3115
3115
3115
131
REVISTA DE LA
UniversidaddeMexico
N U E VA É P O C A NÚM. 131 ENERO 2015 U N I V E R S I DA D N AC I O N A L AUTÓ N OMA D E M ÉX I CO $40.00 ISSN 0185-1330
Vicente Leñero
Defensa de la dramaturgia
In memoriam
Rosa Beltrán
Edgar Esquivel
Felipe Garrido
José Gordon
Juan Pellicer
Francisco Prieto
Javier Sicilia
Ignacio Solares
ENERO 2015
Guillermo Vega
Álvaro Uribe
Reportaje gráfico
José Emilio Pacheco Vicente Leñero
a un año de su muerte por Rogelio Cuéllar
00131
7 500041 330287
REVISTA DE LA
UniversidaddeMexico
Universidad Nacional Autónoma de México
Ignacio Solares
Director
Mauricio Molina
Editor
Geney Beltrán
Sandra Heiras
Guillermo Vega
Jefes de redacción
CONSEJO EDITORIAL
Roger Bartra
Rosa Beltrán
Carlos Fuentes †
Hernán Lara Zavala
Álvaro Matute
Ruy Pérez Tamayo
EDICIÓN Y PRODUCCIÓN
Coordinación general: Carmen Uriarte y Francisco Noriega
Diseño gráfico: Rafael Olvera Albavera
Redacción: Edgar Esquivel, Rafael Luna
Corrección: Helena Díaz Page y Ricardo Muñoz
Relaciones públicas: Silvia Mora
EN DEFENSA DE LA DRAMATURGIA 6
Vicente Leñero
LA INVENCIÓN DE LO POSIBLE 15
Rosa Beltrán
ENTREVISTA INÉDITA A VICENTE LEÑERO. “HE LOGRADO SER QUIEN QUERÍA SER” 17
Silvia Cherem
EL TEATRO EN EL TABLERO 29
José Ramón Enríquez
ENTRE LA FE Y LA PARODIA 46
Juan Pellicer
GUÍA IMPLACABLE 55
Javier Sicilia
REPORTAJE GRÁFICO 69
Vicente Leñero por Rogelio Cuéllar
RESEÑAS Y NOTAS 89
ARQUITECTURA INMATERIAL 92
Sergio González Rodríguez
GRILLOS 98
Hugo Hiriart
IBAN OSCUROS… 99
David Huerta
CONTENIDO | 1
Desde febrero de 2007, a lo largo de casi cien entregas, las
páginas de esta Revista se vieron honradas con una colaboración mensual de título “Lo que sea de cada quien”. Su
autor ahí recuperaba episodios —algunos chuscos, otros emocionantes, todos ellos significativos— de su vida
literaria y periodística: amistades y enemistades, epifanías y decepciones, travesías que a menudo vinculaban los
espacios de la juventud impetuosa y la madurez escéptica y que lo mismo incluían a escritores, editores, actores,
reporteros, representantes de la Iglesia católica, empresarios y un generoso etcétera. En esos textos, a medio cami-
no entre la autobiografía y la confesión, siempre brillaba no sólo la franqueza estricta y juiciosa del memorioso
que, guiado por el dicho que daba título a su columna, se planteaba el cometido de reconocer méritos y no olvidar
las fallas de sus personajes, sino también su prosa: ejercicios de estilo de un maestro de la precisión, la fina malicia
y la inteligencia en los tratos con el idioma.
Su autor, Vicente Leñero, ha dejado ya este mundo. El miércoles 3 de diciembre, las noticias desalentadoras
que sobre su salud nos habían asaltado en los últimos tiempos —asunto sobre el cual él pidió un respetuoso silen-
cio— hablaron de su partida final, a la edad de 81 años. Ahora tenemos la honorable tarea de consignar su pérdida,
y la grata misión, que emprendemos en este número a modo de homenaje, de recapitular su polifacético legado.
Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, recipiendario de premios tan prestigiados como el Biblio-
teca Breve, el Xavier Villaurrutia y el Nacional de Ciencias y Artes, Vicente Leñero se convirtió en un ejemplar
notable de la estirpe, por lo demás fecunda, de polígrafos mexicanos del siglo XX, esa que incluiría a nombres vita-
les como los de Alfonso Reyes, Octavio Paz o José Emilio Pacheco: escritores para los que el campo de la literatura
es un universo amplio y abierto, y en el que las fronteras genéricas no implican la menor prohibición creativa.
Leñero sumó en su nómina de haceres literarios tanto cuentos, novelas y obras teatrales como crónicas, reportajes
y guiones de cine. Lo mismo practicó con rigor y ambición el nouveau roman y la non fiction novel que puso altas
las exigencias del teatro documental; supo revitalizar la escritura cinematográfica con audacias estructurales iné-
ditas y formó parte de una generación de periodistas críticos comprometidos con las luchas por la justicia en el
país. Lo que llamaríamos la Constelación Leñero incluye luminarias inaplazables como las novelas Los albañiles,
Asesinato y La vida que se va, los guiones de los filmes Cadena perpetua, El callejón de los milagros y La ley de Hero-
des, las piezas teatrales Pueblo rechazado, ¡Pelearán diez rounds! y La visita del ángel y las estaciones periodísticas del
viejo Excélsior y la imprescindible Proceso.
Con un itinerario creativo así de fructífero y un temperamento señalado siempre por el alto compromiso
humano, resulta fácil comprender el desaliento y la tristeza que la partida de Vicente Leñero ha traído a los inte-
grantes de esta Revista. Hasta siempre, querido y admirado Maestro.
Otro gran maestro que se fue, hace exactamente un año, llevaba el nombre de José Emilio Pacheco, cuya
inmensa aportación a las letras mexicanas es ponderada con inteligencia y emoción por el novelista Álvaro Uribe,
el autor de El taller del tiempo y Autorretrato de familia con gato, entre otros títulos.
EDITORIAL | 3
1933-2014
Vicente Leñero
El 12 de mayo de 2011, Vicente Leñero leyó su discurso de in-
greso a la Academia Mexicana de la Lengua. El título se presen-
taba como un manifiesto: “En defensa de la dramaturgia”. Ahí,
el autor elegía de entre sus varios intereses literarios el campo de
la producción dramática. Las páginas de esta Revista recupe-
ran ese vehemente ensayo de quien legó a la escena 28 piezas a
lo largo de un trabajo de tres décadas.
Este expediente tiene un tenor antológico. Conocedores sensi-
bles como José Ramón Enríquez y Juan Pellicer hurgan en el con-
tinente del teatro escrito por Leñero. En torno de su ficción, más
numerosa en el caso de la novela, menos abundante pero muy
provocadora en el del relato, incluimos las reflexiones de Rosa
Beltrán, Vicente Francisco Torres y Guillermo Vega Zaragoza.
Tres escritores cercanos a la órbita personal del autor de La vida
que se va —José Gordon, Francisco Prieto y Javier Sicilia— fa-
bulan desde la memoria y recuerdan con la imaginación la fi-
gura múltiple de un personaje único. Felipe Garrido compone un
collage de citas con las que el autor recordaba sus inicios lite-
rarios, y Silvia Cherem rescata una entrevista inédita con quien,
como resume Edgar Esquivel, habitó nuestras páginas con su co-
lumna “Lo que sea de cada quien”. Da la despedida al gran maes-
tro de varias generaciones el director de esta Revista, Ignacio
Solares, con un texto en que la admiración al extraordinario es-
critor convive con el cariño a un mentor siempre generoso.
VICENTE LEÑERO | 5
En defensa de
la dramaturgia
Vicente Leñero
EN DEFENSA DE LA DRAMATURGIA | 7
ria merece ser valorada pese al recelo con que suelen con-
siderarla los editores cuando rechazan la publicación de
un libro de este género diciendo: “el teatro no se vende”.
Cierto es que las obras dramatúrgicas —si es válido
llamarlas también así— están orientadas desde su con-
cepción al montaje en un foro, sin lo cual no se cumplen
cabalmente, pero existen antes como literatura, y como
literatura de peculiar gramática las aprecia o desprecia
el lector en potencia. Son una propuesta para que el
lector potencial realice de manera imaginaria su perso-
nal puesta en escena, como lo hará luego un director
escénico con la ventura de magnificarlas o la desventu-
ra de malinterpretarlas, tal como sucede con lamenta-
ble frecuencia.
En esta línea de pensamiento puede decirse que co-
nocemos la dramaturgia de Shakespeare, no el teatro de
Shakespeare. La dramaturgia de Ibsen, no, por desgra-
cia, el teatro de Ibsen, de los griegos, del Siglo de Oro…
Y aunque la arqueología teatral y los estudios antropo-
lógicos se esfuerzan por hacernos avizorar cómo se lle-
vaban a escena las obras del pasado, resulta imposible
percibirlas en toda la complejidad impuesta por las téc-
nicas arquitectónicas, escénicas, actorales de los tiem-
pos pretéritos. Imposible saber también con precisión
cómo esas técnicas condicionaban la escritura de los dra-
maturgos de entonces.
Conocemos sus obras, no lo que se hizo con ellas en
un foro.
Vicente Leñero con su esposa, Estela Franco
La dramaturgia es perdurable. El teatro es efímero.
Se antojaría por eso —al margen de las múltiples acep-
tica que comparte su clasificación con la tragedia, la ciones académicas de la palabra teatro— que las obras
comedia, el melodrama, la farsa… Para resolver la po- del maestro Rodolfo Usigli, con ánimo de citar un ejem-
sible confusión, Rodolfo Usigli utilizó la palabra pieza plo, se editaran como Dramaturgia completa y no Tea-
—pieza en lugar de drama— que hoy, en la insana ma- tro completo.
nía de clasificarlo todo, utilizan los autores nacionales
cuando no logran decidir en qué género encasillar sus
textos. En lugar de acotar simplemente: obra en dos actos SEGUNDA LLAMADA
o drama en dos actos, escriben pieza en dos actos, y pro-
blema resuelto. No hay duda de que en la primera mitad del siglo XX,
También se producen confusiones con la palabra tea- Rodolfo Usigli se convirtió en un puntal del teatro me-
tro por las múltiples acepciones que le otorga la Acade- xicano. Su dramaturgia intentó llenar huecos temáticos
mia: edificio o sitio destinado a la representación de obras y resolver problemas de forma y contenido que habían
dramáticas, práctica en el arte de representar obras dra- dejado pendientes los escritores del teatro decimonó-
máticas, literatura dramática... y alguna más. Me deten- nico. Muchos de estos autores, valiosos como novelis-
go en la tercera acepción —teatro como literatura dra- tas, poetas, ensayistas, abordaron la dramaturgia con
mática— no sólo por caprichoso retobo sino porque ingenuidad y torpeza melodramáticas cuando ya en el
forma parte de algunos problemas que intento plantear extranjero brillaban las obras de Ibsen, Chéjov, el pri-
en este discurso: el de diferenciar subrayadamente la dra- mer Strindberg… que desarrollaban un realismo más
maturgia del fenómeno de la representación teatral. estricto. Los dramas y comedias mexicanas, en cambio,
Entiendo la literatura dramática, la escritura de una acusaban carencias y defectos que hoy se antojan elemen-
obra en particular, como un fenómeno anterior al de su tales. Pueden enunciarse con rapidez, repasando las obras
puesta en escena, de algún modo independiente a esta. de Juan A. Mateos, Ireneo Paz, Rafael de Zayas, Alber-
Pertenece por tanto, en su origen, más al ámbito de la to G. Bianchi, Manuel Acuña…
literatura que al del arte escénico. Como escritura litera- Tales carencias son:
EN DEFENSA DE LA DRAMATURGIA | 9
de los dramaturgos del XIX intentan el realismo, sólo TERCERA LLAMADA
que el concepto realista de la época no alcanza a des-
cubrir, ni se preocupa aún por la verosimilitud del len- Hacia la mitad de los años sesenta del siglo XX, como
guaje, de las mecánicas de la acción, del manejo rigu- eco o como rebote de los fenómenos que se habían co-
roso del tiempo… Utilizan “convenciones teatrales” menzado a manifestar en el teatro europeo algunos años
desgastadas que se practican sin escrúpulos y se acep- antes, se produjo en México una intensa y a veces es-
tan sin discusión. candalosa colisión en las equilibradas relaciones que pa-
Sin embargo, lo importante de esa añeja dramatur- recían mantener los trabajos del dramaturgo y los del
gia, sobre todo hacia el final de los años del siglo XIX, director de escena.
fue la tenaz contienda emprendida por los dramatur- Dueño hasta entonces de la máxima autoridad en
gos para vencer la hegemonía del teatro español que materia teatral, motor de todo el fenómeno escénico
gobernaba en los coliseos del país. Tanto las compañías desde su planeación hasta su realización última, el dra-
peninsulares que se avecindaban en México, como los maturgo se vio de pronto desplazado por el violento im-
actores y directores —con José Valero a la cabeza— se pulso que otorgaba al director de escena el bastón de man-
empeñaban en montar obras españolas o dramas tra- do: no sólo de la tarea del montaje en cada puesta en un
ducidos del francés. foro, sino de las políticas teatrales que habrían de regir
De momento se impusieron los dramaturgos nacio- el proceso cultural a través de las instituciones signifi-
nales al grado de conseguir en 1872, bajo el gobierno cativas. Desde la década de los años veinte y principios
de Sebastián Lerdo de Tejada, una cifra de montajes en de los treinta, los departamentos teatrales de la Univer-
el transcurso de un año que hoy mismo se antoja asom- sidad de México y del Instituto Nacional de Bellas Artes,
brosa: cuarenta y tres estrenos de obras nacionales en el igual que los movimientos artísticos y hasta los grupos
país. En el periódico El Siglo XIX, Ignacio Manuel Al- experimentales habían funcionado invariablemente bajo
tamirano escribía por aquel entonces: el gobierno de un dramaturgo. Se daba por un hecho
que el dramaturgo era el sabio del teatro, el conductor,
Son de admirar verdaderamente la constancia inquebran- el forjador de los programas de una actividad centrada
table, la paciencia, el amor a la literatura dramática de en el texto literario, clave indiscutible —se argüía en-
que han dado prueba las generaciones de autores que se tonces— de la teatralidad.
han sucedido por cincuenta años y que los ha hecho man- Cuando este criterio provinciano, por tan rígido, se
tener viva la llama del amor al arte, a pesar de tantas vici- trizó en añicos por la presión que ejercían las nuevas co-
situdes, de tanto desdén público, de tanto olvido como rrientes traídas del extranjero, los directores de escena,
han tenido que sufrir. en alianza con los actores e incluso con los escenógrafos,
tomaron por asalto, además del pódium del foro que
En esa misma preocupación y ese mismo celo por ya les correspondía, los puestos de autoridad en las ins-
nuestra dramaturgia los retomó Rodolfo Usigli a la mi- tituciones de cultura —lo que resultó determinante—.
tad del siglo XX. Aunque algunas de sus obras no resis- Departamentos de teatro, escuelas de teatro, publica-
tan quizás, ahora, un análisis riguroso, su empeño en ciones de teatro dejaron de estar encabezados por los dra-
promover un gran teatro mexicano —que entiende lo maturgos para ser ahora cotos de los directores.
mexicano sólo como la puesta en escena de obras mexi- Si es verdad que el fenómeno no debe considerarse
canas—, sus libros didácticos, sus ensayos, los prólogos exclusivo de México, la radicalidad con que se impuso
y notas escritas en torno a sus propias obras —a la ma- en México —como reacción a un anquilosamiento de
nera de Bernard Shaw— exhiben una fe alentadora en la necedad dramatúrgica del teatro “como literatura”,
el futuro de ese arte al que entregó su vida. no del teatro “como literatura enfocada a la representa-
Si sus inmediatos contemporáneos hubieran estado ción”— ocasionó ese cambio sustancial en las políticas
a la altura del reto, si Usigli no se hubiera encerrado tan- de programación y enseñanza. Se produjo en consecuen-
to en sí mismo luego de sentirse traicionado por sus dis- cia el ahogamiento que intentó considerar a la drama-
cípulos, los historiadores estarían hablando hoy de la turgia ajena a los procesos de experimentación y bús-
gran Escuela de la Dramaturgia Nacional, comparable queda. Esa era tarea exclusiva del director.
a la que se creó con los muralistas de la plástica, con los Usigli alcanzó a observar este encumbramiento y lo
músicos de las partituras sinfónicas, con los narradores fustigó. Entre bromas y veras clasificó así a quienes ya
de la Revolución mexicana, con el gran movimiento de no llegarían a ser sus contrarios:
los coreógrafos de la danza.
Con radicalidad asumida, traduzco el célebre apo- Hay el director que pretende sustituir al poeta y usar su
tegma de Usigli, O teatro o silencio, con el sinónimo aca- obra como trampolín para la realización de sus faculta-
démico: O dramaturgia mexicana o silencio. des creadoras que no tienen cauce propio y que incurren
EN DEFENSA DE LA DRAMATURGIA | 11
© Rogelio Cuéllar
Vicente Leñero en su nombramiento como miembro de número en la Academia Mexicana de la Lengua, 2011
escéptica y contraria a la solemnidad del rito, el placer “Tu obra era un desastre —responde el director—. Yo
visual que monopolizaba el cine. Convocaron además la mejoré”. Y sobrevienen los pleitos, las famosas dispu-
al estudio de la actuación y de la dirección escénica, en- tas de autores como Emilio Carballido o Sergio Magaña
tendidas al fin con sentido profesional. que se agarraban de las greñas, montaje a montaje, con
Así como hacer teatro mexicano significaba ya, sim- los creadores escénicos.
plemente, hacer teatro en México, estudiar teatro em- Por eso alcanzó popularidad el dicho: “No hay mejor
pezó a significar de los años sesenta hasta nuestros días: dramaturgo que el dramaturgo muerto”.
estudiar actuación, estudiar dirección, estudiar esceno- Dado que los dramaturgos clásicos no protestan, no
grafía… ya no más estudiar dramaturgia. La enseñanza existe director mexicano debutante, o aun quien lleve
de la dramaturgia, tan encomiada por Rodolfo Usigli y años en el oficio, que no se sienta impelido a montar su
su heredera Luisa Josefina Hernández, acabó siendo re- propio Shakespeare, su Esquilo, su Calderón, su Molière,
legada por las escuelas universitarias, gubernamentales su Ibsen, su Brecht, su Camus, como si todo mundo los
y privadas. Lo que en los años cincuenta era materia bá- aguardara con delirante expectación. Y dado que son
sica de la formación teatral, dejó de ser carrera a seguir, los directores escénicos quienes rigen la política cultu-
profesión por desarrollar. La dramaturgia quedó escon- ral en esta área, año con año los foros del país son pro-
dida tras bastidores. gramados con ciclos de obras extranjeras y clásicas so-
Reitero con necedad el conflicto: brerrepresentadas hasta la desesperación, en demérito,
Al adueñarse de los programas en las universidades, claro está, de nuestra modesta dramaturgia mexicana.
en los centros teatrales, en la mentalidad de los actores Han transcurrido cincuenta años de esa explosión arro-
y de los grupos independientes, los propulsores de la lladora de la puesta en escena, del teatro espectáculo, del
puesta en escena no se conformaron con imponer sus teatro clásico redescubierto, del teatro extranjero como
criterios del “teatro como espectáculo”, sino que lleva- única posibilidad meritoria, y apenas en los años seten-
ron a cabo una sofocación de la dramaturgia mexicana. ta y ochenta se alcanzó a percibir, débilmente, una dra-
La hicieron a un lado o la sometieron —cuando el tex- maturgia nacional que pugnaba por ser tomada en cuen-
to se antojaba inevitable— a severas modificaciones en ta como auténtico suceso artístico.
el foro que deformaban su espíritu original, que la co- Porque es cierto, el sofocamiento produjo que duran-
rregían según ellos, que la sometían a la idea creadora te dos décadas, después de Usigli, poco se podía encomiar
de montajes personalísimos. a los escritores nacionales que trabajaban para la escena.
Usando el texto como pretexto convenía mejor apo- Huidos algunos de ellos del teatro a raíz del cataclismo,
yarse en autores extranjeros o en clásicos consagrados empeñados otros en una dramaturgia del pasado, inge-
para evitar así los numerosos conflictos que se producían nua, harto costumbrista, que nada propone formalmen-
y se siguen produciendo entre director y dramaturgo. te y nada nuevo expresa con sus argumentos —y por ello
“¡Esa no es mi obra!” —suele exclamar el escritor impugnada con violencia y con razón por los enemigos
cuando siente su texto transgredido en el montaje—. del texto—, fueron pocos los escritores que consiguie-
EN DEFENSA DE LA DRAMATURGIA | 13
Sea como fuese —por nacionalismo a ultranza o por
verdadero afán de conocer y reconocer la casa que ha-
bitamos— el regreso a esa imagen propia, que por cer-
cana no parecía importante, ha cimbrado, quiere cim-
brar, al teatro de hoy.
Sin tratar de arrebatar a los políticos del teatro el go-
bierno de las instituciones y los grupos —es decir, sin
venganza— la dramaturgia está volviendo al primer
plano de la escena porque se ha propuesto lo que ya ha-
cen los cineastas: contar historias locales.
También el escepticismo ha tenido que ver en esto.
A diferencia de los novelistas latinoamericanos que
surgieron luego del Boom y que se empeñaban en in-
ternacionalizarse porque sólo el reconocimiento extran-
jero los haría importantes, estos dramaturgos del íntimo
Boom mexicano —no por reducido en lo relacionado
con el número de obras montadas, menos intenso— se
ha puesto a trabajar con absoluto desinterés por ese sal-
to a lo internacional. Surge por el camino pesimista del
escepticismo. Es un punto de partida, una premisa.
El escritor dramático se pone a escribir con la con-
vicción de que difícilmente rebasará las fronteras de su
país. Ni siquiera está seguro —así de escasas son aún las
posibilidades— de llegar con rapidez al foro de un tea-
tro. Escribe entonces para ser representado únicamente
en México y se resigna a que tal representación, si llega
a efectuarse, no sea en las mejores condiciones profe-
sionales y económicas. Es tan difícil —todavía y siem-
pre tan difícil— convencer a un director mexicano o a
un primer actor o a un empresario de las bondades de
montar obras nacionales en lugar de un viejo Tennessee
Williams o un moderno Tom Stoppard, que en conse-
ro el empeño de la nueva dramaturgia, el más urgente, guir tal proeza se agotan entusiasmo y energías. No le
es devolver al teatro mexicano la oportunidad de hablar quedan más sueños para considerar la hipotética fortu-
de lo mexicano. na de convertirse en un dramaturgo internacional. Pero
Tras el abuso de la escena contemporánea de abordar gracias a ello, como paradoja, merced a ese escepticis-
al “hombre universal” utilizando textos extranjeros, la mo, el dramaturgo de hoy, a diferencia del que escribía
dramaturgia mexicana, en paralelo con la estética cine- pensando en Londres, en París, en Broadway e imagi-
matográfica cuyas historias tienen forzosamente la mis- nando traducciones literarias y teatrales en países dis-
ma nacionalidad que sus intérpretes, tratan de incidir tantes, se ha dedicado a calar más a fondo, más en carne
en “lo nuestro verdadero”. viva, en la inmediatez de su realidad. Ha conseguido así,
Con los nuevos códigos de ese realismo revitalizado sin proponérselo como desplante grandilocuente, ser
se regresa a las imágenes de nuestra gente, a nuestros pro- más universal por auténtico y más exacto por exacto.
blemas sociales, políticos, psicológicos, a nuestro lengua- Ese es su mérito y su gloria. Aunque lo efímero y lo
je trabajado con sabiduría coloquial, a la exploración cada vez más local del teatro, como fenómeno imposi-
de nuestra identidad física que valora los cuerpos, los ble de traducir o difícilmente adaptable, lo condene a
rostros, el color de la piel con actores que puedan refle- ser un desconocido fuera de su país, incluso de su pro-
jarlos de verdad y ya no simulen ser un francés que mal- pia ciudad.
copian, un norteamericano con el que no se identifi- A fin de cuentas el teatro —y eso lo sabemos con
can. Más que un desplante chauvinista —del que suele absoluta certeza los dramaturgos mexicanos— no se hace
acusarse a la dramaturgia nacional— se trata de la ne- para ganar la inmortalidad o el aplauso del mundo; se
cesidad de regresar al análisis de las raíces, después de escribe apenas, si acaso, para sentir la ilusión de que
tanto estar viviendo en nuestros teatros con el corazón se captura por unos instantes el fugacísimo presente de
de los de afuera. la vida que vivimos aquí.
La venganza hace buena literatura. No hay como un gran cronista. Pero el autor que me importa a mí es el
ajuste de cuentas —¿y quién no tiene una puntualiza- que se ha decidido por escribir historias basadas en casos
ción que hacer a su pasado, a la vida?— para narrar sin reales en las que fusiona las herramientas del periodis-
concesiones no lo que fue, sino lo que debió haber sido. mo, el ensayo y la ficción. Él lo llama “autoperiodismo”.
Sufrimos para narrar nuestras penalidades, dice Ho- Lo hace quizá para defender ese último espacio irre-
mero, y en el camino corregimos los errores que come- nunciable en que al situar el yo como sujeto protagóni-
te la vida. Se podrían añadir otros elementos: Melville, co, puede “faltar” al sacrosanto deber de consignar por
Conrad, Highsmith y Dumas nos han enseñado que encima de todo y ante todo el hecho tal como ocurrió.
cuanto más se aplaza la venganza, la historia narrada Aunque desconfío y al mismo tiempo me fascino con
es mejor. De modo que el tiempo, el cálculo y la mala las nomenclaturas, el término me gusta, porque al in-
voluntad con un pasado, sobre todo el nuestro, suman cluir la autobiografía el autor habla de la conciliación
puntos para que el relato se vuelva deleitable y nece- ineludible entre realidad y ficción.
sario: un acto de justicia poética. La buena pluma in- Ya en Gente así hacía referencia a varios aconteci-
fluye, por supuesto. Pero eso lo doy por sentado en el mientos “reales” en el imaginario popular, cuyo desen-
caso de Vicente Leñero. lace inesperado se volvía perfectamente posible gracias
Escribo esto y mientras lo hago me digo que lo estoy a la maestría de lo narrado: la existencia de una supues-
haciendo para mí. Es probable que al terminar esta nota ta novela inédita de Juan Rulfo, La cordillera, en el que
no tenga la forma ortodoxa de una reseña. Es más bien develaba las causas de su misterio. O un encuentro aje-
una suerte de lección que me obliga a pensar por qué drecístico que fue muy sonado y al que acudieron, en-
desde que Leñero escribió Gente así tengo la impresión de tre otros —parece increíble— los hoy fallecidos y muy
que encontró o fue encontrado, más bien, por su estilo. entrañables Luis Ignacio Helguera, Daniel Sada y Mar-
Ya sé que es el autor de Los albañiles, esa obra emblemá- cel Sisniega. En ese relato excepcional, “La apertura To-
tica que ganó el Premio Biblioteca Breve en el tiempo palov”, se perpetuaba la venganza de un campeón de
en que ese premio lo ganaban los autores del Boom. Y ajedrez, Vesilin Topalov, antes alumno de Leñero, a quien
que con Julio Scherer en Proceso refundó para siempre el escritor había hecho trizas en uno de los talleres lite-
el sentido de lo que es hacer periodismo en un país co- rarios que impartía. El tema del maestro que destroza
mo este. Y que es uno de los mejores, por no decir el úl- reputaciones y debe luego pagar por ello aparecía de
timo mohicano del guionismo a la antigua, es decir, el distintos modos como una inescapable carga del oficio
autor de un guión escrito por un sujeto a dos manos y de quien por ayudar al aspirante a escritor se convierte
no por un coro griego en que el empresario, el produc- sin remedio en su verdugo. Sus relatos afincados en lo
tor, el director, el camarógrafo, los mecenas, los actores que se llama “dato duro” terminaban con algo fantásti-
y hasta un grupo de voyeurs intervienen en lo que mu- co, producto de la pura invención. Hechos que gracias
chas veces acaba siendo un diálogo de sordos… de exce- a la depurada técnica y a la naturalidad de los diálogos
lente factura fílmica. El callejón de los milagros es un guión se volvían más reales que lo real y traicionaban al perio-
maestro; una de las mejores pruebas de que una novela dismo por fidelidad a la literatura. Cuentos magníficos
puede trasladarse al cine y convertirse en una obra dis- que me hicieron pensar: qué bueno que Leñero decidió
tinta, autónoma y perfecta. Leñero es dramaturgo y un escribir esta falsa crónica de nuestros días.
LA INVENCIÓN DE LO POSIBLE | 15
Hoy, con Más gente así celebro que se haya seguido de entrevista que Greene no concede, pues le indigna el
filón, escribiendo ahora momentos de su falsa (o real) quehacer periodístico (que él mismo ejerció) y a la vez
autobiografía. Ágil, tragicómico y con muy mala leche concede, porque en su diatriba habla de los temas que
consigue retratos de una sociedad con más de dos caras, a Vicente Leñero más le interesan, es otra prueba de la
donde el gerente del periódico “de la vida nacional” pue- maestría con que puede convencernos de que algo no
de hacerte miembro del honorable consejo editor y ro- ocurrió… o tal vez sí. Y de paso nos sitúa en el momen-
barte unos grabados, al mismo tiempo. O donde Car- to estético en que esto ocurría, una época en que Greene
men Balcells, la agente literaria que engordó su cuenta era menospreciado por la crítica latinoamericana (salvo
bancaria y su humanidad gracias a la pluma de García por García Márquez, que no sólo fue un autor excep-
Márquez y de Vargas Llosa, pasa sus días sonriendo a Le- cional, sino un lector de excepción).
ñero siempre, y siempre cortejándolo, sin promoverlo, Los motivos literarios en los que autores, lectores
en un ejercicio dancístico digno del mejor Freud. y personajes se dan cita aparecen en varios relatos. En
En una entrevista hecha por cuenta de Proceso, a pe- “¿Quién mató a Agatha Christie?”, Poirot se permite
tición de Julio Scherer, Leñero se las ve con un escritor enjuiciar la obra de su creadora al tiempo que decide
de la talla de Graham Greene, quien se niega a responder que su vida (la de Poirot) es un desastre y su carrera pro-
al periodista católico porque al decir del autor de El poder fesional como detective un fracaso. Que él mismo es
y la gloria “los periodistas católicos no me preguntan de pedante, un ser insoportable, un simple monigote que se
literatura, de mi literatura, me preguntan de teología, presenta como una máquina deductiva. Se siente acom-
de metafísica, del Vaticano… o de mi fe, como usted”. plejado frente a otros profesionales de su ramo como
Buscan el amarillismo; la nota. Sospecha que Leñero Maigret, de Simenon, o Philip Marlowe, de Chandler.
va tras el titular: “Graham Greene perdió la fe”. La Su existencia inútil es culpa de la mediocridad de su auto-
ra, quien tuvo más ingenio al construir a Miss Marple.
El viejo asunto pirandelliano y la idea del creador que
frente a sus criaturas, en el mejor de los casos, según
Borges, se divierte, construye laberintos donde se dan
cita diálogos y asuntos que sólo el lector avezado puede
desentrañar.
Hay otros personajes absolutamente desconocidos,
incluso para su autor. Su madre, por ejemplo. Ese enigma
a través del que el autor trata de encontrar un punto en
común. El hijo que nunca vio a su madre besarse con
su padre; que no recibió caricias (aunque tampoco pe-
llizcos ni nalgadas) de ella; a quien un día él le obsequió
un par de peinetas y ella le respondió: “ya tengo”. Una
madre que le dio “leche, no miel”; que le brindó “su pre-
sencia, no los latidos de su corazón”, y en la que ahora,
en la vejez, él se descubre casi idéntico.
Desde que Tom Wolfe inventó aquello de “no fic-
ción”, como si tal cosa fuera posible, convenció con más
o menos éxito a muchos de que de verdad es posible se-
parar espacios, géneros, hablar de una memoria no cons-
truida; creer en las identidades fijas. Pero en una época
nómade como la nuestra me parece que es ahí donde
radica —tema que dejo para otra ocasión— el centro
del debate.
Me gusta que un periodista que cree en las diferen-
cias tajantes entre un género y otro haya escrito estos dos
volúmenes. Me alegra que un novelista haya acudido a
las técnicas periodísticas para hacer de la realidad un
mundo audazmente imaginativo y perfectamente posi-
ble. Porque a través del ocultamiento de métodos urdi-
dos a lo largo de una vida destinada a la literatura, de-
muestra no sólo que la gente “es así”. Sino que si él se lo
propone, habrá más, mucha más gente así.
Vicente Leñero con Jorge Fons, Pedro Armendáriz y Felipe Cazals
“He logrado
ser quien
quería ser” Silvia Cherem
Al cumplir, en 2001, cincuenta años de su ingreso a la ¿Eso dicen? En 1958, casi todos ya se habían recibi-
UNAM, algunos miembros de la Generación 1951 de In- do y yo aún debía tres asignaturas y mi servicio social. La
geniería Civil —la conformaban, entre otros, Cuauhté- más difícil era estructuras hiperestáticas que a las siete
moc Cárdenas y Vicente Leñero— deseaban, entre los de la mañana impartía Heberto Castillo. Su clase era un
proyectos y festejos, dejar unas memorias. Se las pidie- suplicio y yo prefería sentarme hasta atrás a leer a Ches-
ron a Leñero, y él, con el empeño de librarse, espetó: terton. Un día Heberto me pasó al pizarrón y, furioso,
“Que las haga la hija de Cherem”. se desorbitó ante mis tartamudeos. Incapaz de respon-
Aproveché el gesto y le llamé a Leñero: “Acepto con derle sobre el momento de inercia, se burló de mí: “Si
una condición: que tú accedas también a que te entre- quiere ser ingeniero, vuelva a empezar desde primero”.
viste a fondo”. Durante cuatro o cinco años, por timi- Fui uno más de las decenas de estudiantes que mal-
dez y por sentirse marginal, titubeó e intentó zafarse. trató y expulsó de su clase. Terminé la carrera a pesar de
Lo suyo era evitar los reflectores, pero, al fin y al cabo, Heberto, a quien volví a ver en Excélsior. El líder y preso
ante mi necedad y por corresponder a mis lecturas de político del 68 no me recordaba. Cuando Julio Scherer
prácticamente todo su trabajo, entre 2005 y 2006 ad- le contó que me había reprobado, sólo dijo: “Yo era un
mitió encuentros semanales en los que juntos recons- déspota, creo que ahora me he humanizado”.
truimos sus días.
El texto que aquí presentamos es sólo un fragmento Estela es mucho más que tu compañera. Quizá fue la for-
de lo que próximamente se publicará como libro para taleza que necesitabas para crecer y desprenderte de la in-
honrar a Vicente Leñero, pilar de la literatura mexica- geniería y de las expectativas de tu familia...
na del siglo XX, una columna totalizante que innovó en A pesar de que ambos éramos mochos, ella era de
el periodismo, la dramaturgia, la novela y el guión ci- un temperamento mucho más liberal y abierto que yo, y
nematográfico. la psicología le permitía entender los vicios que traíamos
cargando como un lastre. Cuando llegamos de Acapul-
A pesar de que querías ser escritor, terminaste ingeniería co, donde pasamos nuestra luna de miel en 1959, con
en la generación de Cuauhtémoc Cárdenas. En Los pe- su ayuda tomé la decisión de dejar la ingeniería.
riodistas cuentas que Heberto Castillo, con fama de genio Mi papá le pedía a Estela que me convenciera de que
y de ogro, daba la clase más difícil y te ponía de ejemplo de era un craso error, insistía en que las letras podían darme
estudiante indolente. Tus compañeros de generación cues- fama, pero no dinero. Ella hacía todo lo contrario, me de-
tionan que hayas sido perezoso; por el contrario, dicen que cía: “Si lo que quieres es ser escritor, pues órale, no te
fuiste uno de los alumnos más destacados. detengas”. Yo trabajaba entonces en una compañía de
instalaciones sanitarias, un trabajo que detestaba.
Háblame de José Agustín y de Gustavo Sainz, colaborado- ¿Cómo llegas a director de la revista?
res de Claudia y miembros de la Onda, una generación Spota quería aumento y en lugar de ir a pedirlo, se
literaria que nacía entonces... presentó con De Angeli afirmándole que tenía un “im-
Eran chamacos de veintitantos años que escandali- portante” ofrecimiento de una agencia de publicidad. De
zaban, no los soportaba ya nadie en la revista por rela- Angeli le deseó suerte y me ofreció la dirección. Acepté
jientos e incumplidos. Gustavo Sainz aprovechó el tiem- a regañadientes, no sólo porque al fin y al cabo se trata-
po libre en Claudia para escribir Gazapo y José Agustín ba de “una revista de mujeres”, sino porque no me gus-
para completar De perfil. En perspectiva, ellos fueron a taba dirigir absolutamente nada.
la novela mexicana de los sesenta, lo que Jorge Ibargüen- Al poco tiempo llegó Carlos Andaló, un periodista
goitia y Héctor Mendoza fueron una década antes al argentino de la editorial Abril, con intenciones de su-
teatro mexicano. pervisar y renovar la revista. Se la pasaba dándome in-
En este mismo tenor, siguió El juicio en 1971, donde alu- En Redil de ovejas exhibes a los feligreses como un re-
des a ese mesianismo que viviste en la Acción Católica y por baño manipulable, dispuesto a vengar el orgullo de los
el que tanto admiraste a León Toral. cristeros y empuñar las armas en defensa del dogma más
No sé si resulte una falta de respeto hacia el juego-cien- fensa de su Rey trifásico. Por lo tanto, necesita ubicar la
cia hablar de fanáticos del ajedrez para afirmar que Vi- historia de un teatro ya propiamente llamado mexica-
cente Leñero es uno de ellos. En realidad es mucho más no para repensar desde ahí la defensa del texto dramá-
que un simple fanático, es un espléndido jugador y para tico, la defensa de la dramaturgia mexicana y la defensa
comprobar que se lo toma muy en serio basta leer sus más del realismo.
recientes novelas en las que da un papel prácticamente Con este objeto, la primera parte de este libro que
protagónico a tableros, jugadas, jaques y problemas. Leñero ha dividido en tres grandes apartados lleva por
Como sea, puedo afirmar sin temor a equivocarme título “Indagaciones teatrales” y contiene, a su vez, “Tea-
que Leñero ha visto siempre el mundo, tanto de su na- tro y autores del siglo XIX” y “El Insurgentes: un teatro
rrativa como de su dramaturgia, como en un tablero de nuevo para la nueva ciudad”. Dos momentos funda-
ajedrez. Seguramente me he dejado llevar por el dato cionales, el de México como nación y el de México co-
biográfico de un título profesional que casi nunca ha mo un intento de modernidad, en los años cincuenta
ejercido cuando he escrito sobre la construcción dramá- del siglo pasado. Calibramos cotidianamente todos los
tica que utiliza en algunos textos como la de un inge- mexicanos el resultado de ambos momentos por cuan-
niero: es la de un ajedrecista y está llena, por lo tanto, de to los sufrimos y, también, los reconstruimos cotidia-
la exactitud matemática que le he admirado siempre. namente. Las “Indagaciones teatrales” suponen, pues,
Y este libro, que es sobre teatro aunque no es por un esfuerzo histórico-crítico de acercamiento a dos mo-
completo teatro, también tiene la factura de un ajedre- mentos del teatro mexicano capaces por sí mismos de
cista. Sobre el tablero hay textos que van desde 1982, o definir el devenir del teatro.
sea de hace un poco más de treinta años y textos de hace Algunos defendemos la mexicanidad de Juan Ruiz
un par de años. Todos, sin embargo, apuntan a la de- de Alarcón y de Sor Juana Inés de la Cruz que otros
fensa de su pieza principal: su Rey. Un Rey que entien- consideran parte de la literatura española. Tenga quien
de como deidad trifásica, auténticamente trinitaria. Me tenga la razón, el golpe que propinó la llegada de los
refiero a que el juego-ciencia de Vicente Leñero supone Borbones al trono de España tras la muerte de Carlos II
la defensa al mismo tiempo del texto dramático, de la el Hechizado en 1700, cinco años después de la muerte
dramaturgia mexicana y del realismo. Tres aspectos de Sor Juana, supuso un corte definitivo en la literatura
que él ve reunidos en su pieza central. en lengua española, tanto de la metrópoli como de las
Y como lo demuestra en los textos tanto teóricos co- colonias. Fue el fin del barroco y el inicio de un neoclá-
mo histórico-críticos que tiene en sus manos el lector sico sin ninguna brillantez ni en las letras ni en al arte
de Escribir sobre teatro, Vicente Leñero no piensa nunca en general, que comienzan a reponerse hasta el siglo XIX.
doblar a su Rey. Ni siquiera aceptar que el juego quede Por ello es perfectamente válido que Vicente Leñe-
en tablas. Jugará y seguirá jugando, limpiamente siem- ro vea el panorama de lo que ya podemos llamar pro-
pre, en defensa de los tres aspectos señalados. piamente dramaturgia mexicana a partir de un México
Para continuar, y más para explicar su juego a los neó- independiente y convertido ya en un intento de nación.
fitos, necesita ver completo el tablero y reconstruir el A ello dedica el primer texto de Escribir sobre teatro:
inicio. Saber desde dónde y cómo llegó a la última de “Teatro y autores del siglo XIX”, originalmente escrito
las jugadas que ha dado hasta este momento en la de- en enero de 1993 y que fuera publicado en Teatro me-
EL TEATRO EN EL TABLERO | 29
xicano, historia y dramaturgia, tomo XVII, coordinación de los vaqueros que se lanzaron al antiguo Oeste en el
de Héctor Azar. país vecino.
No voy a comentar todo el texto, inteligente, ente- El lector seguirá las peripecias de un edificio cons-
rado, que permite a cualquier estudioso conocer esta truido en lo que entonces eran las afueras y que todavía
etapa de nuestro teatro. Sólo quiero subrayar cómo Le- se alza orgullosamente hoy en la avenida que le dio su
ñero ya jugaba sus piezas de ajedrez desde hace veinte nombre, ya en plena Ciudad de México. Mucho de
años, con un mismo fin, la defensa y el triunfo de su Rey. nuestro mismo ser nacional está en la riqueza, las con-
Como un simple ejemplo entre muchos a los que podría tradicciones insalvables y las paradojas de un teatro cons-
acudir, en referencia a la obra El pasado, de Manuel Acu- truido para un director socialista y tan poco interesado
ña, narra el entusiasmo de Ignacio Manuel Altamirano en lo comercial como Seki Sano, quien nunca subiría
ante “la preocupación realista del dramaturgo”. Inclu- siquiera a ese escenario. Paradójicamente el teatro lle-
sive cita al propio Altamirano cuando en una crónica garía a convertirse en lo más cercano a una mina de oro,
afirmara que Acuña no había tenido necesidad de sobre todo en manos de esa auténtica leyenda que fuera
Manolo Fábregas, actor, director, exitoso empresario y
inventar una fábula inverosímil, intrincada y repugnan- él mismo constructor de teatros.
te. No: el asunto era de una verdad innegable, el estilo También como un simple ejemplo del juego de fi-
sencillo y noble, los caracteres copiados del natural, las chas de Leñero, me gustaría guardar esta referencia a la
peripecias encadenadas lógicamente, el desenlace triste, figura de Manolo Fábregas, a quien reconoce amplia-
pero el único. mente pero quien, nos subraya,
Y en homenaje a esta obra del malogrado poeta al que también recibía críticas. Sobre todo de los dramaturgos
casi nadie conoce como espléndido dramaturgo y que hoy mexicanos por desdeñar las obras nacionales. Pero él po-
apenas es recordado por su Nocturno a Rosario, Leñero nía oídos sordos y continuaba viajando al extranjero para
subraya tanto su realismo como su mexicanidad: averiguar qué comedia jalaba público allá.
el tratamiento de Acuña busca la verosimilitud en las Como hemos venido comprobando, los textos que
acciones, la credibilidad de los diálogos y, sobre todo, la conforman este libro fueron escritos en distintas oca-
ambientación de un entorno local. A diferencia de otros siones, con años de diferencia y con muy diversos objetos,
dramaturgos contemporáneos, Acuña se empeña en ha- pero al momento de reunirlos, el autor les da un lugar
cer una obra mexicana: escenifica una fiesta en San Cosme, y un objetivo, alejados ambos de lo cronológico, pero
hace referencias al periódico El Siglo XIX y critica en boca que tengan sentido en el tablero de los largos años de su
de sus personajes y con la tesis misma del drama los con- juego de ajedrez. Un sentido que explique las defensas,
vencionalismos morales de la sociedad mexicana. los ataques y la gran cantidad tanto de jugadas como de
jaques en contra de quienes llevan las piezas contrarias.
Para cerrar el primer capítulo de Escribir sobre teatro Aquellos que buscan acorralar a su Rey, esto es, tanto
refirma, en el “Colofón”, una de sus constantes preocu- al texto dramático, como a la dramaturgia mexicana o al
paciones: realismo.
Por ello, la segunda parte de Escribir sobre teatro lle-
Como en tantas otras épocas en la vida de México, la va como título “Sobre dramaturgia”, y está formada por
lucha de los dramaturgos nacionales por conseguir que tres capítulos: “En defensa de la dramaturgia”, “El texto
sus obras se montaran en los coliseos de la capital y del dramático en la polémica de la teatralidad” y “La Nueva
país fue el dato dominante de este periodo de actividad Dramaturgia Mexicana”. No sólo por formar parte del
teatral. centro de Escribir sobre teatro, sino porque en estos tres
capítulos queda elaborada con toda nitidez la teoría dra-
El segundo capítulo corresponde a “El Insurgentes: mática de Vicente Leñero. Podemos definirlos como el
un teatro nuevo para la nueva ciudad”, publicado ori- corazón del libro. Contradicen la cronología porque se
ginalmente en El Teatro de los Insurgentes, en 1993, por ha venido jugando en el tablero tanto en diagonal como
Ediciones El Milagro. Se trata de un texto largo e his- de frente, con brincos de los caballos y con enroques.
tóricamente impecable que, mientras cuenta la vida de Su texto teórico seguramente más importante y, por
un edificio teatral, traza un auténtico mural de cómo otra parte, el más cercano en el tiempo es “En defensa
esos “cachorros” de una revolución que se había bajado de la dramaturgia. Discurso de ingreso a la Academia
del caballo para volverse “institucional” se lanzaron, en Mexicana de la Lengua”, de 2011.
los años cincuenta del siglo XX, hacia el sur de la Ciu- Su lectura y su estudio darán mucho que hablar a
dad de México con furia y ambiciones parecidas a las quienes no lo leyeron en la Revista de la Universidad de
EL TEATRO EN EL TABLERO | 31
año con año los foros del país son programados con ci- volver al teatro mexicano la oportunidad de hablar de lo
clos de obras extranjeras y clásicas sobrerrepresentadas mexicano.
hasta la desesperación…
En 1982, prácticamente treinta años antes de su “Dis-
Pero no se queda en la crítica acerba y señala que curso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua”,
también se ha venido construyendo un movimiento a Leñero escribió otro texto, este para la Revista Escénica,
nivel global, con el título de “El texto dramático en la polémica de
la teatralidad. Un punto de vista en la revisión de los
con la mirada puesta en el foro. A él se sumaron y se si- espectáculos teatrales del Décimo Festival Cervanti-
guen sumando los dramaturgos mexicanos. Un movi- no”. Es el texto más antiguo de los que forman Escribir
miento que insta a los directores de escena no sólo a de- sobre teatro y lo ubica inmediatamente después del an-
poner su tiranía sino a convertirse en compañeros de ruta terior para darle con ello toda la importancia teórica que
en el fascinante viaje de la experimentación... se merece. Demuestra con ello que el sentido cronoló-
gico no es el importante en su tablero de ajedrez y que
De ahí, pasa a enumerar una serie de características comiendo lateralmente, como alfil o aun como caballo,
que para él constituyen una “preceptiva” para un moder- las que deben estar claras son tanto la constancia como
no teatro de búsqueda y realista. Y concluye con lo que la congruencia con su objetivo trifásico.
es el aspecto más importante desde su punto de vista: Sólo como ejemplos de este texto, ya en 1982 seña-
laba acerca del espectáculo brasileño Macunaíma:
Sin duda se podrían precisar con mayor ahínco estas pro-
puestas que ilustran algunas búsquedas formales, pero el no solamente viola las reglas del juego limpio sino que aten-
empeño de la nueva dramaturgia, el más urgente, es de- ta contra el más simple principio de la magia teatral, [...]
Ingenioso, brillante, versátil es el espectáculo Macunaíma,
pero enorme su pobreza por lo que hace a la concepción
del texto que lo sustenta. El desdén de Antunes Filho por
la dramaturgia no queda, al fin de cuentas, impune.
EL TEATRO EN EL TABLERO | 33
a los que he venido haciendo referencia, Leñero revisa- pítulos, aun cuando se marquen solamente cuatro: “Ale-
rá desde el siglo XIX hasta los miembros de este grupo a jandro Luna, hacedor de teatro”, “La dramaturgia de
lo largo de Escribir sobre teatro. Sólo quedarán fuera de Sánchez Mayáns”, “El realismo de Harold Pinter” y “Dos
su análisis algunos de los nacidos en los cuarenta que: maestros de teatro”. El caso es que este último capítulo
contiene dos textos escritos sin solución de continuidad,
integran otra generación porque su proceso formativo es con objetivos y en momentos distintos: “Tres aplausos
de alguna manera independiente; poco tiene que ver con para Rodolfo Usigli” e “Ignacio Retes, el cómplice”.
el espíritu talleril. […] Ignacio Solares, Carlos Olmos, Me interesa señalarlo porque, tomados como cinco
Hugo Hiriart, José Ramón Enríquez..., e irían mejor en el capítulos, “Gente de teatro” se abre y se cierra con capí-
grupo generacional de Juan Tovar y Willebaldo López. Al- tulos dedicados a grandes personajes de nuestra escena
gunos más lindan con la Nueva Dramaturgia (como Ale- no dramaturgos, puesto que Leñero se refiere, en Retes,
jandro Licona, Luis Eduardo Reyes), pero su clasificación al director que lo ha acompañado en sus grandes aven-
encaja en una “generación” siguiente, con David Olguín, turas teatrales y no al autor de Una ciudad para vivir,
Estela Leñero, Luis Mario Moncada… Viento Sur o Los hombres del cielo.
El primero de los textos es la “Introducción” al libro
Generación y autores a la espera de una continuación Alejandro Luna: escenografía, coeditado por Ediciones El
de Escribir sobre teatro. Milagro, Conaculta, el INBA y el Cervantino, en 2001.
Aparte del recorrido por una serie de autores funda- El último es el discurso de Leñero en el homenaje que
mentales para la dramaturgia de las últimas décadas de se le tributó al maestro Ignacio Retes en 1995. Es inte-
nuestra escena, me gustaría destacar de este texto la defi- resante que el dramaturgo reconozca plenamente en ellos
nición y toma de partido de Vicente Leñero por el con- la necesidad de una labor de conjunto. Sin los diversos
cepto y “el espíritu de taller” como enriquecedora alterna- elementos que lo conforman no hay hecho escénico y el
tiva a los formalismos de la docencia y como superación dramaturgo multipremiado, con toda honestidad, ge-
cualitativa a las carencias y la soledad del autodidacta. nerosidad y verdad puede decir de Retes en el último
Para él, los autores de la Nueva Dramaturgia capítulo de su Escribir sobre teatro:
surgieron en realidad —y esa es, mayoritariamente, su De Retes aprendí que el teatro es para ahorita en las con-
única coincidencia— de los talleres de dramaturgia, res- diciones en que pueda realizarse: ideales o adversas; ad-
ponsables no sólo de la formación básica de los talleristas, versas, desde luego, casi siempre. Así me lanzó con él a su
sino de su vinculación al ambiente teatral y del conse- aventura y en esa aventura conocí en Retes a un capitán
cuente salto a los escenarios, indispensable para la verifi- valiente que sabía navegar en aguas turbulentas y sacar
cación de sus primeros trabajos. adelante, hasta llegar al puerto, cada obra, cada idea, ca-
da intento por hacer que el teatro sea.
Y subraya, a su vez, que
Los capítulos que quedan en medio de estos dos vuel-
el sistema del taller, como método práctico para la for- ven a analizar dramaturgia y dramaturgos. Al referirse
mación de literatos, fue implantado orgánicamente en a Fernando Sánchez Mayáns, en su texto para Voz Viva
nuestro país por el Centro Mexicano de Escritores, y lle- de México, de 1988, revisa también a la generación a la
vado a su culminación por Juan José Arreola en la década cual pertenece, la de los discípulos de Salvador Novo y
de los cincuenta. […] Trasladados al área del teatro por Rodolfo Usigli: Sergio Magaña, Emilio Carballido, Lui-
maestros que conocían o habían vivido el sistema, los ta- sa Josefina Hernández, Jorge Ibargüengoitia y Héctor
lleres de dramaturgia dieron un giro radical a la enseñan- Mendoza, entre los más reputados. Por ello decía yo
za teatral que se impartía en México, principalmente en líneas arriba que el panorama de la dramaturgia mexi-
la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. La célebre cana desde el siglo XIX hasta el grupo que se conforma
clase de dramaturgia de Rodolfo Usigli, importada de la en torno a la Nueva Dramaturgia queda bien estableci-
Universidad de Yale y que formó a una buena parte de do en el tablero de Escribir sobre teatro.
los dramaturgos de la generación de los cincuenta, privi- Tras el análisis del realismo en Harold Pinter y su res-
legiaba el estudio de los géneros, de las teorías dramáticas cate de manos de quienes lo señalen como autor del ab-
y del análisis teórico de texto y personajes, sobre el traba- surdo, ambos temas de fundamental importancia para
jo machacón de los alumnos en el desarrollo de sus pro- una de las fases del Rey al cual defiende, el realismo, vuel-
pias obras. ve con la dramaturgia mexicana a dar “Tres aplausos para
Rodolfo Usigli”. Y concluye su texto de 1985, para el bo-
“Gente de teatro”, la tercera y última parte de Escri- letín del CITRU, con estas palabras que suponen mucho
bir sobre teatro, está formada, en realidad, por cinco ca- más que un homenaje. Suponen el proyecto o, mejor, la
estafeta que Leñero recoge de Usigli y traslada a las ma- que, precisamente por serlo, se convertían también en
nos de las nuevas generaciones que defiendan una dra- sus alumnos. Mucho más cerca de Platón y del Jardín
maturgia mexicana como él mismo la entiende: de Academo está Leñero que del concepto burocratizado
y tan poco enriquecedor del típico docente. Antes de
Desde luego, Usigli fue el único que concibió un proyec- que la Academia Mexicana de la Lengua lo llamase a
to para un teatro nacional definido por esas tres obsesio- ocupar uno de sus sillones, Vicente era un académico
nes: un teatro de autor, un teatro realista, un teatro polí- por derecho propio.
tico. Entendido así, Rodolfo Usigli no es culminación de Ahora, con este libro en las manos, vale la pena re-
una época sino punto de partida para una generación que flexionar en que, con los distintos volúmenes de Vivir
hoy empieza a estudiarlo y a entenderlo. Punto de parti- del teatro, Leñero ya nos había dado su propia visión de
da. No tercer acto para tercer aplauso, sino tercera llama- la escena mexicana, discutible a veces aunque siempre
da, tercera, empezamos. aguda, con la objetividad del periodista pero con la pa-
sión del protagonista. Hacía falta, sin embargo, un libro
La recuperación de diversos textos, escritos en dis- como Escribir sobre teatro que pudiera convertirse lo mis-
tintos momentos y con diversos objetivos, nos permite mo en auténtico texto para estudiantes o talleristas que
ratificar las constantes ideológicas y formales de Leñe- no tengan a Leñero a su alcance, que en obra de consul-
ro acerca de ese quehacer al que se ha entregado con ta para investigadores, maestros o generadores de ta-
auténtico fervor, la dramaturgia. Pero Leñero no sólo lleres. Siempre resulta muy importante poder conocer
ha escrito teatro y sobre teatro sino que ha sido tam- en un texto propio el pensamiento de los maestros.
bién un dedicado maestro. Lo sigue siendo hasta hoy Porque este libro puede llenar esos cometidos he in-
cuando se ha retirado de la dramaturgia para escribir sistido en el juego limpio y constante de Leñero para
tan sólo narrativa. mantener vivo a su Rey. Vale la pena resaltar que Vicen-
Escribir sobre teatro es, sobre todo, el libro de un maes- te Leñero ni dogmatiza ni impone. Juega limpio sus fi-
tro, aunque nunca se ha aceptado como docente en el chas y un buen jugador siempre da la bienvenida a sus
sentido tradicional y, como hemos visto más arriba, con- contrincantes, aunque también exige tanto la entrega
trapone a los trabajos del aula la labor del taller donde como la seriedad argumental que él mismo aporta. El
el maestro es amigo, testigo, acompañante y, por su ex- ajedrez es un juego-ciencia que exige seriedad, sobre
periencia, guía. Tiene razón y no sólo hay que respetar todo cuando nada menos que el teatro mexicano se en-
esa definición sino que debemos resaltarla para que em- cuentra sobre el tablero.
pape también las labores del magisterio en las aulas. Vi-
cente Leñero está mucho más cerca del Jardín de Acade- Prólogo a Escribir sobre teatro, de Vicente Leñero, Ediciones El Milagro, Mé-
mo por el que paseaba Platón con sus amigos. Amigos xico, 2013.
EL TEATRO EN EL TABLERO | 35
“Lo que sea de cada quien”
Recuento
sin pudor
Edgar Esquivel
© Javier Narváez
En “Lo que sea de cada quien”, la columna que Vicente nalísimos, adictivos y plenos en honestidad que no es-
Leñero preparó mes a mes para la Revista de la Univer- conden los altibajos de una profesión, la del escritor
sidad de México desde febrero del 2007, su innegable polifacético, que afrontó con no poca sabiduría los con-
oficio y olfato para la buena prosa o la historia certera trastes de cada uno de los ámbitos donde se formó y
van por delante en cada una de esas entregas. dio cátedra: el periodismo, el teatro, el ajedrez, el cine,
Suma de anécdotas y pareceres originales que de- la Academia o los entresijos sublimes y vilezas de gestas
velan convicciones y otros derroteros, pero también editoriales y literarias.
retrospectivas y viñetas con frases suficientes para de- Las más de 90 entregas ininterrumpidas son el va-
cantar, como en un ejercicio nemotécnico, los estan- riopinto encuentro de figurones, o no tan así, cuyo
tes de la memoria afectiva, o no tanto, pero siempre drama “real” —interpretando al propio Leñero— se
creativa y profesional del autor de obras de teatro co- antepone a su dramaturgia posible. Una actitud, un
mo Jesucristo Gómez y las novelas Los albañiles o La vida modo de ser no es una teoría, un texto preconcebido
que se va, “Lo que sea de cada quien” es además un o un guión, tampoco es la recreación fantástica y su-
conjunto de retratos, esbozos y escenas sin pudor del perior de uno mismo. Los protagonistas en la colum-
gremio de escritores y periodistas, gente de teatro o na de don Vicente no son ni deben ser seres imagina-
del mundo editorial y la televisión, algún personaje his- dos con antelación o improvisados dentro de algún
tórico que atrapó la mirada y el recuerdo franco, sin so- lugar del pensamiento y la historia. Si “la dramatur-
lapas, de Leñero. gia es perdurable y el teatro efímero”, como afirmó el
Malicia, ironía y generosidad, perplejidad y desen- guionista de la película El callejón de los milagros, las
canto, nutren esos textos demasiado humanos, perso- notas de “Lo que sea de cada quien” son la anticipa-
Leñero:
cómo aprendí
a escribir
Felipe Garrido
Leñero a Ana Cruz Navarro: Desde niño fui un gran la de Periodismo Carlos Septién García”, obtuvo el primer
lector. Mi padre nos acostumbró a leer mucho. Lo que premio con un cuento titulado “La banqueta de mi calle”.
quería hacer desde joven era inventar historias. Al leer, Una brigada de trabajadores transforma “la vieja ban-
el lector satisface la necesidad de vivir un poco más. La queta que por años permaneciera desnuda y olvidada [...]
vida es muy limitada. La gente va al cine porque allí vi- en una elegante acera de concreto”. Para el narrador, que
ve más; vive las historias que no puede experimentar por “la ruta feliz que nos acercaba a Dios” estuviera a punto
su propia cuenta. Al escribir, el autor se asoma a mu- de ser renovada le traía de pronto “el recuerdo de mis cer-
chas vidas. Eso me gustó desde joven, y la ingeniería me canos días infantiles [...] el sabor de mis primeras ora-
enseñó a ordenar y a estructurar mis ideas. ciones, el aliento de mis ruegos estudiantiles, el temor
Me atrae el misterio del personaje; el enigma de ese inocente de mis pecados veniales [...] cuando, vísperas de
ser sobre el que escribo. De los personajes sé lo que voy viernes primero, iba a confesar travesuras, pleitos, deso-
escribiendo, pero quedan muchas cosas oscuras. Nun- bediencias”. Aquella banqueta de tierra sabía “el pulso
ca llego a saberlo todo. de mis faltas y el arrepentimiento que siempre las acom-
pañó. A ella antes que al sacerdote, conté [...] las veces
Leñero a Susana Garduño: La vocación literaria es un que reñí con mis hermanos, los días que desobedecí a
fenómeno misterioso. Uno lee y, de pronto, uno quiere mis padres, las innumerables ocasiones en que vencido
también escribir, y casi copiar a los autores que a uno le por la tentación llegué a tirar con todas mis infantiles
entusiasman. Yo me contagié leyendo a Verne, Salgari, fuerzas de las largas trenzas de la vecinita de enfrente.
Mark Twain. Me contagié del teatro viendo teatro. Hoy iba a quedar enterrada: un diluvio de concreto es-
taba a punto de sepultarla para siempre. Nacería otra,
Leñero estudió ingeniería, pero quería escribir, así que, al sí; más nueva, más amplia, más moderna, pero sin la his-
mismo tiempo, estudió periodismo. En 1956, el Comité Dio- toria y sin el significado que dejaba sobre mi alma la pri-
cesano de México de la ACJM organizó un concurso en el que mera”. ¿Cómo conservar ese pasado a punto de desapare-
Vicente Leñero Otero, “alumno de primer año de la Escue- cer? “Cuando los albañiles terminaron de emparejar la
última capa de cemento [...], me acerqué sigilosamen-
te; y sin que nadie me viera, con la punta de un alam-
Este texto se ha formado a partir de entrevistas de Ana Cruz Navarro y Su- bre, dibujé mis iniciales minúsculas y temblorosas...”.
sana Garduño, más De cuerpo entero, UNAM/Corunda, México, 1992; Lo-
tería, Joaquín Mortiz, México, 1996; Puros cuentos, Editores Mexicanos Uni-
“La banqueta de mi calle” fue el principio. Leñero es-
dos, México, 2004. taba apenas aprendiendo a escribir.
El último
encuentro José Gordon
Tres de los Vicentes Leñero llegan puntuales a la reu- dedicado a la ingeniería? Leñero el novelista observa con
nión. Se reconocen como si estuvieran ante un biombo aprehensión al Leñero que está sentado sin hablar con los
de espejos. Ríen al verse. Son bastante parecidos entre demás. ¿Ese es el ingeniero? ¿Sigue existiendo?
sí: casi el mismo cabello plateado, las cejas arqueadas Lo cierto es que estudió la carrera de ingeniería civil
hacia abajo, los ojos sin pretensiones que crean un dejo en la UNAM, pero hay un momento que genera una de-
melancólico, traicionado por las huellas de las sonrisas cisiva bifurcación, narrada con humor en el libro Los pe-
constantes marcadas en el rostro. Tal vez es el efecto de riodistas: en su primer trabajo le encomendaron hacer
jugar tanto dominó en la vida. unos mingitorios; cuando estos ya estaban construidos,
Uno de los Leñeros, el ingeniero, tiene el mismo aire, los hombres simplemente no podían llegar a la altura en
pero sus ojos están realmente tristes. Su respiración es que fueron colocados. Leñero se dio cuenta de que lo
pesada. Observa a los otros Vicentes desde la silla en la suyo no era la ingeniería. Al mismo tiempo, le tentaba
que se atornilló veinte minutos antes de que llegaran el mundo de la escritura. Era difícil tomar la decisión.
sus otras vidas posibles. ¿Qué era más digno: dedicarse a hacer instalaciones sa-
¿Por qué no eligió la literatura? ¿Fue tal vez el miedo? nitarias o escribir radionovelas?
De pronto entra a escena el último de los Vicentes Le- Leñero eligió el mundo de la narración de historias
ñeros que tenía que llegar a la cita. Es el novelista. Se cuando era vergonzoso entre “los cultos” escribir estos
disculpa. Se le fue el tiempo en Vips, mientras escribía libretos. Posteriormente, pasó al campo de las teleno-
sobre una servilleta una idea clave para el desarrollo de velas. Junto con Miguel Sabido, Inés Arredondo, Gua-
su narración. Al ver a los otros Leñeros suelta una car- dalupe Dueñas y Jaime Augusto Shelley formó un gru-
cajada. Es como la historia de Borges del jardín de sen- po que se llamó Escritores Asociados. Nadie se atrevía
deros que se bifurcan: a firmar con su nombre. Había mucho pudor. Así, es-
En todas las ficciones, cada vez que un hombre se cribieron la telenovela Las momias de Guanajuato. Le-
enfrenta con diversas alternativas, opta por una y eli- ñero adquiere oficio. Todo está listo para otra bifurca-
mina las otras; en la del personaje de Borges, opta —si- ción mayor.
multáneamente— por todas. Así se puede imaginar, por
ejemplo, a un hombre que tiene un secreto. Un desco-
nocido llama a su puerta. Hay varios desenlaces posi- ¿NOVELISTA O CUENTISTA? ¿LITERATURA O PERIODISMO?
bles: puede matar al intruso, el intruso puede matarlo,
ambos pueden salvarse, ambos pueden morir. Todos los El narrador solicita una beca del Centro Mexicano de
desenlaces ocurren. Cada uno es el punto de partida de Escritores para escribir cuentos pero hay una equivoca-
otras bifurcaciones, de una red que en un momento da- ción: le dan la beca para novela. Leñero quería escribir
do podría confluir. unos cuentos sobre albañiles que derivaban de su expe-
Esa es una idea que obsesiona a Leñero el novelista. riencia como ingeniero. Ramón Xirau le dice: “Escribe
En el libro La vida que se va exploró este tema. ¿Cómo como quieras y los ligas de alguna manera”. Así nace la
rebota en su vida la ficción que imaginó? ¿Qué habría novela Los albañiles que obtendría en 1963 el reconocido
pasado si en vez de elegir el oficio de escritor se hubiera Premio Internacional Biblioteca Breve de Seix Barral.
© Barry Domínguez
penetrante de la realidad. Una de las claves es la recrea-
ción de las atmósferas, el retrato que revela el mundo
interno de su interlocutor. Al narrar una plática con
Carlos Salinas de Gortari, Leñero habla de los ojos del
entonces mandatario que de pronto se convierten en
alfileres cuando el escritor rechaza un soborno que in-
tenta ser políticamente sutil pero que es a la vez terri-
blemente burdo: “¿Qué hacemos para trascender a Julio
Scherer?”. Leñero conoce el peso exacto de las palabras.
Tiene el oído para registrar las intenciones sin faltar a
lo puntualmente correcto.
Leñero el novelista sonríe. A veces no sabe, como
en un espejo, en dónde termina él y en dónde empie-
za su cuerpo de periodista. El autor de novelas, como
Redil de ovejas, Estudio Q, El garabato y Asesinato, abre-
va en la precisión que requiere el mundo periodístico.
Si quiere hablar —para efectos literarios— de unos pá-
jaros negros de Guanajuato que parecen cuervos, no
descansa hasta que encuentra la palabra justa: se lla-
man zanates. Leñero el novelista reconoce con humil-
dad que el mundo periodístico le permite suplir lo que
podría faltarle en imaginación. No es casualidad que su
exploración teatral en obras como Pueblo rechazado, El
martirio de Morelos o ¡Pelearán a diez rounds!, tenga raí-
ces documentales. Más que inventar, Leñero el dra-
maturgo hace un reportaje de la realidad que, sin em-
bargo, no deja afuera la imaginación que ya flota en la
vida misma. También hay que reportearla. Lo mismo
sucede en su encarnación como guionista de cine o en
sus adaptaciones, como en el caso de la cinta El crimen
EL ÚLTIMO ENCUENTRO | 45
Entre la fe
y la parodia
Juan Pellicer
A la luz de su parentesco directo con los textos a cuya Vicente Leñero: tan dramaturgo como narrador y co-
imagen y semejanza fueron creadas, intento articular mo periodista. Ninguno de los tres géneros predomina
algunos comentarios sobre dos novelas de Vicente Le- en su vasta obra: los tres a la par, tanto por la cantidad
ñero, a fin de comprobar su significativa ubicación en cuanto por la excelencia de su factura. Y antes y después
un espacio marcado por la fe y la parodia. —consecuente siempre— está su fe de católico de iz-
En el paisaje de las letras mexicanas modernas, la quierda según su propia confesión: “La fe ha sido siem-
generación de los narradores nacidos en la década de pre el más potente de mis motores literarios” (2003, p.
los años treinta ilumina el mediodía y el crepúsculo del 121). A partir de la lectura de su obra, entiendo su fe en
siglo XX. Nombres de autores cuya sola mención evoca, el sentido de creencia en las enseñanzas de la Biblia,
como los nombres de ciertos lugares, las imágenes en- particularmente en las de los evangelios.
trañables de toda una época: Juan García Ponce, Juan Dos textos narrativos suyos, acaso los más inspira-
Vicente Melo, Salvador Elizondo, Sergio Pitol, Vicen- dos por su fe, El Evangelio de Lucas Gavilán (1979) y
te Leñero, Elena Poniatowska, Julieta Campos (cubana El Padre Amaro (2003), han resultado óptimos obje-
y también mexicana), José de la Colina, Fernando del tos de estudio para trabajar con mis estudiantes uni-
Paso, Carlos Monsiváis, Margo Glantz, José Emilio Pa- versitarios a la hora de nuestras mesas de disección que
checo (más poeta que narrador, pero notable narrador), es cuando exploramos el cuerpo de la narración y sepa-
Arturo Azuela, Aline Pettersson, Gustavo Sainz. En sus ramos con el bisturí de la lectura, órgano por órgano,
páginas vive el aliento juvenil que los caracteriza y dis- pieza por pieza, y los observamos y auscultamos, iden-
tingue, aliento animado por la curiosidad y la experi- tificamos las circunstancias que rodearon a la creación,
mentación, con frecuencia rebelde y audaz, irreverente todo bajo las luces y el instrumental de cuantas teorías
y antisolemne, aliento siempre crítico y, siempre tam- sean accesibles y adecuadas, por supuesto, para cada
bién, regido por la cabal destreza del oficio. Crecen a la operación.
luz y a la sombra de la novela de la revolución, del mu- Cuando llegamos a ese cruce de caminos donde los
ralismo y de los Contemporáneos, y también a la luz y textos se encuentran para que el significante del nue-
a la sombra de los magisterios de sus mayores: Alfonso vo texto, es decir, su discurso, cobre mayor elocuencia,
Reyes y Octavio Paz, Juan José Arreola y Juan Rulfo.1 recurrimos a las reflexiones teóricas sobre intertextua-
Seguramente porque su vocación literaria se desbordó, lidad y, dentro de ese campo general, al específico ám-
son narradores todos ellos ejercitados a menudo también bito de la parodia. Entonces, para comprobar la eficacia
en las lides vecinas del drama, del ensayo, del periodis- de los instrumentos proporcionados por la teoría, estas
mo y de la lírica. Forman ellos una generación cuyo ca- dos novelas de Leñero caen como anillo al dedo. El Evan-
racterístico aire juvenil invariablemente los ha acom- gelio de Lucas Gavilán es una reescritura (no en el senti-
pañado indiferente a los inexorables avances de la edad. do de corregir sino en el de escribir de nuevo), versículo
Cierto, todos siempre jóvenes, pero el perfil de cada por versículo, del Evangelio de san Lucas, trasladado a la
uno, por supuesto, distinto. Singular como lo es el de Ciudad de México de nuestros días. El Padre Amaro es
una reescritura, también, de El crimen del Padre Amaro
1 Sin olvidar el contexto literario de las letras hispánicas de la épo- (1875), la novela de José Maria Eça de Queirós, trasla-
ca, desde los ismos de la posguerra hasta el Boom. dada de Leira a la provincia mexicana actual, que relata
ENTRE LA FE Y LA PARODIA | 47
bre vecindad donde nació Jesucristo y en el hotel de paso
donde llevan a María después del nacimiento; si en aquel
entonces Jesucristo crecía llenándose de sabiduría, aho-
ra lo hace en una escuela rural; la visita al Templo de
Jerusalén, por las fiestas de la Pascua, donde Jesús se
pierde y lo encuentran discutiendo con los sacerdotes
se traslada a la peregrinación a la basílica de la Villa de
Guadalupe; la fecha de la predicación de san Juan Bau-
tista se registra durante el imperio de Tiberio César, sien-
do procurador de Judea Poncio Pilato y pontífices Anás
y Caifás, en tanto que la novela se refiere a la época de
los últimos años del sexenio presidencial del licenciado
Luis Echeverría Álvarez o en los primeros del licencia-
do José López Portillo, siendo arzobispo primado de Mé-
xico Miguel Darío Miranda, a quien sucedió en el cargo
Ernesto Corripio Ahumada; la región del Jordán apa-
rece trasladada a los pueblos de los alrededores de la
zona metropolitana del Distrito Federal; Herodes, el
tetrarca de Galilea, reaparece como el cacique Horacio
Mijares; las sinagogas se vuelven iglesias; los pescado-
res, pepenadores; el vino, pulque; las muchedumbres,
sindicatos, ligas agrarias y ejidatarios; los fariseos, em-
presarios y curas; los escribas y legistas, intelectuales,
profesores de teología y “empresarios” de la religión; si
Herodes decapita a san Juan Bautista, Horacio Mijares
le aplica la ley fuga; los cinco panes y los dos pescados
de la multiplicación se convierten en tortillas, nopales,
tlacoyos y quesitos; el episodio de la curación del epi-
léptico se traduce en la aceptación del homosexual; en
el relato del rico malo y Lázaro el pobre, Abraham en-
carna en Emiliano Zapata y los ángeles en los zapatis-
tas;3 Jesucristo pedía que dejaran que los niños se acer-
rós en El crimen..., reaparece en la caracterización de los caran a él, y ahora hasta juega con ellos una cascarita de
sacerdotes de ambas novelas de Leñero y en las trage- “fut”; la expulsión de los mercaderes del templo ahora
dias con las que ellas concluyen. Lo que quiero apuntar tiene lugar en una iglesia de Las Lomas donde Jesucris-
es que la lectura de las novelas revela las corresponden- to arma un gran alboroto acusando a sacerdotes y fieles
cias en las que se cifra su propio significado, es decir, el de haber convertido los templos en tumbas de Dios, en
de las novelas. Por lo que se refiere a El Evangelio..., la salones de modas y en sucursales bancarias; a los escri-
correspondencia entre los textos es perfectamente si- bas, el iracundo Jesucristo los identifica hoy con los sa-
métrica en cuanto a la numeración, al tema y al espíritu cerdotes burgueses, empleadillos de los poderosos; en la
de cada capítulo y grupo de versículos, pero no por lo última cena sirven pozole y pambazos; el Monte de los
que se refiere a la letra y a su extensión. La economía Olivos se transforma en el parque Lira; en el tormento
poética del texto evangélico se sacrifica, en aras de la le aplican a Jesucristo Gómez la picana eléctrica; cami-
actualización liberadora, en el caudaloso torrente del no del campo militar agoniza y muere en una camione-
de Leñero. Cito algunos ejemplos: el ángel Gabriel de ta de la policía; en lugar de enterrarlo en un sepulcro
la anunciación ahora aparece como la comadrona doña en el que nadie había sido puesto todavía, lo depositan en
Gabi; la oración Magnífica se traduce en la canción del una fosa común del Panteón de Dolores; el ángel, con-
agrarista; el desierto donde operaba san Juan Bautista vertido en sepulturero, les informa a las mujeres que
se localiza hoy en la frontera con los Estados Unidos buscan la tumba de Cristo, que esos hombres no mue-
adonde el Bautista de hoy había pasado de bracero; Je- ren nunca, que siguen cada día con más vida.
sucristo y su padre, ayer carpinteros, hoy resultan alba-
ñiles; los pastores y los ángeles que visitaron al recién 3 Se trata obviamente de los zapatistas de la época de la Revolu-
nacido en el pesebre de Belén son las prostitutas que ción; los nuevos zapatistas, los de Chiapas, aparecieron quince años
ahora acompañan a la familia en los lavaderos de la po- después de que se publicó la novela de Leñero.
ENTRE LA FE Y LA PARODIA | 49
No voy a discutir si estas novelas pueden clasificarse elementos, con una finalidad determinada. Tradicional-
como antirreligiosas o anticlericales. A mi juicio, su pro- mente, la parodia se ha vinculado a la ironía pues ambas
pio naturalismo las define como implícitas críticas a des- alteran el proceso normal de la comunicación al desdo-
viaciones religiosas, a conductas tipificadas por la ley blar un significado encubriéndolo para, paradójicamen-
como delitos y/o reprobadas por la moral. Lejos de jus- te, mejor revelarlo. También es cierto que casi siempre
tificar la conducta y los crímenes del Padre Amaro, tan- se asociaron ambas con la burla.
to la novela de Eça como la de Leñero los condenan sin Pero no siempre hay burla en la parodia. Efectiva-
lugar a dudas. Pero pienso también que la fe cristiana mente, Linda Hutcheon lo demuestra al analizar y co-
no necesariamente está en la Iglesia. El asunto merece- mentar la parodia que James Joyce ejecuta en su Ulises
ría estudio aparte. Lo que me importa advertir aquí al recrear a Penélope en Molly por medio de paralelis-
son los problemas, las situaciones y las ideas del Méxi- mos e inversiones sin que el texto del novelista irlandés
co actual, que Leñero injerta en la historia original de se burle del de Homero. Esto le permite a Hutcheon afir-
Eça de Queirós. Me refiero al narcotráfico y al lavado mar que la parodia es, sí, una suerte de imitación pero
de dinero, a las limosnas provenientes de esos dineros, no siempre para burlarse del texto parodiado y concluye
a la complicidad del gobierno y de la alta jerarquía ecle- citando a Thomas Greene: “Toda imitación creadora
siástica por lo que toca a la corrupción del poder, a la mezcla un rechazo filial con un cierto respeto, igual que
crítica que implica el pensamiento liberador de uno de toda parodia rinde su oblicuo homenaje” (pp. 6-10).
los jóvenes curas, compañero de Amaro, y al aborto. En las parodias de Leñero hay inversión —que en-
La lectura de estas relaciones entre cada una de las no- tiendo aquí como el traslado de una realidad cultural,
velas de Leñero y los textos que las inspiraron recuerdan histórica y geográfica a otra— pero hay, a mi juicio y so-
el contrapunto musical y dan fe del parentesco entre cada bre todo, fe, homenaje y complicidad en vez de burla.
una y su modelo. En efecto, la lectura de cada una de esas Además, estas de Leñero pertenecen al tipo de paro-
novelas se desarrolla a lo largo de la convergencia de dia que parece ajustarse a la propia etimología de la pa-
dos relatos que se van vinculando por medio del contras- labra pues en griego el prefijo “para” significa tanto “con-
te; los eventos de cada texto se corresponden en forma tra” como “al lado de” o “paralelamente”;5 es decir, que
recíproca a la vez que contrastante, como sucede en la hay contraste, oposición, pero también semejanza y pa-
música con las voces o líneas melódicas del contrapunto ralelismo. Se trata de imitación por medio del contra-
que cantan distintamente un tema. Este parentesco pasa punto que distanciando al texto parodiado del que paro-
a formar parte del significante (discurso) pues completa dia, los acerca. Si hay irreverencia, hay también homenaje;
la expresión del significado del nuevo texto. Es decir, po- en el caso del evangelio, hay algo más que un homena-
dría leerse El Evangelio de Lucas Gavilán sin siquiera te- je: es testimonio de la fe del autor mexicano; en el caso
ner noticia del de san Lucas como también es concebible de Amaro, es un evidente homenaje a la mayor gloria de
la lectura de El Padre Amaro sin conocer la novela de Eça las letras portuguesas del siglo XIX. La complicidad de au-
de Queirós, pero serían lecturas incompletas. tores y textos se presenta en una “síntesis bitextual”.
Lo que quiero decir es que el nuevo texto cobra ca- Además del distanciamiento y del desdoblamiento,
bal significado cuando su lectura revela el parentesco. la parodia revela relatividad (en tanto que la parodia es
Son numerosos los tipos de parentescos transtextuales imitación y creación a la vez) e intercambiabilidad. Bien
que han sido tipificados por la teoría, sobre todo a par- puede asociarse la parodia con la literatura carnavaliza-
tir del estructuralismo. Es en esta clase de relaciones, da tal como la plantea Mijail Bajtin6 quien sitúa el ori-
advierte Gérard Genette, donde puede cifrarse la poé- gen de este tipo de literatura durante el helenismo cuan-
tica de un texto literario. En efecto, el teórico francés do varios géneros se unieron formando el ámbito de lo
apunta que el objeto de la poética es el fenómeno de la serio-cómico. Esto provocó una nueva perspectiva de
transtextualidad o trascendencia textual, trascendencia la realidad unida con el folclore carnavalesco, un modo
que el propio Genette define como “todo lo que pone de entender la relatividad del significado del mundo y
al texto en relación, evidente o secreta, con otros tex- su posible pluralidad de significados. La vitalidad de esta
tos” (p. 1). perspectiva estimuló la creatividad. En efecto, dentro de
A primera vista, las dos novelas de Leñero aparecen lo serio-cómico pudo el pasado —mitos y leyendas, dio-
como parodias. Como sabemos, la parodia es sólo una ses y héroes— convertirse en un vivo presente de seres
de las muchas expresiones (que van desde el penalmen- contemporáneos, como pasa con estos textos de Leñero.
te tipificado plagio hasta las citas, las alusiones, las imi- Convertido el carnaval en literatura, esta pudo refle-
taciones, las variaciones temáticas, etcétera) por medio jar la vida volteada al revés, al derecho y al revés simul-
de las cuales se verifican estas relaciones transtextuales.
En la parodia se imita un texto, repitiéndolo, apropián- 5 Ver Hutcheon, p.32.
doselo, con frecuencia invirtiendo simétricamente sus 6 Ver Bajtin, pp. 106-127.
ENTRE LA FE Y LA PARODIA | 51
Vicente
Leñero y la
Misericordia
Francisco Prieto
los compromisos adquiridos. Si cuando el golpe contra Pues bien, Vicente Leñero ha sido el mayor experi-
Excélsior no pudo dedicarse a escribir porque éticamen- mentador y creador de técnicas narrativas de nuestra
te debía permanecer al lado de Scherer y de los compa- literatura —a su lado estarían Rulfo, Fuentes, Elizon-
ñeros despojados, dar una larga batalla que sería decisiva do, Del Paso, Daniel Sada, entre los jóvenes, Ignacio
para ganar, con la sociedad civil, la libertad de expre- Padilla— pero, también, un escritor con un universo
sión y de publicación, si a lo largo de casi toda su vida propio. La experiencia poética en que nos sume su obra
publicó un sinnúmero de reportajes, entrevistas, artícu- tiene que ver con la violencia seca que estalla contra la
los de fondo, si se entregó en cuerpo y alma en la redac- estupidez de la injusticia, con el horror de darse cuenta,
ción de Proceso sin dejar de estar con los suyos, de escri- en un de pronto, de que dentro de uno y de la criatura
bir para el cine, de encerrarse en esa soledad del autor más humilde, se cuece la vivencia del Bien, la exigencia
para seguir desarrollando novelas y obras de teatro fie- de la Belleza y de una Verdad que nos trasciende mien-
les, siempre fieles a sí mismo, todo ello ha sido testimo- tras que estructuras invisibles y todopoderosas nos con-
nio de una seriedad fundamental, de eso que ha sido denan a la marginación, a la indigencia, al desamor… La
olvidado hoy día y que es la existencia auténtica. Ese paradoja de nuestras pretensiones infinitas y la realidad
combate contra las inercias, ese estar alerta a la circuns- de nuestras propias limitaciones. El horror de hacer el
tancia, a lo que hacen los demás entusiasmándose con mal a nuestros más próximos en un momento de aba-
el trabajo de los otros, ese darse tiempo para escuchar, timiento y de dejadez y presentir que pasará toda una
¡y leer!, lo que hacíamos otros habla de una generosi- vida lamentándonos de un momento que, en rigor, no
dad radical. A la estructura compacta, a un mismo tiem- da cuenta de la verdad de nuestra vida. Y entonces se
po sólida y atrevida de no pocas de sus obras, ha acom- nos irá revelando la beatitud reconfortante pero do-
pañado una dedicación similar en la construcción de la lorosa del llanto que nos conduce a la plegaria y al seno
existencia personal. He aquí algo que no se puede lo- de Dios. Recordemos Los albañiles, esa novela que se
grar si no es por una cuota alta de soledad asumida y la inicia con un crimen, que nos hace vivir —escribí en
luz que sobre ella arroja la Fe. Porque la felicidad del Los 100 mejores libros del siglo XX— con los personajes a
cristiano —y Leñero se ha confesado cristiano y católi- lo largo y ancho de una investigación inconclusa. ¿Quién
co— se centra y brota de saber que el hombre no está mató a don Jesús? En realidad todos tenían razones pa-
solo, que sostiene un diálogo permanente con su Crea- ra matar a aquel viejo velador, enfermo, decrépito, co-
dor, que ni nuestros actos, ni nuestros desfallecimien- rrompido como, en realidad, si buscamos bien, todos
tos o logros carecen de sentido, que nuestras mezquin- tenemos razones para matarnos unos a otros, lo que
dades no pasan, tampoco, inadvertidas. El cristiano vive sólo puede llevarnos a sentir piedad los unos por los
desde la comunión de los santos, acompañado por los otros. Hay que elegir entre la caridad o el infierno, pa-
que lo precedieron en el camino y murieron dando cons- rece decirnos Leñero en esta novela que descubre aun
tancia de la Fe. lo que puede tener de humano un policía…
—Eres un hijo de la chingada —me dijo Vicente en número sobre Teología de la Liberación y me pedía
una de nuestras tantas sobremesas, con su deliciosa ma- que entrevistara a Vicente. Se concertó la cita en la
nera de pronunciar esa majadería y de bromear. oficina del poeta Marco Antonio Campos. Yo venía
—¿Por qué? —le pregunté. de una larga experiencia con los jesuitas en los cin-
—Porque el día en que por vez primera hablamos turones de miseria del Distrito Federal y, harto del
sobre Dios, te portaste no sólo muy mal conmigo, sino sociologismo de cierta teología de la liberación, in-
que además te saliste sin concluir la conversación. merso en el misticismo cristiano y su diálogo con las
Recordaba el incidente, pero no mi comportamien- tradiciones orientales, tenía serios y, en ese momen-
to que había relegado en las cosas vergonzosas del in- to, prejuiciosos reparos contra esa gran teología que
consciente y que, después de tantos años, el reclamo nació del dolor de nuestro continente. Con la sober-
de Leñero devolvía a la conciencia: era finales de los bia de los veintitantos años, haciendo alarde de un pé-
setenta, Graciela Carminatti, con quien entonces edi- simo periodismo, encaré a Leñero, cuestioné su Evan-
taba Los Universitarios, me había propuesto hacer un gelio de Lucas Gavilán y, sin dejarlo casi hablar, lo dejé
© Barry Domínguez
GUÍA IMPLACABLE | 55
muestra, que da testimonio mediante la palabra. ¿Y qué
ve el cristiano? La verdad, pero no una verdad que pue-
de reducirse a conceptos, que la destruyen —todo lo que
puedas decir de la verdad (diría Leñero parafraseando
a los místicos) no es la verdad—, sino la verdad que só-
lo puede llegar a nosotros mostrándose, revelándose,
asombrándonos. Para Vicente, la verdad es la Palabra y
esa Palabra sólo llega a nosotros como un acontecimien-
to dichoso cuyos significados —como las raíces de una
flor magnífica— se hunden en un lago insondable que,
imposibles de asir en todas sus vertientes, siempre nos
cuestionan, nos asombran y, como en el Evangelio, no
dejan adormecer nuestra conciencia. Quizás ahí radica
el poder de su literatura que, en sus rostros negativos o
positivos, nos permiten mirar la gracia; quizá también
ahí radica la fascinación de su personalidad siempre abier-
ta, siempre cuestionante y en perpetuo movimiento. A
sus setenta y cinco años, Vicente no deja de asombrar.
Nada hay en él de anquilosamiento, de terquedad, de
suficiencia. Su pensamiento siempre sorprende por la
manera en que hace que la verdad se dinamice y en-
cuentre nuevas expresiones en el tiempo. Cuando con-
verso con él, cada una de sus palabras —a veces de una
profunda radicalidad, que confirma su estar con la ver-
Con José María Pérez Gay
dad en un tiempo difícil— me pone en movimiento, me
alerta, impide que me adormezca y me obliga a cues-
con Graciela que, avergonzada, hizo lo que yo debí ha- tionar mis certezas, a pasarlas por la dura criba no de
ber hecho. una demostración sino de una nueva manera de mirar y
Mientras escribo estas líneas, me veo de cara al pa- develar la verdad. Con ellas me mido y repentinamen-
sado y siento una gran vergüenza y la dolorosa sed del te, cuando estoy a punto de estallar, un borbotón de luz
perdón. No había entendido nada. Leñero, en cambio, surge y me encuentro sonriendo. Cuando sonrío es se-
había entendido todo. Lejos de mandarme a la chinga- ñal de que entendí, no con la razón, sino con la luz go-
da y concluir no sólo con la entrevista sino con cualquier zosa del espíritu.
afecto hacia mí, me dio una lección de humildad cris- No siempre estoy de acuerdo con Leñero, pero siem-
tiana y del don de la gracia, de lo que llega a nosotros pre lo releo, siempre quiero verlo, siempre deseo que
a través de otro por pura gratuidad: llevó con Graciela a llegue el día en que nos juntamos para compartir el pan
buen término la entrevista; me invitó, años después, con y hablar de Dios, siempre lo llevo en el corazón como
motivo de la aparición de mi novela El Bautista, a cenar un guía implacable que me muestra nuevos paisajes de
a su casa en compañía de su esposa Estela Franco, Igna- la verdad en medio de la noche, que me instiga para no
cio Solares, Paco Prieto, José Ramón Enríquez, Myrna adormecerme, para estar siempre alerta y recordarme que
Ortega y Alicia Molina; me trató como a un amigo y me somos testigos de la verdad por la palabra, y que esa
hizo parte de los que ama. verdad no es un ruido en la escritura o en la boca, no
Si recuerdo la anécdota es porque ella nos revela a un juicio, no una certeza intelectual, no una demostra-
Leñero: el escritor mexicano que mejor encarna el difí- ción, sino un acontecimiento dichoso que, como alguna
cil precepto de no juzgar. vez hizo conmigo después de ofenderlo, siempre llega a
El cristiano Leñero tiene esa doble virtud que uno nosotros a través de otro para sorprendernos y mos-
espera encontrar en quien profesa esa fe: en el orden del trarnos la maravillosa gratuidad del amor.
amor, la apertura, hasta el perdón, hacia todo lo que Además opino que hay que respetar los Acuerdos
vive —de ahí su rechazo a la idea del infierno—; en el de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, de-
orden de la vida, la negativa a concretizar su pensa- rruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer los
miento en juicios— de ahí el periodista y el novelista crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera
como testigos de la vida; de ahí también el escritor que San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a los presos
siempre está experimentando con las técnicas narrati- de Atenco y de la APPO, y hacer que Ulises Ruiz salga de
vas. Para Leñero, el cristiano es un testigo; alguien que Oaxaca.
En pocas obras de escritores mexicanos se advierte tan- estudiante que fue, pero sólo desde y a partir de la vo-
to como en la de Vicente Leñero la propensión totali- cación que lo marcó. Porque la literatura es una pasión
zadora que anida en la mejor ficción, esa voracidad con y la pasión es excluyente.
que pretendía tragarse el mundo, la historia presente y Extraña, paradójica condición la del escritor. Su pri-
pasada, las más grotescas experiencias del circo huma- vilegio es la libertad, el derecho a verlo, oírlo, averiguar-
no, las voces más contradictorias, y transmutarlas en lo todo. ¿Para qué? Para alimentar al demonio interior
literatura. Ese apetito descomunal de contarlo y oírlo que lo posee, que se nutre de sus actos, de sus experien-
todo, de abrazar la vida entera en una fina narración o cias y de sus sueños. Cuando Leñero estudiaba con los
en un valiente testimonio periodístico, tan infrecuen- lasallistas o en las aulas de la Facultad de Ingeniería, no
tes en un medio donde más bien imperan el susurro y suponía quizá que absorbía hechos, ideas e impresiones
la timidez. que habría de transformar luego en su singular concep-
Leñero incursionó con éxito en prácticamente to- to de la literatura. Porque para él, como para cualquier
dos los géneros, quizá con excepción de la poesía, y en otro escritor que de veras lo sea, más importante que
todos ha sido laureado: cuento, novela, teatro, guion de vivir era escribir.
cine y televisión, entrevista, crónica periodística… Fue Así, del microcosmos de la vida familiar, Leñero
uno de los dramaturgos más innovadores y provocati- extrajo obras de teatro y novelas: La mudanza, La visita
vos de su generación, así como el guionista de cine más del ángel, ¡Pelearán diez rounds!, Qué pronto se hizo tarde,
cotizado de su tiempo. La gota de agua. De su trabajo en la televisión, una no-
Maestro de varias generaciones de escritores de tea- vela: Estudio Q, y una obra de teatro: La carpa. De su
tro y cine, por sus talleres desfilaron gran parte de los acercamiento a la historia, las obras El juicio, El marti-
autores cuyas obras han llenado las salas de teatro y cine rio de Morelos, La noche de Hernán Cortés. De su interés
de nuestro país, y obtenido galardones y reconocimien- por la vida religiosa, otra novela y otra puesta en escena:
tos internacionales. Desde las trincheras de Excélsior y Redil de ovejas y Pueblo rechazado. De su experiencia pe-
Proceso, al lado de Julio Scherer, libró batallas definiti- riodística: Nadie sabe nada y la novela Asesinato, además
vas en pos de un periodismo libre y comprometido con de reportajes que reunió en libros como Talacha perio-
la verdad y las mejores causas de la sociedad. dística y Periodismo de emergencia.
Vicente Leñero estudió con religiosos lasallistas, lue- Sin embargo, a veces se olvida que Leñero empezó
go siguió la carrera de ingeniería civil en la UNAM y la de en un género al que después frecuentaría poco: el cuento.
periodismo en la Escuela Carlos Septién García, cir- En 1959 publicó “La polvareda”, de marcada influen-
cunstancias todas estas que habrían de marcar su voca- cia rulfiana. Dos años más tarde apareció su primera
ción literaria tanto en la forma como en el fondo, tanto novela: La voz adolorida, que tiempo después reescribió
en los temas elegidos como en las estructuras con las que con el título de A fuerza de palabras, y en la que abordó
realizó sus trabajos. Leñero permaneció siempre fiel al uno de los temas más frecuentes en su literatura: la con-
fesión, lo que es decir la posibilidad de redención a partir más insignificantes, a las menores palabras, a los cons-
de la palabra (dicha o escrita, en un libro o en un esce- tantes interrogatorios. Se percibe enseguida que la at-
nario teatral). mósfera está habitada por otra presencia (otra Presencia).
Con la publicación de Los albañiles (Premio Seix De un intrincado planteamiento policiaco, la novela sal-
Barral, 1963) empezó en realidad su carrera literaria y ta a convertirse en un problema teológico sobre la cul-
abrió una nueva brecha en las letras mexicanas. Para que pa y la búsqueda de la verdad. ¿Quién mató a don Jesús,
una gran obra de ficción lo sea, debe añadir al mundo, el viejo velador borracho y epiléptico? Todos tenían ra-
a la vida, algo que antes no existía, que sólo a partir de zones para hacerlo. Al final del libro, el lector involu-
ella y gracias a ella formará parte de eso que llamamos crado siente correr culebritas por la espalda: faltaba él
realidad, tanto diurna como onírica. En Los albañiles, como protagonista del libro, no necesita sino interro-
su autor dio carta de ciudadanía pública a personajes garse con sinceridad a sí mismo.
que carecían de voz en el mundo de la ficción, pero que Después de Los albañiles, La vida que se va me pare-
además —y esto es lo más importante— se inscribie- ce la novela más lograda de Leñero, aunque guardo un
ron en una temática casi inédita en nuestras letras: la muy buen recuerdo de Estudio Q, en donde una pareja
novela católica, que se ha dado en llamar. de actores de televisión se rebelaba al guion que el di-
Hasta antes de Leñero, el género tenía entre noso- rector-Dios quería imponerles desde lo alto de su cabina.
tros y en ese tiempo autores de poco brillo —Alfonso Porque, curiosamente, los personajes de Leñero nunca
Junco o Emma Godoy—, incapaces de inscribirlo en una están muy seguros de sus creencias y en ocasiones su fe
literatura de alta calidad que le diera validez. El logro más nos parece una pesada carga de la que quieren des-
primero de Leñero, nos parece, fue ahondar en el tema prenderse que un alivio espiritual, sosegador. Baste re-
del mal, con todo el desgarramiento y crudeza que con- cordar al personaje de El garabato que en las últimas
lleva, más que en las pinturas apologéticas de la novelís- líneas de la novela concluía que lo más probable es
tica piadosa, a las que son tan propensos los creyentes. que Cristo no hubiera sido Dios, con todo el desencan-
En Los albañiles, los lectores mexicanos encontraban to que ello implica para un católico.
aquello a lo que un Graham Greene en Inglaterra o un Esa imaginación, plena y trágicamente humana, es
Georges Bernanos en Francia podían apuntar en sus li- la que inscribió por derecho propio a Vicente Leñero en
bros: la presencia del mal entre los hombres, un tema un lugar preponderante de la historia de la literatura de
que sistemáticamente se ha intentado esquivar a lo lar- nuestro idioma. Vicente empezó a escribir en nuestra re-
go de este siglo, enmascarándolo con los argumentos de vista desde hace siete años —98 colaboraciones— y, no
la ciencia, de la política, de la psicología, e incluso de la hay duda, su participación le dio relevancia y una alta
metafísica. Pero el mal puede ser también una presen- calidad literaria y periodística. Había quien, me decía,
cia real, física, biológica —que duele, que se palpa— y compraba la revista sólo para leer la columna de Leñero.
solamente algunos novelistas lo han logrado corporei- La falta que nos hará a las letras “Lo que sea de cada
zar en sus libros. quien” —cuyo antecedente más cercano es Gente así—
El lector atento de Los albañiles vislumbra que más será determinante para el futuro de la publicación. De-
allá del drama aparente, se desarrolla otro. Una especie ja un vacío imposible de llenar. Como lo deja el amigo
de contrapunto oculto da extraña resonancia a los gestos entrañable y el maestro que siempre fue para mí.
La publicación de Los albañiles, en 1964, marcó el ini- Los albañiles resulta más que una forma ingeniosa y
cio de una serie de libros que Vicente Leñero fue cons- un relato criminal. Entre sus valores artísticos están la
truyendo con los recursos típicos, que no exclusivos, de recreación de las diversas hablas de los personajes (po-
la narrativa policial. Los albañiles está construida en tor- pular la de los albañiles, culta la del muchacho que es-
no a un crimen pero es mucho más que una novela po- tudió en el seminario, violenta la de los policías que
licial: la trama gira alrededor del asesinato del velador realizan los interrogatorios), el tejido que la novela ofre-
de una construcción, Jesús Martínez Avilés, pero lo in- ce con las tensiones de cada uno de los protagonistas, la
teresante es que cada uno de los personajes puede ser el recreación del mundo de los empleados de la construc-
criminal porque todos tienen un motivo y aparecen co- ción, con su promiscuidad, alcoholismo, deslealtad y
locados en una situación que los hace sospechosos.1 amistad a toda prueba. Este magma de conductas le da
De aquí se desprende un hecho: a Leñero le intere- rango artístico a la novela porque Leñero no beatifica
saba el virtuosismo de la estructura más que la trama po- ni sataniza a los seres a los que, por razones de trabajo,
licial; la diversidad de puntos de vista, de comportamien- conoce bastante bien. Los muestra en todas sus contra-
tos, de maneras de hablar y las posibilidades criminales dicciones, en sus momentos taimados pero también en
de todos los personajes le resultan más importantes que sus horas más enfebrecidas.
la historia de un muerto y un asesino. Y aquí es necesa- Si me he atrevido a señalar la posible presencia de
rio destacar que, muy probablemente, Leñero, al escribir Collins y Akutagawa en la novela de Leñero es porque
Los albañiles, tenía en mente los libros de Wilkie Collins así lo permite El que la hace la paga. Ocho detectives céle-
(particularmente La dama de blanco) y “En el bosque”, de bres (1976), una antología que preparó Leñero precisa-
Ryunosuke Akutagawa, texto famoso porque entre los mente con los detectives clásicos, es decir, los que crea-
diversos puntos de vista de los personajes se esconde el ron Edgar Allan Poe, Arthur Conan Doyle, Gilbert K.
criminal, tal y como observamos en la novela de Leñero. Chesterton, Agatha Christie, Ellery Queen… En ese li-
brito también había textos como “La muerte y la brú-
1 En una entrevista, Vicente Leñero ha sido explícito sobre la cer-
jula”, de Jorge Luis Borges, o “La perra y el caballo”,
canía de Los albañiles con la novela policial (por los vínculos que guar-
que suele invocarse cuando se buscan los orígenes de la
da con la novelística de Graham Greene) y con el simbolismo cristiano:
“En ese ambiente antirreligioso del que hablaba, escribí, en 1962, Los detection. Dicha muestra —amén del relato del propio
albañiles, una simple metáfora de Jesucristo. Recuerdo que traté de ex- antólogo— sólo pudo prepararla un lector que haya fre-
plicarle el sentido religioso de mi novela a Ramón Xirau, creyente, por
cuentado el género policial; de aquí infiero que Vicen-
cierto, y me dijo que me dejara de elucubraciones. Mi novela era tal co-
mo era. No necesitaba añadirle supuestas alegorías cristológicas. Nadie te Leñero, entre los diversos recursos que ha utilizado
la entendía como yo hubiera querido. El protagonista es un velador ins- en sus libros, no ha desdeñado los provenientes de la
pirado en aquello de San Pablo: del Jesucristo que no sólo carga con to- narrativa detectivesca.
dos los males del mundo, sino que se hace pecado para asumirlo todo”.
Adela Salinas, Dios y los escritores mexicanos, Nueva Imagen, México, En El garabato (1967), Vicente Leñero repite la unión
1997, pp. 82-83. de una forma virtuosa y un enigma policial. Esta novela
I. LAS MÁQUINAS NO TIENEN PALABRA DE HONOR dejo ante el maestro Leñero, periodista entre los perio-
distas. Ni modo de pedirle que me repitiera la cátedra
Recibí la encomienda de entrevistar a Vicente Leñero que me estaba dando. Entonces se me prendió el foco:
para una revista de cine que dedicaría una edición al grabar con el celular. Afortunadamente el maestro no se
guionismo cinematográfico. “El maestro ya aceptó”, me dio cuenta del cambio, él seguía entretenido confesán-
dijo la voz al teléfono y me dio la dirección de su casa dome que se arrepentía de haber experimentado tanto,
en San Pedro de los Pinos. Por fin conocería al admira- que se había complicado las cosas de a gratis, que para qué
do Leñero del que había leído prácticamente todo: sus tanto salto estando el suelo parejo. Por momentos sentí
novelas, cuentos, crónicas, memorias y varias obras de como si me estuviera confesando sus culpas.
teatro. Paradójicamente, no había visto todas las pelícu- La entrevista duró como dos horas y media. Verifi-
las de las que había escrito el guion, pero sí muchas de qué que el teléfono sí hubiera grabado. Por suerte, sólo
ellas, las más importantes. se había perdido la primera media hora y había tomado
Llegué como media hora antes, compré un café y notas, como bien recomendaba García Márquez, que
me fui a dar una vuelta al parque a esperar a que diera nunca usó grabadora: las máquinas no tienen palabra
la hora de la cita, repasando mentalmente las preguntas de honor. Regresé como bólido a mi casa para transcri-
que habría de hacerle. Toqué el timbre y me recibió su birla, para que no se me olvidara nada. Lamentable-
amable esposa, doña Estela, quien me encaminó al mente, la voz del maestro era tan débil que en algunas
estudio, escaleras arriba. Estudio de escritor: atiborra- partes ni subiéndole todo el volumen se entendía lo que
do de libros de piso a techo, en su escritorio su máqui- había dicho. Así que armé el texto con mis notas y lo
na de escribir amarilla, y unos cómodos sillones donde que pude rescatar. Creo que quedó bien.
nos sentamos para iniciar la entrevista. Le dije que me Como buen zoquete que soy, nunca me pagaron
gustaban mucho sus artículos en la Revista de la Uni- nada por las entrevistas que me encargaron en esa re-
versidad, que era lo primero que leíamos en la redac- vista, aceptaba hacerlas por puro amor al arte, por apor-
ción en cuanto llegaban. “Ah, sí, son pendejaditas que tar mi granito de arena al engrandecimiento del cine
se me ocurren, nada muy serio”, dijo, como queriendo nacional (ajá), pero después de dos años me aburrí y
quitarle importancia. Me llamó la atención que su voz dejé de colaborar con ellos. Cuando Vicente Leñero
era apenas un hilo muy delgado, suave y rasposo, aun- cumplió 80 años le di una remozada a la entrevista y
que perfectamente distinguible. la propuse para publicarla en la Revista de la Univer-
Me ofreció un café y prendió el primero de muchos sidad. Él estuvo de acuerdo. Fue mi manera de resarcir
cigarros. Encendí la grabadora, una de esas nuevas digi- mi falta: que sus palabras que pude rescatar volvieran
tales. Todo parecía funcionar perfecto. El maestro res- a circular y que las leyeran la mayor cantidad posible
pondía amplia y amenamente las preguntas. Aunque el de personas.
tema era el cine, deambulaba de la novela al teatro a la
televisión y de vuelta al cine.
Cuando se levantó por más café, de pura casualidad II. LA TIMIDEZ Y LA SOBERBIA
me di cuenta de la catástrofe: la pinche grabadora no
había grabado nada. Sentí, como dicen, que se me iba Para nadie es un secreto que, antes de decidirse a vivir
el alma del cuerpo. Ni modo de quedar como un pen- de la literatura, Vicente Leñero quería recibirse como
© Archivo Proceso
A un año
de su muerte
Álvaro Uribe
A UN AÑO DE SU MUERTE | 77
© Rogelio Cuéllar
doce años antes. Por o pese a ser suyos, los poemas se le mostrarle cómo transbordar de un vuelo a otro; des-
atoraban en la garganta. Las hojas mecanografiadas y pués me enteré de que no obstante mis cuidados y con-
transidas de correcciones huían de sus manos como ma- sejos, Pacheco se extravió. Hubo varias otras ocasiones
riposas en vuelo. Pero algo en su persona (la voz cálida no malogradas en que mi encomienda se limitó gozo-
y grave, las eses que pronunciaba casi como zetas a la es- samente a acompañarlo en los ratos libres que le dejaba
pañola, el aspecto de niño desvalido, la sonrisa irrepri- su presencia en algún congreso literario parisiense.
mible de la timidez) sedujo de inmediato a los oyentes, He leído que a mediados del siglo XX él fatigaba a
sin excluirme. A diferencia de otros escritores admira- pie las calles del centro de la Ciudad de México, que
dos a quienes nunca supe cómo interpelar, fue muy fácil conocía de arriba abajo. He leído también que en las
decirle algunas palabras en ese encuentro que me pare- décadas de 1960 y 1970 caminó con igual conocimien-
ció iniciático más que inicial. to de causa en Londres y en París. El Pacheco cuarentón
La conversación que entablamos entonces se reanu- y luego cincuentón que rememoro aquí había dejado
dó una y otra vez a lo largo de 34 años y no ha terminado atrás esas andanzas. Aunque sabía como nadie la histo-
ni siquiera hoy. El pretexto para ver a Pacheco al día si- ria de Francia y recordaba con infalible exactitud en qué
guiente en un café parisiense fue pedirle que colaborara esquina soltó Saint-Just una arenga famosa y en qué pla-
en la revista bilingüe. Ni mi entusiasmo no simulado za se ubicaba la residencia de Victor Hugo, ni una sola
ni la oportunidad de ver una colaboración suya tradu- vez en los breves paseos parisienses que di con él mani-
cida al francés derribaron su recóndita renuencia a pu- festó el menor interés ya no en visitar un museo o una
blicar. Nunca me dio el poema o el ensayo o el cuento iglesia o cualquier otro monumento turístico, sino en
que me prometió a regañadientes. Pero a cambio de ese ir a alguna parte o hacer algo en especial. Prefería pasar
módico desaire me dispensó de ahí en adelante una prefe- horas enteras en un café o en un restaurante. Prefería,
rencia no exclusiva que era, en ese hombre de saberes y sobre todas las cosas, platicar.
afectos ecuménicos, un esquivo avatar de la amistad. A lo largo de esas pláticas siempre inacabadas en que
Lo vi algunas veces más en París. Entre mis tareas co- él por supuesto llevaba la voz cantante, me pareció que ha-
mo diplomático adscrito a la embajada de México (fun- biendo leído ya todo lo que alguien pueda leer, o casi,
ción que desempeñé entre 1977 y 1985, y luego entre le resultaba superfluo verificar sus lecturas. Para qué vol-
1989 y 1993) estaba la no abominable de recoger en el ver a contemplar algo si lo recordaba a la perfección. Para
aeropuerto a cuanto literato nacional de algún valer pa- qué descubrir en la realidad lo que sabía investigar en
sara por Francia. Hubo una ocasión en que, amparado los libros. El Pacheco de mi memoria, dispuesto como
en la permisividad anterior al 11 de septiembre de 2001, pocos a compartir su tiempo con la gente más joven,
lo guié casi de la mano por los pasillos de Roissy para interactuaba difícilmente con los objetos del mundo.
© Rogelio Cuéllar
De mi propia antología privada, compuesta por
quince poemas procedentes de los trece libros antolo-
gados en Los días que no se nombran (2014), entresaco
algunos ejemplos. “Presencia”, de Los elementos de la
noche (1958-1962), es un soneto intachable cuya ver-
sión original, redactada a los veinte años de Pacheco,
debe no poco a sus lecturas tempranas de Borges: “El
tiempo abierto, / semejante a los mares y al desierto, / ha
de borrar de la confusa arena / todo cuanto me salva y
encadena”. El fragmento 11 de la Tercera Parte de El
reposo del fuego (1963-1964) es un límpido haiku: “El
viento trae la lluvia. / En el jardín / las plantas se estre-
mecen”. “Disertación sobre la consonancia”, de No me
preguntes cómo pasa el tiempo (1964-1968), proporcio-
na ejemplos vivos de retórica clásica y, a la vez, descali-
fica a los poetas tradicionales: “lo mejor que se ha escri-
to en el medio siglo último / poco tiene de común con
La Poesía, llamada así / por académicos y preceptistas
de otro tiempo”. Semejante afán de modernidad, seme-
jante crítica a los poetas solemnes se encuentran, atem-
perados por un manejo impecable del endecasílabo, en
“A quien pueda interesar”, de Irás y no volverás (1969-
1972): “Otros hagan aún el gran poema, / los libros uni-
tarios, las rotundas / obras que sean espejo de armonía.
/ A mí sólo me importa el testimonio / del momento
inasible, las palabras / que dicta en su fluir el tiempo en
vuelo”. Pero el repudio a la preceptiva de los anteceso-
res suele desembocar en una nueva preceptiva. En “El
centenario de Gustave Flaubert”, de Los trabajos del mar
A UN AÑO DE SU MUERTE | 79
© Rogelio Cuéllar
de darme cuenta”. Y lo mismo en el episodio “4. Mis tris- vierte en primera persona del singular al “joven que fui”:
tes capitanes”, perteneciente a “La cena de las cenizas”, “corrijo, suprimo, añado, aclaro”. Ahí le explica: “Pre-
de Como la lluvia (2001-2009), el último volumen de fiero ver en los textos iniciales la colaboración entre un
poesía que alcanzó a publicar: “Antes me preocupaba por escritor precoz y otro tardío que aún está aprendiendo
la muerte. / Ahora sólo me importa cómo voy a morir”. su oficio”. Ahí lo alecciona: “los textos no están acaba-
Es cierto que el tema de la muerte, tanto la propia dos nunca y uno tiene el deber permanente de mitigar
como la ajena, es por su vigencia universal uno de los su imperfección y seguir corrigiéndolos hasta la muer-
más antiguos de la poesía. Es cierto que luego de varios te”. Ahí le pide comprensión y, casi, perdón: “Hice lo
milenios de retórica elegíaca resulta muy difícil valorar que pude. Ahora tú lee estos cuentos desde tu perspec-
la sinceridad del poeta que la practica. Pero no es menos tiva irrecuperable y dime qué te parecen. Aún tengo mu-
cierto que Pacheco hablaba en serio. Según nos consta cho que aprender y de verdad tu juicio me interesa”.
a quienes tuvimos el privilegio de tratarlo durante varias No sé si haya algún escritor honesto consigo mismo
décadas, no hubo un solo día de su madurez y de su (y, añadiría, de medianamente diestro para arriba) que
vejez en que él manifestara o íntimamente no pensara piense haber escrito una obra perfecta. El poema se aban-
con resignada angustia en el advenimiento inevitable dona, no se termina, según sentenció el muchas veces
del fin. Una de las penúltimas veces que platicamos fue citado Paul Valéry. Lo mismo y hasta más se puede afir-
en mayo de 2012: pocos días después de morir Carlos mar del ensayo, del cuento, de la pieza teatral y de la no-
Fuentes, once años mayor que Pacheco. Recuerdo que vela en función de sus respectivas y crecientes longitudes.
este, en el apogeo de sus facultades literarias a los 72, se No en balde se ha dicho desde la Antigüedad clásica, con
preguntó al teléfono: “¿Cuándo me va a tocar a mí?”. Y otras palabras, que entre más breve sea un texto, menos
yo pensé, aunque no le dije: “Ah, qué mi amigo Pache- posibilidades tiene de ser imperfecto.
co. Siempre tan exagerado”. Y el 26 de enero de 2014 Pero siempre hubo escritores reacios o ajenos a las
me sentí, además de muy triste, culpable de haber creí- exigencias de la corrección. Para ir lo más lejos que pue-
do en esa exageración. do: Cervantes, en vez de enmendar los muchos errores
de composición que saltan a la vista en la primera parte
del Quijote, señaló alguno de ellos e intentó explicarlo
*** en el prólogo a la segunda. Y Lope de Vega apenas tuvo
tiempo en su vida tumultuosa de redactar los cientos
Conforme a lo que él mismo postuló en los versos de de tragedias y comedias que se le atribuyen, ya no se di-
“Carta a George B. Moore…” citados unos párrafos ga de revisarlas. Y Góngora no se rebajaba a imprimir
atrás, Pacheco quiso expurgar su literatura de opinio- ni siquiera a firmar sus perplejos poemas. Si no perfec-
nes personales. Hay por lo menos una salvedad a esta tas (calificativo que los teólogos reservan a las de Dios),
ascesis tanto ética como estética. Es la única que co- hay obras difícilmente mejorables. Corregirlas mucho
nozco y se encuentra en “La historia interminable”, pró- las puede desmejorar.
logo a la edición de 1990 de La sangre de Medusa y otros En el prólogo que comento aquí Pacheco se arriesgó
cuentos marginales. Ahí, movido y quizá conmovido por a poner a prueba su doctrina o su manía de la correc-
la oportunidad de juntar en un solo volumen sus muchas ción inacabable. El conejillo de Indias de ese experimen-
narraciones breves publicadas en diversas revistas entre to singular es “La sangre de Medusa” y la versión inicial
1956 y 1984 y nunca antes recogidas en libros le ad- de este relato, escrita a los 18 años del autor, comienza
A UN AÑO DE SU MUERTE | 81
dico alemán que durante la Segunda Guerra Mundial brava”, en cambio, es una lección de narrativa: un cuen-
experimentó con gente viva en un campo de extermi- to fantástico inserto en otro de apariencia realista, que
nio y el hombre del edificio, un israelí que lo persigue incluye la crítica del primer cuento y una descripción
con el propósito de castigarlo por sus crímenes. Dos años de la vida literaria mexicana de ayer y hoy ejecutada con
después de Elizondo y más de tres décadas antes de los una minuciosa malevolencia de la que Pacheco, con to-
narradores del Crack, Pacheco demostró con maestría do y su bondad personal incuestionable, era muy capaz.
que nada obliga a un novelista mexicano a novelar sólo a “Langerhaus” oscila entre la fantasía y la mera alucina-
México. En la última página de Morirás lejos, que igno- ción al plantear la existencia, ¿real o ilusoria?, de un ami-
ro por qué motivos no fue objeto en mucho tiempo de go de juventud a quien nadie salvo el narrador recuer-
una reedición corregida, figura la fecha: marzo-diciem- da. Decididamente sobrenatural, “Tenga para que se
bre de 1966. El creador de esa novela excepcional tenía entretenga” es una historia de aparecidos en donde el
entonces 27 años: tantos o tan pocos como yo cuando, México del Segundo Imperio irrumpe en el México de
casi inédito, lo conocí. la década de 1940, bajo la forma de un hombre alto y
Con El principio del placer, de 1972, Pacheco se es- barbudo y fofo y con decimonónico uniforme militar
tableció de manera definitiva como narrador. El año si- que antes de desaparecer para siempre en unas impro-
guiente, meses antes de cumplir él 34, le otorgaron por bables catacumbas de Chapultepec, llevando consigo a
ese libro el Premio Xavier Villaurrutia. Desde entonces un niño incauto, le da a la madre del crío secuestrado un
hasta 2013 el volumen no cesó de reeditarse con las su- ejemplar de la Gaceta Imperial del 2 de octubre de 1866;
cesivas correcciones del autor. Una novela corta o rela- yo fui uno de los muchos despistados que creyeron que
to largo y cinco cuentos lo componen. El texto que le ese personaje era el fantasma del emperador Maximi-
da su título es la historia del amor de un adolescente liano, pero el día en que se lo dije a Pacheco, él lo negó
recién salido de la niñez por una muchacha un poco ma- con énfasis. Por lo demás, “Cuando salí de La Habana,
yor que, a semejanza del régimen de Miguel Alemán válgame Dios” es otra fantasía redonda, esta vez sobre un
que asoma en el trasfondo de la narración, se emputece viaje colectivo en el tiempo, y varios o por lo menos
a la vista de todos salvo de él; el tema prefigura el de Las uno de los relatos incluidos en El principio del placer,
batallas en el desierto y, como ese otro gran relato exten- cuyos editores califican con justicia de clásico, merece-
so o novela corta, este pudo publicarse aparte con toda rían convivir con otras obras destacadas del subgénero
dignidad. “La zarpa”, de sólo seis páginas, narra de modo en la canónica Antología de la literatura fantástica de Bor-
un tanto maniqueo la desigual amistad entre dos muje- ges, Ocampo y Bioy Casares.
res, una rica y guapa y exitosa, otra pobre y fea y fraca- Nueve años, sin contar las reediciones siempre co-
sada, cuyos destinos se intercambian al final. “La fiesta rregidas de sus libros anteriores, tardó Pacheco en vol-
© Rogelio Cuéllar
A UN AÑO DE SU MUERTE | 83
© Rogelio Cuéllar
reciente en que ambos habían coincidido en dar clases parte de una obra ingente que trasciende, conforme a
durante un semestre académico en la misma universi- lo que él mismo quería, lo meramente personal.
dad estadounidense, Pacheco, luego de mucha insis- Tuve la suerte de trabajar como editor con Pacheco.
tencia del amigo y amparado quizás en la relativa irres- A principios de 1994, luego de casi 17 años empleados
ponsabilidad de hallarse en el extranjero, le dio a leer bien o mal en la diplomacia, me separé del Servicio Ex-
partes de una novela sin título y con asunto porfiriano. terior y regresé a México. Era mi intención dedicarme
El compuscrito constaba de no pocos cientos de pági- de lleno a los libros. Como los míos no me daban (ni
nas, que el amigo leyó de un tirón. Al devolvérselas a me dan) para vivir, opté por los ajenos. Una coinciden-
Pacheco le dijo, sin exagerar, que era lo mejor que había cia apenas verosímil hizo que mientras yo, no sin res-
escrito. Cuando el amigo le preguntó por qué no pu- quemores, decidía cambiar de vida a los cuarenta, mi
blicaba esa novela, Pacheco le contestó, previsible e amigo Alfonso de María y Campos fuera nombrado di-
inexorablemente, que no estaba terminada. Que le fal- rector general de Publicaciones en el Conaculta, y que
taba todavía investigar quién sabe cuánto para asegurar- en cuanto se instaló en esa oficina se le ocurriera invi-
se de que no alteraba la historia. Que el texto requeriría tarme a coordinar varias colecciones editoriales.
después de infinitas correcciones. Y que él de cualquier Mi nueva vida comenzó con un desayuno de traba-
manera ya había publicado más de la cuenta. jo. Además de Alfonso de María y yo, asistieron Pache-
Por fortuna, no es cierto. Por fortuna, Pacheco no co y el ensayista e historiador Antonio Saborit, a quien
ha acabado de publicar. A no ser que la haya destruido conocí ese día. La reunión tenía el propósito de rescatar
(pero no lo imagino absteniéndose del placer o del vi- dos proyectos editoriales emprendidos pero no termi-
cio de corregirla aún más), una novela, presumiblemen- nados por Pacheco. Uno era la edición completa de la
te una de las grandes novelas hispanoamericanas del si- columna entre autobiográfica y de crónica político-
glo XXI, aunque sólo sobreviva en forma fragmentaria e social que, desde 1937 hasta su muerte en 1973, Salva-
inacabada, vendrá tarde o temprano a culminar su obra dor Novo había publicado semanal y sucesivamente en
ya más que perdurable como narrador. las revistas Hoy, Mañana y Siempre! y que en la década
de 1960 Pacheco empezó a compilar en tres tomos, a
razón de uno por sexenio, con el título general de La
*** vida en México (en homenaje a Madame Calderón de
la Barca) al que se le agregaba la especificación: en el
Otros afanes complementaban o entorpecían, según se período presidencial de y luego el nombre del presidente
decida ver, la composición de sus propios libros. Ade- en turno: Lázaro Cárdenas, Miguel Alemán y Manuel
más de ser un poeta consagrado y un narrador ejem- Ávila Camacho; sin tiempo o sin ganas de continuar esta
plar, Pacheco fue un gran editor, un gran traductor y un labor, Pacheco nos pasaba la estafeta a Saborit, como
gran periodista. Me han contado que Fernando Benítez, compilador y prologuista de los últimos tomos, y a mí,
quien contribuyó a iniciarlo en el periodismo, lamen- como coordinador editorial de toda la serie. El segun-
taba después, no sé si consciente de la paradoja, que es- do proyecto era la edición también completa de la obra
cribir con asiduidad para las revistas y suplementos cul- autobiográfica de Federico Gamboa, que abarca Impre-
turales le quitara tanto tiempo a Pacheco. Yo pienso que siones y recuerdos, sus memorias de juventud, y siete to-
todo lo que hizo es literatura, buena literatura, y forma mos, dos de ellos (los más voluminosos) inéditos en-
© Rogelio Cuéllar
para garantizar la excelencia del texto. Su humildad
ante el original, pero también su rigor ante los descui-
dos autorales y la negligencia de los copistas eran tanto
más necesarios cuanto que los escritores que editaba,
como Novo y Gamboa, solían estar impedidos por la
muerte para ejercer la autocrítica. Él pensaba que cual-
quier autor, desde los más grandes hasta los no tanto,
tenía que agradecer las correcciones de sus editores, por-
que lo que importa no es el ego sino la obra. Yo también
lo pienso, no escarmentado por la experiencia de editar
a ciertos autores vivos que resienten la menor enmien-
da como una agresión mayor.
Pacheco (me consta) no podía haber estado más le-
jos de esa arrogancia. Como los que enriquecen la Anto-
logía del modernismo y la de Poesía mexicana 1821-1921,
el prólogo a la edición completa del Diario de Federico
Gamboa es en sí mismo un ensayo magistral. Biografía
no sólo literaria de un personaje no sólo escritor, histo-
ria sucinta de una época oficialmente repudiada e ínti-
mamente añorada, lectura acuciosa e imparcial de una
obra con la que el lector no se identifica, el texto con-
movió hasta las lágrimas a un amigo cuyo nombre pro-
metí no difundir. Yo también quedé maravillado cuando
me tocó la fortuna de leerlo en mecanuscrito (pues el
uso de la computadora aún no se universalizaba). No
recuerdo qué coma, qué dedazo, qué repetición, qué
falta de correspondencia de género o de número fue todo
lo que mi novata perspicacia editorial logró enmendar-
les a esos párrafos modélicos. Pacheco aceptó sin chistar
A UN AÑO DE SU MUERTE | 85
bilitado por sus fobias para escribir un solo renglón, fue Cierta vez, al teléfono (casi todos nuestros encuentros
elaborando los textos en su conciencia y depositándo- y este único desencuentro se fueron reduciendo a ser te-
los en su formidable memoria (a la manera, se me ocu- lefónicos), le pregunté, a propósito de una traducción
rre, del protagonista del cuento “El milagro secreto”, de suya de un poema no recuerdo si del polaco Zbigniew
Borges: un dramaturgo a punto de morir que durante Herbert o del checo Vladimir Holan, para qué traducir
un año subjetivo, en que Dios detiene el tiempo para de idiomas que uno ignoraba. Demasiado tarde reparé
todo el mundo salvo él, redacta su obra maestra que en que la pregunta era impertinente, si no de plano ofen-
nadie leerá). Cuando el trabajo de composición estuvo siva, y temí que él con justicia interrumpiera la plática.
terminado en la mente de Arreola, el joven Pacheco (te- Pacheco no colgó, aunque se demoró en responder. Con
nía veinte años) vino en su auxilio. En unas cuantas se- una voz inusual, en la que creí percibir su molestia pero
siones, recostado en un sillón que yo imagino como el también su tolerancia, me dijo que traducía poemas es-
de un psicoanalista, Arreola dictó los textos compactos critos en otras lenguas porque le gustaban y quería com-
del Bestiario mientras Pacheco los transcribía a mano, partir ese gusto con la mucha gente que no tenía la ven-
para luego pasarlos a máquina y volver a revisarlos con taja de conocer el inglés o el francés en que él los había
Arreola, hasta completar en pocos días una joya de la leído. En pocas palabras: me dijo, con razón, que no fue-
prosa en español del siglo XX. ra esnob.
Pacheco afirmaba que su parte en el Bestiario se ha-
bía reducido a la mera transcripción. Después de com-
probar lo que hizo Del Paso con la oralidad de Arreola ***
en Memoria y olvido sospecho que, como siempre, a Pa-
checo le ganaba la modestia. Sospecho que, en esta co- Aunque nunca cometí la impertinencia de preguntár-
mo en quién sabe cuántas otras aventuras editoriales, selo, creo que Pacheco también ejercía el periodismo
Pacheco fue más, mucho más que un amanuense. como servicio social. Durante más de 50 años se esme-
ró en perfeccionar un género literario de su invención:
un híbrido de la crónica y el ensayo que no desdeñaba
*** recurrir a la fantasía narrativa. Empezó con la columna
mensual “Simpatías y diferencias” en la Revista de la Uni-
La voluntad de transmitir y enriquecer la literatura aje- versidad en 1960. Después, ya con periodicidad sema-
na se manifestó con creces en su vasta obra como tra- nal, pasó a “Calendario” en el suplemento “La Cultura
ductor. Pacheco tradujo clásicos de la prosa decimonó- en México” de Siempre! y de ahí a “Inventario” (que
nica en inglés (De profundis, de Oscar Wilde) y en francés remite desde luego a inventariar pero sugiere asimismo
(una parte de las Vidas imaginarias, de Marcel Schwob). inventar) en “Diorama de la Cultura” de Excélsior y, a
Tradujo teatro (Un tranvía llamado deseo, de Tennessee partir de 1977, en Proceso. Además, a principios de 1999
Williams). Tradujo sobre todo poesía, páginas y páginas tuvo una columna efímera, “Reloj de arena”, en la re-
de poesía escrita originalmente en no pocos idiomas que cién fundada Letras Libres.
se fueron acumulando bajo el título de Aproximaciones. Miguel Ángel Flores ha documentado que tan sólo
Ninguna traducción (se antoja escribir: transustan- en los artículos del primer año de “Simpatías y diferen-
ciación) lo ocupó y preocupó más tiempo ni (supongo) cias”, escritos cuando Pacheco tenía apenas 21, se habla
le procuró mayor placer y callado orgullo que la de los con autoridad de André Malraux, Cesare Pavese, Germán
Cuatro cuartetos de T. S. Eliot. Es difícil que haya en el Arciniegas, James Joyce, André Gide, François Mauriac
mundo una versión mejor que la suya de esa serie de poe- y Jorge Luis Borges, así como de las traducciones de
mas centrales en el desarrollo de la poesía occidental en Juan Rulfo al inglés y de Martín Luis Guzmán al fran-
el siglo XX. Por su exactitud y naturalidad, logradas a lo cés, además de diversas notas culturales aparecidas en las
largo de varias décadas de convivencia íntima con el tex- revistas Cuadernos, Esquire, L’Express y Mercure de France.
to, la versión de Pacheco resulta insuperable en lengua La caudalosa erudición de Pacheco (cultivada en una
española. Las notas oportunas y aleccionadoras con que época hoy impensable en que no había Internet) no se
complementa el original sin estorbar el gozo de la lectu- limitaba a la literatura. Acaso la mayor enseñanza de su
ra merecerían traducirse al inglés e incorporarse al vo- incansable labor periodística sea que quien no sabe de
lumen para constituir la edición definitiva que (estoy historia no sabe nada.
seguro) el mismo Eliot no hubiera desaprobado. No fui el primero ni el último de los muchos cono-
Dice mucho de Pacheco que, aun cuando él por su- cidos de Pacheco que le propusimos editar una selección
puesto no lo haya planeado así, lo penúltimo que publi- de sus artículos. La mía deseaba ser contrafactual: neo-
có en vida fue precisamente una “aproximación” ano- logismo que ciertos historiadores no exentos de pedan-
tada a East Coker, en Letras Libres de enero de 2014. tería emplean para designar lo que habría pasado o de-
A UN AÑO DE SU MUERTE | 87
trafactual. Y además: seguro que no le habría disgustado do escribir. Y que hubiera escrito exactamente lo que es-
saber que su “Inventario” final fue un homenaje póstu- cribió en sus últimos días: un recuento obituario de otro
mo (el segundo al hilo, pues la semana anterior había poeta a quien frecuentó y admiró.
publicado otro artículo sobre el mismo tema) al recién No hay autor que no tenga, tácita o explícita, cons-
fallecido Juan Gelman, su amigo y vecino en la Condesa. ciente o inconsciente, deliberada o involuntaria, una es-
Y entonces me pregunto: ¿qué escribiría uno si supiera tética. Pacheco tuvo además una ética de la palabra. No
que iba a ser lo último? ¿Qué escribiría yo? ¿Escribiría? tanto una teoría como unos principios. Una práctica
No pretendo hablar por él, pero creo y espero que constante del deber del escritor. O si se prefiere: un abo-
Pacheco, de habérsele dado la alternativa, habría elegi- no continuo a la triple deuda en el fondo impagable que
todos y cada uno contraemos al escribir. Deuda con los
antecesores, en particular los de la misma tradición lin-
© Rogelio Cuéllar
güística y más aun del mismo país, sin los cuales nadie
estaría donde está. Deuda con los contemporáneos, con
la comunidad de autores a la que uno pertenece quié-
ralo o no, y que suministra el espacio hospitalario u hos-
til donde uno por fuerza se mueve. Y deuda sobre todo
con los lectores, los meros y casi siempre escasos y mu-
chas veces ingratos lectores, que dan razón de ser a todo
lo demás. Como nadie que yo conozca, Pacheco hizo de
la literatura una apuesta, y también un apostolado, por
los que pagó, en sentido no tan figurativo, con su vida.
***
En materia democrática y en el ejercicio cial fue puesta en la picota y que ello coad- por ciento, este alcanzó 5.5, 4.4 y 4.5 por
de las libertades, el país ha avanzado y mu- yuvó al gran viraje. Pero luego de la crisis ciento en Corea del Sur, Singapur y Hong
cho. Pero en la misión de construir una so- financiera global del 2008, el tema central Kong”. Y en los últimos treinta años, de
ciedad más equitativa, nada o casi nada. Eso no debería ser ese, sino cómo hacerlo viable. 1982 en adelante, “el crecimiento econó-
no sólo multiplica las patologías aunadas a Resulta un imperativo no sólo ético sino po- mico —de nuestro país— fue prácticamen-
la desigualdad social, sino tiende a debili- lítico hacer frente al océano de desigualda- te nulo”. Lo que resulta más disruptivo por-
tar lo poco o lo mucho que se ha edificado des que generó el desvío hacia la derecha y que cada año se incorporan cientos de miles
en términos de una convivencia/competen- a su catarata de problemas. Porque sólo cons- de personas al mercado laboral en donde
cia pluralista. truyendo un piso que atienda las necesida- no encuentran un trabajo formal. “Se esti-
Por ello, reflexionar sobre los abruma- des materiales y culturales de las personas se- ma que de 1996 a 2010 el promedio anual
dores déficits en la materia y sobre la nece- remos capaces de edificar un basamento para de empleos formales generados fue sólo de
sidad de construir un Estado con vocación una convivencia medianamente razonable. 361 mil”, mientras que se incorporaban en-
social parece no sólo pertinente sino obli- Lo dice mejor Luis F. Aguilar: “La reacti- tre 1.1 y 1.2 millones de personas cada año.
gado. Tiene razón Luis F. Aguilar cuando vación de la validez y la eficacia del Estado Sobra decir por qué la informalidad creció
inicia su prólogo de El futuro del Estado so- social es fundamental para poder realizar el de manera multiplicada y expansiva.
cial diciendo que “la creación eminente del ideal racional de vivir en una sociedad hu- Se trata de un desperdicio grave del lla-
siglo XX ha sido el Estado social”, “la res- mana incluyente e integrada, capaz de ofre- mado bono demográfico que de manera tan
puesta institucional, democrática y civili- cer solidaridad, protección y justicia fren- clara explica Manuel Ordorica (“La pobla-
zatoria a la cuestión social”. Se trató de “un te a los hechos de pobreza, vulnerabilidad, ción en México en el siglo XXI”). Dicho bono
nuevo orden”, “cimiento de la prosperidad, iniquidad y abandono”. consiste en que en los años que corren y
la seguridad y el bienestar sostenido”. Fue Para México el asunto es dramático. Y hasta el año 2030, el país contará con mu-
una tercera opción, que tomó “distancia la información que proporciona Gonzalo chas más personas en edades activas que
de la indiferencia normativa y política del Hernández Licona resulta pertinente e ines- inactivas, es decir, que la proporción de hom-
Estado liberal”, pero también del “Estado capable (“Crecimiento económico, desigual- bres y mujeres en edad de trabajar será mu-
socialista autoritario o totalitario” que su- dad y pobreza en México”). Me parece que cho mayor que la de dependientes econó-
primió todas las libertades. es un muy buen punto de partida. Se trata micos. Según las cifras de Ordorica, por
Su momento estelar puede situarse en de las cifras producidas por el Coneval. cada 100 personas activas —entre 15 y 65
Europa entre el fin de la Segunda Guerra México tiene un ingreso per cápita que años—, hay menos de 50 en edades inacti-
Mundial y los últimos años setenta, en los se puede situar entre Turquía, Costa Rica y vas —de menos de 15 y más de 65 años—.
que la llamada revolución neoliberal, para Siria (un poco más arriba) y Colombia, Perú Pero esa oportunidad se nos está desvane-
enfrentar los déficits generados por el “mo- y Sudáfrica (un poco más abajo). En los años ciendo en las manos y en el futuro aparece
delo”, empezó a desmantelar mucho de lo cincuenta, México, Corea del Sur, Japón, una realidad compleja: una proporción me-
construido. Privatizaciones, desregulación, Hong Kong y Singapur tenían un PIB per nor de personas en edades activas que inac-
combate a los sindicatos y a los contratos co- cápita similar. Sesenta años después, “en tivas, o para decirlo de manera más con-
lectivos de trabajo fueron banderas derivadas Singapur y Hong Kong una familia pro- tundente, un mundo de viejos pobres sin
de la idea de que el Estado y sus facultades medio percibe casi cuatro veces más ingre- su correlato de jóvenes trabajadores.
compensatorias, normativas, económicas, sos que una mexicana, y en Corea del Sur Vuelvo al texto de Hernández Licona.
eran parte del problema y de que el merca- la diferencia es casi el triple”. Pero el crecimiento precario o estancamien-
do sería una fórmula eficiente para poner La explicación de ese “rezago” es el muy to de la economía es aun más preocupante da-
“las cosas en su lugar”. diferente crecimiento económico. “Mien- da la añeja desigualdad que tiñe nuestras re-
Cierto, como apunta el mismo Luis F. tras que en 62 años el crecimiento prome- laciones sociales. Ya sabemos que somos más
Aguilar, que la “viabilidad” del Estado so- dio del PIB per cápita en México fue de 2.0 desiguales que Suecia o Estados Unidos, pe-
El autor parte de reconocer la realidad tados en los propios circuitos de la política y de la sociedad”; Raúl M. Mejía sobre “Estado social y de-
recho social”, Macario Schettino sobre “¿Cuál Estado
en la materia: la recaudación tributaria se la economía, sino además con la exigencia social hay que financiar?”; Carlos Elizondo Mayer-Serra
ha mantenido prácticamente estancada en —y en ocasiones coartada— de que es im- sobre “Ciudadanos, impuestos y gasto público en Mé-
las últimas tres décadas y alrededor de un prescindible primero limpiar al gasto públi- xico” y yo sobre “Socialdemocracia para México”.
tercio de los ingresos federales provienen de co de corrupciones e ineficiencias. Y en efec-
Luis F. Aguilar y Jorge A. Alatorre (coordinadores), El fu-
las exportaciones petroleras. Por ello, traza to, en ese terreno, como en muchos otros, turo del Estado social, Miguel Ángel Porrúa/Universidad de
algunas ideas que podrían redefinir la po- se tendrá que actuar atendiendo dos flan- Guadalajara, México/Guadalajara, 2014, 224 pp.
RESEÑAS Y NOTAS | 91
Tras la línea
Arquitectura inmaterial
Sergio González Rodríguez
¿Cómo un sustantivo se convierte en ver- crecer y moldearse bajo la exigencia de los con arquitectos y con una arquitectura ce-
bo? En su libro How to Architect (The MIT deseos, sentimientos, obsesiones, temores. rebral que ayudaría a construir el sueño del
Press, 2012), Doug Patt explica por qué de- En tal sentido, la gramática de los sue- sujeto al que se le robarán datos específicos.
cidió transfigurar el sustantivo arquitecto en ños y la gramática de la arquitectura serían La conjetura de Nolan parece provenir
el verbo arquitectear. Para el profesor de ar- semejantes. El cineasta Christopher Nolan de su reflexión sobre el trasfondo de la má-
quitectura de la Pennsylvania State Uni- se adelantó a Doug Patt al realizar esa idea quina fílmica, que une el sueño despierto,
versity, los edificios son como frases, tie- en su película Inception (El origen, 2010), el sueño profundo, los estímulos neurona-
nen una estructura y siguen reglas, pero si uno de los filmes más premonitorios e intri- les, el subconsciente y los estímulos con-
alguna vez rompes una regla no siempre gantes de los últimos años acerca de la bi- ductuales.
quiere decir que hayas arruinado un lugar, furcación de la realidad como un signo del De hecho, el aparato que Nolan diseñó
o la expresión. Cambiar el funcionamien- futuro que nos aguarda. Nolan ha explicado ya existe, si bien carece de la apariencia mo-
to de una palabra, de un espacio, puede ser en Inception. The Shooting Script (Insight derna y portátil (como la previeron gran-
asombroso y significativo. Las excepciones Editions) la génesis de su relato acerca de des vanguardistas de la primera mitad del
producen inflexiones, y el uso desviado pue- unos espías corporativos que desarrollan y siglo XX, como Marcel Duchamp y su Museo
de conducir a la invención. emplean una tecnología para entrar en la Portátil; o Walter Benjamin y su portafo-
A modo de un diccionario de concep- mente de las personas y robar sus sueños. lios inseparable en el que llevó los borra-
tos básicos sobre el acto de arquitectear, El procedimiento para lograr esa tarea dores de su Obra de los Pasajes parisinos y
Doug Patt introduce de la a a la z entradas consiste en tres aspectos: un aparato deno- sus fragmentos de la historia decimonóni-
breves (página y media) sobre la asimetría, minado The Portable Automated Somnacin ca): está oculto y diseminado en los progra-
los códigos para edificar (building) o la in- Intravenous (PASIV); el sujeto que será roba- mas de rastreo y el mapeo algorítmico de
vención. Sobre la n de narrativa expresa el do de sus sueños y el ladrón-extractor de di- los deseos, gustos, sensibilidades y preferen-
autor: “por virtud de la forma, la experien- chos sueños. Para que este último pueda cias de cada consumidor obtenidos a par-
cia o el material, la arquitectura puede con- operar en forma eficiente, lleva consigo un tir de plataformas como Amazon, Google,
tar un relato. A menudo la arquitectura luce “tótem”, un objeto familiar que le permi- Youtube, Facebook, etcétera.
como lo que es y como lo que hace. Robert tirá distinguir entre la realidad y el mundo A partir de los datos que obtienen, cru-
Venturi acuñó la frase ‘pato’ para denotar onírico. El protagonista lleva consigo una zan y analizan dichos macrositios en Inter-
aquello que logra una sólida, reconocible peonza o pirinola. net, se pueden robar nuestros deseos más
figura a través de la forma: es decir, un edi- El “tótem” aquel hace reaparecer el mo- ocultos y usarlos a nuestro favor o en contra
ficio que luce abiertamente como lo que es”, tivo bastante conocido de la flor de Cole- de este. El maletín PASIV es sólo una figura
pero Doug Patt aclara: “cuando yo pienso ridge que exploró la prosa borgesiana a o metáfora que condensa un conjunto de
en que una arquitectura cuenta una histo- partir de la pregunta del poeta inglés: “si funciones las cuales, en la realidad actual,
ria me refiero a algo más sutil, pienso en el un hombre atravesara el Paraíso en un sue- son invisibles e indetectables para nosotros,
Museo Guggenheim de Frank Lloyd Wright: ño, y le dieran una flor como prueba de que al grado de que debemos conformarnos con
narra desde afuera una historia acerca de ha estado allí, y al despertar encontrara esa intuir y consentir su presencia alevosa.
cómo se mueve la gente a lo largo de gale- flor en su mano, ¿entonces qué?”. La arquitectura que Nolan previó, con-
rías espirales que están adentro”. Nolan dice que en buena parte su relato sumada por colaboradores sensibles como
Si se sigue tal idea y se la conduce hacia provino de preguntarse qué pasaría si uno el personaje Ariadne de su cinta, existe en el
la arquitectura de los sueños, la situación pudiera compartir los sueños con otra per- plano de los circuitos, piezas, componen-
se vuelve interesante: la historia del sueño sona más allá de contarlos. El cineasta pro- tes y flujos de la información. Una hori-
estaría inmersa en la arquitectura que po- puso una serie de reglas de posibilidad que zontalidad compleja e intrincada que po-
sibilita el propio sueño. En otras palabras, pudieran ser graficadas para evitar el caos o co tiene que ver con la corporeización de
la forma del inconsciente, su capacidad de la anarquía, de allí la necesidad de contar ciudades, edificios, fachadas, calles o plazas,
RESEÑAS Y NOTAS | 93
A veces prosa
Ramón Xirau: dos poemas y una reseña (1946)
Adolfo Castañón
ALBA
RESEÑAS Y NOTAS | 95
II dríguez, Delacroix, entre otros. Uno de los y “Alba” y se presentan en las páginas 68 y
artículos más interesantes de esta revista es 69 en su versión original en catalán y en su
En el verano de 1946, el IFAL (Instituto Fran- el firmado por Robert G. Escarpit: “Breve traducción al francés, quizás hecha por Xi-
cés de América Latina) se daba el lujo de historia natural de la nueva prensa francesa”: rau. Nunca antes habían sido publicados,
publicar una revista llamada Terres Latines. Les Lettres Françaises, Le Canard Enchainé, hasta donde sabemos, en español, y tam-
Revue de Culture et d’Amitié franco-hispa- Combat, La Nouvelle Republique, Gavroche, poco se encuentran, hasta donde hemos po-
no-américaine. Sous le patronage de l’Insti- Le Periodique de Paris, Le Figaro, que es al dido ver, recogidos en las dos ediciones
tut Français d’Amérique Latine. La dirigía mismo tiempo una hermosa vitrina de la de la Poesía completa de Xirau (la de 1995 de
Jean Camp, el agregado cultural de Fran- prensa de la posguerra… Entre sus pági- Joan M. Pujals y la de 2007 de Andrés Sán-
cia y amigo de México y de Alfonso Reyes nas también se encontraba un artículo es- chez Robayna) que recogen poemas escri-
y autor de un libro sobre México, J’ai vu crito por el general Juan Manuel Torrea ti- tos a partir de 1950.
vibre le Mexique (1961); su jefe de redacción tulado “La Francia liberada”, en el cual se Además de este bocado de cardenal que
era el escritor e investigador Robert G. Es- exponían las posiciones políticas de Fran- son los poemas del joven Ramón Xirau pu-
carpit. La lujosa revista de 218 páginas de cia durante el armisticio pues, como decía blicados a sus 22 años Terres Latines recoge
32 centímetros de alto por 20 de ancho y el general en ese texto, “no se ha firmado la otros textos suyos, como algunas reseñas fir-
2 centímetros de grosor incluía artículos, paz”. La revista incluía al final un registro madas por el poeta filósofo; por ejemplo: la
dibujos y colaboraciones de un amplio ar- de publicaciones hechas en Francia duran- curiosa dedicada a los “Poèmes” (Montreal,
coíris: Miguel Ángel Asturias, Anne Chap- te la guerra y una serie de libros reciente- 1945) del filósofo y poeta Jean Wahl:
man y Anne Martell, Francis de Mioman- mente aparecidos en América Latina, como
dre, Enrique González Martínez, Alfonso por ejemplo la Antología del pensamiento de Jean Wahl: “Poèmes” —Éditions de
Reyes, Enrique Rivas Ibáñez, Ramón2 Xi- lengua española en la edad contemporánea l’Arbre 6º ouest, rue Saint-Jacques. Mon-
rau (recientemente llegado a México), Jean de José Gaos o la novela Caballo y Dios de tréal, 1945. —Jean Wahl, filósofo y poe-
Cayrol, Carlos Pellicer, Juan de la Encina, Fernando Benítez, entreverados con cró- ta francés, nos presenta en este libro, rico
René Maisón, P. Bosch Gimpera e ilustra- nicas y reseñas de otros libros de ciencia y y luminoso, una serie de poemas algunos
ciones de Rodríguez Lozano, Carlos A. Ro- filosofía. Terres Latines incluía no sólo dos de los cuales fueron escritos en un cam-
poemas de Ramón Xirau. Los poemas se ti- po de concentración, durante la ocupa-
2 Ramon, en catalán. tulan en catalán “Aquestes mars del món” ción alemana.
RESEÑAS Y NOTAS | 97
A través del espejo
Grillos
Hugo Hiriart
“A los animales pequeños sólo se los puede cuchar su canto; esta astucia permitía alzar dose en el suelo, se contemplaba la lucha de
ver con exactitud cuando se encuentran a hasta la altura de los ojos, como había pres- los grillos”. Es decir, como dictaminaba el
la altura de los ojos; cuando uno se inclina crito Kafka, a la soprano o al tenor. Hasta siempre puntual Kafka, se veía a los ani-
sobre ellos en el suelo y allí los contempla, este momento todo va bien; la opacidad malitos gladiadores a la altura de los ojos.
adquiere de ellos una idea falsa e incom- arranca de que a algunos de estos animali- Pero se dio un día el desquite de los
pleta”. Este enunciado metodológico habría tos “se les confería el nombre de un caudillo grillos, cantores amorosos y enjaulados gue-
sido suficiente para inmortalizar a Kafka. de la historia china, porque existía la cre- rreros: “Cuentan que en la época en que
Implica la comprensión de la realidad de encia de que el alma de ese caudillo tenía, el imperio de los Sung fue conquistado
un insecto; implica también, y esto pue- a partir de entonces, su sede en el grillo”. por los mongoles, el generalísimo de los
de ser más importante, que un insecto es al- Esta devoción alcanza su apoteosis en la ejércitos chinos se hallaba boca abajo en
go que podemos no entender; el arte de Kafka época Sung, cuando los grillos propiciaron el suelo contemplando una lucha de gri-
está entero en esta posibilidad de incom- la catástrofe y la ruina; sucedió así: “Du- llos, cuando le fue transmitida la noticia
prensión e indiferencia. Canetti relaciona rante la época Sung se hizo costumbre criar del cerco de la capital por el enemigo y el
—¿entre qué cosas podrá decirse que no hay grillos a los que se preparaba e incitaba a la inminente peligro que se cernía sobre ella.
relación?— la observación de Kafka con los lucha. El poseedor de un grillo famoso ofre- El general no fue capaz de separarse de los
chinos (que, como se podría maliciar, son cía sangre de su propio brazo a los mosqui- grillos; tenía que ver primero cuál era el
grandes conocedores en materia de anima- tos, y una vez que estos habían chupado vencedor. Cayó la capital, y así terminó
les diminutos), en una digresión (la única hasta saciarse, los trituraban y los ofrecían el imperio de los Sung”.
del libro) cuyas sorprendentes noticias acer- como carne picada al grillo, para aumentar Ya dijo Balzac que tanto vale la caída
ca de los grillos es preciso divulgar. su combatividad. Por medio de pinceles es- de un guante de mujer como la de un im-
Principiemos así: en el periodo Tang se peciales se excitaban en el insecto los deseos perio. ¿Quién arroja la primera piedra so-
criaban grillos en pequeñas jaulas para es- de lucha, y luego, acurrucándose o estirán- bre el general chino?
La Dedicatoria “A Leopoldo Lugones” de Alguien llamado “Jorge Luis Borges” “bright officious Lamps”, es decir, en la tra-
El hacedor (1960), de Jorge Luis Borges, po- camina por una plaza rumorosa de la ciu- ducción de Bel Atreides, “atentas lámparas
dría resumirse bárbaramente de la siguien- dad de Buenos Aires. Dirige sus pasos a un brillantes” (Paraíso perdido, Galaxia Guten-
te manera: un escritor imagina llevarle un edificio singular: una construcción más bien berg / Círculo de Lectores, 2005).
libro suyo a un venerado maestro, ya muer- grande, por sus funciones y por su histo- Lámparas atentas, lámparas estudiosas.
to; en la fantasía, el viejo acepta y aprueba ria. El texto comienza: “Los rumores de la El significado de la palabra “officious” pue-
la obra del joven discípulo. Eso sería todo; plaza quedan atrás y entro en la Bibliote- de discutirse, si se quiere, así como su tra-
pero hay más, muchísimo más en esas bre- ca”. Es decir, el paseante Borges ha cruza- ducción exacta o aproximada. En un sen-
ves páginas; o así me parece. do un umbral. tido, esa atención es algo semejante a la
La Dedicatoria es un paratexto; es de- En términos espaciales, este umbral es obsequiosidad: una persona atenta puede
cir: una de las partes “exteriores” al libro, un sitio crepuscular: un ámbito entre los so- serlo en exceso y convertirse, por esa vía, en
como el título, los epígrafes, las notas al pie nidos de la plaza y el silencio concentrado una persona cargante, descripción no muy
de página y otros elementos textuales; el de la Biblioteca. Ahí están los libros, esa halagadora, en español, de ciertas conduc-
comienzo del libro propiamente dicho es especie de Paraíso —como dirá Borges en tas, donde los obsequiosos no quedan lejos
el breve texto homérico titulado precisa- el “Poema de los dones”—, en su multitud de los “serviles”. Comoquiera, esa atención
mente “El hacedor”. La Dedicatoria está, insondable: “De una manera casi física sien- —al servir, al vigilar— evoca en Borges la
así, en cierto modo, fuera de la obra. Así lo to la gravitación de los libros, el ámbito se- concentración de los lectores al estudiar
indica toda una larga tradición de este tipo reno de un orden, el tiempo disecado y con- en medio del silencio de la Biblioteca. La
de homenajes; yo no lo creo, por razones ex- servado mágicamente”. localización de esta hipálage de John Mil-
puestas más adelante: para mí, esa Dedica- Borges ha entrado en el reino de los li- ton se debe al poeta chileno Óscar Hahn.
toria no es un homenaje; tampoco es un bros, en el cual el tiempo se preserva de un Se sabe de la devoción miltoniana, o mil-
ataque ambiguo a la memoria de Lugones modo maravilloso e inexplicable. En todo tonófila, de Borges.
o una disminución o reprobación de su ello hay orden, una jerarquía semejante a Hipálage: figura poética consistente en
obra. Es algo mucho más complicado: es la de los museos naturales: los libros son desplazar y trocar los atributos de seres, fe-
el momento de liberación total de Borges. criaturas disecadas, conservadas en los es- nómenos, presencias. Como le resulta evi-
La doxa literaria afirma: “A Leopoldo tantes populosos como en un mágico al- dente a la mirada realista, las lámparas de
Lugones” no tiene ninguna relación direc- macén consagrado a la memoria. la Biblioteca no estudian, no son estudio-
ta con el libro titulado El hacedor ni con Borges camina entre los lectores calla- sas; los estudiosos son los lectores, quienes
sus partes: está fuera de los textos consti- dos. Aparece entonces el diminuto y verti- bajo esa luz adquieren conocimientos y go-
tutivos de El hacedor y nada lo une a ellos. ginoso “desfile de las hipálages”, como lo zan de la letra impresa. Los atributos se han
A eso se refiere el término “paratexto”. Pien- llamo en mi fuero interno de lector fiel, trocado: la lectura estudiosa sólo es posi-
so lo siguiente: la relación de la Dedicato- después de un trato de más de medio siglo ble si se tiene luz para leer y esa luz la dan
ria con los textos de El hacedor está en cla- con el texto: “A izquierda y a derecha, absor- las lámparas —son “lámparas estudiosas”.
ve, está cifrada. El secreto encerrado en tos en su lúcido sueño, se perfilan los ros- Así también las estrellas de Milton en el pa-
esas dos páginas está a la vista pero es se- tros momentáneos de los lectores, a la luz de saje citado, correspondiente al verso 104 del
mejante a la carta robada de Edgar Poe; las lámparas estudiosas, como en la hipála- Libro IX del gran poema inglés del siglo
trataré de acercarme a las llaves, de alle- ge de Milton”. XVII. Las hipálages de Borges y de Milton
gármelas, para abrir esa especie de cofre. La “hipálage de Milton” se refiere a otras —poetas ciegos y conocedores minuciosos
Para ello, hago una recapitulación de ese lámparas; unas luminarias trascendentales de la luz, como Homero— comportan asi-
texto, un poco más allá de la sinopsis “bár- y divinas: las estrellas del firmamento, del mismo, cada una de ellas, una prosopope-
bara” del primer párrafo de este ejercicio cielo astronómico, fabricación suprema de ya, pero la noticia o disertacioncita sobre
de comentario. Dios. Las estrellas, dice John Milton, son esa otra figura quedará para otro momen-
RESEÑAS Y NOTAS | 99
rodea está en la calle México, no en la calle
Rodríguez Peña, y usted, Lugones, se ma-
tó a principios del treinta y ocho”.
Es decir: Borges ha estado hablando
con un muerto, como Eneas en el infra-
mundo. En las bibliotecas francesas, me
cuenta un amigo muy querido y admira-
do, hay un lugar llamado enfer: el sitio don-
de se juntan los libros prohibidos, sala ve-
dada al común de los lectores; el dato es
precioso: pone en una perspectiva ultra-
John Milton Jorge Luis Borges
mundana el paraíso libresco, bibliotecario,
precisamente como en la conjetura de la
to. Quede aquí este comentario: las hipá- cómo Borges imita en esta forma de citar a Dedicatoria de El hacedor. La Biblioteca
lages son metáforas complejas, de segundo Virgilio, a Beda el Venerable, quien hace la toda y en particular el despacho de Lugo-
grado. Las de Borges y Milton son seme- misma cita, con la misma divergencia res- nes son como antros del otro mundo, pues
jantes: metáforas luminiscentes de poetas pecto del texto canónico. No explico más, en ellos se atestigua la presencia de los lec-
ciegos. pues no son mis terrenos, mero lector vir- tores en quevediana conversación con mu-
El desfile de las hipálages no ha con- giliano de a pie como soy. chos difuntos, por un lado; por el otro, la
cluido. Avanza, irresistiblemente, hacia su La visita a la Biblioteca continúa con el presencia activa de un muerto en la fanta-
final apoteósico. Borges se refiere a la hipá- término de la caminata, ante el lugar de sía vanidosa y nostálgica de Jorge Luis Borges.
lage en general y de inmediato particulari- trabajo de Leopoldo Lugones: “Estas re- La Dedicatoria concluye: “Mi vanidad
za, en vista de la dirección de su caminata flexiones me dejan en la puerta de su des- y mi nostalgia han armado una escena im-
dentro de la Biblioteca: “Recuerdo haber pacho. Entro; cambiamos unas cuantas con- posible. Así será (me digo) pero mañana yo
recordado ya esa figura, en este lugar, y des- vencionales y cordiales palabras y le doy también habré muerto y se confundirán
pués aquel otro epíteto que también define este libro”. Ese libro es El hacedor. Luego nuestros tiempos y la cronología se perde-
el contorno, el árido camello del Lunario…”. viene el entramado de lo afectivo y lo lite- rá en un orbe de símbolos y de algún mo-
El “Lunario” es, por supuesto, el Lu- rario: “Si no me engaño, usted no me mal- do será justo afirmar que yo le he traído
nario sentimental, libro de poemas de Leo- quería, Lugones, y le hubiera gustado que este libro y que usted lo ha aceptado”.
poldo Lugones publicado cuando Borges le gustara algún trabajo mío. Ello no ocu- Uno de los símbolos del orbe borgesia-
tenía diez años de edad, en 1909. Quizá lo rrió nunca, pero esta vez usted vuelve las no es la Dedicatoria a Leopoldo Lugones del
leyó entonces. Lugones hacía figura de pa- páginas y lee con aprobación algún verso, libro El hacedor, fechada en la ciudad de
triarca en el ámbito nacional y en la fami- acaso porque en él ha reconocido su pro- Buenos Aires el 9 de agosto de 1960. En
lia misma de los Borges Acevedo. La hipá- pia voz, acaso porque la práctica deficiente ese símbolo está encerrada la clave de la rup-
lage sobre el “árido camello” es perfecta, le importa menos que la sana teoría”. tura de Borges con su pasado literario, encar-
desde luego. Pero la cuarta y última de las Borges ha cruzado dos umbrales: el pri- nado fantasmalmente por el poeta Lugones.
hipálages de “A Leopoldo Lugones” lo com- mero, el de la Biblioteca, al dejar la plaza El hacedor es el libro misceláneo desea-
plica y lo eleva y lo sublima todo. Recapi- rumorosa detrás; el segundo, el de la sala do por Borges. Es como si este dijera, con
tulo y prosigo: de lectura y el despacho de Lugones. A la un tono a la vez tranquilo y desafiante: “Teo-
mitad de esa breve caminata, Borges cita el ría sana hay en estas páginas y una práctica
Recuerdo haber recordado ya esa figura, en hexámetro de Virgilio, proveniente del Li- solamente mía, no deudora y, sobre todo,
este lugar, y después aquel otro epíteto que bro Sexto de la Eneida. La cita virgiliana pa- no dependiente de mis maestros; práctica
también define el contorno, el árido came- rece haberse originado en las hipálages evo- deficiente será, pero es mi manera de hacer
llo del Lunario, y después aquel hexámetro cadas, del propio Borges, de Milton y de y de entender la literatura”.
de la Eneida, que maneja y supera el mis- Lugones; pero no es así: la hipálage virgi-
mo artificio: liana de ese hexámetro es la clave evidente Nota: En el título del libro borgesiano de 1960, la palabra
“hacedor” va con minúscula inicial (yo poseo la reimpre-
y misteriosa de todo esto. Con ella en la sión de 1967, formalmente idéntica, creo); pero en la edi-
Ibant obscuri sola sub nocte per umbras. mente —como Eneas y la Sibila con la Ra- ción del texto epónimo, en la revista La Biblioteca (tomo
IX; segunda época; número 3; 1958), dirigida por Borges,
ma Dorada, el muérdago de la tradición, esa misma palabra está con mayúscula inicial: Hacedor.
Dejo a mis amigos latinistas la discu- en la mano—, Borges da el último paso pa- Prefiero atenerme a la grafía del libro: Borges no “divini-
za” a Homero; este es un poeta ciego, un hombre como
sión gramatical, filológica e histórico-lite- ra entrar en un ámbito ultramundano para todos. Debo las precisiones bibliohemerográficas de esta no-
raria, sobre la voz umbras —por cierto, la encontrarse con un muerto. El sueño de Bor- ta al investigador Antonio Cajero, del Colegio de San Luis,
cuyo trabajo filológico sobre Fervor de Buenos Aires —de
última del poema virgiliano— y su pa- ges se deshace “en este punto, como el agua hermoso título: Palimpsestos del joven Borges— me parece
riente umbram. Los curiosos pueden ver en el agua”: “La vasta biblioteca que me admirable.
Preferiría yo celebrar aniversarios sin nú- releídos en permanencia, de los que es- do leí el libro por primera vez ni cuando lo
meros redondos, pero la buena idea ya me casamente se puede afirmar que se releen hice en segunda instancia pero ahora han
la ganó hace mucho Enrique Vila-Matas en puesto que cada vez el libro se abre en una aparecido oracularmente. Dice Lezama Li-
Para acabar con los números redondos (1997), página distinta y las palabras invariable- ma: “La delicadeza de la madre no tiene
así que me arriesgo a celebrar, extempo- mente significan otra cosa: libros mágicos mejor símbolo que su afán por evitarle las
ráneo, los 38 años de la muerte de José en verdad. pesadillas a su hijo, después de su muerte.
Lezama Lima (1910-1976), aunque sería Por ejemplo, en la página 22 de mi edi- Siempre veo a mi madre, después de su
mejor esperar al 19 de diciembre de 2015 ción de Oppiano Licario (1977), ese Fausto muerte, saliéndome al paso a las pesadillas
para festejar sus primeros 105 años. Me póstumo de Lezama Lima, alcanzo a leer que pudiera tener con ella. Me parece co-
resigno, una vez más, a conmemorar: ta- —con insólito detenimiento debido a que mo si siempre estuviese en oración, para que
rea relativamente fácil tratándose de Leza- ya estoy en edad de haberlo vivido— unas yo pueda llegar a ella en su muerte, por me-
ma Lima, pues es de ese género de autores líneas que no estaban allí, lo juro, ni cuan- dio del sueño, por medio del sueño para
Mozart en Praga: su refugio contra el estrés. Praga, que si uno se para en una encrucija- zas de muerte laboral, humillaciones, so-
Casaca roja, zapatos con hebilla, coleta da o simplemente en una curva de la calle, bajamientos.
recogida con un moño, los brazos abiertos escuchará al mismo tiempo la Sinfonía 40 Antonio Salieri y el Misterioso Desco-
en cruz, el pie derecho levantado. Flota, se en el oído izquierdo, confundida con un Di- nocido que le encargó el Réquiem no son
desliza. Danza. vertimento mientras en el derecho retum- sino metáforas de todo aquel que envidia el
Su pie izquierdo resuena contra las bal- ba la Sinfonía Praga, entrepiernada con el éxito ajeno, de todo aquel que es déspota
dosas, a media calle. Concierto para clarinete. como jefe, de todo aquel para quien la vio-
La perspectiva se fuga en un cielo po- Si nos alejamos de la barahúnda para ir a lencia, las amenazas son sus únicas armas
blado de corcheas, que nievan, son polen buscar la casa donde vivió Bed ich Smetana, en la vida, de todo aquel que mata a los de-
cayendo sobre las rojas tejas, las cúpulas, las siguiendo la exclusiva guía de la ciudad de más en muerte lenta, los enferma con su
agujas en que terminan algunos edificios a Praga editada en Alemania y que conduce despotismo.
lo alto y las formas medievales, góticas y ba- diestramente Nadja, recorremos calles sin Así como Stalin sufrió mucho al ver que
rrocas, la arquitectura de la vieja Praga, ese ton ni son sin encontrar el domicilio que Dmitri Shostakovich era superior a él y ade-
bello rincón del mundo donde el tiempo marca el libro-guía, hasta que un sonido nos más era muy querido por los demás, lo aplas-
gira y se detiene, gira y vuelve a girar. hace voltear: de una hermosa ventana oji- tó, lo hizo pedazos, lo amenazó de muerte
El presente gira hacia el futuro gira ha- val sale un torrente de sonido: una melodía y lo acosó hasta que Shosta enfermó letal-
cia el pasado. de Smetana nacida de un piano plantado en mente, así Mozart fue víctima del poder y
Quien danza a media calle tiene nombres una casa en cuyo interior, no nos cabe du- de la envidia.
y apellido: Johannes Chrysostomus Wolf- da: vivió Smetana. Éxito en la búsqueda. Porque Mozart, digámoslo de una vez,
gangus Theophilus Mozart. Busquemos ahora el café donde Mozart murió de una combinación fatal de exceso
La imagen arriba descrita está reprodu- acudía a diario para jugar billar con sus ami-
cida en pósters, postales y camisetas, t-shirts gos. Y mientras golpeaba con el taco las bo-
diseñadas en Praga y deambulan por los rin- las de billar, pero sobre todo mientras cal-
cones del planeta en un juego de tiempos culaba las trayectorias posibles, componía
donde el presente se espejea con el pretérito. música y al retornar al trabajo simplemen-
Siglo XXI: hay muchos Mozarts. Pululan. te transcribía.
Sus sonrisas destellan por doquier, como Siglo XVIII: Wolfgang Amadeus está nue-
luciérnagas diurnas. vamente de visita en Praga. Es su lugar fa-
Decenas de jóvenes vestidos con casaca vorito en el planeta. En el carruaje camino
roja, peluca blanca-gris, la coleta anudada a Praga desde Viena, inmortalizado ese viaje
con un moño, danzan por las calles de Pra- por una hermosa novela de Eduard Mörike,
ga, sonríen, invitan a los cientos de turistas Volfi compuso bastante música que en Vie-
a que visiten las muchas casas, templos, pe- na no es bien recibida, ciudad tan llena de
queños auditorios habilitados como salas envidias, tramas macabras, jugadas políti-
de concierto, donde suenan las obras del cas en su contra, hostigamiento laboral y
hombre de la casaca roja, que dejó el cuerpo acoso psicológico.
físico en 1791 pero es uno de esos inmor- En Praga, en cambio, es muy querido.
tales que cobran cuerpo en cada esquina, No hay aquí nadie que se sienta herido por-
en cada calle, en cada cuerpo que sonríe. que Volfi sea tan querido al punto que es
Son tantas las orquestas que interpre- Volfi, en lugar de Wolfgang. No hay nadie
tan a Mozart y tan estrechas las calles de en Praga que lo quiera sojuzgar con amena-
Existen dos autores mexicanos contempo- ciado en sus novelas anteriores, pienso sobre abandono de su mujer. De esta forma, el na-
ráneos que cruzan la frontera de la ficción todo en Malacara, en donde el protago- rrador lleva a cabo sendas conversaciones
“pura” para llevar a cabo un mestizaje entre nista es un ser perturbado por la imposibi- de temas cotidianos y ordinarios para des-
la memoria y el imaginario que se reela- lidad de poseer a su mujer, Elisa Miller, membrar, sin lograrlo aparentemente, el ca-
bora a través de la literatura. Me refiero a con ese deseo dictatorial que se da como rácter femenino. Incluso, en una lectura
Rafael Pérez Gay, quien con sus últimas en- una suerte de segunda piel en quien siente ligera se podría pensar que dentro del dis-
tregas, Nos acompañan los muertos y El cere- que somete a “el otro”. curso narrativo se etiqueta a la mujer desde
bro de mi hermano, realiza el ejercicio lúci- Así, conforme el relato avanza nos in- una óptica obtusa y cerrada. No es así; por
do de una narrativa que rasga algunos temas ternamos en la psicología de este basquet- el contrario, en esta novela Fadanelli logra
en los resquicios de la memoria para tras- bolista que comparte sus pesadumbres con convocar a diferentes voces del pensamien-
ladarlos a relatos francamente bien cons- el detective Riquelme; o con Pichi, su ami- to occidental para humanizarlas a través de
truidos. Y, por supuesto, a Guillermo Fa- go de la juventud; o con sus otras mujeres: su relación con las mujeres.
danelli, ensayista y narrador, que no deja Teresa de Mier, Elena Bretón, Mónica Pipe- La novela está contada desde una tem-
atrás sus obsesiones filosóficas y que a tra- rino y el viejo profesor Cadaval, al tiempo poralidad lineal y su estructura echa mano
vés de sus libros nos traslada a esta idea con- que este mismo protagonista se desdobla tanto de los diálogos como de las pregun-
tinua y permanente de dialogar con quie- para conversar con diversos filósofos como tas retóricas para dotar a los personajes de
nes han hecho de su vida un interminable Rousseau, Séneca, Hegel. Sin embargo, las una identidad por demás rica y diversa en-
ejercicio del pensamiento. Hace unos me- conversaciones se plantean más a fondo con tre sí. Asimismo, el lector se integrará en la
ses, Fadanelli publicó la novela El hombre Otto Weininger y Schopenhauer. Este re- lógica del desdoblamiento del protagonis-
nacido en Danzig. En este relato, el autor sulta una suerte de guía del pensamiento y ta, quien crea atmósferas enrarecidas por las
retoma sus obsesiones filosóficas y las lleva las diatribas del protagonista respecto del circunstancias poco usuales que lo rodean.
a cabo hasta “sus últimas consecuencias”, a De esta forma, en El hombre nacido en
través del “diálogo” que establece la estruc- Danzig Guillermo Fadanelli lleva a cabo
tura del género ensayístico propuesto por una apuesta literaria en donde humaniza a
Montaigne. quienes han sido nuestro referente filosó-
Quienes hemos seguido la obra de este fico en todas las épocas, como lo mencio-
autor nacido en la Ciudad de México sabe- naba líneas arriba, para intercambiar pun-
mos que es un artesano del humor negro y tos de vista sobre la incapacidad de poseer
que sus relatos se gestan en escenarios de la a la mujer como algo propio, esa incapaci-
gran urbe. Dentro de su estética se inserta dad tan inherente al ser humano y tan in-
una enunciación cargada de constantes pro- cómoda y escabrosa al momento de enun-
vocaciones que permiten que la lectura de ciarla. Esa necesidad que sustenta la línea
sus libros, ya sean de ensayo o de ficción, temática de esta novela nos muestra que
avancen con un ritmo distinto que logra dentro de la naturaleza de todos los perso-
destemplar algunos de nuestros pensamien- najes de Guillermo Fadanelli siempre bri-
tos más firmes. En El hombre nacido en llará la inteligencia y el conocimiento, pero
Danzig, Guillermo Fadanelli no sólo no también el abandono y el vacío. Personajes
abandona esta premisa sino la restriega en de contrastes como todos los que confor-
el lector con toda la pericia que le permite man la buena literatura.
su gran oficio, además de llevarla a terre-
nos muy cercanos a la demencia. Se trata, Guillermo Fadanelli, El hombre nacido en Danzig, Alma-
pues, de una continuación de lo ya enun- día, Oaxaca, 2014, 166 pp.
Juan Goytisolo (Barcelona, 1931) es, más de don Julián y Juan sin Tierra, constituye laboraciones de Carlos Fuentes, Guiller-
allá de toda duda, una de las figuras cen- uno de los momentos narrativos más altos mo Cabrera Infante y Julio Cortázar para
trales de la literatura en nuestra lengua. Su de la literatura hispanoamericana y más elaborar su novela. Las figuras del gallego
obra múltiple abarca la narrativa, el ensa- allá. En esta trilogía Goytisolo convoca a y del gachupín como representantes peyo-
yo, el reportaje, las memorias. Sobreviviente los fantasmas ocultos de España, donde la rativos de lo español aparecen en Reivin-
del franquismo (su padre murió durante los sombra de Maimónides, Averroes, la poe- dicación del conde don Julián como dispo-
bombardeos a Barcelona), el autor de Mak- sía mozárabe y las perspectivas latinoameri- sitivos críticos de esa España cristiana y pura
bara ha logrado crear un equilibrio virtuo- canas se entremezclan. Proyecto abarcador, que niega no sólo sus orígenes árabes y he-
so entre la gran tradición de la literatura his- totalizante, comparable en muchos aspec- breos sino a los países conquistados de nues-
pánica y una poderosa posición heterodoxa tos a Terra Nostra de Carlos Fuentes, la tri- tra Latinoamérica.
de una originalidad excepcional que lo ha logía de Goytisolo logra una renovación La trilogía culmina con Juan sin Tierra,
llevado a adentrarse en el universo del islam de la materia narrativa tal y como lo hicie- un experimento narrativo que se sitúa con-
como un recordatorio, una suerte de exor- ran sus contemporáneos de este lado del tra la sintaxis, la puntuación, que logra una
cismo, de aquella España cristiana, árabe y mar, desde Lezama Lima y Borges hasta los de las labores de deconstrucción del len-
judía en la que abrevaron Fernando de Ro- cubanos Guillermo Cabrera Infante y Se- guaje más ambiciosos de la literatura his-
jas, Miguel de Cervantes y Luis de Góngora. vero Sarduy. pana. No se trata del ludismo implícito en
Enemigo de la noción castiza de una Es quizás en Reivindicación del conde Rayuela o Tres tristes tigres; antes bien se tra-
España puramente católica y reaccionaria, don Julián donde Juan Goytisolo alcanza a ta de una agresiva maquinaria contra el buen
Goytisolo ha construido, desde la alteridad componer una poderosa crítica de esa Es- decir, la corrección lingüística y al mismo
del exiliado y del arqueólogo, una profusa paña católica, castiza y caballeresca. Su espa- tiempo de un ambicioso experimento para
indagación en torno a un nacionalismo a cio de esta deconstrucción es el lenguaje. buscar un nuevo lenguaje narrativo. Juan sin
menudo exasperante y cerrado. La suya ha Echando mano de los clásicos romances del Tierra alude también a José María Blanco
sido siempre la posición de un escritor que rey Rodrigo y de la Cava, Goytisolo refor- White, el gran diplomático y disidente es-
se sumerge en tradiciones diversas y alternas, mula una teoría de la traición invirtiéndola. pañol que tomara partido, desde Inglate-
como lo comprueba su discurso pronun- Como sabemos, la leyenda cuenta la his- rra, en favor de la independencia de los paí-
ciado durante la entrega del Premio Juan toria de la Cava, hija de don Julián, conde ses americanos.
Rulfo, en la FIL de Guadalajara en 2004, de Ceuta, quien fue enviada a la corte del La trilogía de Goytisolo, escrita en ple-
donde, acompañado de Carlos Fuentes y de rey Rodrigo. Él se enamora de la belleza de la na decadencia del franquismo, se erige co-
Gabriel García Márquez, se lanza a la críti- joven, la seduce y la viola. La Cava cuenta mo un monumento literario inevitable para
ca del nacionalismo y apuesta por un mun- su tragedia a don Julián y este, en vengan- comprender la literatura en nuestra len-
do multicultural de ventanas abiertas. za, abre las puertas de su ciudad para dar en- gua de la segunda mitad del siglo XX.
La elección de Goytisolo para el Pre- trada a los árabes comenzando con ello la Lugar especial merecen los ensayos de
mio Cervantes en 2014 no sólo es un acto invasión islámica a España. Goytisolo. Lecturas renovadas y renovado-
de justicia, sino de valoración. Ajeno a las Goytisolo reformula estos mitos y al in- ras de La Celestina, Don Quijote, La lozana
academias y los cartabones, Goytisolo se eri- vertirlos se coloca del lado del traidor don andaluza de Francisco Delicado, las metá-
ge como un ejemplo de libertad creativa, Julián. Reivindicación del conde don Julián foras eróticas de Paradiso, de Lezama Lima,
apostando por la experimentación y el cul- (prohibida en España y publicada original- entre muchas otras, nos revelan a un autor
tivo de formas de creación verbal siempre mente en México en 1970) cuenta una his- preocupado siempre por releer la tradición
novedosas y al mismo tiempo insertas en toria grotesca de homosexualidad y parafilias y transformarla.
el corazón de nuestro tiempo. que atentan contra las buenas costumbres. La concesión del Premio Cervantes a
La ambiciosa trilogía, compuesta por Cuenta la leyenda que para enriquecer Juan Goytisolo es uno de los grandes acon-
Señas de identidad, Reivindicación del con- esta traición, Goytisolo contó con las co- tecimientos de nuestra lengua.
¿Qué puedo saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué y al compromiso (pp. 9-11). Más allá del tratar y, llegado el caso, para identificar las
puedo esperar? Volver a hacerse preguntas, importante papel desempeñado por los mo- causas que los han motivado.
al modo de Kant en la Crítica de la razón vimientos sociales y el activismo ecologista, El libro se centra en algunas líneas bá-
pura, es una buena forma de comenzar un más allá incluso del tratamiento decidida- sicas para una “ecoética” (pp. 139-140), tan
libro de ética. Así lo hace Lizbeth Sagols mente ideológico de las cuestiones relacio- directa en sus críticas —contra el andro-
en La ética ante la crisis ecológica, pues la nadas con el medio ambiente —la natura- centrismo y el patriarcado (pp. 35-52)— co-
gravedad y la amplitud de este tipo de crisis leza, la biosfera, los recursos naturales, la mo matizada en cuanto a la propuesta de un
exigen respuestas y, antes de eso, las pre- Tierra, los seres vivos, otras especies, etcé- nuevo modelo de ética ecológica. Buena
guntas adecuadas: ¿por qué somos respon- tera—, el análisis ético-filosófico puede apor- muestra de ello es que la denuncia de los
sables? ¿Qué ética necesitamos ante la cri- tar claridad. Sin duda, esta resulta necesaria serios desequilibrios y amenazas (desde la
sis? ¿Qué podemos hacer? El libro arranca para llegar a una caracterización completa contaminación, el calentamiento global,
de esa forma, apelando a la responsabilidad de la crisis y para precisar los problemas a la extinción de especies, la deforestación, has-
Lizbeth Sagols
UniversidaddeMexico
PROGRAMA EN
El Canal Cultural de los Universitarios
Nueva temporada
conducen
IGNACIO SOLARES Y
GUADALUPE ALONSO
SKY 255
CABLEVISIÓN 411