Pensamiento Filosofico Juridico Casaubon
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Bermúdez, F. A. (2013). El pensamiento filosófico-jurídico de Juan Alfredo Casaubón [en línea], Prudentia Iuris, 75.
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EL PENSAMIENTO FILOSÓFICO-JURÍDICO
DE JUAN ALFREDO CASAUBÓN*
Fernando A. Bermúdez**
A la memoria de
Juan Ignacio Casaubón.
Primogénito de Juan Alfredo Casaubón.
* Conferencia pronunciada por el autor en la Jornada “Homenaje a Juan Alfredo Casaubón”, organi-
zado por el Instituto de Filosofía Práctica para el día 9 de septiembre de 2010 en la sede del citado instituto.
Buenos Aires. Argentina.
** El autor es Abogado y Profesor de Grado Universitario en Ciencias Jurídicas egresado de las Facul-
tades de Derecho y Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo). Doctorando en Dere-
cho, mención en Filosofía del Derecho, en la Facultad de Derecho de la UNCuyo. Docente de Filosofía del
Derecho en las Universidades de Mendoza y Nacional de Cuyo. Investigador - Becario de la Secretaría de
Ciencia, Técnica y Posgrado de la UNCuyo.
Abstract: In this paper we study and analyze the jusphilosophical thought of Juan
Alfredo Casaubón, one of the most significant authors of the natural law in the
twentieth century Argentina. Heir to the classical tradition known in the famous
Catholic culture courses and later, in the Santa Maria Catholic University of Buenos
Aires, which is one of the founding teachers. Lawyer, teacher, judge, investigator,
father and husband. His thought, although you can pan in the central tradition of
the West, will have different characteristics that will give your mind a new mark
with the legal philosophy. We have tried to synthesize the thought casaubiano in ten
main thesis reflected in his strict as the entire corpus of this argentine philosopher.
Prior to the development jusphilosophical the author has tried to frame their gene-
ral philosophical position and then, its legal framework, through its conception of
natural law. Finally, there will be a small tribute to this great thinker in the context
of philosophy of the twentieth century argentina.
I. Introducción
1 MASSINI CORREAS, Carlos Ignacio, “La tradición del iusnaturalismo realista clásico”, en Filoso
fía del Derecho Argentina, Bogotá, Colombia, Coordinador Andrés Botero Bernal, Editorial Temis S.A., 2008,
pág. 117.
2 Así podemos citar la tesis doctoral del iusfilósofo español, ATIENZA Manuel, de la Universidad de
Alicante, La filosofía del derecho argentina actual, Buenos Aires, Argentina, Depalma, 1984. Y el reciente
libro publicado en Bogotá, Colombia, Filosofía del Derecho Argentina, que cuenta con dos representantes de
las tres escuelas filosóficas más relevantes, como son la analítica, la crítica y la iusnaturalista. Allí escribirán
los principales actuales de estas tres escuelas, así podemos ver: a Guibourg, Ricardo A. y Vernengo, Roberto
J., escuela analítica; Cárcova, Carlos María y Russo, Eduardo Ángel, escuela crítica y Massini Correas, Car-
los Ignacio y Vigo, Rodolfo, escuela iusnaturalista.
3 Para un desarrollo del iusnaturalismo en Iberoamérica consultar el excelente trabajo de MASSINI
CORREAS, Carlos Ignacio, “El iusnaturalismo del siglo XX en Iberoamérica”, en Criterio y Conducta N° 5,
enero-junio 2009, Revista Semestral del Instituto de Investigaciones Jurisprudenciales y de Promoción y
Difusión de la Ética Judicial, México, Suprema Corte de Justicia de la Nación, págs. 225-245.
4 CASAUBÓN, Juan Alfredo, Historia de la Filosofía, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1996, pág. 285.
5 El término le corresponde a GEORGE, R. P., Making Men Moral. Civil Liberties and Public Moral
ity, Oxford, Clarendon Press, 1993. Citado por GARCÍA - HUIDOBRO, Joaquín, Una introducción a la
tradición central de la ética, Lima, Palestra Editores, Universidad de Piura, 2009, pág. 12.
6 CASAUBÓN, Juan Alfredo, Nociones generales de Lógica y Filosofía, Buenos Aires, Argentina, Edi-
torial de la Universidad Católica Argentina, Educa, 2006, págs. 15/16. La tradición aristotélica, anota, por
su realismo natural y metafísico, es la que mejor responde a las exigencias del mundo y del hombre y es la
nuestro autor, analizaremos las consecuencias que tendrá ésta en el ámbito jurídico
a partir del iusnaturalismo.
posición de todo hombre cuando abandona la cátedra o cierra por unas horas su laboratorio, aunque en la
una o en el otro haya asumido artificialmente, digamos, una posición idealista o, respectivamente, empirista-
lógica. Es también la posición más al alcance de todo hombre o joven de buen sentido, sin someterlos a las
deformaciones idealistas o a los reduccionismos empobrecedores de los diversos materialismos, empirismos
lógicos, ciertas filosofías analíticas, etc.
7 Debemos aclarar que la palabra realismo tiene por lo menos dos acepciones diferentes: una cosa es
el realismo jurídico que no es sino la versión jurídica de ese realismo filosófico general, que sigue las huellas
de Aristóteles y de Santo Tomás, y otra cosa es el realismo jurídico (generalmente estadounidense o escandi
navo) que no es sino una forma de empirismo y positivismo, cuando no un verdadero materialismo, general
y jurídico. Está claro que nuestro autor se refiere sólo al realismo jurídico en el primer sentido.
8 LEGAZ Y LACAMBRA, Luis, Iusnaturalismo, España, Madrid, Gran Enciclopedia Rial, págs.
269/271. Asimismo se ha consultado el trabajo de SOAJE RAMOS, Guido, “Diferentes concepciones de dere-
cho natural”, en El iusnaturalismo actual, editor Massini Correas, Carlos Ignacio, Buenos Aires, Argentina,
AbeledoPerrot, 1996, págs. 321-346.
9 Entre otros: iusnaturalismo antropológico, teoría aristotélica - tomista, realismo teleológico o sim-
plemente realismo jurídico clásico. Cf. VIGO, Rodolfo, “Un iusnaturalismo realista – Clásico, dialógico y
racional, en Filosofía del Derecho Argentina, ob. cit., págs. 155-194.
ciones jurídicas Ariel, 1984, pág. 18. Para un desarrollo del pensamiento moderno y su legado ver el trabajo
de MASSINI CORREAS, Carlos Ignacio, La desintegración del pensar jurídico en la Edad Moderna, Buenos
Aires, Argentina, AbeledoPerrot, 1980.
13 CASAUBÓN, Juan Alfredo, “Ensayo crítico sobre lógica del ser y la lógica de deber ser en la teoría
egológica”, en Rev. Ethos N° 2/3, Buenos Aires, Instituto de Filosofía Práctica, 1974/75, págs. 11-88.
14 CASAUBÓN, Juan Alfredo, Conocimiento jurídico, Buenos Aires, Educa, 1994, pág. 63.
Esta primacía de la “cosa justa”, del “medio real”, es lo característico del realis-
mo jurídico, pero ello no impide que llamemos derecho, en sentido derivado, analógi-
co, al arte o ciencia del derecho, al proceso o los tribunales y a la sentencia judicial;
ni tampoco a la norma jurídica y al derecho subjetivo, como facultad o potestad de
obrar o de no obrar, que se reconoce a tal individuo o entidad15.
Es importante hacer la distinción, en el plano metafísico, entre la analogía de
atribución y analogía de proporcionalidad. La primera, el primer analogado, la sus-
tancia; analogados derivados, las nueves categorías de accidentes. Y en la segunda,
vemos que la sustancia es a su ser, como cada uno de esos accidentes es al suyo, por
lo cual todos pueden ser considerados entes; pero en el mismo sentido.
Así el derecho es analogado con analogía de atribución, donde llamaremos de-
recho en primer lugar a lo justo, la misma cosa justa, y por derivación, al derecho
normativo y al derecho subjetivo, como segundos analogados; y en tercer lugar, al
arte o ciencia del derecho, a los tribunales o al proceso, a las sentencias, etc.16.
En este orden, es importante marcar que si el “derecho” es análogo con analo-
gía de atribución, la “justicia”, a su vez, es voz análoga con analogía de atribución
y de proporcionalidad, cuando se llama justo, por un lado, al ordenamiento que lo
es plenamente; y también, por otro, a los que lo son solamente en relación con fines
comunitarios infravalentes; así mismo nos parece que “justicia” aplicada a la justicia
general o legal, a la distributiva y a la conmutativa, es término con analogía de pro-
porcionalidad, y quizás de atribución: primer analogado, la general17.
Hemos apreciado que una de las acepciones derivadas, pero importante del tér-
mino derecho, es la ley. El realismo distingue la ley del derecho, diciendo que la ley,
propiamente hablando, no es el derecho mismo, sino cierta razón del derecho. Pero no
por ello le quita importancia: la ley es regla y medida del derecho, y la define como
“una ordenación de la razón, para el bien común, promulgada por quien tiene a su
cargo el cuidado de la comunidad”18, y distingue las siguientes clases de leyes: la ley
eterna, la ley natural, la ley positiva revelada y la ley positiva humana.
Pero se pregunta, ¿por qué una cosa, acción u omisión son justas, esto es, dere-
cho para Santo Tomás?19 Por una doble relación: a) una relación al otro (alteridad)
y Social N° 6, Buenos Aires, 1986, pág. 106. También se puede consultar para ver la concepción de la ley,
los siguientes trabajos del autor: “La Ley Natural según Santo Tomás de Aquino”, en Rev. Moenia N° XXX/
XXXI, Buenos Aires, 1987, págs. 37/60, y “Actitudes gnoseológicas y concepciones de la norma jurídica”, en
Rev. Prudentia Iuris N° 14, Buenos Aires, Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la UCA, 1984, págs.
29-39.
20 Es importante marcar la crítica que el autor le realiza al filósofo Michel Villey: “[…] con indudable
exageración, ha sostenido que el verdadero concepto de derecho es solo la ipsa res iusta de Santo Tomás o el
to dikation de Aristóteles, y que la admisión, por el primero y por los escolásticos de la Contrarreforma, de un
derecho normativo, o sea de un derecho-ley, es solamente el resultado de la influencia hebraica de la Torah.
El derecho como ley o mandato divino”, ob. cit., pág. 105. (a qué ob. cit. se refiere?)
21 QUINTAS, A. M., Possibilitá e Limiti della Logica juridica, Milano, Giuffré, 1962 (traducción del
ese ente “particular” que es “el Estado”, como gobierno y administración–, y por eso
definía Santo Tomás la ley como: “[…] no otra cosa que cierta ordenación de la razón,
para el bien común, promulgada por quien tenga a su cargo el cuidado de la comu-
nidad”; empero, no toda ley, y sobre todo cuando impone una prestación en beneficio
de un ente privado, se dicta con un fin inmediato de custodia o desarrollo del bien
común. Lo que sí hace el bien común, y la justicia general o “legal” que a él se orde-
na, es ejercer una función “arquitectónica” de las actividades privadas. En cambio,
toda sanción, y no solo la de derecho penal o administrativo, tiene alguna atingencia
directa con el bien común, porque el orden, aún privado, debe ser protegido, pues se
da, como parte peculiar, dentro de ese orden mayor que es el del bien común político.
Por eso, la conducta será, pues, lícita o ilícita en cuanto se conforme o no a lo
exigido por la norma, la cual es expresión ordenadora e imperativa fundada en la
necesidad de un bien, lejos de tratarse de una adecuación, descriptiva, de la norma
a lo que acontece en el reino de las conductas, como pretenden la teoría egológica, o,
con mayor amoralidad, los pseudorrealismos jurídicos americano o sueco, y el propio
Kelsen.
Como el bien, por serlo, es fin, la causa final es el principio de toda normación,
ya sea moral-individual o jurídica, y, por tanto, de la ética.
Como concusión, podemos decir que la norma no es, pues, mención descriptiva
de las conductas libres en su existir y entrecruzarse de hecho, sino regla y medida de
tales actos libres.
23 CASAUBÓN, Juan Alfredo, “La teoría tricircular del derecho”, en Jurisprudencia Argentina del 27
¿Puede haber un “derecho injusto”? ¿Se adecúa a los hechos la necesaria inclu-
sión de la nota de justicia (objetiva) en la definición misma clásica de derecho? Con
estos interrogantes, plantea el problema del derecho injusto26.
Para poder responder a los mismos, hay que empezar por la cuestión etimológi-
ca. Como es sabido, nos cuenta Casaubón, prácticamente todos los idiomas indoeuro-
peos actuales han sustituido el término latino “ius” por el de “derecho” (diritto, droit,
recht, right), aunque conservan tal raíz en el término “justicia” por lo general.
Atento, pues, a que en castellano no se dice “ius”, sino “derecho”, no parece
de inmediato ninguna contradicción en el término complejo o expresión “derecho
injusto”, sobre todo si se tiene en cuenta que: a) la influencia del neokantismo y del
positivismo jurídicos ha acostumbrado a disociar el derecho de la justicia; b) es fácil
25 CASAUBÓN, Juan Alfredo, “La Justicia y el derecho positivo”, ob. cit., págs. 9-10.
26 CASAUBÓN, Juan Alfredo, “El problema del derecho injusto, lo justo ‘simpliciter’ y lo justo ‘secun-
dum quid’ según Santo Tomás de Aquino”, en las Actas del Primer Congreso Mundial de Filosofía Cristiana,
pág. 1767.
27 CASAUBÓN, Juan Alfredo, “Justicia y Derecho”, en libro colectivo, El derecho natural en la reali
dad social y jurídica, Santiago de Chile, Universidad Santo Tomás, Academia de Derecho, 2005, pág. 107.
28 CASAUBÓN, Juan Alfredo, “Ensayo crítico sobre lógica del ser y la lógica de deber ser en la teoría
egológica”, en Rev. Ethos N° 2/3, Buenos Aires, Instituto de Filosofía Práctica, 1974/75, págs. 11-88.
valora las situaciones singulares. Además de este doble aporte intelectual, se requie-
re también un aporte afectivo, esto es, un conocimiento por connaturalidad: el que
tiene la virtud de la prudencia tiende, por impulso afectivo, a juzgar bien éticamente
en las situaciones concretas.
A partir de aquí, surge la lógica consecuencia de que en lo jurídico, se requeri-
rán, también, dos tipos de conocimientos: a) un conocimiento de las leyes (naturales
y positivas), y b) un conocimiento de las circunstancias del caso, acompañado de
una recta actitud afectiva ante las mismas. Por eso un buen juez debe ser él mismo
un hombre prudente, porque el conocimiento intelectual –general y particular– no
lo movería necesariamente a sentenciar rectamente si no fuera por el elemento
afectivo.
De ahí que la virtud de la prudencia debía colaborar estrechamente con la vir-
tud de la justicia. Por la prudencia, determino lo justo en cada caso particular; por la
justicia, soy movido a dar efectivamente a cada uno lo suyo.
Por estas razones, nuestro autor afirma que el conocimiento jurídico pruden-
cial puede y debe combinarse con todos los otros tipos de conocimiento jurídico que
hemos estudiado.
Respecto del conocimiento afectivo o por connaturalidad del derecho, igual que
el de la prudencia, es un conocimiento que puede combinarse con cualquiera de los
grados de saber jurídico, de manera que en cada grado habría: a) un conocimiento
intelectual del derecho, y b) un conocimiento afectivo o por connaturalidad31 de ese
mismo objeto.
Para explicar ente tipo de conocimiento, Casaubón recurre a Santo Tomás, quien
en algunos textos dice: “[…] el conocimiento de la verdad es doble; uno, a saber, que se
tiene por la gracia; otro, en cambio, que se posee por naturaleza. Y dicho conocimiento
que se tiene por la gracia es a su vez doble: uno, que es solamente especulativo […];
el otro, que en verdad es efectivo, es producido por el amor de Dios; y éste pertenece
propiamente al don de sabiduría” (S. Teol. I, q. 64, a. 1. c). “[…] debe decirse que es
doble el conocimiento de la bondad o de la voluntad divinas. Uno es especulativo.
El otro, en cambio, es el conocimiento afectivo o experimental de la divina bondad o
voluntad, cuando alguno experimenta en sí mismo el gusto de la divina dulzura y la
complacencia en la verdad divina” (S. Teol., II-II, q.67. a. 2. ad. 2).
¿Qué tiene que ver esto con el derecho?
Del derecho objetivo (ipsa res iusta) puede tenerse un conocimiento científico,
abstracto, que hoy comprendería la Filosofía del Derecho y las ciencias positivas del
derecho, o bien un conocimiento concreto, que incluye la prudencia y la equidad.
Pues bien: en ese conocimiento concreto del derecho creemos que debe incluirse
también el conocimiento jurídico afectivo o por connaturalidad. Porque el derecho
como ipsa res iusta es el objeto de la virtud de la justicia; siendo objeto de la virtud
de la justicia, puede ser también objeto de un conocimiento por connaturalidad dado
que una de las principales formas de conocimiento por connaturalidad es el que
emana de la posesión de las virtudes morales.
31 CASAUBÓN, Juan Alfredo, “El conocimiento afectivo o por connaturalidad”, en La Ley 1979 –D,
Termina nuestro autor diciendo que, en una sociedad bien ordenada, resulta
indispensable tal conocimiento por connaturalidad, porque la noticia abstracta del
derecho y las leyes, y aun la concreta de lo que debería sentenciarse, no exigen ne-
cesariamente que el que así conoce obre justamente32. Como podemos apreciar la
vigencia de esta afirmación es contundente.
32 Ibíd.,
págs. 785-786.
33 CASAUBÓN, Juan Alfredo, Derecho y Politicidad, Memoria del X Congreso Mundial Ordinario de
Filosofía del Derecho y Filosofía Social, Universidad Nacional Autonómica de México, Vol. II, 1981, pág. 64.
Si hay un tema que divide a la Filosofía del Derecho es el de las relaciones en-
tre la moral y el derecho. Para la concepción iusnaturalista realista de Casaubón que
venimos desarrollando, moral y derecho no son dos campos totalmente separados.
La moral, en su más amplio sentido, comprende también al derecho, pues en ambos
se trata de la regulación de acciones voluntarias en función de un bien último bus-
cado; pero la diferencia nace en que en la moral estrictamente tal, lo que se busca
es el fin último del hombre (que solo se encuentra en la inmediata contemplación de
Dios), mientras que en el derecho lo que inmediatamente o mediatamente se busca
es el bien común político, el cual es un alto bien, pero solamente terreno. Esto no
implica que el bien común político (y por tanto el derecho) pueda desentenderse del
bien común del hombre en cuanto tal, esto es, la ya aludida contemplación y amor
de Dios “cara a cara”; si no se tiene en cuenta este bien, no se logrará un verdadero
bien común político. Porque cada hombre concreto es uno, y no puede por tanto te-
ner dos fines últimos totalmente diversos y en que uno se subordine a otro. Por eso
34 CASAUBÓN, Juan Alfredo, Contemplación, bien común político y aristocracia, en Edición del Ins-
tituto de Estudios Iberoamericanos, Vol. II, 1981, pág. 42. Aclara que solo son definibles en sentido estricto
las esencias, mientras que el bien común es algo análogo, no unívoco, ya que se da diferentemente (pero
proporcionalmente) en Dios, en el universo, en lo político, en lo gremial, en lo empresarial, en lo familiar.
el bien común político debe ser tal que no impida ni dificulte, sino, por el contrario,
que favorezca la obtención del bien eterno por cada ciudadano. El Estado, pues, debe
subordinarse a la Iglesia en las materias religiosas; cuando ello no sea posible, ya
por la descristianización de buena parte de la ciudadanía, ya por la existencia en esa
sociedad de varios grupos religiosos heterogéneos y todos con considerable adhesión
de personas, entonces, por lo menos, el Estado debe admitir una libertad religiosa
para todas esas confesiones si no dañan al bien común35.
Por último, y cerrando nuestro desarrollo, nos queda la nota definitiva, que en
cierta medida sintetiza la tradición iusnaturalista que hemos desarrollado, y es la
dimensión trascendente del derecho que adquiere en la concepción filosófica y jurí-
dica del autor. Es bueno recordar que toda la Filosofía del Derecho está enmarcada
en este debate de la trascendencia o inmanencia ontológica del fundamento radical
del derecho36.
Para J. A. Casaubón, el derecho no puede cumplir su debida misión, sin ese
cabal entendimiento del destino espiritual del hombre; como afirmara Tomás Casa
res37, la perfección del derecho debe ordenarse a la perfección espiritual del hombre.
Sabemos que en el positivismo, representado por Kelsen38, funda la validez
de algo como derecho en su famosa pirámide jurídica. Tal sentencia o disposición
administrativa son derecho porque se fundan en una ley; esta ley es derecho porque
se funda en la constitución; esta constitución es derecho porque ha sido dictada de
acuerdo a lo prescripto en una constitución anterior, y así sucesivamente, hasta lle-
gar a una constitución originaria antes de la cual no hay ley ninguna positiva que la
convalide. Para no confesar que en una perspectiva positivista el derecho se reduce,
en último término, al hecho, Kelsen tiene que acudir a un puro postulado, no del
campo del derecho sino del de la ciencia del derecho: “Hay que obedecer al legislador
originario”. Pero como él mismo reconoce, esta no es un ley puesta sino solamente
supuesta; en el fondo, una ficción justificadora. Lo mismo cuando dice que en un
régimen es legítimo si es internacionalmente reconocido como tal; lo cual remite al
problema de por qué es legítimamente este hecho.
En el iusnaturalismo tomista, afirma Casaubón39, podría hablarse de una pirá-
mide jurídica mucho más consistente y sólida. Una sentencia o decisión administra-
tiva son derecho si están de acuerdo, por su forma y contenido, con una ley; una ley
es derecho si lo está con una constitución, en sentido lato (escrita o consuetudinaria);
rrot, pág. 7.
38 KELSEN, Hans, Teoría pura del derecho, 4ª edición, 9ª reimpresión, Buenos Aires, Eudeba, 2009.
39 CASAUBÓN, Juan Alfredo, La justicia y el derecho positivo, ob. cit., pág. 19.
IV. Conclusión
En estas páginas, hemos podido ver y analizar, en el marco de una clara tradi-
ción clásica, la contribución iusfilosófica de un eminente jurista.
No quedan dudas de la gran herencia que nos deja Juan Alfredo Casaubón. En
una Argentina, que nos duele, que está socavando las bases de ese orden natural,
representado en las principales inclinaciones y tendencias naturales del hombre,
como son la conservación de la vida y la familia, vemos que estas ideas por las que
vivió y murió, nos dejan el respaldo y la garantía de su ejemplo.
Por todo lo dicho, creemos que el pensamiento jurídico de J. A. Casaubón dig-
nifica y ennoblece al derecho y a la ley positiva, y nos da un fundamento sólido para
poder seguir construyendo esta Nación que nos cobija y que nos reclama volver a las
fuentes de ese orden natural.
40 Ídem.
41 Ibíd., pág. 20.