Es, sin duda, mucho más seguro arrebatar
los bienes, en el vasto campamento de los aqueos, a quien te contradiga. Rey devo-
rador de tu pueblo, porque mandas a hombres abyectos. . . ; en otro caso, Atrida, éste
fuera tu último ultraje. Otra cosa voy a decirte y sobre ella prestaré un gran juramento:
Sí, . . .algún día los aqueos todos echarán de menos a Aquiles, y tú, aunque te aflijas,
no podrás socorrerlos cuando muchos sucumban y perezcan a manos de Héctor, ma-
tador de hombres. Entonces desgarrarás tu corazón, pesaroso por no haber honrado al
mejor de los aqueos.
ACTIVIDAD 1
SD2-B3
Elige un personaje real o ficticio (personajes históricos, personas que conozcas, superhéroes, figuras públicas,
etc.) al que le puedas adjudicar alguna virtud valorada en la sociedad. Una vez elegido tu personaje o héroe, to-
mando en cuenta las características de la epopeya, escribe un mini poema épico en verso o prosa (una hoja o dos)
en la que se narren las aventuras de tu personaje. Trata de incorporar las características de la épica.
ACTIVIDAD 2
SD2-B3
Epítetos épicos.
Una de las características de la épica, como ya se dijo arriba, es el uso de los epítetos épicos. Busca en el diccio-
nario la palabra epíteto y escríbela con tus palabras. Ahora haz una lista de los diferentes epítetos que aparecen
en el texto anterior.
Nota: El epíteto épico a diferencia del ordinario, no es un adjetivo que le pertenece casi por naturaleza al sustantivo al
que califica, ejemplo, verde esmeralda. El epíteto épico es más bien una frase que repite como calificando a un nombre
propio, también se le llama aposición. Es semejante a lo que en los tiempos actuales diríamos: Miguel Hidalgo, el padre
de la patria; Benito Juárez, el benemérito de las Américas; Hermosillo, la ciudad del sol.
ACTIVIDAD INTEGRADORA
○ Proyecto 3: Fábula y epopeya.
Ahora que ya sabes qué es una fábula y qué es una epopeya, dibuja una escena (imaginada o leída) de cada
uno de estos géneros literarios.
FÁBULA EPOPEYA
LISTA DE COTEJO
BLOQUE 3 SECUENCIA 2 ACTIVIDAD INTEGRADORA: PROYECTO 3 - FÁBULA Y EPOPEYA
NOMBRE DEL ALUMNO: GRUPO:
NÚMERO CRITERIOS SÍ NO
Realizó los dibujos con menos de 3 características gráficas
1
en cada uno de ellos.
Realizó dos dibujos uno para la fábula y otro para la
2
epopeya.
3 Presentó en la actividad creatividad.
4 Realizó en tiempo y forma el trabajo.
PUNTAJE TOTAL
LISTA DE COTEJO
BLOQUE 3 SECUENCIA DIDÁCTICA 1 ACTIVIDAD 1
NOMBRE DEL ALUMNO: GRUPO:
CRITERIOS SÍ NO
Compiló las cuatro características de la fábula.
Construyó su propia definición de fábula.
Trabajó con orden, disciplina, en tiempo y forma su actividad.
PUNTAJE TOTAL
LISTA DE COTEJO
BLOQUE 3 SECUENCIA DIDÁCTICA 1 ACTIVIDAD 2
NOMBRE DEL ALUMNO: GRUPO:
CRITERIOS SÍ NO
Mencionó los personajes de la fábula.
Presentó las características del escenario de la fábula.
Mostró la moraleja de la fábula.
PUNTAJE TOTAL
LISTA DE COTEJO
BLOQUE 3 SECUENCIA DIDÁCTICA 1 ACTIVIDAD 3
NOMBRE DEL ALUMNO: GRUPO:
CRITERIOS SÍ NO
Mencionó por lo menos 3 características.
Evidenció y explicó con la fábula las características.
Realizó con disciplina, con claridad, orden y en tiempo la actividad.
PUNTAJE TOTAL
LISTA DE COTEJO
BLOQUE 3 SECUENCIA DIDÁCTICA 2 ACTIVIDAD 1
NOMBRE DEL ALUMNO: GRUPO:
CRITERIOS SÍ NO
Mencionó un personaje y su virtud en el escrito.
Escribe un texto de extensión mínima de dos hojas.
Situó al personaje en un entorno y características épicas.
Trabajó con orden, disciplina, en tiempo y forma su actividad.
PUNTAJE TOTAL
CRITERIOS SÍ NO
Investigó en algún medio didáctico o de información.
Construyó la definición de epíteto.
Realizó una lista de no menos de 5 epítetos.
Realizó la actividad en tiempo y forma.
PUNTAJE TOTAL
PORTAFOLIO DE EVIDENCIAS
Elegimos al menos dos actividades del bloque para integrar nuestro portafolio de evidencias, además de
conclusiones.
Recordemos que en este portafolio también debemos integrar los productos de las actividades integradoras.
REACTIVOS DE CIERRE
1. En latín significaba relato o discurso, es breve, un escrito en verso o en prosa y tiene fines didácticos, ya que
de ella se extrae una moraleja (es decir una pequeña enseñanza).
A. Fábula.
B. Epopeya.
2. Entre sus características esenciales los personajes son animales que hablan y actúan como si fuesen hombres
o mujeres.
A. Fábula.
B. Epopeya.
3. La intención comunicativa de este subgénero es criticar los vicios y corregir las debilidades del ser humano.
A. Fábula.
B. Epopeya.
4. Las fábulas fueron una colección de Esopo en el (siglo VI ac.), pero se supone que estos relatos se transmitieron
de manera oral en África e India antes de que se coleccionaran por escrito en Grecia en el siglo
A. I D.C.
B. II D.C
5. Menciona algunos personajes que desarrollaron la fábula desde el siglo XVII hasta el siglo XX:
A. Jean de la Fontaine, Jean Pierre Claris de Florian y José Saramago.
B. Frank Kafka, Jean Paul Sartre, Ivan Krylov.
6. Proveniente del griego epos (palabra, canto) y poiein (hacer o crear), es una narración en verso que trata de
héroes y hechos de armas. Una composición de relatos heroicos extensos que son de importancia para una
nación o una comunidad.
A. Fábula.
B. Epopeya.
7. Sus orígenes se reconocen por ser canciones sobre héroes que se transmitían, en principio, de manera oral,
después de distintas culturas ser recitados en eventos y días festivos elevándolas al nivel de grandes relatos
conocidos por todos.
A. Fábula.
B. Epopeya.
10. Además de las convenciones ya mencionadas, dos de las costumbres con respecto a la épica culta es:
A. El uso de un lenguaje elevado que sea el adecuado para hablar de acciones heroicas.
B. El empleo de una serie de adjetivos que resaltan las características del héroe y que se han venido a llamar
epítetos épicos.
C. Permitir la participación de los animales en la lucha para la invocación o protección al héroe.
REFERENCIAS
Bibliografía:
Anónimo. El Cantar de Roldán. México: Editorial Porrúa, 1997.
Ariosto, Ludovico. Orlando Furioso. Cesare Segre y Ma. De las Nieves Muñiz (eds). Madrid:
Ediciones Cátedra, 2002.
Cuddon, J.A. The Penguin Dictionary of Literary Terms and Literary Theory. 3rd Ed. New York:
Penguin Books, 1998.
Homero. La Iliada. Madrid: Editorial ALBA, 1998.
---. La Odisea. Madrid: Editorial ALBA, 1998.
---. The Iliad. Bernard Knox (ed), Robert Fagles (trans). New York: Penguin, 1990.
Virgilio, Publio Virgilio Marón. Eneida. 2ª Ed. Rubén Bonifaz Nuño (Ed.). México: Universidad
Nacional Autónoma de México, 2006.
Webgrafía:
Anónimo. Cantar de Roldán. López Nieves, Luis. Ciudad Seva.
http://www.ciudadseva.com/textos/poesia/fran/roldan/el_cantar_de_roldan.htm. 21 mayo 2014.
“Epopeya.” Wikipedia, La enciclopedialibre.11 may 2014, 11:36 UTC. 20 may 2014,
01:07 <http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Epopeya&oldid=74330426>.
“Fábula.” Wikipedia, La enciclopedia libre. 20 may 2014, 00:55 UTC. 20 may 2014, 01:05
<http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=F%C3%A1bula&oldid=74511482>.
Wikipedia contributors. “Fable.” Wikipedia, The Free Encyclopedia. Wikipedia, The Free
Encyclopedia, 15 May. 2014. Web. 20 May. 2014.
Wikipedia contributors. “Epic poetry.” Wikipedia, The Free Encyclopedia. Wikipedia, The
Free Encyclopedia, 18 May. 2014. Web. 20 May. 2014.
FÁBULAS.
TEXTO 2.
Un Ratón cortesano Saltaban de placer, ¡oh qué embeleso!
convidó con un modo muy urbano de pernil en pernil, de queso en queso.
a un Ratón campesino. En esta situación tan lisonjera
Dióle gordo tocino, llega la Despensera.
queso fresco de Holanda, Oyen el ruido, corren, se agazapan,
y una despensa llena de vianda pierden el tino, mas al fin se escapan
era su alojamiento, atropelladamente
pues no pudiera haber un aposento por cierto pasadizo abierto a diente.
tan magníficamente preparado, «¡Esto tenemos! dijo el campesino;
aunque fuese en Ratópolis buscado reniego yo del queso, del tocino
con el mayor esmero, y de quien busca gustos
para alojar a Roepan primero. entre los sobresaltos y los sustos»
Sus sentidos allí se recreaban; volviose a su campaña en el instante
las paredes y techos adornaban, y estimó mucho más de allí adelante,
entre mil ratonescas golosinas, sin zozobra, temor ni pesadumbres,
salchichones, perniles y cecinas. su casita de tierra y sus legumbres.
Autor: Félix María Samaniego
ÉPICAS.
Cantar de Roldán.
Carlos, el rey, nuestro emperador, el grande, siete años cabales ha morado en España. Ha conquistado la altiva
tierra hasta el mar. No hubo castillo que ante él resistiera ni ciudad ni muralla que él no abatiese. Salvo Zarago-
za, que se levanta sobre una montaña, sometida al rey Marsil, que no ama a Dios: es Mahoma a quien sirve y es
Apolo a quien invoca. No podrá guardarse de la desgracia que le acecha.
Está el rey Marsil en Zaragoza. Allá se fue a un vergel, bajo su sombra se acuesta sobre una grada de mármol
azul. Son más de veinte mil los que le rodean. Llama a sus condes y a sus duques: --Entended, señores, qué
plega nos azota, Carlos, el emperador de la dulce Francia, ha llegado a este país, para confundirnos No tengo
ejército que pueda darle batalla ni mi gente posee la fuerza para quebrantar la suya. ¡Aconsejadme vosotros,
mis hombres sabios, y evitadme la muerte y la afrenta! No hay pagano que responda una sola palabra si no es
Blancardín, del castillo de Maluenda.
Era Blancardín mesurado entre los paganos. Por su arrojo, buen caballero; por su llaneza, buen consejero de su
señor. Así dice al rey: --¡No os espantéis! Mandad a Carlos, el orgulloso y denodado, canes, setecientos camellos
y mil azores mudados, cuatrocientos mulos cargados de oro y plata y cincuenta carros en caravana. Con ellos
podrá pagar largamente a sus soldados. Hacedle saber que ya luchó bastante en esta tierra. Que debe tornar ya
a Francia, a Aquisgrán, y que vos le seguiréis allí, en la fiesta de San Miguel, para recibir la ley de los cristia-
nos. Que por vuestro honor y vuestro bien, queréis ser vasallo suyo. Si rehenes quiere, enviadlos presto. Diez
o veinte para mejor lograr su confianza. Enviémosle los hijos de nuestras mujeres. Perezca él, yo le enviaría el
mío. Mejor es que ellos pierdan sus cabezas y no que nosotros perdamos, nosotros, franquicia y señoría, y que
nos veamos llevados a mendigar.
Dice Blancardín:
--Por mi diestra y por la barba que flota al viento sobre mi pecho, a la hora veréis desbaratarse a los ejércitos de
Francia. Los francos se irán a Francia: es su tierra. Y cuando retornen cada uno a su feudo más preferido, y Car-
los a Aquisgrán, su capilla, en el día de San Miguel tendrá su alta corte. La fiesta pasará, el plazo cumpliríase,
el rey no sabrá de nosotros ni palabra ni nueva. Es orgulloso, y cruel su corazón, y mandará cortar los pies de
nuestros rehenes. Más vale que allá pierdan ellos sus cabezas y no perder nosotros la clara España, la bermosa,
y que no padezcamos males y angustias.
--¡Tal vez dice verdad!—se dicen los infieles.
El rey Marsil, celebrado su consejo, llama a Clarís de Balaguer, a Tamarite y a Endropín, su par; a Priamón,
Guarlán el barbudo, maquiner y su tío; a Maheu, Joüner y Malbino de Ultramar, y a Blancardín, para manifestar
su pensamiento. Entre los más felones ha escogido a diez.
--Señores barones, iréis a Carlomagno, que ahora cerca la ciudad de Cordres. Llevaréis en vuestras manos ramas
de olivo, que significa paz y humildad. Si por vuestra destreza logro un buen acuerdo, yo os regalaré pilas de oro
y plata, y las tierras y feudos que queráis.
--¡Colmado nos han!—dicen los infieles.
El rey Marsil, acabado su consejo, dice a los suyos:
--Iréis, caballeros, con ramas de olivo en la mano, a decir a Carlomagno, el rey, que, en nombre de su Dios, me
otorgue su merced; que antes de acabado un mes iré a su zaga con mil de mis vasallos; que yo recibiré la ley
cristiana y me convertiré en su vasallo en todo amor y en toda fe. En verdad, si rehenes quiere, los tendrá.
Dice Blancardín: --así obtendréis un buen acuerdo.
Marsil hace traer diez mulas blancas que le envió el rey de Cilicia. De oro son los frenos; las sillas, recamadas
están de plata. Jinetes en ellas van los mensajeros, llevando en las manos ramas de olivo. Fueron a Carlos, que
tiene a Francia en su bailío. Carlos no puede guardarse: le engañarán.
Se ha puesto jubiloso el emperador y de buen humor. Córdoba ya es suya. Las murallas ha destruido. Las piedras
de sus catapultas derrumbaron los torreones. Grande es el botín que recogieron allí los caballeros: oro, plata y
preciosas armaduras. Ni un infiel ha quedado en la ciudad; todos fueron muertos o hechos cristianos.
En un vergel está el emperador. A su vera Roldán y Oliveros, el duque Sansón y el altivo Anseis, Godofredo de
Anjou, gonfalonero del rey, y Garín y Gerer, con otros muchos caballeros de la dulce Francia, hasta quince mil.
Sentados están sobre blancos tapices de seda, jugando al ajedrez y a las damas los más viejos y graves, mientras
esgrimen sus espadas los ágiles donceles. Bajo un pino, cerca de un agapando, han aderezado un trono, todo él
de oro puro. Está allí sentado el rey, el dueño de la dulce Francia. Blanca es su barba y florida su cabeza. Her-
moso el cuerpo y fiero su talante. A quien le busque, no es preciso mostrarlo. Los mensajeros ponen pie a tierra
y la saludan con todo amor y con todo bien.
Blancardín habla él primero, y dice al rey:
--¡Salud, en nombre de Dios Glorioso, a quien debemos adorar! Escuchad lo que os dice el esforzado rey Marsil.
Sabedor de la ley que salva, quiere, de sus riquezas, daros a manos llenas. Osos y leones y lebreles encadenados,
setecientos camellos y mil azores mudados. Más cuatrocientos mulos cargados de oro y plata y cincuenta carros
en caravana, colmados de tan gran número de besantes de oro fino, que os bastan para pagar largamente a vues-
tros soldados. Pero ya morasteis mucho tiempo en este país. Os viene bien de regresar a Francia, a Aquisgrán.
X
El emperador mantiene inclinada la cabeza. Jamás fueron apresuradas sus palabras: tal es su costumbre, sólo
habla cuando le viene en gana. Cuando por fin se yergue, resplandece de orgullo su rostro.
-Habéis hablado muy bien -contesta a los mensajeros-. Mas el rey Marsil es mi gran enemigo. ¿Qué garantía
tendré yo sobre las palabras que acabáis de pronunciar?
-Tendréis rehenes -replica el sarraceno-. Diez, quince o veinte. Así deba perecer, pondré con ellos a un hijo mío,
y recibiréis, según creo, otros de mayor alcurnia. Cuando os encontréis en vuestro soberbio palacio, durante la
gran fiesta de San Miguel del Peligro, estará junto a vos mi señor, os lo asegura. Allí, en vuestras fuentes, que
Dios hizo para vos, quiere recibir el bautismo.
Responde Carlos:
-Quizá pueda alcanzar aún la salvación.
XIV
El emperador ha expresado su pensamiento. El conde Roldán, que no está de acuerdo, al momento se yergue
para contrariarlo. Le dice al rey:
-¡Desdichado de vos, si creéis las palabras de Marsil! Son ya siete años enteros los que llevamos en España. He
conquistado para vos Noples y Comibles; he tomado Valtierra y las tierras de Pina, Balaguer, Tudela y Sevil. En-
tonces el rey Marsil llevó a cabo una gran traición: envió a quince de sus infieles hacia vos, llevaban todos una
rama de olivo en la mano y os dijeron las mismas palabras que ahora. Pedisteis consejo a vuestros franceses. A
fe que os lo dieron muy insensato: enviasteis al infiel a dos de vuestros condes, uno era Basan y el otro. Basilio;
cerca de Altamira, en pleno monte, cortó sus cabezas. ¡Continuad la guerra como la emprendisteis! Conducid a
Zaragoza a la flor de vuestro ejército; ponedle sitio, así deba durar toda vuestra vida, y vengad aquellos que el
traidor mandó matar.
XV
El emperador mantiene inclinada la cabeza. Alisa su barba y manosea su mostacho; ni aprueba a su sobrino, ni lo
regaña: nada responde. Los franceses guardan silencio, excepto Ganelón. Se pone de pie, e irguiendo el cuerpo,
se presenta ante Carlos. Con gran altivez comienza a hablar, y dice al rey:
-¡Ay de vos si escucháis al villano, sea yo, o cualquier otro, que no os aconsejara para vuestro bien! Cuando el
rey Marsil os manda decir que se convertirá en vuestro vasallo, juntas las manos, y que recibirá toda España
como un don de vuestra gracia, y que además acatará la ley que nosotros observamos, aquel que os aconseje que
desechemos semejante acuerdo en poco aprecia, señor, nuestra vida. No debe prevalecer un consejo de orgullo.
¡Dejemos a los locos, atengámonos a los juiciosos!
XVI
Entonces se adelanta Naimón; no existe mejor vasallo en toda la corte. Le dice al rey:
-Habéis oído la respuesta de Ganelón; es muy sensata, sólo os resta ponerla en práctica. El rey Marsil ha perdido
la guerra: le habéis tomado todos sus castillos; con vuestras catapultas habéis destrozado sus murallas; habéis
incendiado sus ciudades y vencido a sus hombres. Hoy, cuando os pide que le otorguéis clemencia, sería peca-
do causarle más desdichas. Puesto que quiere entregaros rehenes como garantía, no debéis prolongar esta gran
guerra.
-¡El duque tiene razón! -dicen los franceses.
XVII
-Señores barones, ¿a quién hemos de enviar a Zaragoza, hacia el rey Marsil? -pregunta Carlos. El duque Naimón
responde al punto:
-Iré yo, con vuestra venia: entregadme, pues, el guante y el bastón.
-Sois hombre de buen consejo -dice el rey-; por mis barbas que no os alejaréis de mi lado tan pronto. ¡Regresad
a vuestro sitio, que nadie os pidió nada!
XIX
Dice el rey:
-Acercaos, Ganelón, y recibid el guante y el bastón. Bien lo habéis oído: la elección de los francos ha recaído
sobre vos.
-Señor -replica Ganelón-, ¡todo fue por causa de Roldán! Toda mi vida le guardaré rencor, y también a Oliveros,
por ser su amigo. En cuanto a los doce pares, que tanto lo quieren, aquí mismo los desafío, señor, ante vuestros
ojos.
-Sois demasiado iracundo -observa el rey-. Verdad es que iréis, puesto que es mi mandato.
-Tal haré, mas sin ninguna garantía, como les sucedió a Basilio y a su hermano Basan.
XXV
El emperador le entrega el guante, aquel que lleva en la mano derecha. Mas el conde Ganelón hubiera deseado
hallarse a muchas leguas. Cuando se decide a tomarlo, el guante cae a tierra. Los franceses dicen:
-¡Dios! ¿Qué augurio es ése? Grandes males habrá de acarrearnos esta empresa.
-Caballeros -dice Ganelón-, ¡ya tendréis noticias de ello!
XXVIII
Cabalga Ganelón bajo los altos olivares, hasta dar alcance a los mensajeros sarracenos. Y he aquí que Blancan-
drín demora largo tiempo a su lado: ambos conversan con gran astucia. Blancandrín exclama:
XXX
-¡Bien se merece el odio Roldán -dice Blancandrín-, pues ambiciona someter a su dominio a todas las naciones
y pretende apoderarse de todas las tierras! Mas, ¿quiénes habrán de respaldarlo en tales empresas?
-¡Los franceses! Tanto lo aman que jamás podrán abandonarlo. Les da oro y plata en abundancia, mulas y cor-
celes, telas de seda y armaduras. Al mismo emperador le regala cuanto desea: habrá de conquistarle estas tierras
hasta Oriente.
XXXI
Tanto cabalgaron juntos Ganelón y Blancandrín que llegan a hacerse una promesa mutua, jurando cumplirla
sobre su fe: buscar el modo de que muera Roldán. Tanto cabalgaron por caminos y senderos que pusieron fi-
nalmente pie a tierra en Zaragoza, bajo un tejo. A la sombra de un pino se alza un trono, cubierto de seda de
Alejandría. Ahí se sienta el rey que tiene a toda España bajo su dominio, rodeado de veinte mil sarracenos.
Todos guardan silencio, ansiosos por escuchar las nuevas. Y he aquí que se aproximan Ganelón y Blancandrín.
XXXII
Blancandrín se presenta ante Marsil; lleva de la mano al conde Ganelón. Dice, dirigiéndose al rey:
-¡Salud, en nombre de Mahoma y de Apolo, cuyas santas leyes observamos! Dimos parte a Carlos de vuestro
mensaje. Alzó ambas manos hacia los cielos y alabó a su Dios, sin responder cosa alguna. Mas os envía uno de
sus nobles barones, éste que aquí veis, y que todos consideran en Francia como ilustre caballero. Él os dirá si
tendremos paz o no.
-¡Que hable -responde Marsil-, lo escucharemos!
XXXIII
Mas el conde Ganelón había estado pensándolo mucho. Comienza desplegando grandes artes, cual hombre
versado en el discurso. Dícele al rey:
-¡Salud, en nombre del glorioso Dios que debemos adorar! He aquí lo que os manda decir Carlomagno, el es-
forzado: recibid la santa ley cristiana, y él habrá de entregaros como feudo la mitad de España. Si no os place
aceptar este acuerdo, se os tomará cautivo, y encadenado de viva fuerza, seréis conducido a Aquisgrán; allí se
os juzgará y pondrase fin a vuestra vida: vuestra muerte será vil y ultrajante.
Se estremece el rey Marsil. En la mano tiene un dardo, emplumado de oro: su deseo es herir, pero lo retienen.
XXXIV
El rey Marsil ha mudado de color y apresta su jabalina. Al verlo Ganelón, lleva la mano a su espada, desenvai-
nándola la largura de dos dedos. Dice, dirigiéndose a ella:
-Muy bella eres, y muy clara. ¡No en vano te llevé tan largo tiempo en la real corte! No habrá de decir el em-
perador de Francia que sucumbí solo en tierra extraña sin que los más valientes te hayan comprado a tu precio.
-¡Impidamos el combate! -dicen los infieles.
XXXV
-Señor -dice Ganelón-, son éstas cosas que debo por fuerza soportar. Pero no dejaría de trasmitiros, por todo el
oro que hizo Dios, y por todas las riquezas de este país, lo que Carlos, el poderoso rey, os manda decir por mi
boca, si es que me dais lugar, considerándoos como a mortal enemigo.
Lo cubre un manto de marta cebellina, forrado de seda de Alejandría. Lo hace a un lado y Blancandrín lo recibe
en sus manos; mas se guarda muy bien de soltar su espada. En su puño derecho, la mantiene sujeta por el dorado
pomo. Y dicen los infieles:
-¡Es noble barón!
XXXVI
Ganelón avanza hacia el rey y le dice:
-Os irritáis sin motivo, ya que Carlos, que reina en Francia, os manda decir esto: recibid la ley de los cristianos,
os entregará como feudo la mitad de España. La otra mitad será para Roldán, su sobrino: de ese modo habréis
de compartir con un altivo señor. Si no os place aceptar este acuerdo, vendrá el rey a poner sitio a Zaragoza: se
os tomará cautivo y de viva fuerza se os cargará de ligaduras; seréis conducido derechamente a Aquisgrán y no
tendréis para el camino palafrén ni corcel, mulo ni mula, para poder cabalgar; se os arrojará sobre mala bestia de
carga. Una vez allí, luego de juzgaros, se os cortará la cabeza. He aquí la misiva que os envía nuestro emperador.
Se lo entrega al infiel, con la mano diestra.
XXXVII
Marsil palidece de ira. Rompe el sello, tira la cera, mira el breve y lee lo que lleva escrito:
-Carlos, el rey que tiene a Francia bajo su dominio, me dice que traiga a mi memoria el dolor y la cólera que lo
invadieron cuando corté las cabezas de Basan y su hermano Basilio, en los montes de Altamira. Si quiero pre-
servar mi vida, es preciso que le envíe a mi tío, el califa; de otro modo, jamás gozaré de su favor.
Entonces toma la palabra el hijo de Marsil:
-Ganelón ha hablado como un loco -le dice al rey-. Ha llegado demasiado lejos: no tiene derecho a la vida.
Entregádmelo, y yo haré justicia.
Al oír estas palabras Ganelón, blande su espada, corre hacia un pino y toma apoyo en su tronco.
XXXIX
-Buen caballero Ganelón -dícele Marsil-, os traté con alguna ligereza cuando cegado por la cólera, estuve a
punto de heriros. Ofrezco en prenda de mi palabra estas pieles de marta cebellina, cuyo precio vale más de qui-
nientas libras: mañana, antes de la caída del sol, os habré pagado una buena multa.
-No la rechazo -responde Ganelón-. ¡Que Dios os recompense, si le place!
XL
-Ganelón -dice Marsil-, sabed que, en verdad, me siento impulsado a apreciaros en alto grado. Deseo que me
habléis de Carlomagno. Es ya muy viejo, ha cumplido su tiempo; según mi parecer, debe tener más de doscien-
tos años. Por tantas tierras ha llevado su cuerpo, tantas estocadas ha recibido su escudo, tantos opulentos reyes
se vieron por su culpa convertidos en mendigos, ¿cuándo estará harto de guerrear?
-Carlos no es cual vos pensáis -responde Ganelón-. No hay hombre que al verlo y al aprender a conocerlo, no
diga: “el emperador es un valiente”. No podrían mis palabras alabarlo y ensalzarlo lo suficiente: hay en él más
honor y más virtudes de las que puedo expresar. ¿Quién podría describir su inmenso valor? ¡Tanta nobleza hace
Dios resplandecer en su persona! Preferiría morir antes que faltar a sus barones.
XLI
-Buen motivo tengo para maravillarme -añade el infiel-. Carlomagno es viejo y blanca su cabeza; en mi opinión,
debe tener más de doscientos años; por tantas tierras ha llevado a la lucha su cuerpo, ha recibido tantos tajos y
lanzazos, tantos opulentos reyes se han convertido por su culpa en mendigos, ¿cuándo se cansará de guerrear?
-Nunca -responde Ganelón-, mientras viva su sobrino. No hay hombre más valeroso que Roldán bajo el firma-
mento. Y también es varón esforzado su amigo Oliveros. Y los doce pares, que tanto ama Carlos, forman su
vanguardia con veinte mil caballeros. Carlos está bien seguro, no teme a ningún ser viviente.
XLII
-Me maravilla en gran manera -repite el sarraceno-. Carlomagno tiene el cabello blanco; calculo que debe tener
doscientos años, si no más; por tantas tierras ha llevado sus conquistas; tantos golpes de lanzas penetrantes
recibió, tantos opulentos reyes fueron muertos y vencidos por él en la batalla, ¿cuándo se cansará por fin de
guerrear?
-Nunca -dice Ganelón-, mientras viva Roldán.
No hay ninguno tan valeroso como él desde aquí hasta el Oriente. Y también su compañero Oliveros es varón
esforzado. Y los doce pares, que tanto ama Carlos, forman su vanguardia con veinte mil franceses. Carlos está
bien seguro; no teme a ningún ser viviente.
XLIII
-Buen caballero Ganelón -dice el rey Marsil-, tengo un ejército tan brioso como nunca lo veréis; puedo contar
con cuatrocientos mil caballeros: ¿podré combatir a Carlos y sus franceses?
-¡Eso se dice pronto! Vuestras mesnadas se perderían en masa. ¡Desechad las locuras; ateneos a vuestro juicio!
Enviad al emperador tantos regalos que todos los franceses queden maravillados. Con sólo mandarle veinte re-
henes, al punto veréis al rey regresar a Francia, la dulce. Dejará su retaguardia a sus espaldas. Con ella quedará,
supongo, su sobrino, el conde Roldán y también el animoso y cortés Oliveros: pueden darse por muertos los dos
condes, si encuentro quien atienda a mis consejos. Carlos verá quebrantarse su orgullo; por siempre perderá el
deseo de contender nuevamente con vos.
XLIV
-Buen caballero Ganelón, ¿de qué medio puedo valerme para que Roldán perezca?
-Os lo voy a decir -responde Ganelón-. Partirá el rey hacia los mejores puertos de Cize; dejará su retaguardia
a sus espaldas. Con ella quedará el poderoso conde Roldán y Oliveros, en quien tanto confía éste, al mando de
veinte mil franceses. Enviadle cien mil de los vuestros para darles la primera batalla. Las huestes de Francia ha-
llarán gran quebranto, aunque también habrán de sufrir los vuestros, no lo niego. Mas entablad luego la segunda
batalla: ya sea en la una o en la otra, no habrá de salvarse Roldán. Habréis llevado a cabo, entonces, una gran
proeza y nunca en vuestra vida volveréis a tener guerra.
XLV
-Aquel que logre la muerte de Roldán, habrá privado a Carlos del brazo derecho de su cuerpo. Sonará la hora
de los magníficos ejércitos. No reunirá ya Carlos tan numerosas mesnadas. ¡Hallará el reposo la Tierra de los
Padres!
Al oír Marsil estas palabras, besa a Ganelón en el cuello; luego ordena que le traigan sus tesoros.
XLVII
Había ahí un asiento, todo de marfil. El rey hace traer un libro: en él está escrita la ley de Mahoma y de Terva-
gán. Y el sarraceno de España jura que si encuentra a Roldán en la retaguardia, habrá de combatirlo con toda su
gente, y que si de él depende, el conde hallará la muerte en esa acción.
LXXIX
Ármanse los infieles con sus cotas sarracenas, casi todas con triple es-
pesor de mallas, atan sus excelentes yelmos de Zaragoza y ciñen sus es-
padas de acero vienés. Poseen ricos escudos, picas valencianas y gonfa-
lones blancos, azules y bermejos. Abandonando sus mulos y palafrenes,
han montado sus corceles y cabalgan en apretadas filas. El día luce claro
y brilla el sol: resplandecen todas las armaduras. Para realzar tal belleza,
resuenan mil clarines. Tal es el zafarrancho que llega a oídos de los fran-
ceses. Y dice el conde Oliveros:
-Señor compañero, puede ser que nos topemos con los sarracenos.
-¡Ah! ¡Así lo permita Dios! -responde Roldán-. Aquí habremos de resis-
tir, por nuestro rey. Es preciso sufrir por él las mayores fatigas, soportar
los grandes calores y los grandes fríos, y perder la piel y aun el pelo.
¡Cuiden todos de asestar violentas estocadas, para que no se cante de
nosotros afrentosa canción! Mala es la causa de los infieles y con los cristianos está el derecho. ¡Nunca contarán
de mí acción que no sea ejemplar!
LXXX
Oliveros ha subido a una colina. Mira hacía su derecha, y ve avanzar las huestes de los infieles por un valle
cubierto de hierba. Llama al punto a Roldán, su compañero, y le dice:
-¡Tan crecido rumor oigo llegar por el lado de España, veo brillar tantas cotas y tantos yelmos centellear! Esas
huestes habrán de poner en grave aprieto a nuestros franceses. Bien lo sabía Ganelón, el bajo traidor que ante
el emperador nos eligió.
-¡Callad, Oliveros -responde Roldán-; es mi padrastro y no quiero que digáis ni una palabra más acerca de él!
LXXXII
-He visto a los infieles -dice Oliveros-. Jamás hombre alguno contempló tan cuantiosa multitud sobre la tierra.
Son cien mil los que están ante nosotros con el escudo al brazo, atado el yelmo y cubiertos con blanca armadura;
relucen sus bruñidas adargas, con el hierro enhiesto. Habréis de dar una batalla como jamás se ha visto. ¡Señores
franceses, que Dios os asista! ¡Resistid firmemente, para que no puedan vencernos!
Los franceses exclaman:
-¡Malhaya quien huya! ¡Hasta la muerte, ninguno de nosotros habrá de faltaros!
CXIV
El arzobispo comienza la batalla. Monta el caballo que tomó a Gresalle, un rey al que había matado en Dinamar-
ca. El corcel es de los buenos, muy rápido; tiene ligeros los cascos, las piernas delgadas, el muslo corto y ancha
la grupa; sus flancos son largos y alto su espinazo. Su cola es blanca, amarillas sus crines, las orejas son peque-
ñas y tiene la cabeza leonada. Ningún otro corcel puede igualarlo a la carrera. ¡Con qué denuedo lo espolea el
arzobispo! Acomete a Abismo, nadie podrá impedírselo. Corre a golpearle sobre su escudo mágico, en el que
se engastan piedras preciosas, amatistas y topacios, y centellean los carbunclos: un demonio lo había donado
al emir Califa, en el Val Metas, y éste lo ha obsequiado a Abismo. Hiere Turpín, sin miramientos; después de
su acometida, no creo que el escudo valga ya un mal dinero. Atraviesa al sarraceno de parte a parte y lo derriba
muerto sobre la tierra desnuda. Y dicen los franceses:
-¡Admirable denuedo! ¡Nadie habrá de escarnecer la cruz mientras la tenga en sus manos el arzobispo!
CXVII
El conde Roldán llama a Oliveros y le dice:
-Señor compañero, ha muerto Angeleros; no teníamos caballero más valiente.
-¡Dios me conceda vengarlo! -responde el conde.
Clava en su corcel las espuelas de oro puro. Blande Altaclara, cuyo acero chorrea sangre; con todas sus fuerzas
acomete al infiel. Sacude la hoja en la herida y se desploma el sarraceno; los demonios se llevan su alma. Luego
mata al duque Alfayén, corta la cabeza a Escababi y desarzona a siete moros; nunca más volverán éstos a prestar
su brazo en la batalla. Roldán exclama:
-¡Gran enojo invade a mi compañero! Bien vale su precio junto a mí. Por tales lances más nos quiere Carlos.
Y con sonora voz, añade:
-¡Al ataque, caballeros!
CXX
Hay allí un africano, oriundo de África: Malquidán es su nombre, hijo del rey Malquid. Llevan sus armas incrus-
taciones de oro y relampaguean al sol, por sobre todas las demás. El caballo que monta se llama Saltoperdido;
no hay otro que pueda igualarlo a la carrera. Acomete a Anseís y le asesta un mandoble sobre el escudo, par-
tiéndole los cuarteles de bermellón y de azur. Le desgarra los paños de su cota y le hunde en el cuerpo su pica,
hierro y madera. Muerto está el conde, terminó su tiempo.
-Lástima de vos, barón -exclaman los franceses.
CXXV
La batalla se torna prodigiosa y precipitada. Los franceses combaten con vigor y coraje. Cortan puños, costados,
espaldas, desgarran las ropas hasta la carne viva y chorrea la sangre en claros hilos sobre la hierba verde. ¡Tierra
de los Padres, Mahoma te maldiga! ¡Entre todos los pueblos es más audaz el tuyo! Y no hay un sarraceno que
no grite:
-¡Rey Marsil, a caballo! ¡Necesitamos tu ayuda!
CXXVIII
Contempla el conde Roldán la gran mortandad de los suyos y llama a Oliveros, su amigo:
-¡Buen señor, querido compañero, por Dios!, ¿qué os parece? ¡Ved cuántos bravos yacen por tierra! ¡Buen moti-
vo tenemos para apiadarnos de Francia, la dulce y bella! ¡Cuan desierta quedará, vacía de tales barones! Ah, rey
amigo, ¿por qué no estáis aquí? ¿Qué podríamos hacer, hermano Oliveros? ¿Cómo darle noticias de nosotros?
CXXIX
Roldán dice:
-Tocaré el olifante. Llegará a oídos de Carlos, que está pasando los puertos. Os lo juro, retornarán los francos.
Responde Oliveros:
-¡Fuera para todos vuestros parientes gran deshonor y oprobio y pesará sobre ellos esta afrenta durante toda la
vida! Cuando yo os lo aconsejé, nada hicisteis. Hacedlo ahora, mas no será por indicación mía. ¡No fuera propio
de un valiente tocar el cuerno! ¡Ya vuestros dos brazos tenéis cubiertos de sangre!
-¡Buenos golpes he dado! -dice el conde.
CXXXIII
Roldán lleva el olifante a sus labios. Lo emboca bien
y sopla con todas sus fuerzas. Los montes son altos
y larga la voz del cuerno; a treinta leguas se escucha
prolongarse su sonido. Carlos lo oye, y como él to-
dos sus guerreros. Exclama el rey:
-¡Han trenzado combate los nuestros!
Y Ganelón responde, llevándole la contraria:
-Si otro fuera quien tal dijese, ciertamente se le ta-
charía de gran embustero.
CXXXV
El conde Roldán tiene la boca ensangrentada. Se le ha roto la sien. Toca su olifante dolorosamente, con angustia.
Carlos lo oye, y como él todos los franceses. Y dice el rey:
-¡Largo aliento tiene este olifante!
-¡Es que un valiente se emplea en ello! -responde el duque Naimón-. Estoy
seguro de que ha trenzado batalla. El mismo que lo traicionó intenta ahora
que faltéis a vuestro deber. Tomad las armas, clamad vuestro grito de guerra
y corred en auxilio de vuestra buena mesnada. Harto lo oís: es Roldán que
pierde esperanzas.
CXXXVI
El emperador manda tocar sus olifantes. Los franceses echan pie a tierra y se
arman con sus cotas, sus yelmos y sus espadas recamadas de oro. Tienen es-
cudos bien labrados, largas y fuertes picas y gonfalones blancos, rojos y azu-
les. Todos los barones del ejército cabalgan en sus corceles y clavan espuelas
durante el paso de los desfiladeros. Y van diciéndose los unos a los otros:
-Si cuando veamos a Roldán está aún con vida, ¡qué recios golpes daremos
con él!
Más, ¿de qué sirven las palabras? Llegarándemasiadotarde.
CXXXVIII
Altas y tenebrosas son las cumbres, los valles profundos y violentas las aguas. Resuenan los clarines por todas
partes y responden juntos al olifante. El emperador cabalga irritado y los franceses pesarosos e iracundos. Ni
uno solo deja de llorar y lamentarse. Ruegan a Dios que preserve a Roldán hasta que lleguen al campo de batalla
todos juntos: entonces, con él, combatirán. Más, ¿de qué sirven las súplicas? En nada habrán de valerles: han
tardado demasiado, no podrán llegar a tiempo.
CXLI
El conde Roldán ha retornado a la batalla. Enarbola a Durandarte y lucha como valiente. Ha descuartizado a
Faldrón de Puy y a otros veinticuatro enemigos, de entre los más nobles. Jamás hombre alguno deseará con
tanto ahínco tomar venganza. Así como el ciervo corre ante los perros, así huyen de Roldán los infieles. Y dice
el arzobispo:
-¡He aquí algo bueno! Así debe mostrarse un caballero, portador de buenas armas y jinete en buen caballo:
fuerte y altivo en la batalla, o de otro modo no vale cuatro ochavos. ¡Mejor fuera que se metiera a monje en un
monasterio para rogar todos los días por nuestros pecados!
Y responde Roldán:
-¡Herid, no les hagáis merced!
A tales palabras reanudan el combate los franceses. Mas los cristianos sufrieron grandes pérdidas.
CXLIV
Al ver Roldán a la turba maldita, más negra que la tinta y que sólo los dientes tiene blancos, dice:
-En verdad, ahora lo sé: hoy será el día de nuestra muerte. ¡Atacad, franceses, que yo vuelvo al combate!
Y añade Oliveros:
-¡Maldito sea el más lerdo!
A tales voces, arremeten los francos contra la multitud.
CXLV
Cuando los infieles ven que los franceses son pocos, se enorgullecen y se alientan los unos a los otros,
Marganice monta su caballo alazano. Le clava fuertemente las espuelas doradas y hiere a Oliveros por detrás, en
plena espalda. Desgarrando la brillante loriga, la pica se ha hundido en el cuerpo y luego de atravesar el pecho
aparece por delante. Y dice Marganice:
-¡Recio golpe recibisteis! El rey Carlomagno os dejó en los puertos para vuestra desdicha. Si nos causó muchos
males, no tiene ya motivo para ufanarse: sólo con vos, bien he vengado a los nuestros.
CXLVI
Oliveros siente que está herido de muerte. Enarbola a Altaclara, de bruñido acero, y golpea a Marganice sobre
el yelmo puntiagudo, de oro todo él. Hace saltar por tierra sus florones y sus cristales y le parte la cabeza hasta
los dientes. Sacude la hoja en la herida y lo derriba muerto, diciéndole:
-¡Maldito seas, infiel! No digo que Carlos nada haya perdido; pero al menos no podrás retornar a tu reino para
vanagloriarte ante ninguna mujer o dama de haberme despojado de un mal ochavo ni de haber causado perjuicio
a mí, ni a nadie en el mundo.
Después llama a Roldán para que le preste ayuda.
CXLVII
Siente Oliveros que lo han herido de muerte. Nunca llevará a cabo venganza suficiente. En lo más compacto de
la turba, acomete como verdadero barón. Hace pedazos escudos y picas, pies y puños, monturas y espinazos.
Quien lo hubiera visto descuartizar infieles, amontonar los muertos sobre los muertos, tendría memoria de un
buen caballero. No hay cuidado de que olvide la contraseña de Carlos y lanza su grito, alto y claro:
-¡Montjoie!
Luego llama a Roldán, su par y amigo, y le dice:
-Señor compañero, venid a mi lado, muy cerca, ¡con gran dolor habremos de separarnos en este día!
CXLVIII
Roldán mira el semblante de Oliveros: lo ve desencajado, pálido, sin color. Corre su clara sangre a los costados
de su cuerpo y van cayendo los coágulos a tierra.
CL
Siente Oliveros la angustia de la muerte. Se le ponen en blanco los ojos, va perdiendo el oído y se apaga su
vista. Baja del caballo y se recuesta sobre la tierra. En alta voz hace acto de contrición, juntas y alzadas al cielo
ambas manos, rogando a Dios que le otorgue el paraíso, que bendiga a Carlos y a Francia, la dulce, y a Roldán,
su compañero, por sobre todos los hombres. Le flaquea el corazón, se le desprende el yelmo y todo su cuerpo se
abate contra la tierra. Ha muerto el conde, no ha demorado por más tiempo su partida.
CLI
Ve Roldán que ha muerto su amigo, y que yace con el rostro contra el suelo. Con gran dulzura, le dirige palabras
de adiós:
-¡Señor compañero, lástima grande de vuestra intrepidez! Días y años nos vieron juntos: jamás me causasteis
daño alguno, ni yo a vos. Ahora que os veo muerto, me es ya dolor vivir.
A estas palabras, el marqués pierde el sentido sobre su corcel, cuyo nombre es Briador. Sus estribos de oro fino
lo mantienen derecho en la silla: por dondequiera que se incline, no podrá caer.
CLVI
El conde Roldán pelea noblemente, mas su cuerpo está empapado de sudor, ardiente; siente en su cabeza un
dolor violento: al hacer resonar su olifante, se rompieron sus sienes. Pero quiere saber si ha de llegar Carlos.
Toma el cuerno y lo toca, pero es débil el sonido. El emperador se detiene y escucha:
-¡Señores! -exclama-, ¡gran infortunio nos alcanza! En este día, Roldán, mi sobrino, habrá de dejarnos. La voz
de su olifante me dice que le resta poca vida. ¡Quien quiera valerle, clave espuelas a su corcel! ¡Tocad vuestros
clarines, todos cuantos haya en este ejército!
Resuenan sesenta mil clarines, y tan alto que retumban las cumbres y responden las hondonadas. Óyenlos los
infieles, y no se sienten movidos a risa.
-Muy pronto nos dará alcance Carlomagno -dícense los unos a los otros.
CLIX
Nunca el conde Roldán sintió inclinación por un cobarde, ni un soberbio, ni un malvado, ni tampoco por un
caballero que no fuera guerrero irreprochable. Llama, pues, al arzobispo Turpín:
-Señor -le dice-, estáis a pie y yo monto un caballo. Por afecto hacia vos, resistiré firmemente en este lugar.
Juntos quedaremos aquí para bien o para mal; no os abandonaré por ningún hombre hecho de carne. Vamos a
devolver a los infieles esta acometida. Los más recios mandobles serán los de Durandarte.
Y responde el arzobispo:
-¡Malhaya quien afloje en la lid! ¡Retorna Carlos, quien habrá de vengarnos!
CLXI
Huyen los infieles, llenos de pesar y enojo. Hacia España apresuran el paso, con gran trabajo. El conde Roldán
no puede darles caza: ha perdido a Briador, su corcel. Le plazca o no, allí se queda, desmontado. Acude hacia el
arzobispo Turpín para auxiliarlo.
CLXVIII
Siente Roldán que se aproxima su muerte. Por los oídos se le derra-
man los sesos. Ruega a Dios por sus pares, para que los llame a Él; y
luego, por sí mismo, invoca al ángel Gabriel. Toma el olifante, para
que nadie pueda hacerle reproche, y con la otra mano se aferra a
Durandarte, su espada. A través de un barbecho, se encamina hacia
España, recorriendo poco más que el alcance de un tiro de ballesta.
Trepa por un altozano. Allí, bajo dos hermosos árboles, hay cuatro
gradas de mármol. Cae de espaldas sobre la hierba verde. Y se des-
maya nuevamente, porque está próximo su fin.
CLXIX
Altas son las cumbres y grandes los árboles. Hay allí cuatro gradas, hechas de mármol, que relucen. Sobre la
verde hierba el conde Roldán ha caído desmayado. Y he aquí que un sarraceno no cesa de vigilarlo; ha simulado
estar muerto y yace entre los demás, con el cuerpo y el rostro manchados de sangre. Se yergue sobre sus pies y
se aproxima corriendo. Es gallardo y robusto, y de gran valor; su orgullo lo empuja a cometer la locura que lo
perderá. Toma en sus brazos a Roldán, su cuerpo y sus armas, y dice estas palabras:
-¡Vencido está el sobrino de Carlos! ¡Esta espada a Arabia me la he de llevar!
Al sentirlo forcejear, el conde vuelve un poco en sí.
CLXX
Roldán siente que lo quieren despojar de su espada. Abre los ojos y exclama:
-¡Tú no eres de los nuestros, que yo sepa!
Tiene aún en la mano el olifante, que no ha querido soltar; con él golpea al infiel sobre su yelmo adornado con
pedrerías y recamado de oro. Rompe el acero, el cráneo y los huesos, hace rodar fuera de la cabeza los dos ojos
y ante sus pies lo derriba muerto.
CLXXI
Roldán siente que se le nubla la vista. Se incorpora, poniendo en ello todo su esfuerzo. Su rostro ha perdido el
color. Tiene ante él una roca parda; da contra ella diez golpes, lleno de dolor y encono. Gime el acero, mas no
se rompe ni se mella.
CLXXIII
Hiere Roldán la parda roca, y la quiebra de un modo que no os podría decir. Rechina la espada, mas no se astilla
ni se parte, y rebota hacia los cielos. Cuando advierte el conde que no podrá romperla, la plañe, para sí, con gran
dulzura:
CLXXIV
Siente Roldán que la muerte arrebata todo su cuerpo: de su cabeza desciende hasta el corazón. Corre apresurado
a guarecerse bajo un pino, y se tiende de bruces sobre la verde hierba. Debajo de él pone su espada y su olifante.
Vuelve la faz hacia las huestes infieles, pues quiere que Carlos y los suyos digan que ha muerto vencedor, el
gentil conde. Débil e insistentemente, golpea su pecho, diciendo su acto de contrición. Por sus pecados, tiende
hacia Dios su guante.
CLXXV
Roldán siente que ha llegado su última hora. Está recostado sobre un abrupto altozano, con el rostro vuelto hacia
España. Con una de sus manos se golpea el pecho:
-¡Dios, por tu gracia, mea culpa por todos los pecados, grandes y leves, que cometí desde el día de mi nacimien-
to hasta éste, en que me ves aquí postrado!
Enarbola hacia Dios el guante derecho. Los ángeles del cielo descienden hasta él.
Orlando Furioso.
Canto I.
1 Damas, armas, amor y empresas canto. 4 Entre tantos héroes, señor, quiero,
Caballeros, esfuerzo y cortesía Que a nombrar con loores yo me obligo,
De aquel tiempo que a Francia dañó tanto Acordaros de aquel gentil Rugero,
Pasar moros el mar de Berbería. De vuestra ilustre sangre el cepo antiguo,
De Agramante, su rey, siguiendo cuanto Sus claros hechos y su amor sincero;
Con juvenil furor les prometía, Si oído me dais vos a lo que os digo
En él vengar la muerte de Troyano Y vuestros pensamientos algo cedan,
Sobre el rey Carlo, emperador Romano. Porque entre ellos mis versos caber puedan.
2 De Roldán diré un caso juntamente 5 Roldán, que fue gran tiempo enamorado
Que en verso o prosa nunca fue contado, De Angélica la bella, a quien seguía,
Que por amores fue loco impaciente En India, Media y Tartaría, dejando
Un hombre por tan sabio reputado; Trofeos inmortales mil había:
Si por quien casi tal me veo al presente, En Poniente con ella era tornado
Que me ha el ingenio y discreción limado, Y al pie del Pirineo llegó un día,
Me fuere tanto seso concedido Do con gente de Francia y Alemania
Que me baste a cumplir lo prometido. Estaba en tiendas Carlo en la campaña.
28 «Y, si aún deseas tener un yelmo fino, Sólo es a hallar al paladín atento,
otro con más honor gana y recobra; acá o allá, donde encontrarlo estima.
así uno cala Orlando paladino, Otra ventura el buen Reinaldo tuvo
Reinaldo otro, y quizás de mejor obra; después que la otra senda de andar hubo.
fue aquel de Almonte, y este de Mambrino.
32 A poco ve Reinaldo de ágil salto
Cualquiera de esos dos por fuerza cobra
correr Bayardo presuroso y fuerte.
y éste, que prometiste a mí dejarme,
«¡Para, Bayardo mío! ¡So! ¡Haz alto!
harás bien en por fin ahora entregarme.»
que mucho me disgusta el no tenerte»
29 Al surgir de improviso de allí el muerto, Pero sordo el corcel sin sobresalto
se erizó el pelo del que el muerto oía, corre siempre veloz de aquella suerte.
el gesto demudó pálido y yerto, Va atrás Reinaldo, y de ira se destruye;
se heló la voz que pronunciar quería. mas vamos tras Angélica, que huye.
Oyendo reprocharle al que ya muerto
33 Huye entre la espantosa selva oscura,
había allí (pues se nombró Argalía)
por yermos y por páramos salvajes.
la fe que no cumplió nunca ni tarde,
El mover de las ramas y verdura,
de ira y vergüenza fuera y dentro arde.
que oye de encinas, olmos y follajes,
30 No habiendo tiempo de pensar excusa, la lleva amedrantada en la espesura
y conociendo bien que habla a derecho, sin rumbo por insólitos parajes;
decir palabra o responder rehúsa; pues toda sombra cierta o contrahecha
mas la vergüenza le traspasa el pecho, cree ser Reinaldo que su espalda acecha.
y jura por la vida de Lanfusa
34 Como tímida gama o cabritilla
de no calar más yelmo en marcial hecho,
que en la frondura del natal vedado
si no es el que una vez en Aspramonte
ve que su madre el cruel leopardo pilla
quitó de encima Orlando al fiero Almonte.
y le abre el cuello, el pecho o el costado;
31 Y observó mejor este juramento temblando del pavor que la amartilla,
que nunca antes el otro llevó a cima. así de selva en selva huye el soldado.
Se parte, pues, de allí tan malcontento, Por cada rama que pasando toca
que muchos días después se roe y lima. cree del depredador sentir la boca.
56 Quizás era verdad, mas no creíble se cala el yelmo (porque usanza antigua
para quien fuese de razón provisto; tenía de venirse siempre armado),
mas fácilmente lo creyó él posible llega al corcel, la brida otra vez coge
según lo tiene Amor al yerro listo. monta en la silla y su lanzón recoge.
Amor lo que se ve hace invisible
60 Ve un caballero andar por la verdura,
y hace lo invisible Amor ser visto.
hombre gallardo de apostura fiera,
Creída fue, que suele dar el triste
cándida como nieve es su armadura,
crédito a cuanto Amor le adorna y viste.
blanco penacho adorna su cimera.
57 «Si supo mal el paladín de Anglante El sarraceno que de aquel censura
aprovechar el tiempo ayer propicio, que ahora importuno con veloz carrera
llore el daño; pues nunca en adelante le hurte deleite y dicha así golosa,
Fortuna le dará igual beneficio con faz lo mira impía y desdeñosa.
--así dijo entre dientes Sacripante--;
61 Lo reta, ya de cerca, a la batalla,
mas yo no imitaré su desperdicio
que alzarlo del arzón ya se promete.
dejando ahora correr la hoy oportuna
Y el otro que no es menos que él en talla
por luego andar llorando otra fortuna.
y bien puede ponerlo en algún brete,
58 Yo tomaré la fresca y tierna rosa a medias la bravata altiva acalla,
que tal vez fuera de sazón se afea. aguija y el lanzón en ristre mete.
Sé bien que a la mujer no hay otra cosa Vuelve atrás Sacripante incontinente
que más suave y más plácida le sea, y corren a trabarse frente a frente.
aunque de ello se muestre desdeñosa,
62 Dos toros o leones por trabajo
o a veces triste y pálida se vea.
de amor jamás se embisten así crudos,
No dejaré por falso asco o tapujo,
como estos dos corrieron a destajo
de hacer trazo y color en mi dibujo.»
pasándose igualmente los escudos.
59 Así se dijo; y, mientras averigua El choque hizo temblar de arriba a abajo
por donde empiece, escucha conturbado ya herbosos valles, ya montes desnudos;
tal ruido de la selva allí contigua y o le es a ambos el peto de provecho
que muy a su pesar deja el cuidado, o se atraviesan de otro modo el pecho.
Proyecto 4
Secuencia didáctica 1
Inicio
EL MITO Y SU CLASIFICACIÓN
EVALUACIÓN DIAGNÓSTICA
¿Te has preguntado alguna vez por qué llueve o la razón de los rayos y los relámpagos? En la actualidad cualquier
libro o sitio de internet de meteorología nos explica los fenómenos atmosféricos con cierta facilidad, pero en la
antigüedad (hoy incluso hay quienes todavía lo creen) se pensaba que eran los dioses del universo o espíritus del
mundo quienes hacían llover, lanzaban rayos cuando se enfurecían, o castigaban a los humanos con granizo, se-
quía o nieve cuando se portaban mal y no les rendían culto. Podría decirse que se trata de un modo de explicación
cuasi-científica.
1. Explica algún mito que hayas escuchado o leído, o busca en la web el mito de Proserpina o Perséfone y ex-
plícalo pensando que es un mito concerniente a las constantes de los seres vivos: nacimiento, vida y muerte.
2. ¿Por qué crees que la luna presenta varias fases en su recorrido alrededor de la tierra? Si no tienes principios
de astronomía, seguramente, recurriendo a tu imaginación, podrás proporcionar una explicación curiosa, pero
fíjate bien, si la explicación que proporciones incluye una historia, es muy probable que lo que inventes se
acerque, como explicación, a un mito.
3. Un ser mitológico no tiene que ser un monstruo. Los dioses griegos y romanos eran seres mitológicos por-
que cada uno cumplía la función de explicar un fenómeno de la naturaleza. Investiga lo siguiente: ¿A qué ser
mitológico o dios griego se le adjudica que ciertos árboles produzcan frutos? ¿A qué ser mitológico podrías
adjudicarle la explicación del sonido que se repite, es decir el eco? ¿A qué ser mitológico le podríamos asignar
la tarea de dibujar el arcoiris?
Definición de mito.
Los científicos de hoy han llegado a explicarse la creación del universo a partir de la ex-
pansión de un punto único; nos referimos por supuesto a la famosa teoría del big bang.
Gracias a las comprobaciones científicas que se han realizado en torno a esta teoría, se
sabe, o se cree saber, cómo inició todo lo que hay en el universo. Queda, sin embargo,
una pregunta que los científicos no pueden explicar de manera satisfactoria: ¿por qué
o para qué se creó el universo? Los hombres antiguos, al igual que los modernos, se
hacían miles de años atrás las mismas preguntas, y comunicaban sus teorías mediante
historias sobre cómo se formó el universo y la vida, y para qué. Como la forma en que
están narradas estas explicaciones antiguas ya no nos convence de la misma manera en
que un trabajo científico, ahora a estas historias las llamamos mitos.
El mito (del griego mythos: cualquier cosa contada de manera oral) es una narración que
se caracteriza, primero, por contar eventos maravillosos acaecidos en un pasado ahis-
tórico (un pasado que nunca fue) y, en segundo lugar se caracteriza por la participación
que en ella tienen personajes de carácter divino o superhumano. La finalidad del mito en
la sociedad en la que se da, es interpretar el origen del mundo, reelaborar acontecimien-
tos históricos, alegorizar fenómenos naturales inexplicables o dar sentido a un ritual.
Por ejemplo, algunas sociedades primitivas tienen historias maravillosas sobre cómo el
hombre fue creado por los dioses, qué es lo que sucede durante un eclipse, o por qué se
debe tratar bien a los animales.
Orígenes.
El mito se remonta hacia los tiempos más primitivos del hombre. Casi todas las culturas
ancestrales que han dejado huella escrita o pictórica de su manera de pensar e interpre-
tar el mundo han dejado también evidencia de haber contado con sus propios mitos. Es
así que hoy en día conocemos mitos procedentes de la cultura sumeria, egipcia, china,
hindú, maya, azteca y griega, entre tantas otras. El estudio de estos relatos se conoce
como ‘mitología’. También se le llama mitología al conjunto de mitos o elementos mi-
tológicos de una sociedad o cultura.
Algunos antropólogos (antropología, en griego anthropos: hombre, y logos: conoci-
miento, ciencia que estudia al ser humano) piensan que existe una continuidad en la pro-
ducción de mitos que va desde las pinturas rupestres de hace miles de años a las obras
literarias, incluyendo el cine y la televisión, de hoy. Los hombres primitivos dejaron en
las paredes rocosas de las cuevas que habitaban registro de su pensamiento mítico en
forma de dibujos de animales y seres maravillosos y, lo más probable es que también
transmitieran esas historias de manera hablada porque, cuando alrededor del año 3000
antes de Cristo se desarrolló la escritura, nos encontramos también plasmadas en tablas
de barro, papiro o papel una serie de relatos que evidentemente hasta ese entonces sólo
habían sido transmitidas de una generación a otra en dibujos y a través de la voz.
Con la información anterior realiza un mapa mental de las características del mito y sus tipos.
Existen mitos que evocan hechos de una nación o raza, este es el caso de los aztecas, quienes configuraban su
propio mundo a través de los mitos.
Mito Azteca.
“La mujer hambrienta”.
En el lugar en donde viven los espíritus, hubo una vez una mujer que gritaba constan-
temente pidiendo comida. Tenía bocas en las muñecas, bocas en los codos y bocas en
los tobillos y rodillas. “Aquí no puede comer”, dijeron los otros espíritus. “Tendrá que
vivir en alguna otra parte.”
Pero arriba sólo estaba el aire vacío,
y lo mismo sucedía a la derecha y a la
izquierda, y delante y detrás. En aque-
llos días el mundo no se había creado.
Sin embargo, por debajo había algo que
parecía agua. Nadie sabía cómo había
llegado allí. Los otros espíritus pensa-
ron: “Si la ponemos abajo quizá pueda
satisfacer su hambre”.
Tan pronto se les había ocurrido el pen-
samiento, los espíritus Quetzalcóatl y
Tezcatlipoca tomaron a la mujer y la arrastraron hacia abajo hasta el agua. Cuando
vieron que flotaba, se transformaron en serpientes, se estiraron sobre ella en forma
de cruz, desde el brazo derecho a la pierna izquierda y desde el brazo izquierdo a la
pierna derecha. Tirando de sus manos y pies, la estiraron en todas las direcciones,
empujando tan fuerte que la quebraron en dos por la cintura.
“Mira lo que hemos hecho”, dijeron, y como no sabían qué más hacer devolvieron la
mitad de abajo al lugar de los espíritus. “¿Qué podemos hacer con esto?”, pregunta-
ron.
“Qué pena”, dijo otro de los espíritus, “pero no importa, lo utilizaremos para hacer el
cielo”. Entonces, para consolar a la pobre mujer, todos bajaron volando y empezaron
a hacer flores y hierba con su piel. Del pelo hicieron bosques, de sus ojos estanques
y fuentes, de sus hombros montañas, y de su nariz valles. Al final quedará satisfecha,
pensaron. Pero, igual que antes, sus bocas estaban por todas partes, mordiendo y gi-
miendo. Y todavía no ha cambiado.
Bebe cuando llueve. Come cuando las flores se marchitan, cuando los árboles se caen
o cuando alguien muere. Cuando alguien es sacrificado o muere en el campo de ba-
talla, ella se bebe su sangre. Sus bocas siempre están abriéndose y cerrándose, pero
nunca se llenan. A veces, por la noche, cuando sopla el viento, puedes oírla gritar
pidiendo comida.
El primer Sol.
Cuando la tierra se hubo ex-
tendido sobre el agua y se
hubieron formado las monta-
ñas y los valles, los espíritus
empezaron a recoger luz para
hacer el Sol. Mientras ellos
trabajaban, Tezcatlipoca esta-
ba pensando: “Yo debería ser
el Sol”. Pero era oscuro como
una sombra.
Cuando el trabajo hubo ter-
minado, todos se retiraron
para admirar lo que habían
hecho. “Esta es mi oportu-
nidad”, pensó Tezcatlipoca,
agarrando el sol recién hecho
y atándolo a su cintura. Cuan-
do se elevó al cielo, arrojando
sombras y pedazos de luz, los
otros espíritus le miraron y
dijeron: “En fin, alguien tenía
que ser el Sol. Dejémosle ha-
cer lo que pueda”. Entonces
se dieron la vuelta y empeza-
ron a crear al primer pueblo.
Pero las gentes que hicieron eran gigantes, y cuando empezaron a caminar por la
tierra eran constantes los gritos de “¡No te caigas! ¡No te caigas!”. Siempre que un
gigante se encontraba con otro, su saludo era: “¡No te caigas!”, pues si alguno se caía
no sería capaz de volver a levantarse. Cuando vagaban de un lugar a otro, temerosos
de agacharse o inclinarse, los gigantes sólo podían comer los frutos que cogían de los
árboles.
Pero cuando el Sol llegó arriba del cielo, de repente el mundo se volvió oscuro, pues
el Sol que habían hecho los espíritus sólo tenía fuerza para durar la mitad del día. Por
lo visto los espíritus habían cometido un error. La gente era demasiado grande y el Sol
demasiado pequeño.
Después de trece veces 52 años, Quetzalcoatl, con un gran palo, alcanzó a Tezcatli-
poca y golpeándole lo arrojó fuera del cielo. Este último cayó al océano, cambió de
forma, salió a tierra convertido en un jaguar y se comió a toda la gente. Ese fue el fin
del primer Sol, llamado el Sol Jaguar. Como recordatorio de su caída, la constelación
del jaguar se sigue hundiendo en el océano todas las noches.
THOR YSKRÝMIR.
Entonces dijo Gangleri:
“Muy grande es Útgarda-Loki, y gran poder tiene con sus encantamientos y conjuros.
Y en los hombres de su corte se puede ver su importancia. Pero… ¿no se vengó Thor
por esto?” Hár responde:
“Nadie desconoce, aunque sea
sabio, que Thor enmendó este
viaje del que acabo de hablar,
y no permaneció largo tiempo
en su casa antes de prepararse
para un viaje, tan deprisa que
no tenia vehículo, ni chivos, ni
compañía. Salió del Midgard
en guisa de muchacho, y llegó
una noche a donde un troll lla-
mado Hymir. Thor se quedó allí
invitado esa noche. Pero por la
mañana Hymir se levantó y se vistió y se preparó para ir al mar a pescar. Thor se
levantó de un salto y enseguida estuvo listo, y pidió a Hymir que le dejara ir a remar
con él. Hymir dijo que poca ayuda podría conseguir de él, pues era pequeño y aún
muy joven, “y te morirás de frío si me quedo en alta mar tanto tiempo y tan lejos
como tengo por costumbre”. Pero Thor dijo que podría remar a tanta distancia de la
tierra que no estaba claro quien de los dos pediría el primero que regresaran: Thor se
irritó con el gigante hasta el punto de que estuvo por golpearle con el martillo, pero se
contuvo porque tenía intención de probar su fuerza en otro lugar. Preguntó a Hymir
qué llevarían como cebo, y Hymir le pidió que buscara él mismo. Entonces fue Thor a
donde se veía una manada de bueyes, que era de Hymir: tomó el buey más grande, que
se llamaba Himinhrjót, le cortó la cabeza y la llevó a la orilla. Hymir había empujado
la barca al agua; Thor fue al barco y se sentó donde el achicador, cogió dos remos y
remó, y le parecía a Hymir que remaba muy deprisa. Hymir remaba a proa, y movía
los remos con rapidez. Dijo entonces Hymir que habían llegado a los bancos de pesca
donde solía quedarse a coger peces. Pero Thor dijo que quería remar mucho más, y
siguieron avanzando. Dijo Hymir entonces que habían llegado tan lejos que era peli-
groso quedarse tan mar adentro, por la serpiente del Midgard. Pero Thor dijo que aún
quería remar un rato, y así lo hizo. Y Hymir estaba preocupado.
Cuando Thor dejó los remos, preparó un fuerte sedal, y el anzuelo no era más peque-
ño o más débil. Entonces pinchó Thor la cabeza del buey al anzuelo y lo echó por la
borda, y el anzuelo bajó hasta el fondo. Y en verdad dicen que Thor no maltrató menos
a la serpiente del Midgard que Útgarda-Loki a Thor, levantando la serpiente con la
mano.
Cierre
ACTIVIDAD 2
SD1-B4
De la lectura de los textos anteriores identifica los elementos del mito y completa la siguiente tabla.
NARRADOR
PERSONAJES
DESCRIPCIÓN
SEMEJANZAS
ACTIVIDAD INTEGRADORA
Con apoyo de tus compañeros realiza la redacción de un mito en el que interactúen personajes con las caracterís-
ticas definidas anteriormente, luego en reunión grupal compártelo con tu maestro y compañeros.
LISTA DE COTEJO
BLOQUE 4 SECUENCIA DIDÁCTICA 1 ACTIVIDAD INTEGRADORA
NOMBRE DEL ALUMNO:
EVALUACIÓN EVALUACIÓN
GRUPO Y TURNO: DOCENTE ALUMNO
CRITERIOS A CONSIDERAR SÍ NO SÍ NO
Escribió y dio curso a su imaginación y
creatividad.
Respetó los elementos formales de un texto.
Su producción es original.
EVALUACIÓN DIAGNÓSTICA
Definición.
Desarrollo Seguramente has escuchado en la televisión o entre tus conocidos que se refieran a
alguien o a algo muy sobresaliente como una ‘leyenda’. Por ejemplo, es común en los
deportes llamar a las grandes figuras de años atrás ‘leyendas’, como cuando dicen que
Julio César Chávez es toda una leyenda del boxeo mexicano. En otros casos, sin embar-
go, se utiliza la palabra para referirse a una historia espeluznante como ‘la leyenda de la
mano peluda’. ¿Por qué estos dos usos distintos?
La leyenda (del latín legere: leer, y de aquí legenda: lo que debe ser leído) es una narra-
ción que mezcla hechos naturales y sobrenaturales, pero que se piensa entre quienes la
cuentan como historia verdadera. Originalmente, en la Edad Media, el término leyenda
se refería a las historias escritas sobre las vidas de los santos y mártires de la Iglesia
Católica. Puesto que estas historias se referían a personas reales que sí habían existido
en un momento de tiempo determinado y lugar preciso, era más fácil concederle credi-
bilidad a los milagros o eventos sobrenaturales que contaban. Con el paso de los siglos,
a todos los relatos de tipo histórico que narraban un suceso en el que había un evento
sobrenatural, como un milagro o una aparición, o bien que la historia fuera una hazaña
increíble pero supuestamente acaecida a una héroe que sí vivió en un tiempo y lugar fijo,
se les dio el nombre de leyendas.
Aunque la palabra signifique que se trata de narraciones escritas, es decir, puestas en pa-
pel o pergamino, hoy en día se entiende por leyenda algo más bien de carácter popular,
como las cosas de carácter maravilloso que se cuentan sobre lugares o gente del pasado.
En su proceso de transmisión de una generación a otra, incluso de un pueblo a otro, las
leyendas suelen experimentar todo tipo de cambios. A veces es el nombre del héroe el
que cambia, de modo que existen leyendas que narran eventos idénticos pero sucedidos
a diferentes personas. En otras ocasiones se conocen dos o más versiones de una misma
leyenda acaecida a la misma persona en el mismo tiempo y lugar, pero cada versión in-
cluye cambios en la historia que pueden ir desde supresiones de algunos episodios hasta
añadiduras de varias acciones.
Las leyendas antiguas se agrupan a menudo en ‘ciclos’ alrededor de un personaje, o una
nación, como sucede con los ciclos de leyendas en torno a los héroes de la antigüedad
clásica de Grecia y Roma; al Rey Arturo y sus caballeros de la Mesa Redonda, Carlo-
magno y los Doce Pares de Francia o las hazañas sobre el Mío Cid.
Leyenda e historia.
Podría pensarse en las leyendas como una forma de historia que, a diferencia de la His-
toria escrita, circula entre el pueblo y se va comunicando de unos a otros formando una
especie de historia oral compartida por una comunidad por encontrarse en el recuerdo
de varias personas de un mismo grupo o nación. Piensa por ejemplo en alguna hazaña
que le haya sucedido a alguien que tú conozcas: un vecino, un tío, o tus abuelos y verás
cómo es común que varias personas de tu familia conozcan esa anécdota y también
observa que cada vez que se narra la misma hazaña algunas de las partes de esa historia
pueden cambiar aunque solo sea de manera sutil. Estas variaciones son mucho más evi-
dentes cuando la persona que narra la historia no presenció los hechos narrados. No es
necesario ir muy lejos, tú mismo quizá te hayas dado cuenta que a veces narras la misma
anécdota diferente dependiendo de a quién se la estés contando o si sucedió hace mucho
tiempo. De la misma manera que en tu familia circulan historias de hazañas o eventos
maravillosos, en una comunidad se van transmitiendo las historias de héroes locales
y nacionales, personas sobresalientes, talentosas o excéntricas, así como de líderes o
villanos de las que quizá hayas escuchado: personas como Pancho Villa, el Padre Kino,
Álvaro Obregón, Joaquín Murrieta, etc.
ACTIVIDAD 1
SD2-B4
-Dicen -prosiguió su interlocutor-, dicen..., qué sé yo..., muchas cosas... Entre otras,
que tu hija está enamorada de un cristiano...
Al llegar a este punto, el desdeñado amante de Sara se detuvo para ver el efecto que
sus palabras hacían en Daniel.
Daniel levantó de nuevo sus ojos, le miró un rato fijamente, sin decir palabra, y bajan-
do otra vez la vista para seguir su interrumpida tarea, exclamó:
-¿Y quién dice que eso no es una calumnia?
-Quien los ha visto conversar más de una vez en esta misma calle, mientras tú asistes
al oculto sanedrín de nuestros rabinos -insistió el joven hebreo, admirado de que sus
sospechas, primero, y después sus afirmaciones no hiciesen mella en el ánimo de
Daniel.
Éste, sin abandonar su ocupación, fija la mirada en el yunque, sobre el que, después de
dejar a un lado el martillo, se ocupaba en bruñir el broche de metal de una guarnición
con una pequeña lima, comenzó a hablar en voz baja y entrecortada, como si maqui-
nalmente fuesen repitiendo sus labios las ideas que cruzaban por su mente.
-¡Je!, ¡je!, ¡je! -decía, riéndose de una manera extraña y diabólica-. ¿Con que a mi
Sara, al orgullo de la tribu, el báculo en que se apoya mi vejez, piensa arrebatármela
un perro cristiano?... ¿Y vosotros creéis que lo hará? ¡Je!, ¡je! -continuaba, siempre
hablando para sí y siempre riéndose, mientras la lima chirriaba cada vez con más fuer-
za, mordiendo el metal con sus dientes de acero-. ¡Je!, ¡Je! ¡Pobre Daniel!, dirán los
míos, ¡ya chochea! ¿Para qué quiere ese viejo moribundo y decrépito esa hija tan her-
mosa y tan joven, si no sabe guardarla de los codiciosos ojos de nuestros enemigos?...
¡Je!, ¡je!, ¡je! ¿Crees tú, por ventura, que Daniel duerme? ¿Crees tú, por ventura, que
si mi hija tiene un amante..., que bien puede ser, y ese amante es cristiano y procura
seducirla y la seduce, que todo es posible, y proyecta huir con ella, que también es
fácil, y huye mañana, por ejemplo, lo cual cabe dentro de lo humano, crees tú que
Daniel se dejará así arrebatar su tesoro?, ¿crees tú que no sabrá vengarse?
-Pero -exclamó, interrumpiéndole, el joven-, ¿sabéis, acaso...?
-Sé -dijo Daniel, levantándose y dándole un golpecito en la espalda-, sé más que tú,
que nada sabes, ni nada sabrías si no hubiese llegado la hora de decirlo todo... Adiós;
avisa a nuestros hermanos para que cuanto antes se reúnan. Esta noche, dentro de una
o dos horas, yo estaré con ellos. ¡Adiós!
Y esto diciendo, Daniel empujó suavemente a su interlocutor hacia la calle, recogió
sus trebejos muy despacio y comenzó a cerrar con dobles cerrojos y aldabas la puerta
de la tiendecilla.
El ruido que produjo la puerta al encajarse, rechinando sobre sus premiosos goznes,
impidió al que se alejaba oír el rumor de las celosías del ajimez, que en aquel punto
cayeron de golpe, como si la judía acabara de retirarse de su alféizar.
- IV -
Al día siguiente, cuando las campanas de la catedral atronaban los aires tocando a
gloria, y los honrados vecinos de Toledo se entretenían en tirar ballestazos a los judas
de paja, ni más ni menos que como todavía lo hacen en algunas de nuestras poblacio-
nes, Daniel abrió la puerta de su tenducho, como tenía de costumbre, y con su eterna
sonrisa en los labios comenzó a saludar a los que pasaban, sin dejar por eso de golpear
en el yunque con su martillito de hierro; pero las celosías del morisco ajimez de Sara
no volvieron a abrirse, ni nadie vio más a la hermosa hebrea recostada en su alféizar
de azulejos de colores...
Cuentan que, algunos años después, un pastor trajo al arzobispo una flor hasta en-
tonces nunca vista, en la cual se veían figurados todos los atributos del martirio del
Salvador; flor extraña y misteriosa que había crecido y enredado sus tallos por entre
los ruinosos muros de la derruida iglesia.
Cavando en aquel lugar y tratando de inquirir el origen de aquella maravilla, añaden
que se halló el esqueleto de una mujer, y enterrados con él otros tantos atributos divi-
nos como la flor tenía.
El cadáver, aunque nunca se pudo averiguar de quién era, se conservó por largos años
con veneración especial en la ermita de San Pedro el Verde, y la flor, que hoy se ha
hecho bastante común, se llama Rosa de Pasión.
(Gustavo Adolfo Béquer, Leyendas. Edición Francisco Torrecilla del Olmo.
Ediciones Akal, S.A. Madrid, España, 2007.pp. 285-297).
A continuación se muestra una historia de amor entre personajes del Pueblo Yaqui.
LA CHIRIKI.
(Leyenda Yaqui)
A orillas del Río Yaqui, en lo remoto de los tiempos, radicaba una tribu indígena entre
cuyos componentes se encontraba un indio fuerte y valeroso, autor de hazañas inigua-
ladas. El indio se llamaba BáaBachi (Maíz de agua).
Su prestancia varonil tenía enamorada a una bella india que adoraba al joven guerrero.
El frenesí que unía a estos enamorados se enfriaba con frecuencia por la coquetería de
la aborigen. Le gustaba dar celos a su amante y exigirle pruebas constantes de amor.
Un día en que los enamorados paseaban a orillas del río, la Chiriki - tal era el nombre
de la india - arrojó al agua un brazalete de oro, exigiendo a BáaBachi que lo rescatase.
El indio obedeció su capricho y buscó la alhaja, confiando en sus dotes de nadador. Al
cabo de algunos minutos, BáaBachi no volvió a la superficie y la desesperación y la
tristeza se apoderó del ánimo de la Chiriki.
ACTIVIDAD 2
SD2-B4
4. Nombra un personaje y menciona el lugar de la acción o el hecho histórico que narra la historia.
Origen:
Dónde y
quiénes la
crearon.
Tiempo: Personajes:
Época en la Conducta que
que se narra presentan los
la historia. personajes.
INTRODUCCIÓN,
DESARROLLO Y
DESENLACE
Espacio:
Lugar en Narrador:
el que se Siempre es
desarrollan externo.
los hechos.
Título y
subgénero del Tema Personajes Narrador Espacio Tiempo
texto
ACTIVIDAD 4
SD2-B4
Para comprobar este acercamiento, y satisfacer una curiosidad o también por diversión, constata el número de
elementos que aparecen en cada uno de los siguientes héroes:
Edipo (21), El rey Arturo (19), Hércules (17), Beowulf (16), Jasón (15).
Alejandro el Magno (7). Con el paso del tiempo algunos personajes recientes adquieren atributos que la imagi-
nación popular los conduce de la historia a la leyenda. ¿Quieres probar que pasa con Emiliano Zapata (__), Elvis
Presley (__)?
Cierre
ACTIVIDAD 5
SD2-B4
Realiza el cuadro comparativo donde se identifiquen las semejanzas entre leyenda y mito.
LEYENDA
MITO
Realiza una investigación en tu comunidad donde recopiles anécdotas que tengan características del mito o de la
leyenda. Léela ante tus compañeros.
LISTA DE COTEJO
BLOQUE 4 SECUENCIA DIDÁCTICA 2 ACTIVIDAD INTEGRADORA
NOMBRE DEL ALUMNO:
EVALUACIÓN EVALUACIÓN
GRUPO Y TURNO: DOCENTE ALUMNO
CRITERIOS A CONSIDERAR SÍ NO SÍ NO
Es sensible al arte al interpretar y emitir mensajes con da-
tos e ideas claras con contenido literario.
Identificó características y estructura y las transcribió en
tu texto.
Captó en su entorno alguna visión cultural, artística o his-
tórica con la que se identifica.
Trabajó en forma colaborativa y expuso claramente con
juicio libre su texto.
EVALUACIÓN DE ACTIVIDADES
LISTA DE COTEJO
BLOQUE 4 SECUENCIA DIDÁCTICA 1 EVALUACIÓN DIAGNÓSTICA
NOMBRE DEL ALUMNO:
EVALUACIÓN EVALUACIÓN
GRUPO Y TURNO: DOCENTE ALUMNO
CRITERIOS A CONSIDERAR SÍ NO SÍ NO
Todos los temas tratados y todas las preguntas fueron con-
testados en al menos 2 oraciones.
La información está claramente relacionada con el tema
principal y proporciona varias ideas y/o ejemplos.
Entregó la actividad en orden, tiempo y forma.
LISTA DE COTEJO
BLOQUE 4 SECUENCIA DIDÁCTICA 1 ACTIVIDAD 1
NOMBRE DEL ALUMNO:
EVALUACIÓN EVALUACIÓN
GRUPO Y TURNO: DOCENTE ALUMNO
CRITERIOS A CONSIDERAR SÍ NO SÍ NO
Contempla los aspectos principales del tema, organiza y
representa adecuadamente la información del texto.
Se inicia desde el centro de la hoja colocando la idea cen-
tral que está desarrollada hacia fuera de manera irradiante.
La idea central está representada con una imagen clara,
poderosa y sintetiza el tema general del mapa mental.
Entregó en tiempo y forma y presentó creatividad y dispo-
sición en el desarrollo de la actividad.
CRITERIOS A CONSIDERAR SÍ NO SÍ NO
Respondió los elementos del género mito.
LISTA DE COTEJO
BLOQUE 4 SECUENCIA DIDÁCTICA 2 ACTIVIDAD 1
NOMBRE DEL ALUMNO:
EVALUACIÓN EVALUACIÓN
GRUPO Y TURNO: DOCENTE ALUMNO
CRITERIOS A CONSIDERAR SÍ NO SÍ NO
Contempla los aspectos principales del tema, organiza y
representa adecuadamente la información del texto.
Se inicia desde el centro de la hoja colocando la idea cen-
tral que está desarrollada hacia fuera de manera irradiante.
La idea central está representada con una imagen clara,
poderosa y sintetiza el tema general del mapa mental.
Entregó en tiempo y forma y presentó creatividad y dispo-
sición en el desarrollo de la actividad.
LISTA DE COTEJO
BLOQUE 4 SECUENCIA DIDÁCTICA 2 ACTIVIDAD 2
NOMBRE DEL ALUMNO:
EVALUACIÓN EVALUACIÓN
GRUPO Y TURNO: DOCENTE ALUMNO
CRITERIOS A CONSIDERAR SÍ NO SÍ NO
Respondió de forma analítica y clara a por lo menos 3 de
las cuatro preguntas.
Comparó los textos en cuanto a sus similitudes en carac-
terísticas.
Puso en evidencia conocimientos de su entorno y previos.
LISTA DE COTEJO
BLOQUE 4 SECUENCIA DIDÁCTICA 2 ACTIVIDAD 3
NOMBRE DEL ALUMNO:
EVALUACIÓN EVALUACIÓN
GRUPO Y TURNO: DOCENTE ALUMNO
CRITERIOS A CONSIDERAR SÍ NO SÍ NO
Realizó al menos 4 comparaciones entre los dos subgéne-
ros en su estructura.
Determinó en base a cada texto la estructura de ambos
géneros.
Trabajó en forma colaborativa.
CRITERIOS A CONSIDERAR SÍ NO SÍ NO
Enlistó al menos tres atributos de los seres en cuanto a sus
características mitológicas.
Diferenció el género leyenda, mito e historia en base a la
presentación teórica.
Analizó los aspectos históricos desde su dimensión y con
su entorno.
Trabajó de forma colaborativa en tiempo y forma.
LISTA DE COTEJO
BLOQUE 4 SECUENCIA DIDÁCTICA 2 ACTIVIDAD 5
NOMBRE DEL ALUMNO:
EVALUACIÓN EVALUACIÓN
GRUPO Y TURNO: DOCENTE ALUMNO
CRITERIOS A CONSIDERAR SÍ NO SÍ NO
Las ideas fueron claras, el cuadro sintetizó los puntos re-
queridos.
Las fuentes de información fueron enriquecidas y las citó
correctamente con la estructura y características del tipo
de texto.
Realizó el texto en tiempo y forma.
PORTAFOLIO DE EVIDENCIAS
Elegimos al menos dos actividades del bloque para integrar nuestro portafolio de evidencias además de conclu-
siones.
Recordemos que en este portafolio también debemos integrar los productos de las actividades integradoras.
REACTIVOS DE CIERRE
1. De dónde proviene la palabra mito:
A. Del latín mythos: cualquier cosa contada de forma oral.
B. Del griego mythos: cualquier cosa contada de forma oral.
7. Apoyado en el recuadro diferencia los textos y compáralos colocando la letra según la característica que le
pertenezca a cada uno, finalmente define a qué subgénero pertenece.
TEXTO 1.
Subgénero:___________________.
LA PLANCHADA.
Esta enfermera trataba mal a los enfermos, robaba sus medicamentos y era muy estricta; se dice que su espíritu
vaga en el viejo inmueble del Hospital General de Ciudad Obregón, cuidando que los enfermos que están ahí,
se encuentren bien, en castigo a tal crueldad que tenía con los mismos cuando vivía.
Hay ocasiones en que las enfermeras del turno de la noche, al hacer guardia se han quedado dormidas, y precipi-
tadamente las han despertado sintiendo un golpe con la palma de la mano en sus cabezas. Estas, al despertar, no
ven a nadie a su alrededor, solo los largos y viejos pasillos, quietos en la mitad de la noche. En la dirección de
este hospital, a la cual misteriosamente el paso es muy restringido, inclusive para los que ahí trabajan, se habla
de un cuadro que se encuentra en una de las paredes; dicho cuadro, según dicen los internos del nosocomio,
correspondería a esta enfermera de la cual, también misteriosamente, no se sabe casi nada, ni de dónde vino,
ni cuando ingresó al hospital y ni cómo murió; solo se sabe que fue una mujer hermosa, de pelo corto y rubio,
seria, pero sobre todo, estricta, siempre de uniforme blanco almidonado; caminando erguida por los pasillos.
TEXTO 2.
Subgénero:___________________.
Según cuentan los que cuentan; cuando cuentan…Que en tiempos muy, muy lejanos, el mundo, su conforma-
ción era diferente.
Una esfera gigante que se dividida en dos partes, solo las unía un gran río que circundaba el mundo de entonces.
En un sector de ese río, una gran isla flotaba, cargada de plantas y animales exóticos. Cuentan que una mitad, era
habitada por gente blanca, tan blancas que su piel era transparente, sus cabellos eran platinados y sus ojos eran
azules como la intensidad de los cielos. En la otra mitad, seres completamente contrarios, cuya piel era negra
como la noche misma, ojos oscuros, como los rulos de sus cabellos.
Eran regenteados por dioses enemistados entre sí, y por ese motivo no les permitían encontrarse, los blancos con
los negros, ni los negros con los blancos, ni bañarse en el río que los circundaba, bajo ningún concepto, en caso
de hacerlo, la maldición de los dioses caería sobre ellos.
Así fue transcurriendo el tiempo, siempre fiel a los mandatos de los dioses. Hasta que una tarde Lu, que habitaba
la tierra de los blancos, desobedeciendo la orden de no sumergirse en el río, Lo hizo… y lo siguió haciendo por
varios días.
Desde la otra orilla un joven negro llamado Na, también desafió las reglas, lanzándose a las aguas, nadando
por debajo de la misma para no ser visto, cuando salió a tomar aire, (por esas cosas que la vida, siempre tiene
preparada).Frente a él estaba Lu. Sus ojos se cruzaron y un vértigo los invadió. El flechazo del amor los había
unido para siempre.
REFERENCIAS
Bibliografía:
Asturias, Miguel Ángel. Cuentos y Leyendas. Mario Roberto Morales (coord.). Nanterre Cedex:
ALLCA XX, UNIVERSITÉ PARIS X, 2000.
Becquer, Gustavo A. Obras Completas. 4a Ed. México DF: Editorial Diana, 1958.
---. Leyendas. Francisco Torrecilla del Olmo (ed). Madrid: Ediciones Akal, 2007.
Coronado Juan, Para leerte mejor 3, Ed.Limusa, México, 2005.
Delehaye, Pere H. The Legend of the Saints: An Introduction to Hagiography. VM
Crawford (trans). Notre Dame: University of Notre Dame Press, 1961.
Ellis, Bill. Aliens, Ghosts and Cults: Legends we Live. Jackson: University Press of
Mississippi, 2001.
Fox, Karen C. The Big Bang Theory: Where it Came From, What it is and Why it
Works. New York: John Wiley & Sons, 2002.
Ferrell, William K. Literature and Film as Modern Mythology. Westport: Praeger, 2000.
Ragland, FitzRoy Richard Somerset Raglan, Lord. The Hero: A Study in Tradition,
Myth and Drama. New York: Vintage, 1956.
Leemings, David Adams. The World of Myth. New York: Oxford University Press, 1992.
Webgrafía:
Cuesta, José. “The hero: A study in tradition, myth, and drama, de Lord Raglan”. La Cuesta de
Moyano: Opinoines de bar de un grupo de lectores acerca de libros que ha leído.
http://lacuestademoyano.blogspot.mx/2013/05/the-hero-study-in-tradition-myth-and.html.
20 mayo 2014.
“Leyenda.” Wikipedia, La enciclopedia libre. 15 may 2014, 09:07 UTC. 20 may 2014, 19:33
<http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Leyenda&oldid=74414633>.
“Mitología.” Wikipedia, La enciclopedia libre. 8 may 2014, 16:00 UTC. 20 may 2014, 19:32
<http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Mitolog%C3%ADa&oldid=74279245>.
Wikipedia contributors. “Legend.” Wikipedia, The Free Encyclopedia, 12 May. 2014. Web.
20 May. 2014.
Wikipedia contributors. “Mythology.” Wikipedia, The Free Encyclopedia, 13 May. 2014. Web.
20 May. 2014.
MITO.
A su muerte ganaron la costa húmeda, surgiendo en el paisaje de la playa, que tenía cierta tonalidad de ensalmo:
los chopos dispersos y lejanos los bosques, las montañas, el río que en el panorama del valle se iba quedando
inmóvil... ¡La Tierra de los Árboles!
Avanzaron sin dificultad por aquella naturaleza costeña fina como la luz de los diamantes, hasta la coronilla ver-
de de los cabazos próximos y al acercarse al río la primera vez, a mitigar la sed, vieron caer tres hombres al agua.
Nido calmó a sus compañeros -extrañas plantas móviles-, que miraban sus retratos en el río sin poder hablar.
-¡Son nuestras máscaras, tras ellas se ocultan nuestras caras! ¡Son nuestros dobles, con ellos nos podemos dis-
frazar! ¡Son nuestra madre, nuestro padre, Monte en un Ave, que matamos para ganar la tierra! ¡Nuestro nahual!
¡Nuestro natal!
La selva prologaba el mar en tierra firme. Aire líquido, hialino casi bajo las ramas, con trasparencias azules en
el claroscuro de la superficie y verdes de fruta en lo profundo.
Como si se acabara de retirar el mar, se veía el agua hecha luz en cada hoja, en cada bejuco, en cada reptil, en
cada flor, en cada insecto...
La selva continuaba hacia el Volcán henchida, tupida, crecida, crepitante, con estéril fecundidad de víbora:
océano de hojas reventando en rocas o anegado en pastos, donde las huellas de los plantígrados dibujaban ma-
riposas y leucocitos el sol.
Algo que se quebró en las nubes sacó a los tres hombres de su deslumbramiento.
Dos montañas movían los párpados a un paso del río:
La que llamaban Cabrakán, montaña capacitada para tronchar una selva entre sus brazos y levantar una ciudad
sobre sus hombros, escupió saliva de fuego hasta encender la tierra.
Y la incendió.
La que llamaban Hurakán, montaña de nubes, subió al volcán a pelar el cráter con la uñas.
El cielo repentinamente nublado, detenido el día sin sol, amilanadas las aves que escapaban por cientos de ca-
nastos, apenas se oía el grito de los tres hombres que venían en el viento, indefensos como los árboles sobre la
tierra tibia.
En las tinieblas huían los monos, quedando de su fuga el eco perdido entre las ramas. Como exhalaciones pa-
saban los venados. En grandes remolinos se enredaban los coches de monte, torpes, con las pupilas cenicientas.
Huían los coyotes, desnudando los dientes en la sombra al rozarse unos con otros, ¡qué largo escalofrío...!
Huían los camaleones, cambiando de colores por el miedo; los tacuazines, las iguanas, los tepescuintles, los
conejos, los murciélagos, los sapos, los cangrejos, los cutetes, las taltuzas, los pizotes, los chinchintores, cuya
sombra mata.
Huían los cantiles, seguidos de las víboras de cascabel, que con las culebras silbadoras y las cuereadoras deja-
ban a lo largo de la cordillera la impresión salvaje de una fuga en diligencia. El silbo penetrante uníase al ruido
de los cascabeles y al chasquido de las cuereadoras que aquí y allá enterraban la cabeza, descargando latigazos
para abrirse campo.
Huían los camaleones, huían las dantas, huían los basiliscos, que en ese tiempo mataban con la mirada;
LEYENDA.
Proyecto 5
Secuencia didáctica 1
Inicio
CARACTERÍSTICAS DEL CUENTO
EVALUACIÓN DIAGNÓSTICA
Para responder las siguientes preguntas de inducción temática, no investigues aún para responderlas. Date un
momento para que de tu reflexión y de tu intuición, surjan ideas que, como si fueran magia, no sabías que tenías.
Recuerda, la lectura es la llave mágica que abre los códigos de todos los lenguajes del
conocimiento en esta vida.
Esta tarde me ha dicho que mamá, papá y él iban a ir al mar, y que yo no iría. Se rió y
me hizo muecas. Entonces lo empujé a la fuente.
Ahora duerme, y papá y mamá también. Dentro de un momento iré a su recámara y
esta vez no tendrá tiempo de gritar, tengo la cuerda de saltar en las manos. Él la olvidó
en el jardín y yo la tomé.
Con esto se verán obligados a ir al mar sin él. Y luego me iré a acostar sola, al fondo
de ese maldito jardín, en esa horrible caja blanca donde me obligan a dormir desde
hace un mes.
Jehanne Jean-Charles (Francés, 1922-2003).
ACTIVIDAD 1
SD1-B5
El Clis de sol.
No es cuento, es una historia que sale de mi pluma como ha ido brotando de los labios de ñor Cornelio Cacheda,
que es un buen amigo de tantos como tengo por esos campos de Dios. Me la refirió hará cinco meses, y tanto
me sorprendió la maravilla el no comunicarla para que los sabios y los observadores estudien el caso con el
detenimiento que se merece.
Podría tal vez entrar en un análisis serio del asunto, pero me reservo para cuando haya oído las opiniones de mis
lectores. Va, pues, monda y lironda, la consabida maravilla.
Ñor Cornelio vino a verme y trajo consigo un par de niñas de dos años y medio de edad, como nacidas de una
sola “camada” como él dice, llamadas María de los Dolores y María del Pilar, ambas rubias como una espiga,
blancas y rosadas como durazno maduro y lindas como si fueran “imágenes”, según la expresión de ñor Cornelio.
Contrastaban la belleza infantil de las gemelas con la sincera incorrección de los rasgos fisionómicos de ñor
Cornelio, feo si los hay, moreno subido y tosco hasta lo sucio de las uñas y lo rajado de los talones. Naturalmente
se me ocurrió en el acto preguntarle por el progenitor feliz de aquel par de boquirrubias. El viejo se chilló de
orgullo, retorció la jetaza de pejibaye rayado, se limpió las babas con el revés de la peluda mano y contestó:
- ¡Pos yo soy el tata, más que sea feo el decilo! No se parecen a yo, pero es que la mama no es tan pior, y pal
gran poder de mi Dios no hay nada imposible.
- Pero dígame, ñor Cornelio, ¿su mujer es rubia, o alguno de los abuelos era así como las chiquitas?
- No, señor; en toda la familia no ha habido ninguno gato ni canelo; todos hemos sido acholaos.
- Y entonces, ¿cómo se explica usted que las niñas hayan nacido con ese pelo y esos colores?
El viejo soltó una estrepitosa carcajada, se enjarró y me lanzó una mirada de soberano desdén.
- ¿De qué se ríe, ñor Cornelio?
- ¿Pos no había de rirme, don Magón, cuando veo que un probeinorante como yo, un campiruso pion, sabe más
que un hombre como usté que todos dicen qu’es tan sabido, tan leído y que hasta hace leyes onde el Presidente
con los menistros?
- A ver, explíqueme eso.
- Hora verá lo que jue.
ACTIVIDAD 2
SD1-B5
3. ¿Qué es un eclipse?
Surgieron también todas las razas y las ciudades habitadas por ellas que se alzaban un
instante majestuosas y luego caían por tierra para confundirse con la ruina y la escoria
de innumerables generaciones. Una de estas ciudades entre todas las que existían en
ese futuro imaginado por Pao Cheng llamó poderosamente su atención y su divagación
se hizo más precisa en cuanto a los detalles que la componían, como si en ella estuvie-
ra encerrado un enigma relacionado con su persona. Aguzó su mirada interior y trató
de penetrar en los resquicios de esa topografía increada. La fuerza de su imaginación
era tal que se sentía caminar por sus calles, levantando la vista azorado ante la grande-
za de las construcciones y la belleza de los monumentos. Largo rato paseó Pao Cheng
por aquella ciudad mezclándose a los hombres ataviados con extrañas vestiduras y
que hablaban una lengua lentísima, incomprensible, hasta que pronto se detuvo ante
una casa en cuya fachada parecían estar inscritos los signos indescifrables de un mis-
terio que lo atraía irresistiblemente. A través de una de las ventanas pudo vislumbrar a
un hombre que estaba escribiendo. En ese mismo momento Pao Cheng sintió que allí
se dirimía una cuestión que lo atañía íntimamente. Cerró los ojos y acariciándose la
frente perlada de sudor con las puntas de sus dedos alargados trató de penetrar, con el
pensamiento, en el interior de la habitación en la que el hombre estaba escribiendo. Se
elevó volando del pavimento y su imaginación traspuso el reborde de la ventana que
estaba abierta y por la que se colaba una ráfaga fresca que hacía temblar las cuarti-
llas, cubiertas de incomprensibles caracteres, que yacían sobre la mesa. Pao Cheng se
acercó cautelosamente al hombre y miró por encima de sus hombros, conteniendo la
respiración para que éste no notara su presencia. El hombre no lo hubiera notado pues
parecía absorto en su tarea de cubrir aquellas hojas de papel con esos signos cuyo con-
tenido todavía escapaba al entendimiento de Pao Cheng. De vez en cuando el hombre
se detenía, miraba pensativo por la ventana, aspiraba un pequeño cilindro blanco y
arrojaba una bocanada de humo azulado por la boca y por las narices; luego volvía a
escribir. Pao Cheng miró las cuartillas terminadas que yacían en desorden sobre un
extremo de la mesa y conforme pudo ir descifrando el significado de las palabras que
estaban escritas en ellas, su rostro se fue nublando y un escalofrío de terror cruzó,
como la reptación de una serpiente venenosa, el fondo de su cuerpo. ”Este hombre
está escribiendo un cuento”, se dijo. Pao Cheng volvió a leer las palabras escritas
sobre las cuartillas. “El cuento se llama La Historia según Pao Cheng y trata de un
filósofo de la antigüedad que un día se sentó a la orilla de un arroyo y se puso a pensar
en… ¡Luego yo soy un recuerdo de ese hombre y si ese hombre me olvida moriré…!”
El hombre, no bien había escrito sobre el papel las palabras “…si ese hombre me
olvida moriré”, se detuvo, volvió a aspirar el cigarrillo y mientras dejaba escapar el
humo por la boca, su mirada se ensombreció como si ante él cruzara una nube cargada
de lluvia. Comprendió, en ese momento, que se había condenado a sí mismo, para
toda la eternidad, a seguir escribiendo la historia de Pao Cheng, pues si su personaje
era olvidado y moría, él que no era más que un pensamiento de Pao Cheng, también
desaparecería.
Salvador Elizondo (Mexicano, 1932-2006).
Lee con atención el anterior cuento y responde las preguntas que se te piden.
Alicia.
Alicia se encontraba sentada frente a su tocador reflejándose en el espejo y cepillando
su negro cabello. Lucifer la miraba, recargado a un lado de la puerta, cruzado de bra-
zos, invisible, intangible, inaudible, absorto en su visión.
Alicia terminó su labor, se levantó. Su cuerpo era escultural, su rostro increíblemente
hermoso. Estaba cubierto por un breve pijama que dejaba al desnudo sus muslos. Di-
rigió su mirada hacia Lucifer (¿acaso le podía ver?). Él miró aquellos ojos inocentes
y a la vez seductores, mas como si lo hubieran quemado, desvió su mirada y posó
sus ojos en el piso, vencido. Alicia comenzó a caminar hacia allá; sus pies descalzos
pisaban delicadamente, cual si fueran de cristal. Metro y medio, un metro, cincuenta
centímetros; alzó la mano, cual si señalara. Él, nervioso, se puso firme, como si espe-
rara un fuerte empujón. Diez centímetros, cinco, dos, uno; la mano pasó de largo. La
luz se apagó, y la habitación hubiese sido engullida por la oscuridad de no ser por la
luz de luna que entraba por la ventana abierta y se derramaba sobre la cama de Alicia.
Lucifer se hizo a un lado, sorprendido. Miró la pared; había estado recargado sobre el
interruptor. Se sintió un idiota. Alicia se dirigió a su cama bañada por la luz de la luna.
Pronto sólo se escuchó una monótona respiración. Lucifer se dirigió a donde Alicia,
acarició su rostro y pensó en su reacción si despertase y le viese. Algo cálido resbaló
por sus mejillas. –¿De nuevo aquí?- se escuchó una voz a sus espaldas.
Lucifer dio media vuelta, se dirigió a la pared: ¿Sabes, Miguel?, es la única vez que
he deseado ser un ángel-. Y diciendo esto atravesó la pared místicamente. Miguel lo
siguió. Ya afuera, Lucifer desplegó sus alas y emprendió el vuelo hacia el negro fir-
mamento. Miguel se desvaneció.
Alicia continuó dormida, sin saber de sus extraños visitantes.
Ángel de Jesús Aispuro Ramírez (Mexicano, 1983).
Cierre
ACTIVIDAD 4
SD1-B5
Lee con atención el cuento anterior y responde las siguientes preguntas de los cuentos leídos, junto con el de
Alicia:
Secuencia didáctica 2
Inicio
CONTEXTUALIDAD E INTERTEXTUALIDAD
A la deriva.
El hombre pisó algo blanduzco, y en seguida sintió la mordedura en el pie. Saltó
adelante, y al volverse con un juramento vio una yaracacusú que, arrollada sobre sí
misma, esperaba otro ataque.
El hombre echó una veloz ojeada a su pie, donde dos gotitas de sangre engrosaban
dificultosamente, y sacó el machete de la cintura. La víbora vio la amenaza, y hundió
más la cabeza en el centro mismo de su espiral; pero el machete cayó de lomo, dislo-
cándole las vértebras.
El hombre se bajó hasta la mordedura, quitó las gotitas de sangre, y durante un ins-
tante contempló.
Un dolor agudo nacía de los dos puntitos violetas, y comenzaba a invadir todo el pie.
Apresuradamente se ligó el tobillo con su pañuelo y siguió por la picada hacia su rancho.
El dolor en el pie aumentaba, con sensación de tirante abultamiento, y de pronto el
hombre sintió dos o tres fulgurantes puntadas que, como relámpagos, habían irradiado
desde la herida hasta la mitad de la pantorrilla. Movía la pierna con dificultad; una me-
tálica sequedad de garganta, seguida de sed quemante, le arrancó un nuevo juramento.
Llegó por fin al rancho y se echó de brazos sobre la rueda de un trapiche. Los dos
puntitos violeta desaparecían ahora en la monstruosa hinchazón del pie entero. La piel
parecía adelgazada y a punto de ceder, de tensa. Quiso llamar a su mujer, y la voz se
quebró en un ronco arrastre de garganta reseca. La sed lo devoraba.
-¡Dorotea! -alcanzó a lanzar en un estertor-. ¡Dame caña1!
Su mujer corrió con un vaso lleno, que el hombre sorbió en tres tragos. Pero no había
sentido gusto alguno.
-¡Te pedí caña, no agua! -rugió de nuevo-. ¡Dame caña!
-¡Pero es caña, Paulino! -protestó la mujer, espantada.
-¡No, me diste agua! ¡Quiero caña, te digo!
La mujer corrió otra vez, volviendo con la damajuana. El hombre tragó uno tras otro
dos vasos, pero no sintió nada en la garganta.
-Bueno; esto se pone feo -murmuró entonces, mirando su pie lívido y ya con lus-
tre gangrenoso. Sobre la honda ligadura del pañuelo, la carne desbordaba como una
monstruosa morcilla.
Los dolores fulgurantes se sucedían en continuos relampagueos y llegaban ahora a la
ingle. La atroz sequedad de garganta que el aliento parecía caldear más, aumentaba a
la par. Cuando pretendió incorporarse, un fulminante vómito lo mantuvo medio mi-
nuto con la frente apoyada en la rueda de palo.
Pero el hombre no quería morir, y descendiendo hasta la costa subió a su canoa. Sen-
tose en la popa y comenzó a palear hasta el centro del Paraná. Allí la corriente del río,
que en las inmediaciones del Iguazú corre seis millas, lo llevaría antes de cinco horas
a Tacurú-Pucú.
El hombre, con sombría energía, pudo efectivamente llegar hasta el medio del río;
pero allí sus manos dormidas dejaron caer la pala en la canoa, y tras un nuevo vómito
-de sangre esta vez- dirigió una mirada al sol que ya trasponía el monte.
La pierna entera, hasta medio muslo, era ya un bloque deforme y durísimo que reven-
taba la ropa. El hombre cortó la ligadura y abrió el pantalón con su cuchillo: el bajo
vientre desbordó hinchado, con grandes manchas lívidas y terriblemente doloroso. El
hombre pensó que no podría jamás llegar él solo a Tacurú-Pucú, y se decidió a pedir
ayuda a su compadre Alves, aunque hacía mucho tiempo que estaban disgustados.
La corriente del río se precipitaba ahora hacia la costa brasileña, y el hombre pudo
fácilmente atracar.
ACTIVIDAD 1
SD2-B5
Nivel contextual.
Desarrollo No todas las lecturas que se realizan de una obra tienen las mismas exigencias; el
motivo marca el grado de compromiso; puede ser por simple curiosidad; quizá por
entretenimiento u otra razón. No se intenta rebasar el texto.
Mas cuando la exigencia obliga a tener más información de la obra, del autor, se tiene
que entrar al nivel contextual; buscar información del autor, de su sociedad y para ello
es necesario desarrollar los siguientes puntos:
■ Biografía del autor.
■ El tiempo en que fue escrita.
■ El lugar donde fue escrita la obra.
■ Algún hecho social significativo de ese tiempo.
■ El movimiento literario en que se enmarca la obra.
Así como el autor tiene su espacio, su tiempo, el lector también, así que al viajar la obra
en el tiempo será apreciada de forma diversa por los diversos lectores del futuro. Cada
lector tiene sus propias características, sus necesidades, y el disfrute, o la búsqueda en la
obra variará, dependiendo de la edad, la cultura, su religión y su disposición.
1. Auxiliado de tu diccionario busca los términos desconocidos.
2. ¿Cuál es el problema que se le presenta al personaje?
3. ¿Qué costumbre se puede apreciar en el cuento?
4. ¿Qué tipo de final tiene el cuento?
5. Investiga la biografía del autor.
ACTIVIDAD 2
SD2-B5
ACTIVIDAD 3
SD2-B5
4. ¿Cuál es el tema?
Fue una tarde refulgente, cuando el Padre hizo a un lado el torno en que moldeaba una
pieza. Siguió con la suya la mirada de su muchacho, hasta llegar al sitio en que éste la
había clavado. Ella, al sentir sobre si los ojos penetrantes del viejo quedó petrificada
en medio de la vereda. La cabeza cayó sobre el pecho, ocultando el rubor que ardía
en sus mejillas.
–¿Esa es? –preguntó en seco el anciano a su hijo.
–Sí –respondió el muchacho, y escondió su desconcierto en la reanudación de la tarea.
El “Prencipal”, un indio viejo, venerable de años e imponente de prestigios, escuchó
solícito la demanda de Juan Lucas:
–El hombre joven, como el viejo, necesitan la compañera, que para uno es flor perfu-
mada y, para el otro, bordón… Mi hijo ya ha puesto sus ojos en una.
–Cumplamos la ley de Dios y démosle goce al muchacho como tú y yo, Juan Lucas,
lo tuvimos un día. ¡Tú dirás lo que se hace!
–Quiero que pidas a la niña para mi hijo.
–Ese es mi deber como “Prencipal”. Vamos, ya te sigo, Juan Lucas.
Frente a la casa de la elegida, Juan Lucas, cargado con una libra de chocolate, varios
manojos de cigarrillos de hoja, un tercio de leña y otro de ocote, aguarda, en compañía
del “Prencipal” de Bachajón, que los moradores del jacal contesten la llamada que han
hecho sobre su puerta.
A poco, la etiqueta indígena todo lo satura.
–Ave María purísima del refugio –dice una voz que sale por entre las rendijas del
jacal.
–Sin pecado original concebida –responde el “Prencipal”.
La puertecilla se abre. Gruñe un perro. Una nube de humo atosigante recibe a los
recién llegados que pasan al interior; llevan sus sombreros en la mano y caravanean
a diestro y siniestro.
Al fondo de la choza, la niña, motivo del ceremonial acontecimiento, hecha tortillas;
su cara, enrojecida por el calor del fuego, disimula su turbación a medias, porque está
inquieta como tórtola recién enjaulada; pero acaba por tranquilizarse frente al destino
que de tan buena voluntad le están aparejando los viejos.
Cerca de la puerta el padre de ella, Mateo Bautista, mira impenetrable a los recién
llegados. Bibiana Petra, su mujer, gorda y saludable, no esconde el gozo y señala a los
visitantes dos piedras para que se sienten.
–¿Sabes a lo que venimos? –pregunta por fórmula el “Prencipal”.
–No –contesta mintiendo descaradamente Mateo Bautista–. Pero de todas maneras mi
pobre casa se mira alegre con la visita de ustedes.
ACTIVIDAD 4
SD2-B5
Lee con atención el cuento anterior y responde las preguntas que se te piden.
El retrato oval.
El castillo en el cual a mi criado se le había ocurrido penetrar a la fuerza en vez de
permitirme, malhadadamente herido como estaba, de pasar una noche al ras, era uno
de esos edificios mezcla de grandeza y de melancolía que durante tanto tiempo le-
vantaron sus altivas frentes en medio de los Apeninos, tanto en la realidad como en
la imaginación de Mistress Radcliffe. Según toda apariencia, el castillo había sido re-
cientemente abandonado, aunque temporariamente. Nos instalamos en una de las ha-
bitaciones más pequeñas y menos suntuosamente amuebladas. Estaba situada en una
torre aislada del resto del edificio. Su decorado era rico, pero antiguo y sumamente de-
teriorado. Los muros estaban cubiertos de tapicerías y adornados con numerosos tro-
feos heráldicos de toda clase, y de ellos pendía un número verdaderamente prodigioso
de pinturas modernas, ricas de estilo, encerradas en sendos marcos dorados, de gusto
arabesco. Me produjeron profundo interés, y quizá mi incipiente delirio fue la causa,
aquellos cuadros colgados no solamente en las paredes principales, sino también en
una porción de rincones que la arquitectura caprichosa del castillo hacía inevitable;
hice a Pedro cerrar los pesados postigos del salón, pues ya era hora avanzada, encen-
der un gran candelabro de muchos brazos colocado al lado de mi cabecera, y abrir
completamente las cortinas de negro terciopelo, guarnecidas de festones, que rodea-
ban el lecho. Quíselo así para poder, al menos, si no reconciliaba el sueño, distraerme
alternativamente entre la contemplación de estas pinturas y la lectura de un pequeño
volumen que había encontrado sobre la almohada, en que se criticaban y analizaban.
Leí largo tiempo; contemplé las pinturas religiosas devotamente; las horas huyeron,
rápidas y silenciosas, y llegó la media noche. La posición del candelabro me moles-
taba, y extendiendo la mano con dificultad para no turbar el sueño de mi criado, lo
coloqué de modo que arrojase la luz de lleno sobre el libro.
Pero este movimiento produjo un efecto completamente inesperado. La luz de sus nu-
merosas bujías dio de pleno en un nicho del salón que una de las columnas del lecho
había hasta entonces cubierto con una sombra profunda. Vi envuelto en viva luz un
cuadro que hasta entonces no advirtiera. Era el retrato de una joven ya formada, casi
mujer. Lo contemplé rápidamente y cerré los ojos. ¿Por qué? No me lo expliqué al
principio; pero, en tanto que mis ojos permanecieron cerrados, analicé rápidamente
el motivo que me los hacía cerrar. Era un movimiento involuntario para ganar tiempo
y recapacitar, para asegurarme de que mi vista no me había engañado, para calmar y
preparar mi espíritu a una contemplación más fría y más serena. Al cabo de algunos
momentos, miré de nuevo el lienzo fijamente.
No era posible dudar, aun cuando lo hubiese querido; porque el primer rayo de luz
al caer sobre el lienzo, había desvanecido el estupor delirante de que mis sentidos se
hallaban poseídos, haciéndome volver repentinamente a la realidad de la vida.
Y entonces el pintor dio los toques, y durante un instante quedó en éxtasis ante el tra-
bajo que había ejecutado. Pero un minuto después, estremeciéndose, palideció inten-
samente herido por el terror, y gritó con voz terrible: “¡En verdad, esta es la vida mis-
ma!” Se volvió bruscamente para mirar a su bien amada: ¡Estaba muerta!”
Edgar Allan Poe (Norteamericano, 1809-1849).
ACTIVIDAD 5
SD2-B5
Lee con atención el cuento anterior y responde las preguntas que se te piden.
El dinosaurio.
Y cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí.
Augusto Monterroso.
Efecto mariposa.
Miles de mariposas batían sus alas en una erótica danza frente a sus congéneres. Bai-
laban cada cual más rápido, con más elegancia, más intensidad, agitando el aire.
Mientras tanto medio millón de filipinos corrían desesperados al refugio más cercano
sin poder dar una explicación científica a la fuerza del huracán que soplaba a más de
trescientos kilómetros por hora y engullía sus aldeas.
Pamela Durán Díaz.
Cine interesante.
No era una película de zombis, ni de lobos, ni de vampiros, ni de ninguno de esos
lugares comunes. Era de amor, y daba miedo.
Roberto Abad.
Sala de espera.
En la sala de espera, mientras otros hojean revistas, la muerte lee el directorio telefó-
nico.
Armando Alanís.
Actor.
Siempre le asignaban papeles secundarios, pero esta vez le propusieron el papel prin-
cipal en una obra de Beckett.
-Serás Godot- dijo el director.
Armando Alanís.
Cláusulas.
III Soy el Adán que sueña con el paraíso, pero siempre me despierto con las costillas
intactas.
Juan José Arreola.
Crímenes ejemplares.
-¡ANTES MUERTA!-me dijo. ¡Y lo único que yo quería era darle un gusto!
Max Aub.
Acto final.
Tras secarse el sudor con su pañuelo, la concurrencia presenció como se ahogaba,
impedido para respirar. Fue así como se supo que no era un charlatán: el mago por
descuido se había borrado la cara.
Edgar Omar Avilés.
Pueblo fantasma.
El sonido del tren retumbaba en el pueblo en el que no había estación, casas y mucho
menos tren.
Miguel Ángel Avilés.
RÚBRICA DE EVALUACIÓN
BLOQUE 5 SECUENCIA DIDÁCTICA 2 ACTIVIDAD INTEGRADORA
EXCELENTE BUENO MALO
Realiza un texto con la Realiza un texto con la Realiza un texto con la
estructura, tiempo secuen- estructura, tiempo secuen- estructura, tiempo secuen-
cial, espacio verosímil, cial, espacio verosímil, cial, espacio verosímil,
CRITERIOS narrador omnisciente, narrador omnisciente, narrador omnisciente,
personajes arquetípicos, personajes arquetípicos, personajes arquetípicos.
lenguaje literal, género lenguaje literal, género
convencional, intertexto convencional, intertexto
implícito y final epifánico. implícito y final epifánico.
Es moralizante.
EVALUACIÓN DE ACTIVIDADES
RÚBRICA DE EVALUACIÓN
BLOQUE 5 SECUENCIA DIDÁCTICA 1 EVALUACIÓN DIAGNÓSTICA
CRITERIOS EXCELENTE BUENO MALO
Reconoce los elemen- Reconoce los 3 elemen- Reconoce 2 elementos Reconoce 1 elemento del
tos del cuento. tos del cuento. del cuento. cuento.
Reconoce los tipos de Reconoce los 3 tipos de Reconoce 2 tipos de Reconoce 1 tipo de perso-
personajes. personajes. personajes. naje.
RÚBRICA DE EVALUACIÓN
BLOQUE 5 SECUENCIA DIDÁCTICA 1 ACTIVIDAD 1 – 2 - 3 - 4
SECUENCIA DIDÁCTICA 2 ACTIVIDAD 1 – 2 – 3 - 4 - 5
EXCELENTE BUENO REGULAR
CRITERIOS Responde acertadamen- Responde acertadamen- Responde acertadamen-
te 5 preguntas. te a 4 preguntas. te a 3 preguntas.
PORTAFOLIO DE EVIDENCIAS
Elegimos al menos dos actividades del bloque para integrar nuestro portafolio de evidencias, además de conclu-
siones.
Recordemos que en este portafolio también debemos integrar los productos de las actividades integradoras.
REACTIVOS DE CIERRE
1. ¿Qué es un cuento?
REFERENCIAS
Bibliografía:
Bazán, José. Cómo leer narraciones. México, ANUIES, 1979.
Giardinelli, Mempo. Así se escribe un cuento. México, Nueva Imagen, 1998.
González, José Luis. Novela y cuento en el siglo XX. México, ANUIES, 1973.
Lázaro Carreter, Fernando y Evaristo Correa Calderón. Cómo se comenta un texto literario. Madrid,
Ediciones Catedra, 1983.
Zavala, Lauro. Teoría del cuento I. Teorías de los cuentistas. México, UNAM, 1993.
____________ Teoría del cuento II. La escritura del cuento. México, UNAM, 1995.
____________ Teoría del cuento III. Poéticas de la brevedad. México, UNAM, 1996.
Proyecto 6
Secuencia didáctica 1
Inicio
ORIGEN, CARACTERÍSTICAS Y ESTRUCTURA DE LA NOVELA Y
TIPOS DE NOVELAS
EVALUACIÓN DIAGNÓSTICA
ACTIVIDAD 1
SD1-B6
Reunidos en equipos de cuatro personas máximo, busquen en sitios de internet confiables o en materiales
bibliográficos, información que permita contestar las siguientes preguntas. Expón tu trabajo a través de una
presentación de Power Point.
Reúnanse por equipos para que recaben información sobre las diferentes épocas de la novela y elaboren una línea
de tiempo con esta información. Expongan su producto ante el grupo.
Elementos de la novela.
Los elementos de la novela corresponden a los propios
del género narrativo. Como la novela es un subgénero de
la narrativa, encontramos que sus elementos son narrador,
personajes, espacio, tiempo, ambiente.
La novela es un subgénero más de la narrativa, por lo que
comparte con sus otros hermanos los siguientes puntos:
personajes, espacio y tiempo.
Los personajes son quienes aparecen en las obras realizando las acciones, y éstos se
clasifican por su importancia en principales, secundarios y ambientales. A los personajes,
se les suele describir por los planos en que se ve necesariamente involucrado, el físico,
el psicológico y el sociológico.
Personaje Principal o Protagonista (pueden ser uno, varios o un pueblo): es quien realiza
las acciones más importantes en la obra; es quien intenta resolver el problema que se
plantea en el relato; es quien aparece de principio a fin. Todos los personajes giran en
torno a él.
Personaje Secundario: tiene la función de caracterizar al personaje principal; es decir,
mostrar las características internas de aquel.
Personaje Ambiental: tiene la función de caracterizar el lugar donde se desarrollan las
acciones, es donde se mueve o traslada el personaje principal.
Espacio: es el lugar, o la serie de lugares físicos donde se realizan las acciones: el bos-
que, el campo, el desierto, la montaña, la ciudad.
Tiempo: es el tiempo que transcurre en el cuento, desde el inicio de las acciones hasta
el final de ellas: horas, días, meses, años o siglos.
ACTIVIDAD 3
SD1-B6
Lee con atención el siguiente fragmento de novela y responde las preguntas después del texto.
Frankenstein.
Capítulo V.
Una triste noche del mes de noviembre pude, por fin, ver realizados mis sue-
ños. Con una ansiedad casi agónica dispuse a mi alrededor los instrumentos
necesarios para infundir vida en el ser inerte que reposaba a mis pies. El reloj
había dado ya la una de la madrugada, y la lluvia tamborileaba quedamente
en los cristales de mi ventana. De pronto, y aunque la luz que me alumbra-
ba era ya muy débil, pude ver cómo se abrían los ojos de aquella criatura.
Respiró profundamente y sus miembros se agitaron con un estremecimiento
convulsivo.
Quisiera poder describir las emociones que hicieron presa de mí ante seme-
jante catástrofe, o tan sólo dibujar al ser despreciable que tantos esfuerzos me
había costado formar. Sus miembros, eso es cierto, eran proporcionados a su
talla, y las facciones que yo había creado me llegaron a parecer bellas... ¡Be-
llas! ¡Santo cielo! Su piel era tan amarillenta que apenas lograba cubrir la red
de músculos y arterias de su interior; su cabello, negro y abundante, era lacio;
sus dientes mostraban la blancura de las perlas... Sin embargo, esta mezcla
no conseguía sino poner más de manifiesto lo horrible de sus vidriosos ojos,
cuyo color se aproximaba al blanco sucio de sus cuencas, y de todo su arrugado rostro, en el que destacaban los
finos y negros labios.
Características de la novela.
La novela es un subgénero más de la narrativa, así que comparte características en co-
mún, mas tiene las suyas propias que la diferencian de los demás: el narrador, la exten-
sión, varios temas, muchos personajes.
Tipos de narrador.
Narrador protagonista.
Las historias las puede contar uno mismo, es decir, se pueden contar en primera perso-
na. Todo gira alrededor de uno mismo. Uno mismo es el protagonista y todo se cuenta
desde la perspectiva de uno mismo. Es muy atractivo este punto de vista porque vuelve
cualquier relato en realista y verosímil. De hecho, en la actualidad es el género más
socorrido.
De entre las más famosas novelas, escritas en primera persona tenemos en Uruguay La
Tregua, de Mario Benedetti; en México La Tumba, José Agustín; en Japón El Pabellón
de Oro, Yukio Mishima; en Perú La Tía Julia y el escribidor, Mario Vargas Llosa.
“Lunes 11 de febrero
Sólo me faltan seis meses y veintiocho días para estar en condiciones de jubilarme.
Debe hacer por lo menos cinco años que llevo este cómputo diario de mi saldo de
trabajo. Verdaderamente, ¿preciso tanto el ocio? Yo me digo que no, que no es el ocio
lo que preciso sino el derecho a trabajar en aquello que quiero. ¿Por ejemplo? El
jardín, quizá.” Fragmento de La tregua.
Narrador testigo.
La historia puede ser contada en primera persona en la que uno no es personaje de la
historia sino un testigo. Uno casi es personaje pero lo que uno cuenta le sucede a los
demás. Cuando los hechos referidos son de la vida real se le conoce como Memorias,
si los hechos son ficcionales entonces son cuento o novela.
“A las tres en punto yo estaba en Baker Street, pero Holmes aún no había regresado.
La casera me dijo que había salido de casa poco después de las ocho de la mañana.
A pesar de ello, me senté junto al fuego, con la intención de esperarle, tardara lo que
tardara.
Sentía ya un profundo interés por el caso, pues aunque no presentara ninguno de los
aspectos extraños y macabros que caracterizaban a los dos crímenes que ya he rela-
tado en otro lugar, la naturaleza del caso y la elevada posición del cliente le daban
un carácter propio.” Fragmento de Sherlock Holmes. (El personaje del Dr. Watson,
quien relata los sucesos en los que él mismo Dr. Watson participa).
La extensión.
La novela como fiel descendiente de la epopeya posee gran extensión, recordemos la
Iliada y la Odisea, o la Eneida. Para facilitar la lectura de la novela, ésta se suele dividir
en capítulos, así, se puede avanzar paulatinamente e ir recorriendo personajes, lugares
y temáticas. Hay novelas de poco menos de 200 páginas. La Tregua de Benedetti tiene
algo de más de 200; Cien Años de Soledad de García Márquez, más de 500; y Crimen
y Castigo y Los hermanos Karamazov son verdaderos novelones.
Podemos hablar de novela corta y novela larga. Debe de entenderse que la novela larga
funcionó como una manera de viajar del lector, así que años atrás cuando se realizaba
algún traslado eran ideales para entretenerse. Tales novelas eran muy atractivas cuando
el tiempo aparentemente caminaba de manera más y más lenta.
Hoy, nuestra sociedad es realmente vertiginosa, de tal manera que los textos para leerse
se caracterizan por ser más breves como el cuento, la novela breve. Estos géneros se
ajustan a las prisas por la falta de tiempo, a la necesidad de concluir pronto, de terminar
una lectura. Su tamaño de bolsillo es fácilmente portable para poderse leer en el auto-
bús, o mientras se espera turno en el banco o ante una ventanilla de una oficina. Estas
dos características de presentación son propias de nuestro tiempo.
Capítulos.
Para facilitar la lectura de la novela, se divide en capítulos, así, se puede avanzar paula-
tinamente e ir recorriendo personajes, lugares y temáticas. La utilidad de los capítulos
reside en que se señalan las acciones más importantes y se puede retornar al argumento
de la misma manera.
Personajes.
En la novela como obra extensa, presenta muchos personajes, los cuales van aparecien-
do o desapareciendo a través de los capítulos. Los personajes más importantes pueden
ser varios o un personaje colectivo.
Cabe destacar que dentro de la novela contemporánea ya no encontraremos al personaje
héroe, sino al antihéroe: aquel que en el plano físico tiene alguna marca, mutilación
o que en el plano psicológico no es capaz de amar. Es quien no puede resolver sus
problemas. Es un personaje inadaptado en su sociedad.
Tema.
Como es una obra extensa tiene la posibilidad de tratar varios temas, los cuales van
variando de capítulo a capítulo: desde hablar de la vida, el amor y la muerte. Dentro de
la novela puede haber pequeñas historias; es el caso del episodio de la muerte de José
Arcadio Buendía Iguarán, el cual se puede leer como un cuento policiaco.
Finales.
Es importante también, destacar los tipos de finales que aparecen en las novelas, los
cuales pueden ser de final cerrado o abierto.
Cerrado: es aquel donde las acciones tienen un fin, donde se ha resuelto el problema;
al final en la novela de Pedro Páramo, éste, el protagonista, se desmorona como un
montón de piedras; en Cien años de soledad, El ciclón bíblico destruye a Macondo; o
en Don Quijote de la Mancha, muere el protagonista Alonso Quijano, y desaparece el
Quijote.
Abierto: es cuando la novela aparentemente no tiene un final definido, sino da la po-
sibilidad de que la aventura o la historia continúe, como en las películas que llevan
una secuencia. Estos son casos en que el lector se ve obligado a hacer una hipótesis.
Ejemplo, la obras de Tolkien “La Comunidad del Anillo” y “Las dos Torres”; o Rayuela
cuando uno la lee de forma mágica, al azar, al revés, comenzando por el centro, etcétera.
Estructura de la novela.
La estructura es la forma en que están presentados los hechos en un texto. Todas las
obras de ficción conocidas como tradicionales, y de las conocidas como novelas moder-
nas tienen una historia en las que se puede reconocer un inicio, un desarrollo, un clímax
y un final; así mismo, poseen una estructura constituida por todas las acciones juntas:
lineal, no lineal y circular.
Estructura lineal es cuando las acciones siguen un orden cronológico; es la estructura
más usual. En la historia de La Caperucita roja las acciones siguen el siguiente orden
lógico: La Caperucita se prepara para ir a la casa de la Abuela; Caperucita se encuentra
con el Lobo en el bosque; Caperucita llega a la casa de la Abuela; Caperucita y la Abue-
la son devoradas por el Lobo; Caperucita y la Abuela son salvadas por el Cazador. Esta
estructura es la más usual en los cuentos infantiles, cuentos de hadas y folklóricos, y la
mayoría de otros tipos de cuentos. Es una estructura que facilita la comprensión del
ACTIVIDAD 4
SD1-B6
El Principito.
XXI
Entonces apareció el zorro:
¡Buenos días! —dijo el zorro.
¡Buenos días! —respondió cortésmente el Principito que se volvió pero no vio nada.
Estoy aquí, bajo el manzano —dijo la voz.
¿Quién eres tú? —preguntó el Principito—. ¡Qué bonito eres!
Soy un zorro —dijo el zorro.
Ven a jugar conmigo —le propuso el Principito—, ¡estoy tan
triste!
No puedo jugar contigo —dijo el zorro—, no estoy domesti-
cado.
¡Ah, perdón! —dijo el Principito.
Pero después de una breve reflexión, añadió:
¿Qué significa “domesticar”?
Tú no eres de aquí —dijo el zorro— ¿qué buscas?
—Busco a los hombres —le respondió el Principito—. ¿Qué significa “domesticar”?
—Los hombres —dijo el zorro— tienen escopetas y cazan. ¡Es muy molesto! Pero también crían gallinas. Es lo
único que les interesa. ¿Tú buscas gallinas?
—No —dijo el Principito—. Busco amigos. ¿Qué significa “domesticar”? —volvió a preguntar el Principito.
—Es una cosa ya olvidada —dijo el zorro—, significa “crear vínculos... “
¿Crear vínculos?
—Efectivamente, verás —dijo el zorro—. Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien
mil muchachitos y no te necesito para nada. Tampoco tú tienes necesidad de mí y no soy para ti más que un zorro
entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si tú me domésticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro.
Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo...
—Comienzo a comprender —dijo el Principito—. Hay una flor... creo que ella me ha domesticado...
—Es posible —concedió el zorro—, en la Tierra se ven todo tipo de cosas.
¡Oh, no es en la Tierra! —exclamó el Principito.
El zorro pareció intrigado:
¿En otro planeta?
Sí.
¿Hay cazadores en ese planeta?
—No.
¡Qué interesante! ¿Y gallinas?
—No.
—Nada es perfecto —suspiró el zorro.
Y después volviendo a su idea:
—Mi vida es muy monótona. Cazo gallinas y los hombres me cazan a mí. Todas las gallinas se parecen y todos
los hombres son iguales; por consiguiente me aburro un poco. Si tú me domésticas, mi vida estará llena de sol.
Conoceré el rumor de unos pasos diferentes a todos los demás. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra;
los tuyos me llamarán fuera de la madriguera como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves allá abajo los campos de
trigo? Yo no como pan y por lo tanto el trigo es para mí algo inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada
y eso me pone triste. ¡Pero tú tienes los cabellos dorados y será algo maravilloso cuando me domestiques! El
trigo, que es dorado también, será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo.
El zorro se calló y miró un buen rato al principito:
—Por favor... domestícame —le dijo.
—Bien quisiera —le respondió el Principito pero no tengo mucho tiempo. He de buscar amigos y conocer mu-
chas cosas.
—Sólo se conocen bien las cosas que se domestican —dijo el zorro—. Los hombres ya no tienen tiempo de
conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, los hombres
no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!
— ¿Qué debo hacer? —preguntó el Principito.
—Adiós —dijo el zorro—. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver
bien; lo esencial es invisible para los ojos.
—Lo esencial es invisible para los ojos —repitió el Principito para acordarse.
—Lo que hace más importante a tu rosa, es el tiempo que tú has perdido con ella.
—Es el tiempo que yo he perdido con ella... —repitió el Principito para recordarlo.
—Los hombres han olvidado esta verdad —dijo el zorro—, pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para
siempre de lo que has domesticado. Tú eres responsable de tu rosa...
—Yo soy responsable de mi rosa... —repitió el Principito a fin de recordarlo.
Antoine de Saint Exupèry (Francés, 1900-1944).
ACTIVIDAD 5
SD1-B6
Secuencia didáctica 2
Inicio
FIGURAS LITERARIAS Y TIPOS DE NOVELAS
ACTIVIDAD 1
SD2-B6
La tregua.
Lunes 25 de febrero.
Me veo poco con mis hijos. Nuestros horarios no siempre coinciden y menos aún nuestros planes o nuestros
intereses. Son correctos conmigo, pero como son, además, tremendamente reservados, su corrección parece
siempre el mero cumplimiento de un deber. Esteban, por ejemplo, siempre se está conteniendo para no discutir
mis opiniones. ¿Será la simple distancia generacional lo que nos separa, o podría hacer yo algo más para
comunicarme con ellos? En general, los veo más incrédulos que desatinados, más reconcentrados de lo que yo
era a sus años.
Hoy cenamos juntos. Probablemente haría unos dos meses que no estábamos
todos presentes en una cena familiar. Pregunté, en tono de broma, qué
acontecimiento festejábamos, pero no hubo eco. Blanca me miró y sonrió,
como para enterarme de que comprendía mis buenas intenciones, y nada más.
Me puse a registrar cuáles eran las escasas interrupciones del consagrado
silencio. Jaime dijo que la sopa estaba desabrida. “Ahí tenés la sal, a diez
centímetros de tu mano derecha”, contestó Blanca, y agregó, hiriente: “¿Querés
que te la alcance?” La sopa estaba desabrida. Es cierto, pero ¿qué necesidad?
Esteban informó que, a partir del próximo semestre, nuestro alquiler subirá
ochenta pesos. Como todos contribuimos, la cosa no es tan grave. Jaime se
puso a leer el diario. Me parece ofensivo que la gente lea cuando come
con su familia. Se lo dije. Jaime dejó el diario, pero fue lo mismo que si lo
hubiera seguido leyendo, ya que siguió hosco, alunado. Relaté mi encuentro
con Vignale, tratando de sumirlo en el ridículo para traer a la cena un poco de
animación. Pero Jaime preguntó: “¿Qué Vignale es?” “Mario Vignale.” “¿Un
tipo medio pelado, de bigote?” El mismo. “Lo conozco. Buena pieza”, dijo
Jaime, “es compañero de Ferreira. Bruto coimero”. En el fondo me gusta que
Vignale sea una porquería, así no tengo escrúpulos en sacármelo de encima.
Pero Blanca preguntó: “¿Así que se acordaba de mamá?” Me pareció que
Jaime iba a decir algo, creo que movió los labios, pero decidió quedarse callado. “Feliz de él”, agregó Blanca,
“yo no me acuerdo”. “Yo sí”, dijo Esteban. ¿Cómo se acordará? ¿Cómo yo, con recuerdos de recuerdos, o
directamente, como quien ve la propia cara en el espejo? ¿Será posible que él, que sólo tenía cuatro años, posea
la imagen, y que a mí, en cambio, que tengo registradas tantas noches, tantas noches, tantas noches, no me quede
nada? Hacíamos el amor a oscuras. Llegaba a casa cansado, lleno de problemas, tal vez rabioso con la injusticia
de esa semana, de ese mes.
A veces hacíamos cuentas. Nunca alcanzaba. Acaso mirábamos demasiado los números, las sumas, las restas,
y no teníamos tiempo de mirarnos a nosotros. Donde ella esté, si es que está, ¿qué recuerdo tendrá de mí? En
definitiva, ¿importa algo la memoria? “A veces me siento desdichada, nada más que de no saber qué es lo que
estoy echando de menos”, murmuró Blanca, mientras repartía los duraznos en almíbar. Nos tocaron tres y medio
a cada uno.
Mario Benedetti (Uruguayo, 1920-2009).
6. En el siguiente enunciado “Se lo dije. Jaime dejó el diario, pero fue lo mismo que si lo hubiera seguido leyen-
do, ya que siguió hosco, alunado”, ¿a qué figura literaria correspondería?
7. En el siguiente enunciado “como quien ve la propia cara en el espejo”, ¿a qué figura literaria correspondería?
Desarrollo
ACTIVIDAD 2
SD2-B6
Reúnanse en equipos de cuatro personas máximo. Investiguen sobre el tipo de novela (fechas, características,
autores y obras) que el maestro les asignará para exponerlo frente al grupo en presentación PPT.
ACTIVIDAD 3
SD2-B6
Drácula.
II. DEL DIARIO DE JONATHAN HARKER (continuación)
5 de mayo. Debo haber estado dormido, pues es seguro que si hubiese estado plenamente despierto habría nota-
do que nos acercábamos a tan extraordinario lugar. En la oscuridad, el patio parecía ser de considerable tamaño,
y como de él partían varios corredores negros de grandes arcos redondos, quizá parecía ser más grande de lo que
era en realidad. Todavía no he tenido la oportunidad de verlo a la luz del día.
Cuando se detuvo la calesa, el cochero saltó y me ofreció la mano para ayudarme a descender. Una vez más,
pude comprobar su prodigiosa fuerza. Su mano prácticamente parecía una prensa de acero que hubiera podido
estrujar la mía si lo hubiese querido. Luego bajó mis cosas y las colocó en el suelo a mi lado, mientras yo per-
manecía cerca de la gran puerta, vieja y tachonada de grandes clavos de hierro, acondicionada en un zaguán de
piedra maciza.
Mientras hablaba, puso la lámpara sobre un soporte en la pared, y saliendo, tomó mi equipaje; lo tomó antes de
que yo pudiese evitarlo. Yo protesté, pero él insistió:
—No, señor; usted es mi huésped. Ya es tarde, y mis sirvientes no están a mano. Deje que yo mismo me preo-
cupe por su comodidad.
Insistió en llevar mis cosas a lo largo del corredor y luego por unas grandes escaleras de caracol, y a través de
otro largo corredor en cuyo piso de piedra nuestras pisadas resonaban fuertemente. Al final de él abrió de golpe
una pesada puerta, y yo tuve el regocijo de ver un cuarto muy bien alumbrado en el cual estaba servida una mesa
para la cena, y en cuya chimenea un gran fuego de leños, seguramente recién llevados, lanzaba destellantes
llamas.
El conde se detuvo, puso mis maletas en el suelo, cerró la puerta y, cru-
zando el cuarto, abrió otra puerta que daba a un pequeño cuarto octogonal
alumbrado con una simple lámpara, y que a primera vista no parecía tener
ninguna ventana. Pasando a través de éste, abrió todavía otra puerta y
me hizo señas para que pasara. Era una vista agradable, pues allí había
un gran dormitorio muy bien alumbrado y calentado con el fuego de otro
hogar, que también acababa de ser encendido, pues los leños de encima
todavía estaban frescos y enviaban un hueco chisporroteo a través de la
amplia chimenea. El propio conde dejó mi equipaje adentro y se retiró,
diciendo antes de cerrar la puerta:
—Necesitará, después de su viaje, refrescarse un poco y arreglar sus cosas. Espero que encuentre todo lo que
desee. Cuando termine venga al otro cuarto, donde encontrará su cena preparada.
La luz y el calor de la cortés bienvenida que me dispensó el conde parecieron disipar todas mis antiguas dudas
y temores. Entonces, habiendo alcanzado nuevamente mi estado normal, descubrí que estaba medio muerto de
hambre, así es que me arreglé lo más rápidamente posible y entré en la otra habitación.
Encontré que la cena ya estaba servida. Mi anfitrión estaba en pie al lado de la gran fogata, reclinado contra la
chimenea de piedra; hizo un gracioso movimiento con la mano, señalando la mesa, y dijo:
—Le ruego que se siente y cene como mejor le plazca. Espero que usted me excuse por no acompañarlo; pero
es que yo ya comí, y generalmente no ceno.
Le entregué la carta sellada que el señor Hawkins me había encargado. Él la abrió y la leyó seriamente; luego,
con una encantadora sonrisa, me la dio para que yo la leyera. Por lo menos un pasaje de ella me proporcionó
gran placer:
“Lamento que un ataque de gota, enfermedad de la cual estoy constantemente sufriendo, me haga absolutamen-
te imposible efectuar cualquier viaje por algún tiempo; pero me alegra decirle que puedo enviarle un sustituto
eficiente, una persona en la cual tengo la más completa confianza. Es un hombre joven, lleno de energía y de
talento, y de gran ánimo y disposición. Es discreto y silencioso, y ha crecido y madurado a mi servicio. Estará
preparado para atenderlo cuando usted guste durante su estancia en esa ciudad, y tomará instrucciones de usted
en todos los asuntos.”
Bram Stoker (Irlandés, 1847-1912).
ACTIVIDAD 4
SD2-B6
Fahrenheit 451.
El Sabueso Mecánico dormía sin dormir, vivía sin vivir en el suave zumbido, en la suave vibración de la perrera
débilmente iluminada, en un rincón oscuro de la parte trasera del cuartel de bomberos. La débil luz de la una
de la madrugada, el claro de luna enmarcado en el gran ventanal tocaba algunos puntos del latón, el cobre y
el acero de la bestia levemente temblorosa. La luz se reflejaba en porciones de vidrio color rubí y en sensibles
pelos capilares, del hocico de la criatura, que temblaba suave, suavemente, con sus ocho patas de pezuñas de
goma recogidas bajo el cuerpo.
Montag se deslizó por la barra de latón abajo. Se asomó a observar la ciudad, y las nubes habían desaparecido
por completo; encendió un cigarrillo, retrocedió para inclinarse y mirar al Sabueso. Era como una gigantesca
abeja que regresaba a la colmena desde algún campo donde la miel está llena de salvaje veneno, de insania o de
pesadilla, con el cuerpo atiborrado de aquel néctar excesivamente rico, y, ahora, estaba durmiendo para eliminar
de sí los humores malignos.
- Hola -susurró Montag, fascinado como siempre, por la bestia muerta, la bestia viviente-.
De noche, cuando se aburría, lo que ocurría a diario, los hombres se dejaban resbalar por las barras de latón y
ponían en marcha las combinaciones del sistema olfativo del Sabueso, y soltaban ratas en el área del cuartel de
bomberos; otras veces, pollos, y otras, gatos que, de todos modos, hubiesen tenido que ser ahogados, Y se hacían
apuestas acerca de qué presa el Sabueso cogería primero. Los animales eran soltados. Tres segundos más tarde,
el fuego había terminado, la rata, el gato o pollo atrapado en mitad del patio, sujeto por las suaves pezuñas,
mientras una aguja hueca de diez centímetros surgía del morro del Sabueso para inyectar una dosis masiva de
morfina o de procaína. La presa era arrojada luego al incinerador. Empezaba otra partida.
Cuando ocurría esto, Montag solía quedarse arriba. Hubo una vez, dos años atrás, en que hizo una apuesta y
perdió el salario de una semana, debiendo enfrentarse con la furia insana de Mildred, que aparecía en sus venas
y sus manchas rojizas. Pero, ahora, durante la noche, permanecía tumbado en su litera, con el rostro vuelto hacia
la pared, escuchando las carcajadas de abajo y el rumor de las patas de los roedores, seguidos del rápido y silen-
cioso movimiento del Sabueso que saltaba bajo la cruda luz, encontrando, sujetando a su víctima, insertando la
aguja y regresando a su perrera para morir como si se hubiese dado vueltas a un conmutador.
Montag tocó el hocico. El Sabueso gruñó.
Montag dio un salto hacia atrás.
El Sabueso se levantó a medias en su perrera y le miró con ojos verdeazulados de neón que parpadea, en sus
globos repentinamente activados. Volvió a gruñir, una extraña combinación de siseo eléctrico, de pitar y de chi-
rrido de metal, un girar de engranajes parecían oxidados y llenos de recelo.
-No, no, muchacho -dijo Montag-.
El corazón le latió fuertemente. Vio que la aguja plateada asomaba un par de centímetros, volvía a ocultarse,
asomaba un par de centímetros, volvía a ocultarse, asomaba, se ocultaba. El gruñido se acentuó, la bestia miró
a Montag.
Éste retrocedió. El Sabueso adelantó un paso en su perrera. Montag cogió la barra de metal con una mano. La
barra, reaccionando, se deslizó hacia arriba y silenciosamente, le llevó más arriba del techo, débilmente ilumi-
nada. Estaba tembloroso y su rostro tenía un color blanco verdoso. Abajo, el Sabueso había vuelto a agazaparse
sobre sus increíbles ocho patas de insecto y volvía a ronronear para sí mismo, con sus ojos de múltiples facetas
en paz.
Montag esperó junto al agujero a que se calmaran sus temores. Detrás de él, cuatro hombres jugaban a los naipes
bajo una luz con pantalla verde, situada en una esquina. Los jugadores lanzaron una breve mirada a Montag,
pero no dijeron nada. Sólo el hombre que llevaba el casco de capitán y el signo del cenit en el mismo, habló por
último, con curiosidad, sosteniendo las cartas en una de sus manos, desde el otro lado de la larga habitación.
- Montag...
- No le gusto a ése -dijo Montag-.
Cierre
ACTIVIDAD 5
SD2-B6
Lee el fragmento de la novela María de Jorge Isaacs y responde las preguntas que se te plantean.
LIV
Hacía dos semanas que estaba yo en Londres, y una noche recibí cartas de la familia. Rompí con mano trémula
el paquete, cerrado con el sello de mi padre.
Había una carta de María. Antes de desdoblarla, busqué en ella aquel perfume demasiado conocido para mí de la
mano que lo había escrito: aún lo conservaba; en sus pliegues iba un pedacito de cáliz de azucena. Mis ojos nu-
blados quisieron inútilmente leer las primeras líneas. Abrí uno de los balcones de mi cuarto, porque parecía no
serme suficiente el aire que había en él... ¡Rosales del huerto de mis amores!... ¡montañas americanas, montañas
mías...! ¡noches azules! La inmensa ciudad, rumorosa aún y medio embozada en su ropaje de humo, semejaba
dormir bajo los densos cortinajes de un cielo plomizo. Una ráfaga de cierzo azotó mi rostro penetrando en la
habitación.
Aterrado junté las hojas del balcón; y solo con mi dolor, al menos solo, lloré largo tiempo rodeado de oscuridad.
He aquí algunos fragmentos de la carta de María:
«Mientras están de sobremesa en el comedor, después de la cena, me he venido a tu cuarto para escribirte. Aquí
es donde puedo llorar sin que nadie venga a consolarme; aquí donde me figuro que puedo verte y hablar contigo.
Todo está como lo dejaste, porque mamá y yo hemos querido que esté así: las últimas flores que puse en tu mesa
han ido cayendo marchitas ya al fondo del florero: ya no se ve una sola; los asientos en los mismos sitios; los
libros como estaban y abierto sobre la mesa el último en que leíste; tu traje de caza, donde lo colgaste al volver
de la montaña la última vez; el almanaque del estante mostrando siempre ese 30 de enero ¡ay, tan temido, tan
espantoso y ya pasado! Ahora mismo las ramas florecidas de los rosales de tu ventana entran como a buscarte y
tiemblan al abrazarlas yo diciéndoles que volverás.
« ¿Dónde estarás? ¿Qué harás en este momento? De nada me sirve haberte exigido tantas veces me mostraras
en el mapa cómo ibas a hacer el viaje, porque no puedo figurarme nada. Me da miedo pensar en ese mar que
todos admiran, y para mi tormento te veo siempre en medio de él. Pero después de tu llegada a Londres vas a
contármelo todo: me dirás cómo es el paisaje que rodea la casa en que vives; me describirás minuciosamente
tu habitación, sus muebles, sus adornos; me dirás qué haces todos los días, cómo pasas las noches, a qué horas
estudias, en cuáles descansas, cómo son tus paseos, y en qué ratos piensas más en tu María. Vuélveme a decir
qué horas de aquí corresponden a las de allá, pues se me ha olvidado.
«José y su familia han venido tres veces desde que te fuiste. Tránsito y Lucía no te nombran sin que se les llenen
los ojos de lágrimas; y son tan dulces y cariñosas conmigo, tan finas si me hablan de ti, que apenas es creíble.
Ellas me han preguntado si a donde estás tú llegan cartas que se te escriban, y alegres al saber que sí, me han
encargado te diga en su nombre mil cosas.
—Vamos —dijo procurando hacerse oír el señor A...—; para esto fue necesaria mi venida. Ella vivirá si usted
llega a tiempo. Lea usted las cartas, que ahí debe venir una de ella.
«Vente —me decía— ven pronto, o me moriré sin decirte adiós. Al fin me consienten que te confiese la verdad:
hace un año que me mata hora por hora esta enfermedad de que la dicha me curó por unos días. Si no hubieran
interrumpido esa felicidad, yo habría vivido para ti.
»Si vienes... sí, vendrás, porque yo tendré fuerzas para resistir hasta que te vea; si vienes hallarás solamente una
sombra de tu María; pero esa sombra necesita abrazarte antes de desaparecer. Si no te espero, si una fuerza más
poderosa que mi voluntad me arrastra sin que tú me animes, sin que cierres mis ojos, a Emma le dejaré para que
te lo guarde, todo lo que yo sé te será amable: las trenzas de mis cabellos, el guardapelo en donde están los tuyos
y los de mi madre, la sortija que pusiste en mi mano en vísperas de irte, y todas tus cartas.
»Pero, ¿a qué afligirte diciéndote todo esto? Si vienes, yo me alentaré; si vuelvo a oír tu voz, si tus ojos me
dicen un solo instante lo que ellos solo sabían decirme, yo viviré y volveré a ser como antes era. Yo no quiero
morirme; yo no puedo morirme y dejarte solo para siempre».
—Acabe usted —me dijo el señor A... recogiendo la carta de mi padre caída a mis pies—. Usted mismo cono-
cerá que no podemos perder tiempo.
Mi padre decía lo que yo había sabido ya demasiado cruelmente. Quedábales a los médicos sólo una esperanza
de salvar a María: la que les hacía conservar mi regreso.
Ante esa necesidad mi padre no vaciló; ordenábame regresar con la mayor precipitud posible, y se disculpaba
por no haberlo dispuesto así antes.
Dos horas después salí de Londres.
LVI
Hundíase en los confines nebulosos del Pacífico el Sol del veinticinco de julio, llenando el horizonte de resplan-
dores de oro y rubí; persiguiendo con sus rayos horizontales hasta las olas azuladas que iban como fugitivas a
ocultarse bajo las selvas sombrías de la costa. La Emilia López, a bordo de la cual venía yo de Panamá, fondeó
en la bahía de Buenaventura después de haber jugueteado sobre la alfombra marina acariciada por las brisas del
litoral.
Reclinado sobre el barandaje de cubierta, contemplé esas montañas a vista de las cuales sentía renacer tan dulces
esperanzas. Diez y siete meses antes rodando a sus pies, impulsado por las corrientes tumultuosas del Dagua,
mi corazón había dicho un adiós a cada una de ellas, y su soledad y silencio habían armonizado con mi dolor.
Estremecida por las brisas, temblaba en mis manos una carta de María que había recibido en Panamá, la cual
volví a leer a la luz del moribundo crepúsculo. Acaban de recorrerla mis ojos... Amarillenta ya, aún parece hú-
meda con mis lágrimas de aquellos días.
»La noticia de tu regreso ha bastado a volverme las fuerzas. Ya puedo contar los días, porque cada uno que pasa
acerca más aquel en que he de volver a verte.
»Hoy ha estado muy hermosa la mañana, tan hermosa como esas que no has olvidado.
Hice que Emma me llevara al huerto; estuve en los sitios que me son más queridos en él; y me sentí casi buena
bajo esos árboles, rodeada de todas esas flores, viendo correr el arroyo, sentada en el banco de piedra de la orilla.
Si esto me sucede ahora, ¿cómo no he de mejorarme cuando vuelva a recorrerlo acompañada por ti?
Las gentes porteñas le parecían cada día más alegres, comunicativas y despreocupadas; pero no encontraría
grave mal en ello, puesto que después de algunos meses de permanencia en la costa, el mismo Administrador se
había contagiado más que medianamente de aquella despreocupación.
Después de un cuarto de hora que yo empleé en cambiar por otro mi traje de a bordo, el Administrador volvió a
buscarme: traía ya en lugar de su vestido de ceremonia, pantalones y chaqueta de intachable blancura; su chale-
co y corbata habían empezado una nueva temporada de oscuridad y abandono.
—Descansarás un par de días aquí antes de seguir tu viaje —dijo llenando dos copas con brandy que tomó de
una hermosa frasquera.
—Pero es que yo no necesito ni puedo descansar —le observé.
—Toma el brandy; es un excelente Martell; o ¿prefieres otra cosa?
—Yo creí que Lorenzo tenía preparados bogas y canoas para madrugar mañana.
—Ya veremos. Conque ¿prefieres ginebra o ajenjo?
—Lo que usted guste.
—Salud, pues —dijo convidándome.
Y después de vaciar de un trago la copa:
— ¿No es superior? —preguntó guiñando entrambos ojos; y produciendo con la lengua y el paladar un ruido
semejante al de un beso sonoro, añadió—: ya se ve que habrás saboreado el más añejo de Inglaterra.
—En todas partes abrasa el paladar. ¿Conque podré madrugar?
—Si todo es broma mía —respondió acostándose descuidadamente en la hamaca, limpiándose el sudor de la
garganta y de la frente con un gran pañuelo de seda de India, fragante como el de una novia—. Conque abrasa
¿eh? Pues el agua y él son los únicos médicos que tenemos aquí, salvo mordedura de víbora.
—Hablemos de veras: ¿Qué es lo que usted llama su broma?
—La propuesta de que descanses, hombre. ¿Se te figura que tu padre se ha dormido para recomendarme tuviera
todo preparado para tu marcha? Va para quince días que llegó Lorenzo, y hace ocho que están listos los bogas y
ranchada la canoa. Lo cierto es que he debido ser menos puntual, y habría logrado de esa manera que te dejaras
ajonjear por mí dos días.
— ¡Cuánto le agradezco su puntualidad!
Rióse ruidosamente impulsando la hamaca para darse aire, diciéndome al fin:
— ¡Malagradecido!
—No es eso: usted sabe que no puedo, que no debo demorarme ni una hora más de lo indispensable; que es
urgente que llegue yo a casa muy pronto...
—Sí, sí; es verdad; sería un egoísmo de mi parte —dijo ya serio.
— ¿Qué sabe usted?
—La enfermedad de una de las señoritas... Pero recibirías las cartas que te envié a Panamá.
—Sí, gracias, a tiempo de embarcarme.
La Luna, grande y en su plenitud, descendía ya al ocaso, y al aparecer bajo las negras nubes que la habían ocul-
tado, bañó las selvas distantes, los manglares de las riberas y la mar tersa y callada con resplandores trémulos
y rojizos, como los que esparcen los blandones de un féretro sobre el pavimento de mármol y los muros de una
salamortuoria.
— ¿Y ahora hasta cuándo? —me dijo el Administrador correspondiendo a mi abrazo de despedida con otro
apretado.
—Quizá volveré muy pronto —le respondí.
— ¿Regresas, pues, a Europa?
—Tal vez.
Aquel hombre tan festivo me pareció melancólico en ese momento.
Al alejarse de la orilla la canoa ranchada, en la cual íbamos Lorenzo y yo, grito:
— ¡Muy buen viaje!
Y dirigiéndose a los dos bogas:
— ¡Cortico! ¡Laureán!... cuidármelo mucho, cuidármelo como cosa mía.
—Sí, mi amo —contestaron a dúo los dos negros. A dos cuadras estaríamos de la playa, y creí distinguir el bulto
blanco del Administrador, inmóvil en el mismo sitio en que acababa de abrazarme.
Los resplandores amarillentos de la luna, velados a veces, fúnebres siempre, nos acompañaron hasta después de
haber entrado a la embocadura del Dagua.
Permanecía yo en pie a la puerta del rústico camarote, techumbre abovedada, hecha con matambas, bejucos y
hojas de rabihorcado, que en el río llaman rancho. Lorenzo, después de haberme arreglado una especie de cama
sobre tablas de guadua bajo aquella navegante gruta, estaba sentado a mis pies con la cabeza apoyada sobre las
rodillas y parecía dormitar. Cortico (o sea Gregorio, que tal era su nombre de pila bogaba cerca de nosotros re-
funfuñando a ratos la tonada de un bunde. El atlético cuerpo de Laureán se dibujaba como el perfil de un gigante
sobre los últimos celajes de la Luna ya casi invisible.
Apenas si se oían el canto monótono y ronco de los bamburés en los manglares sombríos de las riberas y el ruido
sigiloso de las corrientes, interrumpiendo aquel silencio solemne que rodea los desiertos en su último sueño,
sueño siempre profundo como el del hombre en las postreras horas de la noche.
—Toma un trago, Cortico, y entona esa canción triste —dije al boga enano.
— ¡Jesú!, mi amo, ¿le parece triste?
Lorenzo escanció de su chamberga pastusa cantidad más que suficiente de anisado en el mate que el boga le
presentó, y éste continuó diciendo:
—Será que el sereno me ha dado carraspera; —y dirigiéndose a su compañero—: compae Laureán, el branco
que si quere despejá el pecho para que cantemo un baile alegrito.
— ¡A probalo! —respondió el interpelado con voz ronca y sonora—: otro baile será el que va a empezar en el
escuro. ¿Ya sabe?
Las corrientes del río empezaban a luchar contra nuestra embarcación. Los chasquidos de los herrones de las pa-
lancas, se oían ya. Algunas veces la de Gregorio daba un golpe en el borde de la canoa para significar que había
que variar de orilla, y atravesábamos la corriente. Poco o poco fueron haciéndose densas las nieblas. Del lado
del mar nos llegaba el retumbo de truenos lejanos. Los bogas no hablaban. Un ruido semejante al vuelo rumo-
roso de un huracán sobre las selvas venía en nuestro alcance. Gruesas gotas de lluvia empezaron a caer después.
Me recosté en la cama que Lorenzo me había tendido. Este quiso encender luz, pero Gregorio, que le vio frotar
un fósforo, le dijo:
—No prenda vela, patrón, porque me deslumbro y se embarca la culebra.
La lluvia azotaba rudamente la techumbre del rancho. Aquella oscuridad y silencio eran gratos para mí después
del trato forzado y de la fingida amabilidad usada durante mi viaje con toda clase de gentes. Los más dulces
recuerdos, los más tristes pensamientos volvieron a disputarse mi corazón en aquellos instantes para reanimarlo
o entristecerlo.
Bastábanme ya cinco días de viaje para volver a tenerla en mis brazos y devolverle toda la vida que mi ausencia
le había robado. Mi voz, mis caricias, mis ojos, que tan dulcemente habían sabido conmoverla en otros días, ¿no
serían capaces de disputársela al dolor y a la muerte? Aquel amor ante el cual la ciencia se consideraba impo-
tente, que la ciencia llamaba en su auxilio, debía poderlo todo.
Recorría, en mi memoria lo que me decía en sus últimas cartas: «La noticia de tu regreso ha bastado a volverme
las fuerzas... Yo no puedo morirme y dejarte solo para siempre».
La casa paterna en medio de sus verdes colinas, sombreada por sauces añosos, engalanada con rosales, ilumi-
nada por los resplandores del Sol al nacer, se presentaba a mi imaginación: eran los ropajes de María los que
susurraban cerca de mí; la brisa del Zabaletas, la que movía mis cabellos; las esencias de las flores cultivadas
por María, las que aspiraba yo... Y el desierto con sus aromas, sus perfumes y sus susurros era cómplice de mi
deliciosa ilusión.
Detúvose la canoa en una playa de la ribera izquierda.
— ¿Qué es? —pregunté a Lorenzo.
—Estamos en el Arenal.
— ¡Oopa! Un guarda, qué contrabando va —gritó Cortico.
— ¡Alto! —contestó un hombre, que debía estar en acecho, pues dio esa voz a pocas varas de la orilla.
Los bogas soltaron a dúo una estrepitosa carcajada, y no había puesto punto final a la suya Gregorio, cuando
dijo:
— ¡San Pablo bendito!, que casi me pica este cristiano. Cabo Ansermo, a busté lo va a matá un rumatismo metío
entre un carrizar. ¿Quién le contó que yo subía, señó?
—Bellaco —le respondió el guarda— las brujas. ¿A ver que llevas?
—Buque de gente.
Lorenzo había encendido luz, y el cabo entró al rancho, dando de paso al negro contrabandista una sonora pal-
mada en la espalda a guisa de cariño. Luego que me saludó franca y respetuosamente, se puso a examinar la
guía, y mientras tanto Laureán y Gregorio, en pampanilla, sonreían asomados a la boca del camarote.
Era inútil averiguar si Laureán y Gregorio eran curanderos, pues apenas hay boga que no lo sea y que no lleve
consigo colmillos de muchas clases de víboras y contras para varias de ellas, entre las cuales figuran el guaco,
los bejucos atajasangre, siempreviva, zaragoza, y otras yerbas que no nombran y que conservan en colmillos de
tigre y de caimán ahuecados. Pero eso no basta a tranquilizar a los viajeros, pues es sabido que tales remedios
suelen ser ineficaces, y muere el que haya sido mordido, después de pocas horas, arrojando sangre por los poros,
y con agonías espantosas.
Llegamos a San Cipriano. En la ribera derecha y en el ángulo formado por el río que da nombre al sitio, y por
el Dagua, que parece regocijarse con su encuentro, estaba la casa, alzada sobre postes en medio de un platanal
frondoso. No habíamos saltado todavía a la playa y ya Gregorio gritaba:
— ¡Ña Rufina! ¡Aquí voy yo! —Y en seguida—: ¿Dónde cogió esta viejota?
—Buena tarde, ño Gregorio —respondió una negra joven, asomándose al corredor.
—Me tiene que da posada, porque traigo cosa buena.
—Sí, señó; suba pué.
— ¿Mi compañero?
—En la Junta.
— ¿Tío Bibiano?
—Asina no ma, ño Gregorio.
Laureán dio las buenas tardes a la casera y volvió a guardar su silencio acostumbrado.
Mientras los bogas y Lorenzo sacaban los trastos de la canoa, yo estaba fijo en algo que Gregorio, sin hacer otra
observación, había llamado viejota: era una culebra gruesa como un brazo fornido, casi de tres varas de largo,
de dorso áspero, color de hoja seca y salpicada de manchas negras; barriga que parecía de piezas de marfil en-
sambladas, cabeza enorme y boca tan grande como la cabeza misma, nariz arremangada y colmillos como uñas
de gato. Estaba colgada por el cuello en un poste del embarcadero, y las aguas de la orilla jugaban con su cola.
— ¡San Pablo! — exclamó Lorenzo fijándose en lo que yo veía—; ¡qué animalote!
Rufina, que se había bajado a alabarme a Dios, observó riéndose, que más grandes las habían muerto algunas
veces.
— ¿Dónde encontraron ésta? —le pregunté.
—En la orilla, mi amo, allí en el chípero —me contestó señalándome un árbol frondoso distante treinta varas
de la casa.
— ¿Cuándo?
—A la madrugadita que se fue mi hermano a viaje, la topó armaa, y él la trajo para sacarle la contra. La compa-
ñera no estaba ahí, pero hoy la vi yo y él la topa mañana.
Era casi de noche cuando se oyeron gritos de pasajeros en el río: Lorenzo bajó apresuradamente y regresó pocos
momentos después diciendo que era el correo que subía; y había tomado noticia de que mi equipaje quedaba en
Mondomo.
Pronto nos rodeó la noche con toda su pompa americana: las noches del Cauca, las de Londres, las pasadas en
alta mar, ¿por qué no eran tan majestuosamente tristes como aquéllas?
Bibiano me dejó, creyéndome dormido, y fue a apurar la comida. Lorenzo encendió vela y preparó la mesita de
la casa con el menaje de nuestra alforja.
A las ocho todos estaban, bien o mal, acomodados para dormir. Lorenzo, luego que me hubo acomodado con
esmero casi maternal en la hamaca, se acostó en la suya.
—Taita —dijo Rufina desde su alcoba a Bibiano, que dormía con nosotros en la sala—: escuche su mercé la
verrugosa cantando en el río.
En efecto, se oía hacia ese lado algo como el cocleo de una gallina enorme.
—Avísale a ño Laureán —continuó la muchacha— para que a la madrugada pasen con mañita.
— ¿Ya oíte, hombre? —preguntó Bibiano.
—Sí, señó —respondió Laureán, a quien debía de tener despierto la voz de Rufina, pues según comprendí más
tarde, era su novia.
— ¿Qué es esto grande que vuela aquí? —pregunté a Bibiano, próximo ya a figurarme que sería alguna culebra
alada.
El murciélago, amito —contestó—; pero no haya miedo que le pique durmiendo en la hamaca.
Los tales murciélagos son verdaderos vampiros que sangran en poco rato a quien llega a dejarles disponibles la
nariz o las yemas de los dedos; y realmente se salvan de suchupadura los que duermen en hamaca.
LVIII
Lorenzo me llamó a la madrugada: vio mi reloj y eran las tres. A favor de la luna, la noche parecía un día opaco.
A las cuatro, encomendados a la Virgen en las despedidas de Bibiano y de su hija, nos embarcamos.
—Aquí canta la verrugosa, compae —dijo Laureán a Cortico luego que hubimos navegado un corto trecho—
saque afuerita, no vaya a tá armaa.
Todo el peligro para mí era que la víbora se entrase a la canoa, pues estaba defendido por el techo del rancho;
pero agarrado por ella alguno de los bogas, el naufragio era probable.
Pasamos felizmente; mas, la verdad sea dicha, ninguno tranquilo.
El almuerzo de aquel día fue copia del anterior, salvo el aumento del tapado que Gregorio había prometido,
potaje que preparó haciendo un hoyo en la playa, y una vez depositado en él, envuelto en hojas de bijao, la car-
ne, plátanos y demás que debían componer el cocido, lo cubrió con tierra y encima de todo encendió un fogón.
Era increíble que la navegación fuese más penosa en adelante que la que habíamos hecho hasta allí; pero lo fue:
en el Dagua es donde con toda propiedad puede decirse que no hay imposibles.
El par de bogas que manejaba cada canoa, balanceándose y achicando incesantemente el delantero, el de la popa
sentado a veces, tranquilos siempre, apenas divisados al descender por en medio de los chorros de una revuelta
lejana, desaparecían en ella y pasaban muy luego velozmente por cerca de nosotros, para volver a verse abajo y
distantes ya, como corriendo sobre las espumas.
Los peñascos escarpados de la Víbora, Delfina con su limpio riachuelo, que brotando del corazón de las mon-
tañas parece que mezcla después tímidamente sus corrientes con las impetuosas del Dagua, y el derrumbo del
Arrayán, fueron quedando a la izquierda.
Allí hubo necesidad de hacer alto para conseguir una palanca, pues Laureán acababa de romper su último re-
puesto. Hacía una hora que un aguacero nutrido nos acompañaba, y el río empezaba a traer cintas de espumas
y algunas malezas menudas.
—La niña tá celosa —dijo Cortico cuando arrimamos a la playa.
Creí que se refería a una música tristísima y como ahogada, que parecía venir de la choza vecina.
— ¿Qué niña es ésa? —le pregunté.
—Pue Pepita, mi amo.
Entonces caí en la cuenta de que se refería al hermoso río de ese nombre que se une al Dagua abajo del pueblo
de Juntas.
— ¿Por qué está celosa?
— ¿No ve su mercé lo que baja?
—No.
—La creciente.
— ¿Y por qué no es Dagua el celoso? Ella es muy linda y mejor que él.
Gregorio se rio antes de responderme:
—Dagua tiene mal genio. Creciente de Pepita e, porque el río no baja amarillo.
Subí al rancho mientras los bogas hacían sus prevenciones, deseoso de ver qué instrumento tocaban allí: era una
marimba, pequeño teclado de chontas sobre tarros de guadua alineados de mayor a menor, y que se hace sonar
con bolillos pequeños aforrados en vaqueta.
Una vez conseguida la palanca y llenada la condición indispensable de que fuese de biguare o cueronegro, con-
tinuamos subiendo con mejor tiempo ya y sin que los celos de Pepita se hiciesen importunos.
Los bogas estimulados por Lorenzo y la gratificación que les tenía yo prometida por su buen manejo, se esfor-
zaron a fin de hacerme llegar de día a Juntas. Poco después dejamos a la derecha la campiñita de Sombrerillo,
cuyo verdor contrasta con la aspereza de las montañas que la sombrean hacia el sur. Eran las cuatro de la tarde
cuando pasamos al pie de los agrios peñascos de Medialuna. Salimos poco después del temible Credo; y por fin
dimos dichoso término a la inverosímil navegación saltando a una playa de Juntas.
—No tanto: dando las siete en San Francisco iremos entrando; pero yendo a mi paso, porque de no, daremos
gracias en llegar a San Antonio.
Hablando y haciendo, bañaba los lomos de las mulas con buchadas de anisado. Sacó fuego de su eslabón y en-
cendió cigarro; echó una reprimenda al muchacho, que venía atrasándose, porque dizque su mula era cueruda,
y emprendimos nuevamente marcha mal despedidos por los gozques de la casita.
No obstante que el camino estaba bueno, es decir, seco, no pudimos llegar a Hojas sino pasadas las diez. Sobre
el plano que corona la cuesta blanqueaba una tolda. Lorenzo, fijándose en las mulas que ramoneaban en las
orillas de la senda, dijo:
—Ahí está Justo, porque aquí andan el Tamborero y el Frontino, que nunca desmanchan.
— ¿Qué gente es ésa? —le pregunté.
—Pues machos míos.
Silencio profundo reinaba en torno de la caravana arriera: un viento frío columpiaba los cañaverales y mandules
de las faldas vecinas, avivando a veces las brasas amortiguadas de dos fogones inmediatos a la tolda. Junto a uno
de ellos dormía enroscado un perro negro, que gruñó al sentirnos y ladró al reconocernos por extraños.
— ¡Avemaría! —gritó Lorenzo, dando así a los arrieros el saludo que entre ellos se acostumbraba al llegar a una
posada—. ¡Calla, Barbillas! —agregó dirigiéndose al perro y echando pie a tierra.
Un mulato alto y delgado salió de entre las barricadas de zurrones de tabaco, que tapiaban los dos costados de
la tolda por donde ésta no llegaba hasta el suelo: era el caporal Justo. Vestía camisa de coleta con pretensiones a
blusa corta, calzoncillos bombachos, y tenía la cabeza cubierta con un pañuelo atado a la nuca.
— ¡Olé!, ñor Lorenzo —dijo a su patrón reconociéndolo; y agregó—: ¿éste no es el niño Efraín?
Correspondimos a sus saludos, Lorenzo con un pampeo en la espalda y una chanzoneta, yo lo más cariñosamen-
te que el estropeo me lo permitía.
—Apéense —continuó el caporal—; traerán cansada alguna mula.
—Las tuyas serán las cansadas —le respondió Lorenzo— pues vienen a paso de hormiga.
—Ahí verá que no. ¿Pero qué andan haciendo a estas horas?
—Caminando mientras tú roncas. Déjate de conversar y manda al guión que nos atice unas brasas para hacer
chocolate.
Los otros arrieros se habían despertado, así como el negrito que debía atizar. Justo encendió un cabo de vela,
y después de colocarlo en un plátano agujereado, tendió un cobijón limpio en el suelo para que yo me sentase.
— ¿Y hast’onde van ahora? —preguntó mientras Lorenzo sacaba de sus cojinetes provisiones para acompañar
el chocolate.
La olleta del chocolate hirviendo entró en escena, y los arrieros a cual más listo ofrecieron sus matecillos de
cintura para que lo tomásemos.
— ¡Válgame! —decía Justo mientras yo saboreaba aquel chocolate arrieramente hecho y servido, pero el más
oportuno que me ha venido a las manos—. ¿Quién iba a conocer al niño Efraín? Al reventón llevará a ñor Lo-
renzo; ¿no?
En cambio de su agua tibia de calabazo dimos a Justo y a sus mozos buen brandy, y nos dispusimos a marchar.
Hube de reunir todo el resto de mi valor para llamar a la puerta de la casa. Un paje abrió. Apeándome boté las
bridas en sus manos y recorrí precipitadamente el zaguán y parte del corredor que me separaba de la entrada al
salón: estaba oscuro. Me había adelantado pocos pasos en él cuando oí un grito y me sentí abrazado.
— ¡María! ¡Mi María! —exclamé estrechando contra mi corazón aquella cabeza entregada a mis caricias.
— ¡Ay!, ¡No, no, Dios mío! —interrumpióme sollozando.
Y desprendiéndose de mi cuello cayó sobre el sofá inmediato: era Emma. Vestía de negro, y la luna acababa de
bañar su rostro lívido y regado de lágrimas.
Se abrió la puerta del aposento de mi madre en ese instante. Ella, balbuciente y palpándome con sus besos, me
arrastró en los brazos al asiento donde Emma estaba muda e inmóvil.
— ¿Dónde está, pues, dónde está? —grité poniéndome en pie.
— ¡Hijo de mi alma! —exclamó mi madre con el más hondo acento de ternura y volviendo a estrecharme contra
su seno—: en el cielo.
Algo como la hoja fría de un puñal penetró en mi cerebro: faltó a mis ojos luz y a mi pecho aire. Era la muerte
que me hería... Ella, tan cruel e implacable, ¿por qué no supo herir?...
LXI
Me fue imposible darme cuenta de lo que por mí había pasado, una noche que desperté en un lecho rodeado de
personas y objetos que casi no podía distinguir. Una lámpara velada, cuya luz hacían más opaca las cortinas de
la cama, difundía por la silenciosa habitación una claridad indecisa. Intenté en vano incorporarme: llamé, y sentí
que estrechaban una de mis manos; torné a llamar, y el nombre que débilmente pronunciaba tuvo por respuesta
un sollozo. Volvíme hacia el lado de donde éste había salido y reconocí a mi madre, cuya mirada anhelosa y
llena de lágrimas estaba fija en mi rostro.
Me hizo casi en secreto y con su más suave voz, muchas preguntas para cerciorarse de si estaba aliviado.
— ¿Conque es verdad? —le dije cuando el recuerdo aún confuso de la última vez en que la había visto, vino a
mi memoria.
Sin responderme, reclinó la frente en el almohadón, uniendo así nuestras cabezas.
Después de unos momentos tuve la crueldad de decirle:
— ¡Así me engañaron!... ¿A qué he venido?
— ¿Y yo? —me interrumpió humedeciendo mi cuello con sus lágrimas.
Mas su dolor y su ternura no conseguían que algunas corriesen de mis ojos.
Se trataba, sin duda, de evitarme toda fuerte emoción, pues poco rato después se acercó silencioso mi padre, y
me estrechó una mano, mientras se enjugaba los ojos sombreados por el insomnio.
Mi madre, Eloísa y Emma se turnaron aquella noche para velar cerca de mi lecho, luego que el doctor se re-
tiró prometiendo una lenta pero positiva reposición. Inútilmente agotaron ellas sus más dulces cuidados para
hacerme conciliar el sueño. Así que mi madre se durmió rendida por el cansancio, supe que hacía algo más de
veinticuatro horas que me hallaba en casa.
Volvió a detenerse en la orilla del arroyo, y mirando en torno suyo apoyó la frente en el seno de Emma murmu-
rando:
— ¡Yo no quiero morirme sin volver a verlo aquí!
Durante el día se la vio más triste y silenciosa que de costumbre. Por la tarde estuvo en mi cuarto y dejó en
el florero, unidas con algunas hebras de sus cabellos, las azucenas que había cogido por la mañana; y allí fue
Emma a buscarla cuando ya había oscurecido. Estaba de codos en la ventana; y los bucles desordenados de la
cabellera casi le ocultaban el rostro.
—María —le dijo Emma después de haberla mirado en silencio unos momentos— ¿no te hará mal este viento
de la noche?
Ella, sorprendida al principio, le respondió tomándole una mano, atrayéndola a sí y haciendo que se sentase a
su lado en el sofá:
—Ya nada puede hacerme mal.
— ¿No quieres que vayamos al oratorio?
—Ahora no: deseo estarme aquí todavía; tengo que decirte tantas cosas...
— ¿No hay tiempo para que me las digas en otra parte? Tú, tan obediente a las prescripciones del doctor, vas así
a hacer infructuosos todos sus cuidados y los nuestros: hace dos días que no eres ya dócil como antes.
—Es que no saben que voy a morirme —respondió abrazando a Emma y sollozando contra su pecho.
— ¡Morirte! ¿Morirte cuando Efraín va a llegar?...
—Sin verlo otra vez, sin decirle... morirme sin poderlo esperar. Esto es espantoso — agregó estremeciéndose
después de una pausa—; pero es cierto: nunca los síntomas del acceso han sido como los que estoy sintiendo.
Yo necesito que lo sepas todo antes que me sea imposible decírtelo. Oye: quiero dejarle cuanto yo poseo y le
ha sido amable.
Pondrás en el cofrecito en que tengo sus cartas y las flores secas, este guardapelo donde están sus cabellos y
los de mi madre; esta sortija que me puso en vísperas de su viaje; y en mi delantal azul envolverás mis trenzas...
No te aflijas así —continuó acercando sumejilla fría a la de mi hermana—; yo no podría ya ser su esposa... Dios
quiere librarlo del dolor de hallarme como estoy, del trance de verme expirar. ¡Ay!, yo podría morirme confor-
me, dándole mi último adiós. Estréchalo por mí en tus brazos y dile que en vano luché por no abandonarlo... que
me espantaba más su soledad que la muerte misma, y...
María dejó de hablar y temblaba en los brazos de Emma; cubrióla ésta de besos y sus labios la hallaron yerta;
llamóla y no respondió; dio voces y corrieron en su auxilio.
Todos los esfuerzos del médico fueron infructuosos para volverla del acceso, y en la mañana del siguiente día
se declaró impotente para salvarla.
El anciano cura de la parroquia ocurrió a las doce al llamamiento que se le hizo.
Frente al lecho de María se colocó en una mesa adornada con las más bellas flores del jardín, el crucifijo del
oratorio, y lo alumbraban dos cirios benditos. De rodillas ante aquel altar humilde y perfumado, oró el sacerdote
durante una hora; y al levantarse, le entregó uno de los cirios a mi padre y otro a Mayn para acercarse con ellos
al lecho de la moribunda. Mi madre y mis hermanas, Luisa, sus hijas y algunas esclavas se arrodillaron para
presenciar la ceremonia. El ministro pronunció estas palabras al oído de María:
Mi padre regresó al medio día lentamente y ya solo. Al apearse hizo esfuerzos inútiles para sofocar los sollozos
que lo ahogaban. Sentado en el salón, en medio de Emma y mi madre y rodeado de los niños que aguardaban
en vano sus caricias, dio rienda a su dolor, haciéndose necesario que mi madre procurase darle una conformidad
que ella misma no podía tener.
«Yo —decía él— yo autor de ese viaje maldecido, ¡la he muerto! Si Salomón pudiera venir a pedirme su hija,
¿qué habría yo de decirle?... Y Efraín... y Efraín...
¡Ah! ¿Para qué lo he llamado? ¿Así le cumpliré mis promesas?».
Aquella tarde dejaron la hacienda de la sierra para ir a pernoctar en la del valle, de donde debían emprender al
día siguiente viaje a la ciudad.
Braulio y Tránsito convinieron en habitar la casa para cuidar de ella durante la ausencia de la familia.
LXIII
Dos meses después de la muerte de María, el diez de septiembre, oía yo a Emma el final de aquella relación que
ella retardó el mayor tiempo que le fue posible. Era de noche ya y Juan dormía sobre mis rodillas, costumbre
que había contraído desde mi regreso, porque acaso adivinaba instintivamente que yo procuraba reemplazarle
en parte el amor y los maternales cuidados de María.
Emma me entregó la llave del armario en que estaban guardados, en la casa de la sierra, los vestidos de María y
todo aquello que más especialmente había ella recomendado se guardara para mí.
A la madrugada del día que siguió a esa noche me puse en camino para Santa R... en donde hacía dos semanas
que permanecía mi padre, después de haber dejado prevenido todo lo necesario para mi regreso a Europa, el
cual debía emprender el diez y ocho de aquel mes.
El doce a las cuatro de la tarde me despedí de mi padre, a quien había hecho creer que deseaba pasar la noche
en la hacienda de Carlos, para de esa manera estar más temprano en Cali al día siguiente. Cuando abracé a mi
padre, tenía él en las manos un paquete sellado, y entregándomelo me dijo:
—A Kingston: contiene la última voluntad de Salomón y la dote de su hija. Si mi interés por ti —agregó con voz
que la emoción hacía trémula— me hizo alejarte de ella y precipitar tal vez su muerte... tú sabrás disculparme...
¿Quién debe hacerlo si no eres tú?
Oído que hubo la respuesta que profundamente conmovido di a esa excusa paternal tan tierna como humilde-
mente dada, me estrechó de nuevo entre sus brazos. ¡Aún persiste en mi oído su acento al pronunciar aquel
adiós!
Saliendo a la llanura de... después de haber vadeado el Amaime, esperé a Juan Angel para indicarle que tomase
el camino de la sierra. Miróme como asustado con la orden que recibía; pero viéndome doblar sobre la derecha,
me siguió tan de cerca como le fue posible, y poco después lo perdí de vista.
Ya empezaba a oír el ruido de las corrientes del Zabaletas; divisaba la copa de los sauces. Detúveme en la aso-
mada de la colina. Dos años antes, en una tarde como aquella, que entonces armonizaba con mi felicidad y ahora
era indiferente a mi dolor, había divisado desde allí mismo las luces de ese hogar donde con amorosa ansiedad
era esperado. María estaba allí... Ya esa casa cerrada y sus contornos solitarios y silenciosos: ¡entonces el amor
que nacía y ya el amor sin esperanza! Allí, a pocos pasos del sendero que la grama empezaba a borrar, veía la
ancha piedra que nos sirvió de asiento tantas veces en aquellas felices tardes de lectura. Estaba, al fin, inmediato
al huerto confidente de mis amores: las palomas y los tordos aleteaban piando y gimiendo en los follajes de los
naranjos: el viento arrastraba hojas secas sobre el empedrado de la gradería.
Ella estrechó una de mis manos sin haber enjugado todavía sus lágrimas, y me condujo al corredor del jardín,
en donde su marido me esperaba. Después de que Braulio recibió mi abrazo, Tránsito puso en mis rodillas un
precioso niño de seis meses, y arrodillada a mis pies sonreía a su hijo y me miraba complacida acariciar el fruto
de sus inocentes amores.
LXIV
¡Inolvidable y última noche pasada en el hogar donde corrieron los años de mi niñez y los días felices de mi
juventud! Como el ave impelida por el huracán a las pampas abrasadas intenta en vano sesgar su vuelo hacia
el umbroso bosque nativo, y ajados ya los plumajes regresa a él después de la tormenta, y busca inútilmente el
nido de sus amores revoloteando en torno del árbol destrozado, así mi alma abatida va en las horas de mi sueño
a vagar en torno del que fue hogar de mis padres. Frondosos naranjos, gentiles y verdes sauces que conmigo cre-
císteis, ¡cómo os habéis envejecido! Rosas y azucenas de María, ¡quién las amará si existen! aromas del lozano
huerto, ¡no volveré a aspiraros! Susurradores vientos, rumoroso río... ¡no volveré a oíros!
La media noche me halló velando en mi cuarto. Todo estaba allí como yo lo había dejado; solamente las manos
de María habían removido lo indispensable, engalanando la estancia para mi regreso: marchitas y carcomidas
por los insectos permanecían en el florero las últimas azucenas que ella le puso. Ante esa mesa abrí el paquete
de las cartas que me había devuelto al morir. Aquellas líneas borradas por mis lágrimas y trazadas cuando tan
lejos estaba de creer que serían mis últimas palabras dirigidas a ella; aquellos pliegos ajados en su seno, fueron
desplegados y leídos uno a uno; y buscando entre las cartas de María la contestación a cada una de las que yo le
había escrito, compaginé ese diálogo de inmortal amor dictado por la esperanza e interrumpido por la muerte.
Teniendo entre mis manos las trenzas de María y recostado en el sofá en que Emma le había oído sus postreras
confidencias, dio las dos el reloj; él había medido también las horas de aquella noche angustiosa, víspera de mi
viaje; él debía medir las de la última que pasé en la morada de mis mayores.
Soñé que María era ya mi esposa: ese castísimo delirio había sido y debía continuar siendo el único deleite de
mi alma: vestía un traje blanco vaporoso, y llevaba un delantal azul, azul como si hubiese sido formado de un
jirón del cielo; era aquel delantal que tantas veces le ayudé a llenar de flores, y que ella sabía atar tan linda y
descuidadamente a su cintura inquieta, aquel en que había yo encontrado envueltos sus cabellos:
entreabrió cuidadosamente la puerta de mi cuarto, y procurando no hacer ni el más leve ruido con sus ropajes,
se arrodilló sobre la alfombra, al pie del sofá: después de mirarme medio sonreída, cual si temiera que mi sueño
fuese fingido, tocó mi frente con sus labios suaves como el terciopelo de los lirios del Páez: menos temerosa
ya de mi engaño, dejóme aspirar un momento su aliento tibio y fragante; pero entonces esperé inútilmente que
oprimiera mis labios con los suyos: sentóse en la alfombra, y mientras leía algunas de las páginas dispersas en
ella, tenía sobre la mejilla una de mis manos que pendía sobre los almohadones: sintiendo ella animada esa
mano, volvió hacia mí su mirada llena de amor, sonriendo como ella sola podía sonreír; atraje sobre mi pecho
su cabeza, y reclinada así, buscaba mis ojos mientras le orlaba yo la frente con sus trenzas sedosas o aspiraba
con deleite su perfume de albahaca.
Un grito, grito mío, interrumpió aquel sueño: la realidad lo turbaba celosa como si aquel instante hubiese sido
un siglo de dicha. La lámpara se había consumido; por la ventana penetraba el viento frío de la madrugada; mis
manos estaban yertas y oprimían aquellas trenzas, único despojo de su belleza, única verdad de mi sueño.
RÚBRICA DE EVALUACIÓN
BLOQUE 6 SECUENCIA DIDÁCTICA 2 ACTIVIDAD INTEGRADORA
NOMBRE DEL ALUMNO: GRUPO Y TURNO:
FECHA:
EVALUACIÓN DE ACTIVIDADES
RÚBRICA DE EVALUACIÓN
BLOQUE 6 SECUENCIA DIDÁCTICA 1 EVALUACIÓN DIAGNÓSTICA
NOMBRE DEL ALUMNO: GRUPO Y TURNO:
RÚBRICA DE EVALUACIÓN
BLOQUE 6 SECUENCIA DIDÁCTICA 1 ACTIVIDAD 2
NOMBRE DEL ALUMNO: GRUPO Y TURNO:
FECHA:
CRITERIOS A CONSIDERAR SÍ NO
1. ¿Qué tipo de narrador tiene el texto?
LISTA DE COTEJO
BLOQUE 6 SECUENCIA DIDÁCTICA 1 ACTIVIDAD 4
Nombre del alumno: GRUPO Y TURNO:
FECHA:
CRITERIOS A CONSIDERAR SÍ NO
1. Anota a todos los personajes que se mencionan en la obra.
RÚBRICA DE EVALUACIÓN
BLOQUE 6 SECUENCIA DIDÁCTICA 1 ACTIVIDAD 5
NOMBRE DEL ALUMNO: GRUPO Y TURNO:
LISTA DE COTEJO
BLOQUE 6 SECUENCIA DIDÁCTICA 2 ACTIVIDAD 1
Nombre del alumno: GRUPO Y TURNO:
FECHA:
Dominan el Todos los alum- La mayoría de los Menos de la mitad Ningún alumno
tema que nos expresan con alumnos expre- del equipo expre- expresa con clari-
exponen claridad y fluidez san con claridad y san con claridad y dad y fluidez las
las ideas y detalles fluidez las ideas y fluidez las ideas y ideas y detalles del
del tema. detalles del tema. detalles del tema. tema.
Seguridad en la Todos los alumnos La mayoría de los Menos de la mitad Ningún alumno
exposición de muestran seguri- alumnos muestran del equipo mues- muestra seguridad
su trabajo dad en la exposi- seguridad en la tran seguridad en en la exposición y
ción y exposición y la exposición y presentación del
presentación del presentación del presentación del trabajo.
trabajo. trabajo. trabajo.
Vocabulario Todos los alumnos La mayoría de Menos de la mitad Ningún alumno es
son capaces de alumnos son capa- del equipo son capaz de utilizar
utilizar un vocabu- ces de utilizar un capaces de utilizar un vocabulario
lario vocabulario un vocabulario Amplio.
Amplio. Amplio. Amplio.
Calidad de las Las diapositivas Las diapositivas Las diapositivas Las diapositivas
diapositivas presentan una ex- presentan una buena presentan una presentan una mala
celente calidad. calidad. regular calidad. calidad.
LISTA DE COTEJO
BLOQUE 6 SECUENCIA DIDÁCTICA 2 ACTIVIDAD 3
NOMBRE DEL ALUMNO: GRUPO Y TURNO:
FECHA:
LISTA DE COTEJO
BLOQUE 6 SECUENCIA DIDÁCTICA 2 ACTIVIDAD 4
NOMBRE DEL ALUMNO: GRUPO Y TURNO:
FECHA:
FECHA:
RESPUESTA CORRECTA
CRITERIOS A CONSIDERAR
SÍ NO
1. ¿Qué tipo de narrador presenta la obra?
PORTAFOLIO DE EVIDENCIAS
Vamos a recopilar a través del portafolio de evidencias por lo menos dos actividades de cada una de las Secuencias
Didácticas del Bloque 6, selecciona aquellas que de manera personal te hayan sido de interés o apoyo para tu
aprendizaje.
Una vez que hayas decidido qué actividades pondrás en tu portafolio de evidencias escribe después de cada una
de ellas un comentario o una reflexión personal.
REACTIVOS DE CIERRE
Nombre:
Grupo: Fecha:
Contesta correctamente los siguientes enunciados, seleccionando la respuesta correcta y escribiendo la letra que
corresponda dentro del paréntesis.
7. Es el lugar o la serie de lugares físicos donde se realizan las acciones: el bosque, el campo, el desierto, la
montaña, la ciudad .................................................................................................................................. ( )
A. Ambiente moral.
B. Tiempo objetivo.
C. Espacio.
D. Ambiente subjetivo.
1. Narrador testigo a. Las historias las puede contar uno mismo, es decir,
se pueden contar en primera persona. Todo gira
alrededor de uno mismo.
2. Narrador protagonista b. La historia puede ser contada en primera persona
en la que uno no es personaje de la historia. Uno
casi es personaje pero lo que uno cuenta le sucede
a los demás.
3. Narrador omnisciente c. Los hechos son narrados desde un punto de vista im-
personal. Alguien indeterminado es el que cuenta.
9. Tipo de final de la novela donde las acciones tienen un fin, donde se ha resuelto el problema ............. ( )
A. Subjetivo.
B. Abierto.
C. Objetivo.
D. Cerrado.
FECHA:
REFERENCIAS
Bibliografía:
Beristain, Helena. Análisis estructural del relato literario. México, UNAM, 1982 (Cuadernos del
seminario de poética, 6)
Eco, Umberto. Obra abierta. Tr. Roser Berdague, Barcelona Planeta-Agostini,1979.
Fuentes, Carlos. La nueva novela hispanoamericana, 2da. ed. México, Joaquín Mortiz, 1969 (cua-
dernos).
Gallón,Germán y Agnes. Teoría de la novela. Madrid, Taurus, 1974.
Sauvage, Jacques. Introducción al estudio de la novela. Madrid, Gredos, 1989.
González, José Luis. La narrativa en prosa. México, ANUIES, 1972.