Lloyd Jones EL MATRIMONIO PDF
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Lloyd Jones EL MATRIMONIO PDF
Por M. Lloyd-Jones
Efesios 5:22-33
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Tabla de contenido
PARTE 1 ................................................................................................................................................ 1
PRINCIPIOS BÁSICOS .................................................................................................................... 1
EL ORDEN DE LA CREACIÓN .................................................................................................... 10
LA ANALOGÍA DEL CUERPO ..................................................................................................... 18
Parte 2 .................................................................................................................................................. 26
EL AMOR VERDADERO .............................................................................................................. 26
LA ESPOSA DE CRISTO ............................................................................................................... 33
LA PURIFICACIÓN DE LA ESPOSA ........................................................................................... 40
Parte 3 .................................................................................................................................................. 48
LAS BODAS DEL CORDERO ....................................................................................................... 48
UNA CARNE .................................................................................................................................. 55
LOS PRIVILEGIOS DE LA ESPOSA ............................................................................................ 62
Parte 4 .................................................................................................................................................. 69
LOS DEBERES DEL ESPOSO ....................................................................................................... 69
RELACIONES TRANSFORMADAS ............................................................................................ 77
PARTE 1
PRINCIPIOS BÁSICOS
Efesios 5:22-33
Ahora llegamos a lo que he estado describiendo como la aplicación práctica del principio
que el apóstol estableció en el versículo 21: 'Sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo’.
Este era el principio general, y ahora, como es su costumbre invariable, él viene a su aplicación
particular.
No puede haber duda alguna de que eso es lo que el apóstol está haciendo. Podemos
probar esto en tres formas diferentes. La primera es la palabra 'estén sujetas’ que se encuentra
en la versión Reina Valera (1960) y también en otras versiones. 'Las casadas estén sujetas a sus
propios maridos’. En realidad en el original la palabra traducida 'estén sujetas' no figura;
simplemente dice 'Las casadas a sus propios maridos, como al Señor’. ¿Cómo explicamos la
omisión de la palabra? Significa que el apóstol está llevando el precepto sobre 'sometiéndoos'
desde el versículo 21 al versículo 22. Entonces el hecho en sí de que la palabra realmente no se
repite es una prueba de que el versículo 22 es continuación del versículo 21, y que el apóstol
está considerando el mismo tema, el principio general de la sumisión. El sabe que este tema
estará en la mente de sus lectores y en consecuencia dice: 'Las casadas (con respecto a este
tema de la sumisión) a sus propios maridos'. De modo que la ausencia en sí de la palabra
'sujetar' en el original es una prueba en sí de lo que el apóstol está haciendo aquí.
Pero hay una segunda prueba. Consiste en el hecho de mencionar a las casadas antes que
a los maridos. Eso no es un accidente; ni lo hace por simple amabilidad o basado en el principio
de 'las damas primero'. La Biblia, como hemos de ver, y conforme a lo que el apóstol expone,
invariablemente utiliza el otro orden. Es cierto que la ley de la costumbre lo hace así y nosotros
en la conversación común, también lo hacemos. No solemos decir señora y señor fulanos de tal;
en cambio decimos señor y señora fulanos de tal. De modo que cuando el apóstol pone a las
esposas en primer lugar en su consideración de la relación entre cónyuges, tiene buenos
motivos para hacerlo. El motivo es que está particularmente preocupado por este tema de la
sumisión 'sometiéndoos'. Ese es el principio que ha bosquejado en el versículo 21. Ahora bien,
en la relación matrimonial, el aspecto de la sumisión, como él lo demuestra, se aplica
particularmente a las esposas. Hay otro aspecto que se aplica a los maridos y va a considerarlo,
porque su declaración es una declaración completa y equilibrada pero, puesto que su
preocupación principal es el tema de la sumisión, inevitablemente, y en forma completamente
natural, pone primero a las esposas. De modo que tenemos una segunda prueba que aquí el
apóstol está desarrollando el principio general que estableció en el versículo 21.
Otro, y tercer argumento, es que usa la expresión 'a sus propios maridos'. Nótese el
énfasis, 'las casadas estén sujetas a sus propios maridos'. En el versículo 21, ha establecido el
principio general de la sumisión, en lo que respecta a todos los cristianos en su relación con
otros 'Sometiéndoos unos a otros'. El argumento entonces es el siguiente: si ustedes lo hacen
en términos generales y si lo hacen respecto a otros, cuánto más deberían hacerlo las casadas
en relación a sus propios maridos, en esta relación peculiar que ha sido tan adecuadamente
definida en el Antiguo Testamento.
Me tomo el trabajo de subrayar esto, porque si no tenemos un concepto claro de que el
versículo 21 realmente es el principio básico, de ninguna manera podremos comprender
correctamente esta detallada enseñanza. Habiendo aclarado este punto, prosigamos.
Antes de considerar este tema tan vital y de suprema importancia especialmente en los
días actuales es imprescindible que primero miremos a la declaración general del apóstol.
Observemos su método. Tengo muchos motivos para proceder de esta manera. Veremos que lo
que el apóstol está haciendo aquí lo hará también en el caso de 'hijos y padres' y 'siervos y
amos'. En cada caso notarán el orden. Los hijos preceden a los padres. ¿Por qué? Porque al
apóstol le preocupa la sumisión. Los hijos no preceden a los padres; pero en este caso sí,
porque se trata del tema de la sumisión. Y los siervos preceden a los amos por el mismo
motivo. Sostengo que al estudiar una porción de las Escrituras como es ésta y como ya he
dicho, por el momento estoy preocupado por tratar el asunto en términos generales
descubriremos que el apóstol emplea su método acostumbrado; y si tenemos éxito en discernir
su método respecto de un ejemplo particular, habremos descubierto la clave para el
entendimiento de sus otros escritos. Y no sólo eso; si estudiamos con exactitud cómo el apóstol
trata a cualquier problema, si realmente hemos descubierto su método, entonces, estando
frente a otro problema, veremos que no necesitaremos sino aplicar el método y veremos que
en la medida en que apliquemos el método seremos capaces de descubrir la respuesta.
Entonces, lo que estamos haciendo por el momento es estudiar el método del apóstol
primeramente. Una vez hecho esto, hemos de ocuparnos del tema particular que él está
considerando aquí.
En este párrafo particular hay algunas cosas que sobresalen con mucha claridad y que
ilustran el método del apóstol. He aquí la primera: el hecho de habernos convertido en
cristianos no significa que automáticamente estemos acertados en todo lo que pensamos y
hacemos. Hay algunas personas que aparentemente piensan que ese es el caso. De acuerdo a
ellas, en el momento que una persona se convierte en cristiana, todas las cosas quedan
perfectamente corregidas y claras. Muchas veces se encuentran evangelistas que son culpables
de esto, porque en su ansiedad por obtener resultados, hacen declaraciones extravagantes,
dejando de esa manera muchos, muchos problemas para pastores y maestros. La impresión
que ellos dan es que la persona entra a una especie de atmósfera mágica; ¡nada es igual, todo es
diferente, no hay problemas, ni dificultades! Todo lo que tiene que hacer es tomar su decisión,
luego la historia será: "y vivieron todos muy felices para siempre". Y de ahí nunca habrá ningún
problema o dificultad. Por supuesto, esto es totalmente erróneo. Si fuera cierto, nunca habría
escrito ninguna epístola en el Nuevo Testamento. El hecho de habernos convertido en
cristianos, y que el problema básico de nuestra relación con Dios haya sido corregido, no
significa que ahora estemos automáticamente acertados en todo lo que pensamos, decimos y
hacemos. Este párrafo que estamos considerando es una prueba por sí sola del hecho que
necesitamos ser instruidos acerca de ciertos asuntos.
El segundo principio es este: no solamente es cierto, como he estado diciendo, que el
cristiano no está automáticamente acertado en todas las cosas por el sólo hecho de ser un
cristiano sino que podemos decir que el hecho de que alguien haya llegado a ser cristiano
probablemente le causará nuevos problemas, problemas que nunca antes haya tenido que
enfrentar. O bien, si esto no ocurre, con toda certeza le presentará problemas que nunca ha
tenido que enfrentar de esta manera. Ahora ve las situaciones como nunca antes las había visto.
Aunque antes en realidad nunca había pensado, en cambio ahora se siente compelido a pensar.
Y tan pronto comienza a pensar, y por el hecho de pensar, tiene nuevos problemas que
enfrentar.
Esto fue lo que en gran manera ocurrió en la iglesia primitiva. Las cosas ocurrieron más o
menos así. Tomemos el caso de una esposa. Un esposo y su esposa habían vivido juntos como
paganos. No siendo cristianos ninguno de los dos, vivían su vida matrimonial como los paganos
solían hacerlo en ese tiempo. Más adelante hemos de referirnos a ello. Pero ahora la esposa se
convierte y llega a ser cristiana. Inmediatamente surgía para esa esposa la tentación de decir:
"Muy bien, ahora por supuesto estoy libre. Ahora entiendo las cosas como nunca antes las he
entendido. El evangelio me ha dicho que: 'No hay bárbaro, ni escita, ni hombre, ni mujer, ni
esclavo, ni libre'. Por eso ahora ya no he de vivir como solía hacerlo antes. Ahora tengo un
entendimiento que mi esposo no tiene". El peligro que corría esa esposa era de malinterpretar
su nueva vida en tal forma de arruinar su relación matrimonial. Lo mismo ocurría entre hijos y
padres y lo mismo tiende a ocurrir en la actualidad. Muchas veces cuando los hijos son
convertidos y sus padres no lo son, cuando tienen un entendimiento que sus padres no tienen,
malinterpretan la nueva situación y son guiados por el diablo a usar mal y abusar de ese
entendimiento. Al fin de cuentas son culpables de quebrantar el mandamiento de Dios que dice
que los hijos han de honrar a sus padres. De esa manera, y en forma casi inevitable, del
discernimiento que viene por el hecho de ser cristianos nacen nuevos problemas que nunca
antes se habían encarado. Entonces deducimos de este pasaje que el gran cambio que ocurre
con la regeneración tiende a producir nuevos problemas. El resultado es que debemos
investigar con mucho cuidado para descubrir exactamente lo que es correcto en esta nueva
vida y como hemos de aplicar esta nueva enseñanza a la nueva situación en la cual nos
encontramos.
El tercer principio es éste: el cristianismo tiene algo que decir sobre nuestra vida entera.
No hay ningún aspecto de la vida que el cristianismo no considere y el cual no gobierne. No
debe haber compartimentos en nuestra vida cristiana. Como se sabe, muchas veces los hay. El
peligro para esos primeros cristianos era que dichas personas esposo y esposa, o hijos y padres
al convertirse en cristianos se dijeran a sí mismas: "Muy bien, por supuesto, esto es algo que
tiene que ver solamente con mi vida religiosa, al elemento de adoración en mi vida; nada tiene
que ver con mi matrimonio, y nada tiene que ver con mi trabajo, nada tiene que ver en mi
relación con mis padres y así sucesivamente". Ahora bien, eso es totalmente erróneo de
acuerdo a esta enseñanza. No hay nada tan erróneo y nada tan fatal que vivir una vida dividida
en compartimentos. Llega el domingo a la mañana y yo digo: "Ah, cierto, yo soy una persona
religiosa''. Entonces me pongo mi equipo religioso. Luego viene el lunes por la mañana y me
digo a mí mismo: "Ahora soy un hombre de negocios o algo así". Por lo tanto me visto con un
equipo diferente. De esa manera vivo mi vida dividida en compartimentos; y el lunes resulta
difícil decir que soy un verdadero cristiano. Por supuesto que el domingo lo demostré al ir a un
lugar de adoración. Este concepto es totalmente equivocado. La vida cristiana es un todo; la fe
cristiana tiene algo que decir acerca de cada esfera y sección de la vida.
Cada uno de estos puntos es de suprema importancia y podría ser desarrollado
extensamente. Existen aquellos que afirman y en cierta medida estoy dispuesto a concordar
con ellos que la condición actual de nuestras iglesias y del cristianismo se debe, en gran parte, a
que muchos de nuestros abuelos Victorianos fueron excesivamente culpables de no
comprender que el cristianismo gobierna la totalidad de la vida de una persona, y no sólo una
parte de ella. Muchos de ellos fueron personas muy religiosas; muchos de ellos tenían
momentos de oración en su trabajo o en su oficina durante la mañana, pero luego, habiendo
dicho sus oraciones, volvían a tener una actitud dura y un espíritu codicioso, agrio, injusto y
legalista. Sin duda eran responsables para un antagonismo de parte de muchas personas hacia
la fe cristiana, porque tantas veces mostraban esta clase de dicotomía, este hecho de no
comprender que la vida cristiana abarca toda la vida y que el cristiano nunca debe vivir una
vida de compartimentos. Mi cristianismo debe penetrar mi vida matrimonial, la relación con
mis padres, mi trabajo, todo lo que soy y todo lo que hago.
Ahora llego al cuarto principio que nuevamente es de suprema importancia, tanto del
punto de vista doctrinal como teológico y, en consecuencia, también lo es para la vida cotidiana.
La enseñanza cristiana nunca contradice o neutraliza la enseñanza fundamental de la Biblia en
cuanto a la vida y el vivir. Quiero decir que no hay contradicción entre el Nuevo Testamento y
el Antiguo. En la actualidad esto debe ser subrayado, debido a la actitud común hacia el Antiguo
Testamento. Algunas personas dicen en forma ligera y superficial: "Pero bien, lógicamente
nosotros ya no estamos interesados en lo que dice el Antiguo Testamento; nosotros somos
gente del Nuevo Testamento". Algunos son suficientemente necios para decir que no creen en
el Dios del Antiguo Testamento. Ellos afirman: "Yo creo en el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo". Algunos así llamados predicadores cristianos dicen desde los pulpitos, y la gente
los aplaude, que no creen en el Dios del Sinaí, el Dios de los Diez Mandamientos y de la ley
moral. Descartan la enseñanza del Antiguo Testamento y afirman que hemos de ser guiados
solamente por la enseñanza del Nuevo Testamento. Algunos van más allá por qué incluso dicen
que no hemos de ser gobernados ni siquiera por el Nuevo Testamento, porque hoy en día
sabemos mucho más.
Existe esta tendencia de descartar la totalidad de la enseñanza bíblica. Mi respuesta es:
que el Nuevo Testamento, la enseñanza específicamente cristiana, nunca contradice, nunca
descarta la enseñanza fundamental de la Biblia respecto a las relaciones humanas y de las
diferentes partes de la vida. Por supuesto me estoy refiriendo aquí, como hemos de ver, a
temas como el matrimonio. El argumento del apóstol está basado parcialmente en lo que
enseña el Antiguo Testamento, incluso el libro de Génesis. Lo mismo ocurre con respecto a la
familia, lo mismo ocurre con todas estas situaciones fundamentales de la vida. El hecho de que
alguien se convierte en cristiano no afecta a esas enseñanzas. Lo que realmente hace es
suplementar el Antiguo Testamento, explicarlo, le da una perspectiva más amplia de él para
ayudarnos a ver el espíritu detrás del precepto original. Pero el Nuevo y el Antiguo Testamento
nunca se contradicen.
Este es un principio vital, de suprema importancia. Lo estoy subrayando porque, como
pastor, he tenido que tratar este asunto tantas veces. De alguna manera la gente agarra la
noción que, por ser nuevas criaturas en Cristo, los principios fundamentales de antaño ya no
tienen validez. La respuesta del Nuevo Testamento es que sí la tienen. Nótense como en todos
estos ejemplos el apóstol cita el Antiguo Testamento para demostrar que la enseñanza original
vino de Dios, y que siempre debe ser observada sin importar cuanto pueda ser suplementada
por esta enseñanza más reciente.
Prosigamos al quinto principio. El Nuevo Testamento siempre nos ofrece las razones de
sus enseñanzas. Siempre nos da razones y nada me alegra tanto que precisamente eso. El
Nuevo Testamento no se limita a arrojar delante de nosotros un paquete de reglas y mandatos
diciendo, ahora bien, respétenlos. ¡No! Siempre explica, siempre nos da un argumento, siempre
nos da una razón. El tipo de cristianismo que simplemente impone reglas y mandatos a la
gente, se aleja de la enseñanza del Nuevo Testamento; es un método que nos trata como si
fuésemos niños. ¡Es una lástima que existe esa clase de cristianismo! Al final consiste en
ponerse un uniforme y mágicamente todos los cristianos son 'parecidos como dos gotas de
agua'. Allí los tiene, haciendo sus 'ejercicios'. ¡Pero eso no es cristianismo! Nosotros siempre
debemos saber por qué nos conducimos de esta manera; siempre debemos entender el motivo
de hacerlo. Debemos tener un concepto claro de ello y estar contentos de actuar de esa manera;
y por eso no debería haber tampoco contradicción, no deberíamos estar dando 'coces contra el
aguijón’, no deberíamos remar contra la corriente, o sentir que debemos hacerlo cuando en
realidad no deseamos hacerlo, y en realidad queremos estar tan lejos como fuese posible de
ello. Eso no es cristianismo. El cristiano es una persona que se regocija en su forma de vivir.
Tiene un concepto claro de ello, y no desea ninguna otra cosa; es algo inevitable, su mente está
satisfecha.
Eso es por qué afirmo que una persona que no es cristiana realmente no sabe lo que
significa ser una persona. No hay otra enseñanza en el mundo que nos haga semejante
cumplido como esta palabra de Dios. Ella no nos trata como niños, ni nos gobierna por reglas y
mandatos. La Palabra de Dios apela a la razón, al entendimiento. Esa es la auténtica enseñanza
de la santidad; no es algo que se recibe en un paquete, no es algo que llega cuando uno está en
una actitud más o menos pasiva e inconsciente. Se trata de razonar una enseñanza, de tomar un
principio y desarrollarlo, tal como el apóstol lo hace aquí. Ese es el método del Nuevo
Testamento en cuanto a la santidad y santificación. ¡Gracias a Dios por ello!
El sexto principio que observo aquí es un principio por demás glorioso. ¡Cuán maravillosa
es esta Escritura! Me llena de asombro. Al mirar por primera vez esta enseñanza uno dice: Bien,
por supuesto, ésta es una enseñanza limitada al matrimonio, a los esposos y a sus esposas. Pero
luego comienza a descubrir los tesoros que se encuentran aquí; va de habitación en habitación
y paulatinamente el tesoro se hace más maravilloso. ¿Han notado al leer este pasaje, la íntima
relación entre la doctrina y la práctica? La doctrina y la práctica nunca deben ser separadas
porque una ayuda a la otra, una ilustra a la otra. Hay ciertos aspectos en que este pasaje que
estamos considerando es, a mi entender, uno de los más maravillosos de toda la Biblia. No digo
que sea el más grande, pero digo que es uno de los más asombrosos. Estamos aquí en la
epístola a los efesios, cerca del final del capítulo 5.
¿Y qué está ocurriendo en esta parte de la epístola? Bien, dice todo el mundo, ahora
estamos en la sección práctica de la epístola. Por supuesto, la gran sección doctrinal la
encontramos en los capítulos uno, dos y tres. Un poco del elemento práctico penetró al capítulo
cuatro, pero ahora sí hemos descendido al reino de lo práctico y de las relaciones ordinarias y
asuntos comunes. El apóstol nunca fue más práctico que en esta sección casadas y maridos,
hijos y padres, siervos y amos una sección puramente práctica de la epístola. Sin embargo, se
nota ¿y acaso no han sentido asombro cada vez que se ha leído el pasaje, o cuando se ha leído
en una boda? ¿No han sentido asombro y encanto hasta lo profundo de su ser al ver que el
apóstol al tratar con este asunto eminentemente práctico, de pronto nos introduce a la más
exaltada de las doctrinas? Al decir a las esposas y sus maridos cómo comportarse el uno con el
otro introduce la doctrina de la naturaleza de la iglesia y la relación de la iglesia con Cristo. Y en
realidad, debo ir más allá. En esta misma sección el apóstol nos da su más exaltada enseñanza
sobre la naturaleza de la iglesia y la relación de la iglesia con Cristo. Es algo que nunca
deberíamos perder de vista. Al leer esta epístola prepárense a ser sorprendidos. Nunca se
digan a sí mismos: "Está bien, no necesito prestar mucha atención a esto, pues esto es, por
supuesto, un asunto práctico, simple y directo". De pronto, cuando menos lo esperan, el apóstol
le abrirá una puerta y se hallarán cara a cara con la doctrina más magnífica y gloriosa que
hayan encontrado en su vida. .
Esto me lleva a hacer el siguiente comentario práctico. Eviten el análisis superficial de la
Escritura. Conocen al tipo de persona que dice: "Capítulo uno, esto; capítulo dos, aquello". Todo
tan perfecto, prolijo y compacto. Si tratan de hacer lo mismo con este capítulo de la epístola a
los efesios, se encontrarán apabullados, y verán trastornado su pequeño esquema. Aquí en la
más práctica de las secciones Pablo repentinamente introduce esta tremenda doctrina de la
naturaleza de la iglesia y la relación de la iglesia al Señor Jesucristo. Y lo que debemos tener en
mente porque resulta de todo eso es que la doctrina y la práctica están tan estrechamente
relacionadas que no pueden ser separadas. Por eso todo aquel que afirma: "Yo sólo estoy
interesado en los aspectos prácticos", en realidad está negando la esencia del mensaje
cristiano. Esto es algo que nuestro pasaje demuestra en forma totalmente perfecta.
Habiendo mencionado estas seis cosas, digo lo siguiente en séptimo lugar: Obviamente, a
la luz de todo esto, al enfrentarse ante cualquier problema, nunca lo hagan en forma directa,
nunca comiencen considerando el asunto per se, (en sí mismo). Eso es lo que todos tendemos a
hacer. ¡Cuántas veces he encontrado esto en grupos de discusión y en reuniones! Se presenta
un problema un problema práctico en la vida cotidiana de alguna persona y yo lo presento en la
reunión. La gente tiene la tendencia de levantarse inmediatamente y dirigirse al asunto y
expresar sus opiniones acerca de él. Y por eso generalmente se equivocan; porque esa no es la
forma de comenzar a considerar un problema.
El apóstol no considera este problema de esposos y esposas, y de esposas y sus maridos
directamente, en forma inmediata, per se, como si fuese un o tema aislado. Su método es el
siguiente: siempre se debe considerarlo en forma indirecta. Lo digo una vez más: es 'La
estrategia del enfoque indirecto'. Al encontrarme ante un problema particular, no debo
dedicarle mis pensamientos en forma inmediata y directa. Primero debo hacerme esta
pregunta, ¿Acaso existe algún principio, alguna doctrina en las Escrituras que gobierne este
tipo de problemas? En otras palabras, antes de comenzar a tratar con el problema individual
que se le ha presentado, debo decirme: Muy bien, ¿a qué familia pertenece él? Incluso puede
dar un paso más y decir: ¿De qué nacionalidad es él? Logre una clasificación amplia, y habiendo
descubierto la verdad respecto a su grupo o clase o compañía, continúe aplicando el principio
correspondiente a ese ejemplo o caso particular. Esto es lo que el apóstol hace aquí. El
comienza con lo general y luego viene a lo particular.
Muchas veces he usado la siguiente ilustración. Todo aquel que ha practicado un poco de
química y que ha tenido que identificar alguna sustancia, reconocerá de inmediato el método.
¿De qué manera se procede? Hace precisamente lo que he estado diciendo. Comienza con las
pruebas más generales, con las pruebas de los grandes grupos. De esa manera puede excluir
algunos grupos; y así los va limitando hasta llegar a un grupo particular. Luego tiene que
dividir al grupo, establecer las subdivisiones del mismo; luego lo sigue limitando más y más, y
finalmente llega a la sustancia particular e individual. Ese es el método del apóstol aquí, así
como en todo otro lugar. Se trata de 'la estrategia del enfoque indirecto', el movimiento de lo
general hacia lo particular. Nunca deben lanzarse sobre un problema, no traten nunca de
desenredarlo; primero aprópiense del gran principio o de la doctrina que lo gobierna.
Mi último punto aquí es el siguiente, y nuevamente es uno muy práctico. Lo deduzco de
todo lo que ha precedido. Nótese el espíritu en el cual el apóstol conduce su discusión. Aquí se
está abogando al problema de la relación de esposas y esposos, esposos y esposas; pero nótese
su método, nótese el espíritu en el cual lo hace. Este es un tema de constantes bromas en el
mundo, ¿no es cierto? Este es un tema que siempre puede causar risa. El cómico más mediocre
trata de sacar algo de este tema cuando no tiene otro recurso. Las relaciones matrimoniales,
esposos y esposas, le dan tema. No necesito señalar que el apóstol no lo trata de esta manera.
Ningún problema cristiano puede ser tratado así.
Pero además hay otros aspectos negativos. No solamente se abstiene de tratarlo en forma
jocosa, superficial y liviana, sino que además hay una ausencia total aquí de espíritu partidario.
No hay nada acalorado en su discusión, nada asertivo, no hay una toma de posiciones en favor
de ciertos derechos, ninguna ansiedad por demostrar que uno está acertado y el otro
equivocado. Esa es la forma en que normalmente se tratan los asuntos, ¿no es cierto? Y por eso
también hay tantos problemas. Como he estado diciendo, el apóstol evade todo eso, elevándolo
y poniéndolo en un contexto diferente; y al hacerlo de esa manera evita todas estas
dificultades.
Desde el punto de vista positivo su método es éste: se trata del principio 'en el temor de
Cristo' que el apóstol ya había establecido en el versículo 21: 'Sometiéndoos unos a otros en el
temor de Cristo'. Luego lo repite: "Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al
Señor". Antes que comiencen a tomar su posición, de un lado o del otro y si ya lo han hecho
también ya están condenado al fracaso, porque han asumido un espíritu partidario él previene
esa clase de espíritu y eleva a ambos inmediatamente 'al Señor'. Todo tema discutido por los
cristianos debería ser discutido de esa manera. Un cristiano que va a presentar un argumento y
pierde el control no debería hablar. Sea que demuestre o no su punto, se ha perdido todo al
perder el control. El tema es 'en el Señor', 'en el temor de Cristo'. Pablo está hablando de la
sumisión, y su punto es que antes de considerar los méritos de estas dos personas, ambos
deben someterse al Señor, 'Sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo'. Y cuando ambos
lo hacen, su argumento estará 'de rodillas'. ¡Cuánta diferencia! Y si yo puedo usar un
vulgarismo diría que no debe pararse de las patas traseras; mejor es bajar a sus rodillas. Si tan
sólo considerásemos estos difíciles asuntos de rodillas ¡qué diferentes serían todas ellas!
Esto no solamente es cierto en cuanto al tema de maridos y esposas. Piense en el calor
generado sobre los argumentos referidos al pacifismo, y los diferentes asuntos que mantienen
ocupada a la gente de hoy ¡el celo, el espíritu partidario, la animosidad! El método, dice el
apóstol, el espíritu en que siempre debemos hacerlo es sumisión al Señor; con un deseo de
complacerlo, con una constante disposición de ser enseñados y guiados por él y por su Palabra.
De esta manera hemos visto ocho principios generales que no solamente gobiernan este
asunto particular, sino a cada uno de los problemas que pueden, de alguna forma, surgir en su
vida cristiana. Habiendo procedido de esta manera, ahora consideremos el asunto desde el
punto de vista particular. Todo lo que he estado diciendo está perfectamente ilustrado en el
trato que el apóstol da al concepto cristiano del matrimonio, de la enseñanza cristiana referida
al matrimonio. Pero, una vez más debemos seguir ese método. Antes de ocuparnos de los
detalles, veamos brevemente lo que nos dice en general acerca del tema,
La primera gran cosa que él nos dice es que el concepto cristiano del matrimonio es un
concepto único; es un concepto totalmente diferente de cualquier otro concepto; es un
concepto que sólo se encuentra en la Biblia.
¿Cómo ve el cristiano el matrimonio? ¿Cuál es la enseñanza? Permítanme comenzar
nuevamente con un punto negativo. La forma cristiana de ver el matrimonio no es la forma en
que generalmente lo ve la mayoría de la gente. ¿Alguna vez han pensado en esto? ¿Qué pasaría
si en este punto yo le pidiera escribir un informe sobre el concepto cristiano del matrimonio?
¿Alguna vez lo ha hecho? Los cristianos hemos de avergonzarnos si no tenemos un concepto
claro y bien definido de ello. ¿Hemos descubierto la singularidad del concepto cristiano, hemos
llegado a comprender sus diferencias tan esenciales del punto de vista general? ¿Cuál es ese
punto de vista general?
Por muy desabrido que sea, debo recordárselo. El punto de vista común del matrimonio
es puramente físico. Es algo basado casi exclusivamente en la atracción física y el deseo de
gratificación física. Es una legalización de la atracción física y la gratificación física. Con tanta
frecuencia no es sino eso, y a ello se debe el escándalo del creciendo número de divorcios. Las
dos partes ni siquiera han pensado al respecto, ni siquiera tienen un concepto del matrimonio;
son totalmente gobernadas por instintos e impulsos; todo se encuentra puramente a nivel
animal, y nunca se eleva de allí. No hay un sólo pensamiento referido al matrimonio en sí; no es
sino una legalización de algo que ambos están ansiosos por hacer.
Luego hay un segundo punto de vista común que se eleva un poco por encima del
primero. Este punto de vista es algo más inteligente porque considera al matrimonio como un
acuerdo humano y una invención humana. La antropología enseña eso, se dice. Sin duda hubo
un tiempo, afirman, cuando los seres humanos eran más o menos semejantes a animales; eran
promiscuos y se comportaban semejantes a animales. Pero a medida que el hombre se fue
desarrollando y evolucionando, comenzó a comprender que se necesitaban ciertos arreglos,
que la promiscuidad le conducía a la confusión y al exceso, y a un sinnúmero de problemas;
entonces, después de un largo proceso de agonía y desarrollo, un proceso de experimentos,
ensayos y errores, la naturaleza humana en su sabiduría, esto es, la civilización, llegó a la
conclusión que sería correcto, apropiado y bueno, que debe haber un sistema de monogamia
un hombre casándose con una mujer. Es un asunto de desarrollo social eso es lo que enseña la
antropología. Pero a lo largo de todo el desarrollo se afirma que es un descubrimiento del
hombre. Así como se aprueban reglas para controlar el tránsito, el estacionamiento y cosas por
el estilo, así han descubierto en sus relaciones mutuas y en sus relaciones con los hijos. Se trata
de algo totalmente ubicado en el plano humano. Probablemente esa es la presunción común
hecha por la vasta mayoría de la gente. ¡Y por cierto, a veces la encuentro aun entre gente
cristiana!
Otra característica de este punto de vista fruto de un punto de vista fundamentalmente
equivocado del matrimonio es que el enfoque entero del matrimonio está en la expectativa de
problemas. Eso era muy cierto en el mundo pagano. Los maridos tenían la tendencia de
tiranizar a las esposas y de hacerlas esclavas suyas; las esposas por su parte actuaban con
engaño. La atmósfera matrimonial se caracterizaba por los celos y el antagonismo, lo que
conducía a peleas e inevitables querellas. En lugar de una sumisión común al Señor, cada uno
defendía sus propios derechos. En realidad no se trataba de una asociación, sino un especie de
acuerdo que, con algunos propósitos, ambos harían ciertas cosas juntos; pero en realidad había
en el fondo una amargura y antagonismo de espíritu y un sentimiento de oposición.
Examinen el punto de vista común referido al matrimonio, y de las relaciones y
condiciones matrimoniales. Ustedes lo ven en los dibujos animados, en los informes de casos
en las cortes, lo ven en las bromas populares. ¿Por qué tiene que ser esto así? ¿Cómo es que
esto ha llegado a ser tan corriente? Se debe a este concepto completamente equivocado de lo
que el matrimonio realmente significa. En la actualidad, todo el asunto se ha agravado aun más
debido a las nociones modernas de igualdad entre hombres y mujeres, fruto del así llamado
movimiento feminista. Esto ha agravado todo el problema; y hace que el tema bajo
consideración sea en la actualidad un tema particularmente urgente. Hemos tenido este
movimiento moderno del feminismo que pretende que hombres y mujeres sean en todos los
sentidos iguales y que no debería haber absolutamente ninguna división o distinción, sino
completa igualdad. Ahora bien, por un lado hay aspectos de esta enseñanza con la cual toda
persona cristiana debe estar totalmente de acuerdo. Lo mismo para cualquier persona sana e
inteligente. Pero por otra parte, considerado en forma general y como principio, se opone a la
enseñanza clara de las Escrituras. Obviamente causa mucha confusión, muchos problemas y
mucho daño, no sólo al estado matrimonial pero también a la familia como unidad fundamental
de la vida. El resultado es que la disciplina ha desaparecido, el orden se ha ido y los hijos
resultan perjudicados. ¿Por qué? Porque sus padres ya no están en la correcta relación el uno
con el otro. En consecuencia, el hijo está aturdido ante la vista de esta competencia, conflicto,
donde en realidad debería haber unión. Este moderno movimiento feminista tiene la tendencia
de entenebrecer todo el asunto; y aunque sea increíble, parece infiltrarse en el pensamiento de
muchos así llamados evangélicos que pretenden creer en las Escrituras como la infalible
Palabra de Dios y como nuestra única autoridad.
A primera vista vemos aquí que ese no es el enfoque cristiano del matrimonio. El
concepto cristiano del matrimonio es total y solamente gobernado por las enseñanzas de las
Escrituras tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo. El apóstol deduce su argumento
tanto del Antiguo Testamento como de Cristo. De modo que una persona que pretende ser
cristiana no dice, "Y bueno, lo que yo pienso acerca del matrimonio es esto". En cambio dice,
"¿Qué es lo que la Biblia dice del matrimonio?" De manera que hay una diferencia total desde el
comienzo mismo. El cristiano se "somete" a sí mismo a la enseñanza de este Libro. El cristiano
no dice, "Por supuesto, hasta esta fecha hemos desarrollado y avanzado tanto, usted sabe, que
las mujeres eran virtualmente consideradas como esclavas, aun por el apóstol Pablo. El tenía
razón en la cuestión de la expiación, pero no en cuanto al tema de las mujeres". En el instante
que diga esto, en ese mismo momento deja de creer en las Escrituras, y pierde su derecho de
afirmar que ellas son la infalible Palabra de Dios. No, el cristiano dice, "Nada sé aparte de lo que
las Escrituras me dicen". De esa manera se somete al Antiguo Testamento y al Nuevo. Su vida
entera ha de ser gobernada por ese principio tanto al área de los pensamientos como la de la
conducta.
Segundo, descubrimos que el matrimonio no es una invención o arreglo humano, sino una
ordenanza de Dios, algo instituido por Dios, algo que Dios en su infinita gracia y bondad ha
designado y ordenado y preparado y establecido para hombres y mujeres. Es de Dios y no del
hombre. La enseñanza de los antropólogos está basada en la especulación y la imaginación; y
no es verdad. En este tema la Biblia tiene la verdad; es hechura de Dios y una ordenanza de
Dios.
Tercero, los términos de la relación, como hemos de ver, están clara y sencillamente
establecidos.
Cuarto, el matrimonio sólo puede ser totalmente entendido en la medida en que
entendemos la doctrina del Señor Jesucristo y la iglesia. Notan que eso es de importancia
céntrica; el apóstol continúa con el argumento sobre Cristo y la iglesia a lo largo de todo el
párrafo. En otras palabras, el resultado es éste; si no tenemos un concepto claro sobre el Señor
Jesucristo y la iglesia y la relación de la iglesia con él, no podemos entender el matrimonio. Es
imposible porque sólo a la luz de esa doctrina podemos comprender realmente la doctrina
referida al matrimonio.
En consecuencia, hago estas dos deducciones. Solamente el cristiano entiende y aprecia
verdaderamente el matrimonio. Ese es uno de los resultados maravillosos de ser un cristiano.
El cristianismo no sólo trata con su alma y con su salvación final, con el hecho de evitarle el
infierno y abrirle el cielo; el cristianismo afecta la totalidad de su vida mientras aún vive en este
mundo. Creo que puedo decir con toda honestidad que en mi experiencia pastoral no ha habido
cosa más maravillosa que ver la diferencia que el cristianismo produce en las relaciones entre
esposos. Donde había una tendencia de alejarse y separarse uno del otro, donde había
antagonismo y casi amargura y odio, ambos cónyuges, al convertirse en cristianos, se
descubrieron mutuamente por primera vez. También llegaron a descubrir por primera vez lo
que el matrimonio realmente es, aunque habían estado casados durante muchos años. Ahora
ven lo hermoso y glorioso que es. No se puede entender el matrimonio a menos que sea un
cristiano.
¿Puedo aventurarme a expresarlo de la siguiente manera? A la luz de todo esto, lo
asombroso no es que haya tantos divorcios, sino que no haya más de ellos. ¿Acaso no es
asombroso y sorprendente que ante la ausencia general de pensamientos y aun ante
pensamientos erróneos una vez que se comienza a pensar, los matrimonios se mantienen?
Ningún hombre, ninguna mujer tiene un concepto claro del matrimonio si no es cristiano; pero
si somos cristianos no deberíamos tener dificultades en cuanto a conocer lo que el matrimonio
es y lo que significa. No debería haber argumentos, no debería haber disputas. Si cree en la
enseñanza doctrinal, entonces el concepto del matrimonio es inevitable. Y no sólo es inevitable,
sino que se siente dichoso porque es inevitable. Es algo tan maravilloso, algo tan glorioso, tan
exaltado. Ya no hay dificultades, no hay discusiones, no hay argumentos. Se ha sometido a
Cristo; y así lo ha hecho su cónyuge. Y ustedes dos se han sometido no sólo el uno al otro, sino a
todos los miembros de la iglesia, la comunidad a la cual pertenecen. Son gobernados por una
lealtad superior, por una lealtad hacia Aquel que no consideró sus propios derechos y
prerrogativas, sino que sólo pensó en ustedes y en su desesperada y horrible necesidad. El se
humilló a sí mismo, se despojó de sus derechos y prerrogativas y tomó sobre sí aun la forma de
un siervo, e incluso fue hasta la muerte, y muerte de cruz. Al mirarlo a él, y al ver que él no sólo
vino para salvarles del infierno, sino para darles vida y darles vida en abundancia, y de llenar
su entendimiento respecto de todas las cosas conforme a su propia gloria al ver eso, ven el
matrimonio de nuevo, ven todas las cosas de nuevo. No se oponen a la enseñanza bíblica, no se
someten a ella, sino se regocijan en ella y alaban a Dios por ella.
He ahí entonces, nuestra introducción a la enseñanza detallada del apóstol Pablo, en
Efesios 5, con respecto al matrimonio cristiano. Ahora podemos proseguir considerando la
enseñanza en detalle.
***
EL ORDEN DE LA CREACIÓN
Efesios 5:22-24
***
Volvemos a esta frase porque hasta aquí solamente hemos podido ver uno de sus
aspectos en detalle. El apóstol nos da dos grandes razones particulares por las cuales las
esposas deben someterse a sus propios maridos. Hemos considerado el primero: es un asunto
del orden de la naturaleza. El dice: 'Porque el marido es la cabeza de la mujer'. En el comienzo
cuando Dios hizo al hombre y a la mujer, lo ordenó de esa manera; y hemos visto como el
Nuevo Testamento no solamente lo confirma, sino que constantemente vuelve a ese
ordenamiento original de Dios. De manera que acá estamos tratando con algo que es básico y
fundamental a la vida del hombre en su totalidad sobre la tierra y a su bienestar.
Pero en todo esto todavía no hemos dicho absolutamente nada que sea particular y
específicamente cristiano. Aquello fue una enseñanza del Antiguo Testamento, algo que todo el
mundo debería reconocer, fuese cristiano o no. Esta es la ordenanza de Dios con respecto a la
totalidad de la vida. Así como hemos reconocido la familia, hemos de reconocer esto. El Dios
que estableció el estado, ordenó el matrimonio; y así como debemos someternos al estado, así
también debemos prestar atención a esta ordenanza fundamental de Dios con respecto a la
posición relativa de esposos y esposas, y a la relación que debe subsistir entre ambos. Ahora
bien, hasta aquí todo esto es en términos generales. El hecho de ser cristianos no significa que
no estemos interesados en los aspectos generales; el hecho de ser cristianos no significa que no
necesitemos el Antiguo Testamento. Todavía está allí como un fundamento; nosotros
construimos sobre él; por eso el apóstol lo pone en primer lugar.
Pero ahora prosigue a su segunda razón, que es particularmente cristiana: 'El marido es
cabeza de la mujer'. Y luego un agregado cristiano 'así como Cristo es cabeza de la iglesia'. Esto
nos lleva un paso más allá; no Quita lo dicho anteriormente sino que lo suplementa y, en efecto,
nos ayuda a comprenderlo. Eso es lo que la fe cristiana hace respecto a la vida en su totalidad.
Sólo el cristiano puede apreciar realmente la vida en este mundo. Quiero decir que en el
análisis final sólo el cristiano puede disfrutar realmente la naturaleza. El cristiano ve la
naturaleza en forma diferente al hombre del mundo. Para él hay un elemento de novedad. El
cristiano no se limita a ver las cosas en sí mismas; él ve al Gran Creador y las maravillas de sus
manos, la variedad, el color y la belleza. En otras palabras, el hecho de ser un cristiano significa
que la totalidad de su perspectiva sobre la vida es enriquecida. No importa de qué se trate, cada
don concedido al hombre, cada don que él manifieste, sólo puede ser totalmente apreciado por
el cristiano. El cristiano ve con mayor profundidad, tiene un entendimiento más completo. Eso
significa que el mensaje cristiano no sólo añade a lo que teníamos antes, sino que lo
engrandece en gran manera, y nos da un discernimiento más profundo en ello. Aquí
descubriremos que esta adición específicamente cristiana no solamente nos ayuda a
comprender el orden de la naturaleza ya establecido, sino que, además y por encima de todo, le
añade una nueva cualidad, otro aspecto, otro énfasis.
Aquí están las palabras del apóstol: "El marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es
cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él su Salvador". Lo que estamos considerando aquí es
algo que sólo un cristiano puede entender; nadie más que él. Una persona que no cree en el
Señor Jesucristo y que no conoce el camino de salvación, obviamente no puede entender lo que
las Escrituras quieren decir con "Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo y él es su
Salvador". Para él son palabras carentes de significado; sencillamente no las puede
comprender. Por lo tanto, esa persona no puede comprender este concepto específicamente
cristiano del matrimonio. Esta es una deducción de la doctrina cristiana de la iglesia; y por eso,
si una persona no comprende la doctrina cristiana de la iglesia, de acuerdo al apóstol, a fin de
cuentas no puede comprender el concepto cristiano acerca del matrimonio.
Esto nos lleva enseguida a trazar ciertas conclusiones. La primera es que obviamente una
persona cristiana nunca debería casarse con una persona no cristiana. Eso se nos dice
específicamente en la segunda epístola a los corintios: "No os unáis en yugo desigual con los
incrédulos" (2 Co. 6:14). Sin lugar a duda, ésta es una referencia al tema del matrimonio. Y si
necesitamos una razón para aceptar esta exhortación, la tenemos aquí. Y si el creyente se casa
con un incrédulo la situación será que una de las personas en el matrimonio tendrá este
exaltado concepto cristiano del matrimonio, en tanto que la otra persona nada sabrá de todo
ello. Con eso ya habría un defecto en el matrimonio. Los dos no son uno en su relación
matrimonial; no están entrando al matrimonio de la misma manera; ya hay una división; uno
de ellos tiene algo que al otro le falta. Desde el comienzo existe la semilla de la discordia, según
lo demuestra el apóstol en la misma declaración en 2 Corintios 6.
La segunda deducción que yo trazaría es que un culto cristiano en conexión con el
matrimonio sólo es apropiado para los cristianos. Este es un tema muy extenso, es parte del
tema de la disciplina de la iglesia cristiana. La posición ha llegado a ser muy caótica. A veces
personas que nada saben del cristianismo toman parte en un culto cristiano en el cual se lee
esta declaración sobre el marido como cabeza de la mujer 'así como Cristo es cabeza de la
iglesia'. Para ellos es algo totalmente carente de sentido. Por eso deduzco que aquí hay algo que
no se debería hacer. No se debe enseñar elevada doctrina cristiana a aquellos que no son
cristianos; a ellos se limita a predicar el arrepentimiento y la necesidad de fe. No hay forma en
que ellos puedan entender la doctrina del matrimonio. Tiene que estar en la vida cristiana
antes de poder entenderla. Por eso estoy afirmando que un culto cristiano en las bodas debería
ser reservado únicamente para cristianos. Tener tal culto para otras personas sería hacer una
farsa de todo el asunto.
En tercer lugar deduzco que tal culto es apropiado y correcto y que debe ser celebrado y
conducido cuando las personas que entran al matrimonio son cristianas. Así creo. Hace
trescientos años algunos de los puritanos en su reacción violenta contra el catolicismo romano,
decidieron que no debería haber culto ninguno en relación con el matrimonio. El matrimonio,
afirmaban, no es sino un contrato legal. Podernos entender muy bien su reacción y sentimos
gran simpatía con ella. La iglesia había enseñado el concepto falso y ajeno a la Biblia de que el
matrimonio es un sacramento. Por eso los puritanos sintieron que debían alejarse lo más
posible de esa idea. Por eso dejaron de tener estos cultos. Pero sin lugar a dudas, a la luz de la
enseñanza del apóstol aquí, eso fue totalmente erróneo. Fue una reacción demasiado violenta,
tan violenta que llegó a ser no bíblica. Hay aspectos del matrimonio que requieren un servicio
religioso, por ejemplo la enseñanza y el entendimiento de este texto particular y otros. Y puesto
que, según esta enseñanza, el matrimonio es algo comparable a la unión mística entre Cristo y
su iglesia, afirmo que aquí hay una ocasión para la adoración y el auténtico culto cristiano. El
matrimonio no es sólo un contrato legal y por lo tanto debemos ser muy cuidadosos, como ya lo
he subrayado, para no permitir que personas cuyo pensamiento es equivocado gobiernen
nuestro pensamiento y nuestra conducta. El cristiano nunca debe limitarse a una reacción
contra algo; en cambio debe ser positivo y debe estar sujeto a las Escrituras. Pero existen
aquellos que, en su odio hacia el catolicismo romano, van a tal extremo que terminan negando
las mismas Escrituras que pretenden defender. Sin embargo, permítanme continuar. Si bien el
concepto cristiano del matrimonio inmediatamente sugiere aquellas tres cosas, no enseña aquí
ni en ninguna otra parte, tal como lo hace la Iglesia Católico-romana, que el matrimonio sea un
sacramento. En ninguna parte de la Biblia existe una enseñanza que sostenga tal idea. Desafío a
quien quiera mostrarme tal Escritura. El matrimonio no es un sacramento. ¿Cuál es entonces la
enseñanza?
La enseñanza es lo que se ofrece aquí, es decir, toda esta idea de la unión mística. La
relación entre esposo y mujer, y esposa y marido, es comparable a la unión entre Cristo y la
iglesia, y la iglesia y Cristo. Para nuestro consuelo, el apóstol dice un poco más adelante, 'esto es
un gran misterio'. La relación entre Cristo y la iglesia es un misterio. Es un hecho, pero es un
gran misterio esta unión mística entre la iglesia y Cristo, entre el individuo cristiano y Cristo, es
un misterio. Pero por ser un hecho debemos tratar cada vez más de comprenderlo. Pablo
afirma que la relación entre marido y esposa y esposa y marido, es comparable a ese hecho.
Pertenece a ese orden y esa es la manera en que debemos comenzar a pensar de él. Aquí somos
introducidos al reino de esta elevada doctrina referida a la iglesia cristiana.
El apóstol, con su mente lógica, sabe que esto no debería poner dificultades en la mente
de los efesios, puesto que él ya les ha enseñado sobre esta precisa doctrina. Lo hizo en el
capítulo uno donde al final ora pidiendo que ellos lleguen a conocer "cuál es la supereminente
grandeza de su poder para con nosotros". El apóstol afirma que es el poder "manifestado en
Cristo al resucitarlo de los muertos... y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza
sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que todo lo llena en
todo". Allí Pablo los ha introducido a la doctrina de la iglesia; ahora la está aplicando. Las
personas que se apresuran por llegar al final de una epístola sin leer el comienzo, siempre se
equivocan. Lo que aquí tenemos son dos deducciones. El apóstol volvió a proceder de la misma
manera añadiendo un poco más a la definición en 4:15, 16, donde dice: "Siguiendo la verdad en
amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien es cuerpo, bien
concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la
actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor". Ahora
toma sus deducciones de esa enseñanza para que ellos puedan comprender la auténtica
naturaleza del matrimonio cristiano.
¿Cuál es el punto central aquí? Esencialmente es éste. El apóstol está subrayando lo
orgánico, la unión vital, la relación íntima. El se ha referido a las 'coyunturas que se ayudan' en
4:16, a los 'tendones', los nervios y las arterias que llevan el sustento desde la cabeza, desde el
centro a cada parte del cuerpo. Esa es una forma de subrayar esta unión vital y orgánica que
existe entre el esposo y la esposa. Se trata de una vida, una vida idéntica a la vida de la iglesia
en su relación a la cabeza, que es Cristo. Aquí, por supuesto, el apóstol está particularmente
interesado en un aspecto específico, el aspecto de la dependencia: "Las casadas estén sujetas a
sus propios maridos, como Al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es
cabeza de la iglesia". Pablo está considerando este aspecto de la dependencia y sumisión, e
introduce este nuevo elemento para que tengamos un concepto claro de cómo encaja con el
asunto y por qué entra inevitablemente. Más adelante dará su consideración al otro lado, al
marido con respecto a la esposa.
Al considerar esta gran declaración, de inmediato nos vemos confrontados por un
problema. Miren otra vez el texto: "Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es
cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador". El problema que cautiva tanto la
atención de los comentaristas, y con razón, es éste: ¿Por qué añadió el apóstol este otro
elemento? ¿Por qué no dijo simplemente, "el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es
cabeza de la iglesia...así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén
a sus maridos en todo"? ¿Por qué añadió, 'y él es su Salvador'? Hay algunos son mayoría e
incluyen grandes nombres como por ejemplo Charles Hodge que no vacilan en decir que este
punto es una adición totalmente independiente, y que lo que el apóstol quiere decir cuando
afirma, 'y él es su Salvador', es evidentemente que el Señor Jesucristo es el Salvador de la
iglesia. Ellos prosiguen para afirmar que esto nada tiene que ver con el esposo. ¿Por qué
entonces lo dijo Pablo? Bien, dicen ellos, lo dijo por la siguiente razón: Pablo estaba entregado a
este asunto, al afirmar que el esposo es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la
iglesia, y que la sola mención del nombre de Cristo le hace exclamar diciendo 'y él es su
Salvador'. Nada tiene que ver con el argumento que está presentando ahora, pero la sola
mención del nombre de Cristo le hace decir esto que es tan maravilloso. De modo entonces,
afirman ellos, esta es una frase independiente que no se aplica a la relación del esposo con su
esposa.
Los argumentos que esgrimen son éstos: Ellos preguntan, ¿Puede afirmar usted que el
esposo sea el salvador de su esposa, como Cristo es el Salvador de la iglesia? Esto, afirman ellos,
no tiene sentido. Sabemos que Cristo murió por la iglesia. El nos salva mediante su muerte
expiatoria y mediante su resurrección; pero usted no puede afirmar eso acerca de ninguna otra
relación. Aquello es algo totalmente único. El apóstol simplemente fue arrastrado por la
profundidad de su sentimiento, y lo expresó mediante esta frase independiente que
obviamente nada tiene que ver con la relación marido-mujer.
¿Qué respondemos a esto? Por supuesto, tenemos que admitir que si se lee esta
declaración en forma superficial y sin examinarla cuidadosamente, tiene que concordar con
aquel argumento. No hay necesidad de discutirlo. En ese sentido Cristo, como Salvador de la
iglesia, es único, y obviamente esto no se aplica al esposo.
Pero eso no es el fin de su argumento. Ellos esgrimen otro argumento al cual asignan gran
importancia. Está basado en las palabras que se traducen 'así que, como' que se encuentran al
comienzo del versículo 24. El versículo dice así: 'Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así
también las casadas lo estén a sus maridos en todo'. Este es el punto que ellos destacan. Ellos
afirman que la traducción 'así que, como' es muy errónea; y tienen cierta razón al decirlo. Pero
luego ellos prosiguen diciendo que las palabras que se traducen, 'así que' en realidad deberían
ser traducidas, 'sin embargo'. Es una palabra de contraste, y siempre presenta un matiz de
contraste. Entonces ellos afirman que deberíamos leerlo así: "Porque el marido es cabeza de la
mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Sin
embargo aunque ese no es el caso del esposo con respecto a su esposa, a pesar de ello las
esposas estén sujetas a sus propios maridos en todo". De esa manera ellos creen que su caso es
totalmente inobjetable, que en realidad el apóstol está diciendo, "Ahora bien, cuando dije que él
es el Salvador del cuerpo yo había olvidado momentáneamente mi analogía entre la relación de
Cristo y la iglesia, y la del esposo con su mujer 'sin embargo' a pesar de ello, aunque ese no es el
caso en la esfera del marido y la mujer, no obstante, las esposas deberían someterse a sus
propios maridos, así como la iglesia está sujeta a Cristo".
Me parece a mí que hay una respuesta adecuada a toda esta argumentación. En primer
lugar limita el significado de la palabra 'Salvador'. La palabra 'Salvador' no siempre lleva el
significado exclusivo de Cristo dando su vida por la iglesia y derramando su sangre. Ese es el
significado común, pero no es el único significado; el término 'Salvador' tiene un sentido más
amplio. Hay un ejemplo de esto en 1 Timoteo 4:10: "Por esto mismo trabajamos y sufrimos
oprobios, porque esperamos en el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres,
mayormente de los que creen". Ahora bien, esa es exactamente la misma palabra que la
utilizada en 'la cual es su cuerpo, y él es su Salvador'. Aquí se nos dice que Dios, el Dios viviente,
es el Salvador de todos los hombres, especialmente de aquellos que creen. No puede decir que
el significado de esto es que todos los hombres gozan de salvación en un sentido espiritual,
porque eso les convertiría en universalistas. ¡Por supuesto que no! Pues bien, entonces
significa que la palabra 'Salvador' tiene una connotación diferente. Lo que significa allí es
'preservador' que Dios protege, que Dios se preocupa por los hombres. El es el preservador de
todos los hombres, especialmente de aquellos que creen. Nuestro Señor nos recuerda que 'El
hace salir el sol sobre malos y buenos y envía la lluvia sobre justos e injustos'; sí, y a todos les
da de comer. En ese sentido él es el Salvador de todos los hombres. Entonces, ¿por qué no
asignar ese significado a la palabra 'Salvador' acá? Él es quien protege y guarda al cuerpo. Esa
es una respuesta que podemos oponer al argumento citado.
Pero yo tengo otras razones para rechazar esa exposición que confinaría esta pequeña
frase al Señor Jesucristo y a su obra salvadora. Esta es mi segunda razón: Yo afirmaría que los
versículos 28 y 29 que siguen más adelante insisten en que interpretemos esta frase como
aplicada al esposo y esposa, tanto como a Cristo y a la iglesia. Pablo dice, "Así también los
maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí
mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás su propia carne". Y bien, ¿Qué es lo que hace
entonces? 'La sustenta y la cuida' sí, está actuando como un salvador respecto de ella, se está
preocupando por ella, la está preservando. 'Porque nadie aborreció jamás a su propia carne,
sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia'. Y así sucesivamente. El apóstol
afirma que el esposo debe tratar a su mujer como a su propia carne, su propio cuerpo. El
esposo no descuida su propio cuerpo, lo sustenta y lo cuida. En otras palabras, él es el 'salvador
de su cuerpo'. ¡Cuán importante es tomar siempre el versículo en su contexto! Aun los grandes
pueden caer en este aspecto. Sostengo que esos dos versículos existen aquí en esta clase de
interpretación, y que ésta no es una frase aislada e independiente que se aplique sólo al Señor
Jesucristo. Pablo todavía está hablando de esposos y esposas, 'El marido es cabeza de la mujer,
así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo y él es su Salvador'. Esta verdad se
aplica a ambos casos.
Pero, ¿Qué de las palabras que se traducen 'así que, como' y que se encuentran al
principio del versículo 24? Ahora, esto realmente es interesante. Me he tomado el trabajo de
consultar algunos de los mejores léxicos al respecto. Es una palabra griega, 'Allá', y veo que no
siempre debe ser traducida para indicar una especie de antítesis o algo que es opuesto y
contrastante. Tómese por ejemplo el léxico griego-inglés del Nuevo Testamento (edición 1952)
por Arndt and Gringrich, uno de los mejores y más autoritativos. Ellos dicen esto: Su verdadero
significado es 'ahora' o 'entonces'. Paso a citarlos. Ellos dicen, "esto es usado para fortalecer el
imperativo", no para implicar un contraste o diferencia, sino para subrayar el imperativo que
se está impartiendo. Y efectivamente, ellos escogen a Efesios 5:24 como ilustración de este uso
particular de la palabra. Grimm-Thayer tiene una explicación similar.
Por eso me parece que en base a todos estos motivos debemos rechazar la interpretación
según la cual esta sería una frase independiente referida solamente al Señor. En efecto, si así
fuere, su uso en este lugar sería totalmente inútil; sólo causaría confusión. No es eso lo que este
apóstol suele hacer. De manera entonces, leemos que 'el marido es cabeza de la mujer, así como
Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo y él es su Salvador'. Y luego 'así que, como la
iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo'.
¿Cuál es entonces la doctrina? Claramente es ésta. La esposa es la persona que es
guardada, preservada, protegida, escudada y provista por el esposo. Esa es la relación así como
Cristo sustenta y cuida a la iglesia, así el esposo sustenta y cuida a la mujer y la esposa debe
comprender que esa es su posición en esta relación. El esposo es quien preserva, él es su
salvador del cuerpo. Por lo tanto la esposa debería comenzar con esta idea, y siempre actuar a
la luz de ella.
Pero podemos proseguir aun más. ¿Cuál es la relación del cuerpo respecto a la cabeza? Lo
que es cierto de la iglesia en su relación con Cristo, también es cierto en cuanto a la esposa en
su relación con el esposo. Consideremos la ilustración que Pablo usa aquí y en los ejemplos
previos que he citado de la iglesia como cuerpo de Cristo, ejemplos tales como el de 1 Corintios
12 y Romanos 12. ¿Cuál es la enseñanza? La esposa es al esposo lo que el cuerpo es a la cabeza,
lo que la iglesia es a Cristo. Nuevamente, la idea es la del 'complemento'. El elemento esencial
en el concepto cristiano del matrimonio es esta idea de lo entero, de lo completo. Ya la
encontramos en Génesis 2 'ayuda idónea', alguien tomada del cuerpo de Adán, alguien que es
una parte de él; y sin embargo, complementándolo, haciendo de él un ente entero. Esa es la idea
que tiene inevitablemente al pensar acerca de su cuerpo; el cuerpo como un todo. El cuerpo no
es una colección de partes, no es un número de dedos, manos y pies, talones y piernas, todo
junto unido en forma más o menos suelta. Esa sería una noción completamente falsa del
cuerpo. El cuerpo es una unidad vital y orgánica; es una unidad, un todo. Ahora bien, esa es la
precisa idea que tenemos aquí. El esposo y la esposa no están separados; no son como dos
reinos que mantienen relaciones diplomáticas, que siempre están en un estado de tensión, y
siempre en peligro de una pelea. Eso sería totalmente lo opuesto del concepto cristiano de lo
que es realmente el matrimonio. Cristo y la iglesia son uno así como el cuerpo y la cabeza son
uno. Sin embargo, este ideal da lugar a diferentes funciones; y eso es lo que hemos de
comprender diferentes funciones, diferentes propósitos, deberes especiales que sólo pueden
cumplir cada una de las partes. Pero es de vital importancia recordar que cada parte es una
parte del todo y que todas las acciones separadas son parte de una acción unificada que
conduce a un resultado corporativo.
Pero desarrollemos esto un poco más detalladamente para iluminar aun más este tema de
la condición matrimonial y su relación. ¡Cuán importante es todo esto! Ya he mencionado
algunas razones al respecto. Creo que en gran parte la falta de religión de nuestros días se debe
a una reacción contra aquel tipo de vida victoriana en la cual muchos esposos y esposas
parecían ser grandes cristianos, pero de quienes la gente decía: 'Si sólo les conocieras en su
vida privada'. Nada daña más al cristianismo que un hombre que no es el mismo en su casa
como es en la iglesia o en la calle o en su oficina. Es en el hogar donde realmente se conoce a
una persona. ¿Cómo son las relaciones allí? Por ese motivo estas cosas son importantes, su
importancia no sólo reside en ellas, sino que ellas son parte de nuestro testimonio general
como cristianos.
¿Cuál es entonces la enseñanza de esto acerca de la relación de la esposa hacia su marido
en cuanto a sujetarse a él? Evidentemente queda claro que no se trata de una mera y simple
pasividad; la esposa no ha de ser enteramente pasiva. Decir que la esposa nunca debiera
hablar, nunca debiera dar una opinión, sino mantenerse muda o sorda o completamente pasiva
sería una interpretación errónea de este cuadro. Interpretarlo de esa manera sería presionar la
analogía y la ilustración a un extremo donde pierde su significado. En cambio, lo que significa
es esto: La esposa nunca debería ser culpable de acciones independientes. La analogía del
cuerpo y la cabeza insisten en esto. El propósito de mi cuerpo no consiste en actuar
independientemente. Soy yo quien con mi mente y cerebro y voluntad decido actuar. Mi cuerpo
es el instrumento a través del cual lo expreso. Si mi cuerpo comienza a actuar en forma
separada, yo estaría sufriendo de algún tipo de 'convulsiones'. Esto es lo que significa
exactamente la palabra 'convulsiones'; significa que las partes del cuerpo de una persona se
mueven de manera irracional. Las acciones carecen de propósito; la persona no quiere actuar
así, pero no puede dejar de hacerlo; las partes de su cuerpo están actuando
independientemente de su mente y voluntad. Eso es caos, eso es convulsión. Aquí está la
analogía, 'casadas, sométanse a sus propios maridos; estén sujetas y sean obedientes a ellos en
todo'. ¿Por qué? Porque como esposa y en esta relación, no actúa independientemente de su
marido. Si lo hace el resultado es caos, convulsiones.
O bien, permítanme subdividirlo aun más. La esposa no debe actuar antes que el marido.
Toda la enseñanza indica que él es la cabeza, que al final él es quien lleva las riendas. De modo
que ella no sólo no actúa independientemente de él, sino que tampoco actúa antes de él. Pero
permítanme subrayar también este otro aspecto; así como es preciso decir que ella no debe
actuar antes de él, es igualmente preciso decir que ella no debe demorar su actuación, no debe
permanecer inmóvil, no debe rehusarse a actuar. Vuelva a la analogía del cuerpo. Piense en
alguien que ha sufrido una 'parálisis'. Tal persona desea actuar pero el muslo está paralizado y
así no puede hacerlo. Aunque la persona quiere moverse no hay movimiento el brazo no está
sano, se resiste al movimiento. Esta es una parte de la enseñanza; el tema implica la idea de que
ella no actúa antes del marido, ni se demora en su actuación, no impide la acción, ella no
paraliza la acción. Todos estos puntos son de vital importancia en toda esta relación
matrimonial; y debido a que la gente no comprende y no conoce estas cosas es que el
matrimonio está desapareciendo alrededor nuestro. La acción independiente o adelantada, o la
falta de acción, la parálisis, el rehusarse a actuar, todo es erróneo; y todo ello se debe a que
hombres y mujeres no entienden este concepto cristiano del matrimonio.
Podemos resumirlo de esta manera: la enseñanza señala que la iniciativa y el liderazgo
pertenecen en el último análisis al marido, pero la acción siempre debe ser coordinada. Ese es
el significado de este cuadro acción coordinada pero liderazgo en la cabeza. Nada de esto
sugiere un sentido de inferioridad. La esposa no es inferior a su marido; ella es diferente. Ella
tiene su propia posición peculiar, llena de honor y respeto. Por eso, más adelante se indica al
hombre que debe sostenerla y cuidarla y amarla y protegerla y respetarla y honrarla. No hay
implicancia de inferioridad. Lo que Pablo está enseñando es que cualquier mujer cristiana que
comprende esto querrá agradar a su marido, a serle útil, a ayudarle, a auxiliarlo, a capacitarlo
para su propia función. Ella no vacilará en decir 'y obedecer' durante las bodas. ¡Qué cosa tan
triste es ésta! Recientemente un amigo me contó que un ministro religioso que estaba por
celebrar unas bodas había afirmado que no utilizaría la palabra 'obedecer'. Creía que de esa
manera estaba siendo moderno, que estaba apelando al 'hombre de la calle' demostrando que,
después de todo, ¡el cristiano no es tan cerrado! No comprendía que estaba negando la doctrina
bíblica. ¡Cuán completamente inconsistentes son tales personas! Supongo que si una persona
de éstas estuviese en un partido de fútbol se jactaría del espíritu de equipo. Aunque todos están
jugando individualmente y todos tienen gran habilidad, ellos comienzan diciendo que hay un
sólo hombre que es capitán. Cada uno dice, 'yo no soy el capitán, yo me someto al capitán'. Eso
es maravilloso, ese es el espíritu de equipo; cada jugador va a obedecer al capitán. ¡Pero no
debe decir eso respecto del matrimonio! ¡Eso es degradante para la mujer, eso es pasado de
moda, eso es Pablo, ese es el rudo fariseo, eso es una actitud legalista, ese es el Antiguo
Testamento! Pero así se niega la doctrina entera y aun es inconsistente en su supuesta
modernidad. La esposa cristiana que entiende estas cosas desea decir 'y obedecer', 'amar,
cuidar y obedecer'. ¡Por supuesto! ¿Por qué va a casarse? ¿Acaso no es para producir 'una
carne', un algo entero? ¿Acaso no es para disfrutar esta acción coordinada, esta cualidad de
algo completo, que será demostrada al mundo? Eso no es esclavitud; eso es vivir como vive la
iglesia en su relación con el Señor; eso es manifestar un espíritu esencialmente cristiano.
Pero permítanme decir una palabra final. ¿Notaron que el final de esta exhortación era,
'así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en
todo'? ¡En todo! ¿Realmente quiere decir esto? Aquí volvemos a responder en términos de la
analogía de la Escritura en su totalidad. Cuando la Escritura hace una afirmación global y
general como ésta, siempre espera que la interpretemos a la luz de sus propias enseñanzas. De
manera que al leer aquí que la esposa ha de sujetarse a su propio marido en todo, es lo mismo
que cuando leemos que el cristiano debe sujetarse al estado, a los estados que gobiernan, tal
como ocurre en Romanos 13 y en otros lugares. ¿Significa entonces que la mujer ha de hacer
literalmente todo lo que su esposo le dice, en todas las circunstancias y condiciones? Por
supuesto que no. Eso sería ridiculizar las Escrituras. Aquí hay algunas condiciones. ¿Cuáles
son? Esta es una: Una regla fundamental de las Escrituras afirma que nadie jamás debe actuar
contra su propia conciencia. Esta exhortación no implica que una esposa ha de actuar contra su
conciencia. En el marco de las relaciones conyugales dentro de los términos del matrimonio, el
esposo no tiene derecho de condicionar la conciencia de la esposa.
Aquí podríamos citar un número de casos muy interesantes. Algunas veces hay gran
confusión en cuanto a obedecer la conciencia y aferrarse a una opinión. Ambas cosas no son
iguales. Las Escrituras nos exhortan a obedecer la conciencia en todas las circunstancias; pero
eso no necesariamente es lo mismo que aferrarse a la propia opinión. Permítanme darles una
ilustración de esto. Recuerdo haber leído en el libro de teología escocesa, por el doctor John
Macleod, de un caso muy interesante que ilustra este preciso punto. Hubo en Escocia en el siglo
18 una disputa en cuanto a la relación del cristiano hacia el gobierno local, y una parte de la
iglesia se dividió en dos secciones conocidas como los Burgher y los anti-Burgher. Este fue un
asunto de gran controversia. Hubo un pastor llamado James Scott que tenía una esposa muy
destacada llamada Alison. Era hija de aquel distinguido hombre Ebenezer Erskine, uno de los
fundadores de la Secesión original en Escocia. Poseía un carácter muy fuerte y era esposa de un
hombre muy hábil. El Señor Scott y su esposa disentían en este punto: El señor Scott pertenecía
al partido anti-Burgher y la señora Scott al partido Burger. Surgieron muchas situaciones
difíciles. El señor Scott pertenecía a un sínodo que amonestó y desposeyó a su suegro y tío y
cuñado. La determinación requirió mucho valor. Luego, habiendo hecho esto en el sínodo, tuvo
que regresar a su casa y contar a su esposa lo que había hecho. En respuesta Alison Scott hizo
esta famosa declaración: "James Scott, todavía eres mi esposo, pero ya no eres mi pastor".
Luego ella puso en práctica lo que dijo y los domingos no iba a adorar en la iglesia donde su
propio esposo dirigía el culto y predicaba; ella asistía a una de las iglesias de los Burgher. ¿Qué
hace de un caso como este? Yo no vacilaría en decir que Alison Scott estaba totalmente
equivocada, porque estaba poniendo su opinión en lugar de la conciencia. Allí, sin lugar a
dudas, tenemos un caso en que ella bajo todas las circunstancias debía haberse sometido a la
dirección y guía de su esposo. Ella no habría violado su conciencia; aquello era un asunto de
pura opinión. Repito, nunca debemos hacer el error de confundir la conciencia con la opinión.
La esposa puede dar su opinión, pero al ver que su esposo está decidido, ella debe atenerse a su
dirección.
Permítanme darles otra ilustración para compensar la anterior. Una de las experiencias
más notables y conmovedoras que he tenido desde que soy pastor de la capilla Westminster
ocurrió, si mal no recuerdo, hace unos dieciocho meses. Yo estaba predicando en la capilla; era
la noche del primer domingo después de mi retorno de las vacaciones de verano. El texto era,
'Somos embajadores de Cristo'. Yo estaba subrayando el aspecto del llamamiento del
embajador. Habiendo descendido del pulpito me dirigí a mi oficina, e inmediatamente me fue
traída una dama obviamente muy agitada. Lo que ella quiso decirme era esto, que se sentía
plenamente segura de que ese sermón había sido predicado para ella. Ella y su esposo habían
estado casados durante diez años. El tenía la sensación de ser llamado al ministerio y estaba
renunciando a su trabajo como maestro de escuela. Ella de ninguna manera compartía ese
sentimiento. Ella había hecho todo cuanto podía para evitar que el esposo siguiera adelante,
pero el esposo estaba seguro de lo que hacía y continuaba, y así hubo una verdadera crisis en
su vida matrimonial. Pero durante el culto aquella mujer había sido profundamente convencida
acerca de este asunto, de modo que vino directamente a confesarse conmigo y decirme que de
inmediato buscaría el teléfono más cercano para llamar a su esposo que estaba en el oeste del
país, adonde había ido para ser examinado a fin de entrar al ministerio el domingo siguiente.
Ella había visto cuan equivocada había estado al aferrarse a su opinión y de esa forma torcer el
propósito de Dios en la vida de su esposo. Aquello no había sido conciencia, aquello había sido
aferrarse a una opinión. Afirmo que nunca debemos violar la conciencia, pero también afirmo
que siempre debemos estar dispuestos a someternos en asuntos de opinión. La posición de la
esposa en la relación matrimonial no debe ser llevada al extremo de que ella vaya contra su
propia conciencia; ni debe permitir que su esposo le haga cometer pecado. Si el esposo trata de
hacer que su esposa peque, ella debe decir '¡No!' No decirlo es ridiculizar las Escrituras. Si el
esposo perdiera su equilibrio mental convirtiéndose en demente, obviamente ella no ha de
obedecerle en todo. Las Escrituras nunca son ridículas; las Escrituras siempre llevan consigo su
propio significado; y existen estos límites inevitables.
El cuarto punto que quisiera acentuar es que la esposa no ha de someterse a su marido al
extremo de permitirle interferir en su relación con Dios y el Señor Jesucristo. Ella debe hacer
todo menos eso.
En quinto lugar, el adulterio rompe la relación matrimonial; y si el marido ha sido hallado
culpable de adulterio, la esposa ya no está obligada a serle obediente en todo. Ella puede
divorciarse de él; las Escrituras le permiten hacerlo. Ella tiene derecho de hacerlo porque el
adulterio rompe la unidad, rompe la relación. Ahora están separados; ya no son uno. El ha roto
la unidad, él ha buscado esa rotura. De modo que no debemos interpretar esta Escritura como
enseñando que la esposa está atada irrevocable e inevitablemente a un esposo adúltero por el
resto de su vida. Quizá prefiera seguir junto a él pero eso es algo que ella debe decidir. Todo lo
que afirmo es que estas Escrituras no lo ordenan, no lo convierten en algo inevitable. En otras
palabras, éstos son los límites de estos asuntos.
Allí están entonces, en mi opinión, las principales deducciones de esta maravillosa
ilustración. El gran punto que se acentúa aquí es que la esposa debe ir hasta los límites
extremos en su actitud de sumisión a su marido por amor a Cristo, y debe hacerlo por las
razones que hemos mencionado, y sólo detenerse antes de violar los principios que acabamos
de establecer. Permítanme sugerir algunas ayudas prácticas para toda aquella esposa que se
vea en problemas por este asunto. Si se encuentra en problemas, hágase la siguiente pregunta:
¿Por qué me casé originalmente con este hombre? ¿Cuál fue el motivo en aquel entonces?
¿Acaso no puede ser restaurado aquello? Trate de recuperar aquello en el Espíritu de Cristo y
del evangelio. "Ah, ñero", dice usted, "eso es imposible, no puedo". Bien, entonces, respondo yo,
como cristiano sienta lástima de su marido, ore por él. Ponga en práctica la enseñanza del
apóstol Pedro en su primera epístola, capítulo tres, donde dice tan claramente a las esposas a
someterse, y no sólo a aquellas que son cristianas: "Estad sujetas a vuestros maridos; para que
también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas,
considerando vuestra conducta casta y respetuosa". Trate de practicar eso; en humildad y
mansedumbre trate de ganar a su esposo. "Vuestro atavío no sea el externo de peinados
ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el
incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de gran estima delante de Dios".
Haga cuanto pueda, vaya hasta los límites, trascienda los límites hasta poco antes de llegar a los
principios establecidos. Y finalmente hágase esta pregunta honestamente, ¿Puedo presentarme
con esta actitud y en esta condición ante la presencia del Señor quien a pesar de mí y a pesar de
mi vileza y mi pecaminosidad descendió del cielo y fue a la cruz del Calvario y se entregó a sí
mismo y su vida por mí? Si puede presentarse ante él todo está bien; nada tengo que decirle.
Pero si en su presencia se siente condenada por causa de su actitud, por causa de cualquier
aspecto de su relación, vaya y ponga sus cosas en orden. De modo que cuando vuelva a él, lo
haga con conciencia tranquila, con espíritu abierto y capaz de regocijarse en su santa presencia.
Este es un asunto cristiano; es semejante a la relación de la iglesia a Cristo, del cuerpo a la
cabeza. Mientras lo consideremos en estos términos no habrá problemas; será un privilegio, es
algo a lo cual Dios mirará con placer y deleite. 'Mujeres, estad sujetas' 'un espíritu afable y
apacible, que es de gran estima delante de Dios'. Y por mucho que deba sufrir aquí, su
recompensa en el cielo será muy grande.
***
Parte 2
EL AMOR VERDADERO
Efesios 5:25-33
Hasta aquí hemos estado considerando lo que el apóstol dice a las esposas; ahora
llegamos a lo que dice a los maridos. Esto se encuentra en la notable declaración que él hace
desde el versículo 25 hasta el final. En dos sentidos es notable; por lo que nos dice de los
deberes del marido, y aun más notable, por lo que nos dice acerca de la relación del Señor
Jesucristo hacia la iglesia cristiana. Esta es una de las cosas asombrosas en las cartas de este
hombre; nunca se sabe cuándo va a encontrar una perla, una perla de supremo precio. Aquí en
esta parte esencialmente práctica de la epístola, repentinamente, arroja a la superficie la
declaración más exaltada y maravillosa que jamás haya hecho en alguna parte respecto de la
naturaleza de la iglesia cristiana y su relación con el Señor Jesucristo. Se observa esto en su
tratamiento del asunto de los maridos y como ellos deben comportarse respecto de sus
esposas; considerando este tema también considera al otro y a ambos les da este tratamiento
maravilloso.
Notará que las dos cosas están entrelazadas, de manera que nuestra primera tarea es
lograr alguna clase de división del asunto. El apóstol va de un tema a otro para luego volver al
primero. Con frecuencia ese es su método; no siempre hace una declaración completa sobre un
aspecto del asunto para luego aplicarlo; él ofrece una parte de su declaración, la aplica, luego
otra parte que también aplica. Sugiero hacer esta clasificación. En los versículos 25, 26, y 27
nos dice lo que Cristo ha hecho por la iglesia, y por qué lo ha hecho. Luego, en los versículos 28
y 29 nos ofrece una primera deducción en cuanto a los deberes de un esposo hacia su esposa,
especialmente en términos de la unión que subsiste entre Cristo y la iglesia y el esposo y la
esposa. Luego, en una parte del versículo 29 y en los versículos 30 y 32 desarrolla la sublime
doctrina de la unión mística entre Cristo y la iglesia. Luego en los versículos 31 y 33 traza sus
deducciones prácticas definitivas.
Ese me parece ser el análisis de los versículos que estamos estudiando. Pero para poder
comprender con mayor claridad su enseñanza, sugiero que lo enfoquemos de esta forma.
Primero comenzamos con su imperativo general: 'Maridos, amad a vuestras mujeres'. Eso es lo
que quiere subrayar sobre todas las cosas. En otras palabras, la idea suprema respecto al
marido es el amor. Recuerdan que la idea suprema en cuanto a las esposas era la sumisión
'mujeres, estad sujetas a vuestros maridos'. Sumisión de parte de la esposa, amor de parte del
marido. Debemos tener un concepto claro de esto. Por supuesto, esto no significa que sólo el
marido ha de amar. Alguien podrá comentar diciendo, "el apóstol no dice una sola palabra aquí
sobre las esposas amando a sus maridos". Pero esa objeción malinterpreta totalmente el
objetivo del apóstol. No nos está dando aquí un tratamiento exhaustivo sobre el matrimonio. El
pensar en la esposa sometiéndose implica el amor. Debemos comprender lo que el apóstol
quiere hacer. En realidad le preocupa solo un punto básico, es decir la armonía y paz y unidad
que se exhiben en la relación matrimonial y en el hogar. Siendo ese su tema principal escoge los
elementos que de ambos lados deben ser acentuados más que todos los otros. Lo que se
requiere de la esposa, a fin de mantener la armonía, es el elemento de sumisión; en tanto el
esposo ha de ser vigilante en lo que respecta al amor. De esa manera Pablo está escogiendo la
característica principal, la contribución particular que ha de hacer cada uno de los miembros
en esta maravillosa relación que con tanta claridad puede demostrar la gloria de la vida
cristiana. Por eso la palabra dirigida a los maridos es, 'Amad a vuestras esposas'.
Esto es de suma importancia, particularmente en relación con la enseñanza previa. Se
salvaguarda dicha enseñanza y es muy importante que nosotros lo consideremos de esa
manera. Pablo ha estado acentuando que el esposo es 'la cabeza de la mujer, así como Cristo es
la cabeza de la iglesia'. Hemos visto que él está en una posición de liderazgo, que él es el señor
de la esposa. Esa es la enseñanza del Antiguo Testamento y del Nuevo, y el apóstol la ha estado
acentuando. Pero inmediatamente añade esto: 'Maridos, amad a vuestras mujeres', es como si
dijera: "Usted es la cabeza, usted es el líder, usted es como si fuese el señor de esta relación;
pero por el hecho de amar a su esposa este liderazgo nunca va a convertirse en tiranía, y
aunque usted sea 'señor', usted nunca será tirano". Esta es la conexión entre los dos preceptos.
Esto es algo que se encuentra con frecuencia en la enseñanza del Nuevo Testamento.
Permítanme darles un ejemplo. En muchos sentidos el mejor comentario sobre este punto se
encuentra en 2 Timoteo 1:7. Allí dice: "Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de
poder, de amor y de dominio propio" (disciplina). Allí volvemos a tener lo mismo. 'No nos ha
dado Dios espíritu de cobardía'. ¿Y bien, qué nos ha dado? Nos ha dado un 'espíritu de poder';
pero para que ninguna persona sienta que aquí hay un elemento de tiranía, el apóstol añade, 'y
amor'. Es el poder del amor. No es un poder descarnado, no es el poder de un dictador o de un
pequeño tirano; la idea no es la de un hombre que se cree en el derecho de ciertas cosas y
pisotea los sentimientos de su esposa o cosas por el estilo, no es la idea del hombre que se
sienta en casa como dictador. En un estudio previo me he referido a lo que tal vez fue el mayor
defecto del concepto Victoriano en cuanto a la vida y aun de su cristianismo; y era
precisamente esto. Ellos tendían a acentuar un lado a expensas del otro. Y tantos de nuestros
problemas actuales se deben a una reacción, a una violenta sobré reacción contra el falso
énfasis de aquel período particular.
Por eso siempre debemos guardar este equilibrio. Debemos recordar que el poder debe
ser moderado por el amor; debe ser controlado por el amor; se trata del poder del amor.
Ningún marido tiene el derecho de creerse la cabeza de su mujer a menos que la ame. Si no la
ama no está cumpliendo el imperativo de las Escrituras. Estas dos cosas van juntas. En otras
palabras, esto es una manifestación del Espíritu, y el Espíritu Santo no sólo otorga poder, sino
que también da amor y disciplina. De modo que cuando el esposo pone en práctica su privilegio
como cabeza de la esposa y cabeza de la familia, él lo hace de esta manera. Siempre ha de estar
controlado por el amor; siempre estará bajo el control de la disciplina. El debe disciplinarse a sí
mismo. Existirá la tendencia de una actitud dictatorial, pero no debe hacerlo así 'poder, amor,
dominio propio' (disciplina). Todo esto se implica aquí en esta gran palabra 'amor'.
De modo que el reinado del esposo ha de ser un reinado y un gobierno de amor; es un
liderazgo de amor. La idea no es la de un papa o de un dictador; no es un caso de 'ipse dixit'; él
no habla 'ex cátedra'. No, se trata del poder del amor, es la disciplina del Espíritu, guardando
este poder y autoridad y dignidad dados al marido. Evidentemente esa es la idea fundamental y
suprema en todo este asunto de 'Maridos, amad a vuestras mujeres'.
Pero ahora debemos proceder a considerar en términos generales el carácter o la
naturaleza de ese amor. Nuevamente ésta es una gran necesidad en los tiempos actuales. Hay
dos cosas que en el mundo actual se destacan con gran claridad el abuso del concepto de poder
y el abuso, aún mayor, del concepto de amor. El mundo nunca había hablado tanto del amor
como lo hace actualmente. Pero me pregunto si alguna vez ha habido algún tiempo que haya
tenido menos amor que el presente. Estos grandes términos han sido degradados tan
rotundamente, que muchas personas no tienen idea de lo que significa la palabra 'amor'.
'Maridos, amad a vuestras mujeres'. ¿Qué es este amor? Somos afortunados porque el
apóstol nos lo dice; lo hace de dos maneras. 'Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo
amó a la iglesia'. Aquí hay dos definiciones. La primera está en la palabra misma 'amor'. La
palabra que el apóstol escogió aquí para expresar la idea de 'amor' es muy elocuente en su
enseñanza y significado. En el lenguaje griego que se utilizaba en los días del apóstol Pablo,
había tres palabras que pueden ser traducidas por nuestra palabra 'amor'. Es muy importante
que tengamos un concepto claro de esto v que sepamos distinguir entre ellas; porque gran
parte del pensamiento superficial de nuestros días en esta área se debe al hecho de no apreciar
esta diferencia. Una de las tres y esta no ocurre en el Nuevo Testamento es la palabra 'Eros' que
describe un amor perteneciente en su totalidad a la carne. El adjetivo 'erótico' como se lo usa
comúnmente en la actualidad nos recuerda el contenido de la palabra. Por supuesto, es una
forma de amor, pero es un amor de la carne, es un deseo, es algo carnal; y la característica de
esa clase de amor es su egoísmo. Ahora bien, no es un amor necesariamente equivocado por el
hecho de ser egoísta; pero su característica esencial es el egoísmo; nace, como digo, del deseo.
Desea algo, y principalmente se preocupa por eso. Ese es su nivel. Por así decirlo, se trata de la
parte animal del hombre. Y generalmente esto es lo que pasa por 'amor' en el mundo actual. El
mundo se gloría en sus 'maravillosos' romances y habla de lo maravillosos que son. Nótense
que nada se dice acerca de la infidelidad del hombre hacia su mujer y viceversa, y que niños
pequeños tendrían que sufrir. 'Un romance maravilloso' ha comenzado en la vida de un hombre
y una mujer y van a casarse. No se menciona el hecho de que ambos son culpables de
quebrantar sus votos y violar cosas santas; lo que se publica es esa maravillosa 'unión', ese
maravilloso romance. Es algo que encuentra todos los días en los diarios. No es más que este
deseo erótico, egoísta, carnal, sensual. Pero le recuerdo que en el mundo actual dicho 'Eros'
realmente es considerado amor.
En lo que respecta a las dos palabras traducidas 'amor' en el Nuevo Testamento, una de
ellas es, 'fileo', que en realidad significa 'ser amigo de'. Aparece como una raíz en tales palabras
como 'filantrópico' y 'Filadelfia'. La ilustración clásica de su uso se encuentra en el último
capítulo del Evangelio de San Juan. Allí se nos cuenta el incidente de cómo Pedro y otros habían
ido de noche a pescar, y al regresar repentinamente habían visto en la orilla al Señor. Allí el
Señor les preparó un desayuno y comenzó a hablarles. Esto es lo que leemos: "Cuando
hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le
respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos". Ahora bien, el
punto interesante aquí es que Pedro, al decir, 'tú sabes que te amo', la palabra que usó fue, 'tú
sabes que te tengo amistad'. El Señor, utilizando la tercera palabra, a la cual aún no hemos
llegado, le pregunta si realmente lo arna, pero Pedro responde, 'tú sabes que te tengo amistad'.
'Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor;
tú sabes que te amo', que significa, 'tú sabes que te tengo amistad'. Jesús les dijo, 'pastorea mis
ovejas'. Después llegamos al versículo 17: 'Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me
amas?' Ahora el Señor hace aquí algo muy interesante, no usa la palabra que ha estado usando
antes; ahora use la palabra que ha estado usando Pedro. 'Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de
Jonás, ¿realmente me tienes amistad?' El Señor ha bajado el concepto, '¿Realmente sientes
amistad hacia mí?' 'Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿me amas? y le
respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo'. Pedro se entristeció porque
aparentemente el Señor dudaba de su amistad hacia él, de modo que a la luz de su fracaso no
podía sino encomendarse al conocimiento del propio Señor y decir, 'Tú sabes que te tengo
amistad'. Tengamos estas cosas en mente la palabra traducida por 'amor' puede significar
'sentir amistad'.
La otra palabra del Nuevo Testamento se eleva a una altura mucho mayor. Se trata de la
palabra que se usa siempre en la Biblia para expresar el amor de Dios hacia nosotros. 'De tal
manera amó Dios al mundo' 'Agapao'. Ahora bien, esta es la palabra que se usa en el texto que
estamos considerando. 'Maridos, amad a vuestras mujeres' en ese sentido, amad como ama
Dios. No hay nada superior a esto. O para expresarlo de otra manera, tome la lista que describe
el fruto del Espíritu que se encuentra en Calatas 5:22. El apóstol está comparando las obras de
la carne y el fruto del Espíritu, y dice, 'El fruto del Espíritu es amor'; no sentimientos eróticos;
no una mera amistad; es el amor que se asemeja al amor de Dios amor, gozo, paz, y así
sucesivamente. Ese es el amor, dice el apóstol, que los maridos deben tener y mostrar hacia sus
esposas. Ustedes ven como todo encaja con tanta perfección con el versículo 18: "No os
embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu". Si está lleno
del Espíritu, estará lleno del fruto del Espíritu y el fruto del Espíritu es 'amor'.
El apóstol está hablando a personas que están llenas del Espíritu, porque sólo ellas
pueden mostrar este amor. Es en vano decir esto a una persona que no es cristiana. Ella es
incapaz de hacerlo; no puede amar con esa clase de amor. Pero el apóstol dice que los
cristianos deben manifestar este tipo de amor porque están llenos del Espíritu. De modo que
una de las formas en que demuestro ser lleno del Espíritu, no es tanto un estado de éxtasis y la
manifestación de ciertos fenómenos; es la forma en que me conduzco hacia mi esposa cuando
estoy en casa, es este amor que es 'fruto del Espíritu'.
La misma palabra escogida por el apóstol nos guía de inmediato a la idea exacta de lo que
quiere comunicarnos. Por eso, permítanme explicarlo de esta manera. Enfoquemos bien todo
este asunto del matrimonio y de la relación matrimonial. No estoy diciendo que el apóstol
enseñe que aquel primer elemento que pertenece a la carne no tenga ninguna participación en
esto. Ello sería un gran error. Hubo personas que enseñaron eso. La enseñanza católico-romana
referida al celibato está basada fundamentalmente en esa falsa interpretación. Y descubro que
hay muchos cristianos que tienen problemas sobre este asunto. Aparentemente piensan que el
cristiano ya no es un ser humano, ya no es natural; en consecuencia consideran el sexo como
malo. Ahora bien, eso no solamente no es enseñanza cristiana, sino que además es un error, es
una equivocación. Aquel elemento de 'Eros' tiene su nariz, está incluido. El hombre es hombre.
Dios lo ha hecho así. Dios nos ha dado estos dones, y el sexo está incluido. El elemento erótico
no tiene nada de malo en sí mismo; digo más, digo que debe estar presente. Me refiero a ello
porque con mucha frecuencia se me pide tratar estos asuntos. He conocido a personas
cristianas que con mucha honestidad, basadas en este concepto falso del sexo y de todo aquello
que es natural, han llegado más o menos a la conclusión de que cualquier hombre cristiano
puede casarse con cualquier mujer cristiana. Afirman que el único asunto importante es que
somos cristianos. Dejan totalmente de lado el elemento natural. Pero la Biblia no lo hace así. A
pesar de ser cristianos, es correcto que nos sintamos más atraídos hacia unos que hacia otros.
El aspecto natural tiene su parte y no debemos excluirlo. Nunca debemos asumir la actitud de
que cualquiera de nosotros podría perfectamente casarse con cualquiera de los otros. Se podría
llevar una vida en común, pero eso excluiría este elemento natural.
Me he esforzado para demostrar que la enseñanza cristiana nunca excluye el elemento
natural, nunca excluye la forma en que Dios nos ha creado. Y Dios nos ha creado de tal manera
de que podamos sentir mayor atracción hacia una persona que hacia otra; y es algo mutuo. Eso
es lo correcto; no lo deje de lado. Es algo que se sobreentiende aquí. El apóstol está
presuponiendo que este hombre y esta mujer, por el hecho de sentirse mutuamente atraídos, y
porque, si quieren usar la frase común, ellos 'se enamoraron', ahora están casados. En ese
sentido los cristianos deben comportarse como cualquier otro. Esto no es algo mecánico. Una
persona cristiana no dice, "Ahora bien, soy cristiano y voy a mirar a mi alrededor para decidir
con quién casarme"; por así decirlo, no toman su elección a sangre fría. Eso no es enseñanza
bíblica. Para algunos esto puede parecer excéntrico y divertido, pero hay muchos cristianos
que han actuado precisamente sobre este principio. Hablo basado en la experiencia pastoral.
Hay personas muy honestas, pero que consideran el sexo como malo, y así han llegado a esta
falsa posición. Por lo tanto, no hemos de excluir el elemento natural. El apóstol está suponiendo
que este hombre y esta mujer han sentido una atracción mutua, y que sobre esa base se han
sentido unidos.
Y más que eso, el apóstol está suponiendo que se tienen una amistad mutua. Lo que
quiero decir con esto es que el uno disfruta del compañerismo con el otro. Permítanme
acentuar esto, diciendo que también pertenece al matrimonio cristiano. Hay ciertas afinidades
naturales, que si las pasamos por alto lo hacemos en nuestro propio perjuicio. Nuevamente, he
visto esto con frecuencia. Dos personas creyeron que por el hecho de ser cristianas ya nada
más importa, y sobre esa base contrajeron matrimonio. Pero en la condición de casados es muy
importante que las dos personas se tengan una mutua amistad. Si no es así, si su única base
para el casamiento fue la atracción física, ésta pronto se habrá ido. Eso no tiene permanencia
en sí; pero Por el otro lado, una de las cosas que sí tiene permanencia es que dos personas se
tengan amistad. En el matrimonio hay ciertos imponderables. Es conveniente que dos personas
que están casadas tengan las mismas afinidades, los mismos intereses, y se sientan atraídas por
las mismas cosas. No importa cuán profundamente se amen, si en este sentido hay diferencias
fundamentales, éstas conducirán a problemas. El problema de la vida matrimonial y de vivir en
armonía será mucho mayor. Afirmo entonces, es muy importante que este segundo elemento,
la palabra que Pedro siguió utilizando, 'te tengo amistad', tenga su parte en el matrimonio.
El apóstol supone ambas consideraciones. Es probable que algunos cristianos se hayan
casado cuando aún eran paganos y que el matrimonio incluía tanto el 'Eros' como el 'fileo'. Muy
bien, dice Pablo, aquí es donde el cristianismo comienza a tener su parte. Ahora, por el hecho
de ser cristianos se introduce el otro elemento; éste eleva a los otros dos, los santifica, les da
gloria, les concede esplendor. Esa es la diferencia que Cristo opera en el matrimonio. Sólo el
cristiano es capaz de subir a ese nivel. Puede haber matrimonios felices y exitosos sin esto;
gracias a Dios todavía los hay. En el nivel natural y humano hay matrimonios felices, y están
basados sobre las dos palabras que he estado utilizando. Si tiene el primer elemento y además
la amistad mutua, y cierto temperamento, dos personas pueden producir un matrimonio muy
feliz y exitoso. Pero nunca subirá a este nivel superior. Sin embargo, este es el punto al cual el
apóstol quiere elevarnos. Más allá, y por encima de las posibilidades del hombre natural,
aparece este auténtico amor, este amor que es de Dios, el amor que él define en 1 Corintios 13.
Es evidente que el apóstol, al escoger esta palabra, nos ha dicho mucho. Por eso el deber
de cada esposo que escucha o lee esta exhortación consiste en examinarse a sí mismo a la luz
de esta palabra. ¿Están los tres elementos presentes en su vida? ¿Han sido coronadas y
glorificadas todas las cosas por este 'amor' que puede ser atribuido a Dios mismo?
Pero para que no tengamos problemas al respecto, el apóstol procede a darnos otra
ilustración en su segundo punto. El dice, 'Maridos, amad a vuestras mujeres, así como...' 'así
como Cristo amó a la iglesia'. Aquí vuelve a mostrarnos su ansiedad por ayudarnos. La sola
mención del nombre de Cristo lo lleva inmediatamente a elaborar su imperativo. No se puede
limitar a decir 'así como Cristo amó a la iglesia'. El debe ir más allá y decir, 'y se entregó a sí
mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la
palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga
ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha'. El apóstol dice todo eso para ayudar al
esposo a amar a su esposa como debe amarla.
¿Por qué entonces desarrolla el asunto de esta manera? Creo que existen tres razones
principales. Primero, quiere que cada uno de nosotros conozcamos el gran amor que Cristo nos
tiene. Quiere que comprendamos la verdad acerca de Cristo y de nosotros mismos y acerca de
nuestra relación con él. ¿Por qué le preocupa tanto esto? Evidentemente su argumento es éste,
sólo en la medida en que comprendamos la verdad acerca de la relación de Cristo hacia la
iglesia, nosotros podemos funcionar como un marido cristiano debe funcionar. Para que esto
quede claro termina diciendo, 'Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y
de la iglesia'. Pero, ¿por qué está hablando respecto de Cristo y de la iglesia? ¿Por qué nos ha
mantenido en este misterio? Para que los esposos puedan saber cómo amar a sus esposas. Y allí
es donde la gente liviana y superficial se mofa de la doctrina, mostrando su ignorancia y
necedad. "Ah", dicen, "esa gente está interesada solo en la doctrina; nosotros somos personas
prácticas". Pero no puede ser práctico sin doctrina, no puede amar verdaderamente a su esposa
a menos que entienda algo de esta doctrina, algo acerca de este gran misterio. "Ah", dicen otros,
"eso es demasiado difícil, no puedo seguirlo de ninguna manera". Pero si quiere vivir como
cristiano, tiene que seguirlo, "debe prestarle atención, tiene que pensar, tiene que estudiar,
tiene que tratar de entender, tiene que llegar al término con ello. Esto está aquí para usted, y si
le da la espalda, está rechazando algo que Dios le da, y entonces es un terrible pecador.
Rechazar la doctrina es un pecado terrible. Nunca ponga la práctica contra la doctrina porque
no puede practicarla si no la tiene. Entonces el apóstol se toma el trabajo de desarrollar esta
maravillosa doctrina de la relación de Cristo y la iglesia, no simplemente por el amor de dejarla
establecida acá, por muy importante que sea, sino para que en casa podamos amar a nuestras
esposas como debemos amarlas 'así como Cristo amó a la iglesia'.
De modo que ahora podemos considerar el problema de la siguiente manera. El principio
que ha de controlar nuestra práctica consiste en que la relación entre esposo y esposa es, en
esencia y en naturaleza, como la relación entre Cristo y la iglesia. ¿De qué manera la enfocamos
entonces? Debemos comenzar estudiando la relación entre Cristo y la iglesia, y entonces, y sólo
entonces, podremos considerar la relación entre el marido y la mujer. Eso es lo que el apóstol
está haciendo. 'Maridos, amad a vuestras mujeres así como Cristo amó a la iglesia'. Habiendo
dicho esto, nos detalla exactamente cómo Cristo amó a la iglesia. Luego dice, vayan y hagan lo
mismo; esta es su regla. Esa es la primera gran doctrina.
Comencemos entonces considerando la relación de Cristo a la iglesia. Aquí hay algo que
interesa a todos, no sólo a los maridos, sino a todas las personas. Lo que se nos dice aquí acerca
de la relación de Cristo y la iglesia, es de vigencia para cada uno de nosotros. Cristo es el esposo
de la iglesia, Cristo es el esposo de cada creyente. Preguntará, ¿dónde encuentra tal enseñanza?
Por ejemplo, la encuentro en Romanos 7:4: "Así también vosotros, hermanos míos, habéis
muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, Para que seáis de otro, del que resucitó de los
muertos, a fin de que llevemos muchos frutos para Dios". Cristo es el esposo de la iglesia, la
iglesia es la esposa de Cristo. Cada uno de nosotros puede mirar, en ese sentido, al Señor
Jesucristo como su esposo, y colectivamente lo hacemos así como miembros de la iglesia
cristiana.
¿Qué es lo que el apóstol nos dice acerca de esto? Lo primero que el apóstol nos dice tiene
que ver con la actitud del Señor Jesucristo hacia la iglesia, como la mira él. Y en esto hay
enseñanzas para los maridos. ¿Cuál es su actitud? ¿Cómo mira a su esposa? Aquí mismo el
apóstol nos dice algunas cosas maravillosas. Ustedes que son cristianos, ¿alguna vez se dieron
cuenta que estas cosas se aplican a ustedes como miembros de la iglesia cristiana? Consideren
las características de la actitud del Señor hacia su esposa, la iglesia. El la ama: 'Así como Cristo
amó a la iglesia'. ¡Qué expresión elocuente! El la amó a pesar de su indignidad, él la amó a pesar
de sus deficiencias. Nótese lo que Cristo hace por ella. Ella tiene que ser lavada, ella tiene que
ser purificada. El la vio harapienta y salvaje; pero él la amó. Ese es el clímax de la doctrina de la
salvación. El nos amó, no por algún mérito que hubiese en nosotros; él nos amó a pesar de lo
que había en nosotros, 'mientras aún éramos pecadores'. El amó a los que estaban sin Dios,
'mientras aún éramos enemigos'. El nos amó en toda nuestra indignidad y vileza. El amó a la
iglesia no porque era gloriosa y hermosa no, sino para llevarla a que fuera así. Tome nota de la
doctrina y vea lo que tiene que decir a los maridos. Un marido se opone a las deficiencias,
dificultades y cosas que piensa poder criticar en su esposa, pero él debe amarla 'como Cristo
amó a la iglesia'. Ese es el tipo de amor que debe mostrar. Este es el primer principio.
El segundo principio es éste: 'Se entregó a sí mismo por ella'. Cristo no sólo estuvo
dispuesto a sacrificarse por ella, en realidad se sacrificó por ella. Tal es el amor de Cristo por la
iglesia. El sólo pudo salvarla dando su vida por ella; y la dio por ella. Esa es la característica de
su amor.
Luego nótese su gran preocupación por ella y por su bienestar. El vela por ella. Se
preocupa por ella. Es como si él viese el potencial que hay en ella. El quiere que ella sea
perfecta. Por eso Pablo prosigue diciendo: "Para santificarla, habiéndola purificado en el
lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo como una iglesia gloriosa,
que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante". Aquí ve su interés por ella, su amor por
ella, lo orgulloso que está de ella. Esas son las características del amor de Cristo por la iglesia.
Su gran deseo de que ella sea perfecta. Y él no se va a sentir satisfecho hasta que ella sea
perfecta. El desea poder presentársela a sí mismo una iglesia gloriosa, 'que no tuviese mancha
ni arruga ni cosa semejante'. El la quiere perfecta. El la quiere más allá de toda crítica. El quiere,
por así decirlo, que todo el mundo la admire. En Efesios 3:10 se nos dice que hizo todo esto
"para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a
los principados y potestades en los lugares celestiales". Este es el orgullo que el esposo siente
hacia su esposa; está orgulloso de su belleza, orgulloso de su apariencia, orgulloso de cuanto le
pertenece; y él desea mostrarla a toda la familia, a todas sus criaturas. Ese es el tipo de relación
que existe entre el Señor Jesucristo y su iglesia. Estoy extrayendo en primer lugar el principio
de en medio de los detalles, porque él nos permite comprender esta maravillosa y mística
relación. De esta manera el cuadro que tenemos ante nosotros es del Señor regocijándose en
esa relación, regocijándose en ella, triunfante en ella, gloriándose en ella. No hay nada que no
hará por su esposa, la iglesia.
Este es el primer gran tema que emerge en el tratamiento que el apóstol da de este vasto
y exaltado tema. Hemos de comenzar con este cuadro de Cristo y la iglesia. Han visto con qué
ojos la mira, y lo que hace por ella por el hecho de mirarla de esa manera, y lo que él tiene en
vista para ella su última meta para ella. Y por todo esto existe aquí el concepto extraordinario
de la relación mística, de la unidad, de la idea de que son una carne, y que ella es su cuerpo.
'Maridos amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia'.
Ese es entonces nuestro primer gran principio Cristo amando a la iglesia. La relación
entre Cristo y la iglesia es la que debería existir entre marido y mujer. Comiencen con eso.
Consideren la gran doctrina de la iglesia. Vengan todos, los casados y los que no son casados.
Esto tiene vigencia para todos nosotros porque estamos en la iglesia. ¡Qué maravilloso es
comprender que todos estamos en esta relación respecto de Cristo! Esa es la forma en que él le
mira, esa es su actitud. El principio es éste; este amor, el mayor amor que el mundo pudiese
conocer, este amor proveniente de Dios, siempre está más allá de lo erótico y filantrópico. La
gran característica de este amor y aquí reside su diferencia esencial respecto de los otros
amores es que no lo controla tanto el deseo de tener, como el deseo de dar. 'De tal manera amó
Dios al mundo'. ¿Cómo? 'Que ha dado'. No hay nada malo con los otros tipos de amor ya lo he
afirmado previamente pero aun en su máxima expresión ellos siempre están centrados en sí
mismos, siempre están pensando en sí mismos. En cambio, la característica de este otro amor
es que no piensa en sí mismo. Dios se dio a sí mismo; Cristo murió por ella 'aun hasta la
muerte'. La característica de este amor es el sacrificio. Este amor es un amor que da; no
siempre está considerando lo que va a obtener, sino lo que va a dar para el beneficio del otro.
'Maridos amad a vuestras mujeres de esa manera, así como Cristo amó a la iglesia'.
Habiendo visto en términos generales esta actitud de Cristo hacia la iglesia, podemos
proseguir demostrando como esa actitud se manifiesta en la práctica; y después considerar su
objetivo último, y finalmente, esa relación V unión místicas. Demos gracias a Dios porque
cuando hemos de considerar £1 matrimonio, algo tan común, algo aparentemente tan
ordinario, descubrimos que, si somos cristianos, hemos de considerarlo de tal manera que
seamos introducidos al centro mismo de la verdad cristiana, al corazón de la teología y
doctrina, a los misterios de Dios en Cristo como se los ve en y a través de la iglesia. ¡Quiera Dios
bendecirnos en esta consideración!
***
LA ESPOSA DE CRISTO
Efesios 5:25-33
La proposición fundamental del apóstol, según hemos visto, es que no podemos entender
los deberes de los maridos y de las esposas a menos que entendamos la verdad respecto a
Cristo y la iglesia; por eso habíamos comenzado con esa verdad tal como lo hizo el apóstol. El
marido debe amar a su mujer, 'así como Cristo amó a la iglesia'. Hemos recordado el significado
de la palabra 'amor'. Es la suprema palabra que la Biblia conoce. Es el mismo tipo de amor con
el cual Cristo amó a la iglesia; en efecto, el mismo amor con el cual Dios amó al mundo. Por eso
nos estamos concentrando en este amor del Señor Jesucristo hacia la iglesia. Hasta ahora sólo
lo hemos considerado en términos generales. Hemos mirado a su actitud global hacia la iglesia.
Su interés por ella, su orgullo por ella, la forma en que la escuda, la guarda y protege. Todo eso
está expresado aquí.
Pero debemos proseguir y extendernos más allá, porque el apóstol se toma el trabajo de
recordarnos que esta actitud de Cristo hacia la iglesia es algo que se manifiesta en la práctica.
Ese es el asunto que hemos de considerar ahora. 'Maridos, amad a vuestras mujeres, así como
Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella'. No basta con considerar su actitud
hacia la iglesia, los ojos con que mira a la iglesia y como la considera. Eso es algo, dice el
apóstol, que se ha expresado en la práctica. Y debemos acentuar esto porque aquí está el
énfasis del apóstol.
Por lo tanto, el principio dice que el amor no es algo teórico. El amor no es un simple tema
del cual se habla; el amor no sólo es un tema del cual se puede escribir, no sólo es el material
que se usa para escribir poesía. El amor no sólo es el tema de una gran aria en la ópera o alguna
gran canción, o de miserables 'canturreos', o como quiera que se llame. El amor no es algo que
se considera teórica o externamente. El amor es la cosa más práctica del mundo. Ese es el gran
principio que se nos enseña aquí. Posiblemente no exista palabra que en la actualidad sea más
degradada que la palabra 'amor'. Obviamente muchas personas no tienen idea de su
significado. Quizás el mundo nunca haya usado con tanta libertad palabras amorosas; sin
embargo, nunca ha habido tanta carencia de amor. Cada uno se dirige al otro usando
expresiones cariñosas; se utilizan todos los superlativos. Personas que apenas se conocen se
tratan con términos de ternura; sin embargo, carecen de contenido. Por eso si se presta
atención a la forma de hablar de las personas, pensará que son los más grandes amantes que el
mundo haya conocido, cuando en realidad nada saben del amor y muy bien pueden estar
divorciados al día siguiente. Por alguna razón se ha difundido la idea de que el amor es un tema
del cual se debe hablar, y del cual se debe cantar. Es aquí donde los poetas pueden ser tan
peligrosos. ¿Han notado alguna vez el extraordinario contraste entre las cosas que los poetas
cantan en sus poemas y sus vidas cotidianas? ¿Acaso no es trágico que eso pueda ser cierto en
personas que tienen la habilidad de escribir palabras tan hermosas y maravillosas sobre el
amor? Cuando se leen las biografías de esos hombres, se siente impresionado, asombrado, y
cree que los hechos reales no pueden ser posibles. Es porque ellos nunca han entendido el
significado del amor. Ellos lo consideran como un asunto teórico, como algo muy hermoso,
pero la verdad sobre el amor es que se trata del asunto más práctico del mundo.
Esa es la enseñanza de nuestro Señor. "El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése
es el que me ama" (Jn. 14:21). ¡Qué prosaico suena esto con todo nuestro así llamado concepto
romántico del amor! Por supuesto, no es de ninguna manera romántico; es ridículo, es
sentimental, es carnal. 'Esto es amor' dice Cristo, 'que una persona guarde mis mandamientos'.
Porque en el análisis final nuestro amor no será probado por lo que usted y yo digamos; es lo
que hacemos. Ciertamente éste es el asunto esencial en la relación entre el marido y su mujer.
No se trata de que una persona pueda escribir hermosas cartas, usar grandes expresiones y
grandes declaraciones de amor; la prueba del amor del hombre es su conducta en casa todos
los días. No se trata de lo que él fue antes de casarse, ni de lo que es durante la luna de miel, ni
de lo que es durante los primeros meses de la vida matrimonial. La cuestión vital es ésta, ¿Cuál
será su comportamiento cuando surjan problemas y dificultades, pruebas, enfermedad, y
cuando entre a la edad ya más adulta y luego venga la ancianidad?
Muchos matrimonios se rompen porque las personas desde el comienzo no comprenden
el significado del amor. Recuerde como lo describe el apóstol en 1 Corintios 13 donde acentúa
su carácter esencialmente práctico. El nos dice que el amor se abstiene de hacer ciertas cosas,
que hace otras, y finalmente lo resume todo diciendo, 'el amor nunca deja de ser'. Esa es la
Prueba del amor. Si desea comprobar si el amor de un hombre a su esposa es lo que debe ser,
no escuche lo que dice, observe lo que hace y lo que es. Allí está la prueba.
Todo eso lo expresa el apóstol aquí y lo hace de una manera por demás sorprendente.
'Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia’. ¿Cómo sabemos que él
amó a la iglesia? Aquí está la respuesta: 'Y se entregó a sí mismo por ella’. Pero el apóstol no se
detiene allí. 'Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a
sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la
palabra, a fin de presentársela a sí mismo una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga
ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha’.
Miremos cuidadosamente esto y analicémoslo. Evidentemente hay tres sentidos en lo que
el apóstol dice aquí. El amor de Cristo, esta actitud de Cristo hacia la iglesia se demuestra
principalmente en tres sentidos. En primer lugar está aquello que él ya hizo por la iglesia.
Cristo amó a la iglesia y 'se entregó a sí mismo por ella', es algo que ya ha hecho. Aquí, por
supuesto, estamos tocando el corazón y centro mismo de la verdad cristiana. Sin esto no habría
iglesia. Esto fue lo primero que él hizo, y fue algo absolutamente esencial; este es el
fundamento. Y por eso el apóstol dice, escribiendo a los corintios, 'Ningún hombre puede poner
otro fundamento’.
Esto es Jesucristo y lo que él ha hecho. Por eso el apóstol estaba decidido a no conocer
nada entre ellos, sino 'a Jesucristo y a él crucificado'. Sin este fundamento no habría habido
iglesia en Corinto ni en ninguna otra parte. Y, por supuesto, esta es una verdad que se acentúa
en todas partes de las Escrituras. Recuerde la historia del apóstol despidiéndose de los
ancianos de esta iglesia de Éfeso. Se encuentra el relato en Hechos 20. El dice, "Mirad por
vosotros... para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre". Eso es parte
del gran romance de Cristo y la iglesia, del esposo y la esposa. El tuvo que comprarla antes de
tenerla por esposa. Aquí el apóstol lo pone en términos de la iglesia como un todo, pero
recordemos claramente, y tengamos un concepto claro acerca de ello, que esto tiene vigencia
para cada uno de nosotros, para cada cristiano, para cada miembro de la iglesia. El apóstol no
vacila en afirmar esto respecto de su propio caso. En Calatas 2:20 dice, "Hijo de Dios, el cual me
amó y se entregó a sí mismo por mí". Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella es
cierto, pero también 'por mí', por cada uno de nosotros como individuos.
El apóstol ya ha introducido este gran tema en esta misma epístola. Lo hizo en 1:7 donde
dice: "En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de
su gracia". Este también es el gran tema del segundo capítulo: "Pero ahora en Cristo Jesús,
vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hecho cercanos" ¿Cómo? "por la sangre
de Cristo". "El es nuestra paz,... derribando la pared intermedia de separación". El la ha abolido.
¿Cómo? 'En su carne'. "Y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un sólo cuerpo,
matando en ella las enemistades". Y en efecto, en este preciso capítulo que estamos
considerando, el quinto capítulo, el ha introducido el mismo pensamiento en el versículo dos:
"Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amó y se entregó a sí mismo por
nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante". Él lo sigue repitiendo, y nosotros
también debemos seguir repitiéndolo. Algunos necios dicen: "Ah, pero la cruz sólo se aplica a
mi conversión, a mi salvación original, después yo sigo..." ¡No! ¡Los creyentes nunca se apartan
de esto! Esto es algo que nunca deberíamos desear olvidar; es algo que continúa. Esto no
solamente es el fundamento y la base, sino también es la fuente de la vida y el poder que
continúa. 'Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella'.
Entonces, lo que Pablo está diciendo es esto y se trata de doctrina suprema; no hay
doctrina mayor que esta que cuanto hizo el Señor Jesucristo lo hizo por la iglesia. 'Cristo amó a
la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella'. En su gran oración sacerdotal nuestro Señor
recuerda a su Padre este hecho tal como quedó registrado en Juan 17. Allí lo expresa de esta
manera: "Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a
ti; como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le
diste". Ellos son suyos, ellos son la iglesia. El dice: "No te ruego por el mundo, sino por los que
me diste". Y aquí se nos recuerda que él murió por la iglesia. Nunca debemos quitar nuestra
vista de esto. El murió por la iglesia; por nadie más que por ella murió. Su muerte según nos
recuerda Calvino y otros expositores, por el hecho de ser eterna y por el hecho de ser él el Hijo
de Dios es suficiente para todo el mundo pero solamente es suficiente para la iglesia. El
propósito de su muerte fue redimir a la iglesia. El se dio a sí mismo a la iglesia y a todos los que
le pertenecen cuando ella sea completa, perfecta y entera. Dios lo sabía todo desde la eternidad
y el Hijo vino y se dio a sí mismo por la iglesia.
Lo que debemos recordar entonces, es que nunca podríamos estar disfrutando de
ninguno de los beneficios de esta vida cristiana si él no hubiera hecho esto. Usted y yo tenemos
que ser rescatados y redimidos antes de poder pertenecer a la iglesia. Ninguna otra cosa nos
convierte en cristianos. De paso recordemos esto. Puede ser la persona de la moral más alta en
todo el mundo, pero, eso nunca le hará un cristiano; ello nunca lo convertirá en un miembro de
Cristo, nunca le hará un miembro de la iglesia. Hay una sola cosa que convierte al hombre en
miembro de la iglesia y es que Cristo le ha comprado con su propia sangre, y que él murió por
esa persona y la redimió. Esta es la única entrada a la iglesia verdadera no la visible, sino a la
verdadera, la invisible, el cuerpo espiritual de Cristo. Somos salvados 'por su preciosa sangre'.
Pero, nótese que aquí, y particularmente aquí, la gran preocupación del apóstol es
acentuar la verdad desde el punto de vista de la grandeza del amor de Cristo hacia la iglesia.
¿Por qué hizo aquellas cosas y cómo hizo esas cosas por nosotros? En muchas partes de las
Escrituras tenemos la respuesta. ¿Cómo debería amar un marido a su esposa? Como Cristo amó
a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella. ¿Qué implica eso? Quizás la mejor declaración a
este respecto se encuentra en Filipenses 2:5. "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo
también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como
cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho
semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo,
haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. ¿Qué significa esto? Significa que esa
es la forma en que Cristo amó a la iglesia, y se entregó por ella. No se consideró a sí mismo. Ese
es el primer punto. 'No estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse’. Esto significa que
no consideró el ser igual a Dios como un premio al cual aferrarse. Él era el Hijo eterno de Dios;
él había compartido esa gloria con su Padre y el Espíritu Santo desde la eternidad, sin embargo,
no se aferró a ella de modo de decir: "¿Por qué he de ir a la tierra, por qué he de poner aparte
las señales de mi gloria, por qué he de descender y permitir que se me golpee y escupa?" ¡No!
'No estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse'. No lo consideró como algo a lo cual
debía aferrarse a toda costa puesto que le pertenecía por derecho. En cambio, 'se humilló a sí
mismo'. No tuvo necesidad de hacerlo; no hubo compulsión, sino la que nace del amor. Si el
Señor Jesucristo se hubiese considerado a sí mismo, si hubiese considerado su propia gloria y
dignidad eterna, nunca habría habido una iglesia. El era Aquel a través de quien todas las cosas
habían sido creadas; todos los ángeles lo adoraban y todos los grandes poderes y principados
le tributaban obediencia. Lo adoraban como el Hijo y lo glorificaban. ¿Qué sería si él hubiese
dicho, "Oh, no puedo, no puedo alejar todo eso de mí; debo tener este respeto que se me debe,
debo tener mi propia posición"?. El hizo justamente lo contrario, 'se humilló a sí mismo'. Nació
como un bebé en la semejanza y forma de un hombre. Y no sólo eso, incluso se hizo un siervo.
Absolutamente no pensó en sí mismo. Si lo hubiera hecho, ninguno de nosotros habría sido
salvo y no habría iglesia. El no habló de sus derechos; no habló acerca de lo que le
correspondía; no dijo, "¿Por qué he de sufrir, por qué he de humillarme a mí mismo?" El no
consideró el precio, no consideró la vergüenza. El sabía lo que estaba implicado, sabía que sería
golpeado por aquellos fariseos y escribas y saduceos y doctores de la ley, y que el pueblo lo
escarnecería, y que le arrojarían piedras y que le escupirían. El sabía que pasaría todo ello
aunque nada había hecho para merecerlo. Entonces, ¿por qué lo hizo? Por la iglesia, por su
amor a la iglesia. 'Se humilló a sí mismo, haciéndose obediente'. El tenía un sólo pensamiento y
ese era el bien de la iglesia, el cuerpo que llegaría a ser su esposa. El estaba pagando por ella, la
estaba comprando, sin pensar más que en ella. ¡No era él, sino ella! 'Haya pues en vosotros este
sentir'. ¡Ustedes maridos! 'Maridos, amad a vuestras mujeres así como Cristo amó a la iglesia, y
se entregó a sí mismo por ella'.
Pero, hay otro aspecto en esto que debemos acentuar a fin de extraer la profundidad de la
enseñanza. Nuestro Señor hizo eso por nosotros, por la iglesia, mientras aún éramos pecadores,
cuando aún estábamos sin Dios, mientras aún éramos enemigos. El argumento de Pablo en
Romanos 5 usa estos precisos términos, 'A su tiempo murió por los impíos’, 'siendo aún
pecadores’. "Si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho
más, estando reconciliados seremos salvos por su vida”. Nótense estos términos. Éramos
'impíos', éramos 'enemigos', éramos 'pecadores', éramos viles y no había nada que pudiese
recomendarnos. Ustedes que creen que tienen que leer romances, y se deleitan en la historia de
la cenicienta, miren esto. Miren a la iglesia en su vileza, en sus harapos, en su pecado, en su
enemistad, en toda su fealdad. El Hijo de Dios, el Príncipe de gloria, la amó mientras aún era así,
y a pesar de ello; la amó al mismo extremo de entregarse por ella, muriendo por ella. 'Maridos,
amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia'. No se nos llama a hacer, en ese
extremo, lo que él hizo. Pero, él, a pesar de todo, amó hasta el punto de entregarse a sí mismo;
su sangre fue literalmente derramada por nosotros.
"Ahora bien", dice el apóstol, "ustedes que se encuentran en esta relación matrimonial, el
uno encuentra en el otro cosas que no les agradan y que no aprueban deficiencias, faltas, fallas,
pecados entonces, ustedes asumen una actitud crítica, y se mantienen en su dignidad, y
condenan, y pelean, y se separan. ¿Por qué? Simplemente porque no logran comprender la
forma en que ustedes mismos han sido salvados, la forma en que han llegado a ser cristianos y
miembros de la iglesia cristiana". El les recuerda que si el Señor Jesucristo hubiese reaccionado
hacia ellos como ellos reaccionan los unos respecto de los otros, jamás habría habido una
iglesia. 'El amor nunca deja de ser', el amor sigue amando a pesar de todo. Ese es el amor con el
cual Cristo amó a la iglesia.
¿Acaso hay un error tan grave, vuelvo a preguntar, como el de separar la doctrina de la
práctica? Cuan culpables somos todos de esto. ¿Cuántos de nosotros hemos comprendido que
siempre hemos de pensar del matrimonio en términos de la doctrina de la expiación? ¿Es esa
nuestra forma común de pensar del matrimonio maridos, mujeres, todos nosotros? ¿Es esa la
forma en que pensamos instintivamente del matrimonio en términos de la doctrina de la
expiación? ¿Dónde encontramos lo que los libros tienen para decirnos sobre el matrimonio?
¿En qué sección? Lo encontramos bajo el tema de la ética. Pero ese no es el lugar que le
pertenece. Debemos considerar el matrimonio en términos de la doctrina de la expiación.
Los cristianos más necios son aquellos que sienten rechazo hacia la doctrina, v que
desacreditan la importancia de la teología v la enseñanza. ¿Y acaso eso no explica por qué fallan
en la práctica? Estas son cosas que no se Pueden separar. No debe relegar la doctrina de la
expiación y limitarla sólo a su conversión o al estudio. ¿Por qué tantos cristianos no asisten a
los servicios religiosos nocturnos? "Oh", dicen, "el sermón va a ser sobre la cruz, es sobre el
perdón, y ese es el comienzo de la vida cristiana. Yo ya soy cristiano desde hace muchos años y
lógicamente acerca de eso ya no hay nada nuevo que decirme". ¡Cristianos necios! ¿Acaso se
han cansado de escuchar de la cruz? ¿Es que ya saben tanto de ella, y la entienden en una forma
tan exhaustiva que ya no puede tocarles? "Ah", dice usted, "ahora quiero enseñanzas más
elevadas, ahora quiero una enseñanza detallada de cómo he de vivir la vida santificada". Pero,
nunca va a vivir la vida santificada, a menos que siempre esté junto a esa cruz, y a menos que
ella esté gobernando toda su vida, e influenciando toda su perspectiva y cada una de sus
actividades. Aquí estamos en lo que se llama la sección práctica de la epístola a los efesios, la
segunda parte, donde Pablo se ocupa de temas cotidianos; sí, pero es precisamente en este
contexto que repentinamente nos pone cara a cara con la doctrina de la iglesia, y con la
doctrina de la expiación. No puede dejar atrás la cruz, nunca será un cristiano tan avanzado que
ella sólo le signifique el comienzo. Esa es la forma de arruinar los matrimonios y todo lo demás.
¡No! "Un amor tan asombroso, tan divino, demanda toda mi alma, mi vida, mi ser entero"
¡Siempre! Yo comienzo allí, pero, sigo allí; y ¡ay de mí si alguna vez dejo de estar allí!
Ese es el primer punto que señala el apóstol el amor de Cristo. Pero luego, prosigue al
segundo punto a lo que Cristo, movido por este gran amor suyo, está haciendo, o sigue
haciendo por la iglesia. Esto el apóstol lo expresa en las palabras: "Y se entregó a sí mismo por
ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra" (v. 26).
Aquí tenemos otra de esas declaraciones grandes y sumamente vitales. Nótese que este
versículo cumple dos funciones principales. La primera es lo que ya he mencionado, y es que
nos recuerda lo que el Señor Jesucristo sigue haciendo por la iglesia. Pero, también tiene un
segundo propósito. Nos dice por qué hizo lo primero. 'Se entregó a sí mismo por ella, para...'
(ése es el propósito) allí está su objetivo. ¿Por qué murió Cristo? El murió 'para santificarla,
habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra'. Esa es la enseñanza que
encontramos aquí respecto de la doctrina de santificación. Todo ello se encuentra aquí
expiación, justificación, y ahora santificación.
El primer punto que establecemos y acentuamos es el siguiente: El perdón y la liberación
de la condenación y del infierno nunca son un fin en y por sí mismos, y nunca deben ser
considerados como tales; ellos no son sino medios hacia otra meta. No puede quedarse sólo con
el perdón y la justificación.
Miremos más de cerca lo que el apóstol enseña aquí sobre esta gran doctrina de la
santificación. El primer principio es que no hay ninguna cosa tan contraria a las Escrituras que
separar la justificación de la santificación. Muchas personas lo hacen. Ellas dicen: "Uno puede
creer en el Señor Jesucristo como Salvador y entonces serán perdonados sus pecados y estará
justificado. Y puede detenerse en ese punto". Luego ellas añaden: "Por supuesto no debería
detenerse allí; debería continuar hacia el segundo paso. Sin embargo, hay muchos cristianos"
dicen ellos, "que se detienen en ese punto. Son personas que han creído en Cristo para
salvación y están justificadas y perdonadas; sin lugar a duda, son cristianos, pero cristianos que
no se han apropiado de la santificación". En consecuencia los exhortan a 'apropiarse' de la
santificación así como anteriormente se habían 'apropiado' de la justificación. Tal enseñanza es
una completa negación de lo que el apóstol está diciendo aquí, y es algo completamente ajeno a
las Escrituras. La muerte de Cristo no es sólo para darnos perdón, y justificarnos, y
presentarnos legalmente justificados ante los ojos de Dios. 'Se entregó a sí mismo por ella,
para...'. Este es sólo el primer paso en una serie; en ningún sentido se trata de un último paso y
uno nunca puede detenerse allí.
El apóstol no sólo enseña esto a los efesios; él lo enseña a todas las iglesias. Se encuentra
lo mismo en Romanos 8:3, 4. También aparece en Tito 2:14: "Quien se dio a sí mismo por
nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de
buenas obras". Por ese motivo se dio a sí mismo por nosotros; no sólo para que fuésemos
perdonados, no meramente para salvarnos del infierno, sino para purificar y separar un pueblo
especial para sí mismo que fuese celoso de buenas obras. Nuestro Señor lo dijo todo en su gran
oración sacerdotal (Jn. 17:19): "Y por ello yo me santifico a mí mismo, para que también ellos
sean santificados en la verdad".
Detenernos en la justificación no solamente sería un error de concepto; además sería algo
imposible porque es algo que hace Cristo; es Cristo quien lo hace en nosotros. El se dio a sí
mismo por la iglesia. ¿Por qué? Para santificar y purificar la iglesia. Es él quien va a hacerlo.
Todo el problema surge porque algunas personas insisten en considerar la santificación como
un paso posterior que damos por nuestra propia decisión. Pero, en ninguna parte de las
Escrituras se enseña eso. La enseñanza de las Escrituras es ésta: Cristo ha puesto su corazón y
su afecto en la iglesia. ¡Allí está la iglesia, bajo condenación, en su pecado, en sus harapos y en
su vileza! Entonces vino él. Tuvo que ocurrir la encarnación. El tomó sobre sí mismo
'semejanza de carne de pecado'. El tomó sobre sí mismo los pecados de la iglesia y los llevó en
su propio cuerpo al madero. El tomó el castigo, él murió, él hizo expiación, él nos ha
reconciliado con Dios. De esa manera la iglesia es librada de la condenación. Pero con eso él no
queda satisfecho. El quiere que ella sea una iglesia gloriosa, él quiere 'presentársela a sí mismo
una iglesia gloriosa que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante'. De modo que sin
demora procede con los preparativos para lograr ese destino. El no puede detenerse en ese
primer paso; continúa para santificarla. En otras palabras, su muerte en la cruz por nosotros y
nuestros pecados simplemente fue el primer paso de un gran proceso. Y él no se detiene con el
primer paso. El tiene un propósito completo para la iglesia y paso a paso va a realizar todo ese
proceso.
Me gustaría expresarlo con todo vigor. Al final de cuentas nosotros no tenemos nada que
decidir en este asunto de la santificación. Es algo que hace Cristo. El murió por mí, y luego
habiendo muerto por mí, él va a limpiarme, santificarme, purificarme es él quien va a hacerlo. Y
no nos equivoquemos en esto. Si él ha muerto por mí, él continuará con todo el proceso de
santificación; finalmente, él me hará perfecto. En esto hay un elemento alarmante; pero es
parte de la enseñanza fundamental de la Biblia. Si no nos sometemos voluntariamente a esta
enseñanza, él tiene otra forma de purificarnos; y él la utilizará "porque el Señor al que ama,
disciplina" (He. 12:6). El no va a permitir que se quede donde estaba en su impureza y vileza
diciendo: "Ahora estoy muy bien, Cristo ha muerto por mí, he sido perdonado, soy un
cristiano". ¡Él no se va a quedar con eso! Él le ha amado, le pertenece a él; y él le purificará. Si
no quiere venir voluntariamente, y de la forma correcta, él lo colocará en esta escuela de la que
hemos leído en Hebreos. El va a quitar las asperezas, él va a quitar la inmundicia y la vileza, él
lo va a lavar. Podría ser que sea a través de una enfermedad que él le envíe. Estos 'predicadores
de sanidad' que afirman que Dios nunca envía una enfermedad, están sencillamente negando
las Escrituras. Uno de Sus métodos es la disciplina. Su posición puede empezar a
desmoronarse, puede perder su trabajo, o alguno de sus seres queridos puede morir.
¡Cristiano! porque le pertenece, porque Cristo murió por usted, él le hará perfecto. En su
necedad opóngase a él como quiera, pero él lo va a vencer, él va a purificarlo, él va a
perfeccionarle. Esa es la enseñanza; es algo que él hace. La santificación no es algo que nosotros
determinamos. 'Se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el
lavamiento del agua por la palabra'. Por lo tanto el primer principio que debemos comprender
es que la santificación es fundamental y esencialmente algo que hace el Señor Jesucristo en
nosotros. El tiene sus propios métodos para hacerlo. Esto incluye, por supuesto, obediencia de
nuestra parte. Sin embargo, no debe poner todo el énfasis allí. La decisión respecto de la
santificación no nos corresponde a nosotros; es suya. La decisión fue tomada en la eternidad
antes de la fundación del mundo. Esta actividad es suya. Es una operación suya; y habiendo
muerto por nosotros, él la hará. Si le resiste, lo hará en perjuicio propio. El conducirá a cada
uno de los hijos que han sido llamados a esa gloria final y sempiterna. Tal como se expresa en
Hebreos 12, si él no procede de esa manera con nosotros, somos 'un bastardo' y no un
verdadero hijo (He. 12:5-11).
Este es entonces el gran principio que constituye la base de esta enseñanza apostólica.
¿De qué manera lo ejecuta Cristo? La respuesta se encuentra en la palabra 'santificar': 'Así
como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla'. Esta palabra
'santificar' es utilizada en muchas formas diferentes en la Biblia, pero su significado principal
es 'poner aparte para Dios, para su posesión peculiar y para su uso'. Se ve, por ejemplo, que en
Éxodo 19 el monte sobre el cual Dios fue al encuentro de Moisés para darle los Diez
Mandamientos, fue 'santificado' en ese sentido. ce lo llama 'el Monte Santo' porque fue puesto
aparte. No hubo cambio aluno en la montaña, pero la montaña fue apartada para el propósito
de Dios, para el uso de Dios, para la posesión peculiar de Dios. De la misma manera los
utensilios que eran usados en la ceremonia del templo, también estaban santificados, habían
sido apartados. No hubo ningún cambio material en las copas y las fuentes, pero habían sido
apartadas para ser utilizadas solamente en el templo y para el servicio de Dios, ya no podía ser
aplicada al uso común. Ser santificado significa ser apartado para los usos y propósitos
especiales de Dios como su posesión peculiar. De manera que nosotros somos 'pueblo para su
propia posesión'.
Después surge aquí un segundo significado. Puesto que fueron apartados de esta manera,
también fueron 'hechos santos'. Ahora bien, en nuestro pasaje aquí no puede haber duda sobre
el significado de esta palabra 'santificación'. Lleva en sí esa primera connotación. 'Para
santificarla'. Tiene el significado de 'apartar para sí mismo', 'separar de cualquier otra cosa
para su propia posesión, para su propio uso, para su propio deleite'. Aquí no significa sino eso,
porque notamos que el apóstol añade la palabra 'purificar', supliendo el segundo significado de
santificación. El apóstol la subdivide en dos pasos. ¡Aquí está la iglesia en sus harapos, en su
inmundicia y vileza! Cristo ha muerto por ella, él la ha salvado de la condenación. El la rescata
de donde se encontraba y la pone aparte para sí mismo. Ella es "librada de la potestad de las
tinieblas, y trasladada al reino de su amado Hijo" (Col. 1:13). Esto significa que ella es
transportada fuera del mundo a la posición especial que como iglesia debe ocupar.
Esto es algo maravilloso. Esto es lo que el Señor Jesucristo ha hecho con la iglesia. Lo
mismo ocurre cuando un hombre descubre que sus afectos y su amor se dirigen a una
muchacha de entre mil. El la escoge para sí mismo, la selecciona de entre todas las demás. "Ella
será mía", dice él. Así que la separa, la aísla, la 'santifica', la aparta totalmente. El la quiere para
sí mismo. Esa es la sencilla verdad acerca de cada uno de nosotros como cristianos, y miembros
de la iglesia cristiana en el sentido real. ¿Se había dado cuenta que el Señor de Gloria, el eterno
Hijo de Dios, nos ha apartado, nos ha aislado para sí mismo, para que nosotros fuésemos 'un
pueblo de su posesión peculiar'?
Permítanme recordarles otra vez 1 Pedro 2:9 que expresa tan gloriosamente esta verdad.
¿En realidad sabe la verdad acerca de sí mismo en este preciso instante? "Vosotros sois linaje
escogido, real sacerdocio, nación santa (apartada)". No somos perfectos ni libres de pecado,
pero somos 'una nación santa' en el sentido de que somos un grupo, una nación de personas
apartadas. Y Pedro se extiende aun más allá, 'un pueblo peculiar' 'un pueblo para su posesión
peculiar y personal' 'para que anuncien las virtudes de Aquel que os llamó de las tinieblas a su
luz admirable'. Eso es lo que Cristo ha hecho por la iglesia. El nos ha llamado afuera. Ese es uno
de los significados de la palabra 'ecclesia' los que 'son llamados afuera'. Hemos sido llamados
fuera del mundo, reunidos aquí para formar este cuerpo, esta esposa para Cristo. Y entonces
Cristo procede a obrar con nosotros.
En otras palabras, para usar nuevamente el lenguaje de Pedro en este mismo capítulo,
nosotros como cristianos somos solamente 'extranjeros y peregrinos' en este mundo. Nótense
como él lo ha expresado: "Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos' (v. 11). Ya no
pertenecemos más a este mundo. Hemos sido tomados de él, hemos sido separados,
santificados. Aquí somos solamente extranjeros y peregrinos; ya no pertenecemos a ese reino
como antes pertenecíamos. El apóstol Pablo ya dijo todo esto al final de Efesios 2. El dice: "Así
que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la
familia de Dios". Antes eran extrajeres para esto, pero ahora pertenecen a esto y son
extranjeros para aquel otro mundo santificados, apartados para él mismo. Esto, interpretado,
significa que la esposa ya no es libre para hacer algunas de las cosas que hacía antes, en cambio
ahora vive para su marido y él vive para ella. El marido no mira a otras mujeres, porque su
esposa es la que él ha escogido, separado, santificado para sí mismo. Esa es la forma en que
Cristo mira a la iglesia. Esa es la forma en que un marido debe considerar a su esposa. Y
nosotros, como esposa de Cristo, ya no deberíamos pensar en nosotros mismos como libres,
como perteneciéndonos a nosotros mismos, sin decidir ya lo que hemos de hacer, sin seguir
perteneciendo al mundo.
Permítanme dejar todo esto expresado en forma de pregunta. Me estoy dirigiendo a los
miembros cristianos de la iglesia. Dejaremos la aplicación práctica referida a los maridos para
después. Esta es la pregunta práctica que quiero dirigir a cada uno que afirma ser creyente en
el Señor Jesucristo, a cada uno que dice 'yo creo que Cristo ha muerto por mí y por mis pecados,
para rescatarme'. ¿Está consciente del hecho de que Cristo le ha apartado y que él le está
santificando? Porque, créame, si no lo está, se está engañando y mintiendo a si mismo
pensando que él ha muerto por usted. Cuando Cristo muere por un individuo, siempre lo
conduce a esa posición peculiar. 'Se entregó a sí mismo por ella, para...'. Ese fue su primer paso;
pero nunca se queda allí. Ese es el paso preliminar que lleva a la santificación. De modo que es
en vano decir que Cristo ha muerto por nosotros si no somos conscientes de que él nos ha
separado. ¿Sabe con certeza que ya no pertenece al mundo, que ha ocurrido un cambio en su
ser, que ha sido transportado, que ha sido 'trasladado del reino de las tinieblas al reino del
amado hijo de Dios'? ¿Siente usted ser un extraño aquí? ¿Dice con Pablo: 'Nuestra ciudadanía
está en el cielo'? (Fil. 3:20). "El se dio a sí mismo por ella, para...para poder ponerla aparte para
sí mismo, su propia posesión peculiar". Qué inmenso privilegio es llegar a ser cristiano, de
pertenecer a la compañía de aquellos por quienes murió Cristo, y a quienes está preparando
para sí mismo pertenecer a los que han sido apartados del mundo para 1 gloria que hemos de
disfrutar con él. Maridos, de esa manera amad a vuestras mujeres.
***
LA PURIFICACIÓN DE LA ESPOSA
Efesios 5:25-33
Al considerar la afirmación que el apóstol hace respecto de los deberes de los esposos
hacia sus esposas, estamos prestando atención a la enseñanza referida a nuestro Señor en su
relación con la iglesia. Hemos visto su preocupación por ella, su actitud con respecto a ella.
Hemos acentuado cómo dicha actitud y preocupación han sido expresadas en la acción, en la
práctica. Hemos visto lo que el Señor ha hecho por la iglesia: 'y se entregó a sí mismo por ella'.
También hemos considerado lo que aún está haciendo por la iglesia. Lo primero lo hizo una vez
para siempre se dio a sí mismo por ella. Pero no se queda allí; el sigue haciendo algo en la
iglesia y por la iglesia.
También hemos analizado la palabra 'santificar' y su significado. El Señor ha apartado a la
iglesia para sí mismo. Nosotros somos su 'pueblo adquirido', un pueblo para su posesión
propia, peculiar y especial. Somos su esposa. El la ha puesto aparte, él la ha apartado para
poder hacer ciertas cosas por ella.
Ahora continuamos a partir de ese punto. La siguiente palabra que encontramos es
'purificar'. 'Para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra'. Es
mediante esta palabra 'purificar' que se presenta ante nosotros la idea de lo que normalmente
llamamos 'santificación'.
Aquí debemos tener cuidado de notar el contenido completo de esta palabra 'purificar'.
Algunas personas querrán limitarlo al hecho de haber sido lavados de la culpa de nuestros
pecados. Pero, evidentemente, eso no es suficiente. Ese aspecto ya lo hemos encontrado en la
afirmación de que El se dio a sí mismo por la iglesia y la separó. Esa idea implica que hemos
sido librados de la culpa de nuestros pecados; sin embargo no estoy dispuesto a discutir con
aquellos que desean incluirla en el significado de esta palabra 'purificar'. Ciertamente, Cristo
nos purifica de la culpa de nuestro pecado; pero esta palabra nos lleva más allá. Creo poder
probar que no se trata de un mero asunto de opiniones. Pablo añade aquí que la purificación es
efectuada 'en el lavamiento del agua por la palabra', y este hecho en sí comprueba que se trata
de un proceso que va de continuo en continuo. El lavamiento de la culpa del pecado se realiza
una vez para siempre. Se trata de una sola operación; pero luego hay una operación
continuada, 'para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra'.
Esta afirmación demuestra que no se trata solamente de librarse de la culpa, pero el versículo
27 lo establece en forma aun más positiva: "Para santificarla, habiéndola purificado en el
lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo una iglesia gloriosa, que
no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha". Estas
palabras definen el objetivo último de Cristo: que la iglesia no sólo quedase librada de la culpa
del pecado, sino que también quedase total y completamente librada de todo pecado
cualquiera sea su forma o tipo. Sin duda Top-lady logra una expresión perfecta de la idea al
ponerla de la siguiente manera:
***
Parte 3
***
UNA CARNE
Efesios 5:25-33
Por amor a su esposa dejó el cielo y las cortes de su gloria. Hubo un terrible momento
cuando exclamó: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" en ese momento quedó
separado de su Padre. ¿Y por qué? Oh, para poder comprar y salvar esta esposa suya que ahora,
como resultado de dicho acto, es una parte de su cuerpo, de su carne, y de sus huesos.
Esto es, reitero, el supremo misterio. Nada hay más maravilloso, nada hay más glorioso
que esto. Nosotros somos participantes de su naturaleza humana, estamos unidos a él y así
estaremos con él durante toda la eternidad es por eso que se nos dice en las Escrituras que
estaremos encima de los ángeles y los 'juzgaremos'. "¿O no sabéis", dice Pablo en 1 Corintios 6,
"que los santos han de juzgar al mundo... a los ángeles?" Aun a los Ángeles ¿Por qué? Porque
somos elevados a una posición superior a la de ellos; nosotros estamos en el Hijo, somos parte
de él, unidos a él, 'una carne' con él La iglesia es la esposa de Cristo y cuando pensamos en esta
relación siempre debemos contemplar este misterio y comprender que 'somos miembros de su
cuerpo, de su carne y de sus huesos'. Pero sobre todas las cosas, comprendamos lo que él hizo
para que nosotros pudiéramos ser suyos. Dejó el trono de su Padre arriba, 'se humilló a sí
mismo, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse' esa es la forma en que amó a la
iglesia. 'Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí
mismo por ella'.
***
Nos hemos estado abriendo camino a través de esta gran declaración cuyo propósito
principal es la edificación de los maridos, pero, como hemos estado viendo, también tiene un
mensaje glorioso para todos los cristianos. Esto se debe a que el apóstol al dar su mensaje a los
maridos lo hace utilizando la comparación de la relación entre Cristo y la iglesia. Esa es la
analogía que los maridos siempre deben recordar.
Sin embargo, hay una cosa más que debemos hacer antes de considerar la aplicación de la
enseñanza a las responsabilidades particulares de los maridos respecto de sus mujeres. En lo
que el apóstol ha estado diciendo hay algo implícito que será de gran importancia cuando
lleguemos a la aplicación práctica, pero que también nos es de inestimable valor a cada uno de
nosotros como personas cristianas, al comprender nuestra relación con el Señor Jesucristo y
comprender que juntos somos la esposa de Cristo. Permítanme explicarme.
Todo lo que hemos estado considerando nos lleva a la deducción obligada de que el
esposo concede ciertos bienes a su esposa; entonces, ahora vamos a considerar los bienes que
el Señor Jesucristo como esposo de la esposa, la cual es la iglesia, le ha concedido a ella. Al
hacerlo veremos una vez más el glorioso privilegio que es ser cristianos y miembros de la
iglesia cristiana. Y llamo su atención a esta verdad porque estoy cada vez más y más
profundamente convencido de que el principal problema, el principal mal de nuestros días es
que nosotros los cristianos no llegamos a comprender el privilegio y la dignidad de ser
miembros de la iglesia cristiana y del cuerpo de Cristo. Yo sé, y reconozco que está bien
preocuparse por el estado del mundo. No podemos ser cristianos sin esa preocupación; pero,
no comprendo como algunas personas pueden estar conformes con el estado de la iglesia. Sin
lugar a dudas, la explicación final para el estado del mundo es el propio estado de la iglesia.
Para mí, lo más triste y lo más grave de la actualidad es que los cristianos no llegan a
comprender lo que el Nuevo Testamento nos dice acerca de nosotros, y lo que significa ser
miembros del cuerpo de Cristo. En un mundo que asigna tanta importancia a los honores, a las
glorias y posiciones ¿no es asombroso que podamos considerar nuestra membresía en la
iglesia tal como lo hacemos? Algunos parecen considerarla casi como una especie de dignidad
que confieren a la iglesia, sin comprender que se trata del privilegio más alto y glorioso que
alguien pueda tener o conocer. Otros consideran su membresía en la iglesia como una tarea o
una obligación, y están más bien complacidos consigo mismos por el hecho de cumplir alguna
función. Ahora bien, esto demuestra una falta total de entendimiento de lo que realmente
significa ser miembros de este cuerpo, que es la esposa del Señor Jesucristo mismo.
Por lo tanto consideremos algunos de los bienes que él nos concede, algunas de las cosas
que son ciertas en nosotros como cristianos y miembros de la iglesia. Si la iglesia solamente
comprendiera estas cosas, dejaría de ser apologética, languideciente, escasa, y no presentaría
un espectáculo tan miserable; en cambio, estaría llena de un sentido de orgullo de gozo y de
gloria.
¿Cuáles son las cosas que él nos concede? Lo primero es su vida. Ya hemos estado
considerando esta verdad, pero debo mencionarla nuevamente en conexión con esto. El nos da
una parte de su propia vida nosotros nos convertimos en participantes de su propia vida. Eso
es lo que ocurre cuando un hombre contrae matrimonio ¿no es cierto? Hasta el momento vivía
su propia vida, pero en adelante ya no vive exclusivamente su propia vida; su esposa se
convierte en participante de su vida. En la medida en que ella es parte de él, ella es participante
de su vida, de su actividad y de todo lo que realmente le concierne. Lo primero que un hombre
casado debe aprender es que al hacer frente a diversas situaciones debe hacer algo
completamente nuevo. Anteriormente su principal problema era, ¿Cómo me afecta esto a mí,
cuál debe ser mi reacción? Pero, ahora ya no puede limitarse a esto. Ahora también debe
pensar en cómo va a afectar a su esposa. Ya no está viviendo una vida aislada, por su propia
cuenta. Ahora tiene que considerar siempre a otra persona que es participante de su vida. Tal
vez haya algo que pueda afectarle a él, pero siempre hay alguien más a quien ahora tiene que
considerar.
Yo podría desarrollar este tema; yo podría hablar, en base a una larga experiencia
pastoral, de los problemas y dificultades que he debido enfrentar porque los maridos habían
olvidado precisamente este punto. Permítanme darles una ilustración de ello. Lo menciono
porque se trata de algo que he visto con mucha frecuencia, un caso en el cual he sido muy
malinterpretado. Pero, corriendo ese riesgo, lo menciono de nuevo a fin de ilustrar este punto.
Vino un hombre para decirme que se sentía llamado a ir al campo misionero en el exterior. Muy
bien, eso es excelente. Pero, luego tengo que hacerle esta pregunta, y siempre la hago si se trata
de un hombre casado: ¿Qué dice su esposa al respecto? Algunas veces he tenido que tratar con
hombres que aparentemente no parecen preocupados por esto y patentemente consideraban
el asunto como una decisión netamente personal. ¡Pero no lo es! Un hombre no tiene derecho
de aislarse a sí mismo de su esposa respecto a un asunto como este. Puesto que los dos son una
carne, él debe considerar las opiniones de su esposa. Ya hemos tratado los deberes de las
esposas respecto de sus maridos. De ese lado también son muchas las cosas que hay para decir;
pero el punto que quiero dejar establecido es que la persona que dice: "si yo me siento llamado
a realizar un trabajo particular, no importa lo que diga mi esposa" esa persona es un cristiano
muy deficiente. La opinión de la esposa importa. Lo contrario sería malinterpretar totalmente
esta enseñanza.
Pero, miremos el asunto de este otro aspecto para comprender que somos participantes
de la vida del Señor Jesucristo. Es algo extraordinario pensar que tenemos derecho de decir
que siempre estamos en su mente; que en todos sus propósitos tenemos nuestra parte y
nuestro lugar. Nosotros estamos 'en Cristo', somos participantes de su vida. El apóstol,
escribiendo a los Colosenses 3:4 utiliza esta frase extraordinaria: "Cuando Cristo, vuestra vida,
se manifieste". El es 'vuestra vida', que no es sino otra forma de decir que somos participantes
de su vida. Ahora bien, no hay nada más grande que ello. En realidad, estuvimos viendo esto al
estudiar la declaración 'nosotros somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos'.
Ahora lo estamos considerando desde un ángulo un poco distinto; no tanto desde el punto de
vista de la unión mística, sino desde el punto de vista de la propia conciencia que el Señor tiene
de que él está dando su vida, de que la está compartiendo, y que nosotros somos introducidos
en ella, y llegamos a ser parte íntegra de su vida.
Pero, prosigamos para demostrar esto en sus diversas manifestaciones. Una de ellas
consiste en que él nos concede su nombre. Nosotros adoptamos su nombre porque él nos lo
otorga. Somos llamados 'cristianos' y esa es la más grande de las verdades acerca de nosotros.
Ya no somos lo que éramos antes, hemos cambiado nuestros nombres. Una mujer que contrae
matrimonio cambia su nombre. ¡Qué importante llega a ser esto para ayudarnos a comprender
la enseñanza del gran apóstol en este quinto capítulo de esta epístola a los efesios! Cuántas
cosas se nos dicen aquí también sobre este necio movimiento moderno llamado 'feminismo'.
Cuando una mujer contrae matrimonio renuncia a su nombre, y adopta el de su esposo. Eso es
bíblico y también es una costumbre de todo el mundo. Eso nos enseña acerca de la relación
entre marido y mujer. No es el marido quien cambia su nombre, sino la esposa. En tiempos
recientes hemos visto una impresionante ilustración de esto. Me refiero a ella porque espero
que ayude a grabar estas verdades en nuestras mentes. Toda la nación sabe lo que ha ocurrido
en el caso de la princesa Margarita, como, al mencionársela, también se menciona siempre el
nombre de su esposo; y esto está bien. Sería contrario a las Escrituras no hacerlo. Es el nombre
del esposo que se toma, y no el de la esposa. No importa quienes sean ellos, esta es la posición
de las Escrituras.
Pero considérese todo esto desde nuestro punto de vista como miembros de la iglesia
cristiana. Cristo nos ha dado su propio nombre. No hay mayor cumplido que se nos haya
podido hacer que éste. He aquí la expresión más clara de esta relación matrimonial. Es algo que
se nos presenta de muchas maneras en el Nuevo Testamento. 'Ya no hay judío o gentil, bárbaro,
excita, esclavo o libre'. Antes solía haberlos. Esos eran nuestros nombres. Pero ya no lo son.
Ahora somos cristianos, tenemos un nombre nuevo. O bien considérelo en la forma en que el
mismo apóstol lo pone en 2 Corintios 5: "De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie
conocemos según la carne". "Yo solía conocer a la gente según la carne", dice el apóstol; "como
judío solía decir, ¿qué es aquél hombre? ¿es un judío? si no lo es, no es más que un perro". El
apóstol sigue, "Pero ya no pienso conforme a esas categorías, ahora utilizo otros términos. Lo
que quiero saber es esto, '¿es este hombre un cristiano?' No me importa lo que su antiguo
nombre haya sido; el nombre que ahora me interesa es éste ¡'cristiano'! ¿Ha adoptado esta
persona el nombre de Cristo?" De esta manera descubrimos que el Señor Jesucristo nos
concede su propio nombre. El apóstol, escribiendo a los gálatas dice que es algo tan real que,
'ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí'. Esa es la idea. En cierto sentido Pablo ya no existe, y
continua diciendo: "Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios el cual me
amó y se entregó a sí mismo por mí". ¡Qué maravillosa declaración es ésta sobre la relación
matrimonial! En cierto sentido toda la vida del cristiano está en el esposo, y sin embargo, él
mismo no está completamente perdido, él todavía está allí: 'lo que ahora vivo en la carne'.
Existe el gran misterio de la relación matrimonial. Pero nosotros debemos aferramos a la
gran realidad de que el nombre de Jesucristo está sobre nosotros. Lo que importa y lo que
debería importarnos a cada uno de nosotros es que hemos cambiado de nombre. Aquí, en el
reino de la iglesia, los otros nombres no tienen ninguna importancia. No importa cuál sea el
nombre de una persona, no importa cuál sea su posición u oficio, lo que sea su habilidad o
cualquier otra cosa. Lo único que importa ahora es que el nombre de Cristo esté en ella. Allí
todos somos uno, todos estamos juntos en él. El nos ha reunido consigo; la iglesia es la esposa
de Cristo. En efecto, él nos dice, "olviden ese antiguo nombre, usen mi nombre; ustedes me
pertenecen". Encontramos esto en Apocalipsis 3:12: "Al que venciere, yo lo haré columna en el
templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios". ¡Eso
es!
Escribe tu nuevo nombre en mi corazón, tu nombre nuevo y mejor de tu amor. Este es el
acontecimiento maravilloso que ha ocurrido a todos los que son cristianos, a todos los que son
miembros de este cuerpo, que es la esposa de Cristo. Ha recibido un nombre nuevo del Príncipe
de gloria y ¡maravilla sobre maravilla! se trata de Su propio nombre. No hay mayor honor o
gloria que esta. Está metido en un nuevo nombre, y se trata del más alto de todos los nombres.
Leemos que se aproxima el día cuando, "en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que
están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra" y ese es el nombre que nos ha sido dado
a nosotros que fuimos constituidos en esposa de Cristo.
Luego vemos que como resultado de todo ello somos participantes de su dignidad, de su
posición grande y gloriosa. En el capítulo dos, el apóstol ya nos lo dijo, allí nos declaró la
asombrosa verdad de que 'El nos resucitó (en Cristo) y nos hizo sentar en los lugares
celestiales en Cristo Jesús'. Esa es ahora la verdad acerca de nosotros. Si realmente somos
cristianos, estamos 'en Cristo' y eso significa que estamos 'sentados con él en los lugares
celestiales'. Dondequiera se encuentre el esposo allí también está la esposa, y la condición, la
dignidad y la posición que son propios de él también pertenecen a ella. No importa lo que ella
haya sido; desde el momento en que ella es su esposa comparte todas las cosas con él. Y ¡ay de
aquél que no se someta a su posición y dignidad! No hay mayor insulto para el esposo que el de
una persona que se rehúsa a honrar a la esposa. Esta es la verdad, dice el Nuevo Testamento,
acerca del cristiano. Esto es algo que se nos dice repetidas veces. Una de ellas ocurre en Juan
17:22 donde el Señor dice: 'La gloria que me diste, yo les he dado'. La gloria, dice el Señor, que
el Padre le había dado ahora la ha concedido a su pueblo. Esto es algo que ocurre
invariablemente en un matrimonio; la esposa, siendo una parte del esposo, y llevando su
nombre, comparte con él la totalidad de su posición. "La gloria que me diste, yo les he dado".
Pero, considérese esta otra declaración del asunto. El Señor Jesucristo dijo acerca de sí
mismo, 'Yo soy la luz del mundo'. Eso es lo que él pretende ser, y no hay nada mayor que él
pudiera pretender. Sin mí el mundo está en tinieblas, dice el Señor. Yo soy la única luz que el
mundo puede recibir, todo lo demás no será sino un intento de los hombres por descubrir la
luz; y los hombres, sin excepción, fracasan. Sin Cristo no hay luz. Sin embargo, nótese lo que el
Señor dice acerca de nosotros: 'Ustedes son la luz del mundo'. En otras palabras, porque él es lo
que es, y en virtud de nuestra relación con él, nosotros también nos convertimos en la luz del
mundo. Nos resulta muy difícil comprender esto, ¿no es cierto? Somos solamente un pequeño
número de personas en este país pagano, solo diez de cada cien pretendemos ser cristianos, y
sólo la mitad de ellos asisten a la casa de Dios. En consecuencia, somos apologéticos y un tanto
avergonzados de nosotros mismos. Pero, la verdad acerca de esto es: ¡Nosotros somos la luz del
mundo! Esto lo que dijo el Señor Jesucristo. Este mundo oscuro y malo no conoce luz, no tiene
luz sino aquella luz que nosotros estamos diseminando en él.
Pero considérese el asunto desde el punto de vista de nuestra dignidad, de nuestra gloria.
El hace de nosotros lo que él mismo es. Debido a nuestra relación con él esto es inevitable. Hay
muchas otras declaraciones sumamente maravillosas de esto. Oiga otra vez al Señor en el libro
de Apocalipsis dirigiéndose a la iglesia de Laodicea, si se imagina: "Al que venciere, le daré que
se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su
trono". Puesto que la iglesia es la esposa de Cristo, ella va a sentarse con él en Su trono. Ahora
usted dirá 'pero ella es de los comunes'. Es cierto, pero no importa; ella está casada con el
príncipe, y ella comparte el trono con él. ¡Esa es la dignidad, ese es el privilegio que él nos
confiere!
Luego preste atención a esto. El apóstol Pablo, tratando de enseñar a los miembros de la
iglesia en Corinto algo de esta grandeza y gloria, lo expresa así en 1 Corintios 6:2: '¿O no sabéis
que los santos han de juzgar al mundo?' y luego: '¿O no sabéis que hemos de juzgar a los
ángeles?' Eso se refiere a nosotros. Mire a esos miserables miembros de la iglesia de Corinto.
'¿Qué les pasa a ustedes?', pregunta el apóstol. "¿Por qué tienen disputas entre ustedes? ¿Por
qué se jactan de este hombre o de aquel, o de aquel otro, y se están llevando unos a los otros a
las cortes en sus disputas? ¿No comprenden que cada uno de ustedes, como cristiano, está en
tal relación con Cristo que va a juzgar al mundo, que va a juzgar a los ángeles?" Esta es la
dignidad que nos corresponde.
Permítanme expresarlo de esta manera. Considere al cristiano en su relación con los
ángeles. ¿Sabía que nosotros estamos destinados a una posición superior a la de los ángeles?
Los ángeles son seres maravillosos, 'excelentes en fuerza'; pero ¡nosotros estamos destinados a
una posición superior a la de ellos! El autor de la epístola a los hebreos lo expresa de esta
manera: "Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando;
pero alguien testificó en cierto lugar, diciendo: ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, o
el Hijo del Hombre, para que le visites? Le hiciste un poco menor que los ángeles, le coronaste
de gloria y de honra, y le pusiste sobre las obras de tus manos; todo lo sujetaste bajo sus pies"
(He. 2:5-8). "Pero", dice alguien, "yo todavía no veo que todas las cosas están sujetas al hombre.
¿De qué está hablando?" "Oh, no", dice el autor de la Epístola, "todavía no vemos que todas las
cosas le sean sujetas. Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús,
coronado de gloria y de honra" (v. 9). Estas palabras significan que nosotros vamos a estar en
esa Posición. Ante los ojos de Dios ya estamos en ella; no lo vemos, pero ahora mismo es una
realidad en cada uno de nosotros. Estamos por encima de los ángeles porque somos la esposa
de Cristo; y él está por encima de ellos en los lugares celestiales, e inclusive ahora tenemos esa
dignidad, esa grandeza y esa misma posición.
Esto nos conduce al aspecto que sigue: nosotros no sólo compartimos su vida, sino
también sus privilegios. En el instante que una mujer se convierte en esposa de un hombre,
comparte sus privilegios. Cualesquiera sean estos privilegios, ella se convierte en participante
de ellos y los comparte. Aquí el apóstol está diciendo que esto es cierto en cuanto a la iglesia.
¿Qué es lo que compartimos? Compartimos el amor del Padre. Hay un versículo que en muchas
maneras me resulta ser el versículo más asombroso de toda la Biblia. Se encuentra en Juan
17:23. El Señor dice: "Para que el mundo conozca que Tú me enviaste, y que los has amado a
ellos como también a mí me has amado". El propósito de esta declaración es indicar que Dios el
Padre nos ha amado a los cristianos como ha amado a su propio Hijo. Esto significa que en
virtud de nuestra relación con Jesús nosotros gozamos de la misma relación con Dios.
Imagínese a un hombre, sin hijas, cuyo hijo se ha casado. Ahora dice a la novia de su hijo: "Tú
eres mi hija. Nunca antes he tenido una hija, pero ahora tú eres mi hija". Y entonces la
considera como tal. Ella es una con su hijo, por eso él le concede su amor paternal 'Para que el
mundo conozca... que los has amado a ellos como también a mí me has amado'. En eso consiste
el privilegio. El resultado es el siguiente: gracias a ese privilegio, ahora tenemos acceso al
Padre. Un padre siempre está dispuesto a recibir la novia de su hijo. Antes ella no tenía ese
acceso; faltaba esa relación; pero desde que ella se ha casado con el hijo ella tiene el derecho de
aparecer en la presencia del padre. Así como un padre está dispuesto a recibir a su hijo y darle
privilegios que él no daría al más favorito de sus siervos ni al de mayor confianza, así ahora los
concede a la novia por el hecho de ser la esposa de su hijo. Pueblo cristiano, ¿hacemos uso de
este gran privilegio? ¿Comprendemos que tenemos derecho a entrar en su presencia, que
tenemos acceso a la presencia del Padre? Aunque él es quien gobierna todo el universo, si tiene
una necesidad, recuerde que le asiste el derecho de entrar a su presencia. Por amor a su Hijo, él
no le rechazará. Esposa de Cristo, él siempre te escuchará, él siempre tendrá tiempo para ti. No
hay mayor privilegio que éste. El nos ama como ama a Su Hijo, y nos da este derecho de ir a él y
de tener entrada a su santa presencia.
Sin embargo, yo les estoy dando solamente los encabezamientos de temas que deberían
motivarles a la meditación. Deberíamos dedicar más de nuestro tiempo a estos temas,
pensando en ellos. Cuando se arrodille para orar, no comience a hablar inmediatamente;
deténgase y piense. Piense aún antes de arrodillarse. Sea consciente de lo que está haciendo;
recuerde quién es, y porqué es quién es, recuerde su ser verdadero y los derechos y privilegios
que le han sido concedidos. Luego considere las posesiones que el Señor nos da. Somos
participantes de sus posesiones. En una extraordinaria declaración escrita a la iglesia de
Corinto, el apóstol Pablo dice: "¿Por qué se están afanando? ¿Por qué están divididos entre
ustedes y celosos los unos de los otros, y envidiándoos? ¿Qué es lo que les pasa? Todo es
vuestro". ¡Todas las cosas! No me importa lo que ellas sean, dice Pablo, todas son vuestras. ¿Por
qué? 'Porque vosotros sois de Cristo y Cristo es de Dios'. Estudien esto cuidadosamente al final
de 1 Corintios 4.
Vuelvo a preguntar: ¿No tengo razón al decir que en la actualidad la verdadera tragedia
de la iglesia es no comprender la realidad acerca de sí mismo? 'Todo es vuestro' ¡Todo! En un
sentido, el cosmos es nuestro porque pertenecemos a Cristo. El apóstol estaba entusiasmado
por este conocimiento; y la prueba de nuestra fe cristiana, y la prueba de nuestra espiritualidad
es que estas cosas nos motivan y nos entusiasman. Quizás tengamos que vivir tiempos difíciles,
quizás la gente se ría por el hecho de ser cristianos. ¿Sabemos lo que hemos de decirnos a
nosotros mismos? Hemos de decir, "Somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos;
herederos de Dios y coherederos con Cristo" (Rom. 8:17). Poca importancia tiene lo que el
mundo pueda pensar o decir de nosotros. 'Todo es vuestro', los cristianos son 'coherederos con
Cristo'.
Pero, yo tengo preferencia especial por la forma en que esto es expresado por el Escritor
de Hebreos 2:5. Ya lo he citado, pero vuelvo a hacerlo: "Porque no sujetó a los ángeles el mundo
venidero, acerca del cual estamos hablando". Es lamentable que la Versión Reina-Valera lo haya
traducido de esta manera. Es una traducción tosca, es una negativa rara. 'Porque no sujetó a los
ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando'. Esto significa que 'El no ha
sujetado al mundo venidero del cual hablamos a los ángeles, sino a nosotros'. ¿Qué significa
'mundo venidero' del cual está hablando? El 'mundo venidero' del cual está hablando es este
mundo antiguo en el cual vivimos actualmente nosotros. ¡Sí! es el mismo mundo, pero no en las
mismas condiciones. Es este mismo mundo, pero, después que haya venido Cristo y haya
destruido a todos sus enemigos y a todo el mal y a todo vestigio de maldad; después que haya
ocurrido el gran juicio, la purificación, la regeneración, y cuando haya 'cielos nuevos y una
tierra nueva' en los cuales moren la justicia. Ese es el 'mundo venidero' del cual está hablando.
Esto constituye una parte vital de la esencia del mensaje cristiano. El mundo que habitamos en
este momento es solo un mundo pasajero; no es e1 mundo real, no es el mundo que durará
para siempre. El mundo que vemos ahora es el resultado de lo que el hombre ha hecho con él.
Vemos el caos que el hombre ha producido. El mundo en sí, por supuesto, está muy interesado
en lo visible y en el presente; y todo el mundo se pregunta qué consecuencias tendrá la
consulta internacional más reciente: ¿habrá desarmamiento, será eliminada la guerra, será
todo perfecto por el resto de la historia? Pero, todo ello es vanidad. Este es un mundo malo, y el
mal y el pecado se seguirán manifestando en él hasta que llegue la hora del juicio establecido
por Dios. Pero, hay un 'mundo venidero'; es la nueva Jerusalén que descenderá del cielo, este
mundo antiguo restaurado a su gloria prístina, este viejo mundo tal como Dios lo hizo en el
comienzo, pero con mayor gloria aun. Esto ocurrirá en la segunda venida de Cristo. El mismo
habitará en este mundo, él y su esposa con él. Ese es el 'mundo venidero acerca del cual
estamos hablando' ¿Quiénes van a habitar ese mundo, quiénes van a heredar ese mundo? Bien,
dice la epístola, no serán los ángeles: 'Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero acerca
del cual estamos hablando' sino a nosotros. Nosotros somos los herederos de esta gloria
venidera. Pueblo cristiano, ¿alguna vez se ha imaginado esto? ¿Alguna vez se lo ha recordado?
Pueden estar teniendo dificultades al luchar contra el mundo, la carne y el diablo; pueden estar
enfrentando dificultades y obstáculos. ¡Apártense de eso! ¡No miren eso solamente! "No
mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son
temporales, pero las que no se ven son eternas" (2 Co. 4:18). ¡Levanten las cabezas, ustedes
comparten la herencia de Cristo, sus posesiones! Ustedes están casados con él o mejor dicho, él
se ha casado con ustedes y él pone estas cosas en sus manos. Ustedes son participantes de sus
posesiones.
Permítanme acentuar nuevamente que nosotros somos participantes de sus intereses, de
sus planes y propósitos. 'Colaboradores con Dios'. No piense en su iglesia local o en alguna otra
iglesia en simples términos de lo que usted es o lo que hace. Lo mismo se aplica a su
denominación o movimiento. Elévese por encima de ello y considere los intereses del Señor.
Vuelvo a citarlos: 'Vosotros sois la luz del mundo'. El Señor tiene un propósito con este mundo
y nosotros estamos implicados en él y somos participantes de ese propósito. El esposo le dice
todo a su esposa. Ella conoce todos sus secretos, todos sus deseos, toda ambición, toda
esperanza y todo proyecto que alguna vez pasa por sus pensamientos. Ella es uno con él. Él le
comenta cosas que jamás le comentaría a otra persona; él comparte todo con ella, no hay nada
guardado, no hay nada oculto. Esa es la relación de esposo y esposa. Esa también es la relación
de Cristo y la iglesia; somos socios suyos en este negocio de salvar a los hombres. ¿Conoce ese
interés suyo? ¿Siente esto, piensa acerca de ésto, aprecia el privilegio de participar en el
secreto? ¿Siente algo de la carga, y está ayudándole? Ese es el propósito de un cristiano, para
eso también existe la esposa una ayuda idónea y la iglesia es la esposa de Cristo. ¿Cuántas
veces ora por el éxito de la predicación del evangelio? ¿En qué medida está preocupado por el
mensaje evangelístico de la iglesia? ¿Piensa acerca de esto, se siente parte de ello, ora por ella?
Una esposa digna de ese nombre no necesita ser exhortada para interesarse en los asuntos de
su marido; para ella es el mayor privilegio ser de ayuda a su esposo; para ella es de interés vital
todo lo que él hace, y su éxito. La iglesia es la esposa de Cristo; él comparte todo con nosotros.
Seamos conscientes de estas cosas y elevémonos a la dignidad y al privilegio de todo ello.
Pero permítanme mencionar algo que, en mi opinión, es uno de los aspectos más
fascinantes y encantadores de todo esto. El Señor no solamente comparte sus posesiones, sus
intereses, sus planes y sus propósitos con nosotros; también comparte sus servidores con
nosotros. Quizás haya sido una cenicienta, la iglesia toda fue una cenicienta, en sus harapos,
sirviendo de esclava y teniendo una vida dura y dificultosa, haciendo todos los trabajos de las
otras hermanas. Pero, la cenicienta se casó con el príncipe. ¿Y qué ocurre? En vez de ser
esclava, ella ahora tiene sus propios sirvientes. ¿Los sirvientes de quién? ¡Los sirvientes de su
esposo! Por haberse convertido en la esposa del príncipe, todos sus siervos ahora son siervos
de ella; y ellos le obedecen así como le obedecen a él. ¿Se había dado cuenta de que todo esto se
aplica a nosotros? Volvamos una vez más a Hebreos 1. El escritor está comparando y
contrastando al Señor Jesucristo con los ángeles, y he aquí la forma de expresarlo: "Pues, ¿a
cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por
estrado de tus pies?" Luego dice: "¿No son todos espíritus ministradores, enviados para
servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?"
Lo que esto significa es que por el hecho de ser cristianos los ángeles de Dios son nuestros
siervos. Así es como la epístola describe a un ángel. Y un ángel es un 'espíritu ministrador'
enviado para servir y ministrarnos a nosotros los herederos del 'mundo venidero' del cual él
está hablando. Me temo que nosotros descuidamos el ministerio de los ángeles; no lo
consideramos lo suficientemente. Pero, seamos conscientes de ello o no, existen los Ángeles
que se preocupan por nosotros; ellos están alrededor de y sobre nosotros. Nosotros no los
vemos, pero eso no importa. No vemos las cosas de mayor importancia sino que solamente
vemos lo visible. Sin embargo, estamos rodeados por ángeles; y éstos han sido designados para
protegernos y ministrarnos a nosotros, ángeles guardianes. No pretendo comprenderlo todo;
no sé más de lo que la Biblia me dice pero sí sé esto, que los siervos del Señor, los ángeles, son
mis siervos. Ellos nos están rodeando completamente, ellos nos protegen y ellos manipulan las
cosas en nuestro favor de una forma incomprensible para nosotros. Y yo también sé que
llegada la hora de morir, ellos nos llevarán al lugar designado para nosotros. Es el mismo Señor
Jesús quien enseñó este hecho en la parábola del rico y Lázaro en Lucas 16. Se nos dice que el
hombre rico murió y fue sepultado. Pero ¿qué ocurrió con Lázaro? Fue 'llevado por los ángeles
al seno de Abraham'. ¿Somos conscientes de que los ángeles de Dios nos están ministrando
porque nosotros somos la esposa del Hijo? Desde el comienzo ellos le han estado ministrando a
él, y 'e han servido; y en virtud de la nueva relación ellos son nuestros servidores,
ministrándonos a nosotros. ¡Quiera darnos Dios la gracia de comprender Que estamos
rodeados por tales ministerios, y servicios, y tales ministros! Nada puede dañarnos; ellos están
presentes, enviados por él para ocuparse de nosotros.
Pero recuerden que también participamos en sus problemas y preocupaciones y en su
sufrimiento. El dijo, 'Si ellos me han perseguido a mí, también los perseguirán a ustedes'.
Incluso habló de odio. ¿Compartimos algo de sus problemas? ¿Somos conscientes de esto?
"Hijitos míos" dice Pablo a los gálatas, "por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que
Cristo sea formado en vosotros". El percibía algo del dolor. Pero él lo dice de una forma mucho
más impresionante en Colosenses 1:24: "Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y
cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia". El
apóstol Pablo era tan consciente de esta relación con el Señor Jesucristo que decía estar
cumpliendo en su carne 'lo que falta de las aflicciones de Cristo'. Una esposa digna de ese
nombre sufre cada vez que su marido sufre; ella sufre en su corazón cuando lo ve a él
sufriendo; ella lo comparte con él, ella lo soporta con él. Así el apóstol Pablo cumplió en su
propia carne algo de lo que faltaba del sufrimiento de Cristo al desarrollar éste su propósito en
el mundo, el apóstol cumplió algo de la agonía del Hijo de Dios que continuará hasta el 'día de
coronación'. La iglesia es la esposa de Cristo. ¿Conocemos nosotros como parte y porción del
cuerpo algo de esta agonía, de este sufrimiento, del sufrimiento de la Cabeza?
Finalmente, nosotros participamos en toda la gloria del futuro. Una vez más me refiero al
'mundo venidero'. "Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros seréis
manifestados con él en gloria" (Col. 3:4). "Una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga
ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha" cuando él venga en su gloria. Si para ese
entonces nosotros hemos muerto vendremos con él; si aún vivimos seremos transformados y
arrebatados para reunimos con él en el aire. Nosotros compartiremos la gloria eterna con el
Hijo de Dios. Esta es la oración especial de Jesús al Padre (Jn. 17:24): "Padre, aquellos que me
has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que
me has dado. La gloria que me diste, yo les he dado". Nosotros la compartiremos con él a lo
largo de toda la eternidad. ¿Hay algo que se compare a esto, a ser miembros del cuerpo de
Cristo, a ser como partes de la iglesia, la esposa de Cristo?
Qué vergüenza nuestra debilidad, nuestra impotencia, nuestras quejas, nuestro letargo, la
semi envidia que sentimos del mundo y de la así llamada vida maravillosa que tiene, de su gozo
y de los así llamados deleites. Este es un mundo agonizante; es un mundo malo; está bajo
condenación; y va a desaparecer. Ya está desapareciendo. Pero nosotros tenemos esta gloria a
futura, la gloria que en aquel gran día hemos de compartir con el Señor Jesucristo. La gloria de
ese 'mundo venidero' es indescriptible; y en ella hemos de vivir y reinar con él.
Habiendo tomado por esposa a la iglesia, él le concede todo esto. Su futuro es nuestro, su
gloria es nuestra, todas las cosas son nuestras. 'Los mansos recibirán la tierra por heredad'.
Hemos de reinar con él sobre todo el universo, hemos de juzgar a los ángeles. ¡Nosotros! ¡Eso
es el cristiano! ¡Esa es la iglesia cristiana como esposa de Cristo!
***
Parte 4
Al considerar esta declaración hemos visto que contenía dos temas principales. Uno de
ellos se refiere a la relación entre el Señor Jesucristo y la Iglesia, y el otro a la relación entre
marido y esposa. La enseñanza del apóstol es que sólo entenderemos verdaderamente la
relación de marido y esposa en la medida que entendamos la gran doctrina de Cristo y la
iglesia. Por eso hemos estado considerando en primer lugar la doctrina de Cristo y la iglesia;
habiéndolo hecho, ahora estamos en condiciones de comenzar a aplicar esto particularmente a
los esposos, aunque, como se nota, el apóstol tiene cuidado hacia el final (v. 33) de considerarlo
también desde el aspecto y punto de vista de la esposa. La aplicación de la doctrina es
presentada por los términos 'así como' y 'como'. 'Maridos, amad a vuestras mujeres, así
como...'. Luego al final, 'Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí
mismo'. En otras palabras, está desarrollando la comparación de la relación de Cristo y la
iglesia que nos presentó anteriormente, en términos de la relación entre marido y mujer.
Entonces, al enfocar la aplicación me parece que la mejor manera de hacerlo es dividir el
tema en dos partes principales. La primera es aquella que enseña ciertos principios con
respecto a los esposos y sus mujeres. Luego, habiendo establecido los principios generales,
podemos continuar a la segunda parte que es la aplicación detallada y práctica de los principios
a la situación concreta.
Los principios generales, según yo los veo, son los siguientes: Primero, debemos
comprender en conexión con el matrimonio como con todo lo demás en la vida cristiana, que el
secreto del éxito consiste en pensar y comprender. Eso sin duda es obvio en la superficie
misma de este pasaje. En la vida cristiana nada ocurre automáticamente. Este es un principio
muy profundo y creo que la mayoría de nuestros problemas tienen su origen en nuestra
tendencia a creer que ellas sí ocurren automáticamente. Nosotros persistimos en aferramos a
un concepto semi-mágico de la regeneración. Según esto, debido a lo que nos ha ocurrido, el
resto de la historia es sencillamente éste: 'y vivieron felices para siempre'. Pero por supuesto
sabemos que esto no es cierto. En la vida cristiana hay problemas. Sin embargo, tantas
personas no alcanzan a comprender que no se trata de algo que opera automáticamente y, en
consecuencia, se meten en problemas y dificultades. Obviamente el antídoto para ello consiste
en pensar, en tener un entendimiento, en razonar el asunto a fondo. Eso es algo que el mundo
no hace. El problema con el mundo, finalmente, conforme a la enseñanza de la Biblia, es que no
piensa. Si la gente tan sólo pensara, la mayoría de sus problemas quedarían resueltos.
Tome por ejemplo el problema de la guerra. La guerra es algo inherentemente ridícula,
insana. ¿Por qué entonces lucha la gente entre sí? La respuesta es, porque no piensan. Actúan
instintivamente, son gobernados por instintos primitivos tales como el deseo y la avaricia, el
enojo, etcétera; y golpean antes de pensar. Si la gente solo se detuviera a pensar, no habría más
guerra. Por supuesto, la falacia de los humanistas consiste en creer que lo único que hay que
hacer es decir a la gente que debe pensar. Pero mientras las personas sean pecadoras no
pensarán. Estas fuerzas elementales son tanto más poderosas que las fuerzas racionales, y por
tanto el 'hombre en pecado' es siempre irracional.
Cuando nos convertimos en cristianos, todavía debemos acentuar este mismo principio.
Ni siquiera el cristiano piensa automáticamente; se le debe enseñar a pensar. Por esto se
escribieron las epístolas del Nuevo Testamento. ¿Por qué fueron escritas? Si un hombre al
convertirse en cristiano, automáticamente obra el bien, ¿por qué tuvo que escribir el apóstol
estas epístolas? O si se puede recibir su santificación de una sola vez, en una sola bendición,
¿por qué fueron escritas estas epístolas? Pero aquí están, llenas de razonamientos, llenas de
argumentos, llenas de demostraciones, analogías y comparaciones. ¿Por qué? Para enseñarnos
a pensar, para enseñarnos a desarrollar estos asuntos y a crecer en entendimiento.
El apóstol demuestra que en relación con todo este tema del matrimonio el pensar es de
esencial importancia. El mundo considera el matrimonio de la siguiente manera. En primer
lugar da por sentadas en mayor o menor medida grandes cosas. Confía en lo que llama 'amor',
descansa en los sentimientos. Dos personas dicen haberse 'enamorado' mutuamente y en base
a eso contraen matrimonio. No se detienen a pensar o a hacer preguntas; el hacerlo constituye
una rara excepción. Son impulsados y animados y arrastrados sintiendo que todo
inevitablemente va a salir bien y que su felicidad tiene garantía de duración, que por lo tanto
nunca podrá fracasar. Todo esto es alentado por la literatura popular y por las películas que se
exhiben en los cines y en el hogar en la pantalla del televisor. Pero, luego lee los diarios y sus
informes y descubre que sí fracasa. ¿Por qué fracasa? La res-Puesta es porque nunca han
considerado el asunto en profundidad. En consecuencia, no están a la altura de las pruebas y
tensiones y presiones que inevitablemente deben aparecer a medida que la vida es vivida día
tras día con sus cargas y su cansancio físico y las tantas otras cosas que producen dificultades.
Y puesto que esas personas nunca habían considerado el asunto a fondo, luego no tienen donde
apoyarse. Actuaron basados en un sentimiento, en un impulso; actuaron impulsados por las
emociones. La mente apenas tiene alguna participación en todo ello y el resultado es que al
enfrentar las dificultades no tienen argumentos en los cuales apoyarse. No saben qué hacer;
todo parece haberse desvanecido; y esto les causa pánico y luego solicitan el divorcio. Muchas
personas repiten el mismo proceso una y otra vez. La causa de todo el problema es una
carencia de entendimiento, el hecho de no pensar.
Cuando considera la posición cristiana, descubre que la principal diferencia es ésta que el
cristiano es exhortado a pensar y a comprender y se le provee una base sobre la cual puede
hacerlo así. Ese es el significado y propósito de la enseñanza que se nos provee aquí; de modo
que no tenemos excusa si la pasamos por alto. El mundo carece de una enseñanza similar; en
cambio nosotros ya no estamos en esa condición. De modo que la primera cosa que se nos
recuerda mediante este párrafo es que debemos pensar. Incluso nos dice cómo hacerlo y nos lo
presenta en forma detallada. Ese es el primer principio.
El segundo principio es que como cristianos nuestro concepto del matrimonio debe ser
positivo. Corremos el peligro de considerar el matrimonio entre cristianos como esencialmente
similar al de otras personas. La única diferencia sería que ambos cónyuges son cristianos
mientras que otros no lo son. Ahora bien, si todavía tenemos ese concepto del matrimonio,
nuestra consideración de este gran párrafo ha sido totalmente en vano. El matrimonio
cristiano, el concepto cristiano del matrimonio, es algo esencialmente distinto a todos los
demás conceptos. Eso es, sin duda alguna, el resultado que ha surgido de nuestro trabajo al
abrirnos paso a través de este párrafo.
Aquí se nos ofrece un concepto del matrimonio que no es posible sino en la fe cristiana; el
matrimonio es elevado a la posición de la relación entre el Señor Jesucristo y la iglesia. De
manera que la actitud del cristiano hacia el matrimonio siempre es positiva. El cristiano
siempre debe perseguir esta meta. El concepto del cristiano no debe ser negativo en el sentido
de creer que por la introducción de ciertos factores nuevos, el matrimonio va a durar mientras
que otros no lo harán. Eso es un concepto totalmente negativo. No se trata simplemente de
evitar ciertas cosas que se dan en otros; también debemos tener este ideal, este concepto
positivo del matrimonio. Se trata de algo que siempre debemos considerar en términos de la
relación del Señor Jesucristo y la iglesia. Debemos aprender a probarnos a nosotros mismos
constantemente, haciéndonos esta pregunta: ¿Realmente responde mi vida matrimonial a esa
relación? ¿Manifiesta mi vida matrimonial esa relación? ¿Es gobernada por ella?
En otras palabras, siendo cristianos no nos limitamos a pensar en estas cosas durante los
primeros meses de casados. Seguimos pensando y continuamos pensando en ellas. A medida
que crecemos en la fe cristiana y crecemos en gracia, más pensamos en nuestro matrimonio y
más nos preocupa que se conforme a este patrón celestial, a este ideal glorioso de la relación
entre el Señor Jesucristo y la iglesia. Esto es algo difícil de expresar en palabras. Lo que estoy
tratando de expresar es que la gran diferencia entre el matrimonio de personas cristianas y el
matrimonio de personas incrédulas es que en el caso de aquellos el matrimonio
paulatinamente se hace más maravilloso; con el tiempo llega a ser más glorioso, a medida que
se conforma y a medida que logra alcanzar ese alto ideal. Sin duda todos nosotros vemos el
significado de esto a medida que lo aplicamos a lo que con tanta frecuencia es cierto en el
matrimonio, y no solamente en el de personas no cristianas sino lamentablemente también
entre personas cristianas. Según el concepto cristiano del matrimonio, éste continúa creciendo,
desarrollándose y aumentando.
Mi tercer y último principio general surge de la totalidad de esta exposición y consiste en
esto: en el análisis final, la causa del fracaso en el matrimonio siempre es el ego y las varias
manifestaciones del mismo. Por supuesto, esa es la causa de los problemas en todas partes y en
cada esfera. El ego y el egoísmo son las mayores fuerzas destructoras del mundo. Todos los
grandes problemas que confrontan al mundo ya sea que uno mire el asunto desde el punto de
vista de las naciones y de los estadistas, o desde el punto de vista de la industria y de las
condiciones sociales, o desde cualquier otro punto de vista, todos estos problemas a fin de
cuentas, provienen del ego, de 'mis derechos', de lo que 'yo quiero', y de '¿quién es él?' o de
¿quién es ella?'. El ego con sus horrendas manifestaciones siempre causa problemas porque
cuando dos 'egos' se oponen mutuamente, inevitablemente se produce un choque. El ego
siempre quiere todo para sí mismo. Eso se aplica al mío, pero se aplica igualmente también al
suyo. Entonces hay al mismo tiempo dos poderes autónomos que nacen del ego y hacen que el
choque sea inevitable. Ese tipo de choques ocurren en cada nivel, desde el nivel personal hasta
el de las grandes comunidades e imperios y naciones.
La enseñanza del apóstol en los versículos que estamos considerando tiene el propósito
de mostrarnos cómo evitar las calamidades que resultan del ego. Por ese motivo me tomé tanto
trabajo en acentuar el versículo 21 antes de comenzar a considerar el tema del matrimonio.
Esta es la clave para todo el párrafo 'sometiéndoos unos a otros en el temor de Dios'. Ese es el
principio básico, y debe ser cierto en todos los miembros de la iglesia cristiana. Estemos
casados o no, todos debemos estar sometiéndonos unos a otros en el temor de Dios. Luego el
apóstol prosigue para aplicar el principio al caso particular del hombre y la mujer, del marido y
la esposa, y lo ha hecho en forma tan nítida y clara que seguramente nadie dejará de
comprenderlo. ¿Cuál es la esencia del matrimonio? Según el apóstol es esta unidad estos dos,
esta pareja que se ha convertido en una carne. Entonces debe dejar de pensar en ellos como
dos, ahora son uno. Por eso cualquier tendencia por afirmar el ego inmediatamente choca
contra el concepto fundamental del matrimonio. El apóstol dice que en el matrimonio debería
ser imposible que surja semejante conflicto, porque pensar en estos dos como si fueran dos es
negar el principio básico del matrimonio, es decir, es negar que ellos son uno. 'Estos dos serán
una carne'. La esposa es 'el cuerpo' del esposo, así como la iglesia es el cuerpo de Cristo.
Entonces tenemos aquí, sobre todas las cosas, la denuncia final del ego y de todas sus
horrendas manifestaciones; además se nos muestra aquí la única forma en que podremos
finalmente ser librados de él.
Estos son los tres principios generales que en el matrimonio fundamentan la aplicación
práctica de la doctrina de la relación del Señor Jesucristo con la iglesia. Ahora el esposo debe
ser gobernado por estos principios. ¿Cómo se traduce esto a la práctica? Primero que todo, el
esposo debe comprender que su esposa es una parte de él mismo. Esto no lo sentirá
instintivamente; será preciso enseñárselo; y la Biblia lo enseña en todas partes. En otras
palabras, el esposo debe comprender que él y su esposa no son dos; son uno. El apóstol sigue
repitiendo que: 'Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos
cuerpos'. 'El que ama a su mujer, a sí mismo se ama'. 'Los dos serán una sola carne'. 'Porque
somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos'. Todo esto es cierto respecto de
nuestra relación con el Señor, pero, también es cierto en esta otra relación.
Por lo tanto yo quisiera expresarlo diciendo que no es suficiente considerar a nuestras
esposas como socias. Ellas son socias, pero son mucho más que eso. Puede tener dos hombres
de negocios que son socios, pero no es esa la analogía. La analogía va mucho más allá. No es una
cuestión de sociedad, aunque se incluye esa idea. Hay otra frase usada con frecuencia al menos
se la solía usar con frecuencia que lo expresa de manera mucho mejor, y que me parece ser una
declaración inconsciente de la enseñanza cristiana. Esa expresión usada por hombres al
referirse a sus esposas como 'mi mejor mitad'. Ahora bien, esto es completamente correcto.
Ella no es una socia, ella es la otra mitad del hombre. 'Los dos serán una carne'. 'Mi mejor
mitad'. Precisamente la palabra 'mitad' expresa todo el caso que el apóstol está elaborando
aquí. No estamos tratando con dos unidades, dos entidades, sino con las dos mitades de una
unidad 'Los dos serán una carne'. Por lo tanto, a la luz de esto, el esposo ya no debe pensar en
singular o individualmente. Eso según el apóstol debería ser totalmente imposible en el
matrimonio, porque 'el que ama a su mujer, a sí mismo se ama'. En un sentido no está amando
a otra persona, se está amando a sí mismo. Esa es la clase de diferencia obrada por el
matrimonio.
Entonces, a nivel práctico, todos los pensamientos del esposo deben incluir también a su
mujer. Nunca debe pensar de sí mismo en forma aislada o separada. Tan pronto lo hace ha
quebrantado el principio más básico del matrimonio. Es algo que todo el mundo puede ver
cuando ocurre a nivel físico, pero el verdadero daño ocurre antes, a nivel intelectual y
espiritual. En cierto sentido tan pronto un hombre piensa en sí mismo en forma aislada ha
quebrantado el matrimonio. ¡Y no tiene derecho a hacerlo! En cierto sentido no puede hacerlo
porque la esposa es una parte de sí mismo. Pero si de todos modos ocurre, él ciertamente
estará infligiendo un grave daño a su esposa; y este es un daño que lo afectará a él mismo
puesto que ella es una parte de él. Por lo tanto él estará actuando incluso contra sí mismo; si
tan sólo se hubiera dado cuenta de ello. En consecuencia, su pensamiento nunca debe ser
personal en el sentido de ser individualista. El solamente es la mitad, y lo que él hace implica
necesariamente a la otra mitad. Lo mismo se aplica a sus deseos. Nunca debe tener ningún
deseo para sí mismo. Ya no es un sólo hombre, en ese sentido ya no es libre; su esposa es
afectada por todos sus deseos. Por lo tanto, es responsabilidad suya ver de estar siempre
totalmente despierto a estas consideraciones. En otras palabras, nunca debe pensar de su
esposa como de una añadidura. Ni mucho menos y lamento tener que utilizar esta expresión
como de una carga; sin embargo, hay muchos que así lo hacen.
Para resumirlo, éste es un gran mandamiento dado a hombres casados en el sentido de
nunca ser egoístas. Por supuesto tampoco la esposa debe ser egoísta. Cada cosa se aplica a
ambas partes pero aquí estamos considerando particularmente a los maridos. Ya hemos visto
que la mujer debe someterse a él. Al hacerlo así ella actuaba sobre el mismo principio; ahora
bien, esta es la parte que le toca al marido. Por lo tanto, él debe recordar deliberada y
constantemente acerca de la realidad que vive en la condición de hombre casado y esa realidad
debe gobernar y controlar todos sus pensamientos, sus anhelos, y todos sus deseos, en efecto,
la totalidad de su vida y actividad.
Pero podemos extendernos mucho más allá y expresarlo de manera más fuerte. El
versículo 28 termina con estas palabras, 'El que ama a su mujer, a sí mismo se ama'; pero
recordamos que el apóstol al describir la relación entre el Señor y la iglesia ha utilizado la
analogía del cuerpo. Dice el apóstol en el mismo versículo, 'Así también los maridos deben
amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos'. Luego en el versículo 29 desarrolla este tema
diciendo: "Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida,
como también Cristo a la iglesia". Esta es entonces la enseñanza: no solamente debemos
comprender que el esposo y su mujer son uno, sino que además, el esposo debe comprender
que la esposa, conforme a esta analogía del cuerpo, es en realidad una parte de él mismo. La
actitud de un hombre hacia su esposa, dice el apóstol, debe ser, por así decirlo, la actitud hacia
su cuerpo. Esa es la analogía y es mucho más que una analogía. Ya hemos considerado el asunto
tal como se enseña al final del capítulo dos de Génesis. La mujer originalmente fue tomada del
cuerpo del hombre. Allí tenemos la prueba de que ella es una parte del hombre, una prueba que
también describe la característica de la unidad. Por eso al hombre se le dice: 'Así también los
maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos'. Ahora bien, esta pequeña
palabra 'como' es de suprema importancia porque podemos fácilmente mal interpretarla. El
apóstol no dice: "De la misma manera en que los esposos aman a sus cuerpos también deben
amar a sus esposas". No es ese el significado. El significado es éste, 'Así también los maridos
deben amar a sus mujeres porque ellas son sus propios cuerpos'. Un hombre ama a su esposa
como a su cuerpo eso es lo que está diciendo. No 'como' él ama a su cuerpo así debe amar a su
esposa. ¡No!, un hombre debe amar a su esposa como a su cuerpo, como parte de él mismo. Así
como Eva fue una parte de Adán, tomada de su costado, así la esposa lo es del hombre, ella es
parte de él.
Estoy haciendo énfasis en esto por la razón que el apóstol establece claramente, esto es, a
fin de mostrar que el matrimonio contiene este elemento de indisolubilidad, el cual, como yo
entiendo la enseñanza bíblica, sólo puede romperse por el adulterio. Pero lo que ahora
queremos expresar es que el apóstol lo construye en esta forma a fin de que el esposo pueda
darse cuenta de que no puede separarse de su esposa. No se puede separar de su propio
cuerpo, y así tampoco se puede separar de su propia esposa. Ella es una parte suya dice el
apóstol. Debe recordarlo siempre. No puede vivir aisladamente, no puede vivir separadamente.
Si comprende esto no correrá el peligro de pensar en separación, no correrá peligro de querer
y anhelar o desear ningún tipo de separación. Menos aun puede haber antagonismo u odio.
Nótese como lo expresa el apóstol: "Nadie", dice para ridiculizar el asunto, "Nadie aborreció
jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia". De
manera que cualquier elemento de odio entre esposo y esposa es absoluta locura; y sólo
indicaría que el hombre no tiene concepto alguno de lo que significa el matrimonio. 'Nadie
aborreció jamás su propia carne', y la esposa es su propia carne; ella es su cuerpo; él ha de
amar a su esposa como a su propio cuerpo.
¿A dónde nos conduce esto en la práctica? Aquí estoy considerando enseñanzas muy
detalladas que todos necesitan, tanto personas cristianas como otras. Dios sabe que todos
hemos fracasado; todos hemos pecado por no comprender esta enseñanza y por no aplicarla
detalladamente. El principio es que la mujer es el cuerpo del hombre. De modo que lo que el
cuerpo significa a la personalidad del hombre, eso le debe significar su esposa. De ello resulta la
enseñanza detallada del apóstol. ¿Cómo va a tratar el hombre a su mujer? Permítanme dar
primero algunos ejemplos negativos. El no debe abusar de ella. Un hombre puede abusar de su
cuerpo, y muchos hombres lo hacen, comiendo demasiado, bebiendo demasiado y de diversas
otras maneras. Eso es abusar del cuerpo, maltratarlo, ser grosero con él. Ahora bien, dice el
apóstol, un hombre que hace esto es un necio, porque si un hombre maltrata su cuerpo y abusa
de él, él mismo va a sufrir. No puede separarse de su propio cuerpo; y si cree que puede, y
abusa de su cuerpo, será el que va a sufrir. Su mente sufrirá, su corazón sufrirá, la totalidad de
su vida sufrirá. Podrá decir, "mi cuerpo no me importa; yo vivo una vida intelectual". Sin
embargo, si prosigue obrando de esa manera, pronto descubrirá que ya no posee el intelecto
que solía poseer, y que ya no puede pensar como antes. Si abusa de su cuerpo, usted es quien
va a sufrir. No solamente el cuerpo, sino usted mismo. Es exactamente lo mismo en la relación
matrimonial. Si un hombre abusa de su esposa él sufrirá tanto como ella. De modo que además
de estar profundamente equivocado, ese hombre es un necio. Si un hombre abusa de su esposa,
va a ocurrir un quebrantamiento, no solamente en la esposa sino también en el hombre, y en la
relación entre ambos. Sin duda esto es lo que está ocurriendo con tanta frecuencia en el mundo
actual. Debería ser imposible pensar que un hombre cristiano pueda abusar de su esposa.
Pero, no se trata solamente de que el esposo no abuse de su mujer. En segundo lugar,
tampoco debe descuidarla. Volvamos otra vez a la analogía del cuerpo. Un hombre puede
descuidar su cuerpo. Es algo que ocurre con frecuencia, y nuevamente es algo que siempre
causa problemas. Descuidar el cuerpo es malo, es necio y es un error. El hombre ha sido
constituido de tal manera que se compone de cuerpo, mente y espíritu, y los tres están en
íntima relación uno con el otro. Sin duda todos somos conscientes de esto. Considérelo, por
ejemplo, en términos de la fragilidad del cuerpo. Si yo sufro de laringitis, no puedo predicar
aunque quisiera hacerlo. Puedo estar lleno de ideas y de un deseo de predicar, pero si mi
garganta está inflamada no puedo hablar. Y así es con el cuerpo entero. Si descuida su cuerpo,
usted mismo será quien sufrirá. Muchos hombres lo han hecho así, muchos eruditos lo han
hecho, y por descuidar su cuerpo sufrió su obra. Ello se debe a la unidad esencial entre estas
partes de nuestra personalidad.
Ocurre exactamente lo mismo en la relación matrimonial, dice el apóstol. ¡Cuántos
problemas se causan en la esfera del matrimonio debido a simples descuidos! Recientemente
los médicos han ofrecido evidencias de esto en los diarios, informando de un gran número de
esposas que en la actualidad han sido impulsadas a fumar compulsivamente. ¿Por qué?
Simplemente porque fueron descuidadas por sus esposos. Los esposos se pasan las noches
haciendo deportes o en los clubes o jugando con sus amigos; y la pobre esposa es dejada en
casa con los niños y el trabajo. El esposo vuelve de noche justo a tiempo para acostarse y
dormir; para luego en la mañana levantarse y salir. El descuido de la esposa conduce a estos
estados de neurosis que se revelan en un tabaquismo excesivo y en otras manifestaciones de
tensión nerviosa. Es lamentable que un hombre contraiga matrimonio y luego descuide a su
esposa. En otras palabras, allí hay un hombre casado, pero que en los asuntos esenciales
continúa viviendo como si aún fuese soltero. Aún sigue viviendo su propia vida en forma
separada, aún sigue pasando el tiempo con sus amigos.
Yo podría desarrollar fácilmente este tema, pero los hechos son tan familiares que resulta
innecesario. Sin embargo, creo detectar una tendencia en el sentido de olvidar este punto
particular aun en círculos cristianos, aun en círculos evangélicos. Un hombre casado ya no debe
actuar como si fuese soltero; su esposa debe estar implicada en cada uno de sus asuntos.
Recientemente recibí una invitación a una reunión social de una organización evangélica; pero
la invitación era dirigida a mí solamente sin incluir a mi esposa. Automáticamente la rechacé,
como siempre suelo hacer cuando ocurre este tipo de cosas. Aquel fue un ejemplo de una
organización evangélica que obviamente no tiene pensamientos muy claros en estos asuntos.
Me aventuro a afirmar en forma tajante, que un cristiano nunca debería aceptar una invitación
a una reunión social sin su esposa. Muchos matrimonios sufren daños irreparables porque los
hombres se reúnen solos en sus clubes sin sus esposas. Eso está mal porque es una negación de
principios esenciales. El hombre y la mujer deberían hacer las cosas juntos. Por supuesto, en
sus negocios el hombre debe estar solo y hay otras ocasiones cuando debe estar solo; pero si se
trata de una reunión social, de algo en que puede participar la esposa, ella debe participar, y es
responsabilidad del esposo que ella lo haga así. Sugiero que todos los esposos cristianos
rechacen automáticamente toda invitación que les sea dirigida sólo a ellos sin incluir a sus
esposas.
Sin embargo, este asunto tiene otro aspecto que con frecuencia me causa gran
preocupación. Constantemente estoy oyendo lo que a veces ha sido llamado 'viudas
evangélicas'. La expresión significa que el esposo de este tipo especial de mujer es un hombre
que sale todas las noches para asistir a una reunión. Su explicación, en efecto, su argumento es
que está ocupado en la buena obra cristiana; pero, aparentemente olvida que él es un hombre
casado. El otro extremo, por supuesto, es la clase de cristiano que no hace nada, y que da lugar
a su propia pereza y pasa todo el tiempo en casa. Ambos extremos siempre son malos; pero por
el momento estoy condenando este extremo en particular el caso del hombre que está tan
ocupado con la obra cristiana que descuida a su esposa. He conocido muchos casos de esto.
Recientemente oí de uno en el norte de Inglaterra. Es el caso de un hombre que salía todas las
noches para hablar en reuniones, organizando esto y aquello. El hombre que me lo contaba
confesó que había tenido la tentación de hacer lo mismo, pero de pronto fue alertado al
encontrar a la esposa de aquel hombre que todo el mundo estaba admirando. Dijo que la
pobrecita mujer parecía ser una esclava; se la veía exhausta, agotada, cansada, descuidada e
infeliz y con el corazón quebrantado. La conducta de tal esposo es gravemente pecaminosa.
Aunque todo sea hecho en el nombre de la obra cristiana, un hombre no puede y no debe tomar
compromisos que lo separen de esa forma de su relación matrimonial, porque la esposa es una
parte de él su 'mejor mitad', no su esclava. Por eso los esposos cristianos deben examinarse a sí
mismos en este asunto. Un hogar no es un dormitorio al cual un hombre regresa para dormir.
¡No! Debe existir esta relación activa, ideal y positiva; es algo que siempre debemos tener bien
presente en nuestros pensamientos. En consecuencia, un hombre debe pedir sabiduría de Dios
para saber cómo organizarse a sí mismo en este sentido. No me importa lo que un hombre es;
pero si es un hombre casado, no debe comportarse corno si fuera soltero, ni siquiera en
relación con el trabajo cristiano, porque al hacerlo está negando la enseñanza misma del
evangelio que pretende predicar. En este preciso punto se puede ser indeciblemente egoísta.
Yo sé que esto generalmente ocurre como resultado de nada peor que la falta de consideración;
sin embargo, la irresponsabilidad generalmente conduce al egoísmo. En todo caso, un cristiano
nunca debería ser culpable de irresponsabilidad.
De esta manera prosigo a la tercera aplicación práctica de la enseñanza. El esposo no
debe abusar de su esposa, no debe descuidarla, y en tercer lugar, no debe considerarla como
una cosa que se da por supuesta. Siempre debe existir el elemento positivo en la relación. La
esposa de un hombre, no sólo es una ama de casa; debe haber este elemento positivo. ¿De qué
otra manera podría expresarlo? Permítanme utilizar los propios términos del apóstol. Él lo
expresa de esta manera: "Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus
mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su
propia carne, sino..." ¿Qué? 'que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia'.
Recuerda cómo, cuándo consideramos estas palabras, nos quedamos asombrados e
impresionados por la forma en que el Señor nos sustenta y nos cuida. Y esa es la forma en que
el marido debería comportarse con su mujer. 'Sustenta y cuida'. Nuevamente, uno no puede
hacer esto sin pensarlo.
Una vez más esto puede ser desarrollado en términos de la analogía según la cual un
hombre no aborrece a su propio cuerpo sino que lo sustenta y cuida. ¿Cómo lo hace? En forma
sencilla podemos subdividir el tema de esta manera: En primer lugar está el tema de la dieta.
Un hombre debe pensar en su dieta, en su comida. Debe tomar suficientes alimentos, debe
tomarlos regularmente, etcétera. Y todo esto debe ser elaborado en términos de marido y
mujer. El hombre debería estar pensando en lo que ayudará a su esposa, lo que la fortalecerá.
Pero, cuando ingerimos nuestros alimentos no sólo pensamos en términos de calorías, o
proteínas, grasa, hidratos de carbono; no somos puramente científicos ¿verdad? En este tema
de los alimentos entra en juego otro elemento. También somos influenciados por lo que apela
al paladar, por lo que nos da placer y deleite. De esa manera debería tratar el esposo a su
mujer. El debe estar pensando en lo que a ella le agrada, lo que le da placer, lo que a ella le
gusta, lo que ella disfruta. Por supuesto, antes del casamiento se tomaba tiempo para hacerlo;
pero, luego, después de casado con frecuencia deja de hacerlo. ¿Acaso no es ésta la dificultad?
Muy bien, dice el apóstol, no se debe detener, debe seguir pensando; y si es un cristiano, debe
ocuparse más y más en pensar, no cada vez menos. Ese es su argumento. ¿Acaso no nos
sentimos todos condenados? Pero esta es la enseñanza apostólica, la enseñanza del Nuevo
Testamento. Dieta considere su persona en su totalidad y de su alma. Debe existir este
pensamiento activo respecto del desarrollo de la esposa y de su vida en esta asombrosa
relación que Dios mismo ha establecido.
Luego, hay el tema del ejercicio. La analogía del cuerpo lo sugiere inmediatamente. El
ejercicio es esencial para el cuerpo; el ejercicio es igualmente esencial en la relación
matrimonial. El ejercicio puede significar una cosa tan simple como la conversación. En efecto,
con frecuencia he visto problemas matrimoniales por la simple ausencia de conversación.
Todos sabemos cuántas cosas se pueden decir aquí a modo de excusa. El hombre está cansado,
todo el día ha estado en su trabajo o en su oficina y vuelve al hogar agotado y cansado y sólo
desea descanso y paz. Es cierto, pero lo mismo también ocurre con su esposa con la diferencia
que tal vez ella ha estado todo el día sola o sólo en compañía de los niños. Sintamos o no deseo
de hacerlo, debemos conversar. La esposa necesita este tipo de ejercicio. Háblele de sus
negocios, de sus preocupaciones, de sus asuntos, introdúzcala a ellos. Ella es su cuerpo, ella es
una parte suya, de modo que debe permitirle hablar al respecto. Consúltela, permítale que ella
aporte su entendimiento. Ella es una parte de su vida, de manera que introdúzcala a toda su
vida. Oblíguese a conversar. En otras palabras, uno tiene que esforzarse a sí mismo a pensar.
Repito una vez más, conozco todas las excusas y cuán difícil es, muchas veces. Pero
permítanme expresarlo de esta manera y creo que es un argumento justo. Este hombre estaba
igualmente cansado y trabajaba igualmente duro antes de casarse; sin embargo, antes de
casarse estaba ansioso por contarle a su novia cuantas cosas había hecho, ansioso por
introducirla a todo ello. ¿Por qué ha de cesar eso cuando se casa? No debería cesar, dice el
apóstol. El esposo y la mujer son uno. Mírela y considérela como a su cuerpo, y recuerde este
elemento del ejercicio. Deliberadamente introdúzcala a todos sus asuntos. Esto será
maravilloso para ella; para su desarrollo; y será bueno para usted mismo porque la relación
matrimonial entera crecerá y se desarrollará a medida que lo haga.
Y esto nos lleva al cuarto punto, al elemento de protección. Aquí está el cuerpo, necesita
alimento, necesita ejercicio; pero además todo hombre necesita aprender a entender su propio
cuerpo. El apóstol desarrolla el argumento. Recuerdan cómo el apóstol Pedro lo expresa: Dice
al esposo que recuerde que su mujer es 'el vaso más débil'. Significa que estos cuerpos nuestros
están sujetos a ciertas cosas. Todos nosotros somos diferentes aun en sentido físico. Algunos de
nosotros estamos sujetos, quizás, a sentir más intensamente el frío o sujetos a temperaturas
bajas de un modo en que otros hombres no lo son. Algunos de nosotros estamos constituidos
de tal manera que tenemos estos problemas menores; y estamos sujetos a molestas infecciones
y diversas otras cosas que nos ponen a prueba. ¿Qué hace un hombre sabio al respecto? Se
cuida en gran manera de estas cosas; en el invierno usa un grueso abrigo, quizás use una
bufanda; y se abstiene de hacer ciertas cosas. El hombre se protege a sí mismo y a su débil
constitución de algunos de los peligros que le salen al encuentro en la vida. 'Así también los
maridos deben amar a sus mujeres'. ¿Ha descubierto que su esposa tiene cierta debilidad
temperamental? ¿Ha descubierto que ella tiene ciertas características especiales? ¿Acaso es
nerviosa y aprensiva; o es demasiado elocuente en sus expresiones? No importa de qué se trate
en particular; ella tiene ciertas características que en algún sentido son debilidades. ¿Cuál es la
reacción de usted hacia ellas? ¿Le irritan o se siente desilusionado? ¿Tiende a condenarlas y a
despreciarlas? Actúe como lo hace con su cuerpo, dice el apóstol. Protéjala contra esas
debilidades, guárdela de ellas. Si ocurre que su esposa ha nacido con un temperamento de
preocupación, muy bien, guárdela de él, protéjala. Haga todo lo que esté a su alcance para
guardarla de sus debilidades, y fragilidades; lo que hace por su cuerpo, hágalo por su esposa.
Luego, por supuesto, hay épocas cuando sobrevienen grandes infecciones una epidemia
de gripe, fiebres, cosas que matan a la gente por millares. Correspondiendo a esto, también hay
cosas que sobrevienen en la vida matrimonial pruebas, problemas, tribulaciones que van a
poner el matrimonio a prueba hasta el límite mismo.
¿Qué hace usted al respecto? Una vez más ¿qué hace con su cuerpo cuando se enferma de
esa manera, cuando le da semejante ataque de gripe con una terrible fiebre? La respuesta es
que guarda cama, con una bolsa de agua caliente; adopta una dieta apropiada, etcétera. Hace
todo lo que está a su alcance para tratar la fiebre y ayudar a su cuerpo a resistirla. 'De tal
manera deben los hombres amar a sus mujeres como a sus propios cuerpos'. Si hay alguna
prueba o ansiedad o problema peculiar o excepcional, algo que pone a su esposa a prueba hasta
el límite, entonces, afirmo, el esposo debe salir de su rutina para proteger a su esposa y
ayudarla y auxiliarla. Ella es 'el vaso más débil'.
Esto nos conduce al punto final. Trata de proteger su cuerpo contra las infecciones
mediante diversas inoculaciones. Aplique todo esto a la vida matrimonial. Haga todo lo que esté
a su alcance para desarrollar una resistencia, para preparar a su esposa a encarar los peligros
de la vida. Debe edificarla. No lo haga todo solo; pero, edifíquela para que ella también esté en
condiciones de actuar; de modo que si usted es llevado por la muerte ella no se quede inerme.
Debemos pensar detalladamente en todo esto exactamente corno con el cuidado del cuerpo. Y
si sobreviene una enfermedad, tenga cuidados especiales, dele los medicamentos apropiados,
sálgase de su rutina y haga aquellas cosas extras que promoverán y producirán la restauración
de la salud, del vigor y de la felicidad.
Aquí dejamos este tema, en el cual hemos estado viendo un gran principio que es de
suprema importancia. Un hombre debe amar a su mujer 'así como' porque ella es su propio
cuerpo. 'Nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también
Cristo a la iglesia'. 'Maridos, amad a vuestras esposas, así como Cristo amó a la iglesia'.
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RELACIONES TRANSFORMADAS
Efesios 5:25-33
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