William Heirens
William Heirens
William Heirens
Materia: criminología
En 1942, fue arrestado al salir de un edificio con una pistola en la mano, el chico
alego que había sentido el impulso de cometer un robo con un botín de cosas
robadas entre ellas ropa de mujer. Al ser interrogado sobre ella el chico explico
que era para cubrir las armas. La policía le pregunto sobre 50 robos y con algunos
con incendios predeterminado, de los que Heirens confeso haber cometido eran
11. La única explicación que dio fue que lo encontraba muy excitante.
El oficial que visito a la familia Heirens para hablar sobre el historial criminal de su
hijo se quedo sorprendido por lo que a el le pareció una familia afectuosa y un
perfecto hogar. El psiquiatra de tribunal llego con la conclusión de que los actos
delictivos de Heirens entra en la categoría de los delitos de un neurótico. El juez
considero la posibilidad de enviar a Heirens a la institución para jóvenes, el 27 de
agosto de 1942 lo mandaron a Gibault, era un colegio católico como una especie
de correccional para jóvenes.
La muerte de Josephine Ross se fijo a las 10:30 horas. Aunque había encontrado
el cadáver desnudo y el asesinato podía inducir sospechar de qué se trataba de
un crimen sexual. Llamaron a expertos en huellas dactilares, pero no pudieron
encontrar nada, el 1 de octubre, Verónica Hudzinki, de 19 años se hallaba
escribiendo una carta le pareció oír algo, que alguien intentaba entrar a la casa
por, la ventana, cuando se asomo a ver que pasaba, Heirens saco una pistola y le
disparo dos veces atreves de la ventana, hiriéndola en el hombro, luego tiro el
arma y huyo.
Cuatro días más tarde entro en un ático que se hallaba cercas del campus de la
universidad, donde se encontró una mujer que se encontraba en la cama: una
enfermera del ejército ya retirada, la lugarteniente Evelyn Peterson. La golpeo en
la cabeza con una de metal y esto le produjo una gran satisfacción sexual. Poco
después abandono el departamento. Cuando la lugar teniente Peterson volvió en
si, se encontró atada de pies y manos con un clave eléctrico. Se desato, y
descubrió que le habían robado 150 dólares, antes de que tuviera tiempo de
llamar a la policía, alguien llamo a la puerta. Abrió y se encontró con un joven de
pelo negro a quien antes había visto, pero inmediatamente se preocupo por su
estado de salud al haber al ver que tenia sangre en la cara. Era Heirens, le dijo
que iba a llamar a un medico, salió al pasillo, informo al encargado de los
departamentos de que la enfermera no se sentía bien y abandonó el lugar.
Cuando llego la policía, descubrieron que el intruso había borrado todas las
huellas del departamento después de haber cometido el robo.
Heirens paso la tarde del 6 de enero de 1946 bebiendo whisky con Joe Costello su
vecino, no estaba acostumbrado a beber mucho, y se sentía mareado cuando
regreso a su habitación alrededor de la media noche, estaba apunto de acostarse
cuando sintió la necesidad de salir, se lanzo a la calle en medio de una noche
helada y tomo el metro hacia el norte, llego a la zona de Thorndale, la zona
residencial mas elegantes, cerca de lago Michigan. Se bajo y empezó a merodear
por las calle desiertas en busca de un lugar en donde entrar. Llego al 5943 de
Kenmore Avenue, un edificio de tres pisos. El piso de la planta baja, que contaba
con 7 habitaciones lo tenía alquilado un funcionario, James Degnan, que se había
trasladado a Chicago en el mes de septiembre junto con su mujer y sus dos hijas,
Suzanne, de 6 años y Elizabeth de 10 años, Heirens encontró una ventana entre
abierta a unos dos metros del suelo. Abrió la ventana con facilidad y entro, estaba
en el dormitorio de Suzanne Degnan y al cercarse a la cama, la pequeña despertó
y empezó hablar con voz somnolienta. Heirens encendió la linterna y vio la cara
regordeta, y los ojo azules y asustados de la niña, no le dio tiempo de gritar, la
saco de la cama asiéndola por la garganta y apretó hasta que la niña dejo de
moverse. Heirens le coloco un pañuelo en la boca, por si volvía en si, la cogió en
brazos, salió por la ventana y bajo por la escalera a la calle.
Dejo a la pequeña en el suelo y se fue a buscar una vivienda próxima que tuviera
una ventana abierta, encontró justo en la esquina de Winthrop Avenue, volvió a
recoger el cadáver de la niña, la metió dentro del sótano y la dejo en la carbonera
mientras se iba a inspeccionar. En el sótano había cuatro tina de lavar la ropa,
arrastró al pequeño cadáver hasta una de los barreños y le quito la pijama, saco
su cuchillo de caza y comenzó a descuartizarlo. Rimero le quito la cabeza, luego
los brazos, las piernas y el tronco en dos; lavo cuidadosamente las partes. Cuando
termino lavo y limpio el cuchillo y lo utilizo para forzar un armario en el que se
encontró alguna bolsas y ropa, envolvió los trozos del cadáver y los metió en las
bolsas después salió del sótano.
Volvió a la casa de los Degnan, doblo el papel y lo lanzo adentro, luego cargo con
la escalera y la abandonó en una callejuela, se deshizo del cuchillo tirándolo a la
vía del metro mas cerca; luego se dio cuenta de que tenia una mancha de sangre
en uno de los puños del abrigo así que dio vuelta a la calle, lo tiro al suelo y le
prendió fuego.
La señora Degnan recordó haber oído a su hija y también a los perros del vecino
de arriba ladrando poco después de meterse a la cama, pero no al oír nada más
se había quedado dormida. James Degnan grabo varios mensajes que se leyeron
en la radio, en los que se les pedía a los secuestradores que cuidaran de su hijita
y que la abrigaran bien. Prometía intentar reunir el dinero, aunque no poseía una
gran fortuna. En los basureros de Chicago escarbaron en la hojarasca de las
partes traseras de la casa de los Degnan en busca de alguna pista que pudiera
ayudarles a dar con el secuestrador.
El 8 de enero, un detective encontró resto de sangre en unas de las tinas del 5901
de Winthrop Avenue, en el tubo del desagüe había restos de carne humana y
cabello rubio, también hallaron pequeñas manchas de sangre en un armario
forzado, al retirar las veinte toneladas de carbón que se había encargado esa
misma mañana, encontraron manchas de sangre en el fondo de la carbonera. La
policía interrogo a los inquilinos de los edificios. Varios de ellos habían oído correr
el agua y otros tipos de ruidos entre las 2:30 y las 3:00 en día que habían tenido
lugar el asesinato. El portero del edificio, Héctor Vergurgh de 75 años, fue
arrestado. Lo soltaron poco después. La policía continuaban buscando pruebas
mas solidas. Enviaron la nota de rescate a los laboratorios del FBI de Washington,
y allí encontraron la huella de un meñique izquierdo y parte de la hulla de la palma
de su mano. Pero no respondía con ninguna de las huellas que tenían en sus
archivos criminales.
A las 18:00 del 26 de junio de 1946, cuando empezaba atardecer, Heirens empezó
a entrar en los departamentos Wayne Manor, un bloque de viviendas que se
hallaban en el norte de Chicago. Recorrió los pasillos buscando una puerta abierta
y encontró una en el tercer piso, donde la señora Pera se hallaba cocinando.
Acababa de regresar de la calle con su bebe y se le olvido cerrar la puerta. El
vecino de enfrente, Richard O’Gorman, vio un extraño rodando por el piso, su
mujer salió a comprobar si todo iba bien, y se dio de bruces con Heirens cuando
este salía, la señora O’Gorman grito pidiendo socorro y el extraño empezó a correr
por las escaleras. Su marido salió detrás de el mientras ella llamaba en el
vestíbulo para hablar con el encargado de los departamentos, el señor Dick, quien
llamo a la policía. Cuando este abrió la puerta del vestíbulo se encontró con un
joven de aspecto salvaje que bajaba corriendo las escaleras.
Heirens saco una pistola del bolsillo trasero del pantalón y apunto con ella al
portero, mientras le gritaba:”¡déjame salir o te meto una bala en los intestinos, te lo
juro!”.
El caso de Heirens, que robaba para satisfacer su obsesión por la ropa interior
femenina, no es inusual. Lo que diferencia a Heirens es que al final, el mero hecho
de entrar en casas le proporcionaba un gran placer sexual.
En los tres asesinatos que cometió, el detonante fue el mismo. Una mujer en
camisón lo sorprendía en un estado de excitación sexual, aunque Heirens dijo que
“era el ruido que ellas hacían lo que verdaderamente me excitaba”, el hecho de
que sus victimas fuera mujeres sugería que era su madre la que le inspiraba esa
gran tensión y ese conflicto emocional. El anhelaba su amor y odiaba la forma que
ella tenia de negárselo.
John Coghlan preparo una declaración, intento llegar a un acuerdo con el fiscal
Touny; si Heirens se confesaba culpable recibiría tres condenas a cadena
perpetua en lugar de enviarlo a la silla eléctrica. Acordaron que el acusado haría
una confesión formal en la oficina del fiscal el 30 de julio. Se invito a la prensa, así
como las figuraras más destacada que tuvieron relación con el caso. Negó
recordar haber asesinado
El 5 de marzo de 2012, William Heirens “el asesino del lápiz labial” fue
encontrado muerto en su celda del centro correccional de Dixon, siendo trasladado
al centro medico de la universidad de Illinois, donde se le declaro muero
oficialmente a las 20:45 horas, a la edad de 83 años.