Sentencia C - 443 de 1997
Sentencia C - 443 de 1997
Sentencia C - 443 de 1997
VALIDEZ SUSTANTIVA
DEROGACION-Concepto
El Legislador, por medio del CDU, quiso unificar los regímenes disciplinarios,
incluyendo el de la Procuraduría, pues no sólo esa ley no exceptúa al Ministerio
Público de sus normas sino que en ningún momento, en los debates sobre el tema
durante el trámite de este estatuto disciplinario, se previó un régimen especial para
esa entidad. Una conclusión se impone: el CDU quería derogar las disposiciones
disciplinarias que hasta ese momento se aplicaban a la Procuraduría, efecto
derogatorio que, por la propia voluntad del Congreso, sólo se haría efectivo dos
meses después de que se sancionara el CDU. En este caso la voluntad legislativa es
evidente.
Los sistemas de planta de personal global y flexible, como el que prevé la ley de la
Procuraduría, son admisibles, dentro de ciertos límites, con el fin de "garantizarle a
la administración pública mayor capacidad de manejo de su planta de funcionarios,
con el objeto de atender las cambiantes necesidades del servicio y de cumplir de
manera más eficiente con las funciones que le corresponden. Sin embargo, la
discrecionalidad para trasladar subalternos dentro una respectiva entidad tiene
como base la búsqueda del correcto funcionamiento de las instituciones, por lo cual
no puede traducirse en arbitrariedad. La potestad organizativa de la administración
es amplia, pero está limitada por criterios de razonabilidad y proporcionalidad, y en
particular por los derechos que la Constitución y la ley reconocen a los funcionarios.
La aplicación de las garantías inherentes al status del trabajador del Estado que se
plasman en la Constitución en el principio de la estabilidad en el empleo, (C.P. art.
53), en el derecho a una remuneración por la prestación de servicios (C.P. art. 53),
en la obligatoriedad del trabajo en condiciones dignas y justas (C.P. art. 25) y, en
la igualdad de acceso a la función pública (C.P. art. 53 y 125), determinan que la
"potestad organizatoria" sea una atribución limitada.
Temas:
Validez, vigencia y eficacia jurídica de la normas legales en un ordenamiento
constitucional.
Fundamento constitucional del principio "ley posterior deroga ley anterior" y alcance
del mismo.
La Constitución no prohibe la existencia de regímenes disciplinarios especiales.
La Constitución garantiza la estabilidad y no la inamovilidad del cargo público.
El concepto de necesidad del servicio es un límite al poder discrecional de la
administración.
Apreciación de conductas subjetivas en la facultad de trasladar funcionarios
públicos.
Magistrado Ponente:
Dr. ALEJANDRO MARTÍNEZ CABALLERO.
Ha pronunciado la siguiente
SENTENCIA
I. ANTECEDENTES
A continuación se transcriben los artículos 8º, 12, 45, 80, 136, 173 y 178 de la Ley
201 de 1995 y se subrayan los apartes demandados.
El Congreso de Colombia
DECRETA:
(...)
(...)
(...)
(...)
(...)
IV. LA DEMANDA.
Así mismo, el Procurador General considera que esta forma de ordenar los empleos
públicos no determina una variación sustancial de la naturaleza del cargo, por ende
no implica desmejoramiento en las condiciones de trabajo. Por lo tanto, según su
parecer, es constitucionalmente legítimo que en aras de propiciar el cumplimiento
de la función administrativa eficaz, se pueda modificar la sede del servidor público
por necesidad del servicio.
Así mismo, la Corte encuentra que la ley que regula la organización funcional y
estructural de la Procuraduría General de la Nación, también puede razonablemente
determinar normas que indiquen el procedimiento disciplinario que los órganos de
control deben aplicar en el ejercicio de sus funciones. Por consiguiente, la
existencia de una norma que regula genéricamente los temas procesales y
sustanciales del derecho disciplinario, esto es el Código Disciplinario Único, no
implica que le está vedado al Legislador la posibilidad de establecer en otra ley, la
estructura de un organismo de control y los procedimientos administrativos que
conducen a la ejecución de las funciones legal y constitucionalmente
encomendadas. Por todo lo anterior, no prospera el cargo referido a la transgresión
del artículo 158 de la Constitución.
Entra pues la Corte a analizar el concepto mismo de ley posterior así como las
bases constitucionales del fenómeno de la derogación.
10- La Corte considera que las anteriores distinciones entre validez, vigencia y
eficacia no sólo son aplicables en el caso colombiano sino que ayudan a comprender
mejor el alcance del fenómeno de la derogación de las normas en general, y de las
leyes en particular. Así, el sistema jurídico colombiano es un ordenamiento
normativo jerarquizado, en donde la cúspide la ocupa la Constitución (CP art. 4),
por lo cual la idea de validez en estricto sentido tiene perfecta cabida. Una norma
contraria a los principios y valores constitucionales no es válida. Pero igualmente la
Carta establece en muchas ocasiones los elementos mínimos para que
determinados actos entren formalmente al orden jurídico, esto es, adquieran
vigencia. Por ejemplo, el artículo 157 superior consagra los requisitos para que un
proyecto pueda convertirse en ley, pero la ley así adoptada puede ser
inconstitucional, con lo cual estaría vigente pero sería inválida. Finalmente, el
propio CDU muestra la importancia de distinguir entre validez, vigencia y eficacia,
pues en agosto de 1995 esa ley estaba vigente, aparentemente era válida, pero no
estaba produciendo efectos, pues sólo entraba a regir 45 días después de su
sanción.
12- Así precisada la naturaleza del fenómeno derogatorio, para la Corte es claro
que en el caso de las leyes, la competencia del Congreso para derogar las normas
precedentes encuentra sustento no sólo en el hecho de que expresamente la Carta
le confiere esa posibilidad a las cámaras (CP art. 150 ord. 1) sino en el propio
principio democrático y en la soberanía popular (CP art. 1 y 3), que hacen que las
potestades legislativas, siempre y cuando no violen normas superiores, deben ser
consideradas inagotables. El Legislador actual no puede atar al Legislador del
mañana, pues esto anularía el principio democrático, ya que unas mayorías
ocasionales, en un momento histórico, podrían subordinar a las mayorías del
futuro. Esto explica que en el Reino Unido, en donde se considera que el
Parlamento es soberano, y por ende ese cuerpo representativo puede hacer todo,
salvo cambiar un hombre en mujer, sin embargo la doctrina y la práctica judicial
consideran que una ley actual no puede prohibir su derogación por un parlamento
posterior, pues admitir esa posibilidad acabaría precisamente con la soberanía
misma del parlamentVer en especial el caso Vauxhall Estates Ltd v liverpool
Corrporation, 1932, 1 KB. 733 citado por Denis Keenan. English Law. Londres:
Pitman Puiblisihing, 1989, pp 10 y 510 y ss.. La derogación de las leyes encuentra
entonces sustento en el principio democrático, en virtud del cual las mayorías
pueden modificar y contradecir las regulaciones legales precedentes, con el fin de
adaptarlas a las nuevas realidades históricas, con base en el juicio político de
conveniencia que estas nuevas mayorías efectúen. En materia legislativa, debe
entenderse que la última voluntad de los representantes del pueblo, manifestada
por los procedimientos señalados en la Carta, prevalece sobre las voluntades
democráticas encarnadas en las leyes previas. Tal es pues el fundamento
constitucional del principio "lex posterior derogat anteriori".
Así, para la Corte es claro que el efecto derogatorio de una norma legal tiene lugar
a partir de cuando la norma derogatoria es jurídicamente eficaz, puesto que la
eficacia es la capacidad de producir efectos, y la derogación es un efecto de la
norma. Supongamos que el 10 de julio de 1999 el Congreso expide una ley A, cuyo
único objetivo es derogar una ley B. Supongamos igualmente que la ley A,
conforme a sus mandatos, sólo entra a regir dos meses después de ser expedida.
En tales circunstancias, es claro que la ley B sale del ordenamiento el 10 de
septiembre de 1999, a pesar de que la ley A, que la deroga, estaba vigente desde
dos meses antes, pues el efecto derogatorio sólo se hace efectivo cuando la ley B
ya es aplicable.
Por el contrario, para saber si una ley es posterior a otra, la Corte considera que se
debe tomar en cuenta su vigencia, y no su validez o eficacia, por cuanto la voluntad
de los representantes del pueblo se perfecciona en el momento en que la ley nace,
conforme a los requisitos mínimos exigidos por la Carta, y entra entonces a hacer
parte del ordenamiento, sin importar que la norma sea o no aplicable. En efecto,
admitir que la eficacia es el punto que se debe tomar en cuenta para determinar la
posterioridad o no de una ley, no sólo desconoce el fundamento constitucional del
fenómeno de la derogación -que es la voluntad de las mayoría en virtud del
principio democrático- sino que conduce a resultados jurídicos inadmisibles. Para
mostrarlo basta un ejemplo. Supongamos que el Legislador expide la ley 01 del 30
de julio del 2000, la cual establece un nuevo delito, como podría ser la evasión de
impuestos, pero considera conveniente dar un plazo a los ciudadanos para adaptar
sus comportamientos a esa definición legal, por lo cual dice que la ley empezará a
regir dos años después. Ahora bien, supongamos que a los pocos meses, y luego de
un amplio debate nacional, el Congreso concluye que la penalización de la evasión
de impuestos en delitos es un error en términos de política criminal. Se expide
entonces la ley 02 del 10 de diciembre de ese mismo año, que deroga la primera
ley, que todavía no ha entrado a regir. Si consideráramos que la posterioridad de
una ley se cuenta a partir de su eficacia, entonces deberíamos concluir que la ley
02 del 10 de diciembre del 2000 no puede derogar a la ley 01 del 30 de julio del
2000, por cuanto ésta, a pesar de haber sido expedida antes, entra a regir
después. De esa manera, permitiríamos no sólo que un Congreso ate
normativamente a sus sucesores, sino que la seguridad jurídica se vería afectada.
14- Es pues claro que si bien el efecto derogatorio se produce únicamente cuando
la norma derogatoria es eficaz, por el contrario para determinar la posterioridad de
una ley se debe tomar en cuenta su vigencia y no su eficacia. Ahora bien, esto
remite a una nueva pregunta: ¿Y cuándo se entiende que una ley adquiere
vigencia, esto es, a partir de qué momento se incorpora formalmente al
ordenamiento?
Es claro, como se vio, que el Legislador, por medio del CDU, quiso unificar los
regímenes disciplinarios, incluyendo el de la Procuraduría, pues no sólo esa ley no
exceptúa al Ministerio Público de sus normas sino que en ningún momento, en los
debates sobre el tema durante el trámite de este estatuto disciplinario, se previó un
régimen especial para esa entidad. Una conclusión se impone: el CDU quería
derogar las disposiciones disciplinarias que hasta ese momento se aplicaban a la
Procuraduría, efecto derogatorio que, por la propia voluntad del Congreso, sólo se
haría efectivo dos meses después de que se sancionara el CDU. En este caso la
voluntad legislativa es evidente.
17- Una vez mostrado que las expresiones acusadas no se encuentran vigentes, la
Corte entra a estudiar si los supuestos normativos derogados continúan
produciendo efectos jurídicoEn relación con la necesidad de pronunciamiento de
fondo de la Corte Constitucional sobre normas derogadas que continúan
produciendo efectos jurídicos, entre otras, pueden consultarse las sentencias C-467
de 1993, C-047 de 1994, C-177 de 1994, C-264 de 1994. C-505 de 1995, C-537 de
1995, C-252 de 1996, C-558 de 1996, pues de lo contrario, el pronunciamiento de
constitucionalidad sobre los apartes demandados de los artículos 8º, 45 y 173,
resulta innecesario por carencia actual de objeto y, en consecuencia deberá
producirse fallo inhibitorio en lo pertinente.
Pues bien, el artículo 176 de la Ley 200 de 1995 dispone que "los procesos
disciplinarios que al entrar en vigencia la presente ley se encuentren con oficio de
cargos notificado legalmente, continuarán su trámite hasta el fallo definitivo de
conformidad con el procedimiento anterior", por lo cual los trámites que se
adelantan bajo la vigencia de las normas acusadas terminan su eficacia con
decisión ejecutoriada por expreso mandato del CDU. De otro lado, como se
deduce claramente de la fecha en que entra en vigor la Ley 201 de 1995 y la
vigencia de la Ley 200 de 1995, las disposiciones acusadas en principio tuvieron
una cortísima vida jurídica, pues su eficacia se mantuvo por 45 días. Es pues
bastante difícil que durante ese período exista un proceso "con oficio de cargos
notificado legalmente". Sin embargo ello no es imposible, por lo cual el
pronunciamiento de fondo es necesario.
Con todo, incluso si los presupuestos del actor fueran ciertos, no por ello habría
violación del principio de legalidad, pues bien puede el Legislador estructurar un
régimen disciplinario con base en normas que habían sido derogadas en el pasado,
siempre y cuando la referencia sea precisa e inequívoca. Es cierto que en general
se acepta que una norma derogada no revive por la sola referencia que a ella haga
otra ley sino que, tal y como esta Corporación ya lo había señalado, es necesario
un "nuevo acto de voluntad política" para poder "revivir la norma inicialmente
derogadSentencia C-055 de 1996. Fundamento Jurídico No 7." Sin embargo,
cuando el Legislador señala que el régimen disciplinario para determinados
funcionarios es el contenido en la ley A del año B, normas que habían sido
derogadas, no está haciendo una simple referencia sino que está manifestando la
inequívoca voluntad política de reincorporar al ordenamiento esas disposiciones, por
lo cual el procedimiento es admisible, si bien puede no ser el más adecuado en
términos de técnica legislativa y de seguridad jurídica.
20. El cargo del actor contra los artículos 80 y 178 de la Ley 201 de 1995 es
diverso. Según su criterio, la facultad discrecional del Procurador General de la
Nación para modificar las sedes y las dependencias de los servidores de la
Procuraduría General, en razón a las necesidades del servicio, es contraria al
derecho de estabilidad del empleo de los trabajadores y de su familia. Por su parte,
la Vista Fiscal considera que esa posibilidad de variar las sedes encuentra respaldo
en la necesidad de que la Procuraduría cumpla adecuadamente sus funciones en la
forma que exige el artículo 209 de la Constitución. Ahora bien, la Carta consagra
como principio mínimo fundamental en materia laboral la garantía de la estabilidad
en el empleo (C.P. art. 53), pero igualmente establece un sistema especial para la
vinculación laboral de los funcionarios públicos (C.P. art. 125) y señala unos
principios que deben orientar la función administrativa, entre los cuales se
encuentran la eficacia, la economía y la celeridad. Un interrogante surge para
Corte: ¿los servidores públicos tienen derecho a la misma garantía de estabilidad
en el empleo que contempla el régimen jurídico laboral privado? En otros términos,
¿la diferencia de regímenes jurídicos en la vinculación laboral autoriza la atenuación
de la garantía mínima de estabilidad del trabajador al servicio del Estado?
21. Para resolver el anterior interrogante, la Corte encuentra que la relación entre
el Estado y sus trabajadores debe regirse teniendo en cuenta dos aspectos
determinantes. En primer lugar, los servidores públicos son las personas de las
cuales el Estado se vale para el cumplimiento de sus funciones esenciales y
específicas para la búsqueda de los objetivos públicos, por lo cual la relación de
trabajo al interior de la administración pública comporta un contenido de interés
general (C.P. inciso 2 art. 123), pues el cumplimiento de las funciones
administrativas del Estado se hace efectivo y se concreta a través de la actividad de
personas físicas que plasman el interés de una colectividad organizada. Y, en
segundo lugar, no debe olvidarse la posición privilegiada en que se encuentra la
persona en la Constitución, pues en una Carta Política con clara orientación
humanista, el individuo trabajador no puede ser tan sólo un instrumento de
ejecución de políticas estatales, sino que goza de efectivas y permanentes
garantías inherentes a su status. Por consiguiente, los trabajadores del Estado
también gozan de derechos derivados del empleo, toda vez que tanto los
funcionarios como los empleados públicos deben disfrutar de las efectivas y
permanentes garantías inherentes a su condición de individuos que prestan su
mano de obra remunerada para la consecución de un fin determinado. Esto
significa que si bien para determinados efectos puede ser relevante
constitucionalmente la diferenciación entre trabajadores de la administración,
quienes ejercen su función por condiciones especiales de sujeción al desarrollo de
intereses colectivos, y los trabajadores que se rigen por el derecho privado, en todo
caso existen derechos laborales mínimos que deben respetarse.
En este orden de ideas, en la relación laboral de los trabajadores del Estado existe
una tensión entre la obligatoriedad de la eficacia de los principios que rigen la
función pública (C.P. art. 209), y las garantías laborales del servidor público (CP
art. 53), tensión que debe ser ponderada según las características específicas de
los casos concretos y de las regulaciones normativas analizadas por los jueces. Con
todo, la Corte considera que existen dos aspectos básicos que deben ser tomados
en consideración, criterios fundamentales. En primer lugar, la distinción
constitucional de los tipos de nombramiento del personal que realiza la
administración (C.P. art. 125), ya que la vinculación en puestos de carrera
administrativa o en plazas de libre nombramiento y remoción justifica una variación
sustancial del contenido y alcance del principio a la estabilidad del cargo público.
Así, por su propia naturaleza, los cargos de libre normbramiento y remoción gozan
de una precaria estabilidad pues el ordenamiento deja un margen más amplio de
discrecionalidad al nominador, toda vez que aspectos tales como la confianza y la
credibilidad que recaen sobre el trabajador pueden determinar la disponibilidad del
cargo. El segundo aspecto para considerar es la diferencia entre las dos aristas de
la estabilidad en el empleo, que son el concepto de permanencia del vínculo laboral
como tal y la inalterabilidad de las condiciones mismas de trabajo de los
funcionarios. Sin embargo, en razón a que el caso que nos ocupa se refiere al
traslado de los agentes del Ministerio Público y de los funcionarios de la
Procuraduría General de la Nación, la presente sentencia se limitará a analizar
únicamente este segundo aspecto.
Así las cosas, la aplicación de las garantías inherentes al status del trabajador del
Estado que se plasman en la Constitución en el principio de la estabilidad en el
empleo, (C.P. art. 53), en el derecho a una remuneración por la prestación de
servicios (C.P. art. 53), en la obligatoriedad del trabajo en condiciones dignas y
justas (C.P. art. 25) y, en la igualdad de acceso a la función pública (C.P. art. 53 y
125), determinan que la "potestad organizatoria" sea una atribución limitada. Por
consiguiente, la administración debe tener en cuenta los derechos del trabajador
reconocidos por el ordenamiento jurídico cuando ejerce su potestad discrecional de
variar sedes para desarrollar adecuadamente sus funciones. organizar su estructura
desde el punto de vista de los funcionarios que ejecutan la labor encomendada
legal y constitucionalmente. Por lo tanto, la simple alegación de intereses
generales o la invocación de la necesidad del servicio no son argumentos
suficientes para justificar per se un traslado, pues si la Administración no respeta
los criterios anteriormente señalados estaría lesionando derechos subjetivos
reconocidos por la propia Constitución.
26. Las anteriores precisiones conducen a esclarecer que los Agentes del Ministerio
Público, los cuales de acuerdo con el artículo 153 de la Ley 201 de 199Norma que
fue declarada exequible por esta Corporación, en la sentencia C-037 de 1997. M.P.
Antonio Barrera Carbonell, son funcionarios de libre nombramiento y remoción, y
los trabajadores vinculados a la Procuraduría General por la misma forma de
nombramiento, pueden ser trasladados siempre y cuando se cumplan los requisitos
mínimos para el traslado. Sin embargo conviene aclarar que los servidores públicos
de libre nombramiento y remoción, en razón a su status, tienen derechos y
garantías de estabilidad más flexibles, por lo cual la variación de sedes de acuerdo
con las necesidades del servicio es una facultad acorde claramente con la
Constitución. Por el contrario, la facultad de traslado de los funcionarios vinculados
en la carrera administrativa debe efectuarse por la necesidad del servicio y
teniendo en cuenta todos los límites del poder discrecional organizativo de la
administración anteriormente señalados, lo cual debe ser ponderado en cada
situación por la autoridad que tiene a su cargo el control jurisdiccional del acto
administrativo que ordena el traslado. Por ello, la Corte encuentra que es necesario
condicionar la constitucionalidad del artículo 178 de la Ley 201 de 1995, en el
entendido de que la facultad del traslado de los empleados de carrera
administrativa deberá surtirse de conformidad con los límites del poder discrecional
organizativo de la administración
VIII. DECISIÓN
RESUELVE
a) declaró exequibles las expresiones "agentes del Ministerio Público", "los agentes
adscritos al Despacho, y todos los servidores que tengan funciones de seguridad,
cualquiera que sea la denominación del cargo", contenidas en el literal a) del
artículo 136 de 1995.
Cuarto.- Declarar EXEQUIBLE la expresión "o donde las necesidades del servicio
así lo exijan", contenida en el artículo 178 de la Ley 201 de 1995, en el entendido
de que la facultad del traslado de los empleados de carrera administrativa deberá
surtirse de conformidad con los límites del poder discrecional organizativo de la
administración.
Disposiciones analizadas por Avance Jurídico Casa Editorial Ltda.© ISSN 1692-0392,
"Compilación de Normas sobre la Administración del Personal al Servicio del
Estado", 15 de enero de 2004.
Incluye análisis de vigencia expresa de las principales normas y análisis de fallos
de constitucionalidad publicados hasta 15 de enero de 2004.
La información contenida en este medio fue trabajada sobre
transcripciones realizadas a partir del Diario Oficial; los fallos de
constitucionalidad fueron suministrados por la Corte Constitucional; los
fallos de la jurisdicción contencioso administrativa fueron suministrados
por el Consejo de Estado; los fallos de la jurisdicción ordinaria fueron
suministrados por la Corte Suprema de Justicia. Cuando fue posible se
tomaron los textos del Diario Oficial publicados por la Imprenta Nacional en
Internet.