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NÚM.

131
REVISTA DE LA

UniversidaddeMexico
N U E VA É P O C A NÚM. 131 ENERO 2015 U N I V E R S I DA D N AC I O N A L AUTÓ N OMA D E M ÉX I CO $40.00 ISSN 0185-1330

Vicente Leñero
Defensa de la dramaturgia

In memoriam

Rosa Beltrán

REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


Silvia Cherem

José Ramón Enríquez

Edgar Esquivel

Felipe Garrido

José Gordon

Juan Pellicer

Francisco Prieto

Javier Sicilia

Ignacio Solares
ENERO 2015

Vicente Francisco Torres

Guillermo Vega
Álvaro Uribe
Reportaje gráfico
José Emilio Pacheco Vicente Leñero
a un año de su muerte por Rogelio Cuéllar
00131

7 500041 330287
REVISTA DE LA

UniversidaddeMexico
Universidad Nacional Autónoma de México

José Narro Robles


Rector

Ignacio Solares
Director

Mauricio Molina
Editor

Geney Beltrán
Sandra Heiras
Guillermo Vega
Jefes de redacción

CONSEJO EDITORIAL
Roger Bartra
Rosa Beltrán
Carlos Fuentes †
Hernán Lara Zavala
Álvaro Matute
Ruy Pérez Tamayo

NUEVA ÉPOCA NÚM. 131 ENERO 2015

EDICIÓN Y PRODUCCIÓN
Coordinación general: Carmen Uriarte y Francisco Noriega
Diseño gráfico: Rafael Olvera Albavera
Redacción: Edgar Esquivel, Rafael Luna
Corrección: Helena Díaz Page y Ricardo Muñoz
Relaciones públicas: Silvia Mora

Edición y producción: Anturios Digital


Impresión: Grupo Infagon

Portada: Vicente Leñero


Las fotografías de la portada y del reportaje gráfico
son de Rogelio Cuéllar

Teléfonos: 5550 5792 y 5550 5794


Fax: 5550 5800 ext. 119
Suscripciones: 5550 5801 ext. 216
Correo electrónico: reunimex@unam.mx
www.revistadelauniversidad.unam.mx
Río Magdalena 100, La Otra Banda, Álvaro Obregón,
01030, México, D.F.

La responsabilidad de los artículos publicados en la


REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO recae, de ma-
nera exclusiva, en sus autores, y su contenido no re-
fleja necesariamente el criterio de la institución; no se
devolverán originales no solicitados ni se entablará
correspondencia al respecto. Certificado de licitud de
título núm. 2801 y certificado de licitud de contenido
núm. 1797. La REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO
es nombre registrado en la Dirección General de De-
rechos de Autor con el número de reserva 112-86.
EDITORIAL 3

EN DEFENSA DE LA DRAMATURGIA 6
Vicente Leñero

LA INVENCIÓN DE LO POSIBLE 15
Rosa Beltrán

ENTREVISTA INÉDITA A VICENTE LEÑERO. “HE LOGRADO SER QUIEN QUERÍA SER” 17
Silvia Cherem

EL TEATRO EN EL TABLERO 29
José Ramón Enríquez

“LO QUE SEA DE CADA QUIEN”. RECUENTO SIN PUDOR 36


Edgar Esquivel

UN COLLAGE DE RECUERDOS. LEÑERO: CÓMO APRENDÍ A ESCRIBIR 38


Felipe Garrido

LOS CUATRO LEÑERO. EL ÚLTIMO ENCUENTRO 44


José Gordon

ENTRE LA FE Y LA PARODIA 46
Juan Pellicer

VICENTE LEÑERO Y LA MISERICORDIA 52


Francisco Prieto

GUÍA IMPLACABLE 55
Javier Sicilia

DAR VOZ A LOS QUE NO LA TIENEN 57


Ignacio Solares

LEÑERO Y LA NARRACIÓN POLICIAL 59


Vicente Francisco Torres

FIEL A SUS OBSESIONES 62


Guillermo Vega Zaragoza

REPORTAJE GRÁFICO 69
Vicente Leñero por Rogelio Cuéllar

JOSÉ EMILIO PACHECO. A UN AÑO DE SU MUERTE 77


Álvaro Uribe

RESEÑAS Y NOTAS 89

HACIA UN ESTADO DEMOCRÁTICO Y SOCIAL 90


José Woldenberg

ARQUITECTURA INMATERIAL 92
Sergio González Rodríguez

RAMÓN XIRAU: DOS POEMAS Y UNA RESEÑA (1946) 94


Adolfo Castañón

GRILLOS 98
Hugo Hiriart

IBAN OSCUROS… 99
David Huerta

LECTURA EN PERMANENCIA 101


Christopher Domínguez Michael

EL HOMBRE DE LA CASACA ROJA 103


Pablo Espinosa

BUÑUEL Y SUS NOCTIUM PHANTASMATA 106


José de la Colina

EL BASQUETBOLISTA Y LOS FILÓSOFOS 107


Claudia Guillén

JUAN GOYTISOLO, PREMIO CERVANTES 2014 108


Mauricio Molina

LA ÉTICA EN TIEMPOS DE LA DESTRUCCIÓN AMBIENTAL 109


María Teresa López de la Vieja

CONTENIDO | 1
Desde febrero de 2007, a lo largo de casi cien entregas, las
páginas de esta Revista se vieron honradas con una colaboración mensual de título “Lo que sea de cada quien”. Su
autor ahí recuperaba episodios —algunos chuscos, otros emocionantes, todos ellos significativos— de su vida
literaria y periodística: amistades y enemistades, epifanías y decepciones, travesías que a menudo vinculaban los
espacios de la juventud impetuosa y la madurez escéptica y que lo mismo incluían a escritores, editores, actores,
reporteros, representantes de la Iglesia católica, empresarios y un generoso etcétera. En esos textos, a medio cami-
no entre la autobiografía y la confesión, siempre brillaba no sólo la franqueza estricta y juiciosa del memorioso
que, guiado por el dicho que daba título a su columna, se planteaba el cometido de reconocer méritos y no olvidar
las fallas de sus personajes, sino también su prosa: ejercicios de estilo de un maestro de la precisión, la fina malicia
y la inteligencia en los tratos con el idioma.
Su autor, Vicente Leñero, ha dejado ya este mundo. El miércoles 3 de diciembre, las noticias desalentadoras
que sobre su salud nos habían asaltado en los últimos tiempos —asunto sobre el cual él pidió un respetuoso silen-
cio— hablaron de su partida final, a la edad de 81 años. Ahora tenemos la honorable tarea de consignar su pérdida,
y la grata misión, que emprendemos en este número a modo de homenaje, de recapitular su polifacético legado.
Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, recipiendario de premios tan prestigiados como el Biblio-
teca Breve, el Xavier Villaurrutia y el Nacional de Ciencias y Artes, Vicente Leñero se convirtió en un ejemplar
notable de la estirpe, por lo demás fecunda, de polígrafos mexicanos del siglo XX, esa que incluiría a nombres vita-
les como los de Alfonso Reyes, Octavio Paz o José Emilio Pacheco: escritores para los que el campo de la literatura
es un universo amplio y abierto, y en el que las fronteras genéricas no implican la menor prohibición creativa.
Leñero sumó en su nómina de haceres literarios tanto cuentos, novelas y obras teatrales como crónicas, reportajes
y guiones de cine. Lo mismo practicó con rigor y ambición el nouveau roman y la non fiction novel que puso altas
las exigencias del teatro documental; supo revitalizar la escritura cinematográfica con audacias estructurales iné-
ditas y formó parte de una generación de periodistas críticos comprometidos con las luchas por la justicia en el
país. Lo que llamaríamos la Constelación Leñero incluye luminarias inaplazables como las novelas Los albañiles,
Asesinato y La vida que se va, los guiones de los filmes Cadena perpetua, El callejón de los milagros y La ley de Hero-
des, las piezas teatrales Pueblo rechazado, ¡Pelearán diez rounds! y La visita del ángel y las estaciones periodísticas del
viejo Excélsior y la imprescindible Proceso.
Con un itinerario creativo así de fructífero y un temperamento señalado siempre por el alto compromiso
humano, resulta fácil comprender el desaliento y la tristeza que la partida de Vicente Leñero ha traído a los inte-
grantes de esta Revista. Hasta siempre, querido y admirado Maestro.
Otro gran maestro que se fue, hace exactamente un año, llevaba el nombre de José Emilio Pacheco, cuya
inmensa aportación a las letras mexicanas es ponderada con inteligencia y emoción por el novelista Álvaro Uribe,
el autor de El taller del tiempo y Autorretrato de familia con gato, entre otros títulos.

EDITORIAL | 3
1933-2014

Vicente Leñero
El 12 de mayo de 2011, Vicente Leñero leyó su discurso de in-
greso a la Academia Mexicana de la Lengua. El título se presen-
taba como un manifiesto: “En defensa de la dramaturgia”. Ahí,
el autor elegía de entre sus varios intereses literarios el campo de
la producción dramática. Las páginas de esta Revista recupe-
ran ese vehemente ensayo de quien legó a la escena 28 piezas a
lo largo de un trabajo de tres décadas.
Este expediente tiene un tenor antológico. Conocedores sensi-
bles como José Ramón Enríquez y Juan Pellicer hurgan en el con-
tinente del teatro escrito por Leñero. En torno de su ficción, más
numerosa en el caso de la novela, menos abundante pero muy
provocadora en el del relato, incluimos las reflexiones de Rosa
Beltrán, Vicente Francisco Torres y Guillermo Vega Zaragoza.
Tres escritores cercanos a la órbita personal del autor de La vida
que se va —José Gordon, Francisco Prieto y Javier Sicilia— fa-
bulan desde la memoria y recuerdan con la imaginación la fi-
gura múltiple de un personaje único. Felipe Garrido compone un
collage de citas con las que el autor recordaba sus inicios lite-
rarios, y Silvia Cherem rescata una entrevista inédita con quien,
como resume Edgar Esquivel, habitó nuestras páginas con su co-
lumna “Lo que sea de cada quien”. Da la despedida al gran maes-
tro de varias generaciones el director de esta Revista, Ignacio
Solares, con un texto en que la admiración al extraordinario es-
critor convive con el cariño a un mentor siempre generoso.

VICENTE LEÑERO | 5
En defensa de
la dramaturgia
Vicente Leñero

INTRODUCCIÓN ban transmitir su aliento original, su rigurosa búsque-


da realista, su notable manejo del habla coloquial. Y así
Respetable don Jaime Labastida, director de la Academia ocurrió con Enrique Pineda cuando le dirigió Contra-
Mexicana de la Lengua; querido Miguel Ángel Granados bando, y con Raúl Quintanilla en Playa azul y El crimi-
Chapa; admirados compañeros académicos, generosos nal de Tacuba. Pero tal fidelidad al texto y a su espíritu
familiares y amigos que me acompañan esta noche: no se repitió siempre, y buena parte de lo que se llegó a
Cuando recibí la cálida invitación a incorporarme a ver de Víctor Hugo había sufrido la deformación o la
esta prestigiada corporación que me rebasa como escri- traición escénica. Los afanes apantallantes de Julio Cas-
tor y parlante, me asaltó un pasmo de ansiedad que tillo en Armas blancas, el error de Marta Luna al volver
aún no supero. expresionista La fiera del Ajusco, el equivocado empeño
Pero ya estoy aquí, asentándome en la silla de mi del propio Enrique Pineda al convertir en espectáculos
entrañable amigo Víctor Hugo Rascón Banda, desapa- enloquecedores obras como Máscara contra cabellera,
recido hace apenas tres años. Me honra su estafeta, no Cierren las puertas y Homicidio calificado —junto con
sólo por lo trascendente de nuestra amistad sino porque otros montajes de otros directores— transmitieron al
él representó como dramaturgo —representa aún— la público una versión distorsionada de la dramaturgia del
figura más importante de una generación: la llamada chihuahuense que ahora sólo se puede apreciar con la
por Guillermo Serret Nueva Dramaturgia Mexicana, lectura de sus libros de teatro.
impelida a vigorizar, frente a la tiranía de los directores Contemplada panorámicamente, la obra de Rascón
de escena, la imprescindible tarea de escribir para el tea- Banda exhibe una preocupación central por la temáti-
tro. Víctor Hugo Rascón Banda nació en Uráchic, Chi- ca del delito. Con ese título definitivo, Teatro del delito,
huahua, en 1950; se doctoró en Derecho por la UNAM, agrupó en una edición de Escritores Mexicanos Uni-
y en 1975 o poco antes decidió agregar a sus tareas pro- dos, en 1985, tres de sus primeras obras: Manos arriba
fesionales el ejercicio apasionado de la dramaturgia. Fue (sobre la corrupción en la vida cotidiana), Máscara con-
funcionario de un banco importante, abogado asesor tra cabellera (sobre el ambiente sórdido de la lucha libre)
de casos dignos de una teleserie, y presidente de la So- y La fiera del Ajusco (sobre el caso de una marginada que
ciedad General de Escritores de México. Pese a la carga asesinó a sus hijos). Pero a esa trilogía se podría agregar
laboral que soportó en todo momento, la suma de obras una larga lista de obras de temática delictuosa: Los ile-
que se dio tiempo para escribir —casi una por año— se gales (el submundo de los mojados en la frontera nor-
antoja impresionante; sobre todo porque eran obras te), Guerrero negro (inspirada en el caso Caro Quintero
enfocadas imperativamente a su montaje que lo obli- y el infierno del narcotráfico), Contrabando (el narco-
gaba a enfrentar problemas con directores de escena y tráfico en los pueblos de la sierra chihuahuense), Playa
con los sistemas de producción. azul (el caso terminal de un alto funcionario corrupto
Pocos fueron los directores que respetaron cabal- caído en desgracia), Los ejecutivos (el error de diciembre
mente la experimentación contenida en sus textos, hay del 94), El criminal de Tacuba (los asesinatos de Goyo
que decirlo. Eran aquellos los que deseaban emprender Cárdenas) y otras más. En algunos de estos dramas los
su propia experimentación a costillas de los textos, con personajes están arrancados directamente de la reali-
resultados no siempre atinados. Cuando se ajustaban al dad (Goyo Cárdenas, Elvira Luz Cruz), como lo están
escrito, cuando lo comprendían de veras, las obras logra- también Tina Modotti o Concha Urquiza en obras que

6 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


no tienen un entorno específicamente criminal, sino en una realidad más real, es decir, con menos concesio-
que pertenecen a la vena poética de su dramaturgia, nes para con lo “fingido”, con menos licencias explica-
cultivada por Víctor Hugo con temblorosa indecisión, tivas, con más rigor coloquial.
como si no se atreviera a ahondar en una lírica ajena al No es la de Víctor Hugo Rascón Banda una drama-
realismo directo, a menudo implacable, del común turgia fácil. Su mensaje —si pudiera hablarse de men-
denominador de su temática. Aliento poético destila saje en una obra amarga, desolada— incita a contemplar
también Voces en el umbral, su primer drama, lo mismo la vida como eso: como un delito, como una continua
que Alucinada (en torno a Concha Urquiza), La transgresión al orden establecido, como la imposibilidad
maestra Teresa y Ahora y en la hora. de escapar moral y legalmente a nuestro destino trági-
Lo suyo, sin embargo, hasta el momento en que la co. Por eso hoy, al sentirme honrado por ocupar su silla
muerte —esa que aleteaba en Ahora y en la hora, contra XXVIII en la Academia Mexicana de la Lengua, me per-
la que luchó como un guerrero luego de una prolonga- mito dedicar, a él y a mi hija Estela Leñero Franco —com-
da y penosa enfermedad— le impidió asomarse a otros pañera suya en el taller de dramaturgia que integramos
territorios temáticos. Anunció apenas su esfuerzo en durante años— el texto del siguiente discurso iniciático.
Los apaches, una obra de título tentativo que aún no ha
llegado a los foros.
Cultivador a carta cabal del renovado realismo del PRIMERA LLAMADA
último tercio del siglo XX, el autor chihuahuense preten-
de exigir obra tras obra, a lo largo de su carrera, que sus El diccionario de la Academia de la Lengua Española
dramas sean apreciados, y sobre todo montados, con define al dramaturgo en términos escuetos: autor de obras
ese código explícito en su escritura: en su planteo esce- dramáticas, y a la dramaturgia como sinónimo de dra-
nográfico y en sus escuetas acotaciones. Sin duda algu- mática. La dramática es llamada también poesía dramá-
na su dramaturgia se sitúa muy lejos ya de los melodra- tica, quizá porque en el pasado era la poesía —en verso
mas de Usigli y sus situaciones fortuitas y azarosas; lejos o en prosa, sobre todo en aliento— la expresión domi-
también del naturalismo o el costumbrismo de los auto- nante de quienes escribían para el teatro. Tales autores
res de los años cincuenta. Como casi todos los represen- eran poetas, poetas dramáticos, y sus obras se denomi-
tantes de su generación y de las generaciones que lo con- naban dramas; palabra imprecisa por la doble acepción
tinúan, la búsqueda realista se orienta por veredas más que le otorga el diccionario: obra perteneciente a la poe-
complejas que las recorridas antaño: trata de ahondar sía dramática, en general, o género específico de la dramá-

© Joaquín Cato Cortés / Proceso

Vicente Leñero en su estudio, 2001

EN DEFENSA DE LA DRAMATURGIA | 7
ria merece ser valorada pese al recelo con que suelen con-
siderarla los editores cuando rechazan la publicación de
un libro de este género diciendo: “el teatro no se vende”.
Cierto es que las obras dramatúrgicas —si es válido
llamarlas también así— están orientadas desde su con-
cepción al montaje en un foro, sin lo cual no se cumplen
cabalmente, pero existen antes como literatura, y como
literatura de peculiar gramática las aprecia o desprecia
el lector en potencia. Son una propuesta para que el
lector potencial realice de manera imaginaria su perso-
nal puesta en escena, como lo hará luego un director
escénico con la ventura de magnificarlas o la desventu-
ra de malinterpretarlas, tal como sucede con lamenta-
ble frecuencia.
En esta línea de pensamiento puede decirse que co-
nocemos la dramaturgia de Shakespeare, no el teatro de
Shakespeare. La dramaturgia de Ibsen, no, por desgra-
cia, el teatro de Ibsen, de los griegos, del Siglo de Oro…
Y aunque la arqueología teatral y los estudios antropo-
lógicos se esfuerzan por hacernos avizorar cómo se lle-
vaban a escena las obras del pasado, resulta imposible
percibirlas en toda la complejidad impuesta por las téc-
nicas arquitectónicas, escénicas, actorales de los tiem-
pos pretéritos. Imposible saber también con precisión
cómo esas técnicas condicionaban la escritura de los dra-
maturgos de entonces.
Conocemos sus obras, no lo que se hizo con ellas en
un foro.
Vicente Leñero con su esposa, Estela Franco
La dramaturgia es perdurable. El teatro es efímero.
Se antojaría por eso —al margen de las múltiples acep-
tica que comparte su clasificación con la tragedia, la ciones académicas de la palabra teatro— que las obras
comedia, el melodrama, la farsa… Para resolver la po- del maestro Rodolfo Usigli, con ánimo de citar un ejem-
sible confusión, Rodolfo Usigli utilizó la palabra pieza plo, se editaran como Dramaturgia completa y no Tea-
—pieza en lugar de drama— que hoy, en la insana ma- tro completo.
nía de clasificarlo todo, utilizan los autores nacionales
cuando no logran decidir en qué género encasillar sus
textos. En lugar de acotar simplemente: obra en dos actos SEGUNDA LLAMADA
o drama en dos actos, escriben pieza en dos actos, y pro-
blema resuelto. No hay duda de que en la primera mitad del siglo XX,
También se producen confusiones con la palabra tea- Rodolfo Usigli se convirtió en un puntal del teatro me-
tro por las múltiples acepciones que le otorga la Acade- xicano. Su dramaturgia intentó llenar huecos temáticos
mia: edificio o sitio destinado a la representación de obras y resolver problemas de forma y contenido que habían
dramáticas, práctica en el arte de representar obras dra- dejado pendientes los escritores del teatro decimonó-
máticas, literatura dramática... y alguna más. Me deten- nico. Muchos de estos autores, valiosos como novelis-
go en la tercera acepción —teatro como literatura dra- tas, poetas, ensayistas, abordaron la dramaturgia con
mática— no sólo por caprichoso retobo sino porque ingenuidad y torpeza melodramáticas cuando ya en el
forma parte de algunos problemas que intento plantear extranjero brillaban las obras de Ibsen, Chéjov, el pri-
en este discurso: el de diferenciar subrayadamente la dra- mer Strindberg… que desarrollaban un realismo más
maturgia del fenómeno de la representación teatral. estricto. Los dramas y comedias mexicanas, en cambio,
Entiendo la literatura dramática, la escritura de una acusaban carencias y defectos que hoy se antojan elemen-
obra en particular, como un fenómeno anterior al de su tales. Pueden enunciarse con rapidez, repasando las obras
puesta en escena, de algún modo independiente a esta. de Juan A. Mateos, Ireneo Paz, Rafael de Zayas, Alber-
Pertenece por tanto, en su origen, más al ámbito de la to G. Bianchi, Manuel Acuña…
literatura que al del arte escénico. Como escritura litera- Tales carencias son:

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Un maniqueísmo ideológico, social y moral, muy
conveniente, muy cómodo, para generar dramaticidad.
Los buenos de la obra, casi siempre los protagonistas,
son del todo rectos y manifiestan escasas contradiccio-
nes. Los malos, clásicos antagonistas, son perversos y
con frecuencia cínicos. La jerarquía de valores es esque-
mática respecto al estrato social. Los pobres suelen ser
primitivos, torpes, pero por lo general son honrados,
leales y de buen corazón; sufren lo indecible y son obje-
to de compasión y piedad. Los ricos son egoístas, am-
biciosos, crueles. En la riqueza se oculta, tras las buenas
maneras, sentimientos innobles, hipocresía, maldad. La
provincia y el campo son paraísos idílicos. La maldad y
el pecado se concentran en la ciudad.
El sentido del honor es un sentimiento clave en la
mayoría de los conflictos. La sola sospecha de la pérdi-
da del honor femenino desata una catástrofe. La mujer
no sólo debe ser casta si es esposa, virgen si es soltera,
sino mostrarse y actuar como tal. Aunque los drama-
turgos intentan rebelarse contra esta valoración super-
ficial, se advierten sometidos a la escala dominante de
valores y resuelven los conflictos amoldándose a ella. La
mujer tal parecía promiscua, pero resulta que es fiel.
La heroína cometió adulterio, de hecho o de pensa-
miento, pero resulta que lo hizo a causa de la miseria, o
por un equívoco, o por una situación extrema que fi-
nalmente la disculpa. Las tesis del dramaturgo no trans-
greden la moral establecida ni convierten en héroe a
un personaje que se comporta de manera reprobable o
contradictoria.
Por lo que hace a la preceptiva estrictamente dra- nantes o las groserías que se prohibían en el teatro hasta
matúrgica, las obras rechinan por fallas a la verosimili- muy entrada la segunda mitad del siglo XX.
tud: Los personajes son definidos por lo que se dice de Los finales son rígidamente cerrados. Los conflictos
ellos más que por la acción dramática. Los parlamentos terminan siempre resolviéndose con claridad. A veces la
de presentación se exceden en informaciones pertinen- conclusión es trágica y el personaje conflictuado muere
tes y explicaciones anticipadas. El dramaturgo no per- —por asesinato, suicidio, enfermedad— o acaba des-
mite que el espectador descubra poco a poco intenciones quiciado. Pero ese suceso trágico se atempera al produ-
y pensamientos: todo se lo dicen los propios persona- cir conocimiento, tranquilidad y hasta felicidad en los
jes, y el abuso del soliloquio y el aparte exterioriza la in- que se mantienen vivos.
timidad de las criaturas de ficción para evitar cualquier El manejo del tiempo escénico nada tiene que ver
peligro de malentendido. Esto impide que las obras pro- con la verosimilitud del tiempo del realismo. En una mis-
gresen —en el sentido dinámico del término— y que ma habitación pueden correr las horas, de la mañana
el misterio y la expectación sean elementos importan- hasta la noche, sin que se interrumpa la acción en el foro.
tes. Todo se adivina, todo se sospecha de inmediato y la También las convenciones dramatúrgicas de la época
acción dramática parece encaminada a confirmar al es- aceptan, con extrema tolerancia, la entrada y salida de
pectador lo que ya le anunciaban soliloquios y parla- personajes, regidas por las necesidades narrativas del
mentos explicativos. autor, no por las verdaderas necesidades de sus criatu-
Los diálogos padecen la retórica del bien decir, y al- ras. Se hace mutis cuando el dramaturgo lo requiere, y
gunos dramaturgos como José María Vigil recurren to- los pretextos que alude el personaje para abandonar la
davía a la versificación. Se habla siempre con propiedad escena —en ocasiones mediante un aparte forzadísi-
aun cuando los personajes sean de baja extracción; a es- mo— suelen ser ilógicos.
tos se les caracteriza a veces con aisladas expresiones o Podrían enlistarse numerosas deficiencias más que
interjecciones pintorescas. Desde luego no se utiliza el saturarían la relación. Baste reiterar que la mayoría
habla coloquial ni mucho menos las palabras altiso- de las comedias y los dramas sociales y de costumbres

EN DEFENSA DE LA DRAMATURGIA | 9
de los dramaturgos del XIX intentan el realismo, sólo TERCERA LLAMADA
que el concepto realista de la época no alcanza a des-
cubrir, ni se preocupa aún por la verosimilitud del len- Hacia la mitad de los años sesenta del siglo XX, como
guaje, de las mecánicas de la acción, del manejo rigu- eco o como rebote de los fenómenos que se habían co-
roso del tiempo… Utilizan “convenciones teatrales” menzado a manifestar en el teatro europeo algunos años
desgastadas que se practican sin escrúpulos y se acep- antes, se produjo en México una intensa y a veces es-
tan sin discusión. candalosa colisión en las equilibradas relaciones que pa-
Sin embargo, lo importante de esa añeja dramatur- recían mantener los trabajos del dramaturgo y los del
gia, sobre todo hacia el final de los años del siglo XIX, director de escena.
fue la tenaz contienda emprendida por los dramatur- Dueño hasta entonces de la máxima autoridad en
gos para vencer la hegemonía del teatro español que materia teatral, motor de todo el fenómeno escénico
gobernaba en los coliseos del país. Tanto las compañías desde su planeación hasta su realización última, el dra-
peninsulares que se avecindaban en México, como los maturgo se vio de pronto desplazado por el violento im-
actores y directores —con José Valero a la cabeza— se pulso que otorgaba al director de escena el bastón de man-
empeñaban en montar obras españolas o dramas tra- do: no sólo de la tarea del montaje en cada puesta en un
ducidos del francés. foro, sino de las políticas teatrales que habrían de regir
De momento se impusieron los dramaturgos nacio- el proceso cultural a través de las instituciones signifi-
nales al grado de conseguir en 1872, bajo el gobierno cativas. Desde la década de los años veinte y principios
de Sebastián Lerdo de Tejada, una cifra de montajes en de los treinta, los departamentos teatrales de la Univer-
el transcurso de un año que hoy mismo se antoja asom- sidad de México y del Instituto Nacional de Bellas Artes,
brosa: cuarenta y tres estrenos de obras nacionales en el igual que los movimientos artísticos y hasta los grupos
país. En el periódico El Siglo XIX, Ignacio Manuel Al- experimentales habían funcionado invariablemente bajo
tamirano escribía por aquel entonces: el gobierno de un dramaturgo. Se daba por un hecho
que el dramaturgo era el sabio del teatro, el conductor,
Son de admirar verdaderamente la constancia inquebran- el forjador de los programas de una actividad centrada
table, la paciencia, el amor a la literatura dramática de en el texto literario, clave indiscutible —se argüía en-
que han dado prueba las generaciones de autores que se tonces— de la teatralidad.
han sucedido por cincuenta años y que los ha hecho man- Cuando este criterio provinciano, por tan rígido, se
tener viva la llama del amor al arte, a pesar de tantas vici- trizó en añicos por la presión que ejercían las nuevas co-
situdes, de tanto desdén público, de tanto olvido como rrientes traídas del extranjero, los directores de escena,
han tenido que sufrir. en alianza con los actores e incluso con los escenógrafos,
tomaron por asalto, además del pódium del foro que
En esa misma preocupación y ese mismo celo por ya les correspondía, los puestos de autoridad en las ins-
nuestra dramaturgia los retomó Rodolfo Usigli a la mi- tituciones de cultura —lo que resultó determinante—.
tad del siglo XX. Aunque algunas de sus obras no resis- Departamentos de teatro, escuelas de teatro, publica-
tan quizás, ahora, un análisis riguroso, su empeño en ciones de teatro dejaron de estar encabezados por los dra-
promover un gran teatro mexicano —que entiende lo maturgos para ser ahora cotos de los directores.
mexicano sólo como la puesta en escena de obras mexi- Si es verdad que el fenómeno no debe considerarse
canas—, sus libros didácticos, sus ensayos, los prólogos exclusivo de México, la radicalidad con que se impuso
y notas escritas en torno a sus propias obras —a la ma- en México —como reacción a un anquilosamiento de
nera de Bernard Shaw— exhiben una fe alentadora en la necedad dramatúrgica del teatro “como literatura”,
el futuro de ese arte al que entregó su vida. no del teatro “como literatura enfocada a la representa-
Si sus inmediatos contemporáneos hubieran estado ción”— ocasionó ese cambio sustancial en las políticas
a la altura del reto, si Usigli no se hubiera encerrado tan- de programación y enseñanza. Se produjo en consecuen-
to en sí mismo luego de sentirse traicionado por sus dis- cia el ahogamiento que intentó considerar a la drama-
cípulos, los historiadores estarían hablando hoy de la turgia ajena a los procesos de experimentación y bús-
gran Escuela de la Dramaturgia Nacional, comparable queda. Esa era tarea exclusiva del director.
a la que se creó con los muralistas de la plástica, con los Usigli alcanzó a observar este encumbramiento y lo
músicos de las partituras sinfónicas, con los narradores fustigó. Entre bromas y veras clasificó así a quienes ya
de la Revolución mexicana, con el gran movimiento de no llegarían a ser sus contrarios:
los coreógrafos de la danza.
Con radicalidad asumida, traduzco el célebre apo- Hay el director que pretende sustituir al poeta y usar su
tegma de Usigli, O teatro o silencio, con el sinónimo aca- obra como trampolín para la realización de sus faculta-
démico: O dramaturgia mexicana o silencio. des creadoras que no tienen cauce propio y que incurren

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en atentados sin nombre contra la poesía dramática… Hay
el director acrobático que necesita escaleras, altos balco-
nes, saltos, danzas y toda suerte de ejercicios gimnásticos,
reclámelos o no el texto… Hay el director que se cree
competente para “mejorar las obras”, así sean de Esquilo,
de Shakespeare o de Shaw…

Todo porque los directores celebraban su conquis-


ta: el teatro como fenómeno esencialmente escénico,
ya no literario. Y la experimentación, la búsqueda, la
verdadera creación —insisto— se daban en torno a las
tareas de montaje en las que el texto participaba sólo
como un apoyo cuando no como un simple pretexto.
Se caricaturizaba así la prepotencia del director que
se atrevía a exclamar a la manera de Arquímedes:
“Denme un directorio telefónico y yo lo convertiré en
una obra de teatro”.
Aunque las hazañas emprendidas por quienes se
habían convertido en creadores, ya no más en intérpre-
tes, no hacían sino copiar los desplantes europeos del
teatro como espectáculo, terminaron deslumbrando al
público, a los viejos dramaturgos. Tan cegador resultó
el encandilamiento que no pocos escritores dramáticos
Los Leñero Franco: Mariana, Estela, Vicente y su esposa, Isabel y Eugenia, 2003
renunciaron a sus quehaceres literarios para convertirse
en directores de escena y poder lanzarse así a construir
lo que se dio en llamar —para distinguirlo del teatro todo al análisis tangible de una puesta en escena que se
comercial— el teatro de arte. quería renovada, siempre distinta y siempre gobernada
Hacer teatro mexicano dejó de significar, además, por el director-creador.
montar obras de dramaturgos mexicanos. La naciona- Para auxiliar a ese jefe máximo se llegó hasta el ex-
lidad del montaje no la otorgaba ya la nacionalidad del tremo de inventar un oficio con una nueva palabra que
texto y su temática, sino la nacionalidad del director, de la Academia terminó reconociendo: el dramaturgista. Era
sus actores, del escenógrafo. Bastaba el simple hecho el encargado de poner al día las obras por representar, de
de realizar ese montaje en un foro nacional y con un sis- modificarlas con añadidos y supresiones de parlamen-
tema de producción nacional para hacer teatro mexicano. tos o desplantes actorales en vistas de las inmediatas ne-
El texto era lo de menos. Cualquier obra contem- cesidades del director. Aunque el oficio y los departa-
poránea o clásica, cualquier idea peregrina o audaz ser- mentos dramaturgistas adquirieron importancia en las
vía, sirvió y sigue sirviendo para dar identidad local al grandes compañías europeas —el Piccolo de Milán, la
fenómeno escénico. Fue el más importante experimen- Schaubühne de Peter Stein, el Centro Internacional de
to que se realizó sin duda —hay que reconocerlo— en Peter Brook— esa figura auxiliar ha sido asumida en Mé-
ese alucinante despertar del acontecimiento histriónico. xico casi siempre por el director y en complicidad con
Ahí debería encontrarse la clave de la modernidad. Todo los actores, proclives siempre a modificar sus diálogos
lo que valía la pena investigar o ponerse a prueba nece- “porque así se oye mejor”, “porque así adquiere más
sitaba investigarse en la probeta escénica. Incluso las relevancia mi personaje”.
piezas extranjeras del llamado “absurdo” y del teatro El periodo autárquico del director de escena, pasan-
documental o poético, comedias, melodramas, trage- do por los experimentos del teatro de calle, de la crea-
dias tendían a ser reelaboradas y hasta traicionadas en ción colectiva —ejercitados en Latinoamérica hasta la
vistas a la experimentación en el foro y para el foro. Obras saciedad— y las múltiples escuelas surgidas en torno a
de Ionesco, de Beckett, de Pinter, de Brecht y hasta de las técnicas actorales produjeron sin duda un resurgi-
Peter Weiss se convertían en pretenciosos espectáculos, miento del teatro en México, como fenómeno público
de pronto en atrabancados happenings, como si la ex- que devolvía al espectador su posibilidad de auténtica
perimentación literaria y teatral contenida en los textos participación, y como alternativa vivísima a la “cultura
originales, el descubrimiento autoral de un nuevo len- enlatada” de la televisión y el cine.
guaje dramatúrgico y por lo tanto escénico no fueran su- El director y sus huestes rescataron ciertamente el
ficientes para saciar esa ansia compulsiva de someterlo interés por el teatro, generando entre la juventud, antes

EN DEFENSA DE LA DRAMATURGIA | 11
© Rogelio Cuéllar

Vicente Leñero en su nombramiento como miembro de número en la Academia Mexicana de la Lengua, 2011

escéptica y contraria a la solemnidad del rito, el placer “Tu obra era un desastre —responde el director—. Yo
visual que monopolizaba el cine. Convocaron además la mejoré”. Y sobrevienen los pleitos, las famosas dispu-
al estudio de la actuación y de la dirección escénica, en- tas de autores como Emilio Carballido o Sergio Magaña
tendidas al fin con sentido profesional. que se agarraban de las greñas, montaje a montaje, con
Así como hacer teatro mexicano significaba ya, sim- los creadores escénicos.
plemente, hacer teatro en México, estudiar teatro em- Por eso alcanzó popularidad el dicho: “No hay mejor
pezó a significar de los años sesenta hasta nuestros días: dramaturgo que el dramaturgo muerto”.
estudiar actuación, estudiar dirección, estudiar esceno- Dado que los dramaturgos clásicos no protestan, no
grafía… ya no más estudiar dramaturgia. La enseñanza existe director mexicano debutante, o aun quien lleve
de la dramaturgia, tan encomiada por Rodolfo Usigli y años en el oficio, que no se sienta impelido a montar su
su heredera Luisa Josefina Hernández, acabó siendo re- propio Shakespeare, su Esquilo, su Calderón, su Molière,
legada por las escuelas universitarias, gubernamentales su Ibsen, su Brecht, su Camus, como si todo mundo los
y privadas. Lo que en los años cincuenta era materia bá- aguardara con delirante expectación. Y dado que son
sica de la formación teatral, dejó de ser carrera a seguir, los directores escénicos quienes rigen la política cultu-
profesión por desarrollar. La dramaturgia quedó escon- ral en esta área, año con año los foros del país son pro-
dida tras bastidores. gramados con ciclos de obras extranjeras y clásicas so-
Reitero con necedad el conflicto: brerrepresentadas hasta la desesperación, en demérito,
Al adueñarse de los programas en las universidades, claro está, de nuestra modesta dramaturgia mexicana.
en los centros teatrales, en la mentalidad de los actores Han transcurrido cincuenta años de esa explosión arro-
y de los grupos independientes, los propulsores de la lladora de la puesta en escena, del teatro espectáculo, del
puesta en escena no se conformaron con imponer sus teatro clásico redescubierto, del teatro extranjero como
criterios del “teatro como espectáculo”, sino que lleva- única posibilidad meritoria, y apenas en los años seten-
ron a cabo una sofocación de la dramaturgia mexicana. ta y ochenta se alcanzó a percibir, débilmente, una dra-
La hicieron a un lado o la sometieron —cuando el tex- maturgia nacional que pugnaba por ser tomada en cuen-
to se antojaba inevitable— a severas modificaciones en ta como auténtico suceso artístico.
el foro que deformaban su espíritu original, que la co- Porque es cierto, el sofocamiento produjo que duran-
rregían según ellos, que la sometían a la idea creadora te dos décadas, después de Usigli, poco se podía encomiar
de montajes personalísimos. a los escritores nacionales que trabajaban para la escena.
Usando el texto como pretexto convenía mejor apo- Huidos algunos de ellos del teatro a raíz del cataclismo,
yarse en autores extranjeros o en clásicos consagrados empeñados otros en una dramaturgia del pasado, inge-
para evitar así los numerosos conflictos que se producían nua, harto costumbrista, que nada propone formalmen-
y se siguen produciendo entre director y dramaturgo. te y nada nuevo expresa con sus argumentos —y por ello
“¡Esa no es mi obra!” —suele exclamar el escritor impugnada con violencia y con razón por los enemigos
cuando siente su texto transgredido en el montaje—. del texto—, fueron pocos los escritores que consiguie-

12 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


ron mantenerse fieles a su profesión dramatúrgica. Han gares, el tiempo, los personajes en evolución, o plantear
sido pocos los sobrevivientes, pero no tan pocos los sur- simplemente una situación en el presente. La situación
gidos, como de milagro, para ofrecer el testimonio de la ocurre en consecuencia con unidad de tiempo. El tiem-
palabra en el siempre misterioso fenómeno del teatro. po interno de la obra es el mismo tiempo vivido por el
Su presencia en acción propone una enriquecedora espectador en el teatro.
alternativa al teatro de director y ha dado ya frutos esti- En el relato de una historia, el dramaturgo no nece-
mables y demostrado las posibilidades de la pluralidad. sita forzosamente de oscuros ni de división en actos para
Es patente que la marginación a la que se vieron em- marcar el paso de las horas o los días. Las acciones escé-
pellados los dramaturgos mexicanos debilitó al “teatro nicas, los desplazamientos, la gestualidad son los res-
de la palabra”, pero también es tangible y digno de to- ponsables de producir el efecto que impulsa al tiempo
marse en consideración que tal marginación lo depuró a transcurrir.
de sus añejas e insostenibles convicciones costumbristas, El lugar de la acción. El dramaturgo no tiene por
melodramáticas, y lo orientó hacia tareas de experimen- qué diseñar o describir las escenografías donde ocurri-
tación formal y temática a las que antes no se abocaba. rán sus hechos; eso compete al escenógrafo. El drama-
La dramaturgia mexicana logró resurgir gracias a que turgo sólo establece el sitio. El lugar de la acción suele
los nuevos poetas dramáticos entendieron que el terre- anteceder a la creación de una obra. La dispara en la ima-
no de la experimentación escénica no era exclusivo de ginación cuando el escritor elige un espacio donde ubi-
los directores sino que correspondía también a ellos. car a sus posibles personajes.
La tarea exploradora de esta nueva dramaturgia lan- Identidad. Algunos personajes suelen ser, y termi-
zada a poner a prueba —como lo hizo la narrativa lati- nar siendo, tan misteriosos para el espectador como para
noamericana en los años sesenta con resultados espec- el propio dramaturgo. Personajes que nunca se expli-
taculares— los modernos códigos teatrales de la palabra can a sí mismos ni son explicados por los demás direc-
y del gesto y de la acción valorada como palabra consiguió tamente. Personajes que viven a ratos en el pasado o a
por fin reventar el monopolio del teatro de director. ratos en el presente. Personajes que mienten frente al
Así como la dramaturgia del absurdo echó hacia atrás espectador. Personajes que equivocan sus recuerdos. Re-
al naturalismo, como la comedia musical a la opereta y a cuerdos que hacen convivir —sin trucos escénicos— a
la zarzuela, como el teatro documental al teatro histó- vivos con muertos. Abolición de los clásicos protago-
rico ficcionado… así brotó una nueva, novísima dra- nistas versus antagonistas, gracias a la creación de diver-
maturgia —se me antoja calificarla así— que olvidán- sos puntos de vista narrativos dentro del foro.
dose de las rígidas fórmulas aristotélicas y las normas Palabras y silencios. Exacerbación de parlamentos y
decimonónicas de “la comedia bien hecha”— intentó diálogos que se prolongan para generar intencional-
alternativas ingeniosas para emprender una gran aven- mente ansiedad, tensión. Lo mismo para los silencios
tura. Fue un movimiento universal que se fue dando prolongados de personajes que no hablan, no porque
obras tras obras, no de golpe, pero siempre con la mira- los obligue a callar el autor, sino porque no quieren o
da puesta en el foro. A él se sumaron y se siguen su- no pueden hablar. Abolición del monólogo, casi siem-
mando los dramaturgos mexicanos. Un movimiento pre inverosímil en un realismo estricto. Tolerancia con
que insta a los directores de escena no sólo a deponer su el soliloquio cuando se le justifica.
tiranía sino a convertirse en compañeros de ruta en el Simultaneidad. Desarrollo de múltiples aconteci-
fascinante viaje de la experimentación. mientos en múltiples espacios de un foro. Simultaneidad
En contraste con las erráticas características de la dra- de diálogos. Simultaneidad de tiempos pasado, presen-
maturgia del XIX, ya señaladas con anterioridad, el noví- te y futuro. Es el espectador —a diferencia de la cámara
simo realismo —porque de realismo se trata primordial- cinematográfica— quien elige su foco de atención.
mente— muestra singularidades y propuestas formales Fondos musicales. Ninguna música que no provenga
dignas de tomarse en cuenta. Algunas ya han sido veri- del espacio escénico como parte de la acción. La músi-
ficadas en las tablas, otras merecen ser puestas a prueba. ca se considera un añadido tramposo para generar climas
Señalo algunas de esas propuestas a continuación para ambientales o emocionales. El cine no ha logrado pres-
explicitar el sentido de esa búsqueda realista que aven- cindir de ella como truco.
tura ya una simplificada preceptiva. Respeto. Al espectador no se le arranca de su asiento,
Documentos. El manejo textual, rigurosamente tex- no se le interroga, no se le obliga a participar en la obra.
tual, de documentos históricos o periodísticos, para ese Los intentos que aún se hacen de esos recursos falsamen-
teatro documental que renueva el viejo teatro histórico te reformadores son una ofensa imperdonable para quien
dislocado a veces por la ficción. asiste al teatro a ver y a oír, no a que lo vean u oigan.
Situación o historia. El dramaturgo elige entre con- Sin duda se podrían precisar con mayor ahínco estas
tar una historia con la complejidad que implica los lu- propuestas que ilustran algunas búsquedas formales, pe-

EN DEFENSA DE LA DRAMATURGIA | 13
Sea como fuese —por nacionalismo a ultranza o por
verdadero afán de conocer y reconocer la casa que ha-
bitamos— el regreso a esa imagen propia, que por cer-
cana no parecía importante, ha cimbrado, quiere cim-
brar, al teatro de hoy.
Sin tratar de arrebatar a los políticos del teatro el go-
bierno de las instituciones y los grupos —es decir, sin
venganza— la dramaturgia está volviendo al primer
plano de la escena porque se ha propuesto lo que ya ha-
cen los cineastas: contar historias locales.
También el escepticismo ha tenido que ver en esto.
A diferencia de los novelistas latinoamericanos que
surgieron luego del Boom y que se empeñaban en in-
ternacionalizarse porque sólo el reconocimiento extran-
jero los haría importantes, estos dramaturgos del íntimo
Boom mexicano —no por reducido en lo relacionado
con el número de obras montadas, menos intenso— se
ha puesto a trabajar con absoluto desinterés por ese sal-
to a lo internacional. Surge por el camino pesimista del
escepticismo. Es un punto de partida, una premisa.
El escritor dramático se pone a escribir con la con-
vicción de que difícilmente rebasará las fronteras de su
país. Ni siquiera está seguro —así de escasas son aún las
posibilidades— de llegar con rapidez al foro de un tea-
tro. Escribe entonces para ser representado únicamente
en México y se resigna a que tal representación, si llega
a efectuarse, no sea en las mejores condiciones profe-
sionales y económicas. Es tan difícil —todavía y siem-
pre tan difícil— convencer a un director mexicano o a
un primer actor o a un empresario de las bondades de
montar obras nacionales en lugar de un viejo Tennessee
Williams o un moderno Tom Stoppard, que en conse-
ro el empeño de la nueva dramaturgia, el más urgente, guir tal proeza se agotan entusiasmo y energías. No le
es devolver al teatro mexicano la oportunidad de hablar quedan más sueños para considerar la hipotética fortu-
de lo mexicano. na de convertirse en un dramaturgo internacional. Pero
Tras el abuso de la escena contemporánea de abordar gracias a ello, como paradoja, merced a ese escepticis-
al “hombre universal” utilizando textos extranjeros, la mo, el dramaturgo de hoy, a diferencia del que escribía
dramaturgia mexicana, en paralelo con la estética cine- pensando en Londres, en París, en Broadway e imagi-
matográfica cuyas historias tienen forzosamente la mis- nando traducciones literarias y teatrales en países dis-
ma nacionalidad que sus intérpretes, tratan de incidir tantes, se ha dedicado a calar más a fondo, más en carne
en “lo nuestro verdadero”. viva, en la inmediatez de su realidad. Ha conseguido así,
Con los nuevos códigos de ese realismo revitalizado sin proponérselo como desplante grandilocuente, ser
se regresa a las imágenes de nuestra gente, a nuestros pro- más universal por auténtico y más exacto por exacto.
blemas sociales, políticos, psicológicos, a nuestro lengua- Ese es su mérito y su gloria. Aunque lo efímero y lo
je trabajado con sabiduría coloquial, a la exploración cada vez más local del teatro, como fenómeno imposi-
de nuestra identidad física que valora los cuerpos, los ble de traducir o difícilmente adaptable, lo condene a
rostros, el color de la piel con actores que puedan refle- ser un desconocido fuera de su país, incluso de su pro-
jarlos de verdad y ya no simulen ser un francés que mal- pia ciudad.
copian, un norteamericano con el que no se identifi- A fin de cuentas el teatro —y eso lo sabemos con
can. Más que un desplante chauvinista —del que suele absoluta certeza los dramaturgos mexicanos— no se hace
acusarse a la dramaturgia nacional— se trata de la ne- para ganar la inmortalidad o el aplauso del mundo; se
cesidad de regresar al análisis de las raíces, después de escribe apenas, si acaso, para sentir la ilusión de que
tanto estar viviendo en nuestros teatros con el corazón se captura por unos instantes el fugacísimo presente de
de los de afuera. la vida que vivimos aquí.

14 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


La invención
de lo posible
Rosa Beltrán

La venganza hace buena literatura. No hay como un gran cronista. Pero el autor que me importa a mí es el
ajuste de cuentas —¿y quién no tiene una puntualiza- que se ha decidido por escribir historias basadas en casos
ción que hacer a su pasado, a la vida?— para narrar sin reales en las que fusiona las herramientas del periodis-
concesiones no lo que fue, sino lo que debió haber sido. mo, el ensayo y la ficción. Él lo llama “autoperiodismo”.
Sufrimos para narrar nuestras penalidades, dice Ho- Lo hace quizá para defender ese último espacio irre-
mero, y en el camino corregimos los errores que come- nunciable en que al situar el yo como sujeto protagóni-
te la vida. Se podrían añadir otros elementos: Melville, co, puede “faltar” al sacrosanto deber de consignar por
Conrad, Highsmith y Dumas nos han enseñado que encima de todo y ante todo el hecho tal como ocurrió.
cuanto más se aplaza la venganza, la historia narrada Aunque desconfío y al mismo tiempo me fascino con
es mejor. De modo que el tiempo, el cálculo y la mala las nomenclaturas, el término me gusta, porque al in-
voluntad con un pasado, sobre todo el nuestro, suman cluir la autobiografía el autor habla de la conciliación
puntos para que el relato se vuelva deleitable y nece- ineludible entre realidad y ficción.
sario: un acto de justicia poética. La buena pluma in- Ya en Gente así hacía referencia a varios aconteci-
fluye, por supuesto. Pero eso lo doy por sentado en el mientos “reales” en el imaginario popular, cuyo desen-
caso de Vicente Leñero. lace inesperado se volvía perfectamente posible gracias
Escribo esto y mientras lo hago me digo que lo estoy a la maestría de lo narrado: la existencia de una supues-
haciendo para mí. Es probable que al terminar esta nota ta novela inédita de Juan Rulfo, La cordillera, en el que
no tenga la forma ortodoxa de una reseña. Es más bien develaba las causas de su misterio. O un encuentro aje-
una suerte de lección que me obliga a pensar por qué drecístico que fue muy sonado y al que acudieron, en-
desde que Leñero escribió Gente así tengo la impresión de tre otros —parece increíble— los hoy fallecidos y muy
que encontró o fue encontrado, más bien, por su estilo. entrañables Luis Ignacio Helguera, Daniel Sada y Mar-
Ya sé que es el autor de Los albañiles, esa obra emblemá- cel Sisniega. En ese relato excepcional, “La apertura To-
tica que ganó el Premio Biblioteca Breve en el tiempo palov”, se perpetuaba la venganza de un campeón de
en que ese premio lo ganaban los autores del Boom. Y ajedrez, Vesilin Topalov, antes alumno de Leñero, a quien
que con Julio Scherer en Proceso refundó para siempre el escritor había hecho trizas en uno de los talleres lite-
el sentido de lo que es hacer periodismo en un país co- rarios que impartía. El tema del maestro que destroza
mo este. Y que es uno de los mejores, por no decir el úl- reputaciones y debe luego pagar por ello aparecía de
timo mohicano del guionismo a la antigua, es decir, el distintos modos como una inescapable carga del oficio
autor de un guión escrito por un sujeto a dos manos y de quien por ayudar al aspirante a escritor se convierte
no por un coro griego en que el empresario, el produc- sin remedio en su verdugo. Sus relatos afincados en lo
tor, el director, el camarógrafo, los mecenas, los actores que se llama “dato duro” terminaban con algo fantásti-
y hasta un grupo de voyeurs intervienen en lo que mu- co, producto de la pura invención. Hechos que gracias
chas veces acaba siendo un diálogo de sordos… de exce- a la depurada técnica y a la naturalidad de los diálogos
lente factura fílmica. El callejón de los milagros es un guión se volvían más reales que lo real y traicionaban al perio-
maestro; una de las mejores pruebas de que una novela dismo por fidelidad a la literatura. Cuentos magníficos
puede trasladarse al cine y convertirse en una obra dis- que me hicieron pensar: qué bueno que Leñero decidió
tinta, autónoma y perfecta. Leñero es dramaturgo y un escribir esta falsa crónica de nuestros días.

LA INVENCIÓN DE LO POSIBLE | 15
Hoy, con Más gente así celebro que se haya seguido de entrevista que Greene no concede, pues le indigna el
filón, escribiendo ahora momentos de su falsa (o real) quehacer periodístico (que él mismo ejerció) y a la vez
autobiografía. Ágil, tragicómico y con muy mala leche concede, porque en su diatriba habla de los temas que
consigue retratos de una sociedad con más de dos caras, a Vicente Leñero más le interesan, es otra prueba de la
donde el gerente del periódico “de la vida nacional” pue- maestría con que puede convencernos de que algo no
de hacerte miembro del honorable consejo editor y ro- ocurrió… o tal vez sí. Y de paso nos sitúa en el momen-
barte unos grabados, al mismo tiempo. O donde Car- to estético en que esto ocurría, una época en que Greene
men Balcells, la agente literaria que engordó su cuenta era menospreciado por la crítica latinoamericana (salvo
bancaria y su humanidad gracias a la pluma de García por García Márquez, que no sólo fue un autor excep-
Márquez y de Vargas Llosa, pasa sus días sonriendo a Le- cional, sino un lector de excepción).
ñero siempre, y siempre cortejándolo, sin promoverlo, Los motivos literarios en los que autores, lectores
en un ejercicio dancístico digno del mejor Freud. y personajes se dan cita aparecen en varios relatos. En
En una entrevista hecha por cuenta de Proceso, a pe- “¿Quién mató a Agatha Christie?”, Poirot se permite
tición de Julio Scherer, Leñero se las ve con un escritor enjuiciar la obra de su creadora al tiempo que decide
de la talla de Graham Greene, quien se niega a responder que su vida (la de Poirot) es un desastre y su carrera pro-
al periodista católico porque al decir del autor de El poder fesional como detective un fracaso. Que él mismo es
y la gloria “los periodistas católicos no me preguntan de pedante, un ser insoportable, un simple monigote que se
literatura, de mi literatura, me preguntan de teología, presenta como una máquina deductiva. Se siente acom-
de metafísica, del Vaticano… o de mi fe, como usted”. plejado frente a otros profesionales de su ramo como
Buscan el amarillismo; la nota. Sospecha que Leñero Maigret, de Simenon, o Philip Marlowe, de Chandler.
va tras el titular: “Graham Greene perdió la fe”. La Su existencia inútil es culpa de la mediocridad de su auto-
ra, quien tuvo más ingenio al construir a Miss Marple.
El viejo asunto pirandelliano y la idea del creador que
frente a sus criaturas, en el mejor de los casos, según
Borges, se divierte, construye laberintos donde se dan
cita diálogos y asuntos que sólo el lector avezado puede
desentrañar.
Hay otros personajes absolutamente desconocidos,
incluso para su autor. Su madre, por ejemplo. Ese enigma
a través del que el autor trata de encontrar un punto en
común. El hijo que nunca vio a su madre besarse con
su padre; que no recibió caricias (aunque tampoco pe-
llizcos ni nalgadas) de ella; a quien un día él le obsequió
un par de peinetas y ella le respondió: “ya tengo”. Una
madre que le dio “leche, no miel”; que le brindó “su pre-
sencia, no los latidos de su corazón”, y en la que ahora,
en la vejez, él se descubre casi idéntico.
Desde que Tom Wolfe inventó aquello de “no fic-
ción”, como si tal cosa fuera posible, convenció con más
o menos éxito a muchos de que de verdad es posible se-
parar espacios, géneros, hablar de una memoria no cons-
truida; creer en las identidades fijas. Pero en una época
nómade como la nuestra me parece que es ahí donde
radica —tema que dejo para otra ocasión— el centro
del debate.
Me gusta que un periodista que cree en las diferen-
cias tajantes entre un género y otro haya escrito estos dos
volúmenes. Me alegra que un novelista haya acudido a
las técnicas periodísticas para hacer de la realidad un
mundo audazmente imaginativo y perfectamente posi-
ble. Porque a través del ocultamiento de métodos urdi-
dos a lo largo de una vida destinada a la literatura, de-
muestra no sólo que la gente “es así”. Sino que si él se lo
propone, habrá más, mucha más gente así.
Vicente Leñero con Jorge Fons, Pedro Armendáriz y Felipe Cazals

16 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


Entrevista inédita a Vicente Leñero

“He logrado
ser quien
quería ser” Silvia Cherem

Al cumplir, en 2001, cincuenta años de su ingreso a la ¿Eso dicen? En 1958, casi todos ya se habían recibi-
UNAM, algunos miembros de la Generación 1951 de In- do y yo aún debía tres asignaturas y mi servicio social. La
geniería Civil —la conformaban, entre otros, Cuauhté- más difícil era estructuras hiperestáticas que a las siete
moc Cárdenas y Vicente Leñero— deseaban, entre los de la mañana impartía Heberto Castillo. Su clase era un
proyectos y festejos, dejar unas memorias. Se las pidie- suplicio y yo prefería sentarme hasta atrás a leer a Ches-
ron a Leñero, y él, con el empeño de librarse, espetó: terton. Un día Heberto me pasó al pizarrón y, furioso,
“Que las haga la hija de Cherem”. se desorbitó ante mis tartamudeos. Incapaz de respon-
Aproveché el gesto y le llamé a Leñero: “Acepto con derle sobre el momento de inercia, se burló de mí: “Si
una condición: que tú accedas también a que te entre- quiere ser ingeniero, vuelva a empezar desde primero”.
viste a fondo”. Durante cuatro o cinco años, por timi- Fui uno más de las decenas de estudiantes que mal-
dez y por sentirse marginal, titubeó e intentó zafarse. trató y expulsó de su clase. Terminé la carrera a pesar de
Lo suyo era evitar los reflectores, pero, al fin y al cabo, Heberto, a quien volví a ver en Excélsior. El líder y preso
ante mi necedad y por corresponder a mis lecturas de político del 68 no me recordaba. Cuando Julio Scherer
prácticamente todo su trabajo, entre 2005 y 2006 ad- le contó que me había reprobado, sólo dijo: “Yo era un
mitió encuentros semanales en los que juntos recons- déspota, creo que ahora me he humanizado”.
truimos sus días.
El texto que aquí presentamos es sólo un fragmento Estela es mucho más que tu compañera. Quizá fue la for-
de lo que próximamente se publicará como libro para taleza que necesitabas para crecer y desprenderte de la in-
honrar a Vicente Leñero, pilar de la literatura mexica- geniería y de las expectativas de tu familia...
na del siglo XX, una columna totalizante que innovó en A pesar de que ambos éramos mochos, ella era de
el periodismo, la dramaturgia, la novela y el guión ci- un temperamento mucho más liberal y abierto que yo, y
nematográfico. la psicología le permitía entender los vicios que traíamos
cargando como un lastre. Cuando llegamos de Acapul-
A pesar de que querías ser escritor, terminaste ingeniería co, donde pasamos nuestra luna de miel en 1959, con
en la generación de Cuauhtémoc Cárdenas. En Los pe- su ayuda tomé la decisión de dejar la ingeniería.
riodistas cuentas que Heberto Castillo, con fama de genio Mi papá le pedía a Estela que me convenciera de que
y de ogro, daba la clase más difícil y te ponía de ejemplo de era un craso error, insistía en que las letras podían darme
estudiante indolente. Tus compañeros de generación cues- fama, pero no dinero. Ella hacía todo lo contrario, me de-
tionan que hayas sido perezoso; por el contrario, dicen que cía: “Si lo que quieres es ser escritor, pues órale, no te
fuiste uno de los alumnos más destacados. detengas”. Yo trabajaba entonces en una compañía de
instalaciones sanitarias, un trabajo que detestaba.

“HE LOGRADO SER QUIEN QUERÍA SER” | 17


Lo detestabas tanto que uno no puede dejar de carcajearse ja del río, y luego Bodas de plata. Cada una duraba como
al escuchar la manera en que en La gota de agua novelas tu 60 capítulos.
paso por Icomex, “tu primera y última chamba como in- Ahí también trabajaba Marco Antonio Montes de
geniero”. Cuentas que, por medir mal, los albañiles levan- Oca. Como era poeta, le iba pésimo escribiendo radio-
taron los muros sobre la descarga de los excusados en Ciu- novelas. A mí no. Me dejaba llevar de la mano por la
dad Universitaria; que los urinarios quedaron tan altos editora. Escribía una historia, luego hacía las sinopsis
que sólo un gigante le atinaba; que para intentar destapar mes por mes, la división de argumentos semanales y fi-
un excusado, hasta el borde de caca, acabaron haciendo una nalmente la escritura de cada capítulo.
monstruosa e inútil excavación que destruyó la totalidad
de los jardines de la escuela de Ciencias Químicas; y que ¿Había censura de temas?
por falta de cuidado, tu equipo de chambones estalló un Más bien de palabras, cuando escribía para televisión
cubículo, inundó una biblioteca... había una lista de términos censurados. Margarita López
No novelé ni una sola línea. Todo es exacto y sufría Portillo, la hermana del que luego fue presidente, antes
amargamente cada vez que metíamos la pata. Por eso de ser directora de Radio, Televisión y Cinematografía,
Estela me aconsejó que lo dejara. Titubeé por miedo a ejercía de censora. No se podía decir ciego, cojo o tullido
lo económico: escribiendo en Señal sólo ganaba 600 porque eso era peyorativo; había que llamarles enfermos
pesos, una miseria que apenas alcanzaba para pagar la o impedidos. Tampoco se podía decir cáncer, sino enfer-
renta de nuestro departamentito en Avenida Cuauhté- medad incurable. Como ahora, que en lugar de disca-
moc; del hotel de mi papá sacaba otros mil pesos; y, el pacitado, dicen con aptitudes diferentes. ¡Una estupi-
resto, provenía de Icomex. dez! Un cojo es un cojo, un paralítico es un paralítico,
Estela le llamó a Carmenchu, una amiga que traba- un feo es un feo y esa es la manera correcta de adjetivar.
jaba en Palmolive, específicamente en la Agencia Palmex, Con Inés Arredondo, Miguel Sabido y Guadalupe
donde hacían las radionovelas para el área de publici- Dueñas había comenzado también a escribir telenovelas
dad, y así me decidí: jamás volvería al suplicio de la cons- para Ernesto Alonso y, por la interpretación subjetiva
trucción, comenzaría a ser escritor. No quería volver a que acompaña a la historia, tuvimos más de un conflic-
saber de albañiles ni de destapar caños. to serio con el gobierno. Comenzamos con una inofen-
Es más, la novela Los albañiles, que escribiría tiempo siva telenovela sobre las momias de Guanajuato, a la que
después, no fue una exaltación del mundo de la cons- siguió un bombazo con el relato de Maximiliano y Car-
trucción, como se decía, sino una venganza por lo mu- lota. Guadalupe Dueñas, con un tinte conservador, glo-
cho que me hicieron sufrir. Cuando la llevé al teatro, de rificó a Maximiliano, y retrató a Juárez como verdugo.
una butaca se levantó un hombre que dijo ser un maes- Díaz Ordaz montó en cólera y le exigió a Alonso una
tro de obras y gritando a bocajarro dijo que mi obra era reivindicación. Gracias a ello, se escribió El carruaje, con
“un insulto a la dignidad de los trabajadores de la mez- el puntual objetivo de dignificar a Juárez.
cla y la cuchara”. Insistía que no todos eran borrachos Para entonces, yo ya me había retirado de las tele-
ni asesinos. Me dejó pasmado. Tenía razón, pero yo su- novelas. Alonso me había encomendado una telenove-
frí la gota gorda con ellos. la sobre Zapata con base en un relato de José Revueltas.
Como Revueltas nunca envió su historia, y a Alonso no
¿Te parecía desdeñable escribir radionovelas? se le ocurrió asignarme otro trabajo, me harté de es-
¡Para nada! Me sentía el hombre más dichoso del perar y acabé por renunciar a Televicentro.
mundo porque podía vivir de eso. En la escuela de pe-
riodismo había aprendido que ningún género es desde- Leí que, además de las telenovelas, también hacías adap-
ñable y que es la historia la que determina el género: la taciones de obras clásicas para televisión, entre ellas las no-
realidad libremente entendida pide la literatura, el diá- velas de Dostoyevski. Pareciera que el melodrama de en-
logo exige el teatro y la imagen el cine. Un buen escritor tonces no era tan barato como el de ahora...
puede serlo si es buen periodista, buen guionista, buen ¡Ah, cómo no! Había melodramas espantosos, nin-
literato o buen dramaturgo. guno rescatable. Lo de las obras clásicas fue idea de Luis
Estela se daba cuenta que Señal estaba en decaden- de Llano, el marido de María Rivas, que producía “La
cia, no circulaba y ni me pagaban, y me estimuló a que novela semanal”. En cinco capítulos adaptábamos gran-
me metiera de lleno a las radionovelas. Así me liberé des novelas. Yo escribí el guión de El idiota, Los hermanos
del mundo católico. Al principio, Carmen Fierro, la Karamazov, y Crimen y castigo, porque estaba fascinado
directora, rechazaba todos mis argumentos. Un buen con Dostoyevski. Seguí con La dama de picas de Push-
día le gustó uno de carácter romántico que ella tituló kin, obras de Maupassant, y luego con las viejas nove-
Entre mi amor y tú, y esa fue mi primera radionovela. las del siglo XIX de Rafael Delgado. Eran malas adapta-
Le siguió una campirana que se llamaba La sangre ba- ciones, bastante malas, pero me encantaba mi trabajo.

18 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


Al renunciar a Televicentro, en 1965, comienzas a traba-
jar como colaborador de la revista Claudia, que luego di-
rigirías. ¿Fue un ascenso?
No sé, pero ya no me daban chamba y tenía que tra-
bajar. Gustavo Sainz, a quien conocía por el Centro
Mexicano de Escritores, me contó que él y José Agus-
tín acababan de incorporarse a la redacción de una nue-
va revista femenina. De inicio no me latió, pero pronto
supe que no sería como Kena o Vanidades, cargadas de
frivolidades, sino como Marie Claire, con reportajes
de fondo.
La editorial italoargentina Abril, que hacía Claudia
en Brasil, se acababa de asociar con el periódico Nove-
dades para esta aventura. Me presenté con Jorge De An-
geli, el fundador de la revista, y me puso a prueba. Me
pidió que escribiera un reportaje que titulé: “¿Cómo se
hacen las telenovelas?”. Conté que algunas actrices, for-
zando el close up, se presentan en el set muy elegantes,
pero en chanclas. Era un reportaje malón, pero le gustó
y me dio puesto de reportero. Mi primer encargo fue
sobre la Zona Rosa, entonces un esplendor. Lo escribí
como cuento. Seguirían muchos otros, como el de Ma-
ría Félix que sudé la gota gorda para escribirlo porque
me cambiaron la jugada. La consigna era hacer un re-
portaje gráfico sobre su casa, y a mí me mandaron para
entretenerla mientras el fotógrafo hacía sus tomas. Me
tenía boquiabierto, era extraordinaria, vibrante, mítica.
Me habló de su colección de porcelanas, de su cabecera
de plata pintada por Diego Rivera, de sus recuerdos y vi-
vencias. Al llegar a la revista me pidieron que escribiera
un reportaje. Me paralicé, no tenía ni un apunte. “Pues
escribe de lo que te acuerdes”, me ordenó el editor.
Leñero entre los diez y los quince años
A María Félix le encantó. Me habló para felicitarme.
Siguió “El derecho de llorar” a partir de una entrevista
a Félix B. Caignet, un cubano simpatiquísimo, autor Sus textos me gustaron tanto que influí para que Joa-
de El derecho de nacer; luego el cuento que escribí de quín Díez-Canedo los publicara. Inventábamos los ho-
una fan que se desvive por Raphael; y los encuentros con róscopos y organizábamos talleres literarios. Además
Cantinflas, quien me impresionó por el trato de princi- teníamos una sección práctica “El equipo técnico de
pito que le daba a su hijo y por su casa, con sala de cine Claudia”, en la que investigábamos todo lo que había
y peluquería personal. Yo no era un buen entrevistador, en el mercado, por ejemplo, de colchones o cerraduras.
me achicaba ante los personajes, pero me salvaba a la ho- Nos divertíamos mucho y Ernesto Spota, el director, nos
ra de escribir los textos porque lograba atrapar al lector. apoyaba siempre.

Háblame de José Agustín y de Gustavo Sainz, colaborado- ¿Cómo llegas a director de la revista?
res de Claudia y miembros de la Onda, una generación Spota quería aumento y en lugar de ir a pedirlo, se
literaria que nacía entonces... presentó con De Angeli afirmándole que tenía un “im-
Eran chamacos de veintitantos años que escandali- portante” ofrecimiento de una agencia de publicidad. De
zaban, no los soportaba ya nadie en la revista por rela- Angeli le deseó suerte y me ofreció la dirección. Acepté
jientos e incumplidos. Gustavo Sainz aprovechó el tiem- a regañadientes, no sólo porque al fin y al cabo se trata-
po libre en Claudia para escribir Gazapo y José Agustín ba de “una revista de mujeres”, sino porque no me gus-
para completar De perfil. En perspectiva, ellos fueron a taba dirigir absolutamente nada.
la novela mexicana de los sesenta, lo que Jorge Ibargüen- Al poco tiempo llegó Carlos Andaló, un periodista
goitia y Héctor Mendoza fueron una década antes al argentino de la editorial Abril, con intenciones de su-
teatro mexicano. pervisar y renovar la revista. Se la pasaba dándome in-

“HE LOGRADO SER QUIEN QUERÍA SER” | 19


dicaciones y, harto de él, le ofrecí que se quedara de sior. No había línea, me dejaban hacer y decidir. Esa
director. Al llegar a mi casa le conté a Estela que había libertad de inicio me intimidó, pero pronto me di cuen-
renunciado. Estela, muy abusada, me dijo: “Ahora te va ta de que, ajeno a las grillas, la autonomía de Revista de
a ir peor, porque vas a trabajar a sus órdenes”. Fui a re- Revistas ofrecía crecimiento y trascendencia, como su-
tractarme y, afortunadamente, De Angeli aceptó. cedía con Plural, dirigida por Octavio Paz.
Para fines de 1971, después de seis años en Claudia Tenía yo dos reporteros de lujo: Ignacio Solares, a
y ya casi dispuesto a dejar el periodismo para no aplazar quien había conocido en Claudia, y Francisco Ortiz
más mi trabajo literario, recibí una llamada de Miguel Pinchetti. Para el 2 de junio de 1972 comenzó a circular
Ángel Granados Chapa, a nombre de Julio Scherer. Me la nueva Revista de Revistas con una entrevista a Erich
ofrecía la dirección de la moribunda Revista de Revistas Fromm, personaje insólito entre los periodistas mexi-
de Excélsior. canos. Solares lo visitó en su casa en Cuernavaca, y cuan-
Con su cordialidad sofocante, Julio me acorraló, do Julio Scherer vio su trabajo, se fascinó tanto que
quería un proyecto. Le preparé una elaborada carpe- dijo que merecía estar en el periódico, no en Revista de
ta, que años después me enteré que nunca vio. Al recrimi- Revistas.
nárselo, muy campante me respondió: “No necesitaba Muy pronto éramos un complemento del periódi-
verla, yo confié en ti”. Insistí que fue un menosprecio. co, aunque, si hablo con sinceridad, la revista no era
“Fue un elogio”, replicó. Con Julio no había manera de muy brillante. ¡Entrevistábamos a El Santo y lo sacába-
salir airoso. mos a doble página como si se tratara de un gran per-
El sueldo en Revista de Revistas era de 11 mil 500 sonaje! No recuerdo que hayamos hecho grandes cosas,
pesos, menor que los 12 mil que me pagaban en Clau- pero comencé a relacionarme con gente creativa de pri-
dia. Me encargaba de dirigir la revista y de escribir un mera: el cartonista Magú, que llegó recomendado por
artículo semanal para las páginas editoriales de Excél- José de la Colina, Jorge Ibargüengoitia, Eduardo Lizal-
de y Luis González de Alba.

Hay reportajes tuyos de entonces que son magistrales. Me


encanta, por ejemplo, aquel en el que, con una atrevida
mirada crítica, cuestionas en 1973 a la Cuba de Castro,
a la Cuba “despellejada”. Sin importarte que para la iz-
quierda latinoamericana y para la intelectualidad mexi-
cana lo políticamente correcto era el culto a Castro, tú alu-
diste a una sociedad presuntuosa y mitificadora, cuestionaste
el fervor militar, el ciego odio antiyanqui, el deterioro y el
castrante régimen.
Asistí a los actos conmemorativos del XX Aniversa-
rio del Asalto al Cuartel de Moncada y, después de dos
semanas, percibí el poco sentido autocrítico. La vene-
ración excesiva a Castro, un manipulador dogmático,
me recordaba la veneración ciega de muchos feligreses
ante jerarcas endiosados por la Iglesia católica. Escribí
que no bastaba el caudal de estímulos para hacer mar-
char a la nueva sociedad cubana, porque el aparato ideo-
lógico rayaba en la soberbia y el dogmatismo.
Para poder husmear una realidad distinta, me esca-
pé más de una vez del agregado de prensa que hasta al
baño me acompañaba. La ciudad, efectivamente des-
pellejada, era como un traje guango enorme, barroco y
superfluo; uno de esos trajes confeccionados para un
burgués vanidoso que al marcharse acabó regalándole
su suntuosa prenda a un obrero incapaz de portarla.

Otro reportaje que recuerdo es el de Miguel Alemán, tan


vanidoso que mandó a hacer su estatua para CU, misma que
mediante un estratégico bombazo terminó primero en zan-
cos, y ya luego decapitada a manos de los estudiantes...

20 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


Eso le pasó por quererse hacer un monumento en sar para que pudiera escribir. El retiro de cuatro o cinco
vida. Bien lo dijo un estudiante: si se hubiera tratado meses fue muy relativo porque al volver, a principios de
de una estatua de Justo Sierra, otra hubiera sido la his- 1976, me encargó que me hiciera cargo de Pepsa, una
toria. Además, quizá le hicieron un favor a Alemán por- editorial de libros que había echado a andar Excélsior.
que el escultor Asúnsolo lo retrató con rostro de Stalin,
y parecía dictador. Y mira qué paradoja, escasos meses después, a mediados de
También hice un reportaje sobre la Diana Cazadora 1976, la realidad te regalaría la trama de tu añorada no-
y, por más que investigué quién fue la modelo, no tuve vela inspirada en el ambiente periodístico: el golpe de Eche-
suerte. El tiempo revelaría que fue Helvia Martínez, la verría a Excélsior, un crimen perfecto.
mujer de Díaz Serrano, trabajadora de Pemex. Así es, la asombrosa realidad siempre supera a la fic-
En aquel entonces no usábamos grabadora, andába- ción. Estaba yo negociando con Julio si aceptaba o no
mos sólo con una libretita y a diferencia de ahora, había lo de la editorial, cuando se vino el golpe y ya no hubo
un acuerdo tácito con el entrevistado que sabía que la en- manera de irme. Quedarme a fundar Proceso fue un com-
trevista no sería textual. Hoy cambiaron las reglas del promiso moral. Sin embargo, como a los cinco años de
juego, el entrevistado es más susceptible y, sobre todo los trabajo incesante, Julio y yo hicimos un pacto: “Cuan-
políticos exigen que se escriba palabra por palabra lo que do cumpla la revista diez años, nos vamos”. Él duplicó
hablan. ¡Algunos hasta graban por triplicado las entre- el plazo a veinte y agregó: “pero nos vamos juntos”. Y la
vistas! Por eso las notas de antes eran más sabrosas. mancuerna de trabajo, amistad y lealtad se volvió muy
Recuerdo que la primera vez que yo usé grabadora especial, muy especial. Sin darme cuenta, comencé a su-
fue en 1977, cuando entrevisté, para uno de los prime- plir a figuras periodísticas con las que él había crecido,
ros números de Proceso, a Paquita Calvo, miembro del como el mismo Manuel Becerra Acosta, que partió muy
Frente Urbano Zapatista, organización que al inicio del pronto para hacer unomásuno; Gastón García Cantú,
gobierno de Echeverría había secuestrado a Julio Hirsch- en quien confiaba en Excélsior, o Samuel del Villar y
feld Almada, director de Aeropuertos y Servicios Auxi- Miguel Ángel Granados Chapa, que pronto abando-
liares. Paquita se mostraba renuente a dar entrevistas, naron Proceso.
pero el Frente estaba fragmentado y en pleito, y nos acer- ¿Sabes? A mí de Los periodistas no me acaba de gus-
camos aprovechando que ella ya estaba en contra de la tar su aparato formal; no lo necesitaba, la historia ya
guerrilla de ultraizquierda que encabezó. Aceptó ser en- era de por sí interesante y debería haberla contado más
trevistada en la cárcel, a condición de que se le grabara. como un reportaje. Lo publiqué en 1978, con la herida
Por más que le preguntaba qué hicieron, por qué lo aún fresca. La primera edición terminaba con una obra
hicieron o cómo se organizaron, ella volvía a su rollo de teatro de los últimos momentos de Excélsior, era una
ideologista e ideologizado, porque su intención era vo- farsa burda titulada “Los inos”, por el director Regino
mitar una perorata sobre la nueva izquierda latinoame- Díaz Redondo, el subgerente Juventino Olivera, y Ber-
ricana. Insistía que el error de la izquierda mexicana era nardino Betanzos, un incondicional de ellos que a nues-
haberse desligado de las masas trabajadoras, y buscaba tra salida tuvo un ascenso meteórico: de reportero de
los faroles para desarrollar una nueva fuerza política in- Últimas Noticias trepó a ser subdirector de Excélsior. En
dependiente. Inclusive me mandó luego un texto por mi farsa, Excélsior comenzaba a llenarse de dinero hasta
escrito, idealismo puro. Tiempo después, consiguió su dejar a los “inos” y a sus compinches, a todos, enterra-
libertad en un intercambio de presos políticos que au- dos en fajos de billetes.
torizó López Portillo. Decía ella que “la cárcel seca el Para las siguientes ediciones, sustituí ese texto por
alma y mata la inteligencia”. una crónica que alude al después. Delaté que los su-
Después de cuatro años de dirigir Revista de Revistas puestos ejidatarios habían sido campesinos manipula-
me cansé del periodismo, quería dedicarme a escribir dos y engañados por Echeverría, un mentiroso que jamás
una buena novela sobre el ambiente periodístico: la co- les pagó lo que les prometió y que, hartos de esperar,
tidianeidad de la redacción, las relaciones con el poder, acabaron por revelar la verdad.
las broncas entre los reporteros. Le pedí una cita a Julio
Scherer. Esa mañana él iría a visitar a un enfermo y me ¿Qué reacciones generó tu crónica?
citó en la cafetería del Sanatorio Español, el lugar más En general tuvo muy buena acogida, pero, cuando
impropio para decirle adiós al jefe. se publicó, los reporteros de infantería de Excélsior se
Le insistí que desde Claudia ya quería dejar el pe- molestaron al no ver consignada su versión. Sintieron
riodismo, pero no me dejó ir. Me propuso que me ale- que había sido muy protagónico y me criticaron de
jara sólo unos meses, no concebía que alguien quisiera frente. Sin embargo, ninguno de ellos intentó escribir
“dejar el periodismo”. Puso como encargado de la revis- su visión personal, quizá porque no era tan distinta. La
ta a Hero Rodríguez Neumann y me mandó a descan- mía perduró como la historia oficial.

“HE LOGRADO SER QUIEN QUERÍA SER” | 21


El tema de la Iglesia inunda tu obra. Desde Pueblo re- terio Santa María de la Resurrección del sacerdote Gregorio
chazado (1968), donde aludes a una jerarquía eclesiásti- Lemercier, en Cuernavaca, y curiosamente aquella tea-
ca “cobarde, tímida y perezosa” o Redil de ovejas (1973), tral experiencia, que combinaba misa con psicoanálisis, no
hasta el guión de El crimen del padre Amaro (2002), pa- sólo te dio un remanso para escribir, sino también te nu-
rece haber una suerte de rebelión contra el mundo que vivis- trió de nuevas experiencias literarias.
te, una necesidad de afianzar tu credo, liberarte de las Iglesias La hospitalidad benedictina permitía a cualquier va-
conservadoras y exhibir los manejos elitistas de la jerarquía rón hospedarse en una pequeña celda individual, sin más
eclesiástica. ¿Qué hay de cierto en esto? obligación que la de compartir los alimentos con los
Pueblo rechazado y Redil de ovejas fueron justamente monjes. Ramón Zorrilla elogiaba a Lemercier, quien
eso, mi testimonio sobre el mundo contra el que yo ha- con audaces concepciones teológicas renovó la liturgia,
bía luchado, el mundo mocho que me había regido. El fundó el monasterio, e introdujo la terapia freudiana
cristianismo ha facilitado mi existencia diaria, pero siem- como mecanismo de compenetración y catarsis grupal
pre he mantenido una sana distancia crítica que ha nu- entre los postulantes y los monjes. Yo en realidad sólo
trido obsesivamente mi literatura. Me enoja que la Iglesia viví la experiencia monacal porque nunca me tocó ver,
eclesiástica haya sepultado al mundo religioso. Deslin- por supuesto, las sesiones terapéuticas de grupo.
do a la poderosa estructura burocrática de los inocentes Aquella primera vez en que me hospedé como una
feligreses. semana, apenas conocí a Lemercier, platiqué con él no
En mi formación fue clave el Concilio Vaticano II y más de 20 minutos. Oficiaba en español, mantenía una
la apertura que generaron el pensamiento marxista y la vida monacal espartana y se sentía el gran innovador de
Teología de la Liberación. No sólo conocí a Gregorio la Iglesia. Pude regresar a entrevistarlo en 1967, cuan-
Lemercier, sino también a don Sergio Méndez Arceo y do finalmente fue juzgado y condenado por el Tribunal
a Iván Illich. del Santo Oficio, y tomó la decisión de renunciar al
ejercicio del sacerdocio jerárquico católico para crear
En la introducción de Pueblo rechazado cuentas que en una comunidad nueva, Emaús, vocablo que también sig-
1962, cuando escribías tu novela Los albañiles, Miguel nifica pueblo rechazado.
Manzur y Ramón Zorrilla te sugirieron que para termi- Más que las prácticas psicoanalíticas de Gregorio
nar de escribirla, te hospedaras en el cuestionado monas- Lemercier y su afán de sumergirse en la conciencia in-

22 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


dividual, me pegó la necesidad de hablar de la renova- Cuando mi padre murió, descubrí en su biblioteca
ción de la Iglesia, la reforma ecuménica y el inminente dos libros maravillosos en donde se reproducía la trans-
quiebre institucional. Escribí Pueblo rechazado sobre el cripción taquigráfica textual del juicio popular que le
proceso que la Iglesia siguió a Lemercier y, para aludir hicieron a Toral y a la madre Conchita, tras el asesinato
a mis preocupaciones, lo escribí como obra de teatro y de Álvaro Obregón, en la delegación San Ángel. Ahí es-
no como reportaje documental. taba el fanatismo religioso de los acusados y el fanatismo
A José Luis Ibañez y a Ramón Xirau, a quienes ini- político de los acusadores. El texto fluía de principio a
cialmente di a leer mi libreto, les pareció que, como fin como si se tratara de una obra de teatro en bruto.
estaba, no tenía salvación y estuve a punto de tirarlo al Poco tuve que hacerle. Era, sin embargo, un tema esca-
basurero. Afortunadamente consulté a Ignacio Retes, broso. El gobierno ya había censurado El atentado de
que montaba entonces Galileo Galilei de Brecht en el Jorge Ibargüengoitia sobre el mismo tema, y a Juan Jo-
Teatro Jiménez Rueda, y como se entusiasmó, escribí sé Gurrola le habían impedido montar esa obra, que
una segunda versión. Sin embargo, Pueblo rechazado, aún se mantenía enlatada.
haciendo honor a su nombre, se enfrentó con un sinfín El juicio, por esto mismo, también vivió su calvario.
de negativas y aplazamientos que hacían imposible que Fue la primera y única vez que a mí me ofrecieron di-
se montara en escena. nero por mi silencio. Antes te dije que jamás intentaron
darme chayote por motivos periodísticos, pero sí lo pa-
Pero finalmente se montó. Rodolfo Usigli lo celebró y Max decí en el teatro.
Aub escribió que Pueblo rechazado había sido el mayor Por la presión de los obregonistas, el regente Octa-
acontecimiento del teatro mexicano desde el estreno de El vio Sentíes me ofreció, a través de Amado Treviño, su
gesticulador en 1947. ¿Cómo sucedió? jefe de relaciones públicas, 150 mil pesos para mí y 125
Gastón García Cantú la publicó íntegra en mayo de mil para Retes y los actores, con el fin de cooptarnos. A
1968 en la Revista de la Universidad y así llegó a manos Treviño yo le había dicho que por toda la temporada
de Enrique Lizalde, quien finalmente se empeñó en po- pensaba sacar 30 mil pesos de honorarios. Creyeron que
nerla en escena. Entusiasmadísimo de iniciar la com- por una buena lana me doblegaría; cuando me negué,
pañía Teatro Documental, que presentaría obras sobre duplicaron la oferta imaginando que no me habían lle-
problemas actuales, Lizalde y Retes estrenaron la obra gado al precio.
el 15 de octubre de 1968, en el Teatro Xola, dentro del La obra se estrenó en el Teatro Orientación en octu-
Programa Cultural de la XIX Olimpiada, dos semanas bre de 1971. Para el estreno invitamos a la madre Con-
después de la masacre de Tlatelolco. chita, excarcelada desde 1940, quien curiosamente vivía
Yo entonces estaba en Europa, becado por la Funda- sus últimos años en una vecindad colindante con la ca-
ción Guggenheim y no asistí al estreno. La beca, en aquel sa de Obregón. Por intermediación de Polo Duarte, un
entonces, la dividían en dos: una parte la entregaban librero de viejo, ella supo que estaba yo escribiendo la
como cuota mensual y, la otra, quedaba condicionada a obra y me buscó, dispuesta a conversar conmigo. Sin
que los premiados viajaran. Por eso, Estela y yo había- embargo, por temor a que me chantajeara con sus opi-
mos partido a Europa en agosto de 1968 para visitar Es- niones o que no estuviera de acuerdo con mis puntos
paña, Francia y Holanda. El escritor José Donoso, que de vista como había pasado con Lemercier, no acepté la
vivía en el puerto Pollensa, en el norte de Mallorca, nos reunión hasta que la obra se estrenara.
había conseguido una casa. Estando ahí, nos enteramos La madre Conchita no asistió nunca al teatro, pero
a través de las agencias noticiosas internacionales de la finalmente me reuní con ella y con Carlos Castro Balda,
violencia y la crisis que aquejaban a México. También radical activista con quien se casó en las Islas Marías,
ahí me enteré de que mi obra había llegado al teatro. una vez que colgó los hábitos. Como lo hizo hasta el úl-
Tanto Lemercier como Gustavo Quevedo, psicoana- timo día, sostuvo que ella era mártir y negó haber esta-
lista del monasterio, habían objetado mi punto de vis- do involucrada en el crimen. Se fue a la tumba con sus
ta sobre la obra e intentaron que no se representara. Sin secretos.
embargo, Sergio Méndez Arceo convenció a Lemercier A petición del cantante Tony Aguilar, un charro can-
que no pusiera trabas. Quizá por vanidad, yo no quise tor que prometía producir cine, luego escribí dos versio-
alterarle ni una línea a mi escrito y, tal como la escribí, nes cinematográficas sobre el tema: El juicio y Magnici-
se quedó. Fue el éxito teatral más resonante de mi ca- dio. Nunca fueron filmadas y ambas siguen guardadas
rrera, el teatro estuvo lleno durante toda la temporada. en el cajón de los recuerdos.

En este mismo tenor, siguió El juicio en 1971, donde alu- En Redil de ovejas exhibes a los feligreses como un re-
des a ese mesianismo que viviste en la Acción Católica y por baño manipulable, dispuesto a vengar el orgullo de los
el que tanto admiraste a León Toral. cristeros y empuñar las armas en defensa del dogma más

“HE LOGRADO SER QUIEN QUERÍA SER” | 23


reaccionario. ¿Están basados tus personajes en situacio- A Méndez Arceo siempre lo admiré por su visión
nes reales? tan abierta de la Iglesia, su postura ecuménica y su ape-
Bernardo y Rosa María, los protagonistas, tienen to- go a las corrientes de la Teología de la Liberación, pero
das las actitudes del catolicismo radical que yo observa- acabé por guardar distancia cuando, en la década de los
ba, un catolicismo que comencé a ver con ojos críticos. ochenta, se comprometió con la guerra en Nicaragua y
En un principio era una novela como de 500 páginas, El Salvador, alentado por una visión marxista, excesi-
tan influenciadas por el nouveau roman y las preocupa- vamente politizada. Don Sergio acentuó el discurso de
ciones formales, que estuve a punto de tirarla al basu- opresores y oprimidos; empañó la espiritualidad y la re-
rero. Afortunadamente le hice una autopsia a ese mun- lación con Dios en su brújula religiosa. Pienso que se
do, deseché capítulos enteros, y así evité el naufragio. aferró a la pura liberación.
Resultó, sin embargo, una novela fallida. Mi pretensión Sin embargo, considero que la Iglesia misma, con su
era escribir la gran novela sobre el catolicismo mexica- conservadurismo y sus contradicciones, injustamente
no, y resultó una novelita que apenas toca tangencial- fue marginando la opción de los pobres y provocó esta
mente algunos temas críticos. absurda radicalización política. Juan Pablo II y nues-
A finales de la década de los sesenta, también conocí tros obispos la desacreditaron y condenaron hasta bo-
a Iván Illich, un extraño sacerdote que demolía con sus rrarla del pensamiento religioso.
críticas a la Iglesia. Fundó el Centro Intercultural de Ese conservadurismo ha sido uno de los momentos
Documentación (Cidoc) en Cuernavaca, donde comen- más dolorosos de nuestra historia eclesial porque acabó
zó a documentar y a analizar los movimientos margi- degollando, casi destruyendo a una Iglesia minoritaria
nales de la Iglesia católica, suscitando el escándalo de los que buscaba hacer realidad la opción de los más margi-
sectores más conservadores, que acabaron por enjui- nados. Lo que hicieron, por ejemplo, con don Sergio
ciarlo. Al estilo de Gandhi, se dedicó a ser un crítico Méndez Arceo fue criminal. No dejo de lamentar y de-
pacífico de todas las instituciones: universidades, aca- nunciar las tretas con las que el Episcopado mexicano
demia, gobierno e Iglesia y, por supuesto, ni el psicoa- ha tratado de borrar toda su huella, del mismo modo
nálisis de Lemercier se salvó de sus ácidas críticas. que han intentado borrar las huellas del obispo Samuel
Ruiz en Chiapas.
También conociste a Sergio Méndez Arceo, el controver-
tido obispo de Cuernavaca que se acercó al comunismo, En El Evangelio de Lucas Gavilán (1989) aludes a un
participó en la elaboración del Concilio Vaticano II, y Jesús humano, un Jesucristo Gómez que añora salvar a los
a quien luego marginó Juan Pablo II. El mismo don Ser- jodidos. Un proletario que en lugar de pescador es pepena-
gio se atrevió a criticar sin cortapisas al presidente Díaz dor y se sabe fracasado por el mercantilismo de la Iglesia.
Ordaz señalando que su gobierno era “un orden enveje- ¿Qué reacciones provocó?
cido que provocaba la violencia de los oprimidos o impo- Este libro está basado justamente en mis primeros
tentes”. A él le dedicas tu guión de El Padre Amaro. ¿Fue- entusiasmos por la Teología de la Liberación y, cuando
ron amigos? fue publicado, los conservadores de la Iglesia o lo criti-
Sí. Lo conocí en 1967 cuando lo busqué para que in- caron duramente o lo ignoraron. Construí una paráfra-
tercediera con Lemercier, quien había rechazado mi libre- sis del evangelio de Lucas, creando un Jesucristo, hijo
to de Pueblo rechazado, y desde el primer encuentro reinó de albañil, cuyos milagros metafóricos se aplicaran a un
la cordialidad. Encontró un parentesco lejano entre mi espíritu de redención social. La novela no tuvo una re-
familia y la suya, y empezamos a frecuentarnos. Al poco sonancia literaria, pero curiosamente aún hoy es el libro
tiempo, le confesé que quería escribir su biografía. Se ne- que más vendo anualmente.
gó de inicio pero, poco a poco, Estela acabó por conven- Con los años, me decepcioné un poco de la Teolo-
cerlo. Durante 1973, obsesionado por lograrlo, constan- gía de la Liberación. Sentí que estaba demasiado im-
temente le caíamos al Arzobispado de Cuernavaca. buida de una visión marxista y a los teólogos de la libe-
ración que admiraba, comencé a verlos incompletos,
¿Llegaste a coquetear con la guerrilla como adepto a la Teo- radicales. Con respecto a la novela, creo que me quedé
logía de la Liberación? a mitad de camino; no sé por qué, pero la siento incom-
Me interesé en la Teología de la Liberación, pero mi pleta. Tal vez le falta espiritualidad...
trayectoria ideológica fue más por el camino religioso
que por el político. Yo hubiera preferido una política de El mismo aliento de tus obras católicas, sobre todo la ten-
no violencia, como la perseguida por Gandhi. Ni si- sión entre comunistas y clericales, entre la Teología de la
quiera en la Carlos Septién, que era un semillero del PAN, Liberación y la burocracia eclesiástica discrecional y co-
me interesó la política o el poder, que hace que tantos rrupta, reaparece como denuncia, con mucho mayor fuer-
hombrecitos pierdan el suelo. za y claridad, más de dos décadas más tarde, en tu guión

24 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


© Barry Domínguez
de la controvertida cinta de Carlos Carrera El crimen del
padre Amaro.
Fue Alfredo Ripstein, primero en 1994 y después en
1998, quien me propuso hacer el guión cinematográfi-
co de la novela de José Maria Eça de Queirós, que yo ni
conocía. Al leerla me sorprendí, ahí estaban todos los
elementos que yo hubiera querido incluir en Redil de
ovejas. La trama aludía a nuestra pobre Iglesia desacre-
ditada por un clero enfermo de soberbia y ceguera. Al
hacer la adaptación libre de ella, incluí hasta a la beata
Rosita de Redil de ovejas, ahora como Dionisia, una vie-
ja loca que se roba por igual limosnas y hostias, con las
que alimenta a sus gatos.
Jamás imaginé el revuelo y los exabruptos que la pe-
lícula generaría y que muestran el precario nivel de nues-
tra discusión ideológica. Los miembros de la jerarquía
eclesiástica, apoyados por organizaciones de laicos, que
ni siquiera vieron la película, desataron un absurdo es-
cándalo tildando al filme de anticatólico y demoniaco.
Quizá le faltó más sutileza a la dirección, sobre todo al
final cuando se celebran las honras fúnebres de la chica.
Mi guion terminaba en cualquier otro tiempo cuando
vemos al padre Amaro convertido en poderoso párro-
co, ya instalado en el juego eclesiástico político.
Durante varias semanas decidí no participar en el
alboroto. A diario recibía invitaciones y ofertas de en-
trevistas para que les mentara la madre a los de Provida,
pero no quise entrarle a ese juego barato. Sin embargo,
Estela, harta de verme lastimado e irritado por ese re-
torno de la Iglesia a la penumbra preconciliar y por las
tonterías y acusaciones exacerbadas que se difundían por de el Vaticano hasta nuestros palacios arzobispales. Eso
doquier, me incitó a escribir unas líneas que acabé pu- es lo que yo he hecho siempre y, que quede claro, desde
blicando en Proceso, a mediados de agosto de 2002. la fe denuncio por igual a los sacerdotes incontinentes
En ellas lo dije claro. Soy católico y soy escritor; soy como Amaro, a los paidófilos como Marcial Maciel, y
anticlerical, pero jamás anticatólico. En aquel guion a las narcolimosnas documentadas por Leonardo Boff,
no impugné la divinidad de Jesucristo, la virginidad de quien ha demostrado que el dinero de los Escobar de
María, la autoridad del Santo Padre, la existencia del in- Colombia o los Arellano y El Señor de los Cielos en Méxi-
fierno o la presencia de Cristo en la hostia consagrada. co, patrocinan y corrompen al clero de América Latina.
Las secuencias pudieron resultar irreverentes, agresivas, El padre de Méndez Arceo le dijo a don Sergio, cuando
pero ninguna tenía contenido herético. supo que iba a entrar al seminario: “Acuérdate siempre que
Presentar la irreverencia, el pecado o el sacrilegio en no hay peor política que la negra”, y creo que tenía razón.
una obra creativa no significa cometer irreverencia, pe-
cado o sacrilegio. Eso lo entiende el menos docto. Los ¿En qué medida tu abierto catolicismo fue un estigma, una
dramaturgos, novelistas o cineastas nos asomamos a la tara para ser aceptado por el círculo intelectual mexicano,
vida para describirla o descubrirla, y nuestra materia pri- tan imbuido entonces en el ateísmo de izquierda?
ma es la gracia y el pecado. Lo que enojó a la jerarquía Yo mostré ser anticlerical, pero ello no impidió que
eclesiástica y a sus acólitos fue la visión anticlerical, la hubiera una cierta marginación, una desconfianza por
denuncia del crimen del mentado poder, que convierte tildarme de mocho o por no considerarme de su esta-
a un sacerdote leal en párroco, a un párroco leal en obis- tura. Viví al margen, no encajaba: entre los ingenieros
po, a un obispo leal en cardenal... era escritor; entre los periodistas, novelista; y entre los
También los laicos somos Iglesia católica y tenemos escritores, ingeniero.
el derecho y la obligación de señalar y denunciar, hasta Para el grupo de Fernando Benítez, yo no existía; y
despotricar, lo que ocurre en nuestra realidad religiosa, quizá por eso en Los periodistas me burlé de su rol como
incluyendo la sucia política eclesiástica que transita des- intermediario entre Julio Scherer y Echeverría.

“HE LOGRADO SER QUIEN QUERÍA SER” | 25


Mis libros no tenían eco; o me ignoraban o indistin- ballos, las batallas sangrientas y las nubes de hielo seco
tamente salían Emmanuel Carballo o Huberto Batis a de la escenografía de José de Santiago, nos avisaron que
pegarme. Es cierto, no era yo el único, “la mafia” de Be- la UNAM había decidido prohibir la representación de
nítez ignoraba también a Jaime Sabines, Ricardo Gari- Martirio de Morelos.
bay y a Efraín Huerta. Nunca se aclaró quién incitaba la censura: si el rec-
Hasta que no entré en Excélsior, no tuve ninguna tor, el secretario de Educación, el de Gobernación o, lo
vela en el entierro cultural porque siempre fui tímido y que era obvio, Miguel de la Madrid, ya entonces presi-
reacio a las relaciones públicas, a participar en reunio- dente de la República. Tres agrupaciones culturales y
nes o comités. Hoy, sin embargo, me congratulo de no cívicas —la Asociación Cultural José María Morelos, el
haber pertenecido a mafias o grupos porque no tuve que Frente Cívico de Cuautla y el Club del Generalísimo
plegarme a la moda o a los criterios imperantes del me- de Carácuaro— protestaron en una ridícula carta pu-
dio. Escogí el camino que me dio la gana, me obsesioné blicada en unomásuno en contra de la obra, señalando
con los temas católicos y los abordé con toda la desfa- que era un atentado “en contra del honor y la gloria del
chatez que quise. fundador de la patria”. Pedían que las representaciones
se prohibieran y se consignara a los culpables. ¡Imagína-
Curiosamente no sólo padeciste censura por motivos reli- te, a la cárcel por creativos y por hacer honor a la verdad!
giosos, también por políticos. Ya hablamos de El juicio, pero Se armó un escandalazo, recibimos apoyos de todo
quisiera que hables de Martirio de Morelos, censurada el gremio, indignado contra la censura de la UNAM, in-
por De la Madrid... congruente con el espíritu universitario. Las autorida-
A principios de 1980, quise escribir de los hombres des acabaron por pactar. Aceptamos dar tres exhibiciones
y sus mitos y, curiosamente, donde menos me lo ima- privadas a miembros prominentes de la comunidad uni-
giné, saltó la liebre. Retomé juicios de la historia de versitaria para que fueran ellos quienes dieran su visto
México para llevarlos al teatro, iría desde la época colo- bueno a la obra y pudiéramos así iniciar una tempora-
nial con el juicio a un tal Martín Ocelotl, un indio de da normal.
Texcoco acusado por delitos de idolatría y brujería, Curiosamente Gurrola sólo estuvo en dos o tres re-
hasta el juicio a los líderes del 68, pasando por supuesto presentaciones. En plena escena se decidió hacer una
por la Revolución, la Independencia y hasta la Virgen payasada. Denunció a Fernando Galindo y Alfonso de
de Guadalupe. María y Campos, autoridades universitarias, porque se-
Para la época de la Independencia pensé en el juicio gún él se estaban enriqueciendo con la publicidad que
a Hidalgo, pero Abraham López Lara me aconsejó que generó la censura, mientras que a él no le pagaban lo
mejor estudiara a Morelos porque era más dramática que merecía: un millón de pesos por hacer al Morelos.
su caída. Me prestó dos libros publicados por la SEP en Dijo en escena: “Además de Guadalupe Victoria, que se
1927 que contenían documentos medulares. En las actas, cuide ese otro... el ingeniero Galindo y ese otro mucha-
que supuse verídicas, quedaba retratado un Morelos arre- cho avispado: Alfonso... Alfonso de María y Campos”.
pentido y derrotado, misterioso. Al final de sus días, Gurrola fue sustituido, y se cumplieron 50 represen-
cuando ve que lo van a excomulgar, ese héroe impoluto taciones. González Avelar, en el natalicio de Morelos, nos
se retracta. Teme ser achicharrado en el infierno, se do- lanzó una insinuación. Dijo que éramos como Calleja,
blega, delata a sus compañeros y duda de la violencia perros de presa. Retes fue agudo y respondió pública-
que utilizó para alcanzar sus intachables fines. Teme al mente: “es mejor ser perro de presa, que perro faldero”.
juicio de Dios.
La publicación de mi obra coincidió con el destape Dices que viviste aislado, pero siempre te cobijó un séqui-
de Miguel de la Madrid, sucesor para el sexenio 1982- to de actores, directores e intelectuales. Además fuiste amigo
1988. De la Madrid veneraba a Morelos. Como secre- de Ricardo Garibay, José Emilio Pacheco y de Jorge Ibar-
tario de Programación y Presupuesto había publicado güengoitia, ¿no?
un libro exaltándolo, y sus discursos como candidato es- Pero no soy amiguero y siempre me sentí marginal.
taban colmados de citas apologéticas. Mientras que toda Separé claramente mis relaciones de trabajo con la amis-
la ciudad se poblaba de carteles con la efigie de Morelos tad, y a excepción de Ignacio Retes o Luis de Tavira, en
y sus fervorosas citas, mi libro parecía la impertinencia su tiempo, disté de compartir amistades profundas con
de un aguafiestas. la gente del gremio teatral.
En aquel momento, Luis de Tavira ya estaba mon- Con respecto a los escritores, siempre he sentido que
tando la obra para representarla en el Centro Cultural es mejor conocerlos a través de sus escritos, porque bien
Universitario. Juan José Gurrola sería Morelos; Igna- sabemos todos que hay artistas maletas que son muy
cio Retes, Calleja; y como inquisidor actuaría Claudio buenas personas, y viceversa, hay artistas supremos que
Brook. Con la obra a punto de estrenarse, listos los ca- distan de ser ejemplares como seres humanos. A los po-

26 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


cos escritores a quienes considero verdaderos amigos, narme en la selva chiapaneca. Sin embargo, después de
los conocí a través del periodismo cultural. Pienso en la Convención de Aguascalientes, publicamos un re-
Francisco Prieto, Javier Sicilia e Ignacio Solares, con portaje de portada titulado “El atardecer de Marcos” y
quienes además me une la ideología y las preocupacio- él, molesto, canceló el encuentro.
nes religiosas. Todos los políticos son finalmente iguales. No im-
porta si son de derecha o de izquierda, lo que les inte-
Entre tus últimas aventuras periodísticas, habría que men- resa sobre todo es su figura y el poder.
cionar tu encuentro con el subcomandante Marcos. ¿Te
convenció? ¿Consideras que el periodismo fue el costo que tuviste que
No, porque no era tan claro como parecía. Su causa pagar para poder ser escritor de tiempo completo?
es justa y, en principio, nos maravilló a todos. Cuando Quizá. Siempre me falló la imaginación, me sentía
nos concedió una entrevista, después de La Jornada, un poco atrapado, y el periodismo me sirvió para calmar
Julio me dijo: “tú vas”. Junto con otros dos reporteros mis ansias de novillero. Los albañiles o Asesinato parten
—del New York Times y de El Financiero—, me trepé de una realidad objetiva, una realidad que tenía mayo-
en una combi con los ojos vendados, en un viaje inter- res elementos narrativos que la imaginación misma. Me
minable colmado de esperas inauditas. Mi interés era acostumbré a exponer los hechos, a ser imparcial, sabe-
saber quién era Marcos, qué clase de hombre se escon- dor que la verdad absoluta no existe.
día tras el pasamontañas. Estaba mucho más interesa- Ni siquiera en el caso de los Flores Muñoz, posible-
do en su personalidad que en su rollo político; pero, ya mente asesinados por su nieto, me atreví a dar mi opi-
en la entrevista, él salió a la carga con toda la ideología. nión y, curiosamente, Gilberto Flores Alavez me llamó
Insistió mucho que Samuel Ruiz no tenía nada que ver desde la cárcel para decirme que mi libro le gustó.
en la irrupción zapatista. Ya había pugna entre ellos y Estuve, durante años, abrumado por una búsqueda
quiso deslindarlo, aunque aceptó que abonó el terreno formal que nunca logré trascender. Influido por la nue-
que ya habían trabajado los catequistas en la zona. va literatura francesa, en la época en que Vargas Llosa
Marcos simpatizó mucho con Proceso. Me invitó a publicó La casa verde y Conversación en La Catedral, me
volver para profundizar. Acordamos el encuentro. Me atrapó la obsesión por la forma. Mi primer gran quie-
preguntó si aguantaría llegar montando a caballo du- bre con la novela fue Estudio Q. Ese discurso ajeno, me
rante varias horas, y hasta me compré botas para inter- entrampaba; no podía escribir nada. El garabato y Redil

“HE LOGRADO SER QUIEN QUERÍA SER” | 27


de ovejas fueron un nuevo tropiezo. Afortunadamente tasioso, totalmente ajeno al guion. En principio me mo-
el ejemplo de Cien años de soledad fue un respiro de la lesté, pero pronto supe que mi trabajo tampoco era de
forma, y yo pude reanudar mi carrera literaria. confiar. Un amigo cercano de Miroslava me confesó
Con La vida que se va, mi última novela, superé el que la historia oficial, es decir, el suicidio de Miroslava
bache y quedé encantado. Tiene una estructura difícil, por una decepción amorosa que le produjo el torero
pero pienso que se lee sabrosísimo. Al terminarla, quise Dominguín, era falsa. Miroslava murió enamorada de
cerrar la página literaria sólo para dedicarme al guio- Cantinflas. ¡Ni Pelayo mismo sabía lo irreal que resultó
nismo cinematográfico. su película!
El éxito que más satisfacciones me dio fue El callejón
¿Por qué? de los milagros, la gran novela de Naguib Mahfuz sobre
Porque me gusta y, a pesar de ser una ingrata tarea, El Cairo, que Alfredo Ripstein me pidió que adaptara
lo sé hacer. En la rebatinga con el director y el produc- en 1990. La historia era muy naturalista, un poco plana
tor, y a veces hasta con los actores, la película se trans- para cine, pero se me ocurrió dividirla en cuatro, para
forma en otra historia, que termino por tolerar. Esas son contar diferentes puntos de vista. Dirigida por Jorge Fons
las reglas del juego. y con una cartelera de actores de primera —Ernesto
Mi inicio en el cine fueron cuatro películas espan- Gómez Cruz, María Rojo, Salma Hayek, Bruno Bichir
tosas que hice con Francisco del Villar, quien me con- y Daniel Giménez Cacho— tuvo un éxito fenomenal
taba historias desatadas sexualmente, para que yo escri- que me incitó a seguir en este género. Hasta hoy.
biera los guiones. Las recuerdo por escabrosas: El festín
de la loba, El llanto de la tortuga, El monasterio de los bui- Cuando a tus 33 años y con dos premios a cuestas, Gimé-
tres y Cuando tejen las arañas. ¡Eran horrendas, pero al nez Siles te pidió que le escribieras una autobiografía, te
fin y al cabo fueron mi escuela de guionismo! escudaste arguyendo que eras un “don nadie”. ¿En dónde
Luego escribí guiones para Arturo Ripstein, Jorge te ubicas hoy, entre el don nadie y el narciso engreído?
Fons, José Estrada alias El Perro, Servando González y No soy ni lo uno ni lo otro, finalmente he logrado
Marcela Fernández Violante. Quizá llevo cerca de 30 li- ser quien quería ser. Si cerniera mi vida en una coladera
bretos, aunque sólo se hayan filmado la mitad de ellos. desecharía la mayoría, pero finalmente tengo novelas,
Anécdotas de mi paso por el cine, hay muchas. Cuan- obras de teatro y guiones de cine estimables. El saldo
do Nacho Durán fue director del Imcine, a principios de me deja satisfecho...
los setenta, me encargó que le escribiera la historia de Mi- Quizá me hubiera gustado ser jugador de béisbol,
roslava, con base en un cuento de Guadalupe Loaeza. ajedrecista profesional o escritor de novelas policiacas
Alejandro Pelayo, el director, optó por un enfoque fan- con sagaces inspectores.
© Octavio Gómez / Proceso

Vicente Leñero y Julio Scherer, 2005

28 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


El teatro
en el tablero
José Ramón Enríquez

No sé si resulte una falta de respeto hacia el juego-cien- fensa de su Rey trifásico. Por lo tanto, necesita ubicar la
cia hablar de fanáticos del ajedrez para afirmar que Vi- historia de un teatro ya propiamente llamado mexica-
cente Leñero es uno de ellos. En realidad es mucho más no para repensar desde ahí la defensa del texto dramá-
que un simple fanático, es un espléndido jugador y para tico, la defensa de la dramaturgia mexicana y la defensa
comprobar que se lo toma muy en serio basta leer sus más del realismo.
recientes novelas en las que da un papel prácticamente Con este objeto, la primera parte de este libro que
protagónico a tableros, jugadas, jaques y problemas. Leñero ha dividido en tres grandes apartados lleva por
Como sea, puedo afirmar sin temor a equivocarme título “Indagaciones teatrales” y contiene, a su vez, “Tea-
que Leñero ha visto siempre el mundo, tanto de su na- tro y autores del siglo XIX” y “El Insurgentes: un teatro
rrativa como de su dramaturgia, como en un tablero de nuevo para la nueva ciudad”. Dos momentos funda-
ajedrez. Seguramente me he dejado llevar por el dato cionales, el de México como nación y el de México co-
biográfico de un título profesional que casi nunca ha mo un intento de modernidad, en los años cincuenta
ejercido cuando he escrito sobre la construcción dramá- del siglo pasado. Calibramos cotidianamente todos los
tica que utiliza en algunos textos como la de un inge- mexicanos el resultado de ambos momentos por cuan-
niero: es la de un ajedrecista y está llena, por lo tanto, de to los sufrimos y, también, los reconstruimos cotidia-
la exactitud matemática que le he admirado siempre. namente. Las “Indagaciones teatrales” suponen, pues,
Y este libro, que es sobre teatro aunque no es por un esfuerzo histórico-crítico de acercamiento a dos mo-
completo teatro, también tiene la factura de un ajedre- mentos del teatro mexicano capaces por sí mismos de
cista. Sobre el tablero hay textos que van desde 1982, o definir el devenir del teatro.
sea de hace un poco más de treinta años y textos de hace Algunos defendemos la mexicanidad de Juan Ruiz
un par de años. Todos, sin embargo, apuntan a la de- de Alarcón y de Sor Juana Inés de la Cruz que otros
fensa de su pieza principal: su Rey. Un Rey que entien- consideran parte de la literatura española. Tenga quien
de como deidad trifásica, auténticamente trinitaria. Me tenga la razón, el golpe que propinó la llegada de los
refiero a que el juego-ciencia de Vicente Leñero supone Borbones al trono de España tras la muerte de Carlos II
la defensa al mismo tiempo del texto dramático, de la el Hechizado en 1700, cinco años después de la muerte
dramaturgia mexicana y del realismo. Tres aspectos de Sor Juana, supuso un corte definitivo en la literatura
que él ve reunidos en su pieza central. en lengua española, tanto de la metrópoli como de las
Y como lo demuestra en los textos tanto teóricos co- colonias. Fue el fin del barroco y el inicio de un neoclá-
mo histórico-críticos que tiene en sus manos el lector sico sin ninguna brillantez ni en las letras ni en al arte
de Escribir sobre teatro, Vicente Leñero no piensa nunca en general, que comienzan a reponerse hasta el siglo XIX.
doblar a su Rey. Ni siquiera aceptar que el juego quede Por ello es perfectamente válido que Vicente Leñe-
en tablas. Jugará y seguirá jugando, limpiamente siem- ro vea el panorama de lo que ya podemos llamar pro-
pre, en defensa de los tres aspectos señalados. piamente dramaturgia mexicana a partir de un México
Para continuar, y más para explicar su juego a los neó- independiente y convertido ya en un intento de nación.
fitos, necesita ver completo el tablero y reconstruir el A ello dedica el primer texto de Escribir sobre teatro:
inicio. Saber desde dónde y cómo llegó a la última de “Teatro y autores del siglo XIX”, originalmente escrito
las jugadas que ha dado hasta este momento en la de- en enero de 1993 y que fuera publicado en Teatro me-

EL TEATRO EN EL TABLERO | 29
xicano, historia y dramaturgia, tomo XVII, coordinación de los vaqueros que se lanzaron al antiguo Oeste en el
de Héctor Azar. país vecino.
No voy a comentar todo el texto, inteligente, ente- El lector seguirá las peripecias de un edificio cons-
rado, que permite a cualquier estudioso conocer esta truido en lo que entonces eran las afueras y que todavía
etapa de nuestro teatro. Sólo quiero subrayar cómo Le- se alza orgullosamente hoy en la avenida que le dio su
ñero ya jugaba sus piezas de ajedrez desde hace veinte nombre, ya en plena Ciudad de México. Mucho de
años, con un mismo fin, la defensa y el triunfo de su Rey. nuestro mismo ser nacional está en la riqueza, las con-
Como un simple ejemplo entre muchos a los que podría tradicciones insalvables y las paradojas de un teatro cons-
acudir, en referencia a la obra El pasado, de Manuel Acu- truido para un director socialista y tan poco interesado
ña, narra el entusiasmo de Ignacio Manuel Altamirano en lo comercial como Seki Sano, quien nunca subiría
ante “la preocupación realista del dramaturgo”. Inclu- siquiera a ese escenario. Paradójicamente el teatro lle-
sive cita al propio Altamirano cuando en una crónica garía a convertirse en lo más cercano a una mina de oro,
afirmara que Acuña no había tenido necesidad de sobre todo en manos de esa auténtica leyenda que fuera
Manolo Fábregas, actor, director, exitoso empresario y
inventar una fábula inverosímil, intrincada y repugnan- él mismo constructor de teatros.
te. No: el asunto era de una verdad innegable, el estilo También como un simple ejemplo del juego de fi-
sencillo y noble, los caracteres copiados del natural, las chas de Leñero, me gustaría guardar esta referencia a la
peripecias encadenadas lógicamente, el desenlace triste, figura de Manolo Fábregas, a quien reconoce amplia-
pero el único. mente pero quien, nos subraya,

Y en homenaje a esta obra del malogrado poeta al que también recibía críticas. Sobre todo de los dramaturgos
casi nadie conoce como espléndido dramaturgo y que hoy mexicanos por desdeñar las obras nacionales. Pero él po-
apenas es recordado por su Nocturno a Rosario, Leñero nía oídos sordos y continuaba viajando al extranjero para
subraya tanto su realismo como su mexicanidad: averiguar qué comedia jalaba público allá.

el tratamiento de Acuña busca la verosimilitud en las Como hemos venido comprobando, los textos que
acciones, la credibilidad de los diálogos y, sobre todo, la conforman este libro fueron escritos en distintas oca-
ambientación de un entorno local. A diferencia de otros siones, con años de diferencia y con muy diversos objetos,
dramaturgos contemporáneos, Acuña se empeña en ha- pero al momento de reunirlos, el autor les da un lugar
cer una obra mexicana: escenifica una fiesta en San Cosme, y un objetivo, alejados ambos de lo cronológico, pero
hace referencias al periódico El Siglo XIX y critica en boca que tengan sentido en el tablero de los largos años de su
de sus personajes y con la tesis misma del drama los con- juego de ajedrez. Un sentido que explique las defensas,
vencionalismos morales de la sociedad mexicana. los ataques y la gran cantidad tanto de jugadas como de
jaques en contra de quienes llevan las piezas contrarias.
Para cerrar el primer capítulo de Escribir sobre teatro Aquellos que buscan acorralar a su Rey, esto es, tanto
refirma, en el “Colofón”, una de sus constantes preocu- al texto dramático, como a la dramaturgia mexicana o al
paciones: realismo.
Por ello, la segunda parte de Escribir sobre teatro lle-
Como en tantas otras épocas en la vida de México, la va como título “Sobre dramaturgia”, y está formada por
lucha de los dramaturgos nacionales por conseguir que tres capítulos: “En defensa de la dramaturgia”, “El texto
sus obras se montaran en los coliseos de la capital y del dramático en la polémica de la teatralidad” y “La Nueva
país fue el dato dominante de este periodo de actividad Dramaturgia Mexicana”. No sólo por formar parte del
teatral. centro de Escribir sobre teatro, sino porque en estos tres
capítulos queda elaborada con toda nitidez la teoría dra-
El segundo capítulo corresponde a “El Insurgentes: mática de Vicente Leñero. Podemos definirlos como el
un teatro nuevo para la nueva ciudad”, publicado ori- corazón del libro. Contradicen la cronología porque se
ginalmente en El Teatro de los Insurgentes, en 1993, por ha venido jugando en el tablero tanto en diagonal como
Ediciones El Milagro. Se trata de un texto largo e his- de frente, con brincos de los caballos y con enroques.
tóricamente impecable que, mientras cuenta la vida de Su texto teórico seguramente más importante y, por
un edificio teatral, traza un auténtico mural de cómo otra parte, el más cercano en el tiempo es “En defensa
esos “cachorros” de una revolución que se había bajado de la dramaturgia. Discurso de ingreso a la Academia
del caballo para volverse “institucional” se lanzaron, en Mexicana de la Lengua”, de 2011.
los años cincuenta del siglo XX, hacia el sur de la Ciu- Su lectura y su estudio darán mucho que hablar a
dad de México con furia y ambiciones parecidas a las quienes no lo leyeron en la Revista de la Universidad de

30 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


México, por ello me gustaría destacar sólo dos puntos. críticas hacia una serie de propuestas que llenan los esce-
El primero es su decidido homenaje a Rodolfo Usigli: narios, y que se pretenden modernas cuando simple-
mente demuestran falta de rigor. Pero no sólo critica
Aunque algunas de sus obras no resistan quizás, ahora, las puestas sino a los propios funcionarios que las vie-
un análisis riguroso, su empeño en promover un gran tea- nen propiciando:
tro mexicano —que entiende lo mexicano sólo como la
puesta en escena de obras mexicanas—, sus libros didác- los propulsores de la puesta en escena no se conforma-
ticos, sus ensayos, los prólogos y notas escritas en torno a ron con imponer sus criterios del “teatro como espec-
sus propias obras —a la manera de Bernard Shaw— exhi- táculo”, sino que llevaron a cabo una sofocación de la
ben una fe alentadora en el futuro de ese arte al que en- dramaturgia mexicana, [...] Usando el texto como pre-
tregó su vida. Si sus inmediatos contemporáneos hubieran texto convenía mejor apoyarse en autores extranjeros o
estado a la altura del reto, si Usigli no se hubiera encerra- en clásicos consagrados para evitar así los numerosos
do tanto en sí mismo luego de sentirse traicionado por sus conflictos que se producían y se siguen produciendo
discípulos, los historiadores estarían hablando hoy de la entre director y dramaturgo, […] Por eso alcanzó po-
gran Escuela de la Dramaturgia Nacional, comparable a pularidad el dicho: “No hay mejor dramaturgo que el
la que se creó con los muralistas de la plástica, con los dramaturgo muerto”.
músicos de las partituras sinfónicas, con los narradores
de la Revolución mexicana, con el gran movimiento de Leñero juega fuerte y pone en jaque:
los coreógrafos de la danza. Con radicalidad asumida,
traduzco el célebre apotegma de Usigli, O teatro o silen- Dado que los dramaturgos clásicos no protestan, no exis-
cio, con el sinónimo académico: O dramaturgia mexica- te director mexicano debutante, o aun quien lleve años
na o silencio. en el oficio, que no se sienta impelido a montar su pro-
pio Shakespeare, su Esquilo, su Calderón, su Molière, su
Es indudable que Leñero asume el magisterio de Ibsen, su Brecht, su Camus, como si todo mundo los aguar-
Usigli y desde ahí plantea su juego. Y el otro punto que dara con delirante expectación. Y dado que son los directo-
quisiera destacar es la fuerza, inclusive violenta, de las res escénicos quienes rigen la política cultural en esta área,

Con José Ramón Enríquez en Madrid, 1992

EL TEATRO EN EL TABLERO | 31
año con año los foros del país son programados con ci- volver al teatro mexicano la oportunidad de hablar de lo
clos de obras extranjeras y clásicas sobrerrepresentadas mexicano.
hasta la desesperación…
En 1982, prácticamente treinta años antes de su “Dis-
Pero no se queda en la crítica acerba y señala que curso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua”,
también se ha venido construyendo un movimiento a Leñero escribió otro texto, este para la Revista Escénica,
nivel global, con el título de “El texto dramático en la polémica de
la teatralidad. Un punto de vista en la revisión de los
con la mirada puesta en el foro. A él se sumaron y se si- espectáculos teatrales del Décimo Festival Cervanti-
guen sumando los dramaturgos mexicanos. Un movi- no”. Es el texto más antiguo de los que forman Escribir
miento que insta a los directores de escena no sólo a de- sobre teatro y lo ubica inmediatamente después del an-
poner su tiranía sino a convertirse en compañeros de ruta terior para darle con ello toda la importancia teórica que
en el fascinante viaje de la experimentación... se merece. Demuestra con ello que el sentido cronoló-
gico no es el importante en su tablero de ajedrez y que
De ahí, pasa a enumerar una serie de características comiendo lateralmente, como alfil o aun como caballo,
que para él constituyen una “preceptiva” para un moder- las que deben estar claras son tanto la constancia como
no teatro de búsqueda y realista. Y concluye con lo que la congruencia con su objetivo trifásico.
es el aspecto más importante desde su punto de vista: Sólo como ejemplos de este texto, ya en 1982 seña-
laba acerca del espectáculo brasileño Macunaíma:
Sin duda se podrían precisar con mayor ahínco estas pro-
puestas que ilustran algunas búsquedas formales, pero el no solamente viola las reglas del juego limpio sino que aten-
empeño de la nueva dramaturgia, el más urgente, es de- ta contra el más simple principio de la magia teatral, [...]
Ingenioso, brillante, versátil es el espectáculo Macunaíma,
pero enorme su pobreza por lo que hace a la concepción
del texto que lo sustenta. El desdén de Antunes Filho por
la dramaturgia no queda, al fin de cuentas, impune.

Y describía inclusive con cierta violencia “el narci-


sismo de Kantor”, sabedor ya de que se trataba de un
indiscutible gurú para toda una corriente teatral que lle-
vaba un juego contrario al suyo, hasta afirmar:

Para Kantor no hay literatura dramática que valga. Ni los


autocontemporáneos ni los clásicos le sirven, ya no diga-
mos como punto de partida para sus puestas en escena,
ni siquiera como pretexto. […] Dicho sea en el mejor
sentido: Kantor convierte a sus actores —y la plástica, no
sólo la temática del espectáculo lo confirma— en ma-
rionetas al servicio de sus íntimas obsesiones. Personajes
títeres, actores títeres para representar una evocación auto-
biográfica que se esfuma tras el montaje, con todo y tex-
to dramático, […] Como el tema mismo de Wielopole,
Wielopole, la obra queda convertida finalmente en el re-
cuerdo inasible de una experiencia.

Y tomo también como ejemplo que, al contrario de


Macunaíma de Antunes Filho y Wielopole, Wielopole
de Tadeusz Kantor, aplaudía la puesta de Peter Stein a
Enemigo de clase de Nigel Williams:

Frente a los reveses de la literatura dramática, el Teatro


Schaubühne de Berlín demostró que pese a todo la dra-
maturgia continúa siendo un camino transitable y vigen-
te. Bajo la dirección de Peter Stein, el Teatro Schaubühne

32 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


presentó la primera obra que escribió a los 30 años el dra- nico como un todo y dentro de ese universo creado con
maturgo inglés Nigel Williams: Enemigo de clase, [Peter libertad y soltura sumerge toda la acción.
Stein] puesto que cree en el texto de Williams, intenta
prolongar el mensaje dramático a la realidad alemana de Su conclusión en este texto de 1982 es claramente
su público. Lo amplía, no lo trastoca; lo difunde, no lo propositiva:
traiciona, [...]
El montaje mismo evidencia ese respeto inteligente- Desde luego la dramaturgia no puede permanecer inmu-
mente entendido y se propone, a un tiempo, como un table. Para nuevos mensajes escénicos se exigen nuevos
acto de fe en el teatro realista. mensajes dramáticos. Se exige sobre todo modificar acti-
tudes y establecer o restablecer de continuo los términos
Ya en 1982 sabía y aceptaba que el texto dramático en que la relación escritor-director enriquezca mutuas ex-
estaba en crisis frente a una teatralidad “que se esfuma periencias, sume esfuerzos y haga fructífera, en sus resul-
tras el montaje”, por lo cual proponía posibilidades para tados, la polémica de la teatralidad.
resolver un enfrentamiento que no debería resultar en
detrimento de una ni de otra parte. Así, al subrayar los Consecuente con estos postulados, queda clara la ra-
aciertos del montaje de Marta Luna a una de las obras zón por la cual, para cerrar esta parte nodal de Escribir
más entrañables del entonces primerizo autor Víctor sobre teatro, sitúa junto a los dos textos anteriores otro
Hugo Rascón, señalaba caminos de solución dialéctica de 1996: “La Nueva Dramaturgia Mexicana”, escrito
desde la dramaturgia mexicana por la que siempre ha como introducción a La Nueva Dramaturgia Mexica-
apostado decididamente y, con la misma decisión, siem- na, publicada por Ediciones EI Milagro/Conaculta.
pre desde el realismo: Además de resaltar la calidad pero sobre todo las di-
versas propuestas de este grupo, a las cuales no sólo
Rascón trabajó El baile de los montañeses sobre los postu- alienta sino que con muchas se identifica, Leñero con-
lados del realismo. Su intención puede calificarse de mag- tinúa con su revisión histórico-crítica de la dramatur-
nífica, porque el trazo toma sabiamente el espacio escé- gia mexicana. Cabe decir que, con los saltos en el tiempo

EL TEATRO EN EL TABLERO | 33
a los que he venido haciendo referencia, Leñero revisa- pítulos, aun cuando se marquen solamente cuatro: “Ale-
rá desde el siglo XIX hasta los miembros de este grupo a jandro Luna, hacedor de teatro”, “La dramaturgia de
lo largo de Escribir sobre teatro. Sólo quedarán fuera de Sánchez Mayáns”, “El realismo de Harold Pinter” y “Dos
su análisis algunos de los nacidos en los cuarenta que: maestros de teatro”. El caso es que este último capítulo
contiene dos textos escritos sin solución de continuidad,
integran otra generación porque su proceso formativo es con objetivos y en momentos distintos: “Tres aplausos
de alguna manera independiente; poco tiene que ver con para Rodolfo Usigli” e “Ignacio Retes, el cómplice”.
el espíritu talleril. […] Ignacio Solares, Carlos Olmos, Me interesa señalarlo porque, tomados como cinco
Hugo Hiriart, José Ramón Enríquez..., e irían mejor en el capítulos, “Gente de teatro” se abre y se cierra con capí-
grupo generacional de Juan Tovar y Willebaldo López. Al- tulos dedicados a grandes personajes de nuestra escena
gunos más lindan con la Nueva Dramaturgia (como Ale- no dramaturgos, puesto que Leñero se refiere, en Retes,
jandro Licona, Luis Eduardo Reyes), pero su clasificación al director que lo ha acompañado en sus grandes aven-
encaja en una “generación” siguiente, con David Olguín, turas teatrales y no al autor de Una ciudad para vivir,
Estela Leñero, Luis Mario Moncada… Viento Sur o Los hombres del cielo.
El primero de los textos es la “Introducción” al libro
Generación y autores a la espera de una continuación Alejandro Luna: escenografía, coeditado por Ediciones El
de Escribir sobre teatro. Milagro, Conaculta, el INBA y el Cervantino, en 2001.
Aparte del recorrido por una serie de autores funda- El último es el discurso de Leñero en el homenaje que
mentales para la dramaturgia de las últimas décadas de se le tributó al maestro Ignacio Retes en 1995. Es inte-
nuestra escena, me gustaría destacar de este texto la defi- resante que el dramaturgo reconozca plenamente en ellos
nición y toma de partido de Vicente Leñero por el con- la necesidad de una labor de conjunto. Sin los diversos
cepto y “el espíritu de taller” como enriquecedora alterna- elementos que lo conforman no hay hecho escénico y el
tiva a los formalismos de la docencia y como superación dramaturgo multipremiado, con toda honestidad, ge-
cualitativa a las carencias y la soledad del autodidacta. nerosidad y verdad puede decir de Retes en el último
Para él, los autores de la Nueva Dramaturgia capítulo de su Escribir sobre teatro:

surgieron en realidad —y esa es, mayoritariamente, su De Retes aprendí que el teatro es para ahorita en las con-
única coincidencia— de los talleres de dramaturgia, res- diciones en que pueda realizarse: ideales o adversas; ad-
ponsables no sólo de la formación básica de los talleristas, versas, desde luego, casi siempre. Así me lanzó con él a su
sino de su vinculación al ambiente teatral y del conse- aventura y en esa aventura conocí en Retes a un capitán
cuente salto a los escenarios, indispensable para la verifi- valiente que sabía navegar en aguas turbulentas y sacar
cación de sus primeros trabajos. adelante, hasta llegar al puerto, cada obra, cada idea, ca-
da intento por hacer que el teatro sea.
Y subraya, a su vez, que
Los capítulos que quedan en medio de estos dos vuel-
el sistema del taller, como método práctico para la for- ven a analizar dramaturgia y dramaturgos. Al referirse
mación de literatos, fue implantado orgánicamente en a Fernando Sánchez Mayáns, en su texto para Voz Viva
nuestro país por el Centro Mexicano de Escritores, y lle- de México, de 1988, revisa también a la generación a la
vado a su culminación por Juan José Arreola en la década cual pertenece, la de los discípulos de Salvador Novo y
de los cincuenta. […] Trasladados al área del teatro por Rodolfo Usigli: Sergio Magaña, Emilio Carballido, Lui-
maestros que conocían o habían vivido el sistema, los ta- sa Josefina Hernández, Jorge Ibargüengoitia y Héctor
lleres de dramaturgia dieron un giro radical a la enseñan- Mendoza, entre los más reputados. Por ello decía yo
za teatral que se impartía en México, principalmente en líneas arriba que el panorama de la dramaturgia mexi-
la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. La célebre cana desde el siglo XIX hasta el grupo que se conforma
clase de dramaturgia de Rodolfo Usigli, importada de la en torno a la Nueva Dramaturgia queda bien estableci-
Universidad de Yale y que formó a una buena parte de do en el tablero de Escribir sobre teatro.
los dramaturgos de la generación de los cincuenta, privi- Tras el análisis del realismo en Harold Pinter y su res-
legiaba el estudio de los géneros, de las teorías dramáticas cate de manos de quienes lo señalen como autor del ab-
y del análisis teórico de texto y personajes, sobre el traba- surdo, ambos temas de fundamental importancia para
jo machacón de los alumnos en el desarrollo de sus pro- una de las fases del Rey al cual defiende, el realismo, vuel-
pias obras. ve con la dramaturgia mexicana a dar “Tres aplausos para
Rodolfo Usigli”. Y concluye su texto de 1985, para el bo-
“Gente de teatro”, la tercera y última parte de Escri- letín del CITRU, con estas palabras que suponen mucho
bir sobre teatro, está formada, en realidad, por cinco ca- más que un homenaje. Suponen el proyecto o, mejor, la

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Marina y José de Santiago, Myrna Ortega, Esther Seligson, Vicente Leñero, Ignacio Solares, José Ramón Enríquez, Antonio Crestani y Miguel Flores

estafeta que Leñero recoge de Usigli y traslada a las ma- que, precisamente por serlo, se convertían también en
nos de las nuevas generaciones que defiendan una dra- sus alumnos. Mucho más cerca de Platón y del Jardín
maturgia mexicana como él mismo la entiende: de Academo está Leñero que del concepto burocratizado
y tan poco enriquecedor del típico docente. Antes de
Desde luego, Usigli fue el único que concibió un proyec- que la Academia Mexicana de la Lengua lo llamase a
to para un teatro nacional definido por esas tres obsesio- ocupar uno de sus sillones, Vicente era un académico
nes: un teatro de autor, un teatro realista, un teatro polí- por derecho propio.
tico. Entendido así, Rodolfo Usigli no es culminación de Ahora, con este libro en las manos, vale la pena re-
una época sino punto de partida para una generación que flexionar en que, con los distintos volúmenes de Vivir
hoy empieza a estudiarlo y a entenderlo. Punto de parti- del teatro, Leñero ya nos había dado su propia visión de
da. No tercer acto para tercer aplauso, sino tercera llama- la escena mexicana, discutible a veces aunque siempre
da, tercera, empezamos. aguda, con la objetividad del periodista pero con la pa-
sión del protagonista. Hacía falta, sin embargo, un libro
La recuperación de diversos textos, escritos en dis- como Escribir sobre teatro que pudiera convertirse lo mis-
tintos momentos y con diversos objetivos, nos permite mo en auténtico texto para estudiantes o talleristas que
ratificar las constantes ideológicas y formales de Leñe- no tengan a Leñero a su alcance, que en obra de consul-
ro acerca de ese quehacer al que se ha entregado con ta para investigadores, maestros o generadores de ta-
auténtico fervor, la dramaturgia. Pero Leñero no sólo lleres. Siempre resulta muy importante poder conocer
ha escrito teatro y sobre teatro sino que ha sido tam- en un texto propio el pensamiento de los maestros.
bién un dedicado maestro. Lo sigue siendo hasta hoy Porque este libro puede llenar esos cometidos he in-
cuando se ha retirado de la dramaturgia para escribir sistido en el juego limpio y constante de Leñero para
tan sólo narrativa. mantener vivo a su Rey. Vale la pena resaltar que Vicen-
Escribir sobre teatro es, sobre todo, el libro de un maes- te Leñero ni dogmatiza ni impone. Juega limpio sus fi-
tro, aunque nunca se ha aceptado como docente en el chas y un buen jugador siempre da la bienvenida a sus
sentido tradicional y, como hemos visto más arriba, con- contrincantes, aunque también exige tanto la entrega
trapone a los trabajos del aula la labor del taller donde como la seriedad argumental que él mismo aporta. El
el maestro es amigo, testigo, acompañante y, por su ex- ajedrez es un juego-ciencia que exige seriedad, sobre
periencia, guía. Tiene razón y no sólo hay que respetar todo cuando nada menos que el teatro mexicano se en-
esa definición sino que debemos resaltarla para que em- cuentra sobre el tablero.
pape también las labores del magisterio en las aulas. Vi-
cente Leñero está mucho más cerca del Jardín de Acade- Prólogo a Escribir sobre teatro, de Vicente Leñero, Ediciones El Milagro, Mé-
mo por el que paseaba Platón con sus amigos. Amigos xico, 2013.

EL TEATRO EN EL TABLERO | 35
“Lo que sea de cada quien”

Recuento
sin pudor
Edgar Esquivel
© Javier Narváez

En “Lo que sea de cada quien”, la columna que Vicente nalísimos, adictivos y plenos en honestidad que no es-
Leñero preparó mes a mes para la Revista de la Univer- conden los altibajos de una profesión, la del escritor
sidad de México desde febrero del 2007, su innegable polifacético, que afrontó con no poca sabiduría los con-
oficio y olfato para la buena prosa o la historia certera trastes de cada uno de los ámbitos donde se formó y
van por delante en cada una de esas entregas. dio cátedra: el periodismo, el teatro, el ajedrez, el cine,
Suma de anécdotas y pareceres originales que de- la Academia o los entresijos sublimes y vilezas de gestas
velan convicciones y otros derroteros, pero también editoriales y literarias.
retrospectivas y viñetas con frases suficientes para de- Las más de 90 entregas ininterrumpidas son el va-
cantar, como en un ejercicio nemotécnico, los estan- riopinto encuentro de figurones, o no tan así, cuyo
tes de la memoria afectiva, o no tanto, pero siempre drama “real” —interpretando al propio Leñero— se
creativa y profesional del autor de obras de teatro co- antepone a su dramaturgia posible. Una actitud, un
mo Jesucristo Gómez y las novelas Los albañiles o La vida modo de ser no es una teoría, un texto preconcebido
que se va, “Lo que sea de cada quien” es además un o un guión, tampoco es la recreación fantástica y su-
conjunto de retratos, esbozos y escenas sin pudor del perior de uno mismo. Los protagonistas en la colum-
gremio de escritores y periodistas, gente de teatro o na de don Vicente no son ni deben ser seres imagina-
del mundo editorial y la televisión, algún personaje his- dos con antelación o improvisados dentro de algún
tórico que atrapó la mirada y el recuerdo franco, sin so- lugar del pensamiento y la historia. Si “la dramatur-
lapas, de Leñero. gia es perdurable y el teatro efímero”, como afirmó el
Malicia, ironía y generosidad, perplejidad y desen- guionista de la película El callejón de los milagros, las
canto, nutren esos textos demasiado humanos, perso- notas de “Lo que sea de cada quien” son la anticipa-

36 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


ción de una verdad; por tanto en ellas, como en el tea- seos, aspiraciones o los motivos de las horas, los días,
tro, no se describe —descubre— nada “para ganar la los años.
inmortalidad o el aplauso del mundo; se escribe ape- Quizá no falte el resquemor o el rechazo a alguna
nas, si acaso, para sentir la ilusión de que se captura descripción, pero no se pueden escatimar la agudeza y
por unos instantes el fugacísimo presente [o pasado] sensibilidad para descubrir “sabrosas” sutilezas dentro
de la vida que vivimos aquí”. de un amasijo de hábitos e intimidad, debilidades y ca-
En el desfile de nombres están Alejandro Jodorowsky racteres acotados o inflexibles de cada persona e inclu-
(el excéntrico futuro chamán vestido “con un saco largo, sive los virajes o incidentes que provocan desilusión o
anaranjado, que le llegaba casi al suelo, como los de Ser- admiración. La simpleza de las imágenes y estampas de-
gio Leone”, y que organizaba “mesas redondas” para que notan un intrincado complejo de recuerdos, aptitudes,
bailaran, a ritmo de música en vivo —con Javier Batis destrezas, obsesiones —la memoria, por alguna razón,
de fondo— en el escenario de un foro universitario, in- es siempre selectiva y en apariencia desordenada— que
telectuales como Juan José Gurrola, José Agustín o Gus- no se ven. Al final de cuentas es la representación idén-
tavo Sainz), también Arreola, Ibargüengotia, Ionesco, tica de una confesión, de António Lobo Antunes, el na-
Xirau, Carballido, Garibay, Benítez, Rascón Banda, Re- rrador portugués, referida por él en una charla y que dice
tes, Monterroso, Rius, León Toral, Cuarón, Herralde, más o menos así: el escritor, para llegar al punto culmi-
los cristeros, Revueltas, Sicilia, Azar, García Ponce, Ches- nante de su drama —pasajes, episodios, tiempo, final,
pirito, Usigli, Carrington, Salazar Mallén, Portocarrero, comienzo, descripciones, etcétera—, debe entrar por la
Sisniega, Elizalde, Carballo, una novia cubana, entre mu- puerta trasera. El lector no debe enterarse, necesariamen-
chos más. Celebridades, o no tan así, fieles a sus imper- te, de ese recorrido por catacumbas y pasadizos, labe-
fecciones, y sobre las que bastaba referir un suceso coti- rinto traicionero del autor, pues sólo con atestiguar el
diano, anodino, para trazar pinceladas quirúrgicas de resultado —el libro, la puesta en escena, la película—
su talante y manías. Esta galería presenta la curaduría cierra el ciclo de la labor creativa. Como en una obra de
de alguien que toma el pulso del pasado y el presente teatro o la producción de un filme, ni las bambalinas ni
con apacible e hilarante escepticismo. el caos de una locación son parte de las obras mismas.
No fue el propósito de esta columna mensual ha- Se debe ser diestro para recorrer y mostrar con deleite y
cer las pases con la realidad, o el pasado, mucho me- sencillez lo que puede ocurrir detrás de cámaras o del acu-
nos advertir de un escabroso futuro para la República mulado terrible de textos, borradores y notas que prece-
de las Letras —recuérdese el ego latente y la mezquin- den a la publicación de un libro, sin contar los humo-
dad— sino asentar la experiencia de un observador res, fobias y filias de los creadores. “Lo que sea de cada
nato, un escucha profesional que cuenta con los de- quien”, Vicente Leñero, tenaz, obró sin traiciones escé-
dos los hilos del alma humana para coser o descoser, nicas pues sólo desmenuzó historias para narrarlas lo
según el empalme diestro que nace de la terca, irreduc- mejor posible con las afinidades y desencuentros sufi-
tible realidad —imaginada o no tan así—, razones, de- cientes. Ni más ni menos.

RECUENTO SIN PUDOR | 37


Un collage de recuerdos

Leñero:
cómo aprendí
a escribir
Felipe Garrido

Leñero a Ana Cruz Navarro: Desde niño fui un gran la de Periodismo Carlos Septién García”, obtuvo el primer
lector. Mi padre nos acostumbró a leer mucho. Lo que premio con un cuento titulado “La banqueta de mi calle”.
quería hacer desde joven era inventar historias. Al leer, Una brigada de trabajadores transforma “la vieja ban-
el lector satisface la necesidad de vivir un poco más. La queta que por años permaneciera desnuda y olvidada [...]
vida es muy limitada. La gente va al cine porque allí vi- en una elegante acera de concreto”. Para el narrador, que
ve más; vive las historias que no puede experimentar por “la ruta feliz que nos acercaba a Dios” estuviera a punto
su propia cuenta. Al escribir, el autor se asoma a mu- de ser renovada le traía de pronto “el recuerdo de mis cer-
chas vidas. Eso me gustó desde joven, y la ingeniería me canos días infantiles [...] el sabor de mis primeras ora-
enseñó a ordenar y a estructurar mis ideas. ciones, el aliento de mis ruegos estudiantiles, el temor
Me atrae el misterio del personaje; el enigma de ese inocente de mis pecados veniales [...] cuando, vísperas de
ser sobre el que escribo. De los personajes sé lo que voy viernes primero, iba a confesar travesuras, pleitos, deso-
escribiendo, pero quedan muchas cosas oscuras. Nun- bediencias”. Aquella banqueta de tierra sabía “el pulso
ca llego a saberlo todo. de mis faltas y el arrepentimiento que siempre las acom-
pañó. A ella antes que al sacerdote, conté [...] las veces
Leñero a Susana Garduño: La vocación literaria es un que reñí con mis hermanos, los días que desobedecí a
fenómeno misterioso. Uno lee y, de pronto, uno quiere mis padres, las innumerables ocasiones en que vencido
también escribir, y casi copiar a los autores que a uno le por la tentación llegué a tirar con todas mis infantiles
entusiasman. Yo me contagié leyendo a Verne, Salgari, fuerzas de las largas trenzas de la vecinita de enfrente.
Mark Twain. Me contagié del teatro viendo teatro. Hoy iba a quedar enterrada: un diluvio de concreto es-
taba a punto de sepultarla para siempre. Nacería otra,
Leñero estudió ingeniería, pero quería escribir, así que, al sí; más nueva, más amplia, más moderna, pero sin la his-
mismo tiempo, estudió periodismo. En 1956, el Comité Dio- toria y sin el significado que dejaba sobre mi alma la pri-
cesano de México de la ACJM organizó un concurso en el que mera”. ¿Cómo conservar ese pasado a punto de desapare-
Vicente Leñero Otero, “alumno de primer año de la Escue- cer? “Cuando los albañiles terminaron de emparejar la
última capa de cemento [...], me acerqué sigilosamen-
te; y sin que nadie me viera, con la punta de un alam-
Este texto se ha formado a partir de entrevistas de Ana Cruz Navarro y Su- bre, dibujé mis iniciales minúsculas y temblorosas...”.
sana Garduño, más De cuerpo entero, UNAM/Corunda, México, 1992; Lo-
tería, Joaquín Mortiz, México, 1996; Puros cuentos, Editores Mexicanos Uni-
“La banqueta de mi calle” fue el principio. Leñero es-
dos, México, 2004. taba apenas aprendiendo a escribir.

38 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


© Barry Domínguez
VIVIR DEL CUENTO ni sabrán jamás quienes fueron Coloma y Heredia,
Para Agustín Monsreal hacedores de cuentos ejemplares durante mi madru-
gada literaria.
Era 1957, 1958; los años en que muere Pedro Infante, Escribía cuentos sin pensar, automáticamente, ob-
en que López Mateos es destapado y sube a la presiden- sesivamente, frenéticamente: vapuleando sin parar la
cia, en que los maestros desatan su gran huelga nacional, Rémington desde la primera sangría de tres golpes has-
en que Luis G. Basurto estrena Miércoles de ceniza y ta el punto final en la cuartilla seis o en la nueve. Hasta
Elena Garro Un hogar sólido, en que Octavio Paz publi- ese instante, y a semejanza del corredor de los cuatro-
ca Piedra de Sol y Josefina Vicens El libro vacío y Gua- cientos metros, luego de cruzar la meta me ponía a jalar
dalupe Dueñas Tiene la noche un árbol y Sergio Fernán- aire con toda el ansia, a desinflarme finalmente sobre la
dez Los signos perdidos y Carlos Fuentes La región más silla, agotado por el terrible esfuerzo sostenido.
transparente... Desde luego no hacía caso de consejos. Me recomen-
En ese entonces yo escribía sin saber y sin pensar; daban meditar el tema, conformar en la imaginación la
me sentaba frente a la Rémington negra de mi her- psicología de los personajes, estructurar con esmero las
mano Armando, máquina-tanque de teclas redondas etapas del planteamiento, del nudo, del desenlace, y por
como corcholatas, y sin llevar de antemano planeado supuesto, primero que nada, antes que todo esto, estu-
el tema, la atmósfera, la estructura, todo lo que des- diar a los sabios y a los teóricos de la ciencia y el arte del
pués aprendería como muy importante para el escri- estilo. Y los estudiaba, claro que sí. Los leía con aten-
tor de cuentos, me ponía a hilvanar palabras sobre las ción, hasta subrayaba párrafos y acotaba páginas, pero
amarilluscas horribles hojas de papel revolución. Es- desde luego no ponía en práctica consejo alguno por-
cribía sin pensar. El cuento se me inventaba solo. Los que me ganaba la ansiedad de escribir, la cuerda suelta
personajes y las peripecias brotaban como quien des- de sentarme y no pararme sino hasta el fin, el impulso
tapa de golpe un bote de basura. Eran historias ne- maravilloso que hace muchos años se me extravió en el
gras, o tristes; pequeños relatos cuya crudeza me espan- camino pero que en ese entonces me permitía escribir
taba luego y a la que un espíritu redentor agregaba el cuentos de una sola sentada, guardados luego en un fól-
parche de la moraleja final a la manera del padre Luis der amarillo o publicados a veces en la revista Señal, don-
Coloma o del padre Carlos M. Heredia, tan admira- de hacía mis pininos periodísticos.
dos entonces, aún hoy en el recuerdo pese a lo que pu- Una mañana de 1958 me topé con la convocatoria
dieran opinar las nuevas generaciones que ya no saben lanzada por un efímero Frente de Estudiantes Univer-

LEÑERO: COMO APRENDÍ A ESCRIBIR | 39


sitarios de México que bajo el lema Libertad, unidad y brí dos años antes, cuando volaba a Madrid a comenzar
cultura convocaba a un Primer Concurso Nacional de una beca en el Instituto de Cultura Hispánica.
Cuento Universitario cuyo jurado sería, nada más y nada Ahí en Madrid, durante la maravillosa clase de lite-
menos: Guadalupe Dueñas, Henrique González Casa- ratura hispanoamericana que impartía Gonzalo Torren-
nova, Juan Rulfo, Jesús Arellano y Juan José Arreola. te Ballester, me atreví a preguntar al erudito español qué
Me impresionó el jurado, me despertó ambición lugar merecía para él el mexicano Rulfo entre aquellos
el monto de los premios (2,500 pesos al primer lugar, gigantes que nos instaba a devorar: Unamuno, Baroja,
1,500 al segundo), pero me ilusionó sobre todo la posi- Azorín, Machado, Camilo José Cela... Pero Torrente
bilidad de hacerme notar ante aquella gente culta que Ballester no había escuchado ni siquiera el nombre de
ya tenía boleto de butaca numerada en la luneta de la Rulfo, y en el desdén con que lo dijo me sentí desde en-
literatura nacional. tonces humillado como mexicano y como escritor mexi-
No acababa de leer la convocatoria cuando ya esta- cano que ansiaba ser. Al terminar el curso obsequié a
ba ante la Rémington escribiendo un cuento que tam- Torrente Ballester mi ejemplar de Pedro Páramo, pero
bién, como digo, se me fue ocurriendo en el momento nunca supe si lo leyó. El caso es que en aquellos años la
de escribirlo. Esa misma tarde lo pasé en limpio de una mayoría de los aprendices de escritores de mi generación
sola sentada y lo titulé “La polvareda”. Era un cuento de adorábamos a Rulfo como a un dios. Y lo copiábamos.
ambiente rural, por calificarlo de algún modo, que por A los dos días de haber escrito “La polvareda” escri-
supuesto copiaba al Rulfo admiradísimo a quien descu- bí un segundo cuento. Traté de que fuera radicalmente
distinto. No era rural ni rulfiano. Contaba ingenua-
mente la historia de unos jovenzuelos —entonces los
© Javier Narváez

llamábamos juniors— que robaban un carro, que se es-


trellaban en la carretera a Toluca y a quienes luego tenía
que salvar papi de la cárcel. En el relato yo intentaba po-
ner en práctica el recurso faulkneriano de la corriente de
la conciencia —que también acababa de descubrir— y
aunque no me salía muy bien me ayudaba a escapar de
la influencia rulfiana. Le puse un título espantoso: “¿Qué
me van a hacer, papá?” —el interrogante lanzado por el
junior a su papi, al final— y firmé Gregorio, el seudóni-
mo con que escribía años atrás en un periódico prepa-
ratoriano. Para despistar a los jurados tecleé la versión
en limpio en una Smith Corona de letra muy pequeña.
Escritos así, con dos tipos de letra distintos, y sien-
do de tema y estilo muy diferentes, los jurados nunca
sospecharían que pertenecían al mismo autor. Así ten-
dría yo dos oportunidades en lugar de una, como quien
compra dos billetes de lotería para duplicar su suerte.
Y así fue. Lo que no me ha sucedido jamás en la lo-
tería me sucedió en la literatura. A “La polvareda” le
dieron el primer lugar y a “¿Qué me van a hacer, papá?”
le asignaron el segundo.
Sin embargo, la noche de la entrega de premios en
la sala Manuel M. Ponce, con el rector Nabor Carrillo
como invitado, Henrique González Casanova, presiden-
te del jurado, informó que él y sus compañeros habían
decidido, luego de descubrir que los dos cuentos perte-
necían al mismo autor, darme sólo el monto del primer
premio (los 2,500 pesos) y repartir los 1,500 del segun-
do entre quienes habían ganado el tercer lugar, Julio
González Tejeda, y la mención honorífica: Martín Re-
yes Vayssade.
La verdad, no me importó gran cosa —me sentía en
las nubes—, pero al concluir la ceremonia una voz se
alzó de la concurrencia. Era Rubén Salazar Mallén, quien

40 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


dificultosamente subió al estrado para protestar “por la
injusticia cometida a este joven escritor que gana dos
premios y le dan solamente el dinero de uno. No hay
derecho”. Henrique González Casanova insistió en que
el jurado trataba de estimular a otros dos concursantes,
pero Salazar Mallén volvió a interrumpir, no para pelear
con González Casanova —dijo— sino para dar a cono-
cer a los presentes que ya que el jurado privaba a Leñero
de 1,500 pesos, él, de su bolsillo, le entregaría quinien-
tos para compensarlo. Y diciendo y haciendo, el bue-
nazo de Salazar Mallén, que era todo menos un hom-
bre rico, extrajo su chequera, garabateó en un dos por
tres las cifras y la firma, y me entregó el documento con
un abrazo palmeadísimo.
Mi terrible incultura me hacía ignorar en aquel mo-
mento quién era Salazar Mallén, pero a partir de ese ins-
tante nació, con mi agradecimiento entrañable, una sóli-
da y respetuosa amistad que el tiempo disolvió por culpa
de la complicada ciudad. Amistad de abajo hacia arri-
ba, debo decir, porque siempre lo miré como un maes-
tro de quien aprendí claves importantes y quien me abrió
los ojos al canibalismo de la cultura en México. Por
conducto de Salazar Mallén, en su circunstancial tertu-
Vicente Leñero, Julio Scherer y Enrique Maza, 1984
lia en el café Palermo de la calle Humboldt, conocí más
tarde a Jesús Arellano (el poeta que se atrevió a ofender
en público a don Alfonso Reyes y que por eso fue bo- Leñero ingresó al taller de Juan José Arreola. Su visión so-
rrado del directorio intelectual), al nobilísimo Efraín bre el gran escritor de Zapotlán el Grande en su casa, su
Huerta, al extraordinario Juan Rulfo... taller y su pasión por el ajedrez es una delicia.
—Usted es por la señal de la santa cruz —me decía Leí, releí, corregí, rescribí, volví a leer y a releer y elegí
Juan Rulfo santiguándose en chunga y haciendo trope- por fin los que consideraba mis mejores cuentos. Or-
zar sus dientes con una risita ladina. denados en un fólder amarillo me presenté con ellos en
Ya antes me había parado en seco, cuando en la eu- el departamento donde vivía Arreola, allá por las espal-
foria de mi doble premio me le acerqué para decirle to- das del cine Chapultepec. Me había citado a las siete y
do lo que suele decir un joven a un escritor admirado: media de la tarde y a las siete y media de la tarde estaba
he leído todo lo que usted ha escrito, señor Rulfo, y me yo tocando la puerta, nerviosón. No me abrió él sino
parece maravilloso, señor Rulfo, y sobre todo, señor Rul- Orso, un chamaco como de trece o catorce que allí mis-
fo, admirándolo como lo admiro me da mucho gusto mo identifiqué como el hijo varón del maestro. Al rato
que usted haya formado parte del jurado que me dio el apareció Fuensanta, diezañera, la menor de las hijas, y
premio, señor Rulfo. un poco más al rato el propio Arreola, agitando las ma-
—No se haga ilusiones —me replicó Juan Rulfo—. nos como si las trajera mojadas y ganseando la cabeza
Yo le voy a decir la verdad si quiere saberla. ¿Quiere de cabello muy chino, alborotado. Le tendí el fólder
saberla? amarillo, pero antes de que pudiera completar la pri-
Dije sí con la cabeza. No alcanzaba a adivinar sus mera frase él ya lo estaba rechazando con un ademán y
intenciones. pretextando la atención de un asunto que lo iba a man-
—Usted no ganó por unanimidad ese concurso, ¿sa- tener ocupado unos diez minutos allá adentro, en las
bía eso? habitaciones íntimas.
—Pues no. Mucho me ilusionaba celebrar con Arreola, tal como
—Tuvo un voto en contra, y ese voto fue el mío —re- lo había prometido en el momento de hacer la cita, una
mató, en seco—. No me gustó nada su cuento ese de “La sesión de trabajo larga, severa, provechosa: él leería de-
polvareda”. Era mucho mejor el de González Tejeda. lante de mí algunos de mis cuentos y me señalaría acier-
Desde luego ya no busqué apoyo ni orientación li- tos, defectos, equivocaciones; me daría luego su juicio
teraria en Juan Rulfo. Me fui corriendo con Juan José general; me indicaría por dónde seguir, cómo, de qué
Arreola. manera, una vez leídos a solas, con detenimiento, uno
—Cuidado con Arreola —me advirtió Salazar Mallén. por uno, el resto de mis textos.

LEÑERO: COMO APRENDÍ A ESCRIBIR | 41


—¿Qué tan poco?
—Un poco. Regular. Creo que soy medio malo.
Dejó de torcer y retorcer su cuello de ganso. Me mi-
ró con sus ojillos de duende y sonriendo le dijo a Fuen-
santa:
—Juégale uno, a ver. Yo ahorita regreso para que
veamos lo de sus cuentos —mintió—.
Tanto como si hubiera maljuzgado mi estilo litera-
rio, me sentí ofendido en mi amor propio al verme in-
vitado a jugar ajedrez con una niña; pero la verdad es
que tanto Fuensanta como Orso tenían un alto nivel de
juego. A Fuensanta le gané con dificultad y con Orso
sólo conseguí unas tablas vergonzosas, merced a un ja-
que continuo.
Cuando Arreola regresó a la estancia no éramos Fuen-
santa, Orso y yo los únicos ocupantes, sino además el
enorme caudal de amigos y alumnos que todas las se-
manas, ese día todas las semanas, se llegaban a casa del
maestro a visitarlo, a conversar, a recitar López Velarde,
a jugar ajedrez con Homero Aridjis, Eduardo Lizalde,
Luis Antonio Camargo, Miguel González Avelar... Tam-
bién iban José de la Colina, José Emilio Pacheco, Bea-
triz Espejo, Fernando del Paso, Juan Martínez, la bellí-
Vicente Leñero en Tetela del Volcán, Morelos
sima Fanny...
Las tertulias se completaban otro día de la semana
Ilusión fallidísima. La promesa de Arreola era quizá en el taller de Volga: Tita Valencia, Carmen Rosenz-
de muy buena fe, pero sus hábitos literarios lo hacían weig, Elsa de Llarena y muchos más que se perdieron
caer en mentira. Hacía mucho tiempo que él ya no leía en el camino, como erratas.
a solas los cuentos de sus alumnos sino que lo hacía, Allí aprendimos a escribir a fuerzas de escribir. Oyén-
cuando lo hacía, en voz alta, delante de un grupo y úni- donos en Arreola y aprendiendo de Arreola.
camente durante el tiempo de su taller: el ya entonces Una noche, al echarme a caminar con él por la calle
célebre taller que Juan José Arreola impartía en el gara- Volga, rumbo al Paseo de la Reforma, me dijo, detenién-
ge frío de una casa de Volga, domicilio del Centro Me- dose un segundo a media cuadra:
xicano de Escritores. —¿Sabe qué necesita para volverse escritor, Leñero?
Tardé en enterarme de todo eso: de la existencia del Pensé que Arreola me iba a confiar al fin la clave má-
taller de Arreola, del Centro Mexicano de Escritores, gica de la literatura.
de la costumbre que el maestro tenía de analizar allí, —¿Qué?
sólo allí, los trabajos de sus discípulos. Yo sería uno más —Quitarse el segundo apellido. No se puede ser es-
a partir de ese momento. Lo era ya desde que Orso critor firmando Leñero Otero. Es un versito horrible
abrió la puerta, se asomó Fuensanta a curiosear como si —me dijo.
fuera un chango, y Arreola apareció y desapareció pre- Me fui pensando Arreola está loco, pero cuando pu-
textando un asunto urgente allá dentro, en las habita- bliqué mi primer libro suprimí para siempre el apellido
ciones íntimas, luego de preguntarme: materno. El libro [La polvareda] fue editado por Jus.
—¿Juega ajedrez? Reunía algunos de los cuentos guardados en aquel fól-
No supe qué decir. Tenía cinco minutos sintiéndo- der amarillo y otros que escribí durante el taller de Arreo-
me extraño en aquella estancia amueblada únicamente la. No era un buen libro pero era el primero: el de las ilu-
por una larga hilera de mesitas cuadradas con tableros siones, el de los entusiasmos, el de las ansias de llegar a
pintados en la superficie que me recordaban el club de ser escritor por encima de todo. Cuentista, pensaba yo.
San Juan de Letrán, a donde mi padre iba a casi diario Treinta años después: ahora, a veces, de pronto, un
a jaquear rivales. Eso parecía la casa de Arreola: un club día, me siento a la máquina para intentar escribir un cuen-
de ajedrez. Eso era también, a fin de cuentas. to y las horas se me van frente a las teclas sin lograr con-
—¿Juega? —volvió a preguntar acomodando las pie- cluir la primera cuartilla. La extraigo de golpe castigan-
zas en el tablero más próximo. do el rodillo, la destruyo empuñando la mano con odio,
—Un poco. la olvido para siempre tirándola al cesto de la basura. Ya

42 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


no sé. Ya no puedo. Ya olvidé cómo se escribe un cuen- labra escrita que yo traduje de él: de él primero y antes
to (Julio de 1987). que de nadie: de él.
Vivo cargado de recuerdos de aquellas tardes-no-
Leñero a Susana Garduño: Si hubiera escrito la mitad de ches en que aprendía literatura y perdía al ajedrez con
lo que he escrito lo habría hecho mejor. De todas las no- Orso, con Fuensanta, con Aridjis, con Camargo, con Li-
velas que he escrito, de Los albañiles para acá, me que- zalde... con el mismísimo Arreola, en el departamento
daría yo con la última, con La vida que se va, en la que casa-hogar en el que Arreola nos enganchaba historias
retomé el género de la novela después de diez u once imposibles, hazañas amorosas, mentiras literarias, em-
años. El cuento es un género que aprecio muchísimo. De bustes bibliográficos, y al mismo tiempo nos publica-
pronto, escribir corto es más difícil que escribir largo. ba textos imprecisos en los delgados cuadernos de aquel
viejo Unicornio.
No es cosa de ponerse a recordarlo todo, pero sí la
JUAN JOSÉ ARREOLA, EL PARTERO emoción de nuestros años de primaria narrativa donde
se nos apareció, como un milagro, un verdadero mero-
No es que Juan José Arreola nos haya enseñado a escribir, lico de feria literaria que nos vendió, por tres centavos, el
sino que fue con Arreola, entre uno y otro textos traba- elíxir del arte, el pase mágico de un quehacer que para
jados especialmente para que el maestro Arreola —el muchos sigue siendo la principal razón de nuestra vida.
de Confabulario, ¿te imaginas?— los leyera en voz alta Arreola merolico, Arreola mago, cuentero, actor, Mer-
una noche frente a todos, como aprendimos a vuelta y lín y Mefistófeles, hechicero, sortílego, encantador, duen-
vuelta a redactar; un poco más al rato, a escribir. de, arlequín.
Qué teatral, qué fascinante, qué contagioso nos pa- Maestro Arreola, partero de mi generación: sin ti hu-
recía el Juan José Arreola de fines de los años cincuenta biera sido difícil, inmensamente más difícil, de veras más
a todos los que nos inclinábamos ante su perspectiva y difícil, y tú lo sabes, Juan José: sin ti nos hubiera sido
sabiduría ahora sí que para abrevar conocimientos y sen- más difícil nacer a la literatura.
sibilidades. Estábamos ahí, sentados y atentísimos, abso-
lutamente en sus manos. Nuestros cuentos pendían y
dependían sólo de su voz; de su lectura capaz de trans-
formarlos de pronto en maravilla.
Sobre la marcha él corregía palabras, cambiaba pun-
tuaciones e inventaba tonos, cadencias, inflexiones que
el texto original estaba muy lejos de poseer. Leyendo bien
un cuento, Arreola nos enseñaba a buscar los caminos
literarios para salir del laberinto de la anfibología y en-
trar en la eficacia.
Personalmente, aquí en lo íntimo, yo le debo la suer-
te de haber escapado a tiempo, creo que a tiempo, de
los sonidos de Rulfo. Pero además, en lo público, toda
mi generación le debe la suerte de haberse dejado ino-
cular por el gusto de trabajar un texto hasta el detalle,
de descubrir que lo importante para cualquier autor es
encontrar un cómo: cómo decir lo que a mí se me antoja
decir, sea lo que sea... el tema es lo de menos. No recuer-
do haber oído jamás a Juan José objetar un argumento,
o una posición ideológica, o un contenido político. Sí
lo recuerdo, y no lo olvidaré, señalándome errores de
intención, de tono, de sintaxis. Él estaba en el cómo y
con el cómo: siempre ahí: en el cómo escribir el qué de
cada quien.
Se alzaba Arreola en el taller con su cuello de ganso,
su cabello rizado que siempre sospeché peluca, sus manos
de pianista agitadas al aire como si fueran ramas. Se al-
zaba y recitaba y cantaba y actuaba.
Y uno aprendía por el contagio, ya lo dije: con unas
ganas urgentes de alcanzar esa misma pasión por la pa-
En Salvatierra, Guanajuato

LEÑERO: COMO APRENDÍ A ESCRIBIR | 43


Los cuatro Leñero

El último
encuentro José Gordon

Tres de los Vicentes Leñero llegan puntuales a la reu- dedicado a la ingeniería? Leñero el novelista observa con
nión. Se reconocen como si estuvieran ante un biombo aprehensión al Leñero que está sentado sin hablar con los
de espejos. Ríen al verse. Son bastante parecidos entre demás. ¿Ese es el ingeniero? ¿Sigue existiendo?
sí: casi el mismo cabello plateado, las cejas arqueadas Lo cierto es que estudió la carrera de ingeniería civil
hacia abajo, los ojos sin pretensiones que crean un dejo en la UNAM, pero hay un momento que genera una de-
melancólico, traicionado por las huellas de las sonrisas cisiva bifurcación, narrada con humor en el libro Los pe-
constantes marcadas en el rostro. Tal vez es el efecto de riodistas: en su primer trabajo le encomendaron hacer
jugar tanto dominó en la vida. unos mingitorios; cuando estos ya estaban construidos,
Uno de los Leñeros, el ingeniero, tiene el mismo aire, los hombres simplemente no podían llegar a la altura en
pero sus ojos están realmente tristes. Su respiración es que fueron colocados. Leñero se dio cuenta de que lo
pesada. Observa a los otros Vicentes desde la silla en la suyo no era la ingeniería. Al mismo tiempo, le tentaba
que se atornilló veinte minutos antes de que llegaran el mundo de la escritura. Era difícil tomar la decisión.
sus otras vidas posibles. ¿Qué era más digno: dedicarse a hacer instalaciones sa-
¿Por qué no eligió la literatura? ¿Fue tal vez el miedo? nitarias o escribir radionovelas?
De pronto entra a escena el último de los Vicentes Le- Leñero eligió el mundo de la narración de historias
ñeros que tenía que llegar a la cita. Es el novelista. Se cuando era vergonzoso entre “los cultos” escribir estos
disculpa. Se le fue el tiempo en Vips, mientras escribía libretos. Posteriormente, pasó al campo de las teleno-
sobre una servilleta una idea clave para el desarrollo de velas. Junto con Miguel Sabido, Inés Arredondo, Gua-
su narración. Al ver a los otros Leñeros suelta una car- dalupe Dueñas y Jaime Augusto Shelley formó un gru-
cajada. Es como la historia de Borges del jardín de sen- po que se llamó Escritores Asociados. Nadie se atrevía
deros que se bifurcan: a firmar con su nombre. Había mucho pudor. Así, es-
En todas las ficciones, cada vez que un hombre se cribieron la telenovela Las momias de Guanajuato. Le-
enfrenta con diversas alternativas, opta por una y eli- ñero adquiere oficio. Todo está listo para otra bifurca-
mina las otras; en la del personaje de Borges, opta —si- ción mayor.
multáneamente— por todas. Así se puede imaginar, por
ejemplo, a un hombre que tiene un secreto. Un desco-
nocido llama a su puerta. Hay varios desenlaces posi- ¿NOVELISTA O CUENTISTA? ¿LITERATURA O PERIODISMO?
bles: puede matar al intruso, el intruso puede matarlo,
ambos pueden salvarse, ambos pueden morir. Todos los El narrador solicita una beca del Centro Mexicano de
desenlaces ocurren. Cada uno es el punto de partida de Escritores para escribir cuentos pero hay una equivoca-
otras bifurcaciones, de una red que en un momento da- ción: le dan la beca para novela. Leñero quería escribir
do podría confluir. unos cuentos sobre albañiles que derivaban de su expe-
Esa es una idea que obsesiona a Leñero el novelista. riencia como ingeniero. Ramón Xirau le dice: “Escribe
En el libro La vida que se va exploró este tema. ¿Cómo como quieras y los ligas de alguna manera”. Así nace la
rebota en su vida la ficción que imaginó? ¿Qué habría novela Los albañiles que obtendría en 1963 el reconocido
pasado si en vez de elegir el oficio de escritor se hubiera Premio Internacional Biblioteca Breve de Seix Barral.

44 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


En ese camino llega otra bifurcación importante. Lo del padre Amaro. El realismo no debe dejar fuera al de-
persigue el hubiera: justamente cuando hubiera queri- seo. Eso de por sí nos pasa cuando contamos algo que
do seguir en la literatura, aparece el periodismo como nos sucedió: “Uno imagina, uno supone, uno se vuela
otra escuela para el oficio de escribir, como tentación o al- porque hay algo incompleto en la vida”, me dijo algu-
ternativa. Sus inicios se dan en el semanario católico na vez uno de los Vicentes Leñeros. La literatura es un
Señal. Más tarde, en 1965, es director de la revista feme- testimonio de la realidad. En ese espacio cabe la críti-
nina Claudia. En esa etapa escriben Ignacio Solares, Juan ca, la inteligencia, el humor, la pasión por el ajedrez,
Tovar y Gustavo Sainz. Junto con José Agustín se divier- el béisbol y el ping pong, el ejercicio de la amistad, la
te inventando los horóscopos de la publicación. Las cró- bondad y las preocupaciones éticas y religiosas. Por eso
nicas y reportajes son sobresalientes. los Leñeros conectan con la conciencia colectiva mexi-
Después de esa aventura, en 1972, a través de Miguel cana. Todas las posibilidades caben en la literatura. El
Ángel Granados Chapa, Julio Scherer lo invita a dirigir ingeniero sonríe. Después de todo, gracias a él, a los
Revista de Revistas. Trabaja en ese espacio hasta que se otros Leñeros les interesan tanto las estructuras (aun-
da el golpe a Excélsior en 1976. Surge otra bifurcación que sean narrativas) y los esquemas, mapas y experimen-
mayor que lo llevará a la subdirección de la revista Pro- tos con estilos formalmente depurados. El rigor acom-
ceso y a una vida profesional profundamente compro- paña al arte. Las copas de los Leñeros chocan. Es hora
metida con un periodismo crítico y valiente. Su vida de jugar dominó a varias manos muy parecidas. La son-
queda marcada por la intensa y entrañable amistad con risa en todos ellos es la misma. Están en paz. Se ha cum-
don Julio. plido una vida que sondeó los diversos registros de la
Vicente Leñero el periodista recuerda esos días mien- escritura, de la pasión por entender y compartir con ge-
tras observa a Leñero el novelista. Entre los que acudie- nerosidad todos los mundos que nos habitan.
ron a la reunión de los Leñeros, ellos son los más pare-
cidos. De hecho, sus reportajes, entrevistas y crónicas
utilizan recursos novelísticos para hacer un dibujo más

© Barry Domínguez
penetrante de la realidad. Una de las claves es la recrea-
ción de las atmósferas, el retrato que revela el mundo
interno de su interlocutor. Al narrar una plática con
Carlos Salinas de Gortari, Leñero habla de los ojos del
entonces mandatario que de pronto se convierten en
alfileres cuando el escritor rechaza un soborno que in-
tenta ser políticamente sutil pero que es a la vez terri-
blemente burdo: “¿Qué hacemos para trascender a Julio
Scherer?”. Leñero conoce el peso exacto de las palabras.
Tiene el oído para registrar las intenciones sin faltar a
lo puntualmente correcto.
Leñero el novelista sonríe. A veces no sabe, como
en un espejo, en dónde termina él y en dónde empie-
za su cuerpo de periodista. El autor de novelas, como
Redil de ovejas, Estudio Q, El garabato y Asesinato, abre-
va en la precisión que requiere el mundo periodístico.
Si quiere hablar —para efectos literarios— de unos pá-
jaros negros de Guanajuato que parecen cuervos, no
descansa hasta que encuentra la palabra justa: se lla-
man zanates. Leñero el novelista reconoce con humil-
dad que el mundo periodístico le permite suplir lo que
podría faltarle en imaginación. No es casualidad que su
exploración teatral en obras como Pueblo rechazado, El
martirio de Morelos o ¡Pelearán a diez rounds!, tenga raí-
ces documentales. Más que inventar, Leñero el dra-
maturgo hace un reportaje de la realidad que, sin em-
bargo, no deja afuera la imaginación que ya flota en la
vida misma. También hay que reportearla. Lo mismo
sucede en su encarnación como guionista de cine o en
sus adaptaciones, como en el caso de la cinta El crimen

EL ÚLTIMO ENCUENTRO | 45
Entre la fe
y la parodia
Juan Pellicer

A la luz de su parentesco directo con los textos a cuya Vicente Leñero: tan dramaturgo como narrador y co-
imagen y semejanza fueron creadas, intento articular mo periodista. Ninguno de los tres géneros predomina
algunos comentarios sobre dos novelas de Vicente Le- en su vasta obra: los tres a la par, tanto por la cantidad
ñero, a fin de comprobar su significativa ubicación en cuanto por la excelencia de su factura. Y antes y después
un espacio marcado por la fe y la parodia. —consecuente siempre— está su fe de católico de iz-
En el paisaje de las letras mexicanas modernas, la quierda según su propia confesión: “La fe ha sido siem-
generación de los narradores nacidos en la década de pre el más potente de mis motores literarios” (2003, p.
los años treinta ilumina el mediodía y el crepúsculo del 121). A partir de la lectura de su obra, entiendo su fe en
siglo XX. Nombres de autores cuya sola mención evoca, el sentido de creencia en las enseñanzas de la Biblia,
como los nombres de ciertos lugares, las imágenes en- particularmente en las de los evangelios.
trañables de toda una época: Juan García Ponce, Juan Dos textos narrativos suyos, acaso los más inspira-
Vicente Melo, Salvador Elizondo, Sergio Pitol, Vicen- dos por su fe, El Evangelio de Lucas Gavilán (1979) y
te Leñero, Elena Poniatowska, Julieta Campos (cubana El Padre Amaro (2003), han resultado óptimos obje-
y también mexicana), José de la Colina, Fernando del tos de estudio para trabajar con mis estudiantes uni-
Paso, Carlos Monsiváis, Margo Glantz, José Emilio Pa- versitarios a la hora de nuestras mesas de disección que
checo (más poeta que narrador, pero notable narrador), es cuando exploramos el cuerpo de la narración y sepa-
Arturo Azuela, Aline Pettersson, Gustavo Sainz. En sus ramos con el bisturí de la lectura, órgano por órgano,
páginas vive el aliento juvenil que los caracteriza y dis- pieza por pieza, y los observamos y auscultamos, iden-
tingue, aliento animado por la curiosidad y la experi- tificamos las circunstancias que rodearon a la creación,
mentación, con frecuencia rebelde y audaz, irreverente todo bajo las luces y el instrumental de cuantas teorías
y antisolemne, aliento siempre crítico y, siempre tam- sean accesibles y adecuadas, por supuesto, para cada
bién, regido por la cabal destreza del oficio. Crecen a la operación.
luz y a la sombra de la novela de la revolución, del mu- Cuando llegamos a ese cruce de caminos donde los
ralismo y de los Contemporáneos, y también a la luz y textos se encuentran para que el significante del nue-
a la sombra de los magisterios de sus mayores: Alfonso vo texto, es decir, su discurso, cobre mayor elocuencia,
Reyes y Octavio Paz, Juan José Arreola y Juan Rulfo.1 recurrimos a las reflexiones teóricas sobre intertextua-
Seguramente porque su vocación literaria se desbordó, lidad y, dentro de ese campo general, al específico ám-
son narradores todos ellos ejercitados a menudo también bito de la parodia. Entonces, para comprobar la eficacia
en las lides vecinas del drama, del ensayo, del periodis- de los instrumentos proporcionados por la teoría, estas
mo y de la lírica. Forman ellos una generación cuyo ca- dos novelas de Leñero caen como anillo al dedo. El Evan-
racterístico aire juvenil invariablemente los ha acom- gelio de Lucas Gavilán es una reescritura (no en el senti-
pañado indiferente a los inexorables avances de la edad. do de corregir sino en el de escribir de nuevo), versículo
Cierto, todos siempre jóvenes, pero el perfil de cada por versículo, del Evangelio de san Lucas, trasladado a la
uno, por supuesto, distinto. Singular como lo es el de Ciudad de México de nuestros días. El Padre Amaro es
una reescritura, también, de El crimen del Padre Amaro
1 Sin olvidar el contexto literario de las letras hispánicas de la épo- (1875), la novela de José Maria Eça de Queirós, trasla-
ca, desde los ismos de la posguerra hasta el Boom. dada de Leira a la provincia mexicana actual, que relata

46 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


la historia de un joven cura de pueblo enamorado de
una muchacha a quien seduce, abandona y provoca su
muerte y la de su hijo —recién nacido en la novela del
portugués, abortado en la del mexicano—, para poder
ascender sin tropiezos dentro de la jerarquía ecle-
siástica. Esta novela de Leñero fue concebida a partir
del guión que el propio Leñero había escrito para la pe-
lícula El crimen del Padre Amaro (2002), dirigida por
Carlos Carrera.
Ambas novelas de Leñero pueden leerse como expre-
siones literarias de la teología de la liberación latinoame-
ricana. Inspirados por las ideas de la liberación aludida,
los dos textos denuncian, desde las filas del cristianis-
mo, la injusticia social; denuncia que se estima necesa-
ria para alcanzar la salvación —que debiera comenzar
desde ahora— y para el advenimiento del reino de Dios.
Salvación y advenimiento que suponen, según conclu-
ye Gustavo Gutiérrez, el establecimiento, aquí y ahora,
de la justicia, la defensa de los derechos de los pobres,
el castigo de los opresores, la liberación de los oprimi-
dos; un repudio al sistema imperante al que pertenece
la propia Iglesia católica (pp. 224, 236). “Cristo decla-
ra bienaventurados a los pobres”, apunta el teólogo pe-
ruano, “porque el reino de Dios ha comenzado... se ha
iniciado un reino de justicia... bienaventurados son, por-
que el advenimiento del reino pondrá fin a su pobreza
creando un mundo fraternal. Bienaventurados son, por-
que el mesías abrirá los ojos de los ciegos, dará pan al
hambriento” (p. 380). Liberación análoga a la de Egipto,
en el Éxodo, es decir, “ruptura con una situación de des-
pojo y de miseria, y el inicio de la construcción de una so-
ciedad justa y fraterna” (p. 204). Liberación prometida
por Isaías (65, 21-22),2 evocada por el propio Jesús (san Iglesia, la solidaria con los pobres y comprometida con
Lucas 4, 16-21) y planteada como promesa ya cumpli- la lucha por la justicia social. La divergencia, a partir de
da en las palabras de María, de gratitud a Dios, regis- esta perspectiva liberadora, ha estribado fundamental-
tradas por san Lucas y conocidas hoy como la oración mente en una interpretación de las bienaventuranzas
Magnífica: impuesta por las filas conservadoras de la Iglesia católi-
ca asociadas con el poder, y que puede resumirse así: a
(...) y su misericordia alcanza de generación en genera- los que sufren los espera, en la otra vida, la recompensa
ción a los que le temen. / Desplegó la fuerza de su brazo, del reino de Dios. Desde el siglo XVI, la retórica de la
dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. / De- evangelización en América, fundada en la tradicional
rribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humil- idea de la salvación excluyente, es decir, la que está re-
des. / A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los servada sólo para los creyentes, se aprovechó de la pro-
ricos sin nada... (san Lucas 1, 50-53). mesa del reino de Dios, ubicado en la otra vida, la ultra-
terrena, para implícitamente legitimar la explotación de
En efecto, las dos novelas de Leñero revelan las di- los indígenas. También a partir de entonces, y dentro
vergencias entre la parte institucional de la Iglesia católi- del mismo seno del clero, se levantaron las voces de los
ca —la jerarquía—, tradicional, conservadora, vinculada defensores de los indios, desde fray Bartolomé de las Ca-
con el autoritario ejercicio del poder y con los propie- sas hasta los curas Miguel Hidalgo y José María More-
tarios de los medios de producción, y la otra parte de la los, claros antecedentes de los modernos teólogos de la
liberación.
2 En adelante, todas las referencias bíblicas provienen de la Biblia
La hipocresía que se deriva del dogmatismo y del
de Jerusalén que es la que dice Leñero que usó al escribir El Evangelio de fariseísmo de la religiosidad institucional, ya presente
Lucas Gavilán (p. 12). en el Evangelio de san Lucas y que retrata Eça de Quei-

ENTRE LA FE Y LA PARODIA | 47
bre vecindad donde nació Jesucristo y en el hotel de paso
donde llevan a María después del nacimiento; si en aquel
entonces Jesucristo crecía llenándose de sabiduría, aho-
ra lo hace en una escuela rural; la visita al Templo de
Jerusalén, por las fiestas de la Pascua, donde Jesús se
pierde y lo encuentran discutiendo con los sacerdotes
se traslada a la peregrinación a la basílica de la Villa de
Guadalupe; la fecha de la predicación de san Juan Bau-
tista se registra durante el imperio de Tiberio César, sien-
do procurador de Judea Poncio Pilato y pontífices Anás
y Caifás, en tanto que la novela se refiere a la época de
los últimos años del sexenio presidencial del licenciado
Luis Echeverría Álvarez o en los primeros del licencia-
do José López Portillo, siendo arzobispo primado de Mé-
xico Miguel Darío Miranda, a quien sucedió en el cargo
Ernesto Corripio Ahumada; la región del Jordán apa-
rece trasladada a los pueblos de los alrededores de la
zona metropolitana del Distrito Federal; Herodes, el
tetrarca de Galilea, reaparece como el cacique Horacio
Mijares; las sinagogas se vuelven iglesias; los pescado-
res, pepenadores; el vino, pulque; las muchedumbres,
sindicatos, ligas agrarias y ejidatarios; los fariseos, em-
presarios y curas; los escribas y legistas, intelectuales,
profesores de teología y “empresarios” de la religión; si
Herodes decapita a san Juan Bautista, Horacio Mijares
le aplica la ley fuga; los cinco panes y los dos pescados
de la multiplicación se convierten en tortillas, nopales,
tlacoyos y quesitos; el episodio de la curación del epi-
léptico se traduce en la aceptación del homosexual; en
el relato del rico malo y Lázaro el pobre, Abraham en-
carna en Emiliano Zapata y los ángeles en los zapatis-
tas;3 Jesucristo pedía que dejaran que los niños se acer-
rós en El crimen..., reaparece en la caracterización de los caran a él, y ahora hasta juega con ellos una cascarita de
sacerdotes de ambas novelas de Leñero y en las trage- “fut”; la expulsión de los mercaderes del templo ahora
dias con las que ellas concluyen. Lo que quiero apuntar tiene lugar en una iglesia de Las Lomas donde Jesucris-
es que la lectura de las novelas revela las corresponden- to arma un gran alboroto acusando a sacerdotes y fieles
cias en las que se cifra su propio significado, es decir, el de haber convertido los templos en tumbas de Dios, en
de las novelas. Por lo que se refiere a El Evangelio..., la salones de modas y en sucursales bancarias; a los escri-
correspondencia entre los textos es perfectamente si- bas, el iracundo Jesucristo los identifica hoy con los sa-
métrica en cuanto a la numeración, al tema y al espíritu cerdotes burgueses, empleadillos de los poderosos; en la
de cada capítulo y grupo de versículos, pero no por lo última cena sirven pozole y pambazos; el Monte de los
que se refiere a la letra y a su extensión. La economía Olivos se transforma en el parque Lira; en el tormento
poética del texto evangélico se sacrifica, en aras de la le aplican a Jesucristo Gómez la picana eléctrica; cami-
actualización liberadora, en el caudaloso torrente del no del campo militar agoniza y muere en una camione-
de Leñero. Cito algunos ejemplos: el ángel Gabriel de ta de la policía; en lugar de enterrarlo en un sepulcro
la anunciación ahora aparece como la comadrona doña en el que nadie había sido puesto todavía, lo depositan en
Gabi; la oración Magnífica se traduce en la canción del una fosa común del Panteón de Dolores; el ángel, con-
agrarista; el desierto donde operaba san Juan Bautista vertido en sepulturero, les informa a las mujeres que
se localiza hoy en la frontera con los Estados Unidos buscan la tumba de Cristo, que esos hombres no mue-
adonde el Bautista de hoy había pasado de bracero; Je- ren nunca, que siguen cada día con más vida.
sucristo y su padre, ayer carpinteros, hoy resultan alba-
ñiles; los pastores y los ángeles que visitaron al recién 3 Se trata obviamente de los zapatistas de la época de la Revolu-
nacido en el pesebre de Belén son las prostitutas que ción; los nuevos zapatistas, los de Chiapas, aparecieron quince años
ahora acompañan a la familia en los lavaderos de la po- después de que se publicó la novela de Leñero.

48 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


Acaso pueda encontrarse alguna coincidencia entre la liberación, Jon Sobrino, que los evangelios se en-
el Pierre Menard de Jorge Luis Borges —el que escribe el tienden mejor al conocer lo que históricamente ha
Quijote en el siglo XX— y el Lucas Gavilán de Leñero ocurrido en América Latina; agrega que a cualquiera
—el que escribe El Evangelio también en el siglo XX—, que haya vivido y sufrido la historia en esa región, le
aunque mirándolo bien, es decir, leyéndolos bien, las parecerá aún más creíble que Jesús fuera como fue;
coincidencias se presentarían como contrapunto. En acaso esos textos del Nuevo Testamento resultan tam-
efecto, mientras que Menard escribe el Quijote —y, bién más verosímiles al verificar sus afinidades con lo
según el narrador del cuento, “son verbalmente idénti- que ha pasado en América durante los últimos cinco
cos (los dos Quijotes), pero el segundo es casi infinita- siglos, especialmente, como indica el teólogo vasco-
mente más rico” (p. 56)—, Gavilán dice escribir su re- salvadoreño, si percibimos la analogía de las muertes
lato, a partir del de san Lucas: de cientos de miles de personas con la de Cristo (pp.
73-75).
(...) como una traducción de cada enseñanza, de cada Las correspondencias entre la novela de Eça de Quei-
pasaje al ambiente contemporáneo del México de hoy rós y la de Leñero son distintas. Es cierto que el tema y el
(pero) es imposible hallar equivalencias lógicas de la épo- espíritu de la de Eça reaparecen en la de Leñero, pero
ca de Jesucristo a la concreta y muy compleja realidad mientras que la narración de la del portugués se extiende
nacional de los días que vivimos. Sólo un alarde de cinis- prolija a lo largo de cerca de quinientas páginas pobla-
mo literario podía forzar los hechos a tales extremos, pe- das de minuciosas descripciones de personajes y lugares,
ro no encontré una manera mejor de reescribir el evan- de largas reflexiones psicológicas, de pormenorizados
gelio de Lucas con estricta fidelidad a su estructura y a su relatos de pequeños y grandes eventos, aderezado todo
espíritu (pp. 11 y 12). con entrañables cuadros de costumbres y con la fulmi-
nante ironía tan característica del autor, la narración del
¿Es realmente “imposible hallar equivalencias lógi- mexicano no llega a las cien páginas. Al contrario de lo
cas de la época de Jesucristo a la concreta y muy com- que pasa con la relación entre el evangelio y su corres-
pleja realidad nacional de los días que vivimos”? ¿Pode- pondiente novela, en el caso de las novelas del Padre
mos pensar que el “cinismo” del que se autoculpa el Amaro se sacrifica el caudaloso torrente de El crimen...
autor ficticio Gavilán4 lo comparte el autor real Leñero? en aras de la economía poética de El Padre... Básica-
¿Se trata nada más que de un recurso retórico defensivo mente la historia es la misma, es decir, la del joven Pa-
—irónico— para inmunizar al texto contra la crítica de dre Amaro que llega de la capital al pueblo a desem-
quien lo considere “cínico”? Gustavo Gutiérrez parece peñar su trabajo de sacerdote, se enamora de la joven
coincidir con Gavilán cuando advierte que: Amelia, la seduce, la embaraza, luego la abandona para
no poner en peligro su carrera sacerdotal y mueren tan-
Queriendo descubrir en Jesús las más menudas caracte- to Amelia como su hijo —recién nacido en la novela de
rísticas de un militante político contemporáneo no sólo Eça, abortado en la de Leñero—, víctimas del Padre
tergiversaríamos su vida y su testimonio, no sólo revela- Amaro. En ambas novelas se presentan entrelazados un
ríamos una pobre concepción de lo político en el mundo tema sexual y uno relativo al poder. Efectivamente, se
presente, sino que, además, nos frustraríamos (sic) preci- trata del problema sexual que entraña el celibato y sus
samente de lo que esa vida y ese testimonio tienen de consecuencias: la represión, la hipocresía, la doble mo-
profundo y universal y, por lo mismo, de vigente y de con- ral, el egoísmo y la violencia institucional. Pero también
creto para el hombre de hoy (p. 299). se refieren a la ambición de un joven sacerdote por con-
seguir el poder, a su disposición de cometer un crimen
Aunque el asunto merezca estudio aparte e inde- para eludir cualquier obstáculo —principalmente los
pendientemente de lo que apuntan el autor ficticio que se derivan de su propia “mala” conducta— y ase-
Gavilán y el teólogo Gutiérrez, la novela no hace otra gurar su ascenso jerárquico. La presentación de estos
cosa más significativa, a mi juicio, que revelar las ana- problemas se encuadra, en ambas novelas, dentro del
logías entre las injusticias de los dos mundos, de las marco clásico del naturalismo; en efecto, todo el desa-
dos épocas y de la vida y la muerte de Jesucristo hace dos rrollo de la historia de la novela está determinado por
mil años y hoy. Por su parte, estima otro teólogo de el proceso de la selección natural, o sea, el principio de
la supervivencia del mejor adaptado al medio, es decir,
4 En su estudio sobre la obra de Leñero, Danny Anderson dedica del más fuerte, en este caso, el Padre Amaro. En este
un capítulo al comentario de esta novela. Anderson afirma que Leñero sentido, ambas novelas pueden leerse como expresio-
“invents a narrator-scribe, Lucas Gavilán” (p. 131); no, no lo inventa, nes del naturalismo, tan de moda cuando Eça escribió
mejor sería advertir que Leñero, en vez de inventar, usa también un
“narrator-scribe”como el que aparece en los cuatro primeros versículos y publicó su obra y, por lo visto, sobreviviente en la
del Evangelio original. pluma del autor mexicano.

ENTRE LA FE Y LA PARODIA | 49
No voy a discutir si estas novelas pueden clasificarse elementos, con una finalidad determinada. Tradicional-
como antirreligiosas o anticlericales. A mi juicio, su pro- mente, la parodia se ha vinculado a la ironía pues ambas
pio naturalismo las define como implícitas críticas a des- alteran el proceso normal de la comunicación al desdo-
viaciones religiosas, a conductas tipificadas por la ley blar un significado encubriéndolo para, paradójicamen-
como delitos y/o reprobadas por la moral. Lejos de jus- te, mejor revelarlo. También es cierto que casi siempre
tificar la conducta y los crímenes del Padre Amaro, tan- se asociaron ambas con la burla.
to la novela de Eça como la de Leñero los condenan sin Pero no siempre hay burla en la parodia. Efectiva-
lugar a dudas. Pero pienso también que la fe cristiana mente, Linda Hutcheon lo demuestra al analizar y co-
no necesariamente está en la Iglesia. El asunto merece- mentar la parodia que James Joyce ejecuta en su Ulises
ría estudio aparte. Lo que me importa advertir aquí al recrear a Penélope en Molly por medio de paralelis-
son los problemas, las situaciones y las ideas del Méxi- mos e inversiones sin que el texto del novelista irlandés
co actual, que Leñero injerta en la historia original de se burle del de Homero. Esto le permite a Hutcheon afir-
Eça de Queirós. Me refiero al narcotráfico y al lavado mar que la parodia es, sí, una suerte de imitación pero
de dinero, a las limosnas provenientes de esos dineros, no siempre para burlarse del texto parodiado y concluye
a la complicidad del gobierno y de la alta jerarquía ecle- citando a Thomas Greene: “Toda imitación creadora
siástica por lo que toca a la corrupción del poder, a la mezcla un rechazo filial con un cierto respeto, igual que
crítica que implica el pensamiento liberador de uno de toda parodia rinde su oblicuo homenaje” (pp. 6-10).
los jóvenes curas, compañero de Amaro, y al aborto. En las parodias de Leñero hay inversión —que en-
La lectura de estas relaciones entre cada una de las no- tiendo aquí como el traslado de una realidad cultural,
velas de Leñero y los textos que las inspiraron recuerdan histórica y geográfica a otra— pero hay, a mi juicio y so-
el contrapunto musical y dan fe del parentesco entre cada bre todo, fe, homenaje y complicidad en vez de burla.
una y su modelo. En efecto, la lectura de cada una de esas Además, estas de Leñero pertenecen al tipo de paro-
novelas se desarrolla a lo largo de la convergencia de dia que parece ajustarse a la propia etimología de la pa-
dos relatos que se van vinculando por medio del contras- labra pues en griego el prefijo “para” significa tanto “con-
te; los eventos de cada texto se corresponden en forma tra” como “al lado de” o “paralelamente”;5 es decir, que
recíproca a la vez que contrastante, como sucede en la hay contraste, oposición, pero también semejanza y pa-
música con las voces o líneas melódicas del contrapunto ralelismo. Se trata de imitación por medio del contra-
que cantan distintamente un tema. Este parentesco pasa punto que distanciando al texto parodiado del que paro-
a formar parte del significante (discurso) pues completa dia, los acerca. Si hay irreverencia, hay también homenaje;
la expresión del significado del nuevo texto. Es decir, po- en el caso del evangelio, hay algo más que un homena-
dría leerse El Evangelio de Lucas Gavilán sin siquiera te- je: es testimonio de la fe del autor mexicano; en el caso
ner noticia del de san Lucas como también es concebible de Amaro, es un evidente homenaje a la mayor gloria de
la lectura de El Padre Amaro sin conocer la novela de Eça las letras portuguesas del siglo XIX. La complicidad de au-
de Queirós, pero serían lecturas incompletas. tores y textos se presenta en una “síntesis bitextual”.
Lo que quiero decir es que el nuevo texto cobra ca- Además del distanciamiento y del desdoblamiento,
bal significado cuando su lectura revela el parentesco. la parodia revela relatividad (en tanto que la parodia es
Son numerosos los tipos de parentescos transtextuales imitación y creación a la vez) e intercambiabilidad. Bien
que han sido tipificados por la teoría, sobre todo a par- puede asociarse la parodia con la literatura carnavaliza-
tir del estructuralismo. Es en esta clase de relaciones, da tal como la plantea Mijail Bajtin6 quien sitúa el ori-
advierte Gérard Genette, donde puede cifrarse la poé- gen de este tipo de literatura durante el helenismo cuan-
tica de un texto literario. En efecto, el teórico francés do varios géneros se unieron formando el ámbito de lo
apunta que el objeto de la poética es el fenómeno de la serio-cómico. Esto provocó una nueva perspectiva de
transtextualidad o trascendencia textual, trascendencia la realidad unida con el folclore carnavalesco, un modo
que el propio Genette define como “todo lo que pone de entender la relatividad del significado del mundo y
al texto en relación, evidente o secreta, con otros tex- su posible pluralidad de significados. La vitalidad de esta
tos” (p. 1). perspectiva estimuló la creatividad. En efecto, dentro de
A primera vista, las dos novelas de Leñero aparecen lo serio-cómico pudo el pasado —mitos y leyendas, dio-
como parodias. Como sabemos, la parodia es sólo una ses y héroes— convertirse en un vivo presente de seres
de las muchas expresiones (que van desde el penalmen- contemporáneos, como pasa con estos textos de Leñero.
te tipificado plagio hasta las citas, las alusiones, las imi- Convertido el carnaval en literatura, esta pudo refle-
taciones, las variaciones temáticas, etcétera) por medio jar la vida volteada al revés, al derecho y al revés simul-
de las cuales se verifican estas relaciones transtextuales.
En la parodia se imita un texto, repitiéndolo, apropián- 5 Ver Hutcheon, p.32.
doselo, con frecuencia invirtiendo simétricamente sus 6 Ver Bajtin, pp. 106-127.

50 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


© Barry Domínguez
táneamente, el anverso y el derecho del mundo, y com- dio de un parentesco transtextual —la parodia— en el
binar y unir lo grande con lo insignificante, lo alto con que se cifra la fortuna del discurso de El Evangelio de
lo bajo, y lo que ahora más nos interesa: el pasado con el Lucas Gavilán y la de El Padre Amaro.
presente y lo sagrado con lo profano (como sucede con
el Evangelio de san Lucas y el de Lucas Gavilán, y tam-
bién con los padres Amaro). Confirmada la relatividad BIBLIOGRAFÍA:
del significado de todas las cosas, se resolvieron las po-
larizaciones tornándose en ambivalencias. Danny Anderson, Vicente Leñero, The Novelist as
En la parodia se cifra la ironía que anima las dos Critic, Peter Lang, Nueva York, 1989.
novelas de Leñero. Ironía percibida como ese velo que Mijail Bajtin, Problems of Dostoievski’s Poetics, Man-
ocultando revela y entendida como tropo y como fi- chester U.P., Manchester, 1984.
gura de pensamiento. Ironía como la entendió el New Biblia de Jerusalén, http://usuarios.lycos.es/osor-
Criticism, es decir, como inclusión de impulsos opues- no_rbornschein/index.html, 2 de octubre de 2007.
tos y complementarios en el poema, como “drama de Jorge Luis Borges, “Pierre Menard, autor del Qui-
la estructura”, como reconciliación de contrarios, como jote” (1939), Ficciones (1956), Alianza Editorial, Ma-
equilibrio interno del poema, como distanciamiento y drid, 1982, pp. 47-59.
autocrítica, pero sobre todo, como desdoblamiento, José Maria Eça de Queirós, El crimen del Padre
simultaneidad e intercambiabilidad.7 Así son el desdo- Amaro (1875), Obras completas, tomo I, Aguilar, Méxi-
blamiento, la simultaneidad y la intercambiabilidad de co, 1959.
la palabra sagrada del Evangelio y la profana de la novela, Gérard Genette, Palimpsests (1982), U. of Nebraska
y los de una novela y de su contexto sociocultural por- P., Lincoln, 1997.
tugués decimonónico y una novela y su contexto socio- Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación (1972),
cultural mexicano del siglo XXI. Sígueme, Salamanca, 1977.
Como hemos visto, dentro de las posibilidades que Linda Hutcheon, A Theory of Parody, Methuen,
le brinda la magistral destreza con la que ejerce su ofi- Nueva York y Londres, 1985.
cio de escritor, animado por su radicalismo adolescente Vicente Leñero, El Evangelio de Lucas Gavilán, Seix
que sigue sin conseguir superar —como él mismo lo Barral, Barcelona, 1979.
confiesa (2003, p. 117)— y sobre todo, encendido por ——, El Padre Amaro, Grijalbo, México, 2003.
la fe y el espíritu de la teología de la liberación, Vicente Juan Pellicer, El placer de la ironía, UNAM, Méxi-
Leñero denuncia la injusticia y la corrupción por me- co, 1999.
Jon Sobrino, Jesus in Latin America (1982), Orbis
7 Ver Pellicer, pp. 55-94. Books, Nueva York, 1987.

ENTRE LA FE Y LA PARODIA | 51
Vicente
Leñero y la
Misericordia
Francisco Prieto

Vicente Leñero ha cumplido setenta y cinco años. Si


© Barry Domínguez

en un reproche a Lope de Vega, Alejandro Casona po-


ne en boca de Quevedo en su drama El caballero de
las espuelas de oro, que a aquel le faltó soledad y de ahí
cierta inconsistencia, cierta falta de densidad en su
obra dramática, a Leñero le ha sobrado soledad, esa
que se cuece en la voluntad de fidelidad a una vida
personal en perenne interrelación con su trabajo co-
mo novelista, dramaturgo, reportero. Pero no sólo es-
to está en la base de la unidad profunda de su obra y
de su existencia, en esa terca lealtad a sí mismo que ca-
racteriza a quien se ha construido como persona hu-
mana, sino también en el compromiso con los derechos
propios e inherentes al universo narrativo, dramáti-
co, periodístico.
Dicho de otro modo: la literatura no se usa, no es
un medio al modo de Sartre y de muchísimos otros co-
mo el periodismo, por su parte, tiene que responder de
un modo directo a una visión del hombre y del mun-
do. Asimismo, la vida personal no puede ir a contraco-
rriente de lo que se encuentra en el núcleo mismo del
quehacer profesional. (El artista no puede no ser un pro-
fesional ya que escribir es, como nos lo enseñó Graham
Greene, a sort of life pero, también, una vía de escape:
la criatura humana por su imperfección radical no pue-
de vivirse como Dios y tiene que fugarse en el sueño, en
la transfiguración de la realidad que, empero, no niega
las verdades esenciales que se le revelan en el transcurrir
terreno). Vicente Leñero ha sido un artista que ha vivi-
do plenamente la cotidianidad del compromiso perso-
nal con una mujer, con una familia, con amistades que
ha cultivado a lo largo de una existencia larga, con el
sentido de respeto a los trabajos que ha emprendido y

52 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


© Rogelio Cuéllar
Vicente Leñero y el Subcomandante Marcos

los compromisos adquiridos. Si cuando el golpe contra Pues bien, Vicente Leñero ha sido el mayor experi-
Excélsior no pudo dedicarse a escribir porque éticamen- mentador y creador de técnicas narrativas de nuestra
te debía permanecer al lado de Scherer y de los compa- literatura —a su lado estarían Rulfo, Fuentes, Elizon-
ñeros despojados, dar una larga batalla que sería decisiva do, Del Paso, Daniel Sada, entre los jóvenes, Ignacio
para ganar, con la sociedad civil, la libertad de expre- Padilla— pero, también, un escritor con un universo
sión y de publicación, si a lo largo de casi toda su vida propio. La experiencia poética en que nos sume su obra
publicó un sinnúmero de reportajes, entrevistas, artícu- tiene que ver con la violencia seca que estalla contra la
los de fondo, si se entregó en cuerpo y alma en la redac- estupidez de la injusticia, con el horror de darse cuenta,
ción de Proceso sin dejar de estar con los suyos, de escri- en un de pronto, de que dentro de uno y de la criatura
bir para el cine, de encerrarse en esa soledad del autor más humilde, se cuece la vivencia del Bien, la exigencia
para seguir desarrollando novelas y obras de teatro fie- de la Belleza y de una Verdad que nos trasciende mien-
les, siempre fieles a sí mismo, todo ello ha sido testimo- tras que estructuras invisibles y todopoderosas nos con-
nio de una seriedad fundamental, de eso que ha sido denan a la marginación, a la indigencia, al desamor… La
olvidado hoy día y que es la existencia auténtica. Ese paradoja de nuestras pretensiones infinitas y la realidad
combate contra las inercias, ese estar alerta a la circuns- de nuestras propias limitaciones. El horror de hacer el
tancia, a lo que hacen los demás entusiasmándose con mal a nuestros más próximos en un momento de aba-
el trabajo de los otros, ese darse tiempo para escuchar, timiento y de dejadez y presentir que pasará toda una
¡y leer!, lo que hacíamos otros habla de una generosi- vida lamentándonos de un momento que, en rigor, no
dad radical. A la estructura compacta, a un mismo tiem- da cuenta de la verdad de nuestra vida. Y entonces se
po sólida y atrevida de no pocas de sus obras, ha acom- nos irá revelando la beatitud reconfortante pero do-
pañado una dedicación similar en la construcción de la lorosa del llanto que nos conduce a la plegaria y al seno
existencia personal. He aquí algo que no se puede lo- de Dios. Recordemos Los albañiles, esa novela que se
grar si no es por una cuota alta de soledad asumida y la inicia con un crimen, que nos hace vivir —escribí en
luz que sobre ella arroja la Fe. Porque la felicidad del Los 100 mejores libros del siglo XX— con los personajes a
cristiano —y Leñero se ha confesado cristiano y católi- lo largo y ancho de una investigación inconclusa. ¿Quién
co— se centra y brota de saber que el hombre no está mató a don Jesús? En realidad todos tenían razones pa-
solo, que sostiene un diálogo permanente con su Crea- ra matar a aquel viejo velador, enfermo, decrépito, co-
dor, que ni nuestros actos, ni nuestros desfallecimien- rrompido como, en realidad, si buscamos bien, todos
tos o logros carecen de sentido, que nuestras mezquin- tenemos razones para matarnos unos a otros, lo que
dades no pasan, tampoco, inadvertidas. El cristiano vive sólo puede llevarnos a sentir piedad los unos por los
desde la comunión de los santos, acompañado por los otros. Hay que elegir entre la caridad o el infierno, pa-
que lo precedieron en el camino y murieron dando cons- rece decirnos Leñero en esta novela que descubre aun
tancia de la Fe. lo que puede tener de humano un policía…

VICENTE LEÑERO Y LA MISERICORDIA | 53


Los albañiles viene a ser la celebración de un en- privilegiado, que sólo con los otros puede encontrar el
cuentro entre los opuestos, un proceso hacia la solida- escurridizo sí mismo que se revela en el compromiso con
ridad a partir del ser menesteroso que cada quien arrastra los semejantes, porque sólo entonces se muestra, relu-
y que sólo el que no lo ve viene a ser el real menestero- ce, la única verdad gratificante, la garantía de la consis-
so, aquel por el que no habrá misericordia. Misericor- tencia del Reino. En El Evangelio de Lucas Gavilán, Je-
dia por el ser humillado y ofendido que es un grito que sucristo Gómez lo dice:
brota del corazón de los personajes más entrañables de
las obras de Leñero. La voz adolorida que resuena en A Un ciego no puede guiar a otro ciego porque los dos cae-
fuerza de palabras y que nos hace vivir el dolor de cons- rían en el hoyo. Trate entonces cada quien de mejorar
tatar lo que hicieron de nosotros y nos alejó del ser que reconociendo que un alumno no está por encima de su
hubiéramos querido construir, la pareja que en el trajín maestro. Pero todo el que se supera llega a ser maestro
de una mudanza asume un fracaso doloroso y que, aba- algún día.
tiendo toda soberbia, se abren el uno y el otro clamando No te atrevas a señalar la basura que hay en el ojo de
misericordia, la vida que se va cuando en la imagina- tu amigo antes de ver la basura que hay en el tuyo. Cómo
ción apenas estaría comenzando porque hay una con- te atreves a decirle a tu amigo: deja quitarte esa basura.
sistencia interior que remite a una grandeza ahora que No seas hipócrita: limpia primero tu ojo y después po-
es ya demasiado tarde, porque peleamos diez rounds para drás limpiar el de tu amigo.
darnos cuenta de que los viejos demonios han regresa-
do y la vida como un combate inútil, un garabato que Finalmente, la obra de Vicente Leñero presenta lo
desciframos y decodificamos para darnos cuenta, una y que fue el grito desgarrado y esperanzador de Berna-
otra vez, de que hemos estado, siempre, equivocados… nos: “¡La caridad o el infierno!”. Sume al lector en un
Todo lo que, en rigor, lleva al lector a la plegaria, abrazo de solidaridad con los que nada o poco tienen,
con un profundo sentido de piedad por sí mismo y por nos hace vivir que sólo despojándonos nos acercamos a
los demás, un darse cuenta de que “todos somos Mar- eso que, oscuramente, llamamos Felicidad y que nos
cos” y don Jesús y la voz adolorida que clama, en suma, será revelado cuando más allá de la noche oscura del
¡misericordia! alma nos reencontremos en el seno del Padre. Unidos
Leñero es el novelista y el dramaturgo del ser humi- desde la diferencia. La obra de Vicente Leñero es per-
llado que encuentra el valor y el sentido de su existen- sonal porque es social, social porque es personal, es de-
cia cuando se le revela que no es un ser precioso o un cir, cristiana.

54 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


Guía
implacable
Javier Sicilia

—Eres un hijo de la chingada —me dijo Vicente en número sobre Teología de la Liberación y me pedía
una de nuestras tantas sobremesas, con su deliciosa ma- que entrevistara a Vicente. Se concertó la cita en la
nera de pronunciar esa majadería y de bromear. oficina del poeta Marco Antonio Campos. Yo venía
—¿Por qué? —le pregunté. de una larga experiencia con los jesuitas en los cin-
—Porque el día en que por vez primera hablamos turones de miseria del Distrito Federal y, harto del
sobre Dios, te portaste no sólo muy mal conmigo, sino sociologismo de cierta teología de la liberación, in-
que además te saliste sin concluir la conversación. merso en el misticismo cristiano y su diálogo con las
Recordaba el incidente, pero no mi comportamien- tradiciones orientales, tenía serios y, en ese momen-
to que había relegado en las cosas vergonzosas del in- to, prejuiciosos reparos contra esa gran teología que
consciente y que, después de tantos años, el reclamo nació del dolor de nuestro continente. Con la sober-
de Leñero devolvía a la conciencia: era finales de los bia de los veintitantos años, haciendo alarde de un pé-
setenta, Graciela Carminatti, con quien entonces edi- simo periodismo, encaré a Leñero, cuestioné su Evan-
taba Los Universitarios, me había propuesto hacer un gelio de Lucas Gavilán y, sin dejarlo casi hablar, lo dejé

© Barry Domínguez

GUÍA IMPLACABLE | 55
muestra, que da testimonio mediante la palabra. ¿Y qué
ve el cristiano? La verdad, pero no una verdad que pue-
de reducirse a conceptos, que la destruyen —todo lo que
puedas decir de la verdad (diría Leñero parafraseando
a los místicos) no es la verdad—, sino la verdad que só-
lo puede llegar a nosotros mostrándose, revelándose,
asombrándonos. Para Vicente, la verdad es la Palabra y
esa Palabra sólo llega a nosotros como un acontecimien-
to dichoso cuyos significados —como las raíces de una
flor magnífica— se hunden en un lago insondable que,
imposibles de asir en todas sus vertientes, siempre nos
cuestionan, nos asombran y, como en el Evangelio, no
dejan adormecer nuestra conciencia. Quizás ahí radica
el poder de su literatura que, en sus rostros negativos o
positivos, nos permiten mirar la gracia; quizá también
ahí radica la fascinación de su personalidad siempre abier-
ta, siempre cuestionante y en perpetuo movimiento. A
sus setenta y cinco años, Vicente no deja de asombrar.
Nada hay en él de anquilosamiento, de terquedad, de
suficiencia. Su pensamiento siempre sorprende por la
manera en que hace que la verdad se dinamice y en-
cuentre nuevas expresiones en el tiempo. Cuando con-
verso con él, cada una de sus palabras —a veces de una
profunda radicalidad, que confirma su estar con la ver-
Con José María Pérez Gay
dad en un tiempo difícil— me pone en movimiento, me
alerta, impide que me adormezca y me obliga a cues-
con Graciela que, avergonzada, hizo lo que yo debí ha- tionar mis certezas, a pasarlas por la dura criba no de
ber hecho. una demostración sino de una nueva manera de mirar y
Mientras escribo estas líneas, me veo de cara al pa- develar la verdad. Con ellas me mido y repentinamen-
sado y siento una gran vergüenza y la dolorosa sed del te, cuando estoy a punto de estallar, un borbotón de luz
perdón. No había entendido nada. Leñero, en cambio, surge y me encuentro sonriendo. Cuando sonrío es se-
había entendido todo. Lejos de mandarme a la chinga- ñal de que entendí, no con la razón, sino con la luz go-
da y concluir no sólo con la entrevista sino con cualquier zosa del espíritu.
afecto hacia mí, me dio una lección de humildad cris- No siempre estoy de acuerdo con Leñero, pero siem-
tiana y del don de la gracia, de lo que llega a nosotros pre lo releo, siempre quiero verlo, siempre deseo que
a través de otro por pura gratuidad: llevó con Graciela a llegue el día en que nos juntamos para compartir el pan
buen término la entrevista; me invitó, años después, con y hablar de Dios, siempre lo llevo en el corazón como
motivo de la aparición de mi novela El Bautista, a cenar un guía implacable que me muestra nuevos paisajes de
a su casa en compañía de su esposa Estela Franco, Igna- la verdad en medio de la noche, que me instiga para no
cio Solares, Paco Prieto, José Ramón Enríquez, Myrna adormecerme, para estar siempre alerta y recordarme que
Ortega y Alicia Molina; me trató como a un amigo y me somos testigos de la verdad por la palabra, y que esa
hizo parte de los que ama. verdad no es un ruido en la escritura o en la boca, no
Si recuerdo la anécdota es porque ella nos revela a un juicio, no una certeza intelectual, no una demostra-
Leñero: el escritor mexicano que mejor encarna el difí- ción, sino un acontecimiento dichoso que, como alguna
cil precepto de no juzgar. vez hizo conmigo después de ofenderlo, siempre llega a
El cristiano Leñero tiene esa doble virtud que uno nosotros a través de otro para sorprendernos y mos-
espera encontrar en quien profesa esa fe: en el orden del trarnos la maravillosa gratuidad del amor.
amor, la apertura, hasta el perdón, hacia todo lo que Además opino que hay que respetar los Acuerdos
vive —de ahí su rechazo a la idea del infierno—; en el de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, de-
orden de la vida, la negativa a concretizar su pensa- rruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer los
miento en juicios— de ahí el periodista y el novelista crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera
como testigos de la vida; de ahí también el escritor que San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a los presos
siempre está experimentando con las técnicas narrati- de Atenco y de la APPO, y hacer que Ulises Ruiz salga de
vas. Para Leñero, el cristiano es un testigo; alguien que Oaxaca.

56 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


Dar voz a
los que no
la tienen
Ignacio Solares

En pocas obras de escritores mexicanos se advierte tan- estudiante que fue, pero sólo desde y a partir de la vo-
to como en la de Vicente Leñero la propensión totali- cación que lo marcó. Porque la literatura es una pasión
zadora que anida en la mejor ficción, esa voracidad con y la pasión es excluyente.
que pretendía tragarse el mundo, la historia presente y Extraña, paradójica condición la del escritor. Su pri-
pasada, las más grotescas experiencias del circo huma- vilegio es la libertad, el derecho a verlo, oírlo, averiguar-
no, las voces más contradictorias, y transmutarlas en lo todo. ¿Para qué? Para alimentar al demonio interior
literatura. Ese apetito descomunal de contarlo y oírlo que lo posee, que se nutre de sus actos, de sus experien-
todo, de abrazar la vida entera en una fina narración o cias y de sus sueños. Cuando Leñero estudiaba con los
en un valiente testimonio periodístico, tan infrecuen- lasallistas o en las aulas de la Facultad de Ingeniería, no
tes en un medio donde más bien imperan el susurro y suponía quizá que absorbía hechos, ideas e impresiones
la timidez. que habría de transformar luego en su singular concep-
Leñero incursionó con éxito en prácticamente to- to de la literatura. Porque para él, como para cualquier
dos los géneros, quizá con excepción de la poesía, y en otro escritor que de veras lo sea, más importante que
todos ha sido laureado: cuento, novela, teatro, guion de vivir era escribir.
cine y televisión, entrevista, crónica periodística… Fue Así, del microcosmos de la vida familiar, Leñero
uno de los dramaturgos más innovadores y provocati- extrajo obras de teatro y novelas: La mudanza, La visita
vos de su generación, así como el guionista de cine más del ángel, ¡Pelearán diez rounds!, Qué pronto se hizo tarde,
cotizado de su tiempo. La gota de agua. De su trabajo en la televisión, una no-
Maestro de varias generaciones de escritores de tea- vela: Estudio Q, y una obra de teatro: La carpa. De su
tro y cine, por sus talleres desfilaron gran parte de los acercamiento a la historia, las obras El juicio, El marti-
autores cuyas obras han llenado las salas de teatro y cine rio de Morelos, La noche de Hernán Cortés. De su interés
de nuestro país, y obtenido galardones y reconocimien- por la vida religiosa, otra novela y otra puesta en escena:
tos internacionales. Desde las trincheras de Excélsior y Redil de ovejas y Pueblo rechazado. De su experiencia pe-
Proceso, al lado de Julio Scherer, libró batallas definiti- riodística: Nadie sabe nada y la novela Asesinato, además
vas en pos de un periodismo libre y comprometido con de reportajes que reunió en libros como Talacha perio-
la verdad y las mejores causas de la sociedad. dística y Periodismo de emergencia.
Vicente Leñero estudió con religiosos lasallistas, lue- Sin embargo, a veces se olvida que Leñero empezó
go siguió la carrera de ingeniería civil en la UNAM y la de en un género al que después frecuentaría poco: el cuento.
periodismo en la Escuela Carlos Septién García, cir- En 1959 publicó “La polvareda”, de marcada influen-
cunstancias todas estas que habrían de marcar su voca- cia rulfiana. Dos años más tarde apareció su primera
ción literaria tanto en la forma como en el fondo, tanto novela: La voz adolorida, que tiempo después reescribió
en los temas elegidos como en las estructuras con las que con el título de A fuerza de palabras, y en la que abordó
realizó sus trabajos. Leñero permaneció siempre fiel al uno de los temas más frecuentes en su literatura: la con-

DAR VOZ A LOS QUE NO LA TIENEN | 57


© Javier Narváez

Con Ignacio Solares

fesión, lo que es decir la posibilidad de redención a partir más insignificantes, a las menores palabras, a los cons-
de la palabra (dicha o escrita, en un libro o en un esce- tantes interrogatorios. Se percibe enseguida que la at-
nario teatral). mósfera está habitada por otra presencia (otra Presencia).
Con la publicación de Los albañiles (Premio Seix De un intrincado planteamiento policiaco, la novela sal-
Barral, 1963) empezó en realidad su carrera literaria y ta a convertirse en un problema teológico sobre la cul-
abrió una nueva brecha en las letras mexicanas. Para que pa y la búsqueda de la verdad. ¿Quién mató a don Jesús,
una gran obra de ficción lo sea, debe añadir al mundo, el viejo velador borracho y epiléptico? Todos tenían ra-
a la vida, algo que antes no existía, que sólo a partir de zones para hacerlo. Al final del libro, el lector involu-
ella y gracias a ella formará parte de eso que llamamos crado siente correr culebritas por la espalda: faltaba él
realidad, tanto diurna como onírica. En Los albañiles, como protagonista del libro, no necesita sino interro-
su autor dio carta de ciudadanía pública a personajes garse con sinceridad a sí mismo.
que carecían de voz en el mundo de la ficción, pero que Después de Los albañiles, La vida que se va me pare-
además —y esto es lo más importante— se inscribie- ce la novela más lograda de Leñero, aunque guardo un
ron en una temática casi inédita en nuestras letras: la muy buen recuerdo de Estudio Q, en donde una pareja
novela católica, que se ha dado en llamar. de actores de televisión se rebelaba al guion que el di-
Hasta antes de Leñero, el género tenía entre noso- rector-Dios quería imponerles desde lo alto de su cabina.
tros y en ese tiempo autores de poco brillo —Alfonso Porque, curiosamente, los personajes de Leñero nunca
Junco o Emma Godoy—, incapaces de inscribirlo en una están muy seguros de sus creencias y en ocasiones su fe
literatura de alta calidad que le diera validez. El logro más nos parece una pesada carga de la que quieren des-
primero de Leñero, nos parece, fue ahondar en el tema prenderse que un alivio espiritual, sosegador. Baste re-
del mal, con todo el desgarramiento y crudeza que con- cordar al personaje de El garabato que en las últimas
lleva, más que en las pinturas apologéticas de la novelís- líneas de la novela concluía que lo más probable es
tica piadosa, a las que son tan propensos los creyentes. que Cristo no hubiera sido Dios, con todo el desencan-
En Los albañiles, los lectores mexicanos encontraban to que ello implica para un católico.
aquello a lo que un Graham Greene en Inglaterra o un Esa imaginación, plena y trágicamente humana, es
Georges Bernanos en Francia podían apuntar en sus li- la que inscribió por derecho propio a Vicente Leñero en
bros: la presencia del mal entre los hombres, un tema un lugar preponderante de la historia de la literatura de
que sistemáticamente se ha intentado esquivar a lo lar- nuestro idioma. Vicente empezó a escribir en nuestra re-
go de este siglo, enmascarándolo con los argumentos de vista desde hace siete años —98 colaboraciones— y, no
la ciencia, de la política, de la psicología, e incluso de la hay duda, su participación le dio relevancia y una alta
metafísica. Pero el mal puede ser también una presen- calidad literaria y periodística. Había quien, me decía,
cia real, física, biológica —que duele, que se palpa— y compraba la revista sólo para leer la columna de Leñero.
solamente algunos novelistas lo han logrado corporei- La falta que nos hará a las letras “Lo que sea de cada
zar en sus libros. quien” —cuyo antecedente más cercano es Gente así—
El lector atento de Los albañiles vislumbra que más será determinante para el futuro de la publicación. De-
allá del drama aparente, se desarrolla otro. Una especie ja un vacío imposible de llenar. Como lo deja el amigo
de contrapunto oculto da extraña resonancia a los gestos entrañable y el maestro que siempre fue para mí.

58 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


Leñero y
la narración
policial Vicente Francisco Torres

La publicación de Los albañiles, en 1964, marcó el ini- Los albañiles resulta más que una forma ingeniosa y
cio de una serie de libros que Vicente Leñero fue cons- un relato criminal. Entre sus valores artísticos están la
truyendo con los recursos típicos, que no exclusivos, de recreación de las diversas hablas de los personajes (po-
la narrativa policial. Los albañiles está construida en tor- pular la de los albañiles, culta la del muchacho que es-
no a un crimen pero es mucho más que una novela po- tudió en el seminario, violenta la de los policías que
licial: la trama gira alrededor del asesinato del velador realizan los interrogatorios), el tejido que la novela ofre-
de una construcción, Jesús Martínez Avilés, pero lo in- ce con las tensiones de cada uno de los protagonistas, la
teresante es que cada uno de los personajes puede ser el recreación del mundo de los empleados de la construc-
criminal porque todos tienen un motivo y aparecen co- ción, con su promiscuidad, alcoholismo, deslealtad y
locados en una situación que los hace sospechosos.1 amistad a toda prueba. Este magma de conductas le da
De aquí se desprende un hecho: a Leñero le intere- rango artístico a la novela porque Leñero no beatifica
saba el virtuosismo de la estructura más que la trama po- ni sataniza a los seres a los que, por razones de trabajo,
licial; la diversidad de puntos de vista, de comportamien- conoce bastante bien. Los muestra en todas sus contra-
tos, de maneras de hablar y las posibilidades criminales dicciones, en sus momentos taimados pero también en
de todos los personajes le resultan más importantes que sus horas más enfebrecidas.
la historia de un muerto y un asesino. Y aquí es necesa- Si me he atrevido a señalar la posible presencia de
rio destacar que, muy probablemente, Leñero, al escribir Collins y Akutagawa en la novela de Leñero es porque
Los albañiles, tenía en mente los libros de Wilkie Collins así lo permite El que la hace la paga. Ocho detectives céle-
(particularmente La dama de blanco) y “En el bosque”, de bres (1976), una antología que preparó Leñero precisa-
Ryunosuke Akutagawa, texto famoso porque entre los mente con los detectives clásicos, es decir, los que crea-
diversos puntos de vista de los personajes se esconde el ron Edgar Allan Poe, Arthur Conan Doyle, Gilbert K.
criminal, tal y como observamos en la novela de Leñero. Chesterton, Agatha Christie, Ellery Queen… En ese li-
brito también había textos como “La muerte y la brú-
1 En una entrevista, Vicente Leñero ha sido explícito sobre la cer-
jula”, de Jorge Luis Borges, o “La perra y el caballo”,
canía de Los albañiles con la novela policial (por los vínculos que guar-
que suele invocarse cuando se buscan los orígenes de la
da con la novelística de Graham Greene) y con el simbolismo cristiano:
“En ese ambiente antirreligioso del que hablaba, escribí, en 1962, Los detection. Dicha muestra —amén del relato del propio
albañiles, una simple metáfora de Jesucristo. Recuerdo que traté de ex- antólogo— sólo pudo prepararla un lector que haya fre-
plicarle el sentido religioso de mi novela a Ramón Xirau, creyente, por
cuentado el género policial; de aquí infiero que Vicen-
cierto, y me dijo que me dejara de elucubraciones. Mi novela era tal co-
mo era. No necesitaba añadirle supuestas alegorías cristológicas. Nadie te Leñero, entre los diversos recursos que ha utilizado
la entendía como yo hubiera querido. El protagonista es un velador ins- en sus libros, no ha desdeñado los provenientes de la
pirado en aquello de San Pablo: del Jesucristo que no sólo carga con to- narrativa detectivesca.
dos los males del mundo, sino que se hace pecado para asumirlo todo”.
Adela Salinas, Dios y los escritores mexicanos, Nueva Imagen, México, En El garabato (1967), Vicente Leñero repite la unión
1997, pp. 82-83. de una forma virtuosa y un enigma policial. Esta novela

LEÑERO Y LA NARRACIÓN POLICIAL | 59


se estructura de la siguiente manera: Pablo Mejía He- al no terminar la lectura, nos impidió a los lectores co-
rrera, mediante una carta, le agradece a Vicente Leñero nocer el final. De esta manera, Leñero violenta el este-
que haya conseguido que su novela, El garabato, sea acep- reotipo de la narrativa policial porque hurta lo más im-
tada en una editorial. Acto seguido empezamos a leer portante —el desenlace—; se burla del estereotipo del
El garabato, que resulta la novela que el joven Fabián crítico y, de paso, desliza una referencia trascendente,
Mendizábal puso en manos del crítico literario y ejecu- religiosa. Cuando se presenta el joven novelista para co-
tivo de una empresa, Fernando J. Moreno, para que le dé nocer la opinión del crítico y este centra sus opiniones
una opinión. La lectura de El garabato avanzará torpe- en el planteamiento policial, Mendizábal le dice que no
mente, interrumpida por la inserción de las reflexiones ha entendido nada y, aunque el joven novelista no dice
personales del crítico que pueden suscitar una conduc- qué es lo que deberíamos entender, podemos aventu-
ta del lector que seguramente es parte de las propuestas rar que se refiere a las bondades de la confesión y al papel
del libro: la historia policial, con su agilidad e interés, protector de la Iglesia, prueba de la voluntad divina, que
palidece frente a las disquisiciones de Moreno. Esto su- le brinda cobijo a Rodolfo cuando lo van persiguiendo.
cede con tal intensidad que el lector se va saltando las Si en El garabato Vicente Leñero supo explotar el in-
páginas atribuidas a Moreno para continuar con la his- terés, uno de los rasgos definitorios fundamentales de
toria criminal en que se ve envuelto el personaje Rodol- la narrativa de enigma y que hace que el libro se pegue
fo. Y al final hay un remate demoledor que le permite a las manos del lector, también aprovechó otro de los
jugar a Leñero con la forma policial y levantarle de pron- rasgos, aunque menos feliz, no por eso menos típico: el
to la canasta al lector: las páginas del crítico se refieren teque, como dicen los cubanos, la carta sacada de la man-
a las consultas con su analista, a sus relaciones afectivas ga: cuando Rodolfo huye de la farmacia y va en busca
y, cuando toca la historia policial que estamos leyendo, de la paliza que le propinan los malos de la novela, re-
en lugar de destacar la habilidad narrativa, repara en sulta que no le quitan el libro con el sobre... porque lo
errores ortográficos, cacofonías, ambigüedades y en la ca- dejó olvidado en la droguería y pudo volver a recogerlo.
racterización de un supuesto género menor. En la per- En 1985, Vicente Leñero va a la nota roja de los dia-
sona de Moreno, Leñero concentra todos los lugares co- rios para escribir el más vendido de sus libros: Asesinato.
munes que se han esgrimido contra los críticos, desde El doble crimen de los Flores Muñoz. Tal como sucedió
la esterilidad hasta el cretinismo de enjuiciar libros que con Los albañiles y El garabato, Leñero no se conforma-
no han leído, tal y como sucede al final de El garabato: rá con la narración del doble parricidio, sino destacará
Moreno le da una opinión demoledora al joven Men- el misticismo del nieto asesino, su cristianismo fanáti-
dizábal cuando ni siquiera terminó de leer la novela, y co y el autoparalelismo que Gilberto Flores Alavez es-
tan no terminó de leerla que el lector se queda sin co- tablece entre su caso y el martirio de Jesucristo. No me-
nocer el final de la historia, justamente porque Moreno, nos atención le merece al novelista la volubilidad del
© Javier Narváez

60 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


© Octavio Gómez / Proceso
peor periodismo, el que no tiene convicciones ni apego
a la verdad (digamos a su verdad), sino que va por don-
de le conviene, por donde huele a dinero y poder:

A quienes recordaban el tono acusatorio y hasta ofensivo


con que Margarita Michelena se refirió a Gilberto Flores
Alavez en octubre de 1978, sorprendió leer ahora, cinco
años y medio después, un texto de la misma articulista de-
fendiendo y elogiando apasionadamente al muchacho. En
octubre de 1978, la familia de Gilberto pertenecía, para
Michelena, a “esas familias corrompidas y corruptoras,
presa de la sed hidrópica del oro”, y el joven era un típico
representante de “estos juniors abusivos, crueles, liberti-
nos, sobreprotegidos en su nido de oro, a quienes nadie
se preocupó por construirles con el buen ejemplo, con la
disciplina, con la salud del trabajo y la moderación, un
esqueleto moral”. En 1978 Margarita Michelena no te- En 1928, cuando Flores Muñoz tenía 22 años, su padri-
nía ninguna duda de que Gilberto había asesinado a sus no el cacique lo nombró presidente de la Junta Federal
abuelos y, en mayo de 1984, en cambio, al comentar las de Conciliación y Arbitraje del estado. Gilberto no había
“notas escandalosas” aparecidas en la Segunda de Ovacio- cursado estudios de abogacía y a partir de aquel momen-
nes, la articulista decía, con todo énfasis: to entendió que no los iba a necesitar. Para triunfar en la
“Si yo no tuviera la certeza de que Gilberto Flores Ala- política mexicana era preciso desarrollar habilidades ig-
vez es inocente del monstruoso crimen que se le imputa, noradas por los programas universitarios: talento prácti-
me bastaría la tenebrosa campaña desatada contra él en co, audacia, quizás un poco de cinismo, impiedad. Y en
estos días para sospechar vehementemente que, detrás tales materias tenía en el general Saturnino Cedillo al me-
de esta causa célebre, se mueven, protegidos por su in- jor maestro de la región.3
fluencia política, los verdaderos autores intelectuales del
asesinato de don Gilberto Flores Muñoz y de su esposa, El doble parricidio se convierte en una radiografía
doña Asunción Izquierdo”.2 de la política y de algunos personajes que sí recibieron
la justicia de la Revolución y, a fin de cuentas, Asesinato
Asesinato guarda otra semejanza con Los albañiles: es un atroz documento de la condición humana, tiro-
plantea la dificultad para que resplandezca la verdad. Sin neada por arrebatos místicos, necesidad de religión y
embargo, mientras en Los albañiles la imposibilidad es explosión de los instintos más ocultos y desmesurados.
resultado de un planteamiento religioso, en Asesinato Al analizar la producción literaria de Asunción Iz-
la verdad se enturbia con las leyes, el dinero, la corrup- quierdo Albiñana, esposa de Gilberto Flores Muñoz,
ción y los más sutiles recursos provenientes de las cien- Vicente Leñero destaca la extraña fascinación que la no-
cias (psicología, medicina forense, criminalística). Así, velista sentía por las escenas de sangre, puñaladas, mache-
Leñero parece coincidir con una idea que exponía José tazos y mutilaciones, detalles que convierten sus novelas
Revueltas en El apando: el hombre se vale de sus más en señas premonitorias de su muerte violenta. Justa-
altas conquistas, como la geometría, para imponer la mente aquí entronca una coincidencia turbadora: el jo-
enajenación. ven asesino que tenía pavor a la sangre, antes de cumplir
En Asesinato, Vicente Leñero realizó, gracias a la di- los 20 años de edad, había leído los libros de la abuela.
versidad de sus recursos literarios, muchas más cosas que Si llevamos al extremo los guiños irónicos del destino
una crónica de la manera en que Gilberto Flores Alavez, debemos recordar dos cosas. Primera, que el sobrenom-
en 1978, ultimó con varios golpes de machete a sus bre de Gilberto era Quile, y por una confusión fonética
abuelos. Veamos algunos elementos que van más allá llevó a Killer, tal y como se consignó en las actas del pro-
de los hechos violentos. ceso que Leñero cita con fidelidad. Segunda: el padre
En primer lugar, la cronología de la carrera política de del homicida se especializó en angiología, es decir, en el
Gilberto Flores Muñoz se convierte en una revisión del estudio del torrente sanguíneo que Gilberto trastornó
presidencialismo mexicano y en una caracterización de las brutalmente en los cuerpos de sus abuelos.
políticas anteriores a la irrupción de los tecnócratas:
3 Ibidem, p. 90.
2 Vicente Leñero, Asesinato. El doble crimen de los Flores Muñoz,
Plaza & Janés, México, 1985, 521 pp. Estas líneas proceden de mi libro Muertos de papel, Conaculta, México, 2003.

LEÑERO Y LA NARRACIÓN POLICIAL | 61


Fiel a sus
obsesiones
Guillermo Vega Zaragoza

I. LAS MÁQUINAS NO TIENEN PALABRA DE HONOR dejo ante el maestro Leñero, periodista entre los perio-
distas. Ni modo de pedirle que me repitiera la cátedra
Recibí la encomienda de entrevistar a Vicente Leñero que me estaba dando. Entonces se me prendió el foco:
para una revista de cine que dedicaría una edición al grabar con el celular. Afortunadamente el maestro no se
guionismo cinematográfico. “El maestro ya aceptó”, me dio cuenta del cambio, él seguía entretenido confesán-
dijo la voz al teléfono y me dio la dirección de su casa dome que se arrepentía de haber experimentado tanto,
en San Pedro de los Pinos. Por fin conocería al admira- que se había complicado las cosas de a gratis, que para qué
do Leñero del que había leído prácticamente todo: sus tanto salto estando el suelo parejo. Por momentos sentí
novelas, cuentos, crónicas, memorias y varias obras de como si me estuviera confesando sus culpas.
teatro. Paradójicamente, no había visto todas las pelícu- La entrevista duró como dos horas y media. Verifi-
las de las que había escrito el guion, pero sí muchas de qué que el teléfono sí hubiera grabado. Por suerte, sólo
ellas, las más importantes. se había perdido la primera media hora y había tomado
Llegué como media hora antes, compré un café y notas, como bien recomendaba García Márquez, que
me fui a dar una vuelta al parque a esperar a que diera nunca usó grabadora: las máquinas no tienen palabra
la hora de la cita, repasando mentalmente las preguntas de honor. Regresé como bólido a mi casa para transcri-
que habría de hacerle. Toqué el timbre y me recibió su birla, para que no se me olvidara nada. Lamentable-
amable esposa, doña Estela, quien me encaminó al mente, la voz del maestro era tan débil que en algunas
estudio, escaleras arriba. Estudio de escritor: atiborra- partes ni subiéndole todo el volumen se entendía lo que
do de libros de piso a techo, en su escritorio su máqui- había dicho. Así que armé el texto con mis notas y lo
na de escribir amarilla, y unos cómodos sillones donde que pude rescatar. Creo que quedó bien.
nos sentamos para iniciar la entrevista. Le dije que me Como buen zoquete que soy, nunca me pagaron
gustaban mucho sus artículos en la Revista de la Uni- nada por las entrevistas que me encargaron en esa re-
versidad, que era lo primero que leíamos en la redac- vista, aceptaba hacerlas por puro amor al arte, por apor-
ción en cuanto llegaban. “Ah, sí, son pendejaditas que tar mi granito de arena al engrandecimiento del cine
se me ocurren, nada muy serio”, dijo, como queriendo nacional (ajá), pero después de dos años me aburrí y
quitarle importancia. Me llamó la atención que su voz dejé de colaborar con ellos. Cuando Vicente Leñero
era apenas un hilo muy delgado, suave y rasposo, aun- cumplió 80 años le di una remozada a la entrevista y
que perfectamente distinguible. la propuse para publicarla en la Revista de la Univer-
Me ofreció un café y prendió el primero de muchos sidad. Él estuvo de acuerdo. Fue mi manera de resarcir
cigarros. Encendí la grabadora, una de esas nuevas digi- mi falta: que sus palabras que pude rescatar volvieran
tales. Todo parecía funcionar perfecto. El maestro res- a circular y que las leyeran la mayor cantidad posible
pondía amplia y amenamente las preguntas. Aunque el de personas.
tema era el cine, deambulaba de la novela al teatro a la
televisión y de vuelta al cine.
Cuando se levantó por más café, de pura casualidad II. LA TIMIDEZ Y LA SOBERBIA
me di cuenta de la catástrofe: la pinche grabadora no
había grabado nada. Sentí, como dicen, que se me iba Para nadie es un secreto que, antes de decidirse a vivir
el alma del cuerpo. Ni modo de quedar como un pen- de la literatura, Vicente Leñero quería recibirse como

62 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


ingeniero civil. O por lo menos eso planeaba antes de vela, La voz adolorida, obtuvo apenas unas cuantas re-
que el mismísimo Heberto Castillo lo corriera de la clase señas, la más importante de Ramón Xirau, que a pesar
por haberlo cachado leyendo a G. K. Chesterton cuan- de encontrarle algunas fallas no duda en calificarla nada
do le pidió pasar al frente y explicar cómo se le hace para menos que como “la mejor novela publicada en Méxi-
que se sostengan los puentes. Heberto le dijo: “Usted co” en ese año. La novela en sí es el largo monólogo del
nunca va a hacerla como ingeniero, se le van a caer los protagonista, el lúcido alegato de un enfermo mental que
edificios”. Eso y el ganar un premio de cuento en 1958 explica los vericuetos de su drama vital al médico que lo
lo convencieron de que lo suyo eran las letras. Y en toda atiende (o por lo menos lo escucha, no lo sabemos, pues
su carrera de escritor, nunca se le cayó un libro. Bueno, el doctor podría ser el propio lector), lo que suena por
sí. Más bien él mismo demolió su primera novela, La momentos al sacramento católico de la confesión. Años
voz adolorida, aunque le gustaba mucho el proyecto y después, eterno insatisfecho, Leñero reescribirá esta no-
la volvió a construir años después. vela y la publicará con el título de A fuerza de palabras.
Leñero comenzó su larga carrera literaria como na- Sin embargo, en esa primera versión ya se manifiestan
rrador, como cuentista, y poco a poco sus inquietudes los mejores rasgos de su quehacer literario: agudo sen-
se fueron extendiendo —natural y casualmente, como tido del ritmo narrativo, profundidad psicológica de los
muchas otras cosas en su vida— a otros géneros. En- personajes y necesidad casi obsesiva de pulimento del
tonces estudiante simultáneo de ingeniería y periodis- lenguaje.
mo, en 1958 ganó los dos primeros lugares de un con- Como becario del Centro Mexicano de Escritores
curso de cuento universitario y poco después apareció en 1961, Leñero planeaba escribir una serie de cuentos
su primer libro: La polvareda y otros cuentos, publicado sobre albañiles; a fin de cuentas, era un mundo que había
por Jus, editorial de temas y autores católicos. “La pol- tenido a la mano durante su breve incursión práctica
vareda”, cuento que obtuvo el primer premio del certa- en la ingeniería (años después recurrirá a ella en otra
men mencionado, tiene una evidente impronta rulfiana, novela, La gota de agua). Las circunstancias y sus obse-
de la que Leñero se desentiende con prontitud, sobre siones literarias lo llevaron a transformar esos relatos en
todo porque sabe que debe hallar una voz propia. Ya otra novela. Es célebre el episodio en que Emmanuel
decidido a dedicar su vida a la escritura, su primera no- Carballo, entonces dictaminador del Fondo de Cultu-

© Archivo Proceso

FIEL A SUS OBSESIONES | 63


ra Económica, la rechazó. Desanimado, Leñero la lleva No obstante, Leñero no se arredró sino que persis-
con Joaquín Díez-Canedo, quien decidió presentarla tió en su obsesión por la experimentación formal en sus
al Premio Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral en tres siguientes novelas: Estudio Q (1965), El garabato
1963. El año anterior lo había ganado Mario Vargas (1967) y Redil de ovejas (1973), aunque tiempo des-
Llosa con su primera, celebradísima novela, La ciudad pués se lamentara de esas incursiones. Me confesó en
y los perros. Resulta que Leñero le ganó a candidatos co- 2010: “En mi vida literaria siempre ha habido, para mal
mo Luis Goytisolo, Jorge Edwards y Mario Benedetti. o para bien, una preocupación formal: ¿cómo contar una
Sin embargo, contrariamente a la del peruano, Los alba- historia? Esa ha sido mi obsesión a lo largo de toda mi
ñiles obtuvo una respuesta contradictoria por parte de la carrera, aunque a veces me arrepiento un poco… A ve-
crítica. Por una parte, se debía a la apuesta formal de ces pienso que me habría gustado ser un escritor más
Leñero, influido por el nouveau roman francés, preco- sencillo. Ahora, al final de mi vida, trato de serlo. Como
nizado por Alain Robbe-Grillet y Natalie Sarraute, que quien dice: ¿Para qué tanto brinco estando el suelo tan
buscaba un alejamiento de las formas y estructuras tra- parejo? Todo me habría costado menos trabajo, porque
dicionales, así como la utilización de un lenguaje más viví obsesionado siempre con esa preocupación sobre
apegado a la realidad de los personajes. Armado a la ma- cómo contar una historia, cómo estructurarla, que tam-
nera de un relato policiaco (subgénero que entonces no bién busqué aplicar en el teatro y el cine; a veces es para
contaba con el prestigio que ganaría décadas después), bien, a veces entorpece, a veces no se entienden bien las
en Los albañiles no sólo desliza sus preocupaciones me- historias. Esa es la clave del acto literario, dramatúrgico
tafísicas (el velador muerto se llama nada menos que o cinematográfico: buscar que tengan un valor por sí mis-
Jesús) sino que se adelanta y empata con autores un poco mos aparte de la historia que están contando”. Aquí cabe
más jóvenes, como José Agustín y Gustavo Sainz (con destacar que muchas de las historias de Leñero han tran-
los que trabajó en la revista Claudia), a los que se cali- sitado de un medio a otro, de la novela al teatro y al cine.
ficará errónea y apresuradamente como “de la Onda”. Los albañiles fue adaptada al escenario y a la pantalla
Así lo describió Emmanuel Carballo en el prólogo grande por el propio autor, y aunque la historia es la
de la autobiografía que le publicó a Leñero en 1967: misma, el tratamiento es singular para cada género.
Leñero trabajó un tiempo escribiendo guiones de
Si se compara a Leñero con los escritores de su edad pue- radionovelas y telenovelas (lo que también le daría las
den obtenerse algunos de los rasgos más firmes que lo tablas necesarias para incursionar más tarde en la dra-
explican como hombre y como narrador. A la actitud so- maturgia), así que para Estudio Q decidió ubicar sus
cial de sus compañeros que los lleva a agruparse en círculos preocupaciones metafísicas ahora en el mundo de la te-
y capillas, Leñero opone el individualismo como posi- levisión: un actor de telenovela recibe de un director un
ción ante la vida y la literatura. Hombre solitario, intro- papel que resulta ser el de su propia vida. ¿Podemos esca-
vertido, de una timidez que en algo se asemeja a la soberbia, par del guion que nos ha tocado vivir? Leñero se ade-
rehúye en la conversación la pedantería y la suficiencia. lanta a lo que años después veremos en películas como
Quien escucha sus palabras, su tono de voz entre azul y Truman Show (Peter Weir, 1998), donde el destino de
buenas noches, no puede adivinar en él al único escritor los personajes, que creen tomar sus propias decisiones,
joven mexicano que ha obtenido un decisivo premio in- está determinado por los guionistas y el rating, y sirve
ternacional. de espectáculo para las masas. Pero es cierto: lo intrin-
cado de la forma, sus reiteraciones y juegos formales im-
Quizá por esta actitud, “que en algo se asemeja a la piden que el lector de Estudio Q pueda enterarse de to-
soberbia”, y por no pertenecer al grupo literario predo- das las implicaciones que la novela entraña. Esta obra
minante entonces (La Mafia de la que se ufanaba Luis también tendrá sus respectivos tratamientos, buscando
Guillermo Piazza en su novela homónima), el libro no las equivalencias a los recursos formales de la narrativa,
fue muy bien apreciado en las revistas y suplementos en teatro (La carpa, 1971) y cine (Misterio, dirigida por
de la época. Por ejemplo, en “La Cultura en México”, Marcela Fernández Violante, 1980).
dirigido por Benítez, la primera reseña en ese suple- En El garabato, Leñero se adentra aun más profun-
mento del chileno José Donoso, recién avecindado en damente en los vericuetos de la metaficción para des-
México, fue sobre Los albañiles y le tundió amplia e im- montar el juego de la invención literaria: un autor que
placablemente. Afirmaba Donoso que era una novela cuenta una novela que ha escrito a su vez otro autor, co-
“fría, deshumanizada”, donde “todo está analizado y dise- mo un juego de cajas chinas, que busca develar el mis-
cado, y tiene la seducción de esos dibujos técnicos hechos terio de la propia novela, llevar hasta sus últimas conse-
con compás, regla y escuadra, que a veces suelen ir tan- cuencias las convenciones de la ficción. Por ello, esta
to más allá de lo propuesto por el dibujante”. Evidente novela ha sido la delicia de los académicos estructura-
reminiscencia del paso por la escuela de ingeniería. listas, postestructuralistas y posmodernos, que le han de-

64 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


dicado sesudos estudios semióticos. Cuando todo mundo
se encuentra maravillado por las novelas del Boom, so-
bre todo, Rayuela y Cien años de soledad, Leñero se em-
peña en levantar el telón y delatar la forma en que los
magos nos mantienen embebidos con sus trucos.
En 1968 Leñero incursionó por primera vez en el
teatro con Pueblo rechazado, abordando un hecho real:
el caso del sacerdote católico Gregorio Lemercier, quien
fue obligado por el Vaticano a renunciar a los hábitos
por aplicar el psicoanálisis a los religiosos del monaste-
rio de Santa María de la Resurrección en Cuernavaca,
Morelos. Esa obra fue la primera vez que Leñero incur-
sionó abiertamente en un tema religioso; sería adapta-
da por el propio Leñero y aparecería como El monaste-
rio de los buitres, dirigida por Francisco del Villar cinco
años después. En 1971 se estrenó El juicio, dramatiza-
ción del proceso a José de León Toral, asesino de Álvaro
Obregón en 1928. La investigación realizada para dicha
obra le sirvió para la creación de Redil de ovejas, novela
en la que, sin renunciar a la experimentación formal,
mediante la utilización de múltiples voces y recursos na-
rrativos, explora el asunto de la identidad religiosa en la
sociedad mexicana, durante los años cincuenta y sesen-
ta, cuando se recrudece el anticomunismo de la Iglesia
católica, sobre todo a partir de la expansión de las ideas
comunistas en América Latina y el triunfo de la Revo-
lución cubana. En esta ocasión Leñero se enfrasca en
una novela donde están perfectamente compaginadas
en el mismo impulso narrativo la esfera psicológica de
los personajes y la crítica social, en este caso, del fana-
tismo católico en México.
Sin embargo, las exploraciones sobre la fe religiosa
tendrán que ser pospuestas en 1976 debido al golpe del
gobierno del presidente Luis Echeverría al diario Excél-
sior, dirigido por Julio Scherer, de quien Leñero es cer-
cano colaborador como director de Revista de Revistas
y luego como subdirector del semanario Proceso. Dos años
después apareció Los periodistas, novela-testimonio de
esos acontecimientos, donde aplica un procedimiento
parecido a Los ejércitos de la noche: La historia como no-
vela, la novela como historia, de Norman Mailer, publi-
cada en 1968, utilizando los recursos de la ficción no-
velística en el recuento de hechos realmente sucedidos
de los que el autor es testigo y protagonista. Este libro
marca un hito en el ámbito periodístico de la época al
desenmascarar las turbias maquinaciones del poder po-
lítico para acallar a las voces críticas.
En 1979 aparece la novela más significativa para
Leñero desde el punto de vista de sus convicciones reli-
giosas: El Evangelio de Lucas Gavilán, en la que empren-
de una puntual paráfrasis de la vida de Jesucristo tras-
ladada a la realidad mexicana. Estimulado por las ideas
de la Teología de la Liberación de una Iglesia cercana a
los pobres y más necesitados, la novela constituye una

FIEL A SUS OBSESIONES | 65


© Barry Domínguez
No alcanzo a vislumbrar el motivo por el cual Domín-
guez Michael se equivocó tan drásticamente con Leñero,
pues si algo caracterizó a su obra, sobre todo a la nove-
lística, no fue la certeza sino precisamente la perpleji-
dad. Todo lo puso en duda: el poder, el oficio periodís-
tico, la idea de la novela, las posibilidades del teatro, sus
creencias religiosas, su propia valía como escritor.
Mucho se han mencionado y documentado las ob-
sesiones de Leñero: el cuestionamiento del catolicismo
imperante, la crítica al poder político y la relación de
este con los medios de comunicación, ciertos persona-
jes y pasajes de la historia nacional, los límites de lo li-
terario para mostrar “lo real”; muchos de estos temas se
encuentran entremezclados en sus novelas, cuentos, cró-
nicas, obras teatrales y guiones, pero a todos ellos los
atraviesa una obsesión fundamental, reconocida abier-
tamente por él (“para mal o para bien”, como me dijo
en una entrevista): la forma literaria, ¿cómo contar una
historia? Quizá sólo con otro de sus coetáneos (Gustavo
Sainz) sea Leñero el autor más obsesionado por experi-
mentar con formas, géneros y lenguajes poco socorri-
dos en la literatura mexicana.
Otro rasgo fundamental es que la obra de Leñero
está íntimamente ligada a su realidad personal: sus temas
y personajes están tomados de su propia experiencia,
de la historia y de las circunstancias inmediatas que le
han tocado vivir. En este sentido, Leñero es un escritor
profundamente realista, que sin embargo busca trastocar
la interpretación de esa realidad a través de la literatura.
Al analizar la evolución narrativa de Leñero, John
M. Lipski, de la Universidad de Nuevo México, lo ex-
plica con claridad: su búsqueda religiosa, entre otros fac-
implacable crítica espiritual de la sociedad moderna. El tores, fue lo que motivó la repetida experimentación y
crítico Christopher Domínguez Michael ha señalado la innovación narrativa, la presentación de un argumen-
que si Leñero no fue el mayor novelista mexicano se to sencillo de una manera técnicamente compleja que
debió a “la aridez de su horizonte intelectual”, pues imposibilita la extracción de un significado único. “Le-
“muestra sus limitaciones cuando se enfrenta a ideas re- ñero no pretende ofrecer un paquete de best sellers cur-
ligiosas o políticas”, ante las que se muestra como “un sis. Su visión es más compleja y requiere que el lector
escritor simplista y dogmático, como la teología políti- comprenda la imposibilidad de una solución única. La
ca a la que se adhiere”. Y abundó: equivalencia esencial de los caminos, la frustración de
la búsqueda, se combinan con la difícil situación huma-
A este católico al parecer no le fue concedida la gracia que na que sufre un escritor de sensibilidades religiosas que
dramatiza a la literatura cristiana moderna: la crisis de vive en la metrópoli de más rápido crecimiento del mun-
conciencia. A diferencia de ancestros ilustres como Bloy, do moderno”.
Bernanos o Greene, Leñero siempre aparece como un
escritor demasiado seguro de sus convicciones, que son
pocas y firmes. Su espíritu, tan hábil para armar las con- III. ASESINATO: OBRA NEGRA SOBRE LA NOTA ROJA
tradicciones fácticas del realismo, es parco al hallarlas en
el mundo de la conciencia. Quizá sea tarde para que Le- Luego de El Evangelio de Lucas Gavilán (que en 1986
ñero sufra esa crisis de conciencia, de cualquier concien- convirtió al teatro como Jesucristo Gómez), Leñero pa-
cia que confiera a su obra la contradicción vital de la que reció haberse liberado de esas ansias de búsqueda y se
fatalmente carece; pero, de ocurrir, sería insospechada e enfrascó en una novela donde, con gran sentido del hu-
incalculable la potencia de su literatura. mor, ajusta cuentas con su pasado como ingeniero y
oficiante del nouveau roman. Y sí, como acierta Do-

66 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


mínguez Michael, La gota de agua es “una muestra de pecto externo del caso que todos conocieron a través de
perfección formal, que siendo la narración de un hecho la prensa. Posteriormente, se nos presenta a los prota-
cotidiano —la ausencia de agua potable en el hogar del gonistas de la tragedia, es decir, se nos introduce hasta
escritor— logra una intensidad narrativa que obliga al la cocina, a su vida y obra, sus miedos y obsesiones (muy
lector a devorar el texto, como si se tratara de la más in- interesante la relación que descubre Leñero en cuanto
trincada y rítmica de las novelas policiacas”, constitu- a la obsesión literaria de Asunción Izquierdo por plas-
yendo “una fina burla de la vieja ‘nueva’ novela francesa”. mar siempre un crimen sangriento en sus obras, la voca-
Ya encarrerado, Leñero dio cuenta de la “novela sin ción científica de Gilberto Flores Izquierdo, la homofobia
ficción”, tan cacareada desde Truman Capote pero tan casi patológica de Gilberto Flores Alavez, el presunto
poco emulada por estos lares. Con Asesinato. El doble asesino). Entonces entramos a lo que podríamos lla-
crimen de los Flores Muñoz, de 1985, de nuevo Leñero mar el umbral del crimen, al plantearnos los conflictos
lleva la contraria: aborda el género desmontándolo, en- que pudieron dar pie al asesinato y presentarnos las con-
señando las costuras para demostrar lo difícil que es es- diciones materiales del escenario del crimen, con plano
cribir algo como A sangre fría en una realidad como la y todo, fiel a su pasado ingenieril.
de nuestro país, donde “nadie sabe nada”. Después nos encontramos con la mezcla y los ladri-
Leñero siempre escribió sobre lo que conocía bien. llos: la reconstrucción de los hechos planteada en tér-
Su afición a la novela policiaca lo llevó a investigar du- minos novelísticos. Aquí Leñero se acerca a lo que Tru-
rante seis años todo lo relacionado con el asesinato del man Capote bautizó como non fiction novel y es la parte
político mexicano Gilberto Flores Muñoz y su esposa, más disfrutable y mejor lograda del libro (literariamente
la escritora Asunción Izquierdo, en manos (según la hablando, claro está, porque la investigación es inme-
implacable justicia mexicana) de su nieto Gilberto Flo- jorable, hasta donde pudo llegar el autor). Leñero se-
res Alavez. ñalaba que “una misma historia, contada en dos formas
El género policiaco nace a partir de crímenes co- distintas, da por resultado dos historias completamen-
munes de la vida real registrados por la prensa (Edgar te diferentes: eso es lo apasionante de la tarea de escri-
Allan Poe escribió “Los asesinatos de la calle Morgue” bir”. Basado en las declaraciones de los testigos y las
para dar explicación a una nota aparecida en un diario contradicciones de Gilberto Flores Alavez, Leñero aco-
francés). Sin embargo, la cuestión se vuelve más intere- moda la secuencia de los hechos a fin de darles cohe-
sante cuando las víctimas son personas públicas: se elu- rencia narrativa y plantear su obsesión: la pluralidad de
cubran sesudas teorías y se elaboran intrincadas cone- puntos de vista sobre un mismo hecho.
xiones para desentrañar el móvil, ya que no es lo mismo La quinta parte, por lo menos en esencia, se relaciona
el asesinato de un político que el de cualquier hijo de con la novela negra, donde los detentadores de la justi-
vecino. cia no son tales, sino los verdaderos culpables, al efec-
La afición de Leñero por la novela policiaca viene tuar una investigación precipitada y poco rigurosa, evi-
desde sus días escolares y encuentra su primera mani- denciando su escaso interés por esclarecer el crimen. En
festación en la elaborada estructura de Los albañiles, este caso, la denuncia velada que hace Leñero es al sis-
donde a diferencia de la novela-enigma (en la que un tema judicial imperante en nuestro país. Nos hace pasar
detective o policía o el mismo autor van descubriendo al cuarto de baño, específicamente al retrete.
al lector el misterio y al final todo queda aclarado y el Por fin, salimos al patio. La sexta y la última parte,
criminal con su justo castigo), se deja el final abierto que narra las vicisitudes de los Flores Alavez cuando Gil-
para que el lector fabrique su propio desenlace y en- berto se encuentra ya purgando su condena en el Reclu-
cuentre su propio culpable. sorio Oriente, se emparienta plenamente con el periodis-
Reportaje o novela sin ficción, Asesinato es, antes que mo, con la crónica y el reportaje, toda vez que el autor
nada, un trabajo periodístico. No se confunde con las es partícipe de los acontecimientos, de la entrevista fi-
aspiraciones de un escritor que utiliza procedimientos nal con Gilberto Flores Alavez.
periodísticos para hacer una novela. Leñero es fiel a los Asesinato es un libro sólidamente construido, donde
datos disponibles y no trata de parcializar (aunque todo el material no se escamotea, donde la varilla que lo sos-
se incline hacia un lado, en contra del nieto), ni se in- tiene no es chafa, en el trabajo de un escritor con amplia
miscuye literalmente en la psicología de los personajes. experiencia en esto de levantar edificios de palabras.
Simplemente los muestra, sin condenar ni justificar.
La estructura del libro sigue una secuencia contra-
ria a como se construyen los edificios (pero ya sabemos IV. UN ESCRITOR COMPLETO
que una cosa es la construcción arquitectónica y otra
muy diferente la literaria, que no obedece a las reglas ni Después de Asesinato, Leñero hace un largo receso en la
a la lógica). Primero se nos muestra la fachada, en el as- escritura de novelas, se dedica a cultivar el teatro y se

FIEL A SUS OBSESIONES | 67


convierte en el guionista cinematográfico más cotizado
de nuestro país (sobre todo luego de la adaptación de
El callejón de los milagros, del Nobel Naguib Mahfuz,
dirigida por Jorge Fons en 1995). Tan sólo en 1988 par-
ticipa en el divertimento de El hombre equivocado, nove-
la policiaca escrita colectivamente con otros diez autores,
con él dando la patada del capítulo inicial (se suponía
que no se debería saber quién escribió qué, pero Leñero
decidió incluir su parte en la antología La inocencia de
este mundo, por la que le dieron el Premio Xavier
Villaurrutia en el año 2000).
En 1999, finalmente, aparece La vida que se va, en
la que, asegura, se quiso deshacer de todos los juegos
formales de sus anteriores libros y se dedicó simple-
mente a contar una historia, la de una mujer, Norma
Andrade, que se trata de escapar de su destino, como
si estuviera jugando una partida de ajedrez con la fata-
lidad. Esta es, a mi parecer, junto con La gota de agua,
una de las novelas más disfrutables de Leñero, donde,
en efecto, como era su intención, se dedica simple-
mente a contar una historia, a seguir a sus personajes
sin meterse en vericuetos formales, o mejor: sin hacer-
los evidentes, sin hacer que intencionalmente se noten
las costuras. Paradójicamente, a propósito de los nin-
guneos, por esa novela no le dieron el Premio Villau-
rrutia —el de “escritores para escritores”—. Pero fue tal
el clamor ante la injusticia que tuvieron que inventar-
le la mencionada antología hechiza para otorgárselo
al año siguiente.
Con La vida que se va, Leñero aseguró que se retiraba
de la novela. Se dedicó a escribir relatos como en Gente
así y Más gente así, donde jugueteaba con la realidad y
la ficción, y a los sabrosos ajustes de cuentas mensuales
de su columna “Lo que sea de cada quien” en la Revista
de la Universidad de México.
Fue el cine el que lo llevó a su última parada con el
género: El Padre Amaro, la novelización del guion de
El crimen del padre Amaro, libérrima adaptación de la
novela de José Maria Eça de Queirós, que dirigió Car-
los Carrera en 2002 y que se convirtió en la cinta más
taquillera del cine mexicano hasta entonces. En ese libro
parecen resumirse las obsesiones que dominaron a Le-
ñero a lo largo de su vida: la religión, el poder, el cine,
el cruce de géneros, el periodismo, la búsqueda de la ver-
dad y la imposibilidad de su hallazgo.
Un escritor sin obsesiones no es escritor, pero aquel
que no le es fiel a esas obsesiones y no se abisma en
ellas es apenas medio escritor. Vicente Leñero fue un
escritor completo, de múltiples obsesiones a las que
les guardó fidelidad de las más diversas maneras, a tra-
vés de la novela, el teatro y el cine. Volvía a ellas una y
otra vez, las acometía con diferentes instrumentos, y en
cada aproximación, siempre nos revelaba a sus lecto-
res algo novedoso.

68 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


Vicente Leñero
por Rogelio Cuéllar
Con José Emilio Pacheco
José Emilio Pacheco

A un año
de su muerte
Álvaro Uribe

Los varios perfiles creativos de un autor y amigo admirado: tales


son los asedios que el novelista y ensayista Álvaro Uribe, con una
prosa siempre elegante y ponderada, se permite en torno a un es-
critor mexicano que encarnó las búsquedas más exigentes en los
terrenos de la novela corta, el relato, el ensayo, la traducción y
la edición: el gran José Emilio Pacheco, de cuya llorada muerte
se cumple un año este mes de enero.

He cometido un error fatal ***


y lo peor de todo es que no sé cuál.
Tanta gente lo menciona con ostentosa familiaridad co-
Hasta hace muy poco, yo ignoraba que el poema repro- mo José Emilio que me resulta más íntimo llamarlo Pa-
ducido completo en el epígrafe se titula “Autoanálisis”, checo. Lo conocí en 1980. Él tenía 41 y, aunque toda-
que se incluye en el libro No me preguntes cómo pasa el vía faltaba un año para que publicara Las batallas en el
tiempo y que sus versos no dicen, como mi tergiversado- desierto, su narración emblemática, era ya, a su siempre
ra memoria me dictaba: “Ayer cometí un error fatal / y lo modesta manera, una celebridad. Yo tenía 27 y mi obra
más terrible es que no sé cuál”. Lo tomo aun así de pretex- toda constaba de una plaquette con quince prosas breves,
to para emprender mis remembranzas y notas de lec- y menos que por ese magro volumen creía pertenecer al
tura por dos razones: 1) en ese pareado se condensan las gremio literario por editar en París, con otros latinoa-
principales características de la poesía de su autor: la mericanos apenas mayores y tampoco muy prolíficos,
concisión epigramática, la engañosa sencillez, la ironía una revista bilingüe español-francés.
que puede lindar con el autoescarnio, la sabiduría vi- La primera vez que lo vi de cerca fue al final de una
tal que se transmuta en paradoja filosófica y el dominio lectura de poesía en la Casa de América Latina en el bu-
de las formas tradicionales (en este caso, un par de ende- levar Saint-Germain. Varios poetas mexicanos invita-
casílabos rematados en vocablo agudo); y 2) hace media dos a participar en unas jornadas literarias en Francia
vida escuché al poeta leerlo, o quizá recitarlo, o para ser leían sus textos con diversos grados de teatralidad. No
preciso: toserlo en público, y así sus palabras mal recor- así Pacheco. Él, que con su incorporación al Colegio
dadas como su dificultad para enunciarlas forman mi Nacional en 1992 se convertiría en un conferenciante
primera impresión, indeleble e inexacta, de él. prodigioso, era apenas capaz de enfrentarse al público

A UN AÑO DE SU MUERTE | 77
© Rogelio Cuéllar

José Emilio Pacheco

doce años antes. Por o pese a ser suyos, los poemas se le mostrarle cómo transbordar de un vuelo a otro; des-
atoraban en la garganta. Las hojas mecanografiadas y pués me enteré de que no obstante mis cuidados y con-
transidas de correcciones huían de sus manos como ma- sejos, Pacheco se extravió. Hubo varias otras ocasiones
riposas en vuelo. Pero algo en su persona (la voz cálida no malogradas en que mi encomienda se limitó gozo-
y grave, las eses que pronunciaba casi como zetas a la es- samente a acompañarlo en los ratos libres que le dejaba
pañola, el aspecto de niño desvalido, la sonrisa irrepri- su presencia en algún congreso literario parisiense.
mible de la timidez) sedujo de inmediato a los oyentes, He leído que a mediados del siglo XX él fatigaba a
sin excluirme. A diferencia de otros escritores admira- pie las calles del centro de la Ciudad de México, que
dos a quienes nunca supe cómo interpelar, fue muy fácil conocía de arriba abajo. He leído también que en las
decirle algunas palabras en ese encuentro que me pare- décadas de 1960 y 1970 caminó con igual conocimien-
ció iniciático más que inicial. to de causa en Londres y en París. El Pacheco cuarentón
La conversación que entablamos entonces se reanu- y luego cincuentón que rememoro aquí había dejado
dó una y otra vez a lo largo de 34 años y no ha terminado atrás esas andanzas. Aunque sabía como nadie la histo-
ni siquiera hoy. El pretexto para ver a Pacheco al día si- ria de Francia y recordaba con infalible exactitud en qué
guiente en un café parisiense fue pedirle que colaborara esquina soltó Saint-Just una arenga famosa y en qué pla-
en la revista bilingüe. Ni mi entusiasmo no simulado za se ubicaba la residencia de Victor Hugo, ni una sola
ni la oportunidad de ver una colaboración suya tradu- vez en los breves paseos parisienses que di con él mani-
cida al francés derribaron su recóndita renuencia a pu- festó el menor interés ya no en visitar un museo o una
blicar. Nunca me dio el poema o el ensayo o el cuento iglesia o cualquier otro monumento turístico, sino en
que me prometió a regañadientes. Pero a cambio de ese ir a alguna parte o hacer algo en especial. Prefería pasar
módico desaire me dispensó de ahí en adelante una prefe- horas enteras en un café o en un restaurante. Prefería,
rencia no exclusiva que era, en ese hombre de saberes y sobre todas las cosas, platicar.
afectos ecuménicos, un esquivo avatar de la amistad. A lo largo de esas pláticas siempre inacabadas en que
Lo vi algunas veces más en París. Entre mis tareas co- él por supuesto llevaba la voz cantante, me pareció que ha-
mo diplomático adscrito a la embajada de México (fun- biendo leído ya todo lo que alguien pueda leer, o casi,
ción que desempeñé entre 1977 y 1985, y luego entre le resultaba superfluo verificar sus lecturas. Para qué vol-
1989 y 1993) estaba la no abominable de recoger en el ver a contemplar algo si lo recordaba a la perfección. Para
aeropuerto a cuanto literato nacional de algún valer pa- qué descubrir en la realidad lo que sabía investigar en
sara por Francia. Hubo una ocasión en que, amparado los libros. El Pacheco de mi memoria, dispuesto como
en la permisividad anterior al 11 de septiembre de 2001, pocos a compartir su tiempo con la gente más joven,
lo guié casi de la mano por los pasillos de Roissy para interactuaba difícilmente con los objetos del mundo.

78 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


No era, por decir lo menos, un hombre práctico. En el (1979-1983), se dice del escritor, cualquier escritor: “Su
sentido artístico tanto como en el moral, era un hom- obligación primera consiste / en escribir en prosa o en
bre de palabra. verso de la mejor manera posible”. Y en “Carta a George
B. Moore en defensa del anonimato”, del mismo libro,
se declara: “Si de casualidad es un gran poeta / dejará
*** cuatro o cinco poemas válidos, / rodeados de fracasos y
borradores. / Sus opiniones personales / son de verdad
Aunque sus primeras publicaciones fueron cuentos y muy poco interesantes”.
su libro más popular es una novela corta o relato largo, Junto con el hábito de hacer de su poética el asunto
el justo reconocimiento en todo el orbe de la lengua es- inmediato del poema, Pacheco empieza desde muy jo-
pañola lo alcanzó por su poesía (que le hizo ganar, entre ven a cultivar una obsesión que suele asociarse a la vejez:
otros, los premios José Asunción Silva, Pablo Neruda, la del tiempo, los estragos que va causando la marcha
Octavio Paz, Reina Sofía y Cervantes). Responsable de implacable del tiempo en individuos y en sociedades y
dos antologías minuciosas, realizadas una con la apro- en todas las cosas. Mucho antes de cumplir cuarenta
bación y otra con el concurso del propio autor, Jorge observa en “Antiguos compañeros que se reúnen”, de
Fernández Granados percibe tres ciclos en la obra poé- Desde entonces (1975-1978): “Ya somos todo aquello /
tica de Pacheco; en mis palabras: el del joven artífice contra lo que luchamos a los veinte años”. Y en “Espe-
que se apropia sin esfuerzo aparente de la tradición, el ranza”, de El silencio de la luna (1985-1990): “El futuro
del poeta ya afianzado en una voz inconfundible que nunca lo vi: / se convirtió en ayer cuando intentaba
cuestiona su quehacer, y el del hombre maduro y luego alcanzarlo”. Hasta que en el muy anticipado “Epitafio”,
viejo que contempla con lucidez la decadencia, tanto de La arena errante (1992-1998), la meditación sobre
personal como colectiva, y la muerte. Una lectura suma- la fugacidad de la existencia llega a su desenlace inelu-
ria de la poesía escrita por Pacheco a lo largo de medio dible: “La vida se me fue en abrir los ojos. / Morí antes
siglo demuestra que esa taxonomía es pertinente y, tam-
bién, que admite más de una excepción.

© Rogelio Cuéllar
De mi propia antología privada, compuesta por
quince poemas procedentes de los trece libros antolo-
gados en Los días que no se nombran (2014), entresaco
algunos ejemplos. “Presencia”, de Los elementos de la
noche (1958-1962), es un soneto intachable cuya ver-
sión original, redactada a los veinte años de Pacheco,
debe no poco a sus lecturas tempranas de Borges: “El
tiempo abierto, / semejante a los mares y al desierto, / ha
de borrar de la confusa arena / todo cuanto me salva y
encadena”. El fragmento 11 de la Tercera Parte de El
reposo del fuego (1963-1964) es un límpido haiku: “El
viento trae la lluvia. / En el jardín / las plantas se estre-
mecen”. “Disertación sobre la consonancia”, de No me
preguntes cómo pasa el tiempo (1964-1968), proporcio-
na ejemplos vivos de retórica clásica y, a la vez, descali-
fica a los poetas tradicionales: “lo mejor que se ha escri-
to en el medio siglo último / poco tiene de común con
La Poesía, llamada así / por académicos y preceptistas
de otro tiempo”. Semejante afán de modernidad, seme-
jante crítica a los poetas solemnes se encuentran, atem-
perados por un manejo impecable del endecasílabo, en
“A quien pueda interesar”, de Irás y no volverás (1969-
1972): “Otros hagan aún el gran poema, / los libros uni-
tarios, las rotundas / obras que sean espejo de armonía.
/ A mí sólo me importa el testimonio / del momento
inasible, las palabras / que dicta en su fluir el tiempo en
vuelo”. Pero el repudio a la preceptiva de los anteceso-
res suele desembocar en una nueva preceptiva. En “El
centenario de Gustave Flaubert”, de Los trabajos del mar

A UN AÑO DE SU MUERTE | 79
© Rogelio Cuéllar

de darme cuenta”. Y lo mismo en el episodio “4. Mis tris- vierte en primera persona del singular al “joven que fui”:
tes capitanes”, perteneciente a “La cena de las cenizas”, “corrijo, suprimo, añado, aclaro”. Ahí le explica: “Pre-
de Como la lluvia (2001-2009), el último volumen de fiero ver en los textos iniciales la colaboración entre un
poesía que alcanzó a publicar: “Antes me preocupaba por escritor precoz y otro tardío que aún está aprendiendo
la muerte. / Ahora sólo me importa cómo voy a morir”. su oficio”. Ahí lo alecciona: “los textos no están acaba-
Es cierto que el tema de la muerte, tanto la propia dos nunca y uno tiene el deber permanente de mitigar
como la ajena, es por su vigencia universal uno de los su imperfección y seguir corrigiéndolos hasta la muer-
más antiguos de la poesía. Es cierto que luego de varios te”. Ahí le pide comprensión y, casi, perdón: “Hice lo
milenios de retórica elegíaca resulta muy difícil valorar que pude. Ahora tú lee estos cuentos desde tu perspec-
la sinceridad del poeta que la practica. Pero no es menos tiva irrecuperable y dime qué te parecen. Aún tengo mu-
cierto que Pacheco hablaba en serio. Según nos consta cho que aprender y de verdad tu juicio me interesa”.
a quienes tuvimos el privilegio de tratarlo durante varias No sé si haya algún escritor honesto consigo mismo
décadas, no hubo un solo día de su madurez y de su (y, añadiría, de medianamente diestro para arriba) que
vejez en que él manifestara o íntimamente no pensara piense haber escrito una obra perfecta. El poema se aban-
con resignada angustia en el advenimiento inevitable dona, no se termina, según sentenció el muchas veces
del fin. Una de las penúltimas veces que platicamos fue citado Paul Valéry. Lo mismo y hasta más se puede afir-
en mayo de 2012: pocos días después de morir Carlos mar del ensayo, del cuento, de la pieza teatral y de la no-
Fuentes, once años mayor que Pacheco. Recuerdo que vela en función de sus respectivas y crecientes longitudes.
este, en el apogeo de sus facultades literarias a los 72, se No en balde se ha dicho desde la Antigüedad clásica, con
preguntó al teléfono: “¿Cuándo me va a tocar a mí?”. Y otras palabras, que entre más breve sea un texto, menos
yo pensé, aunque no le dije: “Ah, qué mi amigo Pache- posibilidades tiene de ser imperfecto.
co. Siempre tan exagerado”. Y el 26 de enero de 2014 Pero siempre hubo escritores reacios o ajenos a las
me sentí, además de muy triste, culpable de haber creí- exigencias de la corrección. Para ir lo más lejos que pue-
do en esa exageración. do: Cervantes, en vez de enmendar los muchos errores
de composición que saltan a la vista en la primera parte
del Quijote, señaló alguno de ellos e intentó explicarlo
*** en el prólogo a la segunda. Y Lope de Vega apenas tuvo
tiempo en su vida tumultuosa de redactar los cientos
Conforme a lo que él mismo postuló en los versos de de tragedias y comedias que se le atribuyen, ya no se di-
“Carta a George B. Moore…” citados unos párrafos ga de revisarlas. Y Góngora no se rebajaba a imprimir
atrás, Pacheco quiso expurgar su literatura de opinio- ni siquiera a firmar sus perplejos poemas. Si no perfec-
nes personales. Hay por lo menos una salvedad a esta tas (calificativo que los teólogos reservan a las de Dios),
ascesis tanto ética como estética. Es la única que co- hay obras difícilmente mejorables. Corregirlas mucho
nozco y se encuentra en “La historia interminable”, pró- las puede desmejorar.
logo a la edición de 1990 de La sangre de Medusa y otros En el prólogo que comento aquí Pacheco se arriesgó
cuentos marginales. Ahí, movido y quizá conmovido por a poner a prueba su doctrina o su manía de la correc-
la oportunidad de juntar en un solo volumen sus muchas ción inacabable. El conejillo de Indias de ese experimen-
narraciones breves publicadas en diversas revistas entre to singular es “La sangre de Medusa” y la versión inicial
1956 y 1984 y nunca antes recogidas en libros le ad- de este relato, escrita a los 18 años del autor, comienza

80 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


así: “Cuando Perseo despierta, sus primeras miradas nun- baucadores medran con los habitantes indígenas de un
ca son para Andrómeda. Prefiere salir a su jardín y ahí pueblo miserable, cuya fe ciega desvían hacia la falaz fi-
lavarse el sueño en la fuente de mármol”. La versión fi- gura de una imagen dizque milagrosa. En “Civilización y
nal de estas frases, corregidas por el narrador a sus 51, barbarie” se funden y confunden, por obra de una escri-
dice: “Cuando Perseo despierta sus primeras miradas tura tan veloz como dúctil, la guerra de los colonos esta-
nunca son para Andrómeda. Sale al jardín, se lava el dounidenses contra los apaches y la guerra de los marines
rostro en la fuente de mármol y…”. Las cursivas son mías. estadounidenses contra los vietnamitas. “Algo en la oscu-
Obviadas las diferencias de puntuación, me pregunto ridad”, por último, es una historia de terror culminada
si en “Sale” pervive la duda insinuada en “Prefiere salir” en un linchamiento que, sin desdoro de su originalidad,
y si “se lava el rostro” es una acción más sugerente que tiene ecos de Kafka y de Borges. Muchos narradores de
“lavarse el sueño”. cuarenta, cincuenta y hasta sesenta años, incluyéndo-
me, firmaríamos hoy mismo ese libro y lo daríamos sin
reparos a la imprenta. Su autor lo escribió entre los 19
*** y los 23 y lo publicó hace poco más de medio siglo.
En un artículo aparecido en 2007 en la revista Pro-
Igual que en la poesía, Pacheco fue desde el principio un ceso para celebrar el cuadragésimo aniversario de Cien
escritor maduro en la narrativa. El viento distante, apa- años de soledad, Pacheco apuntó de pasada que Los alba-
recido en 1963 y reeditado inicialmente en 1969, cons- ñiles (1963) de Vicente Leñero fue la primera novela
ta de catorce cuentos que pueden clasificarse (para usar mexicana en emplear las técnicas del nouveau roman.
una fórmula antigua rescatada por Juan José Arreola, uno Su modestia proverbial le impidió decir que Morirás
de los maestros de Pacheco) como de varia invención. lejos, publicada en el mismo 1967 en que empezó a cir-
Los ocho primeros son retratos breves y precisos, ilu- cular el libro clásico de García Márquez, fue luego de
minados siempre por la develación de algún misterio, Farabeuf de Salvador Elizondo (1965) acaso la tercera.
de la niñez y la adolescencia en el México ya desapare- En esa narración o serie de narraciones entretejidas por
cido de las décadas de 1940 y 1950; “La reina”, el más Pacheco a la barroca manera de los nouveaux romanciers
largo y memorable de este grupo, presenta los pobres franceses, no pasa, hablando estrictamente, nada. Un
afanes y ricos descalabros de una gordita que es víctima hombre lee la sección de anuncios de un diario, senta-
del escarnio de otros jóvenes veracruzanos en un día de do en una banca de un parque; otro hombre lo observa,
carnaval: un caso paradigmático del abuso colectivo que furtivo, desde una ventana en los altos de un edificio
hoy llamamos bullying. Otros cuentos del volumen se vecino. A partir de esa anécdota, o falta de anécdota,
aventuran en los terrenos de la historia, tanto nacional un prosista consumado prodiga voces narrativas que se
como universal, y alguno en los meandros de la fanta- alternan para contar, tomando prestada la pluma del
sía. “La luna decapitada” recorre en pocas páginas la vida historiador judío Flavio Josefo, la destrucción del Tem-
entera de un militar revolucionario que asesina a Aure- plo de Jerusalén por los romanos, o la del gueto de Var-
liano Blanquet, asesino a su vez de Francisco Madero y sovia por los nazis de acuerdo con los testimonios su-
de José María Pino Suárez, y luego cae hasta los últimos puestos o reales de varios verdugos y víctimas, así como
peldaños de la escala social. En “Virgen de los ve- para especular sobre la identidad del lector del periódi-
ranos”, escrito no a la sombra sino a la luz de Rulfo (la co y de quien lo espía, hasta sugerir pero no aseverar que
frase aquí adaptada es de Fernando del Paso), tres em- el hombre del parque bien pudiera ser un fugitivo mé-
© Rogelio Cuéllar

A UN AÑO DE SU MUERTE | 81
dico alemán que durante la Segunda Guerra Mundial brava”, en cambio, es una lección de narrativa: un cuen-
experimentó con gente viva en un campo de extermi- to fantástico inserto en otro de apariencia realista, que
nio y el hombre del edificio, un israelí que lo persigue incluye la crítica del primer cuento y una descripción
con el propósito de castigarlo por sus crímenes. Dos años de la vida literaria mexicana de ayer y hoy ejecutada con
después de Elizondo y más de tres décadas antes de los una minuciosa malevolencia de la que Pacheco, con to-
narradores del Crack, Pacheco demostró con maestría do y su bondad personal incuestionable, era muy capaz.
que nada obliga a un novelista mexicano a novelar sólo a “Langerhaus” oscila entre la fantasía y la mera alucina-
México. En la última página de Morirás lejos, que igno- ción al plantear la existencia, ¿real o ilusoria?, de un ami-
ro por qué motivos no fue objeto en mucho tiempo de go de juventud a quien nadie salvo el narrador recuer-
una reedición corregida, figura la fecha: marzo-diciem- da. Decididamente sobrenatural, “Tenga para que se
bre de 1966. El creador de esa novela excepcional tenía entretenga” es una historia de aparecidos en donde el
entonces 27 años: tantos o tan pocos como yo cuando, México del Segundo Imperio irrumpe en el México de
casi inédito, lo conocí. la década de 1940, bajo la forma de un hombre alto y
Con El principio del placer, de 1972, Pacheco se es- barbudo y fofo y con decimonónico uniforme militar
tableció de manera definitiva como narrador. El año si- que antes de desaparecer para siempre en unas impro-
guiente, meses antes de cumplir él 34, le otorgaron por bables catacumbas de Chapultepec, llevando consigo a
ese libro el Premio Xavier Villaurrutia. Desde entonces un niño incauto, le da a la madre del crío secuestrado un
hasta 2013 el volumen no cesó de reeditarse con las su- ejemplar de la Gaceta Imperial del 2 de octubre de 1866;
cesivas correcciones del autor. Una novela corta o rela- yo fui uno de los muchos despistados que creyeron que
to largo y cinco cuentos lo componen. El texto que le ese personaje era el fantasma del emperador Maximi-
da su título es la historia del amor de un adolescente liano, pero el día en que se lo dije a Pacheco, él lo negó
recién salido de la niñez por una muchacha un poco ma- con énfasis. Por lo demás, “Cuando salí de La Habana,
yor que, a semejanza del régimen de Miguel Alemán válgame Dios” es otra fantasía redonda, esta vez sobre un
que asoma en el trasfondo de la narración, se emputece viaje colectivo en el tiempo, y varios o por lo menos
a la vista de todos salvo de él; el tema prefigura el de Las uno de los relatos incluidos en El principio del placer,
batallas en el desierto y, como ese otro gran relato exten- cuyos editores califican con justicia de clásico, merece-
so o novela corta, este pudo publicarse aparte con toda rían convivir con otras obras destacadas del subgénero
dignidad. “La zarpa”, de sólo seis páginas, narra de modo en la canónica Antología de la literatura fantástica de Bor-
un tanto maniqueo la desigual amistad entre dos muje- ges, Ocampo y Bioy Casares.
res, una rica y guapa y exitosa, otra pobre y fea y fraca- Nueve años, sin contar las reediciones siempre co-
sada, cuyos destinos se intercambian al final. “La fiesta rregidas de sus libros anteriores, tardó Pacheco en vol-
© Rogelio Cuéllar

José Emilio Pacheco y Cristina Pacheco

82 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


© Rogelio Cuéllar
ver a publicar narrativa. El resultado de esta fructífera
pausa fue Las batallas en el desierto (1981), una narra-
ción maestra de 68 páginas con generoso puntaje y am-
plia interlínea en su edición de 2013. El relato propo-
ne, contada muchos años después por él mismo ya casi
viejo, la historia de un adolescente transfigurado por el
amor imposible a una mujer todavía joven pero bas-
tante mayor que él y madre además de su mejor amigo.
El relato cuenta a la vez la historia de una ciudad, o par-
tes de una ciudad, transformada y degradada por obra
consciente y rapaz de la corrupción política y empresa-
rial durante el régimen de Miguel Alemán. Estas histo-
rias paralelas se juntan en el párrafo final del libro, que
no resisto la tentación de transcribir:

Demolieron la escuela, demolieron el edificio de Maria-


na, demolieron mi casa, demolieron la colonia Roma. Se
acabó esa ciudad. Terminó aquel país. No hay memoria
del México de aquellos años. Y a nadie le importa: de ese
horror quién puede tener nostalgia. Todo pasó como pa-
san los discos en la sinfonola. Nunca sabré si aún vive Ma-
riana. Si hoy viviera tendría ya ochenta años.

Quien relea estas palabras advertirá la calidad de la


escritura. La repetición casi hipnótica del verbo demo-
lieron en la primera frase. El riesgo calculado de enlazar
heptasílabos con la misma acentuación en la segunda y
en la tercera, para sugerir el ritmo reiterativo de una le-
tanía. La mención de la sinfonola para retroceder en el
tiempo. La reaparición del nombre de Mariana en la pe-
núltima frase. La exclusión del pronombre relativo que,
tan difícil de evitar, de todo el párrafo. La reincidencia, lucha por la Independencia. Porque yo tenía la mala
como por descuido, del sustantivo “años”. Con tales costumbre de infligirle mis publicaciones y porque
sutilezas, apenas perceptibles para el lector embebido compartíamos el interés en la historia del Porfiriato, le
en lo anecdótico, se edifica el arte discreto de la prosa. envié a Pacheco un ejemplar de ese libro. Seguro de que
lo leería sin tardanza, como hacía con todos los libros
que se le mandaban y con casi todos los que nadie se
*** molestaba en mandarle, busqué cualquier pretexto para
llamarlo dos o tres semanas después. En efecto, lo ha-
Salvo por “La niña de Mixcoac” (un cuento con una bía leído. No sólo eso. La lectura lo había perturbado
crítica del cuento integrada en el texto a la manera de porque, según me reveló de golpe, él desde hacía un buen
“La fiesta brava”, ubicado al final de De algún tiempo a tiempo estaba escribiendo una novela sobre el mismo
esta parte. Relatos reunidos (2014) y donde se alude al asunto. “¿Sobre el atentado?”, le pregunté contrito, co-
año de 2005 en que se escribió o se corrigió por última mo si la coincidencia me inculpara de plagio. “No”, me
vez) Pacheco no hizo pública otra narración después de tranquilizó. “No exactamente sobre el atentado, aun-
Las batallas en el desierto. Se sabe sin embargo que no se que sí sobre la época y algunos de los personajes”. Pa-
privó de escribir narrativa, al menos de modo intermi- checo no dijo más y yo nunca (por una injustificada cau-
tente, en las más de tres décadas que duró su silencio en tela de la que ahora me arrepiento) volví a tocar el tema
el género en que se inauguró como escritor. con él.
Yo lo sé de primera mano y por persona interpósita. Pero lo comenté, uno o dos años más tarde, con un
En 2007 publiqué Expediente del atentado, una novela amigo común cuyo nombre no menciono para no ha-
construida en torno de una chusca agresión no ficticia cerlo cómplice involuntario de mi infidencia. El amigo
que sufrió Porfirio Díaz el 16 de septiembre de 1897, (escritor y profesor de literatura hispanoamericana, co-
durante el desfile conmemorativo del comienzo de la mo Pacheco) me contó que, en una ocasión entonces

A UN AÑO DE SU MUERTE | 83
© Rogelio Cuéllar

reciente en que ambos habían coincidido en dar clases parte de una obra ingente que trasciende, conforme a
durante un semestre académico en la misma universi- lo que él mismo quería, lo meramente personal.
dad estadounidense, Pacheco, luego de mucha insis- Tuve la suerte de trabajar como editor con Pacheco.
tencia del amigo y amparado quizás en la relativa irres- A principios de 1994, luego de casi 17 años empleados
ponsabilidad de hallarse en el extranjero, le dio a leer bien o mal en la diplomacia, me separé del Servicio Ex-
partes de una novela sin título y con asunto porfiriano. terior y regresé a México. Era mi intención dedicarme
El compuscrito constaba de no pocos cientos de pági- de lleno a los libros. Como los míos no me daban (ni
nas, que el amigo leyó de un tirón. Al devolvérselas a me dan) para vivir, opté por los ajenos. Una coinciden-
Pacheco le dijo, sin exagerar, que era lo mejor que había cia apenas verosímil hizo que mientras yo, no sin res-
escrito. Cuando el amigo le preguntó por qué no pu- quemores, decidía cambiar de vida a los cuarenta, mi
blicaba esa novela, Pacheco le contestó, previsible e amigo Alfonso de María y Campos fuera nombrado di-
inexorablemente, que no estaba terminada. Que le fal- rector general de Publicaciones en el Conaculta, y que
taba todavía investigar quién sabe cuánto para asegurar- en cuanto se instaló en esa oficina se le ocurriera invi-
se de que no alteraba la historia. Que el texto requeriría tarme a coordinar varias colecciones editoriales.
después de infinitas correcciones. Y que él de cualquier Mi nueva vida comenzó con un desayuno de traba-
manera ya había publicado más de la cuenta. jo. Además de Alfonso de María y yo, asistieron Pache-
Por fortuna, no es cierto. Por fortuna, Pacheco no co y el ensayista e historiador Antonio Saborit, a quien
ha acabado de publicar. A no ser que la haya destruido conocí ese día. La reunión tenía el propósito de rescatar
(pero no lo imagino absteniéndose del placer o del vi- dos proyectos editoriales emprendidos pero no termi-
cio de corregirla aún más), una novela, presumiblemen- nados por Pacheco. Uno era la edición completa de la
te una de las grandes novelas hispanoamericanas del si- columna entre autobiográfica y de crónica político-
glo XXI, aunque sólo sobreviva en forma fragmentaria e social que, desde 1937 hasta su muerte en 1973, Salva-
inacabada, vendrá tarde o temprano a culminar su obra dor Novo había publicado semanal y sucesivamente en
ya más que perdurable como narrador. las revistas Hoy, Mañana y Siempre! y que en la década
de 1960 Pacheco empezó a compilar en tres tomos, a
razón de uno por sexenio, con el título general de La
*** vida en México (en homenaje a Madame Calderón de
la Barca) al que se le agregaba la especificación: en el
Otros afanes complementaban o entorpecían, según se período presidencial de y luego el nombre del presidente
decida ver, la composición de sus propios libros. Ade- en turno: Lázaro Cárdenas, Miguel Alemán y Manuel
más de ser un poeta consagrado y un narrador ejem- Ávila Camacho; sin tiempo o sin ganas de continuar esta
plar, Pacheco fue un gran editor, un gran traductor y un labor, Pacheco nos pasaba la estafeta a Saborit, como
gran periodista. Me han contado que Fernando Benítez, compilador y prologuista de los últimos tomos, y a mí,
quien contribuyó a iniciarlo en el periodismo, lamen- como coordinador editorial de toda la serie. El segun-
taba después, no sé si consciente de la paradoja, que es- do proyecto era la edición también completa de la obra
cribir con asiduidad para las revistas y suplementos cul- autobiográfica de Federico Gamboa, que abarca Impre-
turales le quitara tanto tiempo a Pacheco. Yo pienso que siones y recuerdos, sus memorias de juventud, y siete to-
todo lo que hizo es literatura, buena literatura, y forma mos, dos de ellos (los más voluminosos) inéditos en-

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tonces, de Mi diario. Mucho de mi vida y algo de la de los mis observaciones y, además, me reconvino amistosa-
otros, de los que Pacheco había hecho una selección pu- mente por no haber detectado algunas otras deficien-
blicada en 1977 y ya inencontrable quince años después; cias que él corrigió. Y volvió a corregir. Y siguió corri-
en este caso él estaba dispuesto a escribir dos prólogos, giendo hasta que me vi en la necesidad de secuestrar unas
para Impresiones… y para la totalidad del Diario, y una páginas ya incapaces de mejora que de otro modo no se
cronología de Gamboa destinada a figurar al final de cada habrían publicado nunca.
volumen; a mí me correspondería ayudarlo en lo que hi- Una de las primeras ocasiones en que acudí a su casa
ciera falta y supervisar las demás tareas editoriales, que en la colonia Condesa fue a mediados de 1994. Nos
incluían la ardua elaboración de un índice onomástico. sentamos, como se haría costumbre a partir de ese año,
Fue como volver ya cuarentón a la universidad. En en una pequeña sala que en otra parte se habría llama-
1994 mi saber editorial se reducía a la corrección de do vestíbulo y allí era una de tantas extensiones de la des-
estilo, a la lectura de pruebas (que todavía se llamaban bordante biblioteca. Le entregué un ejemplar de Me-
galeras) y a la casualidad de haber acompañado al poeta moria y olvido. Vida de Juan José Arreola (1920-1947)
peruano Armando Rojas a imprimir en una prensa ma- contada a Fernando del Paso, que acababa de publicarse
nual los folios de la revista bilingüe que ambos y otro en la misma colección editorial donde estaban empe-
par de latinoamericanos entusiastas publicábamos en Pa- zando a aparecer los tomos de Novo y de Gamboa. Lue-
rís. Con sus comentarios generales, con sus apuntes cer- go de hojear el libro Pacheco me preguntó si ya me había
teros y con el ejemplo empírico de sus incesantes correc- contado la historia del Bestiario. Yo la conocía vaga-
ciones, Pacheco me enseñó que la edición es o debería mente de oídas o de leídas, pero le dije sólo que no.
ser ante todo una actividad creativa. No resulta nada des- Desfigurada por mi pluma olvidadiza, la historia es
preciable saber de sangrías y de cuadratines, de callejo- más o menos esta. En 1959, ya víctima de la agrafia que
nes y de viuditas, de puntaje y de interlínea, de páginas le- terminaría por confinarlo en el silencio editorial, Arreo-
gales y de i-ese-be-enes, de tintas y de gramaje del papel; la concibió la idea de componer un bestiario. Imposi-
Pacheco no desconocía estas cosas, pero su trabajo como
editor se concentraba en ponerse al servicio del autor

© Rogelio Cuéllar
para garantizar la excelencia del texto. Su humildad
ante el original, pero también su rigor ante los descui-
dos autorales y la negligencia de los copistas eran tanto
más necesarios cuanto que los escritores que editaba,
como Novo y Gamboa, solían estar impedidos por la
muerte para ejercer la autocrítica. Él pensaba que cual-
quier autor, desde los más grandes hasta los no tanto,
tenía que agradecer las correcciones de sus editores, por-
que lo que importa no es el ego sino la obra. Yo también
lo pienso, no escarmentado por la experiencia de editar
a ciertos autores vivos que resienten la menor enmien-
da como una agresión mayor.
Pacheco (me consta) no podía haber estado más le-
jos de esa arrogancia. Como los que enriquecen la Anto-
logía del modernismo y la de Poesía mexicana 1821-1921,
el prólogo a la edición completa del Diario de Federico
Gamboa es en sí mismo un ensayo magistral. Biografía
no sólo literaria de un personaje no sólo escritor, histo-
ria sucinta de una época oficialmente repudiada e ínti-
mamente añorada, lectura acuciosa e imparcial de una
obra con la que el lector no se identifica, el texto con-
movió hasta las lágrimas a un amigo cuyo nombre pro-
metí no difundir. Yo también quedé maravillado cuando
me tocó la fortuna de leerlo en mecanuscrito (pues el
uso de la computadora aún no se universalizaba). No
recuerdo qué coma, qué dedazo, qué repetición, qué
falta de correspondencia de género o de número fue todo
lo que mi novata perspicacia editorial logró enmendar-
les a esos párrafos modélicos. Pacheco aceptó sin chistar

A UN AÑO DE SU MUERTE | 85
bilitado por sus fobias para escribir un solo renglón, fue Cierta vez, al teléfono (casi todos nuestros encuentros
elaborando los textos en su conciencia y depositándo- y este único desencuentro se fueron reduciendo a ser te-
los en su formidable memoria (a la manera, se me ocu- lefónicos), le pregunté, a propósito de una traducción
rre, del protagonista del cuento “El milagro secreto”, de suya de un poema no recuerdo si del polaco Zbigniew
Borges: un dramaturgo a punto de morir que durante Herbert o del checo Vladimir Holan, para qué traducir
un año subjetivo, en que Dios detiene el tiempo para de idiomas que uno ignoraba. Demasiado tarde reparé
todo el mundo salvo él, redacta su obra maestra que en que la pregunta era impertinente, si no de plano ofen-
nadie leerá). Cuando el trabajo de composición estuvo siva, y temí que él con justicia interrumpiera la plática.
terminado en la mente de Arreola, el joven Pacheco (te- Pacheco no colgó, aunque se demoró en responder. Con
nía veinte años) vino en su auxilio. En unas cuantas se- una voz inusual, en la que creí percibir su molestia pero
siones, recostado en un sillón que yo imagino como el también su tolerancia, me dijo que traducía poemas es-
de un psicoanalista, Arreola dictó los textos compactos critos en otras lenguas porque le gustaban y quería com-
del Bestiario mientras Pacheco los transcribía a mano, partir ese gusto con la mucha gente que no tenía la ven-
para luego pasarlos a máquina y volver a revisarlos con taja de conocer el inglés o el francés en que él los había
Arreola, hasta completar en pocos días una joya de la leído. En pocas palabras: me dijo, con razón, que no fue-
prosa en español del siglo XX. ra esnob.
Pacheco afirmaba que su parte en el Bestiario se ha-
bía reducido a la mera transcripción. Después de com-
probar lo que hizo Del Paso con la oralidad de Arreola ***
en Memoria y olvido sospecho que, como siempre, a Pa-
checo le ganaba la modestia. Sospecho que, en esta co- Aunque nunca cometí la impertinencia de preguntár-
mo en quién sabe cuántas otras aventuras editoriales, selo, creo que Pacheco también ejercía el periodismo
Pacheco fue más, mucho más que un amanuense. como servicio social. Durante más de 50 años se esme-
ró en perfeccionar un género literario de su invención:
un híbrido de la crónica y el ensayo que no desdeñaba
*** recurrir a la fantasía narrativa. Empezó con la columna
mensual “Simpatías y diferencias” en la Revista de la Uni-
La voluntad de transmitir y enriquecer la literatura aje- versidad en 1960. Después, ya con periodicidad sema-
na se manifestó con creces en su vasta obra como tra- nal, pasó a “Calendario” en el suplemento “La Cultura
ductor. Pacheco tradujo clásicos de la prosa decimonó- en México” de Siempre! y de ahí a “Inventario” (que
nica en inglés (De profundis, de Oscar Wilde) y en francés remite desde luego a inventariar pero sugiere asimismo
(una parte de las Vidas imaginarias, de Marcel Schwob). inventar) en “Diorama de la Cultura” de Excélsior y, a
Tradujo teatro (Un tranvía llamado deseo, de Tennessee partir de 1977, en Proceso. Además, a principios de 1999
Williams). Tradujo sobre todo poesía, páginas y páginas tuvo una columna efímera, “Reloj de arena”, en la re-
de poesía escrita originalmente en no pocos idiomas que cién fundada Letras Libres.
se fueron acumulando bajo el título de Aproximaciones. Miguel Ángel Flores ha documentado que tan sólo
Ninguna traducción (se antoja escribir: transustan- en los artículos del primer año de “Simpatías y diferen-
ciación) lo ocupó y preocupó más tiempo ni (supongo) cias”, escritos cuando Pacheco tenía apenas 21, se habla
le procuró mayor placer y callado orgullo que la de los con autoridad de André Malraux, Cesare Pavese, Germán
Cuatro cuartetos de T. S. Eliot. Es difícil que haya en el Arciniegas, James Joyce, André Gide, François Mauriac
mundo una versión mejor que la suya de esa serie de poe- y Jorge Luis Borges, así como de las traducciones de
mas centrales en el desarrollo de la poesía occidental en Juan Rulfo al inglés y de Martín Luis Guzmán al fran-
el siglo XX. Por su exactitud y naturalidad, logradas a lo cés, además de diversas notas culturales aparecidas en las
largo de varias décadas de convivencia íntima con el tex- revistas Cuadernos, Esquire, L’Express y Mercure de France.
to, la versión de Pacheco resulta insuperable en lengua La caudalosa erudición de Pacheco (cultivada en una
española. Las notas oportunas y aleccionadoras con que época hoy impensable en que no había Internet) no se
complementa el original sin estorbar el gozo de la lectu- limitaba a la literatura. Acaso la mayor enseñanza de su
ra merecerían traducirse al inglés e incorporarse al vo- incansable labor periodística sea que quien no sabe de
lumen para constituir la edición definitiva que (estoy historia no sabe nada.
seguro) el mismo Eliot no hubiera desaprobado. No fui el primero ni el último de los muchos cono-
Dice mucho de Pacheco que, aun cuando él por su- cidos de Pacheco que le propusimos editar una selección
puesto no lo haya planeado así, lo penúltimo que publi- de sus artículos. La mía deseaba ser contrafactual: neo-
có en vida fue precisamente una “aproximación” ano- logismo que ciertos historiadores no exentos de pedan-
tada a East Coker, en Letras Libres de enero de 2014. tería emplean para designar lo que habría pasado o de-

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© Rogelio Cuéllar
jado de pasar si tal acontecimiento no hubiera sido como tal de entre 7,500 y 10,000 páginas cuya edición com-
fue o si tal personaje histórico no hubiera hecho lo que pleta podría razonablemente distribuirse en quince o
hizo. Pacheco era un maestro en este subgénero de la veinte tomos que serán, en conjunto, una de las obras
historia-ficción. Recuerdo un “Inventario” en el que Ál- mayores de la literatura hispanoamericana.
varo Obregón no muere asesinado y se aferra a la silla
presidencial y le toca inaugurar ya anciano y dictador
perpetuo la Olimpiada de 1968. Hay otro en que el jo- ***
ven Pacheco y el joven Monsiváis en la década de 1960
acuden a la Biblioteca de México a entrevistar a un fun- Lo último que escribió Pacheco fue un “Inventario” des-
cionario viejito que en su propia juventud en la década tinado a publicarse en Proceso el domingo 26 de enero
de 1920 escribió un par de libros de poesía muy buenos de 2014: justo el día en que, por una coincidencia que
y ya olvidados y a quien sus colegas burócratas conocen no voy a calificar de rica en simbolismo, él iba a morir.
como don Moncho Velarde. Sólo que Pacheco no quiso El artículo se titula “La travesía de Juan Gelman” y em-
saber nada de mi propuesta. Su argumento para recha- pieza así:
zarla fue que antes de reunir los artículos en un libro
tendría que corregirlos y la corrección le quitaría el tiem- ¿Existirá una palabra para la nostalgia de lo que no fue y
po necesario para escribir más artículos. Resultó inútil estuvo a punto de ser? Por ejemplo, que el Colegio de Tla-
alegar que si él no supervisaba la edición de esos textos, telolco hubiera durado lo suficiente para consumar una
otros Pachecos y Saborits y Uribes terminarían por edi- verdadera literatura mestiza, una fusión de lo indígena y
tarlos de manera póstuma como habíamos hecho con lo español prefigurada por las Liras de Netzahualcóyotl
los de Novo. en la versión de su sobrino-nieto Fernando de Alva Ixtlil-
Nada restituye a una persona que muere. Una apro- xóchitl. O que Cervantes hubiese venido a la Nueva Espa-
ximación irrepetible al universo muere con ella. Pero ña para escribir aquí un Quijote con texturas mexicanas.
Pacheco era más que su entrañable persona y a quienes O que Francisco Xavier Clavijero hubiera concluido su
lo echamos en falta nos queda el consuelo de que aún Enciclopedia novohispana de la que sólo quedó gloriosa-
seguiremos leyendo libros inéditos suyos, o apenas édi- mente su Historia antigua de México…
tos, durante mucho tiempo. Mi cálculo no sé qué tan
conservador es que a razón de 50 artículos anuales a lo Al copiar este párrafo pienso: su prosa nunca dejó
largo de 50 años, escribió unos 2,500 artículos: un to- de ser envidiable. Y también: siempre volvía a lo con-

A UN AÑO DE SU MUERTE | 87
trafactual. Y además: seguro que no le habría disgustado do escribir. Y que hubiera escrito exactamente lo que es-
saber que su “Inventario” final fue un homenaje póstu- cribió en sus últimos días: un recuento obituario de otro
mo (el segundo al hilo, pues la semana anterior había poeta a quien frecuentó y admiró.
publicado otro artículo sobre el mismo tema) al recién No hay autor que no tenga, tácita o explícita, cons-
fallecido Juan Gelman, su amigo y vecino en la Condesa. ciente o inconsciente, deliberada o involuntaria, una es-
Y entonces me pregunto: ¿qué escribiría uno si supiera tética. Pacheco tuvo además una ética de la palabra. No
que iba a ser lo último? ¿Qué escribiría yo? ¿Escribiría? tanto una teoría como unos principios. Una práctica
No pretendo hablar por él, pero creo y espero que constante del deber del escritor. O si se prefiere: un abo-
Pacheco, de habérsele dado la alternativa, habría elegi- no continuo a la triple deuda en el fondo impagable que
todos y cada uno contraemos al escribir. Deuda con los
antecesores, en particular los de la misma tradición lin-
© Rogelio Cuéllar

güística y más aun del mismo país, sin los cuales nadie
estaría donde está. Deuda con los contemporáneos, con
la comunidad de autores a la que uno pertenece quié-
ralo o no, y que suministra el espacio hospitalario u hos-
til donde uno por fuerza se mueve. Y deuda sobre todo
con los lectores, los meros y casi siempre escasos y mu-
chas veces ingratos lectores, que dan razón de ser a todo
lo demás. Como nadie que yo conozca, Pacheco hizo de
la literatura una apuesta, y también un apostolado, por
los que pagó, en sentido no tan figurativo, con su vida.

***

Fue en un sueño. Los tres caminábamos en una calle


indistinta de París, cerca de la embajada de México. Yo
tenía que recoger algo en el norte de la ciudad, no lejos
de Belleville: algo importante. Al llegar a un ancho y
recto bulevar le propuse a mi mujer que se adelantara
con Pacheco a nuestro departamento en la rue Bona-
parte, donde yo los alcanzaría en cuanto pudiera. Pa-
checo terció para decir que prefería acompañarme y los
© Rogelio Cuéllar

tres continuamos la marcha juntos. Mientras avanzá-


bamos, Pacheco me preguntó si iba a quedarme más
tiempo en París. Le contesté que la Secretaría de Rela-
ciones me había trasladado a otro sitio y que yo debía
irme en pocos meses. De golpe me di cuenta de que no
sabía adónde me mandaban. Y mi mujer tampoco lo sa-
bía. Pero lo importante, según le dije a Pacheco, era que
yo no iría a ese sitio, sino que regresaría a México. A
dedicarme a otra cosa, aunque me daba miedo no saber de
qué iba a vivir. Pacheco dijo que había que tomar ries-
gos. Y en ese momento me percaté de que nos había-
mos extraviado. Y nos adentrábamos en un paraje casi
boscoso. Y Pacheco no debía (no podía) andar por allí
con nosotros, porque estaba muerto. Y como no sabía
qué decirle, cómo decírselo, se me ocurrió comentar:
“Eso pasa siempre que sueño que camino por París: me
pierdo”. Y Pacheco, entre sorprendido y decepcionado,
decía simplemente: “Me tengo que ir”. Y yo lo veía
desaparecer en una esquina de ese París cada vez más
imposible. Y despertaba desconsolado porque Pacheco
ya no iba a regresar jamás.

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Reseñas
y notas

Wolfgang Amadeus Mozart Lizbeth Sagols Ramón Xirau

Guillermo Fadanelli José Lezama Lima Juan Goytisolo


Hacia un Estado democrático y social
José Woldenberg

En materia democrática y en el ejercicio cial fue puesta en la picota y que ello coad- por ciento, este alcanzó 5.5, 4.4 y 4.5 por
de las libertades, el país ha avanzado y mu- yuvó al gran viraje. Pero luego de la crisis ciento en Corea del Sur, Singapur y Hong
cho. Pero en la misión de construir una so- financiera global del 2008, el tema central Kong”. Y en los últimos treinta años, de
ciedad más equitativa, nada o casi nada. Eso no debería ser ese, sino cómo hacerlo viable. 1982 en adelante, “el crecimiento econó-
no sólo multiplica las patologías aunadas a Resulta un imperativo no sólo ético sino po- mico —de nuestro país— fue prácticamen-
la desigualdad social, sino tiende a debili- lítico hacer frente al océano de desigualda- te nulo”. Lo que resulta más disruptivo por-
tar lo poco o lo mucho que se ha edificado des que generó el desvío hacia la derecha y que cada año se incorporan cientos de miles
en términos de una convivencia/competen- a su catarata de problemas. Porque sólo cons- de personas al mercado laboral en donde
cia pluralista. truyendo un piso que atienda las necesida- no encuentran un trabajo formal. “Se esti-
Por ello, reflexionar sobre los abruma- des materiales y culturales de las personas se- ma que de 1996 a 2010 el promedio anual
dores déficits en la materia y sobre la nece- remos capaces de edificar un basamento para de empleos formales generados fue sólo de
sidad de construir un Estado con vocación una convivencia medianamente razonable. 361 mil”, mientras que se incorporaban en-
social parece no sólo pertinente sino obli- Lo dice mejor Luis F. Aguilar: “La reacti- tre 1.1 y 1.2 millones de personas cada año.
gado. Tiene razón Luis F. Aguilar cuando vación de la validez y la eficacia del Estado Sobra decir por qué la informalidad creció
inicia su prólogo de El futuro del Estado so- social es fundamental para poder realizar el de manera multiplicada y expansiva.
cial diciendo que “la creación eminente del ideal racional de vivir en una sociedad hu- Se trata de un desperdicio grave del lla-
siglo XX ha sido el Estado social”, “la res- mana incluyente e integrada, capaz de ofre- mado bono demográfico que de manera tan
puesta institucional, democrática y civili- cer solidaridad, protección y justicia fren- clara explica Manuel Ordorica (“La pobla-
zatoria a la cuestión social”. Se trató de “un te a los hechos de pobreza, vulnerabilidad, ción en México en el siglo XXI”). Dicho bono
nuevo orden”, “cimiento de la prosperidad, iniquidad y abandono”. consiste en que en los años que corren y
la seguridad y el bienestar sostenido”. Fue Para México el asunto es dramático. Y hasta el año 2030, el país contará con mu-
una tercera opción, que tomó “distancia la información que proporciona Gonzalo chas más personas en edades activas que
de la indiferencia normativa y política del Hernández Licona resulta pertinente e ines- inactivas, es decir, que la proporción de hom-
Estado liberal”, pero también del “Estado capable (“Crecimiento económico, desigual- bres y mujeres en edad de trabajar será mu-
socialista autoritario o totalitario” que su- dad y pobreza en México”). Me parece que cho mayor que la de dependientes econó-
primió todas las libertades. es un muy buen punto de partida. Se trata micos. Según las cifras de Ordorica, por
Su momento estelar puede situarse en de las cifras producidas por el Coneval. cada 100 personas activas —entre 15 y 65
Europa entre el fin de la Segunda Guerra México tiene un ingreso per cápita que años—, hay menos de 50 en edades inacti-
Mundial y los últimos años setenta, en los se puede situar entre Turquía, Costa Rica y vas —de menos de 15 y más de 65 años—.
que la llamada revolución neoliberal, para Siria (un poco más arriba) y Colombia, Perú Pero esa oportunidad se nos está desvane-
enfrentar los déficits generados por el “mo- y Sudáfrica (un poco más abajo). En los años ciendo en las manos y en el futuro aparece
delo”, empezó a desmantelar mucho de lo cincuenta, México, Corea del Sur, Japón, una realidad compleja: una proporción me-
construido. Privatizaciones, desregulación, Hong Kong y Singapur tenían un PIB per nor de personas en edades activas que inac-
combate a los sindicatos y a los contratos co- cápita similar. Sesenta años después, “en tivas, o para decirlo de manera más con-
lectivos de trabajo fueron banderas derivadas Singapur y Hong Kong una familia pro- tundente, un mundo de viejos pobres sin
de la idea de que el Estado y sus facultades medio percibe casi cuatro veces más ingre- su correlato de jóvenes trabajadores.
compensatorias, normativas, económicas, sos que una mexicana, y en Corea del Sur Vuelvo al texto de Hernández Licona.
eran parte del problema y de que el merca- la diferencia es casi el triple”. Pero el crecimiento precario o estancamien-
do sería una fórmula eficiente para poner La explicación de ese “rezago” es el muy to de la economía es aun más preocupante da-
“las cosas en su lugar”. diferente crecimiento económico. “Mien- da la añeja desigualdad que tiñe nuestras re-
Cierto, como apunta el mismo Luis F. tras que en 62 años el crecimiento prome- laciones sociales. Ya sabemos que somos más
Aguilar, que la “viabilidad” del Estado so- dio del PIB per cápita en México fue de 2.0 desiguales que Suecia o Estados Unidos, pe-

90 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


ro también resultan menos desiguales que
México, Ucrania, Etiopía, Vietnam, Nige-
ria o Kenia. En 2010, mientras el 10 por
ciento de los hogares más pobres recibían
sólo el 1.8 por ciento del ingreso total, el
10 por ciento de las familias más ricas reci-
bía el 34 por ciento del mismo. Y esa desi-
gualdad parece inamovible a lo largo de los
años (se puede ver la información en el tex-
to multicitado).
De tal suerte que si la estrategia econó-
mica no está dando resultados y los bene-
ficios en términos de cohesión social son
(casi) inexistentes, parece necesario repen-
sar la ruta por la cual se enfila el país. En
ese sentido, Rolando Cordera Campos (“El
Estado social en México: debilidades y via-
bilidades”) hace un llamado a repensar el
papel del Estado —hoy, una “institución
anémica, incapaz de actuar como elemen-
to regulador del conflicto social y redistri-
buidor de la riqueza y el ingreso”, como uno
de los desenlaces de la “revolución neo-
liberal”—, para convertirlo en palanca de
desarrollo y redistribución social. lítica fiscal y de gasto público. (Me) llama cos de una misma moneda: la recaudación
Cordera recupera la historia de ese Es- la atención una propuesta en particular: que debe ser progresiva y el gasto —trans-
tado que pudo, de los años treinta hasta los “una reforma fiscal que financie un siste- parente— que debe servir para atemperar
primeros ochenta, fomentar el crecimien- ma de seguridad social universal”, la cual por lo menos las inequidades sociales.
to económico y fórmulas de inclusión social, tendría efectos más que nobles en térmi- No son todos los artículos que contie-
sobre todo a la luz de la “historia negra” que nos de equidad, y además “estos ingresos ne el libro.1 Pero el hilo conductor del mis-
se construyó para diseñar el nuevo paradig- adicionales no estarían supeditados a las mo no es otro que el de la obligación moral
ma. Pero sobre todo —insiste— en retomar inercias históricas”. y política de pensar en un rumbo nuevo
el mandato constitucional que pone en pie Si no entiendo mal, se trataría de una para el país. Una ruta que permita combi-
un Estado social de derechos que topa con política específica tendiente a construir uno nar los dos grandes valores que puso en acto
sus propias capacidades disminuidas para de los pilares de toda sociedad que se pre- la modernidad: igualdad y libertad. Porque
intervenir y sobre todo con lo que ha sido cie de atender los derechos fundamentales ya sabemos o deberíamos saber, que optar
una falla estructural añeja: la debilidad fis- con un esfuerzo tributario destinado a una por uno solo de ellos conduce a extremos
cal del propio Estado. finalidad estratégica. Sería además un in- indeseables: sociedades parecidas a campos
En esa dirección resulta más que suge- tento por romper un opresivo círculo vicio- de concentración o sociedades donde unos
rente el artículo de Horacio Enrique So- so, porque dice Sobarzo: “los países con cuantos concentran el bienestar y la riqueza.
barzo (“Posibilidades de reforma fiscal en grandes desigualdades obstaculizan la ca- México vive una situación tensa, carga-
países en desarrollo”) que apuntala una dis- pacidad para recaudar, lo que con frecuen- da de preocupantes presagios y un rosario de
cusión para lograr no sólo una mayor cap- cia se traduce en gobiernos más pequeños crisis combinadas. Es imprescindible deli-
tación de recursos que fortalezcan las fi- con menor capacidad para incidir en una near un futuro incluyente, que genere cohe-
nanzas públicas, sino que además tenga un mejor distribución del ingreso”. sión social y una esperanza compartida.
impacto redistributivo dadas las abismales Es una reforma que sin embargo topa
desigualdades que cruzan a nuestro país. no sólo con intereses fuertemente enquis- 1 René Millán escribe sobre “Las transformaciones

El autor parte de reconocer la realidad tados en los propios circuitos de la política y de la sociedad”; Raúl M. Mejía sobre “Estado social y de-
recho social”, Macario Schettino sobre “¿Cuál Estado
en la materia: la recaudación tributaria se la economía, sino además con la exigencia social hay que financiar?”; Carlos Elizondo Mayer-Serra
ha mantenido prácticamente estancada en —y en ocasiones coartada— de que es im- sobre “Ciudadanos, impuestos y gasto público en Mé-
las últimas tres décadas y alrededor de un prescindible primero limpiar al gasto públi- xico” y yo sobre “Socialdemocracia para México”.
tercio de los ingresos federales provienen de co de corrupciones e ineficiencias. Y en efec-
Luis F. Aguilar y Jorge A. Alatorre (coordinadores), El fu-
las exportaciones petroleras. Por ello, traza to, en ese terreno, como en muchos otros, turo del Estado social, Miguel Ángel Porrúa/Universidad de
algunas ideas que podrían redefinir la po- se tendrá que actuar atendiendo dos flan- Guadalajara, México/Guadalajara, 2014, 224 pp.

RESEÑAS Y NOTAS | 91
Tras la línea
Arquitectura inmaterial
Sergio González Rodríguez

¿Cómo un sustantivo se convierte en ver- crecer y moldearse bajo la exigencia de los con arquitectos y con una arquitectura ce-
bo? En su libro How to Architect (The MIT deseos, sentimientos, obsesiones, temores. rebral que ayudaría a construir el sueño del
Press, 2012), Doug Patt explica por qué de- En tal sentido, la gramática de los sue- sujeto al que se le robarán datos específicos.
cidió transfigurar el sustantivo arquitecto en ños y la gramática de la arquitectura serían La conjetura de Nolan parece provenir
el verbo arquitectear. Para el profesor de ar- semejantes. El cineasta Christopher Nolan de su reflexión sobre el trasfondo de la má-
quitectura de la Pennsylvania State Uni- se adelantó a Doug Patt al realizar esa idea quina fílmica, que une el sueño despierto,
versity, los edificios son como frases, tie- en su película Inception (El origen, 2010), el sueño profundo, los estímulos neurona-
nen una estructura y siguen reglas, pero si uno de los filmes más premonitorios e intri- les, el subconsciente y los estímulos con-
alguna vez rompes una regla no siempre gantes de los últimos años acerca de la bi- ductuales.
quiere decir que hayas arruinado un lugar, furcación de la realidad como un signo del De hecho, el aparato que Nolan diseñó
o la expresión. Cambiar el funcionamien- futuro que nos aguarda. Nolan ha explicado ya existe, si bien carece de la apariencia mo-
to de una palabra, de un espacio, puede ser en Inception. The Shooting Script (Insight derna y portátil (como la previeron gran-
asombroso y significativo. Las excepciones Editions) la génesis de su relato acerca de des vanguardistas de la primera mitad del
producen inflexiones, y el uso desviado pue- unos espías corporativos que desarrollan y siglo XX, como Marcel Duchamp y su Museo
de conducir a la invención. emplean una tecnología para entrar en la Portátil; o Walter Benjamin y su portafo-
A modo de un diccionario de concep- mente de las personas y robar sus sueños. lios inseparable en el que llevó los borra-
tos básicos sobre el acto de arquitectear, El procedimiento para lograr esa tarea dores de su Obra de los Pasajes parisinos y
Doug Patt introduce de la a a la z entradas consiste en tres aspectos: un aparato deno- sus fragmentos de la historia decimonóni-
breves (página y media) sobre la asimetría, minado The Portable Automated Somnacin ca): está oculto y diseminado en los progra-
los códigos para edificar (building) o la in- Intravenous (PASIV); el sujeto que será roba- mas de rastreo y el mapeo algorítmico de
vención. Sobre la n de narrativa expresa el do de sus sueños y el ladrón-extractor de di- los deseos, gustos, sensibilidades y preferen-
autor: “por virtud de la forma, la experien- chos sueños. Para que este último pueda cias de cada consumidor obtenidos a par-
cia o el material, la arquitectura puede con- operar en forma eficiente, lleva consigo un tir de plataformas como Amazon, Google,
tar un relato. A menudo la arquitectura luce “tótem”, un objeto familiar que le permi- Youtube, Facebook, etcétera.
como lo que es y como lo que hace. Robert tirá distinguir entre la realidad y el mundo A partir de los datos que obtienen, cru-
Venturi acuñó la frase ‘pato’ para denotar onírico. El protagonista lleva consigo una zan y analizan dichos macrositios en Inter-
aquello que logra una sólida, reconocible peonza o pirinola. net, se pueden robar nuestros deseos más
figura a través de la forma: es decir, un edi- El “tótem” aquel hace reaparecer el mo- ocultos y usarlos a nuestro favor o en contra
ficio que luce abiertamente como lo que es”, tivo bastante conocido de la flor de Cole- de este. El maletín PASIV es sólo una figura
pero Doug Patt aclara: “cuando yo pienso ridge que exploró la prosa borgesiana a o metáfora que condensa un conjunto de
en que una arquitectura cuenta una histo- partir de la pregunta del poeta inglés: “si funciones las cuales, en la realidad actual,
ria me refiero a algo más sutil, pienso en el un hombre atravesara el Paraíso en un sue- son invisibles e indetectables para nosotros,
Museo Guggenheim de Frank Lloyd Wright: ño, y le dieran una flor como prueba de que al grado de que debemos conformarnos con
narra desde afuera una historia acerca de ha estado allí, y al despertar encontrara esa intuir y consentir su presencia alevosa.
cómo se mueve la gente a lo largo de gale- flor en su mano, ¿entonces qué?”. La arquitectura que Nolan previó, con-
rías espirales que están adentro”. Nolan dice que en buena parte su relato sumada por colaboradores sensibles como
Si se sigue tal idea y se la conduce hacia provino de preguntarse qué pasaría si uno el personaje Ariadne de su cinta, existe en el
la arquitectura de los sueños, la situación pudiera compartir los sueños con otra per- plano de los circuitos, piezas, componen-
se vuelve interesante: la historia del sueño sona más allá de contarlos. El cineasta pro- tes y flujos de la información. Una hori-
estaría inmersa en la arquitectura que po- puso una serie de reglas de posibilidad que zontalidad compleja e intrincada que po-
sibilita el propio sueño. En otras palabras, pudieran ser graficadas para evitar el caos o co tiene que ver con la corporeización de
la forma del inconsciente, su capacidad de la anarquía, de allí la necesidad de contar ciudades, edificios, fachadas, calles o plazas,

92 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


y al mismo tiempo tiene su propia estética, Dejo las ideas del autor de ¿Sueñan los algún secreto, porque el sueño condensa el
que puede imaginarse similar a los prodi- androides con ovejas eléctricas?, y retomo recinto de secretos, a veces indecibles, que
giosos dibujos del arquitecto Daniel Libes- a Artemidoro y su Interpretación de los sue- asumen una forma sesgada o se disfrazan
kind en la serie gráfica titulada Micromegas ños, que considera que soñar con perso- de cosas nimias.
(1978), o a los proliferantes e intrincados nas fallecidas corresponderá con la actitud Desde finales del siglo XIX y principios
de Nat Chard o Perry Kulper. que los muertos mantenían con el soña- del XX y a partir del arquitecto Louis Sulli-
Acabo de soñar lo siguiente: mi her- dor cuando vivían: “Si eran amables y bien- van, se estableció que la función antecedía
mana Marga (que murió en 1996) se acer- hechores, anuncian bienestar y un grato a la forma. Doug Patt señala que a veces la
ca y me dice que halló, entre mis papeles discurrir del tiempo presente”. Lo que se- función sigue a la forma, como lo planteó
guardados, unos billetes bancarios, me ex- ría mi caso, pero, afirma el griego: “si no, Mies van der Rohe; lo importante, catego-
tiende un ovillo de hojas que llevan ins- lo contrario”. Es decir, soñar con un muer- riza Doug Patt, no es tanto cuál es la ideo-
crita mi caligrafía, quizás unos borradores to que roba es de lo “más funesto”. Que- logía correcta, sino que el arquitect@ sea
de algún escrito, o simples notas, líneas con da claro que, ya desde la antigüedad, la pa- libre de considerar ambas. Ariadne aplica
ideas u ocurrencias y cifras en tinta verde- ranoia era un asunto cotidiano provisto esta última sugerencia cuando despliega es-
azul. Extraigo los billetes y, de inmedia- por los sueños. pejos que desafían al soñador.
to, temo que alguien venga a robármelos. La arquitecta onírica Ariadne en Incep- Algo análogo al psicoanalista cuando
El sueño instala, en ese momento, la figu- tion usa figuraciones “imposibles” como la plantea preguntas incisivas, levanta cons-
ración de unos sujetos desconocidos que Escalera de Penrose, o debe enfrentar el des- trucciones hermenéuticas, trama procesos
comienzan a acosarme. doblamiento, inversión y explosión con- analíticos o urde reforzamientos equis o ze-
Muchos años atrás, rescaté y comenté templada en cámara lenta (o en modo de tas ante su analizado. Jacques Lacan habló
un sueño que tuvo el escritor Salvador No- pausa) de un barrio parisino. La forma se de “Función y campo de la palabra y del
vo a la edad que tengo yo ahora: él soñó que adecua a la función y viceversa: cada dise- lenguaje en psicoanálisis”. Ni más ni me-
recibía unos billetes bancarios nuevos y re- ño de Ariadne busca proporcionar un en- nos, otro modo de arquitectear con la pa-
lucientes y los guardaba en su billetera, ca- torno grato para propiciar la revelación de labra filosófica-terapéutica.
minaba por las calles (quise imaginar que
se veía en el centro de la Ciudad de Méxi-
co donde transcurrió su juventud) y unos
sujetos torvos comenzaban a seguirlo. La
amenaza del acoso hizo que se despertara
de su pesadilla, sudoroso y agitado.
Desde luego, se trata del mecanismo pa-
ranoico que pulsa en el inconsciente. En
mi caso, y para usos de amplitud literaria,
pienso ahora en un extraña coincidencia:
¿qué sucedería si, como otras veces me ha
pasado, aquel sueño mío refleja la presen-
cia viva de alguien que ha entrado en mis
sueños y me reta, busca instalar ideas o actos
que debo hacer? Mientras sueño, alguien
me escruta e instala una arquitectura espe-
cífica para propulsar una operación intru-
siva en mi mente de la que soy objeto. Me
crean o no, atestiguo que esta sensación es
anterior a la película Inception.
El delirante y genial Philip K. Dick apre-
ciaba en el siglo XX, y ahora habría enloque-
cido más aun por la vigencia del espionaje
en el mundo, que las sociedades modernas
(él murió en 1982 y ya no conoció a pleni-
tud las sociedades posmodernas) desatan el
deseo de exhibirse detonado por la cons-
tante vigilancia, y, desde luego, ser vigila-
do suele provocar una angustia paranoica
o exhibicionista.

RESEÑAS Y NOTAS | 93
A veces prosa
Ramón Xirau: dos poemas y una reseña (1946)
Adolfo Castañón

AQUESTES MARS DEL MÓN

Aquestes mars del món, Senyor, que canten


a frec de sol i vent i tempestat
aquestes llums, Senyor, de neu que avancen
cap a la cova del meu somni alat,

aquest fiblar de llum de la carena


que pluges d’or retorcen en la nit,
aquestes valls on brillen, clara vena,
els llacs d’aquest meu somni emperesit,

aquesta recordança blanquinosa


que com la calç s’adorm en el mur clar,
aquesta recordança d’ombres fosa
que punxa, fibla i no em deixa oblidar,

Feu-la, Senyor, de vents i mar encesa,


i l’ànima mai més serà malmesa.

ESOS MARES DEL MUNDO

Esos mares del mundo, Señor, que cantan


a flor de sol, de viento, de tempestad,
esas luces, Señor, de nieve que se adelantan
hacia la caverna de mi sueño, lleno de alas,

esos aguijones de luz sobre la montaña,


que las lluvias de oro tuercen en la noche,
esos valles donde brillan, clara vena,
los lagos de mi sueño perezoso,

ese recuerdo lechoso y gris como la cal


que se duerme sobre el muro claro,
ese recuerdo de sombras fundidas
que me pica, me punza y me prohíbe el olvido,

que los ardores de los vientos y del mar lo integren,


Señor, y más que nunca padecerá mi alma.1

1 Rescate, traducciones y nota de Adolfo Castañón.

94 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


ALBA

Una serena clara sobre el mar;


l’ocell refila, lleu, sobre la branca;
una espina de gel fibla en el Prat;
el dia blau de sol serè s’atansa.

Damunt de l’herba verda de la vall,


una gota de llum, ull de rosada,
brilla i rellisca enmig del verd i el blau
d’una flor clara, molla de rialles.

L’ocell, bola de neu, sobre la branca


canta de verdes fulles i de neu;
en l’aiguamoll del temps una ombra es glaça:
la imatge llisa i espurnejant del salze.

Un cel d’un blau puríssim sobre el camp,


amb blanca escuma i neu de tramontana,
un mar de blava llum, cel que de nit
es marcirà de gel d’estrelles blanques.

ALBA

El cielo sereno, claro sobre el mar


un pájaro canta dulcemente, sobre la rama;
una espina de hielo orla el prado
el día blanco de sol, sereno se adelanta.

Sobre la hierba verde del valle,


ojo de rocío, brilla una gota de luz,
y gotea entre el verde y el azul
de una flor clara, mojada de risas.

El pájaro, bola de nieve, sobre la rama


canta las hojas verdes y la nieve;
en el pantano del tiempo una sombra hiela:
la imagen lisa y fulgurante del sauce.

Un cielo de un azul muy puro sobre el campo,


espuma blanca y nieve de mistral,
mar de luz azul que, en la noche,
se marchitará con el candor helado de las estrellas blancas.

RESEÑAS Y NOTAS | 95
II dríguez, Delacroix, entre otros. Uno de los y “Alba” y se presentan en las páginas 68 y
artículos más interesantes de esta revista es 69 en su versión original en catalán y en su
En el verano de 1946, el IFAL (Instituto Fran- el firmado por Robert G. Escarpit: “Breve traducción al francés, quizás hecha por Xi-
cés de América Latina) se daba el lujo de historia natural de la nueva prensa francesa”: rau. Nunca antes habían sido publicados,
publicar una revista llamada Terres Latines. Les Lettres Françaises, Le Canard Enchainé, hasta donde sabemos, en español, y tam-
Revue de Culture et d’Amitié franco-hispa- Combat, La Nouvelle Republique, Gavroche, poco se encuentran, hasta donde hemos po-
no-américaine. Sous le patronage de l’Insti- Le Periodique de Paris, Le Figaro, que es al dido ver, recogidos en las dos ediciones
tut Français d’Amérique Latine. La dirigía mismo tiempo una hermosa vitrina de la de la Poesía completa de Xirau (la de 1995 de
Jean Camp, el agregado cultural de Fran- prensa de la posguerra… Entre sus pági- Joan M. Pujals y la de 2007 de Andrés Sán-
cia y amigo de México y de Alfonso Reyes nas también se encontraba un artículo es- chez Robayna) que recogen poemas escri-
y autor de un libro sobre México, J’ai vu crito por el general Juan Manuel Torrea ti- tos a partir de 1950.
vibre le Mexique (1961); su jefe de redacción tulado “La Francia liberada”, en el cual se Además de este bocado de cardenal que
era el escritor e investigador Robert G. Es- exponían las posiciones políticas de Fran- son los poemas del joven Ramón Xirau pu-
carpit. La lujosa revista de 218 páginas de cia durante el armisticio pues, como decía blicados a sus 22 años Terres Latines recoge
32 centímetros de alto por 20 de ancho y el general en ese texto, “no se ha firmado la otros textos suyos, como algunas reseñas fir-
2 centímetros de grosor incluía artículos, paz”. La revista incluía al final un registro madas por el poeta filósofo; por ejemplo: la
dibujos y colaboraciones de un amplio ar- de publicaciones hechas en Francia duran- curiosa dedicada a los “Poèmes” (Montreal,
coíris: Miguel Ángel Asturias, Anne Chap- te la guerra y una serie de libros reciente- 1945) del filósofo y poeta Jean Wahl:
man y Anne Martell, Francis de Mioman- mente aparecidos en América Latina, como
dre, Enrique González Martínez, Alfonso por ejemplo la Antología del pensamiento de Jean Wahl: “Poèmes” —Éditions de
Reyes, Enrique Rivas Ibáñez, Ramón2 Xi- lengua española en la edad contemporánea l’Arbre 6º ouest, rue Saint-Jacques. Mon-
rau (recientemente llegado a México), Jean de José Gaos o la novela Caballo y Dios de tréal, 1945. —Jean Wahl, filósofo y poe-
Cayrol, Carlos Pellicer, Juan de la Encina, Fernando Benítez, entreverados con cró- ta francés, nos presenta en este libro, rico
René Maisón, P. Bosch Gimpera e ilustra- nicas y reseñas de otros libros de ciencia y y luminoso, una serie de poemas algunos
ciones de Rodríguez Lozano, Carlos A. Ro- filosofía. Terres Latines incluía no sólo dos de los cuales fueron escritos en un cam-
poemas de Ramón Xirau. Los poemas se ti- po de concentración, durante la ocupa-
2 Ramon, en catalán. tulan en catalán “Aquestes mars del món” ción alemana.

Ramón Xirau, 1992

96 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


Muchas veces hemos oído repetir a al- Sólo la contemplación instantánea pa- III
gún filósofo que él se consideraba un poe- rece salvar nuestro espíritu de esta ani-
ta fracasado. Naturalmente, la expresión quilación interminable: “Conozco demasiado la ley del no-conoci-
no dejaba de tener un dejo de ironía. Algo miento”; la recensión de los libros de Pom-
hay en ella de profunda verdad. Muchas “La vie est là simple et tranquille peu Audivert Gravat Català al Boix (1946)
veces, los instrumentos racionales median- Séparés d’elle par un mur y de Classics Catalans (1946), ambos edita-
te los cuales pretendemos expresar nues- Nous regardons, tous immobiles, dos por B. Costamic; y la de Bases fundamen-
tros pensamientos, resultan, inadecuados, Ce peu de vert, ce peu d’azur”. tales de la ontología fenomenológica (1946?)
débiles, incoloros. El concepto no tiene de Guillermo de Johnson, autor también de
siempre un contenido real. Necesitamos, Ni tan sólo la trascendencia es cierta. una reseña sobre el filósofo Hugo Perls, “Pla-
para expresar lo que sentimos, lo que nos Todo no es más que apariencia. Acaso no; tón. Sa conception du cosmos”; la de “La
punza en el fondo de nuestra conciencia, acaso toda esa verdad absoluta; acaso la Nostra Revista. Publicación mensual. Edi-
de un grito armonioso, de una voz de que- presencia del ser domina el instante y lo tions Catalónia”. Como se ve, la revista di-
ja o de alegría, que vierta al mundo, nues- enaltece a eternidad. Pero no. No sabemos. bujaba un continuo entre los pueblos del
tro sentimiento hecho palabra. Tal es, cree- ¿Sabemos? ¿Dudamos? La eterna interro- mundo mediterráneo, latino e ibérico y uno
mos el sentido de la poesía de Jean Wahl. gación se impone entre nuestro espíritu y de sus exponentes y protagonistas era Ra-
La realidad huidiza, el río del mundo se las cosas y nos impide el contacto con la món Xirau, hijo del filósofo Joaquín Xirau
escapa de las redes intelectuales que le ten- “Realidad”. quien habría fallecido algunos meses antes
demos, y en nuestras manos no queda sino Ante este libro hecho de sobresaltos, de la edición veraniega de Terres Latines víc-
el vacío, la presencia del no ser, la nada. de esperanzas desesperanzadas, de verda- tima de un accidente, el 10 de abril de 1946,
Para expresarnos, entonces, sentimos la des dudosas y dudas verdaderas, hemos a los 51 años de edad, luego de una brillan-
necesidad de decir algo, de concretizar en pensado algunas veces en una poesía de te y fecunda carrera intelectual cuya esta-
palabras aquello que la inspiración nos esencias y de verdades, pero de esencias feta sabría recoger su hijo. Quizá por esta
dicta. A veces un mero balbuceo casi ine- matizadas, de verdades tenuemente colo- razón Ramón se haría adoptar por algunos
fable; otras un río desbordante de imáge- radas por la duda. Nos referimos a la poe- representantes de la cultura mexicana de
nes y ensueños. sía del español Jorge Guillén. aquel entonces, como, por ejemplo, Alfon-
Pero la inquietud no va nunca sola. Guillén, sin embargo, logra salvar su so Reyes quien en su Diario daría cuenta de
Proviene de la duda. duda, henchir su verdad de contenido pal- las no pocas visitas que le haría por aquel
pitante, como un “río de verdor” en un: entonces, primero, Joaquín Xirau hasta su
“Je connais trop la loi de la non- muerte y, luego, Ramón Xirau en compa-
connaissance” …más allá de veras ñía de Ana María Xirau de Icaza. Las citas
Misterioso, realísimo. del Diario son más de cien entre el 26 de di-
nos dice el poeta. Y, en esta ley del ciembre de 1939 y el primero de marzo de
saber del no sabe, está la esencia de la rea- En Jean Wahl, parece triunfar el par- 1960, cuando ya había fallecido don Alfon-
lidad, varia, contradictoria, pero, por lo padeo, la ilusión segura pero que al cabo so y las anotaciones las asentaba su viuda.
mismo, fecunda, viviente y palpitante. Y no es sino ilusión. ¿Acaso la ilusión —no Los poemas incluidos en el número 5
el poeta, abandonando reflexiones y pen- sabemos, pero, sí, lo sentimos— nos mues- de Terres Latines no los he localizado en la
samientos se lanza al mundo: tra el inmenso “plateau désert” de la tras- obra poética completa, más tarde publica-
cendencia? da por Xirau. De ahí que esta publicación
“La respiration des herbes sous la tenga el valor adicional de la salvación y
pluie est grande et forte”. “Est-ce dans le sommeil, est-ce, dans del rescate.
toi, mon Dieu Poeta fiel a su lengua materna, el cata-
Pero cuando queremos huir, no hui- Que je me sens fondu. Les images lán, leal a su raigambre mediterránea, con-
mos. La belleza que contemplamos, ya pa- s’espacent. sistente con su vocación crítica e intelectual
sada, presente, aun futura, ante nosotros, Je me sens habiter dans un étrange y a la par religiosa, cristiana en particular,
tiene esencia de tiempo. Y la inquietud, espace. Ramón Xirau es una figura secreta y señera,
la desesperación nacen de la presencia, Je ne reconnais plus mes moments una eminencia solar cuyo brillo no siem-
en nuestro cuerpo y en nuestra alma, del ni mes lieux”. pre es posible calibrar. Quizás esa sea la ra-
tiempo: Ramón Xirau3 zón de que haya podido atravesar el siglo
sin verse salpicado por la fácil nombradía.
“C’est le temps, c’est le temps, non- Xirau: maestro de generaciones, maestro de
être interminable, 3 Jean Wahl, Ramón Xirau, “Poésie — Poesía”,
maestros; poeta de antes, de ahora y del pre-
Et bousculant ses flots sur des rocs Terres Latines, Revue de L’ I.F.A.L. número 5, Montreal, sente porvenir: ancho puente entre el mun-
éternels”. 1945, p. 188. do de ayer y los de mañana.

RESEÑAS Y NOTAS | 97
A través del espejo
Grillos
Hugo Hiriart

Francisco Toledo, Álbum de zoología

“A los animales pequeños sólo se los puede cuchar su canto; esta astucia permitía alzar dose en el suelo, se contemplaba la lucha de
ver con exactitud cuando se encuentran a hasta la altura de los ojos, como había pres- los grillos”. Es decir, como dictaminaba el
la altura de los ojos; cuando uno se inclina crito Kafka, a la soprano o al tenor. Hasta siempre puntual Kafka, se veía a los ani-
sobre ellos en el suelo y allí los contempla, este momento todo va bien; la opacidad malitos gladiadores a la altura de los ojos.
adquiere de ellos una idea falsa e incom- arranca de que a algunos de estos animali- Pero se dio un día el desquite de los
pleta”. Este enunciado metodológico habría tos “se les confería el nombre de un caudillo grillos, cantores amorosos y enjaulados gue-
sido suficiente para inmortalizar a Kafka. de la historia china, porque existía la cre- rreros: “Cuentan que en la época en que
Implica la comprensión de la realidad de encia de que el alma de ese caudillo tenía, el imperio de los Sung fue conquistado
un insecto; implica también, y esto pue- a partir de entonces, su sede en el grillo”. por los mongoles, el generalísimo de los
de ser más importante, que un insecto es al- Esta devoción alcanza su apoteosis en la ejércitos chinos se hallaba boca abajo en
go que podemos no entender; el arte de Kafka época Sung, cuando los grillos propiciaron el suelo contemplando una lucha de gri-
está entero en esta posibilidad de incom- la catástrofe y la ruina; sucedió así: “Du- llos, cuando le fue transmitida la noticia
prensión e indiferencia. Canetti relaciona rante la época Sung se hizo costumbre criar del cerco de la capital por el enemigo y el
—¿entre qué cosas podrá decirse que no hay grillos a los que se preparaba e incitaba a la inminente peligro que se cernía sobre ella.
relación?— la observación de Kafka con los lucha. El poseedor de un grillo famoso ofre- El general no fue capaz de separarse de los
chinos (que, como se podría maliciar, son cía sangre de su propio brazo a los mosqui- grillos; tenía que ver primero cuál era el
grandes conocedores en materia de anima- tos, y una vez que estos habían chupado vencedor. Cayó la capital, y así terminó
les diminutos), en una digresión (la única hasta saciarse, los trituraban y los ofrecían el imperio de los Sung”.
del libro) cuyas sorprendentes noticias acer- como carne picada al grillo, para aumentar Ya dijo Balzac que tanto vale la caída
ca de los grillos es preciso divulgar. su combatividad. Por medio de pinceles es- de un guante de mujer como la de un im-
Principiemos así: en el periodo Tang se peciales se excitaban en el insecto los deseos perio. ¿Quién arroja la primera piedra so-
criaban grillos en pequeñas jaulas para es- de lucha, y luego, acurrucándose o estirán- bre el general chino?

98 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


Aguas aéreas
Iban oscuros…
David Huerta

Para Luis Vicente de Aguinaga

La Dedicatoria “A Leopoldo Lugones” de Alguien llamado “Jorge Luis Borges” “bright officious Lamps”, es decir, en la tra-
El hacedor (1960), de Jorge Luis Borges, po- camina por una plaza rumorosa de la ciu- ducción de Bel Atreides, “atentas lámparas
dría resumirse bárbaramente de la siguien- dad de Buenos Aires. Dirige sus pasos a un brillantes” (Paraíso perdido, Galaxia Guten-
te manera: un escritor imagina llevarle un edificio singular: una construcción más bien berg / Círculo de Lectores, 2005).
libro suyo a un venerado maestro, ya muer- grande, por sus funciones y por su histo- Lámparas atentas, lámparas estudiosas.
to; en la fantasía, el viejo acepta y aprueba ria. El texto comienza: “Los rumores de la El significado de la palabra “officious” pue-
la obra del joven discípulo. Eso sería todo; plaza quedan atrás y entro en la Bibliote- de discutirse, si se quiere, así como su tra-
pero hay más, muchísimo más en esas bre- ca”. Es decir, el paseante Borges ha cruza- ducción exacta o aproximada. En un sen-
ves páginas; o así me parece. do un umbral. tido, esa atención es algo semejante a la
La Dedicatoria es un paratexto; es de- En términos espaciales, este umbral es obsequiosidad: una persona atenta puede
cir: una de las partes “exteriores” al libro, un sitio crepuscular: un ámbito entre los so- serlo en exceso y convertirse, por esa vía, en
como el título, los epígrafes, las notas al pie nidos de la plaza y el silencio concentrado una persona cargante, descripción no muy
de página y otros elementos textuales; el de la Biblioteca. Ahí están los libros, esa halagadora, en español, de ciertas conduc-
comienzo del libro propiamente dicho es especie de Paraíso —como dirá Borges en tas, donde los obsequiosos no quedan lejos
el breve texto homérico titulado precisa- el “Poema de los dones”—, en su multitud de los “serviles”. Comoquiera, esa atención
mente “El hacedor”. La Dedicatoria está, insondable: “De una manera casi física sien- —al servir, al vigilar— evoca en Borges la
así, en cierto modo, fuera de la obra. Así lo to la gravitación de los libros, el ámbito se- concentración de los lectores al estudiar
indica toda una larga tradición de este tipo reno de un orden, el tiempo disecado y con- en medio del silencio de la Biblioteca. La
de homenajes; yo no lo creo, por razones ex- servado mágicamente”. localización de esta hipálage de John Mil-
puestas más adelante: para mí, esa Dedica- Borges ha entrado en el reino de los li- ton se debe al poeta chileno Óscar Hahn.
toria no es un homenaje; tampoco es un bros, en el cual el tiempo se preserva de un Se sabe de la devoción miltoniana, o mil-
ataque ambiguo a la memoria de Lugones modo maravilloso e inexplicable. En todo tonófila, de Borges.
o una disminución o reprobación de su ello hay orden, una jerarquía semejante a Hipálage: figura poética consistente en
obra. Es algo mucho más complicado: es la de los museos naturales: los libros son desplazar y trocar los atributos de seres, fe-
el momento de liberación total de Borges. criaturas disecadas, conservadas en los es- nómenos, presencias. Como le resulta evi-
La doxa literaria afirma: “A Leopoldo tantes populosos como en un mágico al- dente a la mirada realista, las lámparas de
Lugones” no tiene ninguna relación direc- macén consagrado a la memoria. la Biblioteca no estudian, no son estudio-
ta con el libro titulado El hacedor ni con Borges camina entre los lectores calla- sas; los estudiosos son los lectores, quienes
sus partes: está fuera de los textos consti- dos. Aparece entonces el diminuto y verti- bajo esa luz adquieren conocimientos y go-
tutivos de El hacedor y nada lo une a ellos. ginoso “desfile de las hipálages”, como lo zan de la letra impresa. Los atributos se han
A eso se refiere el término “paratexto”. Pien- llamo en mi fuero interno de lector fiel, trocado: la lectura estudiosa sólo es posi-
so lo siguiente: la relación de la Dedicato- después de un trato de más de medio siglo ble si se tiene luz para leer y esa luz la dan
ria con los textos de El hacedor está en cla- con el texto: “A izquierda y a derecha, absor- las lámparas —son “lámparas estudiosas”.
ve, está cifrada. El secreto encerrado en tos en su lúcido sueño, se perfilan los ros- Así también las estrellas de Milton en el pa-
esas dos páginas está a la vista pero es se- tros momentáneos de los lectores, a la luz de saje citado, correspondiente al verso 104 del
mejante a la carta robada de Edgar Poe; las lámparas estudiosas, como en la hipála- Libro IX del gran poema inglés del siglo
trataré de acercarme a las llaves, de alle- ge de Milton”. XVII. Las hipálages de Borges y de Milton
gármelas, para abrir esa especie de cofre. La “hipálage de Milton” se refiere a otras —poetas ciegos y conocedores minuciosos
Para ello, hago una recapitulación de ese lámparas; unas luminarias trascendentales de la luz, como Homero— comportan asi-
texto, un poco más allá de la sinopsis “bár- y divinas: las estrellas del firmamento, del mismo, cada una de ellas, una prosopope-
bara” del primer párrafo de este ejercicio cielo astronómico, fabricación suprema de ya, pero la noticia o disertacioncita sobre
de comentario. Dios. Las estrellas, dice John Milton, son esa otra figura quedará para otro momen-

RESEÑAS Y NOTAS | 99
rodea está en la calle México, no en la calle
Rodríguez Peña, y usted, Lugones, se ma-
tó a principios del treinta y ocho”.
Es decir: Borges ha estado hablando
con un muerto, como Eneas en el infra-
mundo. En las bibliotecas francesas, me
cuenta un amigo muy querido y admira-
do, hay un lugar llamado enfer: el sitio don-
de se juntan los libros prohibidos, sala ve-
dada al común de los lectores; el dato es
precioso: pone en una perspectiva ultra-
John Milton Jorge Luis Borges
mundana el paraíso libresco, bibliotecario,
precisamente como en la conjetura de la
to. Quede aquí este comentario: las hipá- cómo Borges imita en esta forma de citar a Dedicatoria de El hacedor. La Biblioteca
lages son metáforas complejas, de segundo Virgilio, a Beda el Venerable, quien hace la toda y en particular el despacho de Lugo-
grado. Las de Borges y Milton son seme- misma cita, con la misma divergencia res- nes son como antros del otro mundo, pues
jantes: metáforas luminiscentes de poetas pecto del texto canónico. No explico más, en ellos se atestigua la presencia de los lec-
ciegos. pues no son mis terrenos, mero lector vir- tores en quevediana conversación con mu-
El desfile de las hipálages no ha con- giliano de a pie como soy. chos difuntos, por un lado; por el otro, la
cluido. Avanza, irresistiblemente, hacia su La visita a la Biblioteca continúa con el presencia activa de un muerto en la fanta-
final apoteósico. Borges se refiere a la hipá- término de la caminata, ante el lugar de sía vanidosa y nostálgica de Jorge Luis Borges.
lage en general y de inmediato particulari- trabajo de Leopoldo Lugones: “Estas re- La Dedicatoria concluye: “Mi vanidad
za, en vista de la dirección de su caminata flexiones me dejan en la puerta de su des- y mi nostalgia han armado una escena im-
dentro de la Biblioteca: “Recuerdo haber pacho. Entro; cambiamos unas cuantas con- posible. Así será (me digo) pero mañana yo
recordado ya esa figura, en este lugar, y des- vencionales y cordiales palabras y le doy también habré muerto y se confundirán
pués aquel otro epíteto que también define este libro”. Ese libro es El hacedor. Luego nuestros tiempos y la cronología se perde-
el contorno, el árido camello del Lunario…”. viene el entramado de lo afectivo y lo lite- rá en un orbe de símbolos y de algún mo-
El “Lunario” es, por supuesto, el Lu- rario: “Si no me engaño, usted no me mal- do será justo afirmar que yo le he traído
nario sentimental, libro de poemas de Leo- quería, Lugones, y le hubiera gustado que este libro y que usted lo ha aceptado”.
poldo Lugones publicado cuando Borges le gustara algún trabajo mío. Ello no ocu- Uno de los símbolos del orbe borgesia-
tenía diez años de edad, en 1909. Quizá lo rrió nunca, pero esta vez usted vuelve las no es la Dedicatoria a Leopoldo Lugones del
leyó entonces. Lugones hacía figura de pa- páginas y lee con aprobación algún verso, libro El hacedor, fechada en la ciudad de
triarca en el ámbito nacional y en la fami- acaso porque en él ha reconocido su pro- Buenos Aires el 9 de agosto de 1960. En
lia misma de los Borges Acevedo. La hipá- pia voz, acaso porque la práctica deficiente ese símbolo está encerrada la clave de la rup-
lage sobre el “árido camello” es perfecta, le importa menos que la sana teoría”. tura de Borges con su pasado literario, encar-
desde luego. Pero la cuarta y última de las Borges ha cruzado dos umbrales: el pri- nado fantasmalmente por el poeta Lugones.
hipálages de “A Leopoldo Lugones” lo com- mero, el de la Biblioteca, al dejar la plaza El hacedor es el libro misceláneo desea-
plica y lo eleva y lo sublima todo. Recapi- rumorosa detrás; el segundo, el de la sala do por Borges. Es como si este dijera, con
tulo y prosigo: de lectura y el despacho de Lugones. A la un tono a la vez tranquilo y desafiante: “Teo-
mitad de esa breve caminata, Borges cita el ría sana hay en estas páginas y una práctica
Recuerdo haber recordado ya esa figura, en hexámetro de Virgilio, proveniente del Li- solamente mía, no deudora y, sobre todo,
este lugar, y después aquel otro epíteto que bro Sexto de la Eneida. La cita virgiliana pa- no dependiente de mis maestros; práctica
también define el contorno, el árido came- rece haberse originado en las hipálages evo- deficiente será, pero es mi manera de hacer
llo del Lunario, y después aquel hexámetro cadas, del propio Borges, de Milton y de y de entender la literatura”.
de la Eneida, que maneja y supera el mis- Lugones; pero no es así: la hipálage virgi-
mo artificio: liana de ese hexámetro es la clave evidente Nota: En el título del libro borgesiano de 1960, la palabra
“hacedor” va con minúscula inicial (yo poseo la reimpre-
y misteriosa de todo esto. Con ella en la sión de 1967, formalmente idéntica, creo); pero en la edi-
Ibant obscuri sola sub nocte per umbras. mente —como Eneas y la Sibila con la Ra- ción del texto epónimo, en la revista La Biblioteca (tomo
IX; segunda época; número 3; 1958), dirigida por Borges,
ma Dorada, el muérdago de la tradición, esa misma palabra está con mayúscula inicial: Hacedor.
Dejo a mis amigos latinistas la discu- en la mano—, Borges da el último paso pa- Prefiero atenerme a la grafía del libro: Borges no “divini-
za” a Homero; este es un poeta ciego, un hombre como
sión gramatical, filológica e histórico-lite- ra entrar en un ámbito ultramundano para todos. Debo las precisiones bibliohemerográficas de esta no-
raria, sobre la voz umbras —por cierto, la encontrarse con un muerto. El sueño de Bor- ta al investigador Antonio Cajero, del Colegio de San Luis,
cuyo trabajo filológico sobre Fervor de Buenos Aires —de
última del poema virgiliano— y su pa- ges se deshace “en este punto, como el agua hermoso título: Palimpsestos del joven Borges— me parece
riente umbram. Los curiosos pueden ver en el agua”: “La vasta biblioteca que me admirable.

100 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


La epopeya de la clausura
Lectura en permanencia
Christopher Domínguez Michael

Preferiría yo celebrar aniversarios sin nú- releídos en permanencia, de los que es- do leí el libro por primera vez ni cuando lo
meros redondos, pero la buena idea ya me casamente se puede afirmar que se releen hice en segunda instancia pero ahora han
la ganó hace mucho Enrique Vila-Matas en puesto que cada vez el libro se abre en una aparecido oracularmente. Dice Lezama Li-
Para acabar con los números redondos (1997), página distinta y las palabras invariable- ma: “La delicadeza de la madre no tiene
así que me arriesgo a celebrar, extempo- mente significan otra cosa: libros mágicos mejor símbolo que su afán por evitarle las
ráneo, los 38 años de la muerte de José en verdad. pesadillas a su hijo, después de su muerte.
Lezama Lima (1910-1976), aunque sería Por ejemplo, en la página 22 de mi edi- Siempre veo a mi madre, después de su
mejor esperar al 19 de diciembre de 2015 ción de Oppiano Licario (1977), ese Fausto muerte, saliéndome al paso a las pesadillas
para festejar sus primeros 105 años. Me póstumo de Lezama Lima, alcanzo a leer que pudiera tener con ella. Me parece co-
resigno, una vez más, a conmemorar: ta- —con insólito detenimiento debido a que mo si siempre estuviese en oración, para que
rea relativamente fácil tratándose de Leza- ya estoy en edad de haberlo vivido— unas yo pueda llegar a ella en su muerte, por me-
ma Lima, pues es de ese género de autores líneas que no estaban allí, lo juro, ni cuan- dio del sueño, por medio del sueño para

José Lezama Lima

RESEÑAS Y NOTAS | 101


domesticar mi caos y guardar un hilo en la azarosamente, lo dicho en este diccionario bía depositado su confianza en la Revolu-
imagen de su reencuentro”. en la entrada, tan lezamiana, de Parque: “El ción cubana. Ese es uno de los temas, si no
A veces Lezama Lima fastidia hasta la parque marca como un retiro y en su sole- el principal, con el cual Antonio José Pon-
saciedad (alguna vez David Huerta me ha- dad donde se elabora el oro apagado del re- te (1963) hila muy fino su fecunda trama
bló de ella y otras analectas) pero es ese har- cuerdo”. Leamos, en fin, sobre el Milagro: crítica en El libro perdido de los origenistas
tazgo el estado previo a las verdaderas epi- “no es un hecho excepcional, la oportuni- (Aldus, México, 2002), una de las buenas
fanías, las que no se sabe exactamente qué dad de la gracia, sino un hecho tan cuan- cosas que mi generación ha escrito en len-
significan, como decía Severo Sarduy, el tiosamente repetido que su repetición in- gua española.
discípulo tibetano de Lezama Lima, refi- cesante es su propio milagro”. En la complicidad y en la distancia, Pon-
riéndose al haz luminoso que antecedió al Al diccionario sólo cabría reprocharle te dibuja con pocos trazos a Lezama Lima
momento en que recibió la noticia de la la falta de entradas biográficas, limitado a en relación con su gente: Virgilio Piñera,
muerte de su maestro. ser un nada despreciable recetario de citas, Lorenzo García Vega, Cintio Vitier, Eliseo
En fin, dejo el tono lírico, que no me de especiosas citas lezamianas. En el senti- Diego. Y el poeta queda registrado como un
sienta nada bien, y paso a enumerar al me- do contrario, por su ánimo pedagógico, está astro melancólico en cuya órbita se despla-
nos tres de las obras a frecuentar sobre el José Lezama Lima (2001), de Ana Nuño, zan lo mismo Julián Casal, con sus trajes
poeta cubano. La primera, por su dimensión una introducción al autor de Paradiso (1967) negros raídos en la eternidad, que José
y propósito, es el Diccionario. Vida y obra que consta de un diálogo imaginario de la Martí con el gogoliano abrigo olvidado en
de José Lezama Lima (2000), tomo editado autora con Severo Sarduy y de una selec- Nueva York u ofrendado al destino. Martí,
en Valencia cuya posesión en algo compen- ción de textos. Más o menos todo lo que el esa “superstición antillana”, como lo llamó
sa mi frustración por no haber tenido nun- lector debe saber, esquemáticamente, de la Borges, examinada por Ponte preguntán-
ca los recursos (ni la oportunidad) de ha- vida y de la obra de Lezama está en el resu- dose en cuánto le sale a una literatura man-
cerme de aquella edición facsimilar que de men de Nuño: las pantagruélicas dimen- tener un genio nacional.
la revista Orígenes hiciera Marcelo Uribe a siones del personaje, míticas lo mismo que “Durante una entrevista”, dice Ponte
fines de los años ochenta del siglo pasado. gastronómicas, la empresa impar de Orí- en El libro perdido de los origenistas, “pre-
El diccionario, íntegramente basado en con- genes, las dos únicas ocasiones que Lezama guntado acerca de su inmovilidad, Leza-
ceptos y palabras extraídos literalmente de salió de Cuba (a México y a Jamaica, lo que ma habló de viajes más espléndidos que los
la obra lezamiana, lo realizó Iván González permitió escribir “Para llegar a Montego interoceánicos, viajes que un hombre in-
Cruz. Es una inagotable fuente de consulta. Bay”, uno de sus poemas mayores) y su tenta por los corredores de su casa entre el
Veamos, casi al azar, qué dice Lezama de ejercicio, tal cual lo vió Gastón Baquero dormitorio y el baño, desfilando entre par-
Saint-John Perse, su vecino de las islas: “La desde el principio, como “rey oculto” de la ques y librerías. Son los últimos años de
lluvia, en el poema de Saint-John Perse, para literatura cubana. José Lezama Lima. Apenas sale de casa. Re-
contemplarlo pronto en sus dominios, es- Ana Nuño expone el taimado cerco, eri- cientemente ha descubierto todo cuanto
trella de mar, medusa en el oído, acordeón zado de malentendidos, con que la dicta- puede impulsar desde allí: una mano que
líquido, poema, la lluvia es como la prue- dura castrista rodeó a Lezama, hombre que, enciende un interruptor en la pared inau-
ba acompañante de los reinos”. O veamos, como muchos de sus contemporáneos, ha- gura una cascada en el lago de Ontario”.

102 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


El hombre de la casaca roja
Pablo Espinosa

Mozart en Praga: su refugio contra el estrés. Praga, que si uno se para en una encrucija- zas de muerte laboral, humillaciones, so-
Casaca roja, zapatos con hebilla, coleta da o simplemente en una curva de la calle, bajamientos.
recogida con un moño, los brazos abiertos escuchará al mismo tiempo la Sinfonía 40 Antonio Salieri y el Misterioso Desco-
en cruz, el pie derecho levantado. Flota, se en el oído izquierdo, confundida con un Di- nocido que le encargó el Réquiem no son
desliza. Danza. vertimento mientras en el derecho retum- sino metáforas de todo aquel que envidia el
Su pie izquierdo resuena contra las bal- ba la Sinfonía Praga, entrepiernada con el éxito ajeno, de todo aquel que es déspota
dosas, a media calle. Concierto para clarinete. como jefe, de todo aquel para quien la vio-
La perspectiva se fuga en un cielo po- Si nos alejamos de la barahúnda para ir a lencia, las amenazas son sus únicas armas
blado de corcheas, que nievan, son polen buscar la casa donde vivió Bed ich Smetana, en la vida, de todo aquel que mata a los de-
cayendo sobre las rojas tejas, las cúpulas, las siguiendo la exclusiva guía de la ciudad de más en muerte lenta, los enferma con su
agujas en que terminan algunos edificios a Praga editada en Alemania y que conduce despotismo.
lo alto y las formas medievales, góticas y ba- diestramente Nadja, recorremos calles sin Así como Stalin sufrió mucho al ver que
rrocas, la arquitectura de la vieja Praga, ese ton ni son sin encontrar el domicilio que Dmitri Shostakovich era superior a él y ade-
bello rincón del mundo donde el tiempo marca el libro-guía, hasta que un sonido nos más era muy querido por los demás, lo aplas-
gira y se detiene, gira y vuelve a girar. hace voltear: de una hermosa ventana oji- tó, lo hizo pedazos, lo amenazó de muerte
El presente gira hacia el futuro gira ha- val sale un torrente de sonido: una melodía y lo acosó hasta que Shosta enfermó letal-
cia el pasado. de Smetana nacida de un piano plantado en mente, así Mozart fue víctima del poder y
Quien danza a media calle tiene nombres una casa en cuyo interior, no nos cabe du- de la envidia.
y apellido: Johannes Chrysostomus Wolf- da: vivió Smetana. Éxito en la búsqueda. Porque Mozart, digámoslo de una vez,
gangus Theophilus Mozart. Busquemos ahora el café donde Mozart murió de una combinación fatal de exceso
La imagen arriba descrita está reprodu- acudía a diario para jugar billar con sus ami-
cida en pósters, postales y camisetas, t-shirts gos. Y mientras golpeaba con el taco las bo-
diseñadas en Praga y deambulan por los rin- las de billar, pero sobre todo mientras cal-
cones del planeta en un juego de tiempos culaba las trayectorias posibles, componía
donde el presente se espejea con el pretérito. música y al retornar al trabajo simplemen-
Siglo XXI: hay muchos Mozarts. Pululan. te transcribía.
Sus sonrisas destellan por doquier, como Siglo XVIII: Wolfgang Amadeus está nue-
luciérnagas diurnas. vamente de visita en Praga. Es su lugar fa-
Decenas de jóvenes vestidos con casaca vorito en el planeta. En el carruaje camino
roja, peluca blanca-gris, la coleta anudada a Praga desde Viena, inmortalizado ese viaje
con un moño, danzan por las calles de Pra- por una hermosa novela de Eduard Mörike,
ga, sonríen, invitan a los cientos de turistas Volfi compuso bastante música que en Vie-
a que visiten las muchas casas, templos, pe- na no es bien recibida, ciudad tan llena de
queños auditorios habilitados como salas envidias, tramas macabras, jugadas políti-
de concierto, donde suenan las obras del cas en su contra, hostigamiento laboral y
hombre de la casaca roja, que dejó el cuerpo acoso psicológico.
físico en 1791 pero es uno de esos inmor- En Praga, en cambio, es muy querido.
tales que cobran cuerpo en cada esquina, No hay aquí nadie que se sienta herido por-
en cada calle, en cada cuerpo que sonríe. que Volfi sea tan querido al punto que es
Son tantas las orquestas que interpre- Volfi, en lugar de Wolfgang. No hay nadie
tan a Mozart y tan estrechas las calles de en Praga que lo quiera sojuzgar con amena-

RESEÑAS Y NOTAS | 103


de trabajo con maltrato psicológico. De la Continuemos, pide Cumberbatch. Oquei: nedict Cumberbatch, sin quitarse sus au-
maldad que habita las penumbras, sonríe, es de todos también sabido que Volfi era un dífonos, su iPod escondido en su elegante
esconde la daga y la hunde cuando cree que gastalón, que le gustaba lo bueno, lo fino, abrigo de detective. Es cierto también que
nadie la ve, a la maldad, cualquiera la for- lo cómodo, lo apapachador, lo elegante, lo está escuchando música de Mozart. Es fá-
ma humana que tome. mejor. cil deducirlo.
Por eso muchos “biógrafos” aseguran Su casaca roja le costó una fortuna. Com- Pasemos ahora al segundo punto de la
que Mozart “deliraba” y decía que Salieri prarse ese tipo de ropa, incluidos los calzones hipótesis: maltrato psicológico.
lo había envenenado, y que un Misterioso de seda, era en el siglo XVIII como comprar- Es de todos sabido que Volfi es el pri-
Desconocido le había encargado ¡su pro- se en el siglo XXI trajes y calzones Armani. mer artista profesional independiente en
pio Réquiem! Pedía dinero prestado y cuando esta- la historia.
Esos “biógrafos”, sin saberlo, recogieron ba por vencer la fecha límite de pago, pe- Antes de él, todos eran sirvientes. Los
los pedazos de rompecabezas que confor- día otro préstamo para paliar el préstamo sobajaban obispos, duques, reyes, reyecitos,
man la historia y que toman las formas in- anterior. reyezuelos. Lo más culto de entre el clero y
sondables de metáforas. Pero cuando se sentaba a escribir música lo más podrido de la Iglesia.
Así como la ciencia médica del siglo XXI era muy feliz. Ningún biógrafo, por cier- Él, Volfi, nunca tuvo problemas de auto-
llegó a la conclusión recientemente que to, ni nadie en sus cabales, se atreve a decir ridad ni de creencias. Su mente era libre.
Janis Joplin pudo haber salvado la vida si que Mozart era un workaholic, porque es Escribió las misas más hermosas de la his-
se le hubiera diagnosticado a tiempo el sín- evidente que Volfi amaba su trabajo, no toria y hasta se divertía. Basta recordar la
drome de deadzone que padecía, pero que era compulsión lo suyo, sino amor incon- vieja anécdota del pinche obispo jodón que
en 1969 no había avanzado la ciencia mé- dicional. lo acosaba y de plano un día le dijo: “yo ya te
dica, y con un vulgar Tafil habría sido sufi- Además, tenía muy clara su misión: “ha- pagué la misa, ¿en dónde está?”. Aquí está,
ciente, los médicos de Mozart no hubieran cer que todos los demás sean felices”. ¿Quién le respondió Volfi señalando con el índice
errado tanto en el diagnóstico y él no habría no es feliz cuando escucha la música de su cerebro: “sólo me falta tiempo para sen-
padecido problemas renales y de índole va- Mozart? tarme a transcribirla”.
riada, debidos a los tratamientos clínicos Sus deudas las resolvía con trabajo, que Nadie podía interponer una demanda
brutales (sangrías, punciones, tormentos hacía con gusto, pasión, entrega. Se entre- contra un obispo, un duque, un reyezuelo.
mil) a los que fue sometido. gó a los demás a través de una música que Ni hace tres siglos ni en pleno siglo XXI.
Es evidente: Mozart murió de estrés. está por encima de toda maldad humana. Hay quienes detentan el poder y lo ejer-
No se necesita ser Benedict Cumber- Los biógrafos más serios apuntan el dato cen como enfermos mentales no diagnos-
batch para encarnar hoy en día a Sherlock sin mayor dramatismo, que ni falta hace: ticados y enferman a sus subordinados con
Holmes y llegar a tal conclusión. en sus últimos meses de vida, Volfi caía des- sus amenazas, su violencia, su maltrato la-
Prácticamente todos los muchos bió- mayado sobre la partitura que estaba escri- boral impune. Hay quienes mueren, hay
grafos coinciden: el último año de su vida, biendo, recuperaba el sentido y seguía tra- quienes resisten.
Mozart sufrió de agotamiento físico, pero bajando. Así como no hubo nadie que interpu-
ninguno de ellos se atreve a decir que toda Hay que decir que el escritorio de Volfi siera una demanda contra los poderosos
esa discusión, apasionante por cierto, en tor- era alto porque a él le gustaba extender me- que oprimieron a Mozart ni contra Salie-
no a la enfermedad por la cual murió Mozart, dio cuerpo sobre él y para eso escribía de ri que le hizo la vida de cuadritos, todos
la que por cierto todavía ignoran cuál es y pie: sus ojos siempre estaban a pocos cen- por puritita envidia, por enfermos del al-
se detienen en la pura sintomatología, no es tímetros de lo que escribía. ma, hoy nadie presenta demandas contra
sino la consecuencia de una combinación Constanze, su mujer, quien por cierto el maltrato psicológico que priva por do-
fatal de exceso de trabajo con maltrato psi- fue quien lo bautizó para la posteridad co- quier, ejercido por personas que viven en
cológico. Estrés, le llaman en el siglo XXI. mo Volfi, es la primera declarante-testigo: la impunidad, simplemente porque son
Exceso de trabajo: de todos es sabido “Volfi murió como consecuencia de esfuer- muy poderosas.
que Volfi era un creador multi-task, una zo excesivo”, según lo documentan los bió- Cierto, existen “comisiones de derechos
máquina de crear multi-track, un compo- grafos serios. humanos” y similares. Cierto, la injusticia,
sitor que creaba varias partituras al mismo Cierto, Mozart murió dentro del ran- la impunidad perviven. Hoy no hay obis-
tiempo. Mozart tenía mente femenina. go de esperanza de vida en su época. Cier- pos, reyecitos ni reyezuelos, hoy quienes
No salen de su asombro los matemáti- to también que el estrés debilita el siste- aplastan se han transformado en un ente
cos: Mozart empezó a escribir música y dar ma inmune, baja las defensas del cuerpo complejo, perverso, en círculos concéntricos
conciertos, es decir, empezó a trabajar a los y lo expone a cualquier enfermedad. Cier- de seres enfermos que están en el poder por-
tres años de edad. El número de obras que to: la higiene en el siglo XVIII era muy en- que se traspasan el poder entre ellos mismos.
escribió en 32 años de trabajo no corres- deble y no existían los antibióticos ni las El tema, entonces, es la impunidad. La
ponde con el tiempo libre disponible para muchas opciones médicas del siglo XXI. Cier- injusticia. Las formas sofisticadas de escla-
un artista en ese lapso. tísimo: Mozart murió de estrés, insiste Be- vitud. La condición humana.

104 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


Por ser independiente, brillantísimo, Sigue el coro: le gustaba la buena comi-
amado y diferente, por ese simple hecho da, que él llamaba “cocina angelical” acom-
Mozart enfrentó al poder, sin proponérse- pañada del “glorioso vino Moselle”.
lo. Y el poder volteó, lo miró por encima de Volfi se autorretrataba así, en Praga, si-
su hombro y se divirtió, disfrutó mucho en glo XVIII: “Mozart magnus, corpore parvus”:
maltratarlo, mientras otras muchas intri- Mozart el grande, de cuerpo insignificante.
gas y malquerencias e hipocresías se tejían Le gustaba pasar inadvertido. Así sus
en paralelo en su entorno. malquerientes se calmaban.
El Hombre Misterioso que encargó el Solamente las mujeres y algunos de sus
Réquiem a Volfi es solamente una metáfora. muchos amigos supieron que dentro de
Es de todos sabido que Mozart pade- ese pequeño ser habitaba un gigante.
ció todo tipo de humillaciones por do- ¿Por qué en realidad todos sí conoce-
quier, especialmente en Viena. Pero nunca mos a Mozart? Por la belleza de su música,
en Praga. El propio Volfi lo decía así: “meine por su luz interior, que desvanece todo as-
Prager verstehen mich”: mis praguenses sí pecto físico, y esa es la verdadera belleza de
me comprenden. cualquier persona y es por eso que los pin-
Para ser un compositor independiente, tores, los retratistas, los hacedores de pós-
un profesional al servicio no de los pode- ters y t-shirts, y sobre todo quienes amamos
rosos sino solamente de todos los demás, es su música, tenemos de Volfi una imagen
decir, del arte que escribía para los otros, de belleza humana absoluta. Un ángel con
Mozart tuvo que trabajar muy duro. casaca roja.
Cierto, se gastaba lo que no tenía, muy pechaba que en ese hombrecillo insignifi- Sobre el Puente de Carlos, en Praga, si-
cierto, ¿saben por qué? Simplemente por- cante vivía un genio. glo XXI, hay un hombre alto, guapo, disfra-
que era un ser humano. Por su profesionalismo, merecen ser nom- zado de Mozart. Tiene casaca roja, peluca
Tampoco para deducir eso se necesita brados los biógrafos serios: Wolfgang Hil- blanca, coleta recogida con un moño, los
ser Benedict Cumberbatch. desheimer, H. C. Robbins Landon, May- brazos abiertos en cruz, el pie derecho le-
El propio Stendhal lo puso en palabras: nard Solomon. vantado. Flota, se desliza. Danza.
“Mozart no estaba en su puesto para hala- A diferencia del resto, estos estudiosos se Las muchachas, fascinadas, se arremo-
gar a los poderosos y hacer colocar su nom- ocuparon de investigar la verdad y dejaron linan en torno a él. Se toman muchas self-
bre en la boca de la multitud, por lo que de lado la leyenda, el mito, la telenovela. ies y las suben a Internet.
no ha penetrado en Europa hasta después Es de todos sabido que nadie conoce fí- Volfi sonríe.
de su muerte”. sicamente a Mozart. Es Benedict Cumberbatch disfrazado
Por cierto, hace poco tiempo, en el si- Vaya, hasta la máscara mortuoria desa- de Volfi.
glo XXI, científicos llegaron a una conclu- pareció. Les dice al oído a las muchachas que
sión que pone en mayor ridículo a todo No hay a la fecha un retrato fidedigno. sonríen: “Volfi murió de estrés y de acoso
aquel que gusta de satanizar (“se murió Solamente la pintora Barbara Kraft lo- laboral, víctima de envidia”.
por gastalón, por trabajar mucho y no dis- gró aproximarse al Mozart real, en un óleo Pobres de quienes hoy ejercen la maldad
frutar de la vida, por esto y por lo otro y que pintó ella en 1819, es decir, 28 años y son impunes. Acosan, maltratan, amena-
por etcétera”) a los caídos en batalla: gra- después de la muerte del retratado. zan y enferman a los otros y sienten envidia
cias a que Mozart prefería lo mejor de lo me- El rompecabezas lo arman entre varios del que tiene éxito y es amado por los otros.
jor, compraba las tintas más caras, las plu- biógrafos que consultaron a personas que Pobres de quienes ejercen el poder sin estar
mas más finas y el papel más exquisito y es conocieron a Volfi. preparados para eso. Pobres de quienes quie-
así como conocemos hoy, siglo XXI, sus car- Que hable primero su mujer, Constanze: ren ser malos. Deben seguir sufriendo mu-
tas y sus partituras, simplemente porque “su voz era de tenor, suave al hablar y deli- cho. Pobres, necesitan escuchar la música de
la calidad de las materias primas impidió cada al cantar, pero cuando algo lo entu- Mozart para curarse. Para que sean felices.
su deterioro físico. siasmaba, o algo requería de su esfuerzo crea- Así es que, muchachas, bésenme mucho
Mozart poseía un sentido del humor es- tivo, su voz era al mismo tiempo poderosa y bailemos la música de Volfi, que nos ha-
pléndido. Eso también le ayudó. y energética”. ce a todos tan felices.
Su aspecto físico, el cuerpo que le fue Ahora que hable el coro, ad libitum: te- Al otro lado del puente, sobre el río Mol-
prestado por 35 años, también le ayudó: pa- nía hermosas manos; su rostro tenía marcas dava y a través del río de gente que deam-
saba desapercibido. de varicela; no era agraciado físicamente y bula, John Watson sonríe a Cumberbatch y
Los mejores biógrafos desgranan una sin embargo las mujeres lo amaban, lo bus- levanta el pulgar derecho, a lo que su ami-
cantidad impresionante de testimonios: na- caban, lo seguían, atraídas por la hermosa go responde de inmediato:
die daba un centavo por Volfi. Nadie sos- luz interior que repartía. —Elemental, mi querido Watson.

RESEÑAS Y NOTAS | 105


La espuma de los días
Buñuel y sus Noctium Phantasmata
José de la Colina

Una noche de finales de los años setenta a


Octavio Paz y Marie-Jo, a María y a mí don
Luis Buñuel nos invitó a cenar en su casa
de la Cerrada de Félix Cuevas. La conver-
sación pasó durante un buen rato por las
diversas imágenes de Jesucristo en las pe-
lículas de nuestro anfitrión.
Luis Buñuel con José de la Colina
Don Luis sostenía, como le habíamos
oído muchas veces, que si el Viejo Testa-
mento tenía algunas líneas de poesía, en —Ah, oui, oui! —exclamó Marie-Jo de —Sí —dijo Octavio—. Noctium phan-
cambio en los Evangelios brillan por su au- Paz—. La voix de Louis est magnifique! tasmata. Los fantasmas de la noche. Es Freud
sencia. Esa noche me había dedicado una —N’éxagerons rien! —dijo suavemente antes de Freud. Los delirios del deseo, la
foto de los dos en un restaurante de Méxi- Jeanne de Buñuel. emisión involuntaria del semen durante el
co o de Madrid: “Nada de Biblia, verdad Don Luis se avino a recitar y lo hizo con dormir, la polución nocturna...
Pepe, Muy cariñosamente Luis”. un tono alto y a la vez profundo que tanto —Yo me había propuesto —dijo Bu-
—No sé si estar de acuerdo contigo —le hubiera valido para la prédica como para ñuel— meter ese verso: Te lucis ante ter-
dijo Octavio—. Pero, sí, es verdad que la cantar una jota aragonesa o interpretar el minum, como un letrero de La Edad de
Biblia desborda de sueños y que no los hay fantasma del Commendatore en el Don Oro, y no recuerdo por qué no lo hice.
en los Evangelios. ¿Por qué? En algún libro Giovanni de Mozart: Para mí sonaba como un famoso letrero
Julien Gracq dice que André Breton califica- del Nosferatu, la película de Murnau, que
ba a Jesús como un “no-soñador definitivo”. Te lucis ante terminum, nos fascinaba a los surrealistas: “Pasado
—El cristianismo, y más aun el catoli- Rerum Creator, poscimus, el puente, los fantasmas vinieron a su en-
cismo, están contra los sueños —dijo don Ut pro tu clementia cuentro”.
Luis—. En el Breviario Latino, que de mu- Sis praesul et custodia. —Te lucis ante terminum y “Pasado el
chacho casi me aprendí de memoria, por- Procul recedant somnia, puente, los fantasmas vinieron a su encuen-
que yo quería que mi padre me enviara a la Et noctium phantasmata; tro” —dijo Octavio—. La llegada de los
Schola Cantorum, hay un himno famoso Hostemque nostrum comprime, fantasmas nocturnos y el paso del puente:
que comienza Te lucis ante terminum. Ne polluantur corpora. del reino de la vigilia al reino de los sue-
—¡Magnífico! —dijo Octavio—.Te lucis ños… ¡Magnífico!
ante terminum: “Antes de que finalice el día...”. Lo aclamamos, le pedimos que traduje- Y estaba ocurriendo algo que parecía
Le pedimos a Buñuel que cantara el ra. Don Luis lo hizo con ayuda de Octavio, obedecer al conjuro del tema conversado:
himno. y yo iba apuntando en una libretita la versión por debajo de la mesa tanto León, el perri-
—No —respondió—. Yo recuerdo que surgía entre los comentarios de los dos: to blanquinegro de don Luis, y una gata
bien las dos primeras estrofas en las que se amarilla, que no recuerdo cómo se llama-
pide la protección de Dios contra los sue- Antes de que termine la luz del día ba, competían en restregarse, como por tur-
ños, porque estos llevan a la lujuria, a la po- Te pedimos, Creador de todas las cosas, no, y tierna y lujuriosamente, contra las
lución nocturna y al pecado, y abren puer- que con tu clemencia pantorrillas de todos nosotros.
tas al Demonio. Pero no me pidan que las nos asistas y custodies. (Por llevarse un souvenir concreto, Ma-
cante con esta mi voz incivil. Aleja de nosotros los sueños ría se robó una vacía cajita de lámina con
—Una voz magnífica para el latín —dijo y los fantasmas nocturnos, la blanquiazul marca de cigarrillos Gitanes
Octavio—. Hubieras sido un profeta… o y líbranos de nuestros enemigos Blue, los preferidos de Buñuel).
por lo menos un divo del púlpito. para que no manchen nuestros cuerpos.

106 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


Río subterráneo
El basquetbolista y los filósofos
Claudia Guillén

Existen dos autores mexicanos contempo- ciado en sus novelas anteriores, pienso sobre abandono de su mujer. De esta forma, el na-
ráneos que cruzan la frontera de la ficción todo en Malacara, en donde el protago- rrador lleva a cabo sendas conversaciones
“pura” para llevar a cabo un mestizaje entre nista es un ser perturbado por la imposibi- de temas cotidianos y ordinarios para des-
la memoria y el imaginario que se reela- lidad de poseer a su mujer, Elisa Miller, membrar, sin lograrlo aparentemente, el ca-
bora a través de la literatura. Me refiero a con ese deseo dictatorial que se da como rácter femenino. Incluso, en una lectura
Rafael Pérez Gay, quien con sus últimas en- una suerte de segunda piel en quien siente ligera se podría pensar que dentro del dis-
tregas, Nos acompañan los muertos y El cere- que somete a “el otro”. curso narrativo se etiqueta a la mujer desde
bro de mi hermano, realiza el ejercicio lúci- Así, conforme el relato avanza nos in- una óptica obtusa y cerrada. No es así; por
do de una narrativa que rasga algunos temas ternamos en la psicología de este basquet- el contrario, en esta novela Fadanelli logra
en los resquicios de la memoria para tras- bolista que comparte sus pesadumbres con convocar a diferentes voces del pensamien-
ladarlos a relatos francamente bien cons- el detective Riquelme; o con Pichi, su ami- to occidental para humanizarlas a través de
truidos. Y, por supuesto, a Guillermo Fa- go de la juventud; o con sus otras mujeres: su relación con las mujeres.
danelli, ensayista y narrador, que no deja Teresa de Mier, Elena Bretón, Mónica Pipe- La novela está contada desde una tem-
atrás sus obsesiones filosóficas y que a tra- rino y el viejo profesor Cadaval, al tiempo poralidad lineal y su estructura echa mano
vés de sus libros nos traslada a esta idea con- que este mismo protagonista se desdobla tanto de los diálogos como de las pregun-
tinua y permanente de dialogar con quie- para conversar con diversos filósofos como tas retóricas para dotar a los personajes de
nes han hecho de su vida un interminable Rousseau, Séneca, Hegel. Sin embargo, las una identidad por demás rica y diversa en-
ejercicio del pensamiento. Hace unos me- conversaciones se plantean más a fondo con tre sí. Asimismo, el lector se integrará en la
ses, Fadanelli publicó la novela El hombre Otto Weininger y Schopenhauer. Este re- lógica del desdoblamiento del protagonis-
nacido en Danzig. En este relato, el autor sulta una suerte de guía del pensamiento y ta, quien crea atmósferas enrarecidas por las
retoma sus obsesiones filosóficas y las lleva las diatribas del protagonista respecto del circunstancias poco usuales que lo rodean.
a cabo hasta “sus últimas consecuencias”, a De esta forma, en El hombre nacido en
través del “diálogo” que establece la estruc- Danzig Guillermo Fadanelli lleva a cabo
tura del género ensayístico propuesto por una apuesta literaria en donde humaniza a
Montaigne. quienes han sido nuestro referente filosó-
Quienes hemos seguido la obra de este fico en todas las épocas, como lo mencio-
autor nacido en la Ciudad de México sabe- naba líneas arriba, para intercambiar pun-
mos que es un artesano del humor negro y tos de vista sobre la incapacidad de poseer
que sus relatos se gestan en escenarios de la a la mujer como algo propio, esa incapaci-
gran urbe. Dentro de su estética se inserta dad tan inherente al ser humano y tan in-
una enunciación cargada de constantes pro- cómoda y escabrosa al momento de enun-
vocaciones que permiten que la lectura de ciarla. Esa necesidad que sustenta la línea
sus libros, ya sean de ensayo o de ficción, temática de esta novela nos muestra que
avancen con un ritmo distinto que logra dentro de la naturaleza de todos los perso-
destemplar algunos de nuestros pensamien- najes de Guillermo Fadanelli siempre bri-
tos más firmes. En El hombre nacido en llará la inteligencia y el conocimiento, pero
Danzig, Guillermo Fadanelli no sólo no también el abandono y el vacío. Personajes
abandona esta premisa sino la restriega en de contrastes como todos los que confor-
el lector con toda la pericia que le permite man la buena literatura.
su gran oficio, además de llevarla a terre-
nos muy cercanos a la demencia. Se trata, Guillermo Fadanelli, El hombre nacido en Danzig, Alma-
pues, de una continuación de lo ya enun- día, Oaxaca, 2014, 166 pp.

RESEÑAS Y NOTAS | 107


Zonas de alteridad
Juan Goytisolo, Premio Cervantes 2014
Mauricio Molina

Juan Goytisolo (Barcelona, 1931) es, más de don Julián y Juan sin Tierra, constituye laboraciones de Carlos Fuentes, Guiller-
allá de toda duda, una de las figuras cen- uno de los momentos narrativos más altos mo Cabrera Infante y Julio Cortázar para
trales de la literatura en nuestra lengua. Su de la literatura hispanoamericana y más elaborar su novela. Las figuras del gallego
obra múltiple abarca la narrativa, el ensa- allá. En esta trilogía Goytisolo convoca a y del gachupín como representantes peyo-
yo, el reportaje, las memorias. Sobreviviente los fantasmas ocultos de España, donde la rativos de lo español aparecen en Reivin-
del franquismo (su padre murió durante los sombra de Maimónides, Averroes, la poe- dicación del conde don Julián como dispo-
bombardeos a Barcelona), el autor de Mak- sía mozárabe y las perspectivas latinoameri- sitivos críticos de esa España cristiana y pura
bara ha logrado crear un equilibrio virtuo- canas se entremezclan. Proyecto abarcador, que niega no sólo sus orígenes árabes y he-
so entre la gran tradición de la literatura his- totalizante, comparable en muchos aspec- breos sino a los países conquistados de nues-
pánica y una poderosa posición heterodoxa tos a Terra Nostra de Carlos Fuentes, la tri- tra Latinoamérica.
de una originalidad excepcional que lo ha logía de Goytisolo logra una renovación La trilogía culmina con Juan sin Tierra,
llevado a adentrarse en el universo del islam de la materia narrativa tal y como lo hicie- un experimento narrativo que se sitúa con-
como un recordatorio, una suerte de exor- ran sus contemporáneos de este lado del tra la sintaxis, la puntuación, que logra una
cismo, de aquella España cristiana, árabe y mar, desde Lezama Lima y Borges hasta los de las labores de deconstrucción del len-
judía en la que abrevaron Fernando de Ro- cubanos Guillermo Cabrera Infante y Se- guaje más ambiciosos de la literatura his-
jas, Miguel de Cervantes y Luis de Góngora. vero Sarduy. pana. No se trata del ludismo implícito en
Enemigo de la noción castiza de una Es quizás en Reivindicación del conde Rayuela o Tres tristes tigres; antes bien se tra-
España puramente católica y reaccionaria, don Julián donde Juan Goytisolo alcanza a ta de una agresiva maquinaria contra el buen
Goytisolo ha construido, desde la alteridad componer una poderosa crítica de esa Es- decir, la corrección lingüística y al mismo
del exiliado y del arqueólogo, una profusa paña católica, castiza y caballeresca. Su espa- tiempo de un ambicioso experimento para
indagación en torno a un nacionalismo a cio de esta deconstrucción es el lenguaje. buscar un nuevo lenguaje narrativo. Juan sin
menudo exasperante y cerrado. La suya ha Echando mano de los clásicos romances del Tierra alude también a José María Blanco
sido siempre la posición de un escritor que rey Rodrigo y de la Cava, Goytisolo refor- White, el gran diplomático y disidente es-
se sumerge en tradiciones diversas y alternas, mula una teoría de la traición invirtiéndola. pañol que tomara partido, desde Inglate-
como lo comprueba su discurso pronun- Como sabemos, la leyenda cuenta la his- rra, en favor de la independencia de los paí-
ciado durante la entrega del Premio Juan toria de la Cava, hija de don Julián, conde ses americanos.
Rulfo, en la FIL de Guadalajara en 2004, de Ceuta, quien fue enviada a la corte del La trilogía de Goytisolo, escrita en ple-
donde, acompañado de Carlos Fuentes y de rey Rodrigo. Él se enamora de la belleza de la na decadencia del franquismo, se erige co-
Gabriel García Márquez, se lanza a la críti- joven, la seduce y la viola. La Cava cuenta mo un monumento literario inevitable para
ca del nacionalismo y apuesta por un mun- su tragedia a don Julián y este, en vengan- comprender la literatura en nuestra len-
do multicultural de ventanas abiertas. za, abre las puertas de su ciudad para dar en- gua de la segunda mitad del siglo XX.
La elección de Goytisolo para el Pre- trada a los árabes comenzando con ello la Lugar especial merecen los ensayos de
mio Cervantes en 2014 no sólo es un acto invasión islámica a España. Goytisolo. Lecturas renovadas y renovado-
de justicia, sino de valoración. Ajeno a las Goytisolo reformula estos mitos y al in- ras de La Celestina, Don Quijote, La lozana
academias y los cartabones, Goytisolo se eri- vertirlos se coloca del lado del traidor don andaluza de Francisco Delicado, las metá-
ge como un ejemplo de libertad creativa, Julián. Reivindicación del conde don Julián foras eróticas de Paradiso, de Lezama Lima,
apostando por la experimentación y el cul- (prohibida en España y publicada original- entre muchas otras, nos revelan a un autor
tivo de formas de creación verbal siempre mente en México en 1970) cuenta una his- preocupado siempre por releer la tradición
novedosas y al mismo tiempo insertas en toria grotesca de homosexualidad y parafilias y transformarla.
el corazón de nuestro tiempo. que atentan contra las buenas costumbres. La concesión del Premio Cervantes a
La ambiciosa trilogía, compuesta por Cuenta la leyenda que para enriquecer Juan Goytisolo es uno de los grandes acon-
Señas de identidad, Reivindicación del con- esta traición, Goytisolo contó con las co- tecimientos de nuestra lengua.

108 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


La ética en tiempos de
la destrucción ambiental
María Teresa López de la Vieja

¿Qué puedo saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué y al compromiso (pp. 9-11). Más allá del tratar y, llegado el caso, para identificar las
puedo esperar? Volver a hacerse preguntas, importante papel desempeñado por los mo- causas que los han motivado.
al modo de Kant en la Crítica de la razón vimientos sociales y el activismo ecologista, El libro se centra en algunas líneas bá-
pura, es una buena forma de comenzar un más allá incluso del tratamiento decidida- sicas para una “ecoética” (pp. 139-140), tan
libro de ética. Así lo hace Lizbeth Sagols mente ideológico de las cuestiones relacio- directa en sus críticas —contra el andro-
en La ética ante la crisis ecológica, pues la nadas con el medio ambiente —la natura- centrismo y el patriarcado (pp. 35-52)— co-
gravedad y la amplitud de este tipo de crisis leza, la biosfera, los recursos naturales, la mo matizada en cuanto a la propuesta de un
exigen respuestas y, antes de eso, las pre- Tierra, los seres vivos, otras especies, etcé- nuevo modelo de ética ecológica. Buena
guntas adecuadas: ¿por qué somos respon- tera—, el análisis ético-filosófico puede apor- muestra de ello es que la denuncia de los
sables? ¿Qué ética necesitamos ante la cri- tar claridad. Sin duda, esta resulta necesaria serios desequilibrios y amenazas (desde la
sis? ¿Qué podemos hacer? El libro arranca para llegar a una caracterización completa contaminación, el calentamiento global,
de esa forma, apelando a la responsabilidad de la crisis y para precisar los problemas a la extinción de especies, la deforestación, has-

Lizbeth Sagols

RESEÑAS Y NOTAS | 109


ta la creciente escasez de recursos básicos, de ignorar el papel peculiar del sujeto hu- ternativas al dominio agresivo: la igualdad
como es el agua) queda subordinada a la mano como creador de valor. Por tanto, la y el cuidado de la vida (pp. 35-52). Ahora
identificación de las causas de la crisis (p. ecoética propuesta por Lizbeth Sagols cues- como en el pasado, el control del exceso de
15-33). Dichas causas son múltiples: tec- tiona el dominio que hemos ejercido fren- población pasa por tener muy en cuenta la
nologías de desecho, abuso del capitalismo te a los otros vivientes, pero no las diferen- experiencia y la voz de las mujeres. No se
explotador, nuestros hábitos de consumo, cias constitutivas entre estos. Incluso, hay trata, entonces, de imponer medidas auto-
pero, la que está en el fondo —en opinión que advertir que si no tomamos en cuenta ritarias para el control de la natalidad y, por
de la autora—es el fenómeno de la super- las diferencias entre los humanos y el resto tanto, para el control de la población sino de
población, cuyas dimensiones resultan ya de los vivientes, no podemos sentirnos res- adoptar otro enfoque —no patriarcal— y
difícilmente compatibles con la vida y, en ponsables y causantes de la crisis ecológica respetar las libertades (pp. 125-138). Edu-
gran medida, con la ética (p. 32). y los riegos que le son consustanciales (p. cación y políticas públicas para apoyar las
Llamar la atención sobre el exceso de 55). A fin de cuentas, la superpoblación decisiones autónomas en materia de repro-
población humana es, tal vez, la principal está en el origen del uso desproporcionado ducción serán, entonces, las soluciones apro-
contribución de este libro al análisis ético de los recursos, el deterioro, la ruptura del piadas para frenar la explosión demográfi-
de los riesgos ambientales. En tal sentido, equilibrio, etcétera (pp. 97-113). Incluso, ca (pp. 115-124).
la idea general de que, cuanto más biocén- los avances tecnológicos y la expansión del ¿Somos responsables? En este libro se
trica sea, más “profunda” llegará a ser la capitalismo han venido acentuando los ex- identifican problemas y responsabilidades.
ecoética es refutada desde un análisis antro- cesos del crecimiento de la especie humana. ¿Cómo enfrentamos la crisis? ¿Qué pode-
pocéntrico moderado y no androcéntrico. ¿Hay alternativa? ¿Ha habido alterna- mos hacer? Tal como queda dicho en la “In-
El antecedente estaría en la obra del pri- tivas en otros tiempos? La segunda idea cen- troducción”, sigue abierto el tema de las
mer ecoeticista: Aldo Leopold (pp. 51, 75). tral en el libro es la crítica al sistema pa- múltiples estrategias, de los medios y téc-
Este enfoque ha permitido desarrollar dos triarcal, como forma agresiva de dominio, nicas que permitirán hacer frente a la cri-
líneas argumentales en el libro, a favor de dualista, excluyente e incompatible con la sis, así como las políticas públicas que, en
la igualdad básica de los vivientes (según la igualdad. Las víctimas directas de esta rup- lo sucesivo, han de dar pasos necesarios para
cual —en principio— todos tienen dere- tura completa de la unidad entre los huma- limitar los excesos de población, del do-
cho a sobrevivir) y en contra del dominio nos han sido las mujeres; lo han padecido minio y del sistema patriarcal. Lizbeth Sagols
patriarcal. El primer argumento correspon- también los seres vivientes y la naturaleza deja para una segunda etapa de su reflexión
de a una visión holista y unitaria de la vida en general (pp. 79-96). Por eso mismo, el sobre la crisis ecológica, la dimensión con-
como un conjunto que, sin embargo, se modelo antropocéntrico moderado será creta de los problemas, la necesidad de pla-
distancia de una idea simple de igualdad antiantropocéntrico, por coherencia. Las nes de actuación y, en fin, la dimensión po-
(pp. 55-77), en la medida en que esta idea documentadas referencias a las sociedades lítica de la ética ecológica (p. 33). La ética
tiene que dar cabida a la diferencia. ¿Por que fueron distintas en el pasado remoto de ante la crisis ecológica se completa con un
qué motivos? Por más radical que preten- la humanidad: matrilineales, no patriarca- útil glosario de los términos clave en los
da ser, la crítica de las jerarquías y del do- les, y no sobrepobladas, no son evocadas distintos capítulos (pp.13-14).
minio sobre lo natural no puede pasar por por la autora para idealizar el pasado; tam-
alto el papel de los humanos y, específica- poco son una apuesta por modelos utópi- Lizbeth Sagols, La ética ante la crisis ecológica, UNAM/
mente en ética, la idea de igualdad no pue- cos. Recuerdan, eso sí, que hubo y hay al- Fontamara, México, 2014, 147 pp.

110 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO


REVISTA DE LA

UniversidaddeMexico
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El Canal Cultural de los Universitarios
Nueva temporada

conducen
IGNACIO SOLARES Y
GUADALUPE ALONSO

SÁBADO 20:30 HRS .


LUNES 16:00 Y 21:30 HRS .

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